Necesito leer tus libros: Capítulo 106.

Capítulo 106.-

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Volaron camino del aeropuerto. Tenían el tiempo justo para llegar a la T2 de Barajas. En este viaje, Jorge le dijo a Fernando que se sentara atrás con él. Nano ocupó su puesto en el asiento del copiloto. Fernando no tardó en quedarse dormido. Jorge sonrió al verlo. Nano miró a su compañero y también sonrió. Nadie dijo nada. Todos sabían lo que había tenido que vivir la noche de Vecinilla. Llegó tan cansado a la Hermida 3 que se quedó dormido en la bañera, a remojo. Raúl tuvo que ir a rescatarlo.

Jorge estuvo tentado de intentar imitarlo, pero se notaba demasiado excitado. Tenía la sensación de que algo iba a ocurrir en la visita a esa finca de Vecinilla que había ocupado a un número importante de guardias civiles durante toda la noche. Y por lo que sabía, su policía científica iba a tener trabajo para un tiempo largo.

También le preocupaba la decisión repentina de Aitor de acercarse al terreno para comprobar algunas cosas que le dejaron preocupado. No había querido dar muchas explicaciones. Pero eso no era normal. No le gustaba exhibirse y dadas las circunstancias, a Jorge no le parecía bien que lo hiciera. Debía haber sido previsor y haberse agenciado uno de los pasamontañas que utilizaban los GAR para no mostrar su identidad. Cuando se despertara Fernando, esperaba acordarse de tratar ese tema.

Vio por las ventanillas que ya estaban entrando en la T2. Lucía era una conductora rápida y Silvia, que iba en el coche de delante, también. Nano le hizo un gesto a Jorge señalando a Fernando. Éste sonrió y tocó el hombro del policía. Se despertó sobresaltado. Pero apenas tardó unos segundos en estar plenamente despierto. Jorge sintió envidia por esa capacidad. La última vez que se habían encontrado en puestos cambiados, o sea, Fernando despertando a Jorge, éste tardó casi hora y media en saber quien era.

-Prométeme que luego te vas a ir a descansar. Hay una habitación en la Hermida 2, si crees que vas a estar más tranquilo.

-No, no. No hace falta. Tengo que ir a casa. No tengo ropa para mañana.

-Ya solucionaremos eso.

-¿Quieres que entre en el clan de los que visten la ropa de Jorge Rios?

-Tengo ropa de Raúl, si te vas a sentir mejor – Jorge puso su mejor cara de coña. Nano no pudo evitar una carcajada.

-Atentos, salimos – dijo Nano en su papel de jefe momentáneo de la escolta.

Fernando decidió dejarle a su compañero en esa tarea y él fue junto a Jorge. Nano les guió con rapidez hacia la puerta en la que tenía el desembarque el vuelo de Aitor. Los primeros pasajeros salían ya por el vomitorio.

Jorge en cuanto vio a Aitor sonrió. No le gustó el aspecto que traía, pero decidió aparcar ese tema. Era claro que al hacker, le dolía casi cada músculo, cada hueso del cuerpo. Su cara era la expresión viva del dolor. Cada paso que daba parecía un suplicio para él. A eso se unía que posiblemente hubiera dormido todavía menos que Fernando. Pero aún así, en cuanto vio a Jorge, su cara cambió y una sonrisa enorme ocupó todo su rostro. Sus ojos, grandes y negros, brillaban por las lágrimas que lo habían inundado de repente. Fernando y Nano que estaban al lado de Jorge, apartaron la vista para dejarles ese momento de intimidad.

No se dijeron nada. Fernando se esperaba de Aitor algún chascarrillo, algún comentario sobre las noches de sexo que le debía Jorge. Pero no dijo nada. También le sorprendió la altura del informático. Se había hecho a la idea de que era bajito y por qué no decirlo, feo. Pero no lo era. Ninguna de las dos cosas. Cuando se le quitó el rictus de dolor al ver a Jorge, a parte que se le quitaron de encima diez años al menos, apareció un rostro bonito y delicado. No le pegaba con las groserías que solía decir por teléfono. Y por tener siempre en la boca expresiones con connotaciones sexuales.

Después de mirarse un rato a los ojos, Jorge y Aitor se abrazaron. No dijeron ni palabra. El escritor era feliz de tener a ese joven entre sus brazos. Y era claro que al revés, los sentimientos eran los mismos. Estuvieron así varios minutos. Luego Aitor separó su cabeza de la de Jorge y le cogió la cara con sus manos y le besó en los labios. No uno, o dos o tres besos. Fueron un ciento seguidos. Jorge hizo lo mismo y puso sus manos en la cara del informático. Se miraban los dos a los ojos.

-Te quiero ¿Lo sabes? – dijo Aitor con los ojos acuosos.

-¿Y tú sabes que yo te quiero a ti? ¿Lo sabes?

-Me hubiera muerto si hubieras ido en ese coche.

-Nunca fue mi intención ir en ese coche. Eso no hubiera pasado en ninguna circunstancia.

-Pero imaginarlo …

-Cariño, si tú y estos amigos que me rodean, me cuidáis, no me puede pasar nada.

-Estaría más tranquilo si no hicieras de poli. Te ha entrado esa manía.

-Bueno. En realidad tú también haces de poli.

-Pero yo estoy escondido.

-Y yo estoy protegido por los mejores.

-Y están buenos.

Jorge se echó a reír. Aitor ya se había relajado. Ya volvía a ser el de siempre.

-Mira, este es Fernando.

-Guay Fernando. Estuviste bien anoche.

Se saludaron con un choque de puños.

-Este es Nano.

También chocaron los puños.

-Paula y Rami. Luego te presento a Silvia y a Lucía y a Carlos y Romo que están fuera. ¡Anda! Mira. Y esa pareja que viene por ahí son Carmen y Raúl.

La comisaria sonreía mientras daba los últimos pasos que los separaban. Era claro que ella no se iba a conformar con un choque de puños. Iba decidida a abrazar a Aitor.

-No sabes la alegría que me da conocerte. – le dijo Carmen.

-Y a mí. Que cuides de Javier y también de Jorge, es importante para mí. Ya sabes que si estoy vivo, es por Javier y por Jorge. Si les pasara algo, no lo soportaría.

-Y sabes que si te pasa algo a ti, ellos lo llevarían muy mal.

-No toca, sé por dónde vas.

Carmen sonrió.

-Pero algún día sí tocará.

-Ya veremos. Con toda la mierda de la que estáis rodeados … no me dejáis ni un minuto libre.

-Venga, vamos a los coches. Tenemos un rato para llegar al “parque de atracciones”.

Carmen entró también en el coche de Jorge. Cambiaron la orientación de una de las filas de asientos para tener una especie de reunión con una mesa en medio. Nano seguía ejerciendo de jefe del grupo de escolta e iba en el asiento del copiloto. Detrás estaban sentados en una de las filas Carmen, Fernando y Raúl, y en la otra Jorge y Aitor. Aitor era claro que el tiempo que estuviera en Madrid, quería estar cerca del escritor.

-Sabes que me gusta tenerte cerca, Aitor.

Aitor sonrió. Parecía un niño feliz. Cualquiera que le viera el rostro en ese momento, no podría imaginarse el dolor que tenía que sufrir cada día. Ni podía imaginarse la vida llena de desdichas, de palizas que había sufrido hasta los trece años. Palizas infligidas por sus propios padres. Y aún así, perseveró en su afición a la informática hasta convertirse en el mejor hacker del mundo. O a lo mejor, fue por eso, para crearse un refugio al que sus padres no pudieran acceder. Su nick infundía miedo y respeto a la vez. Era capaz de entrar en cualquier sistema y que no se enterara nadie. Podía haber robado, destruido a personas e instituciones. Podía haberse convertido en la persona mas rica del mundo. Pero aún viniendo de la familia que le había tocado, aún sufriendo maltrato desde que empezó a ser consciente, esa opción nunca estuvo en su mente. Tuvo dos golpes de suerte: el primero Javier. El segundo, Jorge. Los dos le mostraron que también existían personas buenas. Los dos le mostraron su cariño. Los dos le ayudaron de manera definitiva. Los dos, seguían apoyándolo y cuidándolo.

-No me sueltes la chapa con que vuelva a España. – Aitor puso su mejor cara de pillastre.

-¿Qué te preocupa tanto para venir hoy a ver esa finca en Vecinilla? – Jorge decidió ponerse serio.

-Lo que no pude ver. Hay cosas que no están conectadas al sistema central. Al menos vi tres puertas sin sus correspondientes enganches. Pueden ser una tontería. O puede que no. Ayer, esa gente hizo un intento de matarte, Jorge. Posiblemente nunca lo hubieran conseguido, porque no pensaste de verdad en ir. Porque Fernando fue rotundo al decirte que no fueras. Ellos pensaron que ibas a ir a buscar a esos chicos. No quisieron mandarte las fotos reales porque pensaron que a lo mejor la policía conseguía identificar el teléfono desde el que lo hicieron, como así lo han hecho.

Carmen se sonrió negando con la cabeza. Eso no lo sabía nadie a parte de Bruno, el de la oficina, que lo había localizado. Y Javier.

-¿Y las trampas para nosotros? – preguntó Fernando.

-Cobrar y reírse. Y si algún poli salía herido o muerto, mejor para el espectáculo. No están muy contentos con vosotros. Creo que empiezan a teneros respeto, cuando no miedo.

-Los de explosivos han descubierto una gran cantidad de ellos. Eso podía haber sido una masacre.

-Luego os enseño una recreación de lo que iba a pasar. Era difícil que cuando hubiera estallado la bomba, hubiera habido alguien en un radio de cien metros. Espectáculo, ya digo. Ridiculizaros viendo a decenas de policías corriendo para ponerse a salvo entre petardos y fuegos artificiales, por no hablar de los aspersores y demás.

-¿Y esos chicos? ¿Por qué?

-Porque ya no valían para nada. El de León, porque había hablado con vosotros. Era basura. Los otros, se creyeron más listos. Y lo pagaron. Eso sí, cobraron. Les pagaron, no me miréis así. El dinero está en sus cuentas, podéis comprobarlo. Posiblemente no les dijeron todo lo que iba a pasar. Pero fueron por propia voluntad. Y si hubiera sido un simple encuentro sexual, hubiera estado bien pagado. Imagina, amor, que cobraron el doble que la tarifa de Álvaro.

Jorge suspiró resignado. Carmen y él se miraron. Si ninguno parecía querer saber la confirmación de que Álvaro había dado ese paso, en un momento Aitor se la había proporcionado.

-¿Y quién lo organizó? – preguntó Jorge, olvidándose de momento de Álvaro.

-Eso se lo dejo a la policía. – Aitor sonrió de nuevo poniendo cara de pillo.

-Si lo sabes deberías decírnoslo – dijo Fernando.

-Os pondré en el camino. Debéis seguir un procedimiento para que acaben en la cárcel. Si no fuerais la policía, ahora mismo os lo decía para que mandarais unos matones y les pegarais una paliza. Sois buenos policías.

-No me gusta que te vean la cara, cuando lleguemos. – le dijo Jorge.

Carmen se lo quedó mirando.

-Puedo poner la mano en el fuego por los que estamos hoy aquí en este monovolumen. No la puedo poner por el resto de la policía y de la guardia civil. Ni que nadie saque una foto y luego rule por cualquier sitio.

Raúl hurgó en su bandolera y le tendió a Aitor un pasamontañas.

-Son los que utilizan los beltzas. Son más ligeros y transpiran mejor que los de la policía.

-Llegamos en cinco minutos a nuestros coches – anunció Nano.

-Si no quieres parar …

-Claro que quiero. – respondió Jorge sin dudar.

-El teniente Romanes nos espera ahí. – anunció Carmen. – Parece que está a pocos metros de la antena que surtía de internet a la finca.

-Sí, quiero comprobar unas cosas. Le dije a Iker que me esperara allí – anunció Aitor, poniéndose el pasamontañas. Jorge no le quitó ojo hasta que lo tuvo puesto.

-¿De qué conoces a Iker?

-Es amigo tuyo, Fernando. Pregúntale.

-No me quiso responder.

-No soy nadie para contestarte entonces. Lo siento.

La comitiva bajó la velocidad hasta pararse en medio de la carretera. Todavía no la habían abierto al tráfico de nuevo.

Lo primero que llamó la atención de Jorge fue el coche que supuestamente era el suyo. Supuestamente no, era el coche que hasta la noche anterior había utilizado en sus desplazamientos desde que llevaba escolta. Para su sorpresa, verlo, sí le produjo una cierta desazón. Aitor lo conocía lo suficiente para darse cuenta. Le agarró la mano rápidamente. Jorge se lo agradeció apretándosela y acariciando su dorso con el dedo gordo. Fernando abrió la puerta corredera y bajaron del monovolumen. Aitor agarró el brazo de Jorge sin dudarlo. Éste se fue aproximando al coche, con la vista fija en él. Parecía hipnotizado. El teniente Romanes se acercó al escritor.

-Jorge, este es el teniente Romanes, – fue Fernando el que hizo las presentaciones – Iker Romanes.

Jorge le hizo una mueca para indicarle que estaba encantado de conocerlo. Aunque no abrió la boca. Apenas lo miró. Estaba anonadado por el estado del que, hasta el día anterior, había sido su coche. Iker y Aitor no escenificaron tampoco el encuentro de dos viejos amigos. Simplemente chocaron sus puños. Estaban pendientes de la reacción de Jorge, que sin darse cuenta tenía la boca abierta de la desazón que le embargaba observando la escena. Un desasosiego que iba en aumento cada instante que pasaba.

-El artefacto estaba en esa parte – le explicó Romanes. – Lo activó uno de los detenidos con el teléfono. Tenía instalada una APP para controlar el sistema.

-Hubieran muerto todos los que van conmigo. – lo dijo en apenas un susurro, con la vista fija en los coches.

Carmen asintió despacio con la cabeza. A ella le estaba pasando lo mismo que al escritor. Se había enfrentado en su vida profesional a multitud de situaciones difíciles. Ese día, la cabeza estaba haciendo un trabajo de imaginar qué hubiera pasado si la comitiva hubiera sido real. Y esa imagen le causaba una angustia extrema. Por todos los compañeros y amigos que hubieran fallecido y los que hubieran quedado malparados.

Jorge cambió el objetivo de su mirada por el vehículo que iba cerrando la comitiva. Estaba mejor, pero eso no significaba que sus ocupantes hubieran salido con bien del trance. Carmen no quiso explicarle que los que iban en el lado derecho, que fue el que acabó estrellado contra el árbol, hubieran tenido un ochenta por ciento de posibilidades de morir. Un ochenta y cinco de acabar con graves lesiones medulares. Un noventa de tener lesiones de las que nunca se hubieran recuperado y que les hubieran impedido seguir siendo policías. Un cien de tener lesiones importantes, muy graves con un periodo de recuperación estimado de dos años. Era lo que les habían explicado los peritos en su informe preliminar. Los otros dos, un cuarenta de morir, un setenta de tener graves lesiones, un noventa de tener heridas de consideración.

-Amor, acompáñame a la antena. Me duele mucho la pierna. Necesito tu apoyo. – Aitor decidió romper el devenir de la mente de Jorge. No le gustaba la ansiedad y la tristeza suprema que se acrecentaba cada minuto que el escritor tenía toda su atención fijada en los amasijos de hierros que eran sus viejos vehículos.

Jorge lo miró. Suspiró y acabó sonriendo. Lo besó en la mejilla.

-Te quiero, no lo olvides.

-Sabes que soy un desastre con la memoria. Me lo tendrás que repetir.

Jorge emprendió el camino hacia dónde Iker les señalaba.

-Jorge, sujeta este portátil un momento. Iker ayúdame por favor. Vamos a cambiar al puerto de la antena de ellos. Se me ocurrió que a lo mejor hay dos fibras distintas. La que utilizaste tú, puede que solo diera acceso a una parte del sistema.

-De todas formas ya verás ahora que hay otros dos puertos. Y luego, un poco más adelante, encontré otros dos puertos de acceso.

-¿Me lo enseñas?

-Si ves que en la pantalla salen una especie de ondas, avísame – le dijo a Jorge.

Dos furgonetas de la Guardia Civil se pararon a la altura de los coches de la caravana de Carmen y Jorge. Un comandante salió de una de ellas. Buscó con la mirada y cuando los vio, se encaminó presto hacia ellos.

-La comisaria jefa más poderosa de la Policía.

Carmen se giró de inmediato. Conocía esa voz.

-¡JL!

Se abrazaron.

-Te echo de menos en el karaoke.

Carmen resopló.

-Llevo una temporada que las fuerzas me dan para llegar al sofá de Javier y punto. ¿Cómo estás?

-Ya sabes. Aclimatándome de nuevo a la soltería. Veo que te has trasladado a la casa de Javier para atarlo en corto.

-Sí, que remedio. No me importa, te advierto. Tiene la ventaja que está más cerca de la Unidad que la mía. – Carmen se calló unos instantes y estudió el gesto de su amigo. – Petra no sabe lo que ha dejado. No te comas la cabeza.

-Nunca ha llevado bien lo de que fuera guardia. Es una incompatibilidad manifiesta de caracteres. He ganado en noches de karaoke y cervezas con los compañeros.

-No disimules conmigo. La sigues queriendo.

-No tengo intención de cambiar mi vocación. Ella no lo entendió. Cuando nos conocimos, ya sabía lo que había. No valgo para un puesto en cualquier empresa de seguridad. Pensó que una vez casado, me podría cambiar. Y mira que se movió para encontrarme un buen puesto. Eso también lo hizo a mis espaldas. Quería cambiarme a toda costa. No hubo negociación posible.

-Y seguro que cobrando cuatro veces más.

-Sí, sí. Eso de todas formas es fácil. Aunque no me quejo de mi sueldo. Me da para vivir como me gusta. Y como no hemos tenido hijos … – esto último lo dijo con amargura. Carmen le dio una palmada en el pecho para animarlo.

-No sabía que ibas a venir a echar un vistazo.

-Me lo ha pedido Rui. Le voy a sustituir unos días. Se va a Galicia por algo de vuestros asuntos comunes.

-Aquí tienes otro fleco de nuestros asuntos pendientes.

-¿Ese es el escritor?

-Sí. Y ese es el coche que llevaba hasta ayer.

-¿No estarás dando vueltas a que tus chicas podrían haber estado ahí?

-Estoy haciéndome a la idea. No me he enterado de la nochecita hasta hace unas horas que Javier ha tenido la amabilidad de informarme con detalle.

-¿Tan mal estabas ayer que Javier no quiso llamarte?

Carmen se sonrió.

-Hoy me toca a mí. El cuerpo de Javier no creo que tarde en decir: ¡Basta! Esto, lo de los matones que intentaron rajar la cara a ese actor Álvaro Cernés, los asaltantes de la casa de Rubén Lazona con un vecino fallecido … no se aburrió anoche, no.

