Necesito leer tus libros: Capítulo 91.

Capítulo 91.-

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La conversación con Cape fue esa misma noche. Cuando empezaron las copas, Jorge y Cape salieron a la calle y buscaron el rincón de las confidencias, el mismo del que apenas un par de horas antes, Jorge se había levantado dejando a Javier pensativo después de charlar durante una hora larga. Jorge sacó un cigarrillo del paquete que le regaló Nano en la cena con Nuño y Sergio y pegó un trago al güisqui que había sacado del bar. No dijo nada. Solo esperó.

Cape habló mucho. Sobre toda la historia suya, de Carmelo y de él. Jorge escuchó atentamente aunque ya se la sabía. Era una versión adaptada a lo que a Cape consideraba que le dejaba en mejor lugar. Todo por su ego. Pero no dijo nada. La verdad es que no le apetecía nada esa conversación. Según iba escuchando a Cape, le gustaba menos. Y empezaba a estar un poco cansado. Habían pasado demasiadas cosas en poco tiempo. Y esa huida ahora, revistiéndola casi de obra de caridad le producía ardores de estómago.

Lo que menos le apetecía era escuchar la larga perorata que parecía se había preparado Cape para justificar su partida. Un discurso en el que había adecuado la realidad de los hechos para dulcificar el hecho de que abandonara a Carmelo, que según él era su otra mitad.

“Con lo fácil que es decir: Joder, me las piro. Estoy acongojado. Tengo los testículos de corbata. Aquí os las apañéis vosotros. Total de la conversación: cinco minutos.” – pensó escribir Jorge cuando Cape hubiera acabado.

Recordaba todavía aquellos primeros momentos de su reencuentro, cuando Cape acaparó casi por completo la atención y la actividad de Carmelo. Como se convirtieron uno en la sombra del otro y viceversa. Durante unos meses, cada vez que llamaba a Carmelo,  o quedaba con él, siempre acababa por interponerse, por interrumpir la conversación, por aparecer por sorpresa si habían quedado a tomar un chocolate. Luego llegó el intento aquel de matarlos en la misma Hermida. Él que hasta entonces había presumido de ser como el vigilante, el guardián de su “hermano” pequeño, se encontró con un joven valiente, aguerrido, que cogió el arma de Yeray y ayudó a Carmen a perseguir a la persona que había atentado contra ellos y que había herido al policía. Y él que iba de hermano mayor con todas las respuestas, se vio superado por la situación. Carmelo actuó con determinación para mantener a Yeray despierto y contener la hemorragia. Según se fue enterando con el tiempo, Carmelo tuvo que darle un tortazo a Cape para que reaccionara. Se había quedado bloqueado. Luego Cape fue adaptando el relato que contaban para que no pareciera un pobre mortal como casi todos en esas circunstancias. Parecía que tenía que ir por la calle pisando fuerte, dando la talla, dando la imagen de un hombre invencible. Esa versión edulcorada le había llegado a Jorge por terceras personas. A él no se atrevía a contárselo. Intuía que Carmelo le había contado tal como ocurrió.

Era lo que estaba haciendo ahora: revistiendo de fortaleza lo que a todas luces era una huida. Jorge se acordó en un flash que en realidad Carmelo ya lo había predicho en aquella especie de diario que escribieron los dos cuando se reencontraron. En realidad, Cape había dejado de estar hacía muchos meses. Años incluso. Cuando Carmelo y él se fueron a París a rodar la serie, Cape apenas llamó a su supuesto marido  un puñado de veces. Y no se vieron hasta semanas después de que acabara el rodaje. Nada más volver, surgió ese favor que le pidió un productor amigo para hacer un personaje secundario en una película, para solventarle la papeleta y que pudiera acabarla. Eso que molestó tanto a Willy y sus amigos. Tampoco ahí dio señales de vida. Alguien le vino a contar que Cape había estado en París varias veces durante el medio año que vivieron allí. No hizo ni amago de llamar a Carmelo  para quedar a comer o cenar. Y luego se le llenaba la boca diciendo a quien quería escuchar que “Carmelo es mi otra mitad, mi hermano del alma”. Referirse a Carmelo como “mi marido” solo lo hacía con extraños.

Jorge volvió de sus divagaciones …  aunque por lo que empezó a escuchar, estaba en modo repetición de la jugada.

