Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 111.

Capítulo 111.- 

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Marie Bellerose esperaba paciente en el coche. Para ese día, había recurrido a la empresa “Elías, coches con conductor”. Se la había recomendado su hijo Álvar a instancias de Jorge.

-Te facilitará mucho las cosas, mamá. Y es un plus de seguridad. Son de confianza.

-Creo que exageras.

-No mamá. Te has puesto en la mira de esa gente. Es por mi culpa.

-En todo caso, será porque soy tu madre. No te pongas en ese plan de … no tienes la culpa de nada.

Marie se acercó a su hijo para acariciarle la cara.

-Mide tus fuerzas. No ganas nada forzando demasiado si luego tienes que volver a guardar reposo un tiempo.

-No te preocupes. Además, Javier es el primero que si me ve cansado, me manda irme.

-¿Cómo está Roberto por cierto? Caísteis los dos casi a la vez.

-Bien. Yo creo que está más débil que yo. Aunque con adrenalina de por medio, tira lo que haga falta.

-Ya. Pero eso, recuerda que luego, tiene el “pero” del después. Cuando la adrenalina desaparece.

-No te preocupes. No tengo ninguna gana de hacerme el héroe. Ni el fuerte. No tengo que reivindicarme. Todos confían en mí, me ayudan y me consideran.

-Eso ya lo sé, Álvar, cariño.

-Tú ahora, céntrate en ese Meyer.

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Ya puedes entrar el restaurante”

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Marie Bellerose acarició el móvil al ver el mensaje. Lo guardó en su bolso, lo cerró y salió del coche. Se dirigió a la entrada de “El Puerto del Norte”.

Marie iba a utilizar la misma estrategia que Gustave Meyer había empleado con ella: hacerse la tonta. Hacerse la encontradiza. Después de tiempo dándole largas, llegaba el momento de acabar con esa historia.

Entró en el restaurante. Rico no estaba en su puesto de recepcionista. Esperó paciente a que llegara. Se entretuvo mirando a las mesas que tenía cerca. Varias estaban ocupadas. En un par de ellas reconoció a algunos amigos con los que intercambió gestos de complicidad. Parecía reuniones de trabajo, así que no se acercó.

-¡Marie!

Se giró al reconocer la voz.

-¡Bruno! ¡Qué sorpresa! No había oído nada de que ibas a venir a España. – Marie había hablado en francés. Mostró alegría y sorpresa por ver a su amigo.

-Es un viaje privado. Me he cogido unos días en el Ministerio.

-¿Y te ha dejado el Presidente? – bromeo ella.

-Es lo que tiene trabajar y despachar con él todos los días desde hace ya cinco años. Llega un momento en que descansar unos días de vernos o hablar, nos viene bien a todos.

-Señor Ministro – Rico había aparecido como por ensalmo – le están esperando sus compañeros de mesa. Si me acompaña …

-Vete, vete, no te preocupes. Si estás más días llámame y damos un paseo por el Retiro.

-Me gusta ese plan. Por cierto, ¿Pelayo?

-Gracias a Dios parece que ha quedado todo en una falsa alarma. De todas formas esta semana volveremos al hospital para las últimas pruebas.

-Dale recuerdos. Y si está bien, que se una a nosotros en el paseo por el Retiro.

-Se lo digo. Le gustará la idea.

Bruno Le Maine, ministro del gobierno de Francia, siguió a Rico hasta su mesa, en un comedor privado al fondo de la sala.

-Que callado te lo tenías Marie Bellarose.

Gustave Meyer había tomado el relevo del Ministro. Él no venía de la calle. Y su gesto no parecía muy amigable. Marie le respondió con un gesto de contrariedad.

-¿Perdona?

-Que conocías al Ministro.

Marie lo miró impertérrita.

-No acostumbro a hablar de mis amigos.

-Luego me paso por tu mesa. Necesito una respuesta a mis propuestas de hacer negocios juntos.

-No es el momento, Gustave. Tengo un compromiso familiar y …

-¿Con tu marido enfermo?

El sarcasmo era patente en el tono que había empleado el empresario.

-Sra. Bellerose, ya estoy con usted.

Rico estaba a su lado y la miraba sonriente. Había empleado el español para comunicarse con la madre de Álvar, aunque ahora ella y su amigo empleaban el francés.

-Perdóneme pero se me han juntado muchas cosas. Hoy coinciden muchas personas que quieren guardar discreción. Si me acompaña, la guío a su mesa. Su familia la espera al completo.

-Gustave, hablamos en otro momento – Marie tendió la mano al Sr. Meyer.

-Antes de lo que crees.

El tono no había sido precisamente amigable.

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La comida del grupo de Marie había sido agradable. Desde antes de la pandemia no se habían juntado. Estaban tan a gusto, que prácticamente eran los últimos que quedaban en el restaurante. Rico les había repetido varias veces que no había prisa, que podían quedarse el tiempo que quisieran. Bruno Le Maine había pasado un momento para despedirse de ella. Habían quedado en llamarse en un par de días para llevar a cabo el plan que le había propuesto.

-Si quieres otro plan, me dices. Me estoy convirtiendo en una gran anfitriona para nuestros compatriotas de paso por Madrid.

-Algo me han contado. No te niego que lo del Museo del Romanticismo me tienta. Me comentó François que habías llevado a Elodie Dupré y Léa Paloc. Y por cierto ¿alguna posibilidad de conocer a Jorge Rios?

-No por Dios, que conociéndoos a los dos, no habrá forma de sacaros de hablar de libros.

-Que exagerada eres.

-Lo miro. Si está en Madrid, seguro que tiene un rato para charlar contigo.

-No te interrumpo más.

Cuando Bruno le Maine se alejó de su mesa, le rodearon su secretario y los que parecían ser sus escoltas. Marie pensó que el resto de la tarde la tendría ocupada con algún acto menos privado.

La madre de Álvar volvió a incorporarse a la mesa. Pero no aguantó mucho tiempo tranquila. De nuevo, alguien se acercó con intención de hablar con ella.

-Creo que tenemos una conversación pendiente – el tono de Gustave Meyer de nuevo, volvía a ser agresivo.

-Claro. Siéntate con nosotros. Te presento a mi familia: Álvar, mi hijo. Javier Marcos, Comisario Jefe de la Unidad de Investigación de la Policía Nacional de España. Carmen Polana, Comisaria Jefa de la misma Unidad y subjefa de la misma. El comandante Thomá, de la Gendarmería francesa. Roberto Abbey, inspector de policía. Creo que has tratado con su abuelo Fredic en algún negocio.

El empresario volvió a levantarse y miraba con asco a Marie.

-Te he dicho al menos dos veces que no era el momento. Has insistido. Ahora no hay marcha atrás.

Varios policías aparecieron detrás de él, impidiéndole alejarse de la mesa.

-Tenemos mucho de que hablar, Monsieur Meyer – el comandante Thomá había tomado la iniciativa.

-Por cierto – a Marie le pareció un buen momento para dejar las cosas claras – Lamento tener que rechazar tu propuesta para trabajar juntos. Ya le he llamado a Sofie para comentarle mi decisión. Quería que tu mujer supiera mis razones de primera mano.

-Eres una hija de puta. Me las vas a pagar. Te lo juro.

Nadie dijo nada. Marie sonrió muy segura de sí misma.

-Mejor harás de preocuparte porque tú no tengas algún percance irreparable. Creo que hay peleas para encargarse de ti.

Marie Bellerose se levantó de su silla, besó a su hijo y a Roberto, y sin decir nada más, se encaminó hacia la puerta del restaurante.

Jorge Rios.”

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Jorge Rios volvió a Madrid con sus escoltas. Se extrañó de que Hugo no fuera con ellos. Le preguntó a Fernando, que había tomado de nuevo el mando de su equipo.

-Ha tenido que ir a declarar.

Jorge supo que el policía le estaba mintiendo. Pero no quiso indagar.

-Vamos al Gómez Ulla. Si pudierais volar, os lo agradecería – les pidió. Éstos le hicieron caso y pusieron las sirenas.

Cuando llegó al hospital, se encontró con sus amigos. Había llegado Quirce, el hermano mayor de Martín. En cuanto lo vio, corrió a su encuentro y se lanzó en sus brazos. Jorge lo recibió con una montaña de besos en las mejillas. Lo abrazó fuerte y le dijo palabras de cariño al oído. Mientras lo abrazaba, vio que un poco apartada estaba sentada Rosalía, la novia de Quirce, que no se atrevía a acercarse. Le hizo un gesto para que se uniera al grupo.

-Laín, Paula, ésta es Rosalía, una amiga de Quirce y de Martín.

Sus padres la saludaron sin dar demasiada importancia a su presencia. Quirce miró a Jorge con agradecimiento. Él no habría sabido como hacerlo.

-Martín es fuerte, lo sabéis mejor que nadie. Aquí estamos para darle energía.

Vieron unos carteles que indicaban que estaban prohibidos los acompañantes por lo del Covid. Pero ninguno pensó que se refirieran a ellos. Y nadie les vino a decir que debían irse del hospital. Quizás ayudó que aparecieran por allí Kevin y Yeray, con sus acreditaciones bien visibles, colgadas del cuello. Y de que desde que llegó el helicóptero, una dotación de la IUP, se hubiera desplegado para encargarse de la seguridad de Martín.

Kevin y Yeray se acercaron a Jorge en cuanto lo vieron. Jorge los abrazó sin pensarlo. Los dos se mostraron más cariñosos de que costumbre. Jorge supo que estaban al cabo de la calle de lo sucedido en la finca de Vecinilla.

-Necesitamos hablar con vosotros.

-¿Qué tal está Javier? – preguntó de repente Jorge. En realidad quería haber preguntado por Sergio. Al salir de los sótanos, mientras fumaban un cigarrillo, le había mandado un mensaje a Javier para que llamara a Sergio. Debía haber sido un shock su conversación con Igor. O quizás era sencillamente que quería preocuparse por alguien que no estaba entre la vida y la muerte.

-Trabajando mucho. Es su refugio. Y Sergio bien. Javier le ha llamado al recibir tu mensaje. No le ha contestado pero luego le ha llamado él. Le ha tenido que decir lo de sus cuidadores. Cuando tengas un momento, si pudieras hablar con ellos por comprobar que no ha habido ningún movimiento extraño en su entorno. Han estado hablando bastante rato. Carmen ha ido a Concejo. Nos imaginamos que Javier irá en un rato. Estábamos reunidos por un caso sobrevenido. Luego te contamos.

-Si, perdón, queréis hablar con nosotros. Creo que Laín, el padre de Martín tiene algo que contar. Del pasado. No sé si os va a gustar o si es relevante al caso.

-¿Por lo de Hugo?

-Bueno. Estoy confundido De repente desaparece … sus compañeros me … ocultan cosas …

-No te preocupes. Si hay algo, lo descubriremos. Y te prometo que nos dará igual que sea un compañero. Si Javier no soporta algo es la traición de un policía. Jorge, ¿Por qué no te sientas un rato en la sala de espera? Si quieres Yeray se encarga de las preguntas y yo te acompaño a la terraza. Nos fumamos un cigarrillo a medias y tomamos el aire. Te noto muy cansado. Llevas un día de perros. Primero, lo de Vecinilla. Luego lo de Martín. Por no hablar de ver tu caravana destrozada en la carretera.

-Y ahora otra vez actuando. Para no dejar de traslucir a mis “amigos” el pesar autentico que me traspasa ahora mismo.

-Vamos a algún sitio a fumar y a tomar un café – le insistió Kevin.

-Yo me ocupo de las preguntas, Jorge – apoyó Yeray a su compañero.

Jorge negó con la cabeza a la vez que sonreía para agradecerles. Les indicó que le siguieran. Se acercó a la familia de Martín. Les presentó y le pidió a Laín que tuvieran una reunión en otra sala.

-Necesitan hacernos unas preguntas.

-Y creo que ya es momento de dar las respuestas – le dijo su mujer, en un tono cortante, aunque a Jorge le sonó a falso. Se le pasó por la cabeza que era un mensaje en clave. Aunque no alcanzaba a descubrir cual era.

Laín y ella se miraron durante un rato. Al final Laín bajó la cabeza y asintió despacio.

-Vamos.

Cuando iban a salir de la sala de espera, Quirce se acercó a Jorge y le susurró algo al oído. Éste asintió y le dio un beso en la mejilla, antes de seguir a Laín y los policías a una sala que el hospital les había cedido para hablar con discreción. Yeray esperó a que todos estuvieran dentro para cerrar la puerta. Sacó un aparato de su bolsillo y lo encendió.

-Así estamos seguros de que no nos molesta nadie ni nos escucha.

Para Jorge fue una sorpresa que Laín se limitara a contar lo que todos habían presenciado en el salón de la Hermida 2. Jorge le miraba animándolo a seguir, a contar, a responder a las decenas de preguntas que le hacían Yeray y Kevin alternándose en la labor, buscando la forma en que Laín saliera de su mutismo. Jorge captó sus miradas de decepción, de impotencia. Era el mismo sentimiento que albergaba él. Pensaba que Laín se iba a abrir… su hijo querido estaba luchando por su vida… y egoístamente pensó que al fin, iba a tener las respuestas que le hurtó su mujer unos días antes.

Jorge salió de la sala pretextando tener que ir al servicio urgentemente. Buscó a Paula, su compañera en la Universidad. Se sentó a su lado.

-¿Qué pasa? – le preguntó cogiéndola de las manos. – Pensaba que erais amigos nuestros. Martín está ahí, herido gravemente. Parece que Laín no quiere coger al que lo ha hecho. Vuelve a callar.

-¿Por qué piensas que sabe quién lo ha mandado asesinar?

-¿No es así? ¿No conoce parte de las cosas que no recordamos? ¿No has pensado que ahí, en ese pasado, están las respuestas?

-Tú nunca has querido saber, Jorge. Si hubieras querido, eras la persona que mejor estaba situada para enterarte de todo.

-Vale. Estoy de acuerdo. Me merezco lo que me pasa. Me lo he buscado. Pero ¿Dani? ¿También se lo merece? ¿Se lo merece Martín? Y ese chico del pueblo, Eduardo ¿Se lo merece él?

-Laín lo ha hecho todo para protegerlo. Y lo seguirá haciendo.

-Así no lo protegéis, Paula.

-Él piensa que sí.

-A lo mejor debes contar tú lo que sabes.

-Yo no sé casi nada. Laín también quiso protegerme.

A Jorge de repente, el empezaron a resonar unas palabras que había dicho Paula hacía escasos minutos “Tú eras el mejor colocado para saber”.

-Dime que no te acercaste a mí en la Universidad ni me invitaste a tu casa para tenerme controlado. Para conocer de primera mano de lo que me enteraba. De lo que sabía. De si mi idiotez manifiesta era real o fingida.

A Jorge se le había venido un impulso irrefrenable por poner en voz alta las dudas que desde hacía algunos días le corroían, corroboradas por comentarios sueltos de Martín y ese otro de Paula. Miraba ansioso a la madre de Martín esperando la respuesta. Aunque con el gesto de su amiga, no necesitó que la palabra confirmara lo que estaba viendo en ella.

Jorge se levantó como si de repente se hubiera dado cuenta que estaba sentado encima de un volcán en erupción. Abría mucho la boca mirando a Paula.

-Pero solo fue al principio. Luego… nos conquistaste, te hiciste imprescindible de los niños… uno más de la familia. Te lo juro.

Jorge ya no era capaz de razonar con equidad. La oscuridad se había cernido sobre su espíritu, abatiendo su ánimo.

-Te lo juro. Solo fue al principio. Te queremos de verdad Jorge.

Quirce miraba a su madre con rencor. Había escuchado toda la conversación. Agarró a su novia del brazo y se encaminaron hacia los ascensores. No querían seguir allí. No se despidió.

Jorge tampoco lo hizo. Volvió a la sala en donde Yeray y Kevin seguían en el empeño de socavar la resistencia de Laín a abrirse.

-Chicos, dejadlo. Es inútil. Laín y su familia se piensan que son más listos que todos vosotros juntos. Se piensan que los demás somos idiotas que tenemos lo que nos merecemos. Saben en que liga se juega esta partida y han tomado partido. Y no es por nuestro equipo.

Laín miraba fijamente a Jorge. Éste le mantuvo la mirada. Esa lucha no hizo que ninguno cediera un ápice en su decisión.

-Vamos, chicos. Os invito a un refresco. Tengo pendiente agradeceros haberme salvado la vida. Además, presiento que lo tendréis que hacer más veces.

Kevin y Yeray se miraron. Se levantaron sin decir nada. Lo normal es que hubieran dejado la puerta abierta para que Laín si cambiaba de actitud, se pusiera en contacto con ellos. Pero decidieron seguir la estrategia marcada por Jorge. Así que no abrieron la boca. Solo miraron a Laín con lástima. Y salieron siguiendo a Jorge. Tampoco se despidieron de él.

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Yeray se paró en la máquina de café, mientras Jorge y Kevin salían a la calle. Kevin le dio un codazo cómplice al escritor y le guió hasta el jardín. Se sentaron en un banco bajo unas enredaderas cerca de la puerta del hospital. Jorge respiró con ansia como si hubiera estado hasta entonces aguantando la respiración en el hospital.

-Aquí venía cuando salía de ver a Yeray. No se lo digas.

-Necesitabas coger fuerzas ¿verdad?

-La cabeza se me nublaba cuando … no era nada preocupante … pero … ¿Y si no nos ponemos los chalecos? Me han dicho que Carmen se ha quedado muy pensativa al ver los coches. Como tú.

-Creo que los dos hemos pensado en … Fer, en Nano, en Flor, en Raúl, en Carla, en Helga …

-No hubo ningún momento en que eso hubiera podido producirse.

-Sí que dije de ir. Lo estuve pensando. Pero Fernando me disuadió.

-No le des vueltas a eso. Sea por lo que sea no fuiste ni ibas a ir. No hubo ningún peligro de que nuestros compañeros ni tú cayerais heridos.

-Pero es apabullante ver … como quedaron los coches. Para una mente imaginativa como la mía, es imposible sustraerse a cambiar la historia y pensar cual hubiera sido el resultado si a Fernando o a Romanes o a quien fuera no se le ocurre esa caravana teledirigida. Si ves a tus compañeros preparando los coches siguiendo las instrucciones de los gamers … la que armaron en poco tiempo. Y luego vaciar los maleteros de nuestras bolsas “Por si acaso”. Y luego … lo que vivimos allí el segundo día. Por cierto, no sé donde tienen a los chicos del primer día.

-A la pareja la tienen en la UCI. A ese Humberto y al otro no me acuerdo como se llama. De todas formas Garrido ha dado instrucciones de que luego no junten a esa pareja con el resto. Parece que no les tienen mucha simpatía.

-No jugaban en la misma liga.

-A Jorge le dio pena haber tenido razón. Había discutido mucho con Fernando por esos chicos. Esa pareja no dejaba de ser … cómplices de Mendés y compañía. Y se consideraban como seres superiores al resto de esos músicos. David, el chico de León y el otro, Romel, el escurridizo, no son de la misma pasta.

-Esperemos de todas formas que todos se recuperen.

-Claro, claro. Lo uno no quita lo otro.

-Oye ¿No es esa Paula?

Kevin señaló con la cabeza a una mujer que salía hablando por el móvil. Jorge se la quedó mirando. No podía ser. Esa mujer parecía feliz. Sonreía mientras hablaba. Gesticulaba mucho. Parecía otra persona. No ya a la que acababa de dejar en el interior del hospital, sino a la amiga que conocía y trataba desde hacía años.

-Mira, Yeray se ha dado cuenta. Se ha quedado parado en el hall.

Jorge fue a levantarse. Necesitaba andar, moverse. Para pensar, para quitarse de la cabeza las cosas que se le empezaban a ocurrir. Pero Kevin le agarró del brazo y le mantuvo sentado.

-Aguanta. Veamos lo que pasa. Si empiezas a andar como un poseso, te va a ver y se estropea el espionaje. Volverá a su personaje.

Jorge se lo quedó mirando. ¿Había dicho personaje? La acababa de conocer. ¿Tan evidente era? ¿Y él no se había enterado en todos los años que la conocía?

Paula en un momento determinado, detuvo la conversación para leer algún mensaje que parecía que acababa de recibir. Al leerlos, su cara se crispó en un gesto de fastidio. Volvió a retomar la conversación que mantenía pero ya no sonreía. Parecía contrariada. Por los gestos, Kevin y Jorge interpretaron que decía a su interlocutor que le volvería a llamar en un rato. Colgó esa llamada, y tras cambiar de teléfono y buscar en él, llamó a otra persona. Esta vez hablaba en tono serio y cortante. Parecía estar dando órdenes a la persona con la que hablaba. Órdenes tajantes. Al colgar, era evidente que estaba enfadada. Pulsó varias veces la pantalla para dar por acabada la conversación. Miró al cielo enfadada. Se guardó ese móvil en el bolso, y retomó el primero que había usado. Iba a marcar, pero se lo pensó mejor y volvió a hurgar en el bolso.

