Necesito leer tus libros: Capítulo 56.

Capítulo 56.-

-Lo que no acabo de entender, Álvaro, es que no hayas recurrido a cualquiera de tus amigos. A tu familia, la de sangre y la que te has ido ganando cada día aquí en Madrid. Eres el tío con más amigos en la profesión. Todos están deseando echarte una mano. Y te metes en esos… ¿Quién te ha engañado, joder?

-Prefiero no decíroslo.

Jorge y Carmelo se miraron en silencio. Carmelo se recostó en la silla en la que estaba sentado. Hizo un gesto con la mano al camarero. Cuando se acercó pidió un Cardhu sin hielo y en vaso ancho. Hizo un gesto a Álvaro y a Jorge, pero ninguno de los dos parecía querer nada en ese momento. Jorge todavía tenía su whisky a medias. Y Álvaro seguía con su Ron-Cola de después del café.

-Te hubiéramos ayudado si nos hubieras dicho.

-Pensaba que podía con ello. No… las cosas se han ido de madre. Era algo entre amigos que de repente se convirtió en un préstamo de… no sé quién.

-Te conozco desde casi que llegaste a Madrid persiguiendo tu sueño de ser actor – empezó a decir Carmelo. – Eras un hombre mesurado, sin grandes… sin que te llamara la atención los lujos excesivos. Recuerdo aquella casa que te compraste después de “Provenza”. Estaba muy bien, era amplia y la amueblaste de una forma muy acogedora. Tenías tu coche, un buen coche, pero sin estridencias. De repente empiezas a vestir a la última. Te haces asiduo a las tiendas de Serrano. Cambias de coche, te compras un BMW a la última, deportivo y luego te compras esa gran casa donde vives ahora.

-Pensé que era lo que se esperaba de un actor de éxito.

-¿Coronado es así? ¿Mario Casas es así? Tu amiga Ester o Arón. ¿Son así? ¿Han tenido que vestir a la última hasta para ir a correr al parque o han tenido la necesidad de comprarse una casa de trescientos metros cuadrados? Visten de diseñador si van a una entrega de premios y en general esa ropa se la dejan las marcas, como hacemos todos. Tenemos unos trajes o smoking para esos eventos.

-Una cosa es que no necesites ir a vestirte a Primark o a Zara, y otra es que… te gastes quinientos euros en una camisa, que en general te va a durar tres puestas. – apuntó Jorge.

Álvaro se encogió de hombros. Tenía la cabeza gacha. No se atrevía a enfrentarse con la mirada de sus amigos.

-Perdona, Álvaro. Parece que somos dos inquisidores echándote la bronca – Carmelo reculó. Se estaba dando cuenta que estaban consiguiendo el efecto contrario al que querían.

-¿Quién te aprieta para que les devuelvas el dinero que te empuja a hacer estas cosas? ¿O es la misma persona que te prestó el dinero? ¿El mismo te presta la pasta y te da esta salida para pagar rápido?

Álvaro asintió despacio con la cabeza. Seguía evitando cruzar su mirada con las de Jorge o Carmelo.

-¿Lo conocemos?

-De verdad, eso da igual. No insistáis, no os lo voy a decir.

Jorge cogió su bebida y le pegó un trago. Saboreó el licor y volvió a dejar el vaso en la mesa. El camarero apareció con la bebida de Carmelo. Éste aprovechó y también bebió de ella. Hizo una mueca de satisfacción.

-Vale. No pasa nada. Así nos ahorramos el momento “partir piernas”. Y no me mires a mí, – le advirtió Carmelo – el que las iba a partir es Jorge. Por alguna causa que no entiendo, te ha cogido mucho cariño. Y está verdaderamente preocupado por ti. Preocupación de la sana, de intentar ayudarte por todos los medios. De conseguir que dejes estas… citas… y te quites ese marrón de encima lo antes posible. Esas cosas no salen bien. Y te puedo asegurar que sé de lo que hablo. He visto a muchos en tu misma situación. Y ninguno de ellos lo ves ya trabajando, ni siquiera haciendo teatro de aficionados.

-¿Tienes más citas? – le preguntó Jorge.

-De momento no. Tenía una para mañana pero con lo de Pasapalabra lo he cancelado. A la agencia no le ha sentado muy bien. Me ha venido a decir que debo tener claras mis prioridades.

-Y las tienes, tu profesión es lo más importante.

-Ya pero… ellos creen que lo suyo es lo principal.

-Si sales en la tele, al día siguiente pueden cobrar el doble por una cita contigo. A parte de indeseables son tontos. – Carmelo fue rotundo en su sentencia.

