Necesito leer tus libros: Capítulo 24.

Capítulo 24.

Jorge se había quedado dormido en la butaca después que se fueran Carmelo y Cape. Se sentó un momento para relajarse e intentar coger el sueño, porque le parecía que no lo iba a conseguir. En su cabeza bullían decenas de imágenes provocadas por la conversación que habían tenido los tres mientras cenaban lo que les había dejado Juliana, la vecina, perfectamente organizado todo en la nevera. Al final la mujer había tenido razón y habían dado buena cuenta de las viandas. Porque salvo cuatro saladitos contados comidos casi por obligación, y eso sí, algunas copas de vino, apenas habían picado nada más en la recepción de la embajada.

Jorge se había quedado un poco frustrado al ver partir a Carmelo junto con Cape. Hubiera querido que se quedara con él, pero no se atrevió a pedírselo. Lo necesitaba. Simplemente necesitaba tenerlo cerca. Verlo. Sentir como le miraba a hurtadillas. Y si ya se sentaba a horcajadas encima de él y le rodeaba con sus brazos el cuello…

Jorge conocía de sobra a Carmelo. Y sabía que quería hablar con Cape de sus vidas antes de que les hicieran olvidar. Para el segundo se convirtió en una obsesión descubrir la verdad. Una obsesión que no reconocía ante nadie. Todos sus avances, se los había ocultado sistemáticamente a Carmelo. Y éste empezaba a estar molesto con el tema. Durante su charla de esa noche, Carmelo estuvo a punto de perder los estribos un par de veces. Pero se contuvo. Ni siquiera se atrevió a mirar a Jorge. Eso era mala señal. No quería que Jorge le parara. Que refrenara esa manada de caballos que empezaba a ser su ánimo respecto a ese tema.

Todas esas circunstancias hicieron que Jorge no se creyera capaz de dormir. A parte de todo lo sucedido en la embajada. Su forma de afrontar el problema, su agresividad “tranquila”, esa forma de… enfrentarse a esos hombres sin que el miedo le atenazara. Y lo peor de todo: no se había sentido extraño con la situación. Esa sensación le exasperaba. ¿Cómo pegaba eso con ese terror que sintió cuando le dispararon? No le agradaba tampoco habérselo ocultado a Carmelo. Pero… tampoco quiso hacerlo, fue una decisión consciente. En ningún momento ni siquiera se lo planteó. Ese tema era otra de las cosas que le producían desasosiego. Esa noche había actuado con él como lo hacía Cape. Ocultando cosas, para protegerlo. No sabía que hacer.

Sí, le obsesionaba esa forma de actuar que había tenido. Y lo peor de todo, es que no se había sentido fuera de lugar. Cuando el primer hombre se acercaba a él con aviesas intenciones, no había dudado. Ni siquiera lo había pensado. Y cuando se acercaban los cuatro, justo cuando aparecieron Helga y Hugo, no les tenía miedo. Los hubiera dominado. Estaba seguro de ello. ¿Cómo podía haberse sentido así? Había tenido la sensación durante un momento de que esa también era su vida. Ahora entendía la seguridad que tenía Olga o Roger y sus hombres en sus capacidades.

A parte, había distinguido entre esos tipos al topo de la CIA. La fuente que había avisado a la CIA y al FBI solo podía ser uno de esos cinco. El primero no era, porque le sonaba de la época de Nando. De los cuatro, el que sistemáticamente se quedaba atrás, su mirada era distinta, su lenguaje corporal también. Estaba convencido que, aunque no hubieran aparecido sus escoltas, hubiera dominado la situación.

Pero a su vez, esa seguridad le… ponía nervioso. Él no recordaba haber levantado la mano a nadie. Pero tanto Olga como Roger, sabían que sí lo había hecho. Los dos el habían dejado claro que sabían que lo había hecho antes. Y la mirada de Nacho, el hombre de Roger, al que había recordado nada más verlo. Y se había sentido a gusto con él.

Jorge se desnudó. Se puso una camiseta por encima y siguió con sus calzoncillos. Se miró en el espejo y se echó a reír. Al final había acabado cogiendo algunas de las costumbres de Carmelo. A sus años… cambiando el pijama por ese atuendo informal. Lo que ya le parecía más difícil es que siguiera con la evolución que había tenido Carmelo en París, que consistía en estar desnudo en casa.

Después de dar algunas vueltas por el piso, decidió sentarse en la butaca y ponerse a leer. Ernesto Ducas y su hijo Arturo le habían enviado su última novela antes de darla por terminada y mandarla a su editorial. Querían que la leyera y les diera su opinión. Tenía que organizarse y quedar con ellos un día. Llevaba semanas posponiéndolo. Su nuevo ritmo de vida le hacía casi imposible apartar un día para pasarlo en su compañía. Pero debía hacerlo. Eran sus amigos y les echaba de menos. Y le apetecía enormemente hablar sobre la novela que ahora estaba ya en su tercera lectura. Le parecía fascinante. Pensaba que, en cuanto llegara a las librerías, le quitaría el primer puesto en la lista de ventas. Y él se alegraría. Les apreciaba de verdad.

Una vez más, su cuerpo le llevó la contraria. Pensó que no iba a poder dormir, y apenas había leído una página de la novela de sus amigos cuando se había quedado dormido. Profundamente dormido. Tanto que ni se enteró de que su móvil no dejaba de sonar en el cuarto de baño, dónde lo había dejado al desnudarse.

-Jorge, Jorge.

Al principio pensó que era un sueño. No podía ser que Carmelo estuviera allí en casa. Lo recordaba perfectamente: se había ido. Y él no se había atrevido a pedirle que se quedara. Y lo necesitaba. Se había ido con Cape. Se había ido, sí. No quería abrir los ojos porque pensó que perdería esa sensación de que su rubito estaba a su lado.

