Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 102.

Capítulo 102.-

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Mario acaba de ver el último programa del talent de turno en la tele. Le gustaban mucho esos programas. Le gustaban aunque a la vez le angustiaban. Él hubiera querido estar en la piel de uno de esos chicos o chicas. Haber tenido la valentía de cantar o de pintar, o de… pero no la tuvo. Todo lo probó, en todo destacó, pero luego… “Eso no da de comer” “No te voy a pagar una escuela de interpretación” “Ni sueñes con meterte cantante. Te vas de casa” “A mí con esas bobadas ni se te ocurra.” “Te parto el espinazo”. “Esos son una panda de bujarras y de vagos”.

Nunca fue valiente. Ni para luchar por sus sueños ni para enfrentarse a la gente. Cuando lo hacía, siempre se equivocaba. Era la vez que no tenía razón.

La vida se le fue escapando entre los dedos de las manos. Sin saber como, llegó a los treinta. Y luego a los cuarenta. Y luego a los cincuenta. A los sesenta.

Había escuchado uno de los consejos de los profesores a los participantes. “Enfréntate a tus miedos” “Cada uno tenemos nuestras mochilas. Pero hay que aprender a descargarlas de porquería”. Él, como niño aplicado, pensaba ponerlo en práctica a la mañana siguiente, en el trabajo. Luego con los amigos.

Se levantó del sofá y se fue al dormitorio. Recorriendo el corto pasillo que le llevaba a la cama, supo que a la mañana siguiente, su mochila seguiría intacta, llena de piedras y de mierda. Y que seguiría siendo un fracasado un día más. Eso es lo que es el que deja escapar su vida sin disfrutarla.

Jorge Rios.

-Lo siento. Tengo el aforo cubierto. No puedo atenderla.

-Me han dicho que tiene una casa rural cerca. Me apetece pasar unos días – explicó la recién llegada al pueblo. – Es un pueblo bucólico. – Miró a Gerardo mostrando claramente un aire de superioridad. “Seguro que no sabe lo que es “bucólico”, paleto de mierda”.

-Está ocupada todo el mes.

-Pero es grande me han dicho. Nos podremos acoplar.

-Lo siento. Solo se alquila entera. Y ya está alquilada.

-Pero a lo mejor a su inquilina o inquilino …

-Por normas COVID, no pueden estar no convivientes. Aunque quisiera el inquilino, no podría ser.

-No se iba a enterar nadie. Esto es un pueblo de mierda. ¿Quién iba a venir a quejarse?

-Yo – dijo Luis, que estaba al quite. – ¿Me permite su documentación?

-¿Y usted quién es? – preguntó en tono cortante la señora.

-Guardia Civil – Luis le enseñó su acreditación. A la señora de repente se le bajaron los humos. Era evidente que no quería llamar la atención.

-Bueno, no es para ponerse así. Es que es un sitio muy bucólico, ideal para pasar unos días de relax. Y entre usted y yo, lo de las normas esas ¿No son un poco exageradas?

-¿Me enseña la documentación, por favor?

La mujer se palpó los bolsillos. Puso su mejor gesto de fastidio.

-Parece que se me ha olvidado en el coche. Lo tengo a la entrada del pueblo.

Entonces, entró en el bar el conductor que a veces había trabajado para Carmelo. Solía encargarse de acercar a los invitados del actor. Era un hombre que se movía bien entre los bajos fondos. A veces había trabajado para la policía como informante y también había ayudado a Carmelo a preparar algún papel. Sus miradas se encontraron de inmediato. El hombre sonrió.

-Vaya. El mundo es un pañuelo.

La mujer se llevó la mano a la espalda. El conductor reaccionó de inmediato.

-¡¡Arma!! – gritó.

Gerardo se tiró al suelo de inmediato. Luis se agachó mientras se llevaba la mano a la sobaquera en busca de su pistola. El resto de parroquianos que a esa hora tomaban su café o su almuerzo, se quedaron paralizados. Miraban a todos sitios sin saber que hacer.

-¡Todos al suelo! – gritó Luis mientras apuntaba a la mujer que había aprovechado esos instantes de desconcierto para salir del bar. Pensó en disparar al guardia civil, pero no vio viable salir de allí indemne. Así que optó por huir.

Gerardo cogió su móvil e hizo una llamada. Luis, cuando consiguió apartar a parte de los vecinos que de repente habían reaccionado y se agolpaban en la puerta intentando abandonar el bar, salió corriendo detrás de la mujer, seguido por el conductor y Alberto, que había entrado al oír el barullo.

Les llevaba bastante distancia. Le hubiera sido fácil escapar de no ser porque Fabiola, la ayudante en la granja de Felipe, había sacado a pasear a sus vacas y rodeaban su coche. La mujer hizo unos disparos al aire para asustar a los animales y que se apartaran, pero éstos no se movieron. El perro de Fabiola y ésta tenían dominados a los animales.

Todos empezaron a oír el ruido de un helicóptero que aterrizaba en un prado cercano. De él se bajaron 6 GEOS al mando del jefe de la unidad, José Oliver, que rodearon de inmediato a la mujer. Por la carretera de acceso al pueblo se oían la sirenas de las Unidades de la Guardia Civil que venían en apoyo.

La mujer no tuvo más remedio que tirar el arma y arrodillarse poniendo las manos detrás de la nuca, según las instrucciones que le estaba gritando la policía.

Luis fue el primero que llegó a ella y comprobó que no tenía más armas que la que había tirado. La hizo tumbarse en la carretera y la registró. Llegó una mujer de los GEOS que hizo un nuevo registro más minucioso. Le quitó el calzado y ahí descubrieron unos sobres de plástico, como los que algunos traficantes usan para las dosis de droga, con unas pastillas de color rojo. La policía le obligó a abrir la boca y ahí encontró un diente falso que guardó en una bolsa de pruebas especial, aislante de cualquier señal de radio o telefónica.

Las unidades de apoyo de la Guardia Civil ya estaban allí. El jefe de la unidad se reunió con José Oliver.

-Hemos puesto controles en treinta kilómetros a la redonda.

-Javier cree que puede que tenga apoyos cerca.

-Depende de cuando se enterara de que aquí viven los Danis.

-Estamos seguros que fue hace un par de días. Un confidente nos lo ha confirmado hace un momento.

-O sea que no será alguien de la zona.

-Es lo más probable. A no ser que hayan reclutado a alguien ahora.

-En Concejo no. Son todos muy de los Danis. Miraremos en Tubilla o en Heredad. O en Vecinilla.

Se giró hacia Luis.

-Le digo al sargento y echamos las redes con la gente.

-Nosotros nos encargamos de peinar los alrededores. Y también del coche, cuando las vacas nos dejen. – bromeó el guardia civil.

-Venga. Nosotros nos llevamos a la mujer.

Alberto Canónigo, el hijo de Gerardo, se acercó a José Oliver.

-Mira que no tenga nada oculto. Tened cuidado. No os fiéis de ella.

-¿La conoces?

-No, Máximo ha tratado con ella. Tuvo un intercambio de pareceres hace un par de noches. Es ladina y peligrosa. Parece profesional. La única duda es de si es solo una asesina a sueldo o además trabaja para alguna agencia.

-No ha perdido reflejos. Si es quién pensamos, si ha salido vivo ha tenido suerte.

-Quien tuvo, retuvo – contestó enigmático Alberto.

El conductor había hecho muchas veces el viaje al pueblo. Trabajaba a menudo con Carmelo del Rio. Había llevado allí a multitud de compromisos tanto de él como de su marido, Cape el chulo, como lo llamaban algunos.

No había intimado con sus pasajeros, no le interesaba. Eran solo negocios. Su trabajo, cumplía, cobraba y fin de la historia. No le atraían los oropeles de la fama y el dinero. Ya había pasado por ello. Lo había tenido todo y de la misma forma que le llegó, lo perdió. Pero no lo echaba de menos. Tampoco echaba de menos estar rodeado de gente. Aquella experiencia con la fama le dio la certeza de que la gente, las personas, no merecían la pena. En todos aquellos años no había sacado a un amigo de verdad que le reconociera en la calle cuando dejó de ser un personaje, cuando dejó de tener dinero. Eso lo amargó completamente.

Ahora vivía al día. Tenía un apartamento pequeño que podía limpiar en pocos minutos o no limpiarlo si no le apetecía, porque no recibía a nadie. No tenía amigos. No hablaba con nadie, si acaso con el camarero del bar al que solía ir a ver el fútbol. Tenía a veces algunos negocios a parte de ser conductor de coches de empresa. Chanchulletes. Tampoco le obsesionaba el dinero. Era frugal en su vida. Pero siempre venía bien tener un pequeño colchón por si un día venían mal dadas. Un encargo especial de llevar un paquete por el que cobraba cuatro veces lo que ganaba en una semana de trabajo. O un poco de información sobre algún pasajero.

Eso había ocurrido el día anterior.

Una mujer con acento de algún país raro, se acercó a él en el bar. Acento que le pareció fingido. Al principio intentó seducirle. Él la paró los pies de inmediato.

-Si quieres algo, pasta por en medio.

-Lo quiero todo de Jorge Rios y su amigo Carmelo del Rio.

Carmelo del Rio le caía bien. Al tal Jorge no lo había tratado demasiado. Había seguido con él el mismo proceder que con el resto de encargos de Carmelo o su marido. Nada de intimar. Nada de preguntas ni respuestas. El escritor parecía ser de la misma opinión que él, así que ningún problema.

-50.000 €.

La mujer puso cara de susto. El conductor se levantó y salió del local. La mujer corrió detrás de él.

-Tiene que ser una información muy jugosa.

El conductor la miró fijamente.

-No. En realidad no se nada de él. Me cae bien. Por eso cobro tanto.

-¿Cual es su retiro secreto? – preguntó la mujer.

El hombre le puso la mano con la palma hacia arriba señalando la necesidad de recibir antes el precio acordado. La mujer suspiró y le tendió un sobre.

-Ahí hay 10000. El resto mañana.

El hombre le devolvió el sobre.

-Entonces mañana.

Se giró nuevamente para retomar su camino. La mujer volvió a interceptarlo.

-Tenga.

Esta vez eran dos sobres.

El conductor abrió los sobres. Billetes de 100 euros. Los contó por encima. Parecía que estaba todo.

-Concejo del Prado. Tiene una finca apartada, la Hermida 3. Jorge Rios se queda con ellos en su casa.

-¿Escoltas?

-Pocos. 5 ó 6.

-¿Otras medidas de seguridad?

-Es un pueblo – dijo a modo de explicación.

La mujer se llevó la mano de nuevo a la chaqueta. El conductor levantó la mano para saludar a un joven que pasaba por detrás de la mujer.

-Hola Pepe – dijo en voz demasiado alta.

La mujer giró la cabeza para mirar al tal Pepe. El tal Pepe era un joven que caminaba por la acera despreocupado y que los miró sorprendido por el saludo dirigido a él. La mujer volvió a encarar al conductor. Pero éste había desaparecido. Se movió rápido buscándolo con la mirada, pero no logró localizarlo. Sacó el arma que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Pensó en acercarse al joven y preguntarle. Pero ese también había desaparecido. Se maldijo en voz baja. Sacó el móvil e hizo una llamada.

-Concejo del Prado. Parece que no tienen mucha seguridad.

Escuchó unos segundos.

-Mañana voy a primera hora.

Colgó. Miró a su alrededor buscando. Pensó en recorrer los alrededores buscando al conductor y a ese joven testigo. Pero paró un autobús urbano y bajaron un montón de personas. Así que guardó el arma en el bolsillo y se subió los cuellos de la chaqueta. Ya volvería a ajustar cuentas con ese hombre.

El conductor estaba en medio de un seto circular que tenía un hueco en el centro. Retenía al joven a la fuerza tapándole la boca con la mano. El chico se revolvió al principio, pero una mirada conminatoria del conductor le hizo quedarse quieto. Cuando comprobó que la mujer se alejaba sin mirar atrás, le quitó la mano.

-Le voy a denunciar, cabrón de mierda.

-Te acabo de salvar la vida.

-Alucinas.

-Has tenido mala suerte: lugar equivocado a la hora equivocada. Es como la lotería, pero en malo.

-Estás loco.

Sacó una tarjeta del bolsillo de su camisa y se la tendió:

-Si quieres denunciarme, ahí tienes mi nombre. Y mi teléfono por si quieres hablar del tema.

Sacó uno de los sobres y sin mirar ni contar, le tendió un montón de billetes.

-Por las molestias. Cómprate unas zapas nuevas que esas se han estropeado.

El joven se quedó estupefacto mirando el dinero que le tendía el hombre. Como dudaba de cogerlo, él se lo metió en el primer bolsillo que vio. Se levantó y emprendió su camino.

Jorge Rios.

-¿Estás bien, Alber? – preguntó solícito José mientras le agarraba del brazo.

-No. No te voy a mentir.

-Dinos si podemos hacer algo. Me llamas sin dudar o a Javier. Vete a verle un día. Os hará bien a los dos.

-¿Y cómo está él? ¿Cómo lleva lo de Ghillermo?

-Ya sabes como es. Un poco como tú. Lo lleva mal. Muy mal. Ha pasado una temporada que se perdía varios días en los que ninguno sabíamos de él. Parece que hay un chico que le ha … enamorado y eso le ha hecho recuperarse. Al menos centrarse. Es una víctima, así que tiene la cabeza pendiente de ayudarlo a superarlo y a recuperar su vida.

-Por eso no le llamo. No sé que decirle. Y no soportaría verlo así. Pero si todo se basa en ese chico … mira lo de Galder y lo de Aritz.

-No tiene por qué salir mal. Antes de ellos, hubo muchos. Y Javier solo necesita romper con esa deriva de pensamientos negativos que le fue invadiendo después de lo de Ghille. Ahora tiene alguien de quien preocuparse y eso le hace bien.

-Me lo esperaba aquí.

-Está con un … caso. Varios de hecho. Están siendo días intensos. Algo relacionado con un amigo de Carmelo y de Jorge. Y ha habido también un asunto feo en una finca de Vecinilla. Aritz fue a registrar el piso de una víctima y acabó tiroteado. Está bien, no te preocupes. Solo se lesionó ligeramente la rodilla. Acudimos nosotros en su ayuda. Lo de Vecinilla es lo más aparatoso. Están allí muchos efectivos de la Guardia Civil. Por eso hemos venido nosotros aquí.

-Lamento oír eso. Pero eso acrecienta mi idea de que este caso es imposible. Nos va a llevar a todos cuando menos al hospital. Nos va a cambiar la vida. Nos la va a destrozar.

-Estás muy negativo, Alberto. Pero eso es porque no duermes. Estás agotado. Esas pesadillas te …

-Sabes mucho de lo que me pasa.

-Hablo con tu padre todos los días. Y algún otro también me cuenta. Me gusta saber de la gente que aprecio. Me gusta cuidarlos.

-Al final todos en el pueblo trabajamos para vosotros.

-Esta operación es importante. Y los protagonistas resulta que han decidido pasar tiempo aquí. Tejemos nuestras redes para saber y para protegerlos. Ellos no lo saben pero nos pueden dar muchas respuestas. Mostrarnos el camino.

-Demasiadas bajas llevamos. No sé si merece la pena. Te lo repito. Y ellos no sé si están por la labor.

-Los Danis aguantan.

-Cape se va. ¿Lo sabes?

-Sí.

-Y Dani no sé si aguantará sin él.

-Lo hará por Jorge. Cape hace mucho tiempo que perdió su ascendiente sobre Dani. En su reencuentro, mientras duró la novedad … la nostalgia … luego Jorge volvió a hacer su magia y tomó otra vez el control en la vida de Dani. Lo ha salvado por enésima vez. Cape no es buena … influencia, no es buena gente.

