Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 105.

Capítulo 105.- 

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Parecía que iba a ser una de esas noches en las que Jorge podría dormir bien, pero no fue así. A las cinco de la mañana se despertó sobresaltado. Su suegra Juana se le había aparecido en sus sueños.

Miró a su lado y comprobó que Carmelo seguía durmiendo. Hasta hacía un rato, lo había sentido abrazado a él. Pero su rubito, parecía tener un sueño inquieto desde hacía un rato y se había ido al otro lado de la cama que compartían. Ahora parecía un niño pequeño, con toda las sábanas revueltas y con medio cuerpo destapado.

Se levantó y dio la vuelta a la cama. Lo tapó y le acarició suavemente la cara. Carmelo sonrió en sueños. Empezaron a salir unos sonidos guturales de su garganta. Parecía que le estaba diciendo algo. Jorge se arrodilló a su lado y le dio muchos besos en la mejilla. Luego, le empezó a susurrar al oído que lo amaba con toda su alma. Y que a partir de ese momento, iba a tener dulces sueños. Que pensara en que los dos iban a pasear hasta el estanque de los encuentros y se iban a tirar a tomar el sol con los pies acariciando el agua.

-Y te besaré hasta que tus morros estén irritados.

Carmelo suspiró en sueños y puso una sonrisa en sus labios. Y volvió a un sueño tranquilo. Jorge aprovechó y se puso una chaqueta gorda de punto que solía utilizar a veces en casa. Se puso las deportivas que le había cedido Carmelo para estar en casa y después de coger su portátil se fue a la terraza. Buscó su silla y su mesa preferidas y se sentó a leer algunos de sus episodios nacionales.

Buscó a Juana. Quizás que su suegra se hubiera aparecido en sus sueños, quería decir algo. O no. Intentaría de todas formas buscar en su memoria escrita algún episodio que le pudiera ayudar.

Al final encontró algunos relatos que hablaban de ella. Y se quedó con uno en el que contaba el día en que Juana conoció a Carmelo. Posiblemente no le ayudaran a discernir el por qué de su aparición estelar en su ensoñación, pero ese recuerdo le resultó grato.

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Episodio 2179: Donde Jorge no tiene más remedio que presentar a Carmelo a su suegra:

A Juana le gustaba mucho Carmelo. Desde que se lo presentó su yerno.

Carmelo era un hombre joven, atractivo, actor. Actor de los buenos y de los famosos. No le gustó por eso. Su sonrisa fue lo que la conquistó.

Todo empezó con una broma. Jorge había ido a casa a merendar y ver una película con ella. La mujer había escogido “El amanecer del compromiso”. Era una película inglesa pero su protagonista era un actor español, joven.

Jorge cuando vio la elección de su suegra se resignó. Conocía a Carmelo desde hacía ya un tiempo y había ido con él al estreno de esa película. Antes de eso, la había visto en un pase privado. Incluso había participado en algún coloquio sobre ella. Sería la cuarta o quinta vez que la veía. Pero lo importante era que su suegra estuviera feliz. Intentaría no dejar traslucir en sus gestos que sabía quién era el malo.

La gente suele hacer bromas sobre los suegros. Son lo peor. Sobre todo las suegras. Meticonas, mandonas, y otros epítetos parecidos pero todos negativos. Juana había sido todo lo contrario para Jorge. Él no tenía padres, al menos que ejercieran como tales, su relación se había roto hacía muchos años, así que ella ocupó el lugar de su madre. Lo protegió, lo defendió incluso cuando su hijo no se portó bien con Jorge, se puso del lado de su yerno criticando a su hijo. Y cuando Nando murió, se convirtió en el apoyo de su viudo.

Esa tarde vieron la película. Al final, con los comentarios de Juana, la película le ofreció una serie de matices que no había captado viéndola con otras personas. Y luego, cuando acabó, no dejó de hablar bien de Carmelo.

-Es un actorazo. Qué papel hace en esta película. Y tiene pinta de ser buena gente.

-Pero si el personaje es malo de narices.

-Sí, lo que quieras. Pero no sé por qué, a mí me da que es un chico muy bueno.

-Todos hablan pestes de él. ¿No lees la prensa rosa?

-Claro que la leo. Pero no me creo nada. Ese chico es un ángel.

-Ya se lo diré cuando lo vea.

A Jorge se le había escapado. No solía presumir de sus amistades públicas. Ni con su suegra.

-¿Lo conoces y no me has dicho nada en toda la tarde?

-Bueno, conocer… pues lo he saludado algún día – intentó tirar balones fuera. – Como a otros muchos. Una fiesta, una recepción… ya sabes.

-Mientes muy mal, Jorge Rios. A parte, esos saraos no te gustan nada.

-No me gustan, pero a veces tengo que ir.

-Llámalo e invítalo a un trozo de bizcocho.

-Estará ocupado. A lo mejor está fuera, grabando en Méjico. O en Australia.

-Llámalo. – Juana se puso de pie con los brazos en jarras y mirándolo muy seria. Así que sacó el teléfono y llamó.

-Hombre, escritor. No me esperaba que llamaras. ¿No tenías sesión de cine con tu suegra?

-Estoy en su casa precisamente. Y quiere conocerte. Acabamos de ver “El amanecer del compromiso”. Y le ha encantado.

-¿Quiere conocerme ahora?

-Claro. Hay bizcocho. Le ha encantado tu papel. Dice que eres un chico muy majo y agradable.

-¿Es la conclusión que ha sacado después de verme en esa película? Tendré que darle las gracias. Que después de verme en ese personaje piense que soy guay … Y te he entendido algo de que hay uno de los famosos bizcochos de tu suegra. Me muero por probar alguno. Dame un cuarto de hora. ¿Quieres que lleve algo?

-Pues si paras en el “Trastero” y coges unos chocolates para acompañar, estaría bien.

-Hecho.

-¿Así que le has hablado de mis bizcochos a Carmelo del Rio? ¿Y le habías dicho que venías a ver una peli conmigo? ¿Y a mí no me has hablado de él? ¿Y no erais amigos, solo os saludabais en algún sarao? Jorge, me has defraudado. Porque tengo que cambiarme y arreglarme, que si no te ponía las pilas.

-Pero si así estás bien.

-Parece mentira que seas gay y no entiendas estas cosas. Ya veo que son solo clichés. Tu marido era igual de zarrapastroso. Y él tenía doble delito, porque era hijo mío.

Juana se fue corriendo a su habitación para cambiarse de blusa y de falda, y para darse un ligero maquillaje. Y para peinarse. Y ponerse unos zapatos. Y unas medias. Y abrió el joyero para escoger un collar y unos pendientes.

-Recoge un poco el salón, por favor – le gritó desde el baño.

No fue un cuarto de hora, pero no fueron más de treinta minutos lo que tardó en llegar. Carmelo llamó a la puerta. Y ella salió escopetada adelantándose a Jorge que iba a abrir. Pero era evidente que ese privilegio, no se lo había ganado. Ella recibiría al actor.

Y abrió la puerta. Y ahí estaba Carmelo con la bolsa con los chocolates. En cuanto vio a Juana sonrió. No era una sonrisa de photocall, ni de sesión fotográfica para ICON. Era la sonrisa de un chico de veintitantos años, con unos ojos muy expresivos, que mostraban todo el cariño que su amigo Jorge le había transmitido de la mujer que tenía delante. Y ahí ella cayó rendida. Y ahí ella, empezó una campaña incansable para que Carmelo y Jorge acabaran juntos. Ni siquiera la aparición de Cape un tiempo después, la desanimó.

Carmelo lo pasaba bien con ella. Así que, con o sin Jorge, a veces iba a verla. Y alguna vez incluso la había invitado a alguna cafetería a merendar. “Me han dicho que hacen un bizcocho de manzana estupendo. O a su vieja casa, antes de que se retirara al pueblo durante un par de años y la vendiera. Ahí era él el que hacía algún postre para agasajarla.

Y Juana seguía con su campaña. No cejaría hasta que Jorge se juntara con Carmelo.

-Acabaréis juntos – le decía incansable a su yerno.

Jorge Rios.

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La excursión a la finca de Dídac y Néstor en Milagros, a unos kilómetros de Aranda de Duero en la provincia de Burgos, fue muy agradable. Paula y Laín no conocían a la pareja anfitriona, en todo caso de referencia, pero enseguida se sintieron cómodos en la reunión. Carmelo y Dídac se fundieron en un abrazo muy cariñoso al verse. Habían compartido algunos trabajos juntos y su química y cercanía crecía cada vez que se veían. Y con Néstor, el marido de Dídac, lo mismo. Los chicos de la pareja, Oriol y Pol enseguida se hicieron amigos de Martín.

Jorge se hizo esperar. Carmelo iba siguiendo por mensajes tanto de Jorge como de Carmen y Javier el asunto de Vecinilla. Si hubiera sabido que la cosa se iba a complicar tanto, hubiera acompañado a Jorge. Al menos, pensaba, Fernando, Raúl y Nano lo conocían lo suficiente y tenían confianza con él para mandarlo al coche a desconectar. Ver y consolar a todos esos chicos le tenía que haber afectado seguro.

Mientras le esperaban, Néstor había organizado una visita a una bodega de la Ribera del Duero, “La Milagrosa”. Estefanía, la mujer que les guió en la visita, les hizo pasar un rato muy agradable. A parte de las catas de vino que hicieron y las botellas con las que les obsequió.

-Vamos a acabar piripis – exclamó una divertida Paula.

-Pues no hace falta que te bebas el vino – le dijo su marido. – Los catadores profesionales no lo hacen.

-Seguro lo voy a escupir. Con lo bueno que está.

Jorge llegó tarde, pero en plena forma. Nano le hizo un gesto a Carmelo para decirle que había venido durmiendo. Y por la cara de Fernando, la siesta había sido de los dos. Néstor salió a recibirlo a la puerta, cuando vio que la caravana de coches llegaba. Se abrazaron cariñosamente. Hacía tiempo que no se veían ni hablaban. Los chicos se acercaron corriendo a saludarlo. Carmelo se sonrió al ver la cercanía que tenían los dos con él. No se extrañaba, pero no le dejaba de sorprender. Carmen, en el último mensaje que le había mandado sobre Vecinilla, le había dicho que podía sentirse orgulloso de Jorge. “No sé lo que hubiéramos hecho sin él. Ha estado soberbio.”

Pasearon todos hasta el pueblo. Tomaron unos vinos alternando entre los bares. Eran buenos bares, estaban a pie de autovía y tenían mucha clientela de paso.

-No comáis mucho, que Pol y Oriol nos han hecho la cena. – Dijo Néstor con tono de orgullo, al ver que Jorge se proponía pedir cosas de picar. Casi no había comido, y tenía hambre.

-Especial por vuestra visita. – apuntó Pol.

-No sabes como cocinan – añadió Dídac.

-Yo sí lo sé – apuntó Jorge sonriendo satisfecho.

-Te estás acostumbrando muy mal, escritor. Ya no coges una sartén ni aunque te estén amenazando con hacer estallar una bomba nuclear. Hasta Oriol y Pol cocinan para ti.

-Habiendo maestros como vosotros, no hay necesidad.

-Pero si cocinas bien – le dijo Dídac.

-Querido, tu amigo el actor, cocina mucho mejor. Y que narices, así se siente importante que tiene la excusa de cuidar de mi salud y de mi bienestar. Y tus hijos, lo sabes mejor que yo. Néstor también cocina bien. ¿A que hace meses que no te haces ni siquiera una tortilla?

Néstor no dijo nada, pero se echó a reír.

-No me engañas, querido. Te has vuelto un vago. – Carmelo obvió que Néstor de alguna forma, le daba la razón a Jorge.

-¡Qué gran pareja hacéis! – exclamó Paula con cara de sorpresa. Ese descubrimiento parecía hacerle gracia. Martín se desesperó y se giró para poner su mejor gesto de incomprensión.

-Pues no sé por qué lo dices – dijo Cape en tono inocente. Aunque diera la impresión de que lo había dicho para seguir la broma, Dídac y Néstor tuvieron que contenerse para no soltar una carcajada: se habían dado cuenta que de verdad, lo decía extrañado. Carmelo intercambió una breve mirada con Jorge que puso cara de circunstancias. Martín no pudo más y se levantó en dirección al baño para poder rezongar a gusto sin estar a la vista del resto.

En el camino de vuelta a la finca, Dídac y Jorge se retrasaron para hablar de Sergio en privado.

-¿Qué plan tenéis? – preguntó Dídac, sin dar opción a Jorge a empezar con temas ligeros.

-Mi idea es grabar un concierto callejero de Sergio. Puede que Romeva, conozca a alguien que tenga acceso a ese Ludwin. ¿Escuchaste ese concierto que te mandé?

-Sí, a Sergio ya lo conocía de antes. No me lo habían presentado, pero me habían hablado de él. Con Nuño estuvo bien, pero le he escuchado muchas interpretaciones mejores. Una de esas que grabó alguien, unos días antes, en la calle, sin ir más lejos.

-Lo de Nuño más que nada porque es un intérprete reconocido.

-Eso a Ludwin le da igual, te lo aseguro. Es más, puede que sea contraproducente. No es muy amigo de las estrellonas. Hasta ahora has conocido al Nuño dulce. Cuando conozcas al divino Nuño, no te creas. Y entenderás mi afirmación anterior de que al maestro Ludwin no le gusten las divas.

-¿Tanto cambia?

-Solo te diré, que en el vídeo del restaurante que me enviaste, su actitud, casi nadie ha visto esa faceta de él. Amable, sonriente, complaciente. Es más, si lo contara en algunos círculos, pensarían que me había dado un aire o que les estaba tomando el pelo directamente. No me refiero a que lo estuviera contigo o con Javier. O Carmelo y Biel. Vosotros sois sus iguales. Sois estrellas. Pero ese Fernando y ¡Sergio! No son de su clase. Y si no, al tiempo. ¿A qué no se han visto de nuevo? Al menos en el mundo de la música, todos le consideran el mejor violinista de su generación, pero un tipo inaguantable. Te diré que nos supera a Dani y a mí juntos, en nuestros peores momentos. En chulería, me refiero. Y añade a Biel. Los tres juntos, en nuestros mejores momentos, no le llegamos a la altura de su alpargata.

-Me cuesta creerlo.

-Pues vete creyendo. Y por mucho que pienses que la magia de Jorge Rios es capaz de mitigar esa chulería, desde ahora te digo que no. Contigo será educado siempre, porque eres una estrella. Y porque para que negarlo, tus historias le han ayudado en su vida. Eso tampoco es fácil que lo reconozca. Pero conmigo sabe, que si se pone en plan diva, se queda solo a la voz de ya. Y sabe que soy capaz de sacarle las mierdas sin dudar.

-¿Y como hacemos con Sergio? Esto que me cuentas me deja … trastoca mis planes, ya de por si complicados de cumplir.

-Si su tocayo dice que se encarga de su carrera, a lo mejor no hace falta más. Sergio Romeva es un tipo muy eficiente y muy bien relacionado. En todos los ámbitos de la cultura. Es inteligente y sabe que el mundo del cine, no es nada sin los escritores, sin los músicos, sin los pintores … Tiene contactos en todos esos ámbitos y en alguno más, aunque no presuma de ello. De todas formas, estoy esperando que Ludwin me diga que puede recibirme, y voy a ir a verlo.

-¿Vas a hacer eso?

-Primero, me lo has pedido tú. Eso me basta. Solo con escuchar como Oriol cuenta a Néstor todo feliz, que le has llamado para hablar, me siento en deuda y agradecido. O cuando al cabo de unos días, Pol viene contando una historia parecida. Y segundo, ese Sergio Plaza es muy bueno. De los mejores intérpretes que he escuchado en años. Merece tener la oportunidad de intentar consolidar una carrera. Y es un crío de puta madre. Las veces que nos hemos visto, me ha causado buena impresión. Y en tercer lugar, ese hijo de puta de Mendés, hay que acabar con él. Lo que estoy sabiendo estos días, supera con creces la peor de las ideas que tenía respecto a él. Antes me parecía un cabrón. Ahora, no sé ya ni como calificarlo. Mis padres le apoyan aportando fondos para alguna Fundación con la que tiene relación. Ya les he dicho lo que hay y que mejor harán en desligarse de él.

-¿Te harán caso?

-Se han mostrado remisos. Tengo que investigar.

-Tendrán algún secreto y él lo ha descubierto.

-Me imagino que el secreto que les puede echar en cara sea mío.

-Si lo descubres y es así, ten paciencia. No te lances.

-Ya me conoces. Depende de lo que sea … y como me pille.

-Puede que sea de alguno de tus hermanos.

Dídac se quedó pensativo.

-No diría que no. Pero me inclino a pensar que es mío.

-Pues no te lances. Me cuentas y me lo dejas a mí. Ya me he enfangado muchas veces, una más no importa. No quiero que te salpique. Ya estoy acostumbrado a que hablen mal de mí.

-Que soy Dídac Fabrat, el niño malote de la farándula. Anda que …

-Pero te has reformado. Tienes marido, un directivo de banca reputado y considerado, y tienes dos hijos.

-Legalmente no lo son. Soy muy joven para ser su padre.

-¿Como te llaman?

Dídac se sonrió. Levantó las manos a modo de rendición.

Jorge entrelazó su brazo con el de Dídac. Éste apoyó su cabeza en la del escritor. Así siguieron caminando despacio, cada vez a más distancia del resto.

-Javier necesita más testimonios …

-Estoy convenciendo a unos cuantos. Les he tratado alguna vez. Ahora, sabiendo lo que sé, les he abordado de otra forma. Carmen ya sabe de un par de ellos. Sergio me ayuda en eso. Conoce a alguno. Yo había entendido cuando me contaban, que eran tocamientos, sobeteos … me parece mal, pero bueno. Por eso no le tragaba. Yo me he tirado a todo lo que tenía polla. Pero no he tocado nada, sin que me dijeran “sí”. Y no he hecho valer ni mi posición ni mi fama. Lo de este tipo es aberrante. No se trata de un tipo que le guste el sexo. Le gusta humillar, controlar. De gustarte el sexo, a lo que ese tipo es en realidad, va un abismo. Ese tipo debe acabar en la cárcel. Y debería vivir cien años más para que su castigo fuera suficiente. Merecería que organizáramos una lapidación pública en las que sus víctimas le apedrearan hasta que fuera una masa informe llena de sangre y vísceras. ¿Y eso de Vecinilla? Dani no ha dejado de mirar el móvil hasta que le han dicho que venías hacia aquí.

-Si no te importa, déjame un par de días para que asiente lo que he vivido hace unas horas.

-Me temo lo peor solo con verte la niebla que se te ha puesto en la mirada.

-Pues de lo peor que te imagines, sube cien peldaños más. A lo mejor un día que estés en Madrid … te pido un concierto privado. No es para mí, te advierto. Aunque espero disfrutarlo también.

-¿Con Sergio?

-Sí. Pero no es para eso de …

-Ya me dirás. Y si quieres que toque con él en la calle, lo hago. Soy menos mediático que Nuño, pero puedo servir.

-¿Lo harías?

-No te repito mis razones, te las acabo de decir.

Jorge se paró y le agarró la cara y le dio un pico. Dídac sonrió y se lo devolvió.

-Cuando tenga convencidos a esas víctimas de Mendés y del otro hijo de puta del conservatorio, se lo paso a Javier o a Carmen. Cambiando de tema. ¿Cuándo se va ese? – Dídac señaló con un gesto a Cape, que acababa de rodear la cintura de Carmelo con el brazo. Estaba marcando territorio. – Me parece tan patético como lleva todo el rato intentando parecer una pareja …

-En un par de días, creo.

-¿Se lo ha dicho a Dani?

-Creo que no. Si no han hablado mientras estaba en Vecinilla, no. Dani se lo huele, porque lo conoce. A parte, se lo han dicho los escoltas. Cape les ha comunicado que dentro de unos días no necesitará sus servicios. Así que lo sabe, pero decir, creo que no. Y si le va a decir lo mismo que a mí cuando hablamos antes de ayer, mejor que se abstenga.

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge.

-Es que se ha montado una película que no tiene nada que ver con lo que ha pasado. La repite y la repite, creo que con la intención de que se haga realidad. Me dijo, que ahora puedo lanzarme a los brazos de Dani. Y que él nunca había follado con Dani cuando eran pequeños.

-¿En serio? ¿Te dio permiso? Una cosa te digo, de eso tienes la culpa. Siempre has fingido que no te habías enterado de que solo eran “hermanos”. Y lo de que no follaron, que me lo diga a mí. No te jode.

-¿Y qué iba a hacer si él iba diciendo que era su pareja? Y Carmelo no afirmaba, pero tampoco lo negaba. Y se ha plegado a sus “cosas” estos años. E insistía cuando volvía a Madrid en que Dani fuera a su casa a estar. Dani no se iba de nuestra casa por deferencia a él. Se iba porque el otro le llamaba. No me decía nada. Pero lo vi en su teléfono.

-¿Le miras el teléfono?