-Jorge, joder. Me estás asustando.

Carmelo le zarandeaba cada vez más fuerte.

El aludido abrió los ojos, él sí como que muy asustado. Se incorporó sin acabar de despertar del todo, pero con todo el cuerpo en tensión. Centró la vista y vio sobre él a Carmelo. Raúl, uno de los policías estaba detrás con el teléfono en la mano, a punto de llamar a urgencias.

-Joder, que pasa. ¿Estás bien Carmelo? ¿Ha pasado algo? Raúl, pensaba que salías de turno.

Carmelo movió la cabeza negando a la vez que sonreía.

-La madre que te parió, escritor. El susto que nos has dado.

-¿Qué he hecho? No podía dormir y me he sentado a repasar la novela de Ernesto… ¿Por qué me miras así?

-Pero si parecías una marmota durmiendo. Te he quitado el manuscrito de la mano y ni te has inmutado. ¿Qué que has hecho? ¿No contestar a las decenas de llamadas de teléfono que te hemos hecho todos? Y encima Hugo no dejó sus llaves de la casa cuando se fue a descansar después de la fiesta de la embajada a ninguno de sus compañeros. No han podido entrar y les ha faltado echar la puerta abajo. He venido a todo meter. No me he puesto ni los calzoncillos.

-Suena en el cuarto de baño – comentó Raúl que estaba llamando de nuevo al teléfono de Jorge.

Carmelo le hizo un gesto para que fuera a por él. Mientras él se sentó en el suelo, a los pies de Jorge. Le tenía cogida la mano mientras Jorge se recostaba de nuevo y cerraba los ojos para tranquilizarse y despertarse poco a poco después del sobresalto que le había producido el zarandeo de Carmelo para despertarlo. Éste iba besando de vez en cuando la mano de Jorge o la ponía en su cara y se acariciaba con su dorso. A veces se agarraba a su pierna y también la besaba. O la acariciaba suavemente. No dejaba de observarlo. Jorge abrió los ojos de nuevo y le hizo un gesto con la cabeza para que se sentara encima de él. Carmelo se incorporó sin soltarle la mano y se sentó a horcajadas. Le rodeó con sus brazos el cuello, como siempre y le apretó contra él.

Jorge parecía recuperar el resuello. Raúl llevaba en la mano el teléfono de Jorge. Estaba sonando.

-Es Carmen – les anunció.

-Dile que no estoy visible – bromeó Jorge.

-Contesta Raúl. – le pidió Carmelo.

-Carmen, tranquila. Se había quedado dormido profundamente y no tenía el móvil cerca. Está Carmelo con él. … Vale se lo digo.

-¿Qué quería?

-Saber como estabas. Y que te dijera que ya te vale. Estaba movilizando a los GEO de Jose Oliver.

Volvió a sonar el teléfono.

-Es Olga.

Ya no esperó permiso de nadie y contestó la llamada.

-Soy Raúl, Olga…

-¿Habéis anunciado a todo el mundo que estaba roque? ¿No hay más noticias en el mundo que yo me he quedado dormido en una butaca de mi casa?

-No contestabas, cariño. Nos hemos asustado. Han estado tus escoltas aporreando la puerta un buen rato.

-Si tienen llaves.

-Hugo se las llevó por error. Y tampoco contesta al teléfono.

-Pues encárgate de que les den a todos una copia. ¿Me harías ese favor? – le pidió Jorge.

-Claro cariño. Ahora mismo lo hacemos. Llamo a mi asistente para que se ocupe.

-¿Y por qué es tan urgente llamarme? No huelo a humo, así que no hay un incendio. Las ventanas están enteras, o sea que nadie ha disparado…

-Cuarenta y cinco llamadas perdidas tienes, Jorge – le dijo Raúl tendiéndole el teléfono. – De tanto vibrar hasta se había caído de la repisa dónde lo sueles dejar.

-Quédatelo tú un rato. Y vas contestando a quien llame. ¿Te importa? Luego me dices lo que querían. Si solo quieren saber que estoy vivo, les dices que he revivido con las hostias que me ha dado el rubito este de los cojones. Primero me abandona para irse con ese empresario de pacotilla y luego… me fríe a hostias para despertarme.

-Habrase visto, jodido escritor – Carmelo le dejó de abrazar y le dio un golpe en el hombro.

-No, por Dios. Claro que no me importa. Encantado – le dijo Raúl sonriendo y poniéndose a ello, porque volvían a llamar a Jorge.

-A ver, que pasaba para que fuera tan urgente despertarme. Para una noche que me dejas solo y consigo dormir…

-Han llamado a Sergio de Espejo Público para recordarte que has quedado en ir a las nueve y media. Y que luego, a las once, vas donde Carlos Alsina.

-Y eso, ¿Cuando es? Nadie me ha dicho nada.

-Dentro de … – Carmelo sacó su teléfono – algo más de una hora.

-¡No me jodas! ¿Con quién habían organizado esto?

Carmelo sonrió con mucha sorna.

-La madre que le parió al hijo de puta de Dimas y los putos inútiles de esa puta editorial. Se van a ir a tomar todos por el puto culo. Cuando les pille, les voy a crujir el espinazo, que digo el espinazo, su puta alma, eso es lo que les voy a crujir. Voy a quedar como un puto desconsiderado y… ¿Dónde están esas putas drogas que me tomo el puto bote entero? Tráeme un vaso de agua. Es imposible que llegue… – miró suplicante a Carmelo.

-Sergio ha hecho correr la voz de que ahora en adelante, se encarga él de tus apariciones públicas. Ya lo sabe todo el que debe. Él te irá pasando un planning. A todos los efectos, se encarga él de tu agenda. Esto no va a volver a pasar. Su gente está llamando a todos los medios para testar si tenías compromisos en los próximos días. Y para dejarles claro que él habla por ti a partir de ahora.

