Necesito leer tus libros: Capítulo 30.

Capítulo 30.-

Javier no supo como había acabado en el campus de la Universidad Jordán. Pero allí estaba. Seguramente había sido su instinto el que había guiado sus pasos mientras su cabeza seguía un poco enmarañada en los recuerdos dolorosos del pasado. Esa mañana estaba todavía lamiéndose las heridas de su desgracia, sentado en su coche, sin rumbo determinado.

Dejó el vehículo en uno de los aparcamientos de la Universidad, en el más esquinado de todos. Era su plan el día en que tuvo que sustituir a Olga en esa charla programada. Era una forma para obligarse a pasear por el campus y palpar el ambiente. Dejarse ver y estudiar las reacciones que su presencia provocaba en la comunidad universitaria.

Empezó a caminar despacio, observando los edificios, fijándose en los empleados, en los alumnos, en los profesores, en algunos visitantes que estaban por allí. Algunas alumnas lo saludaban al pasar a su lado. Habrían ido a la charla de unos días antes, pensó. No creía que quisieran ligar con él. Dejó claro sus preferencias por los hombres durante la charla. Luego cuchicheaban mirándole a escondidas como se alejaba de ellas. Algún profesor hacía algo parecido: se cruzaban, una mirada y luego, cuando se rebasaban, se paraban, disimulaban buscando algo en los bolsillos y le seguían con la mirada. A veces Javier se giraba y coincidían otra vez las miradas. Unas veces el oponente reculaba y seguía su camino. Pero otras… mantenían la mirada a distancia.

En el césped, hacía buena mañana, había grupos de alumnos y amigos charlando, bromeando o almorzando. Javier era consciente de que muchos de ellos, comentaban algo mientras lo observaban. Él les sonreía a todos y les hacía un pequeño gesto con la cabeza. Creyó ver a Paula caminando hacia el edificio del departamento de arquitectura. Ella lo miró directamente. Javier pensó que le iba a saludar e inició una sonrisa amigable. Pero se debió confundir porque esa mujer no lo saludó: con la misma contundencia que puso sus ojos en él, los quitó Y había sido de las pocas personas que le habían presentado oficialmente, con eso de que conocía a su amigo Jorge. No se mostró demasiado efusiva ni interesada el rato que estuvieron charlando. Fueron apenas un par de minutos, pensó Javier, no me dio tiempo a aburrirla.

Las miradas y los comentarios a su paso, iban aumentando. Detectó en algunos su deseo de acercarse a él y comentarle alguna cosa. Pero tras estudiar los alrededores, no se decidían a hacerlo. Ahora, a parte de observar su entorno, Javier buscaba un lugar para detenerse y sentarse. Un lugar que estuviera a la vista, para que quien quisiera pudiera encontrarlo, y discreto, para que no se sintieran en un escaparate.

En plena búsqueda, deambulando por el campus, se dio cuenta de que Aritz venía hacia él. Decidió hacerse el tonto una vez más y no darse por enterado que él y dos compañeros le seguían a todas partes desde la muerte de su marido. Carmen y su exceso de amor protector hacia él.

-¿Vas a volver a estudiar? – Aritz retomó la broma de Carmen sobre que la apariencia de Javier le ponía en el mismo nivel que un alumno recién salido del instituto.

-He escuchado por la radio que una patrulla de la local te ha visto en las inmediaciones. Y me he dicho: el alumno veterano debe servir de guía al novato. – Aritz siguió con su broma. Ya estaba a la altura de Javier. Lo sonreía. Cualquiera hubiera descubierto en esa sonrisa y en la mirada que lo acompañaba todo lo que le quería, aunque ya no fueran pareja.

-Yo alguna vez te quise ¿Verdad? – Javier decidió mostrarse sarcástico y tomó el papel de hombre ofendido por las bromas de su compañero.

-Sí. Y mucho. – afirmó Aritz sonriendo.

-¿Y como haría eso, querer a un tipo tan rancio y que no hace más que meterse conmigo?

-Me decías que besaba bien – Aritz sonrió irónico.

