Necesito leer tus libros: Capítulo 115.

Capítulo 115.-

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No había discutido con Sergio Romeva pero casi. Jorge había acabado cediendo y aceptando acercarse a la editorial Campero para hablar del tema de su viaje promocional a París, Edimburgo y Londres. El tema principal, a parte de hacer la presentación en esas ciudades de “La Casa Monforte”, era la gran campaña publicitaria que estaba preparando Movistar en París sobre la primera serie que se iba a hacer de las novelas de Jorge Rios. “Tirso” se iba a convertir en una serie importante en el catálogo de Movistar. Ya había llegado a un acuerdo con Netflix para que unos meses después de su estreno en la plataforma española, se viera en todo el mundo. Tenían mucha confianza en que iba a funcionar bien.

Jorge quería desligarse completamente de esos problemas, sobre todo después de la encerrona que le preparó su editora en “El Cortejo”. Una vez asumido que Sergio Romeva y Óliver Sanquirián se ocupaban de todo lo que hacía referencia a la defensa de sus derechos y lo que atañía a sus relaciones con la editorial que le publicaba, quería centrarse en otros temas que le parecían más importantes: Los “chicos de Jorge”, por ejemplo; o empezar a desenredar la madeja de todo ese caso que les rodeaba; sin olvidarse de poner coto a esos intentos de atentar contra Carmelo y contra él buscando a los culpables y a los instigadores. Y sobre todo, quería dejar claro a la Editorial Campero que sus tejemanejes hasta ese momento se habían acabado.

Cada vez estaba más convencido de que sus escoltas habían evitado algunos intentos más de atentar contra ellos de los que él era consciente. De algunos había sido testigo directo aunque no lo habían comentado. Lo tuvo claro el día en que se encontró con Adela, la mujer de Mendés y Claudia, la del programador José Ignacio Represa, en aquel concierto que Dídac organizó delante del Teatro Real. Sergio y él, con otros amigos músicos víctimas de Mendés, fueron los protagonistas. Al final, cuando todos se juntaron para cambiar impresiones, observó los movimientos que hizo la policía en los alrededores. Nacho, el de Roger, también estaba pendiente y marcó a uno de los agresores. Nacho no se hubiera implicado si él no hubiera sido el objetivo. Quizás las palabras que tuvo con Mendés durante el concierto fuera el desencadenante. O hubiera sucedido de todas formas.

Esa reunión, definitivamente, no le apetecía. Pero iban a ir los representantes de Movistar. Y sería un feo que tanto él como Carmelo no acudieran. Esa fue la única razón por lo que tras un largo cambio de impresiones con Sergio Romeva, había aceptado ir.

-¿Por qué no te apetece?

Carmelo lo miraba preocupado mientras tomaban un café en la cocina.

-No quiero verle la jeta a esa Esther.

-Yo pensaba que era Elías el que te preocupaba.

-Ese también – aunque a Carmelo el tono en que Jorge lo dijo le resultó … distinto a otras veces a las que habían hablado de él.

-Me parece que hay algo que se te ha olvidado contarme.

Jorge le contó su entrevista con Esther en “El Cortejo”. Aunque obvió el tema del tal Elías.

-Fue a buscarme.

-Si llevabas días sin ir allí a escribir. Semanas incluso.

-Alguien le avisaría.

-¿De verdad te han ofrecido alguna vez cuatro millones de adelanto? Es mucho dinero.

-No. Me ofrecieron varias veces un contrato por cuatro novelas o cinco, vaya. Con adelantos de cien mil euros por cada una. La última vez que me lo ofrecieron creo que aumentaron a trescientos mil. Pero pagaderos al publicar la novela anterior. No todo a la vez. Y eso fue antes de morir Nando.

-Ya eras un súper ventas.

-Sí.

-Nunca firmaste nada.

-No. Y para mi sorpresa, en la última propuesta, Nando no insistió demasiado. De hecho, no insistió en absoluto.

-¿Estaría ya enfermo?

Jorge casi se echa a reír. Pudo contenerse a tiempo.

-A mí al menos no me lo dijo.

Cada vez le era más difícil ceñirse a la versión oficial de los asuntos del pasado que le atañían. Aunque cualquier otra versión solo estaba en su mente, en su imaginación. Y dado el éxito que había tenido con otras intuiciones o percepciones, sobre todo con mucha de la gente que le había rodeado esos años, no era algo que pudiera asegurar que fuera una verdad comprobable, aunque en su cabeza iba ganando terreno a marchas forzadas.

-O sea que esa Esther es otra de las personas que … no nos quiere bien.

-Ve peligrar su estatus. No creo que sea otra cosa. Cree que … eres una mala influencia sobre mí.

-¿Porque te dejo pensar?

Jorge sonrió.

-Más bien porque me llevas por el camino del mal. Y ahora, Sergio Romeva y Óliver me van a arruinar con sus minutas.

-Si supieran lo que te cobra Sergio … – Carmelo no pudo evitar soltar una carcajada que Jorge acompañó poniendo un gesto de socarronería suprema.

-Pero eso es secreto. Que no se te escape.

-Tampoco … siempre he comentado que Sergio … cualquier otro representante me cobraría mucho más que él. En su agencia posiblemente seamos casos únicos.

-En su agencia y en el resto.

-¿Pero estáis así todavía? ¿Qué os pasa últimamente? Tenemos que entrar a buscaros todos los días.

Flor los miraba como si fuera su institutriz y ellos unos niños rebeldes que intentan hacer novillos a cada momento.

-¿Y si finjo ponerme enfermo? – insinuó Jorge.

Flor lo miró con gesto hosco.

-Me acaba de llamar Sergio Romeva – Flor amenazaba a Jorge con el dedo.

-¿Pero en qué equipo juegas? Creía que en el nuestro. ¿Y te llama hasta nuestro representante?

-Juego en el vuestro, eso no lo dudéis. Por eso, ya es hora de que os pongáis en marcha. ¡¡Vamos!!

Al decir eso, miró fijamente a Carmelo que aunque a regañadientes, se puso en marcha.

-Como se nota a quién de los dos tienes cogida la medida.

-Son ya unos años – se explicó Flor sonriendo.

-No puedo negarla nada – se justificó Carmelo.

-Resignación cristiana – Jorge miró al cielo.

-Jorge dramático 1 – resto del mundo 0.

-Lo que hay que aguantar – Jorge se levantó sonriendo y fue a coger su chaqueta. – Ni dios todo poderoso y todos los dioses del Olimpo pueden contra mis amigos. Espero que con mis enemigos tengan más suerte.

-¿Le has entendido? – Carmelo miraba a Flor con gesto socarrón.

-No. Seguro que ha dicho algo muy sesudo.

-Y dramático.

Flor y Carmelo se echaron a reír a la vez que Jorge salía de casa con gesto de fingida ofensa. Aunque él, de haber hablado, hubiera citado la resignación cristiana de nuevo. Y a lo mejor, habría vuelto a mencionar a los Dioses del Olimpo.

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La reunión fue un poco tensa desde el principio. Elías García se sentó al lado de Esther, la editora de Jorge. Éste no disimuló desde el principio que la presencia de ese hombre no le gustaba. Era lo que se esperaba de él, por sus encuentros anteriores. Esther estaba claro que quería marcar territorio. Su intento de encerrona a Jorge en “El Cortejo” no le había salido como esperaba. Creía que empleando un tono duro con el escritor, y luego ofreciendo un contrato suculento y desde su punto de vista, irrechazable, éste se plegaría a escucharla y hacerla caso. Y por supuesto, apartándolo de sus nuevas influencias.

En esa reunión iba a tener no solo que aguantar la presencia de Carmelo, sino la de Sergio Romeva y dos miembros del equipo que llevaban el día a día de los asuntos de Jorge y Carmelo, además de la de Óliver Sanquirián. Los últimos días se habían intensificado las peticiones de información sobre el estado de cuentas de la ventas de Jorge y el pago de sus derechos de autor. Y la editorial no parecía estar por la labor de poner eso en claro. Tampoco el asunto de los cobros de las colaboraciones de Jorge con “El País” y algunas conferencias que habían comprobado que los organizadores pagaron un caché a la editorial. Extrapolando esos datos a todas las que había hecho, y eso que Jorge no tenía apuntadas todas, era una cantidad importante de dinero. Así como lo de “El País”. Por otra parte, en las negociaciones de nuevas ediciones de sus novelas, la editorial había intentado bajarle las comisiones a Jorge. Parecía que para ellos era importante compensar esos ingresos que ahora no tenían.

-Piensa una cosa Esther. Vuestros gastos también han bajado. Ya no os tenéis que ocupar de la agenda de Jorge. Ni os tenéis que preocupar de acompañarlo. Eso eran unos gastos enormes según nos habéis indicado en alguna de vuestras comunicaciones. Solo debéis de comprobar que las librerías tienen ejemplares de sus novelas. Pero eso se supone que va en vuestro interés. ¿Queréis pagar menos a Jorge? Sin problema. No hay más reimpresiones. No hay más ediciones. Y las futuras novelas, hay muchas editoriales esperando a publicarlas.

-Las ventas de “Tirso” con el anuncio oficial de la serie se pueden multiplicar por tres. – apuntó Óliver.

-Ediciones especiales con fotos de la serie. – propuso uno de los representantes de Movistar.

-Y otras ediciones que estamos pensando con ilustraciones y con fotos de algunos lectores entregados que se acercan a Jorge y se sacan fotos con él y le cuentan sus historias. – Acabó diciendo Sergio.

-Y os lo daremos mascadito. Solo lo tenéis que maquetar. Para que no tengáis gastos extra.

Al final Elías empezó a explicar los planes para el viaje. Sería tres días en París, con el acto central de la firma y presentación de la serie “Tirso”. La organización de ese acto central se iba a encargar Movistar directamente. Sus representantes pasaron a explicar los planes. Ellos querían que el director de la editorial asistiera a la firma, pero ni Narcís Terragó ni Esther parecían querer asistir.

-Irá Elías en nuestra representación. – dijo en tono firme la editora.

-No. – respondió Jorge en tono rotundo.

-Eso no es de tu incumbencia. – Esther no ocultó el odio que empezaba a amasar en contra del escritor.

-No va a ir con nosotros en ese viaje. – Jorge volvió a ser rotundo.

-Te vas a arrepentir, Jorge. Eres un mierda que no tiene ni puta idea de nada. Te han sacado las castañas del fuego hasta ahora. No vales ni para atarte los cordones de tus zapatos solo. Me voy a reír cuando te caigas con todo el equipo. Y yo voy a colaborar en ello. Te lo juro. Cuando acabe contigo no vas a tener dónde caerte muerto.

-Por eso uso zapatos sin cordones, Elías. – le contestó en tono reposado, lo cual provocó en éste un ataque de ira, tirando una pila de libros que había en una mesa auxiliar y el servicio de café que estaba en otra mesa. Esther se puso colorada. Era un ridículo espantoso, además delante de los miembros de la agencia de representantes de Carmelo y de los directivos de Movistar+.

-Perdonen ustedes. Están siendo unos días un poco difíciles en la editorial.

Esther ya no sabía que cara poner. Cada encuentro con Jorge acababa en desastre. Y cada vez era más consciente de que el estatus que tenían con él era irrecuperable. Aunque se negaba a asumirlo.

A la editora eso sí, se le escapó una mirada de odio hacia el escritor. Fue solo un segundo, pero Tanto Carmelo como Óliver lo captaron. Jorge no se enteró porque estaba escuchando a los representantes de Movistar+. Estaban dejándole claro que la serie sobre “Tirso” querían que fuera la primera. Pero que estaban interesados en llevar a la pequeña pantalla toda su obra. Una novela detrás de otra. Jorge les estaba comentando la idea que tenía él de cómo debían llevarse a la pantalla. Y les dejó sorprendidos cuando para varias de ellas, tenía hasta elegido el reparto.

Después de la reunión, Jorge se iba a una firma de libros que tenía en una librería pequeña de unos amigos, la “Aladino”. Aprovecharía para preparar con ellos la performance que iban a ejecutar con Mendés. Y Carmelo se iba a grabar una escena de la película que estaba rodando. Era algo que no estaba previsto en un inicio y de lo que le avisaron la noche anterior. Su plan de rodaje no se reanudaba hasta el lunes siguiente. Pero Biel Casal, con el que debía hacer la escena, debía partir a otro rodaje en Argentina esa misma noche. Al final su viaje no se había retrasado ni anulado, como se rumoreaba, sino que al revés, se había adelantado.

-Martín tenía razón el otro día cuando decía que lo de esta película era un sin sentido. – le comentó a Jorge. – Hoy esto, que no valdrá para nada. Ninguno sabemos ya de que va la historia.

-Si te dejas llevar, corres el riesgo de que luego tu interpretación sea un desastre – le avisó Jorge. – Intenta que te den el guion completo de nuevo. No esas separatas parciales.

-Ni me apetece leerlo.

-De eso ya me encargo yo, no te preocupes – propuso Jorge. – Dile a Sergio que se encargue de pedirlo. ¿Y qué va a pasar con lo que le quedaba de grabar a Martín?

-Pero si en realidad estaba repitiendo escenas. No creo que a estas alturas le sustituyan. Si además no tienen dinero.

-El otro día oí un rumor cuando invitamos a los de Pasapalabra. Se me olvidó comentarte. Paco Remedios estaba negociando comprar la película.

Carmelo resopló.

-¿A quién se lo oíste?

-Por la pinta era el representante o algo parecido de uno de los que fue ese día al concurso. No me sonaba de nada.

-Sería el colmo. No sé si postularme para comprarla…

-Yo no lo haría. Guarda tus energías para “Tirso”. Es un rodaje complicado y tu primera aventura como productor. Has buscado a los mejores actores. Eso es un dinero. Y al mejor director. Eso es más dinero. Y vestuario, y producción … efectos especiales … no va a ser una serie barata.

-Y tengo que pagarte a ti.

Jorge se echó a reír.

-Y yo soy la partida más cara de todas – siguió bromeando. – No puedo vender ahora por dos perras gordas si me he negado a ello durante años.

-Pero parte te puedo pagar en carne – dijo Carmelo en tono sugerente al oído del escritor. – Y siempre puedes ser productor de la serie.

-Porque estamos aquí en medio. Y porque Esther nos mira con ese gesto adusto y de odio supino y eso me enfría la libido. Si no, te empezaba a decir guarradas al oído… y me cobraba ahora mismo el primer recibo.

-Que cabrón eres. A mi es al revés. Esta situación me pone. Me alegra que te hayas dado cuenta de la cara con la que te mira esa.

-El vídeo que me enseñó Roger de la reunión en la discoteca, me dejó claro que no era de fiar. No sé hasta que punto no lo es. Ya iremos viendo. Puede que juegue a varias bandas y tenga que nadar y guardar la ropa. Si está donde está, es que sabe fajarse bien en la lucha en el barro del día a día.

-Va a perder mucho dinero al no llevar tu agenda y hacer chanchullos con tus charlas. Eso es algo que les quedaba a ellos limpio. Ella pensaba que solo iba a perder lo que hicieras en la librería de tu amiga Esme. Y en esas librería pequeñas como la de hoy, que te acercas a firmar a esos cuatro clientes fijos con los que quedan. Y estoy seguro de que hay más cosas que se han aprovechado de ejercer también como tus agentes. Deberías revisar todos los contratos con editoriales extranjeras.

-Óliver se está ocupando ya de ello.

-Lo único bueno que tiene esa Esme, es que por las charlas esas, los únicos que ganan son los lectores y tus fieles seguidores.

-Mira que te cae mal Esme. Cada vez que dices su nombre te sale un tono… – Jorge intentaba provocarlo. Nunca había querido confesar las razones.

-No es el momento – dijo en voz baja. – Me tengo que ir. Sergio ya me está haciendo gestos. ¿Qué vas a hacer al final?

-Antes he mandado mensajes a Saúl y a Carletto. Están liados esta tarde. Helena y Pol, se les ha puesto malito uno de los niños. Así que he quedado con Álvaro después de ese rato de firma de libros. Creo que me ha citado cerca de su casa. La vieja que es la nueva. A lo mejor hasta me la enseña.

-A ver que te cuenta.

-Espero que al menos lo que le contó a Javier. Venga, despídete. Ya que Esther piensa que tienes la culpa de mi nueva forma de comportarme, haz de incitador. Me voy contigo.

-Señores, nos vamos. Tenemos unos compromisos – dijo en voz alta a la vez que se ponía de pie y empezaba a estrechar las manos de los asistentes.

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Jorge se sorprendió de que Álvaro le invitara a su casa. La antigua. La que al parecer le avergonzaba y que cambió por la que ahora le ahogaba la vida. Le había enviado un mensaje para cambiar el lugar.

Jorge al bajarse del coche, miró los portales.

-Es esa – le dijo Alan, su jefe de escoltas ese día. Flor se había ido con Carmelo.

-Pues no está tan mal. Al revés, me parece un buen barrio.

-Tiene encanto, al menos a mí me lo parece. Hemos investigado y además es suya. Y pagada. Han estado viviendo unos amigos de Toledo que estaban estudiando hasta hace un par de meses. Es un vecindario tranquilo y que además le tiene aprecio. Se han pasado antes un par de compañeros para echar un vistazo. Han preguntado. Todos le aprecian.

-Será pequeña la casa.

-Son cien metros. No la llamaría pequeña.

-Pues no lo entiendo. Para un chico joven sin familia es una casa potente. Y está en una zona cómoda y agradable. No entiendo por qué tuvo que meterse en esos … líos.

-Jorge, parece mentira que lleves toda la vida casi relacionándote con los egos del arte. Los músicos, los cineastas, los actores … aparentar es parte del éxito. Eso lo enseñan en algunas academias de arte dramático. Si vieras algunos de los amigos de Carmelo … esos que tú no quieres ni ver … menudas divas.

-Por eso no quiero ni verlos. Él … es su mundo, no le queda más remedio. A mí dame la gente guay, que le gusta lo que hace y no se da aires. Las divas, que las aguante el sereno. Y esas academias de las que hablas, son las que van buscando el éxito por el éxito. Y les da igual un reality que un dramón vendido en Sálvame.

-Como la mayor parte de la gente cuando se mete a artista. Ahora al menos. Si les escuchas … muchos, hasta los que van a esos concursos como “La Voz” dicen cuando les preguntan: Famoso, quiero ser famoso.

-Vamos anda. Hasta el arte está perdiendo su esencia.

-Eso ha sonado a viejuno. Y no me vengas con tonterías que no eres tan viejo. Y menos de espíritu.

-Pues hay días que no te creas, me siento como un anciano. – dijo sonriendo y guiñando un ojo.

-Anda, que no harías felices a unos cuantos si pusieras tus ojos libidinosos sobre ellos.

-Eso me lo vas a tener que explicar con detalle … – Jorge lo miraba con gesto libidinoso.

-Ya han subido Merche y Fonso a echar un vistazo. – explicó Alan sonriendo y cambiando de tema.

Jorge también se sonrió y aceptó el giro en la conversación propuesto por el policía. Su compañera Naira abrió la puerta del portal y entró la primera. Alan y Jorge entraron a la vez. Cogieron el ascensor para subir al piso de Álvaro. Merche avisó de que estaba todo controlado. Al llegar a la planta, Álvaro le estaba esperando en la puerta. Le extrañó el vestuario. Calcetines de deporte, una camiseta larga de tirantes y se imaginaba que llevaría calzoncillos debajo de la camiseta.

-Si me recibes así, me haces sentir en casa.

-Es tu casa a partir de ahora. Me pasé medio confinamiento en la vuestra. Y no haces más que echarme una mano. No te he correspondido como te mereces. No te había invitado nunca a mi otra casa en estos años. Debo corregirme.

Jorge lo abrazó y lo besó en las mejillas. Le agarró la cara con las manos y se lo quedó mirando a los ojos.

-Sabes que te quiero. Te queremos. Y actuamos en consecuencia. Y tampoco tenemos tanto mérito. Lo único que hemos hecho es acompañarte.

-Y pagar mi deuda.

-Una parte. La otra no nos has dejado. Pero ese dinero, no nos lo hemos quitado de comer. Gracias a Dios nos ganamos bien la vida hasta ahora. Y sabes que además, ese mérito lo tienes que repartir entre doce amigos. No hemos sido solo nosotros.

-Vosotros tuvisteis la iniciativa. Si no os lanzáis, ahora estaría igual. Ya verás ahora que Carmelo se mete a productor. A lo mejor tiene que pedir un crédito – bromeó Álvaro.

-Na. Ya le he puesto restricciones en el gasto. He rebajado a la mitad el número de calzoncillos que se compra. Eso es un buen ahorro.

Álvaro se rió con ganas.

-¿Te apetece algo? He estado preparando un pastel de pescado y unas tostas. Y tengo cerveza o limonada. Y luego si te apetece comer conmigo en casa, tengo un solomillo para hacer en la plancha y unas verduras.

-Vale. Yo venía con intención de invitarte a comer en algún sitio después que me enseñaras la casa. Pero este plan me parece estupendo.

-No me apetece dejarme ver mucho.

-Enséñame la casa anda.

-Te advierto que no está a mi gusto. Tengo que traer algo de lo del otro piso. A lo mejor podías dejarme un hueco en tu almacén. Para guardar lo que no consiga vender de la otra casa.

-Claro. Lo que quieras. Hay bastante sitio. Luego te mando la dirección y te doy una copia de la llave. Si necesitas ayuda, nos dices. Pero esta casa está muy bien. Y los muebles. Me gustan.

-¿Te gusta?

-Pues sí. Y parece muy cómoda. Tienes una cocina hermosa …

-Ahí cambiaré los electrodomésticos por los de la otra casa. Tengo que tomar medidas. A lo mejor tengo que hacer una pequeña reforma para adaptarlo.

-Te ayudo si quieres.

-Na, hoy no. Otro día quedamos y lo hacemos. Hoy me apetece estar de tranqui contigo. Y contarte algunas cosas que me corroen.

Jorge estuvo tentado de abrazar de nuevo a Álvaro. Pero tuvo la impresión que en ese momento, no sería bienvenido. O que iba a cortar la idea que se había hecho Álvaro de la reunión.

-¿Éste es tu dormitorio? – dijo asomándose a una habitación que era evidente que la había utilizado esa noche.

-Que vergüenza. No la mires, que no la he recogido.

-Que bobo. Es bueno no hacer la cama por la mañana. Así se orean las sábanas o el edredón. Me lo has visto hacer en casa. Y mira que no has entrado incluso a despertarme alguna vez y estaba todo por medio.

-En realidad es la habitación de invitados. La otra tiene la cama rota. Tengo que cambiarla por la de mi otra casa. Mis amigos no me avisaron. ¡Bah! Tampoco me avisaron de que se había estropeado la lavadora y el horno. Y eso que no debían de hacer mucho uso de él.

Jorge puso cara de no entender. No quería que Álvaro supiera que sus escoltas habían preguntado por el vecindario por él y sus amigos.

-Han vivido aquí unos amigos de Toledo.

-Que guay ¿No?

-Bueno, no han pagado nada. Y ni siquiera han cambiado las cosas que han roto.

-¿Se lo has dicho?

-¿Para qué? Encima se pondrán chulitos. O me dirán que bien me puedo hacer cargo de eso.

-¿Chulitos?

-Es culpa mía. Se me ha ido la boca diciendo que nadaba en la abundancia. Y como tenía pasta …

supuestamente …

Álvaro hizo un gesto de resignación con la cabeza.

-Pues todo a las espaldas del amigo pudiente y famoso. – acabó la frase en tono compungido.

-Al menos te habrán invitado a algo de vez en cuando. – sugirió Jorge.

-Les he llamado varias veces para salir juntos y siempre me han dicho que no podían. Salvo una vez, que aprovecharon para pedir que les cambiara la tele. Habían visto una de cinco mil euros, lo último de lo último.

-Creo que no se la has comprado. La tele que he visto antes no es de las últimas.

-No. Les dije que si querían cambiar la tele que la pagaran ellos. Encima que no pagaban alquiler. Ni la comunidad de vecinos.

-El salón no está mal.

