Necesito leer tus libros: Capítulo 59.

Capítulo 59.-

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Llegaron cada uno por su lado. Álvaro lo hizo primero. Llevaba unas ojeras de campeonato. Parecía un alma en pena. Era evidente que no había pegado ojo esa noche. El concursante de Pasapalabra que le había tocado, cuando se lo presentaron, echó cuentas de los segundos que le iba a hacer perder. Pensó que era una vergüenza que profesionales como ese no supieran cuidarse para asistir al programa.

-Es que hay algunos que no se lo toman en serio – dijo al personal de producción que estaba encargado de atenderlos. – Tres programas en los que acabaré en la silla azul a cuenta de este impresentable. Ya podíais tener más cuidado con la gente que traéis. Traéis a cada zurullo… éste chico si se debe poner ciego. ¿No le veis? Si está acabado.

Estos no contestaron. Conocían de otras veces a Álvaro. No era la primera vez que había llegado después de una noche de trabajo o de diversión. Luego, había remontado. Pero esa mañana, todos dudaban de que eso fuera posible. Su aspecto era penoso.

Jorge llegó un poco más tarde. Saludó como siempre hacía con cariño a todos los que trabajaban en el programa. Esta vez había una gran diferencia con las anteriores y eran los escoltas. Pero no hubo ningún comentario. Simplemente intentaron facilitarles el trabajo. De todas formas, Sergio Romeva ya se lo había avisado, para que lo tuvieran en cuenta. Una vez conocido el terreno, nadie era capaz de distinguirlos. Pasaban desapercibidos completamente. Fernando era el que más cerca de Jorge estaba. Más parecía un amigo o un asistente que un policía.

Roberto Leal se acercó a saludar al escritor.

-Luego tienes que firmarme “La Casa Monforte”. Mi cuñada me mata si no lo haces.

-No mientas. Tu cuñada se lo contará a tu mujer que será la que te mate.

-Mucho peor. Será mi niña la que lo haga, que su tía es su tía.

-Jorge, Álvaro ya ha llegado, está en vuestro camerino. Y llegaron todos los bultos de Bernabé. Las cajas con las camisetas están cerca del plató. – le anunció una de las encargadas de atender a los invitados. – Vuestros atuendos, están en vuestro camerino.

Luego se acercó más a él y le susurró al oído:

-Sería conveniente que le echaras un vistazo.

Jorge la miró a los ojos y supo a lo que se refería. Mantuvo el semblante sonriente.

-Guay, voy a por Álvaro para daros a todos las vuestras. Hemos traído para todo el equipo. Veréis que chulada nos ha preparado Iván y Bernabé. Una camiseta distinta para cada programa.

Jorge llegó al camerino. Se encontró con Álvaro medio dormido. A parte, se le notaba completamente hundido. Cuando levantó los ojos para mirarlo, a Jorge se le cayó el alma a los pies. Nuño en la residencia en la que estaba ingresado, pensó para sí Jorge, tenía cien veces mejor aspecto y lucía más animado que Álvaro. Pero supo disimular y se fue directo hacia él.

-Venga, date maña. Levanta. Vamos a repartir las camisetas entre los del programa. Todavía no ha entrado el público.

El gesto de Álvaro parecía indicar que no estaba por la labor. Pero Jorge le obligó a levantarse y lo abrazó sin más. Le apretó con todas sus fuerzas contra él. Álvaro se echó a llorar.

-No os merezco – murmuró al oído.

Jorge no dijo nada, solo lo abrazó todavía más fuerte si eso era posible. Cuando se separaron, Jorge le dio un beso en la mejilla.

-Vamos, que tu estrategia para que me confíe, te va a salir rana. No pienso apiadarme de ti.

Álvaro se quedó mirando al escritor. Su cara era la perfecta muestra del estupor. Daba la impresión de que Jorge hubiera hablado en ruso.

-¿Pero qué dices?

Álvaro le miraba al principio sorprendido. Parecía que poco a poco iba procesando lo que le había dicho. Tampoco era tan complicado. Al poco lo cambió por un gesto decidido, con una mueca en su cara de decir “no te lo crees ni tú”.

-Pones esa cara de alma en pena para que luego me confíe y me ganes. Pues no. No me das ninguna pena. – Jorge estaba decidido a llevar su táctica hasta el final; no iba a dejar que su amigo se hundiera, y menos que se mostrara derrotado ante toda España. – Ni esas ojeras que te has pintado en casa antes de venir. Ya te estás quitando esa pintura de guerra. Que si no, me pinto las mejillas como los sioux. Soy capaz de salir así al plató. Y lo sabes.

