Una canción, una historia: Troye Sivan – WILD (Blue Neighbourhood Part 1/3)

Atentos a la música, y atentos a la historia. Y también atentos al vídeo.

Hay otras dos partes de esta historia.

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Trying hard not to fallOn the way homeYou were trying to wear me down, downKissing up on fences and up on wallsOn the way homeI guess it’s all working out, now
‘Cause there’s still too long to the weekendToo long till I drown in your handsToo long since I’ve been a fool, oh
Leave this blue neighbourhoodNever knew loving could hurt this good, ohAnd it drives me wild‘Cause when you look like thatI’ve never ever wanted to be so bad, ohIt drives me wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild
We’re alike you and ITwo blue hearts locked in our wrong mindsSo can we make the most out of no time?Can you hold me?Can you make me leave my demons and my broken pieces behind?
‘Cause there’s still too long to the weekendToo long till I drown in your handsToo long since I’ve been a fool, oh, yeah, yeah, yeah
Leave this blue neighbourhoodNever knew loving could hurt this good, ohAnd it drives me wild‘Cause when you look like thatI’ve never ever wanted to be so bad, ohIt drives me wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, wild
You make my heart shake bend and breakBut I can’t turn awayAnd it’s driving me wildYou’re driving me wild
You make my heart shake bend and breakBut I can’t turn awayAnd it’s driving me wildYou’re driving me wildLeave this blue neighbourhoodNever knew loving could hurt this good, ohAnd it drives me wild‘Cause when you look like thatI’ve never ever wanted to be so bad, ohIt drives me wild
You’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, w
ildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild, wild, wildYou’re driving me wild
Autores de la canción: Alexandra Hope Robotham / Troye Sivan Mellet

Letra Traducida:

Salvaje:

Intentando todo para no caer
En el camino a casa
Has intentado retrasarme
Besándome en las cercas y en los muros
En el camino a casa
Creo que todo marcha bien, ahora

Porque aun falta demasiado para el fin de semana
Demasiado para ahogarme en tus manos
Demasiado desde que fui un tonto

Dejemos este triste vecindario
Nunca supe que amar podría doler tan bien, oh
Y eso me pone salvaje
Porque cuando me miras así
Yo nunca, nunca quise ser tan malo, oh
Eso me pone salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Me estas volviendo salvaje
(Salvaje, salvaje, hey!)

Ruido blanco en mi mente
No se calmara
Eres todo en lo que pienso
Corriendo en la música y en noches alocadas
Pero cuando se apagan las luces, somos tu y yo ahora, ahora

Porque aun falta demasiado para en fin de semana
Demasiado para ahogarme en tus manos
Demasiado desde que fui un tonto

Dejemos este triste vecindario
Nunca supe que amar podría doler tan bien, oh
Y eso me pone salvaje
Porque cuando me miras así
Yo nunca, nunca quise ser tan malo, oh
Eso me pone salvaje

Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje

Haces que mi corazón se agite
Se doble y se rompa
Pero no puedo darte la espalda
Y eso me pone salvaje
Tu me estas volviendo salvaje
Haces que mi corazón se agite
Se doble y se rompa
Pero no puedo darte la espalda
Y eso me pone salvaje
Tu me estas volviendo salvaje

(Hey!)
Dejemos este triste vecindario
Nunca supe que amar podría doler tan bien, oh
Y eso me pone salvaje
Porque cuando me miras así
Yo nunca, nunca quise ser tan malo, oh
Eso me pone salvaje

Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
Tu me estas volviendo salvaje, salvaje, salvaje
(Wild, wild)
(Wild, hey!)

Necesito leer tus libros: Capítulo 45.

Capítulo 45.-

No se olvidaron de lo que les tenía que contar Martín. Pero en cuanto pidieron los cafés, su mesa se convirtió en lugar de peregrinaje. Menos mal que la mesa era amplia.

Para desgracia de Jorge, los primeros en presentarse fueron los dos hombres que no acababa de situar. Venían acompañados del joven al que no conocía y que les acompañaba en la mesa. Tuvo la sensación de que era el protagonista de la visita. Jorge no le echó más de dieciocho años. Parecía nervioso, enfadado, tenso. Avergonzado. Parecía mirar con recelo a Jorge. Aunque éste también creyó distinguir un rastro de esperanza. Tenía fija al vista en él, aunque lo observaba a escondidas, con la cabeza gacha. Era un poco más bajo que Jorge, aproximadamente de la misma altura que Martín. No destacaba por su belleza, pero todos pensaron que si ese chico cambiaba un poco el gesto, posiblemente fuera atractivo. Pelo oscuro, casi negro, muy corto, cortado a cepillo. No le favorecía nada. Le hacía cara de brutote. Sus cejas oscuras, no muy anchas. Ojos marrones, labios finos, boca amplia. Tenía dos cicatrices en ambas mejillas. Eso en lugar de afearlo, le daban un toque interesante. El labio superior también parecía partido justo en el centro. No parecía dormir bien, porque tenía unas ojeras importantes.

El chico levantó la cabeza de repente y se quedó mirando fijamente a Martín y a Carmelo. Ninguno de ellos le retiró la mirada. Martín de repente se acercó a él y lo abrazó. Carmelo meneaba la cabeza negando. No dejaba de murmurar “no puede ser, no puede ser”.

-Jorge queremos que conozcas a Saúl. – dijo uno de los hombres.

Al escritor en ese momento se le iluminaron los recuerdos. La voz fue lo que hizo que su mente recuperara el archivo correspondiente de su memoria. Y al decirle el nombre del joven, todo cuadró. Una de las escoltas le hizo gestos para indicarle que esos hombres iban armados. Carmelo fue el que les contestó con otro gesto para tranquilizarlos. Había intuido quienes eran esas personas y sabía que eran amigas.

-Romeu y Fernán. La de tiempo. Saúl ¿Me permites que te de un abrazo? Te estaba esperando. Me habló el otro día tu padre de ti.

El chico hizo una mueca para asentir. Jorge le pegó a su cuerpo y le apretó fuerte. El chico le respondió de la misma forma. No parecía que una vez dado el paso quisiera soltarse. Estuvieron unos minutos sin aflojar. Saúl parecía que se había abandonado completamente en brazos de él. Fue Jorge el que se soltó primero pero lo cambió rápidamente por cogerle la cara con las manos, acariciándosela con los pulgares suavemente y mirándole directamente a los ojos unos instantes, antes de darle muchos besos en las mejilla, buscando sobre todo las cicatrices, incluida la del labio.

El joven parecía taciturno. Pero a la vez parecía no querer perder el contacto físico con Jorge. Seguían con sus manos rodeando la cintura del escritor a la vez que éste seguía con las manos en su rostro.

-Ya está todo bien – le dijo en voz baja. – Ya estás entre amigos.

-No sé lo que es eso.

Sorprendió a todos el timbre de su voz. Era una voz ronca, monocorde, sin vida. Desde que Martín había tenido el impulso de abrazarlo después de intercambiar las miradas, el joven parecía a punto de echarse a llorar, pero se contenía. Esa sensación se había incrementado cuando Jorge lo había abrazado con esa intensidad. Carmelo y Martín que por su situación veían la cara del joven, observaron como había cerrado los ojos y pareció relajar su cuerpo un poco. Hasta ese momento, se le notaba tenso. Mientras se había acercado a ellos siguiendo a esos hombres, miraba a todos lados asustado. Parecía buscar algún peligro y tenía todos los músculos en preparados para repeler esa agresión o salir huyendo.

Era claro que el escritor le daba seguridad. Y que tanto Carmelo  como Martín le llamaban la atención. Y tenían claro los dos que no era porque fueran actores conocidos. Era algo mucho más profundo e íntimo.

Jorge le fue murmurando palabras tranquilizadoras al oído, palabras que salvo el joven, ninguno pudo escuchar.

-¿Quedamos en eso? – preguntó Jorge en un volumen para que todos lo pudieran oír.

-Claro.

-¿Me das otro abrazo?

Su respuesta fue pegarse a su cuerpo de nuevo. Y hundir su rostro en el cuello y hombro de Jorge. Éste empezó a acariciarle la cabeza. Jorge le hizo un gesto a Carmelo para que se uniera. Carmelo anduvo los dos pasos que les separaba y se pegó a ellos rodeándolos con los brazos. Martín, sin que le dijera nadie nada, hizo lo mismo. Los tres pudieron sentir entonces como el chico al final acababa llorando. No fueron lágrimas solitarias cayendo por sus párpados. Era un llorar en forma de estertores por todo el cuerpo.

Jorge rompió el abrazo.

-Ahora debes irte.

Le limpió la cara de lágrimas con los pulgares mientras le miraba a los ojos.

-Pero…

-Hazme caso. Debes irte. Te prometo que en unos días iré a hacerte una visita a tu casa.

Miró a Romeu y Fernán. Señaló con las cejas al reservado de al lado. Ellos comprendieron enseguida. Romeu puso su mano en la espalda de Saúl para guiarle hacia el comedor.

-No te olvides de mí – le imploró el chico. – Te necesito.

Jorge volvió a cogerle con las manos la cara y le miró a los ojos, así, a apenas un palmo de distancia.

-Nunca te olvidaré, Saúl. Mi Príncipe. Formas parte ya, de nuestra familia. En unos pocos días iré a verte. Te lo prometo. Confía en mí.

El joven amagó con una ligera sonrisa. Su rostro cambió radical. Jorge miró de reojo hacia el reservado y sus viejos amigos entendieron. Cogieron al joven por los brazos y salieron de la terraza. Jorge se quedó mirando hasta que se perdieron de vista. Miró de refilón hacia los biombos. Respiró tranquilo al comprobar que nadie había salido.

-No he acabado de entender lo que ha pasado aquí – dijo Martín, que a su pesar, se había emocionado. – Perdonadme un momento, necesito ir al servicio. Iré a los del otro lado del comedor. A lo mejor me salgo un momento a la calle para respirar. Me estoy ahogando.

Carmelo bajó la vista. Parecía estar pensando en lo que había sentido en ese encuentro. Le había afectado como a Martín, aunque él no podía irse y dejar solo a Jorge. De buena gana lo hubiera acompañado y se hubiera sentado en alguno de los bancos que bordeaban el aparcamiento. Intuía que el escritor había percibido algún movimiento en el reservado que le había hecho meter prisa a los hombres de Roger para que se llevaran al joven.

Jorge en cambio, parecía otro. Parecía controlar la situación. Tenía una mirada decidida, dura incluso. Acarició el rostro de Martín y le besó en la mejilla.

-No es el momento. Pero hablaremos de ello. Vete. Si tardas iré a buscarte.

Martín, después de hacer una mueca que pretendía ser una sonrisa, pero que en todo caso demostró todo lo que quería a Jorge, empezó a andar a paso ligero y decidido camino de los servicios que había en la entrada, al lado de la recepción.

Fue entonces cuando unos camareros retiraron una parte del biombo del reservado. Un hombre mayor se dirigió a ellos caminando despacio. Carmelo le hizo un gesto a Jorge para que se diera la vuelta. Éste lo hizo de inmediato, pero sin parecer apresurado.

-Jorge Rios. – saludó el hombre cuando estaba a unos pocos pasos de ellos.

-Sr. Valbuena, que sorpresa.

Se estrecharon las manos con mucha ceremonia.

-¿Ya ha llegado a un acuerdo con Óliver?

El hombre sonreía amigablemente. Pero no quería perder el tiempo con fórmulas de educación. Quería ir al grano.

-Estamos en ello. Me está costando convencerlo. A lo mejor debería valorar otras opciones de representación legal.

-Seguro que lo consigue. Acuérdese de lo que le comenté.

-No lo olvido, se lo prometo.

-No quisiera tener que asistir a su funeral. Creo que no captó bien las implicaciones. Al menos eso deduzco después de su visita a la embajada de Francia. Me han dicho que le gusta pasear por las estancias privadas.

La sonrisa seguía en sus labios, pero el resto de su cara mostraba un rictus duro y autoritario.

-Las capté perfectamente. Y como tengo una imaginación muy fértil, fui mucho más allá. Y gracias a Dios, la memoria me va volviendo. Y he de decir, que las partes que más me gustan de la embajada, son esas a las que casi nadie tiene acceso. Te puedes encontrar… grandes obras de arte, junto a algunos fantasmas del pasado. Fantasmas que tienen los días contados. De una u otra forma, acabarán comiendo barro.

La sonrisa del abogado pareció que se congelaba.

