Necesito leer tus libros: Capítulo 117.

Capítulo 117.-

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Jorge y Carmelo quedaron a las ocho para encontrarse en el Trastero, un café-bar al que les gustaba ir a menudo. Allí como siempre, acabarían picando algo de cena y hablando hasta las tantas.

Carmelo llegó antes. Saludó a algunos fans que lo reconocieron. Se sacó algunos selfies y firmó autógrafos.

-¿Vienes solo? – le preguntó Arancha, una de las camareras.

-Ahora viene Jorge – dijo sonriendo y poniendo su mejor cara picajosa.

-Que cabrón, como te ríes de nosotros, pobres trabajadores.

El personal ya los conocía. Después de que Carmelo confesara a Arancha que Jorge estaba a punto de llegar, alguno de los empleados no esperó más y llamó para anular los planes que habían hecho para después de trabajar.

-Han venido estos dos, a saber a que hora se largarán de aquí.

Tenían fama de no mirar el reloj cuando cenaban o tomaban algo juntos. Empezaban a hablar y el tiempo volaba. Y en general nadie se atrevía a decirles nada. Primero porque eran ellos. Después, porque estaban tan a gusto, que parecía insensible llamarles la atención. También contribuía a la condescendencia de los trabajadores, las generosas propinas que les dejaban y los selfies que se hacían con ellos y el permiso que les daban para publicarlos a su gusto en sus redes sociales.

Jorge no tardó, a pesar de que había cambiado su equipo de escoltas después de salir del hospital y abrazar a los chicos de Vecinilla. Caminó cabizbajo hacia la mesa donde le esperaba su rubito. Seguía dándole vueltas al cambio que había percibido en la manera de comportarse de Nuño.

-Jorge – Carmelo le dio un golpe en el brazo – Que te están diciendo si les firmas los libros.

El escritor miró a su alrededor desubicado. Se fijó en las tres personas que parecía llevaban desde la puerta siguiéndole a la vez que le tendían sendos libros para que se los dedicara.

-Perdón. Venía pensando en Babia.

Sonrió y atendió con cercanía a sus tres lectores. Luego, se derrumbó en la silla que estaba junto a Carmelo al que agarró del brazo y apoyó su cara en él, como si fuera un salvavidas.

-Pensaba que ibas a tardar más en venir.

Jorge fue a decir algo, pero se arrepintió.

-¿Y si me lo cuentas?

Cuando Arancha escuchó esa frase, les hizo a sus compañeros un gesto para hacer un corrillo y echar a suertes los que se quedaban a esperar que la pareja se fuera. Hablar y hablar. Esa era su fama. Esa era la experiencia de muchos de ellos. Y en eso estaban, en hablar y hablar, en una mesa un poco apartada para no llamar demasiado la atención de la gente y que no los reconocieran.

Los temas de conversación no podían ser otros que los chicos del hospital y el de Álvaro.

-Ya arreglaremos lo de Nuño. Pero no sé de que te extrañas. Como si fuera la primera vez que un famoso se comporta de una forma u otra dependiendo de la compañía. Nuño ha recuperado su parte de diva, al recuperarse un poco de su enfermedad. Ya te lo avisó Dídac cuando fuimos a pasar la tarde con ellos.

-Si le vieras la cara de desprecio que le ha puesto a Fernando cuando ha subido a la sala a abrazar a los chicos de los que se ocupó él …

Carmelo sonrió.

-No creo que fuera peor que la que yo les dedicaba a mis amantes hace unos años. Y no te olvides que a lo mejor Nuño esperaba otra cosa al liarse con Fernando. O al revés.

-Pero no te has comportado como una diva nunca.

-Tampoco lo aseguraría al cien. En mi época con Cape de hermano mayor, creo que no era de lo más agradable con el resto de mortales. Y eso suele depender del punto de vista desde el que veas la película. En tu caso es evidente que me quieres un poco y tiendes a perdonarme mis comportamientos inconvenientes o en todo caso a juzgarlos desde un punto de vista benévolo. De todas formas, te olvidas de algo: muchas personas que se dedican a la música, al cine, aunque parezca mentira, son muy tímidos, muy vulnerables. Y para defenderse, algunos construyen a su alrededor una muralla.

Jorge afirmó con la cabeza.

-Tienes razón. Puede que haya algo de eso. Pero … a veces … que quieres que te diga, esas actitudes, aunque sean provocadas por la vulnerabilidad … o por la inseguridad, no me gustan. Y una cosa es sentirte seguro de lo que haces, luchar por tu idea a la hora de realizar un proyecto, y otra despreciar a los que entre comillas, no están a tu nivel social o intelectual. Dídac en lo suyo, es grande. Es reconocido. Él pisa fuerte. Impone su criterio al desarrollar un proyecto. Y si éste deriva hacia un lugar que no le convence, no duda en dejarlo. Tú igual. En eso os parecéis mucho. Pero no desprecias a nadie. Y hablas con el portero, con los camareros, les escuchas, te escuchan … hasta hablas conmigo … Dídac, que ha sido un conquistador nato, como tú, se ha ligado a barrenderos, a directores de orquesta y a ministros. Y no creo que les haya tratado con altanería. Otra cosa es que luego no haya querido seguir con la historia … Néstor le estaba esperando, lo que pasa es que ninguno de los dos parecía darse cuenta. Hasta que aparecieron los chicos y éstos consiguieron que se mirasen de otra forma.

-Qué bobo eres; esa última coña de que “hasta hablo contigo”, sobraba. Pero te la perdono. En esta discusión, hoy parece que tenemos los papeles cambiados. Tú sueles defender a esas gentes, en tus novelas lo haces a menudo, y yo suelo denostar esas actitudes, aunque reconozca que algunas veces las he empleado.

-No sé. A ver como arreglo que …

-No te vuelvas loco. Ya grabamos a Sergio y Nuño tocando en el restaurante. Dale ese vídeo a Sergio Romeva para que lo haga llegar a ese maestro. Y Dídac va a tocar con Sergio en la inauguración de la tienda de Gaby. Llamo a Christian y que lo grabe. Ya grabó el otro concierto en los jardines de la Plaza de Oriente. Para no estar preparado, les salió genial. Eso me dijo Carmen al menos.

-¿Dices? Creo que Sergio puede lucirse más que esos días. Dídac estaba de acuerdo conmigo. El día que tocó con Nuño estuvo bien … pero no al cien. El primer día que lo escuché en la calle … fue cien veces mejor. Cada nota conseguía que penetrara por los poros de la piel. El otro día la verdad, estaba en otras cosas y no pude disfrutar del concierto.

-Deja reposar el tema un par de días. Ya pensaremos algo. ¿Y Álvaro? ¿De verdad que te preparó el otro día la comida?

-Pues sí. Y estuvo bien, la verdad. El pastel de pescado estaba delicioso, y la salsa con la que lo acompañó. Y luego el solomillo con las verduras a la plancha … en su punto. Sencillo todo y rico.

-¿Y el postre?

-Pillé unos canutillos de crema en la panadería a la que fui a comprar el pan. Estaban buenos. No había pensado en el postre.

Carmelo se quedó un rato en silencio. Jorge lo miraba expectante. Sabía que estaba dando vueltas a algo.

-Te has ganado a Álvaro al final.

-¿Celoso de nuevo? – Jorge no pudo evitar un cierto tono de resignación o hartazgo.

Carmelo se echó a reír.

-Un poco, la verdad.

-No sé como convencerte …

A Jorge en parte le divertía la situación. Nunca pensó que un tipo como él pudiera levantar ese sentimiento de inseguridad en un hombre como Carmelo, acostumbrado a ir pisando fuerte por la vida. Por otro lado, no dejaba de preocuparle. No quería que Carmelo se sintiera mal. Si eso ocurría, él mismo se sentiría infeliz. Esta segunda forma de verlo era la que había elegido ese día el escritor.

-No es eso, no … no sé si seré capaz de explicarme. El día de Carletto fue claro que no lo conseguí. Resulta que eres un paria social, todos piensan lo mismo, y resulta que te ganas a todos. Todos acaban rendidos a tus pies. Y luego dirás que no eres atractivo.

-No mezclemos churras con merinas.

-Estás muy campestre y tradicional con los dichos últimamente.

-Es por algo que estoy escribiendo. Que no, que no tiene que ver mi atractivo. Que no lo tengo. No me he ganado a Álvaro por mis dotes amatorias. O por mi belleza. O porque de verdad desee acostarse conmigo. Que más quisiera yo. Eso le vendría a mi ego … como engordaría. Me volvería como Nuño. Él está hecho un lío. Y … ha mezclado cosas. Y quería darme las gracias de una forma especial y … bueno. No ha encontrado otra forma mejor.

-¿De verdad piensas algún día acostarte con él?

-No lo sé. Es buena gente. Y está bueno. – le picó Jorge.

Carmelo negaba con la cabeza.

-Dani, eres bobo. No pensaba que fueras tan celoso. Mira. Si te molesta, no lo haré. No me acostaré con nadie que no seas tú. Pero entonces, esa restricción será para los dos.

-Yo no deseo acostarme con nadie más que contigo.

-Vale. Entonces dame un beso para firmar nuestro nuevo acuerdo de relación.

Jorge estiró los labios esperando la firma. Carmelo resopló. Jorge levantó las cejas.

-Daniel, a veces eres bobo. Pareces un crío sin experiencia. Llevas desde los nueve años en este mundo de la farándula. Un mundo lleno de envidias, de celos profesionales y de los otros, de zancadillas, de secretos revelados cuando puedan servir de algo … Aunque te has olvidado de una parte de ese tiempo, otra mucha la tienes presente.

Jorge sacó el móvil y buscó en él. Se lo tendió a Carmelo.

Tu marido se está follando a su asistente en el rodaje. Te mando prueba Fdo. Anónimo.”

-Pero eso no tiene importancia. Sabes que …

-Y yo si follo con Álvaro, no tendrá importancia. No te voy a dejar de querer, de amar. No vas a dejar de ser algo … imprescindible en mi vida. A ver si te enteras, Daniel, te amo con toda mi alma. Si no te tuviera a mi lado, mi vida no tendría sentido. Y me da igual que te folles al asistente, o a Jacinto, o a Iván no sé qué.

Carmelo se puso colorado. Apartó la mirada de Jorge. Éste le giró la cabeza y sin más, le besó. Jorge mantuvo el beso unos segundos. No cejó en el empeño hasta que la lengua de Carmelo respondió a los juegos que le proponía la suya. Cuando dejaron de besarse, Jorge le mantuvo la mirada un rato. Carmelo al final, empezó a explicarse.

-Te lo juro, no … ya me conoces. Eso no es nada, nunca ha significado nada el sexo. Pero tú … de repente, al verte más despejado, al comprobar como la gente ahora te mira de una forma distinta, te mira con deseo, lo he visto, sí, hasta algunos de los escoltas. Y son más jóvenes que yo. Y ese Carletto, joder … y me entra la duda de si de repente ahora, con tantos hombres dónde elegir …

-Te elegiría a ti, siempre. De hecho, te he elegido. Hace siete años. Y eso no va a cambiar hasta que me muera. Te elijo cada día. Te elijo si te levantas a mi lado como si te levantas a mil kilómetros de mí. Cada día me digo: “que suerte has tenido Jorge. Un tipo maravilloso a tu lado. Y que te ama con locura”.

-Pero tengo miedo, no puedo evitarlo … me cuesta hasta pasar una tarde lejos de ti.

Jorge le agarró la cara con sus dos manos. Le miró a los ojos. Fijamente. Le besó diez veces seguidas los labios.

-Daniel Morán Torres. Te amo. Eres mi vida. Y no me importa que folles con mil hombres o mujeres cada día. Porque sé que me amas. Y sé que siempre vendrás a casa a meterte en la cama junto a mi y a rodearme con tu pierna. Eres mío, jodido rubito de los cojones. No te diste cuenta pero te compré en aquella fiesta de año nuevo. Y ya ha pasado el tiempo que había para devolverte.

Carmelo fue el que besó ahora a Jorge. Parecía … renovado. Verdaderamente se había sentido … vulnerable.

-Anda, enséñame el mensaje que te mandaron anunciando mi mañana de sexo con Álvaro.

-¿Como lo sabes?

-Te conozco, rubito de los cojones.

Carmelo movió la cabeza negando a la vez que sonreía. Le tendió el móvil a Jorge. Este metió la contraseña y buscó el mensaje.

Tu marido se está follando al Álvaro ese Fdo. Anónimo.”

-Menos mal que no hay foto. – se rió Jorge.

-¿Entonces …?

-Era broma jodido. No puede haberla, no ha entrado nadie en la casa después de entrar yo. Y Aitor estaba pendiente de que no hubiera dispositivos y los escoltas han entrado a revisar la casa. Y lo más importante, no he tenido sexo con Álvaro. Ni ese día, ni ningún otro. Lo he abrazado, he dejado que llorara en mi hombro, lo he besado … reconozco que un par de esos besos han sido en los labios y lo único así especial que hice ese día, es darle acceso a la nube para convencerlo de que confiaba en él. ¡Ah, sí! Y llamé a Sergio para que se ocupara de representarlo, que la zorra de su representante actual ha querido jugar con él y lo ha echado de su agencia.

-¿Entonces? ¿Esos mensajes?

-Pues luego llamas a Carmen, que tienes más confianza, y se lo cuentas. Los mensajes míos y los tuyos. Te quedas con mi móvil para que se los puedas reenviar.

-Pero eso … tiene que ser …

-Si, efectivamente. Por eso ella es la que lo debe solucionar.

-¿Y si antes se lo decimos a Flor? No quisiera …

-Tu llevas más tiempo con ellos. Lo dejo a tu elección. Alguno de nuestros escoltas está enamorado de alguno de nosotros. Me imagino que de ti. Y yo le estorbo y quiere quitarme de en medio.

-Ya estamos. Puede ser al revés. A nuestra conversación anterior me remito.

Kike el camarero les acercó un par de cosas para picar con sus cervezas de repuesto. Jorge y Carmelo siguieron comentando de Álvaro y de como poder ayudarlo. Alguno de los otros implicados, también los conocía Carmelo.

-Creo que debería llamarlos para …

-Me parece buena idea. Y si crees que debemos quedar con ellos, o invitarles a casa un día, o quedar en algún sitio, me dices y lo organizamos. Si Álvaro lo está pasando mal y tiene montones de amigos, y tiene un estatus en la profesión, estos pobres no son tan … me entiendes.

Carmelo llevaba tiempo fijándose en que sus escoltas cada vez tenían más problemas para alejar a los fans que querían una foto. Al final tuvieron que levantarse los dos y atender a algunos. Jorge firmó cuatro o cinco libros y se sacó algunas fotos, al igual que Carmelo. Una fan le pidió que le firmara un pecho. Carmelo al principio le dijo que no era el lugar, pero la joven estaba tan entregada que al final decidió atender su petición y que se fuera contenta.

Volvieron a sentarse y retomaron su conversación.

-Y a mi me pareció raro el otro día el tipo que me dijo que le firmara en la camisa. Una Pierre Cardin. Y otro, unos días después. Dos camisas he firmado. Pero lo de los pechos … y mira que me lo has contado, que no es el primero que firmas. Si me lo piden a mí, no sabría ni como reaccionar.

-Pues ya verás cuando llegue un tiarrón de esos de gimnasio y te diga que le firmes la polla.

-¡No jodas! ¿Me tomas el pelo? No me lo habías contado.

-No es algo que me enorgullezca.

-Te lo follaste. ¡Ja!

-Joder, Jorge. ¿Qué iba a hacer? – explicó Carmelo riéndose.

-¿Y le firmaste el miembro, antes o después?

-¡¡Jorge!! ¡¡Por favor!! No sé para que te he contado nada.

Parecía que de momento, el tema de los fans estaba controlado. Pero a eso de las diez, uno insistió. No de muy buenos modos. Flor, no estaba por la labor de dejarle acercarse a ellos. Parecía muy alterado y se le notaba claramente que se había pasado con el vino. Carmelo se percató de la situación y lo reconoció. También se dio cuenta que ese tipo se había puesto en medio de unos fans que hacían también bastante ruido. Le extrañó que Flor no le hubiera avisado. Ahora era imposible atenderlos. Ese tipejo estaba en medio. Se quedó mirándolo un rato mientras discutía acaloradamente con Flor y Fran, otro de los escoltas. No iba a ser una velada agradable. Era claro que esa tarde estaba gafada.

No se lo podía creer. No sabía que pintaba ese hombre allí. Era Salva, el amante del marido de Jorge fallecido. O mejor dicho, el último amor de su marido muerto. Si es que el marido de Jorge era capaz de amar a alguien que no fuera él mismo. Había otra cosa que también amaba. Dos en realidad: el dinero, sobre todo si lo ganaba otro para él y el poder, el reconocimiento. Eran cuestiones que casi todos los que conocían a la pareja sabían, menos Jorge. Y éste no lo supo porque no quiso saberlo. Porque Nando, sobre todo al final de su vida, no fue precisamente discreto. Alguna vez Carmelo llegó a pensar que estaba provocando a Jorge: a ver hasta dónde era capaz de aguantar la humillación. Para Carmelo, y para Cape también, lo habían hablado muchas veces, la verdadera intención de Nando era humillar a su marido. Y no era entendible, porque Jorge siempre había mostrado respeto y amor por él. Algo había que no cuadraba en todo eso.

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Aquella tarde, en el bar “La encina”, tuvo lugar un hecho cuando menos curioso: a Jorge Rios, le presentaron al amante de su marido. Y fue éste el que hizo los honores.

Jorge estaba sentado en una mesa, escribiendo como siempre solía hacer en ese establecimiento todas las tardes. Una de las veces que Jorge salió de su ensimismamiento por la escritura, vio entrar a su marido, Nando, seguido de un hombre más o menos de su edad. Los dos parecían conocerse mucho, porque bromeaban y se empujaban todo el tiempo. Luego hablaban al oído, con miradas cómplices y gestos señalando a Jorge. Cuando entraron, Nando le dijo al otro hombre que esperara a unos pasos de distancia. Nando saludó con un leve movimiento de cabeza a alguna personas que lo observaban con gesto serio. Les dedicó su mejor sonrisa a cada uno de ellos.

Al llegar donde su marido, se agachó y le besó en la mejilla.

-Mira, te quiero presentar a un amigo. Es el mayor entendido en electrodomésticos del mundo.

Hizo un gesto al hombre para que se acercara. Jorge lo miró fijamente. Un hombre de unos treinta y cinco años, con su cuerpo moldeado por una cierta actividad física. Tenía la nariz roja, lo cual le dio una explicación a Jorge que justificaba esa risa tonta que exhibía a cada momento.

-Encantado, Jorge. Nando me ha hablado mucho de ti. Siento que no me guste leer. Dicen que es apasionante leer tus novelas. Vas a publicar otra ¿No? Espero que sea un éxito.

Jorge miró de reojo al resto del bar. Todos los que estaban en él permanecían atentos a lo que pasaba allí. Alguno incluso parecía mostrarle a Jorge su disposición a apoyarle si les echaba con cajas destempladas. Jorge en cambio, alargó la mano y se la estrechó al tal Salva, así dijo Nando que se llamaba. Éste les animó a darse dos besos, pero en eso, Jorge no cedió y siguió con el brazo estirado, a modo de barrera.

-Nos sentamos contigo – propuso Nando.

Jorge no dijo nada. Sonrió y miró de nuevo a todos los conocidos que les rodeaban. Se sentó y les dijo.

-Vosotros a lo vuestro. Yo tengo que escribir. Perdonad que no os haga ni caso.

A Nando se le heló la sangre. Pareció disgustado. Jorge se sentó, y sin decir nada más, se centró de nuevo en lo que estaba escribiendo y se aisló del mundo que le rodeaba completamente. Ni siquiera se dio cuenta cuando a los pocos minutos, Nando y el tal Salva se levantaron y se fueron, sin despedirse.

Jorge Rios.”

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Parecía que últimamente los hados del universo se habían aliado para sacar toda la mierda de las cloacas de su vida pasada. Siete años de aparente paz, después de la muerte de Nando. Triste paz, pero paz. Y de repente todo estallaba. Y ahora ese hombre. La guinda del pastel. Aunque todavía quedaban algunas guindas más. Tendría que buscar un momento para ir preparándolo. Y Jorge estaba seguro que solo conocía una pequeña parte de todo.

-No hace falta que hables con él. Flor se encargará – dijo Carmelo cogiéndole de la mano. Éste se había dado cuenta, por la forma de mirar de su escritor, que una cosa era que Jorge fingiera no enterarse y otra que no supiera nada. Lo conocía lo suficiente para saber que su amor sabía quien era el que armaba el follón. Y supo que los últimos minutos, Jorge no le había escuchado en absoluto: había estado atento al desarrollo de la bronca.

-Ya te dije que era la idea que tenía, acabar con mis auto-engaños de años. No había decidido verlo, pero sí enterarme de todo con pelos y señales. Así me ahorro el detective, y a ti te ahorro el mal trago de contarme lo que sabes. – explicó Jorge en respuesta a la muda pregunta formulada por Carmelo.

Jorge se levantó y recorrió con gesto decidido los pocos pasos que lo separaban de Flor y Fran y ese tal Salva. Carmelo hizo lo propio y le siguió.

-Si hay que partir jetas, las parto. No tengo ni para empezar con vosotros, chulos de mierda. ¡Fascistas! Yo voy donde me da la gana. Estoy en un país libre. Y unos putos fascistas como vosotros no vais a detenerme.

-Yo también estoy en un país libre. Tengo derecho a decidir con quién hablo. ¿O no? ¡Ah! Lo que pasa es que quieres nuestra mesa. Haberlo dicho hombre. Ocúpala que parece que te ha gustado. Siempre te ha gustado lo que tienen los demás y tienes la costumbre de cogerlo – le espetó Jorge. No le gustó el tono ni lo que había dicho el hombre ese. Ni la forma en que hablaba con Flor y Fran. También se percató de que intentaba por todos los medios que una pareja que parecía querer un autógrafo, se apartaran de ellos. Les estaba empujando hacia atrás de malos modos. Así que él no sintió la necesidad de ser educado. Y para lo que le pedía el cuerpo, en realidad estaba siendo muy comedido, se corrigió en su apreciación. – Nosotros nos vamos.

-No te irás a ninguna parte. Quiero hablar contigo, mierdecilla de escritor. Ya es hora de que hablemos.

Salva, volvió a girarse hacia esa pareja, que mostraban su enfado y su intención de apartalo para acercarse a Carmelo y Jorge. Les empujó de forma aparatosa. Dos de los escoltas, se acercaron a la pareja y les llevaron fuera del establecimiento. A Jorge le extrañó que los escoltas se llevaran a la pareja y no a Salva. Éste parecía pisar algo en el suelo con ganas.

El caso es que se había levantado de la mesa con la intención de que Flor lo dejara sentarse con ellos. Pero la actitud de ese hombre le hizo cambiar de opinión. Haría gala de su fama de broncas. Ya no se iba a contener. “¡A la mierda con la educación!” Los compañeros de Flor, sin hacer mucho ruido, les habían rodeado por completo. Varios de los policías que hasta ese momento estaban fuera a la expectativa, habían entrado también en el bar.

-¿Se puede saber a que viene esto después de siete años? Vaya, a lo mejor es que se te ha acabado el dinero que te regaló Nando antes de morir. – le dijo Jorge.- Mi dinero, por cierto. ¿Me lo vas a devolver? ¿Has venido para eso?

-Sois unos putos fascistas. Creéis que como sois famosos podéis ir pisando a la gente humilde como yo. Pero hoy os vais a enterar, me vais a escuchar porque se me pone en la punta del nabo.

-Pero tú ¿Quién coño te has creído? ¿Me vas a imponer tus deseos? Hace tiempo que no follas. Pues vete a buscar un chulo que te parta el culo como hacía mi marido. Yo hablo con quién me apetece. Y tú nunca has estado entre las personas con las que me apetezca pasar siquiera dos minutos.

-Eres un hijo de puta. Nando tenía toda la razón. Maldita sea tu puta estampa. Lo anulaste y lo mataste en vida. Le despreciabas, te creías superior. Me lo decía siempre.

-Eso sería para justificar que estaba contigo. Manda cojones, que tuviera el cuajo de ir diciendo esas cosas. Y tu tan idiota que te lo creías – le dijo Carmelo. No soportaba que encima Nando fuera haciéndose la víctima. Y ese bobo le había creído. Seguro que en algún momento le dijo que iba a dejar a Jorge pero que él se lo había impedido. Que le iba a dejar sin un duro. Ya sabía de otro caso que había empleado los mismos argumentos. – Serías el décimo al que decía las mismas sandeces. -¿A que te dijo que yo le negué el divorcio? – Jorge retomó la iniciativa – ¿Que le iba a dejar sin dinero? Como si el dinero fuera suyo. Como si tuviera derecho a un solo céntimo de mi dinero. Él no ganó un duro en su puta vida de forma legal. Vivía de mí. ¡Ah! ¡Sorpresa! ¿Te creías que fuiste el único? ¿O te pensante de verdad que el dinero era de los dos? Que iluso eras. Si supieras el ridículo que estás haciendo …

Salva hizo ademán de lanzarse a pegar a Jorge y a Carmelo. Pero Flor y Fran se lo impidieron. Pilar y Libertad, dos compañeras de Flor se acercaron desde la calle para apoyarlos. Carmelo se puso entre Jorge y Salva. En una pelea él tenía más práctica que Jorge, que no tenía ninguna, o al menos eso pensaba él. Y él había tenido una etapa en su vida en la que salía a tortas dos o tres veces por semana.

-Eres un cobarde. Míralo ahí, entre las faldas de todos estos fascistas y el actor niñato. Así te llamaba Nando, Carmelito de los cojones. – ignoró a Carmelo y se centró en mirar a Jorge. – Solos tú y yo, frente a frente, a ver quien le parte el alma antes al otro.

-Vete a dormir la mona y algún día a lo mejor hablamos. Va siendo hora que nos enteremos ambos de algunas verdades sobre Nando. No sé que vio en ti, salvo un pobre idiota al que manipular. ¿A ti también te daba drogas?

Salva abrió mucho los ojos. Ese último dardo había sido lanzado por Jorge solo con la intención de hacerle daño en la pelea dialéctica. Pero mira por dónde, había acertado. Y ya sabían el problema que había llevado a Salva a buscarlo: las drogas. Seguramente le había confiado alguna cantidad de droga con la que solía trapichear. Si le había durado siete años, o era mucha, o se la había racionado para estirarla lo más posible.

Libertad se cansó del tema. Por desgracia había visto muchas veces a su padre comportarse de esa forma. Así que lo agarró por la parte de atrás de la chaqueta que llevaba Salva y lo levantó del suelo.

-Una de las putas faldas fascistas te va a llevar a la calle. Esa puta falda fascista voy a ser yo. Y si levantas siquiera la vista del suelo, te juro que te parto la crisma. Y después, te detengo para engrosar tu ya dilatada carrera como modelo de fotos de ficha policial. Sin necesitar de otras faldas fascistas. Y que conste que hasta Jorge él solo, te hubiera dado una soberana paliza. Porque solo con darte un sopapo te hubieras caído al suelo. Eres un puto borracho y drogadicto, Salva Nosequé. Ya verás como el agua fría de la fuente de ahí fuera te espabila.

Sin más contemplaciones, se lo llevó a la calle.

Todos los que estaban en la cafetería los estaban mirando. El silencio era casi opresivo. Carmelo se puso en medio, decidido.

-Disculpen la escena. Era un ensayo de una obra novedosa y experimental. La gracia es hacerlo en medio de un recinto lleno de gente sin que nadie lo sepa. Pon otra ronda a todos, Kike, corre de nuestra cuenta. Y gracias a todos.

El público recibió la propuesta de una gratis con algunos aplausos. Jorge y Carmelo se volvieron a su mesa y Flor a una mesa más alejada. Fran se quedó en una esquina de la barra. Libertad seguía con Salva en la calle. Parecía que estaba consiguiendo que se relajara. El resto de escoltas permanecían a pocos pasos de ellos. No dejaban acercarse a nadie.

-Debía haberte hecho caso y haber investigado en su momento. A lo mejor lo hago tarde.

-Habla primero con tu suegra, algo te puede contar.

– Juana te ha contado algo – afirmó de repente Jorge que se había dado cuenta de un pequeño tic en el gesto de Carmelo. – A parte de todo lo que sabes por tus medios.

-Es mejor que te lo cuente ella. Nunca has querido escucharla. Se lo debes.

Jorge meneo la cabeza de lado a lado. Carmelo tenía razón. Nunca había querido escucharla. Ni a ella, ni a Carmelo, ni a nadie. Y lo más importante: Nunca había querido destapar la verdad sobre su suegra. En estos años, sencillamente se había dejado engañar. Como con Dimas. Era más cómodo.

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Jorge colgó la llamada. Había salido a la terraza. Necesitaba estar solo un rato. Carmelo además, estaba en medio de una multiconferencia sobre asuntos de “Tirso, la serie”. Justo cuando tomó asiento en su sofá de la terraza, Saúl le llamó para contarle que definitivamente iba a volver al instituto:

-Me dejan volver ahora, para que me acostumbre. Así que el lunes empiezo de nuevo.

