Necesito leer tus libros: Capítulo 119.

Capítulo 119.-

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Olga se había tirado escaleras abajo, dando una voltereta. Se incorporó y disparó a su vez a Enrique. Ventura había intentado zafarse del abrazo de la muerte del atacante, sin conseguirlo del todo. Lo único que consiguió es apartarse ligeramente y dejar un blanco mayor. O eso pensó él. Olga disparó medio cargador sobre Enrique que había girado la pistola de nuevo para apuntar a la cabeza de Ventura, con la intención de matarlo. Pero el movimiento de Olga le sorprendió y ese momento de duda entre volver a disparar sobre Olga y acabar lo que había empezado o acabar con la vida del ayudante de la comisaria, hizo que solo tuviera consciencia de sentir las balas entrando en su cuerpo y a la vez, que la vida lo abandonaba.

Olga se incorporó y bajó los tres escalones que le separaban de ellos. Ventura estaba completamente desorientado. Los disparos de Enrique le habían dejado sordo, haciendo que sintiera un ligero vértigo. El brazo del tipo seguía sujetándolo por el cuello mientras su cuerpo se deslizaba a cámara lenta por la pared en la que estaba apoyado, arrastrando a Ventura, hasta quedar grotescamente sentado en el rellano. Olga lo cogió por la pechera y tiró de él para levantarlo. Le dio un codazo para hacerlo reaccionar a la vez que daba una patada en la parte baja de la otra pared. Una nueva abertura se descubrió y se lanzaron los dos a través de ella. Olga de nuevo, se levantó con rapidez para volver a dar un golpe en el mismo punto en la base de la puerta, y ésta volvió a cerrarse. Fue justo en ese momento cuando sintió que una gran llamarada subía por la escalera y lo convertía todo en un infierno.

-Aparta de esa pared, te vas a abrasar.

Olga se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre sus rodillas. Intentaba coger un poco de aire y quitarse la tensión del momento. Miraba de reojo a su compañero que luchaba por incorporarse del suelo.

-¿No iban a cortar el gas? – Ventura hablaba con dificultad. Se estaba masajeando el cuello. Parecía que el abrazo de Enrique había sido más fuerte en los últimos momentos y que casi había conseguido estrangularlo.

-E iban a buscar planos. Porque aquí no hay túneles ni refugios. Valientes inútiles hijos de puta. Esto podía haber sido un desastre. Espero que los de arriba hayan tenido tiempo de salir del edificio. Me van a oír esos mendrugos secos.

Olga parecía haber recuperado el resuello. Cambió el cargador de su arma por uno de repuesto y se giró para ver la estancia en la que se habían refugiado. Apenas había una ligera claridad que la comisaria no supo precisar de dónde venía. Solo daba para ver la silueta de los muebles que había en ese cuarto.

-¿Estás bien? – la comisaria se dio cuenta que Ventura a penas era capaz de moverse, una vez que había conseguido recuperar la verticalidad de su cuerpo.

-¿Y tú? Joder otro cualquiera se hubiera roto la rodilla o la crisma. Estás loca, comisaria. Mira, ahí hay un interruptor de la luz.

-Ni se te ocurra. No vaya a ser que sea una instalación vieja, salte alguna chispa y acabemos como el resto de la casa, achicharrados. Después del empacho de gas de fuera, no nos podemos fiar de nuestro olfato. Saca tu linterna. Y contesta, joder. Te he hecho una pregunta. No te puedo ver la cara para saber tu estado.

-Sí, joder. Estoy bien. Y no me he cagado encima, cosa que ha habido un momento en que …

-Lo que me hacía falta, tener que cambiarte los pañales.

Olga tiró de él para acercarlo a ella y lo abrazó fuerte.

-No me vuelvas a hacer esto, joder. Casi me vuelvo loca ahí fuera. Si te llega a pasar algo … te lo juro, me hubiera …

-Se que todo lo has organizado para que me vaya contigo a España.

-¡Serás miserable!

Ventura vio con ayuda de la luz de su linterna que Olga, a pesar del tono que estaba empleando al hablar, sonreía aliviada.

-Me has salvado la vida.

-Es para que me quites el engorro de pedir en los restaurantes. Es algo que me cuesta mucho. Y tú lo haces de maravilla. No tienes vergüenza ni pudor. Pides a lo grande. A mí me da apuro, lo reconozco.

-Ya sabía yo que no era porque me hubieras cogido algo de cariño.

-Encima que mi novio piensa que nos lo montamos cada día. Si encima voy diciendo que te he cogido cariño, me costaría el divorcio antes de casarnos.

-Entonces su servicio de información es muy deficiente.

-Ya lo comprobaste con esa del hotel el otro día. Esa vieja amiga de los dos. ¿Estás bien de verdad? – Olga no acababa de estar convencida. Había cambiado el tono de broma por una cadencia dulce y preocupada de verdad.

-Que sí, pesada. Me voy a sentar un rato, eso sí. Tengo colocón de fuera con el gas. Y el tipo ese casi … joder casi me parte el cuello. Siéntate tú también.

Olga le hizo caso. Sentía la cabeza un poco ida.

-Tú tampoco me has dicho como estás.

-Me dolerá todo el cuerpo una semana. Puede que me tengas que ayudar a bajar y subir al coche unos días. Pero estoy bien. Al menos no tengo agujeros en el cuerpo.

-Tienes buena puntería.

-Ya te lo he dicho muchas veces, pero no me crees.

-Lo oigo tan a menudo, parece un mantra obligatorio en todos los agentes especiales – se excusó Ventura. – Venga, echemos un vistazo a ese sitio.

-Esperemos cinco minutos sentados. Me está viniendo bien esta parada. Empieza a dolerme todo el cuerpo. – Olga miró en dirección a Ventura. Se estaba acostumbrando a la luz y ahora notaba mejor sus reacciones. Ayudaba también el reflejo de la linterna, que Ventura había dejado apoyada en la silla mirando al techo. Le empezaba a notar agobiado.

-Viene un calorazo de esa pared …

-Al menos ha resistido. No era algo en lo que confiara al cien. Da la sensación de que el fuego va disminuyendo de potencia. Quizás ya han cerrado los conductos.

-¿Como sabías como se abrían las puertas?

-Cuando se ha abierto por la que ha salido ese, me ha parecido ver como su pierna retrocedía, como si le hubiera dado una patada a algo. No hacía más que mirar la otra pared. Alternaba mirarme a mí, y el tabique. Eran pequeños momentos. Iba estudiando las partes de la pared. Cuando ha llegado abajo, lo ha dejado. Me he imaginado que había encontrado lo que quería.

Ventura apuntó su linterna hacia el cuarto. Parecía una especie de oficina. Podría ser una de cualquier comisaría. Una pizarra para hacer un resumen del caso, con muchas fotos. Estaban todos los jóvenes de Anfiles que Arlen había acogido a su alrededor. Ethan aparecía en un lugar destacado. También estaban fotos de ellos dos en la reunión de los viernes en la casa de Arlen. Esas fotos las tenía que haber sacado Enrique.

-Esto parece su centro de operaciones – Ventura se levantó con cuidado. Su equilibrio no parecía estar todavía en su mejor momento.

-No pasa nada si te sientas de nuevo.

-Empieza a hacer mucho calor. Me estoy agobiando. Necesito ocupar la cabeza en algo. Si no, a lo mejor … me da un ataque de ansiedad.

Olga lo miró sorprendida. A ella no le parecía que el calor fuera tan exagerado. Le parecía en cambio que fuera de su refugio, el fuego había perdido algo de intensidad. Pero era verdad, su compañero empezaba a sudar. Y a pesar de la poca luz, vislumbraba que su cara se estaba quedando blanca.

-Mira, ahí hay unos ordenadores. Lástima que no podamos echar un vistazo. – dijo Olga para que Ventura tuviera algo en que pensar.

-Llevabas botas altas ¿No?

-Si.

Ventura sacó otra vez la navaja y desmontó rápidamente una de las torres. Extrajo el disco duro y se lo tendió a Olga que se lo metió en una de las botas. Volvió a montar el ordenador e hizo lo mismo con el otro.

Una vez que acabó con ese trabajo, Ventura se irguió y observó la estancia. Sacó su móvil y empezó a sacar fotos. Olga se dio cuenta que mientras hacía eso, Ventura empezaba a respirar entrecortado. Se estaba agobiando por la oscuridad y por estar en un sitio tan cerrado. Y el calor no ayudaba. Además, el ambiente estaba enrarecido.

-Busquemos otra salida. Vamos a caer los dos redondos si no lo hacemos. ¿Donde crees que podría pillar lo que antes era ese granero que vimos en las fotos aéreas?

-No sé … estoy …

-¡¡Concéntrate, joder!! Te orientas muy bien, me lo has demostrado muchas veces. Piensa solo en eso.

Ventura le hizo caso. Olga lo miraba expectante y a la vez preocupada. Aunque parecía concentrado en situarse veía como las manchas de sudor en su camisa crecían a gran velocidad.

-Por allí – dijo al cabo de un rato.

Olga le cogió de la mano como si fuera un niño pequeño y tiró hacia la pared que había señalado. Había una especie de estantería llena de papeles y detrás había una puerta que permanecía oculta. Olga la tocó ligeramente por comprobar que no hubiera fuego al otro lado. Pareció satisfecha y giró la manilla. Estaba cerrada con llave. Hurgó en su chaqueta y sacó sus ganzúas. Trabajó un par de minutos en la cerradura y la abrió. Al otro lado de la puerta, había un largo túnel que se alejaba de la casa en los dos sentidos. Olga se quedó mirando a Ventura que hizo una seña con la cabeza hacia su derecha.

Al traspasar la puerta, se encendieron las luces que había en los laterales. Ese túnel parecía que había sido adecentado hacía poco. Se le ocurrió pensar en que deberían investigar al resto de inquilinos de las casas de alrededor. Y de paso, hacer lo mismo con los dueños.

-¿Estás mejor? – le preguntó Olga a Ventura.

-Me estaba agobiando un poco. La oscuridad no me ha gustado nunca. Menos en sitios cerrados. Me ayuda que me hayas cogido de la mano.

-¡Que bobo! – pero Olga no se la soltó – Ya estamos cerca de la salida.

-No te oculto que tengo ganas de respirar aire puro. Siento como si ese gas se me hubiera quedado en los pulmones.

-Tienes un corte en el pómulo – Olga se detuvo unos instantes y le tocó con cuidado. Se quedó tranquila al comprobar que no sangraba apenas. La herida había coagulado bien.

-Esto va a empeorar mi belleza. – bromeó Ventura.

-Que bobo eres. Apenas se va a notar. Y si te quedara marca, te daría un toque interesante.

-Si, la hostia de interesante. Un toque interesante para el hombre menos interesante de la tierra.

-No hagas que me entren ganas de darte dos hostias, querido. Deja de decir sandeces.

Llegaron al final del pasillo, donde empezaba una escalera de subida. Olga le hizo un gesto a Ventura para que estuviera preparado. Éste volvió a empuñar su arma mientras Olga volvía a usar sus ganzúas para abrir la puerta.

Quedaron cegados al ver la luz del sol. Parecía que el día había despejado por completo mientras habían descendido a los infiernos. Cuando pudieron acostumbrarse al cambio de luz, vieron una gran actividad en lo que había sido la casa de Rosa María. Estaban a unos doscientos metros de ella. Respiraron tranquilos y guardaron sus armas. Ventura respiró profundo varias veces, como si necesitara limpiar sus pulmones. Como si, con esas respiraciones profundas echara de su cuerpo todo vestigio de lo que acababa de vivir. Se estiró luego como si acabara de levantarse de un sueño largo y reparador. Olga comprobó aliviada como con cada respiración iba recuperando un poco el color de su rostro. Parecía que había dejado de sudar.

Los bomberos estaban apagando los últimos rescoldos del fuego que había destruido casi por completo la casa. Algunos de los miembros del equipo de asalto que habían entrado para apoyar a Olga y Ventura, parecían haber sufrido algunas quemaduras. Fue Charles, el policía que les había mostrado el camino para encontrar a “Isabel” el que los vio y llamó la atención del resto. Varios sanitarios se acercaron corriendo a ellos. Olga y Ventura no eran del todo conscientes del lamentable aspecto que tenían. Olga cojeaba ligeramente y a la luz del día, Ventura tenía algunos cortes más que el que había visto la comisaria. A parte, tenían las palmas de las manos ligeramente despellejadas al parar con ellas el impacto de su cuerpo cuando Olga lo lanzó contra el suelo áspero de cemento de la estancia en la que se resguardaron. Iban sucios y desaliñados. El pelo largo de Olga, que siempre se recogía en un moño, estaba medio suelto, escapándose algunos mechones de las horquillas, cada uno en una dirección. Peter Holland llegó corriendo desde el otro lado de la casa. Fue hacia ellos para abrazarlos. Habían pensado que estaban malheridos o incluso muertos. Su alegría era sincera, así como el alivio que había sentido al oír los gritos de Charles. Éste les saludó efusivamente estrechándoles la mano. Lo acababan de conocer pero a los dos les pareció que su afecto y la alegría que le había producido verlos, era sincera.

Los únicos que permanecían imperturbables, eran sus compañeros en aquel vuelo a Nueva York. Olga se acercó al más gallito de los tres, el que había negado con rotundidad la posibilidad de que hubiera túneles o refugios subterráneos y que había despreciado las noticias que empezaban a aportar algunos policías que estaban hablando con los vecinos, sobre que esa posibilidad fuera cierta. Sin mediar palabra le dio un puñetazo en la cara.

-Esto es por hacer mal tu trabajo. Por creerte más listo y pensar que los demás somos tontos. Tu mal desempeño buscando esos mapas y esa información, podía haber costado que todos estos compañeros tuyos del CSI hubieran muerto hoy. Todo por burlarte de Ventura, que dormido, vale cien veces más que tú en plena forma. Si estuvieras en mi Unidad, éste hubiera sido tú último día de trabajo. Puedo perdonar los errores, hasta uno que lleve al desastre que podría haber sucedido hoy aquí. No perdono la soberbia y la chulería sin que haya nada de sustancia detrás. No perdono no hacer bien tu trabajo, porque querías ningunear a un compañero en el que ves todas las virtudes que tú no tienes.

No le sentó bien, ni el puñetazo ni las palabras de Olga. En cuanto ésta se dio la vuelta se abalanzó sobre ella. Pero Olga sintió el movimiento se giró sobre su pierna derecha levantando la izquierda y le dio una patada a la altura del hombro. El agente acabó en el suelo en medio de un charco de barro. Olga se acercó y sin dudar, le dio una patada con la puntera de sus botas en el estómago. Fue a repetir, pero Ventura le puso la mano sobre el hombro con suavidad. Olga lo miró y se relajó.

-Acompáñenme, por favor – les dijo una sanitaria. – Les curamos en un momento esas heridas.

Peter Holland se había mantenido al margen. Había visto todo lo sucedido. Cuando Olga y Ventura se fueron camino de la ambulancia, se acercó a hablar con esos tres.

-Volved a Washintong de inmediato. Mañana os quiero ver en mi despacho a primera hora.

El jefe del equipo de asalto apareció con los planos que la policía de Winston les acababa de conseguir del Ayuntamiento. Se reunió con sus hombres y se distribuyeron. Dos de ellos entraron por la puerta por la que habían salido Ventura y Olga. Otros dos fueron buscando otra entrada que parecía estar en otra edificación vecina. Otros dos fueron al otro extremo.

-Qué pena que eso no lo hayan hecho antes – comentó Ventura.

-Tengo hambre.

Ventura levantó las cejas al mirar a Olga.

-¿Ya?

Ésta se encogió de hombros.

-Disparar me da hambre.

-No quiero ni pensar lo que te comerás cuando vayas a hacer prácticas de tiro. O cuando te presentes a esas competiciones que a veces organizáis. Si hoy apenas has disparado un par de tiros. Cuando vacíes diez cargadores …

-Pero cuando compito o hago prácticas, tengo que disimular. Si no se meten conmigo. Aquí estoy en mi salsa. Puedo comer a gusto lo que más me apetezca. Porque además, te puedo echar la culpa a ti, que eres mala influencia.

-Encima, no te jode. ¿Cuando compites después te vas a comer un pescadito?

-Eso no. Nunca. Ni mi hijo me ha convencido. Pescado, yuyu.

-¿No le dabas de comer pescado de pequeño a tu hijo?

-Sí. Y bastante. He de decirte que no me gusta, pero lo cocino muy bien. Igual que las verduras. Se lo preparaba a él. Cuando hago alguna cena para amigos en casa, suelo prepararlo: Merluza rellena, Dorada a la sal, Caldereta de pescado … Para mí me hago otra cosa. Me lo dice Galder. Él si que cocina bien. Por eso su opinión vale más.

-Estás orgullosa.

-De eso sí. De otras cosas de él no tanto. Cambiemos de tema.

-¿Donde quieres cenar? – Ventura se apresuró a hacer caso a la comisaria. Se había sentido incómodo al ver la reacción de Olga. Incómodo por ella. Por sacar un tema que no parecía gustarle.

-Preguntemos a Charles o a sus compañeros. Seguro que conocen sitios buenos.

-No tengo muchas ganas de conducir. Procuremos que sean cerca. O al menos, cerca del hotel.

-Podemos coger un taxi. O a malas, volvemos al restaurante dónde hemos comido. Estaba todo muy rico y podemos acercarnos dando un paseo.

-¿Podrían callarse un rato? – la sanitaria les miraba divertida – Es muy difícil curarles las heridas de la cara. Será solo un momento. Luego pueden seguir con su cháchara reparadora.

-A callar. – dijo Olga encogiéndose de hombros. – Perdón,- dijo a continuación poniendo su mejor cara de niña buena.

Ventura se sonrió: le encantaba esos gestos de su compañera.

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Al final la cosa se alargó más de lo esperado. El equipo de asalto descubrió un intrincado laberinto subterráneo lleno de pasillos y habitaciones, que en su momento, habían sido refugios antinucleares. O eso pretendían ser, porque todos tenían claro que no hubieran servido para ese fin. Olga y Ventura, una vez curados y pese a las protestas de Holland, los recorrieron todos. Cuando llegaron a la sala en la que se habían refugiado, ya estaba la científica recogiendo pruebas y varios agentes empezaban a estudiar los documentos que había. Eso le fastidió a Olga que no pudo echarlos un vistazo. Ahora dependería de que el FBI quisiera compartir lo que descubrieran. Confiaba en que muchos de esos documentos estuvieran en los discos duros que sentía en sus piernas, bien sujetos por la caña de sus botas.

Eso sí, Ventura y ella tuvieron claro que las habitaciones que utilizaba Rosa María con asiduidad, eran las dos que estaban en ese pequeño rellano: de la que había salido Enrique y la que habían utilizado para refugiarse. La primera estaba casi completamente calcinada. Parecía que había contenido algunos documentos también. Había muchas pantallas de televisión, lo cual parecía indicar que estaban en el centro de control de toda la finca. Pero sería una labor larga recuperar su contenido. Habría que buscar también si las imágenes se subían a alguna nube.

Otro de los viejos refugios, parecía destinado a albergar a Ethan en el cautiverio que le había preparado Rosa María. Había una taza de váter. Un camastro y una mesa. Y varias jeringuillas listas para ser utilizadas. Olga estaba segura que serían drogas para controlar al chico.

Charles y la pareja de policías que habían descubierto el intento de secuestro de Rosa María, no les habían dejado en ningún momento. La mujer se dio cuenta de los rastros de sudor en la camisa de Ventura y le acercó de su coche una sudadera que llevaba siempre, por si acaso. Al final, Olga les preguntó un sitio en el que cenar lo que ellos les gustaba: carnes, hamburguesas, patatas fritas.

-Os invitamos – les dijo.

Los tres aceptaron la invitación. Se fueron a cambiar en un momento, mientras Olga hablaba con Peter Holland. Su conversación fue muy seria e intensa. Olga en muchos momentos le miró con dureza. A Ventura le pareció que había aprovechado para poner sobre la mesa todas las dudas que había tenido en los últimos días sobre las verdaderas intenciones del Jefe de Operaciones.

Cuando Charles volvió, trajo una camisa limpia y una chaqueta de punto, para que Ventura se cambiara. Éste le estrechó la mano efusivamente para mostrarle su agradecimiento.

Y allí fueron a cenar, al mismo sitio donde habían comido. Los tres fueron claros al afirmar que era un buen restaurante y estaba a un par de manzanas. La jefa de sala los reconoció y les llevó a la misma mesa de la comida.

-No hace falta que les recuerde lo que les he dicho esta mañana – sonrió a Olga y Ventura.

-No. Muchas gracias.

-Os advierto que después de lo que hemos vivido, yo tengo un hambre que me comería una vaca entera.

-O sea que para nosotros pido como siempre. – Ventura miraba a la comisaria con un cierto visaje de ironía.

Olga le sonrió pesarosa. Ventura entonces pidió para ellos la mitad de otras veces. Y aún así, a sus compañeros de mesa les resultó excesivo. Ventura miró a Olga cómplice. Ésta se echó a reír.

-No os asustéis si luego pedimos una segunda ronda. Después de lo que hemos vivido, necesitamos recuperar y relajarnos. La comida es uno de nuestros métodos.

-¿Y donde lo echáis? No tenéis una gota de grasa. Tenéis unos cuerpos envidiables. Yo pensaba que lo conseguíais gracias a comer verduras y ensaladas.

-Genética, imagino – contestó Olga.

-¿Olga comer ensaladas? – se burló Ventura. Recibió un manotazo de su compañera como castigo por la broma.

La conversación fluyó agradable durante toda la comida. Los policías de Winston fueron contando, a petición de Ventura como llegaron a la policía y sus experiencias al respecto. Ventura y Olga también contaron a grandes rasgos su historia. Se centraron todos en las anécdotas divertidas. Ya habían tenido bastantes tragedias durante esa jornada.

Ventura, haciendo verdad su premonición, pidió un par de hamburguesas más para Olga y él. Y pidió más patatas. Les ofreció a sus compañeros de mesa la posibilidad de unirse, pero declinaron.

-Estamos a tope. No me cabe una patata más. De todas formas, si yo hubiera estado en vuestro lugar hoy, a lo mejor me comía cinco más. Estoy intentado imaginarme ahí abajo y … creo que no hubiera sido capaz de … salir airoso. Me hubiera derrumbado. Si un día tengo la desgracia de tener que disparar y mato a alguien … O que me cojan de rehén con una pistola en mi sien … ¿Habéis vivido situaciones así antes?

-Yo no – se apresuró a decir Ventura.

Olga hizo un gesto de pena.

-Yo por desgracias sí. Unas cuantas.

-¿No es la primera vez que matas a alguien?

Había sido Patricia la que le hizo la pregunta. Estaba sorprendida. Sabía que ser Comisaria en la policía Española, era un puesto de responsabilidad. Se la imaginaba en un despacho, dirigiendo a sus subordinados.

-Por desgracia no. Ya he estado varias veces en esa circunstancia. Es algo a lo que no te acostumbras, pero aprendes a sobrellevarlo. Además, siempre que me he visto obligada a disparar con intención de herir, han sido situaciones extremas en las que el resto de opciones no … vamos que no había más salidas.

-Disparas muy bien. – el tono de Charles al hacer esa afirmación denotaba claramente admiración.

-¿Cómo lo sabes? ¿Lo habéis visto?

-El cámara que os seguía, antes de subir de nuevo las escaleras, siguiendo las órdenes de los jefes, cuando ha empezado el jaleo con ese tipo, dejó la cámara en el suelo, transmitiendo. Lo vimos todo.

Olga y Ventura se miraron sorprendidos.

-¡Vaya! No nos lo han comentado – Ventura fue el que puso voz a los pensamientos de ambos.

-Todos estaban muy preocupados. Nadie sabía que hacer. El jefe Holland estaba muy enfadado porque todos notábamos el olor a gas que iba aumentando. Y tú habías dado la orden de cerrar las conducciones mucho antes de bajar por esa escalera. Echó una bronca monumental a esos agentes con los que luego discutiste, Olga. Se lo encargó a ellos. Entonces fue el Jefe de la Unidad de asalto quien nos pidió a nosotros que buscáramos esas llaves o que si fuera necesario, pidiéramos a la compañía de gas que cortara el suministros a toda la manzana. Y que lo hiciéramos con urgencia.

-Fuimos nosotros – dijo Patricia. – David se puso en contacto con la compañía mientras yo fui a buscar la llave con dos de los agentes de asalto. Al final la encontramos, siguiendo los consejos de un vecino que había salido al jardín a ver el espectáculo.

-Pero el mal ya estaba hecho. Fue solo un par de minutos antes de que todo se convirtiera en una enorme hoguera. Yo me quedé paralizada. Los dos del FBI que venían conmigo, lo mismo. Vimos salir en tropel a todos justo antes de la llamarada. Escuchamos una explosión en el subsuelo que hizo que hasta los edificios cercanos temblaran.

-Fíjate, yo eso no lo sentí – dijo Ventura sorprendido.

-Yo no fui consciente tampoco. Quizás porque intuía que iba a pasar y solo me centré en buscar una salida y que no te pasara nada.

-Yo en tu lugar, me hubiera cagado encima – David miraba con admiración a Ventura. – Y mantuviste la calma. Mirabas a Olga con determinación. Parecía que le estabas dando permiso para que hiciera lo que considerara.

-Poco podía hacer – Ventura no estaba cómodo recordando ese momento, pero se lo debía a esos policías que sin conocerlos, les habían ayudado. – Me tenía bien agarrado. Casi me deja sin respiración. Casi me mata por estrangulamiento.

-Yo creo que al final lo hiciste. Me dejaste más claro el blanco – Olga lo miraba sorprendida.

-Creo que te equivocas, Olga – le dijo Charles. – No se movió. Cuando te disparó ese tipo, apretó más el cuello de Ventura. Y tú encontraste el hueco por el que colar la bala cuando te incorporaste. Fue un disparo increíble. Para los siguientes, entonces sí, el blanco era mayor. Para el primero no. Hasta el jefe del equipo de asalto se llevó la mano a la boca antes de jurar que nunca había visto un disparo como el tuyo.

-Y ni te paraste a contemplar tu éxito. Una vez que disparaste los seis tiros, miraste al fondo durante apenas un instante, y agarraste a Ventura de la americana y lo levantaste. Te lo juro, dio la impresión que tenías una fuerza increíble. A Ventura se le notaba que le costaba respirar. Diste dos patadas a la pared hasta que por arte de magia, apareció ese pasadizo o lo que fuera en el que os resguardasteis. Y lo volviste a cerrar apenas unos segundos antes de que esa lengua de fuego subiera. Ahí ya echamos todos a correr y la cámara me imagino que se achicharraría.

-Salimos todos en tropel. Mr. Holland pegó un grito horrorizado.

-Creo que fue el de los SWAT.

-Da igual. A lo mejor fueron los dos a la vez.

-Pero el Jefe de los SWAT te juro que perdió unos instantes para asesinar con la mirada a esos tres imbéciles. Es que todavía, mientras veían lo que ocurría, murmuraban entre ellos y se echaban a reír. Les oí algo de cagarse … de que no olía a gas sino a la mierda de Venturita.

-Pues si que te tienen manía esos. ¿Qué les has hecho? – Olga le miraba con gesto de chufla. Ventura tuvo un primer arranque de contestar de forma cortante, pero al verla la cara se echó a reír.

-Lo único que he hecho, es mi trabajo. Escuchando, mirando, y oliendo. He seguido mi instinto por encima de los protocolos establecidos. Y … sabes, en realidad, las veces que he trabajado en casos a los que esos tres no sabían encontrarle un sentido ni un camino para llegar a la verdad, lo que les jodía es que conseguía que los testigos, los familiares de las víctimas, incluso los cercanos a los que al final descubrimos que fueron los culpables, me contaran cosas que a ellos no lo hicieron.

-Con esos aires que se dan ¿Quién les va a contar? – Patricia abría mucho los brazos, mostrando su incomprensión. – Ni los amigos, sus amigos, les contarían nada.

-¿Quién les ha dado tantas alas?

-Holland está claro que hasta hoy, los protegía. Les daba los mejores casos. – Ventura fue rotundo en su apreciación.

-Algunos casos resolverían – contemporizó Olga.

-Si estudiamos uno por uno, en casi todos te diría que llegó otro agente que les salvó del desastre. Otro que supo volver sobre lo ya andado y mirar bifurcaciones del camino que estos tres inútiles habían descartado. O alguno del CSI que les abrió la mente.

-Un observador externo quizás pudiera sacar la conclusión de que son buenos coordinadores que saben sacar lo mejor de sus colaboradores.

-Lo único que … – Ventura se sonrió por lo que iba a decir – tú y tus compañeros, tenéis fama de ser muy buenos coordinadores. Pero en vuestros informes, sale hasta el becario que cogió una llamada de alguien que quería contar algo. Todos los miembros de vuestro equipo, a todos ellos les reconocéis su mérito. Incluso, por estas semanas que te he conocido más intensamente, te diría que os quitáis méritos vosotros. Porque no creo que vuestros subordinados tengan vuestra raza, vuestro talento y vuestras intuiciones. En el caso de estos, solo salen sus nombres. Se apropian de todo lo que han hecho los demás.

-Ya estamos. Nosotros solo tenemos …

-Mira, Olga. – Ventura se giró para mirarla directamente. – Cuando hemos entrado en esa habitación, en donde estaba el cadáver de esa mujer, a los cinco minutos, sabías todo lo que a mí me ha costado media hora. Y mucho más que, con todo lo que ha pasado luego, te has guardado para ti. Te lo he notado. Te has plantado ahí en medio y has ido radiografiando todo. No has necesitado ni agacharte para ver el cuerpo de cerca. Hasta te diría que sabes quien la ha matado. Lo sabes, con nombre y apellidos. Y lo más importante: sabes la razón. Y sabes que en realidad, no ha sido una muerte de encargo. Ha sido solo una consecuencia de lo que ha hecho antes esa Rosa María. Un amigo de alguno de sus objetivos anteriores. O de los presentes.

-¿Pero como se llamaba en realidad? Al menos os hemos oído tres nombres distintos para referiros a ella.

-Eso. Que a mí también me despistas con eso.

Todos se quedaron mirando a Olga que se dispuso a dar las explicaciones que sus compañeros de mesa la requerían.

-A ver. Isabel es el nombre que dio para su último trabajo. Rosa María, es el nombre por la que la conocían en Concejo del Prado, un pueblo de Madrid al que se fue a vivir para estar cerca de Carmelo del Rio, el actor, que era su objetivo. Espiarlo y llegado el momento, matarlo. A él y a Jorge Rios, el escritor. Y Evelyn es el nombre que figura en su documentación oficial en Inglaterra. Evelyn Smith.

-¿Sin “h”? – bromeó Ventura.

Olga se sonrió.

-Con “h”.

-¿Y su nombre verdadero?

-Que quede entre nosotros: Rosa María Losantos Hermida. Natural de Málaga. Tenía 41 años. Su afición al asesinato le viene de familia. Su padre la enseñó. Él mismo era asesino a sueldo. También la enseñó a hablar tres idiomas como si fuera nativa. Y otras muchas habilidades que los que hemos tenido contacto con ella tenemos muy presentes.

-No se lo has dicho a Holland. – Ventura la miraba sorprendido.

-Él lo sabe antes que nosotros. Y se lo ha guardado. No he querido insultarlo diciéndole cosas que ya conoce de sobra.

-¿Y ese cariño que te ha dicho Enrique que te tenía Rosa María?

-Maté a su padre. Carmen y yo. Me atribuí el disparo, o me lo atribuyeron, pero no sabemos quien de las dos lo hizo. El fatal, me refiero. Intentó matar a Javier para vengarse de su padre. Javier apenas tenía dieciséis.

-Joder. – Ventura no pudo disimular el impacto de la noticia.

-Esto no lo sabe Javier, Ventura.

-No creo que tenga oportunidad de contárselo. Ni siquiera nos conocemos.

Ventura puso su mejor cara de cínico bromista. Olga se encogió de hombros.

-Tú sabes que si vas a tener, no una, sino una cada día. Oportunidades de contárselo, me refiero. Cuando te vuelvas conmigo a España.

-¡¡Una mierda!! – la cara de Ventura era la viva expresión de lo bien que se lo pasaba con sus piques con Olga.

-Tiene que ser una gozada trabajar con vosotros – dijo Patricia pensativa.

-No es ninguna bicoca. El trabajo es duro. Muchas horas. Intentamos compensarlo con un buen ambiente. Con libertad para que nuestros colaboradores se organicen. Los casos que llevamos son duros. Vemos cosas … atrocidades … cada día. Ese joven, Enrique. Nos ha intentado matar hoy. Pero no puedo dejar de pensar en que … tuve en mis brazos a chicos que vivieron lo mismo que él. Él fue una víctima antes de convertirse en lo que habéis visto. Y cada vez que recuerdo como estaban todos ellos cuando la persona que los salvaba me los traía para que los protegiera, me entran unas ganas de llorar que a penas puedo contener. Estos días mis compañeros en España han salvado a unos chicos a los que trataban como a animales. Desnudos, sucios, muchos con enfermedades y lesiones causadas por los maltratos, por los golpes. Oliendo a orines y a mierda. Y llevaban meses no conociendo otros olores. Alimentándose a base de comida de perro. Y tienes que convencerlos de que somos los buenos, que vamos a salvarlos. Los tienes que abrazar y besar, a pesar de que por el olor que emanan, tienes ganas de vomitar.

-¡Joder! – fue Patricia la que puso voz a lo que pensaba ella y sus dos compañeros.

-Mala cosa no será cuando todos quieren trabajar a vuestro lado – dijo Ventura muy serio.

-No todos. He ido a buscar a algunos que nos interesaban, y me han dicho que no. No todos buscamos lo mismo al dedicarnos a esta profesión. Muchos prefieren un puesto cómodo, con unos horarios fijos y sin complicaciones.

-Ayudar a los demás, proteger a los débiles – dijo David con gesto convencido.

-Lamentablemente no todos piensan como vosotros – terció Ventura – Lo he visto en muchos compañeros.

-Esos no son policías de verdad.

-Pero actúan como tales – contestó Patricia a su compañero Charles. – A ver cuantos compañeros nuestros se hubieran preocupado de ayudar a un agente del FBI que le aborda por la calle y les muestra una foto. Y más a diez minutos de que salieras de turno.

-¿Salías de turno? Pues ya le has echado horas entonces. Y tu ayuda ha sido fundamental. No hubiéramos llegado al incidente del intento de secuestro.

-Ahora debemos encontrar a Ethan – dijo Olga.

-¿Queréis que pidamos a nuestros compañeros que estén atentos?

-¿Lo haríais? – Ventura se había adelantado a Olga.

-¡¡ Claro !!

-Mañana lo ponemos en marcha.

-¿Algo más para comer?

La camarera miraba a Olga sonriendo de forma irónica. Olga le devolvió la sonrisa.

-Pasemos al dulce, que esta mañana nos han interrumpido y no hemos podido disfrutarlo.

-¿Surtido de postres?

Olga afirmó con la cabeza sonriendo.

La conversación volvió a distenderse y apartarse del tema laboral. Las risas volvieron a llenar la mesa. Llegó el café y una copita. Salvo Charles.

-Yo os llevo a todos a casa. Bebed tranquilos.

De nuevo, cuando esta vez fue Olga a pagar y se levantó buscando a la jefa de sala, ésta le dijo que “el Sr. Carceler se ha ocupado”.

-Al menos deje que me ocupe de la propina.

-Se ha ocupado también. Me ha pedido que busque el momento para transmitirla su agradecimiento por cuidar de su hijo.

-Dígale, si tiene oportunidad, que no he podido hacer otra cosa, porque tiene un hijo maravilloso y no podemos permitirnos perderlo.

La mujer pareció gustarle la respuesta y sonrió asintiendo ligeramente con la cabeza.

.

-¿Has podido pagar?

Estaban en la habitación de Olga. Se habían sentado en las butacas que había en una esquina, con una mesa pequeña entre ellas. Habían pedido al servicio de habitaciones que les subiera unos combinados de Coca-Cola con Ron.

-¿Has podido pagar? – Ventura repitió la pregunta. Olga parecía perdida en sus pensamientos.

-¿Eh? – se lo quedó mirando con si acabara de salir de un trance. – No. No. Lo mismo que a la mañana.

-Mi padre sigue en plena forma. Informado de todo.

-Parece que sí. Se preocupa por ti.

-No te rías de mí. Se preocupa de sus negocios. Los oficiales y los de su segunda ocupación. Su hobby, como decía. Dice.

-¿Que pasó entre vosotros para que discutierais?

-No merece la pena perder el tiempo en ese tema.

-Ventura, por favor. ¿Como te llama tu madre cuando quiere mostrarte su cariño?

-¿Cabrón?

-Anda, anda. Te lo pregunto en serio.

Ventura suspiró resignado antes de contestar.

-Turi. Como me llamó Guille. Se lo copió a ella.

-No te gusta.

-Lo asocio a ella. Ella me gusta que me llame así. Pero solo ella. Es como una forma de … sentirla más cerca. Gracias por no haberme llamado así.

-No me diste permiso cuando lo hice. Por nada del mundo quiero molestarte. Al revés. Me gustaría poder conseguir que te sientas mejor. Que te quieras un poco más. Que te relajes.

-Ya lo haces. Desde el primer día. Me tendiste la mano y no me has soltado nunca. Me respetas. Respetas mis opiniones. Me escuchas. Esas dos cosas son importantes.

-Hay más gente que te respeta.

-No creas. Me toleran.

-¿Saben quien es tu padre?

-Holland, sí, imagino. Mi padre tuvo que hablar con él para pedirle el favor. El resto no creo. Mi padre nunca ha presumido de tener las empresas que tiene, ni de ser rico y tener acceso a los Presidentes de la mitad de los países del mundo. Viven en una casa en el centro de Madrid, en buen barrio, casa grande, pero nada comparado a la que disfrutan otros mucho menos adinerados. No tienen grandes coches, ni van rodeados de sirvientes o escoltas. Todo es mucho más sutil. Lo sabes porque los conoces. Y desde luego, su hobby lo conocen cuatro personas contadas.

-No, ya te lo dije. Javier y Carmen sí. Aunque ninguno habla de ello. Carmen no tenía ni idea de que los conociera. Ya te lo dije. Por mucho que me tiendas trampas, no va a cambiar mi versión.

Olga se calló unos instantes. Lo observaba con detenimiento. Notaba como la cabeza de Ventura no descansaba. Cualquier otro día, con la mitad de las vivencias que habían tenido ese día, Ventura se habría quedado dormido en su cama. No había ni rastro de que necesitara irse a dormir.