-Pero Jorge no es tan fuerte. Si es un alma en pena. En todos los años que Dani lleva aquí, hasta ahora …

-Es un error que comete la mayoría, minusvalorar la fortaleza del escritor. Y aunque fuera el débil que todos pensáis , sacaría fuerzas de flaqueza por Dani. El amor es así. Pero no hagas lo mismo que hacen algunos con él. No es ese debilucho. Y si un día percibes que va a dar hostias, apártate. Ni se te ocurra meterte por medio. Te puede partir la jeta antes de que te enteres. No, no me mires así. No exagero. Si pudieras hablar con sus escoltas de confianza sin que peligrara tu tapadera, te lo dirían. Ya lo han visto.

-Jorge de alguna forma me salvó la vida. ¿Lo sabes? Le debo mucho.

-Sí. Sus libros te mantuvieron cuerdo. Me lo han contado.

-Y ellos, Jorge, Dani, son muñecos de esa gente. ¿Podrán sobrevivir con la verdad? Sería mejor que hicieran lo que hace Cape, huir de todo. No merece la pena luchar, Jose.

-No te vuelvas a engañar. No son tan muñecos. Ya lo irás viendo. Y respecto a esa banda de malhechores, no te puedes hacer una idea de todo lo que esta gente está haciendo. La de niños, mujeres, ancianos, hombres de bien que han muerto. Muchos de ellos por bobadas. Otros por demostrar al mundo el poder que tienen. Algunos por estar en el sitio equivocado. Se creen poderosos e intocables. Si supieras todos los detalles, no dudarías. Lo de Vecinilla que te he comentado antes, es bajo todos los puntos de vista, una barbaridad inaceptable. Y no hemos rascado apenas. No sabemos nada. Y ese nada, ya es una atrocidad.

-No tengo fuerzas Jose.

-Ponte bien. Preocúpate de eso. Del resto, ya nos encargamos.

-Jefe, nos tenemos que ir – le dijo Miri, una agente de su equipo.

Le apretó el brazo y salió corriendo camino del helicóptero.

La partida de la aeronave fue el pistoletazo para que el resto de policías iniciaran sus misiones. Luis cogió su coche para reunirse con su sargento y sus compañeros para iniciar su recorrido y hablar con los lugareños. Las unidades especiales de la Guardia Civil, iniciaron un peinado de los campos buscando indicios de otras personas que pudieran haber ido en apoyo de la mujer detenida.

Alberto empezó a caminar de vuelta al bar de su padre.

-Parecía que conocías a ese policía mucho – Eduardo le miraba fijamente. – Si no te conociera hubiera pensado que eras uno de ellos.

Alberto se detuvo y lo miró fijamente. Le debía tantas explicaciones que el día que pudiera dárselas no sabría por dónde empezar. Y le dolía en especial, porque apreciaba a ese chico. Quizás no lo amaba como él se hubiera merecido. Pero no tenía más remedio que distanciarse de él. Y de momento, no podía hacer otra cosas que seguir con el papel marcado por Javier y Carmen.

-Pero como me conoces, sabes que no es así. Solo me preguntaban por lo que pudiera saber. Ya te tocará a ti.

Alberto continuó su camino con la cabeza gacha. Deseó con todas sus fuerzas que Eduardo pudiera encontrar a alguien que lo quisiera y lo mereciera.

Eduardo lo miró alejarse. Aunque intentaba no quererlo, apartarlo de su cabeza, no lo conseguía del todo. No había tenido suerte con sus amoríos. Desde Alberto no había vuelto a juntarse con ningún chico. Si ese Mártins que estaba en la Hermida 1, no fuera tan cerrado … aunque a decir verdad, él tampoco era la persona más abierta del mundo. ¿Cómo hacían dos personas cerradas y tímidas para juntarse? No sabía la respuesta. Y tampoco conocía a quién poder preguntar.

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Al final el plan de recreo de la madre de Álvar con los invitados del embajador de Francia, solo había concernido a Lys, una de las “madres”.

-Es mejor así. Con Camile no tengo apenas trato. Con Lys puedo hablar claro.

Álvar se había decantado por reservar mesa para ellos en “El puerto del Norte”. Lo había organizado todo con Rico, el encargado, para que tuvieran una mesa discreta y con todas las medidas de seguridad. Rico además conocía a su madre, porque ella organizaba allí algunas de sus comidas de negocios. Dani la invitó un día a comer, y le gustó. Le presentó a Biel y Marie quedó prendada del actor y a la vez dueño del restaurante.

-Madame, c’est un plaisir de vous revoir.

-Gracias Rico. Siempre tan amable. Tú eres una de las razones porque siempre vuelvo.

-Me va a poner colorado, Madame. Biel le manda saludos. No ha podido acercarse a saludarla, está rodando.

-Se los agradeces y le recuerdas que me debe una comida. – Rico asintió sonriendo – Te presento a mi amiga Lys. Está de viaje de placer. Hoy le he enseñado algunos de los secretos de Madrid.

-Enchanté, Madame – Rico le cogió la mano e hizo el gesto de besársela. – Acompáñenme por favor. Les he buscado una mesa tranquila.

-¿Ya ha venido mi hijo?

-No. Todavía no ha llegado. Pero me ha llamado y ya está en camino. Creo que no tardará nada en llegar. Miren, ahí entra.

Álvar abría la puerta de la calle. Se paró buscando a Rico. Éste le hizo una seña con la mano para llamar su atención y Álvar sonrió. Se encaminó hacia ellos.

-Mamá – madre e hijo se dieron un suave beso en los labios. – Mme. Lys, me alegra verla de nuevo. – se estrecharon la mano.

-Sentémonos y comamos, que hoy nos lo hemos ganado – la madre de Álvar habló con un tono festivo.

-Ha sido una mañana maravillosa, Marie. Casi agradezco que la policía tuviera que intervenir el otro día e interrumpir la comida y así reencontrar a tu hijo y que eso haya propiciado este día estupendo.

-Me tenías que haber avisado de tu visita.

-Pero me dijeron que estabas en Lyon.

-Y lo estaba. Dos días. Pero no me he quedado a vivir allí. Y podía haber cambiado mi planning. La próxima vez me llamas y nos organizamos.

-El caso, Álvar, es que hemos aprovechado para dar el mejor paseo por los jardines de Madrid. Menos mal que tu madre me avisó de sus intenciones y me he puesto zapatos cómodos.

-No tanto como los míos – Marie enseñó a su hijo las deportivas que llevaba.

-Ya le diré a Dani que le copias, mamá.

-Me las mandó él, son un regalo.

-Mira que bien. Yo hago el trabajo, y tú sacas los beneficios. – bromeó Álvar – A mí no me ha regalado unas Converse, serie limitada.

-Pues yo cuando vuelva a París, me las pienso comprar.

Un camarero se acercó con dos platos de entrantes.

-El cocinero lo ha preparado especial para ustedes – les dijo.

-Mira, un surtido de pinchos. ¡Oh! Me encantan los pinchos de España. – Lys miraba con ansia los platos que el camarero estaba colocando en el centro de la mesa.

La conversación giró durante la comida sobre temas sin compromisos. Los jardines, que era una de las pasiones de Lys, ocuparon mucho espacio. Y el arte, la pintura, la arquitectura. Hasta que llegó la hora del postre, ninguno hizo intención de abordar los temas que en verdad, habían provocado la reunión. Fue entonces cuando Rico, el encargado, trajo un inhibidor que puso en el centro de la mesa. Esa parecía la señal para entrar en temas serios.

-Así tienen asegurada la confidencialidad de su conversación.

Ese gesto, que a otros incomodaría, pareció hacer sentir a Lys más segura. Álvar llevaba preparada una excusa y una justificación, pero no hizo falta que la esgrimiera.

-Compruebo Álvar que sabéis el terreno que pisáis.

-Intentamos que nada entorpezca nuestro trabajo. En mi Unidad, todo gira sobre proteger a las víctimas y a los testigos. Por nada del mundo queremos ponerlas en peligro.

-Hemos oído algo sobre escuchas en el Intercontinental – preguntó Lys. Era un tema que al conocerlo, le había preocupado de inmediato.

-Sobre eso no puedo dar detalles. Lo siento.

-¿Nos grabaron?

Álvar miró a Lys fijamente.

-El equipo de seguridad que acompaña a Jorge y a Dani, siempre llevan inhibidores como el que nos ha traído Rico. Se acercaron antes de que el restaurante abriera las puertas y los instalaron. Fueron discretos y nadie se dio cuenta. No queríamos incomodarles a ustedes. Podían interpretarlo como una falta de respeto.

-No es por lo que hablamos con Jorge y Carmelo, o Dani, como lo llamas tú. Es la conversación con mi marido de antes. Tuvimos un cambio de opiniones bastante intenso. No sobre el fondo, sino la forma. Y no quisiera que esa conversación la escuchara Damien.

-Pues esté usted tranquila, Lys, no la va a escuchar. Ni va a poder volver a escuchar su conversación durante la comida, hasta que la interrumpimos nosotros. Entiendo que tienen la duda de si el embajador tiene esas iniciativas.

-Digamos que en algún momento, ha habido algunos detalles que me ha hecho pensar eso. Desde que Simon llegó a nuestras vidas, nos damos cuenta de muchas cosas que antes desdeñábamos por parecer un guion cinematográfico.

-Lamento escucharlo.

-Me aterra la posibilidad de que alguien intente hacernos daño. No nos ha pasado nunca. Siempre hemos llevado una vida discreta. Hemos evitado los focos y tampoco hemos hecho ostentación de nuestra posición. No tenemos grandes vicios y nuestras aficiones no son de las que llaman la atención. Ni coleccionamos coches de lujo o barcos o mansiones. Ahora parece que nos hemos convertido en el objeto de atención de alguien.

-Mientras estén en Madrid, tendrán protección. Puede que no la vean, pero la tienen. Esta misma mañana, tres de mis compañeros la han seguido en todo momento. Y había un equipo de respuesta en las cercanías por si fuera necesario. Ahora mismo, por ejemplo, está en la calle de al lado. Y mis compañeros han comido en una mesa cercana.

-Pues ni me he dado cuenta.

-Ya te he dicho que no tenías que preocuparte, Lys – le dijo Marie – Confía en la gente que trabaja con Álvar. Son los mejores. Y lo sabes, porque te lo ha dicho Thomá.

-Pero esta gente es …

-¿Qué gente, Lys? ¿Crees que de verdad corres peligro? Lo que me contaron ustedes el otro día no …

-No me engañas, Álvar. Estás siendo muy educado. Conozco a tu madre desde la infancia y tienes sus mismos gestos. No te creíste ni media palabra de lo que te contamos. Al menos, tenías la certeza de que no te contamos nada interesante.

-Quizás es buen momento para que lo haga.

Lys suspiró. Y empezó a resumir la comida con Jorge y Carmelo. Todo lo que le habían ocultado a Álvar en su reunión posterior en la embajada. Álvar la escuchó con atención. Había sacado una libreta y de vez en cuando, tomaba algunas notas. Era más una pose, porque todo lo que estaba contando Lys, ya lo sabía por la entrevista que tuvieron Carmen y Javier con Jorge y Dani. Ahora sí, estaba relatando lo que de verdad hablaron. Aún así, era interesante porque lo hacía desde su punto de vista, y aportaba matices o ponía el foco en algunos detalles que Carmelo y Jorge no habían percibido, o de hacerlo, no le habían dado la importancia que ella les daba.

-¿Qué hay en la organización de ese curso al que van a venir sus hijos que no les convence?

-Nosotros queríamos contactar con Jorge. Por Simon, nuestro hijo. Se lo pedimos al embajador: siempre anda presumiendo de su amistad con el escritor. Damien a los pocos días se sacó de la manga ese curso con la idea de que así disimularíamos. Que Jorge si no, no iba a querer hablar con nosotros y menos con Simon. Nos dijo que Jorge odiaba a los jóvenes. Que él lo conocía bien, que era su mejor amigo.

Álvar levantó las cejas sorprendido.

-Nosotros sabemos que no es así. Nos lo han asegurado muchas personas. Es más, nos han dicho que Jorge es el que mejor puede entenderlos y ayudarlos. Y que es capaz de mirar dentro de ellos. De saber sin que le tengan que contar. Y que sus abrazos consiguen que los chicos como Simon se liberen.

-¿Y entonces ese curso?

-Todos son chicos que quieren la ayuda de Jorge. Eso pensamos al menos. Todos somos padres desesperados que queríamos tener hijos y esos desalmados nos “vendieron” a esos pobres. Digo vender, porque todo sí, lo disfrazaron de adopción, pero era una venta. Un dineral. Y no es por el dinero, por suerte nos lo podemos permitir. Es por el respeto, es por la dignidad humana. Y ahora, volvemos a pagar y pagar por el curso. Solo con ver la cara de susto y la indignación de Jorge y Carmelo al saber lo que cuesta el curso, me dejó claro que él no va a sacar ni por asomo, una décima parte de ese montante. Mas luego, esos apartamentos que se ha sacado de la manga Damien para alojarlos. Y esas tasas por la gestión.

-¿Tasas por la gestión?

-Para la embajada.

-¿He entendido bien?

-Perfectamente. No disimules, entiendes el francés a la perfección. Lo hablas desde los dos años. Y no has dejado de hacerlo nunca.

-Y eso ¿Cuánto supone?

-Cuatro mil euros más.

-¿Y esos apartamentos que has dicho?

-Eso me da vergüenza decirlo. Quinientos euros la noche. Pero son discretos. Eso es lo que nos ha dicho Damien. – era palpable la ironía. Hasta una persona con Asperger la hubiera pillado.

-Yo pensaba que cada uno se iba a ir a …

-Pero mejor estar todos juntos, por seguridad. – volvió a aparecer la ironía.

-Hombre, es más sencillo su protección. – opinó Marie.

-Y más sencillo también matarlos a todos de una tacada. Si el curso va a suponer unos traslados en autobús de esos apartamentos a la Universidad y vuelta, eso más bien parece propio de un estado de guerra. Si mi marido no me hace caso y se va a ver a su amigo Thomá, no tendrían protección. Ahora parece que los planes cambian por ese detalle. Y no sabemos todavía dónde se van a quedar.

-¿Y se encarga el embajador de organizar todo eso?

-Y su agregado cultural. Es el que da la cara. Pero a nosotras no nos engaña.

-Si con que Thomá me hubiera dicho, hubiera preparado una visita de su hijo a Jorge.

-Hombre, pasar un mes casi, escuchándolo y compartiendo aula, creo que les sentará bien. Pueda que sea esa la intención. Me gustaría que fuera así.

Esa apreciación la había hecho Marie mirando a su hijo.

-Quiero decir – más hablaba para su hijo que para Lys – Por mucho que tú tengas acceso a Dani y éste pueda concertar una cita del escritor con Simon, sería un día. Con el curso son un montón de días.

Álvar fue a explicar a ambas la costumbre que tenía Jorge de convocar encuentros con lectores cuya asistencia era gratis. Pero prefirió no hacer sangre y avanzar. Tampoco quiso incidir en el tema de que no era lo mismo que Jorge se entrevistara con uno de esos chicos a solas, que tuviera que atender a veinticinco a la vez.

-Si no he entendido mal, las gestiones que ha hecho el embajador para crear ese curso de Jorge Rios, han sido bien remuneradas.

-Muy bien remuneradas.

-¿Y su marido está de acuerdo?

-François lo que quiere es que Simon pueda dormir por la noche. Y se ha plegado a las peticiones de su amigo del lycée. Pero es como yo le digo: bien, por Simon, bien. Pero eso no significa que no sea una sinvergonzonería. Mucho presumir de ser amigos, pero vamos a sablearlos. Al menos hemos conseguido que su seguridad, no la coordinen desde la embajada.

