Necesito leer tus libros: Capítulo 121.

Capítulo 121.-

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-Pareces otro, cariño.

Abril miraba desde la puerta de la sala de maquillaje como Gracia y Anselmo iban convirtiendo al comandante Garrido en alguien completamente distinto.

-La clave está en que te muevas de la forma que te he dicho. El bastón debes llevarlo firme. La pierna recta. Es importante que tengas bien claro cual es la pierna mala. El bastón siempre en el brazo contrario. Debes dar la impresión de que llevas media vida andando así.

Carmelo le estaba dando las últimas instrucciones.

-Eso no te preocupes. Es la pierna que me rompí hace años. Solo voy a cambiar la muleta por un bastón. No sabes lo que me costó cuando me curé, volver a andar normal.

-Todavía hay días en que cuando se levanta por la mañana, anda igual que entonces. – apuntó su mujer.

-No enseñes demasiado la palma de la mano, verán que no tienes callo del bastón.

-No creo que se fijen en esos detalles. El bigotillo éste, ¿No se caerá?

-No. Tranquilo. Y es muy sutil y ligero. Ni te molestará ni se caerá. El tinte del pelo se irá en cuanto te duches y te des este champú especial. Deberás enjabonarte un par de veces. – le explicó el estilista.

-Debes parecer un viejo verde – apuntó Carmelo. – Un hombre con dinero que se acaba de enterar por un amigo, que es posible acostarse con actores jóvenes y famosos. Y siempre acompañado por Fabio, tu … “secretario”.

-Es importante que emplees a menudo el subterfugio de “jugar” – Carmen intervino. – Luego, deberás cambiar al de acostarse. El protocolo que siguen es el de pasarlo a Willy o uno de sus compinches y luego éste se lo traslada al actor elegido.

-Si Álvaro está todavía entre las opciones, elígelo a él. – propuso Javier.

-O a Eduardo Lamalla. O a Manu Cantar. – añadió Carmen.

-Puede que fuera mejor elegir a uno que no esté en nuestro radar.

-Es más peligroso. No te veo acostándote con él. Deberías justificar que al final, no consumas.

-Pero Fabio puede hacer los honores. Un viejo verde que le gusta ver follar a su secretario con otros.

-¿Como en “Si te dicen que caí”? – Carmen fue la que hizo la referencia literaria.

Garrido asintió con la cabeza.

-Bueno, ya está. – dijo Anselmo que acababa de darle los últimos toques al pelo.

-Vamos entonces – dijo Garrido levantándose del sillón.

-No tengas prisa. Tienes todo el tiempo del mundo. Conviene que te dejes ver por el hotel donde te alojas. Y que Fabio y tú cojáis confianza. Lleváis tres años juntos.

-Eso no se consigue en diez minutos.

-Tienes el mejor coach, Carmelo.

-¿Yo? – el aludido no parecía que ese cometido estuviera entre sus planes para el día.

-¿Quién mejor? – Carmen abrió los brazos para apoyar su aseveración.

-Pues un fabulador. Aquí lo que de verdad se necesita es una persona … un escritor. Jorge por ejemplo. Debe inventarse una biblia para esta relación y para dar alma a estos personajes.

-Todo esto llevará tiempo. No creo que aguante con este disfraz muchos días.

-Creo que deberás despedirte de tu familia durante semanas.

-No me tomes el pelo, Carmen.

-No te lo tomo. – dijo Carmen con aplomo, aunque el gesto de la comisaria indicaba lo contrario.

-En qué hora me he dejado liar.

-Si en el fondo te gusta.

-Llama a Jorge, anda. Cuanto antes empiece antes acabaremos. Esto … va a ser largo. Yo que pensaba llegar en diez minutos a esa agencia y …

-Estás un poco desentrenado en operaciones encubiertas.

-Llama a Jorge. A ver si en unos días tiene preparado eso que dices. ¿Biblia?

-Es la historia de los personajes. Cuando haces una película, para saber como es tu personaje y con los que te relacionas, debes saber las razones que tienen para actuar como actúan, como han llegado a ser lo que son. Por qué cojean, por qué les gustan los hombres, o las mujeres, por qué no soportan ver a la gente escupiendo. O por la razón por la que las patatas con chorizo es su plato favorito.

-De donde viene tu dinero. Dónde vives en Valladolid.

-No te demores, llama a tu marido. – Carmen miraba a Carmelo con sorna.

-Llámalo tú, no te jode. Sois vosotros los que …

-Como te pones, Carmelo, querido. Ya le llamo, ya.

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Mientras llegaba al hotel en un coche de la empresa de Elías, la que se encargó del transporte en la fiesta que organizó Jorge en la Dinamo, ya había llegado al correo de Garrido la biblia que le había confeccionado Jorge. Miró asustado el reloj: apenas habían pasado dos horas desde que Carmen había hablado con él. No estaba en Madrid, así que no iba a poder acercarse. De los ensayos se iba a encargar Carmelo, no de muy buen grado. Había tenido que llamar a su representante para cambiar unos compromisos que tenía esa tarde.

-A lo mejor es una primera experiencia como director, luego te gusta, y la próxima serie que hagas también la diriges. – bromeó Garrido.

-Ni de coña. – la respuesta de Carmelo fue rotunda. – Veremos si produzco otra serie después de Tirso. Lo mío es actuar. Cada vez lo tengo más claro.

-Pero esto que ha enviado Jorge, no es solo la biblia. Tienes … es un guion completo.

-No sé si seré capaz de aprenderme … tienes razón, hay hasta diálogos.

-Si lo consigues, te ayudará mucho. No se trata que los repitas como un loro. Hazlo tuyo. Pero escucha lo que te diga tu interlocutor, no vaya a ser que él o ella no quieran seguir el guion de Jorge.

-No creo que pueda ser natural diciéndolos.

Carmelo suspiró resignado.

-De eso me encargo yo. Jorge sería mejor para eso también, pero está con otras cosas.

-Me conformaré entonces contigo.

De nuevo, la rechifla había asomado a la forma de hablar de Garrido. En el fondo, a pesar de sus quejas, empezaba a pasarlo bien. Esa experiencia le iba a divertir. Y así luego podía presumir en sus cenas de amigos o compañeros de haber recibido clases del mismísimo Carmelo del Rio, con guion de Jorge Rios.

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En el hotel le esperaba Fabio, con una maleta con sus cosas. Carmelo había elegido el “Only You Boutique” de Barquillo, el escenario en el que descubrieron el pastel de los problemas económicos de Álvaro. Era un hotel donde Carmelo tenía confianza por haberlo usado a veces en su época de follador impenitente. Conocía bien el hotel. Como el personaje que iba a interpretar Garrido era un hombre adinerado, reservaron para él durante un mes la Suite del Ático. Tenía la ventaja de la terraza y de que no era zona de paso. Se evitaban el peligro de encuentros no deseados en los pasillos. O de que alguien rondara por allí en busca de chismorreos. No obstante, habían diseñado un plan de seguridad para que Garrido estuviera protegido siempre. Dos de sus hombres convenientemente trajeados, harían guardia en el pasillo de acceso. La suite estaba convenientemente aislada del exterior por medio de inhibidores y otras mediadas de seguridad que eliminaban la posibilidad de que nadie escuchara, viera o grabara nada.

Fabio no parecía muy contento con esa performance. Javier le había obligado a hacerla. Era el pago por arreglar con uno de sus clientes un pequeño affaire que tuvo, robándole unas joyas. Fabio era un prostituto de lujo que a veces, se dejaba llevar por lo del “lujo” y buscaba atajos para llegar a ser un día el cliente, no el puto. No era mala persona, pero … tenía algunos impulsos que le hacían perder el norte. Esa vez, se pasó de la raya. Y el cliente al que le robó no era precisamente un alma de la caridad. Era un hombre con bastante mal carácter que no soportaba que nadie se le subiera a las barbas.

Javier lo conocía de hacía muchos años. Con Fabio, también había tenido contacto por otros asuntos. Le caía bien, aunque sabía de sus impulsos inconvenientes. No siempre actuaba así, pero había algo que con ciertos clientes, no podía controlar. El comisario estaba convencido que eso solo lo hacía cuando el tipo era bronco o mala persona. Javier le había sacado de muchos de esos problemas haciendo que esas personas retiraran la denuncia; estaba seguro que otros muchos no se habían atrevido a denunciar. Javier no lo entendía, porque muchos de esos hurtos eran de cosas que no le iban a llevar a ser rico.

Fabio no mostró ninguna simpatía por su supuesto jefe, Garrido. Se mostró hosco cuando se encontraron. Tuvieron que fingir que ya se conocían y que Garrido era eso, su jefe. Aunque a Carmelo le gustó, porque al menos todos los que lo presenciaron, tuvieron claro que jefe y empleado, no se llevaban bien. Y que Garrido tenía razones para estar enfadado con Fabio por su huida para seguir de juerga unas horas más.

-Quiero que quede claro que no estoy de acuerdo con nada de todo esto. Me parece una patochada y que todo va a salir de puta pena. Y me alegraré. Que se joda el Javier ese.

Al menos esperó a estar en la habitación y que el botones se fuera para soltarlo con tono enfadado. Garrido sacó entonces unas esposas y se las enseñó.

-¡Métetelas por el culo! – le esperó Fabio.

Garrido agarró el bastón que llevaba por la parte de abajo y lo usó como un bate de béisbol. Le dio un soberano golpe en sus posaderas.

-¡Cabrón!

-Eso. Métete en el personaje.

-Como me vuelvas a pegar …

-¿Qué?

Garrido volvió a levantar el bastón esgrimiéndolo como un bate.

-Ese sofá es tu cama.

-¿Dormir en el sofá?

-Eres el criado, no lo olvides. Y es un sofá cama.

Carmelo asistía divertido a la escena. No le hacía tanta gracia tener que bregar con ese Fabio. Javier le había dicho que pondría todo de su parte para que saliera bien. Aunque pudiera ser que la opinión del comisario fuera una visión optimista de la situación.

-Sr. del Rio – un botones había llamado a la puerta. – Estos son los documentos que nos ha pedido que le imprimiéramos.

-Gracias – Carmelo miró la placa que llevaba enganchada en la chaqueta – Rodric. Me gusta su nombre.

-¿Podría sacarme una foto con usted?

-Claro.

Carmelo se puso al lado del botones y se sacaron un selfie.

-Muchas gracias.

-Ten.

Carmelo le dio un billete de veinte euros.

-¡Gracias!

Carmelo se aseguró de que la puerta quedara cerrada antes de darse la vuelta y enfrentarse a sus “actores”.

-Ahí tenéis vuestras copias del guion.

-Vaya mierda.

-No me toques los cojones, Fabio – era Carmelo el que mostraba ahora su enfado. – Te advierto que como me cabrees, vas a echar de menos el bastón de Garrido y el calabozo. Creo que conoces la fama que tengo, así que procura portarte bien los días que dure esto. Y aplicarte. O si no, a parte, correré la voz de que eres el peor puto de Madrid. O mejor, diré que tienes ladillas o el SIDA.

-Estoy depilado.

-Mejor para ti.

-Nada. Creo que es mejor que cambiemos de planes. – Garrido había tomado la iniciativa. – No lo veo, Carmelo. Fabio no está preparado. Tiene miedo, es lo que le pasa. Va a enfrentarse a una agencia que le hace la competencia. No … en realidad está perdido. El miedo es libre. Lo sabes, Carmelo.

-Puede que tengas razón. Llamaremos a otro … le llamo a Javier y le digo que Fabio no nos sirve. Creo que conocía a otros jóvenes que se dedicaban a ser acompañantes de lujo.

-Oye, oye. Que estoy aquí. ¿De qué vais? ¿Queréis quitarme de en medio?

-Eres tú el que lo quiere hacer. Tú te estás quitando de en medio. Nunca me ha gustado trabajar con alguien que no quiere hacerlo. Si he detectado a alguno en mis rodajes, los he echado a patadas. Tú eres uno de esos. Vicias el ambiente. Esto es complicado. Estamos hablando de personas que obligan a prostituirse a personas que no quieren hacerlo, porque les han engañado con un dinero. Tú has elegido tu profesión. Y eres bueno trabajando. Eres buen amante y buen acompañante. Lo sé, algunos amigos han estado contigo. Pero tomas malas decisiones. Puede que necesites ayuda. Javier te la da siempre. Eso puede cambiar. Está en tu mano que eso no suceda y además, hacer algo por ayudar a los demás. Y no me digas, que te estoy viendo, que a ti no te ayuda nadie. Te remito a mi frase anterior. No te hagas la víctima.

-Sois unos cabrones.

-Lo que tú digas. Si no estás seguro de poder hacer lo que te pedimos, ahí está la puerta. Te repito: no trabajo con nadie que no quiera trabajar.

-Soy mejor actor que tú, hijo de puta. ¿O te crees que el noventa de mis clientes me molan? Todos unos viejos babosos y reprimidos que no saben ni comerla. Y todos salen satisfechos y pensando que son los hombres de mi vida. Eso es una actuación de diez. Vuelven y pagan más.

-Vale. Eso es lo que queremos que hagas.

-¿Con quién hay que follar?

-¿No sabes actuar sin follar?

-Tranquilo. Si se da, te dejamos follar. Conmigo de espectador, claro.

-Un viejo mirón.

-Ese es mi papel, sí. Te puedo asegurar que por muy bueno que seas, no me pones nada. – Garrido no pudo evitar mirarlo con un poco de guasa.

-Déjame un par de días y verás …

-¡¡Céntrate, cojones!! No tienes que conquistar a Garrido.

-¿Estás seguro que en esa agencia no te conocen?

-Solo trabajan con actores y otras celebridades. Para aparecer en sus boletines, debes acreditar televisión. Pero son un timo. Se quedan con casi la mitad. Parte lo cobran pretextando otros servicios o gastos.

-¿Conoces a algunos …?

-Sí. Algunos que hicieron el camino de ida y vuelta. Eran putos antes, tuvieron suerte y pillaron con alguien famoso que los sacó del anonimato, fueron a televisión y luego acabaron de nuevo de putos, pero ganando la mitad que antes. Y eso que su caché era el doble.

-Vale. Puede que sea interesante que alguno de nuestros hombres hablen con ellos. ¿Nos podrías poner en contacto?

-¿Qué saco yo con eso?

Garrido volvió a levantar el bastón a modo de amenaza.

-¿Un bastonazo en los cojones?

-Menudos dos os habéis juntado. Sois inaguantables – Fabio miraba alternativamente a Garrido y a Carmelo.

-Dios santo, dame paciencia. – Carmelo miraba al cielo.

-Me choca esa expresión en tus labios – Garrido miró al actor con gesto socarrón.

-Jorge, que me pega su dramatismo.

-No disimules. Eres una puta beata – Fabio le miró retador.

-Garrido, pásame el bastón. ¿Te he dicho que hice de jugador de béisbol en una de mis películas? No veas el swing que tengo.

-¿Eso no es de golf?

-Da igual. El resultado es el mismo: los cojones doloridos por un golpe con el bastón. Tu eliges.

-Me rindo. Pero ya me vengaré, ya.

Garrido volvió a esgrimir el bastón y le volvió a soltar un golpe en las posaderas.

-¡Joder, que haces daño!

-¿Quieres más?

-Vale joder. Vamos a empezar. No puedo estar muchos días sin trabajar. La peña se va a olvidar de mí.

-Recuérdame que llame luego a Javier para agradecerle que nos haya traído a este mentecato.

-No te preocupes, si no, le llamo yo.

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Personajes:

Luciano Aguirre: 45 años. Lesión en su pierna derecha. Accidente de moto. 15 operaciones para recuperar parte de movilidad. Desde entonces está amargado. Apenas ha tenido parejas. Como tiene dinero, lo suple pagando a chaperos para tocarlos. En el mismo accidente quedó impotente. No pude tener erecciones. Desde hace tres años, decidió tener un “asistente”. Vive en Valladolid, en la Acera de Recoletos 11. Un piso señorial en un edificio señorial. Su patrimonio alcanza los 239 millones de euros.

Fabio Vastro: 22 años. Chapero. Empezó con 16. Luciano estuvo con él varias veces antes de proponerle que se convirtiera en su asistente. En principio dijo que no, pero un cliente que le partió la cara, le convenció de ello. Aún así, siempre parece estar enfadado. Aunque discute mucho con su jefe, lo defendería de quien fuera. Él aunque es exigente, lo ha defendido a él. Y eso, le llegó al alma.

Escena 1: Ext. Mañana soleada. Gran Vía de Madrid a las puertas del edificio de oficinas que alberga la agencia de acompañantes. Fabio se apea del coche para ayudar a su jefe a bajarse. Esa mañana está especialmente dolorido en su pierna.

¡¡Cuidado!! Desde el momento de bajar del coche, tener presente que habrá cámaras y micrófonos. No abandonar el papel en ningún momento.

Fabio:

Sería mejor que lo dejara para otro día.

Luciano.

Te he dicho que no. Se me pasará. (tono hosco, enfadado – Durante unos segundos esgrime su bastón a modo de bate).

Fabio:

Lo que usted diga. Va a pagar algo de lo que no va a disfrutar.

Luciano:

¡Idiota! Eres tú el que va a disfrutar. Yo solo voy a mirar.

Fabio:

Lo que usted diga.

Luciano se apoya en Fabio y en el bastón. Apenas puede mover la pierna. No ha querido tomar sus analgésicos. Empieza a notar que le han creado adicción y cada vez le hacen menos efectos.

Fabio lo mira con pena, pero tiene cuidado de que su jefe no lo note. No quiere recibir un bastonazo.

Fabio:

Debería darle una hostia y llevarlo al hotel. No puede con su alma.

Luciano:

No te pago para pensar, idiota. Te pago para que te desnudes y te la peles en mi honor.

Fabio:

Lo que usted diga.

Luciano:

Encima que te voy a buscar un amante famoso.

Fabio:

Serán de medio pelo. No creo que un famoso de verdad se venda para follar por dinero.

Luciano:

Tú que sabrás. Me han asegurado que son de primer nivel. Actores. Y algún futbolista. Músicos.

Fabio:

Ya verá como son de medio pelo. No creo que Álvaro Cernés se postule para follar conmigo.

Luciano:

Pues me han dicho que sí. Y el tipo que me lo ha dicho es de fiar. Un tipo de San Sebastián. Quedó con él.

Fabio:

Si es el de esa empresa … valiente tipejo presumido. No tiene donde caerse muerto.

Luciano:

No hables así de mis amigos.

Escena 1: (cont) Int. Entran en el edificio. Hall amplio estilo antiguo. Ascensores al fondo. Suelos de mármol brillantes. Mucho movimiento de personas entrando y saliendo.

Luciano tiene un pequeño traspiés, le ha fallado la pierna. Fabio ha podido controlarlo y evitar que cayera al suelo. Lo mira con pena.

Fabio:

No se ha tomado las pastillas.

Luciano:

Eso ni te va ni de viene, niño.

Fabio:

Claro que me va. Si le duele mucho estará inaguantable.

Luciano:

Eres un insolente. No sé como te aguanto.

Fabio:

¿Porque nadie a parte de mí lo hace?

Luciano:

Tú que sabrás. Tengo muchos amigos.

Fabio:

Ninguno le aguanta dos tardes seguidas.

Luciano se intentó enfrentar a su asistente, pero cuando se soltó del brazo de Fabio, volvió a perder estabilidad. Fabio lo cogió de nuevo del brazo y lo mantuvo firme. Luciano pulsó el botón del ascensor con el bastón. Como no acertó a la primera, acabó por darle un par de golpadas. Fabio le cogió la mano y le obligó a bajar el bastón. Se acercó al botón y lo pulsó él.

Fabio:

Hay que tratarlo con suavidad.

Luciano volvió a mirarlo con asco. Pero se contuvo. Empezaba a estar ligeramente mareado por el dolor. Nunca le daría la razón a su asistente, pero la tenía: debería haberse quedado en el hotel, y haberse tomado una pastilla al menos.

Fabio:

Una cosa es que se tome el máximo que le dijeron, y otra es que no se tome ninguna, jefe.

Luciano:

Te he dicho un millón de veces que no me llames jefe. D. Luciano estará bien.

Fabio:

Lo que usted diga Jefe.

Escena 2: Int. Ascensor. Moderno. Van al quinto. Oficina 521. No dicen nada. No suben solos.

Escena 3: Int. Apartada en un recodo, para llamar menos la atención, está la agencia. Es la última. Llegan a la puerta. Caminan despacio. La puerta se abre al llegar ellos. Un joven les recibe con una sonrisa.

Recepcionista:

¡Pasen! Les he visto llegar por las cámaras. ¿Quiere que le ayude D. Luciano?

Luciano:

No necesito ayuda ¿No lo ves?

Recepcionista:

Claro. Discúlpeme. La Sra. Cabanilles les atenderá en unos momentos. Síéntese D. Luciano en esa butaca.

Luciano:

Solo veo una butaca. ¿Y mi ayudante?

Recepcionista: (sorprendido por la reacción del cliente)

Ahora acerco una silla.

Luciano permaneció de pie mientras el recepcionista acercaba una silla. Cuando lo hizo, Fabio maniobró para que su jefe se sentara en ella. No le gustaban las butacas porque le costaba levantarse más. Fabio, una vez acomodado su jefe, se sentó en la butaca sin acabar de recostarse. Su jefe daba la sensación de que se iba a caer en cualquier momento. Tenía la cara crispada por el dolor. Al final se decidió y sacó un bote de los analgésicos que tomaba y una botella de agua. Sacó una cápsula y se la tendió para después tenderle el agua. Luciano se lo pensó, y tras un momento en que valoró darle un golpe en la mano, cogió la cápsula y se la metió en la boca. Pegó un par de tragos de agua para ayudarse a tragarla. En pocos minutos, su mejoría fue palpable. Fabio respiró aliviado.

Escena 4: la dueña de la agencia entra en la sala de espera. Mujer de unos cuarenta años. Bien vestida. Ropa de marca. Pantalones y blusa. Mujer acostumbrada a dominar la escena.

Sra. Cabanilles.

Don Luciano. Bienvenido. Perdone la espera.

Fabio ayuda a Luciano a incorporarse. La mujer ignora al asistente. Tiende la mano al hombre que le corresponde con decisión.

Sra. Cabanilles.

Espero que nuestro recepcionista le haya atendido adecuadamente.

Luciano:

¿Recepcionista? Sí, sí. Muy amable. (tono condescendiente, como de no haberse dado cuenta de su existencia)

Le guía a su despacho. Hace un amago de dejar fuera a Fabio, pero Luciano con una mirada dura, la convence de que eso no es una opción: Fabio va donde vaya él. La mujer inicia la exposición de los servicios que su agencia ofrecen al público. Solo habla de un servicio de acompañantes, para cenas, para pasear o para acudir a eventos.

Luciano:

Señora como se llame. No me haga perder el tiempo. Usted seguro que estará muy ocupada y yo también. No he venido por eso. He venido a buscar un joven famoso para jugar. Sexo.

Sra. Cabanilles:

Pero según nuestra investigación, usted …

Luciano:

Me gusta mirar y tocar. Fabio se encargará del trabajo de campo. Es un buen amante, se lo aseguro. Y está bien dotado. Le he entrenado en lo que me place.

Sra. Cabanilles.

Me temo que ese tipo de servicio no lo ofrecemos. No es … habitual.

Luciano.
Me han dicho que ofrecen todos los servicios posibles. Todos.

Sra. Cabanilles.

Creo que su informante está equivocado.

Luciano no dijo nada. Su gesto era de contrariedad y de enfado. Se apoyó en el bastón e intentó levantarse. Fabio se apresuró a ayudarlo. La mujer lo miró sorprendida.

Luciano:

No perdamos el tiempo. Usted seguro que es una mujer ocupada. Fabio, llama al chófer. Nos volvemos al hotel.

Luciano volvió a apoyarse en el brazo de Fabio. En la otra mano, el bastón. Parecía que la pastilla le había hecho efecto y sus dolores se habían mitigado. La mujer lo miraba con gesto duro.

Sra. Cabanilles:

¡Espere! Todo es cuestión de hablarlo.

Luciano, girándose ligeramente sin acabar de enfrentarse directamente a la mujer:

O sí o no. Es fácil. Ha dicho que no. Me gustan las cosas claras. No me gusta perder el tiempo ni hacérselo perder a nadie.

Sra. Cabanilles:

Puede que a lo mejor …

Luciano:

¿Sí o no? Decídase. No tengo el cuerpo para tonterías.

Sra. Cabanilles.

Tome asiento de nuevo, por favor.

Luciano:

¿Sí o no? No me ha respondido. Y con actores protagonistas, de primer nivel. No me maree enseñándome fotos de actores de medio pelo que han hecho media serie en un papel que duraba tres minutos en pantalla.

Sra. Cabanilles.

Le advierto que eso es caro.

Luciano:

No me ofenda, por favor. Me ha investigado. No creo que mi situación financiera ofrezca ninguna duda. Me está insultando. ¿Sí o no?

Sra. Cabanilles.

Sí. Vuelva a sentarse por favor. En un momento le enseño nuestros actores VIP.

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Manu Cantar había sido el elegido. Eduardo Lamalla al parecer estaba ocupado. Álvaro seguía apareciendo entre las ofertas de la agencia, aunque al pedirlo, le dijeron que tampoco estaba disponible en ese momento.

-Está rodando ahora. Es un trabajo exigente que requiere todo su esfuerzo y dedicación.

Garrido permaneció imperturbable.

-Avíseme cuando esté disponible. Me interesa.

-Su caché.

-No me vuelva a insultar, Sra. Como se llame.

La reunión no dio para más. Don Luciano hizo la transferencia en el momento. Era la costumbre de la agencia, según la Sra. Cabanilles. La mujer intentó luego dulcificar la premura en el pago, pero Garrido se levantó y sin decir nada, apoyado de nuevo en Fabio, salió de la oficina. Ni siquiera se despidió de la mujer.

