Necesito leer tus libros: Capítulo 105.

Capítulo 105.- 

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Parecía que iba a ser una de esas noches en las que Jorge podría dormir bien, pero no fue así. A las cinco de la mañana se despertó sobresaltado. Su suegra Juana se le había aparecido en sus sueños.

Miró a su lado y comprobó que Carmelo seguía durmiendo. Hasta hacía un rato, lo había sentido abrazado a él. Pero su rubito, parecía tener un sueño inquieto desde hacía un rato y se había ido al otro lado de la cama que compartían. Ahora parecía un niño pequeño, con toda las sábanas revueltas y con medio cuerpo destapado.

Se levantó y dio la vuelta a la cama. Lo tapó y le acarició suavemente la cara. Carmelo sonrió en sueños. Empezaron a salir unos sonidos guturales de su garganta. Parecía que le estaba diciendo algo. Jorge se arrodilló a su lado y le dio muchos besos en la mejilla. Luego, le empezó a susurrar al oído que lo amaba con toda su alma. Y que a partir de ese momento, iba a tener dulces sueños. Que pensara en que los dos iban a pasear hasta el estanque de los encuentros y se iban a tirar a tomar el sol con los pies acariciando el agua.

-Y te besaré hasta que tus morros estén irritados.

Carmelo suspiró en sueños y puso una sonrisa en sus labios. Y volvió a un sueño tranquilo. Jorge aprovechó y se puso una chaqueta gorda de punto que solía utilizar a veces en casa. Se puso las deportivas que le había cedido Carmelo para estar en casa y después de coger su portátil se fue a la terraza. Buscó su silla y su mesa preferidas y se sentó a leer algunos de sus episodios nacionales.

Buscó a Juana. Quizás que su suegra se hubiera aparecido en sus sueños, quería decir algo. O no. Intentaría de todas formas buscar en su memoria escrita algún episodio que le pudiera ayudar.

Al final encontró algunos relatos que hablaban de ella. Y se quedó con uno en el que contaba el día en que Juana conoció a Carmelo. Posiblemente no le ayudaran a discernir el por qué de su aparición estelar en su ensoñación, pero ese recuerdo le resultó grato.

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Episodio 2179: Donde Jorge no tiene más remedio que presentar a Carmelo a su suegra:

A Juana le gustaba mucho Carmelo. Desde que se lo presentó su yerno.

Carmelo era un hombre joven, atractivo, actor. Actor de los buenos y de los famosos. No le gustó por eso. Su sonrisa fue lo que la conquistó.

Todo empezó con una broma. Jorge había ido a casa a merendar y ver una película con ella. La mujer había escogido “El amanecer del compromiso”. Era una película inglesa pero su protagonista era un actor español, joven.

Jorge cuando vio la elección de su suegra se resignó. Conocía a Carmelo desde hacía ya un tiempo y había ido con él al estreno de esa película. Antes de eso, la había visto en un pase privado. Incluso había participado en algún coloquio sobre ella. Sería la cuarta o quinta vez que la veía. Pero lo importante era que su suegra estuviera feliz. Intentaría no dejar traslucir en sus gestos que sabía quién era el malo.

La gente suele hacer bromas sobre los suegros. Son lo peor. Sobre todo las suegras. Meticonas, mandonas, y otros epítetos parecidos pero todos negativos. Juana había sido todo lo contrario para Jorge. Él no tenía padres, al menos que ejercieran como tales, su relación se había roto hacía muchos años, así que ella ocupó el lugar de su madre. Lo protegió, lo defendió incluso cuando su hijo no se portó bien con Jorge, se puso del lado de su yerno criticando a su hijo. Y cuando Nando murió, se convirtió en el apoyo de su viudo.

Esa tarde vieron la película. Al final, con los comentarios de Juana, la película le ofreció una serie de matices que no había captado viéndola con otras personas. Y luego, cuando acabó, no dejó de hablar bien de Carmelo.

-Es un actorazo. Qué papel hace en esta película. Y tiene pinta de ser buena gente.

-Pero si el personaje es malo de narices.

-Sí, lo que quieras. Pero no sé por qué, a mí me da que es un chico muy bueno.

-Todos hablan pestes de él. ¿No lees la prensa rosa?

-Claro que la leo. Pero no me creo nada. Ese chico es un ángel.

-Ya se lo diré cuando lo vea.

A Jorge se le había escapado. No solía presumir de sus amistades públicas. Ni con su suegra.

-¿Lo conoces y no me has dicho nada en toda la tarde?

-Bueno, conocer… pues lo he saludado algún día – intentó tirar balones fuera. – Como a otros muchos. Una fiesta, una recepción… ya sabes.

-Mientes muy mal, Jorge Rios. A parte, esos saraos no te gustan nada.

-No me gustan, pero a veces tengo que ir.

-Llámalo e invítalo a un trozo de bizcocho.

-Estará ocupado. A lo mejor está fuera, grabando en Méjico. O en Australia.

-Llámalo. – Juana se puso de pie con los brazos en jarras y mirándolo muy seria. Así que sacó el teléfono y llamó.

-Hombre, escritor. No me esperaba que llamaras. ¿No tenías sesión de cine con tu suegra?

-Estoy en su casa precisamente. Y quiere conocerte. Acabamos de ver “El amanecer del compromiso”. Y le ha encantado.

-¿Quiere conocerme ahora?

-Claro. Hay bizcocho. Le ha encantado tu papel. Dice que eres un chico muy majo y agradable.

-¿Es la conclusión que ha sacado después de verme en esa película? Tendré que darle las gracias. Que después de verme en ese personaje piense que soy guay … Y te he entendido algo de que hay uno de los famosos bizcochos de tu suegra. Me muero por probar alguno. Dame un cuarto de hora. ¿Quieres que lleve algo?

-Pues si paras en el “Trastero” y coges unos chocolates para acompañar, estaría bien.

-Hecho.

-¿Así que le has hablado de mis bizcochos a Carmelo del Rio? ¿Y le habías dicho que venías a ver una peli conmigo? ¿Y a mí no me has hablado de él? ¿Y no erais amigos, solo os saludabais en algún sarao? Jorge, me has defraudado. Porque tengo que cambiarme y arreglarme, que si no te ponía las pilas.

-Pero si así estás bien.

-Parece mentira que seas gay y no entiendas estas cosas. Ya veo que son solo clichés. Tu marido era igual de zarrapastroso. Y él tenía doble delito, porque era hijo mío.

Juana se fue corriendo a su habitación para cambiarse de blusa y de falda, y para darse un ligero maquillaje. Y para peinarse. Y ponerse unos zapatos. Y unas medias. Y abrió el joyero para escoger un collar y unos pendientes.

-Recoge un poco el salón, por favor – le gritó desde el baño.

No fue un cuarto de hora, pero no fueron más de treinta minutos lo que tardó en llegar. Carmelo llamó a la puerta. Y ella salió escopetada adelantándose a Jorge que iba a abrir. Pero era evidente que ese privilegio, no se lo había ganado. Ella recibiría al actor.

Y abrió la puerta. Y ahí estaba Carmelo con la bolsa con los chocolates. En cuanto vio a Juana sonrió. No era una sonrisa de photocall, ni de sesión fotográfica para ICON. Era la sonrisa de un chico de veintitantos años, con unos ojos muy expresivos, que mostraban todo el cariño que su amigo Jorge le había transmitido de la mujer que tenía delante. Y ahí ella cayó rendida. Y ahí ella, empezó una campaña incansable para que Carmelo y Jorge acabaran juntos. Ni siquiera la aparición de Cape un tiempo después, la desanimó.

Carmelo lo pasaba bien con ella. Así que, con o sin Jorge, a veces iba a verla. Y alguna vez incluso la había invitado a alguna cafetería a merendar. “Me han dicho que hacen un bizcocho de manzana estupendo. O a su vieja casa, antes de que se retirara al pueblo durante un par de años y la vendiera. Ahí era él el que hacía algún postre para agasajarla.

Y Juana seguía con su campaña. No cejaría hasta que Jorge se juntara con Carmelo.

-Acabaréis juntos – le decía incansable a su yerno.

Jorge Rios.

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La excursión a la finca de Dídac y Néstor en Milagros, a unos kilómetros de Aranda de Duero en la provincia de Burgos, fue muy agradable. Paula y Laín no conocían a la pareja anfitriona, en todo caso de referencia, pero enseguida se sintieron cómodos en la reunión. Carmelo y Dídac se fundieron en un abrazo muy cariñoso al verse. Habían compartido algunos trabajos juntos y su química y cercanía crecía cada vez que se veían. Y con Néstor, el marido de Dídac, lo mismo. Los chicos de la pareja, Oriol y Pol enseguida se hicieron amigos de Martín.

Jorge se hizo esperar. Carmelo iba siguiendo por mensajes tanto de Jorge como de Carmen y Javier el asunto de Vecinilla. Si hubiera sabido que la cosa se iba a complicar tanto, hubiera acompañado a Jorge. Al menos, pensaba, Fernando, Raúl y Nano lo conocían lo suficiente y tenían confianza con él para mandarlo al coche a desconectar. Ver y consolar a todos esos chicos le tenía que haber afectado seguro.

Mientras le esperaban, Néstor había organizado una visita a una bodega de la Ribera del Duero, “La Milagrosa”. Estefanía, la mujer que les guió en la visita, les hizo pasar un rato muy agradable. A parte de las catas de vino que hicieron y las botellas con las que les obsequió.

-Vamos a acabar piripis – exclamó una divertida Paula.

-Pues no hace falta que te bebas el vino – le dijo su marido. – Los catadores profesionales no lo hacen.

-Seguro lo voy a escupir. Con lo bueno que está.

Jorge llegó tarde, pero en plena forma. Nano le hizo un gesto a Carmelo para decirle que había venido durmiendo. Y por la cara de Fernando, la siesta había sido de los dos. Néstor salió a recibirlo a la puerta, cuando vio que la caravana de coches llegaba. Se abrazaron cariñosamente. Hacía tiempo que no se veían ni hablaban. Los chicos se acercaron corriendo a saludarlo. Carmelo se sonrió al ver la cercanía que tenían los dos con él. No se extrañaba, pero no le dejaba de sorprender. Carmen, en el último mensaje que le había mandado sobre Vecinilla, le había dicho que podía sentirse orgulloso de Jorge. “No sé lo que hubiéramos hecho sin él. Ha estado soberbio.”

Pasearon todos hasta el pueblo. Tomaron unos vinos alternando entre los bares. Eran buenos bares, estaban a pie de autovía y tenían mucha clientela de paso.

-No comáis mucho, que Pol y Oriol nos han hecho la cena. – Dijo Néstor con tono de orgullo, al ver que Jorge se proponía pedir cosas de picar. Casi no había comido, y tenía hambre.

-Especial por vuestra visita. – apuntó Pol.

-No sabes como cocinan – añadió Dídac.

-Yo sí lo sé – apuntó Jorge sonriendo satisfecho.

-Te estás acostumbrando muy mal, escritor. Ya no coges una sartén ni aunque te estén amenazando con hacer estallar una bomba nuclear. Hasta Oriol y Pol cocinan para ti.

-Habiendo maestros como vosotros, no hay necesidad.

-Pero si cocinas bien – le dijo Dídac.

-Querido, tu amigo el actor, cocina mucho mejor. Y que narices, así se siente importante que tiene la excusa de cuidar de mi salud y de mi bienestar. Y tus hijos, lo sabes mejor que yo. Néstor también cocina bien. ¿A que hace meses que no te haces ni siquiera una tortilla?

Néstor no dijo nada, pero se echó a reír.

-No me engañas, querido. Te has vuelto un vago. – Carmelo obvió que Néstor de alguna forma, le daba la razón a Jorge.

-¡Qué gran pareja hacéis! – exclamó Paula con cara de sorpresa. Ese descubrimiento parecía hacerle gracia. Martín se desesperó y se giró para poner su mejor gesto de incomprensión.

-Pues no sé por qué lo dices – dijo Cape en tono inocente. Aunque diera la impresión de que lo había dicho para seguir la broma, Dídac y Néstor tuvieron que contenerse para no soltar una carcajada: se habían dado cuenta que de verdad, lo decía extrañado. Carmelo intercambió una breve mirada con Jorge que puso cara de circunstancias. Martín no pudo más y se levantó en dirección al baño para poder rezongar a gusto sin estar a la vista del resto.

En el camino de vuelta a la finca, Dídac y Jorge se retrasaron para hablar de Sergio en privado.

-¿Qué plan tenéis? – preguntó Dídac, sin dar opción a Jorge a empezar con temas ligeros.

-Mi idea es grabar un concierto callejero de Sergio. Puede que Romeva, conozca a alguien que tenga acceso a ese Ludwin. ¿Escuchaste ese concierto que te mandé?

-Sí, a Sergio ya lo conocía de antes. No me lo habían presentado, pero me habían hablado de él. Con Nuño estuvo bien, pero le he escuchado muchas interpretaciones mejores. Una de esas que grabó alguien, unos días antes, en la calle, sin ir más lejos.

-Lo de Nuño más que nada porque es un intérprete reconocido.

-Eso a Ludwin le da igual, te lo aseguro. Es más, puede que sea contraproducente. No es muy amigo de las estrellonas. Hasta ahora has conocido al Nuño dulce. Cuando conozcas al divino Nuño, no te creas. Y entenderás mi afirmación anterior de que al maestro Ludwin no le gusten las divas.

-¿Tanto cambia?

-Solo te diré, que en el vídeo del restaurante que me enviaste, su actitud, casi nadie ha visto esa faceta de él. Amable, sonriente, complaciente. Es más, si lo contara en algunos círculos, pensarían que me había dado un aire o que les estaba tomando el pelo directamente. No me refiero a que lo estuviera contigo o con Javier. O Carmelo y Biel. Vosotros sois sus iguales. Sois estrellas. Pero ese Fernando y ¡Sergio! No son de su clase. Y si no, al tiempo. ¿A qué no se han visto de nuevo? Al menos en el mundo de la música, todos le consideran el mejor violinista de su generación, pero un tipo inaguantable. Te diré que nos supera a Dani y a mí juntos, en nuestros peores momentos. En chulería, me refiero. Y añade a Biel. Los tres juntos, en nuestros mejores momentos, no le llegamos a la altura de su alpargata.

-Me cuesta creerlo.

-Pues vete creyendo. Y por mucho que pienses que la magia de Jorge Rios es capaz de mitigar esa chulería, desde ahora te digo que no. Contigo será educado siempre, porque eres una estrella. Y porque para que negarlo, tus historias le han ayudado en su vida. Eso tampoco es fácil que lo reconozca. Pero conmigo sabe, que si se pone en plan diva, se queda solo a la voz de ya. Y sabe que soy capaz de sacarle las mierdas sin dudar.

-¿Y como hacemos con Sergio? Esto que me cuentas me deja … trastoca mis planes, ya de por si complicados de cumplir.

-Si su tocayo dice que se encarga de su carrera, a lo mejor no hace falta más. Sergio Romeva es un tipo muy eficiente y muy bien relacionado. En todos los ámbitos de la cultura. Es inteligente y sabe que el mundo del cine, no es nada sin los escritores, sin los músicos, sin los pintores … Tiene contactos en todos esos ámbitos y en alguno más, aunque no presuma de ello. De todas formas, estoy esperando que Ludwin me diga que puede recibirme, y voy a ir a verlo.

-¿Vas a hacer eso?

