Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 104.

Capítulo 104.-

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Carmelo había llegado primero al lugar de la cita. La noche anterior Jorge y él, junto con Sergio Romeva y Óliver Sanquirián, lo habían hablado largo y tendido y habían llegado a una conclusión: era fundamental sacar del ostracismo la Fundación que hacía tiempo, habían creado Carmelo y Cape.

-Muchos de esos chicos necesitan ayuda. Algunos necesitan ayuda médica, un sitio donde vivir. Trabajo. Otros incluso necesitan desaparecer, crearse una vida nueva o recuperar la que esos desalmados les obligaron a abandonar. Y eso cada vez va a pasar más. Cada vez se nos van a acercar más jóvenes provenientes de Anfiles o de otras parecidas, como las de los músicos.

Era Jorge el que había hecho ese discurso para plantear su visión del problema. El resto, estaban de acuerdo en líneas generales, pero no acababan de decidirse en dar un paso adelante. En esos reparos, también estaba Carmelo.

-No podemos confiar en que las instituciones se ocupen. – insistió Jorge.

-En todo caso lo harán por un período de tiempo corto. – añadió Sergio. – Esas víctimas necesitan un apoyo continuado en el tiempo. Si fueran menores de edad, sería más fácil que las Instituciones se implicaran con ellos. Pero los que más necesitan una mano precisamente son los que ya cumplieron dieciocho. Esos están desamparados por todos. Y si llaman a algunas puertas, les dirán que son viciosos, drogadictos …

-Debemos fijar unos objetivos. Que apoyos, que ayuda vamos a dar. Todo eso que decís tiene un coste enorme. Su financiación … debe ser adecuada.

-Creo que debemos abarcar todos los campos posibles. – Jorge había tomado la palabra de nuevo. – Ayuda médica, ayuda a recuperar la vida que perdieron, como Sergio Plaza por ejemplo. Casas de acogida, un sitio dónde vivir. Ayuda a encontrar un trabajo que puedan realizar. Sufragar sus estudios. Incluso como hemos dicho antes, si fuera necesario, crearles una vida nueva.

-Creo que podríamos definirlo, como resumen, poner los medios para que esas víctimas, esos jóvenes puedan llegar un día a vivir por sí solos.

-Solo con las terapias de psicólogos y profesionales de ese tipo, tenemos un presupuesto. Casi deberíamos buscar a profesionales que se dediquen en exclusiva.

-Necesitamos un médico que se encargue de coordinar ese tema.

-¿Manzano querrá?

-Tenemos que tener cuidado con una cosa: en esa asociación delictiva, están implicados muchos profesionales de la medicina, no solo médicos: enfermeras, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales …

Los cuatro se quedaron callados, valorando la afirmación del abogado.

-Óliver, explica a qué te refieres. Has tirado la piedra y ha sido al proponer a Manzano. – Jorge lo miraba interesado en su respuesta.

Óliver negaba con la cabeza. No le gustaba descubrir secretos.

-En su anterior vida, antes de recalar en Concejo, Manzano … estaba rodeado de gentes cuando menos cuestionables.

Óliver volvió a callarse. Todos estaban pendientes de sus explicaciones.

-Joder. La mujer de … la ex-mujer es cuando menos una persona … no me fio de ella. Su familia tiene un perfil que me parece cercano a Anfiles. O a al menos, algunos … miembros …

-¿Otilio Valbuena?

-Por ejemplo. No es el único. Y … algunos de sus amigos psiquiatras … casualmente siempre son peritos de la defensa cuando se trata de juzgar a algunos implicados.

-Tú también has trabajado para Valbuena.

-Eso es cierto.

-Manzano ha roto con todos esos pasados. Quiero decir, no tiene ningún contacto ni con su ex-mujer, ni siquiera con sus hijos, que hicieron piña con ella. – Carmelo se convirtió en defensor del médico de Concejo.

-En principio, yo confío en Pedro – dijo Jorge. – Se ha ocupado de los que hemos ido encontrando. No ha surgido ningún problema, al revés, se ha implicado con ellos.

-Tenemos que buscar alguien al que … que dirija todo, vaya. A tiempo completo. Yo puedo dedicar unas horas a la semana, pero no puedo dirigirla – Sergio paseó su mirada por sus contertulios. Sabía que Jorge y Carmelo habían hablado de que fuera él quien se pusiera al frente. – Y ninguno de vosotros puede dedicar a esta empresa mucho más. A penas dais abasto con vuestras ocupaciones.

Jorge fue a decir algo, pero se lo pensó. Sergio tenía razón. Por mucho que quisiera, él no podría dedicarle tiempo.

-Amador Rosales, el padre de Esteban, el chico de la barandilla. Sería un candidato a ser Director de la Fundación. Su CEO.

Fue Carmelo el que lo propuso.

-Me parece buena idea – dijo Óliver. – Sabe de que va el tema. Y es un gestor competente. Y es buena persona.

-¿Y querrá dejar su trabajo? Tendremos que ofrecerle un buen sueldo.

-Desde el susto, ha bajado mucho el ritmo. Casi ha dejado la gestión de su empresa en sus sobrinos. Y no va mal, quiero decir, que parece que lo llevan bien. Él apenas interviene. No creo que el sueldo sea la razón por la que nos diga que no.

-Esteban creo que tendrá mucho que decir. – apuntó Jorge. – Carmelo ¿Quedarías con él? Para proponérselo.

-Sí, no hay problema.

-Pues llámalo y queda mañana mismo. No podemos dejar pasar más tiempo. – le apremió Jorge.

Cuando Amador entró el “El Trastero”, Carmelo sonrió y se levantó para recibirlo. Se abrazaron y tras los saludos protocolarios, se sentaron.

-Una caña como la de Carmelo, por favor. – dijo al camarero que se había acercado.

-Y tráenos algo de picar. Lo que tú veas. Y ya de paso, tráeme otra caña. – añadió Carmelo.

-¿Y a qué se debe este honor?

-Mira Amador, te necesitamos.

Carmelo se arrepintió inmediatamente de su forma de enfocar la entrevista. Pero ya no había marcha atrás. Había sido brusco y rotundo. Así que intentó suavizar su tono y quitarle algo de empaque. Le fue contando como crearon la Fundación. Y como por no encontrar el tiempo, lo fueron dejando.

-Pero cada vez encontramos a más “Estébanes” en el camino. Compañeros nuestros que no encontraron a una persona como tú y que, aun sobreviviendo, necesitan apoyo, ayuda … ya es una necesidad ponerla en marcha.

-¿En qué os puedo ayudar? Me parece un proyecto necesario.

-Queremos que la dirijas. Que te encargues de todo. A tiempo completo. Queremos que seas el director, con tu sueldo. Crear las estructuras, buscar profesionales, locales, pisos … crear protocolos de ayuda, de intervención … aunque lo primero, es buscar gente que te ayude. A ser posible, eso se me acaba de ocurrir a mí ahora, víctimas de esa barbarie. Gente como Esteban. Que encuentren un trabajo en esa labor. Es una primera forma de ayudar a alguno de ellos.

-Una parte importante de esa ayuda sería la parte médica. De eso yo …

-Habíamos pensado en el Dr. Manzano, Pedro Manzano. Es un gran médico y tiene contactos en todos los sitios. Incluso entre personas inconfesables. Podría encargarse él de coordinarlo.

-Indecentes, diría yo. Pero él nunca se ha dejado llevar por ese camino. Ni cuando estaba en la cima de la profesión.

-¿Lo conoces?

-Operó a mi marido. Cuando llegó a sus manos, ya era tarde. Pero aunque era muy difícil que saliera bien, se arriesgó. Sus compañeros no lo hicieron, por eso de sus estadísticas. Ahí perdimos unos meses cruciales, buscando un cirujano que quisiera operarlo. Le dio un par de años, aunque efectivamente ya era tarde para una solución definitiva. Muy tarde. Pero esos dos años, sin su intervención, no hubieran sido posibles. No fueron malos años. Y nos acompañó en ellos.

-Entonces que dices ¿Aceptas?

-Vamos a tomarnos la caña, me cuentas despacio, y luego, comemos juntos. Espero que al final de la comida, te pueda dar una respuesta, a expensas de comentarlo con Esteban. No quiero tomar esta decisión sin su … aprobación. Si me encargo del tema, aunque sea tangencialmente, le va a implicar a él. Y quiero que …

-Ya, que no le suponga un problema.

Amador afirmó con la cabeza.

-Cuéntame en que … de qué queréis que se ocupe la Fundación. Y lo más importante, como se va a financiar.

-Pues …

Jorge Rios.

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Jorge y Carmelo se apartaron del resto y se subieron a la terraza de la casa. Necesitaban un rato de tranquilidad. A Jorge le agotaba la comedieta que estaba haciendo frente a Laín y Paula. Le costaba mucho no soltarles a la cara lo que de verdad pensaba. Cada poco tiempo debía recordar las recomendaciones que le había hecho Javier en su última charla.

Carmelo tampoco estaba cómodo en su papel en esa obra de teatro de la vida real. Le gustaba su trabajo, pero no practicarlo en su vida privada. Se identificaba con la idea que expresó Martín ya hacía unos días para explicar por qué no volvía a casa de sus padres, aunque su madre le hubiera pedido perdón por algunas de las cosas que le dijo. Aunque intuía que ese arrepentimiento debía tener otros motivos que el simple deseo de retomar la relación con su hijo.

Al menos Carmelo tenía la satisfacción de que Eduardo hubiera sido tan diligente a la hora de buscar amueblamiento para la terraza. El actor quería que Jorge se sintiera a gusto en Concejo. Había un par de sofás y cinco butacas además de una mesa, todo de exteriores. No eran nuevos, pero al menos eran más cómodos y seguros que las sillas que había utilizado Jorge esa mañana. Le había comentado Eduardo que al día siguiente irían su padre y él para limpiarlos a fondo y para adecentarlos un poco. Felipe había ido a una tapicería en Tubilla a comprar unas fundas. Y habían mirado también unas mesas, un par de ellas apropiadas para escribir en ellas y otras más bajas, para ponerlas frente a los sofás y apoyar las bebidas o comida.

-Antes se me ha olvidado darte las gracias por la prontitud en atender mi reclamación de esta mañana.

Jorge sonrió y besó a Carmelo en los labios.