-Veo que todo son buenas noticias. Esperemos que esos bulos que tanto proliferan en los últimos tiempos no pasen a abrir el editorial de Carlos Alsina, tu gran amigo en las ondas.

Los bulos son eso, bulos. Aquí estamos. Para eso hemos venido, para que todos vean que no es fácil amedrentarnos. Contamos con usted y sus amigos para que así lo digan a quien deba saber.

El abogado miró a Carmelo, que no le quitaba la vista de encima. Su gesto se había vuelto adusto. Duro. En cambio, Jorge tenía un gesto decidido, también plagado de una pátina de autoridad, aunque de distinta forma a la que emanaba del abogado Valbuena. El del abogado demostraba todo el desprecio que le producía la persona del actor.

-Les dejo. Me reclaman en la reunión.

El hombre se giró y volvió al reservado. No hizo intención de estrecharles las manos. Ni siquiera hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida. Tampoco quiso cruzar su mirada con la de Jorge. Los camareros volvieron a poner el biombo.

Dime Jorge.

Carmen acababa de contestar la llamada del escritor.

-¿Podemos hablar?

-Espera un momento.

Jorge escuchó como Carmen se movía. Luego cerró una puerta y bajó unas persianas de esas de oficina.

-¿Ha pasado algo?

Jorge le contó lo sucedido con Otilio Valbuena.

-¿O sea…?

-Solo se ha podido enterar por los esbirros que estaban trabajando al chico. Por cierto ¿Cómo está?

-Mal. Tiene la cabeza a pájaros. Quería ir a trabajar al día siguiente. Manzano le dio un sopapo, literal. Le habló muy enserio. Le ha dado la baja para quince días.

-¿Alguien se queda con él?

-De momento Elio, el novio de Matías. Ese joven sabe como afrontar el tema.

-No lo conozco ¿verdad?

-No. Tampoco has coincidido todavía con Matías. Está en Murcia con un caso. ¿Le has contado a Carmelo?

-No.

-Mejor. ¿Estás bien?

-Me ha dejado mal cuerpo el abogado éste.

-Me extraña que se haya significado tanto.

-Todo ha sido muy sutil.

-De sutil, nada. Sabía que lo entenderías. Te lo ha lanzado a la cara. Punto. Como un guante en la época en la que los duelos eran lo habitual entre la gente de bien.

-Me da que no pensaba que Carmelo lo iba a hacer. Le ha mirado como se mira a un perro. Conmigo no se ha atrevido.

-Prejuicios. Muchos piensan que los actores son idiotas. Luego, cuando escuchan que uno es listo, lo toman como una excepción. Carmelo tiene fama de ser… tonto, un drogata, viva la virgen… y está bueno, lo que le resta todavía más. Encima tú siempre le tomas el pelo con lo de rubito, tomando esa broma tan celebrada hace unas décadas de que las rubias eran tontas. Muchos creen que los guapos son bobos. Así que si juntas todos esos detalles en Carmelo, no te extrañe que haya personas que piensen que es tonto. Y encima se junta a un hombre diez años mayor que él. Eso anima a pensar que lo hace para darse un poco de nivel cultural. Deben de creer que Dios ha repartido las prebendas de forma equitativa. Pero no es cierto. Hay feos que son idiotas integrales, además de ser malas personas, y hay guapos, inteligentes y encima, adorables.

-Casi prefiero que le tomen por tonto. Es más seguro para él.

-El otro día te significaste de una forma…y he de decir que hoy también lo has hecho. No te has contenido.

-Ya. No me reconozco en esa forma de actuar. Pero a la vez, en la embajada sentí que no era la primera vez. Sabía como comportarme y lo que hacer. Y la verdad, Olga no me dejó alternativas. No elegí yo esa performance. Y si te soy sincero, toda esta gente, ya sabía lo que había. Los que me conocían. A ellos es a los únicos que no les ha extrañado. En todo caso, les extrañó que Helga y Hugo me ayudaran. En esas expediciones, si no me equivoco, iba siempre solo.

-Ya te digo que de al menos dos casos, tengo noticias. Por eso te llamó Olga. Y sí, en las dos fuiste solo.

-Vuestros secretos.

-Todos los tenemos. Tú también.

-Pero los vuestros, pesan.

-De alguna forma, todos lo suelen hacer. Tus secretos también deben pesar un quintal.

-Te dejo. Helga me hace un gesto para avisarme que Carmelo viene a buscarme.

-Habla con el embajador. A ver que te cuenta.

-Mañana. Tienes razón.

-Y recuerda que, aunque el orgullo pueda pesar a veces, es mejor que piensen todos esos que no te enteras de nada. Y Carmelo a todos los efectos, es un rubio tonto y desmemoriado. Y si es necesario, a ti te escriben las novelas un equipo de guionistas que tienes contratado.

-Lo de Carmelo y rubio tonto, te lo compro – bromeó Jorge – Lo de que me escriben las novelas… eso es algo que corre por ahí. Como eso de que soy un mafioso o hago matar a presos en la cárcel.

-Por eso lo digo. No hace falta que pagues a alguien para que lo desmienta. Es mejor que tus enemigos piensen que eres débil. De todas formas, lo de la mafia y lo de mandar matar a ese pobre idiota que te chantajeó, yo lo denunciaría. Si no lo haces, puede decir que eso demuestra tu culpabilidad.

-Eres la segunda persona que me lo dice. Os haré caso. Te dejo – se despidió en un susurro.

-¿Se te ha encajado el trasero en la taza? – bromeó Carmelo a través de la puerta.

-Mi dosis de soledad – se excusó Jorge abriendo la puerta.

-Pues dame mi dosis de besos.

-Madre mía. – exclamó el escritor mientras le besaba largo en los labios.

Jorge empezaba a extrañarse. Carmelo parecía estar cada día más necesitado de gestos de cariño. Tendría que fijarse si estaba recuperando el tiempo perdido o era un síntoma de que algo le pasaba. Y cada vez le dejaba a él más la iniciativa de su vida en común. “¿Y si no soy el único que guarda secretos?

Fue un flash que pasó a velocidad del héroe del cómic por su cabeza.

Jorge Rios.”

Jorge le hizo un gesto a Carmelo y se sentaron. Los escoltas estaban tensos. Todos se habían levantado de las mesas en las que habían cenado, y se habían distribuido por el espacio. Cuatro de ellos estaban a apenas un par de metros de Jorge y Carmelo.

-Helga, si no te importa, diles a dos de vuestros compañeros que salgan y echen un vistazo a Martín.

-Se lo he indicado a los que están fuera. No te preocupes. Uno ha entrado al servicio. Todavía está allí. ¿Estás bien?

El escritor asintió con la cabeza.

Jorge se sentó en la mesa. Carmelo se puso a su lado.

-¿Así fue la reunión en Concejo?

-No. Ha subido de nivel. Aquello fue mucho más… sutil. Y él no perdió nunca la compostura. Hoy la ha perdido.

-¿Por qué le has provocado?

-Por lo mismo que tú le has mirado de la forma que lo has hecho. Me has dado la razón. Has sentido algo.

Carmelo bajó la mirada.

-No exactamente. He sentido que te amenazaba. Nada más. Eso es algo que no puedo soportar. Lo siento. He reaccionado por instinto.

-Tendremos que aprender a disimular esas cosas. No conviene…

-¿Eso lo dices tú que no solo le has dicho que tienes una imaginación fértil sino que le has dejado claro que recuerdas cosas, que por otra parte no recuerdas? Y no sé que otra lindeza le has dicho… eso ha provocado que sacara su mejor cara de odio hacia ti y de desprecio hacia mí. ¡Ah si! Algo del barro y de una excursión por las zonas no accesibles de la embajada.

-Tienes razón. Creo que he sido imprudente. Es mejor parecer tonto. – Jorge no entró en el tema de la embajada. Y no podía recular en lo referente a ser sincero sobre su excursión secreta. Y Carmen parecía convencida de que era mejor no decirle. Y si Carmen lo pensaba así, es que lo había hablado con Olga. Y ella conocía bien a Carmelo.

-¿Se puede?

Ernesto y Arturo llegaban acompañados de Raúl, el amigo de Arturo.

-¿Y tus amigos? – preguntó Jorge a Ernesto. – Espero que no se hayan sentido cohibidos y por eso no hayan venido.

-Han tenido que irse. Era su despedida. Cogen un avión para Islandia. Van a trabajar allí.

-Anda.

-Jorge, el peque quiere saludarte.

Arturo le tendió su teléfono. En la pantalla estaba Tomás.

-Pero que tío más guapo la madre que te trajo. Cariño.

-Joder Jorge. La de tiempo. Que sepas que te he echado de menos. Y que llevo siempre un libro tuyo. Me gusta releer trozos para sentirte a mi lado.

-Pues haberme llamado. Joder. Que bonito. Me has emocionado Tomás.

-No tengo tu teléfono.

-La madre que te parió. Siempre confías en tu padre o en tu hermano. Cuéntame como te va en Londres. Ahora te mando mi número de teléfono. El mío, no el de mi agente ni nada de eso.

-Sentaros. Raúl, siéntate tú también. Que no mordemos. – les indicó Carmelo.

-Es que es fan tuyo – anunció Arturo para desesperación de su amigo.

-Ahora nos sacamos una foto. ¿O prefieres un beso? ¿Las dos cosas?

Carmelo les acercó unas sillas. Y luego besó al amigo de Arturo que casi se desmaya del susto.

-Ernesto, haz algo. Sácanos una foto a los tres. Ven, Arturo. Lo dos juntos y yo en una esquina.

-No joder, tú en el centro.

-Una de cada, hala. Venga poneros que no tengo toda la noche. – se quejó Ernesto con gesto bromista.

-¿Te vas a poner a escribir ahora papá?

-Habrá que dormir. Digo yo. Y te conozco, querido, como si fuera tu padre. Y sé que o te empujo, o te quedas en babia.

Ernesto al final les sacó un montón de fotos. Raúl pareció perder el miedo a Carmelo. De todas formas no le quedó más remedio, porque después de innumerables golpes en el hombro, un par de intentos de hacerle cosquillas y de morderle por sorpresa la oreja, al final tuvo que rendirse y defenderse de los ataques de su ídolo.

-¿Queréis un café? ¿O pedimos ese surtido de postres…?

-Joder, Carmelo. Como tú no engordas ni a tiros… – se quejó Arturo.

-No me tomes el pelo, Arturito. Si estás como un pincel.

-Ya, y una mierda. La prueba es que nunca has querido tirarme fichas.

-Serás mamón. Pero si siempre me decías eso de…

-¡¡Calla!! ¡¡No desveles nuestras conversaciones privadas!!

Carmelo se echó a reír mientras Jorge seguía hablando con Tomás y bromeando con él.

-Tráenos por favor ese surtido de postres. – le pidió Ernesto al camarero – ¿Martín se ha ido? – preguntó a Carmelo.

-No, está en el baño, empolvándose la nariz.

-Estos actores… con lo guapo que es el jodido. No necesita nada. ¿Cuántas veces os han dicho que parecéis hermanos?

-¿A sí? Ahora me entero.

Estallaron todos en carcajadas, mientras Carmelo sonreía picarón.

Nota:

Podéis empezar a leer la historia en este enlace: Capítulo 1.

Necesito leer tus libros: Capítulo 44.

Capítulo 44.-

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-¿Dónde están Jorge y Carmelo? – preguntó Carmen a Patricia.

-Cenando en “Las Cortinas del Cielo”. Con Martín.

-Anda, mira, como Javier.

-Pero Javier ya está casi acabando. El ministro tiene previsto salir en nada. Hoy vas a dormir sola otra vez en casa de Javier – le picó Patricia. – Sergio ya está en casa esperando.

-Mientras no esté por ahí perdido, pasando la noche sentado en cualquier banco de Madrid, o con una cerveza calentorra delante, sentado con la mirada perdida en cualquier bareto de esta ciudad, yo contenta.

-Pues a mí que quieres que te diga. No me gusta que se venga conduciendo desde allí. Conociéndolo, debe estar cansado. No me gustaría que me despertaran los de tráfico anunciando un accidente de Javier.

-Si Aritz lo ve mal, espero que intervenga.

-Valiente vigilancia secreta si…

-Que te crees que no lo ha descubierto. ¿No lo conoces?

-Pues nada, seguimos con la comedia. Sería mejor que se lo plantearas y que condujera Aritz o Lerman. Tal y como está estos días, te lo prometo… me sentiría más tranquila.

