Necesito leer tus libros: Capítulo 44.

Capítulo 44.-

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-¿Dónde están Jorge y Carmelo? – preguntó Carmen a Patricia.

-Cenando en “Las Cortinas del Cielo”. Con Martín.

-Anda, mira, como Javier.

-Pero Javier ya está casi acabando. El ministro tiene previsto salir en nada. Hoy vas a dormir sola otra vez en casa de Javier – le picó Patricia. – Sergio ya está en casa esperando.

-Mientras no esté por ahí perdido, pasando la noche sentado en cualquier banco de Madrid, o con una cerveza calentorra delante, sentado con la mirada perdida en cualquier bareto de esta ciudad, yo contenta.

-Pues a mí que quieres que te diga. No me gusta que se venga conduciendo desde allí. Conociéndolo, debe estar cansado. No me gustaría que me despertaran los de tráfico anunciando un accidente de Javier.

-Si Aritz lo ve mal, espero que intervenga.

-Valiente vigilancia secreta si…

-Que te crees que no lo ha descubierto. ¿No lo conoces?

-Pues nada, seguimos con la comedia. Sería mejor que se lo plantearas y que condujera Aritz o Lerman. Tal y como está estos días, te lo prometo… me sentiría más tranquila.

-A ver como evoluciona todo. Si Javier asienta un poco la cabeza, le planteo que lleve alguien con él que conduzca y le sirva de apoyo. Ahora no está receptivo a la idea.

-Lo mismo valdría por ti, Carmen. Y por Olga, cuando vuelva.

-No tenemos tanto personal disponible.

-Si lo de trabajar junto a la gente de Garrido se acaba de concretar, podías pedirle a Rui alguno de sus hombres para esto.

-Sí. Está en el plan. Con las escoltas de Jorge, Carmelo y Cape, nos hemos quedado un poco en cuadro. Menos mal que Cape se da a la fuga en breve. Al menos, algunos podrán descansar unos días.

-¿Molesto? – preguntó Teresa.

-Para nada. Pasa, anda.

Teresa se unió a Carmen y Patricia que estaban en el despacho de la primera.

-No sé hasta dónde quieres que escarbe – preguntó Teresa al sentarse.

Carmen suspiró.

-¿A qué te refieres exactamente?

-Al pasado. A la época del padre de Javier.

-Escarba. Dependiendo de lo que descubramos, ya iremos viendo. Olga y yo no sabemos muchas cosas de las que pasaban entonces. El padre de Javier nos protegía manteniéndonos al margen.

-Pero Olga y tú… digo que algo os puede salpicar. No sabréis todo, pero sí mucho. Y de ese mucho, os habéis guardado casi todo.

Carmen chasco la lengua.

-Estaremos por ahí, eso seguro. Olga y Carmelo, por ejemplo. Si les ves juntos, a pesar de lo que le hicieron a éste para que olvidara, no se puede negar que se conocen. Olga la primera vez que se reencontró con Carmelo intentó disimular. Pero Carmelo… supo. Sintió y se acurrucó de nuevo en sus brazos. Sin decir ni palabra. En medio del bar dónde habían quedado, con Jorge sentado en otra mesa y observando la escena con mirada de besugo.

-No se han vuelto a ver ¿No?

-No, pero da igual. El día que lo hagan, Carmelo sentirá lo mismo que cuando Olga le protegía. No sabes el cariño que le llegó a coger a Olga. Cariño mutuo. Carmelo para Olga es como su segundo hijo. Carmelo en realidad, ha tenido dos madres de verdad: la madre de Cape y Olga.

Teresa se movía inquieta en la silla. No parecía feliz ni cómoda.

-Suéltalo, Tere – le dijo Patricia. – Carmen no te va a morder. Y si lo hace, te prometo que está vacunada contra la rabia.

-¡Patricia! – Carmen la miraba sorprendida.

-Es cierto, estás vacunada – Patricia puso su mejor cara de socarrona indignada.

