Necesito leer tus libros: Capítulo 117.

Capítulo 117.-

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Jorge y Carmelo quedaron a las ocho para encontrarse en el Trastero, un café-bar al que les gustaba ir a menudo. Allí como siempre, acabarían picando algo de cena y hablando hasta las tantas.

Carmelo llegó antes. Saludó a algunos fans que lo reconocieron. Se sacó algunos selfies y firmó autógrafos.

-¿Vienes solo? – le preguntó Arancha, una de las camareras.

-Ahora viene Jorge – dijo sonriendo y poniendo su mejor cara picajosa.

-Que cabrón, como te ríes de nosotros, pobres trabajadores.

El personal ya los conocía. Después de que Carmelo confesara a Arancha que Jorge estaba a punto de llegar, alguno de los empleados no esperó más y llamó para anular los planes que habían hecho para después de trabajar.

-Han venido estos dos, a saber a que hora se largarán de aquí.

Tenían fama de no mirar el reloj cuando cenaban o tomaban algo juntos. Empezaban a hablar y el tiempo volaba. Y en general nadie se atrevía a decirles nada. Primero porque eran ellos. Después, porque estaban tan a gusto, que parecía insensible llamarles la atención. También contribuía a la condescendencia de los trabajadores, las generosas propinas que les dejaban y los selfies que se hacían con ellos y el permiso que les daban para publicarlos a su gusto en sus redes sociales.

Jorge no tardó, a pesar de que había cambiado su equipo de escoltas después de salir del hospital y abrazar a los chicos de Vecinilla. Caminó cabizbajo hacia la mesa donde le esperaba su rubito. Seguía dándole vueltas al cambio que había percibido en la manera de comportarse de Nuño.

-Jorge – Carmelo le dio un golpe en el brazo – Que te están diciendo si les firmas los libros.

El escritor miró a su alrededor desubicado. Se fijó en las tres personas que parecía llevaban desde la puerta siguiéndole a la vez que le tendían sendos libros para que se los dedicara.

-Perdón. Venía pensando en Babia.

Sonrió y atendió con cercanía a sus tres lectores. Luego, se derrumbó en la silla que estaba junto a Carmelo al que agarró del brazo y apoyó su cara en él, como si fuera un salvavidas.

-Pensaba que ibas a tardar más en venir.

Jorge fue a decir algo, pero se arrepintió.

-¿Y si me lo cuentas?

Cuando Arancha escuchó esa frase, les hizo a sus compañeros un gesto para hacer un corrillo y echar a suertes los que se quedaban a esperar que la pareja se fuera. Hablar y hablar. Esa era su fama. Esa era la experiencia de muchos de ellos. Y en eso estaban, en hablar y hablar, en una mesa un poco apartada para no llamar demasiado la atención de la gente y que no los reconocieran.

Los temas de conversación no podían ser otros que los chicos del hospital y el de Álvaro.

-Ya arreglaremos lo de Nuño. Pero no sé de que te extrañas. Como si fuera la primera vez que un famoso se comporta de una forma u otra dependiendo de la compañía. Nuño ha recuperado su parte de diva, al recuperarse un poco de su enfermedad. Ya te lo avisó Dídac cuando fuimos a pasar la tarde con ellos.

-Si le vieras la cara de desprecio que le ha puesto a Fernando cuando ha subido a la sala a abrazar a los chicos de los que se ocupó él …

Carmelo sonrió.

-No creo que fuera peor que la que yo les dedicaba a mis amantes hace unos años. Y no te olvides que a lo mejor Nuño esperaba otra cosa al liarse con Fernando. O al revés.

-Pero no te has comportado como una diva nunca.

-Tampoco lo aseguraría al cien. En mi época con Cape de hermano mayor, creo que no era de lo más agradable con el resto de mortales. Y eso suele depender del punto de vista desde el que veas la película. En tu caso es evidente que me quieres un poco y tiendes a perdonarme mis comportamientos inconvenientes o en todo caso a juzgarlos desde un punto de vista benévolo. De todas formas, te olvidas de algo: muchas personas que se dedican a la música, al cine, aunque parezca mentira, son muy tímidos, muy vulnerables. Y para defenderse, algunos construyen a su alrededor una muralla.

Jorge afirmó con la cabeza.

-Tienes razón. Puede que haya algo de eso. Pero … a veces … que quieres que te diga, esas actitudes, aunque sean provocadas por la vulnerabilidad … o por la inseguridad, no me gustan. Y una cosa es sentirte seguro de lo que haces, luchar por tu idea a la hora de realizar un proyecto, y otra despreciar a los que entre comillas, no están a tu nivel social o intelectual. Dídac en lo suyo, es grande. Es reconocido. Él pisa fuerte. Impone su criterio al desarrollar un proyecto. Y si éste deriva hacia un lugar que no le convence, no duda en dejarlo. Tú igual. En eso os parecéis mucho. Pero no desprecias a nadie. Y hablas con el portero, con los camareros, les escuchas, te escuchan … hasta hablas conmigo … Dídac, que ha sido un conquistador nato, como tú, se ha ligado a barrenderos, a directores de orquesta y a ministros. Y no creo que les haya tratado con altanería. Otra cosa es que luego no haya querido seguir con la historia … Néstor le estaba esperando, lo que pasa es que ninguno de los dos parecía darse cuenta. Hasta que aparecieron los chicos y éstos consiguieron que se mirasen de otra forma.

-Qué bobo eres; esa última coña de que “hasta hablo contigo”, sobraba. Pero te la perdono. En esta discusión, hoy parece que tenemos los papeles cambiados. Tú sueles defender a esas gentes, en tus novelas lo haces a menudo, y yo suelo denostar esas actitudes, aunque reconozca que algunas veces las he empleado.

-No sé. A ver como arreglo que …

-No te vuelvas loco. Ya grabamos a Sergio y Nuño tocando en el restaurante. Dale ese vídeo a Sergio Romeva para que lo haga llegar a ese maestro. Y Dídac va a tocar con Sergio en la inauguración de la tienda de Gaby. Llamo a Christian y que lo grabe. Ya grabó el otro concierto en los jardines de la Plaza de Oriente. Para no estar preparado, les salió genial. Eso me dijo Carmen al menos.

-¿Dices? Creo que Sergio puede lucirse más que esos días. Dídac estaba de acuerdo conmigo. El día que tocó con Nuño estuvo bien … pero no al cien. El primer día que lo escuché en la calle … fue cien veces mejor. Cada nota conseguía que penetrara por los poros de la piel. El otro día la verdad, estaba en otras cosas y no pude disfrutar del concierto.

-Deja reposar el tema un par de días. Ya pensaremos algo. ¿Y Álvaro? ¿De verdad que te preparó el otro día la comida?

-Pues sí. Y estuvo bien, la verdad. El pastel de pescado estaba delicioso, y la salsa con la que lo acompañó. Y luego el solomillo con las verduras a la plancha … en su punto. Sencillo todo y rico.

-¿Y el postre?

-Pillé unos canutillos de crema en la panadería a la que fui a comprar el pan. Estaban buenos. No había pensado en el postre.

Carmelo se quedó un rato en silencio. Jorge lo miraba expectante. Sabía que estaba dando vueltas a algo.

-Te has ganado a Álvaro al final.

-¿Celoso de nuevo? – Jorge no pudo evitar un cierto tono de resignación o hartazgo.

Carmelo se echó a reír.

-Un poco, la verdad.

-No sé como convencerte …

A Jorge en parte le divertía la situación. Nunca pensó que un tipo como él pudiera levantar ese sentimiento de inseguridad en un hombre como Carmelo, acostumbrado a ir pisando fuerte por la vida. Por otro lado, no dejaba de preocuparle. No quería que Carmelo se sintiera mal. Si eso ocurría, él mismo se sentiría infeliz. Esta segunda forma de verlo era la que había elegido ese día el escritor.

-No es eso, no … no sé si seré capaz de explicarme. El día de Carletto fue claro que no lo conseguí. Resulta que eres un paria social, todos piensan lo mismo, y resulta que te ganas a todos. Todos acaban rendidos a tus pies. Y luego dirás que no eres atractivo.

-No mezclemos churras con merinas.

-Estás muy campestre y tradicional con los dichos últimamente.

-Es por algo que estoy escribiendo. Que no, que no tiene que ver mi atractivo. Que no lo tengo. No me he ganado a Álvaro por mis dotes amatorias. O por mi belleza. O porque de verdad desee acostarse conmigo. Que más quisiera yo. Eso le vendría a mi ego … como engordaría. Me volvería como Nuño. Él está hecho un lío. Y … ha mezclado cosas. Y quería darme las gracias de una forma especial y … bueno. No ha encontrado otra forma mejor.

-¿De verdad piensas algún día acostarte con él?

-No lo sé. Es buena gente. Y está bueno. – le picó Jorge.

Carmelo negaba con la cabeza.

-Dani, eres bobo. No pensaba que fueras tan celoso. Mira. Si te molesta, no lo haré. No me acostaré con nadie que no seas tú. Pero entonces, esa restricción será para los dos.

-Yo no deseo acostarme con nadie más que contigo.

-Vale. Entonces dame un beso para firmar nuestro nuevo acuerdo de relación.

Jorge estiró los labios esperando la firma. Carmelo resopló. Jorge levantó las cejas.

-Daniel, a veces eres bobo. Pareces un crío sin experiencia. Llevas desde los nueve años en este mundo de la farándula. Un mundo lleno de envidias, de celos profesionales y de los otros, de zancadillas, de secretos revelados cuando puedan servir de algo … Aunque te has olvidado de una parte de ese tiempo, otra mucha la tienes presente.

Jorge sacó el móvil y buscó en él. Se lo tendió a Carmelo.

Tu marido se está follando a su asistente en el rodaje. Te mando prueba Fdo. Anónimo.”

-Pero eso no tiene importancia. Sabes que …

-Y yo si follo con Álvaro, no tendrá importancia. No te voy a dejar de querer, de amar. No vas a dejar de ser algo … imprescindible en mi vida. A ver si te enteras, Daniel, te amo con toda mi alma. Si no te tuviera a mi lado, mi vida no tendría sentido. Y me da igual que te folles al asistente, o a Jacinto, o a Iván no sé qué.

Carmelo se puso colorado. Apartó la mirada de Jorge. Éste le giró la cabeza y sin más, le besó. Jorge mantuvo el beso unos segundos. No cejó en el empeño hasta que la lengua de Carmelo respondió a los juegos que le proponía la suya. Cuando dejaron de besarse, Jorge le mantuvo la mirada un rato. Carmelo al final, empezó a explicarse.

-Te lo juro, no … ya me conoces. Eso no es nada, nunca ha significado nada el sexo. Pero tú … de repente, al verte más despejado, al comprobar como la gente ahora te mira de una forma distinta, te mira con deseo, lo he visto, sí, hasta algunos de los escoltas. Y son más jóvenes que yo. Y ese Carletto, joder … y me entra la duda de si de repente ahora, con tantos hombres dónde elegir …

-Te elegiría a ti, siempre. De hecho, te he elegido. Hace siete años. Y eso no va a cambiar hasta que me muera. Te elijo cada día. Te elijo si te levantas a mi lado como si te levantas a mil kilómetros de mí. Cada día me digo: “que suerte has tenido Jorge. Un tipo maravilloso a tu lado. Y que te ama con locura”.

-Pero tengo miedo, no puedo evitarlo … me cuesta hasta pasar una tarde lejos de ti.

Jorge le agarró la cara con sus dos manos. Le miró a los ojos. Fijamente. Le besó diez veces seguidas los labios.

-Daniel Morán Torres. Te amo. Eres mi vida. Y no me importa que folles con mil hombres o mujeres cada día. Porque sé que me amas. Y sé que siempre vendrás a casa a meterte en la cama junto a mi y a rodearme con tu pierna. Eres mío, jodido rubito de los cojones. No te diste cuenta pero te compré en aquella fiesta de año nuevo. Y ya ha pasado el tiempo que había para devolverte.

Carmelo fue el que besó ahora a Jorge. Parecía … renovado. Verdaderamente se había sentido … vulnerable.

-Anda, enséñame el mensaje que te mandaron anunciando mi mañana de sexo con Álvaro.

-¿Como lo sabes?

-Te conozco, rubito de los cojones.

Carmelo movió la cabeza negando a la vez que sonreía. Le tendió el móvil a Jorge. Este metió la contraseña y buscó el mensaje.

Tu marido se está follando al Álvaro ese Fdo. Anónimo.”

-Menos mal que no hay foto. – se rió Jorge.

-¿Entonces …?

-Era broma jodido. No puede haberla, no ha entrado nadie en la casa después de entrar yo. Y Aitor estaba pendiente de que no hubiera dispositivos y los escoltas han entrado a revisar la casa. Y lo más importante, no he tenido sexo con Álvaro. Ni ese día, ni ningún otro. Lo he abrazado, he dejado que llorara en mi hombro, lo he besado … reconozco que un par de esos besos han sido en los labios y lo único así especial que hice ese día, es darle acceso a la nube para convencerlo de que confiaba en él. ¡Ah, sí! Y llamé a Sergio para que se ocupara de representarlo, que la zorra de su representante actual ha querido jugar con él y lo ha echado de su agencia.

-¿Entonces? ¿Esos mensajes?

-Pues luego llamas a Carmen, que tienes más confianza, y se lo cuentas. Los mensajes míos y los tuyos. Te quedas con mi móvil para que se los puedas reenviar.

-Pero eso … tiene que ser …

-Si, efectivamente. Por eso ella es la que lo debe solucionar.

-¿Y si antes se lo decimos a Flor? No quisiera …

-Tu llevas más tiempo con ellos. Lo dejo a tu elección. Alguno de nuestros escoltas está enamorado de alguno de nosotros. Me imagino que de ti. Y yo le estorbo y quiere quitarme de en medio.

-Ya estamos. Puede ser al revés. A nuestra conversación anterior me remito.

Kike el camarero les acercó un par de cosas para picar con sus cervezas de repuesto. Jorge y Carmelo siguieron comentando de Álvaro y de como poder ayudarlo. Alguno de los otros implicados, también los conocía Carmelo.

-Creo que debería llamarlos para …

-Me parece buena idea. Y si crees que debemos quedar con ellos, o invitarles a casa un día, o quedar en algún sitio, me dices y lo organizamos. Si Álvaro lo está pasando mal y tiene montones de amigos, y tiene un estatus en la profesión, estos pobres no son tan … me entiendes.

Carmelo llevaba tiempo fijándose en que sus escoltas cada vez tenían más problemas para alejar a los fans que querían una foto. Al final tuvieron que levantarse los dos y atender a algunos. Jorge firmó cuatro o cinco libros y se sacó algunas fotos, al igual que Carmelo. Una fan le pidió que le firmara un pecho. Carmelo al principio le dijo que no era el lugar, pero la joven estaba tan entregada que al final decidió atender su petición y que se fuera contenta.

Volvieron a sentarse y retomaron su conversación.

-Y a mi me pareció raro el otro día el tipo que me dijo que le firmara en la camisa. Una Pierre Cardin. Y otro, unos días después. Dos camisas he firmado. Pero lo de los pechos … y mira que me lo has contado, que no es el primero que firmas. Si me lo piden a mí, no sabría ni como reaccionar.

-Pues ya verás cuando llegue un tiarrón de esos de gimnasio y te diga que le firmes la polla.

-¡No jodas! ¿Me tomas el pelo? No me lo habías contado.

-No es algo que me enorgullezca.

-Te lo follaste. ¡Ja!

-Joder, Jorge. ¿Qué iba a hacer? – explicó Carmelo riéndose.

-¿Y le firmaste el miembro, antes o después?

-¡¡Jorge!! ¡¡Por favor!! No sé para que te he contado nada.

Parecía que de momento, el tema de los fans estaba controlado. Pero a eso de las diez, uno insistió. No de muy buenos modos. Flor, no estaba por la labor de dejarle acercarse a ellos. Parecía muy alterado y se le notaba claramente que se había pasado con el vino. Carmelo se percató de la situación y lo reconoció. También se dio cuenta que ese tipo se había puesto en medio de unos fans que hacían también bastante ruido. Le extrañó que Flor no le hubiera avisado. Ahora era imposible atenderlos. Ese tipejo estaba en medio. Se quedó mirándolo un rato mientras discutía acaloradamente con Flor y Fran, otro de los escoltas. No iba a ser una velada agradable. Era claro que esa tarde estaba gafada.

No se lo podía creer. No sabía que pintaba ese hombre allí. Era Salva, el amante del marido de Jorge fallecido. O mejor dicho, el último amor de su marido muerto. Si es que el marido de Jorge era capaz de amar a alguien que no fuera él mismo. Había otra cosa que también amaba. Dos en realidad: el dinero, sobre todo si lo ganaba otro para él y el poder, el reconocimiento. Eran cuestiones que casi todos los que conocían a la pareja sabían, menos Jorge. Y éste no lo supo porque no quiso saberlo. Porque Nando, sobre todo al final de su vida, no fue precisamente discreto. Alguna vez Carmelo llegó a pensar que estaba provocando a Jorge: a ver hasta dónde era capaz de aguantar la humillación. Para Carmelo, y para Cape también, lo habían hablado muchas veces, la verdadera intención de Nando era humillar a su marido. Y no era entendible, porque Jorge siempre había mostrado respeto y amor por él. Algo había que no cuadraba en todo eso.

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Aquella tarde, en el bar “La encina”, tuvo lugar un hecho cuando menos curioso: a Jorge Rios, le presentaron al amante de su marido. Y fue éste el que hizo los honores.

Jorge estaba sentado en una mesa, escribiendo como siempre solía hacer en ese establecimiento todas las tardes. Una de las veces que Jorge salió de su ensimismamiento por la escritura, vio entrar a su marido, Nando, seguido de un hombre más o menos de su edad. Los dos parecían conocerse mucho, porque bromeaban y se empujaban todo el tiempo. Luego hablaban al oído, con miradas cómplices y gestos señalando a Jorge. Cuando entraron, Nando le dijo al otro hombre que esperara a unos pasos de distancia. Nando saludó con un leve movimiento de cabeza a alguna personas que lo observaban con gesto serio. Les dedicó su mejor sonrisa a cada uno de ellos.

Al llegar donde su marido, se agachó y le besó en la mejilla.

-Mira, te quiero presentar a un amigo. Es el mayor entendido en electrodomésticos del mundo.

Hizo un gesto al hombre para que se acercara. Jorge lo miró fijamente. Un hombre de unos treinta y cinco años, con su cuerpo moldeado por una cierta actividad física. Tenía la nariz roja, lo cual le dio una explicación a Jorge que justificaba esa risa tonta que exhibía a cada momento.

-Encantado, Jorge. Nando me ha hablado mucho de ti. Siento que no me guste leer. Dicen que es apasionante leer tus novelas. Vas a publicar otra ¿No? Espero que sea un éxito.

Jorge miró de reojo al resto del bar. Todos los que estaban en él permanecían atentos a lo que pasaba allí. Alguno incluso parecía mostrarle a Jorge su disposición a apoyarle si les echaba con cajas destempladas. Jorge en cambio, alargó la mano y se la estrechó al tal Salva, así dijo Nando que se llamaba. Éste les animó a darse dos besos, pero en eso, Jorge no cedió y siguió con el brazo estirado, a modo de barrera.

-Nos sentamos contigo – propuso Nando.

Jorge no dijo nada. Sonrió y miró de nuevo a todos los conocidos que les rodeaban. Se sentó y les dijo.

-Vosotros a lo vuestro. Yo tengo que escribir. Perdonad que no os haga ni caso.

A Nando se le heló la sangre. Pareció disgustado. Jorge se sentó, y sin decir nada más, se centró de nuevo en lo que estaba escribiendo y se aisló del mundo que le rodeaba completamente. Ni siquiera se dio cuenta cuando a los pocos minutos, Nando y el tal Salva se levantaron y se fueron, sin despedirse.

Jorge Rios.”

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Parecía que últimamente los hados del universo se habían aliado para sacar toda la mierda de las cloacas de su vida pasada. Siete años de aparente paz, después de la muerte de Nando. Triste paz, pero paz. Y de repente todo estallaba. Y ahora ese hombre. La guinda del pastel. Aunque todavía quedaban algunas guindas más. Tendría que buscar un momento para ir preparándolo. Y Jorge estaba seguro que solo conocía una pequeña parte de todo.

-No hace falta que hables con él. Flor se encargará – dijo Carmelo cogiéndole de la mano. Éste se había dado cuenta, por la forma de mirar de su escritor, que una cosa era que Jorge fingiera no enterarse y otra que no supiera nada. Lo conocía lo suficiente para saber que su amor sabía quien era el que armaba el follón. Y supo que los últimos minutos, Jorge no le había escuchado en absoluto: había estado atento al desarrollo de la bronca.

-Ya te dije que era la idea que tenía, acabar con mis auto-engaños de años. No había decidido verlo, pero sí enterarme de todo con pelos y señales. Así me ahorro el detective, y a ti te ahorro el mal trago de contarme lo que sabes. – explicó Jorge en respuesta a la muda pregunta formulada por Carmelo.

Jorge se levantó y recorrió con gesto decidido los pocos pasos que lo separaban de Flor y Fran y ese tal Salva. Carmelo hizo lo propio y le siguió.

-Si hay que partir jetas, las parto. No tengo ni para empezar con vosotros, chulos de mierda. ¡Fascistas! Yo voy donde me da la gana. Estoy en un país libre. Y unos putos fascistas como vosotros no vais a detenerme.

-Yo también estoy en un país libre. Tengo derecho a decidir con quién hablo. ¿O no? ¡Ah! Lo que pasa es que quieres nuestra mesa. Haberlo dicho hombre. Ocúpala que parece que te ha gustado. Siempre te ha gustado lo que tienen los demás y tienes la costumbre de cogerlo – le espetó Jorge. No le gustó el tono ni lo que había dicho el hombre ese. Ni la forma en que hablaba con Flor y Fran. También se percató de que intentaba por todos los medios que una pareja que parecía querer un autógrafo, se apartaran de ellos. Les estaba empujando hacia atrás de malos modos. Así que él no sintió la necesidad de ser educado. Y para lo que le pedía el cuerpo, en realidad estaba siendo muy comedido, se corrigió en su apreciación. – Nosotros nos vamos.

-No te irás a ninguna parte. Quiero hablar contigo, mierdecilla de escritor. Ya es hora de que hablemos.