-A ver como evoluciona todo. Si Javier asienta un poco la cabeza, le planteo que lleve alguien con él que conduzca y le sirva de apoyo. Ahora no está receptivo a la idea.

-Lo mismo valdría por ti, Carmen. Y por Olga, cuando vuelva.

-No tenemos tanto personal disponible.

-Si lo de trabajar junto a la gente de Garrido se acaba de concretar, podías pedirle a Rui alguno de sus hombres para esto.

-Sí. Está en el plan. Con las escoltas de Jorge, Carmelo y Cape, nos hemos quedado un poco en cuadro. Menos mal que Cape se da a la fuga en breve. Al menos, algunos podrán descansar unos días.

-¿Molesto? – preguntó Teresa.

-Para nada. Pasa, anda.

Teresa se unió a Carmen y Patricia que estaban en el despacho de la primera.

-No sé hasta dónde quieres que escarbe – preguntó Teresa al sentarse.

Carmen suspiró.

-¿A qué te refieres exactamente?

-Al pasado. A la época del padre de Javier.

-Escarba. Dependiendo de lo que descubramos, ya iremos viendo. Olga y yo no sabemos muchas cosas de las que pasaban entonces. El padre de Javier nos protegía manteniéndonos al margen.

-Pero Olga y tú… digo que algo os puede salpicar. No sabréis todo, pero sí mucho. Y de ese mucho, os habéis guardado casi todo.

Carmen chasco la lengua.

-Estaremos por ahí, eso seguro. Olga y Carmelo, por ejemplo. Si les ves juntos, a pesar de lo que le hicieron a éste para que olvidara, no se puede negar que se conocen. Olga la primera vez que se reencontró con Carmelo intentó disimular. Pero Carmelo… supo. Sintió y se acurrucó de nuevo en sus brazos. Sin decir ni palabra. En medio del bar dónde habían quedado, con Jorge sentado en otra mesa y observando la escena con mirada de besugo.

-No se han vuelto a ver ¿No?

-No, pero da igual. El día que lo hagan, Carmelo sentirá lo mismo que cuando Olga le protegía. No sabes el cariño que le llegó a coger a Olga. Cariño mutuo. Carmelo para Olga es como su segundo hijo. Carmelo en realidad, ha tenido dos madres de verdad: la madre de Cape y Olga.

Teresa se movía inquieta en la silla. No parecía feliz ni cómoda.

-Suéltalo, Tere – le dijo Patricia. – Carmen no te va a morder. Y si lo hace, te prometo que está vacunada contra la rabia.

-¡Patricia! – Carmen la miraba sorprendida.

-Es cierto, estás vacunada – Patricia puso su mejor cara de socarrona indignada.

-No estoy cómoda conociendo que sabéis cosas que no habéis compartido con el resto. Por ejemplo eso de Jorge. Lo de la embajada… y que lo llamarais a él en lugar de… es nuestra víctima y le estamos ocultando cosas de su pasado que él no es capaz de recordar. Y encima le metemos en ese jaleo, que por otra parte resolvió… no me lo esperaba. No me esperaba ese Jorge. Esas drogas que le dieron todos esos años…

-Te aseguro que Jorge no recordará, pero todo lo tiene dentro de él. Puede sentir pavor un día escondido debajo de la mesa de la notaría, pero cuando tiene que ser duro, lo es. Lo fue hace muchos años. Su … misión… a ver como lo explico. En realidad lo mismo que hizo con Galder. Él, un día, en medio de una de esas fiestas desbocadas a las que le llevaba Nando, vio como maltrataban a un joven. Se metió por medio y se llevó al joven. No era un niño ya. Era mayor de edad. Lo tenían sobrepasado. Le estaban zurrando de lo lindo y haciéndole de todo. Los que “jugaban” con él querían demostrar que eran superiores. Que podían pisar a la gente sin que esa acción tuviera consecuencias. Pues Jorge, se metió, como decía, en medio del juego, agarró a ese chico del brazo y lo apartó del grupo. Uno de esos tipos intentó detenerlo. Le detuvo con malos modos y le giró empujándolo del brazo. En cuanto Jorge le tuvo de frente, el primer puñetazo le puso el ojo morado. Resumiendo, Jorge le dio una soberana paliza. Un testigo le contó a JoseMari que todos miraban con la boca abierta. Que el silencio que se creó solo era roto por los puñetazos que Jorge le daba a ese tipo. Nadie se atrevió a parar al escritor. Luego, agarró al joven del brazo y se lo llevó de la casa. Cogió uno de los taxis que había esperando en la puerta de la finca y nunca más se supo del chico. Fue imposible encontrarlo. Esos hombres le buscaron con saña. Para vengarse en él, porque con Jorge no se atrevían. Pero éste se preocupó de que esos tipos no lo encontraran. JoseMari, también fue incapaz de encontrar a ese joven. Cuando le preguntó a Jorge, este le miró a los ojos y le dijo: “No te preocupes por éste, preocúpate por el resto”.

-Eso quiere decir que alguien lo denunciaría. Lo sabes…

-Eso quiere decir que alguien se lo fue a contar al padre de Javier. A JoseMari le contaban muchos. Pero en secreto. Nunca hubieran declarado en un tribunal. El caso es que Jorge cuidó a ese chico luego. No lo abandonó y le creó una vida nueva, lejos. Puede que todavía sigan en contacto. Lo está con otros muchos a los que ayudó. Es algo que creo que ni a Carmelo le ha contado. Te decía, Jorge tiene dos objetivos claros. Ahora tres. O tres cosas que le empujan a seguir viviendo. Una, escribir. Es lo que de verdad le importa. No es escribir para publicar. Es el hecho de escribir. Dos, Carmelo. Es su amor. Es mucho más que un amor. Es parte de él mismo. Tres: esos chicos. Esas víctimas de abusos, de maltratos. El punto tres se enlaza con el dos. Carmelo fue uno de esos chicos a los que tuvo que salvar. A golpes. Eso no lo recuerda ni él. Pero lo escribió en su momento en “Tirso”. Me gustaría ver un día a Olga y a él juntos con uno de esos chicos. A Olga esa pasión, esa dedicación a las víctimas de maltrato, abusos, bullying, violación, le viene de esa época. Carmelo tiene mucha culpa de ello. Por no decir toda.

-¿Y le habéis contado?

-No. Olga no lo considera siquiera. Cree que sería contraproducente. No sabemos el tratamiento que le dieron. No sabemos si fueron drogas, hipnosis o una combinación de las dos cosas. Carmelo parece un hombre de rompe y rasga. Un tipo seguro, hasta altanero a veces. Pero su equilibrio emocional es muy endeble. Creímos un tiempo en que lo perdíamos. Su vida era una locura. Pero… los libros de Jorge le conquistaron. Y quiso conocer al autor. Y en ese conocimiento, sin pretenderlo, encontró la salvación.

-Yo creo que tiene derecho a saber.

-Yo prefiero poner en valor su salud, su vida, a sus derechos. Le hemos visto con todos los huesos del cuerpo rotos. Con la cara tan hinchada que doblaba casi el volumen normal. Con el ano desgarrado. Y él seguía trabajando. Y era un crío. En la película que estaba rodando, cambiaron el guion para justificar su estado. Todos pensaron que era una de esas peleas a las que era tan aficionado ya con doce o trece años. Pero era tan bueno frente a la cámara, que nadie pensó en sustituirlo. Bueno nadie… casi nadie mejor dicho. Pero eso es otra historia. Con esa película ganó varios premios. Rodaba su escena sin apenas tener que repetir las tomas. Corría a su caravana y allí Olga lo abrazaba, le leía la siguiente escena mientras dormía. Le llamaban, rodaba de nuevo, y volvía. Olga le curaba las heridas, le cambiaba los vendajes, y le vigilaba para que ni siquiera sus padres se acercaran a él. Luego le hemos visto completamente drogado. Cerca estuvo un par de veces de palmarla. Faltó el canto de un duro. Alguien que lo vigilaba de cerca, se dio cuenta y lo llevó a que lo cuidaran. Le hemos visto borracho. Le hemos visto saliendo vivo de un accidente de coche que… fue un milagro. Manzano lo recompuso. Un buen día, después de haberse conocido oficialmente en una nochevieja, Carmelo se comió los huevos de su orgullo y se arriesgó a que Jorge pasara de él y fue a “El cortejo”, donde sabía que pasaba esa tarde escribiendo. Y de allí, salieron dos personas distintas. Los dos posiblemente esa tarde, salvaron la vida del otro.

-Joder, no sabía… no pensaba que eso era tan grave. Ni que Tirso es… verdad literalmente.

-Lo es. Que Carmelo esté vivo, se podría decir que es un milagro. Y que Jorge lo esté, también. Aunque los motivos del peligro, fueran distintos. Y Tirso, os lo he dicho muchas veces, pero no me creéis, tomadlo como la memoria de Jorge. Y te puedo asegurar, que salvo que el escritor tenga una segunda parte escrita, le faltan muchas cosas que contar.

-Pero a lo mejor Jorge si debe saber lo que vamos descubriendo de Nando. Y sus relaciones.

-Eso ya llegará el momento. Jorge hasta hace poco, según nos cuentan todos, Carmelo el primero, no quería saber. Carmelo le podría haber contado muchas cosas pero Jorge siempre le ha atajado en esos intentos. Él mismo sabe más de lo que aparenta. Saber no es el concepto. Intuye, siente… Jorge se mueve mucho por esos conceptos. Bueno… y también sabe. Se ha creado un papel estos años para defenderse de sus miedos y de sus enemigos.

-Ahora se juega la vida.

Carmen se echó a reír.

-Teresa, siempre se la ha jugado. Ha estado siempre en peligro. Quizás, aunque te parezca mentira, esas drogas le han mantenido con vida. Eso, y que siempre ha habido alguien que le ha protegido. Y que él no tiene un pelo de tonto y se creó un papel cuyo guion ha seguido al pie de la letra durante siete años.

-Protectores como en el parque – sugirió Patricia.

Carmen asintió con la cabeza.

-¿Y ahora…?

-Esa es la gran pregunta. – dijo Carmen muy seria – ese es el quiz. Encontrar que ha cambiado. Que ha hecho despertar a sus enemigos. ¿La serie de Tirso? ¿El que decidiera publicar de nuevo? Con eso muchos han perdido mucho dinero. ¿Rubén? Para mí es claro que no es ajeno a todo esto. ¿Es de los buenos? ¿Es una víctima? ¿O es alguien muy listo que está jugando en la gran liga? ¿O alguien muy tonto que se cree listo? ¿O le tiene alguien agarrado de los huevos y le obliga a hacer cosas en contra de su voluntad? Apenas hemos rascado nada de su vida.

-No es fácil. Ni su identidad es clara. – dijo Teresa. – A fecha de hoy, no sé decirte quien es.

Carmen invitó con un gesto a Teresa a que se explicara.

-Su vida… está llena de lagunas. Sus apellidos… no son los reales, los de nacimiento, me refiero. Si buscas, siempre te encuentras con una laguna. Preguntas a las entidades pertinentes, o a los juzgados, y parece que siempre hay un apagón, un incendio, algo. Creo que al menos ha tenido tres identidades antes de la actual.

-Vaya.

-Una mala digitalización, un error en la tramitación…

-Eso es una invitación a profundizar.

-Sí. Y su tía… supuesta tía… esa si que es un fantasma. No es nada de la familia que suponemos que es la de Rubén. Ni la de nacimiento, ni la adoptiva. La de nacimiento, muy entrecomillado. Para nada es seguro que la que parece que es, lo sea de verdad.

-A lo mejor si encontramos a Nadia…

-Desaparecida del todo. No sé si ese hacker que protege a Jorge podría…

-Me comentó Jorge el otro día que no sabe nada. La está siguiendo la pista. Pero ha apagado todos sus dispositivos conocidos. Está intentado buscar otros que usara sin que nadie lo supiera. Pero eso es largo.

-Sí, tiene que buscar la ubicación de su móvil en un momento concreto y buscar ahí otros que pudieran ser ella. Ir identificando cada señal y buscando su dueño. Para ir descartando. Hasta que quede un dispositivo que no esté a nombre de nadie o lo esté de una persona ficticia. Y ese podría ser ese dispositivo secreto de Nadia. Eso es una labor de chinos y que salga bien, es más complicado que ganar el Euromillón.

-Echa un vistazo a su patrimonio.

-Es complicado.

-Sobre todo en buscar su origen. Eso es fundamental.

-O sea que cuando pueda acceder, me voy a encontrar…

-Mucho dinero.