-Está guardando bien el otro móvil – le susurró Kevin a Jorge. Éste asintió con la cabeza. Esa impresión había sacado él también.

Paula retomó su idea y volvió a usar su móvil de siempre. Otra vez su cara se convirtió en el de una persona feliz por hablar con alguien querido.

Jorge recibió un mensaje. Sacó el móvil para leerlo.

Quirce: Parece que la operación ha ido bien. Los médicos son optimistas. Lo tendrán unos días en la UCI, sedado”.

Quirce: Te he deslizado la llave del hostal de Martín en el bolsillo de tu chaqueta. Por favor, pásate y coge el portátil y las tablets. Y echa un vistazo a sus cosas. No te he dicho nada. Borra el mensaje.”

Jorge metió la mano en el bolsillo. Pero allí no había nada. Se cambió el teléfono de mano y buscó en el otro. Efectivamente tenía un manojo de llaves. Las apretó con la mano. Como si de esa forma sintiera a Martín. Kevin se lo quedó mirando curioso. Jorge no dijo nada, le pasó su móvil para que leyera. Kevin levantó las cejas mirando al escritor. Este le mostró las llaves del hostal de Martín.

-Pues habrá que pasarse – dijo Kevin decidido. – Mira, tu amiga está haciendo ejercicios de relajación. Es una actriz de método. Ni a Carmelo se lo he visto hacer.

Jorge le dio un golpe de broma en el brazo, imitando los que le daba Yeray.

Cuando Paula entró de vuelta al hospital, era de nuevo la madre doliente que Jorge y los policías habían visto a las puertas del quirófano dónde operaban a Martín. Yeray no tardó nada en llegar con los cafés.

-Ya sé quien va a ganar el Goya este año. – les dijo tendiéndoles sus cafés.

-¿La has podido oír?

-No. Estaba lejos. Me he quedado solo con una frase, y porque la ha dicho tan despacio, que era fácil leerle los labios. “Me prometiste que iba a morir y no lo está”.

-Eso será para mí. – dijo Jorge.

-Me ha dado la impresión de que no.

-Nano. ¿Y Fer?

Jorge se había dado cuenta de que hacía un rato que no veía a su escolta. Nano le sonrió y le hizo un claro gesto de que estaba durmiendo en el coche.

-Lo de estos días le ha debido de romper – dijo Jorge.

-Hemos visto algunas imágenes cuando estabais en el fregao. Ha tenido que ser algo espantoso – comentó Yeray.

-Tardaré en olvidar un día como ese. Eso me ha recordado que debería ir a ver a los chicos.

-Eso mejor lo dejamos para mañana. Hoy, tenemos que ir a casa de Martín.

Kevin le contó a su compañero lo de los mensajes de Quirce.

-Vaya, Martín ayuda a su tío aún estando en coma. – dijo Yeray mirando con cariño al escritor. Éste sonrió a la vez que sus ojos se inundaban de lágrimas.

-Con nosotros no tienes que hacerte el duro, escritor – le abroncó amigablemente Kevin. – Desde que hemos llegado tienes ganas de jurar en hebreo, de llorar. No están tus “amigos” a la vista, así que no tienes por qué disimular lo que quieres a Martín.

Fernando llegó corriendo.

-Kevin, Yeray, os están esperando en Concejo.

Los dos sacaron el teléfono al alimón. Yeray se maldijo porque no se había acordado de volver a encender el móvil. Lo había apagado para no llamar la atención mientras observaba a Paula. Y el de Kevin se había quedado sin batería.

-Iros. Me voy con Fer y Nano al hostal de Martín. Ahora te cuento Fer.

-Mejor le cuento yo, y tú te echas un sueño – le propuso Nano.

-No sé si voy a poder.

-¿Nos vamos entonces?

Kevin miraba a Jorge para que éste le asegurara que no les necesitaba.

-Claro. Tenéis que estudiar la escena. Sois los mejores para eso. Y así sabréis que Hugo no ha disparado a Eduardo y Martín.

-¿Y eso?

Jorge sonrió. Iba a explicarles algo que se le había venido a la cabeza de repente, pero optó por una explicación que les convencería igualmente y que era más corta.

-Intuición.

Todos los policías que lo escucharon se echaron a reír.

-Anda que no has aprendido tú del jefe.

.

-Roger.

-¿Estás bien? Parece que estás ocupado sorteando bombas y cuidando a tus chicos. Gracias, por cierto.

-Creo que en lugar de buscar argumentos para una nueva novela, me voy a sentar a escribir mi vida.

-Si dices que es tu vida, nadie te va a creer.

-Eso generaría controversia y vendería todavía más.

-¿Te puedo ayudar?

-Martín.

-Eso te iba a preguntar.

-Parece que sale de esta.

-¿Pero?

-Quisiera que le echaras un vistazo.

-Ya está la policía.

-Alguien infiltrado en el hospital.

-Lo organizo.

-Te lo agradecería.

-¿Un pálpito?

-Digamos que tengo un comezón por todo el cuerpo que espero que si me lo cuidas, se me quite. Y quiero estar preparado para sacarlo cuando … convenga.

-Cuenta con ello.

-¿Algún movimiento con el violinista?

-Vigilancia. Lo seguían. Mis chicos se encargaron.

-¿Fueron contundentes?

-Lo necesario.

-¿Alguien conocido?

-Contratados. Supuestos detectives privados.

-¿Alguna amenaza más peligrosa?

-Iban armados. Bien armados.

-Entiendo.

Jorge supo que Roger le había querido decir que estaba preparando el terreno para agredirlo o secuestrarlo.

-No sé como agradecerte.

-Tú cuida a esos chicos. Eso me vale.

-Lo haré.

-Saúl te manda recuerdos. Está a mi lado.

-Dale un beso de mi parte. Dile que mañana me llame.

-Dice que sí con la cabeza.

-Antes de que se me olvide. ¿Estás seguro de lo que me dijiste en el mensaje?

-Confirmado. El poli no ha sido.

-No logro acordarme de él. En el pasado.

-Pregunta a Sergio. O a Smittie. Ellos saben.

-Tengo un poco de miedo.

-Saber de ese chico, no te va a suponer nada que te agobie.

-Buscaré un momento para que los dos se sinceren.

-Harás bien.

-Te dejo. Voy a subir a recoger las cosas de Martín a su alojamiento.

-No te lleves todo. Que todos piensen que sigue siendo su casa. Déjale pagado un par de meses de alquiler.

-Piensas que van a ir a registrarla.

-Si hoy lo haces bien, no les saldrá la jugada.

-Si necesito guía, te llamo de nuevo.

-Eres Jorge Rios. No vas a necesitar mi ayuda. Ojos abiertos, y tu mente más abierta todavía. Siente.

-Gracias Roger.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 102.

Capítulo 102.-

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Mario acaba de ver el último programa del talent de turno en la tele. Le gustaban mucho esos programas. Le gustaban aunque a la vez le angustiaban. Él hubiera querido estar en la piel de uno de esos chicos o chicas. Haber tenido la valentía de cantar o de pintar, o de… pero no la tuvo. Todo lo probó, en todo destacó, pero luego… “Eso no da de comer” “No te voy a pagar una escuela de interpretación” “Ni sueñes con meterte cantante. Te vas de casa” “A mí con esas bobadas ni se te ocurra.” “Te parto el espinazo”. “Esos son una panda de bujarras y de vagos”.

Nunca fue valiente. Ni para luchar por sus sueños ni para enfrentarse a la gente. Cuando lo hacía, siempre se equivocaba. Era la vez que no tenía razón.

La vida se le fue escapando entre los dedos de las manos. Sin saber como, llegó a los treinta. Y luego a los cuarenta. Y luego a los cincuenta. A los sesenta.

Había escuchado uno de los consejos de los profesores a los participantes. “Enfréntate a tus miedos” “Cada uno tenemos nuestras mochilas. Pero hay que aprender a descargarlas de porquería”. Él, como niño aplicado, pensaba ponerlo en práctica a la mañana siguiente, en el trabajo. Luego con los amigos.

Se levantó del sofá y se fue al dormitorio. Recorriendo el corto pasillo que le llevaba a la cama, supo que a la mañana siguiente, su mochila seguiría intacta, llena de piedras y de mierda. Y que seguiría siendo un fracasado un día más. Eso es lo que es el que deja escapar su vida sin disfrutarla.

Jorge Rios.

-Lo siento. Tengo el aforo cubierto. No puedo atenderla.

-Me han dicho que tiene una casa rural cerca. Me apetece pasar unos días – explicó la recién llegada al pueblo. – Es un pueblo bucólico. – Miró a Gerardo mostrando claramente un aire de superioridad. “Seguro que no sabe lo que es “bucólico”, paleto de mierda”.

-Está ocupada todo el mes.

-Pero es grande me han dicho. Nos podremos acoplar.

-Lo siento. Solo se alquila entera. Y ya está alquilada.

-Pero a lo mejor a su inquilina o inquilino …

-Por normas COVID, no pueden estar no convivientes. Aunque quisiera el inquilino, no podría ser.

-No se iba a enterar nadie. Esto es un pueblo de mierda. ¿Quién iba a venir a quejarse?

-Yo – dijo Luis, que estaba al quite. – ¿Me permite su documentación?

-¿Y usted quién es? – preguntó en tono cortante la señora.

-Guardia Civil – Luis le enseñó su acreditación. A la señora de repente se le bajaron los humos. Era evidente que no quería llamar la atención.

-Bueno, no es para ponerse así. Es que es un sitio muy bucólico, ideal para pasar unos días de relax. Y entre usted y yo, lo de las normas esas ¿No son un poco exageradas?

-¿Me enseña la documentación, por favor?

La mujer se palpó los bolsillos. Puso su mejor gesto de fastidio.

-Parece que se me ha olvidado en el coche. Lo tengo a la entrada del pueblo.

Entonces, entró en el bar el conductor que a veces había trabajado para Carmelo. Solía encargarse de acercar a los invitados del actor. Era un hombre que se movía bien entre los bajos fondos. A veces había trabajado para la policía como informante y también había ayudado a Carmelo a preparar algún papel. Sus miradas se encontraron de inmediato. El hombre sonrió.

-Vaya. El mundo es un pañuelo.

La mujer se llevó la mano a la espalda. El conductor reaccionó de inmediato.

-¡¡Arma!! – gritó.

Gerardo se tiró al suelo de inmediato. Luis se agachó mientras se llevaba la mano a la sobaquera en busca de su pistola. El resto de parroquianos que a esa hora tomaban su café o su almuerzo, se quedaron paralizados. Miraban a todos sitios sin saber que hacer.

-¡Todos al suelo! – gritó Luis mientras apuntaba a la mujer que había aprovechado esos instantes de desconcierto para salir del bar. Pensó en disparar al guardia civil, pero no vio viable salir de allí indemne. Así que optó por huir.

Gerardo cogió su móvil e hizo una llamada. Luis, cuando consiguió apartar a parte de los vecinos que de repente habían reaccionado y se agolpaban en la puerta intentando abandonar el bar, salió corriendo detrás de la mujer, seguido por el conductor y Alberto, que había entrado al oír el barullo.

Les llevaba bastante distancia. Le hubiera sido fácil escapar de no ser porque Fabiola, la ayudante en la granja de Felipe, había sacado a pasear a sus vacas y rodeaban su coche. La mujer hizo unos disparos al aire para asustar a los animales y que se apartaran, pero éstos no se movieron. El perro de Fabiola y ésta tenían dominados a los animales.

Todos empezaron a oír el ruido de un helicóptero que aterrizaba en un prado cercano. De él se bajaron 6 GEOS al mando del jefe de la unidad, José Oliver, que rodearon de inmediato a la mujer. Por la carretera de acceso al pueblo se oían la sirenas de las Unidades de la Guardia Civil que venían en apoyo.

La mujer no tuvo más remedio que tirar el arma y arrodillarse poniendo las manos detrás de la nuca, según las instrucciones que le estaba gritando la policía.

Luis fue el primero que llegó a ella y comprobó que no tenía más armas que la que había tirado. La hizo tumbarse en la carretera y la registró. Llegó una mujer de los GEOS que hizo un nuevo registro más minucioso. Le quitó el calzado y ahí descubrieron unos sobres de plástico, como los que algunos traficantes usan para las dosis de droga, con unas pastillas de color rojo. La policía le obligó a abrir la boca y ahí encontró un diente falso que guardó en una bolsa de pruebas especial, aislante de cualquier señal de radio o telefónica.

Las unidades de apoyo de la Guardia Civil ya estaban allí. El jefe de la unidad se reunió con José Oliver.

-Hemos puesto controles en treinta kilómetros a la redonda.

-Javier cree que puede que tenga apoyos cerca.

-Depende de cuando se enterara de que aquí viven los Danis.

-Estamos seguros que fue hace un par de días. Un confidente nos lo ha confirmado hace un momento.

-O sea que no será alguien de la zona.

-Es lo más probable. A no ser que hayan reclutado a alguien ahora.

-En Concejo no. Son todos muy de los Danis. Miraremos en Tubilla o en Heredad. O en Vecinilla.

Se giró hacia Luis.

-Le digo al sargento y echamos las redes con la gente.

-Nosotros nos encargamos de peinar los alrededores. Y también del coche, cuando las vacas nos dejen. – bromeó el guardia civil.

-Venga. Nosotros nos llevamos a la mujer.

Alberto Canónigo, el hijo de Gerardo, se acercó a José Oliver.

-Mira que no tenga nada oculto. Tened cuidado. No os fiéis de ella.

-¿La conoces?

-No, Máximo ha tratado con ella. Tuvo un intercambio de pareceres hace un par de noches. Es ladina y peligrosa. Parece profesional. La única duda es de si es solo una asesina a sueldo o además trabaja para alguna agencia.

-No ha perdido reflejos. Si es quién pensamos, si ha salido vivo ha tenido suerte.

-Quien tuvo, retuvo – contestó enigmático Alberto.

El conductor había hecho muchas veces el viaje al pueblo. Trabajaba a menudo con Carmelo del Rio. Había llevado allí a multitud de compromisos tanto de él como de su marido, Cape el chulo, como lo llamaban algunos.

No había intimado con sus pasajeros, no le interesaba. Eran solo negocios. Su trabajo, cumplía, cobraba y fin de la historia. No le atraían los oropeles de la fama y el dinero. Ya había pasado por ello. Lo había tenido todo y de la misma forma que le llegó, lo perdió. Pero no lo echaba de menos. Tampoco echaba de menos estar rodeado de gente. Aquella experiencia con la fama le dio la certeza de que la gente, las personas, no merecían la pena. En todos aquellos años no había sacado a un amigo de verdad que le reconociera en la calle cuando dejó de ser un personaje, cuando dejó de tener dinero. Eso lo amargó completamente.

Ahora vivía al día. Tenía un apartamento pequeño que podía limpiar en pocos minutos o no limpiarlo si no le apetecía, porque no recibía a nadie. No tenía amigos. No hablaba con nadie, si acaso con el camarero del bar al que solía ir a ver el fútbol. Tenía a veces algunos negocios a parte de ser conductor de coches de empresa. Chanchulletes. Tampoco le obsesionaba el dinero. Era frugal en su vida. Pero siempre venía bien tener un pequeño colchón por si un día venían mal dadas. Un encargo especial de llevar un paquete por el que cobraba cuatro veces lo que ganaba en una semana de trabajo. O un poco de información sobre algún pasajero.

Eso había ocurrido el día anterior.

Una mujer con acento de algún país raro, se acercó a él en el bar. Acento que le pareció fingido. Al principio intentó seducirle. Él la paró los pies de inmediato.

-Si quieres algo, pasta por en medio.

-Lo quiero todo de Jorge Rios y su amigo Carmelo del Rio.

Carmelo del Rio le caía bien. Al tal Jorge no lo había tratado demasiado. Había seguido con él el mismo proceder que con el resto de encargos de Carmelo o su marido. Nada de intimar. Nada de preguntas ni respuestas. El escritor parecía ser de la misma opinión que él, así que ningún problema.

-50.000 €.

La mujer puso cara de susto. El conductor se levantó y salió del local. La mujer corrió detrás de él.

-Tiene que ser una información muy jugosa.

El conductor la miró fijamente.

-No. En realidad no se nada de él. Me cae bien. Por eso cobro tanto.

-¿Cual es su retiro secreto? – preguntó la mujer.

El hombre le puso la mano con la palma hacia arriba señalando la necesidad de recibir antes el precio acordado. La mujer suspiró y le tendió un sobre.

-Ahí hay 10000. El resto mañana.

El hombre le devolvió el sobre.

-Entonces mañana.

Se giró nuevamente para retomar su camino. La mujer volvió a interceptarlo.

-Tenga.

Esta vez eran dos sobres.

El conductor abrió los sobres. Billetes de 100 euros. Los contó por encima. Parecía que estaba todo.

-Concejo del Prado. Tiene una finca apartada, la Hermida 3. Jorge Rios se queda con ellos en su casa.

-¿Escoltas?

-Pocos. 5 ó 6.

-¿Otras medidas de seguridad?

-Es un pueblo – dijo a modo de explicación.

La mujer se llevó la mano de nuevo a la chaqueta. El conductor levantó la mano para saludar a un joven que pasaba por detrás de la mujer.

-Hola Pepe – dijo en voz demasiado alta.

La mujer giró la cabeza para mirar al tal Pepe. El tal Pepe era un joven que caminaba por la acera despreocupado y que los miró sorprendido por el saludo dirigido a él. La mujer volvió a encarar al conductor. Pero éste había desaparecido. Se movió rápido buscándolo con la mirada, pero no logró localizarlo. Sacó el arma que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Pensó en acercarse al joven y preguntarle. Pero ese también había desaparecido. Se maldijo en voz baja. Sacó el móvil e hizo una llamada.

-Concejo del Prado. Parece que no tienen mucha seguridad.

Escuchó unos segundos.

-Mañana voy a primera hora.

Colgó. Miró a su alrededor buscando. Pensó en recorrer los alrededores buscando al conductor y a ese joven testigo. Pero paró un autobús urbano y bajaron un montón de personas. Así que guardó el arma en el bolsillo y se subió los cuellos de la chaqueta. Ya volvería a ajustar cuentas con ese hombre.

El conductor estaba en medio de un seto circular que tenía un hueco en el centro. Retenía al joven a la fuerza tapándole la boca con la mano. El chico se revolvió al principio, pero una mirada conminatoria del conductor le hizo quedarse quieto. Cuando comprobó que la mujer se alejaba sin mirar atrás, le quitó la mano.

-Le voy a denunciar, cabrón de mierda.

-Te acabo de salvar la vida.

-Alucinas.

-Has tenido mala suerte: lugar equivocado a la hora equivocada. Es como la lotería, pero en malo.

-Estás loco.

Sacó una tarjeta del bolsillo de su camisa y se la tendió:

-Si quieres denunciarme, ahí tienes mi nombre. Y mi teléfono por si quieres hablar del tema.

Sacó uno de los sobres y sin mirar ni contar, le tendió un montón de billetes.

-Por las molestias. Cómprate unas zapas nuevas que esas se han estropeado.

El joven se quedó estupefacto mirando el dinero que le tendía el hombre. Como dudaba de cogerlo, él se lo metió en el primer bolsillo que vio. Se levantó y emprendió su camino.

Jorge Rios.

-¿Estás bien, Alber? – preguntó solícito José mientras le agarraba del brazo.

-No. No te voy a mentir.

-Dinos si podemos hacer algo. Me llamas sin dudar o a Javier. Vete a verle un día. Os hará bien a los dos.

-¿Y cómo está él? ¿Cómo lleva lo de Ghillermo?

-Ya sabes como es. Un poco como tú. Lo lleva mal. Muy mal. Ha pasado una temporada que se perdía varios días en los que ninguno sabíamos de él. Parece que hay un chico que le ha … enamorado y eso le ha hecho recuperarse. Al menos centrarse. Es una víctima, así que tiene la cabeza pendiente de ayudarlo a superarlo y a recuperar su vida.

-Por eso no le llamo. No sé que decirle. Y no soportaría verlo así. Pero si todo se basa en ese chico … mira lo de Galder y lo de Aritz.

-No tiene por qué salir mal. Antes de ellos, hubo muchos. Y Javier solo necesita romper con esa deriva de pensamientos negativos que le fue invadiendo después de lo de Ghille. Ahora tiene alguien de quien preocuparse y eso le hace bien.

-Me lo esperaba aquí.

