Necesito leer tus libros: Capítulo 113.

Capítulo 113.-

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Nico acabó yendo a dormir a casa del comandante Garrido. No era algo que le hiciera feliz en un principio. No le gustaba molestar. El cambio de pasar de ser un apestado en el cuartel de Somo a estar sentado con los jefes de la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil y con los de la Unidad Especial de Investigación de la Policía Nacional, era un hecho que le estaba costando procesar. Y más que todo un comandante se preocupara por su bienestar. Y más que ese comandante fuera Rui Garrido.

El comandante no cedió ni atendió las protestas de Nico. Cuando éste intentaba excusarse y propuso irse a un hostal, fue inflexible:

-Mi mujer cuenta contigo para la cena. No querrás defraudarla. – y se lo quedó mirando fijamente.

Cuando llegaron a la casa, el pequeño de la familia salió a recibirlo. Primero se abrazó a su padre que le besó profusamente en la cabeza.

-Mira, quiero que conozcas a Nico. Va a trabajar conmigo.

-Hola Nico – saludó con voz tímida y sin mirarlo directamente, casi escondido entre las piernas de su padre.

-Hola Miguel.

Nico le tendió el puño para saludarse. Miguel entonces sí le miró. No se esperaba ese gesto de Nico. Sonrió tímido y chocó el puño con él.

-Sabes mi nombre – sonreía volviendo a esconder la cara.

-Me ha hablado tu padre de ti. Y desde que lo ha hecho, tenía ganas de conocerte.

-Te enseño tu habitación si quieres. – le dijo con apenas un hilo de voz.

-Te lo agradecería en el alma. Tengo ganas de sentarme un rato. Ha sido un día muy cansado. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día? ¿Has jugado con tus amigos? ¿Y el cole?

-No tengo muchos amigos. Mi hermano Kike está conmigo en el cole.

-Vaya. Eres como yo entonces. Yo tampoco tengo muchos amigos. Pero sabes, me gustaría que fueras mi amigo. Lo voy a necesitar ahora que he venido a un sitio nuevo a vivir.

-Soy muy aburrido. No creo que te lo pases bien conmigo de amigo.

-Eso también dicen de mi. Aunque yo creo que no soy tan aburrido. Estoy seguro que lo mismo pasa contigo.

-Ven, sígueme. Te llevo yo esta bolsa. Te acompaño a la habitación.

-¡Ah! Muchas gracias.

Abril, la mujer de Garrido, salió de la cocina.

-Hombre, tú debes ser Nico.

Se acercó sonriendo y le dio dos besos para saludarlo.

-Bienvenido. Me había dicho Rui que eras alto, pero no pensé que tanto. No sé si vas a caber en la cama. Es tan alto como Carmelo. – dijo mirando a su marido.

-Por ahí andarán sí. – respondió su marido.

-No se preocupe, estoy acostumbrado. En casi ninguna quepo. Me sobran los pies siempre.

-Pero no te los cortes ¿eh? – le dijo el niño poniendo cara de pillo.

-No tranquilo. No pienso. ¡Que haría yo sin mis pies! Tendrías que llevarme un vaso de agua a la cama. Tendría que regalar mis botas. Y no podría regalártelas a ti, porque no te valdrían. Y no tengo más amigos.

-No son muy grandes. Aunque los míos son más pequeños. Me falta mucho para alcanzarte.

-¿A ver? Comparemos.

Nico puso su pie derecho al lado del del niño.

-Nada, en unos años me alcanzas.

-No me gustaría tener los pies muy grandes. Mi hermano Líam los tiene más grandes que los tuyos.

-¿A sí?

-¿Qué dices de mi renacuajo?

Líam bajaba las escaleras corriendo.

-Tami, baja, ha llegado papá con Nico. Kike, deja de chatear con tu novia.

-No es mi novia. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? – se oyó desde el piso de arriba. – A ver si cambias de bromita, que ya te vale.

-Si necesitas algo, nos lo pides. Voy a acabar de preparar la cena. Y no dejes que todos estos te avasallen.

-No creo que … son muy amables. Si puedo ayudarla …

-Si quieres llevarte bien con mi madre, mejor que la trates de tú. – le recomendó Líam tendiéndole el puño para saludarlo. – Y tranquilo, mi madre es un torbellino en la cocina. Es mejor no ponerse en medio.

-Líam, tengamos la fiesta en paz. Si tienes quejas, el resto de la semana preparas la cena.

-No problem, mama.

-Ya veremos si “no problem” mañana.

Abril se volvió a la cocina sonriendo. Había conseguido que su hijo Líam se ocupara de la cena el resto de la semana. Y sabía que, al estar Nico, no se echaría atrás. Tenía que quedar bien con la visita.

-Nico tiene los pies más pequeños que tú. Y es más alto.

-Y eso que llevas botas. Sin ellas todavía serán más pequeños. Ya he superado mi complejo de pies grandes enano.

-No son tan grandes – dijo Nico – Te lo aseguro. ¿Un 44?

-Sí.

-Algunos compañeros en Somo tenían un 45 y más.

-Vamos, Líam, que Nico está cansado y quiere sentarse un momento. – dijo el pequeño.

-¿Qué has hecho con mi hermano pequeño? – dijo Tamara, bajando las escaleras. – ¿Lo has abducido? Si habla con un desconocido. Y le va a acompañar a su habitación. – dijo mirando a su hermano mellizo que se encogió de hombros.

Miguel le dio una palmada a su hermana en el brazo a modo de queja. Su hermana respondió revolviéndole el pelo.

Nico enseguida se sintió como en casa. Era una sensación nueva también. Todo lo ocurrido en ese día había ido acompañado de sensaciones desconocidas. Cuando estuvo en la habitación, se desnudó para ducharse. Se demoró un rato en el baño, por el gusto que le daba el agua caliente sobre su cuerpo. Luego, mientras se vestía, entró Miguel y le vio las marcas en la espalda. Sin decir nada se acercó y le empezó a pasar sus dedos por algunas de ellas.

-Espera que mamá tiene una crema muy buena. Te la doy. Tienes la piel muy seca. Yo la suelo tener y me la da mi hermano Kike.

Nico intentó que no fuera, pero el niño estaba decidido. Al poco apareció con un bote de crema hidratante que el niño le extendió con cuidado por la espalda. La verdad es que Miguel se la daba muy bien. Y estaba notando como su piel se relajaba un poco. No es que le doliera, pero a veces le molestaba. Abril subió intrigada por la petición de su hijo. Al ver la espalda de Nico no pudo evitar un gesto de indignación. Fue a decir algo, pero Miguel parecía cuidar bien de su invitado. Y Nico parecía estar a gusto con la atención. Se dio media vuelta y se fue a la cocina a acabar de preparar la cena. Aunque al cruzarse con su marido, se lo comentó. Garrido le explicó por encima.

-Tiene que estar machacado. Alguien le debería mirar esa espalda. Le tiene que molestar esa piel tan dañada y seca.

-Deja que coja confianza. Ya iremos buscando soluciones poco a poco. Y con un poco de suerte, nuestros hijos serán los que se ocupen. Le ha caído bien a Miguel. Él meterá en danza a los otros tres.

La cena fue agradable. Todos hicieron lo posible porque Nico se sintiera cómodo. Y por la sonrisa que tuvo la mayor parte de la velada, parecían haberlo conseguido. Luego, se pusieron a jugar a la consola. Hicieron tres equipos. Garrido con Tamara, Líam con Kike y Nico con Miguel. Al final jugaron tres partidas y cada equipo ganó una. Era la primea vez que Miguel ganaba a sus hermanos. Estaba feliz. Se abrazó a Nico para agradecerle.

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Raúl había sido el elegido para, a media mañana, ir a recoger a Nico. Todo había cambiado mucho desde la noche del atentado de _Concejo y aunque Aritz se iba a encargar, ahora debía ocuparse de otras gestiones. Fue una decisión de Garrido y Carmen. Garrido de momento, prefería que Nico no fuera con otros compañeros guardias. Había escuchado algunos comentarios a raíz de su aparición de la mano del comandante. Fernando volvía a tener razón.

Iban a empezar yendo a ver la casa de ese chico fallecido hacía ya casi un mes. Los guardias civiles de tráfico que habían acudido al aviso, habían llevado todos los efectos personales de Líam a la Comandancia de Garrido. Carmen, Kevin, Yeray y Raúl se habían acercado.

-Le he dejado durmiendo – explicó Garrido a Carmen – Estaba agotado anoche.

-Menudo giro dio ayer su vida. Era como para estarlo. ¿Te fijaste que en la reunión mientras nos escuchaba, él no paró de hacer indagaciones?

-Iker me ha dicho que no se le da mal la informática. Que entrar en ese blog no era sencillo. Ahora está él echando un vistazo. Está intentando recuperar lo que alguien ha borrado. Parece que ha sido después del accidente. Así que no fue Líam.

-¿Era aficionado a escribir?

-Le gustaba. Eso parece, pero dicho con cautela. Parece que era su hobby. Lo que si tenemos confirmado es que era biólogo de formación y había encontrado trabajo nada más acabar la carrera en unos laboratorios de una farmacéutica importante, T.R.O.P. International. Era investigador. Y debía ser bueno, según las primeras impresiones. Tuvo bastantes ofertas al acabar la carrera. Parece que había hecho un proyecto de grado que había llamado la atención.

-Ahora habrá que comprobar si lo que aparenta es.

-Vamos a acercarnos al lugar donde apareció, si os parece. Hemos vuelto a quedar con Fermín. – hablaba Yeray, por él y por Kevin. – Hemos estado cambiando impresiones con los de tráfico. Lo tienen todo bien estudiado y argumentado. Y los informes de los CSI que fueron a petición suya, corroboran su visión.

-Pues no entiendo entonces que vuestro hombre estuviera de acuerdo con la tesis de nuestro amigo el comisario Antúnez. – apuntó Carmen.

-Melgosa ha quedado con él esta tarde. – anunció Garrido. – Me extraña porque es buen investigador. A media mañana está prevista la autopsia. Melgosa va a estar en ella. No queremos sorpresas ni que alguien diga que hay que aplazarla de nuevo.

-Si os parece, me voy a buscar a Nico. Nos hemos mensajeado y quiere que luego le ayude a buscar casa por la zona.

-Te paso unas direcciones en Concejo. Hay un edificio cerca del bar de Gerardo que tiene dos pisos vacíos que le pueden convenir. – le dijo Garrido. – Conozco al dueño.

-Pero el presupuesto que maneja …

-Si le gusta el piso, me escribes sin que se entere. Veré de que se lo pongan barato.

-Nosotros nos vamos también. Fermín va camino del sitio del accidente. – Kevin se levantó y ayudó a Yeray a hacerlo.

-¿Estás cojo? – le preguntó Carmen – ¿Te ha entrado envidia de Aritz?

-En lo de los chicos, en el estanque ese. En la segunda visita, pisé mal una rama y me retorcí el tobillo.

-Eres el pupas de la pareja. Está claro – se burló Garrido.

-Quita, que lo siga siendo. Él es buen enfermo. Si me toca a mí, volvería loco a todo el mundo.

-Tu madre te aguanta lo que sea. Salvo que estés sin pareja. ¿Ya ha dejado de emparejarte con todos los hombres del vecindario? – Carmen no quería dejar pasar la oportunidad de tomar el pelo a Kevin.

-Si está tonteando con uno al que fuisteis a visitar, Carmen, en una investigación.

-¿De verdad? ¿Lo has vuelto a ver? ¡Pablo! Se llamaba así ¿Verdad?

-Nos encontramos hace unos días. Por casualidad. A ver que sale de ello. Y sí, se llama Pablo.

-Ya que no me hiciste caso y no lo llamaste, al menos el destino os ha vuelto a juntar.

-No sé.

-Ya está el agonías. Yeray, lo siento, prefiero que seas tú el pupas. No quiero ni pensar en aguantarlo siquiera si se le rompe una uña. Todo lo ve negro el tío.

-Te estás ensañando conmigo hoy, Carmen. Y yo te quiero mucho.

-Ya lo sé. Por eso te tomo el pelo.

-Ya sabes lo de la confianza …

-Iros ya de una vez, que Fermín el pobre se va a aburrir de esperaros – Garrido levantó la mano como gesto para echarlos. – Y tú Raúl, vete a buscar a Nico, que ya me dicen que se está duchando.

-Día de cama.

-Imagina lo que no ha dormido en los últimos meses.

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Cuando Raúl llegó a casa del comandante y Nico le abrió la puerta se sonrió. Nico se había vestido con el uniforme.

-Vete a cambiarte, anda.

-Estoy atontado. No creo que tenga mucho que ponerme. Es que vas muy guay. Voy a desentonar.

-Tranquilo. Tengo una americana en el coche. Te va a quedar un poco corta, pero he visto a algunos famosos que la llevan así. Y con unos vaqueros y unas zapas … y una camiseta, ya está.

Al final no quedó tan mal. Las deportivas se notaban ya muy usadas, pero como eran Converse, Raúl estaba seguro que Carmelo le iba a regalar unas si le contaba el caso.

-No has cogido el arma.

-Solo bajaba para que me dieras la aprobación.

Raúl mientras volvía, llamó a Carmelo. Le contó.

-Vete a casa en Concejo. En el armario hay cinco pares en sus cajas. Coge el que quieras. Y dentro de unos días me recuerdas y le damos otro par. Y si quieres, coge algo de ropa. Si dices que es de mi misma constitución… le valdrá todo.

A Raúl le costó que Nico aceptara las deportivas. Tenía su orgullo. Lo de la ropa ni lo intentó. Aunque se guardó la bolsa con lo que había cogido en el maletero.

-Tiene seis como esas. Se las regalan. Y dentro de tres meses le darán otros diez pares.

Raúl no se había arriesgado al escoger las Converse que le había bajado. Eran como las que llevaba puestas, unas clásicas azules. Nico se las puso sentado en uno de los cenadores de las Hermidas.

-¿Y de quién dices que es la casa?

-De Carmelo del Rio y de Jorge Rios. ¿Sabes quienes son?

-De oídas.

-Ya te los presentaré un día.

-No hace falta. No creo que tengamos nada en común.

Raúl no dijo nada aunque se sonrió. Había notado un ligero tono de ansiedad en Nico cuando había escuchado esos nombres. Seguro que había leído a Jorge.

-Vamos a ver la casa de Líam – propuso Raúl cuando Nico estuvo listo.

No había un tráfico agobiante, así que no tardaron mucho. Durante el trayecto, Nico aprovechó y le puso al día a Raúl de algunos detalles de Líam que el policía no sabía.

-¿Es ese edificio? Tiene pinta de ser uno de esos con pisos enanos para estudiantes o para empleados de las universidades. – apuntó Nico mientras miraba por el parabrisas. Raúl iba atento a buscar un sitio para aparcar.

-Mira, ahí sale uno.

Raúl frenó en seco y echó marcha atrás en un momento. Un coche se detuvo en el otro carril y empezó a pitarles con insistencia desde el otro lado de la calle. El hombre empezó a insultarlos y sus gestos eran amenazadores.

-Frena un momento que me bajo. A ese parece haberle dado un siroco.

Nico se fue hacia el hombre. Éste salió del coche y se fue enfurecido hacia él.

-Niñato de mierda, te vas a enterar. No hay respeto a los mayores. Te voy a dar las tortas que te perdonó el marica de tu padre.

Raúl aparcó corriendo y llamó para pedir apoyo mientras caminaba para ayudar a su compañero.

