Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 101.

Capítulo 101.-

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-¿Carmen?

Jorge no pudo evitar un cierto tono de susto o de angustia al contestar al teléfono.

-Tranquilo. No ha pasado nada. Y lo vuestro está controlado. Solo quería comentar algunas cosas contigo. ¿Puedes hablar?

-Me he escabullido y estoy en la terraza de la Hermida. Solo. Carmelo está enseñando a Martín y sus padres la Hermida 1. Se van a quedar un par de días. Pero te advierto que esto de salir corriendo rodeado de escoltas porque alguien nos quiera mal, no es uno de las cosas con las que más disfrute en la vida. Y en pocos días me ha pasado dos veces. ¿Qué querías?

-Charlar un rato contigo. Me estoy aficionando.

Jorge decidió sentarse en una de esas butacas de exteriores que en cuestión de unas horas, amueblaban la terraza. Carmelo no había perdido el tiempo.

-Tú me dirás. Me he puesto cómodo así que soy todo tuyo.

-Álvaro.

-¿Qué le pasa? Quiero decir ¿Le ha pasado algo?

-Tranquilo.

-Tú me dirás entonces. Le hacía trabajando todavía en esa publicidad.

Le contó lo que había pasado en el hall de la sede de la Unidad. Y que a Álvaro le habían amenazado.

-Joder. O sea que el amigo Willy es el captador de inocentes a los que timar. No es simplemente que lo haya hecho con sus amigos, sino que se dedicaba a ello. Es al revés: son sus amigos porque ha ido a buscarlos para captarlos para la causa de los préstamos.

-Captador, tú lo has dicho. Es lo que era. Cobra por ello. Parece que va a porcentaje.

-Timador, lo llamaría yo.

-Te lo compro. Su modo de actuar es sencillo. Actor-actriz recién llegada a la profesión, se hace el encontradizo. Se hace amigo de ellos y se ofrece para ayudarles a instalarse. Para presentarles a gente y para llevarles de fiesta en fiesta, y enseñarles como se debe comportar una gran estrella de la actuación para asentarse en el star-system.

-Ya me sé la película. Hace tiempo que pensaba que ya nadie hacía eso.

-Ahora hay muchas plataformas de televisión rodando una tras otra serie. Muchos programas donde van a trabajar los actores. Concursos, programas de entretenimiento … en esas series muchas veces, en lugar de buscar a actores ya conocidos, dan oportunidades a nuevos talentos. Y estos se encuentran de repente, si la serie lo peta, con una fama que …

… les puede hacer pensar que eso es lo que les espera de ahí en adelante. Se te ha olvidado decir que muchos de esos actores a los que buscan para interpretar personajes en esas series, son guapos y tienen un cuerpo muy interesante que mostrar en pantalla. Claro, y después en la intimidad. Muchos actores nuevos que de repente se ven en el ojo del huracán y que una vez conocido el huracán, por nada del mundo lo quieren perder. Carne propicia para ese tipo de timos.

-Es lo que siempre han buscado. La fama.

-En eso discrepo. Muchos sí, buscan la fama per se. Otros … les gusta la actuación. Pero entienden que la fama precisamente es lo que les puede mantener activos.

-En realidad, lo hagan por una u otra razón, el resultado es el mismo. Es complicado todo esto ¿Verdad?

-No es un mundo fácil, no. Sigue contándome.

-El Willy éste y sus amigos, provocan en estos nuevos actores, nuevas necesidades. Les convencen que para seguir trabajando, deben dar el pego de gente guay: vestir a la última, tener una casa estupenda, asistir a todas las fiestas del mundo y ser generoso con la gente … invitar a todo el mundo, que se vea que …

-Que bobadas. Así entiendo lo de la casa de Álvaro. A poco que vi es más grande que la mía.

-El doble casi.

-Que bobo. ¿Cuatrocientos metros? Eso es una barbaridad. Y la zona en la que está. Y como la tiene decorada. Decorador profesional con muebles de diseño. Le ha tenido que costar un pastizal. Hubiera tenido problemas aún sin el confinamiento, que todos los proyectos se pararon. ¿Conoces la casa de Cape?

-Eso me pareció lo poco que me dio tiempo a ver. No llega al extremo de la de Cape. Pero me la recordó, sí. Estoy contigo.

-Como le engañaron. ¡Qué necesidad!

-Esas urgencias por adoptar ese nuevo estatus, provoca necesidad de dinero. Dinero inmediato.

-Y ahí está el amigo Willy para prestárselo a módico interés del 18 %. O el 15%. Da igual. Y sin prosa ni prisa, hasta que … nos entran las prisas. Las prisas va con el negocio, para no dar tiempo a que los … las víctimas lo piensen, echen cuentas o lo hablen con sus amigos. ¡Tiene que ser ya!

-Las primeras veces es con una pequeña comisión. Nada, por los gastos de la transferencia. Eso dicen. No es tan pequeña la comisión, pero bueno. Además estamos casi seguros que esas primeras veces cobran poco, porque ya se han informado y saben que tienen un trabajo inminente y que con su sueldo, lo van a poder pagar. La segunda vez, pues esos gastos van creciendo. Y luego, si va haciendo más pedidos, que ellos ya se ocupan de ir creando más necesidades a esos pobres, ya les dan el hachazo. La mayoría además, luego del primer papel de relevancia, no tienen una carrera consolidada. O sea, no tiene trabajo continuo. Pero se han acostumbrado a un nivel de vida … y ahí llega la forma de pago. Además, este Willy y alguno de sus amigos, se encargan de acompañarlos a las mejores tiendas de moda, a los mejores restaurantes, y de todos cobran comisión. Hasta de las inmobiliarias. Y estamos investigando, creemos que en estos casos, así como en el de los concesionarios de coches de lujo, inflan los precios para estas personas especiales.

-El círculo perfecto. Te meto en una vorágine de gastos, te llevo a gastar la pasta, cobro por ello, luego te presto el dinero para seguir comprando y seguir cobrando comisión … a parte te cobro intereses y cuando no puedes pagar … acompañante y prostitución. Y vuelvo a cobrar comisiones.

-Exacto.

-Dime que Álvaro se ha prostituido. Que lo habéis confirmado. Yo lo tengo claro.

-Yo no te he dicho nada.

Jorge resopló.

-Él no lo ha reconocido. Tiene miedo a enfrentarse a ti. A lo que pienses. Es curioso, porque parece más preocupado de lo que pienses tú que de lo que hagan el resto de sus amigos.

-¿Dónde está ahora?

-Con Javier. En el bar de la esquina. Es nuestra segunda sala de reuniones – bromeó Carmen.

-¿Y Javier? Sergio está fuera.

-Me ha dado un susto. No le encontraba y era porque se ha subido al tejado de la Unidad. Allí tenemos una especie de terraza gigantesca que casi nadie utiliza. De todas formas, eres un capullo: estuviste anoche con él. Y sabías de sus intenciones … podías haberme avisado. Y luego, todo lo que ha pasado.

-¿Y lo bien que has dormido? Yo en cambio, no he pegado ojo.

-Que bobo eres. No te voy a negar que me ha sentado cojonudo dormir como he dormido hoy. Lo necesitaba. Pero podías aprovechar a contarme tus impresiones.

-¿Ves? Me debes dar las gracias por no haberte avisado de las intenciones de Javier. Ni llamarte para que vinieras a apoyarme con las noticias que llegaban de la finca esa. Has dormido dos noches. ¡Dos noches! Respecto a lo de hablar de mis impresiones, creo que debo dejar reposar el tema. Mi cabeza echa humo pero no acabo de … asentar … a parte, entre tú y yo, ese tema no ha acabado. Eso lo tengo claro.

-Y veo que Javier se sube a la terraza de la Unidad, y tú estás en la terraza de la Hermida. Y los dos dándole al coco. Os empezáis a parecer mucho. ¿Lo sabías?

-Hoy es el día de las terrazas. A lo mejor es el día internacional de las ídem. He descubierto la de la Hermida 2.

-No he subido nunca. ¿O sea que la hay de verdad? Me parecía desde abajo, pero nunca me he acordado de preguntarle a Cape o a Carmelo. Y ninguna de las veces que he estado, me han invitado a subir a verla.

-Me trae sensaciones raras. No te extrañe que no te la enseñaran. Yo la he descubierto por casualidad. Como le he echado la bronca a Carmelo, porque lo único que tenían en ella eran tres sillas desvencijadas y cochambrosas, es que ahora haya algunos tresillos y butacas de exteriores que al menos la hacen más acogedora. Y que no te juegues la vida al sentarte.

-¿Algo más a investigar?

-Sí. Me temo que sí. Algo del pasado, de Dani siendo niño. Y Cape un adolescente insufrible, chulo y prepotente. Como ahora, vamos. Pero en plena adolescencia chulesca.

-Por si no tienes presente aquella época, entonces si que era insufrible. No lo traté, pero lo sufrí. Olga lo sufrió sobre todo. Cape no se acuerda, pero un par de veces, Olga le tuvo que dar un par de galletas.

-¿Y se las quedó?

-No. Pero eso le costó otras dos galletas bien dadas. Olga parece una mujer … elegante y ya sabes … pero si tiene que soltar la mano, es como tú, mejor apartarse.

-¿Protegiendo a Dani?

-Prefiero no entrar en detalles. – Carmen se había arrepentido de su arranque de confiarle ese detalle. Cambio de tema rápidamente – Por cierto, gracias por darnos de nuevo tus “vitaminas”.

-O sea que os las di. Cape me lo negaba anoche. Y Carmelo dudaba. Yo estaba casi seguro que os las di.

-Nos las diste, pero se han extraviado. No las encuentran en el laboratorio.

-Porque alguien se las ha quedado. No les interesa que las analicéis.

-¿Dices?

-Las cogió tu compañero. Ese Quiñones.

-No te cae bien.

-Solo respondo a su “cariño”. Ese es muy falso. Ese estuvo en el otro lado a vosotras. Ya se lo avisé a Javier. Su padre os mantendría apartadas de él. Para protegeros.

Carmen no quiso entrar en el tema. Pero cada vez estaba más de acuerdo con esa apreciación que acababa de hacer Jorge. Lo que se apuntó para otro momento, es comentar más detenidamente la afirmación de que JoseMari le apartó de ellas. Tenía que llamar a Olga para decírselo.

-¿Entonces Javier no echa de menos a Sergio? – preguntó Jorge.

-Ha hablado antes con él. Al menos no parece haber caído de nuevo en el abismo. Y eso que todavía no se ha ido a dormir. Cuando acabe con Álvaro, lo voy a mandar a casa. Si no, se nos va a romper de nuevo. ¿Qué tal va el tema de que vuelva a la música?

-Bueno. Vamos avanzando. He llamado a varios conocidos. Me están dando otros contactos. Y me escaparé en algún momento a hablar con Nuño de nuevo. Me dio la impresión de que puede abrir algunas puertas. Sergio Romeva se está empezando a mover. Nos vamos dando novedades cada poco. Ya tiene apalabrado alguna pequeña actuación. Y pondremos en marcha algún embrollo con Dídac. Te necesitaré para eso. Y para hablar con la mujer de Mendés. Ya he tomado un breve contacto con ella y con dos de sus hijos. En una entrega de premios de su colegio.

-¿Casualidad?

-Fue casualidad que fuera el colegio de Martín y que conocí a uno de sus profesores en la cena en “Las puertas del cielo”, el día que también cenaba allí Javier y el Ministro.