-Está con un … caso. Varios de hecho. Están siendo días intensos. Algo relacionado con un amigo de Carmelo y de Jorge. Y ha habido también un asunto feo en una finca de Vecinilla. Aritz fue a registrar el piso de una víctima y acabó tiroteado. Está bien, no te preocupes. Solo se lesionó ligeramente la rodilla. Acudimos nosotros en su ayuda. Lo de Vecinilla es lo más aparatoso. Están allí muchos efectivos de la Guardia Civil. Por eso hemos venido nosotros aquí.

-Lamento oír eso. Pero eso acrecienta mi idea de que este caso es imposible. Nos va a llevar a todos cuando menos al hospital. Nos va a cambiar la vida. Nos la va a destrozar.

-Estás muy negativo, Alberto. Pero eso es porque no duermes. Estás agotado. Esas pesadillas te …

-Sabes mucho de lo que me pasa.

-Hablo con tu padre todos los días. Y algún otro también me cuenta. Me gusta saber de la gente que aprecio. Me gusta cuidarlos.

-Al final todos en el pueblo trabajamos para vosotros.

-Esta operación es importante. Y los protagonistas resulta que han decidido pasar tiempo aquí. Tejemos nuestras redes para saber y para protegerlos. Ellos no lo saben pero nos pueden dar muchas respuestas. Mostrarnos el camino.

-Demasiadas bajas llevamos. No sé si merece la pena. Te lo repito. Y ellos no sé si están por la labor.

-Los Danis aguantan.

-Cape se va. ¿Lo sabes?

-Sí.

-Y Dani no sé si aguantará sin él.

-Lo hará por Jorge. Cape hace mucho tiempo que perdió su ascendiente sobre Dani. En su reencuentro, mientras duró la novedad … la nostalgia … luego Jorge volvió a hacer su magia y tomó otra vez el control en la vida de Dani. Lo ha salvado por enésima vez. Cape no es buena … influencia, no es buena gente.

-Pero Jorge no es tan fuerte. Si es un alma en pena. En todos los años que Dani lleva aquí, hasta ahora …

-Es un error que comete la mayoría, minusvalorar la fortaleza del escritor. Y aunque fuera el débil que todos pensáis , sacaría fuerzas de flaqueza por Dani. El amor es así. Pero no hagas lo mismo que hacen algunos con él. No es ese debilucho. Y si un día percibes que va a dar hostias, apártate. Ni se te ocurra meterte por medio. Te puede partir la jeta antes de que te enteres. No, no me mires así. No exagero. Si pudieras hablar con sus escoltas de confianza sin que peligrara tu tapadera, te lo dirían. Ya lo han visto.

-Jorge de alguna forma me salvó la vida. ¿Lo sabes? Le debo mucho.

-Sí. Sus libros te mantuvieron cuerdo. Me lo han contado.

-Y ellos, Jorge, Dani, son muñecos de esa gente. ¿Podrán sobrevivir con la verdad? Sería mejor que hicieran lo que hace Cape, huir de todo. No merece la pena luchar, Jose.

-No te vuelvas a engañar. No son tan muñecos. Ya lo irás viendo. Y respecto a esa banda de malhechores, no te puedes hacer una idea de todo lo que esta gente está haciendo. La de niños, mujeres, ancianos, hombres de bien que han muerto. Muchos de ellos por bobadas. Otros por demostrar al mundo el poder que tienen. Algunos por estar en el sitio equivocado. Se creen poderosos e intocables. Si supieras todos los detalles, no dudarías. Lo de Vecinilla que te he comentado antes, es bajo todos los puntos de vista, una barbaridad inaceptable. Y no hemos rascado apenas. No sabemos nada. Y ese nada, ya es una atrocidad.

-No tengo fuerzas Jose.

-Ponte bien. Preocúpate de eso. Del resto, ya nos encargamos.

-Jefe, nos tenemos que ir – le dijo Miri, una agente de su equipo.

Le apretó el brazo y salió corriendo camino del helicóptero.

La partida de la aeronave fue el pistoletazo para que el resto de policías iniciaran sus misiones. Luis cogió su coche para reunirse con su sargento y sus compañeros para iniciar su recorrido y hablar con los lugareños. Las unidades especiales de la Guardia Civil, iniciaron un peinado de los campos buscando indicios de otras personas que pudieran haber ido en apoyo de la mujer detenida.

Alberto empezó a caminar de vuelta al bar de su padre.

-Parecía que conocías a ese policía mucho – Eduardo le miraba fijamente. – Si no te conociera hubiera pensado que eras uno de ellos.

Alberto se detuvo y lo miró fijamente. Le debía tantas explicaciones que el día que pudiera dárselas no sabría por dónde empezar. Y le dolía en especial, porque apreciaba a ese chico. Quizás no lo amaba como él se hubiera merecido. Pero no tenía más remedio que distanciarse de él. Y de momento, no podía hacer otra cosas que seguir con el papel marcado por Javier y Carmen.

-Pero como me conoces, sabes que no es así. Solo me preguntaban por lo que pudiera saber. Ya te tocará a ti.

Alberto continuó su camino con la cabeza gacha. Deseó con todas sus fuerzas que Eduardo pudiera encontrar a alguien que lo quisiera y lo mereciera.

Eduardo lo miró alejarse. Aunque intentaba no quererlo, apartarlo de su cabeza, no lo conseguía del todo. No había tenido suerte con sus amoríos. Desde Alberto no había vuelto a juntarse con ningún chico. Si ese Mártins que estaba en la Hermida 1, no fuera tan cerrado … aunque a decir verdad, él tampoco era la persona más abierta del mundo. ¿Cómo hacían dos personas cerradas y tímidas para juntarse? No sabía la respuesta. Y tampoco conocía a quién poder preguntar.

.

Al final el plan de recreo de la madre de Álvar con los invitados del embajador de Francia, solo había concernido a Lys, una de las “madres”.

-Es mejor así. Con Camile no tengo apenas trato. Con Lys puedo hablar claro.

Álvar se había decantado por reservar mesa para ellos en “El puerto del Norte”. Lo había organizado todo con Rico, el encargado, para que tuvieran una mesa discreta y con todas las medidas de seguridad. Rico además conocía a su madre, porque ella organizaba allí algunas de sus comidas de negocios. Dani la invitó un día a comer, y le gustó. Le presentó a Biel y Marie quedó prendada del actor y a la vez dueño del restaurante.

-Madame, c’est un plaisir de vous revoir.

-Gracias Rico. Siempre tan amable. Tú eres una de las razones porque siempre vuelvo.

-Me va a poner colorado, Madame. Biel le manda saludos. No ha podido acercarse a saludarla, está rodando.

-Se los agradeces y le recuerdas que me debe una comida. – Rico asintió sonriendo – Te presento a mi amiga Lys. Está de viaje de placer. Hoy le he enseñado algunos de los secretos de Madrid.

-Enchanté, Madame – Rico le cogió la mano e hizo el gesto de besársela. – Acompáñenme por favor. Les he buscado una mesa tranquila.

-¿Ya ha venido mi hijo?

-No. Todavía no ha llegado. Pero me ha llamado y ya está en camino. Creo que no tardará nada en llegar. Miren, ahí entra.

Álvar abría la puerta de la calle. Se paró buscando a Rico. Éste le hizo una seña con la mano para llamar su atención y Álvar sonrió. Se encaminó hacia ellos.

-Mamá – madre e hijo se dieron un suave beso en los labios. – Mme. Lys, me alegra verla de nuevo. – se estrecharon la mano.

-Sentémonos y comamos, que hoy nos lo hemos ganado – la madre de Álvar habló con un tono festivo.

-Ha sido una mañana maravillosa, Marie. Casi agradezco que la policía tuviera que intervenir el otro día e interrumpir la comida y así reencontrar a tu hijo y que eso haya propiciado este día estupendo.

-Me tenías que haber avisado de tu visita.

-Pero me dijeron que estabas en Lyon.

-Y lo estaba. Dos días. Pero no me he quedado a vivir allí. Y podía haber cambiado mi planning. La próxima vez me llamas y nos organizamos.

-El caso, Álvar, es que hemos aprovechado para dar el mejor paseo por los jardines de Madrid. Menos mal que tu madre me avisó de sus intenciones y me he puesto zapatos cómodos.

-No tanto como los míos – Marie enseñó a su hijo las deportivas que llevaba.

-Ya le diré a Dani que le copias, mamá.

-Me las mandó él, son un regalo.

-Mira que bien. Yo hago el trabajo, y tú sacas los beneficios. – bromeó Álvar – A mí no me ha regalado unas Converse, serie limitada.

-Pues yo cuando vuelva a París, me las pienso comprar.

Un camarero se acercó con dos platos de entrantes.

-El cocinero lo ha preparado especial para ustedes – les dijo.

-Mira, un surtido de pinchos. ¡Oh! Me encantan los pinchos de España. – Lys miraba con ansia los platos que el camarero estaba colocando en el centro de la mesa.

La conversación giró durante la comida sobre temas sin compromisos. Los jardines, que era una de las pasiones de Lys, ocuparon mucho espacio. Y el arte, la pintura, la arquitectura. Hasta que llegó la hora del postre, ninguno hizo intención de abordar los temas que en verdad, habían provocado la reunión. Fue entonces cuando Rico, el encargado, trajo un inhibidor que puso en el centro de la mesa. Esa parecía la señal para entrar en temas serios.

-Así tienen asegurada la confidencialidad de su conversación.

Ese gesto, que a otros incomodaría, pareció hacer sentir a Lys más segura. Álvar llevaba preparada una excusa y una justificación, pero no hizo falta que la esgrimiera.

-Compruebo Álvar que sabéis el terreno que pisáis.

-Intentamos que nada entorpezca nuestro trabajo. En mi Unidad, todo gira sobre proteger a las víctimas y a los testigos. Por nada del mundo queremos ponerlas en peligro.

-Hemos oído algo sobre escuchas en el Intercontinental – preguntó Lys. Era un tema que al conocerlo, le había preocupado de inmediato.

-Sobre eso no puedo dar detalles. Lo siento.

-¿Nos grabaron?

Álvar miró a Lys fijamente.

-El equipo de seguridad que acompaña a Jorge y a Dani, siempre llevan inhibidores como el que nos ha traído Rico. Se acercaron antes de que el restaurante abriera las puertas y los instalaron. Fueron discretos y nadie se dio cuenta. No queríamos incomodarles a ustedes. Podían interpretarlo como una falta de respeto.

-No es por lo que hablamos con Jorge y Carmelo, o Dani, como lo llamas tú. Es la conversación con mi marido de antes. Tuvimos un cambio de opiniones bastante intenso. No sobre el fondo, sino la forma. Y no quisiera que esa conversación la escuchara Damien.

-Pues esté usted tranquila, Lys, no la va a escuchar. Ni va a poder volver a escuchar su conversación durante la comida, hasta que la interrumpimos nosotros. Entiendo que tienen la duda de si el embajador tiene esas iniciativas.

-Digamos que en algún momento, ha habido algunos detalles que me ha hecho pensar eso. Desde que Simon llegó a nuestras vidas, nos damos cuenta de muchas cosas que antes desdeñábamos por parecer un guion cinematográfico.

-Lamento escucharlo.

-Me aterra la posibilidad de que alguien intente hacernos daño. No nos ha pasado nunca. Siempre hemos llevado una vida discreta. Hemos evitado los focos y tampoco hemos hecho ostentación de nuestra posición. No tenemos grandes vicios y nuestras aficiones no son de las que llaman la atención. Ni coleccionamos coches de lujo o barcos o mansiones. Ahora parece que nos hemos convertido en el objeto de atención de alguien.

-Mientras estén en Madrid, tendrán protección. Puede que no la vean, pero la tienen. Esta misma mañana, tres de mis compañeros la han seguido en todo momento. Y había un equipo de respuesta en las cercanías por si fuera necesario. Ahora mismo, por ejemplo, está en la calle de al lado. Y mis compañeros han comido en una mesa cercana.

-Pues ni me he dado cuenta.

-Ya te he dicho que no tenías que preocuparte, Lys – le dijo Marie – Confía en la gente que trabaja con Álvar. Son los mejores. Y lo sabes, porque te lo ha dicho Thomá.

-Pero esta gente es …

-¿Qué gente, Lys? ¿Crees que de verdad corres peligro? Lo que me contaron ustedes el otro día no …

-No me engañas, Álvar. Estás siendo muy educado. Conozco a tu madre desde la infancia y tienes sus mismos gestos. No te creíste ni media palabra de lo que te contamos. Al menos, tenías la certeza de que no te contamos nada interesante.

-Quizás es buen momento para que lo haga.

Lys suspiró. Y empezó a resumir la comida con Jorge y Carmelo. Todo lo que le habían ocultado a Álvar en su reunión posterior en la embajada. Álvar la escuchó con atención. Había sacado una libreta y de vez en cuando, tomaba algunas notas. Era más una pose, porque todo lo que estaba contando Lys, ya lo sabía por la entrevista que tuvieron Carmen y Javier con Jorge y Dani. Ahora sí, estaba relatando lo que de verdad hablaron. Aún así, era interesante porque lo hacía desde su punto de vista, y aportaba matices o ponía el foco en algunos detalles que Carmelo y Jorge no habían percibido, o de hacerlo, no le habían dado la importancia que ella les daba.

-¿Qué hay en la organización de ese curso al que van a venir sus hijos que no les convence?

-Nosotros queríamos contactar con Jorge. Por Simon, nuestro hijo. Se lo pedimos al embajador: siempre anda presumiendo de su amistad con el escritor. Damien a los pocos días se sacó de la manga ese curso con la idea de que así disimularíamos. Que Jorge si no, no iba a querer hablar con nosotros y menos con Simon. Nos dijo que Jorge odiaba a los jóvenes. Que él lo conocía bien, que era su mejor amigo.

Álvar levantó las cejas sorprendido.

-Nosotros sabemos que no es así. Nos lo han asegurado muchas personas. Es más, nos han dicho que Jorge es el que mejor puede entenderlos y ayudarlos. Y que es capaz de mirar dentro de ellos. De saber sin que le tengan que contar. Y que sus abrazos consiguen que los chicos como Simon se liberen.

-¿Y entonces ese curso?

-Todos son chicos que quieren la ayuda de Jorge. Eso pensamos al menos. Todos somos padres desesperados que queríamos tener hijos y esos desalmados nos “vendieron” a esos pobres. Digo vender, porque todo sí, lo disfrazaron de adopción, pero era una venta. Un dineral. Y no es por el dinero, por suerte nos lo podemos permitir. Es por el respeto, es por la dignidad humana. Y ahora, volvemos a pagar y pagar por el curso. Solo con ver la cara de susto y la indignación de Jorge y Carmelo al saber lo que cuesta el curso, me dejó claro que él no va a sacar ni por asomo, una décima parte de ese montante. Mas luego, esos apartamentos que se ha sacado de la manga Damien para alojarlos. Y esas tasas por la gestión.

-¿Tasas por la gestión?

-Para la embajada.

-¿He entendido bien?

-Perfectamente. No disimules, entiendes el francés a la perfección. Lo hablas desde los dos años. Y no has dejado de hacerlo nunca.

-Y eso ¿Cuánto supone?

-Cuatro mil euros más.

-¿Y esos apartamentos que has dicho?

-Eso me da vergüenza decirlo. Quinientos euros la noche. Pero son discretos. Eso es lo que nos ha dicho Damien. – era palpable la ironía. Hasta una persona con Asperger la hubiera pillado.

-Yo pensaba que cada uno se iba a ir a …

-Pero mejor estar todos juntos, por seguridad. – volvió a aparecer la ironía.

-Hombre, es más sencillo su protección. – opinó Marie.

-Y más sencillo también matarlos a todos de una tacada. Si el curso va a suponer unos traslados en autobús de esos apartamentos a la Universidad y vuelta, eso más bien parece propio de un estado de guerra. Si mi marido no me hace caso y se va a ver a su amigo Thomá, no tendrían protección. Ahora parece que los planes cambian por ese detalle. Y no sabemos todavía dónde se van a quedar.

-¿Y se encarga el embajador de organizar todo eso?

-Y su agregado cultural. Es el que da la cara. Pero a nosotras no nos engaña.

-Si con que Thomá me hubiera dicho, hubiera preparado una visita de su hijo a Jorge.

-Hombre, pasar un mes casi, escuchándolo y compartiendo aula, creo que les sentará bien. Pueda que sea esa la intención. Me gustaría que fuera así.

Esa apreciación la había hecho Marie mirando a su hijo.

-Quiero decir – más hablaba para su hijo que para Lys – Por mucho que tú tengas acceso a Dani y éste pueda concertar una cita del escritor con Simon, sería un día. Con el curso son un montón de días.

Álvar fue a explicar a ambas la costumbre que tenía Jorge de convocar encuentros con lectores cuya asistencia era gratis. Pero prefirió no hacer sangre y avanzar. Tampoco quiso incidir en el tema de que no era lo mismo que Jorge se entrevistara con uno de esos chicos a solas, que tuviera que atender a veinticinco a la vez.

-Si no he entendido mal, las gestiones que ha hecho el embajador para crear ese curso de Jorge Rios, han sido bien remuneradas.

-Muy bien remuneradas.

-¿Y su marido está de acuerdo?

-François lo que quiere es que Simon pueda dormir por la noche. Y se ha plegado a las peticiones de su amigo del lycée. Pero es como yo le digo: bien, por Simon, bien. Pero eso no significa que no sea una sinvergonzonería. Mucho presumir de ser amigos, pero vamos a sablearlos. Al menos hemos conseguido que su seguridad, no la coordinen desde la embajada.

-¿Debemos suponer que todos los asistentes al curso, son jóvenes que tienen el mismo pasado que Simon? Me ha parecido entender eso en un comentario que ha hecho.

-No lo podemos asegurar. No ha querido compartir sus datos. Pensamos que es así. No lo podemos asegurar, es cierto, pero siempre que hablamos, lo damos por sobreentendido.

Álvar se la quedó mirando a la espera de más detalles. Sabía que algo se guardaba Lys.

-Tenemos la seguridad de que otros dos chicos asistentes, fueron casos iguales a los nuestros. Nos conocimos cuando esos desalmados nos chantajearon unos meses después de finalizados los trámites de la “adopción”. Un abogado amigo, nos ha comentado de otra persona igual. Sin dar nombres, es su cliente. Si conocemos cuatro casos, o cinco, y los cinco coinciden, es seguro pensar que todos son parecidos. Puede que haya algunos que se salgan de la norma, para rellenar.

-Entonces digamos que sus padres tienen un poder económico notable.

Lys hizo un gesto con la cabeza de asentimiento.

-Y si por ejemplo, uno de los chicos fuera secuestrado y pidieran rescate, digamos que puede que todos, a pesar de que no fuera su hijo el secuestrado, se pudieran ver impelidos a pagar. Porque ese hecho en realidad, constituiría una amenaza hacia todos.

-¿Crees que es eso lo que va a pasar?

-No. No tenemos ningún indicio de que eso puede ser lo que pase. Pero es una posibilidad. Se me ha ocurrido ahora de repente. Espero que este comentario no lo traslade a nadie. No quiero que sus familias o el resto de asistentes piensen que es algo de lo que tengamos indicios.

-Cuéntale a Álvar la razón por la que Simon necesita estar con Jorge. – Marie se incorporó y cogió la mano de su amiga. La miró y la sonrió para animarla a confiar su secreto.

Lys sacó su móvil y empezó a buscar en su carpeta de fotos. Al final encontró la que buscaba. Se la pasó a Álvar.

Su gesto cambió nada más ver la foto. Era la de un joven que besaba a Lys en la mejilla. Un joven que estaba inclinado besando a su madre. Un joven alto y atractivo. Un joven que si Álvar no supiera que fuera imposible, hubiera pensado que era Dani, Carmelo del Rio.

-Cuando lo vi en persona, cuando llegó al restaurante, tuve la certeza. Se mueven igual, se ríen igual. Tienen gestos clavados. Hasta que llegó Jorge, no pude apartar la vista de él. A François y a mí nos costó disimular. A los cuatro, porque el primo de mi marido, conoce de sobra a Simon. Los dos chicos se aprecian, son colegas, son hermanos más que primos. Y Ernest es el tío de Simon, como François es el tío de Ferdinand. Quiero decir que ejercen de tíos en un papel que se asemeja al de unos segundos padres.

Álvar le devolvió el teléfono después de ver algunas otras fotos que estaban seguidas a la que le había mostrado Lys. Si tuviera que comparar, Simon era más parecido todavía a Pólux que a Carmelo. Sus rasgos faciales tenían más semejanzas. Y quizás ayudaba a esa semejanza que por edad, Pólux y ese Simon estaban más próximos.

