Necesito leer tus libros: Capítulo 118.

Capítulo 118.-

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Para sorpresa de Fernando, no le hicieron esperar en la residencia de Nuño. Dijo su nombre, la encargada de la recepción miró en el ordenador y le indicó con el brazo la dirección del jardín.

-Creo que ya conoce el camino – le dijo sonriendo. – Está donde siempre. Nuño es de costumbres fijas.

No acababa de estar seguro de como afrontar este pedido de Jorge. No había sabido como decirle que lo que le pedía … no era de su agrado. No había vuelto a tener noticias de Nuño desde aquel día que pasaron la noche juntos. En su casa. Y ahí estaba, haciendo frente a una situación que le incomodaba sobremanera.

Todos habían tomado la decisión de parar durante un par de días. Fernando, el primero de esos días , lo había pasado durmiendo en casa. No se había levantado ni para comer. Sobre las siete de la tarde, se duchó y salió a la calle para buscar algo de merendar. Se decidió por un McDonald’s. Le apetecía una buena hamburguesa con muchas patatas. Posiblemente le hubiera apetecido otra cosa, pero la hamburguesería tenía la ventaja de que estaba a dos pasos de su casa. Y para otras posibilidades, le hubiera gustado contar con la compañía de alguien. No le apetecía molestar a nadie. Él estaba agotado, pero el resto no estaba mucho mejor que él. Y desde hacía ya unos meses, sus relaciones se circunscribían al ámbito de su trabajo.

Después de comer, se le ocurrió ir al Pianola’s. Cogió el metro hasta Ibiza. Casi se pasa de estación, porque estaba distraído. No podía apartar de la mente esa primera estampa del primer chico que encontraron empalado en la finca de Vecinilla. Aunque en realidad, el que le seguía obsesionando era el chico de León, David, el que se fue de Madrid huyendo y al que secuestraron en su refugio para tirarlo a la basura en esa misma finca. Luego, cuando todo se tranquilizó un poco, estuvo charlando un rato con él. Acabó abrazándolo y consolándolo mientras lloraba. No hacía más que pedirle perdón por no haberle contado sus miedos. Fernando se lo había recriminado por un impulso. Se arrepintió de ello al instante, pero le había dolido tanto saber que no había confiado en ellos … que le salió solo. Lo compensó estando con él hasta que se lo llevó la ambulancia. Su reacción primera no fue si no una consecuencia del sentimiento de culpa que crecía en su interior. Por no haber sabido leer en él lo que necesitaba.

Al llegar al bar, estuvo tentado de darse la vuelta. Se le habían quitado las ganas de entrar. Se fumó un cigarrillo en la puerta. Y al final se decidió. Se pidió un ron con Coca-Cola. Ni Jimena ni Levy estaban trabajando a esa hora. Mejor, así no tenía que justificarse ni que mantener conversaciones obligadas que no le apetecían. El bar estaba tranquilo. Se sentó en una mesa y empezó a disfrutar de la música. Un hombre se acercó a ligar con él, pero se lo quitó de encima enseguida.

-Lo siento, hoy no soy buena compañía.

De nuevo, su mente volvió a la finca de Vecinilla. Todos esos chicos. No quería ni pensar qué hubiera pasado con ellos si no se llega a empeñar Aitor en acercarse a ese predio. Ahí pudo ver de nuevo en acción a Jorge. Y comprobar una vez más lo que repetía a todos los que le preguntaban: Jorge era especial con esos chicos en persona. Irradiaba seguridad, amor, cercanía … su cara, que expresaba un amor incondicional, su lenguaje corporal, que ya antes de que abriera los brazos y rodeara a esos chicos con ellos, hacía sentirse a todos los que le observaban, abrazados y queridos y cuidados. Y para acabar, esas palabras susurradas al oído que conseguían que el destinatario se sintiera único en el mundo. Rara era la persona que ante esos susurros, no se emocionaba y acababa llorando a moco tendido en sus brazos.

Todas esas dotes que mostraba el escritor, las había empleado para pedirle que fuera a buscar a Nuño, para convencerlo para que saliera de nuevo de la residencia. Y a que tocara. No había vuelto a hablar con él desde aquella primera vez que Nuño atendió la invitación del escritor y cenaron todos juntos en el restaurante de Biel. El mismo día que tocó de nuevo el violín con Sergio. Y por fin, como colofón de la noche, Nuño y él se fueron a su casa y pasaron la noche juntos.

Fue una velada memorable. Fernando recordaba pocas noches como esa. Fue un sexo, a ratos pausado, a ratos efervescente. Con muchas caricias, con muchos besos. Nadie le había besado como Nuño. Nadie le había tocado como él. Parecía intuir los puntos en los que Fernando disfrutaba más. Y supo enseñarle sin decir con palabras, lo que a él le hacía sentir mayor placer.

Pero solo fue eso, una noche de sexo. De amor, de … llámalo X. Alguna vez había tenido la tentación de llamarlo aunque fuera para charlar. Pero al final se había arrepentido. Él seguía teniendo una pica de amor clavada en el corazón desde los dieciocho. Un amor imposible. No lograba liberarse.

De todas formas, Nuño no era una posibilidad realista. El día que recuperara la salud, volvería a su carrera de músico. Recorrería el mundo tocando el violín y emocionando a todos sus escuchantes. Él no tenía sitio en su vida. Tendría que dejarlo todo, seguirlo por el mundo y convertirse en un mantenido; y su profesión le gustaba demasiado. No sabría como enfocar su vida si dejaba de ser policía. No era un trabajo, era una vocación. Una vocación además, en la que había tenido que superar graves contratiempos.

Sin darse cuenta, usó la misma estrategia de Jorge para acercarse a Nuño. Caminó despacio, lo hizo de tal forma que el violinista lo viera enseguida, que no se sorprendiera. Estaba leyendo. Como no, una novela de Jorge. Pero se dio cuenta de que no era “La casa Monforte”. Eso, pensó, quería decir que ya la había acabado. Cuando estaba a pocos metros vio que leía “Las gildas”. Parecía que desde que el escritor comentó a alguien que le daba pena que nadie le hablara de esa novela, todos se habían puesto a releerla.

Nuño sonrió. A Fernando le dio la impresión de que había descubierto antes su presencia, pero no había querido dejar de leer hasta acabar el capítulo. Su sonrisa no era tampoco grandiosa. A Fernando le pareció de compromiso. Se levantó y cuando Fernando estuvo a su lado le dio un beso en la mejilla. Eso fue un signo de cómo quería llevar su relación con Fernando. Y éste cogió la indirecta al vuelo. Una vez más se arrepintió de haberse dejado convencer por Jorge.

-Me han dicho que sois héroes.

-En todo caso lo son otras personas. Yo solo acompañaba.

Nuño hizo una mueca de fastidio. A Fernando le había salido un tono un poco cortante. No había sido su intención. Empezó a pensar que a lo mejor se debía tomar unos días libres e irse a su tierra, a Castilla La Mancha. A perderse en alguna casa rural.

-Perdona, estoy un poco cansado. Estás releyendo “Las Gildas”.

-Sí. Para darle gusto a Jorge. Es deliciosa.

-Lo que pasa es que no tiene malos malos, ni buenos buenos … la gente normal es la que se pasea por sus páginas.

-Lo has expresado muy bien. ¿Y que te trae por aquí?

-Ya sabes, un pedido del escritor.

-Me da pena que sea por algo de Jorge. Me hubiera gustado que hubieras venido solo por verme.

-Y a mí. Te lo prometo.

Fernando buscaba una escusa plausible, pero no encontró ninguna. Se quedó callado, con los hombros levantados.

-Cuéntame de esos chicos.

Nuño le hizo un gesto para que se sentara en el banco. Fernando le empezó a contar de ellos. De como los encontraron y de como los sacaron de esos agujeros.

-¿Todos son músicos?

-Y todos de cuerda. Chavales de unos veinte años aunque algunos no parecían tener más de diez. Los habían anulado completamente. Eran un despojo humano, necesitados de cariño, de apoyo, de respeto. Muchos de ellos veían la muerte como una salida, como un deseo para dejar de sufrir.

Nuño se indignó.

-Habrá que hacer algo con ese Mendés.

El tono empleado por Nuño fue cortante. Fernando se quedó mirándolo. Nunca le había escuchado hablar así. En esas pocas palabras, se había notado odio, asco, y hasta un cierto matiz autoritario. Le había dado la impresión de que le recriminaba a él y al resto de sus compañeros que ese “maestro” del violín siguiera haciendo la vida difícil a los alumnos que acababan en sus manos.

-En ello está Javier. Pero recuerda que nosotros de ese Mendés y de sus amigos, nos hemos enterado hace unas semanas y de casualidad. Por Sergio, de hecho. Todos sus compañeros, saben. Todo el mundo de la música clásica, sabe. No han dicho nada. Ninguno se ha acercado a nosotros para denunciar. O avisar. De los chicos que encontramos, hay de al menos tres años, tres promociones. Si los que saben no abren la boca, nosotros poco podemos hacer. Si los otros profesores, callan, si los familiares, los que sufren sus chantajes …

-Puede que algunos hayan ido a denunciar y se han encontrado con un grupo de personas que les esperaban a la salida de la comisaría a la que habían acudido para darles una paliza. O acabaron en los calabozos con diez gramos de cocaína en algún bolsillo trasero del pantalón o en su mochila.

-Tú lo sabes. Otros muchos también. Algunos conocéis a Javier. A Olga, que es una melómana convencida, con conocidos en el entorno de la música clásica. No creo que nadie tenga dudas de que Javier, Olga, Carmen, Matías, Garrido, se iban a ocupar. Y que con ellos, la posibilidad de que los denunciantes acabaran en los calabozos, era nula.

Fernando había ido endureciendo su tono al hablar. No le había sentado bien que Nuño pusiera en duda a sus compañeros. Que esa trama de los músicos tenían protectores, lo sabían. Pero eran los pocos. El resto de la Policía y Guardia Civil estaban para defender a esos músicos y a cualquier víctima. Que esas manzanas podridas sirvieran para generalizar, no lo entendía. Y menos en boca de Nuño, que presumía y llamaba hermano a Javier. Y que a más, era hijo de un reputado juez, con el que Javier tenía una buena sintonía en el trabajo y también en lo personal.

-¿Qué quieres que haga?

-Ya te habrá llamado Jorge, ya lo sabes. Todos te conocen. Todos esos chicos, me refiero. Eres una especie de ídolo para ellos. El mejor violinista de la época. Una inspiración para sus carreras. No creían a Jorge cuando les contaba en ese agujero inmundo donde los encontramos, que te conocía y que te había oído tocar el violín con Sergio. Sergio es uno de ellos. Podía haber sido el siguiente en acabar en ese agujero. Esto no lo sabe nadie, pero unos amigos del escritor desbarataron los planes que tenían de secuestrarlo, o de matarlo directamente. Como la Guardia Civil y nosotros montamos un operativo para desbaratar los planes de alguien para matar a Jorge y a todos los compañeros que vamos junto a él. La cosa podía haber acabado mal.

-¿De eso de Jorge …?

-No sabemos quien lo organizó. De momento. Es una posibilidad.

Nuño no dijo nada. Al menos relajó un poco su cuerpo, que hasta entonces había estado tenso. Se le notaba enfadado. Aunque al policía se le escapaba el motivo. Llegó a pensar que era por él, por no haberlo llamado desde su noche de amor. Pero tampoco había sucedido al revés. Y si Nuño era un cazador, un hombre orgulloso, él también tenía un punto de ello.

-¿Va a ir Sergio?

Fernando miró su reloj.

-Llegará en veinte minutos. Javier está con él. Es importante para Sergio. Estar con sus compañeros. Con un par de ellos, había tenido trato. Con otros, lo habían tenido algunos amigos suyos. Te hablaría Jorge de ellos. Le ha insistido a Javier de que fuéramos todos. Javier ya te he dicho que también va. Sergio quiere presentárselo a sus colegas. Para que vean que un buen policía vela por ellos.

-¿El ruso y el coreano?

Fernando asintió con la cabeza.

-Vamos. No estoy seguro de que no sea mala idea ir, pero no puedo pasar de ello. Ya tengo demasiados cargos en la conciencia.

Helga y Raúl los esperaban a las puertas de la Residencia. En esa comitiva improvisada también iban Carla, Flip, Mario, Jermy y Lucy. Nuño apenas los saludó con un ligero gesto de la cabeza. Fernando iba pensando en como en general, la gente tenía siempre dos caras. Esa cara de diva de Nuño, de persona creída seguramente debido a su maestría con el violín, no se la había notado en las veces que había acompañado a Jorge. De todas formas también había que considerar que esa forma más dulce de comportarse pudiera deberse precisamente a la presencia del escritor. Lo que le preocupaba ahora a Fernando es que no fuera una reacción a la forma de ser de Jorge, sino una estrategia para engatusarlo.

Al llegar al hospital, Nuño se bajó del coche y se fue directo a la puerta, sin esperar a nadie. Durante el trayecto no había abierto la boca. Fernando se bajó corriendo y fue a dar la vuelta al vehículo. Pero Helga le detuvo. Les hizo una seña a sus compañeros que corrieron detrás del músico.

-¿Y éste es el famoso doble de Javier? De cara y de cuerpo, puede. De maneras y de educación, a kilómetros.

-Si ya le viste la otra vez …

-Ya, pero estaba Jorge. A lo mejor es un clasista. Vamos, te invito a una limonada en ese bar de ahí. Te va a dar un ataque de ansiedad si sigues a su lado cinco minutos más.

-A lo mejor debería ir …

-Que le den. Ya se ocupa Flip. Ya sabe dónde están los niños.

Helga le empujó ligeramente hacia donde le había indicado. Fernando no estaba convencido, pero se dejó llevar. Su misión estaba cumplida.

-Luego subes y saludas a David. Es importante para él saber que le has perdonado por no confiar en nosotros y contarnos sus miedos – le dijo Raúl para convencerlo antes de salir corriendo siguiendo la estela ya lejana de Nuño y el resto de sus compañeros.

Un coche se detuvo a su lado. Los dos policías lo miraron porque les resultó conocido. De él se bajó Javier. Se quedó mirando a Fernando. Cerró los ojos y negó con la cabeza.

-Perdónanos a todos por haberte metido en una situación incómoda. Por tu cara me imagino que has conocido al otro Nuño.

-Sí – contestó Fernando de forma seca.

-Me lo llevo al bar a tomar una limonada. – dijo Helga. – El resto del equipo siguen a Nuño, tranquilo. Van Raúl y Flip al mando.

Sergio bajó entonces del coche. Y Aritz que conducía.

-Dídac quiere verme mañana. – el músico se estaba guardando el teléfono en el bolsillo. – Estará unos días en Madrid. Fer, Helga, parecéis enfadados.

Sergio los abrazó por turnos.

-Será el cansancio, no te preocupes. ¿Estás nervioso? – le preguntó Helga.

-Más que en la final del concurso de Moscú, os lo juro. ¿No vais a subir?

Fernando y Helga no supieron que decir.

-Van a tomar una limonada en el bar. Han sido días muy intensos. – les excusó Javier.

-Fer, para ellos será importante verte. Sé que abrazaste a alguno de ellos, les consolaste. Y quiero agradecerte tu entrega y tu forma de abrazarlos. No dejo de pensar que podía haber acabado como ellos. Me hubiera gustado que de haber sido así, tú hubieras sido el que hubiera consolado. Luego me gustaría que te pasaras. Por ellos. A los demás que les den. Incluido a mí.

-Que dices a ti. Eres mi violinista preferido – bromeó Fernando. – Y te juro que si hubiera sido así, te hubiera abrazado fuerte.

-Si hasta conocerme no habías escuchado un concierto de clásica.

Javier no pudo por menos que echarse a reír. La cara con que había dicho eso Sergio, invitaba a ello.

-Venga, vamos. Que se les va a calentar la limonada.

-Si no os importa, yo me uno a vosotros – dijo Aritz a sus compañeros. – ¿Vais a ese bar de la esquina? ¿Al “Árbol”?

-No aparques en la acera como Carmen. – le advirtió Javier.

-Ni se me ocurriría.

Javier guiñó el ojo a Helga y Fernando y empujó a Sergio hacia la puerta.

-Me da que Fer ha conocido a “Nuño el divino” – dijo Sergio con pena cuando éste ya no les podía oír.

-¿Nuño el divino? – Javier estaba sorprendido, nunca había oído esa expresión.

-El Nuño que yo he conocido antes del otro día en el restaurante, era un chulo y un creído. Su saludo cuando me presentaron a él después de ganar el concurso de Moscú, fue un gruñido y darme la espalda. De hecho, ni se acuerda de ese hecho. Solo que gané el concurso. Y apostaría a que lo buscó cuando le llamaste para que me dejara el violín.

Javier hizo un gesto de resignación.

-No sé si ha sido buena idea traerlo.

-Voy a escribir a Jorge para que venga si puede. No quisiera que mis compañeros conozcan solo a ese Nuño que conocí yo en Moscú. Al menos que Jorge les abrace luego para … compensar. O para que se dulcifique un poco el encuentro. Necesitan cercanía, cariño, sentirse … sentir que son importantes para alguien.

-Creo que yo también tengo un poco de ascendiente con Nuño – dijo Javier. – Mira, si ha bajado hasta el director del hospital a saludarlo. – fue lo primero que vio cuando las puertas del ascensor empezaron a abrirse en la planta en donde estaban ingresados los chicos.

-Estará contento entonces – contestó Sergio dándose la vuelta despacio para que el “maestro” no le viera el gesto de desprecio que había aparecido en su rostro.

Nuño estaba en medio de un grupo de personas todas con bata. Javier sonrió a uno de ellos, que le devolvió el saludo y se acercó al policía con paso decidido.

-Javier. Que alegría verte. Te juro que al ver a Nuño Bueno, he tenido que pellizcarme para no pensar que eras tú.

-Óscar, ten cuidado, que yo soy más guapo – bromeó Javier.

-Eso no te lo crees ni tú, hermano – le dijo Nuño que le había oído y que lo miraba divertido y bromista. De nuevo un cambio radical de visaje el gestado en el músico.

Javier y Nuño se acercaron y se abrazaron. Su cercanía era la de siempre. Sergio sonreía a un par de pasos de ellos.

-Si quieren, pueden pasar. Los chicos están expectantes.

Cruz, la enfermera responsable de cuidar a los niños había salido de la sala dónde les habían alojado a todos. Nuño se dirigió hacia allí con paso decidido. Volvía a ser el “divino Nuño”. Javier le hizo un gesto a Sergio, pero éste le indicó que fuera con Nuño, que él se esperaba un rato. El comisario se quedó parado observándolo.

-Vete, no seas pesao. Necesito unos momentos.

Javier dudó, pero al final se dio la vuelta para entrar en la sala, en donde ya estaban Carmen y JL.

Sergio se quedó parado un rato solo en medio del pasillo. Estas cosas eran las que le hacían dudar a veces de seguir en la música. Él no entendía al divismo. Por muy bueno que fueras. Se arrepentía de haber incitado a todos a esa reunión. De haber metido en danza a Fernando y a diez policías más para que Nuño fuera a tocar a esos chicos. De haber convencido a Carmen y a ese Guardia Civil a que fueran para que los chicos los vieran de nuevo.

Estaba pensando en refugiarse en alguna sala de espera, cuando percibió a Irene en uno de los lados, una de las escoltas que solía ir con Jorge. Y también vio a Luisete. Los dos le hicieron un pequeño gesto de reconocimiento. Entonces Sergio sintió una mano en la espalda y un aroma inconfundible a Paco Rabanne. Se giró y sin dudar se abrazó a esa persona.

-Me he equivocado, Jorge.

-En todo caso, lo he hecho yo. Dame un beso, anda.

Sergio no le dio uno, sino unos cuantos seguidos.

-Al que están esperando, es a ti, cariño. Igor y los demás.

-Javier puede hablar ruso como tú con Igor.

-Pero no puede tocar el violín. Ni incitarles a que ellos lo toquen también. Es importante que lo hagan. Corren el riesgo de que las experiencias que han vivido las asocien con la música y no quieran volver a tocar.

-Para eso está Nuño.

-Él no es uno de ellos. Tú sí. Ellos confían en ti. Nuño es un gran violinista, solo eso. Ahora, hay que tocar la tecla de la complicidad, de la amistad, del apoyo. Del cariño. Eso solo se lo puedes dar tú.

-Mira, ahí tienes al maestro, tocando para ellos.

El sarcasmo que puso en sus palabras, no le pasó desapercibido a Jorge. Era curioso como cambiaban las cosas en un momento. Jorge tuvo la certeza de que el día del restaurante, Sergio pensó que Nuño podía llegar a convertirse en su amigo. Hoy se había dado cuenta de que eso no era así. Le había ignorado en el pasillo. No le había dedicado ni un gesto con la cabeza o con la mano. Solo había atendido a los directivos del hospital y a Javier. Por la ventana se veía a Nuño tocando el violín. Todos parecían embelesados. Eso no se le podía negar, su maestría al tocar.

-Quizás un día te pida que le devuelvas el violín a Nuño. Ya no me gusta tenerlo. – Jorge se giró para mirar a Sergio. Parecía furioso de repente. – ¿Has visto a Fer?

Jorge rodeó la cintura de Sergio con su brazo y le atrajo hacia él de forma cómplice. Pero Sergio no estaba en disposición de apreciar esos gestos, mucho menos de abandonarse a ellos.

-No. Pero Helga me ha escrito. Y lo del violín … yo me aprovecharía. Nuño no lo va a necesitar. No creo que retome su carrera en mucho tiempo. No está preparado. Lo del otro día fue un espejismo. Y si la retoma a pesar de todo, me imagino que ya te lo reclamará él. De todas formas, ya has visto que tiene más violines a su disposición.

Jorge no dejaba de pensar mientras miraba a ese Nuño desconocido hasta su conversación con Dídac de hacía unos pocos días. Le jodía que tuviera razón.

-Aún así. – contestó Sergio, señalando el violín.