-Sabíamos que éramos importantes el uno para el otro. Pero no sabíamos de que forma. Al cabo de unos meses nos dimos cuenta de que no era en forma de pareja. No era por el sexo por lo que nos queríamos de esa forma tan extraordinaria. Además, no era posible. Hubiera querido decir que hubiéramos follado cuando él tenía 15 años y yo 19. Y eso, ni en mis mejores momentos de chulería, era posible. Yo era insoportable entonces. Ya me dijo mi padre que solo estando Carmelo por medio, era medianamente accesible. Y lo mismo le pasaba a él. Ten en cuenta que triunfamos muy jóvenes. De una forma que pocas personas lo hacen con muchos más años que nosotros. Los padres de Carmelo, son lo peor, ya los conociste en su breve reaparición. Los míos no, los míos son estupendos, pero era imposible hacerme recapacitar. Siempre tenía el acelerador pisado. No existía el freno en mi vida.

-¿No habéis recordado más cosas?

No pudo evitar darle pie a que se sincerara sobre sus descubrimientos. La verdad, no tenía muchas esperanzas de que Cape fuera a recoger el guante que le había lanzado al suelo.

-No. Quizás si la gente que nos conoció hablara un poco, pero hay una cortina de silencio al respecto. Así que así seguimos, con escolta. ¿No te pasa a ti lo mismo?

Jorge afirmó con la cabeza levemente. Le hubiera querido decir que a él, la gente de su pasado, se moría por recordarle muchos sucesos que tenía olvidados. Sobre todo los que atañían a las deudas de su ex-marido Nando. También a las de sus amantes, los ocasionales y los novietes. Aunque en ese aspecto, estaba bastante al día aunque se hiciera el tonto la mayor parte de las veces. En lo de las deudas, también estaba bastante al día. De hecho, había pagado muchas de ellas, si los acreedores eran gente de bien, siempre que prometieran guardar el secreto. Y una de las cosas que a algunos le urgía contarle, eran las que podían sacarle los colores, ridículos que había hecho en público, o personas con las que había quedado mal.

Cape siguió hablando de él y Carmelo. De su reencuentro en Concejo del Prado. Y de la vida después. Esa parte la conocía Jorge de primera mano, porque los había conocido por separado a ambos, antes de su reencuentro. Lo complicado había sido que no se encontraran en algún evento al que estuvieron los dos invitados. ¿Malabares del destino? O que uno de ellos al menos, no había olvidado del todo y evitaba juntarse con “su otra mitad”.

-Pero eso tuvo que ser una terapia con algún especialista competente. No debe haber muchos que puedan hacer algo así. Tiene que ser con hipnosis y algo más. ¿Lo has investigado?

Jorge puso un gesto de resignación al preguntar. Hasta a él mismo le había sonado a falso. Era la pregunta que debía hacer, siguiendo el guion que parecía haber preparado Cape.

-A mí me da miedo meterme en ese tema. Me han propuesto someterme a hipnosis. Pero no. No quiero. Tengo miedo.

-¿De? ¿De las respuestas o de las preguntas?

-De ambas. He llegado a la conclusión de que es mejor no saber. Llevamos una temporada tranquilos, sin sobresaltos. Ahora parece que tú has tomado el relevo.

“Llevas poniéndome a parir cuando hasta hace poco no quería conocer la verdad y ahora ¿Me vienes con esas?” – pensó Jorge.

-Pero están intentando destruir tus proyectos. Y que de momento no intenten atentar contra vosotros, no supone que esa amenaza siga ahí. Vuestros casos y el mío, no son compartimentos estancos. Y lo sabes.

-Por eso me voy. Estoy cansado. Me apartaré de todo. Me esconderé un tiempo. Lo he dejado todo arreglado con Óliver. Para que no haya problemas, le he cedido mi parte a Carmelo en la productora que hemos creado. Ya ha visto Movistar el contrato de Tirso y da el OK. Todo en marcha en ese tema. Con Carmelo de protagonista. Lo único es si quieres ser guionista o dejárselo a Rodrigo y a Romina. Toman como base el que escribí yo con las aportaciones que ha hecho Hugo cuando le dijiste que le echara un vistazo.

“Si eso ya está hablado hace semanas” – Jorge estaba a punto de saltar y decirle cuatro verdades a la cara. – “Y del guion que escribiste, apenas quedan tres páginas siendo benévolo”.

-Hugo me tiene mosca. – cambió de tema el escritor. A ver si de ahí rascaba alguna novedad que no conociera.

-Es buena gente. Creo. Ya sabes que Carmelo y él trabajaron juntos en una serie. Lo petaron. Fue después justo de nuestro olvido.