Álvaro le miraba entre asombrado y un poco desorientado. No acababa de decidirse por la forma más adecuada de contestar a las provocaciones de su amigo. Pero cada vez parecía más conectado.

Jorge le dio un puñetazo en el brazo.

-Oye. Me has hecho daño. Seguro que luego lo tengo morado. Tengo que hacer una publicidad en unos días y me van a tener que maquillar el brazo por tu culpa.

-Pues espabila. El siguiente va a ser más fuerte. ¿Te he contado cuando me entrené unos meses con el campeón de España de boxeo de los pesos plumas? Te van a tener que maquillar de cuerpo entero. Lo que daría por verlo, ahí tres maquilladores dándote polvos hasta en los pies.

-¿Tú boxeando? ¿Qué dices? ¡Me tomas el pelo! ¿Estás borracho? Claro, le has dado al orujo esta mañana. Tiene que ser eso. No entiendo la mitad de las cosas que dices. ¿Tú haciendo deporte? ¡¡Y boxeo!!

Jorge le dio otro puñetazo.

-La madre que te parió.

Álvaro pareció reponerse de su abatimiento y reaccionó intentando devolverle el puñetazo. Pero Jorge había salido del camerino. Álvaro le seguía por los pasillos diciéndole improperios.

-Te vas a acordar de esto, mamón. Dos moratones. ¡¡Dos!!

-Abre esa caja y calla. Lo que tengas que decir lo haces en el programa. Con respuestas acertadas. No vas a ganar ni en la pista musical. Y eso que yo soy un zoquete respecto a la música. Voy a preguntar si Martín puede jugar esa prueba por mí.

-¡¡Y una mierda!! Te voy a hundir. ¡¡Qué lo sepas!!

-¿Sí? ¿Sí? A ver si es cierto. Vamos a hacer nuestro propio concurso. Roberto. Pídele al director que lleve una cuenta especial de nosotros dos.

-Pero esto tiene que haber apuesta por medio – les picó el presentador.

-Si pierdo, en el último programa, os hago un relato en directo. Con todos los de la mesa de protagonistas. Y si pierde Álvaro, tocas una canción acompañándote con una guitarra. Roberto, consigue una guitarra. Le va a tocar cantar.

-¿Alucinas? Hace siglos que no canto. Te has propuesto hundirme en la miseria ya veo tu estrategia. Pues que sepas que no te vas a salir con la tuya.

-Por eso. Ya es hora de que lo hagas de nuevo. Y claro que me voy a salir con la mía: ganarte.

-Pero no, eso lo tienes que hacer de todas formas. – le dijo el presentador. – Te he oído cantar y lo haces genial.

-¿Ya has visto la que has preparado? – le reprochó Álvaro a Jorge.

-Venga. Y a parte, el que pierda, invita a toda la mesa a una comida. – propuso Roberto.

-Eso es injusto – dijo la script. – ¿Y el resto del equipo os ayudamos en vuestra apuesta y nos quedamos luego fuera?

-Tienes razón. El siguiente día que grabéis, el que pierda paga una merienda cena para todo el equipo. Al acabar la grabación. Aquí, en el plató. – propuso Álvaro.

-Pues mañana mismo. – dijo Roberto.

-¿Hecho?

Jorge le tendía la mano a Álvaro.

-Pues ya puedes ir llamando para encargarla. Te voy a machacar. – le espetó Jorge.

-Camisetas para todos – gritó Álvaro que de repente había recuperado las energías. – ¡Anda! Jorge mira quien son nuestras compañeras, Ester y Mariola.

Las aludidas acababa de hacer su aparición. El coche de producción las acababa de dejar a las puertas del plató. Las dos venían sonriendo, felices de reencontrarse con sus amigos.

-¿Qué hemos oído de una competición a parte de la oficial?

Ester abrazó primero a Álvaro para después hacerlo con Jorge. Mariola lo hizo al revés.

-Nos repartimos los equipos. Yo voy con Jorge – dijo Mariola.

-¡Mamá! ¡No me esperaba esto de ti! Las madres están para apoyar a los hijos. Traidora. Piensas que va a ganarme. – le echó en cara Álvaro. – No, no, eso no me lo esperaba de mi madre preferida en la ficción.

