Necesito leer tus libros: Capítulo 117.

Capítulo 117.-

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Jorge y Carmelo quedaron a las ocho para encontrarse en el Trastero, un café-bar al que les gustaba ir a menudo. Allí como siempre, acabarían picando algo de cena y hablando hasta las tantas.

Carmelo llegó antes. Saludó a algunos fans que lo reconocieron. Se sacó algunos selfies y firmó autógrafos.

-¿Vienes solo? – le preguntó Arancha, una de las camareras.

-Ahora viene Jorge – dijo sonriendo y poniendo su mejor cara picajosa.

-Que cabrón, como te ríes de nosotros, pobres trabajadores.

El personal ya los conocía. Después de que Carmelo confesara a Arancha que Jorge estaba a punto de llegar, alguno de los empleados no esperó más y llamó para anular los planes que habían hecho para después de trabajar.

-Han venido estos dos, a saber a que hora se largarán de aquí.

Tenían fama de no mirar el reloj cuando cenaban o tomaban algo juntos. Empezaban a hablar y el tiempo volaba. Y en general nadie se atrevía a decirles nada. Primero porque eran ellos. Después, porque estaban tan a gusto, que parecía insensible llamarles la atención. También contribuía a la condescendencia de los trabajadores, las generosas propinas que les dejaban y los selfies que se hacían con ellos y el permiso que les daban para publicarlos a su gusto en sus redes sociales.

Jorge no tardó, a pesar de que había cambiado su equipo de escoltas después de salir del hospital y abrazar a los chicos de Vecinilla. Caminó cabizbajo hacia la mesa donde le esperaba su rubito. Seguía dándole vueltas al cambio que había percibido en la manera de comportarse de Nuño.

-Jorge – Carmelo le dio un golpe en el brazo – Que te están diciendo si les firmas los libros.

El escritor miró a su alrededor desubicado. Se fijó en las tres personas que parecía llevaban desde la puerta siguiéndole a la vez que le tendían sendos libros para que se los dedicara.

-Perdón. Venía pensando en Babia.

Sonrió y atendió con cercanía a sus tres lectores. Luego, se derrumbó en la silla que estaba junto a Carmelo al que agarró del brazo y apoyó su cara en él, como si fuera un salvavidas.

-Pensaba que ibas a tardar más en venir.

Jorge fue a decir algo, pero se arrepintió.

-¿Y si me lo cuentas?

Cuando Arancha escuchó esa frase, les hizo a sus compañeros un gesto para hacer un corrillo y echar a suertes los que se quedaban a esperar que la pareja se fuera. Hablar y hablar. Esa era su fama. Esa era la experiencia de muchos de ellos. Y en eso estaban, en hablar y hablar, en una mesa un poco apartada para no llamar demasiado la atención de la gente y que no los reconocieran.

Los temas de conversación no podían ser otros que los chicos del hospital y el de Álvaro.

-Ya arreglaremos lo de Nuño. Pero no sé de que te extrañas. Como si fuera la primera vez que un famoso se comporta de una forma u otra dependiendo de la compañía. Nuño ha recuperado su parte de diva, al recuperarse un poco de su enfermedad. Ya te lo avisó Dídac cuando fuimos a pasar la tarde con ellos.

-Si le vieras la cara de desprecio que le ha puesto a Fernando cuando ha subido a la sala a abrazar a los chicos de los que se ocupó él …

Carmelo sonrió.

-No creo que fuera peor que la que yo les dedicaba a mis amantes hace unos años. Y no te olvides que a lo mejor Nuño esperaba otra cosa al liarse con Fernando. O al revés.

-Pero no te has comportado como una diva nunca.

-Tampoco lo aseguraría al cien. En mi época con Cape de hermano mayor, creo que no era de lo más agradable con el resto de mortales. Y eso suele depender del punto de vista desde el que veas la película. En tu caso es evidente que me quieres un poco y tiendes a perdonarme mis comportamientos inconvenientes o en todo caso a juzgarlos desde un punto de vista benévolo. De todas formas, te olvidas de algo: muchas personas que se dedican a la música, al cine, aunque parezca mentira, son muy tímidos, muy vulnerables. Y para defenderse, algunos construyen a su alrededor una muralla.

Jorge afirmó con la cabeza.

-Tienes razón. Puede que haya algo de eso. Pero … a veces … que quieres que te diga, esas actitudes, aunque sean provocadas por la vulnerabilidad … o por la inseguridad, no me gustan. Y una cosa es sentirte seguro de lo que haces, luchar por tu idea a la hora de realizar un proyecto, y otra despreciar a los que entre comillas, no están a tu nivel social o intelectual. Dídac en lo suyo, es grande. Es reconocido. Él pisa fuerte. Impone su criterio al desarrollar un proyecto. Y si éste deriva hacia un lugar que no le convence, no duda en dejarlo. Tú igual. En eso os parecéis mucho. Pero no desprecias a nadie. Y hablas con el portero, con los camareros, les escuchas, te escuchan … hasta hablas conmigo … Dídac, que ha sido un conquistador nato, como tú, se ha ligado a barrenderos, a directores de orquesta y a ministros. Y no creo que les haya tratado con altanería. Otra cosa es que luego no haya querido seguir con la historia … Néstor le estaba esperando, lo que pasa es que ninguno de los dos parecía darse cuenta. Hasta que aparecieron los chicos y éstos consiguieron que se mirasen de otra forma.

-Qué bobo eres; esa última coña de que “hasta hablo contigo”, sobraba. Pero te la perdono. En esta discusión, hoy parece que tenemos los papeles cambiados. Tú sueles defender a esas gentes, en tus novelas lo haces a menudo, y yo suelo denostar esas actitudes, aunque reconozca que algunas veces las he empleado.

-No sé. A ver como arreglo que …

-No te vuelvas loco. Ya grabamos a Sergio y Nuño tocando en el restaurante. Dale ese vídeo a Sergio Romeva para que lo haga llegar a ese maestro. Y Dídac va a tocar con Sergio en la inauguración de la tienda de Gaby. Llamo a Christian y que lo grabe. Ya grabó el otro concierto en los jardines de la Plaza de Oriente. Para no estar preparado, les salió genial. Eso me dijo Carmen al menos.

-¿Dices? Creo que Sergio puede lucirse más que esos días. Dídac estaba de acuerdo conmigo. El día que tocó con Nuño estuvo bien … pero no al cien. El primer día que lo escuché en la calle … fue cien veces mejor. Cada nota conseguía que penetrara por los poros de la piel. El otro día la verdad, estaba en otras cosas y no pude disfrutar del concierto.

-Deja reposar el tema un par de días. Ya pensaremos algo. ¿Y Álvaro? ¿De verdad que te preparó el otro día la comida?

-Pues sí. Y estuvo bien, la verdad. El pastel de pescado estaba delicioso, y la salsa con la que lo acompañó. Y luego el solomillo con las verduras a la plancha … en su punto. Sencillo todo y rico.

-¿Y el postre?

-Pillé unos canutillos de crema en la panadería a la que fui a comprar el pan. Estaban buenos. No había pensado en el postre.

Carmelo se quedó un rato en silencio. Jorge lo miraba expectante. Sabía que estaba dando vueltas a algo.

-Te has ganado a Álvaro al final.

-¿Celoso de nuevo? – Jorge no pudo evitar un cierto tono de resignación o hartazgo.

Carmelo se echó a reír.

-Un poco, la verdad.

-No sé como convencerte …

A Jorge en parte le divertía la situación. Nunca pensó que un tipo como él pudiera levantar ese sentimiento de inseguridad en un hombre como Carmelo, acostumbrado a ir pisando fuerte por la vida. Por otro lado, no dejaba de preocuparle. No quería que Carmelo se sintiera mal. Si eso ocurría, él mismo se sentiría infeliz. Esta segunda forma de verlo era la que había elegido ese día el escritor.

-No es eso, no … no sé si seré capaz de explicarme. El día de Carletto fue claro que no lo conseguí. Resulta que eres un paria social, todos piensan lo mismo, y resulta que te ganas a todos. Todos acaban rendidos a tus pies. Y luego dirás que no eres atractivo.

-No mezclemos churras con merinas.

-Estás muy campestre y tradicional con los dichos últimamente.

-Es por algo que estoy escribiendo. Que no, que no tiene que ver mi atractivo. Que no lo tengo. No me he ganado a Álvaro por mis dotes amatorias. O por mi belleza. O porque de verdad desee acostarse conmigo. Que más quisiera yo. Eso le vendría a mi ego … como engordaría. Me volvería como Nuño. Él está hecho un lío. Y … ha mezclado cosas. Y quería darme las gracias de una forma especial y … bueno. No ha encontrado otra forma mejor.

-¿De verdad piensas algún día acostarte con él?

-No lo sé. Es buena gente. Y está bueno. – le picó Jorge.

Carmelo negaba con la cabeza.

-Dani, eres bobo. No pensaba que fueras tan celoso. Mira. Si te molesta, no lo haré. No me acostaré con nadie que no seas tú. Pero entonces, esa restricción será para los dos.

-Yo no deseo acostarme con nadie más que contigo.

-Vale. Entonces dame un beso para firmar nuestro nuevo acuerdo de relación.

Jorge estiró los labios esperando la firma. Carmelo resopló. Jorge levantó las cejas.

-Daniel, a veces eres bobo. Pareces un crío sin experiencia. Llevas desde los nueve años en este mundo de la farándula. Un mundo lleno de envidias, de celos profesionales y de los otros, de zancadillas, de secretos revelados cuando puedan servir de algo … Aunque te has olvidado de una parte de ese tiempo, otra mucha la tienes presente.

Jorge sacó el móvil y buscó en él. Se lo tendió a Carmelo.

Tu marido se está follando a su asistente en el rodaje. Te mando prueba Fdo. Anónimo.”

-Pero eso no tiene importancia. Sabes que …

-Y yo si follo con Álvaro, no tendrá importancia. No te voy a dejar de querer, de amar. No vas a dejar de ser algo … imprescindible en mi vida. A ver si te enteras, Daniel, te amo con toda mi alma. Si no te tuviera a mi lado, mi vida no tendría sentido. Y me da igual que te folles al asistente, o a Jacinto, o a Iván no sé qué.

Carmelo se puso colorado. Apartó la mirada de Jorge. Éste le giró la cabeza y sin más, le besó. Jorge mantuvo el beso unos segundos. No cejó en el empeño hasta que la lengua de Carmelo respondió a los juegos que le proponía la suya. Cuando dejaron de besarse, Jorge le mantuvo la mirada un rato. Carmelo al final, empezó a explicarse.

-Te lo juro, no … ya me conoces. Eso no es nada, nunca ha significado nada el sexo. Pero tú … de repente, al verte más despejado, al comprobar como la gente ahora te mira de una forma distinta, te mira con deseo, lo he visto, sí, hasta algunos de los escoltas. Y son más jóvenes que yo. Y ese Carletto, joder … y me entra la duda de si de repente ahora, con tantos hombres dónde elegir …

-Te elegiría a ti, siempre. De hecho, te he elegido. Hace siete años. Y eso no va a cambiar hasta que me muera. Te elijo cada día. Te elijo si te levantas a mi lado como si te levantas a mil kilómetros de mí. Cada día me digo: “que suerte has tenido Jorge. Un tipo maravilloso a tu lado. Y que te ama con locura”.

