Necesito leer tus libros: Capítulo 48.

Capítulo 48.-

Los planes están para romperlos. Eso pensaron todos el domingo por la mañana. Decidieron no comer en la Hermida 2, por lo que ni Carmelo ni Jorge se fueron a comprar. Tampoco tuvieron que cocinar.

En el desayuno, Ernesto se acordó que unos amigos habían abierto hacía unos meses un nuevo restaurante en Cantarranas del Pico, un pueblo a treinta kilómetros de Concejo. Todavía no había tenido la oportunidad de ir a probarlo. Así que propuso el plan y todos aceptaron.

Arturo se entretuvo hablando un rato con Martín, hasta que éste se disculpó y se fue a su habitación. Raúl ya se había ido a dormir hacía un rato. Cuando se quedó solo, Arturo salió al jardín y se sentó en uno de esos cenadores que había repartidos por la propiedad de Carmelo. Aunque le había oído hablar de ese sitio decenas de veces, y les había enseñado fotos a su padre y a él, le había sorprendido gratamente el lugar.

¿Por qué estaba tan triste? No dejaba de preguntárselo. Todos los días tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder llevar una actividad medianamente normal. Ponerse a escribir, investigar algunos datos para sus novelas, leer lo que había escrito su padre y corregirlo… llamar a Tomás… todos los días pasaban al menos veinte minutos hablando. Tomás no lo perdonaba nunca.

Luego, algunos días que estaba más animado, salía por ahí a dar una vuelta. Aunque la mayor parte de los días que salía de casa era con su padre y porque ya se había enfadado de verdad. Y si algo quería evitar en la vida era que su padre se enfadara con él, se preocupara en demasía o se pusiera malo.

Ernesto cogió el Covid casi al principio. Arturo, a pesar de lo que todos le decían, no se separó de él. Los médicos que le cuidaron mientras estuvo en coma, después del accidente en el que murieron su madre y su hermana, lo consideraban una persona de riesgo. Tantos días en coma, pensaban que a lo mejor le había dejado más débil que los demás. Pero a él le dio igual. No escuchó a nadie. Echó de la casa a Doris, la mujer que se encargaba de que todo funcionara y se convirtió en el perfecto cuidador de su padre. Apenas pasó tres o cuatro días un poco más fastidiado. Él le insistía para que se fuera también, no quería que cogiera el covid.

-Te vas a contagiar… Mira lo que te dicen los médicos…

-Me da igual. Ahora me toca a mí cuidarte. Tú dejaste de dormir durante meses para estar conmigo, para inventarte historias que contarme. Para lavarme, para besarme, para acariciar mi cara, mis manos… darme masajes en las piernas, en los pies… activar la circulación de la sangre como te enseñaron en el hospital. Luego me han contado que parecías un zombie algunos días de lo cansado que estabas. Pero seguías allí, cada noche, a full conmigo. Y a la vez, intentando recuperar tu carrera de escritor para que luego, cuando te quedaras con Tomás  y conmigo, nadie pudiera decir que no tenía como ganarte la vida.

-Pero eso no serviría de nada si ahora caes enfermo y te mueres.

-No me voy a morir. Y en todo caso, debería estar muerto hace años. Estoy vivo por ti, papá. Porque te empeñaste y no supe decirte que no. Eres un perfecto cabrón. Ahora, me toca a mí cuidarte.

Ernesto no dijo nada más. Aceptó los cuidados de su hijo. Se lo agradeció de todas las maneras que pudo. Cuando la PCR dio negativa, le abrazó muy fuerte y le comió a besos. Arturo en esa ocasión, ni siquiera intentó hacerse el ofendido por esas muestras de cariño de su padre. Era una broma de ellos. Cuando Ernesto le besaba, el ponía cara de estreñido, como decía su hermano Tomás. Como si no le gustara nada. Pero su resistencia a esos cariños era casi nula. Aunque Ernesto hacía la comedia de que le forzaba a recibir sus besos de abuela.

Ernesto se levantó preocupado. Había estado escribiendo un rato en el portátil que le había dejado Carmelo. Había visto salir a Arturo a la calle. Miró por la ventana y lo vio sentado con cara de congoja. La noche era fresca y solo llevaba una chaqueta fina encima de la camiseta. Cogió un abrigo, uno que le había dejado Jorge y salió a buscarlo. Se lo puso por encima y se pegó a su cuerpo, abrazándolo por detrás.

-No quiero que te resfríes.

-Qué más da – dijo en tono triste.

-No me da igual. Arturo, eres mi vida. No puedo perderte. Te fallé en el momento importante. Te dejé en manos de tu tío, por no enfrentarme a él.

-Eso es una tontería. Si estoy vivo es por ti. No lo olvides.

-Pero eso … no … – no sabía como explicarse. Decidió dejar que las ideas salieran a su aire – No puedo permitir que supedites tu vida a la mía. Me duele verte en casa. Sin ver a los amigos. Solo hablando con Tomás y conmigo.

-Nadie merece la pena salvo vosotros.

-Jorge te quiere. Llámale a él por lo menos. Siempre habéis hablado mucho y os habéis entendido muy bien.

-Es tu amigo.

-Y el tuyo. No me molesta que quedes con él sin ir yo o que le llames por tu cuenta. Jorge tiene conversación y cariño para un ciento de personas. Él no es amigo tuyo por ser mi hijo, lo es porque le caes bien, porque te aprecia y porque gusta de tu compañía. Seguro que en el restaurante te ha dicho algo de eso cuando te ha hablado al oído.

Arturo se encogió de hombros. Al cabo de unos segundos, suspiró resignado.

-A lo mejor te hago caso. Me gusta su compañía. Tienes razón.

-Un montón de amigos que me preguntan por ti.

-No necesito a nadie más.

-No conviertas nuestra vida en la de un matrimonio aburrido y sin sexo. No es lo que yo quería para ti.

-A lo mejor deberíamos tenerlo. Sexo.

-¿Es lo que quieres? Técnicamente no eres de mi sangre.

-Solo quiero que estés bien Ernesto. Que escribas, que sigas tu pasión. No crearte problemas. Es mi fin en la vida.

-No me los creas, joder. Si eres… corriges lo que escribo, haces más de la mitad de las novelas, te ocupas de los papeles y esas gestiones que me cuestan… Rosa está encantada contigo. Pero no sales con tus amigos, no… haces caso ni a novias ni a novios… a todos los dejas a los pocos días… ya te estás preparando para dejar a Raúl. Y ni siquiera lo vas a sustituir por Martín, que te ha gustado.

-Yo no le gusto a él. Juega en otra liga.

-Que bobadas dices. Es sobrino de Jorge.

-Es buena gente, no me malinterpretes. Pero no.

-Si supieras lo que me entristece verte así, tristón… ¿Quieres que busquemos un psiquiatra? A lo mejor nos puede ayudar. A los dos.

-Ni se te ocurra.

Ernesto dejó de abrazar por detrás a Arturo y se sentó a su lado en el mismo banco en el que él estaba. Volvió a abrazarlo y éste apoyó la cabeza en el hombro.

-Soy una carga para ti – dijo Arturo echándose a llorar.

-Para nada. Eres mi vida. Tomás y tú sois lo único que tengo. Llora, mi niño. Llora. Desahógate. Pero nunca me pidas que te deje ir ni que deje de quererte.

Jorge Rios.”

Esa mañana de domingo, Carmelo se fue con Ernesto, Arturo y Raúl a bañarse en el “Estanque de los encuentros”. Jorge y Martín se quedaron en casa, zascandileando. Jorge sentado en su butaca con el portátil sobre las piernas escribiendo, y Martín leyendo en la tablet un nuevo relato de Jorge.

-Me tienes que mandar lo que escribiste. – le recordó Jorge.

-Ya lo he hecho. Lo tienes en el correo.

Jorge se sonrió. Abrió el correo y efectivamente, ahí estaban los escritos de Martín.

Aquel día del mes de mayo las cosas cambiaron de forma radical. Rodrigo recogió cuidadosamente sus cosas de la habitación de la Residencia. Metió en las maletas lo que se iba a llevar y dejó sobre la cama lo que no se iba a llevar. Entre las cosas que dejaba atrás estaban todos los manuales que le habían dado en los últimos meses para adoctrinarle en las enseñanzas del líder de la Iglesia del alma de Dios.

Le había costado tomar esa decisión. Cuando llegó a esa residencia estaba casi en el fondo de un abismo. Le faltaban apenas diez centímetros de caída para empezar a respirar el barro de los sumideros de su vida y acabar como un cadáver bonito por lo que pudo ser. Porque bonito ya no era en aquel entonces. La desesperación de su infancia plagada de infamias, violaciones y palizas para solaz de los que de alguna forma debían haberse ocupado de él.

Tuvieron además la habilidad para hacerle sentir culpable. Todo lo que sucedía de malo en su vida lo había provocado él. El demonio había tomado su cuerpo cuando al nacer provocó la muerte de su madre en el parto. Y desde pequeño, se convirtió en el propagador de la simiente del mal a su alrededor.

No recuerda exactamente como apareció el gran maestro en su vida. Ese Guterres con su dulzura impostada y sus palabras de redención. Le cogió de la mano y lo llevó a la residencia. No antes sin pasar por su casa y recoger todo lo de valor que había allí. Su padre no lo echaría de menos, le dijo con una sonrisa.

En la residencia de la Iglesia del alma de Dios, tenía todo organizado. Desayuno a las tal. Meditación a las cual. Reunión con su grupo de trabajo. Sexo grupal. Hora del ejercicio obligatorio. Reconocimiento médico cada mes.

El cambio en su vida había sido radical. Ahora no tenía que preocuparse por comer, o por comprar calzoncillos. Tenía libros en la biblioteca, tenía televisión, tenía música …  era difícil renunciar a todo eso, cuando se venía de donde lo hacía él.

Sexo grupal. Eso le debería haber hecho pensar. Tampoco era extraño que no se extrañara. Era algo placentero. Y los preceptores de la iglesia de Guterres, lo vendían muy bien diciendo que era la forma de entregarse a los compañeros y compartir los momentos de gozo y placer para así luego, poder también compartir los momentos duros o de zozobra.

Entre los miembros de su grupo de “trabajo” estaba Evaristo. Era un año mayor que él. Era distinto al resto. Muchos días le tocaba como pareja en la terapia del sexo grupal. Mientras tenían sexo, un día Evaristo le susurró al oído: “No tomes la leche del desayuno, nos drogan”. Rodrigo fue a decirle algo, pero ese chico empezó a gemir de placer al ritmo de las embestidas de la penetración de Rodrigo. En un momento dado, le puso la mano en los labios par indicarle que debía tener cuidado con lo que hablaba. Rodrigo se la beso, y le lamió los dedos, como si fuera parte de su juego sexual. Juvenal entonces le penetró a él y así estuvieron un rato los tres, buscando el placer que les acercaría a Dios. Aunque Rodrigo no pudo evitar fijarse por primera vez en la estancia donde estaban. Se fijó en las cámaras que había en todas partes. Se fijó en el resto de sus compañeros que parecían extasiados. Juvenal le dio una suave colleja. Él entendió y fingió estar en el mismo estadio de plenitud sexual y espiritual que el resto de los grupos que estaban a su lado.

Los tres llegaron al orgasmo a la vez. Gritaron como les habían dicho que tenían que hacer. Luego, según el resto de los grupos llegaban al clímax, compartían fluidos y caricias entre todos.