-Por cierto, creo que habría que pedirle a Jorge permiso para exhumar el cadáver de Nando.

-¿Por?

-No me creo nada la historia del cáncer. Y mucho menos lo del accidente. Los informes médicos son incompletos y da la sensación de ser copia de otros. Algunos atestados de la Guardia Civil han desaparecido. Todo es un misterio.

-Patricia, prepara los documentos. Cuando los tengas, nos acercamos a hablar con él. No creo que ponga problemas.

-Nando es… un mundo. Traficante, marrullero, pero… tuvo algunos gestos… al final…

-He oído algunas versiones de que participaba en ese tráfico con niños…

-No. – dijo rotunda Carmen.

-¿Y tampoco se acostaba con chicos?

-No le gustaban jóvenes. Todos los amantes que le he descubierto, son mayores que Jorge.

-¿Todos?

-Sí.

-¿Y por qué tenía esa costumbre de ir a esas fiestas?

-Iba a otras cosas. A ver a gente. A vender droga, que eso si hacía. A que Jorge le sirviera de tapadera para hacer negocios. Negocios que solían ser un desastre. A Jorge se le acercaban muchos niños y adolescentes con intención de seducirle. Alguien parecía tener mucho interés en tener algo contra él. Pero nunca cayó. Les escuchaba a todos, les consolaba si estaban tristes, les contaba historias… como hacía con Jorgito.

-O con Martín.

-Bueno. Martín es distinto. Apareció en la vida de Jorge con nueve años. Era pequeño, pero no un bebé. No es igual que Jorgito.

-Todos los testimonios que recojo son en ese sentido. Pero no los podemos utilizar. Son declaraciones a micrófono cerrado. Por cierto, alguien denunció a Jorge por abusos de menores. Lo descubrí por casualidad. Eso concordaría con lo que comentas del interés de alguno o algunos en que tocara a los niños que se le acercaran y sacarle fotos que fueran interpretables.

-¿A sí? Alucino. ¿Una denuncia?

-Lo investiga Quiñones. Se ofreció a hacerlo. Que por cierto no sé donde se ha metido. Quería que me informara sobre el tema. No me ha dicho nada al respecto. Si me hubiera encargado yo, ya sabríamos algo.

Carmen miró a Patricia que hizo un gesto para decir que no estaba al tanto de sus actividades.

-Está raro – dijo tras un momento de vacilación.

-A lo mejor ese pariente…

-Su tía murió hace unos días. Y no dijo nada. De hecho cuando llamaron buscando a Javier para decírselo y que se lo comunicara a Quiñones, hacía semanas que no lo veían. Según ellos estaba en una misión secreta.

Carmen y Teresa se miraron con extrañeza.

-¿Una misión secreta? ¿De infiltrado? ¿Eduardo Quiñones de infiltrado? – el estupor se reflejaba perfectamente en la cara de la comisaria. – ¿Y no fuimos al entierro?

-Ya había sido. Llamaron para que Javier se lo dijera a Quiñones, al ver que no daba señales de vida. Según este familiar, él les había dicho que era el único que estaba al tanto. Pero… es claro que Quiñones no está en misión secreta y que Javier está…

-Ya. En sus mundos. ¿Le has dicho algo a Quiñones?

-No. Ni lo voy a hacer. Está raro. Parece que odia a Jorge. Y de paso a todos los que le dicen algo que no le guste. O le pida algo. No me apetece nada decirle: Oye Eduardo, que nos hemos dado cuenta que nos has estado engañando con lo de tu tía unos cuantos meses. Que no vas a verla hace casi un año. ¿Me explicas lo de tu misión encubierta?

-Eso… su odio por Jorge, no lo disimula ni delante de él. El último día le noté a Jorge a nada de pedirnos no tener que verlo. Me dices lo que encuentre de esa denuncia. Ya hablaré yo con él con calma.

-Apuéstate algo a que nada.

-¿Por qué dices Patricia?

La aludida se llevó los dedos a la nariz e hizo un gesto de que le olía mal.

-Pues busca tú ese informe. – propuso Teresa. – Lo haría yo, pero en caso de que se enterara Quiñones, sería como enfrentarme directamente, ya que fue a mí a quien dijo que se ocupaba él.

-Por supuesto – afirmó Carmen – Me interesa mucho ese tema. Y si necesitas que llame a alguien, no dudes. O que vaya a ver a algún juez. No le digas nada. Y Teresa, tú no sabes nada de que lo vamos a hacer.

-Me pongo a ello.

-¿Te ha faltado al respeto? ¿A alguna de las dos?

-No me hace ni caso. Pasa de lo que le digo. – reconoció Patricia

-Cuando le vea se lo digo. Eso no se lo permito a nadie.

-Por cierto. No encuentran en el laboratorio las pastillas que tomaba Jorge. No han podido analizarlas.

-Pues sin ellas…

-Los análisis de Jorge, siguen dando casi las mismas dosis de esas sustancias que permanecen almacenadas, por decirlo así, en sus riñones e hígado. Su funcionamiento no acaban de … entenderlo. Manzano está en contacto con la Doctora Campos, que es una especialista en drogas. Creen que sigue teniendo efectos en Jorge. Es como si ante determinadas circunstancias, entraran en acción. Como si se liberaran y entraran en el riego sanguíneo.

-Eso sería casi como una droga inteligente.

-Sí. A lo mejor por eso, con lo de Galder, permaneció imperturbable y sereno. Y dio hostias con alegría.

-Esa puede ser la causa de que en la notaría y en el parque se pusiera tan nervioso.

-O que en la embajada actuara como un matón, insisto. Creo que lo del parque y la notaría es más porque no entraron en acción.

-No sé que decirte. Esas drogas le hacían convertirse en un pelele, en un alma en pena.

-Puede que aparecieran cuando ha estado en situación … nerviosa. Vamos, cuando perdió los papeles.

-De momento, Carmen, lo que opinemos es especular. Hasta que no nos cuente un especialista la composición exacta de esas pastillas y sus efectos…

-Se cargó a Galder a hombros. Y cuando me lo encontré no parecía ni cansado. Galder no está gordo precisamente, pero tampoco es liviano.

-¿Cómo está por cierto?

-Está… no sé que le pasa. Está… como… no sé explicarlo.

-Para mí desde lo de Javier, se acabó. No quiero saber nada de él. Fue una decepción. Espero que encuentre a alguien que le de dos hostias. Las que le he perdonado yo. – Patricia fue rotunda diciendo lo que pensaba de Galder.

-Entonces debíamos haberle dejado en esa sesión.

-Por mí sí. Él se lo ha buscado. Todo parece que lleva a eso. Y me callo, que no es nuestro caso.

-Es el hijo de Olga.

-Con Olga, al fin del mundo. Si me lo pide Olga, lo que me pida. De mí, no abro ni la boca por él. Lo siento. Es parte… tiene gran parte de la culpa de cómo está Javier ahora. Y a ese Sergio, pienso investigarlo a conciencia. No quiero que…

-Ya ha estado Jorge con él hoy. Se lo ha pedido Javier.

-No me jodas que…

-Parece que sí. Estuvo en las “novatadas” de la uni. Uno de los juguetes.

-¿Y le dejas a Javier…? Otra comedura de coco, como si lo viera. Aritz, otro que bien baila, Galder, el pobre Ghillermo y ahora… de repente todos esos fantasmas aparecen por los alrededores de Javier.

-De momento le está haciendo bien – dijo Carmen con cautela. – Dime de todas formas lo que habéis descubierto, que os conozco.

Teresa y Patricia se miraron.

-Es quien dice ser. No pasa como con Rubén. Desde los siete años, empezó a tocar el violín. Es un prodigio. Hasta que un buen día, hace unos meses, lo dejó. – explicó Teresa. – Es de familia de dinero de Salamanca. Patricio Plaza y Natividad de Plaza, sus padres. Mucho dinero e influencias. Ha estudiado con los mejores profesores de violín una vez acabada la carrera en el conservatorio. También toca el piano. Y por las notas que sacó en el Conservatorio, lo hace muy bien. Aunque su instrumento principal es el violín.

Teresa dio por terminada su exposición. Carmen notó que se guardaba algo. Abrió los brazos invitándola a seguir. Al final como no se decidía, se lo preguntó directamente.

-¿Me lo vas a contar?

Teresa suspiró. Sacó una tablet y puso un vídeo. Se lo acercó a Carmen.

Ésta abrió mucho los ojos y se llevó la mano a la boca.

-¿Esto está al alcance de todos? – preguntó Carmen.

Patricia se levantó de su silla y miró por encima del hombro de Carmen. Resopló indignada.

-No. Está en la Dark Web. Ya lo había visto hacía tiempo. Pero no conocía al protagonista. Cuando vi una foto que le sacó Aritz, me acordé. Y lo busqué. Me ha costado, porque encontré muchos vídeos de ese tipo… y verlos para ver si aparecía Sergio no es… plato de gusto. Por más que los veo no me hago inmune.

Carmen le devolvió la tablet sin terminar de ver el vídeo.

-Todos van tapados. Salvo los juguetes. ¿Conocemos a los dos que están con ese Sergio?

-De momento no. Pero… paciencia. El cuarteto que toca al fondo, puede que sea más fácil. Al menos sabemos que son músicos. Los otros dos, los que son vejados junto a Sergio, a saber.

Patricia miró su teléfono. Estaba recibiendo mensajes.

-Javier vuelve a Madrid. Tardará diez minutos en llegar a su apartamento. Allí está Sergio esperando. Jorge y Carmelo con Martín que se les ha unido, estarán todavía un buen rato. Parece que se han encontrado con media ciudad en el restaurante. Me dice que parecían…

-Las estrellas que son – zanjó Carmen con una sonrisa. – ¿Sabéis que os digo? Que ya es hora de largarnos. Es casi la una de la madrugada. Voy a tomar posesión de la casa de Javier. Toda para mí.

-Pensaba que ibas a ir al karaoke.

-Me apetece más el sofá del salón. Un buen pelotazo, unos bombones que me compré ayer en Mallorca, y un buen libro.

-Te copio la idea – dijo Patricia.

-Yo tengo que ver a mi querido marido.

-Seguro que te ha preparado la cena y …

Teresa se levantó riéndose. Dio un beso a cada una de sus compañeras a modo de despedida y se fue hacia su mesa para recoger sus cosas.

Patricia hizo un gesto con las mano señalando a su compañera.

-El que me diga que eso de que el amor es ciego es mentira, le contaré el caso del impresentable del marido de ésta.

-Ya se desengañará. Tranquila.

-Mientras no pase de nivel…

Patricia dejó en el aire su pensamiento, y salió del despacho de Carmen.

Les había costado mucho localizar a dos de los músicos que aparecían en el vídeo de Sergio Plaza. Las indicaciones que les había dado David, el primero que encontraron, resultaron ser falsas. A David le habían dicho que eran de Guadalajara. Fernando y Raúl hicieron un par de viajes allí y visitaron todos las academias, escuelas, el conservatorio de música… las tiendas de instrumentos musicales… Helga se dedicó también a pasearse por las tiendas y las academias de Madrid… sin resultado. Al final, cuando casi habían perdido las esperanzas de tener éxito, Helga tuvo suerte y una alumna del conservatorio los reconoció.

-Son de Burgos. Viven allí. Solo vienen para alguna actuación. Son muy raros. No se relacionan con casi nadie. Son un poco chulos además. Y no es que sean los mejores músicos del mundo. No son un Joshua Bell o un Nuño Bueno.

-¿Y eso? ¿Por qué crees que se comportan así?

-Deben tener amigos… importantes.

La joven hizo un signo de la mano para indicar que sobre todo se refería a que eran ricos.

-¿Cómo cuales?

-El profesor Gurpegui. Ese es la llave para llegar a los de la pasta.

-¿Heraclio Gurpegui? – Helga quería estar segura de que no había otro profesor Gurpegui.

-¿Lo conoces? – la chica se mostró inquieta.

-Tranquila, solo de oídas. No es de mi círculo de amistades y descuida, que no lo será nunca.¿Me puedes decir algo de ese hombre?

-Mejor me callo. Ya te he hablado demasiado.

La joven música no le dio la oportunidad de requerir alguna precisión más. Se alejó de ella como alma que lleva el diablo.

Fernando y Raúl se encargaron de nuevo de intentar localizar en Burgos a esos dos chicos, de nombre Humberto y Rafael. No les fue fácil hacerlo. Un profesor del conservatorio les dio un correo electrónico.

-No es seguro que contesten.

-¿Todo esto no es muy raro?