-Si sabes que desde hace muchos años compartimos todo. Él tiene llaves de mi casa, de mi almacén, yo tengo llaves de las suyas … hasta guardo todavía un juego de su casa de Madrid, la que vendió. Y de sus coches. Sé sus contraseñas de sus bancos, él sabe de las mías … tiene poder en todos mis asuntos, yo lo tengo en los suyos, incluso para decidir sobre nuestra salud. No es de ahora, es de hace cinco o seis años. Y todo salió de él. Hace unos días, Carmelo insistió en que le acompañara a casa de Cape. La verdad es que no me apetecía. Insistió tanto que al final le hice caso. Eso es un mausoleo … es lo más alejado a un hogar que he visto. Mucho dinero se gastó, pero no tiene alma, no … no le ha dado su impronta, si es que tiene de eso. He visto hoteles más acogedores que esa mansión. Ellos se fueron a su habitación y yo a una de las muchas que hay. Dani se levantó en mitad de la noche a buscarme. Yo estaba por ahí, investigando, no conseguía dormir. Cada vez que me metía en la cama me entraban como escalofríos, te lo juro. El caso es que cuando me asomé a otra de esas habitaciones de invitados, me topé con Dani. Lo vi tan mal, tan perdido, tan … zombi, yo creo que ni llegó a despertarse del todo. Parecía un pelele … llamé a los escoltas y les dije que nos íbamos. No le dejé ni vestirse. Luego me llamó el otro cuando se dio cuenta de que no estábamos. Que si le disculpara, que las cosas son complicadas … vete a cagar, joder.

-Veo que tomas las riendas. Menos mal que ya no intentas parecer un fantasma.

-Creo que me he pasado también con eso. Por cierto, tienes que enterarte si hay alguna forma de analizar todas las pastillas que me daban sin destruirlas. Martín me dijo el otro día que a lo mejor todas no son lo mismo. Se refería a que algunas pudieran ser algo más … expeditivo. Y si lo dice Martín, existe la posibilidad que lo haya escuchado a alguien.

-¿Cuántos botes tienes?

-Unos veinte en casa. En el almacén otros tantos o alguno más.

-Si añadimos los que has perdido y los que te ha tirado Dani … has pasado más tiempo sin pastillas que con ellas.

-Tomé mientras estudiaba el efecto que me producían. Cuando lo tenía controlado, las dejé. De vez en cuando tomaba, para que en los análisis saliera. Pero me daba excusas para no atender a nadie salvo los que quería. Y para enterarme de lo que se decía de mí.

-Como se enteren … Tranquilo que no se lo voy a contar a nadie. Lo investigo. Por cierto, el otro día comimos los cuatro en casa de Gaby. Fuimos a ver la tienda nueva. En nada inauguramos ¿No?

-¿Te gustó? Me escribió Gaby para decirme que habíais estado. Luego no he podido hablar con él. No coincidimos.

-Me encanta. Y la decoración que ha hecho tu hermano Miguel, maravillosa. Ultimamos algunos detalles para el día D. Le he pedido a Sergio que venga a tocar conmigo. Esta semana quedaremos para ensayar.

-Que buena idea has tenido. No se me había ocurrido. Fíjate que le dije que tocara en la presentación de los cuentos que algún día publicaré. Si me decido al final en que editorial hacerlo.

-Me apunto yo también.

-Bien. Que en la de “La Casa Monforte” estabas fuera. Mira Cape, besando a Dani.

-Mejor que se vaya. No le ha hecho bien a Dani. Menos mal que tú poco a poco le has ido comiendo el terreno. Sí, no me mires así. A los demás les puedes engañar, a mí no. Tus drogas son historia hace muchos meses. Muchos. Me lo has reconocido antes, pero para mí estaba claro hace siglos. Y desde que Cape apareció y apartó a Dani de todos sus amigos, tú te has dedicado poco a poco a volver a integrarlo. Y a romper el yugo que había puesto en el cuello de Dani. Y a hacer que se disipara ese aire melancólico permanente en el que se hundió.

-Le estaba anulando completamente. – la mirada de Jorge se hizo triste.

-Pero ya tenemos al Dani de siempre de vuelta.

-Todavía no.

-Papá, nos adelantamos para ir preparando la comida. Martín nos va a ayudar.

-Vale. ¿Lleváis llaves?

-Sí. ¿Las llevas tú?

Dídac se palpó los bolsillos y se echó a reír.

-Capullo, llevas las mías. De todas formas Néstor lleva. Ha cerrado él. No me has pillado.

Dídac se paró de repente, para dar tiempo a que los chicos se alejaran.

-Claro que es el de antes. Solo que ahora muestra todo lo que te ama sin tapujos. Y si es por alguna reacción a todo lo que estáis viviendo, ni el más valiente no se sentiría vulnerable.

-Se está volviendo muy celoso. Como si tuviera miedo de perderme. Como si … no quiero que dependa de mí. No quiero que esté pendiente de si alguien me mira temiendo que me vaya con él para siempre. No sé como hacerle entender que es mi vida. No el amor de mi vida. Mi vida.

-Has estado ocho años manteniendo la distancia. Ahora has acelerado el proceso de acercamiento … hasta acabar siendo una pareja de hecho, aunque ni Cape ni vuestros amigos parecen haberse dado cuenta. ¿Y de verdad son los padres de Martín? ¿El chaval os conoce perfectamente y sus padres no?

Jorge se quedó pensativo.

-Ya veremos como acabamos con sus padres. Pensaré en lo que me has dicho sobre la forma que he tenido de marcar los tiempos con Dani.

-Os queréis con locura desde el día que se te presentó en la Dinamo.

-¿Estabas?

-¡Sí!

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge con cara de sorpresa.

-Joder. No me acuerdo.

-No te jode, porque desde que ese rubito, como le llamas, se plantó delante de ti, no nos hiciste caso a ninguno. Me tuve que enfadar para que me lo presentaras.

-¿Te lo presenté yo? ¿Ese día?

-Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo … – Dídac estaba a punto de echarse a reír.

-¡Qué! ¿Ya habéis arreglado el mundo? – dijo Paula en tono simpático. Se había parado para esperarlos.

-No. Pero hemos hecho planes para hacer algo juntos. Un poema sinfónico a medias. Jorge el texto, yo la música.

-Pero si no sabes escribir poesía – Paula se echó a reír.

-Querida ¿No has tenido la suerte de que te enseñe sus poesías? – Dídac había puesto su mejor cara de sorpresa. – Lo siento por ti. Te has perdido algo maravilloso. Es uno de los secretos de Jorge. Le insisto para que publique un recopilatorio de poesía, pero no hay forma de convencerlo.

Dani se quedó mirando a Jorge con cara de guasa. Los dos se echaron a reír.

-No, Paula, no le mires así. Ahora tendrás que esperar a que la obra de Dídac y Jorge esté acabada – se burló Carmelo.

-Me estáis tomando el pelo.

-Pues sí. Pero te va a quedar la duda de si te lo toman en que no han acabado la obra, o que en realidad, van a empezar los ensayos con orquesta y coro. La ONE ¿No?

-La orquesta de la BBC – se apresuró a corregir Dídac. – Estrenaremos en el Royal Albert Hall.

-¿Pero es … no es una tomadura de pelo?

-¡Claro! – dijo Jorge en tono circunspecto.

.

A la mañana siguiente, Jorge y Carmelo desayunaron solos en la Hermida 2. Se acercó Martín también, que se había despistado de sus padres, que habían ido a dar un paseo mañanero y después fueron a la cantina de Gerardo a tomar su famoso chocolate.

-Lo de ayer estuvo guay. Molan Néstor y Dídac. Y Oriol y Pol. Vamos a quedar algún día para salir los tres.

-Me gusta eso – dijo Carmelo.

-Suelo hablar de vez en cuando con los dos. Antes quedábamos de vez en cuando. La pandemia lo ha trastocado todo. – explicó Jorge.

-Se les nota que les caes bien.

-Pero que madrugadores.

Cape bajaba por las escaleras estirándose.

-Yo me hubiera quedado un par de horas más en la cama. – añadió ante la falta de respuestas.

-Pues querido, me he levantado precisamente para dejarte dormir tranquilo. Anoche estabas cansado. – le dijo Carmelo mientras Cape le besaba en los labios. Jorge los miraba sonriendo. Martín fingió una tos para aguantarse la risa.

-¿Planes para esta mañana?

-Sobre las doce creo, hemos quedado todos aquí para hablar. Hasta entonces, fiesta.

-Si me pones un café, querido, y un par de tostadas, me voy a dormir de nuevo. ¿Y tú Jorge? ¿No escribes hoy?

-Sí. Me voy a acercar al bar a ocupar la mesa de Dani para escribir.

-Están mis viejos allí. – Carmelo se rió al ver la cara de pillo que había puesto Martín.

-Vale. Pues dejaré lo de escribir para otro momento y me iré al estanque de los encuentros para leer.

-Me apunto. – dijo Martín.

-Y yo – dijo Dani.

-¡Bah! ¡Quédate conmigo, Dani! – Cape era claro que quería aprovechar sus últimas horas antes de esfumarse.

-Querido, te va a tocar dormir solo. Me apetece el plan de Jorge y Martín. ¿Dos tostadas has dicho?

La reunión se retrasó. Los planes de todas las partes se alargaron más de lo previsto. Laín y Paula se encontraron con Luis, el guardia civil, que les invitó a un café. Gerardo se encargó además de presentarles a algunas de las personas que andaban por allí y que eran muy amigos de los Danis. Paula alucinaba con que toda esa gente tratara con Dani. Su marido la miraba como si fuera extraterrestre. No entendía como podía haber sacado esas conclusiones de Dani. Poco menos pensaba que era un asocial.

Al cabo de un rato se acercó al bar el capitán Melgosa. Se iba a acercar a la Hermida para contarles las novedades sobre el intento de atentar contra la vida de Carmelo y Jorge.

-Con todos los cadáveres que va dejando Jorge por el camino, era de esperar.

La sentencia una vez más de Paula dejó a todos sin palabras. Melgosa levantó las cejas y bajó la mirada. Se relamía solo de pensar en contar a Javier y al comandante lo que estaba viviendo junto a los amigos de Jorge.

-Paula cariño. ¿Te has dado cuenta de que acabas de decir que en tu mundo, es natural arreglar las diferencias contratando a un matón para matar al vecino?

-No, no, no he querido decir eso … estos señores me han entendido.

-Eso espero. Son oficiales de la Guardia Civil, por si no has caído en la cuenta. Que vistan de paisano, no les quita su condición.

Carmelo estuvo cabizbajo en su excursión al estanque de los encuentros. Esta vez les llevó a otro rincón un poco más alejado y entremetido en el bosque que ese sí, nadie visitaba. También había un remanso, pero apenas te podías mojar los pies en él de lo poco profundo que era. Esa zona en invierno a veces estaba inundada.

-Esto mola – dijo Martín. – Joder, si hay cobertura, te juro que me vengo aquí a clasificarte los relatos, tío.

-No me habías traído a esta parte nunca.

Jorge, por la cara que tenía, estaba completamente de acuerdo con las apreciaciones dichas por su sobrino.

-Hasta aquí, no he traído nunca a nadie. Y espero que sepáis guardar el secreto. Este rincón es para estar solos. En paz con el mundo.

Cuando volvieron, Jorge se subió a la terraza. Al poco se le unió Carmelo. No les apetecía de momento enfrentarse al resto.

Eduardo y Felipe llegaron después y entraron en la casa. Se sentaron en el salón de la Hermida. Hugo les había dejado pasar para que no esperaran en la calle.

Cape bajó al poco. Había escuchado entrar a sus amigos y se había ido a duchar.

Martín, cuando habían vuelto del estanque, se había escabullido para que sus padres no se enteraran de que había estado con ellos.

-Ni habrás desayunado – le reprochó su madre al verlo bajar secándose. – Y mira de ponerte algo. ¿Crees que es normal pasearte en calzoncillos por casa ajena?

-No veo a nadie aquí a parte de vosotros.

-Vístete anda, que llegamos tarde.

-Sí, papá.

Melgosa y Luis estaban charlando con Hugo y Fernando.

-Deberías descansar un poco, Fer – le dijo el capitán.

-No te preocupes. Luego Nano me cubre un par de horas y me echo a dormir.

-No os quedéis ahí, hombre. Pasad. – Cape fue a buscarlos a la calle. – Mira, por ahí viene Óliver.

-Seré el último, como si lo viera – Óliver venía corriendo.

Cuando todos estuvieron asentados, Melgosa y Luis tomaron la palabra.

-Quisiéramos contaros un poco las novedades de lo que pasó ayer.

-Esperad a que bajen Jorge y Carmelo. – dijo Cape.

-Ellos ya lo saben. La comisaria Polana está hablando con ellos por teléfono – les explicó Melgosa.

Contaron a grandes rasgos las novedades respecto a la mujer que había aparecido el día anterior y de cómo fue su detención. Todos respiraron en la Hermida 2 al saber que todo había ido bien.

-Martín, por favor, sube a la terraza a buscar a estos. – le pidió Cape un poco molesto.

Carmelo, Jorge y Martín aún tardaron un rato en bajar de la terraza. Llegaron justo para escuchar las novedades que les estaba contando Óliver. Melgosa y Luis se despidieron entonces de ellos y les dejaron con sus asuntos. Estaban en la reunión Laín, Paula y Martín. Cape, Carmelo y Jorge. Felipe y Eduardo. Óliver. Hugo y Fernando, los escoltas.

-Creo que tenemos que comentar algunos temas importantes – propuso Carmelo, que miraba de reojo a Jorge mientras hablaba. Jorge se había inmerso en sus cavilaciones. Viajando al pasado nuevamente e intentando recordar de nuevo a Hugo en aquellos tiempos, cuando era actor y había trabajado con Carmelo. Las palabras que le había dedicado Martín en la terraza el día anterior, le habían llamado la atención. Y también la contestación de Carmelo. Era claro que él si se acordaba de eso. ¿Qué le pasaría a Martín con Hugo? No habían tenido ocasión de comentarlo ni cuando volvieron de casa de Dídac y Néstor.

Además, mientras bajaban de la terraza, ahora estaba en el salón de la planta baja, Carmen le había mandado una foto de esa mujer. Nada más verla, supo que la conocía del pasado. Y la primera relación que se le apareció, fue la de Nando. Estaba relacionada con él. No la recordaba junto a Nando, no era una de sus socias en sus negocios, ni una de sus amigas. Algún hecho presenció en la que estaba ella implicada. No recordaba que se la hubiera presentado. La recordaba de otra cosa. Una bombilla se iluminó de pronto en su cabeza. Esa mujer se presentó en una lectura organizada por la librería Espolón de Burgos. Era sobre “Tirso”, precisamente. Pero él ya la conocía cuando sucedió eso. Ahora debía recordar lo que pasó en ese encuentro con lectores. Y ver de forzar la memoria para recordar cuando la vio por primera vez.

-“Tirso” es el epicentro – dijo en voz alta sin ser consciente de ello.

-Creo que deberíamos dejaros hablar de todo esto – comentó Felipe – Edu ¿Nos vamos?

Carmelo miró a Jorge. Éste entendió.

-Quedaros si queréis. Sois como de la familia de Dani y Cape. Y si sois familia de ellos, sois mi familia.

Eduardo volvió a sentarse. Estaba intrigado. Y además, no quería dejar pasar la oportunidad de estar cerca de Martín. Felipe se resignó y también se sentó. Carmelo volvió a mirar a Jorge y le hizo un pequeño gesto señalando a los escoltas. Éste hizo un pequeño gesto afirmando con la cabeza.

-Hugo, si no te importa… – dijo Carmelo.

Pero Hugo no hizo ningún movimiento.

-Hugo, por favor, sal al balcón a fumar y mirar la calle. – fue esta vez Jorge el que insistió.

-No hay balcón.

-Lo hay en el piso de arriba. Una terraza enorme, con unas vistas a gran parte de la comarca – contestó cortante Carmelo.

Jorge bajó la cabeza. En el tema de Hugo, se le escapaba casi todo. Ni a Carmelo ni a Martín le caía bien. Tenían cuentas pendientes del pasado. Cuentas que por su relación con ambos, él debería conocer. Pero no recordaba nada. Le empezaba a parecer que el comentario de Martín era más serio de lo que le había parecido. Por mucho que intentaba recordar, no conseguía centrar a Hugo en su pasado. Había dejado entrever que sí, que lo había reconocido, pero eso no era verdad. Y menos lo que pudiera suceder entre Hugo y Martín. Tenía que recuperar todos los trabajos que había hecho su sobrino postizo cuando era niño, antes de decidir dejar de actuar. Tenía que centrar también ese hecho con la decisión de su padre de dar un paso atrás y dedicarse a papeles pequeños, casi sin texto, de figurante de lujo, pero figurante al fin y al cabo. O quizás tuviera que ver con esas miradas que había captado entre Alberto, Gerardo y Hugo. O eran cosas separadas, y lo de Alberto y Gerardo tenía que ver con el comentario de Óliver cuando hablaron en profundidad. No se había acordado de comentarlo con Carmelo. Y el Alberto ese era del que le había hablado Helga cuando le explicaba como murió Ghillermo, el marido de Javier. Óliver, al menos en lo que hacía referencia a Alberto, estaba acertado. Y si Hugo y Gerardo parecían haberse reconocido…

Al final Hugo hizo un gesto a su compañero y salieron de la habitación. Pero no lo hizo de buen grado. Laín pareció suspirar de alivio. Y Martín no dejó de seguirlo con la mirada mientras salía.

A Jorge le fastidió un poco que Fernando tuviera que salir también de la habitación. Confiaba en ese hombre. Muchas veces, luego, comentando lo que Jorge había hablado con otras personas, le había hecho ver algún detalle que a él se le había escapado. O había interpretado de otra forma esas palabras o hechos. Tenía muy presentes los comentarios que le hicieron Helga y él de su encuentro con la gente de su barrio.

Cuando Hugo cerró la puerta, Martín preguntó a su padre:

-¿Es ese Hugo? Ha cambiado mucho. Aunque sigue siendo igual de chulo el cabrón.

Su padre asintió despacio con la cabeza.

-No me jodas Jorge – se giró para mirar al escritor. Ese exabrupto había despistado al escritor. Hubo un momento en que Martín se puso de tal forma que no le viera nadie más que él y Carmelo y les guiñó el ojo.

Jorge levantó las cejas completamente despistado.

-No sé a que te refieres – contestó de forma anodina.

-¿No lo sabes? ¡¡No te acuerdas de verdad!!

-Martín, cierra la boca. – le ordenó su padre con un tono muy duro.

-Papá. No. No cierro la boca. Es un hijo de puta. Yo era un niño pero sé lo que vi y sé lo que escuché. Y Jorge siempre fue bueno conmigo. Lo sabes. Papá, hay cosas que están bien y hay cosas que no lo están, se mire como se mire. Siempre me lo has dicho.

Todos los que conocían a Martín estaban asombrados. Nunca le habían visto así. Sus padres lo miraban como si fuera un extraño. Paula pensó en que algo se le escapaba. A ver si su hijo sabía muchas más cosas de las que pensaba. Incluso a lo mejor sabía más que ella misma. Y esas salidas de tono, ese no temer enfrentarse con ellos… empezaba a convertirse en una costumbre. Miró a su marido que miraba a su hijo fijamente. Pero no lo hacía sorprendido o alterado. Lo miraba asombrado. Pero no porque supiera. Sino porque hubiera saltado así. Para Paula era claro que padre e hijo compartían secretos.

-Y Jorge es nuestro amigo. Y Carmelo – sentenció Martín. – Para mí, Jorge es mi tío, aunque no sea familia carnal. Lo he sentido así desde que lo conocí. Aunque eso les joda a algunos.

Jorge enarcó las cejas y miró a Carmelo. Esa pulla la había lanzado a sus padres, no había otra posibilidad. Y se contradecía con lo que le había dicho al respecto hacía unos días. Quizás estaba rompiendo las últimas barreras para sincerarse del todo con ellos.

Todos miraban a Laín. Parecía que era claro que le tocaba hablar. Pero éste no se decidía. No se había imaginado la reunión así. Quería algo mas tranquilo y que las cosas fueran surgiendo. Pero Hugo volvía a ser arrogante. Como siempre. Y esa reticencia a salir había alterado a Martín. Una vez tuvo que pararle los pies cuando Martín tenía diez años y fue a darle un sopapo porque decía que le había robado una escena en la película que participaban ambos. Martín era un actor innato como su padre, como Carmelo. Su papel era nada, poco más que un ejercicio de figuración. Pero solo aparecer en pantalla, el chico opacaba al resto de los actores. Y eso Hugo, en plena ola de su éxito, no lo soportó. Vio la escena en el combo y le dio un ataque. Además el director, a cuenta de eso, le dio más protagonismo al personaje de Martín. Les dijo a los guionistas que le incluyeran en más escenas, y que le escribieran una pequeña subtrama. Estos lo hicieron con gusto, porque habían visto el resultado del niño en pantalla. Reunieron en él otros personajes intrascendentes de la trama. Pero con esos pocos le dio más peso en la historia. Que no hubiera sido nada relevante si no hubiera sido por la impronta que le daba el joven actor. Y por nada del mundo Hugo quería que ese niñato volviera a aparecer en una escena con él. Intentó por todos los medios que el director eliminara esa secuencia o la rodaran de nuevo. Pero eso no sucedió y Hugo se encontró con Martín y levantó la mano para soltarle un sopapo. La mano de Laín interceptó la trayectoria del brazo de Hugo y evitó el tortazo. Aunque siempre creyó que había tenido algo que ver que el niño le pillara teniendo sexo con Nando, el marido de su amigo Jorge Rios.

