Necesito leer tus libros: Capítulo 119.

Capítulo 119.-

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Olga se había tirado escaleras abajo, dando una voltereta. Se incorporó y disparó a su vez a Enrique. Ventura había intentado zafarse del abrazo de la muerte del atacante, sin conseguirlo del todo. Lo único que consiguió es apartarse ligeramente y dejar un blanco mayor. O eso pensó él. Olga disparó medio cargador sobre Enrique que había girado la pistola de nuevo para apuntar a la cabeza de Ventura, con la intención de matarlo. Pero el movimiento de Olga le sorprendió y ese momento de duda entre volver a disparar sobre Olga y acabar lo que había empezado o acabar con la vida del ayudante de la comisaria, hizo que solo tuviera consciencia de sentir las balas entrando en su cuerpo y a la vez, que la vida lo abandonaba.

Olga se incorporó y bajó los tres escalones que le separaban de ellos. Ventura estaba completamente desorientado. Los disparos de Enrique le habían dejado sordo, haciendo que sintiera un ligero vértigo. El brazo del tipo seguía sujetándolo por el cuello mientras su cuerpo se deslizaba a cámara lenta por la pared en la que estaba apoyado, arrastrando a Ventura, hasta quedar grotescamente sentado en el rellano. Olga lo cogió por la pechera y tiró de él para levantarlo. Le dio un codazo para hacerlo reaccionar a la vez que daba una patada en la parte baja de la otra pared. Una nueva abertura se descubrió y se lanzaron los dos a través de ella. Olga de nuevo, se levantó con rapidez para volver a dar un golpe en el mismo punto en la base de la puerta, y ésta volvió a cerrarse. Fue justo en ese momento cuando sintió que una gran llamarada subía por la escalera y lo convertía todo en un infierno.

-Aparta de esa pared, te vas a abrasar.

Olga se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre sus rodillas. Intentaba coger un poco de aire y quitarse la tensión del momento. Miraba de reojo a su compañero que luchaba por incorporarse del suelo.

-¿No iban a cortar el gas? – Ventura hablaba con dificultad. Se estaba masajeando el cuello. Parecía que el abrazo de Enrique había sido más fuerte en los últimos momentos y que casi había conseguido estrangularlo.

-E iban a buscar planos. Porque aquí no hay túneles ni refugios. Valientes inútiles hijos de puta. Esto podía haber sido un desastre. Espero que los de arriba hayan tenido tiempo de salir del edificio. Me van a oír esos mendrugos secos.

Olga parecía haber recuperado el resuello. Cambió el cargador de su arma por uno de repuesto y se giró para ver la estancia en la que se habían refugiado. Apenas había una ligera claridad que la comisaria no supo precisar de dónde venía. Solo daba para ver la silueta de los muebles que había en ese cuarto.

-¿Estás bien? – la comisaria se dio cuenta que Ventura a penas era capaz de moverse, una vez que había conseguido recuperar la verticalidad de su cuerpo.

-¿Y tú? Joder otro cualquiera se hubiera roto la rodilla o la crisma. Estás loca, comisaria. Mira, ahí hay un interruptor de la luz.

-Ni se te ocurra. No vaya a ser que sea una instalación vieja, salte alguna chispa y acabemos como el resto de la casa, achicharrados. Después del empacho de gas de fuera, no nos podemos fiar de nuestro olfato. Saca tu linterna. Y contesta, joder. Te he hecho una pregunta. No te puedo ver la cara para saber tu estado.

-Sí, joder. Estoy bien. Y no me he cagado encima, cosa que ha habido un momento en que …

-Lo que me hacía falta, tener que cambiarte los pañales.

Olga tiró de él para acercarlo a ella y lo abrazó fuerte.

-No me vuelvas a hacer esto, joder. Casi me vuelvo loca ahí fuera. Si te llega a pasar algo … te lo juro, me hubiera …

-Se que todo lo has organizado para que me vaya contigo a España.

-¡Serás miserable!

Ventura vio con ayuda de la luz de su linterna que Olga, a pesar del tono que estaba empleando al hablar, sonreía aliviada.

-Me has salvado la vida.

-Es para que me quites el engorro de pedir en los restaurantes. Es algo que me cuesta mucho. Y tú lo haces de maravilla. No tienes vergüenza ni pudor. Pides a lo grande. A mí me da apuro, lo reconozco.

-Ya sabía yo que no era porque me hubieras cogido algo de cariño.

-Encima que mi novio piensa que nos lo montamos cada día. Si encima voy diciendo que te he cogido cariño, me costaría el divorcio antes de casarnos.

-Entonces su servicio de información es muy deficiente.

-Ya lo comprobaste con esa del hotel el otro día. Esa vieja amiga de los dos. ¿Estás bien de verdad? – Olga no acababa de estar convencida. Había cambiado el tono de broma por una cadencia dulce y preocupada de verdad.

-Que sí, pesada. Me voy a sentar un rato, eso sí. Tengo colocón de fuera con el gas. Y el tipo ese casi … joder casi me parte el cuello. Siéntate tú también.

Olga le hizo caso. Sentía la cabeza un poco ida.

-Tú tampoco me has dicho como estás.

-Me dolerá todo el cuerpo una semana. Puede que me tengas que ayudar a bajar y subir al coche unos días. Pero estoy bien. Al menos no tengo agujeros en el cuerpo.

-Tienes buena puntería.

-Ya te lo he dicho muchas veces, pero no me crees.

-Lo oigo tan a menudo, parece un mantra obligatorio en todos los agentes especiales – se excusó Ventura. – Venga, echemos un vistazo a ese sitio.

-Esperemos cinco minutos sentados. Me está viniendo bien esta parada. Empieza a dolerme todo el cuerpo. – Olga miró en dirección a Ventura. Se estaba acostumbrando a la luz y ahora notaba mejor sus reacciones. Ayudaba también el reflejo de la linterna, que Ventura había dejado apoyada en la silla mirando al techo. Le empezaba a notar agobiado.

-Viene un calorazo de esa pared …

-Al menos ha resistido. No era algo en lo que confiara al cien. Da la sensación de que el fuego va disminuyendo de potencia. Quizás ya han cerrado los conductos.

-¿Como sabías como se abrían las puertas?

-Cuando se ha abierto por la que ha salido ese, me ha parecido ver como su pierna retrocedía, como si le hubiera dado una patada a algo. No hacía más que mirar la otra pared. Alternaba mirarme a mí, y el tabique. Eran pequeños momentos. Iba estudiando las partes de la pared. Cuando ha llegado abajo, lo ha dejado. Me he imaginado que había encontrado lo que quería.

Ventura apuntó su linterna hacia el cuarto. Parecía una especie de oficina. Podría ser una de cualquier comisaría. Una pizarra para hacer un resumen del caso, con muchas fotos. Estaban todos los jóvenes de Anfiles que Arlen había acogido a su alrededor. Ethan aparecía en un lugar destacado. También estaban fotos de ellos dos en la reunión de los viernes en la casa de Arlen. Esas fotos las tenía que haber sacado Enrique.

-Esto parece su centro de operaciones – Ventura se levantó con cuidado. Su equilibrio no parecía estar todavía en su mejor momento.

-No pasa nada si te sientas de nuevo.

-Empieza a hacer mucho calor. Me estoy agobiando. Necesito ocupar la cabeza en algo. Si no, a lo mejor … me da un ataque de ansiedad.

Olga lo miró sorprendida. A ella no le parecía que el calor fuera tan exagerado. Le parecía en cambio que fuera de su refugio, el fuego había perdido algo de intensidad. Pero era verdad, su compañero empezaba a sudar. Y a pesar de la poca luz, vislumbraba que su cara se estaba quedando blanca.

-Mira, ahí hay unos ordenadores. Lástima que no podamos echar un vistazo. – dijo Olga para que Ventura tuviera algo en que pensar.

-Llevabas botas altas ¿No?

-Si.

Ventura sacó otra vez la navaja y desmontó rápidamente una de las torres. Extrajo el disco duro y se lo tendió a Olga que se lo metió en una de las botas. Volvió a montar el ordenador e hizo lo mismo con el otro.

Una vez que acabó con ese trabajo, Ventura se irguió y observó la estancia. Sacó su móvil y empezó a sacar fotos. Olga se dio cuenta que mientras hacía eso, Ventura empezaba a respirar entrecortado. Se estaba agobiando por la oscuridad y por estar en un sitio tan cerrado. Y el calor no ayudaba. Además, el ambiente estaba enrarecido.

-Busquemos otra salida. Vamos a caer los dos redondos si no lo hacemos. ¿Donde crees que podría pillar lo que antes era ese granero que vimos en las fotos aéreas?

-No sé … estoy …

-¡¡Concéntrate, joder!! Te orientas muy bien, me lo has demostrado muchas veces. Piensa solo en eso.

Ventura le hizo caso. Olga lo miraba expectante y a la vez preocupada. Aunque parecía concentrado en situarse veía como las manchas de sudor en su camisa crecían a gran velocidad.

-Por allí – dijo al cabo de un rato.

Olga le cogió de la mano como si fuera un niño pequeño y tiró hacia la pared que había señalado. Había una especie de estantería llena de papeles y detrás había una puerta que permanecía oculta. Olga la tocó ligeramente por comprobar que no hubiera fuego al otro lado. Pareció satisfecha y giró la manilla. Estaba cerrada con llave. Hurgó en su chaqueta y sacó sus ganzúas. Trabajó un par de minutos en la cerradura y la abrió. Al otro lado de la puerta, había un largo túnel que se alejaba de la casa en los dos sentidos. Olga se quedó mirando a Ventura que hizo una seña con la cabeza hacia su derecha.

Al traspasar la puerta, se encendieron las luces que había en los laterales. Ese túnel parecía que había sido adecentado hacía poco. Se le ocurrió pensar en que deberían investigar al resto de inquilinos de las casas de alrededor. Y de paso, hacer lo mismo con los dueños.

-¿Estás mejor? – le preguntó Olga a Ventura.

-Me estaba agobiando un poco. La oscuridad no me ha gustado nunca. Menos en sitios cerrados. Me ayuda que me hayas cogido de la mano.

-¡Que bobo! – pero Olga no se la soltó – Ya estamos cerca de la salida.

-No te oculto que tengo ganas de respirar aire puro. Siento como si ese gas se me hubiera quedado en los pulmones.

-Tienes un corte en el pómulo – Olga se detuvo unos instantes y le tocó con cuidado. Se quedó tranquila al comprobar que no sangraba apenas. La herida había coagulado bien.

-Esto va a empeorar mi belleza. – bromeó Ventura.

-Que bobo eres. Apenas se va a notar. Y si te quedara marca, te daría un toque interesante.

-Si, la hostia de interesante. Un toque interesante para el hombre menos interesante de la tierra.

-No hagas que me entren ganas de darte dos hostias, querido. Deja de decir sandeces.

Llegaron al final del pasillo, donde empezaba una escalera de subida. Olga le hizo un gesto a Ventura para que estuviera preparado. Éste volvió a empuñar su arma mientras Olga volvía a usar sus ganzúas para abrir la puerta.

Quedaron cegados al ver la luz del sol. Parecía que el día había despejado por completo mientras habían descendido a los infiernos. Cuando pudieron acostumbrarse al cambio de luz, vieron una gran actividad en lo que había sido la casa de Rosa María. Estaban a unos doscientos metros de ella. Respiraron tranquilos y guardaron sus armas. Ventura respiró profundo varias veces, como si necesitara limpiar sus pulmones. Como si, con esas respiraciones profundas echara de su cuerpo todo vestigio de lo que acababa de vivir. Se estiró luego como si acabara de levantarse de un sueño largo y reparador. Olga comprobó aliviada como con cada respiración iba recuperando un poco el color de su rostro. Parecía que había dejado de sudar.

Los bomberos estaban apagando los últimos rescoldos del fuego que había destruido casi por completo la casa. Algunos de los miembros del equipo de asalto que habían entrado para apoyar a Olga y Ventura, parecían haber sufrido algunas quemaduras. Fue Charles, el policía que les había mostrado el camino para encontrar a “Isabel” el que los vio y llamó la atención del resto. Varios sanitarios se acercaron corriendo a ellos. Olga y Ventura no eran del todo conscientes del lamentable aspecto que tenían. Olga cojeaba ligeramente y a la luz del día, Ventura tenía algunos cortes más que el que había visto la comisaria. A parte, tenían las palmas de las manos ligeramente despellejadas al parar con ellas el impacto de su cuerpo cuando Olga lo lanzó contra el suelo áspero de cemento de la estancia en la que se resguardaron. Iban sucios y desaliñados. El pelo largo de Olga, que siempre se recogía en un moño, estaba medio suelto, escapándose algunos mechones de las horquillas, cada uno en una dirección. Peter Holland llegó corriendo desde el otro lado de la casa. Fue hacia ellos para abrazarlos. Habían pensado que estaban malheridos o incluso muertos. Su alegría era sincera, así como el alivio que había sentido al oír los gritos de Charles. Éste les saludó efusivamente estrechándoles la mano. Lo acababan de conocer pero a los dos les pareció que su afecto y la alegría que le había producido verlos, era sincera.

Los únicos que permanecían imperturbables, eran sus compañeros en aquel vuelo a Nueva York. Olga se acercó al más gallito de los tres, el que había negado con rotundidad la posibilidad de que hubiera túneles o refugios subterráneos y que había despreciado las noticias que empezaban a aportar algunos policías que estaban hablando con los vecinos, sobre que esa posibilidad fuera cierta. Sin mediar palabra le dio un puñetazo en la cara.

-Esto es por hacer mal tu trabajo. Por creerte más listo y pensar que los demás somos tontos. Tu mal desempeño buscando esos mapas y esa información, podía haber costado que todos estos compañeros tuyos del CSI hubieran muerto hoy. Todo por burlarte de Ventura, que dormido, vale cien veces más que tú en plena forma. Si estuvieras en mi Unidad, éste hubiera sido tú último día de trabajo. Puedo perdonar los errores, hasta uno que lleve al desastre que podría haber sucedido hoy aquí. No perdono la soberbia y la chulería sin que haya nada de sustancia detrás. No perdono no hacer bien tu trabajo, porque querías ningunear a un compañero en el que ves todas las virtudes que tú no tienes.

No le sentó bien, ni el puñetazo ni las palabras de Olga. En cuanto ésta se dio la vuelta se abalanzó sobre ella. Pero Olga sintió el movimiento se giró sobre su pierna derecha levantando la izquierda y le dio una patada a la altura del hombro. El agente acabó en el suelo en medio de un charco de barro. Olga se acercó y sin dudar, le dio una patada con la puntera de sus botas en el estómago. Fue a repetir, pero Ventura le puso la mano sobre el hombro con suavidad. Olga lo miró y se relajó.

-Acompáñenme, por favor – les dijo una sanitaria. – Les curamos en un momento esas heridas.

Peter Holland se había mantenido al margen. Había visto todo lo sucedido. Cuando Olga y Ventura se fueron camino de la ambulancia, se acercó a hablar con esos tres.

-Volved a Washintong de inmediato. Mañana os quiero ver en mi despacho a primera hora.

El jefe del equipo de asalto apareció con los planos que la policía de Winston les acababa de conseguir del Ayuntamiento. Se reunió con sus hombres y se distribuyeron. Dos de ellos entraron por la puerta por la que habían salido Ventura y Olga. Otros dos fueron buscando otra entrada que parecía estar en otra edificación vecina. Otros dos fueron al otro extremo.

-Qué pena que eso no lo hayan hecho antes – comentó Ventura.

-Tengo hambre.

Ventura levantó las cejas al mirar a Olga.

-¿Ya?

Ésta se encogió de hombros.

-Disparar me da hambre.

-No quiero ni pensar lo que te comerás cuando vayas a hacer prácticas de tiro. O cuando te presentes a esas competiciones que a veces organizáis. Si hoy apenas has disparado un par de tiros. Cuando vacíes diez cargadores …

-Pero cuando compito o hago prácticas, tengo que disimular. Si no se meten conmigo. Aquí estoy en mi salsa. Puedo comer a gusto lo que más me apetezca. Porque además, te puedo echar la culpa a ti, que eres mala influencia.

-Encima, no te jode. ¿Cuando compites después te vas a comer un pescadito?

-Eso no. Nunca. Ni mi hijo me ha convencido. Pescado, yuyu.

-¿No le dabas de comer pescado de pequeño a tu hijo?

-Sí. Y bastante. He de decirte que no me gusta, pero lo cocino muy bien. Igual que las verduras. Se lo preparaba a él. Cuando hago alguna cena para amigos en casa, suelo prepararlo: Merluza rellena, Dorada a la sal, Caldereta de pescado … Para mí me hago otra cosa. Me lo dice Galder. Él si que cocina bien. Por eso su opinión vale más.

-Estás orgullosa.

-De eso sí. De otras cosas de él no tanto. Cambiemos de tema.

-¿Donde quieres cenar? – Ventura se apresuró a hacer caso a la comisaria. Se había sentido incómodo al ver la reacción de Olga. Incómodo por ella. Por sacar un tema que no parecía gustarle.

-Preguntemos a Charles o a sus compañeros. Seguro que conocen sitios buenos.

-No tengo muchas ganas de conducir. Procuremos que sean cerca. O al menos, cerca del hotel.

-Podemos coger un taxi. O a malas, volvemos al restaurante dónde hemos comido. Estaba todo muy rico y podemos acercarnos dando un paseo.

-¿Podrían callarse un rato? – la sanitaria les miraba divertida – Es muy difícil curarles las heridas de la cara. Será solo un momento. Luego pueden seguir con su cháchara reparadora.

-A callar. – dijo Olga encogiéndose de hombros. – Perdón,- dijo a continuación poniendo su mejor cara de niña buena.

Ventura se sonrió: le encantaba esos gestos de su compañera.

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Al final la cosa se alargó más de lo esperado. El equipo de asalto descubrió un intrincado laberinto subterráneo lleno de pasillos y habitaciones, que en su momento, habían sido refugios antinucleares. O eso pretendían ser, porque todos tenían claro que no hubieran servido para ese fin. Olga y Ventura, una vez curados y pese a las protestas de Holland, los recorrieron todos. Cuando llegaron a la sala en la que se habían refugiado, ya estaba la científica recogiendo pruebas y varios agentes empezaban a estudiar los documentos que había. Eso le fastidió a Olga que no pudo echarlos un vistazo. Ahora dependería de que el FBI quisiera compartir lo que descubrieran. Confiaba en que muchos de esos documentos estuvieran en los discos duros que sentía en sus piernas, bien sujetos por la caña de sus botas.

Eso sí, Ventura y ella tuvieron claro que las habitaciones que utilizaba Rosa María con asiduidad, eran las dos que estaban en ese pequeño rellano: de la que había salido Enrique y la que habían utilizado para refugiarse. La primera estaba casi completamente calcinada. Parecía que había contenido algunos documentos también. Había muchas pantallas de televisión, lo cual parecía indicar que estaban en el centro de control de toda la finca. Pero sería una labor larga recuperar su contenido. Habría que buscar también si las imágenes se subían a alguna nube.

Otro de los viejos refugios, parecía destinado a albergar a Ethan en el cautiverio que le había preparado Rosa María. Había una taza de váter. Un camastro y una mesa. Y varias jeringuillas listas para ser utilizadas. Olga estaba segura que serían drogas para controlar al chico.

Charles y la pareja de policías que habían descubierto el intento de secuestro de Rosa María, no les habían dejado en ningún momento. La mujer se dio cuenta de los rastros de sudor en la camisa de Ventura y le acercó de su coche una sudadera que llevaba siempre, por si acaso. Al final, Olga les preguntó un sitio en el que cenar lo que ellos les gustaba: carnes, hamburguesas, patatas fritas.

-Os invitamos – les dijo.