-Nada. Yo voy contigo – le dijo Ester colgándose de su brazo. – Yo he sido tu novia. Espero que también la preferida.

-Lo habéis organizado tan bien, que resulta que habéis hecho los equipos para vuestra apuesta particular a la contra de los equipos del programa – se burló Roberto.

-Atención, entra el público. – anunció el animador.

Álvaro repartió algunas camisetas de “La Casa Monforte” según iban entrando. Cada camiseta le costó un selfie con el o la afortunada. Para el primer programa iban a ser las azules. Jorge hizo lo mismo por la otra entrada de público. El resultado fue el mismo que el de Álvaro: camiseta, selfie. Él además, firmó algún libro que un par de espectadores habían incluido en su bolsa para pasar el día.

-Vamos a cambiarnos – propuso Álvaro a Jorge.

-Pasad antes por maquillaje. Yo acabo de repartir – se ofreció una de las encargadas de atender a los invitados.

-Gracias Estela – le dijo Álvaro.

Álvaro salió el primero ya preparado. Fue a hablar con el director del programa y con Roberto.

-¿Estás seguro?

-Completamente – les dijo Álvaro.

Todos estaban preparados. Era la hora de empezar a grabar el primer programa de los tres que se iban a grabar ese día. Las maquilladoras dieron los últimos toques a los concursantes y a los invitados. Cada uno ocupó su puesto. La regidora avisó de que se empezaba a grabar.

-Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Aplausos!

-Buenas tardes, hoy tenemos nuevos equipos y tenemos silla azul. – saludó Roberto.

Una vez que Jaime, el concursante que le tocó la silla azul, la hubo superado y se incorporó a la mesa, el presentador procedió a presentar a los nuevos invitados.

-Ester Portillos, buenas tardes.

-Buenas tardes Roberto. Te veo bien.

-Yo sí que te veo bien a ti.

-Estoy encantada de volver. Es como volver a casa. Y más con los amigos que me han tocado en suerte como compañeros. Son familia.

-Luego comentamos esa competición que habéis organizado a parte de la oficial.

-¿A qué es genial?

-Hombre, sobre todo porque no jugáis – apuntó Jorge con cara de broma, adelantándose a su presentación.

-Oye, que si es necesario, Mariola, que nos unimos ¿Te parece? Entramos a competir. – propuso Ester.

-Por mí bien. Vamos, yo pensaba que era un hecho. Yo como animadora no me he apuntado. Yo a la salsa, a competir. ¡A la lucha!

-Eso está bien. Dos contra dos. ¿Álvaro?

-Ester y yo os vamos a machacar. Mamá, lo siento. Te dejo luego que me llames mal hijo. Pero vas a perder. No te vas a olvidar de ese momento en que has preferido a apuntarte al equipo de Jorge que apuntarte al mío.

-No sé como va a acabar esto. Ya me habéis desorganizado todo el programa. Sois de lo que no hay. Nunca me ha pasado algo parecido.

-Un poco de salsa picante, Roberto – bromeó Álvaro, que lucía en pantalla como un hombre nuevo, nada que ver con el que había llegado hacía apenas un par de horas antes.

-Esto no ha hecho más que empezar – le advirtió Jorge.

-Esto es una locura. Álvaro Cernés. Bienvenido. Aunque ya llevas hablando toda la tarde. ¿No te han dicho que hasta que el presentador no te saluda no se habla?

-Que conste que he hablado después que ese señor que tengo en frente. ¡Ese tiene la culpa de todo! Ese, ese – Álvaro no hacía más que hacer gestos de desprecio a Jorge aunque su cara decía otra cosa. Estaba a punto de reírse a carcajadas. En cambio Jorge exhibía su mejor cara angelical

-Esto no hay quien lo gobierne – dijo el presentador echándose a reír.

-Encantado de volver. Es un placer. Nos tratáis tan bien que me quedaría todas las tardes. – Álvaro le tendió el puño para saludar al presentador cumpliendo los protocolos.

-No lo digas dos veces… me gusta tu camiseta.

-¿A qué sí? Son un diseño de dos amigos, Bernabé de Hinojosa y de Iván Sierra, el diseñador gráfico que se ha encargado de la portada de “La Casa Monforte”, la última novela de Jorge.

-De eso hablaremos luego. Por cierto, gracias a ambos por las camisetas. Son una pasada.