-Ya hablaremos de eso. Ahora creo que debes entrar, cuando Nuño acabe lo que sea que esté tocando …

-Creo que toca la Primavera de Vivaldi. Todavía le quedan cinco minutos.

-¿Y que tal lo hace?

-Perfecto. – Sergio sonrió con picardía. – Aunque no es una de las obras que mejor le van.

-No necesitas ni escucharlo.

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Sergio se encogió de hombros. Cogió del brazo a Jorge y apoyó ahí su cabeza. Así estuvieron hasta que Nuño acabó de tocar. Todos en la sala parecían contentos con su interpretación. Los directivos del hospital se afanaban en felicitar a Nuño con efusividad. Los jóvenes músicos lo miraba extasiados. Pero ninguno se levantó para felicitarle.

Jorge miraba la escena con pena. No era lo que él había imaginado. Respiró profundo y se quedó mirando al suelo un rato. Al final se decidió.

-Creo que debemos entrar y saludar a esos chicos. Necesitan tu abrazo, Sergio.

-No sé.

-Venga. Entremos.

Alan se adelantó y les abrió la puerta. Le cogió el violín a Sergio y le sonrió. Esa sonrisa del policía le animó. Cuando los chicos miraron la puerta y vieron a Sergio, su cara cambió. Igor se levantó de un salto y fue hacia él. Sergio tuvo apenas tiempo para abrazarlo y sujetarlo antes de que sus piernas le fallaran. Le mantuvo en alto, abrazado. El chico lloraba. Sergio le besaba. Yura se acercó a ellos. Hasta ese momento, había estado sentado en el suelo en una esquina. Los tres formaron una piña.

Jorge miraba la escena desde la puerta. Pero apenas tuvo tiempo de disfrutarla porque Caro lo vio y pegó un grito que llamó la atención de todos. Él y Emilio fueron los primeros en intentar levantarse para acercarse a él. Jorge corrió hacia ellos para evitarlo. No estaban todavía muy fuertes, por lo que había visto en Igor. Se agachó y abrazó a la pareja. Les besó profusamente y les acarició el rostro.

-Que bien os veo.

-Olemos hasta bien – bromeó Emilio.

-¡Urano! – exclamó Jorge al ver al joven. Dejó a la pareja y fue a buscar al chico que tanto le había costado conquistar. Él no había hecho amago de levantarse. Vio a su lado un andador. Se arrodilló enfrente de él. Puso las manos en sus mejillas y le miró un rato a los ojos. El chico se echó a llorar. Levantó los brazos y abrazó al escritor. Éste le apretó contra su cuerpo. No le dejó de murmurar cosas al oído que nadie pudo escuchar. Eran cosas para Urano, solo para él. Palabras únicas para un joven único. Al cabo de un rato Urano se separó.

-Quiero presentarte al resto de los compañeros.

Su voz seguía siendo grave y aguardentosa. Pero como le había pasado con Saúl en su tercer encuentro, al menos empezaba a tener algo de vida. No era monocorde.

-Claro.

-Mira, este es Guido. Y a su lado está Yuma. Junio y Carles. Y Poti.

Jorge fue uno a uno saludándolos. Les miraba a los ojos, les acariciaba el rostro. Les besaba y acababa abrazándolos fuerte. Poti, después de saludar a Jorge, cogió sus muletas y se acercó a Carmen. Ésta le recibió con un beso y abrazándolo. Ya habían estado hablando antes de llegar Nuño. Pero ahora parecía necesitar de nuevo sentir a su salvadora.

-Mira, te quiero presentar a mi mejor amigo. – Carmen lo miraba sonriendo – Se llama Javier.

-Hola Javier. Te pareces a Nuño Bueno. Pero en guapo.

-Que no te oiga, que luego se enfada conmigo.

-No creo. Eres poli. Llevas pistola.

Sergio fue a buscar a Jorge para presentarle a Yura y Jun. Los dos le abrazaron agradecidos. Estuvieron unos pocos minutos hablando. Jorge miraba por el rabillo del ojo a un chico que parecía estar un poco apartado de los demás. Se disculpó y fue hacia él.

-Hola David. Tenía ganas de conocerte en persona.

-¿Te acuerdas que hablamos por teléfono? – había un matiz de sorpresa en su voz, y también de ilusión.

-Claro.

-¿Y Fernando?

-Ahora viene. Ha tenido unos días muy intensos y está un poco cansado. Ha tenido que parar unos minutos para coger resuello.

-Quiero pedirle perdón.

-Él ya te ha perdonado.

-No confié y encima me salva la vida. Y se jugó la suya, según me han contado.

-Mira, ahí está. Parece que te ha oído.

Jorge le hizo un gesto para llamar su atención. Fernando sonrió al ver al escritor junto a David y fue en su busca.

-¡David! Estás estupendo.

Fernando se arrodilló para abrazar al joven.

-¿Ha venido tu amigo de León? – preguntó Jorge al joven músico.

-Sí, pero no le parecía bien quedarse. Está fuera. Es un poco vergonzoso. Pensaba que iba a ser un estorbo.

-Voy a buscarlo – dijo Helga que estaba atenta.

No tardó en volver junto a un joven rellenito, con las mejillas sonrosadas, seguramente por el calor que hacía en el hospital unido a los nervios por entrar en la sala y estar cerca de Jorge y Nuño Bueno. Su nombre Quico. David y él se abrazaron. Los ojos de Quico tardaron apenas unos segundos en humedecerse. Jorge le acariciaba la espalda para consolarlo. Al final se incorporó y sin decir palabra, abrazó al escritor. Luego siguió con Fernando, que no pudo contener la emoción. Para todos era claro que su amor por David era profundo y verdadero. Y esos abrazos era su forma de agradecerles que lo hubieran salvado de una muerte segura.

-Pero una cosa – dijo Jorge en voz alta. – Tanto músico en esta sala ¿Y no escucho ninguna cuerda rasgada ni punteada? ¿O es que me he quedado sordo?

Ninguno pareció hacer intención de hacer nada al respecto. Se miraban unos a otros sin saber que hacer.

-Se me está ocurriendo que a lo mejor estáis confundiendo dos cosas distintas. Una, esos animales que os han privado de vuestra libertad y de parte de vuestra vida. Pero en vuestras manos está el recuperar el resto de ella. Y que sea mejor todavía de lo que era antes de todo esto. Y en vuestra vida, ocupa un lugar importante la música. La música no tiene la culpa de nada. Es más, la música os ayudará.

Jorge se detuvo y miró a Sergio. Alan le acercó el violín. Sergio sonrió. Sacó el instrumento de su funda y se lo puso en el cuello.

-Un momento. Perdón por el retraso.

Dídac acababa de aparecer en la sala. La primera mirada cómplice se la dedicó a Jorge que le guiñó el ojo. Algunos de los chicos se llevaron la mano a la boca que habían abierto sin poder evitarlo. Era claro que conocían su prestigio como músico y compositor. Sergio se acercó a saludarlo.

-Me gustaría que me presentaras a estos colegas – dijo sonriendo el recién llegado.

-Claro.

Sergio se puso a ello. Dídac estuvo hablando unos minutos con cada uno de ellos. Cuando acabó, se acercó a saludar a Javier y a Carmen.

-A lo mejor en unos días tengo algo para vosotros. – les dijo en tono serio.

-Esperamos con ansia tus noticias. – le dijo Carmen.

-Cuando he llegado he oído algo de que os ibais a poner a tocar. – Dídac se había girado hacia los músicos – ¿Me dejáis que me una?

-Claro. – exclamó Sergio en tono alegre.

Parlamentaron los dos unos segundos. Dídac asintió con la cabeza.

-Empieza tú – le indicó a Sergio.

-Me gustaría que me siguierais. Todos. – Sergio les fue señalando con el arco.

Sergio miró también a Yura y Jun. Los dos cogieron sus violines y se dispusieron a seguir a su amigo.

-Hagamos una improvisación. A ver donde nos lleva.

Y Sergio empezó a tocar.

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Jun fue el primero en seguirlo. Yura no tardó. Dídac se unió a ellos. Aquello empezó a sonar verdaderamente bien. Era una canción festiva, alegre. Poco a poco el resto de chicos se fueron uniendo. Igor, que tenía la mano y el brazo brazo escayolados empezó a seguir el ritmo golpeando con su mano buena, primero, y luego con la escayola, la silla que tenía al lado, como si fuera un cajón. Caro cogió su violín. Y Emilio su chelo. Poti y Junio lo mismo. Y sin ser nada preparado y mucho menos ensayado, la sala se convirtió enseguida en un sitio alegre. Carmen empezó a seguir el ritmo con sus palmas. Los directivos del hospital la imitaron.

Jorge miraba la escena emocionado. Alan le miró. Jorge asintió. Sin que nadie se diera cuenta, Jorge salió de la sala y fue hacia los ascensores. Mientras lo esperaba, miró hacia la sala. Desde allí se oía el sonido de la música. Algunos pacientes que paseaban por los pasillos, se quedaban mirando. Unos, seguían el ritmo con los pies. Otros, se unieron a los espectadores de dentro y empezaron a dar palmas.

-¿Cuándo se ha ido Nuño? – preguntó Jorge a Alan.

-En cuanto Sergio ha cogido el violín. Se ha cruzado con Dídac, pero ni se ha parado a saludarlo. Me da la impresión de que ni lo ha visto. No se ha despedido ni de Javier.

Jorge suspiró resignado. Sus planes para Sergio se habían ido al traste. No creía que Nuño volviera a estar dispuesto a salir y tocar con Sergio en la calle. Ni en la calle ni en ningún sitio. Y empezaba a dudar de que ni siquiera le recibiera en la Residencia.

-Hola cariño.

-Otra noche de amor perdida. No viniste.

Jorge se sonrió.

-Pero estaba contigo en espíritu.

-Una mierda. Estabas con ese jodido actor rubio de los cojones. Los de pelo castaño, no nos mira nadie, joder.

-Yo te miro.

-Pero te follas ese actor rubio teñido.

-Pero sabes que te quiero. ¿Me has llamado solo para hablar conmigo?

-No.

-Vaya. Intuyo que me vas a contar cosas desagradables.

-No es culpa mía. Es por la gente de la que te rodeas. Lo mejorcito de cada casa. Y Carmen me quería convencer de que me metiera en un quirófano y saliera con todo el cuerpo escayolado durante meses. No paráis de meteros en follones.

-Tienes dos ayudantes. Así que a lo mejor, por partes, te puedes ir arreglando poco a poco. No me gusta verte sufrir, Aitor. Te quiero demasiado.

-Ya veremos. – Aitor no podía negarle casi nada a Jorge. Y el tono en el que le había dicho que lo quería … – Álvaro.

Jorge se puso tenso.

-No le pasa nada, tranquilo. Dos polis le siguen a distancia. Se los ha puesto Carmen. Pero han intentado hackearle sus redes sociales. Ha sido un intento serio. Varios intentos, para ser exactos. Y de distintos tipos.

-¿Sabes quien?

-Sí. Pero se le van a quitar las ganas de meterse con tu amigo. Le he destrozado todos sus dispositivos. Le he hackeado a él.

-Me interesa saber quién es.

-De la empresa de Arnáiz.

-Mira que bien. ¿Se le puede detener?

-Si quieres, sí. Le he pillado todo su disco duro. Hay para empapelarlo para muchos años.

-¿Sin peligro para ti?

-Tranquilo. Tenía trampas. Una casi me pilla, pero no ha sido el caso.

-Que prefieres ¿Policía o mis amigos?

Aitor se lo pensó.

-Repartamos. Éste a la policía. Se lo dices a Carmen. Cuando hayas hablado con ella, me mandas un mensaje y le mando a su buzón anónimo las pruebas y lo que había en el disco. No les costará probar gran parte de ello.

-Y en ese reparto ¿Qué les toca a “mis amigos”?

-Willy. Y su representante. Van a ir a por Rodrigo Encinar y por Gonzalo Semtí. Dentro de un par de días.

-Mándame la dirección. ¿Cuantos matones llevan?

-Los dos que fueron a por Álvaro. Les soltaron el otro día. Necesitan pasta. Pero no te fíes. Creo que llevarán más. Tienen miedo desde que tu “amigo” les hizo una visita al salir de la cárcel.

-Me ocupo.

-No me gusta que te metas en esos … líos.

-Llega un momento en que no puedo dejarlo pasar, cariño. Esos tipos quieren verme muerto, a parte de sus negocios con esos pobres desgraciados.

-He conseguido la lista. Tienen pillados a más de cuarenta actores. Muchos, después de dar un pelotazo, no han vuelto a trabajar. De que eso ocurriera, también se encargaron ellos. Son unos cabrones.

-Mándame la lista.

-¿Qué vas a hacer?

-Esa parte la va a hacer la policía. Hay que desarticular también a la agencia que proporciona esos encuentros.

-Te acabo de mandar la dirección. En un rato, te mando la lista.

-Gracias amor.

-No me gusta que te pongas en peligro.

-Si me cuidas, voy tranquilo.

-Eso siempre.

-Te quiero Aitor.

-Un beso en los morros, escritor.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 94.

Capítulo 94.-

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Una luz cegadora rompió la negrura de la noche. Unas milésimas de segundo después, el sonido de la deflagración de los explosivos fue sordo y seco. El coche en el que debería haber ido Jorge, salió despedido hacia el otro lado de la carretera. El coche que lo seguía también fue afectado por la onda expansiva. Empezó a dar vueltas sobre si mismo hasta acabar estrellado contra un árbol. El hombre que lo había activado se guardó el teléfono y le hizo un gesto a la mujer para salir corriendo del escenario.

La explosión había tenido lugar a unos doscientos metros del lugar en el que estaban. El primer coche había seguido su rumbo como si nada. Era claro que el guía del mismo no se había percatado del hecho, o pensó en todo caso que así ganaría el juego. Pero al cabo de medio kilómetro, acabó deteniendo el coche y apartándolo de la calzada. De haber ido ocupados por personas, en el coche de Jorge con toda seguridad, hubieran perecido todos los ocupantes. En el tercer coche, fácilmente y con un gran tanto por ciento de posibilidades a favor, las personas que ocupaban el lado derecho hubieran acabado muertas. El resto, como mínimo, hubiera sufrido lesiones de gravedad, con gran probabilidad de que esas heridas fueran de por vida.

Los GAR que iban con Romanes salieron de sus resguardos y persiguieron a la pareja. El primero que cayó por un dardo paralizante fue el hombre. La mujer se detuvo sorprendida a ayudar a su compañero, pensando que se habría tropezado. Entonces, ella recibió un segundo dardo que la hizo desplomarse al momento. Los guardias se acercaron rápidamente.

-¡Arma! – gritó alguien que debía pertenecer al otro comando de los GAR que había enviado Garrido, una vez vista la situación. Tres disparos de pistola sonaron en ese momento. Los GAR del segundo comando se ocuparon de perseguir por el monte a esa tercera persona a la que no habían detectado. El primer comando se preocupó de asegurar la posición de Romanes mientras ejecutaba la misión que le habían encomendado. Cuatro agentes se ocuparon de esposar y registrar a las dos personas que yacían en el suelo.

El helicóptero que había enviado Javier, que hasta entonces se había mantenido a gran altura, bajó hasta casi volar sobre la copa de los árboles. Encendió el foco que llevaba en el morro y empezó a rastrear el monte en busca de la persona huida.

Romanes y dos comandos de los GAR empezaron a recorrer los alrededores para encontrar esa antena móvil portátil y que entroncaba con un cable de fibra que daba servicio de datos a la finca. De esa forma habían conseguido que no detectaran sus sensores ninguna actividad en ese sentido. Todo el sistema de transmisión de datos se ejecutaba con fibra.

-Iker, aquí.

Uno de los comandos levantó la mano para llamar su atención. Romanes corrió hacia allí con sus útiles de trabajo. Acopló rápidamente la antena propia que portaba él que se conectaba con el satélite más próximo. Utilizaba una frecuencia especial que los inhibidores no anularían. Enchufó su portátil al sistema y comprobó que funcionaba. Entonces envió un pequeño impulso magnético por la línea.

Mientras, unidades de las GRS habían salido de sus lugares de espera y rodeaban los coches de la caravana de Jorge. Otras unidades ya habían cerrado antes la carretera por ambos extremos. Eso evitó que hubiera posibles víctimas colaterales en esa operación. Otras unidades rurales, incluido el SEPRONA, que conocía mejor que nadie esos montes, se habían encargado de vigilar y asegurar los distintos caminos rurales y sendas, deteniendo a quien pretendiera acercarse al lugar de los hechos. Alguno de los que pararon para ser identificados, pasaron luego la noche en el cuartel correspondiente, acusados de caza furtiva y de otros delitos contra la naturaleza. Hasta consiguieron detener a una pareja que aprovechaba las noches para ir a una plantación de marihuana que tenían en medio de la nada.

Tanto los miembros de la policía científica como los especialistas en explosivos de la Guardia Civil estaban en camino. Tenían un arduo trabajo para estudiar el escenario de esa operación, los explosivos empleados y la capacidad de hacer daño que tenían. Aunque la misión más urgente que tenían los componentes de la unidad del CEDEX era asegurarse de que no había peligro para los efectivos que trabajarían en el escenario ni para ninguna persona que pudiera posteriormente pasar por el lugar. Deberían asegurarse de que no había explosivos que no hubieran deflagrado o que hubiera una segunda trampa para quien se acercara después.

En el otro frente, en la finca, la actividad era también frenética. Los drones habían levantado el vuelo de nuevo para buscar esas cámaras que había anunciado Aitor. Los comandos de los GAR que estaban en el interior, empezaron un registro sistemático y cuidadoso de los dos edificios de que constaba la finca. Sus órdenes eran encontrar posibles ubicaciones para tener escondidos a los chicos y que pudieran ocultar el calor de sus cuerpos, de estar vivos. Fueron comunicando esos descubrimientos y Aitor se encargó de hacer unas averiguaciones previas. De siete posibles escondrijos, Aitor acabó por descartar cuatro.

Aitor entonces, decidió enviar la bengala a Romanes. Este al sentirla en sus dispositivos, ordenó activar los inhibidores de frecuencia y desenganchó la antena portátil de los malhechores. Garrido ordenó lo mismo por su lado de la finca.

Aitor en el tiempo que había sucedido todo, había tomado completamente el control del sistema de la hacienda. Había detectado un plan B, que también había desactivado. Llamó entonces a Fernando.

-Podéis entrar sin peligro. Está todo desactivado. También las trampas que has visto. Os voy a encender las luces de los tres sitios donde pueden estar esos chicos. Creo que en dos de ellos, hay alguien. En el tercero, no lo tengo claro. Tened cuidado de todas formas por si hay alguna trampa mecánica. Repito, cuidado con las trampas mecánicas. El resto de trampas y festivales que habían preparado, que dependían del programa informático, estás desactivadas.

-¿Nos confirmas que hay alguien?

Aitor suspiró.

-Sí. Ya he pedido ambulancias. Van en camino dos helicópteros medicalizados. Son tres estancias alargadas. Lo que vais a ver es … denigrante, pero sería conveniente que los agentes encargados de documentar con vídeos y fotos las operaciones, no se ofusquen y lo graben todo. Despacio y con detalle. Sin pensar en lo que están viendo. Luego os mando una ubicación IP para pedir al juez lo que hay en el sistema de grabación que hay allí.

-¿Tan grave es? – dijo Garrido preocupado.

-Os dejo.

Fernando resopló mientras guardaba el teléfono.

Se encendió una luz en el primer edificio, en la primera planta. Garrido y Fernando se miraron. Fueron a salir hacia allí, pero a Fernando se le ocurrió coger los dos escudos que habían dejado como indicativo de dónde estaba las trampas. Garrido al verlo se dio la vuelta y miró al jefe del comando de los GAR, que ordenó a sus compañeros que hicieran lo mismo. Garrido le cogió a Fernando el que le tendía.

Fueron directos y a paso rápido. Tanto Garrido como Fernando habían entendido de lo dicho por Aitor que esos chicos estaba vivos pero en un estado lamentable.

-Campa, no pierdas detalle, por favor. Veas lo que veas. No pienses. Graba. Despacio. No analices. Profesional grabando cada detalle. Cada huella, herida, lo que haya. No pienses en la víctima. Ya habrá tiempo luego.

Dos miembros del GAR llegaron con un ariete a la primera puerta. Les costó conseguir abrirla. La cerradura era de seguridad con tres puntos de anclaje. La puerta tenía varias capas de distintos materiales. De unos veinte centímetros de grosor. Otros dos agentes entraron una vez que sus compañeros consiguieron tirarla abajo. Se quedaron parados. No podían apartar la mirada de lo que veían al fondo.

-Campa, entra y graba. No penséis en lo que han hecho al chico. Pensad en lo que nos pueden haber preparado y en preservar los indicios, rastros y pruebas que nos lleven a detener a … los culpables. Y sobre todo pensad en salvar a ese pobre, en ayudarlo.

El aludido entró y se puso en medio de la estancia. Otros dos compañeros entraron y corrieron al fondo. Lo mismo hicieron Fernando y Garrido en cuanto entraron.

En el fondo de la estancia estaba uno de esos chicos, desnudo, colgado de piernas y manos por cuerdas que lo sostenían en cruz. Su cuerpo estaba completamente surcado por decenas de marcas de latigazos. Pero lo que hizo vomitar a uno de los guardias civiles, fue ver el arco de un violín atravesando el pómulo izquierdo. El joven había hecho sus necesidades físicas encima, posiblemente debido al terror y al dolor que todos esos castigos le habían producido.

-Esperad, os ayudo – dijo el comandante.

Dos de sus hombres intentaban cortar las cuerdas que sujetaban al chico. Uno de ellos lo había rodeado con sus brazos y lo sujetaba, para evitar que al soltarse se cayera al suelo. Otro compañero había conseguido cortar ya una de las cuerdas de las piernas.

-¡¡Joder!!¡¡¡Cuidado!!!