-Una mierda. Yo te enseñé a besar. Y no tuve mucho éxito, la verdad. No progresaste adecuadamente. Creo que esa fue la razón para dejarme, que te diste cuenta que no eras capaz de aprobar ese curso, por otra parte tan placentero y sencillo.

-Por detrás de ti viene caminando decidido el decano – le anunció Aritz en tono serio pero sin cambiar su gesto jocoso.

-No me mires con esa cara. Un suspenso claro – Javier siguió con la broma. Se le escapó un suspiro de resignación. De nuevo su excursión se veía estropeada. – Tenemos una suerte… – murmuro solo para que le oyera Aritz que levantó las cejas en modo resignación.

-No sea tan duro, comisario – dijo una voz detrás de Javier. Éste se giró con determinación.

-Decano. – respondió Javier haciéndose el sorprendido.

-Me han comentado que le habían visto y he bajado a saludarlo.

-Que amable. ¿Has visto Aritz? Aprende normas de cortesía.

El decano les tendió la mano para saludarles a ambos.

-¿A que se debe el honor?

-Pues a nada especial.

Javier hizo una parada dramática. Se debatía entre contarle una milonga al decano, o de enfrentarle con la realidad. Optó por la segunda opción.

-El otro día no me dio tiempo a nada, ni a pasear por el campus ni a charlar con los asistentes. Es algo que me suele gustar. El otro día, en la charla, salieron a colación temas interesantes. Me hubiera gustado cambiar impresiones.

Salieron muchos temas – apuntó un precavido decano. Miraba con ojos inquisitivos a Javier. Como si quisiera dominarlo haciendo vale su estatus y su edad.

-El tema del acoso, el tema de las denuncias a la policía. Me preocupa mucho que se tenga la percepción de que no pueden confiar en nosotros. Ó el tema de esas… novatadas. Y luego ha llegado a mis oídos, por otra investigación, algunos rumores sobre que a Jorge Rios hay personas aquí que no le quieren bien. Y le he dicho a mi compañero Aritz: vamos a acercarnos a charlar con la gente.

-¿Y eso no necesita como pedir permiso o …?

Tanto Aritz como Javier percibieron en el Decano tensión y enfado. No le había gustado nada las intenciones de los policías. Y eso que al final, Javier había sido más comedido de lo que tenía ya en la punta de la lengua. Y para sorpresa de los policías, no había intentado disimular su malestar. Javier miró discretamente a su alrededor, por ver si había alguien pendiente del decano. Pero su campo de visión era reducido y no pudo sacar conclusiones. Le estaba pareciendo una puesta en escena estudiada. La postura del cuerpo del decano, sus gestos con las manos, indicaban rechazo.

-No me ha entendido. Se trata de una charla distendida, para palpar el ambiente. Si quiere lo formalizamos, llamo a mi ayudante Patricia, llamamos al juez y lo ponemos en marcha. Llamamos a los de intervención para que controlen el campus, llamo a todo mi equipo y nos trasladamos aquí, organizamos unos puestos para ir tomando declaración oficial a todos los miembros de la comunidad educativa. Pero ese no era mi propósito.

El decano no se esperaba esa reacción del comisario. Se había dejado llevar como muchos, por su aspecto físico. Aritz permanecía a la expectativa, con gesto contrito y reflexivo. Escuchaba con mucha atención y respeto a Javier. Ya lo tenían estudiado. Ese gesto, solía provocar que sus interlocutores empezaran a tomar en serio a Javier. Aritz aparentaba ser mucho mayor que el comisario.

-No si lo decía por… – el decano reculó, aunque su postura corporal seguía indicando rechazo.

-Venga, decano, Aritz nos invita a tomar un café en el bar. Es que es su cumpleaños.

Aritz soltó una carcajada. No pudo evitarlo ante la flagrante mentira de Javier.

-No disimules, Aritz. Apenas son treinta y dos los que cumples. Estás en la flor de la vida.

El decano no pudo evitar una sonrisa irónica.

-¿Lo dice alguien que no supera los veinti pocos? – dijo Jacinto.

-A veces las apariencias engañan – sonrió Javier al decirlo. – ¿Se anima?

