Necesito leer tus libros: Capítulo 104.

Capítulo 104.-

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Carmelo había llegado primero al lugar de la cita. La noche anterior Jorge y él, junto con Sergio Romeva y Óliver Sanquirián, lo habían hablado largo y tendido y habían llegado a una conclusión: era fundamental sacar del ostracismo la Fundación que hacía tiempo, habían creado Carmelo y Cape.

-Muchos de esos chicos necesitan ayuda. Algunos necesitan ayuda médica, un sitio donde vivir. Trabajo. Otros incluso necesitan desaparecer, crearse una vida nueva o recuperar la que esos desalmados les obligaron a abandonar. Y eso cada vez va a pasar más. Cada vez se nos van a acercar más jóvenes provenientes de Anfiles o de otras parecidas, como las de los músicos.

Era Jorge el que había hecho ese discurso para plantear su visión del problema. El resto, estaban de acuerdo en líneas generales, pero no acababan de decidirse en dar un paso adelante. En esos reparos, también estaba Carmelo.

-No podemos confiar en que las instituciones se ocupen. – insistió Jorge.

-En todo caso lo harán por un período de tiempo corto. – añadió Sergio. – Esas víctimas necesitan un apoyo continuado en el tiempo. Si fueran menores de edad, sería más fácil que las Instituciones se implicaran con ellos. Pero los que más necesitan una mano precisamente son los que ya cumplieron dieciocho. Esos están desamparados por todos. Y si llaman a algunas puertas, les dirán que son viciosos, drogadictos …

-Debemos fijar unos objetivos. Que apoyos, que ayuda vamos a dar. Todo eso que decís tiene un coste enorme. Su financiación … debe ser adecuada.

-Creo que debemos abarcar todos los campos posibles. – Jorge había tomado la palabra de nuevo. – Ayuda médica, ayuda a recuperar la vida que perdieron, como Sergio Plaza por ejemplo. Casas de acogida, un sitio dónde vivir. Ayuda a encontrar un trabajo que puedan realizar. Sufragar sus estudios. Incluso como hemos dicho antes, si fuera necesario, crearles una vida nueva.

-Creo que podríamos definirlo, como resumen, poner los medios para que esas víctimas, esos jóvenes puedan llegar un día a vivir por sí solos.

-Solo con las terapias de psicólogos y profesionales de ese tipo, tenemos un presupuesto. Casi deberíamos buscar a profesionales que se dediquen en exclusiva.

-Necesitamos un médico que se encargue de coordinar ese tema.

-¿Manzano querrá?

-Tenemos que tener cuidado con una cosa: en esa asociación delictiva, están implicados muchos profesionales de la medicina, no solo médicos: enfermeras, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales …

Los cuatro se quedaron callados, valorando la afirmación del abogado.

-Óliver, explica a qué te refieres. Has tirado la piedra y ha sido al proponer a Manzano. – Jorge lo miraba interesado en su respuesta.

Óliver negaba con la cabeza. No le gustaba descubrir secretos.

-En su anterior vida, antes de recalar en Concejo, Manzano … estaba rodeado de gentes cuando menos cuestionables.

Óliver volvió a callarse. Todos estaban pendientes de sus explicaciones.

-Joder. La mujer de … la ex-mujer es cuando menos una persona … no me fio de ella. Su familia tiene un perfil que me parece cercano a Anfiles. O a al menos, algunos … miembros …

-¿Otilio Valbuena?

-Por ejemplo. No es el único. Y … algunos de sus amigos psiquiatras … casualmente siempre son peritos de la defensa cuando se trata de juzgar a algunos implicados.

-Tú también has trabajado para Valbuena.

-Eso es cierto.

-Manzano ha roto con todos esos pasados. Quiero decir, no tiene ningún contacto ni con su ex-mujer, ni siquiera con sus hijos, que hicieron piña con ella. – Carmelo se convirtió en defensor del médico de Concejo.

-En principio, yo confío en Pedro – dijo Jorge. – Se ha ocupado de los que hemos ido encontrando. No ha surgido ningún problema, al revés, se ha implicado con ellos.

-Tenemos que buscar alguien al que … que dirija todo, vaya. A tiempo completo. Yo puedo dedicar unas horas a la semana, pero no puedo dirigirla – Sergio paseó su mirada por sus contertulios. Sabía que Jorge y Carmelo habían hablado de que fuera él quien se pusiera al frente. – Y ninguno de vosotros puede dedicar a esta empresa mucho más. A penas dais abasto con vuestras ocupaciones.

Jorge fue a decir algo, pero se lo pensó. Sergio tenía razón. Por mucho que quisiera, él no podría dedicarle tiempo.

-Amador Rosales, el padre de Esteban, el chico de la barandilla. Sería un candidato a ser Director de la Fundación. Su CEO.

Fue Carmelo el que lo propuso.

-Me parece buena idea – dijo Óliver. – Sabe de que va el tema. Y es un gestor competente. Y es buena persona.

-¿Y querrá dejar su trabajo? Tendremos que ofrecerle un buen sueldo.

-Desde el susto, ha bajado mucho el ritmo. Casi ha dejado la gestión de su empresa en sus sobrinos. Y no va mal, quiero decir, que parece que lo llevan bien. Él apenas interviene. No creo que el sueldo sea la razón por la que nos diga que no.

-Esteban creo que tendrá mucho que decir. – apuntó Jorge. – Carmelo ¿Quedarías con él? Para proponérselo.

-Sí, no hay problema.

-Pues llámalo y queda mañana mismo. No podemos dejar pasar más tiempo. – le apremió Jorge.

Cuando Amador entró el “El Trastero”, Carmelo sonrió y se levantó para recibirlo. Se abrazaron y tras los saludos protocolarios, se sentaron.

-Una caña como la de Carmelo, por favor. – dijo al camarero que se había acercado.

-Y tráenos algo de picar. Lo que tú veas. Y ya de paso, tráeme otra caña. – añadió Carmelo.

-¿Y a qué se debe este honor?

-Mira Amador, te necesitamos.

Carmelo se arrepintió inmediatamente de su forma de enfocar la entrevista. Pero ya no había marcha atrás. Había sido brusco y rotundo. Así que intentó suavizar su tono y quitarle algo de empaque. Le fue contando como crearon la Fundación. Y como por no encontrar el tiempo, lo fueron dejando.

-Pero cada vez encontramos a más “Estébanes” en el camino. Compañeros nuestros que no encontraron a una persona como tú y que, aun sobreviviendo, necesitan apoyo, ayuda … ya es una necesidad ponerla en marcha.

-¿En qué os puedo ayudar? Me parece un proyecto necesario.