El hombre sin más le tiró un puñetazo al guardia. Parecía de la opinión que lo que las palabras podían expresar sobraba cuando el puño podía hablar sin gastar saliva. Éste lo paró con su mano izquierda. A la vez, con la derecha le puso su documentación en las narices. El hombre entonces hizo intención de echar a correr, pero Nico no le había soltado el puño y le retenía. Fue a darle una patada, pero en un gesto rápido, Nico le dobló el brazo y se lo puso a la espalda. Sacó sus esposas y se la enganchó a la muñeca mientras con la otra mano le agarraba el otro brazo y lo llevaba también a la espalda. Le dio una patada en las piernas y le hizo caer al suelo, sujetándolo por los brazos para que no se estampara contra el asfalto. Ahí acabó de esposarlo.

-Espero que tenga permiso para la pipa que lleva en la cintura – le dijo a la vez que se la sacaba y le quitaba el cargador y expulsaba la bala de la recámara. – Queda detenido por agredir a dos agentes de las fuerzas de seguridad.

-Eso se llama atentado ¿Lo sabía? – dijo Raúl.

Una patrulla de la Policía Local llegó en apoyo. Raúl estaba registrando al hombre. Le sacó la cartera y un puñal que llevaba en la pierna derecha. Nico le dio la vuelta cuando Raúl acabó la inspección. Empezó a palparle los bolsillos de su chupa y de su camisa. De ahí sacó una bolsa llena de bolsitas más pequeñas llenas de un polvo blanco.

-¿Raúl? – le dijo uno de los policías locales cuando llegó a su altura.

-¡Anto! Pero bueno. El otro día os topáis con Aritz y hoy con nosotros.

Su compañera llegaba después de haber apartado el coche para dejar paso.

-Menudo compañero te has echado – dijo Susana señalando a Nico.

-Nico, son Susana y Antonio.

Nico les tendió el puño para saludarlos.

-Salvador, que no eres bueno.

Susana se había inclinado sobre el hombre que estaba en el suelo esposado y le dio un pequeño sopapo en la cara. Parecían viejos conocidos. La mujer no recordaba todas las veces que se lo había encontrado en el desempeño de su trabajo.

-Os voy a denunciar, hijos de puta. Por maltrato. Se os va a caer el pelo. Y tú niñato, eres hombre muerto.

Nico echó su rodilla izquierda al suelo. Le agarró la cara con su mano derecha por la quijada. Se la giró para mirarle a los ojos.

-Salvador, ¿Tienes algo que contarnos?

El hombre fue a insultarlo de nuevo, pero fue incapaz de articular palabra. De repente parecía asustado, desconcertado. Nico no movía ni un músculo de su rostro. Simplemente lo miraba a los ojos.

-Miremos en el maletero de su coche. Con precaución. – Nico a la vez que habló, soltó la cara del detenido y se puso de pie. Se echó la mano a su pistola y la empuñó.

Raúl no se lo pensó. Sacó su arma también y fue hacia el coche. Dos coches patrulla de la Policía Nacional llegaron en ese momento. Raúl y Nico volvieron sobre sus pasos para informar a los compañeros.

-¿Os hacéis cargo del detenido? Tened cuidado. Le hemos registrado pero por si acaso, volverlo a hacer con detenimiento. Le hemos encontrado una automática y un puñal. Y un poco de polvo blanco.

-¿Estáis bien Raúl? – le preguntó una de las agentes. – Éste se las gasta …

-Sí Ainhoa. Nico se ha encargado de él. Se ha incorporado al equipo. – la policía y el guardia se saludaron con un gesto de la cara.

-¿Es su coche?

Nico había dejado al hombre en manos de dos de los policías que acababan de llegar. Fue detrás de Raúl y de Susana y Antonio que también se acercaban al coche de ese individuo. Anto echó un vistazo al habitáculo. Se puso unos guantes y se cubrió también los zapatos. Se coló por la puerta que el conductor había dejado abierta cuando había salido a pegar a Nico. Abrió la guantera y ahí encontró varias jeringuillas autoinyectables llenas de un líquido transparente. Las enseñó a sus compañeros. Susana dio la vuelta al coche y abrió una de las puertas de atrás.

-¿Y si llamamos a los Tedax? – propuso uno de los policías de la segunda dotación que había acudido a la llamada de apoyo de Raúl.

-Espera Tinet.

El aludido se había acercado. Susana se señaló la nariz.

-¿Orina? – dijo sorprendido.

-¿Me cubrís Nico, Tinet? – Raúl al escucharlo, tomó la iniciativa.

Nico asintió con la cabeza. Apuntaba el arma hacia el maletero. Tinet se puso en el otro lado. Ainhoa, la compañera de Tinet estaba dos pasos detrás a la expectativa.

Raúl empezó a contar con la mano hacia atrás empezando desde cinco. Cuando se quedó sin dedos abrió el maletero y se apartó de un salto. Nico y Tinet se acercaron con las pistolas apuntando. Pero los dos volvieron a poner el seguro de sus armas y las guardaron, a la vez que Raúl volvía y se agachaba y acariciaba la cara de la joven que estaba maniatada en el maletero.

-Tranquila, todo ha pasado. Somos policías. Ainhoa, acércate.

Raúl le enseñó su documentación a la vez que Tinet se hacía más visible para que viera el uniforme. Su compañera le sustituyó y le cortó las bridas que sujetaban sus manos. La chica pareció suspirar de alivio, aunque era palpable que la habían drogado. Posiblemente su percepción de la realidad fuera muy pobre. Apenas podía mantener los ojos abiertos más de unos pocos segundos. Hacía esfuerzos por abrirlos de nuevo, pero siempre acababa perdiendo la batalla. Entre Tinet y Raúl sacaron a la chica del maletero. Sacaron unas mantas de los coches patrulla y la tumbaron en el suelo con cuidado. Antonio ya había pedido una ambulancia. Otra patrulla de la local llegó para controlar el tráfico de la zona.

El detenido estaba custodiado en uno de los coches patrulla de la Nacional. Se acercó Raúl a preguntarle. Pero el hombre no quiso ni mirarlo.

-Raúl, llega tu jefa – Susana fue la que le avisó desde el otro lado de la calle.

Carmen había dejado el coche justo después del cordón policial. Nico y Anto seguían revisando el coche casi palmo a palmo.

Varias furgonetas de la UIP acababan de hacer su aparición. De una de ellas se bajó su jefe, Pablo Lubo. Sus efectivos tomaron el control de la zona, haciendo un cordón más estricto. El comisario Lubo fue al encuentro de Carmen, que ya estaba al lado de Antonio y de Nico. Nada más llegar se dio cuenta del olor a orina.

-La pobre. Está aterrorizada. ¿Sabemos quién es?

Nico y Antonio se encogieron de hombros mostrando su impotencia.

-No encontramos nada que nos diga algo. No queremos levantar la moqueta para no entorpecer la labor de la científica. Aunque no esperamos que haya nada. Al menos algo que nos aclare la identidad de la chica.

Nico parecía querer decir algo, pero no se decidía. Carmen le hizo un gesto para que hablara.

-Convenía a lo mejor revisar las papeleras de los alrededores. Yo de él, la hubiera tirado a una. La cartera, su documentación, su móvil. Papeleras, alcantarillas, los setos de los jardines …

Pablo Lubo que lo escuchó dio instrucciones a sus equipos para que se encargaran.

-Nico, te presento a Pablo Lubo, el jefe de la UIP.

-Encantado comisario.

-Veo que no te gusta perder el tiempo – le dijo sonriendo mientras le estrechaba la mano. – Acabas de llegar y ya te metes en fregaos de importancia.

-No sé que decir, la verdad. Veníamos a echar un vistazo a una casa. Algo sencillo y tranquilo, en apariencia. Sobre todo después de un mes de su fallecimiento.

-¿Crees que tiene relación?

-No sabemos nada de Líam en Madrid, salvo donde trabaja. Puede ser una amiga o su novia. ¿No? O nadie y que no tenga relación. Pero es mucha casualidad. Nos empezamos a mover en relación a este caso y resulta que nos topamos con este tipo que nos ha visto jovencitos y ha querido achantarnos a gritos y puñetazos. Parecía muy importante para él aparcar donde íbamos a hacerlo nosotros. Y estamos frente a la casa de Líam Romero. No soy partidario de las casualidades. En principio en mi opinión, yo lo tomaría como algo relacionado con nuestra víctima. Ya habrá tiempo de descartarlo si no es así.

-Ha sido porque quería aparcar dónde nosotros lo hemos hecho. – Raúl se había acercado y no había escuchado a Nico. Señalaba el coche en el que habían llegado.

-El de Salvador, es un coche robado – aportó Susana mirando su tablet. – Lo denunciaron anoche en Vicálvaro.

-Lo iría a abandonar aquí.

-No cuadra. Si partimos de la suposición que tiene que ver con lo de Líam, no lo va a dejar a las puertas de su casa. Me cuadraría más que viniera a buscar algo a la vivienda y que necesitara ayuda.

-Iba a dejar el coche y a irse en otro. Pero puede que alguien viniera a recogerlo luego para ocuparse de la joven. Salvador no es de “ocuparse” de esa forma – opinó Tinet que también se había topado varias veces con el detenido.

-A lo mejor pensó que esta chica le podía ayudar con algo que tenía que buscar en el piso. Comparto la opinión de Nico.

-¿Iría a dejar a la chica en el coche o se la llevaba él? Es otra posibilidad. Que ya hayan estado en la casa.

-En todo caso, pasarían días hasta que el coche llamara la atención. Las matrículas están dobladas. – Antonio era el que había hablado.

-Es que partimos de la idea de que la ha cogido aquí o cerca. Pero no tiene por qué – apuntó Raúl.

-Esto es un barrio universitario. Casi todos los edificios tienen alguna relación con la Universidad. Pisos para estudiantes, para empleados, Residencias… becados…

-Puede que la haya cogido en uno de esos a un par de manzanas de aquí. – apuntó Nico.

-Les digo a mis hombres que amplíen el radio de búsqueda en las papeleras y alcantarillas.

-¿Tenéis las llaves? – preguntó Carmen a Raúl. Éste las sacó de su bolsillo y se las enseñó. – Que alguien mire entre los efectos personales de ese Salvador por ver si tiene un juego de llaves o de “llaves maestras”.

-Vamos a echar un vistazo.

-Comisaria, yo…

Carmen cogió del brazo a Nico y lo apartó unos metros.

-Como me vuelvas a llamar comisaria, te aliño. Carmen y punto. Que muchos no saben que soy comisaria y prefiero que lo sigan pensando.

Carmen le guiñó el ojo. Nico la miraba asombrado. Levantó las cejas como gesto para transmitirla que había recibido el mensaje.

-¿Estás bien? He visto que ha ido a pegarte directamente.

-¿Lo ha visto?

-Raúl lleva una cámara encima. Luego me recuerdas y te doy tu equipo. Es algo nuevo que estamos implantando. Todos vamos a llevar cámaras y micrófonos para que todo quede reflejado y así podamos actuar desde la central con toda la información, en caso de situaciones complicadas.

-Carmen, estábamos hablando – Raúl se había acercado a ellos – creemos que conviene investigar todos los coches alrededor del nuestro. Toda esta manzana.

-Si lo crees conveniente, nos encargamos nosotros – propuso Susana a Carmen.

-Me parece bien. Dame un abrazo, anda, que hace siglos que no te veo. Y gracias por cuidar de Aritz el otro día.

-Nos cuidamos unos a otros. Yo ya sabes que estoy con vuestra filosofía de trabajo en común. Y Antonio igual. Y más si sois amigos.

-Carmen, si te parece, os llevamos al detenido a la Unidad – Tinet se había acercado también a ellos.

Nico hizo un gesto de que quería decir algo.

-Yo lo dejaría aquí un rato más. A lo mejor me siento luego con él para cambiar impresiones.

-Quieres que lo vean detenido. – Lubo lo tuvo claro y sonreía.

-No sé si hay alguna posibilidad de poner cámaras que enfoquen hacia fuera del perímetro para estudiar a los que se acerquen.

Carmen y Lubo se miraron.

-Si te parece pongo las furgonetas de tal forma que las cámaras que llevamos enfoquen como dice Nico. Me parece buena idea.

-Manda la señal a la Unidad. Le digo a Patricia que monte una sala de visionado.

-Y esas cámaras de tráfico podíamos dirigirlas hacia esa zona. Con su altura puede ayudarnos a seguir a quien sea que nos de el cante – propuso Raúl.

-Le llamo a Pati y que lo ponga en marcha. ¿Cuál es el portal?

-Ese de ahí – señaló Raúl.

-Pablo …

-Mando a mi gente que os abra camino. ¿Piso y letra?

-Apartamento 348. – dijo Nico.

-Hago una llamada y vamos. Nico, no me has contestado a si estás bien.

-Sí, no me ha tocado. Iba tan seguro de si mismo que era fácil dominarlo.

-Eres como Javier. Todos le ven como un crío al que pueden pisar, y al final, acabáis pisándolos vosotros.

-Literalmente. Lo ha pisado. – dijo Raúl. – Has estado bien, compañero.

-Gracias – ese halago de Raúl parecía haberle dado más fuerzas a Nico. Carmen sonrió triste. Para ella estaba claro que una de las cosas de las que Nico estaba falto, era de amigos, de compañeros con los que poder tomar algo de vez en cuando. Que le respetaran.

-¿No es ese Garrido? – preguntó el comisario Lubo.

-Buenos días a todos – saludó el comandante. – Susan, Anto tiempo sin veros.

-Porque tú no quieres. No te acercas a tomar unas cañas donde sabes.

-Es cierto. Prometo enmendarme.

-Raúl, transmite a Fernando ese mismo reproche, que sabemos que le ves casi todos los días.

El aludido se echó a reír a la vez que lo hacía Garrido.

-Me da que en los últimos días, le han llovido esos reproches. Si se lo digo otra vez, a lo mejor me pega, que como dices, a mí me ve todos los días y tiene más confianza.

-Venga, vamos. ¿Vienes Pablo? – Carmen quería ponerse en marcha.

-Te dejo con mi gente. Voy a mirar lo de las furgonetas, para que no haya ángulos muertos.

-Vienen dos compañeros más para ayudarnos con los coches de la zona – anunció Anto. – Hemos pensando ampliar un poco el perímetro.

Carmen hizo un gesto a Tinet y a su compañera Beca para que se unieran a la excursión. Los hombres de Pablo Lubo ya habían revisado la escalera y custodiaban la puerta del apartamento. Raúl sacó las llaves y abrió la puerta. Lo hizo despacio y con todos bien protegidos para evitar sustos. Según iba abriéndola, era evidente que nadie parecía haber entrado en ese piso en varias semanas. Cuando la puerta estaba abierta completamente, todos se relajaron y entraron. Antes, se pusieron guantes y unos protectores para los pies.

El piso estaba bastante ordenado. Su ocupante parecía organizado y cuidadoso. Desentonaba en esa impresión una mesa al lado de la cocina en donde estaban los restos de un desayuno de hacía ya muchos días. Carmen les hizo un gesto para que no tocaran nada.

-Se fue corriendo – dijo Carmen. – Está todo a medio comer.

-Se fueron – puntualizó Nico señalando las dos tazas y los dos vasos de zumo.

-¿Veis fotos por algún lado? – preguntó Garrido.

-No.

-¿Ese no es un marco digital? – Tinet señalaba una pantalla que estaba sobre un soporte en una de las baldas de lo que parecía el cuarto de estar. Era apenas una esquina de la cocina, con un sofá de dos plazas frente a una mesa baja y con una televisión en la pared de enfrente. Había algunas baldas con libros. Un par de ellas estaban dedicadas a libros profesionales. Otra parte, eran novelas.

-Mira a ver si puedes encender el marco.

-Creo que se ha quedado sin batería. Mira, está ahí el cargador. Lo enchufo.