-¡Qué formal te ha salido el agradecimiento! Parece que estás hablando con alguna institución o el director de un banco. – Jorge le hizo un gesto de desprecio burlesco – Ha habido suerte. Le dije a Eduardo. Le dije que era tu deseo y que quería complacerte. Y como eres su ídolo, pues aquí tienes tu amueblamiento provisional. No te extrañes que poco a poco nos enteremos que ha movilizado a medio pueblo para ello.

Se sentaron en uno de los sofás mirando hacia el río. Los dos se habían descalzado y pusieron los pies sobre el sofá. Jorge doblando las rodillas y poniéndolas contra su pecho. Carmelo sentándose a lo indio.

-Esa venía a por mí – dijo Carmelo en un murmullo.

-Da igual si era por ti o por mí. Al menos para mí es lo mismo. Si te agreden a ti, me lo hacen a mí también. A parte, no sabemos a por quién iba. Parece que esa mujer estaba interesada en encontrar información de los dos. De nuestras escoltas, de nuestro paradero en Concejo … yo creo que pensaba que aquí nuestra seguridad se relajaría.

-Hacía tiempo que no venían a por mí. A Concejo has venido cuatro días y eso ha sido en apenas un par de semanas. Y en casi todas, no te ha visto nadie. Hemos llegado, hemos dejado los coches en las Hermidas y nos hemos ido a pasear. Y luego hemos comido en casa. Salvo el día que comiste con Fernando y los demás en donde Gerardo. Y el día que te encontraste con Óliver. Nadie te relaciona con este pueblo, salvo de visita. Todavía.

-Algo les ha despertado. Eso está claro. ¿Cuándo empezasteis a mover el tema de llevar Tirso a la tele?

-Hace un año. Perdón, un año antes de la pandemia. Aunque llevaba tiempo comentando con Cape. No te conté nada porque quería que fuera una sorpresa. Ahí se puso a escribir. Aprovechó el tiempo del confinamiento. No recuerdo dónde le pilló. Cuando lo pensamos, yo enlazaba rodaje tras rodaje. Además, él casi nunca estaba. Siempre estaba de viaje. Antes de contarte nada quería tener el proyecto avanzado. Quería tener director y gran parte del equipo. He ido hablando con muchos compañeros para que trabajaran en la serie. No firmamos contratos, pero todos se comprometieron. Ahora es cuando estamos ya documentando todas esas propuestas. Mariola firmó ayer. Biel la semana pasada. Jose Coronado creo que firma mañana. Rodrigo Encinar se reunía hoy con su representante y Rodrigo. Álvaro iba a firmar hoy, pero con lo de la agresión creo que lo han dejado para otro día. Parece además que su representante había puesto alguna pega. Seguro que es para hacerse valer. Ester ya había firmado cuando grabasteis Pasapalabra. Anna y Rubia también han firmado.

-Ya.

Jorge no le quiso comentar que a veces Cape no estaba tan lejos como decía. Pero era claro que deseaba estar solo. No había otra razón para que le ocultara a Carmelo que en muchos de esos viajes estaba en una casa que tenía alquilada en Barcelona. Allí pasó el confinamiento aunque Carmelo pensaba que estaba en Amsterdam.

Sonó el teléfono de Jorge.

-Roger – dijo al contestar.

Carmelo se acercó a Jorge para poder escuchar mejor la conversación.

-¿Estáis bien?

-Sí. No nos ha llegado a ver.

Roger pareció relajarse.

-Debería haber seguido vigilando.

-Tranquilo. Estaba la policía. Reaccionaron pronto. Y los del pueblo hacen de vigías. Te noto serio.

-Ahora no puedo, me están esperando. Solo tened cuidado. Que la poli te siga a todas partes, Jorge. Prométemelo. Sé como eres. Y si quieres algo discreto, me llamas. No vayas nunca solo. Te lo pido.

-Te lo prometo.

-Antes de que os vayáis a París, tenemos que quedar. De todas formas, Nacho volverá a seguirte discretamente. Los polis son buenos. Pero me gusta también que puedas elegir métodos fuera del sistema.

-Claro. Hablo con Carmelo y te llamo. Y gracias por lo de Nacho. No te voy a negar que me gusta tenerlo cerca.

-Cuidado en París.

-Nos acompañará la escolta.

-Cuidado en París. – reiteró.

Jorge miró a Carmelo. Éste le hizo un gesto para que contestara.

-Lo tendremos.

-Recuerda. No os fiéis de nadie. Ni de la gente de Concejo. Guardan secretos. No todos los que fingen ser vuestros amigos lo son de verdad. Y tú lo sabes, Jorge.

Sin más, Roger colgó.

Carmelo miró extrañado a Jorge. Esa última afirmación dicha además en tono tan rotundo, le había llamado la atención. Jorge hizo un gesto con los hombros para indicarle que no tenía ni idea de a lo que se refería.

Volvió a sonar el teléfono del escritor. A la vez, sonó el de Carmelo. Se miraron sorprendidos. Carmelo se levantó y se fue al otro sofá, alejado del que ocupaba Jorge. Éste respondió a la llamada.

-¿Estás bien?

Era Aiden. Su tono de voz era el de un hombre asustado y preocupado.

-Sí, sí. Tranquilo. ¿Por qué lo dices?

-Me ha saltado una alerta en el móvil. Está en todos los digitales. Os han intentado matar de nuevo. Una asesina a sueldo.

-¿Sale en los digitales?

-En todos. En algunos dicen que estáis heridos de gravedad. Incluso afirman que Carmelo está al borde de la muerte.

-Pues tranquilo. Está a cinco metros de mí hablando por teléfono. Me imagino que alguien le está contando lo mismo que tú a mí.

-Menos mal. Ya pensé …

-Estamos bien. De verdad.

-Otra cosa …

Jorge notó como Aiden dudaba de la conveniencia de contarle lo que fuera que le rondaba la cabeza.

-Dime, anda. ¿Qué más te preocupa?

-He … he … recibido un correo que … no sé como calificar.

-¿Sí?

-Es que no sé como contártelo.

-Pues contándomelo. No va a pasar nada. Parece mentira a estas alturas, Aiden.

-Me conminan a que les de acceso a tus novelas inéditas. Te juro que no le he dicho a nadie que las leo. Ni borracho. Te lo juro …

Jorge se quedó callado. Era una deriva del caso que no se esperaba.

-Quizás me debas dar acceso a tu correo electrónico para investigar la procedencia del email … pero no te preocupes …

-No, perdona. No me he expresado bien. Es una carta, un correo tradicional. Perdona. Es que mi padre siempre decía: ha llegado correo, cuando llegaba el cartero.

-Vale. No me lo esperaba la verdad. No lo toques. Ni lo destruyas. Voy a hablar con la policía. Puede que se pasen por allí a recogerlo.

-¿Cómo saben que …?

-Puede que sea un tiro al aire. De todas formas, puede que sea tu teléfono. A lo mejor lo tienes pinchado.

-¿Eso se puede hacer? ¿No es más probable que sea el tuyo el que tengan pinchado?

-El mio está protegido y vigilado por el mejor especialista en el tema.

-Joder. Si lo tengo pinchado … no es bueno para mi trabajo. Hablo de temas muy delicados y confidenciales. Del trabajo, ya sabes.

-Claro. Cuelga. Te llamo en un rato. Pero no te preocupes ni … que no te de por ponerte ciego a beber ahora, que nos conocemos. Te necesito sereno y sobrio. Es importante. Te repito: te necesito en plena forma.

-Lo intentaré. Estas cosas me ponen muy nervioso.

Jorge cortó la comunicación y marcó un código y lo mandó por sms a un número de teléfono. Éste sonó al poco.

-Aitor, te necesito.

-Dime.

Le contó lo que le había dicho Aiden.

-Me ocupo de su teléfono y de todos sus dispositivos. ¿Éste es el que tenía hijos? No, no, ese era Pol. Lo otro, para la carta, llama a Carmen. Que mande a alguien. Por cierto, llevamos unos días en que tu nube sufre ataque tras ataque. Y vuestros teléfonos igual.

-Define vuestros.

-El tuyo y el de Dani.

-¿Han accedido?

-Tu pregunta me ofende – le contestó en tono cabreado. – Y eso que el de Dani debería ocuparse Arnáiz.

-Pero yo quiero que te ocupes tú. Y de toda su seguridad. Ya veremos como echamos a ese Arnáiz de lo poco que le queda con nosotros.

-Es antiguo poli. Trabajaba con Javier.

-Como si trabajaba con el Papa. Quiñones también trabaja con Javier y no quiero ni verlo. Todos tenemos servidumbres del pasado. Y puede que esos dos, sean las de Javier. Quiero que te ocupes tú. No me fio. Y no me engañas, querido, tú tampoco te fías. Uno de sus esbirros intentó hackearnos a cuenta de Nadia. Te crees que no te escucho, pero lo hago.

-Vale. Lo que tú mandes.

-Perdona – Jorge no pudo por menos que sonreír. – ¿Qué crees que buscaban?

-No lo tengo claro. Puede que tus novelas. O puede que buscaran información sobre vuestros movimientos para atacaros.

-Te cuelgo, me llama Helena.

-Pregúntala si ha recibido una carta como la de Aiden.

Jorge colgó. Carmelo ya había dejado de hablar y había vuelto a su lado.

-Dime Helena.

-¿Estás bien? ¿Y Carmelo?

-Los dos estamos bien. Han detenido a esa mujer antes de que nos encontrara.

Helena respiró tranquila.

-Menudo susto me han dado. He leído que Carmelo había fallecido. Incluso daban detalles de que había sido en la calle y que su cadáver estaba sobre la calzada.

-¿En Madrid?

-Sí.

-Pues nada. Estamos bien los dos y ni siquiera estamos en Madrid.

-¿Cómo dan esas noticias sin confirmar?

-Ya ves. De momento esas páginas tienen mucho tráfico porque todos pinchan con la esperanza de ver una foto del cadáver de Carmelo.

Éste sacó de nuevo su teléfono y empezó a buscar esas informaciones. Nadie de los que le habían llamado a él para contarle, le habían dado esos detalles macabros.

-¿Has recibido por casualidad una carta rara?

-Hace días que no abrimos el buzón. ¿Por?

-Bueno, es que Aiden ha recibido una carta rara.

-¿Quieres que baje y mire?

-Si puedes, te lo agradecería. Si la has recibido, procura no tocarla mucho. Usa guantes a ser posible. De esos que nos hicieron comprar al principio de la pandemia porque nos iban a salvar la vida y que al final no sabemos que hacer con ellos. Hoy es un buen día para dar uso a un par.

