Jorge Ríos y Carmelo del Río.

Jorge y Carmelo se conocen.

-Hola.

Jorge Ríos levantó la cabeza. Estaba en una cafetería escribiendo algún relato mientras esperaba a su marido. Se retrasaba. No le importaba, porque teniendo su portátil, se entretenía escribiendo. Le gustaba hacerlo en cualquier sitio. Aunque era muy conocido, la gente no solía acercarse a él a preguntarle ni a pedirle fotos ni que les firmara. Tenía una cierta fama de hombre poco amable. Él pensaba que no era una fama merecida. Solo pasaba que era un poco tímido y le abrumaba la gente. No sabía que decir, se aturullaba, balbuceaba sin sentido.

Ahora, ese joven que lo miraba de pie, le resultaba conocido. Se estaba poniendo nervioso cuando lo reconoció.

-¡Carmelo!

Sí, era Carmelo del Río. Un joven actor muy famoso. Lo había conocido en la fiesta de año nuevo. Tenían amigos comunes y los habían invitado a ambos. No era muy de fiestas, y menos en Nochevieja, pero Nando, su marido, insistió. Estuvieron hablando con los conocidos que encontraron y picando alguna cosa en el buffet que había. Llegaron las 12 y las uvas. Luego el brindis con el cava y Nando con la excusa de saludar a no sé quien, se perdió. Ahora ya, la gente desfasaba bailando, bebiendo y riendo sin sentido. No lo entendía. Año nuevo, parecía que debía ser la leche. Diversión por obligación. Planes nuevos, todo parecía cambiar en un instante. La suerte iba a cambiar, la vida iba a cambiar, todo iba a ser maravilloso. Se cansó enseguida de reír por compromiso y de beber pequeños sorbos de cava con unos y otros. Buscó un rincón tranquilo y se sentó. Al poco, llegó un joven tremendamente guapo y se sentó a su lado.

-Me llamo Carmelo.

Sin más, le plantó dos besos en las mejillas.

-Coño, eres el actor. Casi no te reconozco. Eres mucho más guapo en persona. Y pareces distinto a como sales en televisión.

-Gracias. – Carmelo sonrió.

-Jorge – y esta vez fue él el que le dio dos besos – no puedo desperdiciar la oportunidad de besar a una estrella deseada por todo el mundo.

-Yo sí que te he conocido.

Jorge se sorprendió. Luego pensó que era de idiotas caer en el cliché de “joven, guapo y actor, igual a inculto y tonto”. Pero en ese momento, no creyó que ese joven famoso, guapo y medio rubio (importante lo de medio rubio, aunque le pareciera teñido), reconociera a un escritor al que nunca se le había llevado a la pantalla ninguna obra, y que no se prodigaba en televisión. Pero lo conocía. Y le había leído. Y por lo que pudo comprobar en las siguientes cuatro horas, se sabía sus novelas de pé a pa. Tuvo la mejor conversación sobre sus obras y las de otros autores, que recordara. Se sintió cómodo, a gusto, hablando, escuchando. Al cabo de media hora parecían amigos de toda la vida. Y ese joven resultó ser amable con él. Y eso que recordaba haber leído en algún sitio que era un engreído. Estaba pendiente, se levantó varias veces a por alguna cosa de comer o de beber. Y hablaron. Y rieron cómplices.

Durante un momento, mientras le escuchaba, se le pasó por la cabeza, que de no haber estado casado, felizmente casado, Carmelo del Río hubiera sido una opción de pareja. Era algo impensable. Se llevaban muchos años y pertenecían a mundos distintos.

-Nuestros mundos no son tan distinto – le oyó decir a la vez que pensaba en ello.

Se asustó pensando que había hablado en voz alta.

-Te le leído el pensamiento – Carmelo sonrió poniendo cara de picaruelo. – Si quieres nos lo podemos montar. Vamos a mi casa – propuso.

Para sorpresa de Jorge, no le salió el no de primeras. Se lo pensó. Al final lo descartó por dos razones:

La primera era clara: estaba casado y amaba a su marido, aunque ahora mismo le estaba siendo infiel, lo sabía, aunque cerrara los ojos y su entendimiento a la idea.

La segunda era que sentía que lo de ese chico, que lo de esa noche, para él no iba a ser algo pasajero. El actor tenía la fama que tenía. Fama merecida. Y en esas horas charlando, supo que se iba a enamorar de él si pasaba la noche en su casa. Y luego si no era correspondido, sería una vergüenza aunque no se enterara nadie. Vergüenza no era el concepto. Se desgarraría por desamor. Que para una novela está bien, pero para la vida y siendo el sufridor, no.

Se disculpó. Le dio un beso en la mejilla y se levantó.

-Es tarde, tengo que irme.

No habían vuelto a coincidir. No se les ocurrió pedirse los teléfonos. No hubiera sido complicado conseguirlos, pero ninguno lo intentó. Pero ahora, lo tenía delante de él, de nuevo.

Se levantó y aceptó el abrazo que le proponía Carmelo. Se dieron dos besos, como dos buenos amigos. Parecía mentira que solo hubieran hablado unas horas, un día, hacía ya unos cuantos meses. Y verdaderamente se alegró de encontrarlo de nuevo. Sentimiento que era claro que era compartido.

Volvieron a conversar largo. De hecho lo hicieron hasta que los camareros de la cafetería les hicieron ver que tenían que cerrar, que eran los únicos que estaban allí desde hacía horas. Esperaban en una esquina, mirándolos de reojo, primero, luego ya descaradamente y al final haciendo ruidos de todo tipo. Empezaban a estar molestos. Al final se percataron de la situación, que no era porque no hubieran querido hacerles caso. Se levantaron y fueron a su encuentro.

-¿Nos sacamos los cuatro una foto? Así recordaréis mejor el día que os tuvimos hasta las mil – propuso Carmelo.

-Para que nos podáis insultar a gusto – añadió Jorge guiñándoles un ojo cómplice.

Ese día sí, se dieron el teléfono.

Jorge estuvo tan a gusto, que no se acordó de que su marido le había dado plantón. Ni una llamada, ni un mensaje. Y tampoco lo encontró en casa.

No le dio importancia. Como siempre hacía con esas ausencias. Lo que si recibió fue un mensaje de su suegra:

“Jorge, no te lo mereces. Es mi hijo pero mi consejo es que lo mandes a hacer gárgaras.”

Quiso llamarla pero se dio cuenta de la hora. Eran las tres y media de la madrugada. Y por primera vez en mucho tiempo, tenía sueño. Así que se desnudó y se acostó. Justo cuando iba a apagar la luz recibió un nuevo mensaje. Esta vez era de Carmelo:

“Buenas noches, escritor. Gracias por la velada. Es la primera noche en todo el año que dormiré solo, gracias a ti.”

Sería interesante que nos dijeras algo. ¡Comenta!