-No estoy cómoda conociendo que sabéis cosas que no habéis compartido con el resto. Por ejemplo eso de Jorge. Lo de la embajada… y que lo llamarais a él en lugar de… es nuestra víctima y le estamos ocultando cosas de su pasado que él no es capaz de recordar. Y encima le metemos en ese jaleo, que por otra parte resolvió… no me lo esperaba. No me esperaba ese Jorge. Esas drogas que le dieron todos esos años…

-Te aseguro que Jorge no recordará, pero todo lo tiene dentro de él. Puede sentir pavor un día escondido debajo de la mesa de la notaría, pero cuando tiene que ser duro, lo es. Lo fue hace muchos años. Su … misión… a ver como lo explico. En realidad lo mismo que hizo con Galder. Él, un día, en medio de una de esas fiestas desbocadas a las que le llevaba Nando, vio como maltrataban a un joven. Se metió por medio y se llevó al joven. No era un niño ya. Era mayor de edad. Lo tenían sobrepasado. Le estaban zurrando de lo lindo y haciéndole de todo. Los que “jugaban” con él querían demostrar que eran superiores. Que podían pisar a la gente sin que esa acción tuviera consecuencias. Pues Jorge, se metió, como decía, en medio del juego, agarró a ese chico del brazo y lo apartó del grupo. Uno de esos tipos intentó detenerlo. Le detuvo con malos modos y le giró empujándolo del brazo. En cuanto Jorge le tuvo de frente, el primer puñetazo le puso el ojo morado. Resumiendo, Jorge le dio una soberana paliza. Un testigo le contó a JoseMari que todos miraban con la boca abierta. Que el silencio que se creó solo era roto por los puñetazos que Jorge le daba a ese tipo. Nadie se atrevió a parar al escritor. Luego, agarró al joven del brazo y se lo llevó de la casa. Cogió uno de los taxis que había esperando en la puerta de la finca y nunca más se supo del chico. Fue imposible encontrarlo. Esos hombres le buscaron con saña. Para vengarse en él, porque con Jorge no se atrevían. Pero éste se preocupó de que esos tipos no lo encontraran. JoseMari, también fue incapaz de encontrar a ese joven. Cuando le preguntó a Jorge, este le miró a los ojos y le dijo: “No te preocupes por éste, preocúpate por el resto”.

-Eso quiere decir que alguien lo denunciaría. Lo sabes…

-Eso quiere decir que alguien se lo fue a contar al padre de Javier. A JoseMari le contaban muchos. Pero en secreto. Nunca hubieran declarado en un tribunal. El caso es que Jorge cuidó a ese chico luego. No lo abandonó y le creó una vida nueva, lejos. Puede que todavía sigan en contacto. Lo está con otros muchos a los que ayudó. Es algo que creo que ni a Carmelo le ha contado. Te decía, Jorge tiene dos objetivos claros. Ahora tres. O tres cosas que le empujan a seguir viviendo. Una, escribir. Es lo que de verdad le importa. No es escribir para publicar. Es el hecho de escribir. Dos, Carmelo. Es su amor. Es mucho más que un amor. Es parte de él mismo. Tres: esos chicos. Esas víctimas de abusos, de maltratos. El punto tres se enlaza con el dos. Carmelo fue uno de esos chicos a los que tuvo que salvar. A golpes. Eso no lo recuerda ni él. Pero lo escribió en su momento en “Tirso”. Me gustaría ver un día a Olga y a él juntos con uno de esos chicos. A Olga esa pasión, esa dedicación a las víctimas de maltrato, abusos, bullying, violación, le viene de esa época. Carmelo tiene mucha culpa de ello. Por no decir toda.

-¿Y le habéis contado?

-No. Olga no lo considera siquiera. Cree que sería contraproducente. No sabemos el tratamiento que le dieron. No sabemos si fueron drogas, hipnosis o una combinación de las dos cosas. Carmelo parece un hombre de rompe y rasga. Un tipo seguro, hasta altanero a veces. Pero su equilibrio emocional es muy endeble. Creímos un tiempo en que lo perdíamos. Su vida era una locura. Pero… los libros de Jorge le conquistaron. Y quiso conocer al autor. Y en ese conocimiento, sin pretenderlo, encontró la salvación.

-Yo creo que tiene derecho a saber.