-Si además a Hugo tengo la idea de haberlo conocido antes. Fingí el otro día no recuerdo ante quién, que había recordado las circunstancias. Hugo se puso tenso. Pero no ha sacado el tema ni me ha dado pistas.

-A lo mejor fue uno de los amantes ocasionales de Nando.

-Voy a tener que afrontar un día de estos ese tema. – Jorge pensó que cada vez le salían las falsedades con mayor facilidad y casi sin remordimientos – Ya es hora. De todas formas, no me cuadra. Nando era muchas cosas, pero no le gustaban jovencitos. Al revés.

-No se que decirte. A lo mejor no merece la pena. No has querido saber. Te podríamos haber contado muchas cosas. Pero nunca has querido.

-Sigo guardándole el duelo. – Jorge decidió seguir con su versión oficial ante Cape. Él no estaba siendo sincero tampoco con él. Le estaba repitiendo la misma cantinela de siempre, la versión oficial, sin dejar paso a las verdades que estaba seguro había descubierto en su busca desesperada. – Y a lo mejor no se lo merecía. Pero era mi excusa para no afrontar la verdad y no buscar otras cosas. Otras relaciones. Para no arriesgarme a publicar otra novela y que fuera un fracaso. Para no enfrentarme a la vida. O al amor. Después de lo desgraciado que fue mi matrimonio, me asusté en ese aspecto.

-Siete años de duelo, desde luego que no. Siete días hubieran sido suficientes – apuntó Cape – Pero quizás, he estado dándole vueltas a esto, es lo que convenía a tus “amigos”. Mientras siguieras escribiendo y no hicieras preguntas incómodas. Publicaras o no oficialmente, ellos iban a sacar beneficio. Y en cuanto a las relaciones nuevas, ya tienes una. Eres el único que no lo ve.

-Sí, ya la tengo. Ahora tengo miedo de dar el paso de amigo a todo. – tampoco estaba siendo sincero en eso. Se estaba dando cuenta que Carmelo no le había contado los cambios que había en la forma de relacionarse entre ellos. Ahora estaba seguro que ni siquiera le había contado los detalles de su vida a partir de París. – Y lo de escribir, ellos eso no lo podían provocar.

-¿Estás seguro de ello? ¿Estás seguro de que no te daban algo? ¿No tomabas unas vitaminas? Aquellas que siempre te insistía Carmelo que dejaras.

Jorge no pudo evitar mirar a Cape con pena. Y también … debía preguntarse como no se había dado cuenta del distanciamiento tan grande que había entre los dos Danieles. Daniel Gutiérrez, empresario de moda, dueño de una startup exitosa hasta hacía unos años, Daniel Morán, estrella rutilante del firmamento actoral mundial. Dos mitades que hacía muchos meses que no se contaban las novedades de su vida.

-Sí. Sí. Tengo un bote en casa. Dejé de tomarlas un día, antes de que apareciera Rubén. Comía con Carmelo y cuando saqué el bote de la bandolera para tomar una antes de comer, me las quitó y las tiró a la papelera del restaurante. Me enfadé un poco y fui a cogerlas, pero me cogió la mano y me miró ya sabes, con esa forma que tiene. Y me dijo:

“Por favor, no”.

Jorge seguía con la versión oficial. Cape no le había ofrecido sinceridad, él tampoco lo iba a hacer.

-Y sí, es cierto que me puse un poco nervioso esos días, pero el capullo de tu marido parecía que se lo olía y me llamaba cuando peor estaba. Y luego apareció Rubén y verlo así de perjudicado por las noches, no sé por qué, lo asocié a esas vitaminas. Me sirvió de acicate para no volver a tomarlas. Siempre he tenido la tentación de volver a ellas, no te creas.

-Voy a llamar a Efrén para que entre en tu casa y coja esas pastillas. Se ha quedado de guardia en Núñez de Balboa. Salgamos de dudas sobre su composición. Es lo que te queda para romper con tu pasado del todo. Para enfrentarte a las cosas, como ya estás haciendo estas semanas últimas. Menudas habéis organizado Dani y tú esta semana que os he dejado solos.

-No será posible, quiero decir que no sé si quiero saber. Todavía me cuesta este nuevo estado de conciencia total. Si resulta que son drogas, bueno, no sé que decir. Ya sabes quien me las daba. Una cosa. ¿Y Carmelo como …?

