Necesito leer tus libros: Capítulo 18.

Capítulo 18.-

Javier dudó unos instantes antes de bajarse del coche en la entrada del parque en el que había ocurrido el intento de matar a Jorge. Aritz si salió y espero paciente la decisión de su jefe. No le dijo nada. Carmen le miró de lejos. Aritz se encogió de hombros. Carmen pareció que se ponía triste.

Cuando Javier se decidió, abrió la puerta y puso el pie en la acera, dándole un golpe en el brazo a Aritz. Carmen se giró para que su amigo no viera la cara de alivio que había puesto. Javier caminó decidido saludando a todos los policías que se encontraba a su paso.

Venían por el camino dos grupos de sanitarios alrededor de dos camillas. Javier se acercó decidido a ellas. En la primera iba Yeray. Le agarró la mano y le abrazó.

-Si te llega a pasar algo, no sé lo que te hago.

Yeray le sonrió agradecido. Exhibió su blanca dentadura que hacía contraste con su piel negra.

-Gracias jefe. Me has salvado la vida.

-Eres un gilipollas. Te lo he dicho un ciento de veces y no me has hecho caso. Y ese idiota que viene en la otra camilla igual. ¿Estás bien?

-Vamos a hacerle un examen en el hospital. – contestó la médica de la ambulancia. – Parece que no tiene nada grave salvo el moratón. Pero preferimos asegurar que no haya nada roto dentro. El impacto ha sido muy fuerte.

Yeray no había soltado la mano de Javier. Se la llevó a la cara y le dio un beso. Javier se emocionó y le correspondió con un beso en la mejilla.

-Si necesitas algo, me llamas. No voy a apagar más el móvil.

Yeray no era de besos. El haberle besado la mano era señal de lo que sentía en ese momento.

-Claro jefe. Luego te llamo.

Javier puso cara de niño travieso antes de contestar.

-Mamón, lo vas a hacer para comprobar si cumplo lo de no apagar el móvil.

Yeray se echó a reír pero tuvo que contenerse porque le dolía. Javier volvió a inclinarse y le dio otro beso en la frente aparte de acariciarle suavemente la cara con su mano libre.

Javier les indicó a los sanitarios que siguieran. Y él fue a la otra camilla.

-Jefe, juro que te haré caso – dijo Kevin a modo de disculpa pensando que le iba a echar la bronca. Pero Javier muy al contrario se inclinó y se abrazó a Kevin. A éste se le humedecieron los ojos. Javier le besó profusamente la cara mientras se la acariciaba con la mano libre. La otra, al igual que había pasado con Yeray estaba fuertemente agarrada a la de su compañero.

-Era esa cabrona, la de Concejo, la espía inglesa. Dos veces la cabrona que nos ha dejado KO. Te juro que la próxima las cosas van a ir distintas. Se ha cambiado el pelo y lleva gafas. Y llevaba lentillas de color. Y unos pendientes estrafalarios que llaman la atención.

-¿Habéis podido disparar?

-Na. Cuando me he dado cuenta, era tarde, ya tenía dos balas en el chaleco y estaba en el suelo medio atontado. Yeray había caído antes.

-Ahora tranquilo.

-¿Yeray?

-Guay. No te preocupes por él.

-Le ha dado un beso a Javier – bromeó Aritz que estaba un paso por detrás del comisario.

Kevin puso cara de asustado. Y no era para bromear. Lo conocía muy bien y sabía que no era dado a esas muestras de cariño.

-Joder, Yeray el duro dando un beso al jefe. Joder. – bromeó Kevin.

-Nunca es mal momento para empezar a ser un poco menos estirado. Pero tranquilo, que te conozco, está igual que tú.

-Como te oiga … – Aritz se echó a reír.

-Os quiero a los dos un huevo, lo sabéis ¿Verdad?

Kevin asintió con la cabeza.

-Pues hacedme caso. Cuando os digo las cosas es…

-Hoy nos has salvado la vida. Si no nos obligas a ponernos los chalecos hoy…

-¿Y cuantas veces os lo he dicho antes? ¿Y cuántas os lo ha dicho Carmen y Olga?