El presentador enseñó a cámara una que tenía a su lado.

-Ésta es para mi niña. Le va a gustar mucho.

-Sobre todo porque vais a poder ir toda la familia a juego. – bromeó Álvaro. – Es una de las ilustraciones que Iván ha hecho de “La Casa Monforte”.

-Iván – dijo Roberto a cámara – mira a ver si te vienes un día y nos cuentas. Tu me regalas una de tus ilustraciones y yo te hago aquí uno de mis tarjetones ilustrados.

-Y luego hacéis una exposición conjunta. – propuso Ester.

-No has tenido mala idea. Mariola Caño. Buenas tardes.

-Un placer venir a aprender de estos monstruos. – y señaló a los concursantes. – Y también a compartir momentos y por que no, también a aprender de estos grandes amigos.

-¿Estás bien?

-Renacida – contestó con una sonrisa de oreja a oreja. – Es el concepto que mejor define mi estado.

-No sabes como nos alegramos todo el equipo de ello.

-Lo sé Roberto. Gracias por haber estado ahí pendientes. Noté vuestra energía positiva. De verdad, me ayudó mucho en el proceso de lucha.

-Te queremos Mariola. Jorge Rios. Buenas tardes.

-Buenas tardes Roberto. Encantado de volver a encontrarnos.

-He de decirte que no me esperaba esto de ti. Eres un hombre tranquilo, mesurado, pero hoy has venido a revolucionar el programa. Desde el minuto uno que has provocado a Álvaro de tal forma que te ha ido persiguiendo por los pasillos diciéndote no sé que barbaridades.

-¿Yo? ¿Qué he hecho? Soy la expresión del hombre que pasa por la vida sin hacer ruido, caminando de puntillas.

El resto de invitados se echó a reír a la vez que el presentador. Jorge mantuvo el gesto de hombre tranquilo que nunca había roto un plato. Un gesto que le había copiado a Carmelo.

-Veo que estás perfectamente conjuntado con Álvaro en vuestra vestimenta y en vuestro pique.

-Es una evolución a nuestra última participación juntos. ¿A que venimos guapos?

-Siempre estáis los dos muy guapos. Luego hablamos de tu última novela.

-Me parece bien.

-Pues al lío. Una de cuatro – anunció Roberto.

-¡¡Corten!! – anunció el director.

Parte del público se levantó de sus sillas y los invitados igual. El presentador se cambió de lado de la mesa. Pusieron en posición las cámaras, unos retoque de maquillaje de Roberto y empezaron con la primera prueba. Inició el fuego Ester.

Ester contestó cuatro preguntas, luego Pablo, el concursante contestó cinco y le llegó al turno a Jorge, que contestó diecisiete, sin dar oportunidad de que la ronda volviera a Ester.

-Madre mía como has venido – le reconoció el presentador.

Jorge se encogió de hombros. Pero no desaprovechó la oportunidad para chincharle a Álvaro con un gesto con el brazo.

Ahora tocaba al equipo azul. Empezó Mariola que contestó ocho respuestas, Jaime el concursante se despistó y falló y le llegó el turno a Álvaro, que contestó quince respuestas.

-Luego echamos cuentas de vuestro pique personal. – les anunció Roberto para no despistar a los espectadores del concurso oficial.

El concurso fue avanzando hasta llegar al rosco. Antes de que los concursantes se enfrentaran por ganar el bote, era el momento de contar cosas de los invitados. Y de echar cuentas del concurso a parte que tenían los invitados.

-Me dice el director que la situación es la que sigue. Jorge y Mariola llevan 47 puntos y Álvaro y Ester 46. No puede estar más igualado.

-Esto es remontable. Mañana lo conseguimos – le dijo Álvaro a Ester.

-Es pan comido. – afirmó ésta.

-Vamos a hablar ahora con Álvaro.

-Sí Roberto.

-Quieres hablar de…

-Una novela.

Álvaro se señaló la camiseta. Y señaló a algunos de los miembros del público que la llevaban puesta.

Jorge lo miraba entre sorprendido y feliz. Cuando lo había visto al llegar, no pensó que iba a ser posible que se recuperara como lo había hecho. Había estado todo el programa muy entonado, concentrado y simpático. Ahora estaba pensando como devolverle la pelota. No podía, cuando le preguntaran a él, volver a hablar de su novela. Debía buscar algo que contar de Álvaro.