-O sea que de casualidad, nada.

-Me invitó a la entrega de premios. Ester Portillos se ofreció a acompañarme.

-Todo muy inocente.

-Sí, la verdad – esa afirmación le quedó a Jorge de lo más natural. Lástima que Carmen no se la creyera. Iba conociendo a Jorge.

-Luego te paso el contacto de uno de esos programadores que estuvo a punto de contratar a Sergio y se echó atrás de repente. Para que hables con él.

-Me interesa, sí. Tenemos que ir recabando toda la información posible alrededor de ese tipo. Cada vez tengo más la sensación de que es un verdadero mafioso.

-Lo has definido muy bien. Ten en cuenta que no creo que sea casualidad que los chicos que se han encontrado allí, son esos músicos que tocaban en sus fiestas. Desnudos, pero … sin participar de otros juegos más intensos y menos voluntarios. Y que a toda costa, el que lo organizó quería que fuera … y quería que … muriera en el empeño. Y que lo hicieran los policías que se han significado intentando contactar con esos músicos.

-Un aviso a navegantes. Para llegar a él, no creo que nos lo ponga fácil.

-Eso lo daba por descontado.

-Me ha contado Javier que Nuño te ha puesto entre sus allegados cercanos. O sea, entre los que pueden ir a cualquier hora.

-Eso me dijo el primer día. Y por la forma en que se desarrolló mi llegada la segunda vez, me creo que lo ha hecho. Me alegra. Me pareció desde el primer día un hombre muy agradable. Y atractivo. Esa impresión se vio acrecentada en la segunda cita.

-Es una copia de Javier. Lo que me fascina es la facilidad con que te has hecho con su cariño. No es un hombre fácil en ese aspecto. Y menos desde que está como está.

-Él dice que es al revés. Que Javier es una copia de él.

-Porque él es unos meses mayor que Javier. En el fondo tiene razón – se rió Carmen.

-¿Te puedo preguntar qué pasó? Para que cayera en esa depresión…

-Ya sabes que casi nunca hay un detonante claro. Y si lo hay, se lo ha guardado para él. Te advierto que Nuño tiene dos caras. Tres, si contamos la depresiva. Es un cazador y un …

-Como ese deporte no lo va a practicar conmigo, más que nada porque no le intereso. Juguetea, pero solo eso.

-No sé que decirte.

-Entonces dices que no hay un detonante …

-Al menos que sepamos. Javier tiene una relación muy cercana con él. Hablan muchas veces sin necesitar palabras. Y está igual que el resto, sin saber que pensar.

-No sé por qué me había hecho a la idea que en su caso sí había sucedido de esa forma. A lo mejor un concierto que saliera mal, o un problema de salud que le apartara de la música …

-No. No marees la perdiz que tú eres de la idea de que ha tenido relación con algún trauma vivido en su infancia. Algo de Anfiles o algo parecido a lo de Sergio. Nos lo dijiste en el restaurante, que nos quedamos cariacontecidos.

-Es cierto. Todo … su historial, por así decirlo, lo acerca a cualquiera de los chicos que me he encontrado de esa trama. Ese mismo Nabar, el primo de Rubén. O puede que sea ¿Mal de amores? A lo mejor ha sido un desengaño amoroso y nos estamos montando aquí la película del siglo.

-No. Ya te digo que Nuño y desengaño amoroso … no son compatibles. En todo caso, sus parejas abandonadas. No es un tipo de enamorarse de esa forma. Es un picaflor. Y chulo. Se de algunos de sus amantes luego rechazados y humillados. Me lo llega a hacer a mí, y le parto la crisma. Y lo quiero mucho. Pero esa forma de humillar …

-¿Qué dice Olga?

-Perdida, como todos los médicos que ha visitado. Ninguno acierta con la tecla. Ahora al menos no parece que quiera suicidarse. Para serte sincero, hasta Javier se quedó con la mosca detrás de la oreja cuando se lo comentaste. Está empezando a buscar la oportunidad de ir a París a ver a sus hermanos y preguntarles.

-Me imagino que luego, cuando volvió a la Residencia esa, caería otra vez de bajón.

-No te puedo decir nada al respecto. Sé que no ha vuelto a salir. A lo mejor necesita un estímulo … a lo mejor necesita que vayas a sacarlo a pasear.

-Tengo la impresión de que si vas tú, o Javier, o algún amigo o persona que él sienta que le aprecia de verdad, saldría igual. No creo que vaya a salir a vivir fuera de allí de momento. Se siente protegido. Es como un refugio, como sienten el sitio ese de ese pueblo de los chicos que fuimos a ver el otro día.

-Me ha comentado Javier que os vais a acercar de nuevo a ver a Nabar y a ese Jordi.

-Sí. Creo que los dos merecen una tarde en las que les escuchemos sin prisas. Y por lo que me ha comentado Javier, el director del centro, también merece una charla.

-De todas formas, te repito, creo que si puedes, no estaría mal que fueras a verlo de nuevo. – insistió Carmen.

-Lo tengo pensado. Tengo que poner en marcha el tema de grabar a Sergio tocando en la calle. También tengo que ir a ver a Álvaro. Y a Carletto.

-Tu apuesta con Olga …

Jorge se echó a reír.

-Es cierto. Tengo que mirar de ganar. ¿Qué restaurante me recomiendas para que pague Olga?

-Ella te puede decir mejor. Pero ya indagaré, ya. No vaya a ser que te lleve a un Burger King. Que en eso también engaña mucho. Parece de ir a restaurante muy elegantes y demás, pero donde de verdad es feliz es frente a una buena hamburguesa. De todas formas, según me ha dicho el otro día, ya te ha dado por ganada la apuesta. No sabes lo que se ha emocionado al ver tocar a Sergio y a Nuño en el restaurante. Me reconoció que hasta había llorado.

-Creo que ese día, acabamos llorando todos en algún momento.

-¿Alguna novedad de Carletto?

-No. Salvo que es tonto. Vuelve a escaparse a ver a Danilo. Bueno, si me lo confirmaste tú el otro día.

-Se querrán.

-No son novios como tales. Son … hermanos de sufrimiento. Por eso no le digo nada. Aunque eso le ponga en riesgo. A los dos. Creo que si les impidiéramos verse del todo … al menos ese Danilo … está jodido ese chico. Ese afán que tiene en meterse de nuevo en las fauces del monstruo …

-Al menos siguen los dos con sus canales. Y oye, sus intenciones son buenas. Deberías …

-Ya, lo de defenderme. Pero si le pasa algo … me van a entrar los siete males.

-¿Y sus canales? Van bien ¿no?

-Si, eso sí. Y parece que sobre todo a Carletto le va bien.

-Ha tenido a una súper estrella de la literatura. Y anuncia para dentro de unos días a Ernesto y Arturo.

-Iré a estar con ellos. Para que Carletto no se ponga nervioso.

-¿Vas a poder con todo?

-Lo intentaremos. Tengo claro una cosa, Carmen: esos chicos son una prioridad. Si puedo ayudarlos en algo, lo haré. Sobre todo si encima parece que se arriesgan por defenderme. Y sabes que Carmelo ha creado hace un tiempo una fundación para ayudar a esos chicos con personal cualificado. Está creada pero la tiene parada. Creo que habrá que acelerar el proceso. Es ponerla en marcha. Y nos urge, porque puede ser una solución que acepte Sergio para continuar sus estudios, ya que no quiere que Javier o yo se las paguemos.

-Me parece una idea genial. Si podemos ayudaros en algo, nos decís.

-No te he dicho nada, pero hace un rato me ha parecido escuchar disparos y ruido de helicópteros.

-Esa mujer. Se ha puesto intensa. Hemos mandado a la caballería. Por cierto, antes de que se me olvide, Javier me ha dicho que te avise de que va a reclutar a Aitor para que trabaje para nosotros. De hecho, creo que ya lo ha hecho.

-Me parece acertado. Es buen chaval. Y muy bueno en lo suyo.

-Ya. No digas que te lo he contado, pero Javier lo conoce de sobra.

-Ya me imaginaba. Ninguno me ha dicho nada claro. Pero suelen dejar caer, sobre todo Aitor, que hablo más con él, que es importante en su vida. Y creo que el otro día, Javier, cuando me preguntó desde cuando conocía a Aitor, me vino a dar pinceladas. Algo de que se lo encontró en Urgencias y le llamó la atención.

-Le salvó de sus padres. Y fue su tutor mientras el juez aceptaba su emancipación. Que tendría Aitor, ¿trece años?

-Entonces tengo que darle las gracias. Nunca me ha querido contar los detalles de ese proceso. Pero eso le salvó. Ahora solo tenemos que hacer fuerza común para llevarle al médico y que le cure de una vez todas esas heridas y le quite esos dolores que no le permiten vivir y que estuvo a punto de meterle en un problema serio de drogas.

-Pero llegaste tú.

-Él llego a mi para ligarme.

-No lo conozco físicamente. ¿Es mono?

-Sí. Es muy guapo. Está encogido permanentemente por el dolor, anda raro, suele tener el gesto crispado, otra vez debido al dolor, pero le quitas todos esos inconvenientes, y … es atractivo. Muy atractivo. Eso me anima a deciros que cuanto antes os quitéis a la empresa esa de Arnáiz, mejor. Si va a trabajar Aitor con vosotros …

-Lo de Arnáiz de momento no podemos quitarlo. Es amigo de Javier. De todos en realidad. Daría el cante si de repente prescindimos de sus servicios. Pero cada vez confiamos menos en él y su gente. Precisamente queríamos poner en marcha un nuevo sistema de comunicación interna con todos los datos de la investigación al alcance de los participantes, y no queremos que lo haga Arnáiz. Ahí es dónde entra Aitor. Ya sé que lleva tu seguridad informática. Y todos los que van entrando en tu ámbito cercano. De hecho, fue lo primero que hiciste por Carmelo cuando aquello de la Hermida, cuando los GEOS de Jose Oliver abatieron a aquel sicario en la Hermida 2.

-Sí, ya. Hablando de todo un poco, ya que sacas a colación ese día … por cierto, ahora que lo pienso, el pobre Yeray siempre se lleva la peor parte. En la pareja de hecho que forman él y Kevin.

Carmen se echó a reír.

-Sí. Aquel día le tocó a él también. Aquella fue peor que la tuya del parque. Si no llega a ser por Dani … estuvo resolutivo y contundente. Le salvó la vida.

-Todo ese problema lo tenía que haber detectado Arnáiz antes de ocurrir. Cuando me lo contó Carmelo, por eso le metí a Aitor. Me daba igual que Cape tuviera esa empresa … no recuerdo si ya era de Arnáiz. Y ahora que va a salir huyendo el amigo Cape, en cuanto Carmelo sea el amo y señor de su cortijo, convenceré a Carmelo que se los quite de encima. Ya le he ido convencido para que los teléfonos y el resto de dispositivos los controle Aitor. Me queda la casa de Cape.

-Algo me han dicho los escoltas de lo de Cape. Creo que el domingo se va y ha dejado claro que no los va a volver a necesitar. Eso quiere decir que no va a volver.

-Es lo mejor que puede hacer. No hace más que mentir a Carmelo. Y mentirse a él. Se ha creado una película …

-Hoy estás destructivo. Te has cargado a Arnáiz, a Quiñones, ahora a Cape … con Cape ya llevas un tiempo soltando bombas de acción retardada. Incluso lo has llamado chulo dos veces en diez palabras.

Jorge se echó a reír.