-Pues lo cuento yo. Mira, Jorge. Hace…

-Ya lo cuento yo, Martín. Estás alterado. No vas a ser ecuánime.

-¿Ecuánime con ese tío? Papá. No pensé escuchar eso de ti. Pero ¿De qué hostias de ecuanimidad me hablas?

-Déjale a tu padre – le reconvino Paula, haciendo esfuerzos por no saltar y ponerle en su sitio. No soportaba esa costumbre que había cogido en los últimos tiempos de faltarles al respeto. – Sabes que tu padre no le tiene ninguna simpatía. No te puedes hacer una idea del asco que le tiene. Déjale que lo cuente él.

-Como lo cuente como contáis los dos muchas cosas, aviados vamos.

-¡¡Martín!! Estás empezando a acabar con mi paciencia. – el tono de Paula no auguraba nada bueno.

Fue a contestar, pero una mirada de Jorge contuvo a su sobrino.

Paula se había enfadado. No pensó nunca que Martín tomara partido por alguien en contra de sus padres con extraños. Y lo había hecho por Jorge. Otra vez. Y ahora lo había hecho en público. Porque se refería a él. Paula no se atrevía a mirar a su amigo el escritor porque sentía su mirada fría fija en ella. Era una mirada que ella no conocía. Su marido tenía razón. No había valorado a Jorge como debía. No era el idiota sumido en sus mundos de Yupi. Ahora empezaba a creerse la historia que le contó su amigo Mendés respecto a una charla que había tenido con el escritor. Tendría que pensar una estrategia para volver a acercarse a Jorge que no fuera a base de denigrar la actuación de su hijo. Era claro que los dos hacían un tándem indestructible. Lo de Martín, a estas alturas, le daba igual. Ya tenía edad de volar solo. Que volara. Y si se estrellaba que le acogieran sus nuevos amigos. Él los había elegido. Ella no tenía un sentido maternal muy desarrollado. Ya era mayor de edad. Ya había vencido el acuerdo que al respecto, firmaron Laín y ella cuando tuvieron a sus hijos.

Carmelo se había puesto rígido. Y Cape también. Ahí había algo que a ellos también se les había escapado hasta ese momento. Que Nando traicionaba a Jorge desde antes de casarse, era algo sabido por todos los que los frecuentaban a ambos o a uno de ellos. Y el afán de Jorge por no enterarse. Pero ese affaire al que se refería Martín no lo conocían, salvo por escuchar algún rumor, al que no hicieron mucho caso. Y les extrañaba, por la edad de Hugo en aquel tiempo. No estaba en el target que le solían gustar los hombres al marido de Jorge.

-Martín, hay cosas que un niño entiende de una forma que luego, cuando eres adulto, las ves de otra distinta. O al menos matizadas. Un niño no sabe interpretar algunas cosas.

Su padre intentaba contemporizar con su hijo y tranquilizarlo para que le dejara hablar a su manera. Se lo quedó mirando fijamente.

-Vale, lo entiendo. Sobro aquí. Pues a lo mejor sobro en el resto de tu vida. En la de mamá ya me dejó claro el otro día que era así. Tranquilos. A partir de ahora, a todos los efectos, dejo de existir para vosotros. O mejor dicho, vosotros dejáis de existir para mí. Creo que yo ya era un fantasma en vuestra vida, aunque no me había dado cuenta hasta hace poco.

Martín se levantó muy alterado y salió de la habitación por otra puerta distinta a la que había utilizado Hugo y su compañero. Carmelo hizo un gesto a Eduardo y éste lo entendió a la primera, sobre todo porque hubiera salido detrás de Martín de todas formas. Pero así era mejor, tenía una excusa. Jorge también se había levantado con intención de seguir al chico, pero al ver que Eduardo salía tras él se volvió a sentar esperando las explicaciones de Laín.

-Perdonad a Martín. La verdad ha sido un shock encontrar a Hugo aquí y encima como el jefe de tus escoltas. Sabía que se había metido policía después de que el acuerdo con Ordoño terminara. Pero no sabía que era tu escolta.

-¿El acuerdo con Ordoño? – preguntó extrañado Carmelo.

-Creía que lo sabíais todos. No fue una historia de amor. Lo vendieron así, pero no. Fue un acuerdo. El carácter de Hugo se convirtió en algo desbocado. Era ya un problema. Tú también eras inaguantable por aquel entonces. Todos te lo permitían porque luego sacabas tus escenas a la primera y levantabas tú solo las películas en las que trabajabas. Te implicabas en las promociones como nadie. Y además, en general cuando montabas un número, solías tener razón. Tenías carácter pero solo decías lo que pensabas y sobre todo cuando creías que era una situación injusta o a alguien no se le reconocía su trabajo. Y si un actor era patético y había quitado el papel a otro actor que lo hacía mejor, lo decías. Eso te ha granjeado muchos odios, pero claro, también adhesiones. Tienes un grupo de colegas que se parten la cara si escuchan hablar mal de ti.

-Y otros que jalean los bulos en los que últimamente nos matan a Jorge y a mí y que proclaman a los cuatro vientos sus deseos de que me maten y mi cadáver esté durante horas al sol, a la vista de todos.

-Eres una estrella con carácter, querido – le dijo Cape. – Eso tiene sus peajes.

-Pero Hugo solo tenía la parte de insoportable. – retomó la exposición Laín – Y se quedó solo.

-Hicimos buen tándem en “El ocaso de la inocencia”. Al principio fue bien. Era muy buen actor. Pero no sé que pasó, no recuerdo muy bien. Es aquella época en la que tengo tantas lagunas. El caso es que de repente se hizo insoportable. Yo también lo era. Pero a él se le empezó a olvidar el papel, había que repetir mucho. Ni con tele-pronter o leyéndole sus diálogos por un pinganillo se conseguía que Hugo dijera bien sus frases. Las jornadas de rodaje se alargaban hasta horas escandalosas. Esperando a que Hugo encontrara la inspiración o se le pasara la borrachera o los efectos de lo que se metiera en vena. Al final me impuse y le dije al productor que si él quería repetir, estupendo. Yo hacía mis escenas pero los contraplanos debía hacerlos un doble. No estaba dispuesto a pasarme el día contemplando como se equivocaba una y otra vez o como debía volver a su caravana a vomitar o a meterse lo que fuera. Los planes de rodaje se alargaban. La última temporada rodé una película entre medias. Me dio tiempo. Hacía mis escenas, y me iba a rodar la película. No nos dirigíamos la palabra y casi nunca coincidimos en el set. Aún así, la tercera temporada fue la de más share. Quizás por el morbo de nuestra relación, que empezó a ser vox populi, empujara a todos a ver con detalle cada escena, para determinar el grado del odio que decían nos teníamos. Me dieron muchos premios, lo cual enfureció a Hugo. También me creó una fama de insufrible que me dura hasta hoy. Muchos no me perdonaron que no apoyara a Hugo. Se pensaron que se me había subido el ego a la cabeza. Y más habiendo sido amigos y amantes. Aún hoy, hay personas que me lo recuerdan. Para ellos debería haber apoyado a mi compañero y ayudarle con sus problemas. Es gracioso que yo debiera hacer eso, siendo todavía un niño casi, y ni sus padres, ni su representante, ni los productores de la serie, dieran un paso en ese sentido. Ellos eran adultos y eran responsables de él. Y de ellos, nadie ha hablado. Y habría mucho que decir de sus padres. Que los míos eran lo peor, lo tengo asumido. Y gran parte de la profesión. Pero de los padres de Hugo no se dice nada, y le han dejado sin un duro, y ganó una millonada en aquella época. En esa serie teníamos el mismo caché. Por no hablar de su representante. Mucho tuvo que ver con sus adicciones. Hasta le compraba la droga. En mi época mala, ni se me hubiera ocurrido pedirle a Sergio que me fuera a buscar un poco de costo o una dosis de lo que fuera; de la primera torta me habría quitado el mono.

-Luego hizo esa película a la que nos referíamos antes, “Olvido”. – explico Laín – Fue un pelotazo. Y Martín acaparó algunas nominaciones a mejor joven promesa o actor secundario. Eso, claro, provocó que Hugo estallara en cólera. Como ya la situación de Hugo era casi insostenible y era claro que corría el riesgo de acabar siendo el más guapo de los juguetes rotos, a alguien se le ocurrió ese “noviazgo” con Ordoño. Se casaron y se inventaron eso de que Ordoño le había pedido que se retirara de la actuación, al estilo de las mujeres artistas que se casaban en los años cincuenta y sesenta. Aprovecharon para meterlo en una clínica en Suiza para recuperarse de sus adicciones y de lo que fuera que le había llevado a esa situación. De todas formas fue un proceso muy oscuro. Pocos saben que lo de su matrimonio fue todo un ardid. Creo que con suerte, ese Ordoño y Hugo ni se conocen. Nadie sabe quién pagó el tratamiento ni quién lo salvó en realidad. Desde luego, como bien has dicho, sus padres no lo hicieron. De hecho, siguen sacando tajada de Hugo y de los millones de fans que tiene por el mundo que no le olvidan. Me extraña que si Hugo lo sabe, lo deje estar. Hacen hasta tournés por su casa. Cobrando. Su página web, todo falso… mejor me callo. ¡¡Hasta venden calzoncillos usados de Hugo!! ¡¡Los subastan!!

-Esa parte es una absoluta novedad. Nunca pensé que eso del matrimonio fuera todo fingido. No me extrañaba su diferencia de edad, porque a Hugo no le importaba la edad que tuvieran sus amantes – reconoció Carmelo. – Lo que estaba claro es que estaba a punto de romperse. Yo estuve cerca también. Tuve mucha suerte. Hasta que encontré una razón para apartarme de toda esa vida de drogas y fiestas.

Carmelo se quedó mirando a Jorge que le sonrió aunque no sabía por qué lo miraba con esa intensidad.

-Y después de toda esta experiencia, Martín decidió no hacer más cine. Alguna vez me acompañaba a algún rodaje y lo convencí para salir conmigo de figurante. Y Rodrigo alguna vez lo convenció para hacer un par de frases. Hasta “La Serpiente de la muerte” en la que Rodrigo y yo le preparamos una trampa y no supo decir que no.

-¿Pero que pasó para que Martín lo dejara de repente? – Jorge hizo la pregunta con toda la candidez del mundo. Carmelo se sonrió. No había escuchado lo que no le había interesado de lo que había dicho Martín. Aunque se dio cuenta a tiempo, que esa “candidez” era fingida. Algo le había sonado a mentira flagrante. Era su forma de decirlo, sin que lo pareciera.

-Mira, tienes algo con los niños que hace que te adoren. Pasó con Jorgito. Y pasó también con Martín. – Era Carmelo el que hablaba. – Por entonces todavía no nos conocíamos. Yo conocía a Laín y a Martín, y tú lo mismo, porque empezaste a dar clases en la Universidad y Paula y tú os hicisteis amigos. Y Martín como Quirce, su hermano, te adoran. Les ganaste para tu causa a los cinco minutos, como hiciste conmigo. Como hiciste hace dos noches con el niño de Felipe. Y te prometo que o te conoce de hace tiempo, o no te da un beso ni aunque se lo pida de rodillas Eduardo, que es el que más ascendiente tiene sobre él. Y te dio besos, se abrazó a ti y se durmió sobre tu hombro.

Jorge lo miró con cara de sorna.

-Serás tú el que me ganaste. Fuiste tú el que te acercaste. Malditas las ganas que tenía de ponerme a hablar con un crio petulante y actor, que volvía locos a todos y a todas. Un tonto rubio, que entonces ibas de rubio. Entonces y ahora, que digo. Y no hay comparación porque de niño cuando te conocí, tenías lo que yo de monje tibetano.

-Te compro lo de que no era un niño. El resto, no. Porque en aquella fiesta de año nuevo, estabas desesperado y más perdido que una aguja en un pajar.

-Bueno, porque mi marido, que me llevó obligado a la fiesta, me volvió a dejar solo para irse a follar con su ligue de la semana.

-O sea que lo sabías – dijo Paula.

-Saber, saber, pues no. Quiero decir que no sabía nombres, detalles. Estaba cómodo con sus faltas de fidelidad. Que follara todo lo que quisiera. Así no tenía que hacerlo yo. El sexo con él, al poco de casarnos, dejó de interesarme. Era un suplicio. Fue la única vez que me ha pasado. Antes de él mi vida sexual fue muy activa. A lo mejor, ahora que lo pienso, si tengo algo de monje tibetano – bromeó Jorge. – En realidad perdí todo el interés por el sexo cuando me casé con él.

-El caso es que te hice pasar una gran noche. Y eso que no quisiste ir a mi casa a follar.

-Porque eras un ligón impenitente. ¡Si salías a dos amantes al día! Pensé: voy a su casa, nos enrollamos, y mañana ni se acuerda de mi nombre. Yo me pillo por él, porque sabía que me iba a pillar, y luego las paso canutas. Por un lado, cornudo público, y por otro, desdichado en amor. Porque luego no me hubieras dicho ni buenos días. Como hacías con todos los que follabas.

-Por ti lo hubiera dejado todo.

-Eso se lo dices a todos para engatusarlos.

-Que bonito es el amor – exclamó Cape riéndose con ganas.

-¿Os han dicho alguna vez que haríais una buena pareja? – dijo Felipe muy serio.

-Sí, nos lo han dicho – dijeron a coro Jorge y Carmelo con gesto de hartazgo y mirando a Felipe con enfado.

Y ahí fue cuando todos se echaron a reír con ganas.

-Una pena que Martín no esté. Él lo dice siempre – reconoció Paula.

Estuvieron todos hablando y riendo un rato. Después de tanta tensión, pasar un rato distendido y bromeando unos con otros les sentó bien. Pero el tiempo pasaba. Y había cosas que arreglar.

Jorge sacó el teléfono. No dejaba de vibrar. Fernando entró de nuevo en la estancia y se lo quedó mirando. Jorge asintió con la cabeza. Se levantó y se acercó a Carmelo. Le dijo algo al oído. Éste asintió y le hizo un gesto de que no se preocupara. Jorge sin decir nada a nadie se encaminó hacia donde estaba Fernando. Los dos salieron de la sala.

-Tenemos el tiempo justo de llegar al aeropuerto.

-Vamos a toda leche. No quiero que se vaya sin despedirme.

-Siento ser aguafiestas – Óliver tomó la palabra por primera vez en esa reunión. – Hay que seguir con los asuntos que nos han traído aquí. Creo que algunos de vosotros tenéis cosas que contar. Ahí fuera ocurren cosas graves que ponen en peligro la vida de nuestros amigos, por no decir las nuestras propias. Creo que ninguno estamos a salvo. Así que mejor será que conozcamos todos algunos detalles que algunos sabéis. Así quizás podamos conocer que terreno pisamos y evitar resbalar y desnucarnos.

Pararon las bromas. Carmelo miró al matrimonio amigo. También miró a Felipe. Algo en el gesto que puso el granjero le llamó la atención. Pero no supo interpretarlo. Porque además, rápidamente se fijó en los padres de Martín. Paula estaba mandando mensajes que parecían importantes. Y lo que más llamó la atención, es que el teléfono que utilizaba no era el que hasta ese momento le había visto. También le llamó la atención que se había sentado donde nadie pudiera ver la pantalla de su móvil. Laín había puesto su mejor gesto de fastidio. Y no era por la actitud de su mujer. Era porque no le gustaba el planteamiento que había hecho el abogado. Lo miraba con asco. Eso no fue capaz de entenderlo porque lo acababa de conocer. Era claro que Laín y Paula, no estaban por la labor. Una vez más, Martín tenía razón.

.

De nuevo Marie, la madre de Álvar, había hecho de cicerone de las abuelas, como lo hizo de Lys. Ésta también se había unido a la visita que les había organizado Marie al Museo del Romanticismo. Carolina Miguel, la nueva directora del museo, había salido a saludarlas. Era amiga de Marie desde hacía muchos años. Ella les presentó a una voluntaria, Visitación, que iba a hacerles de guía.

-Ella es la que mejor conoce el Museo – les advirtió. – Y habla francés. No tendrás que hacer de traductora – le tocó cómplice en brazo.

-Viví muchos años en Montpellier. – les explicó Visitación con una sonrisa.

No solo explicaba los objetos que estaban expuestos en las distintas salas, sino que contaba historias que los ponían en contexto. Historias entretenidas, algunas incluso divertidas. Era claro que esa mujer disfrutaba con la época que recrea el Museo, con su pintura, con sus muebles… y se había interesado en profundizar. Además, se conocía la historia del Museo y todas sus vicisitudes. Muchas de ellas no se podían encontrar en las páginas oficiales. Su labor de guía para grupos escogidos por la Directora no le proporcionaban ingresos económicos. Pero sí, una satisfacción personal si al final de la visita, notaba que esas personas que se habían acercado al Museo, habían disfrutado con la visita.

En el recorrido estaba incluido un paseo por los jardines. Estuvieron sentadas en un rincón disfrutando de la mañana. A esa pequeña reunión se les unió la Directora. Fue el momento en que la guía hizo una propuesta.

-Si volvéis en otra ocasión, preparándolo con tiempo, os puedo preparar una visita especial en las que podréis ver algunos objetos que por causas diversas, no están expuestos.

Visitación parecía haber quedado contenta con la respuesta de Marie y sus invitadas. No solía hacer esa propuesta muy a menudo. Carolina, la directora pareció conforme con ella.

A la salida, en la c/ San Mateo, les recogió Álvar, que en un monovolumen sin distintivos de la Guardia Civil, con un coche de escolta, las trasladó a todas a “Las cortinas del Cielo”, un restaurante en las cercanías de Concejo y que tenía las mejores vistas de la provincia de Madrid. Álvar había reservado su terraza, de la que iban a poder disfrutar en exclusividad. Era un honor de los que pocos podían presumir.

-Pero esto es maravilloso – dijo Elodie llevándose la mano a la boca. – ¿Y vamos a comer aquí? Gracias Marie.

Candice, la Jefa de sala, se encargó personalmente de acomodarlas. Álvar al entrar, le dio el libro que en su anterior visita le había dado para que Jorge se lo firmara.

-No ha podido ser, lo siento.

Candice lo miró con pena. Pero vio un marcapáginas que no debía estar y abrió el libro por esa página. Allí encontró la dedicatoria que le había escrito Jorge.

-Pero que mal hombre eres. Te odio – aunque su cara mostraba otros sentimientos.

-Se lo tienes que agradecer a mi compañero Raúl. Se lo di a él, porque no lograba coincidir con Jorge. Él se encargó.

-Pues dile a Raúl que se venga un día a comer. Le trataré como a un VIP.

-Y si viene con Jorge, todavía mejor ¿no?

Se echaron a reír los dos.

En “Las cortinas del cielo” no solo podían presumir de sus vistas incomparables, sino que también tenían una de las mejores cocinas de Madrid. No tenían estrellas Michelín pero no le hacían falta. Era raro el día que no ponían el cartel de completo. Álvar había pedido un menú largo, para que sus invitadas pudieran probar muchas de las especialidades de la casa.

Parecía que todo lo que les llevaron a la mesa, fue del gusto de las “abuelas”, como ellas mismas se denominaban.

-¿Y este restaurante también es de algún amigo vuestro? Si es así, menudos amigos tenéis – comentó Lys cuando el camarero les anunció que los platos que les llevaba eran los últimos. – El otro día llevé a mi marido y mis cuñados a “El Puerto del Norte” y quedaron encantados. Rico el encargado se acordaba de mí y nos trató como si fuéramos ministros.

-Lástima que no te pudimos presentar a Biel – comentó Marie – Es muy amigo de Carmelo del Rio. Un gran actor también.

La comida siguió ocupando la conversación mientras tomaban la selección de postres que les llevaron. Elodie se levantó y se fue hasta la barandilla para disfrutar en soledad del paisaje maravilloso, con la sierra de Madrid de fondo. Al cabo de unos minutos volvió a la mesa y ocupó de nuevo su sitio. Fue el momento que eligió Marie para poner sobre la mesa los temas que interesaban a Álvar.

-Cariño – dijo a su hijo – creo que ya es hora de tratar las cuestiones que os preocupan en la policía.

Léa cogió la mano de su amiga Elodie. Sabía que todo ese tema le dolía en el alma.

-No se si seré capaz.

Álvar levantó las cejas. Era una de las posibilidades que había barajado, que de ese encuentro no saliera nada. Marguerite, la madre del embajador, no había querido unirse a la excursión para que no se sintieran coartadas. Se lo había confesado Lys.

-Es madre de su hijo, pero no acaba de comulgar con muchas de sus actuaciones. – había explicado a Marie. – Más bien no entiende lo que le mueve a hacer según que cosas. Parece que está muy centrado en triunfar.

Álvar vio a dos de sus compañeros que entraban en la terraza. Respiró profundo a modo de expresión de alivio. Jorge apareció poco después caminando con tranquilidad. Su rostro transmitía paz y sonreía ligeramente. Fue Lys la que lo vio la primera y sonrió. Le hizo un gesto a Elodie para que mirara a la puerta. Ésta de nuevo, volvió a tapar su boca con la mano, para mostrar su sorpresa. Fue a levantarse pero Jorge se lo impidió con un gesto. Se puso a su lado y se inclinó para darla un beso en la mejilla a la vez que la cogía las manos con las suyas.