-Lo es. Fueron alumnos míos. Son buenos músicos. Les ofrecí tocar en la Sinfónica de Burgos. Parece que era poco nivel para ellos. Tuvieron oportunidad de entrar en la Orquesta de Castilla y León. Pero tampoco lo consideraron. Hubo algo que les cambió completamente. Se han convertido en dos personas con ínfulas de maestros. Y no lo son.

Raúl fue el encargado de camelarse a la encargada de la administración del conservatorio para que le diera los nombres completos de los dos músicos.

-Eran muy majos – le dijo la mujer.

-Camila, di lo que piensas. No va a salir de aquí.

-¿Se han metido en algún lío?

-Queremos evitar que lo hagan. Queremos ayudarlos. Digamos que, entre tú y yo, no frecuentan buenas compañías.

Mientras Raúl hacía esas gestiones, Fernando se dedicó a recorrer las principales escuelas y academias de música. Encontró a algunos profesores que los conocían. En una de ellas estuvieron dando clases a niños unos pocos meses.

-Pero lo dejaron. De repente parecía que no era un trabajo digno para ellos.

Cuando Fernando y Raúl se encontraron en el hotel, cambiaron impresiones. Al final decidieron llamar a Javier para contarle.

-¿Queréis que vaya?

-No han contestado todavía al correo. No sabemos si ni siquiera van a aceptar encontrarse con nosotros. Ya hemos localizado donde viven. Vamos primero a probar por las buenas. Si no, les haremos una visita.

Por la mañana, al encender sus portátiles, encontraron la respuesta a su correo. Una hora, un sitio. Todo muy escueto. Llamaron a Javier para informarle.

La cita la concertaron los músicos en el Pasarela, un bar que está en la Av. del Arlazón, una de las principales avenidas de Burgos que bordea el principal río de la ciudad. Los policías decidieron ir con tiempo. Se pidieron unos cafés y unas napolitanas para acompañar.

Acabaron su desayuno a la hora que habían quedado. Pero no apareció nadie. Cuando pasaba media hora de la cita, Fernando decidió mandarles un correo electrónico. A los pocos minutos, el correo les rebotó. No existía la cuenta.

Fernando sonrió para sí.

-Estos son bobos. Han eliminado la cuenta del correo electrónico.

Llamaron a Javier para contarle las novedades.

-Vamos a sus casas.

-Tranquilos. Dejadlo. Está claro que esos no están en disposición de ayudarnos. Id a ver la Catedral y las Huelgas. Coméis en algún sitio guay y os volvéis.

-Me pudre no echarles un ojo.

-Ya mandaremos a alguien ante el que tengan que agachar la cabeza.

-¿Jorge?

-Veremos – dijo Javier enigmático.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 43.

Capítulo 43.-

Álvaro no se quedó por la noche. Sobre las siete cogió el coche para volver a Madrid. La fiesta debía ser importante para él.

-Creo que está medio ennoviado con una chica. – apuntó Carmelo a Jorge cuando volvió de Madrid como posible explicación a su partida.

-No me creo que esa sea la explicación a la que has llegado en tu tanda de pensamientos respecto a la situación – le picó Jorge. – Y si son los comentarios que has visto en sus redes, no hagas mucho caso. Sabes que es Felisa, su representante, las que las controla. A mí más bien me da que va por dejarse ver, por tener contacto con productores y directores… ¿Tiene problemas de dinero? ¿No le van bien las cosas? Ya te comenté lo que Roberta me había contado que se decía de él. Y tanta insistencia de… en los wasaps de esos cretinos con el tema de si se muere de hambre, si…

-Puede que necesite su recuperar su fama de hombría. Si sus amigos empiezan a decir que es gay, puede que…

-Pues ya está. Él sigue con su vida y liga con quién le de la gana. Pero porque le salga, no para demostrar nada. Ha hecho de gay en pantalla.

-Bueno. Sí. Pero… que yo o Biel no tengamos inconveniente en decirlo, no significa que haya otros que lo oculten. Te puedo recordar a algunos que conoces. Nunca lo dirán en público.

-Ya, bueno. Vale. No es ninguna obligación decirlo. Pero esos no van por ahí… no es el mismo caso, ya. Da igual. ¿Qué sabes de su carrera? ¿Tan mal pinta para tener problemas de dinero?

-Algunos trabajos se le han torcido con esto de la pandemia. Como a todos. Pero no creo que sea tan grave. Está haciendo muchas campañas de publicidad. Y tampoco le faltan papeles en cine y en televisión. Y teatro. Está preparando una nueva obra y sigue con la que estaba haciendo, creo que no le quedan ya muchas funciones. Pero bueno. Ahí está. La peli de esa Lola y creo que le van a ofrecer un protagonista en breve. No digas nada, por favor. Y “Tirso”, claro. Cualquiera de los dos papeles para los que lo barajamos, son buenos papeles e importantes. Ya ves que lo siguen reconociendo y le piden fotos. Sus redes siguen con un tráfico importante. Suelo mirarlo de vez en cuando.

-Eso es lo que me preocupa. Que nunca había hecho tanta publicidad. – afirmó Jorge rotundo. – Empiezo a pensar que lo que me comentó Roberta el otro día tenía algo de fundamento. Esas publicidades no son… de calado. No son para alguien que tiene cuarenta millones de seguidores en redes. Y se nos olvida algo. Se nos ha olvidado el tema de los gastos. Puede que no sea un problema de ingresos, sino de que tenga algún vicio, que se haya enganchado a algo…

-¿Dices? No me lo acabo de creer. Es muy fuerte. Drogas no creo. Desde mi… enganche a ellas suelo tener una cierta facilidad para detectarlas. Y con él no es el caso.

-Puede ser el juego. O las apuestas. Y el sexo. Mira, hablando de la reina de Java. – comentó Jorge enseñándole la pantalla a Carmelo.

-¡Roberta! – saludó el escritor contestando la llamada.

-Jorge. Que alegría hablar contigo. ¿Te pillo bien? ¿No estás escribiendo en algún garito por ahí?

-Yo también me alegro de oírte. Tranquila, estoy de relax. ¿Tu hijo está bien? Me comentaron anoche de madrugada que había tenido un pequeño accidente.

-Haciendo el loco con la moto. Solo tiene una pierna rota. Para lo que podía haber sido… me dan ganas de darle de hostias por el susto que me ha dado. No sabes el ataque de ansiedad que me dio cuando me llamaron. Pero en lugar de eso, cuando me dejaron verlo, le comí a besos y a abrazos.

-¿Y se dejó?

-Como una lapa se pegó a mí. El jodido se asustó pero bien. Me da que no va a volver a subirse a una moto en su vida.

-Dale un abrazo de mi parte.

-Se lo daré. Se alegrará que te hayas acordado de él.

-Mándame su teléfono y luego le mando un mensaje.

-Quita. Que luego se siente gallito y te llama para hablar contigo. Que sabes que le gusta. Y no tiene vergüenza. Si veo que está plof, te pego un toque y le paso el teléfono. Sueles animarle cuando hablas con él.

-Como quieras. Pero si lo crees necesario, no dudes en llamarme. ¿A qué debo entonces tu llamada? ¿Es sobre Álvaro?

-No, no es sobre él. Pero ya que lo nombras, me ha llegado el mismo rumor por otro sitio distinto. Alguien está haciendo correr la noticia.

Jorge se quedó unos segundos pensativo.

-Ya. No me lo acabo de creer. Pero sea lo que sea… un bulo o que sea verdad… es un marrón. Acabamos de pasar unas horas con él. No le hemos comentado nada, pero… no parecía… preocupado. Salvo por el enésimo bulo sobre que a Carmelo y a mí nos habían matado. Le hemos preguntado de pasada si tenía problemas de pasta o de otro tipo. Pero… lo ha negado. No tiene por qué ocultárnoslo si los tiene. Puede que sea un bulo que alguien haga rular porque le haya quitado un papel o una publicidad… en todo caso es un marrón. Dime para que me has llamado entonces.

-¿Y si fuera porque está haciendo algo que le avergüenza? Puede que se haya metido en un círculo de hechos que… no sepa como salir y que cada vez le enreden más.

Jorge se quedó callado. No había caído en esa posibilidad. Empezó a tener la sensación de que Roberta sabía más de lo que le contaba.

-¿Y qué puede ser? No sé. Haremos alguna indagación. Anda cuéntame para que me querías.

-Poveda.

-¿Qué le duele ahora? Yo pensaba que se iba a refrenar un poco desde el otro día.

-Sigue con el tema de que has comprado las novelas por cuatro duros a tus alumnos.

Jorge se quedó callado, pensando. Suspiró resignado. No había caído en que Willy Camino había seguido ese mismo argumento en su diatriba contra ellos en el grupo de wasap de los amigos de Álvaro. En cambio, Guillem y Carlos habían esgrimido el otro argumento que los enemigos de Jorge utilizaban: que tenía un negro que le escribía las novelas. Y era también significativo que tanto el uno como el otro hubieran desaparecido de repente de la conversación.

-Y éste… a lo mejor te podías enterar de quién le azuza en contra nuestra. Me da que alguien le dicta los argumentos.

-Estoy en ello. Ese chico desde hace un par de meses no es trigo limpio.

-Pues lo primero, si puedes enterarte del vicio que tiene… juego, drogas, sexo, videojuegos, bolsa…

-Has tenido buena idea.

-Lo más fácil es que alguien lo tenga cogido por los testículos por la pasta.

-Lo mismo vale por tu amigo. ¿No se te ha ocurrido?

-Sí, tienes razón. Esos rumores… – Jorge se quedó callado unos segundos pensando… – me da que te guardas algo, Roberta.

-Álvaro es buen tío. Me jodería que tuviera problemas. Hay otros que ayudaría a que los tuvieran.

-A lo mejor algún día hacemos un intercambio de pareceres en ese sentido.

-Poveda va a hablar en el programa de la noche de la Televisión Integral.

-Diré a alguien que esté pendiente.

-Te dejo. Estoy en el hospital. Parece que ya me dejan llevar a Rodrigo a casa.

-Dale un beso de mi parte. Tenme informado.

-Haz lo mismo tú, por favor.

Jorge miró a Carmelo mientras colgaba.

-Insiste en lo de Álvaro. Y el amigo Poveda vuelve con lo de que he comprado mis novelas a mis alumnos. El mismo argumento de Willy, nuestro amigo Willy. Esta tarde en la tele Integral. No ceja en su empeño de hablar mal de mí.

Carmelo se lo quedó mirando. Sacó el móvil y le hizo un gesto a Jorge para que le perdonara. Salió a la calle para hablar. Jorge negaba con la cabeza. Para él era claro que no se habían dado cuenta de que su amigo pasaba por un mal momento. La única duda era saber hasta que punto era “mal momento” y a qué se debía en concreto. Tanto rumor… y Roberta no era una principianta. Si lo tomaba en consideración… es que lo creía posible. Aunque había intentado desviar su atención hacia los bulos interesados… Jorge empezaba a estar preocupado. Y que Álvaro negara cualquier problema… una idea apareció de repente en su cabeza. ¿Y si la razón del viaje a Concejo había sido contarles y enseñarles esos wasaps? Al fin y al cabo, después de contarles, habían comido los tres, se había quedado dormido y se había ido. Les había contado “a la fuerza”. ¿Era por ellos, para que supieran que terreno pisaban o era para pedir ayuda, intuyendo que tanto él como Carmelo se iban a preocupar por preguntar a su entorno? ¿Una llamada de auxilio o un aviso a unos amigos de los que algunos compañeros de Carmelo hablaban pestes?

Carmelo regresó con cara de desasosiego. Abrió los brazos a modo de gesto de incomprensión y duda, con toques de desesperación.

-Lo primero, Sergio se ocupa de estar atento al programa. Ya le habían llegado rumores. Del otro tema: Miguel no sabe nada. Y Arón tampoco. Pero se van a informar. Al comentarles, han recordado algunas cosas que no daban importancia. Ester va a la misma fiesta que Álvaro. Es una fiesta de la productora de Paco Remedios. Ha prometido estar atenta.

-¿Van juntos?

Carmelo se quedó mirando a Jorge. Parecía querer ver las implicaciones de la pregunta. No le había sonado como una pregunta inocente.

-No. Cada uno va por su lado. Han quedado en verse. ¿Eso tiene alguna importancia?

-Ya. – Jorge cambió entonces de tema – No te gusta Paco Remedios.

-No.

-Pero Álvaro es muy viejo para él. – afirmó con rotundidad Jorge.

