Necesito leer tus libros: Capítulo 92.

Capítulo 92.-

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Aritz no estaba convencido de dejar a Javier solo en la Unidad. Solo no iba a estar, había tres inspectores de guardia, a parte de otros miembros del equipo que se estaban encargando de las investigaciones del asalto a la casa de Álvaro Cernés. Pero lo conocía bien y sabía que a veces, que estuviera cerca una de sus personas de su círculo íntimo, le venía bien. Olga estaba lejos, Matías se había vuelto a marchar a Murcia para cerrar el caso que le había ocupado los últimos días, Carmen se había ido a la cama obligada por Javier … seguro que Carmen no sabía que Javier pretendía quedarse toda la noche perfilando el caso de Álvaro.

En eso iba pensando mientras conducía camino de la casa de ese Rubén. El GPS le anunció que había llegado a la dirección que le había dado Javier. No era mala calle y la casa tampoco parecía de gente humilde, más bien de clase media-alta. Si ese joven estaba perdido en sus noches de juerga y su tía decía que había dejado prácticamente su trabajo como diseñador, no le acababa de cuadrar. Su nivel económico no debía ser malo. Dio una vuelta a la manzana para encontrar sitio para aparcar. No tuvo suerte. Al final hizo lo que le había visto hacer a Carmen muchas veces: lo subió en la acera, en una calle perpendicular, puso los rotativos sobre el salpicadero y el cartel de policía.

En el momento en que iba a salir del coche, escuchó un toque de sirena en la calzada, justo detrás de él. Se giró para ver quien era: era una patrulla de la Local. Se abrió la ventanilla del copiloto y una cara sonriente le saludó. Aritz la reconoció enseguida.

-Susana, anda que … tener que encontrarnos aquí hoy …

El conductor del coche de la Local giró para aparcar al lado del coche de Aritz. Susana se bajó y se saludó con Aritz con dos besos.

-Esta es la calle donde vive el chico ese de la agresión de hace unas semanas. Me da que no estás en esta zona por casualidad ¿No?

Aritz sonrió.

-He venido a echar un vistazo a su casa. Ese joven es un misterio. ¿Ha pasado algo?

-Damos algunas vueltas de vez en cuando. Carmen lo pidió a nuestro jefe. Lo hacemos nosotros, los compañeros de Proximidad … Antes ha llamado un vecino que estaba asustado porque había dos personas rondando el portal de ese joven. Dos o tres. Según este vecino, los ha visto desde primera hora de la mañana. En un coche, parados hablando al lado de un árbol echando un cigarrillo … tomando un café en aquella terraza … siempre mirando hacia el edificio. Ha dicho que en una ocasión, con el pretexto de ayudar a una señora con la compra, han entrado en el portal. Aunque han vuelto a salir enseguida.

Aritz puso cara de extrañeza.

-Ya veo que no vienes por eso.

-Venía a echar un vistazo a su casa con tranquilidad. Hay demasiadas cosas que no cuadran y Javier quiere ya algunas respuestas. ¿Habéis visto algo?

-Cuando hemos llegado la primera vez, un coche ha salido nada más llegar nosotros. No es nada raro, quiero decir, un vecino que ha cogido el coche para ir a trabajar, por ejemplo, justo cuando hemos aparecido. Hemos preguntado por la matrícula y no había nada raro relacionado con ese coche.

-Pero … te has quedado con la mosca detrás de la oreja.

-Nos hemos ido, pero al poco hemos vuelto, esta vez con los distintivos apagados. Hemos aparcado y hemos dado un paseo con calma. El coche volvía a estar justo en el mismo sitio del que había salido. No hemos visto a sus ocupantes. El dueño del coche, no vive por esta zona. ¿Sabes de estas veces que no ves a nadie ni nada raro … pero tienes una sensación extraña?

El compañero de Susana se había bajado también del coche. Aritz chocó puño con él.

-Es que lo que dice Susan, lo hemos sentido los dos. – abundó Antonio. – Hemos ido al bar ese dónde les habían visto y nos hemos puesto en la terraza a tomar un refresco. El dueño se había fijado también en esos tipos. No son de los habituales. Parecían pendientes de algún portal de la zona.

-Ha sido una pena que no se ha dado cuenta si han venido en coche. – abundó Susana.