-Te está sentando estupendo el viaje a España. Creo que debes valorar el venir más a menudo o incluso trasladarte permanentemente a Madrid. Así tendría más oportunidades de pasar ratos contigo.

-Que zalamero eres. Si no hablo ni palabra de español.

-Seguro que te apañarías en un par de días. Álvar te da un par de clases aceleradas y lo demás, tú y tu intuición.

Entre Maríe y Lys le explicaron que Elodie se sentía mal al volver a tratar el tema de su nieto Eloy.

-Hoy puedes decirnos todo lo que piensas. No hay nadie aquí que te cuarte. El otro día en la comida del Intercontinental, te noté … que no fuiste sincera del todo. Como el resto de tus amigos – Jorge miró a Lys que se encogió ligeramente de hombros. – No está Damien ni está Marguerite.

-Pero sería traicionar a mi amiga.

-No creo que Marguerite esté de acuerdo con muchas cosas. – le dijo Léa.

-Hemos oído que vas a hacer otro curso dentro de unos meses. – Marie había tomado la palabra. Intentaba romper el hielo.

-Sí. Así que si conocéis a algunos jóvenes de confianza y que necesiten de una mano a la hora de contar sobre un papel o de viva voz sus experiencias, seguro que encontráis la manera de que Damien se salte la lista que dice tener.

-La tiene – Lys sonrió con amargura.

-¿Ya les ha sacado sus comisiones?

-Me han contado que las ha doblado. Por el éxito de la primera convocatoria.

-Un éxito que todavía no se ha producido. Todavía no he dicho el primer “Bonjour” a la primera tanda.

-Es un éxito desde el momento que todos esos chicos tienen un motivo para ilusionarse. Para seguir adelante.

-En la comida nos contaste – Jorge decidió afrontar el tema sin más dilación – que Eloy murió en un accidente poco claro. Le he estado dando vueltas, y para que esa organización de repente se ponga en movimiento para organizar la muerte del chico, debió pasar algo.

Elodie miró a su amiga Léa que de repente había puesto cara de sorprendida. Álvar miró resignado a Jorge. Ya tenían la primera respuesta.

-Creo que de verdad cogiste cariño a ese joven, Elodie. Estamos todos en el empeño de buscar a esas personas que le hicieron mal. – esta vez fue Álvar quien tomó el relevo del escritor.

-Fue en la calle. Llegó a casa muy nervioso. Sudaba a mares y su mirada era … no sé ni definirla. Estaba perdida, no le era posible enfocarla en algo de lo que tenía alrededor. Parecía perdida en algún recuerdo o en ese encuentro, en esa persona que había visto por casualidad.

-¿Entonces fue una persona?

-No sacamos nada de él. Así que mi hijo, al cabo de unos días de intentarlo, y viendo que seguía aterrado, que no era capaz casi ni de salir de casa, contrató a un detective que fue preguntando por la zona dónde sabíamos que había estado. Viendo cámaras como la policía. Acababa de dejar a sus primos, como él les llamaba, al hijo de Lys y al de Camile. Volvía a casa. Y al cruzar por un paso de cebra, un tipo le llamó desde un coche. Dejó el coche en medio, en realidad llevaba chófer, y fue en su busca. Eloy echó a correr. El tipo tuvo la intención de seguirlo, pero se dio cuenta de que estaba llamando demasiado la atención. Volvió al coche y sin más desapareció.

-¿Se le ve la cara en las imágenes de esa cámara?

Elodie asintió con la cabeza, despacio.

-¿Lo conoces?

Elodie se echó a llorar. Era incapaz de decir palabra, aunque Jorge la había recostado sobre su hombro, para apoyarla en su desazón. Léa entonces tomó la palabra.

-Todo esto, llevó mucho tiempo. Cuando el detective que contrató Jacques, encontró esas imágenes, Eloy ya había muerto. El hombre que salió del coche y asustó a Eloy era Gustave Meyer. Es socio de Jacques en algunos negocios. No se tratan con familiaridad, pero …

-Los negocios son los negocios – Marie fue la que intervino. Su rostro se había vuelto hierático. Álvar miró a su madre. Su visaje también cambió.

-¿No será socio tuyo, mamá?

Marie negó con la cabeza. Ante la persistencia de la mirada de su hijo, no le quedó más remedio que explicarse.

-Estamos negociando. Hace unos meses me propuso un negocio y …

-¿Cuándo fue esa propuesta?

La pregunta la había hecho Jorge.

-Dos meses. Una cosa así. Algo más, tres o cuatro. ¿En febrero?

Jorge entonces miró a Léa. Elodie había intensificado su llanto. Léa de repente había abierto mucho los ojos. Su mente parecía estar en ebullición.

-Este encuentro de Eloy con ese tipo, fue a mediados de enero.

-El 21. – atinó a decir Elodie arreciando en su llanto.

-Eloy murió el 17 de marzo.

Álvar se recostó en la silla sin apartar la mirada de su madre. Su gesto se había endurecido.

-¿Has firmado algo mamá? No puede ser casualidad. ¿Habías tratado antes con él?

-No. No y no. No he firmado nada, no lo conocía y no puede ser casualidad. Es un tipo que no me ha gustado nunca. Pero esta propuesta que me hizo venía a arreglar un desastre en uno de mis negocios, por la pandemia, ya sabes. Y le escuché.

-Pensabas asociarte con él, mamá. Te lo veo en la cara.

Álvar se arrepintió enseguida del tono que había empleado. Era más propio de un inquisidor que de un hijo que adoraba a su madre y con la que tenía grandes dosis de complicidad, como con su padre. Se levantó a besarla y a abrazarla. Sabía que debajo de esa capa de mujer de negocios, había una persona mucho más sensible. Y que no hacía falta explicarla lo que había pretendido ese tipo al proponerle un negocio.

-Así el amigo Gustave, a parte de tener atado a su socio Jacques, el padre adoptivo del chico, también tenía atado a la madre de un policía que está en la unidad que investiga esa trama.

Léa había puesto en voz alta el resumen de la situación en la que todos estaban pendientes. Las miradas volvieron a Marie.

-Tenía que haber firmado en Lyon, en el último viaje. Pero no sé por qué, puse una excusa y no lo hice. Es el negocio del siglo, pero algo me …

-¿Qué le dijiste? ¿Qué excusa le pusiste?

-Que tu padre estaba enfermo y que debía ir a acompañarlo. No mentía, en parte.

-Por eso volviste y lo acompañaste al médico. Iba a ir yo con él. Pensaste que te había puesto alguien a seguirte. Quisiste asegurarte que en los informes que recibiera, constara que habías acompañado de verdad a papá al hospital.

-Es su forma de hacer negocios – Lys intervino por primera vez en varios minutos – He de decir que mi marido y mi cuñado también tienen negocios con ese tipo. François y Ernest tienen una entrevista con él cuando volvamos a Francia.

-¿El amigo Gustave Meyer está casado? ¿Familia?

-Por supuesto. – Lys volvió a tomar las riendas de la conversación. – Su mujer es la del dinero. Sin ella sus negocios no existirían. Fue un pelotazo. No, perdón, braguetazo. Mantuvo cercanía con Sofie hasta que tuvo a sus dos hijos. Luego, la aparcó. Ahora, hacen casi vidas separadas. Ya tiene lo que quería: una mujer rica y dos hijos para atarla a él.

Se hizo un silencio casi opresivo en la mesa. Todos parecían estar dándole vueltas a lo que había escuchado. Elodie había cambiado hacía un rato el hombro de Jorge por el de su amiga. Jorge se había cruzado de brazos apoyándolos en la mesa. Recorría con la vista a todos los asistentes a la reunión.

-Me imagino que la propuesta de Damien del curso, sería sobre las mismas fechas. Y que Eloy se habría apuntado.

Lys buscó con la mirada a Elodie. Ésta arreció en su llanto a la vez que afirmaba con la cabeza.

Álvar suspiró con pesar antes de hablar. Abrió las manos, a modo de disculpa. Pero lanzó la pregunta:

-¿Cuál es la relación del embajador con ese Gustave Meyer?

Las tres mujeres francesas se miraron. En esa conversación silenciosa, fue a Lys a la que le tocó hablar.

-Sofie, la mujer de Meyer es la tía carnal de Damien.

-Eh voilà! – exclamó Jorge mostrando su enfado. – Acabamos de cerrar el círculo.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 103.

Capítulo 103.-

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Olga dejó la bolsa de viaje al lado de la puerta de la habitación del hotel. Había sido una jornada agotadora. Había adelantado algunas clases en el curso de Quantico para tener esos días libres y poder dedicarse sin distracciones a Arlen y su reunión de los viernes. Al acabar sus asignaturas y tras un rato de charla con los alumnos, Ventura lo esperaba con un coche para iniciar viaje. Habían decidido quedarse en un hotel cercano a la finca y así poder dedicarse a dar una vuelta tranquilos por los alrededores desde muy temprano.

Tenía la intención de meterse en la ducha antes de salir a cenar algo. Pero la visión de la cama la hizo cambiar de idea y pensó mejor en acostarse aunque fueran unos minutos. Se quitó las botas y cuando iba a tumbarse recibió un mensaje de Carmen.

“¿Videoconferencia?”

A la vez sintió que tocaban muy suave en la puerta. Se levantó resoplando y fue a abrir. Al ver que era Ventura, dejó la puerta abierta como muda invitación a entrar y fue a sacar su tablet y conectarla al televisor de la habitación.

-Carmen quiere hablar – dijo con apenas un hilo de voz.

-Deja, ya lo preparo yo. Túmbate un rato. Me tenías que haber hecho caso y dormir durante el viaje. Eso de dedicar las noches a videoconferencias con tus amigos para ponerte al día de todo, te va a pasar factura.

-Tú también estás cansado. No podía dejarte conducir sin darte apoyo. Yo tengo conferencias telemáticas y tú investigas para mí.

Olga le hizo caso y se tiró sobre la cama. Tal como cayó, así se quedó.

-¿Y si la dices que mejor mañana?

-Creo que es importante. Solo espero que no sea largo. – Olga arrastraba las palabras dejando claro que estaba muy cerca del reino de los sueños.

-Te lo preparo y os dejo solas.

-No. Te quedas. Eres parte del caso, Ventura. No hay secretos.

-Me halagas. Pero eso … soy del FBI.

-Por poco tiempo – dijo Olga arrastrando las palabras y sin moverse de la posición en la que estaba tumbada.

-Ni agotada cejas en tu campaña – Ventura la miraba con gesto divertido.

-Solo tú no sabes que te vas a venir con nosotros. Lo estás deseando. Y cállate un rato, anda, cinco minutos para una cabezada …

Ventura negó con la cabeza, pero no añadió ningún comentario. Sonrió al escuchar que la respiración de Olga se había convertido en la de una persona dormida. Preparó el sistema de comunicaciones e hizo la llamada.

-Olga, debes levantarte.

La comisaria se incorporó de un salto. Justo se puso delante de la cámara cuando Carmen apareció en la pantalla. Ventura se fue a quitar pero Olga lo retuvo.

-Encantado de conocerte, Ventura. Siento decirte que te pareces a mucho a tu madre.

-No lo sientas. Es la verdad y me siento orgulloso de ello. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo. Espero tenerte con nosotros en breve.

-No empieces por favor. Ya tengo bastante con la campaña de Olga al respecto. Quisiera escuchar otras opiniones.

-Llamo a Patricia si quieres. Patricia Martín.

-La recuerdo sí. ¿Veis? Por eso no quiero volver. Esa seguro que no está contenta con la posibilidad de que me una a vosotros.

-Patricia ya no está con Termas. Hace mucho de eso. Ahora está soltera.

-¿A no? Pues ya le costó recuperar la cordura que siempre había exhibido hasta que se juntó con ese.

-Pero te sigue odiando – se rió Carmen.

-Dinos Carmen. Íbamos a ir a cenar algo y a dormir. Llevamos unos días agotadores. Acabamos de llegar a Carolina del Norte para ver mañana a Arlen de nuevo. Y me temo, que si las intuiciones de Ventura se hacen realidad, va a ser un día intenso.

-¿Tienes intuiciones Ventura? ¿Ves como tienes que venirte con nosotros? Somos la Unidad de las intuiciones. Algunos nos insultan así.

El agente del FBI levantó las cejas resignado. Pero no contestó a Carmen.

-Su reunión de los viernes. Su velada musical. – explicó Ventura, con la intención clara de apartar la conversación de él.

-Son unos kilómetros. – Carmen se había vuelto a poner seria.

-Por eso necesitamos dormir. Acabamos de llegar de viaje.

-Al grano entonces. Han intentado de nuevo atentar contra Jorge y Carmelo. En Concejo. Una sicaria.

Olga se despejó en un momento.

-¿No será de nuevo nuestra amiga del MI5? – Carmen negó con la cabeza como muda respuesta a la pregunta de su amiga – Cuenta. Has dicho Jorge y Carmelo. No has incluido a Cape que estaba también, si no se ha dado a la fuga antes de tiempo.

-Ha sido poco después de incorporarse a la reunión Laín y Paula. Una mujer con un ciento de comentarios en nuestros informes, ninguno probado, que la nombran asesina a sueldo mejor pagada en España. Con ciertas relaciones con Nando. Y con otros muchos, incluido Valbuena. Para ser exactos, algunos de sus clientes. No he incluido a Cape no. Pienso que de verdad, los objetivos eran ellos dos. Cape si te soy sincera, o ha hecho un pacto con los malos, que no sería descartable, conociéndolo, o no les interesa ya, por irrelevante y cobarde.

Carmen empezó un relato pormenorizado de como se sucedieron los acontecimientos. Olga y Ventura escuchaban con atención sus explicaciones. Carmen incluyó en ellas el sucedido que había protagonizado Máximo, el conductor ocasional de Carmelo para llevar a las visitas y ocasional colaborador como informador de la Policía.

-¿Y por qué Máximo no nos ha informado antes? Ese hombre nunca me ha gustado. No confío en él.

-Buena pregunta. Quizás porque hubiera tenido que depositar como prueba el dinero que pagó esa tipa por su información.

-¿Y a quién se lo ha contado al final? Me imagino que a ti no. Y a Flor menos todavía.

-A Alberto.

-¿A Alberto? – Olga tenía los ojos muy abiertos. – ¿Nuestro Alberto?

-Ha vuelto a Concejo. Anoche. Fue la estrella de la “fiesta” de recibimiento oficial de Jorge en Concejo. Le robó el protagonismo. La reunión estaba concebida como la presentación de Jorge en la sociedad de Concejo. Aunque se la pasó de charla en charla. Y como colofón cuando ya parecía que sus escapadas se habían terminado, apareció Alberto que centró todas las atenciones a partir de que entró en el bar. Y Gerardo el pobre, a lágrima viva.

-Eso casi le alegraría al escritor. Así le quitó las miradas de la gente. ¿Se puede saber con quién charló Jorge?

-Con Javier y con Cape. Charlas largas e intensas. Me dicen que al final de la velada, tenía la boca como un estropajo de tanto darle a la hebra. Éste le anunció oficialmente su intención de echar patas y no dejar de correr hasta que llegue al fin del mundo.

-¿Javier no se cruzó con Alberto?

-No. Debió ser por minutos. Aritz se lo llevó justo antes.

-Jorge estará que fuma en pipa con lo de el “otro” Daniel.

-Lleva tiempo enfadado con Cape. Lo ha disimulado, pero hace unas semanas, un día que Dani le insistió para que fuera con él a la casa de Cape a dormir en una de sus vueltas a casa, porque le pareció a Jorge que no le apetecía estar a solas con él, Dani se levantó por la noche y fue a buscarlo medio zombi. Fíjate como lo vería de perdido y desesperado que llamó a los escoltas y se lo llevó de allí al instante. No le dejó ni vestirse. Le puso un anorak viejo por encima y se lo llevó de allí. Y Dani se dejó hacer.

-Cape nunca ha sido una buena influencia en Dani. Lo ha querido siempre acaparar. Apartarlo de todos. Cuando Dani ya se había trasladado casi permanentemente a la casa de Jorge, esa insistencia en llamarlo para que fuera a casa cuando él volvía … era para marcar territorio. Un intento de volver a controlarlo y apartarlo de Jorge.

-Pero con Jorge ha pillado en hueso.

-Jorge es mucho Jorge. Desde la reaparición estelar de Cape hace tres años, fue poco a poco rompiendo los amarres con los que Cape tenía sujeto a Dani. Cape llegó y lo apartó de todo. Hasta se inventó eso de que estaban casados. ¿Están bien por cierto? Después de la aparición de esa tipa.

-He hablado con él hace un rato. Yo creo que está inmunizado. No le gusta salir así de los sitios, pero es más por un tema de orgullo. Y ha descubierto la terraza de la Hermida 2.

-¿Y?

-Una pequeña lucecita se ha encendido en su cabeza. Va a ir a buscar a Sergio Romeva a su escondite de retiro. Me lo acaban de anunciar los escoltas. Para dentro de unos días. Está en Santander.

-Espero que no insista con Dani respecto a … – Olga movió la cabeza mostrando el fastidio que le producía ese pueblo. – Ir a vivir a Concejo no fue la mejor decisión que ha tomado Dani. Por eso Jorge ha tardado tres años en pisar ese pueblo.

-Tú tampoco eres de acercarte allí. Siempre me lo has dejado a mí.

-No siempre.

-Lo evitas.

-No hace falta que te haga un mapa de por qué. ¿Jorge ha preguntado a Dani sobre la terraza y su lucecita?

-Le ha preguntado, sí. A él y a Cape, que siempre va detrás de Dani marcando territorio. Pero tanto Cape como Dani no han dicho nada.

-Dani porque no recuerda. El otro porque es un cabrón.

-Jorge no ha visto siquiera a la asesina. Si no, a lo mejor se le hubiera encendido otra lucecita. Si tenía algo que ver con Nando …

-Mejor para la sicaria. Si llega a toparse con él, a lo mejor estarías ahora en Concejo esperando al Juez para el levantamiento del cadáver de la tipa esa.

-Iba bien armada. Contra eso …

-Jorge dispara mejor que yo. Y está rodeado de compañeros que llevan al menos una pistola.

-Eso no me has contado nunca.

-No entremos en detalles. Hazme caso.

Carmen se quedó mirando la cámara, callada. Parecía estar esperando alguna aclaración.

-Tú un día, tiéntale, a él y a Dani, para ir a la sala de tiro. Apostad. Y si quieres ponerle más aliciente a la apuesta, incluye una competición sobre desmontar y volver a montar la pistola. Dani sabes que es bueno, tanto disparando como con las armas. Lo has comprobado sobre el terreno y le has escuchado a Eloy. Jorge es infinitamente mejor.

-Esto no va a quedar así, y tú lo sabes.

-¿Los tipos que atentaron contra Jorge en aquella Notaría? – preguntó Ventura para cambiar de tema.

-Se van a quedar el marrón. No parecen propensos a hablar.

-¿Dices entonces que los de la Notaría …? – preguntó Olga.

-Hay que buscar el dinero. Ponérselo difícil para que disfruten lo que han cobrado. – opinó Ventura. – Es una forma de que tengan más ganas de hablar. Murió uno de ellos ¿No?

-Sí. Lo abatieron los del equipo del capitán Melgosa que estaban de apoyo camuflado en la zona. Es uno de los que estaban en esa fiesta privada con Galder. El que se enfrentó a Jorge. – Carmen hizo una pausa para que Olga asimilara la información; decidió entonces hacer una propuesta a Ventura para cambiar de tema – Podías echar una mano con el tema del dinero.

-Si me das acceso al sistema, y puedo ver los detalles, lo intentaré.

-Antes de eso, si no tienes inconveniente, un amigo hacker se ocupará de hacerte seguro tus dispositivos.

-¿Qué hacker?

-El mejor.

-Si no es “Black3491” o “Blue456” os ha engañado: no es el mejor.

-Tranquilo, es “Blue456” – le dijo Olga sonriendo.

Ventura se la quedó mirando con extrañeza. Hubiera apostado a que era el otro hacker el que conocían Carmen y Olga.

-Javier y Jorge. Sus dos amigos del alma. Es largo de explicar. Blue moriría por ellos. Literal.

-Como no, Jorge por medio siendo el amigo del alma de alguien y salvándole la vida, apostaría. – lo dijo casi como un pensamiento que se le había escapado. Olga pudo escucharlo, aunque prefirió no hacer ninguna observación.

-Cuando “el guarda” dé el visto bueno, te mando el acceso. – Carmen era ajena al comentario de Ventura.

-Ok.

-¿Y la tipa aquella? La del parque. Se me ha olvidado preguntarte. – Olga a pesar de que hacía ya un rato tenía ganas de acabar la conversación e irse a cenar algo antes de meterse en la cama, no pudo evitar interesarse por ese tema que hacía días que la preocupaba.

-Nada. No hemos encontrado ni rastro. Sigue su curso la investigación. Se encarga Quiñones. También se encargó de los de la Notaría.

-¿Eduardo Quiñones?

-Sí.

-¿Trabaja con vosotros? – el tono de extrañeza con unas ciertas notas de asco, no pasó desapercibido para las dos comisarias.

Carmen y Olga se miraron a través de la pantalla. Luego ésta, se giró para observar directamente a Ventura.

-¿Lo conoces?

-Mejor me callo. – Ventura se echó atrás.

-Por favor.