-Pero eso es genial, cariño.

-Todo esto te lo debo a ti y a mis padres.

-Tus padres son los que te cuidan. Yo solo …

-Has hecho que me serene. Mi padre lo sabe. Te aprecia mucho, que lo sepas.

-Y yo a él. Cuéntame más cosas, anda. Tengo que buscar un día para ir a pasar la tarde contigo.

-Eso sería guay.

Estuvieron hablando todavía más de veinte minutos. Jorge no se cansaba de escuchar esa voz que ahora era un poco menos ronca, y que ahora sí, ya tenía vida. Y la risa del joven era completamente distinta. Al final quedó con él en ir el viernes de su primera semana de clases. Iría a recogerlo al instituto y de allí iría a casa. Roger, que estaba escuchando la conversación había dado su aquiescencia.

Carmelo había salido un momento de su video conferencia. Buscó a su escritor y al final lo vio a través de la cristalera; cuando Jorge salía a la terraza en la casa de Núñez de Balboa, no solía seguirlo. Sabía lo que había: escritor en busca de soledad o llamadas secretas. Y Así que se dio media vuelta y volvió a la sala de comunicaciones.

Hacía días que Jorge no hablaba con Carletto. Alguna vez le había intentado llamar, pero siempre le pillaba en mal momento. Estaba preocupado. Saúl tampoco lograba hablar con él. Roger no era claro al respecto:

-Es por Danilo – decía con su habitual parquedad.

Había estado investigando un poco. Raúl le había ayudado. Carletto había trabajado en el cine y la televisión al menos siete años. Empezó a los doce y lo dejó poco después de los diecinueve. Su nombre artístico era Remus Monleón. Cuando Raúl apareció contento delante de él y le dijo, enseguida lo recordó.

Había trabajado mucho con Carmelo. Había muchas fotos de ellos en los set de rodajes. En fiestas. Carletto también había trabajado mucho con Hugo y con Ro Escribano y Quim Córdoba. Hicieron una serie juntos. Y hacían de enamorados Hugo y él. Ro y Quim era una pareja amiga con la que se relacionaban mucho. Ellos cuatro eran el eje de la serie. Luego, en su vida real, su relación de amistad les llevaba a multitud de actos y fiestas donde se unían a Carmelo, a Biel … En presentaciones. Incluso habían trabajado en una película, Remus, Carmelo, Biel y Hugo. Los cuatro. Entonces eran los actores jóvenes más rompedores. Encontró un artículo en el que su amiga Roberta Flack hablaba de que a lo mejor, esos cuatro actores eran los siguientes juguetes rotos de la industria. Hablaba de su gusto por las fiestas sin medida, por las malas compañías, por como todo eso empezaba a afectar a su rendimiento en el trabajo. Citaba en concreto a Carletto y a Hugo. Pero a continuación venía a decir que aunque Biel y Carmelo seguían siendo profesionales, eso no significaba que su deriva personal no fuera a acabar en tragedia.

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Es más. Según me cuentan algunas personas del sector, puede que Remus y Hugo, tengan algunas posibilidades, porque de alguna forma, con su actitud, están pidiendo auxilio a gritos. Lo de Carmelo y Biel es algo silente. Nadie les va a ayudar porque todos siguen pensando que son dioses y están estupendos. Y no es así.”

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Jorge cogió el teléfono. Miró la hora. Para una persona normal era tarde. Pero quizás para Roberta no lo fuera. La llamó.

-¡Jorge! ¡Qué alegría! – había contestado con rapidez.

-Llevo días para llamarte, pero al final siempre me surge algo. Me apetecía charlar un rato contigo.

-Ya sé de tu gran actividad. Al menos ahora te enfrentas a tus fantasmas.

-Pero antes vivía mejor. Escribía más …

-Si es verdad que tienes escrito siquiera la mitad de lo que algunos van diciendo, creo que tienes colchón para publicar en los próximos veinte años.

-Que mala eres. Sabes que esa no es la finalidad última por la que escribo. Oye, antes de que se me olvide, muchas gracias por avisarme de lo de Álvaro.

-Me parece un tipo estupendo. Todos tenemos derecho a equivocarnos y que no nos crucifiquen por ello. Creo que os habéis ocupado a fondo de su problema. Eso es lo que me ha llegado. Tú y Dani. Y luego, se han unido el resto de sus muchos amigos. Tiene mucha suerte, aunque sabiendo como es, no me extraña que tenga un círculo de amistades que le apoyarán siempre.

-Ha sido difícil. Pero no ha acabado del todo.

-Me han dicho que ha cambiado hasta de representante.

-Sí. Ahora se encarga Sergio.

-A mí particularmente, esa Felisa, su antigua representante, no me gusta nada.

-No sé que decirte. No la conozco. Sergio no me ha dicho nada malo de ella. Álvaro … parece que tiene algunas cosas ahí guardadas que no le han gustado en el pasado, pero no me ha contado. Es claro que esa mujer no tenía ganas de luchar por Álvaro. Aunque yo creo que fue una estrategia para subirle la comisión. No pensó que Sergio quisiera encargarse de representarlo. En cuanto se enteró, porque Sergio en cuanto le dije la llamó para que le preparara la documentación, intentó recular. Es más: estoy casi seguro que ella fue la que hizo porque todos los representantes se enteraran del affaire. Para que nadie le cogiera. Con Sergio no se atrevió o éste no la hizo caso.

-Eso me cuadraría con lo que me han contado otros de ella. Y además, no contaría con que Sergio lo cogiera, porque no coge a nadie hace muchos meses. Me ha llegado también que ha cogido a un músico de clásica … a ti, un escritor … ya es oficial para todo el mundo que quien te quiera para algo, debe llamarlo a él. Y hay un runrún con Nati Guevara de protagonista. Y tú andas por medio. Lo de Nati Guevara, me tienes que contar. No os podíais ni ver cuando trabajaba.

-Cuando sepa algo, serás la primera en saberlo.

-No creas que me voy a olvidar … por cierto, muchas gracias por el regalazo que le has hecho a mi hijo.

-¿Le ha gustado? Tenía mis dudas.

-Yo creo que se lo ha enseñado a todo el mundo. Una edición especial de “Las gildas”. No la había visto nunca. Y dedicada. Y menuda dedicatoria. Ha crecido diez centímetros desde que recibió tu regalo.

-Ya será por la escayola y el reposo.

-Con eso entonces, ya ha crecido quince centímetros. Parecía que no iba a alcanzar a su padre, pero ya es más alto. ¿Y esa edición especial? ¿Dónde la tenías escondida?

-Fue algo que preparé, no le gustó a Dimas … me empeñé … se tiraron algunas copias … Dimas se puso en plan chulo y yo me quedé con todas, con la edición entera. No me apetecía entonces luchar por ello. Nadie la tiene, más que si se la regalo yo. No la tiene ni Carmelo, no te digo más.

-¿Y por qué ahora que no está Dimas, no las pones en circulación?

-Pereza. La verdad, no sé que decirte. Preparo de todas formas una de “La Casa Monforte”. La editorial no lo sabe. A ver lo que dicen cuando se lo proponga. Cambiando de tema ¿Qué tal está mi amigo Poveda?

-Ya no dice nada de ti. Mudo. Parece que las demandas que le has puesto, han hecho que reconsidere su postura.

-Sergio y mi abogado me convencieron. Decían que no podía dejar pasar afirmaciones tan fuera de lugar. Dime que el intrigante era Goyo Badía o uno de sus chicos.

-¡Qué cabrón! Y yo que quería darte la noticia. No digas nada. Le estoy preparando una trampa. Cuando lo tenga todo bien grabado, te lo digo.

-Te doy yo una primicia: Goyo Badía, con Willy Camino de lugarteniente, son las cabezas visibles de una trama para estafar a actores jóvenes y no tan jóvenes.

-¿Relacionado con lo de Álvaro Cernés?

-Efectivamente.

-¿Me lo cuentas?

-Yo te cuento una parte, pero luego tú investigas y me cuentas a mí. Luego quedamos en ver que cuentas en los programas a los que vas y en tus artículos de “El País”.

Jorge le desgranó a grandes rasgos la trama de los préstamos y de incitar a esos actores a vivir por encima de sus posibilidades.

-Te haré llegar por algún medio discreto y seguro una lista de esos timados. Sería conveniente que te acercaras a alguno, a ver si te cuenta. La policía necesita una pista que lleve a la cabeza de todo.

Roberta se quedó callada. Parecía estar atando cabos.

-Me ha venido a la cabeza un nombre. Pero … no te lo voy a decir de momento. Voy a hacer algunas averiguaciones. Eso va a entroncar con el pasado tuyo y de Dani, si es que tengo razón.

-Contaba con eso. Una cosa ¿Goyo Badía representa a Poveda?

-No. Poveda va por libre. No tiene representante. Lo que no significa que no se traten.

-No es periodista ¿Verdad?

Roberta se echó a reír.

-No lo es, no.

-Poveda de todas formas es nombre artístico ¿verdad?

Roberta volvió a soltar una carcajada.

-Lo es sí.

-Cambiemos de tema. Que en realidad no te llamaba por esto. Me acabo de encontrar con un artículo tuyo de “El País” de hace bastantes años. En él hablas de Dani, de Biel, de Hugo Utiel y de Remus Monleón. Y vaticinas para ellos poco menos que el fin del mundo.

-Los cuatro jinetes del apocalipsis. Me alegra que al menos Biel y Dani se salvaran. Para los detalles, tendría que repasar mis notas. Hace mucho de eso. Cuando Remus y Hugo Utiel desaparecieron del mapa, les perdí la pista. Un día que tenga tiempo, tengo que retomar la investigación y averiguar que fue de ellos. Y de otros dos de sus acólitos: Ro Escribano y Quim Córdoba.

-Me interesa que me cuentes lo que recuerdes de ellos y lo que te llevó a escribir ese artículo. Y lo que te guardaste. Siempre cuentas la mitad de lo que sabes. Y si te portas bien, te pongo en contacto con ellos. Con los dos primeros al menos.

Roberta resopló.

-¿Por qué no te vienes dando un paseo y te invito a cenar? Y hablamos tranquilos. No es para hablarlo por teléfono.

-No quiero molestar a Dido.

-Está trabajando. Y Rodrigo está con su padre.

Jorge se quedó unos segundos pensando.

-Venga, me acerco. Recuerda que voy con mis chicos.

-Pueden subir a echar un vistazo, contaba con ello. Mientras no se asusten cuando entren en la habitación de Rodri …

-En un cuarto de hora estoy. ¿Era el 7º D?

-Sí.

Jorge colgó. No había previsto la deriva de la conversación. Pero a lo mejor … su entrevista con Roberta le aclaraba algunas cosas. Algunas de ellas no esperadas.

Pero se lamentó no haber podido hablar con Carletto. Lo intentaría al día siguiente. Y de todas formas, si no lo conseguía, intentaría que Pólux le proporcionara acceso a ese Lucas, el chico de las fotos. Tenía la intuición de que no podía dejarlo más. Cada vez que pensaba en él, el estómago le daba un vuelco.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 116.

Capítulo 116.-

.

-Este es un caso curioso. De esta mujer nadie sabe nada. Los que reconocen su foto, resulta que no saben donde vive. En las fincas de alrededor de la de Arlen, no, desde luego. Las hemos recorrido todas.

-No solo no saben donde vive, no saben nada. Ni el coche que conduce, ni su teléfono, ni si usaba tarjeta de crédito, ni de donde era … nada. Y ya llevaba más de tres meses por la zona.

-Un absoluto misterio.

-Tres meses, pero recuerda ese comentario que nos han hecho que estuvo de viaje un par de semanas.

-He hecho que me miraran por las fechas, casos de maltrato como el que nos contó. Y nada parece que coincida. Los que podría ser, se han puesto en contacto mis compañeros con las mujeres, y no son. Y las vacaciones, un absoluto misterio. Desde luego, en avión, no ha viajado.

-¿Y lo de los hijos?

-Tampoco. Nada.

-Sería de otro estado.

-He hecho que comprobaran en los estados vecinos. Y en Washintong. Nada.

-Mira. ¿Esa no es la inmobiliaria que buscábamos?

Olga señaló un local a la derecha de la calle por la que transitaban.

-Que curioso, tiene algunos anuncios en español.

-Esperemos que eso sea una señal y tengamos suerte. A ver si nuestra “Isabel” alquiló alguna casa aquí.

-Como sea la misma suerte que hemos tenido en las anteriores … nos quedan solo tres más.

Ventura dio un par de vueltas para aparcar. No tuvo suerte, así que en la esquina más cercana a la inmobiliaria, se subió a la acera. Sacó los rotatorios adhiriéndolos al techo y puso un cartel de FBI bien visible sobre el salpicadero.

-Si es que aparcas como yo. Es otra señal.

-¡Olga por favor! No seas cansina. Estoy muy bien en Estados Unidos.

-¡Qué mal mientes!

Olga le dio un golpe amistoso en el brazo antes de bajarse del coche. Se colocó bien la ropa y cogió la chaqueta que llevaba en el asiento de atrás.

Un policía se acercó a ellos. Ventura fue a su encuentro y le enseñó su acreditación. Olga miraba a su alrededor. Tenía que reconocer que esa ciudad, Winston-Salem, tenía un cierto encanto. Ventura le hizo una seña para que se acercara.

-Muestra la foto a Charles. Va a hacernos el favor de compartirla con sus compañeros. A ver si por un casual tenemos suerte y alguno se ha encontrado a esa mujer.

Olga le pasó la foto por Bluetooth. Y el amigo Charles la compartió inmediatamente con sus compañeros.

-Si nos haces el favor de avisarnos … – Ventura le había pasado su número de teléfono.

-De todas formas estaremos en esa inmobiliaria – le dijo Olga.

-Si hay novedades, les digo.

Cuando dejaron al policía, Olga le preguntó el por qué de su acción.

-Ya hemos preguntado en la jefatura de la policía de la ciudad.

-A veces los polis a pie de calle tienen incidentes o les llama la atención algo que no es lo suficientemente importante para dar parte o hacer un informe. Esperemos que suene la flauta.

Al llegar a la inmobiliaria, Olga le dejó pasar primero a Ventura. Éste se dirigió al único ocupante en ese momento de la oficina. Llevaba su acreditación del FBI abierta y se la mostró en la puerta de su despacho acristalado. Era un hombre que aparentaba unos treinta y tantos años, que tenía gusto vistiendo aunque no llevaba el típico traje con corbata. Lucía un corte de pelo clásico, con raya a la izquierda. Cara cuadrada con una nariz ancha, piel jugosa con un cierto brillo, debido seguramente a las cremas con la que se cuidaba la piel. Y hacía bien, pensó Olga, porque parecía gustar mucho de tomar el sol, aunque a la comisaria le pareció que ese moreno era de rayos uva. Tenía un cuello ancho, musculado. Era claro que siempre había practicado deporte y que lo seguía haciendo. Llevaba anillo de casado. Olga se fijó que en la mesa tenía las fotos de dos niños, que debían ser sus hijos, aunque su parecido con él era prácticamente nulo, por no decir que no se le parecían en nada.

-Si quieren información de alguna propiedad, les rogaría que volvieran en media hora. Mis agentes se han puesto de acuerdo para salir todos a la vez. Tengo que terminar un informe para un cliente que llegará en veinte minutos.

-Nos puede servir usted. Solo queremos que nos informe sobre esta mujer. No le llevará más de cinco minutos. Es importante.

Olga esta vez, había empleado el español adrede. Había notado un cierto acento en el habla de ese hombre. Pensó que era el hacedor de los carteles en español que habían visto en el exterior. Éste la miró sorprendido.

-¿Española?

-En realidad los dos lo somos – dijo Ventura también en español, tendiéndole la mano para saludarlo.

-¿Un español en el FBI? ¿O la acreditación es de pega?

-No. Es una historia larga de contar.

-¿Y usted? – el hombre miraba a Olga.

-Yo soy policía española.

Olga sacó su acreditación y se la enseñó a ese hombre.

-Perdón, no me he presentado. Manuel Saavedra. Soy el dueño de esta inmobiliaria. ¿Unidad Especial de Investigación? Debe ser importante su caso para venir hasta aquí con los flecos de la pandemia.

-¿Y como ha recalado tan lejos? – le preguntó Ventura para obviar la respuesta a su pregunta.

-Es una historia larga. Como la suya – sonrió con un poco de ironía. – Al final me casé con una estadounidense y ya no me quedó más remedio que echar raíces. ¿Y en que les puedo ayudar?

-Estamos buscando a esta mujer. – Olga le enseñó la foto que llevaba en el móvil. Era la foto común de todos los asistentes a la reunión a la que asistieron en la finca de Arlen, y que hizo a petición de Jorge, pero recortando al resto. No era la mejor foto, pero no tenían otra. Había sido imposible encontrar una mejor.

Hizo un gesto de estar pensando. Cogió el móvil y la amplió un poco. Luego hizo lo contrario.

-El caso es que de primeras, os hubiera dicho que no la conozco. Pero … hay algo que me hace dudar. Algo en la foto que … no sé encontrarle el sentido … ¡¡Joder!! ¡¡Claro!! Lo que me suena es la finca. Esa galería de fondo … esa finca la hemos vendido nosotros. Conozco perfectamente el sitio.

-¿Hace mucho de eso?

-Unos dos años. Nos costó mucho. Los anteriores ocupantes fueron digamos … poco recomendables. La finca tenía mala fama.

-¿Por un casual la compró Tirso Campero?

-No. – Manuel sonrió. – Sí, pero la compró a nombre de una sociedad de su propiedad. Me creo que usted es esa comisaria de la que tanto habla, sobre todo en los últimos tiempos.

Ventura no pudo evitar sonreírse. Olga se había quedado momentáneamente sin palabras.

-Sí, es esa comisaria. Eso quiere decir que usted mantiene el contacto con Arlen. Y sabe de sus historias.

Manuel se levantó de su silla y fue a cerrar la puerta de su despacho. Mientras volvía a su sitio, les invitó a sentarse. Suspiró antes de contestar.

-Nos conocimos en ese … sitio. Yo tuve más suerte y logré escapar antes. Uno de los “clientes” se apiadó de mí y me proporcionó la huida. Yo era mayor que Arlen. Fui un tiempo como su hermano mayor. Mi tiempo en ese sitio se acababa.

-¿Le ayudó Tirso?

-No. Tirso todavía, cuando me fui, era uno más. Se encargó un tipo al que le caí bien y que no iba a esas fiestas a lo que los demás, sino porque no tenía más remedio. Pagó, me sacó de allí, me preparó papeles nuevos y me empaquetó hacia aquí. Lo he contado de forma que parece que todo pasó en dos días. Fue casi un año de preparativos. De clases intensivas de inglés y de francés. De cultura de Estados Unidos. De preparar papeles. Documentación nueva. Y cuando a él le pareció que estaba preparado, me envió aquí. Unos amigos suyos me ayudaron al principio. Lo siguen haciendo. No hemos perdido el contacto. Y al cabo de los años, pude montar este negocio.

-¿Y como acabó Arlen aquí?

-Antes he dicho que Tirso todavía no era ese Tirso, pero ya iba preparando el camino. Nos enseñó la importancia de retener los datos importantes en la memoria para no confiarlos a un cuaderno o a otro dispositivo. Nos aprendimos nuestros datos, nuestros teléfonos. Todos tenemos un teléfono que proviene de esa época, aunque no sea el que usemos ahora. Lo encendemos todos los días en algún momento. Y luego, Arlen y yo mantuvimos el contacto. Cuando Tirso lo arregló para que él tuviera otra familia, después de que el escritor le salvara, ya empezamos a hablarnos con más frecuencia. Al final le convencí para que se viniera y se olvidara de su “familia”.

Una vez que acabó su explicación, volvió a mirar la foto.

-Se hacía llamar Isabel. Y contaba una historia de que había sido víctima de maltratos … – apuntó Olga con la esperanza de que algo de lo que dijera, hiciera que el agente inmobiliario recordara algo que les pudiera ayudar.

– Joder, vale. Ya sé quien es. Pero está cambiada de cuando vino a vernos. Llevaba unos pendientes muy estrafalarios. Y uno de esos pañuelos que le envolvían el pelo. Una especie de turbante, de buena tela. Elegante. Con clase.

Olga y Ventura se miraron. Olga volvió a coger el teléfono y envió la foto a Kevin y a Yeray.

-Es la mejor forma de que nadie se fije en otros rasgos. Algo llamativo que fije la atención – se explicó a si misma, más que al resto.

Ventura levantó las cejas. Acababa de darse cuenta de todo. Soltó una maldición en voz baja. Se estaba flagelando mentalmente por lo idiota que había sido. Le cogió el móvil a Olga. Miró la foto. La movió, la amplió, decenas de movimientos en pocos segundos.

-Es ella, joder. La puta del MI5. Soy idiota. Lerdo. El policía más inútil del Universo. Estuvimos horas hablando con ella. Nos contó esa historia que se inventó … es buena la cabrona.

-Somos, querido. Somos lo peor. Nos dejamos engañar por el entorno, por su bonhomía, por su … que buena es la jodida, tienes razón. Como nos ha tomado el pelo. Nos hemos pasado una semana buscando, sin darnos cuenta de nada. ¿Es la causa de que Arlen y sus compañeros hayan desaparecido?

Manuel se encogió de hombros.

-No me lo dijo. Me avisó de que había activado su plan de evacuación. Algo hubo que le asustó.

-¿Y ese plan en que consiste?

-Cada uno de los miembros, tiene un refugio seguro que no conoce nadie. Ni el resto. Arlen sabe que hay traidores. Cuando detecta algo sospechoso, da la orden. Todos se van a esos refugios sin decir nada al resto. Hasta que pasa el peligro o descubren al traidor.

-Algo te diría. Confía en ti. – Ventura le miraba fijamente.

Manuel se echó a reír. Olga le miraba con la misma intensidad.

-Desde luego, os definió a la perfección. Él creía que vuestra presencia en la fiesta de los viernes, había asustado a alguien. Y había precipitado lo que fuera que tenía pensado.

-Isabel. – maldijo Ventura. – Antes Rosa María. Antes Roxanne. Y los putos ingleses la siguen protegiendo.

-¿Vendiste algo a esa mujer?

-Alquilar. Una casa en un barrio residencial, tranquilo, con poco movimiento. Es un barrio con muchas casas en alquiler. Esas casas ahora son más modestas en cuanto a tamaño, pero provienen muchas de ellas de fincas más grandes.

-Poca gente fija que se fije en los vecinos y coja confianza con ellos. Un vecindario de anónimos. Nadie conoce a nadie.

-Exacto.

-Pagó en dinero. – sugirió Ventura.

-Los seis meses. Por anticipado.

-¿No te mosqueó?

-No es tan raro. Los dueños de esas casas, lo prefieren. Y no tienen escrúpulos. Les da igual, mientras tengan el dinero en el banco. Y si lo tienen de golpe y al principio del contrato, pues mejor. Así no corren el riesgo de que se de a la fuga dejando algún pufo.

-¿En teoría estará en esa casa?

-Si no se ha dado a la fuga …

-¿Sabías que había tomado contacto con el grupo de Arlen?

-No, no. Además, si me la hubiera encontrado en las visitas que le hago regularmente, no la hubiera reconocido. Me hubiera pasado como a vosotros. Solo hablé un día con ella. El resto se encargó mi compañero Dilan.

Olga se asustó al escuchar ese nombre. Buscó una foto de Rubén.

-¿Es este Dilan?

Manuel se echó a reír.

-No. Dilan tiene cerca de los sesenta años.

-¿Reconoces a este Dilan?

-Lazona. No lo conozco en persona. Pero Arlen me habló de él y de su hermano gemelo. Mirad, ahí vuelve mi Dilan.

-¿Cómo sabes que el de la foto es Dilan?

-No lo sé. Me has dicho que lo es y lo he tomado así. Según me han contado, son como dos gotas de agua. De hecho, solían divertirse intercambiándose. Hasta alguna marca física, debieron hacer por tenerla los dos.

Le hizo un gesto con la mano a su empleado para que entrara en el despacho. Le preguntó por la mujer que ellos conocían por “Isabel”. Solo les pudo decir el nombre que le dio a él:

-“Margaret Smit”, sin h al final. Me lo recalcó varias veces.

Olga movió la cabeza sonriendo.

-Trucos para que te quedes en la memoria con unos datos y olvides el resto.

-¿Y ya acabó el período de …?

-No. Le quedan dos meses.

-Necesitaríamos la dirección.

-Ahora mismo la busco.

El empleado de Manuel salió y fue a su mesa.

-¿Esta mujer estaba incluida en el protocolo de huida?

-Hasta donde yo sé – respondió Manuel mientras esperaba la dirección – Arlen solo tiene en ese plan a gente que conozca de siempre. Y aún así, ninguno puede revelar al resto el plan que tiene. O sea, el paradero de Arlen, no lo conoce el resto. Ni el de Ethan o de Jimeno. Si esta mujer estuviera incluida, que lo dudo, porque si apareció después de alquilarnos esa casa, Arlen no se fía de nadie hasta pasado mucho más tiempo. Además, esa mujer no era víctima de Anfiles, eso está claro. Podría serlo de la otra rama, la de las mujeres, pero no es Anfiles. Por edad, tampoco podría serlo. Es muy mayor. Y Arlen a quien cuida y protege, son a los que son como nosotros.

-Esta decía que era víctima de maltratos por parte de su marido.

-Arlen nunca confiaría en ella. Para los asuntos serios de verdad. No la echaría, si decía que había sufrido maltrato. Tampoco le confiaría sus secretos. A ver, una cosa: en realidad Arlen no se fía de nadie. Sabe que muchos de nuestros compañeros optaron por pasar a ser parte de la organización. Se pasaron al enemigo, por así decirlo. Y también sabe que hay gente buscando a los escapados y a los que pueden recordar o saber sucesos que pongan en peligro a los disfrutones de esas fiestas. A esos hijos de puta que saciaban sus instintos con niños indefensos.

-La casa no parecía tener medidas de seguridad.

-En eso, estáis muy equivocados.

-¿Habría alguna posibilidad, si hubiera por un casual cámaras grabando, ver esas imágenes?

-Si preferís os mando al móvil la ubicación. – Dilan acababa de entrar – y os envío también una foto de la casa.

-Mejor.

Ventura le dio el número de su teléfono. Al cabo de unos segundos, ya tenía esa información.

-Seguís aquí.

Charles, el policía, acababa de entrar en la inmobiliaria. Parecía contento y excitado.

-Unos compañeros vieron a esa mujer. Hace solo unos días. Tuvo un altercado con un joven. Éste se puso histérico en medio de la calle. Esa mujer la estaba acosando, decía.

-Como si lo viera, la gente a su alrededor la apoyaron a ella.

-Sí. Pero los compañeros que acudieron, no lo tuvieron tan claro. El chico se refugió en su coche en cuanto llegaron. De hecho, les pidió que lo detuvieran. La mujer empezó a contarles a mis compañeros una historia de que tenía una enfermedad mental, que ella era su tutora y que debía ingresarlo en el hospital del que se había escapado. Parecía tener mucha prisa, no hacía más que intentar acercarse al coche para llevarse al joven. Ellos se lo impidieron. Le requirieron documentos al respecto que acreditara la tutoría y la enfermedad o el ingreso en la institución que decía, pero dijo que se los había olvidado en casa. Entonces mis compañeros decidieron llevarse custodiado al chico, que pareció aliviado. Ella insistió en que cometían un error, pero ellos le dijeron que pasara por comisaría para llevarles los documentos, y que entonces hablarían.

-¿Cuántos compañeros acudieron?

-Dos patrullas. Cuatro compañeros. Primero llegó una patrulla, pero uno de ellos no lo vio claro y pidió el apoyo de algún compañero. A los pocos minutos apareció la segunda. El protocolo es quedarse a la expectativa preparados para actuar. El caso lo seguían llevando los dos compañeros que llegaron los primeros.

-O sea con la mano sobre el arma y en posición de desenfundar – explicó Ventura a Olga.

-Muchos para cargárselos. – dijo ésta. – Tuvieron suerte. Si se llega a quedar la primera patrulla, a lo mejor hubieran acabado malheridos. Y se hubiera llevado al joven.

-Había además mucho despliegue de seguridad en esa zona. Había un acto con el Alcalde y el Gobernador en un auditorio cercano.

-Pues eso salvó a tus compañeros. Al menos a los dos que acudieron los primeros. Estuvieron acertados. ¿Y el chico?

-Una asistente social habló con él en comisaría. Ya estaba tranquilo. Sus explicaciones le parecieron de una persona cuerda y sin problemas mentales. Fue contundente y ordenado en sus explicaciones. Acreditó convenientemente su identidad. Comprobamos que todo lo que había contado la mujer sobre su ingreso en ese hospital psiquiátrico, era falso. Dijo que le abordó en la calle y que le quería obligar a acompañarla. Que le puso lo que le pareció una pistola en los riñones. Le dejamos libre. Le ofrecimos protección, pero él dijo que no la necesitaba. De todas formas dimos orden de búsqueda de la mujer, pero en las cámaras de los coches, nunca se le pudo ver la cara. Se ocultó en todo momento. Lo que si observamos es que iba armada.

