Necesito leer tus libros: Capítulo 115.

Capítulo 115.-

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No había discutido con Sergio Romeva pero casi. Jorge había acabado cediendo y aceptando acercarse a la editorial Campero para hablar del tema de su viaje promocional a París, Edimburgo y Londres. El tema principal, a parte de hacer la presentación en esas ciudades de “La Casa Monforte”, era la gran campaña publicitaria que estaba preparando Movistar en París sobre la primera serie que se iba a hacer de las novelas de Jorge Rios. “Tirso” se iba a convertir en una serie importante en el catálogo de Movistar. Ya había llegado a un acuerdo con Netflix para que unos meses después de su estreno en la plataforma española, se viera en todo el mundo. Tenían mucha confianza en que iba a funcionar bien.

Jorge quería desligarse completamente de esos problemas, sobre todo después de la encerrona que le preparó su editora en “El Cortejo”. Una vez asumido que Sergio Romeva y Óliver Sanquirián se ocupaban de todo lo que hacía referencia a la defensa de sus derechos y lo que atañía a sus relaciones con la editorial que le publicaba, quería centrarse en otros temas que le parecían más importantes: Los “chicos de Jorge”, por ejemplo; o empezar a desenredar la madeja de todo ese caso que les rodeaba; sin olvidarse de poner coto a esos intentos de atentar contra Carmelo y contra él buscando a los culpables y a los instigadores. Y sobre todo, quería dejar claro a la Editorial Campero que sus tejemanejes hasta ese momento se habían acabado.

Cada vez estaba más convencido de que sus escoltas habían evitado algunos intentos más de atentar contra ellos de los que él era consciente. De algunos había sido testigo directo aunque no lo habían comentado. Lo tuvo claro el día en que se encontró con Adela, la mujer de Mendés y Claudia, la del programador José Ignacio Represa, en aquel concierto que Dídac organizó delante del Teatro Real. Sergio y él, con otros amigos músicos víctimas de Mendés, fueron los protagonistas. Al final, cuando todos se juntaron para cambiar impresiones, observó los movimientos que hizo la policía en los alrededores. Nacho, el de Roger, también estaba pendiente y marcó a uno de los agresores. Nacho no se hubiera implicado si él no hubiera sido el objetivo. Quizás las palabras que tuvo con Mendés durante el concierto fuera el desencadenante. O hubiera sucedido de todas formas.

Esa reunión, definitivamente, no le apetecía. Pero iban a ir los representantes de Movistar. Y sería un feo que tanto él como Carmelo no acudieran. Esa fue la única razón por lo que tras un largo cambio de impresiones con Sergio Romeva, había aceptado ir.

-¿Por qué no te apetece?

Carmelo lo miraba preocupado mientras tomaban un café en la cocina.

-No quiero verle la jeta a esa Esther.

-Yo pensaba que era Elías el que te preocupaba.

-Ese también – aunque a Carmelo el tono en que Jorge lo dijo le resultó … distinto a otras veces a las que habían hablado de él.

-Me parece que hay algo que se te ha olvidado contarme.

Jorge le contó su entrevista con Esther en “El Cortejo”. Aunque obvió el tema del tal Elías.

-Fue a buscarme.

-Si llevabas días sin ir allí a escribir. Semanas incluso.

-Alguien le avisaría.

-¿De verdad te han ofrecido alguna vez cuatro millones de adelanto? Es mucho dinero.

-No. Me ofrecieron varias veces un contrato por cuatro novelas o cinco, vaya. Con adelantos de cien mil euros por cada una. La última vez que me lo ofrecieron creo que aumentaron a trescientos mil. Pero pagaderos al publicar la novela anterior. No todo a la vez. Y eso fue antes de morir Nando.

-Ya eras un súper ventas.

-Sí.

-Nunca firmaste nada.

-No. Y para mi sorpresa, en la última propuesta, Nando no insistió demasiado. De hecho, no insistió en absoluto.

-¿Estaría ya enfermo?

Jorge casi se echa a reír. Pudo contenerse a tiempo.

-A mí al menos no me lo dijo.

Cada vez le era más difícil ceñirse a la versión oficial de los asuntos del pasado que le atañían. Aunque cualquier otra versión solo estaba en su mente, en su imaginación. Y dado el éxito que había tenido con otras intuiciones o percepciones, sobre todo con mucha de la gente que le había rodeado esos años, no era algo que pudiera asegurar que fuera una verdad comprobable, aunque en su cabeza iba ganando terreno a marchas forzadas.

-O sea que esa Esther es otra de las personas que … no nos quiere bien.

-Ve peligrar su estatus. No creo que sea otra cosa. Cree que … eres una mala influencia sobre mí.

-¿Porque te dejo pensar?

Jorge sonrió.

-Más bien porque me llevas por el camino del mal. Y ahora, Sergio Romeva y Óliver me van a arruinar con sus minutas.

-Si supieran lo que te cobra Sergio … – Carmelo no pudo evitar soltar una carcajada que Jorge acompañó poniendo un gesto de socarronería suprema.

-Pero eso es secreto. Que no se te escape.

-Tampoco … siempre he comentado que Sergio … cualquier otro representante me cobraría mucho más que él. En su agencia posiblemente seamos casos únicos.

-En su agencia y en el resto.

-¿Pero estáis así todavía? ¿Qué os pasa últimamente? Tenemos que entrar a buscaros todos los días.

Flor los miraba como si fuera su institutriz y ellos unos niños rebeldes que intentan hacer novillos a cada momento.

-¿Y si finjo ponerme enfermo? – insinuó Jorge.

Flor lo miró con gesto hosco.

-Me acaba de llamar Sergio Romeva – Flor amenazaba a Jorge con el dedo.

-¿Pero en qué equipo juegas? Creía que en el nuestro. ¿Y te llama hasta nuestro representante?

-Juego en el vuestro, eso no lo dudéis. Por eso, ya es hora de que os pongáis en marcha. ¡¡Vamos!!

Al decir eso, miró fijamente a Carmelo que aunque a regañadientes, se puso en marcha.

-Como se nota a quién de los dos tienes cogida la medida.

-Son ya unos años – se explicó Flor sonriendo.

-No puedo negarla nada – se justificó Carmelo.

-Resignación cristiana – Jorge miró al cielo.

-Jorge dramático 1 – resto del mundo 0.

-Lo que hay que aguantar – Jorge se levantó sonriendo y fue a coger su chaqueta. – Ni dios todo poderoso y todos los dioses del Olimpo pueden contra mis amigos. Espero que con mis enemigos tengan más suerte.

-¿Le has entendido? – Carmelo miraba a Flor con gesto socarrón.

-No. Seguro que ha dicho algo muy sesudo.

-Y dramático.

Flor y Carmelo se echaron a reír a la vez que Jorge salía de casa con gesto de fingida ofensa. Aunque él, de haber hablado, hubiera citado la resignación cristiana de nuevo. Y a lo mejor, habría vuelto a mencionar a los Dioses del Olimpo.

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La reunión fue un poco tensa desde el principio. Elías García se sentó al lado de Esther, la editora de Jorge. Éste no disimuló desde el principio que la presencia de ese hombre no le gustaba. Era lo que se esperaba de él, por sus encuentros anteriores. Esther estaba claro que quería marcar territorio. Su intento de encerrona a Jorge en “El Cortejo” no le había salido como esperaba. Creía que empleando un tono duro con el escritor, y luego ofreciendo un contrato suculento y desde su punto de vista, irrechazable, éste se plegaría a escucharla y hacerla caso. Y por supuesto, apartándolo de sus nuevas influencias.

En esa reunión iba a tener no solo que aguantar la presencia de Carmelo, sino la de Sergio Romeva y dos miembros del equipo que llevaban el día a día de los asuntos de Jorge y Carmelo, además de la de Óliver Sanquirián. Los últimos días se habían intensificado las peticiones de información sobre el estado de cuentas de la ventas de Jorge y el pago de sus derechos de autor. Y la editorial no parecía estar por la labor de poner eso en claro. Tampoco el asunto de los cobros de las colaboraciones de Jorge con “El País” y algunas conferencias que habían comprobado que los organizadores pagaron un caché a la editorial. Extrapolando esos datos a todas las que había hecho, y eso que Jorge no tenía apuntadas todas, era una cantidad importante de dinero. Así como lo de “El País”. Por otra parte, en las negociaciones de nuevas ediciones de sus novelas, la editorial había intentado bajarle las comisiones a Jorge. Parecía que para ellos era importante compensar esos ingresos que ahora no tenían.

-Piensa una cosa Esther. Vuestros gastos también han bajado. Ya no os tenéis que ocupar de la agenda de Jorge. Ni os tenéis que preocupar de acompañarlo. Eso eran unos gastos enormes según nos habéis indicado en alguna de vuestras comunicaciones. Solo debéis de comprobar que las librerías tienen ejemplares de sus novelas. Pero eso se supone que va en vuestro interés. ¿Queréis pagar menos a Jorge? Sin problema. No hay más reimpresiones. No hay más ediciones. Y las futuras novelas, hay muchas editoriales esperando a publicarlas.

-Las ventas de “Tirso” con el anuncio oficial de la serie se pueden multiplicar por tres. – apuntó Óliver.

-Ediciones especiales con fotos de la serie. – propuso uno de los representantes de Movistar.

-Y otras ediciones que estamos pensando con ilustraciones y con fotos de algunos lectores entregados que se acercan a Jorge y se sacan fotos con él y le cuentan sus historias. – Acabó diciendo Sergio.

-Y os lo daremos mascadito. Solo lo tenéis que maquetar. Para que no tengáis gastos extra.

Al final Elías empezó a explicar los planes para el viaje. Sería tres días en París, con el acto central de la firma y presentación de la serie “Tirso”. La organización de ese acto central se iba a encargar Movistar directamente. Sus representantes pasaron a explicar los planes. Ellos querían que el director de la editorial asistiera a la firma, pero ni Narcís Terragó ni Esther parecían querer asistir.

-Irá Elías en nuestra representación. – dijo en tono firme la editora.

-No. – respondió Jorge en tono rotundo.

-Eso no es de tu incumbencia. – Esther no ocultó el odio que empezaba a amasar en contra del escritor.

-No va a ir con nosotros en ese viaje. – Jorge volvió a ser rotundo.

-Te vas a arrepentir, Jorge. Eres un mierda que no tiene ni puta idea de nada. Te han sacado las castañas del fuego hasta ahora. No vales ni para atarte los cordones de tus zapatos solo. Me voy a reír cuando te caigas con todo el equipo. Y yo voy a colaborar en ello. Te lo juro. Cuando acabe contigo no vas a tener dónde caerte muerto.

-Por eso uso zapatos sin cordones, Elías. – le contestó en tono reposado, lo cual provocó en éste un ataque de ira, tirando una pila de libros que había en una mesa auxiliar y el servicio de café que estaba en otra mesa. Esther se puso colorada. Era un ridículo espantoso, además delante de los miembros de la agencia de representantes de Carmelo y de los directivos de Movistar+.

-Perdonen ustedes. Están siendo unos días un poco difíciles en la editorial.

Esther ya no sabía que cara poner. Cada encuentro con Jorge acababa en desastre. Y cada vez era más consciente de que el estatus que tenían con él era irrecuperable. Aunque se negaba a asumirlo.

A la editora eso sí, se le escapó una mirada de odio hacia el escritor. Fue solo un segundo, pero Tanto Carmelo como Óliver lo captaron. Jorge no se enteró porque estaba escuchando a los representantes de Movistar+. Estaban dejándole claro que la serie sobre “Tirso” querían que fuera la primera. Pero que estaban interesados en llevar a la pequeña pantalla toda su obra. Una novela detrás de otra. Jorge les estaba comentando la idea que tenía él de cómo debían llevarse a la pantalla. Y les dejó sorprendidos cuando para varias de ellas, tenía hasta elegido el reparto.

Después de la reunión, Jorge se iba a una firma de libros que tenía en una librería pequeña de unos amigos, la “Aladino”. Aprovecharía para preparar con ellos la performance que iban a ejecutar con Mendés. Y Carmelo se iba a grabar una escena de la película que estaba rodando. Era algo que no estaba previsto en un inicio y de lo que le avisaron la noche anterior. Su plan de rodaje no se reanudaba hasta el lunes siguiente. Pero Biel Casal, con el que debía hacer la escena, debía partir a otro rodaje en Argentina esa misma noche. Al final su viaje no se había retrasado ni anulado, como se rumoreaba, sino que al revés, se había adelantado.

-Martín tenía razón el otro día cuando decía que lo de esta película era un sin sentido. – le comentó a Jorge. – Hoy esto, que no valdrá para nada. Ninguno sabemos ya de que va la historia.

-Si te dejas llevar, corres el riesgo de que luego tu interpretación sea un desastre – le avisó Jorge. – Intenta que te den el guion completo de nuevo. No esas separatas parciales.

-Ni me apetece leerlo.

-De eso ya me encargo yo, no te preocupes – propuso Jorge. – Dile a Sergio que se encargue de pedirlo. ¿Y qué va a pasar con lo que le quedaba de grabar a Martín?

-Pero si en realidad estaba repitiendo escenas. No creo que a estas alturas le sustituyan. Si además no tienen dinero.

-El otro día oí un rumor cuando invitamos a los de Pasapalabra. Se me olvidó comentarte. Paco Remedios estaba negociando comprar la película.

Carmelo resopló.

-¿A quién se lo oíste?

-Por la pinta era el representante o algo parecido de uno de los que fue ese día al concurso. No me sonaba de nada.

-Sería el colmo. No sé si postularme para comprarla…

-Yo no lo haría. Guarda tus energías para “Tirso”. Es un rodaje complicado y tu primera aventura como productor. Has buscado a los mejores actores. Eso es un dinero. Y al mejor director. Eso es más dinero. Y vestuario, y producción … efectos especiales … no va a ser una serie barata.

-Y tengo que pagarte a ti.

Jorge se echó a reír.

-Y yo soy la partida más cara de todas – siguió bromeando. – No puedo vender ahora por dos perras gordas si me he negado a ello durante años.

-Pero parte te puedo pagar en carne – dijo Carmelo en tono sugerente al oído del escritor. – Y siempre puedes ser productor de la serie.

-Porque estamos aquí en medio. Y porque Esther nos mira con ese gesto adusto y de odio supino y eso me enfría la libido. Si no, te empezaba a decir guarradas al oído… y me cobraba ahora mismo el primer recibo.

-Que cabrón eres. A mi es al revés. Esta situación me pone. Me alegra que te hayas dado cuenta de la cara con la que te mira esa.

-El vídeo que me enseñó Roger de la reunión en la discoteca, me dejó claro que no era de fiar. No sé hasta que punto no lo es. Ya iremos viendo. Puede que juegue a varias bandas y tenga que nadar y guardar la ropa. Si está donde está, es que sabe fajarse bien en la lucha en el barro del día a día.

-Va a perder mucho dinero al no llevar tu agenda y hacer chanchullos con tus charlas. Eso es algo que les quedaba a ellos limpio. Ella pensaba que solo iba a perder lo que hicieras en la librería de tu amiga Esme. Y en esas librería pequeñas como la de hoy, que te acercas a firmar a esos cuatro clientes fijos con los que quedan. Y estoy seguro de que hay más cosas que se han aprovechado de ejercer también como tus agentes. Deberías revisar todos los contratos con editoriales extranjeras.

-Óliver se está ocupando ya de ello.

-Lo único bueno que tiene esa Esme, es que por las charlas esas, los únicos que ganan son los lectores y tus fieles seguidores.

-Mira que te cae mal Esme. Cada vez que dices su nombre te sale un tono… – Jorge intentaba provocarlo. Nunca había querido confesar las razones.

-No es el momento – dijo en voz baja. – Me tengo que ir. Sergio ya me está haciendo gestos. ¿Qué vas a hacer al final?

-Antes he mandado mensajes a Saúl y a Carletto. Están liados esta tarde. Helena y Pol, se les ha puesto malito uno de los niños. Así que he quedado con Álvaro después de ese rato de firma de libros. Creo que me ha citado cerca de su casa. La vieja que es la nueva. A lo mejor hasta me la enseña.

-A ver que te cuenta.

-Espero que al menos lo que le contó a Javier. Venga, despídete. Ya que Esther piensa que tienes la culpa de mi nueva forma de comportarme, haz de incitador. Me voy contigo.

-Señores, nos vamos. Tenemos unos compromisos – dijo en voz alta a la vez que se ponía de pie y empezaba a estrechar las manos de los asistentes.

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Jorge se sorprendió de que Álvaro le invitara a su casa. La antigua. La que al parecer le avergonzaba y que cambió por la que ahora le ahogaba la vida. Le había enviado un mensaje para cambiar el lugar.

Jorge al bajarse del coche, miró los portales.

-Es esa – le dijo Alan, su jefe de escoltas ese día. Flor se había ido con Carmelo.

-Pues no está tan mal. Al revés, me parece un buen barrio.

-Tiene encanto, al menos a mí me lo parece. Hemos investigado y además es suya. Y pagada. Han estado viviendo unos amigos de Toledo que estaban estudiando hasta hace un par de meses. Es un vecindario tranquilo y que además le tiene aprecio. Se han pasado antes un par de compañeros para echar un vistazo. Han preguntado. Todos le aprecian.

-Será pequeña la casa.

-Son cien metros. No la llamaría pequeña.

-Pues no lo entiendo. Para un chico joven sin familia es una casa potente. Y está en una zona cómoda y agradable. No entiendo por qué tuvo que meterse en esos … líos.

-Jorge, parece mentira que lleves toda la vida casi relacionándote con los egos del arte. Los músicos, los cineastas, los actores … aparentar es parte del éxito. Eso lo enseñan en algunas academias de arte dramático. Si vieras algunos de los amigos de Carmelo … esos que tú no quieres ni ver … menudas divas.

-Por eso no quiero ni verlos. Él … es su mundo, no le queda más remedio. A mí dame la gente guay, que le gusta lo que hace y no se da aires. Las divas, que las aguante el sereno. Y esas academias de las que hablas, son las que van buscando el éxito por el éxito. Y les da igual un reality que un dramón vendido en Sálvame.

-Como la mayor parte de la gente cuando se mete a artista. Ahora al menos. Si les escuchas … muchos, hasta los que van a esos concursos como “La Voz” dicen cuando les preguntan: Famoso, quiero ser famoso.

-Vamos anda. Hasta el arte está perdiendo su esencia.

-Eso ha sonado a viejuno. Y no me vengas con tonterías que no eres tan viejo. Y menos de espíritu.

-Pues hay días que no te creas, me siento como un anciano. – dijo sonriendo y guiñando un ojo.

-Anda, que no harías felices a unos cuantos si pusieras tus ojos libidinosos sobre ellos.

-Eso me lo vas a tener que explicar con detalle … – Jorge lo miraba con gesto libidinoso.

-Ya han subido Merche y Fonso a echar un vistazo. – explicó Alan sonriendo y cambiando de tema.

Jorge también se sonrió y aceptó el giro en la conversación propuesto por el policía. Su compañera Naira abrió la puerta del portal y entró la primera. Alan y Jorge entraron a la vez. Cogieron el ascensor para subir al piso de Álvaro. Merche avisó de que estaba todo controlado. Al llegar a la planta, Álvaro le estaba esperando en la puerta. Le extrañó el vestuario. Calcetines de deporte, una camiseta larga de tirantes y se imaginaba que llevaría calzoncillos debajo de la camiseta.

-Si me recibes así, me haces sentir en casa.

-Es tu casa a partir de ahora. Me pasé medio confinamiento en la vuestra. Y no haces más que echarme una mano. No te he correspondido como te mereces. No te había invitado nunca a mi otra casa en estos años. Debo corregirme.

Jorge lo abrazó y lo besó en las mejillas. Le agarró la cara con las manos y se lo quedó mirando a los ojos.

-Sabes que te quiero. Te queremos. Y actuamos en consecuencia. Y tampoco tenemos tanto mérito. Lo único que hemos hecho es acompañarte.

-Y pagar mi deuda.

-Una parte. La otra no nos has dejado. Pero ese dinero, no nos lo hemos quitado de comer. Gracias a Dios nos ganamos bien la vida hasta ahora. Y sabes que además, ese mérito lo tienes que repartir entre doce amigos. No hemos sido solo nosotros.

-Vosotros tuvisteis la iniciativa. Si no os lanzáis, ahora estaría igual. Ya verás ahora que Carmelo se mete a productor. A lo mejor tiene que pedir un crédito – bromeó Álvaro.

-Na. Ya le he puesto restricciones en el gasto. He rebajado a la mitad el número de calzoncillos que se compra. Eso es un buen ahorro.

Álvaro se rió con ganas.

-¿Te apetece algo? He estado preparando un pastel de pescado y unas tostas. Y tengo cerveza o limonada. Y luego si te apetece comer conmigo en casa, tengo un solomillo para hacer en la plancha y unas verduras.

-Vale. Yo venía con intención de invitarte a comer en algún sitio después que me enseñaras la casa. Pero este plan me parece estupendo.

-No me apetece dejarme ver mucho.

-Enséñame la casa anda.

-Te advierto que no está a mi gusto. Tengo que traer algo de lo del otro piso. A lo mejor podías dejarme un hueco en tu almacén. Para guardar lo que no consiga vender de la otra casa.

-Claro. Lo que quieras. Hay bastante sitio. Luego te mando la dirección y te doy una copia de la llave. Si necesitas ayuda, nos dices. Pero esta casa está muy bien. Y los muebles. Me gustan.

-¿Te gusta?

-Pues sí. Y parece muy cómoda. Tienes una cocina hermosa …

-Ahí cambiaré los electrodomésticos por los de la otra casa. Tengo que tomar medidas. A lo mejor tengo que hacer una pequeña reforma para adaptarlo.

-Te ayudo si quieres.

-Na, hoy no. Otro día quedamos y lo hacemos. Hoy me apetece estar de tranqui contigo. Y contarte algunas cosas que me corroen.

Jorge estuvo tentado de abrazar de nuevo a Álvaro. Pero tuvo la impresión que en ese momento, no sería bienvenido. O que iba a cortar la idea que se había hecho Álvaro de la reunión.

-¿Éste es tu dormitorio? – dijo asomándose a una habitación que era evidente que la había utilizado esa noche.

-Que vergüenza. No la mires, que no la he recogido.

-Que bobo. Es bueno no hacer la cama por la mañana. Así se orean las sábanas o el edredón. Me lo has visto hacer en casa. Y mira que no has entrado incluso a despertarme alguna vez y estaba todo por medio.

-En realidad es la habitación de invitados. La otra tiene la cama rota. Tengo que cambiarla por la de mi otra casa. Mis amigos no me avisaron. ¡Bah! Tampoco me avisaron de que se había estropeado la lavadora y el horno. Y eso que no debían de hacer mucho uso de él.

Jorge puso cara de no entender. No quería que Álvaro supiera que sus escoltas habían preguntado por el vecindario por él y sus amigos.

-Han vivido aquí unos amigos de Toledo.

-Que guay ¿No?

-Bueno, no han pagado nada. Y ni siquiera han cambiado las cosas que han roto.

-¿Se lo has dicho?

-¿Para qué? Encima se pondrán chulitos. O me dirán que bien me puedo hacer cargo de eso.

-¿Chulitos?

-Es culpa mía. Se me ha ido la boca diciendo que nadaba en la abundancia. Y como tenía pasta …

supuestamente …

Álvaro hizo un gesto de resignación con la cabeza.

-Pues todo a las espaldas del amigo pudiente y famoso. – acabó la frase en tono compungido.

-Al menos te habrán invitado a algo de vez en cuando. – sugirió Jorge.

-Les he llamado varias veces para salir juntos y siempre me han dicho que no podían. Salvo una vez, que aprovecharon para pedir que les cambiara la tele. Habían visto una de cinco mil euros, lo último de lo último.

-Creo que no se la has comprado. La tele que he visto antes no es de las últimas.

-No. Les dije que si querían cambiar la tele que la pagaran ellos. Encima que no pagaban alquiler. Ni la comunidad de vecinos.

-El salón no está mal.

-Los sofás están destrozados. Y parece que se les ha caído un guisado o algo con mucha grasa y ni lo limpiaron. Dieron la vuelta a los cojines.

-¿De qué los conocías?

-De Toledo. Eran amigos del barrio. De toda la vida. Eso es lo que me pudre.

-¿Y no te pidieron que les sacaras de fiesta con tus amigos famosos? Eso suele ser un clásico.

-Y lo hice al principio. Pero todo era para conocer a famosos y para que les pagara yo las copas. Al cuarto día les dije: vamos a hacer bote. Y se enfadaron. Puede que no supiera hacerlo, o proponerlo. Es que me sentía incómodo. Pero por eso no me gusta que me paguéis las cosas. No quiero para los demás lo que no quiero para mí.

