Necesito leer tus libros: Capítulo 37.

Capítulo 37.

“A veces Jorge tenía la facultad que se le atribuía a Santa Teresa: la bilocación. Era capaz de que todos le vieran en cuerpo presente, por ejemplo, en el coche con sus escoltas y a la vez estar en otro sitio, por ejemplo, en uno de sus bares preferidos, “La trastienda”. Allí a lo mejor pasaba un rato hablando con un grupo de jóvenes que solía reunirse las tardes de los viernes. Le gustaba escucharlos como hablaban de las cosas que les interesaban. De sus ligues, de sus experiencias amatorias, o de sus fracasos amorosos. Algunos viernes decidían dejar de lado el aspecto sentimental y discutían apasionadamente sobre música. Reggeton sí, o no, con un partidario de la música clásica y otro partidario de los músicos indies. Músico que triunfaba, merecía todo su desprecio.

No eran adolescentes ya, pero ese grupo en concreto, no parecían tener las cosas claras en cuanto al amor. Podían descansar un viernes, pero al siguiente, volvían a su tema preferido. Con algunos intermedios dedicados al fútbol. O mejor dicho, a los futbolistas.

Todos en ese grupo, parecían buscar algo… que solo aparecía en los libros. Un amor perfecto. Tenían el listón muy alto.

Una mañana se acercaron a él. Como siempre, Jorge estaba sumido en su mundo imaginario. Hacía un rato que algo de lo que les había oído, le hizo ponerse a escribir como un poseso. Llevaba días intentando dar salida a una situación que se había creado en una de las novelas en las que estaba trabajando, y no daba con la clave. Ellos se la dieron.

Levantó la mirada y tardó en centrarla y reconocerlos. Parecían asustados.

-Tranquilos, no me como a nadie.

-El otro día ese de la tele…

-Ese de la tele es un mamarracho – sentenció Jorge.

-¿Podías unirte a nosotros un rato? No te molestaremos… mucho tiempo. Queremos tu opinión.

Jorge levantó la cejas sorprendido. Bajó la pantalla de su portátil y se levantó para trasladarse de mesa.

-Ella es Beatriz, Ramón, Diego, Elsa, Pontes, Ander y Kevin. Yo soy Agustín.

-Hola a todos. Tenía ganas de conoceros. Os suelo ver todos los viernes.

Su afirmación les sorprendió. Se quedaron quietos, mirándose entre ellos sin saber que responder.

-Era un halago. – aclaró Jorge. Pero los chicos seguían sin saber como actuar.

-A ver ¿Qué he dicho que os haga estar precavidos?

-Es que estos han oído – empezó a explicar Elsa – que sueles buscar a jóvenes guapos para follarles. Y se preguntan…

-Quién es el agraciado. En este caso, el que va a sufrir mis embates sexuales. Aunque eso fuera así, no estoy tan mal, vamos eso me gustaría pensar, al menos.

Las miradas se hicieron todavía más incómodas.

-Eso es uno de los bulos que corren por ahí sobre mí. Os aseguro que mi actividad sexual es menor que la de un monje tibetano. ¿Más tranquilos?

-En realidad…

-No me digáis que todos estáis enamorados de mí… – Jorge había imprimido a esa afirmación un tono de broma, pero por la cara que ponía alguno, era posible que algo de eso había.

-Nos preguntábamos quien de nosotros te gustamos más.

-Pero para eso… tengo que … hagamos una cosa. Chicas lo siento, pero… os tenéis que quedar aquí esperando. Me llevo a vuestros amigos de paseo. Serán solo un par de minutos.

Jorge tendió las manos a los chicos que tenía a su lado. Estos le cogieron la mano. Les hizo un gesto para que hicieran lo mismo con los que estaban a su lado. Así, los chicos de la mesa estaban unidos en un corro de la patata atípico. O en una sesión de espiritismo. Sí, esa era una comparación más adecuada.

-Enseguida volvemos.

Un fogonazo de luz les deslumbró a todos. Cuando volvieron a poder ver, ya no estaban en el bar. Se encontraban en una playa en la que estaban solos. Se miraron sorprendidos, porque además estaban desnudos. Alguno parecía incómodo con su desnudez. Pero le daba más vergüenza intentar taparse sus genitales que permanecer impávidos completamente desnudos.

-Así puedo elegir mejor ¿No os parece?

-Pero… pensábamos que…

-¿Vosotros como elegís a los candidatos a novios o novias? ¿No lo elegís por su aspecto físico? Yo también.

-¿Por eso tu novio es el tío más guapo del mundo?