-Ha visto mucho en el mundo del cine. Y lo más importante, lo ha sentido en carne propia, no te olvides. Y ya sabes que se fija, sobre todo en la gente que quiere. Y a ti te quiere con locura. Y lo vio claro el día del photocall. Eso sí te advierto: no creo que Dani sea muy de parejas estables. Es muy voluble en el amor.

-El día que apareció a mi lado de repente y posó conmigo y me evitó el que podía haber sido el mayor ridículo que he hecho en público.

-Los focos y los flashes estaban a punto de volverte loco. Ibas a perder el control en cero coma. No se lo pensó y se puso a tu lado y te cogió de la mano. Y te hizo apartar la vista del frente. Esa sustancia que te daban, o una de las que te daban, te hace muy sensible a la luz esa de los flashes. O de las luces de las discotecas o algunos tipos de focos. Y te hace perder el control. Te vuelves loco. Para mí que a lo mejor tomaste alguna pastilla de más por error. Por eso estabas más sensible.

-Y ahí empezaron los rumores de nuestro romance.

-Pero habéis mantenido el rumor a raya todo este tiempo. Es que las fotos que se publicaron, había tal complicidad entre vosotros … hasta un ciego vio que ahí había algo. Ahora podréis casaros. Aunque ya te he dicho antes que no creo que Dani valga para tener una pareja estable. No es de esos. Lo conozco muy bien. Soy la persona que mejor lo conozco.

Jorge volvió a hacerse el sordo respecto a esas últimas afirmaciones de Cape.

-Primero deberéis fingir el divorcio.

-O publicar un comunicado diciendo la verdad, que nunca nos casamos, y que nunca hemos sido pareja. Es lo que estás esperando ¿No? Para lanzarte al cien con Dani. Para probar fortuna.

Jorge no pudo evitar arrugar el morro. No se podía creer que Cape no supiera que Carmelo ya lo había dicho en televisión, en Espejo Público. De esa noticia se habían hecho eco otros medios. E incluso creía recordar que lo habían comentado en alguna ocasión entre ellos.

-Pero Carmelo no va a querer casarse conmigo. No valgo nada. Lo dice pero …

-Valer, no se si vales. Idiota eres un ciento. Y si quieres que te dore la píldora, conmigo no cuentes. -Ahora bien, si no quieres lanzarte porque eres de mi misma opinión respecto a su posible reacción de verse casado o aprisionado en una relación en teoría “para siempre”, te entiendo perfectamente.

-¿Y qué vas a hacer tú? – no quiso entrar en las provocaciones de Cape. No acababa de ver que pretendía. No sabía si quería que entrara al trapo para rebatir sus afirmaciones o si quería disuadirlo de que formara una pareja con Dani. Aunque si esta era su pretensión, llegaba meses tarde. Casi años. Debía haberlo intentado antes de que Jorge lo acompañara a Francia para rodar esa serie.

-Escribir. Y descansar. No preguntes, no te voy a decir dónde.

-Carmelo lo sabrá. – sonrió Jorge.

-Puede. Pero no lo dirá. Ni a ti. Es mejor.

-No me gusta que te vayas. ¿Y tus negocios? – hasta a Jorge le sonó a falso este último comentario. Pero parecía que a Cape le había gustado. Sería porque se atenía al guion que había preparado para la entrevista.

-Los he reducido a un par de empresas, las últimas. Son para mis hermanos. Sabrán llevarlas. El resto lo acabo de vender en mis viajes a Amsterdam y a Sidney. Desde que volví a reencontrarme con Dani, he liquidado todo.

-O sea que para eso es ese último viaje. Sidney.

-Me voy pasado mañana. De ahí me fugaré.

-O sea que este finde es la despedida.

Cape asintió despacio. Cape miró su teléfono. Acababa de recibir un mensaje.

-Es Efrén. Ya tiene las pastillas. Las mandará analizar ahora mismo.

-Os reclaman, – Carmelo estaba delante de ellos – lleváis mucho tiempo perdidos.

Cape se levantó sin decir nada y se encaminó hacia el bar de Gerardo. Pero a Jorge, le había entrado un bajón que le impedía levantarse. No le gustaba fingir con los amigos. Ni ser consciente de que le había mentido en casi todo. Carmelo se acercó y se sentó frente a él. Le acarició la mejilla.

-Tienes que tener la boca seca por narices. No paras de hablar. Primero Javier, ahora Cape … el relato de “La Pinares”… creo que me van a cambiar el apodo en el pueblo: me van a llamar el buscador del escritor. No he hecho otra cosa esta noche que salir a buscarte.

