Capítulo 96.-
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“Jorge, cuando Carmen y Sergio partieron hacia Madrid en uno de los coches, sacó su portátil de su bandolera y se puso a escribir. Dudaba del tiempo que iba a tardar en aparecer la madre de Sergio.
Había aprovechado el viaje para repasar algunas de las cosas que escribió en la época de Nati Guevara. Esa especie de Episodios Nacionales como llamaba a veces con mucha guasa a los relatos que escribía describiendo algunos lances de su vida. Pero no había encontrado la mayor parte de esos relatos. Por ejemplo, el de aquella discusión que tuvo con ella a raíz de lo sucedido en aquel rodaje, y la que tuvo cuando Carmelo la vetó en otra película, fueron intensas y duras. Ahora no esperaba otra cosa.
Se desesperó por ello. Le hubiera gustado recordar esas entrevistas con precisión. Había algunas cosas que no acababa de centrar en su memoria.
Nati Guevara siempre había sido una persona manipuladora. Una persona con un amor superlativo al poder y al triunfo. Siempre había sido ella la primera en su lista de preocupaciones. También la segunda, la tercera … de hecho, Jorge siempre había pensando que en esa lista no había nadie más. En aquella época no había sabido que estaba casada, mucho menos que tuviera hijos. Lo había guardado en secreto. Carmelo parecía que sí conocía al menos que estaba casada. Pero él no fue consciente de ese hecho. Y desde luego, lo de sus hijos, lo había llevado con suma discreción.
Ese día, parecía que no tocaba tampoco conocer a su marido, porque el Sr. Plaza al parecer estaba fuera de España. A Jorge le resultaba divertido que en una época de restricciones en los viajes a causa de la pandemia, los que interesaba que estuvieran quietos, estaban más entretenidos que nunca paseándose por el mundo. En ese gremio también incluía a Cape. Era curioso lo rápido que había cambiado de parecer respecto a su amigo. Ahora veía todas sus acciones desde un punto de vista crítico. Hasta hacía apenas unas semanas, todo lo miraba desde el apoyo completo a sus decisiones y opiniones.
Jorge dejó un rato de escribir. Sacó el móvil y llamó a Carmelo. Desde un par de mensajes que le había enviado casi al salir de Madrid, no había sabido nada de él. Y le preocupaba. No había medido adecuadamente los secretos del pasado que podían salir en la reunión con Sergio Romeva. Muchas de esos episodios que habían salido a relucir, como la paliza esa que le dieron o la película que estaba rodando y que hubo que cambiar completamente la historia para adaptarla al estado físico de Carmelo … no había caído hasta esa mañana que Carmelo nunca hablaba de esa película, mucho menos de ese rodaje. Posiblemente porque le resultara doloroso. La ignoraba completamente. Y no podría alegar, en caso de preguntarle la razón, que no se acordaba, porque estuvo dos años recibiendo premios por ella. La película acabó en el festival de Cannes y allí ganó el premio a la mejor película y al mejor actor, el propio Carmelo. Estuvo muchos días en el Festival concediendo un ciento de entrevistas. Recogió su premio. Y fue a recoger casi todos los que siguieron a ese, como siempre hacía, aunque fuera en un aparente festival de cine en un pueblo con apenas habitantes.
Pero posiblemente en este caso, Carmelo viviera de lo que le contaban sus amigos y allegados. Posiblemente Sergio Romeva tuviera mucho que ver contándole lo que sabía que no podía hacerle daño. Y se guardaba las cosas que podían afectarle. Carmelo parecía un hombre decidido, que controlaba el escenario de la vida que llevaba. En realidad, era un hombre vulnerable, con muchos episodios en su pasado que le hacían débil. Episodios unos, olvidados por aquella famosa terapia del olvido, que nadie aseguraba conocer, y los posteriores, por decisión propia de Carmelo, con la ayuda de las drogas que se metía en aquel entonces.
Marcó cuatro veces el teléfono de Carmelo, pero en ninguna obtuvo respuesta. Le mandó un par de mensajes, bromeando … tampoco recibió respuesta. Iba a llamar a Flor, que sabía que se había quedado a cargo de la escolta de su rubito, pero una mujer bien vestida y con aires de Reina madre, entraba en ese momento en el bar. Era claro que el telón de esa obra de teatro estaba a punto de levantarse.