-Queremos que la dirijas. Que te encargues de todo. A tiempo completo. Queremos que seas el director, con tu sueldo. Crear las estructuras, buscar profesionales, locales, pisos … crear protocolos de ayuda, de intervención … aunque lo primero, es buscar gente que te ayude. A ser posible, eso se me acaba de ocurrir a mí ahora, víctimas de esa barbarie. Gente como Esteban. Que encuentren un trabajo en esa labor. Es una primera forma de ayudar a alguno de ellos.

-Una parte importante de esa ayuda sería la parte médica. De eso yo …

-Habíamos pensado en el Dr. Manzano, Pedro Manzano. Es un gran médico y tiene contactos en todos los sitios. Incluso entre personas inconfesables. Podría encargarse él de coordinarlo.

-Indecentes, diría yo. Pero él nunca se ha dejado llevar por ese camino. Ni cuando estaba en la cima de la profesión.

-¿Lo conoces?

-Operó a mi marido. Cuando llegó a sus manos, ya era tarde. Pero aunque era muy difícil que saliera bien, se arriesgó. Sus compañeros no lo hicieron, por eso de sus estadísticas. Ahí perdimos unos meses cruciales, buscando un cirujano que quisiera operarlo. Le dio un par de años, aunque efectivamente ya era tarde para una solución definitiva. Muy tarde. Pero esos dos años, sin su intervención, no hubieran sido posibles. No fueron malos años. Y nos acompañó en ellos.

-Entonces que dices ¿Aceptas?

-Vamos a tomarnos la caña, me cuentas despacio, y luego, comemos juntos. Espero que al final de la comida, te pueda dar una respuesta, a expensas de comentarlo con Esteban. No quiero tomar esta decisión sin su … aprobación. Si me encargo del tema, aunque sea tangencialmente, le va a implicar a él. Y quiero que …

-Ya, que no le suponga un problema.

Amador afirmó con la cabeza.

-Cuéntame en que … de qué queréis que se ocupe la Fundación. Y lo más importante, como se va a financiar.

-Pues …

Jorge Rios.

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Jorge y Carmelo se apartaron del resto y se subieron a la terraza de la casa. Necesitaban un rato de tranquilidad. A Jorge le agotaba la comedieta que estaba haciendo frente a Laín y Paula. Le costaba mucho no soltarles a la cara lo que de verdad pensaba. Cada poco tiempo debía recordar las recomendaciones que le había hecho Javier en su última charla.

Carmelo tampoco estaba cómodo en su papel en esa obra de teatro de la vida real. Le gustaba su trabajo, pero no practicarlo en su vida privada. Se identificaba con la idea que expresó Martín ya hacía unos días para explicar por qué no volvía a casa de sus padres, aunque su madre le hubiera pedido perdón por algunas de las cosas que le dijo. Aunque intuía que ese arrepentimiento debía tener otros motivos que el simple deseo de retomar la relación con su hijo.

Al menos Carmelo tenía la satisfacción de que Eduardo hubiera sido tan diligente a la hora de buscar amueblamiento para la terraza. El actor quería que Jorge se sintiera a gusto en Concejo. Había un par de sofás y cinco butacas además de una mesa, todo de exteriores. No eran nuevos, pero al menos eran más cómodos y seguros que las sillas que había utilizado Jorge esa mañana. Le había comentado Eduardo que al día siguiente irían su padre y él para limpiarlos a fondo y para adecentarlos un poco. Felipe había ido a una tapicería en Tubilla a comprar unas fundas. Y habían mirado también unas mesas, un par de ellas apropiadas para escribir en ellas y otras más bajas, para ponerlas frente a los sofás y apoyar las bebidas o comida.

-Antes se me ha olvidado darte las gracias por la prontitud en atender mi reclamación de esta mañana.

Jorge sonrió y besó a Carmelo en los labios.

-¡Qué formal te ha salido el agradecimiento! Parece que estás hablando con alguna institución o el director de un banco. – Jorge le hizo un gesto de desprecio burlesco – Ha habido suerte. Le dije a Eduardo. Le dije que era tu deseo y que quería complacerte. Y como eres su ídolo, pues aquí tienes tu amueblamiento provisional. No te extrañes que poco a poco nos enteremos que ha movilizado a medio pueblo para ello.

Se sentaron en uno de los sofás mirando hacia el río. Los dos se habían descalzado y pusieron los pies sobre el sofá. Jorge doblando las rodillas y poniéndolas contra su pecho. Carmelo sentándose a lo indio.

-Esa venía a por mí – dijo Carmelo en un murmullo.

-Da igual si era por ti o por mí. Al menos para mí es lo mismo. Si te agreden a ti, me lo hacen a mí también. A parte, no sabemos a por quién iba. Parece que esa mujer estaba interesada en encontrar información de los dos. De nuestras escoltas, de nuestro paradero en Concejo … yo creo que pensaba que aquí nuestra seguridad se relajaría.

-Hacía tiempo que no venían a por mí. A Concejo has venido cuatro días y eso ha sido en apenas un par de semanas. Y en casi todas, no te ha visto nadie. Hemos llegado, hemos dejado los coches en las Hermidas y nos hemos ido a pasear. Y luego hemos comido en casa. Salvo el día que comiste con Fernando y los demás en donde Gerardo. Y el día que te encontraste con Óliver. Nadie te relaciona con este pueblo, salvo de visita. Todavía.

-Algo les ha despertado. Eso está claro. ¿Cuándo empezasteis a mover el tema de llevar Tirso a la tele?

-Hace un año. Perdón, un año antes de la pandemia. Aunque llevaba tiempo comentando con Cape. No te conté nada porque quería que fuera una sorpresa. Ahí se puso a escribir. Aprovechó el tiempo del confinamiento. No recuerdo dónde le pilló. Cuando lo pensamos, yo enlazaba rodaje tras rodaje. Además, él casi nunca estaba. Siempre estaba de viaje. Antes de contarte nada quería tener el proyecto avanzado. Quería tener director y gran parte del equipo. He ido hablando con muchos compañeros para que trabajaran en la serie. No firmamos contratos, pero todos se comprometieron. Ahora es cuando estamos ya documentando todas esas propuestas. Mariola firmó ayer. Biel la semana pasada. Jose Coronado creo que firma mañana. Rodrigo Encinar se reunía hoy con su representante y Rodrigo. Álvaro iba a firmar hoy, pero con lo de la agresión creo que lo han dejado para otro día. Parece además que su representante había puesto alguna pega. Seguro que es para hacerse valer. Ester ya había firmado cuando grabasteis Pasapalabra. Anna y Rubia también han firmado.

-Ya.

Jorge no le quiso comentar que a veces Cape no estaba tan lejos como decía. Pero era claro que deseaba estar solo. No había otra razón para que le ocultara a Carmelo que en muchos de esos viajes estaba en una casa que tenía alquilada en Barcelona. Allí pasó el confinamiento aunque Carmelo pensaba que estaba en Amsterdam.

Sonó el teléfono de Jorge.