-Creo que lo de Rubén es lo que ha acelerado el viaje de Rui.

JL empezó a estudiar los alrededores del escenario. Dos guardias con el uniforme de los CEDEX se acercaban andando por la carretera.

-A sus ordenes mi comandante – saludó uno de los hombres. – Nos ha ordenado el comandante Garrido que le demos novedades a usted.

-Diga Canales.

-Hemos encontrado otro artefacto como a unos doscientos metros. Era igual al que han hecho explotar aquí.

-¿Una segunda oportunidad? Por si fallaba el primero.

-Por si lo detectaban. Imaginamos. O pensaban atacar también a los que hubieran venido en su ayuda. Salvo que confiesen, no podemos estar seguros de sus planes. De momento no hemos encontrado nada que nos ayude a saber sus intenciones exactas.

-¿Sabemos de dónde sacaron el explosivo?

-No es de aquí. No es un desvío de canteras o empresas de demolición. Tráfico de armas.

-Carmen, te presento al Teniente Ulises Canales. Ulises, la comisaria Carmen Polana.

-Encantada de conocerte Ulises.

-Es un placer conocer a la famosa comisaria jefa. Estuvimos algunos compañeros y yo en una charla que dieron usted y la comisaria Rodilla.

-No recuerdo que te acercaras a hablar con nosotras al final.

-No pude. Me hubiera gustado saludarlas. Me interesó mucho su forma de ver las cosas y de exponerlas. Había muchos compañeros deseosos de comentarles sus opiniones al final y tenía que entrar de servicio.

-Ya que fuiste oyente de una de nuestras charlas, me gustaría que me tutearas.

-Un honor, comisaria.

-Aitor, ya salen las ondas – le avisó Jorge.

Iker le cogió del brazo al hacker para ayudarlo a llegar dónde Jorge. Cogió el portátil decidido, pero un latigazo de dolor le hizo tambalearse. Le pasó el ordenador a Iker y él fue a sentarse en un árbol caído.

-Busca el acceso a todo el sistema.

Iker empezó a moverse con el ratón. Fue probando distintas cosas, hasta que al final encontró lo que buscaba.

-Esta parte no salía ayer.

-Tenemos que ir a los edificios.

-¿Me lo explicáis? – Jorge no entendía lo que buscaban Iker y Aitor.

-Hay una parte del complejo que no aparecía ayer en los planos. Tienen varios accesos separados. Eso quiere decir que tampoco pudimos acceder al sistema que lo controla.

-Ni a verlo, claro. En todos sitios hay cámaras, imaginamos que en esa parte que no encontramos, también.

-O sea que puede haber más sorpresas.

Ni Aitor ni Iker dijeron nada. Solo levantaron las cejas.

-Parece que estáis de funeral.

Carmen y JL se habían acercado a ellos.

-Puede que haya más sorpresas en la finca. – apuntó Romanes.

Carmen y JL se miraron. JL se giró para llamar a los CEDEX y que no se fueran.

-Ulises, id por favor de nuevo a la finca.

-No, no, sigamos el cable de comunicaciones. – dijo de repente Aitor. – Que nadie se acerque de momento. Todos quietos. Os vamos diciendo.

-No estás como para andar por el campo – Carmen le miraba como una madre lo haría con su hijo enfermo.

-Tenemos indicios de que hay alguna posibilidad de que se acceda todavía de forma remota para destruir todo el sistema.

-Yo me encargo de ayudar a Aitor – dijo Jorge en tono rotundo.

Jorge rodeó la cintura de Aitor y le puso su brazo para que le rodeara el cuello.

-Yo te cojo del otro lado – se ofreció Fernando.

Entre Fernando y Jorge casi llevaban en volandas a Aitor. Iker iba delante, poniendo a la vista el cable. Cuando llevaban casi la mitad del recorrido, encontraron otro puerto de entrada al sistema, con una antena que no estaba desplegada. Iker sacó una tablet de su bandolera y conectó un cable USB a uno de los puertos libres.

-Debes ser rápido, Iker.

Salvo ellos dos, nadie parecía entender cual era el problema. Pero los dos parecían preocupados. Jorge acercó a Aitor a los puertos y le ayudó a sentarse en el suelo.

-¿Me sujetas la espalda mi amor?

Jorge no dijo nada. Solo se puso detrás para que sus piernas hicieran de respaldo del informático. Aitor sacó un cable de su bandolera y lo pinchó en otro de los puertos de acceso. Empezó a teclear a una velocidad de vértigo.

-Éste no es. – dijo Iker.

-No saques el USB. Usa otro para probar el otro puerto.

-No sé si será importante – dijo uno de los GAR – pero debajo parece que hay otro puerto.

Iker se tiró en el suelo para mirar.

-¡Rojo! – gritó Iker.

Aitor buscó en su bandolera. Sacó un pendrive. Se lo tendió a Iker que de inmediato lo introdujo en el puerto rojo. Sacó otra tablet y la conectó al pen. Iker se puso detrás de Aitor.

-¡Para! ¡Ahí!

Aitor detuvo la secuencia interminable de números y letras que iba apareciendo en la pantalla. Jorge observaba a los dos con gesto de estupefacción. A él toda esa innumerable lista de números no le decían nada. Le parecían todos iguales. Aitor seleccionó una de las líneas y empezó a sobrescribir. Aitor e Iker se miraron. Éste asintió.

De nuevo, empezó a correr por la pantalla una serie interminable de lo que parecían líneas de programación. Hicieron el mismo proceso en al menos diez líneas.

-Mi comandante – dijo el teniente Romanes – sería mejor por si acaso, que diera la orden de desalojar.

-Peña, ordena el desalojo. Que nos informen cuando todos los equipos estén en la zona de seguridad.

Desde allí escucharon el bullicio que se armó en la finca. Estaban apenas a medio kilómetro. Y todos a su alrededor estaban en silencio expectantes. Todos parecían haberse contagiado del gesto serio y concentrado de Aitor e Iker.

-Zona despejada – escucharon todos en la radio del sargento Peña.

-Reseteamos y reiniciamos. – propuso Aitor. Iker asintió.

En la tablet. Jorge pudo ver como un circulito apareció en la pantalla. Y un contador del avance del proceso en tanto por ciento.

-Se me ha ocurrido una cosa – dijo Aitor. – Dame tu tablet.

Iker se la tendió de inmediato. En esa tablet, de nuevo empezaron a aparecer líneas interminables de números y letras.

Aitor paró un momento. Puso el cursor al final de una línea y empezó a escribir.

-Te quedan cinco minutos. – anunció Iker a Aitor.

Carmen no podía aguantar tanta intriga. JL que la conocía le tendió un cigarrillo. Carmen le sonrió a la vez que lo cogía y se lo encendía.

-Dos minutos.

-Quiero desactivar también …

-Deja. Nos servirán de guía. No te va a dar tiempo. ¡Un minuto!

Jorge aguantaba la respiración. Y eso que no alcanzaba a entender lo que pretendían Iker y Aitor. Pero mirarles a la cara y verles el gesto serio, consiguió ponerle nervioso. Miró a Carmen que supo y le tendió su cigarrillo. Jorge no dudó y le pegó una calada antes de devolvérselo a la comisaria. JL que lo vio, sacó otro pitillo de su paquete, lo encendió y se lo tendió a Jorge. Este le sonrió agradecido. Pero ninguno dijo ni una palabra. Se podía escuchar perfectamente a los pájaros canturrear. Las hojas moverse en el suelo al ritmo de la suave brisa. Lo único que no pegaba en ese escenario idílico, era el ruido de los dedos de Aitor sobre el teclado virtual.

-¡Ya!- gritó Iker a la vez que Aitor levantaba las manos.

-¡Operación destroyer abortada!

Jorge miró sorprendido a Iker. Éste le sonrió.

-Siguiendo sus órdenes, las puertas se van a abrir.

Todos se miraron. Esa voz metálica, había salido de la tablet de Aitor.

-¡Mirad! – dijo el sargento Peña señalando la finca.

Unas columnas de distintos colores, se podían vislumbrar a través de la arboleda. Eso estaba pasando en las edificaciones de la finca y en la explanada de delante, en la que habían instalado el “parque de atracciones”. Carmen, Peña y JL iniciaron el camino a paso rápido para llegar a la finca. La misma estaba en una pequeña hondonada y ya estaban en el terraplén que lo separaba del bosque. En distintos puntos del terreno como de los edificios, habían explotado bombas de humo de distintos colores. En todas, después de disiparse las emanaciones, quedó marcado con el color del tizne.

-Mi comandante, parece que en algunos lugares se han levantado una especie de trampillas que estaban ocultas.

-Verde y rojo, en ese orden – dijo Iker sin dudar. – Las negras para Aitor y para mí.

-Después, granate y amarillo.

-¿Habéis oído? – dijo JL por la radio.

-A sus órdenes mi comandante.

-Pide unas ambulancias Carmen – dijo Jorge que miraba la pantalla de Aitor. – Muchas.

-Escritor, te van a necesitar. Iker se encarga de ayudarme. – Aitor le obligó a agacharse y le dio un beso en los labios. – Te quiero, no lo olvides.

Carmen se colgó su acreditación del cuello y emprendió la bajada al terreno. JL la siguió. Jorge ayudó a levantarse a Aitor y lo dejó sentado en un tronco, mientras Iker recogía sus equipos.

-Dile a Carmen que empiece por la de la izquierda – le dijo Aitor a Jorge. Éste marcó inmediatamente el teléfono de Carmen y se lo dijo. Ella no replicó. Solo cambió la dirección de sus pasos y fue a la primera marca verde de su izquierda. Raúl seguía a su lado y corrieron hacia esa primera trampilla. Tres guardias, por orden del comandante Pastrana les siguieron.

-Yo voy a la de la derecha. Jorge, ¿te encargas de la de la centro?

Fernando seguía a Jorge. Había sacado su arma por si acaso. Lucía y Silvia se acercaban corriendo. Tres guardias de los GAR se les unieron también. Nano y Romo corrían para ayudar a Carmen.

Cuando ésta abrió la trampilla completamente, un hedor a excrementos y a orina le golpeó la nariz. Pero no se detuvo. Sacó también su arma reglamentaria.

-Poneros todos las acreditaciones a la vista. – les dijo a sus compañeros. Aunque no fue necesario porque ya lo habían hecho, imitándola a ella.

Jorge no tardó en llegar a la trampilla del centro. Fernando le detuvo antes de que empezara a bajar las escaleras.

-Bajo yo primero – dijo en tono resuelto.

Las escaleras bajaban hasta una altura aproximada de piso y medio. Era difícil aguantar el hedor que había en esa cavidad. Había una especie de respiraderos por el que se escapaba la fetidez. Al acabar las escaleras, se encontraron con un corto pasillo. Éste desembocaba en una estancia a la que daban otros dos cuartos separados por rejas. Era una cárcel en toda regla. En cada una de ellas había dos chicos desnudos, tirados en lo que en algún momento fueron dos catres aptos para descansar una persona. En una banqueta, había dos violines con sus arcos.

-Hola, me llamo Jorge.

El escritor se había arrodillado en el suelo. Acariciaba despacio al chico que estaba primero. El chico abrió los ojos poco a poco. Para Jorge era claro que estaba drogado.

-Perdón, no hemos tocado hoy todavía. Pero ahora lo hacemos.

El chico hizo intención de levantarse. Pero Jorge le detuvo.

-Despacio. No hay prisa. Estos amigos que me acompañan son policías.

Al escuchar esa afirmación de Jorge, un rictus de miedo apareció en su cara.

-Son de los buenos.

-Yo te conozco. Eres el escritor – dijo el que estaba detrás.

-Exacto. Soy Jorge el escritor.

-Entonces los policías son de los buenos. – dijo con una voz débil y sin alma.

-¿Cómo os llamáis?

-Emilio y y Caro.

-¿De verdad eres el escritor?

El primer joven todavía dudaba. Jorge le acarició la cara despacio. Le sonreía.

-Me gustaría darte un abrazo y un beso ¿Me dejas?

El chico lo miró directamente a la cara por primera vez. Sus miradas se quedaron conectadas unos instantes. El joven pareció relajarse. Hizo un pequeño movimiento con la cabeza asintiendo a la vez que se le escapó un ligero suspiro de alivio. Jorge lo abrazó suavemente. El chico tardó unos instantes en rodear el cuerpo del escritor con sus brazos. Poco a poco se fue apretando contra el cuerpo de Jorge.

-Estoy sucio – dijo en un susurro.

-No me importa. – contestó Jorge sonriendo y dando un beso en la mejilla.

-Ven Caro, acércate, me gustaría darte también un abrazo.

El chico de detrás se incorporó y se sentó al borde del catre. Fue él el que le tendió los brazos. Jorge se dejó rodear por ellos y lo apretó contra él. En ese momento, el chico empezó a llorar. Jorge no dejaba de acariciar la cabeza completamente rapada del chico. Se le notaban decenas de cicatrices de golpes. Fernando se había arrodillado también y ahora abrazaba a Emilio.

-Estáis helados – dijo Jorge.

Fernando sacó su móvil y pidió urgentemente mantas para taparlos a todos.

-Jorge, te necesitamos un minuto.

Lucía se había asomado a la celda en la que estaban.

En la celda contigua, Silvia no lograba convencer a uno de sus ocupantes de que estaban a salvo. Se había escondido en una esquina, y se protegía como podía.

-Se llama Urano. – le susurró Silvia.

-Urano, es un nombre precioso – Jorge mientras decía esto se había arrodillado a medio metro del joven. Éste lo miraba por los resquicios que dejaban los dedos de sus manos que pretendían ser una red protectora. – Es mucho más bonito Urano que mi nombre.

Jorge esperó a que preguntara, pero eso no sucedió.

-Me llamo Jorge. ¿Verdad Silvia que Urano es mil veces más bonito que Jorge?

-Dónde va a parar. Y también es más bonito que Silvia, que es el mío.

-Urano, necesito un abrazo. ¿Me lo darías tú?

Sonrió al decirlo. Abrió los brazos para invitar al chico a que se abrazara.

-Mientes – dijo al cabo de unos segundos – El escritor no quiere saber nada de nosotros. Nos engañaron.

-Quiero que me perdones por no venir antes. No me avisaron hasta hace unas horas. Y no os encontraba. Pero ya estoy aquí.

-No te perdono.

Su voz le recordaba a Saúl al chico de Roger. Era igual de ronca. Con la misma falta de espíritu, de alma, sin vida.

Jorge notó que el cuerpo del joven Urano se había relajado un poco. Fue acercando su mano a su cara. Lo hizo de tal manera que el joven pudiera ver su gesto por los resquicios de sus dedos. Posó su mano en su frente y empezó a acariciarlo suavemente.

-Estoy sucio.

-Eso a mí no me importa. Si me dejas te doy cien besos para demostrártelo.

-No me lo creo. ¿Cien besos?

-Contamos si quieres.

Jorge seguía acariciando la parte del rostro que dejaban a su alcance las manos del chico. Pero éste, casi imperceptiblemente las fue bajando. Jorge entonces dio un pequeño paso sobre sus rodillas para acercarse más, sin dejar de acariciarlo. Al comprobar que no lo rechazaba, dio otro pequeño pasito. Ya estaba casi pegado a él. Le apartó dulcemente las manos de su cara. Se las besó alternativamente. Jorge sonreía y le miraba con la cabeza ladeada. Se inclinó y empezó a besar el rostro del chico. Su olor era nauseabundo. Era claro que le habían duchado con los excrementos de él mismo o de sus compañeros. Pero le dio igual. Fue recorriendo cada centímetro de su cara, besándolo. Llegó un momento en que Urano abrió los brazos y Jorge aprovechó y se metió entre ellos, rodeando a su vez el cuerpo del joven. Empezó a acariciar su cabeza, también rapada. No quiso pensar en las marcas que tenía ese chico por todo el cuerpo. Alguna incluso parecía a punto de infectarse. Urano, empezó a llorar, como antes habían hecho sus compañeros en la celda de al lado. Silvia le tendió a Jorge una manta que algún guardia les acababa de dejar. La cogió y rodeó con suavidad el cuerpo del joven.

-Estás helado, mi niño.

De nuevo, Urano volvió a abrazar a Jorge.

-Ya ha pasado todo. Ya estás a salvo. Mi amiga Silvia te va a acompañar fuera. ¿Me dejas que abrace a tu compañero? No sé como se llama.

-Juan – le respondió el otro joven.

Silvia tuvo que ayudar a levantarse al joven. Y una vez de pie, tuvo casi que cogerlo en brazos. Apenas se sostenía de pie. Jorge se acercó al otro chico y lo abrazó. La escena se repitió. También empezó a llorar. Jorge le empezó a besar la mejilla.

-Ya está. Todo ha acabado.

-Jorge, el comandante te reclama.

-Voy a ayudar a otro compañero tuyo. Mi amiga Lucía te va a cuidar hasta que lleguen los médicos.

El chico asintió con la cabeza pero no dijo nada.

Jorge salió de ese sótano. Nano le indicó en cual estaba el comandante Pastrana. Bajó rápidamente por las escaleras. Uno de los chicos se había puesto agresivo y no dejaba que se acercara nadie. Odiaba a los guardias. Amenazaba con cortarse el cuello.

-Si os acercáis me mato. Os lo juro. No me va a tocar ningún policía sarnoso.

-Por favor, baja ese cuchillo.

-Que no se acerque nadie. O me mato. Hijos de puta.

El chico cambiaba el puñal cada pocos segundos, de amenazar a los guardias a ponérselo en el cuello.

-Prefiero matarme a que me toquéis, hijos de puta.

El comandante miró implorante a Jorge. Parecía imposible que un chico tan delgado, desnutrido y sucio pudiera tener tanto odio, tanta resolución y tanta fuerza. Jorge les hizo un gesto para que se apartaran. El comandante y dos agentes del GAR que le acompañaban, se retiraron poco a poco. En un momento, solo quedó Jorge delante del chico. Jorge mantenía los brazos en alto. Nano, que había bajado con él, cogió una Taser que le facilitó uno de los guardias y se apostó para detener al chico en caso de que quisiera agredir al escritor.

-YA ne znayu, kak tebya zovut. moy Dzhordzh. (No sé cual es tu nombre. El mío es Jorge)

Jorge había decidido arriesgarse. Había notado un pequeño acento en el joven. Se acordó de que Carmen le había comentado que Yura hablaba un español casi perfecto. Bruno se lo estaba confirmando por su línea interna. Habían logrado identificarlo por reconocimiento facial. Le estaba dando más datos de ese chico, un tal Igor y de su relación con Yura y Jun. Y con Sergio Plaza.

Parecía que su maniobra había tenido resultado. Jorge se dio cuenta que el chico le había entendido.