Cuando Manu Cantar llegó al piso del hotel en el que estaban alojados Garrido y Fabio, dos de sus hombres perfectamente trajeados, haciendo las veces de los escoltas privados de Don Luciano, le hicieron meterse detrás de un biombo para desnudarse completamente.

-Al jefe le gusta que entres desnudo completamente. Sin pendientes, sin colgantes, anillos, pulseras.

-Pues vale – dijo el actor mostrando su incomodidad.

Una vez desnudo y con su ropa en el pasillo, le franquearon la entrada en la habitación. Fabio lo esperaba en la puerta con un albornoz para que se tapara.

-No soy de piedra. – bromeó el asistente de Don Luciano. – Soy Fabio. – le plantó dos besos sin dudar. El actor no parecía muy cómodo.

Fabio lo acompañó a la terraza donde estaban Garrido y Carmelo.

-¡Manu!

El aludido pareció relajarse al escuchar una voz conocida y reconocer a su compañero al girarse.

-No esperaba que estuvieras – saludó a su colega.

-No quería dejarte solo. – Carmelo le sonrió acercándose para abrazarlo.

-Esto es una pesadilla. Te juro que …

-Ya estamos más cerca del final.

Garrido se había levantado y también había ido a su encuentro.

-Te presento al Comandante Garrido. Trabaja con Javier en este caso.

-¿Comandante?

-Guardia Civil.

-Yo creía que este caso lo llevaba la Policía y que no …

-Somos un caso raro – sonrió Garrido. – Javier y yo lo hacemos todo a medias. Compartimos nuestros casos.

-¿Y ahora que hacemos?

-Si nos cuentas como ha sido que te contacten … lo que te han dicho … si te han pagado o te han informado de lo que hoy ha disminuido tu deuda con ellos …

-Tened. – les tendió su móvil – Todo está ahí. Haceros copia, los mensaje desaparecerán en unas horas.

-¡Qué timo! Me han cobrado más del doble. Y me han advertido que si quedo contento y se me ocurre gratificarte, que sea a través de ellos. Hasta de las propinas quieren sacar tajada.

-Eso no lo sabía – el rostro de Manu Cantar mostraba a las claras la furia que sentía al conocer esa novedad.

-Por cierto, que sepas que en la ropa que llevas, y en la medalla, tienes cámaras. – Carmelo miraba el móvil al decirle eso.

-¡No jodas! Os lo olíais. Por eso lo de desnudarme. Y yo que pensaba que era para el solaz de los vigilantes.

-Lo siento. Además, Pol y Eric, mis hombres hoy, no son de los que les gustaría disfrutar contigo. Pero si lo prefieres, la próxima vez, los cambio por dos que sí.

-Yo sí que disfruto – dijo Fabio levantando la mano. – Si quieres podemos pasar un rato agradable.

-En otra ocasión no te digo que no.

-¡Lástima!

-Cuéntanos, por favor. Queremos saberlo todo.

-No es tan distinto a lo de Álvaro o lo de Gonzalo Semtí.

-No con todos siguen el mismo protocolo. Hasta dónde sabemos, Ricardo no ha dado el paso a tener sexo con los clientes, por ejemplo.

-Ni Gonzalo tampoco. – apostilló Carmelo la primera afirmación de Garrido.

-No lo sé. No es algo de lo que hablemos. Si me preguntan, no lo reconozco. Pero era la única forma de pagarlo de una manera rápida. Tengo que aprovechar que han renovado mi serie “Al alcance del cielo”. Así tengo unos meses más de estar en el candelero. A otros compañeros se les ha ido la fama tan rápido como les llegó y les han bajado su caché. Es ridículo lo que dedican a quitar deuda.

-¿Cuanto te prestaron?

-Ciento setenta mil. Para la entrada a una casa. Ya la he puesto a la venta. Me he dado cuenta que no me gusta y es enorme para mí. Y lo peor de todo, es que no me gusta. No me gusta. Pero me ofrecen la mitad de lo que me costó. Creo que la agencia inmobiliaria me está timando. La hipoteca me está matando además. Y el banco no quiere saber nada de cambiar las condiciones.

Carmelo sacó una tarjeta.

-Es nuestro abogado, el de Jorge y el mío. Te ayudará. Dile que vas de nuestra parte.

-¿Y qué va a hacer?

-Cambiarte el piso de agencia, encargarse de negociar con los posibles compradores. Y negociar con tu banco. Ayudarte a salir del entuerto.

-¿Álvaro también ha dicho que sí a tener sexo con los clientes? – preguntó Garrido.

-No me lo ha dicho, pero lo hizo. Lo hace. Lo sé. Hemos compartido algunos clientes. Me lo han dicho.

-¿Lo hace?

Carmelo lo miraba con gesto duro.

-Quiere devolveros el dinero lo más rápido posible. O le ha cogido el gusto. No le digáis, por favor que os lo he contado. No sabe que lo sé. Con algunos clientes parece que … le cayeron bien. No lo sé, es tontería buscar … no sé sus motivaciones.

-Que idiota es.

-Quizás necesite centrarse de nuevo. Esto no … te descoloca, Dani. Acabas por no saber quien eres ni lo que te gusta. Creo que, al menos en mi caso, el sexo no será igual nunca. Estar actuando siempre. En tus trabajos y en tu vida particular. Es agotador. Ya no sé quién ni qué me gusta. Y lo peor, es que te da vergüenza, por lo que no lo puedes contar a nadie.

-Cuéntanos de ti, anda. Aprovecha que lo sabemos y que no te vamos a juzgar.

-¿Tenemos tiempo?

-He pagado por pasar toda la noche contigo – dijo Garrido. – No puedes salir de aquí hasta mañana por la mañana. Tenemos tiempo.

-También es cierto. No sé por dónde empezar.

-¿Qué te llevó a llamar a la Unidad de Javier sin identificarte?

-Cuando vi el mensaje con la foto del portal de Álvaro. Y la amenaza. Os lo juro, me cagué encima. No soy valiente, lo reconozco. Parezco un tipo decidido, hecho a sí mismo. Y es verdad, me lo he currado yo solo. Pero no me van las peleas ni la violencia. Nunca. Y me he criado en un barrio complicado. Pero he huido de esas cosas. Iba a decir mi nombre, pero me dio miedo. Pero era claro que cualquiera de vosotros, Álvaro, Ricardo, tu mismo Dani, ibais a reconocer mi voz.

-Nos tendrás que decir los clientes con los que has estado y has llevado la ropa que te han dado en la agencia. Tendremos que avisarles que a lo mejor, han sido grabados.

-Veré que puedo hacer. Muchos de ellos fingían ser otras personas. Pocos me dijeron su nombre verdadero.

-¿Te apetece beber algo? Me iba a preparar un pelotazo – Fabio se había levantado e iba hacia el mueble bar.

-No te digo que no. Así se me suelta la lengua. Vodka con naranja, por favor.

-¿Carmelo? ¿Garrido?

-Gin-tonic. ¿Te animas Rui?

-Sí. Otro. Dinos Manu. ¿Cuándo empezó todo?

-Pues …

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-¡Tía Claudia!

Ignacio sonrió feliz de ver a su tía caminando sola hacia la mesa en la que estaba sentado en la librería “Sueños y Esperanza”. No solo era librería sino que también era un café – bar. Su hermano Adonai le había hablado de ella y desde que lo hizo, se había hecho asiduo. Además, sabía que Jorge Rios solía ir de vez en cuando y estaba ansioso por coincidir con él. De momento no había tenido suerte, pero esperaba que eso cambiara algún día.

Ignacio llevaba una temporada larga con pensamientos negativos de continuo. Su novio Beni lo convenció para dejar a su familia e irse a vivir con él. Durante una temporada, estuvo asustado por la posibilidad de que Ignacio le diera un susto cualquier día e intentara acabar con su vida. Los padres de Beni se volcaron con el chico y le buscaron un psiquiatra que se encargó de encauzar poco a poco el ánimo del joven.

Aunque había dejado a su familia, no había roto con ellos. Con sus hermanos se veía frecuentemente. Con su madre menos, pero no era porque no la quisiera, sino porque pensaba que la ponía en un compromiso con su padre. A éste era al que no quería ver ni en pintura. Solo con que le nombraran delante suyo, su ánimo bajaba muchos enteros en la cotización de la vida. Adonai era el encargado de organizar las reuniones de los hermanos. Aunque Edric últimamente se había acercado alguna vez él solo a verlo. E Ignacio, había ido a escucharlo en todos los conciertos en los que había participado. Se sentía orgulloso de él. Con catorce años, era más decidido que él. Había tomado las riendas de su vida buscando la manera de hacer lo que le gustaba, fuera de las miradas de su padre y de sus amigos. Y lo mejor de todo es que lo había conseguido.

A una de las personas que echaba de menos era a su tía Claudia. No era en realidad su tía, pero la sentía así desde siempre. Había estado malita, como decían para no nombrar su enfermedad, y no la había visto en muchos meses, aunque sus hermanos le habían ido informando de su estado. La temporada que todos pensaron que no lo iba a superar, lo pasó muy mal. Claudia siempre había sido una mujer que lo había escuchado. Y a parte, Ramiro, el hijo de Claudia era de siempre su mejor amigo. Desde que cayó en la depresión, de hecho se quedó con el papel de su único amigo.

Ignacio se levantó y fue al encuentro de su tía. Ésta se paró en medio de la calle y abrió los brazos para recibirlo. Se fundieron en un abrazo muy apretado. Claudia agarró la cara de su ahijado con las manos y se lo quedó mirando unos segundos antes de comerle la cara a besos.

-Me da igual si eres mayor ya para los besos de tu tía.

-Lo que los he echado de menos, Claudia. Me puedes besar siempre que quieras. Es más, quiero que me beses todos los días.

-Pues eso estaré encantada. Y si le dices a mis hijos que no es mala cosa, te lo agradeceré.

-No seas injusta, tía. Que sabes que se dejan besar con gusto. Pero se tiene que hacer valer.

-¿Eso te dice tu amigo? Que jodido él. La madre que le parió que soy yo. No, en serio, estoy orgullosa de ellos. Se han portado como héroes con mi enfermedad. Han estado ahí y han disimulado su incomodidad cuando me han visto en los días malos. Pero en esos era cuando más estaban a mi lado y me cogían la mano y me la besaban. Eso me … – la voz se le quebró a Claudia. No pudo seguir hablando.

-Y Garcés siempre ha gustado de abrazarte.

Claudia volvió a acariciar la mejilla de Ignacio. Éste seguía rodeando la cintura de su tía con los brazos.

-¿Me dejas tomar un té contigo? Veo que no ha venido tu madre.

-O sea que lo teníais preparado. Ya le echaré la bronca a mi madre que no me ha dicho nada.

-Era para darte una sorpresa. Además, todavía estoy un poco renqueante y todos los días no acabo de tener fuerzas para estas cosas. No quería que me esperaras y al final no poder acercarme. Te advierto que hoy ha sido la excursión más larga que he hecho.

-Pero dime y voy a verte. No lo he hecho por no molestar.

-Ignacio, no me fastidies. Siempre puedes ir a verme. Y si tu amigo, a la sazón mi hijo, te ha dicho otra cosa, le voy a dar una colleja cuando me lo eche a la cara.

-A lo mejor es que está celoso – Ignacio sonrió con un poco de guasa.

-Podría ser, ahora que lo dices. Me voy a pensar eso que me has dicho.

Claudia se apoyó en el brazo de su ahijado y caminaron los dos hacia la mesa que ocupaba en la terraza de la librería-café. Se pidió un té y otro café para Ignacio. Éste empezó a lanzarla un ciento de preguntas sobre como estaba.

-Pero de verdad, tía. No me dores la verdad, no soy un débil.

-Estoy mucho mejor, de verdad. Y hoy al verte y sentirte tan cambiado desde la última vez, tan lleno de vida … no sabes lo preocupada que me has tenido.

-Ha sido duro. No te miento si te digo que si no llega a ser por Beni y por Rami, no sé si ahora mismo estaría aquí.

-Cada vez que pienso en lo que has sufrido … y en como te lo has guardado todo … y sigues haciéndolo. Deberías soltarlo todo. Todo. Para saber con quien nos jugamos los cuartos.

-Por tu forma de hablar, parece que alguien te ha contado.

-No, tu amigo no ha sido, te lo aseguro. Te es fiel hasta por encima de su madre. No soy tonta. Juanito me contó ciertas cosas de tu padre. Unos desencuentros que han tenido y la forma que ha decidido imponer su criterio. Como trata a parte de sus alumnos y como les chantajea para obligarlos a hacer sus designios. Como tiene a parte de la profesión agarrados de sus cojones.

-¡Tía! ¡Ese vocabulario! – Ignacio se sonrió seguramente pensando en lo que iba a decir – Pues va a ser verdad que estás muy recuperada. Ya has recuperado tu léxico directo y sin complejos.

Claudia le dio un manotazo cómplice en el brazo. Pero no se olvidó del tema del que hablaba. Quería acabar lo que quería decir a su sobrino.

-Y como he tenido mucho tiempo para pensar, he hilado una teoría que me he guardado, estate tranquilo.

-No le digas nada a mi madre. Está muy enamorada de mi padre y …

-Tu madre sabe. Iba a decirle la verdad, cuando me enteré de ella, claro. Hasta que Juanito me contó … vivía en la inopia. Pero tu madre es … muy importante para mí. Sin ella y sin mis tres hombres, no creo que hubiera superado la enfermedad. Bueno no cantemos victoria. Estamos en proceso. El caso es que no me parecía bien que no supiera los manejos de tu padre. Juanito no era de la misma opinión. La de contarle a tu madre.

-Claro que la vas a superar. Porque ahora me voy a unir a tus tres hombres para mimarte y darte besos. Y cogerte de la mano y acompañarte a dar paseos. Y al cine. Echo de menos ir al cine contigo.

Ignacio obvió el tema de su padre. No le apetecía entrar en él.

-Es verdad. Tenemos que repetir. Mis hijos eso de meterse en una sala a oscuras, no les ha gustado nunca. Así que tú y Adonai me dabais la excusa de tener compañía para ir al cine.

-Y ver las pelis de dibus y de acción que te gustan.

-Es que todos en mi entorno, parecen tan cultos tan …

-¿Estirados?

-Eso.

-¿Tienes compromiso para comer?

Claudia enarcó las cejas.

-¿Qué me propones?

-¿Comes conmigo? Conozco una hamburguesería … y así te presento a Beni. Trabaja en ella.

Claudia abrió mucho los ojos y sonrió.

-Me parece el mejor plan que me han propuesto en mucho tiempo. Tengo ganas de conocer a tu Beni.

-No te dejes embaucar por mi hijo que es un liante.

-¡¡Mamá!!

Ignacio se levantó de un salto y abrazó a su madre.

-¿Cómo estás cariño?

-Bien mamá. Estoy mejor, sí, no me mires así. No te miento. Y ahora que he visto a mi tía como ha mejorado, estoy todavía mucho más animado . Hoy parece que todo son buenas noticias.

-Tengo que pedirte perdón, hijo.

-¡Mamá! No me gusta eso que dices. Siempre me has querido.

-Sentaros, anda. Me va a doler el cuello de miraros hacia arriba. – Claudia sonreía feliz. – ¡Camarero! Un té para mi amiga por favor.

-No te has pedido pastas.

-Te estaba esperando a ti.

-Si eres tú …

-Pero me sirves de excusa. Así si me ve alguien puedo decir que son para ti.

Siguieron bromeando durante un rato. Los tres estaban a gusto. Ignacio reconoció que era uno de los días más felices de los últimos tiempos.

-No me miréis así. Es cierto.

-Lo que te decía antes es verdad, cariño. Tengo que pedirte perdón. He sido ciega y sorda durante toda mi vida. No debería haber permitido …

Adela se echó a llorar. Ignacio se quedó sin saber como reaccionar. Claudia se acercó a su amiga y la cogió las manos.

-No te flageles, Adela. Yo tampoco me he dado cuenta de nada. No podemos arreglar eso. No podemos cambiar el pasado. Ahora estás tomando decisiones importantes. Eso es lo que puedes hacer. Juan Ignacio ya ha organizado ese concierto benéfico que le dijiste. Tocarán el concierto de violín de Sibelius.

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-Y en la segunda parte, el concierto de Beethoven. Y la fuga como propina.

-Menuda paliza para el violín. Me imagino que el violín será ese chico, Sergio Plaza.

-A lo mejor comparte la cabeza de cartel. Dídac Fabrat dirigirá la orquesta de Castilla y León.

-Es buena orquesta.

-Lo es.

-¿Podemos ir a ver ese concierto? Me gustaría conocer a ese músico.

-Claro. Y te sentarás a mi lado. Invitaré también a los abuelos.

-¿De verdad?

-No quiero que tengáis que verlos a escondidas. Que yo no me lleve bien con ellos, no quiere decir que os quiera privar de su cariño.

Ignacio se quedó sorprendido con las afirmaciones de su madre. Parecía que su tía iba a tener razón y que había cambiado mucho.

-Sé que el abuelo queda contigo de vez en cuando.

-Me propuso irme a vivir con ellos. Y ocuparse del psiquiatra y de mis gastos. Pero le dije que no. Estoy bien con Beni. Y no quería contrariarte.

-No sé como contestar a eso. Como reaccionar. Es que … ¿Ves por qué quiero que me perdones? No has …

-Mamá. Te has ocupado de mí. Lo sé. No lo has publicado en El País, pero lo has hecho. No me chupo el dedo. Y tienes a Adonai de informante. ¿Que hayas estado ciega con papá? Es lo que tiene el amor. Ahora con Beni, me doy cuenta de ello. No soy capaz de ser imparcial respecto a él. Sus errores, los perdono todos. Los disculpo y los defiendo ante sus amigos o su familia. Él hace lo mismo conmigo. Y que el abuelo a pesar de todo nos vea, lo sabes. Te has hecho la tonta, pero lo sabes.

-Quiero que dejemos de jugar a hacer las cosas a escondidas. Puede que lo supiera, sí. Pero quiero que a partir de ahora, no haga falta ocultarlo. Quiero ir a ver a Edric tocar. Quiero que vengas tú y tus hermanos y los abuelos a ese concierto que patrocina por cierto, una de las empresas de tu tío Constantino.

-¿El tío Juan se ha atrevido a contrariar a papá organizando ese concierto benéfico? Y con el tío Constantino de patrocinador.

-Se lo pedí yo.

-Pero mamá … no sabes de lo que es capaz papá.

-Claro que lo sé, cariño. Vi con mis ojos como amenazaba de muerte a Dídac y a Jorge Rios.

-¿De muerte?

Ignacio tenía el gesto demudado. El color de su cara lo había abandonado.

-Cariño, se lo pedí yo. A tu tío Juan. Que organizara ese concierto. No se lo pedí, se lo exigí. Escuché parte del concierto de ese chico con Dídac y tres compañeros. Dídac ya sé de lo que es capaz hace tiempo. Es un genio. Todos lo sabemos. Pero ese Sergio … y esos otros músicos damnificados también por los “negocios” de tu padre … No lo puedo permitir. Ahora que lo sé, no lo puedo …

-Pero mamá, no sabes … papá …

-Mañana voy a ir a ver a una policía.

-¿Policía? Los tiene a todos comprados.

-No, Ignacio. – Claudia había tomado la palabra. – No a todos. A los que va a ver tu madre, no los tiene en el bote. ¿Por qué nos miras así?

-No sabéis lo que habéis hecho, tía, mamá. Os habéis puesto una diana en la cabeza. No quiero que os pase nada.

-Y nada nos va a pasar – Claudia habló de nuevo con tono seguro. – Es lo que deberías hacer tú. Puedes acompañarnos.

-No, no … lo siento. No … no estoy preparado. ¿Vais a ir las dos? ¿A la policía?

-Si tu madre me ha acompañado a la quimio, no voy a dejarla sola ahora.

-Papá puede ir a casa y …

-He cambiado las cerraduras. No podrá entrar.

-¿Has cambiado las cerraduras?

-¿De qué te extrañas? Tú mejor que nadie sabes que tu padre …

-Por eso, porque sé de lo que es capaz, mamá. Te va a arruinar. Eso como mal menor.

-No puede tocar mi dinero. Ya no.

-Tiene hackers. Se saltará la seguridad y te lo quitará todo. Y a los abuelos y al tío Constantino.

-Que los utilice. Así cavará su propia tumba.

-Tranquilo, sobrino. Hemos tomado precauciones.

-No lo conocéis, tía. No …

La cara de terror que tenía Ignacio era una clara demostración del miedo que sentía por su madre y por su tía.

Jorge Rios

Necesito leer tus libros: Capítulo 118.

Capítulo 118.-

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Para sorpresa de Fernando, no le hicieron esperar en la residencia de Nuño. Dijo su nombre, la encargada de la recepción miró en el ordenador y le indicó con el brazo la dirección del jardín.

-Creo que ya conoce el camino – le dijo sonriendo. – Está donde siempre. Nuño es de costumbres fijas.

No acababa de estar seguro de como afrontar este pedido de Jorge. No había sabido como decirle que lo que le pedía … no era de su agrado. No había vuelto a tener noticias de Nuño desde aquel día que pasaron la noche juntos. En su casa. Y ahí estaba, haciendo frente a una situación que le incomodaba sobremanera.

Todos habían tomado la decisión de parar durante un par de días. Fernando, el primero de esos días , lo había pasado durmiendo en casa. No se había levantado ni para comer. Sobre las siete de la tarde, se duchó y salió a la calle para buscar algo de merendar. Se decidió por un McDonald’s. Le apetecía una buena hamburguesa con muchas patatas. Posiblemente le hubiera apetecido otra cosa, pero la hamburguesería tenía la ventaja de que estaba a dos pasos de su casa. Y para otras posibilidades, le hubiera gustado contar con la compañía de alguien. No le apetecía molestar a nadie. Él estaba agotado, pero el resto no estaba mucho mejor que él. Y desde hacía ya unos meses, sus relaciones se circunscribían al ámbito de su trabajo.

Después de comer, se le ocurrió ir al Pianola’s. Cogió el metro hasta Ibiza. Casi se pasa de estación, porque estaba distraído. No podía apartar de la mente esa primera estampa del primer chico que encontraron empalado en la finca de Vecinilla. Aunque en realidad, el que le seguía obsesionando era el chico de León, David, el que se fue de Madrid huyendo y al que secuestraron en su refugio para tirarlo a la basura en esa misma finca. Luego, cuando todo se tranquilizó un poco, estuvo charlando un rato con él. Acabó abrazándolo y consolándolo mientras lloraba. No hacía más que pedirle perdón por no haberle contado sus miedos. Fernando se lo había recriminado por un impulso. Se arrepintió de ello al instante, pero le había dolido tanto saber que no había confiado en ellos … que le salió solo. Lo compensó estando con él hasta que se lo llevó la ambulancia. Su reacción primera no fue si no una consecuencia del sentimiento de culpa que crecía en su interior. Por no haber sabido leer en él lo que necesitaba.

Al llegar al bar, estuvo tentado de darse la vuelta. Se le habían quitado las ganas de entrar. Se fumó un cigarrillo en la puerta. Y al final se decidió. Se pidió un ron con Coca-Cola. Ni Jimena ni Levy estaban trabajando a esa hora. Mejor, así no tenía que justificarse ni que mantener conversaciones obligadas que no le apetecían. El bar estaba tranquilo. Se sentó en una mesa y empezó a disfrutar de la música. Un hombre se acercó a ligar con él, pero se lo quitó de encima enseguida.

-Lo siento, hoy no soy buena compañía.

De nuevo, su mente volvió a la finca de Vecinilla. Todos esos chicos. No quería ni pensar qué hubiera pasado con ellos si no se llega a empeñar Aitor en acercarse a ese predio. Ahí pudo ver de nuevo en acción a Jorge. Y comprobar una vez más lo que repetía a todos los que le preguntaban: Jorge era especial con esos chicos en persona. Irradiaba seguridad, amor, cercanía … su cara, que expresaba un amor incondicional, su lenguaje corporal, que ya antes de que abriera los brazos y rodeara a esos chicos con ellos, hacía sentirse a todos los que le observaban, abrazados y queridos y cuidados. Y para acabar, esas palabras susurradas al oído que conseguían que el destinatario se sintiera único en el mundo. Rara era la persona que ante esos susurros, no se emocionaba y acababa llorando a moco tendido en sus brazos.

Todas esas dotes que mostraba el escritor, las había empleado para pedirle que fuera a buscar a Nuño, para convencerlo para que saliera de nuevo de la residencia. Y a que tocara. No había vuelto a hablar con él desde aquella primera vez que Nuño atendió la invitación del escritor y cenaron todos juntos en el restaurante de Biel. El mismo día que tocó de nuevo el violín con Sergio. Y por fin, como colofón de la noche, Nuño y él se fueron a su casa y pasaron la noche juntos.

Fue una velada memorable. Fernando recordaba pocas noches como esa. Fue un sexo, a ratos pausado, a ratos efervescente. Con muchas caricias, con muchos besos. Nadie le había besado como Nuño. Nadie le había tocado como él. Parecía intuir los puntos en los que Fernando disfrutaba más. Y supo enseñarle sin decir con palabras, lo que a él le hacía sentir mayor placer.

Pero solo fue eso, una noche de sexo. De amor, de … llámalo X. Alguna vez había tenido la tentación de llamarlo aunque fuera para charlar. Pero al final se había arrepentido. Él seguía teniendo una pica de amor clavada en el corazón desde los dieciocho. Un amor imposible. No lograba liberarse.

De todas formas, Nuño no era una posibilidad realista. El día que recuperara la salud, volvería a su carrera de músico. Recorrería el mundo tocando el violín y emocionando a todos sus escuchantes. Él no tenía sitio en su vida. Tendría que dejarlo todo, seguirlo por el mundo y convertirse en un mantenido; y su profesión le gustaba demasiado. No sabría como enfocar su vida si dejaba de ser policía. No era un trabajo, era una vocación. Una vocación además, en la que había tenido que superar graves contratiempos.