Fernando se lanzó hacia el comandante y un agente y les empujó a la vez que colocaba el escudo para protegerse él mismo y proteger al chico. Al cortar la cuerda, un mazo que estaba sujeto a una palanca, se soltó e iba directo a machacar la cabeza que encontrara. En un primer momento era la del comandante y ese agente de los GAR. Luego, y también en su origen, el objetivo era el chico. El mazo eran tan pesado y la palanca era tan potente, que rompió el soporte de la estructura en la que estaba colgado el joven. Gracias a que el otro guardia lo había abrazado. Si no hubiera acabado estampado contra el suelo. Eso suponiendo que no le hubiera golpeado la cabeza el mazo, que la hubiera convertido en picadillo.

Fernando, a causa del impacto en el escudo, acabó en el suelo, aturdido al principio. El brazo empezó a molestarle de inmediato. Apartó de su ánimo el dolor a la vez que tiraba el escudo a un lado y se incorporó para ayudar a los posibles damnificados por esa primera trampa que les habían preparado.

-¡Comandante! ¿Se encuentra bien?

-Sí, sí, Peña. ¿Y tú?

-Joder, por los pelos. Gracias Fernando. ¿Te has herido? Siéntate un momento, pareces mareado. Respira profundo y despacio. Ese brazo tiene que doler.

Fernando sangraba del brazo con el que había sujetado el escudo para proteger al chico.

-Es que ha sido una monumental hostia.

-Mira como ha quedado el escudo – dijo Romanes que acababa de llegar. – Deja que te vende el brazo, Fer. Será solo un momento.

-¿Novedades teniente? – Garrido estaba preocupado por la detención del tercer implicado en la trampa a la caravana de Jorge.

-Tienen rodeado al tercer individuo. Es un hombre. El helicóptero lo ha situado. Ese hombre se mueve bien. Y sabe esconderse. Han llegado los CEDEX. Están comprobando que todo el explosivo ha deflagrado y que el escenario es seguro. El coche de Jorge es un amasijo de hierro. El coche escoba, parecido.

-O sea que Jorge hubiera quedado …

-Jorge, Tú, Silvia, Flor, quien hubiera ido con él. De ese coche es imposible que hubiera salido nadie vivo. Y poder recomponer los cadáveres hubiera sido cosa de semanas.

-¿Cómo está el chico? – Garrido se acercó al agente que intentaba atender al herido.

-Espero que llegue pronto la ambulancia. Necesita una transfusión urgente. No sé como vive todavía. A parte, yo creo que está aterrado en su inconsciencia.

-Llega un helicóptero medicalizado.

-¿Te ocupas Peña?

-He pedido a Leticia que venga. Mire, ahí está.

-¿Que tenemos? ¡¡Joder!!

-Tomás, vuelve al coche y trae el otro botiquín y toallas y vendas, lo que veas. Y una manta térmica. Tranquilo, chico. ¿Sabéis el nombre?

-Humberto – le contestó Fernando.

-Espero que Iker te haya echado la bronca. Ya hablaremos. Y no me apena nada ese vendaje que seguro te ha puesto Iker.

-Comandante, ya hemos abierto la otra puerta. No hay nada. Aparentemente.

-Abramos la tercera. Éste siempre va con su amigo Rafael. Si no está en esa, estará en la tercera. Y si no, habrá que volver sobre el resto de sitios que habíais identificado al principio.

Se encaminaron hacia la tercera estancia que les había señalado Aitor a instancias de los comandos que habían registrado a oscuras los dos edificios. Garrido se detuvo un momento para ver la sala que estaba vacía, la que habían llamado la número 2. Fernando volvió atrás. Se miraron. El comandante se llevó el dedo a la nariz. Y luego al oído.

Fernando desenfundó su pistola. Garrido hizo lo mismo. El sargento Pómez, al ver la determinación de su comandante, llamó a cuatro de sus hombres y se pusieron en posición de ataque, con sus rifles de asalto apoyados en el hombro y pendientes de todo a través de la mirilla. Garrido y Fernando avanzaban inclinados y con las piernas flexionadas con las pistolas listas para disparar. Miraban hacia delante. Los GAR oteaban según avanzaban las paredes y las ventanas y las vigas que sujetaban el techo.

-Comandante. Hemos encontrado al otro chico. También está malherido. Y también había trampa. En esta ocasión era una lanza que le hubiera …

-Ocúpate, Peña. Luego me cuentas. Me imagino cualquier barbaridad. Pero de verdad, ahora mismo esos detalles me … superan. Ya sabemos que los que han organizado esto son unos hijos de puta. Esos detalles me sobran. Ahora al menos.

-A la orden.

A mitad de la estancia encontraron un foso amplio en medio. Garrido le hizo una seña a Fernando para que le cubriera. Garrido se asomó con un gesto rápido y se retiró. Fernando estaba apostado y preparado para disparar. Garrido hizo de nuevo el mismo gesto, pero más decidido. Sin retirarse. Fernando le siguió. El agujero estaba vacío.

Siguieron avanzando. A pocos metros había otro agujero. Era también rectangular como el primero. Se asemejaban a los fosos de los talleres de coches. Repitieron el mismo proceder. Al asomarse, Garrido hizo un gesto con la nariz.

-¿Ácido sulfúrico? – pregunto Fernando en un susurro.

Garrido afirmó con la cabeza.

-Los de la científica deberán recogerlo y analizarlo.

El comandante volvió a asentir con la cabeza.

Siguieron hasta el siguiente foso. Ahí el olor les indicó con seguridad lo que se iban a encontrar.

Un ruido al fondo les llamó la atención. Dos de los GAR que les seguían les sobrepasaron y corrieron hacia el origen del ruido. Uno de ellos ordenó el alto a la persona que había aparecido de detrás de un muro de metro y medio aproximadamente que dividía en dos el recinto. Corría hacia una esquina en el fondo. Allí abrió una puerta que estaba disimulada y que no se veía hasta que prácticamente se estaba a su altura. El hombre parecía joven y corría desnudo. Los guardias salieron tras él. Pero en la calle, rápidamente fue rodeado por otros compañeros que estaban vigilando.

Garrido y Fernando no se movieron. Siguieron en su posición de asalto moviéndose despacio y andando hasta el siguiente foso. Todavía les quedaban dos. De nuevo, el comandante hizo un gesto con la nariz. Fernando también lo había notado. Se asomaron esta vez los dos a la vez, uno desde cada lado. Apuntaron con sus armas al interior. Había un cuerpo que según parecía habían tirado hacía poco.

-Ana, pide que traigan una escalera para bajar ahí. ¡Rápido!

Fernando le hizo un gesto señalando la nariz.

-No vaya a ser que haya estado en un estercolero y esté vivo. No es el olor de la descomposición de un cuerpo. Huele a estercolero, a basurero.

Un guardia llegó rápido con la escalera. Le hizo un gesto al comandante para indicarle que bajaba él. Garrido se relajó un momento y miraba como su hombre le giraba y le tomaba el pulso.

-Tiene pulso. Está vivo.

Fernando, al verle la cara, mostró su contrariedad. Sacó el móvil y llamó a Helga.

-Le han rebozado en basura – dijo el guardia. – Por eso el olor. Tiene restos en el cuerpo de mil cosas. Pobre chico.

-Pues en esa basura había algo muerto. Habrá que mirar por si acaso los alrededores.

-Por fin. No te localizábamos. – Helga había tardado en responder.

-Tengo a David aquí medio muerto, al chico de León.

-Mi amiga se ha ocupado del de Madrid, tranquilo. He mandado a dos patrullas de la ciudadana y lo han puesto a salvo. Era lo que te quería decir, que mis amigos de León no encontraban al chico. Su amigo estaba muy asustado y preocupado. Parece que David tenía más miedo del que reconocía. En cuanto me han llamado he puesto al otro a salvo. Habrá que ir a hablar con él. Está acojonado.

-Bobo. Si nos hubiera dicho … y hubiéramos puesto a salvo a ese otro pobre.

-No acababa de fiarse. Ni de Raúl.

-Luego hablamos. A ver si acabamos aquí.

-Comandante, éste es el basurero.

Tres hombres miraban el último foso del recinto.

Garrido se acercó para echar un vistazo.

-Cuando vengan los CSI, que lo miren todo. No me fio.

-¿Quiere que bajemos?

-Por si acaso. No vaya a ser que en el fondo haya susto o muerte. Pero baja por una escalera. No vaya a ser que haya algo, y lo destroces. O te claves algo. O acciones una palanca y se abra por debajo y caigas a vete su a saber dónde.

-En el foso del chico hay puertas abajo. – anunció un agente. – Lo que no hemos encontrado es el mecanismo para abrirlo.

-Que alguien registre el piso de abajo. Iker, pide a Aitor que nos mande el plano de la planta de abajo a ésta.

-Ahora mismo, mi comandante.

-Comandante, se llevan a los heridos. A éste pobre le toca la ambulancia.

-Viene otro helicóptero. Aitor había pedido dos. El segundo estaba en otro servicio.

-¿Quiere ver las fotos del segundo chico?

-¿Algo distinto al primero?

-El arco estaba … en otro sitio.

-Mejor ahórrame esta noche esos detalles. Mañana ya veremos. Fernando, ha llegado el momento en que salgamos fuera y nos fumemos un cigarrillo. Iker como no fuma que se fastidie y se quede a cargo de ir peinando el resto de la finca. A saber de lo que encontramos rastros.

-Comandante, una vez escuché a Jorge hablando con Javier que le decía que había un montón de cementerios en los que descansaban los chicos que ya no servían. Esta es una finca que sería apropiada para ese fin.

Garrido resopló.

-Me lo comentó Javier. No había caído. ¡Peña!

-Ya he oído. Acabo de llamar para que nos traigan los escáner. En cuanto lleguen, iniciamos una búsqueda por todo el terreno.

-¡Bien hecho! ¿Salimos? – le dijo a Fernando.

Los dos caminaron despacio hacia dónde habían dejado los coches. Aitor ya había accionado todas las luces. Los comandos del sargento Martínez estaban inspeccionando los recintos descartados por Aitor, por comprobar que no hubiera más sorpresas aunque no tuvieran como protagonistas a personas.

Fernando de repente se dio cuenta que seguía llevando la pistola en la mano, agarrada con fuerza. Le puso el seguro y se la guardó en la funda. Garrido lo miró un momento y se dio cuenta que él también la portaba. Siguió el mismo proceder que el policía.

Al llegar al coche, Garrido sintió náuseas de repente y corrió a un árbol cercano. Dos agentes de los GAR que estaban en la zona se dieron la vuelta para que el comandante tuviera intimidad. Fernando se agachó y se desató las botas que se había puesto para esa misión. Se las quitó y las guardó en el coche en el que habían venido. Sacó el paquete de tabaco y esperó a que llegara el comandante. Volvía limpiándose la cara con un pañuelo de papel. Uno de los agentes le acercó una botella de agua. Garrido le agradeció con un gesto. Le pegó un trago. Se enjuagó la boca y lo escupió. Volvió a beber, esta vez para hidratarse. Se apoyó en el coche al lado de Fernando. Le tendió la botella de agua a la vez que el policía le tendía un cigarrillo.

-¿Cuándo le digo a Migue que vas a casa a jugar con él?

-Le digo a Jorge y así le dedica los libros que tiene Abril. A Líam creo que le gustará también conocerlo.

-Me parece buen plan. Todavía no le conozco.

Fernando le pasó al comandante el mechero para que se encendiera el cigarrillo.

-Te va a caer bien. Y verás como en nada, tus hijos lo llamarán tío.

-¿Te puedes creer que solo fumo en estas ocasiones?

-Sí. Me lo creo.

-A veces pienso que no valgo para este trabajo.

-Ese pensamiento también te suele venir en estas circunstancias. No hace falta que te repita lo que tanto yo como toda la gente que trabaja o ha trabajado contigo te repite. Eres un guardia verdaderamente excepcional, por no hablar del gran tipo que eres. Y en poco tiempo que llevas en este destino, has conseguido tener un gran equipo. Algunos me los quitaría de encima – Fernando lo miró con gesto de chunga – desentonan.

Garrido se sonrió. Sabía a que compañeros se refería. Pero eso de momento, no podía solventarlo.

-Ellos mismos se pondrán en la dirección de largarse o acabar en prisión.

-Ya puestos, mejor esa última opción. Por cierto, no he visto a ninguno por aquí.

-Les tengo en otras labores. Lo malo es que en algún momento, tendrán que ocuparse de temas relacionados con todo este follón. Habrá que estar con cien ojos.

-Agradezco no haber tenido que verlos hoy.

-Algún día a lo mejor te digo que vengas para ponerlos nerviosos. Son tan fan tuyos como ellos de ti.

-Si pudieran, me hubieran matado hace años.

-Por eso José Luis te sacó de la Guardia Civil y te enchufó con Cantero en la Academia de Policía. Y éste te puso en manos de Javier. Sería lo único con un poco de cabeza que ha hecho.

Fernando encendió otro cigarrillo. Esos recuerdos siempre le dejaban tocado de ánimo. Garrido le dio un golpe cómplice en el brazo. Fernando se lo agradeció con una sonrisa.

-Dame otro cigarrillo. No fumes como los indios cabreados.

-¡Joder! La de tiempo que no oía ese dicho.

-Imagino que desde que dejaste de venir a juntarte con nosotros en los bares a tomar cervezas.

Garrido se encendió su segundo cigarrillo y después bebió el agua que quedaba en la botella. Un guardia les acercó dos botellines nuevos de agua.

-Voy a ir a buscar a un guardia que me dicen que es un tipo muy válido y que sus jefes lo tienen multando a los perros que hacen sus necesidades en las playas de Somo.

-Eso es que es gay y/o raro. Les dará miedo. ¿Lo conozco?

-Gay, raro y víctima. No creo que lo conozcas. Es muy joven.

-¿Quién te ha dicho?

-Uno que sabe por referencias de alguien que está en el mismo cuartel y que está enfadado por el trato que le dan. Aunque me da que éste es mensajero de otra persona. También me ha hablado Olga de él. Guti y Eloy.

-Juan y Eloy. Menudos dos. Si lo avalan los dos debe ser bueno. Lo que me despista es lo de Olga.

-Fue a una de sus conferencias. Se acercó al final y acabó invitándolo a cenar. Le impresionó.

-No sé a que esperas. Ya te ha dicho Javier alguna vez de dónde suelen venir esas recomendaciones, a parte de los que has citado que son de confianza y con criterio. Y has dicho la palabra víctima.

-Creo que es un candidato a ser un chico de Jorge. Lo de víctima me refería a su “currículum” oficial: un padre borracho que mató a golpes a su hijo pequeño. Él se salvó porque es un superviviente. Leyendo el informe del caso, debería haber muerto diez veces. Pero sobrevivió. El informe médico es kilométrico.

-Esa es la versión oficial.

-Sí. La que subyace a esta … imagina lo peor. Imagina lo que hemos visto que hacen padres como el de este joven. Él no recuerda nada.

-Como Carmelo. Y como Jorge.

-Sí.

-Tendrás que protegerlo cuando lo traigas.

-¿De?

-Sus compañeros. No lo entenderán. Pasará lo mismo que en destino actual. Si es un chico de Jorge, lo habrá pasado muy mal. Tendrá el cuerpo marcado. Y tendrá una sensibilidad especial. Y será bueno en su trabajo hasta decir basta. Será el mejor tirador, el que mejor analice una situación peligrosa, será quien empatice mejor y hasta límites insospechados con una víctima o con sus familiares. Eso hará que tenga relevancia en las investigaciones y que pase por delante de la gente con más años de servicio. Eso no gusta. Vendrá de tu mano, eso tampoco gusta. Aunque a muchos de los nuevos que tienes, has ido a buscarlos tú. Pero ya no se acordarán de ese detalle. Y si quieres más cosas por las que tendrás que protegerlo, vamos al inicio de esta parte de la conversación.

Fernando levantó un dedo como invitando a contar:

-Gay, Raro y Víctima.

El comandante aspiró el humo del cigarrillo y lo contuvo unos segundos en sus pulmones. Luego lo fue soltando lentamente por la nariz.

-Si tengo razón y es uno de esos chicos de Jorge … eso puede ser …

-Agobiante.

-Te conozco Fernando. Desde que hemos sacado al primero de ellos, te sientes culpable por esos chicos de ahí dentro. Se te ha puesto una nube de tristeza en los ojos. No tienes nada que reprocharte.

-Profesionalmente no.

-No quisieron hablar con Raúl y contigo.

-No, esos no … Jorge tiene una teoría y tardé en comprársela, pero al final lo hice. No al cien, pero tiene algo de razón. Él piensa que esos dos, Humberto y Rafael, de alguna forma son cómplices de lo que les pasaba a los chicos como Sergio, Yura y Jun, los que hablaron con Javier y Carmen. Veían y callaban, porque ellos cobraban. Les interesaba. Se creían mejores que ellos. Hay que tener en cuenta que todavía no tenemos referencias de esos músicos que estos animales mandaron matar porque iban a hablar de lo que les había pasado. O al menos, hicieron desaparecer. Sus cadáveres no han aparecido todavía. Desde mi punto de vista, no podemos descartar que estén secuestrados o … vale, pueden estar en otro de esos cementerios en fincas perdidas, de los que hablaba Jorge.

-Pero eso …

-Es discutible, sí. Pero no deja de tener razón. Hay muchos tipos de culpables. A estos, les dimos la oportunidad de contarnos, de ayudarnos. Y fíjate, la idea de Jorge cuando nos pidió que hiciéramos lo posible por encontrarlos, era ayudarlos. No era una cuestión policial para recabar evidencias. Pero ellos, esos dos, con su respuesta, además la forma de hacerlo, de darnos plantón después de decirnos que vendrían, es como si se rieran de nosotros, solo pensaron que eran más listos y que les joderíamos el negocio.

-Porque además a ellos, no les iba a pasar. Porque como has dicho antes, son más listos que todos los que fueron obligados al humilladero.

Fernando asintió mientras pegaba una calada a su cigarrillo.

-El que me preocupa es el otro, David. El que tiraron a la basura. Ese es el que me carcome el alma ahora mismo. No acabamos de llegar a él. Debería haber llevado a Jorge a verlo. No lo hice porque pensé que lo habíamos conquistado. Pero no fue así. No confiaba del todo en nosotros. Jorge no es lo mismo visto a través de una pantalla que visto en persona. Irradia algo especial. Una especie de aura. Sí, creo que ese es el concepto que más se adapta a lo que quiero expresar. Ese David hubiera confiado en nosotros y le podríamos haber ayudado mejor si yo hubiera decidido proponer a Jorge el ir a verlo.

-Habrá tenido mala experiencia con otros policías. O algún amigo.

-Te lo juro Rui, creo que deberíamos limpiar primero nuestras cocinas. Esos que hemos citado antes de pasada y muchos otros que no tenemos identificados.

-Eso llevará su tiempo. De momento debemos cambiar la mentalidad de muchos de nuestros compañeros. Enseñarles a respetar a los que no son como ellos. Y hacerles ver que los compañeros que no respetan a los “clientes” que son distintos, no merecen su respeto ni su protección cuando denigran a una mujer o a un gay o a un enfermo mental o a una persona que tenga una discapacidad.

-A muchos hay que enseñarles a respetar a las mujeres. Sí, eso es lo primero. Si ni siquiera respetan a las que les parieron, como para respetar a un marica. Y si es amanerado, ni te cuento.

-Eso, como al resto de la sociedad.

-Sí, pero nosotros tenemos que ser un referente para la sociedad. Tenemos que dar ejemplo y defender a las víctimas. No convertirlas encima en delincuentes metiéndoles una papelina para justificar desechar la denuncia que iban a presentar.

-Veo que te ha afectado de verdad lo de ese David.

-No me hagas mucho caso. Estoy cansado. ¿Y que hacemos con todo este parque de atracciones que nos han montado?

Ahora, con los focos encendidos podían observar mejor todas las molestias que se habían tomado los organizadores. Efectivamente, Fernando pudo ver su imagen en un par de esos monigotes. Jorge estaba en muchos. Helga, Raúl, Nano, Flor, tenían su muñeco también.

-Pues no me han sacado tan mal en esos muñecos.

-Al menos te han sacado más favorecido que a Flor, la pobre.

-Parece la mala aquella de la serie “V”.

-Pero si tiene más años que tú. La serie, digo.

-Quién ya sabes la tenía en DVD. La vimos juntos.

Garrido le dio un puñetazo en el brazo para animarlo. Sabía que esos recuerdos atenazaban el sentido de Fernando. Y si lo asaltaban por segunda vez en un período de pocos minutos, más.

-Cuando acaben los CSI le diremos a Aitor que lo active con la secuencia que tenían programada. -Puede ser divertido.

Fernando miró a Garrido sorprendido por esa apreciación que acababa de hacer. Éste le sonrió y le guiñó el ojo.

-Tendremos que esperar entonces. Aquí hay para días de recabar pruebas.

-¿Días? Y también semanas. El piso de abajo de los fosos, tela lo que parece que acaban de encontrar. Y esto no ha hecho más que empezar. Ahora vendrán los CEDEX. No me creo que como traca final a este parque de atracciones, no haya una potente bomba para destrozarnos a todos.

-¿Y qué ganan con todo este…? ¿Matar a cuatro guardias civiles o policías nacionales?

-Espera a ver lo que encuentra tu amigo Aitor respecto a la venta de este circo por internet.

-Creo que se va a venir mañana o pasado. Quiere verlo con sus ojos. Me acaba de escribir Jorge.

-Eso no es buena señal. Eso es que hay algo importante a lo que no puede acceder. Y viene para ponerle remedio.

-Eso pienso. Aitor no es fácil sacarlo de su refugio. Está lejos, muy lejos. Ver a Jorge y a Javier, puede que sea la disculpa que se busque. Me temo lo peor.

-¿Por qué no te quedas en casa a dormir? No estás para hacer el viaje de Concejo a tu casa de Madrid

-No quiero molestar. En todo caso me quedaré en la Hermida.

-Sabes que no molestas.

-Lo sé. Pero prefiero ir un día en que esté … de mejor humor y medio presentable. No quiero que Migue y Kike me vean así de derrotado.