Jorge no dijo nada. Solo se encogió de hombros. Le agarró la mano y se la besó. Luego se la puso sobre su rostro. Necesitaba sentirla en su mejilla.

-Vamos, anda. Todo va a salir bien.

-No sé si quiero saber, Carmelo. La verdad me abruma. Cambio de parecer a cada minuto que pasa. No me lo eches en cara, por favor. Quiero, no quiero. ¿Pregunto? No pregunto. ¿Hago o me quedo quieto? Acabo de asistir a una comedia. Él con sus historias de siempre, mintiendo, sin salir de su guion escrito hace ya tiempo, yo lo mismo … me he dado cuenta de que no le has contado muchas cosas nuestras … y que otro montón de cosas no se ha querido enterar. Y sobre todo, su pretensión de convencerme que tú no eres de tener pareja estable. Me ha venido a decir que lo nuestro, va a salir mal por ti.

-Te quejabas el otro día que ahora no te contábamos. Y tienes razón en quejarte. Él … me conoces, no te he contado, pero … no eres tonto. Te fijas en mí. Te fijas en mis reacciones. Sabes que … no estoy contento … con sus … – Carmelo no sabía como expresar lo que sentía. – Y si él no es sincero conmigo, ¿Por qué voy a serlo con él? Lo importante es que lo que vivimos tú y yo, lo disfrutamos. Que lo sepa éste o el otro, me da igual. ¿No? Somos una pareja a todos los efectos. Cuando quieras, nos casaremos. Quiero hacerlo. Es la primera vez en mi vida que quiero de verdad dar ese paso. Le mandaremos una invitación de boda, para que compruebe que sus penosas afirmaciones respecto a mi forma de ver la vida de pareja, son erróneas. Está celoso, nada más. Siempre ha querido ser el muerto en el funeral, el niño en el bautizo y el novio en la boda. Y respecto a mí, se ha dado cuenta de que no influye ni me controla como él quisiera.

-¿Te ha propuesto matrimonio alguna vez? O al menos ser pareja de verdad.

Carmelo se quedó pensativo.

-Creo que no. Sí que es verdad que cuando volvimos a reencontrarnos, cuando recaló en Concejo, al principio intentó que fuéramos eso. Fui yo el que después de una noche de sexo le hice ver que no era ese el tipo de relación con él que quería. No dijo nada. Pareció aceptarlo. Pero él no es de las personas que aceptan perder de buen grado. Luego me vino con eso de que había hecho correr el rumor de que éramos pareja. Creo que lo hizo para alejar de mí a posibles candidatos.

-O sea a mí.

-Posiblemente. Nunca ha buscado desde entonces que te unieras a nosotros. De hecho, siempre parecía frustrado cuando iba a verte a Madrid o cuando quedábamos a cenar. Y si me quedaba en tu casa Alguna vez le pillé con las llaves de tu casa en la mano. Una vez se me ocurrió que quería cogerlas y esconderlas. Las miraba con asco.

Jorge no dijo nada. Volvió a besar la mano de Carmelo y la volvió a posar en su mejilla. Éste le empezó a acariciar con el pulgar.

-Si hasta Cape hace la historia a su medida. Dice que no follasteis cuando eras peque, cambia detalles de lo que ya sabemos de manera cierta … me ha despistado con lo de “mis drogas”, como si yo no supiera o no estuviera convencido de que eran eso las vitaminas … ha llamado a Efrén para que coja el bote que guardamos en casa … cuando los médicos ya lo saben …

-Saben lo que tienes en sangre. Al final no les diste las pastillas …

-Yo creo que sí … se las di a la policía … y creo que fue a Quiñones – se quedó un momento pensando. – Da igual.

Carmelo se quedó callado. Parecía estar ordenando sus pensamientos.

-No sé que decirte. Lo hemos hablado alguna vez. Me ha mentido en algunas cosas. Sé que ha descubierto detalles, partes de nuestra vida pasada, algo que le contó su padre antes de irse, algo que supo por Adrián, su ex-novio … por sus propios hermanos … lo del vídeo follando los dos se lo dijo Adrián, porque le chantajeó esa cabrona que puso al frente de su gran empresa. Hice por conocerlo y me contó la historia. No le he dicho nada a Cape. Su ex vio el vídeo.

-Si nosotros mismos nos mentimos … intentamos amoldar la realidad a nuestros intereses … ¿Qué podemos esperar del resto del mundo?

-Y luego, lo que más gracia me hace, es que en todo caso lo sitúa con él teniendo diecinueve años.