-¿No tuvisteis un rollo? Cape y tú. ¿No habéis mantenido relación cercana?

-Tuvimos un rollo, sí. Pero fue eso, un rollo. A Cape no le gustan las personas … con personalidad. Es un macho alfa. Si nos encontramos pues finge como que … somos muy colegas, como si habláramos todos los días. Pero no es así. Para nada. No me ha llamado para decirme que se va. Se lo ha dicho al primero que pilló, a Nano creo que fue. No, fue a Bruno. Se lo podía haber dicho a Flor, a Fernando, a Hugo, a Helga … si no quería rebajarse y llamarme a mí. Javier estaba descartado, porque no sé por qué, no le traga. Aunque diga lo contrario.

-Me estás dando la razón, Carmen.

-¿A sí? No me había dado cuenta.

Jorge le empezó a contar por encima la conversación que tuvo con él después de la de Javier. Carmen resoplaba de vez en cuando casi ofendida por algunos de los comentarios que le hizo de su historia con Carmelo.

-¿Y tú no lo recuerdas de aquella época?

Ahora le tocó el turno a Jorge de farfullar.

-Anoche en la cama. Como está Cape, pues Dani sigue durmiendo con él. Y solo en la cama … estaba agotado, te lo juro … pero … mi cabeza era ingobernable …

-Y te acordaste. Y no te gustó lo que recordaste.

-No.

-Es como uno de esos personajes que tanto te gusta meter en tus novelas. ¿Un malo que a veces se comporta como persona, o un buenazo que a veces mete la pata?

Jorge se echó a reír.

-¿Y quieres que te conteste?

-Yo sé la respuesta. Olga y yo la sabemos desde el principio. Pero me apetece saber la tuya. Tu respuesta, tu opinión.

-Tengo la seguridad que será igual a la vuestra. La primera opción de las que has citado, sería la más cercana a mi opinión.

-¡Pero para ya de hablar!

Carmelo había subido. Y se acercaba a él con los brazos abiertos.

-Carmen te tengo que dejar. Mi rubito me viene a buscar para que haga de anfitrión. Y trae cara de enfadado, molesto … o ambas cosas.

-Voy a dar un par de voces, como suele decir Patricia, y a comprobar las últimas novedades de la tipa esa que ha ido a buscaros con malas intenciones.

-Pues eso. Nos cuentas.

-Chao.

Carmelo le quitó el teléfono de la mano y lo tiró al otro lado del sofá.

-Ahora te quiero para mí un rato.

-¿Otro masaje en los pies?

-¿Qué tal un masaje en los labios? Labios contra labios.

Jorge sonrió acariciando el culo de Carmelo.

-No me parece mal. – dijo con voz insinuante. – Aunque ahora mismo, se me ocurre otro masaje … más estimulante.

-Si quieres me quito los pantalones.

-No hace falta. Prefiero meterte mano. Así parece como que te he robado el … placer … te has resistido, has dicho ¡No, no, por favor! ¡No me apetece correrme de gusto, que una descarga eléctrica erice todos los vellos de mi cuerpo y tenga la necesidad de gritar de éxtasis místico y físico …

Jorge le señaló el dedo índice, lo que provocó la risa de Carmelo y que a la vez se acercara más al escritor para dejarle el camino expedito.

-Procede, escritor. Estoy preparado para aullar en un arrebato de placer máximo …

-Y luego dices que yo soy dramático.

-Ha sido un burdo intento de imitarte, lo siento. Pero los aullidos de placer místico, van a ser difícilmente superables… ¡Agggggggg! ¡Joder escritor! No pares … ¡¡¡Aggggggggrrr!

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La familia Represa, con Juan Ignacio a la cabeza, se fue a una de las terrazas de escoltaban la fachada del Teatro Real en la Plaza de Oriente. Claudia, su mujer, estaba más animada que nunca. Le había sentado bien la excursión que le había preparado su familia. Había disfrutado mucho del concierto de esos cinco músicos.

A Dídac Fabrat ya lo conocía. De hecho, seguía su trayectoria con atención. Le parecía un hombre muy renacentista. Era buen intérprete, aunque ella le había escuchado sobre todo en conciertos en los que tocaba el piano, le parecía un gran compositor, y esperaba que su carrera en ese aspecto fuera grandiosa, y le fascinaba también su faceta como actor. No era muy prolífico en ese campo, pero sus apariciones escogidas le habían gustado mucho.

Del joven que en principio tocaba solo, Sergio, había sabido de él cuando ganó el concurso de violín de Moscú. Luego no supo más. Juan Ignacio le había contado por encima que tuvo un “encontronazo” con Graciano y éste le puso a todos en contra.

-Dime que tú has sido uno de los que le ha dado la espalda.

Su marido se encogió de hombros. Claudia respiró hondo. Era una más de las barbaridades de las que se estaba enterando en los últimos días, y que tenían como protagonista a su amigo Graciano.

-Mira mamá. Viene Adela – Ramiro su hijo, la señaló con la mano.

-Saludad y dejadnos solas. Iros a hablar con esos colegas tuyos. O con los músicos. Tengo que hablar con ella seriamente.

El tono de Claudia era inapelable. Su marido no parecía estar de acuerdo con esa decisión.

-Cariño, yo no me metería en sus …

-Claro que me voy a meter. Se lo debo. Nos ayudó con lo de Ramiro – la mujer cogió la mano de su hijo y se la besó.

-¿Estarás bien? – se interesó su hijo besándola a su vez. – No me gusta dejarte sola.

-Claro, hijo. Tranquilo. Adela es mi mejor amiga.

Su marido negó con la cabeza. No acababa de parecerle bien que su mujer se metiera en ese tema. Aunque en los últimos días parecía haber remontado, y esa excursión le había sentado bien, temía que esa entrevista con su amiga llevara al traste la mejoría, al menos en su ánimo, que había supuesto esa excursión. Iba a hablar mal del marido de Adela. Le iba a contar cosas muy escabrosas. Adela podría no tomárselo bien. En ese tipo de revelaciones, el mensajero solía salir trasquilado. Y eso ahora … Adela era uno de los apoyos fundamentales de su mujer en la lucha contra la enfermedad.

Adela abrazó a Ramiro el primero. Le dio dos besos muy cariñosos. Justo después, le pasó la mano por la mejilla para acariciársela con la excusa de quitarle los restos del pintalabios que le había dejado los besos.

-Gracias por estar pendiente de Ignacio.

-Es mi amigo Adela. ¿Cómo no voy a estar pendiente? Es como un hermano más. Y Gastón seguro que te dice lo mismo. Lo mismo que Adonei o Edric o Mayo. Son nuestros hermanos.

Adela fue a contarle que muchos de sus otros amigos, le habían dado de lado por su enfermedad. La ansiedad y la depresión les había puesto nerviosos a los chicos y a sus padres. Y con algunos habría ayudado la revelación de que era homosexual. Pero no lo hizo. Se giró para saludar a Juan Ignacio. Le dio dos besos.

-Espero ver en tu programación un concierto en el que ese joven sea el protagonista.

Juan Ignacio miró asustado a su mujer. Pensaba que le había contado. Pero la cara de estupor que tenía Claudia, le dejó claro que no había sido así.

-Buscaré un hueco. Dentro de poco, será reconocido como el mejor de su generación.

-Preséntame una propuesta, una causa benéfica, y la empresa de mi familia patrocinará el evento. Dídac puede dirigir la orquesta.

Juan Ignacio asintió con la cabeza. Le hizo un gesto a su hijo y murmuraron una disculpa para apartarse. Adela se sentó al lado de su amiga y la cogió la mano.

-Pensaba que la salida te iba a agotar. Pero te veo bien.

-Estoy un poco cansada, no te lo niego, pero es otro tipo de cansancio. Creo que Juanito ha tenido una buena idea. Esos músicos me han parecido maravillosos. Están tocados por el ángel de la vida. Y me ha explicado Juan que no han ensayado nunca todos juntos.

-Son buenos sí.

Adela tenía los labios apretados. Claudia se dio cuenta que daba la impresión de estar a punto de explotar. Se incorporó un poco en la silla y la cogió la mano.

-¿Van a tomar algo?

Se había acercado una camarera a atenderlas.

-Me apetece un sándwich. Tengo hambre – dijo en tono festivo Claudia.

-Pues que sean dos. Yo vegetal.

-Yo mixto. Hace siglos que no lo como. Me apetece.

-¿De beber?

-Un te rojo con canela – pidió Adela. La camarera se quedó mirando entonces a Claudia.

-Un zumo de naranja, si pudiera ser. Fresquito.

-¿Le echamos un hielo?

-Sí. Sí, un par de hielos.

La camarera se retiró después de marcar el pedido en su terminal.

-¿Y entonces te encuentras bien?

Claudia le contó las novedades de los últimos días respecto a su salud. Los últimos análisis habían sido prometedores. Y poco a poco se iba recuperando del cansancio y de la apatía en la que le habían sumido los últimos tratamientos.

-La oncóloga hasta sonrió. Y mira que la tía es seria.

La conversación se centró en esas cuestiones hasta que la camarera les llevó el pedido. Adela se adelantó y pagó con su tarjeta de crédito. Empezaron a comer sus sándwiches. Ese fue el pistoletazo de salida para los temas que de verdad, ambas querían tratar.

-Tengo algo que contarte que no te va a gustar – dijo Claudia mirando a su amiga.

Ésta hizo un gesto con la mano para detenerla.

-Acabo de discutir con Graciano. Como nunca.

-¿Y eso?

-Llegaba al concierto. Me he entretenido más de lo que esperaba con mi hermana. Por eso no he llegado al principio, como habíamos quedado. Y he visto a ese escritor ir al encuentro de mi marido. Un tipo enorme que lo acompañaba ha intentado agredirlo. Pero Jorge se ha enfrentado y lo ha reducido. Un tipo salido de la nada, se lo ha llevado. El escritor se ha puesto a hablar con Graciano en tono serio. Y éste le ha intentado pegar. Te lo juro, me he quedado de piedra. Pero de nuevo, ese Jorge le ha golpeado y le ha reducido. Ha sido todo muy rápido. Ese hombre parece ducho en técnicas de defensa. Nadie a su alrededor se ha percatado de nada. Pero es que Graciano entonces ha sacado una navaja. Y ha intentado clavársela. Te lo juro, no he gritado de pura sorpresa.

-¿Le ha dado? No le he visto herido.

-No, no. Ya te digo que es un maestro en lucha. Pero te lo juro, sabes que se me da bien leer los labios. Graciano no ha dejado de amenazarlo de muerte. ¡De muerte! Y a esos chicos que tocaban igual. Sobre todo al tal Sergio Plaza.

-De eso te quería contar. Juanito se confesó el otro día conmigo …

Adela le volvió a hacer un gesto para que la dejara terminar.

-Pero es que Fabrat, ha bajado del escenario y se ha acercado corriendo. Y a él también le ha amenazado. Ha ido en ayuda del escritor, porque se había dado cuenta mientras tocaba de lo que pasaba. ¿Pero quién se ha creído? La familia de Fabrat son socios de la mía en multitud de negocios. Él es un hombre directo, pero encantador. Y sus padres y hermanos, son rectos y buenas personas. Apoyan muchas de las iniciativas de Graciano. Dídac le ha dicho que no cuente con eso a partir de ahora.

-¿Y qué ha dicho tu marido?

-Se ha reído de él. Ha dicho que sus padres harán lo que él diga. ¡Valiente chulo!