-Tú lo que no quieres es que se despierten cuando lleguemos y te reten a una partida en la consola que seguro perderás.

-Si llegaríamos cuando se levanten para ir al cole. ¿Has visto que hora es?

-Mira. Mira allí – Garrido le señalaba el cielo que tenían a su derecha.

-Joder. Si empieza a amanecer. Lo que te decía, vas a llegar a tiempo de despedir a tus hijos camino del colegio.

Dos todoterreno de la Guardia Civil llegaban en ese momento. El capitán Melgosa y el teniente Lera se bajaron de uno de ellos.

-A sus órdenes mi comandante – dijeron casi a la vez.

-Dejaros de monsergas, Roberto, Gonzalo.

-Habíamos oído por la radio que teníamos un infiltrado de la policía. Una mosca cojonera. Al verte, nos hemos dicho: no podía ser otro.

El capitán Melgosa sonreía guasón mirando a Fernando. Éste se incorporó y abrió los brazos para abrazar a los dos oficiales que acababan de llegar.

-Y mira, descalzo como siempre al acabar una operación.

-No te decimos nada que ya sabemos que Iker y Paula te han echado la bronca por no visitar a los amigos.

-Prometo reformarme.

-Mi comandante, hemos venido para coger el relevo. Nos ocupamos nosotros.

-¿Has visto? Nos echan.

-Pues yo, comandante, me dejo echar. Ya he nadado bastante en mierda por hoy.

-Y yo, que cojones. Por ahí anda Iker.

-Le decimos que se largue también. Tenemos a los detenidos ya a buen recaudo en los calabozos. Y hemos montado un dispositivo para proteger a los heridos en el hospital.

-Bien hecho. Venga, Fer, vayámonos.

-Prometo no roncar demasiado en el coche. – dijo Fernando.

-¡No me creo nada!

El teniente Lera se echó a reír al volver a abrazar a Fernando antes de que éste se montara en el coche.

Patricia llamó a la puerta del despacho de Carmen. Ésta le hizo una seña para que pasara.

-Acaban de traerlo de la embajada de Estados Unidos.

-¿Lo han enviado por valija diplomática?

Carmen alargó la mano para coger el libro que le tendía Patricia.

-“The Wedding whithout boyfriends” – dijo en voz alta. – Patrick Day.

-La ha enviado Ventura Carceler.

El tono en que Patricia había dicho el nombre del enlace de Olga le había sorprendido.

-¿Lo conociste cuando estuvo en la Policía?

-Un chulo de mucho cuidado.

-¿Quién?

Roberto acababa de aparecer en la puerta.

-Ventura Carceler. – Patricia no disimuló de nuevo que no le caía bien.

-A mí no me lo parecía. Lo conocí y lo consideraba un buen policía. Álvar creo que también coincidió con él.

-Trataba a todos como si fuera un ser superior, no me jodas. Era un chulo, un engreído. Y total, era un tipo que no tenía nada. Ni listo, ni guapo, ni … era un policía de tantos. Compañeros uniformados les hay cien veces mejores y más preparados.

-A Olga no le ha dado esa impresión. De hecho, Javier lo tiene desde hace tiempo en su carpeta de posibles fichajes.

-No jodas. No le aguanto. Me niego.

Roberto la rodeó el hombro con su brazo.

-Tu novio de entonces, ¿No distorsionaría tu opinión al respecto? O la forma de tratarte. En aquella época todavía defendías con vehemencia a tu novio. Y Termas era el enemigo declarado de Ventura.

-¿Miguel? Es un cabrón, pero no creo que …

-Miguel Termas es un cabrón y muchas cosas más. Lo sabes, Patricia.

-Pero eso no tiene nada que ver.

-Ventura lo único que hizo es negarse a seguir las órdenes de Termas cuando esto suponía dejar a un culpable libre o no atender una denuncia de un “marica”. Y eso le supuso enfrentarse a todos los fieles de Termas.

-Es un chulo y punto – insistió Patricia.

-Dejemos a Ventura. Está lejos y no nos lleva a ningún sitio. – contemporizó Carmen – Mira Roberto, lo que nos ha enviado Olga desde Estados Unidos. Se lo ha dado Mark. Uno de sus amigos lo compró y le aseguró que es de Jorge.

-”La boda sin novios”. Era una de las novelas que le robaron ¿no?

Roberto no esperó la respuesta afirmativa de Carmen para abrir el libro y empezar a leerlo. Llevaba una página cuando volvió a la mancheta para ver al traductor.

-El traductor es el que traduce al inglés americano a Jorge. Es un detalle. Desde luego, parece el estilo de Jorge.

-A lo mejor puedes conseguir su teléfono.

-Claro. No te preocupes. Además, Noah Quirby con un poco de suerte, estará en España. Suele pasar largas temporadas aquí.

-Pues sí que gana con las traducciones.

-No se viene de vacaciones. Le gusta vivir aquí. Puede trabajar en cualquier sitio.

-¿En Madrid?

-En Alicante.

-¿Lo conoces?

-No. Pero algún amigo sí. Vivió un tiempo en Londres. Le gusta moverse en ambientes culturales. Hizo muchos amigos en esa época. Amigos comunes.

-Es un hombre inquieto.

-No sé deciros. Tiene parientes españoles. Por eso habla el español perfecto. Tampoco ha cambiado tanto de casa. Que yo sepa.

-Estados Unidos, Inglaterra, España …

-Me quedo el libro y lo echo un vistazo. Voy a leerlo en profundidad y te digo algo.

-No, no. Déjamelo que …

Pero Roberto había salido del despacho con el libro dejando a Carmen con la palabra en la boca.

-Los dioses del destino te han castigado, porque pensabas quedarte el libro. Si lo sé, no te lo traigo hasta haberlo leído – le dijo Patricia saliendo también enfadada del despacho.

-Me quedo sin libro, y encima, todos se enfadan conmigo. Debo ser tonta.

Carmen se levantó y fue a cerrar la puerta. Patricia la miraba y le hizo un gesto de “jódete” con el brazo. La peineta de Carmen como respuesta fue inmediata, antes de bajar el estor y ocultarla del resto de la sala común.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 80.

Capítulo 80.-

.

Se despertó sobresaltado. Miró la hora en el reloj de pared que tenía en frente. Se asustó y se levantó de un salto. Se vistió en un momento.

Salió corriendo al descansillo. Allí estaba Fernando, que se ocuparía de su escolta durante ese día.

-La comida del embajador. Es tardísimo. – le gritó excitado. – ¡Vamos, corre, no te quedes ahí como un pasmarote! Voy a quedar como el culo.

-Tranquilo, Jorge. Esa comida es mañana. ¿Te has quedado dormido? Siéntate un rato en la cocina. ¿Quieres que entre en casa y te prepare un café y te sientas un rato para despejarte?

Jorge se lo quedó mirando desorientado. Resopló y asintió despacio con la cabeza. No era capaz de situarse. Por más que lo intentaba, su cabeza no respondía. Fernando le puso la mano en el hombro y lo empujó suavemente de vuelta al piso.

-¿Y Carmelo?

-En su productora. Están preparando la información que van a dar en París en la presentación de “Tirso – la serie”.

-¿”Tirso – la serie”?

-Parece que algunos quieren llamarla así.

-No sé si me gusta – dijo Jorge confundido. – Y no sé si he oído nada de eso.

-Alguno parece tener miedo que se haya hecho una serie sobre las ediciones apócrifas en los países que no publicas oficialmente.

El escritor puso cara de incredulidad. Salvo Carmelo, nadie en esa productora debería estar preocupado por esa circunstancia. Y si lo estaban, es que habían detectado algún movimiento en ese sentido. O a lo mejor esa serie ya estaba rodada y emitida incluso.

-Eso es lo que hemos oído. Pero no te des por enterado. – Fernando se quedó mirando a Jorge arrepentido – No debería habértelo dicho. Lo oí en una conversación privada. He sido un bocazas.

Jorge resopló desesperado. Su cabeza no acababa de funcionar como era debido. Se sentó en la isla de la cocina con los hombros hundidos y sujetándose la cabeza con las manos. Mientras, Fernando preparaba los cafés. Éste decidió dejarle pensando un rato en silencio para que se serenara.

-Gracias por confiar en mí. Tranquilo, sabes que no te comprometeré. Me alegra que confíes en mí. Y espero seguir siendo merecedor de esa confianza.

Jorge empezó a frotarse convulsivamente los ojos con las manos. Parecía que quería borrar las legañas y acabar de activar su actividad mental a la mayor brevedad. Le ponía nervioso ser consciente de que estaba atontado. Fernando se acercó y le sujetó una de las manos.

-Te vas a sacar los ojos. Tranquilo. No hay prisa.

-Íbamos a ver a Nuño ¿No? Se va a hacer tarde.

Esa idea se abrió paso entre la nebulosa que ocupaba su cabeza todavía. Volvió a sentirse angustiado, con prisas.

-Tranquilo. He llamado al centro donde se encuentra y he podido hablar con él. Ahora está en una especie de terapia. Tenemos un par de horas para que te serenes. Podemos comer algo en cualquier sitio. Te invito. Y luego nos vamos a ver a Nuño.

-¿Has hecho eso por mí?

-Claro. Eso es lo que hacen los amigos.

-No sé como agradecerte. A lo mejor todas esas atenciones hacia mí te ponen en problemas con Carmen y Javier.

-No es el caso. Pero si lo fuera, eso es lo que tiene la amistad.

Jorge bebió un buen trago de su café.

-Solo hace falta que alguna vez de las que te lanzo fichas, me digas que sí.

Jorge puso cara de broma. Miró de reojo a Fernando que se echó a reír.

-Veo que te vas despertando.

-Esto no me suele pasar. Despertarme completamente ido. Te lo juro. No recuerdo otra como ésta. Alguna vez le ha pasado a Carmelo. Pero tampoco tan… te lo juro, me ha dado la sensación de tener alzheimer. Y todavía no te creas…

-Antes parece ser que no tenías toda la actividad que tienes ahora. No paras. Estás con la cabeza echando humo continuamente. O escribiendo, o pensando en todo lo que vives últimamente. Te preocupas por todos. Por Carmelo, por Martín, por Carletto, por Saúl… Danilo, por nosotros… por Sergio el violinista, por esos chicos que tocan desnudos en el vídeo…

-¿Sabes algo más de ellos? De los que os dieron plantón me refiero.

-Les tenemos localizados. Parece que han ido últimamente a un par de fiestas de esas. No parece que vayan obligados. Cobran un buen dinero. Me da que es por eso que no quieren hablar con nosotros. Deben creer que nuestra intención es estropearles el negocio.

-Si no hubiera compañeros de ellos que van obligados contra su voluntad, les dejaría en paz. Pero no es el caso. Y … si creen que en ninguna de esas fiestas se van a ver abocados a hacer algo que no quieren, son tontos. Los invitados a esas fiestas no conocen la palabra “no”. Si uno de ellos se encapricha de alguno, lo tendrá de una forma o de otra.

-Das por supuesto que van solo a tocar. Yo creo que van también a tener relaciones sexuales con quien les quiera pagar.

-¿Chaperos musicales?

-Podríamos llamarlos así.

-Pero ¿Y si alguno se piensa que está incluidos sus servicios en la invitación a la reunión? Todos los servicios, hasta el bondage extremo y los castigos sin límites.

-Será que los anfitriones no dejan claro los papeles de cada uno.

-Eso sería plausible en un mundo ideal. En ese mundo ideal los invitados respetarían siempre las normas marcadas por el anfitrión. Eso sé que no es así. Hazme caso. Es de lo poco que recuerdo de cuando me llevé a Dani de aquella fiesta. El tipo ese no cumplió con lo estipulado. Ni el anfitrión cumplió con los requisitos de Tirso. Ahora, esos dos músicos van cobrando una pasta y porque quieren. Otros van obligados. Y son vejados. O lo sienten así. Acuérdate de ese David, el primero que encontrasteis.

-¿Estás decidido a ir a verlos, hablar con ellos?

-Sí. Buscaremos un momento adecuado. Desde mi punto de vista, su silencio los convierte en cómplices. Y no merecen ningún respeto. Ese David…

-Ha dejado la música. Raúl mantiene el contacto con él. Se ha mudado a León. Trabaja como profesor de música en un par de academias.

-O sea que lo que ha dejado es de tocar.

-Sí, tienes razón. Me he expresado mal.

-Otro damnificado. ¿Se ha ido a León por algo especial?

-Parece que vive allí un ex-novio. Han recuperado el contacto después de nuestra charla.

-¿El contacto y su relación?

-Eso no está claro. Viven juntos eso sí. Pero… la otra vez salió mal por ponerle etiquetas, al menos eso le ha contado David a Raúl.

-¿Y el cuarto en discordia?

-Lo tenemos también identificado. No al cien, pero Raúl y yo pensamos que es él. En la última visita de Humberto y Rafael a Madrid, creemos que para una fiesta, se nos escabulleron. Íbamos él y yo solos. Pero nos quedamos en las inmediaciones de su pensión. Volvieron al día siguiente acompañados de otro joven. No nos pudimos acercar demasiado y las fotos que les sacamos no fueron buenas. Pero… llevaba un chelo, y por el aspecto general… podría ser él. Helga vino en nuestro apoyo, lo siguió y pudo descubrir su identidad. Vive en Arganda. Toca en una orquesta de cuerda. Según me ha dicho Helga, su repertorio es básicamente Vivaldi. Parecen un estilo a Rondó Veneciano, que alguna vez te he visto CDs de ellos.

-¿No os habéis acercado?

-No ha habido ocasión. Todo esto ha sido reciente. Está Raúl pendiente de él. Ya te contaré cuando decidamos acercarnos. ¿Estás mejor?

-Sí. No estoy todavía al cien, pero… al menos sé quien eres y sé donde estoy.

-Pues vamos a comer algo. ¿Nos vamos a “La Bella”?

-Ya que invitas, te dejo elegir. “La Bella” me gustó el otro día. No me parece mal.

-Una última cosa, antes de irnos: ahora, ponte los zapatos para salir de casa. Y los calcetines.

Jorge se miró los pies asustado. Efectivamente estaba descalzo.

.

Eran las cinco de la tarde cuando se detuvo la caravana de coches que iban con Jorge delante de la puerta del Centro en donde estaban cuidando de Nuño. El recepcionista le indicó nada más verlo el camino a los jardines.

-Le está esperando, D. Jorge.

Al jardín solo le acompañaron Fernando y Luisete. Claudia llevaba ya un rato pendiente de todo. Se había adelantado para asegurar que no hubiera sorpresas en la visita. Estaba sentada a pocos metros de Nuño.

Jorge siguió la mirada de la policía y descubrió enseguida a Nuño. Estaba leyendo “La Casa Monforte”. Jorge vio con alegría que solo le quedaban un puñado de páginas para acabarla. “Parece que se había animado a leer últimamente”. También vio con alegría que a su lado en el banco en el que estaba sentado, había un estuche de violín. Se moría de ganas de escucharle tocar.

Fernando y Luisete se separaron de Jorge, que caminó decidido hacia Nuño. Éste lo percibió porque levantó la mirada cuando todavía el escritor estaba a unos pasos de él. Sonrió. Otra vez, como en la visita anterior, Jorge tuvo la impresión de que esa sonrisa era capaz de cambiar el curso de la historia. Puso el marcapáginas en el libro, y lo dejó a su lado. Se levantó sin apartar la vista de Jorge y sin dejar tampoco de sonreír. No hubo dudas en él para abrazar al escritor cuando éste llegó a su altura.

-Que alegría me ha dado cuando me han anunciado que venías a verme. Mi hermano tiene razón al decir que has conquistado a tus escoltas. Te hacen hasta de secretarios. Ese Fernando parece que te aprecia. Lo he notado cuando he hablado antes con él.

-Es cierto. Son todos muy generosos conmigo. Me siento una persona privilegiada. Hoy además, vengo tranquilo, sin prisas. El otro día me quedé frustrado por no poder charlar más tiempo.

-¿Cómo fue lo de Sergio?

-Tenías que haber visto la cara de alegría y sorpresa al ver tu violín. No creo que acaricie a Javier con más delicadeza que como acarició el instrumento. Me dijeron que todos los compañeros de Javier que estaban reunidos en “La Bella” alucinaron con “El gran capricho de Schubert”.

Le estuvo contando de los avances en el tema de Sergio. Su reunión con Sergio Romeva y todo lo que se habló allí. Y luego. Le contó su viaje a Salamanca y como convencieron a Sergio de que volviera y su posterior entrevista con Nati Guevara, su madre.

-Veo que os habéis implicado todos con ese chico.

-Javier tiene mucha culpa. Creo que… empezaron como… algo puntual, algo… un encuentro de un par de días, básicamente sexual. Pero… creo que en ese rozar de pieles, entre beso y beso, en los dos empezó a nacer algo distinto. Según me han dicho, es al primero de sus parejas que le ha dejado su casa de “soltero”.

Nuño hizo un gesto con la cabeza.

-Eso no me ha contado Javier. Ese piso, casi nadie lo ha pisado. Mis hermanos y yo, posiblemente seamos los únicos, a parte de Carmen y Olga. ¿Y dices…?

-Le ha hecho instalarse allí. Y es más, Sergio es… muy orgulloso. No quiere que nadie le haga favores o le pague sus cosas. Es uno de los problemas que tenemos, si conseguimos que alguien le de clases. El pagarlas. No me deja hacerlo. Y a Javier, tampoco. Pero en cambio, ha aceptado mudarse sin oponer resistencia.

-Puede que tuviera ganas de quitarse de encima a sus compañeros de piso.

-Posiblemente algo de eso hay. Pero aún así…

-¿Has hablado con Dídac? Es amigo mío y siempre le he oído contar que lo es también tuyo. Él puede ayudar en esto.

-Sí. Sergio está ahora en París y les he concertado una cita. Creo que se ven mañana. De todas formas, Dídac ya había oído hablar de él. Y como era de esperar, conoce a parte de los implicados en este… tema. Como me imagino que los conoces tú.

-Posiblemente yo sea uno de ellos. No, fuera bromas. El conoce a todo el mundo. Tú mejor que nadie sabes que es un genio. Toda la profesión se muere por trabajar con él.

-Por cierto, me dijo que te diera un beso de su parte. Y me insistió en que te convenciera para que volvieras a tocar. Veo que al menos has bajado el violín.

-Ha sido un impulso cuando he sabido que venías.

-Me halagas. A lo mejor quieres agasajarme tocando algo en mi honor.

-Ya veremos. La tarde es joven. Y la noche más. Has dicho que no tienes prisa.

-No. Pensaba en cenar aquí contigo. O en llevarte a algún sitio a cenar. En un restaurante tengo mesa reservada siempre. Me parece una buena ocasión para hacer uso de la reserva.

Nuño se lo quedó mirando sorprendido.

-¿Sabes que nadie se ha atrevido a hacerme esa proposición?

-Yo te la hago. Y lo hago, con la esperanza de que aceptes. No es un gesto de cara a quedar bien contigo porque intuya que la vas a rechazar.

Jorge alargó el brazo y puso su manos suavemente en el cuello de Nuño. Éste al principio pareció sorprenderse y se apartó. Jorge no retrocedió y dejó su mano donde la había llevado. Lo miró con dulzura. Nuño volvió a su posición original sin apartar la mirada de los ojos del escritor. Éste miró un momento la zona que pretendía tocar. La zona del cuello en donde los violinistas apoyan el instrumento. Acarició suavemente esa zona. Su percepción el primer día no erró. Tenía dureza todavía. Ese pellizco que suele producir el violín en el cuello, sobre todo en los músicos muy intensos al tocar. Jorge sonrió con delicadeza. Bajó la mano y la puso boca arriba. Nuño sonrió. Entendió enseguida lo que pretendía Jorge. Le tendió su mano izquierda.

Jorge le empezó a acariciar la mano. Primero la palma. Luego, fue recorriendo sus dedos. Hizo especial hincapié en acariciar sus yemas. Notaba las durezas de apretar las cuerdas. Se llevó la mano a su boca y fue besando cada yema. Cada beso, miraba a los ojos de Nuño que lo miraba sorprendido, pero a la vez tranquilo y de alguna forma feliz.

-Javier es el único que ha hecho lo mismo que tú. Acariciarme las durezas de los dedos.

-Es la prueba de que sigues poniendo el violín en tu hombro y marcando las notas en las cuerdas, aunque no utilices el arco. En realidad nunca has dejado de tocar. Aunque ahora lo haces en silencio. Para un músico eso da igual, porque tienes la música dentro de ti. Los demás somos los que no podemos disfrutar de tus conciertos.

-¿Así conquistaste a Sergio?

Jorge se echó a reír.

-No. Él ya estaba conquistado. Es lector convencido de mis libros.

-Tus libros parece que te abren muchas puertas. Que conste que yo también soy lector apasionado.

-Unas me abre, otras me cierra.

-Espero que las que te abra sean más…

-Son distintas. Las personas que se acercan porque les gustan mis historias, son… estimulantes. Me animan mucho. Quiero contarte un secreto: durante muchos años he sido reticente a dejar que esas personas me abordaran por la calle o en los bares. Ahora sé que me equivoqué. De esa forma asusté y rechacé a chicos que me buscaban para refugiarse en mi compañía, para contarme y para pedirme ayuda. Me siento mal por ello. Y las personas que no eran de ese mundo, que solo me leían… muchas de ellas tienen cosas que contar respecto a los personajes de mis obras que… me llena el alma de matices, de otras historias que nunca pensé que las cosas que contaba produjeran esas reacciones, esos recuerdos, esas asociaciones en las personas que gustaban de ellas, o que no gustan. Me he explicado fatal, pero espero que me hayas entendido.

-Perfectamente. Pero eso que dices es maravilloso. Cualquier artista estaría en una nube al saber que su arte, produce esas reacciones.

-Y lo estoy. Pero cuando alguien se acerca, no sabes si es porque le gustas o por todo lo contrario. Y tenía miedo a enfrentarme con el fracaso. Todavía tengo ese miedo. Por eso no he publicado en todos estos años.

-Yo pensaba que era por estar de duelo – Nuño sonrió un poco socarrón.