Tenía diecisiete. Y yo trece o catorce. Fue antes del olvido.

-Que podemos esperar si nosotros mismos nos mentimos, repito, hacemos la verdad que vamos conociendo a nuestra medida. Así no llegamos a ningún sitio. Yo ahora quiero averiguar cosas. Aunque Cape diga que no es así para escudarse y no contarme. Aunque tenga momentos de duda en los que pienso … aunque repita que antes estaba mejor. Dudo, es cierto, pero al final, acabo avanzando. Preguntando y actuando, si es necesario.

-Déjale, Jorge. Se va a ir. El domingo creo. No, el lunes. Da igual. Ha avisado a los escoltas hace dos semanas. No te dije nada porque no me lo acababa de creer. Pensaba que era un siroco y que se le pasaría. Y todavía no me lo ha dicho. ¿Te lo puedes creer? ¿Qué sea el último en enterarme? Podía haber aprovechado ahora, cuando he venido a buscaros. Pero se ha levantado y ha vuelto dentro. Si ha hablado contigo, espero que me lo diga esta noche a más tardar.

-Hay otra cosa que me ha hecho gracia. Ha puesto como excusa para vender sus empresas que está cansado.

-Ya. Cuando dejó su padre la gestión, todo se fue yendo al garete. No vale para eso. Creyó que ya liberado del yugo de su “viejo”, como le llamaba a veces, aún delante de sus empleados, iba a descubrir las Américas. Y muy al contrario, todo fue a peor. Y eso que su padre, de tapadillo, siguió controlando todo. Pero al final se rindió. Puede incluso que discutieran al respecto. Cuando llegó a Concejo ya era todo irrecuperable. Había buscado ya a esa tipa a la que puso al frente y se encargó de hundirla.

-Alguien me contó que Manolo le recomendó vender y dejarse de luchas. Me ha dicho que les deja a sus hermanos dos empresas pequeñas para que las gestionen.

-¿Les ha preguntado si quieren?

-Nunca lo ha hecho, no creo que empiece ahora.

-Les ha destrozado la vida.

-A toda la familia.

-Que se quede allí dónde haya decidido irse y desconecte de todo. Que encuentre alguien a quien querer donde no le conozca nadie. Dinero tiene de sobra para vivir sin problemas. Creo que está abrumado, asustado, avergonzado. Verse follando conmigo cuando era un niño no le ha debido gustar nada. Y ser consciente de su fracaso en los negocios. Está traumatizado. Todo este tema de lo que nos pasa, de las amenazas, de la escolta, de esos fantasmas que vienen desde el pasado para vengarse de sean cual sean las afrentas que les hicimos, le viene grande. Y le da vergüenza reconocerlo. En lugar de pedir ayuda, opta por largarse. Que tenga buen viaje.

-Él tendría diecisiete. Era menor también. Lo que has dicho tú antes. Le puede la chulería que ha tenido siempre. Ahora se ha dado cuenta de que tú no necesitas niñera. Necesitas apoyo, como todos. Pero te desenvuelves muy bien por ti mismo en la vida. Me cuidas a mí …

-La cabeza es libre. No es capaz de asumir lo que hizo, aunque no fuera responsable. Era un chuleta entonces, tienes razón. Y ahora también. Se las daba de tener cuarenta años. No sé como su padre aguantó dar la cara en los negocios por él. La diferencia entre él y tú, una de las muchas diferencias, es que tú aceptas que un día yo, once años menor que tú, te coja de la mano y te lleve en volandas. Que un día te defienda ante la gente, o te coja de la mano si en un acto público te sientes sobrepasado. O cuando nos encontramos con una maraña de periodistas … todavía me acuerdo aquel San Valentín que nos encontramos con Javier, Olga y Aritz y sus hermanos en aquel restaurante … me dejaste hacer. Y luego cambiaron las tornas y me ayudaste a afrontar el pasado que suponía encontrarme con Olga de nuevo y la inseguridad que eso me creó.

-Ya no me acordaba de ese día, fíjate. Ni recuerdo por qué esos periodistas nos atosigaban.

-Da igual. Pero … no pasó nada porque yo te protegiera. Unos días tú me das ánimos y me mimas, y otros, es al revés.

-Me dan ganas de hacer lo mismo, de perderme por ahí. Lo único que me impide hacerlo eres tú, Dani.