En ese momento, uno de los focos encima del presentador estalló. Cortaron la grabación para asegurar que no cayera ningún trozo del mismo. Jorge aprovechó para ir a por su móvil al camerino y pedir ayuda a Carmelo.

-Le mando al director del programa un pequeño vídeo de él y Mariola. No espera. Me has dicho que estaba Ester. Pues de los tres.

Volvieron a empezar a grabar. Repitieron desde el principio.

-Quiero hablar de “La Casa Monforte”. Es la última novela de nuestro amigo Jorge.

Álvaro estuvo desgranando brevemente lo que había sentido al leerla.

-Es el regalo que hago estos días a mis amigos – dijo muy serio.

-Quiero aprovechar, abundando en lo que ha dicho Álvaro – era Mariola – que ahora que se está empezando a hablar de depresiones, de enfermedades mentales, que leáis una novela de Jorge de hace unos años: “deLuis”. Yo en esa novela, aprendí muchas cosas para entender a una persona cercana y que la veía sufrir y no sabía como acercarme a ella. Recomendable. Muy recomendable. Y luego, me ayudó también a entenderme a mi misma durante mi enfermedad. Ya sabéis que tuve un cáncer. Y lo pasé mal – se señaló la cabeza. – El libro de Jorge me mostró que había más personas como yo. Y Jorge me mostró otras muchas cosas en persona, pero eso me lo guardo para mí.

Mariola sonrió y a la vez que ponía sus manos sobre el corazón y miraba a Jorge.

-Jorge, ¿Qué tienes que decir? – le dijo Roberto.

-Pues estoy emocionado. Nunca me había pasado. Hemos venido en familia a pasarlo bien. Álvaro y yo sabíamos que veníamos los dos, pero ha sido una grata sorpresa compartir competición con Ester y con Mariola. Son familia. De la buena, de la bien avenida. Me hace sentir vivo gestos como ese de Mariola. O como Álvaro que cede su turno de venderse para vender mi trabajo. O Ester que cada vez que me mira me dan ganas de darla un ciento de besos. Es un amor.

-Es la primera vez que pasa, que un invitado, dos, hablen por otro, de los proyectos o los trabajos de otro de los invitados.

-Es buena gente, son buenos amigos. Corrijo. Son familia. Tengo suerte.

-Creo que … me dice el director que tienes una sorpresa. ¿Nos explicas en que consiste?

-Miguel nos va a poner un pequeño vídeo que le ha hecho llegar alguien cercano. Todos los profesionales relacionados con la cultura, los actores, los técnicos de teatro, de cine, de televisión, están pasando una época delicada. Muchos proyectos se han cancelado, otros se han retrasado y algunos no se sabe si van hacia delante o hacia atrás. Álvaro está en el teatro, con una obra maravillosa “El enviado que llegó tarde”. Y él está como siempre, sembrado. Quedan pocos días para ir a verle. Por eso es… todavía más reseñable que destine el tiempo que nos dais para contar lo que hacemos, en hablar de “La Casa Monforte”. Así que… por si a alguien le queda dudas de las aptitudes de Álvaro Cernés como actor, éste pequeño vídeo. Creo que reconoceréis a las otras tres actores-actrices que participan. Pero eso mejor, lo vemos. Sorpresa.

Las pantallas del estudio apareció una escena de Tirso. Carmelo cuando empezó a pensar en rodarla, les pidió a cuatro amigos hacer un pequeño teaser con algunas escenas. En esa escena en concreto, Álvaro hacía de Tirso. Ester hacía de una policía llamada Candela. Mariola hacía de una prostituta drogadicta que acababan de detener y estaba en comisaría esperando declarar. Y Martín, que era el cuarto, hacía de un joven al que alguien había dejado al cuidado de la policía. Estaba magullado y roto.

Mariola al ver la escena pegó un respingo a la vez que dio una palmada. Álvaro miró a Jorge con los ojos húmedos. Ester se levantó y abrazó a Jorge, aprovechando que la cámara no les enfocaba.

-Impresionante – comentó Roberto cuando acabó el vídeo. – Que cuatro actorazos, madre mía. Jorge, dinos que es esto. A ver, es una parte de tu novela Tirso. Lo siento, es que es una de mis novelas preferidas y esa parte en comisaría, la habré leído como veinte veces y siempre acabo llorando.

