Necesito leer tus libros: Capítulo 109.

Capítulo 109.-

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¿Cómo se puede describir el dolor que lacera el cuerpo de alguien que recibe la noticia de que una persona amada está herida de gravedad, de que se debate entre la vida o la muerte, de que lamentablemente no se ha podido hacer nada por salvarlo?

Ni siquiera los profesionales que están en contacto con las personas que sufren esas circunstancias, pueden describir ese sentimiento. También es cierto que las reacciones ante esas noticias son únicas. Cada persona es un mundo.

Unos, sienten inmediatamente como su cuerpo se parte en dos. Sienten como una parte cae a un abismo inalcanzable. Algunos nunca podrán recuperar esa parte perdida. La buscarán el resto de su vida. Bucearán cada noche en la desesperanza, algunos lo harán en el barro que cubre algunos tugurios de sus ciudades. Intentaran sacar la cabeza en la pecera para coger una bocanada de aire y poder seguir nutriendo a los pulmones unos segundos más.

Otros, parece que en el momento de recibir la noticia la toman con cordura, asépticos, casi como profesionales. Pero según pasan los minutos, las horas, van notando como una especie de yaga interna se va abriendo camino y les va rajando sus carnes en canal. Hasta que llegado un momento, unas horas después, unas semanas o incluso meses, el río de lava que llena esa enorme yaga rebosa y atenaza el corazón impidiéndole seguir latiendo.

Felipe se rompió en el acto. El dolor le desgarró por dentro. Las piernas dejaron de sostenerlo. Apenas podía respirar. Daba bocanadas desesperadas buscando un poco de aire, como si estuviera intentando respirar en el fondo del mar.

Laín y Paula recibieron la noticia con estupefacción. No lograban entender la situación. Vislumbraron en la distancia las ropas de su hijo, pudieron distinguir la esclava que llevaba su hijo desde hacía unos meses en su tobillo izquierdo. A Laín se le vino a la cabeza que no había conseguido que le dijera si significaba algo especial. Él pensaba que se lo había regalado alguien querido. Al principio pensó que había sido Rodrigo, su padrino. Pero cuando se lo preguntó, éste lo negó. Luego pensó que sería un novio. Preguntó por ahí, y tuvo que descartar esa posibilidad.

-¿Y si se muere? – dijo de repente Paula.

La mujer estaba completamente ida. Miraba todo con perplejidad. Como si se hubiera despertado de repente en medio de la noche y se encontrara en medio de una batalla. Con sus carros de combate, sus aviones volando y tirando misiles. Parecía no ser capaz de entender nada de lo que pasaba a su alrededor.

Ninguno de los dos supo responder a lo que les preguntaba la enfermera que intentaba hablar con ellos. Posiblemente ninguno fuera capaz de recordar ni dos palabras que les hubiera dicho la sanitaria.

Siempre nos ponemos en lo peor cuando surge una mala noticia. Es inevitable empezar a pensar en cómo vas a ser capaz de tapar el hueco que te va a dejar si esa persona querida fallece. Aunque lo más triste, es cuando la persona que sobrevive no es consciente de lo sola que se queda, hasta que vuelve del tanatorio y se sienta en la silla de la cocina con una taza de té. Y en ese momento se da cuenta de lo que quería a su amado, y de lo que lo necesitaba. Y duda en si será capaz de seguir adelante.

Jorge Rios.”

El guardia Luis González fue el primero en llegar. Lo hizo con su compañero Teodoro Ortiz. Enseguida Fabiola, la mujer del grito les puso en antecedentes.

-Es Eduardo, nuestro Eduardo. Y un chico que no conozco de aquí. – cogió a Luis de los brazos y le zarandeaba con violencia. – Tienes que ayudarlo, Luis. Sangraba a montones.

-Tranquila, Fabi. ¿Has visto si se ha ido el tirador?

-Le tiré la cachaba que siempre llevo cuando saco a las vacas y creo que salió huyendo en aquella dirección. Le azucé al perro que lo persiguió unos metros, hasta aquel árbol. Pero se dio la vuelta para ir al lado de Eduardo y empezó a lloriquear. Está húmedo, verás sus huellas. Luego Adoquín volvió conmigo. Los chicos – y señaló el lugar donde estaban Eduardo y Martín. – No soporto la sangre. No puedo… ¡¡¡Tienes que ayudarlo!!! ¡¡¡Ayúdale, por favor, Luis!!! ¡¡Mucha sangre!! – Fabiola no dejaba de zarandear al guardia civil.

Luis se alejó corriendo hacia donde le había indicado Fabiola mientras su compañero le cubría y daba indicaciones a los compañeros que estaban llegando.

-Hay que hacer un perímetro de diez kilómetros. Que lo cierren todo – indicó a su sargento por la radio, mientras corría en busca de los chicos. El suboficial dio las instrucciones pertinentes.

-Dos ambulancias. Helicópteros, sangran mucho. ¡Que me ayude alguien! – gritó Luis, de repente muy nervioso y alterado.

-Voy – dijo Leticia que acababa de llegar, una agente que había estudiado hasta 6º de medicina. – Luis, presiona esa herida con fuerza. – Lo dijo cuando todavía estaba a unos metros – Chicos miradme los dos. Vamos. – les pidió a gritos a los heridos arrodillándose a su lado, mientras les daba golpes en la cara. – Que alguien me traiga un botiquín. Toallas, o telas o lo que haya.

-El helicóptero ya viene. Cinco minutos. – dijo alguien que estaba muy excitado.

Fueron los minutos más largos de la vida de todos los que acudieron al aviso. Leticia no dejó de trabajar y dar instrucciones a los compañeros que se acercaron a ayudarlos. Por en medio del campo, venían Carmelo y Cape corriendo. Y detrás de ellos, hacían lo propio pero a un ritmo menor, Laín y Felipe. No estaban tan en forma como los Danis, pero algo en el ambiente les hacía también intentar retrasar el momento de enfrentarse a lo sucedido.

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-¿Ya estás de vuelta?

Jorge acababa de entrar en la sala en la que seguían todos. Por el gesto de Oli y Carmelo, nada se había avanzado en los asuntos que tratar.

-Pareces cansado – le dijo Paula solícita.

-Me hago viejo. – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa.

-¿Dónde has ido si se puede saber?

-Una firma de libros. Ha habido más gente de la que pensaba.

-Con lo poco que te gusta eso – afirmó Paula.

Carmelo estuvo a punto de soltar un exabrupto. Pero una mirada de Jorge le contuvo.

-¿Dónde estarán los chicos? – preguntó Laín.

Carmelo se sonrió y miró a Cape. Este entendió.

-Estarán en el estanque. Nuestro lugar secretísimo. – explicó Cape.

-El estanque de los encuentros. Donde nos bañamos desnudos fuera de la vista de los curiosos – explicó Carmelo.

-Jorge, dile a Dani que te lleve un día. Verás que sitio tan maravilloso.

Jorge se lo quedó mirando. Sonrió después de cambiar una mirada con Carmelo. Cape parecía olvidar algunas cosas, incluso recientes. ¿O sería una pose?

-Si solo se puede bañar uno desnudo allí, va a ser que paso. No me interesa. – Jorge decidió hacerse el tonto. Carmelo levantó las cejas y sonrió a la vez que negaba con la cabeza.

-Pues tú te lo pierdes. Ya sé que los pueblos no te gustan, pero tienen cosas agradables.

-Estoy aquí, no te quejes. – Jorge resopló al responder.

-Me has sorprendido sí. Esperaba un Jorge quejándose de todo a cada momento. – Cape esta vez dejó claro que estaba bromeando. Aunque Paula no acabó de pillarlo.

-Ya ha venido un par de veces. – dijo de pasada Carmelo, que se estaba divirtiendo con las mentiras del escritor y el gesto entre inocente y “que pasa de todo lo que suene a rural” que se había instalado en su cara.

-Pero para hablar con Oli. – lo dijo mirando al aludido que se había refugiado en el papel de espectador silente.

-Y ese estanque entonces… – preguntó Paula.

-Solemos ir a bañarnos desnudos. No suele acercarse la gente del pueblo. Es para nosotros. – explicó de nuevo Cape.

-Y Eduardo y Alberto. – aclaró Carmelo – En realidad lo descubrimos Alberto y yo al poco de instalarme aquí.

-Huy, no creo que Martín se bañe. Tiene miedo al agua. – aseguró su madre.

-Y tampoco le gusta mucho eso de desnudarse por ahí. En casa es muy cuidadoso con eso. No te quiero ni contar en un rodaje. – Laín sonreía mirando a su mujer. Ésta decidió no contestar a su marido. Jorge pensó erróneamente que Laín se estaba acordando de alguna anécdota al respecto. Si la había vivido Laín junto a Martín en un rodaje, debería ser siendo niño. Ahora Martín había copiado muchas de las costumbres de Carmelo. Una de ellas, pasearse en calzoncillos en casas de confianza. Lo que no podía imaginarse es que la escena en concreto que ocupaba la mente del matrimonio era de apenas unas horas antes. Y que había sido al contrario de lo que había contado Laín.

-El amor puede conseguir cosas increíbles. – dijo Cape con mucha sorna.

-Será el deseo, querido. El amor en cinco horas no me lo creo.

-Llámalo como quieras Paula. – dijo Carmelo. Iba hacer un comentario sobre una experiencia suya en la que se enamoró a la media hora, pero prefirió guardárselo. Un amor que le duraba todavía, muchos años más tarde. Estaba más preocupado por Jorge. Cualquiera que fuera lo que le había pasado, le había dejado agotado. Aunque a lo mejor, pensó, era la pena por ver a Aitor volver a París. Y la acumulación de todo lo vivido en los días anteriores.

-Y me niego a pensar en esas cosas respecto a mi hijo – bromeó de nuevo Paula. – Mi hijo es virgen y lo seguirá siendo hasta los setenta años. Y espero que ni se le ocurra presentarme a ninguno de sus rollos. Él no es de novios, ya lo conocéis.

Carmelo pensó que a Paula le repelía solo pensar en que su hijo pequeño tuviera encuentros sexuales. Hasta le pareció distinguir en su cara un rictus de asco. Pensó en comentarlo luego con Jorge. Él tenía razón: a Paula su hijo pequeño le sobraba y cada vez le costaba más disimularlo.

-¿No ha sido eso un disparo? – dijo de repente Jorge saliendo de su estado letárgico. No podía dejar de pensar en todo lo sucedido en Vecinilla. Y en ver a Aitor roto de dolor, salir de la terminal camino del avión en el que volvía a París. Esos chicos de Vecinilla, los de las mazmorras subterráneas, iban a ser las víctimas de todo esa gran performance que habían preparado en ese lugar. Con la explosión última para destruirlo todo y de paso, reducir a carbón a todos esos jóvenes músicos. Iker Romanes no había ahorrado detalles. Aitor cerró los ojos y no participó en la descripción. Aunque era claro que imaginarse lo que hubiera pasado si los planes se hubieran cumplido, le consumía por dentro. Si hubiera fallado en sus acciones hubiera sido una carnicería. Y todo para mandar un mensaje, porque según el plan que parecía marcado, Jorge ya estaría muerto.

Se quedaron todos callados. Y ahora volvieron a escucharlo, esta vez por partida doble. Y un minuto después a Fabiola, la ayudante de Felipe en la granja, llamar a la Guardia Civil a gritos.

Carmelo se levantó de un salto y fue hacia la ventaba que estaba mejor situada para ver la zona de ese remanso del río que llamaban estanque. A la vez, sonó el teléfono de Felipe.

-Es Eduardo – dijo a todos aliviado. Pero al responder y poner el altavoz, todos pudieron escuchar el grito que acababan de oír en directo y a Martín diciendo algo de sangre y jurando, antes de que sonaran más disparos y se oyera un ruido que todos interpretaron como de una persona que se desplomaba al suelo.

Fernando sin dudarlo, llamó por teléfono. Carmelo hizo lo mismo.

-Luis, al estanque de los encuentros. ¡¡Rápido!! Disparos y llaman a gritos a la Guardia Civil.

-Dos minutos. Estamos al lado.

Él y su compañero tardaron todavía menos.

Todos los que estaban reunidos en la Hermida 2 salieron hacia el estanque. Y Carmelo en un momento dado, tuvo un presentimiento y se echó a correr. Cape le siguió. Jorge en cambio, cerraba la comitiva. Estaba agotado. No creía posible que, si le había pasado algo a Martín y a Eduardo… no estaba seguro de que pudiera soportarlo. Pero no convenía mostrar demasiado cariño por Martín delante de sus padres. Paula también se había apartado de Laín y hablaba por teléfono. No parecía una conversación amigable.

