Necesito leer tus libros: Capítulo 117.

Capítulo 117.-

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Jorge y Carmelo quedaron a las ocho para encontrarse en el Trastero, un café-bar al que les gustaba ir a menudo. Allí como siempre, acabarían picando algo de cena y hablando hasta las tantas.

Carmelo llegó antes. Saludó a algunos fans que lo reconocieron. Se sacó algunos selfies y firmó autógrafos.

-¿Vienes solo? – le preguntó Arancha, una de las camareras.

-Ahora viene Jorge – dijo sonriendo y poniendo su mejor cara picajosa.

-Que cabrón, como te ríes de nosotros, pobres trabajadores.

El personal ya los conocía. Después de que Carmelo confesara a Arancha que Jorge estaba a punto de llegar, alguno de los empleados no esperó más y llamó para anular los planes que habían hecho para después de trabajar.

-Han venido estos dos, a saber a que hora se largarán de aquí.

Tenían fama de no mirar el reloj cuando cenaban o tomaban algo juntos. Empezaban a hablar y el tiempo volaba. Y en general nadie se atrevía a decirles nada. Primero porque eran ellos. Después, porque estaban tan a gusto, que parecía insensible llamarles la atención. También contribuía a la condescendencia de los trabajadores, las generosas propinas que les dejaban y los selfies que se hacían con ellos y el permiso que les daban para publicarlos a su gusto en sus redes sociales.

Jorge no tardó, a pesar de que había cambiado su equipo de escoltas después de salir del hospital y abrazar a los chicos de Vecinilla. Caminó cabizbajo hacia la mesa donde le esperaba su rubito. Seguía dándole vueltas al cambio que había percibido en la manera de comportarse de Nuño.

-Jorge – Carmelo le dio un golpe en el brazo – Que te están diciendo si les firmas los libros.

El escritor miró a su alrededor desubicado. Se fijó en las tres personas que parecía llevaban desde la puerta siguiéndole a la vez que le tendían sendos libros para que se los dedicara.

-Perdón. Venía pensando en Babia.

Sonrió y atendió con cercanía a sus tres lectores. Luego, se derrumbó en la silla que estaba junto a Carmelo al que agarró del brazo y apoyó su cara en él, como si fuera un salvavidas.

-Pensaba que ibas a tardar más en venir.

Jorge fue a decir algo, pero se arrepintió.

-¿Y si me lo cuentas?

Cuando Arancha escuchó esa frase, les hizo a sus compañeros un gesto para hacer un corrillo y echar a suertes los que se quedaban a esperar que la pareja se fuera. Hablar y hablar. Esa era su fama. Esa era la experiencia de muchos de ellos. Y en eso estaban, en hablar y hablar, en una mesa un poco apartada para no llamar demasiado la atención de la gente y que no los reconocieran.

Los temas de conversación no podían ser otros que los chicos del hospital y el de Álvaro.

-Ya arreglaremos lo de Nuño. Pero no sé de que te extrañas. Como si fuera la primera vez que un famoso se comporta de una forma u otra dependiendo de la compañía. Nuño ha recuperado su parte de diva, al recuperarse un poco de su enfermedad. Ya te lo avisó Dídac cuando fuimos a pasar la tarde con ellos.

-Si le vieras la cara de desprecio que le ha puesto a Fernando cuando ha subido a la sala a abrazar a los chicos de los que se ocupó él …

Carmelo sonrió.

-No creo que fuera peor que la que yo les dedicaba a mis amantes hace unos años. Y no te olvides que a lo mejor Nuño esperaba otra cosa al liarse con Fernando. O al revés.

-Pero no te has comportado como una diva nunca.

-Tampoco lo aseguraría al cien. En mi época con Cape de hermano mayor, creo que no era de lo más agradable con el resto de mortales. Y eso suele depender del punto de vista desde el que veas la película. En tu caso es evidente que me quieres un poco y tiendes a perdonarme mis comportamientos inconvenientes o en todo caso a juzgarlos desde un punto de vista benévolo. De todas formas, te olvidas de algo: muchas personas que se dedican a la música, al cine, aunque parezca mentira, son muy tímidos, muy vulnerables. Y para defenderse, algunos construyen a su alrededor una muralla.

Jorge afirmó con la cabeza.

-Tienes razón. Puede que haya algo de eso. Pero … a veces … que quieres que te diga, esas actitudes, aunque sean provocadas por la vulnerabilidad … o por la inseguridad, no me gustan. Y una cosa es sentirte seguro de lo que haces, luchar por tu idea a la hora de realizar un proyecto, y otra despreciar a los que entre comillas, no están a tu nivel social o intelectual. Dídac en lo suyo, es grande. Es reconocido. Él pisa fuerte. Impone su criterio al desarrollar un proyecto. Y si éste deriva hacia un lugar que no le convence, no duda en dejarlo. Tú igual. En eso os parecéis mucho. Pero no desprecias a nadie. Y hablas con el portero, con los camareros, les escuchas, te escuchan … hasta hablas conmigo … Dídac, que ha sido un conquistador nato, como tú, se ha ligado a barrenderos, a directores de orquesta y a ministros. Y no creo que les haya tratado con altanería. Otra cosa es que luego no haya querido seguir con la historia … Néstor le estaba esperando, lo que pasa es que ninguno de los dos parecía darse cuenta. Hasta que aparecieron los chicos y éstos consiguieron que se mirasen de otra forma.

-Qué bobo eres; esa última coña de que “hasta hablo contigo”, sobraba. Pero te la perdono. En esta discusión, hoy parece que tenemos los papeles cambiados. Tú sueles defender a esas gentes, en tus novelas lo haces a menudo, y yo suelo denostar esas actitudes, aunque reconozca que algunas veces las he empleado.

-No sé. A ver como arreglo que …

-No te vuelvas loco. Ya grabamos a Sergio y Nuño tocando en el restaurante. Dale ese vídeo a Sergio Romeva para que lo haga llegar a ese maestro. Y Dídac va a tocar con Sergio en la inauguración de la tienda de Gaby. Llamo a Christian y que lo grabe. Ya grabó el otro concierto en los jardines de la Plaza de Oriente. Para no estar preparado, les salió genial. Eso me dijo Carmen al menos.

-¿Dices? Creo que Sergio puede lucirse más que esos días. Dídac estaba de acuerdo conmigo. El día que tocó con Nuño estuvo bien … pero no al cien. El primer día que lo escuché en la calle … fue cien veces mejor. Cada nota conseguía que penetrara por los poros de la piel. El otro día la verdad, estaba en otras cosas y no pude disfrutar del concierto.

-Deja reposar el tema un par de días. Ya pensaremos algo. ¿Y Álvaro? ¿De verdad que te preparó el otro día la comida?

-Pues sí. Y estuvo bien, la verdad. El pastel de pescado estaba delicioso, y la salsa con la que lo acompañó. Y luego el solomillo con las verduras a la plancha … en su punto. Sencillo todo y rico.

-¿Y el postre?

-Pillé unos canutillos de crema en la panadería a la que fui a comprar el pan. Estaban buenos. No había pensado en el postre.

Carmelo se quedó un rato en silencio. Jorge lo miraba expectante. Sabía que estaba dando vueltas a algo.

-Te has ganado a Álvaro al final.

-¿Celoso de nuevo? – Jorge no pudo evitar un cierto tono de resignación o hartazgo.

Carmelo se echó a reír.

-Un poco, la verdad.

-No sé como convencerte …

A Jorge en parte le divertía la situación. Nunca pensó que un tipo como él pudiera levantar ese sentimiento de inseguridad en un hombre como Carmelo, acostumbrado a ir pisando fuerte por la vida. Por otro lado, no dejaba de preocuparle. No quería que Carmelo se sintiera mal. Si eso ocurría, él mismo se sentiría infeliz. Esta segunda forma de verlo era la que había elegido ese día el escritor.

-No es eso, no … no sé si seré capaz de explicarme. El día de Carletto fue claro que no lo conseguí. Resulta que eres un paria social, todos piensan lo mismo, y resulta que te ganas a todos. Todos acaban rendidos a tus pies. Y luego dirás que no eres atractivo.

-No mezclemos churras con merinas.

-Estás muy campestre y tradicional con los dichos últimamente.

-Es por algo que estoy escribiendo. Que no, que no tiene que ver mi atractivo. Que no lo tengo. No me he ganado a Álvaro por mis dotes amatorias. O por mi belleza. O porque de verdad desee acostarse conmigo. Que más quisiera yo. Eso le vendría a mi ego … como engordaría. Me volvería como Nuño. Él está hecho un lío. Y … ha mezclado cosas. Y quería darme las gracias de una forma especial y … bueno. No ha encontrado otra forma mejor.

-¿De verdad piensas algún día acostarte con él?

-No lo sé. Es buena gente. Y está bueno. – le picó Jorge.

Carmelo negaba con la cabeza.

-Dani, eres bobo. No pensaba que fueras tan celoso. Mira. Si te molesta, no lo haré. No me acostaré con nadie que no seas tú. Pero entonces, esa restricción será para los dos.

-Yo no deseo acostarme con nadie más que contigo.

-Vale. Entonces dame un beso para firmar nuestro nuevo acuerdo de relación.

Jorge estiró los labios esperando la firma. Carmelo resopló. Jorge levantó las cejas.

-Daniel, a veces eres bobo. Pareces un crío sin experiencia. Llevas desde los nueve años en este mundo de la farándula. Un mundo lleno de envidias, de celos profesionales y de los otros, de zancadillas, de secretos revelados cuando puedan servir de algo … Aunque te has olvidado de una parte de ese tiempo, otra mucha la tienes presente.

Jorge sacó el móvil y buscó en él. Se lo tendió a Carmelo.

Tu marido se está follando a su asistente en el rodaje. Te mando prueba Fdo. Anónimo.”

-Pero eso no tiene importancia. Sabes que …

-Y yo si follo con Álvaro, no tendrá importancia. No te voy a dejar de querer, de amar. No vas a dejar de ser algo … imprescindible en mi vida. A ver si te enteras, Daniel, te amo con toda mi alma. Si no te tuviera a mi lado, mi vida no tendría sentido. Y me da igual que te folles al asistente, o a Jacinto, o a Iván no sé qué.

Carmelo se puso colorado. Apartó la mirada de Jorge. Éste le giró la cabeza y sin más, le besó. Jorge mantuvo el beso unos segundos. No cejó en el empeño hasta que la lengua de Carmelo respondió a los juegos que le proponía la suya. Cuando dejaron de besarse, Jorge le mantuvo la mirada un rato. Carmelo al final, empezó a explicarse.

-Te lo juro, no … ya me conoces. Eso no es nada, nunca ha significado nada el sexo. Pero tú … de repente, al verte más despejado, al comprobar como la gente ahora te mira de una forma distinta, te mira con deseo, lo he visto, sí, hasta algunos de los escoltas. Y son más jóvenes que yo. Y ese Carletto, joder … y me entra la duda de si de repente ahora, con tantos hombres dónde elegir …

-Te elegiría a ti, siempre. De hecho, te he elegido. Hace siete años. Y eso no va a cambiar hasta que me muera. Te elijo cada día. Te elijo si te levantas a mi lado como si te levantas a mil kilómetros de mí. Cada día me digo: “que suerte has tenido Jorge. Un tipo maravilloso a tu lado. Y que te ama con locura”.

-Pero tengo miedo, no puedo evitarlo … me cuesta hasta pasar una tarde lejos de ti.

Jorge le agarró la cara con sus dos manos. Le miró a los ojos. Fijamente. Le besó diez veces seguidas los labios.

-Daniel Morán Torres. Te amo. Eres mi vida. Y no me importa que folles con mil hombres o mujeres cada día. Porque sé que me amas. Y sé que siempre vendrás a casa a meterte en la cama junto a mi y a rodearme con tu pierna. Eres mío, jodido rubito de los cojones. No te diste cuenta pero te compré en aquella fiesta de año nuevo. Y ya ha pasado el tiempo que había para devolverte.

Carmelo fue el que besó ahora a Jorge. Parecía … renovado. Verdaderamente se había sentido … vulnerable.

-Anda, enséñame el mensaje que te mandaron anunciando mi mañana de sexo con Álvaro.

-¿Como lo sabes?

-Te conozco, rubito de los cojones.

Carmelo movió la cabeza negando a la vez que sonreía. Le tendió el móvil a Jorge. Este metió la contraseña y buscó el mensaje.

Tu marido se está follando al Álvaro ese Fdo. Anónimo.”

-Menos mal que no hay foto. – se rió Jorge.

-¿Entonces …?

-Era broma jodido. No puede haberla, no ha entrado nadie en la casa después de entrar yo. Y Aitor estaba pendiente de que no hubiera dispositivos y los escoltas han entrado a revisar la casa. Y lo más importante, no he tenido sexo con Álvaro. Ni ese día, ni ningún otro. Lo he abrazado, he dejado que llorara en mi hombro, lo he besado … reconozco que un par de esos besos han sido en los labios y lo único así especial que hice ese día, es darle acceso a la nube para convencerlo de que confiaba en él. ¡Ah, sí! Y llamé a Sergio para que se ocupara de representarlo, que la zorra de su representante actual ha querido jugar con él y lo ha echado de su agencia.

-¿Entonces? ¿Esos mensajes?

-Pues luego llamas a Carmen, que tienes más confianza, y se lo cuentas. Los mensajes míos y los tuyos. Te quedas con mi móvil para que se los puedas reenviar.

-Pero eso … tiene que ser …

-Si, efectivamente. Por eso ella es la que lo debe solucionar.

-¿Y si antes se lo decimos a Flor? No quisiera …

-Tu llevas más tiempo con ellos. Lo dejo a tu elección. Alguno de nuestros escoltas está enamorado de alguno de nosotros. Me imagino que de ti. Y yo le estorbo y quiere quitarme de en medio.

-Ya estamos. Puede ser al revés. A nuestra conversación anterior me remito.

Kike el camarero les acercó un par de cosas para picar con sus cervezas de repuesto. Jorge y Carmelo siguieron comentando de Álvaro y de como poder ayudarlo. Alguno de los otros implicados, también los conocía Carmelo.

-Creo que debería llamarlos para …

-Me parece buena idea. Y si crees que debemos quedar con ellos, o invitarles a casa un día, o quedar en algún sitio, me dices y lo organizamos. Si Álvaro lo está pasando mal y tiene montones de amigos, y tiene un estatus en la profesión, estos pobres no son tan … me entiendes.

Carmelo llevaba tiempo fijándose en que sus escoltas cada vez tenían más problemas para alejar a los fans que querían una foto. Al final tuvieron que levantarse los dos y atender a algunos. Jorge firmó cuatro o cinco libros y se sacó algunas fotos, al igual que Carmelo. Una fan le pidió que le firmara un pecho. Carmelo al principio le dijo que no era el lugar, pero la joven estaba tan entregada que al final decidió atender su petición y que se fuera contenta.

Volvieron a sentarse y retomaron su conversación.

-Y a mi me pareció raro el otro día el tipo que me dijo que le firmara en la camisa. Una Pierre Cardin. Y otro, unos días después. Dos camisas he firmado. Pero lo de los pechos … y mira que me lo has contado, que no es el primero que firmas. Si me lo piden a mí, no sabría ni como reaccionar.

-Pues ya verás cuando llegue un tiarrón de esos de gimnasio y te diga que le firmes la polla.

-¡No jodas! ¿Me tomas el pelo? No me lo habías contado.

-No es algo que me enorgullezca.

-Te lo follaste. ¡Ja!

-Joder, Jorge. ¿Qué iba a hacer? – explicó Carmelo riéndose.

-¿Y le firmaste el miembro, antes o después?

-¡¡Jorge!! ¡¡Por favor!! No sé para que te he contado nada.

Parecía que de momento, el tema de los fans estaba controlado. Pero a eso de las diez, uno insistió. No de muy buenos modos. Flor, no estaba por la labor de dejarle acercarse a ellos. Parecía muy alterado y se le notaba claramente que se había pasado con el vino. Carmelo se percató de la situación y lo reconoció. También se dio cuenta que ese tipo se había puesto en medio de unos fans que hacían también bastante ruido. Le extrañó que Flor no le hubiera avisado. Ahora era imposible atenderlos. Ese tipejo estaba en medio. Se quedó mirándolo un rato mientras discutía acaloradamente con Flor y Fran, otro de los escoltas. No iba a ser una velada agradable. Era claro que esa tarde estaba gafada.

No se lo podía creer. No sabía que pintaba ese hombre allí. Era Salva, el amante del marido de Jorge fallecido. O mejor dicho, el último amor de su marido muerto. Si es que el marido de Jorge era capaz de amar a alguien que no fuera él mismo. Había otra cosa que también amaba. Dos en realidad: el dinero, sobre todo si lo ganaba otro para él y el poder, el reconocimiento. Eran cuestiones que casi todos los que conocían a la pareja sabían, menos Jorge. Y éste no lo supo porque no quiso saberlo. Porque Nando, sobre todo al final de su vida, no fue precisamente discreto. Alguna vez Carmelo llegó a pensar que estaba provocando a Jorge: a ver hasta dónde era capaz de aguantar la humillación. Para Carmelo, y para Cape también, lo habían hablado muchas veces, la verdadera intención de Nando era humillar a su marido. Y no era entendible, porque Jorge siempre había mostrado respeto y amor por él. Algo había que no cuadraba en todo eso.

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Aquella tarde, en el bar “La encina”, tuvo lugar un hecho cuando menos curioso: a Jorge Rios, le presentaron al amante de su marido. Y fue éste el que hizo los honores.

Jorge estaba sentado en una mesa, escribiendo como siempre solía hacer en ese establecimiento todas las tardes. Una de las veces que Jorge salió de su ensimismamiento por la escritura, vio entrar a su marido, Nando, seguido de un hombre más o menos de su edad. Los dos parecían conocerse mucho, porque bromeaban y se empujaban todo el tiempo. Luego hablaban al oído, con miradas cómplices y gestos señalando a Jorge. Cuando entraron, Nando le dijo al otro hombre que esperara a unos pasos de distancia. Nando saludó con un leve movimiento de cabeza a alguna personas que lo observaban con gesto serio. Les dedicó su mejor sonrisa a cada uno de ellos.

Al llegar donde su marido, se agachó y le besó en la mejilla.

-Mira, te quiero presentar a un amigo. Es el mayor entendido en electrodomésticos del mundo.

Hizo un gesto al hombre para que se acercara. Jorge lo miró fijamente. Un hombre de unos treinta y cinco años, con su cuerpo moldeado por una cierta actividad física. Tenía la nariz roja, lo cual le dio una explicación a Jorge que justificaba esa risa tonta que exhibía a cada momento.

-Encantado, Jorge. Nando me ha hablado mucho de ti. Siento que no me guste leer. Dicen que es apasionante leer tus novelas. Vas a publicar otra ¿No? Espero que sea un éxito.

Jorge miró de reojo al resto del bar. Todos los que estaban en él permanecían atentos a lo que pasaba allí. Alguno incluso parecía mostrarle a Jorge su disposición a apoyarle si les echaba con cajas destempladas. Jorge en cambio, alargó la mano y se la estrechó al tal Salva, así dijo Nando que se llamaba. Éste les animó a darse dos besos, pero en eso, Jorge no cedió y siguió con el brazo estirado, a modo de barrera.

-Nos sentamos contigo – propuso Nando.

Jorge no dijo nada. Sonrió y miró de nuevo a todos los conocidos que les rodeaban. Se sentó y les dijo.

-Vosotros a lo vuestro. Yo tengo que escribir. Perdonad que no os haga ni caso.

A Nando se le heló la sangre. Pareció disgustado. Jorge se sentó, y sin decir nada más, se centró de nuevo en lo que estaba escribiendo y se aisló del mundo que le rodeaba completamente. Ni siquiera se dio cuenta cuando a los pocos minutos, Nando y el tal Salva se levantaron y se fueron, sin despedirse.

Jorge Rios.”

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Parecía que últimamente los hados del universo se habían aliado para sacar toda la mierda de las cloacas de su vida pasada. Siete años de aparente paz, después de la muerte de Nando. Triste paz, pero paz. Y de repente todo estallaba. Y ahora ese hombre. La guinda del pastel. Aunque todavía quedaban algunas guindas más. Tendría que buscar un momento para ir preparándolo. Y Jorge estaba seguro que solo conocía una pequeña parte de todo.

-No hace falta que hables con él. Flor se encargará – dijo Carmelo cogiéndole de la mano. Éste se había dado cuenta, por la forma de mirar de su escritor, que una cosa era que Jorge fingiera no enterarse y otra que no supiera nada. Lo conocía lo suficiente para saber que su amor sabía quien era el que armaba el follón. Y supo que los últimos minutos, Jorge no le había escuchado en absoluto: había estado atento al desarrollo de la bronca.

-Ya te dije que era la idea que tenía, acabar con mis auto-engaños de años. No había decidido verlo, pero sí enterarme de todo con pelos y señales. Así me ahorro el detective, y a ti te ahorro el mal trago de contarme lo que sabes. – explicó Jorge en respuesta a la muda pregunta formulada por Carmelo.

Jorge se levantó y recorrió con gesto decidido los pocos pasos que lo separaban de Flor y Fran y ese tal Salva. Carmelo hizo lo propio y le siguió.

-Si hay que partir jetas, las parto. No tengo ni para empezar con vosotros, chulos de mierda. ¡Fascistas! Yo voy donde me da la gana. Estoy en un país libre. Y unos putos fascistas como vosotros no vais a detenerme.

-Yo también estoy en un país libre. Tengo derecho a decidir con quién hablo. ¿O no? ¡Ah! Lo que pasa es que quieres nuestra mesa. Haberlo dicho hombre. Ocúpala que parece que te ha gustado. Siempre te ha gustado lo que tienen los demás y tienes la costumbre de cogerlo – le espetó Jorge. No le gustó el tono ni lo que había dicho el hombre ese. Ni la forma en que hablaba con Flor y Fran. También se percató de que intentaba por todos los medios que una pareja que parecía querer un autógrafo, se apartaran de ellos. Les estaba empujando hacia atrás de malos modos. Así que él no sintió la necesidad de ser educado. Y para lo que le pedía el cuerpo, en realidad estaba siendo muy comedido, se corrigió en su apreciación. – Nosotros nos vamos.

-No te irás a ninguna parte. Quiero hablar contigo, mierdecilla de escritor. Ya es hora de que hablemos.

Salva, volvió a girarse hacia esa pareja, que mostraban su enfado y su intención de apartalo para acercarse a Carmelo y Jorge. Les empujó de forma aparatosa. Dos de los escoltas, se acercaron a la pareja y les llevaron fuera del establecimiento. A Jorge le extrañó que los escoltas se llevaran a la pareja y no a Salva. Éste parecía pisar algo en el suelo con ganas.

El caso es que se había levantado de la mesa con la intención de que Flor lo dejara sentarse con ellos. Pero la actitud de ese hombre le hizo cambiar de opinión. Haría gala de su fama de broncas. Ya no se iba a contener. “¡A la mierda con la educación!” Los compañeros de Flor, sin hacer mucho ruido, les habían rodeado por completo. Varios de los policías que hasta ese momento estaban fuera a la expectativa, habían entrado también en el bar.

-¿Se puede saber a que viene esto después de siete años? Vaya, a lo mejor es que se te ha acabado el dinero que te regaló Nando antes de morir. – le dijo Jorge.- Mi dinero, por cierto. ¿Me lo vas a devolver? ¿Has venido para eso?

-Sois unos putos fascistas. Creéis que como sois famosos podéis ir pisando a la gente humilde como yo. Pero hoy os vais a enterar, me vais a escuchar porque se me pone en la punta del nabo.

-Pero tú ¿Quién coño te has creído? ¿Me vas a imponer tus deseos? Hace tiempo que no follas. Pues vete a buscar un chulo que te parta el culo como hacía mi marido. Yo hablo con quién me apetece. Y tú nunca has estado entre las personas con las que me apetezca pasar siquiera dos minutos.

-Eres un hijo de puta. Nando tenía toda la razón. Maldita sea tu puta estampa. Lo anulaste y lo mataste en vida. Le despreciabas, te creías superior. Me lo decía siempre.

-Eso sería para justificar que estaba contigo. Manda cojones, que tuviera el cuajo de ir diciendo esas cosas. Y tu tan idiota que te lo creías – le dijo Carmelo. No soportaba que encima Nando fuera haciéndose la víctima. Y ese bobo le había creído. Seguro que en algún momento le dijo que iba a dejar a Jorge pero que él se lo había impedido. Que le iba a dejar sin un duro. Ya sabía de otro caso que había empleado los mismos argumentos. – Serías el décimo al que decía las mismas sandeces. -¿A que te dijo que yo le negué el divorcio? – Jorge retomó la iniciativa – ¿Que le iba a dejar sin dinero? Como si el dinero fuera suyo. Como si tuviera derecho a un solo céntimo de mi dinero. Él no ganó un duro en su puta vida de forma legal. Vivía de mí. ¡Ah! ¡Sorpresa! ¿Te creías que fuiste el único? ¿O te pensante de verdad que el dinero era de los dos? Que iluso eras. Si supieras el ridículo que estás haciendo …

Salva hizo ademán de lanzarse a pegar a Jorge y a Carmelo. Pero Flor y Fran se lo impidieron. Pilar y Libertad, dos compañeras de Flor se acercaron desde la calle para apoyarlos. Carmelo se puso entre Jorge y Salva. En una pelea él tenía más práctica que Jorge, que no tenía ninguna, o al menos eso pensaba él. Y él había tenido una etapa en su vida en la que salía a tortas dos o tres veces por semana.