-¿Y Fabrat?

-Le ha avisado. Pero es que ese aviso quiere decir que piensa que mi marido es capaz de organizar o contratar a alguien para agredir al escritor o al mismo Dídac. O a esos chicos. ¿Por qué pensará que …?

-Adela … no creo que haga falta que … ¿Y la discusión con Graciano?

-Me he acercado a él. Y el gilipollas … primero me ha intentado engañar diciendo que me había equivocado. Como siempre, Adelita, eres tonta. Y cuando se ha dado cuenta que lo de “Adelita, la pobre” ya no cuela, me ha dicho que me meta en mis asuntos. Y veladamente, pero me ha amenazado. Y me ha dicho que si me vuelvo a acercar a Jorge Rios … íbamos a tener problemas. Problemas ya los tenemos, le he dicho. Iba a amenazarme de nuevo, pero le he parado los pies. Le he dicho que a lo mejor, el que está en peligro es él. Y que sería mejor que no vuelva a pisar mi casa. Ni por supuesto, ver a mis hijos. Por su bien.

-Me ha parecido que hablas con mucha familiaridad de Jorge Rios.

-Lo conocí en una entrega de premios en el colegio de los niños. Los entregaba él y Ester Portillos, la actriz. Mayo ya sabes como es, y subió al escenario para saludarlo. Se abrazó a su pierna y el escritor le cogió en brazos. Ha leído algunos de sus libros. A escondidas claro. Ni tiene edad para leerlos y bueno, si se llega a enterar su padre … pero les veía a sus hermanos leerlos y hablar de ellos … Adonai al final los leyó con él para explicarle. El caso es que ese día en ese festival de primavera, Adonai estaba en el escenario porque participaba en un concurso de relatos y fue a buscar a su hermano. Jorge y Ester fueron muy cariñosos con Mayo y Adonai. Y luego, nos invitaron a todos a merendar. Los dos fueron encantadores. Mis hijos le contaron toda su vida. Y te lo juro, ese escritor les escuchaba como si … así que salieron los dos en una nube.

-¿Esa actriz es la que les gusta tanto a Adonai y a Ramiro?

-La misma. Pero al final, casi el que más le impresionó, fue Jorge. ¿Y por qué Fabrat pensará que mi marido puede ser capaz de …?

-Porque lo ha hecho en multitud de ocasiones en estos años. El otro día una comisaria de policía fue a hablar con Juanito. Una que dirige una Unidad Especial. Me ha dicho Juan que es muy buena y considerada. Por cierto, está por ahí, ha venido al concierto. Le contó muchas cosas. Y le preguntó. Pero ya sabes, hizo preguntas de las que sabía las respuestas. Juanito se dio cuenta enseguida. Así que no le quedó más remedio que decir la verdad de lo que sabía. Algo se habrá guardado, seguro.

-¿Lo de Ramiro?

-Eso lo sabían. No los detalles.

-Pues cuéntame tú ahora, Claudia.

Adela dejó los cubiertos sobre el plato y se recostó en la silla. Esperó a que su amiga le empezara a contar.

-Y lo peor, Adela, es que todo eso de Graciano, ya lo sabía Juan. Lo saben él y todos esos otros programadores y músicos con los que está hablando ahora. Todos le han dejado hacer y se han plegado a sus deseos. Seguro que de todos tendrá algo sucio …

-No me lo puedo creer.

Claudia le empezó a contar. No fue muy exhaustiva. Por la cara que estaba poniendo las noticias que le estaba dando le estaban hundiendo poco a poco el ánimo. De repente, Claudia se paró. Mayo, el pequeño de Adela, venía a su encuentro corriendo. Adonai, el segundo de sus hijos le seguía a unos pasos de distancia. Su gesto era de resignación porque no había conseguido retener a su hermano, que en cuanto había visto a su madre, había salido disparado para saludarla.

-¡Mamá!

El niño se lanzó en brazos de su madre. Ésta lo abrazó y le giró la cara para darle un beso.

-Mamá, estás llorando. Perdona que hayamos llegado tarde. Ha sido mi culpa.

Adonai llegó al lado de su madre y se agachó para darla un beso. Luego fue a saludar a Claudia a la que también besó. Mayo aprovechó y también fue a besarla.

-Te veo bien, tía. – saludó Adonai.

-Me ha sentado bien la salida.

-¿Estás bien mamá? – preguntó ahora a su madre.

-No tengo buen día, nada más. Mira, ahí viene un amigo vuestro.

Tanto Adonai como Mayo se giraron para mirar hacia donde le indicaba su madre. Al ver a Jorge, Mayo volvió a escaparse e ir corriendo a su encuentro. Adonai negó con la cabeza resignado y fue tras él.

-Te lo juro mamá, es agotador. Cien ojos con él. Ve algo que le mola, y zas, sale corriendo. Pero ni avisa. Y ya no es tan pequeño.

Mayo para variar ya estaba en brazos de Jorge. Adonai llegó a su lado y se abrazó a ambos.

-Renacuajo, deja a Jorge y ven conmigo. Mira saluda a Dídac.

Dídac se había acercado a ellos. El niño cambió los brazos de Jorge por los del músico.

-Ya pesas mucho para cogerte.

-¿Estás flojo Dic?

-Oye, no te metas conmigo.

-Adonai, mira quien está detrás de ti – le indicó Jorge.

El aludido se giró y se encontró con Ester que le abría los brazos para abrazarlo.

-Pero que sorpresa. Mira mamá, está Ester también.

Adela estaba intentando recomponer su figura. Estaba secándose las lágrimas y limpiándose las marcas del lápiz de ojos al correrse. Ester fue la primera que llegó donde ella.

-Adela, que alegría volver a verte.

La aludida se levantó para saludar a todos. Presentó a Claudia a Ester. Luego saludó a Jorge y a Dídac. Éste la abrazó fuerte a la vez que le acariciaba la espalda.

-Lamento que hayas visto lo de antes. – le susurró al oído.

-Deberías haberme contado. – le contestó también en voz baja, sin dejar de abrazarlo.

-No tenía ni idea de todo lo que pasaba. Te lo juro. Oía cosas pero me hice una idea equivocada. Me estoy enterando estos días que estoy preguntando directamente. Estoy ayudando a Jorge con lo de Sergio.

-Estás en plena forma – dijo Adela levantando la voz y separándose y mirando orgullosa a Dídac.

-He tenido buenos compañeros en el escenario. Mira, te quiero presentar a Sergio. ¡¡Sergio!!

Dídac le hizo un gesto con la mano para que se acercara. Estaba hablando con Carmen y con Yura y Jun.

-Mira, esta es Adela. Es una buena amiga y también de mis padres.

-Encantado de conocerla.

-¿Conoces a Ester?

-De verla en la tele y de oír hablar a Jorge.

-También me habla mucho de ti. Eres un maestro con el violín. En cuanto me ha avisado de que ibas a tocar hoy en la calle, no lo he dudado y me he venido a escucharte.

Sergio se puso colorado. Era claro que también era fan de la actriz.

Jorge comprobó que de repente, casi todos sus escoltas le estaban rodeando. Nano y Claudia estaban justo pegados a él. El resto, había rodeado al grupo que formaban la familia Mendés y la familia Represa, salvo dos, Luisete y Lucía que se movían entre la gente buscando a alguien. Carmen se unió a ellos. Se había puesto el arma a mano. Dos coches patrullas aparcaron en los laterales. Sus ocupantes se bajaron corriendo y fueron hacia la zona que peinaban los escoltas de Jorge. Éste inició una cháchara divertida para que ninguno de sus amigos se diera cuenta.

Una sombra se movió con rapidez entre la gente. Un hombre que tenía el aspecto de un turista, pareció fallarle de repente una pierna y tuvo que arrodillarse. Nano lo vio y avisó a sus compañeros. Lucía fue la primera que llegó al lado de ese hombre y lo hizo tumbarse en el suelo. Dos de los uniformados llegaron a su altura y lo registraron. Carmen les ordenó que lo sacaran esposado y lo condujeran a su coche. La mujer que estaba con él, intentó irse, pero Carmen le cortó el paso.

-Querida, podemos hacer esto de muchas formas. En la mayoría de ellas sales malparada.

En nada, cuatro policías uniformados la rodeaban. Todos tenían la mano en sus armas. La mujer levantó las manos. La registraron. La policía que lo hizo, mostró a Carmen la pistola y la navaja que le encontraron. Luego, descubrirían también una jeringuilla autoinyectable con una droga que paralizaba a quien se la hubieran inoculado. Y varias fotos de Jorge.

-Unos carteristas, tranquilos – dijo uno de los policías a la gente que se había dado cuenta de su acción.

Jorge sonrió atendiendo a Adela. Se había acercado a él. Le habló en voz baja.

-Quiero pedirte perdón por lo de antes de mi marido. Lo he visto.

Dídac se había acercado y alcanzó a escuchar la última parte.

-No seas tonta, Adela. Ni Jorge ni ninguno pensamos que tengas la culpa de nada. No eres responsable de lo que haga tu marido.

Jorge asintió con la cabeza.

Pero a la mujer no le tranquilizaron las palabras de su amigo.

Claudia se movió con su silla de ruedas para acercarse a su amiga. La cogió de la mano.

-Invitemos a estos amigos a un tentempié.

Adela asintió con la cabeza.

-Adonai, Ramiro. ¿Acercáis otra mesa y sillas para todos? – les pidió Claudia.

-Claro mamá – contestó Ramiro a la vez que le daba un codazo a su amigo.

Claudia le hizo un gesto a Adela. Ésta seguía en shock. Miró a Claudia y sonrió.

-Sentaros todos. Claudia y yo estamos de ronda. Aprovecharos.

-Yo un whisky – bromeó Adonai.

-Venga, sí, un Nestea.

-¡¡Mamá!!

Jorge fue el primero en dar ejemplo y se sentó. Aprovechó para sacar el móvil y mandar un mensaje.

Jorge:

Gracias”.

Al poco recibió respuesta.

Nacho:

un placer”

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 55.

Capítulo 55.-

Carmen fue la primera en llegar a “La Bella”. Tino la saludó con alegría. Se quitó el delantal y salió de la barra para ir a a su encuentro. La abrazó con cariño.

-Pero si no hace tanto que he venido – le dijo Carmen sorprendida por la efusividad.

-Por si acaso. No sé cuando vais a volver. Lo mismo estáis meses sin venir.

-Hoy con un poco de suerte, hasta viene Javier.

-Menuda bronca le voy a echar. Nos tiene olvidados. Mis hijos no hacen más que preguntar por él.

-No está en su mejor momento. – Carmen no pudo evitar defender a Javier.

Tino, de repente, pareció perder el empuje y sus hombros se derrumbaron.

-Me quedé de piedra con lo de Ghille. No supe reaccionar. No pude ni ir al funeral. Me… afectó tanto que pensé que en lugar de animarlo lo iba a hundir más. Es que todavía los veo sentados a los dos en su mesa y como miraba ese chico a Javier… era tan dulce… decía tantas cosas… solo con los ojos… no puedo… parezco un crío que no sabe afrontar estos reveses… no estuve a la altura, no estuve acompañando a Javier cuando más lo necesitaba…

Tino se tuvo que callar para controlar el llanto. Se había emocionado de verdad al recordar la imagen que describía y lo que el consideraba como un fracaso personal.