-Roger – dijo al contestar.

Carmelo se acercó a Jorge para poder escuchar mejor la conversación.

-¿Estáis bien?

-Sí. No nos ha llegado a ver.

Roger pareció relajarse.

-Debería haber seguido vigilando.

-Tranquilo. Estaba la policía. Reaccionaron pronto. Y los del pueblo hacen de vigías. Te noto serio.

-Ahora no puedo, me están esperando. Solo tened cuidado. Que la poli te siga a todas partes, Jorge. Prométemelo. Sé como eres. Y si quieres algo discreto, me llamas. No vayas nunca solo. Te lo pido.

-Te lo prometo.

-Antes de que os vayáis a París, tenemos que quedar. De todas formas, Nacho volverá a seguirte discretamente. Los polis son buenos. Pero me gusta también que puedas elegir métodos fuera del sistema.

-Claro. Hablo con Carmelo y te llamo. Y gracias por lo de Nacho. No te voy a negar que me gusta tenerlo cerca.

-Cuidado en París.

-Nos acompañará la escolta.

-Cuidado en París. – reiteró.

Jorge miró a Carmelo. Éste le hizo un gesto para que contestara.

-Lo tendremos.

-Recuerda. No os fiéis de nadie. Ni de la gente de Concejo. Guardan secretos. No todos los que fingen ser vuestros amigos lo son de verdad. Y tú lo sabes, Jorge.

Sin más, Roger colgó.

Carmelo miró extrañado a Jorge. Esa última afirmación dicha además en tono tan rotundo, le había llamado la atención. Jorge hizo un gesto con los hombros para indicarle que no tenía ni idea de a lo que se refería.

Volvió a sonar el teléfono del escritor. A la vez, sonó el de Carmelo. Se miraron sorprendidos. Carmelo se levantó y se fue al otro sofá, alejado del que ocupaba Jorge. Éste respondió a la llamada.

-¿Estás bien?

Era Aiden. Su tono de voz era el de un hombre asustado y preocupado.

-Sí, sí. Tranquilo. ¿Por qué lo dices?

-Me ha saltado una alerta en el móvil. Está en todos los digitales. Os han intentado matar de nuevo. Una asesina a sueldo.

-¿Sale en los digitales?

-En todos. En algunos dicen que estáis heridos de gravedad. Incluso afirman que Carmelo está al borde de la muerte.

-Pues tranquilo. Está a cinco metros de mí hablando por teléfono. Me imagino que alguien le está contando lo mismo que tú a mí.

-Menos mal. Ya pensé …

-Estamos bien. De verdad.

-Otra cosa …

Jorge notó como Aiden dudaba de la conveniencia de contarle lo que fuera que le rondaba la cabeza.

-Dime, anda. ¿Qué más te preocupa?

-He … he … recibido un correo que … no sé como calificar.

-¿Sí?

-Es que no sé como contártelo.

-Pues contándomelo. No va a pasar nada. Parece mentira a estas alturas, Aiden.

-Me conminan a que les de acceso a tus novelas inéditas. Te juro que no le he dicho a nadie que las leo. Ni borracho. Te lo juro …

Jorge se quedó callado. Era una deriva del caso que no se esperaba.

-Quizás me debas dar acceso a tu correo electrónico para investigar la procedencia del email … pero no te preocupes …

-No, perdona. No me he expresado bien. Es una carta, un correo tradicional. Perdona. Es que mi padre siempre decía: ha llegado correo, cuando llegaba el cartero.

-Vale. No me lo esperaba la verdad. No lo toques. Ni lo destruyas. Voy a hablar con la policía. Puede que se pasen por allí a recogerlo.

-¿Cómo saben que …?

-Puede que sea un tiro al aire. De todas formas, puede que sea tu teléfono. A lo mejor lo tienes pinchado.

-¿Eso se puede hacer? ¿No es más probable que sea el tuyo el que tengan pinchado?

-El mio está protegido y vigilado por el mejor especialista en el tema.

-Joder. Si lo tengo pinchado … no es bueno para mi trabajo. Hablo de temas muy delicados y confidenciales. Del trabajo, ya sabes.

-Claro. Cuelga. Te llamo en un rato. Pero no te preocupes ni … que no te de por ponerte ciego a beber ahora, que nos conocemos. Te necesito sereno y sobrio. Es importante. Te repito: te necesito en plena forma.

-Lo intentaré. Estas cosas me ponen muy nervioso.

Jorge cortó la comunicación y marcó un código y lo mandó por sms a un número de teléfono. Éste sonó al poco.

-Aitor, te necesito.

-Dime.

Le contó lo que le había dicho Aiden.

-Me ocupo de su teléfono y de todos sus dispositivos. ¿Éste es el que tenía hijos? No, no, ese era Pol. Lo otro, para la carta, llama a Carmen. Que mande a alguien. Por cierto, llevamos unos días en que tu nube sufre ataque tras ataque. Y vuestros teléfonos igual.

-Define vuestros.

-El tuyo y el de Dani.

-¿Han accedido?

-Tu pregunta me ofende – le contestó en tono cabreado. – Y eso que el de Dani debería ocuparse Arnáiz.

-Pero yo quiero que te ocupes tú. Y de toda su seguridad. Ya veremos como echamos a ese Arnáiz de lo poco que le queda con nosotros.

-Es antiguo poli. Trabajaba con Javier.

-Como si trabajaba con el Papa. Quiñones también trabaja con Javier y no quiero ni verlo. Todos tenemos servidumbres del pasado. Y puede que esos dos, sean las de Javier. Quiero que te ocupes tú. No me fio. Y no me engañas, querido, tú tampoco te fías. Uno de sus esbirros intentó hackearnos a cuenta de Nadia. Te crees que no te escucho, pero lo hago.

-Vale. Lo que tú mandes.

-Perdona – Jorge no pudo por menos que sonreír. – ¿Qué crees que buscaban?

-No lo tengo claro. Puede que tus novelas. O puede que buscaran información sobre vuestros movimientos para atacaros.

-Te cuelgo, me llama Helena.

-Pregúntala si ha recibido una carta como la de Aiden.

Jorge colgó. Carmelo ya había dejado de hablar y había vuelto a su lado.

-Dime Helena.

-¿Estás bien? ¿Y Carmelo?

-Los dos estamos bien. Han detenido a esa mujer antes de que nos encontrara.

Helena respiró tranquila.

-Menudo susto me han dado. He leído que Carmelo había fallecido. Incluso daban detalles de que había sido en la calle y que su cadáver estaba sobre la calzada.

-¿En Madrid?

-Sí.

-Pues nada. Estamos bien los dos y ni siquiera estamos en Madrid.

-¿Cómo dan esas noticias sin confirmar?

-Ya ves. De momento esas páginas tienen mucho tráfico porque todos pinchan con la esperanza de ver una foto del cadáver de Carmelo.