-Entonces, el amigo Andoni ha sido el último. – Jorge estaba haciendo esfuerzos por tener un tono de voz mesurado y tranquilo – Por favor, te lo pido. ¿Pero en qué estabas pensado? Ese parecía majo, pero otros, pueden partirte la jeta o el culo o ambas cosas. ¿Estás seguro de que hoy, si no os llegáis a encontrar con nosotros no te hubiera pedido acostarte con él? ¿Qué le hubieras respondido? ¿Lo hubieras hecho?

Jorge lo miraba con los ojos muy abiertos. Carmelo resopló y empezó a negar con la cabeza. No había respondido, casi ni había hecho un solo gesto, pero los dos supieron que sí, lo hubiera hecho.

-Al veros llegar, me dijo que os quería conocer. Le he dicho que no, porque sabía que os ibais a dar cuenta. Os conozco. Pero me ha ofrecido el triple.

-Entonces…

Carmelo dejó la frase en el aire. Se arrepintió de lo que iba a decir. Le iba a preguntar por lo que hubiera cobrado si se hubiera acostado.

-¿Cuánto le iba a costar al amigo Andoni charlar y cenar contigo? – Carmelo se había arrepentido de hacer ese tipo de preguntas, pero Jorge quería saber.

-Ochocientos euros. Más la cena y las copas.

-¿Cuánto se supone que cobras tú?

-Quinientos. Para pagar la deuda. Al menos me quedo con la ropa que la ha enviado él. Quería que vistiera así.

-¿Y cuanto hay que pagar por acostarse contigo?

Carmelo miró a Jorge con la cara muy seria. No le gustaba que él se lanzara a transitar por un camino que él había descartado. No aportaba nada ni era bueno que Álvaro se pusiera a la defensiva o se sintiera avergonzado.

-Mil quinientos – dijo en un susurro.

-No me jodas. – exclamó Jorge. – Pero si no te gustan los tíos. No me jodas.

No se pudo contener. Le había salido del alma. Carmelo le dio una patada por debajo de la mesa. Jorge le pidió perdón con la mirada. No era su intención avergonzarlo. Al menos la patada había hecho que no hiciera la siguiente pregunta que iba a ser si hubiera aceptado o lo había hecho en citas anteriores. Decidió dejar ese tema. Aunque él tenía claro cual había sido la decisión que había tomado Álvaro.

-¿No te das cuenta que eso repercute en tu trabajo? – Jorge cambió su forma de hablar. También relajó su cuerpo para intentar que Álvaro volviera a sentirse a gusto con ellos. Querían ayudarlo, no empeorar las cosas – ¿Y si se llegan a enterar los directores de casting? ¿Crees que contratarían muchos a un actor que trabaja como gigoló? Estás expuesto a que alguien lo cuente, a los comentarios de esos hombres, que pueden decir lo que les de la gana, desde que te huelen los pies a que eres maleducado o que no vales lo que han pagado por estar contigo. Tienes millones de seguidores en tus redes. Cualquier cosa negativa en ese aspecto, tendría repercusión inmediata en ellas.

-O a que la comes como nadie. – añadió Carmelo. – Fíjate esa noticia en tu Instagram. O la contraria, como dice Jorge: “he pagado un pastizal por pasar la tarde con él… dinero tirado a la basura”. Cuarenta millones de seguidores abren su Instagram y ven ese comentario en tu cuenta. Más los que lo compartan.

-El que te ha buscado esa salida, te quiere muy poco. Solo ha buscado tenerte cogido de los huevos para toda tu vida. Dentro de unos meses, hubiera sido tu única posible fuente de ingresos… ¿Sabes que muchos periodistas de la prensa del corazón ya saben esto? Alguien está haciéndoles llegar la noticia. Alguien quiere apartarte de tu carrera. Hace días que nos preguntaban, porque sabían que somos amigos tuyos. Siempre respondimos que no tenías problemas de ese tipo, ni de ninguno, porque si no, lo hubieras compartido con nosotros. O con Ester, con Arón, con Mariola.

Jorge fue a decir que sí, habría otra fuente de ingresos y era la prostitución VIP pura y dura, sin el paraguas de “Hemos quedado a merendar y a charlar de la situación en el mundo durante la pandemia”. Era lo que le hubiera esperado a Álvaro de no poner coto a esa situación. Acostarse con un famoso estaba bien cotizado. Era un gran negocio, sobre todo para los intermediarios. Lo único que si eso le apartaba de su carrera, la memoria de los fans es débil. Y en cuanto pasaran unos meses sin un trabajo nuevo, ese caché iría bajando. No quiso entrar en ese tema. No quería correr el riesgo de enterarse de que Álvaro ya había dado ese paso. En el fondo, Jorge estaba seguro que lo había hecho. Pero prefería que fuera una presunción, sin una confirmación efectiva del interesado. Eso le hubiera sacado de quicio.

