Necesito leer tus libros: Capítulo 46.

Capítulo 46.-

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Los reunidos con discreción en la terraza del restaurante tuvieron cuidado de abandonar el recinto por la puerta secreta. Al final ninguno más salió a “saludarles”. Ni por supuesto, Ovidio salió a invitarles a reunirse con ellos.

Sergio el representante de Carmelo fue a acompañarlos un rato. Como ya conocía a Ernesto y a Arturo, se integró sin problemas en la reunión. Martín volvió con ganas renovadas de pasar una buena velada en compañía de su tío y de sus amigos. Buscó sentarse al lado de Jorge y éste le acercó a él y le dio un beso. Le agarró la mano por debajo de la mesa para transmitirle tranquilidad. Lo mismo hacía cuando era pequeño y se ponía nervioso por los exámenes o por algún viaje que le organizaban sus padres.

Al final, Carmelo les propuso ir a Concejo todos.

-Os quedáis en la Hermida 3. Está preparada. Y mañana comemos juntos.

-¿Quién cocina? – Preguntó Arturo.

-Tú y yo. ¿Te parece?

-Guay. Nos podía ayudar Martín y Raúl.

-¡Oye! No sé por qué me excluyes de la ecuación de ayudar en la cocina – bromeó Jorge fingiéndose ofendido. Arturo a modo de respuesta le sacó la lengua. – Martín y Raúl se van a ir conmigo a dar un paseo por el campo. – afirmó con rotundidad Jorge solo para chincharle a su vez.

-Joder, yo también quiero – se quejó Arturo.

-Ahora te fastidias.

-Ya lo organizamos mañana. ¿Os animáis a quedaros?

-Pero no tenemos ropa de recambio.

-Si necesitáis os dejo algo de Cape. Es de vuestra talla más o menos. O de Jorge.

-Yo te mango algo a ti – dijo Martín a Jorge.

-Claro. Como siempre – se rió Jorge.

-Tampoco…

-No te pongas estupendo, sobrino. Que lo hago de mil amores. Si me encanta. Y luego si te veo en un photocall y distingo que llevas algo mío, me pongo contento.

Martín al final se animó a compartir casa con Ernesto y los demás. Al principio la idea era que él se quedara en la Hermida 2. Parecía haber congeniado con Arturo y Raúl. Así que Jorge y Carmelo se quedaron solos en la Hermida 2.

Cuando todo estuvo organizado, se fueron a su rincón. Esta vez fue Carmelo el que preparó los whiskys. Jorge se estaba cambiando de ropa cuando Carmelo lo agarró por la espalda.

-No te vistas.

Jorge miró a Carmelo. Sonrió al ver que él ya estaba desnudo.

-Necesito sentirte cerca – dijo a modo de explicación.

Jorge besó en los labios a Carmelo.

-No necesitas buscar excusas.

-Es cierto – dijo en el mismo tono que emplearía un niño de cinco años. – Pero también es cierto lo que te he dicho.

Jorge se sentó en su butaca y Carmelo se sentó en su regazo. Apoyó la cabeza en su hombro. Jorge empezó a acariciarle el muslo, como siempre hacía.

-¿Estás bien? – le preguntó Jorge en un susurro.

-No lo sé. Me siento extraño. Lo que me sorprende es que has tomado hoy el control como si… joder. Me has descolocado.

-Por un día que haga de ti y tu de mí no pasa nada.

-Ya. Pero ese abogado te ha amenazado de muerte. Temía que te fueras a hundir en el momento o que según le dieras vueltas al coco…

-En realidad, no lo ha hecho. Ha sido muy sutil.

-Claro que lo ha hecho. Sus palabras no pueden llevarse a un tribunal. Hasta ahí, ok. Pero te ha amenazado de muerte.

-Ya lo hizo la otra vez. Hoy ha sido más directo. Parecía hasta enfadado.

-¿Y su empeño en que Óliver…? ¿Y eso que ha dicho de la embajada?

