Necesito leer tus libros: Capítulo 116.

Capítulo 116.-

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-Este es un caso curioso. De esta mujer nadie sabe nada. Los que reconocen su foto, resulta que no saben donde vive. En las fincas de alrededor de la de Arlen, no, desde luego. Las hemos recorrido todas.

-No solo no saben donde vive, no saben nada. Ni el coche que conduce, ni su teléfono, ni si usaba tarjeta de crédito, ni de donde era … nada. Y ya llevaba más de tres meses por la zona.

-Un absoluto misterio.

-Tres meses, pero recuerda ese comentario que nos han hecho que estuvo de viaje un par de semanas.

-He hecho que me miraran por las fechas, casos de maltrato como el que nos contó. Y nada parece que coincida. Los que podría ser, se han puesto en contacto mis compañeros con las mujeres, y no son. Y las vacaciones, un absoluto misterio. Desde luego, en avión, no ha viajado.

-¿Y lo de los hijos?

-Tampoco. Nada.

-Sería de otro estado.

-He hecho que comprobaran en los estados vecinos. Y en Washintong. Nada.

-Mira. ¿Esa no es la inmobiliaria que buscábamos?

Olga señaló un local a la derecha de la calle por la que transitaban.

-Que curioso, tiene algunos anuncios en español.

-Esperemos que eso sea una señal y tengamos suerte. A ver si nuestra “Isabel” alquiló alguna casa aquí.

-Como sea la misma suerte que hemos tenido en las anteriores … nos quedan solo tres más.

Ventura dio un par de vueltas para aparcar. No tuvo suerte, así que en la esquina más cercana a la inmobiliaria, se subió a la acera. Sacó los rotatorios adhiriéndolos al techo y puso un cartel de FBI bien visible sobre el salpicadero.

-Si es que aparcas como yo. Es otra señal.

-¡Olga por favor! No seas cansina. Estoy muy bien en Estados Unidos.

-¡Qué mal mientes!

Olga le dio un golpe amistoso en el brazo antes de bajarse del coche. Se colocó bien la ropa y cogió la chaqueta que llevaba en el asiento de atrás.

Un policía se acercó a ellos. Ventura fue a su encuentro y le enseñó su acreditación. Olga miraba a su alrededor. Tenía que reconocer que esa ciudad, Winston-Salem, tenía un cierto encanto. Ventura le hizo una seña para que se acercara.

-Muestra la foto a Charles. Va a hacernos el favor de compartirla con sus compañeros. A ver si por un casual tenemos suerte y alguno se ha encontrado a esa mujer.

Olga le pasó la foto por Bluetooth. Y el amigo Charles la compartió inmediatamente con sus compañeros.

-Si nos haces el favor de avisarnos … – Ventura le había pasado su número de teléfono.

-De todas formas estaremos en esa inmobiliaria – le dijo Olga.

-Si hay novedades, les digo.

Cuando dejaron al policía, Olga le preguntó el por qué de su acción.

-Ya hemos preguntado en la jefatura de la policía de la ciudad.

-A veces los polis a pie de calle tienen incidentes o les llama la atención algo que no es lo suficientemente importante para dar parte o hacer un informe. Esperemos que suene la flauta.

Al llegar a la inmobiliaria, Olga le dejó pasar primero a Ventura. Éste se dirigió al único ocupante en ese momento de la oficina. Llevaba su acreditación del FBI abierta y se la mostró en la puerta de su despacho acristalado. Era un hombre que aparentaba unos treinta y tantos años, que tenía gusto vistiendo aunque no llevaba el típico traje con corbata. Lucía un corte de pelo clásico, con raya a la izquierda. Cara cuadrada con una nariz ancha, piel jugosa con un cierto brillo, debido seguramente a las cremas con la que se cuidaba la piel. Y hacía bien, pensó Olga, porque parecía gustar mucho de tomar el sol, aunque a la comisaria le pareció que ese moreno era de rayos uva. Tenía un cuello ancho, musculado. Era claro que siempre había practicado deporte y que lo seguía haciendo. Llevaba anillo de casado. Olga se fijó que en la mesa tenía las fotos de dos niños, que debían ser sus hijos, aunque su parecido con él era prácticamente nulo, por no decir que no se le parecían en nada.

-Si quieren información de alguna propiedad, les rogaría que volvieran en media hora. Mis agentes se han puesto de acuerdo para salir todos a la vez. Tengo que terminar un informe para un cliente que llegará en veinte minutos.

-Nos puede servir usted. Solo queremos que nos informe sobre esta mujer. No le llevará más de cinco minutos. Es importante.

Olga esta vez, había empleado el español adrede. Había notado un cierto acento en el habla de ese hombre. Pensó que era el hacedor de los carteles en español que habían visto en el exterior. Éste la miró sorprendido.

-¿Española?

-En realidad los dos lo somos – dijo Ventura también en español, tendiéndole la mano para saludarlo.

-¿Un español en el FBI? ¿O la acreditación es de pega?

-No. Es una historia larga de contar.

-¿Y usted? – el hombre miraba a Olga.

-Yo soy policía española.

Olga sacó su acreditación y se la enseñó a ese hombre.

-Perdón, no me he presentado. Manuel Saavedra. Soy el dueño de esta inmobiliaria. ¿Unidad Especial de Investigación? Debe ser importante su caso para venir hasta aquí con los flecos de la pandemia.

-¿Y como ha recalado tan lejos? – le preguntó Ventura para obviar la respuesta a su pregunta.

-Es una historia larga. Como la suya – sonrió con un poco de ironía. – Al final me casé con una estadounidense y ya no me quedó más remedio que echar raíces. ¿Y en que les puedo ayudar?

-Estamos buscando a esta mujer. – Olga le enseñó la foto que llevaba en el móvil. Era la foto común de todos los asistentes a la reunión a la que asistieron en la finca de Arlen, y que hizo a petición de Jorge, pero recortando al resto. No era la mejor foto, pero no tenían otra. Había sido imposible encontrar una mejor.

Hizo un gesto de estar pensando. Cogió el móvil y la amplió un poco. Luego hizo lo contrario.

-El caso es que de primeras, os hubiera dicho que no la conozco. Pero … hay algo que me hace dudar. Algo en la foto que … no sé encontrarle el sentido … ¡¡Joder!! ¡¡Claro!! Lo que me suena es la finca. Esa galería de fondo … esa finca la hemos vendido nosotros. Conozco perfectamente el sitio.

-¿Hace mucho de eso?

-Unos dos años. Nos costó mucho. Los anteriores ocupantes fueron digamos … poco recomendables. La finca tenía mala fama.

-¿Por un casual la compró Tirso Campero?

-No. – Manuel sonrió. – Sí, pero la compró a nombre de una sociedad de su propiedad. Me creo que usted es esa comisaria de la que tanto habla, sobre todo en los últimos tiempos.

Ventura no pudo evitar sonreírse. Olga se había quedado momentáneamente sin palabras.

-Sí, es esa comisaria. Eso quiere decir que usted mantiene el contacto con Arlen. Y sabe de sus historias.

Manuel se levantó de su silla y fue a cerrar la puerta de su despacho. Mientras volvía a su sitio, les invitó a sentarse. Suspiró antes de contestar.

-Nos conocimos en ese … sitio. Yo tuve más suerte y logré escapar antes. Uno de los “clientes” se apiadó de mí y me proporcionó la huida. Yo era mayor que Arlen. Fui un tiempo como su hermano mayor. Mi tiempo en ese sitio se acababa.

-¿Le ayudó Tirso?

-No. Tirso todavía, cuando me fui, era uno más. Se encargó un tipo al que le caí bien y que no iba a esas fiestas a lo que los demás, sino porque no tenía más remedio. Pagó, me sacó de allí, me preparó papeles nuevos y me empaquetó hacia aquí. Lo he contado de forma que parece que todo pasó en dos días. Fue casi un año de preparativos. De clases intensivas de inglés y de francés. De cultura de Estados Unidos. De preparar papeles. Documentación nueva. Y cuando a él le pareció que estaba preparado, me envió aquí. Unos amigos suyos me ayudaron al principio. Lo siguen haciendo. No hemos perdido el contacto. Y al cabo de los años, pude montar este negocio.

-¿Y como acabó Arlen aquí?

-Antes he dicho que Tirso todavía no era ese Tirso, pero ya iba preparando el camino. Nos enseñó la importancia de retener los datos importantes en la memoria para no confiarlos a un cuaderno o a otro dispositivo. Nos aprendimos nuestros datos, nuestros teléfonos. Todos tenemos un teléfono que proviene de esa época, aunque no sea el que usemos ahora. Lo encendemos todos los días en algún momento. Y luego, Arlen y yo mantuvimos el contacto. Cuando Tirso lo arregló para que él tuviera otra familia, después de que el escritor le salvara, ya empezamos a hablarnos con más frecuencia. Al final le convencí para que se viniera y se olvidara de su “familia”.

Una vez que acabó su explicación, volvió a mirar la foto.

-Se hacía llamar Isabel. Y contaba una historia de que había sido víctima de maltratos … – apuntó Olga con la esperanza de que algo de lo que dijera, hiciera que el agente inmobiliario recordara algo que les pudiera ayudar.

– Joder, vale. Ya sé quien es. Pero está cambiada de cuando vino a vernos. Llevaba unos pendientes muy estrafalarios. Y uno de esos pañuelos que le envolvían el pelo. Una especie de turbante, de buena tela. Elegante. Con clase.

Olga y Ventura se miraron. Olga volvió a coger el teléfono y envió la foto a Kevin y a Yeray.