-Por supuesto, decano. – Aritz reaccionó rápido ante la atención que le prestaba – Precisamente se lo estaba proponiendo a Javier. Menos mal que se ha acercado usted, porque se estaba haciendo el remolón. Mi cumpleaños hoy le recuerda que en breve cumple él. Y eso le suele causar dolor de cervicales.

-Venga. Acepto. Voy a pegar un toque a mi secretario para decirle que me retrasaré.

El decano les guió hasta el bar mientras llamaba a su despacho. Javier pensó si era el mismo bar en el que Jorge y Paula habían charlado unos días antes. El lenguaje corporal del decano era evidente que indicaba que estaba tenso mientras hablaba con quien fuera. Necesariamente no tenía que ser con su secretario, como había dicho. Javier y Aritz miraron a su alrededor. Se repartieron el bar aprovechando el campo de visión de cada uno. Javier vio a un par de estudiantes que le saludaron con un ligero gesto de la cabeza. Los recordaba perfectamente de la charla. No se acercaron. No parecía que les apeteciera ponerse a tiro del decano. Javier quiso pensar eso, y no que fuera debido a la repulsión que les producía la policía en general o él en particular. Aunque si esa hubiera sido la razón, no le hubieran saludado. Jimena, la camarera conocida de Aritz y él, salió de los baños en ese momento. Ella si que fue a su encuentro. Un abrazo ligero a cada uno.

-Te ha gustado lo de venir a visitarnos. – comentó en tono bromista dirigido a Javier. – ¿Estás pensando en volver a estudiar?

-Eso nunca lo he dejado.

-¿Sigues estudiando idiomas? Hace tiempo que no me cuentas.

-Sigo, sigo. El ruso es el último. Sigo yendo a la academia para practicarlo. No suelo tener oportunidad de hablarlo.

-A ver si vienes alguna noche y te invito a un gin como los que te gustan. Hace tiempo que no os pasáis ninguno.

-Me parece buena idea. Aritz, podíamos acercarnos una noche de estas. Y así te estiras y celebramos como es debido tu cumpleaños, con un par de copazos bien puestos.

Javier se apresuró a guiñarle el ojo a Jimena. Ella sabía de sobra que el cumpleaños de Aritz era en Diciembre, el día de la lotería. Lo habían celebrado un montón de veces en el bar donde trabaja.

-Es cierto, se me había olvidado. ¡¡Felicidades!!

Aritz fue quien abrazó esta vez a Jimena para seguir con la comedia.

-Os dejo. Tengo clase en diez minutos. No os olvidéis que habéis prometido pasaros. Os espero – reiteró de nuevo la invitación.

Se sentaron los tres en una mesa. Aritz se levantó de nuevo para pedir las consumiciones.

-¿Y como así se decidió a aprender ruso? – se interesó el decano, que había escuchado parte de la conversación.

-Mi pareja de entonces y yo lo decidimos. Queríamos estudiar un idioma distinto a los habituales. Ya hablábamos inglés, francés, alemán, euskera, portugués…

-¿Habla todos esos idiomas?

Javier sonrió.

-Sí.

-Ahora que lo pienso, Jorge Rios creo que habla ruso también.

-¿A sí? – exclamó Javier en tono de sorpresa – No sabía.

-Francés lo habla a la perfección. Como un nativo. Me lo aseguró el embajador que coincidimos en una reunión…

-¿En la misma en que le pidió que organizara un curso de Escritura Creativa en francés para alumnos franceses?

El decano se quedó mirando fijamente al comisario.

-¿Cómo sabe eso? Es una cuestión confidencial. El embajador me pidió que fuera discreto debido a la situación de los alumnos interesados. ¿No estará investigando…?

-No, por favor. No le estamos investigando. ¿Deberíamos hacerlo? No. Nos han informado desde Francia. El mismo Ministro de Interior galo me llamó el otro día.

Aritz volvió de la barra con los cafés que habían pedido. Había pedido también un plato de pastas para acompañar a las bebidas. Intuía que Javier iba a necesitar algo de dulce.

-Dígamelo usted – contestó de forma poco amigable.

-Está muy susceptible, decano. Parece que salvo que venga a dar espectáculo, no soy bien recibido aquí.

-Es usted el que parece dudar… y me ha parecido un poco petulante por su parte eso de hacerme creer que el Ministro francés de Interior se ha puesto en contacto con usted, un simple policía.

