Necesito leer tus libros: Capítulo 89.

Capítulo 89.-

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-Ya se han dado cuenta de que faltas, escritor – le reprochó Carmelo.

-Luego aparecemos con los labios irritados de tanto besarnos.

-Vais a dar la impresión de ser unos quinceañeros ávidos de …

-Es lo que somos – dijo Carmelo sonriendo.

-Dani, querido, – Jorge decidió entrar en materia sin más circunloquios – me dijiste una vez, creo que fue el día que me anunciaste lo de la serie de Tirso, que en Londres te habían llegado rumores de que estaba liado con Rubén.

-Sí. Me lo dijeron varias personas además. No le hice mucho caso, la verdad. Sabía que eso no podía ser verdad.

Carmelo puso su mejor gesto socarrón. Jorge y Javier se echaron a reír.

-¿Podías decirnos cuando fue exactamente?

-Me fui a Londres el día … siete de enero. Me tenía que haber ido antes, pero me quedé para pasar el día de Reyes con tus sobrinos. – Jorge asintió con la cabeza. Habían hecho una gran fiesta para ellos en casa, con Martín, con Álvaro, con Ester, Biel, y algunos amigos más. – Dos días estuve en el hotel, hasta que me dieron el OK para poder hacer vida “normal”. Con test de antígenos cada ocho horas. Calculo que el diez, me lo dijo el primero. Fue el segundo día de rodaje. Pero espera … poco después me lo mandó Jonny por wasap.

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“I’ve been told that your friend the writer has found a new love while writing in a bar. They seem very much in love.”

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“Well believe me. They told me his name is Rubén.”

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Carmelo les tendió el móvil.

-Es unos días más tarde de lo que os he dicho. Pero tened en cuenta que antes ya me lo habían dicho de palabra. Varias personas además.

-No me comentaste nada.

-Tú tampoco me has preguntado por mi affaire con Lana Turner. Y sé que te llegaron wasaps al respecto. Te los he visto en el móvil. Y de un lío que tuve con Dennis Country. Los dos tenemos de esos wasaps un ciento.

-Lo de Lana Turner me parece bastante evidente que era falso – se rió Javier. – Lleva muerta desde los noventa.

-Y de vivir, tendría más de cien años.

-Pero Dennis no, por ejemplo. Y está cañón. En el caso de Rubén te lo comenté cuando me contaste que lo habías conocido y que te había pedido imperiosamente que publicaras de nuevo. Solo con verte la cara cuando te lo dije, ya tenía la confirmación de que todo era una patraña.

-Pero lo conocí a finales de enero. El veinticinco o así. Lo conocí digamos oficialmente. Antes lo había visto en esas fiestas donde perdía la verticalidad con mucha frecuencia.

Jorge se acordó de los mensajes que le había mandado. Sacó el móvil.

-El veinte. Sí, claro. Hablé con Nadia y Dimas en “El Puerto del Norte” el veinticinco. Tardé varios días en reescribirla. Y apenas seis ó siete días después de considerar que estaba como yo quería, salió la novela a la venta.

-No entiendo como lo hicieron lo de preparar esa novela en tan poco tiempo. No es corta precisamente. – dijo Javier.

-En realidad hicieron un poco de trampa. Eran pocas las librerías que ese día tenían ejemplares. La tenían las tiendas que estaban en sitios estratégicos. Las grandes cadenas, La Casa del Libro, La Central, El Corte Inglés, la FNAC. Luego en cada ciudad, la librería más vistosa y con escaparate más grande. Me escribieron algunos libreros conocidos que ellos no la tenían. En eso también me mintieron. A Esme, como saben que voy a firmar libros y a dar charlas a su salón de actos, tampoco se lo mandaron. Como castigo. Tardaron casi tres días. Y a esos otros amigos que me suelen preparar pequeñas reuniones con sus clientes especiales, tampoco.

-Porque cobraban por esos servicios a las demás librerías. – explicó Carmelo con gesto adusto. – Y esa gente parece que no perdonaba un duro a nadie.

-La imprenta trabajó una semana solo para mí. Aún así, debieron hacer una reimpresión en cinco días. Y la web se colapsaba para descargar los ebook. El equipo de corrección y maquetación trabajó día y noche. El ilustrador, Iván, tuvo la portada en ese intervalo. Luego fue mandar a la imprenta, porque ya estaba reservada. Y pueden imprimirla por partes. De hecho, así lo hicieron. Mandaban de diez en diez capítulos, según iban estando acabados. La editorial pagaba por tener esa disponibilidad. Esta vez, usaron sus servicios. Era mucho el dinero que se jugaban. Para la editorial llegó justo a tiempo para salvarla de una situación económica delicada.

-Pero trabajando tan deprisa se pasarían muchos errores.

-Jésica, la responsable de ese departamento es buena. Lleva muchos años en la editorial y casi todas mis novelas las ha preparado ella. Me conoce porque además es lectora convencida. A pesar de trabajar en la edición de mis obras, luego va a la librería y compra un ejemplar y se lo lee en casa con tranquilidad. Un día me llama, cuando la ha acabado de leer y me pide que se la firme y dedique. Ella en su trabajo, va apuntando los errores que va descubriendo y luego lo hablamos. Muchas de esas cosas que apunta, luego las elimina porque se da cuenta que tienen un por qué en la trama. Otras no. Y las comentamos.

-De todas formas – siguió explicando Jorge – en esta novela ha habido un cambio sustancial y es Aitor. Aitor, mientras yo escribía la nueva versión, él la iba corrigiendo. Si me duermo, él aprovecha para revisar lo que he escrito. Ha preparado el programa para que mientras él trabaja en una parte de la novela, yo no pueda tocarla. Pero en unas horas él ha corregido todo mi trabajo. Así, cuando terminé la nueva versión de “La Casa Monforte”, a las tres horas, ya estaba corregida por Aitor. No había errores tipográficos ni ortográficos. Y gran parte de la sintaxis estaba corregida. Y algunas incongruencias, como errores al nombrar un personaje. Eso Jésica me lo reconoció. Su trabajo había sido muy sencillo en esta novela.

-Aitor es bueno haciendo ese trabajo – apuntó Carmelo.

-Mucho mejor que Nadia. De hecho, con ella, tenía que repasar las novelas una vez pasaban por sus manos. Últimamente no era muy de fiar. En realidad nunca lo fue. Mira, Nando para eso, era bueno y concienzudo. O puede que se la diera a otra persona para que la corrigiera. Tal y como va mi puesta al día sobre mi pasado, no lo descarto. “La Casa Monforte” la había corregido ella. Y a pesar de mis revisiones, a la hora de reescribirla, descubrí muchos errores más. Incluso ortográficos. Con Aitor no hace falta repasar nada. Es muy perspicaz, además, enseguida sabe lo que pretendo. Y no solo corrige faltas de escritura, corrige hasta estilo y reescribe alguna frase o incluso párrafos. Y nunca he podido ponerle ni una pega. Lo ha hecho con las últimas, las que no tenía acceso Nadia.

-Nadia estaría a otras cosas – dijo Javier. – Y Aitor, es evidente que te idolatra y que te ha leído con mucha atención. Quizás tu amiga, no lo había hecho en absoluto. Volvamos a Rubén. Entonces Nadia ¿Cuándo te habló de él?

-Antes del puente de la Constitución. Vino a casa y hablamos de esas fiestas a las que iba para observar a esos … animales de la noche. Fue ahí cuando me contó.

-¿Sacó ella el tema?

-Desde el principio, sí. Creo que vino a casa con esa idea. Lo tenía todo pensado. Me dijo con voz compungida que estaba muy preocupada por si cogía el Covid yendo a esas fiestas prohibidas. O en el mejor de los casos, me detenía la Guardia Civil. Además me extrañó que dijera la Guardia Civil. Eso suponía que salía de la ciudad, según ella. Que a veces era así, pero no siempre. Fue un detalle llamativo.

-No conduces ¿No?

-No. Nunca lo he hecho. En mi vida privada tiro mucho de taxi. O Carmelo me llevaba, hasta que dejó de conducir con lo de la escolta. Mis contactos festeros me mandaban un coche o monovolumen para llevarme y traerme. O usaba los coches con conductor de algunos de los amigos de Carmelo.

-¿Los mismos que los coches de la Dinamo?

-Por ejemplo. No era mi único proveedor de transporte, pero sí uno de ellos.

-Normalmente ¿Notabas si esos conductores te conocían?

-Salvo los de la empresa de Elías, los demás no sabían quién era. Era un paquete a recoger. Y ninguno hizo gesto de reconocerme.

-¿Qué te dijo sobre Rubén? ¿Cómo te lo propuso?

-A colación de esas fiestas, me habló de una amiga suya muy cercana que tenía un problema con un sobrino. Que parecía haberse metido en cosas de drogas y que frecuentaba las fiestas a las que iba yo.

-¿Sabía a que fiestas ibas tú?

-No. A menos que me siguiera. Yo no se lo conté, desde luego. Tampoco hubiera sabido explicarle las fiestas en concreto a las que iba a ir. Ni a las que había ido. Ni donde eran. Ni ahora podría. No sé dónde eran. Sé que algunas de las casas se repetían con frecuencia. Pero no sé dónde están. Tampoco me presentaron a los dueños. En realidad … a ver, cuanta menos gente me conociera mejor. Era mi objetivo. Observar sin que nadie se fijara en mí.

-Alguien le podía contar.

-Sí, es otra posibilidad. Al principio le dije que no. Que yo iba a lo que iba y que no me apetecía convertirme en el niñero de nadie. Insistió … me dijo que era un gran diseñador gráfico, que había dejado casi de lado su trabajo como freelance, y que su tía estaba en un sin vivir. La pregunté si era alguien muy cercano a ella, y me aseguró que sí. Utilizó el argumento de que era un chico guapo que me gustaría disfrutar con él.

-¿Dijo eso? – la cara de Carmelo mostraba la sorpresa que le había causado esa afirmación de Nadia.

-Sí, algo parecido. Y que en todo caso, podía servirme para un personaje. Ese argumento lo utilizó varias veces. Aunque lo de disfrutar con él, también lo dijo varias veces.

-Sabía dónde tocar – apuntó Carmelo a punto de echarse a reír.

-Visto ahora, parece que quería incitarme a acostarme con él. Entonces no lo interpreté así. No lo interpreté de ninguna forma, salvo como un intento de convencerme. A lo mejor Nadia es la que iba diciendo por ahí que yo en realidad no escribía en los bares, sino que me escondía para mirar el paquete a los chicos guapos. Me imagino que pensaba que después de deleitarme con la vista, seguiría con el tacto y a lo mejor con el gusto.

-¡Jorge! – Carmelo fingió escandalizare. Jorge le sacó la lengua a modo de burla.

-Luego todo eso era una patraña. En el hospital cambió la versión y me reconoció que era una que conocía de Pilates que le había hablado de lo mucho que le gustaban mis libros y que ella entonces había presumido de conocerme. Por cierto, debería haberme puesto intenso y comentarla mi preocupación porque la detuviera la Policía Local por usar las instalaciones de un gimnasio, que debería estar cerrado. Una lástima que se me pasara. Entonces esa mujer aprovechó y le pidió el favor. Sería mientras jugaban con la pelota esa grande o saltaban a la comba. Y ella se lanzó a la labor, para darse importancia. Todo mentira, ahora lo sabemos. Versión una, versión dos, mentira. Amigas de toda la vida, y sin haber perdido nunca el contacto.

-En realidad la mentira es la última versión. La primera versión, aunque parcial, es más aproximada a la realidad.

-Joder, perdona. No he cambiado el chip. Es que tanta mentira sobre mentira … todo esto me lo tengo que apuntar para una novela. Pero si lo miras bien, todo era mentira. La primera versión, la segunda … la tercera … todas. Amigas de toda la vida, lo que he dicho antes. A lo mejor desde el parvulario. Sería en todo caso su reencuentro.

-Pero para que lo hicieras te dijo que era alguien muy cercana a ella – argumentó Javier. – Y cuando algo se torció, quiso quitar el foco de la tía o de ella.

-De ella. Quiso quitarse de en medio. Algo la asustó. Puede que no contara con que todo ese juego podía acabar con Rubén en el hospital. El aspecto del pobre al principio era … penoso. Ya te habrá contado Carmen. Aunque su desaparición, sin que hasta que sucedió le hubiera echado en cara nada, es revelador. No la reproché nada, no la acusé de nada. Carmen y su amigo Quiñones, hasta donde yo sé y pude comprobar, solo le preguntaron cosas normales, sin atosigarla ni en ningún momento insinuar que tenía algo de que preocuparse. De hecho, Quiñones, para como se comporta conmigo, incluso ese mismo día en el hospital, fue hasta dulce. La mala hostia se la guardó para mí. Así que no tenía nada de qué quejarse. Y Nadia, no solo desaparece, sino que se presenta en casa de mis padres para contarles una sarta de mentiras. Que la he acusado de mentirosa, de ladrona … no me dejó tiempo. Si no, hubiera acabado haciéndolo. Pero se fue antes.

-Y de todas formas, una versión y la de después, pueden ser las dos mentira – opinó Carmelo. – Y no descartemos que lo de las fotos … sea un montaje.

-Sí. Y no, no detecté que me mintiera. Lo de las fotos un montaje, sería rizar el rizo. Ya me parecería muy rebuscado. De todas formas, con ella no … a ver, era mi amiga. No tenía puesto mi detector de mentiras. Estaba encantado, era una mujer, antaño vecina mía … que según ella seguía viviendo en el piso de sus padres, y ahora sé que también es, era mentira, que en su día se enamoró de mí y a la que frustré al decirle que era homosexual. Pero tras un tiempo de recapacitar, decidió ser mi amiga. No voy a fingir que su compañía me era desagradable. Al revés, me sentaba bien. Hablábamos de todo, no solo de mis novelas. Me sirvió de apoyo.

-Tu mariliendres.

-Algo de eso. Pero sin demasiadas confidencias por mi parte. Ni por la suya. Y las pocas, todas mentira. Juraba que estaba conmigo siempre, que me apoyaba, y luego iba a ver a mis padres a ponerme a parir y a decirles lo que les entendía y que era un cabrón que me había dejado engañar primero por Nando y después por ese degenerado de Carmelo. Que me había cogido de los testículos y no me soltaba. Y que mis libros no valían nada. Que no sabía como me publicaban.

-¿Y la gente que los compra? – comentó Javier sorprendido.

-Eso es todo publicidad. ¿No escuchas a mi amigo Poveda y los wasaps que te enviamos de los amigos de Álvaro? La Casa Monforte la regalan en El Corte Inglés por la compra de un paquete de azúcar.

-Pues de algún sitio sale tu dinero – bromeó Javier.

-Será de la droga o de los negocios de mi ex-marido que han florecido en su ausencia y me dan pingües beneficios.

-¿Y de donde sacó ese casoplón que tiene? Otro de los misterios de este asunto.

-¿Ya habéis llegado a él?

-Con las miguitas que nos vas dejando en el camino … – bromeó Javier. Volvió a ponerse serio. – No somos capaces de encontrar sus ingresos. Una cuenta de Suiza que es imposible de identificar al dueño.

-Orden judicial.

-Deberías acercarte un día y poner una denuncia. Así podemos actuar.

-Ya me lo has insinuado varias veces. Me cuesta, no te voy a engañar. Como me ha costado reconocer que la que se ha bajado las novelas es ella. Me lo aseguró Aitor hace tiempo. Lo tiene perfectamente certificado. Y sigo hablando de todos los que tienen acceso … que si este a todo, que si aquel solo a la carpeta de marras … parece que deseo que sea Aiden o incluso Carmelo, antes que Nadia. Pero no, es ella. También he puesto la mano sobre el fuego por Jorgito, porque me había guardado el secreto de la nube. En esa conversación me ha reconocido que no … es así. Que se lo dijo a sus padres.

Jorge parecía que iba a seguir hablando, pero se calló de repente. Se quedó mirando a la nada durante unos breves instantes. Javier rompió el silencio y el silencioso lamido de heridas de Jorge

-¿Qué cambió en la comida con Nadia y Dimas? ¿Por qué ahí te diste cuenta de que … Nadia te mentía?

-Es que ahí … fue tan evidente … su cara cambió radical cuando le dije que había decidido publicar de nuevo. Me recordó a la cara que puso cuando se me declaró y le dije que era homosexual. Me acabo de dar cuenta. Estuve un buen rato pensando en el significado. Fue una comida agotadora, os lo juro. Por un lado, había que seguir como si todo fuera normal. Seguir con la conversación … por otro lado, darle vueltas al significado de las reacciones de Nadia. Pensé al principio que era sorpresa. Pero luego me di cuenta que era miedo, enfado contenido, frustración, una mezcla de todo eso. Y empezó la campaña para no publicar la que tocaba, por orden de escritura, y que lo hiciera con “La Casa Monforte”, que es la tercera. Era evidente que por nada del mundo, quería que “La vida que olvidé” fuera la elegida para publicar. Imagina cuando mi editor alemán la recibiera y … publicara una novela igual a otra que lleva semanas en las librerías y publicada por él mismo. Se hubiera descubierto todo el pastel. Si a pesar de ello lo descubrimos, fue porque encontraste ese libro y se lo mandaste a Hugo para que lo leyera. No me has contado como llegaste a él.

-Manu, uno de los acólitos de Patricia, mi jefa de gabinete, está estudiando alemán. En la academia le dijeron que leyera una especie de briefing de la novela, adaptada a su nivel de alemán. Y se dio cuenta que se parecía mucho a tus novelas. Buscó la original, se compró el ebook, y nos lo pasó. Por cierto, la trama tiene algunas incongruencias y detecté lo que decías antes, algunos errores al nombrar a algún personaje.

-No me he fijado si aparece la persona que ha hecho la traducción.

-Sí. Pero es una empresa. Y para tu información, hay una nota de la traductora que asegura que ha transcrito fielmente el original, aunque algunas partes no las encuentre sentido.

-Donde se demuestra que Nadia era una alcornoque redomada. Me pregunto como se ganaría la vida de verdad. – Carmelo estaba enfadado.

-De momento no hemos llegado a determinar nada al respecto. Su sueldo del Ayuntamiento y nada más. Pero eso no cifra para explicar su nivel de vida.

-Aitor tampoco ha llegado a ninguna conclusión. – apuntó Jorge.

– Las joyas que le regalabas no … ¿O sí? ¿Eran buenas?

-Pues sí rubito eran buenas. Bastante buenas. Pero aunque las hubiera vendido, no dan para ese casoplón y para su nivel de vida.

-¿En que se supone que trabajaba?

-Funcionaria del Ayuntamiento de Madrid. Y daba clases particulares a chicos de instituto de Ciencias Sociales y Biología. De formación es Veterinaria.

-Habrá que darle las gracias al profesor de alemán de Manu – exclamó Carmelo. – Por él descubrimos el robo de la novela.

-O sea, que el hecho de Rubén de presentarse delante de ti, no era parte de su plan. De convencerte de publicar. Era en todo caso parte de otro plan. Un plan con otros actores que fueron haciendo su papel, antes incluso de que Rubén se presentara delante de ti en aquel bar. – resumió Javier.

-Os dejo – dijo de repente Carmelo – Si no la gente se va a empezar a hacer preguntas. Diré que necesitabas tus minutos de soledad.

-Vale.

-Joder, cada vez Martín y tú os copiáis más las expresiones – se burló Carmelo dándole un beso de despedida.

-Una cosa antes de volver a dónde estábamos. El estado de Rubén después de esa agresión, has dicho que era deplorable. ¿Y comparado con Dani cuando le sacaste de aquella fiesta?

Jorge se quedó pensativo. Empezó a hacer diversos movimientos con la cabeza, como si siguiera con ella su línea de pensamiento, como si estuviera ensayando su respuesta. Al final suspiró resignado.

-Rubén estaba mal. No tenía nada que ver con el estado de Dani. Rubén llegó al bar donde habíamos quedado por su propio pie. Se derrumbó nada más llegar. Dani era poco más que un cadáver. No hubiera podido andar ni dos pasos por sí solo. Me dijo alguien que sabía del tema, que Dani debía haber muerto ese día. Que si resistió fue debido a que era un superviviente. Creo que esa es una buena descripción sobre su estado.

-Alguien debió curarlo.

Jorge se encogió de hombros.

-Eso Olga sabrá. Tu padre se encargó. A Dani lo llevé directo a su comisaría. A escondidas, eso sí. No nos vio nadie, salvo tu padre y Olga. Ellos se encargaron. Tengo la impresión de que fue Manzano quien le curó. Le he oído comentar a Dani que ya conocía a Manzano antes de que al llegar a Concejo, se convirtiera en su médico oficial. Los dos son muy crípticos respecto a las circunstancias en que se conocieron. Me imagino que una vez salió de ese primer problema, Manzano se siguió ocupando de los siguientes sustos que tuvo respecto a su salud.

-¿Y el resto de los chicos que sacaste?

Jorge resopló incómodo.

-Los que tengo conciencia, parecidos a Dani. Muchos no recuerdo. Al menos todavía.

-O sea que el que te avisaba, solo lo hacía a la desesperada, cuando la muerte …

-Todos los que recuerdo estaban muy mal. Según me contó Carletto, Lucas por ejemplo estaba al borde de la muerte, cosa que en realidad, era su deseo. Una forma de suicidarse bastante … no sé ni como calificarlo. Debía estar absolutamente desesperado.

-Escuchar estas cosas, te lo juro, me dejan … si no tuviera tan asumido el camino que hay que seguir, quizás me replantearía dejar a los jueces de lado y tomarme la justicia por mi mano.

-No te dejes llevar. Uno no se siente bien después. Por mucho asco o rabia que te produzca ese satanás con el que te has cruzado en sitio adecuado y le has dado unos mamporros.

-¿Y si ese ataque a Rubén era para provocarte que recordaras o que ese sentimiento de protección que te inspiraban esos chicos, se despertara con Rubén?

-No consiguió los resultados que esperaban, si esa fue la razón. Ni siquiera me acordé de Dani. Eso, hasta la reunión con Sergio Romeva, Carmen y Olga, antes de ir a ver a Nati Guevara, no fui consciente. Luego Carletto me comentó algo y algunas imágenes más se aparecieron en mi mente. Y ahora mismo, mis sentimientos respecto a Rubén, son más de hacerme preguntas sobre su vida y sus acciones, que la de protegerlo a toda costa.

-¿Y si Rubén … ? – Jorge le interrumpió y no le dejó acabar.

-No todos los chicos que salieron de esa organización, ahora están del lado de las víctimas. Muchos se han unido y se han convertido en el mismo tipo de personas que los matones que trabajan ahí.

