La Boda en el Parque (2)

La Vicealcaldesa llegaba corriendo por la calle principal del parque. Era su hora del running, como todas las mañanas. Paró de correr para recuperar el aliento. Había hecho unas series cortas de carrera más rápida que le habían hecho perder el resuello. Cogió la botella de agua que llevaba en su cinturón de carreras y bebió un trago corto. Miró a su alrededor y vio un camión pequeño y una furgoneta del Ayuntamiento y varios operarios preparando un pequeño escenario. Le pareció también que instalaban un pequeño sistema de megafonía y otro estrado al lado con cuatro sillas y unos atriles.

No recordaba que hubiera previsto ningún acto en el parque. Y el sitio además le parecía muy extraño, con un banco justo enfrente del escenario y en medio del camino.

Se acercó a preguntar.

-Es una boda – le dijo uno de los operarios.

Eso le extrañó mucho más. No tenía ninguna noticia al respecto. Y debería tenerla porque era la encargada de distribuir esas responsabilidades entre los concejales.

Llamó a su secretario en el Ayuntamiento.

-Sí – le dijo su secretario. – Es la boda de dos hombres, aquí tengo los nombres, Gaby y… no, perdón, Gabriel e Inés son los solicitantes. Los novios se llama Juanjo y Eduardo.

-¿Y cómo lo celebran aquí? En medio del parque, con un banco y el camino… si es más bonito el Monasterio de San Juan.

-Es una historia de amor, Vicealcaldesa. Se conocieron ahí y bueno, es largo. Inés, la cuñada de uno de ellos me la contó, era una pesada que no hacía más que pedir verla a usted o a la Alcaldesa, pero…

-No le hiciste ni caso. Pero le diste el permiso y no me dijiste nada.

-Tiene cosas más importantes.

-Para ellos es importante.

-Para mucha gente, pero usted debe dedicarse a…

-¿Y quién oficia?

-El Secretario del Ayuntamiento. La pidieron a usted o a la Alcaldesa, pero les dije que no, que no ofician bodas. Ningún concejal estaba disponible. Esa tal Inés decía que conocían a la Alcaldesa. Si supiera la de gente que dice eso para verla… la gente es muy aprovechada y muy mentirosa. Pero yo les calo enseguida.

-Si que oficio bodas. Y la alcaldesa.

-Pero no ésta.

-¿Es por ser dos hombres? Parece mentira, Ernesto. Que pienses así tú… precisamente tú.

-Usted no… si quiere… – el secretario se estaba poniendo nervioso. No se esperaba esa reacción de la Vicealcaldesa.

-No hagas nada. Ya te digo luego. Ya has hecho bastante en este asunto.

Colgó a su secretario. Pero marcó de nuevo.

-María.

-Vicealcaldesa.

-Ya estamos alcaldesa. Déjate de títulos que…

-Que quieres Patricia. Por la hora debes estar corriendo. Y me parece que de repente estás de mal humor. Esta mañana estabas contenta.

-Lo estoy. Ambas cosas: corriendo y enfadada. Estoy en el parque. Y hay preparativos para una boda. ¿Sabías algo?

-Anda. Que bonito. ¿Dónde?

-En un banco.

-¡Hostias! Eduardo. No puede ser otro. ¿Y cómo no me he enterado?

-Eso me creo. No sé sus apellidos. He hablado con Ernesto que no me había dicho nada. Se llaman Juanjo y Eduardo precisamente.

-Es Eduardo Blázquez. A ese chico le tengo … te conté la historia.

-Por eso. ¿Y sabes a quién le ha endiñado mi secretario la boda?

-Al Secretario del Ayuntamiento, como si lo viera. Lo más impersonal posible. Y soso. ¿A qué hora es? ¿Por qué no me ha dicho nada?

-La petición la firma Gabriel e Inés. Preguntaron por nosotras pero Ernesto no pensó que casar a dos hombres fuera bueno para nosotras. Y casualmente todos nuestras compañeras y nuestros compañeros ediles estaban ocupados.

-Ernesto a veces es idiota. Parece mentira que él diga eso. Vale, Gabriel es el hermano de Eduardo. Pero Gaby podía…

-Me parece que mi secretario se los quitó de encima. Ya sabes cuando se pone tajante es …

-Dime la hora.

La vicealcaldesa se dirigió al mismo operario que le había contestado antes.

-¿A qué hora es?

-A la una.

-¿Lo has oído?

-Ponte de gala. Anulo lo que tengo esta mañana. Me gustaría que la oficiáramos las dos.

-Eso es lo que estaba pensando.

-Y no hagas planes para comer que nos autoinvitamos al convite. Hay confianza.