-Lo de Óliver no lo acabo de entender. O quiere que yo esté en buenas manos, o quiere tenderle la enésima trampa. A mí me da que es lo segundo. Pero aunque le he picado para que se ofreciera ocuparse él de mis asuntos, no ha hecho nada al respecto. Lo de la embajada, le habrán contado que estuve hablando con el embajador. – como le jodía volver a mentirle al respecto. – Lo que me sorprende es que a ti si te ha afectado. Y mucho. Has estado apagado el resto de la velada.

Carmelo se encogió de hombros.

-Dime, anda.

-Me asusta pensar que un día te puede pasar algo. Y ese tío no es un cualquiera. No es un Willy o un Carlos o una directora de cine cualquiera.

-Tú tampoco te acuerdas de su nombre – bromeo Jorge. Carmelo sonrió resignado. Era cierto, no le salía su nombre.

-Ninguno estamos libres de las sorpresas. – Jorge se decidió por retomar la conversación seria – Un accidente de coche, en la ducha… un atropello, un derrame cerebral, un ictus… y respecto a que es un hombre con contactos y recursos y que es temible, matar es lo más fácil del mundo. Está al alcance de cualquiera.

-Pero estas cosas… le hubiera dado un puñetazo en la nariz. Al hijo de puta.

-Juguemos un poco.

-Eso me gusta hacerlo en la pantalla. Con un guion. No me mola en la vida real y siendo tú el blanco.

-Te recuerdo que tú también andas por ahí. Juguemos un poco con los malos.

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-Damien? Comment ça va?

-Te iba a llamar. ¿Todo acabó bien la otra noche? – le preguntó el embajador.

-Llevé al chico a sitio seguro. Al menos físicamente me dicen que se recupera. Es un tema que llevamos con suma discreción.

-¿Cómo se metería en esas … prácticas? No lo entiendo.

-Hay personas que les gusta. Hay otros que… a ver, Damien, seamos claros. Si sabes, si has oído cosas de esa red…

-Pero te lo juro, no he acabado de creerlo nunca. No pensé que… fuera de verdad.

-Pues ya lo has visto.

-No pude dormir. Me costó lo indecible mostrarme como el anfitrión que se esperaba de mí. Luego encima me han llamado la atención por no respetar escrupulosamente los protocolos Covid. Después de lo vivido, me pareció ridículo, ya me entiendes.

-Yo vi muchos dispensadores de gel hidroalcohólico – bromeó Jorge.

-Que volvieron a los almacenes casi intactos.

-Y había decenas de mascarillas a disposición…

-Esas volaron. Eran más baratas que en Mercadona.

-Se supone que era gente con posibles, tus invitados me refiero.

-¿Sabes que a la salida de estas recepciones, los de seguridad pillan a un montón de invitados hasta con copas de cristal en los bolsos? Y pinchos envueltos en servilletas.

-Pues esos saladitos que hizo tu cocinero, eran fáciles de llevar.

-Así que no quedó ni rastro. ¿Te gustaron?

-Riquísimos. Lástima que con esa movida no pude comer luego más. Se me cerró el estómago.

-Le digo al cocinero que te prepare un día y te mando una bandeja a casa.

-Pues no te digo que no. A Carmelo también le gustaron. ¿Sabes algo de como esos tipos entraron en la embajada?

-Sí. Les fue fácil. Entraron por la puerta principal. Estaban en la lista de invitados. Estuvieron con el agregado cultural, ya lo conoces, Belmont Morel. Y según parece, la que los incluyó en la lista fue Marie Garcia.

-No la conozco.

-Es una funcionaria que trabaja cerca de Belmont. Se suele ocupar de las promociones de los artistas franceses que vienen a España.

-¿El chico también estaba en la lista?

-Sí. Lo más curioso es que en la profesión venía “policía”.

-Qué gracia. Eso es interesante. Cuéntame todo lo que has descubierto.

Jorge Rios”.

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-Por eso le has dicho que todavía no habías llegado a un acuerdo con él.

-Claro.

-Tendrás que mandarle un mensaje para que lo sepa.

-Ya lo he hecho. En cuanto se ha dado la vuelta. No me fio de él ni un pelo.

-¿Quiénes estarían en esa reunión?

-Ni idea. Pero se han cuidado muy mucho de salir sin que les viéramos. Y si creemos a Ovidio, que no hay por qué no hacerlo, conocíamos a la mayoría.