Sin darse cuenta, usó la misma estrategia de Jorge para acercarse a Nuño. Caminó despacio, lo hizo de tal forma que el violinista lo viera enseguida, que no se sorprendiera. Estaba leyendo. Como no, una novela de Jorge. Pero se dio cuenta de que no era “La casa Monforte”. Eso, pensó, quería decir que ya la había acabado. Cuando estaba a pocos metros vio que leía “Las gildas”. Parecía que desde que el escritor comentó a alguien que le daba pena que nadie le hablara de esa novela, todos se habían puesto a releerla.

Nuño sonrió. A Fernando le dio la impresión de que había descubierto antes su presencia, pero no había querido dejar de leer hasta acabar el capítulo. Su sonrisa no era tampoco grandiosa. A Fernando le pareció de compromiso. Se levantó y cuando Fernando estuvo a su lado le dio un beso en la mejilla. Eso fue un signo de cómo quería llevar su relación con Fernando. Y éste cogió la indirecta al vuelo. Una vez más se arrepintió de haberse dejado convencer por Jorge.

-Me han dicho que sois héroes.

-En todo caso lo son otras personas. Yo solo acompañaba.

Nuño hizo una mueca de fastidio. A Fernando le había salido un tono un poco cortante. No había sido su intención. Empezó a pensar que a lo mejor se debía tomar unos días libres e irse a su tierra, a Castilla La Mancha. A perderse en alguna casa rural.

-Perdona, estoy un poco cansado. Estás releyendo “Las Gildas”.

-Sí. Para darle gusto a Jorge. Es deliciosa.

-Lo que pasa es que no tiene malos malos, ni buenos buenos … la gente normal es la que se pasea por sus páginas.

-Lo has expresado muy bien. ¿Y que te trae por aquí?

-Ya sabes, un pedido del escritor.

-Me da pena que sea por algo de Jorge. Me hubiera gustado que hubieras venido solo por verme.

-Y a mí. Te lo prometo.

Fernando buscaba una escusa plausible, pero no encontró ninguna. Se quedó callado, con los hombros levantados.

-Cuéntame de esos chicos.

Nuño le hizo un gesto para que se sentara en el banco. Fernando le empezó a contar de ellos. De como los encontraron y de como los sacaron de esos agujeros.

-¿Todos son músicos?

-Y todos de cuerda. Chavales de unos veinte años aunque algunos no parecían tener más de diez. Los habían anulado completamente. Eran un despojo humano, necesitados de cariño, de apoyo, de respeto. Muchos de ellos veían la muerte como una salida, como un deseo para dejar de sufrir.

Nuño se indignó.

-Habrá que hacer algo con ese Mendés.

El tono empleado por Nuño fue cortante. Fernando se quedó mirándolo. Nunca le había escuchado hablar así. En esas pocas palabras, se había notado odio, asco, y hasta un cierto matiz autoritario. Le había dado la impresión de que le recriminaba a él y al resto de sus compañeros que ese “maestro” del violín siguiera haciendo la vida difícil a los alumnos que acababan en sus manos.

-En ello está Javier. Pero recuerda que nosotros de ese Mendés y de sus amigos, nos hemos enterado hace unas semanas y de casualidad. Por Sergio, de hecho. Todos sus compañeros, saben. Todo el mundo de la música clásica, sabe. No han dicho nada. Ninguno se ha acercado a nosotros para denunciar. O avisar. De los chicos que encontramos, hay de al menos tres años, tres promociones. Si los que saben no abren la boca, nosotros poco podemos hacer. Si los otros profesores, callan, si los familiares, los que sufren sus chantajes …

-Puede que algunos hayan ido a denunciar y se han encontrado con un grupo de personas que les esperaban a la salida de la comisaría a la que habían acudido para darles una paliza. O acabaron en los calabozos con diez gramos de cocaína en algún bolsillo trasero del pantalón o en su mochila.

-Tú lo sabes. Otros muchos también. Algunos conocéis a Javier. A Olga, que es una melómana convencida, con conocidos en el entorno de la música clásica. No creo que nadie tenga dudas de que Javier, Olga, Carmen, Matías, Garrido, se iban a ocupar. Y que con ellos, la posibilidad de que los denunciantes acabaran en los calabozos, era nula.

Fernando había ido endureciendo su tono al hablar. No le había sentado bien que Nuño pusiera en duda a sus compañeros. Que esa trama de los músicos tenían protectores, lo sabían. Pero eran los pocos. El resto de la Policía y Guardia Civil estaban para defender a esos músicos y a cualquier víctima. Que esas manzanas podridas sirvieran para generalizar, no lo entendía. Y menos en boca de Nuño, que presumía y llamaba hermano a Javier. Y que a más, era hijo de un reputado juez, con el que Javier tenía una buena sintonía en el trabajo y también en lo personal.

-¿Qué quieres que haga?

-Ya te habrá llamado Jorge, ya lo sabes. Todos te conocen. Todos esos chicos, me refiero. Eres una especie de ídolo para ellos. El mejor violinista de la época. Una inspiración para sus carreras. No creían a Jorge cuando les contaba en ese agujero inmundo donde los encontramos, que te conocía y que te había oído tocar el violín con Sergio. Sergio es uno de ellos. Podía haber sido el siguiente en acabar en ese agujero. Esto no lo sabe nadie, pero unos amigos del escritor desbarataron los planes que tenían de secuestrarlo, o de matarlo directamente. Como la Guardia Civil y nosotros montamos un operativo para desbaratar los planes de alguien para matar a Jorge y a todos los compañeros que vamos junto a él. La cosa podía haber acabado mal.

-¿De eso de Jorge …?

-No sabemos quien lo organizó. De momento. Es una posibilidad.

Nuño no dijo nada. Al menos relajó un poco su cuerpo, que hasta entonces había estado tenso. Se le notaba enfadado. Aunque al policía se le escapaba el motivo. Llegó a pensar que era por él, por no haberlo llamado desde su noche de amor. Pero tampoco había sucedido al revés. Y si Nuño era un cazador, un hombre orgulloso, él también tenía un punto de ello.

-¿Va a ir Sergio?

Fernando miró su reloj.

-Llegará en veinte minutos. Javier está con él. Es importante para Sergio. Estar con sus compañeros. Con un par de ellos, había tenido trato. Con otros, lo habían tenido algunos amigos suyos. Te hablaría Jorge de ellos. Le ha insistido a Javier de que fuéramos todos. Javier ya te he dicho que también va. Sergio quiere presentárselo a sus colegas. Para que vean que un buen policía vela por ellos.

-¿El ruso y el coreano?

Fernando asintió con la cabeza.

-Vamos. No estoy seguro de que no sea mala idea ir, pero no puedo pasar de ello. Ya tengo demasiados cargos en la conciencia.

Helga y Raúl los esperaban a las puertas de la Residencia. En esa comitiva improvisada también iban Carla, Flip, Mario, Jermy y Lucy. Nuño apenas los saludó con un ligero gesto de la cabeza. Fernando iba pensando en como en general, la gente tenía siempre dos caras. Esa cara de diva de Nuño, de persona creída seguramente debido a su maestría con el violín, no se la había notado en las veces que había acompañado a Jorge. De todas formas también había que considerar que esa forma más dulce de comportarse pudiera deberse precisamente a la presencia del escritor. Lo que le preocupaba ahora a Fernando es que no fuera una reacción a la forma de ser de Jorge, sino una estrategia para engatusarlo.

Al llegar al hospital, Nuño se bajó del coche y se fue directo a la puerta, sin esperar a nadie. Durante el trayecto no había abierto la boca. Fernando se bajó corriendo y fue a dar la vuelta al vehículo. Pero Helga le detuvo. Les hizo una seña a sus compañeros que corrieron detrás del músico.

-¿Y éste es el famoso doble de Javier? De cara y de cuerpo, puede. De maneras y de educación, a kilómetros.

-Si ya le viste la otra vez …

-Ya, pero estaba Jorge. A lo mejor es un clasista. Vamos, te invito a una limonada en ese bar de ahí. Te va a dar un ataque de ansiedad si sigues a su lado cinco minutos más.

-A lo mejor debería ir …

-Que le den. Ya se ocupa Flip. Ya sabe dónde están los niños.

Helga le empujó ligeramente hacia donde le había indicado. Fernando no estaba convencido, pero se dejó llevar. Su misión estaba cumplida.

-Luego subes y saludas a David. Es importante para él saber que le has perdonado por no confiar en nosotros y contarnos sus miedos – le dijo Raúl para convencerlo antes de salir corriendo siguiendo la estela ya lejana de Nuño y el resto de sus compañeros.

Un coche se detuvo a su lado. Los dos policías lo miraron porque les resultó conocido. De él se bajó Javier. Se quedó mirando a Fernando. Cerró los ojos y negó con la cabeza.

-Perdónanos a todos por haberte metido en una situación incómoda. Por tu cara me imagino que has conocido al otro Nuño.

-Sí – contestó Fernando de forma seca.

-Me lo llevo al bar a tomar una limonada. – dijo Helga. – El resto del equipo siguen a Nuño, tranquilo. Van Raúl y Flip al mando.

Sergio bajó entonces del coche. Y Aritz que conducía.

-Dídac quiere verme mañana. – el músico se estaba guardando el teléfono en el bolsillo. – Estará unos días en Madrid. Fer, Helga, parecéis enfadados.

Sergio los abrazó por turnos.

-Será el cansancio, no te preocupes. ¿Estás nervioso? – le preguntó Helga.

-Más que en la final del concurso de Moscú, os lo juro. ¿No vais a subir?

Fernando y Helga no supieron que decir.

-Van a tomar una limonada en el bar. Han sido días muy intensos. – les excusó Javier.

-Fer, para ellos será importante verte. Sé que abrazaste a alguno de ellos, les consolaste. Y quiero agradecerte tu entrega y tu forma de abrazarlos. No dejo de pensar que podía haber acabado como ellos. Me hubiera gustado que de haber sido así, tú hubieras sido el que hubiera consolado. Luego me gustaría que te pasaras. Por ellos. A los demás que les den. Incluido a mí.

-Que dices a ti. Eres mi violinista preferido – bromeó Fernando. – Y te juro que si hubiera sido así, te hubiera abrazado fuerte.

-Si hasta conocerme no habías escuchado un concierto de clásica.

Javier no pudo por menos que echarse a reír. La cara con que había dicho eso Sergio, invitaba a ello.

-Venga, vamos. Que se les va a calentar la limonada.

-Si no os importa, yo me uno a vosotros – dijo Aritz a sus compañeros. – ¿Vais a ese bar de la esquina? ¿Al “Árbol”?

-No aparques en la acera como Carmen. – le advirtió Javier.

-Ni se me ocurriría.

Javier guiñó el ojo a Helga y Fernando y empujó a Sergio hacia la puerta.

-Me da que Fer ha conocido a “Nuño el divino” – dijo Sergio con pena cuando éste ya no les podía oír.

-¿Nuño el divino? – Javier estaba sorprendido, nunca había oído esa expresión.

-El Nuño que yo he conocido antes del otro día en el restaurante, era un chulo y un creído. Su saludo cuando me presentaron a él después de ganar el concurso de Moscú, fue un gruñido y darme la espalda. De hecho, ni se acuerda de ese hecho. Solo que gané el concurso. Y apostaría a que lo buscó cuando le llamaste para que me dejara el violín.

Javier hizo un gesto de resignación.

-No sé si ha sido buena idea traerlo.

-Voy a escribir a Jorge para que venga si puede. No quisiera que mis compañeros conozcan solo a ese Nuño que conocí yo en Moscú. Al menos que Jorge les abrace luego para … compensar. O para que se dulcifique un poco el encuentro. Necesitan cercanía, cariño, sentirse … sentir que son importantes para alguien.

-Creo que yo también tengo un poco de ascendiente con Nuño – dijo Javier. – Mira, si ha bajado hasta el director del hospital a saludarlo. – fue lo primero que vio cuando las puertas del ascensor empezaron a abrirse en la planta en donde estaban ingresados los chicos.

-Estará contento entonces – contestó Sergio dándose la vuelta despacio para que el “maestro” no le viera el gesto de desprecio que había aparecido en su rostro.

Nuño estaba en medio de un grupo de personas todas con bata. Javier sonrió a uno de ellos, que le devolvió el saludo y se acercó al policía con paso decidido.

-Javier. Que alegría verte. Te juro que al ver a Nuño Bueno, he tenido que pellizcarme para no pensar que eras tú.

-Óscar, ten cuidado, que yo soy más guapo – bromeó Javier.

-Eso no te lo crees ni tú, hermano – le dijo Nuño que le había oído y que lo miraba divertido y bromista. De nuevo un cambio radical de visaje el gestado en el músico.

Javier y Nuño se acercaron y se abrazaron. Su cercanía era la de siempre. Sergio sonreía a un par de pasos de ellos.

-Si quieren, pueden pasar. Los chicos están expectantes.

Cruz, la enfermera responsable de cuidar a los niños había salido de la sala dónde les habían alojado a todos. Nuño se dirigió hacia allí con paso decidido. Volvía a ser el “divino Nuño”. Javier le hizo un gesto a Sergio, pero éste le indicó que fuera con Nuño, que él se esperaba un rato. El comisario se quedó parado observándolo.

-Vete, no seas pesao. Necesito unos momentos.

Javier dudó, pero al final se dio la vuelta para entrar en la sala, en donde ya estaban Carmen y JL.

Sergio se quedó parado un rato solo en medio del pasillo. Estas cosas eran las que le hacían dudar a veces de seguir en la música. Él no entendía al divismo. Por muy bueno que fueras. Se arrepentía de haber incitado a todos a esa reunión. De haber metido en danza a Fernando y a diez policías más para que Nuño fuera a tocar a esos chicos. De haber convencido a Carmen y a ese Guardia Civil a que fueran para que los chicos los vieran de nuevo.

Estaba pensando en refugiarse en alguna sala de espera, cuando percibió a Irene en uno de los lados, una de las escoltas que solía ir con Jorge. Y también vio a Luisete. Los dos le hicieron un pequeño gesto de reconocimiento. Entonces Sergio sintió una mano en la espalda y un aroma inconfundible a Paco Rabanne. Se giró y sin dudar se abrazó a esa persona.

-Me he equivocado, Jorge.

-En todo caso, lo he hecho yo. Dame un beso, anda.

Sergio no le dio uno, sino unos cuantos seguidos.

-Al que están esperando, es a ti, cariño. Igor y los demás.

-Javier puede hablar ruso como tú con Igor.

-Pero no puede tocar el violín. Ni incitarles a que ellos lo toquen también. Es importante que lo hagan. Corren el riesgo de que las experiencias que han vivido las asocien con la música y no quieran volver a tocar.

-Para eso está Nuño.

-Él no es uno de ellos. Tú sí. Ellos confían en ti. Nuño es un gran violinista, solo eso. Ahora, hay que tocar la tecla de la complicidad, de la amistad, del apoyo. Del cariño. Eso solo se lo puedes dar tú.

-Mira, ahí tienes al maestro, tocando para ellos.

El sarcasmo que puso en sus palabras, no le pasó desapercibido a Jorge. Era curioso como cambiaban las cosas en un momento. Jorge tuvo la certeza de que el día del restaurante, Sergio pensó que Nuño podía llegar a convertirse en su amigo. Hoy se había dado cuenta de que eso no era así. Le había ignorado en el pasillo. No le había dedicado ni un gesto con la cabeza o con la mano. Solo había atendido a los directivos del hospital y a Javier. Por la ventana se veía a Nuño tocando el violín. Todos parecían embelesados. Eso no se le podía negar, su maestría al tocar.

-Quizás un día te pida que le devuelvas el violín a Nuño. Ya no me gusta tenerlo. – Jorge se giró para mirar a Sergio. Parecía furioso de repente. – ¿Has visto a Fer?

Jorge rodeó la cintura de Sergio con su brazo y le atrajo hacia él de forma cómplice. Pero Sergio no estaba en disposición de apreciar esos gestos, mucho menos de abandonarse a ellos.

-No. Pero Helga me ha escrito. Y lo del violín … yo me aprovecharía. Nuño no lo va a necesitar. No creo que retome su carrera en mucho tiempo. No está preparado. Lo del otro día fue un espejismo. Y si la retoma a pesar de todo, me imagino que ya te lo reclamará él. De todas formas, ya has visto que tiene más violines a su disposición.

Jorge no dejaba de pensar mientras miraba a ese Nuño desconocido hasta su conversación con Dídac de hacía unos pocos días. Le jodía que tuviera razón.

-Aún así. – contestó Sergio, señalando el violín.

-Ya hablaremos de eso. Ahora creo que debes entrar, cuando Nuño acabe lo que sea que esté tocando …

-Creo que toca la Primavera de Vivaldi. Todavía le quedan cinco minutos.

-¿Y que tal lo hace?

-Perfecto. – Sergio sonrió con picardía. – Aunque no es una de las obras que mejor le van.

-No necesitas ni escucharlo.

.

.

Sergio se encogió de hombros. Cogió del brazo a Jorge y apoyó ahí su cabeza. Así estuvieron hasta que Nuño acabó de tocar. Todos en la sala parecían contentos con su interpretación. Los directivos del hospital se afanaban en felicitar a Nuño con efusividad. Los jóvenes músicos lo miraba extasiados. Pero ninguno se levantó para felicitarle.

Jorge miraba la escena con pena. No era lo que él había imaginado. Respiró profundo y se quedó mirando al suelo un rato. Al final se decidió.

-Creo que debemos entrar y saludar a esos chicos. Necesitan tu abrazo, Sergio.

-No sé.

-Venga. Entremos.

Alan se adelantó y les abrió la puerta. Le cogió el violín a Sergio y le sonrió. Esa sonrisa del policía le animó. Cuando los chicos miraron la puerta y vieron a Sergio, su cara cambió. Igor se levantó de un salto y fue hacia él. Sergio tuvo apenas tiempo para abrazarlo y sujetarlo antes de que sus piernas le fallaran. Le mantuvo en alto, abrazado. El chico lloraba. Sergio le besaba. Yura se acercó a ellos. Hasta ese momento, había estado sentado en el suelo en una esquina. Los tres formaron una piña.

Jorge miraba la escena desde la puerta. Pero apenas tuvo tiempo de disfrutarla porque Caro lo vio y pegó un grito que llamó la atención de todos. Él y Emilio fueron los primeros en intentar levantarse para acercarse a él. Jorge corrió hacia ellos para evitarlo. No estaban todavía muy fuertes, por lo que había visto en Igor. Se agachó y abrazó a la pareja. Les besó profusamente y les acarició el rostro.

-Que bien os veo.

-Olemos hasta bien – bromeó Emilio.

-¡Urano! – exclamó Jorge al ver al joven. Dejó a la pareja y fue a buscar al chico que tanto le había costado conquistar. Él no había hecho amago de levantarse. Vio a su lado un andador. Se arrodilló enfrente de él. Puso las manos en sus mejillas y le miró un rato a los ojos. El chico se echó a llorar. Levantó los brazos y abrazó al escritor. Éste le apretó contra su cuerpo. No le dejó de murmurar cosas al oído que nadie pudo escuchar. Eran cosas para Urano, solo para él. Palabras únicas para un joven único. Al cabo de un rato Urano se separó.

-Quiero presentarte al resto de los compañeros.

Su voz seguía siendo grave y aguardentosa. Pero como le había pasado con Saúl en su tercer encuentro, al menos empezaba a tener algo de vida. No era monocorde.

-Claro.

-Mira, este es Guido. Y a su lado está Yuma. Junio y Carles. Y Poti.

Jorge fue uno a uno saludándolos. Les miraba a los ojos, les acariciaba el rostro. Les besaba y acababa abrazándolos fuerte. Poti, después de saludar a Jorge, cogió sus muletas y se acercó a Carmen. Ésta le recibió con un beso y abrazándolo. Ya habían estado hablando antes de llegar Nuño. Pero ahora parecía necesitar de nuevo sentir a su salvadora.

-Mira, te quiero presentar a mi mejor amigo. – Carmen lo miraba sonriendo – Se llama Javier.

-Hola Javier. Te pareces a Nuño Bueno. Pero en guapo.

-Que no te oiga, que luego se enfada conmigo.

-No creo. Eres poli. Llevas pistola.

Sergio fue a buscar a Jorge para presentarle a Yura y Jun. Los dos le abrazaron agradecidos. Estuvieron unos pocos minutos hablando. Jorge miraba por el rabillo del ojo a un chico que parecía estar un poco apartado de los demás. Se disculpó y fue hacia él.

-Hola David. Tenía ganas de conocerte en persona.

-¿Te acuerdas que hablamos por teléfono? – había un matiz de sorpresa en su voz, y también de ilusión.

-Claro.

-¿Y Fernando?

-Ahora viene. Ha tenido unos días muy intensos y está un poco cansado. Ha tenido que parar unos minutos para coger resuello.

-Quiero pedirle perdón.

-Él ya te ha perdonado.

-No confié y encima me salva la vida. Y se jugó la suya, según me han contado.

-Mira, ahí está. Parece que te ha oído.

Jorge le hizo un gesto para llamar su atención. Fernando sonrió al ver al escritor junto a David y fue en su busca.

-¡David! Estás estupendo.

Fernando se arrodilló para abrazar al joven.

-¿Ha venido tu amigo de León? – preguntó Jorge al joven músico.

-Sí, pero no le parecía bien quedarse. Está fuera. Es un poco vergonzoso. Pensaba que iba a ser un estorbo.

-Voy a buscarlo – dijo Helga que estaba atenta.

No tardó en volver junto a un joven rellenito, con las mejillas sonrosadas, seguramente por el calor que hacía en el hospital unido a los nervios por entrar en la sala y estar cerca de Jorge y Nuño Bueno. Su nombre Quico. David y él se abrazaron. Los ojos de Quico tardaron apenas unos segundos en humedecerse. Jorge le acariciaba la espalda para consolarlo. Al final se incorporó y sin decir palabra, abrazó al escritor. Luego siguió con Fernando, que no pudo contener la emoción. Para todos era claro que su amor por David era profundo y verdadero. Y esos abrazos era su forma de agradecerles que lo hubieran salvado de una muerte segura.

-Pero una cosa – dijo Jorge en voz alta. – Tanto músico en esta sala ¿Y no escucho ninguna cuerda rasgada ni punteada? ¿O es que me he quedado sordo?

Ninguno pareció hacer intención de hacer nada al respecto. Se miraban unos a otros sin saber que hacer.

-Se me está ocurriendo que a lo mejor estáis confundiendo dos cosas distintas. Una, esos animales que os han privado de vuestra libertad y de parte de vuestra vida. Pero en vuestras manos está el recuperar el resto de ella. Y que sea mejor todavía de lo que era antes de todo esto. Y en vuestra vida, ocupa un lugar importante la música. La música no tiene la culpa de nada. Es más, la música os ayudará.

Jorge se detuvo y miró a Sergio. Alan le acercó el violín. Sergio sonrió. Sacó el instrumento de su funda y se lo puso en el cuello.

-Un momento. Perdón por el retraso.

Dídac acababa de aparecer en la sala. La primera mirada cómplice se la dedicó a Jorge que le guiñó el ojo. Algunos de los chicos se llevaron la mano a la boca que habían abierto sin poder evitarlo. Era claro que conocían su prestigio como músico y compositor. Sergio se acercó a saludarlo.

-Me gustaría que me presentaras a estos colegas – dijo sonriendo el recién llegado.

-Claro.

Sergio se puso a ello. Dídac estuvo hablando unos minutos con cada uno de ellos. Cuando acabó, se acercó a saludar a Javier y a Carmen.

-A lo mejor en unos días tengo algo para vosotros. – les dijo en tono serio.

-Esperamos con ansia tus noticias. – le dijo Carmen.

-Cuando he llegado he oído algo de que os ibais a poner a tocar. – Dídac se había girado hacia los músicos – ¿Me dejáis que me una?

-Claro. – exclamó Sergio en tono alegre.

Parlamentaron los dos unos segundos. Dídac asintió con la cabeza.

-Empieza tú – le indicó a Sergio.

-Me gustaría que me siguierais. Todos. – Sergio les fue señalando con el arco.

Sergio miró también a Yura y Jun. Los dos cogieron sus violines y se dispusieron a seguir a su amigo.

-Hagamos una improvisación. A ver donde nos lleva.

Y Sergio empezó a tocar.

.

.

Jun fue el primero en seguirlo. Yura no tardó. Dídac se unió a ellos. Aquello empezó a sonar verdaderamente bien. Era una canción festiva, alegre. Poco a poco el resto de chicos se fueron uniendo. Igor, que tenía la mano y el brazo brazo escayolados empezó a seguir el ritmo golpeando con su mano buena, primero, y luego con la escayola, la silla que tenía al lado, como si fuera un cajón. Caro cogió su violín. Y Emilio su chelo. Poti y Junio lo mismo. Y sin ser nada preparado y mucho menos ensayado, la sala se convirtió enseguida en un sitio alegre. Carmen empezó a seguir el ritmo con sus palmas. Los directivos del hospital la imitaron.

Jorge miraba la escena emocionado. Alan le miró. Jorge asintió. Sin que nadie se diera cuenta, Jorge salió de la sala y fue hacia los ascensores. Mientras lo esperaba, miró hacia la sala. Desde allí se oía el sonido de la música. Algunos pacientes que paseaban por los pasillos, se quedaban mirando. Unos, seguían el ritmo con los pies. Otros, se unieron a los espectadores de dentro y empezaron a dar palmas.

-¿Cuándo se ha ido Nuño? – preguntó Jorge a Alan.

-En cuanto Sergio ha cogido el violín. Se ha cruzado con Dídac, pero ni se ha parado a saludarlo. Me da la impresión de que ni lo ha visto. No se ha despedido ni de Javier.

Jorge suspiró resignado. Sus planes para Sergio se habían ido al traste. No creía que Nuño volviera a estar dispuesto a salir y tocar con Sergio en la calle. Ni en la calle ni en ningún sitio. Y empezaba a dudar de que ni siquiera le recibiera en la Residencia.

-Hola cariño.