-No, porque solo sé cosas de oídas. Y no quiero que … no me gusta hablar sin pruebas.

-Oídas que lo destrozan.

-Pues sí, claro. Lo ponen a los pies de los caballos. Pero si ha pasado vuestros filtros, no hay nada más que decir.

La cara de Carmen se convirtió en un poema. Aunque una vez más, como siempre que aparecía el tema de Quiñones, decidió aparcarlo.

-¿Por qué de repente todo el mundo piensa que puede matar a Jorge? Ha estado años sin que nadie atentara contra él. – preguntó Ventura.

-Puede ser por lo de Tirso, la serie.

-Todo parece que se ha empezado a animar cuando le habéis puesto escolta. ¿Os habéis fijado?

-Desarrolla esa idea. – le pidió Carmen.

-Todo el que quiera saber, conocía que Jorge estaba protegido.

Olga le hizo un gesto para que continuara.

-Lo estaba por tipos duros, llamémosles mercenarios. Tipos muy eficaces. Sin escrúpulos, pero con unas fidelidades muy arraigadas. Van a muerte. Y todo el mundo sabía que puede que el que intente algo contra Jorge, salga con bien en un primer momento, pero luego tendrán que mirar a su espalda el resto de su vida. Ellos no van al juzgado. No necesitan seguir protocolos ni atenerse a los procedimientos judiciales. No buscan pruebas. Solo necesitan saber. Van a los callejones a dejar los cuerpos de los que han osado desafiarlos. Y chocar con Jorge, aunque sea fortuitamente, para ellos, es desafiarlos. Jorge es una de sus fidelidades inquebrantables. Y os diría más: va más allá del sueldo que cobran por sus servicios.

-Tu argumento va en el sentido que esos que quieren mal a Jorge, piensan que ahora, Jorge es más vulnerable – acabó Carmen el razonamiento.

-La policía, al menos vosotros, no vais a ir a buscarlos para matarlos. Seguiréis los cauces de la ley. Aunque los detuvierais, mientras entran y salen de la cárcel, se prueba o no se prueba, se pierden evidencias, testigos que desaparecen … pueden ocurrir muchas cosas. Y siempre tendrán su pago en sus cuentas corrientes en las Caimán. Sus familias podrán vivir sin problemas. Los otros, no. Los otros sí van a ir a buscarlos. Antes o después, pero irán. Tienen dos opciones: mirar continuamente a sus espaldas, con miedo, a la espera de una bala certera, o directamente cortarse las venas en una bañera llena de agua tibia. Y respecto al dinero, un día la mujer, la madre o quien sea, irá a sacar dinero, y en lugar de encontrarse un saldo de seis cifras, comprobarán estupefactos que no tienen ni un euro.

Olga suspiró. Miró a Carmen antes de hablar. Ésta asintió con la cabeza.

-Jorge nunca ha dejado de tener esa otra protección.

Ahora era Ventura al que le llegó la hora de mostrar sorpresa.

-¿Lo tenéis comprobado?

-Digamos, que … es intuición. No es fácil detectarlos, tú lo has expresado muy bien. Pero están. El día del parque lo tenemos casi comprobado. Hubo un tipo que disparó a Hugo para que protegiera a Jorge tirándolo al suelo. Su línea de disparo hacia la asesina, la tenía ocupada por nuestros compañeros que la abordaron. No podía alcanzarla a ella sin herir a Kevin o Yeray. Al disparar a Hugo, éste actuó y se tiró encima de Jorge, protegiéndolo con su cuerpo. La tipa disparó unas cuentas veces en ese momento a Jorge. E hirió a Yeray. Cuando éste y Kevin cayeron por los disparos, el “protector” hirió a la sicaria. No hace falta decir que la mujer desapareció sin dejar rastro. Y por supuesto, el tirador hizo lo mismo.

-Sus protectores son los mismos que le asistían en sus excursiones.

Ninguna de las dos comisarias dijeron nada sobre lo que acababa de decir Ventura.

-Al menos esos de la Notaría, han tenido suerte, no se ha ocupado Quiñones. – sentenció Ventura.

Carmen se echó a reír.

-Sí, se ha ocupado. En un principio lo iban a hacer el capitán Melgosa y Romanes, de la Guardia Civil. Pero al final, lo dejaron en manos de la Unidad.

-A petición de Quiñones, seguro. – Ventura no pudo ocultar un tono de hastío – Romanes es un buen tipo. Al otro no lo conozco.

-¿Por qué has dicho que han tenido suerte de que no se ocupara Quiñones? – Carmen estaba intrigada por ese comentario.

-Dejemos el tema en que sin Quiñones por medio, llegarían todas las evidencias al juez y no habrá ningún error de protocolo que deje libres a los malhechores. Y eso, aunque a esos sicarios ahora no se lo parezca, es una suerte para ellos. Porque el que ha atentado contra Jorge y haya quedado libre, acabará muerto. Al tiempo.

-Perdonad, Ventura, Carmen, pero necesito cenar algo y meterme en la cama. Lo siento de verdad.

-Ya me contaréis. Y Ventura, me apetece escuchar esas “oídas”.

-Tú nos tienes que contar mañana la excursión del hacker. Al fin lo vas a conocer en persona. – recordó Olga a Carmen.

-Me apetece sí. No he visto ni una foto de él. No tengo ni idea de como es.

-No te la hagas, seguro que te sorprende.

-Vete a comer una hamburguesa. Que descanséis.

Ventura apagó el equipo y los inhibidores.

-¿Lo desmonto?

-Déjalo. Pienso llamarla mañana por la tarde.

-Será de madrugada en …

-Que se fastidie. Pon ese cacharro que tienes para evitar visitas y vamos a cenar. Tengo un hambre …

-Habrá que pedir triple entonces.

-Que exagerado eres. ¿No tendrás ascendientes andaluces? ¿Abuelos? ¿Tatarabuelos?

-Que yo sepa no. Por cierto, ¿De qué conoce Carmen a mi madre?

-Ni idea. Pregúntala cuando vuelvas conmigo a España.

-Que pesada, no pierdes ocasión … que no insistas que no voy a volver …

-Claro que lo vas a hacer. Y lo sabes.

-No sé como … te aguanto, la verdad.

.

Olga y Ventura se quedaron sorprendidos del cambio que había experimentado la finca de Arlen desde el día de su primera visita. No eran cambios de aspecto, sino de vida. Había muchas personas de un lugar para otro. Les llegaba además desde la casa, un aroma inconfundible a barbacoa. Ese hangar que Olga pensó que albergaba un taller de cerámica era un bullicio de personas entrando y saliendo y se podían escuchar muchos sonidos que alimentaban esa idea de la comisaria. Se podía percibir el ruido de los tornos al girar, de martillos golpeando metales, otros martillos golpeando cinceles para moldear la piedra y crear esculturas …

La comisaria, nada más bajarse del coche, fue caminando decidida hacia allí. Visto por dentro parecía todavía más amplio que la impresión que daba desde fuera. No solo era cerámica, sino escultura, pintura, había dos hornos funcionando, uno para la cerámica y otro para el hierro. Un montón de personas trabajaban dentro en sus manifestaciones artísticas. Todos concentrados y parecían felices.

-¿Y todo esto solo pasa los viernes?

Ventura miraba con asombro el interior del hangar. Se decidió y entró en él. Olga, tras dudar unos segundos, le siguió un par de pasos por detrás. Todas las personas con las que se cruzaban, los saludaban como si fueran participes de toda esa actividad.

-Debéis ser Olga y Ventura. Soy Ethan. Tirso nos ha hablado de vosotros. Bienvenidos a los Viernes de Tirso.

El que les había abordado era poco más que un adolescente. Pelirrojo, con la cara llena de pecas. Dos hoyuelos en las mejillas realzaban su sonrisa enmarcada en unos labios carnosos y jugosos. Toda su cara irradiaba alegría. Los policías le saludaron chocando sus puños.

-Enseguida vuelvo con vosotros y os enseño todo esto. Tengo que encargarme de unos pequeños detalles de la comida. Estáis en vuestra casa.

Ventura lo siguió con la mirada. Parecía gratamente sorprendido por el chico.

-Vamos a ver como trabajan el barro esos. Te has quedado hipnotizado con ese joven.

-Me gustaría tener su alegría – fue solo un murmullo. Pero Olga lo pudo escuchar perfectamente. Le dio un ligero golpe en el brazo para que volviera a prestar atención al resto de personas que pululaban por el granero y dejara de pensar en lo que fuera que le llevaba siempre a volver a su gesto adusto y serio, aunque añorara la alegría que desbordaba el joven Ethan.

-Me llamo Isabel – una mujer que parecía ser la abuela de la mayor parte de las personas que veían, se acercó a saludarles. Era con diferencia la de más edad.

-Olga y Ventura – dijo éste a modo de innecesaria presentación. Parecía que todos sabían sus nombres y su profesión.

-Ethan me ha pedido que os haga de guía.

-Parece que el benjamín de todos tiene galones – comentó Ventura. – Y le pasa el testigo a la que parece tener más edad de todos los reunidos aquí hoy.

-Es imposible seguir su ritmo. Es hiperactivo. Él es el benjamín y yo la más vieja. Tienes buen ojo, Ventura.

-¿Y qué es todo esto? Nos esperábamos algo más … íntimo.

-Tirso quiere ayudar a todos los que de alguna forma hemos sido víctimas. Los viernes es el día que nos junta a todos para que nos sintamos acompañados y organiza una comida campestre con música y a veces hasta malabares circenses. Hoy es un día especial, de todas formas. Lo es por vosotros. Quería mostraros parte de lo que hace con su tiempo y su dinero. Y presentaros a algunos de los que están por aquí trabajando en sus hobbys.

-Esto es una vuelta de tuerca entonces a las reuniones de alcohólicos anónimos, por ejemplo.

-Es una forma de verlo.

-Perdona por la pregunta, no te ofendas por favor – Ventura no solo la pedía perdón de palabra, sino también con su gesto contrito – ¿Eres también una víctima o eres digamos una voluntaria? ¿Y ese joven Ethan?

-Por Ethan no puedo hablar. Mejor que os lo diga él si quiere. Yo soy víctima, sí. Y voluntaria. Soy un ejemplo más de mujer maltratada por su marido. Tengo mis días malos, pero en general, lo tengo superado. Veinte años lo aguanté. Pero a los cuarenta y cinco, una amiga me dio una torta y me despertó. Ahora tengo sesenta y tres. Los primeros meses … – Isabel hizo un gesto como indicando que había sido muy optimista al contar el tiempo – años, mejor dicho, los viví con un vacío … es la contradicción de la vida. Una de ellas. Esa persona que me anuló, que me maltrataba física y mentalmente, a esa persona la echaba de menos. Y a la vez, vivía con miedo de encontrármela. No aceptó de buen grado mi despertar y mi decisión de apartarme de él.

-¿Tienes hijos Isabel?

-Sí. Un chico y una chica. Ya son mayores, los tuve muy joven. Hace muchos años que casi no tengo contacto con ellos. Se fueron de casa en cuanto pudieron, sin mirar atrás. Y cuando me separé de mi marido, no consideraron que era una razón para acercarse a mí o para preocuparse por mi situación. Ahora tengo a todos estos que suplen un poco esa falta en mi vida. Intento no cometer los mismos errores que tuve al criar a mis hijos. Preocuparme por ellos, servirles de paño de lágrimas, respetarlos en sus decisiones, aunque no las comparta y apoyarlos a pesar de esa discrepancia.

-Es una pena que estas instalaciones solo se usen un día a la semana.

-En realidad se usan cuatro días y los viernes de fiesta, que se usan medio día. Los otros dos, Tirso los dedica a meditar en soledad. Los viernes, como os he dicho antes, nos juntamos todos. El resto de los días de actividad, puede que unos vengan y otros no. Depende de sus otras ocupaciones.

-Nosotros entonces, le vinimos a ver uno de esos días.

-Sí. Pero le sentó bien vuestra visita. Me llamó para contarme en cuanto os fuisteis. Os debe la vida, y os está muy agradecido. No os lo dijo, pero es así. Al principio tuvo miedo. Miedo de recordar, miedo de defraudaros, de que pensarais que vuestros desvelos no merecieron la pena.

Ventura fue a protestar, pero un gesto de Olga lo evitó.

-Comprobó que seguís siendo dos personas entregadas a cuidar de personas como nosotros. No todos los policías lo son. Ni los médicos. Ni los sanitarios en general. Muchos al ir a la policía en su momento, no encontramos el apoyo que necesitábamos.

-¿Toda esta gente es de aquí?

-Muchos son españoles. Yo no, soy de Minesotta. Ethan también es estadounidense, aunque habla muy bien el español. Se lo ha enseñado Tirso.

Ethan entró en el granero medio corriendo. Se subió a un pequeño púlpito que había cerca de la puerta.

-Amigos, el almuerzo está servido. – gritó a la concurrencia.

Todos empezaron a aplaudirle y a vitorearle. Él les hizo un además con la mano como indicándoles que no le tomaran el pelo. Cuando se bajó de la tarima fue al encuentro de Olga y Ventura.

-Tirso os espera. Me ha pedido que os pidiera perdón en su nombre, por no haberos atendido antes. Estaba ocupado con el almuerzo. Isabel, ya me encargo yo. Creo que tienes que ocuparte de unas cosas.

La mujer miró al joven. Olga creyó distinguir un cierto rictus de contrariedad, que dominó rápidamente. Volvió el gesto sereno y una ligera sonrisa.

Me ha encantado conoceros. Luego espero veros.

De nuevo, Ventura se quedó prendado de la actitud de Ethan. Y esta vez no pudo contenerse y se lo comentó.

-Me da envidia esa alegría que tienes siempre. De verdad.

-Gracias. Me sirve para superar los días o momentos de abatimiento. Intento ir siempre con la sonrisa por delante. Por mí y por los demás. Es una forma de conseguir que mi ánimo interior se contagie.

Olga les miraba fijamente. Ethan se dio cuenta y le enfrentó la mirada. Olga no pudo contenerse y alargó la mano para acariciarle la cara. Él tuvo un impulso y abrazó a la comisaria.

-Tirso tiene razón. Eres buena, Olga.

-Si un día vienes a España, te presentaré a unos amigos con los que seguro haces buenas migas.

-Tengo pensado ir. Cuando tenga dinero. Me gusta España. Tirso habla mucho de allí. Por eso estoy aprendiendo español.

-Ya os he dicho antes que lo habla muy bien. Hasta lee libros en español. – era Isabel que se había decidido a participar en ese momento íntimo que había protagonizado el benjamín.

Aunque había amagado con irse, la mujer parecía haber vuelto sobre sus pasos.

-Como si lo viera, de Jorge Rios.

-¿Cómo lo sabes? – el gesto alegre y sonriente de Ethan se convirtió de repente en uno de sorpresa.

-Todos lo leemos. Ya es una broma entre nosotros.

-Me encantaría conocerlo

-Esto también está en la mano de Olga – dijo Ventura – Así que si vas a España, uno de los amigos que te puede presentar es Jorge Rios.

-¿De verdad?

-Sí, de verdad. Vamos, que veo a Tirso que nos mira preocupado.

-Estará pensando que te estamos aplicando el tercer grado.

Esta vez sí, Isabel se fue en sentido contrario al que seguían Ethan y los dos policías. Se encaminaron hacia uno de los laterales de la casa. En la galería lateral había una mesa preparada para quince comensales. Tirso los esperaba allí y los abrazó.

-Me alegra que hayáis podido venir.

-Nos tenías que haber avisado de toda esta actividad. Hemos pensado al llegar que nos habíamos equivocado de finca. – había sido Ventura el que había hecho la broma.

-Mira Ethan, este hombre, cuando los dos éramos más jóvenes que tú, tocamos el piano durante todo un verano.

-¿Tocas el piano? – le preguntó Ethan con gesto ilusionado – A mí me gustaría, pero soy un negado.

-Bueno, tocar, si, lo toco, pero vamos, para …

-No le hagáis caso. Hace unos días tocó con otro viejo amigo, en un escenario, y lo hizo de miedo.

-Yo te doy parte de mi alegría y tú me das tu facilidad para hacer música.

-Por mí encantado. Te doy toda mi música por una décima parte de tu contento.

-Ni se te ocurra. Toda no. Yo quiero disfrutarla. Y no me habías dicho que tocaste con Tirso.

-A lo mejor porque no me acordaba.

-Pues no eres tan mayor para eso.

-Ya veo que todos estáis unidos en mi contra. – se quejó Ventura fingiendo resignación.

-Yo te defiendo – se apresuró a decir Ethan.

-Venga, sentémonos. Y comamos.

.

Jorge se quedó mirando a su sobrino Kevin fijamente.

-Te doy el doble de lo que necesitas. Pero si me cuentas de verdad para que lo quieres. No tiene un pase que me digas que lo quieres para unas zapas nuevas, porque las va a ver tu madre. Y te va a preguntar de donde has sacado el dinero. Y cualquier excusa que te inventes, va a ser peor que decir que te he dado el dinero yo.

Kevin bajó la vista y miró enfurruñado a su tío.

-Pero tío, no le tienes que contar nada a mis padres. No pueden saber que me has dado dinero a parte de la propina.

-¿Por qué? Tranquilo, que no se lo voy a decir. Pero ¿Por qué es una tragedia que se enteren que le regalo algo a uno de mis sobrinos?

-No les gusta que te pidamos dinero. Dicen que nos tenemos que acostumbrar a vivir con lo que tenemos.

Jorge levantó las cejas sorprendido.

-Tampoco te doy tanto. Con eso te da para una hamburguesa con tu novieta y unas pipas.

De repente a Jorge se le ocurrió una pregunta.

-Dime la verdad anda. ¿Os siguen dando propina?

Jorge solo con ver la cara de Kevin supo la respuesta.

-¿Tienen problemas? Les podría ayudar …

-Mamá me mata si se entera …

-Pues sí que se te ha contagiado mi dramatismo – bromeó Jorge.

-No te burles, tío.

-¿Quieres otra hamburguesa?

-Pues no te diría que no.

-Vete a pedir anda. Y pídeme a mí otra también. Pero ahora esa que tiene salsa barbacoa.

-Vale.

-Mientras te hago una transferencia …

-No, tío. Prefiero que me lo des en dinero. La transferencia se pueden enterar los papás.

-¿En tu cuenta secreta?

-Nunca ha sido tan secreta.

Jorge no le gustó enterarse de eso. Fue a preguntar, pero no le apetecía entrar en esas investigaciones. Quería disfrutar de Kevin hablando de otras cosas.

-¿Para que es?

-La cuota del curso de teatro. – Kevin bajó la vista.

-Pero eso …

-Devolvieron el recibo. Tres meses seguidos.

-Vamos a hacer una cosa. Vete a secretaría del cole …

-Mejor me vas dando el dinero y voy y lo pago en secretaría. Si no ven los recibos devueltos puede que se mosqueen.

Jorge se rindió. Sonrió y puso su mejor cara de cariño hacia su sobrino. Le abrió los brazos y éste, sin dudarlo, aceptó en abrazo de su tío. Aprovechó para besarlo en la mejilla varias veces.

-Rascas, tío.

Jorge lo apartó fingiendo enfado.

-¡Oye! Que no me ha dado tiempo a afeitarme … por venir a verte a todo correr. Llegué de viaje a las siete de la mañana, que lo sepas.

-¿La hamburguesa de beicon y salsa barbacoa?

-Y patatas fritas.

Kevin se levantó pero no había dado dos pasos cuando volvió.

-Ahora no le des al coco ni te preocupes.

-Que no. Vete anda, y pide.

Decidió hacerle caso a su sobrino y no darle al coco. Además, ya tenía bastantes cosas de las que preocuparse. Y con todos los gastos de la nueva tienda, era normal que su hermano y su cuñada estuvieran un poco apretados. Y lo de pedir ayuda, no era el fuerte de Gaby. Al menos a partir de un punto.

Jorge Rios”.

.

Las once personas que Tirso buscó para acompañar a Olga y Ventura en la comida, eran todos compañeros de viaje de Tirso en Anfiles. Habían tenido suerte y habían podido salir de Anfiles sin demasiados problemas. De todos ellos se encargó el Tirso auténtico de encontrarles una salida cuando dejaron de ser interesantes para la organización. Todos tenía cientos de historias que contar de sus experiencias en esa organización. En un momento determinado, Olga les pidió permiso para grabar sus testimonios.

-Pueden ayudarnos luego a comprender y apoyar a otros compañeros vuestros. Y quizás a detener y llevar a la cárcel a algunos de vuestros verdugos.

Se miraron todos. Y al final de común acuerdo, Tirso asintió con la cabeza.

Los relatos de esas diez personas no diferían en lo sustancial de otros tantos que Olga había escuchado. Todos tenían sus matices y a cada uno de esos hombres, les había repercutido de una forma distinta. Ventura no estaba tan acostumbrado como Olga a escuchar esas vivencias. Se le notaba compungido en muchos momentos, y en otros directamente sobrepasado. Ethan que se había sentado a su lado, estaba pendiente y procuraba romper ese sentimiento de congoja con alguna broma.

-Olga conoce a Jorge Rios – exclamó de repente Ethan. – Me lo ha dicho antes.

Ese comentario originó en la mesa una algarabía inusitada. Todos querían comentar a la vez alguna novela de Jorge, o sus experiencias al leerlas. Sobre todo, querían que Olga les contara cosas del escritor.

