Capítulo 72.-
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Carletto y Jorge se intercambiaron sus teléfonos. El influencer no parecía creérselo del todo. En cuanto Jorge abandonó su casa le mandó el primer mensaje. Jorge se lo contestó. Sabía que era importante para el joven. Siguió recibiendo mensajes toda la tarde y Jorge se los contestaba al momento.
No le costaba porque Roberto le había caído bien. Sus mensajes sabía que eran producto de la desesperación, de la necesidad de saber que su amistad no iba a quedarse en una tarde en su casa. Y Jorge estaba dispuesto a convencerlo.
Cuando Carmelo y él llegaron a casa, Jorge le llamó por videoconferencia.
-¿Cómo estás?
-Me iba a ir a la cama ahora.
-¿Has ido a comprar ropa de cama nueva como te dije?
-Sí. Todo nuevo. La vieja está en la lavadora. Y todo lo llevaré mañana a Cáritas. He comprado también una colonia fresca para ambientar.
-Así me gusta.
-No sé si podré dormir…
-Claro que sí. Esta noche sí. Y las que siguen. No lo pienses. Simplemente déjate llevar. Si te obsesionas con el tema, es cuando no vas a dormir.
-Pensaré en ti.
-No me parece mal, pero creo que es mejor que pienses en ti. En tu nueva vida. En que mañana debes editar mi entrevista y publicarla en tus redes con una presentación en directo.
-Tengo miles de mensajes de seguidores que están ansiosos. La charla que hemos tenido en “El puerto del Norte” ha llamado mucho la atención. La han visto casi quinientas mil veces hasta ahora. Veinticinco mil en directo. A la mayoría les ha gustado.
-Y otros habrán dicho que yo debería estar muerto.
Carletto se encogió de hombros.
-¿Y entonces crees que la continuación tendrá la atención de tus seguidores?
-No dejas de ser la primera estrellona de la literatura que da una entrevista a un influencer de internet. Están todos deseando verlo. Mis colegas se mueren de envidia y hacen cola para entrevistarte. Y algunos para fusilarte a ti y a mí por entrevistarte.
-He llamado a Ernesto. Le parece bien ir a tu canal. Van a ir los dos. Cuando te venga bien me dices y hago de intermediario.
-Joder, que guay.
-No te digo que prepares la entrevista porque conoces perfectamente su obra.
-Me pondré nervioso.
-Eso es una bobada. Los dos son maravillosos. Y si te vas a sentir mejor, voy cuando la hagas.
-¿Harías eso?
-Claro. Aunque antes necesito que vengas mañana conmigo a ver a unos amigos.
-Joder, eso no me lo esperaba.
-Te advierto que a lo mejor va a ser un poco duro.
-A tu lado no lo será.
-Mañana te llamo y concretamos. Ahora descansa.
-Vale. Y gracias.
Carmelo estaba apoyado en el quicio de la puerta observando como Jorge hablaba. Éste le devolvió la mirada. Le hizo un gesto y Carmelo se acercó y se sentó encima de él. Le descalzó y le empezó a dar masaje en los pies mientras Carmelo le besaba en la boca.
-Me he dado cuenta de que hoy he sido un bobo.
-Pues eso ya lo sabía yo – bromeó Jorge.
-No te rías. Hablo en serio.
Jorge fue el que lo besó con pasión en ese momento abrazándolo.
-Sigue acariciándome los pies, por fa.
-La estrella de cine en modo niño peque.
-Soy un niño peque – dijo con voz de niño peque.
-¿Esa es la voz que utilizaste cuando doblaste esa peli de Disney?
Carmelo se echó a reír.
-Eres un jodido condenado cabrón. Joder, no sabía que te habías visto todo lo que he hecho. Hasta las pelis de dibus que aborreces.
-Varias veces. Aunque he de decir que muchas de ellas las vi con los ojos cerrados, solo para escuchar tu voz. Lo siento, no puedo con los dibujos animados. Pero tu voz, es otro tema.
-Cuando no me acuerde de algo, te lo preguntaré a ti.