-Ya pero…

-¿Os hace ser menos duros? ¿Menos hombres? Joder, Kevin, creía que habíamos superado esa fase.

-No te enfades.

Javier, que se había puesto muy intenso se relajó inmediatamente.

-Tienes razón. Dame un beso mamón. Llámame cuando salgáis del hospital. Os voy a buscar. Y si os quedáis ingresados, me llamas igual. Y no me preguntes si voy a apagar el teléfono que te estrujo los huevos hasta que te quedes sin respiración.

-Vale, vale. – respondió Kevin fingiendo preocupación por la amenaza de Javier.

Éste volvió a besar a Kevin y le soltó la mano para que los sanitarios pudieran seguir su camino. Les hizo un gesto de agradecimiento por su paciencia.

Javier siguió con la vista unos segundos el camino de la camilla hacia la ambulancia. La de Yeray estaba saliendo en ese momento en dirección al hospital. Fue entonces cuando ahí parado, en medio, fue observando el escenario.

Carmen caminaba despacio hacia él. No había querido acercarse mientras Javier saludaba a Kevin y Yeray. Cuando llegó a su lado, sin mediar palabra, abrazó a Javier. Éste se quedó sorprendido por el gesto. Pero no dijo nada. Solo respondió al abrazó de su amiga.

Ninguno tuvo ninguna prisa por separarse. Fue Carmen quien tomó la iniciativa.

-Si no llegas a ir y enfadarte con Yeray y Kevin, puede que ahora en ese banco – señaló dónde habían caído sus compañeros – habría dos cadáveres. No me lo hubiera perdonado en la vida.

-No te pongas así, Carmen. ¿Cuántas veces se lo hemos dicho? No nos han hecho caso. Te he oído decenas de veces advirtiéndoles.

-Pero me tenía que haber impuesto. Pero son ellos dos, joder. Y… todos les queremos de una forma especial. Son tan educados, trabajadores, tan amables, cariñosos, cada uno a su forma, claro. Pero es que… joder.

-He quedado con Kevin que nos llaman cuando estén para salir. Vamos los dos, los recogemos y nos los llevamos a algún sitio guay para tomar algo. ¿Te parece?

Carmen asintió con la cabeza. Volvió a acercarse a Javier y a abrazarlo. Javier le besó en la mejilla varias veces.

-Venga, te cuento. – dijo al final Carmen.

Le fue indicando el camino que había seguido Jorge al llegar al parque. Le señaló el banco en el que se había sentado.

-Ella llegó un poco más tarde y se sentó en ese en dónde está la científica ahora. Hugo vino por el mismo camino que has seguido tú. Aparcó el coche encima de la acera, donde estaba una de las ambulancias. Kevin y Yeray tenía la foto de la mujer en el móvil. Jorge se la había sacado. Se fueron directos al banco y se sentaron a su lado. Cuando Hugo estuvo sentado junto a Jorge, ellos pidieron la documentación a la mujer. Kevin al girarse y verla en directo y de frente la reconoció. Ella se dio cuenta y se levantó y sacó su arma. Disparó a bocajarro sobre ellos, uno a Yeray y dos a Kevin. Debió pensar que la segunda vez debía terminar.

Javier movió la cabeza negando.

-Es una profesional. Sabía que llevaban chalecos. Estaba a tres metros de ellos. Si hubiera querido matarlos, hubiera disparado a la cabeza. No quiso matarlos. Y desde aquí, si hubiera querido herir a Jorge, hubiera acertado. El único momento en el que no pudo hacerlo es cuando Hugo cubría con su cuerpo el de Jorge, en el suelo. Hasta ese momento, Jorge era un blanco fácil. En movimiento, pero para una profesional, relativamente fácil.

-Es cierto que por lo que ha comentado Hugo a Teresa al llegar a la Unidad, y por lo que ha contado Jorge, no se puso en medio cubriéndole. Fue todo muy rápido y es cierto que lo empujó y lo quitó de en medio, pero no lo cubrió con su cuerpo.

-Esa mujer no ha querido matar a nadie. ¿Hugo pudo disparar?