-Pero tengo miedo, no puedo evitarlo … me cuesta hasta pasar una tarde lejos de ti.

Jorge le agarró la cara con sus dos manos. Le miró a los ojos. Fijamente. Le besó diez veces seguidas los labios.

-Daniel Morán Torres. Te amo. Eres mi vida. Y no me importa que folles con mil hombres o mujeres cada día. Porque sé que me amas. Y sé que siempre vendrás a casa a meterte en la cama junto a mi y a rodearme con tu pierna. Eres mío, jodido rubito de los cojones. No te diste cuenta pero te compré en aquella fiesta de año nuevo. Y ya ha pasado el tiempo que había para devolverte.

Carmelo fue el que besó ahora a Jorge. Parecía … renovado. Verdaderamente se había sentido … vulnerable.

-Anda, enséñame el mensaje que te mandaron anunciando mi mañana de sexo con Álvaro.

-¿Como lo sabes?

-Te conozco, rubito de los cojones.

Carmelo movió la cabeza negando a la vez que sonreía. Le tendió el móvil a Jorge. Este metió la contraseña y buscó el mensaje.

Tu marido se está follando al Álvaro ese Fdo. Anónimo.”

-Menos mal que no hay foto. – se rió Jorge.

-¿Entonces …?

-Era broma jodido. No puede haberla, no ha entrado nadie en la casa después de entrar yo. Y Aitor estaba pendiente de que no hubiera dispositivos y los escoltas han entrado a revisar la casa. Y lo más importante, no he tenido sexo con Álvaro. Ni ese día, ni ningún otro. Lo he abrazado, he dejado que llorara en mi hombro, lo he besado … reconozco que un par de esos besos han sido en los labios y lo único así especial que hice ese día, es darle acceso a la nube para convencerlo de que confiaba en él. ¡Ah, sí! Y llamé a Sergio para que se ocupara de representarlo, que la zorra de su representante actual ha querido jugar con él y lo ha echado de su agencia.

-¿Entonces? ¿Esos mensajes?

-Pues luego llamas a Carmen, que tienes más confianza, y se lo cuentas. Los mensajes míos y los tuyos. Te quedas con mi móvil para que se los puedas reenviar.

-Pero eso … tiene que ser …

-Si, efectivamente. Por eso ella es la que lo debe solucionar.

-¿Y si antes se lo decimos a Flor? No quisiera …

-Tu llevas más tiempo con ellos. Lo dejo a tu elección. Alguno de nuestros escoltas está enamorado de alguno de nosotros. Me imagino que de ti. Y yo le estorbo y quiere quitarme de en medio.

-Ya estamos. Puede ser al revés. A nuestra conversación anterior me remito.

Kike el camarero les acercó un par de cosas para picar con sus cervezas de repuesto. Jorge y Carmelo siguieron comentando de Álvaro y de como poder ayudarlo. Alguno de los otros implicados, también los conocía Carmelo.

-Creo que debería llamarlos para …

-Me parece buena idea. Y si crees que debemos quedar con ellos, o invitarles a casa un día, o quedar en algún sitio, me dices y lo organizamos. Si Álvaro lo está pasando mal y tiene montones de amigos, y tiene un estatus en la profesión, estos pobres no son tan … me entiendes.

Carmelo llevaba tiempo fijándose en que sus escoltas cada vez tenían más problemas para alejar a los fans que querían una foto. Al final tuvieron que levantarse los dos y atender a algunos. Jorge firmó cuatro o cinco libros y se sacó algunas fotos, al igual que Carmelo. Una fan le pidió que le firmara un pecho. Carmelo al principio le dijo que no era el lugar, pero la joven estaba tan entregada que al final decidió atender su petición y que se fuera contenta.

Volvieron a sentarse y retomaron su conversación.

-Y a mi me pareció raro el otro día el tipo que me dijo que le firmara en la camisa. Una Pierre Cardin. Y otro, unos días después. Dos camisas he firmado. Pero lo de los pechos … y mira que me lo has contado, que no es el primero que firmas. Si me lo piden a mí, no sabría ni como reaccionar.

-Pues ya verás cuando llegue un tiarrón de esos de gimnasio y te diga que le firmes la polla.

-¡No jodas! ¿Me tomas el pelo? No me lo habías contado.

-No es algo que me enorgullezca.

-Te lo follaste. ¡Ja!

-Joder, Jorge. ¿Qué iba a hacer? – explicó Carmelo riéndose.

-¿Y le firmaste el miembro, antes o después?

-¡¡Jorge!! ¡¡Por favor!! No sé para que te he contado nada.

Parecía que de momento, el tema de los fans estaba controlado. Pero a eso de las diez, uno insistió. No de muy buenos modos. Flor, no estaba por la labor de dejarle acercarse a ellos. Parecía muy alterado y se le notaba claramente que se había pasado con el vino. Carmelo se percató de la situación y lo reconoció. También se dio cuenta que ese tipo se había puesto en medio de unos fans que hacían también bastante ruido. Le extrañó que Flor no le hubiera avisado. Ahora era imposible atenderlos. Ese tipejo estaba en medio. Se quedó mirándolo un rato mientras discutía acaloradamente con Flor y Fran, otro de los escoltas. No iba a ser una velada agradable. Era claro que esa tarde estaba gafada.

No se lo podía creer. No sabía que pintaba ese hombre allí. Era Salva, el amante del marido de Jorge fallecido. O mejor dicho, el último amor de su marido muerto. Si es que el marido de Jorge era capaz de amar a alguien que no fuera él mismo. Había otra cosa que también amaba. Dos en realidad: el dinero, sobre todo si lo ganaba otro para él y el poder, el reconocimiento. Eran cuestiones que casi todos los que conocían a la pareja sabían, menos Jorge. Y éste no lo supo porque no quiso saberlo. Porque Nando, sobre todo al final de su vida, no fue precisamente discreto. Alguna vez Carmelo llegó a pensar que estaba provocando a Jorge: a ver hasta dónde era capaz de aguantar la humillación. Para Carmelo, y para Cape también, lo habían hablado muchas veces, la verdadera intención de Nando era humillar a su marido. Y no era entendible, porque Jorge siempre había mostrado respeto y amor por él. Algo había que no cuadraba en todo eso.

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Aquella tarde, en el bar “La encina”, tuvo lugar un hecho cuando menos curioso: a Jorge Rios, le presentaron al amante de su marido. Y fue éste el que hizo los honores.

Jorge estaba sentado en una mesa, escribiendo como siempre solía hacer en ese establecimiento todas las tardes. Una de las veces que Jorge salió de su ensimismamiento por la escritura, vio entrar a su marido, Nando, seguido de un hombre más o menos de su edad. Los dos parecían conocerse mucho, porque bromeaban y se empujaban todo el tiempo. Luego hablaban al oído, con miradas cómplices y gestos señalando a Jorge. Cuando entraron, Nando le dijo al otro hombre que esperara a unos pasos de distancia. Nando saludó con un leve movimiento de cabeza a alguna personas que lo observaban con gesto serio. Les dedicó su mejor sonrisa a cada uno de ellos.

Al llegar donde su marido, se agachó y le besó en la mejilla.

-Mira, te quiero presentar a un amigo. Es el mayor entendido en electrodomésticos del mundo.

Hizo un gesto al hombre para que se acercara. Jorge lo miró fijamente. Un hombre de unos treinta y cinco años, con su cuerpo moldeado por una cierta actividad física. Tenía la nariz roja, lo cual le dio una explicación a Jorge que justificaba esa risa tonta que exhibía a cada momento.

-Encantado, Jorge. Nando me ha hablado mucho de ti. Siento que no me guste leer. Dicen que es apasionante leer tus novelas. Vas a publicar otra ¿No? Espero que sea un éxito.

Jorge miró de reojo al resto del bar. Todos los que estaban en él permanecían atentos a lo que pasaba allí. Alguno incluso parecía mostrarle a Jorge su disposición a apoyarle si les echaba con cajas destempladas. Jorge en cambio, alargó la mano y se la estrechó al tal Salva, así dijo Nando que se llamaba. Éste les animó a darse dos besos, pero en eso, Jorge no cedió y siguió con el brazo estirado, a modo de barrera.

-Nos sentamos contigo – propuso Nando.

Jorge no dijo nada. Sonrió y miró de nuevo a todos los conocidos que les rodeaban. Se sentó y les dijo.

-Vosotros a lo vuestro. Yo tengo que escribir. Perdonad que no os haga ni caso.

A Nando se le heló la sangre. Pareció disgustado. Jorge se sentó, y sin decir nada más, se centró de nuevo en lo que estaba escribiendo y se aisló del mundo que le rodeaba completamente. Ni siquiera se dio cuenta cuando a los pocos minutos, Nando y el tal Salva se levantaron y se fueron, sin despedirse.

Jorge Rios.”

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Parecía que últimamente los hados del universo se habían aliado para sacar toda la mierda de las cloacas de su vida pasada. Siete años de aparente paz, después de la muerte de Nando. Triste paz, pero paz. Y de repente todo estallaba. Y ahora ese hombre. La guinda del pastel. Aunque todavía quedaban algunas guindas más. Tendría que buscar un momento para ir preparándolo. Y Jorge estaba seguro que solo conocía una pequeña parte de todo.

-No hace falta que hables con él. Flor se encargará – dijo Carmelo cogiéndole de la mano. Éste se había dado cuenta, por la forma de mirar de su escritor, que una cosa era que Jorge fingiera no enterarse y otra que no supiera nada. Lo conocía lo suficiente para saber que su amor sabía quien era el que armaba el follón. Y supo que los últimos minutos, Jorge no le había escuchado en absoluto: había estado atento al desarrollo de la bronca.

-Ya te dije que era la idea que tenía, acabar con mis auto-engaños de años. No había decidido verlo, pero sí enterarme de todo con pelos y señales. Así me ahorro el detective, y a ti te ahorro el mal trago de contarme lo que sabes. – explicó Jorge en respuesta a la muda pregunta formulada por Carmelo.

Jorge se levantó y recorrió con gesto decidido los pocos pasos que lo separaban de Flor y Fran y ese tal Salva. Carmelo hizo lo propio y le siguió.

-Si hay que partir jetas, las parto. No tengo ni para empezar con vosotros, chulos de mierda. ¡Fascistas! Yo voy donde me da la gana. Estoy en un país libre. Y unos putos fascistas como vosotros no vais a detenerme.

