El amor que surgió gracias a una taza de té voladora. (2)

-No sé nada de ti.

-Ni yo de ti.

Al final, después de las curas, habían salido a mirar lo del colchón. Pero no llegaron a ninguna tienda del centro que estuviera abierta. Se les hizo tarde. Miraron algún escaparate y decidieron buscar algún sitio para comer.

-Te invito – le dijo Mikel.

-Pagamos a medias.

-Es para agradecerte las atenciones. Lo del agua y recoger el baño.

Al final Dorian accedió a que le invitara.

Entraron en un sitio de hamburguesas. No era un burguer al uso. Eran hamburguesas de autor y con acompañamientos distintos. Nachos, fajitas, verduras a la plancha, ensaladas de mil tipos.

-¿No habías entrado nunca?

-Ni siquiera me había fijado. – contestó Dorian que miraba el local como si fuera el museo del Prado y fuera la primera vez que entraba.

Estaban esperando a que el camarero les tomara nota. Por primera vez se hizo el silencio entre ellos.

-No sé nada de ti.

-Ni yo de ti.

-Nos hemos besado antes de conocernos mínimamente. Solo por ese niño y su madre cabrona.

-Si, resulta gracioso. No me gusta que me miren el paquete para conocer hombres y al final acabo besando a uno que ni siquiera me lo ha mirado y con el que no había cruzado una palabra aunque nos viéramos casi a diario.

-Te he mirado los ojos.

-Eso es un punto para ti, sí. Tu también tienes ojos bonitos.

-No es cierto, pero gracias.

-Es que no sé lo que son ojos bonitos.

-Va a resultar que solo sabes lo que es un paquete potente – bromeó Dorian.

-¡Qué cabrón eres! Me acabas de descubrir – siguió bromeando – No, en serio, se trata de hablar de compartir cosas, momentos. No vas a estar todo el día con la polla al aire y mientras te comes otra polla. Se trata de estar a gusto, de tener el mismo propósito en la vida.

-¿Tienes un propósito en la vida?

-Todos lo tenemos.

-¿Cual es tu propósito?

-Ser feliz.

-¡Ah! Eso.

-¿Como que eso?

-No creo en la felicidad. Eso es algo que se han inventado los autores de libros de autoayuda.

-La gente es feliz.

-¿Quién?

-Preguntemos al camarero.

-Perdona, tenemos una pregunta.

-Encantado de poder ayudaros – dijo el camarero que pasaba por su lado en ese momento.

-¿Eres feliz?

-¿Perdón?

-Que si eres feliz – repitió Dorian la pregunta.

-Si me vais a proponer un trío, ya os digo que no. Tengo pareja.

-Entonces los cuatro – provocó Dorian, recogiendo el guante que les había lanzado el camarero.

El camarero estaba francamente incómodo.

-Perdona – le dijo Mikel. – Tenemos una discrepancia sobre la felicidad y queríamos otra opinión. No es nada sexual.

-Ya, vale. Tengo que… – y señaló de forma indeterminada el resto de la sala.

No tardó en salir pitando.

-Le hemos asustado – comentó Mikel un poco divertido.

-Podemos sacar una conclusión de su no respuesta.

-¿Cuál?

-Para él la felicidad es un buen polvo. Lo único que se le ha ocurrido es que le proponíamos un trío.

-Mirado así…

Dorian se encogió de hombros mientras se echaba a reír.

-¿Tendremos pinta de pedir un trío al primero que pasa por nuestro lado? – se preguntó Mikel en voz alta. – En el mismo día una señora que no conocemos nos llama degenerados, vería el sexo en nuestros “meneítos”. Y hacemos una pregunta trascendental a un camarero que acabamos de conocer y piensa a que le proponemos un trío.

-En todo caso por tu parte. Eres más atractivo.

-Bueno, eso es porque no te valoras. Y deja de decirme que soy atractivo. Me lo voy a acabar creyendo.

Dorian hizo un gesto con la cara de incredulidad.

-Para mí resultas atractivo. Muy atractivo incluso. Tremendamente atractivo.

-A ver en qué. Yo antes te he dicho tus cualidades. Se me ha olvidado citar tus piernas. Se ven interesantes debajo de tus pantalones.

-Si al final va a resultar que no leías nada en el Jilton, solo me mirabas. Y yo que pensaba lo contrario.