-Eres un cobarde. Míralo ahí, entre las faldas de todos estos fascistas y el actor niñato. Así te llamaba Nando, Carmelito de los cojones. – ignoró a Carmelo y se centró en mirar a Jorge. – Solos tú y yo, frente a frente, a ver quien le parte el alma antes al otro.

-Vete a dormir la mona y algún día a lo mejor hablamos. Va siendo hora que nos enteremos ambos de algunas verdades sobre Nando. No sé que vio en ti, salvo un pobre idiota al que manipular. ¿A ti también te daba drogas?

Salva abrió mucho los ojos. Ese último dardo había sido lanzado por Jorge solo con la intención de hacerle daño en la pelea dialéctica. Pero mira por dónde, había acertado. Y ya sabían el problema que había llevado a Salva a buscarlo: las drogas. Seguramente le había confiado alguna cantidad de droga con la que solía trapichear. Si le había durado siete años, o era mucha, o se la había racionado para estirarla lo más posible.

Libertad se cansó del tema. Por desgracia había visto muchas veces a su padre comportarse de esa forma. Así que lo agarró por la parte de atrás de la chaqueta que llevaba Salva y lo levantó del suelo.

-Una de las putas faldas fascistas te va a llevar a la calle. Esa puta falda fascista voy a ser yo. Y si levantas siquiera la vista del suelo, te juro que te parto la crisma. Y después, te detengo para engrosar tu ya dilatada carrera como modelo de fotos de ficha policial. Sin necesitar de otras faldas fascistas. Y que conste que hasta Jorge él solo, te hubiera dado una soberana paliza. Porque solo con darte un sopapo te hubieras caído al suelo. Eres un puto borracho y drogadicto, Salva Nosequé. Ya verás como el agua fría de la fuente de ahí fuera te espabila.

Sin más contemplaciones, se lo llevó a la calle.

Todos los que estaban en la cafetería los estaban mirando. El silencio era casi opresivo. Carmelo se puso en medio, decidido.

-Disculpen la escena. Era un ensayo de una obra novedosa y experimental. La gracia es hacerlo en medio de un recinto lleno de gente sin que nadie lo sepa. Pon otra ronda a todos, Kike, corre de nuestra cuenta. Y gracias a todos.

El público recibió la propuesta de una gratis con algunos aplausos. Jorge y Carmelo se volvieron a su mesa y Flor a una mesa más alejada. Fran se quedó en una esquina de la barra. Libertad seguía con Salva en la calle. Parecía que estaba consiguiendo que se relajara. El resto de escoltas permanecían a pocos pasos de ellos. No dejaban acercarse a nadie.

-Debía haberte hecho caso y haber investigado en su momento. A lo mejor lo hago tarde.

-Habla primero con tu suegra, algo te puede contar.

– Juana te ha contado algo – afirmó de repente Jorge que se había dado cuenta de un pequeño tic en el gesto de Carmelo. – A parte de todo lo que sabes por tus medios.

-Es mejor que te lo cuente ella. Nunca has querido escucharla. Se lo debes.

Jorge meneo la cabeza de lado a lado. Carmelo tenía razón. Nunca había querido escucharla. Ni a ella, ni a Carmelo, ni a nadie. Y lo más importante: Nunca había querido destapar la verdad sobre su suegra. En estos años, sencillamente se había dejado engañar. Como con Dimas. Era más cómodo.

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Jorge colgó la llamada. Había salido a la terraza. Necesitaba estar solo un rato. Carmelo además, estaba en medio de una multiconferencia sobre asuntos de “Tirso, la serie”. Justo cuando tomó asiento en su sofá de la terraza, Saúl le llamó para contarle que definitivamente iba a volver al instituto:

-Me dejan volver ahora, para que me acostumbre. Así que el lunes empiezo de nuevo.

-Pero eso es genial, cariño.

-Todo esto te lo debo a ti y a mis padres.

-Tus padres son los que te cuidan. Yo solo …

-Has hecho que me serene. Mi padre lo sabe. Te aprecia mucho, que lo sepas.

-Y yo a él. Cuéntame más cosas, anda. Tengo que buscar un día para ir a pasar la tarde contigo.

-Eso sería guay.

Estuvieron hablando todavía más de veinte minutos. Jorge no se cansaba de escuchar esa voz que ahora era un poco menos ronca, y que ahora sí, ya tenía vida. Y la risa del joven era completamente distinta. Al final quedó con él en ir el viernes de su primera semana de clases. Iría a recogerlo al instituto y de allí iría a casa. Roger, que estaba escuchando la conversación había dado su aquiescencia.

Carmelo había salido un momento de su video conferencia. Buscó a su escritor y al final lo vio a través de la cristalera; cuando Jorge salía a la terraza en la casa de Núñez de Balboa, no solía seguirlo. Sabía lo que había: escritor en busca de soledad o llamadas secretas. Y Así que se dio media vuelta y volvió a la sala de comunicaciones.

Hacía días que Jorge no hablaba con Carletto. Alguna vez le había intentado llamar, pero siempre le pillaba en mal momento. Estaba preocupado. Saúl tampoco lograba hablar con él. Roger no era claro al respecto:

-Es por Danilo – decía con su habitual parquedad.

Había estado investigando un poco. Raúl le había ayudado. Carletto había trabajado en el cine y la televisión al menos siete años. Empezó a los doce y lo dejó poco después de los diecinueve. Su nombre artístico era Remus Monleón. Cuando Raúl apareció contento delante de él y le dijo, enseguida lo recordó.

Había trabajado mucho con Carmelo. Había muchas fotos de ellos en los set de rodajes. En fiestas. Carletto también había trabajado mucho con Hugo y con Ro Escribano y Quim Córdoba. Hicieron una serie juntos. Y hacían de enamorados Hugo y él. Ro y Quim era una pareja amiga con la que se relacionaban mucho. Ellos cuatro eran el eje de la serie. Luego, en su vida real, su relación de amistad les llevaba a multitud de actos y fiestas donde se unían a Carmelo, a Biel … En presentaciones. Incluso habían trabajado en una película, Remus, Carmelo, Biel y Hugo. Los cuatro. Entonces eran los actores jóvenes más rompedores. Encontró un artículo en el que su amiga Roberta Flack hablaba de que a lo mejor, esos cuatro actores eran los siguientes juguetes rotos de la industria. Hablaba de su gusto por las fiestas sin medida, por las malas compañías, por como todo eso empezaba a afectar a su rendimiento en el trabajo. Citaba en concreto a Carletto y a Hugo. Pero a continuación venía a decir que aunque Biel y Carmelo seguían siendo profesionales, eso no significaba que su deriva personal no fuera a acabar en tragedia.

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Es más. Según me cuentan algunas personas del sector, puede que Remus y Hugo, tengan algunas posibilidades, porque de alguna forma, con su actitud, están pidiendo auxilio a gritos. Lo de Carmelo y Biel es algo silente. Nadie les va a ayudar porque todos siguen pensando que son dioses y están estupendos. Y no es así.”

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Jorge cogió el teléfono. Miró la hora. Para una persona normal era tarde. Pero quizás para Roberta no lo fuera. La llamó.

-¡Jorge! ¡Qué alegría! – había contestado con rapidez.

-Llevo días para llamarte, pero al final siempre me surge algo. Me apetecía charlar un rato contigo.

-Ya sé de tu gran actividad. Al menos ahora te enfrentas a tus fantasmas.

-Pero antes vivía mejor. Escribía más …

-Si es verdad que tienes escrito siquiera la mitad de lo que algunos van diciendo, creo que tienes colchón para publicar en los próximos veinte años.

-Que mala eres. Sabes que esa no es la finalidad última por la que escribo. Oye, antes de que se me olvide, muchas gracias por avisarme de lo de Álvaro.

-Me parece un tipo estupendo. Todos tenemos derecho a equivocarnos y que no nos crucifiquen por ello. Creo que os habéis ocupado a fondo de su problema. Eso es lo que me ha llegado. Tú y Dani. Y luego, se han unido el resto de sus muchos amigos. Tiene mucha suerte, aunque sabiendo como es, no me extraña que tenga un círculo de amistades que le apoyarán siempre.

-Ha sido difícil. Pero no ha acabado del todo.

-Me han dicho que ha cambiado hasta de representante.

-Sí. Ahora se encarga Sergio.

-A mí particularmente, esa Felisa, su antigua representante, no me gusta nada.

-No sé que decirte. No la conozco. Sergio no me ha dicho nada malo de ella. Álvaro … parece que tiene algunas cosas ahí guardadas que no le han gustado en el pasado, pero no me ha contado. Es claro que esa mujer no tenía ganas de luchar por Álvaro. Aunque yo creo que fue una estrategia para subirle la comisión. No pensó que Sergio quisiera encargarse de representarlo. En cuanto se enteró, porque Sergio en cuanto le dije la llamó para que le preparara la documentación, intentó recular. Es más: estoy casi seguro que ella fue la que hizo porque todos los representantes se enteraran del affaire. Para que nadie le cogiera. Con Sergio no se atrevió o éste no la hizo caso.

-Eso me cuadraría con lo que me han contado otros de ella. Y además, no contaría con que Sergio lo cogiera, porque no coge a nadie hace muchos meses. Me ha llegado también que ha cogido a un músico de clásica … a ti, un escritor … ya es oficial para todo el mundo que quien te quiera para algo, debe llamarlo a él. Y hay un runrún con Nati Guevara de protagonista. Y tú andas por medio. Lo de Nati Guevara, me tienes que contar. No os podíais ni ver cuando trabajaba.

-Cuando sepa algo, serás la primera en saberlo.

-No creas que me voy a olvidar … por cierto, muchas gracias por el regalazo que le has hecho a mi hijo.

-¿Le ha gustado? Tenía mis dudas.

-Yo creo que se lo ha enseñado a todo el mundo. Una edición especial de “Las gildas”. No la había visto nunca. Y dedicada. Y menuda dedicatoria. Ha crecido diez centímetros desde que recibió tu regalo.

-Ya será por la escayola y el reposo.

-Con eso entonces, ya ha crecido quince centímetros. Parecía que no iba a alcanzar a su padre, pero ya es más alto. ¿Y esa edición especial? ¿Dónde la tenías escondida?

-Fue algo que preparé, no le gustó a Dimas … me empeñé … se tiraron algunas copias … Dimas se puso en plan chulo y yo me quedé con todas, con la edición entera. No me apetecía entonces luchar por ello. Nadie la tiene, más que si se la regalo yo. No la tiene ni Carmelo, no te digo más.

-¿Y por qué ahora que no está Dimas, no las pones en circulación?

-Pereza. La verdad, no sé que decirte. Preparo de todas formas una de “La Casa Monforte”. La editorial no lo sabe. A ver lo que dicen cuando se lo proponga. Cambiando de tema ¿Qué tal está mi amigo Poveda?

-Ya no dice nada de ti. Mudo. Parece que las demandas que le has puesto, han hecho que reconsidere su postura.

-Sergio y mi abogado me convencieron. Decían que no podía dejar pasar afirmaciones tan fuera de lugar. Dime que el intrigante era Goyo Badía o uno de sus chicos.

-¡Qué cabrón! Y yo que quería darte la noticia. No digas nada. Le estoy preparando una trampa. Cuando lo tenga todo bien grabado, te lo digo.

-Te doy yo una primicia: Goyo Badía, con Willy Camino de lugarteniente, son las cabezas visibles de una trama para estafar a actores jóvenes y no tan jóvenes.

-¿Relacionado con lo de Álvaro Cernés?

-Efectivamente.

-¿Me lo cuentas?

-Yo te cuento una parte, pero luego tú investigas y me cuentas a mí. Luego quedamos en ver que cuentas en los programas a los que vas y en tus artículos de “El País”.

Jorge le desgranó a grandes rasgos la trama de los préstamos y de incitar a esos actores a vivir por encima de sus posibilidades.

-Te haré llegar por algún medio discreto y seguro una lista de esos timados. Sería conveniente que te acercaras a alguno, a ver si te cuenta. La policía necesita una pista que lleve a la cabeza de todo.

Roberta se quedó callada. Parecía estar atando cabos.

-Me ha venido a la cabeza un nombre. Pero … no te lo voy a decir de momento. Voy a hacer algunas averiguaciones. Eso va a entroncar con el pasado tuyo y de Dani, si es que tengo razón.

-Contaba con eso. Una cosa ¿Goyo Badía representa a Poveda?

-No. Poveda va por libre. No tiene representante. Lo que no significa que no se traten.

-No es periodista ¿Verdad?

Roberta se echó a reír.

-No lo es, no.

-Poveda de todas formas es nombre artístico ¿verdad?

Roberta volvió a soltar una carcajada.

-Lo es sí.

-Cambiemos de tema. Que en realidad no te llamaba por esto. Me acabo de encontrar con un artículo tuyo de “El País” de hace bastantes años. En él hablas de Dani, de Biel, de Hugo Utiel y de Remus Monleón. Y vaticinas para ellos poco menos que el fin del mundo.

-Los cuatro jinetes del apocalipsis. Me alegra que al menos Biel y Dani se salvaran. Para los detalles, tendría que repasar mis notas. Hace mucho de eso. Cuando Remus y Hugo Utiel desaparecieron del mapa, les perdí la pista. Un día que tenga tiempo, tengo que retomar la investigación y averiguar que fue de ellos. Y de otros dos de sus acólitos: Ro Escribano y Quim Córdoba.

-Me interesa que me cuentes lo que recuerdes de ellos y lo que te llevó a escribir ese artículo. Y lo que te guardaste. Siempre cuentas la mitad de lo que sabes. Y si te portas bien, te pongo en contacto con ellos. Con los dos primeros al menos.

Roberta resopló.

-¿Por qué no te vienes dando un paseo y te invito a cenar? Y hablamos tranquilos. No es para hablarlo por teléfono.

-No quiero molestar a Dido.

-Está trabajando. Y Rodrigo está con su padre.

Jorge se quedó unos segundos pensando.

-Venga, me acerco. Recuerda que voy con mis chicos.

-Pueden subir a echar un vistazo, contaba con ello. Mientras no se asusten cuando entren en la habitación de Rodri …

-En un cuarto de hora estoy. ¿Era el 7º D?

-Sí.

Jorge colgó. No había previsto la deriva de la conversación. Pero a lo mejor … su entrevista con Roberta le aclaraba algunas cosas. Algunas de ellas no esperadas.

Pero se lamentó no haber podido hablar con Carletto. Lo intentaría al día siguiente. Y de todas formas, si no lo conseguía, intentaría que Pólux le proporcionara acceso a ese Lucas, el chico de las fotos. Tenía la intuición de que no podía dejarlo más. Cada vez que pensaba en él, el estómago le daba un vuelco.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 99.

Capítulo 99.-

.

Olga permaneció callada mientras Guillermo comía algo una vez que terminó su actuación. El público poco a poco se iba retirando. Algunos de acercaron a su mesa, la 35, para felicitarlo. De paso, también felicitaban a Ventura que agradecía los elogios sin muchos más comentarios. No parecía importarle, pero Olga creyó distinguir un cierto sentimiento de satisfacción. Para ella era claro que su agente de enlace con el FBI, su cargo oficial al acompañarla, no estaba acostumbrado a los elogios. No sabía como gestionarlos. Parecía no importarle, pero al menos, los de ese momento, le producían buenas vibraciones. No tenía el gesto tan duro. Hasta cuando bromeaba con Olga no acababa de relajarse. Ni cuando en alguna ocasión a la comisaria se le ocurrió acariciarlo suavemente. No rechazaba esos gestos y entraba al trapo en las bromas, pero no acababa de cambiar su visaje. Siempre serio. Con los labios apretados. Dispuesto a dar un puñetazo a cualquier persona o cosa que se le cruzara por delante. Ni acercarse a la gente, quizás, pensó Olga, por miedo a que le decepcionaran. Prefería la soledad al dolor de sentir que esa persona en la que había depositado su confianza, le decepcionaba.

Los dos músicos empezaron a ponerse al día. No parecían haber tenido contacto desde que un par de veranos en su juventud, compartieron una temporada en la que Guillermo se alojó en casa de los Carceler. Parecía que los dos habían congeniado, pero no lo suficiente como para mantener el contacto entre ellos cuando esos veranos llegaron a su fin. Eso era lo que más le extrañaba a Olga. Y fue su primera pregunta, cuando Guillermo terminó su frugal comida. Fue la segunda, pregunta, corrijo.

-¿Solo comes eso? – Olga miraba extrañada la simple ensalada que el camarero le había traído.

-Hago cena fuerte. No me gusta comer mucho aquí.

-¿Te dicen algo?

-No. En realidad, la mesa en la que me siento, paga mi comida – Guillermo se sonrió. – Es para no haceros gasto.

-Pues pídete el cordero a la menta de la carta. Por nosotros – fue Ventura el que le ofreció – Paga Olga. – dijo con un poco de socarronería.

-No. Tranquilos. Era broma. Lo de que la mesa en la que como paga, no lo es. No me gusta comer mucho. Mejor dicho: no me gusta comer delante de los clientes.

-Pero Ventura y tú os conocéis.

-De dos veranos.

-Os veo juntos y pienso que esos dos veranos, conectasteis. ¿Por qué no mantuvisteis la comunicación?

-Nos conocimos por nuestros padres – Guillermo miraba a Ventura mientras respondía. Olga supo que su respuesta del presente llevaba años preparada. Y que posiblemente no tuviera nada que ver con la verdadera razón para no haber tenido trato. – Decidimos que si la vida nos juntaba a parte de ellos, seríamos amigos.

-No queríamos que ellos influyeran en nuestra amistad. – apuntó Ventura. – Los dos tienen cierta predisposición a organizar la vida a todos a su alrededor. Y no queríamos eso.

-Creo que ninguno de vuestros progenitores lo ha conseguido. Habéis seguido caminos distintos a los que os tenían preparados, y posiblemente ha sido tras luchar mucho con ellos. Tengo la impresión, Guillermo, que tu padre no sabe siquiera a qué te dedicas aquí.

-Ni falta que hace. A él ahora le da igual. Me dio por perdido. De hecho, me paga para que no aparezca en su vida de nuevo. Me ha aparcado aquí. La última vez que hablamos, me lo dejó claro. De eso ya han pasado – se quedó pensativo – casi año y medio. Me vine justo antes del confinamiento.

-No es mal aparcamiento. – dijo Olga muy seria.

-No lo es. No me dedico a estudiar como piensa. No sé si se enterara, si me cortaría la asignación. Aunque conociéndolo, posiblemente sepa desde el primer día que empecé a tocar aquí, que me dedico a esto, no a estudiar. Y no ha dicho nada. Mientras no tenga que verme la cara, creo que estará feliz.

-Tienes un trabajo. ¿Qué más te da que te mande dinero?

-Nueva York es muy caro.

-No parece que tengas gustos caros. De la carta, podías haber pedido cosas mucho más sibaritas, no ya por el precio, sino por gustar de ellas. Y no lo has hecho. Platos ligeros que no entrarían en colisión con tu decisión de comer frugalmente delante de los clientes.

-Es cierto, me gusta la comida sencilla. No me gusta presumir. Sé que hubierais podido pagar sin problemas un buen almuerzo. Os habéis gastado doscientos dólares en la petición. Eso solo sucede en ocasiones contadas. No me hace feliz, ni la buena comida, ni la ropa de marca. En cambio, Ventura, tú no te resistes a la buena ropa. Y usted, comisaria, del mismo estilo.

-No usas ropa buena, no te gusta, pero estás al día.

El músico alargó la mano y acarició con sus dedos la americana de Ventura.

-Quita la mano que me gastas la americana.

Se echaron a reír los tres.

-Me gusta estar al día. Mi madre me enseñó muchas de esas cosas que no se enseñan en el colegio. Me gustaba. ¿Y a qué debo que vengáis a verme?

-Teníamos ganas de que nos ayudaras. Sabemos de ciertos problemas que ha tenido tu hermano Sergio.

-“El maestro” – marcó las comillas con los dedos. Y la ironía estaba más que presente en el tono que imprimió a sus palabras.

-Pensaba que te llevabas bien con él. – Era la impresión de Javier y Carmen le habían trasladado a Olga de sus conversaciones con Sergio.

-Sí, sí. Es mi hermano.

-Eso no es una respuesta – Olga le miró de forma reprobatoria.

-Es cansado escuchar toda la vida, desde que casi nació el enano, que es un maestro. Y que nadie a su lado vale nada. Y en el fondo, todos tienen razón. ¿Le habéis escuchado tocar?

-¿Quieres ver una de sus últimas actuaciones?

Olga no esperó respuesta, y buscó en su móvil. Les indicó a sus compañeros de mesa que se sentaran a su lado, para que los tres pudieran ver y escuchar perfectamente la música.

-¿Ese es Nuño Bueno? ¿No estaba recluido en un centro de reposo?

-Es una larga historia. Para abreviar, Jorge Rios consiguió sacarlo.

-¡Jorge Rios! Como no. Sergio me habla mucho de él.

-¿Tienes contacto y no te ha contado de esa cita para tocar?

-No tenemos tanto contacto. De vez en cuando me manda algún mensaje para informarme de las cosas que le sorprenden. Muchos de ellos ni los leo. Jorge Rios ha sido el protagonista de dos tercios de esos mensajes en las últimas semanas. Nunca se ha enterado de nada, el pobre.

-¿Como el hecho de que tu madre fuera una gran actriz hace años?

-Con eso me reí mucho. Ese ha sido el tema del otro tercio de los mensajes. El gran Jorge Rios fue el que le informó. El mismo que consiguió que mi madre se retirara.

-¿Se lo agradeces o se lo recriminas?

-Paso. En ese momento, me hizo un favor. Lo reconozco. Tuve por fin a mi madre cerca.

-Se sacrificó entonces por ti.

-No la conoces, Olga. Ella nunca se sacrifica por nadie. Ni por su niño Sergio. Se cansaría de trabajar, pienso. O a lo mejor, ese escritor lo consiguió de alguna manera.

-No creo.

-No la conoces.

-Sí la conozco.

-¿La conoces?

-Nati Guevara y yo tuvimos nuestros desencuentros antes de que dejara de actuar.

-No sabía. Pues luego de eso, no volvió a exhibir ese carácter del que tenía fama en aquella época.

-¿No has pensado que a lo mejor no quería seguir haciendo el mismo papel que hacía mientras era actriz? Es un mundo duro. Y más para las mujeres, al menos en esa época.

-Un mundo difícil, no me joda, inspectora. Aplausos, mucho dinero en la cuenta, todo el mundo esperando que deje caer un pañuelo de papel usado para agacharse y pelearse por él. Olvidándose de sus hijos.

-Creo que durante muchas temporadas, una de las condiciones que exigió en sus trabajos, era poder volver todas las noches a Salamanca para estar contigo.

-Eso sería cuando estaba enfermo. Enfermo de añoranza de mi madre.

-Creo que esos esfuerzos que hizo por ti, no los ha hecho por nadie.

-Cuando el enano nació, se retiró.

-No creo que tuviera nada que ver, Guillermo. Y además, su retirada fue bastante después de que naciera Sergio. ¿Y te abandonó? ¿Tienes el síndrome del príncipe destronado? No creo que lo hiciera. Más bien tengo la impresión de que eres su preferido.

-Por favor. Eso significaría que en algún momento hubiera sido príncipe. ¿Yo el preferido? No lo creo. La preferida de mi padre está claro que es mi hermana. Mi madre no tiene preferidos. Mi madre pasa. No toma partido. No se enfrenta a mi padre.

Olga se sonrió. Esa conversación no llevaba a ningún sitio. Guillermo tenía las cosas muy claras y su sentimiento de ser el patito feo de su madre, estaba muy arraigado. Un gesto de Ventura le hizo reafirmarse en su conclusión.

-¿Y entonces conocía a mi madre?

-Tuvimos nuestros momentos sí.

-¿Quién ganó la pelea? Dicen los que la conocían que era insufrible.

-Defendía su carrera.

-¿Y tú que tenías que ver con eso? ¿Ya eras policía?

-Sí. Me encargué en esa época de proteger a algún compañero de ella. ¿Y de que sabes que era todo un carácter? Hasta donde yo sé, nunca os llevó a Madrid.

-Recibe alguna visita de vez en cuando. Y algunos me han contado. Pon el vídeo, anda. Me “muero” por escuchar a los “maestros”.

Olga lamentó percibir de nuevo ese toque de sarcasmo y desprecio en su voz. Estuvo tentada de fingir un error en el archivo y no ponerlo. Pero Ventura parecía tener ganas de escucharlo también. Le había hablado en varias ocasiones de ese concierto improvisado. No se lo había enviado porque pensó que le ponía en el compromiso de verlo. Hasta que había escuchado a Guillermo hablar, nada le había hecho pensar que le gustaba la música clásica. Mucho menos que la tocara.

-He de precisar que no ensayaron. Era la primera vez que tocaron juntos. La primera y la última.

El vídeo empezaba un minuto antes de que empezaran a tocar. Los dos violinistas hablaban para ponerse de acuerdo. Olga se fijó por primera en que Nuño tuvo en esa conversación un par de gestos de desprecio hacia Sergio. No había sido consciente de ello. Miró a sus dos compañeros de visionado. Ventura había puesto un ligero gesto de asco hacia Nuño. Se había percatado. Guillermo en cambio, no parecía haberlo detectado o le daba igual. O lo más posible: se alegraba.