-Dame diez minutos que me vista. Te llamo.

Carmelo le tendió su móvil a Jorge. Este vio la noticia que le había citado su amiga.

-Esta foto es de hace años. Eso fue un atentado de ETA. Mira el charco de sangre alrededor del cadáver. Y los coches del fondo, son por lo menos de hace quince años. Madre mía todo lo que se han inventando.

-Me ha dicho Sergio que en algunos digitales están corrigiendo la noticia. De otros, la han retirado y están escribiendo una rectificación.

-Es raro. Las otras veces apenas se comentó nada. Ni el otro día cuando dispararon a nuestra casa.

Y si miramos, la primera noticia ha salido antes siquiera de que esa mujer estuviera en Concejo.

-Es una forma de matarte diferente. Puede que sea un mensaje. “Vas a morir”. O “No os acerquéis a esos cabrones, que corréis peligro”.

-Sencillamente ponernos nerviosos. Todo este montaje no tiene que ver con la tipa esa.

-Si seguimos así, lo van a conseguir.

Jorge negó con la cabeza.

-Eso Dani, no es una posibilidad. Eso no nos va a quitar el sueño ni medio minuto.

Sonó el teléfono de Carmelo. Jorge miró la pantalla.

-Es Carmen – dijo el escritor devolviéndole el teléfono. Carmelo contestó a la llamada.

-Estábamos pensando en ti.

-Eso suena a que queréis joderme más el día. – dijo Carmen en tono jocoso.

-Efectivamente. Antes nos lo has jodido tú a nosotros con las novedades de Álvaro. Ya me ha contado Jorge.

-Mira que eres rencoroso – bromeó Carmen para ponerse seria al poco – Antes de nada ¿Estás bien? ¿Estáis en la Hermida?

-Sí. Nos hemos subido a la terraza. Queríamos estar los dos solos un rato. Y menos mal. Porque toda esta movida es mejor vivirla en la intimidad. Tenemos “invitados”.

-No le deis vueltas al tema. Si lo hacéis, de alguna forma es como si os hubiera matado.

-Solo estamos alucinando con las noticias.

-Están trabajando en ello. El primer digital que ha hablado del tema ha sido media hora antes de que esa mujer llegara a Concejo. Así que hay truco.

-El otro día lo de la diana que me mandaron al rodaje. Ahora esta noticia a parte de esa mujer con ganas de hacerme agujeros en la cabeza. Y ahora te contará Jorge.

-De momento esa mujer ya está camino de aquí. Ahora están intentando abrir su coche, cuando las vacas dejen de rodearlo – se rió Carmen.

-Fabiola controla. Ya se las habrá llevado, no exageres.

-Hace un rato no. ¿Esa Fabiola es la que trabaja con Felipe y Ana?

-Sí. Llama a Jorge y te cuenta. Te dejo que me llama de nuevo Sergio, mi representante. Está con el tema de las noticias que están saliendo.

-Que me mande un informe, si puede ser.

-Claro.

-Dime Sergio.

A la vez, Jorge contestó a Carmen.

-Cuéntame. A ver si consigues fastidiarme el día al completo. – le dijo Carmen.

-Después de esta movida, lo que te voy a contar son minucias. Pero me han contado otra cosa que me ha dejado preocupado.

Le contó el tema de la amenaza que había recibido Aiden si no les daba acceso a sus novelas inéditas.

-Mando a alguien a tomarle declaración y a recoger las pruebas.

-Aitor ya está protegiendo su teléfono, por si acaso. Y todos sus ordenadores o similares.

-Vale. ¿Alguna cosa más?

-Para un rato no ha estado mal.

-No, no. A ver cuando hablemos con esa asesina lo que nos cuenta.

-Nada. Ya lo verás. A lo mejor es del MI5. – comentó Jorge con ironía.

-O de la CIA.

-O de los rusos. Desde que cerraron la KGB ya no sé como se llaman …

-Yo los sigo llamando KGB. Te dejo. Voy a mandar a alguien … ¿Aiden está en el trabajo?

-No le he preguntado. Por la hora … ¿Lo habrá recibido en el trabajo? Eso ya sería el colmo.

-Deja. Le llamo y salgo de dudas. ¿Le has dicho que no lo manosee?

-Me imagino que ya sería tarde.

-Mándame el teléfono.

-Ahora mismo.

-Vale Sergio. Gracias.

Carmelo había colgado el teléfono. Miraba a Jorge que a su ver estaba expectante esperando novedades.

-Parece que en los digitales todo vuelve a su ser. Han rectificado todos la noticia sobre el atentado y mi fallecimiento.

-Carmen manda a alguien a estudiar la carta que ha recibido Aiden. Espera, que es Helena. Dime Helena.

-Pues tenías razón. Hay una carta misteriosa. Lo siento, pero la he abierto. Con cuidado de no tocar demasiado. Me amenazan con matar a mis hijos si no les doy acceso a tus novelas inéditas. Pero yo no tengo acceso. No tengo ni idea de eso. ¿Tienes novelas inéditas?

-Algunas tengo sí. Están probando. Piensan que alguno de vosotros se las dejo leer.

No le contó nada de que Aiden sí tenía acceso. Era un secreto que ninguno había revelado. Ni que seguían teniendo contacto, aunque esporádico. Al menos ese secreto sí lo había guardado Aiden, a pesar de lo hablador que se volvía cuando bebía.

-¿Y como saben que tengo hijos?

-Te va a llamar un experto en seguridad. Te chequeará el teléfono y vuestros ordenadores. Hará lo mismo con el teléfono de Pol. Y os los va a proteger para el futuro. Ya os dará instrucciones. Se presentará como Aitor. E irá la policía a recoger esa carta. A lo mejor te hace algunas preguntas.

-Vale. Las responderé como pueda.

-Luego te llamo. Es Aiden.

-Dime Aiden.

-Joder tío, que ese pavo me ha dicho que tenía el teléfono pinchado. Que se enteraban de todo lo que hablaba. Me lo ha protegido, aunque me ha dicho que es mejor que vaya a comprar uno nuevo. Me ha indicado tres modelos. No son de los baratos.

-Vete a la tienda de Goya, la que está al lado de la librería donde suelo firmar. Pregunta por Puri. Que me lo apunte en mi cuenta. Ya la llamo para que sepa.

-Pero …

-Es por mí, Aiden. Eres un punto débil en mi seguridad. Ya me contasteis el otro día que andabais justos de dinero. Solo voy a apuntalar mi seguridad. Compra el modelo que te haya indicado el guarda. Y no hace falta que le digas a nadie ni lo del teléfono ni nada. A nadie. Lo has cambiado porque te ha dado por ahí. Y menos que lees mis cosas. Ni a Helena. Y mucho menos a Finn.

-La de marrones que te estoy metiendo. Tranquilo. Finn no se va a enterar. A Helena si no se me ha escapado ya, no creo que ocurra a estas alturas.

-No has sido tú. Solo has sido el medio. La policía ya está al corriente de esas amenazas. Sería conveniente que pusieras una denuncia. Le digo a mi abogado que te llame. No te preocupes por el coste. Te digo lo mismo. Es por mi seguridad.

-Me llaman.

-Contesta que será la policía. ¿Estás en casa?

-Sí. Tenía un par de días de vacaciones que me quedaban del año pasado y los he cogido esta semana. Estaba un poco cansado.

-¿También se los ha cogido Finn?

-No. No.

Jorge se sonrió por el tono de Aiden al contestar a la pregunta sobre Finn. Hartazgo y asco, es la sensación que le había venido a la cabeza al escucharlo.

-Te llaman. Contesta al teléfono. Me llamas luego.

Jorge le contó las novedades a Carmelo.

-Espera que me llama Pol. Dime Pol.

-Me ha contado Helena. He mandado un mensaje al grupo del wasap. Te irán diciendo si alguno más ha recibido la carta.

-Vale. Gracias. No se me había ocurrido.

-Nada a ti. Ya nos ha llamado ese Aitor. Está con el móvil de Helena. Luego seguirá con el mío.

-Decidle todos lo que tengáis. Hasta lo de los niños. Tablets, plays, juguetes inteligentes que se conecten a alguna red …. la calefacción de casa o el frigorífico.

-No había caído en eso. Llamo a ese Aitor.

Jorge y Carmelo se miraron. Los dos acababan de colgar sus llamadas. Y sus teléfonos no sonaron. Casi no se atrevían a hablar. Hacía un buen rato que habían ido enlazando una llamada y otra.

-Joder, que guay está esto.

Martín asomaba la cabeza con timidez. Miraba todo con los ojos muy abiertos.

-Carmelo, pero esto, reconoce que no lo has puesto de guay como el resto de la mansión.

-La mansión, dices. Pues si llegas a ver la casa de Álvaro … Que bobo eres. Siéntate con nosotros, anda.

-Si llega a ver esta mañana la terraza con las súper sillas … – solo fue un murmullo para que Jorge se riera. Y lo consiguió.

-La hostia, que vistas.

Martín caminaba hacia ellos. Antes de sentarse se apoyó en la barandilla.

-Te juro que me vendría aquí a tocarme los huevos.

-Puedes venir cuando quieras – le dijo Carmelo.

-Pero a esta casa, no a la que nos has dejado.

-¿Está mal? No nos comentaste nada cuando estuviste en ella con Arturo y Ernesto. Por cierto, has fingido muy bien no conocer nada de las Hermidas.

-Joder, no estáis vosotros en ella y no tiene esta terraza tan guay. Os lo juro, me mola. Le falta un toldo o algo de eso. Y lo del disimulo, me va con la profesión.

-La de la Hermida 1 no es tan grande, pero tiene terraza.

-Na, ésta es mejor. Las vistas y la paz. Aquí me tumbaría en el suelo a tomar el sol en bolas. Es mi sueño. Uno de ellos.

Martín se sentó al lado de Jorge y le dio un beso en la mejilla. Luego se recostó en él como solía hacer de pequeño.

-¿Qué tal con mi vieja?

-Si te oye llamarla vieja … – se cachondeó Carmelo.

-Na, es con cariño.

Martín sonrió poniendo gesto de pilluelo pero luego se quedó serio.

-Tío, no me mola nada que mi vieja te tomara el pelo. Les he oído hablar antes en el coche. Me pudre. Cada vez más. Mi vieja pensaba que estaba escuchando música. Pero la tenía baja. Me odia, tío. Me odia. Te lo juro. No me mires con esa cara. Cuando larga de mí, le sale sin querer un tonito de asco.