-Eso lo dices con la boca pequeña, por hacerte la víctima – Carmelo puso cara de que no se creía nada. – No quieres desaparecer, porque tu vida está aquí, conmigo, con esos chicos, los chicos de Jorge, porque quieres castigar a los que nos las hacen pasar putas. Y porque no serías capaz de escribir en otro sitio que no sea rodeado de los tuyos. Y porque tus chicos, saben que te pueden encontrar aquí. Cada vez tienes más gente que está a tu lado de verdad. Eso te hará más fuerte. Y no me creo que … no me engañas escritor. Quieres saber, quieres descubrir todo. Y haces más de lo que me cuentas para conseguirlo. Y sobre todo, pones toda tu alma en proteger a esos chicos. A cada uno que te encuentras. A Carletto, a Saúl, a los de tu charla de la librería, a ese Sergio, el de Javier. Y fuiste a ver a Nuño, del que hablaban todos pero que nadie conocía, salvo los muy cercanos a Javier. Y él confió en ti para que fueras a verlo. En ti y en nadie más. Se lo oí a Nuño que se lo comentaba a Fer. Y lo mejor de todo, es que con solo dos visitas consigues que salga y que toque junto con Sergio y en público.

-No veo a nadie a parte de ti. De verdad, a mi lado. Todos los demás … son circunstanciales. No sé. Estoy cansado. Puede que sea eso. Y es cierto, tenías razón, empiezo a tener la boca seca de tanto hablar esta tarde – ahora era Jorge el que había puesto cara de broma. – Se hace necesario un buen gin-tonic a medias, rubito.

-Pero yo valgo por diez. ¡Anda! – Carmelo levantó el mentón al estilo que se espera de una estrella del cine. – Venga, volvamos dentro. Si no, al final vamos a conseguir que manden una expedición para buscarnos. Y lo del gin-tonic a medias, vale, pero si me prometes que de verdad va a ser a medias y no te lo vas a trapiñar tú solo.

-Que bobo eres – contestó sonriendo Jorge mientras se levantaba y emprendían los dos el camino de vuelta al bar.

Su editor había insistido en que fuera a la entrega de los premios “Fotogramas”. Hacía muchos meses que no iba a ningún acto público. Nunca le habían gustado, pero desde que su marido había fallecido, decidió apartarse completamente de la vida pública. La última vez hacía sido hacía más de año y medio, en la presentación de una recopilación de relatos cortos que su marido se había empeñado en que publicara antes de morir.

Hasta el último momento no se había decidido a ir. Era un verdadero acoso al que le había sometido su editor.

Cuando se bajó del taxi lo recibió el director de la revista. Estuvo muy amable con él. También estaba por allí el director de la revista “Qué leer” que era del mismo grupo editorial. La verdad es que todo el mundo parecía encantado de contar con su presencia. Eso le hizo pensar que a lo mejor no había sido tan mala idea asistir.

Pero llegó el momento de photo-call. No es que fuera un momento que le apeteciera especialmente, pero tampoco era algo que le incomodara en demasía. Se trataba de posar un rato delante del fondo publicitario de los premios. Mira para aquí, mira para allá. Sonríe. Jorge mira aquí, le indicaba un fotógrafo que estaba esquinado. Luego de la esquina contraria le pedían lo mismo.

Pero en un momento dado, le empezó a entrar un poco de agobio. No supo por qué. Quizás porque había mucho ruido, o por los focos que parecían muy potentes y daban mucho calor. O por los flashes de las cámaras de los fotógrafos. Empezó a sudar a mares. Y de repente parecía que le costara respirar. El pecho le empezó a oprimir. Intentó ir hacía el lado de la salida, pero se encontró desubicado y las piernas no le respondían. No sabía que hacer. Menudo ridículo, empezó a pensar. Y eso le puso más nervioso todavía.

Sintió que alguien se colocaba a su lado. Seguro que había llegado otro invitado a posar y él no era capaz de quitarse de en medio. Miró a su derecha y entonces vio a Carmelo del Rio. No se extrañó que los fotógrafos se volvieran locos. Era una auténtica estrella de cine. No ya español, sino internacional. Su carrera se extendía por el cine francés e inglés. Y ya había rodado algunas cosas en Estados Unidos. No le impresionaba porque era amigo suyo. Habían congeniado en una fiesta de año nuevo, hacía algún tiempo. Y luego habían coincidido varias veces, incluso quedaban de vez en cuando, para comer y pasar un rato en animada charla.

De repente sintió como Carmelo le cogía de la mano. Y se sintió mejor. Pensó que era como un niño, que llegaba su padre y se sentía seguro. El pecho empezó a aflojar y las piernas dejaron de temblar.