-Para Simon es importante Jorge, porque lo fue a buscar y lo sacó de una situación … delicada. – preguntó Álvar con apenas un hilo de voz.

La cara de sorpresa que puso Lys fue la mejor respuesta. Los hombros de Álvar se derrumbaron. Porque entonces, sobre todo después de las últimas apreciaciones que le hizo Jorge a Javier, el hijo de la amiga de su madre, estaba vivo de milagro. A Jorge solo le requerían cuando la situación era casi irreversible. Era fácil imaginar el estado en que se llevó a Simon. Olga le había contado en multitud de ocasiones como Jorge le llevó a Dani. Y esas imágenes que había creado en su mente a través del relato de su jefa, le producían siempre un estado de abatimiento que le costaba días superar.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 99.

Capítulo 99.-

.

Olga permaneció callada mientras Guillermo comía algo una vez que terminó su actuación. El público poco a poco se iba retirando. Algunos de acercaron a su mesa, la 35, para felicitarlo. De paso, también felicitaban a Ventura que agradecía los elogios sin muchos más comentarios. No parecía importarle, pero Olga creyó distinguir un cierto sentimiento de satisfacción. Para ella era claro que su agente de enlace con el FBI, su cargo oficial al acompañarla, no estaba acostumbrado a los elogios. No sabía como gestionarlos. Parecía no importarle, pero al menos, los de ese momento, le producían buenas vibraciones. No tenía el gesto tan duro. Hasta cuando bromeaba con Olga no acababa de relajarse. Ni cuando en alguna ocasión a la comisaria se le ocurrió acariciarlo suavemente. No rechazaba esos gestos y entraba al trapo en las bromas, pero no acababa de cambiar su visaje. Siempre serio. Con los labios apretados. Dispuesto a dar un puñetazo a cualquier persona o cosa que se le cruzara por delante. Ni acercarse a la gente, quizás, pensó Olga, por miedo a que le decepcionaran. Prefería la soledad al dolor de sentir que esa persona en la que había depositado su confianza, le decepcionaba.

Los dos músicos empezaron a ponerse al día. No parecían haber tenido contacto desde que un par de veranos en su juventud, compartieron una temporada en la que Guillermo se alojó en casa de los Carceler. Parecía que los dos habían congeniado, pero no lo suficiente como para mantener el contacto entre ellos cuando esos veranos llegaron a su fin. Eso era lo que más le extrañaba a Olga. Y fue su primera pregunta, cuando Guillermo terminó su frugal comida. Fue la segunda, pregunta, corrijo.

-¿Solo comes eso? – Olga miraba extrañada la simple ensalada que el camarero le había traído.

-Hago cena fuerte. No me gusta comer mucho aquí.

-¿Te dicen algo?

-No. En realidad, la mesa en la que me siento, paga mi comida – Guillermo se sonrió. – Es para no haceros gasto.

-Pues pídete el cordero a la menta de la carta. Por nosotros – fue Ventura el que le ofreció – Paga Olga. – dijo con un poco de socarronería.

-No. Tranquilos. Era broma. Lo de que la mesa en la que como paga, no lo es. No me gusta comer mucho. Mejor dicho: no me gusta comer delante de los clientes.

-Pero Ventura y tú os conocéis.

-De dos veranos.

-Os veo juntos y pienso que esos dos veranos, conectasteis. ¿Por qué no mantuvisteis la comunicación?

-Nos conocimos por nuestros padres – Guillermo miraba a Ventura mientras respondía. Olga supo que su respuesta del presente llevaba años preparada. Y que posiblemente no tuviera nada que ver con la verdadera razón para no haber tenido trato. – Decidimos que si la vida nos juntaba a parte de ellos, seríamos amigos.

-No queríamos que ellos influyeran en nuestra amistad. – apuntó Ventura. – Los dos tienen cierta predisposición a organizar la vida a todos a su alrededor. Y no queríamos eso.

-Creo que ninguno de vuestros progenitores lo ha conseguido. Habéis seguido caminos distintos a los que os tenían preparados, y posiblemente ha sido tras luchar mucho con ellos. Tengo la impresión, Guillermo, que tu padre no sabe siquiera a qué te dedicas aquí.

-Ni falta que hace. A él ahora le da igual. Me dio por perdido. De hecho, me paga para que no aparezca en su vida de nuevo. Me ha aparcado aquí. La última vez que hablamos, me lo dejó claro. De eso ya han pasado – se quedó pensativo – casi año y medio. Me vine justo antes del confinamiento.

-No es mal aparcamiento. – dijo Olga muy seria.

-No lo es. No me dedico a estudiar como piensa. No sé si se enterara, si me cortaría la asignación. Aunque conociéndolo, posiblemente sepa desde el primer día que empecé a tocar aquí, que me dedico a esto, no a estudiar. Y no ha dicho nada. Mientras no tenga que verme la cara, creo que estará feliz.

-Tienes un trabajo. ¿Qué más te da que te mande dinero?

-Nueva York es muy caro.

-No parece que tengas gustos caros. De la carta, podías haber pedido cosas mucho más sibaritas, no ya por el precio, sino por gustar de ellas. Y no lo has hecho. Platos ligeros que no entrarían en colisión con tu decisión de comer frugalmente delante de los clientes.

-Es cierto, me gusta la comida sencilla. No me gusta presumir. Sé que hubierais podido pagar sin problemas un buen almuerzo. Os habéis gastado doscientos dólares en la petición. Eso solo sucede en ocasiones contadas. No me hace feliz, ni la buena comida, ni la ropa de marca. En cambio, Ventura, tú no te resistes a la buena ropa. Y usted, comisaria, del mismo estilo.

-No usas ropa buena, no te gusta, pero estás al día.

El músico alargó la mano y acarició con sus dedos la americana de Ventura.

-Quita la mano que me gastas la americana.

Se echaron a reír los tres.

-Me gusta estar al día. Mi madre me enseñó muchas de esas cosas que no se enseñan en el colegio. Me gustaba. ¿Y a qué debo que vengáis a verme?

-Teníamos ganas de que nos ayudaras. Sabemos de ciertos problemas que ha tenido tu hermano Sergio.

-“El maestro” – marcó las comillas con los dedos. Y la ironía estaba más que presente en el tono que imprimió a sus palabras.

-Pensaba que te llevabas bien con él. – Era la impresión de Javier y Carmen le habían trasladado a Olga de sus conversaciones con Sergio.

-Sí, sí. Es mi hermano.

-Eso no es una respuesta – Olga le miró de forma reprobatoria.

-Es cansado escuchar toda la vida, desde que casi nació el enano, que es un maestro. Y que nadie a su lado vale nada. Y en el fondo, todos tienen razón. ¿Le habéis escuchado tocar?

-¿Quieres ver una de sus últimas actuaciones?

Olga no esperó respuesta, y buscó en su móvil. Les indicó a sus compañeros de mesa que se sentaran a su lado, para que los tres pudieran ver y escuchar perfectamente la música.

-¿Ese es Nuño Bueno? ¿No estaba recluido en un centro de reposo?

-Es una larga historia. Para abreviar, Jorge Rios consiguió sacarlo.

-¡Jorge Rios! Como no. Sergio me habla mucho de él.

-¿Tienes contacto y no te ha contado de esa cita para tocar?

-No tenemos tanto contacto. De vez en cuando me manda algún mensaje para informarme de las cosas que le sorprenden. Muchos de ellos ni los leo. Jorge Rios ha sido el protagonista de dos tercios de esos mensajes en las últimas semanas. Nunca se ha enterado de nada, el pobre.

-¿Como el hecho de que tu madre fuera una gran actriz hace años?

-Con eso me reí mucho. Ese ha sido el tema del otro tercio de los mensajes. El gran Jorge Rios fue el que le informó. El mismo que consiguió que mi madre se retirara.

-¿Se lo agradeces o se lo recriminas?

-Paso. En ese momento, me hizo un favor. Lo reconozco. Tuve por fin a mi madre cerca.

-Se sacrificó entonces por ti.

-No la conoces, Olga. Ella nunca se sacrifica por nadie. Ni por su niño Sergio. Se cansaría de trabajar, pienso. O a lo mejor, ese escritor lo consiguió de alguna manera.

-No creo.

-No la conoces.

-Sí la conozco.

-¿La conoces?

-Nati Guevara y yo tuvimos nuestros desencuentros antes de que dejara de actuar.

-No sabía. Pues luego de eso, no volvió a exhibir ese carácter del que tenía fama en aquella época.

-¿No has pensado que a lo mejor no quería seguir haciendo el mismo papel que hacía mientras era actriz? Es un mundo duro. Y más para las mujeres, al menos en esa época.

-Un mundo difícil, no me joda, inspectora. Aplausos, mucho dinero en la cuenta, todo el mundo esperando que deje caer un pañuelo de papel usado para agacharse y pelearse por él. Olvidándose de sus hijos.

-Creo que durante muchas temporadas, una de las condiciones que exigió en sus trabajos, era poder volver todas las noches a Salamanca para estar contigo.

-Eso sería cuando estaba enfermo. Enfermo de añoranza de mi madre.

-Creo que esos esfuerzos que hizo por ti, no los ha hecho por nadie.

-Cuando el enano nació, se retiró.

-No creo que tuviera nada que ver, Guillermo. Y además, su retirada fue bastante después de que naciera Sergio. ¿Y te abandonó? ¿Tienes el síndrome del príncipe destronado? No creo que lo hiciera. Más bien tengo la impresión de que eres su preferido.

-Por favor. Eso significaría que en algún momento hubiera sido príncipe. ¿Yo el preferido? No lo creo. La preferida de mi padre está claro que es mi hermana. Mi madre no tiene preferidos. Mi madre pasa. No toma partido. No se enfrenta a mi padre.

Olga se sonrió. Esa conversación no llevaba a ningún sitio. Guillermo tenía las cosas muy claras y su sentimiento de ser el patito feo de su madre, estaba muy arraigado. Un gesto de Ventura le hizo reafirmarse en su conclusión.

-¿Y entonces conocía a mi madre?

-Tuvimos nuestros momentos sí.

-¿Quién ganó la pelea? Dicen los que la conocían que era insufrible.

-Defendía su carrera.

-¿Y tú que tenías que ver con eso? ¿Ya eras policía?

-Sí. Me encargué en esa época de proteger a algún compañero de ella. ¿Y de que sabes que era todo un carácter? Hasta donde yo sé, nunca os llevó a Madrid.

-Recibe alguna visita de vez en cuando. Y algunos me han contado. Pon el vídeo, anda. Me “muero” por escuchar a los “maestros”.

Olga lamentó percibir de nuevo ese toque de sarcasmo y desprecio en su voz. Estuvo tentada de fingir un error en el archivo y no ponerlo. Pero Ventura parecía tener ganas de escucharlo también. Le había hablado en varias ocasiones de ese concierto improvisado. No se lo había enviado porque pensó que le ponía en el compromiso de verlo. Hasta que había escuchado a Guillermo hablar, nada le había hecho pensar que le gustaba la música clásica. Mucho menos que la tocara.

-He de precisar que no ensayaron. Era la primera vez que tocaron juntos. La primera y la última.

El vídeo empezaba un minuto antes de que empezaran a tocar. Los dos violinistas hablaban para ponerse de acuerdo. Olga se fijó por primera en que Nuño tuvo en esa conversación un par de gestos de desprecio hacia Sergio. No había sido consciente de ello. Miró a sus dos compañeros de visionado. Ventura había puesto un ligero gesto de asco hacia Nuño. Se había percatado. Guillermo en cambio, no parecía haberlo detectado o le daba igual. O lo más posible: se alegraba.

Olga mantuvo el vídeo hasta el final del primer movimiento del concierto de violín de Tchaikovsky. Decidió terminar el visionado ahí. Miró de refilón a Ventura para pedirle disculpas. La cara de Guillermo era la de alguien que no le interesa lo que está viendo y se pone a pensar en otras cosas. Seguir escuchando era una pérdida de tiempo. A Ventura se lo iba a mandar luego, podría escucharlo cuando quisiera.

-No he visto a ese escritor en las imágenes.

-Lo estaba escuchando desde otra ubicación.

-Entonces no tenía mucho interés.

-Lo tiene. Está haciendo todo lo posible para que tu hermano salga de la depresión en la que estaba y vuelva a retomar su carrera.

-El mundo puede vivir perfectamente sin mi hermano tocando el violín. Y también puede vivir con su depresión. Millones de personas están deprimidas. ¿Se va a ocupar ese escritor de todas ellas?

-Es muy bueno. Está a la altura de Nuño, y él es el mejor de su generación. No ha sido una interpretación perfecta, Guille. Pero a pesar de que estés harto de escuchar ponderar su virtuosismo, debes reconocer que es un gran violinista.

-Mi opinión no importa. Si los programadores le contratan, que tenga suerte. No creo que lo hagan.

-¿Por qué?

-Porque es una nenaza. Dijo sí, y luego no. Que apechugue. No tiene cojones para ser consecuente con sus decisiones. Conmigo, mi padre fue claro. Tienes que hacer esto. Le dije que no. No. Rotundo. Me dejó de hablar. Luego, a través de mi madre, me propuso venirme a Estados Unidos. Al día siguiente hice el equipaje. Me mantienen, feliz. Yo hago lo que me parece.

-¿Qué es lo que te propuso tu padre?

-Algo parecido a lo que le dijo a Sergio. Pero él pensó que era mejor que soltara la pasta y aprovecharse. Eso es lo único que siempre ha buscado. ¿Sabéis el dineral que cuesta su educación musical? En un mes, lo que recibo yo en un año.

-Puede que tú supieras las consecuencias y él no. Y puede que si tu padre hubiera decidido mandarle donde ese profesor alemán

-No lo entiendes. Mi padre tenía … compromisos. Nunca estuvo en su ánimo mandarle con el maestro Ludwin. No era una opción. Solo había una: Mendés.

– ¿Perdió en una apuesta? ¿En una partida de póker?

Olga había lanzado esa posibilidad como una manera de provocar. Pero la reacción tanto de Ventura como de Guillermo, le hizo pensar que, sin pretenderlo había acertado. En la vida se lo hubiera imaginado. Nunca habían pensado que ese pudiera ser el motivo. A duras penas pudo mantener la compostura. Aunque Ventura se dio cuenta de su sorpresa. Guillermo no quiso incidir en el tema. No contestó verbalmente. Siguió hablando como si Olga no hubiera hecho esa propuesta.

-Se las da de listo, pero siempre ha sido un inocente que además se cree listo. Toma listeza. Toma ser un blandengue. Él se lo ha buscado. No me da nada de pena, lo siento. Pensó que iba a tener a mi padre contento y luego conseguiría lo que quería. Pero ese camino, no tenía vuelta atrás.

-¿Alguien te incitó a hacer alguna cosa ? – preguntó Olga. Ventura no parecía inclinado a preguntar. Quizás, pensó Olga, porque muchas respuestas ya las sabía.

-¿Follar con otros tíos o participar en esas “fiestas” para maestros? Sí.

-¿Fuiste?

-Sí. A unas cuantas. En algunas la verdad es que me lo pasé bien. Cuando había algunas cosas que no me gustaba, cogía la ropa y me las piraba. Y si alguien intentaba pararme, le soltaba una hostia.

-¿Podrías decirnos quien ?

-Que os lo diga él. ¿Me voy a jugar yo el tipo por él? Ni en sueños. Si quiere recuperar su carrera, que se juegue el pellejo él.

-Cuantos más testimonios tengamos, mejor podremos detener y acusar a esas personas.

-No. Conmigo no contéis. Ese Mendés es un hijo de puta. Conozco a algunos que acabaron muy mal.

-Dinos sus nombres, para intentar ayudarlos.

-¿El escritor les va a ayudar? ¿Creando un personaje en sus libros para que se sienta mejor? Que risas.

-Yo pensaba en ayudarlos nosotros. La policía.

-¡La policía! Otro chiste. Si no os habéis querido enterar de nada. Todo eso lleva años sucediendo. ¡¡Años!!

-Hemos despertado. Podemos hacer algo por esas víctimas.

-¿También por las que están bajo tierra?

-Esas personas que dices están bajo tierra, tendrán familiares que hasta que no encuentren al culpable, no podrán descansar tranquilas – le dijo Ventura en tono paciente. Olga estaba sorprendida de la mesura de sus intervenciones. Se lo imaginaba enfadado por algunas de las respuestas de Guillermo, pero no era así.

-Me dan igual esos familiares. Son tan culpables como mi padre o como Sergio. Todos ellos sabían, pero querían conseguir la gloria para su familia. Toma gloria. Esos músicos que duermen eternamente, son los únicos que se vieron inmersos en un juego que no alcanzaron a entender.

-Igual que tu hermano entonces.

-Él sabía. Yo se lo dije. Pero me tachó de mentiroso. Tengo grabada la mirada de asco que me puso. Si quiere declarar, que declare él. Si quiere acusar, que acuse él. Él no hizo nada por mí, no lo no voy ahora a jugarme el pellejo por él.

-Guillermo. El era pequeño. – era un reproche, pero Ventura había sido muy dulce lanzándolo.

-Lo era cuando le convenía. Para largarse a Moscú al concurso ese, era muy mayor. Y para irse a Londres o a Verona. Era mayor para lo que le interesaba. Le ha sacado el dinero a mi padre. Le dije: Luego papá se lo va a cobrar. Y no te va a gustar el precio. Desprecio y suficiencia, esa fue su respuesta. Lo dicho. Que ahora, se juegue él sus pelotas. Yo he alcanzado la paz, y hago lo que me gusta. Soy medio feliz.

-Lamento que no nos ayudes, Guillermo – volvió Ventura a la carga.

-Turi, eres un tío cojonudo. De verdad. Si no hubieras estado en pareja cuando nos conocimos, te hubiera entregado mi corazón, mi cuerpo y mi vida. Hiciste que recuperara las ganas de vivir, de amar y de tocar el piano. Eso sí, el violín no lo he vuelto a tocar. Pero no me pidas eso. Tú me sacaste del hoyo. No pretendas ahora lanzarme de nuevo a él.

Ventura alargó el brazo y le ofreció la mano. Guillermo se la puso y entrelazaron sus dedos. Ventura se la llevó a la boca y se la besó varias veces.

-Si vuelves por Nueva York, llámame y tocamos de nuevo juntos. Y nos vamos luego a cenar por ahí.

-Claro.

-¿Os volvéis esta noche a Washintong?

-No. Se nos ha hecho tarde. Hemos perdido el vuelo. – respondió Olga.

-Olga si prefieres volver de todas formas, hago una llamada. – ofreció Ventura.

-Quedémonos y hagamos algo.

-Os invito a cenar y luego os llevo a un sitio con la mejor música de Jazz en directo. – propuso Guillermo.

-Tenemos que buscar habitaciones.

-Estamos en un hotel.

-¿Querrán alojarnos? – Ventura no podía haber hecho la pregunta de forma más irónica de la que la hizo.

-Más les vale si quieren conservar el trabajo mañana. Ya me han tocado los ovarios suficiente por hoy.

-Mientras arregláis lo de las habitaciones, yo me voy a casa a duchar y nos vemos luego.

Guillermo se levantó de la silla y se abrazó a Ventura, a la vez que le daba dos besos. Luego se giró y tendió el puño a Olga que se lo chocó sonriendo melancólica.

-Os mando un mensaje cuando esté listo, con la localización del sitio.

Ya solo estaban en el restaurante ellos dos y Allan, que esperaba paciente en otra mesa.

-Deberías haberte ido a casa. – le dijo Olga de mesa a mesa.

-No se preocupe, comisaria. Es mi trabajo.

-Ya has oído cual es el plan.

-Tengo ropa para cambiarme. Me han dicho que no debo dejarlos hasta que se vayan de Nueva York. Y para una vez que mis órdenes me agradan, no voy a protestar.

-Vamos entonces a recepción. Y si nos da tiempo, tomamos un cóctel en el otro bar.

-¿Pagas tú?

-No Turi. Pagas tú.

-Oye, no te he dado permiso para llamarme así – Ventura fingía muy mal un enfado que en todo caso, era sorpresa por la confianza que se había tomado la comisaria.

-Vale. Tienes razón. No te llamaré así hasta que me des permiso. ¿Me lo das?

-¡¡No!!

-Vuélvete conmigo a España.

-¡¡No!!

-Que cansino eres. Pues pagas tú la comida.

-¡¡¡¡No!!!! Te toca a ti.

.

Cuando los dos se volvieron a encontrar en la coctelería del hotel, se mantuvieron un rato pensativos. Su entrevista con el hermano de Sergio no había transcurrido según lo que al menos Olga, se había imaginado. Esas pesquisas en Estados Unidos, no dejaban de darle sorpresas.