-Tenemos su dirección. Deberíamos ir a hacerla una visita.

Olga negó con la cabeza.

-Pero no solos. A buscar a esa mujer no vamos a ir a pecho descubierto. Decide si los SWAT o los equipos especiales de asalto del FBI – Olga era contundente.

-Pensaba que eras buena tiradora. – Ventura la miraba con ironía.

-Y luego me haces tú el papeleo por disparar en suelo estadounidense siendo policía española. No sabemos el armamento del que dispone. Soy lanzada, ya lo sabes. Pero de eso a ser temeraria, va un abismo.

-Si le parece bien, agente Carceler, llamo a los SWAT.

-Avíseles, Charles, que es peligrosa. Es una asesina a sueldo muy peligrosa. Suele trabajar para agencias de espionaje. El MI5 parece que es su mejor cliente. Y la han protegido contra viento y marea.

-Llamo al jefe de policía y que él decida.

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Ventura llamó a Peter Holland para contarle. Éste inmediatamente se puso en contacto con el Jefe de Policía de Wiston-Salem. El mismo Peter Holland cogió un helicóptero que lo llevó hasta la ciudad. Olga y Ventura lo esperaban a pie de pista, acompañados por el Jefe de policía y sus ayudantes. Mientras llegaba, ya se había montado un dispositivo de vigilancia alrededor de la casa que tenía alquilada la sicaria.

-¿Seguro que es ella? – fue la primera pregunta que le hizo a Olga mientras la daba un beso como saludo.

Olga le tendió el móvil. Kevin había contestado a su wasap. Echaba espumarajos por los dedos al escribir la respuesta. A parte de rogar a Olga encarecidamente que tuviera cuidado y que no se fiara.

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Es buena la cabrona”

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Yeray le mandó otro wasap. Estarían juntos, como siempre, pensó Olga.

-¿Y Jorge?

-Estoy esperando que acabe una cosa para llamarlo. Luisete, uno de sus escoltas, me avisará cuando quede libre.

Peter Holland entonces dejó a Olga y Ventura y fue a saludar al grupo del Jefe de la policía de Winston-Salem. En ese momento, dos helicópteros del FBI tomaban tierra a unos metros de ellos. El Jefe de operaciones del FBI había decidido de acuerdo con el Jefe de Policía que se iba a encargar ellos. Al estar relacionado con espionaje, era un tema del FBI.

-Pasemos al edificio – les invitó el Jefe de Policía – Estaremos más cómodos para hablar.

El grupo al completo, caminó siguiendo al jefe de Policía. Había preparada una sala con una gran mesa alrededor de la cual se sentaron todos. Allí esperaban Charles Nimitz, el policía que les había ayudado y David Human y Patricia Dallas, la pareja de policías que acudieron al altercado.

-¿Es este el chico al que atendieron?

Ventura les pasó el móvil con la foto de Ethan.

-Sí. Es él. Parecía un chico muy educado y con la cabeza muy asentada. Luego, pensando en todo lo sucedido, hizo lo que tenía que hacer para evitar ese secuestro. Parecía bien aleccionado. Casi nadie hubiera reaccionado así sin estar preparado.

-¿Les dio alguna dirección o modo de contactar con él?

-Nos lo dio, pero no hemos tenido suerte al intentar llamarlo. Está apagado y con la batería quitada.

-¿Tienen a mano ese número de teléfono que les dio?

-Sí. Se lo paso por mensaje – les dijo la mujer policía.

-Esta mujer – en una pantalla en un lateral de la sala había aparecido la foto de Isabel tal y como era sin maquillajes ni disfraces – es una reputada asesina que suele trabajar para los Servicios Secretos. Hemos de reconocer a nuestro pesar, que alguna vez la CIA la ha contratado.

-Seguramente a instancias del MI5. Tenemos acreditado que está en su plantilla.

-¿Aunque haga trabajos fuera aparte?

-Los trabajos que hace siempre son por cuenta del MI5, aunque pague otra agencia. Que sea una organización gubernamental, no significa que los intereses de los que trabajan en ella sean siempre altruistas.

-¿Lo dices por experiencia propia? – Peter Holland miraba a Olga fijamente.

-Pues sí que has tardado en enterarte – Olga no dudó en ningún momento de que se refería al caso del Intercontinental, con las escuchas y la aparición estelar del CNI. – Algunas de esas organizaciones se escudan en proteger al país, cuando solo quieren proteger a determinadas personas que han actuado mal, que han cometido algún delito pero que ocupan cargos de responsabilidad.

-O que tienen mucho dinero.

-Otras de esas personas a veces trabajan para esas mismas organizaciones.

-Eso ahora mismo, no viene al caso. A no ser que te refieras a que una de esas personas pudientes que trabajan para alguna agencia de espionaje, cometa un delito contra el honor, o maltratando a niños o mujeres, que incluso mate a alguno o algunos.

-O se dedique a traficar con órganos o personas. O con drogas.

-Perdonen, pero nos estamos perdiendo – dijo el Jefe de Policía molesto.

-Disculpen – les dijo Olga – Nos ha podido la premura y estamos intercambiando opiniones sobre temas que ya teníamos en cartera.

-Les pido disculpas – dijo Peter Holland.

-Ventura, Olga. ¿Qué proponéis?

-Tal y como están las cosas, creo que habría que asaltar esa casa y detenerla. Puedo pedir que algún juez español expida una orden internacional de detención.

-Ya la hay. Dos jueces españoles la emitieron en su momento. No están rebatidas – dijo uno de los colaboradores de Peter Holland. – A parte hay otras tres de Italia y dos de Francia.

-Parece que se mueve cerca de España.

-Salvo esta vez, que se ha venido hasta Estados Unidos. Creo que es española de nacimiento. Aunque todo lo que creemos saber relativo a esta mujer, lo pondría en cuarentena.

-No dejas de ser un trabajo relacionado con España y Francia. – apuntó Ventura – Podríamos considerarlo como un fleco.

A Olga le empezó a sonar el móvil. Era Luisete, tal y como había quedado.

-¿Quieres videoconferencia o llamada?

-Mejor videoconferencia. Estamos en una reunión y sería interesante que hablara con todos.

-Pásame a Ventura y lo preparamos.

Olga le tendió el móvil a Ventura.

-Un segundo que enchufo el móvil a la pantalla.

El agente se levantó y corrió hacia el otro extremo de la sala. Un asistente de Peter Holland se aprestó a ayudarlo.

-Ya está listo – afirmó Ventura.

Nada más lo dijo, Jorge apareció en pantalla.

-Buenas tardes a todos – les saludó Jorge en inglés. – Olga, siempre que me llamas estás entre una multitud.

-Prometo que la próxima vez que hablemos, lo hagamos en privado. Tengo ganas de una charla larga y tranquila contigo.

-Nos debemos remontar casi a tu reencuentro con Dani para tener una charla así.

-Nuestros ritmos de vida no son los adecuados para ello.

-Pues dile a Peter Holland que te suelte ya de una vez. Y vuelve. Se te echa de menos.

-¿Lo conoces? – preguntó Olga sorprendida. El aludido pareció sorprendido.

-Ocupa un puesto en el que le sacan muchas fotos. – dijo Jorge cauto. Pero Olga supo que era una disculpa. – ¿Cual es el problema hoy?

-El problema es esta mujer – Ventura había tomado el relevo de Olga que estaba un poco descolocada por la forma de actuar de Jorge. Parecía enfadado.

Jorge al ver la foto se quedó callado. Miraba fijamente a la pantalla que debía tener para verlos a ellos.

-La del otro día en la reunión para esa barbacoa – dijo de forma neutral.

-¿Algo más?

Jorge se quedó pensativo. Olga lo conocía y sabía que su cabeza estaba buscando. Cuando Jorge resopló todavía más enfadado, Olga supo que había encontrado el recuerdo.

-¿Esta vez la diplomacia se va a encargar de nuevo de que se vaya de rositas? Ahí no está Quiñones, al menos.

-¿Es ella entonces?

-La amiga Rosa María. Que llenó de artilugios espías la casa de Dani para saber todo de él y de Cape. La que se cargó al vecino de Dani. La que casi mata a Yeray en las Hermidas. Y la que casi me mata a mí en el parque. A parte de herir de nuevo a Yeray y a Kevin.

-¿Por qué has citado a Quiñones?

-Porque él la liberó cuando siendo Dani un crío, después de que lo sacara de esa fiesta y que tú te ocuparas de su recuperación, cuando acabó esa película que tú sabes, intentó cargárselo en una entrega de premios. También lo intentó después de lo de la Hermida, cuando todos pensabais que estaba de vuelta en Inglaterra en aquel estreno, en la que hubo tantos problemas con gente que parecía querer agredir a Dani. A esa persona a la que protege el MI5 y la CIA ¿Verdad Joker? No le valió la terapia del olvido. Sigue queriendo matar a Dani, por si un día recuerda.

Peter Holland se movió inquieto en su silla.

-Trabajo para el FBI.

-Me alegra oírlo, Mr. Holland. Actúa como tal y detén a los asesinos.

-Eso vamos a hacer.

-Si la detenéis, procurad que no se tome su cápsula de cianuro. Dientes postizos. Ya conoceréis esos trucos.

-¿Nos confirmas que es Rosa María?

-Os lo confirmo. Esta vez ha optado por un disfraz menos estrafalario. ¿Arlen y los demás?

-Desaparecieron. Están a salvo.

-¿Sabes a quien buscaba?

-Al chaval pelirrojo – contestó Ventura.

Jorge afirmó con la cabeza. Se le crispó el gesto.

-¿Os puedo ayudar en algo más? Os debo dejar. Tengo una comedia a medias y debo salir a escena.

-Muchas gracias Mr. Rios – le contestó el jefe del FBI – No dudes de que trabajamos en el mismo campo.

-Me alegra oírtelo – esta vez Jorge había empleado el español. Peter Holland se sonrió. Aunque su respuesta la dijo en inglés.

-Tenemos una conversación pendiente. – le dijo en tono muy circunspecto a Jorge.

-Cuando tú quieras. Un beso, Olga, Ventura. Y cuidaros. Por favor, no os fieis de las primeras impresiones. Cread vuestros argumentos alternativos a lo evidente. Pensad en mis novelas y en los giros que hay en ellas. Son los giros de la vida. Pensad que la realidad siempre supera a la ficción. Todos sois policías y lo sabéis. Un saludo a todo el mundo. Espero tener la oportunidad en un futuro de hablar con ustedes de temas más agradables y con menos premura de tiempo.

La conversación se cortó.

Ventura recogió el teléfono de Olga y volvió a su lado. El silencio se había apropiado de la sala. Levantó mucho las cejas cuando estuvo seguro que no le podía ver nadie. Olga suspiró y amagó una sonrisa.

-Mr. Holland, el equipo de asalto está en sus puestos.

-¿Nos vamos? ¿Jefe?

Había hablado Mr. Holland. Después de pedir conformidad al jefe de policía, había mirado a Olga que afirmó con la cabeza.

.

El Jefe de la Unidad de asalto del FBI estaba explicando la situación en una furgoneta en la que tenían el puesto de mando. Tanto el jefe de policía como el Jefe de operaciones del FBI escuchaban atentamente.

-No hay indicios de movimiento dentro de la casa.

Olga suspiró intranquila.

-Quisiera ver los planos de la casa. Y los planos de todas las casas de alrededor. Estas cuatro casas parece que en un tiempo no muy lejano estaban unidas o pertenecían a la misma comunidad. Ésta de aquí – señaló la edificación que estaba a la derecha, sobre una foto de Google Maps – da la impresión de ser un antiguo almacén o granero, reconvertido después en vivienda. Si es así, habrá pasadizo entre ellos. Pasadizos subterráneos.

-En este claro – abundó Ventura – da la sensación de haber un refugio. Puede que venga desde la Segunda Guerra Mundial. O desde la Guerra fría. Fueron muchas familias las que se lo construyeron con mayor o menor dispendio.

-Es solo una asesina.

-Bueno. Investigó antes de irse a vivir al lado de Carmelo del Rio. Logró entrar en su casa sin que los sistemas de seguridad que tenía instalados Carmelo, la detectaran. Puso cámaras, micrófonos un montón de artilugios con la finalidad de saber todo lo que hacía o hablaba.

-No parece una simple asesina.

-No la ha captado todavía ninguna cámara de la calle. Ni la de los coches de la policía. No hay que subestimarla. En su caso, hacerlo, suele costar vidas.

-Jorge salió con vida.

-Jorge va muy protegido. – afirmó Olga con voz gélida. – El día en el parque, podía habernos costado cuatro vidas al menos.

-Vuelve a estudiar el tema Graham – le dijo Peter Holland al jefe del equipo de asalto. – Pide todos esos mapas. Jefe Roberts – ahora se dirigía al jefe de policía – sus efectivos podrían ir preguntando por el barrio por esas cuestiones.

-Se lo iba a proponer. Según me han contado los agentes que se enfrentaron a ella, les pareció una mujer muy resolutiva, con muchos recursos. Y fue capaz de improvisar y preparar una historia sobre la marcha. La opinión de mis hombres está en la línea que expone la comisaria Rodilla.

-Si la intención era la de matar a ese joven…

-No se equivoque. No quería matarlo. Si no, estaría muerto. Quería llevárselo. Quería respuestas. ¿Sobre qué? Pues ni idea. Deberíamos encontrar a ese joven.

-Me creo que no volverá a cometer otro error. – afirmó Ventura con seguridad.

-Tardaremos al menos una hora en estudiar todo esto.

-Pues nosotros, si no os importa, nos vamos a comer. Tengo hambre – dijo Olga en tono serio. Miró a Ventura que levantó las cejas sorprendido.

-Iros. No podéis hacer nada aquí.

Olga no se lo pensó y salió del furgón. Ventura la siguió.

-Me estás poniendo en un compromiso con mi Jefe.

Olga movió la cabeza apesadumbrada.

-Es cierto. No he sido consciente de ello. Si crees que es lo que debes hacer, quédate. Me he equivocado al hablar por ti. Perdóname.

Ventura se movió intranquilo.

-¿Dónde quieres comer?

-Manda un mensaje a tu padre y dile dónde estamos y dónde podemos comer con seguridad. No me fio de nadie ahora mismo. Y no tenemos inhibidores.

-¿A mi padre?

-A tu padre.

-Luego espero que me lo expliques.

-No creo que necesite explicarte nada.

Olga lo miraba de una forma que no admitía réplica. Ventura la hizo caso. A los pocos minutos recibió un mensaje con el nombre del restaurante y con el camino andando hasta él. Estaba cerca de dónde estaban.

-Apréndete la contraseña, para que no tengas que mirarla en el móvil.

-Llevo toda la vida siendo hijo de mi padre – ahora era Ventura el que habló bruscamente.

-Perdona. Como antes te has hecho el loco … – la comisaria hizo una pausa antes de volver a hablar – Sabes que te aprecio. – Olga había suavizado el tono. Eso hizo que Ventura se relajara.

-Eres imposible, Olga. – dijo sonriendo.

Caminaron a paso vivo hasta el lugar que les había indicado Rodolfo Carceler. Ventura entró el primero y fue al atril donde estaba la jefa de sala. Ésta les saludó con una sonrisa preguntándoles si tenían mesa reservada, a lo cual, Ventura en tono decidido, respondió:

-El granjero fue el culpable de la muerte de su mujer.

El gesto de ella se hizo más amable si cabe. Les hizo una señal para que les acompañara. Les llevó a una mesa al fondo que tenía un cartel sobre ella en la que decía “Reservado”.

-Pueden hablar con libertad. Esas luces que rodean la mesa, son inhibidores de grabaciones de todo tipo. Si alguien les quiere sacar una foto, sus rostros saldrán difuminados. Aquí les dejo la carta.

-Cada vez estoy más perdido – le reprendió Ventura a Olga. – Pienso que no me estás contando nada.

-No te cuento lo que no sé. No puedo contártelo. Hay cosas que … te dije el otro día que tu jefe no parece que esté jugando esta partida en las mismas condiciones que nosotros. Jorge hoy nos lo ha indicado amablemente.

-Amablemente no. Estaba verdaderamente enfadado. Nunca le he visto así.

-Cuando le investigaste ¿Le seguiste muchas veces?

-Sí.

-¿Viste a sus protectores?

-Algunas veces – acabó reconociendo a regañadientes. – No es fácil. Tienes que saber que están para detectarlos.

-Eres bueno.

-Tengo buen maestro.

-Uno de los mejores, es cierto.

-No me has dicho que conoces a mi padre.

-No lo conozco. Lo conoce Javier. Y Garrido.

-No dejáis ni un cabo suelto. Tenéis contactos en todos los ámbitos: políticos, jueces, servicios de inteligencia, policías extranjeras …

-Pretendemos seguir vivos mucho tiempo. Y ganar esta batalla. El padre de Javier la perdió. Y nosotras fuimos testigos de primera línea. Carmen y yo. No queremos que pase lo mismo ahora. Estamos al mando. Muchos policías dependen de nosotros. Ponen sus vidas en nuestras manos. Queremos que tengan la mejor protección posible. Dentro de que es una guerra desigual. Ellos son poderosos y mueven los hilos. Para poder contrarrestar eso, debemos jugar fuerte.

-¿Quién ese esa persona tan poderosa que todas las instituciones inglesas lo protegen? Esa que quiere ver muerto a Carmelo y a Jorge.

-No te lo puedo decir, porque no lo sabemos. Pensamos que es un miembro destacado de la Casa Real. Pero no lo sabemos. Y miembros destacados, hay unos cuantos. Pero puede ser un Primer Ministro, o el Presidente de la City. O del Banco de Inglaterra.

-¿Por eso ese tipo tan bestia se coló en esa fiesta? En la que sacó Jorge a Dani. Para matar a éste.

-Es una posibilidad. Como está muerto, no podemos preguntarle.

-¿De causas naturales?

-Oficialmente sí. Pero creo que alguien le ayudó.

-¿Los protectores de Jorge?

-O sus mismos “amigos” que creyeron que se había convertido en un problema.

-¿Amañaron la autopsia?

-Sí. Su muerte ocurrió en Suiza, cuidado, no murió en España.

-¿No sería Jorge? He oído que el tipo ese le amenazó de muerte.

-Nunca lo haría. No lo necesita. Lo dijiste tú el otro día.

-Una cosa es pensarlo. Otra es comprobar que es cierto.

-Pensaba que lo tenías por cierto. Lo dijiste en tono seguro el otro día.

-Ya. Bueno.

-Ventura. ¿Qué te pasa? De repente pareces agobiado. ¿Qué ha cambiado hoy?

-¿Ya han decidido lo que van a comer?

-Sí, – respondió Ventura a la camarera – dos hamburguesas del nº 3, dos del 6, una del 10 y una de 9. Dos de patatas grandes. Dos mazorcas de maíz y una ensalada de la casa.

-¿Esperan a alguien?

-Llevamos dos días sin comer. – Ventura sonrió con pena.

-Aún así …

-No se preocupe. Mi amiga tiene buen estómago.

-¡Anda! Como si tú no comieras. No se preocupe, que nos lo vamos a comer.

La camarera se fue no muy convencida.

-Me da a mí que nos va a graduar la comida. – se burló Olga.

Ventura se echó a reír.

-Pues nos dará tiempo a que nos entre más hambre y tengamos que pedir otra hamburguesa.

-Creo que ya estamos servidos.

-¿Estás enferma Olga?

-Es que me vas a quitar el placer de mangarte la ultima media hamburguesa.

-Se siente. Ahora dime que piensas que va a ocurrir cuando asalten la casa.

-O que haya huido después de su fracaso con Ethan o que haya un fregao importante de tiros.

-O que esté bien escondida.

-Esperamos que el FBI sea capaz de encontrar unos planos de la zona decentes. Se me ha olvidado decirles que amplíen el radio de estudio. Si se vino a vivir aquí, es que lo había estudiado bien.

-Le mando un mensaje a Holland.

-Sí, mándale. Como cosa tuya.

-¿Quieres que me gane honores?

-Quiero contrarrestar mi error de meterte en una discusión que era solo mía.

-Formamos un equipo.

-Pero tú te vas a quedar aquí. Y estás bajo sus órdenes y bajo su protección. Yo me iré dentro de unas semanas.

-¿Ya no quieres que me vaya contigo?

Olga se echó a reír.

-Claro que quiero. Pero hoy la cosa está muy seria. No quiero agobiarte más. Me he dado cuenta que no tengo derecho a meterte en esta batalla tan … incierta. Ser policía tiene sus riesgos. Todos los días. Pero … nosotros acabaremos por llevar escolta todos. Javier ya la lleva. Jorge y _Carmelo no van a mear sin que les sigan dos de sus escoltas. Miramos debajo de los coches, vamos siempre con chalecos antibalas. Y todo esto no va a ir a mejor. No quiero que tomes tu decisión por mi insistencia.

-Mi padre al final viene el viernes.

-¿Sigues queriendo que me una?

-Por supuesto. Así lo conoces. Así no son solo Javier y Carmen quienes conocen a mis padres.

-¿Como sabes que Carmen los conoce? Antes no la he citado.

-Por lo que dijo el otro día.

-A mí no me lo ha contado – se excusó la comisaria.

-Creo que igual que tenéis secretos con Javier, de la época de su padre, como las excursiones salvadoras de Jorge, vosotras tendréis vuestros pequeños detalles que os guardáis para vosotras.

-Muchas veces no es por tener secretos, es por proteger a esas personas. Ya irás comprobando que saber cada detalle de este caso, puede ser frustrante. Te puede hacer caer en una depresión. En el desánimo. Es la mejor manera de no poder enfrentarte a todo esto.

-¿Y Jorge? ¿Cuantos secretos guarda? ¿El tampoco puede enfrentarse a todo?

-Muchos. Por eso lo quieren matar. Y por eso se ha protegido pareciendo un lelo. Por eso ha guardado bien en un recodo de su cabeza de difícil acceso, gran parte de ellos. Eso le ha permitido seguir adelante, a parte de encontrarse con Carmelo ya en la edad adulta.

-¿No es por sus novelas, por querer robarlas todas? Por lo que le quieren matar, digo.

-Eso es a más. Los disparos, en el caso de Jorge y Dani, vienen de muchos sitios. La amiga que ha aparecido, trabaja para acabar con ellos enviada por los que quieren proteger el prestigio de un personaje que no sabe medir lo que hace con lo que sale por su bragueta. Y que tampoco sabe medir la fuerza con la que pega a los niños o jóvenes que debería proteger. Es un tipo que le gusta dominar. Y para eso se busca a los más inocentes, para sentirse el dueño de la vida de los demás. Pero seguramente, con un adulto de su misma condición, de su misma edad y extracción social, sea un paria, un blandengue.

-Y ese tipo tan poderoso ¿No se le ocurrirá contratar a otro asesino si esta Rosa María, como la llamas, cae?

-Posiblemente. Aunque quizás el MI5 empiece a desentenderse del tema. Y sin el apoyo de esa agencia de inteligencia, puede que no lo tenga tan fácil.

-¿Y el CNI?

-Esos siempre han estado. Ahora han enseñado la pata. Como el MI5, como la CIA, piensan que los demás somos tontos y no nos damos cuenta. El CNI además, tiene muchas … partes, muchas facciones. No todos en su organigrama siguen los designios de Triana, su jefa actual. Ella está vendida desde el primer momento a esos … poderosos … tiene el mismo concepto de salvar el país que te decía antes. Piensa que es salvar a esa gente poderosa, con cargo, que actúa mal. Y que pagan, claro. No se dan cuenta que esos son los que de verdad atacan al país. Si esta organización ha salido indemne todos estos años, es porque la han estado protegiendo. Porque han maniatado a los policías que en algún momento han querido descubrir la verdad.

-Es todo muy complicado.

-Lo es, sí. Ya te lo he dicho antes.

-Aquí tienen.

Para sorpresa de Ventura y Olga, la camarera les había traído casi todo el pedido de golpe. Lo que cabía en la mesa.

-Que pintaza tiene todo. – dijo Olga alegre y salivando.

-Come despacio.

-Sí, papá.

-Que boba eres a veces – se burló Ventura.

-Come. Que si no te voy a quitar …

-¡Ni se te ocurra! – Ventura hizo un gesto con los brazos para proteger sus hamburguesas.

Mientras comían, los dos dejaron los temas de trabajo en un rincón, apartados. Hablaron de otras cosas de las que les solía gustar comentar. De música, de cine, de las cosas que a Ventura le habían sorprendido de la forma de vivir de los americanos. Reconocía que a muchas de esas cosas no se había acostumbrado.

-No es que no me acostumbre. Es que no me siento cómodo. No me gustan. Es otra forma de relacionarse. Hasta los de origen latino o europeo se comportan distinto.

-Pero también es enriquecedor.

-Sí, lo que quieras. A parte, todo es tan grande … las distancias son … pierdes mucho tiempo en desplazamientos.

-Madrid es muy grande también. Antes de venir a estados Unidos, era tu ciudad.

-Quizás ya estaba hecho a ella. Pero no sé, en tu entorno, puedes encontrar casi de todo a distancias razonables. Si quieres comer en el Diverxo, pues vale, puedes tener que hacer una distancia grande. O si quieres ir a un musical en la Gran Vía. O para trabajar … pero es que aquí, todo parece estar a kilómetros. Llega a agobiar a veces.

La camarera les llevó las últimas hamburguesas. Y les puso otras dos raciones de patatas a cuenta de la casa. Ventura se echó a reír porque la mujer les miraba casi como si fueran extraterrestres.

-Menuda idea se está llevando de nosotros.

Siguieron comiendo con tranquilidad. Parecía que todo lo que les había pasado ese día les había dado todavía más hambre de la que solían tener. Ventura tuvo la tentación de pedir algo más de comer, pero Olga le disuadió.

-Tomemos un postre que nos guste a los dos, que si no, a esa mujer la vamos a volver loca. Luego cenamos como Dios manda.

-Tampoco hemos mentido antes. Ayer apenas comimos y no cenamos más que un perrito caliente en ese puesto frente al hotel.

-Es que el hotel de esta vez, nos pilla más lejos … y no hay nada alrededor.

-¿Ves lo que te decía antes? Y con lo cansados que solemos acabar, da pereza buscar un sitio para cenar como nos gusta.

-La verdad es que con el tute que llevamos, se agradece algo cercano.

Ventura recibió algunos mensajes.

-Están asaltando la casa.

-Crucemos los dedos – dijo Olga.

-¿Vamos?

-Para qué. No pienso entrar a pegar tiros. Ya nos avisarán cuando acabe el asalto.

Ventura se echó a reír.

-Y luego os metéis con Javier que en los asaltos se va al bar.

Olga se unió a la carcajada.

-Te quedas con todo, cabrón.

-Es lo que debe hacer un policía.

-¿Ves por qué quiero que te vengas?

-¿No habíamos quedado en que te habías rendido? ¿Ya se ha acabado la tregua?

-Lo de antes ha sido solo un momento de debilidad.

Ventura volvió a recibir unos cuantos mensajes.

-Peter Holland requiere nuestra presencia.

-¿Dice algo de lo que ha pasado?

-No.

-¿Nos trae la cuenta por favor?

Ventura sacó su tarjeta de crédito para pagar.

-Su padre ha pagado la cuenta. Me ha pedido que le recuerde que han quedado a comer el viernes. Los tres.

Ventura no supo que decir. Olga tomó la palabra.

-Transmítale que no se nos ha olvidado. Muchas gracias por todo. La comida estaba muy rica. Si nos pilla en Winston, esté segura que volveremos.

-Les esperamos con los brazos abiertos.

.

Anduvieron a paso rápido. Olga estaba intranquila. Los dos lo estaban. Los mensajes de Holland, habían sido muy crípticos.

Al llegar, las caras que vieron no eran las que se esperaba de una operación que había salido bien. Los gestos eran de frustración. Había llegado otro equipo del FBI. Olga reconoció a los agentes especiales con los que habían compartido vuelo a Nueva York cuando fueron a ver al hermano de Sergio. Nada más ver a Ventura, se metieron con él.

-Venturita, mira a ver que nos haces perder el tiempo. A ver si de una vez el Jefe se da cuenta de lo inútil que eres y te manda de una patada a España.

Peter Holland apareció por sorpresa. La mirada que les lanzó a esos agentes, les hizo callar de inmediato.

-Mirad la pantalla a ver si aprendéis algo – les dijo en tono duro.

-¿Qué ha pasado Peter? ¿Habéis encontrado los planos de este grupo de edificaciones? ¿Túneles, refugios?

-Mis hombres no han encontrado indicios de nada de eso. Hace un rato, los policías de la ciudad que preguntaban casa por casa, han escuchado algunos comentarios que afirman que los había.

-Chorradas de viejos – contestó el que siempre le había parecido a Olga el jefecillo de ese grupo de agentes.

-O sea que damos por hecho que los hay – dijo mirando de forma despectiva al grupo.

-Yo lo tendría presente, sí – el jefe del equipo de asalto se adelantó a Peter Holland. La mirada que les dedicó a esos agentes no era precisamente de admiración. – Parte de mi equipo se ha puesto a investigarlo con la policía de la ciudad. Han ido al Ayuntamiento.

-¿Y que ha pasado? No me has respondido – Olga miraba a Mr. Holland.