Carmelo se había mantenido contenido en el gesto y en la palabra casi todo el tiempo. Le había dejado la iniciativa al escritor. Era claro que estaba muy enfadado y alterado. Prefería excederse y si había que suavizar, ya lo haría Carmelo o el resto de sus amigos luego. Aunque le costara la amistad de Álvaro, haría y diría lo que estimara que pudiera convencerlo de dejarse ayudar y dejar de depender de esa gente. Aunque esas patadas por debajo de la mesa y alguna mirada conminatoria de su rubito, habían contenido lo que si no, hubiera sido una explosión de enfado e indignación.

-Dinos lo que debes a ese que te ha metido en este negocio. – preguntó Jorge intentando poner un tono de voz tranquilo.

-Ciento Cuarenta mil. – dijo en apenas un susurro. – Largos. Cuarenta mil muy largos.

Jorge ni se atrevió a mirar a Carmelo para ver su reacción. Él intentó no traslucir que le parecía una barbaridad. Y que eso a base de citas con personas que pudieran pagar su caché, le tendrían agarrado durante años.

-Llámale. Dile que te diga exactamente lo que le debes y que te de un n.º de cuenta.

-No puedo permitirlo, Jorge.

Era la primera vez desde que se habían quedado solos que Álvaro levantaba la mirada y la enfrentaba con la de sus amigos. Sus ojos de repente estaba brillantes. Las lágrimas hacían su aparición. Lágrimas de vergüenza.

-Claro que lo permites. Perdona, no me he equivocado en el tono y en la frase. Lo que quiero que entiendas, querido, porque de verdad te aprecio, los dos lo hacemos… – se lo pensó de nuevo, no le acababa de gustar la palabra que había empleado – te queremos, con todas las letras. Quiero que entiendas que nosotros, al contrario de los tipos o tipas a los que te has encomendado, nosotros te queremos de verdad. Lo repito si quieres: Carmelo te quiere, yo te quiero. Con toda nuestra alma. Y estamos dispuestos a poner nuestro patrimonio para que recuperes tu vida. Te aclaro que no te vamos a regalar el dinero. Vas a cambiar un préstamo por otro. En lugar de deber ciento cincuenta mil euros a esos o esas amigas, nos lo vas a deber a nosotros. A Carmelo, a mí, a Arón, a Ester, a Miguel, a Patrick, a Manu… La diferencia es que nosotros no te vamos a cobrar intereses. No te vamos a obligar a hacer de chapero. Ni siquiera te voy a pedir que te acuestes conmigo, o con Carmelo y mira que estás bueno, la madre que te parió. Anda que de no estar pillado de éste, no te hubiera tirado los tejos. Aunque supiera que no tenía nada que hacer. Voy a jugar contigo en Pasapalabra. Voy a disfrutar de tu compañía cuando se tercie. Vamos a ir a comer, a cenar, como siempre hacemos. A reírnos. A meternos con éste o con aquel, pero de buen rollo. Y si necesitas ayuda para preparar un papel, estaré contigo hasta que te salga a la perfección. Eso es lo que hace la familia, los amigos. Y cuando puedas, nos irás devolviendo el dinero poco a poco. Si te sientes más a gusto, ponemos unos plazos. O unas cuotas al mes. No te sientas ahora como que te regalamos aquí la pasta. Ni que queremos anularte o humillarte. No me jodas, Álvaro que te estoy viendo. Es un dinero que te dejamos. Y que lo hacemos de mil amores. Y si prefieres, vamos a un notario y lo formalizamos.

-Pero es que hay algo de eso. Yo debo resolver mis problemas. Solo.

-¿Por qué en lugar de pedirle a ese, no nos has pedido a alguno de nosotros? No me refiero a Carmelo o a mí solamente. Tienes legión donde elegir antes de llegar a esto. Has pedido ayuda a alguien. Eso es un hecho. ¿Por qué a él o a ella? ¿Por qué no se lo has pedido a Carmelo? A Mariola, que te quiere como si fueras otro de sus hijos. ¿A Ester? Lo único que hago es cambiarte el préstamo por otro con mejores condiciones.

-Porque pensé que … joder, porque no tenía tanta confianza con vosotros. Pensé que ibais a pensar que os quería dar el sablazo. Como esas historias de tus amigos…

-Pero alguna de esas historias que te he contado, eran de personas que querían timarme. No eran amigos. De los amigos que sí me he ocupado, no suelo hablar. No quiero alardear de eso. No quiero que la gente piense: “Huy, mira, el escritor haciendo de buen samaritano”. Y no son personas con las que ahora mismo tenga un trato cercano. Pero si hay que estar, estoy. Aiden, por ejemplo. Le he dejado dinero muchas veces. Y sé que Carmelo le ha ayudado también cuando yo no estaba a mano. A Helena y a Jon, su marido: me han pedido ayuda. No de dinero, pero sí para abrirles algunas puertas con uno de sus niños que tuvo un problema de salud siendo casi un bebé. No conoces a ninguno, no son ni famosos ni lo van a ser nunca. Por eso te lo cuento ahora. Alguno que conoces, no te lo voy a decir. Y les hemos ayudado. Tanto Carmelo como yo. O ambos.