-¿Debemos suponer que todos los asistentes al curso, son jóvenes que tienen el mismo pasado que Simon? Me ha parecido entender eso en un comentario que ha hecho.

-No lo podemos asegurar. No ha querido compartir sus datos. Pensamos que es así. No lo podemos asegurar, es cierto, pero siempre que hablamos, lo damos por sobreentendido.

Álvar se la quedó mirando a la espera de más detalles. Sabía que algo se guardaba Lys.

-Tenemos la seguridad de que otros dos chicos asistentes, fueron casos iguales a los nuestros. Nos conocimos cuando esos desalmados nos chantajearon unos meses después de finalizados los trámites de la “adopción”. Un abogado amigo, nos ha comentado de otra persona igual. Sin dar nombres, es su cliente. Si conocemos cuatro casos, o cinco, y los cinco coinciden, es seguro pensar que todos son parecidos. Puede que haya algunos que se salgan de la norma, para rellenar.

-Entonces digamos que sus padres tienen un poder económico notable.

Lys hizo un gesto con la cabeza de asentimiento.

-Y si por ejemplo, uno de los chicos fuera secuestrado y pidieran rescate, digamos que puede que todos, a pesar de que no fuera su hijo el secuestrado, se pudieran ver impelidos a pagar. Porque ese hecho en realidad, constituiría una amenaza hacia todos.

-¿Crees que es eso lo que va a pasar?

-No. No tenemos ningún indicio de que eso puede ser lo que pase. Pero es una posibilidad. Se me ha ocurrido ahora de repente. Espero que este comentario no lo traslade a nadie. No quiero que sus familias o el resto de asistentes piensen que es algo de lo que tengamos indicios.

-Cuéntale a Álvar la razón por la que Simon necesita estar con Jorge. – Marie se incorporó y cogió la mano de su amiga. La miró y la sonrió para animarla a confiar su secreto.

Lys sacó su móvil y empezó a buscar en su carpeta de fotos. Al final encontró la que buscaba. Se la pasó a Álvar.

Su gesto cambió nada más ver la foto. Era la de un joven que besaba a Lys en la mejilla. Un joven que estaba inclinado besando a su madre. Un joven alto y atractivo. Un joven que si Álvar no supiera que fuera imposible, hubiera pensado que era Dani, Carmelo del Rio.

-Cuando lo vi en persona, cuando llegó al restaurante, tuve la certeza. Se mueven igual, se ríen igual. Tienen gestos clavados. Hasta que llegó Jorge, no pude apartar la vista de él. A François y a mí nos costó disimular. A los cuatro, porque el primo de mi marido, conoce de sobra a Simon. Los dos chicos se aprecian, son colegas, son hermanos más que primos. Y Ernest es el tío de Simon, como François es el tío de Ferdinand. Quiero decir que ejercen de tíos en un papel que se asemeja al de unos segundos padres.

Álvar le devolvió el teléfono después de ver algunas otras fotos que estaban seguidas a la que le había mostrado Lys. Si tuviera que comparar, Simon era más parecido todavía a Pólux que a Carmelo. Sus rasgos faciales tenían más semejanzas. Y quizás ayudaba a esa semejanza que por edad, Pólux y ese Simon estaban más próximos.

-Para Simon es importante Jorge, porque lo fue a buscar y lo sacó de una situación … delicada. – preguntó Álvar con apenas un hilo de voz.

La cara de sorpresa que puso Lys fue la mejor respuesta. Los hombros de Álvar se derrumbaron. Porque entonces, sobre todo después de las últimas apreciaciones que le hizo Jorge a Javier, el hijo de la amiga de su madre, estaba vivo de milagro. A Jorge solo le requerían cuando la situación era casi irreversible. Era fácil imaginar el estado en que se llevó a Simon. Olga le había contado en multitud de ocasiones como Jorge le llevó a Dani. Y esas imágenes que había creado en su mente a través del relato de su jefa, le producían siempre un estado de abatimiento que le costaba días superar.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 55.

Capítulo 55.-

Carmen fue la primera en llegar a “La Bella”. Tino la saludó con alegría. Se quitó el delantal y salió de la barra para ir a a su encuentro. La abrazó con cariño.

-Pero si no hace tanto que he venido – le dijo Carmen sorprendida por la efusividad.

-Por si acaso. No sé cuando vais a volver. Lo mismo estáis meses sin venir.

-Hoy con un poco de suerte, hasta viene Javier.

-Menuda bronca le voy a echar. Nos tiene olvidados. Mis hijos no hacen más que preguntar por él.

-No está en su mejor momento. – Carmen no pudo evitar defender a Javier.

Tino, de repente, pareció perder el empuje y sus hombros se derrumbaron.

-Me quedé de piedra con lo de Ghille. No supe reaccionar. No pude ni ir al funeral. Me… afectó tanto que pensé que en lugar de animarlo lo iba a hundir más. Es que todavía los veo sentados a los dos en su mesa y como miraba ese chico a Javier… era tan dulce… decía tantas cosas… solo con los ojos… no puedo… parezco un crío que no sabe afrontar estos reveses… no estuve a la altura, no estuve acompañando a Javier cuando más lo necesitaba…

Tino se tuvo que callar para controlar el llanto. Se había emocionado de verdad al recordar la imagen que describía y lo que el consideraba como un fracaso personal.

-Eso le ha despertado varios fantasmas. – Carmen acariciaba el brazo del hostelero para ayudarle a serenarse – Esperemos que se recupere poco a poco. No te… Javier sabes que te aprecia, nunca ha pensado nada malo de ti… ni te ha reprochado nada; además estuvieron Rita y los niños… y sabes que Álex y Guille le tienen cogida la medida. Para él fue bueno abrazar a tus niños.

-Pero yo no le di un abrazo.

-Pues de lo das hoy. De momento parece que se ha echado un noviete. Todo indica que le está haciendo bien. Y reitero el “parece”, no vaya a ser que me tenga que comer mis palabras dentro de unos días.

-Esa solución no me gusta demasiado. ¿Y si le deja como los otros? Todavía recuerdo lo de Galder. Parecía un alma en pena. Ya sabes que Olga me cae genial, pero lo de su hijo… no se lo perdono. A su hijo, no a Olga. La pobre no tiene la culpa.

-Al menos si le ayuda a levantar el ánimo… a parte, tengo la teoría de que todo empezó entre ellos sin muchas pretensiones, pero poco a poco… se ha creado algo intenso entre ellos.

-Ya veremos. Si dices que lo va a traer, le haré un interrogatorio y un examen para darle mi beneplácito. Todos necesitamos ver a Javier feliz. ¿Y Olga?

-Sigue en Estados Unidos. Ya sabes, con el FBI.

-Se nota quien tiene clase.

-Eso le digo yo, pero se me enfada – se rió Carmen.

Empezó a sonar su móvil.

-Siéntate tranquila en vuestra mesa de siempre. Te llevo una cerveza.

Carmen contestó al teléfono mientras hacía lo que le había indicado el hostelero.

-Dime Jorge. Espero que me llames solo para cotillear de los que salen en las revistas del corazón esta semana. Estoy en plan “En las próximas horas le voy a dar a la cerveza como si no hubiera un mañana”.

-¿Cómo lo sabes? Yo que quería sorprenderte… y lo de pasar la tarde bebiendo cerveza y sin preocupaciones… me lo voy a pensar. – bromeó Jorge.

-Te veo despierto.

-Pues no te creas que duermo demasiado. Hoy no pinta bien la cosa y mañana voy a grabar a Pasapalabra. Tres programas en el día.

-Para que luego digan que eras un tipo sin vida ni actividad, salvo la de pasearse por los bares de Madrid y abrir el portátil para disimular y mirar a los jóvenes el paquete.

-Y seguro que alguien te lo ha contado tal cual.

-Tal cual. Pero no te diré el pecador.

-Pueden ser tantos… tengo muchos amigos de esos. De los otros ninguno.

-No exageres. Tienes a Carmelo. Y a Martín. A ese otro actor que le he visto recientemente hablar muy bien de ti y considerarte como un buen amigo.

-¿Álvaro Cernés puede ser?

-Sí. Ese. En una presentación hace unas semanas. No sé por qué emitieron otra vez esas imágenes en un programa de la tele. Ayer fue precisamente. Estaba haciendo zaping y lo vi.

-No lo he visto.

-Y he oído hablar estupendo a Ester Portillos y a Arón Sanpper. Biel Casal suele hablar muy bien de los dos. Así que no te quejes.

-Pero todos esos amigos, digamos que vienen por la parte de Carmelo. Salvo Martín. Son gente maravillosa y me siento querida por ellos. Pero mi gente, en la que me apoyaba… no queda nadie. Todos me han robado o engañado. Solo queda determinar en qué cuantía y quién es la cabeza pensante. Porque todos ellos son idiotas.

-No te enfades. Me imagino que no me has llamado para hablar de tus amigos.

Carmen tapó un momento el micrófono del móvil para darle las gracias a Tino que le acababa de llevar su cerveza.

-Pues sabes, en realidad… me gustaba esa conversación. Me has animado. De repente me he dado cuenta de que no estoy tan solo.

-No lo estás. A parte, nos tienes a nosotros.

-Eso también es cierto. Aunque a lo mejor soy solo uno más de vuestras víctimas.

-Eso no podemos negarlo, eres también eso. No, no… he decidido no seguir comiéndote la oreja.

Carmen se echó a reír. – Eres solo uno más de nuestros clientes – dijo entre risas. – ¡Y punto! No me vas a sacar ni una palabra más de halago.

-Que mala eres. Alimenta mi ego, por favor…

-Dime anda. Que estos llegarán enseguida. Estoy en “La Bella” esperando a algunos compañeros y espero que venga Javier con ese chico.

-De él te quería hablar precisamente.

-¿De Sergio?

-Sí. Creo que deberíamos hacer algo con el tipo que lo metió en… te cuento.

Carmen, aunque parte de lo que le contaba Jorge ya se lo habían comentado Patricia o Teresa, le dejó hablar. Quería conocer lo que sabía, y sobre todo, su interpretación. Era claro que había tomado la iniciativa. Le debía haber impresionado mucho ese chico. Sabía que había sido Javier el que había propiciado que Jorge se acercara a escuchar al joven. A Javier parecía importarle de verdad el tal Sergio.

-Creo que a lo mejor me podéis ayudar a buscar a otras víctimas. Sergio me habló de un chico coreano. Y de otro chico ruso.

-¿Y Aitor no…?

-Le tengo a tope buscando al antecesor de Galder y a Nadia. Me ha hecho el favor de escuchar las conversaciones de ese profesor después de un cambio de impresiones, pero…

-¿Quieres cargártelo? ¿Y con quién habló por cierto?

Jorge se echó a reír.

-Todos amigos míos. El ex-socio de Sergio, el representante de Carmelo, que le debe de ir muy bien porque estaba en los Alpes Suizos. Mi querida y nunca suficientemente ponderada Paula, la madre de mi “sobrino” Martín. Llamó al despacho del Decano, aunque no lo encontró. Y a alguien más… ¡Ah! Sí, a vuestro amigo Arnáiz. Y a la embajada francesa, sin interlocutor identificado: dejó un mensaje en el contestador de una extensión.

-Bueno. Ese último penúltimo nombre… ¿Y qué dijeron?

-Arnáiz debió activar medidas anti-escuchas. A Aitor no le dio tiempo a sortearlas. Pero la cosa empezó si no recuerdo mal, pidiéndole matones para encargarse de mí. Las conversaciones con el resto fueron más o menos iguales. Resumiendo: les echaba la bronca por no haberse ocupado de mí.

-¿Ocupado de ti?

-Sí.

Se hizo un pequeño silencio entre ellos. Jorge notaba como la cabeza de Carmen trabajaba a toda máquina.

-Ese tío es dañino. – atajó Jorge la ausencia de sonidos. – Sí. Como no creo que abra la boca, no interferirá en el resto. Y si la abre, pues mejor. Eso lo dejo en tus manos. Me han dicho que eres una gran interrogadora.

-Mira llega Tere. Te la paso y habláis de esos vídeos. Ella se encargará de buscar las pruebas de los pagos por prostituir a sus alumnos. A ver si hay suerte. Le preguntaré luego a Javier a ver si Sergio le ha dado más datos de esos compañeros suyos. O a lo mejor, intento hablar con él, para no meter en eso a Javier.

-Los chulos como él, suelen ser…

-Chulos. – zanjó la comisaria. – Y esperemos por nuestro bien, que en este caso sea así. Nos facilitaría la labor.

Carmen hizo un gesto a Teresa para que cogiera su móvil.

-Es Jorge. Quiere mover lo del profesor de violín.

-Dime Jorge – le dijo Teresa.

Carmen se levantó para saludar a Kevin y Yeray que acababan de llegar. Y Patricia también se había incorporado.

-Matías está aparcando. Ahora viene – anunció Patricia a todos. – Está hasta moreno. Para mí que la investigación la resolvió la primera tarde y luego se ha dedicado a tomar el sol en la playa.

-¿Viene Flor al final?

-Sí. No viene Fernando, que está con Jorge. Hugo le ha cambiado el turno, tenía algo que resolver. Alan está con Carmelo. Pero vienen Álvar y Roberto, aunque se retrasarán. Álvar está hablando ahora con la Gendarmería a propósito de los asistentes al curso de Jorge. Y Roberto está intentando mover sus contactos en Reino Unido. Me parece que Carmelo va a tener que ir unos días en breve a acabar un rodaje de estos interminables por la pandemia.

-Pero mira quien viene por ahí – exclamó Tino todo feliz.

Javier caminaba decidido cogido de la mano de Sergio. Iban los dos hablando y parecían contentos. A Carmen no se le escapó que el nuevo novio de Javier parecía un poco nervioso. Y no se extrañaba. Iba a conocer de repente a todos los compañeros y amigos de su novio. Meterse en medio de un círculo cerrado de personas que llevaban juntas muchos años. No todos tendrían cuajo para hacerlo.

-Voy a llamar a mis hijos para que bajen a saludarlo. – dijo Tino cogiendo su móvil.

-Hola a todos – saludó Javier nada más entrar en el restaurante.

Tino se adelantó al resto mientras colgaba el teléfono. Abrazó a Javier con todas sus ganas. No había tenido arrestos para ir al funeral de Ghille y no había tenido oportunidad de saludarlo. Ni oportunidad ni empuje. No sabía que decirle y… eso le pesaba. Se sentía mal por eso. Pero hizo lo que le salió del alma: abrazarlo. Javier respondió al abrazo con agradecimiento. Sabía lo que significaba para su amigo.

-Ya creía que no te gustaba mi comida. – le reprochó en broma.

-No te quejes que te mando de vez en cuando a Carmen.

-Yo soy la culpable de que no te haya quitado tu mesa, es cierto. Me lo debes. Pero que conste Tino, que de mandarme él a comer aquí, nada. Cuando vengo, lo hago por iniciativa propia.

-No la hagas ni caso. Siempre tendrás tu mesa. ¿No me vas a presentar? – dijo Tino mirando a Sergio.

-Si no me has dejado. Estoy intentando recuperar el aire. Mira Sergio, este es Tino, el hacedor de la mejor comida italiana de Madrid. Y uno de los mejores tipos que te puedas echar a la cara. Y además de todo eso, amigo. Y sus abrazos cuando más apretados te los dé, más vida te dan. Te lo juro.

Tino abrazó a Sergio que no se lo esperaba. Pero a la vez, comprobó que la apreciación que acbaba de hacer el policía, era cierta. Ese abrazo consiguió relajarlo.

-¡¡Javier!!

Dos jóvenes de unos catorce años entraron como un torbellino y se lanzaron a abrazar al comisario. Este los recibió con una sonrisa y los pegó a su cuerpo. Les acariciaba la cabeza y les besaba alternativamente.