-Yo prefiero poner en valor su salud, su vida, a sus derechos. Le hemos visto con todos los huesos del cuerpo rotos. Con la cara tan hinchada que doblaba casi el volumen normal. Con el ano desgarrado. Y él seguía trabajando. Y era un crío. En la película que estaba rodando, cambiaron el guion para justificar su estado. Todos pensaron que era una de esas peleas a las que era tan aficionado ya con doce o trece años. Pero era tan bueno frente a la cámara, que nadie pensó en sustituirlo. Bueno nadie… casi nadie mejor dicho. Pero eso es otra historia. Con esa película ganó varios premios. Rodaba su escena sin apenas tener que repetir las tomas. Corría a su caravana y allí Olga lo abrazaba, le leía la siguiente escena mientras dormía. Le llamaban, rodaba de nuevo, y volvía. Olga le curaba las heridas, le cambiaba los vendajes, y le vigilaba para que ni siquiera sus padres se acercaran a él. Luego le hemos visto completamente drogado. Cerca estuvo un par de veces de palmarla. Faltó el canto de un duro. Alguien que lo vigilaba de cerca, se dio cuenta y lo llevó a que lo cuidaran. Le hemos visto borracho. Le hemos visto saliendo vivo de un accidente de coche que… fue un milagro. Manzano lo recompuso. Un buen día, después de haberse conocido oficialmente en una nochevieja, Carmelo se comió los huevos de su orgullo y se arriesgó a que Jorge pasara de él y fue a “El cortejo”, donde sabía que pasaba esa tarde escribiendo. Y de allí, salieron dos personas distintas. Los dos posiblemente esa tarde, salvaron la vida del otro.

-Joder, no sabía… no pensaba que eso era tan grave. Ni que Tirso es… verdad literalmente.

-Lo es. Que Carmelo esté vivo, se podría decir que es un milagro. Y que Jorge lo esté, también. Aunque los motivos del peligro, fueran distintos. Y Tirso, os lo he dicho muchas veces, pero no me creéis, tomadlo como la memoria de Jorge. Y te puedo asegurar, que salvo que el escritor tenga una segunda parte escrita, le faltan muchas cosas que contar.

-Pero a lo mejor Jorge si debe saber lo que vamos descubriendo de Nando. Y sus relaciones.

-Eso ya llegará el momento. Jorge hasta hace poco, según nos cuentan todos, Carmelo el primero, no quería saber. Carmelo le podría haber contado muchas cosas pero Jorge siempre le ha atajado en esos intentos. Él mismo sabe más de lo que aparenta. Saber no es el concepto. Intuye, siente… Jorge se mueve mucho por esos conceptos. Bueno… y también sabe. Se ha creado un papel estos años para defenderse de sus miedos y de sus enemigos.

-Ahora se juega la vida.

Carmen se echó a reír.

-Teresa, siempre se la ha jugado. Ha estado siempre en peligro. Quizás, aunque te parezca mentira, esas drogas le han mantenido con vida. Eso, y que siempre ha habido alguien que le ha protegido. Y que él no tiene un pelo de tonto y se creó un papel cuyo guion ha seguido al pie de la letra durante siete años.

-Protectores como en el parque – sugirió Patricia.

Carmen asintió con la cabeza.

-¿Y ahora…?

-Esa es la gran pregunta. – dijo Carmen muy seria – ese es el quiz. Encontrar que ha cambiado. Que ha hecho despertar a sus enemigos. ¿La serie de Tirso? ¿El que decidiera publicar de nuevo? Con eso muchos han perdido mucho dinero. ¿Rubén? Para mí es claro que no es ajeno a todo esto. ¿Es de los buenos? ¿Es una víctima? ¿O es alguien muy listo que está jugando en la gran liga? ¿O alguien muy tonto que se cree listo? ¿O le tiene alguien agarrado de los huevos y le obliga a hacer cosas en contra de su voluntad? Apenas hemos rascado nada de su vida.

-No es fácil. Ni su identidad es clara. – dijo Teresa. – A fecha de hoy, no sé decirte quien es.

Carmen invitó con un gesto a Teresa a que se explicara.

-Su vida… está llena de lagunas. Sus apellidos… no son los reales, los de nacimiento, me refiero. Si buscas, siempre te encuentras con una laguna. Preguntas a las entidades pertinentes, o a los juzgados, y parece que siempre hay un apagón, un incendio, algo. Creo que al menos ha tenido tres identidades antes de la actual.

-Vaya.