-Carmelo lleva pensando en llevarla a la televisión mucho tiempo. Y un día se le ocurrió grabar unas escenas sueltas. Y les pidió ayuda a unos amigos. Ha coincidido que tres de los amigos que participaron estaban hoy aquí. El cuarto es Mártins Carnicer, como le llama Ester.

-¿Podemos anunciar que ese proyecto…?

-Podemos anunciar que va encaminado. Y podemos anunciar que si nada se tuerce, los tres actores aquí presentes estarán en la serie, y por supuesto, el cuarto también estará. No en los papeles que habéis visto… o sí. Fijaos lo grandes que son los cuatro, que Carmelo rodó diez escenas.

-Doce – le corrigió Mariola.

-Corrijo, Mari tiene razón, doce. Estos cuatro actorazos, hicieron distintos papeles.

-Fue una semana emocionante e interesante – dijo Ester. – Nos lo pasamos genial. Y es cierto, yo hice de Candela, hice de Yelma, una tipa que vende hasta a sus hijos por un poco de notoriedad, hice de Mina, la mujer del frutero.

-Y yo hice de tu madre – comentó Mariola.

-Y de la mía también – se rió Álvaro.

-La tercera vez que hago de tu madre.

-Todo esto es genial. Que buenas noticias nos traéis, Jorge. Que alegría que te hayas decidido a dejar que tus novelas se lleven a la pantalla. Lo echaba de menos. Y como yo, lo mismo una legión de tus seguidores.

-Es todo cuestión de momento y de proyectos. Y de apetencia personal. Ahora, me apetece, me parece que es el momento, y a Carmelo, tampoco puedo negarlo, es casi imposible que le diga que no a nada. Y si me viene y me dice: “he hablado con Ester, con Mariola, con Álvaro, con Jose, con Mario, con Biel, con Martín… todos quieren estar a nuestro lado en esta aventura,” no puedo negarme.

-Para el próximo programa hablaremos con Esther y con Mariola. Gracias a los cuatro. Y ahora, el rosco.

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Jorge Rios en la feria del libro de 2019. (2)

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Aunque Esme y su equipo de fieles le invitaron a comer, Jorge prefirió no aceptar el ofrecimiento. Necesitaba un rato de soledad. Estuvo tentado de recalar en algún restaurante cercano y hacerlo él solo, pero con su suerte, seguramente elegiría el que había escogido la librera. Hubiera sido un momento incómodo. También pensó que a lo mejor, se libraba de Esme, pero se encontraba con Mila o con Daniel. O con el mismo Dimas. No podía andar muy lejos.

Este pensamiento le llevó a extrañarse de no haber visto ni rastro de ningún miembro de la editorial en la Feria. Tampoco había visto, en el plano de las casetas, ninguna referencia a la Editorial Campero. Solían ser fijos. Era un escaparate maravilloso para esos grandes autores que tenían en su catálogo y que no lograban triunfar como se merecían. Quizás temían que si conseguían un poco de relevancia, decidirían cambiarse de editorial. Ya les había pasado con alguno. En lugar de preguntarse por las razones de esos cambios, Dimas, que era el editor de esos autores que cogieron la puerta, se decantó por insultarlos a voz en grito, con y sin espectadores.

Jorge salió del Retiro y caminó decidido hacia su casa. Mandó un mensaje a Carmelo para ver como estaba. Debía estar ocupado, porque no le contestó. Ya en casa, abrió una lata de guisantes y los salteó con un poco de jamón y cebolla. De segundo se comió unas carrilladas de cerdo que había hecho el día anterior. Y de postre, se comió unos cuantos de esos hojaldritos rellenos de crema que le había preparado su vecina. Luego se tumbó en el sofá del salón con una taza de café.

El día había tomado un giro que no era previsible. Un mundo de casualidades se habían confabulado esa mañana. Primero, ese cartelón con su imagen. Era claro que esa Esme, había apostado fuerte por sus libros en esa Feria. Estuvo tentado de buscar su librería en Goya y pasear un rato por ella, para comprobar si esa apuesta era solo en la Feria o también era palpable en la librería. Cuando se encontraba con esa gente, sentía que estaba siendo injusto al no publicar nada nuevo. Pero el miedo al fracaso le atenazaba. Nando en ese aspecto le había servido para sentirse seguro. Carmelo no insistía en que publicara. Ni Jorgito o Martín. Pensó que si lo hubieran hecho, él hubiera cedido.