-Y yo te contestaré adecuadamente. Como haces con mis novelas. Te las sabes mejor que yo.
-De verdad, perdóname por lo de antes. Lo del camerino.
-No seas bobo. No hay nada que perdonar. Me gusta que estés celoso. Pero solo un poco.
-Háblame de ese chico. ¿Roberto?
-Algún día te acordarás de él. Trabajasteis juntos. Con él, con Biel, con Hugo…
Carmelo arrugó el entrecejo.
-¡Joder! No me jodas. Ahora sí que me siento como una mierda. ¿Los conoce también?
-No tienes por qué sentirte mal. Somos un equipo, recuerda. Trabajaste con muchos niños y niñas. Muchos de ellos solo hicieron un par de capítulos de una serie o una peli o dos. Luego desaparecieron. O no gustaron o no encontraron padrino o lo encontraron pero … no fue bueno para ellos. No todo fue una tragedia en esos casos. De esos niños y niñas que empezaban, muchos, sus padres decidieron que no siguieran. Y otros, fueron los niños los que no quisieron. De aquellos compañeros, te acuerdas solo de los que luego volviste a tener contacto. Con Carletto… no sería el caso.
-Quiero conocerlo. Por lo que te he entendido, ese Carletto no es uno de esos chicos que se retiró por decisión propia. Tengo la impresión que su caso se parece al de Hugo.
-No es el momento, cariño. Lo voy a llevar a conocer a Saúl. Roger me ha escrito antes pidiéndome que lo vea. El otro día parece que le sentó bien, pero luego ha caído en …
-Bajonazo por no tenerte cerca. Se siente abandonado. Es muy frágil. Te va a costar levantarle el ánimo. Está al borde del precipicio. Y si vas a ver a Saúl con él, es que participó en los juegos de esos hijos de puta.
-Algo así. En la dos afirmaciones que has hecho. Pero no te rompas la cabeza, yo me ocupo de Carletto. Voy a intentar que él tenga la misma conexión que tuviste con Saúl. Martín fue el que me sorprendió; no me esperaba la conexión que tuvo. Los dos sentisteis lo mismo.
-Y crees que ese Roberto…
-Vamos a intentarlo. No lo conoce, eso seguro. Roberto es de tu edad más o menos. Un año o dos más joven, me parece que me ha dicho. Aunque parece esos dos años, pero más viejo. En realidad a veces casi parece tener mi edad. No me ha querido contar nada de esa época. Algún retazo sobre tus padres y los de Hugo. El piensa que no conozco a Hugo, de momento prefiero que siga pensándolo. No quiere hablar del tema. No me ha dicho ni el nombre que usaba para trabajar. Me ha contado que se drogaba. Que sin las drogas, no hubiera podido soportarlo.
-A saber lo que compartimos. Hasta jeringuillas, vete tú a saber. Está claro que es compañero también en eso. Cualquier barbaridad.
-No me ha quedado claro quién le sacó. O sí, espera, creo que me ha confesado en algún momento que fue Germán.
Jorge se lo quedó mirando.
-¿No te dará de nuevo por salir a beber…?
-No. Tranquilo. Me tengo que acostumbrar a estas cosas. Estamos haciendo que muchos asuntos que estaban tranquilos se… remuevan. Me tengo que acostumbrar. Debo ser consciente de que tengo un pasado que no recuerdo. Y que tú tampoco recuerdas. Lo que pasa es que tú lo disimulas mejor. Sabes jugar a hacer el papel de tonto. Yo en cambio, siempre he ido de listo. Y eso, en estas circunstancias, me perjudica. De cara a los demás, y me perjudica en mi forma de llevar estas revelaciones. No estoy acostumbrado a verme superado por las circunstancias. En estos años, he dominado siempre el escenario de mi vida. Sí, no me mires así, mi vida es otro escenario. El protagonizado por la estrella de la televisión y el cine, que pisa fuerte y siempre tiene una respuesta adecuada para cada situación.
-Solo quisiera que supieras, que… todo lo que hago, lo hago pensando en ti. En lo mejor para nosotros. Esto… es un juego peligroso. Lo sabes.