Olga mantuvo el vídeo hasta el final del primer movimiento del concierto de violín de Tchaikovsky. Decidió terminar el visionado ahí. Miró de refilón a Ventura para pedirle disculpas. La cara de Guillermo era la de alguien que no le interesa lo que está viendo y se pone a pensar en otras cosas. Seguir escuchando era una pérdida de tiempo. A Ventura se lo iba a mandar luego, podría escucharlo cuando quisiera.

-No he visto a ese escritor en las imágenes.

-Lo estaba escuchando desde otra ubicación.

-Entonces no tenía mucho interés.

-Lo tiene. Está haciendo todo lo posible para que tu hermano salga de la depresión en la que estaba y vuelva a retomar su carrera.

-El mundo puede vivir perfectamente sin mi hermano tocando el violín. Y también puede vivir con su depresión. Millones de personas están deprimidas. ¿Se va a ocupar ese escritor de todas ellas?

-Es muy bueno. Está a la altura de Nuño, y él es el mejor de su generación. No ha sido una interpretación perfecta, Guille. Pero a pesar de que estés harto de escuchar ponderar su virtuosismo, debes reconocer que es un gran violinista.

-Mi opinión no importa. Si los programadores le contratan, que tenga suerte. No creo que lo hagan.

-¿Por qué?

-Porque es una nenaza. Dijo sí, y luego no. Que apechugue. No tiene cojones para ser consecuente con sus decisiones. Conmigo, mi padre fue claro. Tienes que hacer esto. Le dije que no. No. Rotundo. Me dejó de hablar. Luego, a través de mi madre, me propuso venirme a Estados Unidos. Al día siguiente hice el equipaje. Me mantienen, feliz. Yo hago lo que me parece.

-¿Qué es lo que te propuso tu padre?

-Algo parecido a lo que le dijo a Sergio. Pero él pensó que era mejor que soltara la pasta y aprovecharse. Eso es lo único que siempre ha buscado. ¿Sabéis el dineral que cuesta su educación musical? En un mes, lo que recibo yo en un año.

-Puede que tú supieras las consecuencias y él no. Y puede que si tu padre hubiera decidido mandarle donde ese profesor alemán

-No lo entiendes. Mi padre tenía … compromisos. Nunca estuvo en su ánimo mandarle con el maestro Ludwin. No era una opción. Solo había una: Mendés.

– ¿Perdió en una apuesta? ¿En una partida de póker?

Olga había lanzado esa posibilidad como una manera de provocar. Pero la reacción tanto de Ventura como de Guillermo, le hizo pensar que, sin pretenderlo había acertado. En la vida se lo hubiera imaginado. Nunca habían pensado que ese pudiera ser el motivo. A duras penas pudo mantener la compostura. Aunque Ventura se dio cuenta de su sorpresa. Guillermo no quiso incidir en el tema. No contestó verbalmente. Siguió hablando como si Olga no hubiera hecho esa propuesta.

-Se las da de listo, pero siempre ha sido un inocente que además se cree listo. Toma listeza. Toma ser un blandengue. Él se lo ha buscado. No me da nada de pena, lo siento. Pensó que iba a tener a mi padre contento y luego conseguiría lo que quería. Pero ese camino, no tenía vuelta atrás.

-¿Alguien te incitó a hacer alguna cosa ? – preguntó Olga. Ventura no parecía inclinado a preguntar. Quizás, pensó Olga, porque muchas respuestas ya las sabía.

-¿Follar con otros tíos o participar en esas “fiestas” para maestros? Sí.

-¿Fuiste?

-Sí. A unas cuantas. En algunas la verdad es que me lo pasé bien. Cuando había algunas cosas que no me gustaba, cogía la ropa y me las piraba. Y si alguien intentaba pararme, le soltaba una hostia.

-¿Podrías decirnos quien ?

-Que os lo diga él. ¿Me voy a jugar yo el tipo por él? Ni en sueños. Si quiere recuperar su carrera, que se juegue el pellejo él.

-Cuantos más testimonios tengamos, mejor podremos detener y acusar a esas personas.

-No. Conmigo no contéis. Ese Mendés es un hijo de puta. Conozco a algunos que acabaron muy mal.

-Dinos sus nombres, para intentar ayudarlos.

-¿El escritor les va a ayudar? ¿Creando un personaje en sus libros para que se sienta mejor? Que risas.

-Yo pensaba en ayudarlos nosotros. La policía.

-¡La policía! Otro chiste. Si no os habéis querido enterar de nada. Todo eso lleva años sucediendo. ¡¡Años!!

-Hemos despertado. Podemos hacer algo por esas víctimas.

-¿También por las que están bajo tierra?

-Esas personas que dices están bajo tierra, tendrán familiares que hasta que no encuentren al culpable, no podrán descansar tranquilas – le dijo Ventura en tono paciente. Olga estaba sorprendida de la mesura de sus intervenciones. Se lo imaginaba enfadado por algunas de las respuestas de Guillermo, pero no era así.

-Me dan igual esos familiares. Son tan culpables como mi padre o como Sergio. Todos ellos sabían, pero querían conseguir la gloria para su familia. Toma gloria. Esos músicos que duermen eternamente, son los únicos que se vieron inmersos en un juego que no alcanzaron a entender.

-Igual que tu hermano entonces.

-Él sabía. Yo se lo dije. Pero me tachó de mentiroso. Tengo grabada la mirada de asco que me puso. Si quiere declarar, que declare él. Si quiere acusar, que acuse él. Él no hizo nada por mí, no lo no voy ahora a jugarme el pellejo por él.

-Guillermo. El era pequeño. – era un reproche, pero Ventura había sido muy dulce lanzándolo.

-Lo era cuando le convenía. Para largarse a Moscú al concurso ese, era muy mayor. Y para irse a Londres o a Verona. Era mayor para lo que le interesaba. Le ha sacado el dinero a mi padre. Le dije: Luego papá se lo va a cobrar. Y no te va a gustar el precio. Desprecio y suficiencia, esa fue su respuesta. Lo dicho. Que ahora, se juegue él sus pelotas. Yo he alcanzado la paz, y hago lo que me gusta. Soy medio feliz.

-Lamento que no nos ayudes, Guillermo – volvió Ventura a la carga.

-Turi, eres un tío cojonudo. De verdad. Si no hubieras estado en pareja cuando nos conocimos, te hubiera entregado mi corazón, mi cuerpo y mi vida. Hiciste que recuperara las ganas de vivir, de amar y de tocar el piano. Eso sí, el violín no lo he vuelto a tocar. Pero no me pidas eso. Tú me sacaste del hoyo. No pretendas ahora lanzarme de nuevo a él.

Ventura alargó el brazo y le ofreció la mano. Guillermo se la puso y entrelazaron sus dedos. Ventura se la llevó a la boca y se la besó varias veces.

-Si vuelves por Nueva York, llámame y tocamos de nuevo juntos. Y nos vamos luego a cenar por ahí.

-Claro.

-¿Os volvéis esta noche a Washintong?

-No. Se nos ha hecho tarde. Hemos perdido el vuelo. – respondió Olga.

-Olga si prefieres volver de todas formas, hago una llamada. – ofreció Ventura.

-Quedémonos y hagamos algo.

-Os invito a cenar y luego os llevo a un sitio con la mejor música de Jazz en directo. – propuso Guillermo.

-Tenemos que buscar habitaciones.

-Estamos en un hotel.

-¿Querrán alojarnos? – Ventura no podía haber hecho la pregunta de forma más irónica de la que la hizo.

-Más les vale si quieren conservar el trabajo mañana. Ya me han tocado los ovarios suficiente por hoy.

-Mientras arregláis lo de las habitaciones, yo me voy a casa a duchar y nos vemos luego.

Guillermo se levantó de la silla y se abrazó a Ventura, a la vez que le daba dos besos. Luego se giró y tendió el puño a Olga que se lo chocó sonriendo melancólica.

-Os mando un mensaje cuando esté listo, con la localización del sitio.

Ya solo estaban en el restaurante ellos dos y Allan, que esperaba paciente en otra mesa.

-Deberías haberte ido a casa. – le dijo Olga de mesa a mesa.

-No se preocupe, comisaria. Es mi trabajo.

-Ya has oído cual es el plan.

-Tengo ropa para cambiarme. Me han dicho que no debo dejarlos hasta que se vayan de Nueva York. Y para una vez que mis órdenes me agradan, no voy a protestar.

-Vamos entonces a recepción. Y si nos da tiempo, tomamos un cóctel en el otro bar.

-¿Pagas tú?

-No Turi. Pagas tú.

-Oye, no te he dado permiso para llamarme así – Ventura fingía muy mal un enfado que en todo caso, era sorpresa por la confianza que se había tomado la comisaria.

-Vale. Tienes razón. No te llamaré así hasta que me des permiso. ¿Me lo das?

-¡¡No!!

-Vuélvete conmigo a España.

-¡¡No!!

-Que cansino eres. Pues pagas tú la comida.

-¡¡¡¡No!!!! Te toca a ti.

.

Cuando los dos se volvieron a encontrar en la coctelería del hotel, se mantuvieron un rato pensativos. Su entrevista con el hermano de Sergio no había transcurrido según lo que al menos Olga, se había imaginado. Esas pesquisas en Estados Unidos, no dejaban de darle sorpresas.

-Creo que me deberías poner en antecedentes, Ventura. Hay cosas de lo de antes que no alcanzo a entender.

-No son recuerdos que me apetezca traer de nuevo aquí.

-Me imagino.

-No pienses que luego, si le insistes a Guille, te va a decir algo distinto. Le he notado que tiene todo muy interiorizado.

-No pienso insistir. No es un acusado, ni un detenido. Tiene derecho a contar o callar. Lo que yo opine de su actitud, es indiferente. Y no puedo opinar, porque, lo único que he sacado en claro, es que sé menos de lo que sabía al venir. Tengo más preguntas y casi ninguna respuesta. En este caso, nos pasa mucho. Y hoy, ha vuelto a ocurrir.

-Este mundo es complicado.

-¿De que a qué mundo te refieres?

-Al que rodea todo este caso.

Olga se echó a reír de repente. Ventura lo miraba con gesto divertido. A Olga le gustó, porque al menos, el reencuentro con su viejo amigo, le había relajado un poco el gesto.

-¿Me vas a contar de qué te ríes?

-Es que se me ha ocurrido pensar que este caso ¿Por qué Peter Holland te ha elegido a ti para acompañarme? Casualmente alguien que tiene ciertas conexiones con el caso.

-¿Porque hablo español? ¿Porque soy español?

-En realidad tienes doble nacionalidad.

-Vaya. No hay forma de mantener algunas cosas en secreto.

-Pero me da igual que seas estadounidense. Te quiero de vuelta.

-Que no.

-Te necesito.

-No es verdad.

-Necesito un nuevo miembro del equipo que tenga doble nacionalidad.

-¿No te vale con el francés y el inglés?

-No.

-¡¡Por Diosssss!! ¡¡Qué cansina!!

Ventura se echó a reír. Pero Olga se puso seria.

-Peter Holland está jugando conmigo. Sabía que su interés porque viniera a dar ese curso a Quantico, tenía algunas razones que se me escapaban. Cada vez estoy más segura de ello. Sabe de este caso mucho más de lo que dice. Y si le interesa … eso nos lleva al tráfico de drogas, de personas o de armas. Dudo en pensar si te ha puesto a mi lado para que me cuentes lo que sabes o para que le cuentes a él lo que yo sé.

-No me ha preguntado.

Olga se lo quedó mirando. Y Ventura le mantuvo la mirada. Olga suspiró. No le parecía que le mintiera. Lo que si percibió es que su pregunta, había hecho pensar a su compañero.

-Te quejas de que yo haya descubierto algo de lo que no me has contado, pero está claro que el FBI sabe mucho más.

Olga no dejaba de juguetear con la guinda que aderezaba el cóctel que se había pedido. Aunque su última frase había sonado a pregunta, no esperaba ninguna respuesta de Ventura. Estaba imbuida en sus cavilaciones. Su mente corría a velocidades supersónicas y por caminos que no se hubiera imaginado.

-Lo bueno de todo esto, es que si lo necesitas, estoy seguro que Mr. Holland te ayudará.

Olga miró a Ventura.

-No me gusta que lo revista de favor. Y preferiría que nos iluminara antes de preguntar, para no transitar los mismos caminos que ya ha recorrido el FBI. Eso sería una pérdida de tiempo y de recursos.

-¿No te cansas de esta lucha? Es como luchar con molinos de viento.

-Casi todos los días, no te miento. Podría vivir del dinero de Mark. Me lo ha propuesto muchas veces. Y por muchos caprichos que me diera, nunca tendría problemas económicos. Mi hijo ya es mayor para meterse en grandes problemas, puedo dejarle que los solucione él solito. Irme a una de las fincas de Alemania o de Inglaterra y disfrutar de la vida.

-¿Y entonces?

-¿Por qué sigues tú? Dices que te llevas mal con tu padre, pero esa americana que llevas hoy, cuesta lo que cobras en un mes en el FBI. Quiere decir que no necesitas trabajar para vivir. Y menos en este negocio. No me contestes, no quiero que busques a todo correr una mentira para dejarme contenta. Sabes, cuando dudo, recuerdo a Arlen en mis brazos. Un chico de trece años lleno de señales de latigazos, de puñetazos, con el ano roto, con el pelo trasquilado, los pies llenos de llagas de correr desnudo huyendo de los perros que querían follarlo. O me acuerdo de Dani. Un actor de éxito cuyo cuerpo parecía más un cadáver andante en descomposición que el de un joven atractivo hasta decir basta, inteligente, trabajador, un gran artista cuya vida debería estar llena de felicidad y cosas placenteras. Y otros como ellos. Y a más recuerdo lo que Jorge les murmuraba cuando les llevaba a buscarme. Esas palabras se las repetía yo luego, cuando estaban en mis brazos y empezaban las curas, a las que alguno era remiso. Me parece que no tenían buen recuerdo de enfermeros y médicos. Otro campo que apenas hemos explorado de momento. No sabes lo que es tener en tus brazos a un chico así. Luego, tenía que dejarlos ir. Alguno me da que llegó donde ti, no sé muy bien por qué, y tú a pesar de tu corta edad, los ayudaste. Me da que lo hiciste con Arlen. Con Guillermo, lo tengo claro que sí lo hiciste.

-Todos buscaban a Jorge. – dijo Ventura en apenas un susurro.

-Pero Jorge tiene sus propias batallas. Debía lucha contra sus propios fantasmas. Y protegerse. ¿Te crees que esas excursiones no provocaban que muchos de sus víctimas lo buscaran luego para matarlo? Él también es un personaje público. Un personaje que hasta ahora, nadie quería proteger. Que no podía contar con la policía para ello. Debía arreglárselas él. Alguien le puso guardianes. Es cierto. Alguien que tenía poder y dinero. Esa gente no trabaja gratis. Son caros, porque son muy buenos. No podía significarse estando pendiente de esos chicos. Los debía echar de su lado, para no ponerlos en peligro. Cualquiera de ellos que se acercara, podía morir en cualquier callejón. Y nadie se interesaría por su suerte. Nadie les lloraría.

-¿Y ahora? ¿Que ha cambiado?

-Que va con ocho policías a su lado. Todo el tiempo. Que tiene un hacker que vela por él. El mejor. Que a parte de la escolta que le proporcionamos nosotros, tiene a sus guardias de toda la vida. Si algo se nos escapa a nosotros, están ellos pendientes. ¿Eso es vida? Que tengan que acompañarte si quieres cagar en un bar. ¿Que si quieres tener un momento de solaz con un amante, al menos ocho personas se enteren? Que si estás de bajón, sea la comidilla de toda la Unidad. Lo que comes, lo que bebes, las personas que te encuentras, todo es público. Ahora lleva como nosotros, cámaras y micrófonos. No puede tirarse un pedo sin que lo sepamos.

-Él podría contaros muchas cosas.

-¿Crees que los que se encargaron del olvido de Dani para protegerlo, no lo hicieron también con Jorge?

-Ese punto no lo acabo de entender. Lo del olvido.

-Ni nosotros. Pero es lo que hay.

-Sinceramente, eso lo tuvo que hacer una agencia poderosa.

-¿Como el FBI?

-O la CIA. O los del otro lado.

-Por la forma de comportarse tu jefe, me inclino por pensar que está implicado el FBI.

-Mira, ahí viene Allan. Le sienta mejor la ropa de asueto que la de trabajo.

Ventura se sonrió.

-Cierto. Mira, Guillermo acaba de mandarme un mensaje. Nos manda la ubicación del sitio donde quedamos.

-Espero que Allan nos guíe.

-Por cierto ¿Te has dado cuenta de que ni siquiera se ha interesado por saber lo que haces a mi lado? No le has dicho que eras policía ni que estabas en el FBI.

-Es cierto. No me mires así, no le he dicho nada. No le he visto desde los ¿dieciséis? La verdad es que ya entonces contaba al que me quisiera escuchar que iba a ser policía. Lo habrá dado por supuesto.

-No nos ha hecho ninguna pregunta sobre nosotros. – Olga reiteró sus dudas.

Ventura, como única respuesta, se encogió de hombros mientras afirmaba con la cabeza ligeramente.

-¿Nos vamos? – dijo su ayudante en Nueva York al llegar donde ellos.

-Vamos sí. Confiamos en ti para que nos guíes.

-Es un sitio muy bueno – dijo al ver el lugar de la cita con el músico. – No está lejos.

-Pues en marcha.

.

-Alguien ha intentado borrar los archivos grabados en el hotel y el restaurante.

Como siempre, Aitor no había saludado. Había ido directamente al grano.

-Mirad de acelerar. – pidió Carmen a Tere y a Juanjo

-Tere y Juanjo están en ello. – dijo ahora a Aitor – ¿Puedes hacer algo para ayudarlos?

-Puedo intentar evitar que se acceda para borrarlo.

-Mira de conseguirlo. Me hace señas Tere que tardarán todavía diez minutos.

Carmen miró la pantalla de su móvil. Aitor había colgado de repente. Pero otra llamada le sustituyó: Javier.

-Vente. Nos vamos a ver a la ministra y al ministro.

-Os dejo encargados – les dijo a Tere y Juanjo. – Aseguraros de que los archivos no estén corruptos. Y daros maña. Intentan borrarlos.

-Si te parece, cuando acabemos con esto, quitamos todos los micrófonos y cámaras de los sitios dónde las hay. Son las habitaciones premium y las suites. A parte de los comedores privados. En ellos, Roberto se ha encargado.

-Dile que es prioritario que mire ese pen que ha encontrado pegado a la mesa de ese comedor.

-Elías se ha vuelto a la Unidad para estudiarlo con Pati.

-Prefiero que lo haga Roberto. – insistió Carmen.

Tere se la quedó mirando. Asintió con la cabeza. Entendió que la comisaria quería mantener su contenido en secreto máximo.

-Y estas grabaciones, de momento, que no las escuche nadie.

-¿Tan grave es?

-Vamos viendo.

Carmen le pidió a Beca que le sirviera de conductora.

-Así aprovecho el viaje a la Unidad. Esto se ha complicado mucho.

-Vamos.

Javier la esperaba en el garaje. No la dejó ni bajarse del coche. Se subió él y se sentó a su lado en los asientos de atrás.

-Beca, llévanos al Ministerio del Interior, por favor.

Para sorpresa de Carmen, dos coches les esperaban fuera del garaje. Uno de ellos, se puso delante y el otro detrás.

-¿Es la gente de Jose Oliver? Me ha parecido ver a Miri.

-Sí. El Ministro ha insistido.

-¿Qué han grabado estos insensatos?

-De todo. El CNI andaba tras la pista de algo. Les habían llegado rumores. Andaban entre diez hoteles, de los mejores de Madrid.

-Los detectores de Roberto, entonces

-El cabrón lleva el móvil bien preparado. No nos dimos cuenta cuando fuimos a sacar a Jorge y Carmelo de su comida con el embajador. Ni los de CNI cuando han mandado a alguien a escanear ese local de tapadillo. Y los idiotas del abogado y el director, nos lo han puesto en bandeja con su actuación.

-¿Espionaje puro y duro?

-A ver que nos dicen. Me huelo que sí.

-Lo que te hueles, es que alguien delicado ha sido objeto de esas grabaciones.

-Puede que el Presidente. Eso es lo que parece han esgrimido. Aunque me da que es algo más … espurio.

-O sea que nos atañe, es de nuestro caso, pero como es alguien … en …

Javier asintió con la cabeza.

-Y nos van a dejar sin esas grabaciones.

-Me imagino que habrá otras muchas para justificar que invoquen la Ley de Secretos del Estado.

No tardaron en llegar a la c/Amador de los Rios 7, sede del Ministerio del Interior. Los guardias de la entrada les abrieron las puertas en cuanto enfilaron la calle para que no tuvieran que esperar. Javier y Carmen se bajaron del coche a la vez que los GEO que les habían servido de escolta. Los acompañaron hasta entrar en el edificio.

-¿Y todo este despliegue?

-El abogado ha podido avisar. Si Aitor ha descubierto intentos de borrado, alguien se ha chivado de nuestra actuación.

-Puede haber sido en el juzgado.

-Es posible. La jueza ya está haciendo sus indagaciones. Ha decretado el secreto de sumario. Porque además, alguien se lo ha chivado al CNI. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo. Sabemos que tenemos infiltrados tanto de Anfiles como del CNI. Sería hora de ir empezando a buscarlos.

-Esto es de locos. Lo que nos hacía falta.

-Me imagino que lo que nos dirán es que se encarga el CNI.

-¿Y si hay alguna grabación que nos ataña? Soy cansina, ya lo sé.

Javier levantó las cejas.

-Vale. – Carmen entendió que Javier le había pedido algo a Aitor. Pero vio que le hizo un gesto con las cejas para que hablara – Nos jodemos entonces y ya está.

Javier hizo una mueca satisfecho.

-Os esperan – les dijo Miguel, el secretario del Ministro. Tanto Javier como Carmen chocaron los puños con él.

No fue una sorpresa encontrarse a la Directora del CNI junto a los Ministros de Defensa e Interior. Los tres estaban sentados alrededor de la mesa de juntas que el Ministro tenía en su despacho.

Triana, la directora del CNI les sonreía al saludarlos.

-Reconozco que tenéis buena gente trabajando a vuestro lado. Llevamos semanas buscando. Vosotros llegáis y lo encontráis en cinco minutos.

-Me imagino que no se lo esperaban. O había alguien al que estaban intentado grabar cuando hemos llegado y les hemos fastidiado. – dijo Carmen. Tere le había pasado la lista de clientes alojados, y tenía un par de ideas al respecto.

-No os entretendremos mucho – les dijo la Ministra de Defensa mientras les saludaba – Sé por Fernando que no os sobra el tiempo.

-Sentaros. – les indicó el Ministro de Interior.

Miguel apareció con sendos cafés para los policías. Ya se conocían y sabía sus gustos. Carmen le sonrió agradecida, mientras Javier atendía a la directora del CNI.

-Por cierto, dadle recuerdos a Rui.

-De tu parte. No ha podido acercarse. Me ha pedido que le disculpéis. Está en medio de una misión encubierta.

-Vaya. No me lo esperaba. – la Ministra de Defensa no ocultó su sorpresa y miró a su compañero de gabinete.

-Es culpa mía. Es algo muy delicado y no podía encargárselo a nadie más. A nosotros ya nos conocen. – explicó Javier.

-Estoy al tanto, Margarita. – atajó en tono rotundo Fernando.

-La situación es la que sigue.

La ministra de Defensa tomó la palabra. Como buena política y antigua jurista, hizo una disertación muy bien argumentada, pero nada original, para pedirles, ordenarles, que entregaran todo el material incautado referente a las grabaciones en el hotel al CNI. La jueza estaba de acuerdo en abrir una causa separada de la que había propiciado la actuación.

-En esas grabaciones estamos seguros que habrá algunas que atañan a nuestro caso. – Javier no había dejado de mirar a la Ministra. A ésta le costaba mantenerle la mirada.

-No te preocupes, Javier, que mi gente, después de escucharlas, te derivará las que os atañan. Vuestro caso también nos interesa a nosotros.

-No lo dudo. – Javier sonrió. Parecía un gesto amable, pero Carmen sabía que tanto el comentario como su visaje, estaba cargado de sarcasmo. El ministro hizo un amago de sonreír que murió casi antes de nacer.

-Sabiendo de vuestra segura colaboración, he enviado a mis hombres para hacerse cargo de los archivos. Nos encargamos también de eliminar los medios de grabación que habéis encontrado. No os tenéis que preocupar por ello. Así os podéis dedicar a otras cuestiones.

-Respecto a eso, deberíais hacer un registro en profundidad, porque hemos preferido, siguiendo las instrucciones de la jueza, confiscar todas las grabaciones, por el posible intento de destrucción que existía. Hemos detectado solo algunos de los micrófonos y cámaras, que no ha sido una búsqueda exhaustiva. – explicó Carmen en un tono muy formal.

-Mandaré entonces más personal especializado.

La Directora del CNI miró a la Ministra de Defensa. Ésta tomó la palabra.

-Es innecesario deciros que estas actuaciones son Secreto de Estado. Conviene que se lo recordéis a vuestro personal. Y si alguno no ha firmado …

-Margarita, ya te lo he dicho antes – ahora tomó la palabra el Ministro de Interior. – Todos los que han estado en contacto con las grabaciones, son compañeros de confianza de Javier y Carmen. Y todos han firmado el formulario de Confidencialidad de Secretos del Estado.