-¿Por qué no me lo cuentas?

Olga hizo la pregunta en un tono dulce y tranquilo. Ventura la miró un momento. Se encogió de hombros. Pero no se animó a hablar. Al menos en ese instante. Olga notaba como había una lucha dentro de él. Parecía debatirse entre hablar o callar. Al final Ventura se incorporó un poco en la butaca. Parecía que había ganado la opción de hablar.

-Me secuestraron. Con doce años. Como todo en nuestra familia, no se enteró nadie. Solo lo supieron mis dos hermanos, y porque estaban cuando ocurrió. Si no, seguro que mis padres se lo hubieran ocultado. Me drogaron y me amordazaron, a parte de ponerme una capucha en la cabeza y atarla con una cuerda. Me tiraron como un saco de patatas en el suelo de una furgoneta.

Ventura se calló un momento. Cogió su copa y la pegó un buen trago. Sus ojos brillaban debido a las lágrimas que los inundaban.

Olga contuvo la respiración. Por nada del mundo se esperaba esa revelación. Pocas veces en su vida profesional no había sabido como actuar. Esa era una de ellas. No se había preparado para esa historia.

-En cuanto llegamos al destino, me desnudaron por completo. Me ataron las manos y me metieron en un cuarto. Me quitaron la capucha, la mordaza y me dejaron allí. Me daban de comer a través de una abertura en la puerta. Todo estaba a oscuras. Hacía mucho calor. Tenía un orinal para hacer mis necesidades. Y una botella de agua para beber. Yo creo que ese agua tenía algo de droga. Siempre me sentía abatido. Sufría alucinaciones. Sudaba mucho.

Volvió a beber de su copa. Esta vez no se lo pensó y siguió hablando.

-Hasta ese día, mi padre era Dios. Allí, en ese cuartucho, no dejaba de preguntarme dónde estaba que no venía a buscarme. Sabía a lo que se dedicaba. Nunca nos lo ocultó. Es más, nos enseñaba a mis hermanos y a mí cosas de su afición. Con siete años, me enseñó a disparar. Muchos tipos de armas. En lugar del veo veo, jugábamos a ser capaz de recordar el máximo número de objetos de cualquier habitación, lugar. Con diez, me enseñó a desmontar una bomba. Es alucinante. Diez años y sabía hacerlo. Pero ahora, cuando lo necesitaba, no estaba. Llegué a pensar que mi padre no me quería. Que había hecho algo mal y estaba enfadado y por eso no iba a buscarme.

No sé los días que estuve en ese cuarto. Nadie me habló en ese tiempo. Solo el ruido de la cancela cuando se abría para meter el plato de una especie de pasta que era mi comida todos los días. Al menos era rica de sabor. Sin poder limpiarme el culo si cagaba. Buscando el orinal por el olor de mis meadas. Eso no me lo cambiaban cada día. Me acostumbré al olor de mi propia caca. Tenía doce años.

Un día, escuché un ruido ensordecedor. Venía de la parte de arriba. Sabía que habían sido explosivos. Luego escuché disparos y golpes en la parte de arriba. Perdón por la reiteración. El caso – Ventura parecía que tenía prisa por acabar – es que de repente la puerta se abrió por completo. La luz de una linterna potente me deslumbró. Entonces pensé que estaba desnudo. Sentí vergüenza. Esos días de no tener nada que hacer, pensé más en mi cuerpo y fui consciente de que estaba cambiando. Ya me entiendes. Un hombre se acercó a mí y me ayudó a levantarme. Me abrazó. Pensé que yo olería mal. Me dio todavía más vergüenza. Pero ese hombre me abrazó y me comió a besos. Te lo juro, solo escuchar su voz en mis oídos me hizo … olvidarme de los días pasados, de mi culo sucio, de mi olor nauseabundo … me puso sobre su hombro y me sacó de ese cuarto. “cierra los ojos para que la luz no te haga daño”, me dijo. Y los cerré. Nos metimos en un coche que salió de allí a toda velocidad. De nuevo me había abrazado y me acariciaba la cabeza. Y no dejaba de hablarme al oído. De decirme lo valiente que era, lo orgulloso que estaba de mí. No sabía quien era, pero saber que él estaba orgulloso de mí, me hizo sentirme bien. Te lo juro.

Ahora el llanto era menos callado. Olga tuvo la tentación de abrazarlo, pero pensó que no era el momento. Ventura estaba reviviendo el abrazo de ese hombre. Y eso le producía, a pesar de las lágrimas, un sentimiento de bienestar que era palpable en su rostro.

-Me llevó a casa. Mi madre corrió al coche a cogerme en brazos. Mis hermanos corrieron también y se abrazaron a nosotros. Mi padre lo fue a hacer, pero le miré con todo el odio del que fui capaz. Él era dios y no había ido a salvarme. Lo había hecho un puto desconocido. No he podido perdonarlo. Nunca. Ni lo haré. Ahora lamento hasta haber quedado con él el viernes. No sé si cancelarlo.

Entonces fue cuando Olga se levantó de su butaca, se acercó a la suya, se puso de rodillas delante de él y lo obligó a abrazarse a ella. El llanto de Ventura se hizo incontrolable. Todo su cuerpo temblaba al ritmo del lloro. Olga le acariciaba la cabeza y le besaba la mejilla continuamente.

Así estuvieron un buen rato. Hasta que cuando Olga rompió ese abrazo y fue al baño, al volver, se encontró a Ventura sobre su cama, completamente dormido. Se sonrió, le quitó los zapatos y le arropó.

.

-Lo vi con mis ojos, Dani. No fuiste ni al entierro. Era tu amigo.

Dani no sabía que decir. Apenas podía recordar nada de esos días. No trabajaban, eso lo tenía claro. Iban de fiesta en fiesta, siempre medio borrachos, siempre con su cajita con los útiles para meterse una dosis si la necesitaban. Bien surtidos de preservativos, para no perder una oportunidad de disfrutar de un buen polvo. ¿Los disfrutaba de verdad? Siempre acababan necesitando la droga y el sexo. Regado con bebidas espirituosas de alta gama. Tiene la impresión de que esos días estuvo con ellos, que apenas se separaron. Pero luego les abandonó y fue a ver a alguien. No centraba los recuerdos. A lo mejor tendría que darle la razón a Quiñones.

-Lo siento, de verdad. No lo recuerdo. Estaría en alguna habitación de hotel drogado.

-O follando con cualquiera.

-Oye, que tú también lo hacías.

-Porque no me querías, Dani. Si me hubieras querido … yo no necesitaba a nadie más que a ti.

-Sabes que en aquellos días, no …

-Ese puto Jorge de los cojones.

Sergio se alarmó. El tono de asco y odio que Quim había imprimido a sus palabras, no se lo había escuchado nunca en esos años.

-No seas injusto, Quim. Jorge es …

-Pasó de mi culo, joder. No me quiso tampoco él. Me hablaba y me … contaba idioteces, historias de no sé quien o … me importaban una mierda ¿Me entiendes? Yo quería follármelo. Quería que todos vieran que yo triunfaba donde los demás … y el puto de él acaba con este traidor – señaló a Dani con la cabeza en tono despectivo – y enamorados como dos gilipollas. Dani, el Dios del sexo sin compromiso y diciendo bye bye con la mano, por la mañana a sus presas sexuales, amancebado con ese cabrón de cagatintas.

-Tú querías a Remus. ¿No te acuerdas? ¿O le engañaste? – Sergio le había tendido la mano que Quim, un poco renuente al principio, se la había acabado cogiendo.

-Sí, lo quería.

Entonces, Quim volvió a sumirse en uno de esos estados ausentes. Daba la impresión de que en ese tiempo, volvía al pasado y revivía los momentos de los que habían estado hablando.

Dani aprovechó y se levantó sin disimular su incomodidad y enfado y se fue al servicio. Se encerró en un reservado pegando un portazo y se sentó sobre la taza. Levantó las piernas y apoyó los pies en la puerta. Si en ese momento hubiera llevado encima sus útiles de antaño, ahora se estaría preparando un pico para meterse. Casi nunca sentía ganas de volver a aquellos días. Pero Quim le estaba haciendo sentir como una mierda. Como un tipo interesado y cabrón, solo preocupado por él. No presumía de haber sido siempre un chico preocupado y sensible con los que le rodeaban. Posiblemente hasta que Jorge se quedó permanentemente en su vida el día que fue a buscarlo a aquella cafetería, eso no hubiera sucedido. Sus relaciones de amistad se basaban en la juerga, las discotecas, el alcohol y las drogas. Sin olvidarse del sexo sin compromiso y con preservativo. Eso es el único detalle que le hacía parecer un amante cuidadoso con la pareja. En realidad, lo hacía por egoísmo. Por no tener un hijo con la primera mujer que quisiera cazarlo, que hubo varias que lo intentaron, o coger cualquier enfermedad de transmisión sexual.

Así estuvo casi veinte minutos. De vez en cuando sentía el impulso irrefrenable de dar patadas a la puerta. Entonces sintió que alguien tocaba ligeramente en ella, después de uno de sus impulsos pateadores.

-¿Estás bien Dani?

Era Flor, su ángel de la guarda.

-Sí, tranquila. He copiado a mi escritor y sus momentos de … perdona si te he asustado. Perdona por las patadas.

-Sal anda. Refréscate la cara. Tu representante empieza a preocuparse.

-Dame cinco minutos.

Dani ni se movió. Cerró los ojos e intentó pensar en su droga sustitutiva: Jorge. Ahora, Jorge lo miraba con esa sonrisa que tanto bien le hacía. Era capaz incluso de sentir su mano acariciándole la mejilla. Sus labios acercándose para besar los suyos. “Te quiero, rubito, con todo mi alma”.

-¡¡Dani!! – Flor insistía. Carmelo miró el teléfono. Sus cinco minutos se habían vuelto a convertir en otros veinte. Se incorporó y levantó la tapa de la taza. Necesitaba orinar. Durante un segundo se le pasó por la cabeza hacer como a veces hacían él y sus amigos cuando estaban puestos: mear las paredes, para dejar el rastro de los dioses del cine. Los orines de unos semi-dioses. Debería contarle todas esas cabronadas que hizo en su pasado para que Jorge cambiara su opinión sobre él y viera el hijo de puta que era la persona de la que se había enamorado. O quizás ya lo sabía y se lo perdonaba todo, porque lo quería de verdad. Carmelo era consciente de que solo había habido dos personas que le habían querido de verdad y se lo habían demostrado: Jorge y … Olga.

Procuró apuntar bien a la taza. “Siempre puedo poner la excusa de mi altura: es más difícil hacer puntería.” Accionó la cisterna, se colocó un poco la ropa y abrió la puerta. La cara de Flor era de preocupación. Tenía el teléfono en la mano dispuesta a llamar a alguien.

-No hace falta que el escritor se entere de esto – Carmelo la sonreía como un niño pequeño que había sido pillado en una trastada.

Flor movía la cabeza negando a la vez que sonreía.

-Refréscate un poco anda. Tienes legañas por las lágrimas y los labios los tienes irritados de mordértelos. Y no me tientes que llamo a Jorge en un momento. No me des estos sustos.

-Tenemos que cuidar un poco al escritor – le advirtió Carmelo.

-Pues empieza por cuidarte tú. Y por cuidar a los tuyos para que no tenga que ocuparse él. Sal ahí y reconquista a tu viejo amigo.

El tono empleado por la policía había sido una mezcla de dureza y dulzura. Eso precisamente solía desarmar a Carmelo. No dijo nada, abrió el grifo del lavabo más próximo y se refrescó la cara con decisión. Flor le tendió entonces una toalla para que se secara.

Carmelo se decidió y salió del baño. Ricardo y Bela lo esperaban en la puerta para acompañarlo de nuevo a la mesa. Se dio cuenta que Quim había vuelto de su viaje a ninguna parte. Parecía charlar distendidamente con Sergio que se reía de alguna ocurrencia de su antiguo amigo.

-¿Has acertado con la meada o has dejado tu firma en las paredes, como antaño?

Carmelo no pudo por menos que echarse a reír.

-He tenido la tentación. – dijo sentándose – Pero me he contenido.

-Menos mal – dijo Sergio aliviado. – He pensado que podíamos comer con Quim aquí, en la residencia.

-Me parece una buena idea. Tengo hambre. ¿Qué tal se come?

-Bien. No me quejo. Aunque no suelo tener mucho apetito.

-Eso va a cambiar. O te hago el avioncito. Nunca has sido de mucho comer.

-Joder. Parece que te acuerdas de lo que quieres.

-Recuerdo cuando te hice el avioncito.

-Que vergüenza. Eso fue en un restaurante bueno. Remus y tú. Los dos. Casi nos echan.

-A eso ayudó que Ro se quedó dormido de repente sobre el plato de pescado.

-Casi prefiero no enterarme de estas historias – se quejó su representante.

-Tuviste suerte que no nos tuvieras que ir a buscar a comisaría. El encargado quería llamar. Creo que fue … ¡Ovidio Calatrava! … sí … fue él el que intercedió y debió darle una buena propina al encargado para que olvidara el tema.

-Y luego dices que Ovidio te odia.

-Eso lo suele decir Jorge.

-Ya serás tú quien lo dice. Venga, dejemos el tema. Vamos a comer.

-Perdona por lo de antes. – Quim se acercó a Carmelo y le besó en la mejilla.

-Era un hijo de puta, es cierto. Drogata, borracho y un puto cabrón de mierda. Por mucho que no lo recuerde, no deja de ser verdad.

-Pero todos te queríamos.

Carmelo asintió con la cabeza, aunque un pensamiento se abrió en su cabeza: “Salvo los que me odiaban”.

.

El viaje de vuelta a Madrid fue igual de silencioso que el viaje de ida. Ahora ya, las piernas de Carmelo estaban quietas. Y en este caso, ya no disimulaba haciendo ver que iba pendiente del paisaje.

-Dime en que piensas – Sergio no dejaba de mirar a su representado.

-Cuando me vienen recuerdos de mi época de … locuras … me doy asco. Jorge no me cree cuando le digo que era un hijo de la gran puta.

Sergio se sonrió. Negaba ligeramente con la cabeza. Jorge sabía perfectamente como era entonces Carmelo. Otra cosa es que tuviera una estrategia para conseguir que Carmelo no se volviera a sumir en aquella deriva.

-Yo en cambio, me siento orgulloso de ti. – dijo Sergio con una sonrisa.

-No me jodas. No me tomes el pelo.

-Sí. Me siento orgulloso porque recuerdo perfectamente aquellos días. Echo la vista atrás y te veo. Y te miro ahora, y me digo: lo consiguió.

-Seguramente es culpa tuya.

-Lo hice con muchos de tus amigos. Solo tuve éxito contigo.

-Al menos, salvaste la vida al resto. Salvo a Ro.

-Quim …

Sergio cerró los ojos y suspiró. No pudo evitar echarse a llorar. Carmelo lo miraba impotente. No sabía como actuar. Los papeles estaban cambiados. Sergio siempre le había consolado a él. No sabía como hacerlo al revés.

-Se volvió loco. Cuando se asomó a la ventana y vio a Ro estrellado en ese coche debajo de su casa …

De nuevo el llanto invadió a Sergio. Tras varios amagos, Carmelo se acercó a su agente y lo abrazó. Los primeros minutos, el actor se sintió incómodo. Poco a poco fue relajando su cuerpo y el abrazo se convirtió en natural y acogedor.

-Se acababa de meter una dosis. Pero su cabeza … bajó corriendo hasta la calle. Intentó bajar a Ro del techo del coche. La policía tuvo que emplearse a fondo para controlarlo. No tardé en llegar, todo sucedió cerca de la oficina. Cuando llegó el juez y ordenó levantar el cadáver, Quim intentó verlo. Los sanitarios se lo impidieron. Imagina como estaba su cara … machacada. Remus salió en ese momento. Su viaje alucinógeno había sido antes que el de Quim. No se había enterado de nada. No acababa de entender lo que pasaba. Quim … se enfadó con él. Casi lo mata. De repente … Quim se desplomó en mitad de la calle. Así hasta ahora.

-¿Y en este estado fue al entierro?

-No me atreví a impedírselo. No dijo nada. Solo se quedó delante del ataúd. Lo miraba sin casi pestañear. Pocos días después, lo ingresé en esa residencia. Todos me habíais dado poder para actuar en vuestro nombre en caso de … poneros mal.

-¿Y desde entonces lo pagas todo?

-Eso es lo de menos.

-Cóbrame más y así te ayudo. O pásame parte de la factura. O toda.

-No, Dani. Era mi responsabilidad. Yo era el responsable vuestro.

-¿Y su familia?

-¿Y la tuya? ¿Y la de Hugo? La de Remus algo mejor pero … manteniendo las distancias.

-Esos hijos de puta de Anfiles saben a quien tientan …

-Ese hijo de puta de Toni, sabía a quien tentar. Y yo mirando. Eso también es mi responsabilidad. Mi culpa.

-Deja eso de … deja de decir eso, joder. No te lo pusimos fácil. Nada fácil. Y sigues cuidando a Quim. Le pagas la residencia. Te ocupas de sus cosas. Me he dado cuenta cuando hablabas con esa doctora. Te has ocupado de mí. Y encima no me cobras lo que me cobrarían otros …

-Tenía que haber sido más radical. Tenía que haberme ocupado de Toni mucho antes y apartarlo de vuestro lado. Maldita la hora en que me asocié con él. Él os llevó a ese infierno. Y yo mirando.

-Dale con el “y yo mirando”. ¿Y Remus? ¿Te ocupaste de Hugo también?

-No. No me ocupé. Ellos estaban más metidos en Anfiles que Quim y Ro. Se ocuparon otros. Estuve informado, eso sí. De hecho, sigo siendo representante de ambos. – Sergio se calló unos segundos. Parecía necesitar ordenar sus recuerdos. – Reconozco que fui un cobarde. Luego … lo pagué, porque el hijo de puta de Toni metió a mi hermano en ese …

Carmelo se llevó las manos a la cabeza. No se había acordado nunca del hermano pequeño de Sergio. Llevaba años sin preguntarle. Lo había borrado por completo de su cabeza.

-No te martirices por haber olvidado a Fidel. Es tu defensa. No sé si es buena idea que todas estas cosas salgan y las vuelvas a tener presente.

-Como no me voy a martirizar. Soy lo peor. Tú siempre pendiente de mí. Sacándome de todos los marrones habidos y por haber. Y ahora … ¿Y como sacaste a Fidel de Anfiles?

-No te preocupes de eso. Lo saqué y punto.

-¿Y está bien?

-Sí, vive en Estados Unidos. Se cambió el apellido. Fue como si hubiera renacido.

-¿Jorge sabe de todas estas historias?

Sergio suspiró. Iba a decirle que no le dijera nada al escritor, pero sabía que eso sería contraproducente. Jorge lo iba a notar en cuanto se lo echara a la cara.

-Jorge sabe, tranquilo.

-No me digas que ha ido a ver a Quim.

Sergio sonrió triste.

-No. No ha ido. No le he dejado.

-Creo que te equivocas.

-Ya has visto como Quim lo odia.

-Te equivocas. Y lo sabes. Llévalo a verlo.

-Ya tiene bastante …

-Quim era mi amigo. He estado años en que lo he ignorado. Yo podía haber sido Quim. O Ro.

-No es buena idea.

-Dime por qué.

-Ese día que desapareciste, el día de lo de Ro, te fuiste de su lado por ir a buscar a Jorge a esa cafetería. ¿Te acuerdas de la matraca que me diste para que me enterara de por dónde paraba? Ese fue vuestro verdadero inicio de … vuestra relación.

-¿Y Quim sabe que …?

Sergio afirmó con la cabeza.

-Pero Jorge no hizo nada mal. No tiene ninguna culpa.

-Eso da igual. Tú lo sabes. Necesitaba un culpable. Tú … siempre te ha amado, ya le has oído. Jorge, tu pareja, es la persona que mejor encarna a un enemigo completo.

La caravana de Carmelo llegó a la oficina de Sergio. Éste besó en la mejilla a Carmelo y salió del coche.

-¿Quieres subir y tomamos algo? O si prefieres …

-No, otro día. Ya te he jodido el día …

-¡Qué dices! Es el día que mejor he visto a Quim.

-A lo mejor le llamo y hablo con él un rato. ¿Qué te parece?

-Puede que sea mejor que lo dejes para mañana. Lo que sientas que debas hacer. Has cogido algo de ese sexto sentido que tiene Jorge.

-Por eso debería contarle. Él sabrá que hacer.

Sergio se encogió de hombros. Estaba superado. Entonces Carmelo vio que de nuevo estaba siendo egoísta. Le hizo un gesto a Flor que lo miraba expectante. Ésta dio la orden a sus compañeros de bajarse de los coches. Carmelo hizo lo mismo.

-Acepto tu invitación, he cambiado de opinión. Vamos a hacer uso de esos sillones que tienes en tu despacho y de ese whisky que solo sacas para los VIP.

-Si casi te has bebido esa botella tú.

-¡Mentira! ¡Y gorda! Por una vez que tomamos un whisky pequeñito.

-Anda, tira para arriba. A ver que desastres han ocurrido en mi ausencia.

-Llevas todo el día con tu actor más problemático. Así que tienes un noventa y nueve de que no haya pasado nada grave.

-En eso tienes razón. De repente se me ha quitado un peso de encima.

-Que bobo eres. No sé si es hora de cambiar de representante.

-Goyo Badía estará encantado de recibirte en su agencia. O Felisa, la ex de Álvaro. La que no tramitó el contrato de “Tirso” para esperar a que renegociara su contrato para sacar más tajada.

-Qué cabrón. Y que hijos de puta ellos, Felisa y el Goyito.

-Por lo que hace referencia a mí, donde las dan, las toman.

-Joder. Desde que representas a Jorge, se te han pegado sus dichos populares.

-Pues espera que no se me pegue su dramatismo.

-¡¡Dios!! ¡¡Aleja de mí este cáliz!!

-Mejor … contigo contagiado ya es bastante.

-¿No te ha gustado?

-No ha estado mal. Pero sin exagerar.

-¿Queréis entrar de una puta vez en el portal? Os daría un par de galletas ahora mismo.

-Vale, Flor. No es para ponerse así. Ha sido un día duro.

-¿Ves? Eso si es dramatismo. – dijo Sergio señalando a la policía.

Sergio echó a correr hacia el portal para quitarse del alcance de Flor que lo miraba con gesto adusto y feroz.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 116.

Capítulo 116.-

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-Este es un caso curioso. De esta mujer nadie sabe nada. Los que reconocen su foto, resulta que no saben donde vive. En las fincas de alrededor de la de Arlen, no, desde luego. Las hemos recorrido todas.

-No solo no saben donde vive, no saben nada. Ni el coche que conduce, ni su teléfono, ni si usaba tarjeta de crédito, ni de donde era … nada. Y ya llevaba más de tres meses por la zona.

-Un absoluto misterio.

-Tres meses, pero recuerda ese comentario que nos han hecho que estuvo de viaje un par de semanas.

-He hecho que me miraran por las fechas, casos de maltrato como el que nos contó. Y nada parece que coincida. Los que podría ser, se han puesto en contacto mis compañeros con las mujeres, y no son. Y las vacaciones, un absoluto misterio. Desde luego, en avión, no ha viajado.

-¿Y lo de los hijos?

-Tampoco. Nada.

-Sería de otro estado.

-He hecho que comprobaran en los estados vecinos. Y en Washintong. Nada.

-Mira. ¿Esa no es la inmobiliaria que buscábamos?

Olga señaló un local a la derecha de la calle por la que transitaban.

-Que curioso, tiene algunos anuncios en español.

-Esperemos que eso sea una señal y tengamos suerte. A ver si nuestra “Isabel” alquiló alguna casa aquí.

-Como sea la misma suerte que hemos tenido en las anteriores … nos quedan solo tres más.

Ventura dio un par de vueltas para aparcar. No tuvo suerte, así que en la esquina más cercana a la inmobiliaria, se subió a la acera. Sacó los rotatorios adhiriéndolos al techo y puso un cartel de FBI bien visible sobre el salpicadero.

-Si es que aparcas como yo. Es otra señal.

-¡Olga por favor! No seas cansina. Estoy muy bien en Estados Unidos.

-¡Qué mal mientes!

Olga le dio un golpe amistoso en el brazo antes de bajarse del coche. Se colocó bien la ropa y cogió la chaqueta que llevaba en el asiento de atrás.

Un policía se acercó a ellos. Ventura fue a su encuentro y le enseñó su acreditación. Olga miraba a su alrededor. Tenía que reconocer que esa ciudad, Winston-Salem, tenía un cierto encanto. Ventura le hizo una seña para que se acercara.

-Muestra la foto a Charles. Va a hacernos el favor de compartirla con sus compañeros. A ver si por un casual tenemos suerte y alguno se ha encontrado a esa mujer.

Olga le pasó la foto por Bluetooth. Y el amigo Charles la compartió inmediatamente con sus compañeros.

-Si nos haces el favor de avisarnos … – Ventura le había pasado su número de teléfono.

-De todas formas estaremos en esa inmobiliaria – le dijo Olga.

-Si hay novedades, les digo.

Cuando dejaron al policía, Olga le preguntó el por qué de su acción.

-Ya hemos preguntado en la jefatura de la policía de la ciudad.

-A veces los polis a pie de calle tienen incidentes o les llama la atención algo que no es lo suficientemente importante para dar parte o hacer un informe. Esperemos que suene la flauta.

Al llegar a la inmobiliaria, Olga le dejó pasar primero a Ventura. Éste se dirigió al único ocupante en ese momento de la oficina. Llevaba su acreditación del FBI abierta y se la mostró en la puerta de su despacho acristalado. Era un hombre que aparentaba unos treinta y tantos años, que tenía gusto vistiendo aunque no llevaba el típico traje con corbata. Lucía un corte de pelo clásico, con raya a la izquierda. Cara cuadrada con una nariz ancha, piel jugosa con un cierto brillo, debido seguramente a las cremas con la que se cuidaba la piel. Y hacía bien, pensó Olga, porque parecía gustar mucho de tomar el sol, aunque a la comisaria le pareció que ese moreno era de rayos uva. Tenía un cuello ancho, musculado. Era claro que siempre había practicado deporte y que lo seguía haciendo. Llevaba anillo de casado. Olga se fijó que en la mesa tenía las fotos de dos niños, que debían ser sus hijos, aunque su parecido con él era prácticamente nulo, por no decir que no se le parecían en nada.

-Si quieren información de alguna propiedad, les rogaría que volvieran en media hora. Mis agentes se han puesto de acuerdo para salir todos a la vez. Tengo que terminar un informe para un cliente que llegará en veinte minutos.

-Nos puede servir usted. Solo queremos que nos informe sobre esta mujer. No le llevará más de cinco minutos. Es importante.

Olga esta vez, había empleado el español adrede. Había notado un cierto acento en el habla de ese hombre. Pensó que era el hacedor de los carteles en español que habían visto en el exterior. Éste la miró sorprendido.

-¿Española?

-En realidad los dos lo somos – dijo Ventura también en español, tendiéndole la mano para saludarlo.

-¿Un español en el FBI? ¿O la acreditación es de pega?

-No. Es una historia larga de contar.

-¿Y usted? – el hombre miraba a Olga.

-Yo soy policía española.

Olga sacó su acreditación y se la enseñó a ese hombre.

-Perdón, no me he presentado. Manuel Saavedra. Soy el dueño de esta inmobiliaria. ¿Unidad Especial de Investigación? Debe ser importante su caso para venir hasta aquí con los flecos de la pandemia.

-¿Y como ha recalado tan lejos? – le preguntó Ventura para obviar la respuesta a su pregunta.

-Es una historia larga. Como la suya – sonrió con un poco de ironía. – Al final me casé con una estadounidense y ya no me quedó más remedio que echar raíces. ¿Y en que les puedo ayudar?

-Estamos buscando a esta mujer. – Olga le enseñó la foto que llevaba en el móvil. Era la foto común de todos los asistentes a la reunión a la que asistieron en la finca de Arlen, y que hizo a petición de Jorge, pero recortando al resto. No era la mejor foto, pero no tenían otra. Había sido imposible encontrar una mejor.

Hizo un gesto de estar pensando. Cogió el móvil y la amplió un poco. Luego hizo lo contrario.

-El caso es que de primeras, os hubiera dicho que no la conozco. Pero … hay algo que me hace dudar. Algo en la foto que … no sé encontrarle el sentido … ¡¡Joder!! ¡¡Claro!! Lo que me suena es la finca. Esa galería de fondo … esa finca la hemos vendido nosotros. Conozco perfectamente el sitio.

-¿Hace mucho de eso?

-Unos dos años. Nos costó mucho. Los anteriores ocupantes fueron digamos … poco recomendables. La finca tenía mala fama.

-¿Por un casual la compró Tirso Campero?

-No. – Manuel sonrió. – Sí, pero la compró a nombre de una sociedad de su propiedad. Me creo que usted es esa comisaria de la que tanto habla, sobre todo en los últimos tiempos.

Ventura no pudo evitar sonreírse. Olga se había quedado momentáneamente sin palabras.

-Sí, es esa comisaria. Eso quiere decir que usted mantiene el contacto con Arlen. Y sabe de sus historias.

Manuel se levantó de su silla y fue a cerrar la puerta de su despacho. Mientras volvía a su sitio, les invitó a sentarse. Suspiró antes de contestar.

-Nos conocimos en ese … sitio. Yo tuve más suerte y logré escapar antes. Uno de los “clientes” se apiadó de mí y me proporcionó la huida. Yo era mayor que Arlen. Fui un tiempo como su hermano mayor. Mi tiempo en ese sitio se acababa.

-¿Le ayudó Tirso?

-No. Tirso todavía, cuando me fui, era uno más. Se encargó un tipo al que le caí bien y que no iba a esas fiestas a lo que los demás, sino porque no tenía más remedio. Pagó, me sacó de allí, me preparó papeles nuevos y me empaquetó hacia aquí. Lo he contado de forma que parece que todo pasó en dos días. Fue casi un año de preparativos. De clases intensivas de inglés y de francés. De cultura de Estados Unidos. De preparar papeles. Documentación nueva. Y cuando a él le pareció que estaba preparado, me envió aquí. Unos amigos suyos me ayudaron al principio. Lo siguen haciendo. No hemos perdido el contacto. Y al cabo de los años, pude montar este negocio.

-¿Y como acabó Arlen aquí?

-Antes he dicho que Tirso todavía no era ese Tirso, pero ya iba preparando el camino. Nos enseñó la importancia de retener los datos importantes en la memoria para no confiarlos a un cuaderno o a otro dispositivo. Nos aprendimos nuestros datos, nuestros teléfonos. Todos tenemos un teléfono que proviene de esa época, aunque no sea el que usemos ahora. Lo encendemos todos los días en algún momento. Y luego, Arlen y yo mantuvimos el contacto. Cuando Tirso lo arregló para que él tuviera otra familia, después de que el escritor le salvara, ya empezamos a hablarnos con más frecuencia. Al final le convencí para que se viniera y se olvidara de su “familia”.

Una vez que acabó su explicación, volvió a mirar la foto.

-Se hacía llamar Isabel. Y contaba una historia de que había sido víctima de maltratos … – apuntó Olga con la esperanza de que algo de lo que dijera, hiciera que el agente inmobiliario recordara algo que les pudiera ayudar.

– Joder, vale. Ya sé quien es. Pero está cambiada de cuando vino a vernos. Llevaba unos pendientes muy estrafalarios. Y uno de esos pañuelos que le envolvían el pelo. Una especie de turbante, de buena tela. Elegante. Con clase.

Olga y Ventura se miraron. Olga volvió a coger el teléfono y envió la foto a Kevin y a Yeray.

-Es la mejor forma de que nadie se fije en otros rasgos. Algo llamativo que fije la atención – se explicó a si misma, más que al resto.

Ventura levantó las cejas. Acababa de darse cuenta de todo. Soltó una maldición en voz baja. Se estaba flagelando mentalmente por lo idiota que había sido. Le cogió el móvil a Olga. Miró la foto. La movió, la amplió, decenas de movimientos en pocos segundos.

-Es ella, joder. La puta del MI5. Soy idiota. Lerdo. El policía más inútil del Universo. Estuvimos horas hablando con ella. Nos contó esa historia que se inventó … es buena la cabrona.

-Somos, querido. Somos lo peor. Nos dejamos engañar por el entorno, por su bonhomía, por su … que buena es la jodida, tienes razón. Como nos ha tomado el pelo. Nos hemos pasado una semana buscando, sin darnos cuenta de nada. ¿Es la causa de que Arlen y sus compañeros hayan desaparecido?

Manuel se encogió de hombros.

-No me lo dijo. Me avisó de que había activado su plan de evacuación. Algo hubo que le asustó.

-¿Y ese plan en que consiste?

-Cada uno de los miembros, tiene un refugio seguro que no conoce nadie. Ni el resto. Arlen sabe que hay traidores. Cuando detecta algo sospechoso, da la orden. Todos se van a esos refugios sin decir nada al resto. Hasta que pasa el peligro o descubren al traidor.

-Algo te diría. Confía en ti. – Ventura le miraba fijamente.

Manuel se echó a reír. Olga le miraba con la misma intensidad.

-Desde luego, os definió a la perfección. Él creía que vuestra presencia en la fiesta de los viernes, había asustado a alguien. Y había precipitado lo que fuera que tenía pensado.

-Isabel. – maldijo Ventura. – Antes Rosa María. Antes Roxanne. Y los putos ingleses la siguen protegiendo.

-¿Vendiste algo a esa mujer?

-Alquilar. Una casa en un barrio residencial, tranquilo, con poco movimiento. Es un barrio con muchas casas en alquiler. Esas casas ahora son más modestas en cuanto a tamaño, pero provienen muchas de ellas de fincas más grandes.

-Poca gente fija que se fije en los vecinos y coja confianza con ellos. Un vecindario de anónimos. Nadie conoce a nadie.

-Exacto.

-Pagó en dinero. – sugirió Ventura.

-Los seis meses. Por anticipado.

-¿No te mosqueó?

-No es tan raro. Los dueños de esas casas, lo prefieren. Y no tienen escrúpulos. Les da igual, mientras tengan el dinero en el banco. Y si lo tienen de golpe y al principio del contrato, pues mejor. Así no corren el riesgo de que se de a la fuga dejando algún pufo.

-¿En teoría estará en esa casa?

-Si no se ha dado a la fuga …

-¿Sabías que había tomado contacto con el grupo de Arlen?

-No, no. Además, si me la hubiera encontrado en las visitas que le hago regularmente, no la hubiera reconocido. Me hubiera pasado como a vosotros. Solo hablé un día con ella. El resto se encargó mi compañero Dilan.

Olga se asustó al escuchar ese nombre. Buscó una foto de Rubén.

-¿Es este Dilan?

Manuel se echó a reír.

-No. Dilan tiene cerca de los sesenta años.

-¿Reconoces a este Dilan?

-Lazona. No lo conozco en persona. Pero Arlen me habló de él y de su hermano gemelo. Mirad, ahí vuelve mi Dilan.

-¿Cómo sabes que el de la foto es Dilan?

-No lo sé. Me has dicho que lo es y lo he tomado así. Según me han contado, son como dos gotas de agua. De hecho, solían divertirse intercambiándose. Hasta alguna marca física, debieron hacer por tenerla los dos.

Le hizo un gesto con la mano a su empleado para que entrara en el despacho. Le preguntó por la mujer que ellos conocían por “Isabel”. Solo les pudo decir el nombre que le dio a él:

-“Margaret Smit”, sin h al final. Me lo recalcó varias veces.

Olga movió la cabeza sonriendo.

-Trucos para que te quedes en la memoria con unos datos y olvides el resto.

-¿Y ya acabó el período de …?

-No. Le quedan dos meses.

-Necesitaríamos la dirección.

-Ahora mismo la busco.

El empleado de Manuel salió y fue a su mesa.

-¿Esta mujer estaba incluida en el protocolo de huida?

-Hasta donde yo sé – respondió Manuel mientras esperaba la dirección – Arlen solo tiene en ese plan a gente que conozca de siempre. Y aún así, ninguno puede revelar al resto el plan que tiene. O sea, el paradero de Arlen, no lo conoce el resto. Ni el de Ethan o de Jimeno. Si esta mujer estuviera incluida, que lo dudo, porque si apareció después de alquilarnos esa casa, Arlen no se fía de nadie hasta pasado mucho más tiempo. Además, esa mujer no era víctima de Anfiles, eso está claro. Podría serlo de la otra rama, la de las mujeres, pero no es Anfiles. Por edad, tampoco podría serlo. Es muy mayor. Y Arlen a quien cuida y protege, son a los que son como nosotros.

-Esta decía que era víctima de maltratos por parte de su marido.

-Arlen nunca confiaría en ella. Para los asuntos serios de verdad. No la echaría, si decía que había sufrido maltrato. Tampoco le confiaría sus secretos. A ver, una cosa: en realidad Arlen no se fía de nadie. Sabe que muchos de nuestros compañeros optaron por pasar a ser parte de la organización. Se pasaron al enemigo, por así decirlo. Y también sabe que hay gente buscando a los escapados y a los que pueden recordar o saber sucesos que pongan en peligro a los disfrutones de esas fiestas. A esos hijos de puta que saciaban sus instintos con niños indefensos.

-La casa no parecía tener medidas de seguridad.

-En eso, estáis muy equivocados.

-¿Habría alguna posibilidad, si hubiera por un casual cámaras grabando, ver esas imágenes?

-Si preferís os mando al móvil la ubicación. – Dilan acababa de entrar – y os envío también una foto de la casa.

-Mejor.

Ventura le dio el número de su teléfono. Al cabo de unos segundos, ya tenía esa información.

-Seguís aquí.

Charles, el policía, acababa de entrar en la inmobiliaria. Parecía contento y excitado.

-Unos compañeros vieron a esa mujer. Hace solo unos días. Tuvo un altercado con un joven. Éste se puso histérico en medio de la calle. Esa mujer la estaba acosando, decía.

-Como si lo viera, la gente a su alrededor la apoyaron a ella.

-Sí. Pero los compañeros que acudieron, no lo tuvieron tan claro. El chico se refugió en su coche en cuanto llegaron. De hecho, les pidió que lo detuvieran. La mujer empezó a contarles a mis compañeros una historia de que tenía una enfermedad mental, que ella era su tutora y que debía ingresarlo en el hospital del que se había escapado. Parecía tener mucha prisa, no hacía más que intentar acercarse al coche para llevarse al joven. Ellos se lo impidieron. Le requirieron documentos al respecto que acreditara la tutoría y la enfermedad o el ingreso en la institución que decía, pero dijo que se los había olvidado en casa. Entonces mis compañeros decidieron llevarse custodiado al chico, que pareció aliviado. Ella insistió en que cometían un error, pero ellos le dijeron que pasara por comisaría para llevarles los documentos, y que entonces hablarían.