Carmelo y Cape se pararon a unos metros. Acababa de aterrizar el helicóptero con los sanitarios. Trabajaban en dos personas. Carmelo distinguió claramente la ropa de Martín. Eran sus Converse, las que le dio después de la fiesta en la Dinamo y una camisa de Jorge, la que se había puesto después de ducharse al volver de ese mismo estanque. En su tobillo lucía la esclava que le regaló Jorge por sus dieciocho años y que nunca se quitaba. No tuvo ninguna duda de que el otro era Eduardo, aunque no le podía distinguir. Señaló a Cape a Laín y a Felipe que se acercaban. Cape anduvo unos pasos hacia atrás y los detuvo.

-Es mejor que os quedéis aquí.

-Pero…

-Sí, son Eduardo y Martín. Los médicos están con ellos. No ganáis nada con verlos ahora.

Laín se llevó la mano a la boca, que se la había abierto de repente. Felipe en cambio arrugó el entrecejo pensando en el significado de lo que acababa de escuchar y ver. Él también había reconocido la sudadera de Eduardo. En realidad era suya, pero Eduardo se la cogía a veces. Le gustaba mucho. Felipe pensaba que además, de alguna forma le hacía sentirse más cerca de él. Y eso le gustaba. Siempre le regañaba cuando se la mangaba, como le decía, pero luego, cuando se la devolvía, casualmente se la dejaba otra vez olvidada en dónde Eduardo pudiera verla fácilmente. Y volver a cogerla. Y volvían al juego.

Se le pasaron muchas cosas por la cabeza. Recordando su vida con el chico. Cuando era pequeño y sus padres lo traían para dejarlo en su casa y no volvían hasta pasado un mes. O cuando regresaban a por él y el niño no dejaba de llorar hasta que lo traían de vuelta. Como se abrazaba a su tía Ana. O la cara de felicidad que se le puso cuando en el juzgado le dijeron que oficialmente era hijo de Felipe y Ana. Y como se abrazó a las ya sus hermanas oficiales, Irene y Julia. Y éstas le revolvían el pelo y él las cogió a ambas de la cintura, a cada una con un brazo, y empezó a girar sobre sí mismo, como si fuera un tiovivo.

-¡Que te vas a marear y os vais a matar! – gritó su madre alborozada.

-¿Cómo se lo voy a decir a las niñas? – susurró Felipe para sí mismo.

-Tranquilo, son buenos médicos – Cape le había abrazado por detrás.

Felipe se revolvió y fue hacia su hijo.

-¡Quiero verlo! ¡¡Eduardo!! – gritó.

Una enfermera se interpuso en su camino.

-Ahora no. ¿Cómo se llama?

-Eduardo y Martín.

-No, usted. Ya sabemos como se llaman los chicos.

-¿Yo? – la miró completamente desubicado.

La mujer le sonrió con paciencia. En ese momento toda su atención era Felipe. Y así se lo mostraba con su mirada y sus gestos.

-Felipe – dijo en un susurro. – El padre de Eduardo.

-Tiene un chico estupendo. Es un luchador. Debe conservar la calma y dejar trabajar a mis compañeros. Van a hacer todo lo posible porque se recupere en cuanto antes. ¿Tiene alguna alergia a algún medicamento? ¿Está tomando alguna medicación para algo? ¿En su familia tienen algún antecedente de …?

Felipe negaba con la cabeza lentamente, aunque no acabó de escuchar la última parte de lo que le dijo.

-Eduardo – repitió en susurros sin poder apartar la vista del cuerpo de su hijo ahora rodeado de médicos y enfermeros.

-Míreme – le indicó de nuevo la enfermera.

Al final le hizo caso. Y en cuanto conectó la mirada con la de ella, se hundió por completo y empezó a llorar desconsolado. La enfermera lo abrazó y le acarició suavemente la nuca con su mano enguantada. A unos pasos de allí, un compañero hacía lo mismo con Laín y con Paula.

Otro helicóptero llegó en ese momento. De él bajaron cinco personas que corrieron hacia el lugar dónde estaba trabajando sus compañeros. Se dieron novedades y se repartieron el trabajo.

-Nos lo llevamos. ¡Ya! Buen trabajo, Leticia.

Acercaron una camilla y subieron a Eduardo a ella.

-Nos vamos al comarcal. Nos están esperando.

El médico se lo dijo a la enfermera que estaba con Felipe.

No tardaron nada en subir a Eduardo al helicóptero y retomar el vuelo.

-Ya estamos. – dijo entonces otro médico. – Nos vamos.

Esta vez era a Martín al que le tocaba el turno.

-Al Gómez Ulla. Nos está esperando el cirujano. Si quieren pueden venir con nosotros – les indicó a sus padres.

Ellos dijeron que sí con la cabeza, aunque el médico pensó que no acababan de entender la situación. Estaba sobrepasados. En poco menos de cinco minutos, su helicóptero también estaba en el aire.

Felipe miraba al cielo confundido.

-Te llevamos al comarcal. – se ofreció Luis. Se limpiaba las manos con unas toallas que le habían dejado las sanitarias y con un gel.

-Ana – susurró.

-Pasamos a buscarla.

-¿Y cómo se lo digo?

-¿Quieres que se lo diga yo? – se ofreció Carmelo.

-Gracias Dani. No, debo ser yo. Debo ser yo el que le diga que Eduardo se nos va.

-Pero no digas eso – le reconvino Luis.

-Lo siento aquí – y se llevó la mano al pecho. – Lo siento de verdad. Lo hemos perdido …

Y se arrodilló desesperado, abrazándose y llorando compulsivamente.

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-¿Me ves cara de idiota?

Carmen estaba indignada. Se había derrumbado en una silla al lado de Javier. Estaban en el bar de “La Esquina”, cerca de la Unidad. Era su bar de referencia y a veces, su sala de reuniones. De hecho, había un recodo que casi siempre ocupaba algún miembro de la Unidad. No estaba reservada, pero los habituales normalmente no osaban sentarse en esa zona.

-¿No me vas a contestar?

-Pensaba que era una pregunta retórica. – el tono de burla era patente en Javier.

Carmen le dio un manotazo en el brazo. Aunque su cara cambió. Ya no parecía tan enfadada.

-Nacho, tráeme un pelotazo.

-¿Ya a estas horas quieres tu orujo especial? – otro que parecía mofarse de la comisaria.

-No hombre no. Mi pelotazo de las mediodías. – en cambio Carmen optó por un gesto de incomprendida como respuesta a la chanza del camarero.

-¡Javier?

-Tráeme lo que quieras. No tengo ni ganas de pensar.

-¿Os va a hacer falta la pantalla?

-No. Olga no creo que esté de buen humor. Se estará levantando ahora y después de nuestra larga conversación de antes …

-Trae algo de picar, anda.

Patricia era la que había hecho el pedido. Había entrado decidida y se había sentado en frente de los comisarios.

-Otra que parece indignada.

-Ha estado viendo en directo mi conversación con los amigos de la Campero. Javitxu, nos toman por el pito de un sereno. Te columpiaste con tu estrategia. Deberíamos haberles metido en chirona.

Javier movió la cabeza de lado a lado. Empezaba a pensar que sí, se había equivocado.

-La verdad es que les ha envalentonado, sí.

-Y no han cometido errores de importancia.

-No, han estado comedidos. Estaban bien aconsejados.

-El juez ya no aguanta más. Ordenará el registro de su casa en Marbella en pocos días. Matías se va a encargar. A estas alturas no creo que haya nada relevante. Y los va a citar a declarar. El fiscal va a pedir ingreso en prisión.

-¿Y tú Javier? No hemos podido seguir tus entrevistas con los jefazos de la multinacional.

-Esos en cambio, se han mostrado colaboradores y educados.

-¿Y?

-Espera que llegan Tere, Kevin y Yeray.

Los aludidos estaban pidiendo a Nacho sus consumiciones. Yeray estaba hablando por teléfono. Luego, comentó algunas cosas con Tere. Ésta le hizo un gesto para que entraran todos en su rincón. Así lo hicieron y se sentaron alrededor de la mesa.

-Lo del Dilan ese es un misterio. – Yeray tiró el teléfono sobre la mesa. – Nada de nada. Y Ventura parece que ha tenido la misma suerte en Estados Unidos.

-Deja eso para luego. Total, lleva cuatro años esperando, puede seguir haciéndolo unas horas más. Javier nos iba a contar su entrevista con los jefes de RoPérez.

-Por cierto Carmen, no sé como no les has dado unos sopapos a esos chulos. – Tere también parecía indignada.

-¿Qué ha pasado? – preguntó Kevin.

-Nada. Solo que a cada pregunta que les he hecho, me han contestado con una chufla. O me han hablado de la estación de esquí de Candanchú, o una de los Alpes suizos, no recuerdo el nombre. Yo preguntaba por Carlota, y ellos me hablaban de las Fallas de Valencia. No exagero. Ha sido literal. Y lo peor, es verles la cara. Se creían verdaderamente superiores a mí.

-¿Quienes eran? – preguntó muy serio Yeray.

-Eduardo Liviano, Didi, para los amigos. Peter Remiso, que en realidad se llama Pedro, pero Peter es más cool. Y Wilfred Bilbao.

-¿Sus profesiones?

-El primero trabaja en un Banco de Inversión, el Riviera, el segundo es analista en una empresa que se encarga principalmente de asesorar a partidos políticos, y el tercero es directivo de Prima software. La empresa se encarga del mantenimiento de las estructuras informáticas de algunos bancos, entre ellos el Banco Exterior.

-¿El de Néstor?

-Sí. Pero no tiene relación con ellos. Y trabajan para más bancos, incluido alguno radicado en la City de Londres. Ya he llamado a Néstor por si acaso, para que me contara. No entra entre sus funciones controlar ese tema.

-¿Y qué relación tienen con Carlota Campero y su marido?

-En todo caso con Carlota, con su marido ninguna. A ese, aunque os parezca mentira, también le ningunean. Ha sido lo único que me han dejado claro. Los viajes para simular que son un matrimonio y los actos en los que coinciden. Estaban en los viajes que supimos por las fotos. Estos no salían en las que vimos, pero estaban. Hemos confirmado sus vuelos y su estancia en las mismas fechas y en los mismos hoteles. Esos viajes son recurrentes dos veces al año.

-Convenía estudiar al resto de pasajeros. A lo mejor nos llevamos sorpresas.

-No viajaban juntos. Parte si, pero no todos. Deberíamos mirar todos los vuelos de unos días atrás y adelante. Y algunos hacían parada en otro destino y desde allí iban a su reunión festiva. Ha pasado tiempo y esas listas de pasajeros duermen en archivos olvidados y de difícil acceso. Y tampoco sé si es un tema que nos solucione algo. Que nos pueda dar respuestas, vaya.

-Saber de amistades peligrosas de nuestros amigos. Podemos empezar por los más recientes, si esas excursiones se celebraban en unas fechas determinadas.

-El abanico de nombres a buscar es … enorme.

-¿Era festiva su relación o tenían algunos negocios juntos?

-No hemos podido estudiarlo con tranquilidad, Javier. – Tere había tomado la palabra – No nos ha dado tiempo. Eso va a ser farragoso. El Didi ese, he descubierto que tiene creadas tres sociedades. Dos de ellas están presididas por su mujer, Regina Favela. La otra por su hija de dieciocho años Anabella Favela. No te puedo decir si tienen actividad o no. Tampoco si tienen algún socio. El resto de esos señores, son una incógnita, en ese sentido. Pero ya te digo, no hemos tenido tiempo.

-A parte de esos viajes ¿Se ven mucho con Carlota?

La pregunta la había lanzado Kevin.

Carmen se encogió de hombros.

-¿Ni eso te han querido decir? – Javier miraba a Carmen.

-”Que eso a mi no me importaba una mierda”. Esa ha sido la respuesta de Wilfred. Ha sido el menos jocoso de los tres, y el más malencarado.

-¿Te han comentado algo de sus amigos poderosos?

-Sí. Todos. Didi me ha dicho que me ve trabajando dirigiendo el tráfico en cualquier atasco de Madrid. Todo entre carcajadas.

-Que original.

-La verdad es que sí. – Carmen se encogió de hombros. – Ha sido original la forma, la verdad. Y te juro, las carcajadas sonaban verdaderas. Antes de que preguntes, no han dicho nombres.

-Lo bueno es que a estas horas, Carlota sabrá con pelos y señales el resultado de las entrevistas. Y tendrá la certeza de que seguimos tras ella. – señaló Patricia.

-No creo que a estas alturas eso la incomode. Al revés, la hará sentirse todavía más segura.

-¿Y por qué no hemos podido ver las imágenes de tus entrevistas, jefe?

Patricia de nuevo preguntaba, mientras picaba del plato de rabas que les acababan de traer.

-Se ha estropeado el dispositivo. Me da que ha sido al pasar por el arco de seguridad de la entrada. El Guarda me lo está mirando. Tampoco se ve ni se escucha las grabaciones.

-¿Como ha sido?