-YA khotel by znat’ vashe imya. ty by skazal mne? (Quisiera saber tu nombre. ¿Me lo dirías?)

-Igor – respondió el joven.

-Privet Igor’. Menya zovut Khorkhe, i ya pisatel’. Mne rasskazali o vashem sootechestvennike, kotoryy lyubit mne chitat’. Zovut Yura. (Hola Igor. Me llamo Jorge y soy escritor. Me han hablado de un compatriota tuyo que le gusta leerme. Se llama Yura.)

-Ty ne Khorkhe Rios. YA slyshal, ty ne khochesh’ nichego znat’ o nas. (Tú no eres Jorge Rios. He oído que no quieres saber nada de nosotros.)

-Estoy aquí, Igor. Eso quiere decir que me importáis. Mira, el otro día estuve escuchando a un amigo tuyo. Se llama Sergio Plaza. Es músico como tú. Veo que tú tocas el chelo. Se encontró con Nuño Bueno, y tocaron juntos.

-Eso es mentira. Sergio está muerto. Nos lo dijeron. Nuño Bueno nunca tocaría con unos deshechos como nosotros. Él es un genio.

-Te puedo asegurar que tocaron. Lo vi y lo escuché. Tocaron el concierto de violín de Tchaikovsky.

-No me lo creo. Sergio está muerto.

-Si me dejas sacar el teléfono, podemos llamar a Sergio. ¿Te parece? Y luego busco en el teléfono el vídeo que les grabé a Sergio y a Nuño Bueno tocando en un restaurante.

-¿Cómo sé que hablas con Sergio?

-Hacemos una video llamada y podrás verlo.

Jorge aprovechó que el joven dudaba y sacó el teléfono. Rezó para que Bruno estuviera atento a lo que estaba pasando y que le consiguiera una buena comunicación. Parecía que le estaban leyendo los pensamientos, porque tanto Bruno como Aitor le mandaron un mensaje para que llamara. Jorge marcó el teléfono de Sergio. Y volvió a rezar.

-Escritor. Me alegra verte.

Por el tono de Sergio, más serio que otras veces, Jorge dedujo que alguien le había avisado.

-Yo también me alegro de verte, cariño. Estoy con un amigo tuyo. Parece que le han contado algunas mentiras sobre mí y sobre ti. Y no quiere confiar en nosotros.

-Pásame a mi amigo. Tranquilo, no me voy a asustar.

Jorge tendió el teléfono a Igor. Éste dejó el cuchillo para poder coger el teléfono. Jorge se dio cuenta que la otra mano la tenía inutilizada. Parecía que se la habían machacado a golpes. Cerró los puños para controlar la furia que le invadía. Le hizo un gesto con la cabeza a JL. Éste cerró los ojos y asintió. Ya se había dado cuenta.

-¿Sergio? – dijo Igor ahora en español.

-¿Igor? Me alegro verte. No me alegro de ver como estás. Me temía que te hubiera pasado algo irreparable.

Empezaron a hablar los dos para darse novedades. Parece que a Igor le cogieron al intentar ir a denunciar las maniobras de Mendés. Y lo metieron en ese sótano. Igor le contó que le habían machacado la mano izquierda porque no quiso tocar. Parecía que les obligaban a tocar todos los días varias horas seguidas.

-Muchos tienen los dedos en carne viva.

-Jorge se va a encargar de que un buen médico te mire esa mano. Y cuando estés en el hospital, yo iré a verte. Iré con mi novio. ¿Sabes? Es policía. Se llama Javier. Su compañera Carmen está por ahí, ayudando a alguno de nuestros compañeros. Es muy bueno. Amable y lucha por acabar con esta gente mala. Los policías que te rodean trabajan con él. Todos son de los buenos. No de esos otros … Seguro que luego se acerca Carmen a darte un abrazo. Es muy guapa además. Y muy cariñosa. Pero que no te engañe. Si ve a alguien que quiera hacerte daño, le partirá el espinazo de un golpe.

-Es que venían a pegarnos. De uniforme y a follarnos. Llevaban los mismos uniformes que los que están aquí.

Jorge vio como JL se apartó unos metros y llamó por teléfono. Su gesto era duro y su manera de hablar rotunda. Quién estuviera al otro lado de la línea, tuvo claro desde el primer momento de los galones del guardia. Volvió a su puesto. Jorge le hizo un gesto para que se relajara. Si Igor veía su gesto de rabia, podía volver a asustarse. JL asintió con la cabeza y le pidió disculpas.

-Confía en mi, Igor. Jorge es el escritor. Háblale de “El bar de las gildas”. Es tu novela preferida. Sabes, nadie le habla de esa novela y Jorge está triste porque la tiene mucho cariño.

-Pero si es la mejor novela de la historia – dijo Igor asombrado. Jorge sonrió. El gesto del joven era indicativo de que había acabado de relajarse. Nano lo entendió también porque salió de su escondite y devolvió la Taser al guardia que se la había proporcionado.

-¿Me prometes que te vas a dejar cuidar por Jorge y los policías que están con él?

-¿De verdad que vas a ir a verme al hospital?

-Claro. Jorge se encargará de hacerte llegar un móvil nuevo y hablaremos. Y Yura y Jun. Me acaban de escribir preguntando por cómo estás. Les ha llegado la noticia. Estaban preocupados. Les dijeron que estabas muerto.

-Lo mismo me dijeron de ti. Y también que el escritor no quería saber nada de nosotros.

-Pues ya ves que no es verdad. Está delante de ti. Y cuando colguemos, te va a abrazar y te va a comer a besos. Te digo, sus abrazos son los mejores del mundo. Y te va a mirar a los ojos y verás como después, te vas a sentir mejor. Te va a vaciar de tus miedos, de tus dolores. Y vas a poder descansar.

-Te haré caso.

-No te olvides de tu chelo.

-Se ha roto.

-Ya arreglaremos eso. Te tengo que dejar. Confía en Jorge. ¿Me pasas con él?

Igor le tendió el teléfono a Jorge. Sergio se había echado a llorar. Jorge esperó unos segundos a que Sergio controlara su voz. Igor estaba pendiente de lo que iba a decir.

-Te quiero escritor. No sabes cuanto. Gracias por cuidarnos a todos. Dale un beso a Carmen de mi parte. Y a todos tus chicos, que veo a Fer a Raúl y a Nano detrás de ti.

-Te quiero Sergio.

Jorge colgó. Le pasó el móvil a Fernando, estaban llegando muchos mensajes. Alguno podía ser importante. Él abrió los brazos. Igor fue a acercarse a él, pero al relajarse, las piernas empezaron a fallarle. Jorge tuvo poco tiempo para agarrarlo y abrazarlo antes de que se desplomara. Lo pegó a su cuerpo y lo abrazó. Empezó a cantarle al oído una canción infantil típica de Rusia. Se acababa de acordar de ella. Se la enseñó Rosa, “su amiga” Rosa.

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CANCIÓN RUSA – NANA COSACO

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Todo el cuerpo del Igor empezó a temblar. Lloraba desconsolado. Cuando acabó la canción empezó a besar esa piel sucia y agrietada. Igor levantó unos segundo la cabeza y le besó en los labios. Jorge no le apartó. Siguió con el beso. Poco le faltó para echarse a llorar él también.

-Mira, ese guardia se llama JL. Es un jefazo de los buenos. Y este chico de aquí se llama Fermín.

-Hola Igor – JL se había acercado. Jorge soltó a Igor. Éste se abrazó ahora a JL. El comandante le acariciaba la cabeza suavemente mientras le murmuraba algo al oído. Igor acabó asintiendo con la cabeza.

Jorge sintió a alguien detrás de él. Por el perfume supo que era Carmen.

-Ven.

Carmen le hizo caso. Sonreía cuando se acercó a JL y a Igor.

-Igor, te quiero presentar a Carmen. Te ha hablado antes Sergio de ella. Es amiga del novio de Sergio.

-La que parte espinazos a los malos.

-Esa – dijo sonriendo Jorge.

-Hola Igor. ¿Me dejas darte un abrazo?

-Sí.

Carmen dio los dos pasos que le separaban. JL no acabó de soltar al chico hasta que Carmen estuvo cerca. Parecía que era imposible que el músico tuviera lágrimas todavía. Pero las tenía.

-Estoy muy sucio y feo.

-Para mí eres el chico más guapo que he visto en mi vida. Y el más valiente. Mira, Fermín te va a llevar arriba y se va a ocupar de ti hasta que lleguen los médicos. Es de los buenos.

-Es guapo también.

-Eso también.

-¿Vamos Igor? – le dijo el guardia.

-Sí.

-Cierra un poco los ojos si quieres. Hace mucho sol y hace tiempo que estás a oscuras. Te va a hacer daño la luz.

-Vale.

-Bol’shoye spasibo Dzhordzh. Te, kto skazal mne, chto ty pozabotish’sya obo mne, kogda uvidish’ menya, byli pravy. Odnazhdy ya khotel by pogovorit’ ob etom romane. (Muchas gracias Jorge. Los que me dijeron que tú me cuidarías cuando me vieras, tenían razón. Un día me gustaría hablar de esa novela.)

-YA s neterpeniyem zhdu vozmozhnosti pogovorit’ s vami ob etom, a takzhe uslyshat’, kak vy igrayete na violoncheli. (Espero hablar contigo de eso y también a escucharte tocar el violonchelo.)

Cuando el chico pasó por su lado en brazos casi de Fermín le dio un beso en la mejilla.

Dieron tiempo para que Fermín llegara con el chico hasta el hospital improvisado que habían montado en la zona de la entrada. JL fue el primero que subió. Iba con el teléfono en la mano. Estaba claro que seguía muy enfadado. Carmen se giró hacia Jorge y lo abrazó. No se dijeron nada.

-Vamos arriba – Fernando se puso detrás de ambos.

Cuando llegaron a la superficie, recibieron los rayos de sol con alegría. No dijeron nada. Todos estaban sobrepasados. Lo que acababan de vivir les había noqueado. Caminaron hacia los coches que su equipo había acercado. Al llegar a ellos, Nano les tendió el paquete de tabaco. Pero Carmen antes se acercó a un árbol y vomitó.

-Si alguien tiene un poco de agua, se lo agradeceré eternamente – pidió Jorge. Silvia se acercó a él y le dio un botellín. Jorge le pegó un par de tragos. Los saboreó como si fueran del mejor whisky.

-No te la acabes – pidió Carmen acercándose. Jorge sonrió y se la tendió.

-Ahora sí que necesito ese cigarrillo Nano.

-Fumemos todos.

.

Carmelo estaba en Concejo, estudiando el plan de trabajo que le habían pasado de su productora para “Tirso, la serie”. Iba retrasado y tenía que ponerse al día. No quería ser la causa de posibles retrasos en el rodaje. Ya estaba todo en marcha y a buen ritmo. Había ganas de sacar adelante esa serie que era tan importante para mucha gente, y tan molesta para unos pocos.

Había conseguido liberarse de los compromisos que tenía. Había aparcado a visitas a amigos, a enemigos. Con ganas, hubiera cambiado todo eso por meterse en la cama y dormir. Miró en el teléfono la hora. Era tarde.

Durante un momento tuvo dudas de si Jorge estaba en casa o no. Fue a llamarlo con un grito, cuando se acordó que todavía no había vuelto de su última escapada. Alguien le había llamado por teléfono requiriendo su presencia. No dio explicaciones ni Carmelo se las pidió. Sabía que todas esas excursiones eran debidas a su empeño en ayudar a esos chicos dolientes y algunos con graves secuelas por todas las cosas que habían tenido que vivir. Él mismo, sabía que era uno de ellos. Jorge le había mantenido sereno y alejado de, durante un tiempo, sus mejores amigas, las drogas y también de sus mejores amigos, el alcohol y el sexo extremo. Ahora era capaz de disfrutar de una copa, sin necesitar nada más. Y de un sexo tranquilo y en general lleno de complicidad. No iba a negar a esas alturas que Jorge no era en ese aspecto su único compañero de juegos. Lo que sí quería proclamar a voz en grito es que Jorge era la única persona que ocupaba su corazón. Y llenaba hasta el más mínimo resquicio del mismo.

Sintió que varios coches llegaban a la Hermida y paraban cerca de la puerta. Al poco sintió como se abría ésta. Esperó que Jorge lo llamara a gritos, como siempre hacía, pero eso no ocurrió. Sintió como el escritor se sentaba en el sofá del salón y resoplaba agotado y a Carmelo le pareció, que también desanimado y desesperado. Se levantó con cuidado de no hacer ruido y se asomó a la ventana. Estaban haciendo el cambio del equipo de escolta de Jorge. A los que salían de turno los notó igual de cansados que a Jorge y también con un cierto grado de desaliento. Muchos de ellos no cogieron sus coches, sino que entraron en la Hermida 3, la que habían habilitado para que descansaran y la utilizaran como si fuera su casa ambulante. Algunos fueron a sus coches y sacaron las bolsas con algo de ropa que siempre llevaban.

Bajó las escaleras hasta la planta baja. Procuró no hacer demasiado ruido aunque tampoco pretendió ser completamente silencioso. Enseguida notó que Jorge se había dado cuenta de que bajaba a su encuentro. Intentó levantarse, porque para sorpresa de Carmelo se había tendido en el sofá, tirando los zapatos en medio del salón. Eso no era propio de su escritor. Fue a la cocina y sirvió dos tazas del chocolate que tenía preparado y guardado en la jarra térmica. Probó uno de ellos y le satisfizo el sabor y la textura, así que se encaminó con ellas hasta el sofá. Jorge lo miró sin decir nada. Tenía los ojos acuosos y no podían ocultar el cansancio que sentía. Dejó las tazas en una mesa baja que tenían delante del sofá y le dio un golpe para que se incorporara un poco y le dejara sentarse en una esquina, para que pudiera apoyar la cabeza en su piernas. Empezó a acariciarle las mejillas con suavidad. Jorge había cerrado los ojos. Parecía disfrutar de los arrumacos que le prodigaba su rubito. A Carmelo se le ocurrió que solo le faltaba ronronear, como los gatos.

-Te he traído chocolate.

Jorge sonrió.

-Ya lo he olido.

-¿Tan cansado estás que ni has pensado en levantarte para bebértelo?

-Tú lo has dicho.

Carmelo se agachó y posó sus labios sobre los de Jorge. Éste sonrió al sentirlos y no pudo evitar responder al beso.

-Creo que no te lo he dicho hasta ahora, pero sabes … te quiero.

-Eso se lo dices a todos. – bromeó Carmelo.

-Pero ninguno me trae una taza de chocolate. Te quiero más por eso.

-Es lo que me temía. Me quieres por el interés.

-¡Anda! ¡Claro! ¿Qué te pensabas?

Ésta vez fue Jorge el que alargó el brazo y obligó a Carmelo a bajar la cabeza para besarlo.

-¿Quieres hablar?

Carmelo había hecho la pregunta con mucha dulzura. Jorge se incorporó y se sentó pegado a su rubito. Apoyó la cabeza en su hombro y entrelazó sus brazos con el del actor. Éste alargó el otro brazo y cogió las dos tazas. Le dio una a Jorge.

-¿Me harías un favor? – preguntó Jorge con apenas un hilo de voz.

-Dime.

-Pide que lleven comida para estos. Están agotados.

-Ya he visto que muchos se han quedado.

-Olga ha dado instrucciones para que no cojan el coche para volver a casa si el trabajo se ha alargado. Parece que ella misma el otro día llegó a la conclusión que corrían más riesgo en la carretera volviendo a casa agotados que por la acción de los malos.

Carmelo cogió el móvil e hizo un pedido a Gerardo.

-En diez minutos se lo traen. He pedido algo para nosotros también.

-No tengo mucho hambre.

-Sí la tienes. Apostaría a que no has comido nada. Te has ido justo antes de comer. Y no has parado desde ayer. Ayer no cenaste nada y tampoco has desayunado más que un café.

-Está bueno el chocolate. – dijo Jorge tras unos minutos de silencio. – Le has dado otro toque.

-Un experimento. ¿Te gusta?

-Me gusta más el de siempre. Pero eso no quiere decir que no esté bueno éste.

-Creo que a Martín le salía mejor al final.

Jorge se sonrió.

-Es de experimentar. Y puede que cambiara algún ingrediente que no había ese día en casa.

-No le salió mal el cambio. Espero que cuando se recupere me cuente lo que le echó.

Sintieron como alguien llamaba suavemente a la puerta. Carmelo miró en el teléfono la cámara de la puerta y vio que era Efrén quien llamaba. Le abrió la puerta con el mismo teléfono.

-Os dejo la comida que han traído para vosotros. Por cierto, muchas gracias por pedirnos de comer.

-Sois como el escritor, si no, os hubierais quedado en ayunas.

Efrén se sonrió aunque no contestó.

-¿Estás bien Jorge? Antes te he notado …

-No te preocupes, solo estoy cansado.

-Si necesitáis algo, nos pegáis un toque.

-No te preocupes – le respondió Carmelo – Descansad tranquilos. Aunque se nos ocurriera salir esta tarde, no tenemos ni fuerzas.

Efrén salió de la casa sin decir nada más. Su aspecto era la de un hombre derrotado. Carmelo estuvo seguro que, en cuanto comieran algo, se iban a meter todos en la cama. O a lo mejor, directamente se echaban a dormir en los sofás o en las butacas.

-Vamos a cenar algo anda. Y luego, podríamos bailar un poco.

Jorge miró a Carmelo como si de repente se hubiera dado cuenta de que era un extraterrestre.

-Es una buena forma de que te relajes, no te estoy proponiendo que bailemos el can-can, pero un foxtrot tranquilo …

-Eres joven para saber bailar eso. Y recuerdo perfectamente que no lo has hecho en ninguna de tus películas. No lo sé bailar ni yo. ¿Sabes bailar el can-can?

-Da igual saber o no. No nos vamos a presentar a ningún concurso. Solo nos abrazamos y bailamos. Vamos anda. Levanta y vamos a cenar.

Jorge se rindió. Estiró los brazos para que Carmelo lo ayudara a levantarse. Al ponerse de pie, pareció de repente que las piernas le fallaban. Carmelo lo sostuvo y lo miró con dulzura, aunque también con un poco de preocupación. Nunca le había visto en ese estado.

-Escritor, debes bajar un poco el ritmo.

Jorge sonrió y puso su mejor cara de broma.

-¿Y quieres que baile?

-Yo te llevo, tranquilo.

-Pues llévame abrazado hasta la cocina.

Carmelo le rodeó con su brazo por la cintura y le hizo apoyarse en él. Jorge se abandonó realmente sobre su rubito.

Cenaron. Para sorpresa del escritor, en cuanto Carmelo fue destapando los platos y tapers que había en la bolsa, le fue entrando el apetito. Antes, había tenido razón Carmelo: hacía dos días al menos que no había comido nada.