-Olga por favor, consigue un saludo de Jorge para los proscritos de Carolina del Norte.

-De haberlo sabido …

-Llámalo, anda. Dos minutos y que nos mande un saludo. Preparo en un momento la pantalla ¿Te parece Tirso?

La ilusión que transmitía Ethan hacía muy difícil para Olga quitarse ese marrón de encima. Tenía que llamar a Jorge y que éste estuviera en disposición y en un sitio adecuado para hablar con ellos. Y era además, ponerle en un compromiso. Todo lo que estaba viviendo en esas horas, eran situaciones que dejaban a uno con pocas ganas de ser agradable con nadie. Y según las noticias que le iban transmitiendo, solo con asumir el estado en que quedaron los coches de la comitiva señuelo después de deflagrar la bomba, tenía motivos para hundirse en la melancolía para semanas.

-Llama a alguno de los que estén con él de guardia. – le susurró Ventura – para tantear en que situación está.

Olga se disculpó y se levantó de la mesa. Se alejó e hizo algunas llamadas. Cuando volvió le tendió su teléfono a Ventura.

-¿Lo preparas? Esperemos que todo vaya bien.

Ventura sonrió.

-Claro.

-Vamos a intentarlo, pero no es seguro que lo consigamos. Está en un sitio con mala cobertura.

Mientras Ventura y Tirso preparaban el equipo para que todos pudieran ver y escuchar a Jorge, el resto de las personas que habían compartido mesa con algunos otros compañeros que habían comido en otras, asaetaron a Olga a preguntas sobre Jorge. Todos estaban deseosos de conocer detalles del escritor y también saber si algunos de esos personajes que salían en sus novelas eran reales. El frutero y el niño de quince años, parecían los preferidos. Y la barrendera con pintas de Paulina Rubio.

Olga respondió a todo como pudo. Tuvo que hacer memoria sobre algunas de sus conversaciones con Carmen sobre comentarios que le hacían los escoltas sobre los encuentros con las personas cercanas del barrio, con los que tuvieron ocasión de hablar ellos mismos. Cada uno de los que estaban allí, tenían una novela preferida. “Tirso” era citada por muchos, pero “la angustia del olvido” y “deLuis” también eran citadas a menudo.

-Diles por favor que yo no soy el “Tirso” de la novela. No me creen – dijo Arlen fingiendo desesperación.

-¿No lo eres? Pero bueno, me has tenido engañada – bromeó Olga. Se puso seria y les aseguró poniendo toda su capacidad de persuasión, que el Tirso de la novela, no era el Tirso que era su anfitrión ese día y que se dedicaba a apoyarles.

-Algunos ya lo sabéis – les dijo mirando fijamente a tres de ellos.

Esos tres bajaron la cabeza, pero no abrieron la boca. No querían indicar al resto que ellos si habían conocido al “Tirso” de la novela. Olga fue a citar a Germán, pero se lo pensó mejor y ya que ninguno lo había sacado en la conversación, pensó que habría alguna razón que se le escapaba para que eso hubiera sucedido así. Intuía que de los más jóvenes, se había encargado ese último y no Tirso.

Tuvo un flash y se le puso un velo de preocupación en la cara. Todos parecían muy partidarios de la causa. Pero … de repente le apareció en su mente la idea de que alguno de ellos fuera un infiltrado. Quizás entre todos los que estaban ese día allí, casi treinta personas calculaba, uno de ellos o varios, eran de esos que al salir de Anfiles se habían convertido en sus mercenarios. Uno de esos que se pasaron al lado de los verdugos.

Del equipo de vídeo salieron unos ruidos que anunciaban que estaban haciendo pruebas de conexión. Vio fugazmente en la pantalla a Iker y a Fernando. Como una sombra, vio también a Aitor, con la cara tapada con un pasamontañas como los que utilizaba los beltzas de la Ertzantza. Aitor miraba a la cámara y debía tener una pantalla en la que la vio, porque le lanzó un beso con la mano. Ella se lo devolvió rápidamente. Le pareció que Aitor lo había visto, porque vio su sonrisa asomando por el hueco de la boca del pasamontañas. Carmen andaba por allí con JL. Hablaban muy serios. Vislumbró en la ropa de Carmen restos de vómito. Eso la hizo saber que los descubrimientos que habían hecho eran de los que eran difíciles de soportar. Eso colocaba a Jorge en el centro de toda la operación, a parte de ocuparse de Aitor, que también notó Olga, que estaba sufriendo multitud de dolores, como siempre. Estuvo segura de que no iban a disfrutar al mejor Jorge. O a lo mejor sí. A lo mejor eso le espoleaba a acercarse más a sus oyentes.

-Ya estamos. – gritó Ethan eufórico.

Olga atendió a un gesto de Ventura para que se acercara.

-Es mejor que hagas tú las presentaciones. Parece que Jorge estaba a punto de irse. Dani está con el resto de invitados haciendo una visita a unos amigos. No sé si he entendido que en Milagros, un pueblo …

– … de Burgos. Una casa que tienen Dídac y Néstor en ese pueblo. La conozco.

-Debe de estar agotado. Tus chicos parecen sobrepasados por lo que han vivido.

-Ya he visto la cara de Carmen. Los demás estarán parecido. Me hago cargo.

De repente Jorge apareció por un lateral y se puso frente a la cámara.

-Olga, cariño. – saludó a la comisaria a la vez que la sonrió.

-Jorge, perdona que te asaltemos de esta forma, pero estoy aquí en Carolina del Norte con unos amigos que nos han invitado a comer a Ventura y a mí. Y …

-Me tienes que presentar a ese Ventura. No me has hablado de él. ¿Es el que está a tu lado?

-Es guapo ¿Verdad? – la cara de Olga reflejaba el tono alegre que quería darle a la videoconferencia.

Jorge se echó a reír.

-Lo es sí. Y todos …

Pero Jorge no apartó la mirada de Ventura. Esto incomodó al agente del FBI que pensó que lo estaba radiografiando físicamente.

-Estoy aquí, y os estoy oyendo – bromeó también Ventura, sobreponiéndose a esa idea que había aparecido en su mente.

-Iba a decir que como todos los que te acompañan. Hoy me das envidia Olga. Buenas tardes a todos.

Olga se apartó un poco del primer plano y así la cámara tenía una visión del grupo al completo. Ahora alrededor de la mesa estaban casi todos los que ese día estaban en la reunión de los viernes en casa de Tirso.

Se pusieron a aplaudir con ganas. Muchos se levantaron de las sillas emocionados.

A Olga le extrañó que como fondo tras la imagen de Jorge, ahora se venían a tres miembros de los GAR con la cara cubierta y pertrechados con todo su equipamiento. JL parecía no tenerlas todas consigo y quería asegurarse de que a Jorge no le pasara nada. Y seguramente también quería conseguir que no saliera en la transmisión nada de lo que había pasado allí. Había notado a los escoltas habituales de Jorge bastante cansados. Fernando y Raúl por ejemplo. Y a Nano y Carola también. Debía haber sido una experiencia agotadora. Quizás JL había querido dejarles respirar un poco para que se recuperaran. Si tenían que emprender viaje a Milagros, deberían descansar un rato.

-Oye, Olga, antes de que se me olvide, por favor, saca una foto de todos así en grupo. Me gustaría incluirlos en alguna de las ediciones especiales que estoy preparando de mis libros.

-Claro, ahora la saco y te la mando.

-A ver contadme. ¿Habéis leído ya “La Casa Monforte”?

-Yo me la leí en dos días. Te lo juro. No podía dejar el libro. Es acojonante.

Aunque Ethan había hablado en inglés “acojonante” lo había dicho en perfecto castellano. Eso hizo reír a Jorge.

-¿Cómo te llamas? Pareces el peque de todos.

-Soy Ethan. Y que sepas que soy el mayor fan.

-¿Nos conocemos Ethan?

-Qué mas quisiera. Te juro que estoy ahorrando para tener dinero e ir a España, más ahora que Olga me ha dicho que me va a llevar a verte.

-Entonces eres de allí.

-Sí.

-Pues lamento haberme equivocado y no conocerte. Me hubiera gustado que hubiera sido así. Esperaré ansioso a que vengas a España entonces.

-Voy a quitarme hasta de comer para ahorrar más deprisa.

-Eso no. Tú tranquilo que tenemos toda la vida para charlar y abrazarnos. Porque espero que cuando nos veamos me abraces.

-¡¡Claro!! Joder, que ilusión.

-Venga, por turnos, decidme quién … pero a ti sí que te conozco.

El gesto de Jorge se había vuelto serio. Olga negaba con la cabeza. No era de sorpresa, porque esas cosas ya no le sorprendían del escritor. Estaba señalando a Arlen.

-¿Cómo te acuerdas si era un crío?

A Jorge se le iluminó la vista. De repente unas cuantas piezas encajaron en su cabeza.

-Tirso. – dijo lentamente. Tuvo el impulso de decir su nombre verdadero pero se contuvo a tiempo. Quizás una pequeña mueca que vio en Ventura le hizo tener cuidado. Se apuntó mentalmente en llamar a Javier para recriminarle que le hubiera ocultado que Olga había encontrado al hermano, al menos sobre el papel, de Carlota Campero.

Jorge empezó a mirar a todos. Solo podía ver bien a los que habían compartido mesa con Olga y Ventura, que eran los que estaban en primera fila. Según les miraba les sonreía.

-No me lo puedo creer. Lo habéis logrado. Me hace muy feliz veros reunidos, aunque sea a miles de kilómetros.

-Sácanos de dudas, escritor – Ethan de nuevo había tomado la palabra – Algunos pensamos que Tirso, nuestro Tirso, es el de tu libro. Él dice que no.

-Pero bueno. ¿No me creéis cuando os digo que no tengo nada que ver con el Tirso de la novela? ¡Que decepción! – Tirso no perdió la ocasión de bromear con sus amigos. – Y vais y le preguntáis a una persona que acabáis de conocer. Y a más, después de que Olga os lo haya asegurado hace un rato. No os vuelvo a invitar a comer. Nada. El próximo viernes pagas tú, Ethan.

-Pues comeremos alfalfa recién segada – el benjamín soltó una carcajada.

Jorge relajó su mirada y sonrió.

-Pues os ha dicho la verdad. Tirso, el de la novela, solo es un personaje.

-Eso no me lo creo.

-Pues créetelo. El Tirso de la novela reúne a muchas personas. Y ninguna de ellas es vuestro amigo.

-Mi novela preferida es “La angustia del olvido” – dijo uno de los que estaban en primera fila.

-La mía es “deLuis”.

-La mía también. Y ahora “La casa Monforte”. Es un chute de esperanza y alegría.

-Y el malo de “deLuis” ¿Va a tener una novela? – preguntó otro.

-¿Cómo te llamas? Decidme por favor vuestros nombres de pila. Para saber quienes sois.

-Enrique – dijo el último que había hablado.

-Pues Enrique, te anuncio que aunque tendrás que esperar un poco, esa novela llegará.

-Hazle pasarlas putas – dijo otro. – Perdón, me llamo Julio.

-Yo creo que a Sergio el de “deLuis” le tienes que dar pal-pelo.

-¡Olga! No me has dicho nunca cual es tu novela preferida de las mías.

La comisaria masculló a la vez que negaba con la cabeza.

-Nunca me decido por ninguna. Me gustan todas.

-Alguna te gustará más. Aunque sea por un detalle pequeño.

-Pues te voy a empezar diciendo la novela preferida de mi hijo, que esa la tengo clara: “deRosario”. Creo que la habrá leído cinco o seis veces. Y habla con pasión de ella. Se sabe de memoria párrafos enteros.

-Pues es larga – dijo alguien al fondo en tono jocoso.

-¿Cuál no? – Julio siguió con la broma. – Pero a mí me resultan cortas, porque no quiero que acaben. Me gustaría que todas tus novelas no tuvieran final. Que cada vez que cierro el libro, cuando lo abra de nuevo, aparezcan doscientas páginas más. Y así siempre.

-Si lo miras bien, todas sus novelas en realidad son una. – apuntó Enrique.

-Pues también tienes razón. El mundo de Jorge que va de novela en novela, sus protagonistas, son en realidad los de su novela única, que tiene capítulos que son en realidad cada una de las novelas en sí.

-Me gusta esa forma de verlo, Ventura. – le dijo Jorge.

-Es que es cierto – dijo Ethan chocando el puño con Ventura. – No me había dado cuenta.

-Olga no me has dicho al final cual es tu preferida.

-Si me tuviera que decantar por una, sería “Todo ocurrió en Madrid”. Y “Las Gildas”, tu novela olvidada.

-Yo también me apunto a “Las Gildas”, dijo Ventura.

-Me gusta que la citéis. Casi nadie la cita cuando pregunto.

En ese momento Fernando se puso a su lado.

-Olga te veo bien – saludó a la comisaria. – Siento ser aguafiestas, pero os tengo que interrumpir. Nos tenemos que ir.

-Nada no te preocupes. Y gracias por el piropo. No te lo devuelvo, porque te noto hecho una piltrafa.

-Lo está – se rio Jorge. – Que a ver, a todos vosotros, que nos vemos cualquier otro día. ¿Cuándo os juntáis?

-Los viernes. Hacemos comida.

-Pues un viernes, volvemos a montar este tinglado y comentamos cosas. ¿Os parece?

-Ok, escritor – dijo Ethan emocionado.

-Muchas gracias por leerme y por vuestro apoyo – les dijo Jorge.

Fue el momento en que todos volvieron a aplaudir y a levantarse. Olga se unió con su famoso chiflido, que casi deja sordo a Ventura que estaba a su lado. Jorge les saludó con la mano a modo de despedida y la comunicación se cortó.

Jorge cambió el gesto radicalmente cuando supo con certeza que ya no le podían ver.

-Escribe a Olga, Fernando, y pregúntala por la mujer que estaba en un lado, apartada de todos. La que no ha participado.

-¿Por?

-No sé. Algo me ronda la cabeza. Si puede preguntar e indagar, mejor que mejor.

-¿Y al chavalín? ¿Lo conocías o te has equivocado de verdad?

-Ya hablaremos de ello, Fer. Vámonos que tengo ganas de dormir. Y tú a mi lado.

Fernando fue a protestar pero Nano le hizo un gesto rotundo para hacerle ver que se ocupaba él de todo.

-Vamos.

.

Éste segundo día, Olga de nuevo volvía a estar agotada. Ventura no estaba mucho mejor. Eso consolaba a Olga de alguna forma. En cuanto se bajaron del coche, Olga le cogió del brazo y apoyó la cabeza en el hombro del agente del FBI.

-¿Cenamos donde ayer?

-Sí, no nos compliquemos. Se comía bien y está casi puerta con puerta con el hotel. Pero pide más patatas, que son raciones pequeñas.

-¿Pequeñas? – Ventura no pudo evitar el tono de chufla. Se hubiera echado a reír si hubiera tenido fuerzas.

-Creo que mañana nos lo debemos tomar con calma. Y ni se te ocurra mirar el móvil. No sé si confiscártelo …

-Te va a dar igual. Si quieren decirme algo, ya buscarán el tuyo.

-Ya lo he apagado. ¿Tienes hambre?

-Mucha – contestó Olga – Y tú debes tenerla. Si entre escuchar a unos y a otros, luego tú preparando la videoconferencia con Jorge, no hemos comido nada. Y eso que todo estaba muy rico. No he podido comer ni una de esas mazorcas de maíz.

-Tienen en el restaurante. ¿Te pido una?

-O dos.

-¡¡Olga!!

-Si no ceno, no puedo dormir.

-A veces pareces una niña pequeña.

-Cuando estoy cansada, lo soy. Siento mostrarte mis debilidades. A lo mejor mis enemigos tienen razón y soy débil.

-No digas bobadas anda. Te lo perdono porque no sabes a estas alturas dónde tienes la mano derecha.

De nuevo, Ventura pidió comida como para cinco personas. Y aún así, estaba seguro que Olga acabaría por comerse parte de su última hamburguesa. Y sus patatas. Había una cosa en la que Olga tenía razón: apenas habían probado bocado. Y luego, con la euforia que había provocado la videoconferencia con Jorge, la merienda la vieron pasar por delante de ellos.

Apenas comentaron nada en la comida. Solo vaguedades sobre lo que habían vivido ese día. Después de que Jorge cortara la comunicación, la charla se había animado. Tirso hizo una especie de queimada con un toque especial que Olga no acabó de pillar. Le preguntó a Arlen, pero éste sonrió y no contestó. Eso animó a todos a sincerarse todavía un poco más.

Los dos se dedicaron prácticamente a escuchar. Ethan hizo de moderador de la charla. Era un joven increíble. Y como siendo el más joven con diferencia, el resto le mostraban respeto y sobre todo, un cariño inmenso. A Olga le hizo gracia que pese a ello, el joven siempre parecía buscar la compañía de Ventura. De alguna forma esos dos habían conectado.

-¿Te ha contado Ethan algún secreto de su vida?

Ventura masticaba despacio la primera de las hamburguesas que se había pedido.

-No. He pensado en preguntarle, pero al final me he arrepentido. Parecía tan feliz … te lo juro, me da una envidia … Ojalá fuera como él.

-Puede que sea el que más sufra de todos. No te engañes. Y mira, tú sientes fascinación por él, por la alegría que transmite, pero él parecía estar muy a gusto a tu lado. Será que le atraen las personas enfurruñadas.

-¡Hoy no he estado enfurruñado! – el tono de queja era manifiesto en sus palabras.

-Has estado menos, pero lo has estado. Y te repito: ten presente que Ethan …

-Estoy seguro de que es así, Olga. Sufre mucho. Pero se mantiene a flote con esa actitud que …

De repente a Olga se le ocurrió una cosa, que la desanimó. Intentó apartarla de su cabeza y sobre todo de su cara. Pero Ventura había visto esa nube que opacaba los ojos de la policía.

-Ya. Piensas en Humberto, el personaje de “Calla y corre, amor”. Siempre alegre hasta que un día sus compañeros de piso se lo encuentran muerto en la bañera con las venas rebanadas.

-Jorge lo ha conocido.

-Si es estadounidense, es improbable que lo haya … solo ha venido aquí de promoción.

-No sabemos nada de él. Ni de Isabel. Ya te he enseñado el mensaje de Fernando. Jorge le ha pedido que lo mandara antes de quedarse dormido nada más sentarse en el coche.

-Creo que los que estamos en este caso, el día menos pensado vamos a morir, no por los disparos de los malos, sino porque nos vamos a quedar dormidos al volante. Creo que no podemos … podéis seguir con este ritmo. Lo mío al fin y al cabo es temporal.

Ventura esperaba que Olga volviera al ataque para convencerlo de que se uniera a ellos. Pero no lo hizo. Siguió comiendo su segunda hamburguesa y picando patatas de vez en cuando. Un camarero les acercó una ensalada como invitación de la casa.

-Les ha debido parecer que nos íbamos a quedar con hambre. – bromeó Olga.

-O que necesitábamos algo libre de grasa. – Ventura se echó a reír.

Comieron durante un rato en silencio.

-Ha debido ser algo terrible la operación de hoy. Todos parecían abrumados y superados.

-Pues imagina las fotos del otro día. Habrá sido más de lo mismo. Pero con tres días de diferencia. Tres días en los que nadie les habrá dado de comer, ni de nada.

-¿Te han contado algo?

-He visto algún mensaje. No he querido leerlos en profundidad. Ya he tenido bastante con las historias de los chicos de hoy.

-Alguno tiene secuelas importantes.

-Los que he visto hasta ahora, en general tiene problemas para dormir. Casi todos. Problemas de ansiedad, la mayoría. Depresión. Odio por su cuerpo, algunos. Indiferencia al sexo, bastantes.

-Entonces como los que hemos visto hoy.

-Y como Arlen.

-Y Ethan. Me he fijado que tiene ojeras.

-¿Ves? Candidato a ser un Humberto cualquiera.

-No jodas. Me rompería los esquemas que acabara así.

-Bueno. Procuraremos darle apoyo.

-Tengo su teléfono.

-No te impliques demasiado con él. Te ha caído bien, vale. Pero … no quiero que lo pases mal si a él le ocurre algo.

-A lo mejor si le presionamos para que nos cuente … es contraproducente.

Olga movía la cabeza.

-Si no se libera, si no confía en alguien y cuenta lo que le ha pasado, nunca volverá a estar bien. Cualquier detalle puede volverlo a llevar a esa pesadilla que intenta olvidar. Y eso puede llevarle, por la desesperación, a tomar algunas malas decisiones.

-¿Ves por que no quiero volver?

-Solo te diré una cosa, Ventura: te quiero a mi lado. Te necesito. Creo que nos puedes ayudar mucho. Eres como nosotros.

-No soy tan fuerte como vosotros.

-Si siendo un crio has ayudado a Arlen y a Guillermo, que sepa, siendo adulto, aunque joven todavía, y guapo …

-¡Vete a la mierda! – Ventura se echó a reír. – Lo de guapo te lo podías haber ahorrado.

-Te lo ha dicho Jorge.

-No creo que Jorge tenga la acreditación de tener la opinión definitiva sobre la belleza de los hombres.

-No la tiene, pero su opinión es como otra cualquiera, igual de válida al menos.

-Te recuerdo que tiene pareja.

-Y, como has demostrado antes con Carmen saber tanto sobre él, sabrás que tienen una relación abierta.