-Es la mejor forma de que nadie se fije en otros rasgos. Algo llamativo que fije la atención – se explicó a si misma, más que al resto.

Ventura levantó las cejas. Acababa de darse cuenta de todo. Soltó una maldición en voz baja. Se estaba flagelando mentalmente por lo idiota que había sido. Le cogió el móvil a Olga. Miró la foto. La movió, la amplió, decenas de movimientos en pocos segundos.

-Es ella, joder. La puta del MI5. Soy idiota. Lerdo. El policía más inútil del Universo. Estuvimos horas hablando con ella. Nos contó esa historia que se inventó … es buena la cabrona.

-Somos, querido. Somos lo peor. Nos dejamos engañar por el entorno, por su bonhomía, por su … que buena es la jodida, tienes razón. Como nos ha tomado el pelo. Nos hemos pasado una semana buscando, sin darnos cuenta de nada. ¿Es la causa de que Arlen y sus compañeros hayan desaparecido?

Manuel se encogió de hombros.

-No me lo dijo. Me avisó de que había activado su plan de evacuación. Algo hubo que le asustó.

-¿Y ese plan en que consiste?

-Cada uno de los miembros, tiene un refugio seguro que no conoce nadie. Ni el resto. Arlen sabe que hay traidores. Cuando detecta algo sospechoso, da la orden. Todos se van a esos refugios sin decir nada al resto. Hasta que pasa el peligro o descubren al traidor.

-Algo te diría. Confía en ti. – Ventura le miraba fijamente.

Manuel se echó a reír. Olga le miraba con la misma intensidad.

-Desde luego, os definió a la perfección. Él creía que vuestra presencia en la fiesta de los viernes, había asustado a alguien. Y había precipitado lo que fuera que tenía pensado.

-Isabel. – maldijo Ventura. – Antes Rosa María. Antes Roxanne. Y los putos ingleses la siguen protegiendo.

-¿Vendiste algo a esa mujer?

-Alquilar. Una casa en un barrio residencial, tranquilo, con poco movimiento. Es un barrio con muchas casas en alquiler. Esas casas ahora son más modestas en cuanto a tamaño, pero provienen muchas de ellas de fincas más grandes.

-Poca gente fija que se fije en los vecinos y coja confianza con ellos. Un vecindario de anónimos. Nadie conoce a nadie.

-Exacto.

-Pagó en dinero. – sugirió Ventura.

-Los seis meses. Por anticipado.

-¿No te mosqueó?

-No es tan raro. Los dueños de esas casas, lo prefieren. Y no tienen escrúpulos. Les da igual, mientras tengan el dinero en el banco. Y si lo tienen de golpe y al principio del contrato, pues mejor. Así no corren el riesgo de que se de a la fuga dejando algún pufo.

-¿En teoría estará en esa casa?

-Si no se ha dado a la fuga …

-¿Sabías que había tomado contacto con el grupo de Arlen?

-No, no. Además, si me la hubiera encontrado en las visitas que le hago regularmente, no la hubiera reconocido. Me hubiera pasado como a vosotros. Solo hablé un día con ella. El resto se encargó mi compañero Dilan.

Olga se asustó al escuchar ese nombre. Buscó una foto de Rubén.

-¿Es este Dilan?

Manuel se echó a reír.

-No. Dilan tiene cerca de los sesenta años.

-¿Reconoces a este Dilan?

-Lazona. No lo conozco en persona. Pero Arlen me habló de él y de su hermano gemelo. Mirad, ahí vuelve mi Dilan.

-¿Cómo sabes que el de la foto es Dilan?

-No lo sé. Me has dicho que lo es y lo he tomado así. Según me han contado, son como dos gotas de agua. De hecho, solían divertirse intercambiándose. Hasta alguna marca física, debieron hacer por tenerla los dos.

Le hizo un gesto con la mano a su empleado para que entrara en el despacho. Le preguntó por la mujer que ellos conocían por “Isabel”. Solo les pudo decir el nombre que le dio a él:

-“Margaret Smit”, sin h al final. Me lo recalcó varias veces.

Olga movió la cabeza sonriendo.

-Trucos para que te quedes en la memoria con unos datos y olvides el resto.

-¿Y ya acabó el período de …?

-No. Le quedan dos meses.

-Necesitaríamos la dirección.

-Ahora mismo la busco.

El empleado de Manuel salió y fue a su mesa.

-¿Esta mujer estaba incluida en el protocolo de huida?

-Hasta donde yo sé – respondió Manuel mientras esperaba la dirección – Arlen solo tiene en ese plan a gente que conozca de siempre. Y aún así, ninguno puede revelar al resto el plan que tiene. O sea, el paradero de Arlen, no lo conoce el resto. Ni el de Ethan o de Jimeno. Si esta mujer estuviera incluida, que lo dudo, porque si apareció después de alquilarnos esa casa, Arlen no se fía de nadie hasta pasado mucho más tiempo. Además, esa mujer no era víctima de Anfiles, eso está claro. Podría serlo de la otra rama, la de las mujeres, pero no es Anfiles. Por edad, tampoco podría serlo. Es muy mayor. Y Arlen a quien cuida y protege, son a los que son como nosotros.

-Esta decía que era víctima de maltratos por parte de su marido.

-Arlen nunca confiaría en ella. Para los asuntos serios de verdad. No la echaría, si decía que había sufrido maltrato. Tampoco le confiaría sus secretos. A ver, una cosa: en realidad Arlen no se fía de nadie. Sabe que muchos de nuestros compañeros optaron por pasar a ser parte de la organización. Se pasaron al enemigo, por así decirlo. Y también sabe que hay gente buscando a los escapados y a los que pueden recordar o saber sucesos que pongan en peligro a los disfrutones de esas fiestas. A esos hijos de puta que saciaban sus instintos con niños indefensos.

-La casa no parecía tener medidas de seguridad.

-En eso, estáis muy equivocados.

-¿Habría alguna posibilidad, si hubiera por un casual cámaras grabando, ver esas imágenes?

-Si preferís os mando al móvil la ubicación. – Dilan acababa de entrar – y os envío también una foto de la casa.

-Mejor.

Ventura le dio el número de su teléfono. Al cabo de unos segundos, ya tenía esa información.

-Seguís aquí.

Charles, el policía, acababa de entrar en la inmobiliaria. Parecía contento y excitado.

-Unos compañeros vieron a esa mujer. Hace solo unos días. Tuvo un altercado con un joven. Éste se puso histérico en medio de la calle. Esa mujer la estaba acosando, decía.

-Como si lo viera, la gente a su alrededor la apoyaron a ella.

-Sí. Pero los compañeros que acudieron, no lo tuvieron tan claro. El chico se refugió en su coche en cuanto llegaron. De hecho, les pidió que lo detuvieran. La mujer empezó a contarles a mis compañeros una historia de que tenía una enfermedad mental, que ella era su tutora y que debía ingresarlo en el hospital del que se había escapado. Parecía tener mucha prisa, no hacía más que intentar acercarse al coche para llevarse al joven. Ellos se lo impidieron. Le requirieron documentos al respecto que acreditara la tutoría y la enfermedad o el ingreso en la institución que decía, pero dijo que se los había olvidado en casa. Entonces mis compañeros decidieron llevarse custodiado al chico, que pareció aliviado. Ella insistió en que cometían un error, pero ellos le dijeron que pasara por comisaría para llevarles los documentos, y que entonces hablarían.

-¿Cuántos compañeros acudieron?

-Dos patrullas. Cuatro compañeros. Primero llegó una patrulla, pero uno de ellos no lo vio claro y pidió el apoyo de algún compañero. A los pocos minutos apareció la segunda. El protocolo es quedarse a la expectativa preparados para actuar. El caso lo seguían llevando los dos compañeros que llegaron los primeros.

-O sea con la mano sobre el arma y en posición de desenfundar – explicó Ventura a Olga.

-Muchos para cargárselos. – dijo ésta. – Tuvieron suerte. Si se llega a quedar la primera patrulla, a lo mejor hubieran acabado malheridos. Y se hubiera llevado al joven.

-Había además mucho despliegue de seguridad en esa zona. Había un acto con el Alcalde y el Gobernador en un auditorio cercano.

-Pues eso salvó a tus compañeros. Al menos a los dos que acudieron los primeros. Estuvieron acertados. ¿Y el chico?

-Una asistente social habló con él en comisaría. Ya estaba tranquilo. Sus explicaciones le parecieron de una persona cuerda y sin problemas mentales. Fue contundente y ordenado en sus explicaciones. Acreditó convenientemente su identidad. Comprobamos que todo lo que había contado la mujer sobre su ingreso en ese hospital psiquiátrico, era falso. Dijo que le abordó en la calle y que le quería obligar a acompañarla. Que le puso lo que le pareció una pistola en los riñones. Le dejamos libre. Le ofrecimos protección, pero él dijo que no la necesitaba. De todas formas dimos orden de búsqueda de la mujer, pero en las cámaras de los coches, nunca se le pudo ver la cara. Se ocultó en todo momento. Lo que si observamos es que iba armada.

-Tenemos su dirección. Deberíamos ir a hacerla una visita.

Olga negó con la cabeza.

-Pero no solos. A buscar a esa mujer no vamos a ir a pecho descubierto. Decide si los SWAT o los equipos especiales de asalto del FBI – Olga era contundente.

-Pensaba que eras buena tiradora. – Ventura la miraba con ironía.

-Y luego me haces tú el papeleo por disparar en suelo estadounidense siendo policía española. No sabemos el armamento del que dispone. Soy lanzada, ya lo sabes. Pero de eso a ser temeraria, va un abismo.