-Yo también estoy en un país libre. Tengo derecho a decidir con quién hablo. ¿O no? ¡Ah! Lo que pasa es que quieres nuestra mesa. Haberlo dicho hombre. Ocúpala que parece que te ha gustado. Siempre te ha gustado lo que tienen los demás y tienes la costumbre de cogerlo – le espetó Jorge. No le gustó el tono ni lo que había dicho el hombre ese. Ni la forma en que hablaba con Flor y Fran. También se percató de que intentaba por todos los medios que una pareja que parecía querer un autógrafo, se apartaran de ellos. Les estaba empujando hacia atrás de malos modos. Así que él no sintió la necesidad de ser educado. Y para lo que le pedía el cuerpo, en realidad estaba siendo muy comedido, se corrigió en su apreciación. – Nosotros nos vamos.

-No te irás a ninguna parte. Quiero hablar contigo, mierdecilla de escritor. Ya es hora de que hablemos.

Salva, volvió a girarse hacia esa pareja, que mostraban su enfado y su intención de apartalo para acercarse a Carmelo y Jorge. Les empujó de forma aparatosa. Dos de los escoltas, se acercaron a la pareja y les llevaron fuera del establecimiento. A Jorge le extrañó que los escoltas se llevaran a la pareja y no a Salva. Éste parecía pisar algo en el suelo con ganas.

El caso es que se había levantado de la mesa con la intención de que Flor lo dejara sentarse con ellos. Pero la actitud de ese hombre le hizo cambiar de opinión. Haría gala de su fama de broncas. Ya no se iba a contener. “¡A la mierda con la educación!” Los compañeros de Flor, sin hacer mucho ruido, les habían rodeado por completo. Varios de los policías que hasta ese momento estaban fuera a la expectativa, habían entrado también en el bar.

-¿Se puede saber a que viene esto después de siete años? Vaya, a lo mejor es que se te ha acabado el dinero que te regaló Nando antes de morir. – le dijo Jorge.- Mi dinero, por cierto. ¿Me lo vas a devolver? ¿Has venido para eso?

-Sois unos putos fascistas. Creéis que como sois famosos podéis ir pisando a la gente humilde como yo. Pero hoy os vais a enterar, me vais a escuchar porque se me pone en la punta del nabo.

-Pero tú ¿Quién coño te has creído? ¿Me vas a imponer tus deseos? Hace tiempo que no follas. Pues vete a buscar un chulo que te parta el culo como hacía mi marido. Yo hablo con quién me apetece. Y tú nunca has estado entre las personas con las que me apetezca pasar siquiera dos minutos.

-Eres un hijo de puta. Nando tenía toda la razón. Maldita sea tu puta estampa. Lo anulaste y lo mataste en vida. Le despreciabas, te creías superior. Me lo decía siempre.

-Eso sería para justificar que estaba contigo. Manda cojones, que tuviera el cuajo de ir diciendo esas cosas. Y tu tan idiota que te lo creías – le dijo Carmelo. No soportaba que encima Nando fuera haciéndose la víctima. Y ese bobo le había creído. Seguro que en algún momento le dijo que iba a dejar a Jorge pero que él se lo había impedido. Que le iba a dejar sin un duro. Ya sabía de otro caso que había empleado los mismos argumentos. – Serías el décimo al que decía las mismas sandeces. -¿A que te dijo que yo le negué el divorcio? – Jorge retomó la iniciativa – ¿Que le iba a dejar sin dinero? Como si el dinero fuera suyo. Como si tuviera derecho a un solo céntimo de mi dinero. Él no ganó un duro en su puta vida de forma legal. Vivía de mí. ¡Ah! ¡Sorpresa! ¿Te creías que fuiste el único? ¿O te pensante de verdad que el dinero era de los dos? Que iluso eras. Si supieras el ridículo que estás haciendo …

Salva hizo ademán de lanzarse a pegar a Jorge y a Carmelo. Pero Flor y Fran se lo impidieron. Pilar y Libertad, dos compañeras de Flor se acercaron desde la calle para apoyarlos. Carmelo se puso entre Jorge y Salva. En una pelea él tenía más práctica que Jorge, que no tenía ninguna, o al menos eso pensaba él. Y él había tenido una etapa en su vida en la que salía a tortas dos o tres veces por semana.

-Eres un cobarde. Míralo ahí, entre las faldas de todos estos fascistas y el actor niñato. Así te llamaba Nando, Carmelito de los cojones. – ignoró a Carmelo y se centró en mirar a Jorge. – Solos tú y yo, frente a frente, a ver quien le parte el alma antes al otro.

-Vete a dormir la mona y algún día a lo mejor hablamos. Va siendo hora que nos enteremos ambos de algunas verdades sobre Nando. No sé que vio en ti, salvo un pobre idiota al que manipular. ¿A ti también te daba drogas?

Salva abrió mucho los ojos. Ese último dardo había sido lanzado por Jorge solo con la intención de hacerle daño en la pelea dialéctica. Pero mira por dónde, había acertado. Y ya sabían el problema que había llevado a Salva a buscarlo: las drogas. Seguramente le había confiado alguna cantidad de droga con la que solía trapichear. Si le había durado siete años, o era mucha, o se la había racionado para estirarla lo más posible.

Libertad se cansó del tema. Por desgracia había visto muchas veces a su padre comportarse de esa forma. Así que lo agarró por la parte de atrás de la chaqueta que llevaba Salva y lo levantó del suelo.

-Una de las putas faldas fascistas te va a llevar a la calle. Esa puta falda fascista voy a ser yo. Y si levantas siquiera la vista del suelo, te juro que te parto la crisma. Y después, te detengo para engrosar tu ya dilatada carrera como modelo de fotos de ficha policial. Sin necesitar de otras faldas fascistas. Y que conste que hasta Jorge él solo, te hubiera dado una soberana paliza. Porque solo con darte un sopapo te hubieras caído al suelo. Eres un puto borracho y drogadicto, Salva Nosequé. Ya verás como el agua fría de la fuente de ahí fuera te espabila.

Sin más contemplaciones, se lo llevó a la calle.

Todos los que estaban en la cafetería los estaban mirando. El silencio era casi opresivo. Carmelo se puso en medio, decidido.

-Disculpen la escena. Era un ensayo de una obra novedosa y experimental. La gracia es hacerlo en medio de un recinto lleno de gente sin que nadie lo sepa. Pon otra ronda a todos, Kike, corre de nuestra cuenta. Y gracias a todos.

El público recibió la propuesta de una gratis con algunos aplausos. Jorge y Carmelo se volvieron a su mesa y Flor a una mesa más alejada. Fran se quedó en una esquina de la barra. Libertad seguía con Salva en la calle. Parecía que estaba consiguiendo que se relajara. El resto de escoltas permanecían a pocos pasos de ellos. No dejaban acercarse a nadie.

-Debía haberte hecho caso y haber investigado en su momento. A lo mejor lo hago tarde.

-Habla primero con tu suegra, algo te puede contar.

– Juana te ha contado algo – afirmó de repente Jorge que se había dado cuenta de un pequeño tic en el gesto de Carmelo. – A parte de todo lo que sabes por tus medios.

-Es mejor que te lo cuente ella. Nunca has querido escucharla. Se lo debes.

Jorge meneo la cabeza de lado a lado. Carmelo tenía razón. Nunca había querido escucharla. Ni a ella, ni a Carmelo, ni a nadie. Y lo más importante: Nunca había querido destapar la verdad sobre su suegra. En estos años, sencillamente se había dejado engañar. Como con Dimas. Era más cómodo.

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Jorge colgó la llamada. Había salido a la terraza. Necesitaba estar solo un rato. Carmelo además, estaba en medio de una multiconferencia sobre asuntos de “Tirso, la serie”. Justo cuando tomó asiento en su sofá de la terraza, Saúl le llamó para contarle que definitivamente iba a volver al instituto:

-Me dejan volver ahora, para que me acostumbre. Así que el lunes empiezo de nuevo.

-Pero eso es genial, cariño.

-Todo esto te lo debo a ti y a mis padres.

-Tus padres son los que te cuidan. Yo solo …

-Has hecho que me serene. Mi padre lo sabe. Te aprecia mucho, que lo sepas.

-Y yo a él. Cuéntame más cosas, anda. Tengo que buscar un día para ir a pasar la tarde contigo.

-Eso sería guay.

Estuvieron hablando todavía más de veinte minutos. Jorge no se cansaba de escuchar esa voz que ahora era un poco menos ronca, y que ahora sí, ya tenía vida. Y la risa del joven era completamente distinta. Al final quedó con él en ir el viernes de su primera semana de clases. Iría a recogerlo al instituto y de allí iría a casa. Roger, que estaba escuchando la conversación había dado su aquiescencia.

Carmelo había salido un momento de su video conferencia. Buscó a su escritor y al final lo vio a través de la cristalera; cuando Jorge salía a la terraza en la casa de Núñez de Balboa, no solía seguirlo. Sabía lo que había: escritor en busca de soledad o llamadas secretas. Y Así que se dio media vuelta y volvió a la sala de comunicaciones.

Hacía días que Jorge no hablaba con Carletto. Alguna vez le había intentado llamar, pero siempre le pillaba en mal momento. Estaba preocupado. Saúl tampoco lograba hablar con él. Roger no era claro al respecto:

-Es por Danilo – decía con su habitual parquedad.

Había estado investigando un poco. Raúl le había ayudado. Carletto había trabajado en el cine y la televisión al menos siete años. Empezó a los doce y lo dejó poco después de los diecinueve. Su nombre artístico era Remus Monleón. Cuando Raúl apareció contento delante de él y le dijo, enseguida lo recordó.

Había trabajado mucho con Carmelo. Había muchas fotos de ellos en los set de rodajes. En fiestas. Carletto también había trabajado mucho con Hugo y con Ro Escribano y Quim Córdoba. Hicieron una serie juntos. Y hacían de enamorados Hugo y él. Ro y Quim era una pareja amiga con la que se relacionaban mucho. Ellos cuatro eran el eje de la serie. Luego, en su vida real, su relación de amistad les llevaba a multitud de actos y fiestas donde se unían a Carmelo, a Biel … En presentaciones. Incluso habían trabajado en una película, Remus, Carmelo, Biel y Hugo. Los cuatro. Entonces eran los actores jóvenes más rompedores. Encontró un artículo en el que su amiga Roberta Flack hablaba de que a lo mejor, esos cuatro actores eran los siguientes juguetes rotos de la industria. Hablaba de su gusto por las fiestas sin medida, por las malas compañías, por como todo eso empezaba a afectar a su rendimiento en el trabajo. Citaba en concreto a Carletto y a Hugo. Pero a continuación venía a decir que aunque Biel y Carmelo seguían siendo profesionales, eso no significaba que su deriva personal no fuera a acabar en tragedia.

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Es más. Según me cuentan algunas personas del sector, puede que Remus y Hugo, tengan algunas posibilidades, porque de alguna forma, con su actitud, están pidiendo auxilio a gritos. Lo de Carmelo y Biel es algo silente. Nadie les va a ayudar porque todos siguen pensando que son dioses y están estupendos. Y no es así.”

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Jorge cogió el teléfono. Miró la hora. Para una persona normal era tarde. Pero quizás para Roberta no lo fuera. La llamó.

-¡Jorge! ¡Qué alegría! – había contestado con rapidez.