-Soy policía. Comisario jefe. Es mi trabajo. Dudar. Pero le prometo Sr. Decano, que en ningún momento he dudado de usted. Su actitud permanentemente a la defensiva me hace replantearme esa intención primigenia. De todas formas, se olvida de algo: a ese curso van a venir algunos alumnos… en los que el Gobierno de Francia y la Gendarmería Francesa tienen un especial interés en cuidar. El otro día mis compañeros tuvieron una reunión con destacados mandos de dicho cuerpo. Un día de estos recibirá una solicitud firme de colaboración. La está redactando mi ayudante, Patricia. Mi equipo va a ocuparse de que no les suceda nada en su estancia en España. Respecto a si cree o no que me llamó el Ministro galo, sinceramente, me da igual.

-Creo que es un poco exagerado…

-Eso le dije al general jefe de la Gendarmería cuando hablamos el otro día por teléfono. También se lo manifesté al Ministro francés. Pero… él y su equipo tienen dudas, serias dudas de que no haya personas interesadas en que les suceda algo malo en su estancia en España para asistir a ese curso. Y no me refiero a que no puedan seguir el ritmo de Jorge Rios. No queremos que eso suceda ¿Verdad decano? Ni que le pase nada a Jorge Rios. Si no me equivoco se precia de considerarlo como un amigo.

-Jorge nunca ha tenido problemas en el campus.

-Jorge Rios no ha tenido ningún problema en ningún sitio, hasta hace unas semanas. Ahora va con ocho de mis compañeros protegiéndolo constantemente.

El decano hizo un gesto como para indicar que todo eso le parecía una extravagancia o cuando menos, una exageración.

-Ha llegado a mi conocimiento de que hay muchas personas que no lo quieren en esta Universidad. – retomó Javier su charla.

-Como en todas las organizaciones, hay personas afines y otras que no lo son tanto.

-¿Y esas personas propagan bulos sobre… por ejemplo, que Jorge se propasara con algunos menores de edad hace años?

-Eso son tonterías. ¿Ahora la policía pierde el tiempo investigando rumores? ¿No tienen asesinatos sin resolver en los que ocupar su tiempo ocioso?

-Una parte de nuestro trabajo – intervino Aritz con un tono serio y hasta cortante – es prevenir los delitos. ¿O prefiere que esos alumnos que van a asistir a su curso caigan abatidos a tiros para que nos pongamos a investigar su asesinato? Todo lo que concierne a Jorge Rios, nos interesa. No sabemos exactamente lo que hay detrás de los varios intentos de matarlo en las últimas semanas.

-Jorge siempre ha sido muy novelero – comentó el decano quitándole importancia.

-Es cierto. – Javier se rió brevemente – El bueno de Jorge. Pero cuando mi compañero Hugo tuvo que tirarlo al suelo debido a las balas que iban en su busca, y una de ellas, le rozó el pómulo… a nuestro compañero… ¿Verdad Aritz? El dramatismo de Jorge… pasa a ser realidad en medio de un parque de esta ciudad.

El decano no sabía que decir. Javier iba a seguir dramatizando algunas otras situaciones, pero prefirió hacerle una seña para que Aritz siguiera. Era el momento de apretarle las tuercas. Tenía curiosidad por comprobar por dónde salía.

-Creo que usted empieza a tener mucha oposición a su alrededor. – Aritz había interpretado perfectamente el gesto de Javier – Casualmente según nos comentan algunas fuentes, esa oposición está formada por los mismos que tienen interés en que Jorge Rios desaparezca del mapa.

De todas las reacciones esperadas por los policías, la que tomó el decano estaba en el último lugar. Definitivamente parecía que le habían dejado sorprendido. O quizás había decidido aprovechar ese momento para seguir con su pantomima.

-Creo que ya he escuchado suficientes sandeces por hoy. Con su permiso, vuelvo a mis ocupaciones.

-No se ofenda, decano. – le dijo Javier – Estamos en el mismo bando. ¿O no?

El decano se levantó y les hizo un saludo formal con la cabeza a modo de despedida. Se dio media vuelta y salió del bar.