-Si le parece bien, agente Carceler, llamo a los SWAT.

-Avíseles, Charles, que es peligrosa. Es una asesina a sueldo muy peligrosa. Suele trabajar para agencias de espionaje. El MI5 parece que es su mejor cliente. Y la han protegido contra viento y marea.

-Llamo al jefe de policía y que él decida.

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Ventura llamó a Peter Holland para contarle. Éste inmediatamente se puso en contacto con el Jefe de Policía de Wiston-Salem. El mismo Peter Holland cogió un helicóptero que lo llevó hasta la ciudad. Olga y Ventura lo esperaban a pie de pista, acompañados por el Jefe de policía y sus ayudantes. Mientras llegaba, ya se había montado un dispositivo de vigilancia alrededor de la casa que tenía alquilada la sicaria.

-¿Seguro que es ella? – fue la primera pregunta que le hizo a Olga mientras la daba un beso como saludo.

Olga le tendió el móvil. Kevin había contestado a su wasap. Echaba espumarajos por los dedos al escribir la respuesta. A parte de rogar a Olga encarecidamente que tuviera cuidado y que no se fiara.

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Es buena la cabrona”

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Yeray le mandó otro wasap. Estarían juntos, como siempre, pensó Olga.

-¿Y Jorge?

-Estoy esperando que acabe una cosa para llamarlo. Luisete, uno de sus escoltas, me avisará cuando quede libre.

Peter Holland entonces dejó a Olga y Ventura y fue a saludar al grupo del Jefe de la policía de Winston-Salem. En ese momento, dos helicópteros del FBI tomaban tierra a unos metros de ellos. El Jefe de operaciones del FBI había decidido de acuerdo con el Jefe de Policía que se iba a encargar ellos. Al estar relacionado con espionaje, era un tema del FBI.

-Pasemos al edificio – les invitó el Jefe de Policía – Estaremos más cómodos para hablar.

El grupo al completo, caminó siguiendo al jefe de Policía. Había preparada una sala con una gran mesa alrededor de la cual se sentaron todos. Allí esperaban Charles Nimitz, el policía que les había ayudado y David Human y Patricia Dallas, la pareja de policías que acudieron al altercado.

-¿Es este el chico al que atendieron?

Ventura les pasó el móvil con la foto de Ethan.

-Sí. Es él. Parecía un chico muy educado y con la cabeza muy asentada. Luego, pensando en todo lo sucedido, hizo lo que tenía que hacer para evitar ese secuestro. Parecía bien aleccionado. Casi nadie hubiera reaccionado así sin estar preparado.

-¿Les dio alguna dirección o modo de contactar con él?

-Nos lo dio, pero no hemos tenido suerte al intentar llamarlo. Está apagado y con la batería quitada.

-¿Tienen a mano ese número de teléfono que les dio?

-Sí. Se lo paso por mensaje – les dijo la mujer policía.

-Esta mujer – en una pantalla en un lateral de la sala había aparecido la foto de Isabel tal y como era sin maquillajes ni disfraces – es una reputada asesina que suele trabajar para los Servicios Secretos. Hemos de reconocer a nuestro pesar, que alguna vez la CIA la ha contratado.

-Seguramente a instancias del MI5. Tenemos acreditado que está en su plantilla.

-¿Aunque haga trabajos fuera aparte?

-Los trabajos que hace siempre son por cuenta del MI5, aunque pague otra agencia. Que sea una organización gubernamental, no significa que los intereses de los que trabajan en ella sean siempre altruistas.

-¿Lo dices por experiencia propia? – Peter Holland miraba a Olga fijamente.

-Pues sí que has tardado en enterarte – Olga no dudó en ningún momento de que se refería al caso del Intercontinental, con las escuchas y la aparición estelar del CNI. – Algunas de esas organizaciones se escudan en proteger al país, cuando solo quieren proteger a determinadas personas que han actuado mal, que han cometido algún delito pero que ocupan cargos de responsabilidad.

-O que tienen mucho dinero.

-Otras de esas personas a veces trabajan para esas mismas organizaciones.

-Eso ahora mismo, no viene al caso. A no ser que te refieras a que una de esas personas pudientes que trabajan para alguna agencia de espionaje, cometa un delito contra el honor, o maltratando a niños o mujeres, que incluso mate a alguno o algunos.

-O se dedique a traficar con órganos o personas. O con drogas.

-Perdonen, pero nos estamos perdiendo – dijo el Jefe de Policía molesto.

-Disculpen – les dijo Olga – Nos ha podido la premura y estamos intercambiando opiniones sobre temas que ya teníamos en cartera.

-Les pido disculpas – dijo Peter Holland.

-Ventura, Olga. ¿Qué proponéis?

-Tal y como están las cosas, creo que habría que asaltar esa casa y detenerla. Puedo pedir que algún juez español expida una orden internacional de detención.

-Ya la hay. Dos jueces españoles la emitieron en su momento. No están rebatidas – dijo uno de los colaboradores de Peter Holland. – A parte hay otras tres de Italia y dos de Francia.

-Parece que se mueve cerca de España.

-Salvo esta vez, que se ha venido hasta Estados Unidos. Creo que es española de nacimiento. Aunque todo lo que creemos saber relativo a esta mujer, lo pondría en cuarentena.

-No dejas de ser un trabajo relacionado con España y Francia. – apuntó Ventura – Podríamos considerarlo como un fleco.

A Olga le empezó a sonar el móvil. Era Luisete, tal y como había quedado.

-¿Quieres videoconferencia o llamada?

-Mejor videoconferencia. Estamos en una reunión y sería interesante que hablara con todos.

-Pásame a Ventura y lo preparamos.

Olga le tendió el móvil a Ventura.

-Un segundo que enchufo el móvil a la pantalla.

El agente se levantó y corrió hacia el otro extremo de la sala. Un asistente de Peter Holland se aprestó a ayudarlo.

-Ya está listo – afirmó Ventura.

Nada más lo dijo, Jorge apareció en pantalla.

-Buenas tardes a todos – les saludó Jorge en inglés. – Olga, siempre que me llamas estás entre una multitud.

-Prometo que la próxima vez que hablemos, lo hagamos en privado. Tengo ganas de una charla larga y tranquila contigo.

-Nos debemos remontar casi a tu reencuentro con Dani para tener una charla así.

-Nuestros ritmos de vida no son los adecuados para ello.

-Pues dile a Peter Holland que te suelte ya de una vez. Y vuelve. Se te echa de menos.

-¿Lo conoces? – preguntó Olga sorprendida. El aludido pareció sorprendido.

-Ocupa un puesto en el que le sacan muchas fotos. – dijo Jorge cauto. Pero Olga supo que era una disculpa. – ¿Cual es el problema hoy?

-El problema es esta mujer – Ventura había tomado el relevo de Olga que estaba un poco descolocada por la forma de actuar de Jorge. Parecía enfadado.

Jorge al ver la foto se quedó callado. Miraba fijamente a la pantalla que debía tener para verlos a ellos.

-La del otro día en la reunión para esa barbacoa – dijo de forma neutral.

-¿Algo más?

Jorge se quedó pensativo. Olga lo conocía y sabía que su cabeza estaba buscando. Cuando Jorge resopló todavía más enfadado, Olga supo que había encontrado el recuerdo.

-¿Esta vez la diplomacia se va a encargar de nuevo de que se vaya de rositas? Ahí no está Quiñones, al menos.

-¿Es ella entonces?

-La amiga Rosa María. Que llenó de artilugios espías la casa de Dani para saber todo de él y de Cape. La que se cargó al vecino de Dani. La que casi mata a Yeray en las Hermidas. Y la que casi me mata a mí en el parque. A parte de herir de nuevo a Yeray y a Kevin.

-¿Por qué has citado a Quiñones?

-Porque él la liberó cuando siendo Dani un crío, después de que lo sacara de esa fiesta y que tú te ocuparas de su recuperación, cuando acabó esa película que tú sabes, intentó cargárselo en una entrega de premios. También lo intentó después de lo de la Hermida, cuando todos pensabais que estaba de vuelta en Inglaterra en aquel estreno, en la que hubo tantos problemas con gente que parecía querer agredir a Dani. A esa persona a la que protege el MI5 y la CIA ¿Verdad Joker? No le valió la terapia del olvido. Sigue queriendo matar a Dani, por si un día recuerda.

Peter Holland se movió inquieto en su silla.

-Trabajo para el FBI.

-Me alegra oírlo, Mr. Holland. Actúa como tal y detén a los asesinos.

-Eso vamos a hacer.

-Si la detenéis, procurad que no se tome su cápsula de cianuro. Dientes postizos. Ya conoceréis esos trucos.

-¿Nos confirmas que es Rosa María?

-Os lo confirmo. Esta vez ha optado por un disfraz menos estrafalario. ¿Arlen y los demás?

-Desaparecieron. Están a salvo.

-¿Sabes a quien buscaba?

-Al chaval pelirrojo – contestó Ventura.

Jorge afirmó con la cabeza. Se le crispó el gesto.

-¿Os puedo ayudar en algo más? Os debo dejar. Tengo una comedia a medias y debo salir a escena.

-Muchas gracias Mr. Rios – le contestó el jefe del FBI – No dudes de que trabajamos en el mismo campo.

-Me alegra oírtelo – esta vez Jorge había empleado el español. Peter Holland se sonrió. Aunque su respuesta la dijo en inglés.

-Tenemos una conversación pendiente. – le dijo en tono muy circunspecto a Jorge.