-¿Cuántos compañeros acudieron?

-Dos patrullas. Cuatro compañeros. Primero llegó una patrulla, pero uno de ellos no lo vio claro y pidió el apoyo de algún compañero. A los pocos minutos apareció la segunda. El protocolo es quedarse a la expectativa preparados para actuar. El caso lo seguían llevando los dos compañeros que llegaron los primeros.

-O sea con la mano sobre el arma y en posición de desenfundar – explicó Ventura a Olga.

-Muchos para cargárselos. – dijo ésta. – Tuvieron suerte. Si se llega a quedar la primera patrulla, a lo mejor hubieran acabado malheridos. Y se hubiera llevado al joven.

-Había además mucho despliegue de seguridad en esa zona. Había un acto con el Alcalde y el Gobernador en un auditorio cercano.

-Pues eso salvó a tus compañeros. Al menos a los dos que acudieron los primeros. Estuvieron acertados. ¿Y el chico?

-Una asistente social habló con él en comisaría. Ya estaba tranquilo. Sus explicaciones le parecieron de una persona cuerda y sin problemas mentales. Fue contundente y ordenado en sus explicaciones. Acreditó convenientemente su identidad. Comprobamos que todo lo que había contado la mujer sobre su ingreso en ese hospital psiquiátrico, era falso. Dijo que le abordó en la calle y que le quería obligar a acompañarla. Que le puso lo que le pareció una pistola en los riñones. Le dejamos libre. Le ofrecimos protección, pero él dijo que no la necesitaba. De todas formas dimos orden de búsqueda de la mujer, pero en las cámaras de los coches, nunca se le pudo ver la cara. Se ocultó en todo momento. Lo que si observamos es que iba armada.

-Tenemos su dirección. Deberíamos ir a hacerla una visita.

Olga negó con la cabeza.

-Pero no solos. A buscar a esa mujer no vamos a ir a pecho descubierto. Decide si los SWAT o los equipos especiales de asalto del FBI – Olga era contundente.

-Pensaba que eras buena tiradora. – Ventura la miraba con ironía.

-Y luego me haces tú el papeleo por disparar en suelo estadounidense siendo policía española. No sabemos el armamento del que dispone. Soy lanzada, ya lo sabes. Pero de eso a ser temeraria, va un abismo.

-Si le parece bien, agente Carceler, llamo a los SWAT.

-Avíseles, Charles, que es peligrosa. Es una asesina a sueldo muy peligrosa. Suele trabajar para agencias de espionaje. El MI5 parece que es su mejor cliente. Y la han protegido contra viento y marea.

-Llamo al jefe de policía y que él decida.

.

Ventura llamó a Peter Holland para contarle. Éste inmediatamente se puso en contacto con el Jefe de Policía de Wiston-Salem. El mismo Peter Holland cogió un helicóptero que lo llevó hasta la ciudad. Olga y Ventura lo esperaban a pie de pista, acompañados por el Jefe de policía y sus ayudantes. Mientras llegaba, ya se había montado un dispositivo de vigilancia alrededor de la casa que tenía alquilada la sicaria.

-¿Seguro que es ella? – fue la primera pregunta que le hizo a Olga mientras la daba un beso como saludo.

Olga le tendió el móvil. Kevin había contestado a su wasap. Echaba espumarajos por los dedos al escribir la respuesta. A parte de rogar a Olga encarecidamente que tuviera cuidado y que no se fiara.

.

Es buena la cabrona”

.

Yeray le mandó otro wasap. Estarían juntos, como siempre, pensó Olga.

-¿Y Jorge?

-Estoy esperando que acabe una cosa para llamarlo. Luisete, uno de sus escoltas, me avisará cuando quede libre.

Peter Holland entonces dejó a Olga y Ventura y fue a saludar al grupo del Jefe de la policía de Winston-Salem. En ese momento, dos helicópteros del FBI tomaban tierra a unos metros de ellos. El Jefe de operaciones del FBI había decidido de acuerdo con el Jefe de Policía que se iba a encargar ellos. Al estar relacionado con espionaje, era un tema del FBI.

-Pasemos al edificio – les invitó el Jefe de Policía – Estaremos más cómodos para hablar.

El grupo al completo, caminó siguiendo al jefe de Policía. Había preparada una sala con una gran mesa alrededor de la cual se sentaron todos. Allí esperaban Charles Nimitz, el policía que les había ayudado y David Human y Patricia Dallas, la pareja de policías que acudieron al altercado.

-¿Es este el chico al que atendieron?

Ventura les pasó el móvil con la foto de Ethan.

-Sí. Es él. Parecía un chico muy educado y con la cabeza muy asentada. Luego, pensando en todo lo sucedido, hizo lo que tenía que hacer para evitar ese secuestro. Parecía bien aleccionado. Casi nadie hubiera reaccionado así sin estar preparado.

-¿Les dio alguna dirección o modo de contactar con él?

-Nos lo dio, pero no hemos tenido suerte al intentar llamarlo. Está apagado y con la batería quitada.

-¿Tienen a mano ese número de teléfono que les dio?

-Sí. Se lo paso por mensaje – les dijo la mujer policía.

-Esta mujer – en una pantalla en un lateral de la sala había aparecido la foto de Isabel tal y como era sin maquillajes ni disfraces – es una reputada asesina que suele trabajar para los Servicios Secretos. Hemos de reconocer a nuestro pesar, que alguna vez la CIA la ha contratado.

-Seguramente a instancias del MI5. Tenemos acreditado que está en su plantilla.

-¿Aunque haga trabajos fuera aparte?

-Los trabajos que hace siempre son por cuenta del MI5, aunque pague otra agencia. Que sea una organización gubernamental, no significa que los intereses de los que trabajan en ella sean siempre altruistas.

-¿Lo dices por experiencia propia? – Peter Holland miraba a Olga fijamente.

-Pues sí que has tardado en enterarte – Olga no dudó en ningún momento de que se refería al caso del Intercontinental, con las escuchas y la aparición estelar del CNI. – Algunas de esas organizaciones se escudan en proteger al país, cuando solo quieren proteger a determinadas personas que han actuado mal, que han cometido algún delito pero que ocupan cargos de responsabilidad.

-O que tienen mucho dinero.

-Otras de esas personas a veces trabajan para esas mismas organizaciones.

-Eso ahora mismo, no viene al caso. A no ser que te refieras a que una de esas personas pudientes que trabajan para alguna agencia de espionaje, cometa un delito contra el honor, o maltratando a niños o mujeres, que incluso mate a alguno o algunos.

-O se dedique a traficar con órganos o personas. O con drogas.

-Perdonen, pero nos estamos perdiendo – dijo el Jefe de Policía molesto.

-Disculpen – les dijo Olga – Nos ha podido la premura y estamos intercambiando opiniones sobre temas que ya teníamos en cartera.

-Les pido disculpas – dijo Peter Holland.

-Ventura, Olga. ¿Qué proponéis?

-Tal y como están las cosas, creo que habría que asaltar esa casa y detenerla. Puedo pedir que algún juez español expida una orden internacional de detención.

-Ya la hay. Dos jueces españoles la emitieron en su momento. No están rebatidas – dijo uno de los colaboradores de Peter Holland. – A parte hay otras tres de Italia y dos de Francia.

-Parece que se mueve cerca de España.

-Salvo esta vez, que se ha venido hasta Estados Unidos. Creo que es española de nacimiento. Aunque todo lo que creemos saber relativo a esta mujer, lo pondría en cuarentena.

-No dejas de ser un trabajo relacionado con España y Francia. – apuntó Ventura – Podríamos considerarlo como un fleco.

A Olga le empezó a sonar el móvil. Era Luisete, tal y como había quedado.

-¿Quieres videoconferencia o llamada?

-Mejor videoconferencia. Estamos en una reunión y sería interesante que hablara con todos.

-Pásame a Ventura y lo preparamos.

Olga le tendió el móvil a Ventura.

-Un segundo que enchufo el móvil a la pantalla.

El agente se levantó y corrió hacia el otro extremo de la sala. Un asistente de Peter Holland se aprestó a ayudarlo.

-Ya está listo – afirmó Ventura.

Nada más lo dijo, Jorge apareció en pantalla.

-Buenas tardes a todos – les saludó Jorge en inglés. – Olga, siempre que me llamas estás entre una multitud.

-Prometo que la próxima vez que hablemos, lo hagamos en privado. Tengo ganas de una charla larga y tranquila contigo.

-Nos debemos remontar casi a tu reencuentro con Dani para tener una charla así.

-Nuestros ritmos de vida no son los adecuados para ello.

-Pues dile a Peter Holland que te suelte ya de una vez. Y vuelve. Se te echa de menos.

-¿Lo conoces? – preguntó Olga sorprendida. El aludido pareció sorprendido.

-Ocupa un puesto en el que le sacan muchas fotos. – dijo Jorge cauto. Pero Olga supo que era una disculpa. – ¿Cual es el problema hoy?

-El problema es esta mujer – Ventura había tomado el relevo de Olga que estaba un poco descolocada por la forma de actuar de Jorge. Parecía enfadado.

Jorge al ver la foto se quedó callado. Miraba fijamente a la pantalla que debía tener para verlos a ellos.

-La del otro día en la reunión para esa barbacoa – dijo de forma neutral.

-¿Algo más?

Jorge se quedó pensativo. Olga lo conocía y sabía que su cabeza estaba buscando. Cuando Jorge resopló todavía más enfadado, Olga supo que había encontrado el recuerdo.

-¿Esta vez la diplomacia se va a encargar de nuevo de que se vaya de rositas? Ahí no está Quiñones, al menos.

-¿Es ella entonces?

-La amiga Rosa María. Que llenó de artilugios espías la casa de Dani para saber todo de él y de Cape. La que se cargó al vecino de Dani. La que casi mata a Yeray en las Hermidas. Y la que casi me mata a mí en el parque. A parte de herir de nuevo a Yeray y a Kevin.

-¿Por qué has citado a Quiñones?

-Porque él la liberó cuando siendo Dani un crío, después de que lo sacara de esa fiesta y que tú te ocuparas de su recuperación, cuando acabó esa película que tú sabes, intentó cargárselo en una entrega de premios. También lo intentó después de lo de la Hermida, cuando todos pensabais que estaba de vuelta en Inglaterra en aquel estreno, en la que hubo tantos problemas con gente que parecía querer agredir a Dani. A esa persona a la que protege el MI5 y la CIA ¿Verdad Joker? No le valió la terapia del olvido. Sigue queriendo matar a Dani, por si un día recuerda.

Peter Holland se movió inquieto en su silla.

-Trabajo para el FBI.

-Me alegra oírlo, Mr. Holland. Actúa como tal y detén a los asesinos.

-Eso vamos a hacer.

-Si la detenéis, procurad que no se tome su cápsula de cianuro. Dientes postizos. Ya conoceréis esos trucos.

-¿Nos confirmas que es Rosa María?

-Os lo confirmo. Esta vez ha optado por un disfraz menos estrafalario. ¿Arlen y los demás?

-Desaparecieron. Están a salvo.

-¿Sabes a quien buscaba?

-Al chaval pelirrojo – contestó Ventura.

Jorge afirmó con la cabeza. Se le crispó el gesto.

-¿Os puedo ayudar en algo más? Os debo dejar. Tengo una comedia a medias y debo salir a escena.

-Muchas gracias Mr. Rios – le contestó el jefe del FBI – No dudes de que trabajamos en el mismo campo.

-Me alegra oírtelo – esta vez Jorge había empleado el español. Peter Holland se sonrió. Aunque su respuesta la dijo en inglés.

-Tenemos una conversación pendiente. – le dijo en tono muy circunspecto a Jorge.

-Cuando tú quieras. Un beso, Olga, Ventura. Y cuidaros. Por favor, no os fieis de las primeras impresiones. Cread vuestros argumentos alternativos a lo evidente. Pensad en mis novelas y en los giros que hay en ellas. Son los giros de la vida. Pensad que la realidad siempre supera a la ficción. Todos sois policías y lo sabéis. Un saludo a todo el mundo. Espero tener la oportunidad en un futuro de hablar con ustedes de temas más agradables y con menos premura de tiempo.

La conversación se cortó.

Ventura recogió el teléfono de Olga y volvió a su lado. El silencio se había apropiado de la sala. Levantó mucho las cejas cuando estuvo seguro que no le podía ver nadie. Olga suspiró y amagó una sonrisa.

-Mr. Holland, el equipo de asalto está en sus puestos.

-¿Nos vamos? ¿Jefe?

Había hablado Mr. Holland. Después de pedir conformidad al jefe de policía, había mirado a Olga que afirmó con la cabeza.

.

El Jefe de la Unidad de asalto del FBI estaba explicando la situación en una furgoneta en la que tenían el puesto de mando. Tanto el jefe de policía como el Jefe de operaciones del FBI escuchaban atentamente.

-No hay indicios de movimiento dentro de la casa.

Olga suspiró intranquila.

-Quisiera ver los planos de la casa. Y los planos de todas las casas de alrededor. Estas cuatro casas parece que en un tiempo no muy lejano estaban unidas o pertenecían a la misma comunidad. Ésta de aquí – señaló la edificación que estaba a la derecha, sobre una foto de Google Maps – da la impresión de ser un antiguo almacén o granero, reconvertido después en vivienda. Si es así, habrá pasadizo entre ellos. Pasadizos subterráneos.

-En este claro – abundó Ventura – da la sensación de haber un refugio. Puede que venga desde la Segunda Guerra Mundial. O desde la Guerra fría. Fueron muchas familias las que se lo construyeron con mayor o menor dispendio.

-Es solo una asesina.

-Bueno. Investigó antes de irse a vivir al lado de Carmelo del Rio. Logró entrar en su casa sin que los sistemas de seguridad que tenía instalados Carmelo, la detectaran. Puso cámaras, micrófonos un montón de artilugios con la finalidad de saber todo lo que hacía o hablaba.

-No parece una simple asesina.

-No la ha captado todavía ninguna cámara de la calle. Ni la de los coches de la policía. No hay que subestimarla. En su caso, hacerlo, suele costar vidas.

-Jorge salió con vida.

-Jorge va muy protegido. – afirmó Olga con voz gélida. – El día en el parque, podía habernos costado cuatro vidas al menos.

-Vuelve a estudiar el tema Graham – le dijo Peter Holland al jefe del equipo de asalto. – Pide todos esos mapas. Jefe Roberts – ahora se dirigía al jefe de policía – sus efectivos podrían ir preguntando por el barrio por esas cuestiones.

-Se lo iba a proponer. Según me han contado los agentes que se enfrentaron a ella, les pareció una mujer muy resolutiva, con muchos recursos. Y fue capaz de improvisar y preparar una historia sobre la marcha. La opinión de mis hombres está en la línea que expone la comisaria Rodilla.

-Si la intención era la de matar a ese joven…

-No se equivoque. No quería matarlo. Si no, estaría muerto. Quería llevárselo. Quería respuestas. ¿Sobre qué? Pues ni idea. Deberíamos encontrar a ese joven.

-Me creo que no volverá a cometer otro error. – afirmó Ventura con seguridad.

-Tardaremos al menos una hora en estudiar todo esto.

-Pues nosotros, si no os importa, nos vamos a comer. Tengo hambre – dijo Olga en tono serio. Miró a Ventura que levantó las cejas sorprendido.

-Iros. No podéis hacer nada aquí.

Olga no se lo pensó y salió del furgón. Ventura la siguió.

-Me estás poniendo en un compromiso con mi Jefe.

Olga movió la cabeza apesadumbrada.

-Es cierto. No he sido consciente de ello. Si crees que es lo que debes hacer, quédate. Me he equivocado al hablar por ti. Perdóname.

Ventura se movió intranquilo.

-¿Dónde quieres comer?

-Manda un mensaje a tu padre y dile dónde estamos y dónde podemos comer con seguridad. No me fio de nadie ahora mismo. Y no tenemos inhibidores.

-¿A mi padre?

-A tu padre.

-Luego espero que me lo expliques.

-No creo que necesite explicarte nada.

Olga lo miraba de una forma que no admitía réplica. Ventura la hizo caso. A los pocos minutos recibió un mensaje con el nombre del restaurante y con el camino andando hasta él. Estaba cerca de dónde estaban.

-Apréndete la contraseña, para que no tengas que mirarla en el móvil.

-Llevo toda la vida siendo hijo de mi padre – ahora era Ventura el que habló bruscamente.

-Perdona. Como antes te has hecho el loco … – la comisaria hizo una pausa antes de volver a hablar – Sabes que te aprecio. – Olga había suavizado el tono. Eso hizo que Ventura se relajara.

-Eres imposible, Olga. – dijo sonriendo.

Caminaron a paso vivo hasta el lugar que les había indicado Rodolfo Carceler. Ventura entró el primero y fue al atril donde estaba la jefa de sala. Ésta les saludó con una sonrisa preguntándoles si tenían mesa reservada, a lo cual, Ventura en tono decidido, respondió:

-El granjero fue el culpable de la muerte de su mujer.

El gesto de ella se hizo más amable si cabe. Les hizo una señal para que les acompañara. Les llevó a una mesa al fondo que tenía un cartel sobre ella en la que decía “Reservado”.

-Pueden hablar con libertad. Esas luces que rodean la mesa, son inhibidores de grabaciones de todo tipo. Si alguien les quiere sacar una foto, sus rostros saldrán difuminados. Aquí les dejo la carta.

-Cada vez estoy más perdido – le reprendió Ventura a Olga. – Pienso que no me estás contando nada.

-No te cuento lo que no sé. No puedo contártelo. Hay cosas que … te dije el otro día que tu jefe no parece que esté jugando esta partida en las mismas condiciones que nosotros. Jorge hoy nos lo ha indicado amablemente.

-Amablemente no. Estaba verdaderamente enfadado. Nunca le he visto así.

-Cuando le investigaste ¿Le seguiste muchas veces?

-Sí.

-¿Viste a sus protectores?

-Algunas veces – acabó reconociendo a regañadientes. – No es fácil. Tienes que saber que están para detectarlos.

-Eres bueno.

-Tengo buen maestro.

-Uno de los mejores, es cierto.

-No me has dicho que conoces a mi padre.

-No lo conozco. Lo conoce Javier. Y Garrido.

-No dejáis ni un cabo suelto. Tenéis contactos en todos los ámbitos: políticos, jueces, servicios de inteligencia, policías extranjeras …

-Pretendemos seguir vivos mucho tiempo. Y ganar esta batalla. El padre de Javier la perdió. Y nosotras fuimos testigos de primera línea. Carmen y yo. No queremos que pase lo mismo ahora. Estamos al mando. Muchos policías dependen de nosotros. Ponen sus vidas en nuestras manos. Queremos que tengan la mejor protección posible. Dentro de que es una guerra desigual. Ellos son poderosos y mueven los hilos. Para poder contrarrestar eso, debemos jugar fuerte.

-¿Quién ese esa persona tan poderosa que todas las instituciones inglesas lo protegen? Esa que quiere ver muerto a Carmelo y a Jorge.

-No te lo puedo decir, porque no lo sabemos. Pensamos que es un miembro destacado de la Casa Real. Pero no lo sabemos. Y miembros destacados, hay unos cuantos. Pero puede ser un Primer Ministro, o el Presidente de la City. O del Banco de Inglaterra.

-¿Por eso ese tipo tan bestia se coló en esa fiesta? En la que sacó Jorge a Dani. Para matar a éste.

-Es una posibilidad. Como está muerto, no podemos preguntarle.

-¿De causas naturales?

-Oficialmente sí. Pero creo que alguien le ayudó.

-¿Los protectores de Jorge?

-O sus mismos “amigos” que creyeron que se había convertido en un problema.

-¿Amañaron la autopsia?

-Sí. Su muerte ocurrió en Suiza, cuidado, no murió en España.

-¿No sería Jorge? He oído que el tipo ese le amenazó de muerte.

-Nunca lo haría. No lo necesita. Lo dijiste tú el otro día.

-Una cosa es pensarlo. Otra es comprobar que es cierto.

-Pensaba que lo tenías por cierto. Lo dijiste en tono seguro el otro día.

-Ya. Bueno.

-Ventura. ¿Qué te pasa? De repente pareces agobiado. ¿Qué ha cambiado hoy?

-¿Ya han decidido lo que van a comer?

-Sí, – respondió Ventura a la camarera – dos hamburguesas del nº 3, dos del 6, una del 10 y una de 9. Dos de patatas grandes. Dos mazorcas de maíz y una ensalada de la casa.

-¿Esperan a alguien?

-Llevamos dos días sin comer. – Ventura sonrió con pena.

-Aún así …

-No se preocupe. Mi amiga tiene buen estómago.

-¡Anda! Como si tú no comieras. No se preocupe, que nos lo vamos a comer.

La camarera se fue no muy convencida.

-Me da a mí que nos va a graduar la comida. – se burló Olga.

Ventura se echó a reír.

-Pues nos dará tiempo a que nos entre más hambre y tengamos que pedir otra hamburguesa.

-Creo que ya estamos servidos.

-¿Estás enferma Olga?

-Es que me vas a quitar el placer de mangarte la ultima media hamburguesa.

-Se siente. Ahora dime que piensas que va a ocurrir cuando asalten la casa.

-O que haya huido después de su fracaso con Ethan o que haya un fregao importante de tiros.

-O que esté bien escondida.

-Esperamos que el FBI sea capaz de encontrar unos planos de la zona decentes. Se me ha olvidado decirles que amplíen el radio de estudio. Si se vino a vivir aquí, es que lo había estudiado bien.

-Le mando un mensaje a Holland.

-Sí, mándale. Como cosa tuya.

-¿Quieres que me gane honores?

-Quiero contrarrestar mi error de meterte en una discusión que era solo mía.

-Formamos un equipo.

-Pero tú te vas a quedar aquí. Y estás bajo sus órdenes y bajo su protección. Yo me iré dentro de unas semanas.

-¿Ya no quieres que me vaya contigo?

Olga se echó a reír.

-Claro que quiero. Pero hoy la cosa está muy seria. No quiero agobiarte más. Me he dado cuenta que no tengo derecho a meterte en esta batalla tan … incierta. Ser policía tiene sus riesgos. Todos los días. Pero … nosotros acabaremos por llevar escolta todos. Javier ya la lleva. Jorge y _Carmelo no van a mear sin que les sigan dos de sus escoltas. Miramos debajo de los coches, vamos siempre con chalecos antibalas. Y todo esto no va a ir a mejor. No quiero que tomes tu decisión por mi insistencia.

-Mi padre al final viene el viernes.

-¿Sigues queriendo que me una?

-Por supuesto. Así lo conoces. Así no son solo Javier y Carmen quienes conocen a mis padres.

-¿Como sabes que Carmen los conoce? Antes no la he citado.

-Por lo que dijo el otro día.

-A mí no me lo ha contado – se excusó la comisaria.

-Creo que igual que tenéis secretos con Javier, de la época de su padre, como las excursiones salvadoras de Jorge, vosotras tendréis vuestros pequeños detalles que os guardáis para vosotras.

-Muchas veces no es por tener secretos, es por proteger a esas personas. Ya irás comprobando que saber cada detalle de este caso, puede ser frustrante. Te puede hacer caer en una depresión. En el desánimo. Es la mejor manera de no poder enfrentarte a todo esto.

-¿Y Jorge? ¿Cuantos secretos guarda? ¿El tampoco puede enfrentarse a todo?

-Muchos. Por eso lo quieren matar. Y por eso se ha protegido pareciendo un lelo. Por eso ha guardado bien en un recodo de su cabeza de difícil acceso, gran parte de ellos. Eso le ha permitido seguir adelante, a parte de encontrarse con Carmelo ya en la edad adulta.

-¿No es por sus novelas, por querer robarlas todas? Por lo que le quieren matar, digo.

-Eso es a más. Los disparos, en el caso de Jorge y Dani, vienen de muchos sitios. La amiga que ha aparecido, trabaja para acabar con ellos enviada por los que quieren proteger el prestigio de un personaje que no sabe medir lo que hace con lo que sale por su bragueta. Y que tampoco sabe medir la fuerza con la que pega a los niños o jóvenes que debería proteger. Es un tipo que le gusta dominar. Y para eso se busca a los más inocentes, para sentirse el dueño de la vida de los demás. Pero seguramente, con un adulto de su misma condición, de su misma edad y extracción social, sea un paria, un blandengue.

-Y ese tipo tan poderoso ¿No se le ocurrirá contratar a otro asesino si esta Rosa María, como la llamas, cae?

-Posiblemente. Aunque quizás el MI5 empiece a desentenderse del tema. Y sin el apoyo de esa agencia de inteligencia, puede que no lo tenga tan fácil.

-¿Y el CNI?

-Esos siempre han estado. Ahora han enseñado la pata. Como el MI5, como la CIA, piensan que los demás somos tontos y no nos damos cuenta. El CNI además, tiene muchas … partes, muchas facciones. No todos en su organigrama siguen los designios de Triana, su jefa actual. Ella está vendida desde el primer momento a esos … poderosos … tiene el mismo concepto de salvar el país que te decía antes. Piensa que es salvar a esa gente poderosa, con cargo, que actúa mal. Y que pagan, claro. No se dan cuenta que esos son los que de verdad atacan al país. Si esta organización ha salido indemne todos estos años, es porque la han estado protegiendo. Porque han maniatado a los policías que en algún momento han querido descubrir la verdad.

-Es todo muy complicado.

-Lo es, sí. Ya te lo he dicho antes.

-Aquí tienen.

Para sorpresa de Ventura y Olga, la camarera les había traído casi todo el pedido de golpe. Lo que cabía en la mesa.

-Que pintaza tiene todo. – dijo Olga alegre y salivando.

-Come despacio.

-Sí, papá.

-Que boba eres a veces – se burló Ventura.

-Come. Que si no te voy a quitar …

-¡Ni se te ocurra! – Ventura hizo un gesto con los brazos para proteger sus hamburguesas.

Mientras comían, los dos dejaron los temas de trabajo en un rincón, apartados. Hablaron de otras cosas de las que les solía gustar comentar. De música, de cine, de las cosas que a Ventura le habían sorprendido de la forma de vivir de los americanos. Reconocía que a muchas de esas cosas no se había acostumbrado.

-No es que no me acostumbre. Es que no me siento cómodo. No me gustan. Es otra forma de relacionarse. Hasta los de origen latino o europeo se comportan distinto.

-Pero también es enriquecedor.

-Sí, lo que quieras. A parte, todo es tan grande … las distancias son … pierdes mucho tiempo en desplazamientos.

-Madrid es muy grande también. Antes de venir a estados Unidos, era tu ciudad.

-Quizás ya estaba hecho a ella. Pero no sé, en tu entorno, puedes encontrar casi de todo a distancias razonables. Si quieres comer en el Diverxo, pues vale, puedes tener que hacer una distancia grande. O si quieres ir a un musical en la Gran Vía. O para trabajar … pero es que aquí, todo parece estar a kilómetros. Llega a agobiar a veces.

La camarera les llevó las últimas hamburguesas. Y les puso otras dos raciones de patatas a cuenta de la casa. Ventura se echó a reír porque la mujer les miraba casi como si fueran extraterrestres.

-Menuda idea se está llevando de nosotros.

Siguieron comiendo con tranquilidad. Parecía que todo lo que les había pasado ese día les había dado todavía más hambre de la que solían tener. Ventura tuvo la tentación de pedir algo más de comer, pero Olga le disuadió.

-Tomemos un postre que nos guste a los dos, que si no, a esa mujer la vamos a volver loca. Luego cenamos como Dios manda.

-Tampoco hemos mentido antes. Ayer apenas comimos y no cenamos más que un perrito caliente en ese puesto frente al hotel.

-Es que el hotel de esta vez, nos pilla más lejos … y no hay nada alrededor.

-¿Ves lo que te decía antes? Y con lo cansados que solemos acabar, da pereza buscar un sitio para cenar como nos gusta.

-La verdad es que con el tute que llevamos, se agradece algo cercano.

Ventura recibió algunos mensajes.

-Están asaltando la casa.

-Crucemos los dedos – dijo Olga.

-¿Vamos?

-Para qué. No pienso entrar a pegar tiros. Ya nos avisarán cuando acabe el asalto.

Ventura se echó a reír.

-Y luego os metéis con Javier que en los asaltos se va al bar.

Olga se unió a la carcajada.

-Te quedas con todo, cabrón.

-Es lo que debe hacer un policía.

-¿Ves por qué quiero que te vengas?

-¿No habíamos quedado en que te habías rendido? ¿Ya se ha acabado la tregua?

-Lo de antes ha sido solo un momento de debilidad.

Ventura volvió a recibir unos cuantos mensajes.

-Peter Holland requiere nuestra presencia.

-¿Dice algo de lo que ha pasado?

-No.

-¿Nos trae la cuenta por favor?

Ventura sacó su tarjeta de crédito para pagar.

-Su padre ha pagado la cuenta. Me ha pedido que le recuerde que han quedado a comer el viernes. Los tres.

Ventura no supo que decir. Olga tomó la palabra.

-Transmítale que no se nos ha olvidado. Muchas gracias por todo. La comida estaba muy rica. Si nos pilla en Winston, esté segura que volveremos.

-Les esperamos con los brazos abiertos.

.

Anduvieron a paso rápido. Olga estaba intranquila. Los dos lo estaban. Los mensajes de Holland, habían sido muy crípticos.

Al llegar, las caras que vieron no eran las que se esperaba de una operación que había salido bien. Los gestos eran de frustración. Había llegado otro equipo del FBI. Olga reconoció a los agentes especiales con los que habían compartido vuelo a Nueva York cuando fueron a ver al hermano de Sergio. Nada más ver a Ventura, se metieron con él.

-Venturita, mira a ver que nos haces perder el tiempo. A ver si de una vez el Jefe se da cuenta de lo inútil que eres y te manda de una patada a España.

Peter Holland apareció por sorpresa. La mirada que les lanzó a esos agentes, les hizo callar de inmediato.

-Mirad la pantalla a ver si aprendéis algo – les dijo en tono duro.

-¿Qué ha pasado Peter? ¿Habéis encontrado los planos de este grupo de edificaciones? ¿Túneles, refugios?

-Mis hombres no han encontrado indicios de nada de eso. Hace un rato, los policías de la ciudad que preguntaban casa por casa, han escuchado algunos comentarios que afirman que los había.

-Chorradas de viejos – contestó el que siempre le había parecido a Olga el jefecillo de ese grupo de agentes.

-O sea que damos por hecho que los hay – dijo mirando de forma despectiva al grupo.

-Yo lo tendría presente, sí – el jefe del equipo de asalto se adelantó a Peter Holland. La mirada que les dedicó a esos agentes no era precisamente de admiración. – Parte de mi equipo se ha puesto a investigarlo con la policía de la ciudad. Han ido al Ayuntamiento.

-¿Y que ha pasado? No me has respondido – Olga miraba a Mr. Holland.

-Prefiero que saquéis vuestras propias conclusiones.

-¿Ha habido heridos?

-No tranquila. Id contando vuestras impresiones. Jimmy os irá grabando.

Olga fue a hacer un comentario, pero se arrepintió. Le daba la impresión de que iba a dar una clase a todos esos agentes y no le parecía justo. No, porque el examen parecía ser a Ventura. Un miembro del equipo de CSI les acercó las fundas para los zapatos y un gorro para el pelo. También les dio unos guantes de látex.

-¿Vamos?

Olga asintió con la cabeza. Ventura tomó la iniciativa y fue delante.

-El asalto ha sido por aquí. Cuatro miembros. Dos cubriendo. Han derribado la puerta con explosivos. En los goznes y en la cerradura. Luego han empleado ariete para apartarla.

Entraron en la estancia. En el suelo había un cuerpo. Ventura y Olga iban pisando las huellas de los miembros del equipo de asalto. Olga señaló las ventanas.

-Gases. Todavía se puede percibir el olor. Hay otro olor que …

Ventura se puso en cuclillas al lado del cadáver. Hizo una mueca y se puso la mascarilla. Olga le imitó.

-Lleva muerta tres días.

-¿Tanto? – preguntó Olga. – El color me da la impresión de que … yo le echaría dos días. No mucho más.

-Hace fresco. Y por la noche haría más. Esa ventana no la han roto al tirar los gases, ya estaba rota de antes. Aquí todavía refresca mucho por la noche, ya lo has comprobado estos días. Y ayer apenas llegamos a los doce grados al mediodía. Yo diría que murió por la noche, hace dos días y unas horas. Mira, está encendida la luz de esa mesa. La pillaron leyendo. El libro tirado en el suelo. Estaba tomando un té helado. Las huellas que deja la mano al coger un vaso muy frío.

Olga se acercó al vaso y olió el contenido. Era té, sí.

-Té, canela y cardamomo.

Ventura volvió a ponerse en cuclillas. Fue apartando la ropa de Rosa María con apenas dos dedos. Iba buscando los disparos.

-¡Joder! – exclamó sorprendido.

-La dispararon en cada pierna. Luego en los brazos. En los hombros. Y para acabar en la frente. Un veintidós largo. Con silenciador.

-Arguméntalo.

Ventura se acercó a la mesa en donde estaba el vaso que parecía estar bebiendo cuando asaltaron la casa. En él había un proyectil que sacó con cuidado utilizando una pequeña navaja que llevaba en el bolsillo del pantalón. Hizo una seña a la del CSI para que le trajera unas pinzas y una bolsa de pruebas. Cogió la bala con las pinzas y la levantó.

-Esas estrías con características.

-Has dicho lo del silenciador antes de ver la bala. En los casquillos, eso no se puede ver.

-¿No escuchas el eco? Aquí resuena todo mucho. Si hubieran disparado sin silenciador, se hubieran enterado todos los vecinos. Pero … nadie parece haberse enterado.

Ventura se levantó y miró a su alrededor. Miró el suelo. Miró los casquillos.

-Todo está trucado. No la han matado aquí. Eso era evidente porque no hay sangre. Pero estos casquillos … están tirados a tún tún. El asaltante, de haber estado aquí y haber hecho su trabajo aquí, todos los casquillos estarían en este lado. La dispararon desde la derecha. Esos casquillos en el otro lado no pegan. Además, cuando la dispararon en la pierna derecha, se arrastro unos metros. El asesino quería hacerla sufrir. Posiblemente lo mismo que ella hizo sufrir a sus víctimas. El tipo la siguió mientras ella intentaba llegar a alguna de las armas que seguro tenía en reserva distribuidas por la casa. Fíjate en las manos. Tienen como polvo de cemento. Están raspadas. No se ha arrastrado en este parquet. Él estaba tranquilo, posiblemente porque había entrado antes y se las había guardado todas.

-¿Por qué piensas eso?

-Porque la dejó hacer. Si no la disparó antes, es porque estaba seguro de que no iba a encontrar lo que buscaba, algo con lo que defenderse. Se entretuvo en ello. A lo mejor la preguntó, aunque seguramente sabía que ella no iba a responder.

Volvió a agacharse y la miró la boca.

-Sigue.

-No se tomó la cápsula de cianuro. La tiene en el diente postizo. Hasta el final creía que podía revertir la jugada. Nunca dejó de pensar que era más lista que su asesino. Confiaba ciegamente en ella.

-¿El asaltante?

-Es un profesional. Luego, la disparó en la pierna izquierda, por detrás. Luego ella, se giró para mirarlo. Querría engatusarlo, engañarlo, convencerlo. Le ofrecería dinero, una posición, trabajar para el MI5 o para la KGB o los israelíes. Pero el asesino tenía muy claro cual era su misión. Tengo la impresión de que aunque fuera un encargo, él estaba convencido de que era lo que había que hacer. Y estaba convencido de llevarla a cabo. No, ella escuchó algo mientras leía y salió corriendo. El tipo no entró por aquí.

Ventura salió por una puerta que parecía llevar a la cocina. Ésta estaba a la izquierda. Entró en ella pero enseguida salió.

-Fue aquí.

-¿Qué fue aquí?

Ventura sacó una linterna y señaló el suelo.

-Si empleamos la lámpara especial, descubriremos que es sangre. El asesino limpió parte del escenario. Pero sin esmerarse.

-¿Para poner un examen a la policía?

-Si lo ves muy claro, si sigues estrictamente los protocolos que estudiamos, podría haber colado. Salvo que alguien hubiera visto algo fuera de lugar y ese alguien tuviera atribuciones para llevar la investigación por otro lado, esto podría haber quedado en un asalto para robar, y ya.

Ventura empezó a mirar la pared con detenimiento. Fue enfocando la linterna recorriéndola poco a poco. Olga le dio un golpe en el hombro y le señaló a la derecha. Ventura dio un paso hacia atrás y vio lo que le señalaba Olga. Era un reflejo que no veía desde su posición primera. Tocó con cuidado la pared. Metió las uñas en una rendija y tiró hacia él. Una parte de la pared se abrió hacia el lado izquierdo. En frente, había un detector de movimiento. Era el reflejo que había visto.

-Tiene que haber en algún sitio un ordenador que controle todo estos dispositivos. En la puerta había otro. Y en las esquinas de la cocina. Ni en el cuerpo ni en las mesas he visto el móvil de esta mujer. Eso es raro. Lo debería tener cerca. Sería el mejor sitio para recibir las alarmas silenciosas.

-Habrá cámaras también. Serán de las pequeñas. El móvil se lo llevaría el asaltante. Puede que si tienes razón, luego buscara las respuestas que no le dio la amiga Evelyn.

-Con un poco de suerte, todo estará grabado.

-Solo hay que encontrarlo. Eso puede durar mucho. Estoy convencida de que hay un intrincado laberinto de túneles, cuartos secretos … Si ha seguido con su misma táctica, con la que empleó con Carmelo, todo estará plagado de cámaras y trampas. Alarmas silenciosas. Sensores. Trampas incluso. Las había en su casa de Madrid, según me contó Carmen.

-El que vino a matarla, debía conocerla muy bien.

-Ella era una profesional, y el que la mató, también lo es. Vete tú a saber si alguna vez trabajaron juntos.

-Yo creo que esta mujer trabajaba sola.

-No sé que decirte. No lo apostaría a ganador.

-¿Sería de la competencia? Me parece más posible.

Olga se quedó parada. Levantó un dedo y volvió al salón, donde estaba el cuerpo. Ventura la siguió.