-Pero es distinto. Siempre nos has invitado. Otras veces yo a ti. O Carmelo. Es lo que hacen los amigos.

Álvaro se sentó en el salón. Jorge lo hizo a su lado. Le dio la sensación de que estaba triste.

-No sé estar con los amigos. Me he equivocado en todo.

Jorge se recostó en el sofá. Aunque quería decirle algo para contradecir su afirmación, no se le ocurría la forma de hacerlo. Al final optó por esperar a que siguiera hablando.

-Me di cuenta el otro día, en el hall de la Unidad de Investigación. La mirada de asco que me lanzó Willy. Me dio hasta miedo. El comisario ese me dijo si quería que me acompañara alguien. Pero no. Me merezco lo que me pase por bobo. No tengo el nivel para llevar escolta.

-¿Yo sí tengo ese nivel?

-Tú eres una súper estrella de la literatura.

-Pero no la llevo por eso. La llevo por ser un bobo que se ha dejado manipular durante años. Por ser ciego y sordo y que haya alguien que tenga miedo de que no haya sido tan ciego o tan sordo.

-Yo tengo amigos que me mandan a matones para que me rajen la cara para impedirme trabajar.

-Y que vuelvas al negocio de las citas de acompañante o para que te acuestes a quien pague lo que pidan.

-¿Es tan evidente?

Jorge le intentó convencer durante más de una hora, de que no era una cuestión de ser evidente.

-Era su plan desde el principio. ¿Es eso lo que me quieres decir? – Álvaro estaba compungido. Le dolía escuchar las verdades aunque fueran dichas con mucha delicadeza y dulzura.

-No eras el único – le contestó Jorge. – Todo esto lo descubrió Javier por la declaración de Rodrigo Encinar.

-Ya. Y Gonzalo Semtí. No le conoces. También ha ido a hablar con la policía. Me llamó y lo convencí. Aunque Willy y su representante piensan que he sido yo el que les ha contado a la policía.

-¿Lo has hecho?

Álvaro se sonrió.

-Claro. Pero después. El Javier ese me aguantó más de dos horas medio lloriqueando. Menuda paciencia tuvo conmigo.

En esa entrevista en el bar “La Esquina”, Javier no había querido contarle a Álvaro todos los detalles. Lo dejó al criterio de Jorge. Ahora, éste le fue contando de otros actores quizás menos conocidos y que no eran de su círculo que cayeron también en sus redes. Y no tenían cerrado ese capítulo. Se hablaba de otros dos actores con cierta repercusión mediática. Pero hasta el momento, no habían descubierto sus identidades. O si era un bulo.

-Sigue la misma estrategia con todos. Está pensada y es a largo plazo. En cuanto hay una serie nueva o una película en la que despuntan nuevos talentos se acerca a ellos. Se hace su amigo. Les saca por ahí, les presenta a gente a la que luego no vuelven a ver, claro, porque Willy no tiene tantas relaciones cercanas. Yo lo conozco y si me encontraba por ahí, le saludaba. Pero no lo invitaba a mis reuniones en casa en el confinamiento. Y él me presentaba a sus acompañantes, ante los que fingía ser cercano a mí. Acompañantes que no recuerdo y con los que posiblemente me he cruzado en algún acto y ni he reconocido. Lo mismo les pasa a los demás.

-Esos acompañantes dirán que eres un chulo que no les saludas.

-O el mismo Willy cuando le comenten.

-Joder, y a mí me invitaste hasta a quedarme en tu casa en el confinamiento.

-Y no te quedaste todo el tiempo porque no quisiste.

-Era un abuso por mi parte.

Jorge le dio un golpe en el brazo. Intuía que se iba de casa para atender a sus citas. Tanto Carmelo como él pensaban que estaba en eso antes de la pandemia. No dijo nada al respecto. Álvaro se echó a reír.

Al final, Jorge decidió explicarle con detalle cual era la forma que tenían de actuar en esa trama. Le fue contando como primero se hacía colega de ellos. Luego le iba metiendo en su grupo de amigos, con los que quedaba con otros actores menos allegados pero muy conocidos. Les invitaba a todo. Le enseñaba las fiestas más guays … luego de repente les hacía pagar.

Álvaro se había quedado callado y con la mirada perdida. Estaba repasando su vida e identificando cada fase que desgranaba Jorge del plan de ese Willy.

-Llegaba el momento de una conversación muy seria. En esa charla, les plantea que si quieren triunfar deben poner un poco de su parte. Arriesgar. Deben dar el pego de estrellas. Buena casa, ropa cara, de diseño. De marca. “Yo te acompaño y te indico lo que debes comprar”. “Te van a hacer precio especial por venir conmigo”. Ir a los mejores sitios a comer, “Conozco al jefe de sala”. dejarse ver en las fiestas más importantes, aunque deban pagar para ir. “Es una inversión”. Y él cobraba a parte comisión por todo esto. Luego las tiendas, los restaurantes, le pagaban por ello.

-Los pobres bobos nos lo creemos.

-Porque os recuerda además a todo lo que os ha invitado. Todos los amigos a los que os ha presentado. Amigos que ya no se acuerdan de vosotros. Directores de casting que no os prestaron la más mínima atención. A algunos les hace cambiar de representante para poner a otro más … propicio.

-A ser posible el que tiene el mismo, Goyo Badía. – dijo Álvaro.

-Su socio en el negocio.

-Eso también lo intentó conmigo. Pero ahí no entré al trapo. Total, mira, ahora me ha dicho mi representante que es mejor que me busque otro. Me echa. ¿Tú te crees?

Esa confesión le pilló a Jorge desprevenido. No se lo esperaba. Se quedó pensativo unos segundos.

-No le habrá gustado tus movimientos. Tu agencia no es de la cuerda de ellos.

-¿Y dónde voy? Se ha corrido la voz. Nadie me va a querer. Eso me ha dicho ella, al menos.

Jorge le dio un beso.

-Voy a hacer una llamada a la cocina. Ahora vuelvo.

Álvaro se recostó en el sofá. Parecía a punto de romperse. Jorge le miraba mientras hablaba por teléfono. Sus peores presagios se iban haciendo realidad. Estuvo casi un cuarto de hora hablando. Cuando colgó se quedó mirando a Álvaro. Iban a tener que apoyarle todos mucho. Se estaba derrumbando.

-Ya está arreglado – dijo volviendo al salón y sentándose al lado de Álvaro. – Ya tienes nuevo representante, si aceptas claro.

Álvaro se incorporó. Tenía los ojos hinchados. Mientras Jorge había estado hablando, él había aprovechado su soledad momentánea para echarse a llorar.

-Debo ser sincero con él o ella. Y contigo. No … quiero que …

Jorge se lo quedó mirando expectante.

-A parte de trabajar como acompañante … también me he prostituido. Me … he acostado con algunos. Por dinero. Mi agente se ha enterado y por eso me ha echado. No … yo le he dicho que no … iba a volver a pasar. Que eso era una etapa de mi vida … que tengo trabajo en Tirso … y … me ha dicho que ni Carmelo del Rio iba a mantener su oferta para ese papel en la serie cuando se enterara de … ni tú me ibas a seguir apoyando. Que mancho vuestra imagen pública. Me ha contado que en solo dos días, le ha llegado la noticia por varios sitios. Que se va corriendo la voz. Los amigos de Willy van haciendo su venganza.

Jorge le acarició la cara con dulzura.

-Tu antigua representante se equivoca. Tanto Carmelo como yo vamos a seguir a tu lado. Siempre. Y la mayor parte de tus amigos de verdad. Esta es una oportunidad para que veas quien lo es, y quién te quería por el interés o la fama o los millones de seguidores de tus redes.

-Mariola me llama todos los días. Luego voy a quedar con ella. Vamos a ir de compras.

-¿Ves? Y Ester estará a tu lado. Y Miguel, Biel, Arón partiría piernas por defenderte, de hecho lo hizo el otro día.

-Jo, ya me he enterado. Fui corriendo a acompañarle a urgencias.

-No quiero ni pensar por lo que has pasado acostándote con esos hombres. – le susurró Jorge sin dejar de acariciar su rostro.

-Si al menos hubiera sido contigo …

Se echó a llorar. Jorge lo atrajo a su hombro y le dejó ahí, llorando. De vez en cuando le daba un beso. No dejaba de acariciar su cabeza.

-¿Qué voy a hacer? – dijo entre sollozos.

-Levantar la cabeza. Y tirar hacia delante. Te han puesto en una situación límite y … has hecho lo que has podido. No valoraste bien tus opciones por la vergüenza o porque estabas sobrepasado. Pero ya has recuperado el control. Ya sabes quienes son tus amigos de verdad y te apoyas en ellos y ellos te apoyan a ti. Eso es lo que debes decir aunque yo tampoco daría muchas explicaciones. Pero todo en esa línea. Luego lo repasamos para que lo tengas interiorizado.

-Me gustaría hacer el amor contigo.

Álvaro levantó la cabeza y miró con sus ojos todavía acuosos a Jorge.

-Quiero probar de verdad como se ama a un hombre al que quiero.

Jorge sonrió. Le besó en los labios. Se lo quedó mirando.

-Y a mí … estaría encantado de amarte, Álvaro. De acariciarte ese cuerpo tan maravilloso. Me encantaría pasar una tarde entera jugando con nuestras lenguas en un beso eterno. Y tenerte dentro de mi y luego si acaso, entrar en ti y amarte. Pero sabes, me quedaría con la sensación de haberme aprovechado de ti. No te gustan los hombres. A mí sí. Sería un acto … no creo que luego te sintieras bien. Ni yo, aunque fuera un momento maravilloso de amor y placer para mí. De verdad que podría escribir una escena en la que fuéramos amantes.

Álvaro acercó su boca a la de Jorge y le besó apasionadamente. Jorge le dejó hacer unos segundos, pero luego le apartó con dulzura.

-No te gusto de esa forma Álvaro. Ahora estás … confuso. Estás agradecido. Pero no son razones para acostarte conmigo. Te gustan las mujeres.

-Eso no es cierto del todo.

-Principalmente al menos. No te has acostado con ningún hombre antes de todo esto. Y podías haberlo hecho. Con cientos.

-A lo mejor es que no ha surgido … puede que me haya sentido … que no me haya atrevido.

-Puede. Pero yo voy a estar aquí siempre. Junto a ti. Disfrutando de tu compañía. Y por qué no, disfrutando de verte pasear en calzoncillos. O desnudo. Me gusta la belleza y tú eres bello.

-No me rechaces, por favor.

-No, no, mi amor. No. No te rechazo. De verdad que te quiero y de verdad que estaría encantado de hacer el amor contigo. Pero si lo hiciera hoy, sería aprovecharme de ti.

-¿No confías en mí?

Jorge sonrió.

-Cariño, claro que confío. Para que lo compruebes, déjame tu teléfono. O tu tablet.

Álvaro se levantó de un salto y fue a la mesa del salón. Cogió los dos dispositivos que le había pedido Jorge. Éste cogió su teléfono y escribió unos códigos y los mandó por mensaje. El teléfono sonó. Número oculto.

-Dime escritor.

-Haz seguro este móvil. Crea una cuenta y dale acceso a la nube.

-Tu amigo está cañón.

Jorge se echó a reír.

-Para ti todos lo están.

-Éste lo está – dijo rotundo Aitor. – Dame diez minutos. Que no utilice ningún dispositivo de la casa.

No se despidió.

Álvaro le miraba sin entender.

-Voy a blindar tus dispositivos. A partir de ahora, no va a ser posible que te los pirateen. Y te voy a dar acceso a mi nube. En ella encontrarás todas mis novelas inéditas. Y todos mis relatos.

Álvaro lo miró con sorpresa.

-Pero … eso …

-Primero, para que compruebes que eres alguien al que tengo mucho cariño. Segundo, para que compruebes que sigo confiando en ti. Tercero, para que seas consciente de que eres parte de mi familia. Aunque hoy no te voy a hacer el amor. Dentro de unos días te encontrarás un relato en el que tú y yo hacemos el amor. Puede que un día ese relato se haga realidad. Si de verdad lo sigues deseando y si de verdad, te gustan un poco los hombres. No te quedes con la sensación de que te rechazo. Al revés. Hacer el amor contigo ahora, hoy, sería el camino fácil. Pero esto es una promesa. Si dentro de un tiempo sigues pensando igual, estaré encantado de hacer el amor contigo. De estar amándote toda una semana entera, sin levantarnos de la cama. Y no pienses que sería una traición a Carmelo. Sabes como somos y nuestros acuerdos al respecto.

-Con alguno de esos hombres me excité de verdad.

-Eso … puede ser por muchas cosas. Hay partes del cuerpo que reaccionan ante determinados estímulos. Solo hay que encontrar tus puntos débiles. Tus puntos sensibles.

-¿El punto G?

-Hay muchos puntos G. Puede que tengas los pezones sensibles. O la cara interna de los muslos. Puede que te ponga a cien que te muerdan el cuello, o hacerlo tú a tus parejas. El perineo puede ser un punto … G. O los pies. O que te acaricien el culo.

-O que me lo coman.

Jorge se encogió de hombros.

Aitor volvió a llamar.

-Ya está. Tenía un intruso en el móvil. Está eliminado. Te he mandado un mensaje con el camino a la nube. Te dejo que se lo instales tú.

Aitor volvió a colgar.

Jorge pulsó el enlace contenido en el mensaje. Y se instaló una APP nueva. Su símbolo era una J y una R entrecruzadas. Le pasó el teléfono a Álvaro.

-Pincha en esa APP.

Álvaro le miró con curiosidad.

-Pincha ahí. – le reiteró. Parecía que Álvaro era remiso. Al final lo hizo.

-Ese es tu nombre de usuario. Pon la contraseña que quieras. Que no sea la misma que tienes en los demás sitios.

-Dímela tú.

“RecuerdaqueJorgetequiere77” – le dijo Jorge sin pensar. – la primera “R” y la “J” de Jorge con mayúsculas.

Cuando Álvaro acabó de configurar su cuenta, y entró en la nube, abrió mucho los ojos. Empezó a pinchar las carpetas. La primera la que se llamaba “Novelas inéditas”.

-Joder. Son un montón de ellas.

Salió de ahí y fue a la que ponía “cuentos infantiles”.

-¡¡¡Seis volúmenes de cuentos!!! Yo pensaba que solo era uno.

Jorge no dijo nada. Solo sonreía. Le gustaba lo que veía. La cara de Álvaro había cambiado radical. Ya no había sombra de lágrimas. Y sus ojos habían recuperado el brillo.

-Gracias, gracias.

Álvaro se lanzó a abrazar a Jorge. Le dio un beso en los labios. Un suave pico que gustó a Jorge.

-Voy a leerlo todo.

-Con calma. Hay mucho que leer.

-Joder. Si tienes una carpeta con versiones desechadas de tus novelas.

-Ahí puedes leer por ejemplo la versión de “La Casa Monforte” antes de la definitiva. Y lo mismo en otras novelas.

-¿De “Tirso” también?

-No. De Tirso no. Pero puedes ver otras historias colaterales. Por ejemplo, si acabas por hacer el papel de Juan, o el de Hernando, tienes muchas más historias que no están en los libros. Para que puedas conocer mejor a esos personajes. ¿Cual de los dos personajes te gustaría más?

-¿Cual me recomendarías?

-Siempre pensé que serías un buen Juan.

-Pues entonces seré Juan, si al final me lo ofrecéis formalmente.

-Yo no tengo que ofrecértelo. Pero quien lo debe hacer, lo hará. A través de tu nuevo representante: Sergio.

-¿Sergio? Pero si todos dicen que hace tiempo que no coge a nadie más.

-Pero a ti te acepta encantado. Y no te preocupes, sabe todo lo que tiene que saber. Te defenderá de esos ataques y te guiará en lo que debes hacer. Mañana tienes una entrevista con él. A las diez.

-Ahí estaré. Pero no sé si tengo ropa …

-No tienes que vestirte especial. Olvídate de los consejos de Willy.

Jorge se levantó y fue a la habitación de su amigo. Álvaro le seguía. Abrió los armarios y le señaló toda la ropa que había en ellos. Le señaló las dos maletas abiertas y llenas de ropa a la espera de ser colgada.

-Debes tener un puñado de ropa adecuada para actos sociales, para presentaciones. Sergio te irá diciendo. Te buscará marcas que te dejen su ropa para determinados actos. Puedes convertirte en su imagen. No necesitas empeñarte para comprar lo último de Cibeles o de la pasarela de Londres o NY.

Álvaro recibió un mensaje. Lo leyó.

-Es mi antigua representante. Me dice que quiere hablar conmigo que a lo mejor se ha precipitado.

-Sergio la ha llamado para pedirle tu documentación. Y para que liquide con él. Mañana de todas formas te acompañará Óliver, mi abogado. Sergio y él ya se conocen. Te ayudará en la transición y se encargará de finiquitar tu relación con tu antigua agencia. En tus manos está si quieres ir con él o delegas. Si vas con él darás la impresión de que no te vas enfadado y no te cerrarás puertas. Tampoco hay que olvidar que ellos te han cuidado bien.

Álvaro hizo un movimiento con la cabeza que a Jorge le pareció de duda.

-Ya me lo contarás cuando estés preparado. Te recuerdo que no debes tener reparo en contarnos. Somos tus amigos. Y ten presente que tu representante, cuando te ha echado, se imaginaba que nadie querría coger tu cuenta. Al llamarla Sergio, se ha dado cuenta de varias cosas: que alguien ha querido cogerte en su agencia; al ser Sergio, sabe que tanto Dani como yo vamos a seguir apoyándote y que tu papel de Tirso, sea cual sea, Juan o Hernando, va a salir adelante. Y la siguiente novela mía que posiblemente se lleve a la pantalla, vas a ser el protagonista.

-Dime que te refieres a Juan, el de “deJuan”.

Jorge sonrió.

-¡La hostia! Alucino con ese personaje. Sería la hostia si me lo dejas hacer.

-Falta mucho para eso. Tienes un par de pelis, me han dicho, otra obra de teatro …

-Otra campaña de publicidad, ésta para Noruega y Suecia. De las buenas.

-No entiendo a tu representante. Nada de eso se ha caído a pesar de los rumores.

Álvaro se encogió de hombros. No quiso ahondar en el asunto, pero casi, Felisa su representante, le había venido a decir que aunque no le echaran de esos proyectos, ella no quería a nadie como él entre sus representados. Álvaro tenía marcado en la cabeza el gesto de asco que había puesto al decir esas palabras. Daba asco a Felisa. Tampoco le había contado a Jorge que le había dicho que todo era culpa de Jorge. Y ahí había empezado a calificarlo con los peores insultos que se puedan decir de alguien.

-No merezco esa confianza. No he sabido estar a la altura. No he sabido hacer las cosas, ni siquiera he sabido relacionarme con mis amigos. Ni distinguir los amigos de los aprovechados. Soy un paria.

-Todos nos sentimos sobrepasado a veces. El mundo éste en el que vivimos no es fácil. Todos parece que lo desean. Llegar a ser famoso. Ir a fiestas guays, como la de la Dinamo del otro día. Pero … la gente no sabe lo que hay detrás de todo. Las zancadillas. Las trampas. Tú has pecado de ingenuidad y de orgullo por no dejarte ayudar. Por meterte en cosas a las que no alcanzabas y que tampoco necesitabas.

-Me he dejado engañar.

-¿Estás bien?

-Ahora sí. O al menos mejor.

-¿Me quieres contar lo de esos hombres con los que te acostaste?

-Mejor otro día. Ya te he aburrido bastante. Es tarde. ¿Te apetece que comamos?

-Venga.

-Se me ha olvidado comprar el pan.

-Me ocupo. Bajo ahora mismo.

-Hay una panadería a la vuelta de la esquina, a la derecha según sales del portal.

-¿Tiene dulces? Así subo el postre también.

-No se me había ocurrido. Mira a ver si queda algo. Si no, puedo preparar esa macedonia que te suele gustar. Tengo fruta. Me enseñó Carmelo a hacerla.

Jorge fue hacia la puerta. De repente se acordó de algo y volvió. Sin más besó a Álvaro en los labios y volvió a enfilar la puerta de salida. Álvaro se lo quedó mirando sorprendido. Y contento. Era un hombre completamente distinto del que había recibido a Jorge esa misma mañana.

.

-¡Evarista! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás cariño?

Jorge se había levantado de la mesa en la que estaba comiendo en “El Puerto del Norte” y había salido a la calle para no molestar a las mesas de alrededor.

-¿Y tú cariño? Hace días que no te pasas por aquí.

-Luego me acerco un rato.

-Pues te cuento entonces. ¿Quieres algo especial para picar?

-El bizcocho mágico. No lo he comido hace siglos.

-Nada. Pepa y yo nos ponemos a ello. Te esperamos en mi casa.

-Dame un par de horas.

Jorge se quedó pensativo. Parecía que lo que quería contarle sus nanas era importante. Suspiró desesperado. Ahora pasaría el tiempo que tardara en ir a verla, pensando en si había pasado algo grave a su familia. Echó un vistazo a los mensajes, por si se le había pasado algo.

Carmelo le sorprendió rodeándolo por detrás con sus brazos y apretándolo contra su cuerpo. Jorge sonrió y giró el cuello para dejar libre el camino al beso de su rubito.

-¿Qué haces en la calle?

-Me han llamado las nanas, y como hablan alto, he salido para no molestar.

-Y para que no se enterara todo el restaurante de lo que hablabas.

-También por eso – se sonrió el escritor – El caso es que, no directamente, me han invitado a que vaya a verlas. Parece que tienen algo que contarme.

-Y le estás dando vueltas a lo que pueda ser.

Jorge asintió con la cabeza.

-Entremos. Tengo hambre. Y tengo que volver al trabajo en un rato.

-Pero luego hemos quedado a las ocho. Esa fiesta en el Ateneo con photocall.

-Y ahí estaré. Date un toque de maquillaje para las fotos, no te olvides.

Carmelo consiguió con su cháchara que se olvidara del misterio que le asolaba ahora: el motivo de la urgencia en verlo de sus nanas. Nada más acabar de comer, Carmelo se fue. Jorge se quedó saboreando su segundo café. Aunque en realidad lo que saboreaba, era unos trocitos de tarta de queso que le habían traído para “pasar” el café.

Le hizo un gesto a Alan para ponerse en marcha. Llamó a Evarista para anunciar que iba de camino.

-Ya está frío tu pedido. Listo para que lo disfrutes.

-Pero cuanto os quiero, madre mía.

El recibimiento fue como siempre, lleno de abrazos y de besos. Jorge presentó a Alan a sus nanas. Evarista rápidamente le tiró fichas. Alan aceptó el juego con simpatía y cercanía. Otro que fue conquistado por esas mujeres.

Jorge y Alan se encargaron de llevar las cosas para que las nanas no se cansaran. Ya era bastante con que se hubieran puesto a cocinar. Alan descubrió ese pastel de tres texturas que no había comido nunca.

-Voy a tener que salir a correr cuando acabe de trabajar – suspiró mientras se servía otro trozo de pastel.

-Está hecho con amor, esto no engorda – explicó Jorge feliz imitando a su acompañante. – ¿Y qué queríais contarme?

Las dos mujeres se miraron. Parecía que se habían arrepentido de su impulso de llamar al escritor. Evarista hizo un gesto a Pepa que fue la que se acabó decidiendo.

-Creemos que tus padres se huelen algo de lo de la nueva tienda.

-Poco pueden hacer al respecto, aunque eso fuera así.

-Están muy enfadados por ese burofax o como se diga que les mandó ese abogado. Habían hablado con los niños, del tema de la subida del alquiler tan desorbitada, como castigo a su postura cuando se encontraron contigo. Les intentaban convencer de que eso era mejor que echarles del local.

-Ellos jugaron sus cartas, nosotros las nuestras. Pueden volver a alquilar el local. Y que cobren lo que quieran al nuevo inquilino.

-Lo han empezado a mover con la inmobiliaria esa de Ponce. Ya sabes ese que es amigo de tus padres de toda la vida. Pero se ha corrido el rumor de esa gran carnicería que se va a abrir en el barrio. Y nadie quiere arriesgarse hasta que se vea de que va.

-Les queda apenas unos días para que todos se enteren.

-¿Y qué crees que va a pasar entonces?

-Pueden alquilar el local para otro tipo de negocio, no para carnicería.

Jorge se las quedó mirando. Había algo que no se atrevían a decir.

-Decidme. No os cortéis.

-Nos han contado que esa Nadia de los cojones, les ha puesto en contacto con alguien para … boicotear la inauguración. Y para convencer a Gaby de aceptar las nuevas condiciones.

Jorge se quedó callado. Intuía que había más. Pero no se decidían a contar.

-Os escucho.