-Pero si él no lleva…

-Le caes bien. Sigue sin llevar a escritores. Solo lleva a un amigo. Lo hace por amistad.

-Joder.

-No es por fastidiaros, que os veo y me da cosa meterme por medio…

-Pero lo vas a hacer, Raulito – bromeó Jorge que todavía no estaba del todo despejado.

-Si queremos llegar… debes maquillarte…

-Vamos, a la ducha.

Carmelo tiró de Jorge y lo arrastró hasta el cuarto de baño.

-Yo os dejo. No quiero…

-Tú te quedas y vas contestando el teléfono de Jorge. Si ves que es uno de sus amantes secretos, a esos no les contestes. Que sufran.

-Serás hijo de puta – le gritó a Carmelo – A mis amantes secretos contéstales los primeros. Y diles con voz dulce que les deseo con toda mi alma y que estoy perfectamente.

-De momento no ha llamado ninguno que tengas etiquetado así: amante secreto.

Jorge y Carmelo se rieron con ganas. Raúl les miraba sonriendo con guasa.

Mientras el escritor se duchaba, Carmelo le preparó la ropa para vestirse. Antes de eso, le sentó en una silla delante de un espejo y le dio una base de maquillaje.

-Me gusta más ésta que la que suele poner en las teles. Reseca menos la piel. Allí te darán su toque. No sé que iluminación tendrán… no dejes que te marquen las cejas. Espera que te quito esos dos pelos que tienes que se van de madre…

Carmelo sacó unas pinzas de un cajón y le quitó los pelos desmandados de las cejas. Luego cogió un pinta labios y pasó un dedo por él. Le repasó los labios. Jorge se los frotó.

-A vestirse. ¿Quieres llevar corbata?

-La última vez me criticaron por no llevarla.

Carmelo se hizo el nudo poniéndola en su cuello. Cuando Jorge acabó de calzarse, se la metió por la cabeza y se la ajustó a la camisa.

-Menos mal que te has puesto el chaleco antibalas.

-Me ha dado por ahí. ¿Lo llevas tú?

Carmelo puso cara de niño bueno.

-No te digo nada, Carmelo. – pero su gesto lo decía todo.

-Ahora me cambio. Lo tengo aquí.

-Tenéis cinco minutos para tomar el café que os he preparado – les anunció Raúl.

-Joder, gracias.

Carmelo le dio un abrazo.

Sin más contratiempos, partieron hacia los estudios de Antena 3 en San Sebastián de los Reyes. Apenas llegaron cinco minutos después de lo que habían quedado. Dos mujeres del equipo de producción del programa les esperaban en la puerta de los estudios. Ya conocían a las dos de otras veces.

-Jorge, no me fastidies que has aprendido a maquillarte. – le dijo la maquilladora cuando se sentó en su puesto para que le acabaran de preparar.

-Es el rubito éste. Pero solo es la base.

-Ha aprendido. Otras veces lo hace él y me maquilla a mí.

-Te toca. – le dijo la mujer de producción. – aprovecha a sentarte en este corte de publicidad. Tienes cinco minutos para saludar a Susana y al resto.

Jorge se levantó de la silla de la maquilladora y fue hacia el estudio. Besó a Carmelo en los labios justo antes de entrar. Éste se quedó entre bambalinas.

Jorge fue saludando a todos los que estaban en la tertulia y que conocía de antes. Abrazó a Susana Griso con mucho cariño. Estuvieron un par de minutos departiendo. Parte del público intentó acercarse a Jorge para que les firmara.

-Luego os atiendo a todos. – les dijo. – ¿Lo hacéis como otras veces? – les pidió a los de producción del programa.

-Te recuerdo que luego vas al programa de Alsina – le dijo la mujer de producción.

-Dos minutos y volvemos. – dijo alguien desde dirección.

-Pues ya tenemos entre nosotros a Jorge Rios – anunció Susana a la audiencia. – Hoy parece que la mitad del público es lectora tuya. Menudo revuelo.

-Tienes fama de no ser muy… dado a … encontrarte con los lectores y a firmar libros. – le dijo Poveda, uno de los tertulianos; fue su forma de saludarlo. Era él único con el que nunca había coincidido.

-¿A firmar libros? – Jorge lo miró fijamente. Supo de inmediato que iba con la intención provocarlo. Sonrió y abrió los brazos al responderle – Me gusta. Todas las semanas al menos una vez me encuentro con mis lectores en la librería de la c/Goya. Y me gusta que los lectores me comenten su novela preferida. No te pregunto a ti porque me parece que no te gusta leer. Y menos los míos. Del resto de tertulianos presentes, ya lo sé. A todos se lo he preguntado y con todos he departido sobre ellas.

-Pues no sé por qué dices eso.

-¿Te gusta leerme entonces? ¿Me he equivocado?

-Es que no se por que lo dices.

-O sea que he acertado. Pero no pasa nada. No hay obligación de ser aficionado a leer, mucho menos a leerme a mí.

Jorge, desde que ese Poveda había abierto la boca, percibió que ese hombre le iba a atacar toda la mañana. Y no tenía ganas de ser complaciente con él. Si quería atacarlo, él también lo haría. Desde el primer momento.

-Porque eres trasparente Poveda. – le dijo Roberta, otra de las tertulianas – Y esas cosas no se le escapan a Jorge. Y respecto a lo de firmar libros, he ido un par de veces a sus encuentros con lectores en la librería de Goya, y te puedo asegurar que si hay cien personas cada día, cien libros que firma. Y habla con todos ellos. Le he visto acabar a las doce de la noche de firmar, para desesperación de Esme, la dueña de la librería, que no dejaba de meterle prisa. Y te puedo asegurar que sus presentaciones son maravillosas.