Los tres aceptaron la invitación. Se fueron a cambiar en un momento, mientras Olga hablaba con Peter Holland. Su conversación fue muy seria e intensa. Olga en muchos momentos le miró con dureza. A Ventura le pareció que había aprovechado para poner sobre la mesa todas las dudas que había tenido en los últimos días sobre las verdaderas intenciones del Jefe de Operaciones.

Cuando Charles volvió, trajo una camisa limpia y una chaqueta de punto, para que Ventura se cambiara. Éste le estrechó la mano efusivamente para mostrarle su agradecimiento.

Y allí fueron a cenar, al mismo sitio donde habían comido. Los tres fueron claros al afirmar que era un buen restaurante y estaba a un par de manzanas. La jefa de sala los reconoció y les llevó a la misma mesa de la comida.

-No hace falta que les recuerde lo que les he dicho esta mañana – sonrió a Olga y Ventura.

-No. Muchas gracias.

-Os advierto que después de lo que hemos vivido, yo tengo un hambre que me comería una vaca entera.

-O sea que para nosotros pido como siempre. – Ventura miraba a la comisaria con un cierto visaje de ironía.

Olga le sonrió pesarosa. Ventura entonces pidió para ellos la mitad de otras veces. Y aún así, a sus compañeros de mesa les resultó excesivo. Ventura miró a Olga cómplice. Ésta se echó a reír.

-No os asustéis si luego pedimos una segunda ronda. Después de lo que hemos vivido, necesitamos recuperar y relajarnos. La comida es uno de nuestros métodos.

-¿Y donde lo echáis? No tenéis una gota de grasa. Tenéis unos cuerpos envidiables. Yo pensaba que lo conseguíais gracias a comer verduras y ensaladas.

-Genética, imagino – contestó Olga.

-¿Olga comer ensaladas? – se burló Ventura. Recibió un manotazo de su compañera como castigo por la broma.

La conversación fluyó agradable durante toda la comida. Los policías de Winston fueron contando, a petición de Ventura como llegaron a la policía y sus experiencias al respecto. Ventura y Olga también contaron a grandes rasgos su historia. Se centraron todos en las anécdotas divertidas. Ya habían tenido bastantes tragedias durante esa jornada.

Ventura, haciendo verdad su premonición, pidió un par de hamburguesas más para Olga y él. Y pidió más patatas. Les ofreció a sus compañeros de mesa la posibilidad de unirse, pero declinaron.

-Estamos a tope. No me cabe una patata más. De todas formas, si yo hubiera estado en vuestro lugar hoy, a lo mejor me comía cinco más. Estoy intentado imaginarme ahí abajo y … creo que no hubiera sido capaz de … salir airoso. Me hubiera derrumbado. Si un día tengo la desgracia de tener que disparar y mato a alguien … O que me cojan de rehén con una pistola en mi sien … ¿Habéis vivido situaciones así antes?

-Yo no – se apresuró a decir Ventura.

Olga hizo un gesto de pena.

-Yo por desgracias sí. Unas cuantas.

-¿No es la primera vez que matas a alguien?

Había sido Patricia la que le hizo la pregunta. Estaba sorprendida. Sabía que ser Comisaria en la policía Española, era un puesto de responsabilidad. Se la imaginaba en un despacho, dirigiendo a sus subordinados.

-Por desgracia no. Ya he estado varias veces en esa circunstancia. Es algo a lo que no te acostumbras, pero aprendes a sobrellevarlo. Además, siempre que me he visto obligada a disparar con intención de herir, han sido situaciones extremas en las que el resto de opciones no … vamos que no había más salidas.

-Disparas muy bien. – el tono de Charles al hacer esa afirmación denotaba claramente admiración.

-¿Cómo lo sabes? ¿Lo habéis visto?

-El cámara que os seguía, antes de subir de nuevo las escaleras, siguiendo las órdenes de los jefes, cuando ha empezado el jaleo con ese tipo, dejó la cámara en el suelo, transmitiendo. Lo vimos todo.

Olga y Ventura se miraron sorprendidos.

-¡Vaya! No nos lo han comentado – Ventura fue el que puso voz a los pensamientos de ambos.

-Todos estaban muy preocupados. Nadie sabía que hacer. El jefe Holland estaba muy enfadado porque todos notábamos el olor a gas que iba aumentando. Y tú habías dado la orden de cerrar las conducciones mucho antes de bajar por esa escalera. Echó una bronca monumental a esos agentes con los que luego discutiste, Olga. Se lo encargó a ellos. Entonces fue el Jefe de la Unidad de asalto quien nos pidió a nosotros que buscáramos esas llaves o que si fuera necesario, pidiéramos a la compañía de gas que cortara el suministros a toda la manzana. Y que lo hiciéramos con urgencia.

-Fuimos nosotros – dijo Patricia. – David se puso en contacto con la compañía mientras yo fui a buscar la llave con dos de los agentes de asalto. Al final la encontramos, siguiendo los consejos de un vecino que había salido al jardín a ver el espectáculo.

-Pero el mal ya estaba hecho. Fue solo un par de minutos antes de que todo se convirtiera en una enorme hoguera. Yo me quedé paralizada. Los dos del FBI que venían conmigo, lo mismo. Vimos salir en tropel a todos justo antes de la llamarada. Escuchamos una explosión en el subsuelo que hizo que hasta los edificios cercanos temblaran.

-Fíjate, yo eso no lo sentí – dijo Ventura sorprendido.

-Yo no fui consciente tampoco. Quizás porque intuía que iba a pasar y solo me centré en buscar una salida y que no te pasara nada.

-Yo en tu lugar, me hubiera cagado encima – David miraba con admiración a Ventura. – Y mantuviste la calma. Mirabas a Olga con determinación. Parecía que le estabas dando permiso para que hiciera lo que considerara.

-Poco podía hacer – Ventura no estaba cómodo recordando ese momento, pero se lo debía a esos policías que sin conocerlos, les habían ayudado. – Me tenía bien agarrado. Casi me deja sin respiración. Casi me mata por estrangulamiento.

-Yo creo que al final lo hiciste. Me dejaste más claro el blanco – Olga lo miraba sorprendida.

-Creo que te equivocas, Olga – le dijo Charles. – No se movió. Cuando te disparó ese tipo, apretó más el cuello de Ventura. Y tú encontraste el hueco por el que colar la bala cuando te incorporaste. Fue un disparo increíble. Para los siguientes, entonces sí, el blanco era mayor. Para el primero no. Hasta el jefe del equipo de asalto se llevó la mano a la boca antes de jurar que nunca había visto un disparo como el tuyo.

-Y ni te paraste a contemplar tu éxito. Una vez que disparaste los seis tiros, miraste al fondo durante apenas un instante, y agarraste a Ventura de la americana y lo levantaste. Te lo juro, dio la impresión que tenías una fuerza increíble. A Ventura se le notaba que le costaba respirar. Diste dos patadas a la pared hasta que por arte de magia, apareció ese pasadizo o lo que fuera en el que os resguardasteis. Y lo volviste a cerrar apenas unos segundos antes de que esa lengua de fuego subiera. Ahí ya echamos todos a correr y la cámara me imagino que se achicharraría.

-Salimos todos en tropel. Mr. Holland pegó un grito horrorizado.

-Creo que fue el de los SWAT.

-Da igual. A lo mejor fueron los dos a la vez.

-Pero el Jefe de los SWAT te juro que perdió unos instantes para asesinar con la mirada a esos tres imbéciles. Es que todavía, mientras veían lo que ocurría, murmuraban entre ellos y se echaban a reír. Les oí algo de cagarse … de que no olía a gas sino a la mierda de Venturita.

-Pues si que te tienen manía esos. ¿Qué les has hecho? – Olga le miraba con gesto de chufla. Ventura tuvo un primer arranque de contestar de forma cortante, pero al verla la cara se echó a reír.

-Lo único que he hecho, es mi trabajo. Escuchando, mirando, y oliendo. He seguido mi instinto por encima de los protocolos establecidos. Y … sabes, en realidad, las veces que he trabajado en casos a los que esos tres no sabían encontrarle un sentido ni un camino para llegar a la verdad, lo que les jodía es que conseguía que los testigos, los familiares de las víctimas, incluso los cercanos a los que al final descubrimos que fueron los culpables, me contaran cosas que a ellos no lo hicieron.

-Con esos aires que se dan ¿Quién les va a contar? – Patricia abría mucho los brazos, mostrando su incomprensión. – Ni los amigos, sus amigos, les contarían nada.

-¿Quién les ha dado tantas alas?

-Holland está claro que hasta hoy, los protegía. Les daba los mejores casos. – Ventura fue rotundo en su apreciación.

-Algunos casos resolverían – contemporizó Olga.

-Si estudiamos uno por uno, en casi todos te diría que llegó otro agente que les salvó del desastre. Otro que supo volver sobre lo ya andado y mirar bifurcaciones del camino que estos tres inútiles habían descartado. O alguno del CSI que les abrió la mente.

-Un observador externo quizás pudiera sacar la conclusión de que son buenos coordinadores que saben sacar lo mejor de sus colaboradores.

-Lo único que … – Ventura se sonrió por lo que iba a decir – tú y tus compañeros, tenéis fama de ser muy buenos coordinadores. Pero en vuestros informes, sale hasta el becario que cogió una llamada de alguien que quería contar algo. Todos los miembros de vuestro equipo, a todos ellos les reconocéis su mérito. Incluso, por estas semanas que te he conocido más intensamente, te diría que os quitáis méritos vosotros. Porque no creo que vuestros subordinados tengan vuestra raza, vuestro talento y vuestras intuiciones. En el caso de estos, solo salen sus nombres. Se apropian de todo lo que han hecho los demás.

-Ya estamos. Nosotros solo tenemos …

-Mira, Olga. – Ventura se giró para mirarla directamente. – Cuando hemos entrado en esa habitación, en donde estaba el cadáver de esa mujer, a los cinco minutos, sabías todo lo que a mí me ha costado media hora. Y mucho más que, con todo lo que ha pasado luego, te has guardado para ti. Te lo he notado. Te has plantado ahí en medio y has ido radiografiando todo. No has necesitado ni agacharte para ver el cuerpo de cerca. Hasta te diría que sabes quien la ha matado. Lo sabes, con nombre y apellidos. Y lo más importante: sabes la razón. Y sabes que en realidad, no ha sido una muerte de encargo. Ha sido solo una consecuencia de lo que ha hecho antes esa Rosa María. Un amigo de alguno de sus objetivos anteriores. O de los presentes.

-¿Pero como se llamaba en realidad? Al menos os hemos oído tres nombres distintos para referiros a ella.

-Eso. Que a mí también me despistas con eso.

Todos se quedaron mirando a Olga que se dispuso a dar las explicaciones que sus compañeros de mesa la requerían.

-A ver. Isabel es el nombre que dio para su último trabajo. Rosa María, es el nombre por la que la conocían en Concejo del Prado, un pueblo de Madrid al que se fue a vivir para estar cerca de Carmelo del Rio, el actor, que era su objetivo. Espiarlo y llegado el momento, matarlo. A él y a Jorge Rios, el escritor. Y Evelyn es el nombre que figura en su documentación oficial en Inglaterra. Evelyn Smith.

-¿Sin “h”? – bromeó Ventura.

Olga se sonrió.

-Con “h”.

-¿Y su nombre verdadero?

-Que quede entre nosotros: Rosa María Losantos Hermida. Natural de Málaga. Tenía 41 años. Su afición al asesinato le viene de familia. Su padre la enseñó. Él mismo era asesino a sueldo. También la enseñó a hablar tres idiomas como si fuera nativa. Y otras muchas habilidades que los que hemos tenido contacto con ella tenemos muy presentes.

-No se lo has dicho a Holland. – Ventura la miraba sorprendido.

-Él lo sabe antes que nosotros. Y se lo ha guardado. No he querido insultarlo diciéndole cosas que ya conoce de sobra.

-¿Y ese cariño que te ha dicho Enrique que te tenía Rosa María?

-Maté a su padre. Carmen y yo. Me atribuí el disparo, o me lo atribuyeron, pero no sabemos quien de las dos lo hizo. El fatal, me refiero. Intentó matar a Javier para vengarse de su padre. Javier apenas tenía dieciséis.

-Joder. – Ventura no pudo disimular el impacto de la noticia.

-Esto no lo sabe Javier, Ventura.

-No creo que tenga oportunidad de contárselo. Ni siquiera nos conocemos.

Ventura puso su mejor cara de cínico bromista. Olga se encogió de hombros.

-Tú sabes que si vas a tener, no una, sino una cada día. Oportunidades de contárselo, me refiero. Cuando te vuelvas conmigo a España.

-¡¡Una mierda!! – la cara de Ventura era la viva expresión de lo bien que se lo pasaba con sus piques con Olga.

-Tiene que ser una gozada trabajar con vosotros – dijo Patricia pensativa.

-No es ninguna bicoca. El trabajo es duro. Muchas horas. Intentamos compensarlo con un buen ambiente. Con libertad para que nuestros colaboradores se organicen. Los casos que llevamos son duros. Vemos cosas … atrocidades … cada día. Ese joven, Enrique. Nos ha intentado matar hoy. Pero no puedo dejar de pensar en que … tuve en mis brazos a chicos que vivieron lo mismo que él. Él fue una víctima antes de convertirse en lo que habéis visto. Y cada vez que recuerdo como estaban todos ellos cuando la persona que los salvaba me los traía para que los protegiera, me entran unas ganas de llorar que a penas puedo contener. Estos días mis compañeros en España han salvado a unos chicos a los que trataban como a animales. Desnudos, sucios, muchos con enfermedades y lesiones causadas por los maltratos, por los golpes. Oliendo a orines y a mierda. Y llevaban meses no conociendo otros olores. Alimentándose a base de comida de perro. Y tienes que convencerlos de que somos los buenos, que vamos a salvarlos. Los tienes que abrazar y besar, a pesar de que por el olor que emanan, tienes ganas de vomitar.

-¡Joder! – fue Patricia la que puso voz a lo que pensaba ella y sus dos compañeros.

-Mala cosa no será cuando todos quieren trabajar a vuestro lado – dijo Ventura muy serio.

-No todos. He ido a buscar a algunos que nos interesaban, y me han dicho que no. No todos buscamos lo mismo al dedicarnos a esta profesión. Muchos prefieren un puesto cómodo, con unos horarios fijos y sin complicaciones.

-Ayudar a los demás, proteger a los débiles – dijo David con gesto convencido.

-Lamentablemente no todos piensan como vosotros – terció Ventura – Lo he visto en muchos compañeros.

-Esos no son policías de verdad.

-Pero actúan como tales – contestó Patricia a su compañero Charles. – A ver cuantos compañeros nuestros se hubieran preocupado de ayudar a un agente del FBI que le aborda por la calle y les muestra una foto. Y más a diez minutos de que salieras de turno.

-¿Salías de turno? Pues ya le has echado horas entonces. Y tu ayuda ha sido fundamental. No hubiéramos llegado al incidente del intento de secuestro.

-Ahora debemos encontrar a Ethan – dijo Olga.

-¿Queréis que pidamos a nuestros compañeros que estén atentos?

-¿Lo haríais? – Ventura se había adelantado a Olga.

-¡¡ Claro !!

-Mañana lo ponemos en marcha.

-¿Algo más para comer?

La camarera miraba a Olga sonriendo de forma irónica. Olga le devolvió la sonrisa.

-Pasemos al dulce, que esta mañana nos han interrumpido y no hemos podido disfrutarlo.

-¿Surtido de postres?

Olga afirmó con la cabeza sonriendo.

La conversación volvió a distenderse y apartarse del tema laboral. Las risas volvieron a llenar la mesa. Llegó el café y una copita. Salvo Charles.

-Yo os llevo a todos a casa. Bebed tranquilos.

De nuevo, cuando esta vez fue Olga a pagar y se levantó buscando a la jefa de sala, ésta le dijo que “el Sr. Carceler se ha ocupado”.

-Al menos deje que me ocupe de la propina.

-Se ha ocupado también. Me ha pedido que busque el momento para transmitirla su agradecimiento por cuidar de su hijo.

-Dígale, si tiene oportunidad, que no he podido hacer otra cosa, porque tiene un hijo maravilloso y no podemos permitirnos perderlo.

La mujer pareció gustarle la respuesta y sonrió asintiendo ligeramente con la cabeza.

.

-¿Has podido pagar?

Estaban en la habitación de Olga. Se habían sentado en las butacas que había en una esquina, con una mesa pequeña entre ellas. Habían pedido al servicio de habitaciones que les subiera unos combinados de Coca-Cola con Ron.

-¿Has podido pagar? – Ventura repitió la pregunta. Olga parecía perdida en sus pensamientos.

-¿Eh? – se lo quedó mirando con si acabara de salir de un trance. – No. No. Lo mismo que a la mañana.

-Mi padre sigue en plena forma. Informado de todo.

-Parece que sí. Se preocupa por ti.

-No te rías de mí. Se preocupa de sus negocios. Los oficiales y los de su segunda ocupación. Su hobby, como decía. Dice.

-¿Que pasó entre vosotros para que discutierais?

-No merece la pena perder el tiempo en ese tema.

-Ventura, por favor. ¿Como te llama tu madre cuando quiere mostrarte su cariño?

-¿Cabrón?

-Anda, anda. Te lo pregunto en serio.

Ventura suspiró resignado antes de contestar.

-Turi. Como me llamó Guille. Se lo copió a ella.

-No te gusta.

-Lo asocio a ella. Ella me gusta que me llame así. Pero solo ella. Es como una forma de … sentirla más cerca. Gracias por no haberme llamado así.

-No me diste permiso cuando lo hice. Por nada del mundo quiero molestarte. Al revés. Me gustaría poder conseguir que te sientas mejor. Que te quieras un poco más. Que te relajes.

-Ya lo haces. Desde el primer día. Me tendiste la mano y no me has soltado nunca. Me respetas. Respetas mis opiniones. Me escuchas. Esas dos cosas son importantes.

-Hay más gente que te respeta.

-No creas. Me toleran.

-¿Saben quien es tu padre?

-Holland, sí, imagino. Mi padre tuvo que hablar con él para pedirle el favor. El resto no creo. Mi padre nunca ha presumido de tener las empresas que tiene, ni de ser rico y tener acceso a los Presidentes de la mitad de los países del mundo. Viven en una casa en el centro de Madrid, en buen barrio, casa grande, pero nada comparado a la que disfrutan otros mucho menos adinerados. No tienen grandes coches, ni van rodeados de sirvientes o escoltas. Todo es mucho más sutil. Lo sabes porque los conoces. Y desde luego, su hobby lo conocen cuatro personas contadas.

-No, ya te lo dije. Javier y Carmen sí. Aunque ninguno habla de ello. Carmen no tenía ni idea de que los conociera. Ya te lo dije. Por mucho que me tiendas trampas, no va a cambiar mi versión.

Olga se calló unos instantes. Lo observaba con detenimiento. Notaba como la cabeza de Ventura no descansaba. Cualquier otro día, con la mitad de las vivencias que habían tenido ese día, Ventura se habría quedado dormido en su cama. No había ni rastro de que necesitara irse a dormir.

-¿Por qué no me lo cuentas?

Olga hizo la pregunta en un tono dulce y tranquilo. Ventura la miró un momento. Se encogió de hombros. Pero no se animó a hablar. Al menos en ese instante. Olga notaba como había una lucha dentro de él. Parecía debatirse entre hablar o callar. Al final Ventura se incorporó un poco en la butaca. Parecía que había ganado la opción de hablar.

-Me secuestraron. Con doce años. Como todo en nuestra familia, no se enteró nadie. Solo lo supieron mis dos hermanos, y porque estaban cuando ocurrió. Si no, seguro que mis padres se lo hubieran ocultado. Me drogaron y me amordazaron, a parte de ponerme una capucha en la cabeza y atarla con una cuerda. Me tiraron como un saco de patatas en el suelo de una furgoneta.