-A ver lo que mirabas tú.

-Eres muy guapo de cara.

-En eso no estoy mal, no.

-El corte de pelo no te favorece. Lo llevas muy clásico. Te hace dos años mayor.

-Es el que siempre he llevado.

-Tienes que cambiarlo.

-Más.

-Eres alto.

-Menos que tú.

-Pero eres alto. Y tienes unas orejas bonitas.

-Bueno.

-Tienes una mirada de pilluelo. A veces me quedaba prendado cuando hablabas con Jose y le tomabas el pelo. Tenías un gesto adorable.

-Es que si no, Jose se lo toma todo en serio. Le cuesta coger las ironías.

-Y tu cuerpo es bonito. Proporcionado. Espaldas anchas. Tienes chicha. No eres un enclenque.

-Estoy gordo.

-Te sobran unos kilos, nada más. Pero no estás gordo. Además se te nota duro. No estás fofo.

-No estoy empalmado – bromeó Dorian poniendo a continuación el gesto ese de chufla y que a Mikel parecía gustarle tanto.

-¿Ves? Esa cara. Te la besaría ahora mismo.

-Deja, deja, que no conocemos el percal, no vaya a ser que nos echen del segundo sitio en la misma mañana.

-Pues eso no debería impedir que nos besáramos.

-También tienes razón.

Mikel se incorporó un poco para acercarse a Dorian por encima de la mesa. Éste no pudo evitar mirar alrededor por ver si alguien se fijaba. Al final se incorporó y se dieron un pico con extra de lengua.

-No ha sido tan difícil. – dijo Mikel.

-Y de momento, no nos han echado. Pero le hemos dado argumentos al camarero para pensar que estaba en lo cierto. Si nos ha visto, estará pensando en llamar a su pareja para hacer un cuatrío o como se llame.

-No nos ha dicho si su pareja es chico o chica.

-Si es chica se la dejamos para él. Nosotros nos dedicamos a él.

-¿Te ha gustado el camarero? – preguntó Mikel.

-Pues no demasiado. Aunque con esto del trío, reconozco que me ha dado morbo. Tiene la cara muy adusta, muy seria. Cuando sonríe no le pega. Y parece muy delgado. Es ancho de espaldas pero parece que está en los huesos.

-¿Has hecho alguna vez un trío?

-Nunca. ¿Y tú?

-No. No me llama.

-¿Has tenido oportunidades?

-Pues tampoco.

-¿Hubieras dicho que sí?

-Hombre, una vez si que soñé con hacerlo con un par de amigos que tengo. Con Juan y Timi. – reconoció Mikel.

-O sea que si te llama.

-Pero porque ellos tenían un morbo especial. Eran pareja en aquel momento y Juan me gustaba. Pero fue un sueño de una noche que estaba caliente y que lo zanjé con una paja bien hecha.

-Define una paja bien hecha, Mikel.

-Pues eso, bien hecha.

-O sea te agarras la polla y pasas tu mano arriba y abajo hasta que salta la leche.

-Hombre así dicho, suena a rutinario.

-Pues eso, define por favor una paja bien hecha. Quiero aprender.

-Me da palo hablar de esas cosas.

-Estamos tú y yo. Nos hemos besado cuatro veces en público. Y ahora que pienso, solo lo hemos hecho en público, en tu casa no nos hemos dado ni un suave y casto pico.

-Entonces cuando follemos, lo haremos en público. Sobre esa mesa, con el camarero mirando.

-Llamamos a la señora esa del Jilton.

-Esa no ha follado a gusto en su puta vida.

-Cada vez estás más indignado.

-Pues sí Dorian. Y será mejor que no me lo recuerdes, porque me va a acabar amargando la mañana.

-Volvamos a la paja bien hecha.

-Mira que eres… – Mikel no pudo evitar una sonrisa.

-Quiero aprender. Y antes hemos quedado que no nos conocemos. Enséñame Mikel como se hace una paja bien hecha.

-Pero podríamos empezar por si te gusta el fútbol, las series que ves que antes no me has contestado tampoco, si te gusta el teatro, si tocas algún instrumento, o por ejemplo ¿En qué trabajas? De dónde eres. ¿Y tus padres? ¿Tienes hermanos? ¿Como rompiste con tu último novio? ¿Por qué vives en una casa tan grande? ¿Por que no cuidas el jardín como es debido? O si te cuidas las manos con alguna crema, las tienes muy bonitas y suaves.