-Otra noche de amor perdida. No viniste.

Jorge se sonrió.

-Pero estaba contigo en espíritu.

-Una mierda. Estabas con ese jodido actor rubio de los cojones. Los de pelo castaño, no nos mira nadie, joder.

-Yo te miro.

-Pero te follas ese actor rubio teñido.

-Pero sabes que te quiero. ¿Me has llamado solo para hablar conmigo?

-No.

-Vaya. Intuyo que me vas a contar cosas desagradables.

-No es culpa mía. Es por la gente de la que te rodeas. Lo mejorcito de cada casa. Y Carmen me quería convencer de que me metiera en un quirófano y saliera con todo el cuerpo escayolado durante meses. No paráis de meteros en follones.

-Tienes dos ayudantes. Así que a lo mejor, por partes, te puedes ir arreglando poco a poco. No me gusta verte sufrir, Aitor. Te quiero demasiado.

-Ya veremos. – Aitor no podía negarle casi nada a Jorge. Y el tono en el que le había dicho que lo quería … – Álvaro.

Jorge se puso tenso.

-No le pasa nada, tranquilo. Dos polis le siguen a distancia. Se los ha puesto Carmen. Pero han intentado hackearle sus redes sociales. Ha sido un intento serio. Varios intentos, para ser exactos. Y de distintos tipos.

-¿Sabes quien?

-Sí. Pero se le van a quitar las ganas de meterse con tu amigo. Le he destrozado todos sus dispositivos. Le he hackeado a él.

-Me interesa saber quién es.

-De la empresa de Arnáiz.

-Mira que bien. ¿Se le puede detener?

-Si quieres, sí. Le he pillado todo su disco duro. Hay para empapelarlo para muchos años.

-¿Sin peligro para ti?

-Tranquilo. Tenía trampas. Una casi me pilla, pero no ha sido el caso.

-Que prefieres ¿Policía o mis amigos?

Aitor se lo pensó.

-Repartamos. Éste a la policía. Se lo dices a Carmen. Cuando hayas hablado con ella, me mandas un mensaje y le mando a su buzón anónimo las pruebas y lo que había en el disco. No les costará probar gran parte de ello.

-Y en ese reparto ¿Qué les toca a “mis amigos”?

-Willy. Y su representante. Van a ir a por Rodrigo Encinar y por Gonzalo Semtí. Dentro de un par de días.

-Mándame la dirección. ¿Cuantos matones llevan?

-Los dos que fueron a por Álvaro. Les soltaron el otro día. Necesitan pasta. Pero no te fíes. Creo que llevarán más. Tienen miedo desde que tu “amigo” les hizo una visita al salir de la cárcel.

-Me ocupo.

-No me gusta que te metas en esos … líos.

-Llega un momento en que no puedo dejarlo pasar, cariño. Esos tipos quieren verme muerto, a parte de sus negocios con esos pobres desgraciados.

-He conseguido la lista. Tienen pillados a más de cuarenta actores. Muchos, después de dar un pelotazo, no han vuelto a trabajar. De que eso ocurriera, también se encargaron ellos. Son unos cabrones.

-Mándame la lista.

-¿Qué vas a hacer?

-Esa parte la va a hacer la policía. Hay que desarticular también a la agencia que proporciona esos encuentros.

-Te acabo de mandar la dirección. En un rato, te mando la lista.

-Gracias amor.

-No me gusta que te pongas en peligro.

-Si me cuidas, voy tranquilo.

-Eso siempre.

-Te quiero Aitor.

-Un beso en los morros, escritor.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 115.

Capítulo 115.-

.

No había discutido con Sergio Romeva pero casi. Jorge había acabado cediendo y aceptando acercarse a la editorial Campero para hablar del tema de su viaje promocional a París, Edimburgo y Londres. El tema principal, a parte de hacer la presentación en esas ciudades de “La Casa Monforte”, era la gran campaña publicitaria que estaba preparando Movistar en París sobre la primera serie que se iba a hacer de las novelas de Jorge Rios. “Tirso” se iba a convertir en una serie importante en el catálogo de Movistar. Ya había llegado a un acuerdo con Netflix para que unos meses después de su estreno en la plataforma española, se viera en todo el mundo. Tenían mucha confianza en que iba a funcionar bien.

Jorge quería desligarse completamente de esos problemas, sobre todo después de la encerrona que le preparó su editora en “El Cortejo”. Una vez asumido que Sergio Romeva y Óliver Sanquirián se ocupaban de todo lo que hacía referencia a la defensa de sus derechos y lo que atañía a sus relaciones con la editorial que le publicaba, quería centrarse en otros temas que le parecían más importantes: Los “chicos de Jorge”, por ejemplo; o empezar a desenredar la madeja de todo ese caso que les rodeaba; sin olvidarse de poner coto a esos intentos de atentar contra Carmelo y contra él buscando a los culpables y a los instigadores. Y sobre todo, quería dejar claro a la Editorial Campero que sus tejemanejes hasta ese momento se habían acabado.

Cada vez estaba más convencido de que sus escoltas habían evitado algunos intentos más de atentar contra ellos de los que él era consciente. De algunos había sido testigo directo aunque no lo habían comentado. Lo tuvo claro el día en que se encontró con Adela, la mujer de Mendés y Claudia, la del programador José Ignacio Represa, en aquel concierto que Dídac organizó delante del Teatro Real. Sergio y él, con otros amigos músicos víctimas de Mendés, fueron los protagonistas. Al final, cuando todos se juntaron para cambiar impresiones, observó los movimientos que hizo la policía en los alrededores. Nacho, el de Roger, también estaba pendiente y marcó a uno de los agresores. Nacho no se hubiera implicado si él no hubiera sido el objetivo. Quizás las palabras que tuvo con Mendés durante el concierto fuera el desencadenante. O hubiera sucedido de todas formas.

Esa reunión, definitivamente, no le apetecía. Pero iban a ir los representantes de Movistar. Y sería un feo que tanto él como Carmelo no acudieran. Esa fue la única razón por lo que tras un largo cambio de impresiones con Sergio Romeva, había aceptado ir.

-¿Por qué no te apetece?

Carmelo lo miraba preocupado mientras tomaban un café en la cocina.

-No quiero verle la jeta a esa Esther.

-Yo pensaba que era Elías el que te preocupaba.

-Ese también – aunque a Carmelo el tono en que Jorge lo dijo le resultó … distinto a otras veces a las que habían hablado de él.

-Me parece que hay algo que se te ha olvidado contarme.

Jorge le contó su entrevista con Esther en “El Cortejo”. Aunque obvió el tema del tal Elías.

-Fue a buscarme.

-Si llevabas días sin ir allí a escribir. Semanas incluso.

-Alguien le avisaría.

-¿De verdad te han ofrecido alguna vez cuatro millones de adelanto? Es mucho dinero.

-No. Me ofrecieron varias veces un contrato por cuatro novelas o cinco, vaya. Con adelantos de cien mil euros por cada una. La última vez que me lo ofrecieron creo que aumentaron a trescientos mil. Pero pagaderos al publicar la novela anterior. No todo a la vez. Y eso fue antes de morir Nando.

-Ya eras un súper ventas.

-Sí.

-Nunca firmaste nada.

-No. Y para mi sorpresa, en la última propuesta, Nando no insistió demasiado. De hecho, no insistió en absoluto.

-¿Estaría ya enfermo?

Jorge casi se echa a reír. Pudo contenerse a tiempo.

-A mí al menos no me lo dijo.

Cada vez le era más difícil ceñirse a la versión oficial de los asuntos del pasado que le atañían. Aunque cualquier otra versión solo estaba en su mente, en su imaginación. Y dado el éxito que había tenido con otras intuiciones o percepciones, sobre todo con mucha de la gente que le había rodeado esos años, no era algo que pudiera asegurar que fuera una verdad comprobable, aunque en su cabeza iba ganando terreno a marchas forzadas.

-O sea que esa Esther es otra de las personas que … no nos quiere bien.

-Ve peligrar su estatus. No creo que sea otra cosa. Cree que … eres una mala influencia sobre mí.

-¿Porque te dejo pensar?

Jorge sonrió.

-Más bien porque me llevas por el camino del mal. Y ahora, Sergio Romeva y Óliver me van a arruinar con sus minutas.

-Si supieran lo que te cobra Sergio … – Carmelo no pudo evitar soltar una carcajada que Jorge acompañó poniendo un gesto de socarronería suprema.

-Pero eso es secreto. Que no se te escape.

-Tampoco … siempre he comentado que Sergio … cualquier otro representante me cobraría mucho más que él. En su agencia posiblemente seamos casos únicos.

-En su agencia y en el resto.

-¿Pero estáis así todavía? ¿Qué os pasa últimamente? Tenemos que entrar a buscaros todos los días.

Flor los miraba como si fuera su institutriz y ellos unos niños rebeldes que intentan hacer novillos a cada momento.

-¿Y si finjo ponerme enfermo? – insinuó Jorge.

Flor lo miró con gesto hosco.

-Me acaba de llamar Sergio Romeva – Flor amenazaba a Jorge con el dedo.

-¿Pero en qué equipo juegas? Creía que en el nuestro. ¿Y te llama hasta nuestro representante?

-Juego en el vuestro, eso no lo dudéis. Por eso, ya es hora de que os pongáis en marcha. ¡¡Vamos!!

Al decir eso, miró fijamente a Carmelo que aunque a regañadientes, se puso en marcha.

-Como se nota a quién de los dos tienes cogida la medida.

-Son ya unos años – se explicó Flor sonriendo.

-No puedo negarla nada – se justificó Carmelo.

-Resignación cristiana – Jorge miró al cielo.

-Jorge dramático 1 – resto del mundo 0.

-Lo que hay que aguantar – Jorge se levantó sonriendo y fue a coger su chaqueta. – Ni dios todo poderoso y todos los dioses del Olimpo pueden contra mis amigos. Espero que con mis enemigos tengan más suerte.

-¿Le has entendido? – Carmelo miraba a Flor con gesto socarrón.

-No. Seguro que ha dicho algo muy sesudo.

-Y dramático.

Flor y Carmelo se echaron a reír a la vez que Jorge salía de casa con gesto de fingida ofensa. Aunque él, de haber hablado, hubiera citado la resignación cristiana de nuevo. Y a lo mejor, habría vuelto a mencionar a los Dioses del Olimpo.

.

La reunión fue un poco tensa desde el principio. Elías García se sentó al lado de Esther, la editora de Jorge. Éste no disimuló desde el principio que la presencia de ese hombre no le gustaba. Era lo que se esperaba de él, por sus encuentros anteriores. Esther estaba claro que quería marcar territorio. Su intento de encerrona a Jorge en “El Cortejo” no le había salido como esperaba. Creía que empleando un tono duro con el escritor, y luego ofreciendo un contrato suculento y desde su punto de vista, irrechazable, éste se plegaría a escucharla y hacerla caso. Y por supuesto, apartándolo de sus nuevas influencias.

En esa reunión iba a tener no solo que aguantar la presencia de Carmelo, sino la de Sergio Romeva y dos miembros del equipo que llevaban el día a día de los asuntos de Jorge y Carmelo, además de la de Óliver Sanquirián. Los últimos días se habían intensificado las peticiones de información sobre el estado de cuentas de la ventas de Jorge y el pago de sus derechos de autor. Y la editorial no parecía estar por la labor de poner eso en claro. Tampoco el asunto de los cobros de las colaboraciones de Jorge con “El País” y algunas conferencias que habían comprobado que los organizadores pagaron un caché a la editorial. Extrapolando esos datos a todas las que había hecho, y eso que Jorge no tenía apuntadas todas, era una cantidad importante de dinero. Así como lo de “El País”. Por otra parte, en las negociaciones de nuevas ediciones de sus novelas, la editorial había intentado bajarle las comisiones a Jorge. Parecía que para ellos era importante compensar esos ingresos que ahora no tenían.

-Piensa una cosa Esther. Vuestros gastos también han bajado. Ya no os tenéis que ocupar de la agenda de Jorge. Ni os tenéis que preocupar de acompañarlo. Eso eran unos gastos enormes según nos habéis indicado en alguna de vuestras comunicaciones. Solo debéis de comprobar que las librerías tienen ejemplares de sus novelas. Pero eso se supone que va en vuestro interés. ¿Queréis pagar menos a Jorge? Sin problema. No hay más reimpresiones. No hay más ediciones. Y las futuras novelas, hay muchas editoriales esperando a publicarlas.

-Las ventas de “Tirso” con el anuncio oficial de la serie se pueden multiplicar por tres. – apuntó Óliver.

-Ediciones especiales con fotos de la serie. – propuso uno de los representantes de Movistar.

-Y otras ediciones que estamos pensando con ilustraciones y con fotos de algunos lectores entregados que se acercan a Jorge y se sacan fotos con él y le cuentan sus historias. – Acabó diciendo Sergio.

-Y os lo daremos mascadito. Solo lo tenéis que maquetar. Para que no tengáis gastos extra.

Al final Elías empezó a explicar los planes para el viaje. Sería tres días en París, con el acto central de la firma y presentación de la serie “Tirso”. La organización de ese acto central se iba a encargar Movistar directamente. Sus representantes pasaron a explicar los planes. Ellos querían que el director de la editorial asistiera a la firma, pero ni Narcís Terragó ni Esther parecían querer asistir.

-Irá Elías en nuestra representación. – dijo en tono firme la editora.

-No. – respondió Jorge en tono rotundo.

-Eso no es de tu incumbencia. – Esther no ocultó el odio que empezaba a amasar en contra del escritor.

-No va a ir con nosotros en ese viaje. – Jorge volvió a ser rotundo.

-Te vas a arrepentir, Jorge. Eres un mierda que no tiene ni puta idea de nada. Te han sacado las castañas del fuego hasta ahora. No vales ni para atarte los cordones de tus zapatos solo. Me voy a reír cuando te caigas con todo el equipo. Y yo voy a colaborar en ello. Te lo juro. Cuando acabe contigo no vas a tener dónde caerte muerto.

-Por eso uso zapatos sin cordones, Elías. – le contestó en tono reposado, lo cual provocó en éste un ataque de ira, tirando una pila de libros que había en una mesa auxiliar y el servicio de café que estaba en otra mesa. Esther se puso colorada. Era un ridículo espantoso, además delante de los miembros de la agencia de representantes de Carmelo y de los directivos de Movistar+.

-Perdonen ustedes. Están siendo unos días un poco difíciles en la editorial.

Esther ya no sabía que cara poner. Cada encuentro con Jorge acababa en desastre. Y cada vez era más consciente de que el estatus que tenían con él era irrecuperable. Aunque se negaba a asumirlo.

A la editora eso sí, se le escapó una mirada de odio hacia el escritor. Fue solo un segundo, pero Tanto Carmelo como Óliver lo captaron. Jorge no se enteró porque estaba escuchando a los representantes de Movistar+. Estaban dejándole claro que la serie sobre “Tirso” querían que fuera la primera. Pero que estaban interesados en llevar a la pequeña pantalla toda su obra. Una novela detrás de otra. Jorge les estaba comentando la idea que tenía él de cómo debían llevarse a la pantalla. Y les dejó sorprendidos cuando para varias de ellas, tenía hasta elegido el reparto.

Después de la reunión, Jorge se iba a una firma de libros que tenía en una librería pequeña de unos amigos, la “Aladino”. Aprovecharía para preparar con ellos la performance que iban a ejecutar con Mendés. Y Carmelo se iba a grabar una escena de la película que estaba rodando. Era algo que no estaba previsto en un inicio y de lo que le avisaron la noche anterior. Su plan de rodaje no se reanudaba hasta el lunes siguiente. Pero Biel Casal, con el que debía hacer la escena, debía partir a otro rodaje en Argentina esa misma noche. Al final su viaje no se había retrasado ni anulado, como se rumoreaba, sino que al revés, se había adelantado.

-Martín tenía razón el otro día cuando decía que lo de esta película era un sin sentido. – le comentó a Jorge. – Hoy esto, que no valdrá para nada. Ninguno sabemos ya de que va la historia.

-Si te dejas llevar, corres el riesgo de que luego tu interpretación sea un desastre – le avisó Jorge. – Intenta que te den el guion completo de nuevo. No esas separatas parciales.

-Ni me apetece leerlo.

-De eso ya me encargo yo, no te preocupes – propuso Jorge. – Dile a Sergio que se encargue de pedirlo. ¿Y qué va a pasar con lo que le quedaba de grabar a Martín?

-Pero si en realidad estaba repitiendo escenas. No creo que a estas alturas le sustituyan. Si además no tienen dinero.

-El otro día oí un rumor cuando invitamos a los de Pasapalabra. Se me olvidó comentarte. Paco Remedios estaba negociando comprar la película.

Carmelo resopló.

-¿A quién se lo oíste?

-Por la pinta era el representante o algo parecido de uno de los que fue ese día al concurso. No me sonaba de nada.

-Sería el colmo. No sé si postularme para comprarla…

-Yo no lo haría. Guarda tus energías para “Tirso”. Es un rodaje complicado y tu primera aventura como productor. Has buscado a los mejores actores. Eso es un dinero. Y al mejor director. Eso es más dinero. Y vestuario, y producción … efectos especiales … no va a ser una serie barata.

-Y tengo que pagarte a ti.

Jorge se echó a reír.

-Y yo soy la partida más cara de todas – siguió bromeando. – No puedo vender ahora por dos perras gordas si me he negado a ello durante años.

-Pero parte te puedo pagar en carne – dijo Carmelo en tono sugerente al oído del escritor. – Y siempre puedes ser productor de la serie.

-Porque estamos aquí en medio. Y porque Esther nos mira con ese gesto adusto y de odio supino y eso me enfría la libido. Si no, te empezaba a decir guarradas al oído… y me cobraba ahora mismo el primer recibo.

-Que cabrón eres. A mi es al revés. Esta situación me pone. Me alegra que te hayas dado cuenta de la cara con la que te mira esa.

-El vídeo que me enseñó Roger de la reunión en la discoteca, me dejó claro que no era de fiar. No sé hasta que punto no lo es. Ya iremos viendo. Puede que juegue a varias bandas y tenga que nadar y guardar la ropa. Si está donde está, es que sabe fajarse bien en la lucha en el barro del día a día.

-Va a perder mucho dinero al no llevar tu agenda y hacer chanchullos con tus charlas. Eso es algo que les quedaba a ellos limpio. Ella pensaba que solo iba a perder lo que hicieras en la librería de tu amiga Esme. Y en esas librería pequeñas como la de hoy, que te acercas a firmar a esos cuatro clientes fijos con los que quedan. Y estoy seguro de que hay más cosas que se han aprovechado de ejercer también como tus agentes. Deberías revisar todos los contratos con editoriales extranjeras.

-Óliver se está ocupando ya de ello.

-Lo único bueno que tiene esa Esme, es que por las charlas esas, los únicos que ganan son los lectores y tus fieles seguidores.

-Mira que te cae mal Esme. Cada vez que dices su nombre te sale un tono… – Jorge intentaba provocarlo. Nunca había querido confesar las razones.

-No es el momento – dijo en voz baja. – Me tengo que ir. Sergio ya me está haciendo gestos. ¿Qué vas a hacer al final?

-Antes he mandado mensajes a Saúl y a Carletto. Están liados esta tarde. Helena y Pol, se les ha puesto malito uno de los niños. Así que he quedado con Álvaro después de ese rato de firma de libros. Creo que me ha citado cerca de su casa. La vieja que es la nueva. A lo mejor hasta me la enseña.

-A ver que te cuenta.

-Espero que al menos lo que le contó a Javier. Venga, despídete. Ya que Esther piensa que tienes la culpa de mi nueva forma de comportarme, haz de incitador. Me voy contigo.

-Señores, nos vamos. Tenemos unos compromisos – dijo en voz alta a la vez que se ponía de pie y empezaba a estrechar las manos de los asistentes.

.

Jorge se sorprendió de que Álvaro le invitara a su casa. La antigua. La que al parecer le avergonzaba y que cambió por la que ahora le ahogaba la vida. Le había enviado un mensaje para cambiar el lugar.

Jorge al bajarse del coche, miró los portales.

-Es esa – le dijo Alan, su jefe de escoltas ese día. Flor se había ido con Carmelo.

-Pues no está tan mal. Al revés, me parece un buen barrio.

-Tiene encanto, al menos a mí me lo parece. Hemos investigado y además es suya. Y pagada. Han estado viviendo unos amigos de Toledo que estaban estudiando hasta hace un par de meses. Es un vecindario tranquilo y que además le tiene aprecio. Se han pasado antes un par de compañeros para echar un vistazo. Han preguntado. Todos le aprecian.

-Será pequeña la casa.

-Son cien metros. No la llamaría pequeña.

-Pues no lo entiendo. Para un chico joven sin familia es una casa potente. Y está en una zona cómoda y agradable. No entiendo por qué tuvo que meterse en esos … líos.

-Jorge, parece mentira que lleves toda la vida casi relacionándote con los egos del arte. Los músicos, los cineastas, los actores … aparentar es parte del éxito. Eso lo enseñan en algunas academias de arte dramático. Si vieras algunos de los amigos de Carmelo … esos que tú no quieres ni ver … menudas divas.

-Por eso no quiero ni verlos. Él … es su mundo, no le queda más remedio. A mí dame la gente guay, que le gusta lo que hace y no se da aires. Las divas, que las aguante el sereno. Y esas academias de las que hablas, son las que van buscando el éxito por el éxito. Y les da igual un reality que un dramón vendido en Sálvame.

-Como la mayor parte de la gente cuando se mete a artista. Ahora al menos. Si les escuchas … muchos, hasta los que van a esos concursos como “La Voz” dicen cuando les preguntan: Famoso, quiero ser famoso.

-Vamos anda. Hasta el arte está perdiendo su esencia.

-Eso ha sonado a viejuno. Y no me vengas con tonterías que no eres tan viejo. Y menos de espíritu.

-Pues hay días que no te creas, me siento como un anciano. – dijo sonriendo y guiñando un ojo.

-Anda, que no harías felices a unos cuantos si pusieras tus ojos libidinosos sobre ellos.

-Eso me lo vas a tener que explicar con detalle … – Jorge lo miraba con gesto libidinoso.

-Ya han subido Merche y Fonso a echar un vistazo. – explicó Alan sonriendo y cambiando de tema.

Jorge también se sonrió y aceptó el giro en la conversación propuesto por el policía. Su compañera Naira abrió la puerta del portal y entró la primera. Alan y Jorge entraron a la vez. Cogieron el ascensor para subir al piso de Álvaro. Merche avisó de que estaba todo controlado. Al llegar a la planta, Álvaro le estaba esperando en la puerta. Le extrañó el vestuario. Calcetines de deporte, una camiseta larga de tirantes y se imaginaba que llevaría calzoncillos debajo de la camiseta.

-Si me recibes así, me haces sentir en casa.

-Es tu casa a partir de ahora. Me pasé medio confinamiento en la vuestra. Y no haces más que echarme una mano. No te he correspondido como te mereces. No te había invitado nunca a mi otra casa en estos años. Debo corregirme.

Jorge lo abrazó y lo besó en las mejillas. Le agarró la cara con las manos y se lo quedó mirando a los ojos.

-Sabes que te quiero. Te queremos. Y actuamos en consecuencia. Y tampoco tenemos tanto mérito. Lo único que hemos hecho es acompañarte.

-Y pagar mi deuda.

-Una parte. La otra no nos has dejado. Pero ese dinero, no nos lo hemos quitado de comer. Gracias a Dios nos ganamos bien la vida hasta ahora. Y sabes que además, ese mérito lo tienes que repartir entre doce amigos. No hemos sido solo nosotros.

-Vosotros tuvisteis la iniciativa. Si no os lanzáis, ahora estaría igual. Ya verás ahora que Carmelo se mete a productor. A lo mejor tiene que pedir un crédito – bromeó Álvaro.

-Na. Ya le he puesto restricciones en el gasto. He rebajado a la mitad el número de calzoncillos que se compra. Eso es un buen ahorro.

Álvaro se rió con ganas.

-¿Te apetece algo? He estado preparando un pastel de pescado y unas tostas. Y tengo cerveza o limonada. Y luego si te apetece comer conmigo en casa, tengo un solomillo para hacer en la plancha y unas verduras.

-Vale. Yo venía con intención de invitarte a comer en algún sitio después que me enseñaras la casa. Pero este plan me parece estupendo.

-No me apetece dejarme ver mucho.

-Enséñame la casa anda.

-Te advierto que no está a mi gusto. Tengo que traer algo de lo del otro piso. A lo mejor podías dejarme un hueco en tu almacén. Para guardar lo que no consiga vender de la otra casa.

-Claro. Lo que quieras. Hay bastante sitio. Luego te mando la dirección y te doy una copia de la llave. Si necesitas ayuda, nos dices. Pero esta casa está muy bien. Y los muebles. Me gustan.

-¿Te gusta?

-Pues sí. Y parece muy cómoda. Tienes una cocina hermosa …

-Ahí cambiaré los electrodomésticos por los de la otra casa. Tengo que tomar medidas. A lo mejor tengo que hacer una pequeña reforma para adaptarlo.

-Te ayudo si quieres.

-Na, hoy no. Otro día quedamos y lo hacemos. Hoy me apetece estar de tranqui contigo. Y contarte algunas cosas que me corroen.

Jorge estuvo tentado de abrazar de nuevo a Álvaro. Pero tuvo la impresión que en ese momento, no sería bienvenido. O que iba a cortar la idea que se había hecho Álvaro de la reunión.

-¿Éste es tu dormitorio? – dijo asomándose a una habitación que era evidente que la había utilizado esa noche.

-Que vergüenza. No la mires, que no la he recogido.

-Que bobo. Es bueno no hacer la cama por la mañana. Así se orean las sábanas o el edredón. Me lo has visto hacer en casa. Y mira que no has entrado incluso a despertarme alguna vez y estaba todo por medio.

-En realidad es la habitación de invitados. La otra tiene la cama rota. Tengo que cambiarla por la de mi otra casa. Mis amigos no me avisaron. ¡Bah! Tampoco me avisaron de que se había estropeado la lavadora y el horno. Y eso que no debían de hacer mucho uso de él.