-Cuando tú quieras. Un beso, Olga, Ventura. Y cuidaros. Por favor, no os fieis de las primeras impresiones. Cread vuestros argumentos alternativos a lo evidente. Pensad en mis novelas y en los giros que hay en ellas. Son los giros de la vida. Pensad que la realidad siempre supera a la ficción. Todos sois policías y lo sabéis. Un saludo a todo el mundo. Espero tener la oportunidad en un futuro de hablar con ustedes de temas más agradables y con menos premura de tiempo.

La conversación se cortó.

Ventura recogió el teléfono de Olga y volvió a su lado. El silencio se había apropiado de la sala. Levantó mucho las cejas cuando estuvo seguro que no le podía ver nadie. Olga suspiró y amagó una sonrisa.

-Mr. Holland, el equipo de asalto está en sus puestos.

-¿Nos vamos? ¿Jefe?

Había hablado Mr. Holland. Después de pedir conformidad al jefe de policía, había mirado a Olga que afirmó con la cabeza.

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El Jefe de la Unidad de asalto del FBI estaba explicando la situación en una furgoneta en la que tenían el puesto de mando. Tanto el jefe de policía como el Jefe de operaciones del FBI escuchaban atentamente.

-No hay indicios de movimiento dentro de la casa.

Olga suspiró intranquila.

-Quisiera ver los planos de la casa. Y los planos de todas las casas de alrededor. Estas cuatro casas parece que en un tiempo no muy lejano estaban unidas o pertenecían a la misma comunidad. Ésta de aquí – señaló la edificación que estaba a la derecha, sobre una foto de Google Maps – da la impresión de ser un antiguo almacén o granero, reconvertido después en vivienda. Si es así, habrá pasadizo entre ellos. Pasadizos subterráneos.

-En este claro – abundó Ventura – da la sensación de haber un refugio. Puede que venga desde la Segunda Guerra Mundial. O desde la Guerra fría. Fueron muchas familias las que se lo construyeron con mayor o menor dispendio.

-Es solo una asesina.

-Bueno. Investigó antes de irse a vivir al lado de Carmelo del Rio. Logró entrar en su casa sin que los sistemas de seguridad que tenía instalados Carmelo, la detectaran. Puso cámaras, micrófonos un montón de artilugios con la finalidad de saber todo lo que hacía o hablaba.

-No parece una simple asesina.

-No la ha captado todavía ninguna cámara de la calle. Ni la de los coches de la policía. No hay que subestimarla. En su caso, hacerlo, suele costar vidas.

-Jorge salió con vida.

-Jorge va muy protegido. – afirmó Olga con voz gélida. – El día en el parque, podía habernos costado cuatro vidas al menos.

-Vuelve a estudiar el tema Graham – le dijo Peter Holland al jefe del equipo de asalto. – Pide todos esos mapas. Jefe Roberts – ahora se dirigía al jefe de policía – sus efectivos podrían ir preguntando por el barrio por esas cuestiones.

-Se lo iba a proponer. Según me han contado los agentes que se enfrentaron a ella, les pareció una mujer muy resolutiva, con muchos recursos. Y fue capaz de improvisar y preparar una historia sobre la marcha. La opinión de mis hombres está en la línea que expone la comisaria Rodilla.

-Si la intención era la de matar a ese joven…

-No se equivoque. No quería matarlo. Si no, estaría muerto. Quería llevárselo. Quería respuestas. ¿Sobre qué? Pues ni idea. Deberíamos encontrar a ese joven.

-Me creo que no volverá a cometer otro error. – afirmó Ventura con seguridad.

-Tardaremos al menos una hora en estudiar todo esto.

-Pues nosotros, si no os importa, nos vamos a comer. Tengo hambre – dijo Olga en tono serio. Miró a Ventura que levantó las cejas sorprendido.

-Iros. No podéis hacer nada aquí.

Olga no se lo pensó y salió del furgón. Ventura la siguió.

-Me estás poniendo en un compromiso con mi Jefe.

Olga movió la cabeza apesadumbrada.

-Es cierto. No he sido consciente de ello. Si crees que es lo que debes hacer, quédate. Me he equivocado al hablar por ti. Perdóname.

Ventura se movió intranquilo.

-¿Dónde quieres comer?

-Manda un mensaje a tu padre y dile dónde estamos y dónde podemos comer con seguridad. No me fio de nadie ahora mismo. Y no tenemos inhibidores.

-¿A mi padre?

-A tu padre.

-Luego espero que me lo expliques.

-No creo que necesite explicarte nada.

Olga lo miraba de una forma que no admitía réplica. Ventura la hizo caso. A los pocos minutos recibió un mensaje con el nombre del restaurante y con el camino andando hasta él. Estaba cerca de dónde estaban.

-Apréndete la contraseña, para que no tengas que mirarla en el móvil.

-Llevo toda la vida siendo hijo de mi padre – ahora era Ventura el que habló bruscamente.

-Perdona. Como antes te has hecho el loco … – la comisaria hizo una pausa antes de volver a hablar – Sabes que te aprecio. – Olga había suavizado el tono. Eso hizo que Ventura se relajara.

-Eres imposible, Olga. – dijo sonriendo.

Caminaron a paso vivo hasta el lugar que les había indicado Rodolfo Carceler. Ventura entró el primero y fue al atril donde estaba la jefa de sala. Ésta les saludó con una sonrisa preguntándoles si tenían mesa reservada, a lo cual, Ventura en tono decidido, respondió:

-El granjero fue el culpable de la muerte de su mujer.

El gesto de ella se hizo más amable si cabe. Les hizo una señal para que les acompañara. Les llevó a una mesa al fondo que tenía un cartel sobre ella en la que decía “Reservado”.

-Pueden hablar con libertad. Esas luces que rodean la mesa, son inhibidores de grabaciones de todo tipo. Si alguien les quiere sacar una foto, sus rostros saldrán difuminados. Aquí les dejo la carta.

-Cada vez estoy más perdido – le reprendió Ventura a Olga. – Pienso que no me estás contando nada.

-No te cuento lo que no sé. No puedo contártelo. Hay cosas que … te dije el otro día que tu jefe no parece que esté jugando esta partida en las mismas condiciones que nosotros. Jorge hoy nos lo ha indicado amablemente.

-Amablemente no. Estaba verdaderamente enfadado. Nunca le he visto así.

-Cuando le investigaste ¿Le seguiste muchas veces?

-Sí.

-¿Viste a sus protectores?

-Algunas veces – acabó reconociendo a regañadientes. – No es fácil. Tienes que saber que están para detectarlos.

-Eres bueno.

-Tengo buen maestro.

-Uno de los mejores, es cierto.

-No me has dicho que conoces a mi padre.

-No lo conozco. Lo conoce Javier. Y Garrido.

-No dejáis ni un cabo suelto. Tenéis contactos en todos los ámbitos: políticos, jueces, servicios de inteligencia, policías extranjeras …

-Pretendemos seguir vivos mucho tiempo. Y ganar esta batalla. El padre de Javier la perdió. Y nosotras fuimos testigos de primera línea. Carmen y yo. No queremos que pase lo mismo ahora. Estamos al mando. Muchos policías dependen de nosotros. Ponen sus vidas en nuestras manos. Queremos que tengan la mejor protección posible. Dentro de que es una guerra desigual. Ellos son poderosos y mueven los hilos. Para poder contrarrestar eso, debemos jugar fuerte.

-¿Quién ese esa persona tan poderosa que todas las instituciones inglesas lo protegen? Esa que quiere ver muerto a Carmelo y a Jorge.

-No te lo puedo decir, porque no lo sabemos. Pensamos que es un miembro destacado de la Casa Real. Pero no lo sabemos. Y miembros destacados, hay unos cuantos. Pero puede ser un Primer Ministro, o el Presidente de la City. O del Banco de Inglaterra.

-¿Por eso ese tipo tan bestia se coló en esa fiesta? En la que sacó Jorge a Dani. Para matar a éste.

-Es una posibilidad. Como está muerto, no podemos preguntarle.

-¿De causas naturales?

-Oficialmente sí. Pero creo que alguien le ayudó.

-¿Los protectores de Jorge?

-O sus mismos “amigos” que creyeron que se había convertido en un problema.

-¿Amañaron la autopsia?

-Sí. Su muerte ocurrió en Suiza, cuidado, no murió en España.

-¿No sería Jorge? He oído que el tipo ese le amenazó de muerte.

-Nunca lo haría. No lo necesita. Lo dijiste tú el otro día.

-Una cosa es pensarlo. Otra es comprobar que es cierto.

-Pensaba que lo tenías por cierto. Lo dijiste en tono seguro el otro día.

-Ya. Bueno.

-Ventura. ¿Qué te pasa? De repente pareces agobiado. ¿Qué ha cambiado hoy?

-¿Ya han decidido lo que van a comer?

-Sí, – respondió Ventura a la camarera – dos hamburguesas del nº 3, dos del 6, una del 10 y una de 9. Dos de patatas grandes. Dos mazorcas de maíz y una ensalada de la casa.

-¿Esperan a alguien?

-Llevamos dos días sin comer. – Ventura sonrió con pena.

-Aún así …

-No se preocupe. Mi amiga tiene buen estómago.

-¡Anda! Como si tú no comieras. No se preocupe, que nos lo vamos a comer.

La camarera se fue no muy convencida.

-Me da a mí que nos va a graduar la comida. – se burló Olga.

Ventura se echó a reír.

-Pues nos dará tiempo a que nos entre más hambre y tengamos que pedir otra hamburguesa.

-Creo que ya estamos servidos.

-¿Estás enferma Olga?

-Es que me vas a quitar el placer de mangarte la ultima media hamburguesa.