-Creo que me deberías poner en antecedentes, Ventura. Hay cosas de lo de antes que no alcanzo a entender.

-No son recuerdos que me apetezca traer de nuevo aquí.

-Me imagino.

-No pienses que luego, si le insistes a Guille, te va a decir algo distinto. Le he notado que tiene todo muy interiorizado.

-No pienso insistir. No es un acusado, ni un detenido. Tiene derecho a contar o callar. Lo que yo opine de su actitud, es indiferente. Y no puedo opinar, porque, lo único que he sacado en claro, es que sé menos de lo que sabía al venir. Tengo más preguntas y casi ninguna respuesta. En este caso, nos pasa mucho. Y hoy, ha vuelto a ocurrir.

-Este mundo es complicado.

-¿De que a qué mundo te refieres?

-Al que rodea todo este caso.

Olga se echó a reír de repente. Ventura lo miraba con gesto divertido. A Olga le gustó, porque al menos, el reencuentro con su viejo amigo, le había relajado un poco el gesto.

-¿Me vas a contar de qué te ríes?

-Es que se me ha ocurrido pensar que este caso ¿Por qué Peter Holland te ha elegido a ti para acompañarme? Casualmente alguien que tiene ciertas conexiones con el caso.

-¿Porque hablo español? ¿Porque soy español?

-En realidad tienes doble nacionalidad.

-Vaya. No hay forma de mantener algunas cosas en secreto.

-Pero me da igual que seas estadounidense. Te quiero de vuelta.

-Que no.

-Te necesito.

-No es verdad.

-Necesito un nuevo miembro del equipo que tenga doble nacionalidad.

-¿No te vale con el francés y el inglés?

-No.

-¡¡Por Diosssss!! ¡¡Qué cansina!!

Ventura se echó a reír. Pero Olga se puso seria.

-Peter Holland está jugando conmigo. Sabía que su interés porque viniera a dar ese curso a Quantico, tenía algunas razones que se me escapaban. Cada vez estoy más segura de ello. Sabe de este caso mucho más de lo que dice. Y si le interesa … eso nos lleva al tráfico de drogas, de personas o de armas. Dudo en pensar si te ha puesto a mi lado para que me cuentes lo que sabes o para que le cuentes a él lo que yo sé.

-No me ha preguntado.

Olga se lo quedó mirando. Y Ventura le mantuvo la mirada. Olga suspiró. No le parecía que le mintiera. Lo que si percibió es que su pregunta, había hecho pensar a su compañero.

-Te quejas de que yo haya descubierto algo de lo que no me has contado, pero está claro que el FBI sabe mucho más.

Olga no dejaba de juguetear con la guinda que aderezaba el cóctel que se había pedido. Aunque su última frase había sonado a pregunta, no esperaba ninguna respuesta de Ventura. Estaba imbuida en sus cavilaciones. Su mente corría a velocidades supersónicas y por caminos que no se hubiera imaginado.

-Lo bueno de todo esto, es que si lo necesitas, estoy seguro que Mr. Holland te ayudará.

Olga miró a Ventura.

-No me gusta que lo revista de favor. Y preferiría que nos iluminara antes de preguntar, para no transitar los mismos caminos que ya ha recorrido el FBI. Eso sería una pérdida de tiempo y de recursos.

-¿No te cansas de esta lucha? Es como luchar con molinos de viento.

-Casi todos los días, no te miento. Podría vivir del dinero de Mark. Me lo ha propuesto muchas veces. Y por muchos caprichos que me diera, nunca tendría problemas económicos. Mi hijo ya es mayor para meterse en grandes problemas, puedo dejarle que los solucione él solito. Irme a una de las fincas de Alemania o de Inglaterra y disfrutar de la vida.

-¿Y entonces?

-¿Por qué sigues tú? Dices que te llevas mal con tu padre, pero esa americana que llevas hoy, cuesta lo que cobras en un mes en el FBI. Quiere decir que no necesitas trabajar para vivir. Y menos en este negocio. No me contestes, no quiero que busques a todo correr una mentira para dejarme contenta. Sabes, cuando dudo, recuerdo a Arlen en mis brazos. Un chico de trece años lleno de señales de latigazos, de puñetazos, con el ano roto, con el pelo trasquilado, los pies llenos de llagas de correr desnudo huyendo de los perros que querían follarlo. O me acuerdo de Dani. Un actor de éxito cuyo cuerpo parecía más un cadáver andante en descomposición que el de un joven atractivo hasta decir basta, inteligente, trabajador, un gran artista cuya vida debería estar llena de felicidad y cosas placenteras. Y otros como ellos. Y a más recuerdo lo que Jorge les murmuraba cuando les llevaba a buscarme. Esas palabras se las repetía yo luego, cuando estaban en mis brazos y empezaban las curas, a las que alguno era remiso. Me parece que no tenían buen recuerdo de enfermeros y médicos. Otro campo que apenas hemos explorado de momento. No sabes lo que es tener en tus brazos a un chico así. Luego, tenía que dejarlos ir. Alguno me da que llegó donde ti, no sé muy bien por qué, y tú a pesar de tu corta edad, los ayudaste. Me da que lo hiciste con Arlen. Con Guillermo, lo tengo claro que sí lo hiciste.

-Todos buscaban a Jorge. – dijo Ventura en apenas un susurro.

-Pero Jorge tiene sus propias batallas. Debía lucha contra sus propios fantasmas. Y protegerse. ¿Te crees que esas excursiones no provocaban que muchos de sus víctimas lo buscaran luego para matarlo? Él también es un personaje público. Un personaje que hasta ahora, nadie quería proteger. Que no podía contar con la policía para ello. Debía arreglárselas él. Alguien le puso guardianes. Es cierto. Alguien que tenía poder y dinero. Esa gente no trabaja gratis. Son caros, porque son muy buenos. No podía significarse estando pendiente de esos chicos. Los debía echar de su lado, para no ponerlos en peligro. Cualquiera de ellos que se acercara, podía morir en cualquier callejón. Y nadie se interesaría por su suerte. Nadie les lloraría.

-¿Y ahora? ¿Que ha cambiado?

-Que va con ocho policías a su lado. Todo el tiempo. Que tiene un hacker que vela por él. El mejor. Que a parte de la escolta que le proporcionamos nosotros, tiene a sus guardias de toda la vida. Si algo se nos escapa a nosotros, están ellos pendientes. ¿Eso es vida? Que tengan que acompañarte si quieres cagar en un bar. ¿Que si quieres tener un momento de solaz con un amante, al menos ocho personas se enteren? Que si estás de bajón, sea la comidilla de toda la Unidad. Lo que comes, lo que bebes, las personas que te encuentras, todo es público. Ahora lleva como nosotros, cámaras y micrófonos. No puede tirarse un pedo sin que lo sepamos.

-Él podría contaros muchas cosas.

-¿Crees que los que se encargaron del olvido de Dani para protegerlo, no lo hicieron también con Jorge?

-Ese punto no lo acabo de entender. Lo del olvido.

-Ni nosotros. Pero es lo que hay.

-Sinceramente, eso lo tuvo que hacer una agencia poderosa.

-¿Como el FBI?

-O la CIA. O los del otro lado.

-Por la forma de comportarse tu jefe, me inclino por pensar que está implicado el FBI.

-Mira, ahí viene Allan. Le sienta mejor la ropa de asueto que la de trabajo.

Ventura se sonrió.

-Cierto. Mira, Guillermo acaba de mandarme un mensaje. Nos manda la ubicación del sitio donde quedamos.

-Espero que Allan nos guíe.

-Por cierto ¿Te has dado cuenta de que ni siquiera se ha interesado por saber lo que haces a mi lado? No le has dicho que eras policía ni que estabas en el FBI.

-Es cierto. No me mires así, no le he dicho nada. No le he visto desde los ¿dieciséis? La verdad es que ya entonces contaba al que me quisiera escuchar que iba a ser policía. Lo habrá dado por supuesto.

-No nos ha hecho ninguna pregunta sobre nosotros. – Olga reiteró sus dudas.

Ventura, como única respuesta, se encogió de hombros mientras afirmaba con la cabeza ligeramente.

-¿Nos vamos? – dijo su ayudante en Nueva York al llegar donde ellos.

-Vamos sí. Confiamos en ti para que nos guíes.

-Es un sitio muy bueno – dijo al ver el lugar de la cita con el músico. – No está lejos.

-Pues en marcha.

.

-Alguien ha intentado borrar los archivos grabados en el hotel y el restaurante.

Como siempre, Aitor no había saludado. Había ido directamente al grano.

-Mirad de acelerar. – pidió Carmen a Tere y a Juanjo

-Tere y Juanjo están en ello. – dijo ahora a Aitor – ¿Puedes hacer algo para ayudarlos?

-Puedo intentar evitar que se acceda para borrarlo.

-Mira de conseguirlo. Me hace señas Tere que tardarán todavía diez minutos.

Carmen miró la pantalla de su móvil. Aitor había colgado de repente. Pero otra llamada le sustituyó: Javier.

-Vente. Nos vamos a ver a la ministra y al ministro.

-Os dejo encargados – les dijo a Tere y Juanjo. – Aseguraros de que los archivos no estén corruptos. Y daros maña. Intentan borrarlos.

-Si te parece, cuando acabemos con esto, quitamos todos los micrófonos y cámaras de los sitios dónde las hay. Son las habitaciones premium y las suites. A parte de los comedores privados. En ellos, Roberto se ha encargado.

-Dile que es prioritario que mire ese pen que ha encontrado pegado a la mesa de ese comedor.

-Elías se ha vuelto a la Unidad para estudiarlo con Pati.

-Prefiero que lo haga Roberto. – insistió Carmen.

Tere se la quedó mirando. Asintió con la cabeza. Entendió que la comisaria quería mantener su contenido en secreto máximo.

-Y estas grabaciones, de momento, que no las escuche nadie.

-¿Tan grave es?

-Vamos viendo.

Carmen le pidió a Beca que le sirviera de conductora.

-Así aprovecho el viaje a la Unidad. Esto se ha complicado mucho.

-Vamos.

Javier la esperaba en el garaje. No la dejó ni bajarse del coche. Se subió él y se sentó a su lado en los asientos de atrás.

-Beca, llévanos al Ministerio del Interior, por favor.

Para sorpresa de Carmen, dos coches les esperaban fuera del garaje. Uno de ellos, se puso delante y el otro detrás.

-¿Es la gente de Jose Oliver? Me ha parecido ver a Miri.

-Sí. El Ministro ha insistido.

-¿Qué han grabado estos insensatos?

-De todo. El CNI andaba tras la pista de algo. Les habían llegado rumores. Andaban entre diez hoteles, de los mejores de Madrid.

-Los detectores de Roberto, entonces

-El cabrón lleva el móvil bien preparado. No nos dimos cuenta cuando fuimos a sacar a Jorge y Carmelo de su comida con el embajador. Ni los de CNI cuando han mandado a alguien a escanear ese local de tapadillo. Y los idiotas del abogado y el director, nos lo han puesto en bandeja con su actuación.

-¿Espionaje puro y duro?

-A ver que nos dicen. Me huelo que sí.

-Lo que te hueles, es que alguien delicado ha sido objeto de esas grabaciones.

-Puede que el Presidente. Eso es lo que parece han esgrimido. Aunque me da que es algo más … espurio.

-O sea que nos atañe, es de nuestro caso, pero como es alguien … en …

Javier asintió con la cabeza.

-Y nos van a dejar sin esas grabaciones.

-Me imagino que habrá otras muchas para justificar que invoquen la Ley de Secretos del Estado.

No tardaron en llegar a la c/Amador de los Rios 7, sede del Ministerio del Interior. Los guardias de la entrada les abrieron las puertas en cuanto enfilaron la calle para que no tuvieran que esperar. Javier y Carmen se bajaron del coche a la vez que los GEO que les habían servido de escolta. Los acompañaron hasta entrar en el edificio.

-¿Y todo este despliegue?

-El abogado ha podido avisar. Si Aitor ha descubierto intentos de borrado, alguien se ha chivado de nuestra actuación.

-Puede haber sido en el juzgado.

-Es posible. La jueza ya está haciendo sus indagaciones. Ha decretado el secreto de sumario. Porque además, alguien se lo ha chivado al CNI. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo. Sabemos que tenemos infiltrados tanto de Anfiles como del CNI. Sería hora de ir empezando a buscarlos.

-Esto es de locos. Lo que nos hacía falta.

-Me imagino que lo que nos dirán es que se encarga el CNI.

-¿Y si hay alguna grabación que nos ataña? Soy cansina, ya lo sé.

Javier levantó las cejas.

-Vale. – Carmen entendió que Javier le había pedido algo a Aitor. Pero vio que le hizo un gesto con las cejas para que hablara – Nos jodemos entonces y ya está.

Javier hizo una mueca satisfecho.

-Os esperan – les dijo Miguel, el secretario del Ministro. Tanto Javier como Carmen chocaron los puños con él.

No fue una sorpresa encontrarse a la Directora del CNI junto a los Ministros de Defensa e Interior. Los tres estaban sentados alrededor de la mesa de juntas que el Ministro tenía en su despacho.

Triana, la directora del CNI les sonreía al saludarlos.

-Reconozco que tenéis buena gente trabajando a vuestro lado. Llevamos semanas buscando. Vosotros llegáis y lo encontráis en cinco minutos.

-Me imagino que no se lo esperaban. O había alguien al que estaban intentado grabar cuando hemos llegado y les hemos fastidiado. – dijo Carmen. Tere le había pasado la lista de clientes alojados, y tenía un par de ideas al respecto.

-No os entretendremos mucho – les dijo la Ministra de Defensa mientras les saludaba – Sé por Fernando que no os sobra el tiempo.

-Sentaros. – les indicó el Ministro de Interior.

Miguel apareció con sendos cafés para los policías. Ya se conocían y sabía sus gustos. Carmen le sonrió agradecida, mientras Javier atendía a la directora del CNI.

-Por cierto, dadle recuerdos a Rui.

-De tu parte. No ha podido acercarse. Me ha pedido que le disculpéis. Está en medio de una misión encubierta.

-Vaya. No me lo esperaba. – la Ministra de Defensa no ocultó su sorpresa y miró a su compañero de gabinete.

-Es culpa mía. Es algo muy delicado y no podía encargárselo a nadie más. A nosotros ya nos conocen. – explicó Javier.

-Estoy al tanto, Margarita. – atajó en tono rotundo Fernando.

-La situación es la que sigue.

La ministra de Defensa tomó la palabra. Como buena política y antigua jurista, hizo una disertación muy bien argumentada, pero nada original, para pedirles, ordenarles, que entregaran todo el material incautado referente a las grabaciones en el hotel al CNI. La jueza estaba de acuerdo en abrir una causa separada de la que había propiciado la actuación.

-En esas grabaciones estamos seguros que habrá algunas que atañan a nuestro caso. – Javier no había dejado de mirar a la Ministra. A ésta le costaba mantenerle la mirada.

-No te preocupes, Javier, que mi gente, después de escucharlas, te derivará las que os atañan. Vuestro caso también nos interesa a nosotros.

-No lo dudo. – Javier sonrió. Parecía un gesto amable, pero Carmen sabía que tanto el comentario como su visaje, estaba cargado de sarcasmo. El ministro hizo un amago de sonreír que murió casi antes de nacer.

-Sabiendo de vuestra segura colaboración, he enviado a mis hombres para hacerse cargo de los archivos. Nos encargamos también de eliminar los medios de grabación que habéis encontrado. No os tenéis que preocupar por ello. Así os podéis dedicar a otras cuestiones.

-Respecto a eso, deberíais hacer un registro en profundidad, porque hemos preferido, siguiendo las instrucciones de la jueza, confiscar todas las grabaciones, por el posible intento de destrucción que existía. Hemos detectado solo algunos de los micrófonos y cámaras, que no ha sido una búsqueda exhaustiva. – explicó Carmen en un tono muy formal.

-Mandaré entonces más personal especializado.

La Directora del CNI miró a la Ministra de Defensa. Ésta tomó la palabra.

-Es innecesario deciros que estas actuaciones son Secreto de Estado. Conviene que se lo recordéis a vuestro personal. Y si alguno no ha firmado …

-Margarita, ya te lo he dicho antes – ahora tomó la palabra el Ministro de Interior. – Todos los que han estado en contacto con las grabaciones, son compañeros de confianza de Javier y Carmen. Y todos han firmado el formulario de Confidencialidad de Secretos del Estado.

-No viene mal recordarlo.

-He pedido a Carmen antes que me enviara un listado del personal destacado allí, y Miguel ha comprobado minuciosamente que todos lo han firmado.

-Perfecto. Entonces, Triana, creo que deberías ir a ocuparte. Yo llego tarde a una reunión. Fernando, nos ausentamos.

Se levantaron todos y la Ministra y la Directora del CNI de despidieron de todos. Los tres miraron como las dos mujeres salían del despacho del Ministro.

Fernando fue un momento a su escritorio y sacó un aparato para evitar escuchas y lo puso en medio de la mesa de juntas. Lo encendió. Cuando las luces fueron verdes, hizo una señal a Carmen y Javier para que hablaran.

-Todos sabemos que no nos van a contar nada. – dijo Carmen resignada, bebiendo de su taza por primera vez. Miguel entró en ese momento y les puso un plato con unos hojaldres rellenos de crema.

-Se que sois muy dulces – Miguel guiñó el ojo a Carmen que le lanzó un beso. Casi ni dejó que apoyara el plato y ya había cogido uno que saboreó casi con necesidad.

-Este asunto os pone de nuevo en la diana. Pensad lo de poneros escolta.

-¿Debemos protegernos del fuego enemigo o del amigo?

-De ambos.

-Javier ya la tiene. – dijo Carmen decidida.

-Ahora toca ponértela a ti y a Olga.

-Creo que en Estados Unidos ya le han puesto un agente especial que vela por su seguridad.

-¿El que pensáis reclutar?

-Sí. Y por si pregunta la amiga Triana, también firmó en su día el compromiso de secretos del Estado.

-Convenía que Olga se lo volviera a dar, por si acaso.

-Le mando un mensaje. Están haciendo gestiones en nuestro caso. Están juntos.

-Perfecto.

-No dudo que tenéis recursos e imaginación para sortear el contratiempo de que el CNI os haya quitado esos archivos.

Javier se echó a reír. El Ministro se sonrió.

-Eso Fernando, creo que es mejor que no te enteres.

-Si hay algo que deba enterarme, cuando los oigáis, quedamos en sitio discreto y me cuentas.

-Cuenta con ello. No habrá nada por escrito.

-¿Qué les ha dado tanto miedo? – era la duda que tenía Carmen desde que Javier le había anunciado la reunión.

-¿Que es el restaurante preferido de Triana? ¿Que suele llevar allí a sus … a las personas que quiere … ?

-Vale.

-Yo mismo he comido allí muchas veces.

-¿Trabajo?

-Sí. Y placer. Suelo ir con mi marido. Nos pilla cerca de casa.

-Lo miramos. No creo que hayas tenido ninguna conversación delicada sin usar un aparato de esos. – Javier señaló el inhibidor. Fernando sonrió.

-Informadme, por favor.

El Ministro apagó el inhibidor de grabaciones y transmisiones.

-¿Y cuando vuelve Olga?

-Le quedan dos semanas – contestó Carmen. – Está encantada con los cursos. Dice que en lugar de enseñar, está aprendiendo mucho. Se está estudiando los protocolos del FBI. Dice que son muy interesantes.

-Y hace mucho turismo. Esta semana se está dedicando a Nueva York. Ha ido a varios restaurantes de esos que tienen actuaciones en directo.

-Y a un local de jazz. Ya sabes como le gusta la música.

-Que envidia.

-Fernando … Pero bueno, si estáis todavía aquí. Al ver a esas salir, pensaba que os habíais ido por la otra puerta.

Había entrado Carla, la ayudante del Ministro. Al ver a Carmen y Javier fue hacia ellos para saludarlos. Estos se levantaron y la abrazaron.

-Os tengo que dejar. Pero acabaros el café. Si necesitáis algo, pedídselo a Miguel con toda confianza.

El Ministro se levantó y se puso la americana, Se inclinó sobre la mesa y volvió a pulsar el inhibidor.

-Por si acaso – dijo sonriendo.

-¿No te fías ni en tu despacho? – a Carmen se le escapó un cierto gesto de guasa.

El aludido no respondió, solo sonrió y se encogió de hombros mientras se dirigía a la puerta de salida seguida por su ayudante.

Javier y Carmen se quedaron unos segundos en silencio. Bebieron de sus tazas.

-Pues este registro que nos podía dar mucho trabajo, se acaba de diluir.