Jorge miró a Carmelo. Como Martín había vuelto a recostarse sobre él después de bromear, no podía verle la cara. Carmelo tampoco acababa de entender las intenciones de Martín. Se había sentado al otro lado de Jorge y tampoco podía verle la cara. No sabían si hablaba en serio o bromeaba.

-Siempre me han apoyado – afirmó Jorge con cautela. – Y yo creo que pueden tener sus cosas, pero a ti te han querido siempre con locura.

-Na, que ya no tomas esas pastis, joder. Nunca me has tratado como a un crío, no lo hagas ahora. No me chupo el dedo. ¿Vale?

-Tienes razón. Así que si no me cuentan ellos, a lo mejor puedes contarme tú. No has querido entrar al trapo estos días. Dime lo que han hablado para que pienses así de repente.

-Hoy no. Que no quiero que nos pillen. Hablo con mi brother y quedamos un día. Como en los viejos tiempos. Y te contamos lo que sabemos. Dani ¿Me das el teléfono de Sergio? A ver si me quiere en su agencia.

Carmelo le fue a decir que hacía ya unos meses que Sergio no cogía a más clientes. Pero Jorge le hizo un gesto para que callara.

-Déjanos que le llamemos nosotros. ¿De verdad quieres cambiarte?

-Sí. Estoy guay con Fabián, pero no quiero estar en la misma agencia que mi viejo. Solo es eso. Quiero hacerlo guay para que Fabián no se enfade.

-¿Te gustaría hacer de Tirso de joven? – le preguntó Carmelo en un arranque.

Martín se incorporó y miró sorprendido a Carmelo. Jorge también se lo quedó mirando, pero su gesto era más de extrañeza. Carmelo no era partidario de esa partición del personaje. Al menos hasta la última vez que hablaron del tema.

-Me has dicho antes … y el otro día no parecías convencido de esa posibilidad. Dijo Jorge que discrepabais en eso. Tú querías hacer el papel entero.

-Ya sé lo que he dicho. Y Jorge piensa que podríamos repartirnos Tirso. Lo explicó el otro día en la charla con lectores jóvenes. Contesta: ¿Te gustaría hacer de Tirso de joven?

-Ya lo sabes, lo hablamos el otro día Martín. – recordó Jorge.

-Vale. Pero no pensaba que se iba a concretar. No me quise hacer ilusiones. Eso sería la hostia. Y hacer un personaje entre los dos, que hable y se mueva igual si lo interpreto yo como si lo haces tú. ¡La hostia! Mola, joder. Pero nada de que sea por el nombre antes o en letras más grandes. Hacer el mismo personaje que tú, Dani. En dos etapas diferentes. ¡La hostia!

-Si lo hacemos así, tenía pensado que nuestros nombres salieran a la vez. Con el mismo tipo de letra.

-Si te parece, yo lo fliparía. Pero te juro que me da igual. No te niego que mi nombre al lado del tuyo me produce un orgasmo al pensarlo. Pero no soy actor por esas polladas.

-No digas nada, y menos a tus padres.

-Vale.

-Es solo una posibilidad, no lo hemos decidido. Tengo que hablarlo con tu padrino Rodrigo.

-Nada. Confía, joder. No creo que nadie haya sabido nunca nada por mí. Que te lo diga el tío Jorge.

-Guardas muy bien los secretos, es cierto.

-¿Y quién haría de Juan?

-Álvaro.

-Guay. Mola Álvaro. Es un actorazo y es buena gente. Chicos, deberíais bajar. En realidad Cape me ha pedido que viniera a buscaros. Empiezan a preguntarse que hacéis. Os lo juro, pensaba que estabais dándoos el lote. Han venido ese Felipe y su hijo. ¿Eduardo?

-Pero cabrón … y no disimules, que te ha gustado ¿Eduardo? Como si no te hubieras quedado con su nombre. Te conozco.

-Si casi ni hemos hablado. – Martín intentaba fingir indiferencia. Aunque sus ojos decían a las claras que estaba tomándole el pelo a su tío.

Jorge fue a hacerle cosquillas pero Martín se escabulló y se levantó riéndose.

-Si ya se ríe como si se las hubieras hecho. – Carmelo estaba disfrutando del momento.

-Por cierto, me ha parecido ver a Huguito. No me jodas que es tu escolta. No me mola nada ese pavo. – Martín se había puesto serio de nuevo.

-Tranquilo. No tienes por qué hacerle ni caso. Me lo ha puesto la policía. Ya me contarás esa manía que le tienes.

-Viene de lejos – afirmó Carmelo.

-Yo mientras no le tenga que ver la jeta, pues ya está.

-Hablas como el personaje que haces en la peli que estamos rodando – le tomó el pelo Carmelo.

-A partir de ahora, voy a hablar como Carlos. ¿No os mola?

-No sé que decirte, sobrino – se rió Jorge. – Yo te prefiero de Martín, o de Mártins, antes que del chuleta de Carlos.

-Venga, bajemos. Que si no va a subir Cape con la escoba. Además, no sé el resto de la peña, pero mi estómago ruge. Ya va siendo una hora y no tenéis ni zorra de dónde vamos a manducar. Y esta tarde a ver que hacemos. Todos así, en familia. ¡Que bonito! Ains.

Esa última parte de su discurso, le había salido a Martín en un tono irónico difícilmente superable.

-Pues tenía idea de hacer una excursión por los alrededores. Incluso llegarnos hasta Navacerrada y merendar por ahí.

-¡Oye! Se me estaba ocurriendo que podíamos ir a esa finca con Dídac y Néstor. Me escribieron ayer diciéndome que estaban, que nos acercáramos.

-Es una idea. Pues mira, comemos dónde Gerardo. Y nos vamos. Me apetece charlar con Dídac. Hace tiempo que no lo veo.

-Vale. Así lo conozco. Es una de esas divas que no me presentáis nunca.

-No te quejes que has conocido a Ernesto y Arturo – le contradijo Carmelo.

-No te jode. Ocho años he tardado en conocerlos.

-Pues a Dídac ocho años y tres semanas.

-Como me tomáis el pelo. Como soy un crío …

Jorge no le contestó. Directamente fue a hundir sus manos en la cintura de Martín y hacerle cosquillas. La carcajada salió sola y el bailoteo también. Y en un segundo, Martín se había separado dos metros de Jorge.

-Esto es tortura. Así lo considera la convención de la Haya.

-Qué dramático y exagerado. Cada vez te pareces más a tu tío. – se burló Carmelo.

-No es broma. Está considerado como tortura.

-Ven, ven, que te voy a torturar un poco más – Jorge lo miraba con cara de sádico y moviendo mucho los dedos.

-Vade Retro, Satanás.

Jorge se levantó y Martín se acercó a él. Jorge le agarró por el cuello y le besó la cabeza.

-Y recuerda, Jorge, que quedamos para que te cuente. Si no lo hacen mis viejos en la comida. Que no lo van a hacer, fijo. Mi viejo siempre dice de que tiene que sincerarse pero luego chitón. Pone la excusa de que si os va a afectar, que conocer la verdad os mataría …

Carmelo abrió mucho los ojos.

-¿En qué concepto nos tiene? Alucino. Te juro que si no te conociera, pensaría que te estás choteando de nosotros. Nos estás pintando a unos … tus padres … no parecen esas las personas que conocemos. ¿Verdad Jorge?

-Cuesta de creer. – aunque la cara de Jorge venía a decir lo contrario. Carmelo enarcó las cejas. La evolución del pensamiento de Jorge respecto de los padres de Martín cambiaba a mayor velocidad de lo que él esperaba.

-Que poco me gusta esa expresión.

Jorge se sonrió. Por eso la había utilizado, para provocar a Carmelo.

-Mi madre piensa que Jorge es un alelado que no puede afrontar el más mínimo revés. Han discutido por eso en el coche. Mi padre le ha dicho que parece mentira que no te conozca después de todos los años que te trata. Aunque luego actúa igual que ella y pone las mismas disculpas, aunque con otras palabras.

-Quedamos cuando quieras. Me parece que me va a gustar la conversación. Gustar no es el concepto. Pero voy a agradecer que me quites la venda de los ojos. Tus padres no nos cuentan porque no les interesa. Punto. No lo hacen por preservar nuestra salud mental. Que duden de mí, lo entiendo, por las drogas. Pero de Dani …

-Está ya tan centrado en su vuelta al mundo de la tele y el cine, que va cebando vuestro encuentro para que no puedas resistirte, Jorge. Ten cuidado, no bajes la guardia, que no te pida un Ferrari.

-Na. En todo caso, un casoplón con piscina para llevar a los ligues.

Martín sonrió y le sacó le lengua a Carmelo.

-¿Me invitas a venir aquí? – preguntó Martín.

-Que bobo eres. Si hasta tienes llaves de la casa de Madrid – le recriminó Jorge. – Sabes que la única condición que te puse para que fueras, era que nos avisaras a alguno de los dos. Por evitar sorpresas.

-Calla. Que eso no lo sabe nadie.

-Puedes venir cuando quieras. Luego te doy una llave y te instalo en el móvil la APP de la alarma y de la domótica de la casa. De la casa de Núñez de Balboa, ya la tienes. Los escoltas ya te conocen todos y saben que no deben ponerte pegas para entrar.

-Era de chunga.

-Pues ya es tarde. Te jodes y te aguantas. Y sin Ferrari. Llaves de la Hermida 2.

-Anda, vamos. – Jorge le dio una suave patada para animarle a moverse.

Jorge ayudó a Carmelo a levantarse del sofá. Jorge agarró por el cuello a Martín y éste le rodeó con su brazo la cintura.

-Mola ser Tirso joven.

-Pero si el otro día dijiste que te daba igual …

-No hay quien te entienda, sobrino. – se rió Jorge.

Martín tomó la delantera y empezó a bajar las escaleras. Jorge recibió entonces varios mensajes. Los leyó.

-Me voy a tener que ir en un rato.

-¿Por lo de la otra noche?

-Sí. Viene Aitor. Quiere ver el circo ese que prepararon. Y la verdad, a mí también me gustaría. Luego me uno a vosotros en la finca de Dídac y Néstor.

-No te vengas abajo cuando veas tu coche.