Aritz que estaba acostumbrado a hacer caso a esas sensaciones de ir tanto tiempo junto a Javier, instintivamente se apartó la cazadora para tener su arma más accesible.

-He dicho a la Central que estabas por aquí y que hemos parado para apoyarte. Mandan otro coche que se queda pendiente. Nos sirve de apoyo si quieres que entremos.

-¿Y exactamente que ha dicho ese vecino?

-Que llevaban toda la tarde rondando por la zona. Y que parecía estar observando el portal e incluso miraba la fachada. La casa de ese Rubén da a esta parte. Y el coche en cuestión, está aparcado ahí. – Antonio señaló un Hyundai Tucson de color blanco.

-El vecino se piensa que están estudiando el edificio para entrar a robar a las casas. – apuntó Susana.

Aritz sacó el móvil y llamó a Javier. Le explicó la situación.

-Son Susana y Anto, no son dos recién llegados. Son de confianza.

-Dales recuerdos a los dos. ¿Qué vais a hacer?

-Sería conveniente que alguien eche un vistazo a las cámaras de los alrededores. Viene otra patrulla de la local para cubrirnos las espaldas. Pensaba subir a ver que encontramos.

-Me encargo. Te mando a Tere y a Elías. Al menor atisbo de problemas, pulsa el botón de emergencia. Alerto a la UIP y a los GEO de Jose. Está de guardia él.

-Esperemos que no haga falta. Lo más probable es que no sea nada.

-Tened cuidado. Ya sabes lo que pienso de esos pálpitos de los policías competentes y experimentados. Susan y Anto lo son.

-¿Vamos? – les dijo cuando colgó.

-Mira, ya están los compañeros.

Otro coche de la Local se había situado en la esquina contraria a la que estaban ellos. Hicieron una señal con los faros pero no salieron del coche. Apagaron también los distintivos y se quedaron a la expectativa.

Aritz se palpó los bolsillos en busca de las llaves de la casa de Rubén. Cerró el coche antes de encaminarse los tres hacia el portal.

-Esa cerradura es muy fácil de abrir – comentó Antonio.

Aritz afirmó con la cabeza. Introdujo la llave correspondiente y la puerta se abrió sin problemas. Los tres policías se habían puesto guantes de látex. Aún así, tuvieron cuidado de no tocar demasiado la puerta.

-Puede que todo sea … una tontería.

-Mejor si lo es. Pero si no lo es, no nos pillarán en bragas.

Era un portal amplio y largo. Los ascensores estaban al fondo. Las escaleras estaban justo antes de aquellos pero en frente. La escalera era independiente, no caracoleaba alrededor de los ascensores. Aritz encabezaba la comitiva. Andaba despacio, intentando no hacer ruido. Sus dos compañeros hacían lo mismo. Los tres llevaban su mano dominante sobre el arma.

-¿Tienes la misma sensación que nosotros? – preguntó Susana.

Aritz afirmó con la cabeza. Señaló las escaleras. Le había parecido percibir el rumor de una prenda de ropa al rozarse con la pared.

Empezaron a subir lentamente. Aritz iba primero, luego Susana y para cerrar, iba Antonio. Subían separados por dos metros y pegados a la pared. Antonio había desenfundado su arma.

Cuando llegaron al segundo piso, Aritz se detuvo. Les indicó que se mantuvieran en silencio y que escucharan. Enseguida los tres percibieron lo que les parecieron los pasos de dos personas y de nuevo, el ruido de un impermeable al deslizarse su dueño pegado a la pared. Aritz no se lo pensó, sacó el móvil y pulsó el botón de peligro. Ahora, Tere y Elías sabrían lo que había y Javier estaría alerta. Y llegarían unidades de apoyo de la Ciudadana y de Intervención.

Otros policías hubieran esperado a que llegara esa ayuda, pero ni Aritz ni los agentes de la Policía Local eran de esos. Los tres parecían sentir el mismo pálpito que les hacía tener la certeza de que había prisa por encontrar a esos asaltantes.

A mitad del tramo de escaleras entre el segundo y el tercero, Susana le puso a Aritz la mano en la espalda para que se parara y volviera a escuchar. Alguien estaba llamando al timbre de una casa. La mujer entendió lo que pretendían.

