Necesito leer tus libros: Capítulo 21.

Capítulo 21.-

ROMEO

Pues, quieta, y tomaré lo que conceden.

[La besa.]

Mi pecado en tu boca se ha purgado.

JULIETA

Pecado que en mi boca quedaría.

ROMEO

Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?¡Devuélvemelo!

JULIETA

Besas con maestría.

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No se esperaba una versión tan clásica de Romeo y Julieta. Hasta ese día no había ido nunca a los ensayos de Clara. Tampoco habían hablado de la obra. Algún comentario de pasada, nada más. Ahora que lo pensaba, Clara tampoco había insistido demasiado en que fuera a verla.

Esa tarde le dejaron entrar porque le reconocieron como Jorge Rios, el escritor. No pensaba que para una representación teatral del Instituto llevaran ese secretismo.

“La profesora debe ser una actriz frustrada de grandes producciones”, pensó. Ya lo había visto algunas veces. Eso resultaba positivo en algunos casos, pero en otros creaba unas expectativas entre los alumnos participantes en las obras que luego resultaban nefastas.

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La profesora miraba embelesada cómo sus alumnos declamaban con gusto y sentimiento del siglo XVI esos versos de Romeo y Julieta:

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ROMEO

Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más seré Romeo.

JULIETA

¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos?

ROMEO

Con un nombre no sé decirte quién soy.

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Si todo saliera bien, quizás podría retomar su carrera en el teatro y en el cine. Quizás no como actriz, pero sí como directora. Eso estaría bien. Estaba claro que en sus intentos de triunfar a toda costa hacía unos años, había quemado sus naves. Había hecho el ridículo a lo grande. Y eran meteduras de pata perdurables, porque estaban grabadas y todos podían verlas. Algunas fueron virales en su momento.

Quizás el primer paso era ese escritor tan conocido, Jorge Rios. Había escogido a Clara su medio sobrina para el papel de Julieta. No era su primera elección, esa chica no tenía carisma en el escenario. Pero era una forma de atraer al escritor y quizás a alguno de sus amigos, como Carmelo del Rio o Álex Monner y como José M.ª Pou. Tres hombres de distintas generaciones pero que cada uno en su ámbito podían abrirle muchas puertas.

Le habían avisado de la puerta que por fin, el escritor había venido a ver a su medio sobrina.

Se colocó su pelo, se repasó los labios y miró con intensidad el ensayo. Estuvo pensando que decir para impresionar al escritor. Aunque quizás era mejor que opinara él. Eso es, le pediría opinión. Tenía fama de decir lo que pensaba. Pero ella estaba convencida que se estremecería de gusto ante una versión tan fiel y clásica de Romeo y Julieta.

Jorge Rios.

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-Sr. Rios, que sorpresa. Que sepa que soy una asidua lectora de sus novelas.

-¡Ah! Gracias – contestó sorprendido porque apenas había dado dos pasos por el pasillo del auditorio después de haber estado observando en la última fila un rato.

-Soy Paulina Núñez, la profesora y directora de su sobrina Clara.

-¡Ah! Pues encantado.

Jorge Rios estaba pensando a toda prisa una forma de quitársela de encima. Nada más verla supo que su intuición era cierta: Era una profesora de teatro que usaba su trabajo para intentar dar el salto a la profesionalidad. Esos sujetos eran peligrosos, porque eran un perfecto coñazo y sobre todo, muy creídos. Y lo mismo mañana, si la ofendía, tenía una crítica mortal en algún foro de Internet.

Ella le explicó la idea de la obra. Y le dijo lo contenta que estaba de haber elegido a Clara para el papel.

-Se lo sabe de maravilla.

-Mujer – le contestó Jorge un poco molesto – eso se da por supuesto en un actor. Si no se sabe el papel, mal vamos.

-Ya, bueno, era… lo que quería decir es que tiene algo que…

Y siguió hablando. La muchacha bajó del escenario para saludar a su tío. Bajaron también sus compañeros, deseosos de saludar al famoso tío de su amiga.

-Tío, este es Carlos, que hace de Romeo.

Clara parecía muy interesada en que Carlos saludara a Jorge. Lo había llevado a rastras hasta él. Jorge le sonrió.

-Eres muy bueno – le dijo Jorge, al que de verdad le había gustado su actuación.

-Gracias – puso una sonrisa que iluminó el teatro entero – Viniendo de usted es todo un cumplido.

-Mi opinión no vale nada. Soy novelista, no erudito ni especialista en Shakespeare o en teatro. Soy un espectador más. Pero como eso, te repito, como espectador, a mí me has gustado.

-Nos han dicho que es muy amigo de José M.ª Pou. – comentó Carlos.

-Ese sí que sabe. Es amigo sí. ¿Y quién os ha dicho eso?

-La profesora Paulina. – contestó Clara. – Quiero presentarte a Leyre. Es la que debería hacer de Julieta.

Ahí se entretuvieron las dos en decir que la una o la otra, o la otra o la una lo hacían mejor. Pero estaba claro que su sobrina pensaba que su amiga haría una mejor interpretación del papel. Y que la otra por nada del mundo, quería hacer de Julieta. Se acercó a su tío y le dijo al oído.