-El amigo Líam también lee a Jorge – apuntó Raúl señalando cuatro novelas que parecían de reciente adquisición.

-Mira en ellas Raúl. Por si hay algo.

Nico a la vez que hacía esa sugerencia a su compañero, hacía lo mismo con los libros profesionales.

-En este cajón parece que hay nóminas y papeles del banco. – Beca mientras comentaba su hallazgo iba vaciando el cajón y estudiando su contenido.

-Ponlos en una caja. Nos los llevamos – dijo Garrido. – Habrá que estudiar sus cuentas. Y sus llamadas, y su localización… todo el pack.

-¿Habéis visto su portátil por algún lado?

-No. Nico ¿Que has visto?

El guardia estaba con el último libro que había abierto y un papel que había encontrado entre sus páginas. Lo giró para que el comandante y Carmen lo vieran. Raúl se adelantó a la comisaria y le cogió el papel.

-Es la dirección de Jorge en Madrid.

-¿El teléfono? No es el de Jorge. – aseguró Carmen.

-Es el de Martín. – contestó Raúl compungido.

El tono de voz indicaba lo incomprensible para él del descubrimiento.

-Martín tenía llaves de la casa de Jorge ¿Verdad?

-Sí. Desde hace tiempo. Creo que desde que cumplió los dieciocho. Jorge le regaló la esclava que lleva en el tobillo y las llaves de su casa.

-¿Lo sabía alguien?

-No. Lo sabemos algunos de los escoltas que vamos con Jorge. Los que le hemos visto usarlas. Últimamente le ha registrado algunos de sus relatos y le dejaba su copia en papel en su despacho para que los guardara en la caja fuerte. Aprovechaba y se solía duchar. Y el día en que intentaron matarlo, Carmelo le dio un juego de llaves de la Hermida. Por la tarde le iba a instalar la APP que controla la domótica de todo el complejo. Es donde hemos estado antes, en Concejo del Prado – le explicó a Nico, que no sabía de qué hablaban – Eso no le dio tiempo. Pero Martín esas cosas, no las cuenta. Es hermético con las cosas de su tío y de Carmelo. Yo intenté muchas veces sacarle anécdotas o … no quiso contarme nada. Alguna cosa de cuando era niño, pero tontadas y de él. Alguna cosa de cuando le mandaba sus padres a los campamentos y llamaba a Jorge asustado y éste iba a consolarlo. Jorge era casi anecdótico en ellas.

-Carmen, aquí está el portátil. Estaba escondido en el dormitorio – Tinet salía del mismo con el ordenador en la mano y dos tablets.

-Embólsalo para revisarlo.

-Mira ésto Nico. Parece un post de su blog impreso en papel.

Nico se acercó a Raúl y le cogió la hoja.

-Es el primer post que había ayer. Ves, comandante, te lo enseñé ayer mientras íbamos camino de tu casa.

Garrido se lo cogió y empezó a leer.

-Sí. Romanes ha logrado recuperar gran parte de lo que se ha borrado. Tenías razón ayer en la reunión cuando lo sugeriste. Pero es un post inocente.

-Vecinilla y Jorge Rios en el mismo escrito. – Carmen movía la cabeza negando. – Tenemos que saber todo de este chico. Con quien hablaba, con quien se encontró … tenemos que buscar la última vez que salió de esta casa y a partir de ahí, buscar hacia delante y hacia atrás. A alguien le preguntó la dirección de Jorge y el teléfono de Martín, a no ser que conociera a éste. Llamadas, localización del móvil antes del supuesto accidente …

-No creo. – dijo Raúl en voz baja.

-¿Te lo hubiera contado?

Raúl asintió con la cabeza. Se acababa de poner triste.

Carmen se acercó a él y lo apartó del resto de compañeros.

-Llama a quien tú sabes y dile que es urgente que de el cambiazo a todos los objetos personales que llevaba Martín en el momento de los disparos.

-Ya lo estaba pensando. A lo mejor ya lo ha pedido Jorge.

-No. Solo ha pedido que lo cuidaran. Y sacarle sangre para unos análisis en condiciones. Pero esto es secreto.

-Llamo desde la calle. Nico, te espero abajo. – le dijo a su compañero.

-Ahora bajo.

Beca conectó de nuevo el marco digital.

-Carmen, ya funciona.

-A ver que fotos hay. Raúl, espera, no te vayas. Mira estas fotos antes. – le pidió Garrido. – Puede haber personas habituales del entorno de Jorge que no conozcamos nosotros. La aparición de Martín abre las posibilidades.

Raúl volvió a entrar. Y empezó a mirar las fotos que iban saliendo en el marco.

-Esos son sus padres. Y esos sus hermanos. – dijo Nico.

-¿Los conocías?

-De la playa. Les gustaba pasear por ella.

-Los dos pequeños son mucho más pequeños. Quiero decir, hay mucha diferencia de edad entre ellos y los mayores.

-Y los pequeños parece gemelos. Se parecen a la madre. Los otros en cambio …

-Mi hijo Miguel no se parece a ninguno de sus hermanos. Mis mellizos, salvo en los ojos …

-Pero Kike tiene un aire a Líam. – comentó Nico. – Pero sí, los cuatro son muy distintos. Podrían fingir que no son hermanos.

-Esto parece del trabajo.

Beca había avanzado a otra foto.

-Y esa chica que está detrás…

-Si es la del coche…

-¡Para! – dijo Raúl. – Éste es el chico que estaba con Esteban el otro día. Esteban el chico de la barandilla del encuentro de Jorge con los lectores jóvenes. No me acuerdo ahora como se llama. Ese que estaba enfadado… cuando Carmelo quedó con ellos para charlar con el padre.

-Pues en esa foto, desde luego, no parece estarlo. Sonríe feliz.

-¿Y con quién está? ¿Y qué relación tienen todos estos con Líam? Tanta como para tener una foto de ese grupo en su marco digital.

-Otra vez aumentamos las preguntas y no encontramos respuestas. Esto es… desesperante – dijo Carmen en tono cansado.

-Este caso no va a ser fácil. Ya me perdonarás haberos metido en ese berenjenal – Garrido la sonreía con pena.

-Antes o después, nos hubiéramos topado con él. Hala, a organizarnos y a preguntar a todos los que pudieran cruzarse con él por amigos, conocidos, aficiones… novios o novias, no me queda muy claro… puerta a puerta.

.

A Fernando al final le contaron al llegar al hostal dónde vivía Martín. Tanto él como Jorge se quedaron dormidos en el coche. Nano decidió dar un rodeo para que tuvieran más tiempo para descansar. Él mismo se notaba fatigado, no quería ni pensar cómo estarían ellos dos.

De nuevo, Jorge, al bajarse del coche y mirar el edificio y el letrero cutre que anunciaba el establecimiento, se le vino el ánimo al suelo. Ganas le daban de recoger todos los enseres de Martín y dejarla vacía.

El edificio no tenía ascensor. En realidad lo tenía, pero según le comentó Nano, debía estar estropeado desde hacía años. Se cruzaron con una pareja que bajaba. Los saludaron pero la pareja ni siquiera les miró. Era un matrimonio mayor. Jorge pensó en escribir un relato sobre como una pareja que había vivido toda su vida en un edificio, se dan cuenta que poco a poco, la gente que era como ellos se va yendo. Y les sustituyen personas con las que no tienen nada en común. Y que algunos de ellos les dan miedo. Ellos se irían, pero sus circunstancias económicas se lo impiden, porque no pueden pagar otra casa en la misma zona. Y a su edad, cambiar e irse a vivir a uno de esos barrios de las afueras, les daba pereza. Ya eran muy mayores. Y eso les abocaría a la soledad.

Nano abrió la puerta del hostal. Fernando les guió por el pasillo hasta la habitación 7, que era la de Martín. Jorge miraba todo con los ojos muy abiertos. Su impresión del lugar no hacía más que empeorar. Un cartel en la puerta del baño, anunciando a los huéspedes que si querían agua caliente, debían pagar un suplemento de cinco euros por día, le hizo indignarse.

Nano se encargó de abrir la puerta de la habitación. Jorge se esperaba lo peor. Pero al menos la habitación era amplia. Había sitio hasta para una mesa de buen tamaño en la que estaba el portátil de Martín y su tablet. También estaban los guiones de las últimas películas que había rodado. En eso, pensó, al menos había habido suerte. Ya había acabado dos de ellas. La tercera que iba a empezar en unos días, no la podría hacer, era claro. Mandó un mensaje a Sergio Romeva para que mirara de ofrecer a Álvaro, si es que le interesaba. Sus perfiles eran parecidos. A lo mejor les podía encajar a los encargados del reparto.

-¿Y ustedes quienes son?

Una mujer les miraba con gesto enfadado.

-Ya le dije a ese actor de tres al cuarto, que no me gustaban las reuniones en las habitaciones. Que estaban prohibidas.

Nano y Fernando le enseñaron sus acreditaciones.

-Jorge Rios. – se presentó Jorge tendiéndole el puño a modo de saludo.

La mujer pareció relajarse un poco.

-Me dijo el chico que usted era la única persona que estaba autorizado a entrar. Es el escritor ese ¿no?

-Sí señora – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa.

-El chico tiene todas sus novelas en aquella estantería de allí. – la mujer señaló una esquina – la compró él, como la mesa y la silla. Solo tiene sus novelas y un par de esos guiones o como se llamen. ¿Y a qué han venido?

-A recoger algunas de sus cosas. Ha tenido un accidente. Necesita algunos papeles y sus ordenadores.

-¿Y qué va a pasar con la habitación?

Era claro que a la mujer, el estado de salud de su inquilino le daba igual. Solo le importaban sus ingresos.

-Tranquila. Yo le pago los tres próximos meses.

La mujer pareció relajarse.

-Si me da un número de cuenta, le hago una transferencia ahora mismo.

-Nada de eso. En cash. Ya se lo dije al chico.

Si Martín no hubiera estado en el hospital inconsciente, y la situación fuera la que era, se hubiera echado a reír por la forma que había tenido de decir “cash”.

-Dígame lo que le debo. Me imagino que este mes ya lo había pagado.

-Son mil doscientos euros.

Jorge levantó las cejas.

-¿Cuatrocientos euros por mes?

-Es la habitación más grande. Y solo para él.

-¿En los cuatrocientos se incluye el agua caliente?

-No. Eso es un extra. Pero me imagino que no lo va a utilizar. Solo está incluida la limpieza de la habitación una vez a la semana.

Jorge sacó su cartera. No llevaba esa cantidad ni por asomo. Sacó una de sus tarjetas y se la tendió a Nano.

-Sácame dos mil. ¿Me harías el favor?

-Claro. No tardo. Hay un cajero a cincuenta metros. Por aquí viven mis padres y los tengo estudiados.

-Me pega una voz, que tengo otras cosas que hacer que estar mirándolos a ustedes.

Jorge se asomó al pasillo. Luisete y Carla estaban en el hall del hostal. Cuando Nano partió camino del cajero, de la habitación de al lado, salió un hombre que era la perfecta encarnación de lo que en los libros y periódicos llamaban quinqui. Su mirada se quedó clavada en Fernando y luego en Luisete y Carla. Jorge se sonrió. El hombre no sabía que hacer. Era claro que su relación con la policía no era la mejor. Y también era claro que había distinguido perfectamente la profesión de sus escoltas.

-Me llamo Jorge. – le tendió el puño al decirlo.

-¿Es el escritor?

Su forma de hablar era gangosa. Arrastraba mucho las palabras. A ratos parecía perder el contacto con la realidad y viajaba a algún sitio perdido de su cabeza.

-Sí.

-Su sobrino habla mucho de usted.

-¿Es amigo de él?

-A veces charlamos. Es buen chaval. Siempre me dice que tengo que dejar de ponerme. Que a usted le drogaban y que cambió radical cuando lo dejó.

-Es cierto. Y eso que tengo la impresión de que lo que yo tomaba no era tan dañino como lo que toma usted. ¿Heroína?

-Es una mierda. Te crees que lo controlas. Te das cuenta de la mierda que es cuando te despiertas en un basurero tirado, no te acuerdas de nada de los últimos días y en lo único que piensas es en conseguir guita para volverte a poner.

-¿Lo conocías de antes? A mi sobrino.

-No creo. Aunque él pensaba que sí. ¿Le habló de mí?

-No. No quiero mentirte. Es muy … no le gustaba hablar de esta parte de su vida. Apenas me ha contado nada desde que se fue de casa de sus padres.

-Decía que no quería defraudarlo.

Jorge se quedó mirando al hombre. Era raro que Martín hubiera confiado en un tipo así. Un desconocido. Parecía saber más de Martín que él mismo. Jorge estaba seguro que ni con Raúl, con el que había tenido una relación de ida y vuelta y que no obstante, se había convertido en un amigo, se había confiado tanto como con ese hombre.

-No me he quedado con su nombre.

-Orlando.

-No pareces de aquí.

-Soy portugués. Aunque llevo muchos años en España. Me trajeron de pequeño.

El hombre hizo un ruido con la garganta que al principio despistó a Jorge. Enseguida se dio cuenta que era su forma de reír. No quería enseñar sus dientes, seguramente los tendría podridos y le daba vergüenza.

-Él enseguida se dio cuenta. Y me hablaba en portugués. Era alucinante lo bien que lo habla.

-¿Qué años tiene?

-Veintiséis. No los aparento ¿verdad? Mira la cara de flipao que ha puesto el madero. – señaló a Fernando. – Me tengo que ir. No vaya a ser que a estos les de por …

-Tranquilo, es tu día de suerte. – le dijo Fernando con una sonrisa triste.

-¿Cómo te ganas la vida Orlando?

-En lo que se puede. No le voy a engañar, pequeños robos y tal. Y alguna mamada. Las hago muy bien.

De nuevo ese ruido gutural a modo de risa.

-Aprendí de peque.

-¿Follas con mi sobrino?

-Qué más quisiera. Es un diosito. Le hubiera hecho ver las estrellas. O él a mí. Los diositos saben mucho de sexo. Les preparaban para eso.

Orlando de repente se puso serio. Parecía que se había arrepentido de esas últimas palabras.

-Si quiere llevarse los libros de Martín, tengo dos que me dejó. Dos de sus novelas.

Cada vez arrastraba más las palabras. Necesitaba su dosis. La charla le había interrumpido. Jorge sacó la cartera y le tendió cien euros.

-¿Te vale? Así te ahorras hoy un par de chapas o no robas a nadie.

-No me gusta …

-Imagina que me has hecho tres chapas.

-Quién pudiera. La chapa más deseada, la de Jorge Rios.

El aludido sonrió. Sacó otros cien euros y se los dio.

-Me tienes que prometer que no los vas a malgastar.

-No puedo prometer eso. A usted no. Puedo decirle que lo intentaré. Usted ha sido sincero conmigo antes, yo debo serlo con usted.

Al final el hombre había cogido el dinero.

-A cambio te pido que cuides del cuarto de mi sobrino. Si ves a alguien que viene por aquí y pregunta, sea quien sea, me llamas. ¿Tienes móvil?

-Claro. Así aviso a mi camello.

-Apunta mi teléfono. Y mándame una perdida. Así sé quien eres.

-Guayyyy. Yo cuido de él.

-¿Quieres que te deje más libros?

-Ya los leí todos de joven. Pero me gusta releerlos.

Jorge se fue hasta la estantería al fondo de la habitación y cogió tres libros.

-Ten, para cuando acabes los que estás leyendo.

-¿No va a venir Martín?

-Está enfermo. Tardará un tiempo en volver. – Orlando se puso serio y triste al escuchar a Jorge – Pero yo cuidaré de él, no te preocupes.