-¿Conoces a alguno? ¿Cómo sabes …?

-Lo sé, Javier. – Jorge se llevó la mano derecha al pecho. – Lo sé.

Javier se quedó callado mirando a Jorge. Suspiró resignado. Era claro que no era una de las cosas que Jorge pudiera decir: “si pudiera recordar”.

-Me decías … cuando se ha ido Carmelo.

Javier le repitió la última pregunta que versaba sobre si la actuación de Rubén se debía a algún plan preconcebido. También le recordó algo de lo anterior, por si necesitaba centrar el tema.

-No sé muy bien como contestarte. No acabo de llegar a ninguna conclusión. Para mí es claro que Rubén me conocía antes de venir a verme. Y en los días que le ayudé … después de ponerse ciego … no me reconoció. No era capaz de sentir ni ver nada. He pensado que fingiera … que no estuviera tan borracho … no … no me cuadra. De verdad, el vómito olía a eso. A pota de borracho. Es algo … absolutamente asqueroso. Sus ojos estaban en blanco, con las córneas perdidas debajo de los párpados, o giraban en círculos a gran velocidad, como si fuera el protagonista de una película de exorcistas. Esa mirada vidriosa, que llegaba cuando iban pasando los efectos, pero que era incapaz de centrarse en nada. Y en las conversaciones que tuvimos después, a veces se le escapaban detalles de los sitios a los que suelo ir a escribir. O las zonas por las que paseo. Incluso las horas … sabes que con el toque de queda, salía de madrugada a pasear. Alguna vez me hablaba de ese hecho. No le di importancia, la verdad. Ni le dediqué medio pensamiento. Hasta que pasó aquello de la paliza. Y de todas formas, damos por hecho que el plan empezó cuando Rubén se presentó ante mí. Pero puede que empezara cuando Nadia me dijo que lo cuidara por las noches. Y que mis contactos festeros me invitaran a las fiestas donde iba a estar él. O al revés, que él fuera a las fiestas a las que había dicho yo que iba a ir.

-Cronológicamente cuadraría más con eso. O incluso que empezó mucho antes. Puede que te llevara siguiendo meses. Y entonces, dentro de ese escenario, cuadraría la afirmación de Jorgito de que se presentó ante él hace meses. Y si le llevaste a casa, subiste a ella … y le ayudaste si vomitaba o incluso le desnudaste y le bañaste … podían haber gente vigilando los alrededores. Y entonces los interesados en vigilar a Rubén, sabrían de tus movimientos para ayudarlo. Y con tu fama al respecto de las víctimas, puede que llegaran a conclusiones equivocadas. ¿Cómo se las arreglaba Rubén en las fiestas que no coincidía contigo? O que tú tuvieras otros planes, por ejemplo pasar la noche con un atractivo joven.

Jorge se echó a reír. No pudo evitarlo ante la cara que había puesto Javier al proponer esa última posibilidad.

-Raúl me contó una vez que él también se lo encontró en alguna velada de esas. Le llamó la atención precisamente por su forma de beber y perder casi la consciencia. Nos encontró a los dos, tanto en la misma fiesta como en distintas. Me comentó que normalmente o el anfitrión le dejaba tirado donde cayera redondo, o pagaba a alguien para que le llevara a casa.

-¿No se acercó Raúl a saludarte? Es fan tuyo de siempre. Menudas discusiones tiene con Carmen y Patricia sobre tus novelas.

-Todavía no se ha atrevido a darme las novelas que lleva en el coche para que se las firme. Como para acercarse a mí sin conocerme en medio de esas fiestas. Al fin y al cabo, la razón por la que se apuntaba a ir a esas reuniones era la de conocer gente. Me da que se siente solo. Es muy … piensa que es feo. Y que no liga. Que no gusta a los chicos. Es uno de esas personas que deben tener los espejos rotos en casa.

-Pues sí que te admira … De todas formas, creo que Martín y tú, en eso, le habéis hecho mucho bien. Ha cambiado mucho en ese aspecto.

-Creo que ha sido el hecho de dejarme la ropa. Y de que no solo la uso el día que tengo un problema de vestimenta y una americana suya me lo resuelve, sino que me la quedo y la sigo usando.

-Una cosa. Antes de que se me olvide. ¿No te quedarías con un juego de llaves de la casa de Rubén?

Jorge frunció el entrecejo.

-Eso que insinúas es ilegal …

-¿Hablamos de cosas ilegales en un cierto club selecto de Madrid? Y no sería ilegal porque es objeto de investigación como víctima de una agresión.

Jorge se levantó y hurgó en las bolsillos de los pantalones. Sacó un llavero con solo dos llaves.

-¿No has ido a curiosear?

-Si te digo la verdad, no he encontrado el momento. Pensaba hacerlo. Por eso las llevo siempre encima.

-¿No se lo has pedido a tu círculo de protectores?

-¿A los policiales o a los otros? No sé a cuales te refieres.

-Me refería a los policiales. – a Javier le hizo gracia la pregunta. Era claro que Jorge sabía o presentía que la gente que le había protegido siempre, lo seguía haciendo.

-Lo tenía en cartera. Pero me parece más interesante descubrir a los músicos de los vídeos de Sergio. Y de enterarnos de lo que sucede alrededor de Rubén en el hospital. Creo que lo de Sergio es urgente si queremos que recupere su carrera musical. A lo mejor necesito tu ayuda para una cosa que tengo planeada con relación a Mendés.

Jorge le contó por encima su plan para acercarse a la familia al completo de Mendés y que el lo viera. Sobre todo mostrarle su cercanía con Enrique, el hijo repudiado por su condición sexual.

-¿Servirá de algo?

-Eso, o acabar lo que empecé en ese club elitista que citabas antes.

-¿Lo harías?

-Sí. Y lo hubiera hecho ya sino me convence de lo contrario Nati Guevara. Me previno que podía empujar al tipo éste a mandar los vídeos de Sergio a todo el mundo. De Sergio y de otros.

Le estuvo contando a grandes rasgos lo que hablaron. Javier escuchó con atención. De algunas cosas se sorprendió, porque contradecían las impresiones que le habían trasladado Carmen y Olga.

-A mí también. Pero había un detalle en la Guevara que se nos escapó: Gregorio Badía. Eso lo cambia todo. Era su representante. El mismo del tal Willy y de Elfo Jiménez.

-Ese hombre … cuando acabemos la investigación, me da que vamos a poder acusarlo de un ciento de delitos. Ya tenemos a cinco actores como Álvaro. A dos de ellos les hicieron visitas los mismos que a vuestro amigo. Con peor resultado. De momento no hemos podido tomarles declaración; están en el hospital. Y no hemos hecho más que empezar. Dentro de un par de horas me reuniré con otro, un tal Rodrigo Encinar.

-Es amigo de Carmelo. Suele pedir que lo contraten cuando hay un papel que se adapte a él.

-Se ha puesto en contacto con la Unidad. Os ha debido oír hablar de nosotros. Ha sido el primero. Está fuera de Madrid, en A Coruña, con una obra de teatro. Me ha dicho que sabe de más actores en sus mismas circunstancias. Va a intentar que se sinceren. Hay otros que han llamado a la Unidad. A ver si los convencemos para que declaren oficialmente. De momento no han querido dejar su nombre.

-Esos matones vencerían su resistencia a prostituirse. No creo que sea fácil decir en voz alta que …

-Esos dos, los de la paliza, han perdido hasta a su representante. Enseguida les llegó la noticia y no quieren saber nada de ellos.

-Ahí tenemos la confirmación de que lo han hecho. Lo cual les aboca a caer en manos de nuestro amigo Goyo.

-Exacto.

-Que los venderá a peso, como la carne.

-Hemos pedido al juez permiso para investigar a sus clientes. Y sus cuentas.

-Una de las cosas que me dijo Nati es que cualquiera que esté en el portfolio de Goyo Badía, es un delincuente. Sería interesante que hablarais con los que dejaron su representación. Sobre todo, los que abandonaron su idea de ser actores.

-Me lo apunto. Me parece buena idea.

-Pero todo eso os va a llevar mucho tiempo.

-Sí, la verdad. Vuelvo a tener presente el reproche de nuestra compañera Menchu.

-¿Y como se ha enterado Rodrigo? No se ha publicado nada de la agresión a Álvaro.

-Alguien le mandó un wasap desde número oculto con una foto del portal de Álvaro. Venía a decir que éste no podría vivir en su casa varias semanas, después de la visita que le iban a hacer.

-Han tenido el efecto contrario al que esperaban.

-En Rodrigo sí y en esos dos anónimos. Me temo que haya muchos más que si se hayan acoquinado y hayan aceptado abrirse de piernas.

-Me da que vas a pasar la noche en vela.

-Algo de eso me temo. He mandado a Carmen a descansar un rato. Al menos, que ella esté mañana despejada. Si hablas con ella, no le digas nada de mi intención de trabajar toda la noche. Es capaz de volver para vigilarme.

-¿Sergio y Dídac? Se me ha olvidado llamarlos. ¿Sabes algo?

-Solo me ha dicho Sergio que bien. No hemos hablado con detenimiento. Ha tenido que irse a París de nuevo. No sé si por algo que le ha surgido a él o por algo que se le haya ocurrido a Dídac.

-Así que no te importa trabajar toda la noche. No está Sergio …

-Soy como tú, amigo de las noches.

-Vampiros. Claro, siempre que no tengamos un plan mejor – Jorge le guiñó el ojo a Javier.

-Que no esté Sergio ayuda, sí – reconoció Javier entre risas.

Carmelo apareció de nuevo.

-Jorge, creo que debes volver. Siento interrumpiros. Algunos empiezan a preocuparse por tu estado de salud. Les he dicho eso de que buscabas tu momento de soledad … pero alguno ya ha hecho amago de salir a buscarte. No creo que sea adecuado que os pillen hablando.

-Otra más de nuestras conversaciones inacabadas.

-Al menos sabemos que lo de Rubén fue todo orquestado. Que los rumores sobre vuestra relación fueron anteriores a vuestro encuentro oficial. Y que alguien quería que lo vigilaras. ¿Para protegerlo? ¿Para que él tomara contacto contigo? ¿Para que entraras a saco a protegerlo? ¿Para que te enamoraras de él y te casaras y le hicieras heredero de toda tu obra?

-¿Y de la hermana sabes algo?

-Hasta el momento, el paradero de su hermano o si se ha cambiado de sexo, hermana, lo desconocemos. Tampoco hemos encontrado evidencias de un suicidio de alguien que pueda ser él o ella. Estamos comprobando hasta los cadáveres que se repatriaron. Estamos buscando los viajes que pudiera hacer ese “Fausto” a secas como le llamabais todos. Creo que, de existir, sigue siendo “hermano”. Con cambio de sexo en proceso o no. O puede que sea solo un deseo, ser mujer en lugar de hombre.

Jorge se incorporó ligeramente en su asiento. Parecía haber caído en algo.

-O un cambio de sexo obligado, como en aquella película de Almodóvar, “La piel que habito”.

-¿Dices? ¿Es otro de “si pudiera acordarme te diría…”?

-Estoy cansado, Javier. Pero te diría eso sí, si tuviera fuerzas. O puede que fuera simplemente un disfraz. Unas falditas y unos pechos de atrezo y el pene escondido entre las piernas. “El chocho de la zorrita”. Lo vi muchas veces. Algunos de esos cabrones gustaban de ello. Creo que era para creerse que de verdad follaban a una chica en lugar de a un chico. Algunos no tenían muy asumida su condición de amantes de … – iba a emplear otra forma de expresión más brusca pero se contuvo – los hombres.

-Te he notado que hay cosas de las que hemos hablado …

-Por eso necesito esos diez o veinte minutos de soledad. Para centrar y asimilar.

-Pues te repito, de momento, ni hermano ni hermana. Ni muerto ni vivo.

Javier volvió a sentirse mal por la mentira flagrante que le estaba contando a Jorge respecto de Dilan. Pero pensaba que eso estimularía la memoria del escritor. Quería escuchar su visión del tema cuando eso ocurriera. Sin estar mediatizado por lo que le estaba contando el hermano de la Campero a Olga en Estados Unidos.

-¿Y si voy a verlo? A lo mejor puedo conectar con Rubén. – propuso Carmelo.

-Que dices ¿Que sea uno de Anfiles?

-¿Por qué no? Otro niño vendido a ese editor tan pudiente, Bonifacio no se qué. Y antes vendido a Lazona, tan pudiente y poderoso como el otro. Y antes de Lazona … mejor ni pensar lo que … tuvo que pasar.

-Iremos viendo. – Javier se dio cuenta que si no cortaba de raíz la conversación, no acabarían nunca. Y no quería que los del bar salieran y les pillaran hablando – Anda, entrad en el bar. Yo me quedo aquí buscando mi momento de soledad. Te voy a copiar. Siento que tú no puedas hacerlo hoy.

Jorge le dio un puñetazo en el hombro a modo de despedida cómplice.

Javier les siguió con la mirada. Se sonrió cuando se pararon a besarse. Parecía que ahora esa era la excusa que iban a utilizar. Se preguntó si le haría gracia a Cape. Ese hombre si que le intrigaba, sobre todo desde hacía unos meses.

De repente se sintió cansado. Hizo una seña a una de las escoltas de Jorge y Carmelo que le acercó un cigarrillo.

-Gracias Carla.

-¿Te dejo el paquete?

-No. El otro día Nano nos lo dejó y nos lo fumamos.

-Y luego el se fumó los míos … no me importa que te lo fumes. Así le devuelvo a Nano lo del otro día. Está dentro.

Javier se rió. Tenía suerte con la gente que había reclutado. Solo tenía una duda y era cuantos le iban a salir rana. Las estadísticas no engañaban. Era imposible que entre todos ellos, todos fueran buena gente, buenos policías. Y leales.

Sacó el móvil y mandó un mensaje a Aritz. Éste no tardó en aparecer corriendo.

-¿Estás bien? – dijo jadeando.

-Sí. Pero necesitaba compañía. Y como seguramente la patrulla de la Guardia Civil que ha pasado antes, me ha visto, te habrá llamado preocupada por verme sentado en la penumbra de un pueblo de la sierra de Madrid.

-De la sierra, sierra … no es que estemos precisamente en la sierra. De todas formas lo has clavado. Aritz sonreía. Se agachó para darle un beso antes de sentarse a su lado.

-¿Entramos a tomar algo?

-Mejor vamos a otro sitio. No quiero que nos vean, y menos después de estar casi una hora hablando con Jorge y apartándolo de toda la gente que está dentro. Algunos atarían cabos.

-Vamos a Tubilla. Hay un par de bares que están bien.

-Me parece bien. Luego tengo que volver a la Unidad.

-¿Te ayudo allí?

-No. Tranquilo. Me apaño con los que estén de guardia. Tú a descansar para mañana estar pendiente de los avisos de la Guardia Civil y de la Policía Local sobre si me pierdo en algún bar o me siento en un banco.

Javier se quedó pensativo.

-Aunque bien mirado, a lo mejor te digo que vayas a hacer una inspección ocular de un piso.

-No tengo mis ganzúas.

-Tengo llaves – Javier abrió la mano y le enseñó las llaves que la acababa de dar Jorge.

-De acuerdo. Ya me dirás que tengo que buscar. Dame las llaves anda. Esas y las de tu coche. Conduzco yo. Que estás … mejor no digo nada.

-Dormiré hasta Tubilla y luego en el viaje a Madrid. Y el sofá de mi despacho es cómodo. Y no me digas que no, porque lo has usado.

Javier volvió a quedarse callado. Parecía abatido.

-¿Me vas a decir de una vez a qué le estás dando vueltas?

-Me siento mal no contándole a Jorge los últimos descubrimientos sobre Rubén y su hermano gemelo.

Aritz levantó las cejas.

-¿Estás seguro de que no lo sabe?

Javier se sonrió.

-Estoy seguro que lo sabe. Pero no sabe que nosotros también.

-No puedes decir nada hasta que el testimonio de ese otro Tirso se confirme con algo más. Tenemos que encontrar esos rastros.

-Eso es cierto. Pero todos nosotros estamos convencidos de que es como ha dicho ese Tirso. Y una cosa es que Jorge lo sepa, y otra que ahora, sea consciente de ello.

-Eso son matices.

-Matices importantes.

-Venga, vamos. ¿Dónde has aparcado?

-Adivina … – le dijo en tono jocoso.

-Que cabrón eres.

Aritz sonreía mientras negaba ostentosamente con la cabeza.

.

-¿No le vais a contar a Jorge?

Olga se quedó callada.

-De momento no.

-No pareces muy convencida.

-No lo estoy. Te soy sincera. Compartimos muchas cosas del pasado. Cosas que no comparto ni con Javier. Él ha guardado todos los secretos de esa época. Ha sido tan concienzudo con eso que hasta los ha olvidado.

-¿Y entonces?

-Javier piensa que es mejor guardarnos lo que nos contó Arlen el otro día. Piensa que así estimularemos la memoria de Jorge.

-Pero ese hombre … Arlen ¿No se os ha ocurrido que a lo mejor le vendría bien reencontrarse con Jorge? Y eso propiciaría que nos contara más cosas. Sabe mucho más de lo que expresó en voz alta.

-Él tampoco nos ha contado todo. Jorge, me refiero.

-Dentro de ese papel de ausente que se ha creado, no dudó en ir a buscar a tu hijo. Porque estaba en peligro y porque era tu hijo, Olga. No ha dudado en exponerse enfrentándose a ese profesor de violín, por el novio de Javier. Porque era una víctima y porque era el novio de Javier. Os puso tras la pista de Lazona, del que ni siquiera sabíais de su existencia.

-Caminamos a ciegas, Ventura. Las afirmaciones de Arlen, en realidad, son sus afirmaciones. Hasta ahora, no hemos podido confirmar nada.

-Pregúntale a Tirso. ¡Ah! Que Javier no sabe que hablas con él. Eso es un juego que no acabo de entender.

-Todos somos reos de los secretos que nos comprometimos a guardar en algún momento del pasado. Es complicado. Y no creas que Tirso el auténtico es muy de contar sus secretos. Piensa que cada secreto que cuentas, en esta historia al menos, pones en peligro a alguien.

-¿Y no … ?

Ventura se calló. Era una tontería seguir con la discusión. Estaba pensando en amenazar a Olga con llamar directamente a Jorge. Y contarle. Pero … Olga le caía bien. Era la primera policía española con la que le pasaba eso desde su huida. Desde que el jefe Holland se la presentara, desoyendo sus protestas, se había mostrado cercana y respetuosa. Era una mujer poderosa dentro de la Policía Nacional y no sacaba su rango a pasear nunca. Nunca lo esgrimía para ganar una discusión. Podías discrepar de sus opiniones, incluso de su decisión sobre la forma de llevar alguna actuación. Era receptiva a tu forma de verlo. Alguna vez había cambiado su decisión y aceptado sus propuestas. Y cuando te encargaba alguna actuación o investigación, te dejaba que te organizaras a tu manera, sin imponerte un camino.

-Esperemos poder encontrar el rastro de algunos de los hechos que nos ha narrado. La muerte de Dilan, por ejemplo. Algunos compañeros están peinando el barrio de Rubén buscando indicios. Intentar conocerlo mejor. Intentar averiguar que pretende. Que quiere de Jorge. Cual es su juego.

-¿Y Arlen?

-No nos ha contado nada de él. Seguimos sin saber de qué vive. No me creo que viva solo de las rentas.

-Venderá sus figuras de barro. Me he fijado que las observabas con atención. Diría que te han gustado.

-¡Ventura, por favor!

Éste permaneció callado unos segundos. Olga la miraba expectante. Sus miradas se cruzaron un momento. El agente del FBI se cansó de esa batalla de miradas e hizo un gesto de exasperación antes de comentar lo que pensaba.

-Creo que se dedica a cuidar y recoger por temporadas a otras víctimas.

-¿Qué has visto que te haya llevado a pensar eso? ¿Has descubierto algo estos días desde nuestra entrevista con él?

-No, no he podido … he estado ocupado con otros casos. El jefe Holland … me ha encargado otras diligencias.

Olga se lo quedó mirando incrédula. Sabía que por muchas cosas que le hubiera encargado el Jefe Holland, Ventura había sacado tiempo para investigar a Arlen. Se decidió por ser paciente y cercar a su compañero para que se lo contara de motu propio.

-Dime entonces que te ha llevado a pensar eso.

-Sus veladas musicales de los viernes. Esos ambientes creados para reuniones en la casa. Puede que la alfarería sea una terapia, como la música. Deberíamos investigar a sus vecinos. Puede que sean víctimas.

Olga no dijo nada. Solo se lo quedó mirando. Ventura acabó por hartarse.

-Tiene dinero a espuertas. No necesita hacer nada. Pero aún así, asesora a algunas empresas que le pagan bien. Tu Arlen, a todos los efectos, es un hombre “acomodado”. “Muy acomodado”.

-Dime que una de las empresas que le paga es de tu padre.

-¡Joder Olga!

-Dime que el otro día, o al día siguiente llamaste a tus hermanos mayores y éstos te han confirmado que, no solo lo recuerdan, sino que mantienen el contacto. Incluso, que son amigos.

Ventura abrió los brazos a modo de rendición.

-Contigo no se puede. ¿Y quieres que me vaya contigo? Cada vez que me miras, siento como si a tus ojos, estuviera en pelota picada. Tengo la tentación de taparme corriendo los genitales.

-Sí y sí. Y qué más quisiera, a la última afirmación. Me gustan los cuerpos de hombres atractivos, como tú. – Ventura abrió mucho los ojos antes de sonreír y negar con la cabeza – ¿Quieres que te lo diga en francés? ¿En euskera? ¿En alemán? ¿En italiano? Que tu familia tenga relación tangencial con el caso, me da igual. No voy a pensar mal de ti, Ventura. Ni de tu padre. Ni de tu hermano Lope. Ni de Mireia, tu hermana.

Ventura resopló a la vez que volvía a negar con la cabeza y sonreía.

-Eres imposible, Olga.

-Siento que te haya tocado acompañarme. No puedo evitar querer a mi lado a la gente que me parece desaprovechada. Me encantan las personas inteligentes, perspicaces, de las que puedo aprender. Tú eres así. A parte de ser adorable. ¿Por qué nunca has tenido pareja? ¿Por qué presumes de ser asexual? ¿Por qué vas siempre con los labios apretados, como si te aguantaras una furia incontenible que parece que siempre burbujea en tu interior? ¿Por qué ese personaje de hombre altanero y con gesto arisco? Es un personaje, no me mires así. Yo lo sé, tú lo sabes.

-Ya estamos. Es una decisión. Punto. Me gusta estar solo. Del resto, paso. Casi prefiero el diván de Jorge que el tuyo.