Salva, volvió a girarse hacia esa pareja, que mostraban su enfado y su intención de apartalo para acercarse a Carmelo y Jorge. Les empujó de forma aparatosa. Dos de los escoltas, se acercaron a la pareja y les llevaron fuera del establecimiento. A Jorge le extrañó que los escoltas se llevaran a la pareja y no a Salva. Éste parecía pisar algo en el suelo con ganas.

El caso es que se había levantado de la mesa con la intención de que Flor lo dejara sentarse con ellos. Pero la actitud de ese hombre le hizo cambiar de opinión. Haría gala de su fama de broncas. Ya no se iba a contener. “¡A la mierda con la educación!” Los compañeros de Flor, sin hacer mucho ruido, les habían rodeado por completo. Varios de los policías que hasta ese momento estaban fuera a la expectativa, habían entrado también en el bar.

-¿Se puede saber a que viene esto después de siete años? Vaya, a lo mejor es que se te ha acabado el dinero que te regaló Nando antes de morir. – le dijo Jorge.- Mi dinero, por cierto. ¿Me lo vas a devolver? ¿Has venido para eso?

-Sois unos putos fascistas. Creéis que como sois famosos podéis ir pisando a la gente humilde como yo. Pero hoy os vais a enterar, me vais a escuchar porque se me pone en la punta del nabo.

-Pero tú ¿Quién coño te has creído? ¿Me vas a imponer tus deseos? Hace tiempo que no follas. Pues vete a buscar un chulo que te parta el culo como hacía mi marido. Yo hablo con quién me apetece. Y tú nunca has estado entre las personas con las que me apetezca pasar siquiera dos minutos.

-Eres un hijo de puta. Nando tenía toda la razón. Maldita sea tu puta estampa. Lo anulaste y lo mataste en vida. Le despreciabas, te creías superior. Me lo decía siempre.

-Eso sería para justificar que estaba contigo. Manda cojones, que tuviera el cuajo de ir diciendo esas cosas. Y tu tan idiota que te lo creías – le dijo Carmelo. No soportaba que encima Nando fuera haciéndose la víctima. Y ese bobo le había creído. Seguro que en algún momento le dijo que iba a dejar a Jorge pero que él se lo había impedido. Que le iba a dejar sin un duro. Ya sabía de otro caso que había empleado los mismos argumentos. – Serías el décimo al que decía las mismas sandeces. -¿A que te dijo que yo le negué el divorcio? – Jorge retomó la iniciativa – ¿Que le iba a dejar sin dinero? Como si el dinero fuera suyo. Como si tuviera derecho a un solo céntimo de mi dinero. Él no ganó un duro en su puta vida de forma legal. Vivía de mí. ¡Ah! ¡Sorpresa! ¿Te creías que fuiste el único? ¿O te pensante de verdad que el dinero era de los dos? Que iluso eras. Si supieras el ridículo que estás haciendo …

Salva hizo ademán de lanzarse a pegar a Jorge y a Carmelo. Pero Flor y Fran se lo impidieron. Pilar y Libertad, dos compañeras de Flor se acercaron desde la calle para apoyarlos. Carmelo se puso entre Jorge y Salva. En una pelea él tenía más práctica que Jorge, que no tenía ninguna, o al menos eso pensaba él. Y él había tenido una etapa en su vida en la que salía a tortas dos o tres veces por semana.

-Eres un cobarde. Míralo ahí, entre las faldas de todos estos fascistas y el actor niñato. Así te llamaba Nando, Carmelito de los cojones. – ignoró a Carmelo y se centró en mirar a Jorge. – Solos tú y yo, frente a frente, a ver quien le parte el alma antes al otro.

-Vete a dormir la mona y algún día a lo mejor hablamos. Va siendo hora que nos enteremos ambos de algunas verdades sobre Nando. No sé que vio en ti, salvo un pobre idiota al que manipular. ¿A ti también te daba drogas?

Salva abrió mucho los ojos. Ese último dardo había sido lanzado por Jorge solo con la intención de hacerle daño en la pelea dialéctica. Pero mira por dónde, había acertado. Y ya sabían el problema que había llevado a Salva a buscarlo: las drogas. Seguramente le había confiado alguna cantidad de droga con la que solía trapichear. Si le había durado siete años, o era mucha, o se la había racionado para estirarla lo más posible.

Libertad se cansó del tema. Por desgracia había visto muchas veces a su padre comportarse de esa forma. Así que lo agarró por la parte de atrás de la chaqueta que llevaba Salva y lo levantó del suelo.

-Una de las putas faldas fascistas te va a llevar a la calle. Esa puta falda fascista voy a ser yo. Y si levantas siquiera la vista del suelo, te juro que te parto la crisma. Y después, te detengo para engrosar tu ya dilatada carrera como modelo de fotos de ficha policial. Sin necesitar de otras faldas fascistas. Y que conste que hasta Jorge él solo, te hubiera dado una soberana paliza. Porque solo con darte un sopapo te hubieras caído al suelo. Eres un puto borracho y drogadicto, Salva Nosequé. Ya verás como el agua fría de la fuente de ahí fuera te espabila.

Sin más contemplaciones, se lo llevó a la calle.

Todos los que estaban en la cafetería los estaban mirando. El silencio era casi opresivo. Carmelo se puso en medio, decidido.

-Disculpen la escena. Era un ensayo de una obra novedosa y experimental. La gracia es hacerlo en medio de un recinto lleno de gente sin que nadie lo sepa. Pon otra ronda a todos, Kike, corre de nuestra cuenta. Y gracias a todos.

El público recibió la propuesta de una gratis con algunos aplausos. Jorge y Carmelo se volvieron a su mesa y Flor a una mesa más alejada. Fran se quedó en una esquina de la barra. Libertad seguía con Salva en la calle. Parecía que estaba consiguiendo que se relajara. El resto de escoltas permanecían a pocos pasos de ellos. No dejaban acercarse a nadie.

-Debía haberte hecho caso y haber investigado en su momento. A lo mejor lo hago tarde.

-Habla primero con tu suegra, algo te puede contar.

– Juana te ha contado algo – afirmó de repente Jorge que se había dado cuenta de un pequeño tic en el gesto de Carmelo. – A parte de todo lo que sabes por tus medios.

-Es mejor que te lo cuente ella. Nunca has querido escucharla. Se lo debes.

Jorge meneo la cabeza de lado a lado. Carmelo tenía razón. Nunca había querido escucharla. Ni a ella, ni a Carmelo, ni a nadie. Y lo más importante: Nunca había querido destapar la verdad sobre su suegra. En estos años, sencillamente se había dejado engañar. Como con Dimas. Era más cómodo.

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Jorge colgó la llamada. Había salido a la terraza. Necesitaba estar solo un rato. Carmelo además, estaba en medio de una multiconferencia sobre asuntos de “Tirso, la serie”. Justo cuando tomó asiento en su sofá de la terraza, Saúl le llamó para contarle que definitivamente iba a volver al instituto:

-Me dejan volver ahora, para que me acostumbre. Así que el lunes empiezo de nuevo.

-Pero eso es genial, cariño.

-Todo esto te lo debo a ti y a mis padres.

-Tus padres son los que te cuidan. Yo solo …

-Has hecho que me serene. Mi padre lo sabe. Te aprecia mucho, que lo sepas.

-Y yo a él. Cuéntame más cosas, anda. Tengo que buscar un día para ir a pasar la tarde contigo.

-Eso sería guay.

Estuvieron hablando todavía más de veinte minutos. Jorge no se cansaba de escuchar esa voz que ahora era un poco menos ronca, y que ahora sí, ya tenía vida. Y la risa del joven era completamente distinta. Al final quedó con él en ir el viernes de su primera semana de clases. Iría a recogerlo al instituto y de allí iría a casa. Roger, que estaba escuchando la conversación había dado su aquiescencia.

Carmelo había salido un momento de su video conferencia. Buscó a su escritor y al final lo vio a través de la cristalera; cuando Jorge salía a la terraza en la casa de Núñez de Balboa, no solía seguirlo. Sabía lo que había: escritor en busca de soledad o llamadas secretas. Y Así que se dio media vuelta y volvió a la sala de comunicaciones.

Hacía días que Jorge no hablaba con Carletto. Alguna vez le había intentado llamar, pero siempre le pillaba en mal momento. Estaba preocupado. Saúl tampoco lograba hablar con él. Roger no era claro al respecto:

-Es por Danilo – decía con su habitual parquedad.

Había estado investigando un poco. Raúl le había ayudado. Carletto había trabajado en el cine y la televisión al menos siete años. Empezó a los doce y lo dejó poco después de los diecinueve. Su nombre artístico era Remus Monleón. Cuando Raúl apareció contento delante de él y le dijo, enseguida lo recordó.

Había trabajado mucho con Carmelo. Había muchas fotos de ellos en los set de rodajes. En fiestas. Carletto también había trabajado mucho con Hugo y con Ro Escribano y Quim Córdoba. Hicieron una serie juntos. Y hacían de enamorados Hugo y él. Ro y Quim era una pareja amiga con la que se relacionaban mucho. Ellos cuatro eran el eje de la serie. Luego, en su vida real, su relación de amistad les llevaba a multitud de actos y fiestas donde se unían a Carmelo, a Biel … En presentaciones. Incluso habían trabajado en una película, Remus, Carmelo, Biel y Hugo. Los cuatro. Entonces eran los actores jóvenes más rompedores. Encontró un artículo en el que su amiga Roberta Flack hablaba de que a lo mejor, esos cuatro actores eran los siguientes juguetes rotos de la industria. Hablaba de su gusto por las fiestas sin medida, por las malas compañías, por como todo eso empezaba a afectar a su rendimiento en el trabajo. Citaba en concreto a Carletto y a Hugo. Pero a continuación venía a decir que aunque Biel y Carmelo seguían siendo profesionales, eso no significaba que su deriva personal no fuera a acabar en tragedia.

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Es más. Según me cuentan algunas personas del sector, puede que Remus y Hugo, tengan algunas posibilidades, porque de alguna forma, con su actitud, están pidiendo auxilio a gritos. Lo de Carmelo y Biel es algo silente. Nadie les va a ayudar porque todos siguen pensando que son dioses y están estupendos. Y no es así.”

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Jorge cogió el teléfono. Miró la hora. Para una persona normal era tarde. Pero quizás para Roberta no lo fuera. La llamó.

-¡Jorge! ¡Qué alegría! – había contestado con rapidez.

-Llevo días para llamarte, pero al final siempre me surge algo. Me apetecía charlar un rato contigo.

-Ya sé de tu gran actividad. Al menos ahora te enfrentas a tus fantasmas.

-Pero antes vivía mejor. Escribía más …

-Si es verdad que tienes escrito siquiera la mitad de lo que algunos van diciendo, creo que tienes colchón para publicar en los próximos veinte años.

-Que mala eres. Sabes que esa no es la finalidad última por la que escribo. Oye, antes de que se me olvide, muchas gracias por avisarme de lo de Álvaro.

-Me parece un tipo estupendo. Todos tenemos derecho a equivocarnos y que no nos crucifiquen por ello. Creo que os habéis ocupado a fondo de su problema. Eso es lo que me ha llegado. Tú y Dani. Y luego, se han unido el resto de sus muchos amigos. Tiene mucha suerte, aunque sabiendo como es, no me extraña que tenga un círculo de amistades que le apoyarán siempre.

-Ha sido difícil. Pero no ha acabado del todo.

-Me han dicho que ha cambiado hasta de representante.

-Sí. Ahora se encarga Sergio.

-A mí particularmente, esa Felisa, su antigua representante, no me gusta nada.

-No sé que decirte. No la conozco. Sergio no me ha dicho nada malo de ella. Álvaro … parece que tiene algunas cosas ahí guardadas que no le han gustado en el pasado, pero no me ha contado. Es claro que esa mujer no tenía ganas de luchar por Álvaro. Aunque yo creo que fue una estrategia para subirle la comisión. No pensó que Sergio quisiera encargarse de representarlo. En cuanto se enteró, porque Sergio en cuanto le dije la llamó para que le preparara la documentación, intentó recular. Es más: estoy casi seguro que ella fue la que hizo porque todos los representantes se enteraran del affaire. Para que nadie le cogiera. Con Sergio no se atrevió o éste no la hizo caso.

-Eso me cuadraría con lo que me han contado otros de ella. Y además, no contaría con que Sergio lo cogiera, porque no coge a nadie hace muchos meses. Me ha llegado también que ha cogido a un músico de clásica … a ti, un escritor … ya es oficial para todo el mundo que quien te quiera para algo, debe llamarlo a él. Y hay un runrún con Nati Guevara de protagonista. Y tú andas por medio. Lo de Nati Guevara, me tienes que contar. No os podíais ni ver cuando trabajaba.

-Cuando sepa algo, serás la primera en saberlo.

-No creas que me voy a olvidar … por cierto, muchas gracias por el regalazo que le has hecho a mi hijo.

-¿Le ha gustado? Tenía mis dudas.

-Yo creo que se lo ha enseñado a todo el mundo. Una edición especial de “Las gildas”. No la había visto nunca. Y dedicada. Y menuda dedicatoria. Ha crecido diez centímetros desde que recibió tu regalo.

-Ya será por la escayola y el reposo.

-Con eso entonces, ya ha crecido quince centímetros. Parecía que no iba a alcanzar a su padre, pero ya es más alto. ¿Y esa edición especial? ¿Dónde la tenías escondida?

-Fue algo que preparé, no le gustó a Dimas … me empeñé … se tiraron algunas copias … Dimas se puso en plan chulo y yo me quedé con todas, con la edición entera. No me apetecía entonces luchar por ello. Nadie la tiene, más que si se la regalo yo. No la tiene ni Carmelo, no te digo más.

-¿Y por qué ahora que no está Dimas, no las pones en circulación?

-Pereza. La verdad, no sé que decirte. Preparo de todas formas una de “La Casa Monforte”. La editorial no lo sabe. A ver lo que dicen cuando se lo proponga. Cambiando de tema ¿Qué tal está mi amigo Poveda?

-Ya no dice nada de ti. Mudo. Parece que las demandas que le has puesto, han hecho que reconsidere su postura.

-Sergio y mi abogado me convencieron. Decían que no podía dejar pasar afirmaciones tan fuera de lugar. Dime que el intrigante era Goyo Badía o uno de sus chicos.

-¡Qué cabrón! Y yo que quería darte la noticia. No digas nada. Le estoy preparando una trampa. Cuando lo tenga todo bien grabado, te lo digo.

-Te doy yo una primicia: Goyo Badía, con Willy Camino de lugarteniente, son las cabezas visibles de una trama para estafar a actores jóvenes y no tan jóvenes.

-¿Relacionado con lo de Álvaro Cernés?

-Efectivamente.

-¿Me lo cuentas?

-Yo te cuento una parte, pero luego tú investigas y me cuentas a mí. Luego quedamos en ver que cuentas en los programas a los que vas y en tus artículos de “El País”.

Jorge le desgranó a grandes rasgos la trama de los préstamos y de incitar a esos actores a vivir por encima de sus posibilidades.

-Te haré llegar por algún medio discreto y seguro una lista de esos timados. Sería conveniente que te acercaras a alguno, a ver si te cuenta. La policía necesita una pista que lleve a la cabeza de todo.

Roberta se quedó callada. Parecía estar atando cabos.

-Me ha venido a la cabeza un nombre. Pero … no te lo voy a decir de momento. Voy a hacer algunas averiguaciones. Eso va a entroncar con el pasado tuyo y de Dani, si es que tengo razón.

-Contaba con eso. Una cosa ¿Goyo Badía representa a Poveda?

-No. Poveda va por libre. No tiene representante. Lo que no significa que no se traten.

-No es periodista ¿Verdad?

Roberta se echó a reír.

-No lo es, no.

-Poveda de todas formas es nombre artístico ¿verdad?

Roberta volvió a soltar una carcajada.

-Lo es sí.

-Cambiemos de tema. Que en realidad no te llamaba por esto. Me acabo de encontrar con un artículo tuyo de “El País” de hace bastantes años. En él hablas de Dani, de Biel, de Hugo Utiel y de Remus Monleón. Y vaticinas para ellos poco menos que el fin del mundo.

-Los cuatro jinetes del apocalipsis. Me alegra que al menos Biel y Dani se salvaran. Para los detalles, tendría que repasar mis notas. Hace mucho de eso. Cuando Remus y Hugo Utiel desaparecieron del mapa, les perdí la pista. Un día que tenga tiempo, tengo que retomar la investigación y averiguar que fue de ellos. Y de otros dos de sus acólitos: Ro Escribano y Quim Córdoba.

-Me interesa que me cuentes lo que recuerdes de ellos y lo que te llevó a escribir ese artículo. Y lo que te guardaste. Siempre cuentas la mitad de lo que sabes. Y si te portas bien, te pongo en contacto con ellos. Con los dos primeros al menos.

Roberta resopló.

-¿Por qué no te vienes dando un paseo y te invito a cenar? Y hablamos tranquilos. No es para hablarlo por teléfono.

-No quiero molestar a Dido.

-Está trabajando. Y Rodrigo está con su padre.

Jorge se quedó unos segundos pensando.

-Venga, me acerco. Recuerda que voy con mis chicos.

-Pueden subir a echar un vistazo, contaba con ello. Mientras no se asusten cuando entren en la habitación de Rodri …

-En un cuarto de hora estoy. ¿Era el 7º D?

-Sí.

Jorge colgó. No había previsto la deriva de la conversación. Pero a lo mejor … su entrevista con Roberta le aclaraba algunas cosas. Algunas de ellas no esperadas.

Pero se lamentó no haber podido hablar con Carletto. Lo intentaría al día siguiente. Y de todas formas, si no lo conseguía, intentaría que Pólux le proporcionara acceso a ese Lucas, el chico de las fotos. Tenía la intuición de que no podía dejarlo más. Cada vez que pensaba en él, el estómago le daba un vuelco.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 107.

Capítulo 107.- 

.

-Mira Carmelo este es Dorian, uno de esos jóvenes por los que siempre me has preguntado. Esos que me han asaltado en mi caminar silencioso estos años porque se han quedado subyugados por mi prestancia y mi cuerpo.

-Encantado de conocerte – Dorian tendió la mano al actor que por pura inercia educacional se la estrechó. Aunque de su boca solo salieron algunos sonidos guturales apenas entendibles y por sus ojos, salían unos rayos de color rojo propios de Supermán en plena batalla para salvar a la Tierra.

-Podíamos organizar un trío. Carmelo, me han comentado que eres un hombre muy sexual. Jorge me ha hecho gozar como nadie en el mundo. Me muero por estar en medio de vosotros dos en la cama.

-¿Y por qué no te vas a cagar al campo y te limpias el culo con un manojo de ortigas? ¿Eh? ¿eh? El escritor es mío. ¡¡¡¡Mío!!!! Y no me toques los cojones que saco la recortada y te descerrojo tres tiros en menos que guiñas el ojo. ¿Tienes un tic?

-¿Descerrojas? – se burló Jorge.

-Descerrajo, joder. Listo, que eres un listillo … y contigo quiero hablar luego cuando estemos solos. Sí, sí, estoy muy enfadado. Muy enfadado. Me muero de lo enfadado que estoy. Te vas a enterar escritor …

Jorge abrió los ojos sobresaltado. A algún vecino se le acababa de caer algo al suelo y el ruido le hizo despertar. Estaba sentado en su butaca con las piernas apoyadas sobre un escabel.

Tardó en situarse. Se había levantado pronto porque se había desvelado y había decidido vestirse. No quería seguir dando vueltas en la cama, buscando un sueño que le esquivaba con bastante éxito. Tenía intención de irse a dar un paseo, visitar algunos de sus bares de referencia a los que tenía un poco olvidados en los últimos tiempos. Pero las seis de la mañana le pareció demasiado pronto. Y se sentó a bucear en esos relatos que tenía olvidados. Raúl le había pedido que los echara un vistazo. Había alguna cosa que no le cuadraba.

Y en cuanto se puso a ello, los ojos empezaron a pesarle y se sumió en un sueño … divertido. Porque se acordaba del sueño. Rápidamente tomó algunas notas para no olvidarlo. Quedaría un bonito relato.

-¡¡Carmelo!! – llamó a voz en grito. Le apetecía contarle el sueño a él primero. Seguro que le iba a hacer gracia.

-¡¡Carmelo!!

Pero nadie respondió.

Miró la tablet que seguía teniendo en su regazo. Eran más de las nueve y media. Pues sí que había dormido tiempo. Carmelo tenía que irse a las ocho y media. Pero le había puesto una manta por encima para abrigarlo. La olió. Olía a él, a su rubito.

Eso le estimuló. Apartó la manta a un costado y fue en busca de sus zapatos. Revisó con rapidez la casa, para comprobar que todo se quedaba bien y, después de coger una chaqueta, se echó a la calle.

-¿Coche? – le preguntó Luisete, al mando de su escolta.

-No. Caminemos. Al Cortejo.

-No me lo puedo creer, hoy te lo vas a tomar con calma. – bromeó el policía.

-Si quieres nos …

-No, no, no. Si me parece bien. No te pongas así. Andar es bueno para la salud.

-Pues vamos. ¿Llevas tabaco?

Luisete sacó el paquete mientras sonreía.

-Era para ponerte a prueba. Después del café.

No hacía buena mañana. Hacía un poco de aire y estaba medio nublado. La temperatura no era mala, pero al cabo de diez minutos de caminar, Jorge se arrepintió de no haber cogido una cazadora más abrigada. Apresuró el paso para llegar cuanto antes al bar. Tenía ganas además de desayunar. Parecía que esa siesta mañanera le había abierto el apetito.

Íñigo, uno de los camareros le señaló su mesa. Seguía puesto el cartel de reservado. Aunque llevaba un par de semanas que no iba, le seguían guardando su sitio. Le sonrió agradecido. Se sentó mirando al resto de las mesas. Para observar. Aunque en ese primer momento, el observado era él.

Nunca le había pasado eso. Normalmente solía pasar desapercibido. Salvo para dos lectores devotos o para tres tocapelotas igual de perseverantes. Pero el resto del público apenas se fijaba en él.

-Hace tiempo que no vienes. La gente te echaba de menos. Estarán mirando si tienes señales de haber pasado alguna enfermedad que justifique tu ausencia. Muchos me han preguntado por ti.

Íñigo había ido a su mesa a tomarle nota. Lo conocía lo suficiente para saber a que se debía su gesto de extrañeza.

-¿Desayuno en condiciones?

-Sí. Hoy me apetece cruasán a la plancha. Y chocolate. Mermelada de albaricoque. Y una porra. Zumo de naranja.

-¿Hojaldritos de crema?

-Eso ni se pregunta.

-¿Vaso de leche fría?