-¡¡¡¡Policía!!!! ¡¡¡¡Policía Local y Nacional!!!! Que nadie abra las puertas de casa. Repito, que nadie abra las puertas de casa. ¡Apártense de la puerta! ¡Repito: apártense de la puerta! Les habla la Policía.

Aritz aceleró el ritmo de subida, sin descuidar la seguridad.

-¡¡¡Policía!!!

-¡¡¡¡Les habla la Policía!!!! ¡¡Por favor, que nadie abra las puertas de casa!!!

-¡¡¡¡Policía!!!! ¡¡Apártense de la puerta!!

Antonio había llamado a sus compañeros por su sistema de comunicación para que se pusieran delante del portal con las luces encendidas. Enseguida vieron el reflejo de los rotatorios que se colaba por el cristal de la puerta del portal. Cualquiera de lo vecinos que se asomara a la ventana, vería el coche. Y al menos, en los pisos bajos, el reflejo de los rotativos anunciarían su presencia. Pudieron escuchar también a otras patrullas acercándose.

-¡¡¡Les habla la Policía!!! ¡¡¡Qué nadie abra las puertas!!! ¡¡Apártense de la puerta!!

Pudieron escuchar un puño golpeando con rudeza una puerta. Aritz echó a correr escaleras arriba. Susana y Antonio le seguían, ahora ya los tres con sus armas empuñadas. Pudieron escuchar a otros compañeros entrando en el portal. El teléfono de Aritz sonó en silencio.

-¿Dónde?

-Tercero y subiendo. Te dejo las llaves de la casa de Rubén. 3ºF. Seguimos subiendo. Hay alguien. Están intentando que los vecinos les abran la puerta.

-¡¡¡Policía!!! ¡¡¡Deténgase!!! ¡¡¡No tienen salida!!!! – gritó Susana.

-¡¡¡Policía!!!! – gritó su compañero.

Se escuchó un disparo. Ninguno de los tres se paró ni se cubrió. Sabían que los que fueran estaban intentando entrar en una casa para tener rehenes. Era su única escapatoria.

Se escuchó otro disparo.

-Sexto piso. – gritó Antonio. Había visto el reflejo del choque de la bala contra la cerradura.

-¡¡Alto!!

-¡Suben los GEO! – le indicó Teresa a Aritz por el móvil.

Pero Aritz no se detuvo. Los tres escuchaban claramente como esos hombres cargaban con el cuerpo contra la puerta. Los tres echaron a correr escaleras arriba. Estaban en el último tramo de escaleras y uno de los hombres se giró y disparó contra ellos. Uno, dos, tres, cuatro disparos. Aritz se resbaló al pisar algo de líquido que se había vertido en un escalón y estuvo a punto de caer. A pocos centímetros de su cabeza, en la pared, se estrelló una de las balas que había disparado ese hombre. Susana no se lo pensó y disparó ella a su vez. El otro hombre hizo el gesto de girarse con un arma en la mano, pero uno de los disparos de la mujer le dio. Antonio disparó a su vez y dio al otro hombre. Aritz se incorporó y anduvo con el arma empuñada con las dos manos, con el cuerpo en tensión y agachado.

-¡¡¡Arma!!! – gritó Antonio.

Aritz también había escuchado el ruido al amartillar una automática, se giró hacia el sonido y disparó. Fueron los tres hechos casi en el momento: el aviso de Antonio y Aritz girando y disparando. Escucharon un gemido. Aritz siguió hacia arriba con Susana pisándole los talones. Antonio se quedó en el descansillo del sexto para indicarles a los compañeros que ya estaban allí. Los GEO se ocuparon de desarmar a los dos individuos y de registrarlos en profundidad. Aritz alcanzó al tercero que yacía en un pequeño rellano que había entre pisos. Apartó la pistola que todavía tenía a mano y le registró someramente. Le sacó otra pistola que llevaba en una pierna y una navaja de dimensiones interesantes que llevaba en la espalda.

-Quítale los zapatos y ten cuidado, no vaya a tener sorpresas. – le indicó Aritz a Susana.

-Las tiene.

Susana le mostró el zapato que tenía una especie de pincho en la puntera y en el tacón.

-¿Estáis bien?

Jose Oliver, el jefe de los GEO acababa de llegar a su altura con dos de sus agentes.