-O sea que hemos sido tema de conversación.

-Sí. Me temo que sí.

-Me gustaría saber quién estaba. Para saber con quien nos jugamos los cuartos.

-Bueno. A ver si hay suerte. Le he pedido a Aitor que intentara enterarse.

-Ese chico… Saúl…

Carmelo hizo un gesto con la cabeza negando.

-Lo ha pasado muy mal. ¿Te refieres a eso?

-No sé si se va a recuperar. Joder. Al conectar nuestras miradas…

-Has visto dentro de él y has comprobado lo que sufre. Lo has sentido en tus carnes.

-¿Cómo lo sabes?

-Te conozco, rubito.

-¿Tú también has visto? O sentido o lo que sea.

-No. Yo no puedo “verlo”.

-¿Y como lo sabes entonces?

-Porque yo me tengo que guiar por la antigua escuela. Observar, meditar y sacar conclusiones.

-Eso en tres segundos.

-La intuición está para eso.

-El mismo perro con distinto collar.

-No. Cuando te encuentres con más chicos de esos, y tengas más experiencias, ya verás como no es igual. Llegarás a sentir lo mismo que ellos. En tus carnes. Como si te transmitieran esas vivencias por la mirada. Y llegará a dolerte de la misma forma que les duele a ellos.

-A lo mejor por eso me he sentido angustiado al cabo de un rato. Ha sido la puntilla.

Jorge asintió.

-Sabes, escritor, no sé como … en París, la primera vez que nos sentamos así… te lo juro. No sé… este momento, es lo que de verdad me arrepiento de no haberlo hecho antes. Haber estado siete años esperando… me siento en una nube ahora. Sabes… por primera vez en mi vida, desde París… aunque yo creo que empezamos antes… desde la venta de mi casa, cuando por primera vez sentí que tu casa era la mía de verdad… me he dado cuenta de que no tengo que seguir siendo “Dani el invencible”. Puedo llegar a casa, sentarme así en tu regazo, y recostar la cabeza en tu hombro y… descansar. Sé que me acaricias, que me vas a cuidar y que vas a procurar que no me pase nada. Y no sabes lo que eso me relaja. No tener que ser siempre el duro, el que toma las decisiones, todos parecen mirarme como si esperaran que vaya a soltar una hostia a derecha o a izquierda. Ahora … me siento aquí y tú me cuidas. Me mimas. Me amas. No tengo que ser un tipo duro con una respuesta apropiada en la punta de la lengua.

-Has esperado siete años, hemos esperado siete años por respetar mis absurdos ritmos. Me deberías haber dado un sopapo hace años.

-No hubiera conseguido nada, más que alejarte de mí.

-Puede ser. – reconoció el escritor con una sonrisa triste en sus labios.

-Se me ha pasado el miedo, la angustia…

-¿Has tenido miedo?

-Con ese abogado. Por ti. Aunque la amenaza iba para los dos.

-Ya me he dado cuenta que cuando lo ha dicho te ha mirado a ti de soslayo.

-Que hijo de puta. Ha sido toda una expresión de odio y asco. Me desprecia con todo su ser. Me considera un deshecho. Un inútil e inculto.

-Te recuerdo que en realidad no ha dicho nada.

-Si nos oye decirlo en público es capaz de denunciarnos.

-¿Todo eso has sentido cuando te ha mirado?

-Y más cosas. No creo que me haya cruzado en su camino en toda mi vida. No sé a que viene esa opinión de mí. No era una opinión, era… un sentimiento salido de las entrañas.

-Hemos tenido en el mismo fin de semana dos formas de expresar amenazas y odio. Dos formas antagónicas. La de tus amigos Willy y la directora esa… y su panda de amigos y la del abogado. Unos a las bravas, “hijos de puta, que alguien se anime a matarlos de una puta vez” y la de el abogado. “Creía que habían quedado claras las implicaciones” y sus miradas

-Y nos queda por enterarnos de los juegos de Paula. – recordó Carmelo. – Esperemos que Martín…