-Unos supuestos representantes de un matadero de Ávila quieren introducirse en Madrid y han quedado en unos días para hablar del tema, al cerrar la carnicería. En la misma tienda. A las ocho y media. Y le van a “convencer” de la conveniencia de que se avenga a razones.

-Pepa, por favor, no andes con eufemismos. Dilo claramente.

-Van a destrozar la tienda con Gaby delante. Y le van a dejar malherido. Como aviso.

-Quieren además que les de su usuario y contraseña para acceder a tu nube y poder robarte tus novelas. Y que no lo diga. Le amenazarán con pegar a los niños.

-Creemos que van a agredir a Kevin en el momento de la reunión para que llame a su padre y le cuente.

-Kevin sabrá defenderse.

-Depende de quién le ataque y cuantos.

-¿Y esto decís que lo han organizado mis padres y Nadia?

-Nadia ha estado estos días por aquí. Se ha visto con tus padres en casa.

-Varias veces.

-¿Y sabe dónde encontrar matones de esa clase?

-Su amiga parece que sí.

-¿Carlota Campero?

Evarista asintió con la cabeza.

-Porque Trini, la vecina de tus padres les escuchó hablar.

-Pero Trini es muy amiga de mis padres.

-Todo tiene un límite, hasta para los más acérrimos seguidores. Ha venido esta mañana a contarnos. Se ha ido unos días al pueblo. Luego, nosotras hemos indagado. Preguntando aquí y allí.

-Ya sabes, dos viejas cotillas.

-Esos matones parece que también te quieren pillar a ti.

Jorge se recostó en su silla. Se sonrió. Alan también sonreía.

-Me vais a perdonar, pero voy a tomar un poco más de este pastel mágico – dijo Alan rompiendo el momento de silencio.

-Sírveme un poco Alan. Evarista, Pepa, voy a llamar a un coche para que os lleve de vacaciones.

-Pero…

-Tranquilas. Una maleta con un poco de ropa. Evarista, tu prima Herminia, os ha invitado a hacerla una visita a Francia.

-¿Y qué pintamos …?

-No vais a ir a Francia. Es lo que vais a decir a esa amiga vuestra que sabéis que se va a encargar de que en un par de horas, lo sepa todo el barrio.

-¿Y cuando nos vamos?

-¿Ahora mismo?

La cara de susto que pusieron las nanas era para haberla grabado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 70.

Capítulo 70.-

.

Jorge levantó la cabeza para enfrentarse al joven que le tendía la mano al otro lado de la mesa. Esa misma escena parecía perseguirlo en los últimos tiempos. Lo primero que le llamó la atención era una especie de cámara que llevaba colgada de un arnés en la cabeza. Parecía que enfocaba hacia delante y hacia él mismo. Fue una suerte que Jorge no soltara ningún improperio ni pusiera un gesto hosco, molesto por la interrupción. Quizás fuera debido a que el timbre de voz del joven le fue agradable. O el tono que empleó. No era especialmente educado, pero dadas las circunstancias, era bastante aceptable y en cierta manera dulce. Le había producido sensaciones agradables. Incluso diría que le había llevado a algún momento del pasado del que tenía buen recuerdo. Y al mirarlo, la forma de estar, de tener su cuerpo, relajado, con los hombros echados hacia delante, mostrando cercanía y dulzura, otra vez esa sensación… dulzura… movimientos suaves… con la cabeza ligeramente inclinada hacia el lado derecho, y con una ligera sonrisa puesta en sus labios con naturalidad, habían hecho que, en definitiva, le cayera bien.

Se le notaba nervioso. Eso le llevaba, creía Jorge, a ser a veces un poco seco en algunas de sus frases. Era una mezcla rara. Seco, pero dulce a la vez. Educado, pero con un poco de brusquedad. Su lenguaje corporal indicaba cercanía. Eran los nervios, estaba seguro.

-Te advierto que estoy emitiendo en directo. – añadió el hombre sin dilación. Parecía que era importante para él que las cosas estuvieran claras en todo momento.

-Hola Carletto – saludó Jorge tendiéndole la mano. El joven se la estrechó a la vez que se sentaba enfrente de él sin esperar invitación.

-Perdona que me haya presentado ante ti de esta forma, pero como no contestas a mis invitaciones a acudir a mi canal, no me ha quedado más remedio que ir a la montaña.

-Es la primera noticia que tengo al respecto. – se disculpó Jorge.

-De haberte enterado ¿Hubieras venido?

Jorge sonrió. Pensó en mentir y decir que “Claro, por supuesto”. Era muy fácil quedar bien. Pero decidió ser sincero.

-Posiblemente no. No quiero mentirte.

-No sueles prodigarte en programas de youtubers o de otras plataformas que hablen de libros.

-De hecho vas a ser el primero – sonrió Jorge.

-¿Por qué ese desprecio hacia nosotros? Somos una comunidad importante y con cada vez más seguidores. Tu presencia en nuestros canales amplificaría todavía mucho más la repercusión de tus obras.

-Desprecio ninguno. Desconocimiento, todo. Lo reconozco. Ni yo ni la gente que trabaja conmigo, tenemos ni idea de vuestro mundo. Te advierto que tampoco me prodigo en exceso en medios tradicionales. No es por echar balones fuera, pero creo que tengo que mejorar mucho en ese campo. No es que me apasione el estar todo el día haciendo promociones. Pero me gusta encontrarme de vez en cuando con los lectores. Y personas como tú, tenéis acceso a la opinión de muchos de ellos. Es un tema que le propondré a mi nuevo abogado y mi nuevo agente para que lo estudie. Estoy haciendo muchos cambios. También he de reconocerte, repito, que no conozco mucho tu mundo. Me vas a tener que enseñar y servir de guía.

-Es comentado que ayer grabaste tu participación en Pasapalabra.

-Cierto. Fue hace un par de días. Pero a parte de eso, no creo que me hayas visto demasiado en otros programas, salvo cuando salió “La Casa Monforte”. Y fueron siete entrevistas contadas, no creo que llegaran ni a la decena.

-Alguno puede pensar que eres un prepotente y que piensas que tus novelas se van a vender solas. Sin el apoyo de los medios y del público.

Jorge se quedó pensativo. Al final sonrió pero con un halo de tristeza.

-Me apenaría que alguien pensara así. Es complicado de explicar.

-Inténtalo. Para acallar a esos haters que te persiguen por todo el mundo de internet.

Jorge suspiró resignado.

-Me gusta escribir. Me apasiona. Si pudiera, dedicaría la gran parte de mi tiempo a ello. Por el placer de hacerlo. Sin pensar en publicar. Es cierto que una vez que lo haces, publicar, debes hacer otra serie de “trabajos” que a mi particularmente no me gustan. No es que no me gusten, sino que pienso que me quitan tiempo para mi verdadera afición. Debes hacer promoción, debes dar entrevistas, debes ir a programas de televisión, de radio… en España y luego en Francia, en… en el resto del mundo. Intento minimizar esa parte del trabajo. Tampoco me gustan las reuniones eternas para decidir el diseño del libro, la letra… por eso desde la tercera novela el diseño es el mismo en todas. El mismo tipo de letra, tamaño… Iván haciendo los dibujos…

-Alguien puede entender que no quieres conocer la opinión de tus lectores. Que no quieres interactuar con ellos.

-De momento solo he hablado de publicidad. De entrevistas. Al principio de mi carrera, me costaba esa comunicación con la gente. Básicamente por miedo a escuchar algo que no me… gustara. A escuchar que el libro era una mierda, o que escribía mal. Miedo al fracaso. Me ha costado tiempo acercarme a esas personas. Me arrepiento de no haber sido mas receptivo a esa parte del trabajo que conlleva ser escritor. También creo que el formato que he buscado de esos encuentros, es ahora cuando lo hago de la forma que más me llena. Hay una librería en Goya a la que voy casi todas las semanas. Y otra librería por la zona de Atocha, a la que voy también frecuentemente a pequeños encuentros con lectores. Quiero hablar de mi libro con la gente, pero quiero escucharlos. Quiero… acercarme a ellos, moverme… que me cuenten lo que han sentido al leerlo. Si se sienten identificados con un personaje o con otro.

-Eso ahora con esto de la pandemia es…

-Es complicado. Y no en todos los sitios lo puedes hacer. El esas dos librerías que te he dicho, hemos encontrado la forma de contentar a todos sin molestar.

-La verdad es que no me esperaba que me atendieras. Con todos esos vídeos que hay en internet sobre tus salidas de tono…

-A eso ya he contestado muchas veces. Y muchas otras personas conocidas lo han hecho también. No es algo que solo me haya pasado a mí. Por ser una persona conocida, no se presupone que todos tus días deban de ser buenos, ni estar de buen humor. Todos tenemos amigos con los que estamos charlando, o familia. ¿Debo dejar que un lector entregado me pase un libro para firmar por debajo de la puerta mientras estoy en el baño de un bar? Tú imaginate que vienes aquí, al “Puerto del Norte” a comer con un amigo de Londres que está de paso. Tienes dos horas para estar con él. Y de repente llega alguien y te pone un libro encima del plato de sopa para que se lo firmes. ¿Te enfadarías?

-En muchos de esos vídeos estás solo.

-Me dedico a escribir. Eso se suele hacer solo. Y me gusta hacerlo en locales públicos. Cuando escribes, estás tirando de un hilo que esta en tu mente, para llevar al papel todo lo que en ese momento tu mente va creando. Si ese hilo se rompe con una interrupción, puede que ya no puedas volver a esa historia en el punto en el que estaba. Eso es frustrante.

-Entonces, si te gusta escribir en sitios públicos, quiere decir que te inspiras en la gente que ves.

-Sí. O en imaginarme como puede ser su vida.

-¿Aciertas?

-Ni idea, no se lo he preguntado a nadie. Pero acertar o no, da igual. Solo se trata de inspirarte y sacar una historia. Esa persona que has visto, te ha inspirado un personaje o una situación. Puede que sea lo que me hacía falta para acabar una historia.

-¿Se te ha ocurrido algo cuando me has visto?

Jorge se echó a reír.

-Me vas a perdonar que no te responda a eso. Me lo guardo para mí.

-Si fuera que si, lo pondría en mi currículum. Cambiando de tema, ¿Cómo ves la situación de la literatura actual?

-¿Cómo la ves tú? Es una pregunta para estar hablando horas y horas.

-Si vieras mi programa, sabrías mi opinión. Mis seguidores lo hacen…

-Si viera tu programa y otros treinta o cuarenta compañeros tuyos, no tendría tiempo de escribir. ¿Te llamas Carlos?

-No, me llamo Roberto.

-Encantado Roberto. Me llamo Jorge.

Éste volvió a tenderle la mano para saludarlo. El gesto descolocó al influencer. Pero pareció que le había gustado. Había sido una sutil forma de traspasar al personaje y colocarse a la altura de la persona. Al influencer le pareció que le quería dar un mensaje claro: no soy un personaje, y quiero que lo tengas claro para que me trates en consecuencia.

-Eres muy distinto a la fama que tienes.

-He cambiado mucho últimamente. A parte, la fama que tenemos los personajes públicos está construida a base de momentos muy puntuales, muchas veces sacados de contexto. Volvemos un poco a lo que hemos hablado antes.

-¿Se podría decir que has superado ya la muerte de tu marido?

-Se podría decir. Aunque sobre eso, debería escribir un par de novelas. De las largas. Es un tema complejo.

-¿Tienes novelas cortas?

La pregunta le había salido con un cierto tono jocoso que a Jorge no le pasó desapercibido.

-Define novela corta.

-De menos de cuatrocientas páginas.

-A eso lo llamo relatos cortos. – bromeó Jorge.

El tal Carletto se echó a reír.

-¿Estabas escribiendo cuando te he asaltado?

-Sí.

-¿Algo especial?

-Reflexiones. Pequeños apuntes. Has tenido suerte que no estaba tirando de ese hilo que te citaba.

-¿Como escribes? Quiero decir. Esos apuntes que dices ¿Son parte de una obra mayor? ¿Son reflexiones?

-¿Tú escribes Carletto?

-Sí. Me gusta.

-O sea que te dedicas a hablar de libros y a parte escribes.

-Me apasiona escribir.

-Que me perdonen tus seguidores, porque seguro que ya lo saben, pero me gustaría conocer tus escritores preferidos. Españoles, me refiero.

-Estás entre ellos, si es lo que te preocupa.

-Hombre – Jorge sonrió – me preocupa sí. Pero no es el motivo de mi pregunta.

-Me gusta Ernesto Ducas. Y el tándem que ha hecho con su hijo Arturo. Encuentro grandes diferencias entre Ernesto cuando escribía solo a cuando lo hace con su hijo.

-Su universo ha cambiado – añadió Jorge sonriendo.

-Exacto. Me gusta Elisabet Benavent. Y M.ª Dolores Redondo. Me gusta Javier Marías. Y Alejandro Palomas. Sara Mesa. Me gusta Gómez Jurado. Me gusta Domingo Villar. Lorenzo Silva. Entre otros.

-Lees variado.

-Creo que me gusta lo que está bien escrito. Lo que me llega. No me gusta esa separación que hacen algunos críticos de novela literaria o de masas.

-Y dime Carletto. De mis novelas ¿Cuál es tu preferida?

-No podría quedarme con una sola. Me gusta el universo que has creado. Esos personajes que salen y entran en distintas obras. Me apasiona como aficionado a escribir como eres capaz de tener en la cabeza todo ese universo. Y como eres capaz de hacernos sentir parte de la historia. De reconocernos en tus personajes. Yo creo que no lo consigo, aunque lo intento.

-Quizás porque estás intentando imitarme. O imitar a Juan Gómez Jurado. O a Ernesto y Arturo. Debes crear tu propio lenguaje. Tu propio Universo. Eres joven y tendrás muchos amigos. Vivirás experiencias, conocerás vidas de gentes distintas. Observa y quédate con la esencia. Y luego, cuando te sientes ante el teclado, dales esa impronta a tus personajes.

-Parece que me estás haciendo la entrevista a mí en lugar de hacértela yo a ti.

-Una buena entrevista es un diálogo entre dos personas. Tu preguntas, yo pregunto, los dos respondemos. Si fuera una lista de preguntas a las que responder… eso es aburrido.

-De momento no he logrado hacerte ninguna de las que tenía preparadas. – Carletto le miró con gesto pícaro. – Y las pocas que he hecho, me has dado una larga cambiada.

-¿Por ejemplo?

-Lo que estabas escribiendo, has dicho que eran apuntes, ¿Forma parte de una obra más grande? ¿Como te organizas a la hora de escribir?

-No lo sé. Puede que quede ahí, en el baúl de los recuerdos. O puede que de ahí surja algo grande. A veces, tres frases escritas en el lavabo de un Hipercor, han acabado siendo una novela en las estanterías de la librería. Un relato corto de los que me gustan – Jorge puso cara de broma – de quinientas páginas, puede que esté en la carpeta de “descartados”.

-No me lo puedo creer. ¿Quinientas páginas y lo descartas?

-Todo se trata… de la finalidad por la que te pongas a escribir. Yo no escribo para publicar. Me encanta escribir. Ya tengo unas cuantas novelas en la calle y seguramente dentro de unos meses publique otra… o unos relatos… pero a mí… aunque el noventa y nueve de lo que escriba se quede en mis carpetas, seré feliz porque he podido escribir. Es lo que me gusta. ¿Ya te he respondido? Venga, dime la primera pregunta de esa lista que tenías preparada.

-A lo mejor ya es una bobada.

-Suéltala.

-¿Por qué hay tanta gente que te quiere mal?

Jorge se recostó en el respaldo de la silla. Era una de sus posturas preferidas cuando necesitaba pensar.

-Me gustaría que desarrollaras esa pregunta. ¿A qué te refieres en concreto?

-Hace unos días, se corrió el rumor de que te habían matado en plena calle junto a tu amigo Carmelo del Rio. Un tema de celos, decían. Esta mañana se ha vuelto a repetir la noticia. Esta vez con más difusión. Un vídeo se ha hecho viral. En él se os acusa a Carmelo y a ti de ser unos desalmados. Unos pederastas. Dirigentes de una mafia dedicada al tráfico de personas.

Jorge suspiró cansado de esa película.

-¿Esta vez hemos muerto los dos también?

-Sí, pero en sitios distintos. Tú en Malasaña. Él en Callao. Se dice que tú ibas a comprar droga. Durante muchos años se ha dicho que eras drogadicto. Nunca lo has negado.

-Nunca me han preguntado al respecto. No he tomado drogas a sabiendas nunca. He tomado durante unos años unas vitaminas que al parecer, no eran lo que parecían ser. En cuanto tuve la certeza de que en lugar de ayudarme, me convertían en un pelele, las dejé de tomar. Me costó, no te creas. Se podía decir que he tomado drogas muchos años, pero sin saber que lo eran. Nunca he ido a comprar a ningún sitio ni anfetaminas, ni heroína ni siquiera marihuana. De hecho, no he fumado un porro en mi vida.

-¿Por qué hay gente que te quiere mal?

-Ya tengo unos años. Es muy difícil que en cuarenta años, no me haya equivocado al tratar a algunas personas. Es tiempo suficiente para discrepar de algunas de ellas. Y eso produce enfados. Digamos que en ese tiempo que he tomado esas vitaminas, he estado rodeado de algunas personas poco recomendables. Algunas de ellas han actuado en mi nombre sin yo saberlo. Cuando alguien actúa así, no es para donar cien mil euros a Nuevo Futuro. Es para desarrollar negocios poco claros.

-¿Y tu relación con Carmelo del Rio? Se habla mucho de ella.

-Nos conocemos hace años. Nos queremos mucho. Nos apoyamos.

-Le acompañaste a Francia en el rodaje de una serie.

-Cierto.

-Os alojasteis en la misma habitación.

-Cierto.

-¿Y?

-¿Quieres que le ponga un nombre a esa relación? ¿Una etiqueta?

-Para aclarar los rumores.

-Tanto Carmelo como yo huimos de las etiquetas. ¿Qué diferencia hay entre dos amigos muy íntimos y dos novios?

-¿El sexo?

-Hay novios que no se acuestan. Y hay amigos que si lo hacen. Cada pareja es un mundo. ¿Son menos amigos unos o menos novios los otros?

-No marees la perdiz, Jorge Rios. – le pidió en tono de broma.

-¿No te dedicabas a hablar de libros? – Jorge le devolvió la broma.

El influencer se lo quedó mirando.

-Carmelo y yo nos conocemos hace muchos años. Me conquistó a los diez minutos de conocerlo. Solo que he tardado siete años en darme cuenta. Soy un poco lento para algunas cosas. Menos mal que escribiendo soy más rápido.

-No se que decirte. Una novela en esos siete años.

-Pero es larga.

Carletto se echó a reír.

-Eso es verdad.

-¿La has disfrutado?

-No desvíes la pregunta.

-¿Cual era la pregunta? Vale, perdona. Te voy a contestar. Quiero a Carmelo como no he querido nunca a nadie. Es la persona más importante de mi vida. Ahora, ponle la etiqueta que quieras.
-¿Os vais a casar?

-Sí.

El influencer se quedó sorprendido por la parquedad de la respuesta pero sobre todo, por la rotundidad.

-No me lo esperaba.

Jorge se encogió de hombros.

-Querías respuestas claras, más clara que un sí a secas, sin aditivos y sin matizaciones…

-Veo que vas acompañado…

-Desde hace unos días.

-Tiene que ser agobiante.

Jorge suspiró y se encogió de hombros.

-Toda mi vida lo que me ha gustado es escribir, ya te he explicado antes. El resto de cosas que lo acompañan, no me interesan. Pero no puedo ser un bicho raro aislado del mundo. Debo salir a escribir, observar la vida a mi alrededor. Hablar con unos, con otros, contigo. Como bien dices, hay personas que parecen empeñadas en que pague por los pecados de otros. O quizás por alguno propio también, aunque ahora mismo se me escapa que pecado puede ser. Tengo suerte de que me acompañan personas maravillosas. Que en poco tiempo se han convertido en amigos. No debo decir nada más al respecto.

-Pero…

-Sin ellos ahora mismo no saldría de casa. No me agobia su compañía. Me agobia la causa por la que no puedo venir aquí a escribir sin ellos.

El influencer se quedó callado unos segundos. Parecía dudar en como seguir con la entrevista. Jorge aprovechó y tomó la iniciativa.

-Dime Carletto. Pareces triste desde que te he confirmado que me voy a casar con Carmelo. Dime que estabas enamorado de mí en silencio. Dime que fantaseabas con acercarte y que la flecha del amor nos atravesara a ambos.

-Lo reconozco. Estoy enamorado de ti. Y no se me va a pasar ni sabiendo que tu corazón pertenece a otra persona.

-Creo que hubiéramos hecho una buena pareja. Pero no te pongas triste. Podemos ser amigos, que puede ser muy semejante a ser una pareja. Así enlazamos con nuestra controversia anterior respecto a los amigos y los novios.

-Pero yo soñaba con hacerte el amor cada noche.

-Es una lástima que nuestros tiempos de vida no se hayan cruzado en el momento adecuado. Pero quizás haya sido una suerte que eso haya sucedido. Ahora, sabiendo, puedes abrir los ojos y ver a personas a tu alrededor que estén deseosas que convertirse en tu persona especial.

El influencer hizo amago de levantarse. Jorge puso su mano sobre la de él y le retuvo.

-No te vayas. Acabamos de empezar a charlar. Sería una pena dejarlo así.

-¿Me acompañarías a mi casa?

Jorge se lo quedó mirando. No sabía que responder. Había algo que no acababa de encajar en su mente.

-¿Debo acompañar a Carletto o a Roberto?

-A Roberto.

-Pues vamos. Mis amigos deberán echar antes un vistazo. ¿Te importa?

-Para nada. Si no son escrupulosos con la limpieza.

Jorge se echó a reír.

-Te advierto que si has dejado calzoncillos usados en medio del salón, no los van a recoger para que no los vea.

-Eso es lo que quiero. Que los veas – le picó el influencer antes de dirigirse a su audiencia. – Queridos seguidores, por hoy hemos acabado. Pero os prometo que volveré en nada con una charla en profundidad sobre las obras de Jorge Rios. Jorge, ha sido un placer conocerte.

-Gracias. Lo mismo digo. Y estoy deseando tener esa charla sobre libros.

.

“-¡Abre Evarista! Soy yo. Te traigo una visita sorpresa.

-¡Voy! – gritó la aludida dentro de casa.

-Tranquilos, que todavía tardará un rato. Se estará retocando el peinado.

Pepa sonreía.

-No descansas, mi niño. – no dejaba de mirarlo.

Jorge se encogió de hombros.

-El otro día vi a Dani en la tele y también le noté ojeras. Estos chicos tan guapos, pueden ayudarte. No tienes que hacerlo tú todo.

Pepa señaló a Fernando y Raúl que lo habían acompañado al piso de Evarista.

-Ya me ayudan mucho. No les puedo pedir más.

Fernando le hizo un gesto de no estar de acuerdo. Raúl levantó las cejas como muestra de su disconformidad con esa afirmación.

Por fin, Evarista abrió la puerta. Fue ver a Jorge y poner sus ojos en blanco y taparse la cara de felicidad. Pero ese gesto fue solo momentáneo y lo cambió rápidamente por echarle los brazos para abrazarlo y besarlo.

-Es el destino. Algo me ha hecho ponerme esta mañana a hacer arroz con leche. Te lo prometo. Y luego he pensado: a ver a quien se lo regalo.

-Pues aquí tienes tres personas que se lo van a zampar. Porque me imagino que habrás hecho dos litros mínimo.

-Para hacer menos, no nos ponemos en faena – dijo sonriendo Pepa, apoyando a su amiga.

-Pero pasad. Fernando, te veo muy guapo.

Cambió a Jorge por tenderle las manos al policía que se las cogió sonriendo y se agachó para darla un beso en la mejilla.

-Te presento a mi amigo Raúl. Creo que el otro día no te lo presentamos.

-Hola Evarista.

-Ven, anda, dame un beso, no seas tímido. Si cuidas de mi Jorge, eres de mi familia. Y además eres muy guapo. Y a mí los chicos guapos…

-Menos mal que se lo dices tú, porque a nosotros no nos cree cuando se lo decimos.

-Es porque es tímido. Y no es tan presumido como vosotros. ¿Y esa chica que estaba el otro día? ¿Helga se llamaba?

-Está hoy ocupándose de unos asuntos.

-¿Salvando a otro chico? Me han dicho que últimamente os dedicáis a eso.

-¿Y quién te ha dicho?

-Tu sobrino mayor. Con tono de orgullo, por cierto. – respondió Pepa.

-Pero sentaros en el salón. Pepa, guíalos, mientras voy a la cocina a por el arroz con leche.

-Pues es una casita muy agradable. – dijo Jorge echando un rápido vistazo. – Para ti sola está muy bien.