Éste sacó de nuevo su teléfono y empezó a buscar esas informaciones. Nadie de los que le habían llamado a él para contarle, le habían dado esos detalles macabros.

-¿Has recibido por casualidad una carta rara?

-Hace días que no abrimos el buzón. ¿Por?

-Bueno, es que Aiden ha recibido una carta rara.

-¿Quieres que baje y mire?

-Si puedes, te lo agradecería. Si la has recibido, procura no tocarla mucho. Usa guantes a ser posible. De esos que nos hicieron comprar al principio de la pandemia porque nos iban a salvar la vida y que al final no sabemos que hacer con ellos. Hoy es un buen día para dar uso a un par.

-Dame diez minutos que me vista. Te llamo.

Carmelo le tendió su móvil a Jorge. Este vio la noticia que le había citado su amiga.

-Esta foto es de hace años. Eso fue un atentado de ETA. Mira el charco de sangre alrededor del cadáver. Y los coches del fondo, son por lo menos de hace quince años. Madre mía todo lo que se han inventando.

-Me ha dicho Sergio que en algunos digitales están corrigiendo la noticia. De otros, la han retirado y están escribiendo una rectificación.

-Es raro. Las otras veces apenas se comentó nada. Ni el otro día cuando dispararon a nuestra casa.

Y si miramos, la primera noticia ha salido antes siquiera de que esa mujer estuviera en Concejo.

-Es una forma de matarte diferente. Puede que sea un mensaje. “Vas a morir”. O “No os acerquéis a esos cabrones, que corréis peligro”.

-Sencillamente ponernos nerviosos. Todo este montaje no tiene que ver con la tipa esa.

-Si seguimos así, lo van a conseguir.

Jorge negó con la cabeza.

-Eso Dani, no es una posibilidad. Eso no nos va a quitar el sueño ni medio minuto.

Sonó el teléfono de Carmelo. Jorge miró la pantalla.

-Es Carmen – dijo el escritor devolviéndole el teléfono. Carmelo contestó a la llamada.

-Estábamos pensando en ti.

-Eso suena a que queréis joderme más el día. – dijo Carmen en tono jocoso.

-Efectivamente. Antes nos lo has jodido tú a nosotros con las novedades de Álvaro. Ya me ha contado Jorge.

-Mira que eres rencoroso – bromeó Carmen para ponerse seria al poco – Antes de nada ¿Estás bien? ¿Estáis en la Hermida?

-Sí. Nos hemos subido a la terraza. Queríamos estar los dos solos un rato. Y menos mal. Porque toda esta movida es mejor vivirla en la intimidad. Tenemos “invitados”.

-No le deis vueltas al tema. Si lo hacéis, de alguna forma es como si os hubiera matado.

-Solo estamos alucinando con las noticias.

-Están trabajando en ello. El primer digital que ha hablado del tema ha sido media hora antes de que esa mujer llegara a Concejo. Así que hay truco.

-El otro día lo de la diana que me mandaron al rodaje. Ahora esta noticia a parte de esa mujer con ganas de hacerme agujeros en la cabeza. Y ahora te contará Jorge.

-De momento esa mujer ya está camino de aquí. Ahora están intentando abrir su coche, cuando las vacas dejen de rodearlo – se rió Carmen.

-Fabiola controla. Ya se las habrá llevado, no exageres.

-Hace un rato no. ¿Esa Fabiola es la que trabaja con Felipe y Ana?

-Sí. Llama a Jorge y te cuenta. Te dejo que me llama de nuevo Sergio, mi representante. Está con el tema de las noticias que están saliendo.

-Que me mande un informe, si puede ser.

-Claro.

-Dime Sergio.

A la vez, Jorge contestó a Carmen.

-Cuéntame. A ver si consigues fastidiarme el día al completo. – le dijo Carmen.

-Después de esta movida, lo que te voy a contar son minucias. Pero me han contado otra cosa que me ha dejado preocupado.

Le contó el tema de la amenaza que había recibido Aiden si no les daba acceso a sus novelas inéditas.

-Mando a alguien a tomarle declaración y a recoger las pruebas.

-Aitor ya está protegiendo su teléfono, por si acaso. Y todos sus ordenadores o similares.

-Vale. ¿Alguna cosa más?

-Para un rato no ha estado mal.

-No, no. A ver cuando hablemos con esa asesina lo que nos cuenta.

-Nada. Ya lo verás. A lo mejor es del MI5. – comentó Jorge con ironía.

-O de la CIA.

-O de los rusos. Desde que cerraron la KGB ya no sé como se llaman …

-Yo los sigo llamando KGB. Te dejo. Voy a mandar a alguien … ¿Aiden está en el trabajo?

-No le he preguntado. Por la hora … ¿Lo habrá recibido en el trabajo? Eso ya sería el colmo.

-Deja. Le llamo y salgo de dudas. ¿Le has dicho que no lo manosee?

-Me imagino que ya sería tarde.

-Mándame el teléfono.

-Ahora mismo.

-Vale Sergio. Gracias.

Carmelo había colgado el teléfono. Miraba a Jorge que a su ver estaba expectante esperando novedades.

-Parece que en los digitales todo vuelve a su ser. Han rectificado todos la noticia sobre el atentado y mi fallecimiento.

-Carmen manda a alguien a estudiar la carta que ha recibido Aiden. Espera, que es Helena. Dime Helena.

-Pues tenías razón. Hay una carta misteriosa. Lo siento, pero la he abierto. Con cuidado de no tocar demasiado. Me amenazan con matar a mis hijos si no les doy acceso a tus novelas inéditas. Pero yo no tengo acceso. No tengo ni idea de eso. ¿Tienes novelas inéditas?

-Algunas tengo sí. Están probando. Piensan que alguno de vosotros se las dejo leer.

No le contó nada de que Aiden sí tenía acceso. Era un secreto que ninguno había revelado. Ni que seguían teniendo contacto, aunque esporádico. Al menos ese secreto sí lo había guardado Aiden, a pesar de lo hablador que se volvía cuando bebía.

-¿Y como saben que tengo hijos?

-Te va a llamar un experto en seguridad. Te chequeará el teléfono y vuestros ordenadores. Hará lo mismo con el teléfono de Pol. Y os los va a proteger para el futuro. Ya os dará instrucciones. Se presentará como Aitor. E irá la policía a recoger esa carta. A lo mejor te hace algunas preguntas.

-Vale. Las responderé como pueda.

-Luego te llamo. Es Aiden.

-Dime Aiden.

-Joder tío, que ese pavo me ha dicho que tenía el teléfono pinchado. Que se enteraban de todo lo que hablaba. Me lo ha protegido, aunque me ha dicho que es mejor que vaya a comprar uno nuevo. Me ha indicado tres modelos. No son de los baratos.