-Hay otro olor que no acabo de distinguir.

Ventura asintió con la cabeza.

-Es gas. – dijo al cabo de un rato.

-Que alguien cierre la entrada del gas ciudad. – pidió Olga a los CSI que estaban esperando a que ellos acabaran. – Esto puede ser un intento de destruir todo el edificio.

-¿Y quien lo puso en marcha? ¿El asesino?

-¿Tú que piensas?

Ventura se quedó callado.

-No. Es de ella. Ésto a lo mejor se ha puesto en marcha cuando entró el equipo de asalto. Una de esas trampas de las que hablabas.

-¡Qué alguien abra las ventanas! – volvió a pedir la comisaria. – Y que traigan un detector de gas.

-¿Vamos por ese pasadizo?

-Vamos, sí.

-Estoy pensando – dijo Ventura antes de meterse en la abertura de la pared. – ¿Y si ha venido alguien después? A lo mejor al ver el despliegue. ¿Y si Rosa María no trabajaba sola después de todo? Podría tener un satélite a una cierta distancia. Para guardarle las espaldas.

-No se las guardó muy bien.

-Pero puede hacer de limpiador. Para que no descubramos lo que sabe o lo que busca. Para que no encontremos su rastro, sus órdenes.

-Eso tiene sentido.

Ventura se adentró en la pared. A los pocos metros, había una escalera bastante ancha: cabían dos personas a la vez.

-No corras tanto, Ventura. Despacio. Mira bien dónde pisas. Paso a paso, como las muñecas de Famosa.

-¿Las muñecas de Famosa?

-Nada. Eres demasiado joven y hombre. No verías esos anuncios.

-¡Ah! Pero se lo he escuchado a mi madre cien veces.

-Despacio, querido. – recordó la comisaria trayendo la atención de Ventura a su presente.

El agente del FBI la hizo caso.

-Vete tocando las paredes, a ambos lados.

Olga, por instinto y sin ser consciente de ello, se había llevado la mano a la pistola. Le había quitado la cinta que la ataba a la funda y le había quitado el seguro.

Como a unos diez escalones, había un pequeño descansillo. Ventura estaba en él. Se giró para mirar a Olga. Al verla con la mano en la pistola, se extrañó. Pero confiaba en ella, y él fue a hacer lo mismo, pero no le dio tiempo. Detrás de él, la pared se abrió y apareció un hombre que le rodeó el cuello y le puso una pistola en la sien. Olga acabó de desenfundar su pistola y le apuntó decidida.

-¿Y ahora qué, comisaria Rodilla? – le dijo el hombre mirándola a los ojos. – Tu agente de enlace va a morir. ¿Cómo lo ves?

-¿Te conozco? No te recuerdo. ¿Por qué no te quitas el pasamontañas para que sepa con quien hablo?

-¿Cómo te sientes al saber que vais a morir los dos?

Olga sintió que el olor a gas era más intenso.

-Algún día tenía que llegar. – dijo en tono tranquilo. – Pero si me conoces, sabes que no me voy a rendir.

-No te vas a atrever a disparar. Un ligero movimiento mío y matarás a tu amigo. Te ha caído bien el renegado.

Olga pensaba a gran velocidad. Se dio cuenta que esa voz la conocía. La había escuchado hacía poco. Solo tenía que recordar donde.

-Dime que quieres.

-Nada. Solo veros morir.

-Mi amigo no creo que te haya hecho nada. Mátame a mí.

Olga estaba escuchando como detrás de ella, al menos hasta la puerta, había llegado de nuevo el equipo de asalto del FBI. Pero aunque la escalera era relativamente ancha, no se iban a atrever a bajar para ayudarla. La pondrían en peligro. Ella tenía alguna posibilidad, porque el chaleco que llevaba por dentro de su vestimenta, la protegería. Ese hombre debería apuntar a la cabeza, y no solía ser la opción que tomaban los que no eran grandes tiradores. Tirar al cuerpo daba más opciones de éxito. Ventura era otro cantar. Aunque Olga estaba convencida de que ese sería su segundo movimiento. Porque el destrozo que haría en la cabeza de Ventura al dispararlo con el cañón pegado a su sien, lo desequilibraría y lo llenaría de sangre y material cerebral. Eso lo dejaría vendido durante unos segundos que serían fatales para él. Sería un objetivo claro.

-Diles que no se muevan. A tus amigos militares. Podemos morir todos. Hay suficiente gas aquí abajo para hacer una bonita explosión. Una chispa de una bala sería suficiente para dar calor a todo el barrio.

-Tranquilo, no se van a mover. Son profesionales y lo saben. Y me conocen y saben que no necesito a nadie.

-Siempre has sido un poco chula.

-Me lo dicen a veces. Creo que es infundada esa opinión. Solo soy así, cuando me enfrento a inútiles presuntuosos y a traidores. Y te …

-¿Me estás llamando traidor? – le interrumpió el hombre encapuchado.

-… diría más: es una opinión machista. – Olga no atendió a la pregunta y siguió con su discurso – Me lo dices porque soy mujer. De un hombre dirías que está seguro de sí mismo, como un halago. ¿Isabel no te enseñó eso? Evelyn, perdón.

-¡¡Contéstame, zorra!!

-Sí. Hace unos días preguntando a Jorge por si iba a publicar una novela sobre el malo de “deLuis”, le dijiste “Hay que darle palpelo”. Y ahora … bueno, Enrique. Íbamos a preguntar a Tirso por los traidores, y mira por donde, no va a hacer falta. ¿Eso es lo que te llamaban cuando hacías de paje de un Rey? Porque pienso que es a lo más que llegarías. ¿Viste a algún Dios en acción? No creo. O a lo mejor no llegarías ni a paje, por eso ahora es cuando te sientes bien. Teniendo el control, al lado de Evelyn. ¿Cómo te reclutó? ¿Estuviste con ese que tiene tanto empeño en cargarse a algunos de tus antiguos compañeros? ¿Qué vieron que le da tanto miedo a ese tipo?

-¿Traidor yo? Vosotros que no sabéis hacer vuestro trabajo. Muchas preguntas pero no tenéis ninguna respuesta. Que sois unos inútiles que habéis permitido que a nosotros nos hicieran de todo. Que no habéis sabido pararlo. ¡¡No – Habéis – Querido!! Esos hijos de puta que nos llenaron de drogas, que nos machacaron a golpes. Solo he tomado la decisión más lógica: Unirme a los que tienen el poder, los que controlan.

-¿Y por eso te has unido a ellos? ¿Qué pretendes Enrique?

-Me he unido a los líderes, a los jefes. Solo eso.

-¿Has pensado como vas a salir de aquí? Puedes matar a Ventura. Puedes matarme a mí. ¿Y después?

-No sabes nada, comisaria. Te crees muy lista, como ese Jorge de los cojones. Como este inútil del FBI. Con su cara avinagrada. Mirando a Ethan con ganas de follárselo. Es uno de ellos, seguro. Uno de los “clientes”. Con su corbata de doscientos euros. Y sus gemelos de oro. ¡¡Puto engreído!!

-Ese inútil ha descubierto este pasadizo. Iba camino de descubrir tus secretos y los de Evelyn.

-Eso no va a pasar. Moriréis todos antes de que eso pase.

-¿Qué tal si sueltas a Ventura y lo hablamos? Creo que …

-No te van a servir conmigo tus dotes negociadoras. Ventura va a morir y tú, si no subes esa escalera, también. Tengo buena puntería. Y soy rápido.

-Vale – de repente Olga dejó de apuntar a Enrique y se relajó. Hizo algunos gestos con la cabeza, para relajar el cuello. Se quedó mirando a la pared en el lado contrario al que estaba la abertura por dónde había aparecido el socio de Rosa María. Se masajeo con la mano esa parte del cuello. – Me subo las escaleras si Ventura viene conmigo. No es necesario que salga nadie herido. Te damos tiempo para que te vayas por dónde has venido.

-Lo siento, comisaria. Evelyn te tenía muchas ganas y voy a honrar su memoria.

-¿La has matado tú para escalar peldaños en tu carrera?

-¡Noo! ¿Estás loca? Pero no te preocupes, cogeré al que lo ha hecho.

-No lo harás. Es mucho mejor que tú.

-No me conoces.

-Pero lo conozco a él. Nunca lo hemos pillado.

-Vosotros porque sois unos inútiles.

-Venga, deja a Ventura …

Olga percibía cada vez más el olor a gas ciudad. Sabía que Enrique estaba haciendo tiempo.

-Lo siento Olga.

Enrique levantó el arma y disparó a Olga sin pensarlo más. Uno, dos … tres disparos. Luego disparó hacia las escaleras, hacia abajo. Un rugido parecía estar creándose en el fondo de ese túnel. Y el olor a gas cada vez era más intenso.

.

Cuando Carmelo recibió el mensaje, tardó en reaccionar. Ver en la pantalla el nombre de Quim Córdoba lo desconcertó. Hacía muchos años que no escuchaba o veía ese nombre. Ni siquiera recordaba que lo tuviera entre sus contactos. Si unas horas antes, alguien le hubiera preguntado por él, hubiera respondido que estaba muerto.

Volvió a recibir otro mensaje desde ese número. Era una dirección con sus coordenadas GPS. Se trataba de un sanatorio que parecía estar en las afueras de Illescas, en la provincia de Toledo.

Dudó sobre como actuar. Quim … había sido su amigo. No se atrevía a recordar las cosas que habían vivido juntos. Estaba seguro que esos recuerdos le iban a poner melancólico, en el mejor de los casos. Barajó la idea de llamar a Jorge y contarle, pero el escritor ya tenía bastantes follones en ese momento. Carmelo estaba preocupado a causa de ello. Se ponía en peligro cada vez que salía de casa. Y eso no era lo que más le preocupaba: su salud física y mental, eso sí que le preocupaba.

Tras pensarlo casi media hora, se decidió por escribir a Sergio Romeva. Éste no tardó en llamarlo.

-¿Vas a ir? – le preguntó a bocajarro.

-Era mi amigo. ¿Tú que harías?

Su voz al decir eso, denotaba lo perdido que estaba. A Sergio le recordó el Carmelo de doce años, cuando estaba en confianza, sin cámaras delante o personas no cercanas.

-Debes prepararte. No está bien, Dani. Su cabeza … a veces se pierde. Las drogas le dejaron graves secuelas, a parte del trauma por lo que vivió. La mayor parte del tiempo vive en un mundo al que no podemos acceder los demás.

-Siento que le debo algo, Sergio. Si después de estos años y si dices que está mal, saca fuerzas para escribirme y pedirme que vaya a verlo, no puedo … pasar del tema. ¿O sí? Tú lo conoces. Y parece que sabes de su estado.

-No te digo que no vayas. Solo te prevengo de lo que te vas a encontrar. Si lo recuerdas … tal y como era cuando trabajabais o ibais por ahí … no es la misma persona. Y una parte de él te odia profundamente. La otra, sigue enamorado de ti.

-¿Por qué? ¿Le hice algo? ¿Estaba enamorado de mí?

Sergio suspiró al teléfono.

-No me extrañaría que de los otros cien con los que te cruzaste y a los que les rompiste el corazón, no te dieras ni cuenta. No eran más que esos con los que te acostaste una noche y a los que después, apenas saludabas. Pero de Quim, con el que compartiste trabajos, juergas, peleas, drogas … con el que repetiste en lo de follar, uno de los pocos … Esperaba que de él si fueras consciente de sus sentimientos por ti.

-No la verdad. No recuerdo haber visto ese sentimiento en él. Y de todas formas … sabes que entonces no me … no estaba preparado para eso.

-Siempre has estado esperando a Jorge. Es lo que dices.

-Es la verdad. Es al primero que … no he amado a nadie más que a él, te lo juro. ¿Y por eso me odia? ¿Porque no le correspondí?

-Saliste del agujero. Él no. Piensa que lo dejaste a su suerte, cuando siempre habíais sido amigos. Tú, Ro, Quim, Biel, Remus, Hugo … y alguno más que ahora no me sale. Les diste la patada. Él lo ve así.

-Sería más bien que la vida lo mismo que te acerca a alguien, te aleja. No creo que “les diera la patada”.

-Da igual. Es una discusión estéril. Ninguno de ellos tiene la cabeza como para recordar esa época. Biel podría, pero creo que ha guardado en un oscuro rincón de su cabeza esos días. Y bien que ha hecho. Si no, hubiera acabado como Quim o como Hugo. O como Remus.

-Hugo no parece que esté mal. Ese Remus no lo recuerdo. Sería de antes del olvido.

-Sería. – Sergio había decidido zanjar el tema. Era claro que la cabeza de Carmelo había hecho la elección de apartar a esas personas de su memoria. Seguramente fue lo mejor para su salud mental.

-¿Entonces quieres ir a verlo?

-Quizás me recuerde, o mejor dicho, me haga volver a darme cuenta de la suerte que he tenido. Podía haber acabado como él.

-Pero no lo hiciste.

-Posiblemente eso pasó por ti y por Jorge. Me sujetasteis cuando estaba a punto de caer en el abismo.

-Alguna decisión tomaste que ayudó. Alguna que me sacó de la cama en horas intempestivas para que te diera el teléfono de Jorge.

-Pegarme a Jorge. En cuanto lo conocí en esa fiesta de año nuevo, sentí que estaba a salvo. Que sus brazos fuertes me agarrarían si tropezaba. Dejé de necesitar las drogas. Dejé de necesitar desayunar un whisky. Jorge era mi droga. No necesitaba nada más.

Sergio lo organizó todo para un par de días después. Tuvo que mover algún compromiso propio y alguno de Carmelo. Éste pasó a recogerlo a media mañana por la agencia. Sergio se subió al coche y sin decir nada, cogió la mano de Carmelo. Éste estaba nervioso, aunque había conseguido que no se notara. Pero Sergio lo conocía muy bien. No estaba convencido de que ir a ver a Quim fuera buena idea. En el fondo, pensaba que sería bueno para Quim. Ya le tocaba que le prestaran atención. Todo el mundo se había olvidado de él. Ni su familia, ni sus amigos, se acordaban. Ninguno iba a verlo. Para todos, Quim había muerto hacía muchos años. De alguna forma había sido así. Su vida era meramente contemplativa. Había temporadas que leía algo, o veía algo la tele. Pero otras, estaba sumido en un estado semi letárgico en el que solo era capaz de mirar por la ventana y mal comer, muchas veces forzado por alguno de sus cuidadores.

Apenas hablaron en el trayecto. Carmelo parecía haber vuelto a su adolescencia. Tenía los mismos tics que entonces, la misma mirada enfurruñada mientras fingía estar disfrutando del paisaje que bordeaba la carretera. Un ligero balanceo continuo de sus piernas era su forma de mostrar su inseguridad ante lo que iba a afrontar.

De repente, Carmelo soltó la mano de Sergio a la vez que dejaba de mover las piernas. Su mirada estaba clavada en un hombre que estaba en la puerta, mirando la caravana de coches. Sergio miró en esa dirección y vio a Quim. Había hablado con el centro y le habían dicho que llevaba un par de días saliendo a la puerta a esperar una visita.

-Parece muy importante para él – le dijo su médica.

-¿Y cómo está?

-Parece desanimado. Yo creo que se ha dado cuenta de que no tiene empuje para salir de este estado. Tengo el temor de que haya tirado la toalla.

-Sus avances son mínimos en todos estos años.

-Si recuerda usted cuando lo trajo, nadie daba una peseta porque viviera los ocho años que ha vivido.

-No deja ser poco más que un vegetal.

-Discrepo. Cada vez tiene más temporadas en que su actividad remonta. Temporadas que son más largas. Nos falla su gente. Solo usted se preocupa, solo usted viene a verlo. Quizás esa persona que viene …

-A esa persona la amaba. Recibió como respuesta, un manotazo para apartarlo de su vida. Creo más bien que le ha pedido que venga para hacerle pagar.

-Si tiene ganas de venganza, no diría que es un avance … pero al menos …

-¿Y qué mejor venganza que hacerle sentir culpable por su estado y por su …muerte?

La psiquiatra se quedó callada al otro lado de la línea telefónica.

-Estaremos atentos. – detrás de esas palabras de la doctora, Sergio sintió un suspiro de preocupación.

-Parece conocerlos usted muy bien.

-Por desgracia, he visto muchos juguetes rotos, doctora. Y el caso de estos, lo viví muy de cerca y con un dolor inmenso y un sentimiento de impotencia infinito.

-Decidió cuidarlo, ocuparse de tuviera los mejores cuidados. Paga sus facturas.

-Con algún amigo suyo, no fui lo suficientemente eficaz. Y lo perdí irremediablemente. Quim … usted lo ha dicho antes: no tiene a nadie. No quería tener otra tumba a la que llevar flores de vez en cuando. Eran jóvenes, atractivos, con talento. Trabajadores. No quería que otro más acabara con su vida con una jeringuilla pinchada en sus venas o estrellado contra el coche de debajo de su ventana.

Cuando los coches pararon delante de la puerta, fue a Quim al que le entró un temblor por todo el cuerpo. No podía apartar la mirada de Carmelo. Sonreía feliz. Carmelo se fijó que las comisuras de sus labios estaban blanquecinas. Sabía que era a causa de que a veces, la medicación le hacía babear y no era consciente de ello. Aunque su aspecto general era aseado y alguien del personal parecía haberse ocupado que tuviera buena presencia. Carmelo tuvo la certeza de que él, por sí mismo, no era capaz de ocuparse de ese tema. A parte de que le diera igual.

Carmelo se demoró unos instantes en bajarse del coche. De repente le había entrado un poco de flojera. Se había preparado mentalmente para ese encuentro, pero no parecía haberlo hecho bien. Por mucho que Sergio le hubiera avisado, no estaba preparado para encontrarse con un hombre de su edad que parecía, por su aspecto, que pudiera ser su padre. Estaba seguro que cualquiera que no lo conociera, le podía echar cincuenta años.

Sergio tomó la iniciativa y una vez se bajó del coche, fue directo al encuentro de Quim. Era claro que el representante era una persona querida para él. Sergio procuraba ir al menos tres veces al mes a pasar la tarde con él. Aprovechaba y le llevaba algunas de las cartas que le seguían enviando sus fans de su época de actor. Las leían juntos y Sergio le ayudaba a contestarlas. Sergio las escribía poniendo las aportaciones de Quim y al final él las firmaba.

Se abrazaron y Quim le besó repetidas veces en la mejilla. Sus ojos brillaban a causa de las lágrimas que los inundaron. Carmelo se decidió a salir del coche. Fijó la mirada en los ojos llorosos de su antiguo compañero. Algo por dentro del rubito se quebró. Se lo podía haber imaginado cientos de veces en esos años, pero … la realidad era mucho peor. Ese podría haber sido él. Cuando Sergio rompió el abrazo, Carmelo lo sustituyó. El llanto de Quim se hizo más intenso. Todo su cuerpo temblaba al ritmo de sus sollozos. Carmelo lo besó un ciento de veces por toda la cara. Se separó un momento de él, le cogió la cara con sus manos y le besó en los labios. Le dio igual los restos de baba, las lágrimas que surcaban las mejillas de su amigo. Volvió a mirar sus ojos. Supo que Quim quería despedirse de él, porque había tomado una drástica decisión. Intentó transmitirle con sus ojos que aguantara. Que todo podría cambiar.

-Sigues de rubio, Dani.

Éste sonrió. Su voz le había sorprendido. Ronca, sin alma, como Jorge solía definir el habla de muchos damnificados de ese mundo. Sonrió también porque recordó que Quim, antes que Jorge, solía meterse con su decisión de teñirse de rubio.

-Lo sigo haciendo para fastidiarte, no te creas. Recuerdo que no te gustaban nada los rubios.

-Era por ese hijo de puta alemán. Me recordabas a él.

-No jodas. No recuerdo a ese tipo, pero seguro que yo soy más atractivo y bastante mejor persona.

-Las dos cosas son verdad. Aunque, tú entonces eras también un cabrón. A otro estilo, pero cabrón. Era la única forma que había que pudieras ganarles. He leído a Roberta Flack que te has reformado. Debe ser porque te has enamorado. Del escritor.

-Pasemos dentro – dijo Sergio poniéndose en medio de ellos y empujándolos ligeramente hacia el interior de la residencia. – Podíamos ir al jardín de detrás. Hace buen día – les propuso el representante.

Sergio no les dio opción. Les fue guiando con paso firme hacia el interior del sanatorio. Y por dentro, inició una plegaria a los dioses del Olimpo, como hubiera dicho Jorge en un ataque de dramatismo, porque esa reunión saliera bien.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 99.

Capítulo 99.-

.

Olga permaneció callada mientras Guillermo comía algo una vez que terminó su actuación. El público poco a poco se iba retirando. Algunos de acercaron a su mesa, la 35, para felicitarlo. De paso, también felicitaban a Ventura que agradecía los elogios sin muchos más comentarios. No parecía importarle, pero Olga creyó distinguir un cierto sentimiento de satisfacción. Para ella era claro que su agente de enlace con el FBI, su cargo oficial al acompañarla, no estaba acostumbrado a los elogios. No sabía como gestionarlos. Parecía no importarle, pero al menos, los de ese momento, le producían buenas vibraciones. No tenía el gesto tan duro. Hasta cuando bromeaba con Olga no acababa de relajarse. Ni cuando en alguna ocasión a la comisaria se le ocurrió acariciarlo suavemente. No rechazaba esos gestos y entraba al trapo en las bromas, pero no acababa de cambiar su visaje. Siempre serio. Con los labios apretados. Dispuesto a dar un puñetazo a cualquier persona o cosa que se le cruzara por delante. Ni acercarse a la gente, quizás, pensó Olga, por miedo a que le decepcionaran. Prefería la soledad al dolor de sentir que esa persona en la que había depositado su confianza, le decepcionaba.

Los dos músicos empezaron a ponerse al día. No parecían haber tenido contacto desde que un par de veranos en su juventud, compartieron una temporada en la que Guillermo se alojó en casa de los Carceler. Parecía que los dos habían congeniado, pero no lo suficiente como para mantener el contacto entre ellos cuando esos veranos llegaron a su fin. Eso era lo que más le extrañaba a Olga. Y fue su primera pregunta, cuando Guillermo terminó su frugal comida. Fue la segunda, pregunta, corrijo.

-¿Solo comes eso? – Olga miraba extrañada la simple ensalada que el camarero le había traído.

-Hago cena fuerte. No me gusta comer mucho aquí.

-¿Te dicen algo?

-No. En realidad, la mesa en la que me siento, paga mi comida – Guillermo se sonrió. – Es para no haceros gasto.

-Pues pídete el cordero a la menta de la carta. Por nosotros – fue Ventura el que le ofreció – Paga Olga. – dijo con un poco de socarronería.

-No. Tranquilos. Era broma. Lo de que la mesa en la que como paga, no lo es. No me gusta comer mucho. Mejor dicho: no me gusta comer delante de los clientes.

-Pero Ventura y tú os conocéis.

-De dos veranos.

-Os veo juntos y pienso que esos dos veranos, conectasteis. ¿Por qué no mantuvisteis la comunicación?

-Nos conocimos por nuestros padres – Guillermo miraba a Ventura mientras respondía. Olga supo que su respuesta del presente llevaba años preparada. Y que posiblemente no tuviera nada que ver con la verdadera razón para no haber tenido trato. – Decidimos que si la vida nos juntaba a parte de ellos, seríamos amigos.

-No queríamos que ellos influyeran en nuestra amistad. – apuntó Ventura. – Los dos tienen cierta predisposición a organizar la vida a todos a su alrededor. Y no queríamos eso.

-Creo que ninguno de vuestros progenitores lo ha conseguido. Habéis seguido caminos distintos a los que os tenían preparados, y posiblemente ha sido tras luchar mucho con ellos. Tengo la impresión, Guillermo, que tu padre no sabe siquiera a qué te dedicas aquí.

-Ni falta que hace. A él ahora le da igual. Me dio por perdido. De hecho, me paga para que no aparezca en su vida de nuevo. Me ha aparcado aquí. La última vez que hablamos, me lo dejó claro. De eso ya han pasado – se quedó pensativo – casi año y medio. Me vine justo antes del confinamiento.

-No es mal aparcamiento. – dijo Olga muy seria.

-No lo es. No me dedico a estudiar como piensa. No sé si se enterara, si me cortaría la asignación. Aunque conociéndolo, posiblemente sepa desde el primer día que empecé a tocar aquí, que me dedico a esto, no a estudiar. Y no ha dicho nada. Mientras no tenga que verme la cara, creo que estará feliz.

-Tienes un trabajo. ¿Qué más te da que te mande dinero?

-Nueva York es muy caro.

-No parece que tengas gustos caros. De la carta, podías haber pedido cosas mucho más sibaritas, no ya por el precio, sino por gustar de ellas. Y no lo has hecho. Platos ligeros que no entrarían en colisión con tu decisión de comer frugalmente delante de los clientes.

-Es cierto, me gusta la comida sencilla. No me gusta presumir. Sé que hubierais podido pagar sin problemas un buen almuerzo. Os habéis gastado doscientos dólares en la petición. Eso solo sucede en ocasiones contadas. No me hace feliz, ni la buena comida, ni la ropa de marca. En cambio, Ventura, tú no te resistes a la buena ropa. Y usted, comisaria, del mismo estilo.

-No usas ropa buena, no te gusta, pero estás al día.

El músico alargó la mano y acarició con sus dedos la americana de Ventura.

-Quita la mano que me gastas la americana.

Se echaron a reír los tres.

-Me gusta estar al día. Mi madre me enseñó muchas de esas cosas que no se enseñan en el colegio. Me gustaba. ¿Y a qué debo que vengáis a verme?

-Teníamos ganas de que nos ayudaras. Sabemos de ciertos problemas que ha tenido tu hermano Sergio.

-“El maestro” – marcó las comillas con los dedos. Y la ironía estaba más que presente en el tono que imprimió a sus palabras.

-Pensaba que te llevabas bien con él. – Era la impresión de Javier y Carmen le habían trasladado a Olga de sus conversaciones con Sergio.

-Sí, sí. Es mi hermano.

-Eso no es una respuesta – Olga le miró de forma reprobatoria.

-Es cansado escuchar toda la vida, desde que casi nació el enano, que es un maestro. Y que nadie a su lado vale nada. Y en el fondo, todos tienen razón. ¿Le habéis escuchado tocar?

-¿Quieres ver una de sus últimas actuaciones?

Olga no esperó respuesta, y buscó en su móvil. Les indicó a sus compañeros de mesa que se sentaran a su lado, para que los tres pudieran ver y escuchar perfectamente la música.

-¿Ese es Nuño Bueno? ¿No estaba recluido en un centro de reposo?

-Es una larga historia. Para abreviar, Jorge Rios consiguió sacarlo.

-¡Jorge Rios! Como no. Sergio me habla mucho de él.

-¿Tienes contacto y no te ha contado de esa cita para tocar?

-No tenemos tanto contacto. De vez en cuando me manda algún mensaje para informarme de las cosas que le sorprenden. Muchos de ellos ni los leo. Jorge Rios ha sido el protagonista de dos tercios de esos mensajes en las últimas semanas. Nunca se ha enterado de nada, el pobre.

-¿Como el hecho de que tu madre fuera una gran actriz hace años?

-Con eso me reí mucho. Ese ha sido el tema del otro tercio de los mensajes. El gran Jorge Rios fue el que le informó. El mismo que consiguió que mi madre se retirara.

-¿Se lo agradeces o se lo recriminas?

-Paso. En ese momento, me hizo un favor. Lo reconozco. Tuve por fin a mi madre cerca.

-Se sacrificó entonces por ti.

-No la conoces, Olga. Ella nunca se sacrifica por nadie. Ni por su niño Sergio. Se cansaría de trabajar, pienso. O a lo mejor, ese escritor lo consiguió de alguna manera.

-No creo.

-No la conoces.

-Sí la conozco.

-¿La conoces?

-Nati Guevara y yo tuvimos nuestros desencuentros antes de que dejara de actuar.

-No sabía. Pues luego de eso, no volvió a exhibir ese carácter del que tenía fama en aquella época.

-¿No has pensado que a lo mejor no quería seguir haciendo el mismo papel que hacía mientras era actriz? Es un mundo duro. Y más para las mujeres, al menos en esa época.

-Un mundo difícil, no me joda, inspectora. Aplausos, mucho dinero en la cuenta, todo el mundo esperando que deje caer un pañuelo de papel usado para agacharse y pelearse por él. Olvidándose de sus hijos.

-Creo que durante muchas temporadas, una de las condiciones que exigió en sus trabajos, era poder volver todas las noches a Salamanca para estar contigo.

-Eso sería cuando estaba enfermo. Enfermo de añoranza de mi madre.

-Creo que esos esfuerzos que hizo por ti, no los ha hecho por nadie.

-Cuando el enano nació, se retiró.

-No creo que tuviera nada que ver, Guillermo. Y además, su retirada fue bastante después de que naciera Sergio. ¿Y te abandonó? ¿Tienes el síndrome del príncipe destronado? No creo que lo hiciera. Más bien tengo la impresión de que eres su preferido.

-Por favor. Eso significaría que en algún momento hubiera sido príncipe. ¿Yo el preferido? No lo creo. La preferida de mi padre está claro que es mi hermana. Mi madre no tiene preferidos. Mi madre pasa. No toma partido. No se enfrenta a mi padre.

Olga se sonrió. Esa conversación no llevaba a ningún sitio. Guillermo tenía las cosas muy claras y su sentimiento de ser el patito feo de su madre, estaba muy arraigado. Un gesto de Ventura le hizo reafirmarse en su conclusión.

-¿Y entonces conocía a mi madre?

-Tuvimos nuestros momentos sí.

-¿Quién ganó la pelea? Dicen los que la conocían que era insufrible.

-Defendía su carrera.

-¿Y tú que tenías que ver con eso? ¿Ya eras policía?

-Sí. Me encargué en esa época de proteger a algún compañero de ella. ¿Y de que sabes que era todo un carácter? Hasta donde yo sé, nunca os llevó a Madrid.

-Recibe alguna visita de vez en cuando. Y algunos me han contado. Pon el vídeo, anda. Me “muero” por escuchar a los “maestros”.

Olga lamentó percibir de nuevo ese toque de sarcasmo y desprecio en su voz. Estuvo tentada de fingir un error en el archivo y no ponerlo. Pero Ventura parecía tener ganas de escucharlo también. Le había hablado en varias ocasiones de ese concierto improvisado. No se lo había enviado porque pensó que le ponía en el compromiso de verlo. Hasta que había escuchado a Guillermo hablar, nada le había hecho pensar que le gustaba la música clásica. Mucho menos que la tocara.

-He de precisar que no ensayaron. Era la primera vez que tocaron juntos. La primera y la última.

El vídeo empezaba un minuto antes de que empezaran a tocar. Los dos violinistas hablaban para ponerse de acuerdo. Olga se fijó por primera en que Nuño tuvo en esa conversación un par de gestos de desprecio hacia Sergio. No había sido consciente de ello. Miró a sus dos compañeros de visionado. Ventura había puesto un ligero gesto de asco hacia Nuño. Se había percatado. Guillermo en cambio, no parecía haberlo detectado o le daba igual. O lo más posible: se alegraba.

Olga mantuvo el vídeo hasta el final del primer movimiento del concierto de violín de Tchaikovsky. Decidió terminar el visionado ahí. Miró de refilón a Ventura para pedirle disculpas. La cara de Guillermo era la de alguien que no le interesa lo que está viendo y se pone a pensar en otras cosas. Seguir escuchando era una pérdida de tiempo. A Ventura se lo iba a mandar luego, podría escucharlo cuando quisiera.

-No he visto a ese escritor en las imágenes.

-Lo estaba escuchando desde otra ubicación.

-Entonces no tenía mucho interés.

-Lo tiene. Está haciendo todo lo posible para que tu hermano salga de la depresión en la que estaba y vuelva a retomar su carrera.

-El mundo puede vivir perfectamente sin mi hermano tocando el violín. Y también puede vivir con su depresión. Millones de personas están deprimidas. ¿Se va a ocupar ese escritor de todas ellas?

-Es muy bueno. Está a la altura de Nuño, y él es el mejor de su generación. No ha sido una interpretación perfecta, Guille. Pero a pesar de que estés harto de escuchar ponderar su virtuosismo, debes reconocer que es un gran violinista.

-Mi opinión no importa. Si los programadores le contratan, que tenga suerte. No creo que lo hagan.

-¿Por qué?

-Porque es una nenaza. Dijo sí, y luego no. Que apechugue. No tiene cojones para ser consecuente con sus decisiones. Conmigo, mi padre fue claro. Tienes que hacer esto. Le dije que no. No. Rotundo. Me dejó de hablar. Luego, a través de mi madre, me propuso venirme a Estados Unidos. Al día siguiente hice el equipaje. Me mantienen, feliz. Yo hago lo que me parece.

-¿Qué es lo que te propuso tu padre?

-Algo parecido a lo que le dijo a Sergio. Pero él pensó que era mejor que soltara la pasta y aprovecharse. Eso es lo único que siempre ha buscado. ¿Sabéis el dineral que cuesta su educación musical? En un mes, lo que recibo yo en un año.

-Puede que tú supieras las consecuencias y él no. Y puede que si tu padre hubiera decidido mandarle donde ese profesor alemán

-No lo entiendes. Mi padre tenía … compromisos. Nunca estuvo en su ánimo mandarle con el maestro Ludwin. No era una opción. Solo había una: Mendés.

– ¿Perdió en una apuesta? ¿En una partida de póker?

Olga había lanzado esa posibilidad como una manera de provocar. Pero la reacción tanto de Ventura como de Guillermo, le hizo pensar que, sin pretenderlo había acertado. En la vida se lo hubiera imaginado. Nunca habían pensado que ese pudiera ser el motivo. A duras penas pudo mantener la compostura. Aunque Ventura se dio cuenta de su sorpresa. Guillermo no quiso incidir en el tema. No contestó verbalmente. Siguió hablando como si Olga no hubiera hecho esa propuesta.

-Se las da de listo, pero siempre ha sido un inocente que además se cree listo. Toma listeza. Toma ser un blandengue. Él se lo ha buscado. No me da nada de pena, lo siento. Pensó que iba a tener a mi padre contento y luego conseguiría lo que quería. Pero ese camino, no tenía vuelta atrás.

-¿Alguien te incitó a hacer alguna cosa ? – preguntó Olga. Ventura no parecía inclinado a preguntar. Quizás, pensó Olga, porque muchas respuestas ya las sabía.

-¿Follar con otros tíos o participar en esas “fiestas” para maestros? Sí.

-¿Fuiste?

-Sí. A unas cuantas. En algunas la verdad es que me lo pasé bien. Cuando había algunas cosas que no me gustaba, cogía la ropa y me las piraba. Y si alguien intentaba pararme, le soltaba una hostia.

-¿Podrías decirnos quien ?

-Que os lo diga él. ¿Me voy a jugar yo el tipo por él? Ni en sueños. Si quiere recuperar su carrera, que se juegue el pellejo él.

-Cuantos más testimonios tengamos, mejor podremos detener y acusar a esas personas.

-No. Conmigo no contéis. Ese Mendés es un hijo de puta. Conozco a algunos que acabaron muy mal.

-Dinos sus nombres, para intentar ayudarlos.

-¿El escritor les va a ayudar? ¿Creando un personaje en sus libros para que se sienta mejor? Que risas.

-Yo pensaba en ayudarlos nosotros. La policía.

-¡La policía! Otro chiste. Si no os habéis querido enterar de nada. Todo eso lleva años sucediendo. ¡¡Años!!

-Hemos despertado. Podemos hacer algo por esas víctimas.

-¿También por las que están bajo tierra?

-Esas personas que dices están bajo tierra, tendrán familiares que hasta que no encuentren al culpable, no podrán descansar tranquilas – le dijo Ventura en tono paciente. Olga estaba sorprendida de la mesura de sus intervenciones. Se lo imaginaba enfadado por algunas de las respuestas de Guillermo, pero no era así.

-Me dan igual esos familiares. Son tan culpables como mi padre o como Sergio. Todos ellos sabían, pero querían conseguir la gloria para su familia. Toma gloria. Esos músicos que duermen eternamente, son los únicos que se vieron inmersos en un juego que no alcanzaron a entender.

-Igual que tu hermano entonces.

-Él sabía. Yo se lo dije. Pero me tachó de mentiroso. Tengo grabada la mirada de asco que me puso. Si quiere declarar, que declare él. Si quiere acusar, que acuse él. Él no hizo nada por mí, no lo no voy ahora a jugarme el pellejo por él.

-Guillermo. El era pequeño. – era un reproche, pero Ventura había sido muy dulce lanzándolo.

-Lo era cuando le convenía. Para largarse a Moscú al concurso ese, era muy mayor. Y para irse a Londres o a Verona. Era mayor para lo que le interesaba. Le ha sacado el dinero a mi padre. Le dije: Luego papá se lo va a cobrar. Y no te va a gustar el precio. Desprecio y suficiencia, esa fue su respuesta. Lo dicho. Que ahora, se juegue él sus pelotas. Yo he alcanzado la paz, y hago lo que me gusta. Soy medio feliz.

-Lamento que no nos ayudes, Guillermo – volvió Ventura a la carga.

-Turi, eres un tío cojonudo. De verdad. Si no hubieras estado en pareja cuando nos conocimos, te hubiera entregado mi corazón, mi cuerpo y mi vida. Hiciste que recuperara las ganas de vivir, de amar y de tocar el piano. Eso sí, el violín no lo he vuelto a tocar. Pero no me pidas eso. Tú me sacaste del hoyo. No pretendas ahora lanzarme de nuevo a él.

Ventura alargó el brazo y le ofreció la mano. Guillermo se la puso y entrelazaron sus dedos. Ventura se la llevó a la boca y se la besó varias veces.

-Si vuelves por Nueva York, llámame y tocamos de nuevo juntos. Y nos vamos luego a cenar por ahí.

-Claro.

-¿Os volvéis esta noche a Washintong?

-No. Se nos ha hecho tarde. Hemos perdido el vuelo. – respondió Olga.

-Olga si prefieres volver de todas formas, hago una llamada. – ofreció Ventura.

-Quedémonos y hagamos algo.

-Os invito a cenar y luego os llevo a un sitio con la mejor música de Jazz en directo. – propuso Guillermo.

-Tenemos que buscar habitaciones.

-Estamos en un hotel.

-¿Querrán alojarnos? – Ventura no podía haber hecho la pregunta de forma más irónica de la que la hizo.

-Más les vale si quieren conservar el trabajo mañana. Ya me han tocado los ovarios suficiente por hoy.