-Clara, Miri ¿Os ocupáis de éste?

-Desde luego, jefe.

-¿Estáis bien? No me habéis contestado.

Aritz estaba sentado unos escalones más arriba. Estaba frotándose la rodilla de la pierna con la que había parado el golpe al resbalarse. Hasta ese momento no había notado el dolor.

-Se ha resbalado – le explicó Susana a Jose.

-Menos mal que aquí nuestra amiga, estaba al loro y se ha cargado a uno de los de abajo. Y Anto al otro. Si no, no lo cuento. – el policía miraba agradecido a Susan y Anto que hicieron un gesto para quitarle importancia.

Aritz se apartó para dejar pasar al resto del equipo de los GEO que iba a recorrer todo el edificio para asegurarse de que todo estaba bien en cada vivienda.

-¡Policía! ¡Abran la puerta!. Queremos comprobar que todo está bien.

Varios agentes de la Unidad de Proximidad subían detrás para tomar declaración a cada vecino y revisar que todo estuviera en orden.

Tere llegó dónde Aritz y lo primero que hizo fue abrazarlo. Aritz le agradeció el gesto besándola en la mejilla.

-Cuando he escuchado los disparos se me han puesto de corbata – dijo Tere. – Casi pierdo las llaves de la casa de Rubén.

-¿Han entrado?

-No. Casi. Estaba la “llave maestra” en la cerradura. Les habéis pillado justo a tiempo.

-De todas formas el piso huele todavía a pota de borracho que echa para atrás. – apuntó Elías que le tendió el puño a Aritz para saludarlo.

-Habrá que echar un vistazo – dijo Aritz.

-Nos encargamos Elías y yo – le dijo Tere – Tú te vas a que te miren esa rodilla. Menos mal que haces caso a Javier y llevas el chaleco. ¿Ya les has dicho que se vengan con nosotros? No se pierden ningún fregao de los nuestros.

Tere se refería a los agentes de la Local. Susana se abrazó a Tere y lo mismo hizo Antonio. Al igual que Aritz, se conocían de hacía tiempo.

-Éste es Elías, uno de los dóberman famosos de Pati. – presentó Tere.

-Tenía ganas de ponerte cara – le dijo Antonio.

-Y yo a ti. Hemos hablado tantas veces …

-Anda, dejad las relaciones sociales y quitaros de en medio – les recriminó sonriendo José Oliver – Javier me deja de jefe supremo. Tiene lío en la Unidad. Así que a la puta calle.

-Jefe, no contestan en este piso. El de los disparos. Han atravesado la puerta.

-Seguid intentando. Dile a Juan que suba la cámara. Cabe por ese agujero. Comprobemos que todo está bien.

-Bajamos en ascensor – propuso Susana – abajo te espera una ambulancia. Me lo acaban de anunciar.

-No hace falta.

-Que te la miren y te pongan al menos algo de hielo – le reconvino Teresa – Yo me encargo de echar un vistazo a la casa de Rubén. Si es necesario llamo a Jorge para que venga a ayudar. Él la conoce mejor.

-Alguien tendrá que ir con estos al hospital.

-Quiñones se encarga. Javier no suelta el teléfono. Llámale cuando estés abajo.

-Mira, el jefe. – dijo Aritz mostrándoles la pantalla de su móvil donde aparecía su nombre. – Javitxu, ondo nago, ez kezkatu. Eskaileretan zerbaiten gainean irristatu eta belauna jo nuen. (Javitxu, estoy bien, no te preocupes. Me resbalé con algo en las escaleras y me golpeé la rodilla.)

-Ziur? Zoaz ospitalera zu begiratzera. Erregutzen dizut, mesedez. (¿Seguro? Vete al hospital que te miren. Te lo pido, por favor.)

-Handik deituko dizut, ez kezkatu. eta ez duzu joan beharrik, ezagutzen zaitut. (Te llamo desde allí, no te preocupes. Y no hace falta que vayas, que te conozco.)

-Ikusiko dugu horretaz. uzten zaitut. Tere Rubénen etxea zaintzen du. (Eso ya lo veremos. Te dejo. Tere se ocupa de la casa de Rubén.)

-Juan, mira esa es la puerta. No contestan. No vaya a ser que los disparos le hayan dado. – dijo Jose Oliver al compañero que se acababa de incorporar.