-Muy educados. Serviciales. Todo lo contrario a lo que le ha pasado a Carmen. Solo nos pueden confirmar que RoPérez cobra de la empresa, en teoría hace tareas de consultoría y asesoramiento. Es un cargo que creó el CEO de la empresa y solo da cuentas a él. Tiene despacho asignado, me lo han enseñado, un gran despacho con vistas a la Castellana, que no utiliza casi nunca. Han dicho casi nunca, en realidad querían decir nunca. El despacho está impoluto. Lo único destacable es que el ordenador es de la época en que empezó a trabajar en la empresa. O sea, antidiluviano. Eso sí, no creo que se haya encendido nunca. “Trabaja desde su propio despacho”, me han asegurado. No me han sabido decir si ese despacho está radicado en su casa o en otro sitio. Ni si trabajada por libre para otras empresas.

-O sea que cobra y no hace nada.

-No lo han dicho, pero con su lenguaje corporal, lo han dejado claro.

-Alguien le está pagando a RoPérez por los trabajos prestados.

-¿Trabajos?

-Casarse con Carlota. Para blanquearla. Para servirla de muro de protección.

-Bonifacio es quien está entonces detrás de ese “trabajo” de su yerno.

-Pero Bonifacio murió hace años. Yo me hubiera sentido liberado de ese compromiso. Y entonces habría que preguntarse por el CEO de la multinacional ¿Qué deuda tenía con Bonifacio para plegarse a ese compromiso que le cuesta a su empresa sus buenos dineros?

-Con CEO o con uno de los accionistas importantes.

-Está claro que en esa multinacional, al menos de los que esta decisión depende, no son de esa opinión. Sus compromisos no han vencido a la muerte de Bonifacio Campero.

-¿Bonifacio seguro que está muerto? – Kevin levantaba las cejas mirando a todos. Javier se echó a reír.

-En esta caso, parece seguro que así fue.

-Toda esta movida me parece muy enrevesada para que el motivo sean los libros de Jorge. – apuntó Tere.

-Es dinero. Jorge vende mucho. El campo que nos abrió Arlen sobre esos relatos que compró Bonifacio y que publicó con otro nombre, abre un campo … y esos dos premios literarios que ganó alguien con dos de esas ventas y que no tenemos situados.

-No ha habido tantos pelotazos …

-Aquí no. Pero no sabemos si esas novelas han sido publicadas en Estados Unidos directamente y los premios se ganaron allí y se hicieron series de televisión o se publicaron secuelas.

-¿Un traductor? ¿Podría ser ese mismo que traduce las novelas de Jorge robadas?

Javier se encogió de hombros como respuesta a la pregunta de Yeray.

-Roberto está intentado entrevistarse con él. Parecía un tema fácil pero no lo está siendo. Ese traductor es escurridizo.

-O no tiene ganas de entrevistarse con nosotros. – apuntó Yeray.

-Esperemos que los contactos de Roberto den su fruto. Lo está moviendo con sus amigos de Londres que conocen a ese tipo.

-De todas formas, a mí me parece que debe haber algo más. – volvió Tere a dejar clara su opinión.

Se hizo el silencio. Aprovecharon todos para ir picando de las raciones que les estaban trayendo a la mesa. Yeray levantó la mano para que Nacho les trajera un poco de pan.

-¿El nombre de esos ejecutivos con los que te has entrevistado?

A Patricia se le había ocurrido de repente, y aunque tenía la boca llena, no quería que se le olvidara.

-Félix Bermúdez y Anselmo Privado. ¡Ah! Por fin ha llegado la morcilla de Burgos.

Carmen se sonrió y acercó el plato a Javier.

-¡Nacho! Trae otra de morcilla. Ésta se la va a comer Javier solo.

-¿Conclusiones? – preguntó Patricia.

-Una vez más, dos mundos distintos. Carlota y sus amigos por un lado, y RoPérez por el otro.

-El florero de RoPérez. – dijo Carmen pensativa, recordando como se refirió a él su mujer.

-En caso de venir mal dadas, RoPérez sería el más inclinado a decir lo que sabe.

-Yo si fuera él, y fuera inteligente, tendría preparado un plan para quitarse de en medio al menor atisbo de problemas. O al menos, me aseguraría de tener a salvo mi patrimonio.

-Creo que no lo es – contestó Carmen a Kevin – y creo que se ha creído de verdad la cantinela de su mujer de que son intocables.

-Bueno, cuidado. El tipo ese tiene sus cortafuegos. Tiene separación de bienes. Y en todo caso, parece mantener las distancias con la actividad de su mujer. Habría que demostrar que las conocía. Y todo lo que vamos descubriendo sobre sus vidas cada uno por su lado, lo contradice. No creo que el amigo RoPérez sea tan descuidado como crees, Carmen. Hace su papel pero no se implica en nada. Seguro que hasta tiene ensayada cara perfecta de estupefacción cuando le contemos.

-Por cierto, habría que conseguir que alguien se presentara como acusación particular. Por cierto, RoPérez ha seguido tu consejo y tiene un abogado distinto, fuera de la órbita de Otilio Valbuena. Otro punto a favor de que no es tan descuidado en ese aspecto de ponerse a salvo.

Javier hizo un gesto a Carmen. El detalle del abogado era indicativo de su afirmación de hacía unos minutos. Carmen asintió con la cabeza.

-¿Por qué Tere? ¿Qué se te está ocurriendo? – preguntó Patricia.

-Que el fiscal se eche para atrás y no pida prisión. Si no la pide …

-Pero aunque la pida la acusación particular, el juez puede seguir el criterio del fiscal. Es lo que suele suceder. ¿No te fías?

-El fiscal jefe de Madrid ha cambiado ayer al fiscal encargado del caso. El nuevo fiscal es más … dúctil.

Javier y Carmen se miraron. Carmen movió la cabeza a modo de duda.

-El único que podría pedirlo con una cierta garantía de éxito es Jorge. Por las pastillas. Y por sus relatos.

-¿Óliver contra sus antiguos compañeros? – Kevin no parecía muy convencido.

-Óliver defendiendo a su cliente. – atajó Javier. – Conociendo un poco a Óliver y sabiendo por lo que ha pasado en su relación con esos compañeros, creo que será un estímulo para hacer su trabajo.

Carmen se levantó de la mesa tras un nuevo intercambio de miradas con Javier. Salió a la calle para hacer unas llamadas.

-¿Crees que el juez Bueno es el mejor para este caso?

Javier se quedó mirando a Teresa. Parecía querer penetrar en su mente y descubrir la causa de la pregunta.

-Deja. Es una bobada. – Tere se echó para atrás.

-No podríamos cambiar de juez, aunque quisiéramos – dijo Patricia.

-Deja, era una tontería. – volvió a decir Teresa.

-¿Que pasa?

Carmen acababa de entrar y se percató enseguida del momento de incomodidad.

-Nada, no te preocupes.

Carmen lo dejó estar, pero se había quedado preocupada.

-En marcha lo de la acusación particular. He hablado con Óliver. Lo hablará con Jorge. Jorge no está ahora para hablar.

-¿Le ha pasado algo?

Kevin y Yeray miraban preocupados a Carmen.

-Tranquilos. Hasta Jorge a veces debe descansar.

-Al final, todos le recomendamos que descanse, pero luego, todos tiramos de él. Para comentarle, para que nos ayude, para que …

-Y a todos nos dice que sí. – acabó Carmen la frase de Kevin.

-Deberíamos pensar en tomarnos un par de días de relax. Todos – Patricia miró a Javier que hizo una mueca para mostrar su acuerdo con la propuesta.

-Miramos de hacerlo.

-Lo organizo.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

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-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

.

-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

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 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 66.

Capítulo 66.-

.

Javier estuvo un rato sentado en el coche. Había llegado un poco pronto a su cita. No le vino mal porque así tuvo un tiempo para concienciarse y para coger fuerzas.

Era uno de los encargos de Jorge. Todavía estaba pensando como en una reunión que pensaba que él había sido el que marcó la estrategia a seguir, en el último momento, Jorge le dio la vuelta. Y como él había aceptado la situación sin ofrecer resistencia.

Cuando le dijo que Aitor había identificado al predecesor de Galder en los juegos de la embajada, y que sería conveniente que fuera a entrevistarse con él, no supo decirle que no. En ese joven, al parecer, se juntaban dos datos curiosos: primero, que se trataba por así decirlo de la misma performance que la de Galder. Pero después, un dato interesante y preocupante es que se trataba de un joven que tenía un cierto parecido físico a Rubén. Aitor le había mandado fotos y la verdad es que era asombroso. Hasta pensó que podría tratarse del supuesto hermano o hermana melliza o gemela o… todo lo contrario.

Pero ¿Era normal que en ese caso, hubiera tantos protagonistas que se parecían? Martín y Carmelo. Nuño y el mismo. Ahora Rubén y ese chico que parecía llamarse Nabar. Con Nuño, se hizo un análisis de ADN hacía tiempo, por asegurarse de que no eran familia. En algún momento llegó a temerse que al ser sus padres muy amigos, hubieran sido… amantes. Pero el ADN dictó que no eran hermanos ni nada que se le pareciera. Con Carmelo y Martín, tenía la idea de proponérselo cualquier día. Los padres de Carmelo le producían cero confianza. Y a partir de ese punto, la imaginación era libre de ir a lugares… oscuros e insondables.

Y ahora de nuevo, un nuevo caso de parecido extraordinario. Y lo único que estaba claro es que el origen de Rubén, era absolutamente desconocido. Todavía no habían podido avanzar gran cosa en el tema “Lazona”. Sus padres legales actuales era claro que eran padres de pega. Una tapadera para que el abuelo pudiera tener cerca a ese joven. A parte de las fotos que había en casa de RoPérez y su mujer, y algunas instantáneas y vídeos cortos encontrados en la dark web, o en redes sociales de conocidos que se habían olvidado de borrarlos en su día. Quizás porque alguno de los propietarios de esas redes había fallecido. En esas fotos o vídeos, apenas se les veía de fondo o como comparsas. No protagonizaban ninguna escena. No había ninguna foto de los dos hermanos posando, o de ellos con Lazona o los RoPérez. Ni siquiera con su abuelo, Bonifacio Campero.

¿Y que era lo que buscaba ese Bonifacio ocupándose de ese chico? Era una de las incógnitas que más le preocupaba. Y la relación de Bonifacio con esa red mafiosa, “Anfiles”, no estaba en absoluto acreditada, en todo caso, por la adopción fraudulenta de Rubén. ¿Una recompra? ¿Lazona había comprado a los hermanos? No había ningún documento que acreditara ni siquiera la adopción de esos chicos. ¿Dónde se había sacado la carrera de diseño Rubén? ¿Con qué nombre? ¿Verdaderamente lo había estudiado? No habían sido capaces ni de encontrar su expediente académico. Para el Ministerio de Educación, Rubén Lazona no existía.

Carmen había vuelto a entrevistarse con Carlota Campero. El resultado había sido el mismo que en su primera entrevista. Las mismas respuestas evasivas: “no sé nada, mi padre no me contaba nada, Dimas no contaba nada de su trabajo… la gente de esas fotos no eran de su círculo de amigos”.

-Dígame por favor cual es su círculo de amigos – preguntó Carmen resignada.

-Mis amigos son gente importante. No estoy autorizada a hablar de ellos. Y si sabe lo que le conviene, mejor será que los deje en paz.

-¿Me van a degradar? ¿Me van a expulsar de la policía? – Carmen sacó su mejor tono de sarcasmo al formular esas preguntas.

-Usted sabrá.

-¿Me está amenazando?

-Solo la estoy avisando.

-¿Quién ha heredado los bienes de su padre?

-No lo sé. Mi padre me hizo una donación hace años. Según él, no debía esperar nada más. Me da igual, porque tengo los bienes de mi madre.

-Usted tiene un hermano ¿No?

-Se fue a hacer las Américas.

-¿Y le ha ido bien?

-No tengo contacto con él. Se distanció del resto de la familia.

-O sea de usted y de su padre. ¿O hay más familia?

-Eso a usted no le importa.

-¿Tiene que ocultar algo su familia?

-Mi familia es muy respetable. No tiene por qué molestarlos.

-Dada su colaboración, lo haremos. Si usted no nos da respuestas, las buscaremos en otros lados. Y a cuanta más gente preguntemos, más personas sabrán de sus problemas.

-No tenemos ningún problema. Y si va haciendo correr esa idea, será mejor que se atenga a las consecuencias.

Carmen una vez más se tuvo que contener para no llevársela en ese momento detenida. Pero se atuvo al plan que Javier había impuesto. Dejarles libres por ver si hacían algún movimiento que pudiera llevarles a algún sitio. Pero lo único que de momento habían sacado, es conocer un montón de llamadas tanto de ella como de su marido intentando buscar apoyos para salir del embrollo. Para que el juez o ellos olvidaran sus descubrimientos. O para que Javier dejara de ser el jefe de la Unidad de Investigación.