-Primero, me lo has pedido tú. Eso me basta. Solo con escuchar como Oriol cuenta a Néstor todo feliz, que le has llamado para hablar, me siento en deuda y agradecido. O cuando al cabo de unos días, Pol viene contando una historia parecida. Y segundo, ese Sergio Plaza es muy bueno. De los mejores intérpretes que he escuchado en años. Merece tener la oportunidad de intentar consolidar una carrera. Y es un crío de puta madre. Las veces que nos hemos visto, me ha causado buena impresión. Y en tercer lugar, ese hijo de puta de Mendés, hay que acabar con él. Lo que estoy sabiendo estos días, supera con creces la peor de las ideas que tenía respecto a él. Antes me parecía un cabrón. Ahora, no sé ya ni como calificarlo. Mis padres le apoyan aportando fondos para alguna Fundación con la que tiene relación. Ya les he dicho lo que hay y que mejor harán en desligarse de él.

-¿Te harán caso?

-Se han mostrado remisos. Tengo que investigar.

-Tendrán algún secreto y él lo ha descubierto.

-Me imagino que el secreto que les puede echar en cara sea mío.

-Si lo descubres y es así, ten paciencia. No te lances.

-Ya me conoces. Depende de lo que sea … y como me pille.

-Puede que sea de alguno de tus hermanos.

Dídac se quedó pensativo.

-No diría que no. Pero me inclino a pensar que es mío.

-Pues no te lances. Me cuentas y me lo dejas a mí. Ya me he enfangado muchas veces, una más no importa. No quiero que te salpique. Ya estoy acostumbrado a que hablen mal de mí.

-Que soy Dídac Fabrat, el niño malote de la farándula. Anda que …

-Pero te has reformado. Tienes marido, un directivo de banca reputado y considerado, y tienes dos hijos.

-Legalmente no lo son. Soy muy joven para ser su padre.

-¿Como te llaman?

Dídac se sonrió. Levantó las manos a modo de rendición.

Jorge entrelazó su brazo con el de Dídac. Éste apoyó su cabeza en la del escritor. Así siguieron caminando despacio, cada vez a más distancia del resto.

-Javier necesita más testimonios …

-Estoy convenciendo a unos cuantos. Les he tratado alguna vez. Ahora, sabiendo lo que sé, les he abordado de otra forma. Carmen ya sabe de un par de ellos. Sergio me ayuda en eso. Conoce a alguno. Yo había entendido cuando me contaban, que eran tocamientos, sobeteos … me parece mal, pero bueno. Por eso no le tragaba. Yo me he tirado a todo lo que tenía polla. Pero no he tocado nada, sin que me dijeran “sí”. Y no he hecho valer ni mi posición ni mi fama. Lo de este tipo es aberrante. No se trata de un tipo que le guste el sexo. Le gusta humillar, controlar. De gustarte el sexo, a lo que ese tipo es en realidad, va un abismo. Ese tipo debe acabar en la cárcel. Y debería vivir cien años más para que su castigo fuera suficiente. Merecería que organizáramos una lapidación pública en las que sus víctimas le apedrearan hasta que fuera una masa informe llena de sangre y vísceras. ¿Y eso de Vecinilla? Dani no ha dejado de mirar el móvil hasta que le han dicho que venías hacia aquí.

-Si no te importa, déjame un par de días para que asiente lo que he vivido hace unas horas.

-Me temo lo peor solo con verte la niebla que se te ha puesto en la mirada.

-Pues de lo peor que te imagines, sube cien peldaños más. A lo mejor un día que estés en Madrid … te pido un concierto privado. No es para mí, te advierto. Aunque espero disfrutarlo también.

-¿Con Sergio?

-Sí. Pero no es para eso de …

-Ya me dirás. Y si quieres que toque con él en la calle, lo hago. Soy menos mediático que Nuño, pero puedo servir.

-¿Lo harías?

-No te repito mis razones, te las acabo de decir.

Jorge se paró y le agarró la cara y le dio un pico. Dídac sonrió y se lo devolvió.

-Cuando tenga convencidos a esas víctimas de Mendés y del otro hijo de puta del conservatorio, se lo paso a Javier o a Carmen. Cambiando de tema. ¿Cuándo se va ese? – Dídac señaló con un gesto a Cape, que acababa de rodear la cintura de Carmelo con el brazo. Estaba marcando territorio. – Me parece tan patético como lleva todo el rato intentando parecer una pareja …

-En un par de días, creo.

-¿Se lo ha dicho a Dani?

-Creo que no. Si no han hablado mientras estaba en Vecinilla, no. Dani se lo huele, porque lo conoce. A parte, se lo han dicho los escoltas. Cape les ha comunicado que dentro de unos días no necesitará sus servicios. Así que lo sabe, pero decir, creo que no. Y si le va a decir lo mismo que a mí cuando hablamos antes de ayer, mejor que se abstenga.

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge.

-Es que se ha montado una película que no tiene nada que ver con lo que ha pasado. La repite y la repite, creo que con la intención de que se haga realidad. Me dijo, que ahora puedo lanzarme a los brazos de Dani. Y que él nunca había follado con Dani cuando eran pequeños.

-¿En serio? ¿Te dio permiso? Una cosa te digo, de eso tienes la culpa. Siempre has fingido que no te habías enterado de que solo eran “hermanos”. Y lo de que no follaron, que me lo diga a mí. No te jode.

-¿Y qué iba a hacer si él iba diciendo que era su pareja? Y Carmelo no afirmaba, pero tampoco lo negaba. Y se ha plegado a sus “cosas” estos años. E insistía cuando volvía a Madrid en que Dani fuera a su casa a estar. Dani no se iba de nuestra casa por deferencia a él. Se iba porque el otro le llamaba. No me decía nada. Pero lo vi en su teléfono.

-¿Le miras el teléfono?

-Si sabes que desde hace muchos años compartimos todo. Él tiene llaves de mi casa, de mi almacén, yo tengo llaves de las suyas … hasta guardo todavía un juego de su casa de Madrid, la que vendió. Y de sus coches. Sé sus contraseñas de sus bancos, él sabe de las mías … tiene poder en todos mis asuntos, yo lo tengo en los suyos, incluso para decidir sobre nuestra salud. No es de ahora, es de hace cinco o seis años. Y todo salió de él. Hace unos días, Carmelo insistió en que le acompañara a casa de Cape. La verdad es que no me apetecía. Insistió tanto que al final le hice caso. Eso es un mausoleo … es lo más alejado a un hogar que he visto. Mucho dinero se gastó, pero no tiene alma, no … no le ha dado su impronta, si es que tiene de eso. He visto hoteles más acogedores que esa mansión. Ellos se fueron a su habitación y yo a una de las muchas que hay. Dani se levantó en mitad de la noche a buscarme. Yo estaba por ahí, investigando, no conseguía dormir. Cada vez que me metía en la cama me entraban como escalofríos, te lo juro. El caso es que cuando me asomé a otra de esas habitaciones de invitados, me topé con Dani. Lo vi tan mal, tan perdido, tan … zombi, yo creo que ni llegó a despertarse del todo. Parecía un pelele … llamé a los escoltas y les dije que nos íbamos. No le dejé ni vestirse. Luego me llamó el otro cuando se dio cuenta de que no estábamos. Que si le disculpara, que las cosas son complicadas … vete a cagar, joder.

-Veo que tomas las riendas. Menos mal que ya no intentas parecer un fantasma.

-Creo que me he pasado también con eso. Por cierto, tienes que enterarte si hay alguna forma de analizar todas las pastillas que me daban sin destruirlas. Martín me dijo el otro día que a lo mejor todas no son lo mismo. Se refería a que algunas pudieran ser algo más … expeditivo. Y si lo dice Martín, existe la posibilidad que lo haya escuchado a alguien.

-¿Cuántos botes tienes?

-Unos veinte en casa. En el almacén otros tantos o alguno más.

-Si añadimos los que has perdido y los que te ha tirado Dani … has pasado más tiempo sin pastillas que con ellas.

-Tomé mientras estudiaba el efecto que me producían. Cuando lo tenía controlado, las dejé. De vez en cuando tomaba, para que en los análisis saliera. Pero me daba excusas para no atender a nadie salvo los que quería. Y para enterarme de lo que se decía de mí.

-Como se enteren … Tranquilo que no se lo voy a contar a nadie. Lo investigo. Por cierto, el otro día comimos los cuatro en casa de Gaby. Fuimos a ver la tienda nueva. En nada inauguramos ¿No?

-¿Te gustó? Me escribió Gaby para decirme que habíais estado. Luego no he podido hablar con él. No coincidimos.

-Me encanta. Y la decoración que ha hecho tu hermano Miguel, maravillosa. Ultimamos algunos detalles para el día D. Le he pedido a Sergio que venga a tocar conmigo. Esta semana quedaremos para ensayar.

-Que buena idea has tenido. No se me había ocurrido. Fíjate que le dije que tocara en la presentación de los cuentos que algún día publicaré. Si me decido al final en que editorial hacerlo.

-Me apunto yo también.

-Bien. Que en la de “La Casa Monforte” estabas fuera. Mira Cape, besando a Dani.

-Mejor que se vaya. No le ha hecho bien a Dani. Menos mal que tú poco a poco le has ido comiendo el terreno. Sí, no me mires así. A los demás les puedes engañar, a mí no. Tus drogas son historia hace muchos meses. Muchos. Me lo has reconocido antes, pero para mí estaba claro hace siglos. Y desde que Cape apareció y apartó a Dani de todos sus amigos, tú te has dedicado poco a poco a volver a integrarlo. Y a romper el yugo que había puesto en el cuello de Dani. Y a hacer que se disipara ese aire melancólico permanente en el que se hundió.

-Le estaba anulando completamente. – la mirada de Jorge se hizo triste.

-Pero ya tenemos al Dani de siempre de vuelta.

-Todavía no.

-Papá, nos adelantamos para ir preparando la comida. Martín nos va a ayudar.

-Vale. ¿Lleváis llaves?

-Sí. ¿Las llevas tú?

Dídac se palpó los bolsillos y se echó a reír.

-Capullo, llevas las mías. De todas formas Néstor lleva. Ha cerrado él. No me has pillado.

Dídac se paró de repente, para dar tiempo a que los chicos se alejaran.

-Claro que es el de antes. Solo que ahora muestra todo lo que te ama sin tapujos. Y si es por alguna reacción a todo lo que estáis viviendo, ni el más valiente no se sentiría vulnerable.

-Se está volviendo muy celoso. Como si tuviera miedo de perderme. Como si … no quiero que dependa de mí. No quiero que esté pendiente de si alguien me mira temiendo que me vaya con él para siempre. No sé como hacerle entender que es mi vida. No el amor de mi vida. Mi vida.

-Has estado ocho años manteniendo la distancia. Ahora has acelerado el proceso de acercamiento … hasta acabar siendo una pareja de hecho, aunque ni Cape ni vuestros amigos parecen haberse dado cuenta. ¿Y de verdad son los padres de Martín? ¿El chaval os conoce perfectamente y sus padres no?

Jorge se quedó pensativo.

-Ya veremos como acabamos con sus padres. Pensaré en lo que me has dicho sobre la forma que he tenido de marcar los tiempos con Dani.

-Os queréis con locura desde el día que se te presentó en la Dinamo.

-¿Estabas?

-¡Sí!

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge con cara de sorpresa.

-Joder. No me acuerdo.

-No te jode, porque desde que ese rubito, como le llamas, se plantó delante de ti, no nos hiciste caso a ninguno. Me tuve que enfadar para que me lo presentaras.

-¿Te lo presenté yo? ¿Ese día?

-Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo … – Dídac estaba a punto de echarse a reír.

-¡Qué! ¿Ya habéis arreglado el mundo? – dijo Paula en tono simpático. Se había parado para esperarlos.

-No. Pero hemos hecho planes para hacer algo juntos. Un poema sinfónico a medias. Jorge el texto, yo la música.

-Pero si no sabes escribir poesía – Paula se echó a reír.

-Querida ¿No has tenido la suerte de que te enseñe sus poesías? – Dídac había puesto su mejor cara de sorpresa. – Lo siento por ti. Te has perdido algo maravilloso. Es uno de los secretos de Jorge. Le insisto para que publique un recopilatorio de poesía, pero no hay forma de convencerlo.

Dani se quedó mirando a Jorge con cara de guasa. Los dos se echaron a reír.

-No, Paula, no le mires así. Ahora tendrás que esperar a que la obra de Dídac y Jorge esté acabada – se burló Carmelo.

-Me estáis tomando el pelo.

-Pues sí. Pero te va a quedar la duda de si te lo toman en que no han acabado la obra, o que en realidad, van a empezar los ensayos con orquesta y coro. La ONE ¿No?

-La orquesta de la BBC – se apresuró a corregir Dídac. – Estrenaremos en el Royal Albert Hall.

-¿Pero es … no es una tomadura de pelo?

-¡Claro! – dijo Jorge en tono circunspecto.

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A la mañana siguiente, Jorge y Carmelo desayunaron solos en la Hermida 2. Se acercó Martín también, que se había despistado de sus padres, que habían ido a dar un paseo mañanero y después fueron a la cantina de Gerardo a tomar su famoso chocolate.

-Lo de ayer estuvo guay. Molan Néstor y Dídac. Y Oriol y Pol. Vamos a quedar algún día para salir los tres.

-Me gusta eso – dijo Carmelo.

-Suelo hablar de vez en cuando con los dos. Antes quedábamos de vez en cuando. La pandemia lo ha trastocado todo. – explicó Jorge.

-Se les nota que les caes bien.

-Pero que madrugadores.

Cape bajaba por las escaleras estirándose.

-Yo me hubiera quedado un par de horas más en la cama. – añadió ante la falta de respuestas.

-Pues querido, me he levantado precisamente para dejarte dormir tranquilo. Anoche estabas cansado. – le dijo Carmelo mientras Cape le besaba en los labios. Jorge los miraba sonriendo. Martín fingió una tos para aguantarse la risa.

-¿Planes para esta mañana?

-Sobre las doce creo, hemos quedado todos aquí para hablar. Hasta entonces, fiesta.

-Si me pones un café, querido, y un par de tostadas, me voy a dormir de nuevo. ¿Y tú Jorge? ¿No escribes hoy?

-Sí. Me voy a acercar al bar a ocupar la mesa de Dani para escribir.

-Están mis viejos allí. – Carmelo se rió al ver la cara de pillo que había puesto Martín.

-Vale. Pues dejaré lo de escribir para otro momento y me iré al estanque de los encuentros para leer.

-Me apunto. – dijo Martín.

-Y yo – dijo Dani.

-¡Bah! ¡Quédate conmigo, Dani! – Cape era claro que quería aprovechar sus últimas horas antes de esfumarse.

-Querido, te va a tocar dormir solo. Me apetece el plan de Jorge y Martín. ¿Dos tostadas has dicho?

La reunión se retrasó. Los planes de todas las partes se alargaron más de lo previsto. Laín y Paula se encontraron con Luis, el guardia civil, que les invitó a un café. Gerardo se encargó además de presentarles a algunas de las personas que andaban por allí y que eran muy amigos de los Danis. Paula alucinaba con que toda esa gente tratara con Dani. Su marido la miraba como si fuera extraterrestre. No entendía como podía haber sacado esas conclusiones de Dani. Poco menos pensaba que era un asocial.

Al cabo de un rato se acercó al bar el capitán Melgosa. Se iba a acercar a la Hermida para contarles las novedades sobre el intento de atentar contra la vida de Carmelo y Jorge.

-Con todos los cadáveres que va dejando Jorge por el camino, era de esperar.

La sentencia una vez más de Paula dejó a todos sin palabras. Melgosa levantó las cejas y bajó la mirada. Se relamía solo de pensar en contar a Javier y al comandante lo que estaba viviendo junto a los amigos de Jorge.

-Paula cariño. ¿Te has dado cuenta de que acabas de decir que en tu mundo, es natural arreglar las diferencias contratando a un matón para matar al vecino?