-Mientras arregláis lo de las habitaciones, yo me voy a casa a duchar y nos vemos luego.

Guillermo se levantó de la silla y se abrazó a Ventura, a la vez que le daba dos besos. Luego se giró y tendió el puño a Olga que se lo chocó sonriendo melancólica.

-Os mando un mensaje cuando esté listo, con la localización del sitio.

Ya solo estaban en el restaurante ellos dos y Allan, que esperaba paciente en otra mesa.

-Deberías haberte ido a casa. – le dijo Olga de mesa a mesa.

-No se preocupe, comisaria. Es mi trabajo.

-Ya has oído cual es el plan.

-Tengo ropa para cambiarme. Me han dicho que no debo dejarlos hasta que se vayan de Nueva York. Y para una vez que mis órdenes me agradan, no voy a protestar.

-Vamos entonces a recepción. Y si nos da tiempo, tomamos un cóctel en el otro bar.

-¿Pagas tú?

-No Turi. Pagas tú.

-Oye, no te he dado permiso para llamarme así – Ventura fingía muy mal un enfado que en todo caso, era sorpresa por la confianza que se había tomado la comisaria.

-Vale. Tienes razón. No te llamaré así hasta que me des permiso. ¿Me lo das?

-¡¡No!!

-Vuélvete conmigo a España.

-¡¡No!!

-Que cansino eres. Pues pagas tú la comida.

-¡¡¡¡No!!!! Te toca a ti.

.

Cuando los dos se volvieron a encontrar en la coctelería del hotel, se mantuvieron un rato pensativos. Su entrevista con el hermano de Sergio no había transcurrido según lo que al menos Olga, se había imaginado. Esas pesquisas en Estados Unidos, no dejaban de darle sorpresas.

-Creo que me deberías poner en antecedentes, Ventura. Hay cosas de lo de antes que no alcanzo a entender.

-No son recuerdos que me apetezca traer de nuevo aquí.

-Me imagino.

-No pienses que luego, si le insistes a Guille, te va a decir algo distinto. Le he notado que tiene todo muy interiorizado.

-No pienso insistir. No es un acusado, ni un detenido. Tiene derecho a contar o callar. Lo que yo opine de su actitud, es indiferente. Y no puedo opinar, porque, lo único que he sacado en claro, es que sé menos de lo que sabía al venir. Tengo más preguntas y casi ninguna respuesta. En este caso, nos pasa mucho. Y hoy, ha vuelto a ocurrir.

-Este mundo es complicado.

-¿De que a qué mundo te refieres?

-Al que rodea todo este caso.

Olga se echó a reír de repente. Ventura lo miraba con gesto divertido. A Olga le gustó, porque al menos, el reencuentro con su viejo amigo, le había relajado un poco el gesto.

-¿Me vas a contar de qué te ríes?

-Es que se me ha ocurrido pensar que este caso ¿Por qué Peter Holland te ha elegido a ti para acompañarme? Casualmente alguien que tiene ciertas conexiones con el caso.

-¿Porque hablo español? ¿Porque soy español?

-En realidad tienes doble nacionalidad.

-Vaya. No hay forma de mantener algunas cosas en secreto.

-Pero me da igual que seas estadounidense. Te quiero de vuelta.

-Que no.

-Te necesito.

-No es verdad.

-Necesito un nuevo miembro del equipo que tenga doble nacionalidad.

-¿No te vale con el francés y el inglés?

-No.

-¡¡Por Diosssss!! ¡¡Qué cansina!!

Ventura se echó a reír. Pero Olga se puso seria.

-Peter Holland está jugando conmigo. Sabía que su interés porque viniera a dar ese curso a Quantico, tenía algunas razones que se me escapaban. Cada vez estoy más segura de ello. Sabe de este caso mucho más de lo que dice. Y si le interesa … eso nos lleva al tráfico de drogas, de personas o de armas. Dudo en pensar si te ha puesto a mi lado para que me cuentes lo que sabes o para que le cuentes a él lo que yo sé.

-No me ha preguntado.

Olga se lo quedó mirando. Y Ventura le mantuvo la mirada. Olga suspiró. No le parecía que le mintiera. Lo que si percibió es que su pregunta, había hecho pensar a su compañero.

-Te quejas de que yo haya descubierto algo de lo que no me has contado, pero está claro que el FBI sabe mucho más.

Olga no dejaba de juguetear con la guinda que aderezaba el cóctel que se había pedido. Aunque su última frase había sonado a pregunta, no esperaba ninguna respuesta de Ventura. Estaba imbuida en sus cavilaciones. Su mente corría a velocidades supersónicas y por caminos que no se hubiera imaginado.

-Lo bueno de todo esto, es que si lo necesitas, estoy seguro que Mr. Holland te ayudará.

Olga miró a Ventura.

-No me gusta que lo revista de favor. Y preferiría que nos iluminara antes de preguntar, para no transitar los mismos caminos que ya ha recorrido el FBI. Eso sería una pérdida de tiempo y de recursos.

-¿No te cansas de esta lucha? Es como luchar con molinos de viento.

-Casi todos los días, no te miento. Podría vivir del dinero de Mark. Me lo ha propuesto muchas veces. Y por muchos caprichos que me diera, nunca tendría problemas económicos. Mi hijo ya es mayor para meterse en grandes problemas, puedo dejarle que los solucione él solito. Irme a una de las fincas de Alemania o de Inglaterra y disfrutar de la vida.

-¿Y entonces?

-¿Por qué sigues tú? Dices que te llevas mal con tu padre, pero esa americana que llevas hoy, cuesta lo que cobras en un mes en el FBI. Quiere decir que no necesitas trabajar para vivir. Y menos en este negocio. No me contestes, no quiero que busques a todo correr una mentira para dejarme contenta. Sabes, cuando dudo, recuerdo a Arlen en mis brazos. Un chico de trece años lleno de señales de latigazos, de puñetazos, con el ano roto, con el pelo trasquilado, los pies llenos de llagas de correr desnudo huyendo de los perros que querían follarlo. O me acuerdo de Dani. Un actor de éxito cuyo cuerpo parecía más un cadáver andante en descomposición que el de un joven atractivo hasta decir basta, inteligente, trabajador, un gran artista cuya vida debería estar llena de felicidad y cosas placenteras. Y otros como ellos. Y a más recuerdo lo que Jorge les murmuraba cuando les llevaba a buscarme. Esas palabras se las repetía yo luego, cuando estaban en mis brazos y empezaban las curas, a las que alguno era remiso. Me parece que no tenían buen recuerdo de enfermeros y médicos. Otro campo que apenas hemos explorado de momento. No sabes lo que es tener en tus brazos a un chico así. Luego, tenía que dejarlos ir. Alguno me da que llegó donde ti, no sé muy bien por qué, y tú a pesar de tu corta edad, los ayudaste. Me da que lo hiciste con Arlen. Con Guillermo, lo tengo claro que sí lo hiciste.

-Todos buscaban a Jorge. – dijo Ventura en apenas un susurro.

-Pero Jorge tiene sus propias batallas. Debía lucha contra sus propios fantasmas. Y protegerse. ¿Te crees que esas excursiones no provocaban que muchos de sus víctimas lo buscaran luego para matarlo? Él también es un personaje público. Un personaje que hasta ahora, nadie quería proteger. Que no podía contar con la policía para ello. Debía arreglárselas él. Alguien le puso guardianes. Es cierto. Alguien que tenía poder y dinero. Esa gente no trabaja gratis. Son caros, porque son muy buenos. No podía significarse estando pendiente de esos chicos. Los debía echar de su lado, para no ponerlos en peligro. Cualquiera de ellos que se acercara, podía morir en cualquier callejón. Y nadie se interesaría por su suerte. Nadie les lloraría.

-¿Y ahora? ¿Que ha cambiado?

-Que va con ocho policías a su lado. Todo el tiempo. Que tiene un hacker que vela por él. El mejor. Que a parte de la escolta que le proporcionamos nosotros, tiene a sus guardias de toda la vida. Si algo se nos escapa a nosotros, están ellos pendientes. ¿Eso es vida? Que tengan que acompañarte si quieres cagar en un bar. ¿Que si quieres tener un momento de solaz con un amante, al menos ocho personas se enteren? Que si estás de bajón, sea la comidilla de toda la Unidad. Lo que comes, lo que bebes, las personas que te encuentras, todo es público. Ahora lleva como nosotros, cámaras y micrófonos. No puede tirarse un pedo sin que lo sepamos.

-Él podría contaros muchas cosas.

-¿Crees que los que se encargaron del olvido de Dani para protegerlo, no lo hicieron también con Jorge?

-Ese punto no lo acabo de entender. Lo del olvido.

-Ni nosotros. Pero es lo que hay.

-Sinceramente, eso lo tuvo que hacer una agencia poderosa.

-¿Como el FBI?

-O la CIA. O los del otro lado.

-Por la forma de comportarse tu jefe, me inclino por pensar que está implicado el FBI.

-Mira, ahí viene Allan. Le sienta mejor la ropa de asueto que la de trabajo.

Ventura se sonrió.

-Cierto. Mira, Guillermo acaba de mandarme un mensaje. Nos manda la ubicación del sitio donde quedamos.

-Espero que Allan nos guíe.

-Por cierto ¿Te has dado cuenta de que ni siquiera se ha interesado por saber lo que haces a mi lado? No le has dicho que eras policía ni que estabas en el FBI.

-Es cierto. No me mires así, no le he dicho nada. No le he visto desde los ¿dieciséis? La verdad es que ya entonces contaba al que me quisiera escuchar que iba a ser policía. Lo habrá dado por supuesto.

-No nos ha hecho ninguna pregunta sobre nosotros. – Olga reiteró sus dudas.

Ventura, como única respuesta, se encogió de hombros mientras afirmaba con la cabeza ligeramente.

-¿Nos vamos? – dijo su ayudante en Nueva York al llegar donde ellos.

-Vamos sí. Confiamos en ti para que nos guíes.

-Es un sitio muy bueno – dijo al ver el lugar de la cita con el músico. – No está lejos.

-Pues en marcha.

.

-Alguien ha intentado borrar los archivos grabados en el hotel y el restaurante.

Como siempre, Aitor no había saludado. Había ido directamente al grano.

-Mirad de acelerar. – pidió Carmen a Tere y a Juanjo

-Tere y Juanjo están en ello. – dijo ahora a Aitor – ¿Puedes hacer algo para ayudarlos?

-Puedo intentar evitar que se acceda para borrarlo.

-Mira de conseguirlo. Me hace señas Tere que tardarán todavía diez minutos.

Carmen miró la pantalla de su móvil. Aitor había colgado de repente. Pero otra llamada le sustituyó: Javier.

-Vente. Nos vamos a ver a la ministra y al ministro.

-Os dejo encargados – les dijo a Tere y Juanjo. – Aseguraros de que los archivos no estén corruptos. Y daros maña. Intentan borrarlos.

-Si te parece, cuando acabemos con esto, quitamos todos los micrófonos y cámaras de los sitios dónde las hay. Son las habitaciones premium y las suites. A parte de los comedores privados. En ellos, Roberto se ha encargado.

-Dile que es prioritario que mire ese pen que ha encontrado pegado a la mesa de ese comedor.

-Elías se ha vuelto a la Unidad para estudiarlo con Pati.

-Prefiero que lo haga Roberto. – insistió Carmen.

Tere se la quedó mirando. Asintió con la cabeza. Entendió que la comisaria quería mantener su contenido en secreto máximo.

-Y estas grabaciones, de momento, que no las escuche nadie.

-¿Tan grave es?

-Vamos viendo.

Carmen le pidió a Beca que le sirviera de conductora.

-Así aprovecho el viaje a la Unidad. Esto se ha complicado mucho.

-Vamos.

Javier la esperaba en el garaje. No la dejó ni bajarse del coche. Se subió él y se sentó a su lado en los asientos de atrás.

-Beca, llévanos al Ministerio del Interior, por favor.

Para sorpresa de Carmen, dos coches les esperaban fuera del garaje. Uno de ellos, se puso delante y el otro detrás.

-¿Es la gente de Jose Oliver? Me ha parecido ver a Miri.

-Sí. El Ministro ha insistido.

-¿Qué han grabado estos insensatos?

-De todo. El CNI andaba tras la pista de algo. Les habían llegado rumores. Andaban entre diez hoteles, de los mejores de Madrid.

-Los detectores de Roberto, entonces

-El cabrón lleva el móvil bien preparado. No nos dimos cuenta cuando fuimos a sacar a Jorge y Carmelo de su comida con el embajador. Ni los de CNI cuando han mandado a alguien a escanear ese local de tapadillo. Y los idiotas del abogado y el director, nos lo han puesto en bandeja con su actuación.

-¿Espionaje puro y duro?

-A ver que nos dicen. Me huelo que sí.

-Lo que te hueles, es que alguien delicado ha sido objeto de esas grabaciones.

-Puede que el Presidente. Eso es lo que parece han esgrimido. Aunque me da que es algo más … espurio.

-O sea que nos atañe, es de nuestro caso, pero como es alguien … en …

Javier asintió con la cabeza.

-Y nos van a dejar sin esas grabaciones.

-Me imagino que habrá otras muchas para justificar que invoquen la Ley de Secretos del Estado.

No tardaron en llegar a la c/Amador de los Rios 7, sede del Ministerio del Interior. Los guardias de la entrada les abrieron las puertas en cuanto enfilaron la calle para que no tuvieran que esperar. Javier y Carmen se bajaron del coche a la vez que los GEO que les habían servido de escolta. Los acompañaron hasta entrar en el edificio.

-¿Y todo este despliegue?

-El abogado ha podido avisar. Si Aitor ha descubierto intentos de borrado, alguien se ha chivado de nuestra actuación.

-Puede haber sido en el juzgado.

-Es posible. La jueza ya está haciendo sus indagaciones. Ha decretado el secreto de sumario. Porque además, alguien se lo ha chivado al CNI. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo. Sabemos que tenemos infiltrados tanto de Anfiles como del CNI. Sería hora de ir empezando a buscarlos.

-Esto es de locos. Lo que nos hacía falta.

-Me imagino que lo que nos dirán es que se encarga el CNI.

-¿Y si hay alguna grabación que nos ataña? Soy cansina, ya lo sé.

Javier levantó las cejas.

-Vale. – Carmen entendió que Javier le había pedido algo a Aitor. Pero vio que le hizo un gesto con las cejas para que hablara – Nos jodemos entonces y ya está.

Javier hizo una mueca satisfecho.

-Os esperan – les dijo Miguel, el secretario del Ministro. Tanto Javier como Carmen chocaron los puños con él.

No fue una sorpresa encontrarse a la Directora del CNI junto a los Ministros de Defensa e Interior. Los tres estaban sentados alrededor de la mesa de juntas que el Ministro tenía en su despacho.

Triana, la directora del CNI les sonreía al saludarlos.

-Reconozco que tenéis buena gente trabajando a vuestro lado. Llevamos semanas buscando. Vosotros llegáis y lo encontráis en cinco minutos.

-Me imagino que no se lo esperaban. O había alguien al que estaban intentado grabar cuando hemos llegado y les hemos fastidiado. – dijo Carmen. Tere le había pasado la lista de clientes alojados, y tenía un par de ideas al respecto.

-No os entretendremos mucho – les dijo la Ministra de Defensa mientras les saludaba – Sé por Fernando que no os sobra el tiempo.

-Sentaros. – les indicó el Ministro de Interior.

Miguel apareció con sendos cafés para los policías. Ya se conocían y sabía sus gustos. Carmen le sonrió agradecida, mientras Javier atendía a la directora del CNI.

-Por cierto, dadle recuerdos a Rui.

-De tu parte. No ha podido acercarse. Me ha pedido que le disculpéis. Está en medio de una misión encubierta.

-Vaya. No me lo esperaba. – la Ministra de Defensa no ocultó su sorpresa y miró a su compañero de gabinete.

-Es culpa mía. Es algo muy delicado y no podía encargárselo a nadie más. A nosotros ya nos conocen. – explicó Javier.

-Estoy al tanto, Margarita. – atajó en tono rotundo Fernando.

-La situación es la que sigue.

La ministra de Defensa tomó la palabra. Como buena política y antigua jurista, hizo una disertación muy bien argumentada, pero nada original, para pedirles, ordenarles, que entregaran todo el material incautado referente a las grabaciones en el hotel al CNI. La jueza estaba de acuerdo en abrir una causa separada de la que había propiciado la actuación.

-En esas grabaciones estamos seguros que habrá algunas que atañan a nuestro caso. – Javier no había dejado de mirar a la Ministra. A ésta le costaba mantenerle la mirada.

-No te preocupes, Javier, que mi gente, después de escucharlas, te derivará las que os atañan. Vuestro caso también nos interesa a nosotros.

-No lo dudo. – Javier sonrió. Parecía un gesto amable, pero Carmen sabía que tanto el comentario como su visaje, estaba cargado de sarcasmo. El ministro hizo un amago de sonreír que murió casi antes de nacer.

-Sabiendo de vuestra segura colaboración, he enviado a mis hombres para hacerse cargo de los archivos. Nos encargamos también de eliminar los medios de grabación que habéis encontrado. No os tenéis que preocupar por ello. Así os podéis dedicar a otras cuestiones.

-Respecto a eso, deberíais hacer un registro en profundidad, porque hemos preferido, siguiendo las instrucciones de la jueza, confiscar todas las grabaciones, por el posible intento de destrucción que existía. Hemos detectado solo algunos de los micrófonos y cámaras, que no ha sido una búsqueda exhaustiva. – explicó Carmen en un tono muy formal.

-Mandaré entonces más personal especializado.

La Directora del CNI miró a la Ministra de Defensa. Ésta tomó la palabra.

-Es innecesario deciros que estas actuaciones son Secreto de Estado. Conviene que se lo recordéis a vuestro personal. Y si alguno no ha firmado …

-Margarita, ya te lo he dicho antes – ahora tomó la palabra el Ministro de Interior. – Todos los que han estado en contacto con las grabaciones, son compañeros de confianza de Javier y Carmen. Y todos han firmado el formulario de Confidencialidad de Secretos del Estado.

-No viene mal recordarlo.

-He pedido a Carmen antes que me enviara un listado del personal destacado allí, y Miguel ha comprobado minuciosamente que todos lo han firmado.

-Perfecto. Entonces, Triana, creo que deberías ir a ocuparte. Yo llego tarde a una reunión. Fernando, nos ausentamos.

Se levantaron todos y la Ministra y la Directora del CNI de despidieron de todos. Los tres miraron como las dos mujeres salían del despacho del Ministro.

Fernando fue un momento a su escritorio y sacó un aparato para evitar escuchas y lo puso en medio de la mesa de juntas. Lo encendió. Cuando las luces fueron verdes, hizo una señal a Carmen y Javier para que hablaran.

-Todos sabemos que no nos van a contar nada. – dijo Carmen resignada, bebiendo de su taza por primera vez. Miguel entró en ese momento y les puso un plato con unos hojaldres rellenos de crema.

-Se que sois muy dulces – Miguel guiñó el ojo a Carmen que le lanzó un beso. Casi ni dejó que apoyara el plato y ya había cogido uno que saboreó casi con necesidad.

-Este asunto os pone de nuevo en la diana. Pensad lo de poneros escolta.

-¿Debemos protegernos del fuego enemigo o del amigo?

-De ambos.

-Javier ya la tiene. – dijo Carmen decidida.

-Ahora toca ponértela a ti y a Olga.

-Creo que en Estados Unidos ya le han puesto un agente especial que vela por su seguridad.

-¿El que pensáis reclutar?

-Sí. Y por si pregunta la amiga Triana, también firmó en su día el compromiso de secretos del Estado.

-Convenía que Olga se lo volviera a dar, por si acaso.

-Le mando un mensaje. Están haciendo gestiones en nuestro caso. Están juntos.

-Perfecto.

-No dudo que tenéis recursos e imaginación para sortear el contratiempo de que el CNI os haya quitado esos archivos.

Javier se echó a reír. El Ministro se sonrió.

-Eso Fernando, creo que es mejor que no te enteres.

-Si hay algo que deba enterarme, cuando los oigáis, quedamos en sitio discreto y me cuentas.

-Cuenta con ello. No habrá nada por escrito.

-¿Qué les ha dado tanto miedo? – era la duda que tenía Carmen desde que Javier le había anunciado la reunión.

-¿Que es el restaurante preferido de Triana? ¿Que suele llevar allí a sus … a las personas que quiere … ?

-Vale.

-Yo mismo he comido allí muchas veces.

-¿Trabajo?

-Sí. Y placer. Suelo ir con mi marido. Nos pilla cerca de casa.

-Lo miramos. No creo que hayas tenido ninguna conversación delicada sin usar un aparato de esos. – Javier señaló el inhibidor. Fernando sonrió.

-Informadme, por favor.

El Ministro apagó el inhibidor de grabaciones y transmisiones.

-¿Y cuando vuelve Olga?

-Le quedan dos semanas – contestó Carmen. – Está encantada con los cursos. Dice que en lugar de enseñar, está aprendiendo mucho. Se está estudiando los protocolos del FBI. Dice que son muy interesantes.

-Y hace mucho turismo. Esta semana se está dedicando a Nueva York. Ha ido a varios restaurantes de esos que tienen actuaciones en directo.

-Y a un local de jazz. Ya sabes como le gusta la música.

-Que envidia.

-Fernando … Pero bueno, si estáis todavía aquí. Al ver a esas salir, pensaba que os habíais ido por la otra puerta.

Había entrado Carla, la ayudante del Ministro. Al ver a Carmen y Javier fue hacia ellos para saludarlos. Estos se levantaron y la abrazaron.

-Os tengo que dejar. Pero acabaros el café. Si necesitáis algo, pedídselo a Miguel con toda confianza.

El Ministro se levantó y se puso la americana, Se inclinó sobre la mesa y volvió a pulsar el inhibidor.

-Por si acaso – dijo sonriendo.

-¿No te fías ni en tu despacho? – a Carmen se le escapó un cierto gesto de guasa.

El aludido no respondió, solo sonrió y se encogió de hombros mientras se dirigía a la puerta de salida seguida por su ayudante.

Javier y Carmen se quedaron unos segundos en silencio. Bebieron de sus tazas.

-Pues este registro que nos podía dar mucho trabajo, se acaba de diluir.

Javier no contestó. Apuró su café e hizo un gesto a Carmen para que lo imitara. Esta le hizo caso y cogió un último hojaldrito de crema. Se levantaron los dos y apagaron el inhibidor.

-Nos vamos Miguel.

-Ten Carmen. – el secretario le tendía una bolsa de papel – Te he preparado unos mini petisús para el camino.

-Eres un tesoro. Cuando te aburras de Fernando, te vienes a trabajar con nosotros.

Miguel sonrió antes de contestar.

-Seréis mi primera opción.

No dijeron nada camino de la salida del edificio. Beca los esperaba apoyada en el coche. Arrugó el entrecejo. No era normal que Carmen y Javier andando juntos fueran tan serios y callados. Fue a decir algo, pero Carmen le hizo un gesto para que se montara en el coche y salieran de allí. Carmen saludó ligeramente con la cabeza a Silvia y Miri, dos de las GEO que volvían a servirles de escolta. Estas la contestaron con la misma discreción y parquedad de efusividad.

En medio de la Castellana, Javier sacó de su bandolera su propio inhibidor.

-¿Tan mal ves la cosa?

-Si Fernando duda en su propio despacho … – Javier meneó la cabeza y puso los ojos en blanco – Nos ha querido decir algo, sin decirlo. Lo conozco. No nos fiemos de Triana ni de su gente. A Margarita la tiene en el bote. Le da lo que quiere y ella hace como que no se entera de otras cosas. Pero Triana tiene muchos intereses a parte de la Seguridad Nacional. Y muchos amigos a los que servir.

-Como alguna de esas cosas le estalle en la cara … Es una mierda, porque ahora todo nos va a costar mucho más.

-Sabíamos que tarde o temprano el CNI iba a aparecer. Y no iban a ser los que solo quieren ayudar al país y protegerlo. Lo va a hacer la parte del CNI que tiene mucho que esconder. Que nada de todo esto se haya sabido en todos estos años, les implica a ellos. Han tenido que ser colaboradores necesarios.

-Rui se va a poner muy contento. Que puta Triana, mandándole recuerdos a “Rui”. Como si fueran amigos. – Carmen se calló de repente. Javier se sonrió. Sabía que su amiga tenía que hacer grandes esfuerzos para contenerse con la Directora del CNI. Tenían un pasado en el que precisamente no fueron amigas. – Ventura nos vendría muy bien. – el tono de Carmen había cambiado radical.

-Su padre va a ir a verlo. Pero antes de que venga, debemos preparar el terreno. Y necesitamos a Jorge para ello.

-¿Al final has quedado con Rodolfo?

-Ayer. Nos citamos en Lyon. Me mandó un jet de su compañía. Fue cuando te fuiste a casa.

-Me quedé roque en dos minutos. Te noto descansado.

-Los vuelos los dormí enteros. Es lo que tiene los jet privados.

-¿Te llevaste a alguien?

-A Lerman y a Sara, tranquila. Llamé a Thomá y el me mandó un conductor y otro coche de escolta.

-¿Y?

-Pues que quieres que te diga. Ya sabes como es. Lo conoces mejor que yo. Todo en él es decir sin decir. Afirmar y negar en la misma frase. Pero creo que intentará convencer a Ventura de que se venga con nosotros. Me habló de que a lo mejor, deberíamos empezar a pensar en hacer una gran comedia.

-¿Lo que alguna vez hemos planteado en nuestras reuniones locas?

-Pero llevado al extremo. Que algunos de los miembros de nuestro equipo se conviertan en enemigos nuestros.

-Enfadados y dispuestos a todo por jodernos. Pero con eso, les podemos joder la vida. Es muy fácil perder la cabeza en ese papel. Mira a Alberto. No creo que se recupere nunca de lo que ha vivido.

-Y que en todo caso, si Ventura viene, debe tener enemigos. – Javier no se dio por enterado del comentario sobre Alberto. Le escocía el tema.

-Patricia ya está concienciada en darle una patada en los huevos. No tiene buen recuerdo.

-Pero entonces ella era la pareja de Termas. Y asumía todo lo que decía ese cretino. Ventura era su enemigo número uno. Y eso que nunca llegó a enterarse de quién es su padre.

-Ni de todo lo que hizo en contra de sus órdenes.

Javier asintió con la cabeza.

-¿Por qué nos enamoramos de gilipollas? Somos listos, inteligentes, eficaces en el trabajo y luego, nos enamoramos de cretinos. – Carmen lo dijo en tono enfadado.

-Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa.

-Me jode romper el buen ambiente que hemos creado. Porque además esa comedia la deberíamos llevar hasta las últimas consecuencias. Y eso es muy duro. No sé si compensa.

-Hasta encarcelarlos si fuera preciso. Acusarlos de delitos. Convertirlos en delincuentes y apartarlos completamente.

-Beca, me acabo de acordar. El otro día me comentaste que Tinet y tú tenéis dos candidatos a ayudarnos.

-Sí. Tres.

-¿Tienes libre esta tarde? – le preguntó Javier

-Claro. ¿Quieres que les llame?

-Vamos a quedar a tomar un café sobre las 6. En El Trastero.

-Hecho.

-¿Sigo dando vueltas o queréis …?

-No. Vamos al bar de polis. No habrá casi nadie. Vamos a charlar con Leo antes de que se llene.

-¿Con toda la escolta?

-Son polis – Carmen se echó a reír.

-Pues vamos.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 89.

Capítulo 89.-

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-Ya se han dado cuenta de que faltas, escritor – le reprochó Carmelo.

-Luego aparecemos con los labios irritados de tanto besarnos.

-Vais a dar la impresión de ser unos quinceañeros ávidos de …

-Es lo que somos – dijo Carmelo sonriendo.

-Dani, querido, – Jorge decidió entrar en materia sin más circunloquios – me dijiste una vez, creo que fue el día que me anunciaste lo de la serie de Tirso, que en Londres te habían llegado rumores de que estaba liado con Rubén.

-Sí. Me lo dijeron varias personas además. No le hice mucho caso, la verdad. Sabía que eso no podía ser verdad.

Carmelo puso su mejor gesto socarrón. Jorge y Javier se echaron a reír.

-¿Podías decirnos cuando fue exactamente?

-Me fui a Londres el día … siete de enero. Me tenía que haber ido antes, pero me quedé para pasar el día de Reyes con tus sobrinos. – Jorge asintió con la cabeza. Habían hecho una gran fiesta para ellos en casa, con Martín, con Álvaro, con Ester, Biel, y algunos amigos más. – Dos días estuve en el hotel, hasta que me dieron el OK para poder hacer vida “normal”. Con test de antígenos cada ocho horas. Calculo que el diez, me lo dijo el primero. Fue el segundo día de rodaje. Pero espera … poco después me lo mandó Jonny por wasap.

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“I’ve been told that your friend the writer has found a new love while writing in a bar. They seem very much in love.”

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“Well believe me. They told me his name is Rubén.”

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Carmelo les tendió el móvil.

-Es unos días más tarde de lo que os he dicho. Pero tened en cuenta que antes ya me lo habían dicho de palabra. Varias personas además.

-No me comentaste nada.

-Tú tampoco me has preguntado por mi affaire con Lana Turner. Y sé que te llegaron wasaps al respecto. Te los he visto en el móvil. Y de un lío que tuve con Dennis Country. Los dos tenemos de esos wasaps un ciento.

-Lo de Lana Turner me parece bastante evidente que era falso – se rió Javier. – Lleva muerta desde los noventa.

-Y de vivir, tendría más de cien años.

-Pero Dennis no, por ejemplo. Y está cañón. En el caso de Rubén te lo comenté cuando me contaste que lo habías conocido y que te había pedido imperiosamente que publicaras de nuevo. Solo con verte la cara cuando te lo dije, ya tenía la confirmación de que todo era una patraña.

-Pero lo conocí a finales de enero. El veinticinco o así. Lo conocí digamos oficialmente. Antes lo había visto en esas fiestas donde perdía la verticalidad con mucha frecuencia.

Jorge se acordó de los mensajes que le había mandado. Sacó el móvil.

-El veinte. Sí, claro. Hablé con Nadia y Dimas en “El Puerto del Norte” el veinticinco. Tardé varios días en reescribirla. Y apenas seis ó siete días después de considerar que estaba como yo quería, salió la novela a la venta.

-No entiendo como lo hicieron lo de preparar esa novela en tan poco tiempo. No es corta precisamente. – dijo Javier.

-En realidad hicieron un poco de trampa. Eran pocas las librerías que ese día tenían ejemplares. La tenían las tiendas que estaban en sitios estratégicos. Las grandes cadenas, La Casa del Libro, La Central, El Corte Inglés, la FNAC. Luego en cada ciudad, la librería más vistosa y con escaparate más grande. Me escribieron algunos libreros conocidos que ellos no la tenían. En eso también me mintieron. A Esme, como saben que voy a firmar libros y a dar charlas a su salón de actos, tampoco se lo mandaron. Como castigo. Tardaron casi tres días. Y a esos otros amigos que me suelen preparar pequeñas reuniones con sus clientes especiales, tampoco.

-Porque cobraban por esos servicios a las demás librerías. – explicó Carmelo con gesto adusto. – Y esa gente parece que no perdonaba un duro a nadie.

-La imprenta trabajó una semana solo para mí. Aún así, debieron hacer una reimpresión en cinco días. Y la web se colapsaba para descargar los ebook. El equipo de corrección y maquetación trabajó día y noche. El ilustrador, Iván, tuvo la portada en ese intervalo. Luego fue mandar a la imprenta, porque ya estaba reservada. Y pueden imprimirla por partes. De hecho, así lo hicieron. Mandaban de diez en diez capítulos, según iban estando acabados. La editorial pagaba por tener esa disponibilidad. Esta vez, usaron sus servicios. Era mucho el dinero que se jugaban. Para la editorial llegó justo a tiempo para salvarla de una situación económica delicada.

-Pero trabajando tan deprisa se pasarían muchos errores.

-Jésica, la responsable de ese departamento es buena. Lleva muchos años en la editorial y casi todas mis novelas las ha preparado ella. Me conoce porque además es lectora convencida. A pesar de trabajar en la edición de mis obras, luego va a la librería y compra un ejemplar y se lo lee en casa con tranquilidad. Un día me llama, cuando la ha acabado de leer y me pide que se la firme y dedique. Ella en su trabajo, va apuntando los errores que va descubriendo y luego lo hablamos. Muchas de esas cosas que apunta, luego las elimina porque se da cuenta que tienen un por qué en la trama. Otras no. Y las comentamos.

-De todas formas – siguió explicando Jorge – en esta novela ha habido un cambio sustancial y es Aitor. Aitor, mientras yo escribía la nueva versión, él la iba corrigiendo. Si me duermo, él aprovecha para revisar lo que he escrito. Ha preparado el programa para que mientras él trabaja en una parte de la novela, yo no pueda tocarla. Pero en unas horas él ha corregido todo mi trabajo. Así, cuando terminé la nueva versión de “La Casa Monforte”, a las tres horas, ya estaba corregida por Aitor. No había errores tipográficos ni ortográficos. Y gran parte de la sintaxis estaba corregida. Y algunas incongruencias, como errores al nombrar un personaje. Eso Jésica me lo reconoció. Su trabajo había sido muy sencillo en esta novela.

-Aitor es bueno haciendo ese trabajo – apuntó Carmelo.

-Mucho mejor que Nadia. De hecho, con ella, tenía que repasar las novelas una vez pasaban por sus manos. Últimamente no era muy de fiar. En realidad nunca lo fue. Mira, Nando para eso, era bueno y concienzudo. O puede que se la diera a otra persona para que la corrigiera. Tal y como va mi puesta al día sobre mi pasado, no lo descarto. “La Casa Monforte” la había corregido ella. Y a pesar de mis revisiones, a la hora de reescribirla, descubrí muchos errores más. Incluso ortográficos. Con Aitor no hace falta repasar nada. Es muy perspicaz, además, enseguida sabe lo que pretendo. Y no solo corrige faltas de escritura, corrige hasta estilo y reescribe alguna frase o incluso párrafos. Y nunca he podido ponerle ni una pega. Lo ha hecho con las últimas, las que no tenía acceso Nadia.

-Nadia estaría a otras cosas – dijo Javier. – Y Aitor, es evidente que te idolatra y que te ha leído con mucha atención. Quizás tu amiga, no lo había hecho en absoluto. Volvamos a Rubén. Entonces Nadia ¿Cuándo te habló de él?

-Antes del puente de la Constitución. Vino a casa y hablamos de esas fiestas a las que iba para observar a esos … animales de la noche. Fue ahí cuando me contó.

-¿Sacó ella el tema?

-Desde el principio, sí. Creo que vino a casa con esa idea. Lo tenía todo pensado. Me dijo con voz compungida que estaba muy preocupada por si cogía el Covid yendo a esas fiestas prohibidas. O en el mejor de los casos, me detenía la Guardia Civil. Además me extrañó que dijera la Guardia Civil. Eso suponía que salía de la ciudad, según ella. Que a veces era así, pero no siempre. Fue un detalle llamativo.

-No conduces ¿No?

-No. Nunca lo he hecho. En mi vida privada tiro mucho de taxi. O Carmelo me llevaba, hasta que dejó de conducir con lo de la escolta. Mis contactos festeros me mandaban un coche o monovolumen para llevarme y traerme. O usaba los coches con conductor de algunos de los amigos de Carmelo.

-¿Los mismos que los coches de la Dinamo?

-Por ejemplo. No era mi único proveedor de transporte, pero sí uno de ellos.

-Normalmente ¿Notabas si esos conductores te conocían?

-Salvo los de la empresa de Elías, los demás no sabían quién era. Era un paquete a recoger. Y ninguno hizo gesto de reconocerme.

-¿Qué te dijo sobre Rubén? ¿Cómo te lo propuso?

-A colación de esas fiestas, me habló de una amiga suya muy cercana que tenía un problema con un sobrino. Que parecía haberse metido en cosas de drogas y que frecuentaba las fiestas a las que iba yo.

-¿Sabía a que fiestas ibas tú?

-No. A menos que me siguiera. Yo no se lo conté, desde luego. Tampoco hubiera sabido explicarle las fiestas en concreto a las que iba a ir. Ni a las que había ido. Ni donde eran. Ni ahora podría. No sé dónde eran. Sé que algunas de las casas se repetían con frecuencia. Pero no sé dónde están. Tampoco me presentaron a los dueños. En realidad … a ver, cuanta menos gente me conociera mejor. Era mi objetivo. Observar sin que nadie se fijara en mí.

-Alguien le podía contar.

-Sí, es otra posibilidad. Al principio le dije que no. Que yo iba a lo que iba y que no me apetecía convertirme en el niñero de nadie. Insistió … me dijo que era un gran diseñador gráfico, que había dejado casi de lado su trabajo como freelance, y que su tía estaba en un sin vivir. La pregunté si era alguien muy cercano a ella, y me aseguró que sí. Utilizó el argumento de que era un chico guapo que me gustaría disfrutar con él.

-¿Dijo eso? – la cara de Carmelo mostraba la sorpresa que le había causado esa afirmación de Nadia.

-Sí, algo parecido. Y que en todo caso, podía servirme para un personaje. Ese argumento lo utilizó varias veces. Aunque lo de disfrutar con él, también lo dijo varias veces.

-Sabía dónde tocar – apuntó Carmelo a punto de echarse a reír.

-Visto ahora, parece que quería incitarme a acostarme con él. Entonces no lo interpreté así. No lo interpreté de ninguna forma, salvo como un intento de convencerme. A lo mejor Nadia es la que iba diciendo por ahí que yo en realidad no escribía en los bares, sino que me escondía para mirar el paquete a los chicos guapos. Me imagino que pensaba que después de deleitarme con la vista, seguiría con el tacto y a lo mejor con el gusto.

-¡Jorge! – Carmelo fingió escandalizare. Jorge le sacó la lengua a modo de burla.

-Luego todo eso era una patraña. En el hospital cambió la versión y me reconoció que era una que conocía de Pilates que le había hablado de lo mucho que le gustaban mis libros y que ella entonces había presumido de conocerme. Por cierto, debería haberme puesto intenso y comentarla mi preocupación porque la detuviera la Policía Local por usar las instalaciones de un gimnasio, que debería estar cerrado. Una lástima que se me pasara. Entonces esa mujer aprovechó y le pidió el favor. Sería mientras jugaban con la pelota esa grande o saltaban a la comba. Y ella se lanzó a la labor, para darse importancia. Todo mentira, ahora lo sabemos. Versión una, versión dos, mentira. Amigas de toda la vida, y sin haber perdido nunca el contacto.