-Martín no nos va a contar nada. Al menos de momento. Si no lo conozco mal, acabará por contarlo. Creo que ha tomado una decisión irreversible respecto a sus padres. Aquel desencuentro con ellos y su mudanza, me da que no tiene marcha atrás. Al revés, irá a más. Nos acabará contando todo lo que ha escuchado y vito estos años y que se ha guardado. Pero lo hará poco a poco. Cuando esté seguro de que lo que diga, no puede afectarme negativamente. ¿Por qué crees que se ha quedado en la Hermida 3? Para no estar aquí, a nuestro lado, sentado en el suelo apoyando la cabeza en mis piernas y que le preguntáramos. Por eso no ha dado señales de vida últimamente. Nos ha llamado hoy para anunciarnos que no vivía con sus padres y la causa de esa decisión.

-¿Habrá sido reciente? Paula el otro día…

Jorge negó con la cabeza.

-Me da que eso ha pasado hace tiempo. Y que tiene que ver conmigo. Paula el otro día no quiso decirme nada de Martín. Ya había pasado eso. Por eso me buscó, intentando tantearme de cuando sabía de sus hijos. Ahora solo habrá que esperar a que Martín decida hablar.

-Y lo hará preferiblemente cuando no esté yo. Cuando esté solo contigo. Pero para llegar a mudarse… ha tenido que ser muy fuerte lo de sus padres. No alcanzo a … imaginar cual ha sido la causa de ese enfado.

-Y seguro que el sitio que se ha buscado es un cuchitril. No tiene muchas reservas y todavía no trabaja en proyectos que le den dinero de verdad. Hasta los dieciocho le han administrado sus padres el dinero. Y que yo sepa, han seguido un tiempo haciéndolo. Y digamos que le cobraban su parte de los gastos de la casa. Martín será orgulloso y todo lo que quieras, pero le sigo pasando la propina. Cada semana. Y no se ha quejado. Eso es que me viene bien. ¿No te has fijado en su ropa? Hace tiempo que no se ha comprado. Lo más nuevo que lleva es lo que me quita a mí. Y cuando lo hace, ya no es mi ropa menos usada. Me imagino que solo compra para sustituir lo que se le rompe y no puede pasar sin ello, ropa interior, algunas camisetas modernas… deportivas, ropa de deporte… Este viaje aprovechará para cogerme toda la ropa que pueda, sin que de el cante. A parte de que siempre le ha gustado cogérmela, para desesperación de Paula. No le gustaba nada. Alguna vez le escuché echarle la bronca muy enfadada. Pero Martín, muy digno, respondía sin temblarle la voz: “me gusta y a él también le gusta. No sé cual es el problema”.

-Eso mola. Es verdad, desde que dio el estirón, te ha cogido siempre ropa. Si no fuera tan orgulloso, podíamos decirle que se viniera a vivir con nosotros.

-No sé si es buena idea. No podríamos tener momentos así.

-Ya. Eso es cierto. Pero a lo mejor merece la pena… dejar estos momentos para nuestra habitación. Es grande. La de aquí y la de Madrid.

-Él no va a querer por lo mismo que se ha ido a la Hermida 3.

-Hombre, Arturo le ha caído bien. A lo mejor ha decidido ir por eso.

-No. Martín necesita mucho más contacto para… irse a dormir a la casa de alguien. De pequeño nunca ha ido a dormir a casa de ningún amigo. Y los campamentos que le buscaban sus padres en verano eran un suplicio para él.

-Todavía me acuerdo la de veces que te he llevado a escondidas hasta el campamento para que te viera. Y como o tú o yo camelábamos a los monitores para que le cuidaran y le pasaran un teléfono para que te llamara cuando se sintiera mal. Un verano llegaste a instalarte en el pueblo más cercano. Creo que fue el primero o el segundo campamento.

-Eso no ha cambiado. Sigue igual de… retraído en ese sentido. Cuando que … cuando dicen que muchos actores o cantantes son tímidos y retraídos, es cierto. Con Martín queda demostrado. Pero si se trata de trabajo, no necesita niñera para presentarse en una lectura de un papel, aunque no conozca a nadie. O no duda de aportar su visión del personaje, aunque esté delante de Almodóvar. Pero en la vida del Martín de veintinada, un joven en su vida particular, eso no sucede así. Es cierto que Arturo es genial, es un joven que tiene una capacidad de empatizar insuperable. Y alguien cercano. Y que Ernesto tiene una capacidad de leer en la gente extraordinaria. Mal no se va a sentir. Los dos me han oído hablar mil veces de Martín y casi le quieren como si lo conocieran desde hace años. Lo raro es que no haya coincidido nunca que fuera Martín conmigo al ir a visitar a Ernesto.