-La otra ya se me hacía muy grande para limpiar y para todo. – Contestó Evarista desde la cocina – Y estaban las escaleras del portal. Aquellos ocho escalones me costaban la vida con la compra. Aunque Gaby siempre que puede me la trae. Tienes un hermano que es un sol. Y algunas veces los niños lo hacen. Si se enteran sus abuelos que traen la compra a estas viejas putas, como nos llaman…

-Creo que es otro epíteto el que nos dedican. – se rió Pepa.

-No les hagáis ni caso – dijo Jorge.

-Eso es lo que tienes que hacer tú – le recriminó Pepa. – Has estado quince años sin acercarte por no sé que razones de que no se enfadaran con nosotras o con tu hermano. ¿Para qué? ¿Para que al final se enfaden igual?

-¿De quién habláis?

Evarista acababa de entrar en el salón con un bol lleno de arroz con leche.

-De tu amiga Paca y de su marido Pepe Lui.

-A esos ni caso. El caso es que cuando les conocí no eran así.

Evarista iba a volver a la cocina a por los cuencos y las cucharillas, pero Fernando se lo impidió.

-Ya voy yo, no te preocupes. Tú siéntate.

-Que majo. Trae también los bizcochos que he dejado al lado de los cuencos.

-Claro.

-¿Y que les hizo convertirse en las personas que son ahora?

Pepa y Evarista se miraron. Ninguna parecía tener respuesta a esa pregunta.

-No lo sé. Alguna vez lo hemos comentado. Pero… quizás que la tienda iba bien y pensaron que estaban a otro nivel que los demás. O que alguien les fue comiendo la cabeza. Algunos de esos clientes importantes que empezaron a tener. Algunos, a pesar dinero que manejaban, no eran buena gente. Llegaban con sus coches imponentes. Aparcaban justo delante de la tienda, aún en prohibido. Alguno incluso traía chófer.

-Me da en la nariz, que a parte de llenar a tus padres la caja registradora, les llenaron la cabeza de tonterías. No encontramos otra razón.

-¿Los sigue teniendo Gaby de clientes?

-Alguno quedará, imagino. Pero a la mayoría, les fueron quitando. Gaby tiene la tienda a tope. Pero otro tipo de gente. Tiene clientes adinerados, porque sus elaborados tienen prestigio. El chico de reparto ahora lo tiene a jornada completa. Y algunos días tiene que ayudarlo, porque no da a basto. Y tiene dos trabajadores para hacer esas delicatessen. ¿Así se llaman? Pero a esa gente que estaban con tus padres, los fue echando poco a poco.

-¿Y eso?

-Porque no … – Pepa, que había tomado el relevo de su amiga, no encontraba la forma amable de expresarlo. – Esa gente era mala. Eran … de los que te ponían a parir. Decían barbaridades de ti. Pensaban que como tu hermano se había quedado con la tienda, era afín a las ideas de tus padres y que no se hablaría contigo. Y resulta que no era el caso. Y Gaby, fue cortándoles. Es algo que no permite a nadie. Que te falten al respeto. Ni a ti, ni a tus hermanos.

-Ni a Carmelo o Martín. Lo que nos gustó conocerlo el otro día. Es un chico majísimo.

-Pero eso a lo mejor, eran clientes. Y por lo que entiendo, de dinero. Para vender solomillos…

-Tu hermano no es así. Y Elvira tampoco. Y te advierto que en eso, Elvira es más radical. No soporta que hablen mal de ti. Que te insulten. No es que uno diga: Pues no me gustan sus novelas. Ese no es el problema. Por vender solomillos de ternera gallega, no se pliegan a que te falten al respeto. Ni a ti, ni a Nati, ni a Miguel.

-El problema es que le llaman pederasta, degenerado, pervertido, ladrón, que no escribe lo que publica sino que se lo roba a otros… un tipo que se pasea por Madrid para mirar el paquete de los chicos que luego sodomizará.

Fue Raúl el que hizo ese resumen.

-Estamos entre amigos, y no hacen falta circunloquios – sentenció de nuevo el policía. – Estamos cansados de oírlo. Es su táctica, intentar que la gente piense que Jorge es lo peor. Pero son tontos, porque luego, cuando lo conocen, lo convierten en algo más grande. Solo hace falta estar cinco minutos con él para darse cuenta de que es un tipo que merece la pena. Y que a poco que te descuides, se convertirá en alguien importante en tu vida.

Jorge le sonrió y le guiñó un ojo. Raúl se encogió de hombros.

-Tienes razón, Raúl. En todo. – Evarista también le miraba con dulzura.

-Y Gaby, tu hermano, es como Raúl. Radical y directo. Poco a poco se los fue quitando. En cuanto uno de ellos te denostaba o te insultaba, le decía con buenas palabras que era mejor que se buscaran otra carnicería. Elvira con alguno la tuvo más gorda. Como es mujer, pensaron que podían con ella. Alguno luego fue dónde Gaby, pensando que la iba a desautorizar. Pero al revés, era entonces cuando él se ponía más serio.

-¿Y no fueron a mis padres?

-Todos. Pero Gaby no cedió. No hace falta que te digamos que eso le supuso broncas a lo grande con ellos.

-Tu hermano hay pocas cosas en las que es intransigente. Una de ellas eres tú. Eres su hermano y no consiente que nadie te falte al respeto. Porque además te conoce bien y sabe como eres y lo que vales.

-Le empezaron a amenazar con quitarle la tienda. Pero entonces, compró un local más grande y mejor situado. No es nada nuevo para ti, porque le ayudaste a pagarlo.

-Y eso a tus padres les dio miedo. Porque nadie querría su local si Gaby abría otro cerca. Y eso es dinero. Porque tus padres no le perdonan ni un céntimo del alquiler que tiene pactado. Y es más, necesitan ese dinero para seguir presumiendo de triunfadores. A tu madre se le llena la boca cuando queda con las amigas de como trabajaron duro y como se convirtieron en una de las mejores carnicerías de todo Madrid.

-Y lo dice moviendo mucho los brazos para que se la vean bien todas las pulseras que lleva. O juguetea con los collares de perlas.

-Y a veces, tus padres le han subido a tu hermano el alquiler por encima de lo que debían. Ahí mira, Gaby se plegó.

-La amiga Paca es una impresentable. Porque el marido es un paquete. Es como los muñecos del Moreno ese, ese que asentía exagerado. Pues el mueve la cabeza y otras partes de su cuerpo, al son que dicta “la Paca”.

-Pues se les va a joder de todas formas – dijo Jorge rotundo. – Por cierto, Nana, este arroz con leche… creo que al final has hecho poco.

-Hay más en el frigo – dijo la aludida sonriendo.

-Fer, vete por favor a por el otro bol – le pidió Jorge. – Es que os lo habéis zampado todo entre Raúl y tú. Sois lo peor.

-No tienes vergüenza escritor. Si casi no me has dejado probarlo.

-El de Carmelo es bueno. Pero éste… voy. No te pongas nervioso – se burló de Jorge.

-¿Se han enterado mis padres de lo de la tienda nueva?

-Creemos que no. Lo han llevado con mucha discreción. Nadie en el barrio sabe. Ven las obras pero los trabajadores no sueltan prenda.

-Entre otras cosas porque no saben nada – dijo Jorge. – Le busqué una empresa que se dedica a dirigir reformas. Son ellos los que dan la cara. Se reúnen con Gaby y Elvira fuera del barrio.

-De tan listos que se creen, son tontos. Gaby nos contó el otro día que le han mandado un burofax para anunciarle que le suben el alquiler al doble. Fue después de vuestro encuentro familiar en la calle.

-Y Gaby les ha contestado, a través de un abogado, que como han incumplido el contrato, dejan el local en un mes. Y piden la devolución de la fianza íntegra. Y les advierten que se reservan el derecho de reclamar daños y perjuicios por la ruptura unilateral del contrato.

Jorge sonrió. Ya sabía de esas cuestiones, porque el abogado de su hermano era Óliver. Se iba e encargar de todo. Incluido de pedirles una indemnización.

-Irán a mirar con lupa.

-Y se lo encontrarán todo tal y como se lo dejaron a Gaby – explicó Jorge. – Con la misma maquinaria que hace casi veinte años empezaron ellos. La hemos guardado en un guardamuebles. La volverán a colocar en el mismo sitio en el que estaban. La nueva maquinaria la van a retirar toda, aunque no la necesiten para la nueva tienda, que es toda nueva.

-¿Te crees que el otro día que fueron a comer los niños a su casa, les intentaron comer la cabeza? Que si no iba a tener dónde comer, que si la ropa se les caería de vieja, que qué iba a ser de ellos. Que por ellos, lo que fuera, pero que a sus padres, nada de nada. Que sus padres estaban locos. “Se han dejado comer la cabeza por el degenerado de vuestro tío. Vosotros ni os acerquéis, que tiene la mano muy larga”.

-Nos vino a contar Rafita.

-¿De verdad que les dijo a los sobrinos de Jorge que tiene la mano muy larga? – Fernando alucinaba.

Pepa y Evarista asintieron con la cabeza.

-¿Y fue Kevin a la comida?

-No iba a dejar a su hermano solo. Aunque casi… Rafita lo cuenta muy gracioso. Es que además, pone la misma cara de pillo que ponías tú a su edad. Parece que tuvo que apretar la pierna de Kevin para que no saltara. Le debió dejar moratón y todo.

-Dulce no fue. Ya no traga con ellos ni por su hermano. La última vez que estuvo con los abuelos, salió Dani en la tele y le pusieron a parir. La niña no dijo nada. Se levantó y dijo que se había dejado las bragas en el vestuario y que tenía que ir a buscarlas.

Jorge se echó a reír.

-¿Se lo dijo así?

-Eso dice. Y nos lo creemos. Dulce… con lo que quiere a Dani.

-¿Les va a dar tiempo a acabar la obra? – preguntó Pepa.

-Ya está. Están instalando la maquinaria. Falta algunos detalles de la decoración. El resto ya está todo. En dos semanas, harán el traslado. Cerrarán un sábado, para que les de tiempo. Vendremos a ayudarles. Y como ese local tiene una entrada de mercancías por la parte de atrás, no se darán cuenta. Así que tenéis que poneros guapas para la inauguración.

-Habrá que pedir hora en la pelu.

-Y espero que vengáis cogidas de mi brazo – les dijo Jorge sonriendo.

-¿Vas a venir?

-Sí. Fernando me hizo ver después de nuestro encuentro con mis padres el otro día que era incongruente mi forma de actuar con lo que les pedía a algunas personas cercanas. Así que esa tarde de lunes, la de la inauguración, vendré a celebrarlo. Vendrá también Dani, claro, Fernando y Raúl, por supuesto, y todos los amigos que podamos reunir. Quiero que sea una gran inauguración. Es hora de que presuma de mi hermano, de mi cuñada y de mis sobrinos.

-Gaby nos ha comentado que un amigo tuyo que tiene un restaurante les compra a menudo.

-Biel Casal, sí. Se lo recomendó Dani. Mandó al cocinero para que echara un vistazo. Le gustó el género y empezó a comprarles. Cada vez les compra más.

Jorge le hizo un gesto a Fernando, que sacó una tablet de su bandolera.

-A lo mejor, aprovechando la visita, nos podíais ayudar en algo.

-Claro, guapo. Si me lo pides tú, lo que quieras.

Evarista puso su mejor cara de mujer fatal. Pepa, que estaba sentada a su lado, le dio un golpe en el hombro. La otra le hizo un gesto para que la dejara en paz. Jorge y Raúl se sonrieron mirándose cómplices.

-¿Conocéis a esta mujer?

Evarista se puso las gafas que tenía colgadas del cuello y miró la foto que le enseñaba Fernando. Éste pasó otra foto, y luego otra. Evarista le cogió la tablet y movió las fotos a su ritmo. Pepa se acercó a ella para poder ver mejor.

-La Campero.

-Menuda engreída. Su padre la tenía así. – hizo un gesto con el dedo levantado.- Ella no vale nada. Vive a la sombra de su padre. Ese los tiene bien puestos. No es fácil llevarle la contraria. Aunque con nosotras pilló en hueso.

-Pero nos respetó. Y acabamos siendo casi amigos.

-Tanto como amigos…

-¿Cómo se llamaba? ¿Camila? – apuntó Pepa.

-No. Empezaba por “C” pero no era Camila. ¿Carmen? No, tampoco.

-¡¡Carlota!! – dijo triunfante Pepa por haberse acordado.

-Era inseparable de tu “novia” Nadia.

-¿A sí? – dijo Jorge sorprendido.

-No se separaban ni para mear. Llegué a pensar que eran pareja. – apunto Evarista.

-Era la rica y la arribista. La rica, Carlota. La arribista, su amiga Nadia, que le hacía de sirviente, de mensajera para sus ligues.

-¿Y la he conocido yo? – Jorge estaba despistado con ese descubrimiento.

-Posiblemente. Eras muy guapo y tenías tu público. Eras buen estudiante y muchos se acercaban para que les ayudaras.

-¿Y no se metían con él por ser un empollón y gay? Creo haberte oído que eso lo supiste pronto y que nunca lo dudaste ni casi lo ocultaste a nadie, salvo a tus padres.

-Primero, tenían que salvar a sus dos hermanos mayores. Miguel y Gaby, cuidado con ellos. Meterse con sus hermanos pequeños, era algo que no consentían. Y Miguel, tenía la mano muy larga. A la primera, soltaba un sopapo que dejaba sentado al más gallito.

-Y luego, Manolo tomó cartas en el asunto. Se aplicó en enseñar a Jorge a defenderse.

-Como antes había hecho con Miguel y con Gaby.

-Y luego hizo con Nati – dijo Jorge sonriendo.

-A los pocos meses, Jorge no necesitaba que nadie le defendiera. Además lo hacía de una forma muy tranquila. Nada de aspavientos. Les dejaba acercarse y les soltaba unos tortazos de campeonato. Cuando todos se dieron cuenta que Jorge ya no necesitaba a sus hermanos, le dejaron en paz. Porque a parte de las tortas que les daba Jorge, luego iban Miguel y Gaby y les volvían a dar.

-Además, ninguno luego tenía problemas en las manos. No sé que les enseñó o como lo hizo Manolo, pero consiguió que tuvieran las manos duras, resistentes.

-El decía que quería que sus manos fueran puños americanos.

-También lo hizo con sus hijas.

-Así que Jorge era un empollón respetado.

-Luego además, empezaron a pedirle que les escribieras las redacciones. Siempre sacaba las mejores notas. Menudo negocio montaron éste y su hermano Gaby.

-Y yo creo que a sus compañeros, cuando le decíamos que las leyera en voz alta, les gustaban. Y por eso no necesitaron mucho para que el negocio prosperara.

-¿Y lo hacía? ¿Vendían redacciones a sus compañeros de clase?

-Con algunos – dijo Pepa. – Aunque tanto a Evarista como a mí no nos podían engañar. Enseguida distinguíamos tus redacciones. Luego, creo que dejaron de vender trabajos para los del mismo curso. ¿No? – Pepa miró a Jorge que se encogió de hombros sonriendo.

-¿No habréis guardado esas redacciones? – la pregunta la hizo Fernando, poniendo su mejor gesto de esperanza.

-Claro. Las requisábamos. Al menos hiciste treinta redacciones a tus compañeros. Algunos repetían a pesar de que les pillamos. Tú intentabas disimular tu estilo. – la respuesta de Pepa fue contundente.

-Pero a nosotras no nos podías engañar. – añadió Evarista.

-Una vez, casi lo consigue. En tu clase.

-Es cierto. Raúl, majo, abre ese armario que tienes detrás de ti, por favor. Y saca una caja azul. A la derecha. Esa sí.

Raúl hizo lo que le pidió Evarista. Le tendió la caja a la dueña de la casa. Ella la abrió y empezó a buscar en ella. Estaba llena de papeles bien protegidos en fundas de plástico.

-Lo habéis guardado con cuidado – Fernando las miraba sorprendido.

-Son de Jorge. Son de nuestro niño. Somos unas privilegiadas. Hemos ido viendo como se hacía como persona y como escritor. Esta caja es la de las redacciones confiscadas a sus compañeros. Ellos solo las copiaban. Y como podrás ver, mal, porque Jorge no hacía ninguna falta de ortografía. En casa de Manolo, sobre todo escribía allí, hasta que se mudó a esa casa de enfrente de la casa de Pepa, estarán los diccionarios que utilizaba. Todos manoseados hasta la extenuación.

-Y los de sinónimos y antónimos.

-¿Leéis a Jorge? – les preguntó Evarista.

-Los dos – contestó Raúl con presteza.

La mujer buscó un rato. Al final encontró lo que buscaba. Se la enseñó primero a Pepa que sonrió asintiendo.

-Lee a ver si te suena. Es la que os contaba del cambio de estilo y que casi nos despista.

Jorge miraba a sus nanas intrigado. No alcanzaba a imaginarse lo que tramaban. Raúl cogió la funda con una redacción escrita en papel cuadriculado. Había un 0 con rotulador rojo presidiendo el papel.

Raúl empezó a leer. A mitad de la primera cara se detuvo y miró a Evarista. Esta le sonrió.

-Sigue.

Raúl leyó el resto de la redacción sin levantar la vista del papel. Cada línea que leía, su sonrisa se ampliaba. Cuando la acabó de leer, fue a decir algo, pero Evarista le hizo un gesto para que callara. Le pidió el papel y se lo pasó a Fernando. Éste lo puso encima de la tablet que tenía en la mano y empezó a leer. Llegado un momento se paró levantando las cejas. Pero apenas echó un vistazo a las nanas y a Raúl y siguió leyendo. Cuando acabó se recostó en la silla. Tenía su mejor cara de asombro puesta en su rostro.

-¿Cual es el veredicto? – preguntó Evarista, segura de que habían reconocido el texto.

-Es el primer capítulo de “deRosario”. – dijo un asombrado Fernando mientras Raúl asentía con la cabeza.

-Jorge – Raúl lo miraba como si estuviera observando a un extraterrestre.

-Quince años cuando escribió eso. – dijo una orgullosa Pepa.

-Entonces ¿”deRosario” fue la primera novela que escribiste? – era Raúl el que hizo la pregunta que rondaba también a Fernando.

Jorge se sonrió y levantó las cejas. Suspiró antes de contestar.

-En realidad no. Fue la segunda. “Las Gildas” fue la primera que acabé. Aunque no fue la primera que publiqué.

-¿Sabes que esta redacción se la escribiste a Carlota Campero? Viene el nombre en el encabezamiento.

Jorge se encogió de hombros.

-No recuerdo a esa mujer. Posiblemente Gaby la recuerde. Era el encargado de las ventas.

-Gaby hacía de intermediario. Tenían un negocio los dos hermanos de vender redacciones y trabajos. – explicó de nuevo Pepa.

A Raúl le salió una carcajada del alma. Fernando fue el que puso voz a los que pensaban los dos.

-El que es acusado de plagiar continuamente, resulta que surtía de redacciones y trabajos, no solo ya a sus compañeros, sino a la mitad de los estudiantes de Madrid. Y porque estas cayeron en manos de tus nanas. Pero otros profesores las darían por buenas.

-Pero no acabas de entender las implicaciones de todo esto – Raúl le miraba con los ojos muy abiertos. – Si el padre de Carlota seguía los estudios de sus hijos, leería esto. Me imagino que según ibas pasando de curso, los trabajos serían más largos y complejos. A lo mejor alguien te pidió que le escribieras una novela corta para un curso de “yo que sé”. Bonifacio Campero, cuando llegó tu novela a su editorial, ya sabía de ti. Ni Nando ni leches. Él ya te conocía porque habías escrito cosas para sus hijos. A lo mejor lo hiciste también para su hermano. Vete tú a saber si fue él el que te encargó cosas por mediación de otros. A lo mejor fuiste el “negro” de alguno por ahí.

-¿Cómo se llamaba el hermano de Carlota? ¿Sabéis?

Fernando hizo la pregunta.

-Tirso.

Evarista fue la que respondió. Y el resto, se quedó sin palabras.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 56.

Capítulo 56.-

-Lo que no acabo de entender, Álvaro, es que no hayas recurrido a cualquiera de tus amigos. A tu familia, la de sangre y la que te has ido ganando cada día aquí en Madrid. Eres el tío con más amigos en la profesión. Todos están deseando echarte una mano. Y te metes en esos… ¿Quién te ha engañado, joder?

-Prefiero no decíroslo.

Jorge y Carmelo se miraron en silencio. Carmelo se recostó en la silla en la que estaba sentado. Hizo un gesto con la mano al camarero. Cuando se acercó pidió un Cardhu sin hielo y en vaso ancho. Hizo un gesto a Álvaro y a Jorge, pero ninguno de los dos parecía querer nada en ese momento. Jorge todavía tenía su whisky a medias. Y Álvaro seguía con su Ron-Cola de después del café.

-Te hubiéramos ayudado si nos hubieras dicho.

-Pensaba que podía con ello. No… las cosas se han ido de madre. Era algo entre amigos que de repente se convirtió en un préstamo de… no sé quién.

-Te conozco desde casi que llegaste a Madrid persiguiendo tu sueño de ser actor – empezó a decir Carmelo. – Eras un hombre mesurado, sin grandes… sin que te llamara la atención los lujos excesivos. Recuerdo aquella casa que te compraste después de “Provenza”. Estaba muy bien, era amplia y la amueblaste de una forma muy acogedora. Tenías tu coche, un buen coche, pero sin estridencias. De repente empiezas a vestir a la última. Te haces asiduo a las tiendas de Serrano. Cambias de coche, te compras un BMW a la última, deportivo y luego te compras esa gran casa donde vives ahora.

-Pensé que era lo que se esperaba de un actor de éxito.

-¿Coronado es así? ¿Mario Casas es así? Tu amiga Ester o Arón. ¿Son así? ¿Han tenido que vestir a la última hasta para ir a correr al parque o han tenido la necesidad de comprarse una casa de trescientos metros cuadrados? Visten de diseñador si van a una entrega de premios y en general esa ropa se la dejan las marcas, como hacemos todos. Tenemos unos trajes o smoking para esos eventos.

-Una cosa es que no necesites ir a vestirte a Primark o a Zara, y otra es que… te gastes quinientos euros en una camisa, que en general te va a durar tres puestas. – apuntó Jorge.

Álvaro se encogió de hombros. Tenía la cabeza gacha. No se atrevía a enfrentarse con la mirada de sus amigos.

-Perdona, Álvaro. Parece que somos dos inquisidores echándote la bronca – Carmelo reculó. Se estaba dando cuenta que estaban consiguiendo el efecto contrario al que querían.

-¿Quién te aprieta para que les devuelvas el dinero que te empuja a hacer estas cosas? ¿O es la misma persona que te prestó el dinero? ¿El mismo te presta la pasta y te da esta salida para pagar rápido?

Álvaro asintió despacio con la cabeza. Seguía evitando cruzar su mirada con las de Jorge o Carmelo.

-¿Lo conocemos?

-De verdad, eso da igual. No insistáis, no os lo voy a decir.

Jorge cogió su bebida y le pegó un trago. Saboreó el licor y volvió a dejar el vaso en la mesa. El camarero apareció con la bebida de Carmelo. Éste aprovechó y también bebió de ella. Hizo una mueca de satisfacción.

-Vale. No pasa nada. Así nos ahorramos el momento “partir piernas”. Y no me mires a mí, – le advirtió Carmelo – el que las iba a partir es Jorge. Por alguna causa que no entiendo, te ha cogido mucho cariño. Y está verdaderamente preocupado por ti. Preocupación de la sana, de intentar ayudarte por todos los medios. De conseguir que dejes estas… citas… y te quites ese marrón de encima lo antes posible. Esas cosas no salen bien. Y te puedo asegurar que sé de lo que hablo. He visto a muchos en tu misma situación. Y ninguno de ellos lo ves ya trabajando, ni siquiera haciendo teatro de aficionados.

-¿Tienes más citas? – le preguntó Jorge.

-De momento no. Tenía una para mañana pero con lo de Pasapalabra lo he cancelado. A la agencia no le ha sentado muy bien. Me ha venido a decir que debo tener claras mis prioridades.

-Y las tienes, tu profesión es lo más importante.

-Ya pero… ellos creen que lo suyo es lo principal.

-Si sales en la tele, al día siguiente pueden cobrar el doble por una cita contigo. A parte de indeseables son tontos. – Carmelo fue rotundo en su sentencia.

-Entonces, el amigo Andoni ha sido el último. – Jorge estaba haciendo esfuerzos por tener un tono de voz mesurado y tranquilo – Por favor, te lo pido. ¿Pero en qué estabas pensado? Ese parecía majo, pero otros, pueden partirte la jeta o el culo o ambas cosas. ¿Estás seguro de que hoy, si no os llegáis a encontrar con nosotros no te hubiera pedido acostarte con él? ¿Qué le hubieras respondido? ¿Lo hubieras hecho?