-Yo también lo afirmo – comentó Elías, otro de los tertulianos – es una gozada ir a esas reuniones.

-Vaya, me alegra que tengáis esa opinión. No os vi, por cierto.

-Yo me puse en la última fila detrás de un armario de tres metros y medio. No quería llamar tu atención. Quería verte en tu salsa. Luego hablé un rato con Esme. Hice que me prometiera que no te lo comentaría.

-Pues hay muchos vídeos en internet que demuestran lo contrario. Parece que sois todos de su club de fans. Parece que queréis lavarle la cara.

-Hasta el momento, no es delito serlo. Yo lo soy – dijo la presentadora. – Y perdona Poveda, Jorge no necesita que nadie le lave la cara. Él lo sabe hacer solito.

-Muchas gracias Susana. Pero sabes lo que pasa, que todos los que somos conocidos, tenemos vídeos de esos en los que salimos mal parados. Hay cientos también en que salimos bien, pero esos no llaman la atención de la gente. Hay momentos y momentos. Y hay formas y formas. El otro día en la librería de Goya, ya que la habéis citado, estuve hablando con mis lectores y firmando todos los libros que trajeron durante horas. Y eso lo hago casi todas las semanas. Pero tú solo has citado en los que salgo enfadado.

-Que dices ¿Que esos vídeos son montajes?

-No he dicho eso. ¿Lo he dicho? – dijo mirando al resto de tertulianos que negaban con la cabeza – No, no lo son. Sucedió. Era mal momento. No se nos puede pedir a las personas conocidas que estemos felices todos los días, todas las horas. Puede que un día tengas dolor de estómago. O puede que me pillen escribiendo en algún bar y esté en medio de una escena, luchando por contarla y que no se escape de mi cabeza, y llegue alguien y me interrumpa. O directamente me ponga el libro encima del teclado. Me ha pasado, no pongas esa cara. Y yo le pida que espere un momento… y no lo entienda. O que esté hablando con amigos y se metan por medio. O que te asalten a la salida del baño. O en el mismo baño, en un reservado. También me ha pasado. Una lectora entregada pretendía pasarme el libro por debajo de la puerta. Y también puede suceder que tenga un mal día. A veces me pasa. Veo que todos tus días son buenos. Por tus gestos, veo que no lo entiendes. Es una maravilla que siempre estés de buen humor. Fijate, hubiera afirmado con seguridad que siempre estás enfadado y que vas por la calle malencarado. A tu cara le pega más el gesto adusto. No es que le pegue más, es que de tanto llevarlo, la forma de la cara se ha adecuado a ello.

-Me parece una falta de respeto lo que dices de mí. No me conoces.

-Y tu tampoco me conoces a mí. Y desde que he entrado estás intentado: primero, desprestigiarme. Segundo, hacer que me enfade y salte y así convertirte en el héroe del periodismo de la semana y tener munición para ir por la tarde a ese otro programa en el que trabajas en otra televisión para que te den palmadas en la espalda.

-Simplemente siempre me ha parecido que no respetas a los que te leen. A lo mejor porque en realidad, sabes que no has escrito tú tus novelas.

-Esto se pone interesante.

Jorge se rió y dio una palmada en el aire.

-Alguien te ha aconsejado mal hoy. ¿Poveda te llamas? ¿O es nombre artístico? Qué bien me lo voy a pasar contigo.

-No sé por qué dices eso, Poveda – le dijo la presentadora – No quería yo llevar la conversación por ahí, la verdad. Y si vas por dónde pienso, te vas a equivocar del todo. Creo que mejor será que retomemos le intención al invitar a Jorge…

-Sí, Susana, sé que a ti lo que te interesa es saber si Jorge Rios ha roto ya el matrimonio de Daniel Gutiérrez y Carmelo del Rio. Está en todos los mentideros. Que Daniel Gutiérrez está hecho polvo por la noticia y que va a abandonar la casa conyugal. Esa casa llena de recuerdos de su vida en común, recuerdos de su infancia… la va a abandonar lleno de dolor porque Jorge ha minado la relación hasta conseguir que se rompa del todo.

Jorge se echó a reír. Esta vez con ganas. Roberta y Elías, también se rieron. El segundo fue a decir algo, pero Jorge le hizo un gesto para que lo dejara.

-No vuelvas a hablar por mí, Poveda. – le recriminó Susana – No me interesa lo más mínimo el tema de Carmelo y Jorge, porque sé lo que hay hace tiempo. Y he de decirte que vuelves a equivocarte de plano. Estás haciendo el ridículo, amigo.

-Veo que el amigo Poveda, trae toda la artillería en mi contra. ¿Quién te ha aleccionado? Esto parece que sigue un guion predeterminado.

-No me gusta los que plagian las novelas de otros. Y tampoco me parece bien los que se meten a romper matrimonios.

Carmelo se había puesto en tensión. Les pidió a los del programa que le maquillaran corriendo, cosa que hicieron al momento.

Carmelo fue a entrar, pero Jorge le hizo un gesto para que no lo hiciera.

-Me sorprendes Jorge. No parece que te afecte en absoluto las palabras de nuestro compañero. – comentó Núñez, otro de los tertulianos. – Hace unos meses te lo hubieras comido con patatas.

-Cené tarde ayer. A lo mejor es por eso.

-Que divertido aquí con tu club de fans, pero no contestas a lo que te he dicho. A lo mejor es que no tienes respuestas. Estará bien porque así se les caerá la venda a esos miles de seguidores que siguen engañados y siguen comprando tus novelas, aunque gracias a Dios, cada vez son menos. Se dice que “La Casa Monforte” es la que menos ha vendido. “La Casa del libro” me han dicho que la regala si compras un libro de bolsillo. Para hacer bulto.