-Una mala digitalización, un error en la tramitación…

-Eso es una invitación a profundizar.

-Sí. Y su tía… supuesta tía… esa si que es un fantasma. No es nada de la familia que suponemos que es la de Rubén. Ni la de nacimiento, ni la adoptiva. La de nacimiento, muy entrecomillado. Para nada es seguro que la que parece que es, lo sea de verdad.

-A lo mejor si encontramos a Nadia…

-Desaparecida del todo. No sé si ese hacker que protege a Jorge podría…

-Me comentó Jorge el otro día que no sabe nada. La está siguiendo la pista. Pero ha apagado todos sus dispositivos conocidos. Está intentado buscar otros que usara sin que nadie lo supiera. Pero eso es largo.

-Sí, tiene que buscar la ubicación de su móvil en un momento concreto y buscar ahí otros que pudieran ser ella. Ir identificando cada señal y buscando su dueño. Para ir descartando. Hasta que quede un dispositivo que no esté a nombre de nadie o lo esté de una persona ficticia. Y ese podría ser ese dispositivo secreto de Nadia. Eso es una labor de chinos y que salga bien, es más complicado que ganar el Euromillón.

-Echa un vistazo a su patrimonio.

-Es complicado.

-Sobre todo en buscar su origen. Eso es fundamental.

-O sea que cuando pueda acceder, me voy a encontrar…

-Mucho dinero.

-Por cierto, creo que habría que pedirle a Jorge permiso para exhumar el cadáver de Nando.

-¿Por?

-No me creo nada la historia del cáncer. Y mucho menos lo del accidente. Los informes médicos son incompletos y da la sensación de ser copia de otros. Algunos atestados de la Guardia Civil han desaparecido. Todo es un misterio.

-Patricia, prepara los documentos. Cuando los tengas, nos acercamos a hablar con él. No creo que ponga problemas.

-Nando es… un mundo. Traficante, marrullero, pero… tuvo algunos gestos… al final…

-He oído algunas versiones de que participaba en ese tráfico con niños…

-No. – dijo rotunda Carmen.

-¿Y tampoco se acostaba con chicos?

-No le gustaban jóvenes. Todos los amantes que le he descubierto, son mayores que Jorge.

-¿Todos?

-Sí.

-¿Y por qué tenía esa costumbre de ir a esas fiestas?

-Iba a otras cosas. A ver a gente. A vender droga, que eso si hacía. A que Jorge le sirviera de tapadera para hacer negocios. Negocios que solían ser un desastre. A Jorge se le acercaban muchos niños y adolescentes con intención de seducirle. Alguien parecía tener mucho interés en tener algo contra él. Pero nunca cayó. Les escuchaba a todos, les consolaba si estaban tristes, les contaba historias… como hacía con Jorgito.

-O con Martín.

-Bueno. Martín es distinto. Apareció en la vida de Jorge con nueve años. Era pequeño, pero no un bebé. No es igual que Jorgito.

-Todos los testimonios que recojo son en ese sentido. Pero no los podemos utilizar. Son declaraciones a micrófono cerrado. Por cierto, alguien denunció a Jorge por abusos de menores. Lo descubrí por casualidad. Eso concordaría con lo que comentas del interés de alguno o algunos en que tocara a los niños que se le acercaran y sacarle fotos que fueran interpretables.

-¿A sí? Alucino. ¿Una denuncia?

-Lo investiga Quiñones. Se ofreció a hacerlo. Que por cierto no sé donde se ha metido. Quería que me informara sobre el tema. No me ha dicho nada al respecto. Si me hubiera encargado yo, ya sabríamos algo.

Carmen miró a Patricia que hizo un gesto para decir que no estaba al tanto de sus actividades.

-Está raro – dijo tras un momento de vacilación.

-A lo mejor ese pariente…

-Su tía murió hace unos días. Y no dijo nada. De hecho cuando llamaron buscando a Javier para decírselo y que se lo comunicara a Quiñones, hacía semanas que no lo veían. Según ellos estaba en una misión secreta.

Carmen y Teresa se miraron con extrañeza.

-¿Una misión secreta? ¿De infiltrado? ¿Eduardo Quiñones de infiltrado? – el estupor se reflejaba perfectamente en la cara de la comisaria. – ¿Y no fuimos al entierro?