-Pues va a ser que parece que no estamos en el mismo bando – afirmó Javier en tono jocoso.

Javier y Aritz se miraron. No dijeron nada. Javier bebió de su taza y cogió una pasta.

-Son de las que te gustan – le dijo Aritz – Por eso las he pedido. Era claro que íbamos a necesitar algo dulce para pasar este trago. Ya venía a degüello. Antes de que ninguno de nosotros abriera la boca.

Javier sonrió mientras observaba con disimulo a los que le rodeaban. Aritz estaba haciendo lo mismo en su campo de visión. Medio bar había estado pendiente de su charla. Seguían siendo objeto de miradas disimuladas. Por un lado, estaba una mesa ocupada por dos hombres y tres mujeres que parecían ser profesores. Dos bedeles que almorzaban en una mesa apartada, tampoco les quitaba ojo de encima. Aritz reconoció en su campo de visión a cuatro estudiantes más que habían asistido a la charla de Javier. Éste a su vez, también reconoció a varios estudiantes que estaban pendientes de ellos.

-¿Y como hacemos para que todos estos se acerquen a hablar con nosotros? – preguntó Aritz al aire.

-Aquí no va a ser, desde luego. Sonríe Aritz, es tu cumpleaños. Que no parezca que estamos enfadados o preocupados.

-¿Qué crees que pretendía el decano al acercarse a nosotros de esa forma tan directa?

-Marcar territorio. Una de las razones al menos. Otra… dejar claro a todo el mundo que no colabora con nosotros. Si no me equivoco estará ahora tirando de amigos para hacer llegar a alguna autoridad una queja contra nosotros. Lo estará haciendo de forma ostentosa. Para que todo el mundo se entere. Quiero pensar además que su actuación de hoy ha sido para propiciar que los que quieren contarnos algo, lo hagan, al comprobar que él está en contra.

-¿Una comedia? Pero puede ser por la razón contraria, para que alejarlos de nosotros.

-No del todo. Creo que el decano se mueve en arenas movedizas. Debe tratar de nadar y guardar la ropa. Me empiezo a imaginar que lo ha hecho toda su vida. Pero… ahora le es más difícil. Por eso Paula y su camarilla han dado el paso de enfrenarse a él en una elecciones. Y respecto a lo de alejar a los estudiantes de nosotros, por lo que percibo a nuestro alrededor, si quería asustar a los alumnos, ha conseguido lo contrario.

-Resumiendo: sabe cosas pero calla. ¿Por proteger a alguien?

-La pregunta es ¿Protege a una víctima o protege a un agresor? O… a lo mejor protege a ambos. Me queda decidir si la Paula esa … ¿En qué campo está?

-¿Y sus hijos?

-Esos está claro: en el de Jorge. Al cien. Ha llegado a nuestros oídos que los dos jóvenes han abandonado la casa familiar enfadados. Y no precisamente se han ido a vivir a unos palacios. Cuando se entere Jorge…

-De todas formas, no entiendo por qué se ha mostrado tan a la defensiva desde el primer momento. Cuando venía hacia nosotros, ya traía cara de…

-¿Pocos amigos?

Aritz se sonrió.

-Algo así.

-Cada paso que damos, en lugar de responder preguntas, nos crea un carro de ellas.

-Es lo que siempre te ha gustado.

-No estoy en mi mejor momento.

-No dejas que te ayudemos.

-Claro que dejo…

Aritz se lo quedó mirando.

-Querido, no eres el mejor posicionado para ponerte estupendo. Todavía me debes muchas respuestas. Y no parece que estés por la labor. Esas respuestas podrían quitarme algunos pesares del alma.

-Eso es pasado.

-Todo es pasado Aritz. Todo. Todo lo que pesa en el alma.

-Dejemos el tema.

-Dejado está. – zanjó Javier en tono cortante. Aritz hizo una mueca de fastidio.

-Acábate esas pastas y vamos a sentarnos en la hierba, en algún rincón discreto pero visible. A ver si se van acercando alguno de los que parecen que quieren contarnos cosas.

-No sé si a la vista de todos…

-O me puedo acercar a los bedeles de aquella mesa y pedirles ayuda.