-Eso le ha despertado varios fantasmas. – Carmen acariciaba el brazo del hostelero para ayudarle a serenarse – Esperemos que se recupere poco a poco. No te… Javier sabes que te aprecia, nunca ha pensado nada malo de ti… ni te ha reprochado nada; además estuvieron Rita y los niños… y sabes que Álex y Guille le tienen cogida la medida. Para él fue bueno abrazar a tus niños.

-Pero yo no le di un abrazo.

-Pues de lo das hoy. De momento parece que se ha echado un noviete. Todo indica que le está haciendo bien. Y reitero el “parece”, no vaya a ser que me tenga que comer mis palabras dentro de unos días.

-Esa solución no me gusta demasiado. ¿Y si le deja como los otros? Todavía recuerdo lo de Galder. Parecía un alma en pena. Ya sabes que Olga me cae genial, pero lo de su hijo… no se lo perdono. A su hijo, no a Olga. La pobre no tiene la culpa.

-Al menos si le ayuda a levantar el ánimo… a parte, tengo la teoría de que todo empezó entre ellos sin muchas pretensiones, pero poco a poco… se ha creado algo intenso entre ellos.

-Ya veremos. Si dices que lo va a traer, le haré un interrogatorio y un examen para darle mi beneplácito. Todos necesitamos ver a Javier feliz. ¿Y Olga?

-Sigue en Estados Unidos. Ya sabes, con el FBI.

-Se nota quien tiene clase.

-Eso le digo yo, pero se me enfada – se rió Carmen.

Empezó a sonar su móvil.

-Siéntate tranquila en vuestra mesa de siempre. Te llevo una cerveza.

Carmen contestó al teléfono mientras hacía lo que le había indicado el hostelero.

-Dime Jorge. Espero que me llames solo para cotillear de los que salen en las revistas del corazón esta semana. Estoy en plan “En las próximas horas le voy a dar a la cerveza como si no hubiera un mañana”.

-¿Cómo lo sabes? Yo que quería sorprenderte… y lo de pasar la tarde bebiendo cerveza y sin preocupaciones… me lo voy a pensar. – bromeó Jorge.

-Te veo despierto.

-Pues no te creas que duermo demasiado. Hoy no pinta bien la cosa y mañana voy a grabar a Pasapalabra. Tres programas en el día.

-Para que luego digan que eras un tipo sin vida ni actividad, salvo la de pasearse por los bares de Madrid y abrir el portátil para disimular y mirar a los jóvenes el paquete.

-Y seguro que alguien te lo ha contado tal cual.

-Tal cual. Pero no te diré el pecador.

-Pueden ser tantos… tengo muchos amigos de esos. De los otros ninguno.

-No exageres. Tienes a Carmelo. Y a Martín. A ese otro actor que le he visto recientemente hablar muy bien de ti y considerarte como un buen amigo.

-¿Álvaro Cernés puede ser?

-Sí. Ese. En una presentación hace unas semanas. No sé por qué emitieron otra vez esas imágenes en un programa de la tele. Ayer fue precisamente. Estaba haciendo zaping y lo vi.

-No lo he visto.

-Y he oído hablar estupendo a Ester Portillos y a Arón Sanpper. Biel Casal suele hablar muy bien de los dos. Así que no te quejes.

-Pero todos esos amigos, digamos que vienen por la parte de Carmelo. Salvo Martín. Son gente maravillosa y me siento querida por ellos. Pero mi gente, en la que me apoyaba… no queda nadie. Todos me han robado o engañado. Solo queda determinar en qué cuantía y quién es la cabeza pensante. Porque todos ellos son idiotas.

-No te enfades. Me imagino que no me has llamado para hablar de tus amigos.

Carmen tapó un momento el micrófono del móvil para darle las gracias a Tino que le acababa de llevar su cerveza.

-Pues sabes, en realidad… me gustaba esa conversación. Me has animado. De repente me he dado cuenta de que no estoy tan solo.

-No lo estás. A parte, nos tienes a nosotros.

-Eso también es cierto. Aunque a lo mejor soy solo uno más de vuestras víctimas.

-Eso no podemos negarlo, eres también eso. No, no… he decidido no seguir comiéndote la oreja.

Carmen se echó a reír. – Eres solo uno más de nuestros clientes – dijo entre risas. – ¡Y punto! No me vas a sacar ni una palabra más de halago.

-Que mala eres. Alimenta mi ego, por favor…

-Dime anda. Que estos llegarán enseguida. Estoy en “La Bella” esperando a algunos compañeros y espero que venga Javier con ese chico.

-De él te quería hablar precisamente.

-¿De Sergio?

-Sí. Creo que deberíamos hacer algo con el tipo que lo metió en… te cuento.

Carmen, aunque parte de lo que le contaba Jorge ya se lo habían comentado Patricia o Teresa, le dejó hablar. Quería conocer lo que sabía, y sobre todo, su interpretación. Era claro que había tomado la iniciativa. Le debía haber impresionado mucho ese chico. Sabía que había sido Javier el que había propiciado que Jorge se acercara a escuchar al joven. A Javier parecía importarle de verdad el tal Sergio.

-Creo que a lo mejor me podéis ayudar a buscar a otras víctimas. Sergio me habló de un chico coreano. Y de otro chico ruso.

-¿Y Aitor no…?

-Le tengo a tope buscando al antecesor de Galder y a Nadia. Me ha hecho el favor de escuchar las conversaciones de ese profesor después de un cambio de impresiones, pero…

-¿Quieres cargártelo? ¿Y con quién habló por cierto?

Jorge se echó a reír.

-Todos amigos míos. El ex-socio de Sergio, el representante de Carmelo, que le debe de ir muy bien porque estaba en los Alpes Suizos. Mi querida y nunca suficientemente ponderada Paula, la madre de mi “sobrino” Martín. Llamó al despacho del Decano, aunque no lo encontró. Y a alguien más… ¡Ah! Sí, a vuestro amigo Arnáiz. Y a la embajada francesa, sin interlocutor identificado: dejó un mensaje en el contestador de una extensión.

-Bueno. Ese último penúltimo nombre… ¿Y qué dijeron?

-Arnáiz debió activar medidas anti-escuchas. A Aitor no le dio tiempo a sortearlas. Pero la cosa empezó si no recuerdo mal, pidiéndole matones para encargarse de mí. Las conversaciones con el resto fueron más o menos iguales. Resumiendo: les echaba la bronca por no haberse ocupado de mí.

-¿Ocupado de ti?

-Sí.

Se hizo un pequeño silencio entre ellos. Jorge notaba como la cabeza de Carmen trabajaba a toda máquina.

-Ese tío es dañino. – atajó Jorge la ausencia de sonidos. – Sí. Como no creo que abra la boca, no interferirá en el resto. Y si la abre, pues mejor. Eso lo dejo en tus manos. Me han dicho que eres una gran interrogadora.

-Mira llega Tere. Te la paso y habláis de esos vídeos. Ella se encargará de buscar las pruebas de los pagos por prostituir a sus alumnos. A ver si hay suerte. Le preguntaré luego a Javier a ver si Sergio le ha dado más datos de esos compañeros suyos. O a lo mejor, intento hablar con él, para no meter en eso a Javier.

-Los chulos como él, suelen ser…

-Chulos. – zanjó la comisaria. – Y esperemos por nuestro bien, que en este caso sea así. Nos facilitaría la labor.

Carmen hizo un gesto a Teresa para que cogiera su móvil.

-Es Jorge. Quiere mover lo del profesor de violín.

-Dime Jorge – le dijo Teresa.

Carmen se levantó para saludar a Kevin y Yeray que acababan de llegar. Y Patricia también se había incorporado.

-Matías está aparcando. Ahora viene – anunció Patricia a todos. – Está hasta moreno. Para mí que la investigación la resolvió la primera tarde y luego se ha dedicado a tomar el sol en la playa.

-¿Viene Flor al final?

-Sí. No viene Fernando, que está con Jorge. Hugo le ha cambiado el turno, tenía algo que resolver. Alan está con Carmelo. Pero vienen Álvar y Roberto, aunque se retrasarán. Álvar está hablando ahora con la Gendarmería a propósito de los asistentes al curso de Jorge. Y Roberto está intentando mover sus contactos en Reino Unido. Me parece que Carmelo va a tener que ir unos días en breve a acabar un rodaje de estos interminables por la pandemia.

-Pero mira quien viene por ahí – exclamó Tino todo feliz.

Javier caminaba decidido cogido de la mano de Sergio. Iban los dos hablando y parecían contentos. A Carmen no se le escapó que el nuevo novio de Javier parecía un poco nervioso. Y no se extrañaba. Iba a conocer de repente a todos los compañeros y amigos de su novio. Meterse en medio de un círculo cerrado de personas que llevaban juntas muchos años. No todos tendrían cuajo para hacerlo.

-Voy a llamar a mis hijos para que bajen a saludarlo. – dijo Tino cogiendo su móvil.

-Hola a todos – saludó Javier nada más entrar en el restaurante.

Tino se adelantó al resto mientras colgaba el teléfono. Abrazó a Javier con todas sus ganas. No había tenido arrestos para ir al funeral de Ghille y no había tenido oportunidad de saludarlo. Ni oportunidad ni empuje. No sabía que decirle y… eso le pesaba. Se sentía mal por eso. Pero hizo lo que le salió del alma: abrazarlo. Javier respondió al abrazo con agradecimiento. Sabía lo que significaba para su amigo.

-Ya creía que no te gustaba mi comida. – le reprochó en broma.

-No te quejes que te mando de vez en cuando a Carmen.

-Yo soy la culpable de que no te haya quitado tu mesa, es cierto. Me lo debes. Pero que conste Tino, que de mandarme él a comer aquí, nada. Cuando vengo, lo hago por iniciativa propia.

-No la hagas ni caso. Siempre tendrás tu mesa. ¿No me vas a presentar? – dijo Tino mirando a Sergio.

-Si no me has dejado. Estoy intentando recuperar el aire. Mira Sergio, este es Tino, el hacedor de la mejor comida italiana de Madrid. Y uno de los mejores tipos que te puedas echar a la cara. Y además de todo eso, amigo. Y sus abrazos cuando más apretados te los dé, más vida te dan. Te lo juro.

Tino abrazó a Sergio que no se lo esperaba. Pero a la vez, comprobó que la apreciación que acbaba de hacer el policía, era cierta. Ese abrazo consiguió relajarlo.

-¡¡Javier!!

Dos jóvenes de unos catorce años entraron como un torbellino y se lanzaron a abrazar al comisario. Este los recibió con una sonrisa y los pegó a su cuerpo. Les acariciaba la cabeza y les besaba alternativamente.

-Creía que nos odiabas porque no venías a vernos – le dijo Álex, el mayor de los hermanos.

-Te iba a borrar del libro de familia – le dijo Guille, el pequeño.

-Pero que bobos sois – dijo Javier besándolos profusamente. – Mirad, os he traído a mi novio Sergio para que lo conozcáis.

-Mira, es el primero que parece de tu edad – bromeó Álex – Antes siempre parecía que ibas con tipos de la edad de papá.

Carmen se echó a reír con ganas. Se imaginaba en ese momento a Aritz o a Galder escuchando la opinión de los niños. La cara que hubieran puesto… esperaba tener la oportunidad de soltárselo a Aritz algún día tomando una cerveza. La coña iba a durar meses.

-Viejos – apuntó el pequeño en tono rotundo.

-Oye, niño, a ver que dices de tu padre. Que yo estoy en la flor de la vida.