-Es que me lo ha dado por ti, para que vinieras. Me acabo de dar cuenta. Así que me preguntaba por ti. Y yo no quiero limosnas. Leyre lo hace cien veces mejor que yo.

Esa visita se había convertido en algo que no le hacía ninguna gracia a Jorge Rios. Así que intentó llevarse a Clara aparte para saber si había pasado algo.

-Me tienes preocupado, no me has cogido el móvil ni me has contestado a mis mensajes. – no quiso decirle nada de la cita fallida supuestamente convocada por ella.

-Mi móvil no ha sonado.

Lo sacó del bolsillo de sus pantalones.

-Mira – y se lo tendió. Por detrás apareció Hugo.

-¿Me lo dejas? – dijo estirando el brazo para recogerlo mientras la miraba a los ojos y sonreía.

-¿Y este tío bueno? Me suena de algo. ¿Nos conocemos? – le preguntó interesada.

-No creo. Me acordaría seguro. Me llamo Hugo. Trabajo para tu tío.

-Pues esas cosas tío, me las deberías contar – comentó en tono sugerente, jugando a la caidita de ojos con el policía.

-No le tires la caña – dijo algo divertido.

-¿Que es tuyo? ¿Es tu novio? ¿Tienes miedo de que te lo robe?

-¡Clara! No es mío. Lo conozco desde hace dos días. Y tienes dieciséis años. Él unos cuantos más. Pero unos cuantos.

-Al otro lo conocías de menos – no le gustó el tono que empleó su sobrina.

-Clara. El otro tampoco es nada mío. Ya te lo he dicho. – Jorge empezaba a enfadarse. No se esperaba eso de ella.

-La tarjeta está doblada. – Hugo interrumpió la conversación – Esta no recibe nada, salvo lo proveniente de 14 teléfonos. Lo demás está desviado a la duplicada.

-Así que Carlos me decía que me había mandado unos wasaps que no me habían llegado. Y yo pensé que me estaba mintiendo.

Clara se fue a hablar con Carlos. Le pidió perdón. Los que estaban alrededor fueron comentando cosas y parecía que todos ellos no estaban entre los teléfonos de los que recibía llamadas y mensajes.

-Tío ¿Y que puedo hacer?

-Coméntaselo a tu padre. Él sabrá que hacer.

Jorge sacó su móvil y marcó el teléfono de su sobrina. Y éste no sonó.

-Llamádme por favor – les dijo a todos.

Ninguna llamada sonó.

-Si lo están monitorizando, se estarán dando cuenta que algo pasa. – opinó Hugo. – He mandado los resultados del escáner a José Arnáiz. Es un técnico en espionaje y contra espionaje.

-Lo conozco. La empresa esa es de Daniel Gutiérrez, “Cape”. Era – corrigió Jorge al acordarse que Cape se la había venido hacía poco a Arnáiz.

-A lo mejor el escritor quiere decirnos unas palabras sobre nuestra obra. – la profesora levantó la voz y se inmiscuyó en la conversación: no quería perder protagonismo. – Yo a ti te conozco – dijo de repente fijándose en Hugo.

Hugo se resignó. No podía fingir que no se conocían. Trabajaron juntos en una película.

-¡Hugo Utiel! – exclamó la profesora abrazando al antiguo actor.

Hugo respondió al abrazo y dio un beso en la mejilla a la mujer. A eso le siguió un intercambio de actualizaciones sobre su vida. Jorge les miraba divertido. Pero enseguida la tal Paulina volvió su atención a Jorge. Y reiteró su petición para que les hiciera algún comentario sobre la obra.

Esos compromisos no le gustaban a Jorge. Él no era especialista en los clásicos y menos en Shakespeare. Y le gustaba menos si su sobrina estaba por medio. No le había pillado el tono a su personaje. Posiblemente tuviera razón y su amiga fuera mejor para el papel. Pero esa no era su guerra y no podía decirlo en voz alta. ¿O sí? Al fin y al cabo tenía una fama. Podía hacer gala de ella.

-Pensad una cosa. – dijo midiendo sus palabras – Es un clásico, pero habla de cosas de siempre habla de amor. Y de odio. Amor de Romeo y Julieta, y odio de dos familias, por afrentas del pasado. Amor, odio, incomprensión. Hacéis una versión clásica y eso tiene un peligro: valorar más la forma que el fondo. Declamar adecuadamente los versos no debe haceros olvidar el sentimiento que debéis aplicar a las palabras, a los gestos. En los clásicos, del éxito al ridículo, hay solo una delgada línea. – miró intensamente a la profesora – Creo que debería replantearse el reparto. Y el tono de la obra.

-Bien dicho, tío. – gritó alborozada su sobrina.

-No creo – continuó Jorge – que sea una buena idea traer a José M.ª Pou a verla. Creo que en lugar de promocionarla – se quedó mirando fijamente a la profesora – sería el efecto contrario.