Ventura se calló un momento. Cogió su copa y la pegó un buen trago. Sus ojos brillaban debido a las lágrimas que los inundaban.

Olga contuvo la respiración. Por nada del mundo se esperaba esa revelación. Pocas veces en su vida profesional no había sabido como actuar. Esa era una de ellas. No se había preparado para esa historia.

-En cuanto llegamos al destino, me desnudaron por completo. Me ataron las manos y me metieron en un cuarto. Me quitaron la capucha, la mordaza y me dejaron allí. Me daban de comer a través de una abertura en la puerta. Todo estaba a oscuras. Hacía mucho calor. Tenía un orinal para hacer mis necesidades. Y una botella de agua para beber. Yo creo que ese agua tenía algo de droga. Siempre me sentía abatido. Sufría alucinaciones. Sudaba mucho.

Volvió a beber de su copa. Esta vez no se lo pensó y siguió hablando.

-Hasta ese día, mi padre era Dios. Allí, en ese cuartucho, no dejaba de preguntarme dónde estaba que no venía a buscarme. Sabía a lo que se dedicaba. Nunca nos lo ocultó. Es más, nos enseñaba a mis hermanos y a mí cosas de su afición. Con siete años, me enseñó a disparar. Muchos tipos de armas. En lugar del veo veo, jugábamos a ser capaz de recordar el máximo número de objetos de cualquier habitación, lugar. Con diez, me enseñó a desmontar una bomba. Es alucinante. Diez años y sabía hacerlo. Pero ahora, cuando lo necesitaba, no estaba. Llegué a pensar que mi padre no me quería. Que había hecho algo mal y estaba enfadado y por eso no iba a buscarme.

No sé los días que estuve en ese cuarto. Nadie me habló en ese tiempo. Solo el ruido de la cancela cuando se abría para meter el plato de una especie de pasta que era mi comida todos los días. Al menos era rica de sabor. Sin poder limpiarme el culo si cagaba. Buscando el orinal por el olor de mis meadas. Eso no me lo cambiaban cada día. Me acostumbré al olor de mi propia caca. Tenía doce años.

Un día, escuché un ruido ensordecedor. Venía de la parte de arriba. Sabía que habían sido explosivos. Luego escuché disparos y golpes en la parte de arriba. Perdón por la reiteración. El caso – Ventura parecía que tenía prisa por acabar – es que de repente la puerta se abrió por completo. La luz de una linterna potente me deslumbró. Entonces pensé que estaba desnudo. Sentí vergüenza. Esos días de no tener nada que hacer, pensé más en mi cuerpo y fui consciente de que estaba cambiando. Ya me entiendes. Un hombre se acercó a mí y me ayudó a levantarme. Me abrazó. Pensé que yo olería mal. Me dio todavía más vergüenza. Pero ese hombre me abrazó y me comió a besos. Te lo juro, solo escuchar su voz en mis oídos me hizo … olvidarme de los días pasados, de mi culo sucio, de mi olor nauseabundo … me puso sobre su hombro y me sacó de ese cuarto. “cierra los ojos para que la luz no te haga daño”, me dijo. Y los cerré. Nos metimos en un coche que salió de allí a toda velocidad. De nuevo me había abrazado y me acariciaba la cabeza. Y no dejaba de hablarme al oído. De decirme lo valiente que era, lo orgulloso que estaba de mí. No sabía quien era, pero saber que él estaba orgulloso de mí, me hizo sentirme bien. Te lo juro.

Ahora el llanto era menos callado. Olga tuvo la tentación de abrazarlo, pero pensó que no era el momento. Ventura estaba reviviendo el abrazo de ese hombre. Y eso le producía, a pesar de las lágrimas, un sentimiento de bienestar que era palpable en su rostro.

-Me llevó a casa. Mi madre corrió al coche a cogerme en brazos. Mis hermanos corrieron también y se abrazaron a nosotros. Mi padre lo fue a hacer, pero le miré con todo el odio del que fui capaz. Él era dios y no había ido a salvarme. Lo había hecho un puto desconocido. No he podido perdonarlo. Nunca. Ni lo haré. Ahora lamento hasta haber quedado con él el viernes. No sé si cancelarlo.

Entonces fue cuando Olga se levantó de su butaca, se acercó a la suya, se puso de rodillas delante de él y lo obligó a abrazarse a ella. El llanto de Ventura se hizo incontrolable. Todo su cuerpo temblaba al ritmo del lloro. Olga le acariciaba la cabeza y le besaba la mejilla continuamente.

Así estuvieron un buen rato. Hasta que cuando Olga rompió ese abrazo y fue al baño, al volver, se encontró a Ventura sobre su cama, completamente dormido. Se sonrió, le quitó los zapatos y le arropó.

.

-Lo vi con mis ojos, Dani. No fuiste ni al entierro. Era tu amigo.

Dani no sabía que decir. Apenas podía recordar nada de esos días. No trabajaban, eso lo tenía claro. Iban de fiesta en fiesta, siempre medio borrachos, siempre con su cajita con los útiles para meterse una dosis si la necesitaban. Bien surtidos de preservativos, para no perder una oportunidad de disfrutar de un buen polvo. ¿Los disfrutaba de verdad? Siempre acababan necesitando la droga y el sexo. Regado con bebidas espirituosas de alta gama. Tiene la impresión de que esos días estuvo con ellos, que apenas se separaron. Pero luego les abandonó y fue a ver a alguien. No centraba los recuerdos. A lo mejor tendría que darle la razón a Quiñones.

-Lo siento, de verdad. No lo recuerdo. Estaría en alguna habitación de hotel drogado.

-O follando con cualquiera.

-Oye, que tú también lo hacías.

-Porque no me querías, Dani. Si me hubieras querido … yo no necesitaba a nadie más que a ti.

-Sabes que en aquellos días, no …

-Ese puto Jorge de los cojones.

Sergio se alarmó. El tono de asco y odio que Quim había imprimido a sus palabras, no se lo había escuchado nunca en esos años.

-No seas injusto, Quim. Jorge es …

-Pasó de mi culo, joder. No me quiso tampoco él. Me hablaba y me … contaba idioteces, historias de no sé quien o … me importaban una mierda ¿Me entiendes? Yo quería follármelo. Quería que todos vieran que yo triunfaba donde los demás … y el puto de él acaba con este traidor – señaló a Dani con la cabeza en tono despectivo – y enamorados como dos gilipollas. Dani, el Dios del sexo sin compromiso y diciendo bye bye con la mano, por la mañana a sus presas sexuales, amancebado con ese cabrón de cagatintas.

-Tú querías a Remus. ¿No te acuerdas? ¿O le engañaste? – Sergio le había tendido la mano que Quim, un poco renuente al principio, se la había acabado cogiendo.

-Sí, lo quería.

Entonces, Quim volvió a sumirse en uno de esos estados ausentes. Daba la impresión de que en ese tiempo, volvía al pasado y revivía los momentos de los que habían estado hablando.

Dani aprovechó y se levantó sin disimular su incomodidad y enfado y se fue al servicio. Se encerró en un reservado pegando un portazo y se sentó sobre la taza. Levantó las piernas y apoyó los pies en la puerta. Si en ese momento hubiera llevado encima sus útiles de antaño, ahora se estaría preparando un pico para meterse. Casi nunca sentía ganas de volver a aquellos días. Pero Quim le estaba haciendo sentir como una mierda. Como un tipo interesado y cabrón, solo preocupado por él. No presumía de haber sido siempre un chico preocupado y sensible con los que le rodeaban. Posiblemente hasta que Jorge se quedó permanentemente en su vida el día que fue a buscarlo a aquella cafetería, eso no hubiera sucedido. Sus relaciones de amistad se basaban en la juerga, las discotecas, el alcohol y las drogas. Sin olvidarse del sexo sin compromiso y con preservativo. Eso es el único detalle que le hacía parecer un amante cuidadoso con la pareja. En realidad, lo hacía por egoísmo. Por no tener un hijo con la primera mujer que quisiera cazarlo, que hubo varias que lo intentaron, o coger cualquier enfermedad de transmisión sexual.

Así estuvo casi veinte minutos. De vez en cuando sentía el impulso irrefrenable de dar patadas a la puerta. Entonces sintió que alguien tocaba ligeramente en ella, después de uno de sus impulsos pateadores.

-¿Estás bien Dani?

Era Flor, su ángel de la guarda.

-Sí, tranquila. He copiado a mi escritor y sus momentos de … perdona si te he asustado. Perdona por las patadas.

-Sal anda. Refréscate la cara. Tu representante empieza a preocuparse.

-Dame cinco minutos.

Dani ni se movió. Cerró los ojos e intentó pensar en su droga sustitutiva: Jorge. Ahora, Jorge lo miraba con esa sonrisa que tanto bien le hacía. Era capaz incluso de sentir su mano acariciándole la mejilla. Sus labios acercándose para besar los suyos. “Te quiero, rubito, con todo mi alma”.

-¡¡Dani!! – Flor insistía. Carmelo miró el teléfono. Sus cinco minutos se habían vuelto a convertir en otros veinte. Se incorporó y levantó la tapa de la taza. Necesitaba orinar. Durante un segundo se le pasó por la cabeza hacer como a veces hacían él y sus amigos cuando estaban puestos: mear las paredes, para dejar el rastro de los dioses del cine. Los orines de unos semi-dioses. Debería contarle todas esas cabronadas que hizo en su pasado para que Jorge cambiara su opinión sobre él y viera el hijo de puta que era la persona de la que se había enamorado. O quizás ya lo sabía y se lo perdonaba todo, porque lo quería de verdad. Carmelo era consciente de que solo había habido dos personas que le habían querido de verdad y se lo habían demostrado: Jorge y … Olga.

Procuró apuntar bien a la taza. “Siempre puedo poner la excusa de mi altura: es más difícil hacer puntería.” Accionó la cisterna, se colocó un poco la ropa y abrió la puerta. La cara de Flor era de preocupación. Tenía el teléfono en la mano dispuesta a llamar a alguien.

-No hace falta que el escritor se entere de esto – Carmelo la sonreía como un niño pequeño que había sido pillado en una trastada.

Flor movía la cabeza negando a la vez que sonreía.

-Refréscate un poco anda. Tienes legañas por las lágrimas y los labios los tienes irritados de mordértelos. Y no me tientes que llamo a Jorge en un momento. No me des estos sustos.

-Tenemos que cuidar un poco al escritor – le advirtió Carmelo.

-Pues empieza por cuidarte tú. Y por cuidar a los tuyos para que no tenga que ocuparse él. Sal ahí y reconquista a tu viejo amigo.

El tono empleado por la policía había sido una mezcla de dureza y dulzura. Eso precisamente solía desarmar a Carmelo. No dijo nada, abrió el grifo del lavabo más próximo y se refrescó la cara con decisión. Flor le tendió entonces una toalla para que se secara.

Carmelo se decidió y salió del baño. Ricardo y Bela lo esperaban en la puerta para acompañarlo de nuevo a la mesa. Se dio cuenta que Quim había vuelto de su viaje a ninguna parte. Parecía charlar distendidamente con Sergio que se reía de alguna ocurrencia de su antiguo amigo.

-¿Has acertado con la meada o has dejado tu firma en las paredes, como antaño?

Carmelo no pudo por menos que echarse a reír.

-He tenido la tentación. – dijo sentándose – Pero me he contenido.

-Menos mal – dijo Sergio aliviado. – He pensado que podíamos comer con Quim aquí, en la residencia.

-Me parece una buena idea. Tengo hambre. ¿Qué tal se come?

-Bien. No me quejo. Aunque no suelo tener mucho apetito.

-Eso va a cambiar. O te hago el avioncito. Nunca has sido de mucho comer.

-Joder. Parece que te acuerdas de lo que quieres.

-Recuerdo cuando te hice el avioncito.

-Que vergüenza. Eso fue en un restaurante bueno. Remus y tú. Los dos. Casi nos echan.

-A eso ayudó que Ro se quedó dormido de repente sobre el plato de pescado.

-Casi prefiero no enterarme de estas historias – se quejó su representante.

-Tuviste suerte que no nos tuvieras que ir a buscar a comisaría. El encargado quería llamar. Creo que fue … ¡Ovidio Calatrava! … sí … fue él el que intercedió y debió darle una buena propina al encargado para que olvidara el tema.

-Y luego dices que Ovidio te odia.

-Eso lo suele decir Jorge.

-Ya serás tú quien lo dice. Venga, dejemos el tema. Vamos a comer.

-Perdona por lo de antes. – Quim se acercó a Carmelo y le besó en la mejilla.

-Era un hijo de puta, es cierto. Drogata, borracho y un puto cabrón de mierda. Por mucho que no lo recuerde, no deja de ser verdad.

-Pero todos te queríamos.

Carmelo asintió con la cabeza, aunque un pensamiento se abrió en su cabeza: “Salvo los que me odiaban”.

.

El viaje de vuelta a Madrid fue igual de silencioso que el viaje de ida. Ahora ya, las piernas de Carmelo estaban quietas. Y en este caso, ya no disimulaba haciendo ver que iba pendiente del paisaje.

-Dime en que piensas – Sergio no dejaba de mirar a su representado.

-Cuando me vienen recuerdos de mi época de … locuras … me doy asco. Jorge no me cree cuando le digo que era un hijo de la gran puta.

Sergio se sonrió. Negaba ligeramente con la cabeza. Jorge sabía perfectamente como era entonces Carmelo. Otra cosa es que tuviera una estrategia para conseguir que Carmelo no se volviera a sumir en aquella deriva.

-Yo en cambio, me siento orgulloso de ti. – dijo Sergio con una sonrisa.

-No me jodas. No me tomes el pelo.

-Sí. Me siento orgulloso porque recuerdo perfectamente aquellos días. Echo la vista atrás y te veo. Y te miro ahora, y me digo: lo consiguió.

-Seguramente es culpa tuya.

-Lo hice con muchos de tus amigos. Solo tuve éxito contigo.

-Al menos, salvaste la vida al resto. Salvo a Ro.

-Quim …

Sergio cerró los ojos y suspiró. No pudo evitar echarse a llorar. Carmelo lo miraba impotente. No sabía como actuar. Los papeles estaban cambiados. Sergio siempre le había consolado a él. No sabía como hacerlo al revés.

-Se volvió loco. Cuando se asomó a la ventana y vio a Ro estrellado en ese coche debajo de su casa …

De nuevo el llanto invadió a Sergio. Tras varios amagos, Carmelo se acercó a su agente y lo abrazó. Los primeros minutos, el actor se sintió incómodo. Poco a poco fue relajando su cuerpo y el abrazo se convirtió en natural y acogedor.

-Se acababa de meter una dosis. Pero su cabeza … bajó corriendo hasta la calle. Intentó bajar a Ro del techo del coche. La policía tuvo que emplearse a fondo para controlarlo. No tardé en llegar, todo sucedió cerca de la oficina. Cuando llegó el juez y ordenó levantar el cadáver, Quim intentó verlo. Los sanitarios se lo impidieron. Imagina como estaba su cara … machacada. Remus salió en ese momento. Su viaje alucinógeno había sido antes que el de Quim. No se había enterado de nada. No acababa de entender lo que pasaba. Quim … se enfadó con él. Casi lo mata. De repente … Quim se desplomó en mitad de la calle. Así hasta ahora.

-¿Y en este estado fue al entierro?

-No me atreví a impedírselo. No dijo nada. Solo se quedó delante del ataúd. Lo miraba sin casi pestañear. Pocos días después, lo ingresé en esa residencia. Todos me habíais dado poder para actuar en vuestro nombre en caso de … poneros mal.

-¿Y desde entonces lo pagas todo?

-Eso es lo de menos.

-Cóbrame más y así te ayudo. O pásame parte de la factura. O toda.

-No, Dani. Era mi responsabilidad. Yo era el responsable vuestro.

-¿Y su familia?

-¿Y la tuya? ¿Y la de Hugo? La de Remus algo mejor pero … manteniendo las distancias.

-Esos hijos de puta de Anfiles saben a quien tientan …

-Ese hijo de puta de Toni, sabía a quien tentar. Y yo mirando. Eso también es mi responsabilidad. Mi culpa.

-Deja eso de … deja de decir eso, joder. No te lo pusimos fácil. Nada fácil. Y sigues cuidando a Quim. Le pagas la residencia. Te ocupas de sus cosas. Me he dado cuenta cuando hablabas con esa doctora. Te has ocupado de mí. Y encima no me cobras lo que me cobrarían otros …

-Tenía que haber sido más radical. Tenía que haberme ocupado de Toni mucho antes y apartarlo de vuestro lado. Maldita la hora en que me asocié con él. Él os llevó a ese infierno. Y yo mirando.

-Dale con el “y yo mirando”. ¿Y Remus? ¿Te ocupaste de Hugo también?

-No. No me ocupé. Ellos estaban más metidos en Anfiles que Quim y Ro. Se ocuparon otros. Estuve informado, eso sí. De hecho, sigo siendo representante de ambos. – Sergio se calló unos segundos. Parecía necesitar ordenar sus recuerdos. – Reconozco que fui un cobarde. Luego … lo pagué, porque el hijo de puta de Toni metió a mi hermano en ese …

Carmelo se llevó las manos a la cabeza. No se había acordado nunca del hermano pequeño de Sergio. Llevaba años sin preguntarle. Lo había borrado por completo de su cabeza.

-No te martirices por haber olvidado a Fidel. Es tu defensa. No sé si es buena idea que todas estas cosas salgan y las vuelvas a tener presente.

-Como no me voy a martirizar. Soy lo peor. Tú siempre pendiente de mí. Sacándome de todos los marrones habidos y por haber. Y ahora … ¿Y como sacaste a Fidel de Anfiles?

-No te preocupes de eso. Lo saqué y punto.

-¿Y está bien?

-Sí, vive en Estados Unidos. Se cambió el apellido. Fue como si hubiera renacido.

-¿Jorge sabe de todas estas historias?

Sergio suspiró. Iba a decirle que no le dijera nada al escritor, pero sabía que eso sería contraproducente. Jorge lo iba a notar en cuanto se lo echara a la cara.

-Jorge sabe, tranquilo.

-No me digas que ha ido a ver a Quim.

Sergio sonrió triste.

-No. No ha ido. No le he dejado.

-Creo que te equivocas.

-Ya has visto como Quim lo odia.

-Te equivocas. Y lo sabes. Llévalo a verlo.

-Ya tiene bastante …

-Quim era mi amigo. He estado años en que lo he ignorado. Yo podía haber sido Quim. O Ro.

-No es buena idea.

-Dime por qué.

-Ese día que desapareciste, el día de lo de Ro, te fuiste de su lado por ir a buscar a Jorge a esa cafetería. ¿Te acuerdas de la matraca que me diste para que me enterara de por dónde paraba? Ese fue vuestro verdadero inicio de … vuestra relación.

-¿Y Quim sabe que …?

Sergio afirmó con la cabeza.

-Pero Jorge no hizo nada mal. No tiene ninguna culpa.

-Eso da igual. Tú lo sabes. Necesitaba un culpable. Tú … siempre te ha amado, ya le has oído. Jorge, tu pareja, es la persona que mejor encarna a un enemigo completo.

La caravana de Carmelo llegó a la oficina de Sergio. Éste besó en la mejilla a Carmelo y salió del coche.

-¿Quieres subir y tomamos algo? O si prefieres …

-No, otro día. Ya te he jodido el día …

-¡Qué dices! Es el día que mejor he visto a Quim.

-A lo mejor le llamo y hablo con él un rato. ¿Qué te parece?

-Puede que sea mejor que lo dejes para mañana. Lo que sientas que debas hacer. Has cogido algo de ese sexto sentido que tiene Jorge.

-Por eso debería contarle. Él sabrá que hacer.