-Papá, reconoce que eres viejo – le tomó el pelo Guille. – Y no me amenaces con la garra de los espaguetis que te va a dar igual.

-Hola, Sergio – le saludó ceremoniosamente Álex. – Éste de aquí es mi hermano Guillermo. Pero le puedes llamar Guille. Yo soy Álex.

-Hola, Guille – le saludó Sergio. – Hola Álex. Encantado de conoceros.

Carmen observaba la escena feliz. Veía a Javier como hacía tiempo. Sabía que tendría días de bajón. Pero eso… sería fácil de corregir. No era el estado de deriva camino de un hundimiento total al que parecía abocado hasta que tuvo el arranque de llamar a ese chico. Teresa le devolvió el teléfono antes de acercarse a saludar tanto a Javier como a Sergio.

Al cabo de un buen rato, después de terminar con el capítulo de saludos, presentaciones abrazos y besos, se sentaron a comer. Sergio pensó que en ese rato, había sido la persona más besada y abrazada del mundo. Era imposible que nadie lo superara. El ambiente no podía ser más fraternal y festivo. Sergio parecía haber caído bien a todos. Teresa, casi se emociona al abrazarlo. No podía quitarse de la cabeza los vídeos que había visto de él. Y parecía querer compensarle por todas esas vejaciones. No le dijo nada, pero Carmen, que además de Patricia eran las únicas que sabían de los vídeos, lo percibió. Los chicos de Tino al final se volvieron a casa. Su madre bajó para saludar a Javier y de paso para subirse a los niños.

-¿No veis que son todos compañeros? Hablarán de trabajo y no podéis estar – les dijo para convencerlos. En ese rato no se habían separado de Javier. Éste los retenía a cada uno con una mano, pegados a él. Guille le había cogido la mano y jugueteaba con sus dedos.

-Otro día vengo y hablamos ¿Vale? – les propuso Javier.

-Luego no cumples, que te conocemos. – le dijo el mayor.

Pero los dos se resignaron y se abrazaron a Javier antes de volverse a casa.

-Espero que al menos, nos contestes a los wasaps – dijo resignado el mayor.

-¿Y la niña? – preguntó Javier a Rita, la mujer de Tino.

-Pachucha. Parece la pobre que lo coge todo. Te manda mil besos.

-Pues dala otros mil de mi parte.

La comida transcurrió entre risas y bromas. Sergio si había ido nervioso o preocupado por como iba a ser recibido por los compañeros y amigos de Javier, se le quitó en cuanto entró y recibió los primeros abrazos y besos. Carmen se lo quedó para ella en la comida. Le hizo sentarse a su lado. Y al otro, se sentó Teresa. Las dos se encargaron de que no se sintiera cohibido en ningún momento. Y le ponían en antecedentes si había algún tema que no conociera. Estaban pendientes además de que no le faltara nada en el plato para comer. Sabían por Javier que entre sus prioridades, no estaba la de dedicar un tiempo a la comida. Y su delgadez eran buena prueba de ello.

Cuando estaban acabando de comer, una caravana de tres coches paró delante del restaurante. Fernando se bajó el primero y sus compañeros poco después. Abrió la puerta de atrás del coche que iba en el centro y salió Jorge.

-¡Andá! – exclamó Sergio al verlo. Su cara mostraba sorpresa y la alegría que le producía ver al escritor de nuevo.

Fernando le abrió la puerta del restaurante para que entrara Jorge. Todos se levantaron para saludarlo. Teresa lo abrazó por primera vez, porque hasta ese momento no habían coincidido más que por teléfono. Lo mismo Matías. Con Kevin, como siempre, se saludó con un beso cariñoso. Con Yeray, un abrazo sentido. A Sergio lo abrazó y le besó la mejilla.

-Jorge ten, te has dejado esto en el coche – le reprochó Fernando.

Sergio miró al policía y a Jorge sin saber que decir. Se había fijado en el estuche que el policía le había tendido al escritor.

-Gracias Fernando. No sé dónde tengo la cabeza – dijo fingiendo estar apesadumbrado. – A pues sí. Veo que no hace falta que te diga lo que es – sonreía mientras miraba a Sergio – Me lo ha prestado un amigo. Se llama Nuño. Hace tiempo que no toca el violín, pero le he hablado de ti y me lo ha dejado para que hoy puedas hacer buen uso de él. No podemos dejar a todos estos amigos sin que disfruten de tu arte. Me ha dicho su dueño que no es mal instrumento. Seguro que eres capaz de sacar buenos matices y sonoridad sea cual sea la música que toques. He de decirte que también me ha dicho que te recuerda participando en el concurso de jóvenes violinistas de Moscú. Creo que me ha dicho incluso que lo ganaste. El estaba de invitado. Si no me equivoco cerró el evento tocando el concierto de violín de Tchaikovsky.

-¿Es el violín de Nuño Bueno? Fue el que cerró el festival.

Jorge miró a Javier. Este le hizo un gesto con la cabeza asintiendo.

-Creo que así se llama, sí. – contestó Jorge.

A Carmen se le humedecieron los ojos. Javier la miró sonriendo. Estiró la mano y le cogió la suya para besársela. Sabía que ese Nuño que citaba Jorge no era amigo del escritor, sino una persona cercana a Javier, un casi hermano que pasaba por momentos difíciles. Una depresión le asoló hacía ya muchos meses y no conseguía salir de ella. Llevaba el mismo tiempo de depresión que sin tocar el violín.

-¿Y se lo ha dado a Jorge? ¿Su violín? Eso no se suele dejar. – le comentó a Javier en voz baja.

-Jorge tiene un gran poder de convicción. – afirmó Javier sonriendo.

-Pero si es muy bueno. – exclamó Sergio acariciándolo. – Después de los Stradivarius y los Guarneri es de los mejores.

-Yo he tenido la suerte de escucharte tocar. Pero estos amigos no. Creo que ya que tienes ese violín en las manos, y que reconoces que es bastante bueno… y te digo más, su dueño es alguien muy querido para Javier. Y no le ha dejado el violín a nadie desde que se lo regaló un mecenas que quedó obnubilado por una de sus actuaciones. Lástima que su enfermedad le apartara de seguir tocando.

Sergio puso el violín en su hombro y tocó unas notas.

-¡Pero si está afinado! ¡Está perfecto!

Javier sonrió contento.

-¿Y qué quieres que toque? – preguntó mirando al escritor.

-El otro día lo hablamos. Sabes de mi predilección por el concierto de Tchaikovsky. O por Vivaldi. O algo de Bach. Pero… lamentablemente no me puedo quedar a escucharte. Es mejor que tu público elija. O mejor, elige tu mismo. Seguro que cualquier cosa que interpretes, va a llenar de belleza y sentimientos el alma de estos amigos.

-No te ponga moñas, escritor – bromeó Kevin.

-¿Te tienes que ir? – Sergio pareció lamentarse.

-Pero te dejo en buena compañía. ¿Nos vamos Fernando?

-Cuando quieras. No conviene retrasarnos más. Carmelo lleva un rato esperando. Se va a perder el efecto que pretendíais.

Jorge se despidió de todos con un gesto de la mano y emprendió a paso vivo el camino en busca de sus coches. Sergio, sin más, se puso el violín en el hombro, estiró el brazo con el arco y empezó a tocar “El gran Capricho de Schubert”.

.

.

Ha llamado Javier para avisarnos. Le está esperando en el jardín.

Jorge pensó que iba a tardar más en conseguir entrar en esa residencia de reposo, como la llamaban eufemísticamente. Parecía que Javier tenía mano allí. Apenas había abierto la boca y ya le habían indicado el camino.

Se había sorprendido de la llamada de Javier. Había tenido que avisar a Carmelo para retrasar su llegada al Only You. Esperaba que no fuera un problema para los planes del actor. Ya estaba muy avanzada la tarde. Y Carmelo estaba a punto de llegar ya al hotel. Pero el tema le parecía lo suficientemente importante como para retrasar unas horas sus planes.

Anduvo con gesto decidido por el jardín. Empezó a mirar a los pacientes que estaban paseando o sentados por allí. Algunos lo miraba con curiosidad. Creyó distinguir que dos de ellos lo habían reconocido y cuchicheaban señalándolo.

Debía haber pedido a Javier una foto. No sabía el aspecto que tenía. Podía ser cualquiera. Pero de repente, vio a un joven que era clavado al comisario. Sonrió pensando en que estaba rodeado de personas que tenían un aire familiar. Martín y Carmelo, ahora Nuño y Javier… pero el caso de estos dos últimos… era… extraordinario. Podrían pasar por gemelos. Cambió su caminar decidido por uno más reposado. Y cambió también su itinerario para que Nuño lo viera acercarse a él. No quería incomodarlo. Por lo poco que le había contado Javier, iba a ser la primera persona fuera de su familia o amigos muy cercanos que le iba a visitar. Lo consiguió enseguida. Notó como el joven sonreía. Y Jorge vio el estuche del violín a su lado. Ahí supo que no tenía que tener prevención porque Nuño se alterara.

Cuando Jorge estaba a pocos pasos, Nuño se levantó. Puso una sonrisa en su cara que la iluminó completamente. Parecía otra persona. Esa sonrisa le había quitado diez años de encima. El joven abrió los brazos para abrazar a Jorge, que aceptó de buen grado la invitación.

-Cuando me ha llamado mi hermano y me ha dicho que ibas a venir, me he alegrado un montón.

Jorge vio que al otro lado del violín, había un ejemplar en papel de “La Casa Monforte”. Nuño se dio cuenta de que Jorge se había dado cuenta.

-No te creas que lo he bajado para hacerte la pelota. De verdad que lo estoy leyendo. O intentando. Ahora no puedo concentrarme demasiado. Leo apenas unas páginas cada vez.

-¿Quieres que te lo dedique?

-Hoy no. Así tienes excusa para venir otro día a verme. Te incluiré entre las visitas de allegados. Así no te pondrán problemas y podrás venir casi sin avisar y a cualquier hora. Me gustaría que te acercaras y pudiéramos charlar con tranquilidad.

-No me había dicho Javier que eras un joven tan atractivo.

-No te habrá dicho tampoco que él es mi doble.

-No, eso tampoco me lo ha dicho. – reconoció Jorge sonriendo. – Y yo que estaba preocupado por si te reconocía…

-Quisiera pedirte un favor. – Nuño se puso serio; parecía que intuía que la visita iba a ser rápida y no quería olvidarse de comentarle algo que para él era importante – Y es que ayudes a Javier. Me han llegado rumores de que no está bien. No quiero que tenga que venir un día a quedarse aquí conmigo.

Jorge se lo quedó mirando.

-No tengo mucha confianza con él. Apenas hemos hablado un par de veces por mi caso y que me llamó el otro día para que fuera a escuchar a Sergio y hace un rato para venir a conocerte. Pero te aseguro que Carmen y Olga están encima. Se preocupan por él y son capaces de poner a toda la policía a seguirlo.

-Sí, ya. Lo sé. Sé que lo quieren con locura. Y también sé que se ha echado un novio nuevo, ese Sergio por el que has venido a verme. Y perdona, no tendrá confianza contigo, dices, pero eres el primero que no es de su círculo íntimo al que envía a verme. Eso quiere decir algo, aunque tú no lo creas.

-Pensaré en lo que me dices de Javier. No me lo esperaba. – el detalle que le había confiado, dejó a Jorge sorprendido y momentáneamente sin palabras. – Su novio nuevo, es un chico muy agradable. Y guapo.