Jorge puso cara de no entender. No quería que Álvaro supiera que sus escoltas habían preguntado por el vecindario por él y sus amigos.

-Han vivido aquí unos amigos de Toledo.

-Que guay ¿No?

-Bueno, no han pagado nada. Y ni siquiera han cambiado las cosas que han roto.

-¿Se lo has dicho?

-¿Para qué? Encima se pondrán chulitos. O me dirán que bien me puedo hacer cargo de eso.

-¿Chulitos?

-Es culpa mía. Se me ha ido la boca diciendo que nadaba en la abundancia. Y como tenía pasta …

supuestamente …

Álvaro hizo un gesto de resignación con la cabeza.

-Pues todo a las espaldas del amigo pudiente y famoso. – acabó la frase en tono compungido.

-Al menos te habrán invitado a algo de vez en cuando. – sugirió Jorge.

-Les he llamado varias veces para salir juntos y siempre me han dicho que no podían. Salvo una vez, que aprovecharon para pedir que les cambiara la tele. Habían visto una de cinco mil euros, lo último de lo último.

-Creo que no se la has comprado. La tele que he visto antes no es de las últimas.

-No. Les dije que si querían cambiar la tele que la pagaran ellos. Encima que no pagaban alquiler. Ni la comunidad de vecinos.

-El salón no está mal.

-Los sofás están destrozados. Y parece que se les ha caído un guisado o algo con mucha grasa y ni lo limpiaron. Dieron la vuelta a los cojines.

-¿De qué los conocías?

-De Toledo. Eran amigos del barrio. De toda la vida. Eso es lo que me pudre.

-¿Y no te pidieron que les sacaras de fiesta con tus amigos famosos? Eso suele ser un clásico.

-Y lo hice al principio. Pero todo era para conocer a famosos y para que les pagara yo las copas. Al cuarto día les dije: vamos a hacer bote. Y se enfadaron. Puede que no supiera hacerlo, o proponerlo. Es que me sentía incómodo. Pero por eso no me gusta que me paguéis las cosas. No quiero para los demás lo que no quiero para mí.

-Pero es distinto. Siempre nos has invitado. Otras veces yo a ti. O Carmelo. Es lo que hacen los amigos.

Álvaro se sentó en el salón. Jorge lo hizo a su lado. Le dio la sensación de que estaba triste.

-No sé estar con los amigos. Me he equivocado en todo.

Jorge se recostó en el sofá. Aunque quería decirle algo para contradecir su afirmación, no se le ocurría la forma de hacerlo. Al final optó por esperar a que siguiera hablando.

-Me di cuenta el otro día, en el hall de la Unidad de Investigación. La mirada de asco que me lanzó Willy. Me dio hasta miedo. El comisario ese me dijo si quería que me acompañara alguien. Pero no. Me merezco lo que me pase por bobo. No tengo el nivel para llevar escolta.

-¿Yo sí tengo ese nivel?

-Tú eres una súper estrella de la literatura.

-Pero no la llevo por eso. La llevo por ser un bobo que se ha dejado manipular durante años. Por ser ciego y sordo y que haya alguien que tenga miedo de que no haya sido tan ciego o tan sordo.

-Yo tengo amigos que me mandan a matones para que me rajen la cara para impedirme trabajar.

-Y que vuelvas al negocio de las citas de acompañante o para que te acuestes a quien pague lo que pidan.

-¿Es tan evidente?

Jorge le intentó convencer durante más de una hora, de que no era una cuestión de ser evidente.

-Era su plan desde el principio. ¿Es eso lo que me quieres decir? – Álvaro estaba compungido. Le dolía escuchar las verdades aunque fueran dichas con mucha delicadeza y dulzura.

-No eras el único – le contestó Jorge. – Todo esto lo descubrió Javier por la declaración de Rodrigo Encinar.

-Ya. Y Gonzalo Semtí. No le conoces. También ha ido a hablar con la policía. Me llamó y lo convencí. Aunque Willy y su representante piensan que he sido yo el que les ha contado a la policía.

-¿Lo has hecho?

Álvaro se sonrió.

-Claro. Pero después. El Javier ese me aguantó más de dos horas medio lloriqueando. Menuda paciencia tuvo conmigo.

En esa entrevista en el bar “La Esquina”, Javier no había querido contarle a Álvaro todos los detalles. Lo dejó al criterio de Jorge. Ahora, éste le fue contando de otros actores quizás menos conocidos y que no eran de su círculo que cayeron también en sus redes. Y no tenían cerrado ese capítulo. Se hablaba de otros dos actores con cierta repercusión mediática. Pero hasta el momento, no habían descubierto sus identidades. O si era un bulo.

-Sigue la misma estrategia con todos. Está pensada y es a largo plazo. En cuanto hay una serie nueva o una película en la que despuntan nuevos talentos se acerca a ellos. Se hace su amigo. Les saca por ahí, les presenta a gente a la que luego no vuelven a ver, claro, porque Willy no tiene tantas relaciones cercanas. Yo lo conozco y si me encontraba por ahí, le saludaba. Pero no lo invitaba a mis reuniones en casa en el confinamiento. Y él me presentaba a sus acompañantes, ante los que fingía ser cercano a mí. Acompañantes que no recuerdo y con los que posiblemente me he cruzado en algún acto y ni he reconocido. Lo mismo les pasa a los demás.

-Esos acompañantes dirán que eres un chulo que no les saludas.

-O el mismo Willy cuando le comenten.

-Joder, y a mí me invitaste hasta a quedarme en tu casa en el confinamiento.

-Y no te quedaste todo el tiempo porque no quisiste.

-Era un abuso por mi parte.

Jorge le dio un golpe en el brazo. Intuía que se iba de casa para atender a sus citas. Tanto Carmelo como él pensaban que estaba en eso antes de la pandemia. No dijo nada al respecto. Álvaro se echó a reír.

Al final, Jorge decidió explicarle con detalle cual era la forma que tenían de actuar en esa trama. Le fue contando como primero se hacía colega de ellos. Luego le iba metiendo en su grupo de amigos, con los que quedaba con otros actores menos allegados pero muy conocidos. Les invitaba a todo. Le enseñaba las fiestas más guays … luego de repente les hacía pagar.

Álvaro se había quedado callado y con la mirada perdida. Estaba repasando su vida e identificando cada fase que desgranaba Jorge del plan de ese Willy.

-Llegaba el momento de una conversación muy seria. En esa charla, les plantea que si quieren triunfar deben poner un poco de su parte. Arriesgar. Deben dar el pego de estrellas. Buena casa, ropa cara, de diseño. De marca. “Yo te acompaño y te indico lo que debes comprar”. “Te van a hacer precio especial por venir conmigo”. Ir a los mejores sitios a comer, “Conozco al jefe de sala”. dejarse ver en las fiestas más importantes, aunque deban pagar para ir. “Es una inversión”. Y él cobraba a parte comisión por todo esto. Luego las tiendas, los restaurantes, le pagaban por ello.

-Los pobres bobos nos lo creemos.

-Porque os recuerda además a todo lo que os ha invitado. Todos los amigos a los que os ha presentado. Amigos que ya no se acuerdan de vosotros. Directores de casting que no os prestaron la más mínima atención. A algunos les hace cambiar de representante para poner a otro más … propicio.

-A ser posible el que tiene el mismo, Goyo Badía. – dijo Álvaro.

-Su socio en el negocio.

-Eso también lo intentó conmigo. Pero ahí no entré al trapo. Total, mira, ahora me ha dicho mi representante que es mejor que me busque otro. Me echa. ¿Tú te crees?

Esa confesión le pilló a Jorge desprevenido. No se lo esperaba. Se quedó pensativo unos segundos.

-No le habrá gustado tus movimientos. Tu agencia no es de la cuerda de ellos.

-¿Y dónde voy? Se ha corrido la voz. Nadie me va a querer. Eso me ha dicho ella, al menos.

Jorge le dio un beso.

-Voy a hacer una llamada a la cocina. Ahora vuelvo.

Álvaro se recostó en el sofá. Parecía a punto de romperse. Jorge le miraba mientras hablaba por teléfono. Sus peores presagios se iban haciendo realidad. Estuvo casi un cuarto de hora hablando. Cuando colgó se quedó mirando a Álvaro. Iban a tener que apoyarle todos mucho. Se estaba derrumbando.

-Ya está arreglado – dijo volviendo al salón y sentándose al lado de Álvaro. – Ya tienes nuevo representante, si aceptas claro.

Álvaro se incorporó. Tenía los ojos hinchados. Mientras Jorge había estado hablando, él había aprovechado su soledad momentánea para echarse a llorar.

-Debo ser sincero con él o ella. Y contigo. No … quiero que …

Jorge se lo quedó mirando expectante.

-A parte de trabajar como acompañante … también me he prostituido. Me … he acostado con algunos. Por dinero. Mi agente se ha enterado y por eso me ha echado. No … yo le he dicho que no … iba a volver a pasar. Que eso era una etapa de mi vida … que tengo trabajo en Tirso … y … me ha dicho que ni Carmelo del Rio iba a mantener su oferta para ese papel en la serie cuando se enterara de … ni tú me ibas a seguir apoyando. Que mancho vuestra imagen pública. Me ha contado que en solo dos días, le ha llegado la noticia por varios sitios. Que se va corriendo la voz. Los amigos de Willy van haciendo su venganza.

Jorge le acarició la cara con dulzura.

-Tu antigua representante se equivoca. Tanto Carmelo como yo vamos a seguir a tu lado. Siempre. Y la mayor parte de tus amigos de verdad. Esta es una oportunidad para que veas quien lo es, y quién te quería por el interés o la fama o los millones de seguidores de tus redes.

-Mariola me llama todos los días. Luego voy a quedar con ella. Vamos a ir de compras.

-¿Ves? Y Ester estará a tu lado. Y Miguel, Biel, Arón partiría piernas por defenderte, de hecho lo hizo el otro día.

-Jo, ya me he enterado. Fui corriendo a acompañarle a urgencias.

-No quiero ni pensar por lo que has pasado acostándote con esos hombres. – le susurró Jorge sin dejar de acariciar su rostro.

-Si al menos hubiera sido contigo …

Se echó a llorar. Jorge lo atrajo a su hombro y le dejó ahí, llorando. De vez en cuando le daba un beso. No dejaba de acariciar su cabeza.

-¿Qué voy a hacer? – dijo entre sollozos.

-Levantar la cabeza. Y tirar hacia delante. Te han puesto en una situación límite y … has hecho lo que has podido. No valoraste bien tus opciones por la vergüenza o porque estabas sobrepasado. Pero ya has recuperado el control. Ya sabes quienes son tus amigos de verdad y te apoyas en ellos y ellos te apoyan a ti. Eso es lo que debes decir aunque yo tampoco daría muchas explicaciones. Pero todo en esa línea. Luego lo repasamos para que lo tengas interiorizado.

-Me gustaría hacer el amor contigo.

Álvaro levantó la cabeza y miró con sus ojos todavía acuosos a Jorge.

-Quiero probar de verdad como se ama a un hombre al que quiero.

Jorge sonrió. Le besó en los labios. Se lo quedó mirando.

-Y a mí … estaría encantado de amarte, Álvaro. De acariciarte ese cuerpo tan maravilloso. Me encantaría pasar una tarde entera jugando con nuestras lenguas en un beso eterno. Y tenerte dentro de mi y luego si acaso, entrar en ti y amarte. Pero sabes, me quedaría con la sensación de haberme aprovechado de ti. No te gustan los hombres. A mí sí. Sería un acto … no creo que luego te sintieras bien. Ni yo, aunque fuera un momento maravilloso de amor y placer para mí. De verdad que podría escribir una escena en la que fuéramos amantes.

Álvaro acercó su boca a la de Jorge y le besó apasionadamente. Jorge le dejó hacer unos segundos, pero luego le apartó con dulzura.

-No te gusto de esa forma Álvaro. Ahora estás … confuso. Estás agradecido. Pero no son razones para acostarte conmigo. Te gustan las mujeres.

-Eso no es cierto del todo.

-Principalmente al menos. No te has acostado con ningún hombre antes de todo esto. Y podías haberlo hecho. Con cientos.

-A lo mejor es que no ha surgido … puede que me haya sentido … que no me haya atrevido.

-Puede. Pero yo voy a estar aquí siempre. Junto a ti. Disfrutando de tu compañía. Y por qué no, disfrutando de verte pasear en calzoncillos. O desnudo. Me gusta la belleza y tú eres bello.

-No me rechaces, por favor.

-No, no, mi amor. No. No te rechazo. De verdad que te quiero y de verdad que estaría encantado de hacer el amor contigo. Pero si lo hiciera hoy, sería aprovecharme de ti.

-¿No confías en mí?

Jorge sonrió.

-Cariño, claro que confío. Para que lo compruebes, déjame tu teléfono. O tu tablet.

Álvaro se levantó de un salto y fue a la mesa del salón. Cogió los dos dispositivos que le había pedido Jorge. Éste cogió su teléfono y escribió unos códigos y los mandó por mensaje. El teléfono sonó. Número oculto.

-Dime escritor.

-Haz seguro este móvil. Crea una cuenta y dale acceso a la nube.

-Tu amigo está cañón.

Jorge se echó a reír.

-Para ti todos lo están.

-Éste lo está – dijo rotundo Aitor. – Dame diez minutos. Que no utilice ningún dispositivo de la casa.

No se despidió.

Álvaro le miraba sin entender.

-Voy a blindar tus dispositivos. A partir de ahora, no va a ser posible que te los pirateen. Y te voy a dar acceso a mi nube. En ella encontrarás todas mis novelas inéditas. Y todos mis relatos.

Álvaro lo miró con sorpresa.

-Pero … eso …

-Primero, para que compruebes que eres alguien al que tengo mucho cariño. Segundo, para que compruebes que sigo confiando en ti. Tercero, para que seas consciente de que eres parte de mi familia. Aunque hoy no te voy a hacer el amor. Dentro de unos días te encontrarás un relato en el que tú y yo hacemos el amor. Puede que un día ese relato se haga realidad. Si de verdad lo sigues deseando y si de verdad, te gustan un poco los hombres. No te quedes con la sensación de que te rechazo. Al revés. Hacer el amor contigo ahora, hoy, sería el camino fácil. Pero esto es una promesa. Si dentro de un tiempo sigues pensando igual, estaré encantado de hacer el amor contigo. De estar amándote toda una semana entera, sin levantarnos de la cama. Y no pienses que sería una traición a Carmelo. Sabes como somos y nuestros acuerdos al respecto.

-Con alguno de esos hombres me excité de verdad.

-Eso … puede ser por muchas cosas. Hay partes del cuerpo que reaccionan ante determinados estímulos. Solo hay que encontrar tus puntos débiles. Tus puntos sensibles.

-¿El punto G?

-Hay muchos puntos G. Puede que tengas los pezones sensibles. O la cara interna de los muslos. Puede que te ponga a cien que te muerdan el cuello, o hacerlo tú a tus parejas. El perineo puede ser un punto … G. O los pies. O que te acaricien el culo.

-O que me lo coman.

Jorge se encogió de hombros.

Aitor volvió a llamar.

-Ya está. Tenía un intruso en el móvil. Está eliminado. Te he mandado un mensaje con el camino a la nube. Te dejo que se lo instales tú.

Aitor volvió a colgar.

Jorge pulsó el enlace contenido en el mensaje. Y se instaló una APP nueva. Su símbolo era una J y una R entrecruzadas. Le pasó el teléfono a Álvaro.

-Pincha en esa APP.

Álvaro le miró con curiosidad.

-Pincha ahí. – le reiteró. Parecía que Álvaro era remiso. Al final lo hizo.

-Ese es tu nombre de usuario. Pon la contraseña que quieras. Que no sea la misma que tienes en los demás sitios.

-Dímela tú.

“RecuerdaqueJorgetequiere77” – le dijo Jorge sin pensar. – la primera “R” y la “J” de Jorge con mayúsculas.

Cuando Álvaro acabó de configurar su cuenta, y entró en la nube, abrió mucho los ojos. Empezó a pinchar las carpetas. La primera la que se llamaba “Novelas inéditas”.

-Joder. Son un montón de ellas.

Salió de ahí y fue a la que ponía “cuentos infantiles”.

-¡¡¡Seis volúmenes de cuentos!!! Yo pensaba que solo era uno.

Jorge no dijo nada. Solo sonreía. Le gustaba lo que veía. La cara de Álvaro había cambiado radical. Ya no había sombra de lágrimas. Y sus ojos habían recuperado el brillo.

-Gracias, gracias.

Álvaro se lanzó a abrazar a Jorge. Le dio un beso en los labios. Un suave pico que gustó a Jorge.

-Voy a leerlo todo.

-Con calma. Hay mucho que leer.

-Joder. Si tienes una carpeta con versiones desechadas de tus novelas.

-Ahí puedes leer por ejemplo la versión de “La Casa Monforte” antes de la definitiva. Y lo mismo en otras novelas.

-¿De “Tirso” también?

-No. De Tirso no. Pero puedes ver otras historias colaterales. Por ejemplo, si acabas por hacer el papel de Juan, o el de Hernando, tienes muchas más historias que no están en los libros. Para que puedas conocer mejor a esos personajes. ¿Cual de los dos personajes te gustaría más?

-¿Cual me recomendarías?

-Siempre pensé que serías un buen Juan.

-Pues entonces seré Juan, si al final me lo ofrecéis formalmente.

-Yo no tengo que ofrecértelo. Pero quien lo debe hacer, lo hará. A través de tu nuevo representante: Sergio.

-¿Sergio? Pero si todos dicen que hace tiempo que no coge a nadie más.

-Pero a ti te acepta encantado. Y no te preocupes, sabe todo lo que tiene que saber. Te defenderá de esos ataques y te guiará en lo que debes hacer. Mañana tienes una entrevista con él. A las diez.

-Ahí estaré. Pero no sé si tengo ropa …

-No tienes que vestirte especial. Olvídate de los consejos de Willy.

Jorge se levantó y fue a la habitación de su amigo. Álvaro le seguía. Abrió los armarios y le señaló toda la ropa que había en ellos. Le señaló las dos maletas abiertas y llenas de ropa a la espera de ser colgada.

-Debes tener un puñado de ropa adecuada para actos sociales, para presentaciones. Sergio te irá diciendo. Te buscará marcas que te dejen su ropa para determinados actos. Puedes convertirte en su imagen. No necesitas empeñarte para comprar lo último de Cibeles o de la pasarela de Londres o NY.

Álvaro recibió un mensaje. Lo leyó.

-Es mi antigua representante. Me dice que quiere hablar conmigo que a lo mejor se ha precipitado.

-Sergio la ha llamado para pedirle tu documentación. Y para que liquide con él. Mañana de todas formas te acompañará Óliver, mi abogado. Sergio y él ya se conocen. Te ayudará en la transición y se encargará de finiquitar tu relación con tu antigua agencia. En tus manos está si quieres ir con él o delegas. Si vas con él darás la impresión de que no te vas enfadado y no te cerrarás puertas. Tampoco hay que olvidar que ellos te han cuidado bien.

Álvaro hizo un movimiento con la cabeza que a Jorge le pareció de duda.

-Ya me lo contarás cuando estés preparado. Te recuerdo que no debes tener reparo en contarnos. Somos tus amigos. Y ten presente que tu representante, cuando te ha echado, se imaginaba que nadie querría coger tu cuenta. Al llamarla Sergio, se ha dado cuenta de varias cosas: que alguien ha querido cogerte en su agencia; al ser Sergio, sabe que tanto Dani como yo vamos a seguir apoyándote y que tu papel de Tirso, sea cual sea, Juan o Hernando, va a salir adelante. Y la siguiente novela mía que posiblemente se lleve a la pantalla, vas a ser el protagonista.

-Dime que te refieres a Juan, el de “deJuan”.

Jorge sonrió.

-¡La hostia! Alucino con ese personaje. Sería la hostia si me lo dejas hacer.

-Falta mucho para eso. Tienes un par de pelis, me han dicho, otra obra de teatro …

-Otra campaña de publicidad, ésta para Noruega y Suecia. De las buenas.

-No entiendo a tu representante. Nada de eso se ha caído a pesar de los rumores.

Álvaro se encogió de hombros. No quiso ahondar en el asunto, pero casi, Felisa su representante, le había venido a decir que aunque no le echaran de esos proyectos, ella no quería a nadie como él entre sus representados. Álvaro tenía marcado en la cabeza el gesto de asco que había puesto al decir esas palabras. Daba asco a Felisa. Tampoco le había contado a Jorge que le había dicho que todo era culpa de Jorge. Y ahí había empezado a calificarlo con los peores insultos que se puedan decir de alguien.

-No merezco esa confianza. No he sabido estar a la altura. No he sabido hacer las cosas, ni siquiera he sabido relacionarme con mis amigos. Ni distinguir los amigos de los aprovechados. Soy un paria.

-Todos nos sentimos sobrepasado a veces. El mundo éste en el que vivimos no es fácil. Todos parece que lo desean. Llegar a ser famoso. Ir a fiestas guays, como la de la Dinamo del otro día. Pero … la gente no sabe lo que hay detrás de todo. Las zancadillas. Las trampas. Tú has pecado de ingenuidad y de orgullo por no dejarte ayudar. Por meterte en cosas a las que no alcanzabas y que tampoco necesitabas.

-Me he dejado engañar.

-¿Estás bien?

-Ahora sí. O al menos mejor.

-¿Me quieres contar lo de esos hombres con los que te acostaste?

-Mejor otro día. Ya te he aburrido bastante. Es tarde. ¿Te apetece que comamos?

-Venga.

-Se me ha olvidado comprar el pan.

-Me ocupo. Bajo ahora mismo.

-Hay una panadería a la vuelta de la esquina, a la derecha según sales del portal.

-¿Tiene dulces? Así subo el postre también.

-No se me había ocurrido. Mira a ver si queda algo. Si no, puedo preparar esa macedonia que te suele gustar. Tengo fruta. Me enseñó Carmelo a hacerla.

Jorge fue hacia la puerta. De repente se acordó de algo y volvió. Sin más besó a Álvaro en los labios y volvió a enfilar la puerta de salida. Álvaro se lo quedó mirando sorprendido. Y contento. Era un hombre completamente distinto del que había recibido a Jorge esa misma mañana.

.

-¡Evarista! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás cariño?

Jorge se había levantado de la mesa en la que estaba comiendo en “El Puerto del Norte” y había salido a la calle para no molestar a las mesas de alrededor.

-¿Y tú cariño? Hace días que no te pasas por aquí.

-Luego me acerco un rato.

-Pues te cuento entonces. ¿Quieres algo especial para picar?

-El bizcocho mágico. No lo he comido hace siglos.

-Nada. Pepa y yo nos ponemos a ello. Te esperamos en mi casa.

-Dame un par de horas.

Jorge se quedó pensativo. Parecía que lo que quería contarle sus nanas era importante. Suspiró desesperado. Ahora pasaría el tiempo que tardara en ir a verla, pensando en si había pasado algo grave a su familia. Echó un vistazo a los mensajes, por si se le había pasado algo.

Carmelo le sorprendió rodeándolo por detrás con sus brazos y apretándolo contra su cuerpo. Jorge sonrió y giró el cuello para dejar libre el camino al beso de su rubito.

-¿Qué haces en la calle?

-Me han llamado las nanas, y como hablan alto, he salido para no molestar.

-Y para que no se enterara todo el restaurante de lo que hablabas.

-También por eso – se sonrió el escritor – El caso es que, no directamente, me han invitado a que vaya a verlas. Parece que tienen algo que contarme.

-Y le estás dando vueltas a lo que pueda ser.

Jorge asintió con la cabeza.

-Entremos. Tengo hambre. Y tengo que volver al trabajo en un rato.

-Pero luego hemos quedado a las ocho. Esa fiesta en el Ateneo con photocall.

-Y ahí estaré. Date un toque de maquillaje para las fotos, no te olvides.

Carmelo consiguió con su cháchara que se olvidara del misterio que le asolaba ahora: el motivo de la urgencia en verlo de sus nanas. Nada más acabar de comer, Carmelo se fue. Jorge se quedó saboreando su segundo café. Aunque en realidad lo que saboreaba, era unos trocitos de tarta de queso que le habían traído para “pasar” el café.

Le hizo un gesto a Alan para ponerse en marcha. Llamó a Evarista para anunciar que iba de camino.

-Ya está frío tu pedido. Listo para que lo disfrutes.

-Pero cuanto os quiero, madre mía.

El recibimiento fue como siempre, lleno de abrazos y de besos. Jorge presentó a Alan a sus nanas. Evarista rápidamente le tiró fichas. Alan aceptó el juego con simpatía y cercanía. Otro que fue conquistado por esas mujeres.

Jorge y Alan se encargaron de llevar las cosas para que las nanas no se cansaran. Ya era bastante con que se hubieran puesto a cocinar. Alan descubrió ese pastel de tres texturas que no había comido nunca.

-Voy a tener que salir a correr cuando acabe de trabajar – suspiró mientras se servía otro trozo de pastel.

-Está hecho con amor, esto no engorda – explicó Jorge feliz imitando a su acompañante. – ¿Y qué queríais contarme?

Las dos mujeres se miraron. Parecía que se habían arrepentido de su impulso de llamar al escritor. Evarista hizo un gesto a Pepa que fue la que se acabó decidiendo.

-Creemos que tus padres se huelen algo de lo de la nueva tienda.

-Poco pueden hacer al respecto, aunque eso fuera así.

-Están muy enfadados por ese burofax o como se diga que les mandó ese abogado. Habían hablado con los niños, del tema de la subida del alquiler tan desorbitada, como castigo a su postura cuando se encontraron contigo. Les intentaban convencer de que eso era mejor que echarles del local.

-Ellos jugaron sus cartas, nosotros las nuestras. Pueden volver a alquilar el local. Y que cobren lo que quieran al nuevo inquilino.