-Joder, Mariola te pone por las nubes.

-Sea lo que sea que sepas, no te lo he contado yo. Y de Mariola que te voy a decir. Tú la conoces mucho antes que yo. Y sabes que ella hubiera hecho lo que fuera por ti. Y si no hubiera tenido dinero disponible, lo hubiera buscado. Lo mismo que Arón, que Manu… que Anna…

-Hazle caso a Jorge y llama a ése. Me vas diciendo el número de cuenta según te lo diga. Si te dice algo, le dices que te ha tocado la primitiva. – Carmelo se había decidido a participar, aunque solo fuera para animar a Álvaro que parecía remiso. – Tranquilo que vamos a hacer la transferencia de tal forma que no se enteren de quien la hace. No te vamos a poner en un compromiso.

Álvaro llamó. La explicación fue corta. Le dijo lo de la primitiva y que iba a saldar la deuda. Su interlocutor parecía querer convencerlo de que no era necesario.

-Estoy decidido, Willy. Hace semanas que no estoy cómodo con la situación.

-Pero no es necesario. Si te ha tocado la primitiva puedes aprovechar y comprarte ese coche que vimos hace un par de meses y que te gustó. Ya me irás devolviendo el dinero…

-Prefiero saldarte la deuda. Como parece que te urgía… – dijo a modo de pulla.

-Pareces enfadado…

-Como “El hombre elefante”. ¿O se te ha olvidado lo de “El hombre elefante”? Una gran película, por cierto, dijiste. Algo sobrevalorada, diría yo.

Le fue diciendo los dígitos de la cuenta. También le dijo la cantidad exacta. Carmelo cuando acabó de hacer la transferencia, le hizo un gesto con la cabeza.

-Ya lo tienes en la cuenta. Con esto, zanjamos el tema. – comentó Álvaro de forma tajante a su interlocutor. – Muchas gracias por haberme dejado el dinero.

-Pero Álvaro. Puedes… sacarte un buen dinero. Todavía tienes que pagar la hipoteca y no tienes un trabajo que te de los ingresos que necesitas. Y la película de Lola, aunque la hayas firmado, todavía puede haber muchos cambios de reparto. Ya sabes como va esto.

-¿Me vuelves a amenazar? Mañana hablo con Felisa. Si hay algún problema con esa película, es el momento. La dejo sin problemas. No me gustan estos juegos. Pensaba que eras mi amigo. Se te llenaba la boca diciéndomelo.

-Pero prefieres a ese escritor. Me han dicho que mañana vas a volver a hacer de la segunda pareja de ese puto de mierda. Parece que te gusta comerle el culo. Pareces un remilgado con el resto, pero a él bien que le comes lo que haya que comer.

-¿Esto se trata, de una cuestión de celos? ¿De ser el mejor amigo de todos? ¿Lo mismo le dices a Elfo o a Rodrigo? ¿Y a Ricardo Velasco? ¿Y a Tomás Valenzuela? ¿Y a Gonzalo Semtí? ¿También eres su mejor amigo? O son tuyos, porque a ellos también les dejas dinero. Y también les has metido en los mismos líos.

-Me parece que te estás equivocando, Álvaro. Mejor será que te olvides de esa película y de todas en realidad. Ya procuraré que nadie te contrate. Todavía estás a tiempo de recular y sacarte una buena pasta con los negocios que tenemos entre manos. Tu carrera en el cine y la televisión está acabada. Te lo aseguro. Y ni ese puto escritor pederasta y que ha conseguido engañar a todo el mundo con sus supuestos libros, va a poder salvarte. Por mucho que vayáis a comeros los oídos a ese programa de mierda.

-No, Willy. No. Nunca más. – Álvaro respiró despacio y profundo para serenarse. Carmelo le hacía gestos para que no entrara al trapo. No le iba a beneficiar en nada. Jorge se había levantado y se había ido a la barra a pedirse un whisky. Estaba a punto de enfadarse de verdad. Y a esas alturas, ni aunque Carmelo le rompiera las piernas a patadas, se iba a contener.

-Te agradezco que me lo dejaras, ya te he dicho. Si hubiera sabido las contrapartidas y que en realidad no me lo dejabas tú, o eso me dejaste entrever hace unas semanas, nunca lo hubiera hecho. Era una cosa entre amigos y de repente se convirtió en una operación con un prestamista profesional. Me has engañado, Willy. Desde el principio. He sido el panolis en el timo.

