Necesito leer tus libros: Capítulo 28.

Capítulo 28.- 

El tiempo parecía tener una dimensión distinta en los últimos meses. La situación derivada de la pandemia había vuelto todo muy difuso. Parecían unos años perdidos. Olvidarlos no los íbamos a olvidar ninguno. Pero posiblemente, lo que hicimos en ese tiempo, lo que sentimos, parecería un sueño. Un mal sueño.

Jorge Llevaba tiempo paseando sin rumbo. Su cuantificación mental era imposible. Y otra vez sonó el teléfono y era Carmelo. Lo sabía por el tono de llamada. Si hubiera sido cualquier otro, no hubiera contestado. Parecía que intuía cuando lo estaba pasando mal. Cuando le rondaban la cabeza cosas e historias incomprensibles.

Debería haber llamado al comisario ese Javier Nossecuantos. ¿Por qué le había mandado a su supuesto asistente una copia de un libro en alemán? ¿Dónde había aparecido? Pero no se había atrevido, sobre todo al saber el título: “La vida que olvidé”. Él había escrito un libro con el mismo título ocho años antes. Y lo había guardado. Hasta hacía poco que pensó en publicarlo. Lo guardó como los que le siguieron. Ese sería el libro que hubiera publicado si Nadia no le hubiera convencido de lo contrario. No había resultado ser mala decisión, “La Casa Monforte” se estaba vendiendo a un ritmo impensable. Las traducciones para Estados Unidos y para Inglaterra saldrían la semana siguiente. Había mucha expectación en esos mercados. Y la francesa había salido esa misma semana, con una segunda reimpresión a los pocos días. Eso al menos le contaban por correo electrónico desde su editorial.

-Vente a casa – le dijo Carmelo después de escuchar en silencio la retahíla de pensamientos inconexos que le había soltado sin casi pararse a respirar. – Así descansas un rato de Hugo y de tus vecinos. Y cambiamos de escenario. Como si nos fuéramos a un hotel.

-Estoy cansado. Estáis lejos. – dijo desanimado mirando de reojo a sus escoltas. No quería decirle que no le gustaba la casa de Cape. Que prefería que él fuera a la suya, pero eso no debía hacerlo. Cape y Carmelo tenían varias conversaciones pendientes y ahora que Cape estaba en Madrid, debía aprovechar.

-Te paso a recoger. Salgo ahora del rodaje. Y te quedas a dormir allí. Conmigo.

-Flor, viene Carmelo del Rio a recogerme en coche – informó a la agente de policía que iba pegada a él.

Que follón. Ahora que llevaba escolta, no se atrevía a hacer algunas cosas. Y todo por no incordiar o complicarles la vida a ellos. No quería ser una carga. A veces ya no entraba en un bar que hubiera mucha gente, o que no hubiera una mesa libre al lado de la suya. O que no tuviera una salida rápida en caso de problemas. No se había dedicado exclusivamente a la novela policíaca, aunque algunas de sus obras sí tenían una parte de intriga policial. Tenía algunos amigos policías que le habían instruido en algunos temas. No era especialista, pero esos conocimientos, aunque someros, le daban un aire de verosimilitud a sus libros. Todo es ficción, no necesitaba ser fiel a todos los procedimientos policiales. Muchos se los inventaba. Pero entre invento e invento, meter algo verídico, daba una pátina de realidad a la más burda de las invenciones.

-La próxima vez si quiere, me lo dice, acercamos el coche y le llevamos. – le propuso su escolta.

-Es por no molestar, Flor.

-Debemos ir a por el coche de todas formas. Y no molestas. Ya llevamos unos días. Días intensos algunos de ellos.

-Ya, bueno, no se me ha ocurrido. Carmelo es muy amable… perdona, hoy no tengo la cabeza… estoy un poco… abrumado. Me parece estar inmerso en un mal sueño.

-Lo conozco, he trabajado con él un tiempo. – Flor le fue a decir que él ya lo sabía, pero… verdaderamente le vio perdido. Daba la impresión de haberse despertado de sopetón y no estar al cien de conciencia.

-No sabía. Perdona… – Jorge tenía la mirada perdida.