-Prefiero que saquéis vuestras propias conclusiones.

-¿Ha habido heridos?

-No tranquila. Id contando vuestras impresiones. Jimmy os irá grabando.

Olga fue a hacer un comentario, pero se arrepintió. Le daba la impresión de que iba a dar una clase a todos esos agentes y no le parecía justo. No, porque el examen parecía ser a Ventura. Un miembro del equipo de CSI les acercó las fundas para los zapatos y un gorro para el pelo. También les dio unos guantes de látex.

-¿Vamos?

Olga asintió con la cabeza. Ventura tomó la iniciativa y fue delante.

-El asalto ha sido por aquí. Cuatro miembros. Dos cubriendo. Han derribado la puerta con explosivos. En los goznes y en la cerradura. Luego han empleado ariete para apartarla.

Entraron en la estancia. En el suelo había un cuerpo. Ventura y Olga iban pisando las huellas de los miembros del equipo de asalto. Olga señaló las ventanas.

-Gases. Todavía se puede percibir el olor. Hay otro olor que …

Ventura se puso en cuclillas al lado del cadáver. Hizo una mueca y se puso la mascarilla. Olga le imitó.

-Lleva muerta tres días.

-¿Tanto? – preguntó Olga. – El color me da la impresión de que … yo le echaría dos días. No mucho más.

-Hace fresco. Y por la noche haría más. Esa ventana no la han roto al tirar los gases, ya estaba rota de antes. Aquí todavía refresca mucho por la noche, ya lo has comprobado estos días. Y ayer apenas llegamos a los doce grados al mediodía. Yo diría que murió por la noche, hace dos días y unas horas. Mira, está encendida la luz de esa mesa. La pillaron leyendo. El libro tirado en el suelo. Estaba tomando un té helado. Las huellas que deja la mano al coger un vaso muy frío.

Olga se acercó al vaso y olió el contenido. Era té, sí.

-Té, canela y cardamomo.

Ventura volvió a ponerse en cuclillas. Fue apartando la ropa de Rosa María con apenas dos dedos. Iba buscando los disparos.

-¡Joder! – exclamó sorprendido.

-La dispararon en cada pierna. Luego en los brazos. En los hombros. Y para acabar en la frente. Un veintidós largo. Con silenciador.

-Arguméntalo.

Ventura se acercó a la mesa en donde estaba el vaso que parecía estar bebiendo cuando asaltaron la casa. En él había un proyectil que sacó con cuidado utilizando una pequeña navaja que llevaba en el bolsillo del pantalón. Hizo una seña a la del CSI para que le trajera unas pinzas y una bolsa de pruebas. Cogió la bala con las pinzas y la levantó.

-Esas estrías con características.

-Has dicho lo del silenciador antes de ver la bala. En los casquillos, eso no se puede ver.

-¿No escuchas el eco? Aquí resuena todo mucho. Si hubieran disparado sin silenciador, se hubieran enterado todos los vecinos. Pero … nadie parece haberse enterado.

Ventura se levantó y miró a su alrededor. Miró el suelo. Miró los casquillos.

-Todo está trucado. No la han matado aquí. Eso era evidente porque no hay sangre. Pero estos casquillos … están tirados a tún tún. El asaltante, de haber estado aquí y haber hecho su trabajo aquí, todos los casquillos estarían en este lado. La dispararon desde la derecha. Esos casquillos en el otro lado no pegan. Además, cuando la dispararon en la pierna derecha, se arrastro unos metros. El asesino quería hacerla sufrir. Posiblemente lo mismo que ella hizo sufrir a sus víctimas. El tipo la siguió mientras ella intentaba llegar a alguna de las armas que seguro tenía en reserva distribuidas por la casa. Fíjate en las manos. Tienen como polvo de cemento. Están raspadas. No se ha arrastrado en este parquet. Él estaba tranquilo, posiblemente porque había entrado antes y se las había guardado todas.

-¿Por qué piensas eso?

-Porque la dejó hacer. Si no la disparó antes, es porque estaba seguro de que no iba a encontrar lo que buscaba, algo con lo que defenderse. Se entretuvo en ello. A lo mejor la preguntó, aunque seguramente sabía que ella no iba a responder.

Volvió a agacharse y la miró la boca.

-Sigue.

-No se tomó la cápsula de cianuro. La tiene en el diente postizo. Hasta el final creía que podía revertir la jugada. Nunca dejó de pensar que era más lista que su asesino. Confiaba ciegamente en ella.

-¿El asaltante?

-Es un profesional. Luego, la disparó en la pierna izquierda, por detrás. Luego ella, se giró para mirarlo. Querría engatusarlo, engañarlo, convencerlo. Le ofrecería dinero, una posición, trabajar para el MI5 o para la KGB o los israelíes. Pero el asesino tenía muy claro cual era su misión. Tengo la impresión de que aunque fuera un encargo, él estaba convencido de que era lo que había que hacer. Y estaba convencido de llevarla a cabo. No, ella escuchó algo mientras leía y salió corriendo. El tipo no entró por aquí.

Ventura salió por una puerta que parecía llevar a la cocina. Ésta estaba a la izquierda. Entró en ella pero enseguida salió.

-Fue aquí.

-¿Qué fue aquí?

Ventura sacó una linterna y señaló el suelo.

-Si empleamos la lámpara especial, descubriremos que es sangre. El asesino limpió parte del escenario. Pero sin esmerarse.

-¿Para poner un examen a la policía?

-Si lo ves muy claro, si sigues estrictamente los protocolos que estudiamos, podría haber colado. Salvo que alguien hubiera visto algo fuera de lugar y ese alguien tuviera atribuciones para llevar la investigación por otro lado, esto podría haber quedado en un asalto para robar, y ya.

Ventura empezó a mirar la pared con detenimiento. Fue enfocando la linterna recorriéndola poco a poco. Olga le dio un golpe en el hombro y le señaló a la derecha. Ventura dio un paso hacia atrás y vio lo que le señalaba Olga. Era un reflejo que no veía desde su posición primera. Tocó con cuidado la pared. Metió las uñas en una rendija y tiró hacia él. Una parte de la pared se abrió hacia el lado izquierdo. En frente, había un detector de movimiento. Era el reflejo que había visto.

-Tiene que haber en algún sitio un ordenador que controle todo estos dispositivos. En la puerta había otro. Y en las esquinas de la cocina. Ni en el cuerpo ni en las mesas he visto el móvil de esta mujer. Eso es raro. Lo debería tener cerca. Sería el mejor sitio para recibir las alarmas silenciosas.

-Habrá cámaras también. Serán de las pequeñas. El móvil se lo llevaría el asaltante. Puede que si tienes razón, luego buscara las respuestas que no le dio la amiga Evelyn.

-Con un poco de suerte, todo estará grabado.

-Solo hay que encontrarlo. Eso puede durar mucho. Estoy convencida de que hay un intrincado laberinto de túneles, cuartos secretos … Si ha seguido con su misma táctica, con la que empleó con Carmelo, todo estará plagado de cámaras y trampas. Alarmas silenciosas. Sensores. Trampas incluso. Las había en su casa de Madrid, según me contó Carmen.

-El que vino a matarla, debía conocerla muy bien.

-Ella era una profesional, y el que la mató, también lo es. Vete tú a saber si alguna vez trabajaron juntos.

-Yo creo que esta mujer trabajaba sola.

-No sé que decirte. No lo apostaría a ganador.

-¿Sería de la competencia? Me parece más posible.

Olga se quedó parada. Levantó un dedo y volvió al salón, donde estaba el cuerpo. Ventura la siguió.

-Hay otro olor que no acabo de distinguir.

Ventura asintió con la cabeza.

-Es gas. – dijo al cabo de un rato.

-Que alguien cierre la entrada del gas ciudad. – pidió Olga a los CSI que estaban esperando a que ellos acabaran. – Esto puede ser un intento de destruir todo el edificio.

-¿Y quien lo puso en marcha? ¿El asesino?

-¿Tú que piensas?

Ventura se quedó callado.

-No. Es de ella. Ésto a lo mejor se ha puesto en marcha cuando entró el equipo de asalto. Una de esas trampas de las que hablabas.

-¡Qué alguien abra las ventanas! – volvió a pedir la comisaria. – Y que traigan un detector de gas.

-¿Vamos por ese pasadizo?

-Vamos, sí.

-Estoy pensando – dijo Ventura antes de meterse en la abertura de la pared. – ¿Y si ha venido alguien después? A lo mejor al ver el despliegue. ¿Y si Rosa María no trabajaba sola después de todo? Podría tener un satélite a una cierta distancia. Para guardarle las espaldas.

-No se las guardó muy bien.

-Pero puede hacer de limpiador. Para que no descubramos lo que sabe o lo que busca. Para que no encontremos su rastro, sus órdenes.

-Eso tiene sentido.

Ventura se adentró en la pared. A los pocos metros, había una escalera bastante ancha: cabían dos personas a la vez.

-No corras tanto, Ventura. Despacio. Mira bien dónde pisas. Paso a paso, como las muñecas de Famosa.

-¿Las muñecas de Famosa?

-Nada. Eres demasiado joven y hombre. No verías esos anuncios.

-¡Ah! Pero se lo he escuchado a mi madre cien veces.

-Despacio, querido. – recordó la comisaria trayendo la atención de Ventura a su presente.

El agente del FBI la hizo caso.

-Vete tocando las paredes, a ambos lados.

Olga, por instinto y sin ser consciente de ello, se había llevado la mano a la pistola. Le había quitado la cinta que la ataba a la funda y le había quitado el seguro.

Como a unos diez escalones, había un pequeño descansillo. Ventura estaba en él. Se giró para mirar a Olga. Al verla con la mano en la pistola, se extrañó. Pero confiaba en ella, y él fue a hacer lo mismo, pero no le dio tiempo. Detrás de él, la pared se abrió y apareció un hombre que le rodeó el cuello y le puso una pistola en la sien. Olga acabó de desenfundar su pistola y le apuntó decidida.

-¿Y ahora qué, comisaria Rodilla? – le dijo el hombre mirándola a los ojos. – Tu agente de enlace va a morir. ¿Cómo lo ves?

-¿Te conozco? No te recuerdo. ¿Por qué no te quitas el pasamontañas para que sepa con quien hablo?

-¿Cómo te sientes al saber que vais a morir los dos?

Olga sintió que el olor a gas era más intenso.

-Algún día tenía que llegar. – dijo en tono tranquilo. – Pero si me conoces, sabes que no me voy a rendir.

-No te vas a atrever a disparar. Un ligero movimiento mío y matarás a tu amigo. Te ha caído bien el renegado.

Olga pensaba a gran velocidad. Se dio cuenta que esa voz la conocía. La había escuchado hacía poco. Solo tenía que recordar donde.

-Dime que quieres.

-Nada. Solo veros morir.

-Mi amigo no creo que te haya hecho nada. Mátame a mí.

Olga estaba escuchando como detrás de ella, al menos hasta la puerta, había llegado de nuevo el equipo de asalto del FBI. Pero aunque la escalera era relativamente ancha, no se iban a atrever a bajar para ayudarla. La pondrían en peligro. Ella tenía alguna posibilidad, porque el chaleco que llevaba por dentro de su vestimenta, la protegería. Ese hombre debería apuntar a la cabeza, y no solía ser la opción que tomaban los que no eran grandes tiradores. Tirar al cuerpo daba más opciones de éxito. Ventura era otro cantar. Aunque Olga estaba convencida de que ese sería su segundo movimiento. Porque el destrozo que haría en la cabeza de Ventura al dispararlo con el cañón pegado a su sien, lo desequilibraría y lo llenaría de sangre y material cerebral. Eso lo dejaría vendido durante unos segundos que serían fatales para él. Sería un objetivo claro.

-Diles que no se muevan. A tus amigos militares. Podemos morir todos. Hay suficiente gas aquí abajo para hacer una bonita explosión. Una chispa de una bala sería suficiente para dar calor a todo el barrio.

-Tranquilo, no se van a mover. Son profesionales y lo saben. Y me conocen y saben que no necesito a nadie.

-Siempre has sido un poco chula.

-Me lo dicen a veces. Creo que es infundada esa opinión. Solo soy así, cuando me enfrento a inútiles presuntuosos y a traidores. Y te …

-¿Me estás llamando traidor? – le interrumpió el hombre encapuchado.

-… diría más: es una opinión machista. – Olga no atendió a la pregunta y siguió con su discurso – Me lo dices porque soy mujer. De un hombre dirías que está seguro de sí mismo, como un halago. ¿Isabel no te enseñó eso? Evelyn, perdón.

-¡¡Contéstame, zorra!!

-Sí. Hace unos días preguntando a Jorge por si iba a publicar una novela sobre el malo de “deLuis”, le dijiste “Hay que darle palpelo”. Y ahora … bueno, Enrique. Íbamos a preguntar a Tirso por los traidores, y mira por donde, no va a hacer falta. ¿Eso es lo que te llamaban cuando hacías de paje de un Rey? Porque pienso que es a lo más que llegarías. ¿Viste a algún Dios en acción? No creo. O a lo mejor no llegarías ni a paje, por eso ahora es cuando te sientes bien. Teniendo el control, al lado de Evelyn. ¿Cómo te reclutó? ¿Estuviste con ese que tiene tanto empeño en cargarse a algunos de tus antiguos compañeros? ¿Qué vieron que le da tanto miedo a ese tipo?

-¿Traidor yo? Vosotros que no sabéis hacer vuestro trabajo. Muchas preguntas pero no tenéis ninguna respuesta. Que sois unos inútiles que habéis permitido que a nosotros nos hicieran de todo. Que no habéis sabido pararlo. ¡¡No – Habéis – Querido!! Esos hijos de puta que nos llenaron de drogas, que nos machacaron a golpes. Solo he tomado la decisión más lógica: Unirme a los que tienen el poder, los que controlan.

-¿Y por eso te has unido a ellos? ¿Qué pretendes Enrique?

-Me he unido a los líderes, a los jefes. Solo eso.

-¿Has pensado como vas a salir de aquí? Puedes matar a Ventura. Puedes matarme a mí. ¿Y después?

-No sabes nada, comisaria. Te crees muy lista, como ese Jorge de los cojones. Como este inútil del FBI. Con su cara avinagrada. Mirando a Ethan con ganas de follárselo. Es uno de ellos, seguro. Uno de los “clientes”. Con su corbata de doscientos euros. Y sus gemelos de oro. ¡¡Puto engreído!!

-Ese inútil ha descubierto este pasadizo. Iba camino de descubrir tus secretos y los de Evelyn.

-Eso no va a pasar. Moriréis todos antes de que eso pase.

-¿Qué tal si sueltas a Ventura y lo hablamos? Creo que …

-No te van a servir conmigo tus dotes negociadoras. Ventura va a morir y tú, si no subes esa escalera, también. Tengo buena puntería. Y soy rápido.

-Vale – de repente Olga dejó de apuntar a Enrique y se relajó. Hizo algunos gestos con la cabeza, para relajar el cuello. Se quedó mirando a la pared en el lado contrario al que estaba la abertura por dónde había aparecido el socio de Rosa María. Se masajeo con la mano esa parte del cuello. – Me subo las escaleras si Ventura viene conmigo. No es necesario que salga nadie herido. Te damos tiempo para que te vayas por dónde has venido.

-Lo siento, comisaria. Evelyn te tenía muchas ganas y voy a honrar su memoria.

-¿La has matado tú para escalar peldaños en tu carrera?

-¡Noo! ¿Estás loca? Pero no te preocupes, cogeré al que lo ha hecho.

-No lo harás. Es mucho mejor que tú.

-No me conoces.

-Pero lo conozco a él. Nunca lo hemos pillado.

-Vosotros porque sois unos inútiles.

-Venga, deja a Ventura …

Olga percibía cada vez más el olor a gas ciudad. Sabía que Enrique estaba haciendo tiempo.

-Lo siento Olga.

Enrique levantó el arma y disparó a Olga sin pensarlo más. Uno, dos … tres disparos. Luego disparó hacia las escaleras, hacia abajo. Un rugido parecía estar creándose en el fondo de ese túnel. Y el olor a gas cada vez era más intenso.

.

Cuando Carmelo recibió el mensaje, tardó en reaccionar. Ver en la pantalla el nombre de Quim Córdoba lo desconcertó. Hacía muchos años que no escuchaba o veía ese nombre. Ni siquiera recordaba que lo tuviera entre sus contactos. Si unas horas antes, alguien le hubiera preguntado por él, hubiera respondido que estaba muerto.

Volvió a recibir otro mensaje desde ese número. Era una dirección con sus coordenadas GPS. Se trataba de un sanatorio que parecía estar en las afueras de Illescas, en la provincia de Toledo.

Dudó sobre como actuar. Quim … había sido su amigo. No se atrevía a recordar las cosas que habían vivido juntos. Estaba seguro que esos recuerdos le iban a poner melancólico, en el mejor de los casos. Barajó la idea de llamar a Jorge y contarle, pero el escritor ya tenía bastantes follones en ese momento. Carmelo estaba preocupado a causa de ello. Se ponía en peligro cada vez que salía de casa. Y eso no era lo que más le preocupaba: su salud física y mental, eso sí que le preocupaba.

Tras pensarlo casi media hora, se decidió por escribir a Sergio Romeva. Éste no tardó en llamarlo.

-¿Vas a ir? – le preguntó a bocajarro.

-Era mi amigo. ¿Tú que harías?

Su voz al decir eso, denotaba lo perdido que estaba. A Sergio le recordó el Carmelo de doce años, cuando estaba en confianza, sin cámaras delante o personas no cercanas.

-Debes prepararte. No está bien, Dani. Su cabeza … a veces se pierde. Las drogas le dejaron graves secuelas, a parte del trauma por lo que vivió. La mayor parte del tiempo vive en un mundo al que no podemos acceder los demás.

-Siento que le debo algo, Sergio. Si después de estos años y si dices que está mal, saca fuerzas para escribirme y pedirme que vaya a verlo, no puedo … pasar del tema. ¿O sí? Tú lo conoces. Y parece que sabes de su estado.

-No te digo que no vayas. Solo te prevengo de lo que te vas a encontrar. Si lo recuerdas … tal y como era cuando trabajabais o ibais por ahí … no es la misma persona. Y una parte de él te odia profundamente. La otra, sigue enamorado de ti.

-¿Por qué? ¿Le hice algo? ¿Estaba enamorado de mí?

Sergio suspiró al teléfono.

-No me extrañaría que de los otros cien con los que te cruzaste y a los que les rompiste el corazón, no te dieras ni cuenta. No eran más que esos con los que te acostaste una noche y a los que después, apenas saludabas. Pero de Quim, con el que compartiste trabajos, juergas, peleas, drogas … con el que repetiste en lo de follar, uno de los pocos … Esperaba que de él si fueras consciente de sus sentimientos por ti.

-No la verdad. No recuerdo haber visto ese sentimiento en él. Y de todas formas … sabes que entonces no me … no estaba preparado para eso.

-Siempre has estado esperando a Jorge. Es lo que dices.

-Es la verdad. Es al primero que … no he amado a nadie más que a él, te lo juro. ¿Y por eso me odia? ¿Porque no le correspondí?

-Saliste del agujero. Él no. Piensa que lo dejaste a su suerte, cuando siempre habíais sido amigos. Tú, Ro, Quim, Biel, Remus, Hugo … y alguno más que ahora no me sale. Les diste la patada. Él lo ve así.

-Sería más bien que la vida lo mismo que te acerca a alguien, te aleja. No creo que “les diera la patada”.

-Da igual. Es una discusión estéril. Ninguno de ellos tiene la cabeza como para recordar esa época. Biel podría, pero creo que ha guardado en un oscuro rincón de su cabeza esos días. Y bien que ha hecho. Si no, hubiera acabado como Quim o como Hugo. O como Remus.

-Hugo no parece que esté mal. Ese Remus no lo recuerdo. Sería de antes del olvido.

-Sería. – Sergio había decidido zanjar el tema. Era claro que la cabeza de Carmelo había hecho la elección de apartar a esas personas de su memoria. Seguramente fue lo mejor para su salud mental.

-¿Entonces quieres ir a verlo?

-Quizás me recuerde, o mejor dicho, me haga volver a darme cuenta de la suerte que he tenido. Podía haber acabado como él.

-Pero no lo hiciste.

-Posiblemente eso pasó por ti y por Jorge. Me sujetasteis cuando estaba a punto de caer en el abismo.

-Alguna decisión tomaste que ayudó. Alguna que me sacó de la cama en horas intempestivas para que te diera el teléfono de Jorge.

-Pegarme a Jorge. En cuanto lo conocí en esa fiesta de año nuevo, sentí que estaba a salvo. Que sus brazos fuertes me agarrarían si tropezaba. Dejé de necesitar las drogas. Dejé de necesitar desayunar un whisky. Jorge era mi droga. No necesitaba nada más.

Sergio lo organizó todo para un par de días después. Tuvo que mover algún compromiso propio y alguno de Carmelo. Éste pasó a recogerlo a media mañana por la agencia. Sergio se subió al coche y sin decir nada, cogió la mano de Carmelo. Éste estaba nervioso, aunque había conseguido que no se notara. Pero Sergio lo conocía muy bien. No estaba convencido de que ir a ver a Quim fuera buena idea. En el fondo, pensaba que sería bueno para Quim. Ya le tocaba que le prestaran atención. Todo el mundo se había olvidado de él. Ni su familia, ni sus amigos, se acordaban. Ninguno iba a verlo. Para todos, Quim había muerto hacía muchos años. De alguna forma había sido así. Su vida era meramente contemplativa. Había temporadas que leía algo, o veía algo la tele. Pero otras, estaba sumido en un estado semi letárgico en el que solo era capaz de mirar por la ventana y mal comer, muchas veces forzado por alguno de sus cuidadores.

Apenas hablaron en el trayecto. Carmelo parecía haber vuelto a su adolescencia. Tenía los mismos tics que entonces, la misma mirada enfurruñada mientras fingía estar disfrutando del paisaje que bordeaba la carretera. Un ligero balanceo continuo de sus piernas era su forma de mostrar su inseguridad ante lo que iba a afrontar.

De repente, Carmelo soltó la mano de Sergio a la vez que dejaba de mover las piernas. Su mirada estaba clavada en un hombre que estaba en la puerta, mirando la caravana de coches. Sergio miró en esa dirección y vio a Quim. Había hablado con el centro y le habían dicho que llevaba un par de días saliendo a la puerta a esperar una visita.

-Parece muy importante para él – le dijo su médica.

-¿Y cómo está?

-Parece desanimado. Yo creo que se ha dado cuenta de que no tiene empuje para salir de este estado. Tengo el temor de que haya tirado la toalla.

-Sus avances son mínimos en todos estos años.

-Si recuerda usted cuando lo trajo, nadie daba una peseta porque viviera los ocho años que ha vivido.

-No deja ser poco más que un vegetal.

-Discrepo. Cada vez tiene más temporadas en que su actividad remonta. Temporadas que son más largas. Nos falla su gente. Solo usted se preocupa, solo usted viene a verlo. Quizás esa persona que viene …

-A esa persona la amaba. Recibió como respuesta, un manotazo para apartarlo de su vida. Creo más bien que le ha pedido que venga para hacerle pagar.

-Si tiene ganas de venganza, no diría que es un avance … pero al menos …

-¿Y qué mejor venganza que hacerle sentir culpable por su estado y por su …muerte?

La psiquiatra se quedó callada al otro lado de la línea telefónica.

-Estaremos atentos. – detrás de esas palabras de la doctora, Sergio sintió un suspiro de preocupación.

-Parece conocerlos usted muy bien.

-Por desgracia, he visto muchos juguetes rotos, doctora. Y el caso de estos, lo viví muy de cerca y con un dolor inmenso y un sentimiento de impotencia infinito.

-Decidió cuidarlo, ocuparse de tuviera los mejores cuidados. Paga sus facturas.

-Con algún amigo suyo, no fui lo suficientemente eficaz. Y lo perdí irremediablemente. Quim … usted lo ha dicho antes: no tiene a nadie. No quería tener otra tumba a la que llevar flores de vez en cuando. Eran jóvenes, atractivos, con talento. Trabajadores. No quería que otro más acabara con su vida con una jeringuilla pinchada en sus venas o estrellado contra el coche de debajo de su ventana.

Cuando los coches pararon delante de la puerta, fue a Quim al que le entró un temblor por todo el cuerpo. No podía apartar la mirada de Carmelo. Sonreía feliz. Carmelo se fijó que las comisuras de sus labios estaban blanquecinas. Sabía que era a causa de que a veces, la medicación le hacía babear y no era consciente de ello. Aunque su aspecto general era aseado y alguien del personal parecía haberse ocupado que tuviera buena presencia. Carmelo tuvo la certeza de que él, por sí mismo, no era capaz de ocuparse de ese tema. A parte de que le diera igual.

Carmelo se demoró unos instantes en bajarse del coche. De repente le había entrado un poco de flojera. Se había preparado mentalmente para ese encuentro, pero no parecía haberlo hecho bien. Por mucho que Sergio le hubiera avisado, no estaba preparado para encontrarse con un hombre de su edad que parecía, por su aspecto, que pudiera ser su padre. Estaba seguro que cualquiera que no lo conociera, le podía echar cincuenta años.

Sergio tomó la iniciativa y una vez se bajó del coche, fue directo al encuentro de Quim. Era claro que el representante era una persona querida para él. Sergio procuraba ir al menos tres veces al mes a pasar la tarde con él. Aprovechaba y le llevaba algunas de las cartas que le seguían enviando sus fans de su época de actor. Las leían juntos y Sergio le ayudaba a contestarlas. Sergio las escribía poniendo las aportaciones de Quim y al final él las firmaba.

Se abrazaron y Quim le besó repetidas veces en la mejilla. Sus ojos brillaban a causa de las lágrimas que los inundaron. Carmelo se decidió a salir del coche. Fijó la mirada en los ojos llorosos de su antiguo compañero. Algo por dentro del rubito se quebró. Se lo podía haber imaginado cientos de veces en esos años, pero … la realidad era mucho peor. Ese podría haber sido él. Cuando Sergio rompió el abrazo, Carmelo lo sustituyó. El llanto de Quim se hizo más intenso. Todo su cuerpo temblaba al ritmo de sus sollozos. Carmelo lo besó un ciento de veces por toda la cara. Se separó un momento de él, le cogió la cara con sus manos y le besó en los labios. Le dio igual los restos de baba, las lágrimas que surcaban las mejillas de su amigo. Volvió a mirar sus ojos. Supo que Quim quería despedirse de él, porque había tomado una drástica decisión. Intentó transmitirle con sus ojos que aguantara. Que todo podría cambiar.

-Sigues de rubio, Dani.

Éste sonrió. Su voz le había sorprendido. Ronca, sin alma, como Jorge solía definir el habla de muchos damnificados de ese mundo. Sonrió también porque recordó que Quim, antes que Jorge, solía meterse con su decisión de teñirse de rubio.

-Lo sigo haciendo para fastidiarte, no te creas. Recuerdo que no te gustaban nada los rubios.

-Era por ese hijo de puta alemán. Me recordabas a él.

-No jodas. No recuerdo a ese tipo, pero seguro que yo soy más atractivo y bastante mejor persona.

-Las dos cosas son verdad. Aunque, tú entonces eras también un cabrón. A otro estilo, pero cabrón. Era la única forma que había que pudieras ganarles. He leído a Roberta Flack que te has reformado. Debe ser porque te has enamorado. Del escritor.

-Pasemos dentro – dijo Sergio poniéndose en medio de ellos y empujándolos ligeramente hacia el interior de la residencia. – Podíamos ir al jardín de detrás. Hace buen día – les propuso el representante.

Sergio no les dio opción. Les fue guiando con paso firme hacia el interior del sanatorio. Y por dentro, inició una plegaria a los dioses del Olimpo, como hubiera dicho Jorge en un ataque de dramatismo, porque esa reunión saliera bien.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 96.

Capítulo 96.-

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Jorge, cuando Carmen y Sergio partieron hacia Madrid en uno de los coches, sacó su portátil de su bandolera y se puso a escribir. Dudaba del tiempo que iba a tardar en aparecer la madre de Sergio.

Había aprovechado el viaje para repasar algunas de las cosas que escribió en la época de Nati Guevara. Esa especie de Episodios Nacionales como llamaba a veces con mucha guasa a los relatos que escribía describiendo algunos lances de su vida. Pero no había encontrado la mayor parte de esos relatos. Por ejemplo, el de aquella discusión que tuvo con ella a raíz de lo sucedido en aquel rodaje, y la que tuvo cuando Carmelo la vetó en otra película, fueron intensas y duras. Ahora no esperaba otra cosa.

Se desesperó por ello. Le hubiera gustado recordar esas entrevistas con precisión. Había algunas cosas que no acababa de centrar en su memoria.

Nati Guevara siempre había sido una persona manipuladora. Una persona con un amor superlativo al poder y al triunfo. Siempre había sido ella la primera en su lista de preocupaciones. También la segunda, la tercera … de hecho, Jorge siempre había pensando que en esa lista no había nadie más. En aquella época no había sabido que estaba casada, mucho menos que tuviera hijos. Lo había guardado en secreto. Carmelo parecía que sí conocía al menos que estaba casada. Pero él no fue consciente de ese hecho. Y desde luego, lo de sus hijos, lo había llevado con suma discreción.