-¿Es cierta la historia que he oído, que lo que cuentan en esa novela de “El cuento de navidad” ocurrió de verdad? Desde que me los presentaste hace años, he querido preguntarles, pero nunca me he atrevido.

Jorge se sonrió.

-En ese “Cuento de Navidad” hay muchas historias entrelazadas. Hay muchos estadios de realidad paralelos. Está lo que pasa en ese “hoy”, lo que pasa en “Mundo Imaginario”, que es una gran metáfora de lo que les pasa a los protagonistas en el pasado, mejor dicho, de lo que sentían y sienten; luego está el mundo particular de Ernesto y Arturo escenificado en el ascensor… sus charlas imaginarias o… reales, pero que solo pueden escuchar ellos. Solo te diré que Arturo siempre dice que él, durante el tiempo que estuvo en coma, quería morirse. Ten en cuenta que su madre y su hermana murieron en el mismo accidente en el que él resultó herido. Y que se iba a hacer cargo de él su tío, que de amor por sus sobrinos tenía lo justo. Les estaba buscando plaza en una academia militar, sin haberse enfriado del todo el cadáver de su hermana, como se suele decir. Como en esas de las películas americanas. Estaba a voces todos los días con Tomás. Lo más fino que le llamaba era nenaza amargada que solo sabía llorar. Ernesto además se acababa de separar de ese hombre. Ernesto era el que, cuando la madre de Arturo y Tomás debía ausentarse por trabajo, se ocupaba de los chicos. Arturo cuenta que el cabrón de Ernesto, así se refiere a él, le cogió del pelo para que no cayera al abismo. ¿Cómo se comunicaban? ¿Cómo lo hizo? – Jorge se encogió de hombros – Lo que es cierto es que pasó cada noche velando a Arturo. No faltó ni una sola noche. Le contaba todo lo que hacía. Le masajeaba. Se ocupaba de lavarlo cada día. Le acariciaba la cara, le daba besos, le tomaba el pelo. No paraba un instante. Ernesto actuaba como si Arturo estuviera consciente. La gente del hospital al verlo, se desvivieron por los dos. Cuando despertó, al cabo de unas largas semanas, Ernesto ya había puesto en marcha la adopción de los dos chicos. Encontró un testamento nuevo de su madre en la que le hacía heredero universal de todo lo suyo, si se hacía cargo de los niños. Según ese documento, Ernesto era la persona que debía ocuparse de los chicos si le pasaba algo a ella. Hubo sus más y sus menos con el tío de Arturo y Tomás, porque los chicos iban con una bolsa de dinero bajo el brazo. Pero Arturo se reunió con su tío y justo en ese momento, dejó de oponerse a que Ernesto se convirtiera en el padre de los chicos. Yo creo que los dos están tristes porque echan de menos a la niña, su princesa. Eran tres hermanos muy unidos. Y Ernesto era… colosal cuidándolos y haciendo que no echaran de menos a su madre cuando se tenía que ir de viaje. Y eso que Arturo en sus primeras visitas a su casa, se lo puso difícil. Arturo era muy de mamá.

-Eso del hospital, eso de que Ernesto fuera cada noche y no le dejara solo nunca… es… joder, es muy bonito. Y al fin y al cabo, no era nada, quiero decir, no era su tío carnal ni nada. Y si no he entendido mal, cuando empezó a hacerlo, no sabía que se iba a convertir en su padre.

-Él sentía a los tres hermanos como su familia. Es como ha dicho Ovidio de nosotros antes. Somos familia aunque tú y yo no nos hayamos casado, y Martín no sea ni tu hermano ni mi sobrino. Por mucho que quieran algunos, las familias son de muchas clases. Y todas ellas están basadas en el amor y el cariño mutuos. Lo importante para los niños, para los adultos, es eso, el amor y el cariño. Los problemas de las nuevos tipos de familia los crean los intransigentes, los adoctrinados, lo que quieren que todos sigan sus creencias en general religiosas.