Juvenal se le acercó después en la ducha. Le besó en la boca mientras le agarraba el miembro masajeándolo.

-Te vemos luego en la terraza, en la esquina sur.

Se separó de él y se puso en el otro lado. Rodrigo se enfadó porque le había dejado caliente sin culminar su masaje.

Aquella fue la primera de las reuniones a escondidas de los tres. Creían que controlaban, que eran más listos que los demás. Cuanto se equivocaban. Y que pronto lo iban a descubrir.

Martín Carnicer.”

Jorge bajó la pantalla del portátil. Se quedó callado, pensando.

-No te ha gustado.

Martín lo miraba expectante. No había perdido ni un detalle del rostro de su tío mientras leía su primer relato.

-Al revés. Se me hace difícil pensar que no lo he escrito yo. Me has cogido el tono y la forma de escribir a la perfección. Estoy muy orgulloso de ti.

Martín pareció relajarse. Para él era importante la opinión de Jorge. Por eso no se lo había enseñado, por si no le gustaba. Sabía que Jorge no le iba a decir su opinión sincera. Siempre lo había hecho. Y él se lo agradecía enormemente. Su padre, por ejemplo siempre ensalzaba sus redacciones en el colegio o sus dibujos. Lo hacía siempre y sin ningún criterio. Martín, de algunas redacciones estaba contento y de otras no. Que a ojos de su padre, todas tuvieran el mismo valor, era casi un insulto para él. Pero en los últimos tiempos, necesitaba más que nunca el apoyo de Jorge. Era contradictorio, es cierto. Pero no lo podía evitar. Quería que Jorge fuera sincero con su opinión, pero no soportaría en ese momento que dijera que no le había gustado. Que lo podía haber hecho mejor. Por eso no se los había enseñado. Ni esos relatos ni otros que tenía escritos.

-¿Vas a leer el resto?

-Sí, pero no ahora. Tengo que pensar en la propuesta que has hecho. Tengo que asimilarla.

-Na, lo que pasa es que quieres pensar los posibles desarrollos para que no te pillen de sorpresa.

Jorge se echó a reír.

-Algo de eso puede haber, sí.

El gesto de Jorge era el de una persona pillada en falta. Aunque en realidad, lo que el escritor le estaba dando vueltas en la cabeza, era a una historia del pasado relacionada con sectas con una cierta relación con Nando y la gente que lo rodeaba. No acababa de dar con la tecla para hacer salir esas vivencias olvidadas. Hacía tiempo que no leía el relato en el que se había basado Martín para escribir esos relatos. Debería hacerlo para intentar recobrar ese cajón del arcivo de sus recuerdos.

Jorge sonrió y volvió al presente mirando con cariño a Martín.

-Aunque en realidad, me debato entre que este relato y los otros dos, formen parte del original mío. Y quizás acabar haciendo una novela entre los dos. ¿Te gustaría?

-No sé que decirte. Me mola ser actor.

-Pablo Rivero es las dos cosas, y en ninguna es malo.

-Creo que soy mejor actuando que escribiendo. Como hobby guay.

Jorge le miraba expectante. Martín suspiró y puso cara de resignado.

-Es que tío, no… me lo pienso. Pero no te he dicho que sí. Me lo pienso. Y no me mires así. Sabes que si me miras así no puedo decirte que no a nada. Pero que sepas que si te dijera que sí en esas circunstancias, tengo defensa ante en Tribunal Supremo porque te has aprovechado de todo lo que te quiero.

Jorge le dio una pequeña colleja cuyo efecto Martín exageró tirándose en el suelo aullando de dolor.

-Pues no veo a ese gran actor que has dicho antes. – se burló Jorge de su pantomima. – a lo mejor te estoy ofreciendo otra salida profesional.

Martín volvió a sentarse donde estaba antes de su escena, apoyando la cabeza en la pierna de Jorge.

-¿Qué tal anoche en la Hermida 3?

-Si quieres saber si me lo monté con Arturo y Raúl, la respuesta es no.

-¡Vaya! Yo que tenía pensado escribir un posible romance a tres…

-Pues no, tío.

-Pero te molan.

-Para nada. Me caen bien. Nada más. Arturo es muy agradable. Igual que su padre. Se parecen ambos mucho a ti. Por eso me es fácil acercarme a ellos. Raúl no me llama la atención. Es buena gente, pero sin más. Anodino.

-O sea que Arturo y Ernesto no son anodinos.

-Para nada. Son estimulantes. Mente rápida, perspicaces, observadores. Tienen una conexión especial entre ellos. Y mucha tristeza en su interior. Sobre todo Arturo. Me da que está depre. Pero de verdad.

Jorge se quedó pensativo.

-Cuéntame anda.

-Pues eso. Que Arturo finge cuando está con gente. En el restaurante parecía el tío más guay y enrollao del mundo y luego aquí, cuando llegamos y Dani sacó esas marquesas que había hecho y preparó chocolate. Luego, cuando nos quedamos solos los dos, charlando, se relajó. Yo creo que se pensó que estaba contigo o algo así. Como si fuera yo un amigo cercano con el que no tiene que fingir. Joder, después que se fue Raúl a dormir, a los cinco minutos parecía tener diez años más. Luego, cuando me fui a mi cuarto, al bajar la persiana, vi a Ernesto salir al jardín a hacerle compañía. Acabaron abrazados un buen rato. Al principio Ernesto estaba de pie, detrás de su hijo. Luego se sentó a su lado y lo volvió a abrazar. Arturo lloraba a lo grande.

-O sea que te fuiste a la cama y Arturo se fue al jardín. Y luego Ernesto salió preocupado.

Martín asintió con la cabeza.

-Llevaba tu abrigo, el que le dejaste, para taparlo. Salió con una chaqueta solo, la que llevaba en el restaurante.

Jorge se quedó pensativo. Con lo de la pandemia habían dejado sus encuentros periódicos. Y aunque tanto Carmelo como él les habían insistido en que fueran a sus reuniones en casa, siempre pusieron alguna excusa. Quizás porque siempre iba a haber alguien más. “Sí, era por eso – pensó Jorge – deberíamos haberles invitado a ellos solos. No caí en ello”.

-Tío, no te pongas así. Son tus amigos, pero no tienes que ocuparte de todo el mundo. Te vas a volver loco, y yo me volvería loco si eso pasara.

Jorge alargó la mano y acarició la mejilla de Martín.

-Tranquilo. Tampoco creo que pueda hacer nada.

-Llámalos de vez en cuando. Eso suele hacer bien a todos los que te conocemos.

Jorge se sonrió. “Si ellos supieran que en realidad al que le hace bien es a mí…”

-Podías llamar a Arturo tú algún día. Para charlar y tomar algo. Si se ha sentido cómodo contigo…

-No voy a ligar con él.

-No quiero que ligues con él. Quiero que charles como anoche.

-Vale. Le llamo. Nos pasamos nuestros móviles.

-¿Cuándo pensabas contarme lo de tu madre?

Jorge llevaba tiempo pensando como meter en la conversación los temas que le preocupaban relativos a Paula. Al final se decantó por la pregunta hecha a bocajarro. El tiempo se acababa. Carmelo y el resto llegarían en cualquier momento.

-Para eso te llamé. Pero… me dio corte contarlo con Carmelo delante.

-Pues ahora estamos solos.

-No te puedo contar cosas concretas. Solo que mi madre se mueve en el secreto últimamente. Se reúne con esos compañeros, alguna conversación le he escuchado sobre echar a Jacinto. Y claro a ti. Discutí con ella un día. Lo del Decano, me la trae floja, pero lo tuyo… por nada del mundo. Ella presume de ser tu amiga, y eso no se hace a los colegas. Pero como siempre, ella se puso en plan “Soy más lista que nadie, tú que vas a entender si eres un puto crío mimado por ese”.

-“Ese” me imagino que soy yo. Y por el tono de tu recreación, me imagino que me has ahorrado algunos epítetos poco… agradables.

-Me fui de casa. – Martín no contestó a la pregunta. – Alquilé una habitación en un hostal cerca de tu casa. De momento no me puedo permitir nada más.

-¿Por qué no te vienes a casa? Si te has ido así, me imagino que esas discusiones y esa actitud de tu madre conmigo, viene de lejos. Esa última discusión sería… ¿O te echó de casa?

-Eso enfurecería a mi madre. Quita. Si se entera de que me voy a vivir con vosotros…

-¿Por qué? ¿Me odia tanto? ¿Se piensa que …?

Jorge no acabó de expresar la pregunta. Por la cara que puso Martín, supo la respuesta. Y le indignó.

-No puedo creerlo. Que piense… No, no… no puede ser… te tienes que equivocar… lo habrás interpretado mal…

-Quirce también se ha ido. – le interrumpió Martín – Con su novia. Escuchó la discusión. Luego discutió él con mamá. La cosa se puso… vamos, se desmandó un poco. Ella gritó, Quirce y yo lo mismo, dijimos todos cosas… fuertes… dijo cosas de ti que… bueno, que no se las permito ni a ella, por mucho que sea mi madre. Y lo mismo Quirce. Está muy enfadado.

-¿Y tu padre?

-Callando. Como siempre. Otro que se cree listísimo. Así que nos piramos. Luego, al cabo de dos días llamó para pedirme perdón por alguna cosa de las que dijo. Yo sí, vale, te perdono, pero no vuelvo a casa. Soy actor de profesión, no en mi vida privada. No puedo fingir todo el día en casa. Pobre pero honrado. Para una cama y un bocata, tengo. Gracias a Dios, van saliendo cosas de trabajo. Si sale Tirso, pues guay, porque me dará para alquilar un estudio o algo así. Aunque sea en una zona poco cool.

-Buscaremos una solución. No me gusta que estés en un hostal sin todas las comodidades. Te repito, me gustaría que te vinieras con nosotros a vivir. Así no estás solo todo el día.

-Así no tengo que limpiar. – bromeó Martín. – Na, que estáis en celo. A Carmelo no le molaría, fijo. Aunque no dijera nada. Carmelo contigo es celoso. Te quiere solo para él.

-Anda, anda. Que exagerado eres. Que va a estar celoso. En todo caso al revés, sería yo el que debería estarlo. Y que sepas que fue él anoche, al volver del restaurante quien lo propuso. Y no te lo digo por convencerte. Es la verdad. Y si no, tengo casas vacías. Puedes quedarte en alguna. No tiene por qué enterarse que son mías. No suelo hablar de mis propiedades. Solo lo sabe Dimas y Carmelo.

-Si lo sabía Dimas, lo sabe mamá y papá.

-¿Eran tan amigos para…? ¡¡Joder!! Ya podía haber seguido drogado un rato más.

-Pero para mi madre es importante que sigas siendo su amigo. No lo entiendo. Pero es así. Te jode, pero que sigas siendo su amigo. Para tenerte controlado, o algo así. No se me ocurre otra razón. Es alucinante.

-Claro, tienes razón, para tenerme controlado. Es lo único que ha querido siempre. No, no me mires con esa cara. Apostaría por ello. En realidad nunca ha buscado mi amistad. Ni le he interesado lo más mínimo. Que tonto he sido. Me tenía que haber dado cuenta. Y el otro día cuando me encontré con ella en la Uni… que bobo soy.

Martín se encogió de hombros.

-No me mola que te llames bobo y esas cosas. Eso solo lo podemos hacer Dani, Mariola y yo.