-Como me tomas el pelo…

-¿Y las puertas que te cierra tus obras?

-Bueno, esas… esas personas solo me quieren matar. Agredirme, insultarme, denigrarme.

-Debe ser duro vivir así.

-El secreto es no pensarlo demasiado. Intento hacer lo que me apetece. Sin poner en demasiados aprietos a mis amigos – Jorge señaló a Fernando, Luisete y Claudia. – Quiero decir que no me encierro en casa. Y ahora no huyo de la confrontación.

-Que pena que hace unos años no … tuvieras la misma … forma de ver las cosas.

Jorge se quedó pensando.

-Esa reflexión me la ha hecho hace poco alguien más. Tengo que recordar quien.

-Intuyo que hay muchos que te la podrían decir.

-¿Hubiera cambiado algo? No tengo muy claros esos recuerdos, pero por lo que sé, a quien pude ayudar, ayudé. Para mi sorpresa, no rehuí ninguna pelea. Cosa que me dices hace un mes y te hubiera tachado de loco. Olga fue la que me pidió ayuda para sacar a su hijo de un marrón y me hizo despertar a esa parte de mí olvidada. Intuyo que en tu carrera, te encontraste con algunos Mendés. Y que con toda la gente que conoces, has oído cosas que ni a Javier le has contado.

Nuño bajó la mirada. Jorge seguía con su mano entre las suyas. Nuño no la apartó. Parecía que sentir su mano entre las del escritor le venía bien. Jorge se la acariciaba suavemente. Lo miraba expectante. Al final se decidió a entrar en esos temas escabrosos.

-Necesitaba tu ayuda con un tema. En uno de los vídeos que le grabaron a Sergio con esos… maestros a los que había que divertir y agasajar, aparece un cuarteto de cuerda tocando desnudos. Hemos podido hablar con uno de esos chicos. Está… mal. Ha dejado de tocar y se ha refugiado en otra ciudad y se dedica a dar clases. Dos de sus compañeros, los hemos identificado y mis amigos – Jorge señaló a Fernando y sus compañeros – intentaron contactar con ellos pero les dieron plantón, y además de una forma humillante, burlándose de ellos.

Nuño apartó la mirada de Jorge. Empezó a respirar un poco más acelerado. Jorge le acarició las manos que seguían entre las suyas. Nuño le agradeció el gesto con una mueca.

-Son tontos. O se creen superiores al resto. He visto a muchos como ellos.

-Fernando y Raúl han sacado esa impresión de ellos. Javier opina igual. Piensan que no han querido hablar con ellos por si les fastidian el negocio.

-¿Qué le pasó a ese chico que sí habló con vosotros?

Jorge se encogió de hombros.

-Le gustó a uno, un director italiano que tiene fama de ser muy efusivo en sus muestras de… digamos deseo. Le entró en uno de los descansos en esas fiestas. No debía ir con los de siempre, fue sustituyendo a otro músico de otro cuarteto. Parece que hay varios que ejercen de animadores musicales en esas reuniones. El caso es que a este joven no le apetecía y le dijo que no. Lo estuvo persiguiendo durante toda la velada y cuando tuvo que ponerse de nuevo a hacer música, aprovechó y le manoseó todo lo que pudo. No hace falta seguir con los detalles. Y le susurró algo al oído que lo asustó. Al día siguiente, consiguió su dirección y fue a buscarlo. Ya te imaginas el resto. Acoso. Persecución.

-No es la primera vez que lo hace. Aunque normalmente suele lograr lo que quiere. No suele ser mala pareja luego. Pero el “no”, no está en su vocabulario. – Nuño suspiró resignado – Que yo sepa hay seis grupos al menos. Con hombres de distintos tipos. Más jóvenes, cuerpos más atléticos, más altos, con miembros más grandes…

-¿En una reunión de músicos no prima… la música?

-Hay que decir que ninguno de esos grupos son malos. Solo que les unen en grupos por afinidad física. Luego posiblemente ni se hablarán fuera de esas circunstancias. Dependiendo del auditorio, llaman a unos u a otros.

-¿Cómo funciona eso entonces?

-Cada fiesta, según los invitados a los que quieran agasajar, llevan a uno de esos grupos o a varios. Son muchas horas. Suelen estar en cada fiesta dos o tres grupos. No dejan de tocar en ningún momento. Y a veces, el programa está marcado y pensado.

-¿Cobran?

-Sí. Un pastón. No pueden vestirse en ningún momento, salvo que el organizador les ponga un tul vaporoso o una túnica como vestimenta. Deben seguir tocando como si nada aunque alguno de los invitados le apetezca tocarles el culo o lo que sea. Yo he visto masturbar a uno de esos músicos hasta hacerle eyacular, sin que parara de tocar. Eso suele pasar en cada fiesta. Y si uno de sus compañeros se excita al verlo, es el siguiente.

-Intuyo que has ido en varias ocasiones a esas reuniones sociales.

-Hasta donde te voy a contar hoy, desde que subí al escalafón de “estrella”, me invitaban a muchas. Las que podía negarme, lo hacía. Pero… dependiendo de quien te invitara, no … era conveniente.

-O sea que tú eras de los agasajados.

Nuño afirmó con la cabeza.

-Alguno de mis anfitriones llegó a ponerme a dos chicos para mí solo. Me siguieron hasta al servicio. No te voy a dar más detalles de lo que llegaron a ofrecerse. Pero a parte, podía haber recurrido a los muchos chicos que eran como Sergio, obligados. Y a los músicos, me los podía haber llevado a un rincón y follarlos. Pero eso me hubiera costado un dinero.

-¿Cuanto?

-Cada uno cobra lo que quiere. Menos de trecientos, no.

-¿Sabes cuanto cobran esos músicos por ambientar esas fiestas?

-Quinientos mínimo. Y si es fuera de Madrid, gastos aparte.

-Y se ahorran el tinte del esmoquin de un concierto.

-Y sacar brillo a los zapatos. – a Nuño le salió una sonrisa triste.

-Deduzco que esas fiestas son en toda España.

-En todo el mundo. Estuve invitado a una en Qatar. Te puedes imaginar, Qatar.

-¿Y los músicos iban desde España?

-Esa fue original. Hicieron una competición entre grupos. Eran cuartetos con piano. Fueron cuatro cuartetos. De España, Rusia, Francia y Corea.

-¿El premio?

-Si no recuerdo mal se repartían entre los componentes cincuenta mil euros. Aunque no me lo tomes como una verdad absoluta. Era el rumor que corría. A parte de su sueldo fijo, por así llamarlo.

-No está mal. Si iban encima a gastos pagados…

-El formato era de duelos. Uno contra uno. El grupo ganador pasaba a la siguiente ronda. El perdedor, iba a los leones.

Jorge levantó las cejas sorprendido.

-Sabes de que va el tema, no te voy a dar detalles de lo que significa ir a los leones.

-Esto supera la idea que tenía.

-Mendés es el representante de esa mafia mundial en España. Y yo diría que el ideólogo mundial. Por eso tiene el patrimonio que tiene.

-Por curiosidad. ¿Qué hicieron los ganadores?

-Salieron por patas. En cuanto tuvieron el dinero en la cuenta, se fueron al aeropuerto. No querían arriesgarse.

-¿Eran españoles los ganadores?

-No. Ganaron los coreanos. Los españoles fueron finalistas. Pero fueron a los leones igualmente. Creo que ninguno de ellos ha vuelto por su voluntad a esas “veladas musicales”.

-¿No sabrás quienes eran?

Nuño negó con la cabeza.

-¿Cómo podemos acercarnos a esos chicos renuentes?

-Que tengan una forma de contactar con vosotros. No conozco a ninguno que no haya acabado mal, si asisten a muchas de esas fiestas. En esas circunstancias, suelen necesitar ayuda. Si saben a quien pedírsela, puede que llamen.

-Quieres decir que tenemos que esperar que alguno de esos “leones” les fuerce.

-Por lo que he entendido, no escarmientan en cabeza ajena. Su compañero lo sufrió y ellos siguen. Y no creo que sean lo suficientemente listos para retirarse a tiempo. Es mucho dinero el que ganan. Y por qué no, a veces sacan contactos.

-¿Para tocar vestidos?

-A veces.

-O sea, que debemos esperar a que se conviertan en víctimas.

-O eso o te plantas delante suyo en un sitio del que no puedan escapar y les dices.

-Para mí son cómplices. Esos chicos estaban tocando como si nada mientras ese Mendés le zurraba de lo lindo a Sergio.

-Si te sirve de consuelo, un día estarán en su lugar, y sin quererlo.

-Ni cobrarlo.

Nuño asintió con la cabeza.

-Te rogaría que no le contaras a Javier que te he dicho esto. No quiero que se preocupe. Ni que se piense… aun siendo una especie de estrella, puedes evitar ciertas cosas. Al menos… bueno. Es complicado.

-Estoy viendo que Sergio tampoco nos ha contado … muchos de esos detalles que tiene que conocer. Ni sus amigos Yura y Jun.

-Tú lo sabes mejor que nadie. No es agradable para esos chicos hablar del tema. Sabes además que siempre tienen un cierta sensación de ser culpables. Sergio te lo contará a ti antes que a Javier. Sabe que tú lo entenderás. Eres Jorge Rios.

-Pero yo no soy comisario de policía. Tengo la impresión de que tienes mucho más que contar. Como Sergio.

-¿Qué vas a hacer para ayudar al novio de Javier?

Aunque Jorge se sintió decepcionado porque Nuño no hubiera aprovechado el pie que le había dado para seguir profundizando, no lo mostró con ningún gesto.

-Quisiera grabarlo en uno de sus conciertos callejeros. Vamos a intentar que cuando vuelva de París, toque a una hora determinada y propiciar que se cree un poco de clientela fija. Crear un poco de expectación. Quizás haya alguien que pueda hacerle llegar al maestro Ludwin esa grabación. Creo que quedará contento con su interpretación. Ese profesor parece el único inmune a las insidias de Mendés. Mi idea, en un mundo ideal, sería conseguir que un violinista reconocido y sobre todo capaz de llenar la música que interpreta de belleza y sentimiento, se una a él como si no quiere la cosa. Y que los dos, den un recital en la calle digno del Teatro Real o del Auditorio Nacional.

-Eres muy atrevido, Jorge. No has dejado de hacerme propuestas que nadie me hace, desde que estoy sumido en este estado depresivo.

-Me han comentado que alguien ha dicho de mí, que me muevo por tres motivos en la vida. Es lo que me mantiene vivo. Uno es mi rubito. Me salvó la vida, aunque él no lo sepa. Otro de los motivos es escribir. Me apasiona. Y el tercero, es… son esos chicos que lo han pasado mal porque unos desalmados que se creen superiores al resto, les destrozaron la vida. Que la recuperen, es una de las cosas que guían mis actuaciones. Por ellos, me he vuelto atrevido. Por esos hombres que necesitan mi ayuda, me arriesgaré siempre.

Si Jorge pensó que esa declaración suya iba a conseguir que Nuño se abriera y le contara esas historias que lo atormentaban permanentemente, intuía que anteriores a ser considerado una estrella de la música clásica, de nuevo se equivocó radicalmente. Nuño volvió a llevar la conversación a terrenos más tranquilos para él.

-¿El siguiente paso con Sergio Plaza?

-Le he buscado representante nuevo. El mío: Sergio Romeva. Uno de sus colaboradores viene de la música clásica. Se va a encargar. Yo le voy a proporcionar un bolo: tocar en la presentación de mi próxima publicación, unos cuentos juveniles. Como único actuante. A no ser que, en un mundo ideal, alguien se animara a tocar junto a él.

-Estoy enfermo ¿Lo sabes?

Nuño lo miraba sonriendo con tristeza y con las cejas levantadas.

-Sí. Lo sé. Y también sé que aquí dentro – Jorge le tocó el corazón – hay mucho sentimiento que ofrecer a la gente. Sobre todo a las personas que tienes ahí dentro. Ninguna de ellas se atrevería a pedirte estas cosas. Yo estoy convencido de que en realidad, quieres que te lo pidan. Pero nunca lo reconocerás. El otro día tuve la impresión de que nunca me cansaría de hablar contigo, de estar a tu lado. Hoy he corroborado esa apreciación. Quiero venir a verte aquí, si quieres seguir refugiado. Pero quiero también tener la oportunidad de pasear contigo, agarrado del brazo, por las calles de Madrid. Hablar mientras cenamos o comemos. O incluso, yendo los dos a escuchar un concierto o una Ópera. Y también, quiero escucharte tocar el violín.

El móvil de Jorge empezó a sonar. Lo sacó para ver de quien se trataba. Para su sorpresa, era Sergio.

-Mi músico preferido – contestó alegre Jorge. Le guiñó a la vez el ojo a Nuño que sonrió.

-Si me vas a contestar de esa forma, te prometo que te llamo todos los días.

-Pues ya estás tardando en coger esa costumbre.

-Acabo de llegar a Madrid. Lo de Dídac lo hemos cambiado de ciudad. Lo veo mañana aquí. Me preguntaba si me dejas invitarte a cenar.

-Claro. Pero me vas a dejar que elija el restaurante. Tengo mesa reservada y creo que es un buen momento para utilizarla. Además, hay que aprovechar que tengas un día ganas de comer.

-Mándame la dirección. Te advierto que tengo hambre. Estoy con los horarios de París.

-Dame una hora y cenamos.

-Mejor hora y media. Tengo que ir a casa a cambiarme.

-Hecho.

Jorge colgó. Volvió a tender la mano a Nuño, que sin dudar, le tendió la suya.

-¿Te dará con media hora para cambiarte de ropa?

-No te he dicho que te fuera a acompañar.

-Pero intuyo que me vas a hacer ese favor. Porque creo además, que quieres conocer a Sergio. Y creo que, te apetece tocar de nuevo en público y utilizando el arco. Porque creo que tú también quieres ayudar a ese chico. Por él, y por Javier. Y espero que también un poco por ti.

-Si lo conseguimos, que Sergio recupere su carrera, eso va a suponer separarse de Javier. No sé si eso es bueno para mi hermano.

-Lo es. Creo que los efectos de su relación con el músico, son permanentes. Dejarán su relación en suspenso, pero… aunque los dos tengan parejas en ese intervalo, creo que siempre acabarán juntándose. En Madrid o en Sidney. Y creo que si su separación se debe a que Sergio vaya a cumplir su sueño, y vivir la vida a la que parece predestinado por sus habilidades, Javier será feliz. Tu lo conoces mejor…

-Muy seguro estás. De que cuando se reencuentren… ¿Y si Galder le dice a Javier de volver?

-Volverán. Pero si Sergio le llama, Javier dejará todo para ir a verlo.

Nuño le miraba con gesto de duda. Jorge se aprestó a explicarse.

-No, no lo estoy. No podemos saber como va a ir. Me ha salido una afirmación demasiado rotunda, es cierto. Me he equivocado. Pero en verdad pienso que va a ser así. A parte de esos futuribles que pueden ser acertados o no, creo que Javier es lo que quiere. No lo creo, lo sé, porque me lo ha dicho. Y creo que Sergio merece la oportunidad de intentar ser un gran músico. Luego las cosas pueden torcerse o a él no gustarle esa vida. O que de verdad Javier le tire tanto que decida volver a Madrid y quedarse aquí, por ejemplo, en la ONE. Pero debe intentarlo. Ser ese concertista importante.

Nuño se levantó de repente.

-Me subo a la habitación el libro. Si no te importa, te dejo el violín para que me lo cuides. En tu próxima visita lo habré acabado y me lo firmarás. ¿No?

-No tardes – le dijo Jorge sonriendo. – Y por supuesto que te firmaré el libro.

-Eso no va a ser posible. Siempre tardo mucho en arreglarme. Calcula al menos una hora. Soy presumido.

Jorge fue a reírse, pero se contuvo. El gesto de Nuño le dejó claro que no hablaba en broma.

El escritor se quedó sentado, siguiendo con la vista a Nuño camino de su habitación. Miró a Fernando y se encogió de hombros. Éste se acercó a él.

-¿De verdad que te va a acompañar a “El Puerto del Norte”?

-Me temo que tiene todo el tiempo que tarde en prepararse para arrepentirse.

-Voy a llamar a Carmen. Necesitaremos más… efectivos.

-¿Y eso?

-Nuño a parte de ser el “hermano” de Javier, es el hijo del juez Bueno. Y está Sergio por medio. Y por lo que he entendido, van a tocar allí.

-Por cierto, voy a llamar a Sergio para que lleve el violín. Mejor le mando un mensaje.

Fernando se volvió a alejar con su teléfono en la oreja. Jorge, cuando apenas había acabado de mensajearse con Sergio, recibió una llamada.

-Eres un cabrón – le espetó Carmen a modo de saludo. – No me puedo creer que en dos días hayas conseguido lo que nadie ha hecho en meses. ¿Cómo lo haces?

-Primero, no cantes victoria. No es seguro que no se arrepienta. Segundo, ya te dije: creo que lo estaba esperando. Luego, puede ser un desastre. Juega a nuestro favor que va conmigo y creo que le serviré un poco de pantalla protectora. Y el ir con los escoltas… le hará también sentirse seguro.

-¿Y de verdad que va a tocar de nuevo el violín?

-Eso espero. Con Sergio. Los dos.

-Joder. Me caguen la puta. No se me ocurre una excusa para presentarme allí. Javier se va a morder las uñas.

-Creo que esta vez, os deberéis aguantar. A no ser que él os invite.

-Te dejo. Tengo que organizar el dispositivo. La madre que te parió…

Carmen colgó sin despedirse.

La siguiente en llamar fue Olga.

-Te debo una comida.

-Exactamente no he ganado todavía. No es seguro que acepte tocar en la calle con Sergio.

-Por mi parte, te doy por ganadas las dos apuestas. De verdad, no sabes lo importante que es para todos nosotros que Nuño salga de la residencia. Y más si vuelve a tocar.

-No echéis las campanas al vuelo. Va a salir hoy. Espero. No quiere decir nada.

-Es un paso. Tuve el otro día la impresión de que tu seguridad en conseguir que aceptara tu propuesta, era que … pudiste saber que … percibir que… Nuño era como otros de esos jóvenes que te buscan.

-Tengo esa percepción. Pero en ese punto, me ha dado una larga cambiada. Es un maestro cambiando de tema.

-Eso es una forma de decir que tenías razón sin decirlo. Y él lo sabe. Es sumamente inteligente. Y es evidente que te ha considerado desde el primer momento una persona que emocional e intelectualmente está a su altura. No te engañes, es muy clasista. Algunos dirían que chulo.

-Y sensible. Los que triunfan en ese mundo… deben tener algo de eso. Han debido creer en ellos cuando nadie lo hacía. ¿Sabes que debe pasar las noches tocando el violín pero sin usar el arco? Solo marcando las notas en las cuerdas.

-Cabrón, le notaste los callos. Jugabas con ventaja. Ninguno nos hemos dado cuenta de ello.

-Esconde la mano izquierda. Y tiene la costumbre de subirse permanentemente el cuello del jersey.

-Lo que daría por volver a escucharlo.

-Carmen me ha dicho lo mismo. Después de llamarme un montón de cosas.

-Pues todavía te queda Javier.

-No creo que me llame.

-No apuestes.

Hubiera perdido, porque apenas llevaba cinco minutos observando los alrededores del banco al resto de pacientes y paseantes, Javier le llamó.

-He apostado con Olga a que no me llamabas y he perdido.

-No te iba a llamar, que conste. Pero… me ha llamado Nuño. Me ha invitado a ir a “El Puerto del Norte”.

-¿Te unes a nosotros entonces? La mesa que tengo es amplia. No hay problema.

-No sé si…

-Creo que si pretendes ir, no es momento de ocultarte. Si Sergio te descubre…

-Estaba pensando que… podías decirle a Dani.

-Entonces tú dile a Carmen. Si no, Nuño va a hacer de carabina nuestra.

-Estaba pensando que se uniera Fernando. Le ha caído bien a Nuño. Cuando le ha llamado para anunciarle que ibas a ir a verlo, han estado casi media hora hablando. Me lo ha confesado Nuño.

-¡Ah! Por mi no hay problema.

-Flor va para allí para hacerse cargo de tu escolta. ¿Se lo dices a Fernando?

-Mejor llámalo tú. Ya le pido demasiadas cosas…

-Prefiero que seas tú el que le diga. No quiero que se sienta obligado. Nuño es personal.

-Venga. No te preocupes. Mira, veo a Flor que viene hacia aquí. Te cuelgo.

Jorge le hizo un gesto a Fernando para que se acercara. Éste lo hizo.

-¿Ha pasado algo? No dejas de hablar por teléfono.

-Entonces igual que tú – Jorge le guiñó el ojo – Nada, tranquilo, no ha pasado nada. Te tengo que pedir un favor.

-Dime.

-Que cenes con nosotros.

-No sé si es adecuado. Javier puede…

-Javier está de acuerdo. Van a venir Carmelo, que por cierto le tengo que llamar, y Javier.

-Eso suena a que me das el papel de pareja de Nuño.

-Parece que habéis hablado largo.

-Es muy agradable.

Jorge le hizo un gesto con las manos.

-Te dejo que te vayas a cambiar. – Jorge sonrió picarón.

-La madre que os parió… eso puede salir muy mal.

-Todo puede salir muy mal. Nuño puede arrepentirse.

Mientras hablaban, Flor se había plantado delante. Se agachó para dar un beso a Jorge y otro a su compañero. Se lo quedó mirando.

-Ya me voy. No sé si …

-Va a ser una velada muy agradable – le dijo Jorge.

-Ya hablaremos mañana.

Fernando se levantó y se fue, después de coger las llaves del coche a Flor.

-Tomo el mando de la escolta – les dijo Flor a sus compañeros por el sistema interno. – Llama a Carmelo, anda.

-Joder, se me había olvidado. Hoy está claro que no acabo de estar centrado.

-Pues menos mal que no lo estás… la que has organizado en un momento.

Flor se levantó riéndose y yendo a sentarse al lado de Luisete.