A Javier le hizo gracia que le hubieran investigado. La muerte de su marido y el periodo que había pasado deprimido, era el argumento. Indudablemente, el no haber sido detenidos, les había espoleado. Habían consultado con varios abogados, incluidos algunos del despacho de Otilio Valbuena. Ante las evidencias, todos habían llegado a la conclusión que tanto el juez como Javier y Carmen, se habían acojonado. Les tenían miedo. Javier se había reunido con el juez Bueno y éste le había impuesto proseguir con las diligencias. Citarlos oficialmente en el juzgado para declarar de los delitos de los que se les acusaba.

-Una cosa es que no los metamos en la cárcel, que yo estoy más bien de acuerdo con Carmen y lo hubiera hecho, y otra es dejarlos a su aire. Hay unos delitos y deben empezar a dar explicaciones.

-Tengo la esperanza de que hagan algún movimiento que nos lleve a más respuestas.

-Vale. Pero presionemos. Ahora les estamos dando el mensaje de que puede que se vayan a salir con la suya. Y que estamos acojonados. No sabes la de mensajes que me han enviado a través de personas importantes y conocidas.

-Y a mí – le dijo Javier. – Hasta a varios Ministros les han ido con el cuento.

-Pero de esos ya te encargaste de ir a verlos antes.

-No soy nuevo, Miguel. Sabes que en todos los sumarios que tengamos de este caso, las cosas van a ir así. Y estos, soy unos mindundis comparados con los que llegarán después. Ya sabes por lo que pasó mi padre, lo sabes mejor que nadie.

-¿Miraste de buscar esos documentos de tu padre que te dije?

-Ya te comenté que no tengo nada. Si los tenía, no me dijo nada. En casa no estaban. Cuando murió y me trasladé a su casa, no había nada. Lo revolví todo.

-¿Y en aquella casa del pueblo? La de tus abuelos.

-Nada tampoco. La vacié antes de venderla.

-Deberías habértela quedado.

-Había que gastarse mucho dinero en acondicionarla. Y sabes que soy más de ciudad.

-Pues para irte unos días de vez en cuando, creo que te hubiera venido de cine.

-Los pueblos están sobrevalorados – dijo Javier sonriendo.

El juez Bueno le había dado al final una semana. En cuanto pasara, empezaría a mandar requerimientos y citaciones.

-Iremos con calma. Pero para que no se acomoden. Entonces a lo mejor es cuando comenten errores.

Javier aceptó la decisión del juez. Tampoco podía hacer nada al respecto. No quería discutir con el juez Bueno. Prefería tenerlo de su parte.

Ramón y Pedro iban a empezar a entrevistarse con las personas que parecían tener relación con la familia RoPérez y Campero. Las indagaciones en el vecindario de Lazona y en sus empresas, las había asumido el Comandante Garrido. Era la primera vez que asumía una parte de la investigación de la Unidad de la Policía en el proceso que habían iniciado de colaborar estrechamente. De momento era un acuerdo que no se había hecho público. Muy pocos sabían, incluso en ambas Unidades, de que eso era así. Los muy cercanos a los jefes de cada Unidad y algunos de sus miembros a los que les habían asignado esas investigaciones. En el caso de Lazona, el teniente Romanes se había hecho cargo, bajo la supervisión del jefe de la Comandancia Madrid-Norte, el comandante Garrido.

El acuerdo tenía todo el sentido, ya que cuando más avanzaban, era claro que Concejo del Prado tenía mucho que ver en esa asociación de malhechores. Concejo y los pueblos vecinos. Eso supondría en un futuro que pudiera haber dudas respecto a las competencias. De esa forma, llevando el caso entre ambas Unidades, todo eso quedaba solventado de un plumazo.

Una vez más, Jorge les había enseñado el camino. Se habían centrado mucho en buscar las informaciones en registros on line. Y en este caso, era evidente que esos registros estaban manipulados o se habían ocultado. Al informarles que Lazona había ejercido su derecho al olvido en lo referente al mundo cibernético, les había abierto los ojos.

Miró la hora. Era el momento de enfrentarse a ese joven. En realidad no le agradaba ese encuentro. Otra vez su vida personal se entremezclaba en la profesional. No le apetecía preguntarle a ese joven por esa situación al límite a la que se había visto expuesto Galder también. Desde que tuvo conocimiento de ese suceso, no pudo evitar alguna noche imaginarse a su antigua pareja atado y siendo humillado por esos hombres. Lo que le atormentaba de verdad, era intentar comprender como Galder se prestaba a esas experiencias. No tenía nada en contra de los que gustaban del sado, aunque estas sesiones le parecían distintas. Y tampoco recordaba que Galder hubiera mostrado interés por el dolor o el sexo extremo. Todo indicaba, según le había contado Jorge, que Galder conocía a esos tipos y se metió en esa experiencia sin ser obligado, drogado o chantajeado. La única duda era si la sesión fue exactamente lo pactado. Pero en todo caso, esa segunda parte la abortó Jorge con su aparición estelar.

Bajó del coche. Estaba en un pueblo pequeño de la provincia de Burgos: Mejorada de Catón. Allí, una ONG había creado un refugio para chicos agredidos física o sexualmente. Había sido Elio, el novio de Matías, el que había sabido de ella por unos conocidos.

Fue a llamar a la puerta, pero se dio cuenta de que estaba abierta. Pasó dentro y pegó una voz para avisar a los habitantes que tenían visita. Un joven de unos veinticinco años salió a su paso. Era delgado y no muy alto, poco más de 1,70. Cara afilada, con un permanente gesto melancólico. Pelo muy corto, teñido de blanco. Parecía que al andar se deslizaba. Le recordaba a Jorge antes de dejar las drogas y empezar a temer por su vida.

-¿Es usted Javier? Odei nos ha avisado de que iba a venir. Me ha pedido que lo esperara para acompañarlo.

-Javier Marcos.

-Jordi Colomer.

Chocaron los puños a modo de saludo.

-Pase, lo acompaño. Odei está hablando por teléfono con el padre de un compañero.

-No tengo prisa, puedo esperar. No quiero interrumpirlo.

-Me ha pedido que lo acompañe. No se preocupe. Me imagino que al ser policía no tendrá que ser discreto con usted. Al menos le precede la fama de policía de confianza.

-¿A sí? No sabía.

-Algunos compañeros han tenido malas experiencias con sus compañeros.

-Eso me interesa. ¿Eres tú uno de esos?

-Hoy ese tema no toca, como dicen los políticos.

-Pues no me parecería mal que tocara hoy. Es un tema que me tiene a mal traer.

-¿Le apetece que le enseñe las instalaciones? – el tal Jordi era claro que no tenía intención de enredarse en una charla cuyo protagonista fuera él mismo. Solo había dejado claro que alguien les había dicho que Javier era de confianza y por eso estaba allí para que uno de los suyos le contara sus problemas.

La casa la verdad es que le pareció a Javier muy acogedora. Se asemejaba a una casa rural de medio standing, pero con un toque de calidez familiar. Algunas de las paredes estaban llenas de fotos de jóvenes que Javier se imaginaba que habían estado allí viviendo por una temporada, hasta recuperarse de las vicisitudes que hubieran tenido que afrontar. En una de las salas por las que pasó vio un piano y algunos otros instrumentos musicales. Se paró y volvió a ella. Vio un par de violonchelos apoyados en sus soportes, algunos estuches que parecían de violines o violas. Una batería… le pareció ver un fagot y un par de flautas. Dos guitarras eléctricas en una esquina y un bajo. Parecía un aula de música. Eso le hizo preguntarse si en ese Centro había más músicos como Sergio. Podría ser que solo utilizaran la música como terapia.

-Es nuestra sala de música. – comentó Jordi que pareció intuir por dónde iban los pensamientos del comisario – Muchos de nosotros tocamos algún instrumento. Algunos lo dejaron hace tiempo, pero han tenido la oportunidad de recuperar la afición. Nos hace bien. La música siempre hace bien.

-¿Tú también tocas? – le preguntó Javier.

-El piano.

-¿Te importaría tocarme algo? Así le damos tiempo a Odei para que acabe su charla con ese familiar.

-No soy muy bueno.

Javier lo miró fijamente.

-Tengo la impresión de que eso no es así. – respondió Javier al cabo de unos segundos.

El joven se encogió de hombros y se sentó en la banqueta frente al instrumento. Javier se apoyó en en lado del piano que estaba al descubierto. Era un piano de cola con la tapa levantada por un lateral. Era buen instrumento. La ONG no había escatimado en gastos, al menos en ese aspecto. No eran baratos. Ni el piano ni el resto de instrumentos que podía ver a su alrededor. El joven miró a Javier, puso las manos en el teclado y empezó a tocar:

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(Händel: Minueto en sol menor)

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Javier supo en los primeros compases que Jordi, aunque no había elegido una pieza especialmente complicada para lucirse, era un buen pianista. Se le volvió a pasar por la cabeza pensar que estuviera allí por algo parecido a lo que le pasó a Sergio. Enseguida apartó la idea de la cabeza. A ese lugar iban chicos que habían sufrido muchos tipos de problemas. Podía ser un maltrato familiar o en el colegio. O podía haber sido un momento depresivo, como el de Nuño, por ejemplo. No pudo conectar la mirada con el músico, porque en cuanto se había puesto a tocar, había cerrado los ojos. Decidió dejar sus teorías aparcadas y disfrutar de la música.Él mismo cerró los ojos y se concentró en sentir lo que estaba escuchando.

Cuando Jordi acabó la pieza, los aplausos de una persona les hicieron salir de su abstracción. Los dos giraron la mirada hacia la puerta, y allí, Javier vio al que pensó era Odei, el director de ese centro. Javier le echó unos cuarenta años. Alguno más, quizás. Tenía algo de sobrepeso, pero su manera de moverse era ágil. Mirada decidida, pero envolvente. Parecía tener un aspecto un poco descuidado, despeinado, no vestía elegante, barba de un par de días… pero a Javier le pareció que todo ello era estudiado. Quería dar una impresión determinada sobre todo a los chicos a los que ayudaba. Hoy no iba a tener tiempo, pero ese hombre merecería en algún momento una entrevista tranquila. El hombre, mientras caminaba al encuentro del comisario, tendió decidido la mano para estrechársela.

-¿Javier Marcos? No sabe lo que me alegra conocerlo. Me han hablado tan bien de usted que me apetecía poder tener un cambio de impresiones con usted.

-¿Y si nos tuteamos? – propuso Javier respondiendo al saludo de Odei.

-Por mí bien. Veo que has convencido a Jordi de que toque para ti. No creas que todos lo consiguen.

-Me alegro que eso sea así. Ha sido un placer escucharte Jordi – ahora se dirigió a él – Muchas gracias por este regalo. Mi madre tocaba el piano también. Su sonido me lleva de nuevo a mi infancia. Ella murió cuando yo era pequeño. Espero que luego, si hay oportunidad, me toques algo más.

-Esta vez deberá elegir usted…

-Tutéame, por favor.

-Si eliges lo que quieres que toque.

Javier se lo pensó un momento. Recordó una de las piezas que le gustaba tocar a su madre.

-Me haría ilusión que tocaras la Sonata nº 2 de Chopin. ¿Sería posible? La tocaba mi madre.

-Tranquilo, es posible. Jordi tiene un repertorio amplio. – contestó Odei con un cierto tono de orgullo.

-¿Es cierto que en su trabajo ayuda a gente como nosotros?

La pregunta sorprendió a ambos hombres. Odei fue a intervenir, pero un gesto de Javier le hizo reconsiderar su intención. Fue el comisario el que habló.

-Soy policía y mi trabajo es ayudar a las personas a las que otras gentes les han hecho daño. Intentar que eso no vuelva a ocurrir y a la vez intentar castigar a esos abusones. Y no hay nada que nadie pueda hacer porque eso no sea así. Quizás por eso te han comentado que soy un policía en el que se puede confiar, no como otros. Eso quiero que lo tengas claro, y si alguien te pregunta lo traslades: tanto yo como mi equipo, Carmen, Olga, Matías, Aritz, Teresa, Patricia… el comandante Garrido y su equipo de la Guardia Civil, todos estamos conjurados para proteger a las personas que lo necesitan. A veces no conseguiremos condenas a los malos, son casos difíciles, pero nunca descansamos en lo que respecta a proteger a las víctimas.

Jordi pareció conforme con la respuesta del policía. Sonrió ligeramente.

-¿Puedo ayudarte en algo? – preguntó Javier de improviso.

-No quiero entretenerte. Has venido para ocuparte de otro compañero.

-Puedo también sentarme a escucharte. No tengo prisa. Me gusta escuchar y más si es a personas talentosas como tú que han pasado a lo mejor, por una mala época.

-En otro momento.