-Mentira y mentira. En todo caso puede que prefieras el diván de Jorge, porque éste no te va a hacer preguntas incómodas. Pero él lo verá. No necesita que se lo cuentes. Sabrá todo de ti solo con abrazarte y mientras te da dos besos. No podrás evitarlo. Por mucho que le tiendas el puño o la mano, Jorge lo hará así. Porque sabrá solo con verte acercarte a él. Y una cosa te advierto: después de su abrazo, se te quitará un gran peso de encima. Te sentirás liberado. Sentirás que la vida es de otra forma, mucho más llevadera y bella de lo que te parecía hasta ese momento.

-No pensarás que porque nos conozcamos hace unas pocas semanas me voy a confesar contigo. Y lo de Jorge, perdona que piense que todo eso que dices es una patraña.

-No voy a discutir sobre Jorge. Ya lo comprobarás. Y respecto a lo de confesarte conmigo, otros lo hacen después de una breve charla de cinco minutos.

-Pero están al otro lado de una mesa en una sala de interrogatorios.

-No necesito una sala de espejos para que la gente me cuente.

-Yo no voy a ser uno de ellos.

-Le pido al jefe Holland una sala si quieres.

-Estás loca.

-Te quiero conmigo.

-¡¡N o – me – conoces!!

Olga se quedó en silencio.

-Perdona, no me di cuenta el otro día. Cuando dijiste lo de ser carne de diván con Jorge. Expresaste una necesidad.

-Vete a la mierda, comisaria.

Ventura se levantó enfadado y se fue a la barra. Cogió la carta y pidió un montón de cosas de comer. Al fin y al cabo, era a lo que habían ido a ese bar. La camarera le dijo que se lo acercaban a la mesa, pero aún así, él tardó en volver a sentarse al lado de Olga. Necesitaba un rato de soledad. Quería volver a tomar el control de sus emociones. La comisaria, en su ausencia, se había entretenido en mirar el teléfono. Cuando Ventura, todavía enfurruñado, se sentó enfrente de ella, le tendió su teléfono.

-Mira esas fotos.

La mirada de Olga era inapelable. Ventura cogió el aparato y empezó a mirar. Aunque en las primeras fotos mantuvo su gesto, al poco, empezó a cambiarlo. Primero por uno de asombro. Después por uno de pena. Luego, asco. Incluso Olga percibió un amago de arcada.

-¿Y esos pobres? ¿Cómo se le puede hacer eso a un ser vivo? No lo comprendo ni nunca lo haré.

-Los han descubierto mis compañeros encerrados en jaulas.

-Veo en algunas fotos a Jorge. Y a Carmen. Y la Guardia Civil. Un Comandante y los que lo acompañaban parecían de los GAR. Extraña mezcla.

-¿Quién crees que consiguió que esos chicos confiaran en alguien? Jorge. Quiero que vengas a trabajar con nosotros, Ventura. Quiero que nos ayudes con esos chicos. Trabajamos junto a la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil. Nos da igual el color del uniforme. El comandante Garrido, que es quien la dirige, es un tipo muy válido, un investigador de los mejores, y un tipo todavía mejor. Y a su lado, tiene un gran equipo. Por cierto, Garrido no es el comandante de las fotos. Ese es el Comandante Pastrana, JL, el jefe de las Unidades Especiales de la Guardia Civil.

-¿De la UEI?

-Sí. Vente. Únete a nosotros.

-No puedo. De verdad.

-Sí puedes. Y lo más importante: quieres. Solo tienes miedo.

-Me acabaría suicidando. No soy capaz de enfrentarme a esas … personas. A esos de las fotos. No podría ayudarlas. Me hundiría con ellas.

-Tienes miedo de no poder ayudarlos. Pero puedes. Y Jorge estará cerca. Y Carmen. Y yo. ¿Quién crees que me ayuda cuando estoy mal? Carmen es mi apoyo. O Javier. O Matías. Otras veces soy yo quien sirve de apoyo a los demás. El otro día casi me derrumbo recordando la historia de Arlen. Mientras él pensaba si contarla o no, yo la iba recordando. No te creas que había mucha diferencia entre como me trajo Jorge a Arlen a como están esos chicos. Siempre, después de esos encuentros, de cada uno de los chicos que me llevó Jorge, o Nacho, o Roger, tuve momentos de querer dejarlo todo. Pensaba “no voy a ser capaz de vivir la historia de otro de estos chicos”. Pero al final podía. ¿Sabes lo mal que lo pasé con Dani? Estuve dos meses a su lado. Sin separarme casi de él. Cuando no rodaba, me lo llevaba a mi casa. Era poco más que un cadáver cuando Jorge nos lo llevó a la comisaría a escondidas. Y tenía que acabar la película para que nada saliera a la luz. Para que esos cabrones no ganaran. A parte del sexo y de Anfiles, había una venganza empresarial contra el productor de la película. Algo retorcido y delirante. No sabes lo que fue curarle las heridas todos los días dos veces. Tardaba casi hora y media. Pero sabes, cuando Dani me acariciaba suavemente con su mano, con el dorso de su mano la mejilla, y esa mirada de agradecimiento eterno que tenía en los ojos, me … compensaba por todo. Como, luego de curarle, me cogía la mano y me iba besando cada dedo. Y me miraba con esos ojos … alguna vez le he oído a Jorge ponderar los ojos de Dani. Y tiene toda la razón del mundo. Me dieron la vida. Me hicieron soportar tanta podredumbre, tanta miseria humana. Di mamporros a gusto hasta a sus padres, por defenderlo. Por apartar a toda la escoria que tenía en su entorno.

-Tengo que pensarlo.

Olga tuvo un arranque. Alargó su mano y acarició la cara de Ventura. Pensó que a lo mejor le apartaba la mano con furia. Pero no lo hizo. Le dejó hacer. No había podido entrar en él, ni hacer que se confiara. Si no estuviera a miles de kilómetros, hubiera llamado a Jorge para que se acercara. O a Dani. Estaba segura que ellos podrían hacer que se abriera. Algo le atormentaba que hacía que no fuera feliz, que no desarrollara todas sus habilidades.

-¿Y ese Lucas que nombró Arlen?

Ventura apoyó su mano sobre la de Olga que seguía acariciando su rostro. Le dio un beso y la sonrió. La miró esperando una respuesta a su pregunta. Olga supo que al menos, Ventura seguiría a su lado mientras estuviera en Estados Unidos. Se aprestó a responder, pero llegó en ese momento la camarera con todo el pedido que había hecho Ventura. Olga abrió mucho los ojos. Había comida y bebida para cinco. Y todo tenía un aspecto estupendo.

-¿Hemos invitado a alguien a comer y no me he enterado?

La voz de Olga marcaba la broma, pero también estaba llena de dulzura.

-Siempre dices que es mucho, pero luego acabas por comerme parte de lo mío. Espero que hoy tengas suficiente y me dejes comer mis patatas fritas a gusto. Y no me quites los últimos mordiscos de mi hamburguesa. No sé dónde lo metes. Estás como un tren y comes como un regimiento.

-Tu tampoco estás mal, querido. Y no te quedas atrás manducando.

-¿Quién es ese Lucas del que habló Arlen? – Ventura repitió la pregunta antes de darle el primer mordisco a una de las hamburguesas que se había pedido. El sonido gutural de placer que salió de él, fue claro signo de que era de su gusto.

-Otro de los chicos de Jorge. Ese no me tocó a mí. No lo conozco. Era un poco mayor que el resto. Creo que es uno de los últimos que sacó Jorge. Él no se acuerda, pero Lucas … tiene obsesión con Jorge. Lo persigue, le pide selfies como un fan más … un día, estaban Jorge y Dani revisando sus teléfonos antiguos y se fijaron en él. Tenían de él casi veinte selfies en distintas épocas.

-Si no se acuerda ¿Como sabéis?

-Otros chicos le han contado. Jorge ahora deja a todos que se acerquen a él. Pólux fue el primero. Marcó un cambio en el escritor, al menos en ese aspecto. Fue en la Feria del libro de Madrid del 19. En cuanto vio al joven, supo, porque lo confundió con Dani.

-¿Tan parecido es?

-De cara no tanto. En los gestos, en la forma de “estar”, la constitución física, la altura, sí.

-¿Ha hablado Jorge con ese Lucas?

-No. Lucas desaparece si Jorge hace amago de acercarse a él. Sigue acechándole. Todos sus escoltas llevan la foto de Lucas en el móvil. Si le ven, le avisan y Jorge intenta acercarse. Pero se escabulle siempre. Parece que, según le han contado, tiene … un sentimiento de amor-odio por él. Le salvó, pero él quería morirse. Jorge lo impidió. Esa es la parte del odio. Pero no puede dejar de lado, que fue el único que intentó ayudarle.

-¡Joder! Para qué habré preguntado. ¿Y ese Fidel?

-No sé quien es. Tengo que preguntarle.

-¿Sabes de otros?

-Sí. Jorge entró en acción unas cuantas veces.

-¿Y esa manera de luchar?

-Ese es otro misterio. Parece que uno de sus vecinos, un tal Manolo, una de las personas que suplían las atenciones que no le prodigaban sus padres, le enseñó a pelear. Pero no sabemos por qué ese hombre, era tan diestro en esas artes.

-No entiendo bien eso de suplir a sus padres.

Olga le resumió como era el trato que los padres de Jorge le prodigaban. Y como despreciaban a su hijo por como era.

-No era solo ser gay, era que le gustaba escribir. Según ellos estaba en babia. Y no valía de nada que sacara buenas notas. Siempre tenían un reproche. Sus Nanas y ese Manolo y sus hijas, se convirtieron en su verdadera familia. Claro, y sus hermanos. Los dos mayores, Miguel y Gaby eran sus guardaespaldas. Y Gaby es el hermano del que no se acordaba Arlen y que vendía los trabajos de Jorge. Y la pequeña, Nati creo que se llama, era la Princesa de los tres hermanos. Ahora vive aquí, en Nueva York. Y no se habla hace muchos años con sus padres. En cambio, con sus hermanos, habla casi todos los días.

-¿Y si le preguntáis a ese Manolo?

-Murió en los primeros embates del covid.

-¡Joder! Cada vez que pregunto, bofetada como respuesta.

-He vuelto a quedar con Arlen la semana que viene. Tenemos que hacer una lista de las cosas que nos tiene que aclarar.

-Los premios literarios de Jorge, esos que ganaron otros con sus novelas.

-Detalles de lo de Dilan, que nos permita encontrar su rastro oficial.

-Su profesor de piano. Puede que tenga que ver con esa otra rama de la trama.

-A ver como planteamos el tema de lo que has dicho antes, de la posibilidad de que ayude a algunos viejos compañeros.

-Y que nos hable de esos compañeros que se convirtieron en unos cabrones.

-¿Estamos seguros de que Rubén es Brenan y no Dilan? Si eran tan iguales …

-Las amistades de Carlota. Las de verdad. ¿Habéis hablado con ese abogado que parece se ocupa de los asuntos de Rubén?

-Está de viaje. Tardará. Cuarentenas, ya sabes.

-¿No coge el teléfono? ¿No lee sus correos?

-No sacamos nada de su despacho, mas que está de viaje y no se le puede molestar.

-¿Ha ido de turismo sexual? No me jodas.

-Es una posibilidad. – dijo Olga con gesto resignado.

-¿Y si sus clientes tienen una urgencia?

Olga se encogió de hombros.

-Estas hamburguesas están muy ricas. Me gusta este sitio.

-Suelo venir a menudo. Suele estar lleno. Pero a veces ser del FBI tiene sus ventajas. Siempre acaba apareciendo una mesa libre – Ventura guiñó el ojo a Olga. – Y encima, como pago sin rechistar la cuenta sin pedir un descuento por ser del FBI, me tienen más consideración. Una cosa ¿Eso de que el concepto de olvido es frecuente en los títulos de Jorge? Solo tiene una novela en que aparezca. Te lo oí el otro día …

-De las que tiene escritas y no publicadas, la siguiente también es un olvido: “La vida que olvidé”. Es la que hubiera publicado si no le convencen de que se saltara dos. Por eso publicó “La Casa Monforte”. Es una de las novelas que le han robado y publicado por todo el mundo. La novela que me ha dado Mark, pensé que era esa. Pero era “Una boda sin novios”. Es posterior a la que te he dicho antes.

-Tenemos que preguntarle a Arlen por los otros hermanos de Fausto. Si la madre de los gemelos era la hermana hippie, se supone que hay otros que no eran hippies. Puede que Fausto se haya refugiado con ellos.

-Serán hermanastros. Con Lazona de apellido, no aparece nadie.

-O se cambiarían luego los apellidos.

-Es otra posibilidad. O se quemarían los archivos. En este caso, sucede a menudo.

-Una familia curiosa.

-¿Tu padre no tendría relación con él? Relación comercial me refiero. Con Campero si parecía tenerla, si lo invitaba a vuestra casa.

-Es posible. Ya le preguntaré si tengo ocasión. Creo que viene la semana que viene. Me ha dicho de quedar a comer.

-¿Aquí?

Ventura se echó a reír.

-Me llevará a otro sitio. Suele querer ir al restaurante de José Andrés. Pero éste le gustaría.

-Pues márcate un tanto trayéndolo. Marca tú la agenda por un día.

-A lo mejor te hago caso. Por cierto, ten.

Ventura sacó un libro de la bandolera que llevaba. Se lo tendió a Olga.

-Caín Varta. “En un lugar de la tierra prometida”. – leyó Olga en voz alta. Miró a Ventura que estaba pendiente de su reacción. Olga lo abrió y empezó a leer en silencio. Mientras lo hacía, iba cogiendo alguna patata frita del plato de su compañero, que masticaba despacio. Luego, hacía un gesto con los dedos como para limpiarse los labios. Leyó cinco páginas. Sonrió y miró directamente a Ventura.

-Es de Jorge. ¿Cómo lo has descubierto?

-Luego, cuando me fui a casa, empecé a darle vueltas. Ese libro lo leí hace un par de meses y pensé que su forma de narrar me recordaba a Jorge. Me encantó. De hecho, tengo otro de sus libros. Si quieres, está traducido al inglés. Yo es que suelo ir a una librería que vende mucho libro de España. He pedido los anteriores. Se les habían agotado.

-Ya sabemos al menos el nombre que utiliza. ¿Me lo dejas?

-Claro. Por eso te lo he traído. Si no, te lo hubiera contado y ya.

-Esta noche me pongo a leerlo. Ya verás cuando se lo cuente a Carmen. Devora los libros de Jorge. “La angustia del olvido” la habrá leído cuatro veces.

-Me encanta esa novela. Coincido con Carmen. Pero a mi “Las Gildas” … tiene algo irresistible para mí. No es de las más nombradas pero me fascina. Estas, las de Caín Varta, se venden muy bien, me ha comentado la librera. Y no se hace nada de publicidad de ellos. Es un boca a boca. ¿De verdad que no os había dicho nada de estos libros? ¿O pudiera ser otra de las robadas?

-No. Mira, viene el nombre de la editorial española: “Alma de poeta”. Conozco la editorial. Es pequeña, pero tiene cosas interesantes. El dueño y editor es un engreído, pero tiene gusto. Y odia a Jorge Rios – Olga no pudo evitar reírse. – He coincidido con él en alguna presentación. Si supiera la identidad de su autor estrella …

-¿Será posible que no sepa quién es? Tanto secretismo … ¿Por qué?

-Si lo quiere mantener en secreto, es lo mejor. Las debe tener guardadas en otro sitio. En su nube, parece que no. Ahí parece que solo tiene sus obras oficiales, por llamarlas así.

-Las que tienen su mundo particular.

Olga asintió con la cabeza.

-Está claro que Jorge es un pozo de sorpresas. No acabo de entender por qué publica con otro nombre.

-Para desligarse de la editorial Campero. Me imagino. O para sacar toda esa ingente producción literaria que tiene aparcada. Da igual, porque no tiene compromiso con ellos. Podría publicar la próxima novela en otra editorial. Firma contrato por novela. Nunca quiso atarse a ellos. Y eso, que según tengo entendido, al principio le insistieron mucho. Nando incluso llegó a enfrentarse a él por ello. Fue en lo único que no cedió ante su marido.

Olga se sonrió. Se le había ocurrido una coña y se estaba riendo ella sola.

-Lo que daría por poder contárselo a Dani. Si ya suele mirarlo con desdén cuando se pone a escribir de madrugada, como si tuviera que entregar a su editorial la novela que tiene comprometida al día siguiente, le mira con desdén y le dice:

Sí, escribe, que como no tienes nada acabado que publicar, corre prisa. Son las cuatro de la madrugada. Cuantas son ¿Quince novelas las que tienes acabadas sin publicar? ¿Cinco mil relatos cortos, la mitad de ellos de ochocientas páginas? ¿Me quieres decir cuando coño vas a poder publicar todo lo que tienes pendiente? No te da con una vida, escritor.”

-Si llega a saber que tiene cuatro novelas más publicadas, y seguro que tiene alguna pendiente. Esta que parece la última es de hace un año.

-Justo en pandemia sí.

-¿Quince novelas? ¿Cinco mil relatos? ¿He oído bien?

-O más. Cada vez te dice una cifra. Pero Dani cree que son muchos más. Y cuidado, muchos relatos son novelas.

-Eso es una barbaridad.

-Ten en cuenta que es lo que le gusta, escribir. Le dedica todo el tiempo que puede. Y para que negarlo, tiene una cierta facilidad. Es capaz de estar más de cinco horas sin dejar de teclear, sin siquiera levantarse para ir al servicio.

-Una cosa más – dijo Ventura – antes de que dejemos los temas laborales y hablemos del tiempo. Hemos descubierto a Guillermo, el hermano del violinista de Javier.

-¿Ah sí?

-Tenemos pasado mañana asientos en un vuelo del FBI a Nueva York. Ya lo he arreglado para que te cubran en el curso.

-Bien. Te toca entonces estudiar su informe.

-Ya lo he hecho.

-Entonces te dejo que me invites esta tarde al cine.

-¿Quieres ir al cine?

-Si me invitas, sí.

-Eso está hecho. Nos da tiempo antes a tomar un helado en una heladería que te va a flipar.

-Me vas a tener que acompañar a correr. Todo esto engorda.

-Cuando volvamos de NY, quedamos a correr. Sin problema. O si quieres, mañana mismo.

-Está todo buenísimo. ¿Te vas a acabar esa costilla?

-¡¡Olga!! ya te has comido mis patatas. No te he dicho nada, pero lo has hecho.

-Es por no dejarla. – Olga puso su mejor gesto de niña buena.

-Come anda. Eres un caso. Siempre haces lo mismo. Por mucha comida que pida.

-¿Me la dejas entonces?

Ventura no pudo evitar una carcajada mientras Olga alargaba el brazo para cogerle el plato.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

.


 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 68.

Capítulo 68.-

-Se te acumula el trabajo, tío.

Martín seguía buscando relatos que se atuvieran a los criterios que le había pedido Jorge. Pero éste estaba dándole vueltas a la cabeza a todas las revelaciones que había hecho su sobrino. Y una pregunta le acuciaba ¿Cuántas más cosas sabía Martín? Y también se le ocurría una cosa: ¿Eso no lo pondría en peligro?

-Ya casi tengo las fotos subidas y clasificadas. – anunció Fernando. – Bruno nos trae la cámara. Ya la ha cogido. Sale ahora de guardia.

-Deberíamos hacer un parón para comer. ¿Os parece? – propuso Jorge. – Así invitamos a Bruno, que menos.

-No hemos traído comida.

-Podemos ir al bar de Gerardo – propuso Jorge. – Martín mira un momento la nevera, por si acaso.

-Vale – Martín se levantó para cumplir el encargo de su tío – Nada. Hay cosas para hacer, pero hecho no hay nada. Yogures sí, y sobres de embutidos al vacío, algunos dulces… un par de tapers con puerros y tomate concentrado… En el congelador hay pescado y carne y tal. Y verduras y otras cosas. Puede que Carmelo tenga pensado hacer algo y le fastidiemos

-Voy a escribirle para que me de el teléfono del bar y llamamos para que nos reserven. Por cierto, ¿Queda limonada de la de Juliana?

-Na, pero está mala. Mira que color tiene. Y huele… raro.

No era por decir. Martín la estaba oliendo y su gesto era revelador. Pero no era un gesto de que oliera mal, sino que el aroma le recordaba algo… que no le gustaba.

-Tírala por el fregadero. No vaya a ser que bebamos sin darnos cuenta y nos pase algo.

Carmelo lo llamó al cabo de unos pocos minutos.

-Ya os he reservado. Mesa para seis, por si acaso. Y otra mesa para los escoltas.

-¿Qué tal vais vosotros? – preguntó Jorge.

-No me engañas escritor. Te importa una mierda como va nuestro trabajo. Que sepas que Asia y yo somos novios ya desde hace un par de horas.

-Joder. Contra esa mujer no puedo competir – se rió Jorge. – He vuelto a la soltería en un momento. Fue bonito lo nuestro mientras duró.

-Que lo sepas. Besos de parte de todos.

Jorge abrió los brazos resignado.

-¿Quién es Asia? – preguntó Martín.

-Una de las nietas de Mariola – respondió Jorge entre risas. – Y su abuela dudaba si llevarla por si se aburría y molestaba.

-Como sea como su abuela… – Martín sonreía con cara de pillo.

-Dos copias exactas – afirmó Jorge. – Venga, vamos.

-Un segundo que se suba lo que tengo entre manos y así luego solo me quedan esos teléfonos que has encontrado los últimos. ¿Han llamado a la puerta?

Jorge se levantó y se acercó para abrir. Si los habían dejado pasar los escoltas, debía ser alguien conocido.

-¡Andá! – Exclamó Jorge sorprendido de ver a Helga y Raúl. – Pero esto es una sorpresa… si hoy era vuestro día de asueto.

-Nos han dicho que estabais trabajando duramente y hemos venido e echaros una mano. Nos aburrimos en nuestro día libre.

Los recién llegados fueron saludando a todos. A Jorge no le pasó desapercibido que Martín y Raúl se dieron un pico. ¿Sería ese el último ligue de Martín, el día que no se quedó a dormir en Concejo?

-Íbamos a ir a comer, así que…

-Ya está. Podemos irnos. – dijo Fernando dejando la tablet sobre la isla y levantándose con decisión – Tengo hambre.

-Cuidado; cuando Fer dice que tiene hambre, es que se va a comer un buey entero si le dejamos. – bromeó Helga.