Y para sorpresa del escritor, al acabar la cena, Carmelo cogió el mando con el que controlaba la casa, y empezó a sonar una canción.

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Westlife – Queen of my heart.

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Carmelo le tendió la mano. Jorge soltó una carcajada a la vez que negaba con la cabeza. Pero no dijo nada. Puso sus brazos rodeando el cuello de su rubito y apoyó la cabeza en su pecho. Él le rodeó la cintura con sus brazos y empezaron a bailar, despacio, pegados, sintiéndose el uno al otro.

Y cuando acabó esa canción, sonó otra, y luego otra …

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

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 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 85.

Capítulo 85.-

.

Jorge se quedó anonadado a la puerta de la casa de Álvaro. Lo primero que le vino a la cabeza es que cien personas se habían vistos envueltos en una pelea y habían destrozado el lugar por completo. No había ningún mueble que no hubiera sido volcado, todos los espejos o vitrinas estaban rotos, los cuadros o las imágenes rasgadas. Vio las paredes llenas de manchas que con seguridad provenían de alguna botella de vino tinto estampada contra ellas.

Javier y Carmen entraron decididos. Hablaron con la pareja de la patrulla que había ayudado al actor. Luego, Javier se separó de Carmen y fue a hablar con los miembros de la policía científica que estaban procesando el escenario.

-Hemos tenido suerte. Hemos pasado cinco minutos antes de lo previsto. Una vecina nos ha dicho de los ruidos de pelea en casa del actor, como se ha referido a él. Hemos pedido refuerzos y hemos subido a la carrera. – comentaron los agentes a Carmen.

La comisaria se quedó con ellos recabando los detalles. Al parecer eran dos asaltantes. Al darse cuenta de la presencia de la policía, hicieron dos disparos y aprovecharon la confusión creada para salir corriendo.

-Creo que les ha sorprendido nuestra presencia. Acababan de empezar, tenemos esa impresión, por los comentarios de los vecinos que luego hemos recabado.

-Pues menos mal. Si acababan de empezar y han dejado esto así …  y al actor casi le matan …

-Sabe defenderse. Luego es cuando le ha dado el bajón.

Javier fue recorriendo la casa detenidamente acompañado de Charo, la jefa del equipo de la científica que se había desplazado al lugar.

-Debieron empezar nada más entrar. Por las señales en la puerta, cuando Álvaro fue a abrirles, empujaron. El pestillo está forzado. La jamba está astillada ligeramente a la altura de la cerradura.

-La puerta no es de las mejores. – comentó Javier mientras la movía varias veces para verla por fuera y por dentro.

-No pega con el resto de la casa. El que le decoró este piso, no se preocupó lo más mínimo por la seguridad. Es una puerta normal. Me imagino que como las que pusieron de obra. Tienen más de veinte años. Si te fijas, toda la escalera tiene puertas de seguridad.

-Vete tú a saber si ya tenían en mente que tuvieran que ponerse a ello y dejaron preparado el acceso. Me da la impresión de que la pusieron en la reforma.

-Da esa impresión, sí.

-Si ves el nombre del diseñador de esta casa de catálogo, o la procedencia de los muebles, me lo apuntas en el informe.

-De algunos sí he visto, como están volcados – Charo se sonrió. – Algunos van como firmados en la parte de abajo.

Jorge, una vez que había cogido fuerzas, había entrado. No se fijó en el desastre que era el piso que por otra parte solo conocía por las fotos que le había enseñado Carmelo. Tampoco las prestó mucha atención, porque enseguida le recordaron a la casa de Cape. Buscó con la mirada a su amigo, que estaba sentado en el suelo, al fondo de lo que parecía haber sido el salón de la vivienda. Una sanitaria hablaba con él. Al escritor le dio la impresión de que Álvaro no la escuchaba. “Debe estar pensando en qué momento su vida derivó en este desastre”. Jorge se acercó caminando decidido, aunque mirando dónde pisaba. El suelo estaba lleno de cristales rotos. Álvaro cuando lo vio, se levantó de un salto y se abrazó a él. Aprovechó para llorar libremente. La sanitaria se apartó de ellos.

Carmen los miraba desde la puerta. Negó con la cabeza apenada. Parecía que esa historia que les acababa de detallar  Jorge en el coche, mientras iban hacia allí, tomaba una deriva distinta y peligrosa para Álvaro.

-Javier – entró Kevin corriendo, con su teléfono en la mano – les hemos localizado.

-¿Vamos? – preguntó Javier.

Carmen asintió con la cabeza.

La comisaria fue a avisar a Jorge pero al ver que seguía abrazado a Álvaro le dejó estar. Le mandó un mensaje para que lo leyera luego. Flor y dos de sus compañeros entraron en la casa, para que no estuviera desprotegido.

Jorge consiguió que Álvaro se tranquilizara un poco. Fue a sentarse en un sofá que estaba cerca, pero una miembro de la policía científica le paró. Pasó un cepillo por los almohadones. Estaba lleno de pequeños trozos de cristal. Los recogió con cuidado. Luego, pasó su mano enguantada por toda la superficie. Quedó satisfecha y le indicó a Jorge con gesto que podían sentarse.

-Gracias. – le dijo Jorge con una sonrisa.

-Carmelo y Martín te mandan besos. No nos ha parecido bien venir todos.

-Gracias. Joder Jorge. No sabes lo que te agradezco … no he avisado a nadie ¿Sabes? No sé que contarles. Los polis me han dicho que de momento no diga nada, no cuente nada. ¿Pero luego? ¿Qué les digo?

-De eso ya nos preocuparemos. No tienes de que avergonzarte. Yo no entraría en detalles, solo que han asaltado tu casa. Aunque si te ha dicho la policía que de momento no digas nada, aguanta y no llames a nadie.

Volvió a abrazarlo. Jorge le empezó a acariciar la cabeza suavemente. Tenía alguna pequeña herida y no quería que volviera a sangrar. La sanitaria le había hecho un gesto para que tuviera cuidado. En la espalda parecía también tener pequeñas heridas.

-Me han dicho que te defiendes bien.

-Los hijos de puta querían marcarme la cara.

-El anuncio ¿Lo grababas hoy o era mañana?

-Mañana es la segunda sesión. Justo llegaba del rodaje. Pasado es la sesión de fotos y alguna entrevista. ¿Vosotros estáis bien?

-Sí. No ha pasado nada. Parece que los que pretendían atentar contra nosotros se han asustado.

-Joder, al menos una buena noticia. Estaba preocupado, cuando me han contado. Pero no quería molestaros, por si acaso.

-¿Quién era el actor que iba a hacer esta campaña?

-Elfo Jiménez. Pero le dio por pedir el doble un par de días antes de empezarla. Y eso que ya habían cambiado el rodaje para adaptarse a su agenda. Debe creerse algo.

-No lo conozco.

Jorge se quedó pensativo. Algo no le cuadraba en la explicación de Álvaro.

-Había oído algo de que el actor que lo iba a hacer había cogido el covid.

-Primero se lo dieron a un modelo. Ese fue el que cogió el covid. Está chungo además. Sigue ingresado en el hospital. Pensaron entonces en Elfo. Y aceptó. Pero luego, debió pensar: les corre prisa, que paguen el doble.

-No me suena, no sé.

-Sale en esa serie de Amazon. Trabajó con Álex en …

-Ya, ya. Ya caigo. Creo que hasta le he saludado alguna vez.

Jorge no pudo evitar un gesto de cierto desagrado. Era evidente que no le caía bien.

-Conozco esa cara. Es amigo de Willy, sí, pero mío también. Nadie haría esto por un papel. No me jodas. Si me llegan a rajar la cara, no es algo que luego me la joden de por vida.

-Pero esto … – Jorge abrió los brazos abarcando todo el desastre – ¿Qué es lo primero que se te ha venido a la mente?

Álvaro bajó la cabeza.

Jorge entendió. Prefirió no preguntar exactamente la línea de pensamiento que seguía Álvaro. Era claro que tenía que ver con ellos. Primera opción: que se hubieran enterado de quién había pagado la deuda de Álvaro que le había sacado del servicio de acompañamiento de hombres. Dos, que fueran esos amigos de Álvaro que no les tenían a Carmelo y a él ningún cariño. Y se habían cansado de que no les hiciera caso. Además, era más fácil mandarles un mensaje a través de él, que intentar sortear la barrera de los equipos de seguridad que les seguían a todas partes. La tercera opción es que fuera un mix de las dos anteriores. Aunque el detalle de que le quisieran rajar la cara, le hacía no descartar un tema profesional. El problema es que el tema profesional les volvía a llevar a las mismas personas, porque en este caso, el que perdió la campaña de publicidad que estaba haciendo Álvaro, era un allegado a los mismos implicados en los préstamos a Álvaro y los que les odiaban con todas sus ganas. Sacó el móvil y le escribió a Carmen sus reflexiones. A la vez vio los mensajes de ella que le anunciaban que los habían detenido y que se los llevaban a la Unidad y que esperaría al menos veinticuatro horas para interrogarlos.

-Acaban de detener a tus atacantes. Puede que mañana o pasado tengas que ir a reconocerlos.

-Joder, que guay. Pensaba que se iban a escapar.

-Ha habido suerte. La patrulla que estaba pendiente de ti ha llegado un poco antes de lo previsto.

Esa noticia pareció relajar a Álvaro. Jorge estaba seguro que había algo que no le contaba. Pero no quiso insistir. Le agarró del brazo y permanecieron en silencio un rato. Álvaro acabó recostando su cabeza en el hombro del escritor.

Al cabo de un rato, Jorge le preguntó que pensaba hacer.

-Iré a mi antigua casa. Ya he llevado parte de mis cosas. Esto solo lo ha adelantado. Lo que no sé es lo que voy a hacer con todo este desastre …

-Si quieres, te mando a la empresa que se ocupó de mi casa cuando los disparos. Son buenos.

-No tengo dinero …

-¿Me dejas invitarte? Cuando vendas la casa, me invitas a comer en compensación. O nos hacemos una escapada a algún sitio guay y te dejo que pagues tú la excursión.

-Pero luego no te rajes.

-Por supuesto que no.

-Siempre me estás haciendo favores.

-El otro día me lo hiciste tú a mí viniendo a la discoteca conmigo. Tenías otros planes y los descartaste por apoyarme.

-Encima que invitasteis a todo. Y lo vio mogollón de gente. Ha tenido mucha repercusión. Los vídeos que hice los están viendo muchos de mis seguidores. Y me pasan decenas de enlaces de vídeos de la gente que estaba en la disco. Mi cuenta de Instagram echa humo.

-¿Sales favorecido en los vídeos?

Álvaro no pudo por menos que echarse a reír.

-Ya sabes que suelo salir bien. No es por presumir. – Álvaro le guiñó un ojo.

-Tranquilo, nos invitó la discoteca. No nos costó nada.

-Mira, eso me … no te creas que le estaba dando vueltas al coco. Porque un reservado para nosotros solos, uno de los grandes. Y toda la bebida que consumimos, todo de marcas de alta gama, los piscolabis Sé que todo eso no es barato. Una vez nos juntamos un grupo de amigos y alquilamos un reservado, uno menos lujoso, nos costó una pasta. A mí me dejó temblando la cuenta corriente.

-Tranquilo. Además, era una performance de mi cosecha. Si no hubiera sido así, lo normal es que todo hubiera corrido de mi cuenta.

-¿Y por qué no os cobran nada?

-Primero, porque somos amigos de algunos de los socios y del personal. Y, también te diré, que Carmelo tiene algo con ellos que no me quiere decir. Eso entre tú y yo. Pero a la vez, de la forma que lo hicimos, aumentamos su negocio. Los de los reservados que fuimos a visitar, consumieron mucho más, hubo más público al ver en las redes que estábamos allí fue una combinación de todo ello.

-Tranquilo que no le diré nada a Carmelo.

Kevin y Yeray entraron en la casa. Les buscaron con la mirada. Cuando les vieron, fueron a su encuentro. Jorge se levantó para saludar a Yeray, al que todavía no había visto. Éste sonrió y le abrazó decidido. Se guardó la segunda clase de choque de pechos para otro momento.

-Me alegra verte – le dijo Jorge.

-Lo mismo digo. Pero si me permites un consejo, necesitas descansar.

-Creo que Dani y yo nos iremos luego a Concejo a tumbarnos a la bartola.

-¿Qué tal está?

Yeray señaló a Álvaro al que la sanitaria con la que estaba al llegar él, le estaba sacando algunos pequeños cristales que tenía en el cuero cabelludo.

-Parece que se ha animado un poco. Cuando hemos llegado, estaba completamente hundido – Kevin asintió con la cabeza, apoyando la percepción del escritor.

Kevin le dio una palmada a Yeray en la espalda y se acercaron a Álvaro.

-Si nos dejas un sofá, nos quedamos a dormir en tu casa esta noche. – le dijo Kevin a bocajarro a Álvaro. – Y mañana también. Hasta que acabes el trabajo ese.

-No quiero molestar …

-No es molestia. Mi sueño es compartir casa con un famoso guapo y simpático. Así te curamos esas heridas de la espalda y la cabeza. Tranquilo, Yeray antes de ser policía, era enfermero.

-No me has dicho … – se quejó Jorge en tono preocupado.

-No es nada. Unos pequeños cortes. Cristalitos que han llenado todo cuando han roto las figuras y las vitrinas.

-Y por lo que veo alguna que otra botella de vino. O de licor. – añadió Kevin.

-Me gustaría que fueran contigo esta noche. – le pidió Jorge, al ver que  Álvaro no parecía muy conforme con esa posibilidad – . A Yeray y a Kevin les da igual que tu casa esté desordenada ni que la despensa esté vacía. No te van a juzgar ni van a ponerlo en las redes sociales. Yo confío en ellos al cien. Se han jugado varias veces la vida por salvar la mía.

Álvaro sonrió encogiéndose ligeramente de hombros. Parecía haberse rendido.

-Todo sea por dar gusto a un fan. – sonrió Álvaro refiriéndose a Kevin.

-Dos – dijo Yeray. – Yo también soy fan. Aunque no sueñe con verte en calzoncillos.

-Oye, capullo – Kevin le dio un puñetazo en el brazo. – Que yo me refería a su pericia como actor, no a lo bueno que está.

-Ten cuidado, que todavía estoy dolorido. – se quejó Yeray.

-Eres un quejica – se rió Kevin. De repente se puso serio de nuevo poniendo su atención en el actor – Aprovecho para darte otra mala noticia: antes de venir a verte a casa, se han ocupado de tu buga. Hoy me toca a mí ser el mensajero del mal.

-Pues mira. ¿No querías taza? Pues toma taza y media. Ya tampoco tengo coche. Esto mejora por momentos.

-Otro ahorro más. –  Jorge le guiñó el ojo y sonrió.

-Ya sí, al menos ese estaba pagado. Pero por poco. Terminé la financiación hace un par de meses.

-Piensa que podrás acabar la campaña. Dos días te faltan ¿No?

-De eso nos ocupamos nosotros también – dijo Kevin muy serio. – No vas a tener más contratiempos.

Jorge les miró con atención. Jorge tuvo claro que las pesquisas de la policía llevaban al amigo Elfo y sus amigos. No comentó nada en voz alta. Álvaro parecía abrumado y agotado.

Parecía una marioneta. Un juguete que se movía por la acción de unos hilos invisibles. Era un hombre sin voluntad. Jorge lo acompañó hasta la calle. Yeray se adelantó para acercar su coche. Kevin iba con ellos. Para despedirse, Jorge volvió a abrazar a Álvaro.

-Mañana te llamo.

-¿Os vais a Concejo?

-Sí, en un rato, nos vamos Carmelo y yo a descansar. La reunión con amigos es pasado mañana. Por la tarde estaremos en Madrid para luego volver a irnos a Concejo. Mañana te llamo. Y si nos necesitas, nos volvemos antes. O te vienes, como quieras. Te mandamos un coche. Allí tienes una habitación esperándote. Yo también quiero verte pasear en calzoncillos – Jorge puso cara de pilluelo.

-Serás bobo. Ya me has visto en calzoncillos. Y no me miraste con deseo.

-Esas miradas las guardo para cuando creo que tengo posibilidades.

-Pues a lo mejor si me hubieras tirado fichas, te hubiera dado una sorpresa.

Jorge fue el que se sonrió ahora.

-Me cagüen la puta … si lo llego a saber … vente, vente entonces y lo intento … – su tono era de broma, pero lo cambió para lo que fue a decir a continuación – Eres bienvenido, ya lo sabes.

-Na. Aprovecharé a descansar. Mañana y pasado van a ser días duros. Dudo que hoy pueda dormir nada.

Kevin entró con Álvaro en la parte de atrás de su coche oficial. Yeray le hizo un gesto a Jorge con la mano a modo de despedida antes de arrancar. Jorge se quedó un rato mirándolos como se alejaban.

-Te espera Carmelo en casa de Cape. – le dijo Flor. – Ha ido igualmente para acabar de recoger algunas cosas que tiene allí. Me da que su idea es dejar la casa al irse Cape.

-¿Ya lo sabes?

-Nos lo dijo hace semanas. Se va en tres días. Nos avisó que no iba a necesitar la escolta.

-Que cabrón. No le ha dicho nada a Carmelo. Ni a mí. Todos nos lo imaginábamos, pero él callado. Y resulta que vosotros lo sabéis hace semanas.

-No sabrá como decíroslo.

-A mí no me tiene que decir nada. En todo caso a Carmelo. Su alma gemela. Él, que lo protege a toda costa. Se le llena la boca y luego no lo respeta.

-Estás enfadado.

-Sí, es cierto. Me da la impresión de que sale huyendo. Lleva huyendo desde que sus padres desaparecieron. Por fin en tres días, acabará ese proceso. Y a Dani, que le den. Que se las componga solo.

-Te tiene a ti. No puede tener mejor compañero y mejor protector.

-Cuando empezó a idear esta huida, yo no era nada. Un fantasma. Y me sigue considerando así. De hecho, desde que apareció de nuevo en la vida de Dani, intentó por todos los medios, eso sí, sutilmente, apartarlo de mí.

-No seas tan duro, anda. Nunca has sido un fantasma. A mí no me engañas. Y para Carmelo lo has sido todo al menos desde que lo conozco a él. Desde la primera vez que coincidí con él, no ha habido día que no te haya nombrado varias veces.

Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto para pedirla perdón por su discurso.

-¿Te vienes a Concejo?

-No. Nosotros te dejamos en casa de Cape. Allí esperan Helga y otro equipo. Mañana para vuestra reunión, se encargará Hugo como responsable de la escolta. Estará Fernando también.

-Vaya.

-Pero no te preocupes, nos vemos en unos días.

-Perdona. Debes descansar. Me gusta tenerte cerca, nada más.