-No viene mal recordarlo.

-He pedido a Carmen antes que me enviara un listado del personal destacado allí, y Miguel ha comprobado minuciosamente que todos lo han firmado.

-Perfecto. Entonces, Triana, creo que deberías ir a ocuparte. Yo llego tarde a una reunión. Fernando, nos ausentamos.

Se levantaron todos y la Ministra y la Directora del CNI de despidieron de todos. Los tres miraron como las dos mujeres salían del despacho del Ministro.

Fernando fue un momento a su escritorio y sacó un aparato para evitar escuchas y lo puso en medio de la mesa de juntas. Lo encendió. Cuando las luces fueron verdes, hizo una señal a Carmen y Javier para que hablaran.

-Todos sabemos que no nos van a contar nada. – dijo Carmen resignada, bebiendo de su taza por primera vez. Miguel entró en ese momento y les puso un plato con unos hojaldres rellenos de crema.

-Se que sois muy dulces – Miguel guiñó el ojo a Carmen que le lanzó un beso. Casi ni dejó que apoyara el plato y ya había cogido uno que saboreó casi con necesidad.

-Este asunto os pone de nuevo en la diana. Pensad lo de poneros escolta.

-¿Debemos protegernos del fuego enemigo o del amigo?

-De ambos.

-Javier ya la tiene. – dijo Carmen decidida.

-Ahora toca ponértela a ti y a Olga.

-Creo que en Estados Unidos ya le han puesto un agente especial que vela por su seguridad.

-¿El que pensáis reclutar?

-Sí. Y por si pregunta la amiga Triana, también firmó en su día el compromiso de secretos del Estado.

-Convenía que Olga se lo volviera a dar, por si acaso.

-Le mando un mensaje. Están haciendo gestiones en nuestro caso. Están juntos.

-Perfecto.

-No dudo que tenéis recursos e imaginación para sortear el contratiempo de que el CNI os haya quitado esos archivos.

Javier se echó a reír. El Ministro se sonrió.

-Eso Fernando, creo que es mejor que no te enteres.

-Si hay algo que deba enterarme, cuando los oigáis, quedamos en sitio discreto y me cuentas.

-Cuenta con ello. No habrá nada por escrito.

-¿Qué les ha dado tanto miedo? – era la duda que tenía Carmen desde que Javier le había anunciado la reunión.

-¿Que es el restaurante preferido de Triana? ¿Que suele llevar allí a sus … a las personas que quiere … ?

-Vale.

-Yo mismo he comido allí muchas veces.

-¿Trabajo?

-Sí. Y placer. Suelo ir con mi marido. Nos pilla cerca de casa.

-Lo miramos. No creo que hayas tenido ninguna conversación delicada sin usar un aparato de esos. – Javier señaló el inhibidor. Fernando sonrió.

-Informadme, por favor.

El Ministro apagó el inhibidor de grabaciones y transmisiones.

-¿Y cuando vuelve Olga?

-Le quedan dos semanas – contestó Carmen. – Está encantada con los cursos. Dice que en lugar de enseñar, está aprendiendo mucho. Se está estudiando los protocolos del FBI. Dice que son muy interesantes.

-Y hace mucho turismo. Esta semana se está dedicando a Nueva York. Ha ido a varios restaurantes de esos que tienen actuaciones en directo.

-Y a un local de jazz. Ya sabes como le gusta la música.

-Que envidia.

-Fernando … Pero bueno, si estáis todavía aquí. Al ver a esas salir, pensaba que os habíais ido por la otra puerta.

Había entrado Carla, la ayudante del Ministro. Al ver a Carmen y Javier fue hacia ellos para saludarlos. Estos se levantaron y la abrazaron.

-Os tengo que dejar. Pero acabaros el café. Si necesitáis algo, pedídselo a Miguel con toda confianza.

El Ministro se levantó y se puso la americana, Se inclinó sobre la mesa y volvió a pulsar el inhibidor.

-Por si acaso – dijo sonriendo.

-¿No te fías ni en tu despacho? – a Carmen se le escapó un cierto gesto de guasa.

El aludido no respondió, solo sonrió y se encogió de hombros mientras se dirigía a la puerta de salida seguida por su ayudante.

Javier y Carmen se quedaron unos segundos en silencio. Bebieron de sus tazas.

-Pues este registro que nos podía dar mucho trabajo, se acaba de diluir.

Javier no contestó. Apuró su café e hizo un gesto a Carmen para que lo imitara. Esta le hizo caso y cogió un último hojaldrito de crema. Se levantaron los dos y apagaron el inhibidor.

-Nos vamos Miguel.

-Ten Carmen. – el secretario le tendía una bolsa de papel – Te he preparado unos mini petisús para el camino.

-Eres un tesoro. Cuando te aburras de Fernando, te vienes a trabajar con nosotros.

Miguel sonrió antes de contestar.

-Seréis mi primera opción.

No dijeron nada camino de la salida del edificio. Beca los esperaba apoyada en el coche. Arrugó el entrecejo. No era normal que Carmen y Javier andando juntos fueran tan serios y callados. Fue a decir algo, pero Carmen le hizo un gesto para que se montara en el coche y salieran de allí. Carmen saludó ligeramente con la cabeza a Silvia y Miri, dos de las GEO que volvían a servirles de escolta. Estas la contestaron con la misma discreción y parquedad de efusividad.

En medio de la Castellana, Javier sacó de su bandolera su propio inhibidor.

-¿Tan mal ves la cosa?

-Si Fernando duda en su propio despacho … – Javier meneó la cabeza y puso los ojos en blanco – Nos ha querido decir algo, sin decirlo. Lo conozco. No nos fiemos de Triana ni de su gente. A Margarita la tiene en el bote. Le da lo que quiere y ella hace como que no se entera de otras cosas. Pero Triana tiene muchos intereses a parte de la Seguridad Nacional. Y muchos amigos a los que servir.

-Como alguna de esas cosas le estalle en la cara … Es una mierda, porque ahora todo nos va a costar mucho más.

-Sabíamos que tarde o temprano el CNI iba a aparecer. Y no iban a ser los que solo quieren ayudar al país y protegerlo. Lo va a hacer la parte del CNI que tiene mucho que esconder. Que nada de todo esto se haya sabido en todos estos años, les implica a ellos. Han tenido que ser colaboradores necesarios.

-Rui se va a poner muy contento. Que puta Triana, mandándole recuerdos a “Rui”. Como si fueran amigos. – Carmen se calló de repente. Javier se sonrió. Sabía que su amiga tenía que hacer grandes esfuerzos para contenerse con la Directora del CNI. Tenían un pasado en el que precisamente no fueron amigas. – Ventura nos vendría muy bien. – el tono de Carmen había cambiado radical.

-Su padre va a ir a verlo. Pero antes de que venga, debemos preparar el terreno. Y necesitamos a Jorge para ello.

-¿Al final has quedado con Rodolfo?

-Ayer. Nos citamos en Lyon. Me mandó un jet de su compañía. Fue cuando te fuiste a casa.

-Me quedé roque en dos minutos. Te noto descansado.

-Los vuelos los dormí enteros. Es lo que tiene los jet privados.

-¿Te llevaste a alguien?

-A Lerman y a Sara, tranquila. Llamé a Thomá y el me mandó un conductor y otro coche de escolta.

-¿Y?

-Pues que quieres que te diga. Ya sabes como es. Lo conoces mejor que yo. Todo en él es decir sin decir. Afirmar y negar en la misma frase. Pero creo que intentará convencer a Ventura de que se venga con nosotros. Me habló de que a lo mejor, deberíamos empezar a pensar en hacer una gran comedia.

-¿Lo que alguna vez hemos planteado en nuestras reuniones locas?

-Pero llevado al extremo. Que algunos de los miembros de nuestro equipo se conviertan en enemigos nuestros.

-Enfadados y dispuestos a todo por jodernos. Pero con eso, les podemos joder la vida. Es muy fácil perder la cabeza en ese papel. Mira a Alberto. No creo que se recupere nunca de lo que ha vivido.

-Y que en todo caso, si Ventura viene, debe tener enemigos. – Javier no se dio por enterado del comentario sobre Alberto. Le escocía el tema.

-Patricia ya está concienciada en darle una patada en los huevos. No tiene buen recuerdo.

-Pero entonces ella era la pareja de Termas. Y asumía todo lo que decía ese cretino. Ventura era su enemigo número uno. Y eso que nunca llegó a enterarse de quién es su padre.

-Ni de todo lo que hizo en contra de sus órdenes.

Javier asintió con la cabeza.

-¿Por qué nos enamoramos de gilipollas? Somos listos, inteligentes, eficaces en el trabajo y luego, nos enamoramos de cretinos. – Carmen lo dijo en tono enfadado.

-Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa.

-Me jode romper el buen ambiente que hemos creado. Porque además esa comedia la deberíamos llevar hasta las últimas consecuencias. Y eso es muy duro. No sé si compensa.

-Hasta encarcelarlos si fuera preciso. Acusarlos de delitos. Convertirlos en delincuentes y apartarlos completamente.

-Beca, me acabo de acordar. El otro día me comentaste que Tinet y tú tenéis dos candidatos a ayudarnos.

-Sí. Tres.

-¿Tienes libre esta tarde? – le preguntó Javier

-Claro. ¿Quieres que les llame?

-Vamos a quedar a tomar un café sobre las 6. En El Trastero.

-Hecho.

-¿Sigo dando vueltas o queréis …?

-No. Vamos al bar de polis. No habrá casi nadie. Vamos a charlar con Leo antes de que se llene.

-¿Con toda la escolta?

-Son polis – Carmen se echó a reír.

-Pues vamos.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 97.

Capítulo 97.-

.

El viaje a Nueva York fue tranquilo. Olga tuvo oportunidad de conocer a algunos otros agentes importantes de la Agencia que compartieron vuelo con ellos. Le sorprendió que todos parecían haber oído hablar de ella y de sus compañeros en España. Parecía que les tenían mucha consideración profesional.

Aunque la mayor parte del viaje se entretuvo en observar a Ventura. Se dio cuenta rápidamente de que sus compañeros no lo respetaban. Y si mantenían con él la compostura era debido a que el jefe de Operaciones del FBI le consideraba un colaborador importante. Pero no dejaba de ser un español dentro de una organización muy estadounidense. Y posiblemente, se había corrido la voz de su mala relación con sus superiores en España. Que esos superiores fueran gente de dudosa reputación y que posiblemente si su intuición era correcta respecto al interés de Peter Holland en Anfiles, algún día esos compañeros policías saldrían en sus informes en la parte en la que se describía a las personas que apoyaban a esos malhechores. O puede que se hubieran enterado de que Ventura había recalado en Estados Unidos debido a la influencia de su padre. O lo más probable: Que tuviera unas virtudes que eran difíciles de encontrar en una agencia tan encorsetada como el FBI. Virtudes, que como había comprobado al leer el historial de Ventura en la Agencia, le habían reportado numerosos éxitos en su carrera profesional y pocos fracasos.

Ventura en este caso se mantenía al margen de esa aparente hostilidad de sus compañeros. No parecía darse por enterado. Pero Olga ya lo conocía lo suficiente para saber que era consciente de la situación. Mantenía su gesto serio, sin dejar ningún resquicio a la amabilidad o al compañerismo. Esos agentes no le tenían ninguna consideración, pero él no mostraba tampoco ninguna por ellos. A Olga le daba la impresión de que incluso los despreciaba. Y creía que no era solo una mera cuestión profesional. También los despreciaba como personas.

A su llegada al aeropuerto, en la misma pista, les esperaba un coche del FBI con un agente como conductor. Los agentes especiales con los que compartieron vuelo, se despidieron de Olga muy efusivamente. A Ventura apenas le dirigieron un saludo con la cabeza. Y la comisaria estaba convencida de que el gesto en realidad, lo habían hecho por respeto a ella. Un respeto que, por algún comentario que les había escuchado casi al final del viaje, hecho en la seguridad que les dio que pensaban que Olga no dominaba el inglés con fluidez, era debido principalmente a que se había corrido la voz de su relación cercana con Peter Holland, uno de los hombres más poderosos del FBI, más que a una consideración profesional como había pensado al principio del viaje.

Ventura y ella se montaron en los asientos de detrás. Ventura le preguntó al agente si no le importaba.

-Tenemos que preparar nuestra entrevista. No te molestes.

El hombre que dijo llamarse Allan, se mostró conforme. Era un agente de segunda categoría que posiblemente si le hubiera tocado con sus compañeros de vuelo, le hubieran ignorado directamente y le hubieran tratado como a un simple chófer.

Una vez los dos sentados detrás, Olga no pudo evitar acariciar la cara de Ventura. Cada vez se sentía más cerca de él. Ventura la miró sonriendo agradecido.

-En todas partes cuecen habas – le dijo Olga con tono dulce. – No les hagas caso, se creen que están por encima de los demás.

-¡Qué bien te lo has pasado fingiendo que no hablas bien el inglés! Son bobos hasta para eso. – Ventura negaba con la cabeza sonriendo – Me consideran un advenedizo. Estoy aquí para trabajar. Es lo que hago. No me interesa ser su amigo. No son personas interesantes. Ni son cultos, ni son inteligentes. Bueno, ya lo has visto. Por no ser no son ni atractivos, aunque si les oyes hablar, ellos piensan que son irresistibles. Su pasión es seguir los partidos de los Wizars de baloncesto o de los Commanders de fútbol. Son los equipos de Washintong y ninguno es de allí. Son falsos hasta para eso. No tienen personalidad. Lo normal es que fueran de sus equipos de su lugar de procedencia. Como la mayoría de los compañeros. Si eso además, le da salsa a las reuniones. Piques entre todos por ver si ganan los equipos de Florida o los de Minnesota. Su hacer profesional se circunscribe a seguir los protocolos marcados. En el FBI hay uno para cada tipo de caso. En muchos casos complicados, que no se adaptan exactamente a los modelos, debes emplear otras facultades, de las que ellos carecen.

-Tampoco hace falta que sean complicados. Cada caso tiene matices que los diferencian de los de su especie. Y esos matices, a veces hacen inservibles los protocolos establecidos. En este negocio, dos más dos, no siempre son cuatro. Y a veces las manzanas no son lo que parecen, sino que a lo mejor son peras. Por eso sigue valiendo la intuición, la percepción de pequeños detalles que para la mayoría son invisibles. La imaginación. La empatía tanto con la víctima como con los sospechosos e incluso con el culpable. La capacidad de sacar lo máximo de los testigos en las entrevistas.

-Estos serían incapaces de salirse de los cánones establecidos. No lo digo por decir. Te puedo contar casos que han llevado que acabaron en otras manos.

-¿Las tuyas?

Ventura se sonrió.

-Alguno de ellos sí. Otros cayeron en manos de otros compañeros. Con algunos colaboré también. Ahora no vuelvas a insistir en que debo volver contigo a España.

-No iba a decir nada de eso. Lo juro.

Ventura se echó a reír. Olga había puesto cara de niña buena pillada en renuncio y había levantado la mano izquierda con dos dedos levantados para prestar juramento.

-¿No te gusta los deportes? ¿O es que solo te gusta nuestro fútbol?

-Sí, claro que me gusta. No se trata de eso. Se trata de que solo saben hablar de eso. Yo soy de los Mavericks, por Luka Doncic. Me encantaba cuando jugaba en el Madrid. Cierto que el fútbol americano no … me aburre, vaya. Pero el béisbol sí me gusta. Sigo a mi Madrid de fútbol, como siempre. Pero también me gusta hablar de libros, de música, de cine, de política. Se me ha olvidado decir que también hablan de mujeres. Y alguno está casado. Entiende que la expresión “hablar de mujeres”, quiere indicar una determinada forma de referirse a ellas. Con expresiones y gestos propios de tus padres.

-Pues tú habla de hombres. Sin esos gestos y esas expresiones, no me fastidies.

-No me interesan. Y seguro que si lo hiciera, ellos me harían la cruz definitivamente. Son muy machos. No son homófobos porque Tom Holland no soporta esas actitudes.

-No me creo que no tengas algún rollo por ahí.

-Tú lo has dicho, rollos. No tengo ganas de tener una relación. De plegarme al otro. Me gusta ir a mi aire. Ya no valdría para vivir con nadie. Creo que … ya no sería capaz de enamorarme, aunque supiera que no tendría que convivir con esa persona. No entiendo lo que es eso de enamorarse. Por mucho que insistas en el tema, no voy a cambiar mi versión, que por la cara que pones sé lo que estás pensando. Y no me veo viviendo con nadie, te lo juro. Me he vuelto muy mío. No quiero que nadie me diga cuando debo quitar el polvo o recoger la cocina.

-Así que entiendo que no recibes a nadie en casa.

-No. Es mi santuario. Es una pocilga, pero mi pocilga. Y estoy contento. Llego, tiro los zapatos nada más entrar, si me apetece me pongo en pelotas y me tiro en el suelo cual largo soy. Cojo el mando, me pongo música o algo en la tele y ya. Me hago una pizza en el horno, la como en el suelo con una birra bien fría o con una Coke. El día que tengo que poner la lavadora voy recogiendo los gayumbos que he ido dejando por ahí y bajo a una de esas lavanderías que metes la ropa mientras lees un libro y en veinte minutos la tienes lavada y seca. Planchar … es un deporte que no practico. Cuelgo las camisas en sus perchas, y ese es el planchado.

-Un poco de cariño nos viene bien a todos. No hay que plegarse al otro. Es llegar a un término medio. Y un poco de ayuda en la vida, o de compañía, tampoco viene mal.

-Que no me vas a convencer. Estoy muy decepcionado en ese sentido. Ya tuve historias de amor que … ya está, se acabaron y no tengo ganas de iniciar otra. ¡Qué pereza!

Olga se sonrió.

-Habría cientos de hombres que estarían encantados de conocerte. Buenos hombres. Y ya verás como alguno de ellos, cuando lo conozcas, no te podrás resistir.

-Si eso pasara, seguro que él sería el que no gustara de mí. ¡Buenos hombres dices! ¿Existe eso? No los he encontrado en mi camino. Te lo juro, Olga, no me mires de esa forma.

-Ya hemos llegado – les dijo Allan parando delante del hotel Galaxy.

-¿En qué sala toca nuestro hombre? – preguntó Olga.

-La sala está a la derecha del hall. Es el comedor principal. Entrad mejor por ahí, es más discreto. Suelen venir a veces gente conocida a comer y suele haber paparazzis en la puerta directa del restaurante a la calle.

-¿Conoces el hotel? ¿Sabes que hay distintas salas? – A Ventura no le había pasado desapercibida la pregunta de la comisaria.

-He estado varias veces. El hotel es de Mark. – sonrió con picardía al decirlo.

-¿Te conocen?

-No creo. Nunca hago alarde. Y que yo recuerde, nunca he estado con él.

-Había pensado por un momento que al entrar tú, nos iban a poner la alfombra roja y un centenar de empleados iba a salir a nuestro encuentro para abanicarnos.

-Quita, quita. ¿No entras con nosotros? – le preguntó Olga a Allan.

-Os espero en el coche mejor. Si me necesitáis, me llamáis.

-Puede que tardemos mucho.

-Tranquilos. Estoy acostumbrado.

Ventura se bajó primero del coche. Tendió la mano a Olga para ayudarla a bajarse. Esta vez se habían puesto de acuerdo para vestirse los dos del mismo estilo. Ventura había dejado por un día su traje oficial colgado en su armario y vestía unos pantalones chinos de color avellana y una camisa marrón oscura, con mocasines del mismo color. La chaqueta era de sport, con un solo botón y de color blanco roto. Olga había dejado sus vaqueros y lo había cambiado por unos pantalones de loneta grises con zapatos de medio tacón negros y una blusa color bermellón, con un chaleco por encima de color violeta muy clarito. Ventura llevaba bandolera y Olga llevaba un bolso negro muy amplio también con bandolera.

-¿Sabes dónde están los servicios? Nunca he usado los de abajo.

-Pues ni idea – respondió Ventura a la vez que oteaba el hall del hotel sin resultado.

Un empleado pasó por su lado y Olga le preguntó al respecto. El botones se la quedó mirando sorprendido. Olga se dio cuenta que había hablado en español sin darse cuenta. Cuando estaba con Ventura cambiaban de idioma sin ser conscientes de ello. Hasta hacía unos momentos habían estado hablando en inglés. Pero al bajar del coche, habían cambiado al español. Fue a repetir la pregunta en inglés, pero el botones se adelantó.

-En aquella esquina, detrás de esas plantas – le contestó el empleado también en español. Su acento les hizo pensar que era chileno o argentino.

-Vaya – exclamó Olga.

-¿De España? – les preguntó el botones.

-Sí ¿Y tú?

-De Uruguay. Aunque llevo muchos años aquí.

-Vendrías muy joven – se interesó Ventura.

-Con doce. Perdonen, tengo que atender a unos clientes que están esperando. Luego, si me necesitan, estaré encantado de ayudarles.

El joven se alejó con gesto decidido.

-Te acompaño – le dijo Ventura a Olga.

-Vete si quieres …

-No pienso dejarte sola, Olga. Sabes que entre las cosas que me encargó el Jefe Holland, era la de protegerte. Y me lo ha reiterado esta mañana antes de salir.

Olga no protestó. Hubiera sido inútil. Fue camino de los servicios seguido por Ventura a un metro de distancia. Olga se sonrió porque se comportaba como un perfecto escolta. Vio su reflejo en unos espejos. Iba mirando a todos lados con gesto escrutador. Estaba segura que si le preguntaba luego, sería capaz de enumerar a todas las personas que había visto en su camino.

Ventura se quedó en la puerta de los baños, observando a la gente. Una mujer que acababa de entrar le llamó la atención. La recordaba vagamente de haberla visto en el aeropuerto de Washintong. Sus miradas se cruzaron durante un instante. La mujer rápidamente apartó sus ojos de él y se encaminó hacia el mostrador de recepción. Ventura no se lo pensó y se acercó a ella. Se puso a su lado. Ella no se giró para mirarlo. Ventura sabía que se había dado cuenta de que estaba junto a ella.

-Este señor me está molestando – le dijo al recepcionista sin dar tiempo a que el agente del FBI abriera la boca.

Ventura no pudo evitar sonreír por la reacción de la mujer. El recepcionista se lo quedó mirando dispuesto a llamar a la policía. De hecho, Ventura pensó que habría pulsado el botón de emergencia que tenían casi todos los hoteles importantes de Nueva York. Estaba seguro que en unos minutos, una pareja de policías aparecería en la recepción.

-¿Me enseña su pasaporte? – dijo Ventura en tono oficial, mientras sacaba su documentación del FBI. El recepcionista para sorpresa de Ventura, se puso más nervioso todavía. Eso confirmó sus sospechas de que la policía estaba en camino.

-¿Por qué sigues a la comisaria Rodilla? – Ventura había cambiado al español.

-Eso no es de tu incumbencia.

-Claro que lo es. Estoy a cargo de su seguridad. Si quieres lo podemos tratar aquí o en la comisaría de policía más cercana.

El gesto de la mujer se endureció.

-No sabes con quién estás hablando.

Ventura se sonrió.

-Y tú tampoco. Tu jefe es poderoso, tú no, querida. Puede que el recepcionista te conozca y por eso ha llamado a la policía sin hacerse ninguna pregunta. Pensaría en ganarse unos puntos con el jefe. Este hotel es de Mark Lemon. Y mejor será que Olga no se entere que su pareja le ha puesto alguien a seguirla. No creo que le guste. Y la comisaria a buenas, es encantadora. Ahora, te digo una cosa: no la quiero como enemiga.

-¿Qué no me va a gustar?

Olga estaba a su lado. Miraba con gesto duro a la mujer. Parecía que solo había escuchado la última parte de la frase de su compañero, pero no era así.

-Solo quiere protegerla. – contestó la mujer por primera vez bajando el tono de altivez y también bajando un poco la cabeza.

-¿Nos conocemos? – interpeló Olga a la mujer mientras ésta bajaba más la cabeza. – Me suena tu cara.

-¿Su documentación por favor? – volvió a reiterar Ventura. La mujer hurgó en el bolso y sacó su pasaporte de mala gana.

-Nieves Poncela Fernández. Tú estabas en la comisaría de Portes.

El gesto de Ventura se había endurecido de nuevo. Parecía que no tenía buen recuerdo de esa mujer. No se había cruzado mucho con ella en su época en España, pero su nombre sí lo tenía muy presente. Era una de las lacayas del comisario Portes y sus ayudantes.

-Tú también estabas. ¿Algún problema?

-No. Ninguno. Me alegra que hayas encontrado un nuevo empleo en lo privado. Me imagino que solo en dietas habrás mejorado enormemente en tus ingresos. Eso decían todos que era muy importante para ti.

-Tu siempre has sido un muerto de hambre sin ambición. Amante de los pordioseros y los muertos de hambre como tú. Al fin y al cabo, uno acaba juntándose con los de su misma calaña.

Olga se echó a reír. Le sorprendía como su compañero había sido capaz de ocultar siempre de quién era hijo. Decía muy poco de esa inspectora, porque la ropa que vestía Ventura valía el sueldo de un mes de cualquier policía. Volvió a endurecer su gesto.

-Has cambiado mucho inspectora Poncela. Has conseguido despistarme en el aeropuerto de Washintong.