El bar estaba a reventar. Menos mal que habían llamado para reservar y lo había hecho Carmelo, que tenía influencias. Aún así, tuvieron que esperar un rato. Aprovecharon para tomar el vermuth en la terraza. El aire se había calmado un poco, aunque seguía amenazando lluvia.

-Mira, ahí está Bruno – dijo Raúl.

-Llegas a tiempo a la reunión de los hombres que libran.

-No, cuidado, yo estoy de servicio. – dijo Fernando.

-¿Hay alguna diferencia cuando estás trabajando a cuando no?

Fernando puso cara de incomprendido.

-A veces me voy a dar un paseo o a ligar por ahí.

-Si no necesitas irte a ligar. – le dijo Jorge en broma.

-Ya me has dado bastantes veces calabazas. Una más y me pegaría un tiro.

-Joder, se te ha pegado el dramatismo del escritor. – se rió Helga. – Eso parece una enfermedad contagiosa. Pediré hora a mi médico para que me aconseje una vacuna.

-Encima me achaca que le he dicho que no, cuando nunca me ha tirado los tejos. Es más, una noche lo tanteé y se hizo el longuis. Como si oyera llover. Y me hizo unas promesas que luego no ha cumplido.

-Para no ponerte a prueba, escritor – se defendió Fernando.

Una de las camareras de Gerardo se acercó para avisar de que ya tenían la mesa. Así que volvieron dentro y ocuparon sus mesas. No volvieron a hablar de trabajo. Bromearon y disfrutaron del momento. Jorge miraba a su sobrino con una sonrisa. Era claro que había tenido algo con Raúl. Y aunque conociéndole sabía que era solo un tema de un par de noches, al menos lo veía a gusto y parecía que pasara lo que pasara, seguirían siendo amigos.

-Volvamos al curro, que si no, no vamos a acabar. – propuso Fernando.

-Tío, tienes mucho tajo pendiente. Esta mañana has estado un poco vago.

-No te metas con este pobre hombre. – Helga fue la que lo defendió.

Bruno aprovechó para despedirse de ellos.

-Me escapo unos días al mar – les dijo. Todos le desearon que lo pasara bien y desconectara.

Estaban entrando de vuelta en la Hermida. Martín cogió su tablet y siguió buscando. Fernando subió las fotos que había en la cámara que había traído Bruno. Eran más de quinientas fotos.

-Tenéis cerca de … treinta mil fotos.

-¿Tantas?

-Y eso que borráis un carro de ellas.

-La mayoría selfies. O cuando sacas los zapatos por error.

-O los desnudos – bromeó Martín.

-Oye, que yo no me fotografío desnudo.

-Me refería a cuando sacas a los demás desnudos.

-¿Hablas por experiencia, Martín? – bromeó Fernando.

-Pero bueno, que pasa. ¿Esto es una alianza contra el pobre escritor? Os tenía por gente de bien que me apreciaba.

-Las apariencias engañan – se rió Raúl.

-Oye, no … llevo puesta tu camisa… eso valdrá para algo. Deberías apoyarme.

-Ya me he dado cuenta. Te sienta bien.

-En esta familia está claro que se lleva lo de la ropa intercambiable – Fernando no pudo evitar soltar una carcajada. – La chaqueta de Martín es tuya, escritor.

-¿Tú no llevas nada de nadie? – le picó Helga.

-Los calzoncillos de Raúl. Se los mangué el otro día…

-Ya me parecía que me faltaban unos… pensaba que se los había comido la lavadora…

-Un poco de seriedad – dijo al final Martín. – Tío, estás hoy muy disperso.

-El sobrino poniendo orden en la vida de su tío – bromeó de nuevo Fernando. – De nuevo el mundo al revés.

-Y lo malo es que tiene razón.

-Las fotos están. – anunció Fernando. – Raúl acaba de clasificar las últimas. Éste teléfono no sé que le hiciste, pero no puedo con él. Si me lo dejas… se lo llevo a un amigo. O mándaselo a Aitor.

-Casi no. Dile a tu amigo, si es de confianza. A Aitor le tengo con mil cosas. Me va a acabar odiando.

-¿Pasamos las fotos a la pantalla?

-Es buena idea.

-Te acabo de pasar cuatro relatos más, tío. – le anunció Martín.

-Miramos todos las fotos. Entre todos veremos más cosas. – propuso Fernando.

-Déjame a mí el control del archivo, que soy el peor fisonomista de todos. – dijo Raúl.

Fernando le pasó su tablet y al momento, apareció en pantalla la primera foto.

-Son fotos de cinco años antes de vuestra presentación oficial – explicó Fernando a Jorge. – Si viene de los teléfonos o equipos de Carmelo, lleva una C en la esquina. Y son tuyos, Jg.

-Hacemos una cosa si os parece. – propuso Raúl – las fotos que penséis interesantes, me decís y las pongo a parte. Luego las volvemos a ver. Así quitamos el mogollón al principio. Son muchas fotos.

-Debemos buscar a cualquier implicado o persona interesante. El chico que perseguía a Jorge, Rubén, su tía o mejor dicho, su madre, Nadia, Dimas, su familia; Toni el representante, su socio Sergio Romeva, la Guevara, Carmelo, sus padres, por si aparecieran…

-Ovidio Calatrava, el tipo ese de la editorial Bonifacio no sé qué, los padres de Martín, Martín, Hugo, no nos olvidemos de él…

-Olga, Carmen, Matías… tampoco nos olvidemos…

Jorge miró con las cejas levantadas a Helga, que era quien había hecho esa propuesta.

-Puede que estén por ahí. Para hacernos una idea global de todo. Y sobre todo, para ver en que circunstancias y con quien.

-De paso, incluimos a Galder y a Aritz. Y a Javier, claro – propuso Fernando.

-¿Se nos olvida alguien?

-El decano de la Uni, el rector. Ely su secretario. – propuso Martín. – Y el resto de amigos de mi madre en la Uni. Sobre todo tus “amigos”. Y el productor ese que le gustan los de dieciocho, Paco Remedios.

-Y otro productor, Fausto Lazona. – propuso Jorge.

-Ese no sabemos que pinta tiene – dijo Fernando.

Jorge se quedó mirando a Martín.

-No le conozco. No me mires.

-Fausto. – dijo de repente Jorge. – ¡Fausto! – repitió como si acabara de hacer un descubrimiento. Así lo llamaba todo el mundo. El apellido los despistaba.

Martín levantó al cabeza y se quedó mirando a su tío.

-Fausto – repitió Martín despacio y en voz baja.

Sacó otra tablet de su bandolera. Se acercó al router del wifi y escaneó el QR con la contraseña. Todos lo miraban expectantes. Al cabo de unos minutos, Martín sonrió. Mostró a su tío la foto de un hombre.

-Fausto. – Jorge parecía aliviado. Recordaba a ese hombre. Se dio un golpe con la mano en la frente. Conocía perfectamente a ese tipo. ¿De qué? Eso todavía no lo tenía claro. Pero al menos, se había abierto una pequeña puerta del baúl que contenía esos recuerdos..

-Esa foto está sacada en tu casa.

-Sip.

Helga se levantó de un salto de la silla alta en la que se había preparado para ver las fotos en la pantalla. Se acercó a y Martín para ver las fotos.

-¿Y ese de atrás no es Rubén?

Jorge se levantó a su vez y cogió la tablet de Martín en las manos.

-Hay más fotos. Pasa con el dedo – le dijo Martín.

-No es Rubén. Rubén es éste – Jorge señaló en otra foto a otro joven idéntico pero con otra ropa.

-Entonces ese es “su hermana Eva”. Son calcados. Son gemelos.

-Sip. – contestó Jorge, imitando a Martín.

-Mándame las fotos, que se las envío a Tere. Le vendrán bien en sus pesquisas. – le pidió Raúl a Martín.

-Mira a ver si puedes evitar que se enteren tus padres, no quiero que tengas problemas.

-Na. Me enseñó Aitor. No se van a enterar.

-Y tus amigos los protectores – le dijo Helga mirando fijamente a Jorge. – También sería interesante buscarlos en tus fotos.

-Pero esos os rogaría… que fuerais discretos. Por cierto, Fernando. ¿Rubén?

El aludido resopló.

-Deberíamos turnarnos para ir a curiosear por allí. Estuve un rato hablando con sus vigilantes. Gala, una de ellas, es amiga. Salía de guardia justo cuando llegué. La invité a una cerveza en un bar cercano y charlamos.

-Antes de nada. ¿Rubén? ¿Sigue igual?

Fernando se encogió de hombros.

-Aparentemente sí, sigue igual. Mira, yo lo miro, y veo a alguien dopado. Y esa idea luego me la corroboró mi amiga. Aparentemente los análisis no dicen eso. Porque si no, el hospital nos lo debería haber comunicado. Pero sigo teniendo esa impresión. Ya la saqué la última vez que te acompañé al hospital. Como todo el personal decía de la depre y demás… me callé.

-Pero eso es fácil de disimular. Muchas sustancias si no las buscas, no aparecen. Con pedir análisis y no pedir que busquen lo que sea que tome, ya está.

-Yo de todas formas tengo una duda. Es importante lo que voy a proponer. – era Fernando el que hablaba de nuevo – ¿Se dopa él o le dopan?

-¿Sugieres que el pavo ese toma algo para parecer lelo? – resumió Martín.

Fernando no contestó con palabras. Solo se encogió de hombros. Todos miraron a Jorge, que no había dicho nada.

-Es interesante esa propuesta que haces. – dijo con cautela el escritor – Me parece plausible. Me gustaría que sea lo que sea, lo dijerais. En realidad no sabemos nada de Rubén. – Javier y él habían quedado que de momento, mantendrían el secreto de lo que les había contado Nabar – Ni del resto. Nos han mentido, me han robado… no puedo descartar nada. Sigue, Fernando.

-Rubén tiene siempre la tablet que le dejaste encima de él. Y a veces la mira. Nuestros compañeros piensan que aunque la tiene en su poder, no lee nada. En cambio, la versión oficial del hospital y de los sanitarios encargados, nos hacen pensar que está leyendo tus novelas. Llamé luego a Aitor. Me lo corroboró. No ha leído ni palabra. Me dijo que había habido intentos de sortear la seguridad de la tablet, pero no consiguieron nada. Tampoco es que fueran intentos muy… intensos. Para Aitor simplemente estaban probando. Pero no se arriesgaron a seguir al ver que tenía protección. Fue un visto y no visto para no dejar huella.

-No querrían que les pillaran. Hugo fue imprudente al decir delante de todo el mundo que la tablet era una trampa. – opinó Raúl. Helga asintió con la cabeza.

-Eso pudo poner en alerta a alguien. – razonó Fernando.

-Lo malo es que en principio, solo lo escucharon nuestros compañeros.

-Eso no quiere decir nada. Unos lo comentan con otros, y acaba escuchando quien menos esperas. -Lo que no quieres que se entere nadie, mejor no lo digas o lo publiques o lo escribas siquiera.

-Me dijo mi amiga que fuera un día y preguntara por el doctor Mazuelas. Ayer no estaba. Acababa de salir de guardia. Me dice que es el único que es fiable. Que no sigue las directrices del director del hospital, que ha tomado el control. Y habría que echar un vistazo a ese enfermero que mandaron investigar, pero que no salió nada.

-¿Por?

-Gala, como sus compañeros están convencidos de que conoce a Rubén.

-Entonces sería la persona que podría estar suministrando esas drogas, si es que se las toma él porque quiere.

-Es como si te tomaras tú las vitaminas esas, tío. – comentó Martín.

-¿Quién querría estar en ese estado? – Raúl ponía cara de no entender.

-Yo le entiendo perfectamente – opinó Jorge – A mí me gustaría a veces volver a tomar mis vitaminas. Mi vida era mucho más tranquila.

-Pero con toda probabilidad no nos habrías conocido a nosotros.

-Eso es cierto. Pero si lo miro fríamente, no compensáis…

-¡Qué decepción, escritor!

-¿Has pensado que algunos de esos botes pudieran tener otro tipo de pastillas mezcladas con las de siempre?

Jorge se quedó mirando a Martín. Le hizo un gesto para que siguiera.

-Es la forma más fácil de matarte. Por eso estaban seguros de que robarte era el negocio del siglo. Y no tenían prisa, porque pensaban que nadie tenía acceso a tu nube. No dijiste nada a Nadia de que Dani o yo podíamos leer todo. O tus vecinos, la carpeta de Nadia. Ésta pensaba que era la única. El escritor enclenque y asocial. Y como beneficiarios de tu testamento, Jorgito y Clarita. Así que todos tan amiguitos de tu editor. Todos pensaban que seguías tomando las pastillas cada día. Pero tú y yo sabemos que eso no es así hace muchos años. Aunque fingías muy bien.

Jorge no apartó la vista de su sobrino. Al contrario que antes de comer, ahora le mantenía la mirada.

-Es una posibilidad.

-Yo que tú mandaría analizar todos los botes que guardas en casa. Cada pastilla. Empezando por las últimas remesas. Ponías fechas en los botes.

Jorge miró a todos los que estaban en la sala. Iba a protestar ante la afirmación de Martín de que había fingido seguir tomando las pastillas, pero se dio cuenta que todos lo sabían. Se sonrió y movió la cabeza negando.

-Sois unos cabrones, que lo sepáis.

-Solo te apreciamos, escritor – le dijo Helga.

-Pero entonces hay varios… bandos. – propuso Raúl. – ¿No?

-Eso creo que es cada vez más claro.

-Que complicado.

-Deberíamos atacar a cada uno por partes. Si esperamos a tenerlos a todos… a lo mejor se nos escapan algunos.

-Y seguirán haciendo de las suyas.

-Hay que tener en cuenta que nada de lo que hasta hace unos días daba por cierto, debe tener esa consideración.

Jorge miraba a Martín al decir esto.

-Antes no he acabado de entender lo que decían tus padres de aquello de Dani.

Martín miraba con pena a su tío.

-Es lo que he oído. Que fuiste un insensible y un impresentable. No, un insensato. Hay una pista en el primer relato que te he enviado, al final. Como no has leído ninguno…

Los tres policías no pudieron evitar una sonrisa por el reproche de Martín a su tío. Éste también se sonrió. Tenía razón, no podía defenderse. Cogió su tablet y retomó la lectura. Solo le quedaban un par de párrafos.

En un momento de la discusión, la Guevara le echó en cara a Jorge con muy malos modos que parecía mentira que tanto que se había arriesgado al salvar a Dani de ese depravado, ahora lo pusiera de nuevo en peligro.

-¿No te das cuenta que está destrozado? Jorge por favor. Casi te matan cuando lo sacaste de allí. ¿Quieres que muráis los dos?

-Solo sé que si Carmelo se retira de la película, habrán ganado ellos.

-No tiene que ver con la película. Tiene que ver con sus ansias de poder, de tener a una estrella del cine y la televisión ensartada por su asquerosa polla. ¡¡Joder!! La película, a los que le hicieron eso, les importa un bledo, Jorge.

-Da igual. Habrán ganado.

-Es un niño, Jorge. Tiene catorce años. Por muchas experiencias que haya vivido, te reconozco que al noventa y nueve de la gente, en toda su vida, aunque viva cien años, no experimentará ni un diez de lo que ha hecho Dani a los catorce. Pero sigue siendo un niño. Que está solo. Deja que se retire de la película.

-¿Para que la haga el hijo de tu amiga? ¿Para que tu papel no se resienta?

-Si piensas eso, Jorge, no tenemos nada más que hablar. Si no entiendes que es un niño… y quieres exponer su estado a la luz pública, allá tú y tu conciencia.

-No – podemos – dejar – que – se – salga – con – la – suya.

-No te diré que Asun es la mejor madre del mundo. Pero nunca expondría de esa forma a Biel.

-¿Y sacarle desnudo en cada cosa que rueda, no es casi lo mismo? Él también es un niño.

-Eso está mal, no lo niego. Pero… ésto también. Ésto es mucho peor. La gente cuando lo vea sabrá.

-Sabrá que se… que ha tenido una pelea.

-Y para acabar así a los catorce años en una pelea… ¿Crees que la imagen que da de él es mejor? La realidad es horrorosa. Pero la mentira para tapar la verdad, tampoco lo mejora mucho. Que no tiene un ojo morado, joder. Y además. ¿Quién lo va a cuidar? ¿Quién lo va a proteger hasta de sus padres? Apenas puede mantenerse despierto por los sedantes. Si no los tomara, estaría roto por el dolor.

-Qué esté protegido durante el rodaje, ya está arreglado.

-¿Esa poli se lo va a llevar a su casa?

-Claro. No se va a separar de él.

-No te entiendo, Jorge. En este caso no te entiendo.

Jorge Rios.”

Jorge había reenviado a todos el relato. Estaban leyéndolo. Él llevaba ventaja y había ido al final, como le había dicho Martín.

-Entiendo entonces que tu padre estaba de acuerdo con Nati Guevara. En la parte final.

Martín se encogió de hombros. Jorge le notó que estaba pensando en decir algo. Le dejó tiempo. Según iban acabando de leer, los policías estaban atentos a Martín.

-Es más complicado. Tirso estaba por medio. No puedo hablar de eso.

Jorge seguía mirando a su sobrino. Procuraba no hacer ningún gesto.

-Solo te diré que Tirso estaba ocupado en Portugal. Poniendo a salvo a un niño de ocho años. Siete. Tenía siete. Se enteró porque alguien le avisó. Y llamó a Nando. Pero éste tampoco podía ir. Por eso te pasó a ti el marrón.

Cada frase que decía Martín, estaba bien meditada. Jorge seguía atento.

-Mis padres no estaban tampoco. Les contaron al volver del viaje. Se pusieron muy nerviosos. Te insultaron. Te llamaron de todo.

Jorge no pudo contener un gesto de incomprensión. No entendía lo que contaba Martín. Al menos su relación con Dani y con el tema de esa paliza.

-Oí que fuiste al sitio. Entraste en la habitación en la que estaba Dani. Miraste a todos los que estaban. Fuiste directo a él. El tipo que lo estaba follando te insultó y pidió que te echaran. Se rió de ti. Le cogiste del pelo y tiraste hacia atrás de él. Era un hombre corpulento. Fuerte. Intentó apartarte, pero tú no cediste. Del primer puñetazo que le diste, cuando ya estaba a una distancia de Dani, le rompiste un pómulo. Luego le rompiste la nariz. Le diste una patada en sus genitales, que le dobló completamente. Te agachaste y empezaste a golpearlo con tus puños sistemáticamente. Uno intentó apartarte de ese hombre, pero le diste un puñetazo en la cara y cayó desmayado. Te incorporaste. Le diste a ese hombre un montón de patadas por todo el cuerpo. Te agachaste de nuevo y después de escupirle en la cara le dijiste: “La próxima vez que toques a un niño, te mato.” Lo dijiste en inglés, porque el tipo no era español. ¿Holandés puede ser? O alemán. Otro hombre se acercó con una pistola, pero Nacho se ocupó de él. Le rompió la muñeca de la mano en la que la llevaba. Cogiste a Dani y te lo pusiste sobre el hombro. Desnudo. Sangrando por mil sitios. Hinchado de la paliza que le había dado ese. Nacho te acercó su abrigo y con él cubriste su desnudez. Lo llevaste a la comisaría del Comisario Marcos. Y él allí se ocupó.

Jorge se había quedado epatado. Los policías se miraban. Helga había visto una escena parecida, así que no dudó de que eso fuera verdad y que Jorge fuera capaz de llevarla acabo. Fernando suspiró antes de hablar.

-“Tirso” Capítulo 37. El pavo ese que era alemán, murió unas semanas después en un extraño accidente. “Tirso” capítulo 39.

-Hay algunos detalles que no están en la novela. – dijo Jorge en apenas un susurro. – Otros que están cambiados.

-Mi padre te odia. Desde entonces. Pero te tiene miedo. Mi madre te desprecia. Se retiró para no llamar la atención. Mi padre. Y por eso mi madre también le odia a él.

-La atención ¿Sobre qué? ¿De quién?

-No lo sé.

Jorge supo que le mentía, pero no quiso insistir. Ya era bastante que le hubiera contado lo anterior. Estaba claro que Martín había tomado partido por él. No lo acababa de entender. Siempre había sido muy de sus padres. ¿O no?

De repente todos se quedaron pensando en todas las posibilidades que se habían planteado, y las que cada uno de ellos tenía, pero que de momento se había guardado para sí.

-¿Nos ponemos con las fotos? – dijo Raúl al cabo de unos minutos de silencio.

-Sí, será lo mejor – dijo Fernando.

Martín se levantó de su sitio y fue detrás de Jorge para sentarse a su lado en el sofá. Éste le rodeó con su brazo por los hombros y lo atrajo hacia él. Lo besó profusamente en la sien. Martín acabó apoyando la cabeza en su hombro. No se dijeron nada, pero no hacía falta. Todos habían entendido. Helga se sentó también ahí, mientras Raúl y Fernando lo hacían en dos sillas altas que llevaron desde la cocina. Raúl tenía la tablet que controlaba las imágenes.

-Empezamos por las más antiguas.

Nando no había dejado de mirar a Jorge durante toda la comida. Habían quedado a comer en el Pimiento Verde de Princesa. Hacía un par de días que no coincidían en casa. Nando tenía un perfil bajo en sus apariciones en sus sitios de costumbre. Eso incluía su casa. Jorge se hacía el tonto, pero sabía que eso era porque los problemas con sus negocios fallidos estaban alcanzando niveles peligrosos para su vida.

Nando no le había preguntado hasta el momento por el favor que le había pedido de ir a una de esas fiestas y ocuparse de un chico al que estaban “dándole hostias hasta en el alma”, como le había dicho. Jorge sabía que alguien le habría contado. Por eso quizás no dejaba de mirarlo. No quitaba ojo de sus manos. Parecía buscar heridas o comprobaba si estaban hinchadas. Pero no notaba nada. Eso le desconcertaba.

De todas formas, hacía ya tanto tiempo que esas manos no acariciaban su piel, que apenas se acordaba de ellas. Disimuló unos años después de casarse, pero Jorge le daba repelús físicamente. Llegado un momento, ya no pudo seguir con el engaño. Nando intuía que el sentimiento era mutuo, porque Jorge hacía tiempo que había dejado de buscar un contacto sexual. Ni siquiera se besaban cuando se encontraban. Ni siquiera se miraban apenas. Casi ni se rozaban.

Ese día, era uno de esos en los que Nando se sentía culpable. No pensó en lo que podría haber pasado, cuando le pidió que fuera a esa fiesta. Jorge podría haber acabado seriamente lesionado, incluso muerto. Nando pensaba que Jorge se iba a presentar allí y con la palabra conseguiría que le dejaran llevarse a ese chico. No esperaba que se decantara por la acción. Al final se armó de valor, y después de acabar con las flores de alcachofa y las croquetas de jamón ibérico le preguntó:

-¿Como te fue con ese chico? El de la fiesta.