-No. Ese es otro misterio. Alguien disparó y la hirió. Todos esos están peinando la zona buscando un casquillo.

-Rifle de precisión. – opinó Aritz.

Javier asintió con la cabeza.

-¿Quiso rematar a Kevin y Yeray y falló? – propuso Carmen.

Javier negó con la cabeza.

-Suponemos que ella salió hacia esa zona. Dispara a Kevin y a Yeray. Luego dispara hacia el banco de Jorge. Lo hizo para neutralizar a Hugo, para que no la disparara, para que estuviera preocupado de Jorge. Dispara, pum, pum, pum, pum, pum, cinco veces seguidas. Según han contado Jorge y Hugo, no fue ráfaga sino tiro a tiro. Pero seguidos.

-Tres de las balas han dado en el banco.

-Las tres últimas. Las dos anteriores habrá que buscarlas lejos, porque disparó por encima de Jorge y Hugo al levantarse. Que usen el detector de metales en esa dirección.

-¿Donde estaría ese tirador? – preguntó Aritz.

Carmen y Javier fueron observando los alrededores.

-Desde allí – opinó Carmen. – Está ligeramente en alto. Ese murete le serviría de protección.

Javier asintió con la cabeza.

-¿Y que pretendía?

-Está claro. Proteger a Jorge. – dijo convencido Javier.

-¿Uno de los nuestros?

-No. Uno que llega desde el pasado de Jorge. Uno que durante estos años, siempre ha estado pendiente de él y de Carmelo. ¿Te acuerdas de esa denuncia que encontró Pati de ese tipo que fue a meterse con Jorge y que luego un hombre con malas pulgas lo emboscó en la calle y le amenazó?

-Sí.

-Pero ese parecía que no llevaba armas encima.

-Es que la amenaza ahora es distinta. No es un tipo que cree que tiene derecho a que Jorge se convierta en su amigo por el hecho de haber leído sus novelas.

-O sea. Nos dice de buenas maneras: Poned una escolta en condiciones al escritor.

Javier levantó las cejas.

-Tengo una duda. Si es un profesional ¿Por qué no la mató? – preguntó Aritz.

-Hay una distancia. Y si te fijas, en la trayectoria de sus posibles disparos, estaban Hugo y Jorge. Hugo se levantó enseguida para repeler la agresión. Y Jorge, parece que, según nos ha dicho algún testigo, que se incorporó sin ser muy consciente de ello. Según me ha dicho, parecía aturdido. Y puede ser, porque según lo que ha contado Jorge, no sabe cuando ni como se puso de pie.

-O sea. No repitió disparo por si le daba a Jorge.

-O a Hugo. Hasta ahora es su único escolta.

-¿Y quién es ese tipo?

-Pues seguramente un matón amigo del marido de Jorge. Puede que Nando antes de… fallecer, le encargara que lo cuidara.

-¿Jorge lo conocerá? – preguntó Aritz.

Javier se encogió de hombros.

-Si lo conoce, no nos lo va a contar. Yo haría lo mismo. Al fin y al cabo, tal y como van las cosas, ese hombre es el único amigo que le queda. Todos los demás le han traicionado. Exceptuando siempre a Carmelo.

-¿Se verán con asiduidad?

-No. No creo. Ese tipo tiene … me da que es de los que está siempre a la sombra. Cuando sale a la luz, es para actuar.

-Va a ser difícil de encontrar. – opinó Carmen.

-Creo que tenemos otras prioridades antes. Pero sería conveniente saber quién es. No me importaría charlar con él. No para detenerlo. Porque no va a haber nada para incriminarlo. No va a haber casquillo, no va a haber ni una huella ni una colilla de cigarrillo ni nada. No va a haber ni una imagen de vídeo. Como de nuestra amiga en su huida.

-Se quedaron en silencio un rato pensando.

-Lo que sí puede ser, es que le haya abordado en algún momento. O lo haga después. – opinó Carmen.

-¿Crees que es oportuno revisar todas las imágenes de por dónde ha andado Jorge de los últimos días? Las cámaras de los bares dónde ha estado escribiendo… son horas y horas. Anda que no escribe ese hombre y siempre en bares. Y va a todos lados andando. Si le aborda, puede ser en cualquier sitio.