Dorian se quedó pensando unos segundos. Al final se le escapó ese gesto picaruelo y Mikel ya supo que le iba a dar una larga cambiada en forma de broma.

-Me quedo con la paja bien hecha.

-Pues tu lo has querido.

-Por fin – Dorian levantó las manos hacia el techo.

-¿Ya han pensado en lo que van a tomar?

Se había acercado sin que se dieran cuenta el mismo camarero al que le habían preguntado lo de la felicidad. Dorian y Mikel se miraron. Ni habían abierto la carta.

-¿Qué hamburguesa te gusta más? No sé como te llamas – preguntó Mikel al camarero.

-Elder.

-Bonito nombre. Dime tu hamburguesa preferida de la carta.

-Una montañesa, con queso de cabra, cebolla caramelizada, una salsa con un toque de trufa y surtido de lechugas además de unas virutas de beicon.

-Una de esas para mí.

-¿Cuál le gusta a tu pareja? – preguntó Dorian.

-La mexicana, con tomate picante, guacamole, …

-Es para mí. ¿Tu ensalada preferida?

-La César. La hacemos con unas salsa insuperable. Y mucho pollo y mucho pan frito.

-La compramos. ¿Otro entrante?

-Faltan los acompañamientos.

-Dinos.

-Verduritas a la plancha. Y unas patatas fritas. Y de entrante, unos Nachos.

-De acuerdo.

-¿Bebida?

-Pinta – pidió Dorian y Mikel hizo el gesto de dos con los dedos.

-Marchando.

El camarero se fue sin decirles nada más.

-Yo creo que no le caemos bien – bromeó Mikel.

-Ha sido por la pregunta de la felicidad.

-Estará pensando si es feliz. – propuso Mikel.

-¿Ves? Ya has hecho infeliz a una persona que se va a dar cuenta de que no es feliz.

-Trabalenguas.

-Verdad.

-Mira ya nos traen las pintas. No las trae Elder. Le hemos asustado definitivamente.

-¿Son para ustedes? – dijo el joven que había llegado a su mesa.

-Sí.

-El encargado me ha pedido que les traiga esto como aperitivo a cuenta de la casa.

Les puso un plato de mejillones en salsa.

-Tengan cuidado, pican un poco.

También les dejó un cesto con pan de torta.

-Dale las gracias al encargado – dijo Dorian.

-Y encima es el encargado. Ya tenemos un pie fuera del local – dijo Mikel mientras recolocaba sobre la mesa los platos que había dejado el camarero.

-Pues si nos echan de aquí, no pienso pagar.

-Corremos y no nos pillan.

-Seguro que nos han hecho fotos. Esto estará lleno de cámaras.

-Sonríe – Y puso cara de foto para la abuela.

-Payaso.

-En cambio tú eres muy serio, sí – le picó Mikel.

-Es cierto, me parecías muy serio cuando te veía en el Jilton – dijo Dorian.

-Porque estaba dormido.

-¿Cuando duermes no sonríes?

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Pues una pregunta. Si te duermes sonriendo es que eres un tipo alegre.

-Yo que sé si sonrío mientras duermo.

-¿No te lo han dicho tus parejas?

-Pues no. Nadie sonríe mientras duerme.

-Si sueñas, a lo mejor sí. Puedes estar soñando con un buen polvo.

-Entonces te corres, no sonríes.

-¿Te pasa a menudo?

-¡¡No!! Hace siglos que no me pasa.

-Eso es que follas mucho.

-Hace tiempo que no follo.

-Claro, como no te gustan los que te miran el paquete que son los que follarían contigo…

-No todo es follar.

-Claro, con esas pajas bien hechas de las que presumes…

-Ya estamos con las pajas bien hechas. Pues por insistir no te voy a contar nada al respecto.

-¿Te desnudas por completo?

-Nada.

-A lo mejor te gustan bajo la ducha.

-Nada. Yo callado.

-Perdón – el nuevo camarero había llegado de nuevo con los Nachos.

-No te hemos preguntado como te llamas.

-Nuño.

-Encantado Nuño, yo soy Dorian y este Mikel.

-Encantado.