-Vete a la tienda de Goya, la que está al lado de la librería donde suelo firmar. Pregunta por Puri. Que me lo apunte en mi cuenta. Ya la llamo para que sepa.

-Pero …

-Es por mí, Aiden. Eres un punto débil en mi seguridad. Ya me contasteis el otro día que andabais justos de dinero. Solo voy a apuntalar mi seguridad. Compra el modelo que te haya indicado el guarda. Y no hace falta que le digas a nadie ni lo del teléfono ni nada. A nadie. Lo has cambiado porque te ha dado por ahí. Y menos que lees mis cosas. Ni a Helena. Y mucho menos a Finn.

-La de marrones que te estoy metiendo. Tranquilo. Finn no se va a enterar. A Helena si no se me ha escapado ya, no creo que ocurra a estas alturas.

-No has sido tú. Solo has sido el medio. La policía ya está al corriente de esas amenazas. Sería conveniente que pusieras una denuncia. Le digo a mi abogado que te llame. No te preocupes por el coste. Te digo lo mismo. Es por mi seguridad.

-Me llaman.

-Contesta que será la policía. ¿Estás en casa?

-Sí. Tenía un par de días de vacaciones que me quedaban del año pasado y los he cogido esta semana. Estaba un poco cansado.

-¿También se los ha cogido Finn?

-No. No.

Jorge se sonrió por el tono de Aiden al contestar a la pregunta sobre Finn. Hartazgo y asco, es la sensación que le había venido a la cabeza al escucharlo.

-Te llaman. Contesta al teléfono. Me llamas luego.

Jorge le contó las novedades a Carmelo.

-Espera que me llama Pol. Dime Pol.

-Me ha contado Helena. He mandado un mensaje al grupo del wasap. Te irán diciendo si alguno más ha recibido la carta.

-Vale. Gracias. No se me había ocurrido.

-Nada a ti. Ya nos ha llamado ese Aitor. Está con el móvil de Helena. Luego seguirá con el mío.

-Decidle todos lo que tengáis. Hasta lo de los niños. Tablets, plays, juguetes inteligentes que se conecten a alguna red …. la calefacción de casa o el frigorífico.

-No había caído en eso. Llamo a ese Aitor.

Jorge y Carmelo se miraron. Los dos acababan de colgar sus llamadas. Y sus teléfonos no sonaron. Casi no se atrevían a hablar. Hacía un buen rato que habían ido enlazando una llamada y otra.

-Joder, que guay está esto.

Martín asomaba la cabeza con timidez. Miraba todo con los ojos muy abiertos.

-Carmelo, pero esto, reconoce que no lo has puesto de guay como el resto de la mansión.

-La mansión, dices. Pues si llegas a ver la casa de Álvaro … Que bobo eres. Siéntate con nosotros, anda.

-Si llega a ver esta mañana la terraza con las súper sillas … – solo fue un murmullo para que Jorge se riera. Y lo consiguió.

-La hostia, que vistas.

Martín caminaba hacia ellos. Antes de sentarse se apoyó en la barandilla.

-Te juro que me vendría aquí a tocarme los huevos.

-Puedes venir cuando quieras – le dijo Carmelo.

-Pero a esta casa, no a la que nos has dejado.

-¿Está mal? No nos comentaste nada cuando estuviste en ella con Arturo y Ernesto. Por cierto, has fingido muy bien no conocer nada de las Hermidas.

-Joder, no estáis vosotros en ella y no tiene esta terraza tan guay. Os lo juro, me mola. Le falta un toldo o algo de eso. Y lo del disimulo, me va con la profesión.

-La de la Hermida 1 no es tan grande, pero tiene terraza.

-Na, ésta es mejor. Las vistas y la paz. Aquí me tumbaría en el suelo a tomar el sol en bolas. Es mi sueño. Uno de ellos.

Martín se sentó al lado de Jorge y le dio un beso en la mejilla. Luego se recostó en él como solía hacer de pequeño.

-¿Qué tal con mi vieja?

-Si te oye llamarla vieja … – se cachondeó Carmelo.

-Na, es con cariño.

Martín sonrió poniendo gesto de pilluelo pero luego se quedó serio.

-Tío, no me mola nada que mi vieja te tomara el pelo. Les he oído hablar antes en el coche. Me pudre. Cada vez más. Mi vieja pensaba que estaba escuchando música. Pero la tenía baja. Me odia, tío. Me odia. Te lo juro. No me mires con esa cara. Cuando larga de mí, le sale sin querer un tonito de asco.

Jorge miró a Carmelo. Como Martín había vuelto a recostarse sobre él después de bromear, no podía verle la cara. Carmelo tampoco acababa de entender las intenciones de Martín. Se había sentado al otro lado de Jorge y tampoco podía verle la cara. No sabían si hablaba en serio o bromeaba.

-Siempre me han apoyado – afirmó Jorge con cautela. – Y yo creo que pueden tener sus cosas, pero a ti te han querido siempre con locura.

-Na, que ya no tomas esas pastis, joder. Nunca me has tratado como a un crío, no lo hagas ahora. No me chupo el dedo. ¿Vale?

-Tienes razón. Así que si no me cuentan ellos, a lo mejor puedes contarme tú. No has querido entrar al trapo estos días. Dime lo que han hablado para que pienses así de repente.

-Hoy no. Que no quiero que nos pillen. Hablo con mi brother y quedamos un día. Como en los viejos tiempos. Y te contamos lo que sabemos. Dani ¿Me das el teléfono de Sergio? A ver si me quiere en su agencia.

Carmelo le fue a decir que hacía ya unos meses que Sergio no cogía a más clientes. Pero Jorge le hizo un gesto para que callara.

-Déjanos que le llamemos nosotros. ¿De verdad quieres cambiarte?

-Sí. Estoy guay con Fabián, pero no quiero estar en la misma agencia que mi viejo. Solo es eso. Quiero hacerlo guay para que Fabián no se enfade.

-¿Te gustaría hacer de Tirso de joven? – le preguntó Carmelo en un arranque.

Martín se incorporó y miró sorprendido a Carmelo. Jorge también se lo quedó mirando, pero su gesto era más de extrañeza. Carmelo no era partidario de esa partición del personaje. Al menos hasta la última vez que hablaron del tema.

-Me has dicho antes … y el otro día no parecías convencido de esa posibilidad. Dijo Jorge que discrepabais en eso. Tú querías hacer el papel entero.

-Ya sé lo que he dicho. Y Jorge piensa que podríamos repartirnos Tirso. Lo explicó el otro día en la charla con lectores jóvenes. Contesta: ¿Te gustaría hacer de Tirso de joven?

-Ya lo sabes, lo hablamos el otro día Martín. – recordó Jorge.