Jorge le señaló con el dedo a la vez que sonreía.

-Tú si que sabes – dijo convirtiendo el dedo en un puño para chocarlo.

-Luego sale Joaquín para saludarte.

-¿Ya está recuperado? ¡Qué alegría!

-Está renqueante aún. Juanjo le echa antes de su hora. Se le nota flojo todavía.

-Y se enfadará.

Íñigo se echó a reír.

-Antes porque le pedía que se quedara un rato más, y ahora por lo contrario.

-Joaquín sin quejarse no sería el mismo. Luego está encantado.

-Y se lleva a Juanjo a tomar algo. Te voy preparando el pedido. Tendrás ganas de ponerte a escribir.

-Hoy voy a leer. Tengo que revisar cosas que escribí hace tiempo.

-Pues te dejo con tus correcciones.

Jorge se quedó un rato observando a la gente. Comprobó que muchos seguían siendo los mismos. Vio también gente distinta, y echó en falta a algunos de los habituales. Cada hora tenía su grupito de fijos. Algunos al encontrarse su mirada lo sonrieron a modo de bienvenida.

No se entretuvo en esos saludos demasiado tiempo. Raúl le había dejado preocupado con los comentarios que le había hecho.

.

-Tu programa de edición da un número a todos los relatos que abres. Ese número va a acompañado de un código que señala las características del relato anterior. Esos códigos se van actualizando si tú cambias ese relato. O sea, si estás en el #038469 sale después $45-349-9. 45 son los capítulos del relato anterior, 349 el de páginas y 9 el de revisiones. Hasta ahora, he encontrado que faltan 25 relatos. Todos son de más de 400 páginas.

-¿Novelas?

Raúl se encogió de hombros.

-Es que tu forma de llamar a los escritos despista. Para el común de los mortales, son novelas. – la cara de guasa de Raúl al explicar ese pensamiento era grandiosa.

-¿Y no puede ser que lo haya cambiado de carpeta?

-No. Guarda siempre ese número.

-¿Son actuales?

-Algunos son de hace quince años. Los más recientes que no encuentro, son de hace unos meses. Tres en concreto.

-¿Están registrados?

-Unos sí y otros no.

-Hazme una lista de los relatos que faltan. Y si están registrados o no. Y ahora te hago una transferencia para cubrir al menos tus gastos por imprimir y llevar mis relatos a registrar. Y si ves que me quedo corto, me lo dices.

-Jorge no …

-Sí, hace falta. Estaría bueno que encima que me haces el favor, te cueste dinero. Ya te cuesta tiempo de descanso.

-Si me lo paso bien … tengo la satisfacción que soy el único que los ha leído. Porque hasta esas carpetas, solo ha llegado Martín y ahora yo.

.

Se enfrascó buscando las referencias que le había dado. Mientras disfrutaba del desayuno que había pedido, dejó a la tablet haciendo una búsqueda y creando un directorio de los relatos por su número de referencia. Ese truco le indicaría si Raúl, al persistir en su misión, incluiría más relatos en esa lista de historias que faltaban.

Mientras saboreaba el cruasán bien mojado en el chocolate, firmó un par de libros que le acercaron dos mujeres. Parecían temerosas de poder molestar a Jorge. Debían conocer su fama. Le explicaron que estaban de paso y que era su último día en Madrid.

-¿De dónde son?

-De Zumaya.

-¡Anda! Tengo un amigo que trabaja en Cestona, en el balneario. Le tengo prometido acercarme a pasar unos días por allí.

-Pues si un día se decide, estaremos encantadas de hacerle de guía.

Se sacó también una foto con ellas y volvió a su desayuno. Con el vaso de leche fría, llegó el momento de volver a sumergirse en el estudio de sus relatos.

Al crear ese directorio habían aparecido algunos relatos más que faltaban. Eso en un primer vistazo. Revisar toda la lista le llevaría un buen rato. Se apuntó mentalmente la tarea de llamar a Aitor para que le ayudara a buscar la correspondencia del número que asignaba el programa con los títulos. Sabía que el programa guardaba toda esa información pero no recordaba como se ejecutaban esas funciones. No recordaba haber borrado esos relatos. Y echando un vistazo por encima, se había percatado que había grupos de hasta diez documentos seguidos que faltaban. Si los hubiera eliminado él, pensaba que se acordaría. Aunque en general, no borraba nada. Solo tenía presente haberlo hecho con un par de esbozos que no le llevaron a ningún sitio. Y una novelita que escribió para probar una forma distinta de contar, pero que, revisada un par de meses después, le dio arcadas al leerla de nuevo. Para eso tenía las carpetas de “descartados”. Ahí pasaba lo que no le hacía demasiada gracia. Aunque debía reconocer que, después de los descubrimientos de Martín, ya no estaba seguro. Porque además, en esas carpetas muy poco visibles, casi todos los relatos estaban sin registrar. Y él, hasta donde recordaba, registraba todo, le gustara o no. Quizás su época de las vitaminas, le había afectado de una forma que no pensaba que lo fuera a hacer. A lo mejor le habían creado algunas lagunas en su actividad. O en su memoria. Algunas lagunas no reconocidas y asumidas por él.

-¡Jorge! ¡Qué casualidad!

El escritor levantó la cabeza desubicado. Había reconocido la voz, pero no era capaz de identificarla. Tardó unos segundos en centrar la vista y volver de su proceso mental. Al final logró situarse.

-¡Esther!

La mujer sonrió a la vez que se sentaba enfrente suyo.

-Precisamente estaba pensando llamarte. Ha sido el destino que ha hecho que nos encontremos.

Jorge se recostó en su silla. No le gustaban las encerronas. Y estaba convencido de que ese encuentro, podía definirse como tal.

Jorge Rios.”

.

Martín salió corriendo de la casa. Su respiración estaba desbocada. Esos ataques de furia, sobre todo con sus padres, se estaban convirtiendo en habituales. Y eso no le gustaba.

Llevaba una temporada larga pensando en ello sin llegar a ninguna conclusión. Y el día del encuentro con los padres de Jorge lo supo: saltaba, se enfadaba, discutía, porque quería defenderlo. Jorge era muy importante en su vida. Le había enseñado muchas cosas, sobre todo a pensar por él mismo. Le había ayudado a superar sus muchos miedos. Había ido a pasar un mes a un pueblo perdido, solo por estar cerca de dónde él iba de campamentos obligado por sus padres. Para verlo cada vez que lo necesitaba. Había dejado que se equivocara para aprender. Pero había estado a su lado para cogerle la mano y ayudarlo a levantarse. Le había querido sin condicionantes. Tal y como era.

Ni él mismo se reconocía discutiendo y chillando. No se sentía bien. Le había pasado con la bronca con su madre de hacía algunas semanas. Había estado varios días dándole vueltas a la cabeza, hasta convertirse en obsesión. Días además que evitó a Jorge. No quería que se preocupara. Sabía de los muchos cambios que en poco tiempo había afrontado. No quería ser convertirse en alguien de quien tuviera que estar pendiente todo el día. Sabía que si le contaba, se iba a volcar con él, dejando otras cosas más importantes. No quería eso.

Definitivamente, no se sentía bien consigo mismo. Por la situación y por su reacción. Normalmente era tranquilo. Relativizaba las cosas, los insultos, los menosprecios. Sabía ver los dobles juegos de la gente, pero en lugar de enfadarse solía divertirse prediciendo los pasos de los falsos y los conspiradores. Era una de las cosas que había aprendido de Jorge.

Era distinto cuando el juego implicaba a sus padres. No le había mentido ni un ápice a Jorge cuando le había dicho que le iba a contar lo que sabía. Para él Jorge era importante. Era la persona que le había servido de apoyo. Junto con Rodrigo, el director, eran sus “personas importantes”. En ellos había encontrado lo que no había hecho en sus padres. Siempre les había visto como falsos. Le gustaba escuchar y les oía opinar de forma radicalmente opuesta dependiendo de con quién hablaran. Y lo que más le fastidiaba, que enseguida se dio cuenta que sus padres despreciaban a Jorge. Lo consideraban un advenedizo, un escritor de pacotilla del que eran los primeros en dudar de que hubiera escrito sus novelas. Aunque cuando estaban con él, prodigaban los halagos y las muestras de cercanía.

Llegó al jardín y se sentó en una mesa bajo un gran árbol. Le gustaba que Carmelo y Jorge le hubieran invitado a su refugio secreto. Y no iba a desaprovechar la invitación que le habían hecho en las últimas horas. Pensó que si le ofrecían una llave, como así le había dicho Carmelo, la cogería sin discutir. El único problema era ir a los rodajes y a otros actos. En realidad, para los rodajes el coche de producción era la solución. O usar la casa de Madrid. Esa casa siempre le había gustado. Ahora ya le daba igual lo que pensaran sus padres. Como si pensaban que se lo montaba con Jorge y Carmelo a la vez. Definitivamente, iba a irse a vivir con ellos, tal y como había quedado con Jorge. Y sin necesidad de ir al piso de al lado. Se quedaría en su habitación de siempre.

Casi nadie de las amistades de Carmelo había ido allí, a Concejo de Prado, por no decir nadie. Carmelo y Cape habían creado un mundo aparte. Una guarida a resguardo de ojos indiscretos. No, corrigió su pensamiento. Era el mundo de Carmelo. Cape había llegado después. Y él percibía que en todo caso, era el mundo de Jorge y Carmelo. El actor siempre había tenido presente los gustos de Jorge al distribuir su casa. Había rincones copiados exactamente de la casa de Núñez de Balboa, la casa de Jorge. Y eso le ponía contento, porque hacía ya muchos años que se había dado cuenta de como se querían y como se hacían bien el uno al otro.

Vio a Eduardo en la puerta de la casa que lo observaba a hurtadillas, sin atrever a acercarse. Había escuchado a Dani alguna vez hablar de él. No se lo imaginaba tan atractivo. Eso indudablemente era un prejuicio, ahora lo veía claro. Igual que veía las pajas en el ojo ajeno, sabía ver los troncos en el propio. Había pensado que un hombre guapo y atractivo no podía estar escondido en un pueblo de 800 habitantes, por mucho que tuviera como vecinos a “los Danis”.

-Ven, que no muerdo. Acércate.

-¿Seguro?

-¿Seguro que?

-Que no muerdes. Hace unos segundos parecía que ibas a saltar a la yugular de alguien.

Eduardo había empezado a andar en su dirección, aunque con paso dubitativo.

-Serás bobo – a Martín se le pasó de repente su enfado. No le quedó más remedio que sonreír y hacerle señas con la mano para que se acercara. – Soy actor te recuerdo.

-Pues si ha sido una actuación, la has bordado. Nos has dejado acojonados a todos.

-Gracias. Me alegra que me lo digas – Martín cargó la inflexión de su voz con un tono de ironía inconfundible.

Eduardo se echó a reír.

-¿Te han mandado a vigilarme?

-Pues sí. No confían en que no vayas a romper el mobiliario o algo de eso. – se lo dijo todo serio, salvo por un pequeño brillo en los ojos. – Pero no te preocupes, les he dicho que no te creía capaz de hacer nada de eso. Y que en todo caso, si incendiabas la casa, les avisaría para que salieran a tiempo.

-Muy considerado por tu parte.

-Dani y los demás me caen bien. Y está mi padre. Y a ese no le puedo perder.

-Quieres mucho a tu padre.

-Sí. Es mi padre porque él quiso y yo quise. Es una elección mutua. Como con mi madre. No ocurre casi nunca.

-No entiendo.

-Me adoptaron hace poco. Legalmente, quiero decir. Casi siempre he vivido con ellos. En realidad son mis tíos. Pero me han criado ellos. Mi madre cuenta siempre muy orgullosa como mi madre la que me parió, me traía a casa llorando como un desesperado, sin saber que hacer conmigo. Y que en cuanto ella o mi padre me cogían en brazos, me relajaba, suspiraba y me quedaba dormido.

-¿Y tus padres carnales? Bueno no se dice así, no me sale…

-Murieron. En un accidente.

-Vaya – Martín no sabía como contestar. No se esperaba eso.

-Tranquilo. Fue hace tiempo. Y como te he dicho, mis cariños desde muy pequeño estaban centrados en Felipe y Ana, mis padres ahora.

-Pero aún así…

-Es algo que a veces me remuerde la conciencia, ¿sabes? No sentí tristeza. No lloré ni nada de eso. Ni me deprimí. No los he echado de menos. Debería entristecerme al pensar en ellos. Pero no. No hicieron nada por mí, salvo dejarme en manos de mis tíos, cosa que les agradezco enormemente.

-Yo tengo suerte. Tengo a mis padres y a mi hermano Quirce. Y los quiero y me quieren. Y tengo un tío, Jorge y un padrino, Rodrigo, que me protegen, me quieren y me consienten.

-¿Seguro? Porque hace un momento parecía todo lo contrario.

-Pero eso pasa en todas las familias – se justificó Martín sin atreverse a mirar a Eduardo. No le apetecía de momento sincerarse al cien con ese chico. Al fin y al cabo, lo acababa de conocer.

-¿Quieres que te enseñe la zona? Podemos dar un paseo hasta “el estanque de los encuentros”.

Sin esperar respuesta, Eduardo se había levantado de la silla en la que estaba sentado a horcajadas e invitó a Martín a seguirlo. Se fueron alejando de la casa caminando despacio, Eduardo un poco por delante de Martín.

-¿Y eso que es? “El estanque de los encuentros”. – preguntó Martín para ocupar el espacio sin conversación. Esperaba que nadie les hubiera visto volver de ese sitio unas horas antes y se lo contara a Eduardo.

-Un remanso en el río, en medio de una arboleda. Ahí suelen ir Dani y Cape a nadar. Y Alberto, el chico que estaba en el bar, el hijo de Gerardo. Sabes, fuimos un tiempo medio novios, hasta que un día se fue.

-¿No salió bien?

-No, que va. Todo iba bien. Un día se tuvo que ir. Nada más. Rompió antes de irse. Me imagino que no quería que me quedara esperándolo.

-¿Y ahora no te ha dicho nada? Una explicación o algo.

Eduardo se encogió de hombros.

-Él no ha dicho nada y yo no me he atrevido casi ni a acercarme. Algo como muy secreto de lo que no podía hablar.

Martín se dio cuenta que el tema ponía triste a Eduardo, así que intentó cambiar de tema.

-¿Qué me decías de ese “Estanque de los encuentros”?

-Un sitio tranquilo. Solo lo conocemos unos pocos. Carmelo, Cape, Alberto, yo. Como está apartado solemos aprovechar para nadar desnudos. A ver, me explico. Conocerlo conocerlo, lo conoce todos en el pueblo, quiero decir que no suelen ir. Yo creo que es por no encontrar desnudo a Carmelo.

-¿Te has bañado con Carmelo desnudo?

-No, no. Sé que van, me lo contó Alberto. De hecho me llevó Alberto por primera vez. En realidad nunca he estado allí con Dani ¿Te apetece que nos bañemos? – de repente Eduardo parecía haberse animado. Quizás por la perspectiva de ver desnudo a su nuevo amigo. Así al menos lo interpretó éste.

-No me van los baños y menos desnudo. No me mola lo de bañarme en ríos y así.

-Quiero verte desnudo.

-Que descarado. – Martín sonrió de forma irónica.

-Eres actor, tienes que estar acostumbrado.

-No me digas que soy tu actor preferido, que no me lo creo. Es lo que dicen siempre los que quieren ligar conmigo. Y luego no saben ni como te llamas y no saben decir una película en la que salgas. En eso soy como Jorge. ¿Sabes que Jorge cuando se acerca un fan muy efusivo lo primero que les pregunta es su novela preferida? Es para saber si de verdad es fan o simplemente sabe que es una persona famosa y quiere dar el pego.

-No te lo diré. No eres mi actor preferido. En todo caso lo sería Dani. Y ni de él te sé decir dos películas. Soy un desastre con los títulos. A veces hasta se me olvidan los títulos de los libros de Jorge Rios, y eso que me los he leído todos y algunos hasta dos y tres veces. Ha sido genial conocerlo ayer. De él si que puedo decir que es mi escritor preferido.

-Yo también he leído todas las novelas de Jorge. Lo quiero mucho. – decir esa frase dejó momentáneamente melancólico al actor. Decidió volver a llenar el silencio con algún tema intrascendente. – Se me hace raro llamar a Carmelo “Dani”. En nuestro mundo debemos llamarlo Carmelo del Rio.

-Pero aquí debemos llamarlo Dani. Aquí Carmelo no existe. Literalmente.

-Yaya, ya lo sé. Ya me han avisado. Si pregunto por Carmelo, me dirán que no vive aquí.

-¿No sabías que se llama Daniel?

-Sí, sí, eso sí. Daniel Morán Torres. Es amigo de toda la vida. De mi padre también. Igual que Jorge. Mi hermano Quirce y yo, adoptamos como tío a Jorge. Desde el primer día que fue a casa por mi madre. Son compañeros en la Universidad. Nos conquistó en media hora. Nadie escucha como él. Le puedes contar cualquier bobada que él te escucha atentamente. Y no te intenta dar la brasa con consejos y con lecciones de mayores. A veces te cuenta luego una historia que se inventa con lo que le has confiado. O te abraza. Y eso que tiene fama de arisco.

-Eso del cine parece una gran familia.

-Jorge no tiene que ver con el cine. Salvo ahora que le ha vendido los derechos a Carmelo, nunca ha querido que sus obras se trasladaran a la pantalla. Si se mueve en esos círculos es por Carmelo, que le ha pedido a menudo que le acompañara. Muchos de los amigos de Carmelo se han convertido en amigos de Jorge. Álvaro, por ejemplo. Biel. Mariola. Ester. Y no, los del cine no somos una familia. Hay muchas familias dentro del mundo del cine, no te lo niego. Muchos grupos de gente que han trabajado muchas veces juntos y que tienen una relación cercana. Pero con el resto no. en general, mientras estás en un proyecto, pues sales en grupo, tienes wasap común, haces declaraciones de que vais a ser los mejores amigos del mundo. Cuando acaba el rodaje, en general, el wasap se queda olvidado, las comidas en grupo se quedan en anécdota, hasta que desaparecen por completo. Puede que con una de esas personas sigas en contacto porque de verdad os habéis caído bien. Se una a tu grupo de amigos y tú al de él. Nada más. También hay mucha gente que se odia o no se soporta. Hay muchos egos. Va con la profesión. Algunos dicen que sin un cierto grado de ego, no puedes ser un buen artista. Yo no soy muy de esa opinión. Aunque reconozco que muchos grandes artistas, son orgullosos, prepotentes e insoportables.

-¿Y quien forma tu familia del cine?

-Rodrigo el director, es mi padrino. Mario y su hermano Óscar. Ester Portillo, Miguel , Biel Casal, Jacinto Ubierna, Macarena García, Jimena Tomás, Alex Moner, Ricardo Gómez, Mariola Caño, Jose Coronado y Nicolás, Álvaro Cernés, Arón Sanpper, Manu Rios… y muchos otros. Y Carmelo, claro.

-Vaya.

-¿Y te lo has montado con Dani?

-¿Y tú?

-No, somos amigos. Desde que tenía 8 ó 9 años.

-Yo lo conocí con 16 o así. También somos amigos. Me ha ayudado mucho. Es con el único que puedo hablar aquí de chicos.

-¿Y ese Alberto? – Martín se dio cuenta inmediatamente que había metido la pata al volver a Alberto – Perdona, no quería volver al tema. He sido un estúpido.

Eduardo empezó a contarle la historia. Como después del asunto de Carlos su primer novio, y cómo le hizo pagar la traición cubriéndole de brea y luego de plumas y haciendo que saliera corriendo por todo el pueblo con solo esa vestimenta, Alberto empezó a fijarse en él.

-Era bonito. Alberto es mayor. Y un pibón. Ahora está un poco demacrado y magullado, en lo físico y de coco. – se señaló la cabeza con el dedo – No es ni sombra de como era. No te puedes hacer una idea del cambio. Lo ha tenido que pasar fatal.

-¿Qué le ha ocurrido?

-Ni idea. No me atrevo a acercarme a hablar con él, ya te he dicho antes. Y los que lo han hecho, no han sacado nada. Parece un secreto de estado.

Le contó como después de estar unos meses juntos, un buen día apareció en su casa de madrugara para anunciarle que tenían que romper.

-”Me tengo que ir lejos. No te puedo contar nada. No sé cuando volveré y no podré ponerme en contacto contigo. Es mejor que busques a otro.” Eso me dijo. Sin dejarme casi ni respirar. Tardé días en procesar lo que había ocurrido esa noche.

-Joder, que flash.

-Eso me dijo. Y sin más, me dio un beso, me pidió perdón, y se fue. Casi dos años sin saber nada de él. Ni su padre sabía nada. El hombre lo ha pasado mal. Muy mal. Mi madre le ha intentado ayudar. Y también mi padre. Él en cambio intentaba consolarme a mí. Fijate si es buena gente. Él jodido y preocupado por mí.

-Debe ser un palo.

-Mira, ahí está el estanque.

-Es bonito. Si viviera aquí, vendría todos los días.

-¿A nadar desnudo? – le picó Eduardo.

-Bueno, no soy muy de nadar, ni vestido ni desnudo, ni de desnudarme en público. Por mucho que lo intentes no me vas a hacer cambiar la respuesta.

-Si estás como un tren. Y eres actor.

-Ya, pero me da vergüenza. Y que conste que he hecho desnudos integrales y me han salido bien. Ningún problema.

-¿Y no se te pone…? – A Eduardo le daba corte acabar la pregunta.

-Sí, con cien personas mirando como te besas. Con el de la cámara pegado a tu oreja y el microfonista poniéndote la alcachofa entre tu compañera y tú. Y el director dice ¡Corten! Y cambia las cámaras. Y te da las instrucciones. “ahora le pasas la mano por la teta así, y le miras a los ojos y la abrazas y luego ella echa el cuello para atrás y le muerdes la yugular como si fueras un vampiro”. Y mientras, cien personas mirando. A mí se me hace enana la picha. Rodar una escena de esas es de lo menos erótico del mundo. No valdría para hacer porno.

-¿No has rodado escenas con chicos?

-Siempre he hecho de hetero en el cine. Menos en “La Serpiente de la Muerte”, pero ahí no tenía escenas de sexo. Solo un beso en una escena fugaz con un noviete que tenía mi personaje. Y unas miradas libidinosas con Mario en otra escena. ¿Y es verdad que no me conocías?