-Los sofás están destrozados. Y parece que se les ha caído un guisado o algo con mucha grasa y ni lo limpiaron. Dieron la vuelta a los cojines.

-¿De qué los conocías?

-De Toledo. Eran amigos del barrio. De toda la vida. Eso es lo que me pudre.

-¿Y no te pidieron que les sacaras de fiesta con tus amigos famosos? Eso suele ser un clásico.

-Y lo hice al principio. Pero todo era para conocer a famosos y para que les pagara yo las copas. Al cuarto día les dije: vamos a hacer bote. Y se enfadaron. Puede que no supiera hacerlo, o proponerlo. Es que me sentía incómodo. Pero por eso no me gusta que me paguéis las cosas. No quiero para los demás lo que no quiero para mí.

-Pero es distinto. Siempre nos has invitado. Otras veces yo a ti. O Carmelo. Es lo que hacen los amigos.

Álvaro se sentó en el salón. Jorge lo hizo a su lado. Le dio la sensación de que estaba triste.

-No sé estar con los amigos. Me he equivocado en todo.

Jorge se recostó en el sofá. Aunque quería decirle algo para contradecir su afirmación, no se le ocurría la forma de hacerlo. Al final optó por esperar a que siguiera hablando.

-Me di cuenta el otro día, en el hall de la Unidad de Investigación. La mirada de asco que me lanzó Willy. Me dio hasta miedo. El comisario ese me dijo si quería que me acompañara alguien. Pero no. Me merezco lo que me pase por bobo. No tengo el nivel para llevar escolta.

-¿Yo sí tengo ese nivel?

-Tú eres una súper estrella de la literatura.

-Pero no la llevo por eso. La llevo por ser un bobo que se ha dejado manipular durante años. Por ser ciego y sordo y que haya alguien que tenga miedo de que no haya sido tan ciego o tan sordo.

-Yo tengo amigos que me mandan a matones para que me rajen la cara para impedirme trabajar.

-Y que vuelvas al negocio de las citas de acompañante o para que te acuestes a quien pague lo que pidan.

-¿Es tan evidente?

Jorge le intentó convencer durante más de una hora, de que no era una cuestión de ser evidente.

-Era su plan desde el principio. ¿Es eso lo que me quieres decir? – Álvaro estaba compungido. Le dolía escuchar las verdades aunque fueran dichas con mucha delicadeza y dulzura.

-No eras el único – le contestó Jorge. – Todo esto lo descubrió Javier por la declaración de Rodrigo Encinar.

-Ya. Y Gonzalo Semtí. No le conoces. También ha ido a hablar con la policía. Me llamó y lo convencí. Aunque Willy y su representante piensan que he sido yo el que les ha contado a la policía.

-¿Lo has hecho?

Álvaro se sonrió.

-Claro. Pero después. El Javier ese me aguantó más de dos horas medio lloriqueando. Menuda paciencia tuvo conmigo.

En esa entrevista en el bar “La Esquina”, Javier no había querido contarle a Álvaro todos los detalles. Lo dejó al criterio de Jorge. Ahora, éste le fue contando de otros actores quizás menos conocidos y que no eran de su círculo que cayeron también en sus redes. Y no tenían cerrado ese capítulo. Se hablaba de otros dos actores con cierta repercusión mediática. Pero hasta el momento, no habían descubierto sus identidades. O si era un bulo.

-Sigue la misma estrategia con todos. Está pensada y es a largo plazo. En cuanto hay una serie nueva o una película en la que despuntan nuevos talentos se acerca a ellos. Se hace su amigo. Les saca por ahí, les presenta a gente a la que luego no vuelven a ver, claro, porque Willy no tiene tantas relaciones cercanas. Yo lo conozco y si me encontraba por ahí, le saludaba. Pero no lo invitaba a mis reuniones en casa en el confinamiento. Y él me presentaba a sus acompañantes, ante los que fingía ser cercano a mí. Acompañantes que no recuerdo y con los que posiblemente me he cruzado en algún acto y ni he reconocido. Lo mismo les pasa a los demás.

-Esos acompañantes dirán que eres un chulo que no les saludas.

-O el mismo Willy cuando le comenten.

-Joder, y a mí me invitaste hasta a quedarme en tu casa en el confinamiento.

-Y no te quedaste todo el tiempo porque no quisiste.

-Era un abuso por mi parte.

Jorge le dio un golpe en el brazo. Intuía que se iba de casa para atender a sus citas. Tanto Carmelo como él pensaban que estaba en eso antes de la pandemia. No dijo nada al respecto. Álvaro se echó a reír.

Al final, Jorge decidió explicarle con detalle cual era la forma que tenían de actuar en esa trama. Le fue contando como primero se hacía colega de ellos. Luego le iba metiendo en su grupo de amigos, con los que quedaba con otros actores menos allegados pero muy conocidos. Les invitaba a todo. Le enseñaba las fiestas más guays … luego de repente les hacía pagar.

Álvaro se había quedado callado y con la mirada perdida. Estaba repasando su vida e identificando cada fase que desgranaba Jorge del plan de ese Willy.

-Llegaba el momento de una conversación muy seria. En esa charla, les plantea que si quieren triunfar deben poner un poco de su parte. Arriesgar. Deben dar el pego de estrellas. Buena casa, ropa cara, de diseño. De marca. “Yo te acompaño y te indico lo que debes comprar”. “Te van a hacer precio especial por venir conmigo”. Ir a los mejores sitios a comer, “Conozco al jefe de sala”. dejarse ver en las fiestas más importantes, aunque deban pagar para ir. “Es una inversión”. Y él cobraba a parte comisión por todo esto. Luego las tiendas, los restaurantes, le pagaban por ello.

-Los pobres bobos nos lo creemos.

-Porque os recuerda además a todo lo que os ha invitado. Todos los amigos a los que os ha presentado. Amigos que ya no se acuerdan de vosotros. Directores de casting que no os prestaron la más mínima atención. A algunos les hace cambiar de representante para poner a otro más … propicio.

-A ser posible el que tiene el mismo, Goyo Badía. – dijo Álvaro.

-Su socio en el negocio.

-Eso también lo intentó conmigo. Pero ahí no entré al trapo. Total, mira, ahora me ha dicho mi representante que es mejor que me busque otro. Me echa. ¿Tú te crees?

Esa confesión le pilló a Jorge desprevenido. No se lo esperaba. Se quedó pensativo unos segundos.

-No le habrá gustado tus movimientos. Tu agencia no es de la cuerda de ellos.

-¿Y dónde voy? Se ha corrido la voz. Nadie me va a querer. Eso me ha dicho ella, al menos.

Jorge le dio un beso.

-Voy a hacer una llamada a la cocina. Ahora vuelvo.

Álvaro se recostó en el sofá. Parecía a punto de romperse. Jorge le miraba mientras hablaba por teléfono. Sus peores presagios se iban haciendo realidad. Estuvo casi un cuarto de hora hablando. Cuando colgó se quedó mirando a Álvaro. Iban a tener que apoyarle todos mucho. Se estaba derrumbando.

-Ya está arreglado – dijo volviendo al salón y sentándose al lado de Álvaro. – Ya tienes nuevo representante, si aceptas claro.

Álvaro se incorporó. Tenía los ojos hinchados. Mientras Jorge había estado hablando, él había aprovechado su soledad momentánea para echarse a llorar.

-Debo ser sincero con él o ella. Y contigo. No … quiero que …

Jorge se lo quedó mirando expectante.

-A parte de trabajar como acompañante … también me he prostituido. Me … he acostado con algunos. Por dinero. Mi agente se ha enterado y por eso me ha echado. No … yo le he dicho que no … iba a volver a pasar. Que eso era una etapa de mi vida … que tengo trabajo en Tirso … y … me ha dicho que ni Carmelo del Rio iba a mantener su oferta para ese papel en la serie cuando se enterara de … ni tú me ibas a seguir apoyando. Que mancho vuestra imagen pública. Me ha contado que en solo dos días, le ha llegado la noticia por varios sitios. Que se va corriendo la voz. Los amigos de Willy van haciendo su venganza.

Jorge le acarició la cara con dulzura.

-Tu antigua representante se equivoca. Tanto Carmelo como yo vamos a seguir a tu lado. Siempre. Y la mayor parte de tus amigos de verdad. Esta es una oportunidad para que veas quien lo es, y quién te quería por el interés o la fama o los millones de seguidores de tus redes.

-Mariola me llama todos los días. Luego voy a quedar con ella. Vamos a ir de compras.

-¿Ves? Y Ester estará a tu lado. Y Miguel, Biel, Arón partiría piernas por defenderte, de hecho lo hizo el otro día.

-Jo, ya me he enterado. Fui corriendo a acompañarle a urgencias.

-No quiero ni pensar por lo que has pasado acostándote con esos hombres. – le susurró Jorge sin dejar de acariciar su rostro.

-Si al menos hubiera sido contigo …

Se echó a llorar. Jorge lo atrajo a su hombro y le dejó ahí, llorando. De vez en cuando le daba un beso. No dejaba de acariciar su cabeza.

-¿Qué voy a hacer? – dijo entre sollozos.

-Levantar la cabeza. Y tirar hacia delante. Te han puesto en una situación límite y … has hecho lo que has podido. No valoraste bien tus opciones por la vergüenza o porque estabas sobrepasado. Pero ya has recuperado el control. Ya sabes quienes son tus amigos de verdad y te apoyas en ellos y ellos te apoyan a ti. Eso es lo que debes decir aunque yo tampoco daría muchas explicaciones. Pero todo en esa línea. Luego lo repasamos para que lo tengas interiorizado.

-Me gustaría hacer el amor contigo.

Álvaro levantó la cabeza y miró con sus ojos todavía acuosos a Jorge.

-Quiero probar de verdad como se ama a un hombre al que quiero.

Jorge sonrió. Le besó en los labios. Se lo quedó mirando.

-Y a mí … estaría encantado de amarte, Álvaro. De acariciarte ese cuerpo tan maravilloso. Me encantaría pasar una tarde entera jugando con nuestras lenguas en un beso eterno. Y tenerte dentro de mi y luego si acaso, entrar en ti y amarte. Pero sabes, me quedaría con la sensación de haberme aprovechado de ti. No te gustan los hombres. A mí sí. Sería un acto … no creo que luego te sintieras bien. Ni yo, aunque fuera un momento maravilloso de amor y placer para mí. De verdad que podría escribir una escena en la que fuéramos amantes.

Álvaro acercó su boca a la de Jorge y le besó apasionadamente. Jorge le dejó hacer unos segundos, pero luego le apartó con dulzura.

-No te gusto de esa forma Álvaro. Ahora estás … confuso. Estás agradecido. Pero no son razones para acostarte conmigo. Te gustan las mujeres.

-Eso no es cierto del todo.

-Principalmente al menos. No te has acostado con ningún hombre antes de todo esto. Y podías haberlo hecho. Con cientos.

-A lo mejor es que no ha surgido … puede que me haya sentido … que no me haya atrevido.

-Puede. Pero yo voy a estar aquí siempre. Junto a ti. Disfrutando de tu compañía. Y por qué no, disfrutando de verte pasear en calzoncillos. O desnudo. Me gusta la belleza y tú eres bello.

-No me rechaces, por favor.

-No, no, mi amor. No. No te rechazo. De verdad que te quiero y de verdad que estaría encantado de hacer el amor contigo. Pero si lo hiciera hoy, sería aprovecharme de ti.

-¿No confías en mí?

Jorge sonrió.

-Cariño, claro que confío. Para que lo compruebes, déjame tu teléfono. O tu tablet.

Álvaro se levantó de un salto y fue a la mesa del salón. Cogió los dos dispositivos que le había pedido Jorge. Éste cogió su teléfono y escribió unos códigos y los mandó por mensaje. El teléfono sonó. Número oculto.

-Dime escritor.

-Haz seguro este móvil. Crea una cuenta y dale acceso a la nube.

-Tu amigo está cañón.

Jorge se echó a reír.

-Para ti todos lo están.

-Éste lo está – dijo rotundo Aitor. – Dame diez minutos. Que no utilice ningún dispositivo de la casa.

No se despidió.

Álvaro le miraba sin entender.

-Voy a blindar tus dispositivos. A partir de ahora, no va a ser posible que te los pirateen. Y te voy a dar acceso a mi nube. En ella encontrarás todas mis novelas inéditas. Y todos mis relatos.

Álvaro lo miró con sorpresa.

-Pero … eso …

-Primero, para que compruebes que eres alguien al que tengo mucho cariño. Segundo, para que compruebes que sigo confiando en ti. Tercero, para que seas consciente de que eres parte de mi familia. Aunque hoy no te voy a hacer el amor. Dentro de unos días te encontrarás un relato en el que tú y yo hacemos el amor. Puede que un día ese relato se haga realidad. Si de verdad lo sigues deseando y si de verdad, te gustan un poco los hombres. No te quedes con la sensación de que te rechazo. Al revés. Hacer el amor contigo ahora, hoy, sería el camino fácil. Pero esto es una promesa. Si dentro de un tiempo sigues pensando igual, estaré encantado de hacer el amor contigo. De estar amándote toda una semana entera, sin levantarnos de la cama. Y no pienses que sería una traición a Carmelo. Sabes como somos y nuestros acuerdos al respecto.

-Con alguno de esos hombres me excité de verdad.

-Eso … puede ser por muchas cosas. Hay partes del cuerpo que reaccionan ante determinados estímulos. Solo hay que encontrar tus puntos débiles. Tus puntos sensibles.

-¿El punto G?

-Hay muchos puntos G. Puede que tengas los pezones sensibles. O la cara interna de los muslos. Puede que te ponga a cien que te muerdan el cuello, o hacerlo tú a tus parejas. El perineo puede ser un punto … G. O los pies. O que te acaricien el culo.

-O que me lo coman.

Jorge se encogió de hombros.

Aitor volvió a llamar.

-Ya está. Tenía un intruso en el móvil. Está eliminado. Te he mandado un mensaje con el camino a la nube. Te dejo que se lo instales tú.

Aitor volvió a colgar.

Jorge pulsó el enlace contenido en el mensaje. Y se instaló una APP nueva. Su símbolo era una J y una R entrecruzadas. Le pasó el teléfono a Álvaro.

-Pincha en esa APP.

Álvaro le miró con curiosidad.

-Pincha ahí. – le reiteró. Parecía que Álvaro era remiso. Al final lo hizo.

-Ese es tu nombre de usuario. Pon la contraseña que quieras. Que no sea la misma que tienes en los demás sitios.

-Dímela tú.

“RecuerdaqueJorgetequiere77” – le dijo Jorge sin pensar. – la primera “R” y la “J” de Jorge con mayúsculas.

Cuando Álvaro acabó de configurar su cuenta, y entró en la nube, abrió mucho los ojos. Empezó a pinchar las carpetas. La primera la que se llamaba “Novelas inéditas”.

-Joder. Son un montón de ellas.

Salió de ahí y fue a la que ponía “cuentos infantiles”.

-¡¡¡Seis volúmenes de cuentos!!! Yo pensaba que solo era uno.

Jorge no dijo nada. Solo sonreía. Le gustaba lo que veía. La cara de Álvaro había cambiado radical. Ya no había sombra de lágrimas. Y sus ojos habían recuperado el brillo.

-Gracias, gracias.

Álvaro se lanzó a abrazar a Jorge. Le dio un beso en los labios. Un suave pico que gustó a Jorge.

-Voy a leerlo todo.

-Con calma. Hay mucho que leer.

-Joder. Si tienes una carpeta con versiones desechadas de tus novelas.

-Ahí puedes leer por ejemplo la versión de “La Casa Monforte” antes de la definitiva. Y lo mismo en otras novelas.

-¿De “Tirso” también?

-No. De Tirso no. Pero puedes ver otras historias colaterales. Por ejemplo, si acabas por hacer el papel de Juan, o el de Hernando, tienes muchas más historias que no están en los libros. Para que puedas conocer mejor a esos personajes. ¿Cual de los dos personajes te gustaría más?

-¿Cual me recomendarías?

-Siempre pensé que serías un buen Juan.

-Pues entonces seré Juan, si al final me lo ofrecéis formalmente.

-Yo no tengo que ofrecértelo. Pero quien lo debe hacer, lo hará. A través de tu nuevo representante: Sergio.

-¿Sergio? Pero si todos dicen que hace tiempo que no coge a nadie más.

-Pero a ti te acepta encantado. Y no te preocupes, sabe todo lo que tiene que saber. Te defenderá de esos ataques y te guiará en lo que debes hacer. Mañana tienes una entrevista con él. A las diez.

-Ahí estaré. Pero no sé si tengo ropa …

-No tienes que vestirte especial. Olvídate de los consejos de Willy.

Jorge se levantó y fue a la habitación de su amigo. Álvaro le seguía. Abrió los armarios y le señaló toda la ropa que había en ellos. Le señaló las dos maletas abiertas y llenas de ropa a la espera de ser colgada.

-Debes tener un puñado de ropa adecuada para actos sociales, para presentaciones. Sergio te irá diciendo. Te buscará marcas que te dejen su ropa para determinados actos. Puedes convertirte en su imagen. No necesitas empeñarte para comprar lo último de Cibeles o de la pasarela de Londres o NY.

Álvaro recibió un mensaje. Lo leyó.

-Es mi antigua representante. Me dice que quiere hablar conmigo que a lo mejor se ha precipitado.

-Sergio la ha llamado para pedirle tu documentación. Y para que liquide con él. Mañana de todas formas te acompañará Óliver, mi abogado. Sergio y él ya se conocen. Te ayudará en la transición y se encargará de finiquitar tu relación con tu antigua agencia. En tus manos está si quieres ir con él o delegas. Si vas con él darás la impresión de que no te vas enfadado y no te cerrarás puertas. Tampoco hay que olvidar que ellos te han cuidado bien.

Álvaro hizo un movimiento con la cabeza que a Jorge le pareció de duda.

-Ya me lo contarás cuando estés preparado. Te recuerdo que no debes tener reparo en contarnos. Somos tus amigos. Y ten presente que tu representante, cuando te ha echado, se imaginaba que nadie querría coger tu cuenta. Al llamarla Sergio, se ha dado cuenta de varias cosas: que alguien ha querido cogerte en su agencia; al ser Sergio, sabe que tanto Dani como yo vamos a seguir apoyándote y que tu papel de Tirso, sea cual sea, Juan o Hernando, va a salir adelante. Y la siguiente novela mía que posiblemente se lleve a la pantalla, vas a ser el protagonista.

-Dime que te refieres a Juan, el de “deJuan”.

Jorge sonrió.

-¡La hostia! Alucino con ese personaje. Sería la hostia si me lo dejas hacer.

-Falta mucho para eso. Tienes un par de pelis, me han dicho, otra obra de teatro …

-Otra campaña de publicidad, ésta para Noruega y Suecia. De las buenas.

-No entiendo a tu representante. Nada de eso se ha caído a pesar de los rumores.

Álvaro se encogió de hombros. No quiso ahondar en el asunto, pero casi, Felisa su representante, le había venido a decir que aunque no le echaran de esos proyectos, ella no quería a nadie como él entre sus representados. Álvaro tenía marcado en la cabeza el gesto de asco que había puesto al decir esas palabras. Daba asco a Felisa. Tampoco le había contado a Jorge que le había dicho que todo era culpa de Jorge. Y ahí había empezado a calificarlo con los peores insultos que se puedan decir de alguien.

-No merezco esa confianza. No he sabido estar a la altura. No he sabido hacer las cosas, ni siquiera he sabido relacionarme con mis amigos. Ni distinguir los amigos de los aprovechados. Soy un paria.

-Todos nos sentimos sobrepasado a veces. El mundo éste en el que vivimos no es fácil. Todos parece que lo desean. Llegar a ser famoso. Ir a fiestas guays, como la de la Dinamo del otro día. Pero … la gente no sabe lo que hay detrás de todo. Las zancadillas. Las trampas. Tú has pecado de ingenuidad y de orgullo por no dejarte ayudar. Por meterte en cosas a las que no alcanzabas y que tampoco necesitabas.

-Me he dejado engañar.

-¿Estás bien?

-Ahora sí. O al menos mejor.

-¿Me quieres contar lo de esos hombres con los que te acostaste?

-Mejor otro día. Ya te he aburrido bastante. Es tarde. ¿Te apetece que comamos?

-Venga.

-Se me ha olvidado comprar el pan.

-Me ocupo. Bajo ahora mismo.

-Hay una panadería a la vuelta de la esquina, a la derecha según sales del portal.

-¿Tiene dulces? Así subo el postre también.

-No se me había ocurrido. Mira a ver si queda algo. Si no, puedo preparar esa macedonia que te suele gustar. Tengo fruta. Me enseñó Carmelo a hacerla.

Jorge fue hacia la puerta. De repente se acordó de algo y volvió. Sin más besó a Álvaro en los labios y volvió a enfilar la puerta de salida. Álvaro se lo quedó mirando sorprendido. Y contento. Era un hombre completamente distinto del que había recibido a Jorge esa misma mañana.

.

-¡Evarista! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás cariño?

Jorge se había levantado de la mesa en la que estaba comiendo en “El Puerto del Norte” y había salido a la calle para no molestar a las mesas de alrededor.

-¿Y tú cariño? Hace días que no te pasas por aquí.

-Luego me acerco un rato.

-Pues te cuento entonces. ¿Quieres algo especial para picar?

-El bizcocho mágico. No lo he comido hace siglos.

-Nada. Pepa y yo nos ponemos a ello. Te esperamos en mi casa.

-Dame un par de horas.

Jorge se quedó pensativo. Parecía que lo que quería contarle sus nanas era importante. Suspiró desesperado. Ahora pasaría el tiempo que tardara en ir a verla, pensando en si había pasado algo grave a su familia. Echó un vistazo a los mensajes, por si se le había pasado algo.

Carmelo le sorprendió rodeándolo por detrás con sus brazos y apretándolo contra su cuerpo. Jorge sonrió y giró el cuello para dejar libre el camino al beso de su rubito.

-¿Qué haces en la calle?

-Me han llamado las nanas, y como hablan alto, he salido para no molestar.

-Y para que no se enterara todo el restaurante de lo que hablabas.

-También por eso – se sonrió el escritor – El caso es que, no directamente, me han invitado a que vaya a verlas. Parece que tienen algo que contarme.

-Y le estás dando vueltas a lo que pueda ser.

Jorge asintió con la cabeza.

-Entremos. Tengo hambre. Y tengo que volver al trabajo en un rato.

-Pero luego hemos quedado a las ocho. Esa fiesta en el Ateneo con photocall.

-Y ahí estaré. Date un toque de maquillaje para las fotos, no te olvides.

Carmelo consiguió con su cháchara que se olvidara del misterio que le asolaba ahora: el motivo de la urgencia en verlo de sus nanas. Nada más acabar de comer, Carmelo se fue. Jorge se quedó saboreando su segundo café. Aunque en realidad lo que saboreaba, era unos trocitos de tarta de queso que le habían traído para “pasar” el café.

Le hizo un gesto a Alan para ponerse en marcha. Llamó a Evarista para anunciar que iba de camino.

-Ya está frío tu pedido. Listo para que lo disfrutes.

-Pero cuanto os quiero, madre mía.

El recibimiento fue como siempre, lleno de abrazos y de besos. Jorge presentó a Alan a sus nanas. Evarista rápidamente le tiró fichas. Alan aceptó el juego con simpatía y cercanía. Otro que fue conquistado por esas mujeres.

Jorge y Alan se encargaron de llevar las cosas para que las nanas no se cansaran. Ya era bastante con que se hubieran puesto a cocinar. Alan descubrió ese pastel de tres texturas que no había comido nunca.

-Voy a tener que salir a correr cuando acabe de trabajar – suspiró mientras se servía otro trozo de pastel.

-Está hecho con amor, esto no engorda – explicó Jorge feliz imitando a su acompañante. – ¿Y qué queríais contarme?

Las dos mujeres se miraron. Parecía que se habían arrepentido de su impulso de llamar al escritor. Evarista hizo un gesto a Pepa que fue la que se acabó decidiendo.