-Llevo días para llamarte, pero al final siempre me surge algo. Me apetecía charlar un rato contigo.

-Ya sé de tu gran actividad. Al menos ahora te enfrentas a tus fantasmas.

-Pero antes vivía mejor. Escribía más …

-Si es verdad que tienes escrito siquiera la mitad de lo que algunos van diciendo, creo que tienes colchón para publicar en los próximos veinte años.

-Que mala eres. Sabes que esa no es la finalidad última por la que escribo. Oye, antes de que se me olvide, muchas gracias por avisarme de lo de Álvaro.

-Me parece un tipo estupendo. Todos tenemos derecho a equivocarnos y que no nos crucifiquen por ello. Creo que os habéis ocupado a fondo de su problema. Eso es lo que me ha llegado. Tú y Dani. Y luego, se han unido el resto de sus muchos amigos. Tiene mucha suerte, aunque sabiendo como es, no me extraña que tenga un círculo de amistades que le apoyarán siempre.

-Ha sido difícil. Pero no ha acabado del todo.

-Me han dicho que ha cambiado hasta de representante.

-Sí. Ahora se encarga Sergio.

-A mí particularmente, esa Felisa, su antigua representante, no me gusta nada.

-No sé que decirte. No la conozco. Sergio no me ha dicho nada malo de ella. Álvaro … parece que tiene algunas cosas ahí guardadas que no le han gustado en el pasado, pero no me ha contado. Es claro que esa mujer no tenía ganas de luchar por Álvaro. Aunque yo creo que fue una estrategia para subirle la comisión. No pensó que Sergio quisiera encargarse de representarlo. En cuanto se enteró, porque Sergio en cuanto le dije la llamó para que le preparara la documentación, intentó recular. Es más: estoy casi seguro que ella fue la que hizo porque todos los representantes se enteraran del affaire. Para que nadie le cogiera. Con Sergio no se atrevió o éste no la hizo caso.

-Eso me cuadraría con lo que me han contado otros de ella. Y además, no contaría con que Sergio lo cogiera, porque no coge a nadie hace muchos meses. Me ha llegado también que ha cogido a un músico de clásica … a ti, un escritor … ya es oficial para todo el mundo que quien te quiera para algo, debe llamarlo a él. Y hay un runrún con Nati Guevara de protagonista. Y tú andas por medio. Lo de Nati Guevara, me tienes que contar. No os podíais ni ver cuando trabajaba.

-Cuando sepa algo, serás la primera en saberlo.

-No creas que me voy a olvidar … por cierto, muchas gracias por el regalazo que le has hecho a mi hijo.

-¿Le ha gustado? Tenía mis dudas.

-Yo creo que se lo ha enseñado a todo el mundo. Una edición especial de “Las gildas”. No la había visto nunca. Y dedicada. Y menuda dedicatoria. Ha crecido diez centímetros desde que recibió tu regalo.

-Ya será por la escayola y el reposo.

-Con eso entonces, ya ha crecido quince centímetros. Parecía que no iba a alcanzar a su padre, pero ya es más alto. ¿Y esa edición especial? ¿Dónde la tenías escondida?

-Fue algo que preparé, no le gustó a Dimas … me empeñé … se tiraron algunas copias … Dimas se puso en plan chulo y yo me quedé con todas, con la edición entera. No me apetecía entonces luchar por ello. Nadie la tiene, más que si se la regalo yo. No la tiene ni Carmelo, no te digo más.

-¿Y por qué ahora que no está Dimas, no las pones en circulación?

-Pereza. La verdad, no sé que decirte. Preparo de todas formas una de “La Casa Monforte”. La editorial no lo sabe. A ver lo que dicen cuando se lo proponga. Cambiando de tema ¿Qué tal está mi amigo Poveda?

-Ya no dice nada de ti. Mudo. Parece que las demandas que le has puesto, han hecho que reconsidere su postura.

-Sergio y mi abogado me convencieron. Decían que no podía dejar pasar afirmaciones tan fuera de lugar. Dime que el intrigante era Goyo Badía o uno de sus chicos.

-¡Qué cabrón! Y yo que quería darte la noticia. No digas nada. Le estoy preparando una trampa. Cuando lo tenga todo bien grabado, te lo digo.

-Te doy yo una primicia: Goyo Badía, con Willy Camino de lugarteniente, son las cabezas visibles de una trama para estafar a actores jóvenes y no tan jóvenes.

-¿Relacionado con lo de Álvaro Cernés?

-Efectivamente.

-¿Me lo cuentas?

-Yo te cuento una parte, pero luego tú investigas y me cuentas a mí. Luego quedamos en ver que cuentas en los programas a los que vas y en tus artículos de “El País”.

Jorge le desgranó a grandes rasgos la trama de los préstamos y de incitar a esos actores a vivir por encima de sus posibilidades.

-Te haré llegar por algún medio discreto y seguro una lista de esos timados. Sería conveniente que te acercaras a alguno, a ver si te cuenta. La policía necesita una pista que lleve a la cabeza de todo.

Roberta se quedó callada. Parecía estar atando cabos.

-Me ha venido a la cabeza un nombre. Pero … no te lo voy a decir de momento. Voy a hacer algunas averiguaciones. Eso va a entroncar con el pasado tuyo y de Dani, si es que tengo razón.

-Contaba con eso. Una cosa ¿Goyo Badía representa a Poveda?

-No. Poveda va por libre. No tiene representante. Lo que no significa que no se traten.

-No es periodista ¿Verdad?

Roberta se echó a reír.

-No lo es, no.

-Poveda de todas formas es nombre artístico ¿verdad?

Roberta volvió a soltar una carcajada.

-Lo es sí.

-Cambiemos de tema. Que en realidad no te llamaba por esto. Me acabo de encontrar con un artículo tuyo de “El País” de hace bastantes años. En él hablas de Dani, de Biel, de Hugo Utiel y de Remus Monleón. Y vaticinas para ellos poco menos que el fin del mundo.

-Los cuatro jinetes del apocalipsis. Me alegra que al menos Biel y Dani se salvaran. Para los detalles, tendría que repasar mis notas. Hace mucho de eso. Cuando Remus y Hugo Utiel desaparecieron del mapa, les perdí la pista. Un día que tenga tiempo, tengo que retomar la investigación y averiguar que fue de ellos. Y de otros dos de sus acólitos: Ro Escribano y Quim Córdoba.

-Me interesa que me cuentes lo que recuerdes de ellos y lo que te llevó a escribir ese artículo. Y lo que te guardaste. Siempre cuentas la mitad de lo que sabes. Y si te portas bien, te pongo en contacto con ellos. Con los dos primeros al menos.

Roberta resopló.

-¿Por qué no te vienes dando un paseo y te invito a cenar? Y hablamos tranquilos. No es para hablarlo por teléfono.

-No quiero molestar a Dido.

-Está trabajando. Y Rodrigo está con su padre.

Jorge se quedó unos segundos pensando.

-Venga, me acerco. Recuerda que voy con mis chicos.

-Pueden subir a echar un vistazo, contaba con ello. Mientras no se asusten cuando entren en la habitación de Rodri …

-En un cuarto de hora estoy. ¿Era el 7º D?

-Sí.

Jorge colgó. No había previsto la deriva de la conversación. Pero a lo mejor … su entrevista con Roberta le aclaraba algunas cosas. Algunas de ellas no esperadas.

Pero se lamentó no haber podido hablar con Carletto. Lo intentaría al día siguiente. Y de todas formas, si no lo conseguía, intentaría que Pólux le proporcionara acceso a ese Lucas, el chico de las fotos. Tenía la intuición de que no podía dejarlo más. Cada vez que pensaba en él, el estómago le daba un vuelco.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 43.

Capítulo 43.-

Álvaro no se quedó por la noche. Sobre las siete cogió el coche para volver a Madrid. La fiesta debía ser importante para él.

-Creo que está medio ennoviado con una chica. – apuntó Carmelo a Jorge cuando volvió de Madrid como posible explicación a su partida.

-No me creo que esa sea la explicación a la que has llegado en tu tanda de pensamientos respecto a la situación – le picó Jorge. – Y si son los comentarios que has visto en sus redes, no hagas mucho caso. Sabes que es Felisa, su representante, las que las controla. A mí más bien me da que va por dejarse ver, por tener contacto con productores y directores… ¿Tiene problemas de dinero? ¿No le van bien las cosas? Ya te comenté lo que Roberta me había contado que se decía de él. Y tanta insistencia de… en los wasaps de esos cretinos con el tema de si se muere de hambre, si…

-Puede que necesite su recuperar su fama de hombría. Si sus amigos empiezan a decir que es gay, puede que…

-Pues ya está. Él sigue con su vida y liga con quién le de la gana. Pero porque le salga, no para demostrar nada. Ha hecho de gay en pantalla.

-Bueno. Sí. Pero… que yo o Biel no tengamos inconveniente en decirlo, no significa que haya otros que lo oculten. Te puedo recordar a algunos que conoces. Nunca lo dirán en público.

-Ya, bueno. Vale. No es ninguna obligación decirlo. Pero esos no van por ahí… no es el mismo caso, ya. Da igual. ¿Qué sabes de su carrera? ¿Tan mal pinta para tener problemas de dinero?

-Algunos trabajos se le han torcido con esto de la pandemia. Como a todos. Pero no creo que sea tan grave. Está haciendo muchas campañas de publicidad. Y tampoco le faltan papeles en cine y en televisión. Y teatro. Está preparando una nueva obra y sigue con la que estaba haciendo, creo que no le quedan ya muchas funciones. Pero bueno. Ahí está. La peli de esa Lola y creo que le van a ofrecer un protagonista en breve. No digas nada, por favor. Y “Tirso”, claro. Cualquiera de los dos papeles para los que lo barajamos, son buenos papeles e importantes. Ya ves que lo siguen reconociendo y le piden fotos. Sus redes siguen con un tráfico importante. Suelo mirarlo de vez en cuando.

-Eso es lo que me preocupa. Que nunca había hecho tanta publicidad. – afirmó Jorge rotundo. – Empiezo a pensar que lo que me comentó Roberta el otro día tenía algo de fundamento. Esas publicidades no son… de calado. No son para alguien que tiene cuarenta millones de seguidores en redes. Y se nos olvida algo. Se nos ha olvidado el tema de los gastos. Puede que no sea un problema de ingresos, sino de que tenga algún vicio, que se haya enganchado a algo…

-¿Dices? No me lo acabo de creer. Es muy fuerte. Drogas no creo. Desde mi… enganche a ellas suelo tener una cierta facilidad para detectarlas. Y con él no es el caso.

-Puede ser el juego. O las apuestas. Y el sexo. Mira, hablando de la reina de Java. – comentó Jorge enseñándole la pantalla a Carmelo.

-¡Roberta! – saludó el escritor contestando la llamada.

-Jorge. Que alegría hablar contigo. ¿Te pillo bien? ¿No estás escribiendo en algún garito por ahí?