Lo mejor fue cuando Carmelo le besó. Lo primero que pensó es: “Este está borracho”. Pero entonces los fotógrafos dejaron de pedirle que saliera de allí. No se había dado cuenta hasta entonces de que las azafatas del acto estaban intentando llamar su atención para que dejara posar a Carmelo del Rio solo. Pero ese beso y las manos con los dedos entrelazados, dio al momento otro aliciente. Jorge Rios, ya no sobraba. Era el nuevo ligue de la estrella Carmelo del Rio.

-No mires a los flashes ni a los focos de arriba. Mírame a mí. – le susurró al oído.

Sonrió porque al hablarle al oído le había hecho cosquillas. Era una bobada, pero fue así. Y las fotos que le hicieron en ese momento junto con las del beso, fueron portada inmediatamente de todos los digitales, y al día siguiente, de toda la prensa en papel y de las televisiones. Incluso fue comentado en alguna tertulia radiofónica mañanera. Porque con esa sonrisa y la cara que tenía Carmelo, los hacían parecer una pareja amorosa y cómplice.

La complicidad del escritor y el actor”, titulaban la mayoría, con pequeños matices.

¿La nueva pareja de moda?”

Uno escribe y el otro interpreta: el dúo perfecto.”

Jorge del Rio y Carmelo Rios se aman”

Ese titular les hizo gracia, porque el avispado periodista les había cambiado los apellidos.

Al cabo de unos minutos, Carmelo fue tirando de él hacia fuera de los focos. En cuanto ya no podían verlos, le pasó un pañuelo para que se secara la frente.

-¿Estás bien? Creía que te desmayabas.

-Sí, ahora sí. No sé que me ha pasado. Estaba tan a gusto. Y he empezado a sudar y las piernas eran de chicle. No me he derrumbado como un castillo de naipes de pura chorra. Te lo juro.

-Deja de tomar esas vitaminas. Ya te lo dije el otro día.

-Pero es que me hacen bien – dijo sin mucha convicción Jorge. – Ha debido ser algo que he comido.

-Hazme caso. Si hubiera sido la comida ahora estarías fatal. Te estás drogando. Ya lo he visto en compañeros. Y esas drogas te hacen vulnerable a los flashes y a las luces estroboscópicas.

-Yo no me drogo.

-Pues alguien lo hace por ti.

-Vale, vale. Lo intentaré. Intentaré dejar esas vitaminas.

-Ahora te tendrás que sentar a mi lado. Después del número que hemos montado no me voy a poner en la otra punta del salón.

-Fíjate que suplicio. Se lo preguntamos a los camareros del restaurante del otro día que nos asesinaron varias veces con la mirada cuando a las 8 todavía estábamos allí. No pudieron montar a tiempo el comedor para las cenas.

-Ya nos sacamos un selfie con ellos para compensar.

-Debemos tener la mayor colección de selfies con camareros enfadados del mundo. Con ella podríamos empapelar mi casa.

-Eso es porque es pequeña.

-No está mal 223 metros para mí solo.

-Yo tengo 456.

-Es que la tendrás más grande.

-Eso no lo dudes.

-Presumido de mierda – Jorge le dio un golpe en el brazo.

-Encima que te beso y tú me pegas.

-Ven aquí que te beso yo ahora. Es lo que la gente está esperando.

Carmelo se acercó sonriendo y se volvieron a besar, para deleite de la gente que los rodeaba.

-Bueno, vamos a dejarlo, que si no tu marido se va a enfadar cuando se entere.

Esa madrugada volvieron a tener que sacarse un selfie con las camareras del restaurante dónde fueron a cenar. Era una hora intempestiva cuando salieron de allí. Y aunque estuvo muy atento a la conversación con Carmelo, Jorge seguía intrigado por lo que le había pasado en el photocall.

-No le des más vueltas, Jorge.

-No sé como darte las gracias. Si no llegas en ese momento, y me coges de la mano, hubiera hecho el ridículo de mi vida. Vamos, para no volver a salir a un evento.

-Para eso están los amigos. Sabes que haría cualquier cosa por ti.

Jorge no pudo evitarlo: le cogió la mano y se la besó.

-Lo sé – contestó escueto antes de levantarse definitivamente de la mesa e irse a tomar algo a casa de Jorge.

-La penúltima – dijeron.

Menos mal que ninguno tenía compromisos al día siguiente.

Jorge Rios.

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