-Creemos que tus padres se huelen algo de lo de la nueva tienda.

-Poco pueden hacer al respecto, aunque eso fuera así.

-Están muy enfadados por ese burofax o como se diga que les mandó ese abogado. Habían hablado con los niños, del tema de la subida del alquiler tan desorbitada, como castigo a su postura cuando se encontraron contigo. Les intentaban convencer de que eso era mejor que echarles del local.

-Ellos jugaron sus cartas, nosotros las nuestras. Pueden volver a alquilar el local. Y que cobren lo que quieran al nuevo inquilino.

-Lo han empezado a mover con la inmobiliaria esa de Ponce. Ya sabes ese que es amigo de tus padres de toda la vida. Pero se ha corrido el rumor de esa gran carnicería que se va a abrir en el barrio. Y nadie quiere arriesgarse hasta que se vea de que va.

-Les queda apenas unos días para que todos se enteren.

-¿Y qué crees que va a pasar entonces?

-Pueden alquilar el local para otro tipo de negocio, no para carnicería.

Jorge se las quedó mirando. Había algo que no se atrevían a decir.

-Decidme. No os cortéis.

-Nos han contado que esa Nadia de los cojones, les ha puesto en contacto con alguien para … boicotear la inauguración. Y para convencer a Gaby de aceptar las nuevas condiciones.

Jorge se quedó callado. Intuía que había más. Pero no se decidían a contar.

-Os escucho.

-Unos supuestos representantes de un matadero de Ávila quieren introducirse en Madrid y han quedado en unos días para hablar del tema, al cerrar la carnicería. En la misma tienda. A las ocho y media. Y le van a “convencer” de la conveniencia de que se avenga a razones.

-Pepa, por favor, no andes con eufemismos. Dilo claramente.

-Van a destrozar la tienda con Gaby delante. Y le van a dejar malherido. Como aviso.

-Quieren además que les de su usuario y contraseña para acceder a tu nube y poder robarte tus novelas. Y que no lo diga. Le amenazarán con pegar a los niños.

-Creemos que van a agredir a Kevin en el momento de la reunión para que llame a su padre y le cuente.

-Kevin sabrá defenderse.

-Depende de quién le ataque y cuantos.

-¿Y esto decís que lo han organizado mis padres y Nadia?

-Nadia ha estado estos días por aquí. Se ha visto con tus padres en casa.

-Varias veces.

-¿Y sabe dónde encontrar matones de esa clase?

-Su amiga parece que sí.

-¿Carlota Campero?

Evarista asintió con la cabeza.

-Porque Trini, la vecina de tus padres les escuchó hablar.

-Pero Trini es muy amiga de mis padres.

-Todo tiene un límite, hasta para los más acérrimos seguidores. Ha venido esta mañana a contarnos. Se ha ido unos días al pueblo. Luego, nosotras hemos indagado. Preguntando aquí y allí.

-Ya sabes, dos viejas cotillas.

-Esos matones parece que también te quieren pillar a ti.

Jorge se recostó en su silla. Se sonrió. Alan también sonreía.

-Me vais a perdonar, pero voy a tomar un poco más de este pastel mágico – dijo Alan rompiendo el momento de silencio.

-Sírveme un poco Alan. Evarista, Pepa, voy a llamar a un coche para que os lleve de vacaciones.

-Pero…

-Tranquilas. Una maleta con un poco de ropa. Evarista, tu prima Herminia, os ha invitado a hacerla una visita a Francia.

-¿Y qué pintamos …?

-No vais a ir a Francia. Es lo que vais a decir a esa amiga vuestra que sabéis que se va a encargar de que en un par de horas, lo sepa todo el barrio.

-¿Y cuando nos vamos?

-¿Ahora mismo?

La cara de susto que pusieron las nanas era para haberla grabado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 109.

Capítulo 109.-

.

¿Cómo se puede describir el dolor que lacera el cuerpo de alguien que recibe la noticia de que una persona amada está herida de gravedad, de que se debate entre la vida o la muerte, de que lamentablemente no se ha podido hacer nada por salvarlo?

Ni siquiera los profesionales que están en contacto con las personas que sufren esas circunstancias, pueden describir ese sentimiento. También es cierto que las reacciones ante esas noticias son únicas. Cada persona es un mundo.

Unos, sienten inmediatamente como su cuerpo se parte en dos. Sienten como una parte cae a un abismo inalcanzable. Algunos nunca podrán recuperar esa parte perdida. La buscarán el resto de su vida. Bucearán cada noche en la desesperanza, algunos lo harán en el barro que cubre algunos tugurios de sus ciudades. Intentaran sacar la cabeza en la pecera para coger una bocanada de aire y poder seguir nutriendo a los pulmones unos segundos más.

Otros, parece que en el momento de recibir la noticia la toman con cordura, asépticos, casi como profesionales. Pero según pasan los minutos, las horas, van notando como una especie de yaga interna se va abriendo camino y les va rajando sus carnes en canal. Hasta que llegado un momento, unas horas después, unas semanas o incluso meses, el río de lava que llena esa enorme yaga rebosa y atenaza el corazón impidiéndole seguir latiendo.

Felipe se rompió en el acto. El dolor le desgarró por dentro. Las piernas dejaron de sostenerlo. Apenas podía respirar. Daba bocanadas desesperadas buscando un poco de aire, como si estuviera intentando respirar en el fondo del mar.

Laín y Paula recibieron la noticia con estupefacción. No lograban entender la situación. Vislumbraron en la distancia las ropas de su hijo, pudieron distinguir la esclava que llevaba su hijo desde hacía unos meses en su tobillo izquierdo. A Laín se le vino a la cabeza que no había conseguido que le dijera si significaba algo especial. Él pensaba que se lo había regalado alguien querido. Al principio pensó que había sido Rodrigo, su padrino. Pero cuando se lo preguntó, éste lo negó. Luego pensó que sería un novio. Preguntó por ahí, y tuvo que descartar esa posibilidad.

-¿Y si se muere? – dijo de repente Paula.

La mujer estaba completamente ida. Miraba todo con perplejidad. Como si se hubiera despertado de repente en medio de la noche y se encontrara en medio de una batalla. Con sus carros de combate, sus aviones volando y tirando misiles. Parecía no ser capaz de entender nada de lo que pasaba a su alrededor.

Ninguno de los dos supo responder a lo que les preguntaba la enfermera que intentaba hablar con ellos. Posiblemente ninguno fuera capaz de recordar ni dos palabras que les hubiera dicho la sanitaria.

Siempre nos ponemos en lo peor cuando surge una mala noticia. Es inevitable empezar a pensar en cómo vas a ser capaz de tapar el hueco que te va a dejar si esa persona querida fallece. Aunque lo más triste, es cuando la persona que sobrevive no es consciente de lo sola que se queda, hasta que vuelve del tanatorio y se sienta en la silla de la cocina con una taza de té. Y en ese momento se da cuenta de lo que quería a su amado, y de lo que lo necesitaba. Y duda en si será capaz de seguir adelante.

Jorge Rios.”

El guardia Luis González fue el primero en llegar. Lo hizo con su compañero Teodoro Ortiz. Enseguida Fabiola, la mujer del grito les puso en antecedentes.

-Es Eduardo, nuestro Eduardo. Y un chico que no conozco de aquí. – cogió a Luis de los brazos y le zarandeaba con violencia. – Tienes que ayudarlo, Luis. Sangraba a montones.

-Tranquila, Fabi. ¿Has visto si se ha ido el tirador?

-Le tiré la cachaba que siempre llevo cuando saco a las vacas y creo que salió huyendo en aquella dirección. Le azucé al perro que lo persiguió unos metros, hasta aquel árbol. Pero se dio la vuelta para ir al lado de Eduardo y empezó a lloriquear. Está húmedo, verás sus huellas. Luego Adoquín volvió conmigo. Los chicos – y señaló el lugar donde estaban Eduardo y Martín. – No soporto la sangre. No puedo… ¡¡¡Tienes que ayudarlo!!! ¡¡¡Ayúdale, por favor, Luis!!! ¡¡Mucha sangre!! – Fabiola no dejaba de zarandear al guardia civil.

Luis se alejó corriendo hacia donde le había indicado Fabiola mientras su compañero le cubría y daba indicaciones a los compañeros que estaban llegando.

-Hay que hacer un perímetro de diez kilómetros. Que lo cierren todo – indicó a su sargento por la radio, mientras corría en busca de los chicos. El suboficial dio las instrucciones pertinentes.

-Dos ambulancias. Helicópteros, sangran mucho. ¡Que me ayude alguien! – gritó Luis, de repente muy nervioso y alterado.

-Voy – dijo Leticia que acababa de llegar, una agente que había estudiado hasta 6º de medicina. – Luis, presiona esa herida con fuerza. – Lo dijo cuando todavía estaba a unos metros – Chicos miradme los dos. Vamos. – les pidió a gritos a los heridos arrodillándose a su lado, mientras les daba golpes en la cara. – Que alguien me traiga un botiquín. Toallas, o telas o lo que haya.

-El helicóptero ya viene. Cinco minutos. – dijo alguien que estaba muy excitado.

Fueron los minutos más largos de la vida de todos los que acudieron al aviso. Leticia no dejó de trabajar y dar instrucciones a los compañeros que se acercaron a ayudarlos. Por en medio del campo, venían Carmelo y Cape corriendo. Y detrás de ellos, hacían lo propio pero a un ritmo menor, Laín y Felipe. No estaban tan en forma como los Danis, pero algo en el ambiente les hacía también intentar retrasar el momento de enfrentarse a lo sucedido.

.

-¿Ya estás de vuelta?

Jorge acababa de entrar en la sala en la que seguían todos. Por el gesto de Oli y Carmelo, nada se había avanzado en los asuntos que tratar.

-Pareces cansado – le dijo Paula solícita.

-Me hago viejo. – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa.

-¿Dónde has ido si se puede saber?

-Una firma de libros. Ha habido más gente de la que pensaba.

-Con lo poco que te gusta eso – afirmó Paula.

Carmelo estuvo a punto de soltar un exabrupto. Pero una mirada de Jorge le contuvo.

-¿Dónde estarán los chicos? – preguntó Laín.

Carmelo se sonrió y miró a Cape. Este entendió.

-Estarán en el estanque. Nuestro lugar secretísimo. – explicó Cape.

-El estanque de los encuentros. Donde nos bañamos desnudos fuera de la vista de los curiosos – explicó Carmelo.

-Jorge, dile a Dani que te lleve un día. Verás que sitio tan maravilloso.

Jorge se lo quedó mirando. Sonrió después de cambiar una mirada con Carmelo. Cape parecía olvidar algunas cosas, incluso recientes. ¿O sería una pose?

-Si solo se puede bañar uno desnudo allí, va a ser que paso. No me interesa. – Jorge decidió hacerse el tonto. Carmelo levantó las cejas y sonrió a la vez que negaba con la cabeza.

-Pues tú te lo pierdes. Ya sé que los pueblos no te gustan, pero tienen cosas agradables.

-Estoy aquí, no te quejes. – Jorge resopló al responder.

-Me has sorprendido sí. Esperaba un Jorge quejándose de todo a cada momento. – Cape esta vez dejó claro que estaba bromeando. Aunque Paula no acabó de pillarlo.

-Ya ha venido un par de veces. – dijo de pasada Carmelo, que se estaba divirtiendo con las mentiras del escritor y el gesto entre inocente y “que pasa de todo lo que suene a rural” que se había instalado en su cara.

-Pero para hablar con Oli. – lo dijo mirando al aludido que se había refugiado en el papel de espectador silente.

-Y ese estanque entonces… – preguntó Paula.

-Solemos ir a bañarnos desnudos. No suele acercarse la gente del pueblo. Es para nosotros. – explicó de nuevo Cape.

-Y Eduardo y Alberto. – aclaró Carmelo – En realidad lo descubrimos Alberto y yo al poco de instalarme aquí.

-Huy, no creo que Martín se bañe. Tiene miedo al agua. – aseguró su madre.

-Y tampoco le gusta mucho eso de desnudarse por ahí. En casa es muy cuidadoso con eso. No te quiero ni contar en un rodaje. – Laín sonreía mirando a su mujer. Ésta decidió no contestar a su marido. Jorge pensó erróneamente que Laín se estaba acordando de alguna anécdota al respecto. Si la había vivido Laín junto a Martín en un rodaje, debería ser siendo niño. Ahora Martín había copiado muchas de las costumbres de Carmelo. Una de ellas, pasearse en calzoncillos en casas de confianza. Lo que no podía imaginarse es que la escena en concreto que ocupaba la mente del matrimonio era de apenas unas horas antes. Y que había sido al contrario de lo que había contado Laín.

-El amor puede conseguir cosas increíbles. – dijo Cape con mucha sorna.

-Será el deseo, querido. El amor en cinco horas no me lo creo.

-Llámalo como quieras Paula. – dijo Carmelo. Iba hacer un comentario sobre una experiencia suya en la que se enamoró a la media hora, pero prefirió guardárselo. Un amor que le duraba todavía, muchos años más tarde. Estaba más preocupado por Jorge. Cualquiera que fuera lo que le había pasado, le había dejado agotado. Aunque a lo mejor, pensó, era la pena por ver a Aitor volver a París. Y la acumulación de todo lo vivido en los días anteriores.

-Y me niego a pensar en esas cosas respecto a mi hijo – bromeó de nuevo Paula. – Mi hijo es virgen y lo seguirá siendo hasta los setenta años. Y espero que ni se le ocurra presentarme a ninguno de sus rollos. Él no es de novios, ya lo conocéis.

Carmelo pensó que a Paula le repelía solo pensar en que su hijo pequeño tuviera encuentros sexuales. Hasta le pareció distinguir en su cara un rictus de asco. Pensó en comentarlo luego con Jorge. Él tenía razón: a Paula su hijo pequeño le sobraba y cada vez le costaba más disimularlo.

-¿No ha sido eso un disparo? – dijo de repente Jorge saliendo de su estado letárgico. No podía dejar de pensar en todo lo sucedido en Vecinilla. Y en ver a Aitor roto de dolor, salir de la terminal camino del avión en el que volvía a París. Esos chicos de Vecinilla, los de las mazmorras subterráneas, iban a ser las víctimas de todo esa gran performance que habían preparado en ese lugar. Con la explosión última para destruirlo todo y de paso, reducir a carbón a todos esos jóvenes músicos. Iker Romanes no había ahorrado detalles. Aitor cerró los ojos y no participó en la descripción. Aunque era claro que imaginarse lo que hubiera pasado si los planes se hubieran cumplido, le consumía por dentro. Si hubiera fallado en sus acciones hubiera sido una carnicería. Y todo para mandar un mensaje, porque según el plan que parecía marcado, Jorge ya estaría muerto.

Se quedaron todos callados. Y ahora volvieron a escucharlo, esta vez por partida doble. Y un minuto después a Fabiola, la ayudante de Felipe en la granja, llamar a la Guardia Civil a gritos.

Carmelo se levantó de un salto y fue hacia la ventaba que estaba mejor situada para ver la zona de ese remanso del río que llamaban estanque. A la vez, sonó el teléfono de Felipe.

-Es Eduardo – dijo a todos aliviado. Pero al responder y poner el altavoz, todos pudieron escuchar el grito que acababan de oír en directo y a Martín diciendo algo de sangre y jurando, antes de que sonaran más disparos y se oyera un ruido que todos interpretaron como de una persona que se desplomaba al suelo.

Fernando sin dudarlo, llamó por teléfono. Carmelo hizo lo mismo.

-Luis, al estanque de los encuentros. ¡¡Rápido!! Disparos y llaman a gritos a la Guardia Civil.

-Dos minutos. Estamos al lado.

Él y su compañero tardaron todavía menos.

Todos los que estaban reunidos en la Hermida 2 salieron hacia el estanque. Y Carmelo en un momento dado, tuvo un presentimiento y se echó a correr. Cape le siguió. Jorge en cambio, cerraba la comitiva. Estaba agotado. No creía posible que, si le había pasado algo a Martín y a Eduardo… no estaba seguro de que pudiera soportarlo. Pero no convenía mostrar demasiado cariño por Martín delante de sus padres. Paula también se había apartado de Laín y hablaba por teléfono. No parecía una conversación amigable.

Carmelo y Cape se pararon a unos metros. Acababa de aterrizar el helicóptero con los sanitarios. Trabajaban en dos personas. Carmelo distinguió claramente la ropa de Martín. Eran sus Converse, las que le dio después de la fiesta en la Dinamo y una camisa de Jorge, la que se había puesto después de ducharse al volver de ese mismo estanque. En su tobillo lucía la esclava que le regaló Jorge por sus dieciocho años y que nunca se quitaba. No tuvo ninguna duda de que el otro era Eduardo, aunque no le podía distinguir. Señaló a Cape a Laín y a Felipe que se acercaban. Cape anduvo unos pasos hacia atrás y los detuvo.

-Es mejor que os quedéis aquí.

-Pero…

-Sí, son Eduardo y Martín. Los médicos están con ellos. No ganáis nada con verlos ahora.

Laín se llevó la mano a la boca, que se la había abierto de repente. Felipe en cambio arrugó el entrecejo pensando en el significado de lo que acababa de escuchar y ver. Él también había reconocido la sudadera de Eduardo. En realidad era suya, pero Eduardo se la cogía a veces. Le gustaba mucho. Felipe pensaba que además, de alguna forma le hacía sentirse más cerca de él. Y eso le gustaba. Siempre le regañaba cuando se la mangaba, como le decía, pero luego, cuando se la devolvía, casualmente se la dejaba otra vez olvidada en dónde Eduardo pudiera verla fácilmente. Y volver a cogerla. Y volvían al juego.

Se le pasaron muchas cosas por la cabeza. Recordando su vida con el chico. Cuando era pequeño y sus padres lo traían para dejarlo en su casa y no volvían hasta pasado un mes. O cuando regresaban a por él y el niño no dejaba de llorar hasta que lo traían de vuelta. Como se abrazaba a su tía Ana. O la cara de felicidad que se le puso cuando en el juzgado le dijeron que oficialmente era hijo de Felipe y Ana. Y como se abrazó a las ya sus hermanas oficiales, Irene y Julia. Y éstas le revolvían el pelo y él las cogió a ambas de la cintura, a cada una con un brazo, y empezó a girar sobre sí mismo, como si fuera un tiovivo.

-¡Que te vas a marear y os vais a matar! – gritó su madre alborozada.

-¿Cómo se lo voy a decir a las niñas? – susurró Felipe para sí mismo.

-Tranquilo, son buenos médicos – Cape le había abrazado por detrás.

Felipe se revolvió y fue hacia su hijo.

-¡Quiero verlo! ¡¡Eduardo!! – gritó.

Una enfermera se interpuso en su camino.

-Ahora no. ¿Cómo se llama?

-Eduardo y Martín.

-No, usted. Ya sabemos como se llaman los chicos.

-¿Yo? – la miró completamente desubicado.

La mujer le sonrió con paciencia. En ese momento toda su atención era Felipe. Y así se lo mostraba con su mirada y sus gestos.

-Felipe – dijo en un susurro. – El padre de Eduardo.

-Tiene un chico estupendo. Es un luchador. Debe conservar la calma y dejar trabajar a mis compañeros. Van a hacer todo lo posible porque se recupere en cuanto antes. ¿Tiene alguna alergia a algún medicamento? ¿Está tomando alguna medicación para algo? ¿En su familia tienen algún antecedente de …?

Felipe negaba con la cabeza lentamente, aunque no acabó de escuchar la última parte de lo que le dijo.

-Eduardo – repitió en susurros sin poder apartar la vista del cuerpo de su hijo ahora rodeado de médicos y enfermeros.

-Míreme – le indicó de nuevo la enfermera.

Al final le hizo caso. Y en cuanto conectó la mirada con la de ella, se hundió por completo y empezó a llorar desconsolado. La enfermera lo abrazó y le acarició suavemente la nuca con su mano enguantada. A unos pasos de allí, un compañero hacía lo mismo con Laín y con Paula.

Otro helicóptero llegó en ese momento. De él bajaron cinco personas que corrieron hacia el lugar dónde estaba trabajando sus compañeros. Se dieron novedades y se repartieron el trabajo.

-Nos lo llevamos. ¡Ya! Buen trabajo, Leticia.

Acercaron una camilla y subieron a Eduardo a ella.

-Nos vamos al comarcal. Nos están esperando.

El médico se lo dijo a la enfermera que estaba con Felipe.

No tardaron nada en subir a Eduardo al helicóptero y retomar el vuelo.

-Ya estamos. – dijo entonces otro médico. – Nos vamos.

Esta vez era a Martín al que le tocaba el turno.

-Al Gómez Ulla. Nos está esperando el cirujano. Si quieren pueden venir con nosotros – les indicó a sus padres.

Ellos dijeron que sí con la cabeza, aunque el médico pensó que no acababan de entender la situación. Estaba sobrepasados. En poco menos de cinco minutos, su helicóptero también estaba en el aire.

Felipe miraba al cielo confundido.

-Te llevamos al comarcal. – se ofreció Luis. Se limpiaba las manos con unas toallas que le habían dejado las sanitarias y con un gel.

-Ana – susurró.

-Pasamos a buscarla.

-¿Y cómo se lo digo?

-¿Quieres que se lo diga yo? – se ofreció Carmelo.

-Gracias Dani. No, debo ser yo. Debo ser yo el que le diga que Eduardo se nos va.

-Pero no digas eso – le reconvino Luis.

-Lo siento aquí – y se llevó la mano al pecho. – Lo siento de verdad. Lo hemos perdido …

Y se arrodilló desesperado, abrazándose y llorando compulsivamente.

.

-¿Me ves cara de idiota?

Carmen estaba indignada. Se había derrumbado en una silla al lado de Javier. Estaban en el bar de “La Esquina”, cerca de la Unidad. Era su bar de referencia y a veces, su sala de reuniones. De hecho, había un recodo que casi siempre ocupaba algún miembro de la Unidad. No estaba reservada, pero los habituales normalmente no osaban sentarse en esa zona.

-¿No me vas a contestar?

-Pensaba que era una pregunta retórica. – el tono de burla era patente en Javier.

Carmen le dio un manotazo en el brazo. Aunque su cara cambió. Ya no parecía tan enfadada.

-Nacho, tráeme un pelotazo.

-¿Ya a estas horas quieres tu orujo especial? – otro que parecía mofarse de la comisaria.

-No hombre no. Mi pelotazo de las mediodías. – en cambio Carmen optó por un gesto de incomprendida como respuesta a la chanza del camarero.

-¡Javier?

-Tráeme lo que quieras. No tengo ni ganas de pensar.

-¿Os va a hacer falta la pantalla?

-No. Olga no creo que esté de buen humor. Se estará levantando ahora y después de nuestra larga conversación de antes …

-Trae algo de picar, anda.

Patricia era la que había hecho el pedido. Había entrado decidida y se había sentado en frente de los comisarios.

-Otra que parece indignada.

-Ha estado viendo en directo mi conversación con los amigos de la Campero. Javitxu, nos toman por el pito de un sereno. Te columpiaste con tu estrategia. Deberíamos haberles metido en chirona.

Javier movió la cabeza de lado a lado. Empezaba a pensar que sí, se había equivocado.

-La verdad es que les ha envalentonado, sí.

-Y no han cometido errores de importancia.

-No, han estado comedidos. Estaban bien aconsejados.

-El juez ya no aguanta más. Ordenará el registro de su casa en Marbella en pocos días. Matías se va a encargar. A estas alturas no creo que haya nada relevante. Y los va a citar a declarar. El fiscal va a pedir ingreso en prisión.

-¿Y tú Javier? No hemos podido seguir tus entrevistas con los jefazos de la multinacional.

-Esos en cambio, se han mostrado colaboradores y educados.

-¿Y?

-Espera que llegan Tere, Kevin y Yeray.

Los aludidos estaban pidiendo a Nacho sus consumiciones. Yeray estaba hablando por teléfono. Luego, comentó algunas cosas con Tere. Ésta le hizo un gesto para que entraran todos en su rincón. Así lo hicieron y se sentaron alrededor de la mesa.