-Meto la cámara y lo miramos en un momento.

Javier nada más colgar a Aritz, llamó a la unidad que estaba de guardia en el hospital cuidando de Rubén.

-Atentos. Que nadie entre a verlo sin identificarse. Han intentado asaltar su casa hace unos segundos. Tres personas. Han caído heridas.

-Estamos en alerta. Tranquilo. Hay personal nuevo.

-Pues uno que se dedique a sacarles fotos. A todos. Y nos las mandáis. ¿Casualmente hoy llega personal nuevo? Que no entre nadie. Os mando refuerzos.

Javier empezó a escribir instrucciones en su móvil. Una unidad de Intervención se dirigía ya hacia el hospital.

-Javier, ha llegado Rodrigo Encinar. ¿Quieres que les diga a Ramón y Pedro? – Patricia había entrado como una exhalación en su despacho. Se lo quedó mirando con muda pregunta.

-Si, por favor. De todas formas voy a saludarlo. Luego me uno a ellos. Y no te preocupes, Aritz y Susana y Anto están bien. Aritz se ha resbalado y se ha hecho daño en la rodilla. Pero el tropiezo le ha salvado la vida. Me dice Jose que al caer, una de los disparos de esos ha dado en la pared a su altura.

-¡Joder!

-Él no parece consciente de ese detalle. Jose porque estaba un par de pisos abajo y lo ha vislumbrado.

-Sube en el ascensor – le contestó Patricia a su muda pregunta sobre la visita que esperaban.

Javier salió de su despacho y fue con paso decidido hacía allí.

Cuando se abrió el ascensor, enseguida reconoció al actor. Era cierto lo que le había dicho Jorge: había trabajado mucho con Carmelo. Se encaminó decidido a su encuentro. Él también pareció reconocerlo porque sonrió.

-Te vi una vez con Carmelo. Luego me dijo que eras el jefe de la Unidad.

-Encantado Rodrigo. Mira – Pedro y Ramón se había acercado a ellos – te presento a mis compañeros. Ellos van a charlar contigo. Luego me uno a vosotros. Ha surgido un problema y tengo que ocuparme.

-¿Grave? ¿Es sobre Álvaro?

-No, tranquilo. Álvaro está bien en su casa antigua. Están dos compañeros nuestros con él. No le van a dejar en toda la noche. Y se van a ocupar de que mañana acabe su publicidad sin ningún contratiempo.

Rodrigo pareció relajarse. Al escuchar a Javier, se había asustado. Y por el gesto serio del personal que estaba trabajando y su actividad frenética, parecía que el problema era grave.

-Tranquilo, Rodrigo. Los policías somos muy intensos. No ha habido muertos y hemos frustrado a los malos. ¿Qué tal el viaje?

-Como ahora los aviones van medio vacíos, al menos puedes estirar las piernas. Bien. Sin problemas. ¿Álvaro me aseguras que está bien? No me he atrevido a llamarlo por no meter la pata. Estoy muy sensible con todo esto. Menos mal que me he enterado al acabar la función.

-Mejor no le llames hasta mañana. No quiero que nadie se entere de que estás aquí.

-Nadie lo sabe. El viaje ya estaba programado así. Algún compañero tenía que rodar por la mañana a primera hora. Y yo tengo reunión para hablar de mi papel en Tirso. Me llamó el otro día Carmelo. La reunión no es con él, es con Rodrigo el director, la directora de producción y mi representante.

-Me alegro que estés en ese proyecto. Pasa por aquí.

Javier estaba guiando al actor hacia su despacho. Pero Ramón le detuvo.

-Usamos mejor la sala pequeña de reuniones – propuso Pedro. – Tú vas a necesitar tu despacho. Y no pasa nada si te echas una cabezada en el sofá. Nosotros nos ocupamos.

-Te dejo entonces con mis compañeros – dijo Javier.

-Sin problema.

Javier observó a sus compañeros llegar a la sala de reuniones e ir bajando todas las persianas. Ramón cerró entonces la puerta no sin antes guiñarle el ojo al comisario. Le sacó de sus meditaciones la enésima llamada de la noche:

-Javier, tenemos malas noticias – era Jose Oliver – en el piso que no contestaba, hemos metido la cámara. Hemos visto el cuerpo de un hombre. Hemos abierto la puerta pero no se ha podido hacer nada. El disparo le ha atravesado el cerebro.