-Ya había sido. Llamaron para que Javier se lo dijera a Quiñones, al ver que no daba señales de vida. Según este familiar, él les había dicho que era el único que estaba al tanto. Pero… es claro que Quiñones no está en misión secreta y que Javier está…

-Ya. En sus mundos. ¿Le has dicho algo a Quiñones?

-No. Ni lo voy a hacer. Está raro. Parece que odia a Jorge. Y de paso a todos los que le dicen algo que no le guste. O le pida algo. No me apetece nada decirle: Oye Eduardo, que nos hemos dado cuenta que nos has estado engañando con lo de tu tía unos cuantos meses. Que no vas a verla hace casi un año. ¿Me explicas lo de tu misión encubierta?

-Eso… su odio por Jorge, no lo disimula ni delante de él. El último día le noté a Jorge a nada de pedirnos no tener que verlo. Me dices lo que encuentre de esa denuncia. Ya hablaré yo con él con calma.

-Apuéstate algo a que nada.

-¿Por qué dices Patricia?

La aludida se llevó los dedos a la nariz e hizo un gesto de que le olía mal.

-Pues busca tú ese informe. – propuso Teresa. – Lo haría yo, pero en caso de que se enterara Quiñones, sería como enfrentarme directamente, ya que fue a mí a quien dijo que se ocupaba él.

-Por supuesto – afirmó Carmen – Me interesa mucho ese tema. Y si necesitas que llame a alguien, no dudes. O que vaya a ver a algún juez. No le digas nada. Y Teresa, tú no sabes nada de que lo vamos a hacer.

-Me pongo a ello.

-¿Te ha faltado al respeto? ¿A alguna de las dos?

-No me hace ni caso. Pasa de lo que le digo. – reconoció Patricia

-Cuando le vea se lo digo. Eso no se lo permito a nadie.

-Por cierto. No encuentran en el laboratorio las pastillas que tomaba Jorge. No han podido analizarlas.

-Pues sin ellas…

-Los análisis de Jorge, siguen dando casi las mismas dosis de esas sustancias que permanecen almacenadas, por decirlo así, en sus riñones e hígado. Su funcionamiento no acaban de … entenderlo. Manzano está en contacto con la Doctora Campos, que es una especialista en drogas. Creen que sigue teniendo efectos en Jorge. Es como si ante determinadas circunstancias, entraran en acción. Como si se liberaran y entraran en el riego sanguíneo.

-Eso sería casi como una droga inteligente.

-Sí. A lo mejor por eso, con lo de Galder, permaneció imperturbable y sereno. Y dio hostias con alegría.

-Esa puede ser la causa de que en la notaría y en el parque se pusiera tan nervioso.

-O que en la embajada actuara como un matón, insisto. Creo que lo del parque y la notaría es más porque no entraron en acción.

-No sé que decirte. Esas drogas le hacían convertirse en un pelele, en un alma en pena.

-Puede que aparecieran cuando ha estado en situación … nerviosa. Vamos, cuando perdió los papeles.

-De momento, Carmen, lo que opinemos es especular. Hasta que no nos cuente un especialista la composición exacta de esas pastillas y sus efectos…

-Se cargó a Galder a hombros. Y cuando me lo encontré no parecía ni cansado. Galder no está gordo precisamente, pero tampoco es liviano.

-¿Cómo está por cierto?

-Está… no sé que le pasa. Está… como… no sé explicarlo.

-Para mí desde lo de Javier, se acabó. No quiero saber nada de él. Fue una decepción. Espero que encuentre a alguien que le de dos hostias. Las que le he perdonado yo. – Patricia fue rotunda diciendo lo que pensaba de Galder.

-Entonces debíamos haberle dejado en esa sesión.

-Por mí sí. Él se lo ha buscado. Todo parece que lleva a eso. Y me callo, que no es nuestro caso.

-Es el hijo de Olga.

-Con Olga, al fin del mundo. Si me lo pide Olga, lo que me pida. De mí, no abro ni la boca por él. Lo siento. Es parte… tiene gran parte de la culpa de cómo está Javier ahora. Y a ese Sergio, pienso investigarlo a conciencia. No quiero que…

-Ya ha estado Jorge con él hoy. Se lo ha pedido Javier.