-Lo del Dilan ese es un misterio. – Yeray tiró el teléfono sobre la mesa. – Nada de nada. Y Ventura parece que ha tenido la misma suerte en Estados Unidos.

-Deja eso para luego. Total, lleva cuatro años esperando, puede seguir haciéndolo unas horas más. Javier nos iba a contar su entrevista con los jefes de RoPérez.

-Por cierto Carmen, no sé como no les has dado unos sopapos a esos chulos. – Tere también parecía indignada.

-¿Qué ha pasado? – preguntó Kevin.

-Nada. Solo que a cada pregunta que les he hecho, me han contestado con una chufla. O me han hablado de la estación de esquí de Candanchú, o una de los Alpes suizos, no recuerdo el nombre. Yo preguntaba por Carlota, y ellos me hablaban de las Fallas de Valencia. No exagero. Ha sido literal. Y lo peor, es verles la cara. Se creían verdaderamente superiores a mí.

-¿Quienes eran? – preguntó muy serio Yeray.

-Eduardo Liviano, Didi, para los amigos. Peter Remiso, que en realidad se llama Pedro, pero Peter es más cool. Y Wilfred Bilbao.

-¿Sus profesiones?

-El primero trabaja en un Banco de Inversión, el Riviera, el segundo es analista en una empresa que se encarga principalmente de asesorar a partidos políticos, y el tercero es directivo de Prima software. La empresa se encarga del mantenimiento de las estructuras informáticas de algunos bancos, entre ellos el Banco Exterior.

-¿El de Néstor?

-Sí. Pero no tiene relación con ellos. Y trabajan para más bancos, incluido alguno radicado en la City de Londres. Ya he llamado a Néstor por si acaso, para que me contara. No entra entre sus funciones controlar ese tema.

-¿Y qué relación tienen con Carlota Campero y su marido?

-En todo caso con Carlota, con su marido ninguna. A ese, aunque os parezca mentira, también le ningunean. Ha sido lo único que me han dejado claro. Los viajes para simular que son un matrimonio y los actos en los que coinciden. Estaban en los viajes que supimos por las fotos. Estos no salían en las que vimos, pero estaban. Hemos confirmado sus vuelos y su estancia en las mismas fechas y en los mismos hoteles. Esos viajes son recurrentes dos veces al año.

-Convenía estudiar al resto de pasajeros. A lo mejor nos llevamos sorpresas.

-No viajaban juntos. Parte si, pero no todos. Deberíamos mirar todos los vuelos de unos días atrás y adelante. Y algunos hacían parada en otro destino y desde allí iban a su reunión festiva. Ha pasado tiempo y esas listas de pasajeros duermen en archivos olvidados y de difícil acceso. Y tampoco sé si es un tema que nos solucione algo. Que nos pueda dar respuestas, vaya.

-Saber de amistades peligrosas de nuestros amigos. Podemos empezar por los más recientes, si esas excursiones se celebraban en unas fechas determinadas.

-El abanico de nombres a buscar es … enorme.

-¿Era festiva su relación o tenían algunos negocios juntos?

-No hemos podido estudiarlo con tranquilidad, Javier. – Tere había tomado la palabra – No nos ha dado tiempo. Eso va a ser farragoso. El Didi ese, he descubierto que tiene creadas tres sociedades. Dos de ellas están presididas por su mujer, Regina Favela. La otra por su hija de dieciocho años Anabella Favela. No te puedo decir si tienen actividad o no. Tampoco si tienen algún socio. El resto de esos señores, son una incógnita, en ese sentido. Pero ya te digo, no hemos tenido tiempo.

-A parte de esos viajes ¿Se ven mucho con Carlota?

La pregunta la había lanzado Kevin.

Carmen se encogió de hombros.

-¿Ni eso te han querido decir? – Javier miraba a Carmen.

-”Que eso a mi no me importaba una mierda”. Esa ha sido la respuesta de Wilfred. Ha sido el menos jocoso de los tres, y el más malencarado.

-¿Te han comentado algo de sus amigos poderosos?

-Sí. Todos. Didi me ha dicho que me ve trabajando dirigiendo el tráfico en cualquier atasco de Madrid. Todo entre carcajadas.

-Que original.

-La verdad es que sí. – Carmen se encogió de hombros. – Ha sido original la forma, la verdad. Y te juro, las carcajadas sonaban verdaderas. Antes de que preguntes, no han dicho nombres.

-Lo bueno es que a estas horas, Carlota sabrá con pelos y señales el resultado de las entrevistas. Y tendrá la certeza de que seguimos tras ella. – señaló Patricia.

-No creo que a estas alturas eso la incomode. Al revés, la hará sentirse todavía más segura.

-¿Y por qué no hemos podido ver las imágenes de tus entrevistas, jefe?

Patricia de nuevo preguntaba, mientras picaba del plato de rabas que les acababan de traer.

-Se ha estropeado el dispositivo. Me da que ha sido al pasar por el arco de seguridad de la entrada. El Guarda me lo está mirando. Tampoco se ve ni se escucha las grabaciones.

-¿Como ha sido?

-Muy educados. Serviciales. Todo lo contrario a lo que le ha pasado a Carmen. Solo nos pueden confirmar que RoPérez cobra de la empresa, en teoría hace tareas de consultoría y asesoramiento. Es un cargo que creó el CEO de la empresa y solo da cuentas a él. Tiene despacho asignado, me lo han enseñado, un gran despacho con vistas a la Castellana, que no utiliza casi nunca. Han dicho casi nunca, en realidad querían decir nunca. El despacho está impoluto. Lo único destacable es que el ordenador es de la época en que empezó a trabajar en la empresa. O sea, antidiluviano. Eso sí, no creo que se haya encendido nunca. “Trabaja desde su propio despacho”, me han asegurado. No me han sabido decir si ese despacho está radicado en su casa o en otro sitio. Ni si trabajada por libre para otras empresas.

-O sea que cobra y no hace nada.

-No lo han dicho, pero con su lenguaje corporal, lo han dejado claro.

-Alguien le está pagando a RoPérez por los trabajos prestados.

-¿Trabajos?

-Casarse con Carlota. Para blanquearla. Para servirla de muro de protección.

-Bonifacio es quien está entonces detrás de ese “trabajo” de su yerno.

-Pero Bonifacio murió hace años. Yo me hubiera sentido liberado de ese compromiso. Y entonces habría que preguntarse por el CEO de la multinacional ¿Qué deuda tenía con Bonifacio para plegarse a ese compromiso que le cuesta a su empresa sus buenos dineros?

-Con CEO o con uno de los accionistas importantes.

-Está claro que en esa multinacional, al menos de los que esta decisión depende, no son de esa opinión. Sus compromisos no han vencido a la muerte de Bonifacio Campero.

-¿Bonifacio seguro que está muerto? – Kevin levantaba las cejas mirando a todos. Javier se echó a reír.

-En esta caso, parece seguro que así fue.

-Toda esta movida me parece muy enrevesada para que el motivo sean los libros de Jorge. – apuntó Tere.

-Es dinero. Jorge vende mucho. El campo que nos abrió Arlen sobre esos relatos que compró Bonifacio y que publicó con otro nombre, abre un campo … y esos dos premios literarios que ganó alguien con dos de esas ventas y que no tenemos situados.

-No ha habido tantos pelotazos …

-Aquí no. Pero no sabemos si esas novelas han sido publicadas en Estados Unidos directamente y los premios se ganaron allí y se hicieron series de televisión o se publicaron secuelas.

-¿Un traductor? ¿Podría ser ese mismo que traduce las novelas de Jorge robadas?

Javier se encogió de hombros como respuesta a la pregunta de Yeray.

-Roberto está intentado entrevistarse con él. Parecía un tema fácil pero no lo está siendo. Ese traductor es escurridizo.

-O no tiene ganas de entrevistarse con nosotros. – apuntó Yeray.

-Esperemos que los contactos de Roberto den su fruto. Lo está moviendo con sus amigos de Londres que conocen a ese tipo.

-De todas formas, a mí me parece que debe haber algo más. – volvió Tere a dejar clara su opinión.

Se hizo el silencio. Aprovecharon todos para ir picando de las raciones que les estaban trayendo a la mesa. Yeray levantó la mano para que Nacho les trajera un poco de pan.

-¿El nombre de esos ejecutivos con los que te has entrevistado?

A Patricia se le había ocurrido de repente, y aunque tenía la boca llena, no quería que se le olvidara.

-Félix Bermúdez y Anselmo Privado. ¡Ah! Por fin ha llegado la morcilla de Burgos.

Carmen se sonrió y acercó el plato a Javier.

-¡Nacho! Trae otra de morcilla. Ésta se la va a comer Javier solo.

-¿Conclusiones? – preguntó Patricia.

-Una vez más, dos mundos distintos. Carlota y sus amigos por un lado, y RoPérez por el otro.

-El florero de RoPérez. – dijo Carmen pensativa, recordando como se refirió a él su mujer.

-En caso de venir mal dadas, RoPérez sería el más inclinado a decir lo que sabe.

-Yo si fuera él, y fuera inteligente, tendría preparado un plan para quitarse de en medio al menor atisbo de problemas. O al menos, me aseguraría de tener a salvo mi patrimonio.

-Creo que no lo es – contestó Carmen a Kevin – y creo que se ha creído de verdad la cantinela de su mujer de que son intocables.

-Bueno, cuidado. El tipo ese tiene sus cortafuegos. Tiene separación de bienes. Y en todo caso, parece mantener las distancias con la actividad de su mujer. Habría que demostrar que las conocía. Y todo lo que vamos descubriendo sobre sus vidas cada uno por su lado, lo contradice. No creo que el amigo RoPérez sea tan descuidado como crees, Carmen. Hace su papel pero no se implica en nada. Seguro que hasta tiene ensayada cara perfecta de estupefacción cuando le contemos.

-Por cierto, habría que conseguir que alguien se presentara como acusación particular. Por cierto, RoPérez ha seguido tu consejo y tiene un abogado distinto, fuera de la órbita de Otilio Valbuena. Otro punto a favor de que no es tan descuidado en ese aspecto de ponerse a salvo.

Javier hizo un gesto a Carmen. El detalle del abogado era indicativo de su afirmación de hacía unos minutos. Carmen asintió con la cabeza.

-¿Por qué Tere? ¿Qué se te está ocurriendo? – preguntó Patricia.

-Que el fiscal se eche para atrás y no pida prisión. Si no la pide …

-Pero aunque la pida la acusación particular, el juez puede seguir el criterio del fiscal. Es lo que suele suceder. ¿No te fías?

-El fiscal jefe de Madrid ha cambiado ayer al fiscal encargado del caso. El nuevo fiscal es más … dúctil.

Javier y Carmen se miraron. Carmen movió la cabeza a modo de duda.

-El único que podría pedirlo con una cierta garantía de éxito es Jorge. Por las pastillas. Y por sus relatos.

-¿Óliver contra sus antiguos compañeros? – Kevin no parecía muy convencido.

-Óliver defendiendo a su cliente. – atajó Javier. – Conociendo un poco a Óliver y sabiendo por lo que ha pasado en su relación con esos compañeros, creo que será un estímulo para hacer su trabajo.

Carmen se levantó de la mesa tras un nuevo intercambio de miradas con Javier. Salió a la calle para hacer unas llamadas.

-¿Crees que el juez Bueno es el mejor para este caso?

Javier se quedó mirando a Teresa. Parecía querer penetrar en su mente y descubrir la causa de la pregunta.

-Deja. Es una bobada. – Tere se echó para atrás.

-No podríamos cambiar de juez, aunque quisiéramos – dijo Patricia.

-Deja, era una tontería. – volvió a decir Teresa.

-¿Que pasa?

Carmen acababa de entrar y se percató enseguida del momento de incomodidad.

-Nada, no te preocupes.

Carmen lo dejó estar, pero se había quedado preocupada.

-En marcha lo de la acusación particular. He hablado con Óliver. Lo hablará con Jorge. Jorge no está ahora para hablar.

-¿Le ha pasado algo?

Kevin y Yeray miraban preocupados a Carmen.

-Tranquilos. Hasta Jorge a veces debe descansar.

-Al final, todos le recomendamos que descanse, pero luego, todos tiramos de él. Para comentarle, para que nos ayude, para que …

-Y a todos nos dice que sí. – acabó Carmen la frase de Kevin.

-Deberíamos pensar en tomarnos un par de días de relax. Todos – Patricia miró a Javier que hizo una mueca para mostrar su acuerdo con la propuesta.

-Miramos de hacerlo.

-Lo organizo.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 103.

Capítulo 103.-

.

Olga dejó la bolsa de viaje al lado de la puerta de la habitación del hotel. Había sido una jornada agotadora. Había adelantado algunas clases en el curso de Quantico para tener esos días libres y poder dedicarse sin distracciones a Arlen y su reunión de los viernes. Al acabar sus asignaturas y tras un rato de charla con los alumnos, Ventura lo esperaba con un coche para iniciar viaje. Habían decidido quedarse en un hotel cercano a la finca y así poder dedicarse a dar una vuelta tranquilos por los alrededores desde muy temprano.

Tenía la intención de meterse en la ducha antes de salir a cenar algo. Pero la visión de la cama la hizo cambiar de idea y pensó mejor en acostarse aunque fueran unos minutos. Se quitó las botas y cuando iba a tumbarse recibió un mensaje de Carmen.

“¿Videoconferencia?”

A la vez sintió que tocaban muy suave en la puerta. Se levantó resoplando y fue a abrir. Al ver que era Ventura, dejó la puerta abierta como muda invitación a entrar y fue a sacar su tablet y conectarla al televisor de la habitación.

-Carmen quiere hablar – dijo con apenas un hilo de voz.

-Deja, ya lo preparo yo. Túmbate un rato. Me tenías que haber hecho caso y dormir durante el viaje. Eso de dedicar las noches a videoconferencias con tus amigos para ponerte al día de todo, te va a pasar factura.

-Tú también estás cansado. No podía dejarte conducir sin darte apoyo. Yo tengo conferencias telemáticas y tú investigas para mí.

Olga le hizo caso y se tiró sobre la cama. Tal como cayó, así se quedó.

-¿Y si la dices que mejor mañana?

-Creo que es importante. Solo espero que no sea largo. – Olga arrastraba las palabras dejando claro que estaba muy cerca del reino de los sueños.

-Te lo preparo y os dejo solas.

-No. Te quedas. Eres parte del caso, Ventura. No hay secretos.

-Me halagas. Pero eso … soy del FBI.

-Por poco tiempo – dijo Olga arrastrando las palabras y sin moverse de la posición en la que estaba tumbada.

-Ni agotada cejas en tu campaña – Ventura la miraba con gesto divertido.

-Solo tú no sabes que te vas a venir con nosotros. Lo estás deseando. Y cállate un rato, anda, cinco minutos para una cabezada …

Ventura negó con la cabeza, pero no añadió ningún comentario. Sonrió al escuchar que la respiración de Olga se había convertido en la de una persona dormida. Preparó el sistema de comunicaciones e hizo la llamada.

-Olga, debes levantarte.

La comisaria se incorporó de un salto. Justo se puso delante de la cámara cuando Carmen apareció en la pantalla. Ventura se fue a quitar pero Olga lo retuvo.

-Encantado de conocerte, Ventura. Siento decirte que te pareces a mucho a tu madre.

-No lo sientas. Es la verdad y me siento orgulloso de ello. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo. Espero tenerte con nosotros en breve.

-No empieces por favor. Ya tengo bastante con la campaña de Olga al respecto. Quisiera escuchar otras opiniones.

-Llamo a Patricia si quieres. Patricia Martín.

-La recuerdo sí. ¿Veis? Por eso no quiero volver. Esa seguro que no está contenta con la posibilidad de que me una a vosotros.

-Patricia ya no está con Termas. Hace mucho de eso. Ahora está soltera.

-¿A no? Pues ya le costó recuperar la cordura que siempre había exhibido hasta que se juntó con ese.

-Pero te sigue odiando – se rió Carmen.

-Dinos Carmen. Íbamos a ir a cenar algo y a dormir. Llevamos unos días agotadores. Acabamos de llegar a Carolina del Norte para ver mañana a Arlen de nuevo. Y me temo, que si las intuiciones de Ventura se hacen realidad, va a ser un día intenso.

-¿Tienes intuiciones Ventura? ¿Ves como tienes que venirte con nosotros? Somos la Unidad de las intuiciones. Algunos nos insultan así.

El agente del FBI levantó las cejas resignado. Pero no contestó a Carmen.

-Su reunión de los viernes. Su velada musical. – explicó Ventura, con la intención clara de apartar la conversación de él.

-Son unos kilómetros. – Carmen se había vuelto a poner seria.

-Por eso necesitamos dormir. Acabamos de llegar de viaje.

-Al grano entonces. Han intentado de nuevo atentar contra Jorge y Carmelo. En Concejo. Una sicaria.

Olga se despejó en un momento.

-¿No será de nuevo nuestra amiga del MI5? – Carmen negó con la cabeza como muda respuesta a la pregunta de su amiga – Cuenta. Has dicho Jorge y Carmelo. No has incluido a Cape que estaba también, si no se ha dado a la fuga antes de tiempo.

-Ha sido poco después de incorporarse a la reunión Laín y Paula. Una mujer con un ciento de comentarios en nuestros informes, ninguno probado, que la nombran asesina a sueldo mejor pagada en España. Con ciertas relaciones con Nando. Y con otros muchos, incluido Valbuena. Para ser exactos, algunos de sus clientes. No he incluido a Cape no. Pienso que de verdad, los objetivos eran ellos dos. Cape si te soy sincera, o ha hecho un pacto con los malos, que no sería descartable, conociéndolo, o no les interesa ya, por irrelevante y cobarde.

Carmen empezó un relato pormenorizado de como se sucedieron los acontecimientos. Olga y Ventura escuchaban con atención sus explicaciones. Carmen incluyó en ellas el sucedido que había protagonizado Máximo, el conductor ocasional de Carmelo para llevar a las visitas y ocasional colaborador como informador de la Policía.

-¿Y por qué Máximo no nos ha informado antes? Ese hombre nunca me ha gustado. No confío en él.

-Buena pregunta. Quizás porque hubiera tenido que depositar como prueba el dinero que pagó esa tipa por su información.

-¿Y a quién se lo ha contado al final? Me imagino que a ti no. Y a Flor menos todavía.

-A Alberto.

-¿A Alberto? – Olga tenía los ojos muy abiertos. – ¿Nuestro Alberto?

-Ha vuelto a Concejo. Anoche. Fue la estrella de la “fiesta” de recibimiento oficial de Jorge en Concejo. Le robó el protagonismo. La reunión estaba concebida como la presentación de Jorge en la sociedad de Concejo. Aunque se la pasó de charla en charla. Y como colofón cuando ya parecía que sus escapadas se habían terminado, apareció Alberto que centró todas las atenciones a partir de que entró en el bar. Y Gerardo el pobre, a lágrima viva.

-Eso casi le alegraría al escritor. Así le quitó las miradas de la gente. ¿Se puede saber con quién charló Jorge?

-Con Javier y con Cape. Charlas largas e intensas. Me dicen que al final de la velada, tenía la boca como un estropajo de tanto darle a la hebra. Éste le anunció oficialmente su intención de echar patas y no dejar de correr hasta que llegue al fin del mundo.

-¿Javier no se cruzó con Alberto?

-No. Debió ser por minutos. Aritz se lo llevó justo antes.

-Jorge estará que fuma en pipa con lo de el “otro” Daniel.

-Lleva tiempo enfadado con Cape. Lo ha disimulado, pero hace unas semanas, un día que Dani le insistió para que fuera con él a la casa de Cape a dormir en una de sus vueltas a casa, porque le pareció a Jorge que no le apetecía estar a solas con él, Dani se levantó por la noche y fue a buscarlo medio zombi. Fíjate como lo vería de perdido y desesperado que llamó a los escoltas y se lo llevó de allí al instante. No le dejó ni vestirse. Le puso un anorak viejo por encima y se lo llevó de allí. Y Dani se dejó hacer.

-Cape nunca ha sido una buena influencia en Dani. Lo ha querido siempre acaparar. Apartarlo de todos. Cuando Dani ya se había trasladado casi permanentemente a la casa de Jorge, esa insistencia en llamarlo para que fuera a casa cuando él volvía … era para marcar territorio. Un intento de volver a controlarlo y apartarlo de Jorge.

-Pero con Jorge ha pillado en hueso.

-Jorge es mucho Jorge. Desde la reaparición estelar de Cape hace tres años, fue poco a poco rompiendo los amarres con los que Cape tenía sujeto a Dani. Cape llegó y lo apartó de todo. Hasta se inventó eso de que estaban casados. ¿Están bien por cierto? Después de la aparición de esa tipa.

-He hablado con él hace un rato. Yo creo que está inmunizado. No le gusta salir así de los sitios, pero es más por un tema de orgullo. Y ha descubierto la terraza de la Hermida 2.

-¿Y?

-Una pequeña lucecita se ha encendido en su cabeza. Va a ir a buscar a Sergio Romeva a su escondite de retiro. Me lo acaban de anunciar los escoltas. Para dentro de unos días. Está en Santander.

-Espero que no insista con Dani respecto a … – Olga movió la cabeza mostrando el fastidio que le producía ese pueblo. – Ir a vivir a Concejo no fue la mejor decisión que ha tomado Dani. Por eso Jorge ha tardado tres años en pisar ese pueblo.

-Tú tampoco eres de acercarte allí. Siempre me lo has dejado a mí.

-No siempre.

-Lo evitas.

-No hace falta que te haga un mapa de por qué. ¿Jorge ha preguntado a Dani sobre la terraza y su lucecita?

-Le ha preguntado, sí. A él y a Cape, que siempre va detrás de Dani marcando territorio. Pero tanto Cape como Dani no han dicho nada.

-Dani porque no recuerda. El otro porque es un cabrón.

-Jorge no ha visto siquiera a la asesina. Si no, a lo mejor se le hubiera encendido otra lucecita. Si tenía algo que ver con Nando …

-Mejor para la sicaria. Si llega a toparse con él, a lo mejor estarías ahora en Concejo esperando al Juez para el levantamiento del cadáver de la tipa esa.

-Iba bien armada. Contra eso …

-Jorge dispara mejor que yo. Y está rodeado de compañeros que llevan al menos una pistola.

-Eso no me has contado nunca.

-No entremos en detalles. Hazme caso.

Carmen se quedó mirando la cámara, callada. Parecía estar esperando alguna aclaración.

-Tú un día, tiéntale, a él y a Dani, para ir a la sala de tiro. Apostad. Y si quieres ponerle más aliciente a la apuesta, incluye una competición sobre desmontar y volver a montar la pistola. Dani sabes que es bueno, tanto disparando como con las armas. Lo has comprobado sobre el terreno y le has escuchado a Eloy. Jorge es infinitamente mejor.

-Esto no va a quedar así, y tú lo sabes.

-¿Los tipos que atentaron contra Jorge en aquella Notaría? – preguntó Ventura para cambiar de tema.

-Se van a quedar el marrón. No parecen propensos a hablar.

-¿Dices entonces que los de la Notaría …? – preguntó Olga.

-Hay que buscar el dinero. Ponérselo difícil para que disfruten lo que han cobrado. – opinó Ventura. – Es una forma de que tengan más ganas de hablar. Murió uno de ellos ¿No?

-Sí. Lo abatieron los del equipo del capitán Melgosa que estaban de apoyo camuflado en la zona. Es uno de los que estaban en esa fiesta privada con Galder. El que se enfrentó a Jorge. – Carmen hizo una pausa para que Olga asimilara la información; decidió entonces hacer una propuesta a Ventura para cambiar de tema – Podías echar una mano con el tema del dinero.

-Si me das acceso al sistema, y puedo ver los detalles, lo intentaré.

-Antes de eso, si no tienes inconveniente, un amigo hacker se ocupará de hacerte seguro tus dispositivos.

-¿Qué hacker?

-El mejor.

-Si no es “Black3491” o “Blue456” os ha engañado: no es el mejor.

-Tranquilo, es “Blue456” – le dijo Olga sonriendo.