-Fernando se acerca mañana también. Sé que también confías en él. Y Raúl y Helga también estarán estos días con vosotros. Y Hugo fue el primero que conociste.

-Bueno. Al menos personas conocidas, tienes razón. Hugo además, hace tiempo que no lo veo.

-Se le han juntado unas vacaciones y un problema con el covid.

-Al menos ya esta bien ¿no?

Flor afirmó con la cabeza.

-¡¡Jorgito!!

Jorge apartó su móvil de la oreja. Volvió a mirar el número que aparecía en la pantalla. Era un móvil desconocido. Debería luego etiquetarlo.

-Tío ¿Estás bien? La peña no hace más que decir un día sí y otro también que te han matado. Y a Carmelo.

-Estamos los dos bien, tranquilo. Alguien parece empeñado en anunciar nuestra muerte prematuramente.

-¿No me engañas?

-Para nada. De verdad. ¿Quién te ha dejado el teléfono?

-Eso es mejor que no lo sepas.

Jorge se puso tenso. Eso le debería haber costado a su ahijado algo …   innombrable.

-¿Cómo estás cariño?

-No lo soporto, tío. Si sigo mucho tiempo aquí te lo juro, me mato.

-No digas esas cosas. Ten paciencia. Pero si quieres acelerar el proceso, sería mejor que nos contaras. Si quieres, voy con el comisario Javier Marcos, o con la comisaria Carmen Polana y nos dices.

-No puedo, Jorge. Te lo dije el otro día. Nos matarían a todos.

-Dime al menos quién nos mataría.

-Puedes tener el teléfono pinchado.

-Por eso no te preocupes. Mis dispositivos son seguros.

-No hay nada seguro.

-Tengo al mejor hacker del mundo protegiéndolos.

-Si es un hacker no es de fiar.

-Este sí. Es mi amigo. Y perdona, los hacker tienen sus códigos. Son de fiar más que algunas agencias gubernamentales. Así que puedes contarme lo que quieras.

-Aquí en la cárcel, no estoy seguro. Creo que me quieren matar.

-¿Quienes?

-Los protegidos del Director.

-Se lo diré a la policía.

-No, por favor …

-Claro que sí. Confía en mí. Javier Marcos es un hombre de toda confianza.

-Te lo dije el otro día, pero quiero que me perdones por todo esto.

-Me debes una explicación. No me he olvidado de ello.

-Y me dijiste que me ibas a venir a visitar …

-Eso es verdad. De eso tengo que pedirte perdón. Pero … es tan … complicado … Javier organizando la reunión. Esa sala especial … y ese Director del que me hablas … un tipo … siniestro.

-¿Ves como tengo razón?

-Una cosa es que me parezca siniestro y otra que mande matarte.

-No me crees.

-Claro que sí. Y en cuanto acabemos de hablar, voy a llamar a la comisaria. Para contarle. Dime una cosa. ¿Cómo conociste a Rubén?

-No puedo decírtelo.

-Mira, Jorgito. Claro que puedes decírmelo. He cambiado mucho en estas semanas. Antes me hacía el tonto y procuraba apartar la oreja cuando hablaba la gente a mi lado. Ahora es al revés. Me estoy convirtiendo en un policía aficionado.

-Me vino a buscar él.

Jorge no se esperaba esa respuesta.

-¿A donde?

-A la salida del colegio. Un día que tenía gimnasia. Ya sabes que estoy exento. Iba yo solo. Me esperaba a la salida.

-¿Qué te dijo?

-Que te conocía. Que erais buenos amigos. La forma de decirlo me pareció … vaya, entendí que era tu amante. Me extrañó, porque sé que Carmelo y tú … bueno … lo de que hacéis una buena pareja y esas cosas.

-Eso que que éramos amantes ¿Te lo dijo alguien o sacaste tú esa conclusión?

Jorge pudo distinguir las dudas de Jorgito antes de contestar a su pregunta.

-Me lo dijo mi padre. Que te habías ennoviado con él. Lo dijo como si fuera algo … que le gustara.

-¿Fue tu padre, no tu madre?

-No. Mi padre nos lo dijo a todos.

-¿Entonces tu padre sabía de Rubén antes de que le hablaras de él? ¿Y eso cuando fue?

-Semanas antes de suceder todo. No se decirte …

-¿Antes de Navidades?

-Bastante antes.

-¿No te extrañó que ese Rubén que hablaba tu padre apareciera en tu colegio?

-Me dijo que le habías hablado mucho de mí. Que se lo habías contado. Que eras mi padrino y que me querías mucho.

Jorge fue a protestar, porque entonces, cuando decía Jorgito que había sucedido, él no lo conocía. Dudaba de que ni siquiera hubiera empezado a seguirlo por las fiestas clandestinas de Madrid en pandemia.

-Todo. Me dijo que se lo habías contado todo.

Jorge suspiró resignado. El mejor truco de todos: hacer sentir importante a la otra persona. Suelen caer las defensas de inmediato.

-¿Se lo contaste a tus padres?

-Sí.

-¿Les has contado lo de mi nube? ¿Las novelas acabadas?

-Bueno …

Jorge suspiró.

-Pero solo las que veía Nadia. Tío, te tengo que dejar. Te vuelvo a llamar.

-¡¡Jorgito!!

Jorge miró la pantalla, pero la llamada se había cortado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 76.

Capítulo 76.-

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-Tío, acordaros que cuando vaya con mis padres a Concejo…

-Ni nos hemos visto, ni sabemos que te has mudado de casa de tus padres. Podrías acompañarme mañana al encuentro con mis lectores jóvenes.

-Pero tío. ¿Qué pinto yo allí?

-Para apoyarme.

-Si eres un puto crack. ¿Le has ido a ver alguna vez, Carmelo?

-No. Es algo que tengo pendiente. Pero muchos me han contado que lo hace muy bien. Su misma librera, que parece a veces cuando la oyes que hace una obra de caridad organizando sus charlas cada semana. Reconoce que cada día que hay charla se salda con treinta o cuarenta novelas de Jorge vendidas. Y en apenas un par de horas.

-No te ha caído nunca bien Esme – comentó Jorge riendo.

-No. Y no lo oculto. Me parece falsa hasta decir basta. Interesada y algo carroñera. Y prepotente. Se cree más lista que nadie. Y si no, recuerda la que montó en aquella Feria del Libro y como miraba a Sergio cuando intentó hacerla entrar en razón respecto a como organizar aquellas sesiones de firmas.

Luego cambió… – Jorge desechó la posibilidad de armar una defensa de la librera. El gesto de Carmelo indicaba que no se iba a atener a sus razones. A Jorge le interesaba más convencer a Martín de que lo acompañara.

-Pero puedes servirme para acercarme más a la gente joven. – insistió Jorge a Martín, – Sentado a mi lado.

-Na, mejor que no. Otra cosa no harás bien, pero conectar con la gente joven… mira el otro día Carletto. Y el violinista. Come de tu mano. Si ves que no va nadie, me acerco para hacer bulto. Si no, prefiero quedarme en casa y leer algo de lo tuyo que tengo pendiente. O organizar otra remesa para registrar. Es una barbaridad lo que tienes ahí, tío. He husmeado en esas otras carpetas. Es una barbaridad.

-Ya será menos – Jorge intentaba quitar importancia al tema.

-¡Ya será menos dice! Me quedo corto, tío. Corto no, lo siguiente.

-Eres un exagerado.

-No voy a decir lo que tienes porque si no, Carmelo te echa la bronca.

-Entonces ni lo miro. – contestó éste mirando al escritor indignado.

-Miles de relatos descartados. Increíble.

-Vente mañana, por favor – le pidió de nuevo Jorge a Martín.

-Qué no, pesao. Y no te quejes que te he acompañado esta noche y hasta he bailado.

-Eso ha sido guay. ¿Te lo has pasado bien?

-Sí, pesao. Y ha molado que ese futbolista, Romo, me conociera.

-¿De qué habéis hablado luego? Antes se me ha olvidado preguntarte.

-De tus libros. Por eso, tengo que seguir leyendo tus cosas.

-Creía que ya te habías leído todo. – le picó Jorge. – A parte: espero que no te hayas vuelto un presuntuoso y presumas de leer…

-Tío, ¿Por quién me tomas? – Martín puso su mejor gesto de ofendido, que enseguida cambió por otro de indignado – En cuanto me despisto, me has escrito más. Como ahora en la terraza. Y estoy con tus relatos descartados. Y con las subcarpetas dentro de las subcarpetas, dentro de las subcarpetas. Cada vez que entro, me doy cuenta que tengo más pendiente. Te he hecho una carpeta que he llamado: relatos a rescatar. Te voy pasando a esa carpeta los que me molan tanto que… de verdad, no soporto que los hayas apartado. A veces pienso que cuando relees tus escritos te dan vahídos o algo así. Muchos son geniales. He leído unos treinta de momento, y … creo que cinco no me han gustado, pero porque pienso que me falta información. Hablas de algo que no alcanzo a comprender. Otros seis o siete, me parecen como presentaciones de personajes para otros fines. Hay dos relatos largos que son maravillosos. Repito: ma-ra-vi-llo-sos. Los he pasado a esa carpeta. Y el resto, son ge-nia-les. Y te voy a organizar otra carpeta con: relatos relacionados. Hacemos un par de novelas con ellos. ¡Ah! Por cierto, menuda sorpresa me llevé con “La Casa Monforte” cuando me la compré en papel. Alucinaba. La habías cambiado total. Y no me dijiste nada. No te lo perdono.

-Ni a ti ni a nadie. Yo creo que por eso nos deja leer lo que no ha publicado. Total, cuando llegue a la librería va a ser completamente distinta… – se burló Carmelo.

-Pero el capullo lo hizo en cuatro putos días. Si te fijas en los cambios… en una semana cambió una novela de setecientas páginas. Pero es que le dio la vuelta. No tiene nada que ver la que tenía escrita con la que ha publicado al final. Y no me refiero al Universo. Eso sí que no tiene nada que ver. Pero nada. Dirás… como al escribirla de primeras, había dos novelas antes, pues ha pasado ese Universo de la primera a la tercera. Una puta mierda. Todo lo ha cambiado. Es alucinante. Esos descartes… también podemos hacer otra novela. Y cuando tenga tiempo, cuando acabe con todo, si es que alguna vez lo consigo, me voy a entretener en pasar esas partes descartadas del Universo a otro documento y armar una novela per se. Y no te voy a cobrar por ello.

-Ya vale de meterse con este pobre hombre. – intentó defenderse el escritor. – Puntualizando: el relato de la terraza, lo has leído sin corregir siquiera. Así que no te quejes. Lo de pagarte o no pagarte, recuerda que tenemos un acuerdo. Dime cuando hacemos la mudanza y voy a ayudarte.

-Vamos – puntualizó Carmelo.

Martín hizo un gesto para para pedir calma a su tío con el tema de la mudanza. Como Jorge no parecía entender, al final dijo:

-No me atosigues, tío. Tengo que organizarme. Hasta después de lo de Concejo… ahí veremos.

Jorge se quedó pensativo. Era por sus padres, pensó. Martín parecía tener alguna estrategia respecto a ellos. Intuyó que había más cosas pendientes entre Martín y sus padres. Decidió quitar el foco de ese tema y volver a picar a su sobrino con su nuevo ligue.

-Lo de Romo, el futbolista, al final no has dicho nada. Mucho decir que te sigue y tal, pero… ¿Te mola de esa forma? ¿Tú le molas a él?

-Solo quieres el cotilleo. Pareces uno de esos del “Sálvame”. Y empiezo a pensar que no me escuchas. Ya te lo he contado arriba.

-Me interesa tu vida amorosa. Tienes a muchos hombres interesados por ti, y no haces caso a nadie.

-Ya será menos. – se defendió Martín. – Y como siempre os digo: vosotros sois mis hombres perfectos. Pero estáis pillados. Los demás son divertimentos pasajeros.

Jorge le hizo un gesto para que dejara de tomarle el pelo. Carmelo se sonrió y empezó a negar con la cabeza.

-Y por cierto, Carmelo, que me he dado cuenta que no te habías percatado de esos cambios en “La Casa Monforte”: no hace falta que la compres, en la nube tienes la original y la definitiva. – Jorge se decidió por la estrategia del contraataque.

-Que sepas que no me das nada de pena, escritor – le avisó Carmelo riéndose. – Y sí, confieso que no me había dado cuenta. Sabía que habías hecho cambios, me lo contaste. Pero no del nivel que dice Mártins. Y perdona, ya que te metes conmigo: es evidente que está en la nube, porque es la única forma en que Mártins puede saber cuando hiciste los cambios. En el libro de papel, va a ser que no. Y por cierto, no te he oído agradecerle que, siendo tu ojito derecho, se haya ido a una librería a comprar tu novela en lugar de esperar a que se la dieras tú, como hacemos la mayoría de tus amigos.

Carmelo le hizo un gesto con los brazos para chincharle. Jorge miró al cielo pidiendo clemencia a los dioses del Olimpo y que mitigaran ese castigo divino que suponía aguantar a ese rubito de los cojones.

El último brindis del grupo lo hicieron pasadas las seis de la mañana. El personal de la discoteca les había llevado a su reservado VIP una gran variedad de viandas para que recuperaran fuerzas. Fue entonces cuando en el interior del reservado cambiaron la música de baile por una música más tranquila. Martín se encargó de seleccionarla en el dispositivo que había allí. Fue también cuando definitivamente se ocultaron del resto de los clientes del local, opacando las cristaleras de separación.

-Y se hizo la tranquilidad y la privacidad – dijo Ester tirándose en una de las butacas. – Que noche tan guay. Gracias Jorge. Has tenido una idea cojonuda. Repetimos cuando quieras. Lo hemos pasado de vicio. Joder.

-¿Se puede?

Martín saltó del sofá en el que estaba recostado sobre Jorge y se fue a abrazar a su hermano Quirce. Jorge le siguió para hacer lo mismo.

-¿Estás solo? – le preguntó Jorge con la idea de invitar a sus amigos.

-Estos se acaban de ir. Me da que tanta estrella junta les ha puesto nerviosos. Pero me he dicho: mi tío me va a hacer el favor de llevarme a casa en uno de esos súper coches en los que me han contado que habéis llegado dando la nota.

-La gente VIP es lo que tiene – se burló Álvaro que saludaba a Quirce en ese momento.

-¡Comida! – exclamó Quirce con ojos golosos.

Poco a poco se fue diluyendo el grupo. Primero se fueron Mario, Óscar, Nicolás y Anna. Uno de los coches los llevó de vuelta a su casa. Los siguientes fueron Álvaro y Ester. Álvaro se abrazó a Jorge y se mantuvo así varios segundos. Ester los miraba sonriendo. Al final puso su mano en la espalda de Álvaro. Sabía que estaba emocionado. No había dejado de repetir durante la noche lo mucho que le debía al escritor y lo mucho que lo quería. “Te lo juro Ester, no vi venir lo de su amistad”. “Es que le quiero un huevo”.

Jaime y Miguel se habían ido por su cuenta hacía un rato. Parecía que tenían unos amigos que los estaban esperando en un after para seguir la fiesta. Omar, Macarena y Álex no tardaron mucho. Al final solo quedaron Carmelo, Jorge, y los hermanos Martín y Quirce.

Carmelo estaba en la cristalera, observando a la gente bailar. Llevaba un vaso en la mano del que bebía a sorbos de vez en cuando. Jorge se acercó por detrás y le cogió el vaso. Lo olió y después le pegó un trago. Hizo un gesto de que le gustaba antes de devolvérselo.

-Hay más preparado en la nevera. ¿Te traigo un vaso?

-Me conformo con beber del tuyo. Me gusta este San Francisco. – le dijo mirándolo fijamente.

-Le dan un toque especial que no logro distinguir. Pero el que hago yo tampoco está tan mal.

-No. Al revés, está muy bueno.

-¿Por qué me miras así? – Carmelo le sonreía intrigado.

-¿Cómo te miro? – preguntó socarrón Jorge – ¿Con los ojos?

-Ese es el problema. Me miras… desde dentro. Joder… Te lo juro. A partir de un cierto momento esta noche, me miras de otra forma. No sé definirla.

Carmelo dejó el vaso sobre una repisa que bordeaba la cristalera que daba a la sala.

-¿Y eso? ¿Qué vas a hacer? – Carmelo se había puesto enfrente de Jorge y había puesto sus manos en la cintura del escritor.

-Tú me miras de esa forma, yo te beso.

-Me parece justo. – se rindió Jorge recibiendo los labios de Carmelo. – Rubito, no sé si te lo he dicho alguna vez… pero te amo con locura.

-Ahora mismo no recuerdo. – bromeó Carmelo. – Me lo llevas diciendo esta noche cada vez que me miras. Algo ha pasado hoy que no alcanzo a recordar…

-Los rubios no piensan. Solo besan – dijo Jorge volviendo a juntar sus labios. – Lástima que la cristalera esté opacada ahora. Me encantaría que nos vieran todos así.

-Ya les hemos dejado un montón de oportunidades. Llevamos toda la noche en el escaparate.

-Pero estos han sido los mejores besos de la noche.

-Perdona, escritor, esos van a ser los que te de cuando lleguemos a casa. Desnudos los dos… en nuestra cama…

-Deberíamos irnos. Me urge que llegue ese momento – dijo bromista Jorge – En serio, creo que ya es hora de irse. Joder, mira Quirce como trapiña.

-No mires. Déjale a su aire. – le reconvino Carmelo. – Oye no te me vengas abajo ahora, capullo. Después del pollo que has montado esta noche. Deberías estar feliz. Nos has hecho pasar una noche muy divertida. Todos se lo han pasado genial. Y yo he podido disfrutar de tu amor. Aunque te me hayas escapado un rato a la terraza.

-Tengo la impresión de que estos pobres… me da… – dudaba de como expresar lo que sentía – Se están partiendo la cara por mí, Carmelo. Se han ido de casa porque su madre quiere pisarme la cabeza. Y no puedo hacer nada por ayudarles porque a lo mejor, si lo hago, se enfadan más con ellos. No quiero que por mi culpa se enfaden de verdad con sus padres. Cuando ha leído Martín parte de la historia de Sergio el otro día, cuando le fuimos a buscar, me ha calado hasta las partes del relato que eran un poco ficcionadas. Y su respuesta a mi pregunta de como lo sabía ha sido: empatía. Siento lo mismo con mi madre. O algo así, vamos. Me entiendes.

-Tranquilo. Veremos que no les falte de comer. Y ropa y cosas básicas. De momento, has conseguido que Martín se venga a casa. Aunque oficialmente su habitación esté en el piso de al lado. Ya haremos para que esté casi siempre en el nuestro. Y tienes tu cartera de pisos… para Quirce. Si Martín ha acabado aceptando ir a nuestra casa, es que pasa de lo que piensen sus padres. Puede que a Quirce le de igual y acepte “alquilarte” uno de tus pisos. Y si Martín ha aceptado registrar tus relatos pendientes, eso lleva gastos y te da la excusa de ingresarle dinero.