Ese día, parecía que no tocaba tampoco conocer a su marido, porque el Sr. Plaza al parecer estaba fuera de España. A Jorge le resultaba divertido que en una época de restricciones en los viajes a causa de la pandemia, los que interesaba que estuvieran quietos, estaban más entretenidos que nunca paseándose por el mundo. En ese gremio también incluía a Cape. Era curioso lo rápido que había cambiado de parecer respecto a su amigo. Ahora veía todas sus acciones desde un punto de vista crítico. Hasta hacía apenas unas semanas, todo lo miraba desde el apoyo completo a sus decisiones y opiniones.

Jorge dejó un rato de escribir. Sacó el móvil y llamó a Carmelo. Desde un par de mensajes que le había enviado casi al salir de Madrid, no había sabido nada de él. Y le preocupaba. No había medido adecuadamente los secretos del pasado que podían salir en la reunión con Sergio Romeva. Muchas de esos episodios que habían salido a relucir, como la paliza esa que le dieron o la película que estaba rodando y que hubo que cambiar completamente la historia para adaptarla al estado físico de Carmelo … no había caído hasta esa mañana que Carmelo nunca hablaba de esa película, mucho menos de ese rodaje. Posiblemente porque le resultara doloroso. La ignoraba completamente. Y no podría alegar, en caso de preguntarle la razón, que no se acordaba, porque estuvo dos años recibiendo premios por ella. La película acabó en el festival de Cannes y allí ganó el premio a la mejor película y al mejor actor, el propio Carmelo. Estuvo muchos días en el Festival concediendo un ciento de entrevistas. Recogió su premio. Y fue a recoger casi todos los que siguieron a ese, como siempre hacía, aunque fuera en un aparente festival de cine en un pueblo con apenas habitantes.

Pero posiblemente en este caso, Carmelo viviera de lo que le contaban sus amigos y allegados. Posiblemente Sergio Romeva tuviera mucho que ver contándole lo que sabía que no podía hacerle daño. Y se guardaba las cosas que podían afectarle. Carmelo parecía un hombre decidido, que controlaba el escenario de la vida que llevaba. En realidad, era un hombre vulnerable, con muchos episodios en su pasado que le hacían débil. Episodios unos, olvidados por aquella famosa terapia del olvido, que nadie aseguraba conocer, y los posteriores, por decisión propia de Carmelo, con la ayuda de las drogas que se metía en aquel entonces.

Marcó cuatro veces el teléfono de Carmelo, pero en ninguna obtuvo respuesta. Le mandó un par de mensajes, bromeando … tampoco recibió respuesta. Iba a llamar a Flor, que sabía que se había quedado a cargo de la escolta de su rubito, pero una mujer bien vestida y con aires de Reina madre, entraba en ese momento en el bar. Era claro que el telón de esa obra de teatro estaba a punto de levantarse.

Jorge reconoció al instante que por Nati Guevara no había pasado el tiempo. Era la misma que recordaba perfectamente en su última discusión justo antes de que anunciara su retiro de la actuación, según ella para cuidar a su familia. Era gracioso que se retirara cuando sus tres hijos ya no eran unos bebés. Sergio tendría siete años o así. La mayor tendría casi quince. Pero después del veto de Carmelo, y la batalla que se desarrolló después, no le dejó otra opción. Quedó muy claro que toda la industria se puso en su contra. Que en esa película, nadie, ni técnicos ni el resto del elenco, ni siquiera el director, la apoyaron. Intentó que el productor diera un golpe en la mesa y echara a Carmelo y lo cambiara por Biel. Otra vez Biel, gracias a su amistad con su madre. Pero el productor, muy a su pesar porque se decía que tenía un rollo con la Guevara, miró su bolsillo y decidió que su apuesta era Carmelo. Muchos de los técnicos que había podido contratar, de trabajar la Guevara en la película a no hacerlo, era un 50% de ahorro en sus sueldos.

Su reacción, a parte de retirarse, fue echar la culpa de todo a Jorge.

-No pensé que volvería a verte en la vida.

Jorge la miró sin levantarse.

-Yo en cambio estoy encantado, Nati. Sigues siendo una mujer elegante y atractiva. De tu inteligencia no digo nada, siempre ha sido evidente.

-Vienes a inmiscuirte en mi vida de nuevo.

Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto con la mano para que se sentara en la silla de enfrente.

-No tengo ninguna intención de hacer eso que dices. Tu vida es tu vida. Siempre lo ha sido. Nunca me he inmiscuido en ella. He opinado distinto a ti, cuando no estaba de acuerdo. Cada uno lleva su vida como quiere o como puede. Estoy seguro que tú la llevas como quieres. Siempre has sido una mujer decidida.

-¿Como está ese niñato por el que siempre has sacado la cara? ¿Ya te lo follabas en aquella época?

Jorge se sonrió.

-Te propongo una cosa, Nati. Nos conocemos. Vamos a ahorrarnos todas esas puyas infantiles para ofender al otro. Yo sé que no te ofendes por nada, y tú sabes que yo tampoco lo hago. Puedes insultarme, decir que soy un tal y un cual … no lo piensas. Solo lo usas como arma arrojadiza. Y respecto a ese comentario que has hecho, sabes perfectamente que nunca pasó eso.

La forma de mirar de Nati Guevara a Jorge cambió. Se relajó un poco. Ya no era tan dura, tan agresiva como al llegar.

-Ya veo que has dejado las drogas. Estás mucho más lúcido que la última vez. – el tono empleado por Nati fue moderado, incluso agradable.

-No tenemos el mismo recuerdo de nuestra última charla. Me imagino que es solo un problema de puntos de vista.

-Me jodiste todo lo que pudiste. Lanzaste a Carmelo en mi contra. Dábamos muy bien en pantalla los dos. Esa película podía haber sido nuestra consagración.

El camarero se acercó para tomarles nota. Jorge decidió cambiar y pedirse una limonada. La Guevara se pidió un Martini con gotas de Campari.

-Es verdad. En pantalla teníais química. En la vida real no. Te empeñaste en hacerle la vida imposible. En querer estar por encima de él. Era una tontería. Él tenía una carrera y tú otra. Si hubierais competido por los mismos papeles, podría haberlo entendido. Pero no era el caso. No tenías que competir con él. Pero querías ser la más famosa de todos los actores y actrices. Tener un estatus superior al resto. Y ahora, en cambio, procuras que nadie te reconozca ni te recuerde. Y en los rodajes de ahora, diez años después de retirarte, siguen poniéndote de ejemplo de persona tóxica en un rodaje.

-Carmelo no tiene buena fama que digamos. A ver si ahora resulta que tu novio es un dechado de amabilidad. ¿O te crees que en muchos de aquellos rodajes la gente no acababa hasta los huevos de él? Le salvaba que era un genio que se ponía en su posición y hacía las tomas a la primera. A ver si te crees que trabajar con él entonces era algo con lo que soñara toda la profesión. Muchas de esas peleas que se le atribuyen con compañeros, eran montajes de los productores. Pero otras no. Tu viste algunas. Estabas a mi lado. Y tu sabes perfectamente que tenía un grave problema con las drogas y la bebida. Por no hablar del sexo.

-Podías haber tenido una carrera larga. ¿Quién te aconsejó tan mal? ¿Quién era tu representante? ¡Ay coño! Goyo Badía. Ahora lo entiendo todo.

Podría haber sonado a una treta dramática, pero no había sido tal. Jorge se acababa de acordar de verdad de quién representaba a la Guevara.

-Luchaba por mi. De no ser por él …

-De no ser por él, seguirías trabajando. Y con grandes papeles. Serías una de las grandes actrices de Europa. Porque hablas francés e inglés. Y apenas trabajaste en Francia, por ejemplo. Otros representantes te hubieran abierto esas puertas. Él solo te aconsejó que te convirtieras en una diva. Que fueras insufrible. Lo mismo hace ahora. Sigue la misma táctica con sus clientes de ahora. Se piensa que todo el mundo asocia ser un chulo con ser un Dios de la actuación. Las cosas de todas formas hubieran sido distintas de haber sabido en aquella época como era el despreciable Gregorio Badía.

-Tampoco quería yo. No … Guillermo, mi hijo mediano … estuvo … no fue fácil … era un niño muy enfermizo.

-Quería a su madre. Y nunca estaba. ¿No? Nunca los trajiste a Madrid. De hecho, no he sabido que tenías hijos hasta hace nada.

La Guevara afirmó lentamente con la cabeza.

-Imagina si me voy a Francia. Mira, mi carrera fue todo un papel. Permanentemente actuando. No quería eso para mis hijos. No quería que sufrieran por las acciones de su madre. Soy consciente de que caía mal a mucha gente. Así que los mantuve en Salamanca. Sergio no creo que se acuerde siquiera que fui actriz.

-Se ha enterado hace un rato, de hecho.

-Está bien saberlo. Así sé por dónde me van a venir los dardos.

-Lo que decías de tu carrera antes, de no trabajar en Francia por no alejarte de tus hijos, que más da, Cádiz que París. Las distancias, medidas en tiempo, son las mismas. Lo que pasa es que Goyo no está preparado para eso. De hecho, si no me equivoco, ninguno de sus representados trabaja fuera de España. Y lleva muy mal a sus actores. Todo son negocios sucios. Se dedica a eso más que a promocionar sus carreras. Dos de ellos han acabado en la cárcel. Y él mismo.

-Que Goyo es un sinvergüenza lo sabe todo el mundo. Roba a quien puede. Al final, se ha quedado con los que son de su cuerda. Si te presentan a alguien, algún actor o actriz, y te dicen que lo representa él, cierra tu bandolera y no saques la mano de dónde lleves la cartera. Los que no son así, o se han buscado otro representante o han dejado de actuar.

-Me han dicho que le acusan de algo más grave, como mandar a unos matones a darle una paliza a otro actor.

Jorge no quería dejar ver sus cartas. Por eso puso esa afirmación que conocía de primera mano como algo que había escuchado.

-Willy Camino y Elfo Jiménez. Me he enterado. Una pena, porque sobre todo el segundo, creo que tiene futuro. Es cierto que Álvaro Cernés, tu amigo, competiría por los mismos papeles y para mí, siempre saldría ganador. Me parece mejor actor. – Nati se calló de repente. Se quedó unos segundos en silencio. – Intenté cambiarme de representante. Sergio Romeva no me quiso. Era en el único que confiaba.

-Ya estabas enfrentada con Carmelo. No le gustan esos … tener que mediar entre dos de sus representados.

-Pero eso hubiera cambiado dejando a Goyo.

-Eso imagino que no lo sabría Sergio.

El camarero les trajo sus bebidas.

-Ya que estamos, podíamos comer. Tienen una carta reducida pero cocinan bien. – propuso Nati.

Jorge se la quedó mirando. Le estaba desconcertando el camino que empezaba a llevar la conversación. Él iba dispuesto a tener una lucha encarnizada con esa mujer. Y de repente … se había convertido en una charla bastante amable, discrepando sobre la forma de ver algunos temas, pero … era una charla normal. ¿Habría cambiado esa mujer tanto? ¿O entonces también en su vida privada hacía un papel, como había insinuado unos minutos antes? Equivocado, pero papel.

-No me parece mala idea. Te dejo que elijas tú. Parece que conoces bien el sitio.

-Ítalo nos aconsejará.

Nati levantó la mano para llamar de nuevo al camarero. Le pidió que les llevara dos o tres cosas para picar.

-¿Prefieres luego carne o pescado? – le preguntó a Jorge.

-Me da igual. Lo dejo en vuestras manos. Mientras no sean caracoles …

La Guevara acabó de dar las instrucciones al camarero. Para Jorge era evidente que la madre de Sergio comía con relativa frecuencia en ese sitio.

-Había días que salía del rodaje y me venía a Salamanca para pasar la noche con él. – Nati retomó la conversación hablando de su hijo mayor – La niña en cambio, parecía que la estorbaba. Es la niña de papá. Sería por ser la mayor. Y por ser chica. Luego llegó Sergio. Ese siempre … desde que cogió un violín, no necesitó a nadie más. Salvo para que le pagáramos la carrera.

-Es bueno tocando. Creo que es un dinero bien gastado.

-Le falta carácter para moverse en ese mundo. Me he comportado con él como una auténtica cabrona. Pero no … no he conseguido que reaccione.

-Quizás es que eres su madre y no se atreve a enfrentarse. Como tampoco le apetece enfrentarse a su padre. Puede que con los demás …

-¿Se ha enfrentado a Mendés?

-¿Sabes entonces? – Nati afirmó con la cabeza – Le dijo que no. De alguna forma lo hizo. – argumentó el escritor.

-Y luego le dijo que sí. – rebatió Nati. – No te enseño los vídeos porque seguro que los tienes.

-Para evitar que os enterarais vosotros. Mendés siempre chantajea.

-Eso siempre va a pasar. Sergio está a merced de cualquiera. Tiene que enfrentarse a esa gente. Luego no será Mendés, pero será otra violinista coreana, o uno sueco. O ruso que le quiera quitar los contratos. O un programador que le diga: o me la comes, o no tocas. O jueces de concursos …

-¿Has visto los vídeos?

-Para mi desgracia sí. Un rato. Luego me iba a vomitar al baño. Encima este chico cada vez está más delgado … eso también me preocupa.

-No has hecho nada.

-Ya lo has hecho tú. Cuando Sergio me habló todo orgulloso que te había conocido, que le habías ido a escuchar tocar en la calle, me quedé tranquila. Ya te ibas a ocupar tú. Personalmente. Tienes una debilidad, que a la vez es tu fortaleza. Son esos jóvenes dolientes y desesperados. Lo fue Carmelo. Y ese Lucas. Y algunos otros que no recuerdo el nombre. Nadie osaba ponerse en medio de tu camino. ¿Has pensado que la razón de todos esos acompañantes que llevas, – Nati señaló a los escoltas que estaban sentados en mesas cercanas – puede ser uno de esos … a los que apaleaste en su momento?

Jorge enarcó las cejas. Empezó a morderse el labio de abajo. Era un tic que hacía tiempo que no … que lo había controlado. Pero ahora … otra vez alguien le hablaba de esa forma de comportarse que él no recordaba, salvo el tema de Galder. Y un par de visitas que había hecho últimamente. Y le sacaba un punto de vista sobre su situación actual que no había valorado hasta entonces. Y una vez escuchada la posibilidad, parecía algo tan evidente … al menos merecía la pena estudiarla.

-¿Por qué tu marido mandó a Sergio a Mendés?

Ahora le tocó a Nati quedarse pensativa.

-Patricio tiene muchos secretos. Negocios … complicados. Desde luego no fue por no pagar la factura de Ludwin. Si hubiera sido ese el problema, la hubiera pagado yo.

-¿Complicados? ¿O delictivos?

Nati hizo un gesto como dando a entender que para ella era lo mismo.

-¿Esos negocios complicados son los que le ayuda a llevar tu hija?

-Espero que no. Aunque mi hija te puedo asegurar … es calcada a su padre.

-¿Y qué va a decir su padre cuando se entere …?

-¿De que Sergio va a retomar su carrera en la música, alejado de Mendés y de ese otro hijo de puta del conservatorio? Heraclio Gurpegui. No lo sé. Espero que nada. Aunque se coma los cojones de la rabia. Ya le ha dicho que no lo va a pagar. De hecho le ha dicho que vuelva con Mendés. Sergio cree que lo puede convencer. Pobre. Se cree que su hermana le apoya. Guillermo no cuenta. Salió huyendo de nosotros. Su padre le mantiene para que no vuelva. No quiere ni verlo. Para él, es solo un número: el de la transferencia que le hace todos los meses. Le da igual como gaste el dinero.

-¿Le dijo que no?

-Más o menos. Pero le dijo no a otras propuestas. No a Mendés.

-Pero también era músico ¿No?

-Músico no. Sabe tocar el piano. Y no lo hace nada mal. Pero nada comparado con Sergio. Hasta el piano, que es su segundo instrumento, lo toca mejor que su hermano. Sergio tiene … soy su madre, que voy a decir … tiene algo especial.

Llegó el camarero para ponerles unos manteles individuales en la mesa y el resto de vajilla y menaje para comer.

-No me creo eso. Que no vaya a hacer nada. Tu marido me refiero. Más si como me dices, le ha dicho que vuelva con Mendés.

-Sabrás ocuparte – le dijo en tono rotundo. – Por si te sirve, volverá sobre las siete.

-No me puedo creer que fíes toda la defensa de tu hijo en mí.

-Es lo que querías al venir aquí ¿No? Llevarte a Sergio y apartarlo de la manipuladora de su madre y del cabrón de su padre. Por parte de la madre, sin problemas. No lo hago por dejadez ni porque no quiera a mi hijo. No puedo defenderlo mejor de lo que lo vas a hacer tú. Tienes un pie en cada campo además. Sabes jugar como ellos, a hostia limpia. Y charlas todos los días con la policía. A parte. Mientras Sergio esté con ese Javier, muy pocos se atreverán a ponerle un dedo encima.

-¿Y tu sentido maternal?

-Lo tengo. Por eso te dejo a ti. Renuncio a mi hijo pequeño para que tú y tus amigos le deis la vida que quiere y para la que, por otro lado, ha nacido. A estas alturas de la vida, no me voy a enfrentar a Patricio.

-¿Y por qué no te vuelves a Madrid y luchas por él directamente? Tendrás todavía multitud de contactos. Amigos.

-¿Amigos la Guevara? ¿Qué me has dicho cuando has llegado sobre que me ponen de ejemplo como persona tóxica en los rodajes?

-Eso no significa que …

-Paquita, la madre de Biel Casal. La única. Ni Goyito Badía me traga. Está muy enfadado conmigo porque lo dejé. Él quería mandar a unos matones para que apalearan a Carmelo en una de sus salidas nocturnas. Por la cara que pones, veo que no lo sabes. Es un tema que saben muchos, me extraña que nadie te lo haya contado. Todavía no te … no os habíais presentado oficialmente. Me negué en rotundo y le amenacé. Si a Carmelo le pasaba algo, lo denunciaría. Ya lo vi aquella vez hecho una verdadera mierda. No sé como resistió. Hay que reconocerle que los tiene bien puestos. Una fuerza de voluntad inmensa. Y aquella policía … te lo digo de verdad. Esa mujer ha sido la única madre que ha tenido nunca Dani. La única. ¿Siguen teniendo contacto?

Jorge se quedó en blanco. No sabía como contar lo de Olga y Dani.

-Es complicado de explicar. Digamos que cuando Dani se recuperó, Olga desapareció. Pero luego la vida les volvió a cruzar … Dani no se acordaba de ella, borró toda esa época de su mente … pero al verla … la sintió. E hizo lo mismo que siempre hacía cuando estaba recostado sobre sus piernas descansando, cuando Olga le leía el guion para que se lo aprendiera: estiró la mano y la rozó suavemente con la yema de sus dedos.

-Ya te decía. Su única madre. Dani no ha tenido otra. Porque de la que le parió, mejor ni hablamos.

-A lo mejor el odio de Goyo hacia nosotros viene de esa época. – Jorge volvió a donde estaban antes de su comentario sobre Olga – Parte de sus clientes, participan activamente creando esos bulos sobre nuestras muertes. Se dedican a poner comentarios hirientes y ofensivos en muchos foros de internet. No pierden ocasión de atacarnos.

-No lo dudes. Goyo perdió mucho dinero con el veto de Carmelo a trabajar conmigo. No fue un veto como tal. Solo dijo que si yo trabajaba en la película, él se bajaba del carro.

-¿Tuviste algo que ver con aquella otra paliza? ¿O Goyo?

-Goyo no sé. Yo desde luego no. Y más … solo de recordar el aspecto que tenía cuando llegó ese día al rodaje … ya tenía a mis hijos. Ya te lo he dicho antes, cuando te he contado la intención de Goyo de mandar dos matones a romperle la crisma a Dani. Por eso me odia a mí. No se atrevió a hacerlo, porque sabía que si le pasaba algo al chico, yo iba a denunciarlo. Me conocía de sobra. Así que me considera también culpable del dinero que perdió. Y más cuando le dije que lo dejaba.

-Pero insististe en que le echaran … y llamaran a Biel.

-Ese es el problema a veces de que tu representante hable por ti. Pero reconocerás que era algo inhumano que ese adolescente trabajara en ese estado. Tú mejor que nadie lo sabes, porque lo sacaste de aquella fiesta. Casi matas al que le puso así.

-Yo lo veía de otra forma: si no acababa la película, de alguna forma, era como si ese hijo de puta se hubiera salido con la suya.

-Pero era un niño Jorge. Era una estrella ya entonces, pero era un niño. Se nos olvida eso porque siempre ha sido famoso. Y los famosos si son niños, parece que no lo son tanto. Pero lo son. Un niño, repito. Y eran batallas de adultos. Él tenía que haberse quedado en algún sitio, apartado de sus padres y del resto del … séquito que tenía, cuidado por esa poli. Nunca nadie ha cuidado de Carmelo tan bien como lo hizo esa mujer. Me estoy repitiendo mucho, lo sé. Perdona.

-Te aliaste con sus padres y con Paquita.

-Sus padres querían que siguiera trabajando, no te equivoques. Luego cambiaron la versión, porque … unos de asuntos sociales se acercaron a ellos para preguntarles por las lesiones de su hijo. Mira hacia Goyo y hacia Toni. Carmelo tenía a los enemigos en casa. No necesitaba a más. Con esos … bastaban. ¿Nunca te has preguntado por qué Sergio se quitó de encima a Toni? Le quitó hasta el teléfono.

-Ciertamente me hago últimamente esa pregunta.

-Sergio es un tío legal. Pero Toni es un sinvergüenza. Y según me cuentan, lo sigue siendo.

El camarero les trajo unas pencas de acelga rellenas y unas crepes con pescado y marisco. Otro compañero les llevó poco después unos tacos de jalapeños y ternera.

-Los tacos pican un poco – les advirtió el camarero. – Si les gusta mucho el picante, les traigo …

-No Fede. Cuando tú dices que pican un poco es que ya están bien surtidos de eso – le dijo sonriendo Nati.

-Ten cuidado. – Nati previno a Jorge – Si no soportas el picante, pedimos otra cosa. Suelen picar mucho.

-¿Mucho para un español o mucho para un mejicano?

Nati se rio.

-No, para un español.

-Entonces creo que lo soportaré.

-Nunca hubiera … antes creo que te he dicho … a lo mejor lo he pensado y no lo he sacado en voz alta. Trabajar al lado de Carmelo … para mí era una suerte. Dábamos bien en pantalla. Nos mejorábamos mucho. Las cosas además salían de tirón. Nunca repetimos más de cuatro veces una escena. En aquella película sí, porque Carmelo estaba como estaba. Y pese a los desvelos de esa poli, a veces Carmelo se quedaba medio lelo después de la claqueta. O se quedaba dormido esperando que midieran las luces. No lo veías porque estabas ocupado intentando crear un nuevo guion que justificara el estado de Carmelo, sin descartar lo ya rodado. Y te reconozco que lo conseguiste. Ambas cosas.

Jorge le hizo un gesto para agradecerle los halagos.

-Los tacos estos están buenísimos.

-Ahora las crepes no te van a saber a nada – se rió Nati.

-Tienes razón. Debía haber empezado al revés.

Estuvieron un rato hablando de la comida. Nati le preguntó sobre los restaurantes que había ahora en Madrid. Jorge le contó de los que solía visitar él con frecuencia. Le habló del restaurante que había abierto Biel, el hijo de su amiga Paquita.

-Espero que no vaya ella …

-Creo que le ha prohibido siquiera estar en la calle delante.

-Paquita es … la quiero mucho. Es con la única que he seguido teniendo relación. Pero hay que reconocer que con Biel … menos mal que sacó arrestos para quitársela de encima. Aún así, le sigue machacando.

-¿Con nadie más tienes contacto? – Jorge estaba seguro que no era así. Muchas de las cosas de las que parecía estar informada, no se las podía haber contado Paquita.

-Los consejos de Goyo me llevaron a ser la odiada número uno. Tenías razón antes. Era su estrategia. La sigue con todos sus representados. Es de la opinión que ser un chulo te da caché. “Tienes que ser una diva en todo momento”, me repetía una y otra vez, viniera a cuento o no.

-Siempre he preferido el otro lado. Ser una persona amable. Sonriente. Aunque a veces no lo haya conseguido.

-¿Qué te parece Sergio tocando?

Jorge miró a la Guevara. Era claro que llevaba desde que había llegado con ganas de hacer esa pregunta. Le daba miedo la respuesta.

-Ya te lo he dicho antes, creo. No te he mentido. Si no me hubiera llamado la atención, lo hubiera ayudado a sentirse mejor con él mismo. Pero no le hubiera embarcado en la posibilidad de retomar sus clases y su carrera como concertista. Eso hubiera sido como ponerle una pistola en la sien.

-Creo que no está preparado para esa presión.

-Veremos de intentar crearle una pequeña red protectora. Sergio se va a encargar de representarlo. Uno de sus agentes viene de ese mundo.

-¿A sí? Eso me tranquiliza. Sergio Romeva me inspira confianza.

-No va a ser fácil. Mendés tiene muchos contactos y sus amigos cierran filas. Y se cree más duro que nadie.

-Me ha llegado que tuviste con él un cambio de impresiones. Llamó a Patricio indignado.

-Sí. Pero no me ha hecho mucho caso. La prueba es que llamó no solo a tu marido, sino a un montón más de gente.

-Sabrás como convencerlo.

-Sin romperle los dedos de la mano, no sé yo. O sin hundirle la reputación.

-Pues destrózala. De todas formas, todo el mundo sabe.

-Pero todos callan. Todos son muy amigos suyos. Si él cae, puede tener la tentación de hundir a mucha vaca sagrada. Incluido a tu hijo.

La primera intención de Nati fue decirle que lo hiciera a pesar de todo. Pero … si eso pasaba con su hijo, estaba convencida de que no lo iba a soportar. Aunque estuviera con Jorge cerca y con ese Javier de pareja.

-Acércate a su hijo. Y que te vea con él. Una estrategia envolvente. Atacarle en su barrera defensiva, en su familia.

Jorge se quedó pensando.

-Una pequeña librería en la que suelo reunirme con cuatro o cinco lectores amigos de los dueños, está cerca de su “academia” y cerca del conservatorio.

-Solo necesitas llamar la atención de su hijo el proscrito. Aunque sería mejor que te viera con todos. Los hermanos siguen viendo cada día a su hermano el “degenerado”. Y su madre.

-¿Quién te cuenta todas las novedades? Paquita no creo que esté …

-Mariola es amiga también. Y Roberta Flack. Andoni Reverte. Algunos más. Antes no he sido del todo sincera. Sí mantengo contacto con algunos.

-Veo que con algunos dejaste de interpretar a la malvada de los rodajes del cine español.

Nati se sonrió. Pero no contestó a Jorge.

-¿Han acabado con los entrantes? – Ítalo se había acercado a la mesa.

-Todo riquísimo – Le dijo Jorge. – Y perdona por la hora. Es tardísimo.

-No se preocupe. No cerramos nunca la cocina. Cuando acabe de comer ¿Me firmaría uno de sus libros? Hay dos clientes que también están esperando.

-Voy un momento al baño. Aprovecha y fírmaselos. No quiero colaborar en que tu fama de broncas se acreciente.

El camarero le señaló la mesa donde estaba sentado un matrimonio que no hacía más que mirarlo. Al acercarse Jorge, éste vio como se ponían nerviosos.

-Tranquilos. Si me permiten me siento un segundo con ustedes y les firmo el libro.

-Mi mujer ha subido a casa a por el último. Al verle nos ha dado un vuelco al corazón. Pensábamos acercarnos a Madrid uno de esos días que tiene encuentros en la librería de Goya.

Jorge miró al hombre. No se había dado cuenta hasta ese momento de la posición de las piernas. Tenía la derecha extendida. Juraría que llevaba un aparato de alguna clase.

-¿Es grave? – le preguntó con delicadeza.

-No tiene remedio. Así que mejor me acostumbro. La lectura es una de las cosas que me anima. Y sus libros … me encantan.

-Una pena que nuestro hijo Pedro esté en Madrid. Le hubiera gustado conocerlo.

Jorge les pidió que le dijeran para que fuera a la siguiente charla en la librería de Goya.
-Estuvo a punto de ir a otra que tuvo para jóvenes. Pero le cambiaron un examen y no llegó. Ya no le dejaron entrar. Estaba completo.

-En el libro, viene un correo electrónico. Que me escriba y en el asunto que ponga “la vida es maravillosa”. Le reservaré un sitio para la próxima.

Jorge les pidió sacarse un selfie con ellos. Y también les solicitó permiso para sacarlos en una edición especial de alguna de sus novelas. Tenía la idea de hacer un pequeño álbum con algunos de los lectores que más le habían llamado la atención. O utilizarlo en sus redes sociales, ahora que se iba a encargar Sergio.

Cuando volvió a su mesa, Nati ya estaba de vuelta.

-Parece que se han quedado contentos. – la Guevara al sentarse respondió a un tímido saludo de la pareja.

-Me han parecido buena gente. Y me da que te recuerdan.