-Joder. Vale. ¿Quieres que vaya?

-Tranquilo, me ocupo de todo. Acaba de llegar Raúl.

-Que se ocupe de la familia de ese hombre.

Javier se sentó un momento en su despacho. Esa última noticia le había tocado el alma. No había preguntado por como era la víctima. Debería interesarse por ella. Volvió a sonar su móvil.

-Dime Fernando. ¿No librabas hoy?

-He recibido un mensaje de SOS. Creo que es de uno de los músicos de Burgos.

-¡No me jodas!

-Acabo de recibir otro, espera que lo lea… “Por favor, ayuda”.

-Mándame el número. Le digo a Bruno que lo localice.

-Ya está. He llamado a Aitor. Está en una finca de Vecinilla, un pueblo cercano a Concejo.

-Vete para allá. No vayas solo. Mándame de todas formas la ubicación para tenerte controlado.

-He llamado a Raúl. Helga está en la casa de Jorge de Madrid … va a sustituir a Efrén.

-Raúl no va a poder ser. Ha habido una desgracia y se va a ocupar de la familia de una víctima.

-¿Tiene que ver con Aritz? Algo me ha llegado.

-Sí, lo tiene que ver todo.

-¿Aritz está bien?

-Está magullado. Pero está vivo. El resbalón le costará la rodilla fastidiada unos días pero le ha salvado la vida. Le ha librado de un disparo en la cabeza. No se lo digas ¿eh?

-¡Joder! Tranqui. No tenemos mucha confianza.

-Hablo con el Comandante Garrido para que os mande apoyo. Le doy tu teléfono.

-No hace falta. Ya nos conocemos. A lo mejor es una broma

-O a lo mejor es una trampa. Tenlo presente.

-No lo había pensado.

-Me vas contando. Llama tu a Helga. Tengo la noche muy agitada.

Iba a colgar, pero no pudo evitar una última recomendación:

-Así que al loro esta noche. No quiero más sustos. ¡¡Espera!! Me acaba de mandar Jorge una foto.

Javier se quitó el teléfono de la oreja. Pinchó el mensaje para verla mejor. Abrió mucho los ojos.

-No hagas nada de momento – le dijo a Fernando. – Espera que te llame. Bueno sí, mándame la ubicación de ese móvil.

Tere entró con cautela en la casa de Rubén. Su compañero Elías había definido con acierto el olor que se sentía al entrar. Parecía mentira que un vómito de borracho de hacía ya semanas, pudiera seguir oliendo así. Quizás la falta de ventilación había ayudado. O que la pota fuera más reciente, en cuyo caso, habría que buscar a quién correspondía.

Encendió las luces de la casa. No parecía especialmente desordenada, aunque tampoco parecía lo contrario. Echó un vistazo general y vio en la cocina, sobre la mesa, un pescado que pudiera ser el origen del olor nauseabundo que había en el piso. Lo habría sacado del congelador para que se descongelara. Y ahí se quedó. Eso no cuadraría con las últimas teorías que tenían al respecto de la agresión de Rubén, porque supondría un indicio de que esperaba volver a la casa. A no ser que alguien más tuviera llaves y que a veces se alojara allí. El pescado pudriéndose, de todas formas, no explicaba por si solo el olor de la casa. En una esquina vio un charco de vómito. Y no le pareció que fuera de hacía dos meses. Con suerte de hacía un par de días. Se alejó de ese rincón: no soportaría olerlo de cerca.

La inspectora escuchó un suave toque con los nudillos en la puerta. Fue decidida a abrir. Era Elías que se había entretenido un momento con una petición de Patricia. Nada más entrar, se llevó la mano a la nariz y la boca a la vez que le daba una arcada.

-Si no te importa, abro un momento una ventana. Este olor me repatea. No puedo con él.

-Abre un par de ellas para que haya corriente. No creo que yo aguante mucho sin empezar a tener arcadas. No me gustaría acabar la noche limpiando mi propio vómito.

Elías se encargó de las ventanas mientras Tere seguía parada en medio del salón. Miraba desde esa posición toda la casa. Quería hacerse una idea. Esa manera de proceder se la había copiado a Javier. No sentía las mismas cosas que él, pero era una forma de grabarse en la cabeza como encontró el escenario. Y también le servía para imaginarse las últimas horas de las persona que vivían en el sitio que tocara.