-¿Le han matao?

Jorge se quedó sorprendido por la pregunta.

-Lo han intentado.

-Putos hijos de puta.

Cogió los libros que le tendía Jorge. Los echó un vistazo. “deSergio”, “deDaniel”, “deRosario”. Abrió de nuevo su cuarto y los dejó allí.

-¿Por qué has pensado que lo habían matao? – preguntó Fernando.

-Él decía que lo iban a intentar. Que sabía demasiado y eso había puesto nerviosos a algunos.

-Me tienes que explicar eso, Orlando.

-Me tengo que abrir, de verdad. Mola haberle conocido. Y si quiere una chapa, sería un honor.

Jorge sonrió pero no contestó. El hombre sin decir nada se fue hacia la puerta y salió sin entretenerse más.

-No ha sido buena idea lo de darle dinero.

Jorge se encogió de hombros.

-Puede que no. Pero al menos no necesitará robar en un par de días. Se ha asustado, por eso se ha ido con tanta prisa. No ha cerrado ni la habitación. Piensa que ha hablado demasiado.

Nano volvía ya con el dinero. La mujer del hostal parecía tener ojos en todos lados, porque enseguida estaba junto a ellos.

-Tenga, dos mil euros. Este cuarto es sagrado. Y nada de como está vacío, se lo dejo a alguien de paso.

-No, no se me ocurriría.

-Señora, no se lo digo en broma. Conmigo a buenas, perfecto. A malas, no digo nada.

-Confíe en mí, señor escritor.

-Si necesita contactar conmigo, Orlando tiene mi teléfono.

-¿Ese?

-Sí. Ese. ¿Le debe algo él?

-Paga tarde, pero paga.

-Échele un ojo.

La mujer parecía querer más dinero por ese pedido último.

-Ochocientos euros dan para echar muchos ojos. Incluso para pagarle el agua caliente – le dijo Jorge muy serio. – No tiente la suerte, señora Horacia.

-¿Y como sabe mi nombre?

-Esto a buenas. Imagine lo que sabré y lo que puedo hacer a malas.

La mujer decidió dejar el tema e irse a guardar el dinero.

-Vamos a mirar las cosas de Martín – les dijo a Fernando y Nano.

-No he acabado de pillarte, Jorge – le dijo Fernando mostrando su estupefacción con todo lo que acababa de pasar.

-Luego hablamos. No es el sitio.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 95.

Capítulo 95.-

.

-No, no ha ido a dormir a casa. Espero que se haya quedado en su casa antigua. Sergio se ha ido a París un par de días para hablar con otros músicos. – anunció Carmen. – A lo mejor se ha montado una sesión de sexo por videoconferencia.

-¿Y no será peligroso? – Olga no parecía estar muy contenta con esa noticia. – El padre de Sergio tiene negocios allí. Y muchos contactos. El FBI me está haciendo el favor de investigar un poco.

-Ya ha estado unos días allí y no ha pasado nada. Yo creo que le viene bien recobrar amistades de otros músicos. Y recuerda que habló el otro día con Dídac, aunque no sabemos nada de la conversación. Luego le llamo a Jorge para que se informe con Dídac. Y que lo de que tocara con Nuño el otro día … se ha corrido la voz. Joder, a ver si Jorge nos pasa el vídeo … fue algo … maravilloso. Como … parecía que hubieran tocado toda la vida juntos. Como se miraban y … ya sabían lo que tenía que hacer cada uno. Se me erizaron los vellos de los brazos, te lo juro.

-Joder, me estás poniendo los dientes largos. Luego llamo a Jorge para que me lo mande. ¿Qué tocaron?

-El concierto de violín de Tchaikovsky, luego tocaron algo de Schubert que ya tocó Sergio en “La Bella”, y un par de piezas pequeñas de Vivaldi. Y una de Bach. Lo siento, no me quedé con los nombres.

-Un señor concierto.

-Nadie se movió del restaurante. Biel los miraba con la boca abierta. Hubo una mujer que debe ser muy melómana que se acercó para sacarse una foto con los dos. Le preguntó a Sergio de dónde salía que no lo conocía. A Nuño sí lo conocía.

Carmen hablaba con Olga por teléfono. Había aprovechado el trayecto desde la casa de Javier a la Unidad, para llamar a su amiga y darse novedades.

-Lo raro – dijo ésta – es que nadie grabara la actuación.

-Es una norma no escrita que tiene Biel en su restaurante. Lo que pasa en él, se queda para los que lo han vivido. Por eso Jorge eligió ese restaurante cuando Sergio le propuso cenar. Sabía que iba a controlar la repercusión de lo que allí sucediera. Y que él iba a ser el único que iba a tener las imágenes y el sonido del evento.

-Joder con el escritor. Menudo estratega. Las coge al vuelo, además. Pero me sigue preocupando Sergio en París, con … su padre … con sus contactos …

-Dejamos claro el tema en la visita anterior. Jorge llegó a un acuerdo con la Guevara. Le va a avisar cuando vuelva Patricio Plaza a España. Y si va a París, se enterará. Tiene billete abierto de Air France. Si aparece allí, Jorge estará en unas horas para tener un cambio de impresiones.

-¿Por qué me da que me ocultas algo?

-Porque lo hago.

-Pues dime entonces.

-Cuando acabemos de hacer unas comprobaciones. Van lentas, así que con calma. Y te anunciaré otro gran concierto.

-Joder. ¿Quieres que adelante mi viaje?

-No hace falta que vuelvas. Creo que se va a grabar también. El concierto me refiero. Ya procuraré que te lo envíen. Yo creo que asistiré en primera fila.

-Pero si a ti no te gusta la música clásica. Ahora resulta que con esto de Sergio, a todos os gusta. Te he invitado decenas de veces a conciertos de la ONE o en el Real, y nunca has querido venir.

-Es que no me gusta hacer gala de …

-¡¡Mentirosa!! – el tono de Olga reflejaba que no se creía nada.

-Y además, puede que tengas que hacer algunas visitas más. Y tienes que convencer a Ventura de que se una a nosotros. Ya me ocupo yo de todo. Ya sabes que me he instalado en casa de Javier. Ya llevo un montón de días. Y te lo juro, me están sentando bien. Ayer me quedé dormida con el teléfono apagado. Alucinante. He dormido genial. No sé si fue el whisky de Javier o los bombones. Otros días, si está él, hablamos hasta que se nos cierran los ojos y nos dormimos en el sofá. Aunque mientras ha estado Sergio, está en su piso de antes de morir JoseMari. Mira, estoy entrando en la Unidad. Patricia me ha hecho un gesto con la cabeza. Javier está en su despacho.

-Eso no es vida, Carmen. ¿Dependemos de Sergio para saber que esté bien? Y eso por no decir del ritmo que llevas tú. Ayer estabas derrotada cuando hablamos.

-Por lo menos no se pasa horas sentado en el banco de Galder en el Retiro. Aunque siguen todos en alerta. La Policía Local, la Guardia Civil, todos. Y estos días ha estado como antes. Y yo, después de una noche de buen sueño, estoy renovada. ¿Y tú? Porque mucho preocuparte por mí o por Javier … son tus tres de la madrugada. Estás hablando conmigo. ¿No deberías irte a la cama? Luego te lanzarás mañana a dar tus clases, a ponerte al día del curso de las investigaciones y a buscar por allí a los chicos de Jorge perdidos.

-Pero eso de Javier va y viene. Ya sabes como va eso. Luego vendrá la bajona de nuevo. Y si como me dices, Sergio retoma su carrera musical, eso seguro le lleva a irse a Alemania o a Italia. Y a viajar de concierto en concierto. Como siga así, al final va a acabar compartiendo habitación con Nuño. Y Jorge visitándolos a los dos.

-A lo mejor es lo que buscan ellos.

-Carmen, por Dios. Esto es serio.

-Tranquila Olga. Sé que como no lo ves, te preocupas más. Tranquila. Estamos todos pendientes de él. Tengo mi ropa en el armario de Javier. He renunciado hasta al karaoke y al orujo. Lo he cambiado por acampar en su sofá y leer escuchando música. Eso sí, con un copazo al lado y una caja de bombones. O le digo a Aritz. ¿Prefieres? Sigue teniendo llave de su casa. Por cierto, éste y el resto del equipo que he puesto a seguirlo, se fue a casa, o sea que lo dejó a salvo.

-¿Aritz en su casa? Me parece que no has mirado tus mensajes. Siéntate cuando decidas hacerlo. Y de todas formas, no creo que Aritz … otro que bien baila. Si quieres le digo a Galder, que ese también seguro sigue teniendo las llaves de la casa de Javier.

-No creo que decirle a tu hijo … cuando evita a Javier …

-Pero lo sigue queriendo. Es lo que dices tú de Aritz.

-Lo de tu hijo es distinto.

-Porque vino después. Porque es más reciente. Aritz… espera que le de otra vez una de sus temporadas de … locura.

-Pero lo conoce. Y lo quiere. Lo cuidará. Javier le sigue queriendo también. La prueba es que no le ha quitado las llaves de casa. ¿Sabes algo que yo no?

-No estoy tranquila. Solo eso. Y respecto a lo de saber, estoy a muchos kilómetros. Y sabes, me voy a dormir. Tenías razón antes. Ventura me viene a buscar a las ocho de la mañana. Y el jodido tiene la puta manía de la puntualidad. Ni los atascos le impiden serlo. Es uno de sus defectos.

-Me estas preocupando, Olga. Que tú digas que ser puntual es un defecto … Empiezo a pensar que debería preocuparme por ti y no por Javier.

-Te lo juro, a veces me dan ganas de hacer la maleta y coger el primer avión.

-Tú acaba el curso. Es importante. Debemos fortalecer nuestras relaciones internacionales. Las vamos a necesitar. Y como te he dicho antes, y después del éxito de la visita a Tirso Campero, puede que tengas que hacer más visitas. Descansa anda.

-Por eso no me he vuelto, Carmen. Si no, estaría allí dándole collejas a Javier. Y mandándote a ti al karaoke a que lo des todo cantando y bebiendo orujo.

-Te dejo. Luego si quieres, te llamo y te pongo al día, después de que lea todo lo que tengo pendiente. Jorge además te está buscando a un montón de chicos para que cuides de ellos.

-Jorge puede cuidarlos. Le he visto hacerlo. Si él no accede a su cabeza, a su ánimo, no lo podrá hacer nadie. Y por cierto, gracias por lo del otro día.

-Dijimos que no hablaríamos de ello.

-Ya pero…

-Dani parece que …

-Dani es uno de ellos. Claro que puede entrar en sus mentes. Todos los que han estado en esa red a cargo de Tirso o de Germán, lo pueden hacer. Es su forma de reconocerse y de contarse sin hablar. De apoyarse sin tener que … revivir lo que han pasado.

-Te dejo. Luego seguimos. Hola Rui. Olga te manda saludos.

-Hola Olga. Que envidia me das – saludó el comandante Garrido al móvil de Carmen.

-Hablamos. Dale un beso a Rui. – se despidió Olga.

-Un beso de parte de Olga. – Carmen se estaba guardando el teléfono en el bolsillo.

-¿Qué tal en Quantico? – preguntó el comandante Garrido.

-Liada. Debe estar siendo muy intenso. Pero interesante. Parece que le tienen bastante consideración profesional. Y el jefe de operaciones del FBI parece interesado en conocer nuestra forma de trabajar. A parte del curso se reúnen con frecuencia. Incluso le está enseñando la zona. Está haciendo de guía. Y a parte, pues ya sabes, hace gestiones del caso.

-O sea que ese del FBI le está tirando los tejos.

Carmen se echó a reír.

-Algo de eso debe haber. Olga no lo dice claramente. Pero nos conocemos. Y creo que Mark también está con la mosca detrás de la oreja. Tiene celos.

-Te noto descansada. Parece que esta noche te has retirado completamente de la circulación. Por cierto ¿Has mirado tus wasaps?

-Pues sí, he descansado. Lo necesitaba. Fíjate que dejé a Javier solo. Y de donde venimos … Olga me estaba echando la bronca. No vaya a ser que recaiga. Y no, no he mirado los mensajes. Tengo un ciento, por cierto. Lo mismo me ha dicho Olga. ¿Sabes algo que yo deba saber?

-Creo que Javier anoche no recayó. – dijo en tono jocoso – De eso doy fe. Y …

Patricia le hizo un gesto para que no contara nada. Garrido estaba a punto de echarse a reír a carcajadas. Solo el gesto conminatorio de Patricia le contuvo.

-¿Sabes dónde está Javier? Oye Rui ¿Por qué tengo la sensación de que me ocultas algo? O me estás troleando directamente.

-¡¡Calla comandante!! ¡Déjame a mí! – le previno Patricia. Garrido había hecho un amago de decir algo. Pero por el gesto de su cara, Patricia supo que la iba a tomar el pelo.

El comandante Garrido levantó las manos y sonrió cómplice.

-¿Me dejas ser espectador?

-Largo. – le dijo Patricia sonriendo.

-Me voy, me voy. Ya hablamos para poner en marcha nuestra Unidad conjunta. Tengo unas ganas de empezar a hacer cosas bien juntitos …

-¡¡¡Fuera!!! – le ordenó Patricia no solo de palabra, sino con su brazo extendido apuntando hacia los ascensores.

Carmen se lo quedó mirando extrañada. El comandante había cumplido con la orden de Patricia y se había ido.

-En el despacho. ¿No Patricia? – preguntó Carmen ajena al juego que se traían esos dos.

-No.

La aludida señaló con el dedo hacia arriba.

-Joder, ¿Cómo le has dejado ir …?

-Es el jefe, te recuerdo.

-¡¡Patricia!!

-Se me ha despistado. Bruno lleva una hora buscándolo. Lo acaba de encontrar. De todas formas, después de la nochecita que hemos tenido …

-¿Nochecita? Me estáis troleando todos porque he dormido dos noches como dios manda.

-Que te cuente Javier.

Carmen suspiró desesperada. A lo mejor había sido muy optimista al contarle a Olga. Se giró para ir a buscar el ascensor y subir al último piso. Cuando llegó, Carmen subió el tramo de escaleras que daba acceso a una enorme terraza que había en el tejado. Casi nadie subía allí. Había algunas sillas, un par de mesas ancladas al suelo, hasta un pequeño armario.

Carmen respiró hondo antes de abrir la puerta. Lo hizo decidida, como se esperaba de ella. Aunque tenía un nudo en el estómago de la preocupación de lo que se iba a encontrar. Vio a Javier en una esquina, apoyado en la barandilla, mirando al infinito. Volvió a respirar profundo antes de encaminarse hacia dónde estaba él. Se puso a su lado, aunque no dijo nada. Javier le puso delante un café en vaso de cartón.

-Te estaba esperando. Está como te gusta. Bebe, lo vas a necesitar.

Carmen lo miró desconcertada. Tuvo un impulso de echarse a reír, pero lo domeñó con presteza. No era el momento.

-¿Por qué te haces esto? – preguntó Carmen pegando un trago al café. Intentó que su voz fuera calmada, pero le salió a trompicones y con un matiz a preocupación, incluso a desesperación.

-No puedo hacerme otra cosa.

-¿Eres consciente de lo que nos duele a todos verte así?

-No puedo hacer otra cosa – repitió Javier. – No te preocupes que Sergio no se ha ido al fin del mundo. Vuelve en dos días. Y está a un par de horas de aquí en avión. Estoy bien. Y él está genial desde que fuiste con Jorge a buscarlo a Salamanca. Es verdad que no soy la alegría de la huerta. Pero no estoy tan mal.

-No me resigno. Lo siento. Y no me lo acabo de creer. Hacía siglos que no subías aquí.