Jorge reconoció al instante que por Nati Guevara no había pasado el tiempo. Era la misma que recordaba perfectamente en su última discusión justo antes de que anunciara su retiro de la actuación, según ella para cuidar a su familia. Era gracioso que se retirara cuando sus tres hijos ya no eran unos bebés. Sergio tendría siete años o así. La mayor tendría casi quince. Pero después del veto de Carmelo, y la batalla que se desarrolló después, no le dejó otra opción. Quedó muy claro que toda la industria se puso en su contra. Que en esa película, nadie, ni técnicos ni el resto del elenco, ni siquiera el director, la apoyaron. Intentó que el productor diera un golpe en la mesa y echara a Carmelo y lo cambiara por Biel. Otra vez Biel, gracias a su amistad con su madre. Pero el productor, muy a su pesar porque se decía que tenía un rollo con la Guevara, miró su bolsillo y decidió que su apuesta era Carmelo. Muchos de los técnicos que había podido contratar, de trabajar la Guevara en la película a no hacerlo, era un 50% de ahorro en sus sueldos.
Su reacción, a parte de retirarse, fue echar la culpa de todo a Jorge.
-No pensé que volvería a verte en la vida.
Jorge la miró sin levantarse.
-Yo en cambio estoy encantado, Nati. Sigues siendo una mujer elegante y atractiva. De tu inteligencia no digo nada, siempre ha sido evidente.
-Vienes a inmiscuirte en mi vida de nuevo.
Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto con la mano para que se sentara en la silla de enfrente.
-No tengo ninguna intención de hacer eso que dices. Tu vida es tu vida. Siempre lo ha sido. Nunca me he inmiscuido en ella. He opinado distinto a ti, cuando no estaba de acuerdo. Cada uno lleva su vida como quiere o como puede. Estoy seguro que tú la llevas como quieres. Siempre has sido una mujer decidida.
-¿Como está ese niñato por el que siempre has sacado la cara? ¿Ya te lo follabas en aquella época?
Jorge se sonrió.
-Te propongo una cosa, Nati. Nos conocemos. Vamos a ahorrarnos todas esas puyas infantiles para ofender al otro. Yo sé que no te ofendes por nada, y tú sabes que yo tampoco lo hago. Puedes insultarme, decir que soy un tal y un cual … no lo piensas. Solo lo usas como arma arrojadiza. Y respecto a ese comentario que has hecho, sabes perfectamente que nunca pasó eso.
La forma de mirar de Nati Guevara a Jorge cambió. Se relajó un poco. Ya no era tan dura, tan agresiva como al llegar.
-Ya veo que has dejado las drogas. Estás mucho más lúcido que la última vez. – el tono empleado por Nati fue moderado, incluso agradable.
-No tenemos el mismo recuerdo de nuestra última charla. Me imagino que es solo un problema de puntos de vista.
-Me jodiste todo lo que pudiste. Lanzaste a Carmelo en mi contra. Dábamos muy bien en pantalla los dos. Esa película podía haber sido nuestra consagración.
El camarero se acercó para tomarles nota. Jorge decidió cambiar y pedirse una limonada. La Guevara se pidió un Martini con gotas de Campari.
-Es verdad. En pantalla teníais química. En la vida real no. Te empeñaste en hacerle la vida imposible. En querer estar por encima de él. Era una tontería. Él tenía una carrera y tú otra. Si hubierais competido por los mismos papeles, podría haberlo entendido. Pero no era el caso. No tenías que competir con él. Pero querías ser la más famosa de todos los actores y actrices. Tener un estatus superior al resto. Y ahora, en cambio, procuras que nadie te reconozca ni te recuerde. Y en los rodajes de ahora, diez años después de retirarte, siguen poniéndote de ejemplo de persona tóxica en un rodaje.
-Carmelo no tiene buena fama que digamos. A ver si ahora resulta que tu novio es un dechado de amabilidad. ¿O te crees que en muchos de aquellos rodajes la gente no acababa hasta los huevos de él? Le salvaba que era un genio que se ponía en su posición y hacía las tomas a la primera. A ver si te crees que trabajar con él entonces era algo con lo que soñara toda la profesión. Muchas de esas peleas que se le atribuyen con compañeros, eran montajes de los productores. Pero otras no. Tu viste algunas. Estabas a mi lado. Y tu sabes perfectamente que tenía un grave problema con las drogas y la bebida. Por no hablar del sexo.
-Podías haber tenido una carrera larga. ¿Quién te aconsejó tan mal? ¿Quién era tu representante? ¡Ay coño! Goyo Badía. Ahora lo entiendo todo.