Jorge masticaba la última croqueta y se metía un trozo de pan a la boca.

-Bien, sin problemas. – respondió de forma seca.

-Pero bien… ¿Cómo? ¿Hablaste con ellos? ¿Les convenciste?

La mirada que le lanzó Jorge fue corta y contundente. En ella le mostró el asco que le daba y también la pena.

-Eso es una gilipollez, y lo sabes. ¿Hablar con un tipo que estaba partiéndole el culo y la jeta a un crío de trece años rodeado de sus amiguitos que esperaban turno acariciándose la polla para que estuviera a punto para meterla en el ano sanguinolento de ese pobre crío, detrás de ese asqueroso y gordo seboso? Por eso no fuiste ¿Verdad? No querías enemistarte con tus amigos. Con tus socios. Vi allí a alguno de ellos. Y a mi amigo Finn, del que me apartaste, como de los demás, pero que ahora parece que hace negocios contigo. ¿Te vende la droga?

-¿Y entonces? – Nando no quiso entrar a contestar a la andanada que le acababa de lanzar su marido. No podía con la incertidumbre de los detalles de ese… asunto.

-Entré. Nacho me señaló el camino. Llegó un rato antes. Saludé a algunos conocidos, como si no pasara nada. Abrí la puerta de la habitación donde estaba. Le dije a ese hijo de puta que dejara al crío. Se rió en mi jeta. Así que fui hacia él, le agarré de su melena grasienta y tiré de él hacia atrás. Me empezó a insultar. Era patético como me miraba sorprendido, con su panza colgando y medio tapando su polla llena de la sangre y de la mierda del crío. Estaba verdaderamente excitado el cabrón. Intentó cogerme de la muñeca y retorcérmela. Uno de sus amigos intentó golpearme con un jarrón, pero lo esquivé. Le partí la nariz del primer puñetazo. Uno menos pensé. Luego, el gordo seboso intentó de nuevo liberarse y no dejaba de insultarme. Decidí no ensuciarme la boca contestándole. Además, los insultos en inglés no me gustan. Decidí que a cada insulto, un puñetazo. Enseguida empezó a sangrar de la nariz y de las cejas. Su ojo derecho se hinchó con una rapidez asombrosa. Lo mejor era ver la cara de incredulidad con la que me miraba. Otro tipo se acercó para pegarme, pero estuvo lento y de nuevo, elegí el puñetazo a la nariz. Puede escuchar el sonido de los huesos y de un par de dientes partidos. Se cayó al suelo medio atontado. Le pisé los huevos, por si no le había quedado claro el mensaje. El gordo ese holandés, se revolvió. No me quedó más remedio que darle un suave toque en sus cojones. Miré un momento al crío, a Dani. Tenía la cara hinchada de las hostias que le habían dado. Pero de una forma exagerada. El color de todo su cuerpo era entre morado y azul. Sangraba del culo, de la nariz, los pezones… le había clavado unas agujas de tejer en ellos… tenía la mirada perdida… le habían llenado el cuerpo de drogas… decidí que ese hombre iba a acabar en el mismo estado que había dejado a … Dani. No quería ponerle nombre… era el crío… el crío… pero era ese crío y tenía un nombre: Dani. No era justo. No lo era. Era como despersonalizarlo. Como cuando numeramos a las víctimas de una masacre. Me agaché sobre ese sucio holandés y empecé a machacarle la cara a puñetazos. Se me cargó el hombro de tanto ejercicio, así que me incorporé y lo cambié por darle unas patadas repartidas por todo el cuerpo. El tío asqueroso seguía insultándome y amenazándome. Decía que me iba a matar. ¡Que hijo de puta! Llegaron dos que debían ser sus guardaespaldas. Uno fue directo hacia mí. Le di un puñetazo en el estómago y luego tres o cuatro en la cara. El otro sacó una pistola, pero Nacho se ocupó de él: le rompió la muñeca. Que fuerza tiene el cabrón.

Jorge bebió un trago de vino. No quiso mirar a Nando que lo observaba con la boca abierta. Seguramente sus fuentes no estaban allí y habían hablado de oídas.

-Nacho me hizo un gesto, para que parara. Me señaló al crío, mientras él se ocupaba de alguno de los amigos del asqueroso que empezaban a reaccionar. No fue una buena decisión, Nacho no tuvo compasión de ellos. Me acerqué al … a Dani y le acaricié la cara. Mi mano se manchó de sangre, de mocos y de … mejor no lo describo. Su mirada estaba perdida, pero aún así, se me quedó mirando y parecía querer darme las gracias. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Le besé la cara repetidamente, me daba igual que besara sangre, mocos o baba. Su boca olía a hiel. Tardó en quitarse de mi boca su sabor metálico… Me enternecí… casi me echo a llorar. Lo recogí del suelo. Apenas podía moverse. Tenía un brazo roto y un dedo del pie. No quise quitarle esas agujas de los pezones, sabía que si lo hacía, sangraría todavía más. Y ya había perdido demasiada sangre. Me lo cargué en el hombro. Nacho se quitó su americana y lo tapó con ella. Le envolví en ella.

-A la salida, me encontré con el anfitrión de la fiesta. Ni sé como se llama. Le cogí de la pechera y me lo acerqué hasta que nuestras frentes se chocaron. Sí, Dani seguía sobre mi hombro. Quería que ese hijo de puta viera bien de cerca lo que el hijo de puta ese, que nunca debería haber entrado en esa fiesta, porque estaba vetado, le había hecho al chaval. Y mis manos, cuando le agarré a ese estúpido, estaban manchadas de sangre. Luego seguí limpiándomelas en su americana. Le dije:

Tienes suerte de que este chico necesite urgentemente un médico. Si no te dejaba ahora mismo en el mismo estado que ese hijo de puta, que nunca debería haber entrado aquí, le ha dejado a él. Pero piensa que Tirso cuando vuelva de su viaje, te va a romper la crisma. Y al cabrón que ha traído a este chico, va a saber lo que es perderlo todo. De eso me voy a encargar yo mismo”.

Un camarero vino a retirar los platos de los entrantes. Enseguida les pusieron los cubiertos para el segundo. Jorge se había pedido un solomillo con foie de oca y Pedro Ximénez. Nando había preferido en Rabo de Toro. Mientras esperaban la llegada de la comida, estuvieron en silencio. Jorge miraba a su marido, pero éste no levantaba los ojos de la mesa. Parecía estar estudiando el dibujo del mantel.

Llegó el solomillo de Jorge y el rabo de toro de Nando. Jorge le pegó un corte a la carne para comprobar que estaba en el punto que le gustaba. Asintió al camarero que después de servirles una copa de vino a ambos, se retiró y les dejó solos.

-¿Y como está Dani?

-Se encargó ese policía. Lo llevó a un médico de confianza. No me quiso decir su nombre. Ellos lo cuidarán.

-Dani no podrá seguir en la película que está. Eso… va a ser un desastre. Todo el mundo se va a enterar.

-Me ocuparé de cambiar la historia. Encima que le han dado por culo, no va a perder su trabajo.

-Pero eso…

-Te he dicho que me ocupo. ¿O no quieres que me ocupe?

-No has escrito nunca un guion.

-Pero he escrito decenas de novelas. Algo de práctica tengo en eso. Y esa película tiene un guionista que traducirá mi historia al lenguaje del cine.

Nando pareció suspirar de alivio.

-¿Eso es lo que te preocupa? ¿La película? ¿Desde cuando te gusta tanto el cine? No intentes convencerme de que ese chico te importa lo más mínimo.

Jorge se lo quedó mirando. Solo hubo un momento en que Nando levantó la mirada y se cruzó con la de Jorge. Éste se puso tenso en la silla. La espalda se le puso recta. Las piernas se le tensaron.

-No me jodas. ¿Has invertido? ¿La produce algún amigo tuyo?

-Paco Remedios. Anda muy pillado de pasta. Esto puede ser su ruina.

-Fijate, si se queda sin pasta, a lo mejor los chavales de dieciocho no quieren meterse en su cama.

Jorge se lo quedó mirando. Nando estaba sudando, y no parecía que fuera porque el rabo de toro tuviera mucho picante. Pero el escritor no quería ayudar a que dijera lo que tanto reparo de daba. Ese iba a ser uno de sus placeres en adelante: hacerle pasar malos ratos, humillarlo.

-Es que he puesto todo nuestro dinero en la película. Me lo pidió… es un buen productor. Me pareció un negocio … rentable.

Jorge dejó los cubiertos en el plato y se recostó en la silla.

-Define todo.

-Queda en la cuenta 2.345,48 Euros.

Jorge levantó las cejas.

-¿Y?

Seguía sudando a mares. No había acabado.

-Pedí en nuestro nombre un préstamo de veinte millones.

-Quieres decir que en realidad financiamos la película entera. Quieres decir que mis tres próximas novelas van a ser para devolver ese préstamo si la película es un fracaso. Para pagar a los padres de ese Dani, para que se lo gasten en drogas y en putas. Porque el sueldo de ese chico se llevará la mitad de nuestro dinero. Su caché es estratosférico.

Nando hizo un gesto con la cabeza. A Jorge le quedó claro que no eran los únicos financiadores, pero sí los muy mayoritarios. Según sus cuentas, habían puesto del orden de los sesenta millones de euros.

-La única razón de que no me levante de la mesa, es que el solomillo está de muerte. Y ya que durante un tiempo, tengo la impresión de que no podré comer en restaurantes, quiero disfrutar de esta comida. Esta tarde voy a llamar al director de nuestra oficina bancaria y te voy a quitar el poder sobre mis cuentas. No vas a volver a hacerme esta jugada otra vez. No voy a financiar más tus negocios. Y tienes suerte de que en lugar de ir a la oficina bancaria, no vaya a un abogado matrimonialista para que ponga en marcha el divorcio. Tienes dos años para arreglar todo. De aquí a dos años, haré eso también. Pero desde ahora mismo, no vas a poder sacar ni cincuenta céntimos de mi cuenta.

-No te reconozco, pareces otro. – dijo Nando en apenas un susurro.

-Me has mentido cada día desde que nos conocimos, Fernando. Ya estoy cansado. Ésta ha sido la penúltima jugarreta que me haces. No digo la última, porque como en las rondas con los amigos, no sé lo que voy a saber mañana.

Jorge se incorporó y volvió a coger los cubiertos. Se llevó un trozo de solomillo a la boca.

-Está riquísimo. ¿Quieres probar un poco?

Jorge Rios.

Notas:

Por si acabas de llegar y te apetece empezar a leer «Necesito leer tus libros» desde el principio, pincha este enlace.

Necesito leer tus libros: Capítulo 1.

Necesito leer tus libros: Capítulo 66.

Capítulo 66.-

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Javier estuvo un rato sentado en el coche. Había llegado un poco pronto a su cita. No le vino mal porque así tuvo un tiempo para concienciarse y para coger fuerzas.

Era uno de los encargos de Jorge. Todavía estaba pensando como en una reunión que pensaba que él había sido el que marcó la estrategia a seguir, en el último momento, Jorge le dio la vuelta. Y como él había aceptado la situación sin ofrecer resistencia.

Cuando le dijo que Aitor había identificado al predecesor de Galder en los juegos de la embajada, y que sería conveniente que fuera a entrevistarse con él, no supo decirle que no. En ese joven, al parecer, se juntaban dos datos curiosos: primero, que se trataba por así decirlo de la misma performance que la de Galder. Pero después, un dato interesante y preocupante es que se trataba de un joven que tenía un cierto parecido físico a Rubén. Aitor le había mandado fotos y la verdad es que era asombroso. Hasta pensó que podría tratarse del supuesto hermano o hermana melliza o gemela o… todo lo contrario.

Pero ¿Era normal que en ese caso, hubiera tantos protagonistas que se parecían? Martín y Carmelo. Nuño y el mismo. Ahora Rubén y ese chico que parecía llamarse Nabar. Con Nuño, se hizo un análisis de ADN hacía tiempo, por asegurarse de que no eran familia. En algún momento llegó a temerse que al ser sus padres muy amigos, hubieran sido… amantes. Pero el ADN dictó que no eran hermanos ni nada que se le pareciera. Con Carmelo y Martín, tenía la idea de proponérselo cualquier día. Los padres de Carmelo le producían cero confianza. Y a partir de ese punto, la imaginación era libre de ir a lugares… oscuros e insondables.

Y ahora de nuevo, un nuevo caso de parecido extraordinario. Y lo único que estaba claro es que el origen de Rubén, era absolutamente desconocido. Todavía no habían podido avanzar gran cosa en el tema “Lazona”. Sus padres legales actuales era claro que eran padres de pega. Una tapadera para que el abuelo pudiera tener cerca a ese joven. A parte de las fotos que había en casa de RoPérez y su mujer, y algunas instantáneas y vídeos cortos encontrados en la dark web, o en redes sociales de conocidos que se habían olvidado de borrarlos en su día. Quizás porque alguno de los propietarios de esas redes había fallecido. En esas fotos o vídeos, apenas se les veía de fondo o como comparsas. No protagonizaban ninguna escena. No había ninguna foto de los dos hermanos posando, o de ellos con Lazona o los RoPérez. Ni siquiera con su abuelo, Bonifacio Campero.

¿Y que era lo que buscaba ese Bonifacio ocupándose de ese chico? Era una de las incógnitas que más le preocupaba. Y la relación de Bonifacio con esa red mafiosa, “Anfiles”, no estaba en absoluto acreditada, en todo caso, por la adopción fraudulenta de Rubén. ¿Una recompra? ¿Lazona había comprado a los hermanos? No había ningún documento que acreditara ni siquiera la adopción de esos chicos. ¿Dónde se había sacado la carrera de diseño Rubén? ¿Con qué nombre? ¿Verdaderamente lo había estudiado? No habían sido capaces ni de encontrar su expediente académico. Para el Ministerio de Educación, Rubén Lazona no existía.

Carmen había vuelto a entrevistarse con Carlota Campero. El resultado había sido el mismo que en su primera entrevista. Las mismas respuestas evasivas: “no sé nada, mi padre no me contaba nada, Dimas no contaba nada de su trabajo… la gente de esas fotos no eran de su círculo de amigos”.

-Dígame por favor cual es su círculo de amigos – preguntó Carmen resignada.

-Mis amigos son gente importante. No estoy autorizada a hablar de ellos. Y si sabe lo que le conviene, mejor será que los deje en paz.

-¿Me van a degradar? ¿Me van a expulsar de la policía? – Carmen sacó su mejor tono de sarcasmo al formular esas preguntas.

-Usted sabrá.

-¿Me está amenazando?

-Solo la estoy avisando.

-¿Quién ha heredado los bienes de su padre?

-No lo sé. Mi padre me hizo una donación hace años. Según él, no debía esperar nada más. Me da igual, porque tengo los bienes de mi madre.

-Usted tiene un hermano ¿No?

-Se fue a hacer las Américas.

-¿Y le ha ido bien?

-No tengo contacto con él. Se distanció del resto de la familia.

-O sea de usted y de su padre. ¿O hay más familia?

-Eso a usted no le importa.

-¿Tiene que ocultar algo su familia?

-Mi familia es muy respetable. No tiene por qué molestarlos.

-Dada su colaboración, lo haremos. Si usted no nos da respuestas, las buscaremos en otros lados. Y a cuanta más gente preguntemos, más personas sabrán de sus problemas.

-No tenemos ningún problema. Y si va haciendo correr esa idea, será mejor que se atenga a las consecuencias.

Carmen una vez más se tuvo que contener para no llevársela en ese momento detenida. Pero se atuvo al plan que Javier había impuesto. Dejarles libres por ver si hacían algún movimiento que pudiera llevarles a algún sitio. Pero lo único que de momento habían sacado, es conocer un montón de llamadas tanto de ella como de su marido intentando buscar apoyos para salir del embrollo. Para que el juez o ellos olvidaran sus descubrimientos. O para que Javier dejara de ser el jefe de la Unidad de Investigación.

A Javier le hizo gracia que le hubieran investigado. La muerte de su marido y el periodo que había pasado deprimido, era el argumento. Indudablemente, el no haber sido detenidos, les había espoleado. Habían consultado con varios abogados, incluidos algunos del despacho de Otilio Valbuena. Ante las evidencias, todos habían llegado a la conclusión que tanto el juez como Javier y Carmen, se habían acojonado. Les tenían miedo. Javier se había reunido con el juez Bueno y éste le había impuesto proseguir con las diligencias. Citarlos oficialmente en el juzgado para declarar de los delitos de los que se les acusaba.

-Una cosa es que no los metamos en la cárcel, que yo estoy más bien de acuerdo con Carmen y lo hubiera hecho, y otra es dejarlos a su aire. Hay unos delitos y deben empezar a dar explicaciones.

-Tengo la esperanza de que hagan algún movimiento que nos lleve a más respuestas.

-Vale. Pero presionemos. Ahora les estamos dando el mensaje de que puede que se vayan a salir con la suya. Y que estamos acojonados. No sabes la de mensajes que me han enviado a través de personas importantes y conocidas.

-Y a mí – le dijo Javier. – Hasta a varios Ministros les han ido con el cuento.

-Pero de esos ya te encargaste de ir a verlos antes.

-No soy nuevo, Miguel. Sabes que en todos los sumarios que tengamos de este caso, las cosas van a ir así. Y estos, soy unos mindundis comparados con los que llegarán después. Ya sabes por lo que pasó mi padre, lo sabes mejor que nadie.

-¿Miraste de buscar esos documentos de tu padre que te dije?

-Ya te comenté que no tengo nada. Si los tenía, no me dijo nada. En casa no estaban. Cuando murió y me trasladé a su casa, no había nada. Lo revolví todo.

-¿Y en aquella casa del pueblo? La de tus abuelos.

-Nada tampoco. La vacié antes de venderla.

-Deberías habértela quedado.

-Había que gastarse mucho dinero en acondicionarla. Y sabes que soy más de ciudad.

-Pues para irte unos días de vez en cuando, creo que te hubiera venido de cine.

-Los pueblos están sobrevalorados – dijo Javier sonriendo.

El juez Bueno le había dado al final una semana. En cuanto pasara, empezaría a mandar requerimientos y citaciones.

-Iremos con calma. Pero para que no se acomoden. Entonces a lo mejor es cuando comenten errores.

Javier aceptó la decisión del juez. Tampoco podía hacer nada al respecto. No quería discutir con el juez Bueno. Prefería tenerlo de su parte.

Ramón y Pedro iban a empezar a entrevistarse con las personas que parecían tener relación con la familia RoPérez y Campero. Las indagaciones en el vecindario de Lazona y en sus empresas, las había asumido el Comandante Garrido. Era la primera vez que asumía una parte de la investigación de la Unidad de la Policía en el proceso que habían iniciado de colaborar estrechamente. De momento era un acuerdo que no se había hecho público. Muy pocos sabían, incluso en ambas Unidades, de que eso era así. Los muy cercanos a los jefes de cada Unidad y algunos de sus miembros a los que les habían asignado esas investigaciones. En el caso de Lazona, el teniente Romanes se había hecho cargo, bajo la supervisión del jefe de la Comandancia Madrid-Norte, el comandante Garrido.

El acuerdo tenía todo el sentido, ya que cuando más avanzaban, era claro que Concejo del Prado tenía mucho que ver en esa asociación de malhechores. Concejo y los pueblos vecinos. Eso supondría en un futuro que pudiera haber dudas respecto a las competencias. De esa forma, llevando el caso entre ambas Unidades, todo eso quedaba solventado de un plumazo.

Una vez más, Jorge les había enseñado el camino. Se habían centrado mucho en buscar las informaciones en registros on line. Y en este caso, era evidente que esos registros estaban manipulados o se habían ocultado. Al informarles que Lazona había ejercido su derecho al olvido en lo referente al mundo cibernético, les había abierto los ojos.

Miró la hora. Era el momento de enfrentarse a ese joven. En realidad no le agradaba ese encuentro. Otra vez su vida personal se entremezclaba en la profesional. No le apetecía preguntarle a ese joven por esa situación al límite a la que se había visto expuesto Galder también. Desde que tuvo conocimiento de ese suceso, no pudo evitar alguna noche imaginarse a su antigua pareja atado y siendo humillado por esos hombres. Lo que le atormentaba de verdad, era intentar comprender como Galder se prestaba a esas experiencias. No tenía nada en contra de los que gustaban del sado, aunque estas sesiones le parecían distintas. Y tampoco recordaba que Galder hubiera mostrado interés por el dolor o el sexo extremo. Todo indicaba, según le había contado Jorge, que Galder conocía a esos tipos y se metió en esa experiencia sin ser obligado, drogado o chantajeado. La única duda era si la sesión fue exactamente lo pactado. Pero en todo caso, esa segunda parte la abortó Jorge con su aparición estelar.

Bajó del coche. Estaba en un pueblo pequeño de la provincia de Burgos: Mejorada de Catón. Allí, una ONG había creado un refugio para chicos agredidos física o sexualmente. Había sido Elio, el novio de Matías, el que había sabido de ella por unos conocidos.

Fue a llamar a la puerta, pero se dio cuenta de que estaba abierta. Pasó dentro y pegó una voz para avisar a los habitantes que tenían visita. Un joven de unos veinticinco años salió a su paso. Era delgado y no muy alto, poco más de 1,70. Cara afilada, con un permanente gesto melancólico. Pelo muy corto, teñido de blanco. Parecía que al andar se deslizaba. Le recordaba a Jorge antes de dejar las drogas y empezar a temer por su vida.

-¿Es usted Javier? Odei nos ha avisado de que iba a venir. Me ha pedido que lo esperara para acompañarlo.

-Javier Marcos.

-Jordi Colomer.

Chocaron los puños a modo de saludo.

-Pase, lo acompaño. Odei está hablando por teléfono con el padre de un compañero.

-No tengo prisa, puedo esperar. No quiero interrumpirlo.

-Me ha pedido que lo acompañe. No se preocupe. Me imagino que al ser policía no tendrá que ser discreto con usted. Al menos le precede la fama de policía de confianza.

-¿A sí? No sabía.

-Algunos compañeros han tenido malas experiencias con sus compañeros.

-Eso me interesa. ¿Eres tú uno de esos?

-Hoy ese tema no toca, como dicen los políticos.

-Pues no me parecería mal que tocara hoy. Es un tema que me tiene a mal traer.

-¿Le apetece que le enseñe las instalaciones? – el tal Jordi era claro que no tenía intención de enredarse en una charla cuyo protagonista fuera él mismo. Solo había dejado claro que alguien les había dicho que Javier era de confianza y por eso estaba allí para que uno de los suyos le contara sus problemas.