-No … me ha afectado. De momento. No me he hecho a la idea de que podría haber ido en el coche. Aunque en un arranque si que le dije a Fernando que iba, él fue tan rotundo negándose a esa posibilidad que no volví a pensar en ello.

-Se olía algo.

-Puede ser. Aunque la idea de esa posible trampa partió del teniente Romanes. Estaban hablando Garrido, Romanes y Fer. El caso es que Fer, no consideró nunca la posibilidad que me acercara. Con trampa o sin trampa. Además, eso … alguien se tomó mucho trabajo montando ese circo. Para humillarnos. Y para matarnos. Y vendiendo el espectáculo, como casi siempre.

-Vaya. Fernando hablando de tú a tú con el comandante. Ya sabes que Garrido es la estrella de la Guardia Civil, como Javier lo es de la Policía.

-Me da que Fernando tiene un pasado guardia. Ahora que lo pienso, todavía no conozco al comandante Garrido.

Carmelo se lo quedó mirando.

-No me jodas que es otro de “tus chicos”. Fernando me refiero, no Garrido – Carmelo le sacó la lengua para burlarse de él.

-No. Tanto como eso no. Eso creo al menos. Digamos que en algún momento, lo ha pasado mal. Y creo que … su problema es que tiene mal de amores.

-¿Un amor imposible?

-Me da que sí.

-De todas formas, sea como sea, aunque haya sido guardia antes que policía, con Garrido no se toma nadie muchas confianzas. Al menos rodeados de decenas de agentes. En la intimidad, vale. En Vecinilla si no me equivoco había media Comandancia de la Guardia Civil, incluidos los GAR y la UEI.

-Me huele que Garrido y Javier trabajan juntos en esto desde hace tiempo, aunque no lo hayan hecho público. Creo que si son cercanos, amigos, tienen la misma concepción del trabajo policial y de la forma de hacer equipo. Aunque la Guardia Civil sea más estirada, se guardan más las formas y la diferencia de grado, creo que Garrido … irá adecuando su equipo a una mayor cercanía.

-Aunque fuera así, eso supondría que Garrido y Fernando han tenido contacto cercano desde hace tiempo. ¿Y cuando te vas a ir?

-Estamos esperando la confirmación de la hora del vuelo que coge Aitor.

-Por cierto, ¿Cómo aguanta Fernando? Le sentí llegar a las siete de la mañana. Y no se ha ido a casa todavía.

-No lo sé. Estoy pensando que algún día, en lugar de recogerme él a mi, va a ser al revés.

-Tío, Dani, joder. Os doy la espalda y no me hacéis ni caso.

-Ya estamos. Jorge, es que te enrollas como las persianas.

-Pero si has sido tú que tenías una necesidad imperiosa de besarme.

-Es cierto.

Carmelo cogió a Jorge, le rodeó con sus brazos y empezó a besarlo.

-Que empalagosos, la madre que os parió. Me abro. Que os den.

Adela y su amiga Claudia habían vuelto a quedar a tomar un café en una terraza. Después de lo bien que había sentado a ésta última la salida a escuchar a Sergio Plaza y sus amigos, se estaba animando a salir casi todos los días. Eran paseos cortos, ya además sin silla de ruedas. Paseos sin prisa, tranquilos, cerca de su casa, alrededor de personas conocidas que en caso de tener algún problema, la atenderían con presteza.

Adela se había postulado a pasar a recogerla por su casa. Pero Claudia se había negado.

-Tengo que retomar poco a poco mi actividad. Espérame en el “Atiéndeme”.

-No me cuesta nada.

-Ya lo sé. Luego a lo mejor te pido que me acompañes de vuelta. Tengo que empezar a volver a defenderme por mí misma. Empezando por estas pequeñas cosas.

Adela aceptó a regañadientes.

Pero cuando la vio caminando despacio hacia el bar, se sintió feliz. Su amiga había dado un paso de gigante desde el día que Juanito la había convencido para ir a escuchar a esos músicos en la calle. No era en lo físico, que también, era sobre todo en el aspecto mental. Era una razón más para querer ayudar a ese músico. De alguna forma había sido el desencadenante de ese cambio en la forma que tenía su amiga de afrontar su enfermedad.

Cuando estaba ya cerca, Adela se levantó y abrió los brazos para recibir a su amiga. Ésta aceptó feliz ese gesto de amistad.

-Lo que has cambiado en pocos días.

-Me hizo bien aquella excursión. Todos me disteis tanto cariño que me ha dado fuerzas. Y ver de nuevo a tus hijos y los míos juntos, alegres, hablando de sus cosas, bromeando … como antes.

-Pero Ramiro y Garcés no te quitaron ojo de encima.

-Pero de otra forma. Tengo una suerte inmensa con ellos. Y con los tuyos, que siempre han tenido un beso y una sonrisa para dedicarme. Mayo, es adorable. Como deja que lo abrace y lo achuche.

-Mira en cuanto puede, como hace que el escritor lo coja en brazos. Parece que tiene un sexto sentido para detectar a las personas que le pueden dar los mimos que necesita.

-Su hermano Adonai no creo que le racione los mimos.

Adela se echó a reír.

-Se queja, pero está encantado.

Las dos amigas se quedaron unos minutos en silencio. Bebían sus respectivos tés earl grey a la vez que picaban del plato de pastas que habían pedido para acompañar a sus bebidas. Era un descanso que parecían haber pactado antes de empezar a tratar los temas importantes. Adela carraspeó para tomar la iniciativa.

-He decidido quitarle a Graciano la firma en mis cuentas.

Claudia dejó la taza de té en el plato. Se quedó mirando seria a su amiga. Aunque quería que reaccionara, le había sorprendido la contundencia de la medida. No se la esperaba.

-¿Qué has descubierto, a parte de lo que hablamos el otro día?

-Está pagando sus chanchullos con mi dinero.

Claudia levantó las cejas sorprendida.

-Pero eso te pone …

-Voy a ir a la policía. He investigado un poco, después de lo que viví el otro día y lo que me contaste. Está poniendo mi nombre para cubrir sus rastros. Ha hecho pagos …

-¿Lo has investigado?

-Contraté a un detective privado. Me lo recomendó mi tío Albano. De repente todos a mi alrededor sabían, o al menos, tenían indicios de lo que hace mi marido. – hizo un pequeño descanso en su explicación, para coger fuerzas y ordenar sus ideas. Su gesto era de indefensión, de estar superada. Al final, tras unos intentos abortados de seguir contando se decidió – Ha pagado desde mis cuentas a gente poco recomendable. No lo puedo consentir.

-Define gente poco recomendable.

-Matones, llamémoslos así. Parece que está preparando algo … grande.

-¿Mucho dinero?

-Muchos miles de euros.

-¿Y por qué no lo paga de sus … de lo que saca de sus “negocios”?

-Para que no figure su nombre. Hace los pagos a mi nombre. El detective parecía asustado. Y ese hombre estará acostumbrado a ver cosas … que ni nos podemos imaginar.

-¿Y qué puede ser peor que lo que ya sabíamos?

-Eso es lo que me asusta, Claudia. Estoy descubriendo de repente a un monstruo. Hace días que no va a casa. Y ya no quiero que vuelva. He cambiado las cerraduras.

-¿Has hablado con él?

-No me coge el teléfono. Pero casi lo prefiero. Si hablo con él no respondo de lo que pueda decirle.

-¿Y como se ha atrevido a hacer esas cosas a tus espaldas?

-Me ha tomado por tonta. Y no se lo … quiero decir, me he comportado con él como si lo fuera. La perfecta esposa. La tonta, el adorno. A su lado. Dándole caché ante la sociedad. El caché que le proporciona mi apellido, el de mi familia. Pero con esa forma de comportarse, nos compromete a todos nosotros, a mis tíos, a mis padres, a mis sobrinos. Lo de sus hijos … después de ver como se ha comportado con Ignacio …

Claudia se inclinó para coger la mano de su amiga.

-¿Qué te temes? Te conozco, Adela.

-Nada. Nada. No te preocupes.

-¿Has hablado con Adonai?

Claudia, a pesar de la confianza, no quería comentarle las dudas que tenía Juan Ignacio sobre la razón verdadera de la situación de Ignacio, el hijo mayor de Adela. Su depresión, su ansiedad. Alguna vez le había preguntado a Ramiro, su hijo, que era muy amigo de Ignacio. Pero éste había guardado los secretos de su amigo. Aunque ella había leído entre líneas y también había llegado a conclusiones que le daban un asco tremendo. No podía decir en voz alta sus impresiones, porque no las podía argumentar más que en sensaciones que le habían despertado los silencios de su hijo al contarle. Mejor dicho, al no contarle.

-No me mira a los ojos cuando le pregunto. Calla. Pero no les quita ojo a sus hermanos pequeños. Edric ya sabes que siempre ha sido como más independiente. Pero aún así, Adonai está encima de él. Y Edric lo respeta. Incluso te diría que lo agradece.

-Es significativo que ninguno haya querido ser músico.

-Edric sí. Lo descubrí hace poco. Pero estudia a parte de su padre. Casi es un secreto de estado. Solo lo saben sus hermanos. Y dónde estudia, lo conocen por Edric M. Ontañón.

-No quiero ni imaginar lo que … tiene catorce años. Es muy pequeño todavía para tomar esas determinaciones.

-Creo que he sido mala madre. No me he querido enterar de … me he cerrado … he puesto por delante mi amor por Graciano … con lo que tuvimos que luchar porque mi familia aceptara la relación … ahora les tendré que dar la razón.

-Los has criado tú sola, prácticamente. Y has trabajado también fuera de casa. Nadie puede echarte en cara nada. Y en cuanto a luchar por tu relación, tu familia la rechazaba no porque fuera un hijo de puta, sino porque no era de vuestra clase social. Es distinto. Si hubiera sido por ser un cabrón, tendría un pase. Pero no fue por eso. Tus padres no han vuelto a tratarte como antes. Ni por sus nietos.

-Echarme en cara … lo hago yo, Claudia. No necesito a nadie para eso. En lo de mis padres, tienes razón. Aunque creo que sin decirme nada, van a ver a Ignacio. Mi padre, sobre todo. Y creo que a alguna pequeña actuación de Edric, que como es secreto no me ha informado, sí que han ido. Allí parece que han visto a todos mis hijos. Pero Claudia, todo esto … mis padres viendo a mis hijos a escondidas … como si yo les fuera a … echar en cara algo. Son mis hijos. Puedo no haber estado de acuerdo con mis padres en el pasado, pero … no quiero que mis hijos no disfruten de sus abuelos. Los dos hasta lo de Graciano, fueron buenos padres, cercanos, amorosos, sobre todo, ya te digo, mi padre. Y lo peor de todo es que no me he enterado de nada. Mis hijos guardan el secreto, mis padres también … mis tíos … igual. Es de locos. Cosas buenas, escondidas tras un manto de silencio.