Carmelo y su comitiva aparecieron en ese momento. Carmelo se bajó del coche y al ver a la mujer, se acercó a saludarla.

-Me alegra verte. ¿Todo bien? No me he atrevido a llamarte estos días por no incordiarte.

-Todo estupendo, gracias a ti.

La policía se acercó y le dio dos besos. Entonces se dio cuenta de lo de la distancia social. Quiso disculparse pero Carmelo le hizo un gesto quitándole importancia.

-Vamos. – le indicó a Jorge – Tenemos cosas que hablar. – comentó el actor en tono rotundo. – ¿Estás bien? – preguntó dulcificando la voz. Se había dado cuenta del estado casi catatónico de su escritor.

Jorge Rios enarcó las cejas. Pareció despertar de repente. No le había notado tan enfadado al hablar por teléfono. Ahora lo estaba. Quizás porque apenas le había dejado meter baza en la parrafada que le había soltado. Ahí fue consciente Jorge que su conversación había sido un monólogo. Le siguió al coche y cuando cerraron las puertas y elevaron la cristalera de separación con el conductor, Carmelo sacó un libro que le tendió a Jorge.

-Me lo ha dado un fan que me esperaba a la salida del rodaje para un selfie. Un fan ruso. Muy enfadado. Porque ha leído tu novela en español y le recordó una que había leído en su país de otro autor. La acababa de recibir desde su país. Había pedido a su madre que se la mandara.

Jorge Rios la abrió despacio, como si se fuera a romper. La miró, pasó unas cuantas páginas, adelante y atrás. En las especificaciones de la edición vio el año de la edición: 2014. El año que murió Nando.

Fue a la primera página y leyó en voz alta:

-мир был лучше без него. Когда он упал на землю, смертельно раненный, многие из его знакомых начали новую жизнь вдали от опасности.

-(Él mundo era mejor sin él. Cuando cayó al suelo herido de muerte, mucha de la gente que conocía, iniciaba una nueva vida alejada del peligro.)

-Es la primera vez que te escucho hablar en ruso. – Carmelo seguía con su tono dulce y sosegado.

-He perdido práctica. Rosa hace tiempo que dejó de darme clases. Siempre estaba ocupada. He ido a una academia durante un tiempo. Eso ya lo sabes, te lo he contado un ciento de veces. – Jorge hizo un gesto para indicar que estaba un poco en las nubes – Quizás lo retome. Hugo puede ayudarme. Me ha dicho que habla ruso.

-El libro está publicado en noviembre del 2014. Me lo ha dicho el fan. ¿Cuál es?

-Tirso.

-Me lo imaginaba.

-Por eso estás enfadado. Y por eso te la ha dado ese hombre. Esta novela está publicada dos años después de la primera edición de “Tirso” en España. Y llevas moviendo varios días en tus redes la posibilidad de que te hagas con los derechos de “Tirso” para llevarla a la televisión.

-¿Nunca habías intentado publicar en Rusia?

-Ni en China. No estaban interesados, decía Dimas. Ni Japón. Corea del Sur tampoco. Ningún país de Asia, en realidad. Por lo que veo, este ejemplar pertenece a la décima reimpresión. Y apenas hay tres meses de diferencia. Así que parece que vendo allí.

-¿Y África?

-Sí, en Sudáfrica y algún país angloparlante que ahora no recuerdo. En Israel vendo mucho y en Turquía mis novelas son un éxito total, como aquí lo son sus series de televisión ahora. También estoy en las librerías de Egipto, Líbano, Jordania.

-Querido tenemos algo que investigar.

-Mucho. Porque ahora está Hugo traduciendo una novela que le ha enviado su jefe, el Javier ese. Se titula “La vida que olvidé”.

Jorge se quedó mirando a Carmelo. Quería ver su reacción al escuchar el título. No quedó defraudado. Fue como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago.

-No fastidies. Ni el título han cambiado. Pues esa novela solo la hemos leído pocas personas. Era la que pensabas publicar primero ¿Verdad?

A Carmelo esa noticia le había dejado tocado. Sus hombros se hundieron y se tuvo que recostar en el asiento del coche. Pero intentó sobreponerse. Si a él le afectaba, no podría apoyar a Jorge.