-Pero no me sitúan. Ni se te ocurra levantarte para decirles.

Jorge se había incorporado. La sonrió con picardía.

-Iba a ir a preguntarles su novela preferida. Se me ha olvidado.

Jorge volvió a la mesa y se sentó. Hizo la pregunta y la pareja se miró un segundo. Fue la mujer la que respondió. Jorge se lo agradeció y volvió con Nati.

-¿Cual es?

-“Todo sucedió en Madrid”. ¿La tuya cual es?

-¿Quién te dice que te leo?

-Sergio cuando le invité a cenar el primer día. Me confesó que tú le mangabas mis libros para leerlos.

-Será cabrón. Si se los he comprado yo todos. ¿Te habló de mí?

-Bueno, habló de su madre. Entonces no sabía que eras tú. Y tranquila, no pudo evitar hablar con cariño. Te adora.

Ítalo, el camarero, apareció con los segundos. A Jorge se le iluminaron los ojos.

-Tronco de merluza relleno de verduras y gambas.

-Creo que la vamos a disfrutar.

Jorge recibió entonces un mensaje de Carmelo. Durante la entrevista con Nati Guevara había seguido enviando mensajes y haciéndole llamadas. Apenas lo leyó, le mandó una respuesta:

Se me ha olvidado decirte hoy que te quiero con locura. Eres mi vida, no lo olvides. En lo bueno y en lo malo. Te amo, rubito.”

-¿Por qué no me hablas de Toni? – le pidió a Nati dejando el teléfono sobre la mesa boca abajo.

-¿Tienes prisa?

-Para nada. Y siempre puedo volver otro día o ir tú a Madrid. Así tengo excusa para quedar con Mariola.

-Intentaré hacerte un resumen. Aún así … lo de esa escapada a Madrid y nos vamos los tres a comer por ahí … me gusta la idea.

-Eso está hecho. Me avisas unos días antes. Cuéntame, anda.

Jorge Rios.

-No me fastidies que te has puesto de nuevo a escribir.

Carmelo miraba a Jorge con la boca abierta, que puso un gesto de niño pequeño al que han pillado en falta.

-No te espero. – le dijo el actor con tono rotundo.

-No, no, vete. Ya he acabado. Me ducho y voy detrás de ti. ¿Cape?

-Ya se ha ido. Me hubiera gustado que vinieras conmigo.

Jorge se quedó mirando a Carmelo. Sonrió.

-Pues espera. Me ducho …

-¡Ah! Vale.

Carmelo en un segundo se desnudó ahí mismo.

-Duchémonos.

Jorge lo miraba de medio lado. No sabía como responder. No sabía si reírse, si echarle la bronca … al final decidió unirse. “Ese rubio de los cojones no le iba a provocar de esa forma tan burda y dejarle sin respuesta” Se levantó e hizo lo mismo que Carmelo: se desnudó. Se lo quedó mirando con los brazos abiertos.

-¿Y ahora?

-Ahora, escritor – Carmelo se acercó a Jorge con mirada insinuante – voy a lamerte cada centímetro de tu piel. Voy a besarte hasta que nuestros labios se irriten. Y voy a comerte esa tranca que tanto me gusta y que está levantándose con decisión y cierta prisa.

-Espero que cumplas tus promesas, rubito. No me pongas caliente y me dejes como el otro día en el Salvatierra, con la polla dura.

-Eso fue porque no quisiste que te la comiera allí mismo.

Ya estaban los dos pegados. Jorge tenía la cabeza inclinada hacia arriba para no dejar de mirar los ojos de Carmelo. Y este miraba a su vez los ojos del escritor. Aunque en un momento dado, cambió y miró los labios que iba a besar.

-Apaguemos el móvil querido. No quiero que te interrumpan en el cumplimiento de tu promesa.

-Tranquilo. Acabo de activar el inhibidor de frecuencia.

-¿Por dónde vas a empezar a lamer?

-Por tus orejas. Luego seguiré con tu cuello. Tu mentón, tus pómulos, besaré tus ojos …

-Calla y empieza, cojones.

-Esos también te los voy a lamer … pero un poco más tarde.

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Notas:

Puedes empezar a leer la historia de «Necesito leer tus libros» pinchando aquí.

O puedes leer los primeros capítulos de seguido, pinchando en este otro enlace.

Necesito leer tus libros: Capítulo 95.

Capítulo 95.-

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-No, no ha ido a dormir a casa. Espero que se haya quedado en su casa antigua. Sergio se ha ido a París un par de días para hablar con otros músicos. – anunció Carmen. – A lo mejor se ha montado una sesión de sexo por videoconferencia.

-¿Y no será peligroso? – Olga no parecía estar muy contenta con esa noticia. – El padre de Sergio tiene negocios allí. Y muchos contactos. El FBI me está haciendo el favor de investigar un poco.

-Ya ha estado unos días allí y no ha pasado nada. Yo creo que le viene bien recobrar amistades de otros músicos. Y recuerda que habló el otro día con Dídac, aunque no sabemos nada de la conversación. Luego le llamo a Jorge para que se informe con Dídac. Y que lo de que tocara con Nuño el otro día … se ha corrido la voz. Joder, a ver si Jorge nos pasa el vídeo … fue algo … maravilloso. Como … parecía que hubieran tocado toda la vida juntos. Como se miraban y … ya sabían lo que tenía que hacer cada uno. Se me erizaron los vellos de los brazos, te lo juro.

-Joder, me estás poniendo los dientes largos. Luego llamo a Jorge para que me lo mande. ¿Qué tocaron?

-El concierto de violín de Tchaikovsky, luego tocaron algo de Schubert que ya tocó Sergio en “La Bella”, y un par de piezas pequeñas de Vivaldi. Y una de Bach. Lo siento, no me quedé con los nombres.

-Un señor concierto.

-Nadie se movió del restaurante. Biel los miraba con la boca abierta. Hubo una mujer que debe ser muy melómana que se acercó para sacarse una foto con los dos. Le preguntó a Sergio de dónde salía que no lo conocía. A Nuño sí lo conocía.

Carmen hablaba con Olga por teléfono. Había aprovechado el trayecto desde la casa de Javier a la Unidad, para llamar a su amiga y darse novedades.

-Lo raro – dijo ésta – es que nadie grabara la actuación.

-Es una norma no escrita que tiene Biel en su restaurante. Lo que pasa en él, se queda para los que lo han vivido. Por eso Jorge eligió ese restaurante cuando Sergio le propuso cenar. Sabía que iba a controlar la repercusión de lo que allí sucediera. Y que él iba a ser el único que iba a tener las imágenes y el sonido del evento.

-Joder con el escritor. Menudo estratega. Las coge al vuelo, además. Pero me sigue preocupando Sergio en París, con … su padre … con sus contactos …

-Dejamos claro el tema en la visita anterior. Jorge llegó a un acuerdo con la Guevara. Le va a avisar cuando vuelva Patricio Plaza a España. Y si va a París, se enterará. Tiene billete abierto de Air France. Si aparece allí, Jorge estará en unas horas para tener un cambio de impresiones.

-¿Por qué me da que me ocultas algo?

-Porque lo hago.

-Pues dime entonces.

-Cuando acabemos de hacer unas comprobaciones. Van lentas, así que con calma. Y te anunciaré otro gran concierto.

-Joder. ¿Quieres que adelante mi viaje?

-No hace falta que vuelvas. Creo que se va a grabar también. El concierto me refiero. Ya procuraré que te lo envíen. Yo creo que asistiré en primera fila.

-Pero si a ti no te gusta la música clásica. Ahora resulta que con esto de Sergio, a todos os gusta. Te he invitado decenas de veces a conciertos de la ONE o en el Real, y nunca has querido venir.

-Es que no me gusta hacer gala de …

-¡¡Mentirosa!! – el tono de Olga reflejaba que no se creía nada.

-Y además, puede que tengas que hacer algunas visitas más. Y tienes que convencer a Ventura de que se una a nosotros. Ya me ocupo yo de todo. Ya sabes que me he instalado en casa de Javier. Ya llevo un montón de días. Y te lo juro, me están sentando bien. Ayer me quedé dormida con el teléfono apagado. Alucinante. He dormido genial. No sé si fue el whisky de Javier o los bombones. Otros días, si está él, hablamos hasta que se nos cierran los ojos y nos dormimos en el sofá. Aunque mientras ha estado Sergio, está en su piso de antes de morir JoseMari. Mira, estoy entrando en la Unidad. Patricia me ha hecho un gesto con la cabeza. Javier está en su despacho.

-Eso no es vida, Carmen. ¿Dependemos de Sergio para saber que esté bien? Y eso por no decir del ritmo que llevas tú. Ayer estabas derrotada cuando hablamos.

-Por lo menos no se pasa horas sentado en el banco de Galder en el Retiro. Aunque siguen todos en alerta. La Policía Local, la Guardia Civil, todos. Y estos días ha estado como antes. Y yo, después de una noche de buen sueño, estoy renovada. ¿Y tú? Porque mucho preocuparte por mí o por Javier … son tus tres de la madrugada. Estás hablando conmigo. ¿No deberías irte a la cama? Luego te lanzarás mañana a dar tus clases, a ponerte al día del curso de las investigaciones y a buscar por allí a los chicos de Jorge perdidos.

-Pero eso de Javier va y viene. Ya sabes como va eso. Luego vendrá la bajona de nuevo. Y si como me dices, Sergio retoma su carrera musical, eso seguro le lleva a irse a Alemania o a Italia. Y a viajar de concierto en concierto. Como siga así, al final va a acabar compartiendo habitación con Nuño. Y Jorge visitándolos a los dos.

-A lo mejor es lo que buscan ellos.

-Carmen, por Dios. Esto es serio.

-Tranquila Olga. Sé que como no lo ves, te preocupas más. Tranquila. Estamos todos pendientes de él. Tengo mi ropa en el armario de Javier. He renunciado hasta al karaoke y al orujo. Lo he cambiado por acampar en su sofá y leer escuchando música. Eso sí, con un copazo al lado y una caja de bombones. O le digo a Aritz. ¿Prefieres? Sigue teniendo llave de su casa. Por cierto, éste y el resto del equipo que he puesto a seguirlo, se fue a casa, o sea que lo dejó a salvo.

-¿Aritz en su casa? Me parece que no has mirado tus mensajes. Siéntate cuando decidas hacerlo. Y de todas formas, no creo que Aritz … otro que bien baila. Si quieres le digo a Galder, que ese también seguro sigue teniendo las llaves de la casa de Javier.

-No creo que decirle a tu hijo … cuando evita a Javier …

-Pero lo sigue queriendo. Es lo que dices tú de Aritz.

-Lo de tu hijo es distinto.

-Porque vino después. Porque es más reciente. Aritz… espera que le de otra vez una de sus temporadas de … locura.

-Pero lo conoce. Y lo quiere. Lo cuidará. Javier le sigue queriendo también. La prueba es que no le ha quitado las llaves de casa. ¿Sabes algo que yo no?

-No estoy tranquila. Solo eso. Y respecto a lo de saber, estoy a muchos kilómetros. Y sabes, me voy a dormir. Tenías razón antes. Ventura me viene a buscar a las ocho de la mañana. Y el jodido tiene la puta manía de la puntualidad. Ni los atascos le impiden serlo. Es uno de sus defectos.

-Me estas preocupando, Olga. Que tú digas que ser puntual es un defecto … Empiezo a pensar que debería preocuparme por ti y no por Javier.

-Te lo juro, a veces me dan ganas de hacer la maleta y coger el primer avión.

-Tú acaba el curso. Es importante. Debemos fortalecer nuestras relaciones internacionales. Las vamos a necesitar. Y como te he dicho antes, y después del éxito de la visita a Tirso Campero, puede que tengas que hacer más visitas. Descansa anda.

-Por eso no me he vuelto, Carmen. Si no, estaría allí dándole collejas a Javier. Y mandándote a ti al karaoke a que lo des todo cantando y bebiendo orujo.

-Te dejo. Luego si quieres, te llamo y te pongo al día, después de que lea todo lo que tengo pendiente. Jorge además te está buscando a un montón de chicos para que cuides de ellos.

-Jorge puede cuidarlos. Le he visto hacerlo. Si él no accede a su cabeza, a su ánimo, no lo podrá hacer nadie. Y por cierto, gracias por lo del otro día.

-Dijimos que no hablaríamos de ello.

-Ya pero…

-Dani parece que …

-Dani es uno de ellos. Claro que puede entrar en sus mentes. Todos los que han estado en esa red a cargo de Tirso o de Germán, lo pueden hacer. Es su forma de reconocerse y de contarse sin hablar. De apoyarse sin tener que … revivir lo que han pasado.

-Te dejo. Luego seguimos. Hola Rui. Olga te manda saludos.

-Hola Olga. Que envidia me das – saludó el comandante Garrido al móvil de Carmen.

-Hablamos. Dale un beso a Rui. – se despidió Olga.

-Un beso de parte de Olga. – Carmen se estaba guardando el teléfono en el bolsillo.

-¿Qué tal en Quantico? – preguntó el comandante Garrido.

-Liada. Debe estar siendo muy intenso. Pero interesante. Parece que le tienen bastante consideración profesional. Y el jefe de operaciones del FBI parece interesado en conocer nuestra forma de trabajar. A parte del curso se reúnen con frecuencia. Incluso le está enseñando la zona. Está haciendo de guía. Y a parte, pues ya sabes, hace gestiones del caso.

-O sea que ese del FBI le está tirando los tejos.

Carmen se echó a reír.

-Algo de eso debe haber. Olga no lo dice claramente. Pero nos conocemos. Y creo que Mark también está con la mosca detrás de la oreja. Tiene celos.

-Te noto descansada. Parece que esta noche te has retirado completamente de la circulación. Por cierto ¿Has mirado tus wasaps?

-Pues sí, he descansado. Lo necesitaba. Fíjate que dejé a Javier solo. Y de donde venimos … Olga me estaba echando la bronca. No vaya a ser que recaiga. Y no, no he mirado los mensajes. Tengo un ciento, por cierto. Lo mismo me ha dicho Olga. ¿Sabes algo que yo deba saber?

-Creo que Javier anoche no recayó. – dijo en tono jocoso – De eso doy fe. Y …

Patricia le hizo un gesto para que no contara nada. Garrido estaba a punto de echarse a reír a carcajadas. Solo el gesto conminatorio de Patricia le contuvo.

-¿Sabes dónde está Javier? Oye Rui ¿Por qué tengo la sensación de que me ocultas algo? O me estás troleando directamente.

-¡¡Calla comandante!! ¡Déjame a mí! – le previno Patricia. Garrido había hecho un amago de decir algo. Pero por el gesto de su cara, Patricia supo que la iba a tomar el pelo.

El comandante Garrido levantó las manos y sonrió cómplice.

-¿Me dejas ser espectador?

-Largo. – le dijo Patricia sonriendo.

-Me voy, me voy. Ya hablamos para poner en marcha nuestra Unidad conjunta. Tengo unas ganas de empezar a hacer cosas bien juntitos …

-¡¡¡Fuera!!! – le ordenó Patricia no solo de palabra, sino con su brazo extendido apuntando hacia los ascensores.

Carmen se lo quedó mirando extrañada. El comandante había cumplido con la orden de Patricia y se había ido.

-En el despacho. ¿No Patricia? – preguntó Carmen ajena al juego que se traían esos dos.

-No.

La aludida señaló con el dedo hacia arriba.

-Joder, ¿Cómo le has dejado ir …?

-Es el jefe, te recuerdo.

-¡¡Patricia!!

-Se me ha despistado. Bruno lleva una hora buscándolo. Lo acaba de encontrar. De todas formas, después de la nochecita que hemos tenido …

-¿Nochecita? Me estáis troleando todos porque he dormido dos noches como dios manda.

-Que te cuente Javier.

Carmen suspiró desesperada. A lo mejor había sido muy optimista al contarle a Olga. Se giró para ir a buscar el ascensor y subir al último piso. Cuando llegó, Carmen subió el tramo de escaleras que daba acceso a una enorme terraza que había en el tejado. Casi nadie subía allí. Había algunas sillas, un par de mesas ancladas al suelo, hasta un pequeño armario.

Carmen respiró hondo antes de abrir la puerta. Lo hizo decidida, como se esperaba de ella. Aunque tenía un nudo en el estómago de la preocupación de lo que se iba a encontrar. Vio a Javier en una esquina, apoyado en la barandilla, mirando al infinito. Volvió a respirar profundo antes de encaminarse hacia dónde estaba él. Se puso a su lado, aunque no dijo nada. Javier le puso delante un café en vaso de cartón.

-Te estaba esperando. Está como te gusta. Bebe, lo vas a necesitar.

Carmen lo miró desconcertada. Tuvo un impulso de echarse a reír, pero lo domeñó con presteza. No era el momento.

-¿Por qué te haces esto? – preguntó Carmen pegando un trago al café. Intentó que su voz fuera calmada, pero le salió a trompicones y con un matiz a preocupación, incluso a desesperación.

-No puedo hacerme otra cosa.

-¿Eres consciente de lo que nos duele a todos verte así?

-No puedo hacer otra cosa – repitió Javier. – No te preocupes que Sergio no se ha ido al fin del mundo. Vuelve en dos días. Y está a un par de horas de aquí en avión. Estoy bien. Y él está genial desde que fuiste con Jorge a buscarlo a Salamanca. Es verdad que no soy la alegría de la huerta. Pero no estoy tan mal.

-No me resigno. Lo siento. Y no me lo acabo de creer. Hacía siglos que no subías aquí.

-Se está bien. No solo vengo cuando tengo bajona. También vengo a relajarme y lo sabes. Ha sido una noche intensa. Bueno, no exageremos. Dejémoslo en entretenida.

-Perdona, pero no me lo creo. ¿Noche intensa? ¿Entretenida? – Carmen lo miró desconcertada. Iba con su discurso preparado, y apenas había prestado atención a lo que le decía Javier. Y tampoco se había quedado con el comentario de Patricia. Ni con los de Olga y Rui. Se había relajado tanto esa noche que ahora, le costaba poner en marcha su mente.

Javier no dijo nada. Solo se encogió de hombros. La guiñó el ojo y sonrió.

-¿Has descansado? – le preguntó Javier.

-Sí. He dormido como nunca.

-¿En el sofá?

-No estas tú, así que me he ido a la cama.

-¿O sea que tengo yo la culpa de que duermas en el sofá?

-¡Claro! ¿Quién si no? – Carmen lo miraba aliviada. Parecía que se había montado una película ella sola. – Acaba el café y vamos a hablar con los agresores de Álvaro. – le propuso Carmen. – Me imagino que los habrán traído para …

-Ya he hablado antes con ellos.

-¿A eso te referías como a una “noche intensa”?

Carmen se quedó sorprendida por esa observación. Eso quería decir que Javier no había ido a descansar. Al no verlo en casa, se imaginó que se había ido a la otra casa, para llamar tranquilo a Sergio y quizás … decirse tonterías por teléfono. No se le ocurrió que Javier se hubiera quedado toda la noche en la Unidad. Y esa sonrisa irónica que tenía en los labios …

-¿Me lo vas a contar? O me tengo que enfadar.

-Nada, un par de cosillas. Estuve en Concejo hablando con Jorge anoche. Fue una conversación fructífera. De resultas le dije a Aritz que fuera a echar un vistazo a la casa de nuestra víctima Rubén. Y mira por dónde, se encontró con una patrulla de la Local, Susana y Anto. Siguiendo las instrucciones que habías dado, pasaban de ronda por allí. Además, un vecino había llamado preocupado por unos merodeadores. Susana y Anto le dijeron a Aritz que ver, no habían visto a nadie, pero que …

-Joder, otros dos que tienen pálpitos.

-Tres, porque Aritz no dudó. Ellos llamaron a una patrulla que fuera en apoyo y los tres fueron a casa de Rubén. Resumiendo, el pálpito era certero. Tres individuos andaban por allí con malas intenciones. Aritz y sus compañeros lograron reducirlos, eso sí, a tiros.

-¿A tiros? – a Carmen casi se le cae el café.

-Pero tranquila, Aritz apretó el botón de ayuda. Y la caballería apareció a velocidad del rayo. Los malos intentaron entrar en una casa para coger rehenes pero Aritz, Susana y Antonio lo evitaron. Aritz tuvo mucha suerte porque resbaló y se hizo daño en una rodilla, lo que le salvó de un tiro certero a su cabeza. Ha pasado la noche durmiendo en el hospital. El que no tuvo suerte es uno de los vecinos. Intentaron entrar en su casa para resguardarse. Se pusieron nerviosos porque Aritz y el resto avanzaban y dispararon a través de la puerta. Le … dieron en toda la cabeza. Murió al instante. Jose lo corroboró al meter una cámara a través del agujero de la bala.

Carmen lo miraba con la boca abierta.

-Un tipo salió corriendo del hospital de Rubén cuando sus vigilantes reforzados fueron a sacarle una foto. Dejó en su huida una jeringuilla con Pentotal.

-¿Y no me has llamado?

-Necesitabas descansar y relajarte.

-Y tú no te jode.

-Hoy te dejo a ti.

-¿Algo más?

-Uno de los músicos de Burgos mandó un mensaje de Fernando pidiendo ayuda.

-Necesito otro café.

Javier sonrió y sacó otro vaso que tenía escondido.

-Eres un cabrón con pintas. Cuenta.

-Luego. Es largo. Álvaro Cernés. Ahora es lo urgente. Va a venir en un rato.

-¿Y? No te quedes así … como te gusta mortificarme, cabrón. ¿Qué te han dicho esos … matones de tres al cuarto?

-¿Quieres la versión A o la versión B? Aunque a mí me gusta más la D. Hasta la versión N tenemos dónde elegir.

-Si me las ahorras todas y me cuentas directamente lo que crees …

-No podemos probarlo.

-O sea que estos gilipollas se van a comer el marrón ellos solitos.

-Les han pagado bien. Eso lo vamos acreditando. Y posiblemente … tenemos llamadas entre ellos, mensajes que están en proceso de recuperación, mensajes con los que creemos que son las mentes pensantes y odiantes … y unos mensaje intimidatorios que mandaron a otros … clientes.

-Dime anda.

-Álvaro atravesaba un momento delicado económicamente. Pidió prestado a “un amigo” un dinero. Un amigo que parece ser, siempre se ofrecía para momentos de dificultad. No debía ser la primera vez que Álvaro recurría a él, pero en menor escala y con otras circunstancias de trabajo. Álvaro parece que siempre ha querido correr demasiado. Comprar el coche antes de tiempo, lo último en tecnología, un casoplón del copón en pleno barrio Salamanca … imagina que es el doble de la casa de Jorge. El doble. La de Jorge debe tener algo menos de doscientos metros, la de Álvaro anda por los cuatrocientos sesenta. Y amueblada a la última, con muebles de diseño. Esta vez, el amigo, no tardó en reclamárselo con urgencia. Le dio igual la pandemia, los cierres, todo.

-Las otras veces había sido de … tanteo, para que cogiera confianza.

-Exacto. A parte de ser mucho menos dinero.

-Cosa, lo de reclamárselo, que le había dicho que no se iba a producir. Al dejárselo le diría que no había prisa, que tal … que no necesitaba el dinero … ¿Le cobra intereses?

-Sí. Un quince.

-¿Cómo has sabido todo eso?

-Porque entre los llamados de estos dos gilipollas, hemos tenido suerte y hemos encontrado a uno que era el siguiente en la lista de “Te vas a arrepentir de no hacerme caso y pagarme a tiempo”. He estado un buen rato hablando esta noche con él. Uno de esos tipos, mandó un mensaje a unos cuantos teléfonos con la foto del portal de Álvaro, para anunciarles que éste iba a pasar una buena temporada en el hospital después de su visita, por no plegarse a los deseos de la organización. Uno de ellos nos llamó directamente porque Carmelo le ha comentado alguna vez que somos de fiar. Ha venido a hablar conmigo, después de volver de A Coruña, donde estaba con una obra de teatro. Hemos acabado hace nada. Aunque la mayor parte de la entrevista la han llevado Ramón y Pedro. Yo estaba a mil cosas.

-¿También actor? Éste sí, claro. ¿El otro también?

-Sí. Nuestro mamporrero y prestamista se mueve en esos ambientes. Todos son actores, la mayoría jóvenes. A los que les han vendido la moto de que deben ser los más guays, estar a la última, llevar un fajo de billetes en el bolsillo para gastar … para así triunfar.

-Me imagino. Porque si no, hubiera recurrido a Carmelo o a otros muchos amigos que tiene. Me lo ha comentado alguna vez Jorge.

-Pero no quería que se enteraran. Sus amigos de verdad. Quería seguir dando la imagen de un tipo feliz, con sus amores fallidos, buen compañero, un tipo sin mochilas de las que los amigos y conocidos quisieran huir. Eso nos ha contado esta otra víctima.

-¿Conocemos a este actor?

-Sí. Es Rodrigo Encinar. Es del grupo de Carmelo. Ha trabajado mucho con él. De hecho, Carmelo suele recomendarlo. Me lo ha confirmado Jorge cuando he estado con él. No ha hecho grandes papeles, pero trabajo no le falta. Es un caso casi calcado al de Álvaro. Antes que preguntes, este Rodrigo y Álvaro son amigos. También sabemos que no son los únicos casos. Rodrigo nos va a hacer el favor de buscar más. Cree que sabe de dos más. No son del grupo de allegados a Carmelo. Y está el otro que ha llamado, nos ha contado, pero sin decir su identidad. Espero que recapacite y que se avenga a declarar oficialmente. Le he dejado nuestros teléfonos.

-¿Y el siguiente paso a pedir la pasta con urgencia?

-Ofrecer una salida. El palo y la zanahoria. Mira que bueno soy que te he buscado una forma de que pagues. – esta última frase la dijo Javier con toda la carga irónica que fue capaz de darle a su entonación. – Les propuso trabajar de acompañante para pagar. El cincuenta para cada parte, hasta que se saldara la deuda. Con Rodrigo al menos fue claro: su caché se multiplicaba por tres si se acostaba con los clientes.

-¿Aceptaron?

Javier se quedó mirando a Carmen.

-Por eso la pantomima del Only You de Barquillo. Jorge se dio cuenta. Y Carmelo y él decidieron intervenir para sacarle de esa. Entonces esos rumores que nos llegaron …

-No eran infundados. De todas formas Jorge ya me lo dejó entrever. Está convencido de que lo ha hecho. Entre otras cosas porque se ha corrido el rumor. A Roberta Flack, la periodista, se lo han contado por tres fuentes distintas. El otro, Rodrigo, no aceptó lo de prostituirse. A parte es mucho menos conocido que Álvaro. Sus tarifas eran ridículas.

-¿De cuanto dinero estábamos hablando?

-Rodrigo le debe unos seis mil euros.

-¿Cómo arreglaron Jorge y Carmelo lo de Álvaro?

-Lo hicieron de forma radical. Pagaron la deuda. Toda. Algo más de cincuenta mil euros. Perdón, algo más de ciento cincuenta mil euros. Desde una cuenta de Carmelo. Até cabos y Tere miró las cuentas de Carmelo en el día del Only You.

-¡Hostia! Ciento Cincuenta mil – Carmen se esperaba una cifra parecida a la de Rodrigo Encinar.

-Eso jodió al prestamista que lo que siempre había querido era tener a Álvaro en un puño. Iba a ganar diez veces más si Álvaro se prostituía. Y lo controlaría … según se ha enterado ese Rodrigo: hay un proyecto que tiene firmado Álvaro y que cuando se aproxime el momento, lo anularán. Álvaro que contaría con unos ingresos se verá …

-Ya. Y con poco tiempo para encontrar otro proyecto. Tres meses de parón. Más deuda. Más citas. ¿Lo ha hecho? Prostituirse, digo.

Javier hizo un gesto de duda con la mano. Aunque a Carmen le dio la impresión de que Javier pensaba que sí lo había hecho. Y su creencia estaba segura que estaba basada sobre todo, en la impresión de Jorge. Y si el escritor pensaba eso …

-Todo eso del préstamo saldado, se ha juntado con que a Álvaro le han ofrecido una campaña publicitaria bien pagada. Ha sido de un día para otro. Al día siguiente de la grabación del Pasapalabra. Esa campaña está gafada. Lo que nos contaba ayer Jorge por mensaje. Primero, el modelo contratado, coge covid y está hasta hospitalizado. Luego, se lo ofrecen a Elfo no sé qué. Éste se da cuenta que la cosa urge. Se cree poderoso y un par de días antes, pide el doble. Le dicen que no. Se lo ofrecen a Álvaro entre otros muchos actores. Pero la representante de Álvaro está más ágil y éste se queda la campaña.

-Elfo y el prestamista son la misma persona. – sugirió Carmen.

-No. Son amigos. Y para terminar de cerrar el círculo, tienen un poco de inquina hacia Carmelo y Jorge. Han participado en la creación de alguno de los bulos de estos días. Y eso creo que lo acabaremos pudiendo probar. No solo ellos, sino un grupo … de resentidos. Casualmente todos metidos en esa especie de mafia para estafar a estos actores jóvenes y emergentes. Y … todos con el mismo representante.

-Gregorio Badía, como si lo viera. Vamos a tener que dar la razón a la Guevara. Y ya me jode, no te creas.