-Eso ya lo he hecho. Me lo ha pedido él en la terraza. Ha registrado cuatro novelas. Eso es un dinero en imprenta y también en tasas. Me da que se ha quedado sin un duro al pagarlo.

-¿Cuanto le has ingresado?

-Cinco mil.

-¿No ha protestado?

-No. Si lo llego a saber, le mando más.

-Es mejor que la semana que viene le mandes algo más. Y así todas las semanas. Mientras no diga nada…

-Le he dicho que te coja algún par más de Converse de casa. Y espero que me pida algo de ropa.

-Guay. Hoy lleva las J’Hayber. Le molan, se le nota.

-Resulta que su madre sabe lo de los pisos porque es muy amiga de Dimas, cosa de la que no me había dado cuenta. De que se conocían, estaba al cabo de la calle. Que fueran íntimos… eso es lo que me falla. Me lo confesó el otro día Martín.

-¿Y no salía Dimas con Laín y Paula en las fotos de la hija de Bonifacio Campero?

-Cierto. No lo recordaba. Me da que me vas a tener que dar un par de clases de actuación para recibir dentro de unos días a mis amigos del alma en Concejo.

-Escritor, no me engañas. Eres un gran actor sin necesidad que te de clases.

-Es porque te copio mucho.

-Bobo eres, la madre que te parió.

-¿Sabías algo de que fueran tan amigos Dimas y Paula?

-Ni tú, ni yo, ni nadie. Es la primera noticia que tengo. Y te juro que no le he visto nunca en las fiestas en su casa, ni las veces que no ibas tú.

-Si se han preocupado de que no me enterara es que hay algo raro. ¿Qué motivo si no puede haber para ocultar ser amigo de alguien?

-No te digo que no. Pero sabes, eso lo iremos descubriendo poco a poco.

-Tenemos que encontrar una solución para darles a estos una casa digna

-No te aceleres. Martín ya está convencido para mudarse a casa. Ya tantearemos a Quirce. Podemos jugar el tema de su novia.

-No sé por qué me da que no van bien las cosas entre ellos.

-Bueno. Quirce con sus padres tenía un estatus. Sin ellos…

-Ya no lo tiene.

-Aquí da igual, porque está en nuestras listas y siempre tendrá trato preferente. Y no necesita pagar, porque nos lo apuntan en nuestra cuenta. En alguna otra discoteca, también pasa lo mismo.

-Podríamos hacer algo para que eso pase en los restaurantes o en algunos bares que frecuentamos y en los que tenemos cuenta.

-Me parece buena idea.

Carmelo se quedó callado y pensativo unos segundos. Jorge lo miraba expectante.

-Estoy pensando… claro. Vale. Los últimos que compraste, esos tres apartamentos en un edificio cerca de Moncloa, no le pediste ayuda. Te lo gestionó la gente de Sergio. ¿Recuerdas?

-Tienes razón. Esos no están en su radar. Tengo que pensar como se lo planteo.

-Espera. ¿Y si se lo digo yo a Quirce? Como si fueran míos. Al fin y al cabo, no mentimos. Acuérdate que hicimos una sociedad patrimonial para comprarlos.

-Es una idea. No se me había ocurrido.

-Martín de momento, ha aceptado mudarse con nosotros. No creo que se eche atrás. Mañana le decimos que cuando lo va a hacer y le ayudamos. Fernando y los demás, seguro nos ayudan si se lo pedimos. Y Álvaro o Ester. Ester quiere mucho a Martín.

-No me parece mala idea.

-Y mira. Yo empezaría a pasar de hacer las cosas pensando en cómo van a reaccionar los padres de Quirce y Martín. Que les den. Lo importante a mi modo de ver, son ellos. Y para ti debe ser igual. Martín te quiere con locura. Hoy, ha sido el primero que se ha dado cuenta que te habías ido a la terraza. Y bastante ha hecho con aguantar casi media hora en ir tras de ti. Te conoce y estaba preocupado por si después de preparar todo esto, te había dado el bajón.

-¿De verdad? ¿Te lo ha dicho? – Carmelo asintió con la cabeza sonriendo – Joder con mi sobrino… la madre que lo parió.

-Tíos – Martín se había acercado a ellos – ¿Y si nos abrimos? No estoy acostumbrado a estas movidas… estoy para que alguien me coja en brazos. ¿Algún voluntario?

Esta vez fue Carmelo el que le agarró del cuello para bromear con él.

-Ya eres grande, canijo. Pesas mucho.

-Eso será que tú estás flojo. Seguro que Jorge puede conmigo.

-Si eres tú, claro que puedo. Y si no pudiera, hago un por poder.

La salida de la discoteca la hicieron con la misma falta de discreción que habían hecho la entrada. Ahora era un grupo menos numeroso, pero aún así, dieron la nota. Hasta el DJ les despidió de nuevo como a su llegada, nombrándoles a los tres conocidos que quedaban mientras atravesaban la pista de baile.

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-¡¡¡¡¡Martín Carnicer, Jorge Rios y Carmelo del Rioooooooooooooooo!!!!! ¡¡¡¡¡Volved cuando queráis, sois lo más!!!!!!!!!!!!!!!

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Ahora, al salir, el golpe fue al revés. El silencio de los primeros albores del amanecer contrastó al traspasar la puerta con el creciente volumen de la música que dejaban atrás, ya buscando la explosión final para dar por terminada la sesión. Joe, el encargado, estaba fuera fumando un cigarrillo. Se abrazó a los cuatro por turnos.

-No tardéis tanto en volver. Jorge, ya te enseñé donde está la puerta escondida por si quieres venir de incógnito. Si te da palo, me mandas un mensaje y te abro yo. Todos los vigilantes te conocen y tienen instrucciones de dejarte pasar siempre. Aunque no haya sitio para más gente. Y ya has comprobado que el sistema te reconoce a ti y a tus allegados y os abre las puertas.

-Gracias Joe. Todo genial. Nos despides de Smittie. No le he visto desde hace un rato.

Joe se volvió a abrazar a Jorge. Le dijo algo al oído. Sonrió e hizo un ligero gesto con la cabeza.

-Gracias por todo. – le dijo Jorge dándole un beso en la mejilla.

-Esto os ha debido costar una pasta – dijo Martín a su tío.

Carmelo sonrió.

-Ni un duro. Hemos sido las estrellas. Hemos dado espectáculo.

-Digamos que les hemos doblado la caja. Y al resto de reservados, al ir a saludarlos por deferencia de la discoteca, esos sí que han soltado la pasta. Si te has dado cuenta, cuando hemos entrado a saludar, la gente ha pedido otra ronda para invitarnos. Y algo de picar. Lo tienen bien estudiado. Nosotros en cada uno de esos sitios, hemos aceptado su invitación, aunque no nos hubiéramos acabado la copa anterior.

-Que cabrones. O sea que habéis trabajado para ellos. ¡¡Hemos trabajado todos para ellos!!

Carmelo se sonrió. Pero no dijo nada.

-Te voy a dar otro punto de vista. La discoteca les ha dado una experiencia distinta, y es que unas estrellas como Carmelo, tú, Álvaro, Ester, Mario, Óscar, Arón, Patrick… han ido a estar un rato con ellos. Nos hemos sacado fotos y hemos bebido unas copas. Nos han invitado. Eso da prestigio. Y repito, es una experiencia única. La discoteca en su caso, les ha vendido algo irrepetible. Porque será difícil que los mismo que nos hemos reunido hoy, lo hagamos otro día.

-Nunca pensé que hablar conmigo fuera una experiencia única. – dijo Martín sacando un poco de pecho.

-Venga, os dejamos dónde digáis. A no ser que os apetezca veniros a casa – les ofreció Carmelo.

-Yo me apunto. Pero solo hoy – dijo Martín. – Así te mango ropa – puso cara de niño bueno. Jorge se echó a reír porque hasta eso lo hacía igual que Carmelo. No era una cuestión de que ambos se parecieran, es que a veces, tenían los mismos gestos. Luego intercambió una mirada con Carmelo. Se había cumplido el vaticinio de Jorge que había augurado que Martín le iba a pedir algo de ropa.

Dejaron en su casa a Quirce. Jorge, en la calle, apoyado en el coche, miró con resignación la destartalada casa sin siquiera ascensor que se había buscado Quirce como refugio. Carmelo le dio un codazo para que dejara de pensar. Luego siguieron camino de su casa. Allí esperaba el relevo de los escoltas. Flor saludó a Fernando, que apenas se tenía en pie. Carmelo le dio un beso antes de entrar al portal. En el ascensor, Martín se apoyó en Jorge, que lo rodeó con sus brazos y le besó en la cabeza.

-Ha sido guay, tíos.

-Me alegro.

Martín no dijo nada más. En cuanto Carmelo abrió la puerta de la casa, empezó a quitarse la ropa camino del cuarto que solía utilizar cuando se quedaba a dormir. Ni cerró la puerta. Dejó la ropa en el suelo y se tiró encima de la cama, en calzoncillos. Jorge fue un poco después a taparlo con un edredón y a colocar bien la ropa. Carmelo le esperaba en el baño para ducharse juntos.

-Espera, antes hay que quitarse el maquillaje. – le recordó Jorge.

-Ni me acordaba.

-Tienes que estar matao. – le dijo.

-Hoy no tenemos nada ¿no?

-Yo sí. Encuentro con lectores jóvenes. A las ocho.

-¡Ah, joder! Si lo has comentado antes. ¿Quieres que te acompañe?

-¿Te apetece?

-Si hay que ir, se va…

-Que bobo eres…

Jorge le besó en los labios y abrió el agua de la ducha.

-No se me ha olvidado la promesa que me has hecho antes… – le advirtió Jorge mientras se dejaba frotar la espalda por Carmelo. Éste le dio la vuelta, le pegó a él y empezó a besarlo.

-Esto no cuenta. Me has dicho que iba a ser en la cama – dijo Jorge con cara de interesante.

-Pues si no cuenta, nada.

Pero Jorge lo agarró del cuello y le obligó a volverlo a besar.

Jorge estaba mirando por el ventanal de la discoteca. No había sido sincero con Carmelo ni con Smittie. Y éste no le había sacado del error.

Desde el Number 1 se veían otros reservados menos VIP. Estaban al otro lado de la sala, en la parte de abajo. Allí los vio.

El chico de la fotos estaba sentado encima de otro hombre, mientras se besaban apasionadamente.

Ovidio era uno de los ocupantes. Dimas era otro. A Jorge Le hizo gracia que su antiguo editor buscado por la policía para interrogarlo, se arriesgara a ir a lugares como ese. Posiblemente era porque de alguna forma se sentía seguro.

Tenía que quedar un día con Smittie. No acababa de entender el acuerdo que tenía con sus socios. Era claro que Lucien era el protector de esos que ahora miraba a lo lejos. Pero a la vez, les había recibido dándoles preferencia sobre el resto. Esos futbolistas, tenía razón Smittie, eran TOP. Y los de los programas de la tele. Y los habían apartado para hacerles sitio a ellos.

No le cuadraban esas alianzas. Dimas y Ovidio. Parecían estar hablando distendidamente, como en el vídeo que le enseñó Roger.

Dos hombres entraron en el reservado. Saludaron al resto. El joven de la foto, ese que les perseguía para hacerse selfies con ellos, dejó de darse el lote con el hombre que estaba sentado debajo de él. Le sonaba su cara, pero no acababa de reconocerlo. Era un hombre de su edad, parecía.

Jorge marcó el teléfono de Aitor. Le contó.

-Haz lo que puedas.

Entonces llegó la sorpresa: Jacinto Penas, el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Jordán. Fue saludando a todos los presentes. Parecía tener mucha afinidad con Dimas. Apareció detrás de él un joven al que Jorge también había visto en el vídeo de Roger. Era uno de los influencer a los que había reconocido Carletto. Y para su sorpresa, el mismo Carletto apareció justo después.

El tipo al que besaba al chico de la foto, fue directo al colega de Carletto. Sin mediar palabra, le metió un puñetazo en la cara. Cuando estuvo en el suelo, le pegó un par de patadas. Salvo Ovidio y su acompañante, ninguno hizo nada. El chico de las fotos, siguió dándole patadas. Estaba lejos, pero aún así, Jorge pudo distinguir el odio que destilaba su mirada. El odio a ese joven que estaba en el suelo y al que seguía dándole patadas.

El hombre que se estaba besando hacía unos instantes con él, lo apartó de malos modos. Parecía decirle que no se creyera lo que no era. Que esa no era su guerra. Lo atrajo y lo besó de una forma salvaje. El joven de la foto, cuando se separó de él, sangraba del labio. Pero para sorpresa de Jorge, parecía haberle gustado.

Ese hombre le cruzó la cara con la mano abierta. Ovidio se puso firme. Dimas se sonreía. Parecía estar gozando con la situación. De repente, miró hacia el reservado de Jorge y sus amigos. Sonrió como si pudiera verlo. Y le hizo una peineta. Luego escupió al suelo.

Rosa apareció en ese momento. Le recriminó duramente. Le sorprendió, porque le acompañaban dos de los hombres de Roger. Dimas intentó discutir con su mujer, pero ésta se impuso. Uno de los hombres le agarró del cuello.

Eso ya era demasiado para Ovidio, cogió a su acompañante del brazo y se fueron. Algo les dijo antes de irse, que no gustó a ninguno.

El hombre al que no acababa de situar Jorge hizo burla a ese cuando ya no le podía ver. Por la puerta de atrás, apareció Paco Remedios. Tampoco pareció muy feliz con lo que encontró. Detrás de él entró el agregado cultural de la embajada de Francia. No parecía a gusto con todo lo que veía. Hizo amago de irse, pero Rosa, la mujer de Dimas le retuvo con un gesto imperativo.

Jorge recibió un mensaje.

Gonzalo Bañolas, el hijo de Elvira del Cerro.”

Jorge hizo una mueca de fastidio por no haberlo reconocido desde un principio.

Jorge escribió una respuesta:

Mira si encuentras una cámara de la disco que les pueda sacar una foto o un vídeo de todos ellos.”

No tardó en recibir respuesta:

Ya he pinchado una de las cámaras. Tengo copia desde que llegaron”

-Escritor, estás muy serio – le dijo Carmelo rodeándolo con sus brazos por detrás.

-Estaba pensando en una trama. Perdona.

Jorge se dio la vuelta y besó a Carmelo.

-Deberíamos volver a dejar que nos vean.

Carmelo sacó el mando y le preguntó con la vista.

-Chicos, volvemos a salir al escenario. – avisó a sus amigos.

Todos se levantaron y empezaron a bailar delante de la cristalera. Carmelo dio al botón, y ya eran visibles de nuevo. El público reaccionó de inmediato jaleándolos. Carmelo y Jorge volvieron a su posición frente a la cristalera. El escritor miró retador hacia el reservado de sus “amigos”. Solo el chico de las fotos se fijó en él. Sonrió devolviéndole la mirada. Cerró los ojos y empezó a contonearse suavemente al ritmo de la música girando sobre si mismo. Una de las veces cuando coincidió que enfrentaba a Jorge, le lanzó un beso. Y le sonrió. Una sonrisa llena de sangre. No se la había limpiado cuando le había mordido Gonzalo Bañolas.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 73.

Capítulo 73.-

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Tener que estar en el rodaje a las ocho y media de la mañana le supuso a Carmelo levantarse a las seis de la madrugada. Jorge estuvo tentado de quedarse en la cama, pero al final, mientras Carmelo se duchaba se levantó y le preparó el desayuno. Carmelo se lo agradeció con un beso y un abrazo.

-¿Qué vas a hacer?

-Me voy a meter otra vez en la cama. Me apetece vaguear. Y por otro lado, estoy inquieto por la cita con el chico de Roger.

-¿Dónde has quedado?

-En una finca en la sierra. Me creo que es la casa secreta de nuestro amigo.

Carmelo no se entretuvo demasiado. Besó de nuevo a Jorge a modo de despedida. Éste le acompañó a la puerta y esperó a que se metiera en el ascensor para volver dentro. Se quedó dudando sobre lo que hacer. Al final desechó volver a la cama; fue a su despacho y encendió el ordenador. Buscó el canal de Carletto y estuvo viendo algunos de sus vídeos. Le asombró que tuviera más de un millón de seguidores en Instagram y algo menos de novecientos mil en youtube. Algo similar en tik-tok. Se fijó también que tenía contratos publicitarios. Siempre tomaba café de una marca determinada. Y usaba ropa de otra marca. Y había a la vista una bolsa de “El Corte Inglés”. En sus vídeos llevaba reloj, cosa que vio en su casa que no usaba habitualmente. Se lo puso para grabar la entrevista y en cuanto acabó, se lo volvió a quitar.

Eso quería decir que se ganaba bien la vida con sus canales. Y por lo que había visto en su casa, no era de gustos caros ni excéntrico.

Se entretuvo en buscar los vídeos en los que hablaba de sus libros. Había varios. Empezó a ver el que dedicaba a “La angustia del olvido”. Tenía casi tres millones de reproducciones. Mientras lo escuchaba, leyó algunos comentarios. Carletto en algún momento le había manifestado que no eliminaba ninguno aunque fueran ofensivos. Jorge pensó que si él estuviera en su lugar, algunos de ellos los hubiera borrado sin dudar. Los amenazaban de muerte a ambos. Y con una rabia, con un odio cerval. Hizo algunas capturas de pantalla. El lenguaje de alguno de ellos, le parecía conocido. Ya había visto a esa comentarista en algunos otros lugares. Pudo comprobar además, que cada cierto tiempo, volvía a escribir con el mismo tono de amenaza y asco.

Revisó también el vídeo que le había dedicado a “Tirso”. Se encontró con los mismos comentarios pero provenientes de otro usuario. Y en ese caso, aparecieron una serie de nicks que le hacían coro. Volvió a sacar algunas capturas de pantalla y las guardó. Se las envió a Carmen Polana, por si se pudiera hacer algo. Eran amenazas verdaderas y reiterativas.

Miró el teléfono. Ya eran casi las nueve de la mañana. Se preparó otro café y lo bebió tranquilo mientras repasaba lo que había escrito en el restaurante de Biel antes de que llegara Carletto. No le acabó de gustar, pero decidió conservarlo. Lo metió en la carpeta de apuntes. Al abrirla se rió para sí. Menos mal que en esa carpeta nadie había entrado. Ahí si que había un ciento mil de documentos. Si la llega a ver Martín o Carmelo, otra bronca que le iban a echar.