Sergio se encogió de hombros. Estaba superado. Entonces Carmelo vio que de nuevo estaba siendo egoísta. Le hizo un gesto a Flor que lo miraba expectante. Ésta dio la orden a sus compañeros de bajarse de los coches. Carmelo hizo lo mismo.

-Acepto tu invitación, he cambiado de opinión. Vamos a hacer uso de esos sillones que tienes en tu despacho y de ese whisky que solo sacas para los VIP.

-Si casi te has bebido esa botella tú.

-¡Mentira! ¡Y gorda! Por una vez que tomamos un whisky pequeñito.

-Anda, tira para arriba. A ver que desastres han ocurrido en mi ausencia.

-Llevas todo el día con tu actor más problemático. Así que tienes un noventa y nueve de que no haya pasado nada grave.

-En eso tienes razón. De repente se me ha quitado un peso de encima.

-Que bobo eres. No sé si es hora de cambiar de representante.

-Goyo Badía estará encantado de recibirte en su agencia. O Felisa, la ex de Álvaro. La que no tramitó el contrato de “Tirso” para esperar a que renegociara su contrato para sacar más tajada.

-Qué cabrón. Y que hijos de puta ellos, Felisa y el Goyito.

-Por lo que hace referencia a mí, donde las dan, las toman.

-Joder. Desde que representas a Jorge, se te han pegado sus dichos populares.

-Pues espera que no se me pegue su dramatismo.

-¡¡Dios!! ¡¡Aleja de mí este cáliz!!

-Mejor … contigo contagiado ya es bastante.

-¿No te ha gustado?

-No ha estado mal. Pero sin exagerar.

-¿Queréis entrar de una puta vez en el portal? Os daría un par de galletas ahora mismo.

-Vale, Flor. No es para ponerse así. Ha sido un día duro.

-¿Ves? Eso si es dramatismo. – dijo Sergio señalando a la policía.

Sergio echó a correr hacia el portal para quitarse del alcance de Flor que lo miraba con gesto adusto y feroz.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 108.

Capítulo 108.- 

.

-Javier.

El saludo de Sergio había sido parco y hecho en tono serio.

-¿Cómo estás mi amor? Me han dicho que has estado muy bien con tu amigo.

-Llevo desde que he colgado a Jorge llorando. Eso me podía haber pasado a mí. Se me revuelve todo al pensarlo. Es que verlo … he escuchado cosas pero … no acabas de creerlo. Y sabes … joder es que verlo … habrá estado ahí los siete meses desde que Yura le perdió la pista.

-Oye, oye, no te pongas ahora … No te va a pasar nada. Tú tranquilo.

-No quiero mentirte. Tengo un poco de miedo. Un poco. Mucho. Estoy acojonado. Si me hubiera pasado a mi …

-No tengas miedo. No te va a pasar nada. Y tu caso no sería igual que el de esos chicos. Hablo todos los días contigo. Jorge te llama a menudo. Nos vemos. Vienes a casa. Tus amigos, Carmen, Dídac … muchas personas … no estás solo. Además, tu familia está pendiente y …

-Una mierda. Mi familia pasa de mí. Mandarme donde ese tipejo … y decirme que no valgo para la música. Que no valgo para nada. Esa es mi familia. Mi padre. Mi hermana. Y mi hermano pasa de mí o se burla, no sé que es peor. No te jode. Y mi madre sí cree en mí, pero no le apetece enfrentarse a mi padre. Se habrá cansado de hacer la vida imposible a todo el que se cruzó en su camino cuando trabajaba, no te jode. Para tocar los cojones a la gente en nombre de ella, para defender sus “derechos”, vale. Para tocar los cojones y defender mi carrera, que me den por el puto culo.

Javier se sonrió. Era claro que después de su entrevista con Jorge en Salamanca y el descubrimiento que hizo sobre su madre, había buscado en internet.

-Venga, cálmate. No te enfades. Relájate. No te va a pasar nada.

-¿Me has puesto escolta sin decime? No me jodas policía opresor.

-No. No te he puesto escolta. Unos amigos de Jorge se encargan. Le hacen ese favor. No los busques porque no los vas a ver. Pero nadie te va a tocar ni un pelo.

-Joder, con el escritor. Nunca pensé que lo que me dijeron iba tan en serio.

-O sea que si el escritor te pone guardianes, está bien. Si lo hace el policía opresor … me iba a enterar – Javier lo dijo en tono irónico, pero Sergio no estaba para sutilezas del lenguaje.

-No es lo mismo, Javier. – la respuesta de Sergio no admitía réplica.

-¿Qué te dijeron de Jorge? – Javier volvió a su tono dulce, pero serio. Estaba claro que Sergio no estaba para muchas bromas.

-Que nos cuidaría. Pero no pensé que fuera tan literal.

-Le has caído bien al escritor.

-No me engañes. Lo hace por ti.

-Me gustaría pensar que un poco sí, pero en realidad, lo hace por ti. Siempre dice que es una de las razones por las que sigue vivo. Cuidar a los chicos que han sufrido como tú o tus amigos lo habéis hecho.

-Pero esos … Igor y los demás…

-Son los que intentaron enfrentarse a vuestros profesores. Conocerás a más de uno a parte de Igor.

-Yura creo que conoce a dos más. Y Jun a otro. Luego se acercarán al hospital dónde les han llevado. Llamaron a Carmen y ésta les contó. Me ha dicho Yura que Carmen estaba afectada.

-No ha sido agradable. Carmen es muy dura, pero estas cosas le … afectan. Lo has dicho tú muy bien cuando hablabas con Igor.

-¿Y como sabes?

-Lo estaba viendo desde mi despacho. Jorge y Carmen llevan cámaras y micrófonos. Así las cosas que Jorge nos pedía, se las podíamos dar al momento. Cuando te ha llamado, no había cobertura para una video llamada. Pero lo hemos solventado en un momento. Era importante que consiguiera que ese chico se tranquilizara. Si eso no sucedía, el resto podían haberse puesto nerviosos. En esos momentos, alguno podía haber tomado una decisión irreparable, empujado por la desesperación.

-Que hijos de puta. Empujarnos a todos a tirarnos por la primera ventana que encontremos abierta. Cabrones. Y que sepas que me he dado cuenta que al principio me has mentido. “Me han contado”. Pero hoy te lo perdono. Sé que lo has hecho para que no me sintiera mal.

-Ya irán cayendo. Creo que algunos policías les han ido a visitar para maltratarlos y vejarlos. Sus jefes les están buscando. Y no dudes de que los encontrarán. Y pagarán. Y sobre lo otro, no tengo ni idea de que me hablas.

-Bobo – dijo en tono noño. – ¿Les vas a ir a ver?

-¿Quieres que lo haga?

-Me gustaría que tú y Jorge … y me gustaría acercarme a mí también. Se lo he prometido a Igor.

-Cuando vuelvas.

-Creo que voy a coger un avión en cuanto pueda. Necesito estar contigo. Necesito pensar. Sabes, estoy hecho un lío.

-Me avisas y te voy a buscar.

-No, policía opresor. Debes descansar. Te noto la voz.

-No te voy a mentir. Han sido unos días muy intensos. Y bueno, lo de hoy … no es plato de gusto ver a chicos así.

-No has pegado ojo.

-Eso no es cierto.

-Va, que te quedes dormido sobre la mesa del despacho no cuenta.

-¿Quién te ha contado eso?

-Tú ahora.

-Pero serás capullo …

-Voy a buscar un vuelo para volver. Cuando llegue me desnudaré y me meteré en la cama a tu lado. Te besaré y te abrazaré y dormiremos un montón de horas.

-Avisa en que vuelo vienes.

-Te lo prometo.

Javier suspiró al colgar. Seguía en su despacho. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se había dado cuenta que Aritz acababa de entrar. Se lo quedó mirando sonriendo. Anduvo los pasos necesarios para acercarse a Javier y se agachó para darle un beso. Javier se sobresaltó.

-Deberías haberte quedado en el hospital.

-Na, estoy bien. Ya es bastante que he aguantado un par de días. ¿Y te parece ese un saludo para un convaleciente?

-Cojeas.

-Pero poco. Vengo a llevarte a casa.

-¿Te ha mandado Carmen? ¿Estás bien como para conducir?

-El coche es automático. Eso ayuda.

-¿Y Carmen?

-Tardará todavía un rato. Jorge ha vuelto a su obra de teatro en Concejo. ¿Todo ese circo ha sido por mi visita al piso de Rubén?

-Na, que va. No tiene nada que ver.

-¿Y el hombre que murió?

-Un misterio. No sabemos nada de él. Salvo que no se relacionaba casi con los vecinos y que pagaba el alquiler regularmente.

-¿Estás investigando? ¿Por?

-Un cabo suelto. Hasta que esté la autopsia y nos descarte cosas raras. Vaya, me llama Garrido. ¿Te importa traerme un café? A ver si aguanto un par de horas más.

-Rui. ¿Qué tal el viaje?

Aritz se levantó y fue a la máquina. Estuvo tentado de cogerle un descafeinado. Pero si lo hacía, Javier se iba a enfadar. De todas formas lo conocía lo suficiente para saber que a esas alturas, ni toda la cafeína del mundo, evitaría que cuando se relajara un instante, Javier cayera redondo en cualquier sitio.

-Perdona, ahora te vuelvo a llamar. – se disculpó Garrido por colgar tan bruscamente.

Javier sonrió. Había escuchado a alguien que le saludaba. Parecía que lo habían descubierto en alguna excursión solitaria de rastreo antes de ir al puesto de la Guardia Civil. Siempre le gustaba tener una visión de la situación o de las personas antes de que los encargados le dieran el discurso que tenían preparado. Pero en esta ocasión, alguien le habría descubierto.

Pero el teléfono no le dejó descanso. Carmen tomó el relevo. Y Aritz ya estaba en frente con los cafés.

-¿Por qué no te has ido a casa?

-Enseguida me voy. ¿Cómo estás?

-Ya me conoces.

-¿Has vomitado?

-No puedo con estas situaciones. Ver a estos chicos, te lo juro, no he visto nada parecido. El equipo forense les ha sacado fotos. Para documentar adecuadamente todo. Si no tuvieran el color de ahora, parecerían los pobres que encontraron en los campos de exterminio de los alemanes en la II Guerra Mundial. Pero … mira, tenerlos en mis brazos, olerlos … llevan meses oliendo así, Javier. Como temblaban. Y si vieras a Jorge … se ha tenido que emplear a fondo con algunos de ellos … JL está alucinado con él. Me ha dicho que si un día se aburre de escribir, le contrata como negociador en situaciones de emergencia.

-He estado viendo todo por vuestras cámaras. Aitor me ha avisado de que estuviera atento y hemos montado un centro de crisis en la sala de reuniones. Ha sido … si te sirve de consuelo, no has sido la única que al acabar todo, se ha ido corriendo al servicio. Y a Bruno casi le da un ataque de ansiedad. Se ha volcado buscando los datos que necesitaba Jorge. Cuando todo ha acabado, ha mirado la pantalla de nuevo y … bueno, Tere ha tenido que salir con él para tranquilizarlo. Por cierto ¿Cómo es que JL ha ido allí?

-Rui le ha pedido que se encargue de todo en su ausencia. Le ha dejado en su puesto.

-Eso es que se teme intrigas.

-A JL nadie le va a toser. Sabe lo que se hace. Todos le conocen. Está ahora removiendo Roma con Santiago para descubrir a esos agentes que debían venir de uniforme para vejar a estos chicos. Bueno, ya lo has oído. Ha pasado con Jorge. Cuando les descubra, que se aten los machos. Así que al vernos, estaban acojonados. Y yo boba de mí diciéndoles a todos que se pusieran las acreditaciones a la vista para darles tranquilidad. Y lo que he conseguido es que se pusieran más nerviosos.

-Resumiendo. ¿Jorge bien?

-Si lo has visto … Al último se lo ha ganado hablando en ruso. Pero … Fernando le comentó a Rui el otro día que Jorge no era lo mismo a través de una pantalla. Que en directo es mucho más … cercano. Como que llega más. Y tiene razón. Es que a ese ruso … pero antes de ese, se ha tenido que emplear a fondo con otros … tiene algo, magnetismo, aura lo debió llamar Fer … no sé. A la única que le he visto algo parecido es a Olga.

-Pero Olga ha estudiado y lleva toda una vida de experiencia. Jorge es todo intuición, es … sabe leer en la gente. Sobre todo en esas … esos chicos.

-Fíjate, yo creo que hasta se hace más pequeño. Más envolvente. Se inclina ligeramente hacia su interlocutor. Para que se sienta arropado. Es una especie de abrazo virtual. Y su voz … como la modula … te hipnotiza … es como un sedante …

-Pensaré en ello. Puede que tengas razón. Por cierto, acabo de hablar con Sergio. No ha dejado de llorar desde que ha colgado a ese chico.

-Ha aguantado muy bien. Yo creía que se iba a derrumbar.

-Jorge es listo. Ha preparado el teléfono para que a parte de verse ellos, por la cámara de detrás, le enfocaba a él. Sergio le estaba viendo la cara todo el rato. En una ventanita pequeña en una esquina.

-¡Qué cabrón el escritor! Pero mira, tu becario ha aguantado.

-Pero al colgar, le ha dado bajón. Se vuelve. Creo que necesita un abrazo y llorar en el hombro de alguien.

-Y me imagino que tendrá miedo.

-Le he tenido que decir que alguien vela por él.

-Fernando se lo tuvo que decir a Garrido. Rui pensó que había que ponerle alguien, que corría peligro. Fer le dijo que ya se ocupaban. Al principio no entendió. Pero enseguida se dio cuenta y no preguntó.

-Habrá que decir a Jorge que pregunte si ha habido algo.

-Déjale ahora. Está en plena obra de teatro. Yo creo que le jodía más volver a la Hermida que tener que abrazar y besar a más chicos de estos. Bueno no, a la Hermida no. Han organizado una excursión a Milagros, a la casa de Dídac y Néstor. Aunque la obra de teatro es la misma.

-Me imagino. Pero allí al menos, ya buscará Jorge la forma de hablar con Dídac en un aparte y preparar alguno de los temas pendientes. A ver si Dídac le adelanta sus progresos encontrando a más víctimas de Mendés.

-Tengo de uno. Un programador. Se lo pasó Dídac a Jorge y éste me lo ha comentado. Ya le he llamado. Me da largas como no. Mañana le apretaré. ¿Sabes de Aritz?

-Está enfrente de mi.

-Que bobo es.

-Te manda recuerdos.

-Pues ya que está, que te lleve a casa.

-Eso estaba pensando.

-Te dejo. JL se acerca con cara de pocos amigos. Y por cierto, Jorge se ha enterado de que Olga ha encontrado a Tirso. Lo de la invitación de Arlen era para que Ventura y ella conocieran a todos los “Proscritos de Carolina del Norte”, como se han llamado ellos. Querían a toda costa un saludo de Jorge y éste se ha prestado a hacer una pequeña videoconferencia.

-¿Y cuantos chicos había?

-Por lo que he visto, un montón. Al menos diez o quince. No he querido acercarme mucho. Antes de que preguntes, ha reconocido a Arlen. De sus excursiones.

-Ya me contarás.

Javier cogió el café que le había dejado Aritz y le pegó un sorbo.

-No estás bien, Javier. Vamos. Haz caso a Carmen.

-No se lo haces tú ¿Por qué se lo voy a hacer yo?

-Porque ella te quiere.

-Y tú, no te jode.

-Contesta, es Garrido.

-Acabo con él y me llevas. ¿Te parece?

-Claro.

-Dime Rui. ¿Ya te has quitado a tus colegas de encima?

-Se creen que soy idiota. Se van a enterar estos. Me he sentado en un banco al lado de la playa y he estado mirando el expediente de este chico. Te lo he mandado para que lo leas. Y tú me dirás si con él en la mano, se te hubiera ocurrido ponerle a multar a los perros que cagan en la playa.

-En eso, cuando te dijeron, estaba claro que iba a ser así. Es el mismo del que te habló Olga ¿No?

-Sí. Me han llegado referencias por varios sitios. Creo que alguien ha movido la cosa para que nos llevemos a este chico. Llevo aquí un par de horas viéndole hacer largos de playa. Por cierto, me he encontrado a Elio.

-¡Anda! No me ha dicho nada Matías que se hubiera ido de vacaciones.

-Debe ser algo del trabajo. Ha estado un rato sentado conmigo. Hasta un poco antes de llamarte y que vinieran mis colegas. Hemos estado los dos pendientes de ese chico. Te lo juro, se ha acercado a un montón de gente. A todos parece haber ayudado. Un crío que se había perdido de sus padres. Lloraba … y en pocos minutos, lo ha tranquilizado. Se lo ha cogido en brazos y ha encontrado a sus padres en nada. Un drogata que estaba molestando. Se lo ha llevado cogido del brazo. El joven al principio parecía querer zafarse. Después de diez minutos, se ha acabado abrazando a él.

-Pues hoy hubiera sido de ayuda en la finca de Vecinilla. Hubiera sido una gran ayuda para Jorge.

-Ya me han contado. Casi me alegra no haber estado. El otro día ya me costó otra vomitona.

-¿Te vas a acercar a ese joven?

-En cuanto cuelgue.

-Me acaba de llegar el expediente de ese chico. Lo leo antes de irme a casa.

-Te dejo, que viene hacia mí.

-Te habrá detectado.

-Na, que me ha visto con sus jefes.

Garrido se guardó el teléfono sin apartar la mirada del guardia que ya estaba en frente de él.

-Lleva usted sentado aquí más de una hora y no me quita ojo.

-No te pienses que quiero ligar contigo.

-Sé que yo no sería una opción. Usted no es de los míos en ese sentido. Espero que tenga algún documento que justifique la pistola que lleva en el cinto.

Garrido metió la mano en el bolsillo interior de su americana y le tendió la cartera sin abrirla. Nico la abrió y se sonrió.

-Me había parecido usted. Me parecía imposible que estuviera aquí.

-¿Me conoces?

-La mitad de los guardias desearíamos trabajar a su lado.

-¿Y la otra mitad?

-Le tienen envidia.

-O sea que me darían una paliza.

El guardia no lo dijo con palabras pero su sonrisa era claro que significaba eso.

-¿Y tus jefes? ¿De que grupo son?

-De los que le odian. Usted es competente y ellos no.

-Eres directo.

-Tiene fama de que le gustan las cosas claras. Y me imagino que ya ha sacado esa conclusión cuando se han acercado hace un momento a usted. Le advierto que desde que esta mañana han hecho zafarrancho en la casa cuartel. Me imagino que habrá sido cuando han llamado de su oficina para avisar de su visita.

-¿No te han puesto a limpiar los váteres?

-No lo han hecho porque me da que su visita está relacionada conmigo. Ahora lo entiendo todo. No han hecho más que mirarme a hurtadillas murmurando. Y luego, me han prohibido acercarme al cuartel en todo el día.

-Entonces te invito a un café.

-Que sea una coca-cola. Tengo mucha sed.

-Lo que quieras.

-Por mí cerveza. Pero quedaría mal si la pido mientras hablo con un comandante estrella de la Guardia Civil.

-Acabo de hablar de ti con un amigo.

-¿Lo conozco?

-Javier Marcos. ¿Te suena?

Nico se sonrió.

-Su pareja de baile. Se dice que van a trabajar juntos. Un policía con su misma fama y prestigio.

-No sabía que se comentaba eso por ahí.

-Pues se comenta. Y muchos guardias no están muy … conformes. Ya sabe, policía versus guardias civiles.

-Todos trabajamos en lo mismo.

-A mí Javier Marcos me cae muy bien. No lo conozco, cuidado. Pero sí he ido a escuchar un par de conferencias de la comisaria Rodilla. Si lo que he oído es verdad, es como si fueran casi la misma persona. Ellos dos, la comisaria Polana y el comisario Matías Tajadura. Los cuatro van a una.