-Sí. Pocas. Una de ellas puede que me la esté jugando. O puede que me la hayan robado. Alguien de fuera, quiero decir. Que me la han robado es evidente. Pero me… pudre pensar que lo haya hecho un amigo, alguien de confianza. Me gustaría que hubiera la posibilidad de que hubieran asaltado nuestra casa y hubieran reventado la caja fuerte y se hubieran llevado todos los manuscritos.

-Pero no ha sido el caso. Esos “hubieran” que has enumerado, no son factibles.

-Ojalá lo fueran.

-¿Entrado en casa? ¿Dices? ¿Lo crees posible?

-Por qué no. O en la de Nadia. O en la vuestra. O hackers informáticos. El ejemplar en papel lo he visto antes en su sitio, en la caja fuerte. El que usé para registrarla cuando la acabé. Así que ha tenido que ser un hackeo. No tengo ni idea.

Jorge detuvo su perorata. Cada idea que pronunciaba en voz alta, al escucharla le parecía una idiotez. ¿A quién intentaba engañar?

-Solo digo bobadas. Eso además, lo del hackeo, me parece improbable desde que Aitor se ocupa de mi seguridad informática. Parezco un borracho desnortado. No digo más que sandeces.

Jorge hizo un gesto a Carmelo que lo entendió a la primera y lo abrazó. Jorge recostó su cabeza sobre el pecho del actor. Éste le empezó a besar la cabeza y a acariciar sus brazos para darle calor. Había notado como se estremecía por un escalofrío. Aunque la temperatura en el coche era buena.

-La de Cape también la descartaría. Vivimos en una paranoia por la seguridad y la privacidad. José Arnáiz y su equipo casi duermen en casa. Y no te flageles, anda. Llamamos a Javier y le contamos.

-Tengo que hablar con el abogado.

-Si quieres, mañana acabo el rodaje a las ocho. Espero que antes. Nos vamos los tres a Concejo. Pasamos unos días allí. Creo que ese abogado deberá encargarse de más cosas.

-No es mala idea. De todas formas, mañana tengo mucho que hacer. Iré a ver a Jorgito. Cada vuelta que le doy a la cabeza, me parece más inverosímil lo suyo. Y a la editorial. No se si existe o se han dado a la fuga todos. Me mandan unos mails contándome los avances de las ediciones en otros países que … me desconciertan. Me dicen que la primera edición en Francia está agotada… pero no he recibido ni un correo, ni un comentario en mis redes de lectores franceses. Todo muy raro. Y quiero ir al hospital a ver a Rubén. Llamo pero nadie parece tener autorización para contarme como está. Llevo unos días sin pasarme. Y ese chico parece el detonante o una víctima exculpatoria. Todo ha empezado a joderse a irse a la puta mierda cuando apareció ese pobre. Tengo la impresión de haber sido un pobre… una marioneta, vaya. Han jugado conmigo. Han intentado jugar conmigo. ¡¡La hostia puta!! O lo están consiguiendo. Eso me abruma. Me cabrea. Te lo juro, días como hoy hecho de menos esas putas drogas.

-Esas vitaminas, bien dejadas están. No me toques los cojones. – le espetó un poco enfadado – Eres consciente que a lo mejor mañana acabas el día estrangulando a alguien. – continuó diciendo Carmelo dulcificando de nuevo su tono.

-Puede ser un día tenso sí. Cuento contigo para que me ayudes a relativizar los resultados de tan frenética actividad. A la que por cierto no estoy acostumbrado.

-Estás pasando del blanco al negro, sin transición. Veo que has seguido mi consejo del otro día de que echaras un poco el freno.

Jorge negó con la cabeza mientras se echaba a reír. Le fue a contestar que en realidad lo había hecho. Había dejado para más adelante lo de Nadia, lo de la policía, lo de Rosa, buscar a Dimas, que parecía haber desaparecido de repente. Aparte, en unas semanas debía ir a París a presentar oficialmente la traducción de su novela. Y luego a Dublín. Y Edimburgo. Londres y Liverpool, en tres semanas.

Aunque a lo mejor todos esos planes ya no estaban en pie. Al fin y al cabo, ni su editor ni el resto de la editorial parecían estar trabajando en el tema. Y las fechas iban cambiando cada vez que hablaba con ellos.