-Creía que nos odiabas porque no venías a vernos – le dijo Álex, el mayor de los hermanos.

-Te iba a borrar del libro de familia – le dijo Guille, el pequeño.

-Pero que bobos sois – dijo Javier besándolos profusamente. – Mirad, os he traído a mi novio Sergio para que lo conozcáis.

-Mira, es el primero que parece de tu edad – bromeó Álex – Antes siempre parecía que ibas con tipos de la edad de papá.

Carmen se echó a reír con ganas. Se imaginaba en ese momento a Aritz o a Galder escuchando la opinión de los niños. La cara que hubieran puesto… esperaba tener la oportunidad de soltárselo a Aritz algún día tomando una cerveza. La coña iba a durar meses.

-Viejos – apuntó el pequeño en tono rotundo.

-Oye, niño, a ver que dices de tu padre. Que yo estoy en la flor de la vida.

-Papá, reconoce que eres viejo – le tomó el pelo Guille. – Y no me amenaces con la garra de los espaguetis que te va a dar igual.

-Hola, Sergio – le saludó ceremoniosamente Álex. – Éste de aquí es mi hermano Guillermo. Pero le puedes llamar Guille. Yo soy Álex.

-Hola, Guille – le saludó Sergio. – Hola Álex. Encantado de conoceros.

Carmen observaba la escena feliz. Veía a Javier como hacía tiempo. Sabía que tendría días de bajón. Pero eso… sería fácil de corregir. No era el estado de deriva camino de un hundimiento total al que parecía abocado hasta que tuvo el arranque de llamar a ese chico. Teresa le devolvió el teléfono antes de acercarse a saludar tanto a Javier como a Sergio.

Al cabo de un buen rato, después de terminar con el capítulo de saludos, presentaciones abrazos y besos, se sentaron a comer. Sergio pensó que en ese rato, había sido la persona más besada y abrazada del mundo. Era imposible que nadie lo superara. El ambiente no podía ser más fraternal y festivo. Sergio parecía haber caído bien a todos. Teresa, casi se emociona al abrazarlo. No podía quitarse de la cabeza los vídeos que había visto de él. Y parecía querer compensarle por todas esas vejaciones. No le dijo nada, pero Carmen, que además de Patricia eran las únicas que sabían de los vídeos, lo percibió. Los chicos de Tino al final se volvieron a casa. Su madre bajó para saludar a Javier y de paso para subirse a los niños.

-¿No veis que son todos compañeros? Hablarán de trabajo y no podéis estar – les dijo para convencerlos. En ese rato no se habían separado de Javier. Éste los retenía a cada uno con una mano, pegados a él. Guille le había cogido la mano y jugueteaba con sus dedos.

-Otro día vengo y hablamos ¿Vale? – les propuso Javier.

-Luego no cumples, que te conocemos. – le dijo el mayor.

Pero los dos se resignaron y se abrazaron a Javier antes de volverse a casa.

-Espero que al menos, nos contestes a los wasaps – dijo resignado el mayor.

-¿Y la niña? – preguntó Javier a Rita, la mujer de Tino.

-Pachucha. Parece la pobre que lo coge todo. Te manda mil besos.

-Pues dala otros mil de mi parte.

La comida transcurrió entre risas y bromas. Sergio si había ido nervioso o preocupado por como iba a ser recibido por los compañeros y amigos de Javier, se le quitó en cuanto entró y recibió los primeros abrazos y besos. Carmen se lo quedó para ella en la comida. Le hizo sentarse a su lado. Y al otro, se sentó Teresa. Las dos se encargaron de que no se sintiera cohibido en ningún momento. Y le ponían en antecedentes si había algún tema que no conociera. Estaban pendientes además de que no le faltara nada en el plato para comer. Sabían por Javier que entre sus prioridades, no estaba la de dedicar un tiempo a la comida. Y su delgadez eran buena prueba de ello.

Cuando estaban acabando de comer, una caravana de tres coches paró delante del restaurante. Fernando se bajó el primero y sus compañeros poco después. Abrió la puerta de atrás del coche que iba en el centro y salió Jorge.

-¡Andá! – exclamó Sergio al verlo. Su cara mostraba sorpresa y la alegría que le producía ver al escritor de nuevo.

Fernando le abrió la puerta del restaurante para que entrara Jorge. Todos se levantaron para saludarlo. Teresa lo abrazó por primera vez, porque hasta ese momento no habían coincidido más que por teléfono. Lo mismo Matías. Con Kevin, como siempre, se saludó con un beso cariñoso. Con Yeray, un abrazo sentido. A Sergio lo abrazó y le besó la mejilla.

-Jorge ten, te has dejado esto en el coche – le reprochó Fernando.

Sergio miró al policía y a Jorge sin saber que decir. Se había fijado en el estuche que el policía le había tendido al escritor.

-Gracias Fernando. No sé dónde tengo la cabeza – dijo fingiendo estar apesadumbrado. – A pues sí. Veo que no hace falta que te diga lo que es – sonreía mientras miraba a Sergio – Me lo ha prestado un amigo. Se llama Nuño. Hace tiempo que no toca el violín, pero le he hablado de ti y me lo ha dejado para que hoy puedas hacer buen uso de él. No podemos dejar a todos estos amigos sin que disfruten de tu arte. Me ha dicho su dueño que no es mal instrumento. Seguro que eres capaz de sacar buenos matices y sonoridad sea cual sea la música que toques. He de decirte que también me ha dicho que te recuerda participando en el concurso de jóvenes violinistas de Moscú. Creo que me ha dicho incluso que lo ganaste. El estaba de invitado. Si no me equivoco cerró el evento tocando el concierto de violín de Tchaikovsky.

-¿Es el violín de Nuño Bueno? Fue el que cerró el festival.

Jorge miró a Javier. Este le hizo un gesto con la cabeza asintiendo.

-Creo que así se llama, sí. – contestó Jorge.

A Carmen se le humedecieron los ojos. Javier la miró sonriendo. Estiró la mano y le cogió la suya para besársela. Sabía que ese Nuño que citaba Jorge no era amigo del escritor, sino una persona cercana a Javier, un casi hermano que pasaba por momentos difíciles. Una depresión le asoló hacía ya muchos meses y no conseguía salir de ella. Llevaba el mismo tiempo de depresión que sin tocar el violín.

-¿Y se lo ha dado a Jorge? ¿Su violín? Eso no se suele dejar. – le comentó a Javier en voz baja.

-Jorge tiene un gran poder de convicción. – afirmó Javier sonriendo.

-Pero si es muy bueno. – exclamó Sergio acariciándolo. – Después de los Stradivarius y los Guarneri es de los mejores.

-Yo he tenido la suerte de escucharte tocar. Pero estos amigos no. Creo que ya que tienes ese violín en las manos, y que reconoces que es bastante bueno… y te digo más, su dueño es alguien muy querido para Javier. Y no le ha dejado el violín a nadie desde que se lo regaló un mecenas que quedó obnubilado por una de sus actuaciones. Lástima que su enfermedad le apartara de seguir tocando.

Sergio puso el violín en su hombro y tocó unas notas.

-¡Pero si está afinado! ¡Está perfecto!

Javier sonrió contento.

-¿Y qué quieres que toque? – preguntó mirando al escritor.

-El otro día lo hablamos. Sabes de mi predilección por el concierto de Tchaikovsky. O por Vivaldi. O algo de Bach. Pero… lamentablemente no me puedo quedar a escucharte. Es mejor que tu público elija. O mejor, elige tu mismo. Seguro que cualquier cosa que interpretes, va a llenar de belleza y sentimientos el alma de estos amigos.

-No te ponga moñas, escritor – bromeó Kevin.

-¿Te tienes que ir? – Sergio pareció lamentarse.

-Pero te dejo en buena compañía. ¿Nos vamos Fernando?

-Cuando quieras. No conviene retrasarnos más. Carmelo lleva un rato esperando. Se va a perder el efecto que pretendíais.

Jorge se despidió de todos con un gesto de la mano y emprendió a paso vivo el camino en busca de sus coches. Sergio, sin más, se puso el violín en el hombro, estiró el brazo con el arco y empezó a tocar “El gran Capricho de Schubert”.

.

.

Ha llamado Javier para avisarnos. Le está esperando en el jardín.

Jorge pensó que iba a tardar más en conseguir entrar en esa residencia de reposo, como la llamaban eufemísticamente. Parecía que Javier tenía mano allí. Apenas había abierto la boca y ya le habían indicado el camino.

Se había sorprendido de la llamada de Javier. Había tenido que avisar a Carmelo para retrasar su llegada al Only You. Esperaba que no fuera un problema para los planes del actor. Ya estaba muy avanzada la tarde. Y Carmelo estaba a punto de llegar ya al hotel. Pero el tema le parecía lo suficientemente importante como para retrasar unas horas sus planes.

Anduvo con gesto decidido por el jardín. Empezó a mirar a los pacientes que estaban paseando o sentados por allí. Algunos lo miraba con curiosidad. Creyó distinguir que dos de ellos lo habían reconocido y cuchicheaban señalándolo.

Debía haber pedido a Javier una foto. No sabía el aspecto que tenía. Podía ser cualquiera. Pero de repente, vio a un joven que era clavado al comisario. Sonrió pensando en que estaba rodeado de personas que tenían un aire familiar. Martín y Carmelo, ahora Nuño y Javier… pero el caso de estos dos últimos… era… extraordinario. Podrían pasar por gemelos. Cambió su caminar decidido por uno más reposado. Y cambió también su itinerario para que Nuño lo viera acercarse a él. No quería incomodarlo. Por lo poco que le había contado Javier, iba a ser la primera persona fuera de su familia o amigos muy cercanos que le iba a visitar. Lo consiguió enseguida. Notó como el joven sonreía. Y Jorge vio el estuche del violín a su lado. Ahí supo que no tenía que tener prevención porque Nuño se alterara.

Cuando Jorge estaba a pocos pasos, Nuño se levantó. Puso una sonrisa en su cara que la iluminó completamente. Parecía otra persona. Esa sonrisa le había quitado diez años de encima. El joven abrió los brazos para abrazar a Jorge, que aceptó de buen grado la invitación.

-Cuando me ha llamado mi hermano y me ha dicho que ibas a venir, me he alegrado un montón.

Jorge vio que al otro lado del violín, había un ejemplar en papel de “La Casa Monforte”. Nuño se dio cuenta de que Jorge se había dado cuenta.

-No te creas que lo he bajado para hacerte la pelota. De verdad que lo estoy leyendo. O intentando. Ahora no puedo concentrarme demasiado. Leo apenas unas páginas cada vez.

-¿Quieres que te lo dedique?

-Hoy no. Así tienes excusa para venir otro día a verme. Te incluiré entre las visitas de allegados. Así no te pondrán problemas y podrás venir casi sin avisar y a cualquier hora. Me gustaría que te acercaras y pudiéramos charlar con tranquilidad.

-No me había dicho Javier que eras un joven tan atractivo.

-No te habrá dicho tampoco que él es mi doble.

-No, eso tampoco me lo ha dicho. – reconoció Jorge sonriendo. – Y yo que estaba preocupado por si te reconocía…

-Quisiera pedirte un favor. – Nuño se puso serio; parecía que intuía que la visita iba a ser rápida y no quería olvidarse de comentarle algo que para él era importante – Y es que ayudes a Javier. Me han llegado rumores de que no está bien. No quiero que tenga que venir un día a quedarse aquí conmigo.

Jorge se lo quedó mirando.

-No tengo mucha confianza con él. Apenas hemos hablado un par de veces por mi caso y que me llamó el otro día para que fuera a escuchar a Sergio y hace un rato para venir a conocerte. Pero te aseguro que Carmen y Olga están encima. Se preocupan por él y son capaces de poner a toda la policía a seguirlo.

-Sí, ya. Lo sé. Sé que lo quieren con locura. Y también sé que se ha echado un novio nuevo, ese Sergio por el que has venido a verme. Y perdona, no tendrá confianza contigo, dices, pero eres el primero que no es de su círculo íntimo al que envía a verme. Eso quiere decir algo, aunque tú no lo creas.

-Pensaré en lo que me dices de Javier. No me lo esperaba. – el detalle que le había confiado, dejó a Jorge sorprendido y momentáneamente sin palabras. – Su novio nuevo, es un chico muy agradable. Y guapo.

-Y que toca el violín como yo.

-Eso también. Aunque según tengo entendido eso no tuvo nada que ver con su acercamiento. Y de verdad, lo hace muy bien Tú deberías volver a tocarlo. He estado buscando mientras venía a verte, y eres un verdadero maestro. He visto precisamente el concierto que tocaste como cierre del concurso que ganó Sergio. Me ha encantado tu versión del concierto de Tchaikovsky.

Nuño se encogió de hombros.

-Ahora no me sale. Es superior a mis fuerzas. Pero gracias por tus halagos. Me alegra que te haya gustado. Cuando lo tocaba intentaba ser fiel al autor y a mí mismo. Era mi secreto.

-Habría muchos que seguro disfrutarían si volvieras a tocar.

-Javier siempre me lo repite. Y Olga cuando viene. Olga además entiende. Siempre le ha gustado. Es mi mayor fan.

-Yo seré el tercero en discordia entonces.

-Me he enterado de que tú eras asiduo a la Ópera.

-No me puedo considerar entendido. Mi forma de disfrutar de la Ópera o de la música en general, es, si me llega o no me llega. Si me mueve por dentro o no. Ya te digo que viniendo para aquí, te he ido escuchando. Y me ha costado quitarme los auriculares para entrar aquí. No puedes dejar mucho más tiempo la música.

-Ojalá me saliera. Pero… a parte de afinarlo, de limpiarlo, de cambiarle las cuerdas de vez en cuando… no me sale.

Nuño aprovechando, cogió el violín y se lo tendió a Jorge.

-Sé que va a hacer buen uso de él. Antes de caer en este estado, le escuché en Moscú en el concurso para jóvenes violinistas en el que toqué el concierto que venías escuchando. Es un gran artista. Le faltaban cuatro detalles que seguro que con la experiencia y teniendo la sensibilidad que tiene, ya lo habrá pulido.

-Lo ha dejado. Como tú. Malas compañías.

-Pues hay que hacer que vuelva. Podría ser el mejor violinista de este siglo. Por favor, ayudadle. Si me dices lo de malas compañías, Mendés debe estar por medio. Ocúpate de él, por favor. Está malogrando a grandes músicos. Y es buen profesor. Eso es lo peor de todo. Le puede su ansia de dinero y poder. Le gusta exhibirlo. Y le gusta más una polla que todo lo anterior. Aunque en público se muestre como un abnegado padre de familia y súper enamorado de su mujer. Y por supuesto, un homófobo militante.

-Javier me consta que está haciendo cosas para que Sergio vuelva a la música. Y yo por mi parte, estoy dando pasos también en ese sentido. Pero está el que quiera él. Y en lo de Mendés… a lo mejor tengo que pedirte ayuda. Tuve el otro día un cambio de impresiones, pero no he debido de ser muy convincente. Sus movimientos después han sido para ponerme a todo el mundo en contra y para asegurarse de que Sergio siga siendo un proscrito en ese mundo tan cerrado. Incluso para encontrar a alguien que quisiera encargarse de mí con un tiro en la nuca.

-¿Por que no le traes un día a verme? A Sergio, digo.

-¿Dices?

Nuño hizo un gesto con la cabeza asintiendo.

Jorge se lo quedó mirando.

-¿No sería mejor que viniera con Javier?

-No, no. Javier… debe venir solo. A mí me hace mejor así. Así le siento… como de verdad está. Cuando está con gente es… distinto. Yo quiero a mi hermano de verdad. Y necesito verlo como yo lo siento. Si no, me frustra.

Jorge se quedó observando a Nuño. Con gusto se hubiera quedado a hablar con él toda la tarde. Era un hombre que le había subyugado desde el primer momento. Y le intrigaba a partes iguales.