-Te confieso que yo también he ido a escuchar a Olga, sin que se enterara.

-Creo que la comisaria Polana va a dar una en un par de semanas en Santander. Me intriga esa mujer. Dicen que es una mujer dura, muy buena en su trabajo.

-¿Pero?

-Cuida de las víctimas. Y a su gente. A sus compañeros.

-Eso no es contradictorio con lo anterior.

-No debería serlo. Pero muchas veces lo es.

Acababan de sentarse en una mesa discreta de la terraza más cercana. El camarero saludó alegre a Nico.

-¿Una Coke para la solina?

-Por favor. Estoy seco.

-¿Y usted caballero?

-Pues otra.

-Puede tomar una pinta de cerveza. No me va a dar envidia.

-Pues tráeme entonces una pinta, a ser posible en una copa fría.

-Marchando.

-¿Y cómo usted se ha acercado hasta Somo? Se dice que llevan unos días muy entretenidos en su jurisdicción.

-Muchas cosas te enteras tú.

-Me gusta escuchar. Intento seguir las novedades de mi trabajo. Y a los buenos profesionales que hay tanto en la Policía como en la Guardia Civil.

-No todos lo hacen así.

-Cada uno es cada uno. ¿No cree mi comandante?

-Eso es cierto.

-Pero no me ha contestado a mi pregunta.

Garrido se sonrió. Tenía que reconocer que ese joven le gustaba.

-Ha llegado a mis oídos que estás pensando en dejar el cuerpo.

Nico hizo una mueca con su boca. No le gustaba hablar de él.

-No es lo que pensaba. El trabajo. Me está decepcionando. No le engaño, tengo el formulario para pedir la baja del servicio.

-¿Qué te pensabas? ¡Oh! Muchas gracias.

El camarero les había traído sus bebidas. Garrido no tardó en pegarle un buen trago a su cerveza. Tenía que reconocer que tanto hablar, le había secado la boca.

-¿Qué que me pensaba? Que iba a ayudar a la gente. Que iba a hacer algo de investigación. Patrulla. Seguridad ciudadana. No sé.

-Te he visto ayudar a varios en el rato que te he observado.

-Hoy hace bueno. Estamos en abril. El resto de los días … a lo mejor estoy yo solo en la playa. Ocho horas de una esquina a otra. El brigada me ha puesto dos postes para que le gire una llave y controlar que no me salto ningún paseo.

-¿En serio? – Garrido no pudo evitar reírse.

Nico afirmo despacio con la cabeza.

-Algún día harás guardias.

-No.

-¿Por qué?

-No me consideran apto.

-No demos vueltas. ¿Qué les pone nerviosos de ti que quieren echarte? Y por lo que me cuentas, lo están consiguiendo.

-¿Ha leído mi expediente?

-Sí.

-Ahí tiene la respuesta.

-Me vas a tener que explicar. No veo nada reprobable. En todo caso, al revés.

Nico se desabrochó los puños de su camisa y se subió las mangas. Garrido se quedó a cuadros al ver decenas de marcas de fustazos y de lo que con toda seguridad eran marcas de apagar los cigarrillos en su piel. Y algunas cicatrices que parecían hechas con un cuchillo.

-Era el deporte preferido de mi padre. Otros, se emborrachan y ven el partido de fútbol en la tele y se quedan dormidos babeando. Él, se divertía así. Parte no me tocaban a mí. Parte eran para mi hermano. Pero el pobre no … era tan duro. Intenté protegerlo, con poco éxito, está claro.

-O sea que para tus compañeros y tus mandos, ser una víctima es … un problema.

-Lo disfrazan diciendo que soy inestable emocionalmente.

-Cosa que ningún test psicológico ha descubierto. Si no, constaría en tu expediente.

-Que no soy complaciente con los superiores, diciendo que les falto al respeto …

-¿Lo haces?

-Digo lo que me parecen sus decisiones. Con educación. Y si me preguntan.

-¿Qué más?

-Que soy alto.

-¿En serio?

Nico asintió con la cabeza.

-Claro, es que pensaban mandarte …

-Camuflado. Y como soy alto, se me ve mucho.

-Dime que tampoco te ayuda ser guapo.

Nico se sonrió antes de hablar.

-Dicen que parezco una chica.

-¿Que pareces una chica? Mira, eso me ha sorprendido. Nunca lo hubiera pensado. Y entonces las mujeres que hay en la Guardia Civil ¿Qué hacemos con ellas?

-Es una forma “elegante” de llamarme marica.

-Seguro que hay otros homosexuales en el puesto.

-No. No los hay. Creo que se han encargado de que así sea.

-¿Los han echado?

Otra vez Nico dio su respuesta a través de las muecas de su cara.

-¿Y esos cursos que das en vacaciones?

-Eso no está en mi expediente.

-Eloy Cantero es amigo.

-¿Suyo o de Javier Marcos?

-Compartimos amigos. – Garrido sonrió. – ¿Como lo pagaste? No pediste oficialmente hacerlo. Sabes que podías haberlo hecho y haberte salido gratis.

-Lo hice. Pero el brigada me llamó a su despacho y rompió mi solicitud delante de mí. Ya no pude volver a cursarla.

-¿Que excusa dio?

-No estaba capacitado. Era malgastar recursos públicos.

-Pero no te rendiste.

-Si fuera de los que se rinden, estaría muerto desde los catorce. Mi padre es lo único que ha hecho bien: hacerme perseverante. Aguanté de pie, por llevarle la contraria. Otros luego ocuparon el lugar de mi padre. Y con todos tengo el mismo objetivo: seguir de pie.

-O sea que te apuntaste al curso fuera del sistema. Pagándolo tú de tu bolsillo.

-Con un préstamo. Estoy endeudado hasta las cejas. No me queda casi ni para ropa. Eso es otra cosa que me echan en cara. Dicen que no me ducho en la casa cuartel. Y que mi ropa está … usada.

-¿Lo haces?

-Cuando no hay nadie. Si no, no me quito la camiseta. Me da vergüenza mostrarme desnudo, con todo el cuerpo marcado. Imagine como es mi espalda, ya le he enseñado el brazo.

-O sea que lo que debería mover a tus compañeros, a tus superiores, a tener mas consideración contigo, al final es … una rémora.

-Sí.

-¿Y los resultados de las pruebas de tiro? ¿Y tus resultados en la academia?

-Estoy en Somo, multando a los perros que cagan en la playa. Y dando algún cursillo a los niños en el colegio. Para eso me han servido.

-¿Qué sabes de tu padre?

-Como comprenderá no voy a verlo. Sigue en la cárcel. Me suele mandar recado con algún compañero que trabaja en su prisión.

-Define recado.

-Amenazas, desprecios.

-¿Y te lo trasladan?

-Soy un bicho raro. Me gusta leer. Me gusta mi trabajo. Me gusta escuchar. Mi padre me pegaba de pequeño y mató a mi hermano. He llegado a escuchar que debería haberme matado a mí, porque era imposible de dominar. Suelo conocer a la gente con solo pasar unos minutos cerca de ellos. Me consideran un presuntuoso porque defiendo mis percepciones. No puedo presumir de acertar siempre, pero al menos, suelo acertar en términos generales. Eso me facilita entenderlos y en su caso, poder ayudarlos. Al menos intentarlo. No todo está en mi mano.

-Ni en la de nadie. ¿Les has dicho a tus mandos y compañeros lo que piensas de ellos?

Nico se sonrió.

-No soy tan insensato.

-¿Tienes novio?

-¿Quién iba a querer abrazar o besar un cuerpo como el mío?

-¿Lo dices por las cicatrices?

El joven guardia asintió con la cabeza.

-El hombre que te quiera, adorará recorrer con sus dedos cada una de esas marcas y besarlas.

-Eso es en un mundo ideal. No conozco a nadie así. Les da asco.

A Garrido se le acababan los argumentos. Ese joven había conseguido dejarlo sin palabras. Estaba claro por qué quería irse. Y él en su lugar, ya lo hubiera hecho. Se quedó un momento pensando. Le vino a la cabeza su conversación con Fernando Ponce. El policía había acertado en todas sus predicciones. Él se había encargado de llevar a la Unidad de Javier a algún compañero o compañera policía en parecidas circunstancias. Al final Garrido se decidió e hizo la pregunta definitiva.

-¿Te vendrías conmigo?

-¿A donde?

-A donde fuera que vaya.

-Es mi superior. Si me da una orden yo la obedezco.

-No te noto acojonado al hablar conmigo. No debes estar acostumbrado a hablar con ningún mando por encima de subteniente. Eso suele poner nerviosos a muchos guardias.

-El comisario Cantero, me decía una cosa siempre: “Todos los comisarios, comisarios jefes, coroneles, generales, son hombres. Las cenizas de todos serán iguales a las tuyas. Respeto, todo el del mundo. Miedo, ninguno.” Juan me dice lo mismo, pero en lenguaje llano – Nico sonrió.

-Hablabas mucho con Cantero.

-Me cogió cariño. Pero eso ya lo sabe usted, le ha preguntado.

-También hablas con el comandante Gutiérrez.

-Juan es un gran hombre. Me enseñó muchas cosas. Es muy amable conmigo. Se preocupa. Y me ha prohibido que le trate de usted. Y si no le llamo por el nombre de pila, me da un pescozón . Y los da bien, vaya que sí.

Garrido sonrió. Era claro que los que le habían hablado de ese joven, estaban en lo cierto.

-No quiero darte la orden de venirte conmigo, si no quieres.

-Claro que quiero. Es eso, o dejarlo. Lo tengo claro. Para pasear por la playa y ayudar al niño perdido o al turista despistado, puedo hacerlo trabajando aquí en el bar, y sin llevarme malos ratos por el ambiente del cuartel. La valoración del brigada siempre va a ser negativa, nunca podré optar por los cauces normales a otro destino.

-Te acompaño a recoger tus cosas. ¿Vives en la Casa cuartel?

-Sí. No tengo dinero para nada más.

-Claro, los préstamos.

-Camarero, ¿me cobras por favor?

Garrido sacó la cartera para pagar.

-Invita la casa.

-¿Y eso?

-Nico es amigo de la casa. Nos ayudó a mi padre y a mí con mi hermano. Es de la familia y a la familia no se le cobra.

Garrido estaba asombrado. Se levantó y se guardó la cartera. Estrechó la mano del camarero como agradecimiento.

-Os voy a robar a Nico. Espero que me perdonéis. Va a venir a trabajar conmigo a Madrid.

-Es el comandante Garrido – le dijo Nico sonriendo.

-¡Oh! ¿Es usted? Nos ha hablado mucho de que sería un sueño estar con usted trabajando.

-¿A sí?

El camarero se abrazó a Nico. Era un abrazo verdadero. Al separarse lo agarró del brazo y lo llevó dentro. Garrido vio como el joven hablaba con el hombre de la barra y éste se alegraba antes de abrazarlo. Luego, el hombre salió a la terraza y le tendió la mano para saludarlo.

-Muchas gracias comandante. No sabe la gran persona que se lleva. Tiene aquí a unos amigos. Si vuelve por Somo, venga a hacernos una visita. Se lleva un gran hombre – repitió contento.

-Gracias por haberlo cuidado.

-Me alegra que al final se decidiera a llamarlo.

Nico le hizo un gesto al hostelero para que no siguiera.

-¿Me lo explicas? – preguntó Garrido sonriendo. Pero Nico no parecía por la labor. Así que el hombre lo hizo por él.

-Tanto nos hablaba de usted y de un policía de Madrid, un tal algo Marcos, no recuerdo el nombre, que le dijimos que si ustedes no venían donde él, que les llamara. Nico es un tipo competente. Consiguió sus teléfonos, pero no les quiso llamar.

-A lo mejor en el cuartel no le pasaron conmigo. O en la Unidad del comisario Javier Marcos.

-Eso, Javier. Javier Marcos. No buscó los teléfonos de sus unidades. Buscó sus teléfonos móviles. Los personales.

Garrido se echó a reír.

-¿Conseguiste los móviles? ¿Y por qué no nos llamaste a Javier o a mí?

-No se atrevió. Si total no iba a perder nada. Se quería venir a trabajar con nosotros. Nosotros encantados, que conste. Alguna vez nos ha ayudado y es un fuera de serie. Pero no es eso lo que quiere de verdad. Y lo que hizo por mi hijo Cosme, no lo consigue cualquiera. Alguien con esa forma de actuar, no puede dejar de ser guardia. Muchos necesitan ayuda de personas como él.

-Me tienes que contar esas historias. Ya que tienes mi móvil, hazme una perdida. Así tengo el tuyo.

Las despedidas todavía duraron un rato. Era claro que le habían cogido cariño y que fuera lo que fuera lo que había hecho Nico por su familiar, era algo importante.

No estaban lejos de la casa cuartel. Fueron caminando charlando de algunas anécdotas que Nico le contaba de Somo. El sargento Carro llegaba a la vez que ellos. Nico saludó al sargento. La forma de hacerlo le hizo ver a Garrido que ese sargento no era otro de los enemigos de Nico en el cuartel. El sargento se cuadró cuando Nico le presentó.

-A sus órdenes, mi comandante.

-Descanse, sargento.

-Si me lo permite, mi comandante, subo a hacer el equipaje.

-Te acompaño. Quiero ver tu departamento.

Garrido percibió que ninguno de sus dos interlocutores parecía a gusto con su visita al departamento que le habían asignado a Nico, lo que le animó a no dejarlo pasar. Subieron los tres pisos por las escaleras. Hasta el segundo, estaba todo bien cuidado. Pero el tramo que llevaba al tercer piso, no. Las paredes estaban desconchadas. Muchas baldosas del suelo, se movían. Algunas estaba rotas. Al llegar al último piso, el olor a humedad era evidente. El departamento de Nico era el último.

-Me imagino que los departamentos de los dos primeros pisos, los de abajo están ocupados

El gesto de Garrido ya no era agradable. Estaba crispado. Miraba al sargento con gesto duro.

-No … creo que no. No lo puedo asegurar …

-Sargento, no me tome por tonto. Traiga las llaves de los departamentos libres. Y súbame por favor el estadillo de los mismos con el detalle de lo que pagan los ocupados. Y de las personas que los ocupan.

-No creo que al brigada …

-¿Quiere que llame al comandante de zona? O si prefiere llamo al Jefe de personal. Creo que se está equivocando, sargento. No es consciente de con quién está hablando.

-A sus órdenes mi comandante.

El sargento bajó corriendo. Garrido le hizo un gesto a Nico para que abriera su departamento. El gesto del comandante cuando el guardia obedeció sus órdenes se crispó un poco más.

-¿Vives aquí?

Su tono era de incredulidad. Garrido entró como un huracán. Se acercó a un ventanuco que había en una esquina con la intención de abrirlo. El olor a humedad era inaguantable.

-Está clausurado. La madera está hinchada …

Era claro que Nico había pintado el departamento. Pero no había servido de mucho, en todo caso, para evidenciar todavía más las humedades que había. La cocina constaba apenas de dos fuegos y lo que parecía ser un microondas que al comandante le recordó el primero que tuvieron sus padres. Si todavía funcionaba, sería un milagro. Lo mismo pensó de los fuegos, que por la pinta, Nico nunca los había utilizado. Y mejor, porque pensó que a lo mejor se hubiera jugado la vida de haberlo hecho. Abrió el grifo.

-El agua caliente no llega – le avisó Nico.

-¿Te bañas con agua fría?

-Un par de días a la semana me voy al Plaza Nueva. Me dejan ducharme allí. En su casa. O en fin de semana me ducho abajo, en las de los vestuarios si no hay nadie.

-Vete haciendo el equipaje. Ahora vuelvo.

Garrido bajó las escaleras a buen paso. Se cruzó con dos guardias que subían a sus apartamentos. Se saludaron con un hola. Luego pudo escuchar como los dos comentaban entre risas que sería el amante de Nico. “Ya se los busca viejos, quién va a querer comerle la polla a ese guarro marica”. Garrido estuvo a punto de volver sobre sus pasos, pero se lo pensó mejor y siguió su camino hacia el despacho del brigada. Cuando entró en la sala y lo buscó con la vista, no lo encontró. Fue a su encuentro el sargento Carro.

-Mi comandante, el brigada ha tenido que irse. Venga a mi mesa y hablamos.

-Usemos el despacho del brigada.

-Usemos mejor la sala de reuniones. Al brigada no le gusta que usemos su despacho.

El comandante cedió. No quería poner al sargento en un compromiso. Si como parecía, en algunas de sus decisiones o actitudes no se había plegado a los designios del brigada, si le empujaba a determinadas acciones que no fueran de su agrado, podía crearle una situación incómoda.

-¿Ha visto ese departamento?

-Sí.

-Y hay departamentos libres que al menos son salubres y tienen agua caliente.

El sargento asintió.

-¿Y esa inquina al guardia Palazuelos?

-Qué quiere que le diga. Fue desde que llegó. ¿La razón en concreto? En él hay muchas cosas que no son cómodas a muchos compañeros.

-Al menos intuyo que usted es un pequeño apoyo.

-Pequeño. Poco puedo hacer. Paula, una de sus compañeras, suele ser más vehemente en su defensa. Hasta que los del bar le medio adoptaron y le dejan ir a ducharse a su casa las veces que quiera, iba a casa de Paula. Y alguna noche dormía allí. Alguna también ha ido a la mía. A mi mujer le cae bien. Es que a veces, los compañeros le … molestan mientras duerme. Al menos además, tiene un par de amigos.

Un tumulto en la sala común les llamó la atención. Un hombre que parecía estar muy alterado, levantaba cada vez más la voz en el mostrador de recepción. Los agentes no lograban que el hombre se atuviera a razones.

Garrido le hizo un gesto al sargento. Éste le explicó que su hijo había fallecido en Madrid en circunstancias poco claras y no lograba que le dieran permiso para traer su cuerpo.

-¿Hace mucho de eso?

-Tres semanas.

-¿Tres semanas? ¿Y sabemos que pasa con ese tema?

-Algún problema con la autopsia.

-¿No se ha hecho ninguna gestión?

-El brigada no parece haber obtenido respuestas. Se ha encargado él personalmente.

Varios guardias estaban intentando que el hombre entrara en razón. Pero no escuchaba a nadie. Porque sabía que nadie tenía respuestas. Se lo veía en sus rostros. Cada vez gritaba más.

-Perdone, voy a intentar tranquilizar a ese hombre.

-Deje, Carro. Está Nico en la puerta. Él puede ocuparse. No me mire con esa cara. Usted observe.

-Señor – le dijo Nico al hombre. Pero éste al mirarlo, le empezó a insultar. Lo único que vio era otro uniforme que lo portaba una persona extremadamente joven. El hombre cogió un archivador que vio sobre el mostrador y amenazaba con tirárselo a la cabeza. Pero Nico no se amilanó. Tenía los brazos abiertos como si invitaran a un abrazo. Se inclinó unos centímetros, para parecer más cercano y para resultar menos alto. Poco a poco fue adaptándose a la altura de ese señor. Su gesto era dulce, amigable; su mirada penetrante, directa, buscando los ojos de su interlocutor, que evitaba la mirada.

-Hola señor. No sé su nombre. Yo me llamo Nico.

-Me importa una mierda como te llames. Vete a tomar por el culo. Quiero ver al general.

-Señor, siento decirle que el general no está aquí. Pero entre mis compañeros y yo, a lo mejor podemos ayudarlo.

-Me habéis toreado todos estos días. Ese brigada con su aire de superioridad. Y ni una palabra sobre por qué no me puedo traer el cuerpo de mi hijo. Lleva veinticinco días muerto, y nadie sabe decirme que pasa. Mi mujer no duerme. Sus hermanos están … ¿Qué coño les digo? Soy su padre y no puedo darles ninguna razón. Me voy a encadenar y voy a llamar a la prensa a ver si alguien me dice algo. O me pego un tiro aquí mismo.