-No, no, no he querido decir eso … estos señores me han entendido.

-Eso espero. Son oficiales de la Guardia Civil, por si no has caído en la cuenta. Que vistan de paisano, no les quita su condición.

Carmelo estuvo cabizbajo en su excursión al estanque de los encuentros. Esta vez les llevó a otro rincón un poco más alejado y entremetido en el bosque que ese sí, nadie visitaba. También había un remanso, pero apenas te podías mojar los pies en él de lo poco profundo que era. Esa zona en invierno a veces estaba inundada.

-Esto mola – dijo Martín. – Joder, si hay cobertura, te juro que me vengo aquí a clasificarte los relatos, tío.

-No me habías traído a esta parte nunca.

Jorge, por la cara que tenía, estaba completamente de acuerdo con las apreciaciones dichas por su sobrino.

-Hasta aquí, no he traído nunca a nadie. Y espero que sepáis guardar el secreto. Este rincón es para estar solos. En paz con el mundo.

Cuando volvieron, Jorge se subió a la terraza. Al poco se le unió Carmelo. No les apetecía de momento enfrentarse al resto.

Eduardo y Felipe llegaron después y entraron en la casa. Se sentaron en el salón de la Hermida. Hugo les había dejado pasar para que no esperaran en la calle.

Cape bajó al poco. Había escuchado entrar a sus amigos y se había ido a duchar.

Martín, cuando habían vuelto del estanque, se había escabullido para que sus padres no se enteraran de que había estado con ellos.

-Ni habrás desayunado – le reprochó su madre al verlo bajar secándose. – Y mira de ponerte algo. ¿Crees que es normal pasearte en calzoncillos por casa ajena?

-No veo a nadie aquí a parte de vosotros.

-Vístete anda, que llegamos tarde.

-Sí, papá.

Melgosa y Luis estaban charlando con Hugo y Fernando.

-Deberías descansar un poco, Fer – le dijo el capitán.

-No te preocupes. Luego Nano me cubre un par de horas y me echo a dormir.

-No os quedéis ahí, hombre. Pasad. – Cape fue a buscarlos a la calle. – Mira, por ahí viene Óliver.

-Seré el último, como si lo viera – Óliver venía corriendo.

Cuando todos estuvieron asentados, Melgosa y Luis tomaron la palabra.

-Quisiéramos contaros un poco las novedades de lo que pasó ayer.

-Esperad a que bajen Jorge y Carmelo. – dijo Cape.

-Ellos ya lo saben. La comisaria Polana está hablando con ellos por teléfono – les explicó Melgosa.

Contaron a grandes rasgos las novedades respecto a la mujer que había aparecido el día anterior y de cómo fue su detención. Todos respiraron en la Hermida 2 al saber que todo había ido bien.

-Martín, por favor, sube a la terraza a buscar a estos. – le pidió Cape un poco molesto.

Carmelo, Jorge y Martín aún tardaron un rato en bajar de la terraza. Llegaron justo para escuchar las novedades que les estaba contando Óliver. Melgosa y Luis se despidieron entonces de ellos y les dejaron con sus asuntos. Estaban en la reunión Laín, Paula y Martín. Cape, Carmelo y Jorge. Felipe y Eduardo. Óliver. Hugo y Fernando, los escoltas.

-Creo que tenemos que comentar algunos temas importantes – propuso Carmelo, que miraba de reojo a Jorge mientras hablaba. Jorge se había inmerso en sus cavilaciones. Viajando al pasado nuevamente e intentando recordar de nuevo a Hugo en aquellos tiempos, cuando era actor y había trabajado con Carmelo. Las palabras que le había dedicado Martín en la terraza el día anterior, le habían llamado la atención. Y también la contestación de Carmelo. Era claro que él si se acordaba de eso. ¿Qué le pasaría a Martín con Hugo? No habían tenido ocasión de comentarlo ni cuando volvieron de casa de Dídac y Néstor.

Además, mientras bajaban de la terraza, ahora estaba en el salón de la planta baja, Carmen le había mandado una foto de esa mujer. Nada más verla, supo que la conocía del pasado. Y la primera relación que se le apareció, fue la de Nando. Estaba relacionada con él. No la recordaba junto a Nando, no era una de sus socias en sus negocios, ni una de sus amigas. Algún hecho presenció en la que estaba ella implicada. No recordaba que se la hubiera presentado. La recordaba de otra cosa. Una bombilla se iluminó de pronto en su cabeza. Esa mujer se presentó en una lectura organizada por la librería Espolón de Burgos. Era sobre “Tirso”, precisamente. Pero él ya la conocía cuando sucedió eso. Ahora debía recordar lo que pasó en ese encuentro con lectores. Y ver de forzar la memoria para recordar cuando la vio por primera vez.

-“Tirso” es el epicentro – dijo en voz alta sin ser consciente de ello.

-Creo que deberíamos dejaros hablar de todo esto – comentó Felipe – Edu ¿Nos vamos?

Carmelo miró a Jorge. Éste entendió.

-Quedaros si queréis. Sois como de la familia de Dani y Cape. Y si sois familia de ellos, sois mi familia.

Eduardo volvió a sentarse. Estaba intrigado. Y además, no quería dejar pasar la oportunidad de estar cerca de Martín. Felipe se resignó y también se sentó. Carmelo volvió a mirar a Jorge y le hizo un pequeño gesto señalando a los escoltas. Éste hizo un pequeño gesto afirmando con la cabeza.

-Hugo, si no te importa… – dijo Carmelo.

Pero Hugo no hizo ningún movimiento.

-Hugo, por favor, sal al balcón a fumar y mirar la calle. – fue esta vez Jorge el que insistió.

-No hay balcón.

-Lo hay en el piso de arriba. Una terraza enorme, con unas vistas a gran parte de la comarca – contestó cortante Carmelo.

Jorge bajó la cabeza. En el tema de Hugo, se le escapaba casi todo. Ni a Carmelo ni a Martín le caía bien. Tenían cuentas pendientes del pasado. Cuentas que por su relación con ambos, él debería conocer. Pero no recordaba nada. Le empezaba a parecer que el comentario de Martín era más serio de lo que le había parecido. Por mucho que intentaba recordar, no conseguía centrar a Hugo en su pasado. Había dejado entrever que sí, que lo había reconocido, pero eso no era verdad. Y menos lo que pudiera suceder entre Hugo y Martín. Tenía que recuperar todos los trabajos que había hecho su sobrino postizo cuando era niño, antes de decidir dejar de actuar. Tenía que centrar también ese hecho con la decisión de su padre de dar un paso atrás y dedicarse a papeles pequeños, casi sin texto, de figurante de lujo, pero figurante al fin y al cabo. O quizás tuviera que ver con esas miradas que había captado entre Alberto, Gerardo y Hugo. O eran cosas separadas, y lo de Alberto y Gerardo tenía que ver con el comentario de Óliver cuando hablaron en profundidad. No se había acordado de comentarlo con Carmelo. Y el Alberto ese era del que le había hablado Helga cuando le explicaba como murió Ghillermo, el marido de Javier. Óliver, al menos en lo que hacía referencia a Alberto, estaba acertado. Y si Hugo y Gerardo parecían haberse reconocido…

Al final Hugo hizo un gesto a su compañero y salieron de la habitación. Pero no lo hizo de buen grado. Laín pareció suspirar de alivio. Y Martín no dejó de seguirlo con la mirada mientras salía.

A Jorge le fastidió un poco que Fernando tuviera que salir también de la habitación. Confiaba en ese hombre. Muchas veces, luego, comentando lo que Jorge había hablado con otras personas, le había hecho ver algún detalle que a él se le había escapado. O había interpretado de otra forma esas palabras o hechos. Tenía muy presentes los comentarios que le hicieron Helga y él de su encuentro con la gente de su barrio.

Cuando Hugo cerró la puerta, Martín preguntó a su padre:

-¿Es ese Hugo? Ha cambiado mucho. Aunque sigue siendo igual de chulo el cabrón.

Su padre asintió despacio con la cabeza.

-No me jodas Jorge – se giró para mirar al escritor. Ese exabrupto había despistado al escritor. Hubo un momento en que Martín se puso de tal forma que no le viera nadie más que él y Carmelo y les guiñó el ojo.

Jorge levantó las cejas completamente despistado.

-No sé a que te refieres – contestó de forma anodina.

-¿No lo sabes? ¡¡No te acuerdas de verdad!!

-Martín, cierra la boca. – le ordenó su padre con un tono muy duro.

-Papá. No. No cierro la boca. Es un hijo de puta. Yo era un niño pero sé lo que vi y sé lo que escuché. Y Jorge siempre fue bueno conmigo. Lo sabes. Papá, hay cosas que están bien y hay cosas que no lo están, se mire como se mire. Siempre me lo has dicho.

Todos los que conocían a Martín estaban asombrados. Nunca le habían visto así. Sus padres lo miraban como si fuera un extraño. Paula pensó en que algo se le escapaba. A ver si su hijo sabía muchas más cosas de las que pensaba. Incluso a lo mejor sabía más que ella misma. Y esas salidas de tono, ese no temer enfrentarse con ellos… empezaba a convertirse en una costumbre. Miró a su marido que miraba a su hijo fijamente. Pero no lo hacía sorprendido o alterado. Lo miraba asombrado. Pero no porque supiera. Sino porque hubiera saltado así. Para Paula era claro que padre e hijo compartían secretos.

-Y Jorge es nuestro amigo. Y Carmelo – sentenció Martín. – Para mí, Jorge es mi tío, aunque no sea familia carnal. Lo he sentido así desde que lo conocí. Aunque eso les joda a algunos.

Jorge enarcó las cejas y miró a Carmelo. Esa pulla la había lanzado a sus padres, no había otra posibilidad. Y se contradecía con lo que le había dicho al respecto hacía unos días. Quizás estaba rompiendo las últimas barreras para sincerarse del todo con ellos.

Todos miraban a Laín. Parecía que era claro que le tocaba hablar. Pero éste no se decidía. No se había imaginado la reunión así. Quería algo mas tranquilo y que las cosas fueran surgiendo. Pero Hugo volvía a ser arrogante. Como siempre. Y esa reticencia a salir había alterado a Martín. Una vez tuvo que pararle los pies cuando Martín tenía diez años y fue a darle un sopapo porque decía que le había robado una escena en la película que participaban ambos. Martín era un actor innato como su padre, como Carmelo. Su papel era nada, poco más que un ejercicio de figuración. Pero solo aparecer en pantalla, el chico opacaba al resto de los actores. Y eso Hugo, en plena ola de su éxito, no lo soportó. Vio la escena en el combo y le dio un ataque. Además el director, a cuenta de eso, le dio más protagonismo al personaje de Martín. Les dijo a los guionistas que le incluyeran en más escenas, y que le escribieran una pequeña subtrama. Estos lo hicieron con gusto, porque habían visto el resultado del niño en pantalla. Reunieron en él otros personajes intrascendentes de la trama. Pero con esos pocos le dio más peso en la historia. Que no hubiera sido nada relevante si no hubiera sido por la impronta que le daba el joven actor. Y por nada del mundo Hugo quería que ese niñato volviera a aparecer en una escena con él. Intentó por todos los medios que el director eliminara esa secuencia o la rodaran de nuevo. Pero eso no sucedió y Hugo se encontró con Martín y levantó la mano para soltarle un sopapo. La mano de Laín interceptó la trayectoria del brazo de Hugo y evitó el tortazo. Aunque siempre creyó que había tenido algo que ver que el niño le pillara teniendo sexo con Nando, el marido de su amigo Jorge Rios.

-Pues lo cuento yo. Mira, Jorge. Hace…

-Ya lo cuento yo, Martín. Estás alterado. No vas a ser ecuánime.

-¿Ecuánime con ese tío? Papá. No pensé escuchar eso de ti. Pero ¿De qué hostias de ecuanimidad me hablas?

-Déjale a tu padre – le reconvino Paula, haciendo esfuerzos por no saltar y ponerle en su sitio. No soportaba esa costumbre que había cogido en los últimos tiempos de faltarles al respeto. – Sabes que tu padre no le tiene ninguna simpatía. No te puedes hacer una idea del asco que le tiene. Déjale que lo cuente él.

-Como lo cuente como contáis los dos muchas cosas, aviados vamos.

-¡¡Martín!! Estás empezando a acabar con mi paciencia. – el tono de Paula no auguraba nada bueno.

Fue a contestar, pero una mirada de Jorge contuvo a su sobrino.

Paula se había enfadado. No pensó nunca que Martín tomara partido por alguien en contra de sus padres con extraños. Y lo había hecho por Jorge. Otra vez. Y ahora lo había hecho en público. Porque se refería a él. Paula no se atrevía a mirar a su amigo el escritor porque sentía su mirada fría fija en ella. Era una mirada que ella no conocía. Su marido tenía razón. No había valorado a Jorge como debía. No era el idiota sumido en sus mundos de Yupi. Ahora empezaba a creerse la historia que le contó su amigo Mendés respecto a una charla que había tenido con el escritor. Tendría que pensar una estrategia para volver a acercarse a Jorge que no fuera a base de denigrar la actuación de su hijo. Era claro que los dos hacían un tándem indestructible. Lo de Martín, a estas alturas, le daba igual. Ya tenía edad de volar solo. Que volara. Y si se estrellaba que le acogieran sus nuevos amigos. Él los había elegido. Ella no tenía un sentido maternal muy desarrollado. Ya era mayor de edad. Ya había vencido el acuerdo que al respecto, firmaron Laín y ella cuando tuvieron a sus hijos.

Carmelo se había puesto rígido. Y Cape también. Ahí había algo que a ellos también se les había escapado hasta ese momento. Que Nando traicionaba a Jorge desde antes de casarse, era algo sabido por todos los que los frecuentaban a ambos o a uno de ellos. Y el afán de Jorge por no enterarse. Pero ese affaire al que se refería Martín no lo conocían, salvo por escuchar algún rumor, al que no hicieron mucho caso. Y les extrañaba, por la edad de Hugo en aquel tiempo. No estaba en el target que le solían gustar los hombres al marido de Jorge.

-Martín, hay cosas que un niño entiende de una forma que luego, cuando eres adulto, las ves de otra distinta. O al menos matizadas. Un niño no sabe interpretar algunas cosas.

Su padre intentaba contemporizar con su hijo y tranquilizarlo para que le dejara hablar a su manera. Se lo quedó mirando fijamente.

-Vale, lo entiendo. Sobro aquí. Pues a lo mejor sobro en el resto de tu vida. En la de mamá ya me dejó claro el otro día que era así. Tranquilos. A partir de ahora, a todos los efectos, dejo de existir para vosotros. O mejor dicho, vosotros dejáis de existir para mí. Creo que yo ya era un fantasma en vuestra vida, aunque no me había dado cuenta hasta hace poco.

Martín se levantó muy alterado y salió de la habitación por otra puerta distinta a la que había utilizado Hugo y su compañero. Carmelo hizo un gesto a Eduardo y éste lo entendió a la primera, sobre todo porque hubiera salido detrás de Martín de todas formas. Pero así era mejor, tenía una excusa. Jorge también se había levantado con intención de seguir al chico, pero al ver que Eduardo salía tras él se volvió a sentar esperando las explicaciones de Laín.

-Perdonad a Martín. La verdad ha sido un shock encontrar a Hugo aquí y encima como el jefe de tus escoltas. Sabía que se había metido policía después de que el acuerdo con Ordoño terminara. Pero no sabía que era tu escolta.

-¿El acuerdo con Ordoño? – preguntó extrañado Carmelo.