-Puede que ese manto de silencio, pretenda protegerlos de Graciano, no de ti.

Adela hizo un gesto con los hombros, para señalar que en el fondo era lo mismo.

-No te atormentes, Adela. No ganas nada con eso.

-¿Me harías un favor?

La pregunta le sorprendió a su amiga, por la brusquedad con la que la dijo. Como si hubiera tenido que armarse de valor para hacerla. Claudia abrió los brazos esperando a que le pidiera lo que fuera.

-¿Me acompañas al banco?

-Claro – Claudia puso gesto decidido. Casi de estar ofendida porque su amiga hubiera dudado de su disposición para ello.

-Y después, abusando de ti, a lo mejor me concertarías una cita con esa mujer policía.

-No solo te concierto una cita con ella, sino que te acompaño también.

-No quiero que te canses …

-Si estoy cansada, ya te lo diré. Has pasado noches conmigo en el hospital para que Juanito y mis hijos descansaran y no me quedara sola. Estamos las amigas para las duras y las maduras.

Adela sonrió agradecida.

-Nos da tiempo a tomar otro té si te apetece.

-Claro. Y otro plato de pastas. Pero que nos traigan alguna más de chocolate y mermelada.

-Antes no eras tan golosa.

-Habrá sido la radioterapia – se rió Claudia.

-¡Camarero! – Adela levantó la mano para llamar su atención – Dos tés, por favor.

-Y pastas – añadió Claudia. – De chocolate.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

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-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

.

-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

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 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 76.

Capítulo 76.-

.

-Tío, acordaros que cuando vaya con mis padres a Concejo…

-Ni nos hemos visto, ni sabemos que te has mudado de casa de tus padres. Podrías acompañarme mañana al encuentro con mis lectores jóvenes.

-Pero tío. ¿Qué pinto yo allí?

-Para apoyarme.

-Si eres un puto crack. ¿Le has ido a ver alguna vez, Carmelo?

-No. Es algo que tengo pendiente. Pero muchos me han contado que lo hace muy bien. Su misma librera, que parece a veces cuando la oyes que hace una obra de caridad organizando sus charlas cada semana. Reconoce que cada día que hay charla se salda con treinta o cuarenta novelas de Jorge vendidas. Y en apenas un par de horas.

-No te ha caído nunca bien Esme – comentó Jorge riendo.

-No. Y no lo oculto. Me parece falsa hasta decir basta. Interesada y algo carroñera. Y prepotente. Se cree más lista que nadie. Y si no, recuerda la que montó en aquella Feria del Libro y como miraba a Sergio cuando intentó hacerla entrar en razón respecto a como organizar aquellas sesiones de firmas.

Luego cambió… – Jorge desechó la posibilidad de armar una defensa de la librera. El gesto de Carmelo indicaba que no se iba a atener a sus razones. A Jorge le interesaba más convencer a Martín de que lo acompañara.

-Pero puedes servirme para acercarme más a la gente joven. – insistió Jorge a Martín, – Sentado a mi lado.

-Na, mejor que no. Otra cosa no harás bien, pero conectar con la gente joven… mira el otro día Carletto. Y el violinista. Come de tu mano. Si ves que no va nadie, me acerco para hacer bulto. Si no, prefiero quedarme en casa y leer algo de lo tuyo que tengo pendiente. O organizar otra remesa para registrar. Es una barbaridad lo que tienes ahí, tío. He husmeado en esas otras carpetas. Es una barbaridad.

-Ya será menos – Jorge intentaba quitar importancia al tema.

-¡Ya será menos dice! Me quedo corto, tío. Corto no, lo siguiente.

-Eres un exagerado.

-No voy a decir lo que tienes porque si no, Carmelo te echa la bronca.

-Entonces ni lo miro. – contestó éste mirando al escritor indignado.

-Miles de relatos descartados. Increíble.

-Vente mañana, por favor – le pidió de nuevo Jorge a Martín.

-Qué no, pesao. Y no te quejes que te he acompañado esta noche y hasta he bailado.

-Eso ha sido guay. ¿Te lo has pasado bien?

-Sí, pesao. Y ha molado que ese futbolista, Romo, me conociera.

-¿De qué habéis hablado luego? Antes se me ha olvidado preguntarte.

-De tus libros. Por eso, tengo que seguir leyendo tus cosas.

-Creía que ya te habías leído todo. – le picó Jorge. – A parte: espero que no te hayas vuelto un presuntuoso y presumas de leer…

-Tío, ¿Por quién me tomas? – Martín puso su mejor gesto de ofendido, que enseguida cambió por otro de indignado – En cuanto me despisto, me has escrito más. Como ahora en la terraza. Y estoy con tus relatos descartados. Y con las subcarpetas dentro de las subcarpetas, dentro de las subcarpetas. Cada vez que entro, me doy cuenta que tengo más pendiente. Te he hecho una carpeta que he llamado: relatos a rescatar. Te voy pasando a esa carpeta los que me molan tanto que… de verdad, no soporto que los hayas apartado. A veces pienso que cuando relees tus escritos te dan vahídos o algo así. Muchos son geniales. He leído unos treinta de momento, y … creo que cinco no me han gustado, pero porque pienso que me falta información. Hablas de algo que no alcanzo a comprender. Otros seis o siete, me parecen como presentaciones de personajes para otros fines. Hay dos relatos largos que son maravillosos. Repito: ma-ra-vi-llo-sos. Los he pasado a esa carpeta. Y el resto, son ge-nia-les. Y te voy a organizar otra carpeta con: relatos relacionados. Hacemos un par de novelas con ellos. ¡Ah! Por cierto, menuda sorpresa me llevé con “La Casa Monforte” cuando me la compré en papel. Alucinaba. La habías cambiado total. Y no me dijiste nada. No te lo perdono.

-Ni a ti ni a nadie. Yo creo que por eso nos deja leer lo que no ha publicado. Total, cuando llegue a la librería va a ser completamente distinta… – se burló Carmelo.

-Pero el capullo lo hizo en cuatro putos días. Si te fijas en los cambios… en una semana cambió una novela de setecientas páginas. Pero es que le dio la vuelta. No tiene nada que ver la que tenía escrita con la que ha publicado al final. Y no me refiero al Universo. Eso sí que no tiene nada que ver. Pero nada. Dirás… como al escribirla de primeras, había dos novelas antes, pues ha pasado ese Universo de la primera a la tercera. Una puta mierda. Todo lo ha cambiado. Es alucinante. Esos descartes… también podemos hacer otra novela. Y cuando tenga tiempo, cuando acabe con todo, si es que alguna vez lo consigo, me voy a entretener en pasar esas partes descartadas del Universo a otro documento y armar una novela per se. Y no te voy a cobrar por ello.

-Ya vale de meterse con este pobre hombre. – intentó defenderse el escritor. – Puntualizando: el relato de la terraza, lo has leído sin corregir siquiera. Así que no te quejes. Lo de pagarte o no pagarte, recuerda que tenemos un acuerdo. Dime cuando hacemos la mudanza y voy a ayudarte.

-Vamos – puntualizó Carmelo.

Martín hizo un gesto para para pedir calma a su tío con el tema de la mudanza. Como Jorge no parecía entender, al final dijo:

-No me atosigues, tío. Tengo que organizarme. Hasta después de lo de Concejo… ahí veremos.

Jorge se quedó pensativo. Era por sus padres, pensó. Martín parecía tener alguna estrategia respecto a ellos. Intuyó que había más cosas pendientes entre Martín y sus padres. Decidió quitar el foco de ese tema y volver a picar a su sobrino con su nuevo ligue.

-Lo de Romo, el futbolista, al final no has dicho nada. Mucho decir que te sigue y tal, pero… ¿Te mola de esa forma? ¿Tú le molas a él?

-Solo quieres el cotilleo. Pareces uno de esos del “Sálvame”. Y empiezo a pensar que no me escuchas. Ya te lo he contado arriba.

-Me interesa tu vida amorosa. Tienes a muchos hombres interesados por ti, y no haces caso a nadie.

-Ya será menos. – se defendió Martín. – Y como siempre os digo: vosotros sois mis hombres perfectos. Pero estáis pillados. Los demás son divertimentos pasajeros.

Jorge le hizo un gesto para que dejara de tomarle el pelo. Carmelo se sonrió y empezó a negar con la cabeza.

-Y por cierto, Carmelo, que me he dado cuenta que no te habías percatado de esos cambios en “La Casa Monforte”: no hace falta que la compres, en la nube tienes la original y la definitiva. – Jorge se decidió por la estrategia del contraataque.

-Que sepas que no me das nada de pena, escritor – le avisó Carmelo riéndose. – Y sí, confieso que no me había dado cuenta. Sabía que habías hecho cambios, me lo contaste. Pero no del nivel que dice Mártins. Y perdona, ya que te metes conmigo: es evidente que está en la nube, porque es la única forma en que Mártins puede saber cuando hiciste los cambios. En el libro de papel, va a ser que no. Y por cierto, no te he oído agradecerle que, siendo tu ojito derecho, se haya ido a una librería a comprar tu novela en lugar de esperar a que se la dieras tú, como hacemos la mayoría de tus amigos.

Carmelo le hizo un gesto con los brazos para chincharle. Jorge miró al cielo pidiendo clemencia a los dioses del Olimpo y que mitigaran ese castigo divino que suponía aguantar a ese rubito de los cojones.

El último brindis del grupo lo hicieron pasadas las seis de la mañana. El personal de la discoteca les había llevado a su reservado VIP una gran variedad de viandas para que recuperaran fuerzas. Fue entonces cuando en el interior del reservado cambiaron la música de baile por una música más tranquila. Martín se encargó de seleccionarla en el dispositivo que había allí. Fue también cuando definitivamente se ocultaron del resto de los clientes del local, opacando las cristaleras de separación.

-Y se hizo la tranquilidad y la privacidad – dijo Ester tirándose en una de las butacas. – Que noche tan guay. Gracias Jorge. Has tenido una idea cojonuda. Repetimos cuando quieras. Lo hemos pasado de vicio. Joder.