-¿Te ha pasado algo? Yo siempre he intentado ayudarte…

-Nunca más, Willy. Te he devuelto el dinero. Y hasta aquí hemos llegado.

Y le colgó.

-Me gustaría acostarme contigo.

Aldo se quedó callado. Se le habían puesto los testículos de corbata. No entendía por qué había reaccionado así. No era la primera vez que se acostaba con un desconocido. Ni siquiera era la primera vez que de aceptar, se acostara con un hombre. Pero…

Aunque su amigo le había dicho que no iba a pasar nunca, que se lo dejaba claro a los clientes, él sabía que sí iba a pasar. Era además un camino de no retorno.

Se acordó entonces de Fermín Labrador. Niño actor, muy conocido en su momento. Creció y cuando se acabó la serie en la que trabajaba, no encontró nada para seguir en el negocio. A los veinte estaba en la ruina, medio enganchado a las anfetaminas, y perdiendo a marchas forzadas el recuerdo en la mente de los que habían sido sus fans.

Un “buen” amigo como el suyo le propuso ser acompañante. No sabía si era el mismo amigo u otro. Pero sus discursos, por lo que él sabía habían sido los mismos.

-Nunca te van a pedir follar. Nunca.

Pasó. Fermín dijo sí. Folló. Cobró. A partir de ese día, todas las citas eran para eso.

Un buen día, después de una noche de sexo con un cliente, se miró al espejo, no le gustó lo que vio y se equivocó en la dosis de heroína de la que era consumidor. Su cliente, su último cliente no olvidaría ese polvo. Sobre todo como fue su despertar al lado de su pareja fría como un témpano de hielo.

Aldo empezó a hacer ejercicios de respiración. Logró tragar el mar de saliva que de repente se le había creado en la boca.

-Te pagaré el triple – le animó el hombre, que lo miraba con un gesto de persona segura de sí misma, acostumbrada a mandar y dominar.

Aldo se levantó, recogió sus cosas de la mesa del restaurante.

-Lo siento. La respuesta es no. No al triple, o a cien veces más. No.

No se despidió. Él tipo empezó a llamarlo a gritos y por su nombre artístico. Pero le dio igual. Él no valía para eso.

Solo con la propuesta, se había sentido mal. Sucio. Vendido. Durante unos segundos hasta se había mareado ligeramente. ¿Cómo has llegado a esto, Aldo? Se preguntó para sí.

Jorge Rios”.

Carmelo bajó la cabeza. Como fuera el Willy que estaba pensando, se iba a ocupar de que no volviera a acercarse a un rodaje. Ahora sí que iba a tener motivos para odiarlo.

-Carmelo, por favor – le rogó Álvaro que intuía por dónde iban los pensamientos de su amigo. – Déjalo estar. Yo te he hecho caso, házmelo a mí en ese punto.

-Ahora dinos como podemos ayudarte con tu casa y la hipoteca. ¿No sería mejor que la vendieras? Te has obcecado en mantenerla. Véndela. – le dijo Jorge al sentarse de nuevo junto a él.

-¿Y donde me voy a vivir?

-A una de las casas que tengo yo, por ejemplo. Tengo una cerca del Retiro que te viene al pelo. Con una terraza enorme para reunirnos allí los amigos. Y te la dejo a buen precio. La tengo vacía hace tiempo. Así la saco un rendimiento.

-Joder, parece que os estoy sableando. No me siento cómodo con esa sensación.

-Eres bobo. ¿Me lo has pedido tú? Si prefieres se la alquilo a Arón o a Ester y que ellos te la alquilen a ti. Les tienes muy enfadados.

-Joder. No quería que nadie se enterara. Voy a ser el hazmerreír.

-No eres más bobo porque no te entrenas. ¿No te has dado cuenta de que tienes más amigos que nadie en la profesión? Amigos de verdad, joder. Por no hablar de tu familia, que hasta donde yo sé te adoran.

-Pero andan pillados también. Me jode no poder ayudarlos…

-Pues pon a la venta la casa. Te ayudamos con la mudanza. En ese piso de Retiro hay muebles. Pero si quieres, puedes llevarte los de la otra casa. Los que hay allí los guardo en un almacén. Cuando te recuperes, pues ya veremos.

-No te vas a hundir por una casa que es guay, pero que sinceramente, es enorme para ti solo. Aunque invites a dormir a todos tus amigos. Y te cuesta una pasta mantenerla. – apuntó Carmelo.