Ventura se la quedó mirando con extrañeza. Hubiera apostado a que era el otro hacker el que conocían Carmen y Olga.

-Javier y Jorge. Sus dos amigos del alma. Es largo de explicar. Blue moriría por ellos. Literal.

-Como no, Jorge por medio siendo el amigo del alma de alguien y salvándole la vida, apostaría. – lo dijo casi como un pensamiento que se le había escapado. Olga pudo escucharlo, aunque prefirió no hacer ninguna observación.

-Cuando “el guarda” dé el visto bueno, te mando el acceso. – Carmen era ajena al comentario de Ventura.

-Ok.

-¿Y la tipa aquella? La del parque. Se me ha olvidado preguntarte. – Olga a pesar de que hacía ya un rato tenía ganas de acabar la conversación e irse a cenar algo antes de meterse en la cama, no pudo evitar interesarse por ese tema que hacía días que la preocupaba.

-Nada. No hemos encontrado ni rastro. Sigue su curso la investigación. Se encarga Quiñones. También se encargó de los de la Notaría.

-¿Eduardo Quiñones?

-Sí.

-¿Trabaja con vosotros? – el tono de extrañeza con unas ciertas notas de asco, no pasó desapercibido para las dos comisarias.

Carmen y Olga se miraron a través de la pantalla. Luego ésta, se giró para observar directamente a Ventura.

-¿Lo conoces?

-Mejor me callo. – Ventura se echó atrás.

-Por favor.

-No, porque solo sé cosas de oídas. Y no quiero que … no me gusta hablar sin pruebas.

-Oídas que lo destrozan.

-Pues sí, claro. Lo ponen a los pies de los caballos. Pero si ha pasado vuestros filtros, no hay nada más que decir.

La cara de Carmen se convirtió en un poema. Aunque una vez más, como siempre que aparecía el tema de Quiñones, decidió aparcarlo.

-¿Por qué de repente todo el mundo piensa que puede matar a Jorge? Ha estado años sin que nadie atentara contra él. – preguntó Ventura.

-Puede ser por lo de Tirso, la serie.

-Todo parece que se ha empezado a animar cuando le habéis puesto escolta. ¿Os habéis fijado?

-Desarrolla esa idea. – le pidió Carmen.

-Todo el que quiera saber, conocía que Jorge estaba protegido.

Olga le hizo un gesto para que continuara.

-Lo estaba por tipos duros, llamémosles mercenarios. Tipos muy eficaces. Sin escrúpulos, pero con unas fidelidades muy arraigadas. Van a muerte. Y todo el mundo sabía que puede que el que intente algo contra Jorge, salga con bien en un primer momento, pero luego tendrán que mirar a su espalda el resto de su vida. Ellos no van al juzgado. No necesitan seguir protocolos ni atenerse a los procedimientos judiciales. No buscan pruebas. Solo necesitan saber. Van a los callejones a dejar los cuerpos de los que han osado desafiarlos. Y chocar con Jorge, aunque sea fortuitamente, para ellos, es desafiarlos. Jorge es una de sus fidelidades inquebrantables. Y os diría más: va más allá del sueldo que cobran por sus servicios.

-Tu argumento va en el sentido que esos que quieren mal a Jorge, piensan que ahora, Jorge es más vulnerable – acabó Carmen el razonamiento.

-La policía, al menos vosotros, no vais a ir a buscarlos para matarlos. Seguiréis los cauces de la ley. Aunque los detuvierais, mientras entran y salen de la cárcel, se prueba o no se prueba, se pierden evidencias, testigos que desaparecen … pueden ocurrir muchas cosas. Y siempre tendrán su pago en sus cuentas corrientes en las Caimán. Sus familias podrán vivir sin problemas. Los otros, no. Los otros sí van a ir a buscarlos. Antes o después, pero irán. Tienen dos opciones: mirar continuamente a sus espaldas, con miedo, a la espera de una bala certera, o directamente cortarse las venas en una bañera llena de agua tibia. Y respecto al dinero, un día la mujer, la madre o quien sea, irá a sacar dinero, y en lugar de encontrarse un saldo de seis cifras, comprobarán estupefactos que no tienen ni un euro.

Olga suspiró. Miró a Carmen antes de hablar. Ésta asintió con la cabeza.

-Jorge nunca ha dejado de tener esa otra protección.

Ahora era Ventura al que le llegó la hora de mostrar sorpresa.

-¿Lo tenéis comprobado?

-Digamos, que … es intuición. No es fácil detectarlos, tú lo has expresado muy bien. Pero están. El día del parque lo tenemos casi comprobado. Hubo un tipo que disparó a Hugo para que protegiera a Jorge tirándolo al suelo. Su línea de disparo hacia la asesina, la tenía ocupada por nuestros compañeros que la abordaron. No podía alcanzarla a ella sin herir a Kevin o Yeray. Al disparar a Hugo, éste actuó y se tiró encima de Jorge, protegiéndolo con su cuerpo. La tipa disparó unas cuentas veces en ese momento a Jorge. E hirió a Yeray. Cuando éste y Kevin cayeron por los disparos, el “protector” hirió a la sicaria. No hace falta decir que la mujer desapareció sin dejar rastro. Y por supuesto, el tirador hizo lo mismo.

-Sus protectores son los mismos que le asistían en sus excursiones.

Ninguna de las dos comisarias dijeron nada sobre lo que acababa de decir Ventura.

-Al menos esos de la Notaría, han tenido suerte, no se ha ocupado Quiñones. – sentenció Ventura.

Carmen se echó a reír.

-Sí, se ha ocupado. En un principio lo iban a hacer el capitán Melgosa y Romanes, de la Guardia Civil. Pero al final, lo dejaron en manos de la Unidad.

-A petición de Quiñones, seguro. – Ventura no pudo ocultar un tono de hastío – Romanes es un buen tipo. Al otro no lo conozco.

-¿Por qué has dicho que han tenido suerte de que no se ocupara Quiñones? – Carmen estaba intrigada por ese comentario.

-Dejemos el tema en que sin Quiñones por medio, llegarían todas las evidencias al juez y no habrá ningún error de protocolo que deje libres a los malhechores. Y eso, aunque a esos sicarios ahora no se lo parezca, es una suerte para ellos. Porque el que ha atentado contra Jorge y haya quedado libre, acabará muerto. Al tiempo.

-Perdonad, Ventura, Carmen, pero necesito cenar algo y meterme en la cama. Lo siento de verdad.

-Ya me contaréis. Y Ventura, me apetece escuchar esas “oídas”.

-Tú nos tienes que contar mañana la excursión del hacker. Al fin lo vas a conocer en persona. – recordó Olga a Carmen.

-Me apetece sí. No he visto ni una foto de él. No tengo ni idea de como es.

-No te la hagas, seguro que te sorprende.

-Vete a comer una hamburguesa. Que descanséis.

Ventura apagó el equipo y los inhibidores.

-¿Lo desmonto?

-Déjalo. Pienso llamarla mañana por la tarde.

-Será de madrugada en …

-Que se fastidie. Pon ese cacharro que tienes para evitar visitas y vamos a cenar. Tengo un hambre …

-Habrá que pedir triple entonces.

-Que exagerado eres. ¿No tendrás ascendientes andaluces? ¿Abuelos? ¿Tatarabuelos?

-Que yo sepa no. Por cierto, ¿De qué conoce Carmen a mi madre?

-Ni idea. Pregúntala cuando vuelvas conmigo a España.

-Que pesada, no pierdes ocasión … que no insistas que no voy a volver …

-Claro que lo vas a hacer. Y lo sabes.

-No sé como … te aguanto, la verdad.

.

Olga y Ventura se quedaron sorprendidos del cambio que había experimentado la finca de Arlen desde el día de su primera visita. No eran cambios de aspecto, sino de vida. Había muchas personas de un lugar para otro. Les llegaba además desde la casa, un aroma inconfundible a barbacoa. Ese hangar que Olga pensó que albergaba un taller de cerámica era un bullicio de personas entrando y saliendo y se podían escuchar muchos sonidos que alimentaban esa idea de la comisaria. Se podía percibir el ruido de los tornos al girar, de martillos golpeando metales, otros martillos golpeando cinceles para moldear la piedra y crear esculturas …

La comisaria, nada más bajarse del coche, fue caminando decidida hacia allí. Visto por dentro parecía todavía más amplio que la impresión que daba desde fuera. No solo era cerámica, sino escultura, pintura, había dos hornos funcionando, uno para la cerámica y otro para el hierro. Un montón de personas trabajaban dentro en sus manifestaciones artísticas. Todos concentrados y parecían felices.

-¿Y todo esto solo pasa los viernes?

Ventura miraba con asombro el interior del hangar. Se decidió y entró en él. Olga, tras dudar unos segundos, le siguió un par de pasos por detrás. Todas las personas con las que se cruzaban, los saludaban como si fueran participes de toda esa actividad.

-Debéis ser Olga y Ventura. Soy Ethan. Tirso nos ha hablado de vosotros. Bienvenidos a los Viernes de Tirso.

El que les había abordado era poco más que un adolescente. Pelirrojo, con la cara llena de pecas. Dos hoyuelos en las mejillas realzaban su sonrisa enmarcada en unos labios carnosos y jugosos. Toda su cara irradiaba alegría. Los policías le saludaron chocando sus puños.

-Enseguida vuelvo con vosotros y os enseño todo esto. Tengo que encargarme de unos pequeños detalles de la comida. Estáis en vuestra casa.

Ventura lo siguió con la mirada. Parecía gratamente sorprendido por el chico.

-Vamos a ver como trabajan el barro esos. Te has quedado hipnotizado con ese joven.

-Me gustaría tener su alegría – fue solo un murmullo. Pero Olga lo pudo escuchar perfectamente. Le dio un ligero golpe en el brazo para que volviera a prestar atención al resto de personas que pululaban por el granero y dejara de pensar en lo que fuera que le llevaba siempre a volver a su gesto adusto y serio, aunque añorara la alegría que desbordaba el joven Ethan.

-Me llamo Isabel – una mujer que parecía ser la abuela de la mayor parte de las personas que veían, se acercó a saludarles. Era con diferencia la de más edad.

-Olga y Ventura – dijo éste a modo de innecesaria presentación. Parecía que todos sabían sus nombres y su profesión.

-Ethan me ha pedido que os haga de guía.

-Parece que el benjamín de todos tiene galones – comentó Ventura. – Y le pasa el testigo a la que parece tener más edad de todos los reunidos aquí hoy.

-Es imposible seguir su ritmo. Es hiperactivo. Él es el benjamín y yo la más vieja. Tienes buen ojo, Ventura.

-¿Y qué es todo esto? Nos esperábamos algo más … íntimo.

-Tirso quiere ayudar a todos los que de alguna forma hemos sido víctimas. Los viernes es el día que nos junta a todos para que nos sintamos acompañados y organiza una comida campestre con música y a veces hasta malabares circenses. Hoy es un día especial, de todas formas. Lo es por vosotros. Quería mostraros parte de lo que hace con su tiempo y su dinero. Y presentaros a algunos de los que están por aquí trabajando en sus hobbys.

-Esto es una vuelta de tuerca entonces a las reuniones de alcohólicos anónimos, por ejemplo.

-Es una forma de verlo.

-Perdona por la pregunta, no te ofendas por favor – Ventura no solo la pedía perdón de palabra, sino también con su gesto contrito – ¿Eres también una víctima o eres digamos una voluntaria? ¿Y ese joven Ethan?

-Por Ethan no puedo hablar. Mejor que os lo diga él si quiere. Yo soy víctima, sí. Y voluntaria. Soy un ejemplo más de mujer maltratada por su marido. Tengo mis días malos, pero en general, lo tengo superado. Veinte años lo aguanté. Pero a los cuarenta y cinco, una amiga me dio una torta y me despertó. Ahora tengo sesenta y tres. Los primeros meses … – Isabel hizo un gesto como indicando que había sido muy optimista al contar el tiempo – años, mejor dicho, los viví con un vacío … es la contradicción de la vida. Una de ellas. Esa persona que me anuló, que me maltrataba física y mentalmente, a esa persona la echaba de menos. Y a la vez, vivía con miedo de encontrármela. No aceptó de buen grado mi despertar y mi decisión de apartarme de él.

-¿Tienes hijos Isabel?

-Sí. Un chico y una chica. Ya son mayores, los tuve muy joven. Hace muchos años que casi no tengo contacto con ellos. Se fueron de casa en cuanto pudieron, sin mirar atrás. Y cuando me separé de mi marido, no consideraron que era una razón para acercarse a mí o para preocuparse por mi situación. Ahora tengo a todos estos que suplen un poco esa falta en mi vida. Intento no cometer los mismos errores que tuve al criar a mis hijos. Preocuparme por ellos, servirles de paño de lágrimas, respetarlos en sus decisiones, aunque no las comparta y apoyarlos a pesar de esa discrepancia.

-Es una pena que estas instalaciones solo se usen un día a la semana.

-En realidad se usan cuatro días y los viernes de fiesta, que se usan medio día. Los otros dos, Tirso los dedica a meditar en soledad. Los viernes, como os he dicho antes, nos juntamos todos. El resto de los días de actividad, puede que unos vengan y otros no. Depende de sus otras ocupaciones.

-Nosotros entonces, le vinimos a ver uno de esos días.

-Sí. Pero le sentó bien vuestra visita. Me llamó para contarme en cuanto os fuisteis. Os debe la vida, y os está muy agradecido. No os lo dijo, pero es así. Al principio tuvo miedo. Miedo de recordar, miedo de defraudaros, de que pensarais que vuestros desvelos no merecieron la pena.

Ventura fue a protestar, pero un gesto de Olga lo evitó.

-Comprobó que seguís siendo dos personas entregadas a cuidar de personas como nosotros. No todos los policías lo son. Ni los médicos. Ni los sanitarios en general. Muchos al ir a la policía en su momento, no encontramos el apoyo que necesitábamos.

-¿Toda esta gente es de aquí?

-Muchos son españoles. Yo no, soy de Minesotta. Ethan también es estadounidense, aunque habla muy bien el español. Se lo ha enseñado Tirso.

Ethan entró en el granero medio corriendo. Se subió a un pequeño púlpito que había cerca de la puerta.

-Amigos, el almuerzo está servido. – gritó a la concurrencia.

Todos empezaron a aplaudirle y a vitorearle. Él les hizo un además con la mano como indicándoles que no le tomaran el pelo. Cuando se bajó de la tarima fue al encuentro de Olga y Ventura.

-Tirso os espera. Me ha pedido que os pidiera perdón en su nombre, por no haberos atendido antes. Estaba ocupado con el almuerzo. Isabel, ya me encargo yo. Creo que tienes que ocuparte de unas cosas.

La mujer miró al joven. Olga creyó distinguir un cierto rictus de contrariedad, que dominó rápidamente. Volvió el gesto sereno y una ligera sonrisa.

Me ha encantado conoceros. Luego espero veros.

De nuevo, Ventura se quedó prendado de la actitud de Ethan. Y esta vez no pudo contenerse y se lo comentó.

-Me da envidia esa alegría que tienes siempre. De verdad.

-Gracias. Me sirve para superar los días o momentos de abatimiento. Intento ir siempre con la sonrisa por delante. Por mí y por los demás. Es una forma de conseguir que mi ánimo interior se contagie.

Olga les miraba fijamente. Ethan se dio cuenta y le enfrentó la mirada. Olga no pudo contenerse y alargó la mano para acariciarle la cara. Él tuvo un impulso y abrazó a la comisaria.

-Tirso tiene razón. Eres buena, Olga.

-Si un día vienes a España, te presentaré a unos amigos con los que seguro haces buenas migas.

-Tengo pensado ir. Cuando tenga dinero. Me gusta España. Tirso habla mucho de allí. Por eso estoy aprendiendo español.

-Ya os he dicho antes que lo habla muy bien. Hasta lee libros en español. – era Isabel que se había decidido a participar en ese momento íntimo que había protagonizado el benjamín.

Aunque había amagado con irse, la mujer parecía haber vuelto sobre sus pasos.

-Como si lo viera, de Jorge Rios.

-¿Cómo lo sabes? – el gesto alegre y sonriente de Ethan se convirtió de repente en uno de sorpresa.

-Todos lo leemos. Ya es una broma entre nosotros.

-Me encantaría conocerlo

-Esto también está en la mano de Olga – dijo Ventura – Así que si vas a España, uno de los amigos que te puede presentar es Jorge Rios.

-¿De verdad?

-Sí, de verdad. Vamos, que veo a Tirso que nos mira preocupado.

-Estará pensando que te estamos aplicando el tercer grado.

Esta vez sí, Isabel se fue en sentido contrario al que seguían Ethan y los dos policías. Se encaminaron hacia uno de los laterales de la casa. En la galería lateral había una mesa preparada para quince comensales. Tirso los esperaba allí y los abrazó.

-Me alegra que hayáis podido venir.

-Nos tenías que haber avisado de toda esta actividad. Hemos pensado al llegar que nos habíamos equivocado de finca. – había sido Ventura el que había hecho la broma.

-Mira Ethan, este hombre, cuando los dos éramos más jóvenes que tú, tocamos el piano durante todo un verano.

-¿Tocas el piano? – le preguntó Ethan con gesto ilusionado – A mí me gustaría, pero soy un negado.

-Bueno, tocar, si, lo toco, pero vamos, para …

-No le hagáis caso. Hace unos días tocó con otro viejo amigo, en un escenario, y lo hizo de miedo.

-Yo te doy parte de mi alegría y tú me das tu facilidad para hacer música.

-Por mí encantado. Te doy toda mi música por una décima parte de tu contento.

-Ni se te ocurra. Toda no. Yo quiero disfrutarla. Y no me habías dicho que tocaste con Tirso.

-A lo mejor porque no me acordaba.

-Pues no eres tan mayor para eso.

-Ya veo que todos estáis unidos en mi contra. – se quejó Ventura fingiendo resignación.

-Yo te defiendo – se apresuró a decir Ethan.

-Venga, sentémonos. Y comamos.

.

Jorge se quedó mirando a su sobrino Kevin fijamente.

-Te doy el doble de lo que necesitas. Pero si me cuentas de verdad para que lo quieres. No tiene un pase que me digas que lo quieres para unas zapas nuevas, porque las va a ver tu madre. Y te va a preguntar de donde has sacado el dinero. Y cualquier excusa que te inventes, va a ser peor que decir que te he dado el dinero yo.

Kevin bajó la vista y miró enfurruñado a su tío.

-Pero tío, no le tienes que contar nada a mis padres. No pueden saber que me has dado dinero a parte de la propina.

-¿Por qué? Tranquilo, que no se lo voy a decir. Pero ¿Por qué es una tragedia que se enteren que le regalo algo a uno de mis sobrinos?

-No les gusta que te pidamos dinero. Dicen que nos tenemos que acostumbrar a vivir con lo que tenemos.

Jorge levantó las cejas sorprendido.

-Tampoco te doy tanto. Con eso te da para una hamburguesa con tu novieta y unas pipas.

De repente a Jorge se le ocurrió una pregunta.

-Dime la verdad anda. ¿Os siguen dando propina?

Jorge solo con ver la cara de Kevin supo la respuesta.

-¿Tienen problemas? Les podría ayudar …

-Mamá me mata si se entera …

-Pues sí que se te ha contagiado mi dramatismo – bromeó Jorge.

-No te burles, tío.

-¿Quieres otra hamburguesa?

-Pues no te diría que no.

-Vete a pedir anda. Y pídeme a mí otra también. Pero ahora esa que tiene salsa barbacoa.

-Vale.

-Mientras te hago una transferencia …

-No, tío. Prefiero que me lo des en dinero. La transferencia se pueden enterar los papás.

-¿En tu cuenta secreta?

-Nunca ha sido tan secreta.

Jorge no le gustó enterarse de eso. Fue a preguntar, pero no le apetecía entrar en esas investigaciones. Quería disfrutar de Kevin hablando de otras cosas.

-¿Para que es?

-La cuota del curso de teatro. – Kevin bajó la vista.

-Pero eso …

-Devolvieron el recibo. Tres meses seguidos.

-Vamos a hacer una cosa. Vete a secretaría del cole …

-Mejor me vas dando el dinero y voy y lo pago en secretaría. Si no ven los recibos devueltos puede que se mosqueen.

Jorge se rindió. Sonrió y puso su mejor cara de cariño hacia su sobrino. Le abrió los brazos y éste, sin dudarlo, aceptó en abrazo de su tío. Aprovechó para besarlo en la mejilla varias veces.

-Rascas, tío.

Jorge lo apartó fingiendo enfado.

-¡Oye! Que no me ha dado tiempo a afeitarme … por venir a verte a todo correr. Llegué de viaje a las siete de la mañana, que lo sepas.

-¿La hamburguesa de beicon y salsa barbacoa?

-Y patatas fritas.

Kevin se levantó pero no había dado dos pasos cuando volvió.

-Ahora no le des al coco ni te preocupes.

-Que no. Vete anda, y pide.

Decidió hacerle caso a su sobrino y no darle al coco. Además, ya tenía bastantes cosas de las que preocuparse. Y con todos los gastos de la nueva tienda, era normal que su hermano y su cuñada estuvieran un poco apretados. Y lo de pedir ayuda, no era el fuerte de Gaby. Al menos a partir de un punto.

Jorge Rios”.

.

Las once personas que Tirso buscó para acompañar a Olga y Ventura en la comida, eran todos compañeros de viaje de Tirso en Anfiles. Habían tenido suerte y habían podido salir de Anfiles sin demasiados problemas. De todos ellos se encargó el Tirso auténtico de encontrarles una salida cuando dejaron de ser interesantes para la organización. Todos tenía cientos de historias que contar de sus experiencias en esa organización. En un momento determinado, Olga les pidió permiso para grabar sus testimonios.

-Pueden ayudarnos luego a comprender y apoyar a otros compañeros vuestros. Y quizás a detener y llevar a la cárcel a algunos de vuestros verdugos.

Se miraron todos. Y al final de común acuerdo, Tirso asintió con la cabeza.

Los relatos de esas diez personas no diferían en lo sustancial de otros tantos que Olga había escuchado. Todos tenían sus matices y a cada uno de esos hombres, les había repercutido de una forma distinta. Ventura no estaba tan acostumbrado como Olga a escuchar esas vivencias. Se le notaba compungido en muchos momentos, y en otros directamente sobrepasado. Ethan que se había sentado a su lado, estaba pendiente y procuraba romper ese sentimiento de congoja con alguna broma.

-Olga conoce a Jorge Rios – exclamó de repente Ethan. – Me lo ha dicho antes.

Ese comentario originó en la mesa una algarabía inusitada. Todos querían comentar a la vez alguna novela de Jorge, o sus experiencias al leerlas. Sobre todo, querían que Olga les contara cosas del escritor.

-Olga por favor, consigue un saludo de Jorge para los proscritos de Carolina del Norte.

-De haberlo sabido …

-Llámalo, anda. Dos minutos y que nos mande un saludo. Preparo en un momento la pantalla ¿Te parece Tirso?

La ilusión que transmitía Ethan hacía muy difícil para Olga quitarse ese marrón de encima. Tenía que llamar a Jorge y que éste estuviera en disposición y en un sitio adecuado para hablar con ellos. Y era además, ponerle en un compromiso. Todo lo que estaba viviendo en esas horas, eran situaciones que dejaban a uno con pocas ganas de ser agradable con nadie. Y según las noticias que le iban transmitiendo, solo con asumir el estado en que quedaron los coches de la comitiva señuelo después de deflagrar la bomba, tenía motivos para hundirse en la melancolía para semanas.

-Llama a alguno de los que estén con él de guardia. – le susurró Ventura – para tantear en que situación está.

Olga se disculpó y se levantó de la mesa. Se alejó e hizo algunas llamadas. Cuando volvió le tendió su teléfono a Ventura.

-¿Lo preparas? Esperemos que todo vaya bien.

Ventura sonrió.

-Claro.

-Vamos a intentarlo, pero no es seguro que lo consigamos. Está en un sitio con mala cobertura.