-O puedo mandar a algún amigo para hablar contigo. ¿Te apetece? Vamos a hacer una cosa. Apúntate mi teléfono y me llamas con lo que decidas. Si quieres quedar conmigo, estaré encantado de volver. Mi amiga Carmen puede acercarse también. O Aritz, o Fernando… o si lo prefieres puedes hablar con un amigo mío, que intuyo del que te han hablado bien también, Jorge Rios, se lo puedo pedir y él se acercará encantado.

Estuvo observando al joven mientras hablaba. Permaneció inmutable mientras hablaba. Al nombrar a Jorge, no pudo evitar un ligero tic en el ojo izquierdo. Parecía que Jordi no iba a confiar en nadie que no fueran ellos dos. Germán o Tirso debían estar por medio. Era su marca.

Le empezó a cantar el número de su móvil. Para sorpresa de Javier, Jordi no hizo amago de apuntarlo. Odei sonrió ante el ligero gesto de sorpresa del policía.

-Tranquilo, ya lo ha apuntado en su cabeza. Nunca lo olvidará.

-Así nadie sabrá que lo tienes ¿Verdad? Lo que no quieres que nadie vea, no lo escribas.

Jordi hizo una mueca difícil de interpretar. Pero Javier tuvo la certeza de que ese joven había ejercitado su memoria para no confiar los datos que le interesaban en ningún dispositivo o papel. Cada vez le intrigaba más ese músico.

-Nabar nos está esperando en el jardín. – le indicó Odei con delicadeza. El mensaje iba destinado tanto para el policía como para el músico.

Javier hizo un gesto de asentimiento y se despidió de Jordi con una mueca y una sonrisa. Odei le precedía en el camino hacia la parte de atrás.

-Es el jardín. Es amplio como puedes comprobar. Si el tiempo acompaña, prefiero que estén al aire libre. Respiran aire puro, les da el sol, cosa que está comprobado que da mucha vida… Aquí nadie les molesta. Pueden hacer deporte, pueden tener sus juegos, o tocar algún instrumento. O pintar, o leer. Mira, ese es Nabar.

Odei señaló a un joven que leía sentado en un banco en la parte más alejada del jardín. Indudablemente era él. Aunque en las fotos que había visto, el parecido era mayor, su semejanza a Rubén seguía siendo extraordinaria. Había más chicos allí. Dos estaban haciendo ejercicios de recuperación física en unos aparatos que había en una esquina. Se habían parado un segundo y miraban al policía. En el otro lado, había otro chico que pintaba. Y vio a otro que sencillamente tomaba el sol con el torso desnudo tumbado en el suelo. Fue el único que no se movió para observar al comisario.

-¿Quién le trajo? Me imagino, por lo que sé, que en el estado que estaba no podría haber venido el solo por sus medios.

-No. Antes tuvo que estar un tiempo en el hospital. Luego, la convalecencia la siguió aquí. Tenemos fisioterapeutas que vienen todos los días, y el médico del pueblo está pendiente de nuestros chicos.

-No me has respondido.

-Me vas a perdonar, pero ese dato no es conveniente que… no puedo decírtelo. No te lo tomes a mal. Algunas de esas personas que nos traen a estos chicos, se juegan la vida al hacerlo. Son buena gente. No es que desconfíe, pero… como has dicho antes, lo que no quieres que se sepa…

-Lo entiendo. ¿Algo que deba saber de Nabar?

-Es mejor que lo que sea, lo descubras tú mismo. En otro momento si lo consideras oportuno cambiamos impresiones, pero fuera del refugio.

Anduvieron los pocos pasos que les separaba del banco donde leía Nabar. El chico notó que se acercaban y levantó la cabeza. A Javier le pareció que sonreía ligeramente. Eso quería decir que su visita era bien recibida. No dudaba que a ese joven, como a Jordi, le habían dicho que podía confiar en él.

-Nabar, quiero presentarte a Javier. Es policía. Es el hombre del que te he hablado.

Odei miraba con dulzura al joven que seguía sentado. Había puesto el marcapáginas en el sitio que correspondía y había dejado el libro sobre el banco.

-Perdona que no me levante. Mis piernas no están muy fuertes todavía.

Javier, mientras chocaba su puño con el del joven, echó un vistazo a su alrededor y pudo ver unas muletas apoyadas en el respaldo del banco. Odei se alejó unos metros para acercar una silla para Javier.

-¿Estarás bien? – le preguntó Odei con dulzura. – ¿Quieres que te traiga algo?

-No gracias. Estoy bien. Tengo mi mochila con mis gominolas y mi botella de agua.

-Vaya, te gusta el dulce. Eres de los míos.

-Es para la ansiedad. A veces me pongo nervioso y con las gominolas… me relajo. Las mastico despacio, las saboreo, y casi siempre, consigo que se me pase la angustia.

A Javier se le escapó una ligera mueca de pena. Había sacado la impresión al verlo que ya había superado todas las secuelas de esa experiencia. Saber que eso no era así, le entristeció. Por lo que sabía, de ese suceso en la embajada habían pasado más de cuatro meses. Se sentó en la silla, sin acercarse demasiado. Sabía por experiencia que a veces, la cercanía de una persona extraña no era bien recibida. Podría agobiarse. Quería que el chico se sintiera cómodo.

-Os dejo solos. – anunció Odei – Si necesitas algo, me llamas al móvil.

-Gracias Od. Creo que Javier me podrá ayudar si necesito algo.

-Claro. Lo que quieras. – respondió éste sonriendo.

Javier fue a hablar, pero Nabar le hizo un gesto para que esperara unos momentos.

-Odei es muy majo y buena persona. Pero a veces le afectan nuestras historias. No quiero preocuparlo. Somos diez los chicos a los que nos tiene que apoyar.

-Pero tendrá ayuda. – Javier estaba sorprendido por esa reflexión del joven. Era cuando menos curioso que el paciente se preocupara por el estado mental y anímico de su cuidador.

-Sí. Pero él es… como el más cercano. El confidente de todos. El resto hacen su trabajo pero… es distinto. No los critico. Aquí cada uno tenemos una tragedia en la mochila. Si eres medianamente empático, debe ser angustioso. Odei lo es. Le he visto más de una vez llorar en su despacho.

-¿Qué estás leyendo?

-Cuando me han dicho que ibas a venir, me he puesto a releer “Esa maldita noche”, de Jorge Rios. Me habían dicho que a lo mejor venías con el escritor.

De nuevo Javier volvió a sorprenderse. No sabía que pensar. Sacó el móvil y llamó por videoconferencia a Jorge. Rezó porque el escritor pudiera contestar.

-Javier, un segundo – era Fernando el que había respondido – está firmando un libro. Ya ha acabado. Te lo paso.

-Dime Javier. ¿Ha pasado algo? – Jorge había cogido su móvil. Parecía preocupado.

-Estoy con una persona que a lo mejor le alegra saludarte.

Javier miró a Nabar que de repente se había puesto nervioso. Javier le iba a tender su móvil para que hablara con Jorge, pero al final decidió sentarse a su lado, girar el teléfono para que salieran los dos en la imagen y ponerlo en horizontal.

-Vaya. Es mi día de suerte – dijo Jorge al ver al joven – Pensaba que me llamaba un chico guapo, pero veo que son dos los que me llaman. Tú debes ser Nabar.

-¿Sabes quién soy? – dijo el aludido balbuceando.

-Nabar pensaba que ibas a venir conmigo. – le aclaró Javier.

-De haberlo sabido me habría acercado. Oye, Nabar, pero si te apetece, un día de estos me voy para allí y a lo mejor podíamos comer los dos. ¿Te parece?

-Eso sería genial – dijo en un suspiro – Pero te advierto que todavía estoy un poco flojo. Llevo muletas.

-No te preocupes. Puedes apoyarte en mi brazo. Ese día te sirvo yo de muleta. Javier también es fuerte. Más que yo. Dile que se pague algo en el bar del pueblo. Es un tacaño. Si consigues que te invite, el día que vaya te llevo un regalo.

-Pues eso ya sabes… nadie ha conseguido que pague una ronda – bromeó Javier. – Te puedes ahorrar el regalo.

-No le hagas caso. Tú inténtalo. ¿Estás bien Nabar?

-Sí. Bueno, poco a poco. Hoy tengo un día bueno. Además ha venido un chico guapo y por ahí veo que viene otro chico guapo. Y por la pinta es policía también.

Javier sonrió.

-Es Aritz – le aclaró a Jorge – Debe estar preocupado y ha dejado la vigilancia para hacerme compañía.

-Pues mira, ya tienes dos muletas hoy – dijo Jorge sonriendo. – No vale que pague Aritz. Tiene que pagar Javier.

-Vale. Yo lo intento.

-Un beso Nabar. Os tengo que dejar. Pero piensa lo que te he dicho. Me acerco un día para estar contigo.

-Sí, vale. Me gusta eso. No sé que decir.

-Tranquilo. Un beso Nabar. Y nos vemos pronto. Cuida bien a Javier. Es un buen tipo. Puedes confiar en él al cien.

-Ya, eso ya me lo han dicho.

-Un beso

Jorge había cortado la comunicación. Javier se guardó el teléfono. Cuando lo hizo, Nabar se abrazó a él. Lloraba de emoción. Hasta temblaba ligeramente. Aritz tuvo que girarse para no ser testigo de ese momento de emoción del chico, y para poder el mismo secarse los ojos. No se acostumbraba a esas escenas con esas víctimas que cuando se abrían a alguien, se vaciaban por completo.

-Mira, Nabar, te presento a Aritz. Es un compañero y una persona muy querida. Si te parece, va a ser la otra muleta para que vayamos a comer luego. Es de confianza, así que si te parece bien se queda con nosotros.

-Eres guapo también.

-Gracias – dijo Aritz que había logrado dominar su emoción y le tendió el puño al joven a modo de saludo.

-¿Y qué queréis saber?

-Todo lo que seas capaz de contarnos. – Javier no había vuelto a la silla. Nabar no rechazaba el contacto físico, al menos el de él. Al revés, lo buscaba. La persona que le había hablado de ellos, era claro que tenía ascendiente sobre el joven. Tras pensarlo solo un par de segundos, lanzó una moneda al aire, por ver si salía cara.

-¿Quién te sacó de allí? ¿Germán?

Nabar asintió despacio con la cabeza, sin apartar la mirada del policía.

-Confías en él.

-Me salvó. Me cuida. Es lo único que tengo.

-¿Conoces a Rubén Lazona?

Nabar se quedó callado mirando a Javier. De reojo miraba a Aritz. Éste se percató de la mirada y se levantó para irse. Nadie le había dicho que podía confiar en él. Germán no se lo había dicho. Pero al final le hizo un gesto para que no se fuera.

-Es mi primo – dijo en apenas un susurro. – Pero no se llama así. Se llama Brenan Casariego.

Javier levantó las cejas sorprendido. Cruzó una mirada con Aritz que estaba igual de sorprendido.

-Y a Eva Lazona ¿La conoces?

Nabar se echó a llorar.

Javier le dejó relajarse unos segundos.

-¿Nos puedes decir su nombre de verdad?

-Dilan Casariego. Es su hermano gemelo.

-¿Gemelos? – repreguntó Javier.

El joven asintió con la cabeza.

-¿Por qué no nos cuentas la historia desde el principio?

Javier más que hacer la pregunta, se la susurró. Había puesto su mano sobre el brazo de Nabar ya en la primera pregunta. Ahora le soltó y se acomodó para escuchar. Pero Nabar le tendió la mano. Javier entendió y se la cogió.

-No hay prisa. Tenemos todo el día. Y toda la semana si hace falta. A tu ritmo. Estamos aquí para escucharte y cuidarte, si es que es lo que quieres.

No contestó con palabras, pero apretó la mano de Javier. Eso le hizo pensar que iba a contarles.

-Nuestras madres eran gemelas – empezó a decir. – En nuestra familia parece ser que es normal los gemelos, incluso trillizos. Yo no tuve un hermano gemelo. Al menos que sepa. Aunque si nos juntábamos los tres, podíamos decir casi que eramos trillizos. Al menos cuando fuimos adolescentes. Ellos son mayores que yo. Y… a veces…

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-Paga Aritz – dijo Javier guiñándole el ojo.

-¡No por favor! – suplicó Nabar con un gesto rogatorio. – Si no pagas tú, Jorge no va a venir a verme y traerme un regalo.

-Si Javier no paga nunca – mintió Aritz que había sacado la cartera. – Es famoso por su tacañería. Es buena persona, es guapo, es listo, buen policía… pero tacaño. Es agarrado hasta decir basta.

-Yo os he contado todo…

-Ya, pero… lo siento. No puedo traicionar mi esencia. – bromeó Javier.

Ahora estaban en el bar del pueblo. Ya eran más de las seis de la tarde. Sobre las dos y media Odei había aparecido y les había recomendado que se fueran al bar a comer.