-En realidad la mentira es la última versión. La primera versión, aunque parcial, es más aproximada a la realidad.

-Joder, perdona. No he cambiado el chip. Es que tanta mentira sobre mentira … todo esto me lo tengo que apuntar para una novela. Pero si lo miras bien, todo era mentira. La primera versión, la segunda … la tercera … todas. Amigas de toda la vida, lo que he dicho antes. A lo mejor desde el parvulario. Sería en todo caso su reencuentro.

-Pero para que lo hicieras te dijo que era alguien muy cercana a ella – argumentó Javier. – Y cuando algo se torció, quiso quitar el foco de la tía o de ella.

-De ella. Quiso quitarse de en medio. Algo la asustó. Puede que no contara con que todo ese juego podía acabar con Rubén en el hospital. El aspecto del pobre al principio era … penoso. Ya te habrá contado Carmen. Aunque su desaparición, sin que hasta que sucedió le hubiera echado en cara nada, es revelador. No la reproché nada, no la acusé de nada. Carmen y su amigo Quiñones, hasta donde yo sé y pude comprobar, solo le preguntaron cosas normales, sin atosigarla ni en ningún momento insinuar que tenía algo de que preocuparse. De hecho, Quiñones, para como se comporta conmigo, incluso ese mismo día en el hospital, fue hasta dulce. La mala hostia se la guardó para mí. Así que no tenía nada de qué quejarse. Y Nadia, no solo desaparece, sino que se presenta en casa de mis padres para contarles una sarta de mentiras. Que la he acusado de mentirosa, de ladrona … no me dejó tiempo. Si no, hubiera acabado haciéndolo. Pero se fue antes.

-Y de todas formas, una versión y la de después, pueden ser las dos mentira – opinó Carmelo. – Y no descartemos que lo de las fotos … sea un montaje.

-Sí. Y no, no detecté que me mintiera. Lo de las fotos un montaje, sería rizar el rizo. Ya me parecería muy rebuscado. De todas formas, con ella no … a ver, era mi amiga. No tenía puesto mi detector de mentiras. Estaba encantado, era una mujer, antaño vecina mía … que según ella seguía viviendo en el piso de sus padres, y ahora sé que también es, era mentira, que en su día se enamoró de mí y a la que frustré al decirle que era homosexual. Pero tras un tiempo de recapacitar, decidió ser mi amiga. No voy a fingir que su compañía me era desagradable. Al revés, me sentaba bien. Hablábamos de todo, no solo de mis novelas. Me sirvió de apoyo.

-Tu mariliendres.

-Algo de eso. Pero sin demasiadas confidencias por mi parte. Ni por la suya. Y las pocas, todas mentira. Juraba que estaba conmigo siempre, que me apoyaba, y luego iba a ver a mis padres a ponerme a parir y a decirles lo que les entendía y que era un cabrón que me había dejado engañar primero por Nando y después por ese degenerado de Carmelo. Que me había cogido de los testículos y no me soltaba. Y que mis libros no valían nada. Que no sabía como me publicaban.

-¿Y la gente que los compra? – comentó Javier sorprendido.

-Eso es todo publicidad. ¿No escuchas a mi amigo Poveda y los wasaps que te enviamos de los amigos de Álvaro? La Casa Monforte la regalan en El Corte Inglés por la compra de un paquete de azúcar.

-Pues de algún sitio sale tu dinero – bromeó Javier.

-Será de la droga o de los negocios de mi ex-marido que han florecido en su ausencia y me dan pingües beneficios.

-¿Y de donde sacó ese casoplón que tiene? Otro de los misterios de este asunto.

-¿Ya habéis llegado a él?

-Con las miguitas que nos vas dejando en el camino … – bromeó Javier. Volvió a ponerse serio. – No somos capaces de encontrar sus ingresos. Una cuenta de Suiza que es imposible de identificar al dueño.

-Orden judicial.

-Deberías acercarte un día y poner una denuncia. Así podemos actuar.

-Ya me lo has insinuado varias veces. Me cuesta, no te voy a engañar. Como me ha costado reconocer que la que se ha bajado las novelas es ella. Me lo aseguró Aitor hace tiempo. Lo tiene perfectamente certificado. Y sigo hablando de todos los que tienen acceso … que si este a todo, que si aquel solo a la carpeta de marras … parece que deseo que sea Aiden o incluso Carmelo, antes que Nadia. Pero no, es ella. También he puesto la mano sobre el fuego por Jorgito, porque me había guardado el secreto de la nube. En esa conversación me ha reconocido que no … es así. Que se lo dijo a sus padres.

Jorge parecía que iba a seguir hablando, pero se calló de repente. Se quedó mirando a la nada durante unos breves instantes. Javier rompió el silencio y el silencioso lamido de heridas de Jorge

-¿Qué cambió en la comida con Nadia y Dimas? ¿Por qué ahí te diste cuenta de que … Nadia te mentía?

-Es que ahí … fue tan evidente … su cara cambió radical cuando le dije que había decidido publicar de nuevo. Me recordó a la cara que puso cuando se me declaró y le dije que era homosexual. Me acabo de dar cuenta. Estuve un buen rato pensando en el significado. Fue una comida agotadora, os lo juro. Por un lado, había que seguir como si todo fuera normal. Seguir con la conversación … por otro lado, darle vueltas al significado de las reacciones de Nadia. Pensé al principio que era sorpresa. Pero luego me di cuenta que era miedo, enfado contenido, frustración, una mezcla de todo eso. Y empezó la campaña para no publicar la que tocaba, por orden de escritura, y que lo hiciera con “La Casa Monforte”, que es la tercera. Era evidente que por nada del mundo, quería que “La vida que olvidé” fuera la elegida para publicar. Imagina cuando mi editor alemán la recibiera y … publicara una novela igual a otra que lleva semanas en las librerías y publicada por él mismo. Se hubiera descubierto todo el pastel. Si a pesar de ello lo descubrimos, fue porque encontraste ese libro y se lo mandaste a Hugo para que lo leyera. No me has contado como llegaste a él.

-Manu, uno de los acólitos de Patricia, mi jefa de gabinete, está estudiando alemán. En la academia le dijeron que leyera una especie de briefing de la novela, adaptada a su nivel de alemán. Y se dio cuenta que se parecía mucho a tus novelas. Buscó la original, se compró el ebook, y nos lo pasó. Por cierto, la trama tiene algunas incongruencias y detecté lo que decías antes, algunos errores al nombrar a algún personaje.

-No me he fijado si aparece la persona que ha hecho la traducción.

-Sí. Pero es una empresa. Y para tu información, hay una nota de la traductora que asegura que ha transcrito fielmente el original, aunque algunas partes no las encuentre sentido.

-Donde se demuestra que Nadia era una alcornoque redomada. Me pregunto como se ganaría la vida de verdad. – Carmelo estaba enfadado.

-De momento no hemos llegado a determinar nada al respecto. Su sueldo del Ayuntamiento y nada más. Pero eso no cifra para explicar su nivel de vida.

-Aitor tampoco ha llegado a ninguna conclusión. – apuntó Jorge.

– Las joyas que le regalabas no … ¿O sí? ¿Eran buenas?

-Pues sí rubito eran buenas. Bastante buenas. Pero aunque las hubiera vendido, no dan para ese casoplón y para su nivel de vida.

-¿En que se supone que trabajaba?

-Funcionaria del Ayuntamiento de Madrid. Y daba clases particulares a chicos de instituto de Ciencias Sociales y Biología. De formación es Veterinaria.

-Habrá que darle las gracias al profesor de alemán de Manu – exclamó Carmelo. – Por él descubrimos el robo de la novela.

-O sea, que el hecho de Rubén de presentarse delante de ti, no era parte de su plan. De convencerte de publicar. Era en todo caso parte de otro plan. Un plan con otros actores que fueron haciendo su papel, antes incluso de que Rubén se presentara delante de ti en aquel bar. – resumió Javier.

-Os dejo – dijo de repente Carmelo – Si no la gente se va a empezar a hacer preguntas. Diré que necesitabas tus minutos de soledad.

-Vale.

-Joder, cada vez Martín y tú os copiáis más las expresiones – se burló Carmelo dándole un beso de despedida.

-Una cosa antes de volver a dónde estábamos. El estado de Rubén después de esa agresión, has dicho que era deplorable. ¿Y comparado con Dani cuando le sacaste de aquella fiesta?

Jorge se quedó pensativo. Empezó a hacer diversos movimientos con la cabeza, como si siguiera con ella su línea de pensamiento, como si estuviera ensayando su respuesta. Al final suspiró resignado.

-Rubén estaba mal. No tenía nada que ver con el estado de Dani. Rubén llegó al bar donde habíamos quedado por su propio pie. Se derrumbó nada más llegar. Dani era poco más que un cadáver. No hubiera podido andar ni dos pasos por sí solo. Me dijo alguien que sabía del tema, que Dani debía haber muerto ese día. Que si resistió fue debido a que era un superviviente. Creo que esa es una buena descripción sobre su estado.

-Alguien debió curarlo.

Jorge se encogió de hombros.

-Eso Olga sabrá. Tu padre se encargó. A Dani lo llevé directo a su comisaría. A escondidas, eso sí. No nos vio nadie, salvo tu padre y Olga. Ellos se encargaron. Tengo la impresión de que fue Manzano quien le curó. Le he oído comentar a Dani que ya conocía a Manzano antes de que al llegar a Concejo, se convirtiera en su médico oficial. Los dos son muy crípticos respecto a las circunstancias en que se conocieron. Me imagino que una vez salió de ese primer problema, Manzano se siguió ocupando de los siguientes sustos que tuvo respecto a su salud.

-¿Y el resto de los chicos que sacaste?

Jorge resopló incómodo.

-Los que tengo conciencia, parecidos a Dani. Muchos no recuerdo. Al menos todavía.

-O sea que el que te avisaba, solo lo hacía a la desesperada, cuando la muerte …

-Todos los que recuerdo estaban muy mal. Según me contó Carletto, Lucas por ejemplo estaba al borde de la muerte, cosa que en realidad, era su deseo. Una forma de suicidarse bastante … no sé ni como calificarlo. Debía estar absolutamente desesperado.

-Escuchar estas cosas, te lo juro, me dejan … si no tuviera tan asumido el camino que hay que seguir, quizás me replantearía dejar a los jueces de lado y tomarme la justicia por mi mano.

-No te dejes llevar. Uno no se siente bien después. Por mucho asco o rabia que te produzca ese satanás con el que te has cruzado en sitio adecuado y le has dado unos mamporros.

-¿Y si ese ataque a Rubén era para provocarte que recordaras o que ese sentimiento de protección que te inspiraban esos chicos, se despertara con Rubén?

-No consiguió los resultados que esperaban, si esa fue la razón. Ni siquiera me acordé de Dani. Eso, hasta la reunión con Sergio Romeva, Carmen y Olga, antes de ir a ver a Nati Guevara, no fui consciente. Luego Carletto me comentó algo y algunas imágenes más se aparecieron en mi mente. Y ahora mismo, mis sentimientos respecto a Rubén, son más de hacerme preguntas sobre su vida y sus acciones, que la de protegerlo a toda costa.

-¿Y si Rubén … ? – Jorge le interrumpió y no le dejó acabar.

-No todos los chicos que salieron de esa organización, ahora están del lado de las víctimas. Muchos se han unido y se han convertido en el mismo tipo de personas que los matones que trabajan ahí.

-¿Conoces a alguno? ¿Cómo sabes …?

-Lo sé, Javier. – Jorge se llevó la mano derecha al pecho. – Lo sé.

Javier se quedó callado mirando a Jorge. Suspiró resignado. Era claro que no era una de las cosas que Jorge pudiera decir: “si pudiera recordar”.

-Me decías … cuando se ha ido Carmelo.

Javier le repitió la última pregunta que versaba sobre si la actuación de Rubén se debía a algún plan preconcebido. También le recordó algo de lo anterior, por si necesitaba centrar el tema.

-No sé muy bien como contestarte. No acabo de llegar a ninguna conclusión. Para mí es claro que Rubén me conocía antes de venir a verme. Y en los días que le ayudé … después de ponerse ciego … no me reconoció. No era capaz de sentir ni ver nada. He pensado que fingiera … que no estuviera tan borracho … no … no me cuadra. De verdad, el vómito olía a eso. A pota de borracho. Es algo … absolutamente asqueroso. Sus ojos estaban en blanco, con las córneas perdidas debajo de los párpados, o giraban en círculos a gran velocidad, como si fuera el protagonista de una película de exorcistas. Esa mirada vidriosa, que llegaba cuando iban pasando los efectos, pero que era incapaz de centrarse en nada. Y en las conversaciones que tuvimos después, a veces se le escapaban detalles de los sitios a los que suelo ir a escribir. O las zonas por las que paseo. Incluso las horas … sabes que con el toque de queda, salía de madrugada a pasear. Alguna vez me hablaba de ese hecho. No le di importancia, la verdad. Ni le dediqué medio pensamiento. Hasta que pasó aquello de la paliza. Y de todas formas, damos por hecho que el plan empezó cuando Rubén se presentó ante mí. Pero puede que empezara cuando Nadia me dijo que lo cuidara por las noches. Y que mis contactos festeros me invitaran a las fiestas donde iba a estar él. O al revés, que él fuera a las fiestas a las que había dicho yo que iba a ir.

-Cronológicamente cuadraría más con eso. O incluso que empezó mucho antes. Puede que te llevara siguiendo meses. Y entonces, dentro de ese escenario, cuadraría la afirmación de Jorgito de que se presentó ante él hace meses. Y si le llevaste a casa, subiste a ella … y le ayudaste si vomitaba o incluso le desnudaste y le bañaste … podían haber gente vigilando los alrededores. Y entonces los interesados en vigilar a Rubén, sabrían de tus movimientos para ayudarlo. Y con tu fama al respecto de las víctimas, puede que llegaran a conclusiones equivocadas. ¿Cómo se las arreglaba Rubén en las fiestas que no coincidía contigo? O que tú tuvieras otros planes, por ejemplo pasar la noche con un atractivo joven.

Jorge se echó a reír. No pudo evitarlo ante la cara que había puesto Javier al proponer esa última posibilidad.

-Raúl me contó una vez que él también se lo encontró en alguna velada de esas. Le llamó la atención precisamente por su forma de beber y perder casi la consciencia. Nos encontró a los dos, tanto en la misma fiesta como en distintas. Me comentó que normalmente o el anfitrión le dejaba tirado donde cayera redondo, o pagaba a alguien para que le llevara a casa.

-¿No se acercó Raúl a saludarte? Es fan tuyo de siempre. Menudas discusiones tiene con Carmen y Patricia sobre tus novelas.

-Todavía no se ha atrevido a darme las novelas que lleva en el coche para que se las firme. Como para acercarse a mí sin conocerme en medio de esas fiestas. Al fin y al cabo, la razón por la que se apuntaba a ir a esas reuniones era la de conocer gente. Me da que se siente solo. Es muy … piensa que es feo. Y que no liga. Que no gusta a los chicos. Es uno de esas personas que deben tener los espejos rotos en casa.

-Pues sí que te admira … De todas formas, creo que Martín y tú, en eso, le habéis hecho mucho bien. Ha cambiado mucho en ese aspecto.

-Creo que ha sido el hecho de dejarme la ropa. Y de que no solo la uso el día que tengo un problema de vestimenta y una americana suya me lo resuelve, sino que me la quedo y la sigo usando.

-Una cosa. Antes de que se me olvide. ¿No te quedarías con un juego de llaves de la casa de Rubén?

Jorge frunció el entrecejo.

-Eso que insinúas es ilegal …

-¿Hablamos de cosas ilegales en un cierto club selecto de Madrid? Y no sería ilegal porque es objeto de investigación como víctima de una agresión.

Jorge se levantó y hurgó en las bolsillos de los pantalones. Sacó un llavero con solo dos llaves.

-¿No has ido a curiosear?

-Si te digo la verdad, no he encontrado el momento. Pensaba hacerlo. Por eso las llevo siempre encima.

-¿No se lo has pedido a tu círculo de protectores?

-¿A los policiales o a los otros? No sé a cuales te refieres.

-Me refería a los policiales. – a Javier le hizo gracia la pregunta. Era claro que Jorge sabía o presentía que la gente que le había protegido siempre, lo seguía haciendo.

-Lo tenía en cartera. Pero me parece más interesante descubrir a los músicos de los vídeos de Sergio. Y de enterarnos de lo que sucede alrededor de Rubén en el hospital. Creo que lo de Sergio es urgente si queremos que recupere su carrera musical. A lo mejor necesito tu ayuda para una cosa que tengo planeada con relación a Mendés.

Jorge le contó por encima su plan para acercarse a la familia al completo de Mendés y que el lo viera. Sobre todo mostrarle su cercanía con Enrique, el hijo repudiado por su condición sexual.

-¿Servirá de algo?

-Eso, o acabar lo que empecé en ese club elitista que citabas antes.

-¿Lo harías?

-Sí. Y lo hubiera hecho ya sino me convence de lo contrario Nati Guevara. Me previno que podía empujar al tipo éste a mandar los vídeos de Sergio a todo el mundo. De Sergio y de otros.

Le estuvo contando a grandes rasgos lo que hablaron. Javier escuchó con atención. De algunas cosas se sorprendió, porque contradecían las impresiones que le habían trasladado Carmen y Olga.

-A mí también. Pero había un detalle en la Guevara que se nos escapó: Gregorio Badía. Eso lo cambia todo. Era su representante. El mismo del tal Willy y de Elfo Jiménez.

-Ese hombre … cuando acabemos la investigación, me da que vamos a poder acusarlo de un ciento de delitos. Ya tenemos a cinco actores como Álvaro. A dos de ellos les hicieron visitas los mismos que a vuestro amigo. Con peor resultado. De momento no hemos podido tomarles declaración; están en el hospital. Y no hemos hecho más que empezar. Dentro de un par de horas me reuniré con otro, un tal Rodrigo Encinar.

-Es amigo de Carmelo. Suele pedir que lo contraten cuando hay un papel que se adapte a él.

-Se ha puesto en contacto con la Unidad. Os ha debido oír hablar de nosotros. Ha sido el primero. Está fuera de Madrid, en A Coruña, con una obra de teatro. Me ha dicho que sabe de más actores en sus mismas circunstancias. Va a intentar que se sinceren. Hay otros que han llamado a la Unidad. A ver si los convencemos para que declaren oficialmente. De momento no han querido dejar su nombre.

-Esos matones vencerían su resistencia a prostituirse. No creo que sea fácil decir en voz alta que …

-Esos dos, los de la paliza, han perdido hasta a su representante. Enseguida les llegó la noticia y no quieren saber nada de ellos.

-Ahí tenemos la confirmación de que lo han hecho. Lo cual les aboca a caer en manos de nuestro amigo Goyo.

-Exacto.

-Que los venderá a peso, como la carne.

-Hemos pedido al juez permiso para investigar a sus clientes. Y sus cuentas.

-Una de las cosas que me dijo Nati es que cualquiera que esté en el portfolio de Goyo Badía, es un delincuente. Sería interesante que hablarais con los que dejaron su representación. Sobre todo, los que abandonaron su idea de ser actores.

-Me lo apunto. Me parece buena idea.

-Pero todo eso os va a llevar mucho tiempo.

-Sí, la verdad. Vuelvo a tener presente el reproche de nuestra compañera Menchu.

-¿Y como se ha enterado Rodrigo? No se ha publicado nada de la agresión a Álvaro.

-Alguien le mandó un wasap desde número oculto con una foto del portal de Álvaro. Venía a decir que éste no podría vivir en su casa varias semanas, después de la visita que le iban a hacer.

-Han tenido el efecto contrario al que esperaban.

-En Rodrigo sí y en esos dos anónimos. Me temo que haya muchos más que si se hayan acoquinado y hayan aceptado abrirse de piernas.

-Me da que vas a pasar la noche en vela.

-Algo de eso me temo. He mandado a Carmen a descansar un rato. Al menos, que ella esté mañana despejada. Si hablas con ella, no le digas nada de mi intención de trabajar toda la noche. Es capaz de volver para vigilarme.

-¿Sergio y Dídac? Se me ha olvidado llamarlos. ¿Sabes algo?

-Solo me ha dicho Sergio que bien. No hemos hablado con detenimiento. Ha tenido que irse a París de nuevo. No sé si por algo que le ha surgido a él o por algo que se le haya ocurrido a Dídac.

-Así que no te importa trabajar toda la noche. No está Sergio …

-Soy como tú, amigo de las noches.

-Vampiros. Claro, siempre que no tengamos un plan mejor – Jorge le guiñó el ojo a Javier.

-Que no esté Sergio ayuda, sí – reconoció Javier entre risas.

Carmelo apareció de nuevo.

-Jorge, creo que debes volver. Siento interrumpiros. Algunos empiezan a preocuparse por tu estado de salud. Les he dicho eso de que buscabas tu momento de soledad … pero alguno ya ha hecho amago de salir a buscarte. No creo que sea adecuado que os pillen hablando.

-Otra más de nuestras conversaciones inacabadas.

-Al menos sabemos que lo de Rubén fue todo orquestado. Que los rumores sobre vuestra relación fueron anteriores a vuestro encuentro oficial. Y que alguien quería que lo vigilaras. ¿Para protegerlo? ¿Para que él tomara contacto contigo? ¿Para que entraras a saco a protegerlo? ¿Para que te enamoraras de él y te casaras y le hicieras heredero de toda tu obra?

-¿Y de la hermana sabes algo?

-Hasta el momento, el paradero de su hermano o si se ha cambiado de sexo, hermana, lo desconocemos. Tampoco hemos encontrado evidencias de un suicidio de alguien que pueda ser él o ella. Estamos comprobando hasta los cadáveres que se repatriaron. Estamos buscando los viajes que pudiera hacer ese “Fausto” a secas como le llamabais todos. Creo que, de existir, sigue siendo “hermano”. Con cambio de sexo en proceso o no. O puede que sea solo un deseo, ser mujer en lugar de hombre.

Jorge se incorporó ligeramente en su asiento. Parecía haber caído en algo.

-O un cambio de sexo obligado, como en aquella película de Almodóvar, “La piel que habito”.

-¿Dices? ¿Es otro de “si pudiera acordarme te diría…”?

-Estoy cansado, Javier. Pero te diría eso sí, si tuviera fuerzas. O puede que fuera simplemente un disfraz. Unas falditas y unos pechos de atrezo y el pene escondido entre las piernas. “El chocho de la zorrita”. Lo vi muchas veces. Algunos de esos cabrones gustaban de ello. Creo que era para creerse que de verdad follaban a una chica en lugar de a un chico. Algunos no tenían muy asumida su condición de amantes de … – iba a emplear otra forma de expresión más brusca pero se contuvo – los hombres.

-Te he notado que hay cosas de las que hemos hablado …

-Por eso necesito esos diez o veinte minutos de soledad. Para centrar y asimilar.

-Pues te repito, de momento, ni hermano ni hermana. Ni muerto ni vivo.

Javier volvió a sentirse mal por la mentira flagrante que le estaba contando a Jorge respecto de Dilan. Pero pensaba que eso estimularía la memoria del escritor. Quería escuchar su visión del tema cuando eso ocurriera. Sin estar mediatizado por lo que le estaba contando el hermano de la Campero a Olga en Estados Unidos.

-¿Y si voy a verlo? A lo mejor puedo conectar con Rubén. – propuso Carmelo.

-Que dices ¿Que sea uno de Anfiles?

-¿Por qué no? Otro niño vendido a ese editor tan pudiente, Bonifacio no se qué. Y antes vendido a Lazona, tan pudiente y poderoso como el otro. Y antes de Lazona … mejor ni pensar lo que … tuvo que pasar.

-Iremos viendo. – Javier se dio cuenta que si no cortaba de raíz la conversación, no acabarían nunca. Y no quería que los del bar salieran y les pillaran hablando – Anda, entrad en el bar. Yo me quedo aquí buscando mi momento de soledad. Te voy a copiar. Siento que tú no puedas hacerlo hoy.

Jorge le dio un puñetazo en el hombro a modo de despedida cómplice.

Javier les siguió con la mirada. Se sonrió cuando se pararon a besarse. Parecía que ahora esa era la excusa que iban a utilizar. Se preguntó si le haría gracia a Cape. Ese hombre si que le intrigaba, sobre todo desde hacía unos meses.

De repente se sintió cansado. Hizo una seña a una de las escoltas de Jorge y Carmelo que le acercó un cigarrillo.

-Gracias Carla.

-¿Te dejo el paquete?

-No. El otro día Nano nos lo dejó y nos lo fumamos.

-Y luego el se fumó los míos … no me importa que te lo fumes. Así le devuelvo a Nano lo del otro día. Está dentro.

Javier se rió. Tenía suerte con la gente que había reclutado. Solo tenía una duda y era cuantos le iban a salir rana. Las estadísticas no engañaban. Era imposible que entre todos ellos, todos fueran buena gente, buenos policías. Y leales.

Sacó el móvil y mandó un mensaje a Aritz. Éste no tardó en aparecer corriendo.

-¿Estás bien? – dijo jadeando.

-Sí. Pero necesitaba compañía. Y como seguramente la patrulla de la Guardia Civil que ha pasado antes, me ha visto, te habrá llamado preocupada por verme sentado en la penumbra de un pueblo de la sierra de Madrid.

-De la sierra, sierra … no es que estemos precisamente en la sierra. De todas formas lo has clavado. Aritz sonreía. Se agachó para darle un beso antes de sentarse a su lado.

-¿Entramos a tomar algo?

-Mejor vamos a otro sitio. No quiero que nos vean, y menos después de estar casi una hora hablando con Jorge y apartándolo de toda la gente que está dentro. Algunos atarían cabos.

-Vamos a Tubilla. Hay un par de bares que están bien.

-Me parece bien. Luego tengo que volver a la Unidad.

-¿Te ayudo allí?

-No. Tranquilo. Me apaño con los que estén de guardia. Tú a descansar para mañana estar pendiente de los avisos de la Guardia Civil y de la Policía Local sobre si me pierdo en algún bar o me siento en un banco.

Javier se quedó pensativo.

-Aunque bien mirado, a lo mejor te digo que vayas a hacer una inspección ocular de un piso.

-No tengo mis ganzúas.

-Tengo llaves – Javier abrió la mano y le enseñó las llaves que la acababa de dar Jorge.

-De acuerdo. Ya me dirás que tengo que buscar. Dame las llaves anda. Esas y las de tu coche. Conduzco yo. Que estás … mejor no digo nada.

-Dormiré hasta Tubilla y luego en el viaje a Madrid. Y el sofá de mi despacho es cómodo. Y no me digas que no, porque lo has usado.

Javier volvió a quedarse callado. Parecía abatido.

-¿Me vas a decir de una vez a qué le estás dando vueltas?

-Me siento mal no contándole a Jorge los últimos descubrimientos sobre Rubén y su hermano gemelo.

Aritz levantó las cejas.

-¿Estás seguro de que no lo sabe?

Javier se sonrió.

-Estoy seguro que lo sabe. Pero no sabe que nosotros también.

-No puedes decir nada hasta que el testimonio de ese otro Tirso se confirme con algo más. Tenemos que encontrar esos rastros.

-Eso es cierto. Pero todos nosotros estamos convencidos de que es como ha dicho ese Tirso. Y una cosa es que Jorge lo sepa, y otra que ahora, sea consciente de ello.

-Eso son matices.

-Matices importantes.

-Venga, vamos. ¿Dónde has aparcado?

-Adivina … – le dijo en tono jocoso.

-Que cabrón eres.

Aritz sonreía mientras negaba ostentosamente con la cabeza.

.

-¿No le vais a contar a Jorge?

Olga se quedó callada.

-De momento no.

-No pareces muy convencida.

-No lo estoy. Te soy sincera. Compartimos muchas cosas del pasado. Cosas que no comparto ni con Javier. Él ha guardado todos los secretos de esa época. Ha sido tan concienzudo con eso que hasta los ha olvidado.

-¿Y entonces?

-Javier piensa que es mejor guardarnos lo que nos contó Arlen el otro día. Piensa que así estimularemos la memoria de Jorge.

-Pero ese hombre … Arlen ¿No se os ha ocurrido que a lo mejor le vendría bien reencontrarse con Jorge? Y eso propiciaría que nos contara más cosas. Sabe mucho más de lo que expresó en voz alta.

-Él tampoco nos ha contado todo. Jorge, me refiero.

-Dentro de ese papel de ausente que se ha creado, no dudó en ir a buscar a tu hijo. Porque estaba en peligro y porque era tu hijo, Olga. No ha dudado en exponerse enfrentándose a ese profesor de violín, por el novio de Javier. Porque era una víctima y porque era el novio de Javier. Os puso tras la pista de Lazona, del que ni siquiera sabíais de su existencia.

-Caminamos a ciegas, Ventura. Las afirmaciones de Arlen, en realidad, son sus afirmaciones. Hasta ahora, no hemos podido confirmar nada.

-Pregúntale a Tirso. ¡Ah! Que Javier no sabe que hablas con él. Eso es un juego que no acabo de entender.

-Todos somos reos de los secretos que nos comprometimos a guardar en algún momento del pasado. Es complicado. Y no creas que Tirso el auténtico es muy de contar sus secretos. Piensa que cada secreto que cuentas, en esta historia al menos, pones en peligro a alguien.

-¿Y no … ?

Ventura se calló. Era una tontería seguir con la discusión. Estaba pensando en amenazar a Olga con llamar directamente a Jorge. Y contarle. Pero … Olga le caía bien. Era la primera policía española con la que le pasaba eso desde su huida. Desde que el jefe Holland se la presentara, desoyendo sus protestas, se había mostrado cercana y respetuosa. Era una mujer poderosa dentro de la Policía Nacional y no sacaba su rango a pasear nunca. Nunca lo esgrimía para ganar una discusión. Podías discrepar de sus opiniones, incluso de su decisión sobre la forma de llevar alguna actuación. Era receptiva a tu forma de verlo. Alguna vez había cambiado su decisión y aceptado sus propuestas. Y cuando te encargaba alguna actuación o investigación, te dejaba que te organizaras a tu manera, sin imponerte un camino.

-Esperemos poder encontrar el rastro de algunos de los hechos que nos ha narrado. La muerte de Dilan, por ejemplo. Algunos compañeros están peinando el barrio de Rubén buscando indicios. Intentar conocerlo mejor. Intentar averiguar que pretende. Que quiere de Jorge. Cual es su juego.

-¿Y Arlen?

-No nos ha contado nada de él. Seguimos sin saber de qué vive. No me creo que viva solo de las rentas.

-Venderá sus figuras de barro. Me he fijado que las observabas con atención. Diría que te han gustado.

-¡Ventura, por favor!

Éste permaneció callado unos segundos. Olga la miraba expectante. Sus miradas se cruzaron un momento. El agente del FBI se cansó de esa batalla de miradas e hizo un gesto de exasperación antes de comentar lo que pensaba.

-Creo que se dedica a cuidar y recoger por temporadas a otras víctimas.

-¿Qué has visto que te haya llevado a pensar eso? ¿Has descubierto algo estos días desde nuestra entrevista con él?

-No, no he podido … he estado ocupado con otros casos. El jefe Holland … me ha encargado otras diligencias.

Olga se lo quedó mirando incrédula. Sabía que por muchas cosas que le hubiera encargado el Jefe Holland, Ventura había sacado tiempo para investigar a Arlen. Se decidió por ser paciente y cercar a su compañero para que se lo contara de motu propio.

-Dime entonces que te ha llevado a pensar eso.

-Sus veladas musicales de los viernes. Esos ambientes creados para reuniones en la casa. Puede que la alfarería sea una terapia, como la música. Deberíamos investigar a sus vecinos. Puede que sean víctimas.

Olga no dijo nada. Solo se lo quedó mirando. Ventura acabó por hartarse.

-Tiene dinero a espuertas. No necesita hacer nada. Pero aún así, asesora a algunas empresas que le pagan bien. Tu Arlen, a todos los efectos, es un hombre “acomodado”. “Muy acomodado”.

-Dime que una de las empresas que le paga es de tu padre.

-¡Joder Olga!

-Dime que el otro día, o al día siguiente llamaste a tus hermanos mayores y éstos te han confirmado que, no solo lo recuerdan, sino que mantienen el contacto. Incluso, que son amigos.

Ventura abrió los brazos a modo de rendición.

-Contigo no se puede. ¿Y quieres que me vaya contigo? Cada vez que me miras, siento como si a tus ojos, estuviera en pelota picada. Tengo la tentación de taparme corriendo los genitales.

-Sí y sí. Y qué más quisiera, a la última afirmación. Me gustan los cuerpos de hombres atractivos, como tú. – Ventura abrió mucho los ojos antes de sonreír y negar con la cabeza – ¿Quieres que te lo diga en francés? ¿En euskera? ¿En alemán? ¿En italiano? Que tu familia tenga relación tangencial con el caso, me da igual. No voy a pensar mal de ti, Ventura. Ni de tu padre. Ni de tu hermano Lope. Ni de Mireia, tu hermana.

Ventura resopló a la vez que volvía a negar con la cabeza y sonreía.

-Eres imposible, Olga.

-Siento que te haya tocado acompañarme. No puedo evitar querer a mi lado a la gente que me parece desaprovechada. Me encantan las personas inteligentes, perspicaces, de las que puedo aprender. Tú eres así. A parte de ser adorable. ¿Por qué nunca has tenido pareja? ¿Por qué presumes de ser asexual? ¿Por qué vas siempre con los labios apretados, como si te aguantaras una furia incontenible que parece que siempre burbujea en tu interior? ¿Por qué ese personaje de hombre altanero y con gesto arisco? Es un personaje, no me mires así. Yo lo sé, tú lo sabes.

-Ya estamos. Es una decisión. Punto. Me gusta estar solo. Del resto, paso. Casi prefiero el diván de Jorge que el tuyo.

-Mentira y mentira. En todo caso puede que prefieras el diván de Jorge, porque éste no te va a hacer preguntas incómodas. Pero él lo verá. No necesita que se lo cuentes. Sabrá todo de ti solo con abrazarte y mientras te da dos besos. No podrás evitarlo. Por mucho que le tiendas el puño o la mano, Jorge lo hará así. Porque sabrá solo con verte acercarte a él. Y una cosa te advierto: después de su abrazo, se te quitará un gran peso de encima. Te sentirás liberado. Sentirás que la vida es de otra forma, mucho más llevadera y bella de lo que te parecía hasta ese momento.

-No pensarás que porque nos conozcamos hace unas pocas semanas me voy a confesar contigo. Y lo de Jorge, perdona que piense que todo eso que dices es una patraña.

-No voy a discutir sobre Jorge. Ya lo comprobarás. Y respecto a lo de confesarte conmigo, otros lo hacen después de una breve charla de cinco minutos.

-Pero están al otro lado de una mesa en una sala de interrogatorios.

-No necesito una sala de espejos para que la gente me cuente.

-Yo no voy a ser uno de ellos.

-Le pido al jefe Holland una sala si quieres.

-Estás loca.

-Te quiero conmigo.

-¡¡N o – me – conoces!!

Olga se quedó en silencio.

-Perdona, no me di cuenta el otro día. Cuando dijiste lo de ser carne de diván con Jorge. Expresaste una necesidad.

-Vete a la mierda, comisaria.

Ventura se levantó enfadado y se fue a la barra. Cogió la carta y pidió un montón de cosas de comer. Al fin y al cabo, era a lo que habían ido a ese bar. La camarera le dijo que se lo acercaban a la mesa, pero aún así, él tardó en volver a sentarse al lado de Olga. Necesitaba un rato de soledad. Quería volver a tomar el control de sus emociones. La comisaria, en su ausencia, se había entretenido en mirar el teléfono. Cuando Ventura, todavía enfurruñado, se sentó enfrente de ella, le tendió su teléfono.

-Mira esas fotos.

La mirada de Olga era inapelable. Ventura cogió el aparato y empezó a mirar. Aunque en las primeras fotos mantuvo su gesto, al poco, empezó a cambiarlo. Primero por uno de asombro. Después por uno de pena. Luego, asco. Incluso Olga percibió un amago de arcada.

-¿Y esos pobres? ¿Cómo se le puede hacer eso a un ser vivo? No lo comprendo ni nunca lo haré.

-Los han descubierto mis compañeros encerrados en jaulas.

-Veo en algunas fotos a Jorge. Y a Carmen. Y la Guardia Civil. Un Comandante y los que lo acompañaban parecían de los GAR. Extraña mezcla.

-¿Quién crees que consiguió que esos chicos confiaran en alguien? Jorge. Quiero que vengas a trabajar con nosotros, Ventura. Quiero que nos ayudes con esos chicos. Trabajamos junto a la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil. Nos da igual el color del uniforme. El comandante Garrido, que es quien la dirige, es un tipo muy válido, un investigador de los mejores, y un tipo todavía mejor. Y a su lado, tiene un gran equipo. Por cierto, Garrido no es el comandante de las fotos. Ese es el Comandante Pastrana, JL, el jefe de las Unidades Especiales de la Guardia Civil.

-¿De la UEI?

-Sí. Vente. Únete a nosotros.

-No puedo. De verdad.

-Sí puedes. Y lo más importante: quieres. Solo tienes miedo.

-Me acabaría suicidando. No soy capaz de enfrentarme a esas … personas. A esos de las fotos. No podría ayudarlas. Me hundiría con ellas.

-Tienes miedo de no poder ayudarlos. Pero puedes. Y Jorge estará cerca. Y Carmen. Y yo. ¿Quién crees que me ayuda cuando estoy mal? Carmen es mi apoyo. O Javier. O Matías. Otras veces soy yo quien sirve de apoyo a los demás. El otro día casi me derrumbo recordando la historia de Arlen. Mientras él pensaba si contarla o no, yo la iba recordando. No te creas que había mucha diferencia entre como me trajo Jorge a Arlen a como están esos chicos. Siempre, después de esos encuentros, de cada uno de los chicos que me llevó Jorge, o Nacho, o Roger, tuve momentos de querer dejarlo todo. Pensaba “no voy a ser capaz de vivir la historia de otro de estos chicos”. Pero al final podía. ¿Sabes lo mal que lo pasé con Dani? Estuve dos meses a su lado. Sin separarme casi de él. Cuando no rodaba, me lo llevaba a mi casa. Era poco más que un cadáver cuando Jorge nos lo llevó a la comisaría a escondidas. Y tenía que acabar la película para que nada saliera a la luz. Para que esos cabrones no ganaran. A parte del sexo y de Anfiles, había una venganza empresarial contra el productor de la película. Algo retorcido y delirante. No sabes lo que fue curarle las heridas todos los días dos veces. Tardaba casi hora y media. Pero sabes, cuando Dani me acariciaba suavemente con su mano, con el dorso de su mano la mejilla, y esa mirada de agradecimiento eterno que tenía en los ojos, me … compensaba por todo. Como, luego de curarle, me cogía la mano y me iba besando cada dedo. Y me miraba con esos ojos … alguna vez le he oído a Jorge ponderar los ojos de Dani. Y tiene toda la razón del mundo. Me dieron la vida. Me hicieron soportar tanta podredumbre, tanta miseria humana. Di mamporros a gusto hasta a sus padres, por defenderlo. Por apartar a toda la escoria que tenía en su entorno.