-Creía que lo sabíais todos. No fue una historia de amor. Lo vendieron así, pero no. Fue un acuerdo. El carácter de Hugo se convirtió en algo desbocado. Era ya un problema. Tú también eras inaguantable por aquel entonces. Todos te lo permitían porque luego sacabas tus escenas a la primera y levantabas tú solo las películas en las que trabajabas. Te implicabas en las promociones como nadie. Y además, en general cuando montabas un número, solías tener razón. Tenías carácter pero solo decías lo que pensabas y sobre todo cuando creías que era una situación injusta o a alguien no se le reconocía su trabajo. Y si un actor era patético y había quitado el papel a otro actor que lo hacía mejor, lo decías. Eso te ha granjeado muchos odios, pero claro, también adhesiones. Tienes un grupo de colegas que se parten la cara si escuchan hablar mal de ti.

-Y otros que jalean los bulos en los que últimamente nos matan a Jorge y a mí y que proclaman a los cuatro vientos sus deseos de que me maten y mi cadáver esté durante horas al sol, a la vista de todos.

-Eres una estrella con carácter, querido – le dijo Cape. – Eso tiene sus peajes.

-Pero Hugo solo tenía la parte de insoportable. – retomó la exposición Laín – Y se quedó solo.

-Hicimos buen tándem en “El ocaso de la inocencia”. Al principio fue bien. Era muy buen actor. Pero no sé que pasó, no recuerdo muy bien. Es aquella época en la que tengo tantas lagunas. El caso es que de repente se hizo insoportable. Yo también lo era. Pero a él se le empezó a olvidar el papel, había que repetir mucho. Ni con tele-pronter o leyéndole sus diálogos por un pinganillo se conseguía que Hugo dijera bien sus frases. Las jornadas de rodaje se alargaban hasta horas escandalosas. Esperando a que Hugo encontrara la inspiración o se le pasara la borrachera o los efectos de lo que se metiera en vena. Al final me impuse y le dije al productor que si él quería repetir, estupendo. Yo hacía mis escenas pero los contraplanos debía hacerlos un doble. No estaba dispuesto a pasarme el día contemplando como se equivocaba una y otra vez o como debía volver a su caravana a vomitar o a meterse lo que fuera. Los planes de rodaje se alargaban. La última temporada rodé una película entre medias. Me dio tiempo. Hacía mis escenas, y me iba a rodar la película. No nos dirigíamos la palabra y casi nunca coincidimos en el set. Aún así, la tercera temporada fue la de más share. Quizás por el morbo de nuestra relación, que empezó a ser vox populi, empujara a todos a ver con detalle cada escena, para determinar el grado del odio que decían nos teníamos. Me dieron muchos premios, lo cual enfureció a Hugo. También me creó una fama de insufrible que me dura hasta hoy. Muchos no me perdonaron que no apoyara a Hugo. Se pensaron que se me había subido el ego a la cabeza. Y más habiendo sido amigos y amantes. Aún hoy, hay personas que me lo recuerdan. Para ellos debería haber apoyado a mi compañero y ayudarle con sus problemas. Es gracioso que yo debiera hacer eso, siendo todavía un niño casi, y ni sus padres, ni su representante, ni los productores de la serie, dieran un paso en ese sentido. Ellos eran adultos y eran responsables de él. Y de ellos, nadie ha hablado. Y habría mucho que decir de sus padres. Que los míos eran lo peor, lo tengo asumido. Y gran parte de la profesión. Pero de los padres de Hugo no se dice nada, y le han dejado sin un duro, y ganó una millonada en aquella época. En esa serie teníamos el mismo caché. Por no hablar de su representante. Mucho tuvo que ver con sus adicciones. Hasta le compraba la droga. En mi época mala, ni se me hubiera ocurrido pedirle a Sergio que me fuera a buscar un poco de costo o una dosis de lo que fuera; de la primera torta me habría quitado el mono.

-Luego hizo esa película a la que nos referíamos antes, “Olvido”. – explico Laín – Fue un pelotazo. Y Martín acaparó algunas nominaciones a mejor joven promesa o actor secundario. Eso, claro, provocó que Hugo estallara en cólera. Como ya la situación de Hugo era casi insostenible y era claro que corría el riesgo de acabar siendo el más guapo de los juguetes rotos, a alguien se le ocurrió ese “noviazgo” con Ordoño. Se casaron y se inventaron eso de que Ordoño le había pedido que se retirara de la actuación, al estilo de las mujeres artistas que se casaban en los años cincuenta y sesenta. Aprovecharon para meterlo en una clínica en Suiza para recuperarse de sus adicciones y de lo que fuera que le había llevado a esa situación. De todas formas fue un proceso muy oscuro. Pocos saben que lo de su matrimonio fue todo un ardid. Creo que con suerte, ese Ordoño y Hugo ni se conocen. Nadie sabe quién pagó el tratamiento ni quién lo salvó en realidad. Desde luego, como bien has dicho, sus padres no lo hicieron. De hecho, siguen sacando tajada de Hugo y de los millones de fans que tiene por el mundo que no le olvidan. Me extraña que si Hugo lo sabe, lo deje estar. Hacen hasta tournés por su casa. Cobrando. Su página web, todo falso… mejor me callo. ¡¡Hasta venden calzoncillos usados de Hugo!! ¡¡Los subastan!!

-Esa parte es una absoluta novedad. Nunca pensé que eso del matrimonio fuera todo fingido. No me extrañaba su diferencia de edad, porque a Hugo no le importaba la edad que tuvieran sus amantes – reconoció Carmelo. – Lo que estaba claro es que estaba a punto de romperse. Yo estuve cerca también. Tuve mucha suerte. Hasta que encontré una razón para apartarme de toda esa vida de drogas y fiestas.

Carmelo se quedó mirando a Jorge que le sonrió aunque no sabía por qué lo miraba con esa intensidad.

-Y después de toda esta experiencia, Martín decidió no hacer más cine. Alguna vez me acompañaba a algún rodaje y lo convencí para salir conmigo de figurante. Y Rodrigo alguna vez lo convenció para hacer un par de frases. Hasta “La Serpiente de la muerte” en la que Rodrigo y yo le preparamos una trampa y no supo decir que no.

-¿Pero que pasó para que Martín lo dejara de repente? – Jorge hizo la pregunta con toda la candidez del mundo. Carmelo se sonrió. No había escuchado lo que no le había interesado de lo que había dicho Martín. Aunque se dio cuenta a tiempo, que esa “candidez” era fingida. Algo le había sonado a mentira flagrante. Era su forma de decirlo, sin que lo pareciera.

-Mira, tienes algo con los niños que hace que te adoren. Pasó con Jorgito. Y pasó también con Martín. – Era Carmelo el que hablaba. – Por entonces todavía no nos conocíamos. Yo conocía a Laín y a Martín, y tú lo mismo, porque empezaste a dar clases en la Universidad y Paula y tú os hicisteis amigos. Y Martín como Quirce, su hermano, te adoran. Les ganaste para tu causa a los cinco minutos, como hiciste conmigo. Como hiciste hace dos noches con el niño de Felipe. Y te prometo que o te conoce de hace tiempo, o no te da un beso ni aunque se lo pida de rodillas Eduardo, que es el que más ascendiente tiene sobre él. Y te dio besos, se abrazó a ti y se durmió sobre tu hombro.

Jorge lo miró con cara de sorna.

-Serás tú el que me ganaste. Fuiste tú el que te acercaste. Malditas las ganas que tenía de ponerme a hablar con un crio petulante y actor, que volvía locos a todos y a todas. Un tonto rubio, que entonces ibas de rubio. Entonces y ahora, que digo. Y no hay comparación porque de niño cuando te conocí, tenías lo que yo de monje tibetano.

-Te compro lo de que no era un niño. El resto, no. Porque en aquella fiesta de año nuevo, estabas desesperado y más perdido que una aguja en un pajar.

-Bueno, porque mi marido, que me llevó obligado a la fiesta, me volvió a dejar solo para irse a follar con su ligue de la semana.

-O sea que lo sabías – dijo Paula.

-Saber, saber, pues no. Quiero decir que no sabía nombres, detalles. Estaba cómodo con sus faltas de fidelidad. Que follara todo lo que quisiera. Así no tenía que hacerlo yo. El sexo con él, al poco de casarnos, dejó de interesarme. Era un suplicio. Fue la única vez que me ha pasado. Antes de él mi vida sexual fue muy activa. A lo mejor, ahora que lo pienso, si tengo algo de monje tibetano – bromeó Jorge. – En realidad perdí todo el interés por el sexo cuando me casé con él.

-El caso es que te hice pasar una gran noche. Y eso que no quisiste ir a mi casa a follar.

-Porque eras un ligón impenitente. ¡Si salías a dos amantes al día! Pensé: voy a su casa, nos enrollamos, y mañana ni se acuerda de mi nombre. Yo me pillo por él, porque sabía que me iba a pillar, y luego las paso canutas. Por un lado, cornudo público, y por otro, desdichado en amor. Porque luego no me hubieras dicho ni buenos días. Como hacías con todos los que follabas.

-Por ti lo hubiera dejado todo.

-Eso se lo dices a todos para engatusarlos.

-Que bonito es el amor – exclamó Cape riéndose con ganas.

-¿Os han dicho alguna vez que haríais una buena pareja? – dijo Felipe muy serio.

-Sí, nos lo han dicho – dijeron a coro Jorge y Carmelo con gesto de hartazgo y mirando a Felipe con enfado.

Y ahí fue cuando todos se echaron a reír con ganas.

-Una pena que Martín no esté. Él lo dice siempre – reconoció Paula.

Estuvieron todos hablando y riendo un rato. Después de tanta tensión, pasar un rato distendido y bromeando unos con otros les sentó bien. Pero el tiempo pasaba. Y había cosas que arreglar.

Jorge sacó el teléfono. No dejaba de vibrar. Fernando entró de nuevo en la estancia y se lo quedó mirando. Jorge asintió con la cabeza. Se levantó y se acercó a Carmelo. Le dijo algo al oído. Éste asintió y le hizo un gesto de que no se preocupara. Jorge sin decir nada a nadie se encaminó hacia donde estaba Fernando. Los dos salieron de la sala.

-Tenemos el tiempo justo de llegar al aeropuerto.

-Vamos a toda leche. No quiero que se vaya sin despedirme.

-Siento ser aguafiestas – Óliver tomó la palabra por primera vez en esa reunión. – Hay que seguir con los asuntos que nos han traído aquí. Creo que algunos de vosotros tenéis cosas que contar. Ahí fuera ocurren cosas graves que ponen en peligro la vida de nuestros amigos, por no decir las nuestras propias. Creo que ninguno estamos a salvo. Así que mejor será que conozcamos todos algunos detalles que algunos sabéis. Así quizás podamos conocer que terreno pisamos y evitar resbalar y desnucarnos.

Pararon las bromas. Carmelo miró al matrimonio amigo. También miró a Felipe. Algo en el gesto que puso el granjero le llamó la atención. Pero no supo interpretarlo. Porque además, rápidamente se fijó en los padres de Martín. Paula estaba mandando mensajes que parecían importantes. Y lo que más llamó la atención, es que el teléfono que utilizaba no era el que hasta ese momento le había visto. También le llamó la atención que se había sentado donde nadie pudiera ver la pantalla de su móvil. Laín había puesto su mejor gesto de fastidio. Y no era por la actitud de su mujer. Era porque no le gustaba el planteamiento que había hecho el abogado. Lo miraba con asco. Eso no fue capaz de entenderlo porque lo acababa de conocer. Era claro que Laín y Paula, no estaban por la labor. Una vez más, Martín tenía razón.

.

De nuevo Marie, la madre de Álvar, había hecho de cicerone de las abuelas, como lo hizo de Lys. Ésta también se había unido a la visita que les había organizado Marie al Museo del Romanticismo. Carolina Miguel, la nueva directora del museo, había salido a saludarlas. Era amiga de Marie desde hacía muchos años. Ella les presentó a una voluntaria, Visitación, que iba a hacerles de guía.

-Ella es la que mejor conoce el Museo – les advirtió. – Y habla francés. No tendrás que hacer de traductora – le tocó cómplice en brazo.

-Viví muchos años en Montpellier. – les explicó Visitación con una sonrisa.

No solo explicaba los objetos que estaban expuestos en las distintas salas, sino que contaba historias que los ponían en contexto. Historias entretenidas, algunas incluso divertidas. Era claro que esa mujer disfrutaba con la época que recrea el Museo, con su pintura, con sus muebles… y se había interesado en profundizar. Además, se conocía la historia del Museo y todas sus vicisitudes. Muchas de ellas no se podían encontrar en las páginas oficiales. Su labor de guía para grupos escogidos por la Directora no le proporcionaban ingresos económicos. Pero sí, una satisfacción personal si al final de la visita, notaba que esas personas que se habían acercado al Museo, habían disfrutado con la visita.

En el recorrido estaba incluido un paseo por los jardines. Estuvieron sentadas en un rincón disfrutando de la mañana. A esa pequeña reunión se les unió la Directora. Fue el momento en que la guía hizo una propuesta.

-Si volvéis en otra ocasión, preparándolo con tiempo, os puedo preparar una visita especial en las que podréis ver algunos objetos que por causas diversas, no están expuestos.

Visitación parecía haber quedado contenta con la respuesta de Marie y sus invitadas. No solía hacer esa propuesta muy a menudo. Carolina, la directora pareció conforme con ella.

A la salida, en la c/ San Mateo, les recogió Álvar, que en un monovolumen sin distintivos de la Guardia Civil, con un coche de escolta, las trasladó a todas a “Las cortinas del Cielo”, un restaurante en las cercanías de Concejo y que tenía las mejores vistas de la provincia de Madrid. Álvar había reservado su terraza, de la que iban a poder disfrutar en exclusividad. Era un honor de los que pocos podían presumir.

-Pero esto es maravilloso – dijo Elodie llevándose la mano a la boca. – ¿Y vamos a comer aquí? Gracias Marie.

Candice, la Jefa de sala, se encargó personalmente de acomodarlas. Álvar al entrar, le dio el libro que en su anterior visita le había dado para que Jorge se lo firmara.

-No ha podido ser, lo siento.

Candice lo miró con pena. Pero vio un marcapáginas que no debía estar y abrió el libro por esa página. Allí encontró la dedicatoria que le había escrito Jorge.

-Pero que mal hombre eres. Te odio – aunque su cara mostraba otros sentimientos.

-Se lo tienes que agradecer a mi compañero Raúl. Se lo di a él, porque no lograba coincidir con Jorge. Él se encargó.

-Pues dile a Raúl que se venga un día a comer. Le trataré como a un VIP.

-Y si viene con Jorge, todavía mejor ¿no?

Se echaron a reír los dos.

En “Las cortinas del cielo” no solo podían presumir de sus vistas incomparables, sino que también tenían una de las mejores cocinas de Madrid. No tenían estrellas Michelín pero no le hacían falta. Era raro el día que no ponían el cartel de completo. Álvar había pedido un menú largo, para que sus invitadas pudieran probar muchas de las especialidades de la casa.

Parecía que todo lo que les llevaron a la mesa, fue del gusto de las “abuelas”, como ellas mismas se denominaban.

-¿Y este restaurante también es de algún amigo vuestro? Si es así, menudos amigos tenéis – comentó Lys cuando el camarero les anunció que los platos que les llevaba eran los últimos. – El otro día llevé a mi marido y mis cuñados a “El Puerto del Norte” y quedaron encantados. Rico el encargado se acordaba de mí y nos trató como si fuéramos ministros.

-Lástima que no te pudimos presentar a Biel – comentó Marie – Es muy amigo de Carmelo del Rio. Un gran actor también.