-Ya les he avisado. Aquí tenemos un comedor común. Estarían todos pendientes de vosotros. Ya lo están desde sus habitaciones o el aula de música. En la taberna del pueblo, siendo entre semana, y a estas horas, no hay mucha clientela. Y se come bien.

Aritz cogió la mochila de Nabar y se la colgó al hombro. Bromeó con él por lo que pesaba.

-Llevo un par de libros. Y algunas cosas por si necesito. Es lo que tiene ser un inválido. Tengo que ser previsor cuando salgo de la habitación para no molestar a nadie.

-Tienes movilidad reducida – dijo Javier sonriendo.

-Traducido, inválido. Yo me siento así. Y tengo suerte, que antes no me podía levantar de la cama.

Javier y Aritz le dieron el brazo y le sirvieron de muleta hasta el bar. Aunque le costaba, pero parecía que no andaba tan mal. Le faltaba seguridad. Y posiblemente, los problemas vendrían al pisar un pequeño desnivel o al subir escaleras y bordillos.

En el bar, pidieron al posadero que les pusiera para comer lo que quisiera.

-Solo decirte que tenemos hambre – dijo Nabar.

-Como paga Aritz… – bromeó Javier.

-Oye, no. Tienes que pagar tú. – se quejó el joven.

Mientras comieron, Nabar siguió contando su historia. Ni Javier ni Aritz habían hecho a lo largo de su charla demasiadas preguntas. Parecía que el joven tenía preparado su relato. Seguramente lo tenía preparado desde hacía tiempo, a la espera de encontrarse con alguien a quién contarlo. En muchos momentos habían tenido que hacer esfuerzos para no llevarse las manos a la cabeza. Javier apenas le había soltado la mano. El joven Nabar parecía necesitar ese apoyo.

Nada más que se habían sentado a comer, Carmen llamó a Javier. Éste se disculpó y salió a la calle a hablar con ella.

-¿La cosa va bien?

-Sí. Cuando escuches la conversación vas a alucinar. Apunta los nombres reales de Rubén y su hermano gemelo.

-¿Hermano?

-Ya te explicaré luego.

Apenas había colgado, y Jorge le llamó también.

-¿Bien todo?

-Sí. Se ha abierto por completo. Germán le ha aleccionado sobre en quién confiar.

-Me alegro. Solo quería saber si no habían surgido problemas.

Javier mientras hablaba con Jorge vio a Lerman y a Sara en el coche vigilando. Les miró y les hizo un gesto para que entraran a comer al bar. Tenía que comentar con Carmen lo de su escolta secreta. Por un lado quería convencerla de que no la necesitaba. Pero Jorge le había llamado la noche pasada para decirle que había llegado a sus oídos que había varios compañeros policías que querían matarlo. Volvió a utilizar ese tono rotundo. Y no usó subterfugios: “Quieren matarte, Javier”. E insinuó que Olga, Carmen y Matías estaban también en el punto de mira. Si la advertencia hubiera venido de otros, la hubiera descartado de inmediato. Viniendo de Jorge…

.

Era el momento de volver al refugio, como lo llamaban todos. Habían comido bien, el posadero había llevado un surtido de postres, del que habían repetido y luego tomaron unos cafés. Ya era hora de irse de vuelta al refugio.

-A lo mejor te apetece dar un paseo por el pueblo. Aprovecha que nos tienes a tu disposición.

-Me tientas. No tengo siempre dos muletas tan atractivas.

-Pues nosotros encantados. – afirmó Aritz.

Aritz recibió en ese momento un mensaje y de repente pidió otro café.

-¿No os apetece? Es por las pastas. Nabar, te gustan esas pastas. Me ha dado antojo.

-Vale. Un café. Con pastas. Pero después, a lo mejor ese paseo va a ser una necesidad por hacer algo de ejercicio… hemos comido…

-¿Te ha gustado? – le preguntó Aritz.

-La mejor comida en mucho tiempo. Por la comida y por la compañía. Estoy guay después de contaros mis cosas. A parte de Germán no he podido hacerlo con nadie. La peña no le gusta aguantar las miserias de los colegas.

Javier se lo quedó mirando extrañado. Aritz solo se encogió de hombros mientras le guiñaba el ojo

-Voy a pagar – dijo levantándose.

-¡No! – gritó desesperado Nabar. – Aunque sea podemos pagar a medias… le decimos a Jorge que Javier ha pagado algo… – Nabar miraba implorante a Aritz.

-Javier es así. Lo siento. – se disculpó Aritz. – No suelta ni un céntimo.

Se apoyó en la barra y se puso a mirar la puerta. El camarero se acercó y le pidió un chupito de ron.

-Con una piedra.

Fernando y Helga esta vez entraron detrás de Jorge. Estando Aritz y sus dos compañeros dentro, no necesitaban revisar el local. Nabar, aunque se giró para ver quien había entrado, tardó en reconocerlo. Y luego, en comprender que eso estaba ocurriendo de verdad. Cuando eso penetró en su mente, se puso en tensión y sin darse cuenta se levantó. Javier hizo lo propio por si se caía. Pero ver a Jorge y con la mesa de apoyo… no necesitaba nada más. Había sacado fuerzas de donde no sabía ni él que tenía. Sus ojos se inundaron de lágrimas. Fue algo inmediato. Jorge anduvo esos pocos pasos con calma. No quería que se pusiera más nervioso todavía. Cuando estuvo a su lado, le puso las manos en la cintura y le ayudó a girarse suavemente para tenerlo enfrente de él. Lo envolvió completamente con sus brazos y lo pegó a su cuerpo. Nabar le abrazó su cuello y apoyó la cabeza en su hombro. Lloraba de emoción. Su cuerpo convulsionaba.

Así estuvieron unos minutos. Jorge no hizo nada por soltar el abrazo. De vez en cuando besaba la mejilla del joven y le susurraba algo al oído.

Entraron de estampida tres jóvenes que habían visto a Jorge bajarse del coche. Jordi era uno de ellos. Javier se acercó a él. Jordi le presentó a sus compañeros, Ubaldo y Romu. Los tres eran músicos y algunas tardes salían a tocar en la plaza del pueblo. A los vecinos les gustaba y se acercaban a escucharlos. Pero el concierto parecía que debería esperar a mejor ocasión.

-Pensaba que ya te habías ido – le recriminó Jordi.

-No lo haría sin buscarte para despedirme de ti. No me has dado tu teléfono.

El joven pianista sacó su móvil y le hizo una perdida. Javier sonrió, sacó el suyo y guardó el contacto, mientras Jordi borraba la llamada del historial de su móvil.

Jorge saludó también a los compañeros de Nabar. Era claro que todos ellos eran lectores de sus novelas.

-¿Y mi regalo? – preguntó Nabar ilusionado.

-¿Ha pagado Javier? – Jorge sonreía mientras revestía su cara de un gesto de importancia.

Nabar bajó la cabeza desilusionado. Aritz reaccionó acercándose.

-No sé lo que ha pasado, pero cuando he ido a pagar, el camarero me ha dicho que ya lo había hecho Javier. Y te juro que nunca lo hace. Y ni me he dado cuenta. Si lo llego a saber me pido un cubata para hacerle gasto. Por una vez que apoquina…

De nuevo Nabar cambió el gesto por uno de ilusión. Jorge sonrió y miró a Fernando. Sus compañeros habían acercado unas bolsas. En ellas llevaban unas sudaderas que habían recogido en el taller de Bernabé. Jorge sacó una y la extendió.

-Son unas sudaderas de un diseño exclusivo para vosotros. Para ti y tus compañeros. Son de “La Casa Monforte”. Este diseño solo lo vais a tener vosotros. Y si os las ponéis, os las firmo.

No tardaron nada en hacerlo. A cada uno les hizo una dedicatoria especial.

-Me han dicho que hay un pianista muy bueno que nos va a tocar algo de Chopin.

Nabar miró de inmediato a Jordi que se había puesto colorado.

-Habrá que ir al refugio – dijo Javier.

-Hay un piano ahí – comentó Aritz. Javier había estado tan atento a Nabar durante toda la comida que no lo había visto.

-Pues Jordi, creo que es tu turno. – le dijo Javier.

-Que nervios.

Jordi se sentó y tocó unas escalas rápidas. Se puso el taburete a su altura y esperó a que todos se sentaran. Y sin más, empezó a tocar.

(Sonata n.º 2 de Chopin)

Necesito leer tus libros: Capítulo 62.

Capítulo 62.-

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-¿Tienes un cigarrillo, Fernando?

Éste lo miró sorprendido a la vez que preocupado.

-¿Quieres que llame a Javier y le diga que te has puesto malo? A lo mejor te convenía mejor irte a dormir. El día ha sido muy intenso. Y esta noche apenas has dormido tres o cuatro horas.

-¿Y tú? ¿Has decidido seguir mi ritmo para que me entre cargo de conciencia?

Fernando se echó a reír.

-No te preocupes, luego te dejaré en paz semanas enteras.

-Ni se te ocurra. ¿A quién le voy a tirar los tejos?

-Anda, anda, zalamero. Si lo hubieras hecho de verdad, hubiera caído rendido a tus pies.

-Si ya has caído rendido. Llevas ¿Quince horas seguidas? Y has dormido…

-Lo mismo que tú. Me metí en tu segundo piso a descansar. Es lo que tiene que nos dieras la llave.

-Para eso lo hice.

-Y no sabes como te lo agradecemos. Pues que sepas que yo hoy he hecho uso.

-Si, sí, con suerte has descansado ¿Cuatro horas? Seguro que me has oído en la terraza y te has despertado. Cuatro horas es lo que recomiendan todos los médicos. Dormir más de eso… debe engordar o algo peor.

-Pero han sido gloriosas y bien aprovechadas. Y de todas formas, no me lo eches en cara cuando tú no has dormido más que yo. Y luego te has metido a grabar tres programas del concurso más visto en España.

Fernando le tendió un cigarrillo y un mechero para que se lo encendiera.

-En serio ¿Te puedo ayudar en algo? – le preguntó Fernando.

-Me ayudas cada instante que estás cerca. No me mires así, que es cierto. Me das paz. Me das cigarrillos. Me dejas tirarte los tejos, aunque no me digas que sí a mis intentos de ligarte.

-No los repitas, no vaya a ser que te de una sorpresa y acepte.

-Y yo preguntaré ¿En tu casa o en la mía?

-Y yo tendré que contestar: en la mía por supuesto. Al menos intentaremos que sea algo discreto. – bromeó Fernando.

-Mándame luego la dirección. – Jorge le guiñó el ojo sonriendo.

-Luego te la mando. A ver que haces con ella. Y te la voy a mandar desde mi número particular. ¿Cómo te quedas?

-Esperando ansioso ese momento. Venga, vamos a ver a tu jefe.

-Al final vas a tener tu segunda entrevista a solas con él. Siempre te has quejado de eso. Ahora has cogido carrerilla.

-Sí. Ya era hora. De todas formas nos lo hemos pensado semanas antes de decidirnos – bromeó Jorge.

-Ya sabes…

-Ya, ya. No se lo tengo en cuenta. Me cae bien. Pero déjame el placer de seguir fingiendo que estoy ofendido.

-Y eso que no ha leído todas tus novelas. – le picó Fernando.

Jorge se echó a reír.

-Vaya, ese dato lo desconocía. – mintió Jorge, pero le venía bien para seguir la broma – No sé si aceptar tu ofrecimiento de hace un rato y que le llames para decirle que me ha entrado una jaqueca de campeonato y que me va a ser imposible asistir a un encuentro con él. Es determinante ese hecho del que me has informado. De hecho, luego borraré su teléfono de mis contactos. No puedo tener en mi móvil el teléfono de alguien que no ha leído todas mis novelas.

-Por cierto ¿También le vas a tirar los tejos?

-¿Por quien me tomas? No creo. No soy de los que ligan a las primeras de cambio.

-Mentiroso. – Fernando se echó a reír.

-¡Calla! No peques descubriendo mis secretos. – Fernando volvió a echarse a reír – Tenemos que conocernos más. Aunque una vez que eso suceda… no lo descarto. Para que negarlo, guapo es un rato. Bueno, está. Me da que desnudo tiene que ser una bella estampa. Tonto no es. El tema de que no me ha leído al completo… la verdad es que es un detalle que le quita muchos puntos… – Jorge guiñó el ojo mientras sonreía.

-Ya veo que no vas a usar la dirección de mi casa.

-Oye, querido. Que puedo con los dos y con un ciento más. Que todo lo que he dicho de él, vale para ti. Y tú tienes dos ventajas: que te conozco mejor que a él y que tú si me has leído. Y si prefieres nos lo montamos los tres. Que no se diga que no somos modernos.

-Y luego dices de Carmelo. Al final va a ser una ursulina en comparación contigo.

-Me lleva mucha delantera. Para alcanzarlo… debo apresurarme. ¿Es ese el bar?