Mientras Ventura y Tirso preparaban el equipo para que todos pudieran ver y escuchar a Jorge, el resto de las personas que habían compartido mesa con algunos otros compañeros que habían comido en otras, asaetaron a Olga a preguntas sobre Jorge. Todos estaban deseosos de conocer detalles del escritor y también saber si algunos de esos personajes que salían en sus novelas eran reales. El frutero y el niño de quince años, parecían los preferidos. Y la barrendera con pintas de Paulina Rubio.

Olga respondió a todo como pudo. Tuvo que hacer memoria sobre algunas de sus conversaciones con Carmen sobre comentarios que le hacían los escoltas sobre los encuentros con las personas cercanas del barrio, con los que tuvieron ocasión de hablar ellos mismos. Cada uno de los que estaban allí, tenían una novela preferida. “Tirso” era citada por muchos, pero “la angustia del olvido” y “deLuis” también eran citadas a menudo.

-Diles por favor que yo no soy el “Tirso” de la novela. No me creen – dijo Arlen fingiendo desesperación.

-¿No lo eres? Pero bueno, me has tenido engañada – bromeó Olga. Se puso seria y les aseguró poniendo toda su capacidad de persuasión, que el Tirso de la novela, no era el Tirso que era su anfitrión ese día y que se dedicaba a apoyarles.

-Algunos ya lo sabéis – les dijo mirando fijamente a tres de ellos.

Esos tres bajaron la cabeza, pero no abrieron la boca. No querían indicar al resto que ellos si habían conocido al “Tirso” de la novela. Olga fue a citar a Germán, pero se lo pensó mejor y ya que ninguno lo había sacado en la conversación, pensó que habría alguna razón que se le escapaba para que eso hubiera sucedido así. Intuía que de los más jóvenes, se había encargado ese último y no Tirso.

Tuvo un flash y se le puso un velo de preocupación en la cara. Todos parecían muy partidarios de la causa. Pero … de repente le apareció en su mente la idea de que alguno de ellos fuera un infiltrado. Quizás entre todos los que estaban ese día allí, casi treinta personas calculaba, uno de ellos o varios, eran de esos que al salir de Anfiles se habían convertido en sus mercenarios. Uno de esos que se pasaron al lado de los verdugos.

Del equipo de vídeo salieron unos ruidos que anunciaban que estaban haciendo pruebas de conexión. Vio fugazmente en la pantalla a Iker y a Fernando. Como una sombra, vio también a Aitor, con la cara tapada con un pasamontañas como los que utilizaba los beltzas de la Ertzantza. Aitor miraba a la cámara y debía tener una pantalla en la que la vio, porque le lanzó un beso con la mano. Ella se lo devolvió rápidamente. Le pareció que Aitor lo había visto, porque vio su sonrisa asomando por el hueco de la boca del pasamontañas. Carmen andaba por allí con JL. Hablaban muy serios. Vislumbró en la ropa de Carmen restos de vómito. Eso la hizo saber que los descubrimientos que habían hecho eran de los que eran difíciles de soportar. Eso colocaba a Jorge en el centro de toda la operación, a parte de ocuparse de Aitor, que también notó Olga, que estaba sufriendo multitud de dolores, como siempre. Estuvo segura de que no iban a disfrutar al mejor Jorge. O a lo mejor sí. A lo mejor eso le espoleaba a acercarse más a sus oyentes.

-Ya estamos. – gritó Ethan eufórico.

Olga atendió a un gesto de Ventura para que se acercara.

-Es mejor que hagas tú las presentaciones. Parece que Jorge estaba a punto de irse. Dani está con el resto de invitados haciendo una visita a unos amigos. No sé si he entendido que en Milagros, un pueblo …

– … de Burgos. Una casa que tienen Dídac y Néstor en ese pueblo. La conozco.

-Debe de estar agotado. Tus chicos parecen sobrepasados por lo que han vivido.

-Ya he visto la cara de Carmen. Los demás estarán parecido. Me hago cargo.

De repente Jorge apareció por un lateral y se puso frente a la cámara.

-Olga, cariño. – saludó a la comisaria a la vez que la sonrió.

-Jorge, perdona que te asaltemos de esta forma, pero estoy aquí en Carolina del Norte con unos amigos que nos han invitado a comer a Ventura y a mí. Y …

-Me tienes que presentar a ese Ventura. No me has hablado de él. ¿Es el que está a tu lado?

-Es guapo ¿Verdad? – la cara de Olga reflejaba el tono alegre que quería darle a la videoconferencia.

Jorge se echó a reír.

-Lo es sí. Y todos …

Pero Jorge no apartó la mirada de Ventura. Esto incomodó al agente del FBI que pensó que lo estaba radiografiando físicamente.

-Estoy aquí, y os estoy oyendo – bromeó también Ventura, sobreponiéndose a esa idea que había aparecido en su mente.

-Iba a decir que como todos los que te acompañan. Hoy me das envidia Olga. Buenas tardes a todos.

Olga se apartó un poco del primer plano y así la cámara tenía una visión del grupo al completo. Ahora alrededor de la mesa estaban casi todos los que ese día estaban en la reunión de los viernes en casa de Tirso.

Se pusieron a aplaudir con ganas. Muchos se levantaron de las sillas emocionados.

A Olga le extrañó que como fondo tras la imagen de Jorge, ahora se venían a tres miembros de los GAR con la cara cubierta y pertrechados con todo su equipamiento. JL parecía no tenerlas todas consigo y quería asegurarse de que a Jorge no le pasara nada. Y seguramente también quería conseguir que no saliera en la transmisión nada de lo que había pasado allí. Había notado a los escoltas habituales de Jorge bastante cansados. Fernando y Raúl por ejemplo. Y a Nano y Carola también. Debía haber sido una experiencia agotadora. Quizás JL había querido dejarles respirar un poco para que se recuperaran. Si tenían que emprender viaje a Milagros, deberían descansar un rato.

-Oye, Olga, antes de que se me olvide, por favor, saca una foto de todos así en grupo. Me gustaría incluirlos en alguna de las ediciones especiales que estoy preparando de mis libros.

-Claro, ahora la saco y te la mando.

-A ver contadme. ¿Habéis leído ya “La Casa Monforte”?

-Yo me la leí en dos días. Te lo juro. No podía dejar el libro. Es acojonante.

Aunque Ethan había hablado en inglés “acojonante” lo había dicho en perfecto castellano. Eso hizo reír a Jorge.

-¿Cómo te llamas? Pareces el peque de todos.

-Soy Ethan. Y que sepas que soy el mayor fan.

-¿Nos conocemos Ethan?

-Qué mas quisiera. Te juro que estoy ahorrando para tener dinero e ir a España, más ahora que Olga me ha dicho que me va a llevar a verte.

-Entonces eres de allí.

-Sí.

-Pues lamento haberme equivocado y no conocerte. Me hubiera gustado que hubiera sido así. Esperaré ansioso a que vengas a España entonces.

-Voy a quitarme hasta de comer para ahorrar más deprisa.

-Eso no. Tú tranquilo que tenemos toda la vida para charlar y abrazarnos. Porque espero que cuando nos veamos me abraces.

-¡¡Claro!! Joder, que ilusión.

-Venga, por turnos, decidme quién … pero a ti sí que te conozco.

El gesto de Jorge se había vuelto serio. Olga negaba con la cabeza. No era de sorpresa, porque esas cosas ya no le sorprendían del escritor. Estaba señalando a Arlen.

-¿Cómo te acuerdas si era un crío?

A Jorge se le iluminó la vista. De repente unas cuantas piezas encajaron en su cabeza.

-Tirso. – dijo lentamente. Tuvo el impulso de decir su nombre verdadero pero se contuvo a tiempo. Quizás una pequeña mueca que vio en Ventura le hizo tener cuidado. Se apuntó mentalmente en llamar a Javier para recriminarle que le hubiera ocultado que Olga había encontrado al hermano, al menos sobre el papel, de Carlota Campero.

Jorge empezó a mirar a todos. Solo podía ver bien a los que habían compartido mesa con Olga y Ventura, que eran los que estaban en primera fila. Según les miraba les sonreía.

-No me lo puedo creer. Lo habéis logrado. Me hace muy feliz veros reunidos, aunque sea a miles de kilómetros.

-Sácanos de dudas, escritor – Ethan de nuevo había tomado la palabra – Algunos pensamos que Tirso, nuestro Tirso, es el de tu libro. Él dice que no.

-Pero bueno. ¿No me creéis cuando os digo que no tengo nada que ver con el Tirso de la novela? ¡Que decepción! – Tirso no perdió la ocasión de bromear con sus amigos. – Y vais y le preguntáis a una persona que acabáis de conocer. Y a más, después de que Olga os lo haya asegurado hace un rato. No os vuelvo a invitar a comer. Nada. El próximo viernes pagas tú, Ethan.

-Pues comeremos alfalfa recién segada – el benjamín soltó una carcajada.

Jorge relajó su mirada y sonrió.

-Pues os ha dicho la verdad. Tirso, el de la novela, solo es un personaje.

-Eso no me lo creo.

-Pues créetelo. El Tirso de la novela reúne a muchas personas. Y ninguna de ellas es vuestro amigo.

-Mi novela preferida es “La angustia del olvido” – dijo uno de los que estaban en primera fila.

-La mía es “deLuis”.

-La mía también. Y ahora “La casa Monforte”. Es un chute de esperanza y alegría.

-Y el malo de “deLuis” ¿Va a tener una novela? – preguntó otro.

-¿Cómo te llamas? Decidme por favor vuestros nombres de pila. Para saber quienes sois.

-Enrique – dijo el último que había hablado.

-Pues Enrique, te anuncio que aunque tendrás que esperar un poco, esa novela llegará.

-Hazle pasarlas putas – dijo otro. – Perdón, me llamo Julio.

-Yo creo que a Sergio el de “deLuis” le tienes que dar pal-pelo.

-¡Olga! No me has dicho nunca cual es tu novela preferida de las mías.

La comisaria masculló a la vez que negaba con la cabeza.

-Nunca me decido por ninguna. Me gustan todas.

-Alguna te gustará más. Aunque sea por un detalle pequeño.

-Pues te voy a empezar diciendo la novela preferida de mi hijo, que esa la tengo clara: “deRosario”. Creo que la habrá leído cinco o seis veces. Y habla con pasión de ella. Se sabe de memoria párrafos enteros.

-Pues es larga – dijo alguien al fondo en tono jocoso.

-¿Cuál no? – Julio siguió con la broma. – Pero a mí me resultan cortas, porque no quiero que acaben. Me gustaría que todas tus novelas no tuvieran final. Que cada vez que cierro el libro, cuando lo abra de nuevo, aparezcan doscientas páginas más. Y así siempre.

-Si lo miras bien, todas sus novelas en realidad son una. – apuntó Enrique.

-Pues también tienes razón. El mundo de Jorge que va de novela en novela, sus protagonistas, son en realidad los de su novela única, que tiene capítulos que son en realidad cada una de las novelas en sí.

-Me gusta esa forma de verlo, Ventura. – le dijo Jorge.

-Es que es cierto – dijo Ethan chocando el puño con Ventura. – No me había dado cuenta.

-Olga no me has dicho al final cual es tu preferida.

-Si me tuviera que decantar por una, sería “Todo ocurrió en Madrid”. Y “Las Gildas”, tu novela olvidada.

-Yo también me apunto a “Las Gildas”, dijo Ventura.

-Me gusta que la citéis. Casi nadie la cita cuando pregunto.

En ese momento Fernando se puso a su lado.

-Olga te veo bien – saludó a la comisaria. – Siento ser aguafiestas, pero os tengo que interrumpir. Nos tenemos que ir.

-Nada no te preocupes. Y gracias por el piropo. No te lo devuelvo, porque te noto hecho una piltrafa.

-Lo está – se rio Jorge. – Que a ver, a todos vosotros, que nos vemos cualquier otro día. ¿Cuándo os juntáis?

-Los viernes. Hacemos comida.

-Pues un viernes, volvemos a montar este tinglado y comentamos cosas. ¿Os parece?

-Ok, escritor – dijo Ethan emocionado.

-Muchas gracias por leerme y por vuestro apoyo – les dijo Jorge.

Fue el momento en que todos volvieron a aplaudir y a levantarse. Olga se unió con su famoso chiflido, que casi deja sordo a Ventura que estaba a su lado. Jorge les saludó con la mano a modo de despedida y la comunicación se cortó.

Jorge cambió el gesto radicalmente cuando supo con certeza que ya no le podían ver.

-Escribe a Olga, Fernando, y pregúntala por la mujer que estaba en un lado, apartada de todos. La que no ha participado.

-¿Por?

-No sé. Algo me ronda la cabeza. Si puede preguntar e indagar, mejor que mejor.

-¿Y al chavalín? ¿Lo conocías o te has equivocado de verdad?

-Ya hablaremos de ello, Fer. Vámonos que tengo ganas de dormir. Y tú a mi lado.

Fernando fue a protestar pero Nano le hizo un gesto rotundo para hacerle ver que se ocupaba él de todo.

-Vamos.

.

Éste segundo día, Olga de nuevo volvía a estar agotada. Ventura no estaba mucho mejor. Eso consolaba a Olga de alguna forma. En cuanto se bajaron del coche, Olga le cogió del brazo y apoyó la cabeza en el hombro del agente del FBI.

-¿Cenamos donde ayer?

-Sí, no nos compliquemos. Se comía bien y está casi puerta con puerta con el hotel. Pero pide más patatas, que son raciones pequeñas.

-¿Pequeñas? – Ventura no pudo evitar el tono de chufla. Se hubiera echado a reír si hubiera tenido fuerzas.

-Creo que mañana nos lo debemos tomar con calma. Y ni se te ocurra mirar el móvil. No sé si confiscártelo …

-Te va a dar igual. Si quieren decirme algo, ya buscarán el tuyo.

-Ya lo he apagado. ¿Tienes hambre?

-Mucha – contestó Olga – Y tú debes tenerla. Si entre escuchar a unos y a otros, luego tú preparando la videoconferencia con Jorge, no hemos comido nada. Y eso que todo estaba muy rico. No he podido comer ni una de esas mazorcas de maíz.

-Tienen en el restaurante. ¿Te pido una?

-O dos.

-¡¡Olga!!

-Si no ceno, no puedo dormir.

-A veces pareces una niña pequeña.

-Cuando estoy cansada, lo soy. Siento mostrarte mis debilidades. A lo mejor mis enemigos tienen razón y soy débil.

-No digas bobadas anda. Te lo perdono porque no sabes a estas alturas dónde tienes la mano derecha.

De nuevo, Ventura pidió comida como para cinco personas. Y aún así, estaba seguro que Olga acabaría por comerse parte de su última hamburguesa. Y sus patatas. Había una cosa en la que Olga tenía razón: apenas habían probado bocado. Y luego, con la euforia que había provocado la videoconferencia con Jorge, la merienda la vieron pasar por delante de ellos.

Apenas comentaron nada en la comida. Solo vaguedades sobre lo que habían vivido ese día. Después de que Jorge cortara la comunicación, la charla se había animado. Tirso hizo una especie de queimada con un toque especial que Olga no acabó de pillar. Le preguntó a Arlen, pero éste sonrió y no contestó. Eso animó a todos a sincerarse todavía un poco más.

Los dos se dedicaron prácticamente a escuchar. Ethan hizo de moderador de la charla. Era un joven increíble. Y como siendo el más joven con diferencia, el resto le mostraban respeto y sobre todo, un cariño inmenso. A Olga le hizo gracia que pese a ello, el joven siempre parecía buscar la compañía de Ventura. De alguna forma esos dos habían conectado.

-¿Te ha contado Ethan algún secreto de su vida?

Ventura masticaba despacio la primera de las hamburguesas que se había pedido.

-No. He pensado en preguntarle, pero al final me he arrepentido. Parecía tan feliz … te lo juro, me da una envidia … Ojalá fuera como él.

-Puede que sea el que más sufra de todos. No te engañes. Y mira, tú sientes fascinación por él, por la alegría que transmite, pero él parecía estar muy a gusto a tu lado. Será que le atraen las personas enfurruñadas.

-¡Hoy no he estado enfurruñado! – el tono de queja era manifiesto en sus palabras.

-Has estado menos, pero lo has estado. Y te repito: ten presente que Ethan …

-Estoy seguro de que es así, Olga. Sufre mucho. Pero se mantiene a flote con esa actitud que …

De repente a Olga se le ocurrió una cosa, que la desanimó. Intentó apartarla de su cabeza y sobre todo de su cara. Pero Ventura había visto esa nube que opacaba los ojos de la policía.

-Ya. Piensas en Humberto, el personaje de “Calla y corre, amor”. Siempre alegre hasta que un día sus compañeros de piso se lo encuentran muerto en la bañera con las venas rebanadas.

-Jorge lo ha conocido.

-Si es estadounidense, es improbable que lo haya … solo ha venido aquí de promoción.

-No sabemos nada de él. Ni de Isabel. Ya te he enseñado el mensaje de Fernando. Jorge le ha pedido que lo mandara antes de quedarse dormido nada más sentarse en el coche.

-Creo que los que estamos en este caso, el día menos pensado vamos a morir, no por los disparos de los malos, sino porque nos vamos a quedar dormidos al volante. Creo que no podemos … podéis seguir con este ritmo. Lo mío al fin y al cabo es temporal.

Ventura esperaba que Olga volviera al ataque para convencerlo de que se uniera a ellos. Pero no lo hizo. Siguió comiendo su segunda hamburguesa y picando patatas de vez en cuando. Un camarero les acercó una ensalada como invitación de la casa.

-Les ha debido parecer que nos íbamos a quedar con hambre. – bromeó Olga.

-O que necesitábamos algo libre de grasa. – Ventura se echó a reír.

Comieron durante un rato en silencio.

-Ha debido ser algo terrible la operación de hoy. Todos parecían abrumados y superados.

-Pues imagina las fotos del otro día. Habrá sido más de lo mismo. Pero con tres días de diferencia. Tres días en los que nadie les habrá dado de comer, ni de nada.

-¿Te han contado algo?

-He visto algún mensaje. No he querido leerlos en profundidad. Ya he tenido bastante con las historias de los chicos de hoy.

-Alguno tiene secuelas importantes.

-Los que he visto hasta ahora, en general tiene problemas para dormir. Casi todos. Problemas de ansiedad, la mayoría. Depresión. Odio por su cuerpo, algunos. Indiferencia al sexo, bastantes.

-Entonces como los que hemos visto hoy.

-Y como Arlen.

-Y Ethan. Me he fijado que tiene ojeras.

-¿Ves? Candidato a ser un Humberto cualquiera.

-No jodas. Me rompería los esquemas que acabara así.

-Bueno. Procuraremos darle apoyo.

-Tengo su teléfono.

-No te impliques demasiado con él. Te ha caído bien, vale. Pero … no quiero que lo pases mal si a él le ocurre algo.

-A lo mejor si le presionamos para que nos cuente … es contraproducente.

Olga movía la cabeza.

-Si no se libera, si no confía en alguien y cuenta lo que le ha pasado, nunca volverá a estar bien. Cualquier detalle puede volverlo a llevar a esa pesadilla que intenta olvidar. Y eso puede llevarle, por la desesperación, a tomar algunas malas decisiones.

-¿Ves por que no quiero volver?

-Solo te diré una cosa, Ventura: te quiero a mi lado. Te necesito. Creo que nos puedes ayudar mucho. Eres como nosotros.

-No soy tan fuerte como vosotros.

-Si siendo un crio has ayudado a Arlen y a Guillermo, que sepa, siendo adulto, aunque joven todavía, y guapo …

-¡Vete a la mierda! – Ventura se echó a reír. – Lo de guapo te lo podías haber ahorrado.

-Te lo ha dicho Jorge.

-No creo que Jorge tenga la acreditación de tener la opinión definitiva sobre la belleza de los hombres.

-No la tiene, pero su opinión es como otra cualquiera, igual de válida al menos.

-Te recuerdo que tiene pareja.

-Y, como has demostrado antes con Carmen saber tanto sobre él, sabrás que tienen una relación abierta.

-Remedio le queda. Dani es … muy sexual.

-¿Por qué sabes tanto de ellos? ¿Los conoces?

-Si la opinión de Jorge es tan … acreditada, si te has dado cuenta no me ha reconocido.

-Jorge tiene un máster en disimular sapiencias.

Olga mordisqueaba despacio una patata frita mientras miraba expectante a Ventura.

-Sé lo que se dice por ahí.

-Mentira. Prueba otra vez.

El gesto de Olga mostraba expectativa y un poco de socarronería.

-¿No estabas cansada?

Ventura habló dedicando solo una mirada fugaz a su compañera. No se atrevió a fijar sus ojos en los de ella.

-Investigué.

Casi fue como si se le escapara. No lo pudo evitar.

-Desarrolla por favor.

-Todos hablaban mal de él. En realidad de ellos, de Jorge y Dani. En la comisaría de Termas. Éste acababa de ser nombrado comisario entonces sustituyendo a Castro. Castro era un gran hijo de puta. Un tipo que denigró todo lo que pudo el uniforme de la Policía Nacional. Y aún así, cuando se jubiló, le dieron honores, condecoraciones y una cena de despedida multitudinaria que no se sabe como la pagó, por cierto. Antes de jubilarse, se ocupó de designar a su sucesor, de su misma cuerda.

-Después ha tenido algunos problemas judiciales. Fueron saliendo a la luz algunos casos en los que su actuación no fue … la mejor.

-Eso será porque os habéis ocupado vosotros.

-No solo nosotros. Están a punto de quitarle algunos honores.

-Es mal enemigo.

-Ya lo sabemos. Procuraremos que no pueda consumar sus deseos de matarnos. Se están acelerando ahora. Sobre todo con Javier.

-Pensarán que así podrán poner en su lugar a alguien de su cuerda.

-¿Quién crees que se postula?

-¿Úbeda?

Olga se quedó pensativa.

-No se me había ocurrido.

-Es uno de sus tapados.

Ventura fue a coger su última hamburguesa. Cometió un error al mirar a Olga justo en el momento en que le iba a pegar el primer mordisco.

-No me lo puedo creer. ¿Todavía tienes hambre?

El agente del FBI volvió a dejar la hamburguesa en el plato y llamó al camarero para que les trajera más patatas y dos hamburguesas.

-¡Qué exagerado! – dijo Olga con la boca llena de la hamburguesa que le había cedido Ventura. Éste solo la miró sin decir nada. Empezó a picotear de la ensalada. Eso era lo único que no le iba a quitar la comisaria.

-¿Por qué no me cuentas lo que descubriste en tus investigaciones?

Olga le sonrió de nuevo con la boca llena.

-Ya sabes la mayor parte de las cosas.

-Me gustaría oírtelo contar a ti. Tu forma de verlo.

-Tú sabrás. Puede ser largo.

-Te escucho.

.

Tardaron casi una hora en salir del restaurante. Como no podía ser de otra forma, a Olga se le antojó probar el surtido de postres para acompañar a lo que Ventura estaba contando.

-Me he dejado antes la tablet en tu habitación – comentó Ventura.

-Pasa y la coges. Espero que no se te ocurra ponerte a mirar nada.

-Así te recojo …

-Ni se te ocurra. Mañana lo hacemos. Y mañana sin prisas.

Entraron en la habitación. Olga fue casi directamente al baño mientras Ventura buscaba su tablet. Cuando la comisaria salió del aseo, se encontró a Ventura tumbado de medio lado en la cama. Se acercó asustada. Pero enseguida se dio cuenta de que se había quedado dormido. Le quitó los zapatos y abrió la cama. Lo acomodó en ella y lo tapó. Sintió el impulso de besarlo en la mejilla.

-Que bobo eres. Aguantar hasta este extremo. Vas a tener razón, corremos más peligro en la carretera volviendo a casa a descansar que por acción de nuestros enemigos.

Le acarició suavemente la cara para quitarle la señal del pintalabios que le había dejado al besarlo. Luego volvió a entrar al baño para desmaquillarse.

.

Una mañana como otra cualquiera. conducía su coche camino de su trabajo. Acababa de tomar café en uno de sus bares preferidos. Bromas con las camareras, risas, un chute de energía para afrontar un nuevo día.