La casa la verdad es que le pareció a Javier muy acogedora. Se asemejaba a una casa rural de medio standing, pero con un toque de calidez familiar. Algunas de las paredes estaban llenas de fotos de jóvenes que Javier se imaginaba que habían estado allí viviendo por una temporada, hasta recuperarse de las vicisitudes que hubieran tenido que afrontar. En una de las salas por las que pasó vio un piano y algunos otros instrumentos musicales. Se paró y volvió a ella. Vio un par de violonchelos apoyados en sus soportes, algunos estuches que parecían de violines o violas. Una batería… le pareció ver un fagot y un par de flautas. Dos guitarras eléctricas en una esquina y un bajo. Parecía un aula de música. Eso le hizo preguntarse si en ese Centro había más músicos como Sergio. Podría ser que solo utilizaran la música como terapia.

-Es nuestra sala de música. – comentó Jordi que pareció intuir por dónde iban los pensamientos del comisario – Muchos de nosotros tocamos algún instrumento. Algunos lo dejaron hace tiempo, pero han tenido la oportunidad de recuperar la afición. Nos hace bien. La música siempre hace bien.

-¿Tú también tocas? – le preguntó Javier.

-El piano.

-¿Te importaría tocarme algo? Así le damos tiempo a Odei para que acabe su charla con ese familiar.

-No soy muy bueno.

Javier lo miró fijamente.

-Tengo la impresión de que eso no es así. – respondió Javier al cabo de unos segundos.

El joven se encogió de hombros y se sentó en la banqueta frente al instrumento. Javier se apoyó en en lado del piano que estaba al descubierto. Era un piano de cola con la tapa levantada por un lateral. Era buen instrumento. La ONG no había escatimado en gastos, al menos en ese aspecto. No eran baratos. Ni el piano ni el resto de instrumentos que podía ver a su alrededor. El joven miró a Javier, puso las manos en el teclado y empezó a tocar:

.

(Händel: Minueto en sol menor)

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Javier supo en los primeros compases que Jordi, aunque no había elegido una pieza especialmente complicada para lucirse, era un buen pianista. Se le volvió a pasar por la cabeza pensar que estuviera allí por algo parecido a lo que le pasó a Sergio. Enseguida apartó la idea de la cabeza. A ese lugar iban chicos que habían sufrido muchos tipos de problemas. Podía ser un maltrato familiar o en el colegio. O podía haber sido un momento depresivo, como el de Nuño, por ejemplo. No pudo conectar la mirada con el músico, porque en cuanto se había puesto a tocar, había cerrado los ojos. Decidió dejar sus teorías aparcadas y disfrutar de la música.Él mismo cerró los ojos y se concentró en sentir lo que estaba escuchando.

Cuando Jordi acabó la pieza, los aplausos de una persona les hicieron salir de su abstracción. Los dos giraron la mirada hacia la puerta, y allí, Javier vio al que pensó era Odei, el director de ese centro. Javier le echó unos cuarenta años. Alguno más, quizás. Tenía algo de sobrepeso, pero su manera de moverse era ágil. Mirada decidida, pero envolvente. Parecía tener un aspecto un poco descuidado, despeinado, no vestía elegante, barba de un par de días… pero a Javier le pareció que todo ello era estudiado. Quería dar una impresión determinada sobre todo a los chicos a los que ayudaba. Hoy no iba a tener tiempo, pero ese hombre merecería en algún momento una entrevista tranquila. El hombre, mientras caminaba al encuentro del comisario, tendió decidido la mano para estrechársela.

-¿Javier Marcos? No sabe lo que me alegra conocerlo. Me han hablado tan bien de usted que me apetecía poder tener un cambio de impresiones con usted.

-¿Y si nos tuteamos? – propuso Javier respondiendo al saludo de Odei.

-Por mí bien. Veo que has convencido a Jordi de que toque para ti. No creas que todos lo consiguen.

-Me alegro que eso sea así. Ha sido un placer escucharte Jordi – ahora se dirigió a él – Muchas gracias por este regalo. Mi madre tocaba el piano también. Su sonido me lleva de nuevo a mi infancia. Ella murió cuando yo era pequeño. Espero que luego, si hay oportunidad, me toques algo más.

-Esta vez deberá elegir usted…

-Tutéame, por favor.

-Si eliges lo que quieres que toque.

Javier se lo pensó un momento. Recordó una de las piezas que le gustaba tocar a su madre.

-Me haría ilusión que tocaras la Sonata nº 2 de Chopin. ¿Sería posible? La tocaba mi madre.

-Tranquilo, es posible. Jordi tiene un repertorio amplio. – contestó Odei con un cierto tono de orgullo.

-¿Es cierto que en su trabajo ayuda a gente como nosotros?

La pregunta sorprendió a ambos hombres. Odei fue a intervenir, pero un gesto de Javier le hizo reconsiderar su intención. Fue el comisario el que habló.

-Soy policía y mi trabajo es ayudar a las personas a las que otras gentes les han hecho daño. Intentar que eso no vuelva a ocurrir y a la vez intentar castigar a esos abusones. Y no hay nada que nadie pueda hacer porque eso no sea así. Quizás por eso te han comentado que soy un policía en el que se puede confiar, no como otros. Eso quiero que lo tengas claro, y si alguien te pregunta lo traslades: tanto yo como mi equipo, Carmen, Olga, Matías, Aritz, Teresa, Patricia… el comandante Garrido y su equipo de la Guardia Civil, todos estamos conjurados para proteger a las personas que lo necesitan. A veces no conseguiremos condenas a los malos, son casos difíciles, pero nunca descansamos en lo que respecta a proteger a las víctimas.

Jordi pareció conforme con la respuesta del policía. Sonrió ligeramente.

-¿Puedo ayudarte en algo? – preguntó Javier de improviso.

-No quiero entretenerte. Has venido para ocuparte de otro compañero.

-Puedo también sentarme a escucharte. No tengo prisa. Me gusta escuchar y más si es a personas talentosas como tú que han pasado a lo mejor, por una mala época.

-En otro momento.

-O puedo mandar a algún amigo para hablar contigo. ¿Te apetece? Vamos a hacer una cosa. Apúntate mi teléfono y me llamas con lo que decidas. Si quieres quedar conmigo, estaré encantado de volver. Mi amiga Carmen puede acercarse también. O Aritz, o Fernando… o si lo prefieres puedes hablar con un amigo mío, que intuyo del que te han hablado bien también, Jorge Rios, se lo puedo pedir y él se acercará encantado.

Estuvo observando al joven mientras hablaba. Permaneció inmutable mientras hablaba. Al nombrar a Jorge, no pudo evitar un ligero tic en el ojo izquierdo. Parecía que Jordi no iba a confiar en nadie que no fueran ellos dos. Germán o Tirso debían estar por medio. Era su marca.

Le empezó a cantar el número de su móvil. Para sorpresa de Javier, Jordi no hizo amago de apuntarlo. Odei sonrió ante el ligero gesto de sorpresa del policía.

-Tranquilo, ya lo ha apuntado en su cabeza. Nunca lo olvidará.

-Así nadie sabrá que lo tienes ¿Verdad? Lo que no quieres que nadie vea, no lo escribas.

Jordi hizo una mueca difícil de interpretar. Pero Javier tuvo la certeza de que ese joven había ejercitado su memoria para no confiar los datos que le interesaban en ningún dispositivo o papel. Cada vez le intrigaba más ese músico.

-Nabar nos está esperando en el jardín. – le indicó Odei con delicadeza. El mensaje iba destinado tanto para el policía como para el músico.

Javier hizo un gesto de asentimiento y se despidió de Jordi con una mueca y una sonrisa. Odei le precedía en el camino hacia la parte de atrás.

-Es el jardín. Es amplio como puedes comprobar. Si el tiempo acompaña, prefiero que estén al aire libre. Respiran aire puro, les da el sol, cosa que está comprobado que da mucha vida… Aquí nadie les molesta. Pueden hacer deporte, pueden tener sus juegos, o tocar algún instrumento. O pintar, o leer. Mira, ese es Nabar.

Odei señaló a un joven que leía sentado en un banco en la parte más alejada del jardín. Indudablemente era él. Aunque en las fotos que había visto, el parecido era mayor, su semejanza a Rubén seguía siendo extraordinaria. Había más chicos allí. Dos estaban haciendo ejercicios de recuperación física en unos aparatos que había en una esquina. Se habían parado un segundo y miraban al policía. En el otro lado, había otro chico que pintaba. Y vio a otro que sencillamente tomaba el sol con el torso desnudo tumbado en el suelo. Fue el único que no se movió para observar al comisario.

-¿Quién le trajo? Me imagino, por lo que sé, que en el estado que estaba no podría haber venido el solo por sus medios.

-No. Antes tuvo que estar un tiempo en el hospital. Luego, la convalecencia la siguió aquí. Tenemos fisioterapeutas que vienen todos los días, y el médico del pueblo está pendiente de nuestros chicos.

-No me has respondido.

-Me vas a perdonar, pero ese dato no es conveniente que… no puedo decírtelo. No te lo tomes a mal. Algunas de esas personas que nos traen a estos chicos, se juegan la vida al hacerlo. Son buena gente. No es que desconfíe, pero… como has dicho antes, lo que no quieres que se sepa…

-Lo entiendo. ¿Algo que deba saber de Nabar?

-Es mejor que lo que sea, lo descubras tú mismo. En otro momento si lo consideras oportuno cambiamos impresiones, pero fuera del refugio.

Anduvieron los pocos pasos que les separaba del banco donde leía Nabar. El chico notó que se acercaban y levantó la cabeza. A Javier le pareció que sonreía ligeramente. Eso quería decir que su visita era bien recibida. No dudaba que a ese joven, como a Jordi, le habían dicho que podía confiar en él.

-Nabar, quiero presentarte a Javier. Es policía. Es el hombre del que te he hablado.

Odei miraba con dulzura al joven que seguía sentado. Había puesto el marcapáginas en el sitio que correspondía y había dejado el libro sobre el banco.

-Perdona que no me levante. Mis piernas no están muy fuertes todavía.

Javier, mientras chocaba su puño con el del joven, echó un vistazo a su alrededor y pudo ver unas muletas apoyadas en el respaldo del banco. Odei se alejó unos metros para acercar una silla para Javier.

-¿Estarás bien? – le preguntó Odei con dulzura. – ¿Quieres que te traiga algo?

-No gracias. Estoy bien. Tengo mi mochila con mis gominolas y mi botella de agua.

-Vaya, te gusta el dulce. Eres de los míos.

-Es para la ansiedad. A veces me pongo nervioso y con las gominolas… me relajo. Las mastico despacio, las saboreo, y casi siempre, consigo que se me pase la angustia.

A Javier se le escapó una ligera mueca de pena. Había sacado la impresión al verlo que ya había superado todas las secuelas de esa experiencia. Saber que eso no era así, le entristeció. Por lo que sabía, de ese suceso en la embajada habían pasado más de cuatro meses. Se sentó en la silla, sin acercarse demasiado. Sabía por experiencia que a veces, la cercanía de una persona extraña no era bien recibida. Podría agobiarse. Quería que el chico se sintiera cómodo.

-Os dejo solos. – anunció Odei – Si necesitas algo, me llamas al móvil.

-Gracias Od. Creo que Javier me podrá ayudar si necesito algo.

-Claro. Lo que quieras. – respondió éste sonriendo.

Javier fue a hablar, pero Nabar le hizo un gesto para que esperara unos momentos.

-Odei es muy majo y buena persona. Pero a veces le afectan nuestras historias. No quiero preocuparlo. Somos diez los chicos a los que nos tiene que apoyar.

-Pero tendrá ayuda. – Javier estaba sorprendido por esa reflexión del joven. Era cuando menos curioso que el paciente se preocupara por el estado mental y anímico de su cuidador.

-Sí. Pero él es… como el más cercano. El confidente de todos. El resto hacen su trabajo pero… es distinto. No los critico. Aquí cada uno tenemos una tragedia en la mochila. Si eres medianamente empático, debe ser angustioso. Odei lo es. Le he visto más de una vez llorar en su despacho.

-¿Qué estás leyendo?

-Cuando me han dicho que ibas a venir, me he puesto a releer “Esa maldita noche”, de Jorge Rios. Me habían dicho que a lo mejor venías con el escritor.

De nuevo Javier volvió a sorprenderse. No sabía que pensar. Sacó el móvil y llamó por videoconferencia a Jorge. Rezó porque el escritor pudiera contestar.

-Javier, un segundo – era Fernando el que había respondido – está firmando un libro. Ya ha acabado. Te lo paso.

-Dime Javier. ¿Ha pasado algo? – Jorge había cogido su móvil. Parecía preocupado.

-Estoy con una persona que a lo mejor le alegra saludarte.

Javier miró a Nabar que de repente se había puesto nervioso. Javier le iba a tender su móvil para que hablara con Jorge, pero al final decidió sentarse a su lado, girar el teléfono para que salieran los dos en la imagen y ponerlo en horizontal.

-Vaya. Es mi día de suerte – dijo Jorge al ver al joven – Pensaba que me llamaba un chico guapo, pero veo que son dos los que me llaman. Tú debes ser Nabar.

-¿Sabes quién soy? – dijo el aludido balbuceando.

-Nabar pensaba que ibas a venir conmigo. – le aclaró Javier.

-De haberlo sabido me habría acercado. Oye, Nabar, pero si te apetece, un día de estos me voy para allí y a lo mejor podíamos comer los dos. ¿Te parece?

-Eso sería genial – dijo en un suspiro – Pero te advierto que todavía estoy un poco flojo. Llevo muletas.

-No te preocupes. Puedes apoyarte en mi brazo. Ese día te sirvo yo de muleta. Javier también es fuerte. Más que yo. Dile que se pague algo en el bar del pueblo. Es un tacaño. Si consigues que te invite, el día que vaya te llevo un regalo.

-Pues eso ya sabes… nadie ha conseguido que pague una ronda – bromeó Javier. – Te puedes ahorrar el regalo.

-No le hagas caso. Tú inténtalo. ¿Estás bien Nabar?

-Sí. Bueno, poco a poco. Hoy tengo un día bueno. Además ha venido un chico guapo y por ahí veo que viene otro chico guapo. Y por la pinta es policía también.

Javier sonrió.

-Es Aritz – le aclaró a Jorge – Debe estar preocupado y ha dejado la vigilancia para hacerme compañía.

-Pues mira, ya tienes dos muletas hoy – dijo Jorge sonriendo. – No vale que pague Aritz. Tiene que pagar Javier.

-Vale. Yo lo intento.

-Un beso Nabar. Os tengo que dejar. Pero piensa lo que te he dicho. Me acerco un día para estar contigo.

-Sí, vale. Me gusta eso. No sé que decir.

-Tranquilo. Un beso Nabar. Y nos vemos pronto. Cuida bien a Javier. Es un buen tipo. Puedes confiar en él al cien.

-Ya, eso ya me lo han dicho.

-Un beso

Jorge había cortado la comunicación. Javier se guardó el teléfono. Cuando lo hizo, Nabar se abrazó a él. Lloraba de emoción. Hasta temblaba ligeramente. Aritz tuvo que girarse para no ser testigo de ese momento de emoción del chico, y para poder el mismo secarse los ojos. No se acostumbraba a esas escenas con esas víctimas que cuando se abrían a alguien, se vaciaban por completo.

-Mira, Nabar, te presento a Aritz. Es un compañero y una persona muy querida. Si te parece, va a ser la otra muleta para que vayamos a comer luego. Es de confianza, así que si te parece bien se queda con nosotros.

-Eres guapo también.

-Gracias – dijo Aritz que había logrado dominar su emoción y le tendió el puño al joven a modo de saludo.

-¿Y qué queréis saber?

-Todo lo que seas capaz de contarnos. – Javier no había vuelto a la silla. Nabar no rechazaba el contacto físico, al menos el de él. Al revés, lo buscaba. La persona que le había hablado de ellos, era claro que tenía ascendiente sobre el joven. Tras pensarlo solo un par de segundos, lanzó una moneda al aire, por ver si salía cara.

-¿Quién te sacó de allí? ¿Germán?

Nabar asintió despacio con la cabeza, sin apartar la mirada del policía.

-Confías en él.

-Me salvó. Me cuida. Es lo único que tengo.

-¿Conoces a Rubén Lazona?

Nabar se quedó callado mirando a Javier. De reojo miraba a Aritz. Éste se percató de la mirada y se levantó para irse. Nadie le había dicho que podía confiar en él. Germán no se lo había dicho. Pero al final le hizo un gesto para que no se fuera.

-Es mi primo – dijo en apenas un susurro. – Pero no se llama así. Se llama Brenan Casariego.

Javier levantó las cejas sorprendido. Cruzó una mirada con Aritz que estaba igual de sorprendido.

-Y a Eva Lazona ¿La conoces?

Nabar se echó a llorar.

Javier le dejó relajarse unos segundos.

-¿Nos puedes decir su nombre de verdad?

-Dilan Casariego. Es su hermano gemelo.

-¿Gemelos? – repreguntó Javier.

El joven asintió con la cabeza.

-¿Por qué no nos cuentas la historia desde el principio?

Javier más que hacer la pregunta, se la susurró. Había puesto su mano sobre el brazo de Nabar ya en la primera pregunta. Ahora le soltó y se acomodó para escuchar. Pero Nabar le tendió la mano. Javier entendió y se la cogió.

-No hay prisa. Tenemos todo el día. Y toda la semana si hace falta. A tu ritmo. Estamos aquí para escucharte y cuidarte, si es que es lo que quieres.

No contestó con palabras, pero apretó la mano de Javier. Eso le hizo pensar que iba a contarles.

-Nuestras madres eran gemelas – empezó a decir. – En nuestra familia parece ser que es normal los gemelos, incluso trillizos. Yo no tuve un hermano gemelo. Al menos que sepa. Aunque si nos juntábamos los tres, podíamos decir casi que eramos trillizos. Al menos cuando fuimos adolescentes. Ellos son mayores que yo. Y… a veces…

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-Paga Aritz – dijo Javier guiñándole el ojo.

-¡No por favor! – suplicó Nabar con un gesto rogatorio. – Si no pagas tú, Jorge no va a venir a verme y traerme un regalo.

-Si Javier no paga nunca – mintió Aritz que había sacado la cartera. – Es famoso por su tacañería. Es buena persona, es guapo, es listo, buen policía… pero tacaño. Es agarrado hasta decir basta.

-Yo os he contado todo…

-Ya, pero… lo siento. No puedo traicionar mi esencia. – bromeó Javier.

Ahora estaban en el bar del pueblo. Ya eran más de las seis de la tarde. Sobre las dos y media Odei había aparecido y les había recomendado que se fueran al bar a comer.

-Ya les he avisado. Aquí tenemos un comedor común. Estarían todos pendientes de vosotros. Ya lo están desde sus habitaciones o el aula de música. En la taberna del pueblo, siendo entre semana, y a estas horas, no hay mucha clientela. Y se come bien.

Aritz cogió la mochila de Nabar y se la colgó al hombro. Bromeó con él por lo que pesaba.

-Llevo un par de libros. Y algunas cosas por si necesito. Es lo que tiene ser un inválido. Tengo que ser previsor cuando salgo de la habitación para no molestar a nadie.

-Tienes movilidad reducida – dijo Javier sonriendo.

-Traducido, inválido. Yo me siento así. Y tengo suerte, que antes no me podía levantar de la cama.

Javier y Aritz le dieron el brazo y le sirvieron de muleta hasta el bar. Aunque le costaba, pero parecía que no andaba tan mal. Le faltaba seguridad. Y posiblemente, los problemas vendrían al pisar un pequeño desnivel o al subir escaleras y bordillos.

En el bar, pidieron al posadero que les pusiera para comer lo que quisiera.

-Solo decirte que tenemos hambre – dijo Nabar.

-Como paga Aritz… – bromeó Javier.

-Oye, no. Tienes que pagar tú. – se quejó el joven.

Mientras comieron, Nabar siguió contando su historia. Ni Javier ni Aritz habían hecho a lo largo de su charla demasiadas preguntas. Parecía que el joven tenía preparado su relato. Seguramente lo tenía preparado desde hacía tiempo, a la espera de encontrarse con alguien a quién contarlo. En muchos momentos habían tenido que hacer esfuerzos para no llevarse las manos a la cabeza. Javier apenas le había soltado la mano. El joven Nabar parecía necesitar ese apoyo.

Nada más que se habían sentado a comer, Carmen llamó a Javier. Éste se disculpó y salió a la calle a hablar con ella.

-¿La cosa va bien?

-Sí. Cuando escuches la conversación vas a alucinar. Apunta los nombres reales de Rubén y su hermano gemelo.

-¿Hermano?

-Ya te explicaré luego.

Apenas había colgado, y Jorge le llamó también.

-¿Bien todo?

-Sí. Se ha abierto por completo. Germán le ha aleccionado sobre en quién confiar.

-Me alegro. Solo quería saber si no habían surgido problemas.

Javier mientras hablaba con Jorge vio a Lerman y a Sara en el coche vigilando. Les miró y les hizo un gesto para que entraran a comer al bar. Tenía que comentar con Carmen lo de su escolta secreta. Por un lado quería convencerla de que no la necesitaba. Pero Jorge le había llamado la noche pasada para decirle que había llegado a sus oídos que había varios compañeros policías que querían matarlo. Volvió a utilizar ese tono rotundo. Y no usó subterfugios: “Quieren matarte, Javier”. E insinuó que Olga, Carmen y Matías estaban también en el punto de mira. Si la advertencia hubiera venido de otros, la hubiera descartado de inmediato. Viniendo de Jorge…

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Era el momento de volver al refugio, como lo llamaban todos. Habían comido bien, el posadero había llevado un surtido de postres, del que habían repetido y luego tomaron unos cafés. Ya era hora de irse de vuelta al refugio.

-A lo mejor te apetece dar un paseo por el pueblo. Aprovecha que nos tienes a tu disposición.

-Me tientas. No tengo siempre dos muletas tan atractivas.

-Pues nosotros encantados. – afirmó Aritz.

Aritz recibió en ese momento un mensaje y de repente pidió otro café.

-¿No os apetece? Es por las pastas. Nabar, te gustan esas pastas. Me ha dado antojo.

-Vale. Un café. Con pastas. Pero después, a lo mejor ese paseo va a ser una necesidad por hacer algo de ejercicio… hemos comido…

-¿Te ha gustado? – le preguntó Aritz.