-Es una labor de chinos.

Arancha, la jefa de la unidad de la científica que se estaba encargando del escenario se acercó a ellos.

-Las balas perdidas han aparecido casi en la linde del parque. Y en esa zona, donde puede que estuviera el tirador oculto, no hay nada. Nada. Por no haber, ni pisadas. La hierba ni siquiera parece pisada. Os lo juro. Un especialista en toda regla. Un profesional. Eso sí, huellas en el murete, las que quieras. Centenares.

-Revisemos las cámaras de los alrededores. – propuso Carmen.

-A ver si tenemos suerte y esa señora aparece en ellos. Pero tened en cuenta que su aspecto será completamente distinto.

-He mandado revisar las papeleras de la zona. Al menos espero encontrar esos pendientes de los que hablan Kevin y Yeray. Y alguna peluca o postizo o ropa…

-Gracias Arancha. – Le dijo Javier con una sonrisa.

La policía se acercó a éste y le besó en la mejilla. No le dijo nada, pero ese gesto fue suficiente para emocionar tanto a Javier como a Carmen. La mujer se dio la vuelta y siguió con su trabajo.

-Venga, vamos a la unidad. Jorge os espera. – dijo Aritz.

Pese a las reticencias y los miedos de Amancio, esa primera visita a su casa salió bien. Y eso que nada había ido como había previsto.

Casualidad, cuando llegó Guillem, llegaron sus vecinos del segundo. Un matrimonio joven que hasta ese momento apenas había saludado a Amancio cuando coincidían en el portal. Cuando vio acercarse a su amigo, Amancio bajó las escaleras corriendo. Abrió la puerta del portal y sonrió. Y entonces, apareció la pareja del segundo. Guillem les saludó en tono alegre. “Pasen ustedes primero.” “Mira, aquí está Amancio.” “Hola cariño”. Y le plantó un beso en los labios.

-¡Qué monos! ¡Amancio, no nos habías dicho que tenías novio!

Les fue a contestar que no habían cruzado dos palabras hasta entonces. Pero solo sonrió. También pensó en decirles que Guillem no era su novio. Eso creía. No lo habían hablado. Aunque por otro lado, se podía decir que lo eran. ¿O no? No sabía como iban esas cosas. Pero en las películas se llamaban novios cuando se presentaban formalmente a las familias o al menos se decían algo así como.

-Fulanito ¿quieres ser mi novio?

Y eso no había sucedido.

Cuando estuvieron en casa, fue lo primero que le preguntó.

-¿Somos novios?

Guillem le sonrió. Acercó su boca a la de él y le besó. No era un beso como los que se habían dado hasta ese momento. Fue así con lengua, como en las películas de ahora, con los ojos cerrados, con las manos acariciando lo que podían.

Se puso nervioso. Casi no podía respirar. Estaba excitado… ¡Estaba excitado!

Ahora le surgía una duda. ¿Cómo se hacía eso? A lo mejor Guillem quería hacerlo pero él no estaba preparado. No había pasado de masturbarse a solas pensando en… ¿Guillem?

-Tranquilo, cariño. Si nos dejamos llevar, todo será precioso.

-Pero ¿Y sí…?

-Todo está bien. ¿Te parece que cenemos algo?

-¡Vale! He preparado pollo al chilindrón.

-No me habías dicho que cocinabas.

-Ya. Y he preparado una tarta de chocolate. Como te gusta tanto…

Cenaron. Hablaron. A Amancio se le olvidaron sus miedos y sus preocupaciones. Guillem le ayudó a lavar los platos y a recoger la cocina. Y luego se sentaron en el salón y se pusieron a ver una serie de Netflix. Aunque en un momento dado, aprovechando cuando Arón Piper y Omar Ayuso se besaban en la pantalla, ellos hicieron lo mismo.

No acabaron de ver el episodio. Aunque en la pantalla seguían las tribulaciones de los alumnos del colegio de las Encinas.

Jorge Rios.”

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