Podría haber sonado a una treta dramática, pero no había sido tal. Jorge se acababa de acordar de verdad de quién representaba a la Guevara.
-Luchaba por mi. De no ser por él …
-De no ser por él, seguirías trabajando. Y con grandes papeles. Serías una de las grandes actrices de Europa. Porque hablas francés e inglés. Y apenas trabajaste en Francia, por ejemplo. Otros representantes te hubieran abierto esas puertas. Él solo te aconsejó que te convirtieras en una diva. Que fueras insufrible. Lo mismo hace ahora. Sigue la misma táctica con sus clientes de ahora. Se piensa que todo el mundo asocia ser un chulo con ser un Dios de la actuación. Las cosas de todas formas hubieran sido distintas de haber sabido en aquella época como era el despreciable Gregorio Badía.
-Tampoco quería yo. No … Guillermo, mi hijo mediano … estuvo … no fue fácil … era un niño muy enfermizo.
-Quería a su madre. Y nunca estaba. ¿No? Nunca los trajiste a Madrid. De hecho, no he sabido que tenías hijos hasta hace nada.
La Guevara afirmó lentamente con la cabeza.
-Imagina si me voy a Francia. Mira, mi carrera fue todo un papel. Permanentemente actuando. No quería eso para mis hijos. No quería que sufrieran por las acciones de su madre. Soy consciente de que caía mal a mucha gente. Así que los mantuve en Salamanca. Sergio no creo que se acuerde siquiera que fui actriz.
-Se ha enterado hace un rato, de hecho.
-Está bien saberlo. Así sé por dónde me van a venir los dardos.
-Lo que decías de tu carrera antes, de no trabajar en Francia por no alejarte de tus hijos, que más da, Cádiz que París. Las distancias, medidas en tiempo, son las mismas. Lo que pasa es que Goyo no está preparado para eso. De hecho, si no me equivoco, ninguno de sus representados trabaja fuera de España. Y lleva muy mal a sus actores. Todo son negocios sucios. Se dedica a eso más que a promocionar sus carreras. Dos de ellos han acabado en la cárcel. Y él mismo.
-Que Goyo es un sinvergüenza lo sabe todo el mundo. Roba a quien puede. Al final, se ha quedado con los que son de su cuerda. Si te presentan a alguien, algún actor o actriz, y te dicen que lo representa él, cierra tu bandolera y no saques la mano de dónde lleves la cartera. Los que no son así, o se han buscado otro representante o han dejado de actuar.
-Me han dicho que le acusan de algo más grave, como mandar a unos matones a darle una paliza a otro actor.
Jorge no quería dejar ver sus cartas. Por eso puso esa afirmación que conocía de primera mano como algo que había escuchado.
-Willy Camino y Elfo Jiménez. Me he enterado. Una pena, porque sobre todo el segundo, creo que tiene futuro. Es cierto que Álvaro Cernés, tu amigo, competiría por los mismos papeles y para mí, siempre saldría ganador. Me parece mejor actor. – Nati se calló de repente. Se quedó unos segundos en silencio. – Intenté cambiarme de representante. Sergio Romeva no me quiso. Era en el único que confiaba.
-Ya estabas enfrentada con Carmelo. No le gustan esos … tener que mediar entre dos de sus representados.
-Pero eso hubiera cambiado dejando a Goyo.
-Eso imagino que no lo sabría Sergio.
El camarero les trajo sus bebidas.
-Ya que estamos, podíamos comer. Tienen una carta reducida pero cocinan bien. – propuso Nati.
Jorge se la quedó mirando. Le estaba desconcertando el camino que empezaba a llevar la conversación. Él iba dispuesto a tener una lucha encarnizada con esa mujer. Y de repente … se había convertido en una charla bastante amable, discrepando sobre la forma de ver algunos temas, pero … era una charla normal. ¿Habría cambiado esa mujer tanto? ¿O entonces también en su vida privada hacía un papel, como había insinuado unos minutos antes? Equivocado, pero papel.
-No me parece mala idea. Te dejo que elijas tú. Parece que conoces bien el sitio.
-Ítalo nos aconsejará.
Nati levantó la mano para llamar de nuevo al camarero. Le pidió que les llevara dos o tres cosas para picar.
-¿Prefieres luego carne o pescado? – le preguntó a Jorge.
-Me da igual. Lo dejo en vuestras manos. Mientras no sean caracoles …
La Guevara acabó de dar las instrucciones al camarero. Para Jorge era evidente que la madre de Sergio comía con relativa frecuencia en ese sitio.