-Tengo que pensarlo.

Olga tuvo un arranque. Alargó su mano y acarició la cara de Ventura. Pensó que a lo mejor le apartaba la mano con furia. Pero no lo hizo. Le dejó hacer. No había podido entrar en él, ni hacer que se confiara. Si no estuviera a miles de kilómetros, hubiera llamado a Jorge para que se acercara. O a Dani. Estaba segura que ellos podrían hacer que se abriera. Algo le atormentaba que hacía que no fuera feliz, que no desarrollara todas sus habilidades.

-¿Y ese Lucas que nombró Arlen?

Ventura apoyó su mano sobre la de Olga que seguía acariciando su rostro. Le dio un beso y la sonrió. La miró esperando una respuesta a su pregunta. Olga supo que al menos, Ventura seguiría a su lado mientras estuviera en Estados Unidos. Se aprestó a responder, pero llegó en ese momento la camarera con todo el pedido que había hecho Ventura. Olga abrió mucho los ojos. Había comida y bebida para cinco. Y todo tenía un aspecto estupendo.

-¿Hemos invitado a alguien a comer y no me he enterado?

La voz de Olga marcaba la broma, pero también estaba llena de dulzura.

-Siempre dices que es mucho, pero luego acabas por comerme parte de lo mío. Espero que hoy tengas suficiente y me dejes comer mis patatas fritas a gusto. Y no me quites los últimos mordiscos de mi hamburguesa. No sé dónde lo metes. Estás como un tren y comes como un regimiento.

-Tu tampoco estás mal, querido. Y no te quedas atrás manducando.

-¿Quién es ese Lucas del que habló Arlen? – Ventura repitió la pregunta antes de darle el primer mordisco a una de las hamburguesas que se había pedido. El sonido gutural de placer que salió de él, fue claro signo de que era de su gusto.

-Otro de los chicos de Jorge. Ese no me tocó a mí. No lo conozco. Era un poco mayor que el resto. Creo que es uno de los últimos que sacó Jorge. Él no se acuerda, pero Lucas … tiene obsesión con Jorge. Lo persigue, le pide selfies como un fan más … un día, estaban Jorge y Dani revisando sus teléfonos antiguos y se fijaron en él. Tenían de él casi veinte selfies en distintas épocas.

-Si no se acuerda ¿Como sabéis?

-Otros chicos le han contado. Jorge ahora deja a todos que se acerquen a él. Pólux fue el primero. Marcó un cambio en el escritor, al menos en ese aspecto. Fue en la Feria del libro de Madrid del 19. En cuanto vio al joven, supo, porque lo confundió con Dani.

-¿Tan parecido es?

-De cara no tanto. En los gestos, en la forma de “estar”, la constitución física, la altura, sí.

-¿Ha hablado Jorge con ese Lucas?

-No. Lucas desaparece si Jorge hace amago de acercarse a él. Sigue acechándole. Todos sus escoltas llevan la foto de Lucas en el móvil. Si le ven, le avisan y Jorge intenta acercarse. Pero se escabulle siempre. Parece que, según le han contado, tiene … un sentimiento de amor-odio por él. Le salvó, pero él quería morirse. Jorge lo impidió. Esa es la parte del odio. Pero no puede dejar de lado, que fue el único que intentó ayudarle.

-¡Joder! Para qué habré preguntado. ¿Y ese Fidel?

-No sé quien es. Tengo que preguntarle.

-¿Sabes de otros?

-Sí. Jorge entró en acción unas cuantas veces.

-¿Y esa manera de luchar?

-Ese es otro misterio. Parece que uno de sus vecinos, un tal Manolo, una de las personas que suplían las atenciones que no le prodigaban sus padres, le enseñó a pelear. Pero no sabemos por qué ese hombre, era tan diestro en esas artes.

-No entiendo bien eso de suplir a sus padres.

Olga le resumió como era el trato que los padres de Jorge le prodigaban. Y como despreciaban a su hijo por como era.

-No era solo ser gay, era que le gustaba escribir. Según ellos estaba en babia. Y no valía de nada que sacara buenas notas. Siempre tenían un reproche. Sus Nanas y ese Manolo y sus hijas, se convirtieron en su verdadera familia. Claro, y sus hermanos. Los dos mayores, Miguel y Gaby eran sus guardaespaldas. Y Gaby es el hermano del que no se acordaba Arlen y que vendía los trabajos de Jorge. Y la pequeña, Nati creo que se llama, era la Princesa de los tres hermanos. Ahora vive aquí, en Nueva York. Y no se habla hace muchos años con sus padres. En cambio, con sus hermanos, habla casi todos los días.

-¿Y si le preguntáis a ese Manolo?

-Murió en los primeros embates del covid.

-¡Joder! Cada vez que pregunto, bofetada como respuesta.

-He vuelto a quedar con Arlen la semana que viene. Tenemos que hacer una lista de las cosas que nos tiene que aclarar.

-Los premios literarios de Jorge, esos que ganaron otros con sus novelas.

-Detalles de lo de Dilan, que nos permita encontrar su rastro oficial.

-Su profesor de piano. Puede que tenga que ver con esa otra rama de la trama.

-A ver como planteamos el tema de lo que has dicho antes, de la posibilidad de que ayude a algunos viejos compañeros.

-Y que nos hable de esos compañeros que se convirtieron en unos cabrones.

-¿Estamos seguros de que Rubén es Brenan y no Dilan? Si eran tan iguales …

-Las amistades de Carlota. Las de verdad. ¿Habéis hablado con ese abogado que parece se ocupa de los asuntos de Rubén?

-Está de viaje. Tardará. Cuarentenas, ya sabes.

-¿No coge el teléfono? ¿No lee sus correos?

-No sacamos nada de su despacho, mas que está de viaje y no se le puede molestar.

-¿Ha ido de turismo sexual? No me jodas.

-Es una posibilidad. – dijo Olga con gesto resignado.

-¿Y si sus clientes tienen una urgencia?

Olga se encogió de hombros.

-Estas hamburguesas están muy ricas. Me gusta este sitio.

-Suelo venir a menudo. Suele estar lleno. Pero a veces ser del FBI tiene sus ventajas. Siempre acaba apareciendo una mesa libre – Ventura guiñó el ojo a Olga. – Y encima, como pago sin rechistar la cuenta sin pedir un descuento por ser del FBI, me tienen más consideración. Una cosa ¿Eso de que el concepto de olvido es frecuente en los títulos de Jorge? Solo tiene una novela en que aparezca. Te lo oí el otro día …

-De las que tiene escritas y no publicadas, la siguiente también es un olvido: “La vida que olvidé”. Es la que hubiera publicado si no le convencen de que se saltara dos. Por eso publicó “La Casa Monforte”. Es una de las novelas que le han robado y publicado por todo el mundo. La novela que me ha dado Mark, pensé que era esa. Pero era “Una boda sin novios”. Es posterior a la que te he dicho antes.

-Tenemos que preguntarle a Arlen por los otros hermanos de Fausto. Si la madre de los gemelos era la hermana hippie, se supone que hay otros que no eran hippies. Puede que Fausto se haya refugiado con ellos.

-Serán hermanastros. Con Lazona de apellido, no aparece nadie.

-O se cambiarían luego los apellidos.

-Es otra posibilidad. O se quemarían los archivos. En este caso, sucede a menudo.

-Una familia curiosa.

-¿Tu padre no tendría relación con él? Relación comercial me refiero. Con Campero si parecía tenerla, si lo invitaba a vuestra casa.

-Es posible. Ya le preguntaré si tengo ocasión. Creo que viene la semana que viene. Me ha dicho de quedar a comer.

-¿Aquí?

Ventura se echó a reír.

-Me llevará a otro sitio. Suele querer ir al restaurante de José Andrés. Pero éste le gustaría.

-Pues márcate un tanto trayéndolo. Marca tú la agenda por un día.

-A lo mejor te hago caso. Por cierto, ten.

Ventura sacó un libro de la bandolera que llevaba. Se lo tendió a Olga.

-Caín Varta. “En un lugar de la tierra prometida”. – leyó Olga en voz alta. Miró a Ventura que estaba pendiente de su reacción. Olga lo abrió y empezó a leer en silencio. Mientras lo hacía, iba cogiendo alguna patata frita del plato de su compañero, que masticaba despacio. Luego, hacía un gesto con los dedos como para limpiarse los labios. Leyó cinco páginas. Sonrió y miró directamente a Ventura.

-Es de Jorge. ¿Cómo lo has descubierto?

-Luego, cuando me fui a casa, empecé a darle vueltas. Ese libro lo leí hace un par de meses y pensé que su forma de narrar me recordaba a Jorge. Me encantó. De hecho, tengo otro de sus libros. Si quieres, está traducido al inglés. Yo es que suelo ir a una librería que vende mucho libro de España. He pedido los anteriores. Se les habían agotado.

-Ya sabemos al menos el nombre que utiliza. ¿Me lo dejas?

-Claro. Por eso te lo he traído. Si no, te lo hubiera contado y ya.

-Esta noche me pongo a leerlo. Ya verás cuando se lo cuente a Carmen. Devora los libros de Jorge. “La angustia del olvido” la habrá leído cuatro veces.

-Me encanta esa novela. Coincido con Carmen. Pero a mi “Las Gildas” … tiene algo irresistible para mí. No es de las más nombradas pero me fascina. Estas, las de Caín Varta, se venden muy bien, me ha comentado la librera. Y no se hace nada de publicidad de ellos. Es un boca a boca. ¿De verdad que no os había dicho nada de estos libros? ¿O pudiera ser otra de las robadas?

-No. Mira, viene el nombre de la editorial española: “Alma de poeta”. Conozco la editorial. Es pequeña, pero tiene cosas interesantes. El dueño y editor es un engreído, pero tiene gusto. Y odia a Jorge Rios – Olga no pudo evitar reírse. – He coincidido con él en alguna presentación. Si supiera la identidad de su autor estrella …

-¿Será posible que no sepa quién es? Tanto secretismo … ¿Por qué?

-Si lo quiere mantener en secreto, es lo mejor. Las debe tener guardadas en otro sitio. En su nube, parece que no. Ahí parece que solo tiene sus obras oficiales, por llamarlas así.

-Las que tienen su mundo particular.

Olga asintió con la cabeza.

-Está claro que Jorge es un pozo de sorpresas. No acabo de entender por qué publica con otro nombre.

-Para desligarse de la editorial Campero. Me imagino. O para sacar toda esa ingente producción literaria que tiene aparcada. Da igual, porque no tiene compromiso con ellos. Podría publicar la próxima novela en otra editorial. Firma contrato por novela. Nunca quiso atarse a ellos. Y eso, que según tengo entendido, al principio le insistieron mucho. Nando incluso llegó a enfrentarse a él por ello. Fue en lo único que no cedió ante su marido.

Olga se sonrió. Se le había ocurrido una coña y se estaba riendo ella sola.

-Lo que daría por poder contárselo a Dani. Si ya suele mirarlo con desdén cuando se pone a escribir de madrugada, como si tuviera que entregar a su editorial la novela que tiene comprometida al día siguiente, le mira con desdén y le dice:

Sí, escribe, que como no tienes nada acabado que publicar, corre prisa. Son las cuatro de la madrugada. Cuantas son ¿Quince novelas las que tienes acabadas sin publicar? ¿Cinco mil relatos cortos, la mitad de ellos de ochocientas páginas? ¿Me quieres decir cuando coño vas a poder publicar todo lo que tienes pendiente? No te da con una vida, escritor.”

-Si llega a saber que tiene cuatro novelas más publicadas, y seguro que tiene alguna pendiente. Esta que parece la última es de hace un año.

-Justo en pandemia sí.

-¿Quince novelas? ¿Cinco mil relatos? ¿He oído bien?

-O más. Cada vez te dice una cifra. Pero Dani cree que son muchos más. Y cuidado, muchos relatos son novelas.

-Eso es una barbaridad.

-Ten en cuenta que es lo que le gusta, escribir. Le dedica todo el tiempo que puede. Y para que negarlo, tiene una cierta facilidad. Es capaz de estar más de cinco horas sin dejar de teclear, sin siquiera levantarse para ir al servicio.

-Una cosa más – dijo Ventura – antes de que dejemos los temas laborales y hablemos del tiempo. Hemos descubierto a Guillermo, el hermano del violinista de Javier.

-¿Ah sí?

-Tenemos pasado mañana asientos en un vuelo del FBI a Nueva York. Ya lo he arreglado para que te cubran en el curso.

-Bien. Te toca entonces estudiar su informe.

-Ya lo he hecho.

-Entonces te dejo que me invites esta tarde al cine.

-¿Quieres ir al cine?

-Si me invitas, sí.

-Eso está hecho. Nos da tiempo antes a tomar un helado en una heladería que te va a flipar.

-Me vas a tener que acompañar a correr. Todo esto engorda.

-Cuando volvamos de NY, quedamos a correr. Sin problema. O si quieres, mañana mismo.

-Está todo buenísimo. ¿Te vas a acabar esa costilla?

-¡¡Olga!! ya te has comido mis patatas. No te he dicho nada, pero lo has hecho.

-Es por no dejarla. – Olga puso su mejor gesto de niña buena.

-Come anda. Eres un caso. Siempre haces lo mismo. Por mucha comida que pida.

-¿Me la dejas entonces?

Ventura no pudo evitar una carcajada mientras Olga alargaba el brazo para cogerle el plato.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 86.

Capítulo 86.-

.

¿Seguro que no te apetece venir?

Mark estaba abrazado a Olga al lado de la puerta de la suite que ocupaba en su estancia en Washington DC. Habían coordinado el viaje para pasar unos días juntos, haciéndolo coincidir con un descanso en el curso que estaba dando en Quantico a agentes del FBI.

-Vas a estar siempre reunido. Así aprovecho estos dos días para hacer unas gestiones que tengo pendientes.

-¿Vas sola?

-No. Tengo mi agente especial de enlace que me acompaña.

-¿El jefe Peter Holland? – Mark enarcó las cejas al nombrarlo y empleó su mejor tono irónico.

Olga se echó a reír.

-No creo que el Jefe de Operaciones del FBI se rebaje a hacer de agente de enlace con una policía española.

-Según me cuentan mis informantes, ha puesto mucho interés en que vinieras. Y te ha hecho de cicerone.

-Una cosa es que se muestre educado fuera del trabajo y otra que oficialmente me acompañe en mis pesquisas. – Olga le pasó la mano por la cara con cariño – O sea que tienes tu propio cuerpo de investigación.

-Siempre lo he tenido.

Esa última expresión, no pretendía que pareciera una broma, porque no lo era. Mark Lemon era un hombre muy poderoso. Cualquiera en un puesto parecido, valoraría mucho la información. Él lo hacía. Tenía su propia empresa de seguridad que se encargaba de su protección y de la de sus personas importantes. Y una parte de ella se dedicaba a recopilar información, no solo en internet sino a pie de calle de las personas con las que entablaba negociaciones o en su entorno tanto particular como empresarial.

-No te pongas tan serio, cariño.

-Lo que tenéis entre manos es serio, Olga. Lo sabes.

Olga fue la que se puso seria ahora.

-¿Eres consciente que un día, Carmen o Javier o Matías o yo misma vamos a tener contigo una conversación muy seria al respecto? Me repites mucho esa cantinela, pero tengo la impresión que eres tú el que no acaba de asimilar todas las implicaciones que este caso comporta.

-No estoy preparado para ello. Puede que tengas algo de razón.

-Nosotros tampoco estamos preparados para abordarte. Pero llegará un día en que sí lo estaremos. O a lo mejor no lo estaremos, pero tengamos que hacerlo de todas formas. Porque alguien cercano a ti, saldrá por ahí. Creo que deberías valorar adelantarte tú y poner en común con nosotros lo que seguro que has oído comentar a tu alrededor. Dudo además muy seriamente que ninguno de tus colegas no haya intentado invitarte a una de esas fiestas. Por agasajarte o por buscar tener algo en contra tuya. Y toda esa información ha tenido que aparecer en los informes de tu “equipo de información”.

-Te he dejado en la mesa una novela que me han hecho llegar. – Mark había escuchado atentamente a Olga, pero no hizo ninguna intención de aportar nada al tema. – Es de Jorge. Aunque no viene su nombre en la portada. A lo mejor le interesa. Es una aportación de mi equipo de información – Mark sonrió ligeramente a la vez que miraba de medio lado a Olga.

-¡Qué niño eres a veces! – Olga besó a Mark en los labios antes de ponerse seria de nuevo – ¿Novela robada?

-No está publicada por él, no. Está vendiendo mucho ahora en Estados Unidos. Si lees las tres primeras páginas, no tendrás ninguna duda de que es de él. Eso sí, está sin pulir. El que la ha publicado, no se ha atrevido a corregirla por si metía la pata. El mundo que ha creado Jorge es muy complicado. Solo él lo tiene completo en su cabeza.

-El que te la ha proporcionado entonces, conoce bien la forma de escribir de Jorge.

-Si no tuviera cerca de setenta años, podría ser uno de “sus” chicos – Mark imprimió a sus palabras un ligero tono de ironía. – Sabe que somos amigos de él. Suelo presumir de ello entre mis colegas.

-¿Somos amigos de él? Tendré que hacer algo para que esa afirmación sea cierta al cien. Te lo tendré que presentar cuando vuelva a España.

-O a lo mejor tiene que venir él a Estados Unidos.

Olga se sonrió pero no dijo nada.

-Ahora llamo a Carmen. Se lo cuento.

-Me voy. Si no, perderé el avión.

-¿Dos días?

-Sí. Cuando vuelva, tendremos cinco para nosotros solos. Piensa dónde quieres que vayamos.

-¿Y si me apetece no salir de esta magnífica suite?

-Es una propuesta interesante – a Mark le había salido un cierto tono insinuante.

Olga y Mark se besaron antes de que él saliera de la habitación con su maleta. En la puerta, le esperaban dos miembros de su empresa de seguridad. Olga salió al pasillo y le siguió con la mirada hasta que se metió en el ascensor. Le hizo entonces un gesto con la mano de despedida. Mark sonrió y le lanzó un beso.

Olga cerró la puerta y volvió al salón de la suite. Cogió la novela que le había dicho Mark. Cuando se lo había comentado, pensó que era “La vida que olvidé”. Pero no era esa novela, sino “Una boda sin novios”.

En un momento organizó su sistema de comunicación para llamar a Carmen y tener una videoconferencia. Quería saber las últimas novedades de todo antes de ir a ver al hermano de Carlota Campero, y por supuesto, comentar el tema del libro con ella. Su amigo del FBI, ese del que su pareja se sentía un poco celoso, había puesto a su personal a buscar al tal Tirso por todo Estados Unidos. Y lo había conseguido.

-¿Ha pasado algo? Tienes mala cara – dijo Olga a modo de saludo. No eran muy frecuentes las ocasiones que se podía ver a Carmen tan agotada.

-Creo que me voy a ir a la cama. Hoy he llegado al límite.

-Que tú digas eso, me preocupa. ¿Y Javier?

-Le voy a dejar que tire él un rato del carro. Le he dicho a Pati que se quede al tanto, por si acaso. Y que me avise si me necesitan.

-¿Me vas a contar las novedades? Voy a ver en unas horas al hermano de Carlota Campero. El FBI lo ha localizado.

Carmen le hizo un resumen de lo que había pasado alrededor del Jorge y Carmelo respecto a su comida con el embajador y sus amigos.

-A Javier le ha dado por hacer un poco de teatro. Y ha habido que organizar a todo correr un despliegue para mandar mensajes. Copiando a Jorge en la discoteca la otra noche.

-¿Quienes estaban en el Intercontinental?

-Pues se habían juntado varios amigos de Jorge y Carmelo. Otilio Valbuena tenía una comida de trabajo con varias personas interesantes.

-¿Políticos?

-Algunos. Y algunos jueces. Fiscales.

-¿Conocidos?

-El juez Roberto, por ejemplo. Y el Juez Tomares. El Fiscal Jefe de Cáceres y el de Toledo. El Consejero de seguridad de Castilla la Mancha y el jefe de gabinete de la vicepresidenta de la Junta de Extremadura. Yolanda Vázquez, Consejera de economía de Castilla La Mancha. Había más gente en esa mesa, pero menos relevante, en un principio. Estamos investigando. Si estaban ahí, algo de poder tienen que detentar. Poder, o influencia en el que lo tiene. En otra mesa comían Carlota Campero y algunos de sus amigos poderosos. Carlota se ha saludado con Otilio. Con mucha cercanía. Creo que estamos en lo cierto al pensar que están buscando la forma de quitarle la herencia a Rubén. O puede que estén buscando la forma de librarse de los problemas que tienen.

-¿Sabemos lo que ha heredado ese chico?

-No. La herencia está sin repartir. Es un misterio. Pero en su cuenta aparecen todos los meses quince mil euros de nada de un fondo fiduciario. Da para vivir sin problemas.

-¿Se los gasta?

-Unos mil. Dos mil como mucho. Y desde la agresión, ni eso. El piso es suyo y está pagado. Y a parte, cuando trabaja, cobra bien. Y tiene prestigio. Así que sus cuentas tienen un envidiable saldo positivo de seis cifras antes de los céntimos. Y la primera de ellas no es un “uno” precisamente.

-¿Más personas de interés?

-Pues amigos de Carmelo. Willy Camino, Gregorio Badía, su representante. Elfo Jiménez y Guillem no sé qué. Nos pasó Jorge el otro día unos comentarios aparecidos en vídeos de Carletto. Son calcados a sus aportaciones en aquella conversación de wasap de Álvaro con ellos. Nos pasó las capturas de pantalla que había hecho Álvaro Cernés antes de que los borraran. Son calcados. Parece que ya tenemos a quién mueve esa campaña de acoso a Jorge y Carmelo en las redes. Y ahora además, con ese intento de agresión a Álvaro, todo tiene un color diferente.

-¿Qué le han hecho? ¿Está bien? Me lo presentaron en algún evento y era un tipo muy agradable y educado. Y no es mal actor.

-Eso … creo que hay mucha tela que cortar ahí. Ahora Jorge está con él. Estaba hundido. Menos mal que el bajón le ha dado después. Se ha defendido bien. Aunque su casa es siniestro total. Le querían marcar la cara. Rajársela, literalmente.

-Eso es por algún trabajo.

-Eso piensa Jorge. Aunque parece que hay muchas otras posibilidades. Parece que el Álvaro ese no ha elegido bien sus compañías últimamente.

-Alguna vez me han hablado de una trama de timar a los recién llegados al estrellato. ¿Te refieres a eso?

-Algo de eso hay. El resultado último es … la prostitución para pagar la deuda contraída por el ritmo de vida al que empujan a esos jóvenes. Es lo que buscan en realidad. A parte de ir cobrando comisiones de todas las tiendas, restaurantes concesionarios de coches, inmobiliarias donde les llevan a hacer gasto.

-Vaya. Es un tema serio. No pensaba que llegaba a esos extremos.

-Veremos lo que vamos encontrando. Va a ser difícil probarlo. De todas formas, en los dos caminos que puede seguir el tema de la agresión, hasta donde sabemos, parte de los implicados se solapan.

-Mira que bien. Mismos sospechosos para dos líneas de investigación. Más personas de interés que estuvieran en el mismo restaurante.

-No le digas nada a Jorge, pero también estaban Paula Freire con su grupo de adeptos. Y se reunían con, nos imaginamos que era el objetivo a agasajar, Justo Riu.

-No creo que la entidad que dirige se quiera meter en esas guerras.

-¿Dices?

-Mark tiene contactos con muchos miembros de su Consejo de Administración. Desde ahora te digo que si emprende alguna acción, es por su cuenta.

-¿Qué interés puede tener él?

-Como no sea convertir a su entidad en el banco de referencia de la Universidad Jordán … pero … quizás hay cosas que se nos escapan. Él ha tenido digamos una cartera de clientes en el banco muy selecta. Personas de mucha enjundia y con mucho parné. Ese siempre ha sido su activo para ascender. Una cartera que además, nunca ha querido soltar, ni ascendiendo. A día de hoy, sigue manejándola él. Directamente.

-¿Conoces a todos estos elementos?

-A Justo sí. Y a Néstor, Dídac y sus hijos, también.

-Éste hombre es amigo de Jorge ¿No?

-Más bien de Manzano. No creo que tenga relación con Jorge ni Carmelo. Directamente al menos. Manzano pertenecía al mismo círculo social que Justo Riu, antes de dejar su puesto de Jefe de Cirugía y coger el de médico de Concejo. Manzano se relacionaba con lo mejor de la jet set de Madrid. Néstor Edelweis, el Jefe de Operaciones de la entidad, sí es amigo de Jorge. Néstor es el marido de Dídac. Ahora con el tema de Sergio, seguro que Jorge le ha llamado para que nos ayude. Dídac conoce tanto a Carmelo como a Jorge. Los conoció a cada uno por separado.

-Voy a marcar a ese Justo por si acaso. A ver que otras coincidencias encontramos con el tiempo. Por su bien esperemos que esa cartera de clientes tan suculenta, que le ha hecho ascender, no le haga ahora acabar en la cárcel. Tienes razón con Dídac. Lo ha llamado Jorge. He hablado varias veces con él. No sabía que su “Néstor” era ese Néstor.

-Es ese sí. Y ya te digo, tanto Néstor como Dídac son amigos de Jorge y Carmelo. Entonces los mensajes hoy han llegado altos y claros a mucha gente.

-Sí. A sus destinatarios y a algunos que pasaban por allí y que tampoco está mal que se den por enterados. ¿Y tú?

-Me vienen a buscar en un rato. Un poli que lleva trabajando un tiempo con el FBI, pero que es español: Ventura Carceler. Me lo ha asignado Peter para que me acompañe estos días que voy a mover árboles.

-¿Es majo?

-Sí. Si puedo convencerlo, me lo llevo de vuelta a España.

-¿Tiene pareja? ¿Casado?

-No y no.

-¿Qué hace en el FBI?

-¿Huir?

-Pues si huye al FBI, al menos padrino tiene.

-Lo tiene. Ya te contaré.

-Oye, una cosa. Me acabo de dar cuenta que ese nombre me suena. Ventura …

-Lo tiene Javier en su carpeta de posibles fichajes.

-¡A joder!

-¿Ya te has acordado de él?

-Tienes razón, sería un buen fichaje. Tiene muchos aires para mi gusto, pero bueno. ¿Y hoy toca?

-El Tirso hermano de Carlota Campero.

-¿Lo habéis encontrado? – Carmen chascó la lengua para mostrar su enfado con ella misma – Perdona, si lo has comentado antes. ¿Ves como sí estoy para el arrastre?

-Vive cerca de Winston-Salem, en Carolina del Norte. En una finca que en apariencia se dedica al cultivo de gamusinos.

-O sea que no se dedica a nada.

-Exacto.

-¿Y que hace?

-Eso es una de las cosas que vamos a averiguar.

-Ya me contarás. Yo me voy a la cama. Te lo juro, no he probado el orujo y parece que estoy borracha.

-Apaga el móvil.

-Lo pondré bajito. No vaya a ser que Javier se encuentre mal y me llame.

-Si no descansas un poco, no podrás ocuparte de él. Te dejo, creo que Ventura ya ha llegado.

-¿Con éste no se va a sentir celoso Mark?

Olga se echó a reír.

-Creo que no. Cero posibilidades.

-Que ojo tenemos. Parece que el radar ese que reconocer a los gays, lo tenemos nosotras. Al menos tu novio, dormirá tranquilo.

.

-La madre que me parió. Llamo a Carmen para decirle lo del libro de Jorge, y se me olvida.

Olga acababa de abrir la puerta a su agente de apoyo. Al coger sus cosas de la mesa, se había encontrado con el libro que le había dejado Mark.

-Mándala un mensaje. Cuando se despierte lo verá.

-Le mando un mensaje directo a Jorge también. Recuérdame luego que le mande el libro.

-Me lo das y lo envío yo, no te preocupes.

-¿Seguro? No quiero acapararte.

-Ya me acaparas. – Ventura sonrió con ironía.

Salieron de la habitación y bajaron al garaje a coger el coche. Ventura había aparcado delante de los ascensores. Olga se sonrió porque utilizaba la misma táctica que Carmen y ella cuando no encontraban sitio para aparcar: dejarlo en medio con la sirena bien visible y en este caso el cartel de FBI a la vista. Esta vez había dejado hasta la sirena girando iluminada.

-He estado antes hablando con Carmen.

-Ya me has dicho.

-Hemos hablado de ti.

Ventura se sonrió mientras conducía.

-No pienso volver.

-¿Cómo sabes …?

-Vuestra fama de reclutadoras traspasa fronteras.

-Nos vendrías bien. Tienes mundo, hablas idiomas, eres inteligente, perspicaz … tienes contactos en Estados Unidos, en el FBI …

-Tú también los tienes. Y se te ha olvidado decir que me doy muchos aires, soy chulo, demasiado seguro de mí mismo, rebato todo lo que dicen mis jefes … soy insufrible, mal compañero, algunos dicen que soy vago y me aprovecho del trabajo de mis compañeros mi único fin en la vida es destacar sin dar un palo al agua. No tengo buena puntuación en tiro y tampoco destaco en defensa personal. Y salgo a correr como los domingueros, porque el gimnasio es demasiado esfuerzo. Recuerda que soy un vago.

-Pero a veces no es bueno que … sea yo … la que pida favores. Y que rebatieras a tus jefes de entonces, para nosotros es un punto a favor. No puedo creer que alguien dijera que eras un aprovechado y un vago. En tiro, tus puntuaciones no son buenas. Las cosas como son.

-Al lado de las tuyas, de las de Carmen y Javier, todas son malas, no te jode. Y algunas cosas que ahora no me salen. No exagero. Eso lo hace el estar dispuesto a todo por contentar al jefe de turno que te ha marcado con una cruz. Lo que verdad piensas es que soy carne de ser uno más de los que ocupen el diván de Jorge Rios. En vuestra Unidad, todos habláis idiomas y tenéis muchos hombres y mujeres de mundo. Tenéis un medio inglés, un medio francés, Javier habla hasta ruso, como Jorge … todos hablan al menos dos idiomas, tenéis especialistas en informática, en delitos económicos … Tú misma, hablas cuatro idiomas a la perfección. Tu amiga Carmen lo mismo. Tenéis contactos con gente poderosa. Tu novio, sin ir más lejos. No creo que creo que si os rebato a vosotros desde el primer momento, que lo haría, soy así, os sintierais cómodos y pusierais mi retrato en la pared de los compañeros modélicos.

-No he dicho eso. Lo del diván de Jorge … y sabes que en el tema que nos traemos entre manos, todos los apoyos son pocos. Y respecto a lo de la pared de los compañeros modelos, me llevas la contraria cada dos por tres, y todavía no te he soltado un tortazo.

-Lo piensas. Lo de Jorge y lo de soltarme un tortazo – lo dijo con visaje serio, aunque le guiñó el ojo y se le marcaron los hoyuelos en las mejillas, a modo de señal de broma.

-Si conocieras a Jorge no dirías “uno más en su diván”. – Olga le dio un manotazo en el brazo en respuesta a la segunda cuestión.

-¡Ahú! Haces daño – Olga puso gesto de indignación ante semejante afirmación. Ventura retomó la conversación ya en tono serio – Es una forma de hablar en el tema del escritor. Aunque hasta hace poco, ni siquiera daba oportunidad a que nadie le saludara. Era un fantasma levitando por las calles de Madrid a veinte centímetros del suelo y con la mirada perdida. Ignoraba hasta al que se chocaba con él.

-Eso quiere decir que lo conoces. Sabes de él. No me mires así, Ventura, no te enfades. ¿O es que intentaste hablar con él cuando estaba en modo asocial? Ahora es completamente distinto en ese aspecto.

-Perdona. No me malinterpretes. Me caéis de puta madre. Pienso que sois la hostia. De verdad. Lo pensaba ya antes, pero en los días que te he conocido, he corroborado mi impresión de que eres una mujer de bandera y una profesional todavía mejor. Estoy bien aquí, Olga. No tengo que encontrarme con nadie que me haga vomitar. Allí, estaría siempre pendiente de que esa posibilidad se hiciera real. Me dolía todo el cuerpo de las arcadas que me producían algunos. Y esa ansiedad de levantarme cada día de trabajo y no saber por dónde me iban a llover las hostias. Que sapos me iba a tener que tragar. Vosotros me caéis genial. Pero va a ser que no.

-Aquí no todos te caen bien.

-No tiene nada que ver. Te aseguro que por mucho que odie a algunos compañeros aquí, nada que se le parezca a lo de allí. Y tú sabes de lo que hablo. Antes me has dado a entender que tenéis un informe sobre mí.

-Precisamente queremos que nos ayudes a cambiar eso. A que no necesites desayunarte medio bote de Primperan. Ni tú ni nadie. Mi propuesta es en serio y no tiene caducidad. Es para trabajar con Javier, con Carmen, con Matías y conmigo. No dudo que sepas de todos nosotros. Y sabes que esos mismos que te producen arcadas a ti, nos las producen a nosotros. Tienes mi número de teléfono. Aunque ahora no te apetezca, puede que dentro de un tiempo sí. Que sepas que tienes un sitio en nuestra Unidad.

-No me gusta luchar contra molinos de viento. Es lo que hacéis. Y para una vez que le di el placer a mi padre para que tirara de influencias, no quiero defraudarlo.

-Le costaría mucho encontrarte acomodo aquí.

-Mi padre es poderoso. No sale en los papeles, pero … lo es. No creo que gastara más de media hora de su tiempo para conseguirme el puesto.

-¿Te llevas bien?

-No. Pero no quiso desaprovechar la ocasión para tener algo por lo que le debiera gratitud. Mira, esa es la finca.

-Veamos quien es ese Tirso.

-¿Será el del libro de Jorge Rios?

Olga se sonrió antes de contestar.

-No.

-¡Sabes quien es! – Ventura miró con admiración a Olga.

-Sí. Hablo con frecuencia con él.

-¿Y esta visita entonces?

-Que un tipo, hermano de una de las implicadas en el caso y que … acuérdate lo que te digo, todavía nos tiene que dar muchas sorpresas desagradables, esté medio escondido a miles de kilómetros de su hábitat, cuando menos merece una charla.

-¿Qué esperas? Sus razones pueden ser parecidas a las mías: romper con su entorno que no le era agradable.

-Otra víctima de esa organización. Y es cierto, la causa más probable es que su “familia” le repatee. Quiero conocer los detalles. Y espero que nos cuente cosas que nos ayuden.

-O uno de los verdugos que se arrepintió. O no se arrepintió pero se cansó y huyó.

-O un compañero de Tirso.

-Tirso puede que fueran varios. – propuso Ventura. – Alguna vez lo he pensado.

-Ahora veremos. Sí te adelanto que parte de lo que se le achaca en los mentideros a Tirso, no lo hizo él.

-Entonces de alguna forma me das la razón: Tirso son varias personas.

-Mirado de esa forma, se podría afirmar, sí.

La verja de la finca estaba abierta. Pasaron con el coche y llegaron hasta lo que parecía la casa principal. Era una casa de piedra y ladrillo, con una galería cubierta que ocupaba toda la parte delantera y por lo que parecía desde dónde estaban, un lateral. Había como varios ambientes: un rincón con sillones, para reuniones de amigos, otro espacio con mesas altas y sillas, como para fiestas más informales, un rincón de leer con una mecedora …

-Parece al menos que tiene cierta actividad social. Todo parece preparado para ello.

-No te fíes, puede ser todo diseñado y preparado por un profesional.

-Le falta un poco de alma, es cierto. Me recuerda un poco a la casa de Cape – eso último lo dijo más para ella.

A Olga le dio la impresión de que solo estaba en uso una parte de la mansión. Si sus informaciones eran correctas, no le extrañaba. Si ese hombre vivía solo allí, la casa era enorme para un solo inquilino. Uno de los edificios anexos sí parecía tener uso. Si hubiera tenido que apostar, era el taller del dueño de la finca. Y parecía dedicarse a la escultura. O a la alfarería. Aunque dudaba de que esa actividad fuera profesional.

Se bajaron del coche. Ventura se puso la americana y comprobó su arma antes de caminar hacia la casa. La indumentaria de los dos era incongruente. Ventura llevaba el uniforme oficial del FBI, traje oscuro y corbata, camisa color azul claro, con zapatos negros. Olga en cambio, vestía informal, con pantalones vaqueros ajustados, una blusa color beige y un chaleco largo de color rojo bermellón. Calzaba unas botas de caña media con medio tacón. Llevaba su arma, con permiso de las autoridades americanas, colgada de la cintura. El chaleco la disimulaba un poco, aunque no pretendía ocultarla del todo.

Ventura fue a llamar al timbre, pero un hombre de unos treinta y pocos, les salió al paso y se le adelantó. Se los quedó mirando impasible. Su gesto no era agradable. No parecía contento con la visita.

-¿Señor Campero? – preguntó Ventura.

-Hace tiempo que nadie me llama así.

La voz sorprendió a los dos policías. Era muy grave. Parecía salida de ultratumba. Aunque lo que más les llamó la atención era su falta de musicalidad. Olga suspiró con tristeza. Esa era una de las características que parecían tener muchos de los “chicos de Jorge”, como habían empezado a llamar a las víctimas de esa organización.

-Permítame que nos presentemos. – Olga le tendió la mano sonriendo.

-Olga Rodilla y ¿Usted? – Tirso cortó el intento de Olga mientras miraba a Ventura, aunque aceptó el saludo que le ofrecía una sorprendida comisaria.

-Ventura Carceler. – ahora fue éste el que tendió la mano a Tirso y se la estrechó.

El hombre levantó las cejas sorprendido.

-Jugamos entonces en nuestra juventud algunas veces que tu padre nos invitó a pasar algún fin de semana en vuestra finca de Extremadura. Sigues teniendo un aire a él, aunque no te haya reconocido al verte.