-Conocerte sí. Alguna vez vemos alguna peli en casa de Dani, tiene una pantalla grande y un equipo genial. Y han hablado alguna vez de ti y de tu padre. Pero no soy muy de cine. Las pelis de Dani, pues sí, pero porque sale él y lo conoces y parece que las veo con otra cosa. Sobre todo me hacen gracia las de hace años, o cuando era peque. Era una pasada. Y vi una que, ahora me acuerdo. Él era un adolescente y salías tú. Joder, pero… ahora que lo pienso, os parecéis. Pero es que vimos antes otra de Carmelo más antigua… el Carmelo de la antigua y tú de la más reciente, parecéis el mismo actor. Clavados. Y sí, es verdad, os dais … os parecéis.

-Alguna vez nos toman por hermanos. A veces ni corregimos.

-Pero a parte de eso, no veo demasiado. Me gusta más leer.

-¿Ni el Señor de los Anillos o Juego de Tronos?

-Pues no. Pero “El Señor de los Anillos” lo he leído. Y las novelas de Jorge, ya te he dicho antes. Me ha gustado conocerlo, aunque no le he dicho nada. Juego de Tronos la tengo pendiente. Me da apuro, porque el autor no ha acabado todas las novelas. Me gustaría leerlas todas seguidas.

-¿Ni Élite? ¿La Casa de papel?

-Élite sí, por Álvaro Rico.

-Es buen tío.

-El que también se parece a ti es el otro Álvaro, Álvaro Cernés.

-Es un buen tío también. Y es otro de mis hermanos o primos. A veces decimos que somos primos. Mira, uno de los personajes de Tirso, uno para el que están pensando que lo haga yo, Álvaro era la opción de Jorge antes de que yo volviera a trabajar.

-El Álvaro ese se enfadará.

-No, Jorge le ha buscado otro personaje. Y Álvaro tiene trabajo de sobra. Y es amiguete de todos nosotros. Es buen tío. Yo creo además que ahora que Jorge ha vendido su primera novela, le seguirán las demás. Y en “deJuan”, Juan tiene todas las papeletas de ser interpretado por Álvaro. A éste además le encanta ese personaje.

-Venga, vamos, no hay nadie. Bañémonos. Antes has dicho que querías verme desnudo.

-No, que me da… y yo no he dicho eso. Lo has dicho tú de mí.

Pero Eduardo le cogió de la mano y tiró de él hacia el agua. Cuando llegó a la orilla, empezó a desnudarse sin más.

-Si no te desnudas tú, lo haré yo. Y soy más fuerte. Es lo que tiene trabajar en una granja.

Martín sonrió nervioso. Al final acabó por empezar a quitarse la ropa. Iba a dejarse los calzoncillos, pero le pareció ridículo, así que se los quitó y siguió a Eduardo al agua.

Eduardo estaba decidido a hacer pasar un buen rato a Martín. Así que empezó a picarlo para hacer carreras. Pero enseguida comprobó que las reticencias para meterse en el agua, no era por la desnudez o porque no le gustara su cuerpo. Era porque no se sentía seguro en el agua. Le daba respeto. Era un poco patoso.

-No eres muy de nadar – le dijo poniéndose a su lado.

-Siempre me ha dado yuyu. No sé por qué. Te lo he dicho pero como estabas obsesionado con verme la polla … no me has escuchado.

-No pasa nada. No tengas miedo. No cubre mucho. Y estoy aquí. Cuidaré de ti.

-¿Y si me ahogo, me harás el boca a boca?

Eduardo se quedó mirando a Martín. Y aunque de normal era muy pacato para esas lides amatorias, ese día no sabía por qué, parecía sacar fuerzas de un sitio desconocido en su personalidad y acercó su boca a la de Martín, cerró los ojos y le besó. Éste lo abrazó fuerte y le rodeó la cintura con sus piernas.

-Eres mío, granjero.

-Estamos en medio del lago, no se si recuerdas. Y no eres muy de nadar, así que estás en mis manos. Así que eres mío – le contestó sonriendo. Y volvieron a besarse.

-Pues ahora sí parece que te ha crecido la picha. Será porque no está ese del micrófono o el de la cámara en tu cogote.

-Creo que es más bien por ti. Mi polla se ha alegrado de conocerte. Y es toda para ti, granjero.

-Pues el granjero va a meter la cabeza en el agua y se la va a comer entera.

-Pues no sé a que estás esperando.

Eduardo sonrió, cogió aire y metió la cabeza debajo del agua. Y al poco estaba cumpliendo su promesa. Martín puso la mano en la cabeza de Eduardo y se la acariciaba mientras éste seguía con su trabajo. Cuando se quedó sin aire, se incorporó y juntó su cuerpo al de su nuevo amigo. Empezó un suave movimiento en el que sus miembros se acariciaban mutuamente a la vez que sus cuerpos.

-¿No has oído eso?

Martín le hizo un gesto con la mano llevándosela al oído. Efectivamente, Eduardo pudo escuchar el rumor de unos pasos sigilosos.

-Será algún vecino – susurró. – Será mejor que nos vistamos, no quiero que me saquen fotos en pelotas.

-¿Y me vas a dejar así? – y le llevó la mano bajo el agua hasta encontrarse con su miembro todavía duro, aunque a decir verdad había perdido un poco de fuelle.

-Ha perdido dos grados de dureza desde hace un minuto. El mío se ha quedado grogui… escucha. – Martín empezó a mirar a su alrededor. Empezaba a asustarse. Le vino a la cabeza las conversaciones que había pillado a sus padres hablando de los peligros que su viejo creía haber mitigado al pasar a un segundo plano en su carrera de actor. – Así suenan las armas cuando se cargan en … ¡¡Hostia!!

Le hundió la cabeza a Eduardo en el agua a la vez que él hacía lo propio. Pudo ver en el agua la trayectoria de dos disparos que iban bien dirigidos hacia donde él estaba unos instantes antes. Era claro que quien fuera el que disparaba, tenía un objetivo claro: él.

Ahora los papeles habían cambiado. Eduardo estaba confuso y aunque era un buen nadador, los nervios y el miedo le atenazaron. Martín en cambio, asumió el papel de héroe que tantas veces había hecho en pantalla. Al menos de un hombre curtido en los bajos fondos de la vida, esos fondos a los que era tan aficionado su amigo Jorge Rios y que solía mostrar en sus novelas. Así que agarró del brazo a Eduardo y tiró de él alejándose del lugar desde el que alguien les estaba disparando. Cuando se quedó sin aire, salieron a la superficie, pero ya estaban a una cierta distancia del foco de los disparos. Fue solo un atisbo del arma lo que pudo observar antes de obligar a Eduardo a hundirse en el agua. Y una silueta que le pareció que se correspondía con alguien muy parecido a Hugo, “ese Hugo”.

Le hizo una seña a Eduardo para que no hablara. Y le hizo bajar la cabeza de nuevo. Salieron casi arrastrándose del agua y empezaron a caminar así hacia sus ropas y sus teléfonos. Debían pedir ayuda lo antes posible. No estaba seguro de si ese hombre habría cejado en su empeño o seguiría intentándolo. Su instinto le decía que el peligro no había pasado. Aunque aguzaba el oído, no percibía nada, salvo quizás una sirena de policía a lo lejos, que juraría que se acercaba al estanque. Pero no quería decir que fueran en su ayuda. Sabía que la Guardia Civil estaba peinando los alrededores buscando a una posible cómplice de la mujer que habían detenido hacía solo unas horas. Era incongruente con la situación, pero de repente sintió hambre. Era la hora de comer. Gerardo les estaría esperando en el bar. Y Carmelo y los demás estarían buscándolos para ir a comer. Ya estaban cerca de sus ropas. Pero era el trance más peligroso. El momento de salir a descubierto. Sí él fuera el asaltante, vigilaría la ropa para cuando fueran a buscarla, dispararlos y abatirles definitivamente. Quizás era una buena opción salir del bosque desnudos y corriendo en busca del primero que vieran para pedir ayuda. Sí, se decidió por eso.

-¿Cual es la manera más rápida de salir del bosque para pedir ayuda? – susurró a Eduardo.

-No pensarás salir así…

-Estarán vigilando la ropa. Es la mejor forma de tenernos a tiro.

-Yo no pienso salir así.

-Eras tú el exhibicionista hace un momento.

-Pero contigo, para ligar. No quiero que me vea en pelotas todo el pueblo. Te recuerdo que yo vivo aquí y soy granjero. Tú te irás mañana y eres actor, se te perdona todo.

-Nos jugamos la vida, Edu. No es momento de que te preocupes que te vean la pilila.

Eduardo hizo oídos sordos y se incorporó a medias y sin decir nada. Empezó a caminar encorvado hacia la ropa. Estaba atento para al primer ruido lanzarse otra vez al suelo. Martín le hizo gestos para que se tirara al suelo de nuevo, pero Eduardo no le hizo caso. Estaba seguro que estaba exagerando. Había visto demasiadas películas. La gente del cine está pallá, pensó. Llegó a la ropa sin sobresaltos. Cogió el teléfono y marcó el número de su padre. En ese momento, una sombra emergió de unos arbustos con un rifle, apuntando. Lo vio claro Martín, que seguía oculto. Gritó el nombre de Eduardo a la vez que se levantó y corrió hacia él. Cuando estuvo cerca se tiró en plancha para placarlo. En ese justo momento sonaron tres disparos. Y cerca de allí, una voz de mujer gritó:

-¡¡A mí la Guardia Civil!! Disparos en el “estanque de los encuentros”.

Martín alcanzó a Eduardo y lo tiró al suelo arrastrándolo con el suyo. Se hizo daño en el hombro. Se levantó un poco aturdido y habiendo perdido un poco el sentido de la orientación. Sintió las manos húmedas, con un líquido espeso y pegajoso. Era sangre. Se miró su cuerpo, y vio sangre en él. Se palpó pero no encontró ninguna herida. Miró a Eduardo en el suelo y vio que manaba mucha sangre de una herida en el hombro. Algo le llamó la atención. Un sonido, una sombra que le resultaba conocida. Gritó el nombre de Eduardo a voz en grito, o eso pensó que hizo. Entonces sonó un nuevo disparo y las fuerzas le abandonaron de repente y cayó al suelo sobre su nuevo amigo.

Entonces, otro grito desgarrador volvió a sonar.

-¡¡A mí la Guardia Civil!!

Una mujer se acercó corriendo acompañado de un perro ladrando como loco. Y unas sirenas se aproximaban rápidamente al “Estanque de los encuentros”.

-Nada. No sabe nada.

Carla se sentó agotada en la silla que estaba al lado de Helga. Estaban en una terraza en la misma calle en la que vivía Rubén.

-Por esto de la pandemia, pero te juro que sin ella, hoy iba a estar sentada en una terraza quien yo te diga.

-¿Y el cutis tan estupendo que vamos a sacar todos?

-Lo único bueno es que ninguno cogemos un resfriado ni queriendo.

-¿Le has enseñado las fotos? – preguntó Helga.

Carla puso cara de resignación.

-Sí. La madre, cree que le suena. El chico lo conoce, vaya que sí, un chico guapo que se dedica a eso de “toy boy”.

-¿Eso te ha dicho?

-Creo que ha visto alguna serie en la tele.

-Vale, vale. Lo apuntamos de todas formas.

Helga se calló de repente. Estaba pensando …

-¿Y cómo sabe ella que se dedica a eso?

-Es la comidilla de las mujeres del barrio. Suele llegar de madrugada, cuando amanece. Y dice que es cierto que algunos días llega con una copa de más, pero que otras llega decidido con su mochila de cambiarse. Dice además que suele vestirse de bombero. El casco lo suele llevar en la mano.

-¡Qué típico! ¿Te ha dado todos esos detalles? – Helga estaba extrañada.

-Ya te digo. Yo creo que ha visto la serie …

-Son muchos detalles para venir de la serie.

-Pero ese chico no tiene un cuerpo de “boys”.

-En la variedad está el gusto ¿No?

Helga cogió el teléfono y llamó a Tere.

-¿Me llamas para preguntar por mi salud? – bromeó Tere al responder.

-¿Cómo lo has sabido?

-Intuición. Cuéntame anda.

Le dijo de la historia de esa señora le acababa de contar a Carla.

-¿Y qué quieres que haga?

-¿Una búsqueda de su foto por ver si sale en las páginas de las agencias del ramo? O si se anuncia como freelance. Ya que por el nombre no aparece nada, veamos por la foto. Si es verdad que trabaja como striper, se anunciará de alguna forma.

-Llamo a Olga. El FBI tiene mejor programa para eso. Mándame la foto que lleváis de Rubén para enseñar.

-A lo mejor en esa búsqueda nos encontramos con alguna otra sorpresa.

-Te digo algo – Tere colgó.

-Te lo has tomado en serio. – Carla no parecía estar de acuerdo con el interés que los comentarios de esa señora habían producido en su compañera – ¿Has visto a la señora? Yo no me fiaría de nada de lo que dice.

Helga negó con la cabeza.

-Esas señoras son las que saben lo que pasa en el barrio. Por ser mayores no hay que despreciar sus comentarios. Puede que interpreten erróneamente algunas cosas. Pero la gente mayor, se levanta pronto porque duerme mal. Y su diversión es ir a la ventana y mirar la calle. Te ha dicho que llega de madrugada. Que algún día llega con una copita de más … ¿Le has enseñado la foto de Jorge?

-No se me ha ocurrido. Jorge además sale mucho en la tele. Lo confundirán.

-Acércate. Todavía está sentada al lado del calefactor. Ha llegado otra amiga. Y de paso, enseña las fotos que ha preparado Raúl de todos los implicados.

-¿Hasta los de la Universidad?

Carla parecía que no acababa de ver el tema y lo demostraba con el tono de fastidio con el que hablaba. Helga se levantó y le cogió la tablet.

-Ya voy yo. Hoy somos pescadores. Echamos las redes sin saber si vamos a pescar algo, y mucho menos en caso de pescar, lo que vamos a recoger. Puede ser que sea basura o puede, por contra, que pillemos una buena langosta.

Carla se encogió de hombros. Eso de ir preguntando a todo el mundo que estaba por la calle si conocía a Rubén y demás, le parecía una pérdida de tiempo. Pero Nano le había pedido que le cubriera, porque había tenido que acompañar a su padre a urgencias. Y por no dejar sola a Helga, se había apuntado. Tampoco le apetecía demasiado esas horas extras no declaradas, por mucho que Jorge le cayera bien. Helga y Fernando y algunos otros empezaban a parecer que no tenían vida a parte del trabajo. Y ella sí la tenía.

Miró el reloj con nerviosismo. Si salía en ese momento, llegaría a la salida del trabajo de su novio. Así le daba una sorpresa. Y a lo mejor, podían ir a cenar. Miró a Helga que estaba en animada charla con la pareja de viejas. Parecía a gusto y daba la impresión que iba a estar ahí mucho tiempo. Tomó una decisión y se levantó. Puso unas monedas para pagar las consumiciones y se fue. Mientras caminaba hacia el Metro, le mandó un mensaje a Helga. “Me ha surgido algo, lo siento”.

-¡Pero si es el escritor! – Genoveva miró con cara de sorpresa a Helga que le acababa de enseñar una foto de Jorge.

-¿Lo han visto por aquí?

-Un par de noches.

-Más bien mañanas, Leticia.

-Llevaba a ese chico como si fuera un saco de patatas. Uno de los días, porque estaba en bata, que si no bajo a que me firme un libro. – Leticia era claro que era lectora de Jorge.

-Esos días, no es que hubiera tomado una copa de más. Es que se había tomado la destilería entera – Genoveva se echó a reír.

-Es joven. Huy nosotras si nos pillan ahora con sus años. En nuestra juventud, éramos unas beatas y unas sinsorgas.

-Otros tiempos.

-Lo que les voy a preguntar ahora … es delicado. Los días esos que Jorge Rios el escritor llevaba a su vecino como si fuera un saco de patatas porque había bebido más de la cuenta ¿Vieron a alguien raro pendiente de ellos? Alguien que no sea del barrio.

-De esos ha habido muchos.

-¡Hombre Geno! Muchos es un poco exagerado.

-A mí me lo parecen. Hasta la policía últimamente parece … acuérdate hace unos días de todos esos que vinieron al edificio del chico. Menudo follón.

-Dicen que murió un vecino que le quisieron asaltar en casa. Yo cierro con llave nada más entrar en casa.

Helga movió la cabeza negando. No quería irse del tema, pero …

-¿Conocían al señor que murió?

-De vista. Ese si que era raro.

-No exageres Leti. Era un hombre callado.

-Pues yo le vi un par de veces siguiendo al chico joven.

-A lo mejor le gustaba.

-Pero qué dices, Geno. Que le va a gustar. Iba para cotillear.

-Y ese hombre ¿Era del barrio de toda la vida?

-¡Qué va! Llegaría poco después que el chico.

-Por ahí andarían.

-¿Les vieron hablando alguna vez? ¿Se conocían?

-No lo parecía. – Genoveva mostraba extrañeza con sus gesto de que eso fuera así.

-Que el viejo conocía al chico, sí. Pero sería de vista. Hablar, ni saludarse les vi. Ni un “hola” por compromiso por ser vecinos.

-El chico tampoco te creas que era muy de saludar. Era bastante sieso. Lo que tenía de guapo, lo tenía de antipático.

-Antipático me parece muy exagerado. Retraído, diría más bien. A veces miraba a todos lados, como si pensara que le observaban.

-Eso es cierto. Yo también me fijé.

-Lo que si ocurría, es que algunos días, le vi como iba detrás de él. El hombre que murió, me refiero.

-¿Y hacia dónde …?

-El chico solía ir Embajadores abajo. No sé por qué me imaginaba que iba a Atocha. A la estación.

-Pues podía haber cogido el metro en Legazpi.

Helga sonrió encantada. Echó un vistazo hacia la mesa donde había dejado sentada a Carla. Para su sorpresa no la vio. El camarero estaba recogiendo sus consumiciones a medias y también el platillo de la nota. Puso un gesto poco amigable. Carla no le debía haber dejado propina. Helga echó un vistazo por los alrededores, pero no vio a su compañera. En ese escrutinio de los alrededores, al que si vio es a Danilo. Estaba parado en la esquina de la Plaza Beata María con la calle Alicante. Hablaba con un hombre que le sonaba de haberlo visto en fotos. Buscó entre el book que llevaba en la tablet, pero ninguno le pareció ese. Fue a mandar un mensaje a Carla para que intentara seguirlos, pero se encontró con el mensaje que le había mandado.

-¡Cabrona! Para eso no vengas, boba – dijo murmurando.

-¿Decías joven? – le preguntó Genoveva.

-Nada, perdonen un segundo, que se me ha olvidado hacer una llamada. Mi novio me va a echar los perros.

Danilo y ese hombre empezaron a caminar hacia la c/Alicante. Helga pensó a quién podía llamar para que les siguiera, pero Fer y Raúl estaban ocupados. Y Nano seguía en urgencias con su padre. Al final rezó porque Carmen no se hubiera ido a casa.

-Dime Helga.

-No sé si estás cerca … estoy en Embajadores, cerca del Matadero.

-Iba a tomar algo con unos amigos cerca del Pavón.

-Estoy con unas vecinas de Rubén y no puedo dejar la conversación. Y acabo de ver a Danilo, ese youtuber con un tipo que me suena, pero no sitúo. Quería seguirlos pero …

-Carla te ha dejado tirada. Dime por dónde van.

-c/Alicante. No sé como se llama esa calle … espera.

-Genoveva, Leticia ¿La primera bocacalle de Alicante? La que bordea el jardín.

-Hierro. El jardín es el de Granito.

-¿Has oído Carmen?

-Espero llegar a tiempo.

-Si no, te unes a mi en la plaza Beata María.

-Hecho.

Helga volvió a la mesa con sus nuevas amigas.

-¿Tu novio se llama Carmen? – le pregunto Leticia con gesto irónico.

Helga se echó a reír.

-Me daba vergüenza decir que llamaba a mi jefa.

-¿Y por qué mujer? ¿Porque te gusta hacer bien tu trabajo? A dónde hemos llegado que los jóvenes tenéis vergüenza de trabajar a gusto. Debería ser al revés, avergonzarse de ser un vago y un despreocupado. ¿Tu amiga se ha ido?

-Le ha surgido algo.

-Esa no es como tú, mira lo que te digo. Tenía ganas de terminar. Le hubiera contado más cosas, pero como me miraba como si fuera extraterrestre …

Helga se echó a reír.

-Vamos por partes. ¿Esos que daban vueltas por el barrio? A parte de mis compañeros.

-Había una pareja que les vi un par de veces. – Leticia era la que hablaba – pero fíjate que pensé que eran policías.

-Serían unos compañeros de la policía local.

-No, no. Esos son muy majos y serviciales. Estos eran muy serios …

-Ya sé los que dices. Ahora que lo dices, sí parecían policías. Yo un día me crucé con ellos y me pareció que llevaban armas, como tú, Helga, querida.

-¿Las llevaban en la cintura, en el pecho …?

-De esas que en las pelis llaman sobaqueras… ¿es así?

Helga sonrió asintiendo con la cabeza.

-¿Y no se lo comentaron a esos compañeros tan majos de la local?

-¿Para que piensen como tu compañera, que somos unas viejas cotillas que no se enteran de nada, porque somos viejas, cegatas y medio seniles?

-Y como solo nos entretenemos con la tele y el Sálvame y las series facilitas …

-A lo mejor Eladio el frutero … les tuvo que ver.

-Yo creo que ese frutero es el que sale en las novelas de Jorge Rios. Fíjate lo que te digo. A lo mejor ese escritor es de por aquí y luego se mudó. Es que es clavado.

-¿Y eso?

-Es que es igual. Y el detalle de esa señora que le enseña la patita y luego le pone a cuidar a los niños … esa es Candelas. Eladio no era de su nivel, salvo para encargarse de los chicos. Y el bobo de Eladio, como es un niñero y buena persona … ahora que te digo una cosa, esos chicos cuando tienen un problema, van donde él. Y le cuentan. A la madre … ni caso.

-Ahora díganme que también hay una barrendera como la Paulina.

Las dos mujeres se miraron y se echaron a reír.

-Pues te lo decimos. Muchos suelen bromear con ellos.

-¿Me lo prometen que es verdad?

-Por nuestros nietos.

-Pues yo les prometo que un día traigo al escritor, les invitamos a un chocolate y nos los presentan.

-Avísanos para ir a la pelu.

-Les dejo mi tarjeta …

-Déjate de tarjetas. – Leticia abrió el bolso y le tendió su teléfono – Apunta el teléfono.

Helga se echó a reír mientras cogía el móvil para apuntar su número.

-¿Me dejarían que las invite a otro chocolate?