-También hablé ayer de ese tema con Jorge.

-¿Has citado a Álvaro para …?

-Sí. Cuando acabe de rodar la campaña, Kevin y Yeray lo traerán aquí. Yeray me ha mandado un mensaje hace un rato que no faltará mucho. Aunque no es indispensable que venga. Bruno ha encontrado cámaras que grabaron todo. Se dejaron abierta la puerta y el vecino tiene cámara en el descansillo. Ilegal, pero la tiene. Y a parte, Álvaro también tiene un sistema de grabación al que no hace mucho caso, pero que funciona. Es uno de esos gastos en el que le hicieron incurrir, y mira por dónde, ahora se les ha venido en contra.

Sonó el teléfono de Javier. Era Patricia.

-Ha llegado Willy Camino. Viene con séquito. Su representante que es el que lleva la voz cantante, no hace más que quejarse y amenazarnos.

-Ahora bajamos. Ofréceles una tila.

-Ya lo he hecho, pero se han enfadado. Yo creo que son más de café.

-¿Qué excusa le has dado para … para citarlo? – preguntó Carmen.

-Pedirle ayuda. Uno de los asaltantes de Álvaro le ha llamado quince veces en los últimos dos días.

-Se van – anunció Patricia. – Van a denunciarnos.

-Entretenlos cinco minutos. – le pidió Javier.

Javier se sonrió.

-Vamos. – le dijo a Carmen. – Sube el telón: vamos a hacer un poco de comedia.

Se los encontraron a la salida del ascensor. Javier directamente se dirigió al actor, obviando tanto al abogado como al representante y a sus ayudantes.

-Soy un gran admirador de su trabajo, D. Guillermo.

Javier le tendía la mano para estrechársela. El actor le miraba sorprendido. No sabía que hacer. Miraba a su representante que se puso en medio.

-Esto se ha acabado. Esto es denigrante, que nos reciba el becario. ¿Cuándo ha salido de la academia? ¿El martes a la tarde?

Javier sonrió.

-En realidad fue un viernes. De hace unos años. No quiero ni pensar cuantos. Me hace viejo.

-Vámonos Willy. Nos están tomando el pelo.

-Sepa que vamos a denunciar a la Unidad por acoso. – anunció el abogado. – Díganselo a sus jefes. Me imagino que no estarán contentos con su forma de actuar.

Javier levantó las cejas.

-¿Acoso? ¿Quién les ha acosado? Hemos llamado al señor Camino a que nos ayude a resolver un caso en el que estamos trabajando. Le hemos pedido que nos ayuden con una investigación. Y para ello nos gustaría que nos respondiera a unas preguntas. Nada más. ¿Eso es acosar? No lo entiendo la verdad.

-Si usted se piensa que esas gestiones se pueden hacer a las doce de la noche …

-El Sr. Camino no estaba durmiendo. No le despertamos ni creo que le molestáramos. Le dejamos elegir el momento para venir a su conveniencia.

El séquito de Willy Camino entró en el ascensor sin más comentario. Javier se los quedó mirando mientras se cerraba las puertas.

-Estos tenía ya el discurso aprendido. Discurso de víctimas. – apuntó Carmen.

-Vamos. – urgió Javier.

Javier y Carmen bajaron corriendo por las escaleras. Cuando el ascensor llegó al vestíbulo, ya estaban ellos allí. Saludaban a Álvaro que acababa de llegar.

-¿Todo bien? – le saludó Javier estrechándole la mano. – Jorge nos comentó antes de anoche que estabas bien físicamente pero afectado.

Willy se quedó pasmado al encontrarse de nuevo a Javier y Carmen y más al ver a Álvaro.

-¿Cómo estás? – preguntó rápidamente – Siento lo de la otra noche. Cuando me lo contaron no me lo creía. Al menos veo que no tienes heridas visibles. Hubiera sido un desastre si no hubieras podido empezar mañana tu publicidad.

Willy ni siquiera miró a los policías. Se acercó a Álvaro y le puso la mano en el hombro. Hizo un amago de abrazarse pero algo en la forma de estar de su amigo le hizo arrepentirse. No parecía muy proclive a ese tipo de cercanía.

-¿Y como lo sabes? – le preguntó Álvaro muy serio.

-Lo sabe todo el mundo. – respondió Willy en tono sorprendido. – Claro que habrás pasado la noche en el hospital … pues me habían dicho que tenías la cara rajada … – fue a ponerle la mano en el mentón para verle la mejilla mejor, pero Álvaro se la apartó de un manotazo.

-No lo sabe nadie. – dijo Álvaro en tono seco y serio. – Y como ves, no tengo la cara rajada. Acabo de terminar la publicidad que tenía contratada.

-Pero si está en la prensa y en internet. Y ese trabajo ¿No era mañana?

-Era mañana si lo hacía Elfo. Y no hay nada en internet y menos en la prensa.

-Claro que lo está. Lo sabe todo el mundo.

-No lo está – dijo rotunda Carmen, interviniendo por primera vez. – No se ha publicado nada respecto a la agresión a Álvaro Cernés hace dos noches. Y menos que sus agresores intentaran marcarle la cara.

-Me lo diría Arón o Ester. Estoy confuso.

-No lo saben – le dijo Álvaro. – Te repito: no lo sabe nadie. Solo la policía.

A Álvaro no le pareció oportuno decirles que los únicos que lo sabían eran Jorge, Carmelo y Martín.

-Vámonos. – dijo el representante que se había dado cuenta que su representado se había columpiado.

Kevin y Yeray se pusieron en medio.

-Creo que será mejor que subas de nuevo Willy. A estas alturas tienes dos formas de hacerlo. Para declarar o detenido. Elige. – Kevin fue contundente en su propuesta. Su cara no era amigable.

-Esto es un abuso – empezó a decir el abogado. – Esto … voy …

Javier ni siquiera miró a nadie que no fuera Willy. El representante fue a decir algo, pero un gesto autoritario de Javier le hizo desistir. Y otro gesto a Yeray hizo que éste diera un paso adelante y se pusiera en frente del actor.

-Guillermo Camino, quedas detenido. – empezó a decir Yeray – Se te acusa de agresión en la persona de Álvaro Cernés, de ejercer la actividad de intermediación financiera sin autorización, por usura, instigación a la prostitución. También se te acusa de asociación con ánimo de delinquir.

-Se te acusa también de propiciar amenazas de muerte en medios digitales en las personas de Daniel Morán y Jorge Rios. – siguió diciendo Kevin. – Por favor, date la vuelta.

-Esto es innecesario. – protestó el abogado.

-Lo dicta el protocolo, que usted conoce como no puede ser de otra forma. – le recordó Carmen.

-¿Y ustedes quienes coño son? Voy a llamar a sus superiores y…

-Mi compañero es el inspector Yeray Losada. Apunte bien el nombre. Yo soy el inspector Kevin Kosquera. El mío también, apúntelo grande. Kosquera con “K” y luego “q”.

Señaló a Carmen.

-Es la comisaria jefa Carmen Polana. Es la subjefa de la Unidad. Y él es el jefe de la Unidad Especial de Investigación el comisario jefe Javier Marcos.

-¿Esto es una cámara oculta? – dijo el represente – Usted no es ese comisario. Si es un crío.

Javier sonrió. Sacó su acreditación y se la mostró.

-No te preocupes que te saco en un momento. – Su representante tomó la iniciativa – Hago un par de llamadas y todos estos se van a cagar. Van a acabar dirigiendo el tráfico en Cornudilla de la Viruela.

Yeray le agarró del brazo para apartarle de Willy.

-Usted no tiene nada que hacer aquí. – le dijo Carmen con voz gélida. – Pepe – llamó a uno de los policías que estaban en la puerta – acompaña a estos señores a la salida.

-Esto es un atropello …

Yeray sin más, agarró al actor y lo metió en el ascensor. Kevin entró con él.

-Te juro que eres hombre muerto – amenazó Willy a Álvaro. – Eres una puta chivata. Eres tan marica y desgraciada como esas divas a las que te juntas. Te vas a arrepentir. Hijo de la gran puta. Estás muerto, hijo de puta.

-Mira por donde ya tenemos a otra víctima de los delitos de prestamista. Gracias Willy. – le dijo Javier sonriendo. – Él no ha sido el que nos ha contado de tus actividades.

-Te lo juro que como sea cierto, no vas a trabajar … – el representante de Willy empezó a amenazar a Álvaro.

-Mira Goyo. – Álvaro se había cansado de poner la otra mejilla – Mejor estás callado. Ya me estás hinchando los cojones. Felisa me ha dicho esta mañana que te dijera que tengas cuidado. La paciencia de muchos se está agotando. Como me vuelvas a amenazar, el siguiente que sube en el ascensor esposado vas a ser tu y tus ayudantes. Y como hayas tenido algo que ver con la agresión de la otra noche, se te van a acabar todos los negocios de golpe.

-No amenaces. Dinos y le detenemos también – le propuso Carmen.

Álvaro y el representante se miraban a la cara con gesto adusto. Álvaro estaba excitado. Respiraba muy rápido y estaba congestionado. Carmen pensó durante un momento que le estaba dando un ataque de ansiedad.

-Te pierden tus amistades. No seré yo pero otro lo hará. Eres hombre muerto.

-Gregorio Badía. Queda detenido por proferir amenazas de muerte. Hay que ser idiota.

Carmen fue hacia él. El hombre le apartó la mano con brusquedad. Intentó agredir a la comisaria. Pero mientras lo intentaba, acabó en el suelo con la rodilla izquierda de la comisaria puesta sobre su espalda y sus muñecas esposadas. Fue una acción rápida y contundente.

-Añadamos el delito de atentado. – dijo Carmen enfadada.

Álvaro se le notaba nervioso. Alterado. Javier se acercó a él y le puso la mano en el hombro mientras le miraba a los ojos.

-Tranquilo. Son unos bocazas. No tienen esa capacidad.

-Si les investigan bien, descubrirán que …

-¿Qué tal si vamos al bar de la esquina y me cuentas con calma? ¿Quieres que llame a alguien para que te acompañe?

-No, no. No quiero molestar a nadie.

El abogado al final había conseguido la libertad condicional de Willy. Éste recogía sus efectos personales antes de salir a la calle por primera vez en dos semanas. Aquella mañana en la que fue con chulería al requerimiento de la policía para declarar sobre su relación con un delincuente detenido la tarde anterior.

Todavía no se había podido acostumbrar a que toda su vida se hubiera derrumbado a su alrededor. Cuando su abogado le contó que no había sido Álvaro el que le había denunciado por los préstamos y la prostitución, se quedó helado. Y cuando le dijo que cinco personas más habían declarado en su contra hasta el momento, se quedó sin habla. Hasta ese momento, estaba seguro que lo tenía todo controlado.

Enseguida empezó a pergeñar un plan para revertir la situación. Esos idiotas que se habían aventurado a hablar de sus actividades se iban a arrepentir. Les iba a destruir. Primero, su prestigio. No iban a encontrar trabajo en el cine o la televisión ni en Perú. Y ya buscaría la fórmula para que todos ellos sufrieran algún que otro accidente. Lo mínimo iba a ser las piernas partidas. El primero iba a ser Álvaro.

Que nadie de su círculo se iba a atrever a hablar, era una creencia firme en su proceder. Su chulería le había podido. Su representante tampoco corrió muy buena suerte. Amenazar de muerte a Álvaro delante de dos comisarios y varios policías más, con cámaras grabando la conversación desde varios ángulos, no había sido una buena idea. Y menos, creerse tan poderoso que podía enfrentarse físicamente a una comisaria jefa sin consecuencias. De ahí, la policía fue tirando y al final, el negocio de prostitución de actores y actrices que tenían montado acabó saliendo a la luz. Era el socio necesario de Willy, que al final, solo hacía las veces de captador.

La venganza estaba en el horizonte de ambos. Y eso iba a suceder. Álvaro tenía los días contados. No podría llegar a Carmelo del Rio y a Jorge Rios, pero a Álvaro sí. Eran los verdaderos culpables de todo. Esos inútiles, chulos, prepotentes.

A la salida de la cárcel, Willy se montó en un taxi que acababa de dejar a otro cliente en la puerta de la prisión. Dio la dirección de su casa. Su cabeza no hacía más que organizar planes para destruir a esos dos y a sus amigos. Nadie iba a querer acercarse a ellos. Les iba a meter a todos el miedo en el cuerpo. Con que a dos de ellos les partieran la cara en condiciones al salir de alguna fiesta, el resto pondría distancia con Carmelo, Jorge, Álvaro y su camarilla. Se iban a encontrar solos.

Miró por la ventanilla del coche. De repente, empezó a preocuparse. No sabía donde estaba. En todo caso no era el camino de su casa.

-Oye tú, creo que te ha equivocado. ¿Estás borracho o eres idiota? Te he dicho que me llevaras a la c/ del Delirio. Eso está en Chamartín… ¡Hijo de puta! Me quieres cobrar el doble.

Después de ese insulto, sintió por primera vez el puño del taxista en el rostro. Intentó volver a decir algo, pero un segundo puñetazo dado sin apenas girarse le convenció para callarse y quedarse quieto. Cinco minutos más tarde, el taxista había parado en un almacén vacío. Le sacó a rastras del coche. Le puso en medio de una sala vacía. Le dio una patada en el estómago para convencerlo de que no hiciera bobadas. Acercó una silla vieja y desvencijada de oficina. De las seis ruedas que tenía en sus mejores tiempos, le quedaban cuatro. Suficientes, pensó el taxista. Levantó a Willy y lo sentó. Luego le ató los brazos y las piernas a la silla.

-¿Te suena? Creo que rodaste aquí tu escena más memorable en el cine.

La voz de ese hombre era muy delicada. Apenas un susurro. Pero solo escucharla, a Willy se le encogieron los testículos y su pene se le hizo muy, muy pequeño.

-A lo mejor fue esta misma silla a la que te ataron. Lo único que yo no soy Diego Martín. Y que las hostias que te voy a dar no van a ser de pega.

Para que no tuviera dudas, le soltó un golpe con el dorso de la mano, que le hizo sangrar de la nariz.

-Apostaría a que eso que sale de tu nariz no es lo que sea que se utilice en los rodajes para simular la sangre. Parece sangre de verdad. – se burló el taxista.

-No tengo dinero. ¿Qué quieres?

-Tenemos un problema. Tú y yo. A ver como lo solucionamos. Te has metido con amigos míos. Les has amenazado de muerte.

-Yo no he sido …

-Tanto da ese que tú. La verdad no me esperaba que fueras un cobarde. Echar la culpa a otros de tus … acciones. Tus compañeros en la trena dicen que no has dejado de contar a todo el que te quisiera oír lo que ibas a hacer con algunos … amigos míos. Si te referías a tu representante, en lo de escurrir el bulto, luego si quieres le vas a ver al hospital. A lo mejor os pueden poner en camas adosadas. ¡Huy! No. Que ahora con eso del covid no se puede compartir habitación … lástima.

El hombre volvió a golpear con el puño la cara del actor.

-Así la próxima vez que actúes sabes mejor lo que se siente cuando te dan de hostias en la cara. Al menos yo no voy a rajártela. Eso suponiendo que vuelva a contratarte nadie. Pero tu plan B, el prostituirte, eso te lo voy a permitir.

-Yo no soy de esos.

Los siguientes puñetazos fueron dados con más ganas si cabe. Willy sangraba ya por la cejas y tenía un corte que le atravesaba la mejilla, seguramente producido por un anillo que llevaba el hombre en su mano izquierda. En su cara se mezclaban la sangre y las lágrimas. Hacía un rato que había empezado a sollozar sin poder controlarlo. Con el siguiente puñetazo, se orinó encima. Cada vez que ese hombre abría la boca, su grado de terror aumentaba exponencialmente.

El hombre se acercó al chico y le cogió la cara con las manos. Puso su boca al lado de su oído izquierdo.

-Mira Willy. Vas a procurar que a mi amigo Álvaro Cernés no le pase nada. Hasta si coge catarro te haré responsable. O si se tuerce un tobillo haciendo footing. Y mejor será que no me entere de que circulan por ahí amenazas contra su persona. O rumores sobre las actividades que le obligaste a realizar para pagarte. Si eso pasa, la próxima vez este anillo que llevo en esta mano, se encargará de rajarte a tiras la piel de tu cuerpo. No te va a reconocer ni tu puta madre.

Willy lloraba desesperado. Estaba aterrado. El hombre levantó la mano para rascarse la oreja. Willy pensó que le iba a golpear de nuevo y gritó desesperado. El hombre se sonrió.

-¿Por qué luego los que vais de chulos por la vida sois unos putos cobardes? Repíteme las instrucciones que te he dado.

Willy entre sollozos le repitió lo de que a Álvaro no le podía pasar nada.

-Si le pasa algo, eres hombre muerto. Y tu novia también. Si es que tienes novia todavía, que lo dudo. Y tu representante también será hombre muerto. Aunque eso ya lo sabe él.

El hombre le dio un par de palmadas en la cara. Le sonrió. Se dio la vuelta y empezó a caminar alejándose.

-Cuida tu alimentación. – le dijo llevándose el dedo a la nariz – Tu mierda no huele muy sana. Creo que tienes problemas de nutrición, seguro.

-¿No me vas a soltar? ¡Eh! ¡¡Eh!!! Cabrón hijo de puta. No me dejes aquí atado. ¡¡Hijo de la gran puta!!!!

Jorge Rios”

Necesito leer tus libros: Capítulo 54.

Capítulo 54.-

Lo de ir a Pasapalabra se aceleró de forma considerable. Sergio Romeva llamó a Jorge directamente.

-Ya he llamado a la representante de Álvaro. Se lo estará diciendo ahora mismo. Han vuelto de un par de semanas de parón en las grabaciones y les han fallado invitados. Grabáis mañana.

-¡Vaya! Eso está bien. Tendré que buscar tres looks distintos entonces. Mira, ya lo debe saber. Me llama Álvaro.

-Me dices si necesitas algo – se ofreció Sergio al colgar.

-Álvaro. Querido. – saludó Jorge.

-Que maravilla. Te voy a machacar en Pasapalabra. Joder, lo que pasa es que no tengo que ponerme. Ha sido una sorpresa. No pensaba que iba a ser tan de sopetón.

-Te paso a recoger en un rato y nos vamos donde Bernabé. Yo estoy igual que tú.

-Joder, que es…

-¿Quieres callarte y dejarlo de mi cuenta? En una hora en la puerta de tu casa. Mándame la dirección al móvil. Lo vamos a pasar pipa. Y te voy a machacar, querido.

-Ni lo sueñes. Voy a salir victorioso, y no solo de la pista musical. He estado estudiando mucho desde la última vez que fuimos.

Al colgar a Álvaro, Jorge llamó a Bernabé.

-Te necesitamos Álvaro y yo.

-Ya. Pasapalabra. Me acabo de enterar.

-En una hora estamos allí.

-Se me ha ocurrido una cosa… os cuento cuando vengáis.

La cosa se alargó un poco más de lo previsto. Bernabé hacía días que estaba preparando con Iván, el Ilustrador que hace las portadas de los libros de Jorge, una serie de camisetas con dibujos basados en “La Casa Monforte”. Iván estaba embarcado en preparar las ilustraciones para una edición especial de la novela que quería sacar Jorge. Era un proyecto al que todavía le faltaban unos meses para salir a la luz. Iván le mostró al sastre algunas de las que había hecho y hablando, se les ocurrió la idea de las camisetas.

-Salió la idea de forma natural – les comentó Bernabé. – Y hoy, cuando me ha llegado el rumor de que ibais a grabar Pasapalabra, se me ha ocurrido, si estabais los dos de acuerdo, haceros unas cuantas para que las lucierais. Es la mejor publicidad. Como son tres programas, preparamos de tres colores.

-Lo que molaría de verdad, es que cada color llevara una ilustración distinta. Así cada día, sería una camiseta distinta – propuso Álvaro.

-Genial. Me parece una buenísima idea. – a Jorge verdaderamente le estaba gustando la idea.

-Y preparas más, para repartirlas entre el público y todo el equipo. – volvió a proponer Álvaro.

-Pues entonces de acuerdo.

Bernabé llamó a Iván y le comentó lo que Jorge y Álvaro habían propuesto. Al ilustrador se mostró de acuerdo con la propuesta. Ya tenía seleccionados cuatro de sus dibujos que irían genial en las camisetas.

-Y con más tiempo, preparamos unas sudaderas, incluso unas rebecas.

-Podías hacer unas ilustraciones pequeñas para poder ponerlas en los bolsillos o en las pecheras de las americanas. Yo las llevaría – dijo Álvaro. Bernabé había puesto la llamada en altavoz.

-Yo me apunto – dijo Jorge ilusionado.

-Y ya puestos, unos pijamas para los niños.

-O chándales. Rufo sale a correr todos los días. Crear como un anagrama de Rufo. – Rufo era uno de los protagonistas de “la Casa Monforte”.

Jorge se quedó mirando a Álvaro. El cabrón había dado una vuelta completa a la idea de Bernabé. Y éste parecía recibir esas aportaciones novedosas con alegría. Pero alzó las manos un momento y puso orden.

-Iván, centremos. Primero, las camisetas. Es lo urgente. Álvaro y Jorge quieren darlas a los invitados del público y a todo el equipo del programa y sus niños. Y eso es mañana. La primera debe estar a las nueve de la mañana en el plató en donde graban. Las otras dos pueden estar al mediodía.

-¿Todo para mañana? – Iván por primera vez se mostraba… asustado por el encargo.

-Como mucho, la primera por la mañana. Las otras dos, para por la tarde. – reiteró Jorge lo que ya había dicho Bernabé.

-¿Y cuantos miembros tiene el equipo…?

-¿Sesenta personas? Algo más me creo. – apuntó Jorge.

-Preparamos unas doscientas para mayores y unas cincuenta para niños. Usamos la primera la que habíamos hablado, Iván.

-Ok. Yo te mando seis ilustraciones en un rato. Voy a repasar las que he hecho para el libro. Y si me da tiempo, acabo una… es que me está quedando guay y creo que molaría en las camisetas.

Bernabé les preparó unos looks para cada programa, pensando en que cada día iban a llevar una de las camisetas. Al menos un color distinto.

Jorge estaba sorprendido por todo ese tema. Sorprendido y contento. Le hacía feliz ver como todo ese proyecto se ponía en marcha en un momento. Nunca habían hecho camisetas de sus otros libros. Era una idea genial. Luego, pensó, podían venderlas. No le irían mal esos ingresos extras a Bernabé y a Iván. Él en todo caso, su parte la donaría a la fundación de Carmelo y Cape. Esa fundación que cada vez estaba más convencido que acabaría ocupándose de esos chicos dolientes, los chicos de Jorge, como los llamaba Carmelo alguna vez.

Álvaro no tenía nada que promocionar, salvo una obra de teatro pero que cuando se emitieran los programas ya no estaría en cartel. Hablaría de ella un día por si acaso se prorrogaba. Pero se iba a dedicar a promocionar el libro de Jorge. Eso le comentó mientras esperaban a que Bernabé tuviera todo preparado.

-Va a ser otro punto de vista. – comentó a Jorge. – El de un lector. Y no insistas, no voy a contarte lo que voy a decir.

-¿En serio?

Jorge lo miraba divertido y sorprendido.

-Creo que han quedado bien estas camisetas. – Bernabé se las enseñó a los dos. Acababan de terminar las primeras en su taller. – Por cierto, no me habías contado que Iván y tú estáis preparando esa edición especial de “La Casa Monforte” ilustrada. Me he tenido que enterar por él.

-Siempre lo he querido hacer y nunca me han dejado. Ahora lo haremos sí o sí. Bernabé, sé discreto por favor con el tema de la edición ilustrada, que no lo sabe ni Carmelo. Por no saberlo, no lo sabe ni la editorial. Mi idea es dárselo todo hecho.

Bernabé puso su mejor cara de ofendido por la duda expresada por Jorge sobre su discreción.

-Las vamos a hacer en tres colores, como ha propuesto Álvaro. En negro, en azul y en verde, como los colores con los que distingues las tres partes de la novela.

-Joder, me parece una idea genial. Y las camisetas me molan. – exclamó Álvaro mientras miraba lo que acababa de enviar Iván. – Son unas ilustraciones guays.

-Espera que tenemos que ver como quedan en las camisetas. No es tan sencillo. Sean cuales sean las que elijamos, vosotros vais a llevar cada día la camiseta de un color. Y sobre ella, una chaqueta o americana. Ahora probamos. Y los pantalones. Ya verás los que te he buscado Álvaro.

-¿Estás seguro de entrar en ese juego de estar los tres días promocionando mi novela hasta en la ropa que lleves? – Jorge no acababa de sentirse cómodo con la idea, por lo que atañía a Álvaro. Él estaba encantado de hacerlo.

-Claro. Primero, eres mi amigo. Segundo, tu novela me encanta. Quiero que todos la compren y la lean. Lo vamos a petar. Ya me estoy viendo al público llevando estas camisetas y a Roberto enseñando una, la que le vamos a dar para su niña. Y es una pena que no esté acabada esa edición especial de “La Casa Monforte”. Te lo juro que la compraré en cuanto la saques.

-Anda, anda, que vas a comprar. Te la regalo yo. ¿Y esos amigos tuyos…? ¿No se pondrán de los nervios?

-Os lo dije el otro día. Me la chuflan. Deja de preocuparte por ellos. Además, me han demostrado el tipo de gente que son. Cada vez me interesan menos. Y Arón y los demás se han salido definitivamente del grupo y no van a volver. Puede que yo les siga.

-Pero si empiezas a enemistarte con algunos que te pueden proporcionar… esa directora por ejemplo. Son tiempos difíciles para vosotros, los actores. Muchos proyectos no acaban de arrancar. Hay todavía mucha incertidumbre.

-Aunque tenga que vivir debajo de un puente. Son contactos, es cierto. Pero mira… si es necesario reabro mi canal de música. O lo dejo todo y me vuelvo a Toledo, a casa de mis padres. Me recibirán con los brazos abiertos. Últimamente pienso en ello a veces.

-Eso no va a pasar nunca. Porque no lo iba a permitir. Ninguna de las dos cosas. Y lo de tu canal de música, no es mala idea. Siempre te he dicho que me gusta como cantas. Y Ester coincide conmigo. O yo con ella, que ella te conoce de antes – sonrió Jorge.

-Ya lo sé. Pero aunque tú no me dieras cobijo ni ninguno de mis amigos. Me daría igual. Que me vuelvo a casa de mis padres. No problem. No bromeo cuando te digo que en estos últimos meses, estoy pensando en ello. Incluso lo he hablado con mi padre el otro día. Por él encantado. A veces pienso que todo este mundo me sobrepasa. No he entendido bien su mecánica. Me he dejado llevar por malos consejos. Me ha convertido en alguien que no quiero ser. No soy así, Jorge. Y algunas mañanas me miro en el espejo y… no me reconozco.

-Todo tiene sus pros y sus contras. Puedes corregir las cosas que te has dado cuenta en las que te has equivocado y potenciar las que te llenan.

-Me llena actuar. Ser actor. Rodar una serie, una película, subirme a un escenario. Pero a veces hay que hacer cosas para conseguir eso… que no me gustan. O mejor dicho, algunos me han… da igual, no te quiero aburrir. Ahí viene Bernabé con la ropa.

Casi cuando todo estaba preparado, a Iván, el ilustrador, se le había ocurrido, al repasar los dibujos que estaba preparando para la edición ilustrada, otros dos motivos para camisetas y la posibilidad de incluir más colores. Debían mirar la disponibilidad de tela para poder escoger las que llevarían al día siguiente en las grabaciones. Quedaron en que antes de empezar a grabar cada programa, Álvaro podría repartir las camisetas entre parte del público. Para que pareciera que no era cosa de Jorge.

-No todos, para que no parezca exagerado. Aunque luego se la deis a todos. – matizó Bernabé.

-Yo me encargo – dijo Álvaro. – Deberíamos dárselas también a todos los del equipo del programa al principio. Para que las lleven puestas.

-Yo te ayudo, no fastidies. – propuso Jorge – Sí, tienes razón. Bernabé, debes tirar unas cuantas más. Y no te olvides de algunas tallas de niños para darles para sus hijos. Como ha propuesto antes Álvaro, a Roberto le hará gracia que le demos para su niña. Y al resto de los niños de los del equipo del programa. Yo haría hasta para bebés.

-Jorge, que ya me he quedado con la copla – le reconvino Bernabé por la reiteración del mensaje y de las peticiones. – Relájate, anda.

El día no había sido ni largo ni corto. El resfriado había hecho su trabajo. Lo había convertido todo en una acción de heroísmo. Coger el teléfono sin ahogarse en los mocos. Tener una reunión sin que la garganta se rompiera por siete sitios distintos al intentar hacerse entender por los demás. Llegar a casa e intentar recuperar las horas de sueño que la noche le hurtó, y encontrarse de repente con los ojos abiertos como platos y el cuerpo como si se hubiera metido un tripi.

Pero todo tiene su punto de inflexión. O como diría el otro, todo cuerpo llega al punto en que o se tumba o se desploma.

Para él fue desplome. Sobre mullido, pero desplome.