Parecía que alguien estaba pendiente de sus pensamientos:

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Mañana a las 9,00 h. es importante. En la editorial.”

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-Esther Juárez me cita en la editorial – comentó en voz alta en tono de incredulidad. – Parece que nos hubiera estado oyendo.

-Alguien se mueve en tu editorial.

-Eso parece. A lo mejor es buen momento para plantear oficialmente venderte los derechos de “Tirso”. Que se den por enterados de la operación. ¿Ves? Todo el mundo lo sabe, porque llevas semanas moviéndolo. Y ellos no se han inmutado. No han dicho ni pamplona. Y cada vez es más evidente que somos cercanos. Nos ha pillado la prensa muchas veces tomando algo. O asistiendo a eventos juntos. El otro día en la tele, saliste en mi ayuda. Y hablaste de nosotros. Hablamos los dos. Me defendí de la acusación de ese idiota de plagio. No han dicho nada. Nada. Como si no fuera con ellos.

-Que somos cercanos, es conocido por todos. No de ahora, de hace años. Siempre con esa preguntita de marras, hecha con tono irónico: “¿Y solo son amigos? Pero serán buenos amigos… buenos, buenos”. Llevamos toda la vida yendo a presentaciones, exposiciones, bares y cafeterías, restaurante… no nos escondemos. Y el otro día en la tele, si alguien tenía dudas, lo dejamos meridianamente claro.

Jorge asintió con la cabeza e hizo un gesto con las cejas para darle la razón al actor.

-A ver como reaccionan. Mañana no podrán decir nada de que no sabía. Se lo vamos a decir a la cara.

-Sí. A ver cuanto saben y cuanto quieren contarnos.

-Lo arreglo y voy contigo.

-Tienes rodaje.

-Mi primera escena la tengo a las doce. La hemos ensayado y está controlada. Y es con Mártins. Además si es repetición. En realidad la hemos rodado tres veces, creo recordar. Como llevamos más de un año con este puto rodaje… Le escribo y también al director.

-Admiro tu capacidad de concentración cuando trabajas. Suena la claqueta y eres capaz de entrar en tu personaje sin transición. Otros actores necesitan un rato para concentrarse y cambiar el chip.

-Es natural. No tengo ningún mérito. Lo único que hago es aprovecharlo. Y es una ventaja grande. Al revés también funciona. Quiero decir, no me llevo el personaje a casa. El director grita “Corten” y yo, corto. Soy Carmelo. El broncas, el cercano, el bromista, depende del rodaje y de la gente que tenga a mi alrededor. Cuando el personaje es una buena persona, es guay, da igual sacarlo a pasear y que te acompañe todo el día. Pero cuando es un hombre torturado, quien no puede desconectar completamente o necesita estar en situación también cuando descansa, le puede afectar al coco. Y de todas formas, no sé que dices de mí. Yo me sumerjo en el papel en cuanto me ponen la claqueta delante de la cara. Tú, en cuanto abres el portátil, el mundo deja de existir a tu alrededor. A veces me parece imposible que alguien sea capaz de escribir dos palabras con el ruido que te rodea en todos los bares que usas habitualmente como si fueran tu despacho.

-No lo veo tan especial. Otros se ponen música para trabajar. Yo prefiero el ruido ambiente de un bar. Ahora que citas a Mártins, a lo mejor un día sería conveniente quedar con Laín. Creo que tiene cosas que contar. Era muy amigo de Dimas y Rosa. Espero que nos cuente lo que su mujer no hizo el otro día.

-¿Les invitamos a Concejo? Llamo a Gerardo para que reserve la casa rural. Llama Cape. Hola, ahora estábamos planeando el fin de semana. Pongo el altavoz.

-Hola querido – saludó Jorge.

-Os dejo solos y arregláis el mundo.

-No, esperábamos a que te unieras a nosotros. Tenemos novedades. Vas a alucinar.

-Veo que habéis tenido un día productivo. A mí todo me ha salido al revés.

-Estamos entrando en el garaje. Cuelgo.

Sacó la caja de bombones del cajón de su escritorio. Le quitó la tapa y miró los que quedaban. No había ninguno de los que le gustaban. Se levantó y fue al armario para abrir otra caja que tenía ahí de reserva. Ahí sí, encontró el bombón que le apetecía: uno de licor.