Se fue a duchar y después de vestirse se echó a la calle para dar un paseo antes de iniciar su misión del día. Estaba inquieto. No sabía por qué, pero lo estaba. En casa de Roger, tendría un plus de seguridad. A su equipo de escoltas, se uniría la gente de Roger. Ese no debía ser el problema entonces. Lo que le ponía nervioso es lo que iba a averiguar. Cuando le había contado a Carmelo la llamada de Roger para verse, no le había dicho que a parte del tema de Saúl, le había parecido que Roger quería comentarle algunas cosas. Tenía la intuición de que lo que oyera o viera no le iba a gustar. De nuevo, añoraba la época de sus vitaminas. A tiempo estaba. Tenía una buena reserva. Podía tomar alguna de esas pastillas.

Pero ¿Y si Martín tenía razón en su apreciación y entre esas pastillas había algunas que… eran otra cosa? ¿Como descubrirlo sin tener que analizarlas todas? Tenía que preguntar a alguien. Estaba convencido que en algún momento determinado debería hacer uso de ellas.

Terminó su paseo al cabo de una hora en “El Cortejo”. Estaba Joaquín de turno, que le preparó su desayuno especial. Le preguntó por como había salido el ágape de Pasapalabra. Al fin y al cabo, ellos se encargaron de servirlo. Salió el encargado a saludarlo también.

-Todo genial, Juanjo.

-Carmelo se esmeró de verdad. Todo lo que prepararon tenía una presencia estupenda y puedo decir, porque robé algunos pinchos, que estaban riquísimos. Le tengo que preguntar por algunos de ellos. Si me deja se los copiamos aquí.

-Dile, que seguro te cuenta. La gente quedó contenta. Lo servisteis de maravilla. Y el San Francisco, muy rico.

-Nos dio la receta Carmelo. Lo solemos hacer distinto. Pero nos dijo que era el que te gustaba.

Jorge se echó a reír. “Jodido Rubito”, pensó.

-Su chocolate con porras. Y su vaso de leche fría. – dijo Joaquín al dejarle en la mesa su desayuno.

Estuvo observando un rato a la gente que llenaba el local a esa hora. La señora de la foto de la cartera que conocía de otras veces. Era fija a esa hora. Le había llamado la atención hacía ya tiempo porque siempre acababa extrayendo su cartera del bolso y sacaba una foto que miraba melancólica. Al principio pensó que era de una antigua pareja. Pero un día se dio cuenta de que no. Esa mujer padecía por la pérdida de un hijo. Le había oído al camarero que trabajaba en un centro de salud cercano. Era médica. Decían que era de las buenas. Seguía viendo pacientes en la consulta a pesar de las limitaciones del Covid. Casi nadie lo hacía. Ella sí. Jorge esperaba que no lo hiciera a lo loco, buscando contagiarse. La señora miró el reloj y guardó corriendo la foto en la cartera. Pagó su desayuno y salió del local.

En la mesa de al lado de la señora, había una pareja a la que Jorge no recordaba de otras veces. No parecían tener mucho que decirse. Parecía que la abulia había conquistado su relación. Él leía el Marca y ella tenía la mirada perdida mientras daba vueltas al café.

-Deja ya la cucharilla, joder. Me vas a volver loco con el ruidito – le dijo de malos modos el hombre.

La mujer no se lo pensó. Se levantó y se fue del bar.

-¡Davinia! – le llamó el hombre infructuosamente.

Davinia se preguntaba mientras daba vueltas al café en que momento había perdido a su marido. En que momento él había decidido lanzarse a los brazos de Joana, su compañera de trabajo.

Quizás había sido la rutina. O quizás había sido por culpa de los niños. No es que fueran culpables de nada. Solo es que requerían tiempo y atenciones. Y Manolo no era muy de niños. De boquilla sí, porque, y era una idea que tenía Davinia, no es que se lo hubiera confesado, él lo de los niños, porque era lo que querían sus padres. Pero vocación de padre, ninguna. Querencia por ellos, inexistente. Tiempo dedicados a jugar, a hacer las tareas, a ir a hacer deporte los domingos por la mañana, a andar en bicicleta, cero. Sus hijos son huérfanos de padre. Como tampoco le gustaba hacer nada en casa, sea cocinar, las camas o pasar el aspirador, Davinia se había convertido en una súper mujer

Estaba claro que a Manolo no le gustaban las súper mujeres, siempre que ese concepto abarcara las actividades inherentes a cuidar de los niños, a llevar la casa, o a plancharle las camisas. Ya hacía unos meses le había dicho que si quería camisas planchadas, que ella le enseñaba a hacerlo.

-No te encargas de los niños, no haces nada.

-Traigo un sueldo a casa. ¿Te parece poco?

-Yo también lo traigo – le recordó con dulzura.

-Pero…

-Cobras cien euros más que yo. No me toques los ovarios, querido.

Jorge Rios.

-Sonó el teléfono de Jorge. Miró la pantalla. Era Carletto.

-Buenos días Roberto.

-Joder, me acabo de despertar. He dormido siete hora seguidas. Ni atisbo de pesadillas. Ni me acuerdo de haber dormido así en algún momento de mi vida.

Jorge se sonrió. Al menos eso le había salido bien.

-Muchas gracias Jorge, de verdad.

-Lo has hecho tú todo.

-Sin tu ayuda… no hubiera podido. Gracias de verdad.

-¿Cómo estás?

-Bien, bien. Tranquilo y descansado. ¿Cuándo quieres que quedemos?

-Estoy en “El Cortejo”. Te invito a desayunar y nos vamos. Lo que hablamos anoche. A no ser que te hayas arrepentido.

-Para nada. Ya estoy vestido. Estoy en veinte minutos.

-No traigas coche. Tenemos que salir de Madrid y vamos en el mío.

-No tengo coche, así que no hay problema.

Cuando Jorge colgó el teléfono volvió a pensar de nuevo en la voz de Carletto. Sonaba muy distinta escuchada en directo que por teléfono o incluso en sus vídeos. Aún así, estaba seguro que una de las claves del éxito de ese joven era su voz. No era una cuestión de timbre, que también. Era una cuestión de como la modulaba, como entonaba. Como era capaz de darle un matiz envolvente que te agarraba del corazón o de donde fuera y era imposible dejar de escucharla. Era como si tuviera capacidad de hipnotizarte.

Recordaba la frase de un conocido locutor de radio que decía que era mejor, si te gustaba la voz de alguien que trabajaba en la radio, no intentar ponerle cara o conocerlo en persona. Que posiblemente te defraudaría. Ese hecho con Roberto no se producía. La misma capacidad envolvente, embriagadora que tenía su voz, la tenía su mirada, su manera de sonreír, su lenguaje corporal.

-Ya estoy aquí.

Jorge sonrió al levantar la vista y enfrentarse con él. Le invitó a sentarse y llamó a Joaquín, el camarero. Roberto al sentarse besó a Jorge en la mejilla. Se pidió un té rojo y unos pastelitos de nata.

-Estoy de antojo. No todos los días puedo decir que he dormido. Y gracias a ti. Luego me costará ir a correr unos kilómetros en algún momento del día.

Empezaron una charla intrascendente pero a la vez agradable. A Jorge le solía costar iniciar ese tipo de conversaciones si no tenía mucha confianza con su interlocutor. Cuando estaba con Carmelo, él se encargaba de eso. Mucha confianza significaba meses de amistad y de trato cercano y habitual. Era el segundo día que quedaba con Roberto y la cosa fluía con naturalidad. Jorge se pidió otro chocolate.

-Es mi debilidad – confesó sin pudor.

-Te lo puedes permitir. Yo, si no tengo cuidado, engordo enseguida. Podías animarte y venir a correr luego conmigo.

-No me lo creo. No tienes un gramo de grasa en el cuerpo. Y siento defraudarte tan pronto, pero lo de correr va a ser que no. Si quieres dar un paseo “andando” ahí podríamos llegar a un acuerdo.

-Porque me cuido. Es guay correr. Es que no lo has probado.

Roberto le contó como había trabajado en editar su entrevista cuando Jorge se fue.

-Te dije que lo iba a hacer hoy, pero no me contuve. Estaba ansioso por volver a escucharla. Creo que ha quedado muy bien. Casi no he cortado nada. Solo he añadido alguna pregunta que a lo mejor no había quedado clara cuando hablamos. No, no la he metido con voz, sino con texto. Nuestra conversación fue muy fluida. Parecía que nos conociéramos hacía siglos, joder. Creo que va a gustar a los seguidores. Ya está en marcha la cuenta atrás. A las tres se publicará en todas mis redes. Hay mucha expectación.

-Espero que de la buena.

-De todas. Tú tienes tus haters y yo tengo los míos. Y cuando vean la entrevista, se unirán para machacarnos. Ya pasó con el directo de ayer.

-¿Qué te dicen?

-Ya sabes. Tonterías. Es mejor no hacerles caso. Y a ti, la misma tónica de los últimos días. Por eso te pregunté lo de los enemigos.

-Sobre eso, discrepo. No me parecen tan tonterías. ¿Me prometes que vas a tener cuidado?

Roberto se lo quedó mirando. Jorge no rebajó el tono de su mirada.

-Te lo prometo. – accedió al final el influencer.

-Mientras vamos a nuestra cita, Fernando te indicará un par de cosas sobre seguridad. Normas sencillas que debes tomar por costumbre.

-¿No exageras?

-No, no lo hago. Me preguntaste ayer en “El Puerto del Norte” por qué había gente que me quería mal. Lo has recordado hace unos minutos. Y me preguntaste por mi acompañamiento. Es la prueba de que no exagero. Y dejamos entrever un pasado común para ambos. Un amigo tuyo de aquella época está como yo. Él lleva así un par de años casi.

-Vale. Escucharé a Fernando.

-Gracias.

-Si quieres llegar a la cita, es mejor que salgamos – le comentó el aludido.

-Tienes razón. Joaquín, ¿Que te doy?

-Déjame invitarte – se ofreció Roberto.

-Te dejo. Pero luego yo te invito a comer.

-Me parece bien. Las cuentas grandes para ti. Así contengo el gasto.

El viaje fue tranquilo. Fernando le fue diciendo unas cuantas precauciones que no estaría mal que tomara en adelante. El policía le había caído bien a Roberto, así que la conversación entre ellos fue natural. Jorge les escuchó un rato y luego se perdió en sus pensamientos.

A ratos, desde que escuchó por primera vez hacía apenas un día la voz de Roberto, no cesaba en el empeño de recordar las circunstancias en las que la había escuchado antes. Había sido hacía muchos años. Y lo tenía claro, era la de un adolescente al que le estaba cambiando. Voz de pito. Gritona. Pero una vez más su mente no quería abrir la puerta precisa que guardaba esos recuerdos. Lo único que conseguía es tener presente esa voz. Y aunque intentaba tirar de ella para sacar más recuerdos, estos eran remisos a aparecer.

Recibió varios mensajes de Carmelo. El rodaje parecía que iba bien. Decidió llamarlo y charlar un rato con él.

-¿Qué tal el viaje?

-De momento bien. Fernando está dando a Roberto unas pautas de comportamiento para mejorar su seguridad.

-¿Tienes miedo por él?

Jorge suspiró.

-Esta mañana me ha dado… como una sensación extraña. Ha citado de pasada algunos comentarios de nuestra entrevista en directo. No sé. Y he estado mirando sus vídeos, los que habla de algunas novelas mías… hay unos cuantos que nos amenazan de muerte, pero con todas las letras. Incluyéndote a ti en algunas de ella, cosa que… Carletto hasta donde yo he visto, no te nombra nunca.

-No todos los que se acercan a ti se ponen en peligro. Eso según has comentado, ya sucedía antes de que te conociera ayer.

-¿Sabes que he tenido la impresión de haber leído ya esos comentarios hirientes?

Carmelo se quedó en silencio.

-Luego le echo un vistazo. A ver si yo sitúo. Pero no dramatices, escritor. A veces esas cosas son solo palabras.

-No pasa nada por tener un poco de cuidado. ¿No te parece?

-Eso es cierto. ¿Cómo se lo ha tomado?

-Yo creo que piensa que soy un exagerado. Pero prefiero que lo piense y tenga cuidado. De hecho, yo creo que ya ha tenido algún susto. Ayer me dejó entrever algo de eso. Algunos acosadores en redes. Hoy al hablar del tema ha sido más cuidadoso.

Carmelo fue el que suspiraba ahora.

-Esto no parece que vaya a acabar nunca. Ayer parece que otro bulo sobre nuestra muerte. Y me han comentado en el rodaje que parece que hoy otra vez a la carga.

-Cuando pase, ya no será noticia. La gente no se lo creerá. De todas formas… salir a noticia de esas falsas cada día… alguien está gastando mucha energía en ello. Todo esto debe partir del mismo sitio, me parece a mí.

-Puede que sea lo que pretendan. Que si luego nos matan, ya no sea noticia. O que gran parte de el público acabe creyendo que estamos muertos. Porque de cada bulo, un tanto por ciento de los que lo han escuchado, se pierden los desmentidos. Se queda en su subconsciente con la idea de que hemos muerto. O a lo mejor quieren que nos volvamos locos. Que estemos todo el día pensando en ello.

-Ni idea. Lo de volvernos locos, desde luego, no lo consiguen. Apenas nos enteramos. Lo comentamos y no volvemos a acordarnos. Y tampoco tengo ganas de pensar en ello. Que no, me niego.

-¿Que te dijo Roger cuando te llamó?

-Ya sabes como es.

-Parco.

-Pues esta vez parco y medio. Saúl me necesita. Punto.

-¿Que piensas?

-Que Saúl me necesita y él quiere hablar conmigo.

-Por eso te llevas a Roberto.

-Puede que les siente bien a los dos. Si congenian, dejaré que se ocupe de Saúl y yo hablaré con Roger. Te dejo, Carmelo. Luego te llamo. Acabamos de llegar.

-Llámame en cuanto sepas algo. Te devuelvo la llamada en cuanto pueda.

Jorge se guardó el móvil en el bolsillo. Miró por la ventanilla del coche. Era una finca de estilo antiguo. Parecía acogedora y bien cuidada, pero sin lujos ni excesos. Roger había salido con Saúl a recibirlos. Jorge pudo ver a dos de sus hombres en sitios estratégicos. Jorge miró a Fernando. Se entendieron a la perfección. El policía ya se había dado cuenta.

Jorge se bajó del coche y fue decidido hacia Roger y Saúl. Éste se separó de su padre y fue al encuentro de Jorge. Se abrazó a él. Parecía necesitar refugiarse en sus brazos. Puso la cabeza en su pecho, como a veces hacen las madres con sus bebés, para que sientan el latido de su corazón. Para que se sientan seguros. Él parecía necesitar escuchar latir el corazón del escritor.

Jorge le besó repetidamente en la cabeza. Empezó a acunarlo con susurros tranquilizadores. Al cabo de un rato, le obligó a levantar la cabeza y a mirarle.

-Saúl, tranquilo. Estás seguro. No pasa nada. Te queremos todos. Te queremos y te entendemos. Sabemos lo que sufres.

-Es que me duele mucho…

El chico se señaló la cabeza. Jorge sabía que no se refería a que tuviera jaqueca, que también pudiera ser. Aunque si eso era así, no era una causa sino un efecto. Más bien se refería a sus recuerdos. Al miedo pasado. A que todo eso le martilleaba la cabeza. Escenas repetidas una y otra vez en su cabeza que acabarían por volverle loco.

Roberto también se había bajado del coche. Cuando vio a Roger pareció arrepentirse de haber ido. Le traía a la cabeza un suceso de su pasado doloroso y determinante. Roger se acercó despacio. Cuando estuvo a pocos pasos de él, le tendió la mano. Roberto, aunque le había sorprendido la presencia de ese hombre al que recordaba con nitidez de su pasado, en ningún momento se había mostrado remiso a mantenerle la mirada. Tampoco había sentido la tentación de mostrarse acobardado. Roberto le correspondió al saludo. Roger cambió el apretón de manos tradicional por uno más moderno, para acabar chocando el pecho. Fue el momento en que Roberto eligió para iniciar una conversación.

-Gracias. No tuve la oportunidad de dártelas. Y a Nacho.

Roger no dijo nada. Solo se encogió de hombros.

-Germán se ocupó. Yo no hice nada. Nosotros. Eras un crío. Era lo que había que hacer. Estoy orgulloso de la manera en que te has reinventado.

Roberto no quiso contradecirle, aunque no estaba de acuerdo. Pero no era el momento. Jorge seguía meciendo en sus brazos al chico. Éste parecía absolutamente asustado, pero a la vez, parecía que se encontraba mucho mejor desde la llegada del escritor.

-Tiene pesadillas. Todas las noches – comentó lacónico Roger a Roberto.

-Lo entiendo. A mi me pasa igual. Jorge consiguió ayer que durmiera por primera vez sin pastillas.

-Mira Saúl. Quiero presentarte a un amigo. – Jorge se acercaba a ellos con Saúl cogido del brazo. Le hizo un gesto a Roberto para que se acercara.

Roberto le empezó a hablar. El chico se lo quedó mirando como hipnotizado. En todo momento, los dos jóvenes se mantuvieron la mirada. Roberto siempre hablando. Parecía ser consciente del poder que tenía su voz. Roger se acercó a Jorge y le puso la mano en el hombro. Se lo apretó ligeramente a modo de agradecimiento.

-Germán tenía razón. Sabes cuidarlos.

Roberto llegado un momento abrazó a Saúl. Parecía noqueado por lo que había sido capaz de ver en los recuerdos del chaval. Jorge sabía que los que habían pasado por aquella experiencia eran capaces de reconocerse con solo mirarse a los ojos. Y eran capaces de sentir los sufrimientos del otro. Era una forma que parecían haber desarrollado para no tener que contarse sus penurias. Hablar de ello podía ser reparador, pero también podía ser evocador y traer a sus cuerpos el dolor que sintieron cuando les infligieron esos tormentos, esos abusos.

Roberto rodeó con su brazo el hombro de Saúl y se lo llevó a dar un paseo por el campo. Los hombres de Roger les siguieron a distancia. Éste invitó a Jorge a pasar al interior del edificio.

-¿No está Nacho? – preguntó Jorge. – Quería saludarlo y agradecerle la ayuda en la embajada.

-No. Está ocupándose de algo. Le digo que has preguntado por él.

-Gracias.

-¿Le has recordado? – Roger señaló con la cabeza a Roberto.

Jorge negó con la cabeza.

-Solo su voz – matizó.

-Era amigo de Dani.

-Me lo ha dicho. Dani no lo recuerda.

-Ya.

Roger hizo un gesto de resignación.

-Quiero que veas un vídeo de unas personas. Puede que te ayude.

A Jorge se le ocurrieron un sin fin de preguntas, pero se las guardó. Conocía lo suficiente a Roger para saber que le iba a contar lo que quisiera. Y eso iba a ser poca cosa. Le mostraría el vídeo y luego, él debería sacar conclusiones.