-¿Lo sabes? Su afición a los chicos de dieciocho.

Jorge asintió despacio con la cabeza.

-Desde aquella serie ha cambiado mucho físicamente. Tiene más cuerpo.

-Pero sigue teniendo cara de niño.

-Entonces Javier Marcos debería atarse los machos. – Jorge sonrió marcando la ironía.

Carmelo se echó a reír con ganas.

-Javier tiene esa cara de niño, es cierto. Pero cuando la cosa se pone intensa, de repente saca treinta años de no sé donde y se los pone en la mirada. Y entonces, mejor no toser a su lado.

-Me has hablado muchas veces de él pero me estoy dando cuenta ahora de que te ha interesado conocerlo. No ha sido simplemente un policía que se ocupaba de tu caso.

-Es buena gente. A parte de ser un gran profesional. E inteligente. Y con una conversación muy interesante.

-Me lo apunto. A lo mejor hago un día por charlar con él – dijo enigmático. – Volviendo a nuestros amigos. Entonces ese Willy habla por hablar. Mira es que mientras llamabas por teléfono, me ha dado por pensar.

Jorge le contó lo que se le había ocurrido. Carmelo al principio puso cara de “se te va el argumento, escritor”. Pero según escuchaba a Jorge y pensaba en ello, se iba convenciendo de que no era tan descabellado.

-Eso supondría, creo yo, que los mismos de los que nos previene, son los que a él le… joden.

Jorge hizo una mueca de asentimiento.

-No lo tomes como… es cierto lo que te he dicho antes. Willy le da a la coca. A veces está pasadísimo. Lo has podido comprobar alguna vez que has coincidido con él. Una vez me lo comentaste. No creo para nada que nos quiera ver muertos. Y no sé de que…

De repente Carmelo se calló. Había recordado algo, pero prefirió callarse de momento. Tenía que hacer algunas llamadas antes de hablarlo en voz alta.

-¿Y si Poveda y el tuvieran… alguna relación? – dijo Jorge ante el silencio de Carmelo.

-Es cierto que el tema de que los que te escriben las novelas son tus alumnos… ¿Qué razón puede haber…? Yo creo que en realidad… Willy vería el programa o se lo contaría alguien.

-No hablan de las mismas novelas.

-Yo creo que a Willy le pierde la boca y la coca. Nombraría las primeras novelas de las que se acordó.

-Me pareció una cosa ocasional. Lo de las drogas, me refiero. No sé. Y lo de los wasaps, los estuve repasando antes… me parecen muy contundentes. Y los de sus amigos, igual. Destilaban odio a raudales. Tú te centras en el tema de las drogas. Que vale, puede que las tome. Pero… no. Ese Willy nos odia y tiene algo con Álvaro y el resto de ese grupo… un grupo nada bien avenido, por otra parte.

-¿Algo?

-¿Un negocio? ¿Una afición? No sé… y no dejo de dar vueltas a la idea de que cuando Willy cogió protagonismo, Carlos Murciego y el otro…

-Guille Recado.

-Eso. Los dos, desaparecieron del grupo.

-No sé que decirte. Se me escapa que puedan tener en común todos esos. Y que tipo de relación tengan.

-Dejémoslo, sí. Estoy cansado de pensar en conspiraciones y…

-¿Quieres que vayamos de todas formas a cenar a “Las cortinas del cielo”? Puedo llamar para anular la reserva. Pareces cansado.

-Joder, “Las cortinas del cielo”. Nunca recuerdo ese nombre. Antes lo he llamado de cualquier forma…

-Ya me he dado cuenta luego. Se te ha ido la olla. No te creas, que he estado pensando un rato a que restaurante te referías. Luego he caído que te habías liado con el nombre. Eso te pasa porque no has ido nunca a comer allí. De todas formas, lo de los nombres en tu caso empieza a ser preocupante. Ese restaurante, y el “Estanque de los encuentros” que no hay forma…

-Venga, vamos anda. Al final desde que vivimos juntos, salimos menos por ahí. Y eso no es bueno. Debemos hacernos ver, como Álvaro. – Carmelo lo miró con gesto de no creerse esa última afirmación de Jorge. Era claro que había hablado en tono irónico – Voy a mirar en tu armario y te mango una americana. No me he traído nada así aparente para salir.

-Lo que quieras. Pero no te pongas corbata.

Jorge hizo un gesto negando con la cabeza mientras miraba el teléfono que había empezado a sonar.

-Mira, llama Mártins. ¡Hola sobrino revenido! – dijo nada más responder la llamada.

-Tío, a ver si te pagas algo. Que el otro día no me hiciste ni puto caso.

-El mismo que me has hecho en las últimas semanas que no sé nada de ti.

-Pero si no me has llamao, ¡Qué dices!

-¿Cómo que no te he llamado?

-Pero poco. No has insistido.

-O sea que tengo que insistir, anda ¡Ahora me entero!

-No lo flipes, tío. Dime si quedamos y tal.

-Claro hombre.

-Pagas tú, que yo estoy canino. Y así me compensas el otro día en la embajada que no me hiciste ni caso.

-Vente a cenar con nosotros. Luego te quedas a dormir en casa, en Concejo. – le propuso Jorge. – Y así podemos hablar más.

-Te mando un coche para que te recoja – dijo Carmelo en voz alta para que le oyera Martín.

-Vale – contestó Martín feliz.

Jorge y Carmelo se cambiaron de ropa y partieron hacia el restaurante. Habían llamado ya para ampliar la reserva a tres comensales y habían pedido el coche para Martín. Candice ya le había avisado a Carmelo que les buscaba un hueco, a pesar de que estaba completo.

-¿Os importa que sea en la terraza? – le propuso.

-No por Dios. A mí me encanta – exclamó Carmelo. -Además Jorge no ha estado nunca en ella. Le va a encantar.

Esa terraza es famosa en todo Madrid. Es un sitio exclusivo al que solo pueden acceder pocas personas y con invitación de la dirección del restaurante. En general gente importante que quiere estar sin que le molestara nadie. Y sobre todo, a resguardo de las miradas del resto de clientes. Es un lugar idílico para encuentros secretos, negociaciones igual de secretas, operaciones bursátiles, políticas… Muchos de esas personas entran por una puerta discreta, sin tener que recorrer todo el restaurante. Así nadie se enteraba que estaban allí.

Pero Carmelo y Jorge entraron por la puerta principal. No pretendían esconderse de nadie. Al revés. Querían que fuera palpable que estaban bien y sobre todo, vivos. Carmelo saludó a Candice, la jefa de sala, con afecto. Le presentó a Jorge, al que no conocía. Ella enseguida le sacó uno de sus libros para que se lo firmara.

-Soy muy lectora suya. – dijo sonriendo. – Lo tenía aquí porque sabía que cualquier día vendría con Carmelo. Cuando ha llamado antes anunciando su visita, lo primer que he hecho es ir a mi despacho y cogerlo.

Jorge le hizo una dedicatoria y posó con ella para un selfie.

-Ahora, si no os importa, hacemos una foto oficial para el restaurante.

-Espera, mira, ahí llega Martín. Posamos los tres ¿Os parece?

-¿Dónde hay que posar? – preguntó Martín abrazando y besando con mucho cariño a Jorge. – Joder, lo que te he echado de menos, tío.

-Y yo a ti. Creía que habías dimitido de sobrino.

-Va, que dices. Eso en la vida. Y en todo caso serás tú, que no me hiciste ni caso el otro día. Sabes que te quiero lo más que se puede querer a otra persona. Mi vida hubiera sido otra si no llegas a aparecer aquel día en casa.

Jorge y Carmelo se lo quedaron mirando extrañados. Había sido muy intenso en su exposición del cariño que tenía a Jorge. Primero Álvaro, después Martín… parecía una epidemia. Luego Jorge cayó que a lo mejor había escuchado los mismos rumores sobre su muerte. Podría ser eso.

-Aunque a lo mejor luego tu madre se arrepintió de haberme invitado a aquella primera barbacoa donde nos conocimos. Tanto tú como tu hermano me adoptasteis como tío. – respondió Jorge saliendo de su sorpresa.

-No te digo que no – se rió Martín. – No, en serio. Están contentos de eso. En todo caso a veces un poco celosos. Como mi hermano, que cuando le he dicho que había quedado a cenar con vosotros le han entrado los celos. Le he dicho que se apuntara. Pero ya había quedado con los amigos de su novia. Y ya sabes que… su novia es su novia.

-Hasta que se la presente a tus padres y la espanten.

-Es que mis viejos son lo peor. De agradables se hacen cargantes. Aunque alguna vez he pensado que lo hacen a posta para que le dejen. Quieren a Quirce solo para ellos.

-¿A ti no te lo hacen con tus novios? – preguntó Carmelo.

-¿Yo novios? Si los mejores hombres que conozco para serlo sois vosotros y no tengo nada que hacer. Y si los tuviera, algo serio, nada de llevarles a casa.

-Me imagino que en la boda…

-Nunca me voy a casar.

-Eso también lo decía yo – apuntó Carmelo sonriendo – Y ahora no veo el momento de casarme.

-¿A sí? – Jorge puso cara de despistado – ¿Y con quién? Es la primera noticia que tengo.

Carmelo y Martín se echaron a reír.

-Que bobo eres. – Jorge volvió al tema de los novios con Martín – Debes tener una legión de chicos esperándote a que te decidas.

-Ninguno me ha hecho tilín. Para unos días, semanas… un par me duraron unos meses, bueno. Pero nada más. Y tío, no se te ocurra ponerte estupendo que sabes mis historias amorosas que te las he contado.

-Vaya, vaya, Jorge Rios ejerciendo de consejero matrimonial. – se burló Carmelo.

-Pues sí ¿Qué pasa? Yo de la teoría sé mucho. Y en todo caso, no sería consejero, sería confidente. Es más apropiado.

-¿Pero de la práctica?

-Pues al menos tanta como tú. No estamos hablando de folleteo. Que de eso Martín tampoco necesita consejos. Y yo tampoco, que cojones. Que tengo una vida antes de Nando. Y después – picó a Carmelo que se sonrió. – Aunque lo mío se más discreto.

-De eso, del folleteo, he aprendido sobre todo leyéndote. – Comentó Martín con cara de sorna – Tienes una novela “El mamporrero” que es alucinante. Así que aunque me intentaras convencer de que eres un monje cartujo, no me lo creería. Te lo juro Carmelo. ¿No la has leído? No está en la carpeta de Nadia. Aunque hubiera pagado por verla mientras la leía. Con lo estirada que es a veces.

-¿Es estirada? – le preguntó sorprendido Jorge.

-¡No me jodas que no te has dado cuenta!

Jorge se encogió de hombros. Su fama de conocer a la gente se iba a pique a la velocidad de la luz.

-¿Has leído esa novela, Carmelo? – preguntó Martín.

-Pues no. Estoy empezando ahora con la otra carpeta. Pero ya que lo dices, me pongo con ella. Me has convencido. Cuando acabe la que estoy leyendo, empiezo con esa.

-Creo que no se deja ninguna postura. Va sobre un profesor para practicar el sexo entre hombres. Es un tipo que en lugar de dedicarse a ser chapero, decidió poner un anuncio en el que daba clases de sexo. Los alumnos deben ir con una pareja. En ningún caso el profesor participa. Y ahí les va enseñando. Y cobra una pasta por clase. Y resulta que tiene un éxito del copón.

-¡Jorge! No me esperaba eso de ti. Has blanqueado a los voyeur. Él profe o es de piedra, o se tiene que poner a pajas después de las clases…

-¿A qué no me pega? Haré que no he oído lo de las pajas – se rió el escritor. – Y abundo en el tema, no sabes lo bien que me lo pasé mientras escribía esa novela. Ese es otro de los personajes que he escrito para ti, Carmelo. El profesor de sexo. Como les indicas las posturas, como se las corriges, como escuchas las dudas que tienen… como te implicas en que su relación de pareja, en lo referente al sexo, sea perfecta. Siempre les dices que, al menos, el sexo no sea el motivo de que la pareja no funcione. Huy, perdón, que no lo dices tú, lo dice Ricardo, el personaje del profesor.

-No me lo puedo creer… – Carmelo le miraba con la boca abierta. Le había dejado sin palabras. No sabía si Jorge le estaba tomando el pelo, si era cierto lo de que ese personaje era para él y sobre todo, lo que más le despistaba era la posibilidad de que lo hubiera escrito tomándole a él como modelo.