-Vale. Pero no pensaba que se iba a concretar. No me quise hacer ilusiones. Eso sería la hostia. Y hacer un personaje entre los dos, que hable y se mueva igual si lo interpreto yo como si lo haces tú. ¡La hostia! Mola, joder. Pero nada de que sea por el nombre antes o en letras más grandes. Hacer el mismo personaje que tú, Dani. En dos etapas diferentes. ¡La hostia!

-Si lo hacemos así, tenía pensado que nuestros nombres salieran a la vez. Con el mismo tipo de letra.

-Si te parece, yo lo fliparía. Pero te juro que me da igual. No te niego que mi nombre al lado del tuyo me produce un orgasmo al pensarlo. Pero no soy actor por esas polladas.

-No digas nada, y menos a tus padres.

-Vale.

-Es solo una posibilidad, no lo hemos decidido. Tengo que hablarlo con tu padrino Rodrigo.

-Nada. Confía, joder. No creo que nadie haya sabido nunca nada por mí. Que te lo diga el tío Jorge.

-Guardas muy bien los secretos, es cierto.

-¿Y quién haría de Juan?

-Álvaro.

-Guay. Mola Álvaro. Es un actorazo y es buena gente. Chicos, deberíais bajar. En realidad Cape me ha pedido que viniera a buscaros. Empiezan a preguntarse que hacéis. Os lo juro, pensaba que estabais dándoos el lote. Han venido ese Felipe y su hijo. ¿Eduardo?

-Pero cabrón … y no disimules, que te ha gustado ¿Eduardo? Como si no te hubieras quedado con su nombre. Te conozco.

-Si casi ni hemos hablado. – Martín intentaba fingir indiferencia. Aunque sus ojos decían a las claras que estaba tomándole el pelo a su tío.

Jorge fue a hacerle cosquillas pero Martín se escabulló y se levantó riéndose.

-Si ya se ríe como si se las hubieras hecho. – Carmelo estaba disfrutando del momento.

-Por cierto, me ha parecido ver a Huguito. No me jodas que es tu escolta. No me mola nada ese pavo. – Martín se había puesto serio de nuevo.

-Tranquilo. No tienes por qué hacerle ni caso. Me lo ha puesto la policía. Ya me contarás esa manía que le tienes.

-Viene de lejos – afirmó Carmelo.

-Yo mientras no le tenga que ver la jeta, pues ya está.

-Hablas como el personaje que haces en la peli que estamos rodando – le tomó el pelo Carmelo.

-A partir de ahora, voy a hablar como Carlos. ¿No os mola?

-No sé que decirte, sobrino – se rió Jorge. – Yo te prefiero de Martín, o de Mártins, antes que del chuleta de Carlos.

-Venga, bajemos. Que si no va a subir Cape con la escoba. Además, no sé el resto de la peña, pero mi estómago ruge. Ya va siendo una hora y no tenéis ni zorra de dónde vamos a manducar. Y esta tarde a ver que hacemos. Todos así, en familia. ¡Que bonito! Ains.

Esa última parte de su discurso, le había salido a Martín en un tono irónico difícilmente superable.

-Pues tenía idea de hacer una excursión por los alrededores. Incluso llegarnos hasta Navacerrada y merendar por ahí.

-¡Oye! Se me estaba ocurriendo que podíamos ir a esa finca con Dídac y Néstor. Me escribieron ayer diciéndome que estaban, que nos acercáramos.

-Es una idea. Pues mira, comemos dónde Gerardo. Y nos vamos. Me apetece charlar con Dídac. Hace tiempo que no lo veo.

-Vale. Así lo conozco. Es una de esas divas que no me presentáis nunca.

-No te quejes que has conocido a Ernesto y Arturo – le contradijo Carmelo.

-No te jode. Ocho años he tardado en conocerlos.

-Pues a Dídac ocho años y tres semanas.

-Como me tomáis el pelo. Como soy un crío …

Jorge no le contestó. Directamente fue a hundir sus manos en la cintura de Martín y hacerle cosquillas. La carcajada salió sola y el bailoteo también. Y en un segundo, Martín se había separado dos metros de Jorge.

-Esto es tortura. Así lo considera la convención de la Haya.

-Qué dramático y exagerado. Cada vez te pareces más a tu tío. – se burló Carmelo.

-No es broma. Está considerado como tortura.

-Ven, ven, que te voy a torturar un poco más – Jorge lo miraba con cara de sádico y moviendo mucho los dedos.

-Vade Retro, Satanás.

Jorge se levantó y Martín se acercó a él. Jorge le agarró por el cuello y le besó la cabeza.

-Y recuerda, Jorge, que quedamos para que te cuente. Si no lo hacen mis viejos en la comida. Que no lo van a hacer, fijo. Mi viejo siempre dice de que tiene que sincerarse pero luego chitón. Pone la excusa de que si os va a afectar, que conocer la verdad os mataría …

Carmelo abrió mucho los ojos.

-¿En qué concepto nos tiene? Alucino. Te juro que si no te conociera, pensaría que te estás choteando de nosotros. Nos estás pintando a unos … tus padres … no parecen esas las personas que conocemos. ¿Verdad Jorge?

-Cuesta de creer. – aunque la cara de Jorge venía a decir lo contrario. Carmelo enarcó las cejas. La evolución del pensamiento de Jorge respecto de los padres de Martín cambiaba a mayor velocidad de lo que él esperaba.

-Que poco me gusta esa expresión.

Jorge se sonrió. Por eso la había utilizado, para provocar a Carmelo.

-Mi madre piensa que Jorge es un alelado que no puede afrontar el más mínimo revés. Han discutido por eso en el coche. Mi padre le ha dicho que parece mentira que no te conozca después de todos los años que te trata. Aunque luego actúa igual que ella y pone las mismas disculpas, aunque con otras palabras.

-Quedamos cuando quieras. Me parece que me va a gustar la conversación. Gustar no es el concepto. Pero voy a agradecer que me quites la venda de los ojos. Tus padres no nos cuentan porque no les interesa. Punto. No lo hacen por preservar nuestra salud mental. Que duden de mí, lo entiendo, por las drogas. Pero de Dani …

-Está ya tan centrado en su vuelta al mundo de la tele y el cine, que va cebando vuestro encuentro para que no puedas resistirte, Jorge. Ten cuidado, no bajes la guardia, que no te pida un Ferrari.

-Na. En todo caso, un casoplón con piscina para llevar a los ligues.

Martín sonrió y le sacó le lengua a Carmelo.

-¿Me invitas a venir aquí? – preguntó Martín.

-Que bobo eres. Si hasta tienes llaves de la casa de Madrid – le recriminó Jorge. – Sabes que la única condición que te puse para que fueras, era que nos avisaras a alguno de los dos. Por evitar sorpresas.

-Calla. Que eso no lo sabe nadie.