-Se siente. Ahora dime que piensas que va a ocurrir cuando asalten la casa.

-O que haya huido después de su fracaso con Ethan o que haya un fregao importante de tiros.

-O que esté bien escondida.

-Esperamos que el FBI sea capaz de encontrar unos planos de la zona decentes. Se me ha olvidado decirles que amplíen el radio de estudio. Si se vino a vivir aquí, es que lo había estudiado bien.

-Le mando un mensaje a Holland.

-Sí, mándale. Como cosa tuya.

-¿Quieres que me gane honores?

-Quiero contrarrestar mi error de meterte en una discusión que era solo mía.

-Formamos un equipo.

-Pero tú te vas a quedar aquí. Y estás bajo sus órdenes y bajo su protección. Yo me iré dentro de unas semanas.

-¿Ya no quieres que me vaya contigo?

Olga se echó a reír.

-Claro que quiero. Pero hoy la cosa está muy seria. No quiero agobiarte más. Me he dado cuenta que no tengo derecho a meterte en esta batalla tan … incierta. Ser policía tiene sus riesgos. Todos los días. Pero … nosotros acabaremos por llevar escolta todos. Javier ya la lleva. Jorge y _Carmelo no van a mear sin que les sigan dos de sus escoltas. Miramos debajo de los coches, vamos siempre con chalecos antibalas. Y todo esto no va a ir a mejor. No quiero que tomes tu decisión por mi insistencia.

-Mi padre al final viene el viernes.

-¿Sigues queriendo que me una?

-Por supuesto. Así lo conoces. Así no son solo Javier y Carmen quienes conocen a mis padres.

-¿Como sabes que Carmen los conoce? Antes no la he citado.

-Por lo que dijo el otro día.

-A mí no me lo ha contado – se excusó la comisaria.

-Creo que igual que tenéis secretos con Javier, de la época de su padre, como las excursiones salvadoras de Jorge, vosotras tendréis vuestros pequeños detalles que os guardáis para vosotras.

-Muchas veces no es por tener secretos, es por proteger a esas personas. Ya irás comprobando que saber cada detalle de este caso, puede ser frustrante. Te puede hacer caer en una depresión. En el desánimo. Es la mejor manera de no poder enfrentarte a todo esto.

-¿Y Jorge? ¿Cuantos secretos guarda? ¿El tampoco puede enfrentarse a todo?

-Muchos. Por eso lo quieren matar. Y por eso se ha protegido pareciendo un lelo. Por eso ha guardado bien en un recodo de su cabeza de difícil acceso, gran parte de ellos. Eso le ha permitido seguir adelante, a parte de encontrarse con Carmelo ya en la edad adulta.

-¿No es por sus novelas, por querer robarlas todas? Por lo que le quieren matar, digo.

-Eso es a más. Los disparos, en el caso de Jorge y Dani, vienen de muchos sitios. La amiga que ha aparecido, trabaja para acabar con ellos enviada por los que quieren proteger el prestigio de un personaje que no sabe medir lo que hace con lo que sale por su bragueta. Y que tampoco sabe medir la fuerza con la que pega a los niños o jóvenes que debería proteger. Es un tipo que le gusta dominar. Y para eso se busca a los más inocentes, para sentirse el dueño de la vida de los demás. Pero seguramente, con un adulto de su misma condición, de su misma edad y extracción social, sea un paria, un blandengue.

-Y ese tipo tan poderoso ¿No se le ocurrirá contratar a otro asesino si esta Rosa María, como la llamas, cae?

-Posiblemente. Aunque quizás el MI5 empiece a desentenderse del tema. Y sin el apoyo de esa agencia de inteligencia, puede que no lo tenga tan fácil.

-¿Y el CNI?

-Esos siempre han estado. Ahora han enseñado la pata. Como el MI5, como la CIA, piensan que los demás somos tontos y no nos damos cuenta. El CNI además, tiene muchas … partes, muchas facciones. No todos en su organigrama siguen los designios de Triana, su jefa actual. Ella está vendida desde el primer momento a esos … poderosos … tiene el mismo concepto de salvar el país que te decía antes. Piensa que es salvar a esa gente poderosa, con cargo, que actúa mal. Y que pagan, claro. No se dan cuenta que esos son los que de verdad atacan al país. Si esta organización ha salido indemne todos estos años, es porque la han estado protegiendo. Porque han maniatado a los policías que en algún momento han querido descubrir la verdad.

-Es todo muy complicado.

-Lo es, sí. Ya te lo he dicho antes.

-Aquí tienen.

Para sorpresa de Ventura y Olga, la camarera les había traído casi todo el pedido de golpe. Lo que cabía en la mesa.

-Que pintaza tiene todo. – dijo Olga alegre y salivando.

-Come despacio.

-Sí, papá.

-Que boba eres a veces – se burló Ventura.

-Come. Que si no te voy a quitar …

-¡Ni se te ocurra! – Ventura hizo un gesto con los brazos para proteger sus hamburguesas.

Mientras comían, los dos dejaron los temas de trabajo en un rincón, apartados. Hablaron de otras cosas de las que les solía gustar comentar. De música, de cine, de las cosas que a Ventura le habían sorprendido de la forma de vivir de los americanos. Reconocía que a muchas de esas cosas no se había acostumbrado.

-No es que no me acostumbre. Es que no me siento cómodo. No me gustan. Es otra forma de relacionarse. Hasta los de origen latino o europeo se comportan distinto.

-Pero también es enriquecedor.

-Sí, lo que quieras. A parte, todo es tan grande … las distancias son … pierdes mucho tiempo en desplazamientos.

-Madrid es muy grande también. Antes de venir a estados Unidos, era tu ciudad.

-Quizás ya estaba hecho a ella. Pero no sé, en tu entorno, puedes encontrar casi de todo a distancias razonables. Si quieres comer en el Diverxo, pues vale, puedes tener que hacer una distancia grande. O si quieres ir a un musical en la Gran Vía. O para trabajar … pero es que aquí, todo parece estar a kilómetros. Llega a agobiar a veces.

La camarera les llevó las últimas hamburguesas. Y les puso otras dos raciones de patatas a cuenta de la casa. Ventura se echó a reír porque la mujer les miraba casi como si fueran extraterrestres.

-Menuda idea se está llevando de nosotros.

Siguieron comiendo con tranquilidad. Parecía que todo lo que les había pasado ese día les había dado todavía más hambre de la que solían tener. Ventura tuvo la tentación de pedir algo más de comer, pero Olga le disuadió.

-Tomemos un postre que nos guste a los dos, que si no, a esa mujer la vamos a volver loca. Luego cenamos como Dios manda.

-Tampoco hemos mentido antes. Ayer apenas comimos y no cenamos más que un perrito caliente en ese puesto frente al hotel.

-Es que el hotel de esta vez, nos pilla más lejos … y no hay nada alrededor.

-¿Ves lo que te decía antes? Y con lo cansados que solemos acabar, da pereza buscar un sitio para cenar como nos gusta.

-La verdad es que con el tute que llevamos, se agradece algo cercano.

Ventura recibió algunos mensajes.

-Están asaltando la casa.

-Crucemos los dedos – dijo Olga.

-¿Vamos?

-Para qué. No pienso entrar a pegar tiros. Ya nos avisarán cuando acabe el asalto.

Ventura se echó a reír.

-Y luego os metéis con Javier que en los asaltos se va al bar.

Olga se unió a la carcajada.

-Te quedas con todo, cabrón.

-Es lo que debe hacer un policía.

-¿Ves por qué quiero que te vengas?

-¿No habíamos quedado en que te habías rendido? ¿Ya se ha acabado la tregua?

-Lo de antes ha sido solo un momento de debilidad.

Ventura volvió a recibir unos cuantos mensajes.

-Peter Holland requiere nuestra presencia.

-¿Dice algo de lo que ha pasado?

-No.

-¿Nos trae la cuenta por favor?

Ventura sacó su tarjeta de crédito para pagar.

-Su padre ha pagado la cuenta. Me ha pedido que le recuerde que han quedado a comer el viernes. Los tres.

Ventura no supo que decir. Olga tomó la palabra.

-Transmítale que no se nos ha olvidado. Muchas gracias por todo. La comida estaba muy rica. Si nos pilla en Winston, esté segura que volveremos.

-Les esperamos con los brazos abiertos.

.

Anduvieron a paso rápido. Olga estaba intranquila. Los dos lo estaban. Los mensajes de Holland, habían sido muy crípticos.

Al llegar, las caras que vieron no eran las que se esperaba de una operación que había salido bien. Los gestos eran de frustración. Había llegado otro equipo del FBI. Olga reconoció a los agentes especiales con los que habían compartido vuelo a Nueva York cuando fueron a ver al hermano de Sergio. Nada más ver a Ventura, se metieron con él.

-Venturita, mira a ver que nos haces perder el tiempo. A ver si de una vez el Jefe se da cuenta de lo inútil que eres y te manda de una patada a España.

Peter Holland apareció por sorpresa. La mirada que les lanzó a esos agentes, les hizo callar de inmediato.

-Mirad la pantalla a ver si aprendéis algo – les dijo en tono duro.

-¿Qué ha pasado Peter? ¿Habéis encontrado los planos de este grupo de edificaciones? ¿Túneles, refugios?

-Mis hombres no han encontrado indicios de nada de eso. Hace un rato, los policías de la ciudad que preguntaban casa por casa, han escuchado algunos comentarios que afirman que los había.

-Chorradas de viejos – contestó el que siempre le había parecido a Olga el jefecillo de ese grupo de agentes.

-O sea que damos por hecho que los hay – dijo mirando de forma despectiva al grupo.