-Me parece justo. Si usted cree que así va a obtener respuestas … yo me encadeno junto a usted. Lo del tiro, mejor lo dejamos. No creo que quiera que su mujer y sus hijos pierdan a otro ser querido.

-No te rías de mí mocoso.

El hombre por primera vez miró a los ojos a Nico. Éste le seguía mirando fijamente.

-Sé por lo que está pasando, señor. Sé el dolor que tiene en el corazón. Es como si estuviera comprimido. Muchas noches casi no puede respirar de la congoja que siente. Y mira a su mujer, a sus hijos… y los ve destrozados y usted no tiene respuestas, no sabe que decir, no sabe como ayudarlos, porque ni usted mismo puede consolarse. Ha probado miles de formas de procurar mitigar ese desasosiego que tiene toda la familia. Saber que su hijo ha muerto, pero que no les ha sido posible enterrarlo. No saber las circunstancias.

El hombre hizo intención de decir algo, pero no se decidió. Parecía que de repente se le habían acabado las fuerzas. Se apoyó en el mostrador y fue deslizando su espalda por el mismo, hasta sentarse en el suelo. Nico hizo un gesto a sus compañeros para que no se movieran. Un par de ellos habían sacado las esposas y parecía que se iban a lanzar a ponérselas.

-Si me permite, me voy a sentar en el suelo, enfrente de usted.

El hombre asintió despacio con la cabeza. Nico sacó su móvil del bolsillo trasero del pantalón y mandó un mensaje. Garrido sintió vibrar su propio móvil. No había contestado a los mensajes anteriores. Ni los había mirado. Pero ahora sintió que debía hacerlo. El mensaje era de Nico. Le pedía que se sentara junto a él. Garrido no lo dudó.

-Mándeme al móvil los datos de este caso. – le dijo al sargento. Le tendió el arma y fue caminando despacio hacia ellos.

-Creo que es mejor que no nos metamos. Nico ha sido imprudente. No está capacitado para tratar esos temas. Si va a sentarse, no puedo garantizar su seguridad. – el sargento le seguía, mostrando su estupefacción y sus dudas.

-Nico y yo nos bastamos, sargento. Ser comandante no implica que se me haya olvidado defenderme. Y Nico, le puedo asegurar, es un maestro en las artes de defensa personal. A parte de ser un gran tirador. Debería usted saberlo, ya que se considera su amigo.

-No me ha dicho su nombre. – Nico no dejaba de observar al hombre.

-Jose María – acabó por decir el hombre.

-Encantado de conocerlo José María. Aunque sea en estas circunstancias. Quiero presentarle a un compañero. Se llama Rui.

El comandante había llegado hasta ellos. Se sentó junto a Nico.

-Hola José María – le saludó Garrido tendiéndole la mano. El hombre se lo pensó un rato antes de aceptar el saludo. Pero lo hizo.

-Me gustaría que nos contara su historia. Mi amigo Rui es nuevo aquí y no sabe los detalles.

José María volvió a clavar su mirada en los ojos de Nico. Así estuvieron los dos un rato. Un escalofrío pareció recorrer el cuerpo de ese hombre. Y empezó a contar como un día le llamaron a su móvil para anunciarle la muerte de su hijo en lo que parecía un desgraciado accidente. Le dijeron que esperara una nueva llamada en la que le darían más detalles.

-No he recibido esa llamada. He buscado respuestas llamando al mismo teléfono desde que me llamaron. Siempre me dan largas. Vine aquí, porque me llamaban de la Guardia Civil. Nada. Han pasado veinticinco días y no sé que ha pasado de mi hijo. No sé de qué ha muerto. Me dicen no sé que de una autopsia. Veinticinco días. Y lo que para nosotros es más importante: no le hemos podido enterrar. Eso es lo que necesitamos, enterrarlo y que descanse en paz. El resto no tiene arreglo. Sinceramente nos da igual las circunstancias de su muerte. Necesitamos el cuerpo – insistió Jose María. Parecía que para él era importante dejar claro ese punto.

-Si no le importa decirnos a mi amigo Rui y a mí el nombre de su hijo, se lo agradeceríamos.

-Líam Romero Barandiarán.

-Zure emaztea euskalduna al da? (¿Su mujer es vasca?) – le preguntó en euskera.

El hombre lo miró sorprendido.

-Bai, Galdacano ingurutik (Sí. De la zona de Galdácano).

-Baina zu ez zara hangoa, eta euskaraz ondo hitz egiten duzu (Pero usted no es de allí y habla bien el euskera)

-Zu ere ez zara hangoa eta oso ondo hitz egiten duzu. (Tú tampoco eres de allí y lo hablas muy bien).

-Tiene razón. Perdone. – Nico había vuelto al castellano.

Garrido empezó a escribir mensajes pidiendo información a su gente. Se lo pensó y llamó a Carmen.

-¿Sigues en Somo con ese chico? – el tono de Carmen era divertido.

-Es importante, Carmen. Necesito tu ayuda.

-Dime. – el tono de la comisaria había cambiado radical. Garrido había empleado su contraseña para indicar que estaba en una situación comprometida.

-Te voy a mandar unos datos de una persona que ha fallecido en Madrid hace veinticinco días. Sus padres no han recibido ninguna respuesta y siguen sin haber podido enterrar a su hijo. El padre está en el cuartel de Somo enfrente de Nico y de mí. Creo que merece que le demos algunas respuestas ya.

-Me pongo. Me voy con Patricia. Acabo de recibir el expediente. Te voy diciendo. Enciende la cámara y el transmisor y así lo vemos. Te vamos contando. Pásale a tu ayudante el otro pinganillo con micrófono. Nos ponemos en la sala de reuniones con las pantallas.

-De acuerdo, Carmen. Gracias.

-No le podemos asegurar que tengamos todos los detalles – Nico volvió a tomar la iniciativa – Hoy al menos. Pero lo que si le prometemos, es que vamos a hacer todo lo necesario para que usted pueda saber y que al menos, desaparezca parte de esa incertidumbre que atenaza su vida.

-Yo solo quiero ver a mi hijo. Y poder enterrarlo. No es mucho pedir. El resto, pues la verdad, no le va a devolver la vida. Y no quiero que por investigar, tarden más en darnos el cuerpo. Me da igual. Está muerto. Quiero enterrarlo.

Garrido mientras Nico hablaba, le tendió un transmisor para que se lo pusiera en la oreja. Así podría escuchar las novedades que le iban a ir dando desde la sede de la Unidad y desde la Comandancia.

-Sé que todo esto es … desesperante. Sé lo que duele perder a un familiar. Alguien por el que te has preocupado, que has intentado protegerlo de todo y de todos y … que al final lo pierdes.

Garrido vio como los ojos de Nico se habían humedecido. El hombre también se dio cuenta. Por primera vez le tendió la mano para tocarle la rodilla, como muestra de apoyo. Nico aprovechó y le puso la mano encima de la suya. Con ese contacto físico acabó de romper las defensas del hombre que se echó a llorar. Nico se arrodilló y se acercó a él para abrazarlo. El hombre aceptó el abrazo y lo devolvió. Nico no quiso alargar demasiado ese momento y volvió a sentarse, aunque un poco más cerca de José María.

-Antes, cuando me has dicho que sabías por lo que estábamos pasando, creí que era una más de las paparruchas que me han dicho en estos días. Perdóname. He visto en tus ojos que no mentías. Y eres un chaval. Tu amigo Rui me da que también ha visto mucha podredumbre cerca.

-Lo mío es por los años – dijo Garrido sonriendo.

-No es tan mayor, Rui. Me gusta que sean ustedes amigos y sean de generaciones distintas. No es lo habitual. Yo puedo considerarme amigo de algunos de los amigos de mis hijos. Jugamos al tenis, hacemos merendolas todos juntos …

Los dos, Garrido y Nico, estaban recibiendo la información según la iban descubriendo tanto en la Unidad como en la comandancia. Garrido le hizo un gesto a Nico para que fuera él el que informara a José María. Nico sacó el móvil y empezó a decirle.

-Nuestros compañeros en Madrid nos dicen que su hijo Líam murió en un accidente de tráfico. El accidente ocurrió en un lugar … ya sabe, en los que las jurisdicciones de varios cuerpos policiales no están claras.

-Puta burocracia. – comentó José María en un murmullo lleno de asco.

Garrido recibió una llamada de Carmen.

-Patricia cree que es mejor que nos quedemos con el caso. ¿Vosotros o nosotros?

-Ambos. Iniciemos nuestro trabajo en común.

-Me parece bien. Lo ponemos en marcha.

Garrido volvió a mirar a Nico.

-Mire José María. Estamos en contacto con nuestros compañeros de Madrid, ya lo habrá intuido. Para solucionar estos problemas de competencias, la comandancia de Madrid norte y la Unidad de Investigación de la Policía Nacional van a pedir al juez llevar el caso de su hijo al alimón. Eso dará un impulso a las investigaciones y podremos darle en breve todas las respuestas. Los mejores investigadores de ambos cuerpos policiales se van a ocupar de averiguar que ha ocurrido con el accidente de Líam. Y como será una investigación conjunta de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, se acabarán esas disputas por si es mío o tuyo.

-¿Y por qué ustedes en poco más de una hora consiguen eso y nadie me ha dicho nada en veinticinco días? De todas formas repito, queremos el cuerpo. Lo demás nos da igual. La verdad. Igual.

Nico se encogió de hombros.

-Suerte, Jose María. Hoy parece que hemos logrado conectar con las personas adecuadas. A veces las cosas … es suerte. Y añadiría que aunque ahora les parezca lo importante enterrarlo, luego, la duda sobre lo que pasó, les impedirá seguir con su vida. Para que eso no ocurra, hay que esclarecer las causas.

-He de reconocer – empezó a decir Garrido – que al escuchar el nombre de su hijo se me ha removido algo por dentro. Uno de mis hijos se llama como el suyo, Líam. Y no he podido evitar pensar en lo que yo hubiera sentido de estar en su lugar y de que me llamaran para decirme que mi hijo Líam había fallecido.

-Pero usted no tiene ese velo de tristeza en la mirada por su hijo.

Garrido sonrió.

-No. El otro día en una operación salvamos a unos chicos que … bueno, que estaban en unas condiciones denigrantes. Alguien se creyó que era Dios para disponer de la vida de esos chicos a su antojo. Y ayer mismo, mientras venía hacia aquí, mis compañeros encontraron por un golpe de suerte, y por el empeño de personas que no cejan cuando creen que una víctima está en peligro, otra serie de chicos medio esclavizados. Por mucho que lleves en este trabajo, no acabas de acostumbrarte a esas cosas.

-Por su cara, intuyo que murieron personas.

El comandante miró a Nico que tenía las cejas levantadas. Le había sorprendido la pregunta.

-Déjelo, perdone. – Jose María había reculado rápidamente.

-¿Y qué ha pasado con mi hijo? – volvió a su tema

Nico volvió a convertirse en el portavoz.

-Ya le he dicho antes que el caso no está claro. Los policías que fueron al escenario y los peritos forenses, no estaban muy conformes con las primeras impresiones tomadas allí. El tema de las competencias lo ha dejado todo en el aire. Pero ahora, al menos, los mejores investigadores se van a hacer cargo.

-¿Te vas a encargar tú?

-Pobre de mí. Ya me ha visto en la playa. Suele ir a pasear con su mujer.

-¿Nos has visto?

-Hasta hace unas semanas iban todos los días.

-Hasta lo de Líam. Pues que quieres que te diga, yo en el que confío es en ti. Eres un doliente como nosotros. Se que traerás el cuerpo del chico. De mi chico. Que te centrarás en nuestros deseos.

-Nico seguro que estará al tanto de todo y le irá informando.

-Usted también es un doliente. De otro tipo.

Garrido sonrió de nuevo. Volvió a mirar a Nico que entendió y se dispuso a hablar.

-El juez que llevaba el caso, ha accedido a inhibirse en favor de otro juzgado de Madrid. Y éste nuevo juez, ya ha dictado que la Unidad de investigación y la comandancia de Madrid-Norte se hagan cargo de las investigaciones. La autopsia será mañana a cargo de los forenses de confianza del comandante Garrido y del comisario Marcos, que son los que dirigen esas unidades. La comisaria Polana está coordinando todo, junto con el capitán Melgosa. ¿Me daría su teléfono para informarle? Si se apunta el mío, así me puede llamar si se le ocurre algo.

-¿Me vas a dar tu móvil? – preguntó sorprendido Jose María.

-Claro. Y si un día se encuentra especialmente mal y cree que hablar con alguien que sepa entender por lo que está pasando le puede venir bien, estaré encantado de escucharle. Para eso me hice guardia. Para intentar que la gente que por desgracia tenga que vivir situaciones parecidas a las que viví yo, tengan respuestas y sobre todo, un hombro sobre el que llorar. Unos oídos a los que contarle sus congojas. Eso a veces es mejor que el trankimazín.

-¡Tu eres el que ayudó a Cosme cuando se intentó suicidar! El hijo de Ubaldo, el del Plaza Nueva. Claro, el guardia de la playa. Pues Ubaldo te pone por las nubes. Te está eternamente agradecido. No solo consiguió que no lo hiciera, sino que le buscó ayuda para solucionar sus problemas de adicciones. Debió estar casi tres horas hablando con él sentado en una cornisa de un edificio de Santander.

-No es para tanto. Suerte.

-¿Otra vez suerte?

Jose María esta vez le miró con dulzura. Se medio incorporó para dar un abrazo a Nico. Este se puso de rodillas para aceptar ese abrazo. Rui sonrió por primera vez sin la presión de la situación. Le tendió la mano a José María para ayudarlo a levantarse y seguido lo hizo con Nico.

-Le acompaño a la salida. Le iremos informando de los avances. Y cuando pueda recoger el cuerpo de su hijo, Paula le ayudará con los trámites.

Paula se había acercado con intención de felicitar a Nico. La guardia miró al sargento que asintió con la cabeza. Garrido estaba asombrado por como Nico era capaz de tomar decisiones en un segundo, decisiones que iban encaminadas a que la víctima, en este caso Jose María, encontrara una persona de referencia cercana, ya que él iba a irse de Somo.

Garrido se despidió de Jose María en la recepción. Nico y Paula lo acompañaron hasta la calle.

-¿Y sabremos lo que le pasó a Líam? – preguntó cuando se despedía de ellos.

-Lo que podemos asegurarle Jose María, es que nuestros compañeros pondrán todo su empeño en que así sea. En las investigaciones a veces… no se pueden determinar todas las circunstancias de lo sucedido. Pero ellos lo van a intentar y le vamos a ir informando.

-Pero, perdonad por insistir en el tema. Esto de la investigación… ¿No retrasará el poder enterrar el cuerpo? Si se pudiera incluso evitar la autopsia …

-Eso me temo que no va a ser posible. Una vez hecha la autopsia y tomadas las muestras pertinentes …

-¿Y no habría la posibilidad de pasar por alto la autopsia? Si han dicho que fue un accidente … – el hombre parecía haber olvidado que ya había dicho lo mismo escasos minutos antes.

Garrido, que se había acercado de nuevo para decirle a Nico que se iban en unos minutos, se quedó pensativo. Dudaba. Pero Nico una vez más, tomó la palabra.

-Lo sentimos José María. Hay que comprobar que de verdad fue un accidente. Y si no lo fue, recabar todas las evidencias posibles para intentar saber la verdad. Intentaremos que el forense se de toda la prisa posible.

-Gracias por todo. Voy a llamar a mi mujer y vamos a ir al Plaza Nueva a decirle a Ubaldo y a su hijo Fede que tenían razón al hablar de ti.

-Yo no soy importante. Vayan y disfruten de sus rabas y de su compañía. Esos son motivos más importantes.

Cuando Jose María emprendió la marcha, Paula abrazó a Nico.

-Has estado genial. Me han dicho que te vas. ¿Dónde está ese comandante tan famoso? Para darle las gracias por sacarte de aquí.

-Estaba sentado a mi lado.

-¿Ese era el comandante Garrido?

Nico sonrió asintiendo.

-¡La hostia!

-Firmes ¡Ar! ¡Un guardia entra en la sala!

Nico se quedó ojiplático al ver a todos los que estaban en la sala común firmes. Fue el comandante Garrido el que dio la orden de firmes. Y el que a continuación empezó a aplaudir. El sargento le siguió y se fueron uniendo todos al aplauso. Prefirió no mirarlos a la cara, para no ver sus rostros de resignación al tener que seguir al comandante en su iniciativa.

-Palazuelos, tu despedida ha sido a lo grande – Carro se acercó a él y le estrechó la mano.

-Gracias mi sargento. No sé como agradecerle …

-No hay nada que agradecer.

-Sargento, le rogaría que me hiciera el favor de pedirnos un taxi. Llegamos justos al vuelo.

-Por supuesto, mi comandante.

-Y así puede avisar al brigada de que ya me he ido, para que pueda incorporarse a su despacho. Estará contento porque le he quitado a un estorbo de su cuartel. A ver quien se encarga ahora de las cacas de los perros en la playa. Se podrían turnar esos dos. Parece que tenían envidia de Nico, por lo despectivo que hablan de él.

Garrido señaló a los dos guardias con los que se había cruzado en la escalera.

-Y no se olvide de lo que le he dicho. Le van a llamar de la oficina del general. Eso no es un aviso, ni una amenaza: es una promesa.

-A sus órdenes.

Nico y él se montaron en el taxi que los esperaba a la puerta.

-¿Y a dónde vamos?

-A Madrid. Este encuentro con José María lo ha cambiado todo. Ya lo has oído. Vas a conocer a la comisaria Polana, ya que te vas a perder su conferencia dentro de unos días.

-Me gustará conocerla.

-Y ella está deseando conocerte a ti.

.

Jorge se quedó a la expectativa. Esther parecía que quería ponerle nervioso. Llamó al camarero y le pidió un café.

-¿Quieres otro vaso de leche calentita?

Jorge no contestó. Tenía puesta una sonrisa irónica y expectante en su rostro. Íñigo no esperó respuesta de Jorge y fue a por el café de Esther.

-¿Y qué haces por aquí? – le preguntó la editora.

Jorge fue a contestar, pero Íñigo les interrumpió con el café de Esther.

-¿Quieres algo Jorge?

-Nada de momento. Gracias Íñigo.

Esther lo miró atravesado.

-¡Que mal educados son aquí los camareros! No sé como vienes a desayunar.

-Conmigo son agradables. Y serviciales.

-Será contigo. Con el resto …

-Siempre está lleno.

-Será porque la gente quiere ver si montas un número de esos a los que antes eras tan aficionado.

Jorge cambió su gesto expectante por uno de no entender el comentario de su editora.

-Entonces me plantearé cobrar comisión. Si soy la razón para la que siempre esté lleno …

-Como si no ganaras ya mucho dinero.

Tuvo tentación de responder, pero se contuvo. Seguía expectante por ver dónde quería llegar su editora. Aunque de repente se le ocurrió una pregunta.

-¿Qué tal está Dimas?

Esther cambió el gesto. Pareció desconcertada.

-No tengo noticias de él. ¿Tú sí?

-Ninguna. He pensado que a lo mejor habíais hablado sobre los temas pendientes. Que te hubiera llamado para ponerte al día de las cosas.

-Ya estaba al día.

-Está bien saberlo. Se lo comunicaré a mi abogado. Él tiene la impresión de que no estás informada de como se gestionaba mi cuenta hasta la desaparición de Dimas. No has sido capaz de responder a algunas de sus preguntas.

-Creo que harías bien en ser un poco coherente y no dejarte influir por advenedizos como ese abogado o ese representante que te has echado. Pensaba que tenías más personalidad. Perdóname que te diga, te estás dejando engañar. Estás dejando de lado a las personas que siempre hemos velado por ti.