Javier no contestó. Apuró su café e hizo un gesto a Carmen para que lo imitara. Esta le hizo caso y cogió un último hojaldrito de crema. Se levantaron los dos y apagaron el inhibidor.

-Nos vamos Miguel.

-Ten Carmen. – el secretario le tendía una bolsa de papel – Te he preparado unos mini petisús para el camino.

-Eres un tesoro. Cuando te aburras de Fernando, te vienes a trabajar con nosotros.

Miguel sonrió antes de contestar.

-Seréis mi primera opción.

No dijeron nada camino de la salida del edificio. Beca los esperaba apoyada en el coche. Arrugó el entrecejo. No era normal que Carmen y Javier andando juntos fueran tan serios y callados. Fue a decir algo, pero Carmen le hizo un gesto para que se montara en el coche y salieran de allí. Carmen saludó ligeramente con la cabeza a Silvia y Miri, dos de las GEO que volvían a servirles de escolta. Estas la contestaron con la misma discreción y parquedad de efusividad.

En medio de la Castellana, Javier sacó de su bandolera su propio inhibidor.

-¿Tan mal ves la cosa?

-Si Fernando duda en su propio despacho … – Javier meneó la cabeza y puso los ojos en blanco – Nos ha querido decir algo, sin decirlo. Lo conozco. No nos fiemos de Triana ni de su gente. A Margarita la tiene en el bote. Le da lo que quiere y ella hace como que no se entera de otras cosas. Pero Triana tiene muchos intereses a parte de la Seguridad Nacional. Y muchos amigos a los que servir.

-Como alguna de esas cosas le estalle en la cara … Es una mierda, porque ahora todo nos va a costar mucho más.

-Sabíamos que tarde o temprano el CNI iba a aparecer. Y no iban a ser los que solo quieren ayudar al país y protegerlo. Lo va a hacer la parte del CNI que tiene mucho que esconder. Que nada de todo esto se haya sabido en todos estos años, les implica a ellos. Han tenido que ser colaboradores necesarios.

-Rui se va a poner muy contento. Que puta Triana, mandándole recuerdos a “Rui”. Como si fueran amigos. – Carmen se calló de repente. Javier se sonrió. Sabía que su amiga tenía que hacer grandes esfuerzos para contenerse con la Directora del CNI. Tenían un pasado en el que precisamente no fueron amigas. – Ventura nos vendría muy bien. – el tono de Carmen había cambiado radical.

-Su padre va a ir a verlo. Pero antes de que venga, debemos preparar el terreno. Y necesitamos a Jorge para ello.

-¿Al final has quedado con Rodolfo?

-Ayer. Nos citamos en Lyon. Me mandó un jet de su compañía. Fue cuando te fuiste a casa.

-Me quedé roque en dos minutos. Te noto descansado.

-Los vuelos los dormí enteros. Es lo que tiene los jet privados.

-¿Te llevaste a alguien?

-A Lerman y a Sara, tranquila. Llamé a Thomá y el me mandó un conductor y otro coche de escolta.

-¿Y?

-Pues que quieres que te diga. Ya sabes como es. Lo conoces mejor que yo. Todo en él es decir sin decir. Afirmar y negar en la misma frase. Pero creo que intentará convencer a Ventura de que se venga con nosotros. Me habló de que a lo mejor, deberíamos empezar a pensar en hacer una gran comedia.

-¿Lo que alguna vez hemos planteado en nuestras reuniones locas?

-Pero llevado al extremo. Que algunos de los miembros de nuestro equipo se conviertan en enemigos nuestros.

-Enfadados y dispuestos a todo por jodernos. Pero con eso, les podemos joder la vida. Es muy fácil perder la cabeza en ese papel. Mira a Alberto. No creo que se recupere nunca de lo que ha vivido.

-Y que en todo caso, si Ventura viene, debe tener enemigos. – Javier no se dio por enterado del comentario sobre Alberto. Le escocía el tema.

-Patricia ya está concienciada en darle una patada en los huevos. No tiene buen recuerdo.

-Pero entonces ella era la pareja de Termas. Y asumía todo lo que decía ese cretino. Ventura era su enemigo número uno. Y eso que nunca llegó a enterarse de quién es su padre.

-Ni de todo lo que hizo en contra de sus órdenes.

Javier asintió con la cabeza.

-¿Por qué nos enamoramos de gilipollas? Somos listos, inteligentes, eficaces en el trabajo y luego, nos enamoramos de cretinos. – Carmen lo dijo en tono enfadado.

-Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa.

-Me jode romper el buen ambiente que hemos creado. Porque además esa comedia la deberíamos llevar hasta las últimas consecuencias. Y eso es muy duro. No sé si compensa.

-Hasta encarcelarlos si fuera preciso. Acusarlos de delitos. Convertirlos en delincuentes y apartarlos completamente.

-Beca, me acabo de acordar. El otro día me comentaste que Tinet y tú tenéis dos candidatos a ayudarnos.

-Sí. Tres.

-¿Tienes libre esta tarde? – le preguntó Javier

-Claro. ¿Quieres que les llame?

-Vamos a quedar a tomar un café sobre las 6. En El Trastero.

-Hecho.

-¿Sigo dando vueltas o queréis …?

-No. Vamos al bar de polis. No habrá casi nadie. Vamos a charlar con Leo antes de que se llene.

-¿Con toda la escolta?

-Son polis – Carmen se echó a reír.

-Pues vamos.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 84.

Capítulo 84.-

.

Cuando Carmelo abrió la puerta de casa con su llave, le dio un codazo a Jorge. Martín portaba una bandeja con varias tazas y con lo que parecía un plato con porciones de una tarta de queso que había hecho Juliana el día anterior. Lo llevaba al salón, donde estaban sentados Carmen y Javier. Estaba haciendo de perfecto anfitrión.

-He preparado chocolate – les dijo al verlos. – ¿Os apetece? Les voy a sacar también a los escoltas para que se les endulce el mal trago.

-Yo me apunto – dijo Jorge con una sonrisa.

-Y yo.

-Vale. Ahora vuelvo. Os traigo una taza.

-¡Oye! ¡Está bueno! – reconoció Carmen en voz alta.

-¡Gracias! – contestó un jubiloso Martín desde la cocina.

-¿Se está entrenando para cuando se venga a vivir con vosotros? – Jorge fue el destinatario de la pregunta porque Carmelo fue tras Martín a la cocina.

-Crucemos los dedos – Jorge guiñó un ojo a la vez que hizo lo que decía.

-¿Qué tal el rodaje? – Carmelo había ido tras Martín para preguntarle por el rodaje. Cuando Carmelo había llegado a hacer sus escenas Martín acababa de irse.

Éste hizo un gesto de desesperación mientras llenaba las tazas que iba a sacar a los escoltas que le faltaban.

-Si no ha valido para nada. Han intentado rodar la escena del balcón de nuevo, con Berta en lugar de Maribel, que tuvo que dejar la película. Quieren hacer como una cosa rara, desdoblando el personaje en dos, para no tener que repetir todo. Pero a mi no me cuadra para nada. Creo que no lo han solucionado bien. Quiero decir, el argumento queda cojo. Cojo no, es incomprensible. Yo a estas alturas no sé de que va la peli. Te lo juro. Ellos sabrán. Corrijo, no lo saben. Han estado discutiendo el director y el productor y los guionistas. Pero mientras tanto, ya me han dicho que posiblemente la semana que viene haya que volver. Otras dos mierdas de escenas. ¿Y tú? No te he podido esperar, había quedado para al sesión de ICON. Querían que me quedara más, pero les he dicho que nanay. Lo de ICON estaba concertado hacía semanas y ellos lo sabían. Así que por las moscas, me las he pirado a todo correr. Y mañana tengo rodaje en la otra película. Todo el día. ¿Ves? Estos …  concentran todas las escenas en unos pocos días. Así se puede trabajar. Porque si eres un pobre actor secundario y para diez minutos que vas a salir en pantalla debes ir cuatro meses a rodar, ni que fuera una peli de Malick. ¿Y tú?

-Na. Igual. Una mierda. Menos mal que no tengo supuestamente escenas con Berta. Pero creo que tendré que ir a Londres la semana que viene. Otra vez a teñirme para dos escenas de nada. Que pasa como en esta peli. Que … están intentado arreglar algo que … no sé si tiene arreglo. Me pasa como a ti, no tengo ni idea de quién es mi personaje a estas alturas. No sé si tengo que poner cara de congoja, de sufrimiento, no sé si me han matado o fue todo un sueño

-Si ya no tienen ninguno pasta. Me apostaría a que la nuestra, ni se estrena en salas. – opinó Martín.

-Yo ya más no me puedo rebajar el sueldo.

-Ya me he enterado que cobras según convenio. Pero luego al menos cobrarás beneficios.

-¿Beneficios?

Martín se echó a reír.

-Eso es una quimera, es cierto. A lo mejor se convierte en la frikada del año y la peña se hace pis por verla. No sería el primer caso.

-Fíjate lo que te digo, si es así y da beneficios, los comparto contigo.

-Vale. ¿Es un trato? – Martín le tendió la mano para sellarlo con un apretón.

-Es un trato. Pero no sueñes

-Si nos quitamos de soñar, yo que no le doy a la priva, ¿qué nos queda?

Carmelo le dio una palmada cómplice en el hombro.

-Por el olor me has copiado la receta del chocolate.

Carmelo se inclinó sobre el cazo en donde Martín estaba haciendo más chocolate. Lo olió y cerró los ojos satisfecho.

-Sip. Como decías tú, chocolate de media tarde. No para mojar. Para beber. Y es ligero. Creo que me ha quedado bien. Te advierto que es la segunda vez que lo hago. En el hostal lo hice el otro día que me llevé a un ligue. Le gustó. A él le eché un poco de coñac. – Martín guiñó el ojo a la vez que ponía cara de pillo.

-Eso del ligue no nos has contado.

-Na. Fue hace días. Creo que a Jorge se lo dije en Concejo. Fue un ñaca-ñaca sin más. El tío estaba bueno, pero era gilipollas. Cuando se fue, le dije adiós con la manita.

-¿Vais a venir o tenemos que ir a la cocina el resto? – les gritó Jorge desde el salón. – Qué estos señores quieren iniciar su interrogatorio.

-Ahora vamos, pesao. – le contestó Martín.

Carmelo le llevó la taza a Jorge y se sentó a su lado en el sofá. Martín se sentó en el suelo, a los pies de Jorge.

-¿Y qué ha pasado? – preguntó el escritor a los policías. Ya estaban todos, ya era hora de afrontar lo que había pasado en el Intercontinental.

-Pues un mensaje que han interceptado los servicios de inteligencia de la Gendarmería francesa. Daban el lugar, el restaurante del Hotel Intercontinental, y tanto los nombres vuestros como los de los amigos del embajador. Ahora está Álvar hablando con ellos en la embajada. – explicó Carmen. – Queremos determinar la línea temporal: cuando concertaron la comida, cuando llegaron esos amigos del embajador y su madre, si todo fue antes o después de quedar contigo ¿Cómo lo recuerdas tú?

-Pues si no me equivoco, fue en aquella recepción en la embajada cuando surgió la posibilidad de comer juntos. Marguerite, la madre de Damien, quería charlar tranquila conmigo. Y esa era la idea. Allí charlamos unos minutos pero estaba lleno de gente queriendo saludarla. Acababa de llegar de París. Ella pues quería tener la posibilidad luego de presumir con las amigas de haber comido conmigo. Luego, por mensaje, Damien me fue cambiando el plan incorporando cada vez a un amigo más. Primero creo que fueron las amigas de Marguerite, que querían conocerme. Sobre todo Elodie, según creo recordar y en parte confirmado por la circunstancia que era la que tenía una historia que contarme. Si no me equivoco llegó hace un par de días en tren con su otra amiga que ahora se me escapa el nombre.

-Léa – apuntó Carmelo.

-Eso. Y luego, pues me mandó un mensaje hace unos días en el que me anunciaba a los matrimonios. Que fue cuando yo a mi vez le dije que se apuntaba Carmelo.

-Necesitaba apoyo – Carmelo le sacó la lengua ante el gesto de indignación que puso Jorge ante el comentario. Aunque luego se acordó de que cuando lo planteó, algo de eso había, una noche de esas, sentado en su butaca con Carmelo sentado encima de él y charlando sobre mil cosas. Una noche en la que a Jorge le embargaba el cansancio y la comida esa le había dejado de apetecer.

-Mi rubito quiere darse importancia – bromeó Jorge. – En realidad la charla con Marguerite me apetecía. Damien me ha hablado mucho de su madre y de lo mucho que le gustan mis novelas. Que la comida empezara a crecer en número de asistentes y todos desconocidos para mí, dejó de ser algo tan agradable. Empezaba a tener la sensación de que no era una simple comida de amigos para charlar de temas intrascendentes, de libros, los míos y los de otros de música, del advenimiento del fin del mundo como así resultó al final. Por eso, cuando Carmelo se ofreció a acompañarme, no lo dudé y envié un mensaje al embajador.

-¿Habéis detectado algo sospechoso? – preguntó Carmelo.

-Nada. Ningún movimiento. Por cierto, tu influencer está bien. Lo único que ha pasado es que ha ligado. Le ha sentado tan bien conocerte que … parece que ha decidido recuperar su vida.

-Lo que hace el dormir un par de noches – dijo en broma Jorge. Le fastidiaba que en eso Carletto no le hubiera hecho caso. Estaba seguro que era con Danilo con el que se había visto. Y eso les ponía en peligro a los dos. Pero no podía comentarlo delante de Carmelo. Seguía sin saber nada de su excursión después de la discoteca. Y pretendía que eso siguiera siendo así. Martín le miraba cómplice. Cuando la mirada de Jorge se cruzó con la suya, Martín le guiñó el ojo. Jorge se sonrió. Definitivamente, había minusvalorado a Martín.

-Ya te digo – comentó Martín sonriendo.

-Oye sobrino. ¿Algo que tengas que contar a tu tío? ¿También has ligado?

-Me ha llamado el futbolista de la otra noche.

-¡Anda!

-Hemos quedado la semana que viene, el martes. No tiene entrenamiento. Me ha pedido que vaya a su casa. Es más discreto. Porque lo del hostal, está descartado.

Jorge le dio un par de golpes con el pie en la rabadilla.

-Estate quieto. Hemos quedado a hablar de tus libros – explicó todo digno.

Javier se echó a reír.

-Me apunto esa excusa. Cuando ligue la daré como tapadera.

-Oiga usted. Que es cierto – Martín puso cara de indignación. Aunque no resultó muy creíble.

-Entonces todo ha sido para nada – comentó Carmelo a Javier, volviendo al tema.

-Que no hayamos detectado nada, no significa que la amenaza no fuera cierta o estuviera en proceso de llevarse a cabo. El despliegue de fuerzas puede haberlos disuadido. Ese era uno de los motivos para hacerla. Seguimos de todas formas preguntando a los vecinos y por los alrededores. Y comprobando las cámaras de tráfico y de los establecimientos de la zona. Seguiremos investigando. Pero tampoco podíamos desechar ese aviso. Era un sitio público, muy concurrido, y digamos que ni vuestros acompañantes ni el resto de los clientes que abarrotaban el restaurante pasan desapercibidos. Ni vosotros, claro. Y eso que hoy no habéis firmado autógrafos.

-Pues mira, no me había percatado – dijo Carmelo mirando a Jorge, que tampoco se había dado cuenta de ese detalle.

-Las personas con las que estabais comiendo, son importantes. Muy importantes. La Gendarmería tiene mucho interés en que no les pase nada. – apuntó Carmen. – Ya estábamos preparando un protocolo para proteger a esos chicos en su estancia en Madrid para asistir a tus cursos.

-Si estaban preocupados por los chicos, no te quiero ni contar por los padres. Y después de esto, mientras estén en España, al menos dos días más, irán protegidos siempre.

-Me han parecido gente de alta cuna, es cierto. El vocabulario que utilizaban, sus ademanes, eran de gente culta y de posibles. Resumiendo, buenos colegios. Pero ¿Tan importantes son para que la Gendarmería os de la vara para que los vigiléis? ¿Qué peligros les pueden asolar en España que en Francia no? ¿Quiénes son? ¿Por qué alguien quiere atentar contra ellos o sus hijos?

-¿Te has fijado en la filigrana de las camisas de ellos? – le preguntó Jorge a Carmelo.

-Sí. Y me había apuntado mentalmente preguntarte. Me suena mucho pero no las he situado. Y me ha dado palo preguntarles. De todas formas, luego como se ha precipitado todo  A lo mejor se suponía que debía saberlo. Por la cara que pones, te conozco, es que sí debería saberlo. Menos mal que no he abierto la boca.

-Las has llevado encima. Has vestido camisas con esas filigranas. Has comido en platos con ellas. Tus pañuelos los llevaban.

Carmelo se quedó mirando a Jorge con la boca abierta. Estaba completamente despistado. De repente se acordó.

-¡Anda! Joder. “Puis. L’aube est venue”, el escudo de la casa de Orleans. ¡Menos mal que no he abierto la boca! Hubiera hecho el ridículo. ¡Cómo no me he dado cuenta! Estuve dos meses con ese escudo en cada prenda que llevaba puesta, en la vajilla que se utilizaba en el palacio donde se suponía que vivía.

-Hiciste de rey francés. Sin trono, eso sí. Rey sin reino.

-Hice a lo mejor de padre de uno de nuestros compañeros de mesa.

-A tanto no llego. No me tengo estudiado el árbol genealógico de la casa real francesa. Y tampoco sabemos el lugar que ocupan en él nuestros compañeros de mesa. No recuerdo haber oído, cuando nos presentaban, que eran familia entre ellos. A lo mejor hiciste de uno de ellos en su juventud. O de su padre o tío.

-¿Nos lo vais a contar o tenemos que emplear el tercer grado?

Jorge les explicó que los dos matrimonios pertenecían a la Casa de Orleans, la Casa Real Francesa. La filigrana de la que hablaban era su enseña, su escudo. La llevaban bordada en sus camisas los dos hombres amigos del embajador.

-Esa familia no reina, es evidente, pero tiene un poder enorme. A parte de su influencia en muchos estratos de la sociedad francesa, poseen uno de los fondos de inversión más poderosos del mundo. Por eso el interés de la Gendarmería en que no les pase nada. Ahora es evidente.

-Se rifarán el primer puesto con el Fondo de Inversión de Mark Lemon – comentó Carmelo.

-El amigo Mark. Ha ido a Estados Unidos unos días a hacer negocios. – Javier lo dijo en tono de chunga. Solo Carmelo y Carmen entendieron la broma.

-Ha ido a estar con su novia, Olga – dijo sonriendo Carmen.

-¡Ah! – A Jorge le sorprendió la noticia. Martín hizo un gesto con los hombros para indicar que no sabía quien era el uno ni la otra. Pero pensó que no era el momento de preguntar.

-¿Y cómo es que sabéis todo eso de la casa real francesa? – preguntó una sorprendida Carmen.

-Para preparar el papel me dieron un montón de información. – explicó Carmelo. – La compartí con Jorge. Y profundizamos en algunas cuestiones que nos parecían relevantes o que sencillamente nos daban curiosidad.

-¿Y de qué iba la reunión?

-Son todos fans – dijo Jorge. – Querían conocernos. Y decirnos lo bien que escribo y el magnífico actor que es Carmelo. Ya sabes, un poco de jabón para el ego. Los artistas no somos nadie sin esos masajes.

Javier y Carmen se los quedaron mirando fijamente.

-Es cierto. Son fans de Jorge – afirmó Carmelo sonriendo. – Y míos. Marguerite me ha confiado antes de que llegara Jorge, que si fuera más joven, me tiraba fichas.

-¿Y? – reiteró la pregunta Javier.

-Pues resumiendo. – Jorge se puso serio a la vez que levantaba las cejas para indicar la resignación que le embargaba – Lo mismo que el otro día en la librería de la calle Goya, pero esta vez con los padres.

-¿Más chicos de esa red? – preguntó una sorprendida Carmen sin intentar disimular que sabían lo que había pasado en la charla de Jorge.

-Compras. Señora que se acerca a ellos y les ofrece comprar un niño. Una cantidad indecente de dinero a cambio, claro. Y niños atormentados. Pero como esas parejas estaban desesperadas, era ya la última bala, aceptaron. Y parece ser que al menos en estos casos, se desarrolló un autentico sentido paterno-filial. La abuela del chico fallecido en accidente, estaba compungida mientras lo contaba. Y los otros se mostraban solidarios y preocupados por la suerte de sus hijos.

Fue Carmelo el que les hizo un resumen de lo hablado en la mesa. Javier y Carmen le escucharon con atención.

-Voy a llamar a Thomá. – dijo Carmen levantándose del sofá y yendo a sentarse un poco apartada, en una de las butacas del rincón de Jorge y Carmelo. – ¿Eloy me has dicho que se llama el chico fallecido?