-El problema es que debo varios plazos de la hipoteca…

-Vale. Vamos a hacer una cosa. Le mando un mensaje a Óliver, ya te he hablado de él, para que a primera hora prepare un documento para que Carmelo pueda representarte en el banco. Carmelo, te vas con Óliver y llegáis a un acuerdo. Mientras se vende la casa, los plazos de la hipoteca los pagamos nosotros. Con nosotros, me refiero a nosotros dos y a al menos siete amigos tuyos más. Por si no te ha quedado claro, el dinero que hemos pagado antes, no lo hemos puesto solo nosotros. El resto de tus amigos también participan.

-Y vosotros a darlo todo a Pasapalabra. Deberíais iros a descansar, por cierto. Se ha hecho muy tarde. Y recuerdo vuestra última experiencia en Pasapalabra y acabasteis cansado.

-Tienes razón. Menos mal que la ropa y las camisetas las manda Bernabé directamente al plató.

-Pues a descansar, queridos.

Se acababan de ir los últimos vecinos que se habían acercado al bar de Ramona para charlar con Jorge. Eran más de las diez de la noche. No había parado de hablar y de sonreír desde que había vuelto de su encuentro con sus padres.

La noticia del encontronazo con sus progenitores había corrido por el barrio y si cabe, eso había animado a más personas a acercarse a saludarlo o con alguno de sus libros para que se lo firmara. También había hecho que algunos fieles a sus padres, se pararan delante del bar y miraran a través de la cristalera con desprecio y asco. Pero no se atrevieron a entrar.

Sus nanas hacía ya un rato que se habían ido a casa. Estaban agotadas. Gaby y Elvira las habían acompañado. Dulce, su sobrina, se había ido a media tarde a su entrenamiento de baloncesto. No lo perdonaba ni por Carmelo. Elvira le había contado a Jorge que parecía que le gustaba un chico que también jugaba. Kevin y Rafa se habían mantenido al lado de su tío hasta que sus padres habían vuelto para llevarlos a casa. Al día siguiente tenían cole.

Carmelo también se había ido cerca de las siete. Tenía una reunión con el equipo de “Tirso”. Y Martín, hacía un rato que también se había ausentado camino de otra jornada nocturna de rodaje de su nueva película.

Fernando se acercó a la mesa que ocupaba y se sentó a su lado. Aunque había cambiado el equipo de escoltas, él había decidido quedarse. Le había gustado escuchar las anécdotas de todas esas personas relativas a los primeros tiempos de su carrera como escritor. Algunos también habían hablado de Nando. Y de Nadia. Y de algún otro de los viejos amigos de Jorge. Helga, que ahora estaba a cargo de su protección también se sentó. Desde que había llegado, se había unido a Fernando en esa charla con los vecinos del barrio.

-¿Y ahora? – preguntó la policía con una sonrisa.

Jorge negó ligeramente con la cabeza.

-Estoy que no estoy.

-¿Y si cenas algo? Al final no has comido casi. Llevas todo el día en danza sin descanso y sin comer en condiciones.

Fernando había sido muy dulce, pero en el fondo era una reprimenda en toda regla.

-No es mala idea. Ahora que lo dices, me siento desfallecido. Pero casi, si no os importa, cambiamos de sitio. Ha sido muy bonito el día de hoy, bonito e inesperado, pero necesito dejar de sentirme como en un escaparate. Y si nos quedamos aquí, eso va a seguir pasando.

-¿Al restaurante de Biel? Ya tenemos mesas reservadas. – propuso Fernando. – Nos hemos adelantado.

-Te vendrás ¿No?

-Ya te he dado el coñazo todo el día – dijo Fernando con una sonrisa. – Tienes que estar hasta los cojones de verme.

-Si es por eso, me gustaría que vinieras. Si es porque tienes cosas que hacer o quieres tirarte en el sofá, lo entiendo perfectamente. Helga, tú espero que me hagas también el honor y cenes conmigo. Mis hombres me han dejado todos. Y lo último que me apetece es cenar solo.

-Por mí encantada.

-Voy a ver si Ramona nos hace la nota de lo que se debe y nos vamos.

Jorge se levantó y caminó hacia la barra. Él esperaba una cuenta desorbitada. Pensaba que todos habían tomado algo a cuenta del escritor. Pero para su sorpresa, solo había pendiente la cuenta de la comida de los escoltas.

-Julián, David y tu hermano Gaby se han encargado – le explicó Ramona al ver la cara de sorpresa del escritor.

Camino de los coches, Jorge pareció perder el equilibrio un par de veces. Fernando le cogió del brazo para sujetarlo. Así lo acompañó hasta el coche. Le ayudó a entrar y se sentó a su lado.

Lo mismo hizo al llegar al “Puerto del Norte”. Rico lo recibió como siempre con una sonrisa y toda su amabilidad. Les acompañó a la mesa que tenían reservada.

-¿Va a venir Carmelo? – preguntó Rico.

-Me temo que de momento no. Su reunión va para largo. Si me dice que viene, te aviso para que le pongas un cubierto.