-Te quería hacer una pregunta – intervino Mikel.

-No la hagas, por favor.

-¿Eres feliz?

-No sé. ¿y tú eres feliz? – repreguntó el camarero.

-Nuño, es una buena pregunta. Pero no tengo respuesta. Era por si tu la tenías y me podías ayudar a encontrar mi respuesta.

-Siento no poder ayudarle.

-Ya que nos hemos presentado, nos puedes tratar de tú – concedió Dorian. – No somos tan viejos.

-No, son jóvenes.

-¿Follarías con alguno de nosotros? – preguntó de improviso Mikel.

El camarero ahora sí, se quedó blanco y los miraba atónito.

-Vale, ya has respondido – dijo Dorian sonriendo. – Perdónanos, hemos tenido una mañana de perros y te ha tocado que nos desahogáramos contigo.

-No pasa nada. Si no les importa…

-Vete, vete.

El camarero se fue todo lo deprisa que le permitía su trabajo y la serenidad que se supone tiene que transmitir a la clientela.

-Otro que nos odia – sentenció Dorian.

-No creo que funde nuestro club de fans.

-Pues no estamos tan mal – dijo Dorian poniendo su cara de broma.

-¿Ves? Ya reconoces que no estás tan mal.

-A ver, no soy un modelo de esos. Ni tengo el cuerpo esculpido a base de dos horas en el gimnasio cada día.

-Yo tampoco ¿eh?

-Pero algo haces. Tienes el pecho y el estómago marcado.

-Corro y nado.

-Así que luego no te despiertas.

-¿Tú no haces nada?

-Antes salía a correr como tú. Por el parque.

-¡Ah! O sea que sabes que voy por el parque.

-Alguna vez te he visto.

-Si antes me has dicho que no sabías dónde vivía.

-Y es cierto. No lo sabía. Pero te he visto correr en el parque.

-Así que me has visto las piernas. Antes me has mentido.

-Sí, un poco. Es que no quería que pensaras que te espiaba o algo así.

-Yo te he dicho que sabía dónde vivías.

-A lo mejor me viste volver algún día que he salido a correr.

Mikel se sonrió.

-O sea que tú si me seguiste.

-Vale, lo reconozco. Me daba curiosidad. Un tío que no quería saber nada de mí.

-Te molo.

-Bueno, eso es mucho decir. Ya sabes…

-Sí, lo del proyecto de vida. La felicidad y esas monsergas. Lo del paquete… ¡¡Huy que me ha mirado el paquete!!

-Llegado a ese punto, deberás reconocer que me has mirado el paquete.

-Una mierda lo voy a reconocer. Te he mirado los ojos.

-Y las piernas.

-Y las piernas.

-Y el pecho antes en casa.

-Y te lo he acariciado, no te jode.

-Es cierto, me lo has acariciado.

-¿Te he puesto cachondo? – preguntó de improviso Dorian.

-Pues no. Oye, estos mejillones es verdad, pican. ¡Leches!

Mikel bebió un gran trago de su pinta.

-A ver.

Dorian cogió un mejillón y se lo llevó a la boca. Luchó por cogerlo de la concha, parecía que se le resistía.

-Pica un poco. Es que me gusta el picante. No me afecta mucho. ¡¡Joder!! Es de efectos retardados.

Y él también echó mano de la pinta y bebió casi la mitad.

-El Elder ese se ha vengado – dijo Mikel sonriendo mientras veía como Dorian bebía otro trago de cerveza.

-¿Te imaginas ahora que esos dos, Elder y Nuño nos piden el teléfono luego para hacer un trío?

-Sería de coña. El último…

-Nuño.

-Sí, ese. No me parece que sea ni gay.

-¿Elder sí?

-Sí. Yo apostaría.

-Yo creo que lo son los dos. ¿Te imaginas que sean pareja?

-Pues ya está. Tú con uno y yo con el otro.

-Me pido Nuño – dijo Dorian.

-Ya, ya, el otro no te ha hecho mucha gracia.

-Te cuesta quedarte con los nombres.

-Sí.

-¿Como me llamo? A ver si se te ha olvidado.

-Dorian García Cuesta.

-¡¡Hostias!!

-Está tu nombre en el buzón de tu casa.

-¿Y cuando pensabas decirme que te molo tanto como para seguirme y mirar el buzón mi nombre?