-¿La editorial Campero, por ejemplo? ¿Tú? ¿Dimas? ¿Sabemos algo de Narcís, por cierto? ¿O te refieres a Bonifacio al que nunca conocí?

-No creo que tengas mucha queja en estos años. Y perdona que te diga, no tienes categoría para tratar con el gran jefe.

-¿Sabes lo que pasa, Esther? Que no tenía queja cuando tenía los ojos cerrados. Al abrirlos … la cosa ha cambiado un poco.

-¿La tranquilidad no tiene un coste? Eso es lo que te da la editorial Campero. Eso es lo que te doy yo. Para que puedas pasearte por Madrid sin otra preocupación que pensar dónde vas a escribir cada día.

-Yo sigo muy tranquilo. Y gano más que antes. El doble, si todavía dos y dos son cuatro.

-No ganas el doble. Ganas menos. De eso, tienes que pagar a ese abogado que me han dicho que es muy caro y que además no es trigo limpio. Y de Romeva, mejor ni hablamos. Mira, en confianza, desde que estás con ese actor, no pareces el mismo. Ese … actor … tiene una fama … no se si eres consciente de ello. Al final te va a acabar fagocitando.

-Perfectamente. He seguido su trayectoria.

-Te sorprendería si supieras muchas de sus … debilidades. No creo que sea apropiado a tu prestigio el que te vean de la mano con un drogadicto y con un tipo que se va acostando con todo lo que se le ponga por delante.

Jorge se la quedó mirando. Por mucho que lo intentó, la mujer no pudo descifrar lo que significaba esa mirada.

-Has cambiado mucho en estos años. Desde aquella vez que Narcís te propuso para coger mi cuenta.

-Soy la misma que entonces.

-Entonces lo que pasó es que me engañó mi instinto.

-La editorial Campero siempre te ha cuidado, no lo olvides.

-¿A qué precio?

-Creo que no estás en la indigencia. Eres un escritor de éxito.

-Lo sigo siendo ¿no?

-Ahora no nos dejas protegerte. Te has entregado a esos advenedizos …

-Hasta ahora la editorial Campero sigue publicando mis obras. Deberías valorar ese hecho. Te he permitido hacer reimpresiones y nuevas ediciones. Y habéis publicado “La Casa Monforte”. Tenlo en cuenta Esther.

-Quiero ofrecerte un contrato cerrado por tus próximas cinco novelas. Es una oportunidad que no puedes dejar escapar. Te ofrezco un adelanto de cuatro millones de euros. Así, uno encima del otro. No creo que tengas problemas en tener una novela por año si lo que se comenta por ahí es cierto.

-¿Qué se comenta?

-Que tienes decenas de cosas escritas.

-Aunque fuera cierto, eso no quiere decir que todas ellas piense en publicarlas.

-Sacarás cinco novelas sin problemas.

-Esa aseveración no acabo de entenderla. Debes saber algo que yo no. Te agradecería que me ilustraras.

-No te hagas el tonto. Sabes a que me refiero. Todo el mundo lo sabe. Hasta Dimas lo sabía.

-Háblalo con Sergio Romeva.

-No. Es algo entre tú y yo. No quiero que ese se lleve un diez por ciento.

-Nunca he firmado un contrato así. Dimas me lo ofreció muchas veces. La respuesta es la misma que le di a él: No.

-Debes pensar en …

-¿Crees que si voy dónde Ovidio no me va a ofrecer el doble? O a Planeta. O a Anagrama.

-No vas a tener la libertad que tienes aquí.

-¿De qué libertad me hablas?

-De publicar cuando te de el siroco, por ejemplo. ¿Te crees que otra editorial te hubiera permitido estar siete años sin publicar?

-No tengo ningún contrato con vosotros que me obligue a publicar nada. Cada novela, puedo llevarla donde me plazca. Deberías agradecerme que “La Casa Monforte” esté publicada en Campero. Podía haber llevado esa novela dónde quisiera. Pareces olvidarlo.

-Tienes una obligación moral con nosotros.

-¿Obligación moral? ¿De qué me hablas?

-Te hemos protegido. Hemos hecho que triunfes. No serías nadie sin la editorial Campero. Te hicimos triunfar.

Jorge se la quedó mirando de nuevo fijamente. No alcanzaba a entender a esa mujer. Le estaba llamando tonto a la cara. Y ni se inmutaba.

-Creo que me equivoqué contigo en la primera impresión que tuve cuando nos reunimos en el despacho de Narcís. Cada vez lo tengo más claro.

-Deja a Narcís. Ese es un tipo que no sabe de …

-¿Un tipo que no le gusta mentir y robar a sus autores, dices?

-Eso no te lo consiento.

-¿Qué no consientes Esther?

Sergio Romeva estaba de pie mirando alternativamente a Esther y a Jorge.

-Es una conversación privada. No sé si te han dicho eso en primero de educación, que es de mal educados interrumpir …

-En primero de relación con los clientes, se enseña que para tratar asuntos de negocios en lo que atañe a tus autores, debes hablar con su representante. O con su abogado. En esta mesa no veo ni al representante de Jorge, que soy yo, ni a su abogado, que está en camino.

-Antes todo funcionaba sin que nadie le sableara.

-Para eso ya estabais vosotros ¿No?

-Eso no te lo consiento.

-Claro que me lo consientes, mientras no me muestres las cuentas de las liquidaciones de Jorge. Ni me muestres las cifras de ventas exactas, aquí y en los países en los que habéis vendido los derechos. Los pedidos a la imprenta. Los datos de la venta de ebooks, que para vosotros son inexistentes. Cuando me las des y las cotejemos con los datos que estamos recabando, te diré lo que me consientes o no.

-Yo no tengo nada que ver con todo eso.

-Lo tienes, siempre que asumes esa forma de gestionar. Estás intentando manejar el asunto de la misma forma que Dimas. Él estaba protegido. ¿Tú lo estás?

-Nadie necesita protección.

-Creo que os voy a abandonar – dijo Jorge levantándose. – Tengo que fumar un cigarrillo con Luisete. Me mira ya con necesidad. – señaló a su escolta que hacía rato que se había levantado y se había puesto a dos pasos de Jorge.

-Llegas justo a tu próxima cita – le reconvino Sergio.

-La visita de Esther me ha despistado. Esther, te recuerdo que tenemos pendiente los planes para París, Edimburgo y Londres. Podéis aprovechar ahora para comentar ese tema. Tú y Sergio. Seguro que acabáis llevándoos estupendamente. Porque es mi representante y lo va a seguir siendo. ¿Vamos Luisete?

El policía sonrió y le hizo un gesto para señalarle el camino de la calle. Jorge no se lo pensó y caminó con prisa. Luisete se sonrió y se acercó a la mesa para coger la bandolera del escritor y su tablet, que seguía sobre ella. Echó un vistazo por ver si se había dejado algo más. Guiñó un ojo a Sergio y fue tras Jorge. Éste le esperaba ansioso en la calle.

-Necesito ese cigarrillo.

-Venga, vamos a ese bar y nos tomamos un café tranquilo.

-Nos van a ver.

-Tiene terraza por detrás. No te preocupes. Y los coches están en el otro lado.

-Venga, vamos. Así fumamos ese cigarrillo. Y me relajo un poco. Gracias por llamar a Sergio, por cierto.

-Ha sido un placer. Pero otro día me dejas tirarle algo a la cabeza, un café o …

-No merece la pena.

-¿Qué quería?

-Quería apartarme de la mala influencia de Carmelo. Es el culpable de que ahora no sea un fantasma que no se entera de nada.

-Pobre Carmelo. Que fama le estás poniendo.

-¿Yo? – Jorge lo miró con gesto ofendido.

-Haces coincidir tu despertar a los encantos de Carmelo con tu despertar a la vida, diciendo adiós con la manita a tu caminar sobre las aguas del mar. Es fácil la deducción.

-Mirado así … pero no le digas al rubito. Que me lo hace pagar.

-Te guardo el secreto si me firmas un libro para mi tía Eugenia.

-¿Chantaje?

-A cambio te doy un cigarrillo. Y hasta te doy fuego.

-Por qué poco me vendo. Anda, sentémonos en esa terraza que dices y te firmo el libro. Pero por ser tú.

-Y por el cigarrillo.

Jorge se echó a reír.

-Que bobo eres.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

.

-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

.

-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

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 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 79.

Capítulo 79.-

.

-¡Jorge! Ven un segundo al baño. – le llamó Carmelo.

Jorge se levantó trabajosamente de la butaca. Estaba muy cansado. El esfuerzo de la charla con los jóvenes lectores había acabado con las pocas fuerzas que le quedaban después de su excursión a la Dinamo y su visita mañanera a la casa de Carletto.

-Ayúdame, anda. – le pidió Carmelo.

Jorge suspiró a la vez que sonreía.

-La madre que le parió.

Martín estaba sentado en el suelo de la ducha. Se había quedado dormido. Y parecía que su sueño era profundo, porque Carmelo no había conseguido despertarlo.

-Ten cuidado, no te vayas a resbalar. – le previno Jorge.

-Menos mal que cambiamos el suelo por uno antideslizante.

No era la primera vez que lo veían ambos. Carmelo entró en la ducha y lo agarró por los sobacos, alzándolo. Jorge había acercado una silla hasta ponerla pegada a la ducha. Había retirado la mampara. Jorge recogió a Martín en un abrazo hasta lograr sacarlo y sentarlo en la silla. Carmelo hizo de respaldo mientras Jorge le secaba cuidadosamente.

Cuando hubo acabado, Martín pareció volver unos segundos del reino de los sueños. Abrió ligeramente los ojos y sonrió a su tío.

-Te quiero Jorge. Eres la persona que más quiero en el mundo.

Jorge se agachó y le dio un beso en la frente. Le cogió de los brazos y empujó hacia él, ayudado por Carmelo que lo sostenía desde atrás. Jorge lo abrazó mientras Martín rodeaba su cuello con sus brazos y se aupaba y rodeaba la cintura de Jorge con las piernas recostando la cabeza sobre su hombro

Así lo llevó hasta la habitación. Carmelo se había adelantado. Abría la cama para poder acostarlo. Puso una toalla sobre la almohada para que el pelo todavía húmedo no la empapara.

-Ves Carmelo, Jorge si me puede llevar en brazos. – afirmó entre sueños Martín. Carmelo sonrió negando con la cabeza.

-No parecía tan cansado en el restaurante. – opinó Carmelo que observaba como Jorge lo arropaba y le daba un beso en la frente.

-Duerme mi niño. Estamos en la habitación de al lado – le susurró al oído.

Jorge se refugió en los brazos de Carmelo.

-Tengo que pensar en Martín. Hoy ha vuelto a conectar con ese chico, Esteban. Como el otro día con Saúl.

-Habrá aprendido de ti, a ver en la gente.

-A lo mejor por eso está tan cansado. – no lo dijo a nadie en concreto. Parecía un pensamiento dicho en voz alta. Aunque también se le pasó por la cabeza, que si le había visto desde la terraza irse o volver, tampoco habría dormido mucho después de volver de la discoteca. Y todo ello sin olvidar que Martín no estaba acostumbrado a esa actividad, porque no le gustaban las discotecas. Un hecho que era contradictorio porque Martín estaba siempre escuchando música y sus playlist de Spotify eran seguidas por cientos de personas, incluidos Carmelo y Jorge. Para cada uno había creado una playlist específica. Y los dos las escuchaban con frecuencia.

Jorge hizo una mueca mientras le indicaba a Carmelo que salieran de la habitación. No cerró la puerta del todo. Solo la entornó. Desde siempre, a Martín no le gustaba dormir en un cuarto cerrado. Cuando era pequeño, algunas noches que dormía en casa de Jorge se despertaba e iba a refugiarse en la cama de éste. Se acurrucaba en una esquina y se quedaba dormido al instante. Siempre procuraba no molestar a Jorge. Éste a veces, solo se percataba de ese hecho por la mañana, al despertarse y verlo en una esquina de la cama. Entonces, solía abrazarlo y pasaba así el rato que le quedaba a Martín hasta que abría los ojos.

Nunca decían nada. Ni Martín ni Jorge. Nunca lo comentaron con sus padres. Carmelo lo sabía porque lo había visto alguna vez. Y Quirce su hermano, también, porque a veces en su casa, lo hacía con él.

-Mañana tiene que madrugar. Le viene a buscar el coche de producción a las ocho. – apuntó Carmelo cuando salieron del cuarto.

-¿Cuándo vais a acabar con ese rodaje? ¿Ya sabéis lo que estáis haciendo?

-Ni idea. Pero rodando a lo largo de un año, parando por el covid, volviendo otra vez pero sin parte del elenco, y parando de nuevo… no lo sé. Luego tengo que ir para rodar otra escena. Y creo que tengo que volver a Londres en unos días. Mucho de lo que hacemos es repetir escenas ya rodadas o algunas para adecuar la trama a … muchos actores han cambiado. Es un lío. Me temo que tanto esta peli como la de Londres van a ser dos fiascos.

-Otra vez de rubio rubio. – se quejó Jorge con su mejor gesto de fastidio divertido.

Carmelo se rió y besó a Jorge.

-Ayúdame y le preparamos una maleta con la ropa que nos ha cogido del armario.

-A lo mejor no hace falta. Si se va a venir… se la guardamos en su armario ¿No?

-A lo mejor la quiere utilizar ya. Tiene la ropa muy castigada. Si tiene que ir a algún sitio estos días… no puede ir con gran parte de lo que tiene. Creo que va a una sesión de fotos para ICON en unos días. Puede que tenga más cosas de ese estilo.

Carmelo se subió a una pequeña escalera que tenían en una especie de trastero y bajó una bolsa de viaje.

-Coge una más grande. Han llegado la camisetas de “la Casa Monforte”. Y tres jerseys.

-¿Para nosotros no han mandado?

-Sí. Están las cajas en el armario de la entrada. No me apetecía guardarlas. Martín no es el único que anda hoy al límite de las fuerzas. Las he dejado ahí de momento.

Carmelo se bajó de la escalera con la bolsa que le había indicado Jorge. La puso sobre una mesa que tenían cerca de los armarios. Allí ya estaba parte de la ropa que había escogido Martín, a parte de la que había llevado a la charla. Carmelo añadió media docena de sus calzoncillos sin estrenar. Y las camisetas de las que le había hablado antes.

-Ponle esa camisa que te está justa. – le recomendó Jorge. – Le he visto antes que la miraba con ganas. Como te ha pedido las Converse, no se ha atrevido a pedirte más.

-Espera, que tengo otras dos… mira, aquí están.

-Y esas dos cazadoras que encogieron cuando las llevaste al tinte. A él le estarán bien.

-Tienes razón. Apenas las usé además. Y espera, le voy a meter estas Nike y dos pares más de Converse.

-Tienes ahí esas Adidas también.

-Bien visto. No me acordaba de ellas.

-Joder, esas camisas son de tu época de estar súper delgado.

-El otro día las vi. Me las debí dejar alguna noche que dormí aquí. Cuando me fui a vivir a Concejo. ¿Me has contestado a lo de que…?

-Sí. Nos han mandado tres juegos de cada. Han mandado también a Álvaro y al resto. Bernabé e Iván han pensado abrir una tienda virtual para venderlas cuando salgan los programas de Pasapalabra. Y dedicar los beneficios a alguna obra benéfica. La idea me ha parecido estupenda. Le he dicho que llamen a Óliver, para que prepare los papeles y hable con la editorial. Deben ceder sus derechos. Mi parte la donaré a vuestra ONG. Que te recuerdo deberíamos activarla.

-¿Y si no lo hacen? Si la editorial…

-Publicaré los cuentos con Ovidio. No tengo nada firmado. Y no volverán a reeditar ninguna de mis novelas. Tengo varios proyectos en ese sentido… no se lo he comentado todavía. Puedo ir a cualquier otra editorial. No hay nada que me comprometa con ellos. A partir de ahora, o se hace lo que yo diga, o me mudo. Y de todas formas, habría que ser subnormal para rechazar una publicidad gratis.

-Por cierto, he visto esta mañana las listas de ventas, sigues en el número uno. Y eso que ha sacado novela Juan Gómez Jurado.

-Me da que la gente, después de siete años, estaba ansiosa. A parte, por las cifras que me envían, el segundo de la lista vende una tercera parte que nosotros.

-Deberías estar orgulloso y parece que…

-Estoy cansado. No me hagas mucho caso. Claro que me alegra. Era uno de mis miedos silentes, de los que no digo en voz alta. Pensaba que a lo mejor, después de tanto tiempo y la verdad, tampoco le he puesto mucho empeño a la promoción… las ventas se iban a resentir.

-Las entrevistas con Carletto te ayudarán…

-Sí, sí. Se ha debido notar un aumento significativo en las ventas, tanto en papel como en e-book. Fue además un feed-back inmediato. Es claro que Carletto llega a un público al que no llegaría por otros medios tradicionales. Y parece que se está notando también en la venta de “Tirso” y en “deLuis”.

-Tienes que preguntar a la editorial por esas novelas tuyas que te dijeron que estaban descatalogadas.

-Son las dos primeras. Y “La angustia del olvido”. Según me han dicho, están ya imprimiendo. De las dos primeras iban a hacer unas reediciones especiales. Al final con todo este lío… no han hecho nada. Eso me ha dicho Óliver que ya va tomando las riendas. Me da que Esther no está feliz con tenerle pendiente de mis cosas. Pero para hacerlas, tengo que dar mi permiso. Y no me lo han pedido.

-Ellos se lo han buscado. A lo mejor si no insiste Óliver, ni se hubieran preocupado de hacer una nueva reimpresión. No acabo de entender tanta desidia.

-A Óliver le ha dado la impresión de que no querían hacerla para renegociar nuestro acuerdo. Como ya no van a sacar tajada de la gestión de mi agenda ni de los trabajos que no cobraba yo, creo que pretenden ir rebajando mi porcentaje. Cada edición de cada novela, hay que firmar un contrato. Porque nunca quise firmar un contrato general que me vinculara a ellos. Vamos novela a novela. Reedición a reedición.

-O sea que mañana mismo puedes irte con los cuentos, por ejemplo, a otra editorial.

-Sí. Porque no firmamos nada. Se lo dije a Dimas el día que detuvieron a Jorgito. Así que… ya no volvimos a hablar del tema. Y me puedo ir con una nueva edición de “La angustia del olvido”.

-Con suerte en la editorial no sabrán nada del tema.

-Bueno. No había caído en ese detalle. Habrá que plantearlo. Me apetece publicar los cuentos. No sé si comentárselo a Ovidio.

-¿Le has preguntado por aquellos rumores de que ibas a irte con él?

-No. No me he atrevido. Cada vez que me encuentro con él, parece que tiene cosas importantes de las que informarme. Y luego… me ha llegado algún rumor de que se reúne con personas que en apariencia no me quieren demasiado. No sé si puedo confiar en él.

Entonces es como el decano, que navega por aguas turbulentas.

Jorge resopló resignado. Estaba un poco despistado con todos esos temas. No sabía que pensar. Por más que le daba vueltas a la cabeza, no acababa de llegar a una conclusión que le satisficiera.

-Si me voy con los cuentos donde Ovidio, a Esther le da un síncope.

-Repito: ellos se lo han buscado. Esther no puede ser ajena a todo. Estaba pendiente de tu cuenta, según me contaste. Y el desastre con la gestión de tu agenda…

-No digo nada. Si tienes razón. Óliver y Sergio, por cierto, han llegado al acuerdo de que Sergio se ocupa de mi agenda y de mis apariciones públicas. Va a ejercer a todos los efectos como un representante. Óliver se encargará de velar por mis intereses en la editorial. Sergio se va a ocupar también de mi redes sociales y de hacer un seguimiento de lo que se dice de mí por ahí.

-Vaya con Sergio.

-Tendré que preguntarle lo que me va a cobrar. A lo mejor te lo cobra a ti. – Jorge guiñó un ojo a Carmelo. Éste se echó a reír.