-Se está bien. No solo vengo cuando tengo bajona. También vengo a relajarme y lo sabes. Ha sido una noche intensa. Bueno, no exageremos. Dejémoslo en entretenida.

-Perdona, pero no me lo creo. ¿Noche intensa? ¿Entretenida? – Carmen lo miró desconcertada. Iba con su discurso preparado, y apenas había prestado atención a lo que le decía Javier. Y tampoco se había quedado con el comentario de Patricia. Ni con los de Olga y Rui. Se había relajado tanto esa noche que ahora, le costaba poner en marcha su mente.

Javier no dijo nada. Solo se encogió de hombros. La guiñó el ojo y sonrió.

-¿Has descansado? – le preguntó Javier.

-Sí. He dormido como nunca.

-¿En el sofá?

-No estas tú, así que me he ido a la cama.

-¿O sea que tengo yo la culpa de que duermas en el sofá?

-¡Claro! ¿Quién si no? – Carmen lo miraba aliviada. Parecía que se había montado una película ella sola. – Acaba el café y vamos a hablar con los agresores de Álvaro. – le propuso Carmen. – Me imagino que los habrán traído para …

-Ya he hablado antes con ellos.

-¿A eso te referías como a una “noche intensa”?

Carmen se quedó sorprendida por esa observación. Eso quería decir que Javier no había ido a descansar. Al no verlo en casa, se imaginó que se había ido a la otra casa, para llamar tranquilo a Sergio y quizás … decirse tonterías por teléfono. No se le ocurrió que Javier se hubiera quedado toda la noche en la Unidad. Y esa sonrisa irónica que tenía en los labios …

-¿Me lo vas a contar? O me tengo que enfadar.

-Nada, un par de cosillas. Estuve en Concejo hablando con Jorge anoche. Fue una conversación fructífera. De resultas le dije a Aritz que fuera a echar un vistazo a la casa de nuestra víctima Rubén. Y mira por dónde, se encontró con una patrulla de la Local, Susana y Anto. Siguiendo las instrucciones que habías dado, pasaban de ronda por allí. Además, un vecino había llamado preocupado por unos merodeadores. Susana y Anto le dijeron a Aritz que ver, no habían visto a nadie, pero que …

-Joder, otros dos que tienen pálpitos.

-Tres, porque Aritz no dudó. Ellos llamaron a una patrulla que fuera en apoyo y los tres fueron a casa de Rubén. Resumiendo, el pálpito era certero. Tres individuos andaban por allí con malas intenciones. Aritz y sus compañeros lograron reducirlos, eso sí, a tiros.

-¿A tiros? – a Carmen casi se le cae el café.

-Pero tranquila, Aritz apretó el botón de ayuda. Y la caballería apareció a velocidad del rayo. Los malos intentaron entrar en una casa para coger rehenes pero Aritz, Susana y Antonio lo evitaron. Aritz tuvo mucha suerte porque resbaló y se hizo daño en una rodilla, lo que le salvó de un tiro certero a su cabeza. Ha pasado la noche durmiendo en el hospital. El que no tuvo suerte es uno de los vecinos. Intentaron entrar en su casa para resguardarse. Se pusieron nerviosos porque Aritz y el resto avanzaban y dispararon a través de la puerta. Le … dieron en toda la cabeza. Murió al instante. Jose lo corroboró al meter una cámara a través del agujero de la bala.

Carmen lo miraba con la boca abierta.

-Un tipo salió corriendo del hospital de Rubén cuando sus vigilantes reforzados fueron a sacarle una foto. Dejó en su huida una jeringuilla con Pentotal.

-¿Y no me has llamado?

-Necesitabas descansar y relajarte.

-Y tú no te jode.

-Hoy te dejo a ti.

-¿Algo más?

-Uno de los músicos de Burgos mandó un mensaje de Fernando pidiendo ayuda.

-Necesito otro café.

Javier sonrió y sacó otro vaso que tenía escondido.

-Eres un cabrón con pintas. Cuenta.

-Luego. Es largo. Álvaro Cernés. Ahora es lo urgente. Va a venir en un rato.

-¿Y? No te quedes así … como te gusta mortificarme, cabrón. ¿Qué te han dicho esos … matones de tres al cuarto?

-¿Quieres la versión A o la versión B? Aunque a mí me gusta más la D. Hasta la versión N tenemos dónde elegir.

-Si me las ahorras todas y me cuentas directamente lo que crees …

-No podemos probarlo.

-O sea que estos gilipollas se van a comer el marrón ellos solitos.

-Les han pagado bien. Eso lo vamos acreditando. Y posiblemente … tenemos llamadas entre ellos, mensajes que están en proceso de recuperación, mensajes con los que creemos que son las mentes pensantes y odiantes … y unos mensaje intimidatorios que mandaron a otros … clientes.

-Dime anda.

-Álvaro atravesaba un momento delicado económicamente. Pidió prestado a “un amigo” un dinero. Un amigo que parece ser, siempre se ofrecía para momentos de dificultad. No debía ser la primera vez que Álvaro recurría a él, pero en menor escala y con otras circunstancias de trabajo. Álvaro parece que siempre ha querido correr demasiado. Comprar el coche antes de tiempo, lo último en tecnología, un casoplón del copón en pleno barrio Salamanca … imagina que es el doble de la casa de Jorge. El doble. La de Jorge debe tener algo menos de doscientos metros, la de Álvaro anda por los cuatrocientos sesenta. Y amueblada a la última, con muebles de diseño. Esta vez, el amigo, no tardó en reclamárselo con urgencia. Le dio igual la pandemia, los cierres, todo.

-Las otras veces había sido de … tanteo, para que cogiera confianza.

-Exacto. A parte de ser mucho menos dinero.

-Cosa, lo de reclamárselo, que le había dicho que no se iba a producir. Al dejárselo le diría que no había prisa, que tal … que no necesitaba el dinero … ¿Le cobra intereses?

-Sí. Un quince.

-¿Cómo has sabido todo eso?

-Porque entre los llamados de estos dos gilipollas, hemos tenido suerte y hemos encontrado a uno que era el siguiente en la lista de “Te vas a arrepentir de no hacerme caso y pagarme a tiempo”. He estado un buen rato hablando esta noche con él. Uno de esos tipos, mandó un mensaje a unos cuantos teléfonos con la foto del portal de Álvaro, para anunciarles que éste iba a pasar una buena temporada en el hospital después de su visita, por no plegarse a los deseos de la organización. Uno de ellos nos llamó directamente porque Carmelo le ha comentado alguna vez que somos de fiar. Ha venido a hablar conmigo, después de volver de A Coruña, donde estaba con una obra de teatro. Hemos acabado hace nada. Aunque la mayor parte de la entrevista la han llevado Ramón y Pedro. Yo estaba a mil cosas.

-¿También actor? Éste sí, claro. ¿El otro también?

-Sí. Nuestro mamporrero y prestamista se mueve en esos ambientes. Todos son actores, la mayoría jóvenes. A los que les han vendido la moto de que deben ser los más guays, estar a la última, llevar un fajo de billetes en el bolsillo para gastar … para así triunfar.

-Me imagino. Porque si no, hubiera recurrido a Carmelo o a otros muchos amigos que tiene. Me lo ha comentado alguna vez Jorge.

-Pero no quería que se enteraran. Sus amigos de verdad. Quería seguir dando la imagen de un tipo feliz, con sus amores fallidos, buen compañero, un tipo sin mochilas de las que los amigos y conocidos quisieran huir. Eso nos ha contado esta otra víctima.

-¿Conocemos a este actor?

-Sí. Es Rodrigo Encinar. Es del grupo de Carmelo. Ha trabajado mucho con él. De hecho, Carmelo suele recomendarlo. Me lo ha confirmado Jorge cuando he estado con él. No ha hecho grandes papeles, pero trabajo no le falta. Es un caso casi calcado al de Álvaro. Antes que preguntes, este Rodrigo y Álvaro son amigos. También sabemos que no son los únicos casos. Rodrigo nos va a hacer el favor de buscar más. Cree que sabe de dos más. No son del grupo de allegados a Carmelo. Y está el otro que ha llamado, nos ha contado, pero sin decir su identidad. Espero que recapacite y que se avenga a declarar oficialmente. Le he dejado nuestros teléfonos.

-¿Y el siguiente paso a pedir la pasta con urgencia?

-Ofrecer una salida. El palo y la zanahoria. Mira que bueno soy que te he buscado una forma de que pagues. – esta última frase la dijo Javier con toda la carga irónica que fue capaz de darle a su entonación. – Les propuso trabajar de acompañante para pagar. El cincuenta para cada parte, hasta que se saldara la deuda. Con Rodrigo al menos fue claro: su caché se multiplicaba por tres si se acostaba con los clientes.

-¿Aceptaron?

Javier se quedó mirando a Carmen.

-Por eso la pantomima del Only You de Barquillo. Jorge se dio cuenta. Y Carmelo y él decidieron intervenir para sacarle de esa. Entonces esos rumores que nos llegaron …

-No eran infundados. De todas formas Jorge ya me lo dejó entrever. Está convencido de que lo ha hecho. Entre otras cosas porque se ha corrido el rumor. A Roberta Flack, la periodista, se lo han contado por tres fuentes distintas. El otro, Rodrigo, no aceptó lo de prostituirse. A parte es mucho menos conocido que Álvaro. Sus tarifas eran ridículas.

-¿De cuanto dinero estábamos hablando?

-Rodrigo le debe unos seis mil euros.

-¿Cómo arreglaron Jorge y Carmelo lo de Álvaro?

-Lo hicieron de forma radical. Pagaron la deuda. Toda. Algo más de cincuenta mil euros. Perdón, algo más de ciento cincuenta mil euros. Desde una cuenta de Carmelo. Até cabos y Tere miró las cuentas de Carmelo en el día del Only You.

-¡Hostia! Ciento Cincuenta mil – Carmen se esperaba una cifra parecida a la de Rodrigo Encinar.

-Eso jodió al prestamista que lo que siempre había querido era tener a Álvaro en un puño. Iba a ganar diez veces más si Álvaro se prostituía. Y lo controlaría … según se ha enterado ese Rodrigo: hay un proyecto que tiene firmado Álvaro y que cuando se aproxime el momento, lo anularán. Álvaro que contaría con unos ingresos se verá …

-Ya. Y con poco tiempo para encontrar otro proyecto. Tres meses de parón. Más deuda. Más citas. ¿Lo ha hecho? Prostituirse, digo.

Javier hizo un gesto de duda con la mano. Aunque a Carmen le dio la impresión de que Javier pensaba que sí lo había hecho. Y su creencia estaba segura que estaba basada sobre todo, en la impresión de Jorge. Y si el escritor pensaba eso …

-Todo eso del préstamo saldado, se ha juntado con que a Álvaro le han ofrecido una campaña publicitaria bien pagada. Ha sido de un día para otro. Al día siguiente de la grabación del Pasapalabra. Esa campaña está gafada. Lo que nos contaba ayer Jorge por mensaje. Primero, el modelo contratado, coge covid y está hasta hospitalizado. Luego, se lo ofrecen a Elfo no sé qué. Éste se da cuenta que la cosa urge. Se cree poderoso y un par de días antes, pide el doble. Le dicen que no. Se lo ofrecen a Álvaro entre otros muchos actores. Pero la representante de Álvaro está más ágil y éste se queda la campaña.

-Elfo y el prestamista son la misma persona. – sugirió Carmen.

-No. Son amigos. Y para terminar de cerrar el círculo, tienen un poco de inquina hacia Carmelo y Jorge. Han participado en la creación de alguno de los bulos de estos días. Y eso creo que lo acabaremos pudiendo probar. No solo ellos, sino un grupo … de resentidos. Casualmente todos metidos en esa especie de mafia para estafar a estos actores jóvenes y emergentes. Y … todos con el mismo representante.

-Gregorio Badía, como si lo viera. Vamos a tener que dar la razón a la Guevara. Y ya me jode, no te creas.

-También hablé ayer de ese tema con Jorge.

-¿Has citado a Álvaro para …?

-Sí. Cuando acabe de rodar la campaña, Kevin y Yeray lo traerán aquí. Yeray me ha mandado un mensaje hace un rato que no faltará mucho. Aunque no es indispensable que venga. Bruno ha encontrado cámaras que grabaron todo. Se dejaron abierta la puerta y el vecino tiene cámara en el descansillo. Ilegal, pero la tiene. Y a parte, Álvaro también tiene un sistema de grabación al que no hace mucho caso, pero que funciona. Es uno de esos gastos en el que le hicieron incurrir, y mira por dónde, ahora se les ha venido en contra.

Sonó el teléfono de Javier. Era Patricia.

-Ha llegado Willy Camino. Viene con séquito. Su representante que es el que lleva la voz cantante, no hace más que quejarse y amenazarnos.

-Ahora bajamos. Ofréceles una tila.

-Ya lo he hecho, pero se han enfadado. Yo creo que son más de café.

-¿Qué excusa le has dado para … para citarlo? – preguntó Carmen.

-Pedirle ayuda. Uno de los asaltantes de Álvaro le ha llamado quince veces en los últimos dos días.

-Se van – anunció Patricia. – Van a denunciarnos.

-Entretenlos cinco minutos. – le pidió Javier.

Javier se sonrió.

-Vamos. – le dijo a Carmen. – Sube el telón: vamos a hacer un poco de comedia.

Se los encontraron a la salida del ascensor. Javier directamente se dirigió al actor, obviando tanto al abogado como al representante y a sus ayudantes.

-Soy un gran admirador de su trabajo, D. Guillermo.

Javier le tendía la mano para estrechársela. El actor le miraba sorprendido. No sabía que hacer. Miraba a su representante que se puso en medio.

-Esto se ha acabado. Esto es denigrante, que nos reciba el becario. ¿Cuándo ha salido de la academia? ¿El martes a la tarde?

Javier sonrió.

-En realidad fue un viernes. De hace unos años. No quiero ni pensar cuantos. Me hace viejo.

-Vámonos Willy. Nos están tomando el pelo.

-Sepa que vamos a denunciar a la Unidad por acoso. – anunció el abogado. – Díganselo a sus jefes. Me imagino que no estarán contentos con su forma de actuar.

Javier levantó las cejas.

-¿Acoso? ¿Quién les ha acosado? Hemos llamado al señor Camino a que nos ayude a resolver un caso en el que estamos trabajando. Le hemos pedido que nos ayuden con una investigación. Y para ello nos gustaría que nos respondiera a unas preguntas. Nada más. ¿Eso es acosar? No lo entiendo la verdad.

-Si usted se piensa que esas gestiones se pueden hacer a las doce de la noche …

-El Sr. Camino no estaba durmiendo. No le despertamos ni creo que le molestáramos. Le dejamos elegir el momento para venir a su conveniencia.

El séquito de Willy Camino entró en el ascensor sin más comentario. Javier se los quedó mirando mientras se cerraba las puertas.

-Estos tenía ya el discurso aprendido. Discurso de víctimas. – apuntó Carmen.

-Vamos. – urgió Javier.

Javier y Carmen bajaron corriendo por las escaleras. Cuando el ascensor llegó al vestíbulo, ya estaban ellos allí. Saludaban a Álvaro que acababa de llegar.

-¿Todo bien? – le saludó Javier estrechándole la mano. – Jorge nos comentó antes de anoche que estabas bien físicamente pero afectado.

Willy se quedó pasmado al encontrarse de nuevo a Javier y Carmen y más al ver a Álvaro.

-¿Cómo estás? – preguntó rápidamente – Siento lo de la otra noche. Cuando me lo contaron no me lo creía. Al menos veo que no tienes heridas visibles. Hubiera sido un desastre si no hubieras podido empezar mañana tu publicidad.