-Yo también me alegro de oírte. Tranquila, estoy de relax. ¿Tu hijo está bien? Me comentaron anoche de madrugada que había tenido un pequeño accidente.

-Haciendo el loco con la moto. Solo tiene una pierna rota. Para lo que podía haber sido… me dan ganas de darle de hostias por el susto que me ha dado. No sabes el ataque de ansiedad que me dio cuando me llamaron. Pero en lugar de eso, cuando me dejaron verlo, le comí a besos y a abrazos.

-¿Y se dejó?

-Como una lapa se pegó a mí. El jodido se asustó pero bien. Me da que no va a volver a subirse a una moto en su vida.

-Dale un abrazo de mi parte.

-Se lo daré. Se alegrará que te hayas acordado de él.

-Mándame su teléfono y luego le mando un mensaje.

-Quita. Que luego se siente gallito y te llama para hablar contigo. Que sabes que le gusta. Y no tiene vergüenza. Si veo que está plof, te pego un toque y le paso el teléfono. Sueles animarle cuando hablas con él.

-Como quieras. Pero si lo crees necesario, no dudes en llamarme. ¿A qué debo entonces tu llamada? ¿Es sobre Álvaro?

-No, no es sobre él. Pero ya que lo nombras, me ha llegado el mismo rumor por otro sitio distinto. Alguien está haciendo correr la noticia.

Jorge se quedó unos segundos pensativo.

-Ya. No me lo acabo de creer. Pero sea lo que sea… un bulo o que sea verdad… es un marrón. Acabamos de pasar unas horas con él. No le hemos comentado nada, pero… no parecía… preocupado. Salvo por el enésimo bulo sobre que a Carmelo y a mí nos habían matado. Le hemos preguntado de pasada si tenía problemas de pasta o de otro tipo. Pero… lo ha negado. No tiene por qué ocultárnoslo si los tiene. Puede que sea un bulo que alguien haga rular porque le haya quitado un papel o una publicidad… en todo caso es un marrón. Dime para que me has llamado entonces.

-¿Y si fuera porque está haciendo algo que le avergüenza? Puede que se haya metido en un círculo de hechos que… no sepa como salir y que cada vez le enreden más.

Jorge se quedó callado. No había caído en esa posibilidad. Empezó a tener la sensación de que Roberta sabía más de lo que le contaba.

-¿Y qué puede ser? No sé. Haremos alguna indagación. Anda cuéntame para que me querías.

-Poveda.

-¿Qué le duele ahora? Yo pensaba que se iba a refrenar un poco desde el otro día.

-Sigue con el tema de que has comprado las novelas por cuatro duros a tus alumnos.

Jorge se quedó callado, pensando. Suspiró resignado. No había caído en que Willy Camino había seguido ese mismo argumento en su diatriba contra ellos en el grupo de wasap de los amigos de Álvaro. En cambio, Guillem y Carlos habían esgrimido el otro argumento que los enemigos de Jorge utilizaban: que tenía un negro que le escribía las novelas. Y era también significativo que tanto el uno como el otro hubieran desaparecido de repente de la conversación.

-Y éste… a lo mejor te podías enterar de quién le azuza en contra nuestra. Me da que alguien le dicta los argumentos.

-Estoy en ello. Ese chico desde hace un par de meses no es trigo limpio.

-Pues lo primero, si puedes enterarte del vicio que tiene… juego, drogas, sexo, videojuegos, bolsa…

-Has tenido buena idea.

-Lo más fácil es que alguien lo tenga cogido por los testículos por la pasta.

-Lo mismo vale por tu amigo. ¿No se te ha ocurrido?

-Sí, tienes razón. Esos rumores… – Jorge se quedó callado unos segundos pensando… – me da que te guardas algo, Roberta.

-Álvaro es buen tío. Me jodería que tuviera problemas. Hay otros que ayudaría a que los tuvieran.

-A lo mejor algún día hacemos un intercambio de pareceres en ese sentido.

-Poveda va a hablar en el programa de la noche de la Televisión Integral.

-Diré a alguien que esté pendiente.

-Te dejo. Estoy en el hospital. Parece que ya me dejan llevar a Rodrigo a casa.

-Dale un beso de mi parte. Tenme informado.

-Haz lo mismo tú, por favor.

Jorge miró a Carmelo mientras colgaba.

-Insiste en lo de Álvaro. Y el amigo Poveda vuelve con lo de que he comprado mis novelas a mis alumnos. El mismo argumento de Willy, nuestro amigo Willy. Esta tarde en la tele Integral. No ceja en su empeño de hablar mal de mí.

Carmelo se lo quedó mirando. Sacó el móvil y le hizo un gesto a Jorge para que le perdonara. Salió a la calle para hablar. Jorge negaba con la cabeza. Para él era claro que no se habían dado cuenta de que su amigo pasaba por un mal momento. La única duda era saber hasta que punto era “mal momento” y a qué se debía en concreto. Tanto rumor… y Roberta no era una principianta. Si lo tomaba en consideración… es que lo creía posible. Aunque había intentado desviar su atención hacia los bulos interesados… Jorge empezaba a estar preocupado. Y que Álvaro negara cualquier problema… una idea apareció de repente en su cabeza. ¿Y si la razón del viaje a Concejo había sido contarles y enseñarles esos wasaps? Al fin y al cabo, después de contarles, habían comido los tres, se había quedado dormido y se había ido. Les había contado “a la fuerza”. ¿Era por ellos, para que supieran que terreno pisaban o era para pedir ayuda, intuyendo que tanto él como Carmelo se iban a preocupar por preguntar a su entorno? ¿Una llamada de auxilio o un aviso a unos amigos de los que algunos compañeros de Carmelo hablaban pestes?

Carmelo regresó con cara de desasosiego. Abrió los brazos a modo de gesto de incomprensión y duda, con toques de desesperación.

-Lo primero, Sergio se ocupa de estar atento al programa. Ya le habían llegado rumores. Del otro tema: Miguel no sabe nada. Y Arón tampoco. Pero se van a informar. Al comentarles, han recordado algunas cosas que no daban importancia. Ester va a la misma fiesta que Álvaro. Es una fiesta de la productora de Paco Remedios. Ha prometido estar atenta.

-¿Van juntos?

Carmelo se quedó mirando a Jorge. Parecía querer ver las implicaciones de la pregunta. No le había sonado como una pregunta inocente.

-No. Cada uno va por su lado. Han quedado en verse. ¿Eso tiene alguna importancia?

-Ya. – Jorge cambió entonces de tema – No te gusta Paco Remedios.

-No.

-Pero Álvaro es muy viejo para él. – afirmó con rotundidad Jorge.

-¿Lo sabes? Su afición a los chicos de dieciocho.

Jorge asintió despacio con la cabeza.

-Desde aquella serie ha cambiado mucho físicamente. Tiene más cuerpo.

-Pero sigue teniendo cara de niño.

-Entonces Javier Marcos debería atarse los machos. – Jorge sonrió marcando la ironía.

Carmelo se echó a reír con ganas.

-Javier tiene esa cara de niño, es cierto. Pero cuando la cosa se pone intensa, de repente saca treinta años de no sé donde y se los pone en la mirada. Y entonces, mejor no toser a su lado.

-Me has hablado muchas veces de él pero me estoy dando cuenta ahora de que te ha interesado conocerlo. No ha sido simplemente un policía que se ocupaba de tu caso.

-Es buena gente. A parte de ser un gran profesional. E inteligente. Y con una conversación muy interesante.

-Me lo apunto. A lo mejor hago un día por charlar con él – dijo enigmático. – Volviendo a nuestros amigos. Entonces ese Willy habla por hablar. Mira es que mientras llamabas por teléfono, me ha dado por pensar.

Jorge le contó lo que se le había ocurrido. Carmelo al principio puso cara de “se te va el argumento, escritor”. Pero según escuchaba a Jorge y pensaba en ello, se iba convenciendo de que no era tan descabellado.

-Eso supondría, creo yo, que los mismos de los que nos previene, son los que a él le… joden.

Jorge hizo una mueca de asentimiento.

-No lo tomes como… es cierto lo que te he dicho antes. Willy le da a la coca. A veces está pasadísimo. Lo has podido comprobar alguna vez que has coincidido con él. Una vez me lo comentaste. No creo para nada que nos quiera ver muertos. Y no sé de que…

De repente Carmelo se calló. Había recordado algo, pero prefirió callarse de momento. Tenía que hacer algunas llamadas antes de hablarlo en voz alta.

-¿Y si Poveda y el tuvieran… alguna relación? – dijo Jorge ante el silencio de Carmelo.

-Es cierto que el tema de que los que te escriben las novelas son tus alumnos… ¿Qué razón puede haber…? Yo creo que en realidad… Willy vería el programa o se lo contaría alguien.

-No hablan de las mismas novelas.

-Yo creo que a Willy le pierde la boca y la coca. Nombraría las primeras novelas de las que se acordó.

-Me pareció una cosa ocasional. Lo de las drogas, me refiero. No sé. Y lo de los wasaps, los estuve repasando antes… me parecen muy contundentes. Y los de sus amigos, igual. Destilaban odio a raudales. Tú te centras en el tema de las drogas. Que vale, puede que las tome. Pero… no. Ese Willy nos odia y tiene algo con Álvaro y el resto de ese grupo… un grupo nada bien avenido, por otra parte.

-¿Algo?

-¿Un negocio? ¿Una afición? No sé… y no dejo de dar vueltas a la idea de que cuando Willy cogió protagonismo, Carlos Murciego y el otro…

-Guille Recado.

-Eso. Los dos, desaparecieron del grupo.

-No sé que decirte. Se me escapa que puedan tener en común todos esos. Y que tipo de relación tengan.

-Dejémoslo, sí. Estoy cansado de pensar en conspiraciones y…

-¿Quieres que vayamos de todas formas a cenar a “Las cortinas del cielo”? Puedo llamar para anular la reserva. Pareces cansado.

-Joder, “Las cortinas del cielo”. Nunca recuerdo ese nombre. Antes lo he llamado de cualquier forma…

-Ya me he dado cuenta luego. Se te ha ido la olla. No te creas, que he estado pensando un rato a que restaurante te referías. Luego he caído que te habías liado con el nombre. Eso te pasa porque no has ido nunca a comer allí. De todas formas, lo de los nombres en tu caso empieza a ser preocupante. Ese restaurante, y el “Estanque de los encuentros” que no hay forma…

-Venga, vamos anda. Al final desde que vivimos juntos, salimos menos por ahí. Y eso no es bueno. Debemos hacernos ver, como Álvaro. – Carmelo lo miró con gesto de no creerse esa última afirmación de Jorge. Era claro que había hablado en tono irónico – Voy a mirar en tu armario y te mango una americana. No me he traído nada así aparente para salir.

-Lo que quieras. Pero no te pongas corbata.

Jorge hizo un gesto negando con la cabeza mientras miraba el teléfono que había empezado a sonar.

-Mira, llama Mártins. ¡Hola sobrino revenido! – dijo nada más responder la llamada.

-Tío, a ver si te pagas algo. Que el otro día no me hiciste ni puto caso.