Jorge lo miraba con los ojos muy abiertos. Carmelo resopló y empezó a negar con la cabeza. No había respondido, casi ni había hecho un solo gesto, pero los dos supieron que sí, lo hubiera hecho.

-Al veros llegar, me dijo que os quería conocer. Le he dicho que no, porque sabía que os ibais a dar cuenta. Os conozco. Pero me ha ofrecido el triple.

-Entonces…

Carmelo dejó la frase en el aire. Se arrepintió de lo que iba a decir. Le iba a preguntar por lo que hubiera cobrado si se hubiera acostado.

-¿Cuánto le iba a costar al amigo Andoni charlar y cenar contigo? – Carmelo se había arrepentido de hacer ese tipo de preguntas, pero Jorge quería saber.

-Ochocientos euros. Más la cena y las copas.

-¿Cuánto se supone que cobras tú?

-Quinientos. Para pagar la deuda. Al menos me quedo con la ropa que la ha enviado él. Quería que vistiera así.

-¿Y cuanto hay que pagar por acostarse contigo?

Carmelo miró a Jorge con la cara muy seria. No le gustaba que él se lanzara a transitar por un camino que él había descartado. No aportaba nada ni era bueno que Álvaro se pusiera a la defensiva o se sintiera avergonzado.

-Mil quinientos – dijo en un susurro.

-No me jodas. – exclamó Jorge. – Pero si no te gustan los tíos. No me jodas.

No se pudo contener. Le había salido del alma. Carmelo le dio una patada por debajo de la mesa. Jorge le pidió perdón con la mirada. No era su intención avergonzarlo. Al menos la patada había hecho que no hiciera la siguiente pregunta que iba a ser si hubiera aceptado o lo había hecho en citas anteriores. Decidió dejar ese tema. Aunque él tenía claro cual había sido la decisión que había tomado Álvaro.

-¿No te das cuenta que eso repercute en tu trabajo? – Jorge cambió su forma de hablar. También relajó su cuerpo para intentar que Álvaro volviera a sentirse a gusto con ellos. Querían ayudarlo, no empeorar las cosas – ¿Y si se llegan a enterar los directores de casting? ¿Crees que contratarían muchos a un actor que trabaja como gigoló? Estás expuesto a que alguien lo cuente, a los comentarios de esos hombres, que pueden decir lo que les de la gana, desde que te huelen los pies a que eres maleducado o que no vales lo que han pagado por estar contigo. Tienes millones de seguidores en tus redes. Cualquier cosa negativa en ese aspecto, tendría repercusión inmediata en ellas.

-O a que la comes como nadie. – añadió Carmelo. – Fíjate esa noticia en tu Instagram. O la contraria, como dice Jorge: “he pagado un pastizal por pasar la tarde con él… dinero tirado a la basura”. Cuarenta millones de seguidores abren su Instagram y ven ese comentario en tu cuenta. Más los que lo compartan.

-El que te ha buscado esa salida, te quiere muy poco. Solo ha buscado tenerte cogido de los huevos para toda tu vida. Dentro de unos meses, hubiera sido tu única posible fuente de ingresos… ¿Sabes que muchos periodistas de la prensa del corazón ya saben esto? Alguien está haciéndoles llegar la noticia. Alguien quiere apartarte de tu carrera. Hace días que nos preguntaban, porque sabían que somos amigos tuyos. Siempre respondimos que no tenías problemas de ese tipo, ni de ninguno, porque si no, lo hubieras compartido con nosotros. O con Ester, con Arón, con Mariola.

Jorge fue a decir que sí, habría otra fuente de ingresos y era la prostitución VIP pura y dura, sin el paraguas de “Hemos quedado a merendar y a charlar de la situación en el mundo durante la pandemia”. Era lo que le hubiera esperado a Álvaro de no poner coto a esa situación. Acostarse con un famoso estaba bien cotizado. Era un gran negocio, sobre todo para los intermediarios. Lo único que si eso le apartaba de su carrera, la memoria de los fans es débil. Y en cuanto pasaran unos meses sin un trabajo nuevo, ese caché iría bajando. No quiso entrar en ese tema. No quería correr el riesgo de enterarse de que Álvaro ya había dado ese paso. En el fondo, Jorge estaba seguro que lo había hecho. Pero prefería que fuera una presunción, sin una confirmación efectiva del interesado. Eso le hubiera sacado de quicio.

Carmelo se había mantenido contenido en el gesto y en la palabra casi todo el tiempo. Le había dejado la iniciativa al escritor. Era claro que estaba muy enfadado y alterado. Prefería excederse y si había que suavizar, ya lo haría Carmelo o el resto de sus amigos luego. Aunque le costara la amistad de Álvaro, haría y diría lo que estimara que pudiera convencerlo de dejarse ayudar y dejar de depender de esa gente. Aunque esas patadas por debajo de la mesa y alguna mirada conminatoria de su rubito, habían contenido lo que si no, hubiera sido una explosión de enfado e indignación.

-Dinos lo que debes a ese que te ha metido en este negocio. – preguntó Jorge intentando poner un tono de voz tranquilo.

-Ciento Cuarenta mil. – dijo en apenas un susurro. – Largos. Cuarenta mil muy largos.

Jorge ni se atrevió a mirar a Carmelo para ver su reacción. Él intentó no traslucir que le parecía una barbaridad. Y que eso a base de citas con personas que pudieran pagar su caché, le tendrían agarrado durante años.

-Llámale. Dile que te diga exactamente lo que le debes y que te de un n.º de cuenta.

-No puedo permitirlo, Jorge.

Era la primera vez desde que se habían quedado solos que Álvaro levantaba la mirada y la enfrentaba con la de sus amigos. Sus ojos de repente estaba brillantes. Las lágrimas hacían su aparición. Lágrimas de vergüenza.

-Claro que lo permites. Perdona, no me he equivocado en el tono y en la frase. Lo que quiero que entiendas, querido, porque de verdad te aprecio, los dos lo hacemos… – se lo pensó de nuevo, no le acababa de gustar la palabra que había empleado – te queremos, con todas las letras. Quiero que entiendas que nosotros, al contrario de los tipos o tipas a los que te has encomendado, nosotros te queremos de verdad. Lo repito si quieres: Carmelo te quiere, yo te quiero. Con toda nuestra alma. Y estamos dispuestos a poner nuestro patrimonio para que recuperes tu vida. Te aclaro que no te vamos a regalar el dinero. Vas a cambiar un préstamo por otro. En lugar de deber ciento cincuenta mil euros a esos o esas amigas, nos lo vas a deber a nosotros. A Carmelo, a mí, a Arón, a Ester, a Miguel, a Patrick, a Manu… La diferencia es que nosotros no te vamos a cobrar intereses. No te vamos a obligar a hacer de chapero. Ni siquiera te voy a pedir que te acuestes conmigo, o con Carmelo y mira que estás bueno, la madre que te parió. Anda que de no estar pillado de éste, no te hubiera tirado los tejos. Aunque supiera que no tenía nada que hacer. Voy a jugar contigo en Pasapalabra. Voy a disfrutar de tu compañía cuando se tercie. Vamos a ir a comer, a cenar, como siempre hacemos. A reírnos. A meternos con éste o con aquel, pero de buen rollo. Y si necesitas ayuda para preparar un papel, estaré contigo hasta que te salga a la perfección. Eso es lo que hace la familia, los amigos. Y cuando puedas, nos irás devolviendo el dinero poco a poco. Si te sientes más a gusto, ponemos unos plazos. O unas cuotas al mes. No te sientas ahora como que te regalamos aquí la pasta. Ni que queremos anularte o humillarte. No me jodas, Álvaro que te estoy viendo. Es un dinero que te dejamos. Y que lo hacemos de mil amores. Y si prefieres, vamos a un notario y lo formalizamos.

-Pero es que hay algo de eso. Yo debo resolver mis problemas. Solo.

-¿Por qué en lugar de pedirle a ese, no nos has pedido a alguno de nosotros? No me refiero a Carmelo o a mí solamente. Tienes legión donde elegir antes de llegar a esto. Has pedido ayuda a alguien. Eso es un hecho. ¿Por qué a él o a ella? ¿Por qué no se lo has pedido a Carmelo? A Mariola, que te quiere como si fueras otro de sus hijos. ¿A Ester? Lo único que hago es cambiarte el préstamo por otro con mejores condiciones.

-Porque pensé que … joder, porque no tenía tanta confianza con vosotros. Pensé que ibais a pensar que os quería dar el sablazo. Como esas historias de tus amigos…

-Pero alguna de esas historias que te he contado, eran de personas que querían timarme. No eran amigos. De los amigos que sí me he ocupado, no suelo hablar. No quiero alardear de eso. No quiero que la gente piense: “Huy, mira, el escritor haciendo de buen samaritano”. Y no son personas con las que ahora mismo tenga un trato cercano. Pero si hay que estar, estoy. Aiden, por ejemplo. Le he dejado dinero muchas veces. Y sé que Carmelo le ha ayudado también cuando yo no estaba a mano. A Helena y a Jon, su marido: me han pedido ayuda. No de dinero, pero sí para abrirles algunas puertas con uno de sus niños que tuvo un problema de salud siendo casi un bebé. No conoces a ninguno, no son ni famosos ni lo van a ser nunca. Por eso te lo cuento ahora. Alguno que conoces, no te lo voy a decir. Y les hemos ayudado. Tanto Carmelo como yo. O ambos.

-Joder, Mariola te pone por las nubes.

-Sea lo que sea que sepas, no te lo he contado yo. Y de Mariola que te voy a decir. Tú la conoces mucho antes que yo. Y sabes que ella hubiera hecho lo que fuera por ti. Y si no hubiera tenido dinero disponible, lo hubiera buscado. Lo mismo que Arón, que Manu… que Anna…

-Hazle caso a Jorge y llama a ése. Me vas diciendo el número de cuenta según te lo diga. Si te dice algo, le dices que te ha tocado la primitiva. – Carmelo se había decidido a participar, aunque solo fuera para animar a Álvaro que parecía remiso. – Tranquilo que vamos a hacer la transferencia de tal forma que no se enteren de quien la hace. No te vamos a poner en un compromiso.

Álvaro llamó. La explicación fue corta. Le dijo lo de la primitiva y que iba a saldar la deuda. Su interlocutor parecía querer convencerlo de que no era necesario.

-Estoy decidido, Willy. Hace semanas que no estoy cómodo con la situación.

-Pero no es necesario. Si te ha tocado la primitiva puedes aprovechar y comprarte ese coche que vimos hace un par de meses y que te gustó. Ya me irás devolviendo el dinero…

-Prefiero saldarte la deuda. Como parece que te urgía… – dijo a modo de pulla.

-Pareces enfadado…

-Como “El hombre elefante”. ¿O se te ha olvidado lo de “El hombre elefante”? Una gran película, por cierto, dijiste. Algo sobrevalorada, diría yo.

Le fue diciendo los dígitos de la cuenta. También le dijo la cantidad exacta. Carmelo cuando acabó de hacer la transferencia, le hizo un gesto con la cabeza.

-Ya lo tienes en la cuenta. Con esto, zanjamos el tema. – comentó Álvaro de forma tajante a su interlocutor. – Muchas gracias por haberme dejado el dinero.

-Pero Álvaro. Puedes… sacarte un buen dinero. Todavía tienes que pagar la hipoteca y no tienes un trabajo que te de los ingresos que necesitas. Y la película de Lola, aunque la hayas firmado, todavía puede haber muchos cambios de reparto. Ya sabes como va esto.

-¿Me vuelves a amenazar? Mañana hablo con Felisa. Si hay algún problema con esa película, es el momento. La dejo sin problemas. No me gustan estos juegos. Pensaba que eras mi amigo. Se te llenaba la boca diciéndomelo.

-Pero prefieres a ese escritor. Me han dicho que mañana vas a volver a hacer de la segunda pareja de ese puto de mierda. Parece que te gusta comerle el culo. Pareces un remilgado con el resto, pero a él bien que le comes lo que haya que comer.

-¿Esto se trata, de una cuestión de celos? ¿De ser el mejor amigo de todos? ¿Lo mismo le dices a Elfo o a Rodrigo? ¿Y a Ricardo Velasco? ¿Y a Tomás Valenzuela? ¿Y a Gonzalo Semtí? ¿También eres su mejor amigo? O son tuyos, porque a ellos también les dejas dinero. Y también les has metido en los mismos líos.

-Me parece que te estás equivocando, Álvaro. Mejor será que te olvides de esa película y de todas en realidad. Ya procuraré que nadie te contrate. Todavía estás a tiempo de recular y sacarte una buena pasta con los negocios que tenemos entre manos. Tu carrera en el cine y la televisión está acabada. Te lo aseguro. Y ni ese puto escritor pederasta y que ha conseguido engañar a todo el mundo con sus supuestos libros, va a poder salvarte. Por mucho que vayáis a comeros los oídos a ese programa de mierda.

-No, Willy. No. Nunca más. – Álvaro respiró despacio y profundo para serenarse. Carmelo le hacía gestos para que no entrara al trapo. No le iba a beneficiar en nada. Jorge se había levantado y se había ido a la barra a pedirse un whisky. Estaba a punto de enfadarse de verdad. Y a esas alturas, ni aunque Carmelo le rompiera las piernas a patadas, se iba a contener.

-Te agradezco que me lo dejaras, ya te he dicho. Si hubiera sabido las contrapartidas y que en realidad no me lo dejabas tú, o eso me dejaste entrever hace unas semanas, nunca lo hubiera hecho. Era una cosa entre amigos y de repente se convirtió en una operación con un prestamista profesional. Me has engañado, Willy. Desde el principio. He sido el panolis en el timo.

-¿Te ha pasado algo? Yo siempre he intentado ayudarte…

-Nunca más, Willy. Te he devuelto el dinero. Y hasta aquí hemos llegado.

Y le colgó.

-Me gustaría acostarme contigo.

Aldo se quedó callado. Se le habían puesto los testículos de corbata. No entendía por qué había reaccionado así. No era la primera vez que se acostaba con un desconocido. Ni siquiera era la primera vez que de aceptar, se acostara con un hombre. Pero…

Aunque su amigo le había dicho que no iba a pasar nunca, que se lo dejaba claro a los clientes, él sabía que sí iba a pasar. Era además un camino de no retorno.

Se acordó entonces de Fermín Labrador. Niño actor, muy conocido en su momento. Creció y cuando se acabó la serie en la que trabajaba, no encontró nada para seguir en el negocio. A los veinte estaba en la ruina, medio enganchado a las anfetaminas, y perdiendo a marchas forzadas el recuerdo en la mente de los que habían sido sus fans.

Un “buen” amigo como el suyo le propuso ser acompañante. No sabía si era el mismo amigo u otro. Pero sus discursos, por lo que él sabía habían sido los mismos.

-Nunca te van a pedir follar. Nunca.

Pasó. Fermín dijo sí. Folló. Cobró. A partir de ese día, todas las citas eran para eso.

Un buen día, después de una noche de sexo con un cliente, se miró al espejo, no le gustó lo que vio y se equivocó en la dosis de heroína de la que era consumidor. Su cliente, su último cliente no olvidaría ese polvo. Sobre todo como fue su despertar al lado de su pareja fría como un témpano de hielo.

Aldo empezó a hacer ejercicios de respiración. Logró tragar el mar de saliva que de repente se le había creado en la boca.

-Te pagaré el triple – le animó el hombre, que lo miraba con un gesto de persona segura de sí misma, acostumbrada a mandar y dominar.

Aldo se levantó, recogió sus cosas de la mesa del restaurante.

-Lo siento. La respuesta es no. No al triple, o a cien veces más. No.

No se despidió. Él tipo empezó a llamarlo a gritos y por su nombre artístico. Pero le dio igual. Él no valía para eso.

Solo con la propuesta, se había sentido mal. Sucio. Vendido. Durante unos segundos hasta se había mareado ligeramente. ¿Cómo has llegado a esto, Aldo? Se preguntó para sí.

Jorge Rios”.

Carmelo bajó la cabeza. Como fuera el Willy que estaba pensando, se iba a ocupar de que no volviera a acercarse a un rodaje. Ahora sí que iba a tener motivos para odiarlo.

-Carmelo, por favor – le rogó Álvaro que intuía por dónde iban los pensamientos de su amigo. – Déjalo estar. Yo te he hecho caso, házmelo a mí en ese punto.

-Ahora dinos como podemos ayudarte con tu casa y la hipoteca. ¿No sería mejor que la vendieras? Te has obcecado en mantenerla. Véndela. – le dijo Jorge al sentarse de nuevo junto a él.

-¿Y donde me voy a vivir?

-A una de las casas que tengo yo, por ejemplo. Tengo una cerca del Retiro que te viene al pelo. Con una terraza enorme para reunirnos allí los amigos. Y te la dejo a buen precio. La tengo vacía hace tiempo. Así la saco un rendimiento.

-Joder, parece que os estoy sableando. No me siento cómodo con esa sensación.

-Eres bobo. ¿Me lo has pedido tú? Si prefieres se la alquilo a Arón o a Ester y que ellos te la alquilen a ti. Les tienes muy enfadados.

-Joder. No quería que nadie se enterara. Voy a ser el hazmerreír.

-No eres más bobo porque no te entrenas. ¿No te has dado cuenta de que tienes más amigos que nadie en la profesión? Amigos de verdad, joder. Por no hablar de tu familia, que hasta donde yo sé te adoran.

-Pero andan pillados también. Me jode no poder ayudarlos…

-Pues pon a la venta la casa. Te ayudamos con la mudanza. En ese piso de Retiro hay muebles. Pero si quieres, puedes llevarte los de la otra casa. Los que hay allí los guardo en un almacén. Cuando te recuperes, pues ya veremos.

-No te vas a hundir por una casa que es guay, pero que sinceramente, es enorme para ti solo. Aunque invites a dormir a todos tus amigos. Y te cuesta una pasta mantenerla. – apuntó Carmelo.

-El problema es que debo varios plazos de la hipoteca…

-Vale. Vamos a hacer una cosa. Le mando un mensaje a Óliver, ya te he hablado de él, para que a primera hora prepare un documento para que Carmelo pueda representarte en el banco. Carmelo, te vas con Óliver y llegáis a un acuerdo. Mientras se vende la casa, los plazos de la hipoteca los pagamos nosotros. Con nosotros, me refiero a nosotros dos y a al menos siete amigos tuyos más. Por si no te ha quedado claro, el dinero que hemos pagado antes, no lo hemos puesto solo nosotros. El resto de tus amigos también participan.

-Y vosotros a darlo todo a Pasapalabra. Deberíais iros a descansar, por cierto. Se ha hecho muy tarde. Y recuerdo vuestra última experiencia en Pasapalabra y acabasteis cansado.

-Tienes razón. Menos mal que la ropa y las camisetas las manda Bernabé directamente al plató.

-Pues a descansar, queridos.

Se acababan de ir los últimos vecinos que se habían acercado al bar de Ramona para charlar con Jorge. Eran más de las diez de la noche. No había parado de hablar y de sonreír desde que había vuelto de su encuentro con sus padres.

La noticia del encontronazo con sus progenitores había corrido por el barrio y si cabe, eso había animado a más personas a acercarse a saludarlo o con alguno de sus libros para que se lo firmara. También había hecho que algunos fieles a sus padres, se pararan delante del bar y miraran a través de la cristalera con desprecio y asco. Pero no se atrevieron a entrar.

Sus nanas hacía ya un rato que se habían ido a casa. Estaban agotadas. Gaby y Elvira las habían acompañado. Dulce, su sobrina, se había ido a media tarde a su entrenamiento de baloncesto. No lo perdonaba ni por Carmelo. Elvira le había contado a Jorge que parecía que le gustaba un chico que también jugaba. Kevin y Rafa se habían mantenido al lado de su tío hasta que sus padres habían vuelto para llevarlos a casa. Al día siguiente tenían cole.

Carmelo también se había ido cerca de las siete. Tenía una reunión con el equipo de “Tirso”. Y Martín, hacía un rato que también se había ausentado camino de otra jornada nocturna de rodaje de su nueva película.

Fernando se acercó a la mesa que ocupaba y se sentó a su lado. Aunque había cambiado el equipo de escoltas, él había decidido quedarse. Le había gustado escuchar las anécdotas de todas esas personas relativas a los primeros tiempos de su carrera como escritor. Algunos también habían hablado de Nando. Y de Nadia. Y de algún otro de los viejos amigos de Jorge. Helga, que ahora estaba a cargo de su protección también se sentó. Desde que había llegado, se había unido a Fernando en esa charla con los vecinos del barrio.

-¿Y ahora? – preguntó la policía con una sonrisa.

Jorge negó ligeramente con la cabeza.

-Estoy que no estoy.

-¿Y si cenas algo? Al final no has comido casi. Llevas todo el día en danza sin descanso y sin comer en condiciones.

Fernando había sido muy dulce, pero en el fondo era una reprimenda en toda regla.

-No es mala idea. Ahora que lo dices, me siento desfallecido. Pero casi, si no os importa, cambiamos de sitio. Ha sido muy bonito el día de hoy, bonito e inesperado, pero necesito dejar de sentirme como en un escaparate. Y si nos quedamos aquí, eso va a seguir pasando.

-¿Al restaurante de Biel? Ya tenemos mesas reservadas. – propuso Fernando. – Nos hemos adelantado.

-Te vendrás ¿No?

-Ya te he dado el coñazo todo el día – dijo Fernando con una sonrisa. – Tienes que estar hasta los cojones de verme.

-Si es por eso, me gustaría que vinieras. Si es porque tienes cosas que hacer o quieres tirarte en el sofá, lo entiendo perfectamente. Helga, tú espero que me hagas también el honor y cenes conmigo. Mis hombres me han dejado todos. Y lo último que me apetece es cenar solo.

-Por mí encantada.

-Voy a ver si Ramona nos hace la nota de lo que se debe y nos vamos.

Jorge se levantó y caminó hacia la barra. Él esperaba una cuenta desorbitada. Pensaba que todos habían tomado algo a cuenta del escritor. Pero para su sorpresa, solo había pendiente la cuenta de la comida de los escoltas.

-Julián, David y tu hermano Gaby se han encargado – le explicó Ramona al ver la cara de sorpresa del escritor.

Camino de los coches, Jorge pareció perder el equilibrio un par de veces. Fernando le cogió del brazo para sujetarlo. Así lo acompañó hasta el coche. Le ayudó a entrar y se sentó a su lado.

Lo mismo hizo al llegar al “Puerto del Norte”. Rico lo recibió como siempre con una sonrisa y toda su amabilidad. Les acompañó a la mesa que tenían reservada.

-¿Va a venir Carmelo? – preguntó Rico.

-Me temo que de momento no. Su reunión va para largo. Si me dice que viene, te aviso para que le pongas un cubierto.

Fernando y Helga tomaron la iniciativa. Jorge parecía aplanado. Habían sido muchas sensaciones esa tarde. Y una conclusión: había dejado de lado hacía mucho tiempo a los… a la gente que de verdad le había querido y apoyado desde su niñez.

-Deberías estar contento y no lo estás – le dijo Fernando una vez que Rico les había dejado solos.

-Y lo estoy – reconoció Jorge. – Lo que pasa es que me he dado cuenta de que he sido tonto. Injusto con todas esas personas que se han acercado a verme. Las nanas, por ejemplo. No las he hecho ni caso todos estos años. Y hoy soy lo que soy, gracias a ellas. Mi hermano. Mis sobrinos. Mi cuñada. Los he ocultado como si … me dieran vergüenza. Yo lo hacía por protegerlos, porque no se enfrentaran a mis padres, pero… me he dado cuenta que los demás lo han entendido de esa otra forma. Y ya habéis visto lo majos que son los chicos y que mi hermano y mi cuñada son… sobre todo buena gente. Trabajadores. Pendientes de todo el mundo.

-Creo que nadie piensa eso de ti – le dijo Helga. – Desde que he llegado, lo único que he escuchado son palabras de alegría al verte de nuevo. Ningún reproche del pasado. Y tus nanas, cuando me las ha presentado Fernando, se les iluminaban los ojos al hablar de ti.

-Ya. Es cierto. Pero deberían sentirse mal. Deberían odiarme.

-¿Por qué quieres flagelarte? – le recriminó Fernando.

-No es eso. Esas personas me han mostrado todo su amor. Y … es un amor conservado todos estos años, muchos años, en los que no les he hecho caso.

-Deberías sentirte bien por ello. Eso demuestra que su cariño es verdadero y resiste la distancia.

-Y que es incondicional. Que no depende de que estés pendientes de ellas o ellos. O que les dediques libros o que les nombres en las entrevistas.

-Y me siento bien. Pero no dejo de pensar que he sido injusto con ellos.