-A parte de venir un día con Sergio, me gustaría poder venir a charlar contigo otro día. – Jorge puso cara de broma – Ya sabes, te habrás enterado, seguro, de mi interés por los chicos guapos.

Nuño no pudo evitar soltar una carcajada.

-¿Estás intentando ligar conmigo? Ya te he dicho antes que te esperaba. Puedes venir cuando quieras. No pensaba que quisieras ligar …  pero vamos. Se puede mirar.

-¿Se nota mucho? – Jorge seguía sonriendo.

-Me halagas, Jorge. Me encantará que vengas, reitero mi petición de antes. Voy a hacer lo posible por leer más deprisa el libro. He leído todas tus anteriores novelas. Y dejaré que intentes conquistarme. Lo que pasa es que si lo consigues… ¿Consumarías conmigo? Te advierto que soy un amante entregado.

-¿Ves? Me parece que tenemos mucho de que hablar. Mucho. – se rió Jorge. – Respecto a lo último, cuando te conquiste, lo sabrás. – Jorge puso tono insinuante.

-Me gustará descubrir tus artes de seducción.

-Prepararé una estrategia especial para ti.

-Veo que tienes compañía. La nueva hornada de compañeros de mi hermano. – Nuño cambió de tema y dejó aparcado el tono de broma. Percibía en la forma de comportarse de los policías que le quedaban pocos minutos de charla.

Jorge se encogió de hombros.

-Quiere que me solace mirando a chicos guapos – volvió a bromear Jorge. No le apetecía en ese momento volver a temas serios.

-Espero ansioso tu próxima visita. – dijo Nuño a modo de despedida.

Se levantó para despedir al escritor. Lo abrazó con cariño.

-No te olvides de cuidar un poco a Javier también. Es la persona más importante de mi vida.

Jorge no dijo nada. Solo sonrió y tuvo el impulso de acariciar el rostro de Nuño. Abrazó el estuche con el violín de Nuño y se encaminó hacia la salida.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 49.

Capítulo 49.-

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A Javier le despertó un beso y el olor a chocolate a la taza. Abrió los ojos y vio una sonrisa debajo de los ojos de Sergio. Estaba en cuclillas, al borde de la cama.

-He bajado a por cruasanes. Y he hecho chocolate.

Javier alargó el brazo y atrajo a Sergio hacia él. Lo que él necesitaba esa mañana era besar de nuevo a ese chico que el destino le había puesto en su camino.

-Métete en la cama. – pidió, casi suplicó Javier.

-Luego. Primero desayunamos. Luego, pasamos el resto de la mañana abrazados. Yo también quiero besarte. Acariciar tu cuerpo y mordértelo.

Volvieron a besarse. Pero Sergio cogió las riendas del momento, se incorporó y destapó a Javier. LE cogió el brazo y tiró de él.

En el corto trayecto hacia la cocina, siguieron besándose. Sergio aprovechaba y acariciaba el cuerpo de Javier. Éste intentó desnudar a Sergio, pero éste se lo impidió.

-Luego – le dijo sonriendo. – Pero no hace falta que tú te vistas. – añadió poniendo una sonrisa pícara. La verdad es que le gustaba mirar a Javier desnudo. Le encantaba verlo agacharse y ver sus muslos en tensión y la marca de sus mordiscos en todas partes. Y su culo bien duro y un poco abierto, como si se ofreciera a él.

-No. En igualdad. Tú estás vestido, yo me visto.

Sergio exageró un gesto de frustración mientras Javier sonreía para fastidiarlo. Éste fue al salón y buscó detrás del sofá parte de su ropa. Se puso solo los pantalones y la sudadera . Sergio, mientras, había puesto el chocolate en las tazas y había sacado mantequilla y mermelada que también había comprado.

-Te vas a convertir en un perfecto amo de casa. – Javier sonreía satisfecho.

-No me tomes el pelo, anda. Ya me lo dirás cuando el polvo se acumule dentro de un mes, si es que no me has echado de tu casa.

-Nunca te echaré de esta casa. Es la tuya. Te lo dije cuando te ayudé a traer las cosas el primer día. Iba en serio.

-No me lo repitas que me lo creo y luego… me la quedo. – Sergio no quería creerse que ese policía tan famoso y poderoso, de verdad se hubiera enamorado de él y no fuera uno de tantos que en sus tiempos, pasaron por su cama. Un alma caritativa, en cuanto los vio juntos, le vino a contar. – ¿Has descansado? – preguntó para cambiar de tema.

Javier estaba cortando por la mitad uno de los cruasanes. Lo untaba con mantequilla y echó una ligera capa de mermelada de albaricoque. Cerró las dos partes y metió uno de los cuernos en la taza. Saboreó el mordisco y empezó a hacer sonidos guturales con la boca.

-Esto sabe a gloria bendita. Hacía tiempo que no descansaba como hoy. Ha sido una noche maravillosa. Y todo por ti.

Sergio sonrió contento.

-Tenía miedo esta noche. A cuando te despertaras – Sergio bajó la mirada un poco temeroso de la respuesta.

-¿Por qué?

-Por si me juzgabas.

Javier alargó la mano y le hizo un gesto para reclamar la suya. Estaban sentados cada uno en un lado de la mesa. Sergio se la tendió. Javier se la cogió y la besó suavemente.

-Si ha habido juicio, que no lo recuerdo, ésta es mi sentencia definitiva. Y como comentario, solo puedo decir “gracias”.

Sergio cogió un cruasán y lo mojó en el chocolate. Parecía, ahora sí, contento. Se le había quitado un peso de encima. Parte de la noche la había pasado dando vueltas a la cabeza a lo que había pasado momentos antes. Sus ganas de compensar a Javier, de hacerle sentir especial, de hacer que se olvidara de todas sus comeduras de coco de los últimos tiempos, le había hecho dejarse llevar y hacer uso de las cosas que le enseñaron en esas reuniones especiales a las que alguno de sus profesores le enviaban. Debían aprender a atender a los grandes maestros de la música. A hacerles felices. Luego daba igual que fueran maestros de la música con ganas de mojar antes de un concierto, o con jueces de algún Tribunal de apelación.

-Son pocos los llamados a la gloria – les decía Don Heraclio. – Y vosotros no estáis entre ellos. Pero podéis ayudar a enaltecer el arte sublime que los elegidos son capaces de crear cada vez que cogen su instrumento.

Luego le llegaron los remordimientos. Pensó que a lo mejor Javier se asustaba. O pensaba que era un depravado o un puto. Y eso preocupó a Sergio. Empezaba a sentir algo por el policía opresor, como le llamaba a veces en broma. Y en todo caso, empezaba a ser importante para él. Una de sus personas importantes. Y la opinión que tuviera de él era fundamental. Porque no tenía tantas personas “importantes” a su alrededor. Quizás… pudiera ser que no tuviera ninguna y Javier fuera la primera y única.

Siguieron desayunando en silencio. Cuando acabó Javier, se levantó al frigo y sacó una botella de leche. Se sirvió un vaso y lo bebió. Puso cara de estar satisfecho. Fue donde estaba sentado Sergio y se sentó encima de él. Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.

-No debes sentirte mal por demostrar lo que sabes. Por hacer feliz a la persona con la que estés. Ahora tengo yo esa suerte. Suerte de disfrutarte. De aprender de ti. De abrazarte, de besarte… de amarte. No puedes cambiar tu pasado, pero ya que ocurrió, saca partido de lo que aprendiste. Para hacer el bien. Para hacerte bien a ti y a los que quieres. Y no tienes por qué ir contándole a todo el mundo por lo que has pasado. Eso debe pertenecer a tu intimidad.

-Yo te quiero a ti – dijo Sergio mirándolo a los ojos.

-Y yo a ti. De verdad, has roto mis esquemas. Me has… conquistado. No me he dado ni cuenta. Pero lo has hecho. Y has conseguido que por primera vez desde que murió mi marido, me sienta bien.

-Perdona si te he hecho pensar en…

-No, no me pidas perdón. Yo soy el que debo darte las gracias. Te quiero, Sergio. Y lo digo de verdad, como tú lo has dicho antes.

-Tengo miedo de que esto acabe.

-No tiene por qué acabar. Tú… debes retomar tu violín. No… puedes dejar que ese profesor o nadie te aparte de lo que te gusta. Pero… ésta siempre será tu casa y yo siempre estaré esperándote. No dejaré de buscarte por el mundo, de llamarte todos los días.

-He perdido unos años. Ya no creo que… debo buscar otra cosa que me llene. Mi carrera musical como concertista, no tiene remedio. Se acabó. Ese cabrón se encargó de cerrarme todas las puertas cuando le escupí en la cara.

-Ganaste uno de los concursos más prestigiosos de violinistas. Eso no lo se olvida tan fácil. Sobre todo cuando sigues tocando como los ángeles. Uno de tus espectadores en la calle, subió un vídeo a youtube. Lo estuve escuchando el otro día. Tocas … es sublime. ¿Qué te dijo Jorge? No me has contado.

-Sí te he contado. Me dijo que le había encantado.

-Pues habrá que hacer algo.

-No es buena idea. Estoy marcado por…

-¿Me dejas hacer unas gestiones?

-No, por favor. Que vergüenza.

-¿Por qué?

-Debo hacer las cosas por mí mismo. No puedo esperar que mis amigos o mi padre me saque las castañas del fuego siempre.

-Luego el que va a estudiar vas a ser tú. El que va a pasar horas y horas tocando. Practicando. Aprendiéndote obras. Y luego, te vas a subir al escenario tú, no yo.

-Da igual. No quiero pensar en eso ahora. No siempre voy a ser yo el objeto de atención. Tú también estás mal y prefiero que hablemos de ti. Quiero conseguir que te sientas mejor, que vayas a trabajar contento y que disfrutes de nuevo de tus amigos y compañeros. Y que dejes de vagar por las calles de Madrid como alma en pena.

-Ya lo he hecho. Desde que te llamé y corriste a mi encuentro.

-¿Y ese Aritz? ¿Y ese Galder del que hablas a veces en sueños? ¿Y Ghille?

-Mira. Debo pensar que… debo acostumbrarme a no saber todo lo que pasa a mi alrededor. Ni saber, ni entender. A la mayoría de la gente le pasa. A mí me cuesta porque soy policía y parece que debo saberlo todo, tener respuestas para todo lo que pasa, para lo que piensan los malos, los buenos, para saber predecir los actos de los primeros y disfrutar o aprovecharme de los de los segundos. Aritz me dejó. No sé por qué. Ahora tampoco parece que quiera volver conmigo. Hasta que te llamé, le hubiera dicho que sí, si me lo propone. Ahora le diría que no. Lo mismo pasa con Galder. Le pedí matrimonio y su respuesta fue romper la vajilla de casa. Y desaparecer de mi vida y de la de mis amigos. Guardo todavía los anillos que compré.

-¿Y si te llamara y te dijera?

-Le escucharía y volvería a casa a refugiarme en tus brazos, si es que no te aburres de estar con un policía opresor.

-Nunca me voy a aburrir de estar contigo.

-Ya me lo dirás…

-Te lo digo ahora, Javier. Aunque te parezca mentira tengo criterio y no soy una veleta que se mueve dependiendo de la dirección del viento.

-No he dicho eso. No te enfades.

-Ya lo sé. Pero lo digo porque muchos piensan eso. Mi padre por ejemplo.

-¿Qué te dice tu padre?

-Que no se lo que quiero.

-¿Por qué no le cuentas?

-No puedo. ¿Cómo el voy a decir que uno de mis profesores me llevaba a que se la comiera a algunos de sus amigos? ¿Y que otro profesor se ocupaba de que aprendiera el arte de hacer feliz a un hombre, no composición o armonía?

-A lo mejor es bueno que lo sepa, para …

-Si ya lo sabe. Que crees ¿Qué alguno no ha ido a decirle lo bien que la como? ¿O lo bien que se siente mi agujero con su miembro dentro de él? Él es el primero que no confía en mis habilidades. Piensa que no soy lo suficientemente bueno. No me mires así. Mi padre nunca me hablaría de ello. Pero eso no quiere decir… si solo hace falta verle como me mira. Cuando le pedí que intentara colarme en el curso de Jorge… solo le faltó… darme un pañuelo para que llorara. Llorar yo, con todo lo que he tenido que hacer… que ni lo sueñe. Pero se puso en plan protector, como si fuera un inútil… te lo juro, me abrazó y me invitó a que llorara en su hombro. El abrazo se acabó en ese momento.

-Al final has conocido a Jorge. ¿Qué te dijo del curso?

-Que no me preocupara. Me vino a decir que cuando quisiera, me daba el curso a mí solo. Y sin cobrarme. Que recuperara mi vida. Eso era lo importante.

-Ya que no me haces caso a mí, házselo a Jorge.

-No sé. Ya veremos. Tendría que mirar… los cursos a los que debería ir son caros. No sé si mi padre a estas alturas me lo pagaría.

-¿Y si lo alternas con actuaciones? ¿No tienes un representante?

-No sé si es de fiar.

-Dime quien es y lo investigo.

-¡No! No quiero tirar de mi novio policía para que me saque las castañas del fuego.

-O sea a tus profesores opresores y proxenetas, si les haces caso. A tu novio, no. Porque te va a ayudar, y ¡Huy! Soy menos hombre por aceptar que la persona que me quiere me ayude. Y a tu escritor preferido, tampoco te dejas ayudar por él. Que no pasa nada porque te dejes ayudar, Sergio. Los malos, se ayudan entre ellos. Deja que los buenos formemos equipo también.

-¿Y tu? ¿Te dejas ayudar? ¿Dónde está esa Carmen y ese Matías de los que tanto hablas? ¿Y Olga? ¿Ya la coges el teléfono? Debe de estar hasta las narices de que cuando te llama, dejes que llegue el contestador.

-Oye, pero … ¿Eres policía y me has engañado?

-Tengo ojos y oídos.

-Ojos los tienes muy bonitos. Y por los videos que he visto cuando tocas el violín, el oído te funciona muy bien.

-Al final acabas centrando todo en mí. Y eso no es justo. Y esto te lo digo en serio. Somos dos en esta relación. Y porque sea más joven, no… lo siento. Voy a empezar de nuevo. ¿Cómo estás Javier? ¿Me cuentas como te sientes? ¿Por qué estás tan triste desde hace días? Yo también tengo derecho a preocuparme por ti, Javier. A querer que estés bien.

Javier apoyó la cabeza en el hombro de Sergio.

-Se me da mejor preocuparme de los demás que dejar que lo hagan conmigo. Lo siento.

-No conozco a tus amigos. Salvo al Aritz ese que ahora mismo no creo que forme parte de mi club de fans.

-Es un poco hosco, pero es majo. Está un poco celoso, solo eso.

-Ya, pero … no creo que nunca seamos amigos, vaya.

-A Olga le gustarías mucho. Y disfrutaría escuchándote tocar. Le encanta la música clásica. Es aficionada.

-Espero poder conocerla cuando vuelva de Estados Unidos.

-Claro que la vas a conocer. Carmen es… es una mujer dura, resuelta. Pero… el otro día me dijo que no podía evitarlo, que me amaba. Y que verme mal, sufriendo, le hacía sufrir a ella lo indecible. Y… si he luchado por salir de ese pozo… ha sido por ella. Por ese… por no hacerla sufrir. Es importante para mí. Ella, Olga, Matías… son importantes para mí. Son mi familia.

-¿Pero has luchado de verdad? O te has rendido… o te has dejado llevar por el orgasmo de la depresión. De lo a gustito que se está ahí, revolcándote en tu propia mierda, teniendo disculpa para mandar a todos a tomar por el culo y no hacer caso a nadie.