Jorge alargó la mano y acarició la mejilla de Martín. Este le cogió la mano y se la besó.

-Te quiero tío. – le dijo Martín con voz trémula.

-Al final me he quedado sin amigos. – resumió Jorge imprimiendo a su voz un tono de tristeza supina.

Martín se levantó del suelo y se sentó a horcajadas encima de Jorge. Lo abrazó y puso la cabeza sobre su hombro.

-No digas eso. Quirce y yo te queremos. Y Ernesto y Arturo, te adoran. Se lo noté ayer. No digas nada de que sabes que no vivo con ellos. Cuando vengamos el finde que viene, lo haremos como una familia feliz. Menos Quirce que no le apetece mentirte a la cara. Él es más valiente que yo. Tampoco hace falta que sepan que he dormido aquí. Lo del restaurante no puedo negarlo, nos han visto tantos amigos suyos… ni que hubiéramos organizado una quedada.

-A lo mejor tu hermano es más insensato. O tiene otra perspectiva. Veremos lo que pasa el finde que viene y con lo que sea, le llamo para comer un día. Te digo y te unes. Y no te preocupes que no diré nada de que has estado aquí. Pero luego, cuando vengas, recuerda que no conoces la casa. Os vais a quedar en la Hermida 3, donde has dormido hoy.

-Mejor coméis los dos solos. Creo que Quirce… tiene secretos conmigo.

-Como quieras. Ya hablaremos de todo esto. No me esperaba este giro en los acontecimientos. Éstos están a punto de volver. Dime lo que te pasó ayer con ese chico, Saúl. Me preocupaste.

-No lo sé. Simplemente me… llegó. – Martín seguía sentado a horcajadas sobre Jorge pero ahora se había incorporado para mirar a su tío – Sentí… como su angustia, su terror… y … lo sentí físicamente. Fue algo extraño. Me dejó un mal cuerpo que te cagas. Pero creo que a él le vino bien. Sentí como si me diera las gracias. Como si se hubiera quitado un peso de encima. Pero es un pibe. Yo pensaba que tenía casi veinte. Tiene dieciséis. Empezaron con el bien peque, me temo.

-Ya estamos de vuelta – gritó Carmelo al entrar en casa.

Martín se levantó de encima de Jorge y se sentó en su lugar habitual, a los pies de la butaca apoyando la cabeza en las piernas de su tío. Jorge no se extrañó de su maniobra. Martín era muy cercano y cariñoso con él, pero solo si estaban solos. Si había alguien delante, se guardaba mucho de mostrar esos afectos. No era algo novedoso. Desde niño lo había hecho. Y Carmelo, a pesar que sabía desde siempre que era el amor de Jorge, no era una excepción. El caso es que la súbita aparición del rubito, le había dejado con ganas de preguntarle por el significado de su última frase.

Cuando Carmelo subió, Martín se estaba poniendo de pie y Jorge dejaba el portátil sobre la mesa. Jorge y Carmelo se dieron un beso en los labios y Carmelo besó en la mejilla a Martín.

-Les ha encantado el “Estanque de los encuentros”. Han ido a la Hermida 3 a descansar un rato antes de ir a comer.

-¿Os habéis despelotado? – le preguntó Jorge de broma.

-A Raúl le ha costado un poco. Pero al final se ha lanzado. Tenías que haber venido, Martín.

-Yo ya sabes que el agua… me da miedo bañarme en esos sitios.

-Ya será por no desnudarte. – le picó Carmelo.

-Oye, sin problemas, me desnudo ahora mismo. A mí con esos piques.

Se echaron a reír los tres.

-Vamos a cambiarnos. Tenemos el tiempo justo para llegar al restaurante.

-Pues a vestirse se ha dicho.

Se enteraron con los demás. El enviado de dios, Guterres en conferencia obligatoria en la sede de la Iglesia del Alma de Dios. Dios omnipresente cada minuto de la vida de los miembros de la Iglesia.

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El hermano Juvenal, ha emprendido viaje para encontrarse con Dios. No os apenéis. Él ahora está en un sitio mucho mejor. Está disfrutando de la bendición de nuestro creador. Él solo quiere a las almas buenas. Y Juvenal lo era. Alegrémonos pues de su viaje y de que por fin haya podido dejar la prisión que suponía su cuerpo para alcanzar la dicha suprema de enaltecer el alma como única morada de su espíritu.

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Evaristo y Rodrigo se miraron asustados. Llevaban dos días en los que no lo había visto. En sus sesiones de sexo grupal le había sustituido Juan, un joven recién llegado, apenas dieciocho años. Un chico de la calle, sin apenas estudios. Solo en la vida.

Juan era un nuevo miembro muy convencido de las bondades de la iglesia de Guterres. Ahora tenía ropa, tenía calefacción en invierno, aire acondicionado en verano, tenía comida, practicaba el sexo todos los días como parte de las actividades previstas. Era un hombre obediente y poco dado a hacerse preguntas. Para ello, debería haber tenido capacidad para crearlas. Apenas si sabía leer. ¿Comprendía lo que leía? La respuesta más acertada sería que no.

Rodrigo pensó en practicar la lectura con Juan. No dejaba de ser un compañero. Le dijo después de su tiempo de sexo.

-Podíamos leer un rato juntos. Te enseño.

-Me dijo el preceptor que si Dios había considerado conveniente que no aprendiera a leer cuando tocaba, sería por algo.

-¿Entonces?

-Estoy bien así.

Rodrigo fue a insistir. Pero Evaristo le hizo un gesto para que pasara del tema. Rodrigo se fue a la sala de lectura. Buscó una mesa cercana a la ventana y fue a la estantería a coger el libro que estaba leyendo: “¡Calla y corre, amor!”

Apenas llevaba diez minutos cuando uno de los preceptores, Diego se acercó a él. Traía en la mano un vaso de leche. Se lo puso delante.

-Bebe – le dijo en tono autoritario.

Rodrigo se lo quedó mirando.

-Es la leche que no te has bebido esta mañana.

Rodrigo sintió una punzada de miedo en el estómago. Había vivido lo suficiente en momentos trágicos para saber que eso era una amenaza en toda regla. Y no era una cuestión de quedarse castigado sin postre. Quizás era una escena parecida a la que había vivido Juvenal en los días previos, antes de salir de viaje en busca de Dios nuestro Señor, Creador nuestro, Bendito tú eres.

Sintió como por su mente pasaban todos los momentos críticos de su vida. Como si el instante que estaba viviendo en ese momento, fuera el último de una vida que a todas luces sería corta si acababa allí. Pero había sido más larga de lo que hacía presagiar el abismo al que había caído hacía unos meses. Se recordó que a pesar de Guterres y de su Iglesia, seguía sin tener nada por lo que vivir. Nada que le hiciera posponer su viaje a conocer a Dios. Como Juvenal. Un gozo en al alma grande.

-No. – contestó con tono al menos tan contundente como el empleado por Diego.

-Es pecado no obedecer las órdenes de los preceptores. Serás castigado.

-¿Qué crees que encontrarán en ese vaso de leche si lo llevo a analizar? ¿Qué crees que saldrá en los análisis de la leche de hace tres días que mandé analizar? ¿Estás por encima de la ley de los hombres? ¿Podrás seguir con tus prácticas de sexo en la prisión?

-Eso es mentira.

-¿Estás seguro?

-Estabas en la mierda y Guterres, el enviado de Dios te recogió de la calle y te salvó del infierno.

-Me salvó de la muerte. En el infierno estaba y sigo estando. Solo ha cambiado el decorado.

-Eres un desagradecido.

-Tu gesto muestra un sentimiento que según las enseñanzas de la Iglesia del Alma de Dios, está prohibido para los seguidores y es la ira. El odio. Muestras ira y odio hacia mí.

-Has traicionado a la Iglesia. No vale…

-¿Y el perdón de Dios? ¿O te crees en la arrogancia de saber lo que piensa Dios padre todo poderoso, Dios eterno? ¿Dios puede perdonar en su bondad infinita y sus acólitos no pueden en su soberbia? ¿Acaso tú eres más que Dios Padre?

-Blasfemas.

-Haber estudiado los preceptos de la Iglesia y haber escuchado con atención las enseñanzas del enviado Guterres, parece que es el pecado que he cometido. O a lo mejor mi pecado fue aprender a leer y a entender lo que leía.

-Criticas a los demás por soberbios cuando tu te eriges en…

-En estudioso de las enseñanzas que nos dais. ¿Acaso el ideal es que no leamos, no dudemos, no pensemos, solo sigamos al perro que gobierna el rebaño o al pastor? Vosotros enseñáis y yo aprendo. Si quieres cogemos el manual del buen hermano y repasamos esos preceptos que te he comentado.

-Una blasfemia tras otra. Todo esto llegará a oídos del Enviado Guterres.

-Vayamos si quieres ahora mismo a seguir esta conversación con él.

-Eso será cuando él decida. No cuando tú lo desees.

-Sea. Seguiré entonces leyendo este libro que de alguna forma, también me acerca a Dios. Porque muestra las inmundicias de las que los hombres somo capaces de crear en la vida de nuestros semejantes.

Diego el preceptor se levantó, cogió el vaso de leche que había traído y abandonó la sala de lectura. Rodrigo respiró hondo. Sabía que su vida pendía de un hilo. Solo lamentaba que su última sesión de sexo grupal no hubiera sido todo lo satisfactoria que hubiera deseado.

Martín Carnicer .

Una canción, una historia: Troye Sivan – TALK ME DOWN (Blue Neighbourhood 3/3)

La historia acaba.

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Letra:

I wanna sleep next to youBut that’s all I wanna do right nowAnd I wanna come home to youBut home is just a room full of my safest sounds
‘Cause you know that I can’t trust myself with my 3 a.m. shadowI’d rather fuel a fantasy then deal with this alone
I wanna sleep next to youBut that’s all I wanna do right nowSo come over nowAnd talk me down
I wanna hold hands with youBut that’s all I wanna do right nowAnd I wanna get close to you‘Cause your hands and lips still know their way around, ooh
And I know I like to draw that line when it starts to get too realBut the less time that I spend with you, the less you need to heal
I wanna sleep next to youBut that’s all I wanna do right nowSo come over now and talk me down
And talk me down
So if you don’t mind, I’ll walk that lineStuck on the bridge between usGray areas and expectationsBut I’m not the one if we’re honest, yeah
But I wanna sleep next to youAnd I wanna come home to youI wanna hold hands with youI wanna be close to you
But I wanna sleep next to youAnd that’s all I wanna do right nowAnd I wanna come home to youBut home is just a room full of my safest soundsSo come over nowAnd talk me down
And talk me down

Necesito leer tus libros: Capítulo 47.

Capítulo 47.-

Javier tocó suavemente con los dedos en la puerta del apartamento antes de meter su llave en la cerradura y abrirla. No quería asustar a Sergio. Se quedó parado nada más entrar. Las luces del salón y de la cocina estaban dadas, pero no se oía ningún ruido. Fue primero a la cocina. Solo vio fuera de lugar la caja de una pizza a la que le faltaban tres trozos. Cerró la caja y apagó la luz. Fue entonces al salón. Allí lo vio, tirado en el suelo, con la cabeza apoyada en un almohadón. Se había quedado dormido. Tenía un plato con dos trozos de pizza a su lado. Solo le faltaba haberse quedado dormido con el otro pedazo en la mano.