-¿Se puede?

Martín saltó del sofá en el que estaba recostado sobre Jorge y se fue a abrazar a su hermano Quirce. Jorge le siguió para hacer lo mismo.

-¿Estás solo? – le preguntó Jorge con la idea de invitar a sus amigos.

-Estos se acaban de ir. Me da que tanta estrella junta les ha puesto nerviosos. Pero me he dicho: mi tío me va a hacer el favor de llevarme a casa en uno de esos súper coches en los que me han contado que habéis llegado dando la nota.

-La gente VIP es lo que tiene – se burló Álvaro que saludaba a Quirce en ese momento.

-¡Comida! – exclamó Quirce con ojos golosos.

Poco a poco se fue diluyendo el grupo. Primero se fueron Mario, Óscar, Nicolás y Anna. Uno de los coches los llevó de vuelta a su casa. Los siguientes fueron Álvaro y Ester. Álvaro se abrazó a Jorge y se mantuvo así varios segundos. Ester los miraba sonriendo. Al final puso su mano en la espalda de Álvaro. Sabía que estaba emocionado. No había dejado de repetir durante la noche lo mucho que le debía al escritor y lo mucho que lo quería. “Te lo juro Ester, no vi venir lo de su amistad”. “Es que le quiero un huevo”.

Jaime y Miguel se habían ido por su cuenta hacía un rato. Parecía que tenían unos amigos que los estaban esperando en un after para seguir la fiesta. Omar, Macarena y Álex no tardaron mucho. Al final solo quedaron Carmelo, Jorge, y los hermanos Martín y Quirce.

Carmelo estaba en la cristalera, observando a la gente bailar. Llevaba un vaso en la mano del que bebía a sorbos de vez en cuando. Jorge se acercó por detrás y le cogió el vaso. Lo olió y después le pegó un trago. Hizo un gesto de que le gustaba antes de devolvérselo.

-Hay más preparado en la nevera. ¿Te traigo un vaso?

-Me conformo con beber del tuyo. Me gusta este San Francisco. – le dijo mirándolo fijamente.

-Le dan un toque especial que no logro distinguir. Pero el que hago yo tampoco está tan mal.

-No. Al revés, está muy bueno.

-¿Por qué me miras así? – Carmelo le sonreía intrigado.

-¿Cómo te miro? – preguntó socarrón Jorge – ¿Con los ojos?

-Ese es el problema. Me miras… desde dentro. Joder… Te lo juro. A partir de un cierto momento esta noche, me miras de otra forma. No sé definirla.

Carmelo dejó el vaso sobre una repisa que bordeaba la cristalera que daba a la sala.

-¿Y eso? ¿Qué vas a hacer? – Carmelo se había puesto enfrente de Jorge y había puesto sus manos en la cintura del escritor.

-Tú me miras de esa forma, yo te beso.

-Me parece justo. – se rindió Jorge recibiendo los labios de Carmelo. – Rubito, no sé si te lo he dicho alguna vez… pero te amo con locura.

-Ahora mismo no recuerdo. – bromeó Carmelo. – Me lo llevas diciendo esta noche cada vez que me miras. Algo ha pasado hoy que no alcanzo a recordar…

-Los rubios no piensan. Solo besan – dijo Jorge volviendo a juntar sus labios. – Lástima que la cristalera esté opacada ahora. Me encantaría que nos vieran todos así.

-Ya les hemos dejado un montón de oportunidades. Llevamos toda la noche en el escaparate.

-Pero estos han sido los mejores besos de la noche.

-Perdona, escritor, esos van a ser los que te de cuando lleguemos a casa. Desnudos los dos… en nuestra cama…

-Deberíamos irnos. Me urge que llegue ese momento – dijo bromista Jorge – En serio, creo que ya es hora de irse. Joder, mira Quirce como trapiña.

-No mires. Déjale a su aire. – le reconvino Carmelo. – Oye no te me vengas abajo ahora, capullo. Después del pollo que has montado esta noche. Deberías estar feliz. Nos has hecho pasar una noche muy divertida. Todos se lo han pasado genial. Y yo he podido disfrutar de tu amor. Aunque te me hayas escapado un rato a la terraza.

-Tengo la impresión de que estos pobres… me da… – dudaba de como expresar lo que sentía – Se están partiendo la cara por mí, Carmelo. Se han ido de casa porque su madre quiere pisarme la cabeza. Y no puedo hacer nada por ayudarles porque a lo mejor, si lo hago, se enfadan más con ellos. No quiero que por mi culpa se enfaden de verdad con sus padres. Cuando ha leído Martín parte de la historia de Sergio el otro día, cuando le fuimos a buscar, me ha calado hasta las partes del relato que eran un poco ficcionadas. Y su respuesta a mi pregunta de como lo sabía ha sido: empatía. Siento lo mismo con mi madre. O algo así, vamos. Me entiendes.

-Tranquilo. Veremos que no les falte de comer. Y ropa y cosas básicas. De momento, has conseguido que Martín se venga a casa. Aunque oficialmente su habitación esté en el piso de al lado. Ya haremos para que esté casi siempre en el nuestro. Y tienes tu cartera de pisos… para Quirce. Si Martín ha acabado aceptando ir a nuestra casa, es que pasa de lo que piensen sus padres. Puede que a Quirce le de igual y acepte “alquilarte” uno de tus pisos. Y si Martín ha aceptado registrar tus relatos pendientes, eso lleva gastos y te da la excusa de ingresarle dinero.

-Eso ya lo he hecho. Me lo ha pedido él en la terraza. Ha registrado cuatro novelas. Eso es un dinero en imprenta y también en tasas. Me da que se ha quedado sin un duro al pagarlo.

-¿Cuanto le has ingresado?

-Cinco mil.

-¿No ha protestado?

-No. Si lo llego a saber, le mando más.

-Es mejor que la semana que viene le mandes algo más. Y así todas las semanas. Mientras no diga nada…

-Le he dicho que te coja algún par más de Converse de casa. Y espero que me pida algo de ropa.

-Guay. Hoy lleva las J’Hayber. Le molan, se le nota.

-Resulta que su madre sabe lo de los pisos porque es muy amiga de Dimas, cosa de la que no me había dado cuenta. De que se conocían, estaba al cabo de la calle. Que fueran íntimos… eso es lo que me falla. Me lo confesó el otro día Martín.

-¿Y no salía Dimas con Laín y Paula en las fotos de la hija de Bonifacio Campero?

-Cierto. No lo recordaba. Me da que me vas a tener que dar un par de clases de actuación para recibir dentro de unos días a mis amigos del alma en Concejo.

-Escritor, no me engañas. Eres un gran actor sin necesidad que te de clases.

-Es porque te copio mucho.

-Bobo eres, la madre que te parió.

-¿Sabías algo de que fueran tan amigos Dimas y Paula?

-Ni tú, ni yo, ni nadie. Es la primera noticia que tengo. Y te juro que no le he visto nunca en las fiestas en su casa, ni las veces que no ibas tú.

-Si se han preocupado de que no me enterara es que hay algo raro. ¿Qué motivo si no puede haber para ocultar ser amigo de alguien?

-No te digo que no. Pero sabes, eso lo iremos descubriendo poco a poco.

-Tenemos que encontrar una solución para darles a estos una casa digna

-No te aceleres. Martín ya está convencido para mudarse a casa. Ya tantearemos a Quirce. Podemos jugar el tema de su novia.

-No sé por qué me da que no van bien las cosas entre ellos.

-Bueno. Quirce con sus padres tenía un estatus. Sin ellos…

-Ya no lo tiene.

-Aquí da igual, porque está en nuestras listas y siempre tendrá trato preferente. Y no necesita pagar, porque nos lo apuntan en nuestra cuenta. En alguna otra discoteca, también pasa lo mismo.

-Podríamos hacer algo para que eso pase en los restaurantes o en algunos bares que frecuentamos y en los que tenemos cuenta.

-Me parece buena idea.

Carmelo se quedó callado y pensativo unos segundos. Jorge lo miraba expectante.

-Estoy pensando… claro. Vale. Los últimos que compraste, esos tres apartamentos en un edificio cerca de Moncloa, no le pediste ayuda. Te lo gestionó la gente de Sergio. ¿Recuerdas?

-Tienes razón. Esos no están en su radar. Tengo que pensar como se lo planteo.

-Espera. ¿Y si se lo digo yo a Quirce? Como si fueran míos. Al fin y al cabo, no mentimos. Acuérdate que hicimos una sociedad patrimonial para comprarlos.

-Es una idea. No se me había ocurrido.

-Martín de momento, ha aceptado mudarse con nosotros. No creo que se eche atrás. Mañana le decimos que cuando lo va a hacer y le ayudamos. Fernando y los demás, seguro nos ayudan si se lo pedimos. Y Álvaro o Ester. Ester quiere mucho a Martín.

-No me parece mala idea.

-Y mira. Yo empezaría a pasar de hacer las cosas pensando en cómo van a reaccionar los padres de Quirce y Martín. Que les den. Lo importante a mi modo de ver, son ellos. Y para ti debe ser igual. Martín te quiere con locura. Hoy, ha sido el primero que se ha dado cuenta que te habías ido a la terraza. Y bastante ha hecho con aguantar casi media hora en ir tras de ti. Te conoce y estaba preocupado por si después de preparar todo esto, te había dado el bajón.

-¿De verdad? ¿Te lo ha dicho? – Carmelo asintió con la cabeza sonriendo – Joder con mi sobrino… la madre que lo parió.

-Tíos – Martín se había acercado a ellos – ¿Y si nos abrimos? No estoy acostumbrado a estas movidas… estoy para que alguien me coja en brazos. ¿Algún voluntario?

Esta vez fue Carmelo el que le agarró del cuello para bromear con él.

-Ya eres grande, canijo. Pesas mucho.

-Eso será que tú estás flojo. Seguro que Jorge puede conmigo.

-Si eres tú, claro que puedo. Y si no pudiera, hago un por poder.

La salida de la discoteca la hicieron con la misma falta de discreción que habían hecho la entrada. Ahora era un grupo menos numeroso, pero aún así, dieron la nota. Hasta el DJ les despidió de nuevo como a su llegada, nombrándoles a los tres conocidos que quedaban mientras atravesaban la pista de baile.