-Y que toca el violín como yo.

-Eso también. Aunque según tengo entendido eso no tuvo nada que ver con su acercamiento. Y de verdad, lo hace muy bien Tú deberías volver a tocarlo. He estado buscando mientras venía a verte, y eres un verdadero maestro. He visto precisamente el concierto que tocaste como cierre del concurso que ganó Sergio. Me ha encantado tu versión del concierto de Tchaikovsky.

Nuño se encogió de hombros.

-Ahora no me sale. Es superior a mis fuerzas. Pero gracias por tus halagos. Me alegra que te haya gustado. Cuando lo tocaba intentaba ser fiel al autor y a mí mismo. Era mi secreto.

-Habría muchos que seguro disfrutarían si volvieras a tocar.

-Javier siempre me lo repite. Y Olga cuando viene. Olga además entiende. Siempre le ha gustado. Es mi mayor fan.

-Yo seré el tercero en discordia entonces.

-Me he enterado de que tú eras asiduo a la Ópera.

-No me puedo considerar entendido. Mi forma de disfrutar de la Ópera o de la música en general, es, si me llega o no me llega. Si me mueve por dentro o no. Ya te digo que viniendo para aquí, te he ido escuchando. Y me ha costado quitarme los auriculares para entrar aquí. No puedes dejar mucho más tiempo la música.

-Ojalá me saliera. Pero… a parte de afinarlo, de limpiarlo, de cambiarle las cuerdas de vez en cuando… no me sale.

Nuño aprovechando, cogió el violín y se lo tendió a Jorge.

-Sé que va a hacer buen uso de él. Antes de caer en este estado, le escuché en Moscú en el concurso para jóvenes violinistas en el que toqué el concierto que venías escuchando. Es un gran artista. Le faltaban cuatro detalles que seguro que con la experiencia y teniendo la sensibilidad que tiene, ya lo habrá pulido.

-Lo ha dejado. Como tú. Malas compañías.

-Pues hay que hacer que vuelva. Podría ser el mejor violinista de este siglo. Por favor, ayudadle. Si me dices lo de malas compañías, Mendés debe estar por medio. Ocúpate de él, por favor. Está malogrando a grandes músicos. Y es buen profesor. Eso es lo peor de todo. Le puede su ansia de dinero y poder. Le gusta exhibirlo. Y le gusta más una polla que todo lo anterior. Aunque en público se muestre como un abnegado padre de familia y súper enamorado de su mujer. Y por supuesto, un homófobo militante.

-Javier me consta que está haciendo cosas para que Sergio vuelva a la música. Y yo por mi parte, estoy dando pasos también en ese sentido. Pero está el que quiera él. Y en lo de Mendés… a lo mejor tengo que pedirte ayuda. Tuve el otro día un cambio de impresiones, pero no he debido de ser muy convincente. Sus movimientos después han sido para ponerme a todo el mundo en contra y para asegurarse de que Sergio siga siendo un proscrito en ese mundo tan cerrado. Incluso para encontrar a alguien que quisiera encargarse de mí con un tiro en la nuca.

-¿Por que no le traes un día a verme? A Sergio, digo.

-¿Dices?

Nuño hizo un gesto con la cabeza asintiendo.

Jorge se lo quedó mirando.

-¿No sería mejor que viniera con Javier?

-No, no. Javier… debe venir solo. A mí me hace mejor así. Así le siento… como de verdad está. Cuando está con gente es… distinto. Yo quiero a mi hermano de verdad. Y necesito verlo como yo lo siento. Si no, me frustra.

Jorge se quedó observando a Nuño. Con gusto se hubiera quedado a hablar con él toda la tarde. Era un hombre que le había subyugado desde el primer momento. Y le intrigaba a partes iguales.

-A parte de venir un día con Sergio, me gustaría poder venir a charlar contigo otro día. – Jorge puso cara de broma – Ya sabes, te habrás enterado, seguro, de mi interés por los chicos guapos.

Nuño no pudo evitar soltar una carcajada.

-¿Estás intentando ligar conmigo? Ya te he dicho antes que te esperaba. Puedes venir cuando quieras. No pensaba que quisieras ligar …  pero vamos. Se puede mirar.

-¿Se nota mucho? – Jorge seguía sonriendo.

-Me halagas, Jorge. Me encantará que vengas, reitero mi petición de antes. Voy a hacer lo posible por leer más deprisa el libro. He leído todas tus anteriores novelas. Y dejaré que intentes conquistarme. Lo que pasa es que si lo consigues… ¿Consumarías conmigo? Te advierto que soy un amante entregado.

-¿Ves? Me parece que tenemos mucho de que hablar. Mucho. – se rió Jorge. – Respecto a lo último, cuando te conquiste, lo sabrás. – Jorge puso tono insinuante.

-Me gustará descubrir tus artes de seducción.

-Prepararé una estrategia especial para ti.

-Veo que tienes compañía. La nueva hornada de compañeros de mi hermano. – Nuño cambió de tema y dejó aparcado el tono de broma. Percibía en la forma de comportarse de los policías que le quedaban pocos minutos de charla.

Jorge se encogió de hombros.

-Quiere que me solace mirando a chicos guapos – volvió a bromear Jorge. No le apetecía en ese momento volver a temas serios.

-Espero ansioso tu próxima visita. – dijo Nuño a modo de despedida.

Se levantó para despedir al escritor. Lo abrazó con cariño.

-No te olvides de cuidar un poco a Javier también. Es la persona más importante de mi vida.

Jorge no dijo nada. Solo sonrió y tuvo el impulso de acariciar el rostro de Nuño. Abrazó el estuche con el violín de Nuño y se encaminó hacia la salida.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 50.

Capítulo 50.-

Cuando Rodrigo estaba acabando de empaquetar las pocas cosas de las que disponía, notó a su espalda la presencia de Juan, el nuevo. Le sonrió mientras cerraba la cremallera de la bolsa.

-¿Qué haces?

-Es hora de partir. Dios me ha dicho claramente que mi futuro está lejos de estas paredes. Siento que no podamos conocernos mejor. Quizás algún día nos encontremos en otras circunstancias.

-¿Qué dices? ¿Por qué hablas de Dios de esa forma? ¿Por qué te crees que eres digno de que Dios te hable? Solo habla con los elegidos.

-No Juan. Dios nos habla a todos. Lo dicen los manuales de la “Iglesia”.

Fue a la estantería y cogió uno de los libros del la “Iglesia del Alma de Dios” y se lo tendió.

-Puedes leerlo con las palabras del enviado Guterres. Todos somos hijos de Dios y a todos nos guía y nos cuida.

-No puedes irte.

-Claro que puedo.

-Tienes un compromiso con la comunidad.

-Pero con una comunidad más grande, la que hay ahí fuera. Estoy preparado para iniciar una vida de servicio a los necesitados.

-Tu misión es…

-¿Eres tú el que dicta mi misión?

-La Iglesia te recogió del barro. ¿Así se lo agradeces?

-Dejo sitio para otro hermano que llegue en mi ligar. Las vocaciones no faltan. Siempre nos dice el enviado Guterres que somos unos privilegiados. Que ahí fuera hay cientos de personas que esperan un sitio libre para entrar. Yo se lo cedo gustoso porque voy a entregarme al servicio de los necesitados. Al irme, vendrá otro nuevo hermano necesitado de la guía del enviado. Como tú. Te has convertido en un buen hermano en el poco tiempo que llevas aquí. Un hermano fiel con los preceptores. Un hermano que traiciona a sus iguales para ir a contarles a ellos.

-Eres tú el que traicionas. Nos traicionas a todos.

-¿Te has enamorado de mí? – le preguntó de repente. En alguna ocasión le había visto observándolo a hurtadillas.

-Yo solo amo a Dios y al enviado Guterres. Eres un blasfemo.

-¿Sabes lo que significa esa palabra? – Rodrigo observaba a Juan fijamente. Notó su incomodidad. Se maldijo por haberle puesto en evidencia. Su decisión, su rabia contra los dirigentes de esa Iglesia, no podía convertirse en la justificación para denigrar a quien no había tenido la educación que él si tuvo. Nadie es más o menos por los conocimientos de que disponga.

-Perdona Juan. No quería incomodarte.

-No eres Dios para tener la facultad de incomodarme.

-De todas formas te pido perdón.

-Yo no te perdono. Morirás con el pecado.

-Moriré cuando me llegue la hora, seguramente con otros muchos pecados además del que me atribuyes.

Rodrigo cogió su bolsa y se la colgó del hombro. Fue a salir de su cuarto, pero Juan le cortaba el paso.

-No permitiré que te vayas. He mandado llamar al preceptor Diego. Él se encargará de castigarte a meditar. Después volverás a ser…

Rodrigo se había cansado de la situación. Le apartó con el brazo y enfiló el pasillo que daba a la puerta de la calle. Juan trastabilló y cayó al suelo. Desde allí, empezó a gritar para que detuvieran a Rodrigo. Pero ninguno de los hermanos que tenían sus habitaciones cercanas, osó siquiera salir a mirar.

-¡Detente! – gritó la voz inconfundible del Preceptor Diego. – ¡Detente! ¡No tienes permiso para salir de la Iglesia.

Rodrigo no hizo caso. Ni siquiera se giró para enfrentarse a Diego. Éste empezó a correr, pero no llegó a tiempo para detener a Rodrigo antes de que llegara a la puerta. Sin más, la abrió y salió a la calle. Bajó las escaleras y anduvo a paso rápido para salir completamente de las instalaciones de la Iglesia. Apenas tardó treinta segundos en recorrer el camino que llevaba a la verja y atravesarla. Una vez que lo hizo, se detuvo a unos metros y respiró profundo. El aire parecía distinto. El frescor de la libertad le reconfortó. Sonrió por primera vez en muchos meses. Lo único que lamentaba es no haber podido despedirse de su amigo Evaristo. Echaría de menos charlar con él y por qué no, el sexo. Pero sobre todo, echaría de menos lo que podía haber sido su relación y que ya nunca será.

Habían hablado esa noche en su rincón en la terraza. Le había contado sus planes de huida. Y le pidió que le acompañara.

-No seas loco ¿De qué vas a vivir?

-De la caridad si es necesario. Luego, ya encontraré trabajo como camarero o como barrendero. Me da igual. Necesito poco para vivir. Vente. Entre los dos será más fácil.

-Estás loco. No te dejarán.

-O sea que no quieres venir conmigo. ¿Y todos tus avisos? ¿Y nuestras conversaciones con Juvenal?

-No quiero morir.

-Ya estás muerto, Evaristo. Pero no te has dado cuenta. Esto no es vivir. El hombre, el ser humano no es así. Podemos ser pareja. Vivir juntos, apoyarnos, amarnos.

-Yo no te amo.

-¿Y tus palabras cuando nos encontrábamos por la noche?

-Es lo que se dice en esos momentos.

-Yo notaba que era cierto. Eso se nota.

-Te engañaste.

-O sea que todo lo que hablamos ¿Era mentira?

Evaristo no respondió. Rodrigo no se lo pensó. Se levantó y le dio un beso en la mejilla.

-Solo te pido que no me traiciones.

Esa fue su despedida. No quiso ni volverse a mirarlo.

Rodrigo estudió ambos lados de la calle. Se decidió por caminar hacia el centro de la ciudad, hacia la derecha. Fue a cruzar la calle para caminar por la acera más alejada de las lindes de la Iglesia.

-¡¡No te irás, traidor a Dios!!