Fernando y Helga tomaron la iniciativa. Jorge parecía aplanado. Habían sido muchas sensaciones esa tarde. Y una conclusión: había dejado de lado hacía mucho tiempo a los… a la gente que de verdad le había querido y apoyado desde su niñez.

-Deberías estar contento y no lo estás – le dijo Fernando una vez que Rico les había dejado solos.

-Y lo estoy – reconoció Jorge. – Lo que pasa es que me he dado cuenta de que he sido tonto. Injusto con todas esas personas que se han acercado a verme. Las nanas, por ejemplo. No las he hecho ni caso todos estos años. Y hoy soy lo que soy, gracias a ellas. Mi hermano. Mis sobrinos. Mi cuñada. Los he ocultado como si … me dieran vergüenza. Yo lo hacía por protegerlos, porque no se enfrentaran a mis padres, pero… me he dado cuenta que los demás lo han entendido de esa otra forma. Y ya habéis visto lo majos que son los chicos y que mi hermano y mi cuñada son… sobre todo buena gente. Trabajadores. Pendientes de todo el mundo.

-Creo que nadie piensa eso de ti – le dijo Helga. – Desde que he llegado, lo único que he escuchado son palabras de alegría al verte de nuevo. Ningún reproche del pasado. Y tus nanas, cuando me las ha presentado Fernando, se les iluminaban los ojos al hablar de ti.

-Ya. Es cierto. Pero deberían sentirse mal. Deberían odiarme.

-¿Por qué quieres flagelarte? – le recriminó Fernando.

-No es eso. Esas personas me han mostrado todo su amor. Y … es un amor conservado todos estos años, muchos años, en los que no les he hecho caso.

-Deberías sentirte bien por ello. Eso demuestra que su cariño es verdadero y resiste la distancia.

-Y que es incondicional. Que no depende de que estés pendientes de ellas o ellos. O que les dediques libros o que les nombres en las entrevistas.

-Y me siento bien. Pero no dejo de pensar que he sido injusto con ellos.

-Y dale. Ellos no piensan eso. Sigues siendo ese chico que salió del barrio y triunfó. Todos tienen guardados esos relatos que les escribiste. Y esa mujer, Lines… mira como te ha abrazado en cuanto ha llegado. Casi nos unimos todos a vuestras lágrimas mientras hablabais de Manolo, su padre.

-Y ni siquiera me había enterado de que su padre había muerto. ¿Os lo podéis creer? ¿Sabéis todo lo que hizo por mí? Sin decir nada. Sin presumir. Sin… ¿Sabéis el apoyo que me dio? Él fue el primero que supo que me gustaban los hombres. Antes que Evarista y Pepa. Me dio confianza. Me hizo sentir bien conmigo mismo. Sus hijas muchas veces hacían de tapadera, de acompañantes protectoras del que dirán de mis viejos. Manolo respetó mis tiempos. Me defendió a capa y espada. Me dejaba su casa para escribir… tenía hasta llaves… ¿Tú sabes la confianza que eso me dio con catorce años? Se sentaba detrás de mí y leía lo que escribía. Y … mirarle la cara y ver lo orgulloso que se sentía de… mis historias… de mí… y ni siquiera me he enterado de que había muerto.

-¿Tú que crees que te diría ahora si estuviera vivo?

Jorge suspiró.

-Lo que me decía entonces: mira adelante y demuestra a todos lo que vales. Que les den a los que no saben verlo.

-Pues habrá que hacerle caso – resumió Fernando el pensamiento de todos los que le habían acompañado esa tarde.

-¿Y qué has sabido de Nadia?

-Que es amiga de mis padres, que me ha engañado como a un idiota todos estos años. Y que de alguna forma me ha robado mucho antes de bajarse “La vida que olvidé” para publicarla en otros países. ¿Qué os han dicho a vosotros?

-Bueno. Hemos descubierto un segundo teléfono de Nadia de siempre. Parece que ha tenido dos teléfonos. No es el que le dio a tus padres, este es otro. Un tercero. A Fernando se le ha ocurrido preguntarles uno a uno. Y no todos tenían el mismo. Se lo hemos pasado a Tere. Fernando se lo ha pasado también a Aitor. – resumió Helga – Todos abundan en lo que Pepa ha contado. Que te mentía desde siempre. Que ya sabía que eras gay cuando te dijo de salir. Que aquel ordenador que perdiste, te lo quitó ella.

-¡Anda! Mi primer portátil. Ya ni me acordaba de eso.

-¿No es el mismo que te robaron con esas novelas…?

-No, no. No es el mismo. Pero la verdad es que la forma… habrá que pensar que ella estaba detrás de ese sucedido también.

-¿Y lo que dijo Martín a tus padres?

Jorge se encogió de hombros.