-Y lo del personal del hospital…

-Cada poco quedan con los enfermeros y enfermeras, con los médicos… son sus mejores amigos. Y Ernesto visita el hospital cada poco. Los dos lo hacen. A los enfermos. A las familias. Y si alguno de los pacientes, sobre todo jóvenes o niños, son lectores suyos, los avisan rápidamente y ellos van volados. Se han hecho muy ermitaños, es cierto, pero para eso, no dudan en salir de casa a cualquier hora de cualquier día.

-No me extraña que sean amigos tuyos.

-Me alegra que lo sean es cierto. Espero que ahora que estoy más sociable tengamos más contacto. Si al final vamos a Londres, a ver si lo podemos arreglar para ver a Tomás. Y para ir a ver el musical que protagoniza.

-Claro. Lo arreglo si quieres.

-Estaría bien. Me apetece.

-Al final vas a acabar con decenas de sobrinos. – se burló Carmelo.

-Que serán tus sobrinos también, querido.

-Vale, vale. Pero tener a Arturo de sobrino cuando le saco apenas cuatro años…

-Hay tíos que son más pequeños que los sobrinos.

-Eso es cierto. Pero ahora pongámonos serios. ¿Qué ha pasado con ese Saúl? ¿Es el de Roger?

-Sí. Esos dos hombres trabajan con Roger. Son sus… manos ejecutoras. Dos de sus manos ejecutoras. Tiene más.

-¿Les conoces a todos?

-A estos sí – respondió cauto Jorge. – Cuando se acercaron y me hablaron, recordé hasta sus nombres.

-¿Y les ha puesto a cuidar del chico? ¿Tanto peligro corre?

-Ese joven… a ver, lo ha pasado mal, tú mismo lo has sentido. Conociendo a Roger, sabes de dónde viene Saúl. Y Roger para mucha gente… es un gánster. Un hombre peligroso. De hecho, lo es, siendo sinceros y objetivos. No puede ir como si tal cosa, a cenar a un restaurante lleno de gente y mucha de ella que sabe de sus asuntos.; y encima con los que estaban en el reservado de al lado y con el Ministro del Interior y su cúpula cenando en una mesa cercana. Si quiere que su chaval salga un poco, debe mandar a su gente que no es tan… conocida. Saúl… está…

Jorge no encontraba las palabras para expresarlo.

-Está aterrado.

-Sí. Esa es la expresión que buscaba. Si lo sobre protege haciendo que no salga de casa, nunca podrá hacerlo. Tiene que hacer que poco a poco rompa sus límites y vaya cogiendo confianza y viva las experiencias que hasta ahora le han estado vedadas.

-¿Sabes que le ha pasado?

-Si no lo has podido ver al mirarle a los ojos… yo no te puedo contestar. Solo sé que lo ha pasado muy mal. Y que nos necesita. Aún sin que Roger desaparezca.

-Pero no podemos meterlo en nuestras vidas. Le ponemos otra diana.

-Sí. Eso es verdad. Tendremos que aprender a desaparecer.

-A lo mejor es más … acertada… la estrategia de… sacarlo a la luz. A lo mejor es más difícil que … no sé. Es que además, desparecer con ocho escoltas cada uno…

-Ya pensaremos. No podemos hablarlo con la policía, porque deberíamos contarles de Roger y los amigos de hoy. Y… bueno…

-Ya.

-No sabemos además como ha arreglado los papeles de Saúl. Si de verdad lo ha adoptado legalmente y es su hijo a todos los efectos o es algo que dicen pero que no tiene respaldo legal. Sencillamente es un chico que ha sacado de allí a las bravas o fingiendo su muerte.

-Es que cada vez que pienso en como hacerlo, vuelvo a lo que he descartado antes. Y así siempre. Paso de una opción a la otra en un momento. Luz o discreción.

Se quedaron en silencio un rato. Jorge aprovechó para pegarle un trago a su whisky. Carmelo le cogió el vaso y bebió también.