-Y en “La Central” también lo hacen. La regalan con el último libro de cocina de Arguiñano – dijo Roberta, cada vez más divertida con su compañero.

-Eso ha estado bien, Roberta. No me afectan todas esas cosas. El Sr. Poveda trae un discurso que alguien le ha ido preparando estos días. Él no es capaz de investigar nada ni de sacar sus propias conclusiones. Y respecto a lo de las promociones de “La Casa del Libro”, es fácil. Nos conectamos ahora mismo a la web, a alguno de los guionistas puede, a parte, llamar a la librería de Gran Vía. Desmontar tu mendacidad es fácil.

-Eso me parece una falta de respeto – le interrumpió el aludido.

-¿Y lo que has hecho tú antes conmigo no? Si no me has dejado casi ni saludar, ni acomodarme en el sillón y ya me has lanzado mierda a kilos. Solo he dicho que tu mentira es palpable. Ten, mira la web de “La Casa del Libro”. Roberta la acaba de buscar. Ahí tienes “La Casa Monforte”. Salvo el 5% de descuento habitual por comprar en web, no hay ninguna oferta más.

-Por cierto, está agotado momentáneamente. – comentó Elías que también había buscado la web.

-En “La Central” tampoco tienes ofertas – dijo Carmen, otra tertuliana en tono de chanza.

-Fíjate si tengo razón. Ahí tienes. A ver que dices a esto, plagiador. – Poveda estaba enfadado.

El hombre tiró un libro sobre la mesa. Y luego tiró otro libro. Dos manuscritos.

-Estas son dos de tus novelas. Pero vaya, el autor no eres tú. He investigado y la fecha en que tu editorial registró esa novela, es posterior a la de esos manuscritos.

-A ver.

Susana cogió el libro primero.

-¿Esto se supone que es “Todo ocurrió en Madrid”? Es curioso, el nombre del autor está en otro tipo de letra. Pero si esto ya nos lo mandaron hace años. Poveda, por favor…

-Y la otra es “Tirso” – contestó Roberta Flack, que la había cogido. – Aquí pone que son del 2.009. Aunque bueno, también puedo poner yo que son del 2.001. Y el nombre del autor también está en otro tipo de letra. Podría haber puesto que era yo la autora. Por cierto, no me suena de haber visto esta tipografía en word. Lo mismo pensé cuando me las enviaron hace unos años.

-Es anterior a …

-Te explico.

-Si no han nada que explicar. Aquí está el certificado expedido por al Registro. Es muy posterior a la primera edición de esa novela.

-Espero que al menos hayáis contactado con el supuesto autor de eso.

-Está fallecido. A lo mejor lo mandaste matar. Me han comentado que te relacionas con mafiosos.

-Huy, esto está… desmandándose. No te permito Poveda esas afirmaciones – le dijo la presentadora.

-Es la verdad. Lo sé de buenas fuentes.

-Qué sabes ¿Que Jorge lo mandó matar? Eso debes retirarlo ahora mismo. – le recriminó Susana con gesto enfadado.

Carmelo estaba a punto de saltar al ruedo. Jorge le miraba sonriendo.

-Poveda, creo que te estás equivocando. Muy seriamente. Estás ya… diciendo cosas… que son delito. – le dijo Roberta, adelantándose a la presentadora.

-Si no quieres no pasa nada. Ya me llevaré yo solo la gloria de desenmascararlo. Y estoy trabajando en un tema que me han comentado, alguien muy, repito, muy cercano a Jorge Rios que me cuenta que se ha apropiado de alguna novela escrita por sus alumnos en la Universidad. Pero eso lo tengo…

-Lo tienes que investigar. – intervino Jorge – Pero por si acaso, ya lo sueltas. Por cierto ¿Sigues afirmando que soy un mafioso y que he mandado matar a quien me acusó de plagio y me amenazó con romperme las piernas?

El aludido no dijo nada.

-Poveda, te he hecho una pregunta.

-Y no me da la gana de responderte.

-Entonces, como no cambias la versión, lo tomaremos todos por un sí. Te reafirmas, porque no lo retiras.

-Pareces muy tranquilo, Jorge. – le dijo Roberta Flack. – Alguna vez te he visto verdaderamente enfadado. La verdad es que cuando ha empezado el amigo Poveda a sacar su artillería, pensaba que ibas a saltar. Yo la verdad, lo hubiera hecho. Admiro tu aguante hoy.

-Seamos sinceros – dijo Jorge Rios – todas estas cosas vienen de lejos. Y a todos en esta tertulia, salvo al amigo Poveda que está luchando por hacerse un hueco en las tertulias televisivas, lo habéis tenido encima de la mesa antes. Y habéis investigado de verdad, y habéis metido todas esas evidencias en un cajón. Esos manuscritos que efectivamente son míos, los habéis tenido todos en las manos.

-¿Cómo que son tuyos? Que mentiroso e hipócrita eres Jorge Rios. Son de ese David Puras. Ese al que provocaste la muerte.

Poveda se había medio levantado. Su cuello estaba en tensión y las venas se le marcaban.

-Te dejo a ti que lo rebatas – le dijo Roberta sonriendo.

-Buenos días a todos – dijo Carmelo entrando en el plató.

-Querido, que alegría contar con tu presencia – le dijo la presentadora levantándose para darle un beso. Carmelo hizo lo mismo con Roberta y con Elías. A Carmen la dio un abrazo apretado. A los otros dos, no les conocía y les saludó con un chocar de puños.

-Solo es un momento para darle a Jorge unos documentos. Los he pedido a mi agencia de representantes que en su momento se encargó de este tema. Así lo dejamos todo claro.

Carmelo le tendió los papeles a Jorge que le sonreía negando con la cabeza.

-No hacía falta – le comentó mientras Carmelo se agachaba y le daba un beso en los labios. – Pero ya que has entrado, te hago hueco en mi sillón.