-Lo único es que no sé el apellido – Carmelo miró a Jorge.

-Si lo han dicho, no me he quedado con él. Lo siento. – aseveró éste.

-¿Y de verdad os han comentado lo de los órganos? ¿Qué el faltaba un pulmón y un riñón?

-Pensaba haber preguntado a la abuela más detalles. No me ha parecido bien interrumpirla. Luego todo se ha precipitado. Coméntale a Álvar si está con ellos.

-De todas formas, es un poco loco … no me viene el concepto adecuado … pero …

-Desfachatez. Ese es el concepto que buscas – le apuntó Jorge – Una organización que te ofrece chicos para comprar y te los vende hechos una mierda. Y te dice: pero eso da igual. Suelta cinco millones de nada por ellos. Y luego, espera un año por si nos apetece que nos pagues otros cinco, o si no, lo hacemos público. A lo mejor esperaron un año para extorsionarlos por si se morían antes.

Javier se sonrió y asintió con la cabeza.

-Lo peor no es eso que contáis. Los órganos, los trasplantes, las anemias, roturas de huesos mal curadas … desnutrición … Y lo sabéis – empezó a hablar Martín. – Lo peor es el coco.

Martín se señaló la cabeza con un dedo. A Jorge le llamó la atención ese gesto. Era el mismo exactamente que el chico de la barandilla y el mismo de Saúl. Y también se lo había visto a Carletto. No era la forma habitual de indicar que estás loco o “pallá”. Simulaba casi una pistola a punto de ser disparada en la sien. Faltaba el gesto del dedo gordo simulando apretar el gatillo.

-Eso, no se arregla. Para nada. Vi a ese chico de la charla. – siguió explicando Martín – Fue … sentí como si de repente tuviera que sostener sin ayuda una enorme roca de una tonelada de peso, sobre mis hombros. Eso fue lo que me dejó grogui. No me lo pude quitar de … del ánimo. No es que le diera vueltas al coco, pero me sentía como si de verdad fuera por la calle con ese peso. Y en el restaurante igual. Y luego en la ducha, en casa, fue como si … de repente se me hubieran acabado las fuerzas y me … me quedé ahí, aplastado. Esa roca me había vencido y me había aplastado contra el suelo. Literal. Me apoyé en la pared y me resbalé por ella hasta llegar al suelo y quedarme completamente dormido. Me quedé sin fuerzas.

Jorge y Carmelo se miraron. Éste levantó las cejas. Parecía preocupado.

-Tienes que tener cuidado, hermano. Te pasó en casa y estábamos nosotros. Pero ¿Y si te pasa en ese hostal de mala muerte y solo? Te quedas a merced de cualquiera.

Martín se quedó mirando a Carmelo.

-No creo que me encuentre con chicos así. Todos los días quiero decir. Eso de ayer no me había pasado nunca.

Jorge carraspeó.

-Vale, tío, el otro día en la cena. – reconoció Martín, – Pero no fue lo mismo. Luego estuve con Raúl y Arturo en la Hermida 3. Y guay. De todas formas, tranquis. Cuando volvamos de Concejo con lo de mis viejos, me traslado a vuestra casa, como quedamos – se quedó mirando a Jorge.

-Flor me ha dicho que ya te han preparado tu habitación en la otra casa. Pero tienes la tuya de siempre en la nuestra a tu disposición. Carmelo te ha pasado algo más de ropa y te la ha colgado en tu armario.

-Vale. – Martín parecía contento con las noticias. Eso tranquilizó a Jorge que supo que no iba a necesitar convencerlo de nuevo. – Y la semana que viene te registro dos largas de esa carpeta. Ya he llamado a Amancio. Y a tu imprenta.

-La madre que te parió. Te quedas con todo lo que ves. – Carmelo lo miraba asombrado.

-Lo que se refiera a la gente importante, sí.

-Están investigando la muerte de ese chico. – dijo Carmen volviendo a sentarse al lado de Javier. – Como os comentó la abuela, no les cuadra nada. Y confirma lo de los órganos. Eso …

-Eso nos amplía la gama de productos o servicios que ofrece esa red. Pero eso requiere de una infraestructura. Y además, de profesionales contrastados. – razonó Javier. – Porque es de suponer que si venden pulmones, riñones … venderán hígados y corazones.

-Eso supone muchos chicos muertos por la causa. – resumió Jorge.

-Y Thomá ha ampliado su petición de protección a esa mujer, la abuela de ese chico y a la otra amiga de la madre del embajador. – apuntó Carmen.

El comisario se quedó en silencio. Pero ninguno quiso comentar nada. El gesto de su rostro indicaba que estaba pensando decir algo. Carmen sabía que no estaba pensando lo que decir, sino como decirlo.

-¿Desde cuando conocéis al embajador?

Javier lanzó la pregunta sin un destinatario claro. Aunque enseguida fijó la vista en Jorge. Carmelo se adelantó y contestó él a la pregunta.

-Lo conocí yo primero. En París. Hace años. Sería poco después que empezáramos a tratarnos Jorge y yo.

-¿Por esa película que has dicho antes? – fue Carmen la que preguntó esa precisión. Sabía que tanto en Jorge como en Carmelo, su medida del tiempo era un poco indeterminada. Solían equivocarse bastante a la hora de situar sus recuerdos en el pasado. Con una referencia externa, podría buscar el dato y centrarlo.

-No, no. “Puis. L’aube est venue” fue en el 2017. Lo conocí en el 2014 ó 2015. Rodando “La famille brisée”.

-¿Y como fue?

-En una fiesta. Se me acercó. No recuerdo ninguna cosa especial.

-Ya conocías a Jorge.

-Sí. Eso… creo que fue en nochevieja del 2012.

-¿No fue en la de 2013?

-Pues la verdad, ahora que lo dices … no estoy seguro.

-¿Te preguntó por Jorge?

Carmelo se quedó pensando.

-Ese día no. Nos volvimos a encontrar en la fiesta fin de rodaje de la película. Ahí sí, me preguntó por él. Y se lo presenté.

-¿Estabas en esa fiesta? – esta vez, Javier dirigió la pregunta a Jorge.

-Sí. Estaba. Pasé un par de semanas en París. Estaba de promoción y tenía varios compromisos en televisiones y algunas firmas de libros. A algunas me acompañó Carmelo. Yo fui a los últimos días de rodaje y a algunas de las fiestas.

-O sea que en el rodaje de “la serie”, no fue la primera vez que conviviste con Carmelo.

-No. En “la serie”, fue la primera vez que pasamos seis meses conviviendo. Antes Carmelo me acompañó en una gira que hice por América. Él rodó en Estados Unidos una publicidad de Calvin Klein, mientras yo hacía promoción allí de una reedición de un par de mis novelas. Luego me acompañó por una pequeña tournée por varios países, Méjico, Colombia, Chile, Argentina. En alguno de esos países Carmelo no había estado y aprovechamos para hacer turismo de la mano de algunos amigos. Y algunos viajes de promoción más cortos, nos hemos hecho compañía. Tanto de él como míos.

-¿Por qué eso no lo tiene nadie presente?

Carmelo se sonrió. Fue él el que contestó.

-Esos viajes son para lo que son. Quiero decir, el tiempo está muy medido y controlado y las apariciones públicas están muy preparadas. Y porque en esos países, a Jorge no le hace sombra nadie. Yo era uno más de su séquito. Su fama no tiene parangón posible.

-Carmelo quiere decir que fue en modo camuflaje. Ha sonado como si fuera disfrazado, no era así. No hizo nada para tener protagonismo, a eso me refería. En el hotel, me daba masajes y me servía de almohada para que me relajara. Aquellas firmas fueron multitudinarias. Si algunos comentan la firma que tuve en la Feria del Libro del 19, casi seis horas firmando, pero la de Medellín y la que se pudo celebrar en Buenos Aires … fue algo espectacular. Allí no me podía detener a hablar con nadie. Era casi coger el libro, rubricar, y una foto. Tuve que subirme a un escenario para decir unas palabras a los que no pude firmar. Para que se quedaran contentos. Era imposible atender a todos. Me dolía todo el cuerpo y apenas me mantenía de pie. No podía mover la muñeca ni abrir los dedos del todo. Me fui apoyado en el brazo de Carmelo. Pero apoyado de verdad. Me tambaleaba como un borracho. Estuvo una hora dándome masaje en la habitación del hotel, y dándome de beber como si fuera un niño. No podía mantener el vaso en la mano. Sujetarlo, vaya.

-Pero si es que a veces me sacas de quicio, escritor. Nadie me miraba en sus actos. – explicó de forma vehemente a Carmen y Javier – No es que fuera con gorras y gafas de sol, o me pusiera pelucas o me escondiera. En algunas firmas me senté a su lado. Todos iban a verlo a él. En Argentina hubo un problema en un centro comercial por aglomeración de personas que fueron a la firma. Se tuvo que suspender. La policía era incapaz de controlar ese maremágnum de gente. Luego, al día siguiente, Jorge fue a ver a los heridos en el hospital. Estuve a su lado todo el tiempo. Nadie me pidió un solo autógrafo, ni una foto. Y en la prensa, sí hacían referencia a mí pero te lo juro, y guardo algunos periódicos para demostrarlo: era como si hablaran de su perro.

-La gente a veces se entera de lo que quiere. El otro día en Espejo Público Carmelo dijo claramente que no se había casado nunca, ni con Cape ni con nadie. El noventa de la gente, no se ha dado por enterado. Entre ellos, Cape. Los comentaristas de las teles y las radios, siguen echándome en cara que estoy rompiendo el matrimonio de Carmelo y Cape. En esos actos de los que habla Carmelo, todos los asistentes iban obsesionados con que les firmara un libro. No veían nada más.

Volviendo al embajador … Entonces Carmelo, ¿se lo presentaste?

-Sí. Entonces era embajador en Ucrania. Estaba en París por unas reuniones de los embajadores de la zona en su Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso me contó al menos.

-Me imagino que el embajador era un fan de tus libros – dijo Carmen.

-Pues sí. Y a partir de ese día, fuimos intercambiando mensajes y nos encontramos varias veces. Cuando vino destinado a Madrid, enseguida me llamó y le enseñé algunos sitios no solo de Madrid. Fui con él a Sevilla, a Málaga, Valencia, Bilbao, León, Burgos …

Jorge hizo amago de preguntar a qué venía ese interés por el embajador, pero no se atrevió a hacerlo por si Javier o Carmen hablaban de su excursión por los pasillos de servicio de la embajada para salvar a Galder.

-De repente, vuestro amigo aparece en todos los fregados. – parecía que Carmen había interpretado las intenciones de Jorge y le contestaba a la pregunta no dicha en voz alta. Jorge levantó las cejas y miró a Carmen fijamente. Ella siguió explicando:

-Ese affaire de la embajada con esas llamadas del amigo Mendés. No hemos logrado determinar con quién habló. Nadie parece conocerlo allí. Algunas cosas que ocurrieron en la recepción de hace unas semanas y que no ha acabado de aclarar su servicio de seguridad. Resulta que fomenta un curso en Madrid, que solo puedes dar tú en la Universidad Jordán para alumnos franceses. Un curso elitista, caro de cojones. Sus amigos del alma, compran niños de la trama que nos interesa. Casualmente organiza una comida para que los conozcas. Y de nuevo, casualmente, la inteligencia de la Gendarmería avisa de un peligro inminente para esos dos matrimonios y la abuela de ese Eloy y para vosotros.

Javier hizo una mueca para indicar que era todo muy raro.

-Nunca he pensado nada raro de él. Es cierto que me buscó él en aquella fiesta de París y que luego ha sido él el que digamos ha insistido en mantener el contacto. En esa época no hacía nada por … no era demasiado sociable. Con Carmelo, Martín y Quirce, mi hermano y sus niños, Jorgito, pocos más … me bastaba. Pero tampoco … me ha sacado temas escabrosos. No sé.

-Mi madre tampoco te los ha sacado – dijo Martín. Jorge se incorporó para observarlo, pero Martín procuró que no le pudiera ver la cara. Y aunque esperó que añadiera algo más, eso no ocurrió. Aunque el comentario había sido lanzado con toda la intención. En ese momento, fue cuando Jorge de verdad, empezó a pensar que a lo mejor, debía revisar en su cabeza todos sus encuentros con el embajador. Le preocupaba esa analogía que había hecho Martín sobre su madre y el embajador.

-Ha habido un detalle … ¿Te has fijado en como miraban a veces las mujeres a Damien? – apuntó Carmelo.

-Sí, es cierto. Ellas me parece a mí que no estaban de acuerdo con algo. He pensado que había algún tema que ellos por ser amigos del Lycée no lo tenían en cuenta.

-Y si ha sido ha sido cuando, al confesar el precio del curso, han dicho eso de “gastos, trámites y algo más”. ¿Y si el embajador ha cobrado por las gestiones?

-¿Una mordida? – Carmen había enarcado las cejas. No se esperaba esa posibilidad.

La primera intención de Jorge había sido la de contradecir las afirmaciones de Carmelo. Pero hubo de reconocer que era posible que estuviera en lo cierto. Esos gestos de enfado, porque era eso, se produjeron en el momento de los dineros. Y si esas mujeres que nadaban en la abundancia, parecían enfadadas, esos gastos de tramitación y demás, debían haber sido cuantiosos.

-No tiene por qué ser nada, JorgeJavier intentaba quitarle importancia a sus preguntas, se había percatado del cambio en la actitud del escritor. – Pero comprenderás que todos los que se os acercan en estos momentos o lo hicieron en el pasado venciendo tu falta de sociabilidad … no podemos dejar de preguntar.

-Ya, sí, no sé … me ha sorprendido, nada más. – Jorge se removió inquieto en su asiento.

-¿Algo más nos quieres contar? – le preguntó Carmen a Jorge.

-¿Algo que quieras preguntar en especial? Como estáis tan preguntones …

-¿La exhibición de la disco?

-¿La exhibición de hoy del Intercontinental? ¿Con quién compartíamos local sin saberlo, al que queríais decir: ¡vamos a por todas!?

Javier se echó a reír.

-¿No te han convencido nuestras razones?

-¿Las razones para sacarnos de allí? No lo sé. No puedo opinar. La forma en lo que lo habéis hecho … ha sido un show. Eso solo se hace cuando quieres mandar un mensaje claro. Lo único que me falla es el o los espectadores a los que iba dirigido. Solo sabéis vosotros si eran ciertas o si os lo habéis inventado lo de los peligros inminentes, porque además queríais por alguna causa, tener excusa para hablar con el embajador y sus invitados. O quizás queríais por alguna razón, interrumpir la reunión. Habéis comentado que está Álvar con ellos. Es curioso que os hayáis venido a vernos a nosotros y le dejéis a él al embajador y a influyentes miembros de la nobleza francesa a parte de manejar un suculento fondo de inversión de miles de euros de capital.

-¿Miles?

-Perdón, miles de millones.

-La madre que te parió …

-No me llevo muy bien con ella – respondió Jorge.

-Tío, no te llevas nada. Y eso que insistía de pequeño en tener una abuela. Pero no me diste placer. – se quejó Martín.

Carmelo se echó a reír.

-Esto sí que es un giro de guion. – Carmelo miraba a Jorge y a Carmen alternativamente. Decidió centrarse en la última afirmación de Martín, ya que parecía que todos querían rebajar la seriedad de la conversación – ¿Te tengo que recordar tu encuentro con ellos el otro día? – Carmelo le miraba sorprendido. Ese “olvido” era muy propio de Jorge, pero no se lo esperaba de Martín. Aunque en seguida apareció en su mente la posibilidad de que Martín lo hubiera hecho a posta con la misma intención que tenía él ahora, rebajar la seriedad de la entrevista. – ¿Te tengo que recordar todo lo que te llamaron en cinco minutos?

-Na, deja. Yo que quería seguir haciéndome la víctima …Martín puso su mejor gesto de broma. – He de reconocer que tus viejos tienen un buen repertorio de insultos, tío.

-Que todo esto de mi madre no te despiste Javier. – le recordó Jorge. No parecía conforme con el cambio de conversación propiciado por Carmelo y Martín.

-Que no te despistes Jorge, que yo he preguntado antes. Hasta donde nos cuentan de ti, lo de las discotecas, para observar a la gente que habita la noche, vale. Llevando a un grupo de amigos, el que menos con cinco millones de seguidores en redes, Álvaro que debe tener del orden de cuarenta millones, Mario, parecido, Ester, otros cuarenta…

-Ester tiene más. Casi cincuenta – aclaró Carmelo.

-Yo el contra punto. Cien mil. – confesó Martín. -¡Qué vergüenza! Bajo mucho la media.

-Pero el resto de tus fans están en las redes de Carmelo, tu hermano mayor – bromeó Jorge. – Y a través de sus redes te siguen a ti.

-Tampoco las haces ni caso – le reprendió Carmelo.

-Eso es cierto. Cuando sea más cotizado, buscaré alguien que se encargue. A mí me da pereza.

-Eso lo ponemos en marcha ahora mismo – le dijo Jorge.

-¿Tú?

-No. Pero voy a poner a alguien con las mías, se puede encargar de las tuyas. Si me dejas.

-¡Ah! ¡Guay! Pero te advierto que no tengo un chavo …

-Me ofendes sobrino …

-Que conste que me he dado cuenta Jorge que no me has contestado – se rió Javier. – Que Carmelo y tú no necesitáis verbalizar para comunicaros, estábamos informados. Veo que hay que extender eso a Martín. Menudo cómplice te has echado. Hasta vestís igual. ¿Quién ha copiado a quién?

Jorge se echó a reír.

-He de confesar que yo a él. Él se ha vestido antes.

-Aunque a mí me sienta mejor la camiseta – bromeó Martín. – Son de “La Casa Monforte”. Las estrenaron Álvaro y mi tío en Pasapalabra.

-Si quieres te llevo la cuenta de las veces que no me has contestado tú. O tu equipo. – Jorge volvió al tema que les ocupaba – Y por lo que llevo visto, tú con Carmen tampoco es que necesitéis deciros nada de palabra. Ni siquiera miraros. Sabéis perfectamente lo que piensa el otro. Y seguro que con Olga os pasa lo mismo. Y me da que con Matías, al que solo conozco de saludarlo el día que presentaste a Sergio a todos, por mucho que habléis de que su carácter de que se lleva fatal contigo, Javier, todo pura comedia, y seréis los cuatro mosqueteros. Uno para todos, y todos para uno. Y sin abrir la boca, que entran moscas y para qué, si con sentirnos, ya sabemos lo que hay.

Carmen se lo estaba pasando en grande. Se había descalzado y había doblado las piernas a lo indio.

-Esto se está convirtiendo en una competición de zascas – bromeó divertida. – Me gusta.

-Zascas… – tomó la palabra Carmelo, que sonreía – lo único que estamos haciendo, entiendo, es corroborar lo que todos ya sabíamos. Que nos queremos. Que vosotros dos tenéis un pasado juntos, que lleváis muchos años en los que no solo trabajáis sino que sois fundamentales en la vida privada del otro. Solo hace falta veros como os miráis. Que Martín cuando llama tío a Jorge, lo dice porque es la forma que encontró de pequeño para comunicar a todo el mundo que Jorge era fundamental en su vida. Que lo quería. Y eso parece que solo lo indicas con una figura que haga referencia a la familia. Martín y yo … nuestro parecido físico que no os despiste: nos queremos como si de verdad fuéramos hermanos. Tenemos Jorge y yo una discrepancia para el reparto de “Tirso”. Jorge quiere que Martín haga de Tirso joven y yo me encargue del personaje en la segunda parte de la novela. Eso lo hace porque a parte de que los dos tenemos facilidad para el lenguaje corporal y no sería problema crear una forma de moverse al personaje común para las dos etapas, es que ya eso … lo hacemos en nuestra vida particular. Tenemos gestos parecidos, muecas exactas …

-Y a veces hasta vuestra voz suena igual. – apuntó Jorge.

-Eso ya sabes que los afectados somos los únicos que no podemos opinar. Yo cuando hablo, no me escucho de la misma forma que lo hacéis los demás. Nos pasa a todos. Por eso nos sorprendemos cuando escuchamos grabada nuestra voz.

-¿Y por qué quieres que el papel … dividirlo en dos? – le preguntó Javier.

-Porque es un personaje duro. Y creo que la parte de Tirso joven, podría afectar a Carmelo. Y creo que Martín será capaz de … poner distancia entre personaje y actor. Y porque el físico de cada uno daría más credibilidad al personaje. Martín es un poco más bajo y no es tan ancho de espaldas como Carmelo. Da mejor el pego de ser un adolescente. Y al tener esas diferencias físicas, y tener en cambio esos rasgos faciales tan parecidos, mostraría la evolución del personaje en el tiempo.