No le extrañaba que estuviera cansado. No dormía bien por las noches. Ni estando con él, que se suponía que le daba un plus de seguridad. Y había estado más de dos horas tocando en plena calle, de pie, sin casi llevarse ni un trago de agua a los labios. Y luego, el encuentro de Jorge, aunque muy placentero, también le habría gastado muchas de sus fuerzas. No había tenido mucho contacto directo con el escritor, pero intuía que una conversación intima con él tenía que ser intensa; el escritor intentaba sacar siempre lo máximo de sus interlocutores, poniendo toda su atención en lo que le contaban. Eso a su vez, hacía que los demás tuvieran que esforzarse al máximo al exponer sus pensamientos o sentimientos. Y normalmente no estamos acostumbrados a esas conversaciones tan intensas ni a que a tu interlocutor le importe verdaderamente lo que cuentas.

Javier, durante la actuación de Sergio, no le había perdido de vista hasta que vio aparecer a Jorge. Ahí se relajó y se fue él mismo a sentarse a un bar y tomar algo. Sergio le había dicho repetidamente que no le gustaba que fuera a escucharlo, así que había optado por esconderse para hacerlo. El primer día lo hizo por curiosidad. A partir de ese día lo hacía por gusto, y por estudiarlo. Y también un poco por protegerlo. No parecía que nada le amenazara, pero no podía evitarlo. Nunca se sabía. Había investigado a alguno de los hombres de los que le había hablado, y no le daban buena espina. Sobre todo dos de ellos, uno era el último profesor que tuvo, por el que lo abandonó todo. El otro, un profesor del conservatorio con unas amistades poco recomendables. A parte que los dos interfectos eran amigos.

Jorge le había obligado a merendar un bocata, pero sería lo primero que comía de verdad en varios días. Era peor que él para esos temas. No era por falta de dinero, era por abulia, por… no tenía conciencia de tener hambre. Tampoco se trataba de que padeciera un trastorno alimenticio. Luego, si Javier le llevaba a algún sitio a comer, comía. Y con ganas. La invitación de Jorge parecía haberle abierto el apetito, porque se había pedido una pizza al llegar a casa.

Se fijó en que Sergio había hecho un poco de limpieza. Al menos ordenar sus enseres, su ropa, las cosas que iba utilizando. Parecía que la cita con Jorge había tenido su efecto en otros aspectos aparte del de comer. Dejó las llaves en el cenicero que tenía para eso. El ruido al hacerlo bastó para despertar a Sergio. Se giró somnoliento y le miró con los ojos todavía casi cerrados. Sonrió y fue a levantarse pero Javier le hizo un gesto para que no lo hiciera. Fue él el que se tumbó a su lado.

Sergio lo abrazó y le dio un beso en los labios.

-Pensé que ibas a venir más tarde. ¿Qué hora es?

-Es tarde. Son más de la una.

-Me ha jodido que hayas tenido que irte. Me apetecía haber pasado la tarde haciendo el amor contigo.

-Y a mí. Es lo único que me apetece de verdad. – Javier le acarició suavemente la mejilla.

-Deberíamos hablar algún día de ti. Yo estoy triste, pero tú…

-Tú eres lo importante.

-Perdona, tú eres importante para mí.

-Ya lo sé. Pero no estoy preparado. Otro día. ¿Sabes que he visto a Jorge? Ha ido a cenar al mismo restaurante donde yo estaba.

-¡Anda! ¡Qué casualidad! ¿Habéis hablado?

-No. Yo estaba sentado en mi reunión de trabajo. Y él llegaba con Carmelo y Martín. Había mucha gente que les quería saludar.

-Yo lo he tenido para mí solo un rato largo – dijo Sergio contento.

-Has sido el privilegiado del día. ¿Te ha dado su teléfono? – Sergio asintió contento. Alargó la mano para coger su móvil y le enseñó el contacto. Javier le sonrió – ¿Qué tal con él? Antes no me ha dado tiempo a preguntarte.

-Genial. Ha sido… maravilloso. Tenía la idea de que era muy serio, y un poco broncas. Joder, internet está lleno de vídeos en los que está enfadado… cuando me lo cruzaba en el campus, parecía siempre en sus mundos y el gesto que llevaba no invitaba a nada. No me lo esperaba tan cercano. Tan… comprensivo. Lo he sabido en cuanto lo he descubierto entre el público. Era otra persona distinta a ese de los vídeos y del campus. A veces parecía que supiera lo que le iba a contar. No me ha juzgado en ningún momento. Solo me ha mirado a los ojos un ciento de veces… y eso me ha hecho sentir bien. Parecía interesarse por mí, por lo que sentía, por… mi alma. El resto de la gente parece que solo te mira los pectorales, el culo y la polla. Y si te pregunta como te encuentras, es para que les digas: “bien, gracias”, y a otra cosa. Él no. Él quería saber de verdad, escucharme de verdad. Fíjate que ha habido una vez que me ha preguntado por como estaba. Yo le he dicho “Bien, gracias”. Él no ha dicho nada, yo he empezado a hablar de alguna bobada. Y cuando me he callado, me ha mirado y me ha dicho: “¿Cómo estás?”. Joder, me ha dejado lelo al cien. No he tenido más cojones que confesarme. Y luego me ha dicho que le molaba como tocaba. Y te lo juro, me lo he creído. No lo decía por cumplir. A parte, le he observado un par de veces mientras interpretaba “La Danza Macabra” y te juro que me leía a la perfección lo que quería transmitir, se lo he notado en la cara. Parecía sentir lo que yo quería transmitir en mi interpretación. Pero al cien. Ha estado guay. Y no ha querido convertirse en protagonista, ha pasado de hacerse el interesante o de mostrarse. Se ha quedado atrás… he sido yo el que ha dicho al resto, casi al final que estaba allí el mejor escritor del mundo. Y luego, ha esperado a que toda la peña acabara de saludarme para acercarse.

-Joder, que bien. Me gusta eso. Lástima no haber ido a escucharte. Y que conste, yo no te miré el culo o la polla cuando nos vimos la primera vez. Ni después tampoco. Solo cuando te la quiero comer. – se defendió Javier.

-Porque estabas lejos aquel día y el público estábamos casi a oscuras. – picó al comisario.

-Eso es cierto. Y no te veía bien. Entonces no sé por qué me fijé en ti – le devolvió el pique.

-Habrás mandado a alguien para que me saque fotos.

-¡Me cagüen la puta! ¡Me has pillado!

-O habrás encontrado los vídeos de mis hazañas… – dijo en tono precavido y estudiando los gestos que hacía el policía.

-Si eso hubiera sido el caso, que no lo es, estaría orgulloso de ti. Más orgulloso.

-¿Por qué? – preguntó extrañado.

-Pues muy sencillo: porque hubo gente que no te lo puso fácil, que te pusieron entre la espada y la pared, e hiciste lo que pudiste. Y fuiste aprendiendo de toda esa experiencia y eso, cuando te des cuenta de ello, te hará mucho mejor persona y mucho mejor en todo.

-De momento me siento avergonzado. No fui valiente.

-Muy pocos son valientes de verdad. Tú tenías un sueño, eras bueno, eres bueno – se corrigió Javier – en algo, en la música, con tu violín. Y eso que solo he escuchado o visto los vídeos de tus concursos. Ahora seguro que tocas mejor, porque tienes más cosas dentro y tienes de dónde tirar. Sentimientos, me refiero.

-Pero son malos.

-Pues ya que has tenido que pasarlo, aprovecha esa experiencia y métele un plus de miedo, de asco, de tristeza a las obras que tocas.

-Te pareces a una profesora que tuve. Me decía siempre que si quería ser bueno de verdad, debía dar algo a la gente que el resto de los músicos no le daba. Darle vida a la música. Darle mi toque de vida, decía.

-Vaya. Todos no han sido malos profesores.

-La música es un mundo difícil. Hay que esforzarse mucho. Y pocos son los que verdaderamente llegan a la cima. Pero no quiero hablar de música ahora.

Se quedó mirando a Javier con cara de pillo. Javier se sonrió y levantó los brazos.

-Lo dejo todo en tus manos.

-A lo mejor luego te arrepientes – le avisó Sergio.

-Si te portas mal, te… – le mantuvo la sonrisa para darle emoción – … morderé el culo como te gusta.

-Entonces no sé si hacerlo fatal para que eso ocurra… – Sergio le guiñó el ojo.

A Javier le encantaba cuando Sergio parecía alegre de verdad. Y ese día era el caso. Apenas llevaba unos días con él, pero habían sido intensos. Nunca lo había hecho con sus demás parejas, dejarle su segundo apartamento, el que se compró antes de que muriera su padre. Y con él lo había hecho. No se lo pensó además. Le salió. Y en él pasaban los días, las noches… hablando, Javier a ratos trabajando y Sergio estudiando sus asignaturas de la Uni o música. Sergio solo salía para ir a clase y esas escapadas que cuando Javier no estaba, hacía para tocar el violín en la calle. Tenía uno electrónico que a veces tocaba en casa con los cascos para no molestar. Y aunque Javier le había incitado a tocar el piano de su madre, él no había dado ese paso. Al menos mientras él estaba en casa.

Sergio le empezó a besar. Primero con mucha dulzura. Le acariciaba la cara. De repente se separó de él y le dijo mirándolo a los ojos.

-¡Hay que afeitar!

Javier empezó a reírse.

-Pero si decías que te gustaba que raspara… no me he afeitado por eso.

-Hoy no. Me apetece que tengas la cara como el culo de suave. La piel de tu culo es muy suave, ¿Lo sabes?

-Me lo dices cada día que me lo besas.

-Di que te lo beso y te lo como entero.

Javier volvió a soltar una carcajada.

-Como el resto de mi cuerpo. Nadie me lo ha comido y besado como tú. Tengo las huellas de tus dientes por todos lados. De hecho, no he mordido nunca a mis parejas. Eso me lo has enseñado tú, becario universitario.

-¿No te gusta?

-Al revés – Javier se acercó a él y ahora le besó él con dulzura – me pone caliente solo de pensarlo.

-A ver.

Sergio llevó la mano al paquete de Javier. Éste sonreía y empezó a jadear un poco al sentir el suave masaje que le estaba dando.

-Has pasado la prueba. Nueve en dureza de polla de Javier.

-Es que no puedo contigo. Cada día me sorprendes… – Javier le miraba divertido.

Sergio lo miró con cara decidida a la vez que llevaba sus manos a la sudadera que vestía Javier. Se la levantó para quitársela. Luego le empezó a desabrochar la camisa. Pero solo lo hizo con tres botones, los de arriba. Se la sacó por la cabeza. No paró ahí: empezó a desabrocharle los dos botones del cierre de los pantalones. Le bajó la bragueta. Sonrió al ver que no llevaba calzoncillos y que su miembro asomaba duro por ella.

-¿Te pensabas que no iba a cumplir el reto que me pusiste ayer? – le picó Javier.

-Así me gusta.

Sergio lo empujó hacia atrás y le levantó las piernas. Le sacó las deportivas sin desatarlas y detrás fueron los calcetines. A Javier le hacía gracia, porque al quitárselas las tiraba hacia atrás, al otro lado del sofá. Le besó los pies antes de sacarle los pantalones. Estos siguieron por el mismo camino. Sergio fue a desnudarse él, pero Javier se lo impidió.

-Déjame a mí ese placer.