-Presiento que se aproximan tiempos convulsos. – afirmó Carmelo.

-Entonces habrá que alargar lo que podamos momentos así, de paz, de charla tranquila…

-Hombre tranquila. No dejamos de estar hablando de un chico que las ha pasado canutas y que está acojonado, de que nos amenazan de muerte por distintas vías… por cierto. Cuando salíamos del restaurante me ha llamado Arón. Álvaro tiene problemas de pasta. Y anda agobiado. No ha dicho nada a nadie. Pero Arón y estos, al decirles, han empezado a indagar.

-Qué bobo es. ¿Por qué no lo dice? O sea que Roberta tiene razón. Y si lo tiene en eso… puede tenerlo en lo demás.

-Arón estaba cabreado. Me dice que anda con algún tipo que deja bastante que desear. Le he dicho que no le diga nada. A ver que se nos ocurre. Arón dice que contemos con él para lo que sea. Ester también quiere participar. Y Omar y Miguel. Jaime está en América. Luego hablarán con él. Y con Manu, con Patrick …

-¿Cuál es el problema exactamente? – preguntó Jorge.

-La casa que se compró. Al parar en la pandemia y luego… se le han caído varios proyectos. Las campañas que está haciendo de publicidad son de saldo. Tenías razón.

-No he estado nunca en su casa.

Carmelo cogió su teléfono y le enseñó unas fotos.

-¡Qué pasada de casa! Pero ¿Para que quiere ese casoplón amueblado a todo trapo? Tiene más gusto y es más personal que la de Cape, pero me recuerda a ella. Cada mueble de ahí, vale un dineral. Vamos a hacer una cosa. Le compramos la casa entre todos. Y nos convertimos en sus caseros. Con el dinero que le paguemos, salda la hipoteca. Procuraremos que el alquiler sea asequible, pero que no se sienta… humillado.

-No me convence la idea. No creo que estos puedan poner el dinero necesario. Esa casa vale un dineral. Y si se ofrecen, no podemos actuar sin ellos. Deberíamos idear un plan que puedan asumir todos repartiendo el montante a partes iguales.

-Es que esa casa… sí, tienes razón, debe valer una pasta.

-Pues Cerca del medio millón. Algo más incluso. Bastante más, está en buena zona.

-¡Joder! A ver lo que se nos ocurre. De todas formas, creo que voy a ir a hablar con él. A cara de perro.

-¿Y si fuera yo?

-Pero si sale mal… yo no tengo que trabajar con él. Y tú… es mejor que si se enfada, que lo haga conmigo. Luego cuando menos, vais a compartir rodaje con “Tirso”.

-Si al fin y al cabo sabe de sobra que vamos juntos siempre. Que formamos un pack.

-Ya. Pero no es lo mismo. ¿Por que no llamas a la productora de Pasapalabra? Estaría bien ir y que le vean. Pongámoslo en el candelero. Le tiene que salir trabajo. Es buen actor. Y que narices, cuentan mucho ahora los seguidores. Y él anda sobrado.

-¿Los dos? A Pasapalabra, me refiero.

-Tengo novela. No he ido todavía. Tengo excusa. Y Álvaro y yo dimos mucho juego la última vez.

-Le digo a Sergio que llame el lunes.

-¿O por qué no vas tú con él?

-No me apetece. No me siento cómodo en ese tipo de programas. Vosotros en cambio, lo pasasteis muy bien. Y como dices, disteis mucho juego.

Carmelo bostezó a lo grande.

-Eso es señal de que hay que ir a dormir.

-Pues estoy muy a gusto.

-Y yo. Podemos cambiar la postura y el escenario.

-Tengo que pensar que pongo mañana de comer. A lo mejor me tengo que ir a comprar.

-Te acompaño si quieres.

-Sería mejor que tú fueras a comprar y yo me llevo a estos de paseo.

-Ya veremos. Porque otra opción es irnos todos a comer a un sitio interesante que no esté lejos. Como último recurso, siempre queda la opción de ir donde Gerardo.

-Mañana pensamos. Ahora te juro, que la única neurona que me queda, se acaba de declarar en huelga.

Sería interesante que nos dijeras algo. ¡Comenta!