Esa casa le generaba ideas contradictorias. No era lo que se esperaba de alguien que sale de casa pensando en volver en unas horas, ni tampoco de la opción contraria. No habían determinado todavía a qué hora había salido Rubén de casa el día de la agresión. Las cámaras de los alrededores no estaban bien situadas para seguir el rastro de cualquiera que viviera en ese edificio. Chascó la lengua molesta, porque no se quitaba la idea de que había dos personas involucradas. Jorge no había dicho nada de que pudiera vivir nadie con Rubén. ¿No coincidiría o había decidido guardarse esa información? Había que pensar que si había acompañado a Rubén en estado de completa embriaguez su atención estaría centrada en ello. No debía haber sido fácil, ni aún teniendo la fuerza que todos decían que tenía, y que a Tere le parecía una exageración, manejar a Rubén, desnudarlo, bañarlo y meterlo en la cama. Y más si iba vomitando por las esquinas. A todos los efectos, cualquier persona era un peso muerto en esas circunstancias.

Elías miraba a su compañera con paciencia. Después de abrir las ventanas se había sentado en una silla con ruedas que había frente al escritorio en el que estaba instalado un ordenador. Parecía el rincón de trabajo del dueño de la casa. Abrió algunos cajones y vio que estaban casi todos llenos de papeles. No los tocó. Sabía que a Tere le gustaba revisarlos a ella misma con tranquilidad.

-Deberías empezar por estos cajones, Tere. – cuando habló Elías acababa de cerrar el último de ellos.

-Echa un vistazo a las habitaciones. Intenta sacar fotos de todo. Con detalle. No dejes ningún ángulo sin sacar. Me da que nos vamos a tener que ir enseguida. La noche está movidita. No dejan de llegar mensajes anunciando movidas.

Tere ocupó el lugar de Elías en la silla y empezó a abrir los cajones. Arrugó la frente al sacar el primer montón de documentos. Cuando Elías le había dicho que los cajones estaban llenos de papeles, pensó en que estarían relacionados con el supuesto trabajo de Rubén como diseñador gráfico. De repente se le ocurrió una cosa.

-¿Has visto por algún lado un ordenador potente con una impresora profesional, un plóter o una de esas tabletas para dibujar? Un panel como los que tenemos en la Unidad para ir poniendo toda la información de los casos … algo que sea característico de un rincón para trabajar. Algo profesional.

Elías asomó la cabeza por la puerta del cuarto que estaba fotografiando.

-No lo hay. A no ser que esté en un cuarto secreto. Eso debería ocupar bastante. En uno de los dormitorios hay una tablet, pero tamaño normal. Ahora la enciendo por ver que software tiene instalado. Enciende el ordenador de la mesa y miramos lo mismo.

Tere negaba con la cabeza.

-Si encuentras llaves de otro sitio, casa, almacén, trastero, cógelas.

-Miro en los cajones. En esos no había nada – Elías señaló los que estaba mirando Tere. – Mira en esos cubiletes de encima de la mesa, que no he mirado yo.

Tere se medio incorporó y los miró, incluso alguno que tenía un montón de cosas los volcó al lado del ordenador, pero no vio nada parecido. En uno de ellos vio un pendrive de Coca-Cola. Sacó una bolsa de pruebas y lo metió en ella.

-Si encuentras pendrives, los metes en bolsas y nos los llevamos.

-Esta tablet no tiene software de diseño gráfico. Ni programas de dibujo, a parte del Paint.

-El ordenador tarda en iniciarse. Mete la tablet y nos la llevamos. ¿Tenía contraseña?

-Sí. “Dilan”.

-Eso parece un homenaje más que una contraseña.

-Eso he pensado yo – dijo sonriendo Elías. – No tenemos muchas bolsas de pruebas.

-Dile al comisario Oliver. Seguro que llevan en su equipo.

-Sería mejor que nos lo lleváramos todo. El ordenador incluido.

-Pídele un par de cajas. Hay muchos papeles. Parecen contratos. Firmados por Gabriel Ríos.

-¿El hermano de Jorge?