-¿Quieres que me quede?

Jorge le sonrió y se encogió de hombros. Carmelo se sentó sobre el reposabrazos de la butaca de Jorge.

-Si quieres ponemos…

-Tranquila Susana, no hace falta. Aquí estoy bien.

-Ahora negaréis que… – empezó a decir Poveda.

Carmelo resopló.

-No tienes ni idea de nada. Te lo voy a explicar yo, porque Jorge no lo iba a hacer, porque es algo mío. Y me respeta. Y no lo contaría sin mi beneplácito. Porque me quiere y sobre todo, te repito, me respeta. Como respeta a todo el que le respeta a él.

-Valiente gilipollez. Si se trata de si estáis juntos o no… os atañe a los dos. Negaréis ahora… ese beso…

-Como se nota Poveda que eres nuevo. Y no conoces a Carmelo. Carmelo a su gente, les saluda así. A su ayudante, a sus amigos. No quiere decir que se meta con ellos en la cama ni que se vaya a casar mañana. A mí me ha dado muchos picos y no he conseguido llevarle a la cama. – bromeó Roberta. – Estabas a lo tuyo, pero me acaba de dar uno. Y a Susana.

-Me estoy curando de esta mala costumbre. Solo lo hago ya con mis muy cercanos.

-Con Álvaro Cernés, por ejemplo. Negarás que hay algo entre vosotros. Os vi el pico y os vi miraros.

Jorge soltó una carcajada. No pudo contenerse.

-Pero Carmelo. No tienes control. Me juras amor cada vez que nos vemos, estás casado felizmente con Daniel Gutiérrez, y vas enamorando a todos por ahí. Y eres tan… tuyo que lo haces en público… así que el pobre Poveda no sabe que pensar. Por un lado, me acusa de romper tu matrimonio. Pero digo yo, si tienes un lío con Álvaro ¿Por qué no te echa la culpa a ti o a Álvaro? ¿Por qué soy yo el que rompe tu matrimonio? Y encima con lo amigos que somos… y no me invitaste a esa boda, que tuvo que ser un bodorrio con toda la Jet Set invitada. Llenaría páginas y páginas de todas las revistas de sociedad.

La presentadora y parte de sus tertulianos, la mayor parte de ellos no habían querido intervenir en ese tema, se echaron a reír.

-No tiene nada de gracia. Estamos hablando de cosas serias. – dijo Poveda en tono digno.

-Te voy a aclarar lo que a mí me atañe. Hasta dónde yo sé, Álvaro Cernés no bebe los vientos por ningún hombre. Y menos por mí. Antes, fijate lo que te digo, los bebería por Jorge.

-Eso no me lo creo. Jorge… es viejo.

-Eso no te lo consiento – le dijo Roberta – Jorge y yo somos del mismo año. ¿Me estás llamando vieja?

-Pero Álvaro Cernés tiene…

-Veintitrés años. ¿Algún problema? Mi pareja tiene veinticinco. Y somos muy felices. ¿De qué caverna has salido tú, Poveda?

-Dejemos a Álvaro, por favor. – dijo la presentadora – No ha hecho nada para que le hagamos este favor envenenado hoy.

-¿Estás segura? – dijo Poveda – Me cuentan…

-Ya vale, Poveda. No te metas en más jardines por hoy. Carmelo. Nos ibas a explicar tu estado civil.

-Él no ha dicho eso – dijo Poveda.

-Lo digo yo que soy la presentadora. Carmelo, por favor.

-Es fácil y tardaré dos minutos. Nunca he estado casado. Ni con Daniel Gutiérrez, ni con nadie. Daniel nunca ha sido mi pareja. Nunca. Somos como hermanos. Tenemos vivencias compartidas que nos hacen cercanos. Él ha sido mi hermano mayor, que me ha protegido en momentos difíciles. De eso ya hace muchos años. Así que soy un ave libre, como siempre lo he sido. Y me acuesto con quien quiero, y me enamoro de quien quiero.

-Contéstame a una pregunta – dijo Roberta – ¿Estás enamorado en este momento?

-Sí. Lo estoy. Desde hace siete años. Mi corazón tiene dueño. Me lo tiene bien agarrado. Y pretendo que eso sea así por el resto de mi vida.

-Que bobo eres – le salió a Jorge.

Se miraron y Jorge no pudo aguantarse y acercó la cabeza de Carmelo y le besó en los labios.

-Creo que en ese aspecto, todo ha quedado muy claro.

-Para el resto de los temas, creo que es mejor que Jorge os conteste sin estar yo aquí. Él se vale y se sobra para ello.

-Por mí puedes quedarte.

-Mejor te espero ahí fuera.

Carmelo se despidió de todos. Tanto a la presentadora como a Roberta les dio un pico a modo de despedida. Y también se lo dio a uno de los cámaras con el que había trabajado muchas veces tanto en cine como en televisión y al que no había visto hasta ese momento.

-Que bonita obra de teatro – dijo de forma sarcástica Poveda, aplaudiendo e invitando al público a aplaudir, pero nadie le siguió.

-Me permitís un momento de publicidad y Jorge, nos cuentas antes de irte con Alsina. Me acaba de llamar para echarme la bronca, por cierto. Un momento y enseguida volvemos.

El personal del estudio había preparado una cola para que Jorge firmara libros en la publicidad. Siempre lo hacían así cuando venía. Jorge se levantó de un salto y fue hacia allí. Carmelo se mantuvo cerca. Siempre había alguien que les pedía una foto juntos. Muchos.

La presentadora estaba enfadada. Le estaba echando la bronca a Poveda y al resto de tertulianos. No entendía como se habían callado, salvo Roberta. Ellos le dijeron que no era su guerra. Que era mejor que el protagonista rebatiera. Poveda se estaba enfadando porque no entendía como todos pensaban que las noticias que él había dado eran falsas.