Willy ni siquiera miró a los policías. Se acercó a Álvaro y le puso la mano en el hombro. Hizo un amago de abrazarse pero algo en la forma de estar de su amigo le hizo arrepentirse. No parecía muy proclive a ese tipo de cercanía.

-¿Y como lo sabes? – le preguntó Álvaro muy serio.

-Lo sabe todo el mundo. – respondió Willy en tono sorprendido. – Claro que habrás pasado la noche en el hospital … pues me habían dicho que tenías la cara rajada … – fue a ponerle la mano en el mentón para verle la mejilla mejor, pero Álvaro se la apartó de un manotazo.

-No lo sabe nadie. – dijo Álvaro en tono seco y serio. – Y como ves, no tengo la cara rajada. Acabo de terminar la publicidad que tenía contratada.

-Pero si está en la prensa y en internet. Y ese trabajo ¿No era mañana?

-Era mañana si lo hacía Elfo. Y no hay nada en internet y menos en la prensa.

-Claro que lo está. Lo sabe todo el mundo.

-No lo está – dijo rotunda Carmen, interviniendo por primera vez. – No se ha publicado nada respecto a la agresión a Álvaro Cernés hace dos noches. Y menos que sus agresores intentaran marcarle la cara.

-Me lo diría Arón o Ester. Estoy confuso.

-No lo saben – le dijo Álvaro. – Te repito: no lo sabe nadie. Solo la policía.

A Álvaro no le pareció oportuno decirles que los únicos que lo sabían eran Jorge, Carmelo y Martín.

-Vámonos. – dijo el representante que se había dado cuenta que su representado se había columpiado.

Kevin y Yeray se pusieron en medio.

-Creo que será mejor que subas de nuevo Willy. A estas alturas tienes dos formas de hacerlo. Para declarar o detenido. Elige. – Kevin fue contundente en su propuesta. Su cara no era amigable.

-Esto es un abuso – empezó a decir el abogado. – Esto … voy …

Javier ni siquiera miró a nadie que no fuera Willy. El representante fue a decir algo, pero un gesto autoritario de Javier le hizo desistir. Y otro gesto a Yeray hizo que éste diera un paso adelante y se pusiera en frente del actor.

-Guillermo Camino, quedas detenido. – empezó a decir Yeray – Se te acusa de agresión en la persona de Álvaro Cernés, de ejercer la actividad de intermediación financiera sin autorización, por usura, instigación a la prostitución. También se te acusa de asociación con ánimo de delinquir.

-Se te acusa también de propiciar amenazas de muerte en medios digitales en las personas de Daniel Morán y Jorge Rios. – siguió diciendo Kevin. – Por favor, date la vuelta.

-Esto es innecesario. – protestó el abogado.

-Lo dicta el protocolo, que usted conoce como no puede ser de otra forma. – le recordó Carmen.

-¿Y ustedes quienes coño son? Voy a llamar a sus superiores y…

-Mi compañero es el inspector Yeray Losada. Apunte bien el nombre. Yo soy el inspector Kevin Kosquera. El mío también, apúntelo grande. Kosquera con “K” y luego “q”.

Señaló a Carmen.

-Es la comisaria jefa Carmen Polana. Es la subjefa de la Unidad. Y él es el jefe de la Unidad Especial de Investigación el comisario jefe Javier Marcos.

-¿Esto es una cámara oculta? – dijo el represente – Usted no es ese comisario. Si es un crío.

Javier sonrió. Sacó su acreditación y se la mostró.

-No te preocupes que te saco en un momento. – Su representante tomó la iniciativa – Hago un par de llamadas y todos estos se van a cagar. Van a acabar dirigiendo el tráfico en Cornudilla de la Viruela.

Yeray le agarró del brazo para apartarle de Willy.

-Usted no tiene nada que hacer aquí. – le dijo Carmen con voz gélida. – Pepe – llamó a uno de los policías que estaban en la puerta – acompaña a estos señores a la salida.

-Esto es un atropello …

Yeray sin más, agarró al actor y lo metió en el ascensor. Kevin entró con él.

-Te juro que eres hombre muerto – amenazó Willy a Álvaro. – Eres una puta chivata. Eres tan marica y desgraciada como esas divas a las que te juntas. Te vas a arrepentir. Hijo de la gran puta. Estás muerto, hijo de puta.

-Mira por donde ya tenemos a otra víctima de los delitos de prestamista. Gracias Willy. – le dijo Javier sonriendo. – Él no ha sido el que nos ha contado de tus actividades.

-Te lo juro que como sea cierto, no vas a trabajar … – el representante de Willy empezó a amenazar a Álvaro.

-Mira Goyo. – Álvaro se había cansado de poner la otra mejilla – Mejor estás callado. Ya me estás hinchando los cojones. Felisa me ha dicho esta mañana que te dijera que tengas cuidado. La paciencia de muchos se está agotando. Como me vuelvas a amenazar, el siguiente que sube en el ascensor esposado vas a ser tu y tus ayudantes. Y como hayas tenido algo que ver con la agresión de la otra noche, se te van a acabar todos los negocios de golpe.

-No amenaces. Dinos y le detenemos también – le propuso Carmen.

Álvaro y el representante se miraban a la cara con gesto adusto. Álvaro estaba excitado. Respiraba muy rápido y estaba congestionado. Carmen pensó durante un momento que le estaba dando un ataque de ansiedad.

-Te pierden tus amistades. No seré yo pero otro lo hará. Eres hombre muerto.

-Gregorio Badía. Queda detenido por proferir amenazas de muerte. Hay que ser idiota.

Carmen fue hacia él. El hombre le apartó la mano con brusquedad. Intentó agredir a la comisaria. Pero mientras lo intentaba, acabó en el suelo con la rodilla izquierda de la comisaria puesta sobre su espalda y sus muñecas esposadas. Fue una acción rápida y contundente.

-Añadamos el delito de atentado. – dijo Carmen enfadada.

Álvaro se le notaba nervioso. Alterado. Javier se acercó a él y le puso la mano en el hombro mientras le miraba a los ojos.

-Tranquilo. Son unos bocazas. No tienen esa capacidad.

-Si les investigan bien, descubrirán que …

-¿Qué tal si vamos al bar de la esquina y me cuentas con calma? ¿Quieres que llame a alguien para que te acompañe?

-No, no. No quiero molestar a nadie.

El abogado al final había conseguido la libertad condicional de Willy. Éste recogía sus efectos personales antes de salir a la calle por primera vez en dos semanas. Aquella mañana en la que fue con chulería al requerimiento de la policía para declarar sobre su relación con un delincuente detenido la tarde anterior.

Todavía no se había podido acostumbrar a que toda su vida se hubiera derrumbado a su alrededor. Cuando su abogado le contó que no había sido Álvaro el que le había denunciado por los préstamos y la prostitución, se quedó helado. Y cuando le dijo que cinco personas más habían declarado en su contra hasta el momento, se quedó sin habla. Hasta ese momento, estaba seguro que lo tenía todo controlado.

Enseguida empezó a pergeñar un plan para revertir la situación. Esos idiotas que se habían aventurado a hablar de sus actividades se iban a arrepentir. Les iba a destruir. Primero, su prestigio. No iban a encontrar trabajo en el cine o la televisión ni en Perú. Y ya buscaría la fórmula para que todos ellos sufrieran algún que otro accidente. Lo mínimo iba a ser las piernas partidas. El primero iba a ser Álvaro.

Que nadie de su círculo se iba a atrever a hablar, era una creencia firme en su proceder. Su chulería le había podido. Su representante tampoco corrió muy buena suerte. Amenazar de muerte a Álvaro delante de dos comisarios y varios policías más, con cámaras grabando la conversación desde varios ángulos, no había sido una buena idea. Y menos, creerse tan poderoso que podía enfrentarse físicamente a una comisaria jefa sin consecuencias. De ahí, la policía fue tirando y al final, el negocio de prostitución de actores y actrices que tenían montado acabó saliendo a la luz. Era el socio necesario de Willy, que al final, solo hacía las veces de captador.

La venganza estaba en el horizonte de ambos. Y eso iba a suceder. Álvaro tenía los días contados. No podría llegar a Carmelo del Rio y a Jorge Rios, pero a Álvaro sí. Eran los verdaderos culpables de todo. Esos inútiles, chulos, prepotentes.

A la salida de la cárcel, Willy se montó en un taxi que acababa de dejar a otro cliente en la puerta de la prisión. Dio la dirección de su casa. Su cabeza no hacía más que organizar planes para destruir a esos dos y a sus amigos. Nadie iba a querer acercarse a ellos. Les iba a meter a todos el miedo en el cuerpo. Con que a dos de ellos les partieran la cara en condiciones al salir de alguna fiesta, el resto pondría distancia con Carmelo, Jorge, Álvaro y su camarilla. Se iban a encontrar solos.

Miró por la ventanilla del coche. De repente, empezó a preocuparse. No sabía donde estaba. En todo caso no era el camino de su casa.

-Oye tú, creo que te ha equivocado. ¿Estás borracho o eres idiota? Te he dicho que me llevaras a la c/ del Delirio. Eso está en Chamartín… ¡Hijo de puta! Me quieres cobrar el doble.

Después de ese insulto, sintió por primera vez el puño del taxista en el rostro. Intentó volver a decir algo, pero un segundo puñetazo dado sin apenas girarse le convenció para callarse y quedarse quieto. Cinco minutos más tarde, el taxista había parado en un almacén vacío. Le sacó a rastras del coche. Le puso en medio de una sala vacía. Le dio una patada en el estómago para convencerlo de que no hiciera bobadas. Acercó una silla vieja y desvencijada de oficina. De las seis ruedas que tenía en sus mejores tiempos, le quedaban cuatro. Suficientes, pensó el taxista. Levantó a Willy y lo sentó. Luego le ató los brazos y las piernas a la silla.

-¿Te suena? Creo que rodaste aquí tu escena más memorable en el cine.

La voz de ese hombre era muy delicada. Apenas un susurro. Pero solo escucharla, a Willy se le encogieron los testículos y su pene se le hizo muy, muy pequeño.

-A lo mejor fue esta misma silla a la que te ataron. Lo único que yo no soy Diego Martín. Y que las hostias que te voy a dar no van a ser de pega.

Para que no tuviera dudas, le soltó un golpe con el dorso de la mano, que le hizo sangrar de la nariz.

-Apostaría a que eso que sale de tu nariz no es lo que sea que se utilice en los rodajes para simular la sangre. Parece sangre de verdad. – se burló el taxista.

-No tengo dinero. ¿Qué quieres?

-Tenemos un problema. Tú y yo. A ver como lo solucionamos. Te has metido con amigos míos. Les has amenazado de muerte.

-Yo no he sido …

-Tanto da ese que tú. La verdad no me esperaba que fueras un cobarde. Echar la culpa a otros de tus … acciones. Tus compañeros en la trena dicen que no has dejado de contar a todo el que te quisiera oír lo que ibas a hacer con algunos … amigos míos. Si te referías a tu representante, en lo de escurrir el bulto, luego si quieres le vas a ver al hospital. A lo mejor os pueden poner en camas adosadas. ¡Huy! No. Que ahora con eso del covid no se puede compartir habitación … lástima.

El hombre volvió a golpear con el puño la cara del actor.

-Así la próxima vez que actúes sabes mejor lo que se siente cuando te dan de hostias en la cara. Al menos yo no voy a rajártela. Eso suponiendo que vuelva a contratarte nadie. Pero tu plan B, el prostituirte, eso te lo voy a permitir.

-Yo no soy de esos.

Los siguientes puñetazos fueron dados con más ganas si cabe. Willy sangraba ya por la cejas y tenía un corte que le atravesaba la mejilla, seguramente producido por un anillo que llevaba el hombre en su mano izquierda. En su cara se mezclaban la sangre y las lágrimas. Hacía un rato que había empezado a sollozar sin poder controlarlo. Con el siguiente puñetazo, se orinó encima. Cada vez que ese hombre abría la boca, su grado de terror aumentaba exponencialmente.

El hombre se acercó al chico y le cogió la cara con las manos. Puso su boca al lado de su oído izquierdo.

-Mira Willy. Vas a procurar que a mi amigo Álvaro Cernés no le pase nada. Hasta si coge catarro te haré responsable. O si se tuerce un tobillo haciendo footing. Y mejor será que no me entere de que circulan por ahí amenazas contra su persona. O rumores sobre las actividades que le obligaste a realizar para pagarte. Si eso pasa, la próxima vez este anillo que llevo en esta mano, se encargará de rajarte a tiras la piel de tu cuerpo. No te va a reconocer ni tu puta madre.

Willy lloraba desesperado. Estaba aterrado. El hombre levantó la mano para rascarse la oreja. Willy pensó que le iba a golpear de nuevo y gritó desesperado. El hombre se sonrió.

-¿Por qué luego los que vais de chulos por la vida sois unos putos cobardes? Repíteme las instrucciones que te he dado.

Willy entre sollozos le repitió lo de que a Álvaro no le podía pasar nada.

-Si le pasa algo, eres hombre muerto. Y tu novia también. Si es que tienes novia todavía, que lo dudo. Y tu representante también será hombre muerto. Aunque eso ya lo sabe él.

El hombre le dio un par de palmadas en la cara. Le sonrió. Se dio la vuelta y empezó a caminar alejándose.

-Cuida tu alimentación. – le dijo llevándose el dedo a la nariz – Tu mierda no huele muy sana. Creo que tienes problemas de nutrición, seguro.

-¿No me vas a soltar? ¡Eh! ¡¡Eh!!! Cabrón hijo de puta. No me dejes aquí atado. ¡¡Hijo de la gran puta!!!!

Jorge Rios”

Necesito leer tus libros: Capítulo 92.

Capítulo 92.-

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Aritz no estaba convencido de dejar a Javier solo en la Unidad. Solo no iba a estar, había tres inspectores de guardia, a parte de otros miembros del equipo que se estaban encargando de las investigaciones del asalto a la casa de Álvaro Cernés. Pero lo conocía bien y sabía que a veces, que estuviera cerca una de sus personas de su círculo íntimo, le venía bien. Olga estaba lejos, Matías se había vuelto a marchar a Murcia para cerrar el caso que le había ocupado los últimos días, Carmen se había ido a la cama obligada por Javier … seguro que Carmen no sabía que Javier pretendía quedarse toda la noche perfilando el caso de Álvaro.

En eso iba pensando mientras conducía camino de la casa de ese Rubén. El GPS le anunció que había llegado a la dirección que le había dado Javier. No era mala calle y la casa tampoco parecía de gente humilde, más bien de clase media-alta. Si ese joven estaba perdido en sus noches de juerga y su tía decía que había dejado prácticamente su trabajo como diseñador, no le acababa de cuadrar. Su nivel económico no debía ser malo. Dio una vuelta a la manzana para encontrar sitio para aparcar. No tuvo suerte. Al final hizo lo que le había visto hacer a Carmen muchas veces: lo subió en la acera, en una calle perpendicular, puso los rotativos sobre el salpicadero y el cartel de policía.

En el momento en que iba a salir del coche, escuchó un toque de sirena en la calzada, justo detrás de él. Se giró para ver quien era: era una patrulla de la Local. Se abrió la ventanilla del copiloto y una cara sonriente le saludó. Aritz la reconoció enseguida.

-Susana, anda que … tener que encontrarnos aquí hoy …

El conductor del coche de la Local giró para aparcar al lado del coche de Aritz. Susana se bajó y se saludó con Aritz con dos besos.

-Esta es la calle donde vive el chico ese de la agresión de hace unas semanas. Me da que no estás en esta zona por casualidad ¿No?