-El mismo que me has hecho en las últimas semanas que no sé nada de ti.

-Pero si no me has llamao, ¡Qué dices!

-¿Cómo que no te he llamado?

-Pero poco. No has insistido.

-O sea que tengo que insistir, anda ¡Ahora me entero!

-No lo flipes, tío. Dime si quedamos y tal.

-Claro hombre.

-Pagas tú, que yo estoy canino. Y así me compensas el otro día en la embajada que no me hiciste ni caso.

-Vente a cenar con nosotros. Luego te quedas a dormir en casa, en Concejo. – le propuso Jorge. – Y así podemos hablar más.

-Te mando un coche para que te recoja – dijo Carmelo en voz alta para que le oyera Martín.

-Vale – contestó Martín feliz.

Jorge y Carmelo se cambiaron de ropa y partieron hacia el restaurante. Habían llamado ya para ampliar la reserva a tres comensales y habían pedido el coche para Martín. Candice ya le había avisado a Carmelo que les buscaba un hueco, a pesar de que estaba completo.

-¿Os importa que sea en la terraza? – le propuso.

-No por Dios. A mí me encanta – exclamó Carmelo. -Además Jorge no ha estado nunca en ella. Le va a encantar.

Esa terraza es famosa en todo Madrid. Es un sitio exclusivo al que solo pueden acceder pocas personas y con invitación de la dirección del restaurante. En general gente importante que quiere estar sin que le molestara nadie. Y sobre todo, a resguardo de las miradas del resto de clientes. Es un lugar idílico para encuentros secretos, negociaciones igual de secretas, operaciones bursátiles, políticas… Muchos de esas personas entran por una puerta discreta, sin tener que recorrer todo el restaurante. Así nadie se enteraba que estaban allí.

Pero Carmelo y Jorge entraron por la puerta principal. No pretendían esconderse de nadie. Al revés. Querían que fuera palpable que estaban bien y sobre todo, vivos. Carmelo saludó a Candice, la jefa de sala, con afecto. Le presentó a Jorge, al que no conocía. Ella enseguida le sacó uno de sus libros para que se lo firmara.

-Soy muy lectora suya. – dijo sonriendo. – Lo tenía aquí porque sabía que cualquier día vendría con Carmelo. Cuando ha llamado antes anunciando su visita, lo primer que he hecho es ir a mi despacho y cogerlo.

Jorge le hizo una dedicatoria y posó con ella para un selfie.

-Ahora, si no os importa, hacemos una foto oficial para el restaurante.

-Espera, mira, ahí llega Martín. Posamos los tres ¿Os parece?

-¿Dónde hay que posar? – preguntó Martín abrazando y besando con mucho cariño a Jorge. – Joder, lo que te he echado de menos, tío.

-Y yo a ti. Creía que habías dimitido de sobrino.

-Va, que dices. Eso en la vida. Y en todo caso serás tú, que no me hiciste ni caso el otro día. Sabes que te quiero lo más que se puede querer a otra persona. Mi vida hubiera sido otra si no llegas a aparecer aquel día en casa.

Jorge y Carmelo se lo quedaron mirando extrañados. Había sido muy intenso en su exposición del cariño que tenía a Jorge. Primero Álvaro, después Martín… parecía una epidemia. Luego Jorge cayó que a lo mejor había escuchado los mismos rumores sobre su muerte. Podría ser eso.

-Aunque a lo mejor luego tu madre se arrepintió de haberme invitado a aquella primera barbacoa donde nos conocimos. Tanto tú como tu hermano me adoptasteis como tío. – respondió Jorge saliendo de su sorpresa.

-No te digo que no – se rió Martín. – No, en serio. Están contentos de eso. En todo caso a veces un poco celosos. Como mi hermano, que cuando le he dicho que había quedado a cenar con vosotros le han entrado los celos. Le he dicho que se apuntara. Pero ya había quedado con los amigos de su novia. Y ya sabes que… su novia es su novia.

-Hasta que se la presente a tus padres y la espanten.

-Es que mis viejos son lo peor. De agradables se hacen cargantes. Aunque alguna vez he pensado que lo hacen a posta para que le dejen. Quieren a Quirce solo para ellos.

-¿A ti no te lo hacen con tus novios? – preguntó Carmelo.

-¿Yo novios? Si los mejores hombres que conozco para serlo sois vosotros y no tengo nada que hacer. Y si los tuviera, algo serio, nada de llevarles a casa.

-Me imagino que en la boda…

-Nunca me voy a casar.

-Eso también lo decía yo – apuntó Carmelo sonriendo – Y ahora no veo el momento de casarme.

-¿A sí? – Jorge puso cara de despistado – ¿Y con quién? Es la primera noticia que tengo.

Carmelo y Martín se echaron a reír.

-Que bobo eres. – Jorge volvió al tema de los novios con Martín – Debes tener una legión de chicos esperándote a que te decidas.

-Ninguno me ha hecho tilín. Para unos días, semanas… un par me duraron unos meses, bueno. Pero nada más. Y tío, no se te ocurra ponerte estupendo que sabes mis historias amorosas que te las he contado.

-Vaya, vaya, Jorge Rios ejerciendo de consejero matrimonial. – se burló Carmelo.

-Pues sí ¿Qué pasa? Yo de la teoría sé mucho. Y en todo caso, no sería consejero, sería confidente. Es más apropiado.

-¿Pero de la práctica?

-Pues al menos tanta como tú. No estamos hablando de folleteo. Que de eso Martín tampoco necesita consejos. Y yo tampoco, que cojones. Que tengo una vida antes de Nando. Y después – picó a Carmelo que se sonrió. – Aunque lo mío se más discreto.

-De eso, del folleteo, he aprendido sobre todo leyéndote. – Comentó Martín con cara de sorna – Tienes una novela “El mamporrero” que es alucinante. Así que aunque me intentaras convencer de que eres un monje cartujo, no me lo creería. Te lo juro Carmelo. ¿No la has leído? No está en la carpeta de Nadia. Aunque hubiera pagado por verla mientras la leía. Con lo estirada que es a veces.

-¿Es estirada? – le preguntó sorprendido Jorge.

-¡No me jodas que no te has dado cuenta!

Jorge se encogió de hombros. Su fama de conocer a la gente se iba a pique a la velocidad de la luz.

-¿Has leído esa novela, Carmelo? – preguntó Martín.

-Pues no. Estoy empezando ahora con la otra carpeta. Pero ya que lo dices, me pongo con ella. Me has convencido. Cuando acabe la que estoy leyendo, empiezo con esa.

-Creo que no se deja ninguna postura. Va sobre un profesor para practicar el sexo entre hombres. Es un tipo que en lugar de dedicarse a ser chapero, decidió poner un anuncio en el que daba clases de sexo. Los alumnos deben ir con una pareja. En ningún caso el profesor participa. Y ahí les va enseñando. Y cobra una pasta por clase. Y resulta que tiene un éxito del copón.

-¡Jorge! No me esperaba eso de ti. Has blanqueado a los voyeur. Él profe o es de piedra, o se tiene que poner a pajas después de las clases…

-¿A qué no me pega? Haré que no he oído lo de las pajas – se rió el escritor. – Y abundo en el tema, no sabes lo bien que me lo pasé mientras escribía esa novela. Ese es otro de los personajes que he escrito para ti, Carmelo. El profesor de sexo. Como les indicas las posturas, como se las corriges, como escuchas las dudas que tienen… como te implicas en que su relación de pareja, en lo referente al sexo, sea perfecta. Siempre les dices que, al menos, el sexo no sea el motivo de que la pareja no funcione. Huy, perdón, que no lo dices tú, lo dice Ricardo, el personaje del profesor.

-No me lo puedo creer… – Carmelo le miraba con la boca abierta. Le había dejado sin palabras. No sabía si Jorge le estaba tomando el pelo, si era cierto lo de que ese personaje era para él y sobre todo, lo que más le despistaba era la posibilidad de que lo hubiera escrito tomándole a él como modelo.

Martín se lo estaba pasando en grande viendo la cara de sorpresa que ponía Carmelo. Y no fingía en absoluto. Nunca se lo hubiera imaginado. Y como le picaba Jorge.

-Pero que conste que va de otras muchas cosas. – añadió Martín para llenar un poco ese momento de silencio, a causa de que Carmelo no sabía que decir – Es un novelón. Aunque me da que con tanta acción sexual y gay, si te decides a publicarla, no sería tu mayor éxito. Muchos heteros se sentirán incómodos.

-Puede ser un éxito entre las mujeres – apuntó Jorge.

-Óscar os acompaña a vuestra mesa en la terraza – les anunció Candice. Hasta entonces les había tenido esperando en una salita apartada de la vista. Su mesa no estaba preparada cuando habían llegado. Carmelo sabía que cuando comían en la terraza, si había dos grupos, a veces había que esperar a que todos los miembros de uno de ellos se hubiera sentado a la mesa y estuvieran convenientemente protegidos por los biombos y cortinas que tenían para tal menester.

Emprendieron el camino hacia la terraza. Iban por un pasillo abierto que bordeaba el comedor. Reconocieron a algunos comensales. En una mesa cenaban el Ministro de Interior con otras tres personas que ellos no conocían. El quinto les hizo un gesto con la mano para saludarles.

-Anda, Javier Marcos. – se extrañó Jorge. “Algo le habrá surgido de repente… le hacía con Sergio, llenándolo de caricias y arrumacos”, pensó para sí.

Carmelo y Jorge le devolvieron el saludo con un gesto con las manos.

Apenas habían dejado de prestar atención a la mesa de Javier Marcos, cunado Uno de los ocupantes de otra mesa se levantó y fue decidido a saludarlos.

-¡Sergio! – exclamó Carmelo al verlo. – Me alegra ver que no os han afectado esos rumores y que seguís haciendo vida normal. El programa ese, Jorge, nada de nada. Tonterías. No sabe ni de que habla. De todas formas, yo que tú empezaba a demandarlo. En otros casos te diría de dejarlo correr. Pero hay afirmaciones que dijo el otro día, algunas de ellas las ha repetido hoy sin que el presentador le cortara como hizo Susana Griso. Coméntale a Óliver. Está diciendo cosas que a lo mejor era bueno pararlas. O si quieres nos encargamos nosotros.

Lo de los comentarios de ese Poveda… no sé que decirte. A lo mejor se cansa.

-Uno de sus argumentos es que no le demandas. Así que… se envalentona y le sirve de argumento para decir que cuenta la verdad. Te recuerdo que ha dicho que eres un mafioso, que conspiraste para que aquel tipo muriera en la cárcel. Lo de que compras las novelas a otros… eso son bobadas. Además, no tiene un pase. Ese argumento se cae por su propio peso. Si fuera que tienes un negro que te las escribe, bueno, sería creíble. Que compras cada novela a uno distinto… no.

Lo hablo con Óliver y le digo que os llame. Puede que tengas razón. No había caído.