-Martín lo piensa de verdad. Me da igual cual sea su… el género de su pareja. Pienso que en eso, no tiene por qué… contarlo. Me fastidia que a todos les ha dicho que soy el amor de su vida y que Nando primero y luego Carmelo, le han privado de ser mi pareja. Eso es mentira. Si no hubiera sido Nando, posiblemente hubiera sido Aiden. O otro cualquiera que hubiera aparecido en aquel entonces.

-Cuando se te hubiera quitado el miedo al compromiso – bromeó Helga.

-Tienes razón. De hecho por eso Aiden y yo no fuimos novios.

-Alguna vez te he oído contar esa historia con Nadia, cuando le dijiste que lo vuestro no podía ser, y que quedó claro el tema.

-Pero ella se creó desde ese momento el papel de víctima. Y yo pasé a ser el verdugo. Y si, como me han contado ahora, cuando me dijo que quería ser mi novia, ya sabía lo que había… todo ha sido una comedia desde el principio. Y no lo vi venir. En todos estos años, no se me ha pasado por la cabeza esa posibilidad. Y ni ahora, desde que sé que me ha robado… a saber lo que acabamos descubriendo.

-O sea que desde el principio, ella…

-Pensaba en traicionarme. Si … mira, Pepa y Evarista tienen un sexto sentido para conocer a las personas. Si ellas enseguida empezaron a dudar de Nadia, es que había motivos.

-Pero entonces… nada hacía presagiar que te convertirías en un escritor de éxito.

-Bueno. Eso sucedió entre Aiden y Nando. Aiden había leído las novelas. Siempre le gustó leerme. Fue el único de todos a los que le enseñé mis escritos. Cuando bebe a veces… se le va la lengua. Puede que lo comentara. Nando… y seguro que os han contado cosas, alguna vez he escuchado su nombre al pasar por vuestro lado, puede que se acercara a mí por… eso precisamente. Cuando lo de Nadia, Nando ya había mandado mis dos primeras novelas a Dimas. Yo en ese momento, tuve una temporada en negarme a … me daba miedo publicar. Pensaba que si lo hacía y era un fracaso, no podría soportarlo. Me cerré en banda a… puede que Nando contara a todos los que le querían escuchar que ya tenía el sí de la editorial. Luego de todo eso, fue cuando Nando y yo concretamos nuestra relación… y al final, cuando me dijo que sí a casarse, dije que sí a publicar.

-Mira que eres complicado – le reprochó Fernando.

Jorge sonrió y se encogió de hombros.

-Lo siento si os decepciono. Soy imperfecto. Y tenía mucho miedo a fracasar. Era mi sueño. Si no hubiera salido bien, me hubiera hundido. Por eso prefería seguir haciéndolo para mí solo, que intentar publicar.

-Al menos eso entonces le tienes que agradecer a Nando.

-Él si que confió en mí, es verdad. Pero tengo que repasar ese período de tiempo. No tengo muy seguro de que lo que pienso que sucedió, en realidad ocurriera de esa forma. Ya os he adelantado algo antes.

-¿Y eso? – preguntó Helga extrañada.

-No sé. Déjame pensar unos días y a lo mejor os puedo dar una respuesta. Y de todas formas, otro día comentamos lo que os han contado. Puede que para vosotros no signifique nada, pero que para mí, unido a otras sensaciones… me den pistas o una visión distinta de aquellos días.

-Entonces, si tuvieras que contar la tarde de hoy a Javier en relación a tu caso…

Jorge se encogió de hombros.

-Debería reconocer que no he sido buen detective. Desde que me he encontrado con Evarista y más desde que ha llamado a Pepa para que bajara, he perdido el norte. Me he dejado llevar por… los sentimientos.

-Quizás si vuelves otro día y quedas con tus nanas, te saquen de algunas dudas.

Jorge miró alternativamente a Helga y a Fernando. Los dos parecía de acuerdo en la aseveración que acababa de hacer el segundo.

-¿Dices?

-Sí.

-Es una idea.

-Si te parece vamos a transmitir a Carmen y Javier lo que te han dicho de Nadia. Ese otro teléfono ya te hemos dicho que se lo hemos dado a Tere y a Aitor.

-No me parece mal, no. Así Javier tiene constancia de que he cumplido con mi parte. – Jorge puso su mejor gesto irónico.

-Puede que nos sirva para localizarla. – propuso Helga.

-No creo que nos lo ponga tan fácil.

-Si fueras un pitoniso ¿Dónde dirías que está? – preguntó Fernando.

Jorge se quedó pensando unos segundos.

-A la vuelta de la esquina, riéndose de mí.

-Esperemos que podamos descubrirla y ser nosotros los que nos riamos de ella.

-Ojalá tengas razón, Fernando.

Jorge Rios.”