-No me jodas que…

-Parece que sí. Estuvo en las “novatadas” de la uni. Uno de los juguetes.

-¿Y le dejas a Javier…? Otra comedura de coco, como si lo viera. Aritz, otro que bien baila, Galder, el pobre Ghillermo y ahora… de repente todos esos fantasmas aparecen por los alrededores de Javier.

-De momento le está haciendo bien – dijo Carmen con cautela. – Dime de todas formas lo que habéis descubierto, que os conozco.

Teresa y Patricia se miraron.

-Es quien dice ser. No pasa como con Rubén. Desde los siete años, empezó a tocar el violín. Es un prodigio. Hasta que un buen día, hace unos meses, lo dejó. – explicó Teresa. – Es de familia de dinero de Salamanca. Patricio Plaza y Natividad de Plaza, sus padres. Mucho dinero e influencias. Ha estudiado con los mejores profesores de violín una vez acabada la carrera en el conservatorio. También toca el piano. Y por las notas que sacó en el Conservatorio, lo hace muy bien. Aunque su instrumento principal es el violín.

Teresa dio por terminada su exposición. Carmen notó que se guardaba algo. Abrió los brazos invitándola a seguir. Al final como no se decidía, se lo preguntó directamente.

-¿Me lo vas a contar?

Teresa suspiró. Sacó una tablet y puso un vídeo. Se lo acercó a Carmen.

Ésta abrió mucho los ojos y se llevó la mano a la boca.

-¿Esto está al alcance de todos? – preguntó Carmen.

Patricia se levantó de su silla y miró por encima del hombro de Carmen. Resopló indignada.

-No. Está en la Dark Web. Ya lo había visto hacía tiempo. Pero no conocía al protagonista. Cuando vi una foto que le sacó Aritz, me acordé. Y lo busqué. Me ha costado, porque encontré muchos vídeos de ese tipo… y verlos para ver si aparecía Sergio no es… plato de gusto. Por más que los veo no me hago inmune.

Carmen le devolvió la tablet sin terminar de ver el vídeo.

-Todos van tapados. Salvo los juguetes. ¿Conocemos a los dos que están con ese Sergio?

-De momento no. Pero… paciencia. El cuarteto que toca al fondo, puede que sea más fácil. Al menos sabemos que son músicos. Los otros dos, los que son vejados junto a Sergio, a saber.

Patricia miró su teléfono. Estaba recibiendo mensajes.

-Javier vuelve a Madrid. Tardará diez minutos en llegar a su apartamento. Allí está Sergio esperando. Jorge y Carmelo con Martín que se les ha unido, estarán todavía un buen rato. Parece que se han encontrado con media ciudad en el restaurante. Me dice que parecían…

-Las estrellas que son – zanjó Carmen con una sonrisa. – ¿Sabéis que os digo? Que ya es hora de largarnos. Es casi la una de la madrugada. Voy a tomar posesión de la casa de Javier. Toda para mí.

-Pensaba que ibas a ir al karaoke.

-Me apetece más el sofá del salón. Un buen pelotazo, unos bombones que me compré ayer en Mallorca, y un buen libro.

-Te copio la idea – dijo Patricia.

-Yo tengo que ver a mi querido marido.

-Seguro que te ha preparado la cena y …

Teresa se levantó riéndose. Dio un beso a cada una de sus compañeras a modo de despedida y se fue hacia su mesa para recoger sus cosas.

Patricia hizo un gesto con las mano señalando a su compañera.

-El que me diga que eso de que el amor es ciego es mentira, le contaré el caso del impresentable del marido de ésta.

-Ya se desengañará. Tranquila.

-Mientras no pase de nivel…

Patricia dejó en el aire su pensamiento, y salió del despacho de Carmen.

Les había costado mucho localizar a dos de los músicos que aparecían en el vídeo de Sergio Plaza. Las indicaciones que les había dado David, el primero que encontraron, resultaron ser falsas. A David le habían dicho que eran de Guadalajara. Fernando y Raúl hicieron un par de viajes allí y visitaron todos las academias, escuelas, el conservatorio de música… las tiendas de instrumentos musicales… Helga se dedicó también a pasearse por las tiendas y las academias de Madrid… sin resultado. Al final, cuando casi habían perdido las esperanzas de tener éxito, Helga tuvo suerte y una alumna del conservatorio los reconoció.