-Reconozco que cuando estás así, se está bien ahí. En la mierda, como lo llamas. No apetece salir. Es muy difícil romper esa deriva, esa dinámica. Pero lo mismo que no sabes por qué un día te levantas así y no encuentras la forma de salir, a veces las cosas más inesperadas te hacen… reaccionar. Tú por ejemplo.

-No me dores la píldora, policía opresor. Tus palabras bonitas no me valen si no van acompañadas de una reacción. De que Carmen deje de desgarrarse por dentro al verte. O al no verte. O Olga. O ese Matías. O Patricia ¿Así se llama tu “Mano”?

-Estoy mejor, de verdad. Pero sabes como va esto. A lo mejor pasado mañana me viene el bajón de nuevo. Y necesito un nuevo empuje.

-Y te lo daré si quieres y me dejas. Pero ayudaría a que dieras pistas. No a que te pierdas por ahí y no me cojas el teléfono. No sé si estás trabajando, no puedo insistir… ¿Y si por llamarte te pegan un tiro porque te descubro?

-Unas horas con Jorge y se te ha contagiado el dramatismo.

-¿No habrás tenido algo que ver con que fuera a verme?

-¿Por qué lo dices? Jorge que yo sepa, pasea mucho por ahí. Y busca sitios dónde escribir. E inspiración. No necesita que yo le diga: “Pues mira, paséate por todo Madrid a ver si ves a un chico que toca el violín”. “Es mi churri ¿sabes?” “Podrías decirle que le apuntas al curso ese que vas a dar”. “Y le firmas un libro ¿vale?” No hemos tenido casi relación. Carmen habla más con él. Yo no sé si una vez me entrevisté con él con más personas, después de que lo intentaran matar en el parque.

-¿Lo han intentado matar? ¿Asesinar?

-Da igual. No debes preocuparte. Lleva siempre con él unos compañeros míos que velan por él. “¿Vale?”

-Te pareces hablando a Belén Esteban. Te lo juro – dijo riéndose.

-¿Quién es esa?

-¿No conoces… ? – Sergio puso cara de incredulidad – Da igual. Sé que me estás tomando el pelo. Pero no voy a entrar en tu juego, policía opresor.

-¿Sabes lo que vamos a hacer?

-Dime.

-¿De verdad quieres conocer a mis amigos? A Carmen y a todos los demás.

-Sí.

-Han quedado a comer en un sitio cerca de aquí. Si quieres, me acabo de vestir y vamos. Comemos allí todos juntos y te los presento.

-¿Lo harías? ¿No te avergüenzas de mí?

-¿Por qué me voy a avergonzar? No entiendo lo que dices.

-Porque soy más joven, porque he hecho esas… cosas… porque soy un fracasado…

-Nada de eso hace que me sienta avergonzado. En todo caso al revés, me siento orgulloso de ti. Y por favor, no vuelvas a decir eso de que eres un fracasado. Es mentira y no me gusta oírtelo. Oye ¿No te pondrá nervioso conocerles a todos?

-Un poco sí la verdad.

-Solo iremos si quieres.

-¡Claro que quiero!

-Pues me visto. ¿Me dejas ponerme calzoncillos hoy?

-Vale. Pero luego te los pediré en algún momento.

-¿Cómo que me los pedirás? – Javier lo miraba con la boca abierta.

-Deberás ir al servicio de un bar, quitártelos y dármelos.

Javier se lo quedó mirando sin saber que decir. Aunque sin poder evitarlo, su miembro habló por él.

-Eres un cabrón con pintas.

-Yo también te quiero, Javier. No, no digas nada.

Sergio bajó la mano a la altura de la entrepierna de Javier y puso su mano sobre el bulto que marcaba su miembro. Lo acarició suavemente un par de veces.

-Ésta habla por ti. – le dijo acercando su boca al oído del policía. Luego, le besó suavemente en los labios.

-Profesor Mendés, no se si se acuerda de mí.

El aludido levantó la cabeza del periódico que estaba leyendo y lo miró por encima de sus gafas. Jorge Rios estaba frente a él con la mano extendida para saludarlo.

-No lo conozco a usted. ¿No sabe que no se puede estrechar la mano por esto del covid? ¿O es que las drogas le nublan la realidad?

-Ya veo que sí que me recuerda – dijo sonriendo Jorge a la vez que se sentaba.

-No le he dado permiso para sentarse.

-Tengo el mismo derecho que usted a hacerlo.

-Esto es solo para socios. Es una sociedad privada.

-Yo lo soy. Y hace muchos años. De hecho, soy socio fundador. ¿No lo sabía? Puede darse de baja si quiere. Aunque no le insultaré enseñándole el carnet que dice “socio fundador n.º 23”. No quiero compararlo con el portero. Ya sé que usted es un hombre de mucha clase y que presume de ello con bastante insistencia. Y es también un gran profesor de música. Violín ¿No?

-Soy uno de los mejores profesores de violín del mundo.

-No lo dudo. Por lo que cobra por clase, ya puede ser bueno. Y se le nota en el porte. Treinta y cinco grados de inclinación del mentón hacia arriba. Eso viene bien al que quiera pegarle un puñetazo.

-Yo no me vendo por cuatro duros como usted. Es un maleducado ¿Lo sabe? Un grosero. Molestar a la gente de bien como yo.

-Debería cobrar más por el curso de Escritura Creativa ¿Verdad?

-Usted sabrá. De todas formas, para lo que tiene que enseñar… la literatura sufre una grave crisis en las últimas décadas y ahora cualquier cosa es considerada como tal. Y ahora si me permite, tengo otras cosas mejores que hacer que hablar con un escritor de pacotilla.

-Tiene razón, la literatura no es lo mismo desde la desaparición de Shakespeare. Una gran pérdida para la literatura y para el teatro. Desde entonces no es lo mismo.

El hombre le miró con gesto de asco prepotente. El gesto de los que se saben muy superiores intelectualmente al resto de los mortales. Luego volvió a coger el diario y lo puso de tal forma que evitara el contacto visual entre los dos.

-Sabe, hay una cosa que me molesta sobremanera. Y es cuando una persona de relevancia, con un prestigio en una actividad determinada, usa esa posición de dominio para hundir a algunas personas que no… se prestan a sus designios. Y más cuando esas personas han acudido a ellos en busca de guía, enseñanza, y le pagan una buena cantidad de dinero por cada clase. Cuando además ese hundimiento viene acompañado de humillaciones y vejaciones.

El hombre dejó de nuevo el periódico y miró con dureza al escritor. Sonrió con suficiencia y chulería.

-Que gracioso. El tipo que todos dicen que no sabe cual es su mano derecha, porque se pone hasta el culo de drogas, me viene a amenazar. ¡¡A mí!! – el hombre mostró su mejor cara de sorpresa digna señalándose con sus manos. – A lo mejor… ¿Se le ha olvidado que su marido está muerto? ¿Que no hay nadie que le proteja? Un tipo como usted, sin nadie y que no tiene media hostia ¿Se atreve a venir aquí y amenazarme? Usted no sabe con quién está hablando. La ignorancia siempre se ha dicho que es muy atrevida. Indudablemente los que comentan por ahí de que ha perdido la cabeza completamente no andan desencaminados. Las drogas tienen esos efectos. ¿No se lo avistaron sus padres? ¿O en la escuela?

Jorge pareció de repente compungido. La cara de asco y desprecio que le mostraba el profesor de violín no le dejaba otro camino.

-Mejor será que se retire antes de que mande al bedel a que le eche. Hablaré con el Presidente de la sociedad para que tome cartas en el asunto y lo ponga de patitas en la calle. Esa sociedad no necesita a gente como usted de socios. Baja el nivel.

El profesor Mendés, volvió a abrir el periódico y retomó su lectura, dando por zanjada la charla con el escritor. Jorge permaneció inmóvil unos minutos. De repente, tuvo como un impulso irrefrenable, suspiró fastidiado y se incorporó. Extendió el brazo y le quitó el diario, arrugándolo completamente. Lo tiró al suelo hacia atrás. El profesor Mendés pareció asustado, pero enseguida retomó su gesto altanero y seguro.

-Usted lo ha querido – dijo el profesor indignado y levantándose de la silla. Le amenazaba con el dedo extendido. – ¡¡Bedel!! ¡¡Bedel!! – llamó a voz en grito. Pero nadie acudió a su llamada. – ¡¡¡¡Bedel!!!! – reiteró subiendo el volumen de su voz.

Jorge también se levantó. Volvió a extender el brazo y esta vez agarró la mano del profesor. Con un movimiento rápido, se la dobló hacia atrás. El profesor no pudo por menos que agacharse inclinándose sobre la mesa para intentar evitar que el escritor le rompiera los dedos. El dolor era insoportable.

-Esto no va a quedar así – dijo ahora en voz baja, con la cara congestionada y la frente que empezaba a llenarse de sudor. – Recibirá noticias de mis amigos. No sabe …

-Un profesor de violín con los dedos rotos… creo que no sería buena cosa ¿Verdad? ¿Eso se lo van a arreglar sus amigos? A usted que le gusta dar sus clases con el violín siempre en la mano. Con el arco bien sujeto para golpear con él de vez en cuando al alumno. ¡Toma pizzicato! ¿Escucha? Su móvil ha recibido un wasap. Es un vídeo. O varios, no estoy seguro ahora. Tengo que tomar la próxima dosis de mi droga… se llama sensatez. Algo que usted perdió en el mismo momento que su madre le parió y que yo necesito recuperar con mi dosis de droga cada pocas horas. ¡Ah! Para que esté tranquilo: No necesito que Nando me proteja. Se muy bien hacerlo yo. Me basto y me sobro. ¿No está usted de acuerdo? Perdón, es cierto que tengo que tomarme mi dosis… me he ido por las ramas. Volvamos a los vídeos que ha recibido en su móvil. Seguramente a su mujer y a sus hijos les encantará verlos. Esos pobres jóvenes que tuvieron la desdicha de nacer con un padre como usted, que les inculca ideas que usted no es capaz de llevar a cabo. ¡¡No fornicarás con el vecino del sexto!! Y su padre sale de casa y se va a que su alumno le coma la polla. Y el domingo irá a la iglesia con toda la familia, para aparentar, y gritará eso de ¡Alabado sea el Señor, hosanna en el cielo! ¡Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen! Y el señor Mendés se escapará antes de ir a comer con la familia, por que la comida del domingo es sagrada, a meter la chorra en el culo de otro de sus alumnos, o del alumno de un colega… ¡¡Putita!! Le dirá el Sr. Mendés, un preboste de la comunidad, ejemplo de bondad a semejanza del Señor que está en los Cielos. Por si acaso no sabe sus números, los de sus hijos y su señora esposa, vienen en el wasap. Puede enviárselos usted mismo y confesar: “Familia, en realidad soy así”. “Enrique, hijo, ya sé que te he dicho que va en contra de la Ley de Dios comer pollas siendo hombre… ya sé que te he dicho que me avergüenzo de ti… ya sé que has caído en una tremenda depresión que estas intentando curarte en la consulta de un psiquiatra que te pagan los padres de tu novio… porque yo te he echado de casa.” Esto del vídeo es su amenaza preferida para los alumnos que no se pliegan a sus designios ¿Verdad? Mandárselo a sus padres y novios o novias, a sus tíos, a sus primos… ¿Se siente mal? – la ironía en el tono de voz de Jorge, cada vez era más patente – Le noto la cara un poco colorada. Está sudando mucho. Yo creía que los hombres de su clase no sudaban… Y con tantos amigos que tiene… esta mañana he llamado a unos cuantos de ellos por cierto. Se han mostrado muy sorprendidos por las cosas que les he contado.

Jorge torció un poco más la mano del profesor. Éste lo miraba con todo el odio del que era capaz, que parecía ser mucho. Pero eso a Jorge no le afectaba lo más mínimo. Seguía mirando con asco a ese tipo cuya finalidad en la vida era estar por encima de sus semejantes, para considerarse superior al resto de los mortales.

-El caso es que hay un ex-alumno suyo que me interesa. El otro día lo escuché tocando en la calle. Fue algo delicioso. He decidido que vuelva a la música. Pero me he encontrado con que usted ha ido diciendo cosas a otros profesores prestigiosos… y nadie parece interesado en darle clases. No le sentó bien que se plantara y no siguiera con sus… clases particulares especiales. Y decidió que nadie le sustituyera como su profesor. A lo mejor alguno de esos otros maestros del violín le dice que sí que vale para la música. Por mucho que la coma bien o que pueda meterse en el culo la polla más dura y grande. Pero eso va a cambiar esta misma mañana. Porque usted va a hablar con las personas que están en ese correo, el que acaba de recibir y… les va a decir que se equivocó con él.

-Ni lo sueñe.

Jorge volvió a retorcer un poco más la mano del profesor. Apartó la mesa con la otra mano para quitarle el soporte que estaba utilizando para no caerse al suelo del dolor. El profesor se arrodilló para luego acabar en el suelo, tirado, sudando a mares y a punto de gritar. Solo la vergüenza de que alguien pudiera verlo humillado lo impedía. Jorge le levantó el brazo a la vez que le pisaba la cabeza con el pie.

-Si ahora quisiera, le rompería todos los dedos de la mano. Y posiblemente no serían unas roturas fáciles de curar. No serían unas fracturas limpias. Si quisiera le sacaría el brazo de su sitio. Eso le incapacitaría para dar clases como hasta ahora. Y por si acaso, luego pretendo seguir con la otra mano. ¿Tengo ya toda su atención? ¿O quiere que le rompa la mano? No tengo ningún problema con ello.

-Por favor…

-El alumno que me interesa y que a partir de ahora a todos los efectos es mi protegido se llama Sergio Plaza. Es el mejor alumno que ha tenido en su vida y lo intentó destrozar. Lo humilló y lo vejó. El señor Plaza solo tiene un problema: que es guapo y usted se encaprichó con él. Ya le ha pasado antes. Me han hablado de un violinista coreano. ¡Ay! Se me ha olvidado el nombre. Y me ha prometido que me va a contar con pelos y señales como se las gasta usted. El se plegó a sus deseos. Aunque luego se arrepintió. Y sabe, cuando se abraza con su novia, es incapaz de hacer nada más. No puede tener relaciones sexuales. Eso gracias a sus enseñanzas, a los traumas que le crearon entre usted y su amigo Heraclio. Le ha destrozado la vida. Se cree Dios, y eso para un creyente como usted, es una blasfemia.

A Jorge se le pasó por la cabeza cumplir su amenaza y romperle la mano. Le daba tanto asco ese hombre… altanero, prepotente, falso… uno de esos que se cree por encima del bien y del mal. Le fastidiaba que solo entendiera ese lenguaje. El de la fuerza. Era uno de esos tipos que era capaz de sacar lo peor de las personas que se relacionaban con él.

-Volvamos al Sr. Plaza. Mañana él va a llamar a otro de esos “maestros” para retomar sus clases y su actividad musical. Procure que todos los maestros a los que pueda llamar, le presten su ayuda. Y por si acaso… he visto los vídeos que tiene del chico. La verdad es que aunque usted no lo crea, dice cosas maravillosas de él, y cosas vergonzantes de usted y sus amigos. Romperle el violín en las costillas… y sus palabras denigrantes… y luego como le mete su asqueroso miembro en su ano… como le golpea con el arco… me dan ganas de escupirle la cara. Y procure que ese “maestro” le ponga precio especial a sus clases, porque las va a pagar usted. Con todo lo que ganó llevando al Sr. Plaza a esas fiestas. Que de todo se entera uno, teniendo contactos. ¿Me va entendiendo? El pastizal que cobra por clases y encima, prostituye a sus alumnos cobrando otro pastizal.

El hombre afirmó con la cabeza. Jorge había aflojado un poco la presión sobre la mano, pero seguía sin soltarlo y pisándole la cabeza.