Necesito leer tus libros: Capítulo 60.

Capítulo 60.-

Fue una sorpresa que encontraran tan pronto a esos jóvenes violinistas. El mundo de la música parecía tan cerrado como el del cine. Cada uno con sus secretos y todos hablando de ellos, pero sin que nadie de fuera se enterara.

Con los pocos detalles que Sergio le comentó a Javier o a Jorge, era casi como buscar una aguja en un pajar. Pero el odio que pueden levantar ciertos individuos puede llegar a convertir lo improbable en posible, y el silencio en una bonita canción en la que se habla de todo y de todos.

-No sé como ese hombre sigue teniendo alumnos – dijo Carmen asombrada cuando le contó Teresa sus pesquisas.

-Aitor ha encontrado vídeos de estos chicos. Los siguen vendiendo.

-¿Son como los de Sergio?

-¿Cuál de Sergio? Hemos encontrado un carro más de ellos. Y el más bonito, el de esas supuestas novatadas en la Universidad. Hemos encontrado tres de esa fiesta. Uno de los vídeos protagonizado en exclusiva por él. Jorge tenía razón. De novatadas, nada. Ahí estaba el amigo Mendés. Y algunos otros viejos conocidos. Y muchos con máscara, por supuesto.

-Ese hay que estudiarlo detenidamente. Tenemos que sacar todos los nombres posibles. Y empezar a apretar clavijas.

-Va a ser complicado. Habrá que buscar un video con mejor imagen. Aitor lo está intentando. En el vídeo que tenemos de Sergio, no se aprecian muchos rasgos, salvo que conozcas al tío antes. Tiene muy poca resolución. A parte, ya te digo, muchos de los “invitados” llevan máscaras. No va a ser fácil.

-Contadme de esos músicos antecesores de Sergio. – pidió Carmen  a Patricia y Teresa.

-El chico ruso – empezó a hablar Patricia, – toca en un grupo de folclore típico. Se llama Yura. Hace tres años que dejó la música clásica. Se ha quedado en España. Nada más que le he llamado para concretar una cita con vosotros, no ha puesto ninguna pega.

-Con el chico coreano, – siguió Teresa – no hemos tenido la misma suerte. Se ha negado en rotundo a quedar con vosotros. Jun, de nombre. Tampoco hemos tenido suerte en descubrir a qué se dedica. En todo caso, a la música no. Y eso que le he dicho que su colega, al que conoce, y al que trata con una cierta asiduidad, iba a ir.

.

“Lo siento. Es una etapa de mi vida olvidada. No quiero recordarla. Es superior a mis fuerzas.”

.

Dejaron que eligiera Yura el sitio. Eligió “La despensa”, un local amplio en medio de la zona de Azca. Le dijo a Patricia que aprovecharía a comer. E insinuó con insistencia que estaría bien que la policía le pagara el almuerzo.

-Estoy sin un duro – le dijo claramente, en un español casi perfecto. Solo había un ligero acento en algunas palabras.

No habían encontrado una foto reciente de él. Solo antiguas de cuando tocaba en algunos recitales de música clásica. Para Carmen fue evidente como elegía Mendés a sus alumnos. Todos cortados por el mismo patrón. No demasiado altos, atractivos, con cuerpos cuidados, tenía una cierta preferencia por los rubios, aunque eso tampoco parecía un dato determinante. Había tenido varios alumnos afroamericanos, varios orientales, dos o tres europeos, uno solo español, Sergio, y unos cuantos del norte de Europa. Aunque parecía que no a todos los metía en sus actividades extra-curriculares. Posiblemente el tema familiar de sus víctimas tendría importancia a la hora de escoger a quienes les obligaba a dar ese paso. Pero con todos los demás, se solazaba con la vista y vete tú a saber si con algo más, pero sin compartir con sus amigos ese placer.

Cuando Carmen y Javier llegaron al sitio, el joven ruso todavía no había llegado. A Carmen no le extrañó.

-Nos estará observando a distancia. Espero que la impresión que se lleve sea buena y acabe acercándose.

Javier hizo una mueca poniendo en duda esa afirmación.

-Depende de como esté de predispuesto. No es tanto como nos vea, es lo que sienta. No creo que su predisposición a hablar de ese tema sea tan diferente a la del chico coreano. ¿Jun se llamaba? – Carmen asintió con la cabeza – Quizás tenga más cara y quiera sacar una comida gratis. A lo mejor podríamos llamarlo desesperación.

-Pues pidamos cosas de comer.

-¿Atraerlo por el estómago? Es una táctica como otra cualquiera. A nosotros tampoco nos vendrá mal comer sentados y tranquilos.

-¿Y si nos pide dinero?

-A eso, si queremos luego usar lo que nos diga, nos deberemos negar, lo sabes. Podemos mirar de ayudarlo de alguna forma, pero sin darle dinero.

-¿Y si nos pide un préstamo?

-Anda, deja de inventar situaciones. Pareces un nuevo Jorge Rios.

-Cada vez hablo más con él. A lo mejor se me está pegando algo. Aunque últimamente te estás aficionando tú también a tener largas conversaciones con el.

-Por un día… y mira la que hemos preparado a cuenta de eso. – se sonrió Javier. – Tienes razón, es muy agradable charlar con él. Lástima que el noventa por ciento debamos dedicarlo a estos temas. Lo que daría porque todo esto se acabara y poder tener una conversación sobre cualquier tontería.

-Por cierto, y con relación a la que hemos preparado como resultado de vuestra charlita: Patricia y Tere me han mirado antes con mirada aviesa. Tienen para rato estudiando todo lo que hemos encontramos en la casa de esos. La jodida tía de Rubén así que se escondía. Y los del laboratorio están muy felices también, la verdad. Me han comentado que están preparando una quema de libros de Jorge como respuesta a las sugerencias que te hizo el otro día.

-Con paciencia. Son todos grandes profesionales. Cambiaremos la quema de libros, porque Jorge se acerque un día y les firme esos libros. Por cierto ¿Entiendes la estrategia de esos dos? No acabo de entender la táctica de ese matrimonio. No sé de que van.

-Como dice a veces Jorge, no pensemos que tenga que ser la misma.

Javier se echó a reír.

-Aunque fuera distinta. Esos… yo creo que con lo de la adopción, fueron marionetas del padre. Y en el resto, lo único que les mueve es buscar la forma de quitar a Rubén lo que sea que le diera el abuelo.

-Opino lo mismo. Olga está buscando al hermano de Carlota en Estados Unidos. Esperemos que nos ilumine.

-El huido.

-Seguro que tiene cosas que contar.

-Hablando de Jorge, hubiera sido buena cosa que hubiera venido. Estos, aunque las prácticas sean parecidas, no parecen de la trama de Anfiles. Y aún así, siguen teniendo a Jorge como ángel de la guarda. Mira todos esos músicos que vamos encontrando. Los que solo tocan en las fiestas. El primero al menos, David, si no llega a ser por Jorge, sale corriendo.

-Tocan y les tocan. – Carmen hizo ese juego de palabras del que se arrepintió de inmediato. Se dio a si misma la impresión de que lo tomaba a broma. Y no eran situaciones como para tomarlas a choteo.

-No siguen las directrices de Anfiles, pero me parece claro que son vasos comunicantes. Lo de esa fiesta en la  Universidad

-Hay dos horas de descanso entre la grabación del primer programa y de los dos siguientes de Pasapalabra. He quedado con él en que si lo necesitamos, viene. Fernando lo tiene todo listo para salir zumbando. Y si no, hacemos una videollamada. Me he traído lo necesario. Y en el programa saben que puede que haya un momento en que Jorge pida un rato para llamarnos.

Fernando va a acabar molido. Está cubriendo muchos turnos.

-De momento no se queja.

-Ninguno. Pero yo creo que es por Jorge y Carmelo. No sé lo que hacen pero se los camelan a los cuatro días.

-De Carmelo, ya lo conocemos hace años. De Jorge… el asocial

-Y el enclenque. Y el que no se entera de nada. Le deberíamos empezar a llamar el hombre de las mil caras. Como nos ha engañado el jodido. Al menos a mí, que vosotras… ya sabíais parte de la película, cabronas.

Carmen le sacó la lengua para hacer burla a su amigo.

-Quien se pica, ajos come.

-Encima, no te jode, engañado por mis amigas del alma. Y encima soy el que come ajos. Porque me pico. Y lo hago sin motivos, no te jode.

-A ver si te huele el aliento a ajo – dijo Carmen haciendo como que se acercaba para olerle la boca. Javier le dio un manotazo en la mano. Carmen la retiró rápidamente entre pequeños gemidos de dolor.

Javier llamó al camarero y le pidió unas cuantas cosas de picar.

-Lo dejo a tu elección. Esperamos a alguien más.

-¿Para cuatro entonces?

-Sí. Trae como para cuatro. A parte tenemos hambre. Me acabo de dar cuenta que no he comido hace dos días.

-Así nos va, no te jode. No sé como hacer para controlarte eso. Ya es casualidad que tu novio sea tan desastre para esas cosas como tú. O peor todavía.

-El otro día preparó el desayuno.

Carmen se lo quedó mirando.

-No quiero ni pensar en lo mal que te debió de ver.

Carmen hablaba en serio. En esta cuestión no le estaba tomando el pelo.

-Confórmate con controlar que duerma de vez en cuando. – bromeó Javier. Él no estaba dispuesto a entrar en ese tema y decidió seguir hablando en broma. – Mamá.

Carmen lo atravesó con la mirada. Aunque Javier estaba gozando la broma. Sabía que eso jodía a su amiga. Le encantaba ver la cara de indignación que ponía en esas circunstancias. Y si se pensaba que la tomadura de pelo con los ajos de hacía unos minutos se iba a quedar sin respuesta, ya tenía la certeza de que eso no iba a ser así. Y de paso la dejaba claro que no pensaba contarle sus miserias. Al menos ese día.

Carmen hizo un gesto con las cejas a Javier. Éste supo que su cita se dirigía a ellos.

-¿Carmen y Javier?

El chico preguntó con timidez. Parecía nervioso porque no controlaba el acento tanto como les había dicho Patricia. Javier se levantó y le tendió la mano para saludarlo. El chico iba a hacer el gesto de saludar con el codo, pero al ver la mano de Javier extendida, se vio en aprietos para corregir y extender la mano con naturalidad.

-Tranquilo, somos policías pero no nos encargamos de perseguir a los que estrechan manos o se dan besos.

-Hay personas que son muy radicales en ese aspecto.

-Si alguien persiguiera a esas personas que no usan el codo a modo de saludo o se abrazan indiscriminadamente con una cierta cercanía, nosotros iríamos los primeros al calabozo. No somos nada sin esas muestras de cariño. – explicó Carmen.

-Has llegado a tiempo para comer. Hemos pedido algunas cosas para picar. Espero que te unas. Mira, aquí llega la comida.

-Ya le he dicho a vuestra compañera que tengo hambre atrasada.

-¿La cosa está difícil?

-No acaban de arrancar las actuaciones. Toco en un grupo de folclore ruso. Y no hay forma. Con los aforos y demás, la cosa no sale a cuenta a la mayoría de organizadores. Y los que te llaman, es con cachés ridículos.

-Me da pena que un joven como tú, que tocaba el violín como un verdadero maestro, acabe tocando en un grupo de danzas. No es por menospreciar, pero me parece menos… que se pierden gran parte de tus capacidades o habilidades, como quieras llamarlo.

El chico se encogió de hombros mientras masticaba los dos aros de calamar que se había llevado a la boca. Verdaderamente parecía hambriento. Carmen hizo una indicación al camarero para que llevara un poco de pan y que trajera algo más de comida.

-Tranquilo, come despacio – le recomendó Carmen – no hay prisa y si se acaba, sin problema, pedimos más. Nosotros también tenemos un poco olvidado el tema de nuestras comidas. Perdona ibas a decir algo.

-Me encontré en un país que no es el mío, lejos de mi casa, y con pocos amigos, y en una situación… mala. Llegó a mi familia unos vídeos en los que tenía relaciones con otro hombre. Eso a mis padres… directamente me repudiaron. Ya sabéis como está el tema de los homosexuales en Rusia. Dejaron de mandarme dinero todos los meses. He dejado de existir para ellos a todos los efectos. Mis padres lo han hecho por convicción, no penséis que lo hacen por miedo a Putin. Los homosexuales no existen en Rusia. Eso dice el presidente. Y mis padres le apoyan.

Javier y Carmen se miraron pero decidieron dejar que contara a su ritmo. Empezaron ellos a picar algo también. No querían que el joven ruso se sintiera a disgusto.

-No me avergüenzo de ser gay, a ver si me entendéis. Sé que tú lo eres, por ejemplo – y señaló a Javier. – Sé que estás ahora con Sergio. Es buen chaval. Y uno de los mejores violinistas que he escuchado en mucho tiempo. Lástima que en lugar de ir a estudiar con el maestro Ludwin en Viena, viniera con Mendés, a Madrid. A su padre le pareció que esos miles de euros que se ahorraba… bien ahorrados estaban. Ludwin había admitido a Sergio. Eso era… Ludwin es el mejor profesor, el más reputado, el más caro, pero estar entre sus alumnos, es lo más. ¡¡Y le había aceptado!! ¡¡Alucina!!

-O sea que fue una decisión del padre.

-Sí. Sergio iba de cabeza a Viena.

-¿Sergio habla alemán?

-Chapurrea. ¿Se dice así? Creo que ahora lo está estudiando de nuevo. Pero eso da igual. El profesor Ludwin habla varios idiomas, entre ellos el francés y el inglés. Sergio los habla perfectamente.

-¿Y habla ruso? – le pregunto Javier en ese idioma.

Yura se quedó con la boca abierta mirando a Javier.

-No me lo puedo creer que hables ruso. ¿O te has aprendido esa frase para ?

-No, no he aprendido esa frase para impresionarte. Te advierto que hace tiempo que no practico lo tengo un poco olvidado. Posiblemente me equivoque y no encuentre alguna palabra, si seguimos hablando en ruso. Aunque mejor hablemos en español que mi amiga Carmen no lo habla.

-Pero luego me gustaría que habláramos un rato en ruso. Hace mucho que yo tampoco lo hablo. Es gracioso pero soy el único de esa nacionalidad en mi grupo de folclore.

-Claro. Luego damos si quieres un paseo y charlamos en tu idioma. Me vendrá bien. Y ya me explicarás eso de un grupo típico ruso con un solo ruso.

-Nos estabas contando – Carmen retomó la conversación – que Sergio quería ir a Viena con ese profesor.

-Sí. Pero su padre le obligó a ir a donde Mendés.

-¿Nadie le avisó de como se las gastaba?

Yura miró a su alrededor antes de contestar.

-Yo creo que alguien le obligó a mandarlo con ese. Relaciones comerciales, ya me entiendes. El padre de Sergio es… un empresario muy agresivo en los negocios. No sé si me entendéis.

Javier se quedó pensativo.

-¿Y esos negocios tan… agresivos van a suponer tener que vender de alguna forma a su hijo? Quiero decir, me ha sonado tal y como lo has contado que en los negocios del padre de Sergio, usar a su hijo como moneda de cambio es… habitual.

-Depende de lo que sea más importante para uno. Siempre suponemos que un hijo es lo más importante para un padre. Por encima de los negocios, de la religión, de los novios que elija, del trabajo que escoja, de lo que decida estudiar… en el caso de los míos, la ley de Dios y la ley de Putin, está por encima de su hijo. Y en el caso del padre de Sergio, los negocios, son los negocios.

-Pero eso que dices es muy fuerte – Carmen no acababa de creérselo. No le cabía en la cabeza.

-No me ha dado la impresión de que Sergio dude de su padre. – apuntó Javier.

Yura se quedó un rato pensando, pero sin dejar de comer.

-Yo tampoco me creía lo que me anunció mi hermano sobre la decisión de mis padres. Hasta que mi madre, tras mucho insistir, me cogió el teléfono un día. La conversación fue corta:

.

“Has muerto para nosotros. Eres una mala hierba. Y ya sabes lo que hago con las malas hierbas del jardín. No vuelvas a llamar a tu hermano. No queremos tener que tomar la misma decisión con él que la que hemos tomado contigo”.

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-Y colgó. Hace de eso más de dos años. Con mi hermano, hablo de vez en cuando. Me llama él desde teléfonos de amigos. Literalmente mis padres me han borrado de su vida. Han quemado todas mis fotos, mi ropa. Han vendido mis libros, mis discos. Los muebles de mi habitación. La han convertido en una sala de costura para mi madre. Mi hermano me dijo que hasta la habían desinfectado.

-Al menos vemos que con tu hermano te llevas bien. No te ha dado de lado.

-No. Nos queremos mucho. Si tuviera dinero, haría que se viniera a España.

-¿Lo haría?

-Se siente mal allí. Y ya no confía en mis padres. Que me hayan dado de lado, le ha decepcionado profundamente. Él siempre me ha apoyado. Y yo a él. Tampoco les gustaba a mis padres su novia. No daba la talla. Al final han roto. Se pusieron insoportables.

-¿Quieres una hamburguesa? – le preguntó Carmen. La historia de Yura le había llegado al alma. Pedirle más comida era lo único que en ese momento se le ocurría para mitigar su… desazón.

-Si fuera posible, os lo agradecería. Ya siento daros esta impresión de… muerto de hambre, pero es que en realidad, lo estoy.

-¿Desde cuando no comes? – ahora era Javier el que preguntaba.

-Al menos una semana.

Javier resopló. Le pareció que, el conteo de los días sin comer que había expresado Yura era optimista.

-Y si hubieras seguido con la música clásica, al menos podrías estar en alguna orquesta.

-Es difícil. Pero podría. De todas formas tenía un cuarteto de cuerda con unos amigos. La cosa se puso… el Mendés ese hablo a todo el mundo pestes de mí. Lo tuve que dejar, porque nadie nos contrataba estando yo. Mis amigos han grabado un disco con piezas de Vivaldi y ahora están en Melburne, dando una serie de conciertos. Buscamos otro violín que me sustituyera. En cuanto lo dejé, les empezaron a salir conciertos. Fue inmediato.

-Habló con la gente de la música y mandó el vídeo a tus padres. Digamos que… deja claro que no se le debe decir que no.

-Eso no lo puedo demostrar. Lo de que fue el que mandó el vídeo a mis padres. Lo mismo ha pasado con Sergio.

-¿Dices que entonces habrá enviado el vídeo a sus padres? – Javier quería que lo dijera claramente. No quería malinterpretar sus palabras.

Yura dejó de masticar. Bajó la mirada.

-Yo creo que no necesitaba mandarlo. Su padre sabía lo que había. Cuando cambió al profesor Ludwin en Viena por Mendés en Madrid.

-¿Lo primero sí? ¿Que hablara con los programadores de música si lo puedes tienes constancia de ello, vaya?

-Me lo han dicho a la cara. Tenía un poco de confianza con dos o tres de ellos. Se lo pregunté a cara de perro ¿Se dice así? – Carmen afirmó sonriendo – Casi voy a partirle las piernas. Aunque casi me las parten a mí.

Javier se apuntó mentalmente volver a eso de la partición de piernas.

-¿Te amenazó con ello cuando le dijiste que no ibas a seguir teniendo sexo con quién él quisiera?

-Su táctica es lo que aquí se dice de la zanahoria y el palo, como los burros. Si te portabas bien y atendías como era debido a sus amigos, una zanahoria. Pero la amenaza del palo.

-¿Al palo te refieres al arco del violín?

-¿Han visto los vídeos?

-Alguno hemos encontrado. – Javier no quería entrar a decir en concreto los vídeos de que se trataban.

-Y el hombre este ¿Participaba en… la actividad sexual? – preguntó Carmen.

-Claro. Es insaciable. Si le oyen decir que le gusta la música lo que más, miente. Le gusta que se la coman. El solo masturba. Para no pecar, me imagino. Aunque eso es cuando hay gente delate. Con algunos, solos, a solas, quiero decir, a esos si que se la come.

-No me creo que no haya metido su miembro en…

Yura suspiró.

-Es cierto. La metía. Ya os digo, era insaciable. Es. – se calló un segundo y resopló inquieto – Es que no me gusta hablar… me… me vienen a la cabeza cosas… y encima si habéis visto algún vídeo mío… ¡Qué vergüenza! – respiró un par de veces profundo y pareció relajarse. – Y tiene la mano muy rápida. Sus pizzicatos como llama a sus tortazos y varazos o hostias, como dicen aquí, son conocidos por todos sus alumnos.

-Y … hay algo que no acabo de entender. ¿Por qué sigue teniendo alumnos?

-Tiene fama.

-Pero al final a todos lleva por el camino…

-No, solo a dos o tres por año. A todos sus alumnos los escoge por el físico. No es algo de raza o de color de pelo. Es de la estructura corporal. Un tipo tonned, con las formas bien marcadas, pero sin resultar demasiado musculado. Las formas de la cara suelen ser poco angulosas. Le gusta que se puedan coger fácilmente los mofletes. Esos pellizcos, ya saben. Sus alumnos suelen ser de entre 1,70 de altura hasta 1,85. Es lo que mide él, más o menos. No le gustan más altos. Que él. Me refiero a que no le gusta que seamos más altos que él.

Carmen fue a decir que de eso ya se habían percatado, pero prefirió callar. Le parecía tan ridículo… pero aún así, intervino para preguntar, aunque ya se imaginaba la respuesta.

-¿A quienes empuja a esas actividades? Dices que con todos sus alumnos, al menos, se recrea la vista. No le hemos descubierto ninguna mujer entre sus pupilos.

-Hace muchos años, sí tenía alguna chica.

Carmen fue a decir que al menos más de diez, que eran lo que ellos habían cotejado. Pero volvió a evitar reconocer el resultado de sus investigaciones.

-¿Qué es lo que determina que os mande a esas fiestas?

-Nuestra situación familiar. Los que tenemos la familia, los padres que no aceptan la homosexualidad. Familias muy religiosas y extremistas. Los que luego somos fácilmente dominables, ¿se dice así?