Jorge señaló un local que estaba al principio de una bocacalle lateral. Luego le preguntaría la calle dónde estaban. Se había despistado hablando y estaba un poco desubicado.

-Sí. Antes Javier venía mucho. Sobre todo con Aritz. En la época de Galder menos. Pero una camarera estudia en la Jordán y participó activamente en la charla que dio allí. Es la excusa para volver a frecuentarlo.

-Me hubiera gustado ir a aquella charla. Una pena que fuera tan precipitado.

-No suele prodigarse en esa faceta. Se lo suele dejar a Olga. No la conoces todavía ¿Verdad?

-En realidad sí la conozco. De hace años. Desde que soy cliente de la policía no la he visto.

-¡Ah! Claro. No había caído.

Por el gesto que hizo Fernando, Jorge supo que Fernando sabía lo de la embajada.

-Al final lo sabéis todos.

-No en realidad solo lo sabemos cuatro.

-Los fieles a prueba de bomba. A los que os puedo llamar para cubrirme en mis expediciones extra-curriculares.

Fernando se echó a reír. Pero no quiso responder al escritor.

-Mira, está Flor esperando. Creo que cambiamos de equipo. Al final me vas a perder de vista unas horas.

-Ya te toca dormir un rato. Gracias por todo. Descansa.

-Mañana te vuelvo a ver.

-Serás bien recibido.

Javier fue a la puerta y la cerró con pestillo. Solo de pensar lo que iba a hacer, se había excitado. Marcó el número de Sergio mientras se quitaba el chándal y se quedaba completamente desnudo.

-¿Estás bien? – respondió asustado el músico. – No me llamaste ayer al final.

-Nos dieron las mil. Pero te voy a compensar ahora. ¿Sabes como estoy?

-Joder, calla. La madre que te parió.

-Voy a poner la cámara para que me veas.

-Déjame tiempo para llegar al dormitorio. No quiero que mi madre te vea en bolas, joder. Ni que nos oiga.

-Eso quiere decir que tienes ganas de gemir.

-Como un perro, ya lo sabes, cabrón.

Jorge escuchó echarse el pestillo del cuarto de Sergio. No tardó nada en ver en la pantalla permiso para la videollamada. Javier aceptó y apoyó su teléfono en un soporte además de poner el altavoz.

-Pero si estás empalmado, joder.

-Solo de pensar en ti.

-Espera que me desnudo.

-Pero hazlo… como en las pelis… pon esa música sensual…

-Joder, espera que busco para apoyar el teléfono.

Tardó un par de minutos en encontrar la forma de hacerlo. Se estaba poniendo nervioso.

Empezó a tararear la música típica de los estriptís . Pero no se contoneó como suelen hacer normalmente. La intención la ponía con la mirada.

-Sergio ¿Estás bien?

Javier soltó una carcajada. Sergio miró a la puerta con cara de mala leche.

-Si, mamá. Estoy hablando por teléfono.

-Sergio, abre la puerta. Para hablar por teléfono no necesitas cerrar la puerta.

Se oían los ruidos de la madre intentando abrir la puerta.

-Ya vale mamá.

-Abre la puerta, por favor. Así me quedo tranquila. Te he visto mala cara esta mañana.

Javier se levantó del sofá y se puso el chándal de nuevo. Sergio cogió su móvil.

-Lo siento. Luego te llamo.

-¿Cuándo vuelves? – le preguntó Javier – Te hecho de menos.

-Ya hablamos. Antes tengo que conseguir que mi padre me pague la vuelta al violín.

-Buscaremos otra solución.

Sergio mientras tanto había ido a la puerta y quitado el pestillo.

-¿Ya estás contenta?

-Quien es ¿Tu novio?

-Mamá, por favor.

Su madre se puso en el campo de la cámara. Miraba la pantalla que ahora solo enseñaba la cara de Javier.

-Hola. – la saludó.

-Hola. Pero qué chico más guapo.

-Hola señora. Encantado de conocerla. Me llamo Javier.

-Hola Javier. Este hijo mío que … a veces se marea ¿Sabes? Y si se encierra en la habitación, luego no se le puede ayudar.

-Mamá, por favor. Eso no me pasa desde los doce años.

-Eso no es verdad. Lo que pasa es que lo sientes y te sientas antes de caerte redondo. Menudos sustos nos daba. Tiene dos pequeñas cicatrices en la frente de los testarazos que se daba.

-Mamá, por favor. Nada, Javier, que luego te llamo. Con mi madre no hay manera.

-Pero déjame que hable con ese chico tan majo. ¿Le has invitado a casa? Puede venir el sábado a pasar el día.

-Adiós Javier. Mi madre tiene ganas de discutir y la voy a complacer.

-Encantada de conocerla señora.

-Igu…

Javier no escuchó nada más porque Sergio cortó la videollamada. De repente se quedó sin saber que hacer. Pensó en esperar un rato a ver si Sergio llamaba, pero o poco conocía a las madres, y esa no iba a soltar a su hijo en un buen rato. Tocaba al menos una hora de tercer grado por ese chico tan majo que es tu novio y que no nos has presentado. ¿Y la calentura que llevaba? Le fastidiaba, pero a lo mejor… una ducha y…

Jorge Rios.”

Jorge dio un beso para saludar a Flor y entró en el bar. Enseguida vio a Javier hablando con la camarera en la barra. Jorge se sentó en un taburete a su lado.

-Hoy estamos de suerte. No se si publicar en Instagram que ha venido a vernos Jorge Rios.

Jimena parecía contenta.

-Jorge te presento a Jimena. Ten cuidado con ella que cualquier día se apunta a tus clases. Estudia en la Jordán.

-Encantado de conocerte.

Jorge se inclinó sobre la barra para darla dos besos.

-¿Qué va a ser? Tiene fama de gustarle un buen gin-tonic.

-¡Vaya! Pues si que estás bien informada. Sea. Para hablar con el poli más guay del país, será lo mejor.

Jorge reparó en lo que bebía Javier.

-Pero si estás bebiendo lo mismo.

-¿Alguna ginebra en especial? Tengo una inglesa rara que suele beber a veces tu marido.

-¿También sabes las costumbres de mi marido? – Jorge estaba verdaderamente alucinado.

-Alguna vez ha venido conmigo aquí. – explicó Javier riéndose.

-Ponme esa ginebra que dices. Si me gusta, ya le diré que la compre y la lleve a casa.

-Suele decir que te tenía que traer alguna vez. Que te gustaría el sitio y la ginebra. Y las atenciones de la camarera. – Al decir esta última frase, el gesto de broma de Jimena se acentuó.

-Entonces le echaré en cara que no me haya traído antes.

-¿Nos lo llevas a aquella mesa Jimena? Y lleva también esas pastas que me gustan.

-Tranqui. Ahora os lo llevo.

Javier cogió su copa y guió a Jorge a una mesa un poco apartada de la vista. No obstante sacó un inhibidor por si había algún micrófono en las cercanías.

-¿Tan grave es lo que vamos a hablar?

-No, bueno. Es casi algo personal. Es ya la costumbre. Quiero… coger rutinas. Para no olvidarme de hacerlas. Lo mismo deberías hacer tú.

-¿Qué te pasa Javier? Te veo un poco preocupado. ¿Es por los padres de Rubén?

-No. Eso sigue su curso. Tenemos mucho que estudiar y analizar. Ya te contaremos con detalle cuando sepamos más.

-Cuando me contó Carmen algunos detalles… después de la sorpresa por enterarme que sus padres adoptivos eran la hija de Bonifacio Campero y su marido, por un lado me sorprendí, pero por otro… era de esperar. Algunas cosas no, como lo de las pastillas. Pero otras…

-Ya te ha dicho Carmen que hemos estado con esos chicos. – Javier decidió empezar con el tema que le había llevado a llamarlo – Hablaste con ella el otro día para digamos… empujarnos a tomar cartas en el asunto del profesor Mendés.

-No quería correr el riesgo que porque pensaras que es algo de tu novio, o sea que te atañe personalmente de alguna forma, pensaras que estabas poco menos que prevaricando si investigabas de verdad a ese hombre y lo ponías a buen recaudo. O que pensaras que había que esperar a tener todo el tema de Anfiles resuelto. Eso, lo sabes, no va a suceder en años. Y cada año, es uno, dos o tres chicos con sus ilusiones frustradas y con su vida destrozada. Al menos podemos evitar esta parte del problema. Muchos no saben luego gestionar esas experiencias. Y los que sí lo consiguen, aún así, su sexualidad estará condicionada de por vida.

-Para lo poco que hemos tratado, pareces conocerme bien. Y respecto a lo de esos chicos, no puedo estar más de acuerdo. Ahora te cuento lo… que nos han contado.

-No eres tan distinto a mí. Y Nuño, tu hermano, te conoce muy bien. Solo dijo un par de detalles, pero me valieron para hacerme una idea. Y Carmelo, digamos que… tampoco es una persona que pase de puntillas en las relaciones con las personas que le llaman la atención. A muchos les parece un simple, un actor de éxito pagado de si mismo y que solo ve a su alrededor la imagen que proyecta él mismo al pasar por delante de un espejo. Antes de que pasara esto con mi vida, de acabar siendo cliente vuestro, ya había oído hablar bien de ti. Y aunque no nos hemos entrevistado como ahora o como el otro día, él siempre ha tenido palabras de halago hacia ti. Eso lo valoro mucho también.

-Vaya. No sabía eso que me dices.

-Lo de Nuño te lo habrás imaginado. Lo conoces de sobra. Es un calco a ti, no solo en lo físico. Y pensar que fui con precaución por si no lograba reconocerlo…

Javier sonrió.

-Él es más guapo.

-Cuando se le quita el velo que tiene en la mirada, sí, no te diría que no. Sonrió un par de veces y su sonrisa es… energética. Daría para surtir de luz a todo Madrid.

-Me gusta eso que has dicho.

-Eso no desmerece tu atractivo.

-Estoy en horas bajas.

-Pues más a mi favor. Si en horas bajas luces así… Dime lo que te preocupa.

-Antes cuéntame lo de Pasapalabra. No todos los días charlo con alguien que acaba de grabar un programa de televisión.

-Tres. En realidad tres programas. Bien. Todo bien. Tenía una misión al ir a ese programa y yo creo que lo hemos conseguido.

-Nos han llegado algunos rumores sobre tu amigo Álvaro Cernés. Me imagino que esa era la misión. No creo que hayas ido a promocionar tu novela. Me cuentan que estás en lo alto de las listas de más vendidos con una gran distancia en ventas con el segundo.

-Vaya. Al final va a resultar que los únicos que no nos enteramos de lo de Álvaro si no nos metemos en el tema, íbamos a ser Carmelo y yo.

-O sea que son ciertos.

-No sé lo que has oído en concreto, pero… espero haberlo cortado de raíz.

-A lo mejor no sería mala idea abrir una investigación sobre el tema. Si lo que hemos escuchado se atiene a la verdad, son varios delitos.

-Veremos a ver como evoluciona. No tengo muy claro el tema. Me pasa como a ti con Sergio. Lo tomo como algo personal y no puedo distanciarme. No puedo verlo con ecuanimidad. Aprecio a ese hombre. Y creo que ayer y hoy, ya he tomado bastantes decisiones por él. En todo caso, debe ser él el que dé el paso.

-¿Tú y él habéis tenido algo?

-No. – Jorge sonrió – Él no miraría en condiciones normales a ningún hombre en ese sentido.

-Pero no son condiciones normales.

Jorge negó con la cabeza.

-No entraría en ese juego. Yo, me refiero. Sería como aprovecharme de las circunstancias. De todas formas, no ha habido lugar.

-¿Y crees que lo daría? El paso de denunciar.

Jorge negó con la cabeza.

-Pero dime lo que te preocupa. – Jorge cambió de tema. Sabía que Álvaro no era la razón por la que le había citado esa noche.

Jimena se acercó a la mesa llevando el gin-tonic de Jorge y un plato con las pastas que había pedido Javier.

-¿Son dulces?

-Pruébalas. No pongas esa cara. Verás como pegan bien con el gin. – le invitó Javier.

Jorge bebió un par de tragos a petición silenciosa de Jimena, para comprobar si estaba a su gusto. Le hizo un gesto con la cabeza anunciando su aprobación.

-Justa medida de ginebra y de condimentos. Y me gusta la ginebra. Y está bien frío.

-Me alegra oírlo.

Jimena volvió a la barra para atender a una pareja que acababa de entrar. Nieves, una de las escoltas también entró en el bar y se asentó en una esquina de la barra. Jorge paseó la mirada por el local y vio a Nani y a Romo, otros dos escoltas habituales sentados en una mesa en el lado contrario a la barra.

Jorge volvió su atención a Javier.

-Hemos hablado con Yura y Jun, dos de los chicos de los que me habló Sergio. Creo que también lo comentó contigo. Otros alumnos del profesor Mendés.