-Lo han empezado a mover con la inmobiliaria esa de Ponce. Ya sabes ese que es amigo de tus padres de toda la vida. Pero se ha corrido el rumor de esa gran carnicería que se va a abrir en el barrio. Y nadie quiere arriesgarse hasta que se vea de que va.

-Les queda apenas unos días para que todos se enteren.

-¿Y qué crees que va a pasar entonces?

-Pueden alquilar el local para otro tipo de negocio, no para carnicería.

Jorge se las quedó mirando. Había algo que no se atrevían a decir.

-Decidme. No os cortéis.

-Nos han contado que esa Nadia de los cojones, les ha puesto en contacto con alguien para … boicotear la inauguración. Y para convencer a Gaby de aceptar las nuevas condiciones.

Jorge se quedó callado. Intuía que había más. Pero no se decidían a contar.

-Os escucho.

-Unos supuestos representantes de un matadero de Ávila quieren introducirse en Madrid y han quedado en unos días para hablar del tema, al cerrar la carnicería. En la misma tienda. A las ocho y media. Y le van a “convencer” de la conveniencia de que se avenga a razones.

-Pepa, por favor, no andes con eufemismos. Dilo claramente.

-Van a destrozar la tienda con Gaby delante. Y le van a dejar malherido. Como aviso.

-Quieren además que les de su usuario y contraseña para acceder a tu nube y poder robarte tus novelas. Y que no lo diga. Le amenazarán con pegar a los niños.

-Creemos que van a agredir a Kevin en el momento de la reunión para que llame a su padre y le cuente.

-Kevin sabrá defenderse.

-Depende de quién le ataque y cuantos.

-¿Y esto decís que lo han organizado mis padres y Nadia?

-Nadia ha estado estos días por aquí. Se ha visto con tus padres en casa.

-Varias veces.

-¿Y sabe dónde encontrar matones de esa clase?

-Su amiga parece que sí.

-¿Carlota Campero?

Evarista asintió con la cabeza.

-Porque Trini, la vecina de tus padres les escuchó hablar.

-Pero Trini es muy amiga de mis padres.

-Todo tiene un límite, hasta para los más acérrimos seguidores. Ha venido esta mañana a contarnos. Se ha ido unos días al pueblo. Luego, nosotras hemos indagado. Preguntando aquí y allí.

-Ya sabes, dos viejas cotillas.

-Esos matones parece que también te quieren pillar a ti.

Jorge se recostó en su silla. Se sonrió. Alan también sonreía.

-Me vais a perdonar, pero voy a tomar un poco más de este pastel mágico – dijo Alan rompiendo el momento de silencio.

-Sírveme un poco Alan. Evarista, Pepa, voy a llamar a un coche para que os lleve de vacaciones.

-Pero…

-Tranquilas. Una maleta con un poco de ropa. Evarista, tu prima Herminia, os ha invitado a hacerla una visita a Francia.

-¿Y qué pintamos …?

-No vais a ir a Francia. Es lo que vais a decir a esa amiga vuestra que sabéis que se va a encargar de que en un par de horas, lo sepa todo el barrio.

-¿Y cuando nos vamos?

-¿Ahora mismo?

La cara de susto que pusieron las nanas era para haberla grabado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 69.

Capítulo 69.-

.

Una vez que empezaron a mirar las fotos, todo fue rodado. Aún así, eran muchas y se les hizo muy tarde. Iban saliendo en la pantalla y si alguno de ellos decía la palabra clave “guarda”, Raúl la apartaba en una carpeta distinta para luego revisarlas.

Esa revisión se la dejaron a Jorge, o en todo caso, para otro momento en que pudieran reunirse. Era momento de volver a Madrid.

-¿Te vienes a casa? – le preguntó a Martín.

-Hoy tengo plan. – respondió éste en tono interesante. – Y así paso por el hostal a dejar las zapas que me has regalado.

-¿Te han gustado?

-Molan. Están guays. Dale las gracias a Dani.

-Mándale un wasap. Le hará ilusión.

-Vale.

Jorge sonrió resignado. Creía que Raúl y él volverían a salir esa noche. Le hubiera gustado que Martín se fuera con él y tener la oportunidad de preguntarle de nuevo por sus revelaciones. Lo tendría que dejar para otra ocasión.

-Si quieres un día de estos, miramos las fotos – se ofrecieron Fernando y Helga.

-Pero cuando estéis de servicio. No quiero acapararos en vuestros momentos de ocio.

-Hoy me voy yo a curiosear al hospital – dijo Helga.

-Es tu día libre.

-Tengo enseguida tres días seguidos. Ya descansaré entonces. Te cuento lo que averigüe.

-No sé como agradeceros …

-Publicando de vez en cuando. No guardándotelo todo para ti. – Fernando fue el que le respondió.

-Venga, vamos, vamos. Que te está esperando el relevo en Madrid. Te noto con la cabeza … que no te rula – Jorge lo empujó de broma hacia los coches.

-Tío, Helga y Raúl me llevan. ¿Te importa?

Martín se había acercado a su tío para abrazarlo antes de separarse.

-No. Pero no te olvides de lo que hemos quedado.

-No, pesao. Te llamo. O llámame tú, así haces el gasto.

Jorge soltó una carcajada. El teléfono de Martín lo pagaba él desde sus trece. Fue su regalo de cumpleaños. Y seguía haciéndolo, como seguía ingresándole en la cuenta su “propina”. Propina que había triplicado hacía unos días, al contarle Aitor que estaba casi siempre en números muy rojos.

Cuando llegó a su casa de Núñez de Balboa, justo pilló a Mariola y a Pepe que había ido a recoger a su mujer y a su nieta. Asia dormía feliz en brazos del abuelo.

-Se lo ha pasado en grande. Ha alternado los hombros de Carmelo y de Álvaro. Han sido sus hombres del día. Pero ya hace una hora que su cuerpecito se ha rendido y se ha dormido en tu cama.

Jorge besó a Mariola y a la niña con cariño.

-Mañana volvemos.

Jorge se rió, porque había sonado a amenaza.

-Puedes venir todos los días si quieres.

-Pues tú vete buscando fecha para venir a cenar a casa un día – le dijo Pepe. – Reunión familiar.

-Me dices y lo arreglo.

-Podíamos aprovechar cuando venga Rodri de París – propuso Mariola.

-Hablé el otro día con él. – recordó Jorge. – Pasamos un rato entretenido.

-Me contó ayer precisamente al decirle que su madre venía hoy a tu casa. – dijo Pepe.

-Vámonos Pepe. Hay que acostar a la niña.

Jorge tocó con los dedos en la puerta de casa para anunciar su llegada. Carmelo estaba recogiendo la cocina. Sonrió al verlo entrar.

-Pensaba que a lo mejor te quedabas a dormir allí.

-No rubito. No puedo vivir sin ti. Necesitaba acariciarte la cara, mirarte a los ojos y comerte esa sonrisa que tan bien luce en tu rostro.

-Me dices estas cosas …  y no sé que contestarte.

-Creo que lo más apropiado es que me beses con pasión y amor.

-Eso está hecho, escritor.

Ninguno de los dos necesitó nada más para ponerse a ello. Pegaron sus cuerpos y se entretuvieron unos minutos en besarse y acariciarse la cara. Sin olvidar mirarse a los ojos.

Dani, cariño, estás cansado.

-Estaba pensando lo mismo de ti.

-¿Bajamos a picar algo a algún bar de por aquí?

-He guardado un surtido de lo que hemos preparado para mañana. Y Juliana nos ha subido una empanada gallega que acababa de hacer. Es para nosotros solos.

-¿Y lo que habéis hecho hoy?

-Se lo han llevado los de “El Cortejo” para guardarlo en sus cámaras. Sino, era imposible. Ellos se encargan de las bebidas mañana. Les he pedido que nos hagan su San Francisco.

-Me gusta más el tuyo.

-El de la Dinamo también está bien.

-Cierto. Es distinto, pero también me gusta. Pues querido, si cenamos un poco, nos tomamos una copa sentados tranquilos, y nos vamos a la cama …

-A tus órdenes, mi amor – dijo Carmelo cuadrándose como si estuvieran en el ejército.

Aprovecharon la cena para ponerse al día. Carmelo le contó como había ido el día de elaboraciones.

-Han estado todos muy centrados. Álvaro no ha descansado ni un minuto. Y cuando me notaba cansado, se ha llevado a Asia con él y se la ha puesto sobre sus hombros. Esa niña es… maravillosa, pero agotadora.

-Me da que entre los dos habéis podido con ella. Me los he encontrado abajo. Dormía feliz en brazos de Pepe.

-Pero se ha dormido porque sabía que era tu cama. Ha dicho algo así como: “La cama de Jorge”

-¿A sí? Calla, que ha habido un par de días que Mariola vino a casa cuando estabas fuera y me eché con ella en la cama para que se durmiera. Joder, que memoria tiene la cabrona.

-Otra a la que tienes en el bote.

-Te recuerdo que con quien se ha ennoviado es contigo, no conmigo. Por cierto ¿Y Álvaro?

-Hemos estado hablando en un aparte. Se han unido Ester, Arón y Mariola. Ésta le ha echado la bronca como ella hace. Todos le habían mandado cosas por wasap, ánimos y promesas de que no le iban a dejar solo. Y casi todos sus amigos han hablado por teléfono con él. Hemos quedado en que vamos a crear una cuenta a nombre de todos. Óliver se encarga de los trámites. Va a hablarlo con Néstor, el marido de Dídac. Ya sabes que es directivo de… – Jorge afirmó con la cabeza – En ella vamos a poner cada uno veinte mil euros. Cuando ingresen los demás, nosotros recuperamos el resto del dinero que adelantamos. Ahí va a quedar un fondo del que puede ir tirando Álvaro para poner al día la hipoteca, hasta que venda la casa. La va a poner a la venta, le hemos convencido entre todos.

-Al final lo que proponían por wasap el otro día. – Carmelo asintió con la cabeza – Eso es un avance. No le vi muy receptivo a esa idea.

-No lo estaba. Al final le hemos convencido y Oli se encarga de ayudarlo. Él cuando pueda, va a ir ingresando hasta cubrir los doscientos veinte mil que vamos a poner entre todos. Cuando eso suceda, recuperamos el dinero todos y cancelamos la cuenta. Se ha unido Mariola a los que ya estaban en el ajo el otro día.

-¿Qué ha dicho de dónde va a vivir?

-Pues en su casa antigua, que la tiene pagada. Creo que ya te dije. O a lo mejor se lo he comentado a… no sé a quién. Resulta que la sigue teniendo. Se la había dejado a unos “amigos” de Toledo que vinieron a estudiar a Madrid. Él decía de venderla, pero Ester le ha convencido de que esa casa está muy bien. La tiene pagada y tiene muchos menos gastos. Y no tiene ni comparación. Parece que tiene que arreglar alguna cosa, ya sabes lo que pasa cuando dejas algo a alguien…

-Ya. Por eso has entrecomillado eso de “amigos”.

-Le hemos dicho que coja de ese fondo si necesita. Ahora de momento, tiene esa publicidad bien pagada, no como las que hablamos el otro día. Y creo que le ha salido otra cosa parecida para dentro de unas semanas. Tiene Tirso. Cualquier de los dos papeles que puede hacer, son buenos papeles e importantes. Sus redes sociales le dan algunos ingresos. Procuraremos estar más pendientes de ellas y surtirle de más contenidos. Mariola le ha insistido en que vuelva a cantar, a colgar sus canciones y que haga alguna cover. Arón quiere que canten alguna cosa los dos.

-¿Qué va a hacer con la película de esa Lola?

-Ésta le ha llamado. Nuestro Willy…

-¿Era él entonces?

-¡Claro! ¿Lo habías dudado en algún momento? El caso es que debió llamar a esa Lola para decirla que despidiera a Álvaro. Ésta le ha mandado a freír espárragos. Lola le ha llamado para decirle que no ha cambiado nada, y que por mucho que piense Willy, no tiene nada que decir al respecto. Y otra buena noticia: al saber que va a salir en Pasapalabra, han prorrogado su obra de teatro. Y puede que le salga otra. Fernando Cabrales le ha comentado a alguien que quiere montar otra obra y que Álvaro encajaría en el papel. A parte está la serie que le comentó Cabrales.

-A Javier le había llegado algún rumor de lo de Álvaro.

-¿Te lo ha dicho?

-Ahora no recuerdo bien si ha sido él o Carmen. Han venido a decir que si quiere, puede denunciar.

-No lo va a hacer.

-Eso he pensado. Pero mira, nuestro amigo Willy… ¿Tan mal le va en el mundo de la actuación que se tiene que buscar la vida como prestamista y timador de actores emergentes? A mí me da que con Álvaro lleva varios años propiciando este desmesurado afán consumista de nuestro amigo. Metiéndole en la cabeza esas ideas absurdas.

-No huele bien eso, no. He oído a veces rumores que hay como una trama que engaña a los actores recién llegados y que tienen un éxito rotundo. Les embarcan en un nivel de vida desmesurado con la esperanza de que eso propicie nuevos trabajos. Y respecto a la carrera de Willy, no sé que decirte. Creo que no le va mal. No sé que le ha entrado… alguna vez he oído que le gustaba mucho el juego. El póker, parece. Que a veces juega en esos campeonatos, como Piqué, el futbolista.

-Mira. Ya conocemos a un afectado de esa trama. En realidad a cinco, con los cuatro que citó Álvaro el otro día.

-He llamado a Rodrigo Encinar. ¿Te diste cuenta que fue uno de los que citó Álvaro en su conversación con Willy?

-Sí. Y luego se me olvidó preguntarte.

-Le he dicho que me han llegado rumores de que anda mal de pasta. Otro que me lo ha negado. Pero yo le he dicho a cara de perro, que si necesita algo, que me lo pida. Que no haga nada para pagar eso de lo que pueda arrepentirse. Y que si quiere denunciarlo, yo le apoyo. Le he hablado de Javier y sus compañeros.

-O sea que le has dicho claramente que lo sabes, y que por mucho que lo niegue, no te va a convencer.

-Con él tengo confianza. Sí, se lo he dejado claro. Es un buen tío, buen actor y en su día me ayudó mucho. Eso no lo olvido ni lo haré nunca.

-Eso no me has contado.

-No viene al caso.

-¿Y a Gonzalo le has llamado?

-No tengo tanta confianza. Pero Rodrigo sí, y le he hecho ver que sé que su amigo está igual. Que lo mismo vale por él.

-No van a querer.

-Al final Rodrigo me ha venido a reconocer que… sí, que… tiene una deuda… pero no debe ser más de diez mil euros.

-Pero su caché en esas citas no llegará ni a los doscientos euros. Si es que ha entrado en el juego. No es muy conocido. Y eso ya sabes como va.

-Creo que no lo ha hecho. Lo más …  tonto es que el dinero lo ha usado paa hacer unos arreglos que necesitaba su casa. No ha sido por …  fardar.

-Ojalá tengas razón.

-¿Y tú qué?

Jorge le fue contando las novedades en su excursión a Concejo. Y le fue contando todo lo que había dicho Martín sobre la opinión de sus padres sobre el sucedido de hacía diez años.

-¿Os conocíais entonces?

-De cruzarnos en eventos, en reuniones sociales… que yo recuerde, hasta el día en que Paula me llevó a la barbacoa, no había cambiado ni un saludo con él. Nos conocíamos de vista. Y mira que desde que ha dicho eso Martín, le he dado vueltas al tema.

-¿Y Martín y Tirso? No lo entiendo. ¿Tirso existe?

Jorge se quedó pensativo. No sabía que contarle a Carmelo y mucho menos como hacerlo.

-Digamos que alguien parecido a él, existió de verdad. Parece.

-¿Y ese tipo es al que conoce Martín?

Jorge se encogió de hombros. En realidad tampoco podía asegurar que Martín conociera al verdadero Tirso. Se imaginaba que ahora se llamaría de otra forma. Es un nombre poco común y en todo caso, asociado a personas mayores. Tirso tendría ahora… unos treinta y cinco años, pensó Jorge. Sería de la edad de Javier y de Matías. Lo que no alcanzaba a comprender, era de qué lo conocía. A no ser que Paula y Laín ocultaran muchas más cosas de las que él pensaba.

-¿Y tú te acuerdas de todo eso que contó Olga y Carmen y Sergio de que me salvaste? – preguntó de nuevo Carmelo.

Jorge volvió a encogerse de hombros.

-No lo recuerdo, no. Pero… habrá que pensar que a lo mejor algo hubo de todo eso. No puedo decirte nada más.

-Hay una escena parecida en la novela.

Jorge asintió con la cabeza.

-¿Ese niño era yo?

-Al menos parece que me basé en ti para escribirlo. No lo sé. Para mí, Tirso es una novela salida de mi imaginación. ¿Qué haya algún personaje basado en alguien real? Seguro que sí. Siempre los hay en mis novelas. Lo hemos hablado muchas veces. Pero ahora no te pongas a darle vueltas a la cabeza. Estamos ahora, quince años después, estamos juntos, tenemos una nueva vida por delante para descubrir y disfrutar. Prefiero la vida que nos resta juntos, que recordar cada detalle del pasado. Del pasado, lo suficiente para sacar de su zona de confort a esos indeseables que nos quieren mal. El resto, lo dejamos en el baúl de los recuerdos.

-El otro día me comporté…

Jorge le puso a Carmelo el dedo índice sobre sus labios.

-Fue culpa mía. No medí bien como podría ser el desarrollo de esa reunión. No estuve atento y no te cuidé.

-No soy un niño, te recuerdo. Tengo que controlarme. Tengo que saber asumir las cosas que suceden a mi alrededor y no me gustan. Y quiero que me perdones.

Jorge le besó de nuevo en los labios.

-Te perdono.

Carmelo fue el que besó ahora a Jorge. Estuvieron unos minutos los dos, acariciándose de nuevo y bebiendo de la misma copa de San Francisco. Habían preferido no beber alcohol esa noche.

-He convencido a Martín de que se venga a vivir con nosotros.

-¿A sí? Pues ya me dirás como lo has hecho. ¿Se ha convencido de que no me molesta, ni me estorba?

Le contó el aviso que le había hecho sobre los relatos de la carpeta de descartados. Y sus nuevos hallazgos.

-Alucino contigo escritor. ¿Resulta que todavía tienes más relatos escondidos? ¿Y todos en la carpeta de descartados? No me extraña que Fernando te mirara con cara de extraterrestre al ver los cuentos de tus sobrinos y los relatos de tus nanas. Y ten presente lo que te dijo Flor. Le salió del alma.

-Rafa me dio permiso para publicarlos – dijo sonriendo Jorge.

-Es grande Rafa.

Jorge se encogió de hombros. Esas carpetas escondidas no supo cuando las creó ni por qué. Lo había estado mirando al volver de Concejo. En las dos carpetas que no había abierto Martín, había más de trescientos relatos. Y como siempre, algunos eran más propios de ser calificados como largos que como cortos. Lo que más le extrañaba es que estuvieran bajo ese epígrafe de “descartados”. Había empezado a leer algunos y no le encontraba sentido. Le gustaban.

-Y me temo que entre esos relatos, están los que interesa. Todo ha surgido precisamente porque me ha avisado Martín que todo lo que me estaba pasando para leer, estaba en esa carpeta. Hay dos con Nati Guevara de protagonista. Un par de los padres de Martín. Algunos sobre Nando, sobre Sergio, sobre Toni, sobre la Universidad… me ha apartado Martín once relatos. Tengo que leerlos todavía.

-¿Y las fotos?

-Hemos apartado unas quinientas. No está mal de treinta mil que teníamos entre los dos. Y falta el teléfono mío estropeado y yo creo que falta otro tuyo. Aunque lo mejor de todo estaba en el álbum de fotos de los padres de Martín. Foto de Fausto Lazona y de Rubén y su hermano gemelo, todavía como chico. Por cierto, he dejado la cámara profesional en Concejo.

-Me llamó Bruno para avisarme. Pues a lo mejor, habría que echar un vistazo a las fotos de Laín y Paula. Sin que se enteren, claro.

-Ya se lo he insinuado a Martín. A ver por dónde sale. He quedado con Fernando y con el resto que quedábamos otro día y las repasábamos. Al final teníamos todos los ojos irritados. Pero se han portado genial. Y la sorpresa de que Helga y Raúl aparecieran para ayudarnos, me ha emocionado.

-No me extraña que acabarais con los ojos rojos. Menos mal que se os ha ocurrido ponerlas en la pantalla. Y todos estos… ya me dirás como has hecho para ganártelos tan pronto.

-Sí. Fernando ha tenido buena idea. Y respecto a lo otro… creo que en realidad el trabajo lo has hecho tú antes.

-Raúl y Fernando no habían venido nunca conmigo hasta que empezaron a ir contigo. Helga muy de vez en cuando. Bruno igual. Has sido tu querido el que te los has ganado.

-Da igual. El caso es que son geniales y buena gente.

-Estaba pensando que a lo mejor, debíamos meter prisa a Martín en la mudanza, para que no se arrepienta.

-Tienes razón. A ver que se nos ocurre.

-Escritor, hoy soy yo el que me rindo incondicionalmente y te pido que nos vayamos a dormir.

Jorge sonrió a la vez que acarició la mejilla de Carmelo.

-Petición concedida.

Carmelo se levantó del regazo de Jorge y lo ayudó a su vez a levantarse él.

-Deja, ya lo recogeremos mañana – le pidió Jorge.

Las fuerzas a ambos les llegó justo para llegar a su habitación, desnudarse y tumbarse. No tardaron ni dos en quedarse profundamente dormidos.

.

La cocina de Jorge se convirtió al día siguiente en el perfecto ejemplo de ese lugar maravilloso en el que se junta toda la familia el día de Nochebuena para hacer la cena de todos. Y por extensión la casa entera. Una actividad frenética, en este caso, para tenerlo todo preparado para llevarlo por la tarde al plató de Pasapalabra.

Ya llevaban cocinando dos días. Y hubieran sido tres sino pasa lo del viaje a Salamanca de Jorge y Carmen y el siroco que le dio a Carmelo. Había sido una suerte que uno de los concursantes hubiera caído enfermo con una indisposición estomacal. Eso había aplazado la siguiente grabación dos días. Porque además, el número de asistentes no dejaba de aumentar.

El día anterior habían avanzado. Ya tenían todo el menú decidido. A primera hora habían llegado los pedidos que Carmelo había hecho a media tarde, incluido el de la carnicería de Gaby. Todo bien conservado en unos recipientes isotermos. Gaby además, le había preparado decenas de brochetitas de picadillo adobado que hacían ellos y unos nuggets caseros “Me has dicho que habría niños, los hijos de los miembros del equipo ¿No? Verás como les encantan”. Pero todavía quedaban muchas cosas por preparar. Era el día en que todo debía estar a punto. El día decisivo. A las nueve, habían quedado en llevarlo todo e iniciar el ágape. Carmelo había quedado con los de “El Cortejo” que se pasaban sobre las cinco y media a recoger las últimas elaboraciones. Para esa hora había que haber acabado. Eso les daría tiempo para irse a sus casas y prepararse para el evento.

Jorge observaba todo con asombro. Había hecho algún intento, poco intenso, es cierto, de ayudarles con los preparativos. Tras mucho zascandilear y como le echaba en cara el actor, “siempre estás en medio querido”, Carmelo le había prohibido terminantemente meter mano. Juliana la vecina se había unido. Aunque al final se bajó a su casa, porque había mucho follón.

-Hago croquetas y empanadillas. Y unos hojaldritos rellenos de crema. Carmelo ¿Hago alguna empanada más?

-No estaría mal. La que nos comimos Jorge  y yo anoche, estaba riquísima. Y cada vez que me escribe Roberto, sube el número de personas que van a ir.

-Me bajo entonces.

Jorge hizo amago de seguirla pero su vecina la paró:

-Y no bajes, Jorge Rios, que eres… es que alguna vez que he hecho los hojaldritos de crema delante de él, se los come más rápido que lo que tardo yo en rellenarlos de crema pastelera. – explicó a Mariola y Ester que estaban a su lado.

-Van a ir los de “El Cortejo” para servirlo. – anunció Carmelo. – Ellos se encargan también de las bebidas.

-Pesado, ya lo dijiste ayer – le tomó el pelo Omar.

Carmelo parecía gozarlo. Jorge pensó que si lo de la actuación llegaba un día que le cansaba, podría abrir un restaurante y encargarse de la cocina. Eso le tranquilizó porque supo que tenían el futuro asegurado. Aunque se cuidó muy mucho de expresar ese pensamiento en voz alta. Por otra parte, eso de sentir que Carmelo podría mantenerlo sin problemas… le estaba empezando a gustar. Carmelo trabajando cada día y él dedicándose a escribir, sin preocuparse de tener que publicar, ni de ocuparse de esas cosas que tanto le… costaban.

-Ya lo tenéis todo organizado. – comentó así de pasada. Parecía estar buscando una justificación, o directamente la expulsión.

-Álva viene ahora – anunció Ester. – Ha acabado antes de lo previsto las pruebas de vestuario para esa sesión de fotos de mañana.

-Omar ha bajado donde Juliana para ayudarla con lo suyo. – anunció Mariola.

-¿Por qué no te vas por ahí a escribir en algún sitio? – le sugirió – echó Carmelo a Jorge.

Carmelo besó al escritor para hacer más llevadero el hecho de que le estaba echando de su casa. Pero muy al contrario, no se sintió ofendido, sino que sin dar oportunidad a que alguien le dijera que se quedara, cogió su bandolera, su gabán y se fue sin decir adiós. Le faltó hacer un gesto de triunfo nada más cerrar la puerta de su casa.

Estaba ya entrada la mañana. Llevaban unos días intensos. El primero, con la preparación de su presencia en Pasapalabra y el descubrimiento de las actividades de Álvaro para solventar sus problemas de dinero y lo que llevó consigo. El siguiente día con la grabación de los tres programas del concurso. Que aunque se lo hubieran pasado bien, no dejaba de ser agotador. Alguna vez notaba a los concursantes cansados cuando veía por la tele el programa. Y no se extrañaba.