Reconoció en el grito la voz de Juan.

-¿Qué vas a hacer? ¡¡Detente!!

Esa otra voz era la de Diego, el preceptor. Escuchó un sonido seco, como una pequeña explosión. Casi a la vez, notó como un cuerpo extraño penetraba en su hombro. El impacto provocó que cayera en mitad de la carretera. Se sintió desfallecer. Pero no lo conseguirían. Hizo un esfuerzo y volvió a levantarse. Dejó al bolsa con sus cosas, porque para llevarla, no tenía ya fuerzas. Escuchó otra explosión y volvió a sentir el impacto de la bala. Una señora que paseaba al perro empezó a gritar llamado a la policía. Otro vecino que salía de casa hizo la llamada. Se escuchó un tercer disparo. Esta vez Rodrigo no sintió nada, pero no supo si era debido a que ya le dolía tanto todo el cuerpo que no era capaz de sentir más dolor, o a que el disparo había fallado. Tuvo aún fuerzas para girar la cabeza y mirar hacia la puerta del edificio de la “Iglesia del Alama de Dios”. Vio como Diego forcejeaba con Juan para quitarle el rifle con el que disparaba, pero no lo conseguía. Vio todavía como volvió a apuntarle. Apartó la mirada e intentó arrastrarse al otro lado de la calle. Un coche se puso entre la Iglesia y él. Se bajaron dos mujeres con sus armas desenfundadas. Le pareció que eran policías. El perro de la vecina se había puesto a su lado y le lamía las heridas. Una de las policías se acercó a atenderle. La otra hizo dos disparos al aire y gritó a Juan que tirara el arma. Se oían más sirenas en la lejanía.

-No te vayas, mírame – le dijo la mujer – No cierres los ojos. Lucha, joder. Viene la ambulancia. ¿Cómo te llamas?

Pero Rodrigo no era capaz de responder. Toda su atención estaba en recordar los momentos de amor con Evaristo. Y también se coló la idea de que no había salido a ayudarlo. Ninguno de sus hermanos lo había hecho. Sonrió y aunque sintió un sopapo de la mujer, decidió cerrar los ojos e irse a conocer a ese Dios del que tanto se le llenaba la boca al enviado Guterres. Eso no podía ser peor que seguir viviendo en ese valle de lágrimas. Lo único que había conseguido, era retardar el destino que le tenía preparado. Cuando entró en la Iglesia, estaba a punto de morir. Hoy la había abandonado y el destino le había dado alcance.

El último acto consciente que tuvo antes de que la oscuridad lo invadiera por completo fue llamar a su amor. Pero no pudo acabar de decir su nombre. Evaristo.

Martín Carnicer.”

Jorge dejó sobre la mesa la tablet dónde había leído el tercer relato de Martín. Le había sorprendido el final. Martín era de los que preferían los finales felices, “aunque sin pasarse”, como solía añadir siempre. Y aunque era un final no cerrado al cien, todo indicaba que sus intenciones no eran la de acabarlo de la mejor forma para Rodrigo.

-¡Ya he vuelto! – oyó gritar a Carmelo en el piso de abajo.

-Estoy en nuestro rincón – le contestó Jorge.

Escuchó como Carmelo dejaba las llaves en su cuenco de cerámica y como subía las escaleras a grandes zancadas. Jorge sonrió. Se incorporó para besarle los labios.

-Creía que ibas a tardar más.

-No había tráfico. Le he dejado en su hostal.

-Podía haberse quedado a dormir aquí.

-Creo que había quedado con un ligue. ¿No te ha contado?

Carmelo fue al dormitorio a quitarse la ropa. La colgó en el vestidor y volvió donde el escritor en calzoncillos. Jorge le hizo un gesto para que se sentara sobre él. Carmelo no lo dudó y le hizo caso.

-Estás melancólico escritor.

-Acabo de leer esos relatos de Martín. Son tristes.

-¿El de los finales felices? No jodas.

-Me ha dado pena el personaje.

-¿Lo mata?

-Hombre es interpretable. Pero …

-Ahora no te comas la cabeza. Es solo un relato. Habrá querido sorprenderte. Sabes que muchas veces las cosas las hace pensando en cómo vas a reaccionar tú.

-No, no, estoy cansado. No voy a darle al coco sobre ese tema. No he dormido mucho estos días. Me empieza a pasar factura.

-Yo tengo que repasar el plan de rodaje de Tirso. El director me ha pasado un primer esbozo. Vete a la cama y te alcanzo enseguida. ¿Quieres cenar algo antes?

-¿Has llamado a Sergio?

-Sí. Al volver. No quería que me oyera Martín. Mañana se encarga de llamar a la productora de Pasapalabra. ¿Y ese concierto de ayer? No me has contado nada.

-Un gran violinista tocando en la calle. Un chico con mucha sensibilidad.

-Otro al que vas a cuidar.

-Ya tiene cuidador. Javier se encarga de eso. Solo he charlado con él.

-¿Bien entonces?

-Sí, sí.

-¿Y por qué no me lo parece? Me estás ocultando algo. No empieces como Cape.

Jorge le acarició la cara.

-Te quiero Carmelo. ¿Lo sabes?

Carmelo se lo quedó mirando. La actitud de Jorge cada vez le parecía más extraña. Acercó su boca a la de él y lo besó con calma. Saboreó sus labios algo resecos. Jorge le respondió al beso y le empezó a acariciar la pierna.

-Me encanta este muslo.

-¿El otro no?

-No lo recuerdo. Ponte en el otro sentido.

-Carmelo sonrió, se levantó y se sentó al revés. Ahora Jorge le acariciaba el otro muslo.

-Éste es el de la noche. También me gusta.

-¿Cenamos algo?

-Vale. Un pescado rebozado. ¿Puede ser? Y algo de dulce.

-He hecho esta mañana arroz con leche. Me lo pediste el otro día.

-Te lo pido siempre que puedo – bromeó Jorge – para no resultar cansino. Y además, como va a ser todo para mí, porque no te gusta…

-Le he dado dos a Martín. Y le he dado unos tappers para que tenga que comer unos días. Me ha dicho que tiene una pequeña nevera en la habitación.

-Vaya. Dos menos para mí. Tendrás que volver a hacerlo en breve.

-Primero acábate los que he hecho hoy. Y luego, según te portes.

-Estaba pensando que podíamos cenar así ligero y luego irnos a la cama. Deja para mañana eso del plan de rodaje. Mañana te prometo que no te incordio. Pero hoy me apetece amarte. Despacio. Besarte cada…

Carmelo no le dejó acabar. Volvió a juntar sus labios en modo sonrisa con los de Jorge, en modo hablar.

-Si me lo pide el hombre al que amo, no me queda más remedio que plegarme a sus deseos.

-Que bien hablas cuando te lo propones.

-Si quieres juro en hebreo.

-Vamos, anda. Que el restaurante de los amigos de Ernesto, muy pijo… pero me he quedado con un hambre…

Carmelo se echó a reír.

-Si has jurado veinte veces que no te has quedado con hambre. Que había sido una comida perfecta.

-Ya. Y tú. Y Ernesto y Arturo igual. Martín es el único que ha arrugado los morros. Y cuando me has dado el beso antes de llevar a Martín a Madrid, te he podido oír las tripas…

-Que bobo eres. Vamos abajo. Preparo la cena en un santiamén.

-Adelántate. Voy a mandar un par de mensajes. Se me había olvidado.

Al levantarse Carmelo, Jorge le quitó los calzoncillos.

-Me los quedo yo. Si no me gusta la cena no te los devuelvo.

-Con que estas tenemos ¿eh? Siempre me tomas el pelo con que me despeloto en casa.

-Para quedar bien ante la gente. Así eres tú el que parece… un exhibicionista. Pero me encanta verte andar desnudo.

-Me voy abajo para dejarte que huelas mis calzoncillos en soledad. Sé que es lo que quieres en realidad.

Jorge observó como Carmelo caminaba hacia la escalera. Era cierto, le encantaba verlo andar desnudo. Sería capaz de estar días y días sin hacer otra cosa que verlo así. Para él, era el culmen de la belleza masculina. No tenía ninguna parte de él que desmereciera. Cuando Carmelo empezó a bajar la escalera, se giró y le guiñó un ojo a la vez que le sonrió pícaro.

Cuando Carmelo desapareció de su vista sacó el móvil. Iba a empezar a escribir, pero se decidió por llamar.

-Aitor. – le saludó cuando contestó.

-Tenías razón. Ha llamado a alguien.

-Dime.

-Primero ha llamado a Toni Fresno. ¿Lo recuerdas?

-Me suena pero no caigo.

-¿Será posible? El ex-socio de Sergio Romeva, el representante de Carmelo y medio tuyo también. Ya hablamos de él el otro día.

-¡Anda! El puto apellido me despista siempre. No me quedo con él. Era Toni a secas. Eso si que es una sorpresa. Ni me acuerdo de la jeta que tiene.

-Luego te mando una foto. El caso es que el profesor ha empezado a despotricar contra ti. Ha dicho poco menos que hay que matarte. Toni ha escuchado, pero no ha dicho nada. Al final le ha ordenado que se callara. Han quedado para verse dentro de unos días. El tal Toni está en los Alpes suizos.

-Mira que bien. Tiene posibles.

-Si quieres lo investigo.

-Más.

-Luego ha llamado a … ¿No te imaginas quien?

-Estoy cansado Aitor.

-Que soso eres. Pues nada. Todo a bocajarro. Ha llamado a Paula. Repetición de la jugada. Le ha echado la culpa de tu comportamiento. Le ha dicho que se tenía que haber ocupado mucho antes de ti.

-Más – respondió de forma seca Jorge.

-Ha llamado a tu decano. Pero no se ha puesto. No debe tener su móvil porque ha llamado a su despacho. El chico, Ely, le ha respondido que estaba en una reunión. El profesor se ha puesto por las nubes, le ha insultado de todas las formas posibles, le ha dicho barbaridades. Pero Ely ni se ha inmutado. Cuando el gilipollas éste se ha cansado, le ha dicho muy educadamente que le daría el recado.

-Más.

-Y por fin ha llamado a la embajada francesa.

-¿Con quién ha hablado?

-Con nadie. Solo ha dejado un mensaje muy críptico en un contestador. Y para acabar, ha llamado a José Arnáiz, el dueño de la empresa de seguridad que era antes de Cape. Y le ha pedido unos tipos para matarte.

-¿Y?

-Arnáiz ha debido pulsar el botón del pánico y no he podido escuchar más. Cuando ha acabado, le ha llamado su mujer. Y se ha ido a casa. Menuda bronca le ha echado. Debían tener invitados a cenar.

-Vale. Mañana pensaré en todo lo que me has dicho.

-No me gusta ese juego que te empiezas a traer desde lo de la embajada. Te lo he dicho varias veces y no me haces ni puto caso. Habla con Javier Marcos. Cuéntale. O a Carmen que parece que tienes más confianza.

-Hablamos mañana. – respondió Jorge de forma cortante antes de colgar.

-¿Bajas? O tengo que subir a buscarte. – le llamó Carmelo.

-Ya bajo pesado.

-Ya que estoy desnudo, podías hacer lo mismo.

-Tu lo has querido. Voy desnudándome mientras bajo. Luego tendrás que recoger mi ropa cuando subas.

-Lo que quieres es verme agachar desnudo. Te mola mi culo.

-Si solo me molara tu culo… – dijo quintándose la chaqueta y empezando a caminar hacia la escalera.