Martín se lo estaba pasando en grande viendo la cara de sorpresa que ponía Carmelo. Y no fingía en absoluto. Nunca se lo hubiera imaginado. Y como le picaba Jorge.

-Pero que conste que va de otras muchas cosas. – añadió Martín para llenar un poco ese momento de silencio, a causa de que Carmelo no sabía que decir – Es un novelón. Aunque me da que con tanta acción sexual y gay, si te decides a publicarla, no sería tu mayor éxito. Muchos heteros se sentirán incómodos.

-Puede ser un éxito entre las mujeres – apuntó Jorge.

-Óscar os acompaña a vuestra mesa en la terraza – les anunció Candice. Hasta entonces les había tenido esperando en una salita apartada de la vista. Su mesa no estaba preparada cuando habían llegado. Carmelo sabía que cuando comían en la terraza, si había dos grupos, a veces había que esperar a que todos los miembros de uno de ellos se hubiera sentado a la mesa y estuvieran convenientemente protegidos por los biombos y cortinas que tenían para tal menester.

Emprendieron el camino hacia la terraza. Iban por un pasillo abierto que bordeaba el comedor. Reconocieron a algunos comensales. En una mesa cenaban el Ministro de Interior con otras tres personas que ellos no conocían. El quinto les hizo un gesto con la mano para saludarles.

-Anda, Javier Marcos. – se extrañó Jorge. “Algo le habrá surgido de repente… le hacía con Sergio, llenándolo de caricias y arrumacos”, pensó para sí.

Carmelo y Jorge le devolvieron el saludo con un gesto con las manos.

Apenas habían dejado de prestar atención a la mesa de Javier Marcos, cunado Uno de los ocupantes de otra mesa se levantó y fue decidido a saludarlos.

-¡Sergio! – exclamó Carmelo al verlo. – Me alegra ver que no os han afectado esos rumores y que seguís haciendo vida normal. El programa ese, Jorge, nada de nada. Tonterías. No sabe ni de que habla. De todas formas, yo que tú empezaba a demandarlo. En otros casos te diría de dejarlo correr. Pero hay afirmaciones que dijo el otro día, algunas de ellas las ha repetido hoy sin que el presentador le cortara como hizo Susana Griso. Coméntale a Óliver. Está diciendo cosas que a lo mejor era bueno pararlas. O si quieres nos encargamos nosotros.

Lo de los comentarios de ese Poveda… no sé que decirte. A lo mejor se cansa.

-Uno de sus argumentos es que no le demandas. Así que… se envalentona y le sirve de argumento para decir que cuenta la verdad. Te recuerdo que ha dicho que eres un mafioso, que conspiraste para que aquel tipo muriera en la cárcel. Lo de que compras las novelas a otros… eso son bobadas. Además, no tiene un pase. Ese argumento se cae por su propio peso. Si fuera que tienes un negro que te las escribe, bueno, sería creíble. Que compras cada novela a uno distinto… no.

Lo hablo con Óliver y le digo que os llame. Puede que tengas razón. No había caído.

-Y acusarte de mandar matar a ese desgraciado. Eso yo no lo dejaría pasar. No se retractó de nada de lo que dijo. Ya no lo dice con esas palabras tan rotundas, pero… se le entiende.

-Tienes razón. Pero si le demandamos, se hará la víctima.

-Y si no, seguirá y dirá que no le demandas porque tiene razón. De hecho ya te he dicho que empieza a usar ese argumento.

-Hablo con Óliver. Tienes toda la razón.

-No descartes que busquen a uno de tus antiguos alumnos y le paguen una pasta por decir esas cosas.

-Acabaría en la cárcel.

-Tanto como en la cárcel … mira que cuando te pones dramático… – le contestó Sergio.

-En la cárcel. Depende de lo que le acusaran. Si alguien se presta a ese amaño, soy capaz de hacer todo lo posible de que lo acusen de intento de extorsión y de asociación con malhechores con ánimo de agredirme. Falso testimonio, perjurio o como se llame en términos legales. De fomentar el odio hacia mí. Estoy hasta el puto escroto de estas tonterías. Lo mismo que si logramos identificar el origen de ese bulo. Esos. Del ideólogo y de los propagadores. Que parece que hay uno cada día.

-Es algo tan deleznable que no quise molestaros. Y la verdad, tienes razón, cada día sale uno o dos distintos. Lo solemos solucionar en unas pocas horas. De momento está controlado. Ya tenemos comunicados preparados para lanzarlos en cuanto lo detectamos. Martín, me alegra verte pero sobre todo me alegra que hayas vuelto al trabajo.

-Gracias Sergio.

-Dales recuerdos a tus padres.

-Vale.

-Si necesitas algo, me dices. No necesitas pedírselo a Carmelo o a Jorge.

Martín sonrió a Sergio a modo de agradecimiento.

-Os dejo. Luego si tenemos oportunidad, charlamos un momento. Que últimamente no os pagáis un café ni aunque os disparen por medio Madrid.

Iban a reemprender camino, pero Jorge vio que le saludaban desde otra mesa. Sonrió alegre después de soltar una exclamación de sorpresa y fue a su encuentro con paso decidido.

-¡Ernesto! ¡Arturo!

Se abrazó al hombre que se había levantado el primero.

-Joder que alegría. – dijo mirándole a la cara al separarse del abrazo – ¡¡Arturo!!

Se abrazó también a un joven que esperaba de pie. Se le notaba la alegría que le producía el encuentro.

-¿Dónde está el peque? – preguntó Jorge.

-Como te oiga llamarle peque… – dijo Arturo sonriendo y haciendo un gesto con la mano de que ese “peque” era ya más alto que él. – Le tenemos en Londres. Trabajando en un musical.

-Joder, no me había enterado. Ernesto, joder. Parece que nos hemos cambiado los papeles. Tú callado y taciturno, y yo un poco menos callado y taciturno que lo que solía. Antes me llamabas y me contabas. Ahora nada.

-Es cierto. – comentaba Arturo – No te llama a ti ni a casi nadie. Se ha vuelto un solitario. Yo le echo de casa cada día. Le digo: ¡Llama a éste! ¡Llama a aquel y vete a tomar el aire por ahí! Pero no hay forma, Jorge.

-Pues haberme llamado tú, cabrón.

-Na, que luego me echa en cara éste que le quito los amigos.

-Tengo un hijo mayor que es bobo. – empezó a defenderse Ernesto – ¿Tú le oyes? Pero si no salgo porque es imposible hacerle salir a él de casa. La última vez que me fui, nada, una semana a hacer algunas presentaciones de la última novela, primero, que ni me quiso acompañar. Al fin y al cabo es coautor. Pero luego, es que no salió de casa. Para nada. Cada vez que llamaba a Doris para que me diera novedades, me contaba desesperada que ni siquiera se quitaba el pijama en todo el día.

Jorge meneó la cabeza bromeando. Se acercó a Arturo y le habló al oído. Éste sonrió y asintió con la cabeza.

-¿Me lo prometes?

-Que sí.

-Por cierto, no has dicho ni mú de la novela que te pasé – se quejó Ernesto.

-Sabes que me gusta leer, dejarla reposar, y luego volver a leer. Voy por la tercera lectura. Es… fascinante. Los dos estáis… sembrados.

-Es el único que es capaz de distinguir las partes que ha escrito mi padre y las que he escrito yo – explicó orgulloso de Jorge a Carmelo y Martín.

-Me alegra que Tomás al final se decidiera a volver a trabajar. Mira, como Martín. No sé si os lo había presentado. Me vais a perdonar… estoy tan contento de haberos encontrado que se me han olvidado las normas de educación.

-No, pero hemos oído hablar tanto de ti que eres como si fueras de la familia – le comentó Arturo tendiéndole la mano para saludarse.

-Ernesto, Arturo, sois caros de ver – dijo Carmelo abrazándose a ellos.

-Joder, que alegría haberos encontrado. – dijo Ernesto al que se le notaba también muy contento por el encuentro. – Mirad, os presento a Jero, un amigo, a su mujer Romina y a Raúl, un amigo de Arturo.

Los tres fueron estrechando las manos de los compañeros de mesa de Arturo y Ernesto.

-Luego si os apetece, acercaros a la terraza y tomamos un café.

-¿No molestaremos?

-Para nada. Como vuelvas a decir algo así, me enfado contigo, Ernesto – le avisó Jorge.

Se despidieron de ellos y volvieron a retomar el camino hacia la terraza. Martín aprovechó a saludar a un antiguo profesor que estaba en otra mesa, y al que había visto mientras hablaban con Ernesto y Arturo.

-Oye, pues sabes que es cierto. – le dijo sorprendido el profesor. – Tienes un aire a Carmelo del Rio. Ahora al veros juntos es innegable.

-Podemos pasar por hermanos – bromeó Carmelo rodeando el hombro de Martín con su brazo.

Martín les presentó a su profesor. Este quiso sacarse una foto con ellos. Los tres aceptaron sin problemas.

-Mi madre no me cree cuando le cuento que te he dado clases. – le dijo a Martín.

-Pues a ver si así la convences.

-Una cosa. – dijo el profesor poniéndose serio – He oído que tu madre quiere presentarse al puesto de Decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Jordán. Que el otro día se reunieron en tu casa los miembros de su candidatura: Erasmo Núñez, Isaías Romero y otros que ahora no recuerdo.

-No te puedo decir. Me he mudado. Solo voy a comer algún día que podemos juntarnos todos.

Carmelo y Jorge se miraron. No sabían nada.

-Si se presenta, seguro que será una buena decana.

-No creo que se presente. Yo al menos eso espero. – zanjó el tema Martín, que no se encontraba cómodo hablando de ese tema.

-He oído que es tu amiga, Jorge. Tú si la apoyarías. Y más ahora que vas a dar ese curso de Escritura Creativa.

-Es la primera noticia que tengo de que piense presentarse. Es mi amiga pero no me ha contado esa intención y hemos hablado recientemente. Puede que sea un rumor infundado. Nosotros – y señaló a Carmelo y a él mismo – llevamos unos días que cada día nos matan en una zona de Madrid. Así que no me extrañaría que fuera un bulo o un globo sonda. Además, Jacinto Penas, el actual Decano es también mi amigo. Sería una difícil elección. Él es el que siempre me ha apoyado. No he dado más clases o cursos porque no he querido. Él me ha ofrecido un sin fin de posibilidades. El curso de Escritura Creativa es idea suya.

-Vaya. La vida Universitaria es a veces complicada. Por eso la dejé.

-Roberto es catedrático en excedencia de la Complutense. – apuntó Martín.

-¿Y lo dejaste? – preguntó Jorge sorprendido.

-Sí. Tantas intrigas, tanta política. Estoy más tranquilo en el Instituto y en mi academia particular. De todas formas, se comenta que ese curso está ya al completo de inscripciones. Dos turnos, me dicen. Hay mucha expectativa por tus clases. Ya tienes buena fama de gran profesor. Todos los que han escogido tu asignatura hablan muy bien de ti.

Jorge respiró profundo y se encogió de hombros mientras pensaba como responder.

-Sabes más que yo. Tengo una reunión pendiente con el decano para que me cuente los detalles. No me suelo meter en ese tema. Respecto al curso, si es verdad que se van a hacer dos turnos, todo dependerá del juego que den los inscritos en cada uno de ellos. Serán posiblemente dos cursos completamente distintos.

-Un curso de esos planificado debe ser complicado de dar. Pero tener un planning en la cabeza e irlo cambiando cada día, dependiendo de la respuesta de los participantes… no sé si yo sería capaz de hacerlo. Y con dos grupos que pueden resultar como la noche y el día.

-Veremos a ver como va. Si no, volveré al plan que tengo en mi cabeza. Siempre puedes ir a ayudarme. ¿No te apetece ser mi adjunto?

-¿Lo dices en serio?

-Parece que Martín te tiene aprecio y consideración profesional. Valoro mucho su opinión.

-No sé si podría. Tampoco sé si les haría mucha gracia a los de la Jordán que un catedrático en excedencia de la Complutense se meta a ayudar a Jorge Rios, cuando debe haber tortas para ese puesto entre los docentes de la Universidad.

Se despidieron y retomaron el camino por enésima vez hacia la terraza. Martín propuso a Jorge y Roberto, su profesor, que quedaran un día para charlar de todo lo que habían hablado. En eso quedaron.

Carmelo le hizo un gesto al camarero para pedirle perdón por tanta interrupción.

Casi cuando habían llegado a la terraza saludaron a Jorge de otra mesa. Él les contestó levantando la mano y sonriendo. Sus ocupantes no hicieron intención de levantarse ni Jorge de acercarse. Si no, no iban nunca a sentarse a cenar.