-Yo lo tendría presente, sí – el jefe del equipo de asalto se adelantó a Peter Holland. La mirada que les dedicó a esos agentes no era precisamente de admiración. – Parte de mi equipo se ha puesto a investigarlo con la policía de la ciudad. Han ido al Ayuntamiento.

-¿Y que ha pasado? No me has respondido – Olga miraba a Mr. Holland.

-Prefiero que saquéis vuestras propias conclusiones.

-¿Ha habido heridos?

-No tranquila. Id contando vuestras impresiones. Jimmy os irá grabando.

Olga fue a hacer un comentario, pero se arrepintió. Le daba la impresión de que iba a dar una clase a todos esos agentes y no le parecía justo. No, porque el examen parecía ser a Ventura. Un miembro del equipo de CSI les acercó las fundas para los zapatos y un gorro para el pelo. También les dio unos guantes de látex.

-¿Vamos?

Olga asintió con la cabeza. Ventura tomó la iniciativa y fue delante.

-El asalto ha sido por aquí. Cuatro miembros. Dos cubriendo. Han derribado la puerta con explosivos. En los goznes y en la cerradura. Luego han empleado ariete para apartarla.

Entraron en la estancia. En el suelo había un cuerpo. Ventura y Olga iban pisando las huellas de los miembros del equipo de asalto. Olga señaló las ventanas.

-Gases. Todavía se puede percibir el olor. Hay otro olor que …

Ventura se puso en cuclillas al lado del cadáver. Hizo una mueca y se puso la mascarilla. Olga le imitó.

-Lleva muerta tres días.

-¿Tanto? – preguntó Olga. – El color me da la impresión de que … yo le echaría dos días. No mucho más.

-Hace fresco. Y por la noche haría más. Esa ventana no la han roto al tirar los gases, ya estaba rota de antes. Aquí todavía refresca mucho por la noche, ya lo has comprobado estos días. Y ayer apenas llegamos a los doce grados al mediodía. Yo diría que murió por la noche, hace dos días y unas horas. Mira, está encendida la luz de esa mesa. La pillaron leyendo. El libro tirado en el suelo. Estaba tomando un té helado. Las huellas que deja la mano al coger un vaso muy frío.

Olga se acercó al vaso y olió el contenido. Era té, sí.

-Té, canela y cardamomo.

Ventura volvió a ponerse en cuclillas. Fue apartando la ropa de Rosa María con apenas dos dedos. Iba buscando los disparos.

-¡Joder! – exclamó sorprendido.

-La dispararon en cada pierna. Luego en los brazos. En los hombros. Y para acabar en la frente. Un veintidós largo. Con silenciador.

-Arguméntalo.

Ventura se acercó a la mesa en donde estaba el vaso que parecía estar bebiendo cuando asaltaron la casa. En él había un proyectil que sacó con cuidado utilizando una pequeña navaja que llevaba en el bolsillo del pantalón. Hizo una seña a la del CSI para que le trajera unas pinzas y una bolsa de pruebas. Cogió la bala con las pinzas y la levantó.

-Esas estrías con características.

-Has dicho lo del silenciador antes de ver la bala. En los casquillos, eso no se puede ver.

-¿No escuchas el eco? Aquí resuena todo mucho. Si hubieran disparado sin silenciador, se hubieran enterado todos los vecinos. Pero … nadie parece haberse enterado.

Ventura se levantó y miró a su alrededor. Miró el suelo. Miró los casquillos.

-Todo está trucado. No la han matado aquí. Eso era evidente porque no hay sangre. Pero estos casquillos … están tirados a tún tún. El asaltante, de haber estado aquí y haber hecho su trabajo aquí, todos los casquillos estarían en este lado. La dispararon desde la derecha. Esos casquillos en el otro lado no pegan. Además, cuando la dispararon en la pierna derecha, se arrastro unos metros. El asesino quería hacerla sufrir. Posiblemente lo mismo que ella hizo sufrir a sus víctimas. El tipo la siguió mientras ella intentaba llegar a alguna de las armas que seguro tenía en reserva distribuidas por la casa. Fíjate en las manos. Tienen como polvo de cemento. Están raspadas. No se ha arrastrado en este parquet. Él estaba tranquilo, posiblemente porque había entrado antes y se las había guardado todas.

-¿Por qué piensas eso?

-Porque la dejó hacer. Si no la disparó antes, es porque estaba seguro de que no iba a encontrar lo que buscaba, algo con lo que defenderse. Se entretuvo en ello. A lo mejor la preguntó, aunque seguramente sabía que ella no iba a responder.

Volvió a agacharse y la miró la boca.

-Sigue.

-No se tomó la cápsula de cianuro. La tiene en el diente postizo. Hasta el final creía que podía revertir la jugada. Nunca dejó de pensar que era más lista que su asesino. Confiaba ciegamente en ella.

-¿El asaltante?

-Es un profesional. Luego, la disparó en la pierna izquierda, por detrás. Luego ella, se giró para mirarlo. Querría engatusarlo, engañarlo, convencerlo. Le ofrecería dinero, una posición, trabajar para el MI5 o para la KGB o los israelíes. Pero el asesino tenía muy claro cual era su misión. Tengo la impresión de que aunque fuera un encargo, él estaba convencido de que era lo que había que hacer. Y estaba convencido de llevarla a cabo. No, ella escuchó algo mientras leía y salió corriendo. El tipo no entró por aquí.

Ventura salió por una puerta que parecía llevar a la cocina. Ésta estaba a la izquierda. Entró en ella pero enseguida salió.

-Fue aquí.

-¿Qué fue aquí?

Ventura sacó una linterna y señaló el suelo.

-Si empleamos la lámpara especial, descubriremos que es sangre. El asesino limpió parte del escenario. Pero sin esmerarse.

-¿Para poner un examen a la policía?

-Si lo ves muy claro, si sigues estrictamente los protocolos que estudiamos, podría haber colado. Salvo que alguien hubiera visto algo fuera de lugar y ese alguien tuviera atribuciones para llevar la investigación por otro lado, esto podría haber quedado en un asalto para robar, y ya.

Ventura empezó a mirar la pared con detenimiento. Fue enfocando la linterna recorriéndola poco a poco. Olga le dio un golpe en el hombro y le señaló a la derecha. Ventura dio un paso hacia atrás y vio lo que le señalaba Olga. Era un reflejo que no veía desde su posición primera. Tocó con cuidado la pared. Metió las uñas en una rendija y tiró hacia él. Una parte de la pared se abrió hacia el lado izquierdo. En frente, había un detector de movimiento. Era el reflejo que había visto.

-Tiene que haber en algún sitio un ordenador que controle todo estos dispositivos. En la puerta había otro. Y en las esquinas de la cocina. Ni en el cuerpo ni en las mesas he visto el móvil de esta mujer. Eso es raro. Lo debería tener cerca. Sería el mejor sitio para recibir las alarmas silenciosas.

-Habrá cámaras también. Serán de las pequeñas. El móvil se lo llevaría el asaltante. Puede que si tienes razón, luego buscara las respuestas que no le dio la amiga Evelyn.

-Con un poco de suerte, todo estará grabado.

-Solo hay que encontrarlo. Eso puede durar mucho. Estoy convencida de que hay un intrincado laberinto de túneles, cuartos secretos … Si ha seguido con su misma táctica, con la que empleó con Carmelo, todo estará plagado de cámaras y trampas. Alarmas silenciosas. Sensores. Trampas incluso. Las había en su casa de Madrid, según me contó Carmen.

-El que vino a matarla, debía conocerla muy bien.

-Ella era una profesional, y el que la mató, también lo es. Vete tú a saber si alguna vez trabajaron juntos.

-Yo creo que esta mujer trabajaba sola.

-No sé que decirte. No lo apostaría a ganador.

-¿Sería de la competencia? Me parece más posible.

Olga se quedó parada. Levantó un dedo y volvió al salón, donde estaba el cuerpo. Ventura la siguió.

-Hay otro olor que no acabo de distinguir.

Ventura asintió con la cabeza.

-Es gas. – dijo al cabo de un rato.

-Que alguien cierre la entrada del gas ciudad. – pidió Olga a los CSI que estaban esperando a que ellos acabaran. – Esto puede ser un intento de destruir todo el edificio.

-¿Y quien lo puso en marcha? ¿El asesino?

-¿Tú que piensas?

Ventura se quedó callado.

-No. Es de ella. Ésto a lo mejor se ha puesto en marcha cuando entró el equipo de asalto. Una de esas trampas de las que hablabas.

-¡Qué alguien abra las ventanas! – volvió a pedir la comisaria. – Y que traigan un detector de gas.

-¿Vamos por ese pasadizo?

-Vamos, sí.

-Estoy pensando – dijo Ventura antes de meterse en la abertura de la pared. – ¿Y si ha venido alguien después? A lo mejor al ver el despliegue. ¿Y si Rosa María no trabajaba sola después de todo? Podría tener un satélite a una cierta distancia. Para guardarle las espaldas.

-No se las guardó muy bien.

-Pero puede hacer de limpiador. Para que no descubramos lo que sabe o lo que busca. Para que no encontremos su rastro, sus órdenes.

-Eso tiene sentido.

Ventura se adentró en la pared. A los pocos metros, había una escalera bastante ancha: cabían dos personas a la vez.

-No corras tanto, Ventura. Despacio. Mira bien dónde pisas. Paso a paso, como las muñecas de Famosa.

-¿Las muñecas de Famosa?

-Nada. Eres demasiado joven y hombre. No verías esos anuncios.

-¡Ah! Pero se lo he escuchado a mi madre cien veces.