Jorge Rios

Al salir del taller de Bernabé, Jorge le propuso ir a comer algo. Pero Álvaro se disculpó diciendo que tenía un compromiso previo.

-Pues mañana cuando acabemos de grabar, no te escaqueas.

Álvaro hizo un gesto indefinido que podría significar cualquier cosa. Jorge estaba seguro que su amigo se olía algo y no iba a ser fácil pillarlo con la guardia baja e intentar que se abriera con él.

-¿Te dejo en algún sitio?

-Nada, tranquilo. Cojo un taxi.

-No me cuesta nada. No tengo nada que hacer.

Pero Álvaro no quería molestar. Se negó en rotundo a que lo llevara.

Jorge se quedó preocupado mirando como Álvaro paraba un taxi y partía, parecía que con cierta prisa.

-¿Quieres que lo sigamos? – le propuso Fernando, su jefe de escoltas.

-No te creas que no me dan ganas, pero… me da palo. Y meteros en este embrollo a vosotros…

-Siempre podemos decir que no sabes dónde quieres ir. Que estás indeciso.

Jorge al final acabó aceptando. Aunque empezó a tener remordimientos nada más terminar de asentir con la cabeza.

Se mantuvieron en todo momento a mucha distancia del taxi. Álvaro fue primero a su casa. No tardó mucho, pero al salir parecía haberse duchado y cambiado de ropa. Parecía que iba a ir a algún acto social por el tipo de vestimenta que se había puesto. Ropa de marca, elegante. Jorge hubiera jurado que la estrenaba en ese momento. Eso se contradecía con el comentario de que no tenía ropa que ponerse al día siguiente para grabar los tres programas de Pasapalabra. Al menos para uno de los programas era claro que tenía.

Carmelo le llamaba por teléfono.

-¿Dónde andas? – le preguntó.

-Pues si te digo la verdad, haciendo algo de lo que me siento avergonzado. Estoy siguiendo a Álvaro.

-¿Tan mal lo has visto? ¿Ha pasado algo?

Como respuesta, Jorge solo fue capaz de resoplar.

-¿Qué hago entonces? ¿Te espero en casa? ¿Me uno a ti?

-No, joder. Ya es bastante cante tres coches siguiendo a un taxi. Si juntamos los tuyos y los míos…

-Una caravana como la del Presidente de USA. Yo voy hacia casa. Me vas diciendo.

La persecución no duró mucho. El taxi paró delante del hotel Only You Boutique Madrid de la c/Barquillo. Álvaro pagó el taxi y se paró delante de la puerta. Parecía indeciso y nervioso. Se colocó la ropa y entró en la Cafetería del Hotel.

-Y aquí se acaba… el tema.

-Espera. Claudia, entra tú, que no te conoce. – pidió Fernando a su compañera.

La aludida se bajó del coche que seguía al que iba Jorge. Sin dudar, entró en el hotel. El conserje que estaba en la puerta la saludó con una sonrisa. Claudia era una mujer que irradiaba seguridad a parte de ser muy atractiva. Tenía un porte de elegancia que le permitía desenvolverse en actos sociales para gente importante. Claudia se puso el teléfono en un bolsillo de su americana de tal forma que iba emitiendo lo que veía. Fernando era el que recibía las imágenes. Estaba sentado al lado de Jorge, en el asiento de atrás del coche. Jorge miraba el teléfono de su escolta con atención.

Al principio no vieron a Álvaro. Claudia se movió por toda la estancia. Al fondo, escondidos de la vista desde la puerta por un recodo que hacía la barra, estaba Álvaro sentado con un hombre muy elegante. Parecía un banquero o un alto ejecutivo de empresa. Daba la impresión de que estaban tomando contacto. Todo indicaba que se acababan de conocer.

Jorge levantó las cejas. Apartó la vista de las imágenes.

-Está claro ¿No? – dijo Claudia por la línea interna de audio que comunicaba a los miembros del equipo.

-Como el agua. – dijo resignado Jorge a la vez que marcaba el teléfono de Carmelo.

-Dime – contestó éste.

-¿Y si te dijera que Álvaro ejerce de gigoló, acompañante o… algo peor? Todo lo que me comentó Roberta… pleno.

Carmelo se quedó mudo.

-Cuéntame. – dijo apenado al cabo de unos segundos. La noticia le había impactado.

Le explicó lo que estaban viendo a través de las imágenes del teléfono de Claudia. Le dijo también su ubicación.

-Vale. ¿Me puedes enviar la señal de las imágenes? Dile a Claudia que haga una vista panorámica de la cafetería. Despacio. Y que se asome a otra estancia que sirve de espera para el restaurante. Está según entras a la izquierda.

La aludida cumplió el pedido de Carmelo. Éste ya estaba viendo en su tablet las imágenes en directo.

-Vale. Está Fernando Cabrales. Seguro que te he hablado de él alguna vez. Es un guionista muy bueno y amigo. Nos viene bien además porque fue el creador de la serie que catapultó a Álvaro. Le tiene mucho cariño y no lo oculta. Y sobre todo le tiene mucha consideración por su profesionalidad y buen hacer. No le gusta aparecer en los medios ni se da mucho bombo, pero ha arreglado muchos guiones mediocres y ha creado grandes series de éxito. Le gusta mucho ese sitio y suele ir a pasar un rato antes de cenar. Como tiene muchos amigos, siempre se encuentra con alguien con el que charlar. Rara es la noche que cena solo. Le llamo. Jorge, vente a casa y te cambias. No quiero que Álvaro te vea con la misma ropa que antes. Te dejo lo que quiero que te pongas en la habitación. Yo me voy para allá. Voy a llamar a Cabrales para que no haga planes con otras personas. Luego te vuelves y te unes a nosotros. Claudia que se siente y se pida algún cóctel o algo para comer. Que lo ponga a mi cuenta. Que no pierda de vista a Álvaro.

-¿Qué quieres hacer?

Aquel día resultó incómodo. La mayor parte de la gente piensa que si se encontraran con uno de sus ídolos, entablarían una conversación animada y podrían incluso acabando siendo amigos íntimos, cuando no algo más. Aldo era un actor muy conocido. Sus seguidores en redes se contaban por millones.

A un amigo suyo se le ocurrió que podía apuntarse a una de esas webs en las que se venden mensajes de cumpleaños, llamadas para un despertar único en un día especial. El producto estrella es una cita para tomar un brunch y charlar en persona.

Aldo entró en el hotel Intercontinental. Ya le estaba esperando su cita. Se acercó a ella. Pensó en darla dos besos, pero ella no parecía por la labor. En realidad parecía en trance. Sus piernas le fallaban cuando intentaba moverse. Al sentarse, casi se tropieza con la pata de la silla. Lo miraba con los ojos muy abiertos. Hablaba con monosílabos y eso sí, suspiraba a menudo. Aunque la mayor parte del tiempo, parecía estar aguantando la respiración.

Él lo intentó. La cita debía durar una hora y él cumplió. Almorzó, que para eso estaba pagado. No consiguió que la mujer dijera dos palabras seguidas ni que comiera apenas. Estaba anonadada. Esta debía ser una de esas fans que se quedaban paralizadas cuando cumplían su sueño de tener a su ídolo delante.

Aldo sonrió cuando hubo pasado la hora y se levantó para despedirse.

-Ha sido un verdadero placer.

No lo dijo en tono irónico. Aldo sobre todo era un profesional. Él cumplió con su trabajo. Desapasionadamente, pero la pasión era un plus que no estaba incluido en el precio del servicio. Le dio un beso en la mejilla y emprendió el camino de la salida. No había dado más de dos pasos cuando escuchó un suspiro largo, que sonó desesperado. Parecía que su cita había recuperado la capacidad de respirar. Se encogió de hombros y siguió su camino.

-Lástima que lo haya conseguido demasiado tarde. – dijo entre dientes.

Jorge Rios.

-Tú sígueme el juego.

Carmelo acabó de arreglarse y, después de dejar la ropa que había escogido para Jorge sobre la cama, salió de casa. No tardaron demasiado en llegar al hotel Only You. Paró su caravana de coches delante de la puerta. Carmelo se demoró unos minutos en salir del coche, lo suficiente para crear expectación y que los viandantes se pararan para comprobar quién era el famoso que iba a salir del vehículo. Parte de los escoltas que iban con Carmelo ya estaban en la calle, distribuyéndose por la acera y en la puerta del hotel. Dos de ellos entraron antes para inspeccionarlo. La gente que estaba dentro, no pudo evitar darse cuenta de esos movimientos. Estaban a la expectativa.

-Parece que llega alguien muy famoso – comentó el hombre que estaba con Álvaro. – A lo mejor lo conoces.

-No te creas que conozco a todo el mundo. Aunque trabajemos en lo mismo. Solo coincides con un número reducido de actores o directores. Y con muchos de ellos no creas lazos de complicidad o amistad. Cuando acaba el rodaje, con la mayoría no te vuelves a ver hasta que vuelves a coincidir en otra serie o película. Además, puede que sea un futbolista o un cantante. O un empresario. Nuestros mundos apenas se cruzan. Ahora son mucho más famosos ellos que los actores. Ten en cuenta que casi todos ellos están todos los días en la prensa. Nosotros, no, salvo cuando estrenamos algo.

-Pero estáis en vuestros canales. Esa es vuestra “prensa”.

-Y ellos también.

-No creo que tengan tantos seguidores como tú.

-No me fijo en esas cosas, la verdad. No compito por tener más seguidores que los demás. – zanjó Álvaro el tema.

Cuando Carmelo se bajó del coche, ya había un grupo de gente esperando. Los escoltas que iban con él en el coche le abrían camino hacia la entrada del hotel. Las personas congregadas en los alrededores, empezaron a gritar su nombre y a pedirle fotos. Él sonreía y se sacó unos cuantos selfies con los que tenía cerca. Algunos empezaron a aplaudirle. Una señora ya mayor le saludaba con la mano. Carmelo al verla se acercó a ella.

-Que alegría. Mi nieta se va a morir de la envidia. Lástima que no sepa grabar un vídeo.

-Si me deja el teléfono, mi amigo Alan nos saca un vídeo y se lo mandamos a su nieta.

-¿Harías eso? – la mujer miraba ilusionada al escolta.

-Claro, mujer. – dijo Alan en tono seguro.

La señora buscó en el bolso y sacó su móvil. Estaba claro que sus nietos la mantenían a la última en cuestión de tecnología. Carmelo tuvo la certeza de que no sabía utilizar ni un uno por cierto de las capacidades del teléfono. Se puso al lado de ella y Alan empezó a grabar.

-¿Cómo se llama tu nieta? – le preguntó Carmelo.

-Vera.

-Vera, hola. Mira estoy aquí con tu abuela Rosario. Me ha dicho que te gustan mis películas y series. Aunque me da que la verdadera seguidora es tu abuela. Rosario ¿Me das un beso?

-Claro, por favor.

La mujer sonrió toda feliz y no le dio uno, sino lo menos un ciento de besos en la mejilla que Carmelo aceptó de buen grado. Luego ella le pasó la mano por la mejilla besada para quitarle las marcas de carmín.

-Espero tener la suerte de que un día sea al revés y que me encuentre contigo y le mandemos un vídeo a tu abuela. Un beso, Vera.

Para terminar el vídeo, Carmelo se abrazó a la mujer.

-¡Ay! Muchas gracias Carmelo. Que majo eres. No sé como agradecértelo.

-Siga siendo tan maja y tan cariñosa.

La mujer se acercó a él como para decirle una confidencia.

-A ver cuando te casas con el escritor. No seas tonto. Ese hombre te quiere con locura. Y tú a él, pero eso ya lo sabes.

Carmelo se echó a reír y volvió a besar a la mujer.

-Espero darte esa alegría pronto. Pero no se lo digas a nadie.

La mujer puso cara de que le iba a guardar el secreto. Y Carmelo tuvo la seguridad de que lo iba a hacer.

-Señora, ya le he mandado a su nieta el vídeo por wasap. Seguro que ya lo está viendo. – le dijo Alan.

-Sois todos muy majos. – dijo la mujer ahora besando a Alan.

Cuando Carmelo entró en el hotel, dentro pareció subir el volumen ambiente. Todos los clientes parecían atentos a su entrada. Era el motivo de todas las conversaciones y miradas. Carmelo no miró en ningún momento hacia dónde estaba Álvaro y su acompañante. Saludó a un par de conocidos con una palmada en la espalda y entró en el salón que servía como antesala al comedor. Fernando Cabrales se levantó para recibirlo. Se abrazaron y se sentaron en el sofá en el que estaba el guionista antes de llegar Carmelo.

-¿A ese lo conoces?

-Sí. Es un buen amigo. – contestó Álvaro a su acompañante. – He trabajado varias veces con él. Es uno de los mejores actores del mundo y un tío maravilloso.

-Me lo podías presentar.

-No sé si es buena idea.

-Te doblo lo estipulado.

-No es cuestión de dinero.

-Triplico.

Álvaro suspiró. No podía renunciar a ese ingreso extra. Era mucho dinero. Aunque en su fuero interno sabía que si aparecía con su cita delante de sus amigos, ellos sabrían al instante. Y eso no le acababa de gustar.

-Luego. Dejémosles que hablen un rato. Cuando entremos a cenar, te lo presento.

Jorge llegó a casa. Le estaba dando vueltas a lo que pretendía Carmelo. Parte del plan ya lo había captado. Pero no todo. Pere su vecino subió un momento para saludarlo.

-Sin novedad, Jorge.

-Gracias Pere.

-Te he dejado un par de relatos para que los leas.

-Ahora me tengo que ir. Pero no hace falta que te pongas a escribir cuando guardas el fuerte.

-Para que así sea más creíble que estás en casa.

Jorge se sonrió y le dio una palmada en la espalda.

-Tengo que cambiarme. Mañana hablamos. ¿Te vas recuperando de las heridas?

-Na. Va bien. La rodilla me da un poco de guerra. Pero bien.

-Usa el andador. No seas orgulloso. Y no faltes a tus citas con el fisio. Que sé que te cuesta.

-En casa lo uso. Pero en la calle, me da vergüenza. Lo del fisio… es que me deja agotado. Luego no soy persona.

-Es mejor eso que te falle la rodilla y te caigas. Eso va a ser unos días. Hazme caso.

Pere se encogió de hombros y sonrió triste.

-Cuando en tu agencia vi que era posible quedar contigo para pasar una velada no me lo podía creer.

-No es habitual no. Aunque hay otro tipo de servicios que sí hacen algunos compañeros de profesión.

-Lo de los mensajes y eso. Eso bajo mi punto de vista es una tontería. Lo interesante es el vis a vis, hablar, poder escuchar tus anécdotas. Tener a la persona de frente, poder estrecharle la mano…

El hombre mientras hablaba, no dejaba de tocarle el brazo. O rozarle la pierna.

-No me acuesto con clientes. – decidió dejar las cosas claras. Se estaba temiendo que si dejaba avanzar la cita sin cortar esos intentos, luego sería más difícil pararlo.

El hombre se lo quedó mirando. No le había gustado el comentario.

-Eso será una cuestión de precio.

-No.

-No me creo que si te digo que te pago un millón de euros, no te acostarías conmigo.

-No – contestó de forma rotunda, aunque su cara decía otra cosa.

El cliente lo miró fijamente. Álvaro bajó la mirada.

-Ya me parecía. Has tenido mala suerte, no tengo un millón para pagarte. Y para serte sincero, tampoco pienso que lo valgas.

Jorge Rios.

Fue al dormitorio y vio la ropa que tenía en la cama. Era claro que Carmelo quería que fuera de punta en blanco. Él se habría vestido en consonancia.

-Rubito, quieres que demos la nota. Pues nada, la daremos.

Se cambió de vestuario en un momento. En contra de sus costumbres, dejó la ropa que se había quitado sin colgar o sin llevar a la lavadora, dependiendo de lo que tocara hacer con ella. Quería irse lo antes posible. El tráfico se estaba poniendo muy denso y no sabía si podría llegar en poco tiempo. Fue al baño y se peinó con cuidado. Se dio una crema en la cara y una pequeña base de maquillaje que había aprendido de Carmelo. Éste se la había dejado a la vista como una clara invitación.

Fernando se asomó al baño.

-¿Estás visible?

-Sí. Pasa.

-Carmelo ha hecho una entrada triunfal. Quiere que hagas lo mismo.

-Mis entradas triunfales no pueden llegar al nivel de las suyas.

Fernando se sonrió negando con la cabeza. Ese hombre seguía sin ser consciente de que la gente le seguía y le reconocía. Otra cosa es que él no solía dar pie a acercamientos. Aunque en eso estaba cambiando muy deprisa.

-Déjanos hacer. Hemos aprendido mucho con Carmelo.

-Fernando, te dejo hacerme lo que quieras.

-No me des ideas… – Fernando sonreía guasón y el tono que había empleado al decir eso, podía interpretarse de mil maneras.

Jorge estuvo tentado de tirarle algo a la cabeza. Le sorprendía la intimidad que estaba cogiendo con algunos de sus escoltas en poco tiempo. Estaba convencido de que si esa necesidad de ir protegido se alargaba en el tiempo, acabaría por ser amigo de todos ellos.

Cuando apenas habían llegado al coche, Jorge recibió una llamada de Javier. Le pedía que le hiciera un favor.

-Es importante. Creo que les va a hacer bien. A los dos.

-No te preocupes. – aceptó Jorge.

-Fernando, cambio de planes. Tenemos que hacer un recado antes. Javier te ha mandado dos direcciones. Vamos a la primera. Luego, a ese restaurante, “La Bella”.

Jorge llamó a Carmelo para anunciarle el retraso.

El pedido de Javier salió sin contratiempos. Pero todo se había retrasado algo más de una hora. La caravana de coches de Jorge se paró delante del hotel. Los coches de Carmelo habían permanecido hasta unos minutos antes detenidos delante de la puerta, haciendo tiempo y evitando que se perdiera el interés de la gente.

La escena se repitió casi al milímetro a la llegada de Jorge al hotel de la c/Barquillo. Había más curiosos porque parte de los que se habían quedado a la expectativa después de la llegada de Carmelo, no se habían ido. Y al llegar otra caravana de gente VIP, como les oía desde el coche que le llamaban, eso no había hecho más que acrecentar el número de personas congregadas.

Los escoltas de Jorge hicieron el mismo protocolo que habían hecho los de Carmelo.

-¿Salimos? – le propuso Fernando, al cabo de unos minutos.

-Estoy a lo que me digas, querido.

Fernando salió del vehículo y los dos compañeros que iban en el coche hicieron lo mismo. Rodearon a Jorge cuando salió. Enseguida lo reconocieron y empezaron a vitorearlo. Le pedían fotos y alguno incluso sacó uno de sus libros para que se lo firmara. Jorge le hizo una dedicatoria personalizada. El hombre se mostró feliz.

Fue atendiendo a muchos de los que le rodeaban. Firmó algunas camisetas, incluso la camisa de un hombre que a todas luces trabajaba en un sitio formal. Se sonrió imaginando a ese lector apareciendo en una reunión de trabajo con la camisa firmada por Jorge Rios. La escena podría tener varios desarrollos: una que todos mostraran su envidia y le felicitaran por conseguir que ese escritor le firmara en el pecho. Otro desarrollo podría ser el contrario, que causara hilaridad entre todos. Lo acertado sería crear una historia en la que algunos sintieran envidia y otros movieran la cabeza negando por ser una persona con un cargo importante y dejarse llevar por su fanatismo por un escritor.

Cuando ya llevaba casi diez minutos, Fernando le hizo un gesto para entrar. Jorge se giró y saludó con la mano levantada.

-Muchas gracias a todos por vuestro cariño.

-He oído que vas a Pasapalabra. – le dijo una señora que estaba entre la multitud.

-Has oído bien. Atentos al televisor. Intentaremos entre todos hacer un buen show.

Jorge entró en el hotel. Le estaba dando vueltas a esa última frase que había lanzado al público: “Intentaremos hacer un buen show”. Le sonó ridícula. Y la había dicho él… eso tenía que habérselo oído a Carmelo. Pero seguro que en su boca sonaría mucho mejor. Una señora le esperaba al lado de la puerta y le tendió un ejemplar de “La Casa Monforte” para que se lo firmara. Él lo hizo con una sonrisa. Como siempre, le preguntó cual era su novela preferida. Ella le contestó que “La angustia del olvido”.

-La he leído tres veces – le dijo feliz.

Jorge la propuso sacarse una foto los dos juntos, cosa que ella aceptó feliz.

-¿Me daría permiso para sacar la foto en una edición especial de “La angustia del olvido”?

-Claro. Sería un honor.

Jorge le pidió los datos para mandarle un escrito de cesión de sus derechos de imagen.

-Es una formalidad. Estoy pensando en hacer reediciones de mis novelas con el añadido de algunos comentarios y fotos de las personas que me han dicho que les ha gustado.

-Me parece una idea genial.

Un joven esperaba paciente a que acabara con la señora. Le estrechó la mano con decisión. Uno de los camareros hizo lo mismo.

-Me encantan sus libros. Espero poder ir un día a escucharle a la librería de Goya.

-Claro. Y charlamos. Creo que haremos una convocatoria especial para gente joven. Anímate.

Sus escoltas le señalaron el camino hacia dónde estaba Carmelo con Fernando Cabrales.

-¿A ese lo conoces? – preguntó el acompañante de Álvaro.

-Claro. Es uno de mis mejores amigos. Es la pareja de Carmelo del Rio, el actor que ha llegado hace un rato.

-Es el escritor ese tan famoso ¿No? Las fotos de los libros no le hacen justicia.

-Es Jorge Rios sí. Es mucho más atractivo en persona. Y de trato, es una de los mejores tipos que te puedes echar a la cara. Carmelo y él son una pareja maravillosa.

-¿Me lo puedes presentar?

-Claro. Luego te presento a los dos. En realidad te presentaré a los tres. También conozco a la persona con la que están. En eso hemos quedado antes ¿No?

-Sí.

La normalidad fue poco a poco haciéndose dueña del establecimiento. Todos los clientes volvieron a sus conversaciones, a sus cócteles o a sus cosas de comer. Dejaron de estar atentos a lo que hacían el escritor y la estrella del cine. Álvaro y su acompañante retomaron su conversación.

Media hora después, un camarero vino a buscarlos.

-Sr. Goenkale, su mesa ya está preparada. Si quieren seguirme, les acompaño.

Ambos se levantaron y siguieron al camarero.

Carmelo, Jorge y Fernando Cabrales estaban levantados, también dispuestos a entrar al comedor. Carmelo se estaba riendo de algo que había dicho alguno de sus contertulios. Fue entonces cuando vio a Álvaro y su acompañante.

-¡Qué sorpresa! – exclamó dándole un codazo a Jorge para que se girara.

-¡Anda! ¡Cuánto tiempo sin verte! – bromeó Jorge abriendo los brazos para abrazar a Álvaro.

Carmelo le sustituyó en el abrazo.

-Yo sí que hace tiempo que no te veía – le dijo Fernando Cabrales.

-Es cierto. Desde “Provenza”. – le recordó Álvaro. “Provenza” era una serie en la que había sido protagonista y de la que Fernando fue showrunner

-Andoni, quiero presentarte a mis amigos, Carmelo del Rio, Jorge Rios y Fernando Cabrales. Carmelo es actor, y Jorge y Fernando comparten pasión por la escritura.

-Soy “fans” de ustedes – les dijo estrechándoles la mano. – Ha sido una suerte el coincidir con ustedes y que Álvaro les conociera.

-Es muy fácil, Álvaro. Tomas un café con tu cita, o una copa. O cenas, meriendas. Le cuentas de tus historias del cine y la tele. Se queda contento. Cobras una pasta sin esfuerzo y punto.

-Que no. Que no.

-De alguna forma me tendrás que devolver el dinero que te he prestado.

-Pero me dijiste que no había prisa.

-Pero esto no avanza.

-Me dijiste que no había prisa.

-Tú me dijiste que ibas a hacer dos protagonistas que no has hecho.

-Las cosas no arrancan todavía.

-Álvaro Cernés, tu nombre se va olvidando. No te engañes. No van a volver los tiempos de “Provenza”.

-Claro que sí.

-Lo siento. O haces lo que te digo o vas a tener problemas. La gente con la que trabajo tiene poca paciencia.

-Esto no es lo que hablamos. Era una cosa entre tú y yo.

-¿Te crees que soy un banco? Estás muy equivocado. Y tienes suerte que te aprecio. Si quieres te compro la casa por doscientos mil.

-Pero es menos de la mitad de lo que vale. Con eso no saldo ni la hipoteca.

-Pues vete a ver quien te da más.

-¿Me estás amenazando?

-Mira. Te estoy ofreciendo la oportunidad de ganar un dinero fácil. Solo por hablar.

-Yo no soy un acompañante. Soy actor.

-Con poco trabajo. Todavía algunos se acuerdan de ti. Eso te da caché en esas citas. Pero eso no va a ser eterno.

-Yo no me acuesto con… desconocidos.

-Ya. Y yo soy cura, no te jode. Que te guste más el género femenino, te lo acepto. Pero de ahí no paso. A ver si te ofrecen dos mil por un polvo, mira, casi pagas la mitad de uno de tus plazos de la hipoteca.

-Nunca me acostaré por dinero.

-O eso, o a lo mejor, después de como te quede la cara con la visita de unos amigos, no puedes volver a trabajar en el cine, salvo que el papel sea del hombre elefante. Gran película, por cierto.

Jorge Rios.

-Álvaro es de nuestra familia – dijo Carmelo con seguridad, sin mirar al aludido. – Estaba pensando que si no os importa, podíamos cenar todos juntos ¿Te parece Álvaro? ¿D. Andoni?

-¿Y si nos tratamos de tú?

-Me parece bien. – accedió Carmelo.

-Y respecto a cenar todos juntos, me parece estupendo. Y si me permiten el atrevimiento, déjenme invitarles. -comentó Andoni Goenkale.

El camarero se fue para hacer los cambios pertinentes. Luego se acercó a ellos para guiarles hacia su mesa. Otro camarero se acercó a Claudia.

-Ya tiene su mesa y la de sus compañeros preparada.

-Gracias.

La miembro del equipo de escolta se juntó con tres de sus compañeros y fueron a sentarse en una mesa cercana a la de Jorge y Carmelo. Fernando y Alan estaban sentados en otra mesa también pegada a la de sus protegidos.

La cena transcurrió con tranquilidad. Carmelo ejerció de perfecto anfitrión repartiendo juego. No era difícil porque el tal Andoni resultó ser un hombre locuaz y simpático. Fernando Cabrales era dado a contar miles de historias, entre las que se había inventado y las que había vivido. Él y Jorge enlazaban historias, una detrás de otra. No había ninguna duda de que se habían caído bien. Los dos conocían el trabajo del otro, porque se respetaban profesionalmente.

Sobre la una y media de la madrugada, Andoni Goenkale se despidió de ellos.

-Tengo que salir de viaje a primera hora. Muchas gracias a todos. Álvaro, ha sido maravillosa la velada. Muchas gracias. Ya tienes lo acordado.

El hombre caminó despacio hacia la salida. Parecía un hombre satisfecho. Jorge no pudo evitarlo y lo siguió con la vista. Se disculpó para ir al servicio, aunque en realidad lo que hizo fue salir un momento a la calle para observar al tal Andoni Goenkale. Había tomado el camino de Gran Vía. A pocos metros del restaurante, el Sr. Goenkale sacó su móvil e hizo una llamada.

-¿Pasa algo, Jorge? – le preguntó Fernando que había salido para estar a su lado.

Éste se encogió de hombros.

-Es un poco tarde para llamar a nadie ¿No?

-Depende de a lo que se dedique. O puede estar pendiente de un familiar enfermo y preocuparse por su estado en su ausencia. O por el de sus hijos si los ha dejado con un cuidador. O puede estar confirmando una cita en Atenas para mañana. O en Nueva York.

Jorge hizo un gesto con la cara para darle la razón.

-¿Quieres que le diga a un compañero que le siga?

-No. Deja. Ya hemos hecho hoy muchas cosas que van en contra de las normas. No tengo motivos para pensar nada raro. Ha sido un hombre muy agradable, ya lo has visto.

-Creo que cualquier policía te dirá que gran parte de los culpables parecen hombres y mujeres muy agradables.

-Hoy te estoy dando mucho la razón, no te acostumbres.

Fernando y Jorge se echaron a reír mientras volvían a entrar al hotel.

-Ahora sí que tengo que ir un momento al baño.

-¿Tus diez minutos de soledad?

Jorge sonrió y asintió con la cabeza.

Fernando Cabrales se despidió poco después de haberse reincorporado Jorge a la reunión.

-Álvaro, creo que en mi próxima película, vas a tener el protagonista. Ya te llamará tu representante. Todavía habrá que esperar un año. Para después de que acabes “Tirso”.

-Eso sería maravilloso. Gracias Fernando.

-He escrito el papel para ti. Algo distinto a lo que has hecho hasta ahora. Va a ser un papel exigente. Y ya te digo, es el protagonista.

-Gracias de verdad. Espero estar a la altura.

Fernando sonrió y se despidió de todos ellos.

-Y ahora, querido, te vas a sentar y nos vas a escuchar. Y ni se te ocurra la posibilidad de escaquearte. – le dijo Jorge en tono serio.