Fue siguiendo el mismo orden y el mismo procedimiento que Sergio. Toda la ropa la tiró por encima del sofá. Cada prenda que le quitaba, le daba un beso en la parte del cuerpo que liberaba.

-Ahora al baño. A afeitarse. Yo te afeito, no te preocupes.

-Si tu me afeitas, yo te afeito a ti. – le advirtió Javier.

-Me parece justo.

Sergio se levantó y tiró de Javier para que hiciera lo mismo. No le soltó la mano mientras iba camino del baño. Allí, llenó el lavabo de agua caliente. Le hizo inclinarse y le mojó la cara. Cogió el bote de gel de afeitar y se dio una buena dosis en la mano y se la extendió por la cara. Le dio un suave masaje que le gustó al comisario.

-Sigues empalmado.

-Y tú. Me apetece un beso.

Sergio le sonrió. Le limpió con los dedos la espuma de los alrededores de los labios y pegó los suyos a los de él. Javier le apretó contra él y mientras se acariciaban el culo, se besaron con pasión.

-Así ahora notaré la diferencia – le dijo con cara de pillo.

No tardó nada en afeitarle. Javier pensó que no era la primera vez que afeitaba a alguien. Al acabar, le hizo inclinarse de nuevo y le aclaró la cara con agua limpia y caliente. Luego, se la secó suavemente. Le hizo levantar la cara para ver el resultado. Se la acarició suavemente.

-Me ha quedado perfecta. Ahora… volvamos…

-No corras, ahora te afeito yo a ti.

Javier siguió los mismos pasos que Sergio. Tardó un poco más, porque nunca había afeitado a nadie y estaba un poco más torpe que Sergio. Cuando acabó, se miraron a los ojos. Sergio sonreía. Javier aprovechó y empezó a besarlo. Sergio mientras se besaban, cogió sus pollas, las juntó y empezó a masajearlas. Javier jadeaba un poco de placer.

-Vas a hacer que me corra en nada.

-Como si solo te fueras a correr una vez esta noche.

-¡Que cabrón!

Intentó agacharse para meterse en la boca la polla de Sergio, pero éste se lo impidió.

-Me has dado los galones hoy, recuerda.

-La madre que… pero es que me está mirando y me dice cómeme… – bromeó.

Javier levantó las manos a modo de rendición incondicional y dejándole la iniciativa. Sergio le giró y se agachó él. Le fue besando el culo y lamiéndolo despacio. De vez en cuando se lo mordía, algunas veces fuerte. Eso acabó de poner a cien a Javier. Intentó llevarse la mano a su miembro, pero Sergio se lo impidió.

-Tus manos solo en mi cuerpo, policía opresor. Yo soy el único que puede tocarte a ti. No me obligues a atarte las manos.

Javier ya no era capaz de reírse. Solo de cerrar los ojos y disfrutar. Sergio le empezó a lamer el agujero, mordiéndolo suavemente de vez en cuando. A la vez, una de sus manos había buscado el miembro de Javier y lo llevó hacia atrás. Le lamió primero los testículos. Los lamía y seguía hacia arriba hasta encontrar de nuevo su agujero. Al pasar, le mordisqueaba también la zona del perineo. Javier empezó una especie de letanía de gemidos y palabrotas entrecortada que expresaban el deseo de acabar que empezaba a tener ya. Todo su cuerpo estaba en tensión, esperando el orgasmo. Su polla, hasta ese momento casi sin merecer ninguna atención de Sergio, estaba dura y supuraba un liquidillo que nunca antes de conocer a Sergio había conocido. El músico tiró un poco más de la polla hacia atrás y con la lengua posada suavemente en ella recogió ese líquido viscoso y casi transparente sin apenas rozarla.

-Como me embriaga esta esencia que me regalas – dijo en voz sugerente.

Javier no contestó. No era capaz más que de soltar por la boca algunos sonidos guturales e incomprensibles. Sergio había vuelto a su agujero. Parecía que le quería penetrar con su lengua.

-Tu sabor me pone a cien, policía en prácticas – murmuró.

Eso hizo que Javier aumentara sus gemidos. Cada cosa que hacía el músico, cada cosa que decía, contribuía a que se excitara más.

De repente Sergio paró, aunque no quitó la mano que mantenía el miembro de Javier hacia atrás. Sonrió y se pasó la lengua por los labios. Parecía que quería humedecerlos o a lo mejor se estaba relamiendo. Se metió dos de los dedos de la mano que tenía libre en la boca y los humedeció. Besó el culo de Javier de nuevo, los dos papos, y los mordió. Notó como Javier se puso de nuevo tenso. Llevó entonces su boca a la cabeza de la polla de Javier. Le apartó la piel con sus labios húmedos. Javier empezó a gritar, pero se puso una toalla en la boca. No quería despertar a todo el edificio. Gritó entonces con fuerza; era lo que le pedía el cuerpo. Sergio se metió la fresa de Javier en la boca y la acarició suavemente con la lengua. Javier parecía que quería aguantar el orgasmo, pero cuando esos dos dedos húmedos de Sergio se introdujeron en su agujero y empezaron a darle un suave masaje en su interior, Javier no pudo contenerse más. Todo su cuerpo temblaba de placer. No pudo evitar gritar aunque apenas fue audible por la toalla que seguía mordiendo. Y ya sí, explotó llenando de leche la boca de Sergio.

Fue un orgasmo largo. Javier creía que iba a ser corto e intenso, pero no lo fue. Los primeros golpes apenas salía líquido, aunque el placer traspasaba los límites de sus órganos sexuales, desparramándose por todo el cuerpo. Él seguía intentando… soltar su carga… la notaba ahí, queriendo salir… fue uno, dos, tres, decenas de espasmos de su pene queriendo liberar su carga. Cada vez iba saliendo un poco más y un poco más… hasta que al final, cuando Javier pensaba que se iba a volver loco, el grueso de su lechada encontró el camino de salida hacia la boca de Sergio. Gritó y gritó… se había puesto de puntillas de la excitación, de la emoción. Todo su cuerpo temblaba de placer. Su agujero palpitaba desbocado apretando los dedos del músico que seguían dentro acariciando suavemente su interior. Los músculos de sus piernas estaba todos tensos. Sergio los miraba queriendo tocarlos, pero prefirió centrar su atención en la cabeza de la polla de Javier y en recoger su leche.

Sergio sacó los dedos del ano de Javier y dejó volver a su miembro hacia delante. Javier seguía temblando en todo su cuerpo. Sergio se incorporó manteniendo la leche de Javier en su boca. La quería compartir con él en un beso blanco y embriagador. Le hizo girarse, cosa que a duras penas pudo hacer, porque sus músculos no le respondían como quería. Sergio le sacó la toalla de la boca y lo sustituyó por sus labios. Al compartir la leche en sus bocas, Javier no pudo evitarlo y se echó a llorar. No quiso pensar en nada, no quiso pensar en que era la primera vez que le pasaba en su vida. Solo se abandonó en los brazos de Sergio. Mientras seguía besándolo y compartiendo la leche en sus bocas, Sergio volvió a meter dos de sus dedos en el culo de Javier. Éste volvió a temblar casi de inmediato. Sentía algo dentro de él… como una bomba que quisiera estallar…. Pensaba que se había liberado del todo, pero no era así. Sergio separó su boca un momento de la del comisario y le susurró al oído…

-Déjala explotar… déjate llevar… hoy yo te cuido…

Javier no lo pensó y le hizo caso: se abandonó completamente Una corriente eléctrica parecía entonces que empezó a recorrer todo su cuerpo, desde esa bomba que notaba dentro de él y que no sabía situar en su cuerpo. Volvió a temblar todo él. Sintió como de nuevo, por su miembro que ahora ya no estaba duro del todo, volvía a salir leche y de nuevo repetía y volvió a sentir un placer desconocido para él hasta ese día. Sergio había vuelto a besarlo. Javier le rodeaba el cuello con sus brazos. Hubo un momento en que Javier apartó la boca de la de Sergio y recostó la cabeza en sus hombros. Sergio le levantó las piernas e hizo que le rodearan la cintura. Lo sujetó con sus brazos y lo levantó. El llanto de Javier cogió de nuevo fuerzas.

Sergio caminó con paso firme llevando a Javier abrazado a su cuerpo.

-Ya está, mi policía opresor, todo está bien – le murmuró al oído.

Lo llevó al dormitorio. Lo recostó en la cama con suavidad. Javier no quería soltar sus piernas que rodeaban la cintura de Sergio, pero éste le obligó. Javier se abrazó a si mismo, para suplir el abrazo del músico. Éste no tardó en tumbarse a su lado, y de nuevo, hizo que lo abrazara. Volvió a besarlo y a acariciarle suavemente todo su cuerpo. De vez en cuando le decía algo al oído y Javier volvía a llorar.

Así estuvieron el resto de la noche y parte de la mañana del día siguiente. Abrazados, besándose de vez en cuando, diciendo alguna cosa en voz muy baja, como si temieran que alguien lo escuchara. Pero estaban ellos dos solos. Y no necesitaban a nadie más. Ellos, sus besos, su abrazo eterno y sus caricias. Los dos bien pegados el uno al otro.

-Escritor. No me mola nada que salgas a la terraza de madrugada a hablar conmigo.

-Me gusta tomar el aire.

-¿Me lo tengo que creer? ¿Desde cuando no salías a la terraza?

-La he utilizado mucho durante la pandemia.

-A las cuatro de la tarde. No te jode. Y cuando tenías visitas. No a las cuatro de la madrugada escabulléndote del lecho conyugal.

-Las vistas…

-Deja, no me vas a convencer. Tu casa de noche no tiene vistas. Y de día, pocas. Dime que quieres, que solo me llamas por interés.

-Eso no es cierto.

-Últimamente sí. Y que sepas que no me mola nada los líos en los que te estás metiendo.

-Es lo que toca.

-Está la policía.

-Y yo también. Dime novedades.

-No las hay.

-Aitor, no te enfades.

-No estoy enfadado.

-Lo estás. Te lo noto en el tono. Te conozco. Y no me has reprendido por no ir a tu habitación esta noche.

Aitor suspiró resignado. Pero eso no disminuyó su enfado con Jorge.

-No he conseguido nada de los tipos del restaurante. Tienen un servicio de seguridad pero no está conectado a ninguna red. Y las conexiones son por cable. No he conseguido una cámara que pille el camino de salida de éste, el secreto me refiero. Con tiempo, podré poner algo para futuras ocasiones.

-Pero a lo mejor las cámaras de tráfico… aunque sean a unos kilómetros…

-Hay infinidad de carreteras que pueden haber tomado. Muchas no tienen cámaras. Sería como encontrar una aguja en un pajar.

-Que le vamos a hacer.

-De todas formas sigo intentándolo. Estoy buscando formas de entrar en el sistema del restaurante.

-Confío en ti.

-Pues en este caso, no confíes. Y mejor, porque te repito, no me gusta nada en lo que te estás metiendo. Estás pasando de ser un fantasma vagando sin rumbo por las calles, a ser casi un matón.

-No me gusta nada lo que pasa, y menos, lo que intuyo que va a pasar.

-Nadia sigue desaparecida. No he conseguido tampoco seguir la pista de la tía de Rubén. Lo de ese chico no me cuadra para nada. Nada de nada. Le he pasado cosas a Javier para que se las de a su gente.

-Veo que no tienes información jugosa.

-Algo te puedo contar de otros temas. Simplemente no has acertado en las preguntas.