-¿Por qué de repente te… has lanzado con todo? Antes pasabas… te hacías el loco. Como decías, ibas pisando suave por la calle. Para que no te vieran ni oyeran. Parecías casi un fantasma. Y ahora…
-Lo sigo pareciendo a veces. Pero… a la vez, intento hacer memoria, intento… asociar las cosas que recuerdo con algunos retazos que a veces me vienen a la cabeza y a los que no encuentro sentido en un principio. Muchas veces cuando no puedo dormir, es que … hay algunas imágenes, sensaciones, que me vienen a la cabeza. Sé que son cosas que he visto, que he vivido. Intento… hilarlas con recuerdos más consolidados. Esas “vitaminas” me ayudaban a ser un fantasma, un sinsorgo. Ya no las tomo. He perdido ese escudo.
-Pero ¿Qué ha cambiado? No me has respondido.
-Nada y todo un poco. La aparición de ese Rubén y la historia con Jorgito. Lo incomprensible de esa situación. Descubrir hasta que punto Dimas se ha aprovechado de mi y me ha estafado. Nadia, que cada día tengo más claro que desde el principio me traicionó. La novela robada y publicada en alemán. Ser consciente de que Roger siempre ha estado encima nuestro protegiéndonos. Eso quiere decir que lo hemos necesitado. Ser consciente de la mentira que me ha rodeado y que apenas he empezado a desentrañar. Esos jóvenes que buscan mi ayuda y a los que hasta hace poco ni he querido ver. Alguien me ha dicho hace poco que “ojalá hubieras sido así siempre”. Y tú, claro. He tomado conciencia de que … eres mi vida. Que me has protegido todos estos años, que me has estado cogiendo de la mano permanentemente; y ahora… debo protegerte yo a ti. Ayudarte a digerir ese pasado oculto que está emergiendo. Antes te he dicho que las vitaminas eran mi escudo. Pero… desde que me fuiste a buscar, tú fuiste otro escudo. Un solo gesto tuyo hacía que los que se acercaban, tuvieran cuidado con lo que decían o hacían. Todos esos chicos… saben que tú eres el primero. Que eres Dios. No sé muy bien lo que significa exactamente, pero lo eres. Y a parte, como bien decías el otro día, enarbolan la bandera de mis historias para buscar salir a flote. No puedo fallarles a ellos tampoco. Pero sobre todo, no puedo fallarte a ti. Te amo tanto…
Carmelo besó a Jorge en los labios. Estaba al borde del llanto. Le emocionaba tanto esa forma de decirle lo mucho que le quería… le removía todo por dentro.
-¿De verdad que no quieres que vaya? No me importa. Tengo que acostumbrarme a esas cosas. Y aunque no fuera así. Creo que debo apoyarte.
-Mañana tienes rodaje. Y deberías irte a descansar.
-Sentado encima tuyo mientras me das masajes en los pies, estoy descansando. – volvió a hablar con la voz de ese personaje de Disney que dobló hacía ya unos años.
-Que bobo eres – le dijo Jorge mientras le besaba. – ¿Te he dicho que me encantan tus pies? – había cambiado de tono. Ahora hablaba en tono insinuante.
-Varias veces.
-Para mí ahora, es como si estuviéramos haciendo el amor.
– ¡Jorge! Que soy un niño peque. No puedo oír estas cosas.
-Es cierto. Es como si te estuviera haciendo una paja.
-Cállate, que me estás poniendo caliente.
-Ya lo he notado.
-Yo también he notado algo ahí abajo – bromeó Carmelo. Fue a llevar su mano hacía allí, pero Jorge le reconvino con la mirada.
-Hoy no toca. Necesitamos descansar de verdad. Tú mañana te enfrentas a ese rodaje que espero que alguien sepa de que va la película a estas alturas, y yo mañana me enfrento a… lo desconocido. A saber que depara el encuentro con Roger y su hijo. Y a saber como me sale el experimento llevando a Carletto.
-Esto de tenerme a palo seco, es tortura.