La comida siguió ocupando la conversación mientras tomaban la selección de postres que les llevaron. Elodie se levantó y se fue hasta la barandilla para disfrutar en soledad del paisaje maravilloso, con la sierra de Madrid de fondo. Al cabo de unos minutos volvió a la mesa y ocupó de nuevo su sitio. Fue el momento que eligió Marie para poner sobre la mesa los temas que interesaban a Álvar.

-Cariño – dijo a su hijo – creo que ya es hora de tratar las cuestiones que os preocupan en la policía.

Léa cogió la mano de su amiga Elodie. Sabía que todo ese tema le dolía en el alma.

-No se si seré capaz.

Álvar levantó las cejas. Era una de las posibilidades que había barajado, que de ese encuentro no saliera nada. Marguerite, la madre del embajador, no había querido unirse a la excursión para que no se sintieran coartadas. Se lo había confesado Lys.

-Es madre de su hijo, pero no acaba de comulgar con muchas de sus actuaciones. – había explicado a Marie. – Más bien no entiende lo que le mueve a hacer según que cosas. Parece que está muy centrado en triunfar.

Álvar vio a dos de sus compañeros que entraban en la terraza. Respiró profundo a modo de expresión de alivio. Jorge apareció poco después caminando con tranquilidad. Su rostro transmitía paz y sonreía ligeramente. Fue Lys la que lo vio la primera y sonrió. Le hizo un gesto a Elodie para que mirara a la puerta. Ésta de nuevo, volvió a tapar su boca con la mano, para mostrar su sorpresa. Fue a levantarse pero Jorge se lo impidió con un gesto. Se puso a su lado y se inclinó para darla un beso en la mejilla a la vez que la cogía las manos con las suyas.

-Te está sentando estupendo el viaje a España. Creo que debes valorar el venir más a menudo o incluso trasladarte permanentemente a Madrid. Así tendría más oportunidades de pasar ratos contigo.

-Que zalamero eres. Si no hablo ni palabra de español.

-Seguro que te apañarías en un par de días. Álvar te da un par de clases aceleradas y lo demás, tú y tu intuición.

Entre Maríe y Lys le explicaron que Elodie se sentía mal al volver a tratar el tema de su nieto Eloy.

-Hoy puedes decirnos todo lo que piensas. No hay nadie aquí que te cuarte. El otro día en la comida del Intercontinental, te noté … que no fuiste sincera del todo. Como el resto de tus amigos – Jorge miró a Lys que se encogió ligeramente de hombros. – No está Damien ni está Marguerite.

-Pero sería traicionar a mi amiga.

-No creo que Marguerite esté de acuerdo con muchas cosas. – le dijo Léa.

-Hemos oído que vas a hacer otro curso dentro de unos meses. – Marie había tomado la palabra. Intentaba romper el hielo.

-Sí. Así que si conocéis a algunos jóvenes de confianza y que necesiten de una mano a la hora de contar sobre un papel o de viva voz sus experiencias, seguro que encontráis la manera de que Damien se salte la lista que dice tener.

-La tiene – Lys sonrió con amargura.

-¿Ya les ha sacado sus comisiones?

-Me han contado que las ha doblado. Por el éxito de la primera convocatoria.

-Un éxito que todavía no se ha producido. Todavía no he dicho el primer “Bonjour” a la primera tanda.

-Es un éxito desde el momento que todos esos chicos tienen un motivo para ilusionarse. Para seguir adelante.

-En la comida nos contaste – Jorge decidió afrontar el tema sin más dilación – que Eloy murió en un accidente poco claro. Le he estado dando vueltas, y para que esa organización de repente se ponga en movimiento para organizar la muerte del chico, debió pasar algo.

Elodie miró a su amiga Léa que de repente había puesto cara de sorprendida. Álvar miró resignado a Jorge. Ya tenían la primera respuesta.

-Creo que de verdad cogiste cariño a ese joven, Elodie. Estamos todos en el empeño de buscar a esas personas que le hicieron mal. – esta vez fue Álvar quien tomó el relevo del escritor.

-Fue en la calle. Llegó a casa muy nervioso. Sudaba a mares y su mirada era … no sé ni definirla. Estaba perdida, no le era posible enfocarla en algo de lo que tenía alrededor. Parecía perdida en algún recuerdo o en ese encuentro, en esa persona que había visto por casualidad.

-¿Entonces fue una persona?

-No sacamos nada de él. Así que mi hijo, al cabo de unos días de intentarlo, y viendo que seguía aterrado, que no era capaz casi ni de salir de casa, contrató a un detective que fue preguntando por la zona dónde sabíamos que había estado. Viendo cámaras como la policía. Acababa de dejar a sus primos, como él les llamaba, al hijo de Lys y al de Camile. Volvía a casa. Y al cruzar por un paso de cebra, un tipo le llamó desde un coche. Dejó el coche en medio, en realidad llevaba chófer, y fue en su busca. Eloy echó a correr. El tipo tuvo la intención de seguirlo, pero se dio cuenta de que estaba llamando demasiado la atención. Volvió al coche y sin más desapareció.

-¿Se le ve la cara en las imágenes de esa cámara?

Elodie asintió con la cabeza, despacio.

-¿Lo conoces?

Elodie se echó a llorar. Era incapaz de decir palabra, aunque Jorge la había recostado sobre su hombro, para apoyarla en su desazón. Léa entonces tomó la palabra.

-Todo esto, llevó mucho tiempo. Cuando el detective que contrató Jacques, encontró esas imágenes, Eloy ya había muerto. El hombre que salió del coche y asustó a Eloy era Gustave Meyer. Es socio de Jacques en algunos negocios. No se tratan con familiaridad, pero …

-Los negocios son los negocios – Marie fue la que intervino. Su rostro se había vuelto hierático. Álvar miró a su madre. Su visaje también cambió.

-¿No será socio tuyo, mamá?

Marie negó con la cabeza. Ante la persistencia de la mirada de su hijo, no le quedó más remedio que explicarse.

-Estamos negociando. Hace unos meses me propuso un negocio y …

-¿Cuándo fue esa propuesta?

La pregunta la había hecho Jorge.

-Dos meses. Una cosa así. Algo más, tres o cuatro. ¿En febrero?

Jorge entonces miró a Léa. Elodie había intensificado su llanto. Léa de repente había abierto mucho los ojos. Su mente parecía estar en ebullición.

-Este encuentro de Eloy con ese tipo, fue a mediados de enero.

-El 21. – atinó a decir Elodie arreciando en su llanto.

-Eloy murió el 17 de marzo.

Álvar se recostó en la silla sin apartar la mirada de su madre. Su gesto se había endurecido.

-¿Has firmado algo mamá? No puede ser casualidad. ¿Habías tratado antes con él?

-No. No y no. No he firmado nada, no lo conocía y no puede ser casualidad. Es un tipo que no me ha gustado nunca. Pero esta propuesta que me hizo venía a arreglar un desastre en uno de mis negocios, por la pandemia, ya sabes. Y le escuché.

-Pensabas asociarte con él, mamá. Te lo veo en la cara.

Álvar se arrepintió enseguida del tono que había empleado. Era más propio de un inquisidor que de un hijo que adoraba a su madre y con la que tenía grandes dosis de complicidad, como con su padre. Se levantó a besarla y a abrazarla. Sabía que debajo de esa capa de mujer de negocios, había una persona mucho más sensible. Y que no hacía falta explicarla lo que había pretendido ese tipo al proponerle un negocio.

-Así el amigo Gustave, a parte de tener atado a su socio Jacques, el padre adoptivo del chico, también tenía atado a la madre de un policía que está en la unidad que investiga esa trama.

Léa había puesto en voz alta el resumen de la situación en la que todos estaban pendientes. Las miradas volvieron a Marie.

-Tenía que haber firmado en Lyon, en el último viaje. Pero no sé por qué, puse una excusa y no lo hice. Es el negocio del siglo, pero algo me …

-¿Qué le dijiste? ¿Qué excusa le pusiste?

-Que tu padre estaba enfermo y que debía ir a acompañarlo. No mentía, en parte.

-Por eso volviste y lo acompañaste al médico. Iba a ir yo con él. Pensaste que te había puesto alguien a seguirte. Quisiste asegurarte que en los informes que recibiera, constara que habías acompañado de verdad a papá al hospital.

-Es su forma de hacer negocios – Lys intervino por primera vez en varios minutos – He de decir que mi marido y mi cuñado también tienen negocios con ese tipo. François y Ernest tienen una entrevista con él cuando volvamos a Francia.

-¿El amigo Gustave Meyer está casado? ¿Familia?

-Por supuesto. – Lys volvió a tomar las riendas de la conversación. – Su mujer es la del dinero. Sin ella sus negocios no existirían. Fue un pelotazo. No, perdón, braguetazo. Mantuvo cercanía con Sofie hasta que tuvo a sus dos hijos. Luego, la aparcó. Ahora, hacen casi vidas separadas. Ya tiene lo que quería: una mujer rica y dos hijos para atarla a él.

Se hizo un silencio casi opresivo en la mesa. Todos parecían estar dándole vueltas a lo que había escuchado. Elodie había cambiado hacía un rato el hombro de Jorge por el de su amiga. Jorge se había cruzado de brazos apoyándolos en la mesa. Recorría con la vista a todos los asistentes a la reunión.

-Me imagino que la propuesta de Damien del curso, sería sobre las mismas fechas. Y que Eloy se habría apuntado.

Lys buscó con la mirada a Elodie. Ésta arreció en su llanto a la vez que afirmaba con la cabeza.

Álvar suspiró con pesar antes de hablar. Abrió las manos, a modo de disculpa. Pero lanzó la pregunta:

-¿Cuál es la relación del embajador con ese Gustave Meyer?

Las tres mujeres francesas se miraron. En esa conversación silenciosa, fue a Lys a la que le tocó hablar.

-Sofie, la mujer de Meyer es la tía carnal de Damien.

-Eh voilà! – exclamó Jorge mostrando su enfado. – Acabamos de cerrar el círculo.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 104.

Capítulo 104.-

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Carmelo había llegado primero al lugar de la cita. La noche anterior Jorge y él, junto con Sergio Romeva y Óliver Sanquirián, lo habían hablado largo y tendido y habían llegado a una conclusión: era fundamental sacar del ostracismo la Fundación que hacía tiempo, habían creado Carmelo y Cape.

-Muchos de esos chicos necesitan ayuda. Algunos necesitan ayuda médica, un sitio donde vivir. Trabajo. Otros incluso necesitan desaparecer, crearse una vida nueva o recuperar la que esos desalmados les obligaron a abandonar. Y eso cada vez va a pasar más. Cada vez se nos van a acercar más jóvenes provenientes de Anfiles o de otras parecidas, como las de los músicos.

Era Jorge el que había hecho ese discurso para plantear su visión del problema. El resto, estaban de acuerdo en líneas generales, pero no acababan de decidirse en dar un paso adelante. En esos reparos, también estaba Carmelo.

-No podemos confiar en que las instituciones se ocupen. – insistió Jorge.

-En todo caso lo harán por un período de tiempo corto. – añadió Sergio. – Esas víctimas necesitan un apoyo continuado en el tiempo. Si fueran menores de edad, sería más fácil que las Instituciones se implicaran con ellos. Pero los que más necesitan una mano precisamente son los que ya cumplieron dieciocho. Esos están desamparados por todos. Y si llaman a algunas puertas, les dirán que son viciosos, drogadictos …

-Debemos fijar unos objetivos. Que apoyos, que ayuda vamos a dar. Todo eso que decís tiene un coste enorme. Su financiación … debe ser adecuada.

-Creo que debemos abarcar todos los campos posibles. – Jorge había tomado la palabra de nuevo. – Ayuda médica, ayuda a recuperar la vida que perdieron, como Sergio Plaza por ejemplo. Casas de acogida, un sitio dónde vivir. Ayuda a encontrar un trabajo que puedan realizar. Sufragar sus estudios. Incluso como hemos dicho antes, si fuera necesario, crearles una vida nueva.

-Creo que podríamos definirlo, como resumen, poner los medios para que esas víctimas, esos jóvenes puedan llegar un día a vivir por sí solos.

-Solo con las terapias de psicólogos y profesionales de ese tipo, tenemos un presupuesto. Casi deberíamos buscar a profesionales que se dediquen en exclusiva.

-Necesitamos un médico que se encargue de coordinar ese tema.

-¿Manzano querrá?

-Tenemos que tener cuidado con una cosa: en esa asociación delictiva, están implicados muchos profesionales de la medicina, no solo médicos: enfermeras, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales …

Los cuatro se quedaron callados, valorando la afirmación del abogado.

-Óliver, explica a qué te refieres. Has tirado la piedra y ha sido al proponer a Manzano. – Jorge lo miraba interesado en su respuesta.

Óliver negaba con la cabeza. No le gustaba descubrir secretos.

-En su anterior vida, antes de recalar en Concejo, Manzano … estaba rodeado de gentes cuando menos cuestionables.

Óliver volvió a callarse. Todos estaban pendientes de sus explicaciones.

-Joder. La mujer de … la ex-mujer es cuando menos una persona … no me fio de ella. Su familia tiene un perfil que me parece cercano a Anfiles. O a al menos, algunos … miembros …

-¿Otilio Valbuena?

-Por ejemplo. No es el único. Y … algunos de sus amigos psiquiatras … casualmente siempre son peritos de la defensa cuando se trata de juzgar a algunos implicados.

-Tú también has trabajado para Valbuena.

-Eso es cierto.

-Manzano ha roto con todos esos pasados. Quiero decir, no tiene ningún contacto ni con su ex-mujer, ni siquiera con sus hijos, que hicieron piña con ella. – Carmelo se convirtió en defensor del médico de Concejo.

-En principio, yo confío en Pedro – dijo Jorge. – Se ha ocupado de los que hemos ido encontrando. No ha surgido ningún problema, al revés, se ha implicado con ellos.

-Tenemos que buscar alguien al que … que dirija todo, vaya. A tiempo completo. Yo puedo dedicar unas horas a la semana, pero no puedo dirigirla – Sergio paseó su mirada por sus contertulios. Sabía que Jorge y Carmelo habían hablado de que fuera él quien se pusiera al frente. – Y ninguno de vosotros puede dedicar a esta empresa mucho más. A penas dais abasto con vuestras ocupaciones.

Jorge fue a decir algo, pero se lo pensó. Sergio tenía razón. Por mucho que quisiera, él no podría dedicarle tiempo.

-Amador Rosales, el padre de Esteban, el chico de la barandilla. Sería un candidato a ser Director de la Fundación. Su CEO.

Fue Carmelo el que lo propuso.

-Me parece buena idea – dijo Óliver. – Sabe de que va el tema. Y es un gestor competente. Y es buena persona.

-¿Y querrá dejar su trabajo? Tendremos que ofrecerle un buen sueldo.

-Desde el susto, ha bajado mucho el ritmo. Casi ha dejado la gestión de su empresa en sus sobrinos. Y no va mal, quiero decir, que parece que lo llevan bien. Él apenas interviene. No creo que el sueldo sea la razón por la que nos diga que no.

-Esteban creo que tendrá mucho que decir. – apuntó Jorge. – Carmelo ¿Quedarías con él? Para proponérselo.

-Sí, no hay problema.

-Pues llámalo y queda mañana mismo. No podemos dejar pasar más tiempo. – le apremió Jorge.

Cuando Amador entró el “El Trastero”, Carmelo sonrió y se levantó para recibirlo. Se abrazaron y tras los saludos protocolarios, se sentaron.

-Una caña como la de Carmelo, por favor. – dijo al camarero que se había acercado.

-Y tráenos algo de picar. Lo que tú veas. Y ya de paso, tráeme otra caña. – añadió Carmelo.

-¿Y a qué se debe este honor?

-Mira Amador, te necesitamos.