-Pues claro. Y vamos a pedir unas pastas que te van a encantar.

-¡Camarero!

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 101.

Capítulo 101.-

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-¿Carmen?

Jorge no pudo evitar un cierto tono de susto o de angustia al contestar al teléfono.

-Tranquilo. No ha pasado nada. Y lo vuestro está controlado. Solo quería comentar algunas cosas contigo. ¿Puedes hablar?

-Me he escabullido y estoy en la terraza de la Hermida. Solo. Carmelo está enseñando a Martín y sus padres la Hermida 1. Se van a quedar un par de días. Pero te advierto que esto de salir corriendo rodeado de escoltas porque alguien nos quiera mal, no es uno de las cosas con las que más disfrute en la vida. Y en pocos días me ha pasado dos veces. ¿Qué querías?

-Charlar un rato contigo. Me estoy aficionando.

Jorge decidió sentarse en una de esas butacas de exteriores que en cuestión de unas horas, amueblaban la terraza. Carmelo no había perdido el tiempo.

-Tú me dirás. Me he puesto cómodo así que soy todo tuyo.

-Álvaro.

-¿Qué le pasa? Quiero decir ¿Le ha pasado algo?

-Tranquilo.

-Tú me dirás entonces. Le hacía trabajando todavía en esa publicidad.

Le contó lo que había pasado en el hall de la sede de la Unidad. Y que a Álvaro le habían amenazado.

-Joder. O sea que el amigo Willy es el captador de inocentes a los que timar. No es simplemente que lo haya hecho con sus amigos, sino que se dedicaba a ello. Es al revés: son sus amigos porque ha ido a buscarlos para captarlos para la causa de los préstamos.

-Captador, tú lo has dicho. Es lo que era. Cobra por ello. Parece que va a porcentaje.

-Timador, lo llamaría yo.

-Te lo compro. Su modo de actuar es sencillo. Actor-actriz recién llegada a la profesión, se hace el encontradizo. Se hace amigo de ellos y se ofrece para ayudarles a instalarse. Para presentarles a gente y para llevarles de fiesta en fiesta, y enseñarles como se debe comportar una gran estrella de la actuación para asentarse en el star-system.

-Ya me sé la película. Hace tiempo que pensaba que ya nadie hacía eso.

-Ahora hay muchas plataformas de televisión rodando una tras otra serie. Muchos programas donde van a trabajar los actores. Concursos, programas de entretenimiento … en esas series muchas veces, en lugar de buscar a actores ya conocidos, dan oportunidades a nuevos talentos. Y estos se encuentran de repente, si la serie lo peta, con una fama que …

… les puede hacer pensar que eso es lo que les espera de ahí en adelante. Se te ha olvidado decir que muchos de esos actores a los que buscan para interpretar personajes en esas series, son guapos y tienen un cuerpo muy interesante que mostrar en pantalla. Claro, y después en la intimidad. Muchos actores nuevos que de repente se ven en el ojo del huracán y que una vez conocido el huracán, por nada del mundo lo quieren perder. Carne propicia para ese tipo de timos.

-Es lo que siempre han buscado. La fama.

-En eso discrepo. Muchos sí, buscan la fama per se. Otros … les gusta la actuación. Pero entienden que la fama precisamente es lo que les puede mantener activos.

-En realidad, lo hagan por una u otra razón, el resultado es el mismo. Es complicado todo esto ¿Verdad?

-No es un mundo fácil, no. Sigue contándome.

-El Willy éste y sus amigos, provocan en estos nuevos actores, nuevas necesidades. Les convencen que para seguir trabajando, deben dar el pego de gente guay: vestir a la última, tener una casa estupenda, asistir a todas las fiestas del mundo y ser generoso con la gente … invitar a todo el mundo, que se vea que …

-Que bobadas. Así entiendo lo de la casa de Álvaro. A poco que vi es más grande que la mía.

-El doble casi.

-Que bobo. ¿Cuatrocientos metros? Eso es una barbaridad. Y la zona en la que está. Y como la tiene decorada. Decorador profesional con muebles de diseño. Le ha tenido que costar un pastizal. Hubiera tenido problemas aún sin el confinamiento, que todos los proyectos se pararon. ¿Conoces la casa de Cape?

-Eso me pareció lo poco que me dio tiempo a ver. No llega al extremo de la de Cape. Pero me la recordó, sí. Estoy contigo.

-Como le engañaron. ¡Qué necesidad!

-Esas urgencias por adoptar ese nuevo estatus, provoca necesidad de dinero. Dinero inmediato.

-Y ahí está el amigo Willy para prestárselo a módico interés del 18 %. O el 15%. Da igual. Y sin prosa ni prisa, hasta que … nos entran las prisas. Las prisas va con el negocio, para no dar tiempo a que los … las víctimas lo piensen, echen cuentas o lo hablen con sus amigos. ¡Tiene que ser ya!

-Las primeras veces es con una pequeña comisión. Nada, por los gastos de la transferencia. Eso dicen. No es tan pequeña la comisión, pero bueno. Además estamos casi seguros que esas primeras veces cobran poco, porque ya se han informado y saben que tienen un trabajo inminente y que con su sueldo, lo van a poder pagar. La segunda vez, pues esos gastos van creciendo. Y luego, si va haciendo más pedidos, que ellos ya se ocupan de ir creando más necesidades a esos pobres, ya les dan el hachazo. La mayoría además, luego del primer papel de relevancia, no tienen una carrera consolidada. O sea, no tiene trabajo continuo. Pero se han acostumbrado a un nivel de vida … y ahí llega la forma de pago. Además, este Willy y alguno de sus amigos, se encargan de acompañarlos a las mejores tiendas de moda, a los mejores restaurantes, y de todos cobran comisión. Hasta de las inmobiliarias. Y estamos investigando, creemos que en estos casos, así como en el de los concesionarios de coches de lujo, inflan los precios para estas personas especiales.

-El círculo perfecto. Te meto en una vorágine de gastos, te llevo a gastar la pasta, cobro por ello, luego te presto el dinero para seguir comprando y seguir cobrando comisión … a parte te cobro intereses y cuando no puedes pagar … acompañante y prostitución. Y vuelvo a cobrar comisiones.

-Exacto.

-Dime que Álvaro se ha prostituido. Que lo habéis confirmado. Yo lo tengo claro.

-Yo no te he dicho nada.

Jorge resopló.

-Él no lo ha reconocido. Tiene miedo a enfrentarse a ti. A lo que pienses. Es curioso, porque parece más preocupado de lo que pienses tú que de lo que hagan el resto de sus amigos.

-¿Dónde está ahora?

-Con Javier. En el bar de la esquina. Es nuestra segunda sala de reuniones – bromeó Carmen.

-¿Y Javier? Sergio está fuera.

-Me ha dado un susto. No le encontraba y era porque se ha subido al tejado de la Unidad. Allí tenemos una especie de terraza gigantesca que casi nadie utiliza. De todas formas, eres un capullo: estuviste anoche con él. Y sabías de sus intenciones … podías haberme avisado. Y luego, todo lo que ha pasado.

-¿Y lo bien que has dormido? Yo en cambio, no he pegado ojo.

-Que bobo eres. No te voy a negar que me ha sentado cojonudo dormir como he dormido hoy. Lo necesitaba. Pero podías aprovechar a contarme tus impresiones.

-¿Ves? Me debes dar las gracias por no haberte avisado de las intenciones de Javier. Ni llamarte para que vinieras a apoyarme con las noticias que llegaban de la finca esa. Has dormido dos noches. ¡Dos noches! Respecto a lo de hablar de mis impresiones, creo que debo dejar reposar el tema. Mi cabeza echa humo pero no acabo de … asentar … a parte, entre tú y yo, ese tema no ha acabado. Eso lo tengo claro.

-Y veo que Javier se sube a la terraza de la Unidad, y tú estás en la terraza de la Hermida. Y los dos dándole al coco. Os empezáis a parecer mucho. ¿Lo sabías?

-Hoy es el día de las terrazas. A lo mejor es el día internacional de las ídem. He descubierto la de la Hermida 2.

-No he subido nunca. ¿O sea que la hay de verdad? Me parecía desde abajo, pero nunca me he acordado de preguntarle a Cape o a Carmelo. Y ninguna de las veces que he estado, me han invitado a subir a verla.

-Me trae sensaciones raras. No te extrañe que no te la enseñaran. Yo la he descubierto por casualidad. Como le he echado la bronca a Carmelo, porque lo único que tenían en ella eran tres sillas desvencijadas y cochambrosas, es que ahora haya algunos tresillos y butacas de exteriores que al menos la hacen más acogedora. Y que no te juegues la vida al sentarte.

-¿Algo más a investigar?

-Sí. Me temo que sí. Algo del pasado, de Dani siendo niño. Y Cape un adolescente insufrible, chulo y prepotente. Como ahora, vamos. Pero en plena adolescencia chulesca.

-Por si no tienes presente aquella época, entonces si que era insufrible. No lo traté, pero lo sufrí. Olga lo sufrió sobre todo. Cape no se acuerda, pero un par de veces, Olga le tuvo que dar un par de galletas.

-¿Y se las quedó?

-No. Pero eso le costó otras dos galletas bien dadas. Olga parece una mujer … elegante y ya sabes … pero si tiene que soltar la mano, es como tú, mejor apartarse.

-¿Protegiendo a Dani?

-Prefiero no entrar en detalles. – Carmen se había arrepentido de su arranque de confiarle ese detalle. Cambio de tema rápidamente – Por cierto, gracias por darnos de nuevo tus “vitaminas”.

-O sea que os las di. Cape me lo negaba anoche. Y Carmelo dudaba. Yo estaba casi seguro que os las di.

-Nos las diste, pero se han extraviado. No las encuentran en el laboratorio.

-Porque alguien se las ha quedado. No les interesa que las analicéis.

-¿Dices?

-Las cogió tu compañero. Ese Quiñones.

-No te cae bien.

-Solo respondo a su “cariño”. Ese es muy falso. Ese estuvo en el otro lado a vosotras. Ya se lo avisé a Javier. Su padre os mantendría apartadas de él. Para protegeros.

Carmen no quiso entrar en el tema. Pero cada vez estaba más de acuerdo con esa apreciación que acababa de hacer Jorge. Lo que se apuntó para otro momento, es comentar más detenidamente la afirmación de que JoseMari le apartó de ellas. Tenía que llamar a Olga para decírselo.

-¿Entonces Javier no echa de menos a Sergio? – preguntó Jorge.

-Ha hablado antes con él. Al menos no parece haber caído de nuevo en el abismo. Y eso que todavía no se ha ido a dormir. Cuando acabe con Álvaro, lo voy a mandar a casa. Si no, se nos va a romper de nuevo. ¿Qué tal va el tema de que vuelva a la música?

-Bueno. Vamos avanzando. He llamado a varios conocidos. Me están dando otros contactos. Y me escaparé en algún momento a hablar con Nuño de nuevo. Me dio la impresión de que puede abrir algunas puertas. Sergio Romeva se está empezando a mover. Nos vamos dando novedades cada poco. Ya tiene apalabrado alguna pequeña actuación. Y pondremos en marcha algún embrollo con Dídac. Te necesitaré para eso. Y para hablar con la mujer de Mendés. Ya he tomado un breve contacto con ella y con dos de sus hijos. En una entrega de premios de su colegio.

-¿Casualidad?

-Fue casualidad que fuera el colegio de Martín y que conocí a uno de sus profesores en la cena en “Las puertas del cielo”, el día que también cenaba allí Javier y el Ministro.

-O sea que de casualidad, nada.

-Me invitó a la entrega de premios. Ester Portillos se ofreció a acompañarme.

-Todo muy inocente.

-Sí, la verdad – esa afirmación le quedó a Jorge de lo más natural. Lástima que Carmen no se la creyera. Iba conociendo a Jorge.

-Luego te paso el contacto de uno de esos programadores que estuvo a punto de contratar a Sergio y se echó atrás de repente. Para que hables con él.

-Me interesa, sí. Tenemos que ir recabando toda la información posible alrededor de ese tipo. Cada vez tengo más la sensación de que es un verdadero mafioso.

-Lo has definido muy bien. Ten en cuenta que no creo que sea casualidad que los chicos que se han encontrado allí, son esos músicos que tocaban en sus fiestas. Desnudos, pero … sin participar de otros juegos más intensos y menos voluntarios. Y que a toda costa, el que lo organizó quería que fuera … y quería que … muriera en el empeño. Y que lo hicieran los policías que se han significado intentando contactar con esos músicos.

-Un aviso a navegantes. Para llegar a él, no creo que nos lo ponga fácil.

-Eso lo daba por descontado.

-Me ha contado Javier que Nuño te ha puesto entre sus allegados cercanos. O sea, entre los que pueden ir a cualquier hora.

-Eso me dijo el primer día. Y por la forma en que se desarrolló mi llegada la segunda vez, me creo que lo ha hecho. Me alegra. Me pareció desde el primer día un hombre muy agradable. Y atractivo. Esa impresión se vio acrecentada en la segunda cita.

-Es una copia de Javier. Lo que me fascina es la facilidad con que te has hecho con su cariño. No es un hombre fácil en ese aspecto. Y menos desde que está como está.

-Él dice que es al revés. Que Javier es una copia de él.

-Porque él es unos meses mayor que Javier. En el fondo tiene razón – se rió Carmen.

-¿Te puedo preguntar qué pasó? Para que cayera en esa depresión…

-Ya sabes que casi nunca hay un detonante claro. Y si lo hay, se lo ha guardado para él. Te advierto que Nuño tiene dos caras. Tres, si contamos la depresiva. Es un cazador y un …

-Como ese deporte no lo va a practicar conmigo, más que nada porque no le intereso. Juguetea, pero solo eso.

-No sé que decirte.

-Entonces dices que no hay un detonante …

-Al menos que sepamos. Javier tiene una relación muy cercana con él. Hablan muchas veces sin necesitar palabras. Y está igual que el resto, sin saber que pensar.

-No sé por qué me había hecho a la idea que en su caso sí había sucedido de esa forma. A lo mejor un concierto que saliera mal, o un problema de salud que le apartara de la música …

-No. No marees la perdiz que tú eres de la idea de que ha tenido relación con algún trauma vivido en su infancia. Algo de Anfiles o algo parecido a lo de Sergio. Nos lo dijiste en el restaurante, que nos quedamos cariacontecidos.

-Es cierto. Todo … su historial, por así decirlo, lo acerca a cualquiera de los chicos que me he encontrado de esa trama. Ese mismo Nabar, el primo de Rubén. O puede que sea ¿Mal de amores? A lo mejor ha sido un desengaño amoroso y nos estamos montando aquí la película del siglo.

-No. Ya te digo que Nuño y desengaño amoroso … no son compatibles. En todo caso, sus parejas abandonadas. No es un tipo de enamorarse de esa forma. Es un picaflor. Y chulo. Se de algunos de sus amantes luego rechazados y humillados. Me lo llega a hacer a mí, y le parto la crisma. Y lo quiero mucho. Pero esa forma de humillar …

-¿Qué dice Olga?

-Perdida, como todos los médicos que ha visitado. Ninguno acierta con la tecla. Ahora al menos no parece que quiera suicidarse. Para serte sincero, hasta Javier se quedó con la mosca detrás de la oreja cuando se lo comentaste. Está empezando a buscar la oportunidad de ir a París a ver a sus hermanos y preguntarles.

-Me imagino que luego, cuando volvió a la Residencia esa, caería otra vez de bajón.

-No te puedo decir nada al respecto. Sé que no ha vuelto a salir. A lo mejor necesita un estímulo … a lo mejor necesita que vayas a sacarlo a pasear.

-Tengo la impresión de que si vas tú, o Javier, o algún amigo o persona que él sienta que le aprecia de verdad, saldría igual. No creo que vaya a salir a vivir fuera de allí de momento. Se siente protegido. Es como un refugio, como sienten el sitio ese de ese pueblo de los chicos que fuimos a ver el otro día.

-Me ha comentado Javier que os vais a acercar de nuevo a ver a Nabar y a ese Jordi.

-Sí. Creo que los dos merecen una tarde en las que les escuchemos sin prisas. Y por lo que me ha comentado Javier, el director del centro, también merece una charla.

-De todas formas, te repito, creo que si puedes, no estaría mal que fueras a verlo de nuevo. – insistió Carmen.

-Lo tengo pensado. Tengo que poner en marcha el tema de grabar a Sergio tocando en la calle. También tengo que ir a ver a Álvaro. Y a Carletto.

-Tu apuesta con Olga …

Jorge se echó a reír.

-Es cierto. Tengo que mirar de ganar. ¿Qué restaurante me recomiendas para que pague Olga?

-Ella te puede decir mejor. Pero ya indagaré, ya. No vaya a ser que te lleve a un Burger King. Que en eso también engaña mucho. Parece de ir a restaurante muy elegantes y demás, pero donde de verdad es feliz es frente a una buena hamburguesa. De todas formas, según me ha dicho el otro día, ya te ha dado por ganada la apuesta. No sabes lo que se ha emocionado al ver tocar a Sergio y a Nuño en el restaurante. Me reconoció que hasta había llorado.

-Creo que ese día, acabamos llorando todos en algún momento.

-¿Alguna novedad de Carletto?

-No. Salvo que es tonto. Vuelve a escaparse a ver a Danilo. Bueno, si me lo confirmaste tú el otro día.

-Se querrán.

-No son novios como tales. Son … hermanos de sufrimiento. Por eso no le digo nada. Aunque eso le ponga en riesgo. A los dos. Creo que si les impidiéramos verse del todo … al menos ese Danilo … está jodido ese chico. Ese afán que tiene en meterse de nuevo en las fauces del monstruo …

-Al menos siguen los dos con sus canales. Y oye, sus intenciones son buenas. Deberías …

-Ya, lo de defenderme. Pero si le pasa algo … me van a entrar los siete males.

-¿Y sus canales? Van bien ¿no?

-Si, eso sí. Y parece que sobre todo a Carletto le va bien.

-Ha tenido a una súper estrella de la literatura. Y anuncia para dentro de unos días a Ernesto y Arturo.

-Iré a estar con ellos. Para que Carletto no se ponga nervioso.

-¿Vas a poder con todo?

-Lo intentaremos. Tengo claro una cosa, Carmen: esos chicos son una prioridad. Si puedo ayudarlos en algo, lo haré. Sobre todo si encima parece que se arriesgan por defenderme. Y sabes que Carmelo ha creado hace un tiempo una fundación para ayudar a esos chicos con personal cualificado. Está creada pero la tiene parada. Creo que habrá que acelerar el proceso. Es ponerla en marcha. Y nos urge, porque puede ser una solución que acepte Sergio para continuar sus estudios, ya que no quiere que Javier o yo se las paguemos.

-Me parece una idea genial. Si podemos ayudaros en algo, nos decís.

-No te he dicho nada, pero hace un rato me ha parecido escuchar disparos y ruido de helicópteros.

-Esa mujer. Se ha puesto intensa. Hemos mandado a la caballería. Por cierto, antes de que se me olvide, Javier me ha dicho que te avise de que va a reclutar a Aitor para que trabaje para nosotros. De hecho, creo que ya lo ha hecho.

-Me parece acertado. Es buen chaval. Y muy bueno en lo suyo.

-Ya. No digas que te lo he contado, pero Javier lo conoce de sobra.

-Ya me imaginaba. Ninguno me ha dicho nada claro. Pero suelen dejar caer, sobre todo Aitor, que hablo más con él, que es importante en su vida. Y creo que el otro día, Javier, cuando me preguntó desde cuando conocía a Aitor, me vino a dar pinceladas. Algo de que se lo encontró en Urgencias y le llamó la atención.

-Le salvó de sus padres. Y fue su tutor mientras el juez aceptaba su emancipación. Que tendría Aitor, ¿trece años?

-Entonces tengo que darle las gracias. Nunca me ha querido contar los detalles de ese proceso. Pero eso le salvó. Ahora solo tenemos que hacer fuerza común para llevarle al médico y que le cure de una vez todas esas heridas y le quite esos dolores que no le permiten vivir y que estuvo a punto de meterle en un problema serio de drogas.

-Pero llegaste tú.

-Él llego a mi para ligarme.

-No lo conozco físicamente. ¿Es mono?

-Sí. Es muy guapo. Está encogido permanentemente por el dolor, anda raro, suele tener el gesto crispado, otra vez debido al dolor, pero le quitas todos esos inconvenientes, y … es atractivo. Muy atractivo. Eso me anima a deciros que cuanto antes os quitéis a la empresa esa de Arnáiz, mejor. Si va a trabajar Aitor con vosotros …

-Lo de Arnáiz de momento no podemos quitarlo. Es amigo de Javier. De todos en realidad. Daría el cante si de repente prescindimos de sus servicios. Pero cada vez confiamos menos en él y su gente. Precisamente queríamos poner en marcha un nuevo sistema de comunicación interna con todos los datos de la investigación al alcance de los participantes, y no queremos que lo haga Arnáiz. Ahí es dónde entra Aitor. Ya sé que lleva tu seguridad informática. Y todos los que van entrando en tu ámbito cercano. De hecho, fue lo primero que hiciste por Carmelo cuando aquello de la Hermida, cuando los GEOS de Jose Oliver abatieron a aquel sicario en la Hermida 2.

-Sí, ya. Hablando de todo un poco, ya que sacas a colación ese día … por cierto, ahora que lo pienso, el pobre Yeray siempre se lleva la peor parte. En la pareja de hecho que forman él y Kevin.

Carmen se echó a reír.

-Sí. Aquel día le tocó a él también. Aquella fue peor que la tuya del parque. Si no llega a ser por Dani … estuvo resolutivo y contundente. Le salvó la vida.

-Todo ese problema lo tenía que haber detectado Arnáiz antes de ocurrir. Cuando me lo contó Carmelo, por eso le metí a Aitor. Me daba igual que Cape tuviera esa empresa … no recuerdo si ya era de Arnáiz. Y ahora que va a salir huyendo el amigo Cape, en cuanto Carmelo sea el amo y señor de su cortijo, convenceré a Carmelo que se los quite de encima. Ya le he ido convencido para que los teléfonos y el resto de dispositivos los controle Aitor. Me queda la casa de Cape.

-Algo me han dicho los escoltas de lo de Cape. Creo que el domingo se va y ha dejado claro que no los va a volver a necesitar. Eso quiere decir que no va a volver.

-Es lo mejor que puede hacer. No hace más que mentir a Carmelo. Y mentirse a él. Se ha creado una película …

-Hoy estás destructivo. Te has cargado a Arnáiz, a Quiñones, ahora a Cape … con Cape ya llevas un tiempo soltando bombas de acción retardada. Incluso lo has llamado chulo dos veces en diez palabras.