-Había días que salía del rodaje y me venía a Salamanca para pasar la noche con él. – Nati retomó la conversación hablando de su hijo mayor – La niña en cambio, parecía que la estorbaba. Es la niña de papá. Sería por ser la mayor. Y por ser chica. Luego llegó Sergio. Ese siempre … desde que cogió un violín, no necesitó a nadie más. Salvo para que le pagáramos la carrera.
-Es bueno tocando. Creo que es un dinero bien gastado.
-Le falta carácter para moverse en ese mundo. Me he comportado con él como una auténtica cabrona. Pero no … no he conseguido que reaccione.
-Quizás es que eres su madre y no se atreve a enfrentarse. Como tampoco le apetece enfrentarse a su padre. Puede que con los demás …
-¿Se ha enfrentado a Mendés?
-¿Sabes entonces? – Nati afirmó con la cabeza – Le dijo que no. De alguna forma lo hizo. – argumentó el escritor.
-Y luego le dijo que sí. – rebatió Nati. – No te enseño los vídeos porque seguro que los tienes.
-Para evitar que os enterarais vosotros. Mendés siempre chantajea.
-Eso siempre va a pasar. Sergio está a merced de cualquiera. Tiene que enfrentarse a esa gente. Luego no será Mendés, pero será otra violinista coreana, o uno sueco. O ruso que le quiera quitar los contratos. O un programador que le diga: o me la comes, o no tocas. O jueces de concursos …
-¿Has visto los vídeos?
-Para mi desgracia sí. Un rato. Luego me iba a vomitar al baño. Encima este chico cada vez está más delgado … eso también me preocupa.
-No has hecho nada.
-Ya lo has hecho tú. Cuando Sergio me habló todo orgulloso que te había conocido, que le habías ido a escuchar tocar en la calle, me quedé tranquila. Ya te ibas a ocupar tú. Personalmente. Tienes una debilidad, que a la vez es tu fortaleza. Son esos jóvenes dolientes y desesperados. Lo fue Carmelo. Y ese Lucas. Y algunos otros que no recuerdo el nombre. Nadie osaba ponerse en medio de tu camino. ¿Has pensado que la razón de todos esos acompañantes que llevas, – Nati señaló a los escoltas que estaban sentados en mesas cercanas – puede ser uno de esos … a los que apaleaste en su momento?
Jorge enarcó las cejas. Empezó a morderse el labio de abajo. Era un tic que hacía tiempo que no … que lo había controlado. Pero ahora … otra vez alguien le hablaba de esa forma de comportarse que él no recordaba, salvo el tema de Galder. Y un par de visitas que había hecho últimamente. Y le sacaba un punto de vista sobre su situación actual que no había valorado hasta entonces. Y una vez escuchada la posibilidad, parecía algo tan evidente … al menos merecía la pena estudiarla.
-¿Por qué tu marido mandó a Sergio a Mendés?
Ahora le tocó a Nati quedarse pensativa.
-Patricio tiene muchos secretos. Negocios … complicados. Desde luego no fue por no pagar la factura de Ludwin. Si hubiera sido ese el problema, la hubiera pagado yo.
-¿Complicados? ¿O delictivos?
Nati hizo un gesto como dando a entender que para ella era lo mismo.
-¿Esos negocios complicados son los que le ayuda a llevar tu hija?
-Espero que no. Aunque mi hija te puedo asegurar … es calcada a su padre.
-¿Y qué va a decir su padre cuando se entere …?
-¿De que Sergio va a retomar su carrera en la música, alejado de Mendés y de ese otro hijo de puta del conservatorio? Heraclio Gurpegui. No lo sé. Espero que nada. Aunque se coma los cojones de la rabia. Ya le ha dicho que no lo va a pagar. De hecho le ha dicho que vuelva con Mendés. Sergio cree que lo puede convencer. Pobre. Se cree que su hermana le apoya. Guillermo no cuenta. Salió huyendo de nosotros. Su padre le mantiene para que no vuelva. No quiere ni verlo. Para él, es solo un número: el de la transferencia que le hace todos los meses. Le da igual como gaste el dinero.
-¿Le dijo que no?
-Más o menos. Pero le dijo no a otras propuestas. No a Mendés.
-Pero también era músico ¿No?
-Músico no. Sabe tocar el piano. Y no lo hace nada mal. Pero nada comparado con Sergio. Hasta el piano, que es su segundo instrumento, lo toca mejor que su hermano. Sergio tiene … soy su madre, que voy a decir … tiene algo especial.