-La mejor comida en mucho tiempo. Por la comida y por la compañía. Estoy guay después de contaros mis cosas. A parte de Germán no he podido hacerlo con nadie. La peña no le gusta aguantar las miserias de los colegas.

Javier se lo quedó mirando extrañado. Aritz solo se encogió de hombros mientras le guiñaba el ojo

-Voy a pagar – dijo levantándose.

-¡No! – gritó desesperado Nabar. – Aunque sea podemos pagar a medias… le decimos a Jorge que Javier ha pagado algo… – Nabar miraba implorante a Aritz.

-Javier es así. Lo siento. – se disculpó Aritz. – No suelta ni un céntimo.

Se apoyó en la barra y se puso a mirar la puerta. El camarero se acercó y le pidió un chupito de ron.

-Con una piedra.

Fernando y Helga esta vez entraron detrás de Jorge. Estando Aritz y sus dos compañeros dentro, no necesitaban revisar el local. Nabar, aunque se giró para ver quien había entrado, tardó en reconocerlo. Y luego, en comprender que eso estaba ocurriendo de verdad. Cuando eso penetró en su mente, se puso en tensión y sin darse cuenta se levantó. Javier hizo lo propio por si se caía. Pero ver a Jorge y con la mesa de apoyo… no necesitaba nada más. Había sacado fuerzas de donde no sabía ni él que tenía. Sus ojos se inundaron de lágrimas. Fue algo inmediato. Jorge anduvo esos pocos pasos con calma. No quería que se pusiera más nervioso todavía. Cuando estuvo a su lado, le puso las manos en la cintura y le ayudó a girarse suavemente para tenerlo enfrente de él. Lo envolvió completamente con sus brazos y lo pegó a su cuerpo. Nabar le abrazó su cuello y apoyó la cabeza en su hombro. Lloraba de emoción. Su cuerpo convulsionaba.

Así estuvieron unos minutos. Jorge no hizo nada por soltar el abrazo. De vez en cuando besaba la mejilla del joven y le susurraba algo al oído.

Entraron de estampida tres jóvenes que habían visto a Jorge bajarse del coche. Jordi era uno de ellos. Javier se acercó a él. Jordi le presentó a sus compañeros, Ubaldo y Romu. Los tres eran músicos y algunas tardes salían a tocar en la plaza del pueblo. A los vecinos les gustaba y se acercaban a escucharlos. Pero el concierto parecía que debería esperar a mejor ocasión.

-Pensaba que ya te habías ido – le recriminó Jordi.

-No lo haría sin buscarte para despedirme de ti. No me has dado tu teléfono.

El joven pianista sacó su móvil y le hizo una perdida. Javier sonrió, sacó el suyo y guardó el contacto, mientras Jordi borraba la llamada del historial de su móvil.

Jorge saludó también a los compañeros de Nabar. Era claro que todos ellos eran lectores de sus novelas.

-¿Y mi regalo? – preguntó Nabar ilusionado.

-¿Ha pagado Javier? – Jorge sonreía mientras revestía su cara de un gesto de importancia.

Nabar bajó la cabeza desilusionado. Aritz reaccionó acercándose.

-No sé lo que ha pasado, pero cuando he ido a pagar, el camarero me ha dicho que ya lo había hecho Javier. Y te juro que nunca lo hace. Y ni me he dado cuenta. Si lo llego a saber me pido un cubata para hacerle gasto. Por una vez que apoquina…

De nuevo Nabar cambió el gesto por uno de ilusión. Jorge sonrió y miró a Fernando. Sus compañeros habían acercado unas bolsas. En ellas llevaban unas sudaderas que habían recogido en el taller de Bernabé. Jorge sacó una y la extendió.

-Son unas sudaderas de un diseño exclusivo para vosotros. Para ti y tus compañeros. Son de “La Casa Monforte”. Este diseño solo lo vais a tener vosotros. Y si os las ponéis, os las firmo.

No tardaron nada en hacerlo. A cada uno les hizo una dedicatoria especial.

-Me han dicho que hay un pianista muy bueno que nos va a tocar algo de Chopin.

Nabar miró de inmediato a Jordi que se había puesto colorado.

-Habrá que ir al refugio – dijo Javier.

-Hay un piano ahí – comentó Aritz. Javier había estado tan atento a Nabar durante toda la comida que no lo había visto.

-Pues Jordi, creo que es tu turno. – le dijo Javier.

-Que nervios.

Jordi se sentó y tocó unas escalas rápidas. Se puso el taburete a su altura y esperó a que todos se sentaran. Y sin más, empezó a tocar.

(Sonata n.º 2 de Chopin)

Necesito leer tus libros: Capítulo 57.

Capítulo 57.-

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-¿El Señor RoPérez?

El aludido miraba Kevin con odio y desprecio. Este sonreía manteniendo su documentación policial a la vista. Fue a cerrar la puerta de la casa, pero Yeray que estaba a su lado, puso la pierna para evitarlo.

-Nos presentamos – dijo Kevin entrando en la casa empujando la puerta. – Mi compañero el inspector Yeray Losada. Mi nombre es Kevin Koskera, también inspector de policía. Las Secretarias judiciales Iria Ruiz y Celia Núñez. Tenemos una orden de registro de sus propiedades y de sus coches. Si me hace el favor de darnos su móvil, la orden incluye sus dispositivos electrónicos.

-Vuestra carrera está acabada. Voy a hablar con vuestros jefes. No sabéis con quién estáis tratando.

-¿Usted es el señor RoPérez? ¿D. Antonio RoPérez?

-Sí.

-Entonces sabemos perfectamente con quien estamos tratando. Compañeros, podéis pasar.

-Dadme el nombre de vuestros jefes.

-No se preocupe, están al llegar. Mire, ahí están.

Javier y Carmen acababan de aparcar delante de la casa. Hablaban despreocupadamente camino de la puerta.

-Carmen, Javier, el señor RoPérez pregunta por vosotros.

-Señor RoPérez, encantado de conocerlo. Mi compañero el comisario jefe Javier Marcos y yo soy la comisaria jefa Carmen Polana.

-¿Ustedes? – el señor RoPérez ahora sí estaba completamente enfadado. – Les dije claramente a sus lacayos que no me apetecía atenderles.

-Y nuestras compañeras le dejaron muy claro que necesitábamos de su colaboración. En el tiempo que ha pasado en el que usted no ha atendido a nuestros requerimientos, hemos investigado a fondo. Hace tres días hubiéramos mantenido una conversión tranquila sobre Rubén Lazona, su hijo adoptivo, y las circunstancias de la terrible agresión que sufrió hace ya un tiempo. Ahora tendremos una conversación oficial en la que hablaremos sobre las circunstancias de su adopción. Sobre los movimientos de sus cuentas que necesitan algunas aclaraciones. Sobre la falsedad de algunos de los documentos aportados en la tramitación de dicha adopción. Y de algunos otros asuntos. Lo haremos de manera oficial, ya le digo y con el riesgo de acabar como acusado.

-No saben con quién están hablando.

-Usted es el que no sabe con quién está hablando. Alguien le ha engañado, D. Antonio. Alguien le ha hecho creer que usted es de una élite de personas que es intocable. Que está por encima de la ley y de sus servidores. Espero que no acabe en la cárcel para que se de cuenta de que los actos que uno ejecuta, tienen sus consecuencias, tenga los amigos que tenga. Porque usted, perdóneme si soy sincero, por usted mismo, no es nadie.

Javier había abierto la boca por primera vez. Su tono era glacial. Y su mirada dura y despreciativa.

-¿Qué es todo esto Antonio?

Una mujer había aparecido detrás de él.

-Estos policías que no saben con quién se las ven. Voy a llamar al Ministro.

Carlota Campero se quedó mirando a Carmen. Ésta sonrió. Javier se quedó mirando a su compañera. Sabía que esa sonrisa era algo más que una muestra de cortesía. Luego miró a la dueña de la casa. Se fue fijando en los detalles. Al cabo de unos segundos, resopló incrédulo.

-Javier, te presento a la tía de Rubén. Ni Eva ni Pilar: Carlota de nombre. Y ni tía ni Cristo que lo fundó: su madre adoptiva, esa que era… lo peor, según lo que dejó dicho al personal del hospital.

-Ni XXXXX. Carlota Campero. Tía y madre a la vez. Que bonito. – Javier no pudo evitar el tono sarcástico.

-No les permito que… – el marido tuvo la impresión de que debía acudir en ayuda de su esposa.

-¡¡Cállate idiota!! Todo esto es culpa tuya. Te dije que quedaras con ellos. Pero no. Te crees algo. Te crees que poniéndote chulo se iban a conformar. Llama al ministro. A ver si te coge. ¿Te crees que no sabe todo el gobierno que los comisarios están aquí? No te enteras de nada. ¿Te has fijado siquiera en la orden que traen firmada por un juez? ¡¡El juez Bueno!! – la mujer miró a su marido con todo el desprecio del mundo. El aludido bajó la cabeza.

-Esta es gorda. No me cuentas nada, y resulta que soy el culpable de no enterarme de nada. Te crees tu padre y no lo eres querida. Ni yo soy tu ex-marido. – se defendió el hombre, pero sin levantar la mirada.

-Pero eres igual de florero que él. No lo olvides.

-Llamaré a Otilio. Ya verás como lo arregla.

-Llama, llama. – dijo su mujer en tono sarcástico.

-Por supuesto. Josua Pino se tiene que ocupar…

-El abogado Pino está siendo interrogado ahora por otros compañeros nuestros y por un miembro del Colegio de Abogados. Es el abogado que hizo las gestiones de su adopción. Y si ustedes tienen que responder a muchas preguntas, él tiene mucho más que explicar. No creo que vuelva a ejercer la abogacía en mucho tiempo.

-No, fue un tal Óliver… el que se ocupó de la adopción. Es a él al que tienen que pedir cuentas, en todo caso. Y si ha habido algo irregular, nosotros le demandaremos por daños y perjuicios.

-No. Ustedes no se reunieron nunca con Óliver Sanquirián. Lo hemos comprobado. Ya sé que su abogado es lo que les ha dicho que digan, pero hemos podido comprobar fehacientemente que eso no es así. El abogado Sanquirián nos ha facilitado a requerimiento del juez, su agenda y un listado de sus clientes con sus minutas correspondientes. Y ustedes no figuran en ese listado.

-Será ex-abogado. Sabemos que le quitaron su licencia. A lo mejor es por hechos como los que le imputan erróneamente a Josua Pino.

-Vuelven a errar en su opinión. Nadie le ha quitado la licencia ni está en ningún proceso en ese sentido, ni lo ha estado nunca. Sigue siendo abogado y tras un tiempo de descanso, un año sabático, ha retomado su actividad. – les expuso Carmen con una sonrisa. El matrimonio se miró incómodo.

-Pues está su firma en… ¡Claro que nos reunimos con él! Él fue el que se… – el hombre retomó su línea de defensa.

-Firma falsificada. Yo les recomendaría que se buscaran otro abogado. – les sugirió Javier en tono serio. – Él seguro que les aconsejará que empiecen a decir la verdad.

-Reitero, nuestro abogado… fue ese Óliver Sannosequé.

Javier miró a Carmen. Esta sacó el móvil y buscó un archivo de fotos.

-Identifíqueme por favor en estas fotos a Óliver Sannosequé.

Antonio y su mujer miraron las fotos. La mujer apartó la mirada en la primera pasada. Su cara era reveladora.

-¡Son todos pelirrojos! – contestó el marido.

-Y todos llevan traje y corbata – le dijo Carmen en tono despreciativo.

-No necesitamos abogados. Yo soy abogado. – dijo el padre de Rubén devolviendo a Carmen el teléfono.

-Usted es licenciado en derecho, no abogado – le dijo Teresa que junto con Aritz acababa de llegar a la escena. – Y no ha ejercido nunca ni como lo uno, ni como lo otro.

-Yo les recomendaría que si deciden buscar abogado, y se lo aconsejaría, buscaran uno cada uno. A lo mejor sus intereses son contrarios – les sugirió Carmen.

-Si te parece Carmen, te encargas de tener la charla que la “tía de Rubén” te hurtó en el hospital. Y yo charlo con el amigo del ministro. Ya que tenemos un amigo en común, seguro que nos entendemos.

-Me parece buen reparto. ¿Te vienes conmigo Kevin? – dijo Carmen.

-Yeray, te toca venir conmigo – dijo Javier. – Tere, Aritz, ¿Os encargáis del registro?

-Claro. A eso hemos venido.

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Javier despidió a Jorge en la puerta del Cachivache. El escritor había decidido ir directamente a su antiguo barrio. A Javier le dio la impresión de que, aunque se había mostrado reticente, en realidad deseaba tener una disculpa para hacerlo. Javier se dio cuenta de que tenía ganas de reencontrarse con algunas personas que fueron importantes en su vida. Personas que primero sus padres y después Nando, con razones diferentes, le apartaron de ellas. Con algunos habían descubierto que mantenía contacto, aunque él no lo dejaba traslucir ni hablaba nunca de ello, como con sus hermanos. Con los que vivían fuera de España se llamaba regularmente y con el que vivía en el barrio, su mujer y sus hijos, se veía con alguna frecuencia. A parte de las llamadas, que con su hermano Gaby y sus sobrinos eran casi diarias.

Estaba claro que el escritor estaba resultando ser una persona que los sorprendía cada día. La entrevista con él de hacía unos momentos, había sido muy esclarecedora en muchos aspectos. Cuando Jorge se fue al servicio en busca de sus diez minutos de soledad, costumbre que los escoltas conocían perfectamente y de la que avisaron al comisario, Javier aprovechó para llamar a Carmen.

-¿Novedades? – Carmen estaba pendiente del resultado de esa entrevista. A ella también le había extrañado el impulso de Jorge.

-Convenía concertar una cita con los padres adoptivos de Rubén.

-Si ya habló con ellos Quiñones. No sacó nada.

-Por eso. Ahora vamos a ir tú y yo. Dile a Patricia que prepare la entrevista. No es admisible un no por respuesta.

-¿Qué te ha dicho Jorge para que cambies radicalmente de estrategia?

-Me ha aclarado el escalón anterior. Lazona. Fausto Lazona. El padre. Al menos el padre que le dio el apellido que luego no se ha cambiado.

-¿Ese no era un empresario del cine y algo de música?

-Exacto.

-¿Ese es su padre? ¿Eso dice Jorge?

-Eso nos diría si pudiera recordar.

Carmen soltó una breve carcajada.

-O sea que esta noche, por eso no ha dormido. Se ha acordado de ello.

-Sí. Pero no quiere ser él el portador de las noticias. Tira la piedra y quiere que nosotros encontremos las evidencias. Cosa que está bien, porque de todas formas las tenemos que encontrar. Dile a Tere que busque en la Dark Web. Los buscadores no indexan lo que haya en la red de él: derecho al olvido y a la privacidad. Ha debido ejercer ese derecho. Y me ha dado la impresión de que vivía en una mansión en las afueras. Dile a Garrido a ver si puede mandar a alguien a preguntar cuando encontremos la dirección.

-Si se lo digo, a lo mejor va él mismo.

-Mejor investigador que él, no hay. Lera está de baja. Melgosa en todo caso. O Luis, el de Concejo.

-Si quieres le mandamos a Ramón y a Pedro.

-Me parece bien. Que se repartan el trabajo. Te dejo, que me avisan que Jorge ya ha tenido su descanso del mundanal ruido. Recuérdame luego que te cuente lo mejor.

-Pero no me dejes así, cabrón.

Pero Javier ya había colgado.

El resto de su entrevista había sido para hablar de cosas sin relación con el caso. Aunque de vez en cuando incidían en algún detalle aparentemente sin importancia y que se habían dejado en el tintero. Después de ese encuentro largo, entendía lo que le decía Carmen:

Es adictivo hablar con él. Te lo juro. Tiene una conversación muy interesante. Y lo mejor de todo: te escucha y te demuestra que es verdad que lo hace. Opina, no juzga ni expresa verdades rotundas. Deja fluir suavemente sus ideas, sus pensamientos.”

Javier empezó a andar hacia la Unidad. Estaba cerca y decidió no volver a su casa a por el coche. De lejos, vio a Sergio corriendo para coger el Metro e ir a la Uni. Como siempre, había apurado demasiado el tiempo. Ese chico se absorbía completamente en sus actividades musicales o de la Uni. Así que nunca encontraba el momento de parar para comer. Y siempre llegaba tarde a todos lados. Pensó en darle un toque, pero eso le haría pararse y buscarlo y pasar un rato con él. Y ninguno de los dos se lo podía permitir esa mañana. Javier debía empezar a retomar todas sus responsabilidades. Se lo debía a sus compañeros, sobre todo a Carmen.

Fue directo a sus oficinas. Al salir del ascensor ya le esperaba Patricia.

-Esos tipos me cuelgan.

-¿Los dos?

-En realidad el padre. RoPérez. No me deja ni hablar. Se ha erigido en el portavoz. Un portavoz que te da con la puerta en las narices. Dice que su mujer está delicada de salud.

-Insiste. Y a la vez, quiero saber todo de él. Todo. Quiero saber de dónde apareció. Quiero saber a quien llama, quien le llama, dónde trabaja, lo que gana, si trabaja o le pagan por su cara bonita…

-Te lo juro Javier, si no me lo dice Carmen, ni se me hubiera ocurrido.

Tere también le había salido al paso.

-¿Por qué no venís todos al despacho de Javier? – les propuso Carmen saliendo del suyo. – Tere, Pati, que Javier no se va a ir a ningún sitio. Os habéis levantado como si hubiera que cazarlo con un lazo, como si fuera una vaca en el Oeste americano.

-¿Estás segura que no se va a ir ahora por la puerta de atrás? – bromeó Patricia.

-Pati – Javier le dio un puñetazo cómplice en el hombro.

-Javier, que quiero mucho. Pero…

-Vale. Tienes razón. Ahora estoy aquí.

Nada más sentarse en el despacho de Javier, Menchu, del equipo que trabajaba con Teresa, llamó al cristal.

-Tenemos la última dirección conocida de Fausto Lazona. Una finca en “Puerta de Hierro”. Vendió la propiedad en 2015. No hemos encontrado de momento, nada después de eso.

-¿Y sus hijos?

-¿Hijos?

-Dos.

-¿Eso también te lo ha dicho Jorge?

-¿Quien si no?

-Rubén Lazona y Eva Lazona.

-Eva. Mira que casualidad. Uno de los nombres que le dijo Nadia a Jorge de la tía.

-¿La madre?

-No hay madre.

Todos se quedaron mirando a Javier.

-No estaba casado, al menos con una mujer. – les explicó con paciencia.

-Jefe ¿Sabes que eso de la cigüeña es solo un cuento para los niños? – preguntó con sorna Menchu.

-Por eso hay que descubrir de dónde salieron esos niños. Adolescentes en esa época. Y buscar en ese año 2015 o en los dos anteriores, un suicidio de una chica que pueda ser la hermana de Rubén.

-¿Suicidio? – Carmen se lo quedó mirando muy seria. – ¿No había muerto de cáncer?

-Versión de Rubén para el incauto y soplagaitas que creía que era Jorge.

-Nos estás diciendo entonces que intentaron tangar a Jorge.

-Una de las primeras cosas que me ha dicho hoy: “No estoy tan seguro que Rubén sea una víctima.”

-No me extraña que no haya pegado ojo. – dijo Carmen – Otro que le ha engañado. Y de paso, lo ha hecho a todos nosotros.

-En realidad no. Él no se ha creído nada de él desde el principio. Como sueles decir de él: no juzga, deja fluir los pensamientos. Luego, medita y saca conclusiones.

-Es cierto, ahora que lo dices, siempre ha hecho hincapié que “es lo que me contaba”, “Es lo que me dijo” “En cuanto abrió la boca supe que me estaba mintiendo, así que decidí no preguntar más”.

-¿Y por qué la tía le mete a Jorge a vigilar a ese joven? No entiendo la táctica.

-Otra vez Jorge nos da la respuesta. “¿Por qué pensáis que todos trabajan en el mismo equipo?”

-O sea que en esa entrevista de esta mañana, nos ha metido un repaso en condiciones. – dijo Tere.

-Bueno, yo os dejo – dijo Menchu – Vamos a seguir buscando. Cada vez que os doy un dato, me pedís veinte más. Voy a optar por mandar un correo para dar novedades.

-Una cosa, aprovechando… antes de que decidas comunicarte por correo, sería interesante que buscarais las posibles relaciones de Lazona con RoPérez, y de las personas que encontréis con las que se le relaciona. Su mujer, la familia de su mujer… dónde trabaja, todo. Círculos concéntricos abriendo cada vez el diámetro. ¿Tienen hijos propios a parte de Rubén adoptado? ¿Los han tenido pero ha habido desgracias? ¿Ha tenido otras parejas? Si es así ¿Cuál es su relación con ellas? Es claro que parece un matrimonio de conveniencia. ¿Podemos averiguar cual es el acuerdo? ¿Abortos? ¿Otros intentos de adoptar en este caso legales? Ese RoPérez no es muy mayor, podría haber adoptado incluso a un bebé. Pero adopta a un chico mayor y con problemas. ¿RoPérez era amigo de Lazona? ¿Lo era alguno de su entorno? ¿Los padres de RoPérez? ¿Tiene hermanas?

-Eso nos va a llevar mucho tiempo – se adelantó Tere a Menchu, que lo iba a decir.

-Valorad seguir el mismo camino que con Lazona: la dark web. Puede que haya cosas que no estén al alcance de cualquiera. – apuntó Carmen. – Y en este caso, hay que empezar a salir a la calle e investigar en las fuentes. Teléfono y luego… a preguntar y a estudiar los documentos físicos que encontremos. Testimonios.

-Cuanto antes empecéis mejor. Y si tenéis claro todo lo que buscamos, buscando una paja, podemos encontrar otra. Así que mente abierta sin descartar nada de lo que aparezca en vuestras investigaciones. Y hay que conseguir los registros oficiales de esas adopciones. Algo tiene que haber. O cuando Rubén se cambió el apellido. Puede que haya un ciento de fallos informáticos o de incendios, pero… algún rastro ha tenido que quedar. Me da igual si tenéis que ir a bucear en los archivos de los registros de media España.

Menchu se fue bufando del despacho y con un cierto mareo por lo que se le había venido encima. “Y lo querrán para antes de ayer”, se dijo medio enfadada.

-¿Decías antes Tere? – preguntó Javier cuando Menchu les dejó solos.

-Que Jorge nos ha metido un buen repaso.