Jorge se echó a reír.

-¿No tuvisteis un rollo? Cape y tú. ¿No habéis mantenido relación cercana?

-Tuvimos un rollo, sí. Pero fue eso, un rollo. A Cape no le gustan las personas … con personalidad. Es un macho alfa. Si nos encontramos pues finge como que … somos muy colegas, como si habláramos todos los días. Pero no es así. Para nada. No me ha llamado para decirme que se va. Se lo ha dicho al primero que pilló, a Nano creo que fue. No, fue a Bruno. Se lo podía haber dicho a Flor, a Fernando, a Hugo, a Helga … si no quería rebajarse y llamarme a mí. Javier estaba descartado, porque no sé por qué, no le traga. Aunque diga lo contrario.

-Me estás dando la razón, Carmen.

-¿A sí? No me había dado cuenta.

Jorge le empezó a contar por encima la conversación que tuvo con él después de la de Javier. Carmen resoplaba de vez en cuando casi ofendida por algunos de los comentarios que le hizo de su historia con Carmelo.

-¿Y tú no lo recuerdas de aquella época?

Ahora le tocó el turno a Jorge de farfullar.

-Anoche en la cama. Como está Cape, pues Dani sigue durmiendo con él. Y solo en la cama … estaba agotado, te lo juro … pero … mi cabeza era ingobernable …

-Y te acordaste. Y no te gustó lo que recordaste.

-No.

-Es como uno de esos personajes que tanto te gusta meter en tus novelas. ¿Un malo que a veces se comporta como persona, o un buenazo que a veces mete la pata?

Jorge se echó a reír.

-¿Y quieres que te conteste?

-Yo sé la respuesta. Olga y yo la sabemos desde el principio. Pero me apetece saber la tuya. Tu respuesta, tu opinión.

-Tengo la seguridad que será igual a la vuestra. La primera opción de las que has citado, sería la más cercana a mi opinión.

-¡Pero para ya de hablar!

Carmelo había subido. Y se acercaba a él con los brazos abiertos.

-Carmen te tengo que dejar. Mi rubito me viene a buscar para que haga de anfitrión. Y trae cara de enfadado, molesto … o ambas cosas.

-Voy a dar un par de voces, como suele decir Patricia, y a comprobar las últimas novedades de la tipa esa que ha ido a buscaros con malas intenciones.

-Pues eso. Nos cuentas.

-Chao.

Carmelo le quitó el teléfono de la mano y lo tiró al otro lado del sofá.

-Ahora te quiero para mí un rato.

-¿Otro masaje en los pies?

-¿Qué tal un masaje en los labios? Labios contra labios.

Jorge sonrió acariciando el culo de Carmelo.

-No me parece mal. – dijo con voz insinuante. – Aunque ahora mismo, se me ocurre otro masaje … más estimulante.

-Si quieres me quito los pantalones.

-No hace falta. Prefiero meterte mano. Así parece como que te he robado el … placer … te has resistido, has dicho ¡No, no, por favor! ¡No me apetece correrme de gusto, que una descarga eléctrica erice todos los vellos de mi cuerpo y tenga la necesidad de gritar de éxtasis místico y físico …

Jorge le señaló el dedo índice, lo que provocó la risa de Carmelo y que a la vez se acercara más al escritor para dejarle el camino expedito.

-Procede, escritor. Estoy preparado para aullar en un arrebato de placer máximo …

-Y luego dices que yo soy dramático.

-Ha sido un burdo intento de imitarte, lo siento. Pero los aullidos de placer místico, van a ser difícilmente superables… ¡Agggggggg! ¡Joder escritor! No pares … ¡¡¡Aggggggggrrr!

.

La familia Represa, con Juan Ignacio a la cabeza, se fue a una de las terrazas de escoltaban la fachada del Teatro Real en la Plaza de Oriente. Claudia, su mujer, estaba más animada que nunca. Le había sentado bien la excursión que le había preparado su familia. Había disfrutado mucho del concierto de esos cinco músicos.

A Dídac Fabrat ya lo conocía. De hecho, seguía su trayectoria con atención. Le parecía un hombre muy renacentista. Era buen intérprete, aunque ella le había escuchado sobre todo en conciertos en los que tocaba el piano, le parecía un gran compositor, y esperaba que su carrera en ese aspecto fuera grandiosa, y le fascinaba también su faceta como actor. No era muy prolífico en ese campo, pero sus apariciones escogidas le habían gustado mucho.

Del joven que en principio tocaba solo, Sergio, había sabido de él cuando ganó el concurso de violín de Moscú. Luego no supo más. Juan Ignacio le había contado por encima que tuvo un “encontronazo” con Graciano y éste le puso a todos en contra.

-Dime que tú has sido uno de los que le ha dado la espalda.

Su marido se encogió de hombros. Claudia respiró hondo. Era una más de las barbaridades de las que se estaba enterando en los últimos días, y que tenían como protagonista a su amigo Graciano.

-Mira mamá. Viene Adela – Ramiro su hijo, la señaló con la mano.

-Saludad y dejadnos solas. Iros a hablar con esos colegas tuyos. O con los músicos. Tengo que hablar con ella seriamente.

El tono de Claudia era inapelable. Su marido no parecía estar de acuerdo con esa decisión.

-Cariño, yo no me metería en sus …

-Claro que me voy a meter. Se lo debo. Nos ayudó con lo de Ramiro – la mujer cogió la mano de su hijo y se la besó.

-¿Estarás bien? – se interesó su hijo besándola a su vez. – No me gusta dejarte sola.

-Claro, hijo. Tranquilo. Adela es mi mejor amiga.

Su marido negó con la cabeza. No acababa de parecerle bien que su mujer se metiera en ese tema. Aunque en los últimos días parecía haber remontado, y esa excursión le había sentado bien, temía que esa entrevista con su amiga llevara al traste la mejoría, al menos en su ánimo, que había supuesto esa excursión. Iba a hablar mal del marido de Adela. Le iba a contar cosas muy escabrosas. Adela podría no tomárselo bien. En ese tipo de revelaciones, el mensajero solía salir trasquilado. Y eso ahora … Adela era uno de los apoyos fundamentales de su mujer en la lucha contra la enfermedad.

Adela abrazó a Ramiro el primero. Le dio dos besos muy cariñosos. Justo después, le pasó la mano por la mejilla para acariciársela con la excusa de quitarle los restos del pintalabios que le había dejado los besos.

-Gracias por estar pendiente de Ignacio.

-Es mi amigo Adela. ¿Cómo no voy a estar pendiente? Es como un hermano más. Y Gastón seguro que te dice lo mismo. Lo mismo que Adonei o Edric o Mayo. Son nuestros hermanos.

Adela fue a contarle que muchos de sus otros amigos, le habían dado de lado por su enfermedad. La ansiedad y la depresión les había puesto nerviosos a los chicos y a sus padres. Y con algunos habría ayudado la revelación de que era homosexual. Pero no lo hizo. Se giró para saludar a Juan Ignacio. Le dio dos besos.

-Espero ver en tu programación un concierto en el que ese joven sea el protagonista.

Juan Ignacio miró asustado a su mujer. Pensaba que le había contado. Pero la cara de estupor que tenía Claudia, le dejó claro que no había sido así.

-Buscaré un hueco. Dentro de poco, será reconocido como el mejor de su generación.

-Preséntame una propuesta, una causa benéfica, y la empresa de mi familia patrocinará el evento. Dídac puede dirigir la orquesta.

Juan Ignacio asintió con la cabeza. Le hizo un gesto a su hijo y murmuraron una disculpa para apartarse. Adela se sentó al lado de su amiga y la cogió la mano.

-Pensaba que la salida te iba a agotar. Pero te veo bien.

-Estoy un poco cansada, no te lo niego, pero es otro tipo de cansancio. Creo que Juanito ha tenido una buena idea. Esos músicos me han parecido maravillosos. Están tocados por el ángel de la vida. Y me ha explicado Juan que no han ensayado nunca todos juntos.

-Son buenos sí.

Adela tenía los labios apretados. Claudia se dio cuenta que daba la impresión de estar a punto de explotar. Se incorporó un poco en la silla y la cogió la mano.

-¿Van a tomar algo?

Se había acercado una camarera a atenderlas.

-Me apetece un sándwich. Tengo hambre – dijo en tono festivo Claudia.

-Pues que sean dos. Yo vegetal.

-Yo mixto. Hace siglos que no lo como. Me apetece.

-¿De beber?

-Un te rojo con canela – pidió Adela. La camarera se quedó mirando entonces a Claudia.

-Un zumo de naranja, si pudiera ser. Fresquito.

-¿Le echamos un hielo?

-Sí. Sí, un par de hielos.

La camarera se retiró después de marcar el pedido en su terminal.

-¿Y entonces te encuentras bien?

Claudia le contó las novedades de los últimos días respecto a su salud. Los últimos análisis habían sido prometedores. Y poco a poco se iba recuperando del cansancio y de la apatía en la que le habían sumido los últimos tratamientos.

-La oncóloga hasta sonrió. Y mira que la tía es seria.

La conversación se centró en esas cuestiones hasta que la camarera les llevó el pedido. Adela se adelantó y pagó con su tarjeta de crédito. Empezaron a comer sus sándwiches. Ese fue el pistoletazo de salida para los temas que de verdad, ambas querían tratar.

-Tengo algo que contarte que no te va a gustar – dijo Claudia mirando a su amiga.

Ésta hizo un gesto con la mano para detenerla.

-Acabo de discutir con Graciano. Como nunca.

-¿Y eso?

-Llegaba al concierto. Me he entretenido más de lo que esperaba con mi hermana. Por eso no he llegado al principio, como habíamos quedado. Y he visto a ese escritor ir al encuentro de mi marido. Un tipo enorme que lo acompañaba ha intentado agredirlo. Pero Jorge se ha enfrentado y lo ha reducido. Un tipo salido de la nada, se lo ha llevado. El escritor se ha puesto a hablar con Graciano en tono serio. Y éste le ha intentado pegar. Te lo juro, me he quedado de piedra. Pero de nuevo, ese Jorge le ha golpeado y le ha reducido. Ha sido todo muy rápido. Ese hombre parece ducho en técnicas de defensa. Nadie a su alrededor se ha percatado de nada. Pero es que Graciano entonces ha sacado una navaja. Y ha intentado clavársela. Te lo juro, no he gritado de pura sorpresa.

-¿Le ha dado? No le he visto herido.

-No, no. Ya te digo que es un maestro en lucha. Pero te lo juro, sabes que se me da bien leer los labios. Graciano no ha dejado de amenazarlo de muerte. ¡De muerte! Y a esos chicos que tocaban igual. Sobre todo al tal Sergio Plaza.

-De eso te quería contar. Juanito se confesó el otro día conmigo …

Adela le volvió a hacer un gesto para que la dejara terminar.

-Pero es que Fabrat, ha bajado del escenario y se ha acercado corriendo. Y a él también le ha amenazado. Ha ido en ayuda del escritor, porque se había dado cuenta mientras tocaba de lo que pasaba. ¿Pero quién se ha creído? La familia de Fabrat son socios de la mía en multitud de negocios. Él es un hombre directo, pero encantador. Y sus padres y hermanos, son rectos y buenas personas. Apoyan muchas de las iniciativas de Graciano. Dídac le ha dicho que no cuente con eso a partir de ahora.

-¿Y qué ha dicho tu marido?

-Se ha reído de él. Ha dicho que sus padres harán lo que él diga. ¡Valiente chulo!

-¿Y Fabrat?

-Le ha avisado. Pero es que ese aviso quiere decir que piensa que mi marido es capaz de organizar o contratar a alguien para agredir al escritor o al mismo Dídac. O a esos chicos. ¿Por qué pensará que …?

-Adela … no creo que haga falta que … ¿Y la discusión con Graciano?

-Me he acercado a él. Y el gilipollas … primero me ha intentado engañar diciendo que me había equivocado. Como siempre, Adelita, eres tonta. Y cuando se ha dado cuenta que lo de “Adelita, la pobre” ya no cuela, me ha dicho que me meta en mis asuntos. Y veladamente, pero me ha amenazado. Y me ha dicho que si me vuelvo a acercar a Jorge Rios … íbamos a tener problemas. Problemas ya los tenemos, le he dicho. Iba a amenazarme de nuevo, pero le he parado los pies. Le he dicho que a lo mejor, el que está en peligro es él. Y que sería mejor que no vuelva a pisar mi casa. Ni por supuesto, ver a mis hijos. Por su bien.

-Me ha parecido que hablas con mucha familiaridad de Jorge Rios.

-Lo conocí en una entrega de premios en el colegio de los niños. Los entregaba él y Ester Portillos, la actriz. Mayo ya sabes como es, y subió al escenario para saludarlo. Se abrazó a su pierna y el escritor le cogió en brazos. Ha leído algunos de sus libros. A escondidas claro. Ni tiene edad para leerlos y bueno, si se llega a enterar su padre … pero les veía a sus hermanos leerlos y hablar de ellos … Adonai al final los leyó con él para explicarle. El caso es que ese día en ese festival de primavera, Adonai estaba en el escenario porque participaba en un concurso de relatos y fue a buscar a su hermano. Jorge y Ester fueron muy cariñosos con Mayo y Adonai. Y luego, nos invitaron a todos a merendar. Los dos fueron encantadores. Mis hijos le contaron toda su vida. Y te lo juro, ese escritor les escuchaba como si … así que salieron los dos en una nube.

-¿Esa actriz es la que les gusta tanto a Adonai y a Ramiro?

-La misma. Pero al final, casi el que más le impresionó, fue Jorge. ¿Y por qué Fabrat pensará que mi marido puede ser capaz de …?

-Porque lo ha hecho en multitud de ocasiones en estos años. El otro día una comisaria de policía fue a hablar con Juanito. Una que dirige una Unidad Especial. Me ha dicho Juan que es muy buena y considerada. Por cierto, está por ahí, ha venido al concierto. Le contó muchas cosas. Y le preguntó. Pero ya sabes, hizo preguntas de las que sabía las respuestas. Juanito se dio cuenta enseguida. Así que no le quedó más remedio que decir la verdad de lo que sabía. Algo se habrá guardado, seguro.

-¿Lo de Ramiro?

-Eso lo sabían. No los detalles.

-Pues cuéntame tú ahora, Claudia.

Adela dejó los cubiertos sobre el plato y se recostó en la silla. Esperó a que su amiga le empezara a contar.

-Y lo peor, Adela, es que todo eso de Graciano, ya lo sabía Juan. Lo saben él y todos esos otros programadores y músicos con los que está hablando ahora. Todos le han dejado hacer y se han plegado a sus deseos. Seguro que de todos tendrá algo sucio …

-No me lo puedo creer.

Claudia le empezó a contar. No fue muy exhaustiva. Por la cara que estaba poniendo las noticias que le estaba dando le estaban hundiendo poco a poco el ánimo. De repente, Claudia se paró. Mayo, el pequeño de Adela, venía a su encuentro corriendo. Adonai, el segundo de sus hijos le seguía a unos pasos de distancia. Su gesto era de resignación porque no había conseguido retener a su hermano, que en cuanto había visto a su madre, había salido disparado para saludarla.

-¡Mamá!

El niño se lanzó en brazos de su madre. Ésta lo abrazó y le giró la cara para darle un beso.

-Mamá, estás llorando. Perdona que hayamos llegado tarde. Ha sido mi culpa.

Adonai llegó al lado de su madre y se agachó para darla un beso. Luego fue a saludar a Claudia a la que también besó. Mayo aprovechó y también fue a besarla.

-Te veo bien, tía. – saludó Adonai.

-Me ha sentado bien la salida.

-¿Estás bien mamá? – preguntó ahora a su madre.

-No tengo buen día, nada más. Mira, ahí viene un amigo vuestro.

Tanto Adonai como Mayo se giraron para mirar hacia donde le indicaba su madre. Al ver a Jorge, Mayo volvió a escaparse e ir corriendo a su encuentro. Adonai negó con la cabeza resignado y fue tras él.

-Te lo juro mamá, es agotador. Cien ojos con él. Ve algo que le mola, y zas, sale corriendo. Pero ni avisa. Y ya no es tan pequeño.

Mayo para variar ya estaba en brazos de Jorge. Adonai llegó a su lado y se abrazó a ambos.

-Renacuajo, deja a Jorge y ven conmigo. Mira saluda a Dídac.

Dídac se había acercado a ellos. El niño cambió los brazos de Jorge por los del músico.

-Ya pesas mucho para cogerte.

-¿Estás flojo Dic?

-Oye, no te metas conmigo.

-Adonai, mira quien está detrás de ti – le indicó Jorge.

El aludido se giró y se encontró con Ester que le abría los brazos para abrazarlo.

-Pero que sorpresa. Mira mamá, está Ester también.

Adela estaba intentando recomponer su figura. Estaba secándose las lágrimas y limpiándose las marcas del lápiz de ojos al correrse. Ester fue la primera que llegó donde ella.

-Adela, que alegría volver a verte.

La aludida se levantó para saludar a todos. Presentó a Claudia a Ester. Luego saludó a Jorge y a Dídac. Éste la abrazó fuerte a la vez que le acariciaba la espalda.

-Lamento que hayas visto lo de antes. – le susurró al oído.

-Deberías haberme contado. – le contestó también en voz baja, sin dejar de abrazarlo.

-No tenía ni idea de todo lo que pasaba. Te lo juro. Oía cosas pero me hice una idea equivocada. Me estoy enterando estos días que estoy preguntando directamente. Estoy ayudando a Jorge con lo de Sergio.

-Estás en plena forma – dijo Adela levantando la voz y separándose y mirando orgullosa a Dídac.

-He tenido buenos compañeros en el escenario. Mira, te quiero presentar a Sergio. ¡¡Sergio!!

Dídac le hizo un gesto con la mano para que se acercara. Estaba hablando con Carmen y con Yura y Jun.

-Mira, esta es Adela. Es una buena amiga y también de mis padres.

-Encantado de conocerla.

-¿Conoces a Ester?

-De verla en la tele y de oír hablar a Jorge.

-También me habla mucho de ti. Eres un maestro con el violín. En cuanto me ha avisado de que ibas a tocar hoy en la calle, no lo he dudado y me he venido a escucharte.

Sergio se puso colorado. Era claro que también era fan de la actriz.

Jorge comprobó que de repente, casi todos sus escoltas le estaban rodeando. Nano y Claudia estaban justo pegados a él. El resto, había rodeado al grupo que formaban la familia Mendés y la familia Represa, salvo dos, Luisete y Lucía que se movían entre la gente buscando a alguien. Carmen se unió a ellos. Se había puesto el arma a mano. Dos coches patrullas aparcaron en los laterales. Sus ocupantes se bajaron corriendo y fueron hacia la zona que peinaban los escoltas de Jorge. Éste inició una cháchara divertida para que ninguno de sus amigos se diera cuenta.

Una sombra se movió con rapidez entre la gente. Un hombre que tenía el aspecto de un turista, pareció fallarle de repente una pierna y tuvo que arrodillarse. Nano lo vio y avisó a sus compañeros. Lucía fue la primera que llegó al lado de ese hombre y lo hizo tumbarse en el suelo. Dos de los uniformados llegaron a su altura y lo registraron. Carmen les ordenó que lo sacaran esposado y lo condujeran a su coche. La mujer que estaba con él, intentó irse, pero Carmen le cortó el paso.

-Querida, podemos hacer esto de muchas formas. En la mayoría de ellas sales malparada.

En nada, cuatro policías uniformados la rodeaban. Todos tenían la mano en sus armas. La mujer levantó las manos. La registraron. La policía que lo hizo, mostró a Carmen la pistola y la navaja que le encontraron. Luego, descubrirían también una jeringuilla autoinyectable con una droga que paralizaba a quien se la hubieran inoculado. Y varias fotos de Jorge.

-Unos carteristas, tranquilos – dijo uno de los policías a la gente que se había dado cuenta de su acción.

Jorge sonrió atendiendo a Adela. Se había acercado a él. Le habló en voz baja.

-Quiero pedirte perdón por lo de antes de mi marido. Lo he visto.

Dídac se había acercado y alcanzó a escuchar la última parte.

-No seas tonta, Adela. Ni Jorge ni ninguno pensamos que tengas la culpa de nada. No eres responsable de lo que haga tu marido.

Jorge asintió con la cabeza.

Pero a la mujer no le tranquilizaron las palabras de su amigo.

Claudia se movió con su silla de ruedas para acercarse a su amiga. La cogió de la mano.

-Invitemos a estos amigos a un tentempié.

Adela asintió con la cabeza.

-Adonai, Ramiro. ¿Acercáis otra mesa y sillas para todos? – les pidió Claudia.

-Claro mamá – contestó Ramiro a la vez que le daba un codazo a su amigo.

Claudia le hizo un gesto a Adela. Ésta seguía en shock. Miró a Claudia y sonrió.

-Sentaros todos. Claudia y yo estamos de ronda. Aprovecharos.

-Yo un whisky – bromeó Adonai.

-Venga, sí, un Nestea.

-¡¡Mamá!!

Jorge fue el primero en dar ejemplo y se sentó. Aprovechó para sacar el móvil y mandar un mensaje.

Jorge:

Gracias”.

Al poco recibió respuesta.

Nacho:

un placer”

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

.

-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

.

-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 77.

Capítulo 77.-

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Jorge apenas durmió un par de horas. Se levantó con cuidado de no despertar a Carmelo. Éste no le había engañado cuando le prometió que los mejores besos de la noche estaban por llegar e iban a ser en la cama. Los dos se habían entregado a la pasión con dedicación e interés.

Se sentó frente a su mesa. Encendió el ordenador. Buscó en su nube y en la carpeta que le había creado Aitor a la que solo podían acceder ellos dos. Pinchó el vídeo que le había dejado su amigo informático. Duraba algo más de hora y media.

Prácticamente no pudo sacar otras conclusiones de las que ya había hecho al verlo en directo. Pero pudo observar más detenidamente al chico de las fotos. Fue de los primeros en llegar. Al contrario que cuando se habían encontrado y les había pedido un selfie a Carmelo y a él, en la discoteca parecía un hombre distinto. Seguro de sí mismo, altanero, chulo. Mirando a todo el mundo, retador. Algunos hombres de todas las edades, intentaron acercarse a él con intención de acabar la noche en su cama. A todos rechazó con gestos que apenas suponían una mirada despreciativa o un gesto con la cabeza de asco. Sí, era asco.