Aritz sonrió.

-He venido a echar un vistazo a su casa. Ese joven es un misterio. ¿Ha pasado algo?

-Damos algunas vueltas de vez en cuando. Carmen lo pidió a nuestro jefe. Lo hacemos nosotros, los compañeros de Proximidad … Antes ha llamado un vecino que estaba asustado porque había dos personas rondando el portal de ese joven. Dos o tres. Según este vecino, los ha visto desde primera hora de la mañana. En un coche, parados hablando al lado de un árbol echando un cigarrillo … tomando un café en aquella terraza … siempre mirando hacia el edificio. Ha dicho que en una ocasión, con el pretexto de ayudar a una señora con la compra, han entrado en el portal. Aunque han vuelto a salir enseguida.

Aritz puso cara de extrañeza.

-Ya veo que no vienes por eso.

-Venía a echar un vistazo a su casa con tranquilidad. Hay demasiadas cosas que no cuadran y Javier quiere ya algunas respuestas. ¿Habéis visto algo?

-Cuando hemos llegado la primera vez, un coche ha salido nada más llegar nosotros. No es nada raro, quiero decir, un vecino que ha cogido el coche para ir a trabajar, por ejemplo, justo cuando hemos aparecido. Hemos preguntado por la matrícula y no había nada raro relacionado con ese coche.

-Pero … te has quedado con la mosca detrás de la oreja.

-Nos hemos ido, pero al poco hemos vuelto, esta vez con los distintivos apagados. Hemos aparcado y hemos dado un paseo con calma. El coche volvía a estar justo en el mismo sitio del que había salido. No hemos visto a sus ocupantes. El dueño del coche, no vive por esta zona. ¿Sabes de estas veces que no ves a nadie ni nada raro … pero tienes una sensación extraña?

El compañero de Susana se había bajado también del coche. Aritz chocó puño con él.

-Es que lo que dice Susan, lo hemos sentido los dos. – abundó Antonio. – Hemos ido al bar ese dónde les habían visto y nos hemos puesto en la terraza a tomar un refresco. El dueño se había fijado también en esos tipos. No son de los habituales. Parecían pendientes de algún portal de la zona.

-Ha sido una pena que no se ha dado cuenta si han venido en coche. – abundó Susana.

Aritz que estaba acostumbrado a hacer caso a esas sensaciones de ir tanto tiempo junto a Javier, instintivamente se apartó la cazadora para tener su arma más accesible.

-He dicho a la Central que estabas por aquí y que hemos parado para apoyarte. Mandan otro coche que se queda pendiente. Nos sirve de apoyo si quieres que entremos.

-¿Y exactamente que ha dicho ese vecino?

-Que llevaban toda la tarde rondando por la zona. Y que parecía estar observando el portal e incluso miraba la fachada. La casa de ese Rubén da a esta parte. Y el coche en cuestión, está aparcado ahí. – Antonio señaló un Hyundai Tucson de color blanco.

-El vecino se piensa que están estudiando el edificio para entrar a robar a las casas. – apuntó Susana.

Aritz sacó el móvil y llamó a Javier. Le explicó la situación.

-Son Susana y Anto, no son dos recién llegados. Son de confianza.

-Dales recuerdos a los dos. ¿Qué vais a hacer?

-Sería conveniente que alguien eche un vistazo a las cámaras de los alrededores. Viene otra patrulla de la local para cubrirnos las espaldas. Pensaba subir a ver que encontramos.

-Me encargo. Te mando a Tere y a Elías. Al menor atisbo de problemas, pulsa el botón de emergencia. Alerto a la UIP y a los GEO de Jose. Está de guardia él.

-Esperemos que no haga falta. Lo más probable es que no sea nada.

-Tened cuidado. Ya sabes lo que pienso de esos pálpitos de los policías competentes y experimentados. Susan y Anto lo son.

-¿Vamos? – les dijo cuando colgó.

-Mira, ya están los compañeros.

Otro coche de la Local se había situado en la esquina contraria a la que estaban ellos. Hicieron una señal con los faros pero no salieron del coche. Apagaron también los distintivos y se quedaron a la expectativa.

Aritz se palpó los bolsillos en busca de las llaves de la casa de Rubén. Cerró el coche antes de encaminarse los tres hacia el portal.

-Esa cerradura es muy fácil de abrir – comentó Antonio.

Aritz afirmó con la cabeza. Introdujo la llave correspondiente y la puerta se abrió sin problemas. Los tres policías se habían puesto guantes de látex. Aún así, tuvieron cuidado de no tocar demasiado la puerta.

-Puede que todo sea … una tontería.

-Mejor si lo es. Pero si no lo es, no nos pillarán en bragas.

Era un portal amplio y largo. Los ascensores estaban al fondo. Las escaleras estaban justo antes de aquellos pero en frente. La escalera era independiente, no caracoleaba alrededor de los ascensores. Aritz encabezaba la comitiva. Andaba despacio, intentando no hacer ruido. Sus dos compañeros hacían lo mismo. Los tres llevaban su mano dominante sobre el arma.

-¿Tienes la misma sensación que nosotros? – preguntó Susana.

Aritz afirmó con la cabeza. Señaló las escaleras. Le había parecido percibir el rumor de una prenda de ropa al rozarse con la pared.

Empezaron a subir lentamente. Aritz iba primero, luego Susana y para cerrar, iba Antonio. Subían separados por dos metros y pegados a la pared. Antonio había desenfundado su arma.

Cuando llegaron al segundo piso, Aritz se detuvo. Les indicó que se mantuvieran en silencio y que escucharan. Enseguida los tres percibieron lo que les parecieron los pasos de dos personas y de nuevo, el ruido de un impermeable al deslizarse su dueño pegado a la pared. Aritz no se lo pensó, sacó el móvil y pulsó el botón de peligro. Ahora, Tere y Elías sabrían lo que había y Javier estaría alerta. Y llegarían unidades de apoyo de la Ciudadana y de Intervención.

Otros policías hubieran esperado a que llegara esa ayuda, pero ni Aritz ni los agentes de la Policía Local eran de esos. Los tres parecían sentir el mismo pálpito que les hacía tener la certeza de que había prisa por encontrar a esos asaltantes.

A mitad del tramo de escaleras entre el segundo y el tercero, Susana le puso a Aritz la mano en la espalda para que se parara y volviera a escuchar. Alguien estaba llamando al timbre de una casa. La mujer entendió lo que pretendían.

-¡¡¡¡Policía!!!! ¡¡¡¡Policía Local y Nacional!!!! Que nadie abra las puertas de casa. Repito, que nadie abra las puertas de casa. ¡Apártense de la puerta! ¡Repito: apártense de la puerta! Les habla la Policía.

Aritz aceleró el ritmo de subida, sin descuidar la seguridad.

-¡¡¡Policía!!!

-¡¡¡¡Les habla la Policía!!!! ¡¡Por favor, que nadie abra las puertas de casa!!!

-¡¡¡¡Policía!!!! ¡¡Apártense de la puerta!!

Antonio había llamado a sus compañeros por su sistema de comunicación para que se pusieran delante del portal con las luces encendidas. Enseguida vieron el reflejo de los rotatorios que se colaba por el cristal de la puerta del portal. Cualquiera de lo vecinos que se asomara a la ventana, vería el coche. Y al menos, en los pisos bajos, el reflejo de los rotativos anunciarían su presencia. Pudieron escuchar también a otras patrullas acercándose.

-¡¡¡Les habla la Policía!!! ¡¡¡Qué nadie abra las puertas!!! ¡¡Apártense de la puerta!!

Pudieron escuchar un puño golpeando con rudeza una puerta. Aritz echó a correr escaleras arriba. Susana y Antonio le seguían, ahora ya los tres con sus armas empuñadas. Pudieron escuchar a otros compañeros entrando en el portal. El teléfono de Aritz sonó en silencio.

-¿Dónde?

-Tercero y subiendo. Te dejo las llaves de la casa de Rubén. 3ºF. Seguimos subiendo. Hay alguien. Están intentando que los vecinos les abran la puerta.

-¡¡¡Policía!!! ¡¡¡Deténgase!!! ¡¡¡No tienen salida!!!! – gritó Susana.

-¡¡¡Policía!!!! – gritó su compañero.

Se escuchó un disparo. Ninguno de los tres se paró ni se cubrió. Sabían que los que fueran estaban intentando entrar en una casa para tener rehenes. Era su única escapatoria.

Se escuchó otro disparo.

-Sexto piso. – gritó Antonio. Había visto el reflejo del choque de la bala contra la cerradura.

-¡¡Alto!!

-¡Suben los GEO! – le indicó Teresa a Aritz por el móvil.

Pero Aritz no se detuvo. Los tres escuchaban claramente como esos hombres cargaban con el cuerpo contra la puerta. Los tres echaron a correr escaleras arriba. Estaban en el último tramo de escaleras y uno de los hombres se giró y disparó contra ellos. Uno, dos, tres, cuatro disparos. Aritz se resbaló al pisar algo de líquido que se había vertido en un escalón y estuvo a punto de caer. A pocos centímetros de su cabeza, en la pared, se estrelló una de las balas que había disparado ese hombre. Susana no se lo pensó y disparó ella a su vez. El otro hombre hizo el gesto de girarse con un arma en la mano, pero uno de los disparos de la mujer le dio. Antonio disparó a su vez y dio al otro hombre. Aritz se incorporó y anduvo con el arma empuñada con las dos manos, con el cuerpo en tensión y agachado.

-¡¡¡Arma!!! – gritó Antonio.

Aritz también había escuchado el ruido al amartillar una automática, se giró hacia el sonido y disparó. Fueron los tres hechos casi en el momento: el aviso de Antonio y Aritz girando y disparando. Escucharon un gemido. Aritz siguió hacia arriba con Susana pisándole los talones. Antonio se quedó en el descansillo del sexto para indicarles a los compañeros que ya estaban allí. Los GEO se ocuparon de desarmar a los dos individuos y de registrarlos en profundidad. Aritz alcanzó al tercero que yacía en un pequeño rellano que había entre pisos. Apartó la pistola que todavía tenía a mano y le registró someramente. Le sacó otra pistola que llevaba en una pierna y una navaja de dimensiones interesantes que llevaba en la espalda.

-Quítale los zapatos y ten cuidado, no vaya a tener sorpresas. – le indicó Aritz a Susana.

-Las tiene.

Susana le mostró el zapato que tenía una especie de pincho en la puntera y en el tacón.

-¿Estáis bien?

Jose Oliver, el jefe de los GEO acababa de llegar a su altura con dos de sus agentes.

-Clara, Miri ¿Os ocupáis de éste?

-Desde luego, jefe.

-¿Estáis bien? No me habéis contestado.

Aritz estaba sentado unos escalones más arriba. Estaba frotándose la rodilla de la pierna con la que había parado el golpe al resbalarse. Hasta ese momento no había notado el dolor.

-Se ha resbalado – le explicó Susana a Jose.

-Menos mal que aquí nuestra amiga, estaba al loro y se ha cargado a uno de los de abajo. Y Anto al otro. Si no, no lo cuento. – el policía miraba agradecido a Susan y Anto que hicieron un gesto para quitarle importancia.

Aritz se apartó para dejar pasar al resto del equipo de los GEO que iba a recorrer todo el edificio para asegurarse de que todo estaba bien en cada vivienda.

-¡Policía! ¡Abran la puerta!. Queremos comprobar que todo está bien.

Varios agentes de la Unidad de Proximidad subían detrás para tomar declaración a cada vecino y revisar que todo estuviera en orden.

Tere llegó dónde Aritz y lo primero que hizo fue abrazarlo. Aritz le agradeció el gesto besándola en la mejilla.

-Cuando he escuchado los disparos se me han puesto de corbata – dijo Tere. – Casi pierdo las llaves de la casa de Rubén.

-¿Han entrado?

-No. Casi. Estaba la “llave maestra” en la cerradura. Les habéis pillado justo a tiempo.

-De todas formas el piso huele todavía a pota de borracho que echa para atrás. – apuntó Elías que le tendió el puño a Aritz para saludarlo.

-Habrá que echar un vistazo – dijo Aritz.

-Nos encargamos Elías y yo – le dijo Tere – Tú te vas a que te miren esa rodilla. Menos mal que haces caso a Javier y llevas el chaleco. ¿Ya les has dicho que se vengan con nosotros? No se pierden ningún fregao de los nuestros.

Tere se refería a los agentes de la Local. Susana se abrazó a Tere y lo mismo hizo Antonio. Al igual que Aritz, se conocían de hacía tiempo.

-Éste es Elías, uno de los dóberman famosos de Pati. – presentó Tere.

-Tenía ganas de ponerte cara – le dijo Antonio.

-Y yo a ti. Hemos hablado tantas veces …

-Anda, dejad las relaciones sociales y quitaros de en medio – les recriminó sonriendo José Oliver – Javier me deja de jefe supremo. Tiene lío en la Unidad. Así que a la puta calle.

-Jefe, no contestan en este piso. El de los disparos. Han atravesado la puerta.

-Seguid intentando. Dile a Juan que suba la cámara. Cabe por ese agujero. Comprobemos que todo está bien.

-Bajamos en ascensor – propuso Susana – abajo te espera una ambulancia. Me lo acaban de anunciar.

-No hace falta.

-Que te la miren y te pongan al menos algo de hielo – le reconvino Teresa – Yo me encargo de echar un vistazo a la casa de Rubén. Si es necesario llamo a Jorge para que venga a ayudar. Él la conoce mejor.

-Alguien tendrá que ir con estos al hospital.

-Quiñones se encarga. Javier no suelta el teléfono. Llámale cuando estés abajo.

-Mira, el jefe. – dijo Aritz mostrándoles la pantalla de su móvil donde aparecía su nombre. – Javitxu, ondo nago, ez kezkatu. Eskaileretan zerbaiten gainean irristatu eta belauna jo nuen. (Javitxu, estoy bien, no te preocupes. Me resbalé con algo en las escaleras y me golpeé la rodilla.)

-Ziur? Zoaz ospitalera zu begiratzera. Erregutzen dizut, mesedez. (¿Seguro? Vete al hospital que te miren. Te lo pido, por favor.)

-Handik deituko dizut, ez kezkatu. eta ez duzu joan beharrik, ezagutzen zaitut. (Te llamo desde allí, no te preocupes. Y no hace falta que vayas, que te conozco.)

-Ikusiko dugu horretaz. uzten zaitut. Tere Rubénen etxea zaintzen du. (Eso ya lo veremos. Te dejo. Tere se ocupa de la casa de Rubén.)

-Juan, mira esa es la puerta. No contestan. No vaya a ser que los disparos le hayan dado. – dijo Jose Oliver al compañero que se acababa de incorporar.

-Meto la cámara y lo miramos en un momento.

Javier nada más colgar a Aritz, llamó a la unidad que estaba de guardia en el hospital cuidando de Rubén.

-Atentos. Que nadie entre a verlo sin identificarse. Han intentado asaltar su casa hace unos segundos. Tres personas. Han caído heridas.

-Estamos en alerta. Tranquilo. Hay personal nuevo.

-Pues uno que se dedique a sacarles fotos. A todos. Y nos las mandáis. ¿Casualmente hoy llega personal nuevo? Que no entre nadie. Os mando refuerzos.

Javier empezó a escribir instrucciones en su móvil. Una unidad de Intervención se dirigía ya hacia el hospital.

-Javier, ha llegado Rodrigo Encinar. ¿Quieres que les diga a Ramón y Pedro? – Patricia había entrado como una exhalación en su despacho. Se lo quedó mirando con muda pregunta.