-Remedio le queda. Dani es … muy sexual.

-¿Por qué sabes tanto de ellos? ¿Los conoces?

-Si la opinión de Jorge es tan … acreditada, si te has dado cuenta no me ha reconocido.

-Jorge tiene un máster en disimular sapiencias.

Olga mordisqueaba despacio una patata frita mientras miraba expectante a Ventura.

-Sé lo que se dice por ahí.

-Mentira. Prueba otra vez.

El gesto de Olga mostraba expectativa y un poco de socarronería.

-¿No estabas cansada?

Ventura habló dedicando solo una mirada fugaz a su compañera. No se atrevió a fijar sus ojos en los de ella.

-Investigué.

Casi fue como si se le escapara. No lo pudo evitar.

-Desarrolla por favor.

-Todos hablaban mal de él. En realidad de ellos, de Jorge y Dani. En la comisaría de Termas. Éste acababa de ser nombrado comisario entonces sustituyendo a Castro. Castro era un gran hijo de puta. Un tipo que denigró todo lo que pudo el uniforme de la Policía Nacional. Y aún así, cuando se jubiló, le dieron honores, condecoraciones y una cena de despedida multitudinaria que no se sabe como la pagó, por cierto. Antes de jubilarse, se ocupó de designar a su sucesor, de su misma cuerda.

-Después ha tenido algunos problemas judiciales. Fueron saliendo a la luz algunos casos en los que su actuación no fue … la mejor.

-Eso será porque os habéis ocupado vosotros.

-No solo nosotros. Están a punto de quitarle algunos honores.

-Es mal enemigo.

-Ya lo sabemos. Procuraremos que no pueda consumar sus deseos de matarnos. Se están acelerando ahora. Sobre todo con Javier.

-Pensarán que así podrán poner en su lugar a alguien de su cuerda.

-¿Quién crees que se postula?

-¿Úbeda?

Olga se quedó pensativa.

-No se me había ocurrido.

-Es uno de sus tapados.

Ventura fue a coger su última hamburguesa. Cometió un error al mirar a Olga justo en el momento en que le iba a pegar el primer mordisco.

-No me lo puedo creer. ¿Todavía tienes hambre?

El agente del FBI volvió a dejar la hamburguesa en el plato y llamó al camarero para que les trajera más patatas y dos hamburguesas.

-¡Qué exagerado! – dijo Olga con la boca llena de la hamburguesa que le había cedido Ventura. Éste solo la miró sin decir nada. Empezó a picotear de la ensalada. Eso era lo único que no le iba a quitar la comisaria.

-¿Por qué no me cuentas lo que descubriste en tus investigaciones?

Olga le sonrió de nuevo con la boca llena.

-Ya sabes la mayor parte de las cosas.

-Me gustaría oírtelo contar a ti. Tu forma de verlo.

-Tú sabrás. Puede ser largo.

-Te escucho.

.

Tardaron casi una hora en salir del restaurante. Como no podía ser de otra forma, a Olga se le antojó probar el surtido de postres para acompañar a lo que Ventura estaba contando.

-Me he dejado antes la tablet en tu habitación – comentó Ventura.

-Pasa y la coges. Espero que no se te ocurra ponerte a mirar nada.

-Así te recojo …

-Ni se te ocurra. Mañana lo hacemos. Y mañana sin prisas.

Entraron en la habitación. Olga fue casi directamente al baño mientras Ventura buscaba su tablet. Cuando la comisaria salió del aseo, se encontró a Ventura tumbado de medio lado en la cama. Se acercó asustada. Pero enseguida se dio cuenta de que se había quedado dormido. Le quitó los zapatos y abrió la cama. Lo acomodó en ella y lo tapó. Sintió el impulso de besarlo en la mejilla.

-Que bobo eres. Aguantar hasta este extremo. Vas a tener razón, corremos más peligro en la carretera volviendo a casa a descansar que por acción de nuestros enemigos.

Le acarició suavemente la cara para quitarle la señal del pintalabios que le había dejado al besarlo. Luego volvió a entrar al baño para desmaquillarse.

.

Una mañana como otra cualquiera. conducía su coche camino de su trabajo. Acababa de tomar café en uno de sus bares preferidos. Bromas con las camareras, risas, un chute de energía para afrontar un nuevo día.

Hacía ya meses que cada día constituía un suplicio para él. El ánimo brillaba por su ausencia. La vida pasaba sin alicientes. Los recuerdos tristes, anidados en su corazón parecían dominar su vida. Su recuerdo … la separación … “es por vuestro bien, juntos corréis peligro”. “Os pueden matar”.

-¿Qué más me da que me maten, si ya estoy muerto?

Lo murmuró entre dientes, con la mandíbula apretada. Muchos días acababa con dolor en ellas. Siempre estaba apretando los dientes, los labios.

Esperaba para cruzar una intersección. De frente venía un camión de reparto. Tenía prisa. Le hubiera dado tiempo a pasar, pero … no confiaba en su capacidad de reacción. Y el camión venía verdaderamente deprisa. Cuando lo tenía a unos pocos metros, se fijó que venía contra él. Miró la cabina y vio al hombre que conducía hablando por su móvil. No miraba la calle aunque cada vez parecía acelerar más. Iba contra él. Otro coche estaba parado detrás de él y empezó a tocar el claxon. Parecía asustado. No hizo amago de moverse. Pensó por un momento en la posibilidad de que ese camión se estampara contra él. Morir aplastado y rodeado de botellas de Coca-Cola. Poner fin a ese deambular por la vida arrastrando los pies, que muchos días apenas podían mantenerlo erguido. Alguna vez pensó que las personas con las que se cruzaba, pensarían que estaría borracho. Sí, era un buen final. Su amor no se enteraría de la desgracia. “Por vuestra seguridad, no podéis mantener el contacto”. Y así lo hicieron. Pero la vida, sin la persona que amas ¿Tiene algún sentido? “Podréis rehacer vuestra vida”. ¿Qué vida?

El coche de atrás, y el de más atrás arreciaban en tocar el claxon. Miró un segundo por el espejo y vio la cara aterrada de la mujer al volante. El camión apenas estaba a unos metros. Casi podía sentir ya el choque. Soltó el embrague lentamente y pisó el acelerador. Giró el volante a la derecha para apartarse. Lo mismo hicieron los dos coches que esperaban detrás de él. El conductor del camión de reparto debió ver algo o escuchar algo que no fuera lo que le decían por el teléfono. Lo vio abrir mucho los ojos y pegar un frenazo. Eladio aceleró: ya que había decidido no morir en ese momento, no le apetecía tener que asistir al accidente del camión, ni que las cajas de Coca-cola le estropearan el coche. Siguió calle adelante, aunque no era por la que debía ir. Escuchó un estruendo detrás de él al volcar el vehículo de reparto. Luego leyó en un periódico digital que se había estrellado contra unos coches aparcados. Miró por el espejo y vio como le seguían los mismos dos coches, que también habían decidido seguir un camino que no querían. La conductora del primero suspiraba aliviada adornando el suspiro con una ligera sonrisa. Seguramente había pensado que había salvado el pellejo de Eladio y el suyo propio por su persistencia en el claxon.

-Si tu supieras amiga …

Pero ella no tenía la culpa. Porque a ella también le hubiera tocado. Y no era justo que esa desconocida, pagara por que él, Eladio Pérez, un día, tuviera que separarse de su amor. Pero otro día, quizás, un día sin que nadie sufriera las consecuencias, se quedaría parado esperando la colisión. Y el sinsentido de su vida, llegaría a su fin.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 102.

Capítulo 102.-

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Mario acaba de ver el último programa del talent de turno en la tele. Le gustaban mucho esos programas. Le gustaban aunque a la vez le angustiaban. Él hubiera querido estar en la piel de uno de esos chicos o chicas. Haber tenido la valentía de cantar o de pintar, o de… pero no la tuvo. Todo lo probó, en todo destacó, pero luego… “Eso no da de comer” “No te voy a pagar una escuela de interpretación” “Ni sueñes con meterte cantante. Te vas de casa” “A mí con esas bobadas ni se te ocurra.” “Te parto el espinazo”. “Esos son una panda de bujarras y de vagos”.

Nunca fue valiente. Ni para luchar por sus sueños ni para enfrentarse a la gente. Cuando lo hacía, siempre se equivocaba. Era la vez que no tenía razón.

La vida se le fue escapando entre los dedos de las manos. Sin saber como, llegó a los treinta. Y luego a los cuarenta. Y luego a los cincuenta. A los sesenta.

Había escuchado uno de los consejos de los profesores a los participantes. “Enfréntate a tus miedos” “Cada uno tenemos nuestras mochilas. Pero hay que aprender a descargarlas de porquería”. Él, como niño aplicado, pensaba ponerlo en práctica a la mañana siguiente, en el trabajo. Luego con los amigos.

Se levantó del sofá y se fue al dormitorio. Recorriendo el corto pasillo que le llevaba a la cama, supo que a la mañana siguiente, su mochila seguiría intacta, llena de piedras y de mierda. Y que seguiría siendo un fracasado un día más. Eso es lo que es el que deja escapar su vida sin disfrutarla.

Jorge Rios.

-Lo siento. Tengo el aforo cubierto. No puedo atenderla.

-Me han dicho que tiene una casa rural cerca. Me apetece pasar unos días – explicó la recién llegada al pueblo. – Es un pueblo bucólico. – Miró a Gerardo mostrando claramente un aire de superioridad. “Seguro que no sabe lo que es “bucólico”, paleto de mierda”.

-Está ocupada todo el mes.

-Pero es grande me han dicho. Nos podremos acoplar.

-Lo siento. Solo se alquila entera. Y ya está alquilada.

-Pero a lo mejor a su inquilina o inquilino …

-Por normas COVID, no pueden estar no convivientes. Aunque quisiera el inquilino, no podría ser.

-No se iba a enterar nadie. Esto es un pueblo de mierda. ¿Quién iba a venir a quejarse?

-Yo – dijo Luis, que estaba al quite. – ¿Me permite su documentación?

-¿Y usted quién es? – preguntó en tono cortante la señora.

-Guardia Civil – Luis le enseñó su acreditación. A la señora de repente se le bajaron los humos. Era evidente que no quería llamar la atención.

-Bueno, no es para ponerse así. Es que es un sitio muy bucólico, ideal para pasar unos días de relax. Y entre usted y yo, lo de las normas esas ¿No son un poco exageradas?

-¿Me enseña la documentación, por favor?

La mujer se palpó los bolsillos. Puso su mejor gesto de fastidio.

-Parece que se me ha olvidado en el coche. Lo tengo a la entrada del pueblo.

Entonces, entró en el bar el conductor que a veces había trabajado para Carmelo. Solía encargarse de acercar a los invitados del actor. Era un hombre que se movía bien entre los bajos fondos. A veces había trabajado para la policía como informante y también había ayudado a Carmelo a preparar algún papel. Sus miradas se encontraron de inmediato. El hombre sonrió.

-Vaya. El mundo es un pañuelo.

La mujer se llevó la mano a la espalda. El conductor reaccionó de inmediato.

-¡¡Arma!! – gritó.

Gerardo se tiró al suelo de inmediato. Luis se agachó mientras se llevaba la mano a la sobaquera en busca de su pistola. El resto de parroquianos que a esa hora tomaban su café o su almuerzo, se quedaron paralizados. Miraban a todos sitios sin saber que hacer.

-¡Todos al suelo! – gritó Luis mientras apuntaba a la mujer que había aprovechado esos instantes de desconcierto para salir del bar. Pensó en disparar al guardia civil, pero no vio viable salir de allí indemne. Así que optó por huir.

Gerardo cogió su móvil e hizo una llamada. Luis, cuando consiguió apartar a parte de los vecinos que de repente habían reaccionado y se agolpaban en la puerta intentando abandonar el bar, salió corriendo detrás de la mujer, seguido por el conductor y Alberto, que había entrado al oír el barullo.

Les llevaba bastante distancia. Le hubiera sido fácil escapar de no ser porque Fabiola, la ayudante en la granja de Felipe, había sacado a pasear a sus vacas y rodeaban su coche. La mujer hizo unos disparos al aire para asustar a los animales y que se apartaran, pero éstos no se movieron. El perro de Fabiola y ésta tenían dominados a los animales.

Todos empezaron a oír el ruido de un helicóptero que aterrizaba en un prado cercano. De él se bajaron 6 GEOS al mando del jefe de la unidad, José Oliver, que rodearon de inmediato a la mujer. Por la carretera de acceso al pueblo se oían la sirenas de las Unidades de la Guardia Civil que venían en apoyo.

La mujer no tuvo más remedio que tirar el arma y arrodillarse poniendo las manos detrás de la nuca, según las instrucciones que le estaba gritando la policía.

Luis fue el primero que llegó a ella y comprobó que no tenía más armas que la que había tirado. La hizo tumbarse en la carretera y la registró. Llegó una mujer de los GEOS que hizo un nuevo registro más minucioso. Le quitó el calzado y ahí descubrieron unos sobres de plástico, como los que algunos traficantes usan para las dosis de droga, con unas pastillas de color rojo. La policía le obligó a abrir la boca y ahí encontró un diente falso que guardó en una bolsa de pruebas especial, aislante de cualquier señal de radio o telefónica.

Las unidades de apoyo de la Guardia Civil ya estaban allí. El jefe de la unidad se reunió con José Oliver.

-Hemos puesto controles en treinta kilómetros a la redonda.

-Javier cree que puede que tenga apoyos cerca.

-Depende de cuando se enterara de que aquí viven los Danis.

-Estamos seguros que fue hace un par de días. Un confidente nos lo ha confirmado hace un momento.

-O sea que no será alguien de la zona.

-Es lo más probable. A no ser que hayan reclutado a alguien ahora.

-En Concejo no. Son todos muy de los Danis. Miraremos en Tubilla o en Heredad. O en Vecinilla.

Se giró hacia Luis.

-Le digo al sargento y echamos las redes con la gente.

-Nosotros nos encargamos de peinar los alrededores. Y también del coche, cuando las vacas nos dejen. – bromeó el guardia civil.

-Venga. Nosotros nos llevamos a la mujer.

Alberto Canónigo, el hijo de Gerardo, se acercó a José Oliver.

-Mira que no tenga nada oculto. Tened cuidado. No os fiéis de ella.

-¿La conoces?

-No, Máximo ha tratado con ella. Tuvo un intercambio de pareceres hace un par de noches. Es ladina y peligrosa. Parece profesional. La única duda es de si es solo una asesina a sueldo o además trabaja para alguna agencia.

-No ha perdido reflejos. Si es quién pensamos, si ha salido vivo ha tenido suerte.

-Quien tuvo, retuvo – contestó enigmático Alberto.

El conductor había hecho muchas veces el viaje al pueblo. Trabajaba a menudo con Carmelo del Rio. Había llevado allí a multitud de compromisos tanto de él como de su marido, Cape el chulo, como lo llamaban algunos.

No había intimado con sus pasajeros, no le interesaba. Eran solo negocios. Su trabajo, cumplía, cobraba y fin de la historia. No le atraían los oropeles de la fama y el dinero. Ya había pasado por ello. Lo había tenido todo y de la misma forma que le llegó, lo perdió. Pero no lo echaba de menos. Tampoco echaba de menos estar rodeado de gente. Aquella experiencia con la fama le dio la certeza de que la gente, las personas, no merecían la pena. En todos aquellos años no había sacado a un amigo de verdad que le reconociera en la calle cuando dejó de ser un personaje, cuando dejó de tener dinero. Eso lo amargó completamente.

Ahora vivía al día. Tenía un apartamento pequeño que podía limpiar en pocos minutos o no limpiarlo si no le apetecía, porque no recibía a nadie. No tenía amigos. No hablaba con nadie, si acaso con el camarero del bar al que solía ir a ver el fútbol. Tenía a veces algunos negocios a parte de ser conductor de coches de empresa. Chanchulletes. Tampoco le obsesionaba el dinero. Era frugal en su vida. Pero siempre venía bien tener un pequeño colchón por si un día venían mal dadas. Un encargo especial de llevar un paquete por el que cobraba cuatro veces lo que ganaba en una semana de trabajo. O un poco de información sobre algún pasajero.

Eso había ocurrido el día anterior.

Una mujer con acento de algún país raro, se acercó a él en el bar. Acento que le pareció fingido. Al principio intentó seducirle. Él la paró los pies de inmediato.

-Si quieres algo, pasta por en medio.

-Lo quiero todo de Jorge Rios y su amigo Carmelo del Rio.

Carmelo del Rio le caía bien. Al tal Jorge no lo había tratado demasiado. Había seguido con él el mismo proceder que con el resto de encargos de Carmelo o su marido. Nada de intimar. Nada de preguntas ni respuestas. El escritor parecía ser de la misma opinión que él, así que ningún problema.

-50.000 €.

La mujer puso cara de susto. El conductor se levantó y salió del local. La mujer corrió detrás de él.

-Tiene que ser una información muy jugosa.

El conductor la miró fijamente.

-No. En realidad no se nada de él. Me cae bien. Por eso cobro tanto.

-¿Cual es su retiro secreto? – preguntó la mujer.

El hombre le puso la mano con la palma hacia arriba señalando la necesidad de recibir antes el precio acordado. La mujer suspiró y le tendió un sobre.

-Ahí hay 10000. El resto mañana.

El hombre le devolvió el sobre.

-Entonces mañana.

Se giró nuevamente para retomar su camino. La mujer volvió a interceptarlo.

-Tenga.

Esta vez eran dos sobres.

El conductor abrió los sobres. Billetes de 100 euros. Los contó por encima. Parecía que estaba todo.

-Concejo del Prado. Tiene una finca apartada, la Hermida 3. Jorge Rios se queda con ellos en su casa.

-¿Escoltas?

-Pocos. 5 ó 6.

-¿Otras medidas de seguridad?

-Es un pueblo – dijo a modo de explicación.

La mujer se llevó la mano de nuevo a la chaqueta. El conductor levantó la mano para saludar a un joven que pasaba por detrás de la mujer.

-Hola Pepe – dijo en voz demasiado alta.

La mujer giró la cabeza para mirar al tal Pepe. El tal Pepe era un joven que caminaba por la acera despreocupado y que los miró sorprendido por el saludo dirigido a él. La mujer volvió a encarar al conductor. Pero éste había desaparecido. Se movió rápido buscándolo con la mirada, pero no logró localizarlo. Sacó el arma que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Pensó en acercarse al joven y preguntarle. Pero ese también había desaparecido. Se maldijo en voz baja. Sacó el móvil e hizo una llamada.

-Concejo del Prado. Parece que no tienen mucha seguridad.

Escuchó unos segundos.

-Mañana voy a primera hora.

Colgó. Miró a su alrededor buscando. Pensó en recorrer los alrededores buscando al conductor y a ese joven testigo. Pero paró un autobús urbano y bajaron un montón de personas. Así que guardó el arma en el bolsillo y se subió los cuellos de la chaqueta. Ya volvería a ajustar cuentas con ese hombre.

El conductor estaba en medio de un seto circular que tenía un hueco en el centro. Retenía al joven a la fuerza tapándole la boca con la mano. El chico se revolvió al principio, pero una mirada conminatoria del conductor le hizo quedarse quieto. Cuando comprobó que la mujer se alejaba sin mirar atrás, le quitó la mano.

-Le voy a denunciar, cabrón de mierda.

-Te acabo de salvar la vida.

-Alucinas.

-Has tenido mala suerte: lugar equivocado a la hora equivocada. Es como la lotería, pero en malo.

-Estás loco.

Sacó una tarjeta del bolsillo de su camisa y se la tendió:

-Si quieres denunciarme, ahí tienes mi nombre. Y mi teléfono por si quieres hablar del tema.

Sacó uno de los sobres y sin mirar ni contar, le tendió un montón de billetes.

-Por las molestias. Cómprate unas zapas nuevas que esas se han estropeado.

El joven se quedó estupefacto mirando el dinero que le tendía el hombre. Como dudaba de cogerlo, él se lo metió en el primer bolsillo que vio. Se levantó y emprendió su camino.

Jorge Rios.

-¿Estás bien, Alber? – preguntó solícito José mientras le agarraba del brazo.

-No. No te voy a mentir.

-Dinos si podemos hacer algo. Me llamas sin dudar o a Javier. Vete a verle un día. Os hará bien a los dos.

-¿Y cómo está él? ¿Cómo lleva lo de Ghillermo?

-Ya sabes como es. Un poco como tú. Lo lleva mal. Muy mal. Ha pasado una temporada que se perdía varios días en los que ninguno sabíamos de él. Parece que hay un chico que le ha … enamorado y eso le ha hecho recuperarse. Al menos centrarse. Es una víctima, así que tiene la cabeza pendiente de ayudarlo a superarlo y a recuperar su vida.

-Por eso no le llamo. No sé que decirle. Y no soportaría verlo así. Pero si todo se basa en ese chico … mira lo de Galder y lo de Aritz.

-No tiene por qué salir mal. Antes de ellos, hubo muchos. Y Javier solo necesita romper con esa deriva de pensamientos negativos que le fue invadiendo después de lo de Ghille. Ahora tiene alguien de quien preocuparse y eso le hace bien.

-Me lo esperaba aquí.