-Y acusarte de mandar matar a ese desgraciado. Eso yo no lo dejaría pasar. No se retractó de nada de lo que dijo. Ya no lo dice con esas palabras tan rotundas, pero… se le entiende.

-Tienes razón. Pero si le demandamos, se hará la víctima.

-Y si no, seguirá y dirá que no le demandas porque tiene razón. De hecho ya te he dicho que empieza a usar ese argumento.

-Hablo con Óliver. Tienes toda la razón.

-No descartes que busquen a uno de tus antiguos alumnos y le paguen una pasta por decir esas cosas.

-Acabaría en la cárcel.

-Tanto como en la cárcel … mira que cuando te pones dramático… – le contestó Sergio.

-En la cárcel. Depende de lo que le acusaran. Si alguien se presta a ese amaño, soy capaz de hacer todo lo posible de que lo acusen de intento de extorsión y de asociación con malhechores con ánimo de agredirme. Falso testimonio, perjurio o como se llame en términos legales. De fomentar el odio hacia mí. Estoy hasta el puto escroto de estas tonterías. Lo mismo que si logramos identificar el origen de ese bulo. Esos. Del ideólogo y de los propagadores. Que parece que hay uno cada día.

-Es algo tan deleznable que no quise molestaros. Y la verdad, tienes razón, cada día sale uno o dos distintos. Lo solemos solucionar en unas pocas horas. De momento está controlado. Ya tenemos comunicados preparados para lanzarlos en cuanto lo detectamos. Martín, me alegra verte pero sobre todo me alegra que hayas vuelto al trabajo.

-Gracias Sergio.

-Dales recuerdos a tus padres.

-Vale.

-Si necesitas algo, me dices. No necesitas pedírselo a Carmelo o a Jorge.

Martín sonrió a Sergio a modo de agradecimiento.

-Os dejo. Luego si tenemos oportunidad, charlamos un momento. Que últimamente no os pagáis un café ni aunque os disparen por medio Madrid.

Iban a reemprender camino, pero Jorge vio que le saludaban desde otra mesa. Sonrió alegre después de soltar una exclamación de sorpresa y fue a su encuentro con paso decidido.

-¡Ernesto! ¡Arturo!

Se abrazó al hombre que se había levantado el primero.

-Joder que alegría. – dijo mirándole a la cara al separarse del abrazo – ¡¡Arturo!!

Se abrazó también a un joven que esperaba de pie. Se le notaba la alegría que le producía el encuentro.

-¿Dónde está el peque? – preguntó Jorge.

-Como te oiga llamarle peque… – dijo Arturo sonriendo y haciendo un gesto con la mano de que ese “peque” era ya más alto que él. – Le tenemos en Londres. Trabajando en un musical.

-Joder, no me había enterado. Ernesto, joder. Parece que nos hemos cambiado los papeles. Tú callado y taciturno, y yo un poco menos callado y taciturno que lo que solía. Antes me llamabas y me contabas. Ahora nada.

-Es cierto. – comentaba Arturo – No te llama a ti ni a casi nadie. Se ha vuelto un solitario. Yo le echo de casa cada día. Le digo: ¡Llama a éste! ¡Llama a aquel y vete a tomar el aire por ahí! Pero no hay forma, Jorge.

-Pues haberme llamado tú, cabrón.

-Na, que luego me echa en cara éste que le quito los amigos.

-Tengo un hijo mayor que es bobo. – empezó a defenderse Ernesto – ¿Tú le oyes? Pero si no salgo porque es imposible hacerle salir a él de casa. La última vez que me fui, nada, una semana a hacer algunas presentaciones de la última novela, primero, que ni me quiso acompañar. Al fin y al cabo es coautor. Pero luego, es que no salió de casa. Para nada. Cada vez que llamaba a Doris para que me diera novedades, me contaba desesperada que ni siquiera se quitaba el pijama en todo el día.

Jorge meneó la cabeza bromeando. Se acercó a Arturo y le habló al oído. Éste sonrió y asintió con la cabeza.

-¿Me lo prometes?

-Que sí.

-Por cierto, no has dicho ni mú de la novela que te pasé – se quejó Ernesto.

-Sabes que me gusta leer, dejarla reposar, y luego volver a leer. Voy por la tercera lectura. Es… fascinante. Los dos estáis… sembrados.

-Es el único que es capaz de distinguir las partes que ha escrito mi padre y las que he escrito yo – explicó orgulloso de Jorge a Carmelo y Martín.

-Me alegra que Tomás al final se decidiera a volver a trabajar. Mira, como Martín. No sé si os lo había presentado. Me vais a perdonar… estoy tan contento de haberos encontrado que se me han olvidado las normas de educación.

-No, pero hemos oído hablar tanto de ti que eres como si fueras de la familia – le comentó Arturo tendiéndole la mano para saludarse.

-Ernesto, Arturo, sois caros de ver – dijo Carmelo abrazándose a ellos.

-Joder, que alegría haberos encontrado. – dijo Ernesto al que se le notaba también muy contento por el encuentro. – Mirad, os presento a Jero, un amigo, a su mujer Romina y a Raúl, un amigo de Arturo.

Los tres fueron estrechando las manos de los compañeros de mesa de Arturo y Ernesto.

-Luego si os apetece, acercaros a la terraza y tomamos un café.

-¿No molestaremos?

-Para nada. Como vuelvas a decir algo así, me enfado contigo, Ernesto – le avisó Jorge.

Se despidieron de ellos y volvieron a retomar el camino hacia la terraza. Martín aprovechó a saludar a un antiguo profesor que estaba en otra mesa, y al que había visto mientras hablaban con Ernesto y Arturo.

-Oye, pues sabes que es cierto. – le dijo sorprendido el profesor. – Tienes un aire a Carmelo del Rio. Ahora al veros juntos es innegable.

-Podemos pasar por hermanos – bromeó Carmelo rodeando el hombro de Martín con su brazo.

Martín les presentó a su profesor. Este quiso sacarse una foto con ellos. Los tres aceptaron sin problemas.

-Mi madre no me cree cuando le cuento que te he dado clases. – le dijo a Martín.

-Pues a ver si así la convences.

-Una cosa. – dijo el profesor poniéndose serio – He oído que tu madre quiere presentarse al puesto de Decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Jordán. Que el otro día se reunieron en tu casa los miembros de su candidatura: Erasmo Núñez, Isaías Romero y otros que ahora no recuerdo.

-No te puedo decir. Me he mudado. Solo voy a comer algún día que podemos juntarnos todos.

Carmelo y Jorge se miraron. No sabían nada.

-Si se presenta, seguro que será una buena decana.

-No creo que se presente. Yo al menos eso espero. – zanjó el tema Martín, que no se encontraba cómodo hablando de ese tema.

-He oído que es tu amiga, Jorge. Tú si la apoyarías. Y más ahora que vas a dar ese curso de Escritura Creativa.

-Es la primera noticia que tengo de que piense presentarse. Es mi amiga pero no me ha contado esa intención y hemos hablado recientemente. Puede que sea un rumor infundado. Nosotros – y señaló a Carmelo y a él mismo – llevamos unos días que cada día nos matan en una zona de Madrid. Así que no me extrañaría que fuera un bulo o un globo sonda. Además, Jacinto Penas, el actual Decano es también mi amigo. Sería una difícil elección. Él es el que siempre me ha apoyado. No he dado más clases o cursos porque no he querido. Él me ha ofrecido un sin fin de posibilidades. El curso de Escritura Creativa es idea suya.

-Vaya. La vida Universitaria es a veces complicada. Por eso la dejé.

-Roberto es catedrático en excedencia de la Complutense. – apuntó Martín.

-¿Y lo dejaste? – preguntó Jorge sorprendido.

-Sí. Tantas intrigas, tanta política. Estoy más tranquilo en el Instituto y en mi academia particular. De todas formas, se comenta que ese curso está ya al completo de inscripciones. Dos turnos, me dicen. Hay mucha expectativa por tus clases. Ya tienes buena fama de gran profesor. Todos los que han escogido tu asignatura hablan muy bien de ti.

Jorge respiró profundo y se encogió de hombros mientras pensaba como responder.

-Sabes más que yo. Tengo una reunión pendiente con el decano para que me cuente los detalles. No me suelo meter en ese tema. Respecto al curso, si es verdad que se van a hacer dos turnos, todo dependerá del juego que den los inscritos en cada uno de ellos. Serán posiblemente dos cursos completamente distintos.

-Un curso de esos planificado debe ser complicado de dar. Pero tener un planning en la cabeza e irlo cambiando cada día, dependiendo de la respuesta de los participantes… no sé si yo sería capaz de hacerlo. Y con dos grupos que pueden resultar como la noche y el día.

-Veremos a ver como va. Si no, volveré al plan que tengo en mi cabeza. Siempre puedes ir a ayudarme. ¿No te apetece ser mi adjunto?

-¿Lo dices en serio?

-Parece que Martín te tiene aprecio y consideración profesional. Valoro mucho su opinión.

-No sé si podría. Tampoco sé si les haría mucha gracia a los de la Jordán que un catedrático en excedencia de la Complutense se meta a ayudar a Jorge Rios, cuando debe haber tortas para ese puesto entre los docentes de la Universidad.

Se despidieron y retomaron el camino por enésima vez hacia la terraza. Martín propuso a Jorge y Roberto, su profesor, que quedaran un día para charlar de todo lo que habían hablado. En eso quedaron.

Carmelo le hizo un gesto al camarero para pedirle perdón por tanta interrupción.

Casi cuando habían llegado a la terraza saludaron a Jorge de otra mesa. Él les contestó levantando la mano y sonriendo. Sus ocupantes no hicieron intención de levantarse ni Jorge de acercarse. Si no, no iban nunca a sentarse a cenar.

-¿Quiénes son? – le preguntó Carmelo.

-Ni idea. Sé que los conozco. Pero no caigo en quién son. Al menos a dos de ellos, los dos hombres que están sentados juntos. El chico joven y a la otra pareja, no me suenan. Espero que luego no se acerquen a saludar. No hay cosa que más me pudra que llegue alguien a saludarte y dé la impresión de ser muy amigo, y yo no tener ni idea de quién es.

-¿Qué te daba ese profesor, Martín? – preguntó Carmelo.

-Literatura. E Historia del Arte. Es bueno. Le gusta enseñar y le gusta lo que enseña.

-Tuviste suerte. Encima todo un catedrático universitario.

-Con él sí. Con otros… me imagino que como todos. Otros profes que tuve eran unos mantas, aburridos y algunos muy creídos.

-Si es profesor de literatura, no será fan de mis libros. – apuntó resignado Jorge – No suelo ser el autor contemporáneo preferido de los profesores y catedráticos del ramo.

-No, al revés. Intentó que te llevara a dar una charla al colegio. Pero al final nunca concretamos. Y nos hizo leer “Esa maldita noche”. Luego la comentamos en clase. Y tuvimos que hacer un comentario de textos sobre un párrafo de ella. Otro de los trabajos que nos puso, nos dejó elegir un relato tuyo y tuvimos que escribir algo basado en él. O una continuación, un spin off… una reflexión… intentando seguir tu estilo. Hizo antes un análisis, que me pareció bastante bueno, de la estructura de tu forma de contar las historias.