-Puedes venir cuando quieras. Luego te doy una llave y te instalo en el móvil la APP de la alarma y de la domótica de la casa. De la casa de Núñez de Balboa, ya la tienes. Los escoltas ya te conocen todos y saben que no deben ponerte pegas para entrar.

-Era de chunga.

-Pues ya es tarde. Te jodes y te aguantas. Y sin Ferrari. Llaves de la Hermida 2.

-Anda, vamos. – Jorge le dio una suave patada para animarle a moverse.

Jorge ayudó a Carmelo a levantarse del sofá. Jorge agarró por el cuello a Martín y éste le rodeó con su brazo la cintura.

-Mola ser Tirso joven.

-Pero si el otro día dijiste que te daba igual …

-No hay quien te entienda, sobrino. – se rió Jorge.

Martín tomó la delantera y empezó a bajar las escaleras. Jorge recibió entonces varios mensajes. Los leyó.

-Me voy a tener que ir en un rato.

-¿Por lo de la otra noche?

-Sí. Viene Aitor. Quiere ver el circo ese que prepararon. Y la verdad, a mí también me gustaría. Luego me uno a vosotros en la finca de Dídac y Néstor.

-No te vengas abajo cuando veas tu coche.

-No … me ha afectado. De momento. No me he hecho a la idea de que podría haber ido en el coche. Aunque en un arranque si que le dije a Fernando que iba, él fue tan rotundo negándose a esa posibilidad que no volví a pensar en ello.

-Se olía algo.

-Puede ser. Aunque la idea de esa posible trampa partió del teniente Romanes. Estaban hablando Garrido, Romanes y Fer. El caso es que Fer, no consideró nunca la posibilidad que me acercara. Con trampa o sin trampa. Además, eso … alguien se tomó mucho trabajo montando ese circo. Para humillarnos. Y para matarnos. Y vendiendo el espectáculo, como casi siempre.

-Vaya. Fernando hablando de tú a tú con el comandante. Ya sabes que Garrido es la estrella de la Guardia Civil, como Javier lo es de la Policía.

-Me da que Fernando tiene un pasado guardia. Ahora que lo pienso, todavía no conozco al comandante Garrido.

Carmelo se lo quedó mirando.

-No me jodas que es otro de “tus chicos”. Fernando me refiero, no Garrido – Carmelo le sacó la lengua para burlarse de él.

-No. Tanto como eso no. Eso creo al menos. Digamos que en algún momento, lo ha pasado mal. Y creo que … su problema es que tiene mal de amores.

-¿Un amor imposible?

-Me da que sí.

-De todas formas, sea como sea, aunque haya sido guardia antes que policía, con Garrido no se toma nadie muchas confianzas. Al menos rodeados de decenas de agentes. En la intimidad, vale. En Vecinilla si no me equivoco había media Comandancia de la Guardia Civil, incluidos los GAR y la UEI.

-Me huele que Garrido y Javier trabajan juntos en esto desde hace tiempo, aunque no lo hayan hecho público. Creo que si son cercanos, amigos, tienen la misma concepción del trabajo policial y de la forma de hacer equipo. Aunque la Guardia Civil sea más estirada, se guardan más las formas y la diferencia de grado, creo que Garrido … irá adecuando su equipo a una mayor cercanía.

-Aunque fuera así, eso supondría que Garrido y Fernando han tenido contacto cercano desde hace tiempo. ¿Y cuando te vas a ir?

-Estamos esperando la confirmación de la hora del vuelo que coge Aitor.

-Por cierto, ¿Cómo aguanta Fernando? Le sentí llegar a las siete de la mañana. Y no se ha ido a casa todavía.

-No lo sé. Estoy pensando que algún día, en lugar de recogerme él a mi, va a ser al revés.

-Tío, Dani, joder. Os doy la espalda y no me hacéis ni caso.

-Ya estamos. Jorge, es que te enrollas como las persianas.

-Pero si has sido tú que tenías una necesidad imperiosa de besarme.

-Es cierto.

Carmelo cogió a Jorge, le rodeó con sus brazos y empezó a besarlo.

-Que empalagosos, la madre que os parió. Me abro. Que os den.

Adela y su amiga Claudia habían vuelto a quedar a tomar un café en una terraza. Después de lo bien que había sentado a ésta última la salida a escuchar a Sergio Plaza y sus amigos, se estaba animando a salir casi todos los días. Eran paseos cortos, ya además sin silla de ruedas. Paseos sin prisa, tranquilos, cerca de su casa, alrededor de personas conocidas que en caso de tener algún problema, la atenderían con presteza.

Adela se había postulado a pasar a recogerla por su casa. Pero Claudia se había negado.

-Tengo que retomar poco a poco mi actividad. Espérame en el “Atiéndeme”.

-No me cuesta nada.

-Ya lo sé. Luego a lo mejor te pido que me acompañes de vuelta. Tengo que empezar a volver a defenderme por mí misma. Empezando por estas pequeñas cosas.

Adela aceptó a regañadientes.

Pero cuando la vio caminando despacio hacia el bar, se sintió feliz. Su amiga había dado un paso de gigante desde el día que Juanito la había convencido para ir a escuchar a esos músicos en la calle. No era en lo físico, que también, era sobre todo en el aspecto mental. Era una razón más para querer ayudar a ese músico. De alguna forma había sido el desencadenante de ese cambio en la forma que tenía su amiga de afrontar su enfermedad.

Cuando estaba ya cerca, Adela se levantó y abrió los brazos para recibir a su amiga. Ésta aceptó feliz ese gesto de amistad.

-Lo que has cambiado en pocos días.

-Me hizo bien aquella excursión. Todos me disteis tanto cariño que me ha dado fuerzas. Y ver de nuevo a tus hijos y los míos juntos, alegres, hablando de sus cosas, bromeando … como antes.

-Pero Ramiro y Garcés no te quitaron ojo de encima.

-Pero de otra forma. Tengo una suerte inmensa con ellos. Y con los tuyos, que siempre han tenido un beso y una sonrisa para dedicarme. Mayo, es adorable. Como deja que lo abrace y lo achuche.

-Mira en cuanto puede, como hace que el escritor lo coja en brazos. Parece que tiene un sexto sentido para detectar a las personas que le pueden dar los mimos que necesita.

-Su hermano Adonai no creo que le racione los mimos.

Adela se echó a reír.

-Se queja, pero está encantado.

Las dos amigas se quedaron unos minutos en silencio. Bebían sus respectivos tés earl grey a la vez que picaban del plato de pastas que habían pedido para acompañar a sus bebidas. Era un descanso que parecían haber pactado antes de empezar a tratar los temas importantes. Adela carraspeó para tomar la iniciativa.

-He decidido quitarle a Graciano la firma en mis cuentas.

Claudia dejó la taza de té en el plato. Se quedó mirando seria a su amiga. Aunque quería que reaccionara, le había sorprendido la contundencia de la medida. No se la esperaba.