-Y dale. Ellos no piensan eso. Sigues siendo ese chico que salió del barrio y triunfó. Todos tienen guardados esos relatos que les escribiste. Y esa mujer, Lines… mira como te ha abrazado en cuanto ha llegado. Casi nos unimos todos a vuestras lágrimas mientras hablabais de Manolo, su padre.

-Y ni siquiera me había enterado de que su padre había muerto. ¿Os lo podéis creer? ¿Sabéis todo lo que hizo por mí? Sin decir nada. Sin presumir. Sin… ¿Sabéis el apoyo que me dio? Él fue el primero que supo que me gustaban los hombres. Antes que Evarista y Pepa. Me dio confianza. Me hizo sentir bien conmigo mismo. Sus hijas muchas veces hacían de tapadera, de acompañantes protectoras del que dirán de mis viejos. Manolo respetó mis tiempos. Me defendió a capa y espada. Me dejaba su casa para escribir… tenía hasta llaves… ¿Tú sabes la confianza que eso me dio con catorce años? Se sentaba detrás de mí y leía lo que escribía. Y … mirarle la cara y ver lo orgulloso que se sentía de… mis historias… de mí… y ni siquiera me he enterado de que había muerto.

-¿Tú que crees que te diría ahora si estuviera vivo?

Jorge suspiró.

-Lo que me decía entonces: mira adelante y demuestra a todos lo que vales. Que les den a los que no saben verlo.

-Pues habrá que hacerle caso – resumió Fernando el pensamiento de todos los que le habían acompañado esa tarde.

-¿Y qué has sabido de Nadia?

-Que es amiga de mis padres, que me ha engañado como a un idiota todos estos años. Y que de alguna forma me ha robado mucho antes de bajarse “La vida que olvidé” para publicarla en otros países. ¿Qué os han dicho a vosotros?

-Bueno. Hemos descubierto un segundo teléfono de Nadia de siempre. Parece que ha tenido dos teléfonos. No es el que le dio a tus padres, este es otro. Un tercero. A Fernando se le ha ocurrido preguntarles uno a uno. Y no todos tenían el mismo. Se lo hemos pasado a Tere. Fernando se lo ha pasado también a Aitor. – resumió Helga – Todos abundan en lo que Pepa ha contado. Que te mentía desde siempre. Que ya sabía que eras gay cuando te dijo de salir. Que aquel ordenador que perdiste, te lo quitó ella.

-¡Anda! Mi primer portátil. Ya ni me acordaba de eso.

-¿No es el mismo que te robaron con esas novelas…?

-No, no. No es el mismo. Pero la verdad es que la forma… habrá que pensar que ella estaba detrás de ese sucedido también.

-¿Y lo que dijo Martín a tus padres?

Jorge se encogió de hombros.

-Martín lo piensa de verdad. Me da igual cual sea su… el género de su pareja. Pienso que en eso, no tiene por qué… contarlo. Me fastidia que a todos les ha dicho que soy el amor de su vida y que Nando primero y luego Carmelo, le han privado de ser mi pareja. Eso es mentira. Si no hubiera sido Nando, posiblemente hubiera sido Aiden. O otro cualquiera que hubiera aparecido en aquel entonces.

-Cuando se te hubiera quitado el miedo al compromiso – bromeó Helga.

-Tienes razón. De hecho por eso Aiden y yo no fuimos novios.

-Alguna vez te he oído contar esa historia con Nadia, cuando le dijiste que lo vuestro no podía ser, y que quedó claro el tema.

-Pero ella se creó desde ese momento el papel de víctima. Y yo pasé a ser el verdugo. Y si, como me han contado ahora, cuando me dijo que quería ser mi novia, ya sabía lo que había… todo ha sido una comedia desde el principio. Y no lo vi venir. En todos estos años, no se me ha pasado por la cabeza esa posibilidad. Y ni ahora, desde que sé que me ha robado… a saber lo que acabamos descubriendo.

-O sea que desde el principio, ella…

-Pensaba en traicionarme. Si … mira, Pepa y Evarista tienen un sexto sentido para conocer a las personas. Si ellas enseguida empezaron a dudar de Nadia, es que había motivos.

-Pero entonces… nada hacía presagiar que te convertirías en un escritor de éxito.

-Bueno. Eso sucedió entre Aiden y Nando. Aiden había leído las novelas. Siempre le gustó leerme. Fue el único de todos a los que le enseñé mis escritos. Cuando bebe a veces… se le va la lengua. Puede que lo comentara. Nando… y seguro que os han contado cosas, alguna vez he escuchado su nombre al pasar por vuestro lado, puede que se acercara a mí por… eso precisamente. Cuando lo de Nadia, Nando ya había mandado mis dos primeras novelas a Dimas. Yo en ese momento, tuve una temporada en negarme a … me daba miedo publicar. Pensaba que si lo hacía y era un fracaso, no podría soportarlo. Me cerré en banda a… puede que Nando contara a todos los que le querían escuchar que ya tenía el sí de la editorial. Luego de todo eso, fue cuando Nando y yo concretamos nuestra relación… y al final, cuando me dijo que sí a casarse, dije que sí a publicar.

-Mira que eres complicado – le reprochó Fernando.

Jorge sonrió y se encogió de hombros.

-Lo siento si os decepciono. Soy imperfecto. Y tenía mucho miedo a fracasar. Era mi sueño. Si no hubiera salido bien, me hubiera hundido. Por eso prefería seguir haciéndolo para mí solo, que intentar publicar.

-Al menos eso entonces le tienes que agradecer a Nando.

-Él si que confió en mí, es verdad. Pero tengo que repasar ese período de tiempo. No tengo muy seguro de que lo que pienso que sucedió, en realidad ocurriera de esa forma. Ya os he adelantado algo antes.

-¿Y eso? – preguntó Helga extrañada.

-No sé. Déjame pensar unos días y a lo mejor os puedo dar una respuesta. Y de todas formas, otro día comentamos lo que os han contado. Puede que para vosotros no signifique nada, pero que para mí, unido a otras sensaciones… me den pistas o una visión distinta de aquellos días.

-Entonces, si tuvieras que contar la tarde de hoy a Javier en relación a tu caso…

Jorge se encogió de hombros.

-Debería reconocer que no he sido buen detective. Desde que me he encontrado con Evarista y más desde que ha llamado a Pepa para que bajara, he perdido el norte. Me he dejado llevar por… los sentimientos.

-Quizás si vuelves otro día y quedas con tus nanas, te saquen de algunas dudas.

Jorge miró alternativamente a Helga y a Fernando. Los dos parecía de acuerdo en la aseveración que acababa de hacer el segundo.

-¿Dices?

-Sí.

-Es una idea.

-Si te parece vamos a transmitir a Carmen y Javier lo que te han dicho de Nadia. Ese otro teléfono ya te hemos dicho que se lo hemos dado a Tere y a Aitor.

-No me parece mal, no. Así Javier tiene constancia de que he cumplido con mi parte. – Jorge puso su mejor gesto irónico.

-Puede que nos sirva para localizarla. – propuso Helga.

-No creo que nos lo ponga tan fácil.

-Si fueras un pitoniso ¿Dónde dirías que está? – preguntó Fernando.

Jorge se quedó pensando unos segundos.

-A la vuelta de la esquina, riéndose de mí.

-Esperemos que podamos descubrirla y ser nosotros los que nos riamos de ella.

-Ojalá tengas razón, Fernando.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 53.

Capítulo 53.-

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Jorge ni en sus mejores sueños, hubiera imaginado un recibimiento como le dieron sus amigos del barrio, los vecinos de su niñez, de su juventud. Ya al llegar al restaurante, le esperaba un mar de abrazos y de besos. Sus sobrinos los primeros. Los niños de Pol y Helena. Elvira su cuñada lo abrazó con mucho cariño. Sus nanas volvieron a ejercer de tales. Eran sus valedoras y sus mayores propagandistas. Kevin, el mayor de Gaby, había llevado, no uno de los tomos de cuentos, sino todos. Ya era momento de presumir de lo que les había escrito su tío y les había dibujado su otro tío. Fernando y Carmelo alucinaron al ver lo cuidada que era la edición, las maravillosas ilustraciones de su hermano Miguel y los cuentos en sí, que eran divertidos, entretenidos, llenos de magia y alegría. Flor le recriminó enfadada que no pusiera esos cuentos al alcance de todo el mundo.

-Mis hijas disfrutarían con estos libros no sabes cuanto.

-Te damos un ejemplar, tenemos varios. – le dijo Kevin.

-Kevin, gracias. Pero … son vuestros. Son un… regalo de vuestro tío. Yo lo que quiero es ir a la librería y comprarlo. Y traerlo aquí para que me lo firme el autor y cuando pille a Miguel R. me lo firme también. Recomendárselos a mis amigas para sus hijos. Para mis sobrinos.

Pepa había cogido el archivador en dónde guardaba cuidadosamente organizados todos los relatos, las cartas, las felicitaciones que les había escrito Jorge desde que tenía trece años. No lo quiso abrir, para no quitar el protagonismo a los cuentos de los niños. A estos les hacía mucha ilusión poder enseñarlos y presumir de ellos. El comentario de la policía, les había llenado de orgullo. Se sentían unos privilegiados.

Rafa, el pequeño, se sentó entre las dos nanas. Parecía que había llenado el vacío que les dejó Jorge al hacerse mayor. Todos decían que Rafa era de todos los sobrinos el que más se parecía a Jorge en su forma de ser. Era imaginativo, también le gustaba escribir, aunque no le gustaba enseñar sus historias. Solo se las enseñaba a las nanas, que las leían con la misma atención y ganas que habían leído a Jorge. Además, Rafa tenía la misma edad que Jorge cuando empezó a plasmar en el papel todo lo que su mente imaginativa no dejaba de crear en ningún momento.

Dulce en cambio, enseguida buscó la compañía de Carmelo. Desde el día que Carmelo apareció por sorpresa en casa del escritor y estaban de visita Elvira y Gaby con los niños, la niña quedó hipnotizada por el hechizo del actor. Además empezó a llamarlo Dani. Así podía hablar de él sin que nadie supiera a quien se refería.

El mayor, Kevin, siempre había sido de Jorge. Mantenían eternas conversaciones sobre cualquier tema. Hasta le contaba de sus ligues femeninos. Hablaban frecuentemente por teléfono. En su móvil, por si acaso, Jorge aparecía como Blas Tudor. Pocos sabían que hacía referencia al pseudónimo que estuvo tentado de usar Jorge para publicar. Y menos sus abuelos, que en realidad, era a los que pretendía engañar con ese subterfugio.

Las dos mesas que habían reservado, al final se convirtieron en todas las mesas del restaurante. Los prolegómenos se fueron alargando y los comensales habituales se fueron yendo y dejando su sitio a esos vecinos que querían compartir mesa, mantel, charla y fotos con Jorge Rios. Gaby había acertado al pronosticar que tanto las nanas como Julián y David, los amigos que había saludado cuando acompañaron a Evarista para que descansara de su paseo y se tomara su aperitivo de todos los días, harían de pregoneros. Elvira, su cuñada también contribuyó. Adoraba a su cuñado y, aunque no quería enfrentarse a sus suegros por los niños y porque eran sus caseros en la carnicería, cada vez le costaba más contenerse.

-Le he mandado un mensaje a Martín por si quería acercarse.

Rafa se había acercado a su tío, abandonando momentáneamente a las nanas.

-¿Ah sí? ¿Te apetece verlo?

-Sí. Todos le queremos mucho. Y es el sobrino que te falta aquí – le dijo poniendo cara de pillo.

Jorge abrazó al niño que aprovechó y se colgó de su cuello.

-¿Va a venir?

-Me ha dicho que salgas a buscarlo, que no acierta. Ha venido en metro. Debe estar un poco dormido – otra vez la cara de pillo.

-Gaby ¿Me acompañas?

-Me uno a vosotros. Así tengo disculpa para fumar un cigarrillo.

-¿Cómo te ha dado hoy por ahí? – le preguntó a Carmelo.

-Tengo antojo desde esta mañana. Así tengo disculpa para sablearle a Fernando y castigarle por habérseme adelantado con las nanas.

Salieron los tres con Fernando y algunos de sus compañeros. Jorge llamó a Martín.

-¿No tienes un hotel delante? ¿El 4C Bravo Murillo?

-Pues no. Tengo una churrería.

-No te muevas que vamos. – le gritó Gaby al micrófono del móvil de su hermano.

-Acabó ayer a las mil de rodar. No sé ni como ha contestado a Rafa. – comentó Carmelo.

-Mi hijo pequeño he de decir que… tiene un algo que es muy complicado negarle nada.

-Vaya, pensaba que ese efecto solo lo tenía en mí – opinó Carmelo. Jorge se echó a reír.

-Es el que más se parece a Jorge – Gaby miraba a su hermano sonriendo.

Ya habían llegado a Bravo Murillo. Fue Carla la primera que lo vio. Le saludó levantando el brazo. Martín los vio y se aprestó a cruzar la calle.

-¿Te ha sabido bien el cigarrillo? – preguntó Jorge a Carmelo mientras lo apagaba en el cenicero de una papelera.

-Al menos me he quitado el antojo. Ya sabes que en realidad no me gusta fumar. Pero a veces tengo antojo.

-¿Tan mal ha ido el rodaje?

-Es que… ya verás, Martín debe ir dentro de unos días. Para repetir por enésima vez escenas que rodamos hace un año. Hoy he rodado con Nerea, lo que antes había rodado con Tamara y lo que en el original rodé con Fina. Personajes desdoblados… una locura.

-¿Qué rodaba Martín ayer?

-Esa otra peli que ha empezado ahora. “La vecina del 2º derecha.” Hoy han rodado en exteriores de noche. Es un papel pequeño. Bueno, tampoco tan pequeño. Me ha sonado cuando lo he dicho que tiene tres escenas. No es el protagonista, me refiero. Pero tiene su enjundia y su trama.

Gaby, Carmelo y Jorge esperaban a Martín en el semáforo. Martín corrió cuando se puso verde para saludarlos.

-Estoy medio atontado. Me acabo de levantar de la cama. Casi me voy al Pinar de Chamartín. He salido del vagón por los pelos. Y luego me he equivocado de salida y mira que Rafa me lo ha explicado guay. Gaby, hacía tiempo que no te veía.

Martín abrazó al hermano de Jorge. Luego besó en la mejilla a Carmelo para acabar abrazando y besando a Jorge. Nuevamente su intensidad y cercanía era más que la habitual, sobre todo si había gente delante.

-De Jorge nos podíamos esperar cualquier cosa, pero de ti Gabriel, que te quedes ahí mirando como tu hermano morrea a ese joven… será uno de esos con los que se junta. Un prostituto o como se llamen los maricas que ofrecen su culo por un par de euros

Martín miró sorprendido a la mujer que había dicho tales improperios. Le llamó la atención la cara de asco con la que los miraba. Luego miró alternativamente a Gaby, a Carmelo y a Jorge. Carmelo mantenía el gesto serio. Gaby parecía contrariado y camino del enfado. Y Jorge había elegido un gesto de indiferencia. Tenía claros los consejos que le habían dado los amigos del barrio desde su llegada hacía unas horas. Y el comentario de Fernando. Y estaba en disposición de seguirlos.

-Mamá, papá, os veo estupendos.

-Hipócrita – exclamó su padre. Lo hizo con tanta fuerza que todos pudieron ver como gotas de saliva salían escupidas de su boca.

-No, de verdad lo pienso. Tanto odio os mantiene en forma.

-¿A qué has venido? ¿A ponernos en contra a los vecinos? A lo mejor te llevas una decepción y eres tú el que te vas con el rabo entre las piernas.

-Tranquilos, hasta ahora solo he hablado con los que odiáis. Para mí mejor, porque no he sufrido ninguna decepción. Y si pensáis que a estas alturas, algo de lo que hago o pienso está condicionado por vosotros, siento decepcionaros.

-Te hemos dicho muchas veces Gaby que no nos parece bien que te juntes con este tipo de gentuza y…

-Y yo os he dicho otras tantas, que soy mayor para decidir con quién me veo o con quién no. Y mi hermano pequeño, es una de mis personas queridas. De hecho, la más querida, al alimón con mi mujer y mis hijos. Y eso no va a cambiar por mucho que os empeñéis.

-¿Y te parece bien que copule con ese joven? Mal está que lo haga con ese… deshecho de la sociedad, pero… – era claro que se refería a Carmelo. – … con ese niño… si será menor. Está claro que los invertidos son unos tarados éticos y morales. Por eso prefirió meterse escritor que seguir con un trabajo bueno en el Bilbao. Total, para vender esa bazofia que además sabemos que ni las escribe él…

-Mejor nos vamos a lo nuestro – dijo Jorge mirando a su hermano y a Carmelo.

-Huye, es lo que siempre haces. Eres un cobarde hijo del diablo.

-En realidad soy tu hijo. Para vuestro pesar y para el mío.

-No eres hijo nuestro. Dejaste de serlo el mismo día en que diste la espalda a un modo de vidfa decente. Nosotros no criamos a seres sin moral, sin oficio o beneficio. Un hombre arisco y que se mueve entre ladrones y putos. Que escribes monstruosidades que van contra la ley de Dios para pervertir a la juventud y convertirlos en deshechos de la sociedad y que abandonaste a tus padres cuando te necesitaban. Dejaste de ser nuestro hijo en cuanto decidiste seguir ese camino de mala vida y apartarte de ser una persona de bien. Te lo avisamos: no queríamos en nuestra familia a un degenerado como tú.

-¿Te refieres papá a cuando hicisteis caso a ese amigo envidioso que os dijo que nadaba en el dólar y queríais comprar el piso de al lado al vuestro y reformarlo todo a cuenta de una de esas monstruosidades de novelas que decís? Eso fue si no recuerdo mal, mucho después de que dijerais eso de que había dejado de ser vuestro hijo, por cierto, delante de todo el barrio, en la calle, donde me bajasteis dos maletas con las pocas cosas que quedaban en vuestra casa. Porque mi dinero os recuerdo proviene de mis libros, esas monstruosidades. Y mi dinero, proviene de mi decisión de no seguir vuestras directrices. Pero luego, para pedirme dinero, sí volví a ser vuestro hijo. Y mis libros, no son tan monstruosos si os proporciona la mejor casa del barrio, para pasárselo por la nariz a los amigos y vecinos ¿No? Eso si que es hipócrita. Vuestro discurso sobre la ética y Dios, son patrañas. Lo único que queréis es sacar tajada, ser los más admirados del barrio y os frustra que vuestros hijos de hayan buscado un futuro ellos solos. Sin seguir vuestros designios.

-Eso es mentira.

-Os recuerdo como sucedieron las cosas. Os lo repito, por si antes no lo habéis oído. Tenéis mala memoria para lo que queréis. Y escucháis también lo que os da la gana. Un buen día, en medio de la calle, me pusisteis dos maletas con mis cosas, y me dijisteis que no queráis que volviera a pisar vuestra casa. No queríais viviendo a vuestro lado a un degenerado como yo. “Ya no eres hijo nuestro”. Cambiasteis la cerradura de casa, porque no tuvisteis agallas para pedirme las llaves. Y dijisteis a todos que eso era así, porque no os fiabais de que no fuera a vuestra casa cualquier noche a robaros. Casi os podría repetir uno por uno los insultos y vejaciones que me escupisteis ese día. Recuerdo a Evarista y a Pepa, a Manolo, a David, a Ubaldo a Petra, a Cami, a Ramona, a Rosa, a Pili, a Menchu, a Jacinto… como os miraban con la boca abierta y como os intentaban tranquilizar. Los insultos que dedicasteis a Evarista y a Pepa que ellas no contestaron para no empeorar la situación. Todo fue una patraña, porque hacía meses que no vivía en vuestra casa, pero os apetecía hacer esa obra de teatro. Os pensabais que la gente me iba a dar de lado, pero todos en el barrio sabían desde muchos años antes, como era. Desde ese momento, dejasteis de ocupar ni un segundo de mis pensamientos. Pero claro, resulta que me publican una novela. Y algunos de mis “amigos” os van a contar que me he forrado. Era mentira entonces. Pero vosotros visteis la posibilidad de cumplir vuestro sueño a costa del dinero que ganaba ese degenerado de vuestro hijo Jorge. Para eso, para pedir dinero, yo no era tan despreciable. Y volvía a ser vuestro hijo. Mira que casualidad: Jorge tiene dinero, no el sueldo del banco, sino dinero, y ya vuelvo a ser hijo vuestro. Ya no soy un deshecho de la sociedad.

-Maldigo la hora en que te parí. Ojala hubieras nacido muerto. Eso no se le dice a unos padres. Con lo que hemos hecho por ti, con lo que nos hemos sacrificado… Y de eso, no pagaste nada. Nos dijiste que no. No nos engañan los intentos de tus hermanos de limpiar tu imagen. Nosotros te conocemos muy bien. Eres un engendro del diablo, desagradecido y que solo buscas pervertir a los jóvenes para penetrarlos sin descanso, fornicar a cada momento con niños indefensos. Lo dice todo el mundo. ¡¡Degenerado!!

-Os dije que en ese momento no tenía dinero para hacer eso. Que esperarais. Pero claro, siempre creéis al que habla mal de mí, al que os cuenta mentiras sobre mí. Solo veis los vídeos en que salgo mal. En los que hay gente que me pone a parir. Eso es lo que os gusta, que machaquen a vuestro hijo porque no se plegó a seguir la vida que habíais preparado para mí. Ni un beso recuerdo que me dierais. Ni una palabra de ánimo. Ni a mí ni a ninguno de mis hermanos. No leísteis ni uno solo de las historias que escribía cuando era pequeño. Miento, leísteis algunas. Y la cara de asco que pusisteis cuando llevabais leído apenas un par de líneas, la recuerdo perfectamente. No recuerdo una palabra de ánimo a Gaby con su pintura. Ni a Miguel por sus ilustraciones. Tampoco apoyasteis a Nati con su gusto por el diseño. Todas esas aficiones eran para vosotros indignas. Lo siguen siendo. Pero Nati se gana la vida con la suya, y se la gana bien. Miguel sigue haciendo ilustraciones y dibujando. Ha colaborado en varias publicaciones de novelas gráficas, a parte de seguir con su trabajo. Y Gaby sigue pintando. Y os prometo que es bueno. Lo que no acierto a entender es como de vosotros, pudimos salir cuatro hijos con distintas habilidades artísticas. Ni como fuimos capaces de no tomar la decisión de tirarnos a un acantilado. Es claro que no lo hicimos porque los cuatro nos apoyamos. Y tuvimos la ayuda de otras personas del barrio que sí apreciaron esas habilidades. Y nos dieron el cariño que vosotros fuisteis incapaces.

-Eran malas esas redacciones. No te íbamos a decir que eran buenas.

-No se trataba de eso. Se trataba del como.

-No eran malas. Tenía trece años, parecéis olvidarlo. – intervino Gaby. – Y no eran malas. Ya entonces eran maravillosas. Erais vosotros los únicos que erais incapaces de verlo.

-Decidiste tirar la vida por la borda. Podías haber sido director de sucursal del BBVA. Casarte con una buena mujer…

-¿Con Nadia, por ejemplo?

-¿Por qué no? Es una buena chica que te quería. Cuando nos viene a ver siempre nos lo dice. Que hacéis muy buena pareja pero que ese libertino te ha comido el seso y te tiene bien agarrado de los testículos. Como aquel hijo de puta con el que te casaste.

Gaby fue a decir algo, era claro que estaba enfadado y con cada palabra de sus padres, su enojo iba en aumento. Jorge le hizo un gesto para que se contuviera.

-¿Y qué más os decía Nadia?

-Que te escribía la mitad de las novelas. Cosa que estamos seguros de que es cierto. Tú no eres capaz de escribir nada. Por mucho que esas nanas putas te comieran la oreja para que tú las comieras el coño por debajo de la mesa camilla.

Martín no pudo por menos que bufar enfadado. Jorge lo miró y el joven actor cerró los puños para contenerse.

-Jose Luis, siempre te lo he dicho, Jorge no vale nada. Esa cerdas de Pepa y la otra que he olvidado su nombre, le comieron la cabeza. Era esa chica la que arreglaba lo que ha publicado tu hijo, me niego a llamarlo novela, sería denigrante para las obras de los que sí escriben de verdad. Ella misma lo dice, que son una mierda. Que deberían estar prohibidas.

-¿Y cuando vino Nadia a veros por última vez? No consigo hablar con ella.

-Es que ha cambiado el teléfono. Tiene un acosador que no hace más que incordiarla.

-¿No os daría su nuevo número? – preguntó Jorge con tono despreocupado.

-¿Para qué lo quieres? – preguntó su madre con tono precavido.

-Para que me corrija la siguiente novela. O como decís vosotros, para que me escriba la mitad.