No midió bien el tiempo y cuando quiso darse cuenta, tuvo que llamar a un taxi para llegar a su cita. Aunque el plan no era el de firmar esa tarde, se encontró con una decena de personas que lo estaban esperando. Esme se encogió de hombros cuando Jorge le hizo ver que esa tarde estaba destinada a otros encuentros. Para ella, que se viera con ese joven Pólux o con su tío, no era más que otra forma de atender a sus lectores. Jorge la miró con gesto adusto. Esme, por primera vez, intuyó que si tensaba más la cuerda en ese sentido, su reciente cercanía con su autor preferido, se iba a romper antes casi de haber empezado. Prefirió entonces dejar a Quique, uno de sus colaboradores, la misión de tratar con él. Jorge se enfadó con él también, porque el Quique ese, enseguida le empezó a tirar fichas. Decidió entonces hacer gala de su mal genio y dejar las cosas claras.

-¿Quique te llamas? – le dijo en tono brusco y con gesto adusto. El tal Quique solo pudo asentir con la cabeza – Tu jefa se ha debido pensar que soy un gilipollas al que se le puede manejar. Os he dejado claro esta mañana el plan. No me ha hecho caso en lo referente a no anunciar la firma de mañana. Las consecuencias las vais a arreglar vosotros. Y ahora, tocaba encontrarme con unos chicos que lo están pasando mal. Si has leído “deLuis” puedes hacerte una idea de por dónde van las cosas. Es un tema serio. Puede que no venga. Pero yo voy a esperar, porque para mí es más importante ese joven que el resto de millones de lectores que puedan venir a firmar libros. Y una cosa: no me voy a liar contigo. Así que deja de intentar ligarme. Si pensáis que de esa forma me voy a plegar a vuestros deseos, estáis muy equivocados.

El tono empleado por Jorge y su gestualidad fue lo suficientemente agresiva para que Quique se retirara de nuevo a un segundo plano y se acercara Pili, esa otra colaboradora cercana a la dueña.

No obstante, Jorge se sentó en la mesa y atendió a esas personas que esperaban su firma. Todas habían visto la escena y pensaron que el escritor les iba a dejar plantados. O cuando menos, iban a tener que aguantar sus exabruptos. Pero Jorge cambió radical su gesto y el tono de su voz. Les atendió solícito y charlando con ellos. Les iba preguntando por su novela preferida y las razones por las que era su favorita. Luego, a casi todos, les hizo una dedicatoria única y personalizada. A los únicos que les firmó sin más, fue a los que no fueron sinceros con él, a los que habían ido a que les firmara solo por ser un autor conocido, no porque les gustaran sus novelas. Un hombre llegó a contestar, a la pregunta de cual era la novela que más le había gustado, que había sido “La Eneida”.

Esas diez personas se habían convertido en veinte. Jorge hizo un gesto a Pili para indicarle que no dejara ponerse a nadie más en la cola.

-Escritor.

Jorge apartó la mirada de Pili. Esa voz la conocía de sobra. Sonrió y se levantó. Besó a Carmelo en los labios, cosa que sorprendió al actor. Ese tipo de saludos no era habitual en ellos, al menos en público. Jorge miró de refilón a Quique, que puso su mejor mueca de fastidio.

En pocas palabras Jorge puso al día a Carmelo. Éste levantó las cejas.

-¿Y ese Pólux? ¿Qué piensas?

-Cuando venga, sabremos.

-Puede que sea mejor que me vaya.

-No. Si es lo que pienso, le hará bien conocerte.

La cara que puso el actor indicaba claramente que no estaba de acuerdo con la afirmación del escritor. Pero no quiso entrar en debate con él.

-¿Qué quieres que haga?

-Procura que no se pongan más personas en la cola de firma. Se lo he dicho varias veces. Y mientras hemos hablado, se han puesto quince personas más a la cola. Me están tomando el pelo.

Jorge se centró en atender a sus lectores. Cuando levantaba la cabeza, comprobó que Carmelo estaba discutiendo con Esme. Esa mujer no estaba acostumbrada a que la llevaran la contraría, eso parecía evidente. La suerte estuvo en que Sergio Romeva, el representante del actor apareciera por allí por casualidad. Se metió por medio y templó los ánimos. Y tomó el control de todo. Carmelo entró en la caseta de firmas y se sentó en una esquina. Nadie se acercó a él, su gesto no invitaba a ello. Jorge, entre firma y libro, se levantó y fue en su busca.