-Me da que algo tenéis del pasado… él siempre te ha tenido como… cariño. No creo que me lo cobre a mí de tapadillo. Te advierto que su comisión conmigo es… relativamente baja. Otros me cobrarían al menos el doble.

Jorge se quedó pensativo. Empezaba a pensar que urgía una conversación con Sergio, y no solo con relación a su ex-socio Toni.

-Llevo pensando unos días… – Carmelo se había parado después de coger dos pantalones de su armario para dárselas a Martín – ¿Y si abrimos una asociación para ayudar a los jóvenes necesitados de ayuda psicológica? Para los Esteban, Saules, Patricks… ¿Adela se llamaba esa chica de la reunión?

Jorge se quedó pensativo. En ese momento no era capaz de recordar su nombre. Su cabeza no funcionaba ya adecuadamente.

-Me parece bien. Pero yo añadiría a esos chicos y chicas que no tienen dónde refugiarse. Esos que el sistema abandona cuando cumplen la mayoría de edad y que se encuentran en la calle. Todo bajo el paraguas de vuestra Fundación. Por cierto, convenía que la sacaras de su hibernación. Creo que ya te lo he dicho antes, perdona. Posiblemente la necesitemos para pagar las clases de Sergio Plaza. Sus padres se niegan en redondo. Su padre en realidad. Nati no quiere… enfrentarse a él.

-Ayuda integral. Y apoyo para las carreras destrozadas de algunos de esos chicos. Me parece bien. Hablaré con Cape y con Sergio Romeva. Sergio te recuerdo que participa en la Fundación.

-Podríamos poner a Óliver al frente. Como cabeza visible. A él y a Sergio Romeva. Para que no figures tú, ni Cape ni yo.

Carmelo asintió con la cabeza. Mientras hablaban habían llegado a su rincón. Jorge se había sentado en su butaca y como casi siempre últimamente. Más que sentarse se había caído a plomo en ella. Carmelo se había sentado en su regazo.

-Hemos dejado a medias al final la bolsa de Martín – se quejó Jorge.

-Está todo listo. Solo es meterlo en la bolsa. No te preocupes. Me levantaré para ayudarlo y despedirlo. Tú puedes seguir durmiendo. Luego tienes que ir a la comida con el embajador y su madre. No te tienes en pie, escritor. Creo que debes bajar el ritmo.

-La comida del embajador… me apetecía pero en estos momentos… me da una pereza… del embajador y unos amigos. La lista de comensales se va ampliando. Cada vez se parece más a un evento social de alto copete. Yo pensaba en una comida íntima para charlar con su madre… no sé que pretende.

-Pues me apunto. Así no estás solo.

-¿No tenías rodaje?

-No te preocupes. Ya me organizo. Me ha dicho Sergio que es solo una escena. Que no cree que me lleve mucho más de un par de horas.

-Pues le escribo al embajador. Que ponga un cubierto más. Así luego me apoyo en ti si me voy tambaleando si me fallan las fuerzas.

-Mira que eres dramático. Estás llegando a unos niveles… – bromeó Carmelo.

Jorge no lo dudó y escribió el mensaje en ese momento.

-Ya me contestará por la mañana.

-Por cierto, Ely me ha caído genial. Y tenías razón.

-¿A qué si? Me gustaría saber como ha salido de la red.

-El decano ha tenido algo que ver. Fijo. Si has tenido la impresión de que quiere contarte algo y luego se echa para atrás… y a parte, explicaría ese comportamiento tan raro que me comentó Javier el otro día que tiene cuando van a preguntar al campus. A Aritz y a él les tiene amargados. Y ese Esteban de la charla. Mira, decías que no se iban a acercar esos chicos a la charla y a falta de uno, dos. Los chicos de Jorge.

A Jorge casi se le escapa que Nacho le había avisado de que iban a ir algunos de esos chicos. Pero se dio cuenta a tiempo que no le había contado nada de ese tema a Carmelo. De todas formas, Nacho le había dejado entrever que iban a ir varios. Posiblemente había habido más que habían pasado desapercibidos.

-Que sepamos. – dijo Jorge – El benjamín… no sé yo.

-Pero todavía es peque. Ha dicho que tenía dieciséis ¿No?

-Saúl también lo es. Mira, al menos Carletto se ocupa de Saúl. Me ha mandado un mensaje Roger para decirme que hablan cada día. Y que Saúl está mejor. Mañana a ver si le llamo yo.

-Eso está bien.

-Si no tuviéramos lo del embajador, a lo mejor me acercaba. ¿Te quedaste con el teléfono de ese Esteban?

-Sí. Me ha escrito su padre. Le gustaría hablar con nosotros.

-Vaya. Otra vez se nos acumula el trabajo. Y tenemos lo de París cerca. Estoy mosca. No recibo ningún mensaje de los lectores franceses.

-A lo mejor la editorial no te los remite.

-No sé que pensar. Antes era inmediata la respuesta. Ahora, ni un correo.

-De todas formas ya queda poco. Saldremos de dudas. Lo veremos con nuestros propios ojos.

-Estaba pensando que a lo mejor te puedes acercar tú a hablar con el padre de Esteban.

-Puede que prefiera que vayas tú. Tus libros…

-Tú eres Dios, recuerda. Se lo he escuchado a muchos. Si no recuerdo mal, alguien lo dijo en la charla.

-Lo intento. Cuando salgamos de la comida del embajador, le mando un mensaje. Esa comida puede alargarse.

-Al menos la vamos a hacer en horario español.

-Si hubiera sido a las doce, no hubiera podido ir.

Jorge recibió en ese momento un mensaje de Sergio Romeva.

-Vaya. Me he equivocado de día en lo de la comida con el embajador. Es pasado.

-Mira, mejor. Así mañana descansas.

-A lo mejor me paso a ver a un “amigo” que está alojado en una residencia de reposo – Jorge sonrió triste.

-No quieres perder la apuesta con Olga. – Carmelo enseguida se había percatado que se refería a Nuño, el violinista amigo de Javier.

Jorge se sonrió.

-En realidad… no pensaba en eso. Antes de ir a ver a esos dos músicos que salen en el vídeo del hijo de Nati, quisiera que Nuño me ilustrara de algunas cosas. A parte, cuando estuve con él… me dio pena no quedarme más tiempo. Me subyugó. Es un tipo verdaderamente interesante.

-A ver si te ha conquistado… ¿Es guapo?

-Igual a Javier.

-¿Otro como yo y Martín?

-¿El burro delante? “Yo y Martín”.

-Tú estás cansado, pero yo no puedo presumir de estar mucho mejor.

-La disculpa que te has buscado es muy burda.

-Mañana prometo mejorarla.

-¿Nos vamos a dormir? Te juro que yo si que voy a empezar a balbucear en cualquier momento.

-¿Quieres que duerma en la otra habitación por si acaso Martín se pasa a tu cama?

-¿Dices? Hace tiempo que no lo hace.

-Hace tiempo que no se quedaba dormido así por las esquinas.

-No sé que decirte.

A Jorge le costaba renunciar a dormir con Carmelo. Cuando le había acompañado a Francia durante el rodaje de esa serie, se había dado cuenta de que dormir con él le daba paz. Carmelo le leyó la mente y le besó apasionadamente.

-Te dejo este beso para que no me eches de menos esta noche, escritor.

-¿Te he dicho que cada día estás mas atractivo?

Jorge acarició suavemente el pecho de Carmelo con sus dedos.

-Lo hago para que disfrutes de la vista, del tacto y del sabor.

-Cabrón, que te he dicho que no toca.

-Pues ya puede ser eso del Nirvana algo como súper especial. – bromeó Carmelo.

-Bobo, hazle la bolsa a Martín. Y vete a dormir. Que estás matao también tú.

.

Jorge abrió los ojos por la mañana. Y lo primero que percibió es que la habitación no estaba a oscuras del todo. También pudo observar que la puerta de la habitación estaba entreabierta. Se sonrió porque supo que al darse la vuelta, iba a encontrarse a Martín, acurrucado en una esquina, en posición fetal.

Alargó el brazo y lo atrajo hacia sí. Lo pegó a su cuerpo y lo abrazó. Le besó en el cuello. Martín suspiró en sueños y buscó su mano para agarrársela.

Jorge veló ese rato el sueño de su sobrino. Sabía que le quedaban no más de media hora.

Ya tocaba. Martín empezó a mover las piernas. Y de repente, abrió los ojos. Se encontró con la sonrisa de Jorge y con su mirada. Martín sonrió feliz. Besó a Jorge en los labios más intensamente que nunca.

-Te quiero tío. Te lo juro. Eres la persona que más quiero en el mundo.

-Que sepas que yo también te quiero. Anda. Levanta. Huelo a café. Carmelo debe estar preparando tu desayuno.

-¿Te levantas conmigo?

-Claro.

Martín salió de la cama antes. Tendió los brazos a Jorge para ayudarle a levantarse. Le dio otro beso y salió corriendo a buscar algo de ropa que ponerse.

-Te cojo unos calzoncillos – le gritó a Carmelo.

-Los que quieras. Ya sabes dónde están.

Jorge fue sonriendo hacia la cocina. Carmelo le recibió con un beso apasionado.

-Te he echado de menos, escritor.

Martín venía ya vistiendo unos calzoncillos de Carmelo y una camiseta que le había mangado a su tío. Abrazó a Carmelo y le dio un beso.

-Gracias.

-Anda, desayuna. Te he preparado una bolsa con toda la ropa. Te hemos añadido algunas cosas más.

-Vale, gracias. ¿Han llegado las cosas de “la casa Monforte”?

-Sí. Lo tienes en la bolsa. – le contestó Carmelo – Aproveché y coloqué las cosas en nuestros armarios – esto último se lo dijo a Jorge que le sonrió para agradecerle.

-Guay. Voy a sacar una para llevarla hoy puesta. Quiero que me vean con ella. Luego tengo una sesión de fotos para ICON. Me han pedido que lleve el look que quiera.

-Pensaba que esa sesión era dentro de unos días.

-No. Lo que es la semana que viene es una publicidad que tengo.

-Así que vas a ir de…

-Jorge Rios y de Carmelo del Rio. Mi tío y mi hermano.

-Los dos se echaron a reír por la ocurrencia.

-Y lo voy a decir.

-No lo digas. Que sea un secreto entre nosotros. Un guiño.

-Si me pregunta quién me aconseja en ropa, lo voy a decir.

-Haz lo que quieras. Es imposible…

-Por eso me quieres tanto ¿No?

-Acaba de desayunar y vete a duchar. Que tienes al coche esperando.

-Voy en un plis plas.

Y no mintió. En quince minutos estaba duchado y perfectamente vestido. Llevaba las zapas que le había aconsejado Carmelo el día anterior y la camiseta rosa fuerte de “La Casa Monforte”. Llevaba por encima una americana de Jorge de color negro y un collar de oro que también le había mangado a Jorge.

-Te sienta bien ese collar – le dijo Carmelo. – Pues te va a salir un gran reportaje en ICON. Me gusta tu look.

-¡¡Gracias!! ¿Te gusto Jorge?

-Reconozco que vas hecho un pincel.

-Esa expresión es de tu abuela por lo menos – se rió Carmelo.

Jorge le hizo un gesto con las manos para indicar que por ahí andaría. Pero le gustaba ese dicho.

-El collar además, va muy bien con la camiseta y la americana. Y con tus ojos.

Los pantalones eran unos vaqueros también de su tío, al que había dado la vuelta a los bajos, para no pisarlos. Jorge era un poco más alto que él.

Agarró la bolsa que le había preparado Carmelo con la ropa y besó a ambos antes de salir corriendo.

-Tendremos que ir a comprar ropa. Ahora sí que sí. – se rió Carmelo.

-Confiemos en Bernabé.

Carmelo se fue a duchar. Llegaba ya el momento de irse también al rodaje. Jorge se quedó en la cocina, disfrutando del café. Puso la tele para echar un vistazo a las noticias. Para su sorpresa, se encontró con su foto en pantalla. Subió el volumen.

-Queremos saber por qué día tras día, hay un bulo sobre la muerte de Jorge Rios y de su pareja Carmelo del Rio. ¿De dónde salen esas mentiras reiteradas? Hemos llamado a la agencia que representa a Carmelo, y nos han dicho que ambos declinan de momento hacer declaraciones al respecto.

-Parece que la agencia de Carmelo del Rio ha tomado también la representación de Jorge Rios. – apuntó un colaborador.

-Es oficializar lo que ya llevaba tiempo ocurriendo. Sergio Romeva lleva una temporada larga haciendo muchas gestiones por cuenta de Jorge Rios. Ten en cuenta que Sergio es amigo de hace muchos años tanto de Jorge como de Carmelo. Su relación rebasa la relación profesional.

-Sergio Romeva es además uno de los mejores representantes de actores de España – comentó la presentadora.

Carmelo venía secándose. Había oído las palabras de la presentadora.

-No me jodas.

-Tiene razón, una al día.

-No ha dicho nada Sergio. No ha sonado mi móvil ¿No?

-No. Está aquí. Tengo los dos a mi lado. Ninguno ha sonado.

-Estará su gente trabajando para desmentirlo.

-Esto empieza a oler a mierda. Y no sé hasta que punto es conveniente entrar al juego todos los días a desmentir la noticia. A lo mejor la gente de Sergio ha pensado que es mejor tener ya un perfil bajo al respecto. Y nosotros, cuanta menos importancia le demos, yo creo que mejor. Aunque solo sea por nuestra salud mental.

Carmelo se fue a vestir mientras Jorge seguía atento a la televisión. En realidad no decían nada nuevo que no supieran. Era lo mismo que Álvaro les contó hacía unos días y que luego pudieron comprobar por ellos mismos. Y lo que a Carmelo le había llegado en el rodaje un día antes. Ese día tocaba otro capítulo del folletín.

-Nada, lo de siempre – respondió Jorge ante la muda pregunta de Carmelo. – Lo que pasa es que en mayor o menor medida, eso pasa cada día, aunque no nos enteremos. Me imagino que por eso nadie nos avisa, salvo que coincida que nos llamemos o nos veamos.

-Me voy. Luego te veo en el Intercontinental.

-Que no es hoy la comida.

-Joder es verdad. ¿Qué vas a hacer al final?

-Creo que al final iré a ver a Nuño, como te dije anoche.

-A lo mejor me paso entonces por la productora para ver como van los preparativos de “Tirso”.

Jorge en cuanto Carmelo salió de casa, apagó la televisión. Tuvo la certeza de que se iban a pasar la mañana en ese programa hablando del tema, sin sacar nada nuevo. Sin descubrir nada.

Álvaro le había mandado un mensaje para avisarle de que estaban hablando del tema en la tele. Estaba rodando un anuncio publicitario. Esta vez era una campaña seria y bien pagada. Había surgido justo al día siguiente de grabar los programas de Pasapalabra. El actor que estaba previsto parece ser que se había contagiado de covid y no podía hacerlo. Y la campaña urgía.

Recibió un mensaje de Saúl, el chico de Roger. Se decidió y marcó el teléfono.

-Saúl, cariño. ¿Cómo estás?

-Guay. Joder, mola que me hayas llamado. Quería charlar contigo.

-Pues tengo tiempo. Así que soy todo tuyo.

Pasaron un rato agradable. Saúl la verdad es que estaba resultando un chico majo y sensible. Jorge se alegró de saber que parecía que llevaba unos días más tranquilo, pudiendo dormir mejor. Ya no se agobiaba a cada momento e incluso estaba pensando en volver a ir al instituto. Todo parecía mejorar. Hasta su voz ya no era tan ronca, tan salida de ultratumba. Tenía algo más de vida. Aunque seguía siendo una voz muy grave.

-Voy con retraso, pero me da igual. Ya les alcanzaré. Tonto no soy, lo sé.

-Tío, pero hoy todo son buenas noticias.

-Va, no todas.

-Cuéntame. ¿Qué te preocupa?

-Noto a Roberto un poco… triste.

-¿A sí? Hace un par de días que no hablo con él. – mintió Jorge. Quería que le dijera sus impresiones sin condicionarlo.

Y le estuvo contando.

-Que a lo mejor son neuras mías.

-Dime que te dicen esas neuras tuyas.

-¿Qué está acojonado? O preocupado, no sé. Por él o por algún amigo. Llegué a pensar en que era por ti. Como todos los días salen esos bulos… pero mi viejo está tranquilo al respecto. Así que sé que no te pasa nada. Él está pendiente.

-¿Te ha dicho Roberto si le han amenazado o algo?

-Na. De eso no dice nada. Solo se preocupa porque yo esté guay. Pero no se da cuenta que no me he caído de un guindo. Que yo soy más joven, pero que no soy un niño. Sobre todo después de lo que he vivido.

-¿Y que dice tu padre? ¿Lo has hablado con él?

-Que ha mandado a un colega a echarle un vistazo. Me ha dicho que no me preocupe.

-Entonces está a salvo. No hay que preocuparse. Confía en tu padre. Yo lo hago.

-Si papá le ha mandado a un colega…

-No le des vueltas. Los colegas de tu padre son buenos. No le pasará, nada. Y lo habrá enviado para que tú estés más tranquilo. Luego le llamo a ver si puedo quedar esta tarde con él. Ahora tengo un compromiso.

-Joder, ten cuidado. Ya sé que vas con la poli, pero por si acaso.

-Tranquilo. Hablamos ¿Te parece?

-¡Guay! Un beso.

Jorge se quedó pensando un rato. Sabía que Roberto estaba bien. Posiblemente estaría durmiendo en su nueva casa. Helga y Raúl con la ayuda de Nacho, se habían ocupado. De todas formas intentó llamar a Roberto, pero tenía el teléfono apagado. Quería avisarle y decirle que llamara a Saúl. A parte quería saber por su boca como estaba. Nacho le había mantenido al tanto de sus acciones, al igual que Helga. Le mandó un mensaje para que llamara a Saúl y que le contestara para quedarse tranquilo.

Jorge se sentó en su butaca y pensó en leer un rato para distraerse. Pero… echaba de menos a Carmelo sentado en su regazo. O a Martín sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en sus piernas. Cerró los ojos unos segundos, y se quedó dormido.

Roberto no supo de donde vino el primer puñetazo. Ni el segundo. Tampoco se enteró de que número hizo el ultimo golpe que recibió antes de que una señora que pasaba por allí, gritara pidiendo ayuda. Eso lo recuerda pero dentro de una nebulosa revestida de desasosiego y dudas.

No recuerda apenas el viaje en ambulancia al hospital. Solo recuerda que la médica le iba revisando el cuerpo. De que alguien le había cortado los pantalones con unas tijeras. Debería gastarse un dinero no previsto en ropa.

El tenía un presupuesto que seguía a rajatabla. Ganaba mucho dinero, pero su familia le había metido tanto miedo sobre el futuro, que procuraba ser frugal en sus gastos. Y no aflojaba aunque sus ingresos siguieran aumentando. Se acercaba la campaña de Navidad y tenía ya cinco patrocinadores más. Uno de comida rápida, otro de perfume, una marca de teléfonos móviles, había renovado con El Corte Inglés, y tenía ahora también una empresa que vendía muebles. Le iba a cambiar todo su estudio, a parte de ponerle una mesa para las entrevistas y unas sillas nuevas, de las más modernas y cómodas. En la entrevista a Jorge Rios, se había dado cuenta que no estaba bien preparado para eso. Y necesitaba un par de cámaras más. Eso se lo pediría a los Reyes Magos, ya en el presupuesto de enero.

Un médico joven lo recibió en Urgencias. Pareció reconocerle. Creyó escucharle decir su nombre artístico. Pero era demasiado esfuerzo para las pobres fuerzas de las que disponía y cerró los ojos. Ese médico le dio un par de sopapos para despertarlo, pero le dio igual. Cerró los ojos con la intención de no abrirlos de nuevo.

Jorge Rios.