-Ya la llamaremos y se lo diremos. No estamos autorizados a dar su teléfono. Nos lo dio solo a nosotros.

-Pero como me quiere tanto… a lo mejor os lo dio para que me lo transmitierais.

-Al revés, nos dijo que no te lo diéramos por nada del mundo. Que te habías vuelto un desagradecido y mentiroso. Que ibas diciendo cosas de ella, que la llamabas ladrona… con todo lo que había hecho por ti. Renunciar a una vida amorosa por servirte de asistente. Ya se lo avisamos muchas veces, pero ella parecía tan enamorada que hasta que no se ha dado de bruces con la realidad de como eres, no nos creyó.

-Ladrones es lo que se llama a los que roban – Martín no se pudo contener. – Ella ha robado a Jorge, es una ladrona. Con todas las letras. Y una mentirosa, porque no estaba enamorada de Jorge. Es lesbiana.

Todos se quedaron mirándolo sorprendidos.

-Lo he visto con mis ojos. No hablo de oídas. Y conozco muy bien a una de sus últimas novias. Ha estado en casa de mis padres muchas veces, en las barbacoas.

Entonces la conoceremos nosotros – Carmelo intervino por primera vez en la conversación.

Tú seguro la conoces. Trabaja de productora. Jorge seguro que ha estado en alguna barbacoa con ella. Hace tiempo que rompieron. Se echó otra novia después.

-Niñato, no hables así o te tendré que lavar la boca con lejía. No faltes el respeto de quien es mayor que tú y que no conoces.

-Me gustaría ver como lo hace – les respondió Martín con tono sosegado y mirándolo de frente. El padre de Jorge y Gaby hizo un gesto como de lanzarse sobre el joven. Pero Martín le mantuvo la mirada. Gaby estaba preparado para parar a su padre, pero al ver que la postura decidida de Martín había hecho que se arrepintiera de su idea, se relajó. – Y están mal informados, porque la conozco. Deben tener además problemas de oído, porque lo acabo de explicar. Y por último, el respeto no es una cuestión de edad ni de cultura. Es algo que se gana la gente con su forma de proceder en la vida, no es una cuestión de edad. Es algo que se gana respetando a los demás, aunque no sea de su ideología. El respeto se gana con educación y sabiendo escuchar otras opiniones. Se gana respetando las decisiones de los demás, aunque no se esté de acuerdo con ellas. Hay viejos que merecen todo el respeto del mundo y otros que ni que vivan cien años, se lo ganarán. Y al revés, hay niños de diez años que merecen el respeto de todos. Para que te respeten, lo primero y primordial es respetar.

-Solo te rodeas de malas personas. De putos y barriobajeros. Los has creado a tu semejanza. No tiene educación. De su boca solo salen mentiras.

Martín fue a responder de nuevo, pero Jorge le hizo un gesto para que lo dejara estar.

-¿Y qué día vino a veros Nadia?

El matrimonio se miró.

-El jueves. Cenó con nosotros. Trajo unos pasteles.

-¿Y qué más os contó?

-Que se iba de viaje. Estaba tan triste por los desprecios y por las mentiras que ibas diciendo de ella… necesitaba relajarse. – respondió el padre de Jorge.

-Y repensar si merecía la pena seguir ayudándote.

Martín se echó a reír. Jorge le atravesó con la mirada. Martín cesó en su carcajada de golpe.

-Entonces cuando comió el…

-Cenó. Vino a cenar.

-Así luego se subía a su casa.

-Ya no vive ahí. Tiene el piso alquilado. Nosotros vigilamos que los inquilinos no hagan nada malo. Nunca te has preocupado de nadie que no seas tú y los depravados que siempre te han rodeado. Maleantes y siervos del mal. Con tus amigos de verdad…

-¿Enrique por ejemplo? El que os vino a contar que nadaba en dinero a los tres días de publicar mi novela. O Finn y Maribel que os vino a contar otra historia parecida, pero creo que en este caso mi colchón de billetes llegaba al medio millón de euros. Los tres son buenos ejemplos de amigos, buenos amigos, a los que solo les movía motivos altruistas. Es curioso que no citéis nunca a Aiden, a Helena, a Pol, a Carla, a Polo… con ellos me sigo viendo. ¡Ah! Claro. Es que esos no os dicen lo que queréis escuchar. Y todos los que os he citado, salvo Aiden, siguen viviendo cerca del barrio.

La ironía de esas últimas afirmaciones de Jorge no pasaron desapercibidas a nadie, ni siquiera a sus padres.

-Los amigos están para ayudarse … eso tú nunca lo has entendido. Como lo de ayudar a la familia.

Ahora fue Gaby el que tuvo que hacer esfuerzos para contenerse. Se había dado cuenta que su hermano quería sacar toda la información que pudiera sobre Nadia. No quería cortar esa débil línea de conversación.

-Y para timarlos. Para robarles. Para engañarlos. Cuando tú eres siempre el amigo que “ayuda”, pero luego, un día cualquiera, les pides un pequeño favor: que vayan a una presentación de mi libro, del primero, y no van porque es un aburrimiento… era gratis asistir. Eran de las primeras que hice y tenía miedo que no fuera nadie. Necesitaba la compañía de mis amigos. Pero solo fueron Pol y Helena, Aiden, Carla y Felipe. El resto solo parecía que existía para intentar aprovecharse de mí.

-No digas esas cosas. Todos son bellas personas… personas de bien. Y a que has venido al barrio. ¿A ponernos en vergüenza? ¿A ponernos a mal con todos?

-Para eso no necesitáis mi ayuda. Os valéis solos. He venido a ver a las personas que me recuerdan con cariño. Mis verdaderos amigos. Y a mis nanas. A mi hermano, a mi cuñada y a mis sobrinos. Sois tan prepotentes que os creéis el centro del universo. Dejasteis de serlo hace mucho tiempo, por lo menos para mí.

-Esas tienen la culpa de haberte amariconado. “Las nanas”. Tanto beso, tanto meterte en su cama a que le comieras el coño…

-Mamá, no te consiento eso. Es la segunda vez que lo dices. ¡Basta! – Gaby había saltado indignado.

-Tú te callas. O se te acaba la tienda. Y a ver cómo vas a dar de comer a tus hijos, si no sabes hacer la o con un canuto. Valiente inútil hemos criado.

-Pues si uno de sus hijos ha salido un inútil que no sabe hacer la o con un canuto, y otro ha salido maricón y sin oficio o beneficio, ya son dos, así que a lo mejor tenían que hacérselo mirar. Algo de culpa tendrán ustedes. ¿Son de esos padres que lo malo son culpa de los demás y de lo bueno, es que ellos son lo más como padres? A lo mejor es que les regalaron el carnet de padres en la tómbola de San Isidro. Y es extraño, porque un matrimonio con su presencia y su saber estar, su lenguaje cuidado y educado…

El padre de Jorge escupió a los pies de Martín. No hizo amago de lanzarse a darle una torta, porque el joven mantuvo siempre el gesto decidido y la mirada clavada en los ojos de José Luis Ríos. Martín no tenía una apariencia física que pudiera asustar. Pero su mirada, su gesto decidido era mucho más convincente que si hubiera sido más alto y musculado.

-¡Ah Es cierto! Que para los matrimonios es fácil obtener el carnet de padres. – continuó imperturbable – Solo tienen que copular los días adecuados y la cigüeña trae al mundo a una criatura. El noventa de esas criaturas tienen suerte y sus padres son buenos padres, los quieren y los educan con amor. Otros no tienen suerte y sus padres son drogadictos que les untan el chupete en cocaína. Y otros, tienen a padres como ustedes, con el odio, la envidia y la incomprensión siempre por bandera.

Fue la madre la que levantó la mano blandiendo un paraguas que había sacado del bolso y dio un paso adelante para pegar a Martín. El gesto de la mujer les pilló desprevenidos a todos menos a Jorge que levantó el brazo y paró el golpe que iba destinado a Martín. Este ni se inmutó. Solo había en su gesto todo el desprecio del mundo dirigido a la madre de Jorge.

-Mamá, no os voy a consentir que levantéis la mano a nadie. Menos a mi gente querida. La época esa de levantar la mano para soltar un guantazo, terminó hace muchos años, el día que cumplí dieciocho. El día que oficialmente dejé de vivir bajo vuestro techo. De facto, lo hice mucho antes.

-Todos unos maleducados. ¿Y así consientes que nos falte al respeto?

-Yo lo veo como que os ha dicho lo que todos piensan. En todo caso, es atrevido, o mejor dicho, es fiel defensor de las personas que quiere y le quieren. Lo ha dicho con mucho temple y en un tono sosegado y educado, como os gusta a vosotros… para los demás, claro. No ha utilizado palabras groseras y se nota que es un hombre cultivado. Tiene variedad de vocabulario y sabe utilizarlo. No siempre se puede estar de acuerdo con todo el mundo. Pero eso no es razón para insultarlo y menos para pegarle.

-A partir de ahora, considérate huérfano. – le dijo su madre con todo el desprecio que pudo.

-Me considero huérfano desde los trece. Miento. No me considero huérfano. Mis nanas fueron mis madres, y Manolo fue mi padre. En esa ecuación, desde los trece, no tenéis cabida vosotros. Dejasteis de ser destinatarios de mis afectos y mi consideración.

-Puto marica desagradecido. Ojala te mueras. No mereces seguir viviendo.

-Ya está bien – dijo Gaby. – Es mejor que sigáis vuestro camino.

-Tú no eres nadie para decirnos lo que tenemos que hacer. En todo caso será al revés. No te olvides que si te cerramos el grifo…

-Cerradlo. A ver de que vais a vivir vosotros.

-Vámonos Paca. Si nos damos prisa, llegamos a la notaría para desheredar a este indeseable. – miraban a Jorge al decirlo.

-Aprovechad el viaje e incluirme a mí en ese apartado. Y de paso, seguís camino al abogado para que nos eche del local.

Los padres de Jorge y Gaby retomaron su caminar. Solo les dedicaron a todos un gesto de desprecio y de saberse superiores a ellos. Carmelo observaba a Jorge. Estaba preocupado por como reaccionaría después del momento de calentón. Pero el escritor parecía sosegado. Martín de todas formas, en cuanto la pareja se alejó, se abrazó al escritor y lo besó profusamente en la mejilla.

-¿Estás bien tío? Joder, que palo.

-¿Ves como tenía razón, Martín? Tú empeñado en que querías unos abuelos y ya que tus padres no … tenían esa posibilidad, pensaste que Jorge te los diera, y tú a veces refunfuñas… y le echabas en cara que no te los presentara… Pues ya les has conocido. ¿Ves como tenía razón cuando te avisaba de que no merecían la pena?

-Si no lo veo, no lo creo, os lo juro. No parecéis hijos de ellos. ¿Cómo me iba a imaginar esto? No contáis nada.

Elvira hizo su aparición. Les hizo un gesto abriendo los brazos para indicarles que qué pasaba. Su marido le hizo un gesto señalando hacía el lado de la calle por el que se habían ido sus padres. Ella miró y alcanzó a ver a la pareja.

-Pues no ¿Eh? No os voy a dejar que os quiten el apetito. Martín guapo, dame un beso. Tengo a mis hijos esperándote como agua de mayo. Arreando al restaurante. Que estamos todos a medio comer. Y cuñado, se te amontona el trabajo. Tienes no menos de quince libros a dedicar y firmar.

-Eso está chupao – dijo Martín guiñando un ojo.

Carmelo fue el que inició la carcajada que fue seguida por Fernando y todo el grupo.

.

Sonó el timbre que anunciaba un nuevo cliente. Vicente, el frutero, salió del almacén para atenderlo.

-¡Isra! No te esperaba hasta dentro de una hora.

-Es que no he ido al cole.

-¿Y eso?

-Ayer fue mi cumpleaños.

El chico se encogió de hombros.

-¿Otra vez ha pasado?

Vicente se quedó mirando al chico. Era unos centímetros más bajo que la última vez que lo vio, hacía apenas un par de días. El bozo que mostraba, había también desaparecido. Y algunas espinillas que habían empezado a aparecer en su cara.

-¿Qué años tienes entonces?

-Quince. ¡Vaya pregunta que me haces! Quince como siempre.

-Tendremos que estudiar de nuevo la tabla periódica – le dijo Vicente.

-Ya te digo.

-¿Cómo lo llevan tus padres?

-Imagina. Ya están hablando de nuevo de ir a médicos a curanderos a exorcistas.

-Ya se les pasará.

-Dame el pedido de mi madre. Si no, se va a preocupar.

Vicente entró en su almacén y sacó dos bolsas con el pedido. Israel sacó un billete de veinte euros del bolsillo para pagar. El frutero le dio las vueltas. Al dárselas, oculta en la mano, por si entraba alguien, le dio dos monedas de chocolate que sabía que le gustaban pero que a sus padres lo les hacía gracia que comiera. Vicente le guiñó el ojo e Israel sonrió.

-Cuando quieras bajas y leemos un rato. O bajas una de tus redacciones y la leemos juntos.

-Ya te diré. Ahora mis viejos están enfadados. Parece que tengo la culpa.

-Ya se les pasará. Tú, tranquilo.

El chico quitó el papel de las dos monedas de chocolate y se las metió en la boca. Luego cogió las bolsas con el pedido de su madre y salió de la tienda.

En la puerta casi se choca con Pauli, la barrendera del barrio. Ésta, como siempre, le acarició la mejilla y le dio un beso. Cuando el niño salió del local, se quedó mirando a Vicente que se encogió de hombros.

-¿Otra vez? Es más bajo que hace unos días. Y no tiene bigotillo.

-Ayer fue su cumple. Quince otra vez.

-Hoy veo que son todo malas noticias.

-¿Pues?

-No te enfades…

-Si me vas a preguntar por la pija, nada de nada. Ya te dije que se ha echado novio.

-¿Y te sigues quedando con los niños?

-Ellos no tienen la culpa. Yo creo que eso es lo que buscaba, un niñero gratis. Así ella puede salir con su noviete. Un hombre de la jet set ¿Se dice así?

-Pero si había química entre vosotros. Yo lo vi.

-Química de niñero. No no te burles de mí.

Paulina se quedó callada. No sabía que hacer. Era claro que no era el momento adecuado para contarle los últimos cotilleos del barrio que atañían a su amigo.

-Suéltalo, sea lo que sea. Si no, te va a salir una úlcera de estómago. Te conozco Pauli. Tienes esa cara de querer soltar una bomba.

La barrendera suspiró y se decidió a contarle.

-Han visto a Mati por el barrio. Parece que ha vuelto por unos días a casa de sus padres.

Vicente se la quedó mirando fijamente. Lo primero que se la pasó por la cabeza es que era una broma de su amiga. Pero su gesto, no era precisamente de broma. Y como la conocía lo suficiente, sabía que la cosa no acababa ahí.

-Suéltalo, joder. Acaba de una puta vez.

El frutero sin ser consciente de ello, se había apoyado en el mostrador. Las nuevas que le traía su amiga habían conseguido que perdiera su apostura. Su cabeza vagaba por un mar de recuerdos que cuando aparecían, conseguían hasta marearlo.

-No ha venido sola.

-¿Se ha traído a ese cabrón? Como se llamaba…

-Clemente.

-Eso, Clemente. El hijo de puta de Clemente. Ese que era amigo mío. Para robarme la mujer.

-No. No ha venido Clemente, al menos que me hayan contado.

-¿Y entonces?

-Ha venido con un niño de unos cinco años. Dice que es tu hijo y que ahora te toca cuidarlo a ti.

Lo que sucedió en ese momento fue un poco confuso. Sonó el timbre de la puerta, como si entrara alguien. Paulina se dio la vuelta para ver quien era, pero solo pudo ver a unos niños corriendo. Parecía que se habían divertido entreabriendo la puerta para que sonara. Cuando la barrendera volvió su atención sobre su amigo, no lo vio. Empezó a llamarlo. Anduvo los pasos que le separaban del mostrador, y lo vio en el suelo, desmayado. Se llevó las manos a la cabeza antes de agacharse.

-Vicen, Vicen…

Le empezó a dar unos golpes en la cara.

-¡¡Vicen!! ¡¡Despierta!! Madre del amor hermoso, por favor, que despierte. Te prometo que no volveré a cotillear, pero por favor, que despierte.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 52.

Capítulo 52.-

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Jorge caminaba despacio por una de las calles de su juventud: la c/Berruguete. Cuando llegó al 20, casi se emociona. Ahí vivió unos años, en el 3º C. Su primer piso cuando se independizó.

Estaba cerca de la casa de sus padres. Entonces, su gente estaba toda alrededor. Eran los amigos que perduraron. De la carrera apenas quedó nadie de relevancia y del resto de sus actividades, tampoco. Ni en sus cursos de idiomas, ni en algún taller de escritura que siguió con apenas dieciocho, quedaron amistades perdurables. Los del barrio. Esos eran los que tiraban de él. Los del barrio y los que fueron juntándose a ellos.

Le dieron ganas de llamar al piso, por ver quien vivía. Cruzó la calle y miró el edificio con más perspectiva. Las personas que vivían ahora, habían cerrado la terraza. Todos le decían que tenía que hacerlo, que ganaría casi una habitación más. Pero a él le gustaba salir a la terraza en verano y en invierno. Se fumaba un cigarrito mirando la calle y saludando a los conocidos que anduvieran por ahí.

-¿Jorge?

Una mujer mayor se había parado delante de él. Andaba con una cachava. Iba un poco encorvada, la cabeza alta, bien peinada de permanente. El pelo era casi blanco. Se notaba que gustaba de arreglarse. Ligeramente maquillada, labios pintados de un rosa suave. Labios que enmaraban una gran sonrisa que se transmitía a sus ojos, que en ese momento irradiaban luz. Era claro que en ese momento era una mujer feliz.

Jorge se giró al escuchar su nombre. Enseguida la reconoció. Era Evarista, una de las mejores amigas de su madre durante muchos años. Luego se distanciaron un poco. Posiblemente su distanciamiento tuvo algo que ver con el de Jorge con sus padres. Evarista había sido siempre muy de Jorge. Era su niño. El y Gaby, uno de los hermanos de Jorge, habían sido sus niños. Si al ver su casa, casi se emociona, al ver a esa mujer, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran.

Jorge la sonrió. Abrió los brazos para abrazarla pero se acordó del COVID.

-No me jodas, Jorgito, ese bicho de los cojones no me va a impedir que te abrace y te coma a besos. Te has olvidado de esa pobre vieja. Pero yo te lo perdono todo. Eres mi niño y siempre lo seguirás siendo. Y no sabes lo orgullosa que estoy de ti.

La mujer le tendió a Fernando su cachava, como si lo conociera de toda la vida y abrió los brazos para recibir a Jorge. La mujer se echó a llorar. Besaba a Jorge y acariciaba su pelo, su cara, volvía a besarlo, y a abrazarlo para repetir el gesto una y otra vez. El escritor aceptaba gustoso todas esas muestras de cariño y las correspondía cuando la mujer le dejaba.

-Pepa – gritó de repente Evarista mirando a la casa de encima suya – Asómate. Mira quien ha venido.

-Que pesada eres – la aludida se asomó a la ventana y miró hacia su amiga. – ¡¡Jorgito!! – gritó llevándose las manos a la cabeza. Cerró la ventana de un golpe y Jorge pensó que iba a tardar nada en bajar.

Y así fue. No se preocupó ni de vestirse. Bajaba con las zapatillas de estar en casa y la bata. Pero aún vestida de estar en casa, al igual que Evarista, se notaba un gusto por cuidarse. Ella llevaba el pelo teñido de castaño. Tenía el cutis suave, aunque algunas arrugas surcaban su frente y el cuello. Los ojos eran pequeños, pero su mirada era potente, directa. Ya llevaba el llanto puesto y los brazos abiertos.

-Pero que guapo estás, mi niño.

Jorge recibió otra salva de besos y caricias.

-Aquí donde nos ves, fuimos casi sus niñeras. Pasaba más tiempo con nosotras que con su madre. ¿Te sigue gustando el arroz con leche?

-Ufff, me chifla. Carmelo me lo suele preparar. Y eso que a él no le gusta. Pero como el vuestro, ninguno.

-Nunca quisiste decantarte por el de alguna de nosotras.

-Es que eran riquísimos los dos. Y el de Manolo. No me olvido del suyo tampoco.

Las dos mujeres se pusieron serias de repente. Jorge las miró temiéndose lo peor.

-El bicho éste se lo llevó al principio. Lines y Pili están desoladas. Fíjate que ya han pasado muchos meses, pero no lo superan. Ni pudieron estar con él. Ni siquiera han tenido fuerzas para entrar en casa. Vivía ahí, en Francos Rodríguez, al lado de Casa Ramona. Se vino a vivir ahí porque para él solo era más cómodo. La casa de López de Haro era muy grande para una persona. Y ésta no tenía esos escalones en el portal como tenía la otra. Lo mismo hicimos nosotras. Nos vinimos a vivir además cerca de tu antigua casa. Con la esperanza que pasara lo de hoy, que vinieras de paseo a recordar y pudiéramos verte.

-¿Sabéis donde paran? Ya que estoy por aquí, me gustaría acercarme a darlas un abrazo.

-Las llamamos en un momento. Les va a hacer mucha ilusión verte. Te nombran muy a menudo. Mira, ahí viene tu hermano Gaby. El tendrá su número en el móvil.

El hombre que señalaban las dos mujeres se paró de repente al oír su nombre. Fue a saludar a las mujeres con la mano y una sonrisa cuando se dio cuenta que el hombre del que estaban colgadas sus amigas era su hermano. Le señaló con el brazo extendido y con el dedo señalándolo.

-¡Cabrón! ¿Por qué no me has avisado de que venías al barrio?

Cruzó la calle quitándose la mascarilla y el auricular del móvil que llevaba en un oído para saludar a su hermano.

-Si hablamos antes de ayer y no me dijiste nada.

-Ha sido un pronto. Me ha dado por venir a pasear por aquí.

-Claro, tu primera casa, la de soltero. Tienes morriña, cabrón. Ahí escribió sus dos primeras novelas. – le explicó a Fernando al que saludó con un choque de puños.

-¿No nos vas a presentar a este chico tan guapo que te acompaña? – dijo Evarista colocándose el pelo. – ¿No será tu novio?

-No lo es. Es un buen amigo que me cuida. Fernando, esta es Evarista, cuidado con ella que es una devora hombres y la que ocupa mi brazo derecho es Pepa. Las dos mujeres que más quiero en la tierra. Las dos mujeres que nos malcriaron a Gaby y a mí en nuestra niñez. Nuestras nanas.

-Y mucho después. A ver dónde ibas a comer cuando te fuiste de casa de tus padres.

-Un día a casa de cada una. Se repartían los días. – Jorge las pegó a las dos a su cuerpo y las besó el pelo. – No sabes lo bien que cocinan.

-Digo, no sé si tienes planes… – empezó a decir su hermano.

-Ninguno. Tenemos todo el día para nosotros. Carmelo está trabajando y no tenemos compromisos ¿Verdad Fer? – Jorge miraba expectante a su hermano – ¿Qué se te ha ocurrido?

-¿Y si comemos todos donde Ramona? ¿Evarista? ¿Pepa? Llamo a Elvira que se ha quedado en la carnicería y que cuando salga se pase por ahí. Y tus sobrinos estarán encantados de hablarte luego de tu último libro. Me están dando la turrada para ir a hacerte una visita. Se lo han leído los tres. Parece que no tienen bastante con llamarte por teléfono casi todos los días. Y por cierto, la versión que acabaste hace ocho años de “la Casa Monforte” era buena. Pero la que has acabado publicando… joder no tiene nada que ver y es maravillosa. Ya sé que te lo he dicho varias veces. Pero no me resisto a repetirlo.

-Jorge quería saludar a Pili y Lines. Le hemos contado lo de su padre. – le dijo Pepa a Gaby.

-Llamo a Lines. Pili está fuera. Ha ido a ver a su tía Enriqueta. Está pachucha, y como está sola… pero llamo a Lines, sí. Si no tiene nada, seguro que se une.

-Pero Pepa, mejor será que te vistas.

-Ahora mismo. No tardo nada.

-Mientras podíais acompañarme y dar una vuelta al barrio. – propuso Jorge a su hermano.

-¿Quieres pasar a ver a papá y mamá? – le preguntó Gaby.

Los dos hermanos se quedaron mirando.

-¿Ha cambiado algo?

-Miguel les dijo que al final pagaste tú la reforma de la casa. Se lo dijo hace unos meses. No hacían más que despotricar de ti cada vez que veían una noticia tuya en la tele. Vino un fin de semana y no lo soportó y se lo soltó.