Patricia volvió a llamar a su despacho para que avisaran al secretario de que iban a oficiar la ceremonia ellas dos.

María, la alcaldesa, entró en la base de datos del Sacyl. María es médica y aunque desde que era Alcaldesa casi no ejercía, mantenía su puesto y a veces iba de refuerzo a su Centro de Salud. Buscó el teléfono de Gabriel Blázquez, el hermano de Eduardo. Se conocían desde niños. María era unos años mayor, pero eran vecinos y siempre se habían entendido muy bien. Conocía la historia de Eduardo porque además fue su médica hasta que se metió en política.

-Gaby, soy María Quiñones.

-María, que sorpresa. ¿Cómo te va? Que sepas que te echamos de menos.

-Pues yo estoy muy enfadada.

-Vaya. ¿Y eso?

-Me acabo de enterar que Eduardo se casa con Juanjo, por fin, y no me has llamado.

-No quería molestar. Lo intentamos a través del secretario de la vicealcaldesa pero…

-Ernesto es un capullo. Me va a oír cuando le pille. Pero me parece muy mal que no me hayas pedido que oficiara la ceremonia. Tienes mi teléfono y tenemos confianza.

-El hombre ese le dijo a Inés que no celebráis bodas. Y ese “secretario” no nos dio opciones, y eso que Inés se puso fuerte. Y tu teléfono, es que el que tengo no suele estar operativo.

-La boda de Eduardo es distinta. Sabes que os aprecio un montón. Y es cierto lo del teléfono. Ahora mismo he tenido que buscar el tuyo en la base de datos del Sacyl. Pero lo corregiré.

-Lo sé, María. Pero no quería molestarte. Estarás…

-Que sepas que iremos la vicealcaldesa y yo, las dos, a oficiar la ceremonia. Quería haberme preparado algo especial pero no me da tiempo. Así que improvisaré.

-Que alegría. Verás cuando se lo comente a Edu y a Juanjo. Y a Inés. Sabes que casi le pega un bofetón al secretario…

-Joder Inés, lo que ha cambiado.

-Se ha hecho militante pro Eduardo y Juanjo. Salta como una leona contra quien se meta con ellos. Es como si fueran sus hijos.

-Algo pasaría.

-Sí, pero no quiere contarlo. Hace un par de días, Guillermo se pegó en el colegio con un chico que insultaba a su tío. Nos llamó el tutor con malos modos con la intención de echar a mi hijo del colegio por pegar a un compañero. Y aunque Willy le mostró un vídeo de ese chico y sus amigos cantando una canción ofensiva hacia Eduardo, riéndose de su torpeza al andar, el tío casi manda a Willy a un reformatorio. Inés casi se lo come. Va a denunciarlo y a una de las profesoras. Por permitir el acoso y la homofobia. Lo peor es que se reían de la incapacidad de Eduardo. De su torpeza al andar. Me parece deleznable.

-De eso me encargo yo. Iré a dar una charla a ese colegio. A mi Eduardo no le falta nadie al respeto. Ninguno pensamos que iba a volver a andar. Y míralo. Debería ser un ejemplo, no objeto de mofa.

-El amor hizo milagros. Yo creo que sin Juanjo, no lo hubiéramos conseguido.

-El de Juanjo y el tuyo. Que tú no le dejaste ni a sol ni a sombra. Con lo mal que os llevabais antes del accidente. Y luego Eduardo no confiaba en nadie más que en ti para que le ayudara con sus necesidades fisiológicas.

-Nos peleábamos, pero nos queríamos.

-Bueno, no sé yo. Vuestras peleas eran de antología. Recuerda que fui medio novieta de tu hermano. Y me sé unas cuantas de vuestras agarradas.

-Pero luego siempre me defendía. Que yo pelearme con mi hermano si, pero luego, con los extraños, era un cagado. Pero ahí tenía a mi hermano que daba tortas sin que me enterara. Y siempre me lo ha negado. Ni siquiera para picarme.

-¡Ay! Eduardo. Lo que aprendí con él.

-Todos. Mi madre sigue enfadada con Juanjo por entrometerse en sus cuidados.

-Pero si tu madre está encantada con él.

-Está celosa. Pero como lo cuida tan bien, no dice nada. Pero el día que se despiste, verás la que le monta. Le quitó a su hijo herido.

-Exageras. Oye te tengo que dejar. La hora se aproxima, y tengo que ir a casa a cambiarme de ropa.

-Pero no te molestes, sí…

-Cállate, que si no, después de poner firme a Ernesto, empiezo contigo. No les digas nada. Es más… si te parece vamos a…

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