Se pudo escuchar el anuncio de los dos minutos. Todos fueron volviendo a sus sitios. Jorge volvió con los papeles a sentarse en su butaca. Carmelo siguió sacándose fotos con algunos asistentes del público y con algún miembro del equipo del programa. Quería mitigar la decepción que tendrían cuando se dieran cuenta de que Jorge iba a salir corriendo del estudio camino del de Onda Cero para estar con Alsina. Les fue citando a todos en la librería de Goya para la siguiente firma.

-Os invitamos a un café en compensación.

-¿Vas a estar tú?

-¿Quieres que vaya?

-Claro. Llevo a mi hijo que te admira mucho. – le comentó una señora.

-Ya estamos en directo de nuevo. Jorge, ibas a responder al amigo Poveda.

-Es fácil. Tenemos poco tiempo y no quiero dejarme nada. Yo registré por primera vez Tirso, el 23 de mayo de 2009. Y registré “Todo ocurrió en Madrid” un año antes, el 4 de febrero del 2008. Las novelas tardaron en publicarse tres años. “Madrid” en 2010, finales, y Tirso en 2012.

-El 15 de junio del 2009, me robaron el portátil. Fue en una presentación en el Ateneo. Puse ese mismo día la denuncia ante la policía. En la misma, figura una relación de los documentos que llevaba en el dispositivo. Como podéis ver, figuran las dos novelas citadas, a parte de tres esbozos de otras. Una de ellas era más que un esbozo. Esos esbozos lamentablemente se perdieron porque se me había olvidado hacer copia de seguridad. Así que no fueron publicadas nunca por mí.

En 2016, en el mes de diciembre, me llegó un correo electrónico amenazándome gravemente y acusándome de plagio. Lo puse en manos de la policía y de mi editorial. No me quedé conforme por las cosas que me contaban en mi editorial, me parecía que algo no iba bien. Así que Carmelo me ofreció comentarlo en su agencia de representantes que habían incorporado hacía poco un servicio de asesoría jurídica. Toni y Sergio y su equipo se encargaron de investigar el tema a fondo.

Se hicieron varios peritajes. Yo tenía guardadas las copias de seguridad de esas dos novelas cuando me robaron el ordenador. Ese tipo mandó sus manuscritos, para fundamentar su petición de dinero. Me pedía… quince millones de euros, a parte de mis piernas o de mi vida. Una petición, cuando menos curiosa. Se determinó que esos manuscritos eran exactos a los que estaban en el ordenador. Yo empleo al escribir un tipo de letra poco común, como ya ha dicho antes Roberta, y como se puede comprobar en las copias que están sobre la mesa. Y ciertas marcas en determinadas partes del documento que señalan los lugares donde irían las addendas que suelo escribir a parte de las novelas. Esas addendas desarrollan algunos personajes o cuentan más detalles de la trama que no me parece necesario incluirlas en la novela. No he cambiado el sistema, lo hago igual. A parte, me sirven de guía con mi Universo. Con esos personajes que aparecen en todas mis novelas. La trama de esos personajes están recopiladas en otros documentos a parte. Y esas marcas indican el número de capítulo de ellas. Eso me sirve a veces de guía para no confundir cuando trabajo en varias novelas a la vez. Con distintos espacios temporales.

-Todo eso son pamplinas…

-Te he escuchado atentamente, Poveda. Ahora te toca a ti escuchar. Luego, cuando me vaya, me pones a parir si quieres. Sigo.

Jorge bebió un trago de agua. Y siguió.

-Todas esas marcas la parte que me acusaba no fue capaz de explicarlas. Tampoco fue capaz de explicar las diferencias que había entre los manuscritos y la obra publicada al final. Cambia bastante. Os explico el tema del registro de la propiedad intelectual. Alguien en mi editorial se olvidó de registrar la primera edición de esas dos novelas. Un fallo imperdonable. Pero… antes de mandar nada a mi editorial, yo registro todos mis escritos. Todos. Hasta los relatos más nimios. Hasta los relatos que acabo descartando porque no me convencen. Es algo que hago personalmente. No se lo encargo a nadie. Y registro cada versión de las novelas. De algunas he llegado a registrar diez versiones. Entre Tirso, por ejemplo del primer registro y la que se publicó, hay siete versiones distintas. De todas estas versiones, aquí están los justificantes del registro. Se hizo peritaje de los correos electrónicos de la persona que decía ser autora de esas novelas y de las novelas en sí. Y todos los peritos determinaron que no se trataba de la misma mano. Se peritaron las siete copias del registro de esa novela, de “Madrid” hice cinco versiones antes de la definitiva, y se determinó que todas habían sido escritas por mí y por nadie más. Se hizo un peritaje de una tarde de escritura. Vino el abogado de la agencia de Carmelo y me pidió por sorpresa lo que había escrito esa tarde. Peritaron que efectivamente había sido escrito esa tarde. Estaba en un bar y se pidieron las imágenes en las que se me veía haciéndolo. Se determinó sin ninguna duda que todo, estaba escrito por mí, y que a su vez, se correspondía con la forma de escribir de esos manuscritos.

Según iba contando, iba mostrando documentos acreditativos de lo que decía.

-La policía al final consiguió detener a la persona que lo había hecho. A petición mía no se hizo público. Aquí está el informe policial y el escrito que presenté para que se procurara no darle publicidad. No me pareció oportuno que a parte de pagar en la cárcel, pagara con la pena de telediario. Ese hombre fue juzgado por chantaje y por amenazas. Y se le pidió el importe que había costado la escolta que llevé durante meses.

-Las pruebas recabadas por la policía y por los investigadores contratados por Sergio y Toni fueron concluyentes y ese hombre fue condenado.