Llegó el camarero para ponerles unos manteles individuales en la mesa y el resto de vajilla y menaje para comer.
-No me creo eso. Que no vaya a hacer nada. Tu marido me refiero. Más si como me dices, le ha dicho que vuelva con Mendés.
-Sabrás ocuparte – le dijo en tono rotundo. – Por si te sirve, volverá sobre las siete.
-No me puedo creer que fíes toda la defensa de tu hijo en mí.
-Es lo que querías al venir aquí ¿No? Llevarte a Sergio y apartarlo de la manipuladora de su madre y del cabrón de su padre. Por parte de la madre, sin problemas. No lo hago por dejadez ni porque no quiera a mi hijo. No puedo defenderlo mejor de lo que lo vas a hacer tú. Tienes un pie en cada campo además. Sabes jugar como ellos, a hostia limpia. Y charlas todos los días con la policía. A parte. Mientras Sergio esté con ese Javier, muy pocos se atreverán a ponerle un dedo encima.
-¿Y tu sentido maternal?
-Lo tengo. Por eso te dejo a ti. Renuncio a mi hijo pequeño para que tú y tus amigos le deis la vida que quiere y para la que, por otro lado, ha nacido. A estas alturas de la vida, no me voy a enfrentar a Patricio.
-¿Y por qué no te vuelves a Madrid y luchas por él directamente? Tendrás todavía multitud de contactos. Amigos.
-¿Amigos la Guevara? ¿Qué me has dicho cuando has llegado sobre que me ponen de ejemplo como persona tóxica en los rodajes?
-Eso no significa que …
-Paquita, la madre de Biel Casal. La única. Ni Goyito Badía me traga. Está muy enfadado conmigo porque lo dejé. Él quería mandar a unos matones para que apalearan a Carmelo en una de sus salidas nocturnas. Por la cara que pones, veo que no lo sabes. Es un tema que saben muchos, me extraña que nadie te lo haya contado. Todavía no te … no os habíais presentado oficialmente. Me negué en rotundo y le amenacé. Si a Carmelo le pasaba algo, lo denunciaría. Ya lo vi aquella vez hecho una verdadera mierda. No sé como resistió. Hay que reconocerle que los tiene bien puestos. Una fuerza de voluntad inmensa. Y aquella policía … te lo digo de verdad. Esa mujer ha sido la única madre que ha tenido nunca Dani. La única. ¿Siguen teniendo contacto?
Jorge se quedó en blanco. No sabía como contar lo de Olga y Dani.
-Es complicado de explicar. Digamos que cuando Dani se recuperó, Olga desapareció. Pero luego la vida les volvió a cruzar … Dani no se acordaba de ella, borró toda esa época de su mente … pero al verla … la sintió. E hizo lo mismo que siempre hacía cuando estaba recostado sobre sus piernas descansando, cuando Olga le leía el guion para que se lo aprendiera: estiró la mano y la rozó suavemente con la yema de sus dedos.
-Ya te decía. Su única madre. Dani no ha tenido otra. Porque de la que le parió, mejor ni hablamos.
-A lo mejor el odio de Goyo hacia nosotros viene de esa época. – Jorge volvió a donde estaban antes de su comentario sobre Olga – Parte de sus clientes, participan activamente creando esos bulos sobre nuestras muertes. Se dedican a poner comentarios hirientes y ofensivos en muchos foros de internet. No pierden ocasión de atacarnos.
-No lo dudes. Goyo perdió mucho dinero con el veto de Carmelo a trabajar conmigo. No fue un veto como tal. Solo dijo que si yo trabajaba en la película, él se bajaba del carro.
-¿Tuviste algo que ver con aquella otra paliza? ¿O Goyo?
-Goyo no sé. Yo desde luego no. Y más … solo de recordar el aspecto que tenía cuando llegó ese día al rodaje … ya tenía a mis hijos. Ya te lo he dicho antes, cuando te he contado la intención de Goyo de mandar dos matones a romperle la crisma a Dani. Por eso me odia a mí. No se atrevió a hacerlo, porque sabía que si le pasaba algo al chico, yo iba a denunciarlo. Me conocía de sobra. Así que me considera también culpable del dinero que perdió. Y más cuando le dije que lo dejaba.
-Pero insististe en que le echaran … y llamaran a Biel.
-Ese es el problema a veces de que tu representante hable por ti. Pero reconocerás que era algo inhumano que ese adolescente trabajara en ese estado. Tú mejor que nadie lo sabes, porque lo sacaste de aquella fiesta. Casi matas al que le puso así.