-Sí, está bien dicho. Quieres decir que escoge a los que, si os negáis u os arrepentís, si manda vuestros vídeos teniendo sexo con hombres, os repudiarán. Os echarán como han hecho tus padres contigo. Busca a personas a las que les pueda destrozar la vida fácilmente si no se pliegan a sus designios.

-Exacto.

-Y si no os hubierais echado atrás en algún momento ¿Hasta cuando dura eso? Porque seguís pagando sus clases.

-Y gracias, porque somos unos privilegiados. Eso es lo que nos dice. Al pasar los dos años como máximo que da clases a un alumno, y los que llegan a dos años generalmente son los que entran en esa dinámica, nos echa. Encima ni nos da su diploma que acredita que hemos pasado su curso. No podemos poner en nuestro currículum que hemos estado dando clases con él. Alguno puede que pase a tocar en sus cuartetos o quintetos desnudos. Ahí al menos, cobran un dinero.

-Y con el resto de sus alumnos ¿Se contenta con mirarlos mientras les da clases?

-Sé que con alguno mantuvo o mantiene una relación… cercana, digamos. En privado.

-¿Consentidas? O digamos… marcadas porque soy tu profesor y me apetece follar contigo, y a ti te conviene no contrariarme.

-No te puedo decir. Esos suelen creerse superiores a nosotros. Él ya se encarga de decirles que no les conviene relacionarse con nosotros.

-Y le hacen caso – el tono que le salió a Javier era de indignación total.

-El novena, sí. Se creen que ellos son llamados a ser la élite de la música clásica.

-Intuyo que en la forma de elegir a los alumnos, hay un componente clasista.

-Sí. Lo hay. Los parias, nosotros, ninguno venimos de familia con tradición musical. Ni de familias de regio abolengo. Me encanta esa expresión. La utiliza Mendés mucho para referirse a sus alumnos de primera.

-Y ¿Cómo sucede todo? – eso le interesaba mucho a Carmen.

-A los que nos ha escogido para ir a divertir a esos “maestros”, y a esos mecenas de la música, nos dice desde el principio que no merecemos su atención. Que somos una mierda de músicos. Que nunca llegaremos ni a ser válidos para tocar en una orquesta de quinta categoría. Luego, un día nos dice que podemos hacer bien a la música, haciendo que los verdaderos maestros sean felices para deleitar al público. Que no valíamos para la música. Que la miel no está hecha para… algo de algún animal, no me sale el dicho.

-La miel no está hecha para la boca del cerdo.

-Eso. Gracias, no me salía.

-¿Tocabais tan mal?

-Hasta que caí en sus manos, todos mis profesores me dijeron que podía dedicarme a ser concertista. Sergio… es uno de los mejores violinistas actuales. Ganó muchos concursos, algunos de ellos en Moscú. Con diecisiete años. No se le puede decir eso de primeras. El otro día lo fui a escuchar a la calle. No me vio, porque si no, me hubiera invitado a tocar con él. Ahora… toca mejor todavía. Es… cada nota que toca, se te mete por los poros de la piel. Te hace… vibrar de emoción, te… a mí me dio más placer que un buen orgasmo. Lo juro.

Javier sonrió ligeramente. Se había alegrado de oír esa afirmación. Y sin entender mucho como ni por qué, se había sentido orgulloso de Sergio. Javier empezaba a pensar que… a lo mejor lo suyo con ese chico iba más en serio de lo que creía.

-¿Cobra por esos servicios? – preguntó Carmen, ya que Javier se había quedado pasmado con la afirmación sobre Sergio.

-Unas veces sí, otras cobra en especie, o sea en favores, en poder.

-¿Y por qué sus colegas le hacen caso? ¿Por qué si les dice que tú no debes tocar en un concierto, no contratan a tu grupo?

-Porque tiene mierda de todos. Y la gente en el mundo de la música debe parecer impecable. Con sus frac. Con sus zapatos impolutos. Tocados de la mano de Dios para engrandecer su nombre elevando al arte a su máxima expresión. Si os habéis fijado, algunos grandes de la música, cuando están ante gente, parecen en éxtasis. Luego, cuando te meten la polla en la boca, son como todos, mal hablados, mequetrefes, barriobajero…

-¿Chantajea?

-A todos.

-¿Y como lo probamos? – preguntó Javier.

-Jun sabe.

-No ha querido venir. A lo mejor podías hablar con él…

-Está aquí. Es el cocinero. Por eso os he dicho de venir a este sitio. Ahora sale. Es muy desconfiado. No se fiaba aunque Sergio le ha dicho que aceptara verse con vosotros. Qué confiara. Necesitaba que yo tanteara el terreno. Todo aquello le ha roto la vida a full.

Yura sonrió como pidiéndoles perdón. Javier y Carmen se miraron sorprendidos.

-Dinos algo de él.

-Lo ha pasado muy mal. No es homosexual. Para él esa experiencia ha sido… Y… su familia le presionaba para que triunfara. Por eso aceptó al principio la situación. Pensaba que era el precio que había que pagar y lo que le pedían sus padres. No dejaban de decirle que hiciera lo que fuera para triunfar. Pero todo eso le superó. No… comía, no dormía… cada vez que iba a esos “encuentros”, tenía que tomar pastillas… iba contra su naturaleza. Un día se pasó con esas pastillas y hubo que llevarlo a Urgencias. El médico le dijo que o dejaba eso que tomaba, o era hombre muerto. Le costó mucho romper con todo. Era lo que supondría decir a Mendéz: NO. Al igual que a mí, le supuso romper con su pasado, con su país y su familia. Él sabía que iba a pasar eso. Yo fui antes que él. Sabía de primera mano que Mendés iba a cumplir su promesa de enviar el vídeo. Y lo hizo. La respuesta de sus padres fue inmediata. Fuera de sus vidas. Repudiado.

-O sea que sus padres son de los que dicen: “haz lo que sea”, pero que no nos enteremos, no nos deshonres. Pero haz lo que sea. Como nos enteramos y nos entra la preocupación por si el vecino se entera, fuera de nuestras vidas. Nos has deshonrado.

Yura hizo una mueca de resignación.

-¿Y trabaja de cocinero? – preguntó Javier. Le indignaba que alguien que tenía conocimientos y condiciones para ser un gran músico, tuviera que trabajar de cualquier otra cosa que no fuera para lo que había nacido.

-Ya tiene más suerte que yo. Al menos tiene un sueldo. Y cocina bien. Le gusta, además.

-No hemos descubierto que estuviera trabajando.

-Se ha cambiado de nombre. El legal. Los amigos le seguimos llamando Jun.

Siguieron hablando del profesor Mendés. Todos parecían tenerle miedo. Se decía que si alguno había intentando denunciarlo, había acabado apaleado en algún callejón perdido.

-Dicen que tiene amigos poderosos. Incluso policías.

Carmen miró al cielo desesperada. Como no, otro que tiene amigos policías.

-Necesitaríamos que nos ayudaras a encontrar a alguno de esos alumnos a los que dices que envió al hospital. Y en encontrar a más que tenga constancia de que el hombre este cumplió sus amenazas y envió los vídeos a sus familias. Y sobre todo, si ha habido menores metidos en ese… negocio.

-Podría intentarlo. Pero tengo que comer.

-Luego buscamos una solución a eso. Tranquilo – afirmó Carmen con rotundidad mirando a Javier que se encogió de hombros.

-Quiero que me aconsejes. – Javier quiso cambiar de tema. – Parece que tienes aprecio a Sergio y que mantienes un cierto contacto con él. Te advierto que apenas me ha dado dos detalles de ti para buscarte. Ya le voy a decir que pudiendo darme tu teléfono, haberme tenido …

-Dice que quien es bueno en lo suyo, no hay que facilitarle el camino. Él confía mucho en ti y en tus amigos. Le habéis caído muy bien.

-¿Y eso es de Mendés o de su padre?

Yura se echó a reír.

-Qué más da. – Yura volvió al ruso – El caso es que te quiere Javier. Y eso hace unos meses, parecía improbable que sucediera. Estaba encerrado en sí mismo. Muchos estuvimos pendientes de él porque pensamos que en cualquier momento se iba a suicidar. Y lo de que a pesar de haberlo dejado todo, Mendés le obligara a ir a esa fiesta en su Universidad, casi lo mata. Al menos ha podido conocer a Jorge Rios. Conocerte a ti y a ese escritor ha sido lo que nos ha dejado tranquilos.

-¿A ti no te interesa Jorge Rios?

-Claro que sí. El pobre además… cuando se entere de que en Rusia le copian…

-Me temo que ya lo sabe. Un compatriota tuyo le pasó un ejemplar de “Tirso” publicado por otro autor.

-Un impostor. Es copia. He leído todo de Jorge en ruso y en español. Una vergüenza. Aunque lo publicado en Rusia es más basto. Parece que es una versión anterior a las que se publicaron aquí. Por eso, cuando lo descubrí, puse más empeño en aprender español, para poder leerlo y disfrutar. Mi sueño además es que un día nadie note que soy ruso. Me esfuerzo mucho en aprender castellano y vocabulario y todas las expresiones y giros que usa la gente al hablar. ¿Qué me ibas a pedir consejo?

-¿Como consigo que Sergio vuelva a la música? ¿Qué puedo hacer? ¿Con quién tengo que hablar?

-Nadie podrá conseguir que los amigos de Mendés le den clase. Él no va a cambiar. Nunca da su brazo a torcer. Ludwin sería una opción, porque no está en la órbita de Mendés. Pero tiene cubierto su cupo hasta dentro de tres años. Y no creo que habiendo aceptado a Sergio, y éste rechazar la oferta, quiera volver a considerarlo para darle clase. Tiene su orgullo. O se labra la carrera sin maestro, o buscan a uno fuera del sistema, uno que esté medio retirado, o que apenas coja alumnos. O un músico que siga en el circuito de conciertos y que coja alumnos. Conozco un par de casos, pero es una pasta. A parte de lo que cobra, debes seguirlo por todo el mundo. Un buen representante, sería fundamental. Abrirse camino en circuitos alternativos y que luego, los más “oficiales” o “clásicos” no tenga más remedio que programarlo a petición del público. No hay tanto aficionado a ir a escuchar música clásica. Hay que cuidarlos.

Carmen se cansó de oírles hablar en ruso y levantó el dedo.

-Que estoy aquí.

Javier se encogió de hombros a modo de disculpa.

-Tengo tan pocas oportunidades de hablarlo

-Buenas tardes.

Parecía que Jun al final se había decidido a aparecer. Llevaba en una bandeja cuatro cuencos humeantes. Sonreía. Parecía… feliz dentro de lo que cabe. Miró a su amigo agradecido. Era su forma de agradecerle que hubiera sido la avanzadilla para para asegurarse de que los policías eran buena gente antes de mostrarse.

-Me van a permitir que les invite a un plato de mi país. “Sundubu-jjigae”.

-Muchas gracias Jun. Nos alegra que te hayas decidido a hablar con nosotros.

-Yura es un buen amigo. Y Sergio se lo merece. El habla por ti, Javier. Si puedo ayudaros a quitar a ese hombre de la circulación y evitar que haga mal a otros jóvenes como nosotros, haré el esfuerzo de recordar. De todas formas, cada noche sigo soñando con esos penes que quieren meterse en mi boca. Y… en mi trasero. Lo juro. He pensado en cortarme el pene y los testículos. Me repelen desde entonces. Mi novia me ha dejado, porque no quiero… tener sexo. Me… no puedo penetrarla. Es superior a mis fuerzas.

Javier quiere que le digas como prueba lo de los chantajes. Y el dinero que cobra por nuestros servicios.

-Pero siéntate, anda – le invitó Carmen. – No te quedes ahí de pie.

Jun sonrió y se sentó en el lado de la mesa que estaba libre. Antes puso un cuenco a cada uno.

-Lo apunta todo. Es como tío Gilito, el de los dibujos. Lo tiene en su estudio. Unas molesquines. Una estantería llena de ellas. Las primeras páginas son de partituras. Luego viene lo interesante. De todas formas si la partitura empieza en una clave de sol en primera línea, es un mensaje en clave. El abecedario empieza en fusas. Fusa en primera línea es “a”. Si está entre primera y segunda, es “b” y así sucesivamente.

Carmen miró en su bolso y sacó una libreta.

-¿Nos harías el favor de apuntar el abecedario? Pero antes, vamos a probar este plato que nos has traído y que me da en la nariz que está riquísimo.

-Vamos a empezar a ponerlo habitualmente. Es una prueba. A ver que os parece – les comentó con un cierto miedo a su opinión. – Con lo del teletrabajo la cosa está un poco baja. Todo son oficinas en esta zona. Vamos a intentar cosas nuevas. A ver si cuajan y vienen ex-profeso a comer aquí.

-Probemos tu nuevo plato. Si sabe la mitad de lo bien que huele, creo que va a ser un éxito – le dijo Javier. – Lo único, si no te importa, yo cuchara y tenedor, que los palillos se me dan fatal.

-Déjame enseñarte. – le pidió Jun.

Javier sonrió y asintió con la cabeza.

Los tres estuvieron de acuerdo que el plato que les había preparado Jun estaba riquísimo. Javier al final consiguió dominar los palillos. Era algo que siempre se le había resistido. Jun le echó la bronca a Yura por no decirle que llevaba dos semanas sin comer.

-Vente a mi casa. Es pequeña, pero compartimos la cama.

-Te sentirás incómodo.

-Vente. Ahorras un poco, me ayudas con las compras y vale. Así algún día tocamos algo. Si estoy solo no me apetece. No pienses que verte en calzoncillos me va a poner más nervioso. Tú eres de los míos. Eres compañero. No eres uno de esos “maestros” de lo que fueran. No vas a agredirme ni a violarme.

-¿Os podemos ayudar en algo? – propuso Javier.

-Ya es bastante que os hayáis molestado en venir y escucharnos.

-Jun ¿La música para ti ha dejado de ser una opción? ¿Y tocar en la calle como hace Sergio? Al menos tocáis.

-Él lo necesita más. Y más desde que te ha encontrado. Ha vuelto a tener esa ilusión. Ese brillo en los ojos cuando toca. Llora al tocar. Siempre. Hasta que pasó todo esto y se le secaron las lágrimas, el brillo. Mira – Jun les puso el brazo delante – solo de pensarlo, se me ponen los pelos de punta. Es la leche.

-¿Y si tocáis los tres?

-Él es mucho mejor que nosotros – afirmó rotundo Yura. – Deberías buscar la forma de que vuelva, Javier. Piensa en las opciones que te he dado. Busca un profesor fuera de los circuitos normales. Y un representante.

-Hablaré con Jorge. Él se mueve mejor en esos ambientes.

-Una cosa,Javier – Jun había estado un rato a punto de decir lo que ahora iba a exponer, sin decidirse. – Haz que Sergio vuelva. Por favor. No le dejes quedarse con sus padres más. Le anularán. Le matarán – al decir esto último se señaló la cabeza con un dedo – ¿Habéis leído “deLuis”?

Javier no era un especialista en la obra de Jorge. Había leído algunas de sus novelas, pero al dejarle Galder no había seguido leyendo. Lo asociaba a él y eso le causaba incomodidad. Pero Carmen se recostó en la silla y su cara era la viva imagen de la congoja.

Carmen por la cara que ha puesto, sabe a lo que me refiero. – Jun siguió exponiendo su preocupación. – Javier, trae de vuelta a Sergio. Antes de que sea demasiado tarde.

-Si apenas lleva…

-Hasta una hora es demasiado.

Necesito leer tus libros: Capítulo 44.

Capítulo 44.-

.

-¿Dónde están Jorge y Carmelo? – preguntó Carmen a Patricia.

-Cenando en “Las Cortinas del Cielo”. Con Martín.

-Anda, mira, como Javier.

-Pero Javier ya está casi acabando. El ministro tiene previsto salir en nada. Hoy vas a dormir sola otra vez en casa de Javier – le picó Patricia. – Sergio ya está en casa esperando.

-Mientras no esté por ahí perdido, pasando la noche sentado en cualquier banco de Madrid, o con una cerveza calentorra delante, sentado con la mirada perdida en cualquier bareto de esta ciudad, yo contenta.

-Pues a mí que quieres que te diga. No me gusta que se venga conduciendo desde allí. Conociéndolo, debe estar cansado. No me gustaría que me despertaran los de tráfico anunciando un accidente de Javier.

-Si Aritz lo ve mal, espero que intervenga.

-Valiente vigilancia secreta si…

-Que te crees que no lo ha descubierto. ¿No lo conoces?

-Pues nada, seguimos con la comedia. Sería mejor que se lo plantearas y que condujera Aritz o Lerman. Tal y como está estos días, te lo prometo… me sentiría más tranquila.

-A ver como evoluciona todo. Si Javier asienta un poco la cabeza, le planteo que lleve alguien con él que conduzca y le sirva de apoyo. Ahora no está receptivo a la idea.

-Lo mismo valdría por ti, Carmen. Y por Olga, cuando vuelva.

-No tenemos tanto personal disponible.

-Si lo de trabajar junto a la gente de Garrido se acaba de concretar, podías pedirle a Rui alguno de sus hombres para esto.

-Sí. Está en el plan. Con las escoltas de Jorge, Carmelo y Cape, nos hemos quedado un poco en cuadro. Menos mal que Cape se da a la fuga en breve. Al menos, algunos podrán descansar unos días.

-¿Molesto? – preguntó Teresa.

-Para nada. Pasa, anda.

Teresa se unió a Carmen y Patricia que estaban en el despacho de la primera.

-No sé hasta dónde quieres que escarbe – preguntó Teresa al sentarse.

Carmen suspiró.

-¿A qué te refieres exactamente?

-Al pasado. A la época del padre de Javier.

-Escarba. Dependiendo de lo que descubramos, ya iremos viendo. Olga y yo no sabemos muchas cosas de las que pasaban entonces. El padre de Javier nos protegía manteniéndonos al margen.

-Pero Olga y tú… digo que algo os puede salpicar. No sabréis todo, pero sí mucho. Y de ese mucho, os habéis guardado casi todo.

Carmen chasco la lengua.

-Estaremos por ahí, eso seguro. Olga y Carmelo, por ejemplo. Si les ves juntos, a pesar de lo que le hicieron a éste para que olvidara, no se puede negar que se conocen. Olga la primera vez que se reencontró con Carmelo intentó disimular. Pero Carmelo… supo. Sintió y se acurrucó de nuevo en sus brazos. Sin decir ni palabra. En medio del bar dónde habían quedado, con Jorge sentado en otra mesa y observando la escena con mirada de besugo.

-No se han vuelto a ver ¿No?

-No, pero da igual. El día que lo hagan, Carmelo sentirá lo mismo que cuando Olga le protegía. No sabes el cariño que le llegó a coger a Olga. Cariño mutuo. Carmelo para Olga es como su segundo hijo. Carmelo en realidad, ha tenido dos madres de verdad: la madre de Cape y Olga.

Teresa se movía inquieta en la silla. No parecía feliz ni cómoda.

-Suéltalo, Tere – le dijo Patricia. – Carmen no te va a morder. Y si lo hace, te prometo que está vacunada contra la rabia.

-¡Patricia! – Carmen la miraba sorprendida.

-Es cierto, estás vacunada – Patricia puso su mejor cara de socarrona indignada.

-No estoy cómoda conociendo que sabéis cosas que no habéis compartido con el resto. Por ejemplo eso de Jorge. Lo de la embajada… y que lo llamarais a él en lugar de… es nuestra víctima y le estamos ocultando cosas de su pasado que él no es capaz de recordar. Y encima le metemos en ese jaleo, que por otra parte resolvió… no me lo esperaba. No me esperaba ese Jorge. Esas drogas que le dieron todos esos años…

-Te aseguro que Jorge no recordará, pero todo lo tiene dentro de él. Puede sentir pavor un día escondido debajo de la mesa de la notaría, pero cuando tiene que ser duro, lo es. Lo fue hace muchos años. Su … misión… a ver como lo explico. En realidad lo mismo que hizo con Galder. Él, un día, en medio de una de esas fiestas desbocadas a las que le llevaba Nando, vio como maltrataban a un joven. Se metió por medio y se llevó al joven. No era un niño ya. Era mayor de edad. Lo tenían sobrepasado. Le estaban zurrando de lo lindo y haciéndole de todo. Los que “jugaban” con él querían demostrar que eran superiores. Que podían pisar a la gente sin que esa acción tuviera consecuencias. Pues Jorge, se metió, como decía, en medio del juego, agarró a ese chico del brazo y lo apartó del grupo. Uno de esos tipos intentó detenerlo. Le detuvo con malos modos y le giró empujándolo del brazo. En cuanto Jorge le tuvo de frente, el primer puñetazo le puso el ojo morado. Resumiendo, Jorge le dio una soberana paliza. Un testigo le contó a JoseMari que todos miraban con la boca abierta. Que el silencio que se creó solo era roto por los puñetazos que Jorge le daba a ese tipo. Nadie se atrevió a parar al escritor. Luego, agarró al joven del brazo y se lo llevó de la casa. Cogió uno de los taxis que había esperando en la puerta de la finca y nunca más se supo del chico. Fue imposible encontrarlo. Esos hombres le buscaron con saña. Para vengarse en él, porque con Jorge no se atrevían. Pero éste se preocupó de que esos tipos no lo encontraran. JoseMari, también fue incapaz de encontrar a ese joven. Cuando le preguntó a Jorge, este le miró a los ojos y le dijo: “No te preocupes por éste, preocúpate por el resto”.