En el gusto de los bombones era especial. Él comía los que los demás dejaban. Era un buen complemento de su “hermano”. Así no sobraba ninguno. Ya pedían las cajas a Mallorca hechas a medida. Como eran buenos clientes, las tenían preparadas y se las enviaban a casa cada semana.

El chocolate era fundamental para sobrellevar el estrés. Nunca pensó que meterse en negocios iba a ser tan agotador. Cuando comprobó que los avisos de su padre eran ciertos, tuvo dos opciones: o retirarse y vender su participación en la empresa, aceptando una suculenta oferta que tenía sobre la mesa, o luchar y desmontar todo lo organizado por sus personas de confianza. Decidió algo intermedio: vendió pero fundó otra empresa. Y desde ella, luchaba por llevar a los traidores de su colaboradores a la ruina. No estaba siendo fácil. Tenían amigos poderosos. Amigos que lo querían ver arruinado, cuando no muerto.

De momento solo estaba tanteando. Su estrategia era hacer crecer su nueva empresa poco a poco sin hacer demasiado ruido. Él dejaba caer en todos los foros donde podía, que solo era un mero divertimento. Pero sus enemigos no se lo creyeron en ningún momento. Y ese día, había sufrido toda clase de ataques a su prestigio profesional y empresarial.

Quizás su padre tuviera razón cuando le dijo que era mejor que se retirara.

-Vende, y disfruta de la vida.

No le hizo caso. Y eso que él predicó con el ejemplo: de un día para otro, desapareció con su madre camino a un sitio desconocido. Pensó en buscarlos, pero Dani se lo quitó de la cabeza.

-Respeta su decisión. Sabemos que están bien. Y en caso de emergencia, sabemos como llamar su atención.

-Les necesito, Dani. Y quiero que de una puta vez mi padre se sincere y nos cuente.

Dani se lo quedó mirando sin decir nada.

-Vale, estoy siendo egoísta. Metí a mis padres en un tipo de vida que no les gustaba. Y lo hicieron por darme gusto.

-Menos mal, porque si no, no nos hubiéramos conocido.

-Dani, necesito saber. Y no me vale que me diga que es por nuestro bien. Somos adultos. Entonces tenía un pase, éramos unos críos.

-Yo más que tú.

-Solo son dos años, que parece que te saco veinte.

-Son casi tres.

-Vete al cagar, estoy hablando en serio.

Dani se levantó de la butaca en la que estaba y fue a sentarse encima de Cape. Le rodeo el cuello con sus brazos y lo miró fijamente.

-No te enfades. Sabes que no vale de nada.

-Pero me desahogo.

-¿Y si te doy un masaje?

-Hay días que parece que tienes cien años.

-Pero mi cuerpo sigue siendo de diecinueve.

-Vete a cagar, eres insufrible.

-Ya lo dice la prensa. Carmelo el chulito, me llaman.

-No sé que hacer, Dani. Hoy me han dado hasta en el carnet de identidad.

-Eso pasará mañana. Prepara una campaña de apariciones públicas en eventos bien elegidos. Y habla lo justo, con mensajes cortos y claros. Sabes hacerlo.

-Estoy cansado.

-Dale una vuelta al guion de “Tirso”, eso te relaja.

-Y después me das un masaje.

-Vale. Creía que pasabas.

-Te quiero.

-Bobo.

Dani se levantó después de darle un beso en los labios y fue al servicio. Tenía que hacer caso a su marido y se lo había dicho dos veces. Decidió una vez más pasar por alto la falta de sinceridad de Cape con él. También decidió dejar de lado hacerse a la idea de la decisión que había tomado su amigo: vender todo, desaparecer. Lo que no atinaba a discernir era la razón por la cual no lo reconocía en voz alta. Quizás se había acostumbrado tanto a mentir y a ocultar las cosas, que ya no sabía hacerlo de otra forma. O quizás, se había acostumbrado a su papel de hermano mayor. Y no se sentía cómodo reconociendo que había perdido la batalla. Y encima una batalla innecesaria y que todos le habían aconsejado que no emprendiera.

Jorge Rios.

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