-Yo lo veía de otra forma: si no acababa la película, de alguna forma, era como si ese hijo de puta se hubiera salido con la suya.
-Pero era un niño Jorge. Era una estrella ya entonces, pero era un niño. Se nos olvida eso porque siempre ha sido famoso. Y los famosos si son niños, parece que no lo son tanto. Pero lo son. Un niño, repito. Y eran batallas de adultos. Él tenía que haberse quedado en algún sitio, apartado de sus padres y del resto del … séquito que tenía, cuidado por esa poli. Nunca nadie ha cuidado de Carmelo tan bien como lo hizo esa mujer. Me estoy repitiendo mucho, lo sé. Perdona.
-Te aliaste con sus padres y con Paquita.
-Sus padres querían que siguiera trabajando, no te equivoques. Luego cambiaron la versión, porque … unos de asuntos sociales se acercaron a ellos para preguntarles por las lesiones de su hijo. Mira hacia Goyo y hacia Toni. Carmelo tenía a los enemigos en casa. No necesitaba a más. Con esos … bastaban. ¿Nunca te has preguntado por qué Sergio se quitó de encima a Toni? Le quitó hasta el teléfono.
-Ciertamente me hago últimamente esa pregunta.
-Sergio es un tío legal. Pero Toni es un sinvergüenza. Y según me cuentan, lo sigue siendo.
El camarero les trajo unas pencas de acelga rellenas y unas crepes con pescado y marisco. Otro compañero les llevó poco después unos tacos de jalapeños y ternera.
-Los tacos pican un poco – les advirtió el camarero. – Si les gusta mucho el picante, les traigo …
-No Fede. Cuando tú dices que pican un poco es que ya están bien surtidos de eso – le dijo sonriendo Nati.
-Ten cuidado. – Nati previno a Jorge – Si no soportas el picante, pedimos otra cosa. Suelen picar mucho.
-¿Mucho para un español o mucho para un mejicano?
Nati se rio.
-No, para un español.
-Entonces creo que lo soportaré.
-Nunca hubiera … antes creo que te he dicho … a lo mejor lo he pensado y no lo he sacado en voz alta. Trabajar al lado de Carmelo … para mí era una suerte. Dábamos bien en pantalla. Nos mejorábamos mucho. Las cosas además salían de tirón. Nunca repetimos más de cuatro veces una escena. En aquella película sí, porque Carmelo estaba como estaba. Y pese a los desvelos de esa poli, a veces Carmelo se quedaba medio lelo después de la claqueta. O se quedaba dormido esperando que midieran las luces. No lo veías porque estabas ocupado intentando crear un nuevo guion que justificara el estado de Carmelo, sin descartar lo ya rodado. Y te reconozco que lo conseguiste. Ambas cosas.
Jorge le hizo un gesto para agradecerle los halagos.
-Los tacos estos están buenísimos.
-Ahora las crepes no te van a saber a nada – se rió Nati.
-Tienes razón. Debía haber empezado al revés.
Estuvieron un rato hablando de la comida. Nati le preguntó sobre los restaurantes que había ahora en Madrid. Jorge le contó de los que solía visitar él con frecuencia. Le habló del restaurante que había abierto Biel, el hijo de su amiga Paquita.
-Espero que no vaya ella …
-Creo que le ha prohibido siquiera estar en la calle delante.
-Paquita es … la quiero mucho. Es con la única que he seguido teniendo relación. Pero hay que reconocer que con Biel … menos mal que sacó arrestos para quitársela de encima. Aún así, le sigue machacando.
-¿Con nadie más tienes contacto? – Jorge estaba seguro que no era así. Muchas de las cosas de las que parecía estar informada, no se las podía haber contado Paquita.
-Los consejos de Goyo me llevaron a ser la odiada número uno. Tenías razón antes. Era su estrategia. La sigue con todos sus representados. Es de la opinión que ser un chulo te da caché. “Tienes que ser una diva en todo momento”, me repetía una y otra vez, viniera a cuento o no.
-Siempre he preferido el otro lado. Ser una persona amable. Sonriente. Aunque a veces no lo haya conseguido.
-¿Qué te parece Sergio tocando?
Jorge miró a la Guevara. Era claro que llevaba desde que había llegado con ganas de hacer esa pregunta. Le daba miedo la respuesta.