Olga no tenía ganas de seguir con el tema. La mujer le iba a contestar pero le hizo un gesto para que se callara. Fue un gesto autoritario. No admitía réplica. Sacó el teléfono del bolso y marcó un número.

-Lieber, ich habe Ihre Mitarbeiterin Nieves Poncela vor mir. Wir werden später darüber sprechen. Im Moment würde ich sie am liebsten nicht mehr sehen. (Querido, tengo enfrente de mí a tu empleada Nieves Poncela. Ya hablaremos de esto luego. De momento, preferiría no verla de nuevo.)

Ninguno pudo escuchar nada más porque Olga se giró y se alejó de ellos. Ventura sonrió por la elección del idioma en el que hablaba la comisaria con su marido. Por las caras que ponían tanto el recepcionista como la antigua inspectora, ninguno hablaba alemán. El recepcionista de repente parecía compungido. Empezaba a ser consciente de que había cometido un error. Esa sensación aumentó cuando una pareja de policías hicieron su entrada y se dirigieron directos a recepción. Se encaminaron hacia Ventura, con ánimo de detenerlo. El agente del FBI sin más, les puso su acreditación delante. Los policías se miraron sorprendidos.

-Me gustaría que comprobaran que esta mujer tiene la documentación de su arma en regla. Parece que es una empleada de una empresa de seguridad que nos estaba siguiendo. Si tienen alguna duda, llamen al jefe de operaciones del FBI en Washintong. No queremos que haya ningún problema. ¿Verdad?

Los policías consultaron con sus superiores y decidieron llevarse a la empleada de la empresa de Mark Lemon a su comisaría. Nieves Poncela miraba con todo el odio del que era capaz a Ventura.

-Estás acostumbrada a pisar a la gente, inspectora Poncela. Has jugado una partida y hoy te ha tocado perder. Sé positivamente que en general, nunca sueles hacerlo, porque siempre buscas un buen parapeto. Que a mí me desprecies, lo entiendo. Pero que lo hagas con la comisaria Rodilla, me parece cuando menos de poco inteligente.

Olga volvió donde ellos, una vez acabada su charla con su marido. Si las miradas pudieran matar, su antigua compañera en la Policía Nacional, habría caído en ese momento fulminada. Fue a decir algo pero se arrepintió. Sencillamente la siguió con los ojos mientras los policías de la ciudad de Nueva York la conducían a su coche.

-¿Ves a lo que me refería cuando me insistes que vuelva a España?

-Para acabar con tipas como esta es por lo que debes volver.

-¿Y como ha acabado trabajando para tu marido?

-Ese me va a oír también. Espero que me explique su política de captación de personal. ¿Te crees que le ha dicho en sus informes que nos acostamos? Y el tío capullo se lo ha debido creer. Mark a veces es imbécil. No tengo bastante con que piense que tengo un lío con Peter, sino que ahora está convencido de que lo tengo contigo.

Ventura abrió mucho los ojos.

-Te prometo que si no me gustaran solo los hombres, tú serías mi primera opción. – el agente sonrió con picardía.

-Mas te vale. – le advirtió muy seria señalándolo con el dedo. – ¿No es ese Allan?

Efectivamente, en una esquina estaba su agente de apoyo. Ventura le hizo un gesto para que se acercara.

-¿Has cambiado de opinión?

-He visto a esa mujer entrar. Me ha dado mala espina. Y he visto que estaba armada. Ha entrado detrás de vosotros. Pero he visto que el agente Carceler la ha detectado enseguida. Me he quedado a la expectativa por si necesitaba de mi ayuda.

-Entra con nosotros. Te invitamos a comer.

-Mejor me quedo a distancia. Por si aparece alguien más.

-Vamos a entrar a esa sala. Al final no vamos a pillar a …

-He mirado mientras estaba pendiente y no toca hasta dentro de media hora. Lo hace justo en la hora de la comida. Es la atracción principal junto con una cantante, Penélope Armitage. Aunque ésta hoy no va a actuar, por un problema de salud.

-Nos da tiempo a pedir la comida.

-De eso me encargo yo. – propuso Ventura.

-No te pases – le advirtió Olga sonriendo.

-Hoy somos tres. En dos mesas, pero tres.

-Haz lo que quieras. Me rindo. Tendremos que repetir lo de salir a correr.

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Si el motivo de la visita no fuera de trabajo, la velada hubiera sido maravillosa. La comida era buena y el ambiente inmejorable. Y tanto para Olga como para Ventura, la compañía era agradable. Eso era algo que ya tenían claro los dos hacía muchos días.

Cuando la camarera les llevó los entrantes que habían pedido, Guillermo Plaza tomó asiento al piano y empezó a tocar. A Olga le sorprendió que no se parecía en nada a su hermano pequeño. Ni a Nati Guevara, su madre. Interpretaba una música tranquila, agradable, bebía de la tradición de Frank Sinatra y sus amigos de esa época. Todas eran melodías reconocibles por la mayor parte de los comensales. Había alguna pequeña incursión en el apartado de canciones que pertenecían a musicales. Para sorpresa de Olga, la gente atendía a la música. Guillermo tenía mucha sensibilidad tocando. Y a Olga le pareció que su técnica era perfecta. No entendía la opinión que Nati Guevara le había trasladado a Jorge sobre las habilidades de su hijo mayor al piano. Era claro que en su familia no sabían que se ganaba la vida con la música. Y se imaginaba que no se la ganaba mal. Allan les había informado que los días que tocaba, la sala siempre estaba llena. Los precios del servicio no eran precisamente asequibles, así que el que optaba por esa experiencia, debía rascarse el bolsillo.

Ventura le hizo ver a Olga que en la carta que les habían traído venía el nombre del pianista. La cantante, según les había explicado el jefe de sala, se solía incorporar a la actuación en la hora de los postres. Salvo hoy.

-Ya lo he visto en otros locales a los que he ido con mi padre – le explicó Ventura. – Dependiendo de la actuación así son los precios. Guillermo ocupa el rango alto. ¿No te gusta?

-No al revés. Me parece que es un buen pianista. Y tiene mucha sensibilidad y personalidad. Eso me imagino que le viene de familia. Su hermano es … maravilloso. Luego te paso un vídeo que me ha mandado Jorge.

-¿Y cual es el problema?

-Que su madre opina que no lo es. Que es del montón. ¿A ti que te parece?

-Si su hermano es tan bueno, a su lado cualquiera puede parecer un mediocre. De todas formas, me parece que tiene buena técnica y tiene, como has dicho antes, personalidad propia a la hora de afrontar su repertorio. A parte, como bien apuntas, sabe imprimir sentimiento a su técnica. Y una cosa importante: toca sin partitura. Tiene la música en la cabeza. Y en alguna canción, no sigue la partitura original. Es como si hubiera hecho una adaptación para hacerla más actual.

-Puede que sea así, que comparado con Sergio, parezca un mediocre. O puede que a éste no le guste la música clásica y destaque en otros géneros.

-Si te sobran doscientos dólares, puedes enviarle una petición. Ponle a prueba con algo de clásica.

Ventura cogió un papel del centro de la mesa y se lo pasó a Olga. Ésta no se lo pensó.

-Le voy a dar tres opciones.

Olga le tendió la mano a modo de muda petición de un bolígrafo. Ventura siempre llevaba uno. Éste se sonrió resignado, porque sabía que si no estaba al loro, acabaría en el bolso de Olga. Debía tener ya cuatro o cinco en él. Se lo tendió resignado.

-Con vuelta ¿eh? Que no gano para comprar repuestos.

-No uses Mont Blanc, no te jode. Bic, bic, bicbicbic.

Olga escribió tres obras. Se las enseñó a Ventura.

-¡Joder! Le has puesto un examen. Ninguna es fácil. Podías haberle puesto el “Claro de Luna”. O “Para Elisa”.

Olga volvió a coger el papel y escribió las obras que le había dicho Ventura. Éste se lo cogió y se lo dio al camarero.

Cuando acabó la pieza que estaba tocando, el jefe de sala le llevó el papel. Guillermo se sonrió y miró al público.

-Mesa 35. – dijo mirando hacia Olga. – ¿Cuál prefieres que toque? – Guillermo sonreía, aunque a Olga le pareció que tenía un toque de melancolía. – Te advierto que hace tiempo que no las toco. Salvo el Claro de Luna, y “Para Elisa”.

-Entonces una de las otras tres – respondió Ventura adelantándose a Olga. Ésta le miró con sorna. Algo en la cara de Ventura había cambiado de repente, al escuchar la voz de Guillermo. Y ese cambio no pasó desapercibido a la comisaria. Escuchar la voz del pianista, aunque fuera hablando en inglés, le había recordado algo.

El músico lo miró interesado. Parecía que hasta que lo escuchó hablar, no se había fijado más que en Olga.

-¿Nos conocemos? – preguntó el músico esta vez en español.

-Quizás de niños compartimos alguna tarde de juegos. En verano. En mi casa.

Olga se quedó ojiplática. Resopló a la vez que negaba con la cabeza. El padre de Ventura parece que también tenía intereses que atañían al padre de Guillermo y Sergio.

Guillermo se había quedado paralizado. Parecía estar ordenando sus recuerdos. Al final sonrió y empezó a hablar, de nuevo en inglés.

-Toco la tocata de Prokófiev. Y luego, te acercas y tocamos algo de Mozart a cuatro manos. Para recordar quizás esas tardes de juegos de hace años frente al piano de tu casa. ¿Mozart? ¿La sonata en fa mayor, por ejemplo? Recuerdo que no nos salía nada mal.

-Hace siglos que no toco.

El gesto de Guillermo no admitía réplica. Ventura acabó por asentir con la cabeza.

Guillermo Plaza empezó a tocar esa pieza de Prokófiev. Olga se acercó al oído de su compañero y le habló en susurros.

-¿Tocas el piano? Cabrón, no me lo habías dicho. Así que sabías de la dificultad de las obras que le he propuesto.

Ventura se encogió de hombros. Olga volvió toda su atención a esa pieza del autor ruso. Era una pieza exigente con bastante ritmo. Y aún así, el pianista le estaba dando unos matices muy interesantes. No era una simple exhibición de técnica y de velocidad en las manos.

La salva de aplausos del público fue cerrada. Algunos comensales se levantaron para aplaudir de pie. Guillermo se levantó y saludó a la sala con leves inclinaciones de cabeza. Parecía satisfecho. Cuando los aplausos bajaron en intensidad, le hizo un gesto a Ventura que no dudó en acercarse. Olga estaba maravillada. Pensaba que se iba a resistir. Se lo había imaginado preparando una excusa para no sentarse al piano.

Los dos músicos parlamentaron sobre de qué parte del teclado se ocupaba cada uno. Un camarero les acercó otro banco para que Ventura pudiera sentarse con comodidad. Se miraron y pusieron sus manos en el teclado para empezar la sonata de Mozart en Fa Mayor.

Olga apoyó el codo en la mesa y en esa mano, apoyó la cabeza. Una ligera sonrisa se instaló en sus labios. Se dispuso a disfrutar.

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Mozart: Sonata in D for 4 hands, KV 381 – Lucas & Arthur Jussen

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En la hora de los aplausos, Olga no pudo evitar llevarse los dedos a la boca y sacar a relucir su famoso chiflido. En el otro lado de la sala, otro de los espectadores decidió unirse a ella en esa manifestación de entusiasmo. Los demás aplaudían enfervorecidos. Quizás porque, al menos para los que repetían e iban a comer los días que tocaba Guillermo, no estaban acostumbrados a que éste incorporara algunas piezas de música clásica. Y las dos que había tocado esa tarde, habían sido dos magníficas interpretaciones de dos autores muy distintos.

El que le tenía absolutamente sorprendida era Ventura. No solo tocaba el piano sino que lo hacía bien. Y hasta ese momento, nunca lo había comentado. Olga estaba convencida de que, no lo practicaba con frecuencia. En algunos momentos, se había retrasado unas milésimas de segundo respecto a Guillermo, pero éste enseguida se había adaptado a su compañero. Se habían mirado muchas veces y de esa forma habían conseguido coordinarse. Había que tener en cuenta que en todo caso, tocarían juntos en su juventud, a no ser que Ventura le hubiera engañado también en eso y tuviera trato con Guillermo. Pero eso lo descartó inmediatamente. La actitud de Guillermo al reconocer a Ventura, había sido de sorpresa mayúscula.

Ventura, una vez acabados los saludos, se encaminó feliz hacia la mesa que compartía con Olga. Era la primera vez que ésta le veía un cierto gesto de felicidad. Sonreía ligeramente. La comisaria se levantó y abrió los brazos para abrazarlo. Él recibió el gesto con agradecimiento.

-Te voy a matar, querido. Engañarme así.

-No te he engañado. En todo caso, te he omitido hablar de un aspecto de mi vida.

-¿Pero sigues practicando ahora?

-Un par de días me voy a unas salas que se pueden alquilar por horas. Y toco dos o tres horas. Me relaja.

-¿Otro de los hijos de amigos de tu padre?

Olga se arrepintió de cambiar de tema de forma tan brusca. Pero las preguntas se agolpaban en su cabeza y debía empezar a sacarlas.

-Mejor dejamos que nos cuente él. Le quedan veinte minutos y se sienta con nosotros.

-Lleva mucho tiempo tocando. Estará cansado.

-Me imagino que estará acostumbrado. Le noto en plena forma.

Volvieron de nuevo su atención a la actuación de Guillermo. El restaurante les llevó, cortesía de la casa, un surtido de postres que hizo que Olga abriera mucho los ojos.

-Menos mal que no te gusta el dulce – a Olga le faltó un gesto con la mano para completar el tono de pique que había imprimido a sus palabras.

-Hoy creo que me apetece. Además, creo que lo han traído en mi honor, por haber actuado.

-¡Ah no!

-¡Ah sí!

-Mal amigo.

-¿Ves como no debes insistir en que vuelva a España? Te iba a sorprender quitándote tus postres en cuanto te despistaras.

-Pues yo te quitaría las patatas. O los últimos mordiscos de la hamburguesa. Eso jode más.

-La madre que te parió, que vengativa eres – Ventura le dio un ligero puñetazo en el brazo.

-Luego te vas a enterar.

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Roberto se dirigía con paso decidido hacia la entrada del restaurante del Intercontinental. Varios miembros de la UIP entraron en el hotel para evitar que nadie accediera al restaurante por la puerta interior. A esa hora, solo estaba el personal que hacía la limpieza del local. La mujer que parecía la encargada, una tal Ramona Jenny Lusa se puso en contacto inmediatamente con el encargado para pedirle que fuera.

La sala de interés de la policía estaba cerrada con llave.

-Según el parte de trabajo, no debemos limpiar esa sala hoy. – le explicó Ramona a Roberto.

-¿Es normal que se la encuentre cerrada?

-La verdad es que no. No me he dado cuenta de que no debíamos tocarla hasta que una compañera me ha avisado de que estaba cerrada con llave.

-¿El resto de los comedores privados?

-Están abiertos. Todavía no hemos empezado con ellos.

-Es mejor que mientras trabajamos, se sienten ustedes en algún rincón. Ya les avisaremos cuando puedan reanudar sus tareas. – apuntó Beca que estaba al lado de Roberto.

-En cinco, minutos llega Juanjo con sus detectores. – anunció Ainhoa.

-Que haga un barrido de todo el local. Hasta de la cocina y los almacenes.

Pablo Lubo, el jefe de la UIP entró en ese momento y se dirigió directo a Roberto.

-Que alegría me da verte ya recuperado – Lubo tendió la mano para saludar al inspector.

-Todavía estoy un poco renqueante. Me canso enseguida. Salvo un viaje a Londres, solo he leído expedientes para ponerme al día.

-Lo raro sería lo contrario.

-¿Cómo así has venido?

-Me han dicho que te encargabas tú, y me apetecía saludarte.

-Pablo … – Roberto le miraba sonriendo. Sabía que esa no era la razón.

-El director del hotel es un viejo conocido. Con ínfulas. Malas compañías. Con amigos. Patricia ha pensado que por si acaso, era mejor tener a un jefazo, como dice ella ¿Cómo quieres que distribuya a mi gente?

-Que se vea, nada más. Paseando por delante. Echando un pitillo cerca de la puerta en grupo, con los cascos colgados de la cintura. Y en la entrada del hotel igual. De forma que en caso de tener …

-Pido unas vallas para hacer una barrera en un momento. Doy las instrucciones y vuelvo. Por cierto, has llamado a Juanjo.

Roberto le tendió su teléfono. En la pantalla había un mensaje:

Dangerous transmissions detected. You are not sure!

(Detectadas transmisiones peligrosas.¡No estás seguro!)

-Es una manía que me inculcaron mis abuelos. Llevar siempre un detector. Ahora lo llevo en el móvil.

-El mundo de los negocios trasladado al mundo policial. Dile a Javier. Puede que su “protector” cibernético pueda hacer algo.

-Tenemos una orden. Creo que debemos hacer uso de los medios oficiales.

-Pero él puede ayudar a que la búsqueda de Juanjo sea más rápida.

-Ahí llega Juanjo. Que decida él.

-Ahora vuelvo. – el comisario Lubo emprendió el camino de salida del restaurante para organizar a sus hombres. Se cruzó con Juanjo, con el que se paró para intercambiar saludos.

-Voy a interponer una demanda contra el Ministerio del Interior. Esto roza el acoso. ¿Ustedes quienes creen que se han creído? Esta es una institución respetable. Creo que va a acabar usted en la cola del paro. Nos han dicho que está usted al mando.

El director del hotel acababa de hacer su aparición. Iba escoltado por su secretaria y por un hombre bien trajeado que sin lugar a dudas era su abogado.

Roberto le hizo un gesto con la mano para que esperara un momento. Estaba pendiente de contestar unos mensajes de Javier y Carmen. Y un par de sus abuelos ingleses.

-¡Que me atienda cojones! ¡Qué falta de respeto!

Roberto le volvió a hacer un gesto con la mano para que le disculpara por la espera. El director le fue a dar un manotazo en la mano que sostenía el teléfono, pero Roberto se la interceptó con la otra mano. Se la retorció y con un gesto rápido le obligó a tumbarse en el suelo con el brazo que sujetaba a la espalda.

-Tinet, por favor, esposa al detenido e infórmale de sus derechos. Está acusado de atentado contra un agente de la autoridad.

El comisario Pablo Lubo entraba de nuevo en el local a paso rápido. Sonreía y movía la cabeza negando.

-Pues sí que estás recuperado – le dijo a Roberto a la vez que se agachaba para hablar con el detenido. – Señor Cantalosa, encantado de verle de nuevo. Le presento al Inspector Jefe Roberto Abbey.

-Ha cavado su tumba. ¡Dígaselo, Lubo!

-Esto es una ignominia – dijo el abogado.

-¿Y usted es? – Roberto miraba con gesto duro al abogado.

-José Antonio del Prado, abogado del despacho Valbuena.

Lubo sonrió.

-Tenía ganas de conocerlo. Seguro que su colega Óliver Sanquirián se alegrará cuando le cuente que le hemos conocido – Lubo lo miraba sonriente. – Tenemos un cierto trato.

-No sé a que viene eso. Hace mucho tiempo que no tengo contacto con él. – No le había hecho mucha gracia que mencionaran a su antiguo compañero y también pareja.

-Estamos convencidos de ello – zanjó el tema Roberto.

-Que sepa que su cliente va a ser acusado de atentado.

-Ustedes están borrachos – dijo el director ahora sentado en una silla custodiado por Tinet. – Presentarse aquí, invadir el restaurante como si fuera su casa. Creo que …

-Haga lo que considere. Nosotros vamos a seguir con el registro. Si nos disculpa …

-Esto es una violación de los derechos de …

-Acaba de llegarme la ampliación de la orden de registro del juez para abarcar las transmisiones con origen y destino del hotel y el restaurante. También incluye el registro de todo el hotel y su anexo. Incluidos los despachos. Nos da acceso a los datos de alojamiento de todos los clientes. Compararemos los alojados efectivamente con los listados que por obligación deben enviar a la Guardia Civil. La gente de Garrido está ya preparando esa información.

Carmen acababa de entrar en el restaurante. Venían con ella Bruno y Elías. Tere había entrado por la puerta del hotel y se dirigía directamente a los despachos del Director y otros jefes intermedios. Dos de los compañeros que iban con ella fueron directos a la recepción. Varios miembros de la policía científica también habían hecho su entrada.

-Último piso. – les indicó Tere.

-No te esperaba Carmen – dijo Roberto.

-No lo tenía previsto. Ahora te cuento.

Se giró hacia el abogado y el director.

-La orden de detención de su defendido. Sr. del Prado. Mucho gusto de conocerle al fin. Carmen le tendió la mano para estrechársela. El abogado no hizo intención de saludar a la comisaria.

-No sé a que se debe tanto interés en conocerme.

-Amigos comunes nada más. He oído hablar de usted. Y ponerle cara y tener oportunidad de saludarlo, me alegra sobremanera.

El gesto de la comisaria era neutro. Miraba directamente a los ojos al abogado.

-A pesar de los amigos comunes, la informo de que voy a presentar una queja oficial contra su Unidad y contra sus subordinados. El Sr. Cantalosa es un hombre conocido y respetado y ha sido avasallado y detenido sin justificación. Ha sido agredido por su hombre, alguien que evidentemente le falta algo de educación y no sabe tratar a los dirigentes de …

El Sr. Cantalosa le hizo un gesto para que se callara. Señaló con los ojos imperceptiblemente a Roberto.

-¡Qué gracioso! El Sr. Director ha caído. Ya sabe quien es tu madre y tu abuelo, Roberto.

-Ahora le mando un mensaje a mis abuelos para decirles que me acaban de decir que todo el dinero que se gastaron en que fuera a Eton a estudiar, no ha servido de nada. Seguramente el Sr. del Prado fue a mejores colegios y recibió una educación mucho más esmerada que la mía.

-Pues yo fui al instituto y no me ha ido mal – dijo en tono de broma Carmen.

-A mí tampoco me fue mal, la verdad. – el comisario Lubo se solidarizó con la comisaria Polana.

-Nuestros compañeros están a punto de iniciar el registro de su despacho y de su apartamento en el hotel. Si me acompañan, podrán comentar lo que consideren de los hallazgos que vayan haciendo. Yo les escucharé con mucha atención.

-Creo que las esposas son innecesarias.

-Es el protocolo, abogado. Y usted lo sabe.

-Es un abuso de poder.

-Le enseñamos las imágenes que ha grabado la cámara del Inspector Abbey y la de la agente Beca Autor. El juez ha considerado esas imágenes una prueba irrefutable de un intento de agresión.

-¡Cámaras?

-Sí. Todos llevamos. Ahora mismo es posible que el Ministro del Interior esté escuchando esta conversación. Seguro que está contento. Y más que va a estar cuando descubramos lo que seguro vamos a descubrir.

-El caso es que hace media hora que nos hubiéramos ido. El encargado del restaurante lleva ahí ese tiempo esperándonos. Nos hubiera abierto la sala que veníamos a registrar y estaríamos desayunando en el bar de la esquina en la Unidad.

Roberto sonrió y se encogió de hombros mirándolos con los brazos abiertos.

-Ustedes sabrán quién ha tomado la decisión de bajar para marcar jefatura. O por qué causa les ha entrado miedo. ¿Qué quieren evitar que descubramos? No es lo que pudiera haber en ese comedor, estoy seguro.

-Y de repente se han encontrado con dos comisarios jefes, y más órdenes de registro de las que traíamos al principio. Porque teníamos una orden. Su personal la ha visto. Ahora tenemos muchas.

-No saben de verdad, que los que han cometido un error son ustedes. Tan gallitos. Esos gallardos policías en la puerta, ustedes con ese aire de controlarlo todo. No saben con la gente que se enfrentan. Voy a disfrutar de ver como van cayendo uno a uno.

-Defina ir cayendo uno a uno.

-Interprételo como quieran.

-Así lo haremos. – Lubo era, de todos los policías, quien parecía más enfadado. Y no lo disimulaba.

-Usted Sr. abogado ¿También suscribe las palabras de su cliente?

-No, no. Pero entiendan que en la situación que le han puesto …

-Le corrijo, letrado: en la situación que ustedes se han puesto. – Roberto señaló con el dedo alternativamente al abogado y al Director.

-Vamos. Esta charla está quedando muy larga. Roberto, sigue con lo que habías venido a hacer. Ustedes, si no les parece mal, vamos a sus aposentos.

Carmen sin más, enfiló el camino hacia los ascensores.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 96.

Capítulo 96.-

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Jorge, cuando Carmen y Sergio partieron hacia Madrid en uno de los coches, sacó su portátil de su bandolera y se puso a escribir. Dudaba del tiempo que iba a tardar en aparecer la madre de Sergio.

Había aprovechado el viaje para repasar algunas de las cosas que escribió en la época de Nati Guevara. Esa especie de Episodios Nacionales como llamaba a veces con mucha guasa a los relatos que escribía describiendo algunos lances de su vida. Pero no había encontrado la mayor parte de esos relatos. Por ejemplo, el de aquella discusión que tuvo con ella a raíz de lo sucedido en aquel rodaje, y la que tuvo cuando Carmelo la vetó en otra película, fueron intensas y duras. Ahora no esperaba otra cosa.

Se desesperó por ello. Le hubiera gustado recordar esas entrevistas con precisión. Había algunas cosas que no acababa de centrar en su memoria.

