En el prado de mi padre: Daniel el empresario (4)

Daniel el empresario: (4).

Cuando Rosa María dijo lo del chocolate y la nata, saltó un clic dentro de mi cabeza.

Noté como a Dani también le había pasado.

No lo había tomado desde los dieciocho. A nadie se lo había comentado. Es más, podría afirmar sin equivocarme que hasta el momento en que lo dijo Rosa María, ni era consciente de ello. Es un tema irrelevante, lo sé. Pero… ¿Por qué esa mujer conocía esas costumbres nuestras? De hecho, mis ayudantes ahora sabían que tenían que ponerme zumo de naranja con tostadas con mermelada de fresa, de una marca específica, francesa para más señas. Café con leche. De cafetera. Había comprado una cafetera profesional para ello. Una en la empresa y otra en mi casa. Todos lo sabían porque si no lo hacía, se arriesgaban a empezar el día con una bronca. Mi madre tampoco me lo ofrecía en casa las pocas veces que desayunaba con ellos. No recuerdo haberlo dicho, pero el caso es que nunca me ha vuelto a poner chocolate hecho. Y menos nata. Y lo más curioso es lo del zumo de pomelo: era algo que tomaba mi padre y yo imité. Y parece que Dani después. Nunca he vuelto a tomar zumo de pomelo. Y en casa no lo hay. Seguro.

Lo disfruté. Los dos lo disfrutamos. Era claro que nos gustaba. Otra laguna en la memoria. Todo lo relacionado a nosotros, parecía estar en una nebulosa. Hasta los detalles más insignificantes.

Pero algo se iba despertando en nosotros. El instinto, me imagino. Esos gestos tan precisos, la forma de dormir juntos. Como nos acoplamos sin dudarlo. Y como mientras dormimos, cambiamos las tornas sin despertar. Las manos donde tocaba, la postura en la cama, los abrazos, las piernas entrelazadas, unas pequeñas caricias con los pies, que parecían como otro par de manos. Los suyos fríos, los míos más templados. El beso en los labios al cerrar los ojos, su beso en mi frente en el sofá.

-Y el chocolate hecho – dijo Daniel mientras volvíamos a casa.

-Y Rosa María.

-Me ha engañado. Es buena. Eso no me suele pasar.

-En este tema, todos nos mienten. Estaría bien saber quien es en realidad y que pinta aquí.

-Vino al poco de llegar yo. Al principio casi no nos veíamos. Ni yo fui a darla la bienvenida ni ella vino a presentarse a mi casa. Bueno, ya sabes, coincides en la tienda, luego un día recoge un paquete cuando yo no estaba, esas cosas.

-Y un día te invita a cenar.

-Cape, tenemos dos opciones. O lo dejamos correr y empezamos de cero, o de donde estamos ahora, vamos. O hacemos lo posible por recordar. Investigamos, pagamos a detectives, vamos a la policía y damos un par de hostias, como se espera de nosotros, por otra parte.

A mí se me ocurrían más posibilidades. Alejarnos, porque me temía que si investigáramos, lo que encontráramos no nos iba a gustar. Y tenía la sensación de que si persistíamos en permanecer juntos, algunas personas se iban a poner nerviosas. Y empezaba a creer que lo que habíamos olvidado era lo suficientemente malo para que se montara a nuestro alrededor semejante tinglado.

-Ya, tienes razón. No son las únicas posibilidades – dijo leyéndome la mente. Dani negaba con la cabeza, despacio, mirándome a los ojos.

-Pero son las únicas que contemplamos.

Asintió con la cabeza. Estábamos de acuerdo.

-Tu teléfono no deja de vibrar.

-El tuyo tampoco.

Ninguno de los dos los miramos. Decidimos dejarlos en un cajón en casa. Por primera vez, comprobamos de dejar cerradas todas las puertas y ventanas. Y Dani puso la alarma, cosa que no le había visto hacer nunca. Ni siquiera sabía que tenía. Cogió otro móvil que utilizaba solo para eso, según me dijo, y salimos camino del río, de nuestra roca.

No nos atrevimos a hacer el camino desnudos. Era curioso lo que había cambiado todo en estos días. Parece que saber quienes éramos nos coaccionaba a nosotros mismos. O nos hacía pensar en las consecuencias. En mi caso, miraba por su fama. En el de él, por mi prestigio como empresario del IBEX. No venía bien para ninguno aparecer paseando desnudos por el campo, abrazados. O sea, pensé, que nosotros mismos, con todo lo broncas que somos, nos censurábamos.

-Y presumimos de broncas y de que todo el mundo mueve el culo al ritmo que marcamos.