-Yo no lo veo así. – Carmen era la que había tomado la iniciativa de responder a Tere – Jorge vivió muchas cosas que no recuerda. Algunas las escribió. Otras me imagino que no. Nadie que viviera esas cosas, nos las va a contar, porque están en el otro bando. Jorge sabe mejor que nadie que nos enfrentamos a un muro de silencio. Y Javier siempre nos ha dicho, que tengamos en cuenta las opiniones de Jorge. Y su intuición y su imaginación. En su caso, puede que muchas de esas intuiciones sean recuerdos bien guardados en su mente.

-Claro, como Javier es igual en eso… – le picó Pati. – Si queréis que un policía os haga caso sin rechistar, o se cague por la pata abajo decid la frase mágica: “es una intuición de Javier”. Todos cagaos.

-¡Patricia! ¡Qué te he hecho que me tratas a degüello! – se quejó Javier sonriendo.

-Hay que darte caña. – opinó Tere.

-Para eso ya está su novio – bromeó de nuevo Patricia.

Carmen se echó a reír solo de ver la cara que puso Javier al escuchar eso. Éste luego puso su mejor gesto de incomprendido y dirigió la mirada al cielo para pedir clemencia por esos desalmados que le atacaban.

-Cuéntanos lo del suicidio de esa chica – Carmen decidió retomar la seriedad.

Javier les explicó lo que le había contado Jorge.

-Luego, durante la conversación distendida, volvió puntualmente al tema de la chica. El tenía la idea de que eso había pasado desde un sexto piso.

-Pero antes he creído entenderte que vivían en una finca en una urbanización elitista. Ahí en todo caso habrá un ático o terraza en un segundo o tercero. Y los datos que nos ha dado Menchu de su última casa conocida, lo corroboran. A no ser que luego alquilara o usara propiedades de sus amistades.

-O que se cambiara el nombre. – aportó Patricia.

Javier asintió con la cabeza.

-Ten en cuenta que el padre buscó ayuda no solo aquí, sino en otras ciudades o países. Psiquiatras, me refiero. Lo del suicidio pudo ser lo que habéis apuntado antes, o que fuera en un hotel.

-Eso amplía mucho la búsqueda.

-Empezad por buscar quien repatrio cuerpos de fallecidos. Empezad en el 2015 hacia atrás. Si vendió su casa en esa época, sería cuando todo tuvo un final fatal.

-¿Ese se supone que es el padre entonces?

-No. Recuerda lo de la cigüeña con la que os habéis partido la caja conmigo hace un rato. Y en los registros civiles no figura que tuviera hijos biológicos. De momento, partimos de que Rubén tiene su apellido en ese DNI que por cierto, hay que comprobar como lo consiguió.

-Eso significa que él también es padre adoptivo.

-¿Tenemos el ADN de Rubén? Busca por si acaso en las bases de datos de niños desaparecidos.

-Busquemos entonces el suicidio de una chica de dieciocho años…

-Digamos que entre un rango de dieciséis y diecinueve. Yo no daría por supuesto que la edad que dice Rubén sea su edad real. – apuntó Javier.

-Y tampoco lo circunscribiría a esas edades. Ampliemos por arriba y por abajo. No demos por supuesto ni que sean mellizos, ni que no sean más mayores de lo que dice Rubén. – Carmen cada vez se estaba convenciendo más de que todo lo que viniera de ese chico había que ponerlo en cuarentena.

-Hay una cosa que cuando hablaba con Jorge me ha saltado a la mente. Le he preguntado que, si iban todos a esas fiestas, como en la que fue violada Eva, Rubén no haría… digamos… no iría a jugar a las cartas y jugar videojuegos. El se ha quedado hierático.

-O sea que jugaba a los “médicos”.

-Pero estas fiestas suelen ser… o de chicos o de chicas.

-Es raro sí que … alguna sabemos que hay de las dos… opciones a la vez. Pero son raras.

-¿Y si se tratara de una chica transexual que no hubiera hecho el tránsito completo, el físico me refiero? Ni por supuesto el legal.

-¿Que fuera por ejemplo un chico con pechos y pene?

-Entonces Eva Lazona no nos sirve como nombre de búsqueda.

-No sabemos. Puede que sea Eva. Puede que el tránsito fuera completo. Puede que no el legal. Puede que todo esto sea una idea que no se ciñe a la verdad. Puede que Eva sea Eva, pero no hermana de sangre.

-O puede que sea una chica que se siente chico. Al revés.

-También. – Javier aceptó la aportación de Patricia.

-Entonces a lo mejor, si sentían tanto los dos… Rubén y su hermana… puede que fueran gemelos, no mellizos.

-Pues sí. Es otra posibilidad. Aunque lo único a lo que no me ceñiría, es a las historias que Rubén le contó a Jorge.

-Menudo cacao. – exclamó Teresa.

-Podías haber pasado la mañana con tu novio, jodido jefe – le dijo Patricia riéndose.

.

Carlota Campero había llamado al final a una amiga que era abogada y que no tenía ninguna relación con el bufete de Otilio Valbuena. Carmen se había entretenido mirando la documentación que iban encontrando sus hombres. Y alguna sorpresa más que no esperaban.

La madre de Rubén y la abogada habían estado hablando más de una hora. Ya parecía preparada para afrontar la entrevista con Carmen. La misma tendría lugar en un cuarto que la señora de la casa llamaba “de estar”. Carmen había visto al menos tres habitaciones parecidas. No alcanzaba a entender que uso tenía cada una. En la que estaban, todo era muy impersonal. Los cuadros, o mejor dicho, las ilustraciones o fotos artísticas que la decoraban eran de serie. No había fotos familiares ni adornos que pudieran darle al cuarto calor de hogar.

-Quiero empezar indicando que mi clienta está sorprendida por este despliegue rayando el acoso. Y sepa que voy a interponer una queja ante el juez Bueno y ante sus superiores.

-Está en su derecho de presentar cuantas quejas estime oportunas – contestó Carmen en el mismo tono circunspecto que había empleado la abogada.

-Los posibles delitos que aquí se tratan no son tan… graves. Deben estar ustedes muy aburridos.

-La verdad es que sí, lo estamos. – respondió Carmen en tono irónico – Que a un joven le den una paliza hasta casi matarlo, debe ser un delito poco grave, según usted. Y ese chico, resulta que figura en el registro civil como hijo de Doña Carlota. En mes y medio no hemos conseguido que nos diga nada. Es también muy normal que la señora Campero acudiera haciéndose pasar por la tía del joven y evitara en todo momento responder a nuestras preguntas.

-Es normal. Usted no puede entenderlo porque no tiene hijos. Estaba muy afectada.

-Entiendo entonces que usted tiene hijos.

La abogada se calló.

-Lo suponía – dijo Carmen muy seria.

-Si quiere seguimos con el tema de la consecución de una adopción aportando documentos falsos y declaraciones igual de falsas. Soborno de funcionarios. Seguimos: blanqueo de capitales. Seguimos: suplantación de personalidad. Todos esos delitos, según su docta opinión, hay que dejarlos aparcados. ¿No? ¿Cuales son los delitos según usted a los que se debe dedicar la policía?

La abogada hizo un gesto para indicar que retiraba su primera afirmación.

-Doña Carlota. Por favor, antes de nada, quisiera asegurarme y para que así conste su filiación. Doña Carlota, es usted hija de Bonifacio Campero.

-Efectivamente.

-Su padre es el fundador de la Editorial Campero.

-Sí. A eso dedicó su vida.

-Usted estuvo casada en primeras nupcias con Dimas Nadiel, que trabaja en la editorial de su padre.

-Dimas es mi ex-marido, sí.

-¿Cómo es su relación?

-Buena. No tenemos problemas. Si nos encontramos, nos saludamos y tomamos una cerveza para ponernos al día.

-¿Sabe dónde está ahora? Queremos hablar con él pero nos es imposible encontrarlo.

-No tengo ni idea. Le he intentado llamar, pero su móvil me da fuera de cobertura.

-¿Le ha intentado llamar, para comentar por qué su hijo ha intentado matar al suyo?

-Es un tema que ni me va ni me viene. Ya se lo dijo mi marido a ese hombre que llamó cuando ocurrió: no tenemos apenas relación con Rubén. No sabemos nada, y la verdad, no nos preocupa.

-¿A que se debe ese desapego?

-Él tomó sus decisiones. Nosotros las respetamos y obramos en consecuencia. Es mayor de edad.

-Nos gustaría que nos ilustrara desde su punto de vista, en el tema de la agresión de su hijo Rubén y su curiosa manera de afrontarlo. – Kevin tomó la iniciativa de la conversación. – Aunque él tomara sus decisiones y no fueran de su agrado, la agresión que sufrió a finales de enero, es lo suficientemente grave para preocuparse, para dejar de lado las desavenencias. Y sobre todo, nos intriga, si ustedes tomaron la decisión de romper las relaciones con él ¿Como nos explica su performance en la tía de Rubén? Usted acaba de decir textualmente: “no tenemos apenas relación con Rubén. No sabemos nada, y la verdad, no nos preocupa”. Eso es a lo que su abogada se refería a que no entendíamos su comportamiento porque no tenemos hijos.

-No sé que quieren que les diga.

-Empecemos por el momento en que contactó con Nadia Vinuesa. ¿Cómo supo de ella?

-No supe. Éramos compañeras en el gimnasio que frecuento. Empezamos a hablar y al final pues… surgió el tema.

-¿El tema de Jorge Rios? ¿El tema de su hijo? ¿De su modo de vida? Entonces lo que usted decía en su papel de tía de Rubén sobre su madre… o sea usted misma ¿Como nos lo tomamos?

-Surgieron todos. Una cosa llevaba a la otra. No quería… parecer una madre poco… eficaz si no conseguía guiar a mi hijo. Por eso dije que era mi sobrino. No podía… no quedaba bien que una madre pida que vigilen a su propio hijo.

-Es más natural que una madre abnegada y con posibilidades económicas, contrate a un detective o a escoltas privados para su protección o para conocer los líos en los que esté, que no una tía del joven contacte con una conocida de un escritor para que vigile en esas fiestas a las que parece asistía su supuesto sobrino.

-No quería dar la impresión de que mi hijo era una mala persona. Y ya tiene una edad en la que la vigilancia de su madre no es ni bienvenida ni entendida.

-¿Y la de una tía sí? Y si como nos ha dicho antes, usted no tiene nada que aportar sobre la vida de su hijo, porque él no se dejó guiar por ustedes ¿No es contradictorio? No saben nada de su vida, no les importa un carajo lo que le ha pasado, lo dicen de palabra y con los hechos… pero a la vez busca que una persona le eche un vistazo en esas fiestas prohibidas. Y va al hospital y pasa tiempo velando al joven y registrando una y otra vez sus efectos personales.

-El mundo está lleno de tíos que suplen las carencias de los padres. El mundo también está lleno de personas que aunque hayan decidido dejar que sus hijos hagan su vida, no pueden en ciertos momentos preocuparse por ellos.

-Y justo cuando recupera la consciencia, no se sabe nada más de la abnegada tía, la cual por cierto, al preguntarle a Rubén, no sabe dar detalles ni la reconoce. Da alguna respuesta que suena a mentira poco elaborada.

-Además, esa actitud abnegada, suele ser propia de los abuelos, habitualmente.

-En mi caso el abuelo había fallecido. De hecho, es un buen ejemplo de ello. Mi padre y Rubén tenían una relación muy cercana. Siempre fue mucho más cercano a él que a nosotros. Y la verdad es que nadie lo entiende. Mi padre era a todas luces un hombre hosco y autoritario. Puede que eso es lo que necesitara mi hijo.

-Cuéntenos, por favor, como fue el proceso con Nadia.

Carmela Campero fue detallando como su amistad con Nadia fue creciendo. Como un día se cayeron bien y empezaron a trabajar algunos aparatos juntas. Y como al final de la jornada, salían a tomar una bebida isotónica para recuperar los líquidos y minerales que habían perdido con el ejercicio. Un día Nadia comentó por casualidad que tenía un amigo que salía de juerga todas las noches a fiestas ilegales.

-¿Cuando digamos empezaron a cambiar impresiones en el gimnasio?

-Al final del verano, diría yo. Como supondrán, su actividad era… digamos secreta. Por el covid estaban cerrados. Pero éste en concreto sabía que hay personas que necesitamos esa actividad y nos dejaba trabajar, con todas las medidas de seguridad y prevención, claro está.

-Y entonces Nadia habló de ese amigo suyo.

-Claro. Y yo vi la oportunidad de… buscar ayuda.

-Fiestas ilegales hay muchas. ¿Por qué ese amigo de Nadia, su compañera de gimnasio, iba a ir a las mismas?

-Por lo que me contaba de ellas. Lo supe.

-Entonces usted sabía más de esas actividades de su hijo de lo que reconocía.

-Sí, no. Quiero decir… conocía por mi padre la tendencia que tiene mi hijo… a determinadas fiestas. Determinado tipo de fiestas, me refiero.

-Y Nadia tenía la certeza de que eran ese mismo tipo de fiestas a la que iba su amigo, todavía sin nombre.

-Pues sí.

Carmen levantó las cejas.

-¿Y cuando supo que ese amigo de Nadia respondía al nombre de Jorge Rios?

-Casi al final, quiero decir, cuando me armé de valor y le pedí a Nadia que contactara con su amigo para que le echara un vistazo a Rubén, y procurara… cuidarlo.

-Entonces usted le pidió a Nadia que Jorge Rios cuidara de su hijo.

-Pues sí.

-¿Sabe quien es Jorge Rios?

-Entonces no la verdad. Luego me he ido enterando.

-¿Nadia no le habló de la actividad a la que se dedicaba Jorge?

-No recuerdo que lo hiciera.

-Y usted, cuando escuchó el nombre ¿No lo reconoció como un escritor medianamente conocido?

-La verdad es que no es un escritor al que haya leído. Hay muchos en el mundo literario.

-Sus libros están en la estantería del salón – le hizo ver Kevin.

-Habrá muchos libros. Serían de mi padre.

-Pero en la editorial Campero no hay tantos escritores. Y Jorge Rios es su estrella, el autor que más vende.

-No lo sabía. No había oído hablar de él.

-¿No había oído hablar a su padre de él? ¿Ni a su ex-marido?

-Pues no. No hablaban de trabajo.

-Entonces usted es de poco leer, como su ex-marido – provocó Kevin.

-Yo leo mucho. Pero no a ese autor. No me tiene por qué gustar por mucho que Dimas fuera su editor.

-Ya entonces reconoce que sabía que su ex-marido era el editor de Jorge Rios. Y ¿No le parece curioso que el hijo de su ex-marido sea el supuesto agresor de su hijo? Casualmente un joven que tiene mucha cercanía con esa persona a la que puso a cuidar de su hijo en esas fiestas.

-Casualidades. Que alguna vez haya tomado una cerveza con Dimas después de separamos, no significa que me muera por saber de sus hijos y de su nueva mujer.

-Fue una separación digamos súbita. ¿La razón?

-No veo la pertinencia de esa pregunta. – intervino la abogada.

-¿Quiere que le resumamos todas las casualidades que rodean a Dimas Nadiel con este caso? Una separación que coincide con la contratación por su padre de Jorge Rios y su conversión en su autor estrella. Él es el 60% por ciento de la cifra de negocio de editorial Campero.

-Da igual Elvira. No hay nada que esconder. Me cansé de aguantar las infidelidades de Dimas. Hacía muchos meses que hacíamos vidas separadas. Apareció Antonio y lo tuve claro.

-Entonces se separará en breve del Sr. RoPérez, llevan años haciendo vidas separadas. Muy separadas, de hecho – indicó Kevin en tono rotundo.

-Eso no es asunto suyo.

-Resumamos. Resulta que coincide casualmente en el gimnasio con una mujer, Nadia Vinuesa, que casualmente es amiga de un autor fundamental en la editorial de su padre. Cuyo editor es su ex-marido. Casualmente no lo conoce y casualmente hablando con la tal Nadia, se da cuenta que los dos pueden ir a las mismas fiestas. Y como es conocida la bonhomía de Jorge Rios y su entrega a abrazar y cuidar a la gente que se encontraba por el camino, piensa que es una buena solución para cuidar de su hijo descarriado, que va de fiesta en fiesta. ¿Sabe si su hijo bebía mucho?

-Supongo que sí.

-¿Drogas? – intervino Carmen.

-No estoy segura.

-¿La casa donde vive su hijo?

-Es suya. No he estado nunca.

-Parecía muy interesada en encontrar las llaves de su casa.

-Para llevarle un poco de ropa.

-Al final no las encontró.

-No.

-Y no se le ocurrió ir a comprar a un Zara o a Sfera algo que pudiera ponerse.

-La verdad es que no. Estaba muy abrumada.

-¿Por qué lleva su hijo el apellido Lazona?

-No lo sé.

-¿No se lo cambiaron al adoptarlo?

-Era mayor y no quiso hacerlo.

-¿Es el apellido de su anterior padre o madre?

-No se lo pregunté.

-¿Y su hermana? O su hermano.

-¿Qué hermano?

-Su hermano gemelo – dijo Carmen.

-No sé nada de un hermano gemelo. Si lo dice él, no le hagan mucho caso. Tiene la cabeza a pájaros. Confunde a veces sueños con la realidad.

-¿Le dice algo el nombre de Fausto Lazona?

-No.

Tere les interrumpió un momento y se acercó a Kevin con tres álbumes de fotos y una caja con unos botes que parecían medicamentos.

-Las marcas. Hay más, pero con eso de momento os bastará.

Kevin guiñó el ojo a Tere y empezó a mirar las hojas señaladas. Carmen miró también las fotos desde su asiento, sin acercarse. No hizo ningún gesto.

-Indíquenos por favor quienes son estas personas que les acompañan en sus vacaciones en este resort exclusivo de las Bahamas. Año 2013.

-No sé que tiene que ver todo esto con el caso.

-Tranquila abogada. Esto es una charla tranquila. Tardaremos días en acabarla. O semanas. – un comentario de Carmen hecho en tono casi festivo. – Estamos haciéndonos una idea de lo que supone vivir en un mundo de casualidades.

-¿Señora Campero? – insistió Kevin en tono serio.

-Esto es gente que nos encontramos allí. No… es…

-¿Éste no es su ex-marido? ¿Estos no son los hijos de él? Parece que la noche es agradable. ¿Éste no es Narcís Terragó, el director de la editorial de su padre? ¿Y estos dos jóvenes? ¿Y este hombre que le habla al oído con complicidad? ¿Éste no es el agregado cultural de la embajada francesa? Y en esta esquina… ¿No es Nadia Vinuesa?

Kevin fue al otro archivador y lo abrió por la marca que había dejado Tere. Se lo enseñó a Carmen sin dejar que la señora Campero la viera.

-Indíquenos por favor, quiénes son las personas de esta otra reunión. ¿El hombre que la rodea con sus brazos? Parece una reunión muy animada. Esta vez cambiaron la época del año y el lugar claro. Pero hay participantes nuevos. O a lo mejor en la otras vacaciones de amigos no salieron en las fotos.

-Le vuelvo a hacer una pregunta. Le permito que cambie la respuesta, para que se adecue a la verdad. ¿Qué le dice el nombre de Fausto Lazona? Y otra pregunta ¿Qué ha sido del hermano gemelo de Rubén Lazona, ahora su hijo?

-No tienes por qué contestar. – le dijo su abogada. Carlota Campero decidió esta vez seguir el consejo de su amiga.

Carmen abrió la caja que había traído Tere junto con los álbumes de fotos. Sacó uno de los botes con pastillas. Luego otro. Y otro. Cada uno tenía una fecha escrita en la etiqueta.

-¿Qué hacen en su dormitorio, en un escondrijo secreto estos botes de pastillas con el nombre escrito en ellos de Jorge Rios?

-Ni idea. Seguro que los han puesto ustedes. Yo no sé de ningún escondrijo secreto.

-Eso parecen vitaminas. – apuntó la abogada que recriminaba con la vista a su clienta su última respuesta.

-¿Vitaminas? – preguntó Kevin con gesto escéptico.

-Eso parecen sí ¿Verdad Carlota? – insistió su abogada.

-Eso es lo que le decían a Jorge Rios. Pero si las analizáramos… ¿Qué nos encontraríamos? – preguntó Carmen.

-No tengo ni idea. Ya le he dicho que no he visto esos botes en mi vida.

-¿Y por qué están sus huellas en ellos? – le dijo Kevin.

-Ya está bien – dijo la abogada – Si no van a presentar cargos…

Kevin y Carmen se miraron. Ésta asintió con la cabeza a la vez que ponía cara de pena. En ese momento, Carmen recibió un mensaje de Javier. Se lo enseñó a Kevin.

Carmen recogió los botes de “vitaminas” y los volvió a colocar en la caja. Kevin volvió a cerrar los álbumes de fotos y los metió en bolsas de pruebas.

-Si nos permiten, tenemos que registrar esta estancia – dijo Aritz entrando con las secretarias judiciales. – El juez Bueno viene para acá – anunció el policía a la comisaria.

-No me pienso mover de aquí. – dijo retadora la madre de Rubén.

-Como usted desee. – le dijo Aritz.

Les hizo un gesto a Carmen y Kevin y estos se levantaron, apartando las sillas. Dos policías uniformados quitaron la mesa alrededor de la que estaban sentados. Luego, empezaron a enrollar la alfombra que cubría parte del parquet. Una agente de la policía científica entró con un escáner, seguida de otro agente que estaba grabando todo en vídeo. Fueron pasando el escáner por esa zona del suelo. La agente se detuvo en el sitio sobre el que estaba la silla de Carmen en su conversación con la madre de Rubén. Aritz y Teresa se arrodillaron. Tantearon cuidadosamente la zona. Al final encontraron una tabla del suelo que estaba suelta. Metieron una navaja en el límite de la madera y levantaron la misma. Allí apareció a la vista de todos una cavidad que estaba llena de documentos en papel y en DVDs. También había algunas bolsas con un montón de pastillas de distintos colores.

-Dígale a su clienta que, por su bien, posponga todos los viajes que tenga previstos hasta nueva orden – Carmen miraba a la abogada con gesto duro. – Y avísele de las consecuencias que puede haber de no hacer caso a esta indicación. Y yo que usted, le aconsejaría que se fuera ateniendo a la verdad al dar sus respuestas, no como en la entrevista de hoy que no ha dicho nada que fuera cierto.

-¿Podría apartarse un momento por favor? – le pidió Aritz a la dueña de la casa. Carlota Campero no se movió.

-Carlota, por favor. – le pidió su abogada.

La mujer hizo caso a su abogada y se sentó en un sofá cercano. Los policías retiraron la alfombra del todo y Aritz y Tere tantearon el suelo. Encontraron otra tabla suelta que al retirarla con una navaja, sacó a la luz otra cavidad.

-Vaya, esto mejora por momentosdijo Carmen al asomarse.