-Si, por favor. De todas formas voy a saludarlo. Luego me uno a ellos. Y no te preocupes, Aritz y Susana y Anto están bien. Aritz se ha resbalado y se ha hecho daño en la rodilla. Pero el tropiezo le ha salvado la vida. Me dice Jose que al caer, una de los disparos de esos ha dado en la pared a su altura.

-¡Joder!

-Él no parece consciente de ese detalle. Jose porque estaba un par de pisos abajo y lo ha vislumbrado.

-Sube en el ascensor – le contestó Patricia a su muda pregunta sobre la visita que esperaban.

Javier salió de su despacho y fue con paso decidido hacía allí.

Cuando se abrió el ascensor, enseguida reconoció al actor. Era cierto lo que le había dicho Jorge: había trabajado mucho con Carmelo. Se encaminó decidido a su encuentro. Él también pareció reconocerlo porque sonrió.

-Te vi una vez con Carmelo. Luego me dijo que eras el jefe de la Unidad.

-Encantado Rodrigo. Mira – Pedro y Ramón se había acercado a ellos – te presento a mis compañeros. Ellos van a charlar contigo. Luego me uno a vosotros. Ha surgido un problema y tengo que ocuparme.

-¿Grave? ¿Es sobre Álvaro?

-No, tranquilo. Álvaro está bien en su casa antigua. Están dos compañeros nuestros con él. No le van a dejar en toda la noche. Y se van a ocupar de que mañana acabe su publicidad sin ningún contratiempo.

Rodrigo pareció relajarse. Al escuchar a Javier, se había asustado. Y por el gesto serio del personal que estaba trabajando y su actividad frenética, parecía que el problema era grave.

-Tranquilo, Rodrigo. Los policías somos muy intensos. No ha habido muertos y hemos frustrado a los malos. ¿Qué tal el viaje?

-Como ahora los aviones van medio vacíos, al menos puedes estirar las piernas. Bien. Sin problemas. ¿Álvaro me aseguras que está bien? No me he atrevido a llamarlo por no meter la pata. Estoy muy sensible con todo esto. Menos mal que me he enterado al acabar la función.

-Mejor no le llames hasta mañana. No quiero que nadie se entere de que estás aquí.

-Nadie lo sabe. El viaje ya estaba programado así. Algún compañero tenía que rodar por la mañana a primera hora. Y yo tengo reunión para hablar de mi papel en Tirso. Me llamó el otro día Carmelo. La reunión no es con él, es con Rodrigo el director, la directora de producción y mi representante.

-Me alegro que estés en ese proyecto. Pasa por aquí.

Javier estaba guiando al actor hacia su despacho. Pero Ramón le detuvo.

-Usamos mejor la sala pequeña de reuniones – propuso Pedro. – Tú vas a necesitar tu despacho. Y no pasa nada si te echas una cabezada en el sofá. Nosotros nos ocupamos.

-Te dejo entonces con mis compañeros – dijo Javier.

-Sin problema.

Javier observó a sus compañeros llegar a la sala de reuniones e ir bajando todas las persianas. Ramón cerró entonces la puerta no sin antes guiñarle el ojo al comisario. Le sacó de sus meditaciones la enésima llamada de la noche:

-Javier, tenemos malas noticias – era Jose Oliver – en el piso que no contestaba, hemos metido la cámara. Hemos visto el cuerpo de un hombre. Hemos abierto la puerta pero no se ha podido hacer nada. El disparo le ha atravesado el cerebro.

-Joder. Vale. ¿Quieres que vaya?

-Tranquilo, me ocupo de todo. Acaba de llegar Raúl.

-Que se ocupe de la familia de ese hombre.

Javier se sentó un momento en su despacho. Esa última noticia le había tocado el alma. No había preguntado por como era la víctima. Debería interesarse por ella. Volvió a sonar su móvil.

-Dime Fernando. ¿No librabas hoy?

-He recibido un mensaje de SOS. Creo que es de uno de los músicos de Burgos.

-¡No me jodas!

-Acabo de recibir otro, espera que lo lea… “Por favor, ayuda”.

-Mándame el número. Le digo a Bruno que lo localice.

-Ya está. He llamado a Aitor. Está en una finca de Vecinilla, un pueblo cercano a Concejo.

-Vete para allá. No vayas solo. Mándame de todas formas la ubicación para tenerte controlado.

-He llamado a Raúl. Helga está en la casa de Jorge de Madrid … va a sustituir a Efrén.

-Raúl no va a poder ser. Ha habido una desgracia y se va a ocupar de la familia de una víctima.

-¿Tiene que ver con Aritz? Algo me ha llegado.

-Sí, lo tiene que ver todo.

-¿Aritz está bien?

-Está magullado. Pero está vivo. El resbalón le costará la rodilla fastidiada unos días pero le ha salvado la vida. Le ha librado de un disparo en la cabeza. No se lo digas ¿eh?

-¡Joder! Tranqui. No tenemos mucha confianza.

-Hablo con el Comandante Garrido para que os mande apoyo. Le doy tu teléfono.

-No hace falta. Ya nos conocemos. A lo mejor es una broma

-O a lo mejor es una trampa. Tenlo presente.

-No lo había pensado.

-Me vas contando. Llama tu a Helga. Tengo la noche muy agitada.

Iba a colgar, pero no pudo evitar una última recomendación:

-Así que al loro esta noche. No quiero más sustos. ¡¡Espera!! Me acaba de mandar Jorge una foto.

Javier se quitó el teléfono de la oreja. Pinchó el mensaje para verla mejor. Abrió mucho los ojos.

-No hagas nada de momento – le dijo a Fernando. – Espera que te llame. Bueno sí, mándame la ubicación de ese móvil.

Tere entró con cautela en la casa de Rubén. Su compañero Elías había definido con acierto el olor que se sentía al entrar. Parecía mentira que un vómito de borracho de hacía ya semanas, pudiera seguir oliendo así. Quizás la falta de ventilación había ayudado. O que la pota fuera más reciente, en cuyo caso, habría que buscar a quién correspondía.

Encendió las luces de la casa. No parecía especialmente desordenada, aunque tampoco parecía lo contrario. Echó un vistazo general y vio en la cocina, sobre la mesa, un pescado que pudiera ser el origen del olor nauseabundo que había en el piso. Lo habría sacado del congelador para que se descongelara. Y ahí se quedó. Eso no cuadraría con las últimas teorías que tenían al respecto de la agresión de Rubén, porque supondría un indicio de que esperaba volver a la casa. A no ser que alguien más tuviera llaves y que a veces se alojara allí. El pescado pudriéndose, de todas formas, no explicaba por si solo el olor de la casa. En una esquina vio un charco de vómito. Y no le pareció que fuera de hacía dos meses. Con suerte de hacía un par de días. Se alejó de ese rincón: no soportaría olerlo de cerca.

La inspectora escuchó un suave toque con los nudillos en la puerta. Fue decidida a abrir. Era Elías que se había entretenido un momento con una petición de Patricia. Nada más entrar, se llevó la mano a la nariz y la boca a la vez que le daba una arcada.

-Si no te importa, abro un momento una ventana. Este olor me repatea. No puedo con él.

-Abre un par de ellas para que haya corriente. No creo que yo aguante mucho sin empezar a tener arcadas. No me gustaría acabar la noche limpiando mi propio vómito.

Elías se encargó de las ventanas mientras Tere seguía parada en medio del salón. Miraba desde esa posición toda la casa. Quería hacerse una idea. Esa manera de proceder se la había copiado a Javier. No sentía las mismas cosas que él, pero era una forma de grabarse en la cabeza como encontró el escenario. Y también le servía para imaginarse las últimas horas de las persona que vivían en el sitio que tocara.

Esa casa le generaba ideas contradictorias. No era lo que se esperaba de alguien que sale de casa pensando en volver en unas horas, ni tampoco de la opción contraria. No habían determinado todavía a qué hora había salido Rubén de casa el día de la agresión. Las cámaras de los alrededores no estaban bien situadas para seguir el rastro de cualquiera que viviera en ese edificio. Chascó la lengua molesta, porque no se quitaba la idea de que había dos personas involucradas. Jorge no había dicho nada de que pudiera vivir nadie con Rubén. ¿No coincidiría o había decidido guardarse esa información? Había que pensar que si había acompañado a Rubén en estado de completa embriaguez su atención estaría centrada en ello. No debía haber sido fácil, ni aún teniendo la fuerza que todos decían que tenía, y que a Tere le parecía una exageración, manejar a Rubén, desnudarlo, bañarlo y meterlo en la cama. Y más si iba vomitando por las esquinas. A todos los efectos, cualquier persona era un peso muerto en esas circunstancias.

Elías miraba a su compañera con paciencia. Después de abrir las ventanas se había sentado en una silla con ruedas que había frente al escritorio en el que estaba instalado un ordenador. Parecía el rincón de trabajo del dueño de la casa. Abrió algunos cajones y vio que estaban casi todos llenos de papeles. No los tocó. Sabía que a Tere le gustaba revisarlos a ella misma con tranquilidad.

-Deberías empezar por estos cajones, Tere. – cuando habló Elías acababa de cerrar el último de ellos.

-Echa un vistazo a las habitaciones. Intenta sacar fotos de todo. Con detalle. No dejes ningún ángulo sin sacar. Me da que nos vamos a tener que ir enseguida. La noche está movidita. No dejan de llegar mensajes anunciando movidas.

Tere ocupó el lugar de Elías en la silla y empezó a abrir los cajones. Arrugó la frente al sacar el primer montón de documentos. Cuando Elías le había dicho que los cajones estaban llenos de papeles, pensó en que estarían relacionados con el supuesto trabajo de Rubén como diseñador gráfico. De repente se le ocurrió una cosa.

-¿Has visto por algún lado un ordenador potente con una impresora profesional, un plóter o una de esas tabletas para dibujar? Un panel como los que tenemos en la Unidad para ir poniendo toda la información de los casos … algo que sea característico de un rincón para trabajar. Algo profesional.

Elías asomó la cabeza por la puerta del cuarto que estaba fotografiando.

-No lo hay. A no ser que esté en un cuarto secreto. Eso debería ocupar bastante. En uno de los dormitorios hay una tablet, pero tamaño normal. Ahora la enciendo por ver que software tiene instalado. Enciende el ordenador de la mesa y miramos lo mismo.

Tere negaba con la cabeza.

-Si encuentras llaves de otro sitio, casa, almacén, trastero, cógelas.

-Miro en los cajones. En esos no había nada – Elías señaló los que estaba mirando Tere. – Mira en esos cubiletes de encima de la mesa, que no he mirado yo.

Tere se medio incorporó y los miró, incluso alguno que tenía un montón de cosas los volcó al lado del ordenador, pero no vio nada parecido. En uno de ellos vio un pendrive de Coca-Cola. Sacó una bolsa de pruebas y lo metió en ella.

-Si encuentras pendrives, los metes en bolsas y nos los llevamos.

-Esta tablet no tiene software de diseño gráfico. Ni programas de dibujo, a parte del Paint.

-El ordenador tarda en iniciarse. Mete la tablet y nos la llevamos. ¿Tenía contraseña?

-Sí. “Dilan”.

-Eso parece un homenaje más que una contraseña.

-Eso he pensado yo – dijo sonriendo Elías. – No tenemos muchas bolsas de pruebas.

-Dile al comisario Oliver. Seguro que llevan en su equipo.

-Sería mejor que nos lo lleváramos todo. El ordenador incluido.

-Pídele un par de cajas. Hay muchos papeles. Parecen contratos. Firmados por Gabriel Ríos.

-¿El hermano de Jorge?

-Coño, seré boba. Tanto llamarlo Gaby … que boba.

-¿Contratos de qué? – Elías se había acercado a ella.

-De relatos de Jorge. No los cobraban mal. Para no ser un profesional. Es de mucho antes de que publicara su primera novela. Sería poco más que un adolescente.

-Mira la última cláusula de ese contrato . Los cobra bien porque se supone que los van a publicar. Al menos da ese permiso. Esos que tienes ahí, son para trabajos de clase. Esos son baratillos.

-Me pregunto si antes de vender estos relatos o novelas, he visto al menos dos, Jorge las registraría.

-Eso, pregunta a Jorge.

-De momento Javier no quiere que comentemos al escritor nada de esto ni de lo que ha descubierto Olga en Estados Unidos. Mira, el libro de los relatos de Jorge del que nos ha hablado Olga. Hay un post-it que dice “relatos de Jorge Rios”. Tenemos que encontrar los contratos de los relatos de este libro.

-Lo que me alucina es el autor: JR.

-Bonifacio Campero quiso de alguna manera que se le reconociera a Jorge la autoría. Un homenaje – dijo con mucho humor, recordando lo de la contraseña de la tablet.

Llamaron a la puerta. Tere se levantó para abrir. Era Jose Oliver.

-Tere, Elías, sería mejor que dejarais esto para otro momento. El vecino al que llamaban esos malnacidos, está muerto. Acabamos de abrir la puerta.

-¡Mierda! ¿Te importa mandar a alguien con algunas bolsas de pruebas y un par de cajas? Guardamos lo que tenemos entre manos para llevárnoslo y somos todo tuyos.

-En nada sube Miri. Que os lo recojan ellos y que hagan la cadena de custodia a la Unidad y al laboratorio. Les explicáis lo que queréis llevaros. Vosotros vais al piso de ese pobre hombre. Raúl está hablando con los vecinos. No encontramos documentación de ese individuo. No sabemos quien es, salvo por el nombre que pone el buzón.

-De acuerdo. Eso es raro ¿no? – comentó Teresa.

-Hablando de eso. ¿Has visto por ahí la documentación de Rubén? – preguntó Elías a Tere cuando el comisario se fue.

Ésta negó con la cabeza. Hizo un gesto de extrañeza.

-Solo llevaba la tarjeta sanitaria en la cartera. Tampoco he visto dinero ni tarjetas de crédito. Y tenía al menos cuatro. Una Master, una Visa electrón y dos Visas clásicas, una de ellas Oro.

Volvieron a tocar en la puerta. Esta vez fue a abrir Elías.

-¿Qué os guardamos? Certifico la cadena de custodia, si te parece Tere. Os lo llevamos a la Unidad para que Patricia se haga cargo. Y lo que sea del Laboratorio, lo llevamos allí.

-Claro. Sería una gran ayuda. Mira, nos llevamos el ordenador. Esas cosas que tiene ahí Elías embolsadas y los papeles de estos cajones. Y si veis algo que pueda ser interesante, lo incluís también.

-Y si no te importa, toma muestras de ese vómito y de ese otro. – le indicó Elías.

-Y el pescado de la cocina. No me creo que sea de hace dos meses.

-Esta pota son dos distintas – Tomás, el compañero de Miri se había agachado a coger muestras.

-Pues toma varias. Fotografía de dónde las coges.

-Acabamos nosotros. Hacemos fotografías de todo. El jefe Oliver quiere que subáis rápido. Quiere que habléis con dos vecinos, a parte de echar un vistazo al piso de ese hombre. Es otro misterio en sí mismo. Raúl se ha ido a buscar a un tipo que algunos han visto a veces con ese hombre.

-¿Por?

-Nadie sabe en el edificio ni como se llama. No se trataba con nadie. Y no hemos encontrado documentación.

Tere miraba la pantalla de su teléfono.

-Y Fernando ha recibido un mensaje pidiendo socorro. De uno de esos músicos. Menuda noche nos espera.

-No os olvidéis de cerrar las ventanas y la puerta. – pidió Elías a Miri.

-¿La sellamos?

Tere se quedó pensativa.

-Sí. Me imagino que eso disuadirá a algunos de venir a investigar por su cuenta. Elías, vamos. Subamos a ver ese nuevo escenario.

Jorge Rios.”