-Tiene suerte, porque el suelo está limpio. No como el suelo sobre el que hizo revolcarse al Sr. Plaza y a otros compañeros en la fiesta que organizó en la Universidad Jordán. De momento no los he encontrado, pero los buscaré. Los ayudaré y procuraré que recuperen el futuro que tenían por delante. O les acompañaré buscando otro, si así lo consideran. A lo mejor tengo que visitarlo de nuevo y charlar como viejos amigos…

-Le van a buscar y le van a matar, puto escritor. Se lo juro.

-Ya estamos otra vez con los insultos y falta de respeto. Y con las amenazas. Es que nadie va a saber esto. Porque si lo cuenta a alguno de sus amigos de esa… sociedad de relaciones sociales ¿La llaman así entre ustedes? Repito, si alguien se entera, le prometo que hasta el último de sus contactos, recibirá el vídeo en el que rompe el violín sobre las costillas del Sr. Plaza. Y tenga en cuenta que la única cara que se va a reconocer en ese vídeo es la suya. Y a parte, volveré a hacerle una visita. Y si tengo que volver a verlo, le prometo que a pesar de mi fama de sinsorgo, enclenque y bobo, le partiré no solo los huesos de la mano, las manos, sino los de todas las extremidades.

Jorge dejó de pisarle la cabeza y le soltó la mano. El hombre permaneció unos minutos en el suelo recuperando el resuello. Jorge volvió a colocar la mesa en su sitio y levantó las dos sillas que con todo el jaleo, se habían volcado también. El profesor miraba la sala en la que estaban. Era raro que nadie hubiera entrado. Jorge se dio cuenta de ese detalle.

-Se me había olvidado decirle, profesor Mendés, que he venido con unos amigos. No son los de siempre que me protegen. Estos son amigos de verdad, de los que parten piernas por uno sin hacer preguntas. Me decía mi amigo Nacho que se ocupaba él. Sabe, es que le enseñé el vídeo y se indignó. Pero es que la última vez que le dejé… con alguien, para convencerlo, le rompió todos los huesos de la cara. El cirujano plástico tuvo trabajo durante meses para conseguir que pareciera medio humano. Y no quería que nuestro primer contacto acabara así. Nuestro primer y nuestro último. Porque si tengo que volver a echármelo a la cara, mi amigo Nacho vendrá conmigo. Y disfrutaré del espectáculo.

Jorge se giró para irse. Pero pareció acordarse de algo.

-Perdone, se me olvidaba.

Buscó en uno de los bolsillos de su americana y sacó un bote de gel hidroalcohólico.

-Para que se higienice y se quede tranquilo respecto al covid.

Jorge le sonrió y esta vez sí, caminó hacia la salida mientras doblaba el pañuelo con el que había cogido el bote de gel y con el que había limpiado todas las superficies que había tocado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 44.

Capítulo 44.-

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-¿Dónde están Jorge y Carmelo? – preguntó Carmen a Patricia.

-Cenando en “Las Cortinas del Cielo”. Con Martín.

-Anda, mira, como Javier.

-Pero Javier ya está casi acabando. El ministro tiene previsto salir en nada. Hoy vas a dormir sola otra vez en casa de Javier – le picó Patricia. – Sergio ya está en casa esperando.

-Mientras no esté por ahí perdido, pasando la noche sentado en cualquier banco de Madrid, o con una cerveza calentorra delante, sentado con la mirada perdida en cualquier bareto de esta ciudad, yo contenta.

-Pues a mí que quieres que te diga. No me gusta que se venga conduciendo desde allí. Conociéndolo, debe estar cansado. No me gustaría que me despertaran los de tráfico anunciando un accidente de Javier.

-Si Aritz lo ve mal, espero que intervenga.

-Valiente vigilancia secreta si…

-Que te crees que no lo ha descubierto. ¿No lo conoces?

-Pues nada, seguimos con la comedia. Sería mejor que se lo plantearas y que condujera Aritz o Lerman. Tal y como está estos días, te lo prometo… me sentiría más tranquila.

-A ver como evoluciona todo. Si Javier asienta un poco la cabeza, le planteo que lleve alguien con él que conduzca y le sirva de apoyo. Ahora no está receptivo a la idea.

-Lo mismo valdría por ti, Carmen. Y por Olga, cuando vuelva.

-No tenemos tanto personal disponible.

-Si lo de trabajar junto a la gente de Garrido se acaba de concretar, podías pedirle a Rui alguno de sus hombres para esto.

-Sí. Está en el plan. Con las escoltas de Jorge, Carmelo y Cape, nos hemos quedado un poco en cuadro. Menos mal que Cape se da a la fuga en breve. Al menos, algunos podrán descansar unos días.

-¿Molesto? – preguntó Teresa.

-Para nada. Pasa, anda.

Teresa se unió a Carmen y Patricia que estaban en el despacho de la primera.

-No sé hasta dónde quieres que escarbe – preguntó Teresa al sentarse.

Carmen suspiró.

-¿A qué te refieres exactamente?

-Al pasado. A la época del padre de Javier.

-Escarba. Dependiendo de lo que descubramos, ya iremos viendo. Olga y yo no sabemos muchas cosas de las que pasaban entonces. El padre de Javier nos protegía manteniéndonos al margen.

-Pero Olga y tú… digo que algo os puede salpicar. No sabréis todo, pero sí mucho. Y de ese mucho, os habéis guardado casi todo.

Carmen chasco la lengua.

-Estaremos por ahí, eso seguro. Olga y Carmelo, por ejemplo. Si les ves juntos, a pesar de lo que le hicieron a éste para que olvidara, no se puede negar que se conocen. Olga la primera vez que se reencontró con Carmelo intentó disimular. Pero Carmelo… supo. Sintió y se acurrucó de nuevo en sus brazos. Sin decir ni palabra. En medio del bar dónde habían quedado, con Jorge sentado en otra mesa y observando la escena con mirada de besugo.

-No se han vuelto a ver ¿No?

-No, pero da igual. El día que lo hagan, Carmelo sentirá lo mismo que cuando Olga le protegía. No sabes el cariño que le llegó a coger a Olga. Cariño mutuo. Carmelo para Olga es como su segundo hijo. Carmelo en realidad, ha tenido dos madres de verdad: la madre de Cape y Olga.

Teresa se movía inquieta en la silla. No parecía feliz ni cómoda.

-Suéltalo, Tere – le dijo Patricia. – Carmen no te va a morder. Y si lo hace, te prometo que está vacunada contra la rabia.

-¡Patricia! – Carmen la miraba sorprendida.

-Es cierto, estás vacunada – Patricia puso su mejor cara de socarrona indignada.

-No estoy cómoda conociendo que sabéis cosas que no habéis compartido con el resto. Por ejemplo eso de Jorge. Lo de la embajada… y que lo llamarais a él en lugar de… es nuestra víctima y le estamos ocultando cosas de su pasado que él no es capaz de recordar. Y encima le metemos en ese jaleo, que por otra parte resolvió… no me lo esperaba. No me esperaba ese Jorge. Esas drogas que le dieron todos esos años…

-Te aseguro que Jorge no recordará, pero todo lo tiene dentro de él. Puede sentir pavor un día escondido debajo de la mesa de la notaría, pero cuando tiene que ser duro, lo es. Lo fue hace muchos años. Su … misión… a ver como lo explico. En realidad lo mismo que hizo con Galder. Él, un día, en medio de una de esas fiestas desbocadas a las que le llevaba Nando, vio como maltrataban a un joven. Se metió por medio y se llevó al joven. No era un niño ya. Era mayor de edad. Lo tenían sobrepasado. Le estaban zurrando de lo lindo y haciéndole de todo. Los que “jugaban” con él querían demostrar que eran superiores. Que podían pisar a la gente sin que esa acción tuviera consecuencias. Pues Jorge, se metió, como decía, en medio del juego, agarró a ese chico del brazo y lo apartó del grupo. Uno de esos tipos intentó detenerlo. Le detuvo con malos modos y le giró empujándolo del brazo. En cuanto Jorge le tuvo de frente, el primer puñetazo le puso el ojo morado. Resumiendo, Jorge le dio una soberana paliza. Un testigo le contó a JoseMari que todos miraban con la boca abierta. Que el silencio que se creó solo era roto por los puñetazos que Jorge le daba a ese tipo. Nadie se atrevió a parar al escritor. Luego, agarró al joven del brazo y se lo llevó de la casa. Cogió uno de los taxis que había esperando en la puerta de la finca y nunca más se supo del chico. Fue imposible encontrarlo. Esos hombres le buscaron con saña. Para vengarse en él, porque con Jorge no se atrevían. Pero éste se preocupó de que esos tipos no lo encontraran. JoseMari, también fue incapaz de encontrar a ese joven. Cuando le preguntó a Jorge, este le miró a los ojos y le dijo: “No te preocupes por éste, preocúpate por el resto”.

-Eso quiere decir que alguien lo denunciaría. Lo sabes…

-Eso quiere decir que alguien se lo fue a contar al padre de Javier. A JoseMari le contaban muchos. Pero en secreto. Nunca hubieran declarado en un tribunal. El caso es que Jorge cuidó a ese chico luego. No lo abandonó y le creó una vida nueva, lejos. Puede que todavía sigan en contacto. Lo está con otros muchos a los que ayudó. Es algo que creo que ni a Carmelo le ha contado. Te decía, Jorge tiene dos objetivos claros. Ahora tres. O tres cosas que le empujan a seguir viviendo. Una, escribir. Es lo que de verdad le importa. No es escribir para publicar. Es el hecho de escribir. Dos, Carmelo. Es su amor. Es mucho más que un amor. Es parte de él mismo. Tres: esos chicos. Esas víctimas de abusos, de maltratos. El punto tres se enlaza con el dos. Carmelo fue uno de esos chicos a los que tuvo que salvar. A golpes. Eso no lo recuerda ni él. Pero lo escribió en su momento en “Tirso”. Me gustaría ver un día a Olga y a él juntos con uno de esos chicos. A Olga esa pasión, esa dedicación a las víctimas de maltrato, abusos, bullying, violación, le viene de esa época. Carmelo tiene mucha culpa de ello. Por no decir toda.

-¿Y le habéis contado?

-No. Olga no lo considera siquiera. Cree que sería contraproducente. No sabemos el tratamiento que le dieron. No sabemos si fueron drogas, hipnosis o una combinación de las dos cosas. Carmelo parece un hombre de rompe y rasga. Un tipo seguro, hasta altanero a veces. Pero su equilibrio emocional es muy endeble. Creímos un tiempo en que lo perdíamos. Su vida era una locura. Pero… los libros de Jorge le conquistaron. Y quiso conocer al autor. Y en ese conocimiento, sin pretenderlo, encontró la salvación.

-Yo creo que tiene derecho a saber.

-Yo prefiero poner en valor su salud, su vida, a sus derechos. Le hemos visto con todos los huesos del cuerpo rotos. Con la cara tan hinchada que doblaba casi el volumen normal. Con el ano desgarrado. Y él seguía trabajando. Y era un crío. En la película que estaba rodando, cambiaron el guion para justificar su estado. Todos pensaron que era una de esas peleas a las que era tan aficionado ya con doce o trece años. Pero era tan bueno frente a la cámara, que nadie pensó en sustituirlo. Bueno nadie… casi nadie mejor dicho. Pero eso es otra historia. Con esa película ganó varios premios. Rodaba su escena sin apenas tener que repetir las tomas. Corría a su caravana y allí Olga lo abrazaba, le leía la siguiente escena mientras dormía. Le llamaban, rodaba de nuevo, y volvía. Olga le curaba las heridas, le cambiaba los vendajes, y le vigilaba para que ni siquiera sus padres se acercaran a él. Luego le hemos visto completamente drogado. Cerca estuvo un par de veces de palmarla. Faltó el canto de un duro. Alguien que lo vigilaba de cerca, se dio cuenta y lo llevó a que lo cuidaran. Le hemos visto borracho. Le hemos visto saliendo vivo de un accidente de coche que… fue un milagro. Manzano lo recompuso. Un buen día, después de haberse conocido oficialmente en una nochevieja, Carmelo se comió los huevos de su orgullo y se arriesgó a que Jorge pasara de él y fue a “El cortejo”, donde sabía que pasaba esa tarde escribiendo. Y de allí, salieron dos personas distintas. Los dos posiblemente esa tarde, salvaron la vida del otro.

-Joder, no sabía… no pensaba que eso era tan grave. Ni que Tirso es… verdad literalmente.

-Lo es. Que Carmelo esté vivo, se podría decir que es un milagro. Y que Jorge lo esté, también. Aunque los motivos del peligro, fueran distintos. Y Tirso, os lo he dicho muchas veces, pero no me creéis, tomadlo como la memoria de Jorge. Y te puedo asegurar, que salvo que el escritor tenga una segunda parte escrita, le faltan muchas cosas que contar.

-Pero a lo mejor Jorge si debe saber lo que vamos descubriendo de Nando. Y sus relaciones.

-Eso ya llegará el momento. Jorge hasta hace poco, según nos cuentan todos, Carmelo el primero, no quería saber. Carmelo le podría haber contado muchas cosas pero Jorge siempre le ha atajado en esos intentos. Él mismo sabe más de lo que aparenta. Saber no es el concepto. Intuye, siente… Jorge se mueve mucho por esos conceptos. Bueno… y también sabe. Se ha creado un papel estos años para defenderse de sus miedos y de sus enemigos.

-Ahora se juega la vida.

Carmen se echó a reír.

-Teresa, siempre se la ha jugado. Ha estado siempre en peligro. Quizás, aunque te parezca mentira, esas drogas le han mantenido con vida. Eso, y que siempre ha habido alguien que le ha protegido. Y que él no tiene un pelo de tonto y se creó un papel cuyo guion ha seguido al pie de la letra durante siete años.

-Protectores como en el parque – sugirió Patricia.

Carmen asintió con la cabeza.

-¿Y ahora…?

-Esa es la gran pregunta. – dijo Carmen muy seria – ese es el quiz. Encontrar que ha cambiado. Que ha hecho despertar a sus enemigos. ¿La serie de Tirso? ¿El que decidiera publicar de nuevo? Con eso muchos han perdido mucho dinero. ¿Rubén? Para mí es claro que no es ajeno a todo esto. ¿Es de los buenos? ¿Es una víctima? ¿O es alguien muy listo que está jugando en la gran liga? ¿O alguien muy tonto que se cree listo? ¿O le tiene alguien agarrado de los huevos y le obliga a hacer cosas en contra de su voluntad? Apenas hemos rascado nada de su vida.

-No es fácil. Ni su identidad es clara. – dijo Teresa. – A fecha de hoy, no sé decirte quien es.

Carmen invitó con un gesto a Teresa a que se explicara.

-Su vida… está llena de lagunas. Sus apellidos… no son los reales, los de nacimiento, me refiero. Si buscas, siempre te encuentras con una laguna. Preguntas a las entidades pertinentes, o a los juzgados, y parece que siempre hay un apagón, un incendio, algo. Creo que al menos ha tenido tres identidades antes de la actual.

-Vaya.

-Una mala digitalización, un error en la tramitación…

-Eso es una invitación a profundizar.

-Sí. Y su tía… supuesta tía… esa si que es un fantasma. No es nada de la familia que suponemos que es la de Rubén. Ni la de nacimiento, ni la adoptiva. La de nacimiento, muy entrecomillado. Para nada es seguro que la que parece que es, lo sea de verdad.

-A lo mejor si encontramos a Nadia…

-Desaparecida del todo. No sé si ese hacker que protege a Jorge podría…

-Me comentó Jorge el otro día que no sabe nada. La está siguiendo la pista. Pero ha apagado todos sus dispositivos conocidos. Está intentado buscar otros que usara sin que nadie lo supiera. Pero eso es largo.