-Despacio, querido. – recordó la comisaria trayendo la atención de Ventura a su presente.

El agente del FBI la hizo caso.

-Vete tocando las paredes, a ambos lados.

Olga, por instinto y sin ser consciente de ello, se había llevado la mano a la pistola. Le había quitado la cinta que la ataba a la funda y le había quitado el seguro.

Como a unos diez escalones, había un pequeño descansillo. Ventura estaba en él. Se giró para mirar a Olga. Al verla con la mano en la pistola, se extrañó. Pero confiaba en ella, y él fue a hacer lo mismo, pero no le dio tiempo. Detrás de él, la pared se abrió y apareció un hombre que le rodeó el cuello y le puso una pistola en la sien. Olga acabó de desenfundar su pistola y le apuntó decidida.

-¿Y ahora qué, comisaria Rodilla? – le dijo el hombre mirándola a los ojos. – Tu agente de enlace va a morir. ¿Cómo lo ves?

-¿Te conozco? No te recuerdo. ¿Por qué no te quitas el pasamontañas para que sepa con quien hablo?

-¿Cómo te sientes al saber que vais a morir los dos?

Olga sintió que el olor a gas era más intenso.

-Algún día tenía que llegar. – dijo en tono tranquilo. – Pero si me conoces, sabes que no me voy a rendir.

-No te vas a atrever a disparar. Un ligero movimiento mío y matarás a tu amigo. Te ha caído bien el renegado.

Olga pensaba a gran velocidad. Se dio cuenta que esa voz la conocía. La había escuchado hacía poco. Solo tenía que recordar donde.

-Dime que quieres.

-Nada. Solo veros morir.

-Mi amigo no creo que te haya hecho nada. Mátame a mí.

Olga estaba escuchando como detrás de ella, al menos hasta la puerta, había llegado de nuevo el equipo de asalto del FBI. Pero aunque la escalera era relativamente ancha, no se iban a atrever a bajar para ayudarla. La pondrían en peligro. Ella tenía alguna posibilidad, porque el chaleco que llevaba por dentro de su vestimenta, la protegería. Ese hombre debería apuntar a la cabeza, y no solía ser la opción que tomaban los que no eran grandes tiradores. Tirar al cuerpo daba más opciones de éxito. Ventura era otro cantar. Aunque Olga estaba convencida de que ese sería su segundo movimiento. Porque el destrozo que haría en la cabeza de Ventura al dispararlo con el cañón pegado a su sien, lo desequilibraría y lo llenaría de sangre y material cerebral. Eso lo dejaría vendido durante unos segundos que serían fatales para él. Sería un objetivo claro.

-Diles que no se muevan. A tus amigos militares. Podemos morir todos. Hay suficiente gas aquí abajo para hacer una bonita explosión. Una chispa de una bala sería suficiente para dar calor a todo el barrio.

-Tranquilo, no se van a mover. Son profesionales y lo saben. Y me conocen y saben que no necesito a nadie.

-Siempre has sido un poco chula.

-Me lo dicen a veces. Creo que es infundada esa opinión. Solo soy así, cuando me enfrento a inútiles presuntuosos y a traidores. Y te …

-¿Me estás llamando traidor? – le interrumpió el hombre encapuchado.

-… diría más: es una opinión machista. – Olga no atendió a la pregunta y siguió con su discurso – Me lo dices porque soy mujer. De un hombre dirías que está seguro de sí mismo, como un halago. ¿Isabel no te enseñó eso? Evelyn, perdón.

-¡¡Contéstame, zorra!!

-Sí. Hace unos días preguntando a Jorge por si iba a publicar una novela sobre el malo de “deLuis”, le dijiste “Hay que darle palpelo”. Y ahora … bueno, Enrique. Íbamos a preguntar a Tirso por los traidores, y mira por donde, no va a hacer falta. ¿Eso es lo que te llamaban cuando hacías de paje de un Rey? Porque pienso que es a lo más que llegarías. ¿Viste a algún Dios en acción? No creo. O a lo mejor no llegarías ni a paje, por eso ahora es cuando te sientes bien. Teniendo el control, al lado de Evelyn. ¿Cómo te reclutó? ¿Estuviste con ese que tiene tanto empeño en cargarse a algunos de tus antiguos compañeros? ¿Qué vieron que le da tanto miedo a ese tipo?

-¿Traidor yo? Vosotros que no sabéis hacer vuestro trabajo. Muchas preguntas pero no tenéis ninguna respuesta. Que sois unos inútiles que habéis permitido que a nosotros nos hicieran de todo. Que no habéis sabido pararlo. ¡¡No – Habéis – Querido!! Esos hijos de puta que nos llenaron de drogas, que nos machacaron a golpes. Solo he tomado la decisión más lógica: Unirme a los que tienen el poder, los que controlan.

-¿Y por eso te has unido a ellos? ¿Qué pretendes Enrique?

-Me he unido a los líderes, a los jefes. Solo eso.

-¿Has pensado como vas a salir de aquí? Puedes matar a Ventura. Puedes matarme a mí. ¿Y después?

-No sabes nada, comisaria. Te crees muy lista, como ese Jorge de los cojones. Como este inútil del FBI. Con su cara avinagrada. Mirando a Ethan con ganas de follárselo. Es uno de ellos, seguro. Uno de los “clientes”. Con su corbata de doscientos euros. Y sus gemelos de oro. ¡¡Puto engreído!!

-Ese inútil ha descubierto este pasadizo. Iba camino de descubrir tus secretos y los de Evelyn.

-Eso no va a pasar. Moriréis todos antes de que eso pase.

-¿Qué tal si sueltas a Ventura y lo hablamos? Creo que …

-No te van a servir conmigo tus dotes negociadoras. Ventura va a morir y tú, si no subes esa escalera, también. Tengo buena puntería. Y soy rápido.

-Vale – de repente Olga dejó de apuntar a Enrique y se relajó. Hizo algunos gestos con la cabeza, para relajar el cuello. Se quedó mirando a la pared en el lado contrario al que estaba la abertura por dónde había aparecido el socio de Rosa María. Se masajeo con la mano esa parte del cuello. – Me subo las escaleras si Ventura viene conmigo. No es necesario que salga nadie herido. Te damos tiempo para que te vayas por dónde has venido.

-Lo siento, comisaria. Evelyn te tenía muchas ganas y voy a honrar su memoria.

-¿La has matado tú para escalar peldaños en tu carrera?

-¡Noo! ¿Estás loca? Pero no te preocupes, cogeré al que lo ha hecho.

-No lo harás. Es mucho mejor que tú.

-No me conoces.

-Pero lo conozco a él. Nunca lo hemos pillado.

-Vosotros porque sois unos inútiles.

-Venga, deja a Ventura …

Olga percibía cada vez más el olor a gas ciudad. Sabía que Enrique estaba haciendo tiempo.

-Lo siento Olga.

Enrique levantó el arma y disparó a Olga sin pensarlo más. Uno, dos … tres disparos. Luego disparó hacia las escaleras, hacia abajo. Un rugido parecía estar creándose en el fondo de ese túnel. Y el olor a gas cada vez era más intenso.

.

Cuando Carmelo recibió el mensaje, tardó en reaccionar. Ver en la pantalla el nombre de Quim Córdoba lo desconcertó. Hacía muchos años que no escuchaba o veía ese nombre. Ni siquiera recordaba que lo tuviera entre sus contactos. Si unas horas antes, alguien le hubiera preguntado por él, hubiera respondido que estaba muerto.

Volvió a recibir otro mensaje desde ese número. Era una dirección con sus coordenadas GPS. Se trataba de un sanatorio que parecía estar en las afueras de Illescas, en la provincia de Toledo.

Dudó sobre como actuar. Quim … había sido su amigo. No se atrevía a recordar las cosas que habían vivido juntos. Estaba seguro que esos recuerdos le iban a poner melancólico, en el mejor de los casos. Barajó la idea de llamar a Jorge y contarle, pero el escritor ya tenía bastantes follones en ese momento. Carmelo estaba preocupado a causa de ello. Se ponía en peligro cada vez que salía de casa. Y eso no era lo que más le preocupaba: su salud física y mental, eso sí que le preocupaba.

Tras pensarlo casi media hora, se decidió por escribir a Sergio Romeva. Éste no tardó en llamarlo.

-¿Vas a ir? – le preguntó a bocajarro.

-Era mi amigo. ¿Tú que harías?

Su voz al decir eso, denotaba lo perdido que estaba. A Sergio le recordó el Carmelo de doce años, cuando estaba en confianza, sin cámaras delante o personas no cercanas.

-Debes prepararte. No está bien, Dani. Su cabeza … a veces se pierde. Las drogas le dejaron graves secuelas, a parte del trauma por lo que vivió. La mayor parte del tiempo vive en un mundo al que no podemos acceder los demás.

-Siento que le debo algo, Sergio. Si después de estos años y si dices que está mal, saca fuerzas para escribirme y pedirme que vaya a verlo, no puedo … pasar del tema. ¿O sí? Tú lo conoces. Y parece que sabes de su estado.

-No te digo que no vayas. Solo te prevengo de lo que te vas a encontrar. Si lo recuerdas … tal y como era cuando trabajabais o ibais por ahí … no es la misma persona. Y una parte de él te odia profundamente. La otra, sigue enamorado de ti.

-¿Por qué? ¿Le hice algo? ¿Estaba enamorado de mí?

Sergio suspiró al teléfono.