Nati Guevara siempre había sido una persona manipuladora. Una persona con un amor superlativo al poder y al triunfo. Siempre había sido ella la primera en su lista de preocupaciones. También la segunda, la tercera … de hecho, Jorge siempre había pensando que en esa lista no había nadie más. En aquella época no había sabido que estaba casada, mucho menos que tuviera hijos. Lo había guardado en secreto. Carmelo parecía que sí conocía al menos que estaba casada. Pero él no fue consciente de ese hecho. Y desde luego, lo de sus hijos, lo había llevado con suma discreción.

Ese día, parecía que no tocaba tampoco conocer a su marido, porque el Sr. Plaza al parecer estaba fuera de España. A Jorge le resultaba divertido que en una época de restricciones en los viajes a causa de la pandemia, los que interesaba que estuvieran quietos, estaban más entretenidos que nunca paseándose por el mundo. En ese gremio también incluía a Cape. Era curioso lo rápido que había cambiado de parecer respecto a su amigo. Ahora veía todas sus acciones desde un punto de vista crítico. Hasta hacía apenas unas semanas, todo lo miraba desde el apoyo completo a sus decisiones y opiniones.

Jorge dejó un rato de escribir. Sacó el móvil y llamó a Carmelo. Desde un par de mensajes que le había enviado casi al salir de Madrid, no había sabido nada de él. Y le preocupaba. No había medido adecuadamente los secretos del pasado que podían salir en la reunión con Sergio Romeva. Muchas de esos episodios que habían salido a relucir, como la paliza esa que le dieron o la película que estaba rodando y que hubo que cambiar completamente la historia para adaptarla al estado físico de Carmelo … no había caído hasta esa mañana que Carmelo nunca hablaba de esa película, mucho menos de ese rodaje. Posiblemente porque le resultara doloroso. La ignoraba completamente. Y no podría alegar, en caso de preguntarle la razón, que no se acordaba, porque estuvo dos años recibiendo premios por ella. La película acabó en el festival de Cannes y allí ganó el premio a la mejor película y al mejor actor, el propio Carmelo. Estuvo muchos días en el Festival concediendo un ciento de entrevistas. Recogió su premio. Y fue a recoger casi todos los que siguieron a ese, como siempre hacía, aunque fuera en un aparente festival de cine en un pueblo con apenas habitantes.

Pero posiblemente en este caso, Carmelo viviera de lo que le contaban sus amigos y allegados. Posiblemente Sergio Romeva tuviera mucho que ver contándole lo que sabía que no podía hacerle daño. Y se guardaba las cosas que podían afectarle. Carmelo parecía un hombre decidido, que controlaba el escenario de la vida que llevaba. En realidad, era un hombre vulnerable, con muchos episodios en su pasado que le hacían débil. Episodios unos, olvidados por aquella famosa terapia del olvido, que nadie aseguraba conocer, y los posteriores, por decisión propia de Carmelo, con la ayuda de las drogas que se metía en aquel entonces.

Marcó cuatro veces el teléfono de Carmelo, pero en ninguna obtuvo respuesta. Le mandó un par de mensajes, bromeando … tampoco recibió respuesta. Iba a llamar a Flor, que sabía que se había quedado a cargo de la escolta de su rubito, pero una mujer bien vestida y con aires de Reina madre, entraba en ese momento en el bar. Era claro que el telón de esa obra de teatro estaba a punto de levantarse.

Jorge reconoció al instante que por Nati Guevara no había pasado el tiempo. Era la misma que recordaba perfectamente en su última discusión justo antes de que anunciara su retiro de la actuación, según ella para cuidar a su familia. Era gracioso que se retirara cuando sus tres hijos ya no eran unos bebés. Sergio tendría siete años o así. La mayor tendría casi quince. Pero después del veto de Carmelo, y la batalla que se desarrolló después, no le dejó otra opción. Quedó muy claro que toda la industria se puso en su contra. Que en esa película, nadie, ni técnicos ni el resto del elenco, ni siquiera el director, la apoyaron. Intentó que el productor diera un golpe en la mesa y echara a Carmelo y lo cambiara por Biel. Otra vez Biel, gracias a su amistad con su madre. Pero el productor, muy a su pesar porque se decía que tenía un rollo con la Guevara, miró su bolsillo y decidió que su apuesta era Carmelo. Muchos de los técnicos que había podido contratar, de trabajar la Guevara en la película a no hacerlo, era un 50% de ahorro en sus sueldos.

Su reacción, a parte de retirarse, fue echar la culpa de todo a Jorge.

-No pensé que volvería a verte en la vida.

Jorge la miró sin levantarse.

-Yo en cambio estoy encantado, Nati. Sigues siendo una mujer elegante y atractiva. De tu inteligencia no digo nada, siempre ha sido evidente.

-Vienes a inmiscuirte en mi vida de nuevo.

Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto con la mano para que se sentara en la silla de enfrente.

-No tengo ninguna intención de hacer eso que dices. Tu vida es tu vida. Siempre lo ha sido. Nunca me he inmiscuido en ella. He opinado distinto a ti, cuando no estaba de acuerdo. Cada uno lleva su vida como quiere o como puede. Estoy seguro que tú la llevas como quieres. Siempre has sido una mujer decidida.

-¿Como está ese niñato por el que siempre has sacado la cara? ¿Ya te lo follabas en aquella época?

Jorge se sonrió.

-Te propongo una cosa, Nati. Nos conocemos. Vamos a ahorrarnos todas esas puyas infantiles para ofender al otro. Yo sé que no te ofendes por nada, y tú sabes que yo tampoco lo hago. Puedes insultarme, decir que soy un tal y un cual … no lo piensas. Solo lo usas como arma arrojadiza. Y respecto a ese comentario que has hecho, sabes perfectamente que nunca pasó eso.

La forma de mirar de Nati Guevara a Jorge cambió. Se relajó un poco. Ya no era tan dura, tan agresiva como al llegar.

-Ya veo que has dejado las drogas. Estás mucho más lúcido que la última vez. – el tono empleado por Nati fue moderado, incluso agradable.

-No tenemos el mismo recuerdo de nuestra última charla. Me imagino que es solo un problema de puntos de vista.

-Me jodiste todo lo que pudiste. Lanzaste a Carmelo en mi contra. Dábamos muy bien en pantalla los dos. Esa película podía haber sido nuestra consagración.

El camarero se acercó para tomarles nota. Jorge decidió cambiar y pedirse una limonada. La Guevara se pidió un Martini con gotas de Campari.

-Es verdad. En pantalla teníais química. En la vida real no. Te empeñaste en hacerle la vida imposible. En querer estar por encima de él. Era una tontería. Él tenía una carrera y tú otra. Si hubierais competido por los mismos papeles, podría haberlo entendido. Pero no era el caso. No tenías que competir con él. Pero querías ser la más famosa de todos los actores y actrices. Tener un estatus superior al resto. Y ahora, en cambio, procuras que nadie te reconozca ni te recuerde. Y en los rodajes de ahora, diez años después de retirarte, siguen poniéndote de ejemplo de persona tóxica en un rodaje.

-Carmelo no tiene buena fama que digamos. A ver si ahora resulta que tu novio es un dechado de amabilidad. ¿O te crees que en muchos de aquellos rodajes la gente no acababa hasta los huevos de él? Le salvaba que era un genio que se ponía en su posición y hacía las tomas a la primera. A ver si te crees que trabajar con él entonces era algo con lo que soñara toda la profesión. Muchas de esas peleas que se le atribuyen con compañeros, eran montajes de los productores. Pero otras no. Tu viste algunas. Estabas a mi lado. Y tu sabes perfectamente que tenía un grave problema con las drogas y la bebida. Por no hablar del sexo.

-Podías haber tenido una carrera larga. ¿Quién te aconsejó tan mal? ¿Quién era tu representante? ¡Ay coño! Goyo Badía. Ahora lo entiendo todo.

Podría haber sonado a una treta dramática, pero no había sido tal. Jorge se acababa de acordar de verdad de quién representaba a la Guevara.

-Luchaba por mi. De no ser por él …

-De no ser por él, seguirías trabajando. Y con grandes papeles. Serías una de las grandes actrices de Europa. Porque hablas francés e inglés. Y apenas trabajaste en Francia, por ejemplo. Otros representantes te hubieran abierto esas puertas. Él solo te aconsejó que te convirtieras en una diva. Que fueras insufrible. Lo mismo hace ahora. Sigue la misma táctica con sus clientes de ahora. Se piensa que todo el mundo asocia ser un chulo con ser un Dios de la actuación. Las cosas de todas formas hubieran sido distintas de haber sabido en aquella época como era el despreciable Gregorio Badía.

-Tampoco quería yo. No … Guillermo, mi hijo mediano … estuvo … no fue fácil … era un niño muy enfermizo.

-Quería a su madre. Y nunca estaba. ¿No? Nunca los trajiste a Madrid. De hecho, no he sabido que tenías hijos hasta hace nada.

La Guevara afirmó lentamente con la cabeza.

-Imagina si me voy a Francia. Mira, mi carrera fue todo un papel. Permanentemente actuando. No quería eso para mis hijos. No quería que sufrieran por las acciones de su madre. Soy consciente de que caía mal a mucha gente. Así que los mantuve en Salamanca. Sergio no creo que se acuerde siquiera que fui actriz.

-Se ha enterado hace un rato, de hecho.

-Está bien saberlo. Así sé por dónde me van a venir los dardos.

-Lo que decías de tu carrera antes, de no trabajar en Francia por no alejarte de tus hijos, que más da, Cádiz que París. Las distancias, medidas en tiempo, son las mismas. Lo que pasa es que Goyo no está preparado para eso. De hecho, si no me equivoco, ninguno de sus representados trabaja fuera de España. Y lleva muy mal a sus actores. Todo son negocios sucios. Se dedica a eso más que a promocionar sus carreras. Dos de ellos han acabado en la cárcel. Y él mismo.

-Que Goyo es un sinvergüenza lo sabe todo el mundo. Roba a quien puede. Al final, se ha quedado con los que son de su cuerda. Si te presentan a alguien, algún actor o actriz, y te dicen que lo representa él, cierra tu bandolera y no saques la mano de dónde lleves la cartera. Los que no son así, o se han buscado otro representante o han dejado de actuar.

-Me han dicho que le acusan de algo más grave, como mandar a unos matones a darle una paliza a otro actor.

Jorge no quería dejar ver sus cartas. Por eso puso esa afirmación que conocía de primera mano como algo que había escuchado.

-Willy Camino y Elfo Jiménez. Me he enterado. Una pena, porque sobre todo el segundo, creo que tiene futuro. Es cierto que Álvaro Cernés, tu amigo, competiría por los mismos papeles y para mí, siempre saldría ganador. Me parece mejor actor. – Nati se calló de repente. Se quedó unos segundos en silencio. – Intenté cambiarme de representante. Sergio Romeva no me quiso. Era en el único que confiaba.

-Ya estabas enfrentada con Carmelo. No le gustan esos … tener que mediar entre dos de sus representados.

-Pero eso hubiera cambiado dejando a Goyo.

-Eso imagino que no lo sabría Sergio.

El camarero les trajo sus bebidas.

-Ya que estamos, podíamos comer. Tienen una carta reducida pero cocinan bien. – propuso Nati.

Jorge se la quedó mirando. Le estaba desconcertando el camino que empezaba a llevar la conversación. Él iba dispuesto a tener una lucha encarnizada con esa mujer. Y de repente … se había convertido en una charla bastante amable, discrepando sobre la forma de ver algunos temas, pero … era una charla normal. ¿Habría cambiado esa mujer tanto? ¿O entonces también en su vida privada hacía un papel, como había insinuado unos minutos antes? Equivocado, pero papel.

-No me parece mala idea. Te dejo que elijas tú. Parece que conoces bien el sitio.

-Ítalo nos aconsejará.

Nati levantó la mano para llamar de nuevo al camarero. Le pidió que les llevara dos o tres cosas para picar.

-¿Prefieres luego carne o pescado? – le preguntó a Jorge.

-Me da igual. Lo dejo en vuestras manos. Mientras no sean caracoles …

La Guevara acabó de dar las instrucciones al camarero. Para Jorge era evidente que la madre de Sergio comía con relativa frecuencia en ese sitio.

-Había días que salía del rodaje y me venía a Salamanca para pasar la noche con él. – Nati retomó la conversación hablando de su hijo mayor – La niña en cambio, parecía que la estorbaba. Es la niña de papá. Sería por ser la mayor. Y por ser chica. Luego llegó Sergio. Ese siempre … desde que cogió un violín, no necesitó a nadie más. Salvo para que le pagáramos la carrera.

-Es bueno tocando. Creo que es un dinero bien gastado.

-Le falta carácter para moverse en ese mundo. Me he comportado con él como una auténtica cabrona. Pero no … no he conseguido que reaccione.

-Quizás es que eres su madre y no se atreve a enfrentarse. Como tampoco le apetece enfrentarse a su padre. Puede que con los demás …

-¿Se ha enfrentado a Mendés?

-¿Sabes entonces? – Nati afirmó con la cabeza – Le dijo que no. De alguna forma lo hizo. – argumentó el escritor.

-Y luego le dijo que sí. – rebatió Nati. – No te enseño los vídeos porque seguro que los tienes.

-Para evitar que os enterarais vosotros. Mendés siempre chantajea.

-Eso siempre va a pasar. Sergio está a merced de cualquiera. Tiene que enfrentarse a esa gente. Luego no será Mendés, pero será otra violinista coreana, o uno sueco. O ruso que le quiera quitar los contratos. O un programador que le diga: o me la comes, o no tocas. O jueces de concursos …

-¿Has visto los vídeos?

-Para mi desgracia sí. Un rato. Luego me iba a vomitar al baño. Encima este chico cada vez está más delgado … eso también me preocupa.

-No has hecho nada.

-Ya lo has hecho tú. Cuando Sergio me habló todo orgulloso que te había conocido, que le habías ido a escuchar tocar en la calle, me quedé tranquila. Ya te ibas a ocupar tú. Personalmente. Tienes una debilidad, que a la vez es tu fortaleza. Son esos jóvenes dolientes y desesperados. Lo fue Carmelo. Y ese Lucas. Y algunos otros que no recuerdo el nombre. Nadie osaba ponerse en medio de tu camino. ¿Has pensado que la razón de todos esos acompañantes que llevas, – Nati señaló a los escoltas que estaban sentados en mesas cercanas – puede ser uno de esos … a los que apaleaste en su momento?

Jorge enarcó las cejas. Empezó a morderse el labio de abajo. Era un tic que hacía tiempo que no … que lo había controlado. Pero ahora … otra vez alguien le hablaba de esa forma de comportarse que él no recordaba, salvo el tema de Galder. Y un par de visitas que había hecho últimamente. Y le sacaba un punto de vista sobre su situación actual que no había valorado hasta entonces. Y una vez escuchada la posibilidad, parecía algo tan evidente … al menos merecía la pena estudiarla.

-¿Por qué tu marido mandó a Sergio a Mendés?

Ahora le tocó a Nati quedarse pensativa.

-Patricio tiene muchos secretos. Negocios … complicados. Desde luego no fue por no pagar la factura de Ludwin. Si hubiera sido ese el problema, la hubiera pagado yo.

-¿Complicados? ¿O delictivos?

Nati hizo un gesto como dando a entender que para ella era lo mismo.

-¿Esos negocios complicados son los que le ayuda a llevar tu hija?

-Espero que no. Aunque mi hija te puedo asegurar … es calcada a su padre.

-¿Y qué va a decir su padre cuando se entere …?

-¿De que Sergio va a retomar su carrera en la música, alejado de Mendés y de ese otro hijo de puta del conservatorio? Heraclio Gurpegui. No lo sé. Espero que nada. Aunque se coma los cojones de la rabia. Ya le ha dicho que no lo va a pagar. De hecho le ha dicho que vuelva con Mendés. Sergio cree que lo puede convencer. Pobre. Se cree que su hermana le apoya. Guillermo no cuenta. Salió huyendo de nosotros. Su padre le mantiene para que no vuelva. No quiere ni verlo. Para él, es solo un número: el de la transferencia que le hace todos los meses. Le da igual como gaste el dinero.

-¿Le dijo que no?

-Más o menos. Pero le dijo no a otras propuestas. No a Mendés.

-Pero también era músico ¿No?

-Músico no. Sabe tocar el piano. Y no lo hace nada mal. Pero nada comparado con Sergio. Hasta el piano, que es su segundo instrumento, lo toca mejor que su hermano. Sergio tiene … soy su madre, que voy a decir … tiene algo especial.

Llegó el camarero para ponerles unos manteles individuales en la mesa y el resto de vajilla y menaje para comer.

-No me creo eso. Que no vaya a hacer nada. Tu marido me refiero. Más si como me dices, le ha dicho que vuelva con Mendés.

-Sabrás ocuparte – le dijo en tono rotundo. – Por si te sirve, volverá sobre las siete.

-No me puedo creer que fíes toda la defensa de tu hijo en mí.

-Es lo que querías al venir aquí ¿No? Llevarte a Sergio y apartarlo de la manipuladora de su madre y del cabrón de su padre. Por parte de la madre, sin problemas. No lo hago por dejadez ni porque no quiera a mi hijo. No puedo defenderlo mejor de lo que lo vas a hacer tú. Tienes un pie en cada campo además. Sabes jugar como ellos, a hostia limpia. Y charlas todos los días con la policía. A parte. Mientras Sergio esté con ese Javier, muy pocos se atreverán a ponerle un dedo encima.

-¿Y tu sentido maternal?

-Lo tengo. Por eso te dejo a ti. Renuncio a mi hijo pequeño para que tú y tus amigos le deis la vida que quiere y para la que, por otro lado, ha nacido. A estas alturas de la vida, no me voy a enfrentar a Patricio.

-¿Y por qué no te vuelves a Madrid y luchas por él directamente? Tendrás todavía multitud de contactos. Amigos.

-¿Amigos la Guevara? ¿Qué me has dicho cuando has llegado sobre que me ponen de ejemplo como persona tóxica en los rodajes?

-Eso no significa que …

-Paquita, la madre de Biel Casal. La única. Ni Goyito Badía me traga. Está muy enfadado conmigo porque lo dejé. Él quería mandar a unos matones para que apalearan a Carmelo en una de sus salidas nocturnas. Por la cara que pones, veo que no lo sabes. Es un tema que saben muchos, me extraña que nadie te lo haya contado. Todavía no te … no os habíais presentado oficialmente. Me negué en rotundo y le amenacé. Si a Carmelo le pasaba algo, lo denunciaría. Ya lo vi aquella vez hecho una verdadera mierda. No sé como resistió. Hay que reconocerle que los tiene bien puestos. Una fuerza de voluntad inmensa. Y aquella policía … te lo digo de verdad. Esa mujer ha sido la única madre que ha tenido nunca Dani. La única. ¿Siguen teniendo contacto?

Jorge se quedó en blanco. No sabía como contar lo de Olga y Dani.

-Es complicado de explicar. Digamos que cuando Dani se recuperó, Olga desapareció. Pero luego la vida les volvió a cruzar … Dani no se acordaba de ella, borró toda esa época de su mente … pero al verla … la sintió. E hizo lo mismo que siempre hacía cuando estaba recostado sobre sus piernas descansando, cuando Olga le leía el guion para que se lo aprendiera: estiró la mano y la rozó suavemente con la yema de sus dedos.

-Ya te decía. Su única madre. Dani no ha tenido otra. Porque de la que le parió, mejor ni hablamos.

-A lo mejor el odio de Goyo hacia nosotros viene de esa época. – Jorge volvió a donde estaban antes de su comentario sobre Olga – Parte de sus clientes, participan activamente creando esos bulos sobre nuestras muertes. Se dedican a poner comentarios hirientes y ofensivos en muchos foros de internet. No pierden ocasión de atacarnos.

-No lo dudes. Goyo perdió mucho dinero con el veto de Carmelo a trabajar conmigo. No fue un veto como tal. Solo dijo que si yo trabajaba en la película, él se bajaba del carro.

-¿Tuviste algo que ver con aquella otra paliza? ¿O Goyo?

-Goyo no sé. Yo desde luego no. Y más … solo de recordar el aspecto que tenía cuando llegó ese día al rodaje … ya tenía a mis hijos. Ya te lo he dicho antes, cuando te he contado la intención de Goyo de mandar dos matones a romperle la crisma a Dani. Por eso me odia a mí. No se atrevió a hacerlo, porque sabía que si le pasaba algo al chico, yo iba a denunciarlo. Me conocía de sobra. Así que me considera también culpable del dinero que perdió. Y más cuando le dije que lo dejaba.

-Pero insististe en que le echaran … y llamaran a Biel.

-Ese es el problema a veces de que tu representante hable por ti. Pero reconocerás que era algo inhumano que ese adolescente trabajara en ese estado. Tú mejor que nadie lo sabes, porque lo sacaste de aquella fiesta. Casi matas al que le puso así.

-Yo lo veía de otra forma: si no acababa la película, de alguna forma, era como si ese hijo de puta se hubiera salido con la suya.

-Pero era un niño Jorge. Era una estrella ya entonces, pero era un niño. Se nos olvida eso porque siempre ha sido famoso. Y los famosos si son niños, parece que no lo son tanto. Pero lo son. Un niño, repito. Y eran batallas de adultos. Él tenía que haberse quedado en algún sitio, apartado de sus padres y del resto del … séquito que tenía, cuidado por esa poli. Nunca nadie ha cuidado de Carmelo tan bien como lo hizo esa mujer. Me estoy repitiendo mucho, lo sé. Perdona.

-Te aliaste con sus padres y con Paquita.

-Sus padres querían que siguiera trabajando, no te equivoques. Luego cambiaron la versión, porque … unos de asuntos sociales se acercaron a ellos para preguntarles por las lesiones de su hijo. Mira hacia Goyo y hacia Toni. Carmelo tenía a los enemigos en casa. No necesitaba a más. Con esos … bastaban. ¿Nunca te has preguntado por qué Sergio se quitó de encima a Toni? Le quitó hasta el teléfono.

-Ciertamente me hago últimamente esa pregunta.

-Sergio es un tío legal. Pero Toni es un sinvergüenza. Y según me cuentan, lo sigue siendo.

El camarero les trajo unas pencas de acelga rellenas y unas crepes con pescado y marisco. Otro compañero les llevó poco después unos tacos de jalapeños y ternera.

-Los tacos pican un poco – les advirtió el camarero. – Si les gusta mucho el picante, les traigo …

-No Fede. Cuando tú dices que pican un poco es que ya están bien surtidos de eso – le dijo sonriendo Nati.

-Ten cuidado. – Nati previno a Jorge – Si no soportas el picante, pedimos otra cosa. Suelen picar mucho.

-¿Mucho para un español o mucho para un mejicano?

Nati se rio.

-No, para un español.

-Entonces creo que lo soportaré.

-Nunca hubiera … antes creo que te he dicho … a lo mejor lo he pensado y no lo he sacado en voz alta. Trabajar al lado de Carmelo … para mí era una suerte. Dábamos bien en pantalla. Nos mejorábamos mucho. Las cosas además salían de tirón. Nunca repetimos más de cuatro veces una escena. En aquella película sí, porque Carmelo estaba como estaba. Y pese a los desvelos de esa poli, a veces Carmelo se quedaba medio lelo después de la claqueta. O se quedaba dormido esperando que midieran las luces. No lo veías porque estabas ocupado intentando crear un nuevo guion que justificara el estado de Carmelo, sin descartar lo ya rodado. Y te reconozco que lo conseguiste. Ambas cosas.

Jorge le hizo un gesto para agradecerle los halagos.

-Los tacos estos están buenísimos.

-Ahora las crepes no te van a saber a nada – se rió Nati.

-Tienes razón. Debía haber empezado al revés.

Estuvieron un rato hablando de la comida. Nati le preguntó sobre los restaurantes que había ahora en Madrid. Jorge le contó de los que solía visitar él con frecuencia. Le habló del restaurante que había abierto Biel, el hijo de su amiga Paquita.

-Espero que no vaya ella …

-Creo que le ha prohibido siquiera estar en la calle delante.

-Paquita es … la quiero mucho. Es con la única que he seguido teniendo relación. Pero hay que reconocer que con Biel … menos mal que sacó arrestos para quitársela de encima. Aún así, le sigue machacando.

-¿Con nadie más tienes contacto? – Jorge estaba seguro que no era así. Muchas de las cosas de las que parecía estar informada, no se las podía haber contado Paquita.

-Los consejos de Goyo me llevaron a ser la odiada número uno. Tenías razón antes. Era su estrategia. La sigue con todos sus representados. Es de la opinión que ser un chulo te da caché. “Tienes que ser una diva en todo momento”, me repetía una y otra vez, viniera a cuento o no.

-Siempre he preferido el otro lado. Ser una persona amable. Sonriente. Aunque a veces no lo haya conseguido.

-¿Qué te parece Sergio tocando?

Jorge miró a la Guevara. Era claro que llevaba desde que había llegado con ganas de hacer esa pregunta. Le daba miedo la respuesta.

-Ya te lo he dicho antes, creo. No te he mentido. Si no me hubiera llamado la atención, lo hubiera ayudado a sentirse mejor con él mismo. Pero no le hubiera embarcado en la posibilidad de retomar sus clases y su carrera como concertista. Eso hubiera sido como ponerle una pistola en la sien.

-Creo que no está preparado para esa presión.