Salamanca y Sergio. Y luego al volver, Carmelo. De camino, su parada en el pueblo del refugio de Nabar, Jordi y el resto de esos chicos dolientes. Nabar le había mandado varias fotos de cada compañero con la sudadera que les había llevado. Había quedado con Javier  en ir un día, hablar con Jordi y algunos otros chicos y así les firmaba las sudaderas a los que no lo había hecho. Nabar le decía que todos la habían tomado como su prenda habitual. Jorge le llamó a Bernabé para que le hiciera más, y así que pudieran tener para poder lavarlas. Y esas fotos se las mandó a Iván, el dibujante, para que le preparara unos retratos de los chicos para regalárselos.

Al día siguiente, su excursión a Concejo para mirar fotos y recibir novedades. Sobre todo las confidencias de Martín. Debía pensar en ello más detenidamente. El tema de Tirso le había dejado descolocado. Y el tema de sus padres y su opinión sobre él. Poco a poco Martín iba soltando todo lo que sabía. Jorge intuía que a lo mejor, no había hecho más que empezar. Y cada vez estaba más seguro que Laín y Paula eran otros amigos que iban a pasar de ser eso, amigos, a personas interesadas o cuando menos, que lo querían cerca solo para enterarse de lo que sabía o hacía. O vete tú a saber si para cosas más … espurias.

No le venía mal un paseo sin complicaciones y quizás una parada para reflexionar y en su caso escribir algunos pensamientos. Esos mismos que ahora le asaltaban mientras sentía el ambiente de la ciudad en plena actividad mañanera.

.

Carmelo fue a buscarlo al final de las grabaciones. Le habían estado llegando informaciones de lo que ocurría en el plató y en sus alrededores. Estaba preocupado y conocía a Jorge. Sabía que después de ese esfuerzo de sociabilidad, de controlarlo todo, de levantar el ánimo a Álvaro, llegaría “la bajona”. Justo llegó cuando Mariola se montaba en el coche de producción que la devolvería a su casa.

-Se ha quedado un poco apagado – le comentó al darle un beso.

-¿Te vienes a casa entonces a cocinar?

-Claro. Pero me llevo a mi nieta, te advierto.

-Le dejamos a Jorge de niñera.

-Me da que quiere largarse en cuanto pueda. Él cuenta con tus hombros para que hagan esa labor. No le digas nada que te he dicho.

Carmelo se echó a reír.

-Vivís en la casa de Jorge ¿No? Menos mal que has dejado ese santuario impersonal que es la casa de Cape.

Carmelo saludó a los miembros del equipo del concurso que se fue encontrando camino de los camerinos. Roberto y él se abrazaron.

-Tío, a ver si quedamos y echamos una tarde – le dijo Roberto. – No te digo nada de que vengas al programa porque sé que no te gusta.

-Claro. Nos llamamos. Podríais veniros un finde a Concejo.

-¡Ah! Es una idea. Han estado geniales los cuatro. Menudos cuatro. Y Jorge que parecía calladito.

-Me quema el wasap. Ha corrido la voz entre los colegas.

-Pues espero que no sean como algunos haters que se me han colado en mis redes.

-De esos también tengo. – se lamentó Carmelo.

Fernando el escolta le señaló el camerino en el que estaba Jorge. A la pregunta silenciosa de Carmelo, el policía contestó con una mueca de preocupación y de disgusto. Carmelo tocó ligeramente la puerta y la abrió. Jorge estaba recogiendo sus cosas para irse. Pero por la forma de moverse, por la postura que mantenía su cuerpo, supo que la cosa no iba bien.

Jorge sonrió al verlo. Se abrazaron y Carmelo le besó los labios a la vez que le acariciaba con ambas manos el rostro.

-Me dicen que has estado genial en los tres programas, que os habéis convertido en el mejor grupo de invitados de toda la historia, y resulta que estás apagado.

Jorge se encogió de hombros.

Carmelo le cogió la bandolera y se la colgó en su hombro y agarró el brazo del escritor para llevarle hacia los coches que les esperaban en la puerta.

-¿Y si le he puesto en el disparadero? Ayer con pagarle a la brava la deuda con ese cabrón. Y hoy, con esa exhibición que ha hecho de su querencia por mí y por mi obra. No le tenía que haber dejado hablar de mi novela. Es que además lo ha hecho con tanta pasión…

-Pero Mariola ha hecho lo mismo y ha hablado de “deLuis” también.

-Otra que a lo mejor…

-No dramatices.

-Tengo muy presentes esas conversaciones sobre nosotros, de esos compañeros, amigos o lo que sean.

-Álvaro puede separar su mundo del de ellos. Mariola nunca se ha relacionado con ese… grupito. Ni Ester tampoco. “Hola ¿qué tal?” y poco más. Arón y algunos otros se han desligado del grupo de wasap y no quieren saber nada de ellos.

-¿Elegir? ¿Le vamos a obligar a elegir?

-¿Crees que esa gente le aporta algo bueno? – opinó Carmelo.

-Pero es su elección de vida. No podemos… inmiscuirnos. Y cuando eligió sin ninguna presión, eligió a ese Willy para que le prestara. No te eligió ni a ti, ni a Omar, ni a Manu ni a Ester.

-Eso es cierto.

-¿Cuánto debería al principio?

-A mí me da que lleva algún tiempo con lo de acompañante.

-Creo que deberías… matizar con él mi actuación de ayer. Me pasé de frenada.

-Es posible. Pero intentabas que reaccionara. Puede que… no debimos pagar su deuda de la forma que lo hicimos. Y el intento de que pusiera en nuestras manos …

-Por eso. Te toca hacer de poli bueno. De quitarme autoridad, o como quieras llamarlo. Para que no se sienta agredido.

-Va a volver a su piso antiguo. Eso me han dicho. Te advierto que era una casa muy guay. No entendí nunca por qué se mudó. Y no era nada pequeña, quiero decir. En aquel entonces era …  es como comparar la casa de Cape con la tuya. La tuya es hogar. La de Álva era hogar. La nueva era como la de Cape. Menos impersonal, pero un estilo.

-Al menos se mueve.

-Puede que tu sobreactuación tuviera efectos positivos.

-¿Y si la tipa esa le despide después de que se sepa lo que ha pasado hoy en la grabación?

-No creo que lo haga. Le tendría que pagar el contrato entero y pagar a otro actor. Puede hacerle la vida imposible para luego despedirlo. Pero para eso debe esperar a que empiece el rodaje, y todavía faltan unos meses. Ni ella ni sus amigos tienen tanto poder. Y si recuerdas en la conversación, Willy le amenazó veladamente con esa posibilidad. Y Álvaro se enfadó y anunció que hablaría con su representante al respecto.

-¿Seguro? Con alegar diferencias creativas… o problemas de agenda. O peor aún: tenerle hasta el día antes de empezar los ensayos y despedirlo entonces. Se queda sin trabajo y sin posibilidades de encontrar otro. Dos o tres meses en blanco. Y alega su falta de moralidad, por ejemplo. Destapando sus actividades como acompañante.

-Puede que el proyecto del que le habló Fernando Cabrales, se adelante. A lo mejor es posible que tenga que elegir entre los dos proyectos. Y seguro que elige el de Cabrales.

-No creo que Álvaro dejara esa película. Tengo la sensación de que le gusta trabajar con esa mujer.

-Ella no es una garantía de taquilla. Aquí manda el dinero. Y él en cambio, si es garantía de taquilla. Nos olvidamos que tiene millones de seguidores en sus redes. Y eso tiene una valoración económica. Y a Cabrales le tiene en mucha estima. Si tuviera que elegir entre los dos proyectos, no dudes que elegiría el de Cabrales.

-No te equivoques, Carmelo. Depende. Habrá que saber quien pone el dinero para esa película. Y también quién está detrás de todos esos amigos que despotricaban contra nosotros. Y el tipo que le metió en la agencia de acompañantes VIP. Todo eso hay que investigarlo. Puede que tengan algo más para tenerlo controlado.

-Te olvidas que yo tengo muchos enemigos en la profesión, sin causa definida. Simplemente porque he triunfado. Eso molesta a algunos. Mi carácter ayuda en ese sentido. El cine es un mundo lleno de egos. Y que quieres que te diga, investigar esos temas por nuestra cuenta, viendo la gente que nos debe acompañar si vamos a hacer un pis en un bar, no es ahora mismo algo que me deje tranquilo. No me parece bien que te metas en ese lío.

-No te niego eso. Pero recuerda también que los que nos quieren matar, están en ello no porque te tengan envidia, sino porque quieren evitar que su pasado, del que eras partícipe de alguna manera, les eche una zancadilla unos años más tarde, cuando creían que todo estaba olvidado y que sus acciones no iban a tener consecuencias. Que los secretos del pasado salgan a la luz y alguno pueda verse abocado a acabar en la cárcel. Y respecto a lo de investigar, yo lo veo desde otro punto de vista: se trata de buscar nuestros recuerdos. Las razones para que estemos como estamos. Y empezar a avanzar en la solución de este tema.

-Te olvidas de otra posibilidad: que algunos de los que me odian por mi éxito se… oculten en ese otro mundo que viene del pasado. Y otra posibilidad: la venganza. Y ésta… cada vez… la tengo más presente. La sombra de la venganza en todo esto, empieza a opacar al resto de posibilidades.

-Ahí no encajo yo – razonó Jorge.

-“Hacéis una pareja estupenda” – le recordó con voz afectada. – Y querido, recuerda los comentarios de Martín respecto a sus padres. Y recuerda a Toni, al que tanto citas últimamente. Nati Guevara. Con todos tuviste… encontronazos.

Jorge hizo un gesto para darle la razón.

-Esperemos que ese Willy no quiera hacerle chantaje ahora. – opinó Carmelo.

-Es una posibilidad nada descartable, por otra parte. Pero hasta que no pase, no se puede hacer nada. Y en todo caso, debe ser él el que inicie las acciones, denuncias o lo que quiera hacer al respecto.

-Monta en el coche, anda. – Carmelo le hizo un gesto con la mano para insistir en su petición. Llevaban un rato hablando en la calle, al lado de los coches.

-Ester nos ha invitado a tomar algo con ellos. – apuntó Jorge.

-¿Quieres ir?

Jorge hizo un gesto arrugando el morro.

-A lo mejor convenía que fueras tú. Yo mejor me voy a casa.

-Me voy contigo.

-No, Carmelo. Vete. No hace falta que de repente hagamos todo juntos. Son tus amigos. Tus compañeros. Yo he estado con ellos todo el día. Así planificáis lo de la merienda de mañana. Y tienes que corregir mis errores de ayer. Y es mejor que lo hagas sin estar yo delante.

-¿Estás seguro? Y en todo caso, serían nuestros errores.

Jorge a modo de respuesta salió del coche de Carmelo, al que al final se había subido, le cogió su bandolera del hombro sobre el que seguía colgada y caminó hacia el suyo. Se despidió con un gesto con la mano pero sin girarse. Fernando le abrió la puerta y subió con él.

-¿A casa?

-No. Al Pianola’s. Nos espera Javier allí.

-Perdona, se me había olvidado. Me ha llamado Carmen después de hablar contigo. No le has dicho nada a Carmelo.

Jorge se encogió de hombros.

-No quiero meterle en ese follón. Puede que tenga que hacer otra visita para hacer amigos. Y prefiero que no le salpique.

-Alucino contigo. Si quieres damos un pequeño rodeo y puedes echar una cabezada. Estás matao, no, lo siguiente.

-Sí, por favor – suspiró Jorge al decirlo a la vez que que le tendía su móvil para que lo controlara y se acomodaba y cerraba los ojos.

Jorge Rios.”

Le estaba sentando bien el paseo. No se estaba fijando por dónde iba. Hacía tiempo que no pasaba una mañana en ese plan. Sin plan. Yendo por dónde le llevara el viento. Observando a la gente con la que se cruzaba. Intercambiando miradas. Si notaba que le reconocían, sonreía y apartaba la mirada pudoroso.

Se encontró de repente frente al restaurante de Biel. Rico, el encargado, hablaba con dos personas en la puerta.

-¡Jorge! ¡Qué alegría verte! ¿Vienes a tomar algo y a ponerte a escribir?

-¿Te importa?

No se le había ocurrido. Se le había olvidado el ofrecimiento que le hizo Biel hacia ya unas semanas.

-Me encantaría. Hay una mesa reservada para ti. Todo el día. Te lo juro. No la usamos nunca. La tenemos siempre a tu disposición. No hace falta ni que llames como el otro día para reservar.

-Pues vamos a darle buen uso hoy – dijo alegre Jorge.

-Además, hasta dentro de una hora no esperamos a los primeros clientes. Tienes la sala para ti. Alba te pone lo que quieras.

No le había mentido Rico. Cuando entró, vio su mesa en un rincón discreto, pero con vistas. La misma mesa que habían ocupado después de su paseo por su antiguo barrio. Alba se la mostró con una mirada y una sonrisa en cuanto lo vio en el restaurante. Ahí estaba el cartel de reservado. Al sentarse comprobó que en el cartel ponía en pequeño su nombre.

Era todo un detalle. Sabía que prácticamente todos los días llenaban el local. Se sentó de frente a la sala, para poder observar a la gente cuando llegaba o cuando interaccionaba con sus acompañantes. Sacó su portátil de la bandolera y sus molesquines. Se preparó su pequeña oficina.

No tardó en ponerse a escribir.

El arte, la cultura, parece que siempre es el primer pagano de las circunstancias. Si hay crisis, lo primero de lo que se recorta es la cultura. El cine, el teatro, la pintura… las exposiciones dejan de tener prioridad. El cine, el teatro… como es un negocio…

No todo el arte, no toda la cultura es un negocio. La mayor parte de los museos son deficitarios. Si se tuviera que repercutir en las entradas el coste de mantener esas obra de arte en perfecto estado, su acceso sería exclusivo de las élites.

Una de las cosas que es característico del ser humano es su capacidad de crear. Es la capacidad de elevar el espíritu con su creación o con su contemplación. Y todos los gobiernos atacan esa posibilidad. Salvo que puedan sacar un rédito político, o quieran utilizarlo para manipular a la población. Los nazis, o los comunistas, partidos extremos, fueron unos maestros en como utilizar la música, el cine, la radio para propagar sus consignas.

¿Y qué puede elevar más el espíritu que la contemplación de una pintura en un gran museo? O el disfrute de una obra maestra del cine. O la lectura de una gran novela. Hay un cierto movimiento que pretende contraponer el arte a la conservación de la naturaleza, por ejemplo. Y las dos cosas son fundamentales en el desarrollo del espíritu humano. No convirtamos nuestra sociedad en una de esas novelas distópicas, en la que el arte está prohibido. Si cualquier movimiento ataca al arte, por sistema, yo dudaría de sus verdaderas intenciones. Quizás en el fondo, su verdadero propósito sea destruir el alma humana. Y cuidado, el alma no es una cuestión religiosa. Es una cuestión social y de vida.

Jorge Rios”.

-Ha sido una suerte encontrarte, Jorge Rios escritor. Permíteme que me presente, soy Carletto el influencer de los lectores bien informados.

Necesito leer tus libros: Capítulo 56.

Capítulo 56.-

-Lo que no acabo de entender, Álvaro, es que no hayas recurrido a cualquiera de tus amigos. A tu familia, la de sangre y la que te has ido ganando cada día aquí en Madrid. Eres el tío con más amigos en la profesión. Todos están deseando echarte una mano. Y te metes en esos… ¿Quién te ha engañado, joder?

-Prefiero no decíroslo.

Jorge y Carmelo se miraron en silencio. Carmelo se recostó en la silla en la que estaba sentado. Hizo un gesto con la mano al camarero. Cuando se acercó pidió un Cardhu sin hielo y en vaso ancho. Hizo un gesto a Álvaro y a Jorge, pero ninguno de los dos parecía querer nada en ese momento. Jorge todavía tenía su whisky a medias. Y Álvaro seguía con su Ron-Cola de después del café.

-Te hubiéramos ayudado si nos hubieras dicho.

-Pensaba que podía con ello. No… las cosas se han ido de madre. Era algo entre amigos que de repente se convirtió en un préstamo de… no sé quién.

-Te conozco desde casi que llegaste a Madrid persiguiendo tu sueño de ser actor – empezó a decir Carmelo. – Eras un hombre mesurado, sin grandes… sin que te llamara la atención los lujos excesivos. Recuerdo aquella casa que te compraste después de “Provenza”. Estaba muy bien, era amplia y la amueblaste de una forma muy acogedora. Tenías tu coche, un buen coche, pero sin estridencias. De repente empiezas a vestir a la última. Te haces asiduo a las tiendas de Serrano. Cambias de coche, te compras un BMW a la última, deportivo y luego te compras esa gran casa donde vives ahora.

-Pensé que era lo que se esperaba de un actor de éxito.

-¿Coronado es así? ¿Mario Casas es así? Tu amiga Ester o Arón. ¿Son así? ¿Han tenido que vestir a la última hasta para ir a correr al parque o han tenido la necesidad de comprarse una casa de trescientos metros cuadrados? Visten de diseñador si van a una entrega de premios y en general esa ropa se la dejan las marcas, como hacemos todos. Tenemos unos trajes o smoking para esos eventos.

-Una cosa es que no necesites ir a vestirte a Primark o a Zara, y otra es que… te gastes quinientos euros en una camisa, que en general te va a durar tres puestas. – apuntó Jorge.

Álvaro se encogió de hombros. Tenía la cabeza gacha. No se atrevía a enfrentarse con la mirada de sus amigos.

-Perdona, Álvaro. Parece que somos dos inquisidores echándote la bronca – Carmelo reculó. Se estaba dando cuenta que estaban consiguiendo el efecto contrario al que querían.

-¿Quién te aprieta para que les devuelvas el dinero que te empuja a hacer estas cosas? ¿O es la misma persona que te prestó el dinero? ¿El mismo te presta la pasta y te da esta salida para pagar rápido?

Álvaro asintió despacio con la cabeza. Seguía evitando cruzar su mirada con las de Jorge o Carmelo.

-¿Lo conocemos?

-De verdad, eso da igual. No insistáis, no os lo voy a decir.

Jorge cogió su bebida y le pegó un trago. Saboreó el licor y volvió a dejar el vaso en la mesa. El camarero apareció con la bebida de Carmelo. Éste aprovechó y también bebió de ella. Hizo una mueca de satisfacción.

-Vale. No pasa nada. Así nos ahorramos el momento “partir piernas”. Y no me mires a mí, – le advirtió Carmelo – el que las iba a partir es Jorge. Por alguna causa que no entiendo, te ha cogido mucho cariño. Y está verdaderamente preocupado por ti. Preocupación de la sana, de intentar ayudarte por todos los medios. De conseguir que dejes estas… citas… y te quites ese marrón de encima lo antes posible. Esas cosas no salen bien. Y te puedo asegurar que sé de lo que hablo. He visto a muchos en tu misma situación. Y ninguno de ellos lo ves ya trabajando, ni siquiera haciendo teatro de aficionados.

-¿Tienes más citas? – le preguntó Jorge.

-De momento no. Tenía una para mañana pero con lo de Pasapalabra lo he cancelado. A la agencia no le ha sentado muy bien. Me ha venido a decir que debo tener claras mis prioridades.

-Y las tienes, tu profesión es lo más importante.

-Ya pero… ellos creen que lo suyo es lo principal.

-Si sales en la tele, al día siguiente pueden cobrar el doble por una cita contigo. A parte de indeseables son tontos. – Carmelo fue rotundo en su sentencia.

-Entonces, el amigo Andoni ha sido el último. – Jorge estaba haciendo esfuerzos por tener un tono de voz mesurado y tranquilo – Por favor, te lo pido. ¿Pero en qué estabas pensado? Ese parecía majo, pero otros, pueden partirte la jeta o el culo o ambas cosas. ¿Estás seguro de que hoy, si no os llegáis a encontrar con nosotros no te hubiera pedido acostarte con él? ¿Qué le hubieras respondido? ¿Lo hubieras hecho?

Jorge lo miraba con los ojos muy abiertos. Carmelo resopló y empezó a negar con la cabeza. No había respondido, casi ni había hecho un solo gesto, pero los dos supieron que sí, lo hubiera hecho.

-Al veros llegar, me dijo que os quería conocer. Le he dicho que no, porque sabía que os ibais a dar cuenta. Os conozco. Pero me ha ofrecido el triple.

-Entonces…

Carmelo dejó la frase en el aire. Se arrepintió de lo que iba a decir. Le iba a preguntar por lo que hubiera cobrado si se hubiera acostado.

-¿Cuánto le iba a costar al amigo Andoni charlar y cenar contigo? – Carmelo se había arrepentido de hacer ese tipo de preguntas, pero Jorge quería saber.

-Ochocientos euros. Más la cena y las copas.

-¿Cuánto se supone que cobras tú?

-Quinientos. Para pagar la deuda. Al menos me quedo con la ropa que la ha enviado él. Quería que vistiera así.

-¿Y cuanto hay que pagar por acostarse contigo?

Carmelo miró a Jorge con la cara muy seria. No le gustaba que él se lanzara a transitar por un camino que él había descartado. No aportaba nada ni era bueno que Álvaro se pusiera a la defensiva o se sintiera avergonzado.

-Mil quinientos – dijo en un susurro.

-No me jodas. – exclamó Jorge. – Pero si no te gustan los tíos. No me jodas.

No se pudo contener. Le había salido del alma. Carmelo le dio una patada por debajo de la mesa. Jorge le pidió perdón con la mirada. No era su intención avergonzarlo. Al menos la patada había hecho que no hiciera la siguiente pregunta que iba a ser si hubiera aceptado o lo había hecho en citas anteriores. Decidió dejar ese tema. Aunque él tenía claro cual había sido la decisión que había tomado Álvaro.

-¿No te das cuenta que eso repercute en tu trabajo? – Jorge cambió su forma de hablar. También relajó su cuerpo para intentar que Álvaro volviera a sentirse a gusto con ellos. Querían ayudarlo, no empeorar las cosas – ¿Y si se llegan a enterar los directores de casting? ¿Crees que contratarían muchos a un actor que trabaja como gigoló? Estás expuesto a que alguien lo cuente, a los comentarios de esos hombres, que pueden decir lo que les de la gana, desde que te huelen los pies a que eres maleducado o que no vales lo que han pagado por estar contigo. Tienes millones de seguidores en tus redes. Cualquier cosa negativa en ese aspecto, tendría repercusión inmediata en ellas.

-O a que la comes como nadie. – añadió Carmelo. – Fíjate esa noticia en tu Instagram. O la contraria, como dice Jorge: “he pagado un pastizal por pasar la tarde con él… dinero tirado a la basura”. Cuarenta millones de seguidores abren su Instagram y ven ese comentario en tu cuenta. Más los que lo compartan.

-El que te ha buscado esa salida, te quiere muy poco. Solo ha buscado tenerte cogido de los huevos para toda tu vida. Dentro de unos meses, hubiera sido tu única posible fuente de ingresos… ¿Sabes que muchos periodistas de la prensa del corazón ya saben esto? Alguien está haciéndoles llegar la noticia. Alguien quiere apartarte de tu carrera. Hace días que nos preguntaban, porque sabían que somos amigos tuyos. Siempre respondimos que no tenías problemas de ese tipo, ni de ninguno, porque si no, lo hubieras compartido con nosotros. O con Ester, con Arón, con Mariola.

Jorge fue a decir que sí, habría otra fuente de ingresos y era la prostitución VIP pura y dura, sin el paraguas de “Hemos quedado a merendar y a charlar de la situación en el mundo durante la pandemia”. Era lo que le hubiera esperado a Álvaro de no poner coto a esa situación. Acostarse con un famoso estaba bien cotizado. Era un gran negocio, sobre todo para los intermediarios. Lo único que si eso le apartaba de su carrera, la memoria de los fans es débil. Y en cuanto pasaran unos meses sin un trabajo nuevo, ese caché iría bajando. No quiso entrar en ese tema. No quería correr el riesgo de enterarse de que Álvaro ya había dado ese paso. En el fondo, Jorge estaba seguro que lo había hecho. Pero prefería que fuera una presunción, sin una confirmación efectiva del interesado. Eso le hubiera sacado de quicio.

Carmelo se había mantenido contenido en el gesto y en la palabra casi todo el tiempo. Le había dejado la iniciativa al escritor. Era claro que estaba muy enfadado y alterado. Prefería excederse y si había que suavizar, ya lo haría Carmelo o el resto de sus amigos luego. Aunque le costara la amistad de Álvaro, haría y diría lo que estimara que pudiera convencerlo de dejarse ayudar y dejar de depender de esa gente. Aunque esas patadas por debajo de la mesa y alguna mirada conminatoria de su rubito, habían contenido lo que si no, hubiera sido una explosión de enfado e indignación.

-Dinos lo que debes a ese que te ha metido en este negocio. – preguntó Jorge intentando poner un tono de voz tranquilo.

-Ciento Cuarenta mil. – dijo en apenas un susurro. – Largos. Cuarenta mil muy largos.

Jorge ni se atrevió a mirar a Carmelo para ver su reacción. Él intentó no traslucir que le parecía una barbaridad. Y que eso a base de citas con personas que pudieran pagar su caché, le tendrían agarrado durante años.

-Llámale. Dile que te diga exactamente lo que le debes y que te de un n.º de cuenta.

-No puedo permitirlo, Jorge.

Era la primera vez desde que se habían quedado solos que Álvaro levantaba la mirada y la enfrentaba con la de sus amigos. Sus ojos de repente estaba brillantes. Las lágrimas hacían su aparición. Lágrimas de vergüenza.

