Post peligroso, en el que divago sobre la muerte y la vida.

Hoy toca post patético. ¡Ohhh, sí! De esos que me miro el ombligo y lloro un poco.

Pongamos un poco de música, que yo creo que le va estupendamente esa pieza que nos recomendó Dídac días atrás en la Semana del cine. Si queréis escucháis la música y ya está… os perdono si no seguís leyendo.

Canta esta vez, Philippe Jaroussky: «Lascia ch’io pianga»

Hace unas semanas, en mi última escapada para ver a unos amigos a Madrid, al volver a Burgos, parecía que todo se quería confabular para que mi ánimo se estropeara. Tuve un susto en la carretera, uno de estos todos terrenos tanques, de estos caros y guays, de repente se fue a la izquierda, hasta chocar contra la valla de protección. Lo peor es que en este tramo solo había un carril en sentido salida de Madrid, o sea que se metió en el carril de sentido contrario. Tuvo mucha suerte porque en ese momento, no vino nadie. Unos instantes después o antes, y hubiera chocado de frente con otro. El conductor / a dio un volantazo, y casi se choca con el que iba detrás suyo… o conmigo que era el siguiente… al final se paró y me imagino que recuperaría el resuello…

Y mientras seguía viaje, un mensaje llegó a mi móvil anunciando que a un amigo, le habían ingresado en el hospital.

Cuando llegué a casa, intenté bromear para quitarme la congoja, con algún amigo en la distancia, pero la verdad salió todo como el culo. En lugar de servirme para relajarme, sirvió para todo lo contrario.

La muerte le rondaba a mi amigo desde hacía tiempo… y ya por fin, hoy en la mañana, tomó su presa.

Es difícil vivir a veces. Yo una vez quise ser médico. Me pasé muchos años pensando en que ese era mi futuro. Aún hoy lo sigo pensando… era mi destino. O Psicólogo. Pero… no creo que hubiera podido soportar tanto dolor y muerte. Cambié de opción en el último momento.Y me equivoqué. Torcí mi destino.

Hoy me he pasado el día medio llorando. A ratos. Pensando en mi amigo, sintiéndolo, sintiendo a mi padre… no llevo buena época. Aunque como diría un amigo si leyera esto, menos mal que no lo va a hacer, ya no recuerdo cuando fue buena época. Lo digo siempre: sentir es una kk.

No he podido estar con él. No… no me daban las fuerzas. Le he visto en estos últimos meses unas cuantas veces, y cada vez que ha ocurrido, se me ha ido el alma a los pies. Ver como se desgarra alguien por dentro, como se va destruyendo, como nada ni nadie es capaz de parar esa espiral hacia el abismo… como la enfermedad, o enfermedades más bien, van tomando cada vez más territorio, porque la cabeza les ayuda… rendición incondicional… es como alguna vez en los últimos tiempos me decía la médica de mi padre… “Se ha rendido”. Y es cierto… rendirse es ya medio camino. Sino entero. Una vez me llegó a decir, «vete preparando para ir a mi entierro».

Decía antes que vivir no es sencillo. Se nos supone que con los años, debemos tener eso que se llama madurez y que yo detesto. Se supone que esa madurez nos debe decir como actuar, como sentir, como superar las decepciones de la gente que quieres, de la gente por la que darías la vida. De como un día te das cuenta de que después de partirte la cara por ellos, no merecía la pena. Aunque sean tus hijos, que te sangran, te destrozan la vida… te la destrozan por dentro… por fuera…

Ahora pienso que ya esto de los blogs dura tanto que incluso ha dado tiempo a que en algún lugar hablara de cuando murió otra amiga mía, que era su mujer. Recuerdo haber escrito algo… pero a lo mejor estaba en el blog cerrado, o no sé. No tengo ganas de buscarlo. Quizás ese fue el principio del fin de mi amigo, cuando su mujer murió y empezó a conocer de verdad a sus hijos.

Todo esto para pensar, decir… el padre de mi amigo, que anda un poco delicado de salud, suele decir que la fe en Dios le hace tirar hacia delante. Que si no fuera por ello, no merecería la pena. Le tengo envidia, porque no… yo no tengo esa clase de fe. Creo en algo, que no sabría definir. Creo en que hay algo más… pero no tengo argumentos. Quizás es un sueño de … no sé, un amor a la magia, o una necesidad de ella… Ahora que lo pienso hay cosas que no son necesario explicarlas. La racionalidad extrema tampoco es mi campo… no creo en ella, hay cosas inexplicables y que están bien así, la magia… la magia…

Me he ido. Vuelvo.