Javier le fue desgranando lentamente lo que les habían contado. Y las impresiones que Carmen y él habían sacado. Jorge se mostró muy compungido con el detalle sobre los deseos de Jun de mutilarse y sobre la situación de soledad y desnutrición de Yura. Aunque ya se lo había adelantado Carmen en su breve conversación telefónica, escucharlo de nuevo de forma pausada y con detalles le indignó.

-¿El cabrón de él mandó los vídeos a sus familias?

Javier afirmó lentamente con la cabeza.

-Nos han hablado de dos o tres más. Van a intentar saber de ellos. Para que podamos entrevistarlos. Debemos encontrar los máximos testigos-víctimas posibles. Cuando lo tengamos bien armado, iremos a por él.

-Habría que conseguir esas pruebas de lo que hace cuanto antes. Si movemos mucho el avispero, es posible que llegue a sus oídos y que las ponga a buen recaudo. Y sería fundamental encontrar a esos a los que mandó agredir.

-Confío en que su chulería le pierda.

-A lo mejor le hago una visita. – dijo Jorge pensativo.

-Sobre eso, prefiero no saber.

-No te lo iba a contar. Ahora dime lo que de verdad te preocupa. Esto, cuando me pediste que fuera a escuchar a Sergio a Ópera, ya nos lo imaginábamos. No es nada nuevo. Ni hasta dónde me has contado, hay sorpresas. Es preocupante la situación de esos chicos que puede derivar en… decisiones irreparables si no conseguimos que se sientan más acompañados.

-Me han dicho los dos, Jun sin haber escuchado antes a Yura, que el padre de Sergio… le obligó a estudiar con el profesor Mendés. Según ellos le había aceptado un tal Ludwin, el mejor profesor de violín del mundo.

-Maestro de violín. Lo llaman así.

-¿Lo conoces?

-No. Pero acabo de caer quién seguro que lo conoce. O al menos tiene referencias de él.

Jorge sacó el teléfono y buscó entre sus contactos.

-¿El mundo se ha destruido y no me he enterado? – Dijo su interlocutor a modo de saludo. Habló en inglés, así que Jorge estuvo seguro que estaba en algún país anglosajón. – Algo gordo ha tenido que pasar para que Jorge Rios se digne llamarme. Por cierto, “La casa Monforte” es algo… amazing, gorgeus, wonderful… Néstor piensa igual que yo.

-Pues que sepas que no te he llamado por si te pensabas que era para preguntarte por la novela. – Jorge siguió hablando en inglés. – No quería que pensaras que quería alimentar mi ego a tu costa.

-Mentira y gorda. No me has llamado porque ese actor del que te enamoraste, te tiene bien cogido de los cojones y no quiere que yo te lleve al huerto.

-Perdona, pero creo que Néstor tendrá algo que decir al respecto.

-Pero yo te compartiría con Néstor. Estás entre las pocas personas con las que haríamos un matrimonio a tres. Dime para que me llamas que tengo una reunión en cinco.

-¿A estas horas?

-Cuando se puede. Ya sabes como va esto con el covid. En busca de la PCR negativa. Y cuando la hay, pues hay que aprovechar, no sea que se convierta en positiva mientras pensamos cuando reunirnos.

Jorge le contó por encima el caso de Sergio. Y le dijo la disyuntiva a la que se enfrentó de escoger entre dos profesores de violín. Y también le dijo de tirón la decisión que tomó el padre de Sergio.

-Un inculto pesetero. O otras cosas peores. Eso solo se hace si odias a tu hijo o te da igual. El maestro Ludwin es el mejor y si aceptó a tu amigo, es que era bueno hasta decir basta. Mendés es un soplapollas. Y no diré más que no puedo probarlo. Deberían meterlo en la cárcel.

-¿Nos ayudarías a hacerlo? – preguntó Jorge.

Dídac se quedó callado al teléfono.

-Has hablado en plural.

-Estoy con Javier Marcos. Es…

-Conozco a Javier. Salúdale por favor. Ahora os tengo que dejar, de verdad. Os llamo luego.

Javier había escuchado toda la conversación. Dídac había hablado alto.

-Cada vez me urge más sacar a Sergio de la casa de sus padres.

Le contó por encima su experiencia con él cuando le había llamado con intención de tener un poco de intimidad telefónica, como lo llamó pudorosamente.

-Eso suena a ansiedad. A… nervios.

-Suena a control. – le contradijo Javier. – No suavices el lenguaje. Suena a dominio férreo de una voluntad y de la reacción física que se produce en la víctima. Reacción visceral porque por educación, no puede oponerse frontalmente. Le están intentando anular. ¿La excusa para ir a Salamanca? Convencer a su padre de que pague las clases de violín de nuevo. Creo que mañana a primera hora me voy para allá.

-Para el carro.

-Tengo que ser yo el que vaya. Si no, él no va a venir.

-Pensémoslo bien antes de tomar una decisión. Puedo ir yo.

Javier se quedó mirando a Jorge. De repente empezó a negar con la cabeza.

-Si haces eso, Sergio no me va a mirar a la cara nunca. Lo perderé. Y si lo pierdo…

-Primero, no voy a hacer nada malo. Pierde cuidado que no le voy a partir las piernas a su padre. De momento.

Jorge le miraba muy serio. Javier no pudo evitar pensar en que Jorge engañaba mucho. ¿Cómo era posible que hubiera escondido esa dualidad en su forma de comportarse todos esos años? Quizás esas drogas que le daban habían tenido mucho que ver. Era ese uno de los momentos en que le gustaría conocer los secretos de Olga y Carmen. Los secretos de los tiempos en que estaban con su padre. Estaba convencido de que Jorge tenía varios capítulos para él solo.

-No va a querer irse sin que le demos una solución. Le he metido de nuevo el gusanillo de la música. Y ahora…

-Necesita el dinero de su padre.

-Y no va a querer que se lo paguemos los demás.

-Siempre podemos buscar una fundación que sufrague sus gastos. Una especie de beca.

-¿Qué fundación?

-¿La de Carmelo?

-Si está en mantillas todavía. Me lo dijo el otro día precisamente.

-Que esté como sea. Está. Eso es lo importante. Puede ser el primer proyecto.

-Tenemos que buscar un profesor adecuado. Un representante que quiera enfangarse en ese mundo. Alguien que se mueva en el mundo de la música clásica.

-Tranquilo. Dídac seguro que nos da ideas. Si lo conoces, sabes que su tono era el de estar pensando. Me lo imagino en esa reunión echando humo por las orejas.

-Lo conozco por Nuño. Son músicos los dos. Alguna vez me llama para preguntarme por él.

Jorge sacó el móvil. Había recibido un mensaje.

-Me anuncian que algo que tenía para mañana se ha aplazado un par de días. Así que mañana lo tengo libre.

-¿Y?

-Que mañana me voy a Salamanca.

-Voy contigo.

-No. Hazme caso. Tú te quedas aquí. Voy a convencerlo para que te de una sorpresa. Mañana es tu aniversario.

-Mi cumpleaños no es hasta el quince de abril.

Jorge se sonrió.

-Pues piensa de que puede ser mañana tu aniversario. Y piensa en quién te puede organizar una fiesta sorpresa.

-No sé…

-Vale. Déjalo todo en mis manos. Ya se me ocurrirá algo.

-Me estoy arrepintiendo de haberte llamado. – Javier lo miraba de medio lado, con una medio sonrisa.

-Es una reacción que suelo provocar en algunas personas. Me duele que seas tú una de ellas. Pero es por tu bien. – Jorge en cambio tenía su mejor gesto de persona responsable. Aunque tenía un pequeño rictus en los labios que amenazaba con convertirse en una sonrisa pícara.

-Por favor, no … al padre de …

-¿Y por qué siempre es el padre? ¿Por qué no piensas que la hacedora de todo esto es la madre? Siempre el padre, el padre, el padre. Pocas, pero a veces es la madre la mala. O lo son los dos. ¿Crees que lo de poli bueno y malo es solo algo de los polis? Muchos matrimonios juegan a eso también. Y en empresas y en muchos ámbitos de la sociedad. Los políticos, sin ir más lejos.

-Estadísticamente, es abrumador el porcentaje de padres maltratadores y abusadores de sus hijos. Como lo es el de maridos que maltratan a sus mujeres respecto al caso contrario.

-Ya. Pero eso no quiere decir que no pase. ¿Quién os interrumpió cuando hablabais? ¿Y ante quién se mostró sumiso? No te ha devuelto la llamada ¿Verdad? Y por la forma que me lo has contado, tuviste la impresión de que esa mujer era falsa cuando te dijo que quería conocerte en persona. Seguro, apostaría lo que quieras a que Sergio no le ha dicho que eres comisario de policía, que tienes treinta y alguno, y diriges un equipo de setenta personas si no hay operaciones especiales, en las que el número de efectivos que responden ante ti podría doblarse o triplicarse. Te vio en la pantalla y pensó que eras un chavalín cualquiera que Sergio ha conocido en la universidad.

-Qué dices. ¿Qué ve a un jovenzuelo despendolado intentando aprovecharse de un chico de familia pudiente? Te recuerdo que los negocios los heredará su hermana mayor, que ya participa en la gestión.

-A él le tocará lo mismo pero en otro tipo de propiedades. Eso de que el mayor herede… en todo caso el título nobiliario. Lo demás, a partes iguales. Lo dice la ley. Y si no fuera tu novio, no se te hubiera escapado ese detalle. Deja de rumiar. Ya me encargo.

-Puede que se haya venido.

Jorge marcó el teléfono de Aitor.

-Búscame dónde está Sergio, por favor.

-Hola, Jorge. Yo también estaba gustoso de oírte y hablar contigo. Te perdonaré que una noche más me hayas cambiado por otro hombre. Y esta vez ni siquiera es tu futuro marido. Que decepción.

-Por favor.

-Te contestaría ahora mismo, porque siguiendo tus instrucciones lo tengo localizado. Pero disimulemos. Te mandaré un mensaje en un rato. Me debes tres noches de amor, porque estoy traicionando a mi otra persona imprescindible en mi vida. Que lo sepas.

-El día menos pensado me presentaré en la puerta de tu ático y haremos el amor.

-Eso se lo dices a todos. Lo que pasa es que con algunos se hace realidad y conmigo no. Como te líes con el Fernando ese antes de hacerlo conmigo, te repudio. Me emancipo de ti.

-Un beso con lengua, querido.

-Abur.

-En un rato me lo dice.

-¿Es verdad que os conocisteis en una cita de una de esas APP de ligar?

-Sí. – contestó sonriendo Jorge.

-¿Follaste con él?

-Tenía quince años, Javier.

-Joder. No pensaba que lo conocías desde hacía tanto. Pensaba que había sido reciente. Lo conociste entonces un poco después de hacerlo yo y mirar de cambiar la dinámica de su vida.

-Pues yo hasta hace dos días, no sabía ni que tú eras el que le había conseguido la emancipación de sus padres. Y que eres el culpable de que viva en París.

-Me ganó a los cinco minutos. Lo miré en aquella sala de Urgencias y me fui a buscar a su padre. En cuanto lo tuve frente a mí, que hijo de puta, te lo juro… se puso chulo e intentó que el médico me echara. Pero el médico me conocía. Entonces el tipo intentó clavarme una aguja. No fue difícil reducirlo y esposarlo. Vino la madre, pero de ella se encargó el vigilante de seguridad. El médico me enseñó su historial. Era… ya lo sabes, porque lo has visto. Me fui donde Aitor y me senté en el suelo enfrente suyo. Y me contó. Y mientras me contaba, hice los planes para que se emancipara. Pedí la tutela temporal y una orden de alejamiento para sus padres.

-Como a mí. Tras que se me pasara el estupor, claro. Quedar para ligar y que aparezca un jabato de quince años… Lo adoro.

-El asocial, y tienes a Martín y su hermano comiendo de la mano, a Aitor, a Jorgito que cada vez es más claro que lo que hizo fue una patraña cuya causa se nos escapa completamente, esto entre tú y yo; al Álvaro ese, a Carmelo que no caga a gusto si no te tiene cerca, a mis compañeros que te siguen a todas partes y que se apuntan a turnos uno detrás de otro por estar a tu lado, que se apuntan a extrañas excursiones fuera de horario… y todos están que no mean por ti. Hasta a uno me lo enamoraste hasta el extremo de tener que mandarlo a darse un garbeo por Asturias.

-¿Estás pensando en tirarme los tejos?

-No, que media plantilla se me pondría celosa.

-Que exagerado.

-Me ha sabido a poco este gin. ¿Te apetece otro?

-Vale. Pero hablamos de otras cosas.

-Me apunto.

-Y tenías razón con las pastas estas. Entra con el gin…

-¡¡Jimena!! – Javier levantó la mano para llamar la atención de la camarera – Repetimos.

Jimena les sonrió y les hizo un gesto levantando el pulgar.