-Dilo todo. Y murió como un saco de patatas en la cárcel. Por tu culpa.

-¿En serio?

-Ya está bien. Ahora va a resultar que Jorge tiene la culpa de los que mueren en la cárcel. No me fastidies Poveda. Se te ha olvidado que el objeto del chantaje fue Jorge. Era la víctima. Y que tu supuesto héroe amenazó con matarlo. Quedó perfectamente acreditado que esas novelas, así como el resto, fueron escritas por Jorge. Muchas gracias por tu paciencia. Alsina te espera. Y me permitirás que te invite otro día para hablar de “La Casa Monforte” y de otras cosas. Cada vez me interesa más ese Universo que has creado y que hace casi imposible que nadie piense que no has escrito tus novelas. Y le invito al amigo Poveda a que lea esos manuscritos que no ha leído, y que luego lea las novelas publicadas, que tampoco has leído, querido. Te lo digo con todo el cariño. No las has leído. Las dos novelas que has tirado encima de la mesa, son la primera versión de las mismas. Las publicadas difieren, la de Tirso en un 37 % y la de Madrid en un 28 %. y se corresponden con la última versión que Jorge registró. Nosotros en su momento sí leímos esos manuscritos. Y todos vimos las diferencias desde la primera página. No empiezan igual, Poveda. No has leído más que la portada. Jorge, perdona, vuela hacia los estudios de Onda Cero y le pides perdón a Carlos de mi parte.

Jorge se levantó y con un gesto y se despidió de todos. Salió sin pararse a saludar a nadie camino del estudio de Carlos Alsina.

Carmelo fue a su lado hasta el estudio. Allí le dio un beso y se iba a despedir, pero el periodista le hizo un gesto con la mano para que entrara.

-¡Menos mal! Ya pensaba que no venías – bromeó Alsina. – Te prometo que aquí no te vamos a asaltar ni a acusar de plagio.

-Querido, he tenido que defenderme.

-Pero si todo eso lo sabemos todos. Y a todos nos enviaron en su día ese marrón para que te enfangáramos. Y todos lo investigamos y todos llegamos a la misma conclusión: era un chantaje, puro y duro. Una extorsión. Por cierto, si la primera versión de la novela ya era magnífica.

-Pero Carlos, – apuntó Begoña, la subdirectora del programa – la definitiva es todavía mejor.

-Ya estoy aquí. Hagamos algo divertido, interesante – les pidió Jorge. – Y dejemos a ese hombre con sus intentos de hacerse un hueco en la tele. Ya nos enteraremos de quién le ha comido la cabeza. Eso no ha sido por casualidad. Ya te lo digo yo.

-Informo a los oyentes que no nos estén viendo a través de la webcam que también ha entrado Carmelo del Rio. Se iba a largar, pero no le hemos dejado. Que digo yo, aprovechando, podríamos hacer algo entre todos.

-Eres un liante ¿Lo sabías? – le dijo Carmelo acercándose para saludar al locutor. También saludó a Begoña Gómez de la Fuente.

-Tengo una sorpresa para vosotros. Adelante la sorpresa.

-¡¡Martín!! – gritaron a la vez Jorge y Carmelo.

-Huy madre. – dijo Jorge besando a Martín – ¿Qué has hecho? Te conozco Martín.

-Yo nada. – Martín puso su cara de inocente.

-Sabéis lo que me gustan las sorpresas y sabéis lo que me gustan… las historias contadas para la radio. Hagamos una de tus historias inéditas, pero aclaro a todos los oyentes, registradas oportunamente. Hagamos una nueva ficción sonora entre los presentes. Carmelo me comentó en la presentación de “La Casa Monforte” que te habías convertido en su mejor ayudante a la hora de preparar sus papeles. Y que eras un maestro haciendo sus réplicas.

-Ya estamos. Carmelo. ¿Sabes que en boca cerrada no entran moscas?

-Fue un comentario sin mala intención – se defendió Carmelo.

-¿Y qué ficción sonora vamos a hacer? ¿La de “Corre”? Alguna vez lo hemos comentado.

-Esa llegará, no te preocupes. La estoy peinando. Pero eso hoy… no tendría emoción. La conoce todo el mundo. Es tu primera novela. Creo que no estabas atento a lo que he dicho antes. Has venido revolucionado del programa de Susana…

Jorge se quedó pensativo. De repente miró a su sobrino con los ojos muy abiertos.

-La madre que te parió.

-Tío, hay que darles salida. Lo he hecho por ayudarte.

-Una pausa, dos minutos y como dice Martín Carnicer, daremos salida a uno de los relatos inéditos, repito, inéditos de Jorge Rios.

-Hoy me estáis … volviendo loco.

-Todo esto lo hemos improvisado. Hemos pensado en compensarte por lo de la tele. Y Begoña ha llamado a Martín que enseguida se ha puesto en camino. Te advierto que esto puede salir una mierda – le dijo el locutor a Jorge.

-A ver, que me entere – dijo Carmelo a punto de partirse la caja – ¿Vamos a interpretar un relato de Jorge a primera lectura? Salvó Martín… que se supone que lo ha leído.

-No supongas hermano. Lo he leído. Cosa que tú no. Y podías haberlo hecho. – le picó Martín.

-Sí. – afirmó Carlos Alsina sonriendo. – Eso es precisamente lo que vamos a hacer.

-Joder, Carmelo. La próxima vez que me quede dormido, piensa un minuto antes de irme a despertar. Lo bien que estaba en mi butaca. Menuda mañana, la madre del cordero. Y el día no ha hecho más que comenzar.

-Con lo bien que te lo estás pasando.

Jorge fue rápido cogiendo un bolígrafo que pilló en la mesa y tirándoselo a la cabeza. La lástima para Jorge es que Carmelo fue también rápido en esquivarlo.

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