-Claro. – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa. Enseguida se puso serió y siguió hablando.

-En realidad no. En realidad es mi novio, como decís, porque me cuida, me soporta, me da cariño, me abraza… no me aburro de hablar con él, es listo, es inteligente, que no es lo mismo, es hablador, compensa mis carencias y no le duele prendas en pedirme ayuda, o en dármela si la necesito, aunque no me atreva a pedísela. Lo quiero, es cierto. Lo amo, es más preciso. Y no follamos casi. ¿Vosotros folláis?

-Pero es que somos amigos…

-No me refería a si lo hacíais entre vosotros. Pero de todas formas si hubiera sido esa mi intención al preguntar ¿Qué problema habría?

-Si nos liamos y sale mal…

-Si sois inteligentes eso no será un problema en vuestra relación de amistad. Si esa relación es verdadera y no está basada en… conveniencia social, porque lo son vuestros padres, o porque no tenéis otros amigos mejores. Pero creo que eso no es el caso. Además tú y tú, os queréis de una forma especial. Tú, quieres a Elsa, aunque también te gusta el camarero de la Trastienda. Y tú, me quieres a mí – le dijo a Kevin.

-¡Joder! – exclamó Ramón, al que se había referido al decir lo del camarero y lo de su amiga.

-Ves, tienes la polla empalmada. ¿En quién estás pensando?

-En los dos. Me ponen los dos.

-Pero Fernando te quiere. Y Elsa no. Y con Fernando hablas de todo, te cuenta sus cosas, le cuentas, te ayuda, le ayudas… – le dijo Pontes.

-¿Te asusta que uno sea hombre? ¿Es por eso que no te decides?

-Y Fernando es mayor que yo.

-Entonces no puedo elegirte ¿No?

-Contigo me iría al fin del mundo.

-Eso no es cierto. Pero si Pontes tiene razón, estás tardando en decirle a Fernando. No podemos perder ni un segundo si sabemos que queremos a alguien.

¿Por qué has dicho antes que ?

Porque el único de vosotros que en realidad lo dejaría todo por mí es Kevin. Quizás por razones equivocadas. Pero es el único que de verdad me ama.

-¿Por qué dices que te amo por razones equivocadas? ¿Quieres disuadirme porque no te gusto?

-Eres muy guapo. Todos lo sois. Me encantaría comerte ese mentón tan afilado que tienes, me gustaría lamerte las mejillas y los huesos que se te marcan. Me pondría a cien morderte el cuello y besarte esos labios tan delicados. Tienes unos pies muy bonitos y me lo pasaría genial jugando con ellos sobre mi polla. Sé que me harías feliz, porque eres de los que se entregan a su pareja. Eres de los que … de verdad saben querer. Que se implican, que ayudan y participan en la vida de… ¿A que lo hace con vosotros que sois solo amigos?

-Joder, escritor. ¿Y como sabes todo eso? – le preguntó Agustín.

-Me gusta fijarme en la gente.

-¿Por qué dices que te quiero por razones equivocadas? ¿No lo dirás porque soy joven? – preguntó Kevin.

-Mi novio es joven.

-No tanto como yo.

-No os lleváis tanto. Me amas o piensas que lo haces, porque me admiras. Porque alguna de mis novelas te han ayudado a entenderte. O han ayudado a alguien que quieres. Por ejemplo, a uno de tus hermanos. O a tu tío.

-A mi madre. Y a mí. Nos salvaste la vida.

-Eso de salvaros la vida, me parece cuando menos exagerado y a todas luces inexacto. Prefiero en todo caso pensar que alguna de mis novelas os ha ayudado. ¿Quizás ha sido ”deLuis”?

-No. “Todo ocurrió en Madrid”. Es la historia de mi familia. Mi madre estaba hundida, después de que mi padre echara patas. Ander me pasó tu novela. La leí. Me… me puso los pelos de… punta. Le pedí a mi madre que la leyera. No me hizo caso al principio. Al final, mi hermano pequeño, Vito, la convenció. Él también la leyó y le encantó. Cuando la acabó, la mirada le había cambiado. Dejó el pasado atrás y empezó a cambiar el chip. Nos dejó ayudarla. Somos cuatro hermanos. Mi hermana Elvira se puso a trabajar de azafata de congresos. Yo trabajo en una tienda de ropa. Mi madre ha abierto una pequeña tienda de pequeños aparatos electrónicos para la casa. Vito la ayuda en todo lo que hace referencia a la informática. Acaba de abrir una tienda virtual. Y Paula, se encarga de hacer la comida. Es la pequeña. Y también la ayuda con la tienda. Y no somos ricos como antes, pero mi madre no piensa en suicidarse. Tenemos para vivir y estamos los cinco juntos en esto. A mi padre que le den. Lo hemos olvidado todos por completo. Largarse con esa… y dejarnos sin nada. Deberíamos pedir lo que nos corresponde. Al menos por mis hermanos pequeños. Pero ni ellos ni mi madre quieren. Creo que si nos diera una pensión de motu propio, la rechazaríamos. Ahora sí.