-Está con un … caso. Varios de hecho. Están siendo días intensos. Algo relacionado con un amigo de Carmelo y de Jorge. Y ha habido también un asunto feo en una finca de Vecinilla. Aritz fue a registrar el piso de una víctima y acabó tiroteado. Está bien, no te preocupes. Solo se lesionó ligeramente la rodilla. Acudimos nosotros en su ayuda. Lo de Vecinilla es lo más aparatoso. Están allí muchos efectivos de la Guardia Civil. Por eso hemos venido nosotros aquí.

-Lamento oír eso. Pero eso acrecienta mi idea de que este caso es imposible. Nos va a llevar a todos cuando menos al hospital. Nos va a cambiar la vida. Nos la va a destrozar.

-Estás muy negativo, Alberto. Pero eso es porque no duermes. Estás agotado. Esas pesadillas te …

-Sabes mucho de lo que me pasa.

-Hablo con tu padre todos los días. Y algún otro también me cuenta. Me gusta saber de la gente que aprecio. Me gusta cuidarlos.

-Al final todos en el pueblo trabajamos para vosotros.

-Esta operación es importante. Y los protagonistas resulta que han decidido pasar tiempo aquí. Tejemos nuestras redes para saber y para protegerlos. Ellos no lo saben pero nos pueden dar muchas respuestas. Mostrarnos el camino.

-Demasiadas bajas llevamos. No sé si merece la pena. Te lo repito. Y ellos no sé si están por la labor.

-Los Danis aguantan.

-Cape se va. ¿Lo sabes?

-Sí.

-Y Dani no sé si aguantará sin él.

-Lo hará por Jorge. Cape hace mucho tiempo que perdió su ascendiente sobre Dani. En su reencuentro, mientras duró la novedad … la nostalgia … luego Jorge volvió a hacer su magia y tomó otra vez el control en la vida de Dani. Lo ha salvado por enésima vez. Cape no es buena … influencia, no es buena gente.

-Pero Jorge no es tan fuerte. Si es un alma en pena. En todos los años que Dani lleva aquí, hasta ahora …

-Es un error que comete la mayoría, minusvalorar la fortaleza del escritor. Y aunque fuera el débil que todos pensáis , sacaría fuerzas de flaqueza por Dani. El amor es así. Pero no hagas lo mismo que hacen algunos con él. No es ese debilucho. Y si un día percibes que va a dar hostias, apártate. Ni se te ocurra meterte por medio. Te puede partir la jeta antes de que te enteres. No, no me mires así. No exagero. Si pudieras hablar con sus escoltas de confianza sin que peligrara tu tapadera, te lo dirían. Ya lo han visto.

-Jorge de alguna forma me salvó la vida. ¿Lo sabes? Le debo mucho.

-Sí. Sus libros te mantuvieron cuerdo. Me lo han contado.

-Y ellos, Jorge, Dani, son muñecos de esa gente. ¿Podrán sobrevivir con la verdad? Sería mejor que hicieran lo que hace Cape, huir de todo. No merece la pena luchar, Jose.

-No te vuelvas a engañar. No son tan muñecos. Ya lo irás viendo. Y respecto a esa banda de malhechores, no te puedes hacer una idea de todo lo que esta gente está haciendo. La de niños, mujeres, ancianos, hombres de bien que han muerto. Muchos de ellos por bobadas. Otros por demostrar al mundo el poder que tienen. Algunos por estar en el sitio equivocado. Se creen poderosos e intocables. Si supieras todos los detalles, no dudarías. Lo de Vecinilla que te he comentado antes, es bajo todos los puntos de vista, una barbaridad inaceptable. Y no hemos rascado apenas. No sabemos nada. Y ese nada, ya es una atrocidad.

-No tengo fuerzas Jose.

-Ponte bien. Preocúpate de eso. Del resto, ya nos encargamos.

-Jefe, nos tenemos que ir – le dijo Miri, una agente de su equipo.

Le apretó el brazo y salió corriendo camino del helicóptero.

La partida de la aeronave fue el pistoletazo para que el resto de policías iniciaran sus misiones. Luis cogió su coche para reunirse con su sargento y sus compañeros para iniciar su recorrido y hablar con los lugareños. Las unidades especiales de la Guardia Civil, iniciaron un peinado de los campos buscando indicios de otras personas que pudieran haber ido en apoyo de la mujer detenida.

Alberto empezó a caminar de vuelta al bar de su padre.

-Parecía que conocías a ese policía mucho – Eduardo le miraba fijamente. – Si no te conociera hubiera pensado que eras uno de ellos.

Alberto se detuvo y lo miró fijamente. Le debía tantas explicaciones que el día que pudiera dárselas no sabría por dónde empezar. Y le dolía en especial, porque apreciaba a ese chico. Quizás no lo amaba como él se hubiera merecido. Pero no tenía más remedio que distanciarse de él. Y de momento, no podía hacer otra cosas que seguir con el papel marcado por Javier y Carmen.

-Pero como me conoces, sabes que no es así. Solo me preguntaban por lo que pudiera saber. Ya te tocará a ti.

Alberto continuó su camino con la cabeza gacha. Deseó con todas sus fuerzas que Eduardo pudiera encontrar a alguien que lo quisiera y lo mereciera.

Eduardo lo miró alejarse. Aunque intentaba no quererlo, apartarlo de su cabeza, no lo conseguía del todo. No había tenido suerte con sus amoríos. Desde Alberto no había vuelto a juntarse con ningún chico. Si ese Mártins que estaba en la Hermida 1, no fuera tan cerrado … aunque a decir verdad, él tampoco era la persona más abierta del mundo. ¿Cómo hacían dos personas cerradas y tímidas para juntarse? No sabía la respuesta. Y tampoco conocía a quién poder preguntar.

.

Al final el plan de recreo de la madre de Álvar con los invitados del embajador de Francia, solo había concernido a Lys, una de las “madres”.

-Es mejor así. Con Camile no tengo apenas trato. Con Lys puedo hablar claro.

Álvar se había decantado por reservar mesa para ellos en “El puerto del Norte”. Lo había organizado todo con Rico, el encargado, para que tuvieran una mesa discreta y con todas las medidas de seguridad. Rico además conocía a su madre, porque ella organizaba allí algunas de sus comidas de negocios. Dani la invitó un día a comer, y le gustó. Le presentó a Biel y Marie quedó prendada del actor y a la vez dueño del restaurante.

-Madame, c’est un plaisir de vous revoir.

-Gracias Rico. Siempre tan amable. Tú eres una de las razones porque siempre vuelvo.

-Me va a poner colorado, Madame. Biel le manda saludos. No ha podido acercarse a saludarla, está rodando.

-Se los agradeces y le recuerdas que me debe una comida. – Rico asintió sonriendo – Te presento a mi amiga Lys. Está de viaje de placer. Hoy le he enseñado algunos de los secretos de Madrid.

-Enchanté, Madame – Rico le cogió la mano e hizo el gesto de besársela. – Acompáñenme por favor. Les he buscado una mesa tranquila.

-¿Ya ha venido mi hijo?

-No. Todavía no ha llegado. Pero me ha llamado y ya está en camino. Creo que no tardará nada en llegar. Miren, ahí entra.

Álvar abría la puerta de la calle. Se paró buscando a Rico. Éste le hizo una seña con la mano para llamar su atención y Álvar sonrió. Se encaminó hacia ellos.

-Mamá – madre e hijo se dieron un suave beso en los labios. – Mme. Lys, me alegra verla de nuevo. – se estrecharon la mano.

-Sentémonos y comamos, que hoy nos lo hemos ganado – la madre de Álvar habló con un tono festivo.

-Ha sido una mañana maravillosa, Marie. Casi agradezco que la policía tuviera que intervenir el otro día e interrumpir la comida y así reencontrar a tu hijo y que eso haya propiciado este día estupendo.

-Me tenías que haber avisado de tu visita.

-Pero me dijeron que estabas en Lyon.

-Y lo estaba. Dos días. Pero no me he quedado a vivir allí. Y podía haber cambiado mi planning. La próxima vez me llamas y nos organizamos.

-El caso, Álvar, es que hemos aprovechado para dar el mejor paseo por los jardines de Madrid. Menos mal que tu madre me avisó de sus intenciones y me he puesto zapatos cómodos.

-No tanto como los míos – Marie enseñó a su hijo las deportivas que llevaba.

-Ya le diré a Dani que le copias, mamá.

-Me las mandó él, son un regalo.

-Mira que bien. Yo hago el trabajo, y tú sacas los beneficios. – bromeó Álvar – A mí no me ha regalado unas Converse, serie limitada.

-Pues yo cuando vuelva a París, me las pienso comprar.

Un camarero se acercó con dos platos de entrantes.

-El cocinero lo ha preparado especial para ustedes – les dijo.

-Mira, un surtido de pinchos. ¡Oh! Me encantan los pinchos de España. – Lys miraba con ansia los platos que el camarero estaba colocando en el centro de la mesa.

La conversación giró durante la comida sobre temas sin compromisos. Los jardines, que era una de las pasiones de Lys, ocuparon mucho espacio. Y el arte, la pintura, la arquitectura. Hasta que llegó la hora del postre, ninguno hizo intención de abordar los temas que en verdad, habían provocado la reunión. Fue entonces cuando Rico, el encargado, trajo un inhibidor que puso en el centro de la mesa. Esa parecía la señal para entrar en temas serios.

-Así tienen asegurada la confidencialidad de su conversación.

Ese gesto, que a otros incomodaría, pareció hacer sentir a Lys más segura. Álvar llevaba preparada una excusa y una justificación, pero no hizo falta que la esgrimiera.

-Compruebo Álvar que sabéis el terreno que pisáis.

-Intentamos que nada entorpezca nuestro trabajo. En mi Unidad, todo gira sobre proteger a las víctimas y a los testigos. Por nada del mundo queremos ponerlas en peligro.

-Hemos oído algo sobre escuchas en el Intercontinental – preguntó Lys. Era un tema que al conocerlo, le había preocupado de inmediato.

-Sobre eso no puedo dar detalles. Lo siento.

-¿Nos grabaron?

Álvar miró a Lys fijamente.

-El equipo de seguridad que acompaña a Jorge y a Dani, siempre llevan inhibidores como el que nos ha traído Rico. Se acercaron antes de que el restaurante abriera las puertas y los instalaron. Fueron discretos y nadie se dio cuenta. No queríamos incomodarles a ustedes. Podían interpretarlo como una falta de respeto.

-No es por lo que hablamos con Jorge y Carmelo, o Dani, como lo llamas tú. Es la conversación con mi marido de antes. Tuvimos un cambio de opiniones bastante intenso. No sobre el fondo, sino la forma. Y no quisiera que esa conversación la escuchara Damien.

-Pues esté usted tranquila, Lys, no la va a escuchar. Ni va a poder volver a escuchar su conversación durante la comida, hasta que la interrumpimos nosotros. Entiendo que tienen la duda de si el embajador tiene esas iniciativas.

-Digamos que en algún momento, ha habido algunos detalles que me ha hecho pensar eso. Desde que Simon llegó a nuestras vidas, nos damos cuenta de muchas cosas que antes desdeñábamos por parecer un guion cinematográfico.

-Lamento escucharlo.

-Me aterra la posibilidad de que alguien intente hacernos daño. No nos ha pasado nunca. Siempre hemos llevado una vida discreta. Hemos evitado los focos y tampoco hemos hecho ostentación de nuestra posición. No tenemos grandes vicios y nuestras aficiones no son de las que llaman la atención. Ni coleccionamos coches de lujo o barcos o mansiones. Ahora parece que nos hemos convertido en el objeto de atención de alguien.

-Mientras estén en Madrid, tendrán protección. Puede que no la vean, pero la tienen. Esta misma mañana, tres de mis compañeros la han seguido en todo momento. Y había un equipo de respuesta en las cercanías por si fuera necesario. Ahora mismo, por ejemplo, está en la calle de al lado. Y mis compañeros han comido en una mesa cercana.

-Pues ni me he dado cuenta.

-Ya te he dicho que no tenías que preocuparte, Lys – le dijo Marie – Confía en la gente que trabaja con Álvar. Son los mejores. Y lo sabes, porque te lo ha dicho Thomá.

-Pero esta gente es …

-¿Qué gente, Lys? ¿Crees que de verdad corres peligro? Lo que me contaron ustedes el otro día no …

-No me engañas, Álvar. Estás siendo muy educado. Conozco a tu madre desde la infancia y tienes sus mismos gestos. No te creíste ni media palabra de lo que te contamos. Al menos, tenías la certeza de que no te contamos nada interesante.

-Quizás es buen momento para que lo haga.

Lys suspiró. Y empezó a resumir la comida con Jorge y Carmelo. Todo lo que le habían ocultado a Álvar en su reunión posterior en la embajada. Álvar la escuchó con atención. Había sacado una libreta y de vez en cuando, tomaba algunas notas. Era más una pose, porque todo lo que estaba contando Lys, ya lo sabía por la entrevista que tuvieron Carmen y Javier con Jorge y Dani. Ahora sí, estaba relatando lo que de verdad hablaron. Aún así, era interesante porque lo hacía desde su punto de vista, y aportaba matices o ponía el foco en algunos detalles que Carmelo y Jorge no habían percibido, o de hacerlo, no le habían dado la importancia que ella les daba.

-¿Qué hay en la organización de ese curso al que van a venir sus hijos que no les convence?

-Nosotros queríamos contactar con Jorge. Por Simon, nuestro hijo. Se lo pedimos al embajador: siempre anda presumiendo de su amistad con el escritor. Damien a los pocos días se sacó de la manga ese curso con la idea de que así disimularíamos. Que Jorge si no, no iba a querer hablar con nosotros y menos con Simon. Nos dijo que Jorge odiaba a los jóvenes. Que él lo conocía bien, que era su mejor amigo.

Álvar levantó las cejas sorprendido.

-Nosotros sabemos que no es así. Nos lo han asegurado muchas personas. Es más, nos han dicho que Jorge es el que mejor puede entenderlos y ayudarlos. Y que es capaz de mirar dentro de ellos. De saber sin que le tengan que contar. Y que sus abrazos consiguen que los chicos como Simon se liberen.

-¿Y entonces ese curso?

-Todos son chicos que quieren la ayuda de Jorge. Eso pensamos al menos. Todos somos padres desesperados que queríamos tener hijos y esos desalmados nos “vendieron” a esos pobres. Digo vender, porque todo sí, lo disfrazaron de adopción, pero era una venta. Un dineral. Y no es por el dinero, por suerte nos lo podemos permitir. Es por el respeto, es por la dignidad humana. Y ahora, volvemos a pagar y pagar por el curso. Solo con ver la cara de susto y la indignación de Jorge y Carmelo al saber lo que cuesta el curso, me dejó claro que él no va a sacar ni por asomo, una décima parte de ese montante. Mas luego, esos apartamentos que se ha sacado de la manga Damien para alojarlos. Y esas tasas por la gestión.

-¿Tasas por la gestión?

-Para la embajada.

-¿He entendido bien?

-Perfectamente. No disimules, entiendes el francés a la perfección. Lo hablas desde los dos años. Y no has dejado de hacerlo nunca.

-Y eso ¿Cuánto supone?

-Cuatro mil euros más.

-¿Y esos apartamentos que has dicho?

-Eso me da vergüenza decirlo. Quinientos euros la noche. Pero son discretos. Eso es lo que nos ha dicho Damien. – era palpable la ironía. Hasta una persona con Asperger la hubiera pillado.

-Yo pensaba que cada uno se iba a ir a …

-Pero mejor estar todos juntos, por seguridad. – volvió a aparecer la ironía.

-Hombre, es más sencillo su protección. – opinó Marie.

-Y más sencillo también matarlos a todos de una tacada. Si el curso va a suponer unos traslados en autobús de esos apartamentos a la Universidad y vuelta, eso más bien parece propio de un estado de guerra. Si mi marido no me hace caso y se va a ver a su amigo Thomá, no tendrían protección. Ahora parece que los planes cambian por ese detalle. Y no sabemos todavía dónde se van a quedar.

-¿Y se encarga el embajador de organizar todo eso?

-Y su agregado cultural. Es el que da la cara. Pero a nosotras no nos engaña.

-Si con que Thomá me hubiera dicho, hubiera preparado una visita de su hijo a Jorge.

-Hombre, pasar un mes casi, escuchándolo y compartiendo aula, creo que les sentará bien. Pueda que sea esa la intención. Me gustaría que fuera así.

Esa apreciación la había hecho Marie mirando a su hijo.

-Quiero decir – más hablaba para su hijo que para Lys – Por mucho que tú tengas acceso a Dani y éste pueda concertar una cita del escritor con Simon, sería un día. Con el curso son un montón de días.

Álvar fue a explicar a ambas la costumbre que tenía Jorge de convocar encuentros con lectores cuya asistencia era gratis. Pero prefirió no hacer sangre y avanzar. Tampoco quiso incidir en el tema de que no era lo mismo que Jorge se entrevistara con uno de esos chicos a solas, que tuviera que atender a veinticinco a la vez.

-Si no he entendido mal, las gestiones que ha hecho el embajador para crear ese curso de Jorge Rios, han sido bien remuneradas.

-Muy bien remuneradas.

-¿Y su marido está de acuerdo?

-François lo que quiere es que Simon pueda dormir por la noche. Y se ha plegado a las peticiones de su amigo del lycée. Pero es como yo le digo: bien, por Simon, bien. Pero eso no significa que no sea una sinvergonzonería. Mucho presumir de ser amigos, pero vamos a sablearlos. Al menos hemos conseguido que su seguridad, no la coordinen desde la embajada.

-¿Debemos suponer que todos los asistentes al curso, son jóvenes que tienen el mismo pasado que Simon? Me ha parecido entender eso en un comentario que ha hecho.

-No lo podemos asegurar. No ha querido compartir sus datos. Pensamos que es así. No lo podemos asegurar, es cierto, pero siempre que hablamos, lo damos por sobreentendido.

Álvar se la quedó mirando a la espera de más detalles. Sabía que algo se guardaba Lys.

-Tenemos la seguridad de que otros dos chicos asistentes, fueron casos iguales a los nuestros. Nos conocimos cuando esos desalmados nos chantajearon unos meses después de finalizados los trámites de la “adopción”. Un abogado amigo, nos ha comentado de otra persona igual. Sin dar nombres, es su cliente. Si conocemos cuatro casos, o cinco, y los cinco coinciden, es seguro pensar que todos son parecidos. Puede que haya algunos que se salgan de la norma, para rellenar.

-Entonces digamos que sus padres tienen un poder económico notable.

Lys hizo un gesto con la cabeza de asentimiento.

-Y si por ejemplo, uno de los chicos fuera secuestrado y pidieran rescate, digamos que puede que todos, a pesar de que no fuera su hijo el secuestrado, se pudieran ver impelidos a pagar. Porque ese hecho en realidad, constituiría una amenaza hacia todos.

-¿Crees que es eso lo que va a pasar?

-No. No tenemos ningún indicio de que eso puede ser lo que pase. Pero es una posibilidad. Se me ha ocurrido ahora de repente. Espero que este comentario no lo traslade a nadie. No quiero que sus familias o el resto de asistentes piensen que es algo de lo que tengamos indicios.

-Cuéntale a Álvar la razón por la que Simon necesita estar con Jorge. – Marie se incorporó y cogió la mano de su amiga. La miró y la sonrió para animarla a confiar su secreto.

Lys sacó su móvil y empezó a buscar en su carpeta de fotos. Al final encontró la que buscaba. Se la pasó a Álvar.

Su gesto cambió nada más ver la foto. Era la de un joven que besaba a Lys en la mejilla. Un joven que estaba inclinado besando a su madre. Un joven alto y atractivo. Un joven que si Álvar no supiera que fuera imposible, hubiera pensado que era Dani, Carmelo del Rio.

-Cuando lo vi en persona, cuando llegó al restaurante, tuve la certeza. Se mueven igual, se ríen igual. Tienen gestos clavados. Hasta que llegó Jorge, no pude apartar la vista de él. A François y a mí nos costó disimular. A los cuatro, porque el primo de mi marido, conoce de sobra a Simon. Los dos chicos se aprecian, son colegas, son hermanos más que primos. Y Ernest es el tío de Simon, como François es el tío de Ferdinand. Quiero decir que ejercen de tíos en un papel que se asemeja al de unos segundos padres.

Álvar le devolvió el teléfono después de ver algunas otras fotos que estaban seguidas a la que le había mostrado Lys. Si tuviera que comparar, Simon era más parecido todavía a Pólux que a Carmelo. Sus rasgos faciales tenían más semejanzas. Y quizás ayudaba a esa semejanza que por edad, Pólux y ese Simon estaban más próximos.

-Para Simon es importante Jorge, porque lo fue a buscar y lo sacó de una situación … delicada. – preguntó Álvar con apenas un hilo de voz.

La cara de sorpresa que puso Lys fue la mejor respuesta. Los hombros de Álvar se derrumbaron. Porque entonces, sobre todo después de las últimas apreciaciones que le hizo Jorge a Javier, el hijo de la amiga de su madre, estaba vivo de milagro. A Jorge solo le requerían cuando la situación era casi irreversible. Era fácil imaginar el estado en que se llevó a Simon. Olga le había contado en multitud de ocasiones como Jorge le llevó a Dani. Y esas imágenes que había creado en su mente a través del relato de su jefa, le producían siempre un estado de abatimiento que le costaba días superar.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

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-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

.

-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.