-No me extrañaría que de los otros cien con los que te cruzaste y a los que les rompiste el corazón, no te dieras ni cuenta. No eran más que esos con los que te acostaste una noche y a los que después, apenas saludabas. Pero de Quim, con el que compartiste trabajos, juergas, peleas, drogas … con el que repetiste en lo de follar, uno de los pocos … Esperaba que de él si fueras consciente de sus sentimientos por ti.

-No la verdad. No recuerdo haber visto ese sentimiento en él. Y de todas formas … sabes que entonces no me … no estaba preparado para eso.

-Siempre has estado esperando a Jorge. Es lo que dices.

-Es la verdad. Es al primero que … no he amado a nadie más que a él, te lo juro. ¿Y por eso me odia? ¿Porque no le correspondí?

-Saliste del agujero. Él no. Piensa que lo dejaste a su suerte, cuando siempre habíais sido amigos. Tú, Ro, Quim, Biel, Remus, Hugo … y alguno más que ahora no me sale. Les diste la patada. Él lo ve así.

-Sería más bien que la vida lo mismo que te acerca a alguien, te aleja. No creo que “les diera la patada”.

-Da igual. Es una discusión estéril. Ninguno de ellos tiene la cabeza como para recordar esa época. Biel podría, pero creo que ha guardado en un oscuro rincón de su cabeza esos días. Y bien que ha hecho. Si no, hubiera acabado como Quim o como Hugo. O como Remus.

-Hugo no parece que esté mal. Ese Remus no lo recuerdo. Sería de antes del olvido.

-Sería. – Sergio había decidido zanjar el tema. Era claro que la cabeza de Carmelo había hecho la elección de apartar a esas personas de su memoria. Seguramente fue lo mejor para su salud mental.

-¿Entonces quieres ir a verlo?

-Quizás me recuerde, o mejor dicho, me haga volver a darme cuenta de la suerte que he tenido. Podía haber acabado como él.

-Pero no lo hiciste.

-Posiblemente eso pasó por ti y por Jorge. Me sujetasteis cuando estaba a punto de caer en el abismo.

-Alguna decisión tomaste que ayudó. Alguna que me sacó de la cama en horas intempestivas para que te diera el teléfono de Jorge.

-Pegarme a Jorge. En cuanto lo conocí en esa fiesta de año nuevo, sentí que estaba a salvo. Que sus brazos fuertes me agarrarían si tropezaba. Dejé de necesitar las drogas. Dejé de necesitar desayunar un whisky. Jorge era mi droga. No necesitaba nada más.

Sergio lo organizó todo para un par de días después. Tuvo que mover algún compromiso propio y alguno de Carmelo. Éste pasó a recogerlo a media mañana por la agencia. Sergio se subió al coche y sin decir nada, cogió la mano de Carmelo. Éste estaba nervioso, aunque había conseguido que no se notara. Pero Sergio lo conocía muy bien. No estaba convencido de que ir a ver a Quim fuera buena idea. En el fondo, pensaba que sería bueno para Quim. Ya le tocaba que le prestaran atención. Todo el mundo se había olvidado de él. Ni su familia, ni sus amigos, se acordaban. Ninguno iba a verlo. Para todos, Quim había muerto hacía muchos años. De alguna forma había sido así. Su vida era meramente contemplativa. Había temporadas que leía algo, o veía algo la tele. Pero otras, estaba sumido en un estado semi letárgico en el que solo era capaz de mirar por la ventana y mal comer, muchas veces forzado por alguno de sus cuidadores.

Apenas hablaron en el trayecto. Carmelo parecía haber vuelto a su adolescencia. Tenía los mismos tics que entonces, la misma mirada enfurruñada mientras fingía estar disfrutando del paisaje que bordeaba la carretera. Un ligero balanceo continuo de sus piernas era su forma de mostrar su inseguridad ante lo que iba a afrontar.

De repente, Carmelo soltó la mano de Sergio a la vez que dejaba de mover las piernas. Su mirada estaba clavada en un hombre que estaba en la puerta, mirando la caravana de coches. Sergio miró en esa dirección y vio a Quim. Había hablado con el centro y le habían dicho que llevaba un par de días saliendo a la puerta a esperar una visita.

-Parece muy importante para él – le dijo su médica.

-¿Y cómo está?

-Parece desanimado. Yo creo que se ha dado cuenta de que no tiene empuje para salir de este estado. Tengo el temor de que haya tirado la toalla.

-Sus avances son mínimos en todos estos años.

-Si recuerda usted cuando lo trajo, nadie daba una peseta porque viviera los ocho años que ha vivido.

-No deja ser poco más que un vegetal.

-Discrepo. Cada vez tiene más temporadas en que su actividad remonta. Temporadas que son más largas. Nos falla su gente. Solo usted se preocupa, solo usted viene a verlo. Quizás esa persona que viene …

-A esa persona la amaba. Recibió como respuesta, un manotazo para apartarlo de su vida. Creo más bien que le ha pedido que venga para hacerle pagar.

-Si tiene ganas de venganza, no diría que es un avance … pero al menos …

-¿Y qué mejor venganza que hacerle sentir culpable por su estado y por su …muerte?

La psiquiatra se quedó callada al otro lado de la línea telefónica.

-Estaremos atentos. – detrás de esas palabras de la doctora, Sergio sintió un suspiro de preocupación.

-Parece conocerlos usted muy bien.

-Por desgracia, he visto muchos juguetes rotos, doctora. Y el caso de estos, lo viví muy de cerca y con un dolor inmenso y un sentimiento de impotencia infinito.

-Decidió cuidarlo, ocuparse de tuviera los mejores cuidados. Paga sus facturas.

-Con algún amigo suyo, no fui lo suficientemente eficaz. Y lo perdí irremediablemente. Quim … usted lo ha dicho antes: no tiene a nadie. No quería tener otra tumba a la que llevar flores de vez en cuando. Eran jóvenes, atractivos, con talento. Trabajadores. No quería que otro más acabara con su vida con una jeringuilla pinchada en sus venas o estrellado contra el coche de debajo de su ventana.

Cuando los coches pararon delante de la puerta, fue a Quim al que le entró un temblor por todo el cuerpo. No podía apartar la mirada de Carmelo. Sonreía feliz. Carmelo se fijó que las comisuras de sus labios estaban blanquecinas. Sabía que era a causa de que a veces, la medicación le hacía babear y no era consciente de ello. Aunque su aspecto general era aseado y alguien del personal parecía haberse ocupado que tuviera buena presencia. Carmelo tuvo la certeza de que él, por sí mismo, no era capaz de ocuparse de ese tema. A parte de que le diera igual.

Carmelo se demoró unos instantes en bajarse del coche. De repente le había entrado un poco de flojera. Se había preparado mentalmente para ese encuentro, pero no parecía haberlo hecho bien. Por mucho que Sergio le hubiera avisado, no estaba preparado para encontrarse con un hombre de su edad que parecía, por su aspecto, que pudiera ser su padre. Estaba seguro que cualquiera que no lo conociera, le podía echar cincuenta años.

Sergio tomó la iniciativa y una vez se bajó del coche, fue directo al encuentro de Quim. Era claro que el representante era una persona querida para él. Sergio procuraba ir al menos tres veces al mes a pasar la tarde con él. Aprovechaba y le llevaba algunas de las cartas que le seguían enviando sus fans de su época de actor. Las leían juntos y Sergio le ayudaba a contestarlas. Sergio las escribía poniendo las aportaciones de Quim y al final él las firmaba.

Se abrazaron y Quim le besó repetidas veces en la mejilla. Sus ojos brillaban a causa de las lágrimas que los inundaron. Carmelo se decidió a salir del coche. Fijó la mirada en los ojos llorosos de su antiguo compañero. Algo por dentro del rubito se quebró. Se lo podía haber imaginado cientos de veces en esos años, pero … la realidad era mucho peor. Ese podría haber sido él. Cuando Sergio rompió el abrazo, Carmelo lo sustituyó. El llanto de Quim se hizo más intenso. Todo su cuerpo temblaba al ritmo de sus sollozos. Carmelo lo besó un ciento de veces por toda la cara. Se separó un momento de él, le cogió la cara con sus manos y le besó en los labios. Le dio igual los restos de baba, las lágrimas que surcaban las mejillas de su amigo. Volvió a mirar sus ojos. Supo que Quim quería despedirse de él, porque había tomado una drástica decisión. Intentó transmitirle con sus ojos que aguantara. Que todo podría cambiar.

-Sigues de rubio, Dani.

Éste sonrió. Su voz le había sorprendido. Ronca, sin alma, como Jorge solía definir el habla de muchos damnificados de ese mundo. Sonrió también porque recordó que Quim, antes que Jorge, solía meterse con su decisión de teñirse de rubio.

-Lo sigo haciendo para fastidiarte, no te creas. Recuerdo que no te gustaban nada los rubios.

-Era por ese hijo de puta alemán. Me recordabas a él.

-No jodas. No recuerdo a ese tipo, pero seguro que yo soy más atractivo y bastante mejor persona.

-Las dos cosas son verdad. Aunque, tú entonces eras también un cabrón. A otro estilo, pero cabrón. Era la única forma que había que pudieras ganarles. He leído a Roberta Flack que te has reformado. Debe ser porque te has enamorado. Del escritor.

-Pasemos dentro – dijo Sergio poniéndose en medio de ellos y empujándolos ligeramente hacia el interior de la residencia. – Podíamos ir al jardín de detrás. Hace buen día – les propuso el representante.

Sergio no les dio opción. Les fue guiando con paso firme hacia el interior del sanatorio. Y por dentro, inició una plegaria a los dioses del Olimpo, como hubiera dicho Jorge en un ataque de dramatismo, porque esa reunión saliera bien.

Jorge Rios”.