Hacía ya meses que cada día constituía un suplicio para él. El ánimo brillaba por su ausencia. La vida pasaba sin alicientes. Los recuerdos tristes, anidados en su corazón parecían dominar su vida. Su recuerdo … la separación … “es por vuestro bien, juntos corréis peligro”. “Os pueden matar”.

-¿Qué más me da que me maten, si ya estoy muerto?

Lo murmuró entre dientes, con la mandíbula apretada. Muchos días acababa con dolor en ellas. Siempre estaba apretando los dientes, los labios.

Esperaba para cruzar una intersección. De frente venía un camión de reparto. Tenía prisa. Le hubiera dado tiempo a pasar, pero … no confiaba en su capacidad de reacción. Y el camión venía verdaderamente deprisa. Cuando lo tenía a unos pocos metros, se fijó que venía contra él. Miró la cabina y vio al hombre que conducía hablando por su móvil. No miraba la calle aunque cada vez parecía acelerar más. Iba contra él. Otro coche estaba parado detrás de él y empezó a tocar el claxon. Parecía asustado. No hizo amago de moverse. Pensó por un momento en la posibilidad de que ese camión se estampara contra él. Morir aplastado y rodeado de botellas de Coca-Cola. Poner fin a ese deambular por la vida arrastrando los pies, que muchos días apenas podían mantenerlo erguido. Alguna vez pensó que las personas con las que se cruzaba, pensarían que estaría borracho. Sí, era un buen final. Su amor no se enteraría de la desgracia. “Por vuestra seguridad, no podéis mantener el contacto”. Y así lo hicieron. Pero la vida, sin la persona que amas ¿Tiene algún sentido? “Podréis rehacer vuestra vida”. ¿Qué vida?

El coche de atrás, y el de más atrás arreciaban en tocar el claxon. Miró un segundo por el espejo y vio la cara aterrada de la mujer al volante. El camión apenas estaba a unos metros. Casi podía sentir ya el choque. Soltó el embrague lentamente y pisó el acelerador. Giró el volante a la derecha para apartarse. Lo mismo hicieron los dos coches que esperaban detrás de él. El conductor del camión de reparto debió ver algo o escuchar algo que no fuera lo que le decían por el teléfono. Lo vio abrir mucho los ojos y pegar un frenazo. Eladio aceleró: ya que había decidido no morir en ese momento, no le apetecía tener que asistir al accidente del camión, ni que las cajas de Coca-cola le estropearan el coche. Siguió calle adelante, aunque no era por la que debía ir. Escuchó un estruendo detrás de él al volcar el vehículo de reparto. Luego leyó en un periódico digital que se había estrellado contra unos coches aparcados. Miró por el espejo y vio como le seguían los mismos dos coches, que también habían decidido seguir un camino que no querían. La conductora del primero suspiraba aliviada adornando el suspiro con una ligera sonrisa. Seguramente había pensado que había salvado el pellejo de Eladio y el suyo propio por su persistencia en el claxon.

-Si tu supieras amiga …

Pero ella no tenía la culpa. Porque a ella también le hubiera tocado. Y no era justo que esa desconocida, pagara por que él, Eladio Pérez, un día, tuviera que separarse de su amor. Pero otro día, quizás, un día sin que nadie sufriera las consecuencias, se quedaría parado esperando la colisión. Y el sinsentido de su vida, llegaría a su fin.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 93.

Capítulo 93.- 

.

Garrido sonrió a Fernando cuando se bajó del coche.

-Esos pantalones me suenan.

Fernando se rió también.

-Los llevo siempre en el coche. Y las botas. Viejos recuerdos. Son buenos para sitios como al que vamos. Comandante, me alegro de verte.

-La alegría es mutua. Esperamos que la noche no nos traiga sorpresas desagradables.

-¿Alguna novedad más? No he mirado el teléfono mientras conducía.

-Nada. Estamos intentando identificar al fallecido en el edificio de Rubén. Vivía solo al parecer y no tenía muchas relaciones sociales. Aritz no tiene nada. Le han puesto una rodillera y le han curado una pequeña herida que ni siquiera había sentido. Un par de días de reposo. Y como el médico que le ha atendido en Urgencias parece que le conoce, el reposo será en el hospital ingresado.

-Le debe conocer bien – se sonrió Fernando. – Seguro que es un antiguo rollo. Con un poco de suerte tal como hubiera salido de Urgencias, se hubiera venido para acá o hubiera ido a donde estuviera Javier.

Garrido se sonrió a la vez que afirmaba con la cabeza.

-¿Y respecto a lo nuestro? – Fernando volvió a su caso.

Garrido le tendió su móvil para que viera una foto.

-Se la han mandado a Jorge.

-¿Es ésta la que me ha comentado Javier? Esto … pero esto … a ver, puede ser una novela de Carmen Mola o la última de Javier Castillo.

Garrido se sonrió.

-Sigues leyendo mucho.

Fernando afirmó con la cabeza.

-Es mi válvula de escape. Y como Jorge no quiere empachar a sus lectores y nos espacia las publicaciones, no me queda más remedio que leer al resto de autores.

-Aitor, el chico ese que ayuda a Jorge y a Javier, ha descubierto que se trata de una de las pruebas y bocetos que han hecho para la serie de las novelas de Carmen Mola. Jorge se las ha enviado para que indagara.

-¿Y se la manda a Jorge? ¿Motivo? ¿Y como la ha conseguido el remitente? ¿Se han publicado en algún sitio?

-¿Asustarlo puede ser el motivo? Aunque yo me decanto por “provocarlo”. Quieren que se ponga en marcha. Y de todas formas la leyenda es lo interesante:

.

Búscalo” “Necesita tu ayuda”.

.

-Eso es Javier Castillo.

-Pero el músico te ha pedido ayuda. Mi gente está tomando posiciones en el sitio en dónde está localizado ese teléfono. No se ha movido. Lo hemos comprobado. Es una finca que en teoría está abandonada hace años. Debía ser ganadera y agrícola, y una parte parece ser que era granja escuela o algo así. Y respecto a los bocetos de esa serie, no se han publicado. Ese Aitor piensa que alguien ha hackeado a los diseñadores. Antes de que digas, no tiene ni idea de quién puede ser. Al menos por ahora. Parece que el que ha sido, ha cubierto bien su rastro.

Fernando supo en su fuero interno que dentro de unos días, sabrían la identidad del que sustrajo esos bocetos. No dudaba de la capacidad del protegido del escritor.

-¿Sigue encendido el teléfono?

-Sí.

-Es entonces una bengala que quieren que sigamos. ¿Y Jorge no ha hecho intención de venir?

-Está en Concejo. Están en el bar de Gerardo cenando con medio pueblo. Si lo necesitamos, se viene. Tus compañeros están preparados. ¿Nos vamos?

-Claro.

-Ven conmigo. Vamos mejor en el todoterreno.

-¿Ya te has comprado un Hummer?

-No me lo aprueba el general. Dice que es mucho gasto y muy ostentoso.

-Y gasta mucha gasofa. – bromeó Fernando.

-Pero yo no me rindo. En mis sueños, me veo conduciéndolo por caminos por los que apenas cabe de ancho. Con una antena kilométrica de radiaficionado.

-Y con diez todoterrenos de los GAR escoltándote.

-Coño, eso no aparece en mis sueños. Me lo apunto.

-¿Abril y los niños?

-Bien. El peque pregunta a veces por ti. No tiene compañero adecuado para ganar a la consola a sus hermanos.

-Es que los mellizos, son buenos los jodidos. Y Kike, telita con él. Quiere a Migue con toda su alma, lo protege a toda costa, pero el juego, es el juego.

-Es su sombra en el cole, sí. Deja a sus amigos por echarle un vistazo. Ha conseguido que todos al final lo consideren como otro de la panda. Y a esa edad, dos años de diferencia es mucha diferencia.

Emprendieron el camino hacia la finca dónde estaba localizado el teléfono desde el que habían mandado el mensaje a Fernando. En el coche que abría la comitiva, iban algunos hombres de los GAR.

-Te lo has tomado en serio.

-Después de lo de Aritz en Madrid, no me arriesgo. Y tengo a la UEI en el sitio. Aunque yo tengo la impresión de que no tienen nada que ver las dos cosas.

Fernando mostró con gestos que estaba de acuerdo con esa afirmación del comandante.

-No creo que pensaran que al mandarme el mensaje, me iba a lanzar yo solo a ir a ese sitio.

-A lo mejor pensaron que ibas a ir con Jorge.

-Pero hubiera ido todo el equipo.

-Más polis candidatos a ir al cementerio. A mí me huele a encerrona.

Fernando se quedó mirando al comandante.

-Piensas que es una trampa elaborada. Y Jorge el destinatario. Por mucho que hubiéramos querido, al llegar allí, depende de la trampa, hubiéramos caído en ella; no llevamos equipo para repeler según que ataque.

-Hemos estado hablando un rato Javier y yo. Cuando me ha escrito, he pensado en esa posibilidad. Y al hablarlo con él, después de tu llamada, él estaba en el mismo escenario. Por eso hemos cambiado de planes y hemos puesto en marcha todo este tinglado. Muchos compañeros se están cagando en nuestros muertos porque les hemos sacado de la cama.

-Al menos no llueve ni hace viento. ¿Y hay luz allí?

-Parece que sí. Aunque está desconectada. Están buscando el cuadro de luces. De todas formas he mandado llevar un equipo electrógeno y varias torres de focos. A parte llevamos los equipos de visión nocturna.

-Comandante, estamos en nuestras posiciones. No hay movimiento. La finca está a oscuras. Si da usted permiso, los comandos están preparados para acercarse. – Uno de los hombres destacados en la finca, les hablaba por la radio.

-Que vayan con cuidado. – contestó el comandante Garrido – Llegamos en diez minutos. Que tengan cuidado por si hay trampas. En cuanto veáis indicios de algo sospechoso, mejor parad.

-Guerra de guerrillas.

-Exacto. ¿Llevas chaleco? – preguntó Garrido a Fernando.

-Sí. Siempre lo llevamos. Javier es muy estricto con eso. Si pilla a uno sin él, le manda de permiso. Después de lo de Yeray y Kevin en el parque no pasa una. Ya sabes que los dos eran reacios a llevarlo. Ese día Javier insistió y acabaron poniéndoselo a regañadientes. Le salvó la vida a Yeray. Y no es una exageración.

-Ponte este otro por encima. Prefiero doble seguridad. Este casco te estará bien.

-¿Piensas que va a haber trampas con metralla?

-O fuegos artificiales, vete tú a saber. O puede que sea todo una broma. Como decías tú antes. Pero mira, mejor en estos casos es pasarse.

La comitiva de Garrido llegó al sitio desde donde partía la señal del móvil desde el que se había mandado el mensaje a Fernando pidiendo ayuda. El comandante y el resto de hombres se bajaron de los coches. Todos se pusieron a cubierto detrás de ellos.

-No os pongáis los visores nocturnos. Nuestros compañeros van a acceder al cuadro de luces para encenderlas.

Fernando escuchó el ruido de varios motores de drones. Miró al comandante que le hizo un gesto con la mano para indicarle que tenían dos. Nadie hablaba a su alrededor. Los agentes del GAR tenían todo su equipamiento puesto y portaban sus G36. Por un lateral Fernando vio como se acercaba el teniente Romanes con una tablet en la mano.

-Mi comandante – saludó a Garrido. – Eche un vistazo a lo que nos muestran los drones. ¡Fernando! No te había visto.

El teniente se acercó al policía y los dos se abrazaron.

-No debería ni mirarte a la cara. Hace siglos que no te acercas a tomar una cerveza. Y mira que te lo recuerdo siempre que vamos.

-Tienes razón, soy lo peor. Prometo enmendarme.

-A ver si es cierto. Si no, te borro de mis contactos.

-¿Qué han visto los bichejos esos?

-Míralo tu mismo.

-No parece que haya nadie ¿No Iker?

-Al menos nadie vivo.

-¡Mi comandante! – un miembro del equipo desplegado, le hablaba por la radio.

-Dime Martínez.

-No aconsejo darle al botón de la luz.

-¿Una trampa?

-Me da en la nariz que sí. Si me da unos minutos, hacemos un puente y nos saltamos los interruptores. O desmontamos todo esto. Irene es buena en estas cosas. Así vemos lo que hay y nos puede ayudar a entender lo que pretenden con esta pantomima. Ésto es evidente que lo han modificado hace poco.

-¿Una trampa de que tipo?

-¿Explosivos? O una traca para darnos la bienvenida y que todo el mundo se entere de que estamos aquí. Entre ustedes y nosotros, entre la valla de la finca y la edificación, hay decenas de cables por el suelo. Cada uno de ellos puede accionar algo.

-Parece que aquí hay alguien que es amante de “La Momia”.

-O de Indiana Jones. O aquella del corazón verde o algo así.

-Martínez ¿Por qué dices lo de pantomima?

-Nos hemos cruzado con algunas siluetas tamaño doble. Muchas son de Jorge Rios. Tienen su imagen vaya. De Fernando hemos encontrado también alguna. Y de alguno de sus compañeros. Raúl y Helga, por ejemplo. Seguro que el resto son de compañeros suyos. No los conozco a todos. No nos hemos parado a estudiarlas pero parece que … me ha dado la impresión de ser como en las ferias, el tiro con carabina, esas siluetas que se mueven y a las que hay que acertar. O los entrenamientos nuestros que aparece siluetas de malos o buenos y hay que diferenciar antes de disparar.

La cara de Fernando y Garrido eran demostrativas de que no entendían nada de lo que estaban escuchando.

-Mire mi comandante – Romanes le volvió a tender la tablet – Esto parece un decorado de esos para hacer pim, pam, pum. Al escuchar a Martínez lo he interpretado de otra forma. No alcanzaba a … entenderlo.

Garrido sacó el teléfono y llamó a Javier.

-¿Estás bien? ¿Fernando? ¿Tus hombres?

-¿Te he despertado?

-Me he quedado traspuesto sin darme cuenta. Perdona. Al ver tu nombre en la pantalla me he temido lo peor.

-Te habrás sentado en el sofá. Ese sofá es muy peligroso, te lo digo yo.

-¡Que va! Estoy en mi mesa. Me va a doler todo luego. Cuéntame, anda.

Garrido le hizo un resumen de lo acontecido. Fernando se había separado un poco de él en dirección a la finca. Estaba despejado, pero la luna estaba en cuarto creciente, y no daba mucha luz. Vio no obstante, el reflejo de algún tipo de cable que cruzaba el camino por el que hubieran entrado con los coches. Romanes se acercó a él.

-¿Qué piensas?

El policía le señaló con el dedo los reflejos de la luz de la luna que parecían indicar distintos alambres o cables que parecían entretejer una especie de red a partir de un metro delante de ellos aproximadamente.

-Nuestros compañeros tenían razón. Antes no se veía.

-La Luna está subiendo. En un rato se verá todavía mejor. Pero aún así, esos cables los hubieran pisado los coches, pero …

Anduvo en cuclillas unos metros, buscando algo de arena o tierra fina. Al final encontró un puñado que le pareció lo suficientemente fino para lo que pretendía.

-Iker, apártate un par de metros.

-¿Y tú?

-Me tiro al suelo.

-Espera un segundo. No hagas nada hasta que vuelva.

El teniente Romanes corrió hacia una de las furgonetas y sacó dos escudos protectores. Aprovechó y se puso él también un casco.

-¡Tened cuidado! – les dijo Garrido que mientras seguía hablando con Javier les observaba – Chicos, poneros a cubierto – indicó a los agentes del GAR.

Fernando se asomó a los escudos y tiró un puñado de esa arena fina que había recogido.

-¡Joder! – exclamó Garrido que seguía con el teléfono en la mano.

Al caer despacio la arena, dejó al descubierto una serie de haces de luz infrarroja o láser. Los había al menos a tres alturas distintas y a una distancia de unos veinte centímetros una de la otra.

-Ahora te llamo, Javier. Tengo que hacer un par de llamadas.

-¿Y qué activará eso? – pregunto Fernando sin dirigirla a nadie en concreto.

Clavó uno de los escudos al suelo para dejarlo como referencia. Su teléfono vibró en el bolsillo del pantalón. Era Jorge.

-¿No te habrás ido a lo “vin disel”?

-No. Tranquilo. Estoy con el comandante Garrido y sus hombres. Aquí hay más gente que en la guerra de Vietnam.

-Voy para allí – dijo un resuelto Jorge.

-No, ni se te ocurra. Dame un minuto y te llamo. Pero no te muevas, por favor. Hazme caso.

Garrido y Romanes se pusieron a su lado.

-Un segundo. – les pidió mientras marcaba de nuevo el teléfono de Jorge.

-Por casualidad no habrás recibido mensajes desde esa foto.

-Llevo recibiendo cada cinco minutos. Lo que pasa es que no los he visto hasta hace nada. Estaba con gente.

-¿Me los puedes reenviar en el mismo orden que los has recibido?

-Vale.

Fernando se sonrió. Era cierta la apreciación de Carmelo: se le estaban pegando expresiones de Martín.

-Comandante, Iker, mirad.

.

Te estás volviendo un cobarde, no te has atrevido a ir”

¿Ya no quieres a esos chicos?”

¿Es porque no te los puedes follar?”

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan treinta minutos y morirán”.

Tú y ese Fernando que te acompaña sois unos cobardes. No sois nada sin las drogas”.

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan veinte minutos y morirán”.

Tienen el culito sedoso, durito y depilado, como a ti te gustan.”

Tic, Tac, Tic, Tac: quedan diez minutos y morirán”.

Gif de una explosión nuclear”

Han muerto. Y recaerá sobre tu conciencia. No has tenido cojones de ir a salvarlos.”

.

-¿Y si han preparado una trampa en el camino hacia aquí? – propuso Romanes.

-Define trampa. – inquirió Garrido.

-Bomba. Asalto.

-Yo creo que la trampa está aquí – opinó Fernando.

-¿Cómo crees que accionarían esa trampa? – preguntó Garrido a Romanes.

-A distancia. Manual. Aquí no viene nadie. Hasta el camino que trae a la finca, es una carretera que usa mucha gente. Pero tienen que asegurarse de no hacer estallar a un pobre ganadero que va a alimentar a su rebaño de ovejas o cabras.

-Podían haber activado la trampa al venir nosotros.

-No, si el objetivo es Jorge. Lo que hay aquí, esto, sí es para nosotros. Pienso.

-Vamos a comprobarlo. – dijo Garrido a la vez que volvía a marcar el teléfono de Javier.

-Estamos hablando aquí, Romanes, Fernando y yo, y después de ver los mensajes que está recibiendo Jorge, se nos ha ocurrido que si tienen tanto interés en que venga hasta aquí, puede que le hayan preparado una trampa en el trayecto.

-¿Como propones averiguarlo?

-Con coches teledirigidos. Coches hackeados.

-Pero si queremos pillar a los hacedores, tendrás que desplegar en el camino a los GRS.

-No te preocupes. Parte están aquí con los GAR. Tengo otro comando prevenido.

-Me ocupo de la caravana. Mando un helicóptero para vigilar desde el aire.

-Pongo a los míos en posición.

Garrido colgó y miró a Romanes.

-Me encargo. – dijo éste.

Romanes se apartó de ellos haciendo unas llamadas.

-Mi comandante, le mando una foto.

Martínez, el jefe de los comandos que se habían acercado a la casa de la finca le había hablado por su línea interna. Garrido buscó en su móvil y miró la imagen.

-Hemos desmontado con cuidado el cuadro de mandos. Eso es lo que escondía. De haber accionado el interruptor general, todo eso se hubiera puesto en marcha. Algunos de ellos, tienen un temporizador. Quiero decir, que hubiera ido por partes. Me apunta Irene que parece que este sistema tiene conexión con algún ordenador central.

-¿Ahí pone fuegos artificiales?

-Afirmativo – le indicaron por línea interna.

-Fíjate Fernando. Fuegos artificiales, focos, surtidores de agua, flechas, explosiones … figurines uno, figurines dos, Jorge, policías, disparos … te juro que cuando antes te he dicho lo de los fuegos artificiales, lo he hecho de guasa.

-Me preocupa una cosa, comandante. ¿Y si esos chicos están ahí dentro? Todo eso puede hacer que mueran.

-Vivos no deben estar. Los detectores de calor así nos lo han indicado en la inspección con los drones.

-Pueden estar dentro de los edificios, a lo mejor dentro de una cámara frigorífica. O con un muro de cemento que los aísle. Si existe alguna posibilidad de que estén vivos …

-No sabemos ni si están.

Garrido se quedó pensativo un momento. Romanes volvió a acercarse.

-Lo de la caravana de pega está en marcha. Los nuestros están desplegados en la carretera de Concejo a Vecinilla. En cuanto accionen la trampa, irán a por ellos.

Fernando sintió vibrar de nuevo su teléfono. Era Aitor.

-¿Te puedo ayudar?

-Pensaba que estabas con los coches.

-Se lo he pasado a unos colegas. Conducen mejor que yo. Ya les he dicho lo que necesitan saber. Es como en “Los juegos de Ender”. Se creen que es un juego que deben acabar con bien o su prestigio como gamers quedará a la altura del barro. No hay nada como proponer un reto a un gamer. No tiene por qué enterarse nunca que han participado en una operación de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Cuéntame.

Fernando les hizo señas a Garrido y a Romanes para entrar en uno de los coches. Cerraron las puertas.

-Estoy con el Comandante Garrido y con el Teniente Romanes. He puesto el manos libres.

-Hola Aitor. Soy el comandante Garrido. Javier me ha hablado mucho de ti.

-Comandante. Encantado. Lo mismo digo. Le tiene mucho respeto y si Javier se lo tiene, a parte del cariño, cuenta con el mío también.

-Aitor, soy Iker Romanes.

-Hola Iker. Hacía tiempo que no hablábamos. Hoy parece que vamos a recuperar las conversaciones que no hemos tenido en meses.

-Me alegra que estés bien. Javier y Fernando me suelen comentar cosas de ti. Mira, te cuento un poco la situación.

Romanes le hizo un resumen de la situación en la que estaban. Aitor, mientras escuchaba, estaba trabajando y buscando información.

-El problema por el que no se me ha ocurrido llamarte, es que parece una instalación viuda. – opinó Fernando.

-No lo es. Han hecho trampa. Un montaje como el que has explicado, un espectáculo como ese, tiene que tener espectadores. Para ver a unos guardias y policías entrar en una trampa, esa sesión vale miles de euros por butaca. Y más si son los equipos del comandante Garrido y del comisario Marcos.

Garrido se quedó de piedra. No se esperaba esa posibilidad.

-¿Puedes acceder entonces?

-Sí. Déjame que lo estudie. Os vuelvo a llamar en un rato. Tengo que buscar dónde han entroncado una antena móvil con el cable de Fibra.

-¿De qué conoces a Aitor? – Fernando le miró sorprendido.

Romanes se sonrió.

-Batallas de juventud.

Garrido se echó a reír.

-A veces cuando os escucho, me siento como un abuelo. Si vosotros habláis de “batallas de juventud” … pero si sois unos pipiolos.

-Habló el comandante matusalén. El que con Javier Marcos constituye la dupla más respetada y envidiada de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Y todo eso antes de los cuarenta. Decenas de guardias y de policías quieren trabajar con vosotros. Y lo sabes comandante.

-Y otros no nos quieren ni ver, por razones variadas. Javier de todas formas es mucho más joven que yo – Garrido sonrió coqueto.

-Rui, por favor – Fernando abrió los brazos sonriendo – cinco años. Os lleváis cinco años.

-Mi comandante, esperamos instrucciones.

-Quietos todos de momento.

Aitor llamó esta vez a Romanes.

-Iker, te he mandado unas coordenadas al móvil. Es el punto en donde está enganchada la antena portátil de telefonía que da internet al sistema de esa finca. Debes sustituir ese enganche por uno vuestro, que luego no se vea afectado por los inhibidores. Perdón, corrijo. Debes enganchar al sistema un nuevo enganche para que yo pueda acceder a todo su sistema cuando activemos los inhibidores para que ellos se queden ciegos. Me imagino que llevarás tus útiles de trabajo, aunque no los uses.