-Ya te lo he dicho antes, creo. No te he mentido. Si no me hubiera llamado la atención, lo hubiera ayudado a sentirse mejor con él mismo. Pero no le hubiera embarcado en la posibilidad de retomar sus clases y su carrera como concertista. Eso hubiera sido como ponerle una pistola en la sien.
-Creo que no está preparado para esa presión.
-Veremos de intentar crearle una pequeña red protectora. Sergio se va a encargar de representarlo. Uno de sus agentes viene de ese mundo.
-¿A sí? Eso me tranquiliza. Sergio Romeva me inspira confianza.
-No va a ser fácil. Mendés tiene muchos contactos y sus amigos cierran filas. Y se cree más duro que nadie.
-Me ha llegado que tuviste con él un cambio de impresiones. Llamó a Patricio indignado.
-Sí. Pero no me ha hecho mucho caso. La prueba es que llamó no solo a tu marido, sino a un montón más de gente.
-Sabrás como convencerlo.
-Sin romperle los dedos de la mano, no sé yo. O sin hundirle la reputación.
-Pues destrózala. De todas formas, todo el mundo sabe.
-Pero todos callan. Todos son muy amigos suyos. Si él cae, puede tener la tentación de hundir a mucha vaca sagrada. Incluido a tu hijo.
La primera intención de Nati fue decirle que lo hiciera a pesar de todo. Pero … si eso pasaba con su hijo, estaba convencida de que no lo iba a soportar. Aunque estuviera con Jorge cerca y con ese Javier de pareja.
-Acércate a su hijo. Y que te vea con él. Una estrategia envolvente. Atacarle en su barrera defensiva, en su familia.
Jorge se quedó pensando.
-Una pequeña librería en la que suelo reunirme con cuatro o cinco lectores amigos de los dueños, está cerca de su “academia” y cerca del conservatorio.
-Solo necesitas llamar la atención de su hijo el proscrito. Aunque sería mejor que te viera con todos. Los hermanos siguen viendo cada día a su hermano el “degenerado”. Y su madre.
-¿Quién te cuenta todas las novedades? Paquita no creo que esté …
-Mariola es amiga también. Y Roberta Flack. Andoni Reverte. Algunos más. Antes no he sido del todo sincera. Sí mantengo contacto con algunos.
-Veo que con algunos dejaste de interpretar a la malvada de los rodajes del cine español.
Nati se sonrió. Pero no contestó a Jorge.
-¿Han acabado con los entrantes? – Ítalo se había acercado a la mesa.
-Todo riquísimo – Le dijo Jorge. – Y perdona por la hora. Es tardísimo.
-No se preocupe. No cerramos nunca la cocina. Cuando acabe de comer ¿Me firmaría uno de sus libros? Hay dos clientes que también están esperando.
-Voy un momento al baño. Aprovecha y fírmaselos. No quiero colaborar en que tu fama de broncas se acreciente.
El camarero le señaló la mesa donde estaba sentado un matrimonio que no hacía más que mirarlo. Al acercarse Jorge, éste vio como se ponían nerviosos.
-Tranquilos. Si me permiten me siento un segundo con ustedes y les firmo el libro.
-Mi mujer ha subido a casa a por el último. Al verle nos ha dado un vuelco al corazón. Pensábamos acercarnos a Madrid uno de esos días que tiene encuentros en la librería de Goya.
Jorge miró al hombre. No se había dado cuenta hasta ese momento de la posición de las piernas. Tenía la derecha extendida. Juraría que llevaba un aparato de alguna clase.
-¿Es grave? – le preguntó con delicadeza.
-No tiene remedio. Así que mejor me acostumbro. La lectura es una de las cosas que me anima. Y sus libros … me encantan.
-Una pena que nuestro hijo Pedro esté en Madrid. Le hubiera gustado conocerlo.
Jorge les pidió que le dijeran para que fuera a la siguiente charla en la librería de Goya.
-Estuvo a punto de ir a otra que tuvo para jóvenes. Pero le cambiaron un examen y no llegó. Ya no le dejaron entrar. Estaba completo.-En el libro, viene un correo electrónico. Que me escriba y en el asunto que ponga “la vida es maravillosa”. Le reservaré un sitio para la próxima.
Jorge les pidió sacarse un selfie con ellos. Y también les solicitó permiso para sacarlos en una edición especial de alguna de sus novelas. Tenía la idea de hacer un pequeño álbum con algunos de los lectores que más le habían llamado la atención. O utilizarlo en sus redes sociales, ahora que se iba a encargar Sergio.
Cuando volvió a su mesa, Nati ya estaba de vuelta.