-No tenía que habérselo dicho. Seguro que se lo tomarían como una chulería mía. Todo lo mío siempre le dan la vuelta. Era mejor que pensaran que habíais sido vosotros. Y conociéndolos, a la semana, hablarían como si Miguel no les hubiera aclarado la situación. Seguirán diciendo que no quise pagarles la reforma.

-Incluso dicen que la pagaron ellos.

-Eso ya es delirante. ¿Y no les dices nada? ¿Miguel lo sabe?

-¿Para discutir? Están todo el día amenazándome con echarnos del local. Menos mal que de eso, les queda nada. Y todo gracias a ti.

-Pues acelera la mudanza. Si es necesario vengo a ayudaros y me traigo a Carmelo, a Martín a Álvaro y a todo el que pueda reclutar.

-Tranquilo. No hace falta. Pero de todas formas te aviso, porque no estaría mal hacer una inauguración por todo lo alto.

-Con eso ya contaba. De verdad te lo digo, si crees que con nuestra ayuda puedes mudarte antes, me lo dices. Dejemos a los viejos. No quiero amargarme. ¿Quién más va a venir a la comida?

-Helena y Pol ya sabes que viven cerca.

-Diles si quieren acercarse. Suelo quedar con ellos de vez en cuando. Bueno, si lo sabes, a veces se unen tus hijos. ¿Tienen cole? Si se vienen no me importaría. Que hagan pellas por una buena causa.

-Claro. Le digo a Elvira que pase a recogerlos. Les gustará comer con su tío en lugar de hacerlo en el cole. Y que diga en el colegio que luego no vuelven. Así pasan la tarde contigo. Un día podías ir a su cole a dar una charla. Elvira es del APA.

-Claro. Encantado.

-¿Hay que hablar con la editorial?

-No. Con Sergio Romeva. Ha empezado a llevar mi agenda.

-Mejor, mejor. Hablar con ese Dimas… era un suplicio.

-Pues hala. Me subo a vestir. – dijo Pepa – Me acerco a donde Ramona cuando acabe.

-Yo te acompaño a dar una vuelta por el barrio – le dijo Gaby – ¿Nos acompañas Evarista?

-No estoy para andar mucho. Si me acompañáis al bar, os espero allí. Prefiero ir del brazo de los dos hermanos más guapos del barrio que ir apoyada en mi cachava.

-¿Mesa para diez entonces?

-Pide la mesa casi para quince. Y otra mesa de cinco. Para mis amigos. – señaló a los escoltas que se distribuían por la calle a distintas alturas.

-Fernando se sentará con nosotros ¿no?

-¿Te importa? Me gustaría – le dijo Jorge.

-Claro. Un honor y un gusto compartir mesa con Evarista.

Fernando la guiñó el ojo. Ella le dio un golpe en el brazo apartando la mirada coqueta. Jorge y Gaby se echaron a reír.

-¿Donde está el restaurante? Para echarle un vistazo antes. – preguntó el policía.

-En la paralela. La que baja de López de Haro a Bravo Murillo.

Fernando se apartó un momento para dar instrucciones a sus compañeros, a la vez que Gaby hacía las llamadas que tenía pendientes. Jorge aprovechó para que Evarista le pusiera al día de las novedades en su vida. De sus achaques. Y de como se acordaba de él cada día. Y lo orgullosa que se sentía cuando cogía en el bar el suplemento de Lectura de “El Mundo” y en la lista de más vendidos aparecía “La Casa Monforte”.

-Nos la regaló tu hermano. No sabes lo que la disfrutamos tanto Pepa como yo. De verdad. No nos cabía el gozo en el cuerpo. Se lo hemos contado a todo el mundo. Menos a esos que tienes por padres y a cuatro que les siguen la corriente.

Cuando Fernando y Gaby acabaron con sus llamadas, pasearon con calma hasta el restaurante dónde se quedó sentada Evarista con su vinito de todas las mediodías y su racioncita de migas manchegas. Cerca de ella, se quedó Lidia vigilando ya el restaurante.

Jorge saludó ahí a un par de viejos amigos que estaban tomando algo. También parecieron alegrarse de verlo. Al saber que iba a comer allí, prometieron acercarse luego para que les firmara un par de libros.

-¿Saben tus padres que andas por el barrio? – le preguntó uno de ellos.

Jorge se encogió de hombros antes de contestar.

-Me imagino que alguien les habrá avisado. Siguen teniendo sus amigos. Ellos hacen su vida, yo la mía.

-Pues a ver si dejas de estar pendiente de sus absurdos enfados y te dejas ver más por aquí. El resto gustamos de tu compañía – le dijo Pedro, uno de esos vecinos. – Dices que pasas de ellos pero al final actúas como si te importara su opinión. Te dieron la patada, pues ya está. Haz tu vida y disfruta de los que te apreciamos en el barrio. Que somos muchos. Nos has tenido olvidados un montón de años.

Jorge y Gaby empezaron a caminar por sus calles de referencia. Se encontraron con algunos conocidos de Gaby a los que fue presentando a Jorge, si no lo conocían de la infancia. Cuando pasaron por delante de la casa de sus padres, Gaby se paró y se puso serio.

-Debes hacerte a la idea de que papá y mamá no van a cambiar. Pedro y Julián te lo han dicho muy claro. Deja de actuar para no molestarlos . Están pagando tus sobrinos. Elvira y yo que parece que tenemos que escondernos para quedar contigo. Y Evarista y Pepa que cuando preguntan por ti y es casi cada día que las vemos, ponen cara de pena por no verte.

-No quiero que …

-Kevin, Dulce y Rafa, te adoran. Y no te ven lo que deberían por si acaso sus abuelos se enfadan con ellos. Los papás se han vuelto unos amargados. Kevin hace tiempo que no quiere ir a casa de sus abuelos ni bien ni mal. Le dije el otro día a Elvira que no lo obligara a ir. Está a disgusto. Y Dulce hace lo posible por escaquearse. Rafa el pobre es el que aguanta de momento. Pero es como tú, por no molestarlos… se calla y aguanta. Aunque a veces lleva la contraria a la abuela. No soporta que hable mal de ti.

-Siempre he querido que no tuvierais problemas por mí.

-Mira, si mamá y papá lo quieren así, pues que sea. Se van a quedar solos. Evarista desde lo tuyo, rompió relaciones con ellos. Y mira que mamá y ella eran a amigas. Si se cruza en la calle, es capaz de cambiarse de acera para no saludarlos. Antes de entrar en la carnicería, mira a ver si por un casual están. Le gusta pasarse aunque luego le llevo yo la compra. Y tiene mi teléfono, para llamarme y le llevo lo que sea. Hasta a veces le hago la compra en el súper. Pero le gusta ver el mostrador, hablar un rato con Elvira y con otras vecinas. Pepa igual. Si se cruza con mamá o papá, les dice el hola más seco que se puede decir. Y ellos la contestan con una mirada de asco profunda. No da pie a nada más. Las dos tienen muy presente lo que dijeron en aquella discusión delante de medio barrio. Y no se lo perdonan. Lo de ellas, podrían perdonarlo. Lo tuyo, nunca. Lines y Pili, igual. Manolo, su padre, también les puso la cruz. Y Mario y Luisa. Si han echado a todos de su lado. Nati en Estados Unidos. Ni les llama para felicitarles las Navidades o el cumpleaños. Ya lo viste cuando vino antes de la pandemia por Navidades. Hicimos las fiestas sin contar con tus padres. No son de Navidad, pues ya está, celebramos las navidades sin ellos. Y es lo que hay que hacer. Ellos pensaron que no nos juntaríamos porque ellos no querían una reunión familiar. Te puedo asegurar que tu hermana no hizo ni amago de ir a saludarlos. Y Miguel fue a verlos, pero para evitar complicaciones, aunque si viene a Madrid se suele quedar en casa de los viejos, en esa ocasión se quedó en tu casa. Y por lo que luego me contó, estuvo muy a gusto.

Fernando se sorprendió al escuchar eso.

-Ten en cuenta que esas dos mujeres que acabas de conocer, de alguna forma han sido nuestras segundas madres. Y ellas, al revés que la nuestra, nos han apoyado en nuestras aficiones, siempre nos aceptaron como fuimos cada uno. Fueron las primeras que se enteraron de que Jorge era homosexual, y no le hicieron ni un solo reproche, no pusieron cara de sorpresa o de asco. Solo de eterno amor. Estaba yo delante, así que lo sé de primera mano. Le empujaron a seguir escribiendo. Leían todo lo que escribía. Luego lo comentaban.

-No te creas que les gustaba todo – explicó Jorge con cara tierna – Eran críticas, me decían lo que les gustaba y lo que no. Me ayudaron mucho. Casi te diría que fueron empujándome a tener el estilo que al final tengo.

-Y es bobo, porque por si acaso mamá y papá le leen, que dicho entre nosotros y en voz baja para que nadie lo escuche, estoy convencido de que leen todo lo que escribe Jorge, tiene dos personajes de esos de su mundo, que no saca nunca por si acaso los reconocen. Y si el niño de quince, que te cuento un secreto, es él mismo – Jorge miró al cielo apenado porque su hermano hubiera desvelado uno de sus secretos – es un personaje adorable, como la barrendera…

-Luego se la presentas – dijo en broma. – Y puestos a revelar secretos, el frutero… – Jorge se quedó mirando a su hermano que sonreía y levantaba el dedo.

-Soy yo.

-¡No jodas! ¿Entonces te gusta pintar? ¿Lo sigues haciendo?

-Sí. Tengo poco tiempo. Pero suelo buscar todas las semanas unas horas para hacerlo. Me he despistado… – dijo Gaby mirando alternativamente a Jorge y a Fernando.

-Los dos personajes que no saca Jorge en sus libros…

-Eso. Gracias Fer. Tiene dos personajes creados, que luego siempre los elimina de su mundo particular, que son ellas. Evarista y Pepa. Y te lo juro… nunca me dijo que eran ellas, pero… en cuanto leí cinco líneas de su trama, lo supe. Ha cogido su esencia y ha creado dos personajes que son… un amor, como lo son ellas. Y el tío capullo siempre acaba eliminando sus tramas de las novelas.

-En alguna están citadas.

-Las cita el frutero. O Paulina Rubio, la barrendera.

-O sea que Evarista y Pepa eran vuestras madres suplentes. ¿Solo de vosotros dos? ¿De Miguel y Nati no?

-O las primeras, según lo mires. A cualquiera de nosotros nos han dado más besos y abrazos que mamá. Y más a ti, que eras su preferido. Cuidado, en realidad lo hemos sido de los cuatro. Pero es cierto que han tenido más querencia por nosotros dos. Y entre los dos, por Jorge.

-Ya estamos. – se quejó Jorge riéndose – Sí, sí, han sido de los cuatro, pero los tres, incluyo a Manolo también, tenían una cierta predilección por nosotros dos. Pero cuidado, Nati las llama todas las semanas desde Chicago. Y Miguel… te diría que todavía las llama más a menudo desde Londres.

Gaby le hizo un gesto a Fernando señalando a Jorge para indicarle que él era el preferido. Jorge que lo vio, le intentó agarrar el dedo y marcó con los labios el calificativo que pensaba que se adecuaba a su hermano en ese momento: bobo.

-No lo digo por nada, ni por celos o para picarte. Siempre les has ganado por tus historias. Sabes – ahora se dirigía a Fernando – Jorge, a parte de darles a leer todo lo que escribía, lo que te he contado antes, siempre les ha escrito relatos, cartas de amor, las historias que querían leer… y eso a ellas las encantaba. Se las escribía a ellas, solo para ellas. Alguna vez… me estoy acordando un día que comíamos los cuatro hermanos en casa de Manolo, fueron Evarista y Pepa también, y preguntaste a Evarista “Nana, hoy te toca a ti que te escriba una historia a la carta”. Evarista se rascó la barbilla y respondió: “Quiero leer una historia de un niño que sueña con ser astronauta y que una noche, en sueños, lo consigue. Pero luego despierta y… solo ha sido un sueño.” Pues el tío, luego, cuando nos fuimos todos, volvió a casa de Manolo y le pidió poder escribir en su ordenador. Era algo que no había que pedirle, porque él estaba encantado de que lo utilizara. Pasó la tarde escribiendo el relato. Fui luego a buscarlo para volver a casa los dos como si hubiéramos pasado el día juntos en el parque. A nuestros padres no les gustaba que Jorge se pasara la tarde escribiendo, y menos en casa de Manolo o de las nanas. La estaba imprimiendo. Me la dio con los ojos brillantes… eso quería decir que le había gustado. La leí… te lo juro, ahí supe que mi hermano iba a ser escritor. Manolo lo miraba orgulloso también. Era claro que había leído la historia y le había gustado. Jorge no quiso ir a casa hasta pasarse por casa de Evarista y dejarla el relato. Era tarde y no nos quedamos mientras lo leía. Pero Pepa al día siguiente nos contó que la había llamado y se lo había leído por teléfono. Lloraban las dos de orgullo. Trece años tenía entonces. Uno más que mi Rafa. Desde que tenía trece años escribe como … Jorge Rios. Recuerdo … siempre les llevabas a los tres sus relatos en un sobre en el que ponías el nombre del que tocara ese día, el relato dentro, bien impreso en la impresora de Manolo. Y la cara de ilusión que ponían las dos al verlo. A Manolo que le dejaba leerle por encima del hombro mientras escribía, se le caía la baba. Ellas y el pobre Manolo han sido sus primeras fans. Y no me equivoco mucho en afirmar que si no llegan a estar esas tres personas en nuestras vidas, Jorge seguiría trabajando en el Banco Bilbao. Y sería un amargado.

-¿Y esas historias dónde están? ¿Se pueden leer? ¿Han desaparecido?

-Bien organizadas en dos archivadores que tienen ellas en su casa. Manolo los guardaba todos también. Estarán en su casa, fijo. Como también estarán el ordenador y la impresora en la que escribía Jorge. Lo siguen teniendo, estoy convencido. Pepa sé que las lee de vez en cuando. Alguna vez que ha venido a casa y le he pedido que llevara el archivador y hemos leído alguna de aquellas historias, hemos acabado llorando todos. Hasta los niños. El cabrón de mi hermano las escribió con trece, catorce años. Y las habremos leído un ciento de veces. Nos siguen emocionando.

-Esas historias no están en la nube. Imagino – comentó Fernando levantando las cejas incrédulo.

Jorge sonrió encogiéndose de hombros.

-Ni los cuentos que escribe a los niños. – apuntó su hermano.

-¿Escribes cuentos a tus sobrinos? Eso se te ha olvidado contarnos.

Fernando estaba a punto de echarse a reír a carcajadas. Le parecía imposible que a parte de todo lo que tenía escrito en la nube, lo que reconocía y lo que Aitor le había insinuado que tenía y que el escritor nunca citaba, los cuentos de Jorgito, también tuviera cuentos y relatos que escribía a sus nanas y a sus sobrinos carnales.

-Mi hermano Miguel hace las ilustraciones. Es aficionado. Hacemos un buen tándem.

-¿No los has visto? Le mando un mensaje a Kevin para que baje uno de los libros. Vas a alucinar.

-¿Los has imprimido? – Fernando alucinaba.

-Para ellos solos. – se justificó Jorge. – Está todo guardado en ese ordenador viejo que has visto en casa y que alguna vez me has preguntado por qué no lo tiro. La imprenta que me hace las copias para registrar, me hace el trabajo de organizar los cuentos, de ponerlos bonitos y me imprime diez copias bien encuadernadas. Una tengo guardada en la caja fuerte. Y el resto, dos tiene Miguel, una Pepa, otra Evarista, y las vuestras – dijo dirigiéndose a Gaby.

-Te olvidas de Nati que tiene una copia también y de Manolo. Salvo el último que no se lo pude dar y lo tengo yo.

-No has puesto cara de sorpresa cuando he hablado de “la nube”, así que me imagino que sabes y tienes acceso a ella – preguntó Fernando a Gaby.

-¿Algún problema? – Gaby se había asustado.

-Nada. Es que a lo mejor a tu hermano se le ha olvidado comentárnoslo.

Jorge aprovechó y le informó por encima como Nadia parecía que le había robado alguna de sus novelas y las había publicado en otros países con un nombre ficticio. Y que en la investigación de la policía, le habían preguntado varias veces por los que tenían acceso a la nube y pudieron robarlas, y en ninguna lo citó ni a él ni a Elvira y los niños.

-Se debía pensar que no iba a volver a publicar. Javier, el comisario, ya te he hablado alguna vez de él, encontró una novela en Alemania que le llamó la atención por la semejanza con las mías.

-¿Cual es?

-El segundo olvido, como la llamas tú.

-Es que Nadia… Pepa va a tener razón. Ninguno la hacíamos mucho caso… repetía hasta la saciedad que esa mujer nos tenía engañados a todos. Pero parecía tan entregada a ti… dile que te cuente luego. Y no es la única. Elvira ya sabes que nunca la ha tragado. Se fue del barrio con unas ínfulas… que no se correspondían con su… trabajo. Con sus logros, vaya. Parecía una reina. Siempre dejaba entrever que estaba por encima de nosotros. Y que casi te escribía las novelas. Cuidado, eso lo decía a otros, a mí ni se le ocurría. Eso sí, luego la he visto contigo alguna vez… como del agua al vino. Menuda sinsorga. Como cambiaba la tía.

Gaby bajó la vista. Jorge supo que se había acordado de algo que le daba vergüenza. Le hizo un gesto para que contara.

-Y encima es mentirosa. Para darse importancia, nos pasó una versión de “La Casa Monforte”. Ella no sabía que yo podía leer tus cosas. Y todas, no como ella que solo accedía a esa carpeta primera. Era la que Elvira y yo habíamos leído hacía años. Nos decía que ella la había corregido y que te había reescrito un montón de cosas. Nos lo dijo como primicia, porque suponía que no teníamos contacto. No la dijimos nada. Me comentaste que la habías cambiado completamente antes de publicarla. La que nos enseñó con esa chulería y dándose el pego, era la misma que habíamos leído siempre.

-¿Y os dio la novela para leer?

-Sí.

-Que boba. Presumiendo con mi hermano. Pero lo mismo ha podido hacer con otros. Como he podido estar tan ciego con ella.

-Lo raro es que entonces no aparezca la primera versión en una edición pirata. – apuntó Fernando.

-Porque no ha coincidido que lo hayamos descubierto. No se nos ha ocurrido al publicarla. Fernando, recuérdame luego que llame a Óliver. Y convenía comentárselo a Carmen.

-Ella me dio la impresión que no sabía que hablábamos y nos veíamos. Y que fuimos alguna vez a tu casa en el confinamiento. Aquella semana que los niños acamparon en el salón, por ejemplo, con Carmelo cocinando para todos. La ilusión que les hizo conocer al final a Álvaro Cernés, que estuvo también parte de esos días.

-No fue la única acampada. Fueron si no recuerdo mal otras dos semanas.

-Esa fue la más larga, sí.

-¿Carmelo no? – se extrañó Fernando. – ¿No les hizo ilusión conocerlo?

-Pero a Carmelo ya lo conocían – explicó Jorge – Carmelo para ellos es su tío Carmelo. No le dan importancia. Es como pasa con él en Concejo. Es Dani, el de la Hermida. Lo mismo con mis sobrinos.

-No me digas entonces que la carnicería en dónde compráis… con el dibujo del toro, la vaca y los tres terneritos…

Gaby sonrió orgulloso.

-Carmelo le suele hacer un pedido cada semana. Juliana la vecina igual. Gaby tiene un chico que suele hacer los repartos. Él lo lleva. Y el dibujo ese de la vaca y las ternerillas, lo creó Miguel. Y ya verás para la tienda nueva, el letrero que están haciendo. Y la decoración.

-¿Y por qué no …? ¿Por tus padres? O sea que tú eres como Martín. No te llevas con tus padres, pero no haces cosas ni hablas de tu hermano y sobrinos por si se molestan. Le criticas a él que no rompa con ellos y se vaya a vivir con vosotros y tú haces lo mismo.

-No lo había visto de esa forma – reconoció Jorge.

-Eso es lo que comentaba antes de sus sobrinos. Mis hijos quieren a Jorge con locura. Y a Carmelo. Y Martín es su primo a todos los efectos. Pero no les ve casi… esa semana que estuvieron en su casa, en teoría estuvieron en un campamento. Y te juro Fernando, que los tres han guardado el secreto. Y si ven a Carmelo en la tele, no dicen nada de que han estado una semana jugando con él y comiendo lo que cocinaba, hablando, Carmelo contándoles historias de rodajes, montando pequeñas obras de teatro… algunas de ellas las escribían Jorge y Rafa, el peque. Y Martín, claro. Rafa sueña con esos días que escribía con su tío, al alimón. Se lo recuerdas y se le pone una sonrisa en la cara y los ojos le empiezan a brillar. Y te juro que para cualquiera de ellos, presumir ante sus amigos de conocer a Carmelo del Rio… sería lo más. O de conocer a Álvaro Cernés o a Martín Carnicer. O decir con la boca llena: soy sobrino de Jorge Rios. ¿Cómo os quedáis? Y no lo hacen.

A Fernando le empezaron a hablar por su auricular. Se sonrió.

-Recibido – contestó.

-No te he dicho nada, escritor, pero ese del que estáis hablando, el tío Carmelo, está a dos minutos. Viene para darte una sorpresa.

-¡Qué cabrón! – se rió Jorge.

-Mira, ahí llegan.

Fernando señaló con un gesto con la cabeza a tres coches que venían por López de Haro hacia ellos.

-Encima tendré que poner cara de sorpresa. – se quejó Jorge.

-La próxima vez no te digo nada – Fernando puso cara de indignado a la vez que sonreía.

La caravana de Carmelo se paró justo a su lado. Flor fue la que primero se bajó. Dos de sus compañeros la siguieron. Carmelo se bajó después.

-¿Y no sabes llamar? – le abroncó Jorge sonriendo.

-¿Qué parte del concepto de “sorpresa” no has entendido todavía? – se defendió Carmelo besando a Jorge. – Gaby, tienes un hermano que no te merece. ¿Eres consciente de ello?

-Desde que nació. Solo nos ha dado el coñazo desde entonces.

Carmelo se abrazó a Gaby.

-¿Y los niños?

-Ahora vienen. Vamos a comer todos donde Ramona. Vas a conocer por fin a las nanas. No veas como han comido a besos a Jorge cuando se han encontrado con él en la calle. Aunque Fernando se ha adelantado y se ha ligado ya a Evarista.

-Fernando, tú y yo tenemos que hablar muy seriamente. Evarista y Pepa eran para mí.

-En el amor, ya sabes, no hay amigos.

-¿Y a Manolo lo has visto? – preguntó Carmelo a Jorge.

El aludido bufó triste.

-Falleció con esto del covid. Al principio. Luego vendrá su hija.

-Joder, que palo.

-Es culpa mía. No debería haber apartado a …

-No te pongas melancólico, hermano. Eso no lo puedes arreglar. Piensa que Manolo, siempre te ha seguido queriendo y admirando. Concéntrate en corregir eso de aquí en adelante.

Carmelo empezó a mirar a su alrededor. Parecía que quería impregnarse del ambiente del barrio de Jorge.

-Mira, esa de allí es la casa de nuestros padres – le empezó a explicar Gaby. – Allí vivimos desde que Jorge tenía cinco años. Antes vivíamos en José Calvo. – le señaló hacia dónde quedaba esa calle, para que se hiciera una idea – Pero al nacer Jorge y luego Nati, se quedó pequeña. Está cerca de aquí. Tiras por esa calle y enseguida te topas con ella. La casa no existe ya. Y ahí – se giró hacia Berruguete – fue donde vivió Jorge hasta que se juntó con ese Nando. Ahí escribió sus dos primeras novelas. Entonces escribía en casa, no como ahora que lo hace en cualquier sitio.

-Por el tono me da que también tú eras de su club de fans.

-¿Del de Nando? Valiente hijo de puta – a Gaby le había cambiado la cara.

-No nos pongamos serios. Ya tendremos tiempo luego.

-¿Eso quiere decir que ya estás en modo “quiero saber”? – preguntó Gaby. – Ya te ha costado.

-Pues sí, hermano.

-Pues prepárate, porque si Evarista y Pepa cumplen con su labor social, a la hora del café, vas a tener a todos tus conocidos para saludarte. Se va a quedar pequeño el local. Y Elvira ayudará un poco. Sin olvidarnos de Pedro y Julián. Que también son de los que te añoran. Y de los que recomiendan tus libros.

Gaby sacó el móvil.

-Nos esperan ya en el restaurante.

-Pues vamos. Flor ¿Te unes a nosotros en la mesa? Así defiendes a Fernando de los embates ligones de nuestra nana.

-Claro. No quiero que sucumba al amor juvenil y nos deje tirados. No vaya a ser que tenga que hacer doble turno.

-Creía que lo hacías por cariño – se quejó Fernando.

-¿Cariño? Por interés, solo por eso.