-Claro.

-No vayas solo. Llévate a unos cuantos de los GAR. De los guerrilleros. No estoy seguro de que no haya vigilantes. Corre, pero con calma. Me mandas una bengala de las que tu sabes cuando lo tengas. Cuando yo te mande otra bengala, activas todos los inhibidores. Así, solo yo estaré dentro.

Garrido levantó las cejas.

-Tranquilo, comandante. Esas bengalas no son tradicionales. Aitor, eso está a tres kilómetros de donde estoy. Campo a través. Es un bosque y es de noche, y la luna no es llena precisamente.

-Pues no pierdas el tiempo. Los coches en diez, se pondrán en marcha. Es mejor que todo pase a la vez. El que ha organizado esto, se ha tomado su tiempo y le ha puesto ganas. Debe odiar mucho a Jorge. Pásame un segundo a Fer.

-Te estoy escuchando.

-Mira a ver si puedes mandar a alguien a proteger a los otros dos chicos de ese cuarteto. El de León y el de Madrid, ese con el que todavía no habéis hablado.

-Habría que mandar alguien con Sergio entonces también. – apuntó Garrido.

-De eso ya se ha encargado Jorge hace días. Sin comentarios. Le he avisado para que les ponga en alerta.

-Sergio está en París – dijo Garrido.

Fernando le hizo un gesto para indicarle que luego le explicaba. Aunque en ese momento Garrido cayó en lo que implicaban los comentarios que habían hecho Fernando y Aitor. No le preguntaría sobre el tema.

Fernando llamó a Helga. Le comentó lo que pasaba.

-Tranquilo, una amiga está pendiente. La aviso. El de León, conozco a alguien que se puede ocupar. Le digo a Raúl que le llame. Tú, preocúpate del fregao en el que estás metido. No hagas nada que no hiciera yo.

Mientras Fernando hablaba con Aitor y Helga, Iker Romanes había preparado su excursión y había cogido todo lo que necesitaba de su coche. Sin entretenerse para nada más, había iniciado su excursión.

-A lo mejor tenemos suerte – dijo de repente Garrido. Estaba observando el mapa con las coordenadas GPS que le había enviado Aitor.

-¿Por?

-Mira, está justo a diez metros de la carretera por la que vendría Jorge.

-Entonces está confirmado que hay vigías. Los que van a accionar la trampa para Jorge. Esos cuidan de las comunicaciones y de la trampa.

El móvil de Garrido volvió a recibir una llamada.

-Javier.

-La caravana en marcha.

Garrido le comentó las novedades de lo sucedido desde la última vez que hablaron.

-Yo que tú reubicaría a los efectivos que has puesto en el trayecto. Así Iker estará más protegido también. Él es el que puede hacer lo que ha pedido Aitor.

-¿Y si esos chicos están vivos? Fernando e Iker parecen convencidos de esa posibilidad.

Javier se quedó un minuto en silencio.

-Yo creo que esos chicos van a morir cuando entréis en la estancia en la que están. Para darnos en los morros y nos sintamos culpables. Al iniciar cualquier acción, debéis tener precaución. Yo buscaría primero a esos chicos. Hasta que se demuestre lo contrario, esos chicos están ahí y están digamos que en una situación de riesgo máximo. Yo daría a eso prioridad. Los fuegos artificiales, para luego. Para cuando Aitor tenga además certificadas la situación de las cámaras que lo grabarán, y que seguro ya lo están haciendo. Y que haya podido situar el ordenador central que controla todo ese tinglado.

-Me parece muy … retorcido.

-Rui, mira todo lo que vas descubriendo. Es todo muy retorcido. Esas imágenes gigantes de Jorge y sus escoltas. Esos indicios de trampas. No descartes que esos chicos acaben como en esa escena al principio de la novela de Javier Castillo. O algo parecido a algunas escenas de las novelas de Carmen Mola. Pero a vista nuestra, con nosotros de espectadores. Quieren a Jorge, pero también quieren humillarnos.

-Aquí entonces faltaría Carmen. Como alter ego de la “Elena Blanco” de Carmen Mola.

-Ha apagado el móvil. No sabremos hasta mañana lo que ha recibido esta noche. No descartes que alguien la haya animado a ir también a esa finca.

-Pero eso … son bromas internas nuestras. Bromas personales. Privadas. Lo de su parecido con esa inspectora de ficción.

-Todos los implicados conocen a policías. Todos tienen amigos entre nuestros compañeros. Es una broma que hemos dicho a Carmen delante de muchos. Que en esto está metido alguien de nosotros, eso dalo por seguro. Y alguien del mundo del cine o de los parques de atracciones.

-Carmen …

-Deja a Carmen que descanse. No la has visto como yo hoy. El tiempo que yo he estado perdido y ella se ha ocupado de todo le ha pasado factura. Está en mi casa, descansando. Y no pienso hacer nada para que se levante antes de que su cuerpo se lo diga.

-Mi comandante, tenemos a la vista el objetivo. Hemos descubierto a dos sujetos. Una de ellas, vigila con prismáticos la carretera.

-Los coches están a cinco minutos, calculo.

-Los GAR los tienen rodeados. No los han descubierto.

-Cuando explote la bomba, los noqueáis directamente.

-Tenemos dardos paralizantes.

-Lo que veáis más práctico. Pero no deis opción a lucha. Estad pendientes de que no haya una tercera persona.

-Estamos en ello.

-Porres, cuando te diga, accionas los inhibidores de esta zona.

-A la orden, mi comandante.

-Los coches llegan al objetivo.

Garrido se puso tenso. No sabían que tipo de trampa habría preparada.

-Veo sus luces – susurró Romanes.

Los tres vehículos habituales en la caravana de Jorge, enfilaban la recta antes de la curva a la izquierda en la que todo parecía indicar que estaba la trampa. No circulaban a gran velocidad. La carretera tampoco era dada a alcanzar en ella altas velocidades, y menos conducidos los coches por control remoto. La mujer de los prismáticos dio el aviso a su compañero. Éste sacó su móvil y se refugió en una especie de parapeto que tenían preparado. La mujer corrió también hacia allí. Iker les hizo un gesto a sus compañeros para que hicieran lo mismo y se pusieran a cubierto. Era claro que si esas personas se guarecían, es que la trampa era potente.

Justo cuando pasó el primer coche, el hombre accionó la trampa.

-¿Tienes un momento Javier?

Álvar se había asomado al despacho de su jefe. Javier lo miró sorprendido.

-Son las dos de la mañana. ¿Qué haces aquí todavía?

-Echando una mano a Patricia.

Javier se lo quedó mirando de medio lado.

-¿Qué te ha dejado mosca de tu encuentro con el embajador y sus amigos? Espera, vamos a por un café. Ya he pegado dos cabezadas y no prometo no pegar una tercera mientras te escucho.

-Pues tendrás que invitarme, pas d’argent. – bromeó Álvar.

-Ne ont pas d’argent? Je n’arrive pas à y croire.

-Petite monnaie. – Álvar miraba a su jefe con cara de broma. – Tendrás que invitarme.

-¡Ah! No. Eso no – dijo Javier en tono exagerado de indignación. – En todo caso te presto.

Javier se levantó de la silla y rodeó el hombro de Álvar con su brazo.

-No te han caído bien esos tipos. ¿Te han tratado mal?

-No, al revés. Los amigos del embajador enseguida han reconocido mi apellido. Solo he empleado el apellido de mi madre al presentarme.

-Como se entere tu padre, te deshereda.

Álvar se echó a reír. Habían llegado a la máquina de café y Javier estaba metiendo monedas para sacar las bebidas.

-El pobre está acostumbrado. Alguna vez me mira por encima de las gafas y mueve la cabeza como mostrando fastidio. Pero luego, me hace el desayuno con todo su cariño.

-Así que no te vas de casa de tus padres.

-¿Para qué? Es lo suficientemente grande para no vernos si no queremos. No me cobran por el alojamiento y nos hacemos compañía. A veces mi hermana deja a los niños con nosotros, así que …

-Ejerciendo de tío. Vamos a sentarnos en esa mesa – Javier le indicó a Álvar una de las mesas altas como la de los bares que había en esa especie de sala de estar que tenían montada en la Unidad. – Tu me dirás.

-Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que el embajador no es trigo limpio. Decías que si me habían tratado mal. Él si que ha tenido detalles de soberbia. Creo que no le ha sentado bien que no fueras tú o Carmen a hablar con ellos.

-Es lo que pretendíamos. Mover el árbol. De todas formas, no creo que sea un menosprecio que vaya a verlos un descendiente de una de las familias francesas con más pedigrí. Y si están tan bien informados como pienso, sabrán que ocupas un puesto destacado en nuestro organigrama.

-Él no ha demostrado reconocer mi apellido. Sus amigos sí, de inmediato. Y una de las mujeres, se me ha quedado mirando y me ha preguntado por mi madre. Cuando Lys, seguido a eso, ha venido a mi encuentro y me ha dado un beso y ha recordado alguna vez que siendo niño nos vimos en alguna reunión familiar, el embajador no ha podido evitar mostrar su incomodidad. Me ha mirado con asco. Ha sido solo un segundo.

Álvar al acabar el relato de esa situación, suspiró.

-Te pareces mucho a ella.

-Sí, no puedo negarlo, la verdad. – Álvar sonrió coqueto. Eso para él siempre era un halago, porque su madre era una mujer muy guapa – Mi madre es amiga de Lys. También conoce al resto, pero no ha tratado con ellos como con Lys.

-¿Has hablado con ella?

-Nada más llegar de la reunión. Y no lo he hecho antes, porque sabía que tenía una cena importante.

-¿Está en París?

-No, está en Lyon. Sus negocios, ya sabes. Vuelve dentro de un par de días. Creo que la voy a engañar para que me haga de ayudante. ¿Te importa?

-Lo dejo a tu criterio. Confío en ti. Pero ¿qué quieres conseguir?

-Quiero quedar con Lys y mi madre. Y plantearle en confianza que debe sincerarse. Intentar sacarla del guion que tienen escrito.

-¿Se han creído lo de la amenaza?

-Sí, pero porque el embajador ha llamado a la Gendarmería. No han hecho más que contarme mentiras. He estado luego escuchando vuestra conversación con Jorge y Dani. No me han contado nada de lo que hablaron con ellos.

-Bueno. Ser quienes son y reconocer ante un policía, aunque sea español, que han comprado a tres jóvenes, que era evidente que habían sufrido maltratos continuados e incluso que les hayan extirpado a uno de ellos, que sepamos, dos órganos para venderlos al mejor postor, no … quiero decir que era esperable. Son un montón de delitos a parte del pequeño detalle de no ir a la policía a comunicar un delito flagrante, aunque sea el del maltrato de sus hijos.

-¿Se creen que Jorge no nos lo iba a contar?

-No creo que sepan hasta que punto está implicado en la investigación de todo este tinglado. Creo que muchos lo siguen considerando medio bobo. Y él, salvo en raras ocasiones, no saca de su error a su audiencia.

-El embajador lo vio dar mamporros. Y si escuchas a Helga contarlo, eran señores mamporros. Controla un huevo la lucha. Y sabe dónde golpear.

-Un luchador medio bobo. De todas formas, aunque ni Jorge ni Carmelo parecen inclinados a pensar mal del embajador, a mí no se me ha quitado la mosca de detrás de la oreja. Se confirma que el embajador primero buscó conocer a Carmelo. Y luego, le pidió a éste que le presentara al escritor. Y fue él el que insistió en mantener el contacto. Y por algún gesto de Jorge, me da que por momentos fue insistente. Ten en cuenta que en aquellos días, Jorge no gustaba de compañías extrañas.

-De todas formas, esos dos matrimonios y las amiga de la madre, no parecían coincidir en muchas cosas. Las mujeres mostraron muchas veces su desacuerdo con gestos. Sus maridos parecían aceptar los comentarios del embajador …

-O sea que has tenido …

-Igual que las apreciaciones que hicieron Dani y Jorge.

-¿Y lo de quedar con tu madre? ¿Como lo vas a hacer?

-Dudo entre hacerme el encontradizo o en quedar a cara de perro.

-Háblalo con ella. Ella las conoce mejor. Quizás yo … si tu madre está dispuesta, que haga un poco de cicerone de ellas y las lleve a ver algo que sepa que les va a gustar y que a sus maridos no …

-No les apasione. – Álvar acabó la frase de Javier.

-Y luego, a la hora de la comida, apareces tú. Yo le recomendaría a tu madre que las avisara y que fuera clara con ellas. Si está dispuesta, debe hacer el trabajo sucio de convencerlas de que es lo mejor para ellas y para esos chicos. Y de paso, entérate de si el embajador ha cobrado por organizar el curso. Suéltalo de improviso. Dalo como un hecho comprobado y que solo queremos saber la cantidad que se ha metido en el bolsillo. Tanto Jorge como Dani estaban convencidos de que algo de eso hay, por las miradas de las mujeres al embajador y a sus maridos.

-¿Has sabido más de esa reunión que iba a tener uno de los compañeros de mesa de Jorge con representantes de Anfiles? Al fin y al cabo has montado todo ese tinglado para evitar esa reunión.

-No. Bueno, un detalle: había una sala pequeña reservada. Para todo el día. La reservó un hombre al que no se le ve en ningún momento la cara en las cámaras del restaurante ni de los alrededores. Pagó en efectivo una cantidad abusiva, solo por tener la sala a su disposición. Y entre los comensales que ya habían abandonado el restaurante, hemos detectado a una pareja francesa interesante. Son directivos de una sociedad francesa que se dedica a los parques de atracciones. Y tienen tratos con Uremerk. Los chicos de Tere lo han descubierto hace un momento.

-Uremerk. Cada vez sale más esa empresa. Trabaja allí Galder ¿No? – Álvar se arrepintió de la pregunta nada más hacerla. Cambió de tema sin esperar respuesta de Javier – ¿Alguna idea de a quién fue a ver?

-Sí. Eso no puede ser casualidad. A ver como se desarrolla todo. Estoy casi convencido de que iban a reunirse con Paula Freire y quizás a alguno de sus compañeros de mesa. Por eso no les hemos dicho a Dani y Jorge que estaban en el restaurante.

-¿Y Carlota?

-Es otra posibilidad. También estaba en el restaurante. Pero eso no se lo podíamos ocultar, porque se cruzó con ella. Jorge no dijo nada, ni siquiera reaccionó cuando se cruzó. Pero la reconoció. Ya lo vamos conociendo. Lo hemos visto en las cámaras.

-Creo que esa Carlota está más implicada de lo que parece.

-He puesto a Bruno a investigar a Paula. Su pasado. Paula y Carlota. Y Nadia, claro.

-El pobre …

-Espero contar pronto con un par de guardias que le ayuden. Raúl cada vez está más liado con otras cosas.

-Si Olga convence a Ventura de volver, sería un buen fichaje. – opino Álvar.

-Tuvo muchos problemas. No creo que … quiera volver.

-Lo conocí un poco. No creo que sea feliz en Estados Unidos. Es un tipo muy perspicaz. Inteligente y trabajador. Y muy defensor de las víctimas.

-Pero es como nosotros. Es policía por vocación. Y aquí no podemos asegurarle que no se encuentre con esos que le hicieron la vida imposible. Y eso siendo hijo de quien es. De hecho, posiblemente llegue el momento de enfrentarnos a ellos, a sus ex-compañeros. Y él estaría en la movida.

-Pero el padre de Ventura es de los que no salen en la prensa. Aunque tenga mucho más poder que los que lo hacen. No le gusta hacer ostentación de su posición. Puede pasar desapercibido para la mayoría.

-Pero con todo el poder que tiene, no ha movido un dedo para destruir a aquellos que pisaron a Ventura. No se lleva bien con él, vale. Pero es su hijo. Lo único que consiguió es que recalara en el FBI. Y para eso, tuvo que mover muchos hilos, cuidado. Voy a intentar quedar con él.

-¿Que le vas a decir?

-No estoy seguro, te soy sincero. Intentar tenerlo de nuestro lado. Al menos quitarle del lado de ellos, si es que lo está, que lo dudo.

Álvar se quedó unos segundos pensando, antes de seguir con la conversación.

-Me da que sabes más cosas del padre de Ventura de las que reconoces. ¿Quedar con él? Eso quiere decir que lo conoces.

Javier sonrió. Pero era una sonrisa triste.

-Nos conocemos. Pero no te puedo hablar de ello.

-¡Ah!

La mente de Álvar empezó a trabajar. Conocía a Javier y sabía que si ocultaba ese tema, estaría relacionado con temas delicados.

-Haz una envolvente. – dijo de repente Álvar para centrar la conversación de nuevo – Con lo de Ventura. Habla con tu amigo Peter Holland. Que lo mande a España investigar algo relacionado con Anfiles. O de incrustado en la Unidad para chivarle datos.

-Ya tiene a alguien.

-No fastidies. ¿Sabes quién es?

-Tengo candidatos. Pero no lo sé con certeza. Pero es algo que puedo intentar si Olga no consigue convencerlo. El FBI está muy interesado en esta investigación. Saben más de algunos aspectos que nosotros mismos. Olga ha tenido una revelación. Piensa que todos los movimientos de Peter Holland respecto a su viaje para dar el curso en Quantico, han sido cuidadosamente medidos.

-¿Ha llegado a alguna conclusión?

-Tiene la sensación de que quiere que Ventura deje el FBI. Que se vuelva con nosotros, vaya.

-Eso suena maquiavélico.

-No sabemos sus motivos. Pero lo que tengo la seguridad, es que sabe mucho de nuestro caso. Y no lo va a compartir por iniciativa propia. En todo caso, si le preguntamos, puede que conteste. O si le pedimos ayuda en temas concretos.

-Piensa entonces que Anfiles está relacionada con la droga y con el tráfico de armas a gran escala. Para interesarle al FBI, debe ser algún tema de esos.

-Estoy casi seguro de ello. Pero no hemos dado con esa parte de la organización. En realidad, hay muchos Anfiles. Muchas secciones independientes. Y algunas con intereses contrapuestos. Esa competición entre ellos, a veces juega a su favor, aunque parezca contradictorio. Nos despista. La cabeza que está al frente, le encanta esa competición. Eso le renta a él mayores beneficios. Y hace que esas mismas secciones, hagan de vez en cuando, limpieza.

-Este café en lugar de espabilarme, me está derrotando. Me acabo de perder en tu razonamiento.

-Vete a la cama anda. Es un tema complicado que además, por mucho que tengamos prisa, ni esta noche, ni en ninguna de los próximos años, creo que lo acabaremos desentrañando del todo.

-¿Y tú? ¿No te vas a dormir?

-No puedo. Se ha complicado lo de Vecinilla. Se ha complicado hasta decir basta.

-¿Tan malo es?

Javier asintió con la cabeza apurando su café. Le hizo un resumen a grandes rasgos.

-¿Quieres que me acerque? ¿Te puedo ayudar en algo?

-No. Prepara eso que has pensado. Habla con tu madre. Y organizaros. Hay que avanzar en otras líneas. Y necesito que descanses. Puede que mañana debas tomar las riendas de parte de todo este tinglado. Debes medir tus fuerzas. Ya has estado ayudando a Patricia hasta ahora.

-Si necesitas algo, me lo dices.

-Claro.

-Voy a intentar quedar también con Elodie, la madre del chico fallecido.

-¿Fuera aparte de lo de las otras mujeres?

-Sí. Me da la impresión de que las mujeres mayores iban por otro camino.

-¿No será peligroso al ser amiga de Marguerite?

-Es que ella me dio la impresión de que … Hubo un par de miradas que le lanzó a su hijo … me da que el embajador la utiliza a veces, pero no creo que siempre esté de acuerdo. Ella creo que es de otra pasta.

-Pero es su madre.

-Ya. Pero Jorge es Jorge. Y esa mujer ha leído con mucha atención sus libros. Te repito: con mucha atención.

-Organízalo todo como consideres. Me parece bien tus propuestas. Si necesitas a alguien, lo dices. Creo que de todas formas, deberías pensar en ir con alguien siempre.

-Admito sugerencias.

-Ya pensaremos. Ahora no tengo la cabeza para eso.

-¿Qué les habéis contado a Dani y Jorge? Con el escritor no he tenido contacto casi, pero con Dani sí. A veces quedamos a tomar una cerveza. No quiero meter la pata.

-Lo que has visto en la entrevista. Luego no le he dicho nada más. La versión oficial del desalojo es la que les diste cuando llegabas. De lo de Olga, no saben nada. Solo que el hermano de Carlota está en Estados Unidos en paradero desconocido. Ni de que en el restaurante estaba Paula con sus amigos y Justo Ríu.

-¿Ya habéis descubierto qué libros ha publicado Jorge con otro nombre?

Javier se echó a reír.

-No voy a perder el tiempo buscando esa información. Si un día me pica la curiosidad, le llamo directamente y se lo pregunto. – se arrepintió de su respuesta nada más darla – Ventura nos ha hecho el trabajo en ese sentido. Mañana te paso el nom de plume para que vayas a comprar sus novelas. Sé que lo preguntas porque quieres leerlas.

-Puede tener su relevancia en la investigación. – el gesto de Álvar era el de un niño pillado en renuncio. Javier se echó a reír.

-¡Ah! Estás aquí. – Patricia acababa de aparecer en la sala de descanso. – Estamos apunto en Vecinilla. Deberías ir a la sala. Y tú deberías irte a la cama. Estás derrotado. – se acercó a Álvar y le dio un beso en la mejilla a la vez que le susurraba un “gracias” muy sentido.

-Vamos, sí. – Javier se levantó con fuerzas renovadas – Y tú vete a descansar. ¿Quieres ir a mi casa? Está más cerca. – Javier sacó las llaves para apoyar su ofrecimiento.

-No, no, tranquilo.

-Pues tú a la cama directo. No juegues con tu salud, joder. – Patricia le amenazaba con el dedo.

-Ya estoy bien.

-No te has mirado al espejo. ¡¡Lárgate!!

-Vale. No te pongas así – Álvar sonreía a Patricia. Esta se acercó y le dio otro beso en la mejilla.

-Hazla caso. – dijo Javier.

-Pongo en marcha mañana lo de esas mujeres.

-Si necesitas algo, me dices.

-No, me dices a mí. Otro que … mañana a ver quien te aguanta Javier.

-Tú. ¿Quién va a ser? – Javier se echó a reír.

-Vamos, anda, tira a la sala. Nos vamos a perder el festival.

Javier se levantó y siguió a Patricia, a la vez que le hacía a Álvar un gesto con la mano para despedirse. Aunque de repente a éste se le ocurrió una cosa.

-¡¡Javier!! Se me acaba de ocurrir. ¿Por que no mandas a alguien a registrar esa sala? Puede que se hayan dejado algún mensaje. Puede que todo fuera para recoger un pen pegado en la mesa o una carpeta con un expediente.

Javier se quedó pensativo.

-Me encargo yo, no te preocupes. – se ofreció Álvar.

-No, no. Tú descansa. No tengas prisa por levantarte mañana. Ya mando a alguien. Conviene hacerlo a primera hora. Patricia ¿Te encargas de pedir una orden?

-Ya la tenemos. La pedimos por si acaso. No la usamos. Así que mañana quien consideres, puede hacerla efectiva.

-Bien visto. Pues encárgate de que alguien de confianza lo haga.

-Me encargo, tranquilos. ¡¡¡Qué te largues, Álvar!!! O llamo a tu padre a que venga a recogerte.

-¡¡Qué carácter!!

-Y lo malo, lo que le asusta a Álvar, es que su padre vendría – bromeó Javier.

Álvar se fue camino de su mesa para recoger sus cosas. Levantó la mano a modo de despedida, sin darse la vuelta, aunque estaba seguro que tanto Patricia como Javier lo estaban mirando. Estos se sonrieron y a su vez se fueron en sentido contrario, camino de la sala de reuniones, en donde tenían montado el gabinete de crisis de esa noche. La comitiva falsa estaba camino de la finca. Era la hora de la verdad.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

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 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”