-Eso quiere decir que alguien lo denunciaría. Lo sabes…

-Eso quiere decir que alguien se lo fue a contar al padre de Javier. A JoseMari le contaban muchos. Pero en secreto. Nunca hubieran declarado en un tribunal. El caso es que Jorge cuidó a ese chico luego. No lo abandonó y le creó una vida nueva, lejos. Puede que todavía sigan en contacto. Lo está con otros muchos a los que ayudó. Es algo que creo que ni a Carmelo le ha contado. Te decía, Jorge tiene dos objetivos claros. Ahora tres. O tres cosas que le empujan a seguir viviendo. Una, escribir. Es lo que de verdad le importa. No es escribir para publicar. Es el hecho de escribir. Dos, Carmelo. Es su amor. Es mucho más que un amor. Es parte de él mismo. Tres: esos chicos. Esas víctimas de abusos, de maltratos. El punto tres se enlaza con el dos. Carmelo fue uno de esos chicos a los que tuvo que salvar. A golpes. Eso no lo recuerda ni él. Pero lo escribió en su momento en “Tirso”. Me gustaría ver un día a Olga y a él juntos con uno de esos chicos. A Olga esa pasión, esa dedicación a las víctimas de maltrato, abusos, bullying, violación, le viene de esa época. Carmelo tiene mucha culpa de ello. Por no decir toda.

-¿Y le habéis contado?

-No. Olga no lo considera siquiera. Cree que sería contraproducente. No sabemos el tratamiento que le dieron. No sabemos si fueron drogas, hipnosis o una combinación de las dos cosas. Carmelo parece un hombre de rompe y rasga. Un tipo seguro, hasta altanero a veces. Pero su equilibrio emocional es muy endeble. Creímos un tiempo en que lo perdíamos. Su vida era una locura. Pero… los libros de Jorge le conquistaron. Y quiso conocer al autor. Y en ese conocimiento, sin pretenderlo, encontró la salvación.

-Yo creo que tiene derecho a saber.

-Yo prefiero poner en valor su salud, su vida, a sus derechos. Le hemos visto con todos los huesos del cuerpo rotos. Con la cara tan hinchada que doblaba casi el volumen normal. Con el ano desgarrado. Y él seguía trabajando. Y era un crío. En la película que estaba rodando, cambiaron el guion para justificar su estado. Todos pensaron que era una de esas peleas a las que era tan aficionado ya con doce o trece años. Pero era tan bueno frente a la cámara, que nadie pensó en sustituirlo. Bueno nadie… casi nadie mejor dicho. Pero eso es otra historia. Con esa película ganó varios premios. Rodaba su escena sin apenas tener que repetir las tomas. Corría a su caravana y allí Olga lo abrazaba, le leía la siguiente escena mientras dormía. Le llamaban, rodaba de nuevo, y volvía. Olga le curaba las heridas, le cambiaba los vendajes, y le vigilaba para que ni siquiera sus padres se acercaran a él. Luego le hemos visto completamente drogado. Cerca estuvo un par de veces de palmarla. Faltó el canto de un duro. Alguien que lo vigilaba de cerca, se dio cuenta y lo llevó a que lo cuidaran. Le hemos visto borracho. Le hemos visto saliendo vivo de un accidente de coche que… fue un milagro. Manzano lo recompuso. Un buen día, después de haberse conocido oficialmente en una nochevieja, Carmelo se comió los huevos de su orgullo y se arriesgó a que Jorge pasara de él y fue a “El cortejo”, donde sabía que pasaba esa tarde escribiendo. Y de allí, salieron dos personas distintas. Los dos posiblemente esa tarde, salvaron la vida del otro.

-Joder, no sabía… no pensaba que eso era tan grave. Ni que Tirso es… verdad literalmente.

-Lo es. Que Carmelo esté vivo, se podría decir que es un milagro. Y que Jorge lo esté, también. Aunque los motivos del peligro, fueran distintos. Y Tirso, os lo he dicho muchas veces, pero no me creéis, tomadlo como la memoria de Jorge. Y te puedo asegurar, que salvo que el escritor tenga una segunda parte escrita, le faltan muchas cosas que contar.

-Pero a lo mejor Jorge si debe saber lo que vamos descubriendo de Nando. Y sus relaciones.

-Eso ya llegará el momento. Jorge hasta hace poco, según nos cuentan todos, Carmelo el primero, no quería saber. Carmelo le podría haber contado muchas cosas pero Jorge siempre le ha atajado en esos intentos. Él mismo sabe más de lo que aparenta. Saber no es el concepto. Intuye, siente… Jorge se mueve mucho por esos conceptos. Bueno… y también sabe. Se ha creado un papel estos años para defenderse de sus miedos y de sus enemigos.

-Ahora se juega la vida.

Carmen se echó a reír.

-Teresa, siempre se la ha jugado. Ha estado siempre en peligro. Quizás, aunque te parezca mentira, esas drogas le han mantenido con vida. Eso, y que siempre ha habido alguien que le ha protegido. Y que él no tiene un pelo de tonto y se creó un papel cuyo guion ha seguido al pie de la letra durante siete años.

-Protectores como en el parque – sugirió Patricia.

Carmen asintió con la cabeza.

-¿Y ahora…?

-Esa es la gran pregunta. – dijo Carmen muy seria – ese es el quiz. Encontrar que ha cambiado. Que ha hecho despertar a sus enemigos. ¿La serie de Tirso? ¿El que decidiera publicar de nuevo? Con eso muchos han perdido mucho dinero. ¿Rubén? Para mí es claro que no es ajeno a todo esto. ¿Es de los buenos? ¿Es una víctima? ¿O es alguien muy listo que está jugando en la gran liga? ¿O alguien muy tonto que se cree listo? ¿O le tiene alguien agarrado de los huevos y le obliga a hacer cosas en contra de su voluntad? Apenas hemos rascado nada de su vida.

-No es fácil. Ni su identidad es clara. – dijo Teresa. – A fecha de hoy, no sé decirte quien es.

Carmen invitó con un gesto a Teresa a que se explicara.

-Su vida… está llena de lagunas. Sus apellidos… no son los reales, los de nacimiento, me refiero. Si buscas, siempre te encuentras con una laguna. Preguntas a las entidades pertinentes, o a los juzgados, y parece que siempre hay un apagón, un incendio, algo. Creo que al menos ha tenido tres identidades antes de la actual.

-Vaya.

-Una mala digitalización, un error en la tramitación…

-Eso es una invitación a profundizar.

-Sí. Y su tía… supuesta tía… esa si que es un fantasma. No es nada de la familia que suponemos que es la de Rubén. Ni la de nacimiento, ni la adoptiva. La de nacimiento, muy entrecomillado. Para nada es seguro que la que parece que es, lo sea de verdad.

-A lo mejor si encontramos a Nadia…

-Desaparecida del todo. No sé si ese hacker que protege a Jorge podría…

-Me comentó Jorge el otro día que no sabe nada. La está siguiendo la pista. Pero ha apagado todos sus dispositivos conocidos. Está intentado buscar otros que usara sin que nadie lo supiera. Pero eso es largo.

-Sí, tiene que buscar la ubicación de su móvil en un momento concreto y buscar ahí otros que pudieran ser ella. Ir identificando cada señal y buscando su dueño. Para ir descartando. Hasta que quede un dispositivo que no esté a nombre de nadie o lo esté de una persona ficticia. Y ese podría ser ese dispositivo secreto de Nadia. Eso es una labor de chinos y que salga bien, es más complicado que ganar el Euromillón.

-Echa un vistazo a su patrimonio.

-Es complicado.

-Sobre todo en buscar su origen. Eso es fundamental.

-O sea que cuando pueda acceder, me voy a encontrar…

-Mucho dinero.

-Por cierto, creo que habría que pedirle a Jorge permiso para exhumar el cadáver de Nando.

-¿Por?

-No me creo nada la historia del cáncer. Y mucho menos lo del accidente. Los informes médicos son incompletos y da la sensación de ser copia de otros. Algunos atestados de la Guardia Civil han desaparecido. Todo es un misterio.

-Patricia, prepara los documentos. Cuando los tengas, nos acercamos a hablar con él. No creo que ponga problemas.

-Nando es… un mundo. Traficante, marrullero, pero… tuvo algunos gestos… al final…

-He oído algunas versiones de que participaba en ese tráfico con niños…

-No. – dijo rotunda Carmen.

-¿Y tampoco se acostaba con chicos?

-No le gustaban jóvenes. Todos los amantes que le he descubierto, son mayores que Jorge.

-¿Todos?

-Sí.

-¿Y por qué tenía esa costumbre de ir a esas fiestas?

-Iba a otras cosas. A ver a gente. A vender droga, que eso si hacía. A que Jorge le sirviera de tapadera para hacer negocios. Negocios que solían ser un desastre. A Jorge se le acercaban muchos niños y adolescentes con intención de seducirle. Alguien parecía tener mucho interés en tener algo contra él. Pero nunca cayó. Les escuchaba a todos, les consolaba si estaban tristes, les contaba historias… como hacía con Jorgito.

-O con Martín.

-Bueno. Martín es distinto. Apareció en la vida de Jorge con nueve años. Era pequeño, pero no un bebé. No es igual que Jorgito.

-Todos los testimonios que recojo son en ese sentido. Pero no los podemos utilizar. Son declaraciones a micrófono cerrado. Por cierto, alguien denunció a Jorge por abusos de menores. Lo descubrí por casualidad. Eso concordaría con lo que comentas del interés de alguno o algunos en que tocara a los niños que se le acercaran y sacarle fotos que fueran interpretables.

-¿A sí? Alucino. ¿Una denuncia?

-Lo investiga Quiñones. Se ofreció a hacerlo. Que por cierto no sé donde se ha metido. Quería que me informara sobre el tema. No me ha dicho nada al respecto. Si me hubiera encargado yo, ya sabríamos algo.

Carmen miró a Patricia que hizo un gesto para decir que no estaba al tanto de sus actividades.

-Está raro – dijo tras un momento de vacilación.

-A lo mejor ese pariente…

-Su tía murió hace unos días. Y no dijo nada. De hecho cuando llamaron buscando a Javier para decírselo y que se lo comunicara a Quiñones, hacía semanas que no lo veían. Según ellos estaba en una misión secreta.

Carmen y Teresa se miraron con extrañeza.

-¿Una misión secreta? ¿De infiltrado? ¿Eduardo Quiñones de infiltrado? – el estupor se reflejaba perfectamente en la cara de la comisaria. – ¿Y no fuimos al entierro?

-Ya había sido. Llamaron para que Javier se lo dijera a Quiñones, al ver que no daba señales de vida. Según este familiar, él les había dicho que era el único que estaba al tanto. Pero… es claro que Quiñones no está en misión secreta y que Javier está…

-Ya. En sus mundos. ¿Le has dicho algo a Quiñones?

-No. Ni lo voy a hacer. Está raro. Parece que odia a Jorge. Y de paso a todos los que le dicen algo que no le guste. O le pida algo. No me apetece nada decirle: Oye Eduardo, que nos hemos dado cuenta que nos has estado engañando con lo de tu tía unos cuantos meses. Que no vas a verla hace casi un año. ¿Me explicas lo de tu misión encubierta?

-Eso… su odio por Jorge, no lo disimula ni delante de él. El último día le noté a Jorge a nada de pedirnos no tener que verlo. Me dices lo que encuentre de esa denuncia. Ya hablaré yo con él con calma.

-Apuéstate algo a que nada.

-¿Por qué dices Patricia?

La aludida se llevó los dedos a la nariz e hizo un gesto de que le olía mal.

-Pues busca tú ese informe. – propuso Teresa. – Lo haría yo, pero en caso de que se enterara Quiñones, sería como enfrentarme directamente, ya que fue a mí a quien dijo que se ocupaba él.

-Por supuesto – afirmó Carmen – Me interesa mucho ese tema. Y si necesitas que llame a alguien, no dudes. O que vaya a ver a algún juez. No le digas nada. Y Teresa, tú no sabes nada de que lo vamos a hacer.

-Me pongo a ello.

-¿Te ha faltado al respeto? ¿A alguna de las dos?

-No me hace ni caso. Pasa de lo que le digo. – reconoció Patricia

-Cuando le vea se lo digo. Eso no se lo permito a nadie.

-Por cierto. No encuentran en el laboratorio las pastillas que tomaba Jorge. No han podido analizarlas.

-Pues sin ellas…

-Los análisis de Jorge, siguen dando casi las mismas dosis de esas sustancias que permanecen almacenadas, por decirlo así, en sus riñones e hígado. Su funcionamiento no acaban de … entenderlo. Manzano está en contacto con la Doctora Campos, que es una especialista en drogas. Creen que sigue teniendo efectos en Jorge. Es como si ante determinadas circunstancias, entraran en acción. Como si se liberaran y entraran en el riego sanguíneo.

-Eso sería casi como una droga inteligente.

-Sí. A lo mejor por eso, con lo de Galder, permaneció imperturbable y sereno. Y dio hostias con alegría.

-Esa puede ser la causa de que en la notaría y en el parque se pusiera tan nervioso.

-O que en la embajada actuara como un matón, insisto. Creo que lo del parque y la notaría es más porque no entraron en acción.

-No sé que decirte. Esas drogas le hacían convertirse en un pelele, en un alma en pena.

-Puede que aparecieran cuando ha estado en situación … nerviosa. Vamos, cuando perdió los papeles.

-De momento, Carmen, lo que opinemos es especular. Hasta que no nos cuente un especialista la composición exacta de esas pastillas y sus efectos…

-Se cargó a Galder a hombros. Y cuando me lo encontré no parecía ni cansado. Galder no está gordo precisamente, pero tampoco es liviano.

-¿Cómo está por cierto?

-Está… no sé que le pasa. Está… como… no sé explicarlo.

-Para mí desde lo de Javier, se acabó. No quiero saber nada de él. Fue una decepción. Espero que encuentre a alguien que le de dos hostias. Las que le he perdonado yo. – Patricia fue rotunda diciendo lo que pensaba de Galder.

-Entonces debíamos haberle dejado en esa sesión.

-Por mí sí. Él se lo ha buscado. Todo parece que lleva a eso. Y me callo, que no es nuestro caso.

-Es el hijo de Olga.

-Con Olga, al fin del mundo. Si me lo pide Olga, lo que me pida. De mí, no abro ni la boca por él. Lo siento. Es parte… tiene gran parte de la culpa de cómo está Javier ahora. Y a ese Sergio, pienso investigarlo a conciencia. No quiero que…

-Ya ha estado Jorge con él hoy. Se lo ha pedido Javier.

-No me jodas que…

-Parece que sí. Estuvo en las “novatadas” de la uni. Uno de los juguetes.

-¿Y le dejas a Javier…? Otra comedura de coco, como si lo viera. Aritz, otro que bien baila, Galder, el pobre Ghillermo y ahora… de repente todos esos fantasmas aparecen por los alrededores de Javier.

-De momento le está haciendo bien – dijo Carmen con cautela. – Dime de todas formas lo que habéis descubierto, que os conozco.

Teresa y Patricia se miraron.

-Es quien dice ser. No pasa como con Rubén. Desde los siete años, empezó a tocar el violín. Es un prodigio. Hasta que un buen día, hace unos meses, lo dejó. – explicó Teresa. – Es de familia de dinero de Salamanca. Patricio Plaza y Natividad de Plaza, sus padres. Mucho dinero e influencias. Ha estudiado con los mejores profesores de violín una vez acabada la carrera en el conservatorio. También toca el piano. Y por las notas que sacó en el Conservatorio, lo hace muy bien. Aunque su instrumento principal es el violín.

Teresa dio por terminada su exposición. Carmen notó que se guardaba algo. Abrió los brazos invitándola a seguir. Al final como no se decidía, se lo preguntó directamente.

-¿Me lo vas a contar?

Teresa suspiró. Sacó una tablet y puso un vídeo. Se lo acercó a Carmen.

Ésta abrió mucho los ojos y se llevó la mano a la boca.

-¿Esto está al alcance de todos? – preguntó Carmen.

Patricia se levantó de su silla y miró por encima del hombro de Carmen. Resopló indignada.

-No. Está en la Dark Web. Ya lo había visto hacía tiempo. Pero no conocía al protagonista. Cuando vi una foto que le sacó Aritz, me acordé. Y lo busqué. Me ha costado, porque encontré muchos vídeos de ese tipo… y verlos para ver si aparecía Sergio no es… plato de gusto. Por más que los veo no me hago inmune.

Carmen le devolvió la tablet sin terminar de ver el vídeo.

-Todos van tapados. Salvo los juguetes. ¿Conocemos a los dos que están con ese Sergio?

-De momento no. Pero… paciencia. El cuarteto que toca al fondo, puede que sea más fácil. Al menos sabemos que son músicos. Los otros dos, los que son vejados junto a Sergio, a saber.

Patricia miró su teléfono. Estaba recibiendo mensajes.

-Javier vuelve a Madrid. Tardará diez minutos en llegar a su apartamento. Allí está Sergio esperando. Jorge y Carmelo con Martín que se les ha unido, estarán todavía un buen rato. Parece que se han encontrado con media ciudad en el restaurante. Me dice que parecían…

-Las estrellas que son – zanjó Carmen con una sonrisa. – ¿Sabéis que os digo? Que ya es hora de largarnos. Es casi la una de la madrugada. Voy a tomar posesión de la casa de Javier. Toda para mí.

-Pensaba que ibas a ir al karaoke.

-Me apetece más el sofá del salón. Un buen pelotazo, unos bombones que me compré ayer en Mallorca, y un buen libro.

-Te copio la idea – dijo Patricia.

-Yo tengo que ver a mi querido marido.

-Seguro que te ha preparado la cena y …

Teresa se levantó riéndose. Dio un beso a cada una de sus compañeras a modo de despedida y se fue hacia su mesa para recoger sus cosas.

Patricia hizo un gesto con las mano señalando a su compañera.

-El que me diga que eso de que el amor es ciego es mentira, le contaré el caso del impresentable del marido de ésta.

-Ya se desengañará. Tranquila.

-Mientras no pase de nivel…

Patricia dejó en el aire su pensamiento, y salió del despacho de Carmen.

Les había costado mucho localizar a dos de los músicos que aparecían en el vídeo de Sergio Plaza. Las indicaciones que les había dado David, el primero que encontraron, resultaron ser falsas. A David le habían dicho que eran de Guadalajara. Fernando y Raúl hicieron un par de viajes allí y visitaron todos las academias, escuelas, el conservatorio de música… las tiendas de instrumentos musicales… Helga se dedicó también a pasearse por las tiendas y las academias de Madrid… sin resultado. Al final, cuando casi habían perdido las esperanzas de tener éxito, Helga tuvo suerte y una alumna del conservatorio los reconoció.

-Son de Burgos. Viven allí. Solo vienen para alguna actuación. Son muy raros. No se relacionan con casi nadie. Son un poco chulos además. Y no es que sean los mejores músicos del mundo. No son un Joshua Bell o un Nuño Bueno.

-¿Y eso? ¿Por qué crees que se comportan así?

-Deben tener amigos… importantes.

La joven hizo un signo de la mano para indicar que sobre todo se refería a que eran ricos.

-¿Cómo cuales?

-El profesor Gurpegui. Ese es la llave para llegar a los de la pasta.

-¿Heraclio Gurpegui? – Helga quería estar segura de que no había otro profesor Gurpegui.

-¿Lo conoces? – la chica se mostró inquieta.

-Tranquila, solo de oídas. No es de mi círculo de amistades y descuida, que no lo será nunca.¿Me puedes decir algo de ese hombre?

-Mejor me callo. Ya te he hablado demasiado.

La joven música no le dio la oportunidad de requerir alguna precisión más. Se alejó de ella como alma que lleva el diablo.

Fernando y Raúl se encargaron de nuevo de intentar localizar en Burgos a esos dos chicos, de nombre Humberto y Rafael. No les fue fácil hacerlo. Un profesor del conservatorio les dio un correo electrónico.

-No es seguro que contesten.

-¿Todo esto no es muy raro?

-Lo es. Fueron alumnos míos. Son buenos músicos. Les ofrecí tocar en la Sinfónica de Burgos. Parece que era poco nivel para ellos. Tuvieron oportunidad de entrar en la Orquesta de Castilla y León. Pero tampoco lo consideraron. Hubo algo que les cambió completamente. Se han convertido en dos personas con ínfulas de maestros. Y no lo son.

Raúl fue el encargado de camelarse a la encargada de la administración del conservatorio para que le diera los nombres completos de los dos músicos.

-Eran muy majos – le dijo la mujer.

-Camila, di lo que piensas. No va a salir de aquí.

-¿Se han metido en algún lío?

-Queremos evitar que lo hagan. Queremos ayudarlos. Digamos que, entre tú y yo, no frecuentan buenas compañías.

Mientras Raúl hacía esas gestiones, Fernando se dedicó a recorrer las principales escuelas y academias de música. Encontró a algunos profesores que los conocían. En una de ellas estuvieron dando clases a niños unos pocos meses.

-Pero lo dejaron. De repente parecía que no era un trabajo digno para ellos.

Cuando Fernando y Raúl se encontraron en el hotel, cambiaron impresiones. Al final decidieron llamar a Javier para contarle.

-¿Queréis que vaya?

-No han contestado todavía al correo. No sabemos si ni siquiera van a aceptar encontrarse con nosotros. Ya hemos localizado donde viven. Vamos primero a probar por las buenas. Si no, les haremos una visita.

Por la mañana, al encender sus portátiles, encontraron la respuesta a su correo. Una hora, un sitio. Todo muy escueto. Llamaron a Javier para informarle.

La cita la concertaron los músicos en el Pasarela, un bar que está en la Av. del Arlazón, una de las principales avenidas de Burgos que bordea el principal río de la ciudad. Los policías decidieron ir con tiempo. Se pidieron unos cafés y unas napolitanas para acompañar.

Acabaron su desayuno a la hora que habían quedado. Pero no apareció nadie. Cuando pasaba media hora de la cita, Fernando decidió mandarles un correo electrónico. A los pocos minutos, el correo les rebotó. No existía la cuenta.

Fernando sonrió para sí.

-Estos son bobos. Han eliminado la cuenta del correo electrónico.

Llamaron a Javier para contarle las novedades.

-Vamos a sus casas.

-Tranquilos. Dejadlo. Está claro que esos no están en disposición de ayudarnos. Id a ver la Catedral y las Huelgas. Coméis en algún sitio guay y os volvéis.

-Me pudre no echarles un ojo.

-Ya mandaremos a alguien ante el que tengan que agachar la cabeza.

-¿Jorge?

-Veremos – dijo Javier enigmático.

Jorge Rios.