-Me gusta que una de mis novelas os ayudaran. Y que os hayáis unido los cinco. A lo mejor, ahora sois más felices, aunque vuestro estatus social sea inferior.

-También me ayudó “deJuan”. Y tienes razón: estamos mejor ahora. Antes … mi padre yo creo que llevaba tiempo con esa. Cada vez decía que trabajaba más, cada vez más viajes … cada vez había más tensión en casa … eso nos afectaba. Ahora … nos ayudamos, nos comprendemos, hablamos … 

-A mí me ayudó “deRosario”. Me ha ayudado a entender a Ramiro, un amigo. – dijo Agustín.

-¿Ya le has dicho que le quieres?

-No me he atrevido.

-¿Por qué?

-Somos muy distintos…

-¿Raza? ¿Religión? ¿Edad?

-De todo un poco.

-¿Y si sale bien?

-No sé…

-Mi primer marido y yo, éramos del mismo grupo de amigos, del mismo barrio… y no pudo ser mas frustrante. Ahora con mi novio, como decís vosotros, el es alto yo no tanto, el es joven, yo no tanto, el es actor, yo no… es lanzado, yo no… es una máquina del sexo, yo no… es capaz de presentarse ante mil personas e ir saludando y de acordarse del nombre de casi todos, yo ni siquiera de uno… pero me hace muy feliz.

-No sé…

-Si sale mal ¿Qué puede pasar? Cada uno por su lado. Como estáis ahora.

-¿Dices?

-Kevin. ¿Te has fijado en como te mira Diego?

El aludido reaccionó tapándose los genitales con la mano. En otras circunstancias todos se hubieran reído, pero… ese día… no.

-Estamos todos desnudos. Tres de tus amigos están empalmados. No pasa nada.

-Me da vergüenza.

-Piensa que no es guapo. – comentó Pontes.

-Ya le decimos todos que es una bobada.

-Porque tiene un poco de barriguita.

-Si te sirve de algo, a mí me gusta tu cuerpo. Y antes me he fijado en tu pene, y también me gusta. Tienes un pene bonito. Lo que pasa a lo mejor es que te gustaría que fuera más grande. Mira, el otro día, me encontré en una fiesta con un chico que me gustó nada más verlo. Había ido acompañando a un cliente. No no es chapero, es… acompañante. Su cliente se lió con uno de la fiesta y le dejó solo. No es chapero, pero si le mola el cliente, se acuesta con él. Empezamos a hablar y … me apeteció pasar la noche disfrutando de su cuerpo y de su conversación. Su pene no era más grande que el tuyo. Y él, que tiene bastante experiencia, agradeció que el mío tampoco lo fuera. Pasamos los dos una noche llena de sexo y de buen rollo.

-¿Y eso no le enfada a tu novio?

-En esa carrera, me lleva mucha ventaja. El sexo es un medio, una de las cosas que llena la pareja. No es lo único. Ni debe ser lo principal. Puedo pasar la noche con un chico, o él lo puede hacer también. Pero el amor de verdad, sabemos los dos que nos lo guardamos para nosotros. En eso no somos abiertos. En el sexo… es depende de como lo enfoques. Como un acto meramente carnal o como la expresión del amor. Si follamos entre nosotros, son las dos cosas. Si lo hacemos con terceros, solo es un algo carnal. Para disfrutar de la belleza de un alma y de un cuerpo durante un rato.

Kevin tuvo un arranque. Y se acercó a su amigo. Le besó en los labios. Al principio Diego estaba cohibido y no respondía al beso. Pero llegó un momento en que suspiró y se entregó al completo. Pegó su cuerpo al de Kevin. Éste agarró su pene con una mano y empezó a masajearlo. Se agachó y se lo besó.

-Luego si me dejas, te lo como entero. Y si me dejas, te besaré el ombligo y reposaré mi cabeza en tu tripita.

-Ander, es tu turno. El ligón del grupo.

El aludido bajó la mirada.

-Has dicho antes que Kevin sabe querer. Yo soy al contrario – explicó apesadumbrado.