-Esto es amor. Puro. Amor puro. Amor metafísico.
-Y casto. – Carmelo empezaba a resignarse a que … ese día no tocaba.
-Imagina cuando si toque. Vas a conocer el Nirvana.
Sonó el teléfono de Carmelo. Jorge arrugó el morro. Sabía que era importante por el tono de llamada. Carmelo se levantó asustado. Era raro que Sergio le llamara a esas horas.
-¿Ha pasado algo?
-Nada, perdona, no me he dado cuenta de la hora. Dos cosas, una que mañana debes ir a las ocho y media al rodaje. Se ha adelantado. Esperan acabar con todas tus escenas a repetir. A ver si ya acabamos con esa peli de una vez. Que me da que no, pero bueno. Y luego, como fui el que hizo las gestiones para que fueran Jorge y Álvaro a Pasapalabra, le dices que me han felicitado por su participación. Están muy contentos con los cuatro. A parte de la merendola a la que les habéis invitado y las camisetas que les habéis regalado a todos los del equipo y familias. Me han venido a decir que cuando quieran, les hacen un hueco. Aunque sea de un día para otro. Y que posiblemente llamen a los cuatro para algunos programas especiales. ¿Se lo dices a Jorge?
-Te está escuchando. Está a mi lado.
-Hola Sergio – dijo Jorge en voz alta – Gracias por las gestiones y por ocuparte.
-Un placer siempre escritor. Aunque esto te va a costar que me firmes dos libros para dos compromisos. Hoy ha sido tu día. Todos con los que me encuentro, me dicen que les consiga que firmes uno de tus libros.
-Quedamos cuando quieras a tomar un café, o mejor, a comer y te los firmo de mil amores.
-Hecho.
Carmelo se despidió de su representante y volvió a abrazar a Jorge.
-Deberíamos irnos a la cama. – propuso éste.
-¿Y si nos dormimos aquí, así como estamos? – propuso Carmelo.
-Es interesante tu propuesta, de hecho la sueles hacer muy a menudo, pero creo que la cama es necesaria para que descanses. Eso sí, te dejo que duermas abrazado a mi.
-¿Y me vas a acariciar la pierna?
-Claro.
“Jorge llegaba cansado de su viaje a Salamanca. A la tensión de lo que implicaba su misión se añadió al poco la desaparición de Carmelo del mapa. Hasta que recibió el mensaje de su rubito, no respiró tranquilo. Le daba igual que Flor le asegurara que Carmelo no había sufrido ningún percance. Se arrepentía de no habérselo llevado a Salamanca. De no haber caído en el efecto que pudieran tener las revelaciones de Sergio Romeva, de Olga, de Carmen sobre el pasado de Carmelo. A él mismo, parte de esas revelaciones le habían sorprendido, porque no lo recordaba. Pero por otro lado, todo estaba en “Tirso”. Él sabía que lo que ahí se contaba era todo cierto. Todo había sucedido. Y que había cosas, detalles, algunos hechos, que había omitido. Era su novela más realista aunque a muchos les pareciera una salida de tiesto con todas las letras.
Pero no hizo caso a esas… señales de peligro al observar la cara de Carmelo. No quería ni pensar lo que se le habría pasado por la cabeza para volver a beber sin medida. Y sabía que no era lo único que había hecho sin medida. Lo conocía lo suficiente para saber como había reaccionado.
Por una parte le gustaba que Flor y los demás lo protegieran. Que no le hubieran contado con pelos y señales el estado de Carmelo y lo que había hecho. Sabía que Flor tenía un cariño especial por Dani. Y que no dejaría que le ocurriera nada. Pero tampoco podía protegerlo de sí mismo. Ese no era su trabajo. Y tampoco, aunque no fuera una cuestión de mera profesionalidad, podía intervenir de forma expeditiva: debía dejar que él tomara sus decisiones y se equivocara.