-No recuerdo haber preguntado nada en concreto. Hoy me da que es difícil acertar. Estás enfadado.

-Finn y Aiden. Todo mentira. Lo que te contaron.

-¡Ah!

-Aiden está con otro. Desde hace años. Con el que está, un tipejo. Un impresentable. Es al que viste con él el día de tu falsa quedada con Clarita.

-Al menos mejor que Finn…

-Por ahí se andan. De Finn no te cuento nada, porque lo recuerdas perfectamente. Conmigo no te hagas el tonto.

-¿Qué quiere?

-Dinero. Que te he dicho que no te hagas el tonto.

-¿La excusa?

-¿Importa? Es eso, una excusa. Trafica con drogas y extorsionando a los deudores de prestamistas fuera del sistema. Es su sustento. Lo blanquea en esa empresa, Uremerk. Su tiempo libre lo utiliza en seguir engañando a los amigos y a todos los que se pongan a tiro. Con esa tía con la que estaba, parece que no acabó bien la cosa. Ella no quiere saber nada de él. Se dedica a ligarse a una cada día. Y a la mayoría las roba o directamente las cobra. Para tu información, participa en algunos foros homófobos. Sus aportaciones son cuando menos… para estudiarlas. Su nivel cultural es ligeramente superior al cero.

-¿Es un matón?

-No, no tiene media hostia. Es el mirlo blanco, la zanahoria. El que propone a los deudores una salida honrosa: prostituirse, buscar otros clientes, o emponzoñar a amigos. En eso es un maestro autodidacta. A veces le acompaña el matón, pero es tan delicado, que se va mientras el otro hace el trabajo sucio.

-Ha pasado de nivel entonces.

-Carmelo te pone los cuernos.

-Vaya. ¿Con quien esta vez?

-Con un asistente de la peli que rueda. Es solo sexo. Pero eso no es ninguna novedad.

-No, no lo es.

-Tu embajador ha mantenido un encuentro discreto con Toni Fresno.

-Recuérdame quién es.

-El ex-socio de Sergio Romeva.

-¡Ah, joder! El amigo Toni. Me había olvidado de él. ¿Sabes de que hablaron?

-No. Pero si el embajador ha quedado con ese, yo que tú cambiaría mi impresión de él.

-No sabemos… a lo mejor Toni sigue relacionado con el mundo del espectáculo. El embajador está siempre implicado en eventos culturales…

-Vale, lo que tú digas.

-Joder, Aitor, estás hoy insufrible.

-Tienes razón.

Lo siguiente que pudo escuchar el escritor, fue el silencio de una llamada que se había cortado.

Jorge Rios.

Una canción, una historia: Troye Sivan – FOOLS (Blue Neighbourhood Part 2/3)

La historia continúa. Segunda parte.

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I am tired of this place
I hope people change
I need time to replace what I gave away
And my hopes, they are high
I must keep them small
Though I try to resist
I still want it all

I see swimming pools and living rooms and aeroplanes
I see a little house on the hill and children’s names
I see quiet nights poured over ice and Tanqueray
But everything is shattering and it’s my mistake

Only fools fall for you, only fools
Only fools do what I do, only fools fall
Only fools fall for you, only fools
Only fools do what I do, only fools fall

Oh, our lives don’t collide
I’m aware of this
We’ve got differences and impulses and your obsession with it
The little things you like stick and I like aerosol
I don’t give a fuck, I’m not giving up
I still want it all

Only fools fall for you, only fools
Only fools do what I do, only fools fall
Only fools fall for you, only fools
Only fools do what I do, only fools fall

I see swimming pools and living rooms and aeroplanes
I see a little house on the hill and children’s names
I see quiet nights poured over ice and Tanqueray
But everything is shattering and it’s my mistake

Only fools fall for you, only fools fall
Only fools do what I do, only fools fall
Only fools fall for you, only fools fall
Only fools do what I do, only fools fall

Only fools fall for you (only fools)
Only fools do what I do (only fools)
Only fools fall for you (only fools)
Only fools do what I do, only fools fall (Only fools)

(Only fools)
(Only fools)
(Only fools)
(Only fools)

Traducción.

Tontos

Estoy cansado de este lugar
Espero que la gente cambie
Necesito tiempo para reemplazar lo que entregué
Y mis esperanzas, son muy altas
Debo mantenerlas pequeñas
Aunque intente resistirme
Todavía lo deseo todo

Veo piscinas y salones y aviones
Veo una pequeña casa en la colina y nombres de niños
Veo noches tranquilas vertidas sobre hielo y Tanqueray
Pero todo se está aplastando y es mi error

Solo los tontos caen por ti, solo los tontos
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen
Solo los tontos caen ti, solo los tontos
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen

Oh, nuestras vidas no coinciden
Soy consciente de ello
Las diferencias e impulsos y tu obsesión con
Las pequeñas cosas que te gusta unir/pegar y a mí me gusta el aerosol
Me importa una mierda, no me rendiré
Todavía lo deseo todo

Solo los tontos caen por ti, solo los tontos
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen
Solo los tontos caen por ti, solo los tontos
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen

Veo piscinas y salones y aviones
Veo una pequeña casa en la colina y nombres de niños
Veo noches tranquilas vertidas sobre hielo y Tanqueray
Pero todo se está aplastando y es mi error

Solo los tontos caen por ti, solo los tontos caen
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen
Solo los tontos caen por ti, solo los tontos caen
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen

Solo los tontos caen por ti (Solo los tontos)
Solo los tontos hacen lo que hago (Solo los tontos)
Solo los tontos caen por ti (Solo los tontos)
Solo los tontos hacen lo que hago, solo los tontos caen (Solo los tontos)

(Solo los tontos)
(Solo los tontos)
(Solo los tontos)
(Solo los tontos)

Compuesta por: Alex Hope / Countbounce / Troye Sivan.

Necesito leer tus libros: Capítulo 46.

Capítulo 46.-

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Los reunidos con discreción en la terraza del restaurante tuvieron cuidado de abandonar el recinto por la puerta secreta. Al final ninguno más salió a “saludarles”. Ni por supuesto, Ovidio salió a invitarles a reunirse con ellos.

Sergio el representante de Carmelo fue a acompañarlos un rato. Como ya conocía a Ernesto y a Arturo, se integró sin problemas en la reunión. Martín volvió con ganas renovadas de pasar una buena velada en compañía de su tío y de sus amigos. Buscó sentarse al lado de Jorge y éste le acercó a él y le dio un beso. Le agarró la mano por debajo de la mesa para transmitirle tranquilidad. Lo mismo hacía cuando era pequeño y se ponía nervioso por los exámenes o por algún viaje que le organizaban sus padres.

Al final, Carmelo les propuso ir a Concejo todos.

-Os quedáis en la Hermida 3. Está preparada. Y mañana comemos juntos.

-¿Quién cocina? – Preguntó Arturo.

-Tú y yo. ¿Te parece?

-Guay. Nos podía ayudar Martín y Raúl.

-¡Oye! No sé por qué me excluyes de la ecuación de ayudar en la cocina – bromeó Jorge fingiéndose ofendido. Arturo a modo de respuesta le sacó la lengua. – Martín y Raúl se van a ir conmigo a dar un paseo por el campo. – afirmó con rotundidad Jorge solo para chincharle a su vez.

-Joder, yo también quiero – se quejó Arturo.

-Ahora te fastidias.

-Ya lo organizamos mañana. ¿Os animáis a quedaros?

-Pero no tenemos ropa de recambio.

-Si necesitáis os dejo algo de Cape. Es de vuestra talla más o menos. O de Jorge.

-Yo te mango algo a ti – dijo Martín a Jorge.

-Claro. Como siempre – se rió Jorge.

-Tampoco…

-No te pongas estupendo, sobrino. Que lo hago de mil amores. Si me encanta. Y luego si te veo en un photocall y distingo que llevas algo mío, me pongo contento.

Martín al final se animó a compartir casa con Ernesto y los demás. Al principio la idea era que él se quedara en la Hermida 2. Parecía haber congeniado con Arturo y Raúl. Así que Jorge y Carmelo se quedaron solos en la Hermida 2.

Cuando todo estuvo organizado, se fueron a su rincón. Esta vez fue Carmelo el que preparó los whiskys. Jorge se estaba cambiando de ropa cuando Carmelo lo agarró por la espalda.

-No te vistas.

Jorge miró a Carmelo. Sonrió al ver que él ya estaba desnudo.

-Necesito sentirte cerca – dijo a modo de explicación.

Jorge besó en los labios a Carmelo.

-No necesitas buscar excusas.

-Es cierto – dijo en el mismo tono que emplearía un niño de cinco años. – Pero también es cierto lo que te he dicho.

Jorge se sentó en su butaca y Carmelo se sentó en su regazo. Apoyó la cabeza en su hombro. Jorge empezó a acariciarle el muslo, como siempre hacía.

-¿Estás bien? – le preguntó Jorge en un susurro.

-No lo sé. Me siento extraño. Lo que me sorprende es que has tomado hoy el control como si… joder. Me has descolocado.

-Por un día que haga de ti y tu de mí no pasa nada.

-Ya. Pero ese abogado te ha amenazado de muerte. Temía que te fueras a hundir en el momento o que según le dieras vueltas al coco…

-En realidad, no lo ha hecho. Ha sido muy sutil.

-Claro que lo ha hecho. Sus palabras no pueden llevarse a un tribunal. Hasta ahí, ok. Pero te ha amenazado de muerte.

-Ya lo hizo la otra vez. Hoy ha sido más directo. Parecía hasta enfadado.

-¿Y su empeño en que Óliver…? ¿Y eso que ha dicho de la embajada?

-Lo de Óliver no lo acabo de entender. O quiere que yo esté en buenas manos, o quiere tenderle la enésima trampa. A mí me da que es lo segundo. Pero aunque le he picado para que se ofreciera ocuparse él de mis asuntos, no ha hecho nada al respecto. Lo de la embajada, le habrán contado que estuve hablando con el embajador. – como le jodía volver a mentirle al respecto. – Lo que me sorprende es que a ti si te ha afectado. Y mucho. Has estado apagado el resto de la velada.

Carmelo se encogió de hombros.

-Dime, anda.

-Me asusta pensar que un día te puede pasar algo. Y ese tío no es un cualquiera. No es un Willy o un Carlos o una directora de cine cualquiera.

-Tú tampoco te acuerdas de su nombre – bromeo Jorge. Carmelo sonrió resignado. Era cierto, no le salía su nombre.

-Ninguno estamos libres de las sorpresas. – Jorge se decidió por retomar la conversación seria – Un accidente de coche, en la ducha… un atropello, un derrame cerebral, un ictus… y respecto a que es un hombre con contactos y recursos y que es temible, matar es lo más fácil del mundo. Está al alcance de cualquiera.

-Pero estas cosas… le hubiera dado un puñetazo en la nariz. Al hijo de puta.

-Juguemos un poco.

-Eso me gusta hacerlo en la pantalla. Con un guion. No me mola en la vida real y siendo tú el blanco.

-Te recuerdo que tú también andas por ahí. Juguemos un poco con los malos.

.

-Damien? Comment ça va?

-Te iba a llamar. ¿Todo acabó bien la otra noche? – le preguntó el embajador.

-Llevé al chico a sitio seguro. Al menos físicamente me dicen que se recupera. Es un tema que llevamos con suma discreción.

-¿Cómo se metería en esas … prácticas? No lo entiendo.