Carmelo se arrepintió inmediatamente de su forma de enfocar la entrevista. Pero ya no había marcha atrás. Había sido brusco y rotundo. Así que intentó suavizar su tono y quitarle algo de empaque. Le fue contando como crearon la Fundación. Y como por no encontrar el tiempo, lo fueron dejando.

-Pero cada vez encontramos a más “Estébanes” en el camino. Compañeros nuestros que no encontraron a una persona como tú y que, aun sobreviviendo, necesitan apoyo, ayuda … ya es una necesidad ponerla en marcha.

-¿En qué os puedo ayudar? Me parece un proyecto necesario.

-Queremos que la dirijas. Que te encargues de todo. A tiempo completo. Queremos que seas el director, con tu sueldo. Crear las estructuras, buscar profesionales, locales, pisos … crear protocolos de ayuda, de intervención … aunque lo primero, es buscar gente que te ayude. A ser posible, eso se me acaba de ocurrir a mí ahora, víctimas de esa barbarie. Gente como Esteban. Que encuentren un trabajo en esa labor. Es una primera forma de ayudar a alguno de ellos.

-Una parte importante de esa ayuda sería la parte médica. De eso yo …

-Habíamos pensado en el Dr. Manzano, Pedro Manzano. Es un gran médico y tiene contactos en todos los sitios. Incluso entre personas inconfesables. Podría encargarse él de coordinarlo.

-Indecentes, diría yo. Pero él nunca se ha dejado llevar por ese camino. Ni cuando estaba en la cima de la profesión.

-¿Lo conoces?

-Operó a mi marido. Cuando llegó a sus manos, ya era tarde. Pero aunque era muy difícil que saliera bien, se arriesgó. Sus compañeros no lo hicieron, por eso de sus estadísticas. Ahí perdimos unos meses cruciales, buscando un cirujano que quisiera operarlo. Le dio un par de años, aunque efectivamente ya era tarde para una solución definitiva. Muy tarde. Pero esos dos años, sin su intervención, no hubieran sido posibles. No fueron malos años. Y nos acompañó en ellos.

-Entonces que dices ¿Aceptas?

-Vamos a tomarnos la caña, me cuentas despacio, y luego, comemos juntos. Espero que al final de la comida, te pueda dar una respuesta, a expensas de comentarlo con Esteban. No quiero tomar esta decisión sin su … aprobación. Si me encargo del tema, aunque sea tangencialmente, le va a implicar a él. Y quiero que …

-Ya, que no le suponga un problema.

Amador afirmó con la cabeza.

-Cuéntame en que … de qué queréis que se ocupe la Fundación. Y lo más importante, como se va a financiar.

-Pues …

Jorge Rios.

.

Jorge y Carmelo se apartaron del resto y se subieron a la terraza de la casa. Necesitaban un rato de tranquilidad. A Jorge le agotaba la comedieta que estaba haciendo frente a Laín y Paula. Le costaba mucho no soltarles a la cara lo que de verdad pensaba. Cada poco tiempo debía recordar las recomendaciones que le había hecho Javier en su última charla.

Carmelo tampoco estaba cómodo en su papel en esa obra de teatro de la vida real. Le gustaba su trabajo, pero no practicarlo en su vida privada. Se identificaba con la idea que expresó Martín ya hacía unos días para explicar por qué no volvía a casa de sus padres, aunque su madre le hubiera pedido perdón por algunas de las cosas que le dijo. Aunque intuía que ese arrepentimiento debía tener otros motivos que el simple deseo de retomar la relación con su hijo.

Al menos Carmelo tenía la satisfacción de que Eduardo hubiera sido tan diligente a la hora de buscar amueblamiento para la terraza. El actor quería que Jorge se sintiera a gusto en Concejo. Había un par de sofás y cinco butacas además de una mesa, todo de exteriores. No eran nuevos, pero al menos eran más cómodos y seguros que las sillas que había utilizado Jorge esa mañana. Le había comentado Eduardo que al día siguiente irían su padre y él para limpiarlos a fondo y para adecentarlos un poco. Felipe había ido a una tapicería en Tubilla a comprar unas fundas. Y habían mirado también unas mesas, un par de ellas apropiadas para escribir en ellas y otras más bajas, para ponerlas frente a los sofás y apoyar las bebidas o comida.

-Antes se me ha olvidado darte las gracias por la prontitud en atender mi reclamación de esta mañana.

Jorge sonrió y besó a Carmelo en los labios.

-¡Qué formal te ha salido el agradecimiento! Parece que estás hablando con alguna institución o el director de un banco. – Jorge le hizo un gesto de desprecio burlesco – Ha habido suerte. Le dije a Eduardo. Le dije que era tu deseo y que quería complacerte. Y como eres su ídolo, pues aquí tienes tu amueblamiento provisional. No te extrañes que poco a poco nos enteremos que ha movilizado a medio pueblo para ello.

Se sentaron en uno de los sofás mirando hacia el río. Los dos se habían descalzado y pusieron los pies sobre el sofá. Jorge doblando las rodillas y poniéndolas contra su pecho. Carmelo sentándose a lo indio.

-Esa venía a por mí – dijo Carmelo en un murmullo.

-Da igual si era por ti o por mí. Al menos para mí es lo mismo. Si te agreden a ti, me lo hacen a mí también. A parte, no sabemos a por quién iba. Parece que esa mujer estaba interesada en encontrar información de los dos. De nuestras escoltas, de nuestro paradero en Concejo … yo creo que pensaba que aquí nuestra seguridad se relajaría.

-Hacía tiempo que no venían a por mí. A Concejo has venido cuatro días y eso ha sido en apenas un par de semanas. Y en casi todas, no te ha visto nadie. Hemos llegado, hemos dejado los coches en las Hermidas y nos hemos ido a pasear. Y luego hemos comido en casa. Salvo el día que comiste con Fernando y los demás en donde Gerardo. Y el día que te encontraste con Óliver. Nadie te relaciona con este pueblo, salvo de visita. Todavía.

-Algo les ha despertado. Eso está claro. ¿Cuándo empezasteis a mover el tema de llevar Tirso a la tele?

-Hace un año. Perdón, un año antes de la pandemia. Aunque llevaba tiempo comentando con Cape. No te conté nada porque quería que fuera una sorpresa. Ahí se puso a escribir. Aprovechó el tiempo del confinamiento. No recuerdo dónde le pilló. Cuando lo pensamos, yo enlazaba rodaje tras rodaje. Además, él casi nunca estaba. Siempre estaba de viaje. Antes de contarte nada quería tener el proyecto avanzado. Quería tener director y gran parte del equipo. He ido hablando con muchos compañeros para que trabajaran en la serie. No firmamos contratos, pero todos se comprometieron. Ahora es cuando estamos ya documentando todas esas propuestas. Mariola firmó ayer. Biel la semana pasada. Jose Coronado creo que firma mañana. Rodrigo Encinar se reunía hoy con su representante y Rodrigo. Álvaro iba a firmar hoy, pero con lo de la agresión creo que lo han dejado para otro día. Parece además que su representante había puesto alguna pega. Seguro que es para hacerse valer. Ester ya había firmado cuando grabasteis Pasapalabra. Anna y Rubia también han firmado.

-Ya.

Jorge no le quiso comentar que a veces Cape no estaba tan lejos como decía. Pero era claro que deseaba estar solo. No había otra razón para que le ocultara a Carmelo que en muchos de esos viajes estaba en una casa que tenía alquilada en Barcelona. Allí pasó el confinamiento aunque Carmelo pensaba que estaba en Amsterdam.

Sonó el teléfono de Jorge.

-Roger – dijo al contestar.

Carmelo se acercó a Jorge para poder escuchar mejor la conversación.

-¿Estáis bien?

-Sí. No nos ha llegado a ver.

Roger pareció relajarse.

-Debería haber seguido vigilando.

-Tranquilo. Estaba la policía. Reaccionaron pronto. Y los del pueblo hacen de vigías. Te noto serio.

-Ahora no puedo, me están esperando. Solo tened cuidado. Que la poli te siga a todas partes, Jorge. Prométemelo. Sé como eres. Y si quieres algo discreto, me llamas. No vayas nunca solo. Te lo pido.

-Te lo prometo.

-Antes de que os vayáis a París, tenemos que quedar. De todas formas, Nacho volverá a seguirte discretamente. Los polis son buenos. Pero me gusta también que puedas elegir métodos fuera del sistema.

-Claro. Hablo con Carmelo y te llamo. Y gracias por lo de Nacho. No te voy a negar que me gusta tenerlo cerca.

-Cuidado en París.

-Nos acompañará la escolta.

-Cuidado en París. – reiteró.

Jorge miró a Carmelo. Éste le hizo un gesto para que contestara.

-Lo tendremos.

-Recuerda. No os fiéis de nadie. Ni de la gente de Concejo. Guardan secretos. No todos los que fingen ser vuestros amigos lo son de verdad. Y tú lo sabes, Jorge.

Sin más, Roger colgó.

Carmelo miró extrañado a Jorge. Esa última afirmación dicha además en tono tan rotundo, le había llamado la atención. Jorge hizo un gesto con los hombros para indicarle que no tenía ni idea de a lo que se refería.

Volvió a sonar el teléfono del escritor. A la vez, sonó el de Carmelo. Se miraron sorprendidos. Carmelo se levantó y se fue al otro sofá, alejado del que ocupaba Jorge. Éste respondió a la llamada.

-¿Estás bien?

Era Aiden. Su tono de voz era el de un hombre asustado y preocupado.

-Sí, sí. Tranquilo. ¿Por qué lo dices?

-Me ha saltado una alerta en el móvil. Está en todos los digitales. Os han intentado matar de nuevo. Una asesina a sueldo.

-¿Sale en los digitales?

-En todos. En algunos dicen que estáis heridos de gravedad. Incluso afirman que Carmelo está al borde de la muerte.

-Pues tranquilo. Está a cinco metros de mí hablando por teléfono. Me imagino que alguien le está contando lo mismo que tú a mí.

-Menos mal. Ya pensé …

-Estamos bien. De verdad.

-Otra cosa …

Jorge notó como Aiden dudaba de la conveniencia de contarle lo que fuera que le rondaba la cabeza.

-Dime, anda. ¿Qué más te preocupa?

-He … he … recibido un correo que … no sé como calificar.

-¿Sí?

-Es que no sé como contártelo.

-Pues contándomelo. No va a pasar nada. Parece mentira a estas alturas, Aiden.

-Me conminan a que les de acceso a tus novelas inéditas. Te juro que no le he dicho a nadie que las leo. Ni borracho. Te lo juro …

Jorge se quedó callado. Era una deriva del caso que no se esperaba.

-Quizás me debas dar acceso a tu correo electrónico para investigar la procedencia del email … pero no te preocupes …

-No, perdona. No me he expresado bien. Es una carta, un correo tradicional. Perdona. Es que mi padre siempre decía: ha llegado correo, cuando llegaba el cartero.

-Vale. No me lo esperaba la verdad. No lo toques. Ni lo destruyas. Voy a hablar con la policía. Puede que se pasen por allí a recogerlo.

-¿Cómo saben que …?

-Puede que sea un tiro al aire. De todas formas, puede que sea tu teléfono. A lo mejor lo tienes pinchado.

-¿Eso se puede hacer? ¿No es más probable que sea el tuyo el que tengan pinchado?

-El mio está protegido y vigilado por el mejor especialista en el tema.

-Joder. Si lo tengo pinchado … no es bueno para mi trabajo. Hablo de temas muy delicados y confidenciales. Del trabajo, ya sabes.

-Claro. Cuelga. Te llamo en un rato. Pero no te preocupes ni … que no te de por ponerte ciego a beber ahora, que nos conocemos. Te necesito sereno y sobrio. Es importante. Te repito: te necesito en plena forma.

-Lo intentaré. Estas cosas me ponen muy nervioso.

Jorge cortó la comunicación y marcó un código y lo mandó por sms a un número de teléfono. Éste sonó al poco.

-Aitor, te necesito.

-Dime.

Le contó lo que le había dicho Aiden.

-Me ocupo de su teléfono y de todos sus dispositivos. ¿Éste es el que tenía hijos? No, no, ese era Pol. Lo otro, para la carta, llama a Carmen. Que mande a alguien. Por cierto, llevamos unos días en que tu nube sufre ataque tras ataque. Y vuestros teléfonos igual.

-Define vuestros.

-El tuyo y el de Dani.

-¿Han accedido?

-Tu pregunta me ofende – le contestó en tono cabreado. – Y eso que el de Dani debería ocuparse Arnáiz.

-Pero yo quiero que te ocupes tú. Y de toda su seguridad. Ya veremos como echamos a ese Arnáiz de lo poco que le queda con nosotros.

-Es antiguo poli. Trabajaba con Javier.

-Como si trabajaba con el Papa. Quiñones también trabaja con Javier y no quiero ni verlo. Todos tenemos servidumbres del pasado. Y puede que esos dos, sean las de Javier. Quiero que te ocupes tú. No me fio. Y no me engañas, querido, tú tampoco te fías. Uno de sus esbirros intentó hackearnos a cuenta de Nadia. Te crees que no te escucho, pero lo hago.

-Vale. Lo que tú mandes.

-Perdona – Jorge no pudo por menos que sonreír. – ¿Qué crees que buscaban?

-No lo tengo claro. Puede que tus novelas. O puede que buscaran información sobre vuestros movimientos para atacaros.

-Te cuelgo, me llama Helena.

-Pregúntala si ha recibido una carta como la de Aiden.

Jorge colgó. Carmelo ya había dejado de hablar y había vuelto a su lado.

-Dime Helena.

-¿Estás bien? ¿Y Carmelo?

-Los dos estamos bien. Han detenido a esa mujer antes de que nos encontrara.

Helena respiró tranquila.

-Menudo susto me han dado. He leído que Carmelo había fallecido. Incluso daban detalles de que había sido en la calle y que su cadáver estaba sobre la calzada.

-¿En Madrid?

-Sí.

-Pues nada. Estamos bien los dos y ni siquiera estamos en Madrid.

-¿Cómo dan esas noticias sin confirmar?

-Ya ves. De momento esas páginas tienen mucho tráfico porque todos pinchan con la esperanza de ver una foto del cadáver de Carmelo.

Éste sacó de nuevo su teléfono y empezó a buscar esas informaciones. Nadie de los que le habían llamado a él para contarle, le habían dado esos detalles macabros.

-¿Has recibido por casualidad una carta rara?

-Hace días que no abrimos el buzón. ¿Por?

-Bueno, es que Aiden ha recibido una carta rara.

-¿Quieres que baje y mire?

-Si puedes, te lo agradecería. Si la has recibido, procura no tocarla mucho. Usa guantes a ser posible. De esos que nos hicieron comprar al principio de la pandemia porque nos iban a salvar la vida y que al final no sabemos que hacer con ellos. Hoy es un buen día para dar uso a un par.

-Dame diez minutos que me vista. Te llamo.

Carmelo le tendió su móvil a Jorge. Este vio la noticia que le había citado su amiga.

-Esta foto es de hace años. Eso fue un atentado de ETA. Mira el charco de sangre alrededor del cadáver. Y los coches del fondo, son por lo menos de hace quince años. Madre mía todo lo que se han inventando.

-Me ha dicho Sergio que en algunos digitales están corrigiendo la noticia. De otros, la han retirado y están escribiendo una rectificación.

-Es raro. Las otras veces apenas se comentó nada. Ni el otro día cuando dispararon a nuestra casa.

Y si miramos, la primera noticia ha salido antes siquiera de que esa mujer estuviera en Concejo.

-Es una forma de matarte diferente. Puede que sea un mensaje. “Vas a morir”. O “No os acerquéis a esos cabrones, que corréis peligro”.