Flor le había mandado un mensaje cuando supo por sus compañeros que estaban a punto de llegar:
“Se paciente con él. Te necesita. Ha vuelto a ser un niño pequeño necesitado de que le mezan y le acaricien”
Eso iba a hacer ahora. Aunque en realidad lo que le apetecía era meterse en la cama, tomarse una pastilla para dormir, y olvidarse de todo. Era uno de esos días en los que añoraba su soledad antes de que Carmelo empezara su mudanza progresiva a su casa.
Alan le sonrió al verlo salir del ascensor.
-Pareces cansado, escritor.
-Cansado es poco. Tú tampoco… pareces … recuerda que tienes la otra casa si quieres descansar un rato. Me ha dicho Fernando que te quedas tú.
-Luego a lo mejor te hago caso. Hemos estado buscando como locos los datos que nos pedíais. Ha sido… una locura.
-Habéis hecho buen trabajo. Lo dicho. Usad el otro piso a vuestra discreción. ¿Y mi rubito?
Alan levantó las cejas como toda explicación.
-Flor ha estado un rato con él antes de bajar.
-Me la he encontrado en el portal. Un rato… dices ¿De cuantas horas?
De nuevo, Alan respondió con un gesto: se encogió de hombros.
Jorge se puso enfrente de la puerta de su casa. Hizo unos gestos para recomponer su figura y quitarse esa pátina de agotamiento que sentía que le cubría toda la piel. Ensayó su sonrisa y al cabo de unos minutos, metió la llave en la cerradura.
-Ya estoy en casa – gritó al abrir la puerta.
Dejó las llaves en el cuenco destinado a ello. Vio las de Carmelo, así como los dos juegos de la casa de Concejo. A lo mejor no era mala idea irse a pasar la noche allí. Tomó la decisión en un momento. Abrió la puerta de nuevo y le soltó a bocajarro a Alan.
-¿Y si me lo llevo a Concejo?
Alan no dijo nada. Solo abrió su comunicador interno.
-Nos vamos a Concejo. Traed los coches.
Jorge volvió a entrar en su casa y gritó:
-Rubito, vamos. Toca cenar dónde Gerardo.
Jorge lo vio sentado en el suelo, en el salón. Usaba como respaldo el sofá. Fue hacia él, se puso en cuclillas y lo besó en la boca. Le cogió las manos.
-Vamos. He pensado que nos vendrá bien pasear por el campo.
-Si estás cansado. Te lo noto.
Jorge sonrió. No se le escapaba nada.
-Claro. Por eso me he dado cuenta de que lo que tú y yo necesitamos hoy, es pasear por Concejo e ir a cenar donde tu amigo Gerardo.
Jorge volvió a besar los labios de Carmelo. Tiró de él con las dos manos y lo levantó.
-No puedo contigo, escritor – se quejó Carmelo.
-Como siempre te digo: si no puedes conmigo, únete.
-Espera que me cambio…
-Estás estupendo así.
-Eso no es decir nada. Te gusto de todas formas. Hasta desnudo.
-Eso no quiere decir que no tenga razón. Y no, no te voy a permitir que vayas desnudo a pasear por el campo.
Carmelo fue a protestar, pero Jorge le interrumpió:
-Coge las llaves que nos vamos. Las llaves y el abrigo. Y tu portátil y el móvil. No necesitas nada más.
-Pero…
-Dani, por favor. Quiero… agarrarte del brazo y pasear hasta el estanque de los encuentros.
-Si te has acordado de como se llama. Eso es un milagro.
-Para una vez… ¿Ves? Es una señal.
Jorge apagó las luces y empujó a Carmelo al descansillo.
-Ahora tendremos que esperar a que estos acerquen los coches. Tanta prisa…
-Ya están los coches abajo – Le anunció Alan con una sonrisa.
Parecía que todo se había puesto de cara. El trafico estaba fluido y Alicia, que conducía, se empleó a fondo. Hasta puso los rotativos. Y no dejó de anunciar su presencia dando ráfagas de las luces largas. Todos los coches se apartaban rápidamente y les dejaban el carril libre.
Jorge al sentarse junto a Carmelo, le cogió la mano y entrelazó los dedos. Iba besando de vez en cuando cada uno de ellos. Carmelo había apoyado su cabeza sobre el hombro de Jorge.