-Gracias. Nadie se pelea por mí como tú. Pero ahora, necesito ver tu sonrisa. Y necesito que te sientes a mi lado.

Besó la mejilla del actor y al levantarse le tendió la mano. Carmelo movía la cabeza negando y a la vez, iba cambiando su gesto. Acabó sentado a su lado, sonriendo y hablando también con los que iban a la firma.

Por fin, Jorge acabó de atender a la gente que esperaba. Sergio controló que nadie más se pusiera en la cola. Cuando ya estaban solos, se acercó a ellos.

-Mañana vendré a primera hora. Ya le he dicho que quite los anuncios de tu firma mañana en sus redes sociales. Por el feed back que he visto, mañana al menos tendrás trescientas personas en la cola. Y sin dar número o vez. No sé como se le ha ocurrido hacer esa gilipollez.

-Ya se lo he dicho. Llevo esta tarde cincuenta, sin anunciar nada. Y esta mañana, cuando he aparecido de improviso, cerca de treinta.

-Ya me ha contado. Creo que voy a llamar a un mando de la policía que conozco. Mejor prevenimos. He estado mirando y en los espacios de firma no hay hueco mañana para cambiar la ubicación. Ya verás como se van a poner con ella mañana.

-Pues podían haberla dicho algo. No creo que ese anuncio…

-Porque no piensan que vaya a venir gente. No entienden que aunque no publiques, tus libros se siguen vendiendo y sigues concitando la atención de los lectores.

Sergio levantó la cabeza. Dos jóvenes miraban con cara de asustados hacia la caseta. Tocó suavemente el brazo de Jorge y señaló la dirección con los ojos del lugar donde estaban esos chicos. Sergio salió de la caseta y volvió a acercarse a la librera. Se acercó a ella enseñando su móvil. Jorge se sonrió porque esa Esme, no le había hecho ni caso. Sergio se puso muy serio con ella.

-¿Como hacemos? – preguntó Carmelo que se había puesto nervioso.

Jorge no contestó. Se levantó y besó de nuevo a Carmelo.

-Espera aquí. Mira algo en el móvil. Que no te vean pendiente.

Sin mas, salió y fue acercándose a ellos caminando despacio. Los miraba fijamente. Y sonreía ligeramente.

Jorge Rios.”

Jorge levantó la cabeza de la pantalla. Le había parecido escuchar que alguien llamaba a la puerta.

-¿Jorge?

-Pasa.

Ester lo miraba preocupada con la puerta a medio entornar.

-Has dicho que no tardabas nada y ya llevas casi media hora.

-Perdona, se me ha ido la cabeza.

-¿Le estás dando vueltas a lo de Alva?

Jorge movió la cabeza para indicar a la vez que sí y todo lo contrario.

Ester se acercó a él y le beso en la mejilla.

-¿Qué lees?

-Busco algo en mis escritos de hace años en los que cuente algo que me saque de dudas.

-¿Sobre?

-Willy y Guillem.

-Le hemos avisado a Alva hace tiempo que son basura.

-Vaya. Pues ya estáis más avanzados que yo. Para mí en realidad apenas existían y ni tenía opinión sobre ellos. Sobre todo de Guillem.

-¿Has encontrado algo?

-No. Tengo el archivo hecho un desastre. A ver si Martín me ayuda a organizarlo.

-Si no me equivoco, ya lo está haciendo. Cuando salimos con él, en cuanto nos despistamos, está leyendo algo tuyo.

-Que bobo. Perderse vuestra compañía por leer…

-Pues lo mismo estás haciendo tú ahora.

Jorge levantó las manos al cielo y sonrió.

-Ha sido toda una estocada. Vamos, venga.

Jorge se levantó y a la vez, cerró la tablet.

-¿Nos vamos?

-Sí, porque nos van a dejar sin comer. Ya conoces a Mariola y a Álvaro.

-¡Coño! ¡Es verdad! Y tengo hambre.

Jorge abrió su brazo medio doblado para que Ester se lo cogiera.

-Creía que no me lo ibas a ofrecer.

-Me encanta ir del brazo contigo, querida. Ahora que lo pienso, puede que un día te pida que me acompañes a un evento colegial.

-Me dices. Iré donde me digas. Si voy de tu brazo, claro.

-Estaba pensando en que fuéramos de la mano.

-También me vale.