Dani sonrió con tristeza. Pero no cambió nada.

Hicimos el camino a buen ritmo. Nos desnudamos por completo, ahí sí, y empezamos a nadar, a hacer nuestros largos particulares. Hicimos unos cuantos. El agua estaba fresca y apetecía nadar. Luego, nos subimos a la roca, a nuestra atalaya, y nos sentamos pegados, con las piernas dobladas hacia arriba y apoyando nuestros brazos en las rodillas. Dani me acariciaba de vez en cuando el muslo. Yo le contestaba rodeando su cintura con mi brazo y pegándolo más a mí. Le besaba en la mejilla. Y él me besaba en la frente.

-Quizás es un error volver a trabajar. No lo necesito. Perderemos intimidad, no cabe duda. Mientras he estado retirado, a pesar de los estrenos de los trabajos anteriores, la gente no estaba tan pendiente de mí. La serie francesa, la primera temporada ha sido un pelotazo. Estoy nominado a un par de premios en Francia, en Bélgica y en Canadá. La segunda temporada pinta muy bien. El rodaje empezará en unas semanas. Todo esto va a atraer la atención de los medios y recordará a mis seguidores que estoy vivo. Volver al trabajo significa también que mi agencia reactivará mis redes sociales. Es cierto que no me prodigo en fiestas y voy por ahí provocando, ligando o pegándome con la gente, como hacía antes. Pero aún así. En cuanto volvamos a estar en las portadas, la gente va a perseguirnos. Ahora todo el mundo es periodista con los móviles y las redes sociales. Ahora que estamos juntos, podíamos dedicarnos a vivir. Tenemos suficiente dinero para veinte vidas. Olvidarnos de oropeles, de los focos y del trabajo. Pasear por el campo, nadar en el río, comer en casa, cocinar y tirarnos en el sofá bajo una manta para ver películas o series.

Pensé un momento la respuesta.

-No es el dinero, Dani. Es que te gusta. Llevas desde los siete años actuando. Has leído, te has preparado. Has visto mucho cine y televisión para saber. No es decir que un día llegó un cazatalentos y te vio y dijo: este chico es la hostia. Y como eras guapo y en cuanto creciste y te quitaron por primera vez la camisa dejaste a todos con la boca abierta salivando y triunfaste. No. Tú lo buscaste. Tú actúas, a parte de tu cuerpo que es evidentemente deseable. Muy deseable. Los espectadores te ven en la pantalla y no ven a Carmelo. Ven el personaje que haces. En cada película, andas de una forma distinta. Das al personaje unas muecas características. Masticas la comida, te pones las zapatillas, fumas de una forma única. Incluso en muchas hasta tu voz suena diferente. Si trabajas en Francia eres capaz de hablar con acentos diferentes. No haces de hijo de emigrantes españoles, haces de francés de pura cepa. Y si haces de español, hablas francés con acento español. Lo mismo pasa si trabajas en Inglaterra. O en Estados Unidos. Actuar es tu vida, a parte del dinero que puedas ganar.

-Mis padres no estaban por la labor de que mi carrera fuera así. Querían lo fácil. Lo que daba más dinero. La camiseta me la quité por primera vez a los trece. Luego me impuse y dejé de hacerlo. Para desesperación de mis padres. Pero a broncas nadie me gana. Ahí me empecé a ganar mi fama, con las agarradas que tenía con mis padres. De hecho ahora casi no hablo con ellos. A los 16 me emancipé legalmente y les quité todos los poderes sobre mis asuntos. Les di pasta y hasta luego. Se han esfumado. No quiero volver a saber nada de ellos.

-Yo pensé en un negocio a los 12 años. A los 14 lo monté, con la pantalla de mi padre. Siempre me apoyó. Lo pude hacer porque él creyó en mí. Entré en la Universidad a los 15. A los 16 era millonario. A los 18 mi padre por fin, pudo poner todo a mi nombre y empecé a firmar yo y él desaparecer de los focos, cosa que odiaba con todas sus fuerzas. Su apoyo, su ayuda, fue el mayor acto de amor hacia mí que pudo hacer. Mi empresa movía ya del orden de 900 millones de euros a los dos años de nacer. Ahora anda en los 14.500 millones. No es ganar dinero, es tener una idea y desarrollarla. He dejado la empresa sí, pero he creado tres más para otros proyectos que desarrollaré con la ayuda de mis hermanos, si quieren mover el culo. Todo con tranquilidad, mucho más relajado que ahora. Pero quiero seguir haciendo cosas. Tengo 30 putos años. No me voy a retirar a los 30. Y menos porque a algunos les joda que triunfe. Y tú no te vas a retirar a los 25. Tu gran papel está por llegar. A lo mejor lo escribimos tú y yo juntos.