-Por probar… todo sea que no nos sean… que jueguen en nuestra contra.

-Por la forma de mirar, creo que no.

-Yo también lo pienso, pero no confío mucho estos días en mis percepciones.

-Probemos.

-Mientras voy a mandar un mensaje a mi ligue de la charla. A lo mejor puede ayudarnos.

-Te gustó ese chico.

-¿Tanto se me notaba?

-Al menos yo si lo hice.

-Celoso…

Aritz sonrió mientras se levantaba.

-Voy a hablar con los bedeles.

Fernando había ido a devolverle un libro a Ely. Entraba a trabajar en unas horas, así que se había acercado a la Universidad para dárselo. Sabía que iban a ser unos días de mucho ajetreo. No quería demorarlo más, no fuera a ser que se le olvidara. Además, quería que más adelante le dejara otros libros.

Ely se alegró de verlo. Le dijo de ir a tomar un café.

-Venga, tengo tiempo. En una semana no sé lo que va a ocurrir.

-Tienes unos horarios muy raros.

-Me gustan. A parte, ir con Jorge es estimulante. Me lo paso muy bien con él. No sabes la de horas que nos pasamos hablando.

-Eso me da envidia, sí.

Pidieron los cafés para llevar y Ely lo guió a un rincón en el jardín. Hacía buen tiempo, había que disfrutar de la primavera.

-Desde aquí puedes observar a la gente sin que se den cuenta. Me gusta hacerlo.

-A lo mejor debería preguntarte sobre las novatadas y sobre Jorge.

-Mejor déjaselo a tu jefe. Mira, por ahí viene paseando. Parece que también quiere disfrutar de la mañana. ¿Quieres…?

-No, déjale tranquilo. No está pasando buenos días. A lo mejor quiere perderse en sus mundos.

Empezaron a hablar del libro que le había dejado. Era uno de Jorge, como no podía ser de otra forma. Su primer libro “El Tesoro en el Jardín” que era difícil de encontrar. Parecía que estaba agotado.

-¿Ese no es el decano? – preguntó Fernando.

Ely miró hacia donde decía. Le extrañaba que estuviera en el jardín. El decano no era de los que gustaban del aire libre.

-Se podría pensar que está siguiendo a distancia a Javier. – dijo Fernando.

-Y está molesto. – añadió Ely.

-Pensaba que el otro día se cayeron bien. Y que estaba contento con que hubiera venido sustituyendo a Olga.

Ely arrugó el morro, aunque no dijo nada.

-Un hombre se acercó al Decano. Ese sí parecía enfadado. Empezó a hablarle de forma contundente y poco amable.

-¿Quién es ese?

-Edelmiro Ruipérez. Un profesor. Es uno de los que no … digamos que no es del club de fans de Jorge.

-Uno de los que le gustaría verle …

-…fuera de la Universidad – atajó Ely.

-¿Esa mujer no es Paula, la amiga de Jorge?

Ely afirmó con la cabeza.

-Pues tampoco parece muy contenta. Esa en teoría es amiga de Jorge.

-En teoría.

-Deberías hablar con Jorge. Es tu amigo.

Ely negó con la cabeza.

-Es complicado.

-Mira, el Decano va al encuentro con Javier.

-¿Con quién está?

-Aritz. Es un compañero. Javier ha visto a Paula alejarse. Se ha dado cuenta que le ha evitado.

-Creo que será mejor que vuelva al despacho. Llámame cuando tengas libre y quedamos para comer una pizza.

-Creo que me voy a quedar un rato aquí sentado. A lo mejor hasta me echo una cabezada.

Ely se levantó y se fue a paso rápido.

-El mundo de los secretos. – murmuró Fernando. – Aquí nadie dice lo que sabe, mucho menos lo que piensa.

Fernando observó como Javier y Aritz entablaban conversación con el Decano. Parecía que iban a entrar en uno de los bares. Javier ahora sí, estaba en modo comisario. Si cuando le había visto caminar era un hombre perdido en sus ensoñaciones, ahora estaba en plena forma. Cuando se giraron para ir al bar, le hizo un saludo con la mano.

-¡Que cabrón! – dijo sonriendo y devolviéndole el saludo.

Jorge Rios.

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