-Estoy sorprendido. No me contaste nada de esto.

-Porque te hubieras empeñado en ayudarme y yo quería hacerlo por mí mismo. Y más encima siendo de tu obra. Cuando tocó Julián Marías te dije y estuvimos hablando de ello. Y luego leíste el trabajo.

Jorge sonrió resignado.

-¿De cual lo hiciste?

-“Un momento en la vida de Venancio Piñones Piña”.

-“Piñones de la Piña” – corrigió Jorge.

-Perdón. Le he quitado la mitad de la gracia al relato. Lo continué. Al profe le gustó mucho. Lo leyó delante de toda la clase.

-Menos mal que no lo hiciste sobre un relato no publicado.

-Pues casi. Pero caí en la cuenta a tiempo. Me gustaba para ese trabajo ese que se llama “Jamás”. Me inspiraba muchas continuaciones. Aunque si hubiera sucedido, al ser tu sobrino hubiera tenido disculpa. No hacía falta decir que lo había elegido entre 1287 relatos que tienes inéditos. Y subiendo. Esa cifra es de hace diez días. Y además no te quejes que el relato que llevé a donde Alsina, es de los inéditos y no uno de la carpeta de Nadia. Es más, está en la carpeta de los descartados.

-¡La madre que te parió! – se rió Carmelo. Jorge lo miraba con gesto divertido.

-Eso quiere decir que ninguno de los dos os habíais dado cuenta. Lo de Carmelo es entendible, pero lo tuyo tío…

-¿Te crees que con todo lo que escribe, puede acordarse ni de una décima parte de lo que tiene? – le justificó Carmelo. Jorge le sonrió. Le gustó la mirada de orgullo que tenía Carmelo ahora. Orgullo por él.

-Ya serán menos. ¡Qué exagerados sois! – Jorge intentó quitar importancia a la declaración de Martín. – ¿Escribiste esas continuaciones de “Jamás”?

-Sí.

-Pues déjame leerlas.

-Va, seguro que no …

Jorge le miraba fijamente.

-Vale. Ya te lo pasaré. Que pesao eres – Martín se echó a reír. – ¿Ves por qué no te conté en su momento? Me tenía que haber callado la boca. Y también querrás leer lo que escribí sobre los Sres. De la Piña.

-¿Quieres que me ponga de rodillas? Me pongo, no tengo problemas. Aquí, delante de todo el mundo.

Jorge amagó con hacerlo, pero Martín le amenazó con tirarle un cuchillo que había cogido de una mesa de apoyo cercana.

-Lo más que te va a pasar es que lo incluya cuando lo publique. “Jamás” es un relato largo. Puede ser una novela perfectamente. Y que incluya de propina el relato de los Sres. De la Piña e incluya tu addenda.

-Cualquier día os veo escribiendo algo los dos – apuntó Carmelo – Como Ernesto y Arturo.

-Na… si escribo fatal…

Jorge meneó la cabeza negando. Le estaba entrando ganas de darle una colleja. No estaba de acuerdo con su afirmación.

-Yo me apunto esa idea – dijo al final mirando a su sobrino muy en serio.

-Una lástima que no concretáramos lo de la charla en el insti. Hubiera estado guay.

-Pues a lo mejor podemos hacerlo ahora, aunque no estudies ya allí. Podríamos darla los dos.

-Si surge ya se lo comentaré. Pero es un rollo hablar con la editorial para tu agenda…

-Nada de eso. Me dices a mí y punto. O en todo caso a Sergio, se encarga ahora de mi agenda.

-¿Y si nos sentamos? Óscar en cualquier momento nos va a mandar a tomar el aire en Sierra Nevada. Le tenemos ahí de pasmarote, esperando. – les dijo Carmelo. – Le está costando más de veinte minutos recorrer los cincuenta metros que nos separaban de la terraza.

-Vamos, vamos. Se te nota cansado, Carmelo – le tomó el pelo Martín. – Necesitas sentarte. No disimules que te lo noto. Pones de excusa a Óscar…

Carmelo fue a defenderse atacando a su amigo, pero el comentario de un hombre que estaba a sus espaldas lo evitó.

-Los tres hombres más guapos del Universo.

Ovidio Calatrava era el hombre. Salía en ese momento de la terraza. Ellos justo iban a traspasar la puerta en el sentido contrario.

-Hemos estado meses sin vernos y ahora parece que nos encontramos en todos lados.

Jorge le estaba estrechando la mano. Sonreía. Luego Ovidio saludó a Martín y a Carmelo.

-Veo que te arrimas a buena gente Martín. ¿Cómo está tu madre? A tu padre le vi el otro día en el “Manjar”.

-Bien. Ya sabe, como siempre, pasando más tiempo en la Uni que en casa. Pero contenta. Creo que le oí el otro día que va a preparar una de sus barbacoas. Espero que asista. En la última se quejó de su ausencia.

-Los imponderables de la edad. Me dio un ataque de ciática. Me dijo el médico que me ponía un chute de no sé que, pero mira, esas medicinas de choque no me van. Prefiero curarlo despacio y sin meterme nada en el cuerpo que luego a lo mejor te estropee otra cosa.

-Me alegro de que ya esté completamente recuperado, por lo que veo.

-Sí, muchas gracias por tus buenos deseos. Dale recuerdos a tus padres. Oíd, una cosa, luego cuando acabéis de cenar, si queréis os unís a la reunión. Son todos conocidos vuestros.

-No te preocupes. Si habéis pedido intimidad será por algo. No queremos molestar. Hemos venido a relajarnos y a charlar e intentar tomarnos el pelo para reírnos un poco. Que al menos yo, lo necesito.

-Me he enterado de las últimas novedades. Pero mira, Jorge, debes estar orgulloso de ti. Al menos yo miraría por el lado bueno que tiene todo esto. Lo buscaría, vaya. Hace unos meses, si te hubiera pasado algo así, te hubieras hundido. Encerrado en casa o algo peor. Y ahora, mírate, como si nada, acompañado de tu familia.

-Es por ellos. No te creas. Y me gusta esa definición que has dado de ellos. Es cierto, son mi familia.

-En eso siempre hemos discrepado. En el tema de “por ellos”. Y sé que tú lo haces con los demás cuando sienten eso y ves las cosas desde fuera. Está además en tus libros. Lo dicen varios de tus personajes. Lo escribiste en “deLuis” y en “Madrid”. Debes estar y hacer por ti. De verdad, tienes tantas cosas que darnos a todos, tantas historias que regalarnos todavía. A tanta gente a la que animar… tantos amigos verdaderos, algunos que todavía no conoces, pero que necesitan de ti, de tu compañía…

-Y también tanta gente que me odia, tanta infamia y beligerancia, tanta envidia, tanta mentira, injuria…

-Eso es que has triunfado. Va con el éxito. Carmelo seguro que te puede dar un máster al respecto. Su fama será de las más potentes de su gremio. Cercana a la de los futbolistas o de los cantantes, que yo creo que ahora ocupan el top.

-Pero Ovidio. ¿Todavía estás así?

Un hombre había salido de detrás de los biombos y abría mucho los brazos para mostrar su impaciencia.

-Mira a quién me he encontrado.

-¡Anda!

El hombre se acercó a ellos con paso decidido. Parecía que se había alegrado de encontrarlos. Carmelo sonrió y le tendió la mano para saludarlo.

-Paco, que sorpresa. Parece que repetimos los mismos asistentes que en la embajada. Te hacía en la fiesta de tu productora.

-Sí. Lo mismo podemos estar meses sin coincidir que… Martín, da recuerdos a tus padres. Jorge, me han llegado rumores de que hay alguien que la tiene tomada contigo. De verdad, todo mi apoyo y solidaridad. Si puedo echarte una mano en algo, me dices, con confianza.

-Muchas gracias Paco. – Jorge agradeció sus palabras de apoyo.

-Luego me pasaré por la fiesta. Déjales a todos que desbarren sin que el jefe ande por ahí molestando. Si os apetece, ya sabéis que estáis invitados. Es en la Dinamo. Allí tenéis entrada preferente, ya lo sé. Así que con confianza.

-Ya veremos. Hoy llevamos un ritmo… Martín y Carmelo han estado rodando, y yo todavía no me he sentado desde las ocho de la mañana. Llevo unos días muy intensos y creo que necesito parar un rato.

-La invitación está hecha y os aseguro que seréis bien recibidos. Y me vais a perdonar, me voy a llevar a Ovidio a donde fuera que fuera, y lo llevo de vuelta. Que ya te vale.

-Llegar a viejo para que te traten como a un niño. – dijo Ovidio en tono resignado y sonriendo.

Todos se rieron.

Paco empujó ligeramente a Ovidio hacia la zona donde estaban los servicios exclusivos para los clientes de la terraza. Ninguno de los tres dijo nada. Se giraron y se fueron hacia la zona que les indicaba el camarero. Cuando se sentaron, Óscar bajó una especie de cortinas para separar del resto de la terraza.

-Tienen si quieren un servicio para ustedes solos.

-Una pregunta. En aquella zona hay también unos servicios exclusivos.

-Sí. – contestó Óscar el camarero de manera rotunda, pero a la vez, dejando claro que no iba a responder a nada más que se relacionara con las circunstancias del otro grupo. Al igual que no contestaría a nada relacionado con ellos.

-No me mola cenar así, como encerrados – dijo Martín.

-Es cierto. Óscar, por favor, levanta las cortinas. No estamos en una misión secreta.

-Como gusten. Entiendo que si alguien quiere saludarles…

-No hay problema. Si lo hay, ya están nuestros escoltas.

-De todas formas, tanto Ovidio como Paco Remedios ya nos han cortado el rollo.

-Pues que les den – respondió Carmelo con determinación. – ¿Por qué tienen que hacerlo? Tú fíjate en las vistas, Jorge. Y en el ambiente. Parece que estamos en plena montaña.

-Pues también tienes razón. Y coincido contigo. Tenemos que venir un día a comer. Tiene que ser todavía más impresionante con luz.

-Es distinto. Imprégnate de este aroma. Verás como la comida sabe distinta a causa de él. Aroma a verde, a pino, a eucalipto, a resinas… y esos sonidos del bosque… de la noche… esta sensación solo es superable con la de “El Estanque de los encuentros”. De noche es maravilloso. Estar un rato allí tumbado, te hace renacer de nuevo.

-¿Desnudos o vestidos?

-Que bobo eres, escritor. Para eso, da igual.

-Y de paso, querido sobrino, me vas a contar eso de que tu madre quiere presentarse a decana de la mano de los que me quieren echar de la Universidad. Que ya me podías haber avisado.

-No sé de que va mi madre. Por eso no te he contado nada. Hasta aclararme.

-Pues aclárate contándome.

-Y de paso, nos cuentas de tu mudanza.

-Luego. Ahora disfrutemos de las vistas y de la comida. Tiene razón Dani, esto es maravilloso. ¿Que música queréis que ponga?