-Siento no recordarte. – Ventura lo miraba intentando buscar algún rasgo o gesto que le diera pistas. Le había sorprendido su afirmación de que se conocían. Tendría que hablar con su madre a ver si se acordaba ella. Ese hombre, de todas formas, parecía unos años mayor que él. En todo caso, se juntaría más con sus hermanos mayores. Quizás fuera mejor hablar con ellos.

-No me extraña. Yo procuro no recordar nada de lo de antes de llegar a Estados Unidos. Por eso vuestra visita no me agrada. Se me ha alterado el ánimo solo de verte Olga.

-¿Nosotros nos conocemos? – Olga lo miraba fijamente desde que el hombre hubiera demostrado que la conocía. No acababa de recordar. Prefirió reconocerlo en voz alta que andar a ciegas.

-Sí. Pero yo era poco más que un niño. Y tú mucho más joven. Aunque ya eras madre. He de decir en tu honor, que no parece haber pasado el tiempo por ti.

Olga se lo quedó mirando de nuevo. De repente su mente encontró el recuerdo. Se quedó anonadada. Se olvidó hasta de devolver o agradecer el cumplico que le acababa de hacer.

-Joder. Te llevó Jorge a la casa de acogida. Te sacó de una de esas fiestas. Nacho, Cosme y Jorge. Pero no te llamabas Tirso.

-Eres buena fisonomista. Deja aquel nombre en el olvido por favor. Aunque te acuerdes, o lo haga Jorge, no lo mientes ni lo pongas en ningún informe.

Olga dio un paso para abrazarlo. No lo pensó, simplemente le salió. Y el Tirso que había salido a recibirlos con gesto agrió aceptó con gusto el abrazo y cambió el visaje agrio por otro de sentirse bien. Olga recordaba perfectamente como Jorge lo llevaba aúpas y se lo pasó a ella y el joven se abrazó como una lapa. Aunque antes de que Jorge se fuera, volvió a sus brazos para besarlo profusamente. Luego, estuvo lloriqueando más de una hora en brazos de Olga.

-Solo tengo un par de recuerdos buenos de aquella época. Las caricias de Jorge en mi espalda para que me relajara, mientras me llevaba sobre su hombro hasta que me dejó en esa casa contigo, y tu abrazo eterno. Y las palabras que primero Jorge y luego tú, me susurrasteis al oído para que supiera que ya no me iba a pasar nada. No os niego que pese a que te debo mucho, Olga, tu visita me fastidia bastante. Hubiera preferido que no se hubiera producido nunca. Pasad. Al menos os ofreceré un café.

La casa por dentro era acogedora. No había fotos de personas, pero las había de animales. En la sala principal había un piano vertical en una esquina. Había bastantes figuras de barro como adornos. Eran bonitas. Le recordaban las de un artesano burgalés que había visto en algunas ferias y del cual tenía varias de ellas en su casa. Félix Yáñez. Al final se había acordado de su nombre.

-Es cierto, tocabas el piano – dijo de repente Olga.

-Lo sigo tocando. Algunos vecinos se acercan los viernes y hacemos una pequeña velada. Me sirve como excusa para tocar el resto de la semana preparando esa “actuación”.

-¿Cual es tu pieza imprescindible?

-El Canon de Pachelbel. Y una amiga siempre me pide el “Claro de Luna” de Debussy.

-El Canon me lo tocaste una vez.

.

.

Tirso se quedó mirando a Olga y sonrió.

-Es cierto. No lo recordaba. Viniste a verme y quisiste escucharme. Nadie me ha escuchado con tanta atención. Si no recuerdo mal te gusta la música clásica. Espera, me acabo de acordar, luego te toqué un minueto de Handel.

.

.

-Y algo de Chopin.

Durante un rato hablaron de cosas intrascendentes. Pasaron a la amplia cocina del anfitrión y se sentaron mientras esperaban a que el café estuviera preparado. Una vez que estuvo listo y Tirso se sentara con ellos en la mesa, parecía que era el momento para hablar de la razón que había llevado a los policías hasta esa casa.

Olga tomó la palabra y contó a grandes rasgos lo que había pasado con Rubén y la actitud de su hermana. Tirso escuchaba atentamente sin hacer prácticamente ningún gesto. Para Olga, fue claro que le interesaba lo que contaba, aunque no fuera posible hacerse una idea de lo que pensaba o cual de los protagonistas se alineaba más con su forma de ser y pensar.

-Es cierto. Bonifacio nos dio un dinero, mucho dinero, y nos dijo que no esperáramos más cuando muriera. Dijo que prefería que lo disfrutáramos mientras éramos jóvenes, para que pudiéramos crearnos un futuro.

-Pero tu hermana no parece que sea de la misma idea.

-Vamos a llevarnos bien. A Carlota te agradecería que no la mentaras de nuevo por nuestra relación familiar. Eso fue solo un papel. Así además le damos gusto, porque siempre me mostró su asco y su oposición a que me llevara parte de las atenciones de Bonifacio. Y claro, parte de su dinero. A estas alturas ya te habrás imaginado que si soy hijo de Bonifacio, es porque me acogió y me adoptó. Carlota nunca estuvo de acuerdo, reitero, y no ha dejado de demostrármelo continuamente. No tenemos ninguna relación ni la tendremos. Si no me ha quitado el dinero, es porque no ha podido. Estoy seguro que ha puesto mucho empeño en que sus abogados estudiaran algún tipo de acción para dejarme pelado. Si no lo ha hecho, es porque no ha encontrado la forma legal de hacerlo. Y por si acaso tiene ganas de matarme para heredar ella, hice un testamento al que di toda la publicidad que pude, en el que legaba todo a Jorge Rios. A él le debo la vida, es justo que si la pierdo, reciba lo que es mío.

-Eso quiere decir que crees posible que Carlota sea capaz de organizar algún tipo de plan o encargarle a alguien matarte.

Tirso se mantuvo en silencio con su mirada clavada en Ventura. Éste asintió despacio con la cabeza. Había entendido la respuesta a la perfección.

-Pensaba que en todo caso se lo habrías dejado todo a Rubén. Es tu sobrino. – Olga tomó el relevo a la hora de preguntar.

-De nuevo volvemos a lo mismo. Lo es por un papel. Ni es mi sobrino ni nada. Y en este caso, apenas lo he tratado. Y ser, aunque sea sobre el papel, hijo de Carlota y del fantoche de su marido, no es un punto a favor de él.

-¿No te llevas bien?

-Apenas lo conozco. No me interesa. No te puedo decir que tipo de persona es. Solo que no lo ha pasado nada bien en la vida. Pero eso no te da un certificado de buena conducta o de santidad. Sé de algunos “compañeros” que después se convirtieron en unos perfectos hijos de puta. Sencillamente no lo conozco y no me interesa lo más mínimo.

-¿No te apena que se quede con la herencia?

-No creo que haya mucho que heredar, comparado con lo que había. La casa familiar. Perdón, la casa de Bonifacio. La otra casa, la buena, ya se la quedó Carlota cuando murió su madre. Y el dinero de ella, que era bastante y de eso, yo no vi nada. La editorial. Pero ésta ha sido mal gestionada en los últimos tiempos y el único activo que tiene es Jorge Rios. Sin él, la editorial es humo. Y si es verdad lo que me cuenta algún amigo que me llama de vez en cuando, y Jorge se ha despertado y ha empezado a poner orden, esa editorial no tiene futuro. En cuanto Jorge les quite los ingresos extra que tenían gestionándole algunas cosas, como su agenda y algunas colaboraciones con algunas publicaciones, será un desastre.

-¿Por qué crees que Rubén no ha dado pasos para ejecutar la herencia? – Fue Ventura el que preguntó.

-No lo necesita. Y así pone nerviosa a Carlota. Es su madre, sí, pero porque Bonifacio era muy mayor para figurar como su padre. Si a mí me puso todas las zancadillas que pudo, me imagino que la vida de Rubén  ha sido penosa. Además, ya tiene una asignación mensual de un fondo fiduciario. Esa asignación es de por vida. Es intocable. De todas formas, nunca he tenido claro a que juega Rubén.

-¿De dónde salió? ¿Otro niño como tú?

-No, no. Para nada. – Tirso se calló de repente. Se dio cuenta que su tono podía llevar a malas interpretaciones – Eso no quiere decir que su vida haya sido agradable. Pero es distinta. Quiero decir, su caso es distinto.

-Necesito que nos ilumines. No acabamos de entenderlo. Y Jorge está igual de perdido que nosotros, y eso que algo ha recordado de ese pasado que tiene olvidado. Si no llega a ser por eso, estaríamos en un punto muerto. Al menos recordó a Lazona y alguna circunstancia de él y de Rubén.

-Aún así, estamos cerca de estarlo – apuntó Ventura sonriendo con tristeza. – Perdidos, me refiero.

-No sé su historia con detalle. Lazona el padre, tenía negocios con Bonifacio. Algo pasó en alguna de esas fiestas.

Olga espero que Tirso siguiera hablando. Estaba convencida de que estaba poniendo excusas para no contar lo que sabía. El silencio persistía. Estaba claro que tendrían que trabajárselo un poco más para conseguir más respuestas.

-¿Rubén y su hermano eran hijos de Lazona? – preguntó Ventura después de que Olga le hiciera un ligero gesto con la cabeza.

Tirso empezó a mover la cabeza en círculos. Bebió un trago de su taza de café. No parecía decidirse a contar, o al menos, no acababa de escoger la forma de hacerlo.

-La vida de la familia Lazona es complicada. No sé por qué os cuento todo esto, no me va a hacer bien a la paz que tanto me ha costado encontrar. – miró resignado a Olga – Os advierto que solo sé algunos detalles. De hecho, nunca he acabado de entender todas las ramificaciones, por falta de información seguramente. Advertiros que todo lo que os voy a contar, y no estoy todavía convencido de hacerlo, no lo sé por vivirlo, sino por escucharlo. – Se aclaró la garganta antes de seguir hablando – Brenan y Dilan eran gemelos idénticos. Veo Olga que ya sabes que Brenan es el nombre real de Rubén. Eso sí lo vi, su parecido era mágico. De hecho, nunca tenías la seguridad de con quién estabas hablando. Si los conocías mucho, había alguna pequeña sutileza que los diferenciaba. Son hijos de una hermana de Fausto Lazona. O sea, biológicamente los gemelos son sus sobrinos. La hermana hippie. No recuerdo su nombre, porque además se cambió el nombre y luego, para más inri, se hacía llamar de otra forma …  cada mes cambiaba de nombre …  estaba siempre puesta, en una especie de iglesia rara o comuna o lo que fuera, allí en Galicia. Esa iglesia luego, entre sus preceptos, estaban el de dar a los hijos a la comunidad. Esos hijos eran criados entre todos y en su caso, vendidos. Eso es lo que pasó con ellos con nueve años. Y con algunos otros. Os imagináis en manos de qué depravados cayeron. Todo esto, se lo oí contar una vez a Lazona hablando con Bonifacio. Yo ya no era un niño, así que creo que entendí todas las connotaciones de la historia. Todas … es mucho decir por mi parte, es una historia tan rara la mayor parte al menos.

De repente Tirso se calló. Pareció dudar de seguir contando. Movía la cabeza negando. Debía estar pensando que esa no era su guerra. No parecía conforme con ir pregonando los secretos de los demás.

-¿Has recordado algo especial? – se atrevió a preguntar Ventura.

-No sé por qué os estoy contando ésto. No creo que sea bueno para mí. No lo he hecho nunca hasta ahora. Esta historia nunca ha salido de mi boca. Ni casi he pensado en ella. Y según hablaba me he dado cuenta que no no creo que sea bueno para mi salud mental. No le encuentro una razón para ello. No es mi guerra.

Olga dejó un tiempo de reflexión en silencio. Luego, con cadencia tranquila y sosegada y un volumen y ritmo reposados, empezó a hablar de nuevo.

Rubén se está drogando para no ser consciente de su vida. Para no hablar con Jorge. Ha sido el desencadenante de todo lo que ha ocurrido después, del intento de asesinar tres veces al menos al escritor y a Carmelo. A Dani – aclaró Olga. – Una trama complicada en la que está implicado uno de los hijos del ex-marido de tu hermana perdón, de Carlota Campero: Dimas Nadiel. Su hijo mayor, Jorgito. Él fue en apariencia la mano ejecutora de la paliza que le dieron a Rubén, aunque todo parece amañado. A parte, hemos descubierto una trama lateral de esa organización … con músicos.

-Pues ya habéis tardado. No me puedo creer que no hayáis oído hablar de ella hasta ahora. No es algo nuevo, es de hace muchos años. Tantos como Anfiles, casi.

-¿Tú la conocías? – preguntó Ventura. Ventura empezaba a coger el papel de contrapunto de Olga. De romper la cadencia sosegada que intentaba dar ella. Su tono era más cortante, más brusco, sin llegar a ser violento o inquisidor.

-No llegué a esa organización por ese camino. De hecho, fue allí donde empecé a aprender música. Nada que ver con esa organización de músicos. Esos van por libre. Van de masones. Les gusta las túnicas y la parafernalia. Son muy clasistas. El maestro, el profesor, el músico, los actuantes, los felpudos, los señores …

-¿Tirso? ¿Fue él el que ?

-No. Si. Es largo de explicar. Tirso y yo éramos colegas. Posiblemente fuera yo el primero al que luego salvó. El buscó a alguien que me diera clases. Desde que tenía once años, Tirso era un tipo resolutivo. Parecía que tenía treinta. Ver a un niño actuar como un adulto, movía a muchos a plegarse a sus peticiones. Eso pasó con mi profesor de música.

¿Quién es? – inquirió Ventura.

-Ese es un dato que prefiero guardarme.

El hombre se levantó y se fue a mirar por la ventana. Tuvo un arranque y salió a la galería descubierta que ocupaba un lateral de la casa. Ventura interpretó que se iba a dar a la fuga y salió detrás de él. Pero se detuvo en seco al comprobar que se había parado en una de las columnas que sujetaban el piso superior de la casa y que miraba hacia el horizonte. Varios minutos. Olga se unió a él. Hizo un gesto a su compañero y se acomodaron en unas sillas altas que había al lado de dos mesas. La comisaria fue a decir algo, pero un gesto de su compañero la disuadió. Dejaron que el hombre pensara y decidiera.

-¿Te has acordado de mi nombre ya Olga?

Tirso se giró y sonrió a la comisaria. Ésta asintió con la cabeza.

-Arlen. – dijo en un susurro perlado de una sonrisa cariñosa. – Siempre me gustó ese nombre.

-Fui el primero al que salvó Jorge. Ahora me he dado cuenta de que fui el primero en muchas cosas.

La comisaria asintió despacio con la cabeza.

-Luego llegó Dani. Y Lucas. Y Fidel. Y otros varios.

Tirso se puso a llorar. Olga fue a levantarse, pero de nuevo, Ventura le indicó que lo dejara llorar a gusto. Olga, aprovechando que en la mesa había un cenicero usado, sacó un paquete de tabaco y cogió un cigarrillo. Ofreció a Ventura que rechazó el ofrecimiento. Se lo encendió y aspiró profundo el humo. Empezaba a ponerse nerviosa. No se acababa de acostumbrar a escuchar las historias de esos niños. Los recuerdos de Tirso que ahora asolaban en silencio su mente, también llegaban por oleadas a la cabeza de Olga, saliendo de estampida del baúl al que los confinó hacía muchos años. No era agradable recordar el estado en que llegaban la mayoría de los chavales salvados cuando Jorge o los colegas de Roger los dejaban a su cargo. Y eso, que al menos, llegaban tranquilos. Jorge se había encargado de que se serenaran. Escuchar a Arlen retomar su relato, la sacó de su ensoñación.

-Éramos inseparables. Tirso, Odón y yo. Luego se unió David. Los cuatro mosqueteros, con D’Artagnan. Hermanos, amigos, amantes los mejores de esa banda. Lo único que recuerdo de mi abuela es que me repetía: “hagas lo que hagas, sé el mejor”. Pues éramos los mejores. Hasta ese día en que de repente nos hicimos mayores: a Odón y a David los mataron a golpes, Tirso pasó dos meses en un hospital, quince días en que parecía que se moría … y yo … velando. Todo por diversión. Porque a esos tipos les apetecía comprobar cuantas hostias podíamos resistir. Y el resto mirando divertidos. Haciendo apuestas. El tipo que se encargaba de nosotros no sabía que decirme. Eran un buen hombre dentro de lo que cabe. Armando se llamaba. Creo, ahora no estoy seguro. Da igual. Lo mataron al cabo de unos años. Cuando Tirso se recuperó, tomó la decisión de que eso que nos había pasado, no volvería a ocurrir. Y empezó a encargarse él de los chicos. Un chico como nosotros, encargado del resto. Tirso se hizo respetar. Fue imponiendo algunas normas. Tiene una gran personalidad. Se creó su personaje, con los tatuajes. Marcó su ley. Aunque le costó. Ahí nació su fama. Parte verdad, parte mito. Supo apropiarse de alguna cosa que hizo Jorge, además así de alguna forma lo protegía, y de lo que hicieron algunos de los cuidadores cuyo nivel de aguante se sobrepasó y actuaron contra algunos de esos “señores”.

Se volvió a Olga y le pidió un cigarrillo. Ventura se apresuró a coger el paquete y acercárselo a Arlen. Olga estaba también afectada. Arlen cogió un pitillo del paquete y aceptó el fuego que le ofrecía el policía.

-Hubo otra fiesta en que la cosa se desmandó. Y volví a salir malparado. Tirso estaba lejos y no podía ir a ocuparse. Fue algo parecido a lo de Dani: un tipo que tenían vetado, se coló en la fiesta por ser amigo del anfitrión. Pero Tirso se las arregló para que Jorge fuera a sacarme. De hecho, ahora que pienso, mi caso fue casi idéntico al de Dani. Jorge y sus dos colegas. Tuvo que aplicarse esos tipos no parecían propensos a dejarme escapar con vida. Pero lo hizo. Se aplicó. En mi vida he visto luchar como lo hizo Jorge. Hubo momentos en que pensé que lo iban a dominar. Nacho llegó a tiempo de echarle una mano. Y luego Cosme. Éste sí salió un poco magullado del combate. Y aunque ellos eran muchos, ellos fueron los que acabaron mal. Alguno incluso, mal de verdad. Ni Nacho ni Jorge tienen piedad en esas circunstancias. Al escritor, ahora que lo pienso, creo que no le dieron ni un puñetazo. Salió sin un rasguño. Con las manos eso sí, un poco enrojecidas y calientes. Sentí luego ese calor en mi piel. Ese calor me reconfortó. Jorge me aupó y me colocó en su hombro. Seguía desnudo. Sentir sus manos en mi cuerpo, me dio paz. Sus manos calientes por la acción. Por defenderme. Nadie nunca lo había hecho. Luego Nacho me tapó con su cazadora. Jorge me acariciaba suavemente la espalda, las piernas …  luego en el coche, me abrigó bien con la cazadora de Nacho, me abrazó y me habló al oído. Eso ya os lo he contado antes. Recuerdo cada palabra, pero eso, como me dijo él, era solo para mí. Y así será por siempre. Y recuerdo el perfume que tenía la cazadora de Nacho. Me costó, pero lo encontré. Es el perfume que utilizo ahora. Me da seguridad.

Sus ojos se habían vuelto a humedecer. Se pasó unas cuantas veces su mano derecha por la nariz. Miró al techo de la galería y se aprestó a seguir con su relato.

-Tirso esta vez me veló a mí en el hospital. Cuando me recuperé no sé que tenía con Bonifacio pero éste me adoptó. Me apartó de todo ese mundo. Y me dio una cama, una seguridad, una educación. Cariño no demasiado, no era hombre de afectos. Pero a mí me valió. Me dijo que pasara de Carlota y del resto de la familia y amigos. Perdona, me he ido …

Suspiró de nuevo mientras se secaba las lágrimas que habían aparecido en sus ojos.

-Tirso procuró que alguien me enseñara música. Eso ya lo he contado. Fue ahí además cuando empezó a recomendarnos a todos que le leyéramos. A Jorge. Dijo que ese escritor, nos entendía. Que sabía lo que sentíamos. Que estábamos todos reflejados en sus personajes. Una vez me llegó a decir: “Ese Jorge las ha pasado canutas, es de los nuestros”. No sé si las pasó canutas o no, sé que a parte que es verdad, sus historias me llegaron al alma cuando las leí, él me salvó de una muerte segura. Y esos pocos minutos que estuve en sus brazos, y los que luego estuve abrazado a ti, Olga, han sido mis mejores momentos en la vida.

Olga levantó las cejas y se llevó la mano a la boca para taparla. Negaba con la cabeza. No se esperaba que la visita a ese “Tirso” se desarrollara de esa forma. No se había preparado adecuadamente. Al menos Ventura parecía menos impresionado por la historia de Arlen. Se levantó y llegó hasta el anfitrión. Le puso la mano en la espalda.

-Ven a sentarte con nosotros. Volvamos dentro. Hace un poco de aire. Y si no te molesta, preparo más café. Yo me ocupo de todo.

Arlen asintió con la cabeza. Sonrió a Ventura.

-No has cambiado mucho.

-Mi madre no dice lo mismo. Piensa que me he vuelto un arisco y que siempre voy enfurruñado.

-Eso ya eras cuando te conocí. Parecías enfadado con el mundo.

-Y lo estaba. Sigo estándolo.

-Te tiré fichas y no me hiciste ni caso.

-No estoy receptivo. Lo siento. Ni entonces, ni ahora.

Ventura preparó los cafés y llevó las tazas a la mesa. En la despensa había visto un plato con pastas de té. Las llevó también. Olga se extrañó de que cogiera esas confianzas. Pero Arlen no pareció molesto, al revés, fue el primero que cogió una pasta. Olga pensó que definitivamente debía convencer a Ventura de que se uniera a ellos. Sabía leer en la gente. Y mantenía la cabeza fría, cosa que ella en ese momento, no había conseguido.

-¿Has seguido en contacto con Tirso?

-Sí. A veces me llama. Desde teléfonos distintos. Seguimos teniendo un teléfono de SOS.

-¿Piensas que lo vas a necesitar?

-Si vosotros me habéis encontrado …  puede que otros lo hagan. Carlota misma.

-Ella no gana nada matándote.

-Salirse con la suya. Venganza. Son buenos argumentos. Al menos, suficientes. Dinero no lo va a tener. Si a Jorge le pasara algo, serían Dani y Pólux los que heredarían. Según tengo entendido, hay muchas maniobras para hacerse con la obra y el dinero del escritor. Aunque si Jorge ha “despertado”, será difícil que alguien le gane una mano. Y más si tiene vuestra ayuda, Olga. Según me he enterado, el tío de Pólux hizo que éste conociera a Jorge. Y Dani claro. Yo creo que estaban predestinados. Jorge y Dani, me refiero. No hay que despreciar los poderes de ellos. Eran Dioses. Y si tienen la suerte de encontrar a los que le siguieron en el olimpo de “Anfiles”, y que Tirso o Germán pusieron a salvo, serán un grupo muy poderoso.

-Eso de ser dioses no lo acabo de entender. – Ventura expresó con sus gestos además de con sus palabras la ignorancia que tenía del tema. Olga le hizo un ademán para indicarle que ya le contaría ella después. Pero Arlen atendió el requerimiento de Ventura.

-Los mejores. Eso es lo que son. Siguen la estela de Dani. Él fue el primero. Los dioses deben parecerse a él.

-¿Los mejores en qué? A parte, no entiendo eso de “parecerse a él”.

-En todo. En el sexo, en resistencia, en percibir al resto de la gente. En traspasarte con la mirada y conocer tus secretos, tus apetencias, tus más íntimos deseos. Resistencia a los golpes, a los maltratos, saber encajarlos un dios con solo mirarte, puede provocarte un orgasmo. Respecto a parecerse a Dani, no hay nada más: un Dios, debe ser, debe parecerse a él. Si no, solo llegará a Rey.

-Eso no me lo creo.

Olga asintió con la cabeza.

-Créetelo. – sonreía a Ventura, – buscan a chicos que puedan ser una réplica de Dani.

-¿Y les dejaron irse así, por las buenas? – Ventura cambió de tema. Aunque luego incidiría con Olga en ello, cuando se quedaran solos.

-No. Tirso se ocupó de sacar a algunos. Luego, fue Germán. Salvo Dani que es personaje público, el resto de Dioses que han sobrevivido, para la organización, están muertos. Porque ellos saben todo. Tú piensa que algunos de esos “señores” llegaron a pagar un millón de euros por estar con un Dios y sus pajes. Los que pueden pagar ese dinero por un par de días de polvos, no estarían contentos de que se supiera.

-¿Hay un dios ahora?

-Sí. Doce años. Según me dice Tirso, de los mejores. Se llama Javier.

-Vaya, como el jefe – bromeó Ventura mirando a Olga.

-¿Qué tal es Javier? ¿Es como su padre? – Arlen decidió llevar la conversación por otros derroteros. Tenía la impresión de que había hablado demasiado. No es que no confiara en Olga, es que pensaba que cuanto más hablara de todo eso, peores días iba a pasar después. Su angustia permanente volvería a instalarse en su ánimo.

-Distinto. Muy perspicaz. Se fija en detalles que a nadie le llaman la atención. Muy inteligente. Pelea bien. Dispara muy bien. Pero son distintos. Su padre era a la antigua. Javier … es más sutil. Aunque si tiene que ponerse duro, no le tiembla el pulso. Y tiene un don de gentes insuperable. Y se entrega a su gente y a las víctimas hasta el final.

-¿Trataste con Dani y Pólux? – Ventura llevó de nuevo la conversación a la senda en la que transitaban.

-Con Dani sí. Coincidimos en alguna fiesta. Un par de veces hice de paje suyo. A Pólux le ayudé a Tirso a ponerlo a salvo una vez. Antes de que su tío se hiciera cargo de él. Antes de venirme a Estados Unidos.

-¿Con Jorge?

-Después de que me salvara, no. Tirso me dijo que era mejor que no me acercara a él. Por mi seguridad y la suya. Había que protegerlo.

-Siempre has hecho caso a Tirso.

-Ya os lo he dicho. Era mi hermano, mi amante. Es mi persona importante en la vida.

-¿Lo amas? – preguntó Ventura.

-El amor es algo que los que hemos salido de esa organización, no controlamos. No lo entendemos. Al menos a mí me pasa. Amor en el concepto en el que lo citas. Querer con toda el alma, sí. Lo otro sinceramente no sé lo que es.

-Te has puesto su nombre.

-Un homenaje. Y para confundir. Guardadme el secreto.

-¿Y el sexo? – preguntó Olga.

-No lo practico. Sencillamente.

-Podrías hacer feliz a cualquier hombre.

Arlen se encogió de hombros antes de contestar a la afirmación de Olga.

-Ha dejado de tener sentido para mí. Tuve más sexo antes de los dieciséis que la mayor parte de la gente en toda su vida.

-Volvamos si te parece a Rubén. O a la organización de músicos.

-Lo de los músicos poca ayuda os puedo dar. Sé que existe. Se que tienen ciertos contactos con la otra organización. Mueven mucho dinero y sus dirigentes son despiadados. No dudan en matar, en apalear. No conozco a nadie que haya salido de allí. Ni he oído nombres.

-¿Rubén? ¿Qué fue de su hermano?

-Todo lo que os puedo decir es de oídas. Lo único que sé es que Lazona, después de conseguir quedarse con sus sobrinos, eso fue un proceso largo y que le costó mucho dinero, pecó de chulería. Se creía poderoso. Y llevó a sus “hijos” a una de esas fiestas. No con la intención de que se convirtieran en juguetes, sino como “señores”. Se despistó y Dilan acabó en manos de un viejo conocido suyo. Le molió a palos y le humilló. Él y sus amigos le vistieron de mujer, cuando estaba inconsciente y le violaron repetidamente. Cuando Lazona y Brenan acabaron de tratar sus asuntos de negocios con otros “señores”, ya era tarde. Y Lazona que se creía muy poderoso, se topó con la horma de su zapato. Tuvo que guardarse su chulería y llevarse a Dilan envuelto en mantas. Su agresor y sus amigos, eran socios en negocios. Y alguno de ellos era famoso y poderoso en el mundo de la música. Todo su dinero y sus influencias no consiguieron curar al joven ni castigar a los culpables. La mente de Dilan hizo aguas. Ni el apoyo incondicional de su gemelo pudo contrarrestar esa experiencia. Al revés, casi le lleva al abismo. Tardó un año o más, pero acabó estampado en la acera al tirarse de un edificio de Nueva York. La mitad de Brenan también murió en esa acera. La relación de Lazona con el chico se rompió. Lazona vendió todo su patrimonio y desapareció. Bonifacio le hizo el favor de adoptar a Brenan que cambió su nombre por el de Rubén.

-No he entendido eso de que Brenan y su padre estaban tratando cosas de negocios.

-Brenan es atractivo. Tiene una mirada embriagadora. Y dura. Esa era una de las diferencias con Dilan. Éste no era capaz de jugar a seducir de esa forma. Seducir sin parecer que lo hace. Brenan era un maestro. Le gustaba además.

-Lo utilizaba para atraer voluntades. Para allanar una negociación. – apuntó Ventura.

-Sí. Que yo sepa nunca le pidió que consumara esa seducción. Aunque no descarto que lo hiciera por su cuenta. Al fin y al cabo, le habían educado para ello.

-¿Por qué Bonifacio se quedó con el chico? – preguntó Ventura.

-Por amistad con Lazona. Y porque uno de los agresores de Dilan era un íntimo amigo suyo. Un poderoso abogado, si no entendí mal. Un intocable. Todo ese grupo era intocable. Se sentía de alguna forma responsable.

-Nos está siendo difícil encontrar el rastro de todas estas historias.

-En el despacho de Otilio Valbuena seguro que hay pruebas. Ese hombre y sus abogados son lo peor. Muchos de esos depravados son clientes suyos. Y amigos.

-¿Quién es el abogado de Rubén?

-Posiblemente el de Bonifacio. No sé el nombre. Es un pariente lejano de Otilio con el que está enemistado. Perdón rectifico: me acabo de acordar. Me he equivocado. El abogado de Bonifacio era Noé Freire. Es cuñado de Laín Carnicer. Y trabajó un tiempo en el bufete de Otilio Valbuena. Pero acabaron mal. Se lo montó por su cuenta.

-¿Hermano de Paula Freire?

-Sí, pero tranquila Olga, has puesto cara de susto. No se habla con su hermana y su cuñado. No es de la misma calaña.

-No te cae bien Paula.

-Es marrullera, manipuladora. Está frustrada porque no pudo reinar al lado de un marido famoso. Y no pudo explotar a Martín. Jorge, sin ser consciente, se lo impidió. Se inventaron mil historias para justificar que tanto el niño como Laín, dejaran el cine. No hagáis caso: Jorge fue el que lo consiguió. De esa forma protegió a Martín. Martín si no, hubiera acabado muy mal.

-Sabes muchas cosas – le dijo Ventura. – Estás a miles de kilómetros de todo.

-Nada que me sirva para vivir mejor y no tener pesadillas por las noches. Aunque he ganado en paz de espíritu desde que me trasladé aquí, no domino mi cabeza completamente. Hay amigos que me llaman y me cuentan. Nos apoyamos. Los que estuvimos en esa mierda, creamos unos lazos indestructibles. Y algunos siguen pendientes, ayudando si pueden. Vigilando. Jorge concita mucha atención. Por eso le tienen todos tanto miedo. Por lo que sabe, por lo que olvidó, por lo que puede hacer. De todas formas, muchas de esas cosas, cuando ocurrieron, estaba en España.

-¿Te aprovechaste en el colegio de las redacciones que vendía Jorge?

Arlen se echó a reír.

-No. Llegué tarde. Jorge ya era el que es ahora. Ya lo era cuando me sacó de esa fiesta. Escritor publicado y súper ventas. Aunque en algunas de mis redacciones imitaba su estilo. Me gustaba tanto me gusta, vaya. “La Casa Monforte” la he leído cuatro veces. Y cada vez, veo cosas que me habían pasado desapercibidas las veces anteriores.

-¿Sabes algo de como Bonifacio supo de Jorge?

-Carlota y Nadia. Les pilló una redacción que supo de inmediato que no la habían escrito ellas. Un trabajo, más bien. A partir de ahí mandó a gente a comprarle trabajos al escritor. Era su hermano … no recuerdo el nombre … ¡¡Mierda!! Bueno el caso es que su hermano era el que hacía de vendedor. Nadie se reunía con Jorge.

-¿Eso lo viviste?

-No. Eso fue anterior a mi llegada a la familia. Muchos años antes. Carlota y yo nos llevamos muchos años. Me lo contó Bonifacio. Se jactaba de haber descubierto a Jorge antes incluso que lo hubiera hecho él mismo. Desde que lo descubrió, solo intentó que no dejara de escribir. Y luego asegurarse de que ganaba dinero con ello. Los relatos que le compró están publicados con otro nombre. En realidad fue el primer libro de Jorge que salió a la luz. Y Bonifacio decía que no hizo falta ni retocar ninguno de los relatos. Alguna falta de mecanografía. Nada más.

-¿Sabes cual es el libro?

Arlen se levantó de la silla y fue a la habitación de al lado. Buscó en la estantería que tenía llena de libros y cogió uno. Lo llevó a la cocina. Se lo tendió a Olga.

-“No podrás olvidar”, por JR. – leyó Olga – Al menos no se inventó un nombre ficticio. Y el concepto de “olvidar” está muy presente en la obra de Jorge.

-Eso no quiere decir que no le robara lo que pudo. Hay dos premios literarios de aquellos años que son en realidad de Jorge.

-El de Nadia …

-Entonces son tres. Ese no lo había contado.

-¿Y Dimas? ¿Sabes algo?

-Mujeriego, vago, inculto, ladrón de baja estofa … resumen aproximado.

-El engaño con las ventas de Jorge que hacían en la editorial ¿Era cosa de Dimas o de Bonifacio?

-De todos. Así actúa la editorial. Lo que pasa es que Dimas perfeccionó el sistema y además robó a Jorge en actos y otras cosas que no le pagaban. Nando, que se ocupaba un poco de sus cosas, cobraba por hacer la vista gorda. Y luego en ciertos países, no dejó que Jorge publicara oficialmente. Lo hizo a nombre de otros autores, para quedarse con todo el dinero. Rusia, China, Corea, son algunos de esos países. Hay más, pero no los recuerdo.

-A ver como le cuento esto a Jorge.

Arlen se echó a reír.

-Jorge sabe. Calla pero sabe. Cuando quiera revertir algo, hará como si lo descubre. Jorge también ha publicado novelas con otro nombre. Y en otra editorial, claro. Una pequeña.

-¡No jodas!

-Pero eso no os lo voy a contar. De momento. Intentad descubrirlo por vuestros medios.

-No nos dejes así.

-Eso no os ayuda en el caso.

-No entiendo como sabes tanto de todo esto.

-Es lo que tiene ser un adolescente callado y poco lustroso. Fue mi papel adquirido por indicación de Tirso y de Jorge. Reconozco que es uno de las cosas que me susurró al oído. Nadie reparaba en mí. Y Bonifacio, como en el fondo me consideraba medio tonto, me contaba muchas cosas pensando que no las entendería. Era humano y aunque daba la imagen de un tipo duro, en realidad a veces necesitaba que alguien le escuchara y pusiera cara de admiración ante sus éxitos. Yo era ese espectador que aplaudía.

-¿Y lo de los otros libros de Jorge? No creo que nadie te contara.

-El destino. Llegar a un mostrador de la librería de “El Corte Inglés” y ver una novela. Abrirla, leer un par de páginas y decir: es de Jorge. Comprarla de inmediato y bastantes horas después, después de acabarla casi de un tirón, decir: es Jorge, definitivamente. Me fui corriendo y compré todas las novelas de ese autor. Jorge. Lo tengo claro.

-Estaba pensando que podíamos ir a comer algo – propuso Ventura.

-Os invito. Vamos a un sitio que está cerca. Un típico bar americano.

-¿De esos en un vagón de tren o una caravana?

-No. Pero si volvéis otro día, os llevo a uno de esos. Pilla un poco lejos el que conozco.

-Vamos sí. La verdad es que tengo hambre – reconoció Olga.

-Antes de irnos ¿No tendrás esos otros libros de Jorge?

-Te he dicho que …

-Por favor. Andamos liados. Y tengo una apuesta con Jorge … que voy perdiendo … pero esto puede hacerme ganar.

-¿Trampas comisaria?

-Si no, le tengo que conseguir un abono para la Ópera. A ver como lo hago. Si me cuentas lo de los libros, le puedo hacer chantaje.

-El padre de Ventura te lo soluciona en un plis plas. Es mecenas del Teatro Real.

-No me metáis en … joder … Olga no me mires así … no pienses que le voy a pedir eso a mi padre. Ya te he dicho que no hablamos. ¡¡Olga!!

-Así le das el placer a tu padre de tener otra cosa que echarte en cara.

-Pues por un momento, me estaba pensando lo de volver. Con este detalle, no cuentes con ello.

-Menos lobos … – Olga le dio una suave torta en la cara a modo de broma.

-Ya, ya. Me reiré el último.

-Vamos anda – Arlen invitó a los policías a salir de casa – No nos van a dar de comer si no … es tardísimo.

Jorge de repente, pegó un salto en la butaca en la que leía la última novela de Eduardo Mendicutti. El susto que le dio el pensamiento que sin buscarlo, se había abierto en su cabeza, había hecho que tirara al suelo el libro que leía, “Para que vuelvas hoy”.

Se levantó y fue a la cocina. Sacó la botella de limonada y se sirvió un vaso.

Solo le he dicho de la carpeta que podía leer Nadia”.

Esa frase le carcomía las entrañas. No había prestado atención. No se dio cuenta al escucharla.

Él solo podía ver esa carpeta. ¿Cómo sabía que había más?

-Qué listo eres Jorge. Te las das de eso, y eres como todos. Te dejas comer la oreja y te derrites por un beso en la mejilla. Valiente gilipollas.

Miró el reloj que colgaba de la pared de la cocina. Tenía que irse. Decidió dejar la llamada a Aitor para más tarde.

Cada vez, su ahijado, le desconcertaba más. No entendía su juego.

A lo mejor no era mala idea acercarse a la cárcel a verlo. Cara a cara. Mirarlo sin prejuicios. Libre del cariño que le condicionaba hasta hacía unos meses. Y descubrir de una vez hasta que punto le había traicionado.

Jorge Rios”.