-Sencillamente ponernos nerviosos. Todo este montaje no tiene que ver con la tipa esa.

-Si seguimos así, lo van a conseguir.

Jorge negó con la cabeza.

-Eso Dani, no es una posibilidad. Eso no nos va a quitar el sueño ni medio minuto.

Sonó el teléfono de Carmelo. Jorge miró la pantalla.

-Es Carmen – dijo el escritor devolviéndole el teléfono. Carmelo contestó a la llamada.

-Estábamos pensando en ti.

-Eso suena a que queréis joderme más el día. – dijo Carmen en tono jocoso.

-Efectivamente. Antes nos lo has jodido tú a nosotros con las novedades de Álvaro. Ya me ha contado Jorge.

-Mira que eres rencoroso – bromeó Carmen para ponerse seria al poco – Antes de nada ¿Estás bien? ¿Estáis en la Hermida?

-Sí. Nos hemos subido a la terraza. Queríamos estar los dos solos un rato. Y menos mal. Porque toda esta movida es mejor vivirla en la intimidad. Tenemos “invitados”.

-No le deis vueltas al tema. Si lo hacéis, de alguna forma es como si os hubiera matado.

-Solo estamos alucinando con las noticias.

-Están trabajando en ello. El primer digital que ha hablado del tema ha sido media hora antes de que esa mujer llegara a Concejo. Así que hay truco.

-El otro día lo de la diana que me mandaron al rodaje. Ahora esta noticia a parte de esa mujer con ganas de hacerme agujeros en la cabeza. Y ahora te contará Jorge.

-De momento esa mujer ya está camino de aquí. Ahora están intentando abrir su coche, cuando las vacas dejen de rodearlo – se rió Carmen.

-Fabiola controla. Ya se las habrá llevado, no exageres.

-Hace un rato no. ¿Esa Fabiola es la que trabaja con Felipe y Ana?

-Sí. Llama a Jorge y te cuenta. Te dejo que me llama de nuevo Sergio, mi representante. Está con el tema de las noticias que están saliendo.

-Que me mande un informe, si puede ser.

-Claro.

-Dime Sergio.

A la vez, Jorge contestó a Carmen.

-Cuéntame. A ver si consigues fastidiarme el día al completo. – le dijo Carmen.

-Después de esta movida, lo que te voy a contar son minucias. Pero me han contado otra cosa que me ha dejado preocupado.

Le contó el tema de la amenaza que había recibido Aiden si no les daba acceso a sus novelas inéditas.

-Mando a alguien a tomarle declaración y a recoger las pruebas.

-Aitor ya está protegiendo su teléfono, por si acaso. Y todos sus ordenadores o similares.

-Vale. ¿Alguna cosa más?

-Para un rato no ha estado mal.

-No, no. A ver cuando hablemos con esa asesina lo que nos cuenta.

-Nada. Ya lo verás. A lo mejor es del MI5. – comentó Jorge con ironía.

-O de la CIA.

-O de los rusos. Desde que cerraron la KGB ya no sé como se llaman …

-Yo los sigo llamando KGB. Te dejo. Voy a mandar a alguien … ¿Aiden está en el trabajo?

-No le he preguntado. Por la hora … ¿Lo habrá recibido en el trabajo? Eso ya sería el colmo.

-Deja. Le llamo y salgo de dudas. ¿Le has dicho que no lo manosee?

-Me imagino que ya sería tarde.

-Mándame el teléfono.

-Ahora mismo.

-Vale Sergio. Gracias.

Carmelo había colgado el teléfono. Miraba a Jorge que a su ver estaba expectante esperando novedades.

-Parece que en los digitales todo vuelve a su ser. Han rectificado todos la noticia sobre el atentado y mi fallecimiento.

-Carmen manda a alguien a estudiar la carta que ha recibido Aiden. Espera, que es Helena. Dime Helena.

-Pues tenías razón. Hay una carta misteriosa. Lo siento, pero la he abierto. Con cuidado de no tocar demasiado. Me amenazan con matar a mis hijos si no les doy acceso a tus novelas inéditas. Pero yo no tengo acceso. No tengo ni idea de eso. ¿Tienes novelas inéditas?

-Algunas tengo sí. Están probando. Piensan que alguno de vosotros se las dejo leer.

No le contó nada de que Aiden sí tenía acceso. Era un secreto que ninguno había revelado. Ni que seguían teniendo contacto, aunque esporádico. Al menos ese secreto sí lo había guardado Aiden, a pesar de lo hablador que se volvía cuando bebía.

-¿Y como saben que tengo hijos?

-Te va a llamar un experto en seguridad. Te chequeará el teléfono y vuestros ordenadores. Hará lo mismo con el teléfono de Pol. Y os los va a proteger para el futuro. Ya os dará instrucciones. Se presentará como Aitor. E irá la policía a recoger esa carta. A lo mejor te hace algunas preguntas.

-Vale. Las responderé como pueda.

-Luego te llamo. Es Aiden.

-Dime Aiden.

-Joder tío, que ese pavo me ha dicho que tenía el teléfono pinchado. Que se enteraban de todo lo que hablaba. Me lo ha protegido, aunque me ha dicho que es mejor que vaya a comprar uno nuevo. Me ha indicado tres modelos. No son de los baratos.

-Vete a la tienda de Goya, la que está al lado de la librería donde suelo firmar. Pregunta por Puri. Que me lo apunte en mi cuenta. Ya la llamo para que sepa.

-Pero …

-Es por mí, Aiden. Eres un punto débil en mi seguridad. Ya me contasteis el otro día que andabais justos de dinero. Solo voy a apuntalar mi seguridad. Compra el modelo que te haya indicado el guarda. Y no hace falta que le digas a nadie ni lo del teléfono ni nada. A nadie. Lo has cambiado porque te ha dado por ahí. Y menos que lees mis cosas. Ni a Helena. Y mucho menos a Finn.

-La de marrones que te estoy metiendo. Tranquilo. Finn no se va a enterar. A Helena si no se me ha escapado ya, no creo que ocurra a estas alturas.

-No has sido tú. Solo has sido el medio. La policía ya está al corriente de esas amenazas. Sería conveniente que pusieras una denuncia. Le digo a mi abogado que te llame. No te preocupes por el coste. Te digo lo mismo. Es por mi seguridad.

-Me llaman.

-Contesta que será la policía. ¿Estás en casa?

-Sí. Tenía un par de días de vacaciones que me quedaban del año pasado y los he cogido esta semana. Estaba un poco cansado.

-¿También se los ha cogido Finn?

-No. No.

Jorge se sonrió por el tono de Aiden al contestar a la pregunta sobre Finn. Hartazgo y asco, es la sensación que le había venido a la cabeza al escucharlo.

-Te llaman. Contesta al teléfono. Me llamas luego.

Jorge le contó las novedades a Carmelo.

-Espera que me llama Pol. Dime Pol.

-Me ha contado Helena. He mandado un mensaje al grupo del wasap. Te irán diciendo si alguno más ha recibido la carta.

-Vale. Gracias. No se me había ocurrido.

-Nada a ti. Ya nos ha llamado ese Aitor. Está con el móvil de Helena. Luego seguirá con el mío.

-Decidle todos lo que tengáis. Hasta lo de los niños. Tablets, plays, juguetes inteligentes que se conecten a alguna red …. la calefacción de casa o el frigorífico.

-No había caído en eso. Llamo a ese Aitor.

Jorge y Carmelo se miraron. Los dos acababan de colgar sus llamadas. Y sus teléfonos no sonaron. Casi no se atrevían a hablar. Hacía un buen rato que habían ido enlazando una llamada y otra.

-Joder, que guay está esto.

Martín asomaba la cabeza con timidez. Miraba todo con los ojos muy abiertos.

-Carmelo, pero esto, reconoce que no lo has puesto de guay como el resto de la mansión.

-La mansión, dices. Pues si llegas a ver la casa de Álvaro … Que bobo eres. Siéntate con nosotros, anda.

-Si llega a ver esta mañana la terraza con las súper sillas … – solo fue un murmullo para que Jorge se riera. Y lo consiguió.

-La hostia, que vistas.

Martín caminaba hacia ellos. Antes de sentarse se apoyó en la barandilla.

-Te juro que me vendría aquí a tocarme los huevos.

-Puedes venir cuando quieras – le dijo Carmelo.

-Pero a esta casa, no a la que nos has dejado.

-¿Está mal? No nos comentaste nada cuando estuviste en ella con Arturo y Ernesto. Por cierto, has fingido muy bien no conocer nada de las Hermidas.

-Joder, no estáis vosotros en ella y no tiene esta terraza tan guay. Os lo juro, me mola. Le falta un toldo o algo de eso. Y lo del disimulo, me va con la profesión.

-La de la Hermida 1 no es tan grande, pero tiene terraza.

-Na, ésta es mejor. Las vistas y la paz. Aquí me tumbaría en el suelo a tomar el sol en bolas. Es mi sueño. Uno de ellos.

Martín se sentó al lado de Jorge y le dio un beso en la mejilla. Luego se recostó en él como solía hacer de pequeño.

-¿Qué tal con mi vieja?

-Si te oye llamarla vieja … – se cachondeó Carmelo.

-Na, es con cariño.

Martín sonrió poniendo gesto de pilluelo pero luego se quedó serio.

-Tío, no me mola nada que mi vieja te tomara el pelo. Les he oído hablar antes en el coche. Me pudre. Cada vez más. Mi vieja pensaba que estaba escuchando música. Pero la tenía baja. Me odia, tío. Me odia. Te lo juro. No me mires con esa cara. Cuando larga de mí, le sale sin querer un tonito de asco.

Jorge miró a Carmelo. Como Martín había vuelto a recostarse sobre él después de bromear, no podía verle la cara. Carmelo tampoco acababa de entender las intenciones de Martín. Se había sentado al otro lado de Jorge y tampoco podía verle la cara. No sabían si hablaba en serio o bromeaba.

-Siempre me han apoyado – afirmó Jorge con cautela. – Y yo creo que pueden tener sus cosas, pero a ti te han querido siempre con locura.

-Na, que ya no tomas esas pastis, joder. Nunca me has tratado como a un crío, no lo hagas ahora. No me chupo el dedo. ¿Vale?

-Tienes razón. Así que si no me cuentan ellos, a lo mejor puedes contarme tú. No has querido entrar al trapo estos días. Dime lo que han hablado para que pienses así de repente.

-Hoy no. Que no quiero que nos pillen. Hablo con mi brother y quedamos un día. Como en los viejos tiempos. Y te contamos lo que sabemos. Dani ¿Me das el teléfono de Sergio? A ver si me quiere en su agencia.

Carmelo le fue a decir que hacía ya unos meses que Sergio no cogía a más clientes. Pero Jorge le hizo un gesto para que callara.

-Déjanos que le llamemos nosotros. ¿De verdad quieres cambiarte?

-Sí. Estoy guay con Fabián, pero no quiero estar en la misma agencia que mi viejo. Solo es eso. Quiero hacerlo guay para que Fabián no se enfade.

-¿Te gustaría hacer de Tirso de joven? – le preguntó Carmelo en un arranque.

Martín se incorporó y miró sorprendido a Carmelo. Jorge también se lo quedó mirando, pero su gesto era más de extrañeza. Carmelo no era partidario de esa partición del personaje. Al menos hasta la última vez que hablaron del tema.

-Me has dicho antes … y el otro día no parecías convencido de esa posibilidad. Dijo Jorge que discrepabais en eso. Tú querías hacer el papel entero.

-Ya sé lo que he dicho. Y Jorge piensa que podríamos repartirnos Tirso. Lo explicó el otro día en la charla con lectores jóvenes. Contesta: ¿Te gustaría hacer de Tirso de joven?

-Ya lo sabes, lo hablamos el otro día Martín. – recordó Jorge.

-Vale. Pero no pensaba que se iba a concretar. No me quise hacer ilusiones. Eso sería la hostia. Y hacer un personaje entre los dos, que hable y se mueva igual si lo interpreto yo como si lo haces tú. ¡La hostia! Mola, joder. Pero nada de que sea por el nombre antes o en letras más grandes. Hacer el mismo personaje que tú, Dani. En dos etapas diferentes. ¡La hostia!

-Si lo hacemos así, tenía pensado que nuestros nombres salieran a la vez. Con el mismo tipo de letra.

-Si te parece, yo lo fliparía. Pero te juro que me da igual. No te niego que mi nombre al lado del tuyo me produce un orgasmo al pensarlo. Pero no soy actor por esas polladas.

-No digas nada, y menos a tus padres.

-Vale.

-Es solo una posibilidad, no lo hemos decidido. Tengo que hablarlo con tu padrino Rodrigo.

-Nada. Confía, joder. No creo que nadie haya sabido nunca nada por mí. Que te lo diga el tío Jorge.

-Guardas muy bien los secretos, es cierto.

-¿Y quién haría de Juan?

-Álvaro.

-Guay. Mola Álvaro. Es un actorazo y es buena gente. Chicos, deberíais bajar. En realidad Cape me ha pedido que viniera a buscaros. Empiezan a preguntarse que hacéis. Os lo juro, pensaba que estabais dándoos el lote. Han venido ese Felipe y su hijo. ¿Eduardo?

-Pero cabrón … y no disimules, que te ha gustado ¿Eduardo? Como si no te hubieras quedado con su nombre. Te conozco.

-Si casi ni hemos hablado. – Martín intentaba fingir indiferencia. Aunque sus ojos decían a las claras que estaba tomándole el pelo a su tío.

Jorge fue a hacerle cosquillas pero Martín se escabulló y se levantó riéndose.

-Si ya se ríe como si se las hubieras hecho. – Carmelo estaba disfrutando del momento.

-Por cierto, me ha parecido ver a Huguito. No me jodas que es tu escolta. No me mola nada ese pavo. – Martín se había puesto serio de nuevo.

-Tranquilo. No tienes por qué hacerle ni caso. Me lo ha puesto la policía. Ya me contarás esa manía que le tienes.

-Viene de lejos – afirmó Carmelo.

-Yo mientras no le tenga que ver la jeta, pues ya está.

-Hablas como el personaje que haces en la peli que estamos rodando – le tomó el pelo Carmelo.

-A partir de ahora, voy a hablar como Carlos. ¿No os mola?

-No sé que decirte, sobrino – se rió Jorge. – Yo te prefiero de Martín, o de Mártins, antes que del chuleta de Carlos.

-Venga, bajemos. Que si no va a subir Cape con la escoba. Además, no sé el resto de la peña, pero mi estómago ruge. Ya va siendo una hora y no tenéis ni zorra de dónde vamos a manducar. Y esta tarde a ver que hacemos. Todos así, en familia. ¡Que bonito! Ains.

Esa última parte de su discurso, le había salido a Martín en un tono irónico difícilmente superable.

-Pues tenía idea de hacer una excursión por los alrededores. Incluso llegarnos hasta Navacerrada y merendar por ahí.

-¡Oye! Se me estaba ocurriendo que podíamos ir a esa finca con Dídac y Néstor. Me escribieron ayer diciéndome que estaban, que nos acercáramos.

-Es una idea. Pues mira, comemos dónde Gerardo. Y nos vamos. Me apetece charlar con Dídac. Hace tiempo que no lo veo.

-Vale. Así lo conozco. Es una de esas divas que no me presentáis nunca.

-No te quejes que has conocido a Ernesto y Arturo – le contradijo Carmelo.

-No te jode. Ocho años he tardado en conocerlos.

-Pues a Dídac ocho años y tres semanas.

-Como me tomáis el pelo. Como soy un crío …

Jorge no le contestó. Directamente fue a hundir sus manos en la cintura de Martín y hacerle cosquillas. La carcajada salió sola y el bailoteo también. Y en un segundo, Martín se había separado dos metros de Jorge.