-Yo creo que no es así. Sabes, pero… te da vergüenza. Crees que si te entregas a alguien, te pones en ridículo. Tienes miedo. Cuando volvamos, dile a Beatriz. Ella creo que te quiere también. Y dile a Pontes que lo quieres de verdad, pero como un amigo. Así él dejará de esperar que tú… le hagas una señal y podrá ver a otros que sí le quieren. Como este otro amigo que a veces os saluda cuando estáis en el bar. ¿Cómo se llama?

-Gonzalo. – contestó Kevin.

-Joder, todos lo sabéis – se quejó Ander. – Y yo en la inopia.

-Ya sabes lo del tronco en ojo propio y la paja en el ajeno. A veces es difícil ver lo que está muy cerca.

Los cinco amigos se miraron de nuevo. Ninguno tenía la vergüenza de su desnudez física. Ni de su desnudez de sentimientos. Kevin y Diego se agarraban de la mano y se miraban a los ojos y sonreían.

Ramón cogió el móvil y mandó un mensaje a Fernando. Ander hizo lo propio con Beatriz. Pontes se apartó para llamar a Gonzalo.

-Volvamos a unir nuestras manos. ¿Os parece? Es hora de volver. Las chicas estarán preocupadas.

-¿Y si nos quedamos aquí un rato más? Si volvemos – hablaba Kevin – a lo mejor ya no nos vuelves a saludar. Lo echaría de menos.

-No os digo que todos los viernes, pero si os parece, algunos me uno a vosotros en vuestra mesa. Y charlamos. Me contáis y cuando presente mi próxima obra, que serán unos cuentos, os invitaré a la presentación. ¿Os parece? Y si alguno decidís casaros, me gustaría que me invitarais a la boda.

-¿De verdad lo vas a hacer?

-De verdad. A mi también me apena volver, me gusta ver vuestros cuerpos desnudos. Me gustan mucho. Pero no todo en la vida es la contemplación de la belleza.

Todos se juntaron y agarraron sus manos. Jorge cerró los ojos y de nuevo, una luz cegadora llenó su universo. Cuando los abrieron de nuevo, estaban de vuelta en el bar. Y apenas habían transcurrido un par de minutos.

-Pensábamos que os habíais quedado dormidos – bromeó Elsa.

Jorge sonrió.

-Os tengo que dejar por hoy. Pero recordad lo que os he prometido. Y tenéis mi teléfono por si necesitáis algo de mí. O yo de vosotros.

Jorge se levantó y les fue dando un beso de despedida a todos. A Kevin le acarició la cara y le abrazó de forma especial.

-Cuida de Diego como si fuera yo.

El aludido sonrió.

-Beatriz, mira el móvil. Tienes un mensaje que leer.

-¿A sí?

-Mira, Fernando está mirando el suyo. Y Gonzalo acaba de aparcar en la calle.

Jorge Rios”.

El teléfono de Jorge sonó. Abrió los ojos y miró la pantalla. Era Roberta Flack, una de las tertulianas habituales de Espejo Público.
-Roberta, que sorpresa.
-¿Estás bien?
-Sí.
-Me cuentan que han intentado matarte.
-Algo de eso hay. Pero te agradecería que … que fueras discreta. Si sale a la luz, comentas que has hablado conmigo y que estoy bien. Pero si no sale a la luz por otros caminos, preferiría que no se supiera.
-Tranquilo. Pero me temo que esto va a salir a la luz. Ha sido demasiado el ruido que han hecho los que han intentado matarte. El centro de Madrid está tomado por la policía. No te preocupes, diré lo que me has dicho. Susana quería llamarte en directo, cuando han empezado a saltar las noticias de la policía en el centro de Madrid. Uno de los sitios era tu casa de Núñez de Balboa. Pero la he disuadido.
-Ha sido un poco de película. Gracias por disuadir a Susana. No me… apetece salir en la tele para hablar de esas cosas. Y menos sin haber tenido tiempo de reposar un poco el asunto.
-De todas formas no te llamaba por eso. Lo he hablado con Susana. El otro día, si recuerdas Poveda insinuó algo de Álvaro Cernés.
-Lo recuerdo. Pero Susana le paró los pies.
-Hay un runrún que… a lo mejor… Álvaro es vuestro amigo. ¿Verdad?
-Claro – Jorge se puso tenso y se puso más recto en el asiento. – Dime.
-Creo que se está equivocando. Ha tomado algunas decisiones… poco acertadas. Te cuento lo que me han contado varias personas.

 

 

Sería interesante que nos dijeras algo. ¡Comenta!