-Hay personas que les gusta. Hay otros que… a ver, Damien, seamos claros. Si sabes, si has oído cosas de esa red…

-Pero te lo juro, no he acabado de creerlo nunca. No pensé que… fuera de verdad.

-Pues ya lo has visto.

-No pude dormir. Me costó lo indecible mostrarme como el anfitrión que se esperaba de mí. Luego encima me han llamado la atención por no respetar escrupulosamente los protocolos Covid. Después de lo vivido, me pareció ridículo, ya me entiendes.

-Yo vi muchos dispensadores de gel hidroalcohólico – bromeó Jorge.

-Que volvieron a los almacenes casi intactos.

-Y había decenas de mascarillas a disposición…

-Esas volaron. Eran más baratas que en Mercadona.

-Se supone que era gente con posibles, tus invitados me refiero.

-¿Sabes que a la salida de estas recepciones, los de seguridad pillan a un montón de invitados hasta con copas de cristal en los bolsos? Y pinchos envueltos en servilletas.

-Pues esos saladitos que hizo tu cocinero, eran fáciles de llevar.

-Así que no quedó ni rastro. ¿Te gustaron?

-Riquísimos. Lástima que con esa movida no pude comer luego más. Se me cerró el estómago.

-Le digo al cocinero que te prepare un día y te mando una bandeja a casa.

-Pues no te digo que no. A Carmelo también le gustaron. ¿Sabes algo de como esos tipos entraron en la embajada?

-Sí. Les fue fácil. Entraron por la puerta principal. Estaban en la lista de invitados. Estuvieron con el agregado cultural, ya lo conoces, Belmont Morel. Y según parece, la que los incluyó en la lista fue Marie Garcia.

-No la conozco.

-Es una funcionaria que trabaja cerca de Belmont. Se suele ocupar de las promociones de los artistas franceses que vienen a España.

-¿El chico también estaba en la lista?

-Sí. Lo más curioso es que en la profesión venía “policía”.

-Qué gracia. Eso es interesante. Cuéntame todo lo que has descubierto.

Jorge Rios”.

.

-Por eso le has dicho que todavía no habías llegado a un acuerdo con él.

-Claro.

-Tendrás que mandarle un mensaje para que lo sepa.

-Ya lo he hecho. En cuanto se ha dado la vuelta. No me fio de él ni un pelo.

-¿Quiénes estarían en esa reunión?

-Ni idea. Pero se han cuidado muy mucho de salir sin que les viéramos. Y si creemos a Ovidio, que no hay por qué no hacerlo, conocíamos a la mayoría.

-O sea que hemos sido tema de conversación.

-Sí. Me temo que sí.

-Me gustaría saber quién estaba. Para saber con quien nos jugamos los cuartos.

-Bueno. A ver si hay suerte. Le he pedido a Aitor que intentara enterarse.

-Ese chico… Saúl…

Carmelo hizo un gesto con la cabeza negando.

-Lo ha pasado muy mal. ¿Te refieres a eso?

-No sé si se va a recuperar. Joder. Al conectar nuestras miradas…

-Has visto dentro de él y has comprobado lo que sufre. Lo has sentido en tus carnes.

-¿Cómo lo sabes?

-Te conozco, rubito.

-¿Tú también has visto? O sentido o lo que sea.

-No. Yo no puedo “verlo”.

-¿Y como lo sabes entonces?

-Porque yo me tengo que guiar por la antigua escuela. Observar, meditar y sacar conclusiones.

-Eso en tres segundos.

-La intuición está para eso.

-El mismo perro con distinto collar.

-No. Cuando te encuentres con más chicos de esos, y tengas más experiencias, ya verás como no es igual. Llegarás a sentir lo mismo que ellos. En tus carnes. Como si te transmitieran esas vivencias por la mirada. Y llegará a dolerte de la misma forma que les duele a ellos.

-A lo mejor por eso me he sentido angustiado al cabo de un rato. Ha sido la puntilla.

Jorge asintió.

-Sabes, escritor, no sé como … en París, la primera vez que nos sentamos así… te lo juro. No sé… este momento, es lo que de verdad me arrepiento de no haberlo hecho antes. Haber estado siete años esperando… me siento en una nube ahora. Sabes… por primera vez en mi vida, desde París… aunque yo creo que empezamos antes… desde la venta de mi casa, cuando por primera vez sentí que tu casa era la mía de verdad… me he dado cuenta de que no tengo que seguir siendo “Dani el invencible”. Puedo llegar a casa, sentarme así en tu regazo, y recostar la cabeza en tu hombro y… descansar. Sé que me acaricias, que me vas a cuidar y que vas a procurar que no me pase nada. Y no sabes lo que eso me relaja. No tener que ser siempre el duro, el que toma las decisiones, todos parecen mirarme como si esperaran que vaya a soltar una hostia a derecha o a izquierda. Ahora … me siento aquí y tú me cuidas. Me mimas. Me amas. No tengo que ser un tipo duro con una respuesta apropiada en la punta de la lengua.

-Has esperado siete años, hemos esperado siete años por respetar mis absurdos ritmos. Me deberías haber dado un sopapo hace años.

-No hubiera conseguido nada, más que alejarte de mí.

-Puede ser. – reconoció el escritor con una sonrisa triste en sus labios.

-Se me ha pasado el miedo, la angustia…

-¿Has tenido miedo?

-Con ese abogado. Por ti. Aunque la amenaza iba para los dos.

-Ya me he dado cuenta que cuando lo ha dicho te ha mirado a ti de soslayo.

-Que hijo de puta. Ha sido toda una expresión de odio y asco. Me desprecia con todo su ser. Me considera un deshecho. Un inútil e inculto.

-Te recuerdo que en realidad no ha dicho nada.

-Si nos oye decirlo en público es capaz de denunciarnos.

-¿Todo eso has sentido cuando te ha mirado?

-Y más cosas. No creo que me haya cruzado en su camino en toda mi vida. No sé a que viene esa opinión de mí. No era una opinión, era… un sentimiento salido de las entrañas.

-Hemos tenido en el mismo fin de semana dos formas de expresar amenazas y odio. Dos formas antagónicas. La de tus amigos Willy y la directora esa… y su panda de amigos y la del abogado. Unos a las bravas, “hijos de puta, que alguien se anime a matarlos de una puta vez” y la de el abogado. “Creía que habían quedado claras las implicaciones” y sus miradas

-Y nos queda por enterarnos de los juegos de Paula. – recordó Carmelo. – Esperemos que Martín…

-Martín no nos va a contar nada. Al menos de momento. Si no lo conozco mal, acabará por contarlo. Creo que ha tomado una decisión irreversible respecto a sus padres. Aquel desencuentro con ellos y su mudanza, me da que no tiene marcha atrás. Al revés, irá a más. Nos acabará contando todo lo que ha escuchado y vito estos años y que se ha guardado. Pero lo hará poco a poco. Cuando esté seguro de que lo que diga, no puede afectarme negativamente. ¿Por qué crees que se ha quedado en la Hermida 3? Para no estar aquí, a nuestro lado, sentado en el suelo apoyando la cabeza en mis piernas y que le preguntáramos. Por eso no ha dado señales de vida últimamente. Nos ha llamado hoy para anunciarnos que no vivía con sus padres y la causa de esa decisión.

-¿Habrá sido reciente? Paula el otro día…

Jorge negó con la cabeza.

-Me da que eso ha pasado hace tiempo. Y que tiene que ver conmigo. Paula el otro día no quiso decirme nada de Martín. Ya había pasado eso. Por eso me buscó, intentando tantearme de cuando sabía de sus hijos. Ahora solo habrá que esperar a que Martín decida hablar.

-Y lo hará preferiblemente cuando no esté yo. Cuando esté solo contigo. Pero para llegar a mudarse… ha tenido que ser muy fuerte lo de sus padres. No alcanzo a … imaginar cual ha sido la causa de ese enfado.

-Y seguro que el sitio que se ha buscado es un cuchitril. No tiene muchas reservas y todavía no trabaja en proyectos que le den dinero de verdad. Hasta los dieciocho le han administrado sus padres el dinero. Y que yo sepa, han seguido un tiempo haciéndolo. Y digamos que le cobraban su parte de los gastos de la casa. Martín será orgulloso y todo lo que quieras, pero le sigo pasando la propina. Cada semana. Y no se ha quejado. Eso es que me viene bien. ¿No te has fijado en su ropa? Hace tiempo que no se ha comprado. Lo más nuevo que lleva es lo que me quita a mí. Y cuando lo hace, ya no es mi ropa menos usada. Me imagino que solo compra para sustituir lo que se le rompe y no puede pasar sin ello, ropa interior, algunas camisetas modernas… deportivas, ropa de deporte… Este viaje aprovechará para cogerme toda la ropa que pueda, sin que de el cante. A parte de que siempre le ha gustado cogérmela, para desesperación de Paula. No le gustaba nada. Alguna vez le escuché echarle la bronca muy enfadada. Pero Martín, muy digno, respondía sin temblarle la voz: “me gusta y a él también le gusta. No sé cual es el problema”.

-Eso mola. Es verdad, desde que dio el estirón, te ha cogido siempre ropa. Si no fuera tan orgulloso, podíamos decirle que se viniera a vivir con nosotros.

-No sé si es buena idea. No podríamos tener momentos así.

-Ya. Eso es cierto. Pero a lo mejor merece la pena… dejar estos momentos para nuestra habitación. Es grande. La de aquí y la de Madrid.

-Él no va a querer por lo mismo que se ha ido a la Hermida 3.

-Hombre, Arturo le ha caído bien. A lo mejor ha decidido ir por eso.

-No. Martín necesita mucho más contacto para… irse a dormir a la casa de alguien. De pequeño nunca ha ido a dormir a casa de ningún amigo. Y los campamentos que le buscaban sus padres en verano eran un suplicio para él.

-Todavía me acuerdo la de veces que te he llevado a escondidas hasta el campamento para que te viera. Y como o tú o yo camelábamos a los monitores para que le cuidaran y le pasaran un teléfono para que te llamara cuando se sintiera mal. Un verano llegaste a instalarte en el pueblo más cercano. Creo que fue el primero o el segundo campamento.

-Eso no ha cambiado. Sigue igual de… retraído en ese sentido. Cuando que … cuando dicen que muchos actores o cantantes son tímidos y retraídos, es cierto. Con Martín queda demostrado. Pero si se trata de trabajo, no necesita niñera para presentarse en una lectura de un papel, aunque no conozca a nadie. O no duda de aportar su visión del personaje, aunque esté delante de Almodóvar. Pero en la vida del Martín de veintinada, un joven en su vida particular, eso no sucede así. Es cierto que Arturo es genial, es un joven que tiene una capacidad de empatizar insuperable. Y alguien cercano. Y que Ernesto tiene una capacidad de leer en la gente extraordinaria. Mal no se va a sentir. Los dos me han oído hablar mil veces de Martín y casi le quieren como si lo conocieran desde hace años. Lo raro es que no haya coincidido nunca que fuera Martín conmigo al ir a visitar a Ernesto.

-¿Es cierta la historia que he oído, que lo que cuentan en esa novela de “El cuento de navidad” ocurrió de verdad? Desde que me los presentaste hace años, he querido preguntarles, pero nunca me he atrevido.

Jorge se sonrió.