Quiero decir que no encuentro motivos para seguir. No, no os penséis que estoy pensando en nada raro… pero… es como… sabes, la gente al final te suele decepcionar. Fíjate que hasta me decepciono yo mismo… sí, cada día más. Me pasó con mi padre que me quedé con la impresión de que podía haberle hecho un poco más feliz. Otro tema es si era acreedor de esos desvelos… pero si hacemos las cosas porque hay que hacerlas, no porque hay un motivo… ¿Debe haber un motivo para querer a alguien? Recuerdo ahora un libro “hablemos de Kevin” que el año pasado estrenaron una película sobre él. Recuerdo esas partes del libro en que la madre de Kevin explicaba que lo quería porque se suponía que una madre debe querer a un hijo… pero… no era un sentimiento que saliera de ella. A lo mejor el tal Kevin no se merecía el cariño de su madre o de nadie…

Vuelvo a lo mismo, es difícil vivir, encarar los problemas de la vida. Llegó un momento en que entendí que mi padre era un pobre hombre que había estado perdido la mayor parte de su vida, y que se rodeó de una empalizada que lo protegía  Esa empalizada hizo daño a gente, o al menos no los hizo felices, a casi todos los que estuvieron cerca de él. Pero no supo hacerlo mejor…

Mi amigo tampoco lo ha sabido hacer mejor… y yo tampoco he sabido estar ni con mi padre, ni con mi amigo. Mi disculpa es que quizás todo esto llegó en mala época. El dolor de lo de mi padre todavía llenaba mis depósitos de sentimiento. Sí, reconozco que lo llevo mal… que me ha dejado perdido y tocado, y me da vergüenza. Quizás porque me he dado cuenta de que alguna forma me he quedado indefenso. Solo. Mi amigo, el que hoy se ha ido, era mi último baluarte. Era alguien alegre, con empuje, de esta gente que es capaz de animarte, de ver el lado positivo, de hacerte tirar hacia delante… era de esas personas que sabes que si vienen mal dadas, o si necesitas que se parta la cara por ti, lo va a hacer… no sé.

Quizás pude estar a su lado, intentar tirar de él…

Quizás todo son disculpas…

La verdad es que ya llevo una temporada larga en que no tengo ganas de casi nada. Os lo cuento a vosotros porque ninguno de los que va a leer esto me conocéis. Si no, tampoco os lo contaría. Qué tiempos aquellos en que el 50% de los que me leían, eran conocidos. Sí, miento, os lo hubiera contado igual… como lo hubiera hecho entonces. Y aunque parezca lo contrario, tampoco añoro esos tiempos. La gente que pasó, debía pasar.

He decir que esto no ha salido para nada como pretendía. Que me había hecho a la idea de hacer algo mucho más poético, o dramático, o… algo más, más. Pero ha salido como ha salido. Y no vale quejarse, que te avisé que escucharas la música y pasaras de leer.

Lo bueno de todo es que como he dejado todos los temas apenas esbozados, cualquier día puedo volver a escribir sobre ellos. Tengo para escribir de la vida, de la muerte, de los amigos, de las decepciones, de las ilusiones, de las razones para vivir, de las razones para inventarse una vida ficticia, de las de engañar, de las de robar, las razones que dan los hijos, los padres, el espíritu santo, de lo que merece la pena y de lo que no… de lo que hacer cuando te decepcionas a ti mismo, y te descubres a todas horas buscando disculpas para darte a ti mismo, durante todo el día. Podré hablar de la magia, de la racionalidad, de las sonrisas… y de las razones para vivir.

Necesito un poco de magia.

Venga, va, y por pedir, necesito un Príncipe.

Hoy es uno de esos días en que si hubiera escrito esto en papel, hubiera quedado surcada la escritura con goterones de lágrimas. Pero esto es un ordenador, y no os voy a mandar el papel por medio del «Correo de Zar», a caballo por las estepas rusas, sellada y cerrada, y claro, escrita a pluma. Lo bonito que quedaría una lágrima en plena palabra, desfigurando el trazo…