-Veremos de intentar crearle una pequeña red protectora. Sergio se va a encargar de representarlo. Uno de sus agentes viene de ese mundo.

-¿A sí? Eso me tranquiliza. Sergio Romeva me inspira confianza.

-No va a ser fácil. Mendés tiene muchos contactos y sus amigos cierran filas. Y se cree más duro que nadie.

-Me ha llegado que tuviste con él un cambio de impresiones. Llamó a Patricio indignado.

-Sí. Pero no me ha hecho mucho caso. La prueba es que llamó no solo a tu marido, sino a un montón más de gente.

-Sabrás como convencerlo.

-Sin romperle los dedos de la mano, no sé yo. O sin hundirle la reputación.

-Pues destrózala. De todas formas, todo el mundo sabe.

-Pero todos callan. Todos son muy amigos suyos. Si él cae, puede tener la tentación de hundir a mucha vaca sagrada. Incluido a tu hijo.

La primera intención de Nati fue decirle que lo hiciera a pesar de todo. Pero … si eso pasaba con su hijo, estaba convencida de que no lo iba a soportar. Aunque estuviera con Jorge cerca y con ese Javier de pareja.

-Acércate a su hijo. Y que te vea con él. Una estrategia envolvente. Atacarle en su barrera defensiva, en su familia.

Jorge se quedó pensando.

-Una pequeña librería en la que suelo reunirme con cuatro o cinco lectores amigos de los dueños, está cerca de su “academia” y cerca del conservatorio.

-Solo necesitas llamar la atención de su hijo el proscrito. Aunque sería mejor que te viera con todos. Los hermanos siguen viendo cada día a su hermano el “degenerado”. Y su madre.

-¿Quién te cuenta todas las novedades? Paquita no creo que esté …

-Mariola es amiga también. Y Roberta Flack. Andoni Reverte. Algunos más. Antes no he sido del todo sincera. Sí mantengo contacto con algunos.

-Veo que con algunos dejaste de interpretar a la malvada de los rodajes del cine español.

Nati se sonrió. Pero no contestó a Jorge.

-¿Han acabado con los entrantes? – Ítalo se había acercado a la mesa.

-Todo riquísimo – Le dijo Jorge. – Y perdona por la hora. Es tardísimo.

-No se preocupe. No cerramos nunca la cocina. Cuando acabe de comer ¿Me firmaría uno de sus libros? Hay dos clientes que también están esperando.

-Voy un momento al baño. Aprovecha y fírmaselos. No quiero colaborar en que tu fama de broncas se acreciente.

El camarero le señaló la mesa donde estaba sentado un matrimonio que no hacía más que mirarlo. Al acercarse Jorge, éste vio como se ponían nerviosos.

-Tranquilos. Si me permiten me siento un segundo con ustedes y les firmo el libro.

-Mi mujer ha subido a casa a por el último. Al verle nos ha dado un vuelco al corazón. Pensábamos acercarnos a Madrid uno de esos días que tiene encuentros en la librería de Goya.

Jorge miró al hombre. No se había dado cuenta hasta ese momento de la posición de las piernas. Tenía la derecha extendida. Juraría que llevaba un aparato de alguna clase.

-¿Es grave? – le preguntó con delicadeza.

-No tiene remedio. Así que mejor me acostumbro. La lectura es una de las cosas que me anima. Y sus libros … me encantan.

-Una pena que nuestro hijo Pedro esté en Madrid. Le hubiera gustado conocerlo.

Jorge les pidió que le dijeran para que fuera a la siguiente charla en la librería de Goya.
-Estuvo a punto de ir a otra que tuvo para jóvenes. Pero le cambiaron un examen y no llegó. Ya no le dejaron entrar. Estaba completo.

-En el libro, viene un correo electrónico. Que me escriba y en el asunto que ponga “la vida es maravillosa”. Le reservaré un sitio para la próxima.

Jorge les pidió sacarse un selfie con ellos. Y también les solicitó permiso para sacarlos en una edición especial de alguna de sus novelas. Tenía la idea de hacer un pequeño álbum con algunos de los lectores que más le habían llamado la atención. O utilizarlo en sus redes sociales, ahora que se iba a encargar Sergio.

Cuando volvió a su mesa, Nati ya estaba de vuelta.

-Parece que se han quedado contentos. – la Guevara al sentarse respondió a un tímido saludo de la pareja.

-Me han parecido buena gente. Y me da que te recuerdan.

-Pero no me sitúan. Ni se te ocurra levantarte para decirles.

Jorge se había incorporado. La sonrió con picardía.

-Iba a ir a preguntarles su novela preferida. Se me ha olvidado.

Jorge volvió a la mesa y se sentó. Hizo la pregunta y la pareja se miró un segundo. Fue la mujer la que respondió. Jorge se lo agradeció y volvió con Nati.

-¿Cual es?

-“Todo sucedió en Madrid”. ¿La tuya cual es?

-¿Quién te dice que te leo?

-Sergio cuando le invité a cenar el primer día. Me confesó que tú le mangabas mis libros para leerlos.

-Será cabrón. Si se los he comprado yo todos. ¿Te habló de mí?

-Bueno, habló de su madre. Entonces no sabía que eras tú. Y tranquila, no pudo evitar hablar con cariño. Te adora.

Ítalo, el camarero, apareció con los segundos. A Jorge se le iluminaron los ojos.

-Tronco de merluza relleno de verduras y gambas.

-Creo que la vamos a disfrutar.

Jorge recibió entonces un mensaje de Carmelo. Durante la entrevista con Nati Guevara había seguido enviando mensajes y haciéndole llamadas. Apenas lo leyó, le mandó una respuesta:

Se me ha olvidado decirte hoy que te quiero con locura. Eres mi vida, no lo olvides. En lo bueno y en lo malo. Te amo, rubito.”

-¿Por qué no me hablas de Toni? – le pidió a Nati dejando el teléfono sobre la mesa boca abajo.

-¿Tienes prisa?

-Para nada. Y siempre puedo volver otro día o ir tú a Madrid. Así tengo excusa para quedar con Mariola.

-Intentaré hacerte un resumen. Aún así … lo de esa escapada a Madrid y nos vamos los tres a comer por ahí … me gusta la idea.

-Eso está hecho. Me avisas unos días antes. Cuéntame, anda.

Jorge Rios.

-No me fastidies que te has puesto de nuevo a escribir.

Carmelo miraba a Jorge con la boca abierta, que puso un gesto de niño pequeño al que han pillado en falta.

-No te espero. – le dijo el actor con tono rotundo.

-No, no, vete. Ya he acabado. Me ducho y voy detrás de ti. ¿Cape?

-Ya se ha ido. Me hubiera gustado que vinieras conmigo.

Jorge se quedó mirando a Carmelo. Sonrió.

-Pues espera. Me ducho …

-¡Ah! Vale.

Carmelo en un segundo se desnudó ahí mismo.

-Duchémonos.

Jorge lo miraba de medio lado. No sabía como responder. No sabía si reírse, si echarle la bronca … al final decidió unirse. “Ese rubio de los cojones no le iba a provocar de esa forma tan burda y dejarle sin respuesta” Se levantó e hizo lo mismo que Carmelo: se desnudó. Se lo quedó mirando con los brazos abiertos.

-¿Y ahora?

-Ahora, escritor – Carmelo se acercó a Jorge con mirada insinuante – voy a lamerte cada centímetro de tu piel. Voy a besarte hasta que nuestros labios se irriten. Y voy a comerte esa tranca que tanto me gusta y que está levantándose con decisión y cierta prisa.

-Espero que cumplas tus promesas, rubito. No me pongas caliente y me dejes como el otro día en el Salvatierra, con la polla dura.

-Eso fue porque no quisiste que te la comiera allí mismo.

Ya estaban los dos pegados. Jorge tenía la cabeza inclinada hacia arriba para no dejar de mirar los ojos de Carmelo. Y este miraba a su vez los ojos del escritor. Aunque en un momento dado, cambió y miró los labios que iba a besar.

-Apaguemos el móvil querido. No quiero que te interrumpan en el cumplimiento de tu promesa.

-Tranquilo. Acabo de activar el inhibidor de frecuencia.

-¿Por dónde vas a empezar a lamer?

-Por tus orejas. Luego seguiré con tu cuello. Tu mentón, tus pómulos, besaré tus ojos …

-Calla y empieza, cojones.

-Esos también te los voy a lamer … pero un poco más tarde.

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Notas:

Puedes empezar a leer la historia de «Necesito leer tus libros» pinchando aquí.

O puedes leer los primeros capítulos de seguido, pinchando en este otro enlace.

Necesito leer tus libros: Capítulo 95.

Capítulo 95.-

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-No, no ha ido a dormir a casa. Espero que se haya quedado en su casa antigua. Sergio se ha ido a París un par de días para hablar con otros músicos. – anunció Carmen. – A lo mejor se ha montado una sesión de sexo por videoconferencia.

-¿Y no será peligroso? – Olga no parecía estar muy contenta con esa noticia. – El padre de Sergio tiene negocios allí. Y muchos contactos. El FBI me está haciendo el favor de investigar un poco.

-Ya ha estado unos días allí y no ha pasado nada. Yo creo que le viene bien recobrar amistades de otros músicos. Y recuerda que habló el otro día con Dídac, aunque no sabemos nada de la conversación. Luego le llamo a Jorge para que se informe con Dídac. Y que lo de que tocara con Nuño el otro día … se ha corrido la voz. Joder, a ver si Jorge nos pasa el vídeo … fue algo … maravilloso. Como … parecía que hubieran tocado toda la vida juntos. Como se miraban y … ya sabían lo que tenía que hacer cada uno. Se me erizaron los vellos de los brazos, te lo juro.

-Joder, me estás poniendo los dientes largos. Luego llamo a Jorge para que me lo mande. ¿Qué tocaron?

-El concierto de violín de Tchaikovsky, luego tocaron algo de Schubert que ya tocó Sergio en “La Bella”, y un par de piezas pequeñas de Vivaldi. Y una de Bach. Lo siento, no me quedé con los nombres.

-Un señor concierto.

-Nadie se movió del restaurante. Biel los miraba con la boca abierta. Hubo una mujer que debe ser muy melómana que se acercó para sacarse una foto con los dos. Le preguntó a Sergio de dónde salía que no lo conocía. A Nuño sí lo conocía.

Carmen hablaba con Olga por teléfono. Había aprovechado el trayecto desde la casa de Javier a la Unidad, para llamar a su amiga y darse novedades.

-Lo raro – dijo ésta – es que nadie grabara la actuación.

-Es una norma no escrita que tiene Biel en su restaurante. Lo que pasa en él, se queda para los que lo han vivido. Por eso Jorge eligió ese restaurante cuando Sergio le propuso cenar. Sabía que iba a controlar la repercusión de lo que allí sucediera. Y que él iba a ser el único que iba a tener las imágenes y el sonido del evento.

-Joder con el escritor. Menudo estratega. Las coge al vuelo, además. Pero me sigue preocupando Sergio en París, con … su padre … con sus contactos …

-Dejamos claro el tema en la visita anterior. Jorge llegó a un acuerdo con la Guevara. Le va a avisar cuando vuelva Patricio Plaza a España. Y si va a París, se enterará. Tiene billete abierto de Air France. Si aparece allí, Jorge estará en unas horas para tener un cambio de impresiones.

-¿Por qué me da que me ocultas algo?

-Porque lo hago.

-Pues dime entonces.

-Cuando acabemos de hacer unas comprobaciones. Van lentas, así que con calma. Y te anunciaré otro gran concierto.

-Joder. ¿Quieres que adelante mi viaje?

-No hace falta que vuelvas. Creo que se va a grabar también. El concierto me refiero. Ya procuraré que te lo envíen. Yo creo que asistiré en primera fila.

-Pero si a ti no te gusta la música clásica. Ahora resulta que con esto de Sergio, a todos os gusta. Te he invitado decenas de veces a conciertos de la ONE o en el Real, y nunca has querido venir.

-Es que no me gusta hacer gala de …

-¡¡Mentirosa!! – el tono de Olga reflejaba que no se creía nada.

-Y además, puede que tengas que hacer algunas visitas más. Y tienes que convencer a Ventura de que se una a nosotros. Ya me ocupo yo de todo. Ya sabes que me he instalado en casa de Javier. Ya llevo un montón de días. Y te lo juro, me están sentando bien. Ayer me quedé dormida con el teléfono apagado. Alucinante. He dormido genial. No sé si fue el whisky de Javier o los bombones. Otros días, si está él, hablamos hasta que se nos cierran los ojos y nos dormimos en el sofá. Aunque mientras ha estado Sergio, está en su piso de antes de morir JoseMari. Mira, estoy entrando en la Unidad. Patricia me ha hecho un gesto con la cabeza. Javier está en su despacho.

-Eso no es vida, Carmen. ¿Dependemos de Sergio para saber que esté bien? Y eso por no decir del ritmo que llevas tú. Ayer estabas derrotada cuando hablamos.

-Por lo menos no se pasa horas sentado en el banco de Galder en el Retiro. Aunque siguen todos en alerta. La Policía Local, la Guardia Civil, todos. Y estos días ha estado como antes. Y yo, después de una noche de buen sueño, estoy renovada. ¿Y tú? Porque mucho preocuparte por mí o por Javier … son tus tres de la madrugada. Estás hablando conmigo. ¿No deberías irte a la cama? Luego te lanzarás mañana a dar tus clases, a ponerte al día del curso de las investigaciones y a buscar por allí a los chicos de Jorge perdidos.

-Pero eso de Javier va y viene. Ya sabes como va eso. Luego vendrá la bajona de nuevo. Y si como me dices, Sergio retoma su carrera musical, eso seguro le lleva a irse a Alemania o a Italia. Y a viajar de concierto en concierto. Como siga así, al final va a acabar compartiendo habitación con Nuño. Y Jorge visitándolos a los dos.

-A lo mejor es lo que buscan ellos.

-Carmen, por Dios. Esto es serio.

-Tranquila Olga. Sé que como no lo ves, te preocupas más. Tranquila. Estamos todos pendientes de él. Tengo mi ropa en el armario de Javier. He renunciado hasta al karaoke y al orujo. Lo he cambiado por acampar en su sofá y leer escuchando música. Eso sí, con un copazo al lado y una caja de bombones. O le digo a Aritz. ¿Prefieres? Sigue teniendo llave de su casa. Por cierto, éste y el resto del equipo que he puesto a seguirlo, se fue a casa, o sea que lo dejó a salvo.

-¿Aritz en su casa? Me parece que no has mirado tus mensajes. Siéntate cuando decidas hacerlo. Y de todas formas, no creo que Aritz … otro que bien baila. Si quieres le digo a Galder, que ese también seguro sigue teniendo las llaves de la casa de Javier.

-No creo que decirle a tu hijo … cuando evita a Javier …

-Pero lo sigue queriendo. Es lo que dices tú de Aritz.

-Lo de tu hijo es distinto.

-Porque vino después. Porque es más reciente. Aritz… espera que le de otra vez una de sus temporadas de … locura.

-Pero lo conoce. Y lo quiere. Lo cuidará. Javier le sigue queriendo también. La prueba es que no le ha quitado las llaves de casa. ¿Sabes algo que yo no?

-No estoy tranquila. Solo eso. Y respecto a lo de saber, estoy a muchos kilómetros. Y sabes, me voy a dormir. Tenías razón antes. Ventura me viene a buscar a las ocho de la mañana. Y el jodido tiene la puta manía de la puntualidad. Ni los atascos le impiden serlo. Es uno de sus defectos.

-Me estas preocupando, Olga. Que tú digas que ser puntual es un defecto … Empiezo a pensar que debería preocuparme por ti y no por Javier.

-Te lo juro, a veces me dan ganas de hacer la maleta y coger el primer avión.

-Tú acaba el curso. Es importante. Debemos fortalecer nuestras relaciones internacionales. Las vamos a necesitar. Y como te he dicho antes, y después del éxito de la visita a Tirso Campero, puede que tengas que hacer más visitas. Descansa anda.

-Por eso no me he vuelto, Carmen. Si no, estaría allí dándole collejas a Javier. Y mandándote a ti al karaoke a que lo des todo cantando y bebiendo orujo.

-Te dejo. Luego si quieres, te llamo y te pongo al día, después de que lea todo lo que tengo pendiente. Jorge además te está buscando a un montón de chicos para que cuides de ellos.

-Jorge puede cuidarlos. Le he visto hacerlo. Si él no accede a su cabeza, a su ánimo, no lo podrá hacer nadie. Y por cierto, gracias por lo del otro día.

-Dijimos que no hablaríamos de ello.

-Ya pero…

-Dani parece que …

-Dani es uno de ellos. Claro que puede entrar en sus mentes. Todos los que han estado en esa red a cargo de Tirso o de Germán, lo pueden hacer. Es su forma de reconocerse y de contarse sin hablar. De apoyarse sin tener que … revivir lo que han pasado.

-Te dejo. Luego seguimos. Hola Rui. Olga te manda saludos.

-Hola Olga. Que envidia me das – saludó el comandante Garrido al móvil de Carmen.

-Hablamos. Dale un beso a Rui. – se despidió Olga.

-Un beso de parte de Olga. – Carmen se estaba guardando el teléfono en el bolsillo.

-¿Qué tal en Quantico? – preguntó el comandante Garrido.

-Liada. Debe estar siendo muy intenso. Pero interesante. Parece que le tienen bastante consideración profesional. Y el jefe de operaciones del FBI parece interesado en conocer nuestra forma de trabajar. A parte del curso se reúnen con frecuencia. Incluso le está enseñando la zona. Está haciendo de guía. Y a parte, pues ya sabes, hace gestiones del caso.

-O sea que ese del FBI le está tirando los tejos.

Carmen se echó a reír.

-Algo de eso debe haber. Olga no lo dice claramente. Pero nos conocemos. Y creo que Mark también está con la mosca detrás de la oreja. Tiene celos.

-Te noto descansada. Parece que esta noche te has retirado completamente de la circulación. Por cierto ¿Has mirado tus wasaps?

-Pues sí, he descansado. Lo necesitaba. Fíjate que dejé a Javier solo. Y de donde venimos … Olga me estaba echando la bronca. No vaya a ser que recaiga. Y no, no he mirado los mensajes. Tengo un ciento, por cierto. Lo mismo me ha dicho Olga. ¿Sabes algo que yo deba saber?

-Creo que Javier anoche no recayó. – dijo en tono jocoso – De eso doy fe. Y …

Patricia le hizo un gesto para que no contara nada. Garrido estaba a punto de echarse a reír a carcajadas. Solo el gesto conminatorio de Patricia le contuvo.

-¿Sabes dónde está Javier? Oye Rui ¿Por qué tengo la sensación de que me ocultas algo? O me estás troleando directamente.

-¡¡Calla comandante!! ¡Déjame a mí! – le previno Patricia. Garrido había hecho un amago de decir algo. Pero por el gesto de su cara, Patricia supo que la iba a tomar el pelo.

El comandante Garrido levantó las manos y sonrió cómplice.

-¿Me dejas ser espectador?

-Largo. – le dijo Patricia sonriendo.

-Me voy, me voy. Ya hablamos para poner en marcha nuestra Unidad conjunta. Tengo unas ganas de empezar a hacer cosas bien juntitos …

-¡¡¡Fuera!!! – le ordenó Patricia no solo de palabra, sino con su brazo extendido apuntando hacia los ascensores.

Carmen se lo quedó mirando extrañada. El comandante había cumplido con la orden de Patricia y se había ido.

-En el despacho. ¿No Patricia? – preguntó Carmen ajena al juego que se traían esos dos.

-No.

La aludida señaló con el dedo hacia arriba.

-Joder, ¿Cómo le has dejado ir …?

-Es el jefe, te recuerdo.

-¡¡Patricia!!

-Se me ha despistado. Bruno lleva una hora buscándolo. Lo acaba de encontrar. De todas formas, después de la nochecita que hemos tenido …

-¿Nochecita? Me estáis troleando todos porque he dormido dos noches como dios manda.

-Que te cuente Javier.

Carmen suspiró desesperada. A lo mejor había sido muy optimista al contarle a Olga. Se giró para ir a buscar el ascensor y subir al último piso. Cuando llegó, Carmen subió el tramo de escaleras que daba acceso a una enorme terraza que había en el tejado. Casi nadie subía allí. Había algunas sillas, un par de mesas ancladas al suelo, hasta un pequeño armario.

Carmen respiró hondo antes de abrir la puerta. Lo hizo decidida, como se esperaba de ella. Aunque tenía un nudo en el estómago de la preocupación de lo que se iba a encontrar. Vio a Javier en una esquina, apoyado en la barandilla, mirando al infinito. Volvió a respirar profundo antes de encaminarse hacia dónde estaba él. Se puso a su lado, aunque no dijo nada. Javier le puso delante un café en vaso de cartón.

-Te estaba esperando. Está como te gusta. Bebe, lo vas a necesitar.

Carmen lo miró desconcertada. Tuvo un impulso de echarse a reír, pero lo domeñó con presteza. No era el momento.

-¿Por qué te haces esto? – preguntó Carmen pegando un trago al café. Intentó que su voz fuera calmada, pero le salió a trompicones y con un matiz a preocupación, incluso a desesperación.

-No puedo hacerme otra cosa.

-¿Eres consciente de lo que nos duele a todos verte así?

-No puedo hacer otra cosa – repitió Javier. – No te preocupes que Sergio no se ha ido al fin del mundo. Vuelve en dos días. Y está a un par de horas de aquí en avión. Estoy bien. Y él está genial desde que fuiste con Jorge a buscarlo a Salamanca. Es verdad que no soy la alegría de la huerta. Pero no estoy tan mal.

-No me resigno. Lo siento. Y no me lo acabo de creer. Hacía siglos que no subías aquí.

-Se está bien. No solo vengo cuando tengo bajona. También vengo a relajarme y lo sabes. Ha sido una noche intensa. Bueno, no exageremos. Dejémoslo en entretenida.

-Perdona, pero no me lo creo. ¿Noche intensa? ¿Entretenida? – Carmen lo miró desconcertada. Iba con su discurso preparado, y apenas había prestado atención a lo que le decía Javier. Y tampoco se había quedado con el comentario de Patricia. Ni con los de Olga y Rui. Se había relajado tanto esa noche que ahora, le costaba poner en marcha su mente.

Javier no dijo nada. Solo se encogió de hombros. La guiñó el ojo y sonrió.

-¿Has descansado? – le preguntó Javier.

-Sí. He dormido como nunca.

-¿En el sofá?

-No estas tú, así que me he ido a la cama.

-¿O sea que tengo yo la culpa de que duermas en el sofá?

-¡Claro! ¿Quién si no? – Carmen lo miraba aliviada. Parecía que se había montado una película ella sola. – Acaba el café y vamos a hablar con los agresores de Álvaro. – le propuso Carmen. – Me imagino que los habrán traído para …

-Ya he hablado antes con ellos.

-¿A eso te referías como a una “noche intensa”?

Carmen se quedó sorprendida por esa observación. Eso quería decir que Javier no había ido a descansar. Al no verlo en casa, se imaginó que se había ido a la otra casa, para llamar tranquilo a Sergio y quizás … decirse tonterías por teléfono. No se le ocurrió que Javier se hubiera quedado toda la noche en la Unidad. Y esa sonrisa irónica que tenía en los labios …

-¿Me lo vas a contar? O me tengo que enfadar.

-Nada, un par de cosillas. Estuve en Concejo hablando con Jorge anoche. Fue una conversación fructífera. De resultas le dije a Aritz que fuera a echar un vistazo a la casa de nuestra víctima Rubén. Y mira por dónde, se encontró con una patrulla de la Local, Susana y Anto. Siguiendo las instrucciones que habías dado, pasaban de ronda por allí. Además, un vecino había llamado preocupado por unos merodeadores. Susana y Anto le dijeron a Aritz que ver, no habían visto a nadie, pero que …

-Joder, otros dos que tienen pálpitos.

-Tres, porque Aritz no dudó. Ellos llamaron a una patrulla que fuera en apoyo y los tres fueron a casa de Rubén. Resumiendo, el pálpito era certero. Tres individuos andaban por allí con malas intenciones. Aritz y sus compañeros lograron reducirlos, eso sí, a tiros.

-¿A tiros? – a Carmen casi se le cae el café.

-Pero tranquila, Aritz apretó el botón de ayuda. Y la caballería apareció a velocidad del rayo. Los malos intentaron entrar en una casa para coger rehenes pero Aritz, Susana y Antonio lo evitaron. Aritz tuvo mucha suerte porque resbaló y se hizo daño en una rodilla, lo que le salvó de un tiro certero a su cabeza. Ha pasado la noche durmiendo en el hospital. El que no tuvo suerte es uno de los vecinos. Intentaron entrar en su casa para resguardarse. Se pusieron nerviosos porque Aritz y el resto avanzaban y dispararon a través de la puerta. Le … dieron en toda la cabeza. Murió al instante. Jose lo corroboró al meter una cámara a través del agujero de la bala.

Carmen lo miraba con la boca abierta.

-Un tipo salió corriendo del hospital de Rubén cuando sus vigilantes reforzados fueron a sacarle una foto. Dejó en su huida una jeringuilla con Pentotal.

-¿Y no me has llamado?

-Necesitabas descansar y relajarte.

-Y tú no te jode.

-Hoy te dejo a ti.

-¿Algo más?

-Uno de los músicos de Burgos mandó un mensaje de Fernando pidiendo ayuda.