Para Jorge era claro que su objetivo esa noche, era Gonzalo Bañolas. Con la información que tenía, se le escapaba la razón. Había personas, hombres más poderosos y atrayentes en esa discoteca que el tal Bañolas. Por lo que él sabía, se había apartado de la gestión del ingente patrimonio de su madre, refugiándose en un puesto directivo en esa empresa Uremerk. Ocupaba un puesto que, sin ser del montón, no destacaba especialmente ni por sus responsabilidades ni por el prestigio que le podía dar.

Uremerk era una empresa un poco desconcertante. No tenía claro a que se dedicaba. Parecía una empresa fundada a semejanza de la que creó Cape con quince años. Parecía especializada en gestión y desarrollo de APP para empresas y para la Administración Pública. También se dedicaban a comercializar otros tipos de software más encaminado a satisfacer a clientes domésticos. Pero no lo acababa de ver claro. En los últimos tiempos se había armado un cierto revuelo a causa de la marcha de algunos directivos importantes. En su marcha, a todas luces poco amistosa, se habían llevado parte de los clientes. Había leído en prensa especializada que los directivos que habían abandonado la compañía, se quejaban de que no les dejaban trabajar a gusto, que estaban perdiendo oportunidades de negocio a causa de unas políticas que nadie sabía explicar convenientemente. Se hablaba también de que el Consejo de Administración estaba buscando un nuevo Director en las empresas de la competencia. Incluso de había comentado de la última CEO de la empresa de Cape, aquella mujer que lo traicionó cuando Cape dio un paso atrás y dejó la gestión directa. Esa mujer luego tuvo que dejar la compañía, cuando Cape la vendió por sorpresa. Estuvo a punto de acabar en la cárcel. Solo la salvó un acuerdo extra-judicial en el último momento. Esa mujer había desaparecido del mapa. Todos estos comentarios y movimientos empresariales se veían favorecidos por la casi disolución de la antigua empresa de Cape, dividida en partes muy pequeñas por los nuevos dueños, ante la magnitud del desastre provocado por aquella mujer. Por mucho que lo intentaba, Jorge no recordaba el nombre.

-¡Emile Goliat! – gritó alegre por haberse acordado de repente del nombre de esa mujer.

Pero al chico de la foto, parecía interesarle solo Gonzalo Bañolas. Jorge se acordó que a parte del patrimonio que tenía la madre, él también había heredado una buena cantidad de dinero y propiedades de su padre. ¿Se movería ese joven por el dinero? Sus intenciones eran sujetas a interpretación, pero lo que era claro, es que fue a su encuentro en cuanto entró en el reservado.

Ovidio y Dimas entraron a la vez. Dimas parecía estar en su salsa y eso que no llevaba colgada del brazo a ninguna mujer. Parecía feliz. Nadie diría que tenía a un hijo en la cárcel acusado de homicidio frustrado. Y de haber sido despedido de su empresa. Aunque esa circunstancia todavía no estaba acreditada.

A Jorge le llamó la atención que Ovidio Calatrava no utilizara a su acompañante como le había explicado Smittie. Iba con él, estaba a unos pasos de él, pero el joven permanecía a la expectativa. No le parecía el mismo que le había presentado en la embajada, aunque no lo podía asegurar. En las imágenes en ningún momento se le veía con claridad. Jorge tenía idea de haberlo visto en alguna de esas fiestas clandestinas en horario de toque de queda. Su forma de estar le recordaba a alguien de los que había encontrado en esas situaciones. O en las fiestas a las que iba Rubén y en las que acababa borracho como una cuba.

Del período que vio en directo, apenas sacó más conclusiones que las que había sacado en su momento. Salvo que Ovidio era consciente de que Jorge estaba en el Number 1. Miró varias veces hacia allí sin hacer comentarios a sus colegas de reunión.

Maniobró en el vídeo para observar especialmente a Carletto cuando entró. Cuando lo estaba viendo en directo, el hecho de que Gonzalo Bañolas se abalanzara contra ese otro influencer que acompañaba a Carletto, le había hecho centrar la atención en él, no en su amigo Roberto. Su mirada estaba cargada de odio. Se fijó en que mientras sucedía la agresión a su colega, había tenido los puños cerrados, pero no hizo ni dijo nada. Tampoco apartó la vista. Parecía como que quería grabarse en la cabeza lo que sucedía. Cuando Ovidio intervino y Gonzalo Bañolas y el chico de las fotos dejaron de pegar a ese joven, Carletto se agachó para ayudarlo. Nadie se preocupó por él salvo Carletto. Se lo llevó a una butaca. Alguien de la discoteca le acercó algo con lo que lavarle y curarle las heridas. Al cabo de un rato le ayudó a levantarse y se lo llevó a los servicios. Eso coincidió con el momento en que el chico de las fotos se puso a bailar en honor a Jorge.

Éste estaba seguro de que conocía a ese joven. Algo relacionado con él le había ocupado mucha energía y mucho tiempo. Era una corazonada que cada vez que lo veía, le rondaba el estómago. Era como una sensación de que él le debiera algo importante o viceversa.

Retrocedió en el vídeo para fijarse en Rosa. El resto de actuantes le había apartado de fijarse en ella con detenimiento. En ella y en los hombres de Roger que la acompañaban. Hombres que trabajaban a todas luces como sus guardaespaldas. A los pocos minutos, tuvo que reconocer que Jorgito tenía razón cuando le dijo en su visita a la cárcel que no conocía a sus padres. Dimas parecía un corderito en cuanto apareció Rosa. Y ella… parecía la jefa de la mafia. Fue la primera analogía que se le ocurrió. Y no sintió en ningún momento que la tuviera que cambiar.

Los hombre que iban con ella no eran ninguno de los que se había encontrado hasta ahora en su camino. Ni eran los que vigilaban la casa de Roger, ni los que le ayudaron en el tema de la embajada, ni los que habían acompañado al chico en su salida nocturna a cenar en el restaurante de la sierra, cuyo nombre Jorge había vuelto a olvidar. Parecía que tenía bien estructurados a su personal. Era una forma inteligente de evitar errores. No era fácil que ninguno se fuera de la lengua, porque Roger parecía elegirlos con las mismas ganas de hablar que el mismo. Pero siempre podía ocurrir una noche de desfase con el alcohol o con las drogas y que la lengua se aflojara.

Le sorprendió sobre todo, la cara de terror que puso Dimas cuando Rosa le habló muy seriamente mientras uno de esos hombres le tenía agarrado por el cuello. Él siempre había pensado que en ese matrimonio las normas las marcaba Dimas. No recordaba quien le había dicho que el tal Bonifacio, el “padrino” de la editorial, había obligado a Dimas a casarse con ella, que iba a ser la encargada de tener controlado a Jorge. Éste siempre había creído que era por las “vitaminas” que le suministraba y que le dejaban hecho un pelele. Ahora tenía la certeza que el control era… también de otro tipo. No alcanzaba a descubrir cual. De momento. Lo que empezaba a ver es que Jorgito era parte actoral de ese control. Y Clarita. Una idea se empezó a abrir camino en la cabeza de Jorge: Jorgito y Clarita habían sido educados para… engatusarlo. La simple posibilidad de que eso fuera así, le repugnaba. Utilizar de esa manera a los niños, tus propios hijos… Tuvo la tentación de pedir a Aitor que apartara a Jorgito de su nube. Pero se contuvo. Debía descubrir antes la verdad sobre el cariño que le había mostrado el chico desde siempre. No quería condenarlo sin darle la posibilidad de defensa al menos con sus acciones presentes. Aunque una idea se abrió en su mente: a Jorgito, sus novelas le daban igual. Y en realidad, pensó, si no hubiera sido Nadia las que se las hubiera bajado para publicarlas, hubiera sido Dimas con el acceso creado para su hijo. De nuevo, Jorge tuvo la certeza que una vez más, se había dejado engañar. Y que su proverbial fama de “conocer” a la gente, era una patraña que le había llevado a un sin fin de errores.

Casi al final del vídeo que le había enviado Aitor, en una esquina, tuvo otra sorpresa: Paula. Paula hablando con Ovidio. La cámara en su barrido, les sacó de foco y no pudo ver nada más. Porque la siguiente vez, ni el uno ni el otro, estaban ya en el mismo lugar. Que él recordara, Paula no era de ir a discotecas. Aunque ninguno de los que allí estaban, lo eran.

-¿Y no saludaste a tu querido amigo Dimas? – murmuró para sí.

De Martín no, porque no era un ave nocturna que le gustara ir a bailar y a escuchar música a todo volumen rodeado de una multitud sudorosa y deseosa de beber. Pero de Quirce… solía ir a esa discoteca casi todos los días que había sesión… ¿Qué era tan importante para arriesgarse a encontrarse con él?

Y ya, apenas a dos minutos de que terminara el vídeo, otra sorpresa: Toni. Lástima que no pudo saber a quién iba a ver.

Jorge se levantó y fue hacia la puerta. La abrió y llamó a Flor, que estaba de guardia.

-Necesito ir discretamente a hacer un par de visitas.

-¿Como de discreto?

-Que no se entere nadie.

-Eso es…

Flor se lo quedó mirando. Supo que estaba decidido y que no le podría convencer de lo contrario.

-Déjame que llame a Helga y Raúl. Te acompañarán. Yo me quedo aquí. Nadie sospechará que no estáis los dos si yo estoy al mando.

-Gracias.

-Dame media hora.

Jorge asintió con la cabeza. Fue al vestidor para elegir la ropa que llevaría. Algo muy informal. Nada llamativo. Vio la cazadora que había llevado Martín y que salvo el primer día, no había vuelto a utilizar. Y vio los chinos que había traído. Carmelo se lo había colgado en una esquina. Jorge lo cogió, junto con una de las camisetas que le había llevado Carmelo. Cogió unas Vans que apenas utilizaba. Y un chaleco negro de punto. Antes de eso, no se olvidó de ponerse el chaleco antibalas.

No me gusta lo que vas a hacer”

Jorge sonrió. Aitor seguía al pie del cañón. Eso era un plus de seguridad. Y tenía la sensación de que los hombres o mujeres que trabajaban con Roger también estaban al tanto.

Alguien tocó suavemente la puerta. Distinguió la llamada de Flor. Echó un vistazo a sus chicos, cada uno en su dormitorio. Los dos dormían plácidamente. No se entretuvo ni en besarlos, aunque tenía ganas de hacerlo. Caminó decidido hacia la puerta.

-Baja al garaje – le anunció Flor.

Jorge le hizo un gesto con la cabeza para agradecerle.

El viaje fue más largo de lo esperado. El tráfico estaba poco fluido. Cuando llegaron a su destino, Raúl se quedó en el coche por si había que salir corriendo, mientras Helga lo acompañaba.

-Recuerda que esto es como en la embajada.

Jorge se la quedó mirando. Eso suponía que estaban fuera de servicio.

-Es lo que querías ¿No?

Jorge sonrió.

-Es lo que quería, pero no me he atrevido a pedírselo a Flor.

-Flor es de confianza. Es del equipo de Olga y Carmen.

Jorge no dijo nada. Solo sonrió. No alcanzaba a entender todas las implicaciones que eso suponía, pero ya se preocuparía de eso más adelante. Aprovecharon que salía un vecino para entrar en el edificio. Subieron en el ascensor. Al salir, Jorge miró decidido a su derecha. Pulsó el timbre. Nadie respondió. El segundo intento, Jorge pegó el dedo al pulsador. Al cabo de un par de minutos de incesante sonar, alguien dijo con voz pastosa que ya iba. Otro vecino empezó a dar golpes en la pared a la vez que juraba por la intensidad de la llamada y lanzaba imaginativos insultos hacia el que osaba tocar el timbre de esa forma. Jorge pensó en ir a visitarlo. A lo mejor había sido también un asistente a la fiesta en la “Dinamo”.

Jorge escuchó como alguien en el interior giraba la llave que parecía que estaba ya puesta en la cerradura. Eso no dejaba de ser una irresponsabilidad desde el punto de vista que, si te pasaba algo, era más complicado que llegara la ayuda. Pero por otro lado, también ponía algún impedimento si alguien quería hacerte daño asaltando tu casa mientras estabas en ella. Era claro cual había sido la prioridad para el ocupante de la casa.

Carletto abrió la puerta. Al ver a Jorge intentó cerrarla de nuevo, pero éste se lo impidió metiendo el pie y la pierna. Aún así, el influencer insistía en cerrar la puerta, pero Jorge dejó clara su intención de no dar un paso atrás. Su miraba era clara, su gesto rotundo, y su pierna poderosa.

Mantuvieron el forcejeo unos instantes. Hasta que Jorge pegó un empujón a la puerta y Carletto salió trastabillando hacia atrás. Jorge miró a su alrededor. La casa estaba patas arriba. El suelo estaba lleno de revistas y libros, algunos cristales desperdigados, que en algún momento habían sido copas o vasos de cristal. Los restos de una botella de vino yacían hechos migas a los pies de la pared de la derecha. En su origen había sido vino tinto, la mancha en la pared era indicativa.

Helga había entrado detrás de Jorge. Observó la situación con ojos profesionales. Jorge estaba en medio del gran salón distribuidor. Miraba todo con resignación y asombro. No era capaz de tener una visión general, como posiblemente sí tuviera Helga. Iba saltando de detalle en detalle, no siempre ordenados. Un libro descuajeringado a la derecha, una tablet estrellada contra el suelo a la izquierda, esa botella de vino estrellada contra la pared, un par de sus libros hechos trizas en el otro lado, unas gafas de sol partidas por el puente, una camiseta hecha jirones al lado de la puerta que daba acceso al cuarto donde Carletto grababa sus programas…

Ahí precisamente Carletto se había acurrucado hecho un ovillo, en la pared de enfrente de la entrada,Helga chascó los dedos para llamar la atención de Jorge y señalarle el dormitorio de Carletto. Jorge anduvo los pasos que lo separaban de él. Puso la mano en la manija de la puerta y se apartó. La abrió despacio, para llegado un momento, empujarla con decisión para mostrarles lo que había en su interior. Jorge seguía apartado, ofreciendo el menor blanco posible si alguien hubiera tenido un arma apuntándole. Pero no era el caso. Helga estaba en el otro lado de la puerta, con la mano puesta en su pistola. Resopló y entró en la habitación adelantándose a Jorge. Maldijo por lo bajo mientras se ponía unos guantes de látex. Un joven yacía en la cama lleno de heridas debidas a golpes de todo tipo y algunos cortes que sangraban. Aunque tenía los ojos abiertos, era evidente que no acababa de ser consciente de lo que pasaba a su alrededor.

-Mira en ese armario. Hay algo parecido a un botiquín. – comentó Jorge a Helga.

Carletto observaba a Jorge con precaución. Éste se decidió por ir dónde él y dejar a Helga actuar sola con ese otro joven. Levantó una de las sillas que estaban volcadas y se la acercó a Carletto, poniéndosela a su lado. Cogió otra para él y se sentó a un metro de él. No quería que se sintiera agredido. Quería que se tranquilizara y se sentara, para poder hablar tranquilos. Que rompiera su postura de defensa supina y que empezara a confiar en ellos.

Aprovechó Jorge a mirar de nuevo a su alrededor. No sabía que había pasado en esa casa, pero la realidad es que se parecía poco a la que él había visitado hacía unos días. No parecía haber nada sano. No parecía haber casi nada en su sitio. No se acababa de decidir si había sido a causa de una gran pelea o por un asalto. Si hubiera venido oficialmente, Helga ahora podría llamar a la caballería para que unos agentes fueran preguntando a los vecinos. Seguro que alguno sabría decirles algún detalle. Ese hombre al menos, el que le había insultado por su insistencia con el timbre. Le había parecido que ya insultaba sobre mojado. Insultaba porque no era la primera vez en poco tiempo que ruidos desproporcionados alteraban la calma en el edificio. Jorge sacó el teléfono y valoró llamar a Carmen para contarle.

-No, por favor, no llames a la policía. Todos se enterarían y seríamos hombres muertos.

Carletto parecía haber interpretado los pensamientos de Jorge. La posibilidad de que todo saliera a la luz le aterraba. El escritor suspiró y volvió a guardar su teléfono.

-Me viste anoche ¿verdad? – dijo Carletto con apenas un hilo de voz.

Jorge asintió con la cabeza.

-Se lo dije a Danilo. Pero él insistió. Tiene tanto odio…

-¿Danilo es tu rollo? ¿Así se llama el chico del dormitorio?

Carletto apartó la mirada de Jorge.

-Es mi novio. Desde los dieciocho. Nos…

-Cuidamos. – acabó la frase Jorge.

Se incorporó y le puso la mano en el mentón. Al principio Carletto se resistía. Pero al final le dejó hacer. Jorge le pudo ver bien la cara llena de moratones y heridas. Se imaginó que el resto del cuerpo, debajo del chándal viejo que vestía estaría igual. Helga volvió a resoplar. Había salido de la habitación a buscar algo y observaba las maniobras de Jorge. Fue a la cocina y miró en el congelador. Encontró un par de bandejas de hielo. Buscó en los armarios hasta encontrar algunos trapos limpios y unas bolsas para guardar alimentos y meterlos en el frigorífico. Repartió los hielos en dos bolsas y cogió un par de trapos y los rodeó bien, para que el hielo no tocara directamente la piel. Volvió sobre sus pasos. Le tendió a Jorge una de las bolsas y se llevó la otra al dormitorio.

Jorge ahora sí, se levantó completamente de la silla y se acercó a Carletto. Le palpó la cara suavemente y se decidió por ponerle la bolsa fría sobre el ojo. Corría el riesgo, si no le bajaba la hinchazón, que se le cerrara. Helga volvió a la cocina y rellenó las bandejas con agua para que hiciera más hielo. No iban a tenerlo en horas pero… quien sabe. Puede que les hiciera falta.

-Deberíamos llevarlos a un hospital.

Jorge se la quedó mirando. Helga asintió con la cabeza.

-Llama a Manzano al menos. – le dijo.

Cuando Jorge se disponía a hacerlo, llamaron a la puerta de la casa. Lo hicieron con los nudillos, suavemente. Helga sacó de nuevo la pistola que llevaba en la pierna. Jorge le hizo un gesto para que esperara. Se acercó a la puerta y la abrió.

-Nacho – saludó franqueándole el paso.

El aludido miró a su alrededor. Levantó las cejas. Miró hacia Carletto.

-El otro está en el dormitorio. Es el que está peor. – le indicó Jorge.

Al cerrar la puerta Nacho vio a Helga. Se saludaron con un movimiento de cabeza. Los dos se recordaban de la noche de la embajada.

Volvieron a tocar la puerta. Helga volvió a ponerse en tensión.

-Es Cosme, tranquilos. – les dijo Nacho.

Helga fue la que abrió la puerta esta vez. Cosme le tendió el puño a modo de saludo. Helga se lo chocó.

-Traigo botiquín y compresas frías.

-Venid – les dijo Helga guiándoles hacia el dormitorio.

Jorge volvió donde Carletto, que miraba todo sin parecer que le importara.

-Me gustaría que ahora sí, me contaras la verdad.

-Me odias, lo noto.

Había un tono de desolación en la frase. Parecía que le dolía más esa posibilidad que los golpes que le había dado quien fuera.

-No te odio. Simplemente estoy decepcionado. Confiaba en ti. Si no hubiera sido así, no te hubiera llevado a ver a Saúl.

-No le he hablado a nadie de ello. Y me dijiste que mis aparatos electrónicos eran seguros.

-Lo son. Pero eso no vale de nada si te metes en la boca del lobo y si no me cuentas lo que pasa.

-Lo he hecho para protegerte.

-Y de verdad, te lo agradezco. Pero… creo que debes confiar en mí y decirme. Se que todos pensáis que soy un enclenque…

-Yo no pienso eso.

-Me alegra que sea así. Ahora solo hace falta que me lo demuestres.

-Me trataste muy bien de pequeño. Germán me envió a buscarte. La excusa era seducirte, como otros muchos hicieron antes, pero ninguno conseguimos. La verdadera razón de que Germán nos enviara contigo, era que nos hablaras, que nos cuidaras ese rato que pasábamos contigo. Que nos leyeras una de tus historias, o que la crearas al momento. Nos dabas cariño, nos hacías olvidar las cosas que nos pasaban el resto de los días. Nos dabas un poco de vida. Cuando íbamos a buscarte, dejabas inmediatamente lo que estuvieras haciendo y nos dedicabas toda tu atención. Nos mirabas con dulzura. Apenas nos tocabas, no querías que nadie malinterpretara tus caricias. Pero solo con como nos mirabas… y como nos hablabas…

Parecía que a Carletto se le había secado la boca. Jorge se levantó a buscar una botella de agua que había visto en una esquina. La abrió y olió el contenido antes de acercársela al influencer. Éste bebió a tragos cortos y retomó su relato.

-Danilo y yo ya nos conocíamos. Yo creo que ya éramos pareja. No así declarada. Tampoco ahora lo somos, quiero decir, no… vivimos juntos y cuando nos vemos, es a escondidas. No nos llamamos novios ni nada de eso. Nos amamos, nos hacemos compañía en silencio… Él no pudo estar contigo. Por eso siempre me hacía contarle nuestros encuentros. Estuve contigo tres veces. Tres maravillosas veces. Me hacías hablar. Decías que te encantaba mi voz. Que era embriagadora. A veces me hacías leerte algo y cerrabas los ojos. Yo era feliz porque algo de lo que yo podía ofrecerte te molaba. Y no era precisamente que te la comiera o que me sentara en tu polla.

Volvió a detener su explicación. Pegó un trago a la botella de agua.

-Las cosas luego siguieron como siempre. Hostia va, mira a ver a esos amigos, el príncipe de nosequé dice que no le ha gustado cuando se la has comido… te toca el tío que le gusta darte de hostias, sonríe cuando lo hagas y dale las gracias… y entre tanto, ir a trabajar a los rodajes y hacer mi papel. Y lo hacía bien… ahora me extraña que lo consiguiera…

Carletto bebió un poco más de agua. Sus ojos estaban acuosos, pero contuvo el llanto. Se dispuso a seguir con su relato.