-Cuando me miraras el paquete.

Se miraron los dos y se echaron a reír.

-Aquí tienen sus hamburguesas.

Era Nuño el que había vuelto.

-Perdona por lo de antes. Olvida lo que te hemos dicho.

-Olvidado.

-Gracias. ¿Nos traes otras pintas? Los mejillones es cierto, picaban.

-Ya os he avisado.

-Pero no te acabamos de creer. Aunque todo fue un tema de nivel de picor.

-Os voy a traer dos vasos de agua muy fríos. Si aplacan el picor a base de cerveza, a lo mejor salís a cuatro patas.

-Te advierto – Dorian se puso serio – que antes de venir no hemos bebido nada.

-Sí, sí, me lo creo. Ahora vuelvo.

-No nos ha creído. – dijo Mikel desilusionado.

-Estamos un poco alterados, la verdad.

-Cierto. Deberíamos bajar el ritmo de la conversación y el tono.

-¿Dejar el sexo?

-También.

-Pues vayamos más despacio. Hablemos…

-De ti. – propuso Mikel.

-Si ya sabes todo. Sabes donde vivo, sabes mi nombre completo. A lo mejor sabes mi teléfono.

-Eso no y deberías dármelo, si no te importa.

-Cierto. 62……

Mikel lo apuntó en su móvil y le hizo una perdida.

-¿Están a su gusto las hamburguesas?

Esta vez era el encargado. Por primera vez le vieron sonreír. Y a pesar de los augurios de Dorian, le sentaba bien la sonrisa.

-Ni las hemos probado. Estamos liados hablando…

-Me ha dicho Nuño que los mejillones picaban. Mira, ahí trae los vasos de agua.

-¿Nos has echado picante también en las hamburguesas?

-Lo que lleva nuestra receta. – otra vez sonrió. – Espero que les guste. Si quieren que…

-¿Y no nos vas a tratar de tú? Sabemos tu nombre. Y antes nos has tratado de tú.

-Pero yo el suyo no. A Nuño se lo han dicho pero a mí no. No puedo tratarles de tú.

-Yo Dorian y mi amigo, Mikel.

-Ahora sí ya podemos tratarnos de tú.

-¿Has pensado en lo de la felicidad? – volvió a preguntar Mikel intentando hacerle ver que era una broma.

-¿En lo del trío? – contestó Elder.

-La madre que te parió. Que no queremos un trío.

-Una decepción. A mi pareja le ha surgido trabajo y os iba a decir de quedar para follar los tres.

-Interesante – sonrió Dorian mirando a Mikel que se había quedado sin respuesta.

-Nuño se apunta también.

-Ya somos cuatro.

-Nuño se ha prendado de ti – y señaló a Dorian.

-Que suerte – dijo Dorian que en este punto ya no sabía por dónde salir.

-Lástima que por raro que te parezca, preguntábamos de verdad por la felicidad, nada relacionado con follar.

-Vaya. Otra decepción. Como nos habíamos hecho a la idea, le diré a Nuño de montárnoslo los dos solos. Pero me habría gustado probar ese paquete que te gastas – miró a Mikel directamente a los ojos y le mandó un beso con los labios.

Sin más, se dio la vuelta y se fue.

-¡¡Ahí va!! ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Me lo puedes explicar?

Dorian abría mucho los ojos y miraba a Mikel que estaba en otro sitio.

-¿Follarías con él? – preguntó de repente Dorian.

-¡¡No!! Tenías razón antes. No… no me gusta. Me pone 0.

-¿Y Nuño?

-Pero a ese le gustas tú.

-Contesta.

-No. Me gusta su cuerpo, es cierto, y tiene el rostro agradable. Pero no.

-¿Y lo harías conmigo?

Ninguno apartó la mirada del otro. Mikel estuvo callado sin responder unos minutos.

-¿Y tú conmigo? – respondió al final.

-Desde el primer día que te vi – contestó muy seguro Dorian.

-Por favor, ¿Nos podrías poner todo lo que hemos pedido para llevar? Y nos traes la cuenta. Nos tenemos que ir, nos ha surgido una emergencia médica.

Mikel pagó con el teléfono y en cuanto les dieron las bolsas con la comida, se levantaron y salieron corriendo. Mikel agarró de la mano a Dorian y tiraba de él hacia su casa.

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