Roger metió un DVD en un reproductor que tenía en el salón de su casa. Jorge mientras, se fijó en una mujer que trabajaba en la cocina, con seguridad preparando la comida para todos. Hasta allí llegaba el olor de un guisado que parecía estar cocinándose a fuego lento, como los buenos guisados. También percibió el olor a la pasta. Seguro que era en honor a Saúl. Pero la salsa sería maravillosa, estaba seguro.

Volvió su atención a la enorme pantalla. En ella se veían ya las imágenes del DVD. Parecía la cámara de seguridad de una discoteca. Había mucha gente. Al principio pensó que las imágenes eran de antes de la pandemia. Pero vio alguna mascarilla bajada. Se fijó en la fecha que había en una esquina. Esas imágenes estaban grabadas en pleno confinamiento. Eran del 16 de abril del 2020. El local estaba repleto. Tendría que pensar en donde estaban ese día. Viviendo en su casa, seguro. Carmelo desembarcó el primer día del cierre y no volvió a su casa hasta el mes de julio. Pero muchas noches salían. A fiestas, a casas de amigos. Otras noches recibían en su casa a amigos que se quedaban a dormir hasta el día siguiente. Recordaba una vez que Álvaro, por ejemplo, se quedó una semana en casa. Y se fue porque le daba vergüenza estar más tiempo. Biel también se quedó a menudo a dormir en casa. Y sus sobrinos. Álvaro se unió a esa reunión a petición de Jorge, porque sus sobrinos querían conocerlo.

Distinguió el cartel con el nombre de la discoteca. La Dinamo. Era una de las preferidas de Carmelo en su época de diversión a tope. Recordaba perfectamente que tenía un pase VIP. Todavía se lo había visto en el móvil alguna vez. Él había ido un par de veces con él, algunas más de incógnito en sus escapadas para pulsar a los dueños de la noche. A las aves nocturnas que solo salen cuando el sol se esconde y que se retiran con las primeras luces del amanecer. Tenía obsesión por esos personajes. Muchos habían traspasado la realidad para convertirse en protagonistas recurrente de sus novelas. Uno de ellos, Dilan, se había convertido en un miembro fijo más del Universo particular de sus novelas, solo que era un personaje que aparecía en sus últimas obras. Todavía tardarían en conocerlo sus lectores. Quedaban al menos tres novelas a publicar antes de su aparición estelar. Aunque siempre podría adelantar su aparición.

La cámara iba haciendo barridos con movimientos muy lentos. Se podía distinguir los rostros de los que habían decidido ir a divertirse esa noche. Si la policía hubiera ido, se hubiera encontrado a muchos VIPS. Reconoció a un par de embajadores de países de la Unión Europea. Para su sorpresa, estaban algunos de sus amigos de la Universidad. El amigo Erasmo y el amigo Isaías. Con sendas jóvenes a las que agasajaban con besos y caricias subidas de tono. Ninguna de esas mujeres eran sus esposas. También vio de lejos al primer rector que conoció de la Universidad Jordán. Al principio, según supo por Jacinto, puso muchas pegas para que Jorge diera clases en la facultad. Jacinto tuvo que emplearse a fondo. Parecía mantener una conversación con varias personas a las que no reconoció. Jorge le hizo un gesto a Roger, por si sabía quienes eran.

-Triana Cerro, alta ejecutiva de Telefónica. Isaac Romeral, de BNP. Marcel Blanc, BNP. Celia Villalmansa, de ANSA.

-¿Y ese que saluda y no se queda con ellos?

-El deseado, Mark Lemon. Todos quieren el dinero de los fondos que representa. La pareja de tu amiga Olga.

Reconoció a algunos amigos de Carmelo y suyos. Arón y Reyes. Conde y Manu. Patrick y Enric. Eric, Pol y Quirce y su novia de entonces. Irene y Carmela. Almudena. Al ver a Quirce buscó a Martín, pero no lo vio. Martín de todas formas no era de ese tipo de reuniones festivas. Aunque a Quirce tampoco le hacía saltándose el confinamiento yendo a una fiesta llena de gente en una conocida discoteca.

Vio también al inefable Willy, el que quería ver a Carmelo y a él mismo muertos. Estaba con esa tal Laura no sé qué, la directora. Laura no, Lola. ¿Lola? No acababa de recordar como se llamaba. Después de la confesión de Álvaro, se había preocupado por buscar fotos de ella para conocerla y saludarla adecuadamente si se la volvía a encontrar en una recepción. Vio a Paco Remedios, el productor, metiendo mano a un joven que parecía extasiado por recibir la atención de un poderoso productor de cine. Seguramente pensaría que después de esos sobeteos protagonizaría el próximo pelotazo del productor. Uno más que acabaría decepcionado. Aunque al menos, disfrutaría de un par de noches de buen sexo. El productor tenía fama de ser buen amante, aunque poco consecuente con sus promesas de casting superados y de papeles protagonistas adjudicados. Una cosa era la fiesta, y otra los negocios. No hipotecaba una película dando el protagonista o un papel relevante a alguien que no fuera apropiado. Aunque tampoco se lo dejaba muy claro al agraciado con sus atenciones sexuales. También podía ser que cada uno entendiera en cada momento lo que le interesara.

En uno de los barridos de la cámara, vio la zona VIP, VIP. Allí creyó reconocer en un primer momento a Dimas. Pero tuvo que esperar a la siguiente pasada para comprobarlo. Sí, allí estaba. La mujer a la que besaba no era Rosa, eso era claro. No le extrañaba de todas formas. Su fama de amante impenitente era conocida por todos. Dudaba hasta que su mujer fuera ajena a ese conocimiento, aunque nunca lo había dejado traslucir ante nadie. A su lado, estaba sentado Lucien Gerré. Hacía mucho tiempo que no sabía de él. Era uno de los dueños de esa discoteca y de otras muchas que tenía con sus socios, Germén Antequil y Peter Smith. Lucien era un viejo conocido, al igual que Peter. Amigo de Nando. Socio en algunos negocios de los suyos. O sea, negocios poco presentables ante las gentes de bien. Creyó distinguir a su amigo Finn que estaba acompañado de su antigua novia, Maribel. Ésta no parecía estar a gusto allí. El tal Lucien parecía estarle echando la bronca. Era una lástima no poder escuchar la conversación.

En la siguiente pasada de la cámara comprobó que se estaba sentando un grupo recién llegado. Lucien se había levantado y les dejaba intimidad. Era un grupo que parecía estar fuera de lugar. Estaba su amigo Ovidio Calatrava. Parecía en animada charla con un tipo que le sonaba pero que no sabía su nombre.

-¿El que está con Ovidio?

-Esteban Pérez. Empresario. El que llega ahora, el hijo de Elvira del Cerro.

-Madre mía. Parece un loco.

-Lo es.

Apareció decidida una mujer a la que Jorge conocía. Esther Juárez, su nueva editora. Iba acompañada de Elías García. Se unieron al grupo de Ovidio y de Esteban Pérez. Parecían estar hablando de negocios. Dimas se acercó a ellos y se unió a la conversación. Distinguió al chico que solía acompañar a Ovidio, ese gigoló, Peter no sé qué. Y también distinguió a otros dos jóvenes que tenían pinta de ser acompañantes pagados.

Paco Remedios se unió a ese grupo. Apareció entonces Biel Casal. Jorge se puso tenso. Iba acompañado de un hombre que al principio no supo quien era. Pero por la forma de estar los dos, supo que era Jaime, su pareja. No lograba distinguir su rostro con nitidez. Enseguida se integraron en el grupo. Jaime parecía congeniar con Dimas y el resto. No era el Jaime fuera de lugar entre las amistades de Biel que le habían pintado. Aunque a decir verdad, esas no podían considerarse amistades de Biel. Ese grupo no pegaba ni con cola.

Aunque la siguiente incorporación sí que le sorprendió: Nadia. Su amiga Nadia. ¿Qué pintaba allí? Jorge no pudo evitar negar con la cabeza. Al poco llegó una señora a la que Jorge situó cercana a los sesenta años. Una mujer de porte elegante, con clase. Iba acompañada de un hombre bastante más joven, aunque estaría cercano a los cincuenta. Por la forma de moverse, supo que era militar. Entonces lo reconoció de la televisión. Era Guardia Civil. Coronel, si no recordaba mal. Gregory no sé qué. Si no le fallaba la memoria era el jefe de la UCO.

-Con ese de asistente se evitaban redadas de la policía – comentó Jorge bromista.

Roger se acercó a la pantalla y señaló a otras tres personas.

-Esos son también del gremio. Marta Olavide, Ignacio Contreras. El comisario Roncal. Los dos primeros, inspectores.

-¿Amigos de Javier Marcos?

-¿Amigos? – dijo en tono irónico. – Lo quieren muerto. No me extrañaría que estén maniobrando para conseguirlo.

-Vaya.

Dejó por un momento de fijar su atención en el grupo de la sala VIP. Había una pareja de jóvenes que le había resultado conocida. No los acababa de situar. De repente se acordó. Los había visto entre los canales a seguir de Roberto. Eran dos influencer de su grupo.

En ese último barrido de la cámara de seguridad, vio de refilón a un hombre que le sonaba mucho. Le parecía de esas personas que habían sido cercanas. Pero no lograba situarlo. Se levantó y se lo señaló a Roger.

-Te juro que le conozco pero ahora no caigo

-Toni. El antiguo socio de Sergio, el representante de Carmelo.

-¡Joder! No me quedo con su jeta. Y no hago más que encontrármelo últimamente en todas mis pesquisas.

-No se deja ver mucho. Es parte del acuerdo al que llegó con Sergio. Un tipo de lo peor. Engañó a casi todos durante mucho tiempo. Sergio lo descubrió. O mejor dicho, alguien propició que lo hiciera. Algo tuviste que ver tú en ello.

Jorge se quedó mirando a Roger. Este había hecho una mueca. Jorge supo que Roger tuvo también algo que ver con que Sergio se cayera del guindo.

-Eres amigo de Sergio. Me consta que te aprecia. Eres al único que le hace gestiones y favores sin esperar nada a cambio. Pregúntale. Sin Carmelo. Te refrescará la memoria.

Fue a preguntar, pero escuchó las risas de los chicos. Saúl y Roberto entraron en el salón. Parecían alegres. Roberto había tenido éxito animando al hijo de Roger. Jorge hizo un gesto a Carletto para que se acercara. Roger puso el vídeo en pausa.

-¿Esos? – le preguntó Jorge lacónico, como si se hubiera contagiado de las formas de su anfitrión.

-Leyre Matrx y Dan marcapáginas.

-¿En seguidores?

-Seiscientos mil y millón setecientos.

-No son fans míos.

-¿Como lo sabes?

Jorge hizo una mueca.

-Por las compañías.

-¡Joder!

Roberto se acercó a la pantalla y señaló a un hombre. Y luego señaló a otro que estaba cerca de él.

-Dos hijos de puta.

Jorge reconoció en uno de ellos al que le había señalado Roger como el hijo de Elvira del Cerro.

-Gonzalo Bañolas ¿Y el otro?

-Asier Portes. “El conseguidor” o “El alguacil”. – era Roger el que se había adelantado a Roberto en la respuesta – Esos ahora no son interesantes. Ya les llegará el momento. Ahora te interesan los VIP de antes. Y algunos más que ese día no fueron. Pregunta a Sergio. Y de paso, a Smittie.

-Roger, la comida está lista – anunció la mujer.

-¿Comemos? – propuso Roger – Mamá te ha hecho pasta boloñesa como te gusta – le anunció a Saúl, que sonrió a su padre.

-¡Guay!

Esa noche, Carmelo y Jorge todavía tardaron en irse a la cama. Recogieron la casa para que Ruper no se asustara al llegar por la mañana. Aunque Flor y Carmen antes de irse ya habían recogido gran parte de lo utilizado para cenar. Había sido buena idea invitar a todos los escoltas a cenar en casa. Lo habían pasado muy bien. Carmen se había unido a la fiesta. Javier prefirió dedicar la noche a disfrutar de Sergio.

Ya eran las cuatro de la madrugada muy pasadas cuando se acostaron. Jorge recibió a Carmelo en la cama, que apoyó la cabeza en su pecho. Estaba tan a gusto que suspiró de felicidad. Jorge no dejaba de acariciarle suavemente. No hablaron. Solo se sintieron.

Se quedaron dormidos sin darse cuenta. En un momento dado, Carmelo rodeó con sus piernas el cuerpo de Jorge, como si intentara evitar que se fuera. Jorge apoyó su mano en el muslo y lo pegó más a él. Le gustaba sentirle así.

No tuvieron prisa en levantarse. Ni se enteraron que Ruper había llegado, ni que después se fue, casi a las dos del mediodía. Tampoco se enteraron de que Juliana, su vecina, les había dejado unos tapper con la comida, y unos cruasanes.

Se despertaron pasadas las tres. Seguían abrazados. Seguían con una sonrisa en los labios. Se miraron y se dieron un beso de buenos días. Jorge miró el reloj de pared que tenían en frente de la cama.

-Tengo hambre.

Carmelo sonrió.

Jorge lo miró asombrado. De repente se había dado cuenta de que tenía entre los brazos al hombre más deseado del país. Y que ese hombre, joven y apuesto, parecía otro esa mañana. No era ese actor súper estrella, con mirada decidida, dejando claro a todo el mundo que podría enfrentarse a cualquiera que quisiera meterse con él. Un hombre que estaba acostumbrado a dominar cualquier escenario, fuera en el ámbito de su trabajo o en el de su vida privada. Esa mañana, o casi esa tarde, Carmelo era un hombre igual de atractivo, igual de apuesto, pero su mirada era dulce, amorosa, delicada, incluso tenía un matiz de inseguridad, de debilidad. Pero sobre todo lo que emocionó a Jorge es descubrir todo el amor que transmitía. Todo el agradecimiento que expresaba.

Jorge le besó otra vez. Le acarició el muslo que seguía sobre su cintura, evitando que escapara. Sintió su piel aterciopelada, el vello suave que crecía en sus piernas. Sintió la barba al acariciar su cara con su mejilla.

-¿Y si me dejo barba? – propuso de repente Carmelo.

-No.

El actor se sorprendió con la respuesta tan rotunda y segura de Jorge.

-Tú a veces te la dejas crecer unos días.

-Es por vago.

-A mi me gusta.

-Entonces me la dejaré crecer unos días.

-No.

-¿Ves?

-Bueno, pero solo de dos o tres días.

-Vale.

-Te suenan las tripas.

-Y tengo que ir a mear.

-¡Me pido primer!

Carmelo apartó las sábanas y salió disparado hacia el servicio. Jorge lo miró divertido. Nunca le había visto correr desnudo. Se levantó él también y se fue detrás de él. Lo abrazó por la espalda mientras orinaba.

-Joder, tío, nadie había hecho eso. Y mira que he tenido amantes.

-¿Yo soy un amante? Si casi no hemos hecho el amor todavía.

-¿Qué no hemos hecho el amor? Esto es amor, joder. La noche durmiendo abrazados, es amor. El beso de esta mañana, el primero, ha sido amor. Ayer, acurrucados en la butaca, eso era hacer el amor.

-¿Eso lo dice el que tiene el récord de parejas folladas en una noche?

-Por eso te lo digo. Porque puedo comparar. Y jamás he sentido algo como lo de estos días. Y en París, los meses que pasamos juntos… creo que por eso dicen algunos que ha sido mi mejor interpretación de toda mi carrera. Porque sabía que al salir, estarías esperándome.

-Si muchos días estaba en el set.

-A lo mejor, se me acaba de ocurrir, es que quería impresionarte. Por eso me esforcé más.

-Que bobo eres. Siempre te esfuerzas.

-Pero cuando estás a gusto, parece que todo te sale mejor.

-Eso es verdad.

-Te quiero ¿Sabes?

-Pero no te aburras de decírmelo. Me gusta escucharlo.

-Te quiero.

-Que bien suena.

-Que bobo eres – Carmelo se echó a reír.

Jorge le obligó a girarse y le agarró la cara con sus manos.

-Te amo, Daniel Morán. Aunque seas rubio.

-¿Por mi cuerpo?

-Estás bueno, es cierto. No me había dado cuenta hasta ahora. Y eres alto.

-Tú tampoco eres bajo precisamente.

-Te voy a tener que dar masajes en las cervicales. Si no te van a doler de agacharte para besarme.

-Oye, que estoy en forma. Y si es para besarte, me entreno más si hace falta.

-Pues yo que tú me ponía a ello. Porque ahora que nos hemos decidido, quiero que me beses a cada momento. Y ahora, si no te importa, yo también quiero mear.

Cambiaron las posiciones. Ahora era Carmelo quien le abrazaba por la espalda y le besaba el cuello. Jorge inclinaba la cabeza para aprisionar la de Carmelo. No dejaba de acariciarlo con la mejilla.

-Duchémonos y comamos.

Se metieron en la ducha. En cuanto se pusieron bajo la cebolla, empezaron de nuevo a besarse. Carmelo recorría con sus manos todas las partes del cuerpo de Jorge. Y éste hacía lo propio con el de Carmelo. Se dieron jabón el uno al otro. Y se secaron también el otro al uno. Fueron a vestirse y en nada, estaban en la cocina. Fue Carmelo el que sacó los tapper que había dejado la vecina y acabó de preparar la comida. Les habían llevado además, mientras dormían, el pedido que habían hecho el día anterior al supermercado de El Corte Inglés. Y Carmelo aprovechó para llamar a la tienda cercana para pedir algunas cosas más. Se lo llevarían a última hora de la tarde. Y Gaby ya había mandado el pedido de carne que le había dejado en el contestador.

-Mañana te hago este redondo asado. Y estas verduritas a la plancha. He pedido esos espárragos verdes que tanto te gustan.

-¿Y si me haces una menestra? Hace siglos que no como una decente.

-Hecho.

-Y me tienes que hacer otro día ese solomillo en hojaldre que me hiciste una vez en París.

-¿Cual?

-El solomillo Wosfort.

-Wellintong.

-Eso. Siempre me confundo.

Comieron el guisado de pollo que les había dejado Juliana. Y la tarta de manzana. Y antes, comieron unas empanadillas caseras que a Carmelo le gustaron un montón.

-Le tengo que pedir la receta. Ya lo pensé cuando hizo para lo de Pasapalabra.

Era el momento de separarse. Jorge había quedado para dar un encuentro con lectores en una pequeña librería de unos conocidos. Y Carmelo tenía que ir a un estreno.

-Me gustaría que me acompañaras en el photocall – Carmelo le miraba sonriendo.

-A lo mejor me da tiempo. Pero voy, si me prometes cogerme de la mano mientras nos fotografían.

-Yo pensaba morrearte delante de todos.

-Eso también me vale – dijo Jorge sonriendo a la vez que le daba un pico antes de salir de casa.

-Te espero entonces.

-Claro.

Jorge Rios.