-En ese “Cuento de Navidad” hay muchas historias entrelazadas. Hay muchos estadios de realidad paralelos. Está lo que pasa en ese “hoy”, lo que pasa en “Mundo Imaginario”, que es una gran metáfora de lo que les pasa a los protagonistas en el pasado, mejor dicho, de lo que sentían y sienten; luego está el mundo particular de Ernesto y Arturo escenificado en el ascensor… sus charlas imaginarias o… reales, pero que solo pueden escuchar ellos. Solo te diré que Arturo siempre dice que él, durante el tiempo que estuvo en coma, quería morirse. Ten en cuenta que su madre y su hermana murieron en el mismo accidente en el que él resultó herido. Y que se iba a hacer cargo de él su tío, que de amor por sus sobrinos tenía lo justo. Les estaba buscando plaza en una academia militar, sin haberse enfriado del todo el cadáver de su hermana, como se suele decir. Como en esas de las películas americanas. Estaba a voces todos los días con Tomás. Lo más fino que le llamaba era nenaza amargada que solo sabía llorar. Ernesto además se acababa de separar de ese hombre. Ernesto era el que, cuando la madre de Arturo y Tomás debía ausentarse por trabajo, se ocupaba de los chicos. Arturo cuenta que el cabrón de Ernesto, así se refiere a él, le cogió del pelo para que no cayera al abismo. ¿Cómo se comunicaban? ¿Cómo lo hizo? – Jorge se encogió de hombros – Lo que es cierto es que pasó cada noche velando a Arturo. No faltó ni una sola noche. Le contaba todo lo que hacía. Le masajeaba. Se ocupaba de lavarlo cada día. Le acariciaba la cara, le daba besos, le tomaba el pelo. No paraba un instante. Ernesto actuaba como si Arturo estuviera consciente. La gente del hospital al verlo, se desvivieron por los dos. Cuando despertó, al cabo de unas largas semanas, Ernesto ya había puesto en marcha la adopción de los dos chicos. Encontró un testamento nuevo de su madre en la que le hacía heredero universal de todo lo suyo, si se hacía cargo de los niños. Según ese documento, Ernesto era la persona que debía ocuparse de los chicos si le pasaba algo a ella. Hubo sus más y sus menos con el tío de Arturo y Tomás, porque los chicos iban con una bolsa de dinero bajo el brazo. Pero Arturo se reunió con su tío y justo en ese momento, dejó de oponerse a que Ernesto se convirtiera en el padre de los chicos. Yo creo que los dos están tristes porque echan de menos a la niña, su princesa. Eran tres hermanos muy unidos. Y Ernesto era… colosal cuidándolos y haciendo que no echaran de menos a su madre cuando se tenía que ir de viaje. Y eso que Arturo en sus primeras visitas a su casa, se lo puso difícil. Arturo era muy de mamá.

-Eso del hospital, eso de que Ernesto fuera cada noche y no le dejara solo nunca… es… joder, es muy bonito. Y al fin y al cabo, no era nada, quiero decir, no era su tío carnal ni nada. Y si no he entendido mal, cuando empezó a hacerlo, no sabía que se iba a convertir en su padre.

-Él sentía a los tres hermanos como su familia. Es como ha dicho Ovidio de nosotros antes. Somos familia aunque tú y yo no nos hayamos casado, y Martín no sea ni tu hermano ni mi sobrino. Por mucho que quieran algunos, las familias son de muchas clases. Y todas ellas están basadas en el amor y el cariño mutuos. Lo importante para los niños, para los adultos, es eso, el amor y el cariño. Los problemas de las nuevos tipos de familia los crean los intransigentes, los adoctrinados, lo que quieren que todos sigan sus creencias en general religiosas.

-Y lo del personal del hospital…

-Cada poco quedan con los enfermeros y enfermeras, con los médicos… son sus mejores amigos. Y Ernesto visita el hospital cada poco. Los dos lo hacen. A los enfermos. A las familias. Y si alguno de los pacientes, sobre todo jóvenes o niños, son lectores suyos, los avisan rápidamente y ellos van volados. Se han hecho muy ermitaños, es cierto, pero para eso, no dudan en salir de casa a cualquier hora de cualquier día.

-No me extraña que sean amigos tuyos.

-Me alegra que lo sean es cierto. Espero que ahora que estoy más sociable tengamos más contacto. Si al final vamos a Londres, a ver si lo podemos arreglar para ver a Tomás. Y para ir a ver el musical que protagoniza.

-Claro. Lo arreglo si quieres.

-Estaría bien. Me apetece.

-Al final vas a acabar con decenas de sobrinos. – se burló Carmelo.

-Que serán tus sobrinos también, querido.

-Vale, vale. Pero tener a Arturo de sobrino cuando le saco apenas cuatro años…

-Hay tíos que son más pequeños que los sobrinos.

-Eso es cierto. Pero ahora pongámonos serios. ¿Qué ha pasado con ese Saúl? ¿Es el de Roger?

-Sí. Esos dos hombres trabajan con Roger. Son sus… manos ejecutoras. Dos de sus manos ejecutoras. Tiene más.

-¿Les conoces a todos?

-A estos sí – respondió cauto Jorge. – Cuando se acercaron y me hablaron, recordé hasta sus nombres.

-¿Y les ha puesto a cuidar del chico? ¿Tanto peligro corre?

-Ese joven… a ver, lo ha pasado mal, tú mismo lo has sentido. Conociendo a Roger, sabes de dónde viene Saúl. Y Roger para mucha gente… es un gánster. Un hombre peligroso. De hecho, lo es, siendo sinceros y objetivos. No puede ir como si tal cosa, a cenar a un restaurante lleno de gente y mucha de ella que sabe de sus asuntos.; y encima con los que estaban en el reservado de al lado y con el Ministro del Interior y su cúpula cenando en una mesa cercana. Si quiere que su chaval salga un poco, debe mandar a su gente que no es tan… conocida. Saúl… está…

Jorge no encontraba las palabras para expresarlo.

-Está aterrado.

-Sí. Esa es la expresión que buscaba. Si lo sobre protege haciendo que no salga de casa, nunca podrá hacerlo. Tiene que hacer que poco a poco rompa sus límites y vaya cogiendo confianza y viva las experiencias que hasta ahora le han estado vedadas.

-¿Sabes que le ha pasado?

-Si no lo has podido ver al mirarle a los ojos… yo no te puedo contestar. Solo sé que lo ha pasado muy mal. Y que nos necesita. Aún sin que Roger desaparezca.

-Pero no podemos meterlo en nuestras vidas. Le ponemos otra diana.

-Sí. Eso es verdad. Tendremos que aprender a desaparecer.

-A lo mejor es más … acertada… la estrategia de… sacarlo a la luz. A lo mejor es más difícil que … no sé. Es que además, desparecer con ocho escoltas cada uno…

-Ya pensaremos. No podemos hablarlo con la policía, porque deberíamos contarles de Roger y los amigos de hoy. Y… bueno…

-Ya.

-No sabemos además como ha arreglado los papeles de Saúl. Si de verdad lo ha adoptado legalmente y es su hijo a todos los efectos o es algo que dicen pero que no tiene respaldo legal. Sencillamente es un chico que ha sacado de allí a las bravas o fingiendo su muerte.

-Es que cada vez que pienso en como hacerlo, vuelvo a lo que he descartado antes. Y así siempre. Paso de una opción a la otra en un momento. Luz o discreción.

Se quedaron en silencio un rato. Jorge aprovechó para pegarle un trago a su whisky. Carmelo le cogió el vaso y bebió también.

-Presiento que se aproximan tiempos convulsos. – afirmó Carmelo.

-Entonces habrá que alargar lo que podamos momentos así, de paz, de charla tranquila…

-Hombre tranquila. No dejamos de estar hablando de un chico que las ha pasado canutas y que está acojonado, de que nos amenazan de muerte por distintas vías… por cierto. Cuando salíamos del restaurante me ha llamado Arón. Álvaro tiene problemas de pasta. Y anda agobiado. No ha dicho nada a nadie. Pero Arón y estos, al decirles, han empezado a indagar.

-Qué bobo es. ¿Por qué no lo dice? O sea que Roberta tiene razón. Y si lo tiene en eso… puede tenerlo en lo demás.

-Arón estaba cabreado. Me dice que anda con algún tipo que deja bastante que desear. Le he dicho que no le diga nada. A ver que se nos ocurre. Arón dice que contemos con él para lo que sea. Ester también quiere participar. Y Omar y Miguel. Jaime está en América. Luego hablarán con él. Y con Manu, con Patrick …

-¿Cuál es el problema exactamente? – preguntó Jorge.

-La casa que se compró. Al parar en la pandemia y luego… se le han caído varios proyectos. Las campañas que está haciendo de publicidad son de saldo. Tenías razón.

-No he estado nunca en su casa.

Carmelo cogió su teléfono y le enseñó unas fotos.

-¡Qué pasada de casa! Pero ¿Para que quiere ese casoplón amueblado a todo trapo? Tiene más gusto y es más personal que la de Cape, pero me recuerda a ella. Cada mueble de ahí, vale un dineral. Vamos a hacer una cosa. Le compramos la casa entre todos. Y nos convertimos en sus caseros. Con el dinero que le paguemos, salda la hipoteca. Procuraremos que el alquiler sea asequible, pero que no se sienta… humillado.

-No me convence la idea. No creo que estos puedan poner el dinero necesario. Esa casa vale un dineral. Y si se ofrecen, no podemos actuar sin ellos. Deberíamos idear un plan que puedan asumir todos repartiendo el montante a partes iguales.

-Es que esa casa… sí, tienes razón, debe valer una pasta.

-Pues Cerca del medio millón. Algo más incluso. Bastante más, está en buena zona.

-¡Joder! A ver lo que se nos ocurre. De todas formas, creo que voy a ir a hablar con él. A cara de perro.

-¿Y si fuera yo?

-Pero si sale mal… yo no tengo que trabajar con él. Y tú… es mejor que si se enfada, que lo haga conmigo. Luego cuando menos, vais a compartir rodaje con “Tirso”.

-Si al fin y al cabo sabe de sobra que vamos juntos siempre. Que formamos un pack.

-Ya. Pero no es lo mismo. ¿Por que no llamas a la productora de Pasapalabra? Estaría bien ir y que le vean. Pongámoslo en el candelero. Le tiene que salir trabajo. Es buen actor. Y que narices, cuentan mucho ahora los seguidores. Y él anda sobrado.

-¿Los dos? A Pasapalabra, me refiero.

-Tengo novela. No he ido todavía. Tengo excusa. Y Álvaro y yo dimos mucho juego la última vez.

-Le digo a Sergio que llame el lunes.

-¿O por qué no vas tú con él?

-No me apetece. No me siento cómodo en ese tipo de programas. Vosotros en cambio, lo pasasteis muy bien. Y como dices, disteis mucho juego.

Carmelo bostezó a lo grande.

-Eso es señal de que hay que ir a dormir.

-Pues estoy muy a gusto.

-Y yo. Podemos cambiar la postura y el escenario.

-Tengo que pensar que pongo mañana de comer. A lo mejor me tengo que ir a comprar.

-Te acompaño si quieres.

-Sería mejor que tú fueras a comprar y yo me llevo a estos de paseo.

-Ya veremos. Porque otra opción es irnos todos a comer a un sitio interesante que no esté lejos. Como último recurso, siempre queda la opción de ir donde Gerardo.

-Mañana pensamos. Ahora te juro, que la única neurona que me queda, se acaba de declarar en huelga.