-Escribo. ¿Lo sabías? Y tú también escribes… – abrió mucho los ojos. – Mi amigo Jorge Ríos me anima a hacerlo. Aunque en realidad lo que me gustaría algún día es adaptar sus novelas.

Yo asentí con la cabeza. También conocía a Jorge Ríos.

Dile que te escriba algo. Hasta ahora no ha querido ceder los derechos de sus libros. A nadie. Y ofertas no le han faltado.

A mí me los cedería.

No sabía que erais tan amigos. No me ha comentado nada.

¿Lo conoces?

Sí. Comemos de vez en cuando y hemos coincidido alguna vez en actos. Por eso me extraña que no comentara nada.

Hablamos mucho. Nos conocimos en una fiesta de año nuevo. Me ayuda mucho hablar con él. Cuando no me aguanto, cuando estoy a punto de estallar, le llamo. A veces coincide y me llama él. Yo creo que es mi único amigo de verdad. Le debo mucho.

-Hola.

Levantamos la vista hacia el lugar de donde procedía el saludo.

-Hola, Alberto – saludó alborozado Dani con la mano. – El agua está de muerte.

-Guay. Tengo solo media hora. Me espera mi viejo para comer. Pero llevo un día de asco y necesitaba relajarme.

-Aprovecha. No te lo pienses. Nosotros como si no estuviéramos.

-Es un chico del pueblo. Trabaja en una empresa láctea. Va por las ganaderías con un camión cisterna recogiendo la leche. – me explicó Dani.

-Está bueno – exclamé con voz insinuante.

-Lo está – y puso una cara de picaruelo.

-Lo has catado.

-Sip.

-¿Y sabe que ha follado con el gran Carmelo del Río?

-No. Ha follado con un pobre chico, un tal Dani, el de la Hermida, que pinta en su taller. Y vive de una pequeña herencia. Porque además ha follado conmigo muchas veces, cosa que a Carmelo no le pasa. Con él solo se folla una vez.

-Esa es tu tapadera. Pintor. Heredero y multifollador.

-Sí.

-¿Y pintas? No me has dicho nada.

-Bueno, mancho telas con pintura.

-Si firmaras como Carmelo sabes que se venderían por miles de euros.

-Si firmo como Carmelo, hasta mi mierda valdría miles de euros.

-Eso es cierto. No tendría ningún mérito.

-Si algún día andamos mal de dinero, la venderé.

-¿Las pinturas?

-La mierda.

-Que cerdo eres.

-Tú me provocas.

-Si queréis os acerco a casa. Es la hora de comer. – gritó todavía en el agua Alberto.

-Es cierto. Vale, no es mala idea. Se nos ha pasado el tiempo volando.

Nos tiramos al agua y nadamos hasta dónde habíamos dejado la ropa. Alberto ya se había secado y se estaba vistiendo.

-Pero no tenemos nada que comer – me acordé de repente.

-No problema. Mi padre estará encantado de que comáis en casa.

-Pero…

-No seas tonto. – le reprendió a Dani – Sabes que no molestas y tu amigo tampoco. Mi padre está encantado de cocinar. Además – dijo dirigiéndose a mí – si conoces a mi padre, es Gerardo, el del bar.

-Ah, sí. Me cayó muy bien. Salvo por lo del Barça – hice una mueca de lamento.

-Es su punto flaco. Pero como yo le digo, nadie es perfecto, ni tú papá.

-Del Madrid entonces – inquirí.

-Ves, tú tampoco eres perfecto: del Atletic. Y a mucha honra.

Mientras me reía con las salidas de Alberto, él había cogido el móvil y llamaba.

-Papa, que estoy con Dani y su amigo. Que les he dicho que vayan a comer y que dicen qu… vale, se pone.

-Habla con él. – le tendió el móvil a Dani.

-Gerardo, que… vale, vale. Que sí, que vamos ahora. Nos lleva Alberto. Gracias. Mi amigo te da las gracias también.

-Arreglado – concluyó Alberto – Eso sí, mejor os vestís. Que estáis buenos y eso, pero que a mi padre es como tradicional y no le molan los desnudos sobre todo de hombres. Y yo no soy de piedra, todo sea dicho.

-Vale, vale. Nos vestimos.

Tuvimos que dejar para la noche el decidir la estrategia a seguir. Y mirar las decenas de mensajes y llamadas que teníamos esperando en nuestros teléfonos guardados en un cajón en la casa de Dani.

Sería interesante que nos dijeras algo. ¡Comenta!