-Pasó el tiempo. Germán un día nos tuvo que sacar. Le habían ordenado matarnos. A Danilo y a mí. Un medio jefecillo pensó que yo ya no valía para eso. Mis apariciones en pantalla se fueron espaciando. Había dejado de interesar a los productores, quizás porque mi aspecto era ya el de un drogata y era imposible de disimular. Ya nadie me recordaba de mi época de actor, cuando tenía protagonistas y triunfaba, aunque mi voz seguía siendo… particular. Y vino a decir que era un peligro por todo lo que me metía. Le daba mucho a la droga entonces. Y Danilo se puso… se enfadó mucho cuando el tipejo ese intentó pegarme porque decía que no la sabía ya ni comer. Le rompió la nariz. Danilo… tiene un pronto muy malo. Y no se corta para pegar. Germán nos sacó, fingió nuestra muerte y nos preparó unas identidades nuevas. Nos ayudó a salir adelante. Hizo que me desintoxicara, que dejara las drogas. Danilo me cuidó en el proceso. En un sitio apartado de todo el mundo. Después tuvimos que separarnos. Emprender de verdad una nueva vida. Nueva identidad. Todo nuevo. Lo único malo es que no podíamos vernos. Al menos, no podíamos hacer vida en común.

-Pero empezaron a salir rumores de que querían matarte. No los bulos esos de casi todos los días últimamente. Nunca rompimos del todo con algunos colegas de la red. Somos como tú: sabemos distinguirnos. Danilo a veces bromea y dice que debe ser que tenemos dos radares. El de gay y el de Anfiles. Pero el radar de Anfiles no es como el gay. Ese es de verdad. Por cierto, Roger fue el que en teoría me tenía que matar. Me alegró verlo el otro día. Disparó a un chico que acababa de morir de sobredosis. Le disparó en la cabeza con un arma de gran calibre y le destrozó la cara. Antes lo había vestido como yo y le puso una cadena que solía llevar, recuerdo de mis viejos. Me agarró del hombro y me empujó hacia un coche. Nacho conducía. Nacho se había ocupado de Danilo antes de lo mío.

-Me decías que empezó a rumorearse en Anfiles que me querían matar.

-Si perdona. Muchos… te la tiene jurada por Nando. Y por ti. Hiciste algunas cosas… que les jodió. Lo de Dani, por ejemplo. O lo de Perla. O lo de Juanma. O Fidel. Nadie te creía capaz de dar hostias. Pero las diste. Uno intentó matarte una vez, como venganza del ridículo que le habías hecho pasar, pero el comisario Marcos “el viejo”, estaba al tanto y le pegó un tiro entre ceja y ceja. Literal. Tu ni te inmutaste. Lo sabe todo el mundo.

Jorge levantó las cejas imperceptiblemente. Todo eso que le contaba Carletto le parecía… una novela.

-Danilo pilló una conversación el otro día. Hablaban de matarte. De como hacerlo. Parece que les has fastidiado el negocio que tenían montado a tu alrededor. Algo de robarte tus novelas inéditas y publicarlas. Ellos pensaban que no ibas a volver a hacerlo. Por eso cuando llamaste a tu editor y le dijiste… todos se pusieron muy nerviosos. El plan de la mujer de Dimas se había ido al traste. Intentaron algo que no llegamos a enterarnos. Pero también había fallado. Parecía que era un plan muy completo. Bien orquestado, con varios músicos. Había un actor importante para sacar tu lado… todos saben que tienes facilidad para acercarte a la gente joven. Que desde aquella época, somos tu debilidad. Quieres protegernos a todo trapo. Pero algo salió mal. Danilo le oyó a Rosa decirle a Dimas que te habían minusvalorado. Que no habían contado con tu poder de seducción. Dimas estuvo a punto de ir a tu casa y darte de hostias. Pero alguien le detuvo. Estuvo con un ojo morado y sin poder ponerse recto varios días. Coincidió con la detención de su hijo mayor.

-Danilo empezó a moverse de nuevo en esos ambientes. Quería descubrir su plan. A mi no me gustaba. Me parecía mejor acercarnos a ti y contarte. O acercarnos al Dios Dani. Casi me parecía mejor acercarme a Dani. Tú… no te mentí, te amo con locura. Pero sé que … no tengo nada que hacer. Pero ese día te vi en el restaurante de Biel y… preparé en un momento la entrevista en directo, preparé el equipo y me lancé.

-¿Qué ha descubierto tu amigo?

-Nada. Es todo muy confuso. Él cree que hay varias tramas. Por un lado, te timaban con las ventas oficiales. Por otro lado, publicaban tu obra en mercados en los que no lo hacías oficialmente. Y la tercera vía, te robaban las obras no publicadas. Parece ser que ésto último no lo empezaron a hacer hasta que estuvieron seguros de que no ibas a publicar de nuevo.

Carletto le miraba de reojo. Parecía tener miedo a la reacción de Jorge.

-¿Te he tratado mal alguna vez? – le dijo con dulzura. No podía consentir que se callara en ese punto.

-Parece que ese plan era de otras personas. Rosa no dejó a Dimas que se metiera ahí. Las organizadoras son dos mujeres. No sé como se llaman. Una parece saber mucho de ti. Tus costumbres, tus medidas de seguridad en casa… aunque luego parece que no sabía tanto. Tienen una empresa de seguridad informática para apoyarles. Pero cuando todo se precipitó, intentaron hackear tu sistema pero no lo consiguieron. Pensaron en asaltar tu casa, pero sucedió lo de tu ahijado y eso te puso en el punto de mira de la policía. Danilo piensa que todos los que tenían intereses en tu obra, cada uno iba por libre y unos estropeaban los planes de los otros. Hasta que al final, Rosa los reunió a todos. Hace unas semanas de eso. Antes lo intentaron en el confinamiento, en reuniones en fiestas clandestinas. Pero aquello no acabó bien. Todos querían llevarse la mejor parte y todos pensaban que su plan era el mejor.

-O sea, resumiendo, según tu novio, todo viene por mis novelas.

-Por tus novelas y por los derechos televisivos de las mismas. Es que eso es una pasta. No sabes las cifras que Danilo ha escuchado. Danilo escuchó que un gran productor iba a comprar los derechos de Tirso en Rusia. Pero todo se frustró porque Dani empezó a mover que iba a comprarte los derechos internacionales. Y ya no podían hacerlo con la edición apócrifa rusa. Ni la coreana. Dani es una estrella internacional. Se habla de él en todo el mundo. Esa serie la van a comprar todos los países, todas las plataformas. Y más si tiene tu beneplácito. Y más si él es Tirso.

-¿Y Anfiles?

-En este caso, es solo un apoyo. A parte de que te tengan ganas por nosotros. No les gusta el ruido, ya lo sabes.

-Dame nombres.

-Danilo no lo ha descubierto. Fue ayer a la Dinamo para intentar averiguar algo, pero Bañolas le dio de hostias nada más llegar. Aunque Lucas antes intentó protegerlo atacándolo él. Pero Bañolas lo apartó. Aunque ese tal Ovidio le paró los pies. Luego, cuando conseguí llevármelo de allí, alguien nos siguió y… – Carletto abrió los brazos señalando la casa – éste es el resultado. Al final conseguí ponerles en fuga, pero…

Parecía que a Carletto se le habían acabado las fuerzas. Sus hombros cayeron. Cerró los ojos y las lágrimas pugnaron por salir de nuevo.

Nacho salió del dormitorio. Le hizo un gesto a Jorge para hablar apartados. Se levantó, besó la cabeza de Carletto y fue hacia él, que estaba con Helga.

-No van a estar seguros aquí. De momento no hay vigías. Pero los habrá. Gonzalito es… persistente. Quiere follarse “a su manera” a ese del dormitorio. Danilo ha jugado con fuego y se ha quemado. Le ha puesto caliente… pero no quiere consumar. Gonzalo no admite un no por respuesta.

Jorge levantó las cejas. Ese “a su manera” no era precisamente tranquilizador.

-Les buscaremos un sitio.

-Dos sitios. Uno para cada uno.

Jorge asintió despacio con la cabeza. Danilo era un peligro para Carletto. No podían estar juntos.

-Carletto puede mudarse a uno de mis pisos vacíos. Allí puede retomar su actividad. Según me ha contado, era Danilo el que… intrigaba para descubrir cosas sobre lo que pretendían en contra mía.

-Los tiene bien puestos. No puede alegar desconocimiento. Ya le “maté” una vez. Era su destino. Ya sabía lo que había y los peligros que corría. Lo había sufrido en sus carnes. Tenía todos los huesos del cuerpo rotos. Alguna de las palizas fue peor que las de Dani.

-No quiero ni pensar entonces lo que le hicieron.

-Le dimos identidad nueva. Todos creyeron que estaba muerto. Ahora… otra vez está en el punto de mira. Hasta dónde sé, no le relacionan con ese chico de antes. Me parece que no le llegaste a conocer.

-Según me ha dicho Carletto, no. A él sí.

-Deberías volver a casa. Se acerca la hora de tu encuentro con los lectores – le avisó Helga. – Si tardas mucho, se darán cuenta Carmelo y Martín.

-Cosme y yo nos encargamos de estos. Carletto a una de tus casas. Tengo un refugio seguro para Danilo.

Jorge sacó el teléfono. Había notado la vibración que avisaba de un mensaje de Aitor.

-Están intentado acceder al teléfono de Danilo. De momento lo buscarán camino de Portugal.

-Danilo es el que corre peligro de verdad. Vuelve a casa. Nos ocupamos. Luego pasa Cosme y le das las llave

-Voy con Jorge y luego, te las traigo. Raúl y yo os ayudamos. Vosotros os ocupáis de Danilo y nosotros de Carletto. ¿Llamo a la empresa de reconstrucción y limpieza?

Jorge miró alrededor.

-Será lo mejor. Esto… no tiene … de todas formas, convenía tomar alguna muestra, ya buscaremos un laboratorio que lo analice. Convenía saber quién ha estado aquí.

-Vete ya. Esos chicos te necesitan – le dijo Nacho. – Los de la charla. – Ya nos ocupamos.

Jorge se lo quedó mirando. Nacho le mantuvo la mirada. Jorge asintió despacio con la cabeza.

-Voy a despedirme de Carletto.

Se acercó al influencer. Esta vez se sentó lo más cerca posible de él.

-Debes irte de aquí. No es seguro.

Carletto asintió con la cabeza.

-Y no podrás tener contacto con Danilo.

Volvió a asentir con la cabeza.

-Te voy a alquilar una de mis casas vacías. Recoge lo que quieras llevarte. Debes irte lo antes posible. Vendrá una empresa a limpiarlo todo. Nacho se ocupará de todo. Helga y Raúl te llevarán a ti a tu casa nueva. Y Nacho y Cosme se ocuparán de Danilo, como ya lo hicieron hace años.

-¿Podré llamarte?

-Claro. Y nos veremos. Y te pediría que siguieras en contacto con Saúl. Está un poco preocupado por ti. No lo minusvalores. Es como tú.

-Ahora le llamo.

-Mantén tu ritmo de publicaciones en tus redes. Y pon buena cara.

-Te han atracado en la calle. – Helga se había acercado – Has denunciado ante la policía. Mañana constará en la Unidad la denuncia pertinente. Dedica un vídeo a ello.

-Si no sabes que decir, me mandas un mensaje y te escribo un pequeño guion.

-Quería ayudarte… y mira lo que he conseguido.

-Y yo te lo agradezco. Una cosa. El chico que estaba en ese reservado, el que besaba a Gonzalo Bañolas…

-¿No te acuerdas de él?

Jorge se lo quedó mirando fijamente.

-Es Lucas. Le salvaste la vida. El “amigo” al que complacía acabó en el hospital con todos los huesos del cuerpo rotos. Le diste una señora paliza. Te pusiste a Lucas sobre el hombro y lo sacaste de la casa. Esa policía amiga vuestra, que trabajaba para el comisario “viejo” se encargó de curarlo y cuidarlo.

-No me cuadra. Me odia.

-Te odia. Porque él quería morir. Y lo salvaste. Provocó a ese “amigo” para que no parara de golpearlo. Siempre le ha pesado la vida. Lo que pasa es que es cobarde para suicidarse. Te odia, pero daría la vida por ti o por cualquiera de nosotros.

Jorge miró a Helga y a Nacho. Se había quedado sin palabras. Sobrepasado. Según le contaba Carletto, se acordó. Le puso cara y cuerpo. Era menudo. Llevaba melena. Apenas tendría quince cuando pasó eso. Como casi todos los chicos en Anfiles tenía un cuerpo bellísimo. Su rostro había cambiado bastante desde aquella época. Seguramente algo de cirugía estética. Muchas de las lesiones que le infligió ese desalmado, necesitarían de ella.

-El jodido “alemán”. Por él aprendí a hablar ese idioma.

-Sigue siendo poderoso – le avisó Nacho. – Y no fue el único alemán con el que te viste las caras.

-Pero no tiene media hostia. Si yo pude con él…

Nacho soltó una breve carcajada.

-Cuanto te pones escritor, cuando te pones a dar hostias, ni yo me metería por medio.

Jorge puso cara de incomprendido. No se creía eso. Pero no era momento de entretenerse. Debía volver a casa antes de que se despertaran. Y debía ir a la reunión con los lectores. Nacho le había dejado claro que irían algunos chicos de Anfiles. No podía defraudarlos.

Día 5 después del día que cambió la vida.

-Tráeme a los chicos, no te preocupes. En casa hay sitio de sobra.

-¿No ha ido Dani?

-Llegará en cualquier momento.

-No quiero que los niños… a lo mejor queréis estar solos…

Jorge empezaba a desesperarse. Su hermano no dejaba de poner pegas a mandar con él a sus sobrinos. Los pocos días que llevaban de encierro, habían colmado la paciencia de los padres y de los niños. Éstos no entendían lo que pasaba, y sus padres no podían explicarles, porque tampoco lo entendían. Ya tenían bastante con ir adaptando su forma de trabajar en la tienda a las indicaciones cambiantes cada día.

-Montaremos un campamento en el salón. Voy a pedir tiendas de campaña a una tienda online. Ya verás como es divertido.

-¿No te meterás en problemas?

-Tranquilo Gaby. Si hay problemas ya los solucionaremos.

-No quiero que te metan en la cárcel.

-¿Por cuidar de mis sobrinos? No me fastidies. Además, así están más protegidos.

-Tendrán que conectarse a las clases online.

-Pediré ordenadores para todos.

-Eso no hace falta, van cada uno con su portátil.

-Sin problemas.

-Pero…

-Gaby, deja de buscar problemas. Vosotros debéis abrir la tienda. Y todas estas mierdas de protocolos y hostias, os lo van a poner complicado. A parte de lo que vas a perder por el cierre de tus clientes de hostelería. Y te recomendaría que fomentaras la comida preparada o a medio preparar para llevar o recoger. Muchas personas comen todos los días en un restaurante en lugar de prepararse la comida en casa. Ahora no pueden y están perdidos. Y por si acaso, tened cuidado.

-Luego te los acerco entonces, camuflados en la furgoneta de reparto.

-Ya te ha costado, joder. Ésta terraza es maravillosa. Van a volver morenos, cuando acabe todo esto.

-Te advierto que son muy inquietos…

-Y Dani también. Y Martín. Se lo van a pasar genial, ya verás. El problema será que luego deberán volver con vosotros.

-Son muy de mamá. A lo mejor la llaman para que vayamos a buscarlos.

-Pues si pasa, venís a buscarlos.

Cuando por fin Gaby colgó el teléfono y dejó de poner problemas, Jorge suspiró aliviado. Su paciencia empezaba a agotarse con su hermano. Había estado a nada de mandarle a tomar gárgaras. Pero sabía que a parte de la situación, los problemas económicos a los que se enfrentaba la familia iban a ser grandes. Medio país empezaba a echar cuentas del tiempo que iba a poder sobrevivir económicamente. Su hermano era uno de ellos.

Salió al balcón. Hubiera sido una bonita mañana del mes de marzo si medio mundo no estuviera encerrado en sus casas. Un convoy militar pasaba por delante de su casa. Iban despacio, para dejarse ver. Por las aceras se paseaban algunos soldados con sus trajes de campaña y con sus rifles apuntando al suelo. Los BMR y los Jeep de repente se cruzaron en la calle y montaron un control. Otros vehículos del convoy cortaron las posibles salidas que pudieran tener los coches que enfilaban la calle. Les fueron pidiendo a todos la documentación. Por los gestos de algunos de los conductores, les estaban pidiendo justificación de su presencia en las calles.

Había sido un cambio en la estrategia del gobierno. Esos controles hasta el día anterior, los hacía la Policía Local o la Policía Nacional. A Jorge particularmente le parecía un cambio de estrategia un poco ridículo y que se podía volver en contra. La gente ya estaba asustada. No hacía falta asustarla más. Ayudaría mucho si los mensajes que mandaban desde las instituciones tuvieran sentido y no fueran contradictorios o directamente ridículos la mayor parte de las veces. En eso podía gastar sus esfuerzos. Estaba claro que nadie sabía de que iba la pandemia. Pero dejar que cientos de bulos se propagaran y que miles de personas por ejemplo, dejaran los zapatos en el felpudo de sus casas o lavaran con lejía las frutas que compraban en las tiendas no era la solución. O poner a decenas de personal de limpieza a fumigar las calles o a lavarlas con productos… los que fueran, todos vestidos con esos uniformes que se hicieron famosos en la película ET, como los que querían descuartizar al pobre y simpático ET para comprobar que no fuera peligroso para el pobre Eliott, que miraba todo asombrado con esos ojos negros grandes que aportaba el actor que lo interpretaba.

Para mucha gente, la OMS había perdido su credibilidad con la gestión de otras enfermedades en los años anteriores. Todas sus previsiones se vieron desmentidas por la realidad. Jorge esperaba que en algún despacho del Ministerio de Sanidad se estuviera teniendo en cuenta los problemas de salud mental que todo ese encierro iba a producir en gran parte de la población. Pero todo eso, en ese momento no importaba. Lo que asustaba eran las cifras de contagios. Que después, como consecuencia de esas medidas, las muertes y las enfermedades mentales se propagaran por la población, daba igual. Porque esas estadísticas nunca habían importado a nadie. Porque el resto de enfermedades físicas también fueron apartadas. Ya daban igual las caderas, el cáncer, las rodillas, las enfermedades del corazón…

Al cabo de media hora, Jorge vio que levantaban el control de los militares. El convoy retomaba su camino, buscando otra esquina donde montar el siguiente. Cuando eso pasó, vio a uno de los coches de Elías que se paraba delante del portal y de él bajaba Dani con una maleta grande. Iba tapado con la capucha de su sudadera para evitar que nadie lo reconociera. Ya llevaba la llave en la mano para abrir el portal. El coche se fue con la misma rapidez que había llegado. Jorge se sentó en el sofá y le mandó un mensaje a Dani para decirle dónde estaba. El actor no tardó en aparecer, ya con la capucha quitada y fue directo a sentarse a su lado. Se miraron y se abrazaron. Jorge besó profusamente a Dani en las mejillas.

-¿Y qué vamos a hacer?

-Vivir en lo que podamos. No pienso renunciar a ver a mi gente y a hablar con quien lo necesite.

-No quiero que te pase nada – dijo Dani preocupado.

-Procuraré que no. Pero renunciar a vivir, no está entre mis planes. Renunciar a darte mil besos al día y a abrazarte. A dormir con la cabeza sobre tu pecho. A besar a mis sobrinos y jugar con ellos, y a procurar que esta situación no tenga repercusión en su ánimo.

-¿Van a venir al final?

-Sí.

-Les daremos bien de comer y nos reiremos.

-Busca por internet alguna tienda de campaña que se pueda montar en el salón. Yo no tengo ni idea de eso. Puede ser más divertido que que les metamos en habitaciones. Martín se viene también. Dice que sus padres se han vuelto paranoicos. Que prefiere que su unidad familiar sea la nuestra. Y si alguno de nuestros amigos quiere unirse, les invitamos.

-¿Has visto el control de los militares?

-A alguien se le ha ido la olla. Quieren acojonar. Ganarían más dando unos mensajes claros y creíbles. Pocos, claros, y que no parezcan sacados de una de las decenas de películas de este tipo que se han hecho en los últimos años.

-Pareces distinto, Jorge. Pareces enfadado y de verdad. Y con otra energía distinta…

-Lo estoy. Este virus seguramente matará a muchas personas. A muchas. Y otras muchas estarán enfermas y les costará recuperarse. Nadie sabe como funciona ese virus. Y si la única solución es encerrarnos en casa, como en la Edad Media, mal vamos. Y si lo primero que se ha vaciado en las estanterías de los supermercados es el espacio dedicado al papel higiénico… alguien debería preguntarse el por qué la gente ha pensado en como limpiarse el culo sin utilizar el bidé. ¿Eso es lo que más le preocupa a la gente? ¿De verdad esa es la necesidad perentoria de la mitad del país? Porque la otra mitad no ha podido comprarlo porque está agotado. A no ser que pensaran que podían contagiarse de esa forma. Eso sería lo más. Y por otro lado ¿Y alguien ha pensado en la gente que vive sola?

Jorge dejó de leer el primer capítulo de su novela pandémica. Ya había pasado casi año y medio del principio de todo. Y seguía teniendo sentimientos encontrados al respecto. No le gustaba el tono que había empleado al escribir. Y posiblemente si lo escribiera de nuevo, lo haría de otra forma. Pero no valoró siquiera el apartarlo o borrarlo. Era lo que sentía en ese momento. La sorpresa, la incomprensión, el enfado. Recuerda ahora que tuvo que dejar de mirar las noticias y de escuchar la radio. Ese bombardeo continuo de noticias, de bulos, de peligros… le llegó a crear algunos días ataques de ansiedad. Aquellos días volvió a sus “vitaminas”. En pequeñas dosis, pero volvió a ellas. Le ayudaron a controlarse y a seguir viviendo. A atender a sus amigos, a otras personas que parecían necesitar de apoyo. Las primeras salidas nocturnas de Dani y de él, fueron para eso. En realidad todas fueron para eso. Para acompañar a las personas que les invitaban, a pesar de los riesgos de ir a morir delante de un pelotón de fusilamiento formado por los vigilantes del visillo. Seguramente muchos pensaran que fueron unos insensatos. Pero quizás… ayudaron a que otros pudieran sobrellevar la situación sin pensar en otras soluciones y sin que su necesidad de sociabilidad basada en la piel, no en la pantalla, propiciaran que su mente viajara por senderos peligrosos y cayera por un precipicio del que nadie de las instituciones médicas o de cualquier tipo, le iban a ayudar a salir. Entre otras cosas, porque no había medios para afrontar ese problema. No los había, ni los habrá.

Javier le había pedido que le enviara su relato pandémico. Le interesaba. Pero de momento, decidió no hacerlo. Intentaría seguir con la lectura al día siguiente. Y si lograba leer dos capítulos enteros sin renegar del todo de ello, pensaría de nuevo en la posibilidad de atender su pedido.

Jorge Rios”.