-¿Me perdonas? – le dijo Jorge.
-No tengo nada que perdonarte. Será al revés en todo caso.
Carmelo no sabía a que se refería. Jorge se lo aclaró:
-El haberme ido esta mañana sin ti.
-No digas tonterías. Desde que me he despertado hoy, no he hecho más que el tonto.
-No digas eso, Dani. No me gusta oírte hablar así.
-Es cierto.
-Mira, ya hemos llegado.
Pararon en la Hermida. Pero Jorge no dejó que Carmelo entrara en la casa. Lo agarró del brazo, su postura clásica y preferida para andar por el campo y lo empujó a caminar.
-No puedo contigo escritor. Quiero lamerme las heridas, sentirme fatal sentado en el suelo, y no me dejas.
-Soy egoísta. Te necesito contento y feliz para estar bien yo. Así que… te llevo a pasear a tus sitios favoritos, agarrado por el hombre al que amas.
-Que presuntuoso. – se burló Carmelo. – ¿Quién te ha dicho esa mentira?
-¿No es verdad que me amas? Entonces tendré que preguntar a Álvaro. O a Carletto. O a alguno de estos guapos policías que nos protegen. Voy a preguntarle a Alan…
-Ni se te ocurra. – Carmelo fingió que empezaba a enfadarse. – Vamos, hombre.
-Entonces ¿Me quieres?
-Va, un poco – respondió Carmelo fingiendo resignación.
-¿Por qué no me cuentas lo que has sentido esta mañana?
Aunque Jorge había lanzado la pregunta de improviso, Carmelo no tardó en responder. Parecía que las respuestas las tenía preparadas.
-¿Me conociste antes de que te fuera a buscar? Todos han estado de acuerdo esta mañana que tú me salvaste en esas circunstancias. Cuando Olga me tuvo que proteger y cuidar cuando tenía catorce años. Me salvaste de aquella paliza que me dejó como un cromo y que casi me mata. Te pegaste por mí y me sacaste sobre tu hombro, como un saco de patatas.
Jorge se encogió de hombros. Aunque había estado esperando esa pregunta, no sabía muy bien como responderla. No recordaba las circunstancias exactas. El también había dado muchas vueltas a esas revelaciones. En el viaje había repreguntado a Carmen, pero ésta se había mostrado esquiva. Apenas había repetido lo ya dicho. Sabía que había una escena en “Tirso” que correspondía a ese momento. La escena precisamente que mostraron en Pasapalabra, la que grabaron Mariola y los demás. Martín había hecho el papel que le correspondía a Carmelo.
-Creo que te llevé a comisaría – respondió cauto – pero no estoy seguro. Creo que allí, el padre de Javier se ocupó de ti. Lo abrazaste. El te abrazó a ti. Parecía que no era la primera vez que os veíais. Tengo idea de que Olga andaba por la comisaría. Y que una vez que ellos se ocuparon, yo me fui. No recuerdo nada más. Si a eso se puede llamar recuerdos. Lo único que estoy seguro es que hasta ese día, no te había visto nunca.
Jorge se calló que de eso tampoco estaba seguro. Ni que después de ese día, no tuvieran contacto. Aunque de haberlo, habría sido ocasional.
-Esto es una mierda.
-Eres … has sido muy feliz en los últimos tiempos. ¿Qué cambia saber esas cosas? Es pasado. ¿Puedes hacer algo para cambiarlo? No. Alguien me dijo hace poco que por mucho que quisiéramos los escritores, el pasado era inamovible y no hay forma de volverlo a vivir. Así que… sigue adelante. No cambia nada que en esos años, hicieras esto o aquello.
-Pero si me cuidaste entonces, quiere decir que…
-Quiere decir que por alguna causa, estaba en el sitio, adecuado, o alguien me lo pidió. Y que te cuidé lo que pude. O te ayudé, como quieras decirlo. Nada más. Luego me imagino que no nos volvimos a ver hasta que decidiste buscarme.