-Parece que se han quedado contentos. – la Guevara al sentarse respondió a un tímido saludo de la pareja.
-Me han parecido buena gente. Y me da que te recuerdan.
-Pero no me sitúan. Ni se te ocurra levantarte para decirles.
Jorge se había incorporado. La sonrió con picardía.
-Iba a ir a preguntarles su novela preferida. Se me ha olvidado.
Jorge volvió a la mesa y se sentó. Hizo la pregunta y la pareja se miró un segundo. Fue la mujer la que respondió. Jorge se lo agradeció y volvió con Nati.
-¿Cual es?
-“Todo sucedió en Madrid”. ¿La tuya cual es?
-¿Quién te dice que te leo?
-Sergio cuando le invité a cenar el primer día. Me confesó que tú le mangabas mis libros para leerlos.
-Será cabrón. Si se los he comprado yo todos. ¿Te habló de mí?
-Bueno, habló de su madre. Entonces no sabía que eras tú. Y tranquila, no pudo evitar hablar con cariño. Te adora.
Ítalo, el camarero, apareció con los segundos. A Jorge se le iluminaron los ojos.
-Tronco de merluza relleno de verduras y gambas.
-Creo que la vamos a disfrutar.
Jorge recibió entonces un mensaje de Carmelo. Durante la entrevista con Nati Guevara había seguido enviando mensajes y haciéndole llamadas. Apenas lo leyó, le mandó una respuesta:
“Se me ha olvidado decirte hoy que te quiero con locura. Eres mi vida, no lo olvides. En lo bueno y en lo malo. Te amo, rubito.”
-¿Por qué no me hablas de Toni? – le pidió a Nati dejando el teléfono sobre la mesa boca abajo.
-¿Tienes prisa?
-Para nada. Y siempre puedo volver otro día o ir tú a Madrid. Así tengo excusa para quedar con Mariola.
-Intentaré hacerte un resumen. Aún así … lo de esa escapada a Madrid y nos vamos los tres a comer por ahí … me gusta la idea.
-Eso está hecho. Me avisas unos días antes. Cuéntame, anda.
Jorge Rios.”
-No me fastidies que te has puesto de nuevo a escribir.
Carmelo miraba a Jorge con la boca abierta, que puso un gesto de niño pequeño al que han pillado en falta.
-No te espero. – le dijo el actor con tono rotundo.
-No, no, vete. Ya he acabado. Me ducho y voy detrás de ti. ¿Cape?
-Ya se ha ido. Me hubiera gustado que vinieras conmigo.
Jorge se quedó mirando a Carmelo. Sonrió.
-Pues espera. Me ducho …
-¡Ah! Vale.
Carmelo en un segundo se desnudó ahí mismo.
-Duchémonos.
Jorge lo miraba de medio lado. No sabía como responder. No sabía si reírse, si echarle la bronca … al final decidió unirse. “Ese rubio de los cojones no le iba a provocar de esa forma tan burda y dejarle sin respuesta” Se levantó e hizo lo mismo que Carmelo: se desnudó. Se lo quedó mirando con los brazos abiertos.
-¿Y ahora?
-Ahora, escritor – Carmelo se acercó a Jorge con mirada insinuante – voy a lamerte cada centímetro de tu piel. Voy a besarte hasta que nuestros labios se irriten. Y voy a comerte esa tranca que tanto me gusta y que está levantándose con decisión y cierta prisa.
-Espero que cumplas tus promesas, rubito. No me pongas caliente y me dejes como el otro día en el Salvatierra, con la polla dura.
-Eso fue porque no quisiste que te la comiera allí mismo.
Ya estaban los dos pegados. Jorge tenía la cabeza inclinada hacia arriba para no dejar de mirar los ojos de Carmelo. Y este miraba a su vez los ojos del escritor. Aunque en un momento dado, cambió y miró los labios que iba a besar.
-Apaguemos el móvil querido. No quiero que te interrumpan en el cumplimiento de tu promesa.
-Tranquilo. Acabo de activar el inhibidor de frecuencia.
-¿Por dónde vas a empezar a lamer?
-Por tus orejas. Luego seguiré con tu cuello. Tu mentón, tus pómulos, besaré tus ojos …
-Calla y empieza, cojones.
-Esos también te los voy a lamer … pero un poco más tarde.
—-
Notas:
Puedes empezar a leer la historia de «Necesito leer tus libros» pinchando aquí.
O puedes leer los primeros capítulos de seguido, pinchando en este otro enlace.