-¿Quiénes son? – le preguntó Carmelo.

-Ni idea. Sé que los conozco. Pero no caigo en quién son. Al menos a dos de ellos, los dos hombres que están sentados juntos. El chico joven y a la otra pareja, no me suenan. Espero que luego no se acerquen a saludar. No hay cosa que más me pudra que llegue alguien a saludarte y dé la impresión de ser muy amigo, y yo no tener ni idea de quién es.

-¿Qué te daba ese profesor, Martín? – preguntó Carmelo.

-Literatura. E Historia del Arte. Es bueno. Le gusta enseñar y le gusta lo que enseña.

-Tuviste suerte. Encima todo un catedrático universitario.

-Con él sí. Con otros… me imagino que como todos. Otros profes que tuve eran unos mantas, aburridos y algunos muy creídos.

-Si es profesor de literatura, no será fan de mis libros. – apuntó resignado Jorge – No suelo ser el autor contemporáneo preferido de los profesores y catedráticos del ramo.

-No, al revés. Intentó que te llevara a dar una charla al colegio. Pero al final nunca concretamos. Y nos hizo leer “Esa maldita noche”. Luego la comentamos en clase. Y tuvimos que hacer un comentario de textos sobre un párrafo de ella. Otro de los trabajos que nos puso, nos dejó elegir un relato tuyo y tuvimos que escribir algo basado en él. O una continuación, un spin off… una reflexión… intentando seguir tu estilo. Hizo antes un análisis, que me pareció bastante bueno, de la estructura de tu forma de contar las historias.

-Estoy sorprendido. No me contaste nada de esto.

-Porque te hubieras empeñado en ayudarme y yo quería hacerlo por mí mismo. Y más encima siendo de tu obra. Cuando tocó Julián Marías te dije y estuvimos hablando de ello. Y luego leíste el trabajo.

Jorge sonrió resignado.

-¿De cual lo hiciste?

-“Un momento en la vida de Venancio Piñones Piña”.

-“Piñones de la Piña” – corrigió Jorge.

-Perdón. Le he quitado la mitad de la gracia al relato. Lo continué. Al profe le gustó mucho. Lo leyó delante de toda la clase.

-Menos mal que no lo hiciste sobre un relato no publicado.

-Pues casi. Pero caí en la cuenta a tiempo. Me gustaba para ese trabajo ese que se llama “Jamás”. Me inspiraba muchas continuaciones. Aunque si hubiera sucedido, al ser tu sobrino hubiera tenido disculpa. No hacía falta decir que lo había elegido entre 1287 relatos que tienes inéditos. Y subiendo. Esa cifra es de hace diez días. Y además no te quejes que el relato que llevé a donde Alsina, es de los inéditos y no uno de la carpeta de Nadia. Es más, está en la carpeta de los descartados.

-¡La madre que te parió! – se rió Carmelo. Jorge lo miraba con gesto divertido.

-Eso quiere decir que ninguno de los dos os habíais dado cuenta. Lo de Carmelo es entendible, pero lo tuyo tío…

-¿Te crees que con todo lo que escribe, puede acordarse ni de una décima parte de lo que tiene? – le justificó Carmelo. Jorge le sonrió. Le gustó la mirada de orgullo que tenía Carmelo ahora. Orgullo por él.

-Ya serán menos. ¡Qué exagerados sois! – Jorge intentó quitar importancia a la declaración de Martín. – ¿Escribiste esas continuaciones de “Jamás”?

-Sí.

-Pues déjame leerlas.

-Va, seguro que no …

Jorge le miraba fijamente.

-Vale. Ya te lo pasaré. Que pesao eres – Martín se echó a reír. – ¿Ves por qué no te conté en su momento? Me tenía que haber callado la boca. Y también querrás leer lo que escribí sobre los Sres. De la Piña.

-¿Quieres que me ponga de rodillas? Me pongo, no tengo problemas. Aquí, delante de todo el mundo.

Jorge amagó con hacerlo, pero Martín le amenazó con tirarle un cuchillo que había cogido de una mesa de apoyo cercana.

-Lo más que te va a pasar es que lo incluya cuando lo publique. “Jamás” es un relato largo. Puede ser una novela perfectamente. Y que incluya de propina el relato de los Sres. De la Piña e incluya tu addenda.

-Cualquier día os veo escribiendo algo los dos – apuntó Carmelo – Como Ernesto y Arturo.

-Na… si escribo fatal…

Jorge meneó la cabeza negando. Le estaba entrando ganas de darle una colleja. No estaba de acuerdo con su afirmación.

-Yo me apunto esa idea – dijo al final mirando a su sobrino muy en serio.

-Una lástima que no concretáramos lo de la charla en el insti. Hubiera estado guay.

-Pues a lo mejor podemos hacerlo ahora, aunque no estudies ya allí. Podríamos darla los dos.

-Si surge ya se lo comentaré. Pero es un rollo hablar con la editorial para tu agenda…

-Nada de eso. Me dices a mí y punto. O en todo caso a Sergio, se encarga ahora de mi agenda.

-¿Y si nos sentamos? Óscar en cualquier momento nos va a mandar a tomar el aire en Sierra Nevada. Le tenemos ahí de pasmarote, esperando. – les dijo Carmelo. – Le está costando más de veinte minutos recorrer los cincuenta metros que nos separaban de la terraza.

-Vamos, vamos. Se te nota cansado, Carmelo – le tomó el pelo Martín. – Necesitas sentarte. No disimules que te lo noto. Pones de excusa a Óscar…

Carmelo fue a defenderse atacando a su amigo, pero el comentario de un hombre que estaba a sus espaldas lo evitó.

-Los tres hombres más guapos del Universo.

Ovidio Calatrava era el hombre. Salía en ese momento de la terraza. Ellos justo iban a traspasar la puerta en el sentido contrario.

-Hemos estado meses sin vernos y ahora parece que nos encontramos en todos lados.

Jorge le estaba estrechando la mano. Sonreía. Luego Ovidio saludó a Martín y a Carmelo.

-Veo que te arrimas a buena gente Martín. ¿Cómo está tu madre? A tu padre le vi el otro día en el “Manjar”.

-Bien. Ya sabe, como siempre, pasando más tiempo en la Uni que en casa. Pero contenta. Creo que le oí el otro día que va a preparar una de sus barbacoas. Espero que asista. En la última se quejó de su ausencia.

-Los imponderables de la edad. Me dio un ataque de ciática. Me dijo el médico que me ponía un chute de no sé que, pero mira, esas medicinas de choque no me van. Prefiero curarlo despacio y sin meterme nada en el cuerpo que luego a lo mejor te estropee otra cosa.

-Me alegro de que ya esté completamente recuperado, por lo que veo.

-Sí, muchas gracias por tus buenos deseos. Dale recuerdos a tus padres. Oíd, una cosa, luego cuando acabéis de cenar, si queréis os unís a la reunión. Son todos conocidos vuestros.

-No te preocupes. Si habéis pedido intimidad será por algo. No queremos molestar. Hemos venido a relajarnos y a charlar e intentar tomarnos el pelo para reírnos un poco. Que al menos yo, lo necesito.

-Me he enterado de las últimas novedades. Pero mira, Jorge, debes estar orgulloso de ti. Al menos yo miraría por el lado bueno que tiene todo esto. Lo buscaría, vaya. Hace unos meses, si te hubiera pasado algo así, te hubieras hundido. Encerrado en casa o algo peor. Y ahora, mírate, como si nada, acompañado de tu familia.

-Es por ellos. No te creas. Y me gusta esa definición que has dado de ellos. Es cierto, son mi familia.

-En eso siempre hemos discrepado. En el tema de “por ellos”. Y sé que tú lo haces con los demás cuando sienten eso y ves las cosas desde fuera. Está además en tus libros. Lo dicen varios de tus personajes. Lo escribiste en “deLuis” y en “Madrid”. Debes estar y hacer por ti. De verdad, tienes tantas cosas que darnos a todos, tantas historias que regalarnos todavía. A tanta gente a la que animar… tantos amigos verdaderos, algunos que todavía no conoces, pero que necesitan de ti, de tu compañía…

-Y también tanta gente que me odia, tanta infamia y beligerancia, tanta envidia, tanta mentira, injuria…

-Eso es que has triunfado. Va con el éxito. Carmelo seguro que te puede dar un máster al respecto. Su fama será de las más potentes de su gremio. Cercana a la de los futbolistas o de los cantantes, que yo creo que ahora ocupan el top.

-Pero Ovidio. ¿Todavía estás así?

Un hombre había salido de detrás de los biombos y abría mucho los brazos para mostrar su impaciencia.

-Mira a quién me he encontrado.

-¡Anda!

El hombre se acercó a ellos con paso decidido. Parecía que se había alegrado de encontrarlos. Carmelo sonrió y le tendió la mano para saludarlo.

-Paco, que sorpresa. Parece que repetimos los mismos asistentes que en la embajada. Te hacía en la fiesta de tu productora.

-Sí. Lo mismo podemos estar meses sin coincidir que… Martín, da recuerdos a tus padres. Jorge, me han llegado rumores de que hay alguien que la tiene tomada contigo. De verdad, todo mi apoyo y solidaridad. Si puedo echarte una mano en algo, me dices, con confianza.

-Muchas gracias Paco. – Jorge agradeció sus palabras de apoyo.

-Luego me pasaré por la fiesta. Déjales a todos que desbarren sin que el jefe ande por ahí molestando. Si os apetece, ya sabéis que estáis invitados. Es en la Dinamo. Allí tenéis entrada preferente, ya lo sé. Así que con confianza.

-Ya veremos. Hoy llevamos un ritmo… Martín y Carmelo han estado rodando, y yo todavía no me he sentado desde las ocho de la mañana. Llevo unos días muy intensos y creo que necesito parar un rato.

-La invitación está hecha y os aseguro que seréis bien recibidos. Y me vais a perdonar, me voy a llevar a Ovidio a donde fuera que fuera, y lo llevo de vuelta. Que ya te vale.

-Llegar a viejo para que te traten como a un niño. – dijo Ovidio en tono resignado y sonriendo.

Todos se rieron.

Paco empujó ligeramente a Ovidio hacia la zona donde estaban los servicios exclusivos para los clientes de la terraza. Ninguno de los tres dijo nada. Se giraron y se fueron hacia la zona que les indicaba el camarero. Cuando se sentaron, Óscar bajó una especie de cortinas para separar del resto de la terraza.

-Tienen si quieren un servicio para ustedes solos.

-Una pregunta. En aquella zona hay también unos servicios exclusivos.

-Sí. – contestó Óscar el camarero de manera rotunda, pero a la vez, dejando claro que no iba a responder a nada más que se relacionara con las circunstancias del otro grupo. Al igual que no contestaría a nada relacionado con ellos.

-No me mola cenar así, como encerrados – dijo Martín.

-Es cierto. Óscar, por favor, levanta las cortinas. No estamos en una misión secreta.

-Como gusten. Entiendo que si alguien quiere saludarles…

-No hay problema. Si lo hay, ya están nuestros escoltas.

-De todas formas, tanto Ovidio como Paco Remedios ya nos han cortado el rollo.

-Pues que les den – respondió Carmelo con determinación. – ¿Por qué tienen que hacerlo? Tú fíjate en las vistas, Jorge. Y en el ambiente. Parece que estamos en plena montaña.

-Pues también tienes razón. Y coincido contigo. Tenemos que venir un día a comer. Tiene que ser todavía más impresionante con luz.

-Es distinto. Imprégnate de este aroma. Verás como la comida sabe distinta a causa de él. Aroma a verde, a pino, a eucalipto, a resinas… y esos sonidos del bosque… de la noche… esta sensación solo es superable con la de “El Estanque de los encuentros”. De noche es maravilloso. Estar un rato allí tumbado, te hace renacer de nuevo.

-¿Desnudos o vestidos?

-Que bobo eres, escritor. Para eso, da igual.

-Y de paso, querido sobrino, me vas a contar eso de que tu madre quiere presentarse a decana de la mano de los que me quieren echar de la Universidad. Que ya me podías haber avisado.

-No sé de que va mi madre. Por eso no te he contado nada. Hasta aclararme.

-Pues aclárate contándome.

-Y de paso, nos cuentas de tu mudanza.

-Luego. Ahora disfrutemos de las vistas y de la comida. Tiene razón Dani, esto es maravilloso. ¿Que música queréis que ponga?