-Sí, tiene que buscar la ubicación de su móvil en un momento concreto y buscar ahí otros que pudieran ser ella. Ir identificando cada señal y buscando su dueño. Para ir descartando. Hasta que quede un dispositivo que no esté a nombre de nadie o lo esté de una persona ficticia. Y ese podría ser ese dispositivo secreto de Nadia. Eso es una labor de chinos y que salga bien, es más complicado que ganar el Euromillón.

-Echa un vistazo a su patrimonio.

-Es complicado.

-Sobre todo en buscar su origen. Eso es fundamental.

-O sea que cuando pueda acceder, me voy a encontrar…

-Mucho dinero.

-Por cierto, creo que habría que pedirle a Jorge permiso para exhumar el cadáver de Nando.

-¿Por?

-No me creo nada la historia del cáncer. Y mucho menos lo del accidente. Los informes médicos son incompletos y da la sensación de ser copia de otros. Algunos atestados de la Guardia Civil han desaparecido. Todo es un misterio.

-Patricia, prepara los documentos. Cuando los tengas, nos acercamos a hablar con él. No creo que ponga problemas.

-Nando es… un mundo. Traficante, marrullero, pero… tuvo algunos gestos… al final…

-He oído algunas versiones de que participaba en ese tráfico con niños…

-No. – dijo rotunda Carmen.

-¿Y tampoco se acostaba con chicos?

-No le gustaban jóvenes. Todos los amantes que le he descubierto, son mayores que Jorge.

-¿Todos?

-Sí.

-¿Y por qué tenía esa costumbre de ir a esas fiestas?

-Iba a otras cosas. A ver a gente. A vender droga, que eso si hacía. A que Jorge le sirviera de tapadera para hacer negocios. Negocios que solían ser un desastre. A Jorge se le acercaban muchos niños y adolescentes con intención de seducirle. Alguien parecía tener mucho interés en tener algo contra él. Pero nunca cayó. Les escuchaba a todos, les consolaba si estaban tristes, les contaba historias… como hacía con Jorgito.

-O con Martín.

-Bueno. Martín es distinto. Apareció en la vida de Jorge con nueve años. Era pequeño, pero no un bebé. No es igual que Jorgito.

-Todos los testimonios que recojo son en ese sentido. Pero no los podemos utilizar. Son declaraciones a micrófono cerrado. Por cierto, alguien denunció a Jorge por abusos de menores. Lo descubrí por casualidad. Eso concordaría con lo que comentas del interés de alguno o algunos en que tocara a los niños que se le acercaran y sacarle fotos que fueran interpretables.

-¿A sí? Alucino. ¿Una denuncia?

-Lo investiga Quiñones. Se ofreció a hacerlo. Que por cierto no sé donde se ha metido. Quería que me informara sobre el tema. No me ha dicho nada al respecto. Si me hubiera encargado yo, ya sabríamos algo.

Carmen miró a Patricia que hizo un gesto para decir que no estaba al tanto de sus actividades.

-Está raro – dijo tras un momento de vacilación.

-A lo mejor ese pariente…

-Su tía murió hace unos días. Y no dijo nada. De hecho cuando llamaron buscando a Javier para decírselo y que se lo comunicara a Quiñones, hacía semanas que no lo veían. Según ellos estaba en una misión secreta.

Carmen y Teresa se miraron con extrañeza.

-¿Una misión secreta? ¿De infiltrado? ¿Eduardo Quiñones de infiltrado? – el estupor se reflejaba perfectamente en la cara de la comisaria. – ¿Y no fuimos al entierro?

-Ya había sido. Llamaron para que Javier se lo dijera a Quiñones, al ver que no daba señales de vida. Según este familiar, él les había dicho que era el único que estaba al tanto. Pero… es claro que Quiñones no está en misión secreta y que Javier está…

-Ya. En sus mundos. ¿Le has dicho algo a Quiñones?

-No. Ni lo voy a hacer. Está raro. Parece que odia a Jorge. Y de paso a todos los que le dicen algo que no le guste. O le pida algo. No me apetece nada decirle: Oye Eduardo, que nos hemos dado cuenta que nos has estado engañando con lo de tu tía unos cuantos meses. Que no vas a verla hace casi un año. ¿Me explicas lo de tu misión encubierta?

-Eso… su odio por Jorge, no lo disimula ni delante de él. El último día le noté a Jorge a nada de pedirnos no tener que verlo. Me dices lo que encuentre de esa denuncia. Ya hablaré yo con él con calma.

-Apuéstate algo a que nada.

-¿Por qué dices Patricia?

La aludida se llevó los dedos a la nariz e hizo un gesto de que le olía mal.

-Pues busca tú ese informe. – propuso Teresa. – Lo haría yo, pero en caso de que se enterara Quiñones, sería como enfrentarme directamente, ya que fue a mí a quien dijo que se ocupaba él.

-Por supuesto – afirmó Carmen – Me interesa mucho ese tema. Y si necesitas que llame a alguien, no dudes. O que vaya a ver a algún juez. No le digas nada. Y Teresa, tú no sabes nada de que lo vamos a hacer.

-Me pongo a ello.

-¿Te ha faltado al respeto? ¿A alguna de las dos?

-No me hace ni caso. Pasa de lo que le digo. – reconoció Patricia

-Cuando le vea se lo digo. Eso no se lo permito a nadie.

-Por cierto. No encuentran en el laboratorio las pastillas que tomaba Jorge. No han podido analizarlas.

-Pues sin ellas…

-Los análisis de Jorge, siguen dando casi las mismas dosis de esas sustancias que permanecen almacenadas, por decirlo así, en sus riñones e hígado. Su funcionamiento no acaban de … entenderlo. Manzano está en contacto con la Doctora Campos, que es una especialista en drogas. Creen que sigue teniendo efectos en Jorge. Es como si ante determinadas circunstancias, entraran en acción. Como si se liberaran y entraran en el riego sanguíneo.

-Eso sería casi como una droga inteligente.

-Sí. A lo mejor por eso, con lo de Galder, permaneció imperturbable y sereno. Y dio hostias con alegría.

-Esa puede ser la causa de que en la notaría y en el parque se pusiera tan nervioso.

-O que en la embajada actuara como un matón, insisto. Creo que lo del parque y la notaría es más porque no entraron en acción.

-No sé que decirte. Esas drogas le hacían convertirse en un pelele, en un alma en pena.

-Puede que aparecieran cuando ha estado en situación … nerviosa. Vamos, cuando perdió los papeles.

-De momento, Carmen, lo que opinemos es especular. Hasta que no nos cuente un especialista la composición exacta de esas pastillas y sus efectos…

-Se cargó a Galder a hombros. Y cuando me lo encontré no parecía ni cansado. Galder no está gordo precisamente, pero tampoco es liviano.

-¿Cómo está por cierto?

-Está… no sé que le pasa. Está… como… no sé explicarlo.

-Para mí desde lo de Javier, se acabó. No quiero saber nada de él. Fue una decepción. Espero que encuentre a alguien que le de dos hostias. Las que le he perdonado yo. – Patricia fue rotunda diciendo lo que pensaba de Galder.

-Entonces debíamos haberle dejado en esa sesión.

-Por mí sí. Él se lo ha buscado. Todo parece que lleva a eso. Y me callo, que no es nuestro caso.

-Es el hijo de Olga.

-Con Olga, al fin del mundo. Si me lo pide Olga, lo que me pida. De mí, no abro ni la boca por él. Lo siento. Es parte… tiene gran parte de la culpa de cómo está Javier ahora. Y a ese Sergio, pienso investigarlo a conciencia. No quiero que…

-Ya ha estado Jorge con él hoy. Se lo ha pedido Javier.

-No me jodas que…

-Parece que sí. Estuvo en las “novatadas” de la uni. Uno de los juguetes.

-¿Y le dejas a Javier…? Otra comedura de coco, como si lo viera. Aritz, otro que bien baila, Galder, el pobre Ghillermo y ahora… de repente todos esos fantasmas aparecen por los alrededores de Javier.

-De momento le está haciendo bien – dijo Carmen con cautela. – Dime de todas formas lo que habéis descubierto, que os conozco.

Teresa y Patricia se miraron.

-Es quien dice ser. No pasa como con Rubén. Desde los siete años, empezó a tocar el violín. Es un prodigio. Hasta que un buen día, hace unos meses, lo dejó. – explicó Teresa. – Es de familia de dinero de Salamanca. Patricio Plaza y Natividad de Plaza, sus padres. Mucho dinero e influencias. Ha estudiado con los mejores profesores de violín una vez acabada la carrera en el conservatorio. También toca el piano. Y por las notas que sacó en el Conservatorio, lo hace muy bien. Aunque su instrumento principal es el violín.

Teresa dio por terminada su exposición. Carmen notó que se guardaba algo. Abrió los brazos invitándola a seguir. Al final como no se decidía, se lo preguntó directamente.

-¿Me lo vas a contar?

Teresa suspiró. Sacó una tablet y puso un vídeo. Se lo acercó a Carmen.

Ésta abrió mucho los ojos y se llevó la mano a la boca.

-¿Esto está al alcance de todos? – preguntó Carmen.

Patricia se levantó de su silla y miró por encima del hombro de Carmen. Resopló indignada.

-No. Está en la Dark Web. Ya lo había visto hacía tiempo. Pero no conocía al protagonista. Cuando vi una foto que le sacó Aritz, me acordé. Y lo busqué. Me ha costado, porque encontré muchos vídeos de ese tipo… y verlos para ver si aparecía Sergio no es… plato de gusto. Por más que los veo no me hago inmune.

Carmen le devolvió la tablet sin terminar de ver el vídeo.

-Todos van tapados. Salvo los juguetes. ¿Conocemos a los dos que están con ese Sergio?

-De momento no. Pero… paciencia. El cuarteto que toca al fondo, puede que sea más fácil. Al menos sabemos que son músicos. Los otros dos, los que son vejados junto a Sergio, a saber.

Patricia miró su teléfono. Estaba recibiendo mensajes.

-Javier vuelve a Madrid. Tardará diez minutos en llegar a su apartamento. Allí está Sergio esperando. Jorge y Carmelo con Martín que se les ha unido, estarán todavía un buen rato. Parece que se han encontrado con media ciudad en el restaurante. Me dice que parecían…

-Las estrellas que son – zanjó Carmen con una sonrisa. – ¿Sabéis que os digo? Que ya es hora de largarnos. Es casi la una de la madrugada. Voy a tomar posesión de la casa de Javier. Toda para mí.

-Pensaba que ibas a ir al karaoke.

-Me apetece más el sofá del salón. Un buen pelotazo, unos bombones que me compré ayer en Mallorca, y un buen libro.

-Te copio la idea – dijo Patricia.

-Yo tengo que ver a mi querido marido.

-Seguro que te ha preparado la cena y …

Teresa se levantó riéndose. Dio un beso a cada una de sus compañeras a modo de despedida y se fue hacia su mesa para recoger sus cosas.

Patricia hizo un gesto con las mano señalando a su compañera.

-El que me diga que eso de que el amor es ciego es mentira, le contaré el caso del impresentable del marido de ésta.

-Ya se desengañará. Tranquila.

-Mientras no pase de nivel…

Patricia dejó en el aire su pensamiento, y salió del despacho de Carmen.

Les había costado mucho localizar a dos de los músicos que aparecían en el vídeo de Sergio Plaza. Las indicaciones que les había dado David, el primero que encontraron, resultaron ser falsas. A David le habían dicho que eran de Guadalajara. Fernando y Raúl hicieron un par de viajes allí y visitaron todos las academias, escuelas, el conservatorio de música… las tiendas de instrumentos musicales… Helga se dedicó también a pasearse por las tiendas y las academias de Madrid… sin resultado. Al final, cuando casi habían perdido las esperanzas de tener éxito, Helga tuvo suerte y una alumna del conservatorio los reconoció.

-Son de Burgos. Viven allí. Solo vienen para alguna actuación. Son muy raros. No se relacionan con casi nadie. Son un poco chulos además. Y no es que sean los mejores músicos del mundo. No son un Joshua Bell o un Nuño Bueno.

-¿Y eso? ¿Por qué crees que se comportan así?

-Deben tener amigos… importantes.

La joven hizo un signo de la mano para indicar que sobre todo se refería a que eran ricos.

-¿Cómo cuales?

-El profesor Gurpegui. Ese es la llave para llegar a los de la pasta.

-¿Heraclio Gurpegui? – Helga quería estar segura de que no había otro profesor Gurpegui.

-¿Lo conoces? – la chica se mostró inquieta.

-Tranquila, solo de oídas. No es de mi círculo de amistades y descuida, que no lo será nunca.¿Me puedes decir algo de ese hombre?

-Mejor me callo. Ya te he hablado demasiado.

La joven música no le dio la oportunidad de requerir alguna precisión más. Se alejó de ella como alma que lleva el diablo.

Fernando y Raúl se encargaron de nuevo de intentar localizar en Burgos a esos dos chicos, de nombre Humberto y Rafael. No les fue fácil hacerlo. Un profesor del conservatorio les dio un correo electrónico.

-No es seguro que contesten.

-¿Todo esto no es muy raro?

-Lo es. Fueron alumnos míos. Son buenos músicos. Les ofrecí tocar en la Sinfónica de Burgos. Parece que era poco nivel para ellos. Tuvieron oportunidad de entrar en la Orquesta de Castilla y León. Pero tampoco lo consideraron. Hubo algo que les cambió completamente. Se han convertido en dos personas con ínfulas de maestros. Y no lo son.

Raúl fue el encargado de camelarse a la encargada de la administración del conservatorio para que le diera los nombres completos de los dos músicos.

-Eran muy majos – le dijo la mujer.

-Camila, di lo que piensas. No va a salir de aquí.

-¿Se han metido en algún lío?

-Queremos evitar que lo hagan. Queremos ayudarlos. Digamos que, entre tú y yo, no frecuentan buenas compañías.

Mientras Raúl hacía esas gestiones, Fernando se dedicó a recorrer las principales escuelas y academias de música. Encontró a algunos profesores que los conocían. En una de ellas estuvieron dando clases a niños unos pocos meses.

-Pero lo dejaron. De repente parecía que no era un trabajo digno para ellos.

Cuando Fernando y Raúl se encontraron en el hotel, cambiaron impresiones. Al final decidieron llamar a Javier para contarle.

-¿Queréis que vaya?

-No han contestado todavía al correo. No sabemos si ni siquiera van a aceptar encontrarse con nosotros. Ya hemos localizado donde viven. Vamos primero a probar por las buenas. Si no, les haremos una visita.

Por la mañana, al encender sus portátiles, encontraron la respuesta a su correo. Una hora, un sitio. Todo muy escueto. Llamaron a Javier para informarle.

La cita la concertaron los músicos en el Pasarela, un bar que está en la Av. del Arlazón, una de las principales avenidas de Burgos que bordea el principal río de la ciudad. Los policías decidieron ir con tiempo. Se pidieron unos cafés y unas napolitanas para acompañar.

Acabaron su desayuno a la hora que habían quedado. Pero no apareció nadie. Cuando pasaba media hora de la cita, Fernando decidió mandarles un correo electrónico. A los pocos minutos, el correo les rebotó. No existía la cuenta.

Fernando sonrió para sí.

-Estos son bobos. Han eliminado la cuenta del correo electrónico.

Llamaron a Javier para contarle las novedades.

-Vamos a sus casas.

-Tranquilos. Dejadlo. Está claro que esos no están en disposición de ayudarnos. Id a ver la Catedral y las Huelgas. Coméis en algún sitio guay y os volvéis.

-Me pudre no echarles un ojo.

-Ya mandaremos a alguien ante el que tengan que agachar la cabeza.

-¿Jorge?

-Veremos – dijo Javier enigmático.

Jorge Rios.