-¿Qué has descubierto, a parte de lo que hablamos el otro día?

-Está pagando sus chanchullos con mi dinero.

Claudia levantó las cejas sorprendida.

-Pero eso te pone …

-Voy a ir a la policía. He investigado un poco, después de lo que viví el otro día y lo que me contaste. Está poniendo mi nombre para cubrir sus rastros. Ha hecho pagos …

-¿Lo has investigado?

-Contraté a un detective privado. Me lo recomendó mi tío Albano. De repente todos a mi alrededor sabían, o al menos, tenían indicios de lo que hace mi marido. – hizo un pequeño descanso en su explicación, para coger fuerzas y ordenar sus ideas. Su gesto era de indefensión, de estar superada. Al final, tras unos intentos abortados de seguir contando se decidió – Ha pagado desde mis cuentas a gente poco recomendable. No lo puedo consentir.

-Define gente poco recomendable.

-Matones, llamémoslos así. Parece que está preparando algo … grande.

-¿Mucho dinero?

-Muchos miles de euros.

-¿Y por qué no lo paga de sus … de lo que saca de sus “negocios”?

-Para que no figure su nombre. Hace los pagos a mi nombre. El detective parecía asustado. Y ese hombre estará acostumbrado a ver cosas … que ni nos podemos imaginar.

-¿Y qué puede ser peor que lo que ya sabíamos?

-Eso es lo que me asusta, Claudia. Estoy descubriendo de repente a un monstruo. Hace días que no va a casa. Y ya no quiero que vuelva. He cambiado las cerraduras.

-¿Has hablado con él?

-No me coge el teléfono. Pero casi lo prefiero. Si hablo con él no respondo de lo que pueda decirle.

-¿Y como se ha atrevido a hacer esas cosas a tus espaldas?

-Me ha tomado por tonta. Y no se lo … quiero decir, me he comportado con él como si lo fuera. La perfecta esposa. La tonta, el adorno. A su lado. Dándole caché ante la sociedad. El caché que le proporciona mi apellido, el de mi familia. Pero con esa forma de comportarse, nos compromete a todos nosotros, a mis tíos, a mis padres, a mis sobrinos. Lo de sus hijos … después de ver como se ha comportado con Ignacio …

Claudia se inclinó para coger la mano de su amiga.

-¿Qué te temes? Te conozco, Adela.

-Nada. Nada. No te preocupes.

-¿Has hablado con Adonai?

Claudia, a pesar de la confianza, no quería comentarle las dudas que tenía Juan Ignacio sobre la razón verdadera de la situación de Ignacio, el hijo mayor de Adela. Su depresión, su ansiedad. Alguna vez le había preguntado a Ramiro, su hijo, que era muy amigo de Ignacio. Pero éste había guardado los secretos de su amigo. Aunque ella había leído entre líneas y también había llegado a conclusiones que le daban un asco tremendo. No podía decir en voz alta sus impresiones, porque no las podía argumentar más que en sensaciones que le habían despertado los silencios de su hijo al contarle. Mejor dicho, al no contarle.

-No me mira a los ojos cuando le pregunto. Calla. Pero no les quita ojo a sus hermanos pequeños. Edric ya sabes que siempre ha sido como más independiente. Pero aún así, Adonai está encima de él. Y Edric lo respeta. Incluso te diría que lo agradece.

-Es significativo que ninguno haya querido ser músico.

-Edric sí. Lo descubrí hace poco. Pero estudia a parte de su padre. Casi es un secreto de estado. Solo lo saben sus hermanos. Y dónde estudia, lo conocen por Edric M. Ontañón.

-No quiero ni imaginar lo que … tiene catorce años. Es muy pequeño todavía para tomar esas determinaciones.

-Creo que he sido mala madre. No me he querido enterar de … me he cerrado … he puesto por delante mi amor por Graciano … con lo que tuvimos que luchar porque mi familia aceptara la relación … ahora les tendré que dar la razón.

-Los has criado tú sola, prácticamente. Y has trabajado también fuera de casa. Nadie puede echarte en cara nada. Y en cuanto a luchar por tu relación, tu familia la rechazaba no porque fuera un hijo de puta, sino porque no era de vuestra clase social. Es distinto. Si hubiera sido por ser un cabrón, tendría un pase. Pero no fue por eso. Tus padres no han vuelto a tratarte como antes. Ni por sus nietos.

-Echarme en cara … lo hago yo, Claudia. No necesito a nadie para eso. En lo de mis padres, tienes razón. Aunque creo que sin decirme nada, van a ver a Ignacio. Mi padre, sobre todo. Y creo que a alguna pequeña actuación de Edric, que como es secreto no me ha informado, sí que han ido. Allí parece que han visto a todos mis hijos. Pero Claudia, todo esto … mis padres viendo a mis hijos a escondidas … como si yo les fuera a … echar en cara algo. Son mis hijos. Puedo no haber estado de acuerdo con mis padres en el pasado, pero … no quiero que mis hijos no disfruten de sus abuelos. Los dos hasta lo de Graciano, fueron buenos padres, cercanos, amorosos, sobre todo, ya te digo, mi padre. Y lo peor de todo es que no me he enterado de nada. Mis hijos guardan el secreto, mis padres también … mis tíos … igual. Es de locos. Cosas buenas, escondidas tras un manto de silencio.

-Puede que ese manto de silencio, pretenda protegerlos de Graciano, no de ti.

Adela hizo un gesto con los hombros, para señalar que en el fondo era lo mismo.

-No te atormentes, Adela. No ganas nada con eso.

-¿Me harías un favor?

La pregunta le sorprendió a su amiga, por la brusquedad con la que la dijo. Como si hubiera tenido que armarse de valor para hacerla. Claudia abrió los brazos esperando a que le pidiera lo que fuera.

-¿Me acompañas al banco?

-Claro – Claudia puso gesto decidido. Casi de estar ofendida porque su amiga hubiera dudado de su disposición para ello.

-Y después, abusando de ti, a lo mejor me concertarías una cita con esa mujer policía.

-No solo te concierto una cita con ella, sino que te acompaño también.

-No quiero que te canses …

-Si estoy cansada, ya te lo diré. Has pasado noches conmigo en el hospital para que Juanito y mis hijos descansaran y no me quedara sola. Estamos las amigas para las duras y las maduras.

Adela sonrió agradecida.

-Nos da tiempo a tomar otro té si te apetece.

-Claro. Y otro plato de pastas. Pero que nos traigan alguna más de chocolate y mermelada.

-Antes no eras tan golosa.

-Habrá sido la radioterapia – se rió Claudia.

-¡Camarero! – Adela levantó la mano para llamar su atención – Dos tés, por favor.

-Y pastas – añadió Claudia. – De chocolate.

Jorge Rios.

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