-Son de Burgos. Viven allí. Solo vienen para alguna actuación. Son muy raros. No se relacionan con casi nadie. Son un poco chulos además. Y no es que sean los mejores músicos del mundo. No son un Joshua Bell o un Nuño Bueno.

-¿Y eso? ¿Por qué crees que se comportan así?

-Deben tener amigos… importantes.

La joven hizo un signo de la mano para indicar que sobre todo se refería a que eran ricos.

-¿Cómo cuales?

-El profesor Gurpegui. Ese es la llave para llegar a los de la pasta.

-¿Heraclio Gurpegui? – Helga quería estar segura de que no había otro profesor Gurpegui.

-¿Lo conoces? – la chica se mostró inquieta.

-Tranquila, solo de oídas. No es de mi círculo de amistades y descuida, que no lo será nunca.¿Me puedes decir algo de ese hombre?

-Mejor me callo. Ya te he hablado demasiado.

La joven música no le dio la oportunidad de requerir alguna precisión más. Se alejó de ella como alma que lleva el diablo.

Fernando y Raúl se encargaron de nuevo de intentar localizar en Burgos a esos dos chicos, de nombre Humberto y Rafael. No les fue fácil hacerlo. Un profesor del conservatorio les dio un correo electrónico.

-No es seguro que contesten.

-¿Todo esto no es muy raro?

-Lo es. Fueron alumnos míos. Son buenos músicos. Les ofrecí tocar en la Sinfónica de Burgos. Parece que era poco nivel para ellos. Tuvieron oportunidad de entrar en la Orquesta de Castilla y León. Pero tampoco lo consideraron. Hubo algo que les cambió completamente. Se han convertido en dos personas con ínfulas de maestros. Y no lo son.

Raúl fue el encargado de camelarse a la encargada de la administración del conservatorio para que le diera los nombres completos de los dos músicos.

-Eran muy majos – le dijo la mujer.

-Camila, di lo que piensas. No va a salir de aquí.

-¿Se han metido en algún lío?

-Queremos evitar que lo hagan. Queremos ayudarlos. Digamos que, entre tú y yo, no frecuentan buenas compañías.

Mientras Raúl hacía esas gestiones, Fernando se dedicó a recorrer las principales escuelas y academias de música. Encontró a algunos profesores que los conocían. En una de ellas estuvieron dando clases a niños unos pocos meses.

-Pero lo dejaron. De repente parecía que no era un trabajo digno para ellos.

Cuando Fernando y Raúl se encontraron en el hotel, cambiaron impresiones. Al final decidieron llamar a Javier para contarle.

-¿Queréis que vaya?

-No han contestado todavía al correo. No sabemos si ni siquiera van a aceptar encontrarse con nosotros. Ya hemos localizado donde viven. Vamos primero a probar por las buenas. Si no, les haremos una visita.

Por la mañana, al encender sus portátiles, encontraron la respuesta a su correo. Una hora, un sitio. Todo muy escueto. Llamaron a Javier para informarle.

La cita la concertaron los músicos en el Pasarela, un bar que está en la Av. del Arlazón, una de las principales avenidas de Burgos que bordea el principal río de la ciudad. Los policías decidieron ir con tiempo. Se pidieron unos cafés y unas napolitanas para acompañar.

Acabaron su desayuno a la hora que habían quedado. Pero no apareció nadie. Cuando pasaba media hora de la cita, Fernando decidió mandarles un correo electrónico. A los pocos minutos, el correo les rebotó. No existía la cuenta.

Fernando sonrió para sí.

-Estos son bobos. Han eliminado la cuenta del correo electrónico.

Llamaron a Javier para contarle las novedades.

-Vamos a sus casas.

-Tranquilos. Dejadlo. Está claro que esos no están en disposición de ayudarnos. Id a ver la Catedral y las Huelgas. Coméis en algún sitio guay y os volvéis.

-Me pudre no echarles un ojo.

-Ya mandaremos a alguien ante el que tengan que agachar la cabeza.

-¿Jorge?

-Veremos – dijo Javier enigmático.

Jorge Rios.