Aplaudieron todos, menos Leyre, la supuesta nueva Julieta, según Clara. A Jorge le dio la impresión que la chica no quería ser Julieta ni muerta. Quizás se debiera a que le pareció que hubo algo entre ella y el que hacía de Romeo y la cosa no fue bien. La profesora se retiró discretamente a un segundo plano. La afirmación de Jorge, muy suave y educada para lo que se decía de él, había sido un directo a la mandíbula de ella. Quizás no era tarde para tomar decisiones verdaderamente profesionales. “Éste Jorge sabe de teatro más de lo que aparenta”.

-Que dices, Clara. Nunca sería Julieta. Odio a Carlos. No le perdono lo que me hizo.

-No salió bien, no le des más vueltas. Fue sincero.

-Fue un cabrón. Me dio ilusiones y de repente, me dijo que no funcionaría.

-Se habrá enamorado de otra.

-Pues que le den no le voy a besar en escena. Ni le voy a decir lo que le amo, o Capuleto de los cojones. Tú en cambio, te cae bien. Pues dale los besos y le miras con amor. Yo me niego.

-Es una obra de teatro. Dices que quieres ser actriz. He conocido a algunos actores que siempre cuentan que a veces tienen que trabajar con alguien al que odian y en pantalla deben fingir ser amantes o buenos amigos. No siempre te cae bien quien hace de tu marido.

-Eso cuando me paguen – dijo Leyre un poco orgullosa. – Mientras tanto tírate tú al pichacorta de Carlos.

Jorge Rios.

-Olvídate de que ese Carlos es Carlos. Es Romeo. Y en el escenario, debes mostrate lo que te pide el personaje – le dijo mientras caminaban despacio hacia la salida. Jorge ya se iba. – Te he visto hacerlo mucho mejor. Ese Carlos no se que tiene que os hace desvariar. O le odiáis con todas vuestras ganas o lo amáis.

-Es un poco creído.

-A lo mejor es que es cansado mostrar a todos algo que no se es. Yo creo que a lo mejor, él cree que si se muestra como de verdad es, no gustará. Y se ha creado un personaje.

-Pues que cambie de personaje – le dijo Clara dándole un beso antes de irse. – Vamos a ver como ha sentado tu visita. La profe se relajará. ¿No te ha dicho si podría venir José Mª Pou a la representación? ¿O Carmelo del Rio?

-Algo me ha dicho sí. Y ya le he dicho que no los espere.

-Pues a mí no me importaría que viniera Carmelo.

-Está rodando. No creo que pueda.

-Es una estrella. Si quiere puede venir. Así presumo de conocerlo. La peña no me cree cuando se lo cuento.

-Ya se lo preguntaré. Voy a cenar con él y su marido un día de estos.

-Gracias tío.

Su sobrina se volvió por el pasillo hacia el escenario. Ella pensó que no le veía su tío cuando le hizo a la profesora un gesto con los dedos: OK. Parecía que la niña se hacía mayor y empezaba a jugar en ligas mayores. Aunque lo que de verdad le había preocupado era esa opinión que tenían de él. Hugo por el hecho de acompañarlo, ya era su amante. Y aunque ya le había dicho varias veces a Clara que Rubén no era más que un fan, le había vuelto a echar en cara que era su novio. Y eso le preocupaba, pero lo que más le había llamado la atención era un cierto tono de asco que había notado en ella. A lo mejor Clara y no su amigo Carlos era la que estaba haciendo un papel estupendo.

Cuando se iban, se sentaron un rato al fondo de la sala. Los ensayos se reanudaron. Definitivamente Clara no tenía el papel. De repente Hugo le tocó suavemente en el brazo y le hizo un gesto hacia la oreja, invitándole a escuchar.

-¿De qué va Clarita? – dijo uno de los dos chicos que estaban sentados un par de filas de butacas por delante – con esa pantomima del teléfono. Si lleva otro que es el que tenemos todos.

-Lo más flipante es que le han seguido todos el rollo. Ahí con las llamadas. – dijo el otro chico. – Y todos mutis.

-Cada día es más rara. Con eso de que conoce a famosos, a Carmelo del Rio ese y a su padrino el escritor. Me dijo ayer que el actor ese comió en su casa el otro día. Y que le dijo que era una gran actriz. Que si quería la preparaba una prueba o casting o como se llame para trabajar junto a él en su próxima peli. ¡Alucinas!

-Lo flipa. Si es malísima. Y no me creo nada de que ese actor comiera en su casa. Si es lo más. Si es una estrella. Que le cuente esa historia a otro, no te jode. El único que es buen actor es Carlos. Pero es un creído.

-Ves, ahora sí recibe llamadas. Será su novio Juan.

-Ese si que es bobo.

Jorge miró al escenario y vio como Clara sacaba otro teléfono de la ropa y se ponía a hablar con alguien. Sonreía coqueta. Si no era su novio, lo disimulaba bien. Jorge y Hugo se levantaron. Hicieron ruido sin querer y los dos chicos se dieron la vuelta.

-Os digo una cosa – Jorge no pudo contenerse – Clara es una gran actriz. Lleva dieciséis años engañándome. Pero guardadme el secreto.

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