-Y en caso de no hacer de Tirso joven … – preguntó Carmen.

-Martín se ocuparía de Hernando.

-¡Joder! Un mamón con pintas. ¿Y tú que opinas? – le preguntó Carmen a Martín.

-Me gusta cualquiera de las dos opciones. Y tampoco me importaría Juan. Alguna vez lo habéis barajado. Porque para Hernando a Jorge le gustaba Álvaro.

-Pero si haces de Tirso joven tendrás como … aparecerás antes en los créditos. Tendrás mucho más protagonismo. Puede ser un papel importante en tu carrera.

Martín se encogió de hombros.

-Eso me da igual, Carmen. Trabajar en Tirso, con Carmelo de compañero de reparto y otros amigos como Mario, o Jose, Miguel, Mariola, Ester… Álvaro, con mi padrino dirigiendo … y haciendo la primera adaptación de una de las novelas de mi tío Jorge … lo demás me da igual.

-Y Jorge y yo – Carmelo quería acabar su exposición – creo que desde el principio que nos conocimos, la gente cuando nos veía se daba cuenta que había algo, que nos queríamos. Esa famosa frase de “Que buena pareja hacéis, deberíais ser novios” lleva muchos años persiguiéndonos. Casi desde el día siguiente de conocernos.

-Lo sabemos casi todo el uno del otro. Somos nuestra memoria. Él la mía y yo la suya.

-¿Quieres más chocolate, Carmen? – Martín hizo amago de levantarse del suelo para atender a la comisaria.

-¿Hay? Es que me ha encantado. No sé que le has echado … pero si lo tienes hecho. No quiero molesta r…

-Es secreto. Si te lo cuento, Carmelo me mata. Tranqui, tengo una jarra entera. Solo es rellenarte la taza. ¿Javier?

-Pues ya que lo dices, no me importaría repetir, no. Y voy a aprovechar y coger otro trozo de esta tarta de queso. Felicita a la vecina. Está riquísima.

Jorge le tendió su taza para que le trajera más. Martín se levantó de un salto y fue a rellenarlas. No tardó porque tenía la jarra isoterma llena, no había mentido al decirle a Carmen.

-Cuéntanos por qué quisiste decir: ¡Aquí estamos nosotros, rodeados de amigos! Sabes que la foto tuya mirando al público con Carmelo rodeándote con sus brazos por detrás, con una copa que compartíais, se hizo viral en minutos. Vídeo, quiero decir. No era foto, era vídeo.

-Martín anda, acerca unas servilletas.

-Perdón se me han olvidado – dijo volviendo a la cocina y trayendo un montón de servilleta de papel. Le tendió una a Javier que acababa de comerse con los dedos una porción de la tarta.

-Era muy tierna esa secuencia. – dijo Carmen sonriendo. – Bailabais abrazados y bebiendo del mismo vaso. Y os mirabais de una forma …

-Ni nos dimos cuenta – soltó Jorge con su mejor cara de inocente. Javier no tardó en soltar una carcajada. Jorge no tuvo más remedio que sonreír y relajarse y reconocer con un gesto que eran conscientes en todo momento de la repercusión que iba a tener ese gesto de ellos.

-Nos levantamos todos los días con bulos sobre si estamos muertos. En esa discoteca llegó a mis oídos que se reúnen a veces “buenos amigos míos”. Están esas amenazas que enviaron a Carmelo al rodaje. “No os caséis”. Os juro que no soy muy proclive al matrimonio. Pero solo por eso, tengo claro que nos casaremos. Si Carmelo me acepta claro – bromeó Jorge. Carmelo le respondió dándole con un cojín que tenía al lado. – Volvíamos de casa de un amigo y … se me ocurrió. A la Dinamo iba mucho Carmelo. Así que al llegar, después de velar el sueño de Carmelo durante un par de horas, que estaba matao por el rodaje, lo preparé todo. Tuvimos suerte que tenemos amigos que rompen sus compromisos si les llamamos y nos fuimos todos para allí.

-Pediste hasta vestuario.

-Fernando me hizo ver que ellos iban a desentonar. Y ellos eran parte fundamental de la performance. Y los coches … fue el toque. Fernando y el resto de vuestros compañeros se encargaron de pasar las luces a los coches de alquiler. Iban incluidos conductores, así que solo teníamos que encargarnos de hacer nuestro papel y que se nos viera.

-Fue guay, porque en cuanto llegamos y los porteros abrieron las puertas de los coches y apareció mi tío y detrás se bajó Carmelo, la gente de la discoteca se puso hasta nerviosa. ¿No os disteis cuenta? Y cuando al final se bajó Álvaro a la vez que Mario lo hacía del coche de detrás y Ester del de delante … los gritos de la peña … las carreras de los porteros y los de seguridad de la disco … Uno, que parecía medio el encargado de puerta habló por su interfono. Salió más personal para hacernos pasillo. Tardamos en entrar.

-Os regodeasteis al salir de los coches. – se jactó Carmen – Sabes como provocar expectación – dijo dirigiéndose a Carmelo.

-Esto sí que es un giro de guion. – Carmelo miraba a Jorge y a Carmen alternativamente. Decidió centrarse en la última afirmación de Martín, ya que parecía que todos querían rebajar la seriedad de la conversación – ¿Te tengo que recordar tu encuentro con ellos el otro día? – Carmelo le miraba sorprendido. Ese “olvido” era muy propio de Jorge, pero no se lo esperaba de Martín. Aunque en seguida apareció en su mente la posibilidad de que Martín lo hubiera hecho a posta con la misma intención que tenía él ahora, rebajar la seriedad de la entrevista. – ¿Te tengo que recordar todo lo que te llamaron en cinco minutos?

-Na, deja. Yo que quería seguir haciéndome la víctima …Martín puso su mejor gesto de broma. – He de reconocer que tus viejos tienen un buen repertorio de insultos, tío.

-Que todo esto de mi madre no te despiste Javier. – le recordó Jorge. No parecía conforme con el cambio de conversación propiciado por Carmelo y Martín.

-Como yo – dijo Martín. – También empecé a los nueve.

-Lo que pasa es que te dio el siroco y lo dejaste. Y me jodió, porque ibas a hacer un papel conmigo y al final el actor que lo hizo … no hubo química.

Sus viejos eran remisos a que trabajara contigo. Le dabas repelús. Se lo oí comentar a alguien. El chaval estaba acoquinado.

-Pues ahí se acabó su carrera de actor. Que le de las gracias a sus padres.

Martín se encogió de hombros.

-Eso fue lo único por lo que luego me arrepentí: por no hacer esa peli contigo. Por lo demás, tú sabes lo que pasó. Cero ganas de hacer cine. Y mira que mi viejo me ha dado la brasa. Lo quiero mogollón, pero no. Sigue Carmelo.

-Dimos tiempo a los que estaban en la cola para entrar, primero para que supieran quienes éramos. Y después para que nos grabaran con sus teléfonos. Era improbable que entre todos los que íbamos, ninguno fuera el ídolo de alguno de los que estaban esperando a entrar. Cada una de esas personas grabó a uno de nosotros y lo subió a sus redes.

-Pero es que los de la disco – retomó Martín – cuando entramos, estaban echando de los reservados principales a los que estaban para dárnoslos a nosotros. Alucina. Y había gente de la tele y futbolistas.

-O sea que os consideran VIP de primera. – comentó Carmen.

Jorge hizo una mueca.

-No sé si de primera. Pero alguno de los socios es amigo. Y parte del personal nos tiene aprecio.

-Eso es lo que no entiendo – dijo Javier casi en tono enfadado. – Resulta que cuanto más sabemos de ti, Jorge, o de ti, Carmelo, aparecen amigos o “colegas” hasta de debajo de las piedras. Hasta protectores misteriosos. Y en cambio, seguís con esa fama de violentos, de malencarados, de agrios … la gente os ve entrando en los sitios y os aplaude. Como el otro día en Barquillo, en la puerta de ese hotel. O en la disco.

-Martín lo resumió muy bien en la charla del otro día. – explicó Jorge.

Martín les hizo un resumen de lo que había dicho en la charla.

-Pero eso da alas a los que prefieren ponerlos a parir. Hay mucha peña que les tiene envidia porque son buenos. Y por mucho que lo intenten no pueden brillar en pantalla como Carmelo ni pueden escribir algo que pueda ser considerado un relato medianamente pasable. Y Jorge es capaz de escribirte 40 en un día poco productivo.

Llamaron a la puerta.

-Voy – dijo Martín levantándose.

-¿Esperamos a alguien? – preguntó Jorge a Carmelo, que hizo un gesto negando.

-Anda, si estáis aquí.

Era Kevin. Su expresión de sorpresa había sido a causa de encontrar allí a Carmen y Javier. Jorge se levantó a abrazarlo.

-¿Pasa algo? – dijo Carmen mirando el teléfono.

-Os iba a escribir ahora. Pensaba que estabais en la embajada. Álvaro.

Jorge, Carmelo y Martín se pusieron en tensión.

-¿Nuestro Álvaro?

-Sí. Le han agredido en su casa. Menos mal que la patrulla de la ciudadana que se pasaba cada media hora ha llegado a tiempo.

-¿Está bien?

-Está vivo. Han intentado marcarle la cara, pero parece que sus clases de defensa para algún papel le han servido para evitar que lo consiguieran. Pero la casa … venía por si queríais acompañarme. Está muy afectado.

-Vamos sí – dijo Jorge. – Vosotros quedaros aquí. – les dijo a Martín y Carmelo. – Tienes que preparar el viaje a Concejo. Me quedaría más tranquilo si te quedas a dormir aquí hoy – le dijo a Martín. – Mañana haces el paripé con tus padres … te quedas de amo y señor de la casa. Puedes traerte a tu ligue futbolista.

-Sí, guay. Me quedo aquí hoy. Tranqui. Pero lo de Concejo es pasado. ¿No Carmelo?

El aludido afirmó con la cabeza.

-Pero vamos, si quieres nos vamos tú y yo a no hacer nada. Escritor, a no hacer nada. Escúchame bien: no hacer nada.

-Bueno, me dejarás escribir un poco.

-Según te portes. Pero nada de ir a ver a no sé quien ni hacer pesquisas ni preguntas ni nada. Pasear, dormir y comer.

-No me parece mal plan.

-Yo me quedo aquí – dijo Martín sin que nadie le preguntara.

Jorge intuyó que le había dado una idea a Martín y que iba a seguirla.

-Venga, nosotros te acompañamos – dijo Carmen. – Voy a ampliar la vigilancia al resto de vuestros amigos.

-¿Él está bien? – preguntó Martín.

Kevin hizo un gesto con la cara que si pretendía ser tranquilizador, no lo consiguió.

Roberto pidió unos emparedados para que Carter recuperara un poco las fuerzas al acabar su declaración. Roberto había sido muy comedido en las preguntas. Ese hombre altanero y prepotente que había aparecido en el Yard con una hora de retraso y creyéndose el Rey del mundo, se había desmoronado poco a poco al ser consciente de que el mundo en general, y la policía española, y por ende, al británica, conocía de sobra la manipulación a la que había sido sometido por su profesor de violín.

Hacía meses que sabía que la historia que vivió mientras Mendés fue su “maestro” no era como él creía que había sido. Las noticias de los vídeos le abrieron a escuchar los testimonios de otros afectados con menos suerte que él y a los comentarios que abundaban en el mundo de la música. Escuchaba y callaba. Aunque hasta ese momento, ni siquiera había querido escuchar. Algún programador, al ver su currículum le había dejado caer alguna indirecta que Carter había obviado. Esas indirectas no cayeron en saco roto, sino que permanecieron en el ánimo del músico esperando el big bang perfecto que hiciera estallar todo por los aires. Eso fue cuando recibió en su móvil un enlace desde un número privado. Y ese enlace le llevó a una nube en la que pudo ver uno de sus “momentos de amor” con el “maestro”. Al alcance de cualquiera que tuviera dinero para pagarlo. Por eso había retirado ese curso de su currículum. Aunque ya todos en el mundillo musical sabían. Antes de eso, lo había ido pregonando con orgullo: “Maestro del violín extraordinario”, lo calificaba Mendés en el certificado que le entregó al final.

No habían cortado su trato, aunque ahora era …  era a distancia. La pandemia ayudó mucho. Le propuso asistir a alguna “reunión” de la “Logia” en Londres. Eso fue antes de que encontrara ese vídeo. Luego llegaron otros. Algunos los tuvo que comprar para poder verlos.

Y aunque en un principio esa invitación había pensado en aceptarla, en el último momento se arrepintió. Pretextó una enfermedad para no ir. En la siguiente invitación que recibió había un comentario añadido al final, casi en letra pequeña que venía a decir que sería bueno que “asistiera con la mente abierta para mejorar su carrera musical que no acababa de despuntar”.

Eso hirió su amor propio. Aunque no dejaba de ser una verdad absoluta. Y tampoco le hizo cambiar de opinión. Rompió el tarjetón de la invitación y lo tiró a la papelera. Aunque tuvo un arranque y recogió los trozos y los guardó en un cajón de su escritorio, que se podía cerrar con llave.

Luego llegaron los vídeos. Los otros vídeos. Los vídeos en las fiestas de esa “logia masónica”, como lo llamaba eufemísticamente el profesor Mendés. En ellos, salían algunos compañeros a los que se vejaba y se humillaba. Y él participaba. Toda su preocupación se centró en conseguir que su familia no se enterara.

Carter masticaba despacio sus emparedados. Roberto le dejó solo con sus pensamientos. Dídac le anunció en un mensaje que estaba subiendo en el ascensor. Fue a su encuentro. A parte de que le apeteciera abrazar al músico y actor, le intrigaba el anuncio que le había hecho de que iba acompañado de una sorpresa en forma de amigo.

Llegó a tiempo de verlos salir del ascensor. Roberto abrió los brazos sorprendido. La sorpresa era Mark Lemon, la pareja de Olga. Se abrazó a él con alegría.

-¿No estabas en USA?

-Pero Olga no me hace ni caso. Así que me he vuelto.

-Mentiroso …  – bromeó Dídac que también se abrazó a Roberto. – ¿Y Carter?

-Ahí está.

Roberto señaló la estancia en la que permanecía. Se le veía a través de las cristaleras. Los miraba sorprendido. Seguramente, pensó Roberto, no esperaba que él tuviera tanta cercanía con Dídac. O a lo mejor había reconocido a Mark Lemon, que a la sazón, era el responsable del mayor Fondo de Inversión del mundo, a parte de venir de una mezcla de linajes de dos de las familias más importantes del Reino Unido y de Alemania.

-¿Y si te acercas a hablar un rato con él? Está derrotado – Roberto miraba a Dídac. Sabía que esas cosas no le gustaban y que normalmente era demasiado brusco para ser buena opción en esas circunstancias. Pero a la forma de ser de Carter, a lo mejor le venía bien un poco de “falta de delicadeza”.

-Dadme quince minutos. Luego os acercáis.

Le tendió a Roberto su bandolera y caminó decidido hacia allí. Carter cuando Dídac entró en la sala, sí se levantó para recibirlo, no como había hecho con Roberto. Al principio se dieron la mano, pero Dídac se sintió impelido a abrazarlo. Sería el primer abrazo que le daba a ese joven. No eran tan amigos. De hecho, pocas personas podían presumir de ser merecedoras de un abrazo de Dídac.

-¿Estás bien? – Mark miraba con preocupación a Roberto.

-Sí, no te preocupes. Ya estoy bien de lo mío. Hombre, tengo mis momentos, pero ya son anecdóticos. Llevo escuchando dos horas a ese músico … que hasta hace unos meses se creía el rey del mundo y que ha ido descubriendo poco a poco que le han engañado como a un campeón. Le han engañado, han vendido su intimidad, le ha timado, todo el que tenga dinero para pagar, sabe que tiene una marca de nacimiento en el culo. Y ha descubierto que todas las decenas de miles de libras que se ha gastado en su formación con ese Mendés, han sido trituradas por una destructora de papel: no le han servido de nada. No es mejor músico que antes, ni le ha abierto puertas.

-Yo creía que a los que daba el certificado, los programadores …

-Pues no. Todos creíamos eso. A los que Mendés pone la cruz, no se atreven a contratarlos. Pero a los que les da el certificado, tampoco les contratan. O dos de cada cien.

-¿Qué tal toca? ¿Es como ese Sergio? Olga me puso alguno de los vídeos, y es una pasada.

-Carter es bueno. Pero nada que ver con Sergio. Luego te mando un par de enlaces para que lo escuches. Sergio es … excepcional. No se puede comparar con él a nadie. Está al nivel de Nuño Bueno. Yo diría que alguna obra … el concierto de Brahms, por ejemplo … Vivaldi en general … me gusta mucho más tocado por Sergio que por Nuño.

-Vamos, ya ha pasado el cuarto de hora – dijo Mark empujando a Roberto hacia la sala.

Pero Dídac y Carter se habían adelantado e iban a su encuentro.

-Podemos tomar un té ahí al lado.

-Carter, quiero presentarte a Mark Lemon. Me parece que no te es desconocido. No dejas de mirarlo.

-Encantado Carter – Mark le tendió el puño para saludarlo.

-Mi padre habla mucho de usted, Mr. Lemon.

-¿Quién es tu padre?

-Julius Edwards. El presidente de RTP Inc.

-Hombre. No sabía. Dentro de unos días tenemos prevista una reunión. Dale recuerdos, si lo consideras. Y no le voy a hacer comentario de que te he visto, tranquilo.

-Le diré que me lo han presentado. Y que le manda recuerdos.

-Dale también recuerdos a tu madre.

-Si no les importa, les dejo. Tengo mucho que meditar.

-Vente a tomar un té con nosotros – reiteró Dídac.

-No, de verdad. En otra ocasión. Muchas gracias Roberto. Y perdona si te he ofendido en algún momento.

-Tienes mi teléfono. Llámame si necesitas algo o te encuentras mal.

-Nosotros hemos quedado para la semana que viene. Ensaya.

Carter no dijo nada más. Se dio la vuelta y caminó hacia los ascensores.

-Creo que si tenéis contacto con Jorge … según he oído es bueno con estos chicos …

-Lo es – respondió Dídac – pero no puede … se va a volver loco.

-¿No iban a crear una Fundación? – comentó Mark.

-No les da el tiempo.

-Deben buscar a alguien que se haga cargo. Y tú no me vales, Dídac. Estás igual o más liado que ellos. ¿Y Néstor?

-Es una idea. Luego le llamo desde el hotel. Hablo con Jorge y Dani. Habría que buscar a otra persona, en caso de que Néstor quiera. Dani o Jorge seguro que tienen a alguien en mente. Uno de esos chicos, por ejemplo. O tú Mark.

-No sé si podría comprometerme. En aportar fondos, que cuenten con ello. Hombre, a lo mejor con Néstor … entre los dos podríamos organizarnos. Ya pienso en ello.

-O uno de los padres que compró a alguno de esos chicos.

Mark no pudo disimular un gesto de indignación.

-Es una pena, pero … los que lo han hecho por salvar a uno de los chicos … verdaderamente los han salvado. Y les ha costado un dinero. Y problemas. Muchos problemas.

-Tienes razón. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que Olga me cuenta, me pongo de los nervios.

-Estaba pensando que ya, por la hora que es, podemos tomar un cóctel y si no tenéis otros compromisos, os invito a cenar con mis abuelos y mi tía Beatrice. Seguro Mark que hace tiempo que no los ves.

-Pues si no molestamos, por mí estupendo. Tus abuelos me caen genial. ¿Donde nos invitas?

-Al The Arts Club. Hemos quedado en poco más de una hora.

-Dejad que haga una llamada y me uno. Tengo ganas de conocer a tus abuelos. – dijo Dídac.

-¿Sabes que te van a pedir que toques el piano? Hay un piano. Lo siento, he presumido de ti y te siguen.

-Pues toco el piano. Y les tocaré en primicia un trozo de mi nueva obra. A medias con Jorge. Pero guardad el secreto.

-Vamos. Que necesito olvidar por un rato todo lo que he escuchado esta tarde. Por lo menos me has proporcionado algo en lo que ocupar la mente. ¿Qué estáis tramando Jorge y tú?

-Esperemos que Carter se serene. – Dídac pareció de repente sumido en una nube de preocupación. No había escuchado a Roberto.

-Llamo a Olga a ver si se le ocurre qué hacer.

-Y yo llamo a Carmen. No tengo confianza con Jorge para llamarlo y decirle – dijo Roberto.

-Me ocupo yo del escritor – propuso Dídac. – Le pediré perdón por meterle en danza.

-Vamos entonces.

Jorge Rios”.