-Coño, seré boba. Tanto llamarlo Gaby … que boba.

-¿Contratos de qué? – Elías se había acercado a ella.

-De relatos de Jorge. No los cobraban mal. Para no ser un profesional. Es de mucho antes de que publicara su primera novela. Sería poco más que un adolescente.

-Mira la última cláusula de ese contrato . Los cobra bien porque se supone que los van a publicar. Al menos da ese permiso. Esos que tienes ahí, son para trabajos de clase. Esos son baratillos.

-Me pregunto si antes de vender estos relatos o novelas, he visto al menos dos, Jorge las registraría.

-Eso, pregunta a Jorge.

-De momento Javier no quiere que comentemos al escritor nada de esto ni de lo que ha descubierto Olga en Estados Unidos. Mira, el libro de los relatos de Jorge del que nos ha hablado Olga. Hay un post-it que dice “relatos de Jorge Rios”. Tenemos que encontrar los contratos de los relatos de este libro.

-Lo que me alucina es el autor: JR.

-Bonifacio Campero quiso de alguna manera que se le reconociera a Jorge la autoría. Un homenaje – dijo con mucho humor, recordando lo de la contraseña de la tablet.

Llamaron a la puerta. Tere se levantó para abrir. Era Jose Oliver.

-Tere, Elías, sería mejor que dejarais esto para otro momento. El vecino al que llamaban esos malnacidos, está muerto. Acabamos de abrir la puerta.

-¡Mierda! ¿Te importa mandar a alguien con algunas bolsas de pruebas y un par de cajas? Guardamos lo que tenemos entre manos para llevárnoslo y somos todo tuyos.

-En nada sube Miri. Que os lo recojan ellos y que hagan la cadena de custodia a la Unidad y al laboratorio. Les explicáis lo que queréis llevaros. Vosotros vais al piso de ese pobre hombre. Raúl está hablando con los vecinos. No encontramos documentación de ese individuo. No sabemos quien es, salvo por el nombre que pone el buzón.

-De acuerdo. Eso es raro ¿no? – comentó Teresa.

-Hablando de eso. ¿Has visto por ahí la documentación de Rubén? – preguntó Elías a Tere cuando el comisario se fue.

Ésta negó con la cabeza. Hizo un gesto de extrañeza.

-Solo llevaba la tarjeta sanitaria en la cartera. Tampoco he visto dinero ni tarjetas de crédito. Y tenía al menos cuatro. Una Master, una Visa electrón y dos Visas clásicas, una de ellas Oro.

Volvieron a tocar en la puerta. Esta vez fue a abrir Elías.

-¿Qué os guardamos? Certifico la cadena de custodia, si te parece Tere. Os lo llevamos a la Unidad para que Patricia se haga cargo. Y lo que sea del Laboratorio, lo llevamos allí.

-Claro. Sería una gran ayuda. Mira, nos llevamos el ordenador. Esas cosas que tiene ahí Elías embolsadas y los papeles de estos cajones. Y si veis algo que pueda ser interesante, lo incluís también.

-Y si no te importa, toma muestras de ese vómito y de ese otro. – le indicó Elías.

-Y el pescado de la cocina. No me creo que sea de hace dos meses.

-Esta pota son dos distintas – Tomás, el compañero de Miri se había agachado a coger muestras.

-Pues toma varias. Fotografía de dónde las coges.

-Acabamos nosotros. Hacemos fotografías de todo. El jefe Oliver quiere que subáis rápido. Quiere que habléis con dos vecinos, a parte de echar un vistazo al piso de ese hombre. Es otro misterio en sí mismo. Raúl se ha ido a buscar a un tipo que algunos han visto a veces con ese hombre.

-¿Por?

-Nadie sabe en el edificio ni como se llama. No se trataba con nadie. Y no hemos encontrado documentación.

Tere miraba la pantalla de su teléfono.

-Y Fernando ha recibido un mensaje pidiendo socorro. De uno de esos músicos. Menuda noche nos espera.

-No os olvidéis de cerrar las ventanas y la puerta. – pidió Elías a Miri.

-¿La sellamos?

Tere se quedó pensativa.

-Sí. Me imagino que eso disuadirá a algunos de venir a investigar por su cuenta. Elías, vamos. Subamos a ver ese nuevo escenario.

Jorge Rios.”