-Claro que lo permites. Perdona, no me he equivocado en el tono y en la frase. Lo que quiero que entiendas, querido, porque de verdad te aprecio, los dos lo hacemos… – se lo pensó de nuevo, no le acababa de gustar la palabra que había empleado – te queremos, con todas las letras. Quiero que entiendas que nosotros, al contrario de los tipos o tipas a los que te has encomendado, nosotros te queremos de verdad. Lo repito si quieres: Carmelo te quiere, yo te quiero. Con toda nuestra alma. Y estamos dispuestos a poner nuestro patrimonio para que recuperes tu vida. Te aclaro que no te vamos a regalar el dinero. Vas a cambiar un préstamo por otro. En lugar de deber ciento cincuenta mil euros a esos o esas amigas, nos lo vas a deber a nosotros. A Carmelo, a mí, a Arón, a Ester, a Miguel, a Patrick, a Manu… La diferencia es que nosotros no te vamos a cobrar intereses. No te vamos a obligar a hacer de chapero. Ni siquiera te voy a pedir que te acuestes conmigo, o con Carmelo y mira que estás bueno, la madre que te parió. Anda que de no estar pillado de éste, no te hubiera tirado los tejos. Aunque supiera que no tenía nada que hacer. Voy a jugar contigo en Pasapalabra. Voy a disfrutar de tu compañía cuando se tercie. Vamos a ir a comer, a cenar, como siempre hacemos. A reírnos. A meternos con éste o con aquel, pero de buen rollo. Y si necesitas ayuda para preparar un papel, estaré contigo hasta que te salga a la perfección. Eso es lo que hace la familia, los amigos. Y cuando puedas, nos irás devolviendo el dinero poco a poco. Si te sientes más a gusto, ponemos unos plazos. O unas cuotas al mes. No te sientas ahora como que te regalamos aquí la pasta. Ni que queremos anularte o humillarte. No me jodas, Álvaro que te estoy viendo. Es un dinero que te dejamos. Y que lo hacemos de mil amores. Y si prefieres, vamos a un notario y lo formalizamos.

-Pero es que hay algo de eso. Yo debo resolver mis problemas. Solo.

-¿Por qué en lugar de pedirle a ese, no nos has pedido a alguno de nosotros? No me refiero a Carmelo o a mí solamente. Tienes legión donde elegir antes de llegar a esto. Has pedido ayuda a alguien. Eso es un hecho. ¿Por qué a él o a ella? ¿Por qué no se lo has pedido a Carmelo? A Mariola, que te quiere como si fueras otro de sus hijos. ¿A Ester? Lo único que hago es cambiarte el préstamo por otro con mejores condiciones.

-Porque pensé que … joder, porque no tenía tanta confianza con vosotros. Pensé que ibais a pensar que os quería dar el sablazo. Como esas historias de tus amigos…

-Pero alguna de esas historias que te he contado, eran de personas que querían timarme. No eran amigos. De los amigos que sí me he ocupado, no suelo hablar. No quiero alardear de eso. No quiero que la gente piense: “Huy, mira, el escritor haciendo de buen samaritano”. Y no son personas con las que ahora mismo tenga un trato cercano. Pero si hay que estar, estoy. Aiden, por ejemplo. Le he dejado dinero muchas veces. Y sé que Carmelo le ha ayudado también cuando yo no estaba a mano. A Helena y a Jon, su marido: me han pedido ayuda. No de dinero, pero sí para abrirles algunas puertas con uno de sus niños que tuvo un problema de salud siendo casi un bebé. No conoces a ninguno, no son ni famosos ni lo van a ser nunca. Por eso te lo cuento ahora. Alguno que conoces, no te lo voy a decir. Y les hemos ayudado. Tanto Carmelo como yo. O ambos.

-Joder, Mariola te pone por las nubes.

-Sea lo que sea que sepas, no te lo he contado yo. Y de Mariola que te voy a decir. Tú la conoces mucho antes que yo. Y sabes que ella hubiera hecho lo que fuera por ti. Y si no hubiera tenido dinero disponible, lo hubiera buscado. Lo mismo que Arón, que Manu… que Anna…

-Hazle caso a Jorge y llama a ése. Me vas diciendo el número de cuenta según te lo diga. Si te dice algo, le dices que te ha tocado la primitiva. – Carmelo se había decidido a participar, aunque solo fuera para animar a Álvaro que parecía remiso. – Tranquilo que vamos a hacer la transferencia de tal forma que no se enteren de quien la hace. No te vamos a poner en un compromiso.

Álvaro llamó. La explicación fue corta. Le dijo lo de la primitiva y que iba a saldar la deuda. Su interlocutor parecía querer convencerlo de que no era necesario.

-Estoy decidido, Willy. Hace semanas que no estoy cómodo con la situación.

-Pero no es necesario. Si te ha tocado la primitiva puedes aprovechar y comprarte ese coche que vimos hace un par de meses y que te gustó. Ya me irás devolviendo el dinero…

-Prefiero saldarte la deuda. Como parece que te urgía… – dijo a modo de pulla.

-Pareces enfadado…

-Como “El hombre elefante”. ¿O se te ha olvidado lo de “El hombre elefante”? Una gran película, por cierto, dijiste. Algo sobrevalorada, diría yo.

Le fue diciendo los dígitos de la cuenta. También le dijo la cantidad exacta. Carmelo cuando acabó de hacer la transferencia, le hizo un gesto con la cabeza.

-Ya lo tienes en la cuenta. Con esto, zanjamos el tema. – comentó Álvaro de forma tajante a su interlocutor. – Muchas gracias por haberme dejado el dinero.

-Pero Álvaro. Puedes… sacarte un buen dinero. Todavía tienes que pagar la hipoteca y no tienes un trabajo que te de los ingresos que necesitas. Y la película de Lola, aunque la hayas firmado, todavía puede haber muchos cambios de reparto. Ya sabes como va esto.

-¿Me vuelves a amenazar? Mañana hablo con Felisa. Si hay algún problema con esa película, es el momento. La dejo sin problemas. No me gustan estos juegos. Pensaba que eras mi amigo. Se te llenaba la boca diciéndomelo.

-Pero prefieres a ese escritor. Me han dicho que mañana vas a volver a hacer de la segunda pareja de ese puto de mierda. Parece que te gusta comerle el culo. Pareces un remilgado con el resto, pero a él bien que le comes lo que haya que comer.

-¿Esto se trata, de una cuestión de celos? ¿De ser el mejor amigo de todos? ¿Lo mismo le dices a Elfo o a Rodrigo? ¿Y a Ricardo Velasco? ¿Y a Tomás Valenzuela? ¿Y a Gonzalo Semtí? ¿También eres su mejor amigo? O son tuyos, porque a ellos también les dejas dinero. Y también les has metido en los mismos líos.

-Me parece que te estás equivocando, Álvaro. Mejor será que te olvides de esa película y de todas en realidad. Ya procuraré que nadie te contrate. Todavía estás a tiempo de recular y sacarte una buena pasta con los negocios que tenemos entre manos. Tu carrera en el cine y la televisión está acabada. Te lo aseguro. Y ni ese puto escritor pederasta y que ha conseguido engañar a todo el mundo con sus supuestos libros, va a poder salvarte. Por mucho que vayáis a comeros los oídos a ese programa de mierda.

-No, Willy. No. Nunca más. – Álvaro respiró despacio y profundo para serenarse. Carmelo le hacía gestos para que no entrara al trapo. No le iba a beneficiar en nada. Jorge se había levantado y se había ido a la barra a pedirse un whisky. Estaba a punto de enfadarse de verdad. Y a esas alturas, ni aunque Carmelo le rompiera las piernas a patadas, se iba a contener.

-Te agradezco que me lo dejaras, ya te he dicho. Si hubiera sabido las contrapartidas y que en realidad no me lo dejabas tú, o eso me dejaste entrever hace unas semanas, nunca lo hubiera hecho. Era una cosa entre amigos y de repente se convirtió en una operación con un prestamista profesional. Me has engañado, Willy. Desde el principio. He sido el panolis en el timo.

-¿Te ha pasado algo? Yo siempre he intentado ayudarte…

-Nunca más, Willy. Te he devuelto el dinero. Y hasta aquí hemos llegado.

Y le colgó.

-Me gustaría acostarme contigo.

Aldo se quedó callado. Se le habían puesto los testículos de corbata. No entendía por qué había reaccionado así. No era la primera vez que se acostaba con un desconocido. Ni siquiera era la primera vez que de aceptar, se acostara con un hombre. Pero…

Aunque su amigo le había dicho que no iba a pasar nunca, que se lo dejaba claro a los clientes, él sabía que sí iba a pasar. Era además un camino de no retorno.

Se acordó entonces de Fermín Labrador. Niño actor, muy conocido en su momento. Creció y cuando se acabó la serie en la que trabajaba, no encontró nada para seguir en el negocio. A los veinte estaba en la ruina, medio enganchado a las anfetaminas, y perdiendo a marchas forzadas el recuerdo en la mente de los que habían sido sus fans.

Un “buen” amigo como el suyo le propuso ser acompañante. No sabía si era el mismo amigo u otro. Pero sus discursos, por lo que él sabía habían sido los mismos.

-Nunca te van a pedir follar. Nunca.

Pasó. Fermín dijo sí. Folló. Cobró. A partir de ese día, todas las citas eran para eso.

Un buen día, después de una noche de sexo con un cliente, se miró al espejo, no le gustó lo que vio y se equivocó en la dosis de heroína de la que era consumidor. Su cliente, su último cliente no olvidaría ese polvo. Sobre todo como fue su despertar al lado de su pareja fría como un témpano de hielo.

Aldo empezó a hacer ejercicios de respiración. Logró tragar el mar de saliva que de repente se le había creado en la boca.

-Te pagaré el triple – le animó el hombre, que lo miraba con un gesto de persona segura de sí misma, acostumbrada a mandar y dominar.

Aldo se levantó, recogió sus cosas de la mesa del restaurante.

-Lo siento. La respuesta es no. No al triple, o a cien veces más. No.

No se despidió. Él tipo empezó a llamarlo a gritos y por su nombre artístico. Pero le dio igual. Él no valía para eso.

Solo con la propuesta, se había sentido mal. Sucio. Vendido. Durante unos segundos hasta se había mareado ligeramente. ¿Cómo has llegado a esto, Aldo? Se preguntó para sí.

Jorge Rios”.

Carmelo bajó la cabeza. Como fuera el Willy que estaba pensando, se iba a ocupar de que no volviera a acercarse a un rodaje. Ahora sí que iba a tener motivos para odiarlo.

-Carmelo, por favor – le rogó Álvaro que intuía por dónde iban los pensamientos de su amigo. – Déjalo estar. Yo te he hecho caso, házmelo a mí en ese punto.

-Ahora dinos como podemos ayudarte con tu casa y la hipoteca. ¿No sería mejor que la vendieras? Te has obcecado en mantenerla. Véndela. – le dijo Jorge al sentarse de nuevo junto a él.

-¿Y donde me voy a vivir?

-A una de las casas que tengo yo, por ejemplo. Tengo una cerca del Retiro que te viene al pelo. Con una terraza enorme para reunirnos allí los amigos. Y te la dejo a buen precio. La tengo vacía hace tiempo. Así la saco un rendimiento.

-Joder, parece que os estoy sableando. No me siento cómodo con esa sensación.

-Eres bobo. ¿Me lo has pedido tú? Si prefieres se la alquilo a Arón o a Ester y que ellos te la alquilen a ti. Les tienes muy enfadados.

-Joder. No quería que nadie se enterara. Voy a ser el hazmerreír.

-No eres más bobo porque no te entrenas. ¿No te has dado cuenta de que tienes más amigos que nadie en la profesión? Amigos de verdad, joder. Por no hablar de tu familia, que hasta donde yo sé te adoran.

-Pero andan pillados también. Me jode no poder ayudarlos…

-Pues pon a la venta la casa. Te ayudamos con la mudanza. En ese piso de Retiro hay muebles. Pero si quieres, puedes llevarte los de la otra casa. Los que hay allí los guardo en un almacén. Cuando te recuperes, pues ya veremos.

-No te vas a hundir por una casa que es guay, pero que sinceramente, es enorme para ti solo. Aunque invites a dormir a todos tus amigos. Y te cuesta una pasta mantenerla. – apuntó Carmelo.

-El problema es que debo varios plazos de la hipoteca…

-Vale. Vamos a hacer una cosa. Le mando un mensaje a Óliver, ya te he hablado de él, para que a primera hora prepare un documento para que Carmelo pueda representarte en el banco. Carmelo, te vas con Óliver y llegáis a un acuerdo. Mientras se vende la casa, los plazos de la hipoteca los pagamos nosotros. Con nosotros, me refiero a nosotros dos y a al menos siete amigos tuyos más. Por si no te ha quedado claro, el dinero que hemos pagado antes, no lo hemos puesto solo nosotros. El resto de tus amigos también participan.

-Y vosotros a darlo todo a Pasapalabra. Deberíais iros a descansar, por cierto. Se ha hecho muy tarde. Y recuerdo vuestra última experiencia en Pasapalabra y acabasteis cansado.

-Tienes razón. Menos mal que la ropa y las camisetas las manda Bernabé directamente al plató.

-Pues a descansar, queridos.

Se acababan de ir los últimos vecinos que se habían acercado al bar de Ramona para charlar con Jorge. Eran más de las diez de la noche. No había parado de hablar y de sonreír desde que había vuelto de su encuentro con sus padres.

La noticia del encontronazo con sus progenitores había corrido por el barrio y si cabe, eso había animado a más personas a acercarse a saludarlo o con alguno de sus libros para que se lo firmara. También había hecho que algunos fieles a sus padres, se pararan delante del bar y miraran a través de la cristalera con desprecio y asco. Pero no se atrevieron a entrar.

Sus nanas hacía ya un rato que se habían ido a casa. Estaban agotadas. Gaby y Elvira las habían acompañado. Dulce, su sobrina, se había ido a media tarde a su entrenamiento de baloncesto. No lo perdonaba ni por Carmelo. Elvira le había contado a Jorge que parecía que le gustaba un chico que también jugaba. Kevin y Rafa se habían mantenido al lado de su tío hasta que sus padres habían vuelto para llevarlos a casa. Al día siguiente tenían cole.

Carmelo también se había ido cerca de las siete. Tenía una reunión con el equipo de “Tirso”. Y Martín, hacía un rato que también se había ausentado camino de otra jornada nocturna de rodaje de su nueva película.

Fernando se acercó a la mesa que ocupaba y se sentó a su lado. Aunque había cambiado el equipo de escoltas, él había decidido quedarse. Le había gustado escuchar las anécdotas de todas esas personas relativas a los primeros tiempos de su carrera como escritor. Algunos también habían hablado de Nando. Y de Nadia. Y de algún otro de los viejos amigos de Jorge. Helga, que ahora estaba a cargo de su protección también se sentó. Desde que había llegado, se había unido a Fernando en esa charla con los vecinos del barrio.

-¿Y ahora? – preguntó la policía con una sonrisa.

Jorge negó ligeramente con la cabeza.

-Estoy que no estoy.

-¿Y si cenas algo? Al final no has comido casi. Llevas todo el día en danza sin descanso y sin comer en condiciones.

Fernando había sido muy dulce, pero en el fondo era una reprimenda en toda regla.

-No es mala idea. Ahora que lo dices, me siento desfallecido. Pero casi, si no os importa, cambiamos de sitio. Ha sido muy bonito el día de hoy, bonito e inesperado, pero necesito dejar de sentirme como en un escaparate. Y si nos quedamos aquí, eso va a seguir pasando.

-¿Al restaurante de Biel? Ya tenemos mesas reservadas. – propuso Fernando. – Nos hemos adelantado.

-Te vendrás ¿No?

-Ya te he dado el coñazo todo el día – dijo Fernando con una sonrisa. – Tienes que estar hasta los cojones de verme.

-Si es por eso, me gustaría que vinieras. Si es porque tienes cosas que hacer o quieres tirarte en el sofá, lo entiendo perfectamente. Helga, tú espero que me hagas también el honor y cenes conmigo. Mis hombres me han dejado todos. Y lo último que me apetece es cenar solo.

-Por mí encantada.

-Voy a ver si Ramona nos hace la nota de lo que se debe y nos vamos.

Jorge se levantó y caminó hacia la barra. Él esperaba una cuenta desorbitada. Pensaba que todos habían tomado algo a cuenta del escritor. Pero para su sorpresa, solo había pendiente la cuenta de la comida de los escoltas.

-Julián, David y tu hermano Gaby se han encargado – le explicó Ramona al ver la cara de sorpresa del escritor.

Camino de los coches, Jorge pareció perder el equilibrio un par de veces. Fernando le cogió del brazo para sujetarlo. Así lo acompañó hasta el coche. Le ayudó a entrar y se sentó a su lado.

Lo mismo hizo al llegar al “Puerto del Norte”. Rico lo recibió como siempre con una sonrisa y toda su amabilidad. Les acompañó a la mesa que tenían reservada.

-¿Va a venir Carmelo? – preguntó Rico.

-Me temo que de momento no. Su reunión va para largo. Si me dice que viene, te aviso para que le pongas un cubierto.

Fernando y Helga tomaron la iniciativa. Jorge parecía aplanado. Habían sido muchas sensaciones esa tarde. Y una conclusión: había dejado de lado hacía mucho tiempo a los… a la gente que de verdad le había querido y apoyado desde su niñez.

-Deberías estar contento y no lo estás – le dijo Fernando una vez que Rico les había dejado solos.

-Y lo estoy – reconoció Jorge. – Lo que pasa es que me he dado cuenta de que he sido tonto. Injusto con todas esas personas que se han acercado a verme. Las nanas, por ejemplo. No las he hecho ni caso todos estos años. Y hoy soy lo que soy, gracias a ellas. Mi hermano. Mis sobrinos. Mi cuñada. Los he ocultado como si … me dieran vergüenza. Yo lo hacía por protegerlos, porque no se enfrentaran a mis padres, pero… me he dado cuenta que los demás lo han entendido de esa otra forma. Y ya habéis visto lo majos que son los chicos y que mi hermano y mi cuñada son… sobre todo buena gente. Trabajadores. Pendientes de todo el mundo.

-Creo que nadie piensa eso de ti – le dijo Helga. – Desde que he llegado, lo único que he escuchado son palabras de alegría al verte de nuevo. Ningún reproche del pasado. Y tus nanas, cuando me las ha presentado Fernando, se les iluminaban los ojos al hablar de ti.

-Ya. Es cierto. Pero deberían sentirse mal. Deberían odiarme.

-¿Por qué quieres flagelarte? – le recriminó Fernando.

-No es eso. Esas personas me han mostrado todo su amor. Y … es un amor conservado todos estos años, muchos años, en los que no les he hecho caso.

-Deberías sentirte bien por ello. Eso demuestra que su cariño es verdadero y resiste la distancia.

-Y que es incondicional. Que no depende de que estés pendientes de ellas o ellos. O que les dediques libros o que les nombres en las entrevistas.

-Y me siento bien. Pero no dejo de pensar que he sido injusto con ellos.

-Y dale. Ellos no piensan eso. Sigues siendo ese chico que salió del barrio y triunfó. Todos tienen guardados esos relatos que les escribiste. Y esa mujer, Lines… mira como te ha abrazado en cuanto ha llegado. Casi nos unimos todos a vuestras lágrimas mientras hablabais de Manolo, su padre.

-Y ni siquiera me había enterado de que su padre había muerto. ¿Os lo podéis creer? ¿Sabéis todo lo que hizo por mí? Sin decir nada. Sin presumir. Sin… ¿Sabéis el apoyo que me dio? Él fue el primero que supo que me gustaban los hombres. Antes que Evarista y Pepa. Me dio confianza. Me hizo sentir bien conmigo mismo. Sus hijas muchas veces hacían de tapadera, de acompañantes protectoras del que dirán de mis viejos. Manolo respetó mis tiempos. Me defendió a capa y espada. Me dejaba su casa para escribir… tenía hasta llaves… ¿Tú sabes la confianza que eso me dio con catorce años? Se sentaba detrás de mí y leía lo que escribía. Y … mirarle la cara y ver lo orgulloso que se sentía de… mis historias… de mí… y ni siquiera me he enterado de que había muerto.

-¿Tú que crees que te diría ahora si estuviera vivo?

Jorge suspiró.

-Lo que me decía entonces: mira adelante y demuestra a todos lo que vales. Que les den a los que no saben verlo.

-Pues habrá que hacerle caso – resumió Fernando el pensamiento de todos los que le habían acompañado esa tarde.

-¿Y qué has sabido de Nadia?

-Que es amiga de mis padres, que me ha engañado como a un idiota todos estos años. Y que de alguna forma me ha robado mucho antes de bajarse “La vida que olvidé” para publicarla en otros países. ¿Qué os han dicho a vosotros?

-Bueno. Hemos descubierto un segundo teléfono de Nadia de siempre. Parece que ha tenido dos teléfonos. No es el que le dio a tus padres, este es otro. Un tercero. A Fernando se le ha ocurrido preguntarles uno a uno. Y no todos tenían el mismo. Se lo hemos pasado a Tere. Fernando se lo ha pasado también a Aitor. – resumió Helga – Todos abundan en lo que Pepa ha contado. Que te mentía desde siempre. Que ya sabía que eras gay cuando te dijo de salir. Que aquel ordenador que perdiste, te lo quitó ella.

-¡Anda! Mi primer portátil. Ya ni me acordaba de eso.

-¿No es el mismo que te robaron con esas novelas…?

-No, no. No es el mismo. Pero la verdad es que la forma… habrá que pensar que ella estaba detrás de ese sucedido también.

-¿Y lo que dijo Martín a tus padres?

Jorge se encogió de hombros.

-Martín lo piensa de verdad. Me da igual cual sea su… el género de su pareja. Pienso que en eso, no tiene por qué… contarlo. Me fastidia que a todos les ha dicho que soy el amor de su vida y que Nando primero y luego Carmelo, le han privado de ser mi pareja. Eso es mentira. Si no hubiera sido Nando, posiblemente hubiera sido Aiden. O otro cualquiera que hubiera aparecido en aquel entonces.

-Cuando se te hubiera quitado el miedo al compromiso – bromeó Helga.

-Tienes razón. De hecho por eso Aiden y yo no fuimos novios.

-Alguna vez te he oído contar esa historia con Nadia, cuando le dijiste que lo vuestro no podía ser, y que quedó claro el tema.

-Pero ella se creó desde ese momento el papel de víctima. Y yo pasé a ser el verdugo. Y si, como me han contado ahora, cuando me dijo que quería ser mi novia, ya sabía lo que había… todo ha sido una comedia desde el principio. Y no lo vi venir. En todos estos años, no se me ha pasado por la cabeza esa posibilidad. Y ni ahora, desde que sé que me ha robado… a saber lo que acabamos descubriendo.

-O sea que desde el principio, ella…

-Pensaba en traicionarme. Si … mira, Pepa y Evarista tienen un sexto sentido para conocer a las personas. Si ellas enseguida empezaron a dudar de Nadia, es que había motivos.

-Pero entonces… nada hacía presagiar que te convertirías en un escritor de éxito.

-Bueno. Eso sucedió entre Aiden y Nando. Aiden había leído las novelas. Siempre le gustó leerme. Fue el único de todos a los que le enseñé mis escritos. Cuando bebe a veces… se le va la lengua. Puede que lo comentara. Nando… y seguro que os han contado cosas, alguna vez he escuchado su nombre al pasar por vuestro lado, puede que se acercara a mí por… eso precisamente. Cuando lo de Nadia, Nando ya había mandado mis dos primeras novelas a Dimas. Yo en ese momento, tuve una temporada en negarme a … me daba miedo publicar. Pensaba que si lo hacía y era un fracaso, no podría soportarlo. Me cerré en banda a… puede que Nando contara a todos los que le querían escuchar que ya tenía el sí de la editorial. Luego de todo eso, fue cuando Nando y yo concretamos nuestra relación… y al final, cuando me dijo que sí a casarse, dije que sí a publicar.

-Mira que eres complicado – le reprochó Fernando.

Jorge sonrió y se encogió de hombros.

-Lo siento si os decepciono. Soy imperfecto. Y tenía mucho miedo a fracasar. Era mi sueño. Si no hubiera salido bien, me hubiera hundido. Por eso prefería seguir haciéndolo para mí solo, que intentar publicar.

-Al menos eso entonces le tienes que agradecer a Nando.

-Él si que confió en mí, es verdad. Pero tengo que repasar ese período de tiempo. No tengo muy seguro de que lo que pienso que sucedió, en realidad ocurriera de esa forma. Ya os he adelantado algo antes.

-¿Y eso? – preguntó Helga extrañada.

-No sé. Déjame pensar unos días y a lo mejor os puedo dar una respuesta. Y de todas formas, otro día comentamos lo que os han contado. Puede que para vosotros no signifique nada, pero que para mí, unido a otras sensaciones… me den pistas o una visión distinta de aquellos días.

-Entonces, si tuvieras que contar la tarde de hoy a Javier en relación a tu caso…

Jorge se encogió de hombros.

-Debería reconocer que no he sido buen detective. Desde que me he encontrado con Evarista y más desde que ha llamado a Pepa para que bajara, he perdido el norte. Me he dejado llevar por… los sentimientos.

-Quizás si vuelves otro día y quedas con tus nanas, te saquen de algunas dudas.

Jorge miró alternativamente a Helga y a Fernando. Los dos parecía de acuerdo en la aseveración que acababa de hacer el segundo.

-¿Dices?

-Sí.

-Es una idea.

-Si te parece vamos a transmitir a Carmen y Javier lo que te han dicho de Nadia. Ese otro teléfono ya te hemos dicho que se lo hemos dado a Tere y a Aitor.

-No me parece mal, no. Así Javier tiene constancia de que he cumplido con mi parte. – Jorge puso su mejor gesto irónico.

-Puede que nos sirva para localizarla. – propuso Helga.

-No creo que nos lo ponga tan fácil.

-Si fueras un pitoniso ¿Dónde dirías que está? – preguntó Fernando.

Jorge se quedó pensando unos segundos.

-A la vuelta de la esquina, riéndose de mí.

-Esperemos que podamos descubrirla y ser nosotros los que nos riamos de ella.

-Ojalá tengas razón, Fernando.

Jorge Rios.”