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-¡¡¡¡¡Martín Carnicer, Jorge Rios y Carmelo del Rioooooooooooooooo!!!!! ¡¡¡¡¡Volved cuando queráis, sois lo más!!!!!!!!!!!!!!!

.

Ahora, al salir, el golpe fue al revés. El silencio de los primeros albores del amanecer contrastó al traspasar la puerta con el creciente volumen de la música que dejaban atrás, ya buscando la explosión final para dar por terminada la sesión. Joe, el encargado, estaba fuera fumando un cigarrillo. Se abrazó a los cuatro por turnos.

-No tardéis tanto en volver. Jorge, ya te enseñé donde está la puerta escondida por si quieres venir de incógnito. Si te da palo, me mandas un mensaje y te abro yo. Todos los vigilantes te conocen y tienen instrucciones de dejarte pasar siempre. Aunque no haya sitio para más gente. Y ya has comprobado que el sistema te reconoce a ti y a tus allegados y os abre las puertas.

-Gracias Joe. Todo genial. Nos despides de Smittie. No le he visto desde hace un rato.

Joe se volvió a abrazar a Jorge. Le dijo algo al oído. Sonrió e hizo un ligero gesto con la cabeza.

-Gracias por todo. – le dijo Jorge dándole un beso en la mejilla.

-Esto os ha debido costar una pasta – dijo Martín a su tío.

Carmelo sonrió.

-Ni un duro. Hemos sido las estrellas. Hemos dado espectáculo.

-Digamos que les hemos doblado la caja. Y al resto de reservados, al ir a saludarlos por deferencia de la discoteca, esos sí que han soltado la pasta. Si te has dado cuenta, cuando hemos entrado a saludar, la gente ha pedido otra ronda para invitarnos. Y algo de picar. Lo tienen bien estudiado. Nosotros en cada uno de esos sitios, hemos aceptado su invitación, aunque no nos hubiéramos acabado la copa anterior.

-Que cabrones. O sea que habéis trabajado para ellos. ¡¡Hemos trabajado todos para ellos!!

Carmelo se sonrió. Pero no dijo nada.

-Te voy a dar otro punto de vista. La discoteca les ha dado una experiencia distinta, y es que unas estrellas como Carmelo, tú, Álvaro, Ester, Mario, Óscar, Arón, Patrick… han ido a estar un rato con ellos. Nos hemos sacado fotos y hemos bebido unas copas. Nos han invitado. Eso da prestigio. Y repito, es una experiencia única. La discoteca en su caso, les ha vendido algo irrepetible. Porque será difícil que los mismo que nos hemos reunido hoy, lo hagamos otro día.

-Nunca pensé que hablar conmigo fuera una experiencia única. – dijo Martín sacando un poco de pecho.

-Venga, os dejamos dónde digáis. A no ser que os apetezca veniros a casa – les ofreció Carmelo.

-Yo me apunto. Pero solo hoy – dijo Martín. – Así te mango ropa – puso cara de niño bueno. Jorge se echó a reír porque hasta eso lo hacía igual que Carmelo. No era una cuestión de que ambos se parecieran, es que a veces, tenían los mismos gestos. Luego intercambió una mirada con Carmelo. Se había cumplido el vaticinio de Jorge que había augurado que Martín le iba a pedir algo de ropa.

Dejaron en su casa a Quirce. Jorge, en la calle, apoyado en el coche, miró con resignación la destartalada casa sin siquiera ascensor que se había buscado Quirce como refugio. Carmelo le dio un codazo para que dejara de pensar. Luego siguieron camino de su casa. Allí esperaba el relevo de los escoltas. Flor saludó a Fernando, que apenas se tenía en pie. Carmelo le dio un beso antes de entrar al portal. En el ascensor, Martín se apoyó en Jorge, que lo rodeó con sus brazos y le besó en la cabeza.

-Ha sido guay, tíos.

-Me alegro.

Martín no dijo nada más. En cuanto Carmelo abrió la puerta de la casa, empezó a quitarse la ropa camino del cuarto que solía utilizar cuando se quedaba a dormir. Ni cerró la puerta. Dejó la ropa en el suelo y se tiró encima de la cama, en calzoncillos. Jorge fue un poco después a taparlo con un edredón y a colocar bien la ropa. Carmelo le esperaba en el baño para ducharse juntos.

-Espera, antes hay que quitarse el maquillaje. – le recordó Jorge.

-Ni me acordaba.

-Tienes que estar matao. – le dijo.

-Hoy no tenemos nada ¿no?

-Yo sí. Encuentro con lectores jóvenes. A las ocho.

-¡Ah, joder! Si lo has comentado antes. ¿Quieres que te acompañe?

-¿Te apetece?

-Si hay que ir, se va…

-Que bobo eres…

Jorge le besó en los labios y abrió el agua de la ducha.

-No se me ha olvidado la promesa que me has hecho antes… – le advirtió Jorge mientras se dejaba frotar la espalda por Carmelo. Éste le dio la vuelta, le pegó a él y empezó a besarlo.

-Esto no cuenta. Me has dicho que iba a ser en la cama – dijo Jorge con cara de interesante.

-Pues si no cuenta, nada.

Pero Jorge lo agarró del cuello y le obligó a volverlo a besar.

Jorge estaba mirando por el ventanal de la discoteca. No había sido sincero con Carmelo ni con Smittie. Y éste no le había sacado del error.

Desde el Number 1 se veían otros reservados menos VIP. Estaban al otro lado de la sala, en la parte de abajo. Allí los vio.

El chico de la fotos estaba sentado encima de otro hombre, mientras se besaban apasionadamente.

Ovidio era uno de los ocupantes. Dimas era otro. A Jorge Le hizo gracia que su antiguo editor buscado por la policía para interrogarlo, se arriesgara a ir a lugares como ese. Posiblemente era porque de alguna forma se sentía seguro.

Tenía que quedar un día con Smittie. No acababa de entender el acuerdo que tenía con sus socios. Era claro que Lucien era el protector de esos que ahora miraba a lo lejos. Pero a la vez, les había recibido dándoles preferencia sobre el resto. Esos futbolistas, tenía razón Smittie, eran TOP. Y los de los programas de la tele. Y los habían apartado para hacerles sitio a ellos.

No le cuadraban esas alianzas. Dimas y Ovidio. Parecían estar hablando distendidamente, como en el vídeo que le enseñó Roger.

Dos hombres entraron en el reservado. Saludaron al resto. El joven de la foto, ese que les perseguía para hacerse selfies con ellos, dejó de darse el lote con el hombre que estaba sentado debajo de él. Le sonaba su cara, pero no acababa de reconocerlo. Era un hombre de su edad, parecía.

Jorge marcó el teléfono de Aitor. Le contó.

-Haz lo que puedas.

Entonces llegó la sorpresa: Jacinto Penas, el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Jordán. Fue saludando a todos los presentes. Parecía tener mucha afinidad con Dimas. Apareció detrás de él un joven al que Jorge también había visto en el vídeo de Roger. Era uno de los influencer a los que había reconocido Carletto. Y para su sorpresa, el mismo Carletto apareció justo después.

El tipo al que besaba al chico de la foto, fue directo al colega de Carletto. Sin mediar palabra, le metió un puñetazo en la cara. Cuando estuvo en el suelo, le pegó un par de patadas. Salvo Ovidio y su acompañante, ninguno hizo nada. El chico de las fotos, siguió dándole patadas. Estaba lejos, pero aún así, Jorge pudo distinguir el odio que destilaba su mirada. El odio a ese joven que estaba en el suelo y al que seguía dándole patadas.

El hombre que se estaba besando hacía unos instantes con él, lo apartó de malos modos. Parecía decirle que no se creyera lo que no era. Que esa no era su guerra. Lo atrajo y lo besó de una forma salvaje. El joven de la foto, cuando se separó de él, sangraba del labio. Pero para sorpresa de Jorge, parecía haberle gustado.

Ese hombre le cruzó la cara con la mano abierta. Ovidio se puso firme. Dimas se sonreía. Parecía estar gozando con la situación. De repente, miró hacia el reservado de Jorge y sus amigos. Sonrió como si pudiera verlo. Y le hizo una peineta. Luego escupió al suelo.

Rosa apareció en ese momento. Le recriminó duramente. Le sorprendió, porque le acompañaban dos de los hombres de Roger. Dimas intentó discutir con su mujer, pero ésta se impuso. Uno de los hombres le agarró del cuello.

Eso ya era demasiado para Ovidio, cogió a su acompañante del brazo y se fueron. Algo les dijo antes de irse, que no gustó a ninguno.

El hombre al que no acababa de situar Jorge hizo burla a ese cuando ya no le podía ver. Por la puerta de atrás, apareció Paco Remedios. Tampoco pareció muy feliz con lo que encontró. Detrás de él entró el agregado cultural de la embajada de Francia. No parecía a gusto con todo lo que veía. Hizo amago de irse, pero Rosa, la mujer de Dimas le retuvo con un gesto imperativo.

Jorge recibió un mensaje.

Gonzalo Bañolas, el hijo de Elvira del Cerro.”

Jorge hizo una mueca de fastidio por no haberlo reconocido desde un principio.

Jorge escribió una respuesta:

Mira si encuentras una cámara de la disco que les pueda sacar una foto o un vídeo de todos ellos.”

No tardó en recibir respuesta:

Ya he pinchado una de las cámaras. Tengo copia desde que llegaron”

-Escritor, estás muy serio – le dijo Carmelo rodeándolo con sus brazos por detrás.

-Estaba pensando en una trama. Perdona.

Jorge se dio la vuelta y besó a Carmelo.

-Deberíamos volver a dejar que nos vean.

Carmelo sacó el mando y le preguntó con la vista.

-Chicos, volvemos a salir al escenario. – avisó a sus amigos.

Todos se levantaron y empezaron a bailar delante de la cristalera. Carmelo dio al botón, y ya eran visibles de nuevo. El público reaccionó de inmediato jaleándolos. Carmelo y Jorge volvieron a su posición frente a la cristalera. El escritor miró retador hacia el reservado de sus “amigos”. Solo el chico de las fotos se fijó en él. Sonrió devolviéndole la mirada. Cerró los ojos y empezó a contonearse suavemente al ritmo de la música girando sobre si mismo. Una de las veces cuando coincidió que enfrentaba a Jorge, le lanzó un beso. Y le sonrió. Una sonrisa llena de sangre. No se la había limpiado cuando le había mordido Gonzalo Bañolas.

Jorge Rios”.