-Necesito otro café.

Javier sonrió y sacó otro vaso que tenía escondido.

-Eres un cabrón con pintas. Cuenta.

-Luego. Es largo. Álvaro Cernés. Ahora es lo urgente. Va a venir en un rato.

-¿Y? No te quedes así … como te gusta mortificarme, cabrón. ¿Qué te han dicho esos … matones de tres al cuarto?

-¿Quieres la versión A o la versión B? Aunque a mí me gusta más la D. Hasta la versión N tenemos dónde elegir.

-Si me las ahorras todas y me cuentas directamente lo que crees …

-No podemos probarlo.

-O sea que estos gilipollas se van a comer el marrón ellos solitos.

-Les han pagado bien. Eso lo vamos acreditando. Y posiblemente … tenemos llamadas entre ellos, mensajes que están en proceso de recuperación, mensajes con los que creemos que son las mentes pensantes y odiantes … y unos mensaje intimidatorios que mandaron a otros … clientes.

-Dime anda.

-Álvaro atravesaba un momento delicado económicamente. Pidió prestado a “un amigo” un dinero. Un amigo que parece ser, siempre se ofrecía para momentos de dificultad. No debía ser la primera vez que Álvaro recurría a él, pero en menor escala y con otras circunstancias de trabajo. Álvaro parece que siempre ha querido correr demasiado. Comprar el coche antes de tiempo, lo último en tecnología, un casoplón del copón en pleno barrio Salamanca … imagina que es el doble de la casa de Jorge. El doble. La de Jorge debe tener algo menos de doscientos metros, la de Álvaro anda por los cuatrocientos sesenta. Y amueblada a la última, con muebles de diseño. Esta vez, el amigo, no tardó en reclamárselo con urgencia. Le dio igual la pandemia, los cierres, todo.

-Las otras veces había sido de … tanteo, para que cogiera confianza.

-Exacto. A parte de ser mucho menos dinero.

-Cosa, lo de reclamárselo, que le había dicho que no se iba a producir. Al dejárselo le diría que no había prisa, que tal … que no necesitaba el dinero … ¿Le cobra intereses?

-Sí. Un quince.

-¿Cómo has sabido todo eso?

-Porque entre los llamados de estos dos gilipollas, hemos tenido suerte y hemos encontrado a uno que era el siguiente en la lista de “Te vas a arrepentir de no hacerme caso y pagarme a tiempo”. He estado un buen rato hablando esta noche con él. Uno de esos tipos, mandó un mensaje a unos cuantos teléfonos con la foto del portal de Álvaro, para anunciarles que éste iba a pasar una buena temporada en el hospital después de su visita, por no plegarse a los deseos de la organización. Uno de ellos nos llamó directamente porque Carmelo le ha comentado alguna vez que somos de fiar. Ha venido a hablar conmigo, después de volver de A Coruña, donde estaba con una obra de teatro. Hemos acabado hace nada. Aunque la mayor parte de la entrevista la han llevado Ramón y Pedro. Yo estaba a mil cosas.

-¿También actor? Éste sí, claro. ¿El otro también?

-Sí. Nuestro mamporrero y prestamista se mueve en esos ambientes. Todos son actores, la mayoría jóvenes. A los que les han vendido la moto de que deben ser los más guays, estar a la última, llevar un fajo de billetes en el bolsillo para gastar … para así triunfar.

-Me imagino. Porque si no, hubiera recurrido a Carmelo o a otros muchos amigos que tiene. Me lo ha comentado alguna vez Jorge.

-Pero no quería que se enteraran. Sus amigos de verdad. Quería seguir dando la imagen de un tipo feliz, con sus amores fallidos, buen compañero, un tipo sin mochilas de las que los amigos y conocidos quisieran huir. Eso nos ha contado esta otra víctima.

-¿Conocemos a este actor?

-Sí. Es Rodrigo Encinar. Es del grupo de Carmelo. Ha trabajado mucho con él. De hecho, Carmelo suele recomendarlo. Me lo ha confirmado Jorge cuando he estado con él. No ha hecho grandes papeles, pero trabajo no le falta. Es un caso casi calcado al de Álvaro. Antes que preguntes, este Rodrigo y Álvaro son amigos. También sabemos que no son los únicos casos. Rodrigo nos va a hacer el favor de buscar más. Cree que sabe de dos más. No son del grupo de allegados a Carmelo. Y está el otro que ha llamado, nos ha contado, pero sin decir su identidad. Espero que recapacite y que se avenga a declarar oficialmente. Le he dejado nuestros teléfonos.

-¿Y el siguiente paso a pedir la pasta con urgencia?

-Ofrecer una salida. El palo y la zanahoria. Mira que bueno soy que te he buscado una forma de que pagues. – esta última frase la dijo Javier con toda la carga irónica que fue capaz de darle a su entonación. – Les propuso trabajar de acompañante para pagar. El cincuenta para cada parte, hasta que se saldara la deuda. Con Rodrigo al menos fue claro: su caché se multiplicaba por tres si se acostaba con los clientes.

-¿Aceptaron?

Javier se quedó mirando a Carmen.

-Por eso la pantomima del Only You de Barquillo. Jorge se dio cuenta. Y Carmelo y él decidieron intervenir para sacarle de esa. Entonces esos rumores que nos llegaron …

-No eran infundados. De todas formas Jorge ya me lo dejó entrever. Está convencido de que lo ha hecho. Entre otras cosas porque se ha corrido el rumor. A Roberta Flack, la periodista, se lo han contado por tres fuentes distintas. El otro, Rodrigo, no aceptó lo de prostituirse. A parte es mucho menos conocido que Álvaro. Sus tarifas eran ridículas.

-¿De cuanto dinero estábamos hablando?

-Rodrigo le debe unos seis mil euros.

-¿Cómo arreglaron Jorge y Carmelo lo de Álvaro?

-Lo hicieron de forma radical. Pagaron la deuda. Toda. Algo más de cincuenta mil euros. Perdón, algo más de ciento cincuenta mil euros. Desde una cuenta de Carmelo. Até cabos y Tere miró las cuentas de Carmelo en el día del Only You.

-¡Hostia! Ciento Cincuenta mil – Carmen se esperaba una cifra parecida a la de Rodrigo Encinar.

-Eso jodió al prestamista que lo que siempre había querido era tener a Álvaro en un puño. Iba a ganar diez veces más si Álvaro se prostituía. Y lo controlaría … según se ha enterado ese Rodrigo: hay un proyecto que tiene firmado Álvaro y que cuando se aproxime el momento, lo anularán. Álvaro que contaría con unos ingresos se verá …

-Ya. Y con poco tiempo para encontrar otro proyecto. Tres meses de parón. Más deuda. Más citas. ¿Lo ha hecho? Prostituirse, digo.

Javier hizo un gesto de duda con la mano. Aunque a Carmen le dio la impresión de que Javier pensaba que sí lo había hecho. Y su creencia estaba segura que estaba basada sobre todo, en la impresión de Jorge. Y si el escritor pensaba eso …

-Todo eso del préstamo saldado, se ha juntado con que a Álvaro le han ofrecido una campaña publicitaria bien pagada. Ha sido de un día para otro. Al día siguiente de la grabación del Pasapalabra. Esa campaña está gafada. Lo que nos contaba ayer Jorge por mensaje. Primero, el modelo contratado, coge covid y está hasta hospitalizado. Luego, se lo ofrecen a Elfo no sé qué. Éste se da cuenta que la cosa urge. Se cree poderoso y un par de días antes, pide el doble. Le dicen que no. Se lo ofrecen a Álvaro entre otros muchos actores. Pero la representante de Álvaro está más ágil y éste se queda la campaña.

-Elfo y el prestamista son la misma persona. – sugirió Carmen.

-No. Son amigos. Y para terminar de cerrar el círculo, tienen un poco de inquina hacia Carmelo y Jorge. Han participado en la creación de alguno de los bulos de estos días. Y eso creo que lo acabaremos pudiendo probar. No solo ellos, sino un grupo … de resentidos. Casualmente todos metidos en esa especie de mafia para estafar a estos actores jóvenes y emergentes. Y … todos con el mismo representante.

-Gregorio Badía, como si lo viera. Vamos a tener que dar la razón a la Guevara. Y ya me jode, no te creas.

-También hablé ayer de ese tema con Jorge.

-¿Has citado a Álvaro para …?

-Sí. Cuando acabe de rodar la campaña, Kevin y Yeray lo traerán aquí. Yeray me ha mandado un mensaje hace un rato que no faltará mucho. Aunque no es indispensable que venga. Bruno ha encontrado cámaras que grabaron todo. Se dejaron abierta la puerta y el vecino tiene cámara en el descansillo. Ilegal, pero la tiene. Y a parte, Álvaro también tiene un sistema de grabación al que no hace mucho caso, pero que funciona. Es uno de esos gastos en el que le hicieron incurrir, y mira por dónde, ahora se les ha venido en contra.

Sonó el teléfono de Javier. Era Patricia.

-Ha llegado Willy Camino. Viene con séquito. Su representante que es el que lleva la voz cantante, no hace más que quejarse y amenazarnos.

-Ahora bajamos. Ofréceles una tila.

-Ya lo he hecho, pero se han enfadado. Yo creo que son más de café.

-¿Qué excusa le has dado para … para citarlo? – preguntó Carmen.

-Pedirle ayuda. Uno de los asaltantes de Álvaro le ha llamado quince veces en los últimos dos días.

-Se van – anunció Patricia. – Van a denunciarnos.

-Entretenlos cinco minutos. – le pidió Javier.

Javier se sonrió.

-Vamos. – le dijo a Carmen. – Sube el telón: vamos a hacer un poco de comedia.

Se los encontraron a la salida del ascensor. Javier directamente se dirigió al actor, obviando tanto al abogado como al representante y a sus ayudantes.

-Soy un gran admirador de su trabajo, D. Guillermo.

Javier le tendía la mano para estrechársela. El actor le miraba sorprendido. No sabía que hacer. Miraba a su representante que se puso en medio.

-Esto se ha acabado. Esto es denigrante, que nos reciba el becario. ¿Cuándo ha salido de la academia? ¿El martes a la tarde?

Javier sonrió.

-En realidad fue un viernes. De hace unos años. No quiero ni pensar cuantos. Me hace viejo.

-Vámonos Willy. Nos están tomando el pelo.

-Sepa que vamos a denunciar a la Unidad por acoso. – anunció el abogado. – Díganselo a sus jefes. Me imagino que no estarán contentos con su forma de actuar.

Javier levantó las cejas.

-¿Acoso? ¿Quién les ha acosado? Hemos llamado al señor Camino a que nos ayude a resolver un caso en el que estamos trabajando. Le hemos pedido que nos ayuden con una investigación. Y para ello nos gustaría que nos respondiera a unas preguntas. Nada más. ¿Eso es acosar? No lo entiendo la verdad.

-Si usted se piensa que esas gestiones se pueden hacer a las doce de la noche …

-El Sr. Camino no estaba durmiendo. No le despertamos ni creo que le molestáramos. Le dejamos elegir el momento para venir a su conveniencia.

El séquito de Willy Camino entró en el ascensor sin más comentario. Javier se los quedó mirando mientras se cerraba las puertas.

-Estos tenía ya el discurso aprendido. Discurso de víctimas. – apuntó Carmen.

-Vamos. – urgió Javier.

Javier y Carmen bajaron corriendo por las escaleras. Cuando el ascensor llegó al vestíbulo, ya estaban ellos allí. Saludaban a Álvaro que acababa de llegar.

-¿Todo bien? – le saludó Javier estrechándole la mano. – Jorge nos comentó antes de anoche que estabas bien físicamente pero afectado.

Willy se quedó pasmado al encontrarse de nuevo a Javier y Carmen y más al ver a Álvaro.

-¿Cómo estás? – preguntó rápidamente – Siento lo de la otra noche. Cuando me lo contaron no me lo creía. Al menos veo que no tienes heridas visibles. Hubiera sido un desastre si no hubieras podido empezar mañana tu publicidad.

Willy ni siquiera miró a los policías. Se acercó a Álvaro y le puso la mano en el hombro. Hizo un amago de abrazarse pero algo en la forma de estar de su amigo le hizo arrepentirse. No parecía muy proclive a ese tipo de cercanía.

-¿Y como lo sabes? – le preguntó Álvaro muy serio.

-Lo sabe todo el mundo. – respondió Willy en tono sorprendido. – Claro que habrás pasado la noche en el hospital … pues me habían dicho que tenías la cara rajada … – fue a ponerle la mano en el mentón para verle la mejilla mejor, pero Álvaro se la apartó de un manotazo.

-No lo sabe nadie. – dijo Álvaro en tono seco y serio. – Y como ves, no tengo la cara rajada. Acabo de terminar la publicidad que tenía contratada.

-Pero si está en la prensa y en internet. Y ese trabajo ¿No era mañana?

-Era mañana si lo hacía Elfo. Y no hay nada en internet y menos en la prensa.

-Claro que lo está. Lo sabe todo el mundo.

-No lo está – dijo rotunda Carmen, interviniendo por primera vez. – No se ha publicado nada respecto a la agresión a Álvaro Cernés hace dos noches. Y menos que sus agresores intentaran marcarle la cara.

-Me lo diría Arón o Ester. Estoy confuso.

-No lo saben – le dijo Álvaro. – Te repito: no lo sabe nadie. Solo la policía.

A Álvaro no le pareció oportuno decirles que los únicos que lo sabían eran Jorge, Carmelo y Martín.

-Vámonos. – dijo el representante que se había dado cuenta que su representado se había columpiado.

Kevin y Yeray se pusieron en medio.

-Creo que será mejor que subas de nuevo Willy. A estas alturas tienes dos formas de hacerlo. Para declarar o detenido. Elige. – Kevin fue contundente en su propuesta. Su cara no era amigable.

-Esto es un abuso – empezó a decir el abogado. – Esto … voy …

Javier ni siquiera miró a nadie que no fuera Willy. El representante fue a decir algo, pero un gesto autoritario de Javier le hizo desistir. Y otro gesto a Yeray hizo que éste diera un paso adelante y se pusiera en frente del actor.

-Guillermo Camino, quedas detenido. – empezó a decir Yeray – Se te acusa de agresión en la persona de Álvaro Cernés, de ejercer la actividad de intermediación financiera sin autorización, por usura, instigación a la prostitución. También se te acusa de asociación con ánimo de delinquir.

-Se te acusa también de propiciar amenazas de muerte en medios digitales en las personas de Daniel Morán y Jorge Rios. – siguió diciendo Kevin. – Por favor, date la vuelta.

-Esto es innecesario. – protestó el abogado.

-Lo dicta el protocolo, que usted conoce como no puede ser de otra forma. – le recordó Carmen.

-¿Y ustedes quienes coño son? Voy a llamar a sus superiores y…

-Mi compañero es el inspector Yeray Losada. Apunte bien el nombre. Yo soy el inspector Kevin Kosquera. El mío también, apúntelo grande. Kosquera con “K” y luego “q”.

Señaló a Carmen.

-Es la comisaria jefa Carmen Polana. Es la subjefa de la Unidad. Y él es el jefe de la Unidad Especial de Investigación el comisario jefe Javier Marcos.

-¿Esto es una cámara oculta? – dijo el represente – Usted no es ese comisario. Si es un crío.

Javier sonrió. Sacó su acreditación y se la mostró.

-No te preocupes que te saco en un momento. – Su representante tomó la iniciativa – Hago un par de llamadas y todos estos se van a cagar. Van a acabar dirigiendo el tráfico en Cornudilla de la Viruela.

Yeray le agarró del brazo para apartarle de Willy.

-Usted no tiene nada que hacer aquí. – le dijo Carmen con voz gélida. – Pepe – llamó a uno de los policías que estaban en la puerta – acompaña a estos señores a la salida.

-Esto es un atropello …

Yeray sin más, agarró al actor y lo metió en el ascensor. Kevin entró con él.

-Te juro que eres hombre muerto – amenazó Willy a Álvaro. – Eres una puta chivata. Eres tan marica y desgraciada como esas divas a las que te juntas. Te vas a arrepentir. Hijo de la gran puta. Estás muerto, hijo de puta.

-Mira por donde ya tenemos a otra víctima de los delitos de prestamista. Gracias Willy. – le dijo Javier sonriendo. – Él no ha sido el que nos ha contado de tus actividades.

-Te lo juro que como sea cierto, no vas a trabajar … – el representante de Willy empezó a amenazar a Álvaro.

-Mira Goyo. – Álvaro se había cansado de poner la otra mejilla – Mejor estás callado. Ya me estás hinchando los cojones. Felisa me ha dicho esta mañana que te dijera que tengas cuidado. La paciencia de muchos se está agotando. Como me vuelvas a amenazar, el siguiente que sube en el ascensor esposado vas a ser tu y tus ayudantes. Y como hayas tenido algo que ver con la agresión de la otra noche, se te van a acabar todos los negocios de golpe.

-No amenaces. Dinos y le detenemos también – le propuso Carmen.

Álvaro y el representante se miraban a la cara con gesto adusto. Álvaro estaba excitado. Respiraba muy rápido y estaba congestionado. Carmen pensó durante un momento que le estaba dando un ataque de ansiedad.

-Te pierden tus amistades. No seré yo pero otro lo hará. Eres hombre muerto.

-Gregorio Badía. Queda detenido por proferir amenazas de muerte. Hay que ser idiota.

Carmen fue hacia él. El hombre le apartó la mano con brusquedad. Intentó agredir a la comisaria. Pero mientras lo intentaba, acabó en el suelo con la rodilla izquierda de la comisaria puesta sobre su espalda y sus muñecas esposadas. Fue una acción rápida y contundente.

-Añadamos el delito de atentado. – dijo Carmen enfadada.

Álvaro se le notaba nervioso. Alterado. Javier se acercó a él y le puso la mano en el hombro mientras le miraba a los ojos.

-Tranquilo. Son unos bocazas. No tienen esa capacidad.

-Si les investigan bien, descubrirán que …

-¿Qué tal si vamos al bar de la esquina y me cuentas con calma? ¿Quieres que llame a alguien para que te acompañe?

-No, no. No quiero molestar a nadie.

El abogado al final había conseguido la libertad condicional de Willy. Éste recogía sus efectos personales antes de salir a la calle por primera vez en dos semanas. Aquella mañana en la que fue con chulería al requerimiento de la policía para declarar sobre su relación con un delincuente detenido la tarde anterior.

Todavía no se había podido acostumbrar a que toda su vida se hubiera derrumbado a su alrededor. Cuando su abogado le contó que no había sido Álvaro el que le había denunciado por los préstamos y la prostitución, se quedó helado. Y cuando le dijo que cinco personas más habían declarado en su contra hasta el momento, se quedó sin habla. Hasta ese momento, estaba seguro que lo tenía todo controlado.

Enseguida empezó a pergeñar un plan para revertir la situación. Esos idiotas que se habían aventurado a hablar de sus actividades se iban a arrepentir. Les iba a destruir. Primero, su prestigio. No iban a encontrar trabajo en el cine o la televisión ni en Perú. Y ya buscaría la fórmula para que todos ellos sufrieran algún que otro accidente. Lo mínimo iba a ser las piernas partidas. El primero iba a ser Álvaro.

Que nadie de su círculo se iba a atrever a hablar, era una creencia firme en su proceder. Su chulería le había podido. Su representante tampoco corrió muy buena suerte. Amenazar de muerte a Álvaro delante de dos comisarios y varios policías más, con cámaras grabando la conversación desde varios ángulos, no había sido una buena idea. Y menos, creerse tan poderoso que podía enfrentarse físicamente a una comisaria jefa sin consecuencias. De ahí, la policía fue tirando y al final, el negocio de prostitución de actores y actrices que tenían montado acabó saliendo a la luz. Era el socio necesario de Willy, que al final, solo hacía las veces de captador.

La venganza estaba en el horizonte de ambos. Y eso iba a suceder. Álvaro tenía los días contados. No podría llegar a Carmelo del Rio y a Jorge Rios, pero a Álvaro sí. Eran los verdaderos culpables de todo. Esos inútiles, chulos, prepotentes.

A la salida de la cárcel, Willy se montó en un taxi que acababa de dejar a otro cliente en la puerta de la prisión. Dio la dirección de su casa. Su cabeza no hacía más que organizar planes para destruir a esos dos y a sus amigos. Nadie iba a querer acercarse a ellos. Les iba a meter a todos el miedo en el cuerpo. Con que a dos de ellos les partieran la cara en condiciones al salir de alguna fiesta, el resto pondría distancia con Carmelo, Jorge, Álvaro y su camarilla. Se iban a encontrar solos.

Miró por la ventanilla del coche. De repente, empezó a preocuparse. No sabía donde estaba. En todo caso no era el camino de su casa.

-Oye tú, creo que te ha equivocado. ¿Estás borracho o eres idiota? Te he dicho que me llevaras a la c/ del Delirio. Eso está en Chamartín… ¡Hijo de puta! Me quieres cobrar el doble.

Después de ese insulto, sintió por primera vez el puño del taxista en el rostro. Intentó volver a decir algo, pero un segundo puñetazo dado sin apenas girarse le convenció para callarse y quedarse quieto. Cinco minutos más tarde, el taxista había parado en un almacén vacío. Le sacó a rastras del coche. Le puso en medio de una sala vacía. Le dio una patada en el estómago para convencerlo de que no hiciera bobadas. Acercó una silla vieja y desvencijada de oficina. De las seis ruedas que tenía en sus mejores tiempos, le quedaban cuatro. Suficientes, pensó el taxista. Levantó a Willy y lo sentó. Luego le ató los brazos y las piernas a la silla.

-¿Te suena? Creo que rodaste aquí tu escena más memorable en el cine.

La voz de ese hombre era muy delicada. Apenas un susurro. Pero solo escucharla, a Willy se le encogieron los testículos y su pene se le hizo muy, muy pequeño.

-A lo mejor fue esta misma silla a la que te ataron. Lo único que yo no soy Diego Martín. Y que las hostias que te voy a dar no van a ser de pega.

Para que no tuviera dudas, le soltó un golpe con el dorso de la mano, que le hizo sangrar de la nariz.

-Apostaría a que eso que sale de tu nariz no es lo que sea que se utilice en los rodajes para simular la sangre. Parece sangre de verdad. – se burló el taxista.

-No tengo dinero. ¿Qué quieres?

-Tenemos un problema. Tú y yo. A ver como lo solucionamos. Te has metido con amigos míos. Les has amenazado de muerte.

-Yo no he sido …

-Tanto da ese que tú. La verdad no me esperaba que fueras un cobarde. Echar la culpa a otros de tus … acciones. Tus compañeros en la trena dicen que no has dejado de contar a todo el que te quisiera oír lo que ibas a hacer con algunos … amigos míos. Si te referías a tu representante, en lo de escurrir el bulto, luego si quieres le vas a ver al hospital. A lo mejor os pueden poner en camas adosadas. ¡Huy! No. Que ahora con eso del covid no se puede compartir habitación … lástima.

El hombre volvió a golpear con el puño la cara del actor.

-Así la próxima vez que actúes sabes mejor lo que se siente cuando te dan de hostias en la cara. Al menos yo no voy a rajártela. Eso suponiendo que vuelva a contratarte nadie. Pero tu plan B, el prostituirte, eso te lo voy a permitir.

-Yo no soy de esos.

Los siguientes puñetazos fueron dados con más ganas si cabe. Willy sangraba ya por la cejas y tenía un corte que le atravesaba la mejilla, seguramente producido por un anillo que llevaba el hombre en su mano izquierda. En su cara se mezclaban la sangre y las lágrimas. Hacía un rato que había empezado a sollozar sin poder controlarlo. Con el siguiente puñetazo, se orinó encima. Cada vez que ese hombre abría la boca, su grado de terror aumentaba exponencialmente.

El hombre se acercó al chico y le cogió la cara con las manos. Puso su boca al lado de su oído izquierdo.

-Mira Willy. Vas a procurar que a mi amigo Álvaro Cernés no le pase nada. Hasta si coge catarro te haré responsable. O si se tuerce un tobillo haciendo footing. Y mejor será que no me entere de que circulan por ahí amenazas contra su persona. O rumores sobre las actividades que le obligaste a realizar para pagarte. Si eso pasa, la próxima vez este anillo que llevo en esta mano, se encargará de rajarte a tiras la piel de tu cuerpo. No te va a reconocer ni tu puta madre.

Willy lloraba desesperado. Estaba aterrado. El hombre levantó la mano para rascarse la oreja. Willy pensó que le iba a golpear de nuevo y gritó desesperado. El hombre se sonrió.

-¿Por qué luego los que vais de chulos por la vida sois unos putos cobardes? Repíteme las instrucciones que te he dado.

Willy entre sollozos le repitió lo de que a Álvaro no le podía pasar nada.

-Si le pasa algo, eres hombre muerto. Y tu novia también. Si es que tienes novia todavía, que lo dudo. Y tu representante también será hombre muerto. Aunque eso ya lo sabe él.

El hombre le dio un par de palmadas en la cara. Le sonrió. Se dio la vuelta y empezó a caminar alejándose.

-Cuida tu alimentación. – le dijo llevándose el dedo a la nariz – Tu mierda no huele muy sana. Creo que tienes problemas de nutrición, seguro.

-¿No me vas a soltar? ¡Eh! ¡¡Eh!!! Cabrón hijo de puta. No me dejes aquí atado. ¡¡Hijo de la gran puta!!!!

Jorge Rios”