-A lo mejor te busqué por eso. Porque sentía…
-La razón última por la que lo hicieras… ¿Cambia algo? Lo hiciste. Y gracias a dios que te lanzaste. Si no, yo ahora posiblemente no viviría.
-No digas tonterías. ¿Por qué no ibas a vivir?
-Tienes razón – Jorge reculó. No era el momento. Él sabía perfectamente a lo que se refería. Pero… no era el momento. – Me he dejado llevar por ese espíritu dramático que tanto me echas en cara. Quiero decir que sin ti, no concibo la vida ahora. Nada más.
-Me abrumas cuando me dices estas cosas. Pienso que yo no estoy a la altura.
-No digas bobadas. Pero si me has cuidado, me has llamado, siempre has sabido cuando te necesitaba… ¿Como no vas a estar a la altura? Me dedico a escribir, es normal que diga frases o palabra que suenen rimbombantes. Ese dramatismo que te citaba antes y que a veces me echas en cara y del que te burlas. Pero son palabras. Lo que importa es lo que hay debajo, los sentimientos, y de eso, estás bien surtido. No hay quien te gane, rubito.
-Palabras que quieren decir algo.
-Que te quiero. Pero puedo decirlo así “te quiero”. Nada más. Tú me lo dices con la mirada. Yo soy incapaz de poner esa mirada que pones tú. Esos ojos… me embriagan… cada vez que me miras. ¿Ves? Como ahora.
-No tengo los ojos azules.
-Ya, y eres rubio.
-Pero en realidad te molan los rubios. Confiesa.
-Cierto. Me molan los rubios. Ya te lo he dicho alguna vez. Pero por favor, mantén el secreto. Joder. Que si no, todos los rubios se van a lanzar a mi cuello.
-Huy, que problema. Como si te importara.
Jorge se paró de repente. Giró a Carmelo y lo miró a los ojos.
-Rubito. ¿Me besarías ahora?
La cara que puso Carmelo era de decir: pero que bobo es este hombre. ¿Como no le voy a besar ahora y siempre? Pero no lo dijo. Solo acercó su boca a la de él y lo besó. Así estuvieron un buen rato, en medio del camino.
-No puedo contigo, escritor – dijo Carmelo nada más separar sus bocas. – Yo quería estar enfadado, triste, y no me dejas.
-Eso es mentira. Yo sé que no quieres eso. En realidad quieres que vayamos al bar a cenar un poco.
-Pero si no es de noche.
-Primero, está anocheciendo. Mientras llegamos será casi noche cerrada. Segundo: es que tengo hambre. Solo he comido un sándwich mixto. – Jorge mintió en lo que había comido, pero no lo hizo en que tenía hambre.
-Si no te hacen gracia.
-Mas a mi favor. Y me da que tú no has comido nada.
-¿Quién se ha chivado?
-Tu estómago que no hace más que rugir pidiendo algo que digerir, a parte de bilis.
-¿No querías ir al estanque de los encuentros?
-Pero ese estanque, va a estar ahí mañana ¿No? Y pasado…
-Y el bar va a estar dentro de una hora…
-¿Una hora escuchando esos ruidos dentro de ti?
Carmelo soltó una carcajada. Era imposible. No podía con ese hombre. Lo tenía dominado. Quién se lo iba a decir… el hombre que no se atenía a lo que decía nadie. El que siempre dominaba todo tipo de relaciones. Ahora, un cordero en manos de un tipo, que para todo el mundo, eran un pobre hombre que vagaba por las calles de Madrid sin nada que aportar a la sociedad. Porque un escritor que no publica… un fantasma con cara de alelado…
-Vamos a cenar. – cedió Carmelo – Al menos espero que me dejes elegir el menú.
Jorge levantó las manos para indicarle que se plegaba a sus deseos.
-Cualquiera te dice nada – dijo en tono cantarín.
Carmelo agarró ahora el brazo de Jorge y tiró en sentido contrario. Y empezó una cháchara sin mucho sentido pero muy divertida. Al menos a Jorge le hacía gracia. Porque no dejaba de reírse.
Jorge Rios.”