-Esto es tortura. Así lo considera la convención de la Haya.

-Qué dramático y exagerado. Cada vez te pareces más a tu tío. – se burló Carmelo.

-No es broma. Está considerado como tortura.

-Ven, ven, que te voy a torturar un poco más – Jorge lo miraba con cara de sádico y moviendo mucho los dedos.

-Vade Retro, Satanás.

Jorge se levantó y Martín se acercó a él. Jorge le agarró por el cuello y le besó la cabeza.

-Y recuerda, Jorge, que quedamos para que te cuente. Si no lo hacen mis viejos en la comida. Que no lo van a hacer, fijo. Mi viejo siempre dice de que tiene que sincerarse pero luego chitón. Pone la excusa de que si os va a afectar, que conocer la verdad os mataría …

Carmelo abrió mucho los ojos.

-¿En qué concepto nos tiene? Alucino. Te juro que si no te conociera, pensaría que te estás choteando de nosotros. Nos estás pintando a unos … tus padres … no parecen esas las personas que conocemos. ¿Verdad Jorge?

-Cuesta de creer. – aunque la cara de Jorge venía a decir lo contrario. Carmelo enarcó las cejas. La evolución del pensamiento de Jorge respecto de los padres de Martín cambiaba a mayor velocidad de lo que él esperaba.

-Que poco me gusta esa expresión.

Jorge se sonrió. Por eso la había utilizado, para provocar a Carmelo.

-Mi madre piensa que Jorge es un alelado que no puede afrontar el más mínimo revés. Han discutido por eso en el coche. Mi padre le ha dicho que parece mentira que no te conozca después de todos los años que te trata. Aunque luego actúa igual que ella y pone las mismas disculpas, aunque con otras palabras.

-Quedamos cuando quieras. Me parece que me va a gustar la conversación. Gustar no es el concepto. Pero voy a agradecer que me quites la venda de los ojos. Tus padres no nos cuentan porque no les interesa. Punto. No lo hacen por preservar nuestra salud mental. Que duden de mí, lo entiendo, por las drogas. Pero de Dani …

-Está ya tan centrado en su vuelta al mundo de la tele y el cine, que va cebando vuestro encuentro para que no puedas resistirte, Jorge. Ten cuidado, no bajes la guardia, que no te pida un Ferrari.

-Na. En todo caso, un casoplón con piscina para llevar a los ligues.

Martín sonrió y le sacó le lengua a Carmelo.

-¿Me invitas a venir aquí? – preguntó Martín.

-Que bobo eres. Si hasta tienes llaves de la casa de Madrid – le recriminó Jorge. – Sabes que la única condición que te puse para que fueras, era que nos avisaras a alguno de los dos. Por evitar sorpresas.

-Calla. Que eso no lo sabe nadie.

-Puedes venir cuando quieras. Luego te doy una llave y te instalo en el móvil la APP de la alarma y de la domótica de la casa. De la casa de Núñez de Balboa, ya la tienes. Los escoltas ya te conocen todos y saben que no deben ponerte pegas para entrar.

-Era de chunga.

-Pues ya es tarde. Te jodes y te aguantas. Y sin Ferrari. Llaves de la Hermida 2.

-Anda, vamos. – Jorge le dio una suave patada para animarle a moverse.

Jorge ayudó a Carmelo a levantarse del sofá. Jorge agarró por el cuello a Martín y éste le rodeó con su brazo la cintura.

-Mola ser Tirso joven.

-Pero si el otro día dijiste que te daba igual …

-No hay quien te entienda, sobrino. – se rió Jorge.

Martín tomó la delantera y empezó a bajar las escaleras. Jorge recibió entonces varios mensajes. Los leyó.

-Me voy a tener que ir en un rato.

-¿Por lo de la otra noche?

-Sí. Viene Aitor. Quiere ver el circo ese que prepararon. Y la verdad, a mí también me gustaría. Luego me uno a vosotros en la finca de Dídac y Néstor.

-No te vengas abajo cuando veas tu coche.

-No … me ha afectado. De momento. No me he hecho a la idea de que podría haber ido en el coche. Aunque en un arranque si que le dije a Fernando que iba, él fue tan rotundo negándose a esa posibilidad que no volví a pensar en ello.

-Se olía algo.

-Puede ser. Aunque la idea de esa posible trampa partió del teniente Romanes. Estaban hablando Garrido, Romanes y Fer. El caso es que Fer, no consideró nunca la posibilidad que me acercara. Con trampa o sin trampa. Además, eso … alguien se tomó mucho trabajo montando ese circo. Para humillarnos. Y para matarnos. Y vendiendo el espectáculo, como casi siempre.

-Vaya. Fernando hablando de tú a tú con el comandante. Ya sabes que Garrido es la estrella de la Guardia Civil, como Javier lo es de la Policía.

-Me da que Fernando tiene un pasado guardia. Ahora que lo pienso, todavía no conozco al comandante Garrido.

Carmelo se lo quedó mirando.

-No me jodas que es otro de “tus chicos”. Fernando me refiero, no Garrido – Carmelo le sacó la lengua para burlarse de él.

-No. Tanto como eso no. Eso creo al menos. Digamos que en algún momento, lo ha pasado mal. Y creo que … su problema es que tiene mal de amores.

-¿Un amor imposible?

-Me da que sí.

-De todas formas, sea como sea, aunque haya sido guardia antes que policía, con Garrido no se toma nadie muchas confianzas. Al menos rodeados de decenas de agentes. En la intimidad, vale. En Vecinilla si no me equivoco había media Comandancia de la Guardia Civil, incluidos los GAR y la UEI.

-Me huele que Garrido y Javier trabajan juntos en esto desde hace tiempo, aunque no lo hayan hecho público. Creo que si son cercanos, amigos, tienen la misma concepción del trabajo policial y de la forma de hacer equipo. Aunque la Guardia Civil sea más estirada, se guardan más las formas y la diferencia de grado, creo que Garrido … irá adecuando su equipo a una mayor cercanía.

-Aunque fuera así, eso supondría que Garrido y Fernando han tenido contacto cercano desde hace tiempo. ¿Y cuando te vas a ir?

-Estamos esperando la confirmación de la hora del vuelo que coge Aitor.

-Por cierto, ¿Cómo aguanta Fernando? Le sentí llegar a las siete de la mañana. Y no se ha ido a casa todavía.

-No lo sé. Estoy pensando que algún día, en lugar de recogerme él a mi, va a ser al revés.

-Tío, Dani, joder. Os doy la espalda y no me hacéis ni caso.

-Ya estamos. Jorge, es que te enrollas como las persianas.

-Pero si has sido tú que tenías una necesidad imperiosa de besarme.

-Es cierto.

Carmelo cogió a Jorge, le rodeó con sus brazos y empezó a besarlo.

-Que empalagosos, la madre que os parió. Me abro. Que os den.

Adela y su amiga Claudia habían vuelto a quedar a tomar un café en una terraza. Después de lo bien que había sentado a ésta última la salida a escuchar a Sergio Plaza y sus amigos, se estaba animando a salir casi todos los días. Eran paseos cortos, ya además sin silla de ruedas. Paseos sin prisa, tranquilos, cerca de su casa, alrededor de personas conocidas que en caso de tener algún problema, la atenderían con presteza.

Adela se había postulado a pasar a recogerla por su casa. Pero Claudia se había negado.

-Tengo que retomar poco a poco mi actividad. Espérame en el “Atiéndeme”.

-No me cuesta nada.

-Ya lo sé. Luego a lo mejor te pido que me acompañes de vuelta. Tengo que empezar a volver a defenderme por mí misma. Empezando por estas pequeñas cosas.

Adela aceptó a regañadientes.

Pero cuando la vio caminando despacio hacia el bar, se sintió feliz. Su amiga había dado un paso de gigante desde el día que Juanito la había convencido para ir a escuchar a esos músicos en la calle. No era en lo físico, que también, era sobre todo en el aspecto mental. Era una razón más para querer ayudar a ese músico. De alguna forma había sido el desencadenante de ese cambio en la forma que tenía su amiga de afrontar su enfermedad.

Cuando estaba ya cerca, Adela se levantó y abrió los brazos para recibir a su amiga. Ésta aceptó feliz ese gesto de amistad.

-Lo que has cambiado en pocos días.

-Me hizo bien aquella excursión. Todos me disteis tanto cariño que me ha dado fuerzas. Y ver de nuevo a tus hijos y los míos juntos, alegres, hablando de sus cosas, bromeando … como antes.

-Pero Ramiro y Garcés no te quitaron ojo de encima.

-Pero de otra forma. Tengo una suerte inmensa con ellos. Y con los tuyos, que siempre han tenido un beso y una sonrisa para dedicarme. Mayo, es adorable. Como deja que lo abrace y lo achuche.

-Mira en cuanto puede, como hace que el escritor lo coja en brazos. Parece que tiene un sexto sentido para detectar a las personas que le pueden dar los mimos que necesita.

-Su hermano Adonai no creo que le racione los mimos.

Adela se echó a reír.

-Se queja, pero está encantado.

Las dos amigas se quedaron unos minutos en silencio. Bebían sus respectivos tés earl grey a la vez que picaban del plato de pastas que habían pedido para acompañar a sus bebidas. Era un descanso que parecían haber pactado antes de empezar a tratar los temas importantes. Adela carraspeó para tomar la iniciativa.

-He decidido quitarle a Graciano la firma en mis cuentas.

Claudia dejó la taza de té en el plato. Se quedó mirando seria a su amiga. Aunque quería que reaccionara, le había sorprendido la contundencia de la medida. No se la esperaba.

-¿Qué has descubierto, a parte de lo que hablamos el otro día?

-Está pagando sus chanchullos con mi dinero.

Claudia levantó las cejas sorprendida.

-Pero eso te pone …

-Voy a ir a la policía. He investigado un poco, después de lo que viví el otro día y lo que me contaste. Está poniendo mi nombre para cubrir sus rastros. Ha hecho pagos …

-¿Lo has investigado?

-Contraté a un detective privado. Me lo recomendó mi tío Albano. De repente todos a mi alrededor sabían, o al menos, tenían indicios de lo que hace mi marido. – hizo un pequeño descanso en su explicación, para coger fuerzas y ordenar sus ideas. Su gesto era de indefensión, de estar superada. Al final, tras unos intentos abortados de seguir contando se decidió – Ha pagado desde mis cuentas a gente poco recomendable. No lo puedo consentir.

-Define gente poco recomendable.

-Matones, llamémoslos así. Parece que está preparando algo … grande.

-¿Mucho dinero?

-Muchos miles de euros.

-¿Y por qué no lo paga de sus … de lo que saca de sus “negocios”?

-Para que no figure su nombre. Hace los pagos a mi nombre. El detective parecía asustado. Y ese hombre estará acostumbrado a ver cosas … que ni nos podemos imaginar.

-¿Y qué puede ser peor que lo que ya sabíamos?

-Eso es lo que me asusta, Claudia. Estoy descubriendo de repente a un monstruo. Hace días que no va a casa. Y ya no quiero que vuelva. He cambiado las cerraduras.

-¿Has hablado con él?

-No me coge el teléfono. Pero casi lo prefiero. Si hablo con él no respondo de lo que pueda decirle.

-¿Y como se ha atrevido a hacer esas cosas a tus espaldas?

-Me ha tomado por tonta. Y no se lo … quiero decir, me he comportado con él como si lo fuera. La perfecta esposa. La tonta, el adorno. A su lado. Dándole caché ante la sociedad. El caché que le proporciona mi apellido, el de mi familia. Pero con esa forma de comportarse, nos compromete a todos nosotros, a mis tíos, a mis padres, a mis sobrinos. Lo de sus hijos … después de ver como se ha comportado con Ignacio …

Claudia se inclinó para coger la mano de su amiga.

-¿Qué te temes? Te conozco, Adela.

-Nada. Nada. No te preocupes.

-¿Has hablado con Adonai?

Claudia, a pesar de la confianza, no quería comentarle las dudas que tenía Juan Ignacio sobre la razón verdadera de la situación de Ignacio, el hijo mayor de Adela. Su depresión, su ansiedad. Alguna vez le había preguntado a Ramiro, su hijo, que era muy amigo de Ignacio. Pero éste había guardado los secretos de su amigo. Aunque ella había leído entre líneas y también había llegado a conclusiones que le daban un asco tremendo. No podía decir en voz alta sus impresiones, porque no las podía argumentar más que en sensaciones que le habían despertado los silencios de su hijo al contarle. Mejor dicho, al no contarle.

-No me mira a los ojos cuando le pregunto. Calla. Pero no les quita ojo a sus hermanos pequeños. Edric ya sabes que siempre ha sido como más independiente. Pero aún así, Adonai está encima de él. Y Edric lo respeta. Incluso te diría que lo agradece.

-Es significativo que ninguno haya querido ser músico.

-Edric sí. Lo descubrí hace poco. Pero estudia a parte de su padre. Casi es un secreto de estado. Solo lo saben sus hermanos. Y dónde estudia, lo conocen por Edric M. Ontañón.

-No quiero ni imaginar lo que … tiene catorce años. Es muy pequeño todavía para tomar esas determinaciones.

-Creo que he sido mala madre. No me he querido enterar de … me he cerrado … he puesto por delante mi amor por Graciano … con lo que tuvimos que luchar porque mi familia aceptara la relación … ahora les tendré que dar la razón.

-Los has criado tú sola, prácticamente. Y has trabajado también fuera de casa. Nadie puede echarte en cara nada. Y en cuanto a luchar por tu relación, tu familia la rechazaba no porque fuera un hijo de puta, sino porque no era de vuestra clase social. Es distinto. Si hubiera sido por ser un cabrón, tendría un pase. Pero no fue por eso. Tus padres no han vuelto a tratarte como antes. Ni por sus nietos.

-Echarme en cara … lo hago yo, Claudia. No necesito a nadie para eso. En lo de mis padres, tienes razón. Aunque creo que sin decirme nada, van a ver a Ignacio. Mi padre, sobre todo. Y creo que a alguna pequeña actuación de Edric, que como es secreto no me ha informado, sí que han ido. Allí parece que han visto a todos mis hijos. Pero Claudia, todo esto … mis padres viendo a mis hijos a escondidas … como si yo les fuera a … echar en cara algo. Son mis hijos. Puedo no haber estado de acuerdo con mis padres en el pasado, pero … no quiero que mis hijos no disfruten de sus abuelos. Los dos hasta lo de Graciano, fueron buenos padres, cercanos, amorosos, sobre todo, ya te digo, mi padre. Y lo peor de todo es que no me he enterado de nada. Mis hijos guardan el secreto, mis padres también … mis tíos … igual. Es de locos. Cosas buenas, escondidas tras un manto de silencio.

-Puede que ese manto de silencio, pretenda protegerlos de Graciano, no de ti.

Adela hizo un gesto con los hombros, para señalar que en el fondo era lo mismo.

-No te atormentes, Adela. No ganas nada con eso.

-¿Me harías un favor?

La pregunta le sorprendió a su amiga, por la brusquedad con la que la dijo. Como si hubiera tenido que armarse de valor para hacerla. Claudia abrió los brazos esperando a que le pidiera lo que fuera.

-¿Me acompañas al banco?

-Claro – Claudia puso gesto decidido. Casi de estar ofendida porque su amiga hubiera dudado de su disposición para ello.

-Y después, abusando de ti, a lo mejor me concertarías una cita con esa mujer policía.

-No solo te concierto una cita con ella, sino que te acompaño también.

-No quiero que te canses …

-Si estoy cansada, ya te lo diré. Has pasado noches conmigo en el hospital para que Juanito y mis hijos descansaran y no me quedara sola. Estamos las amigas para las duras y las maduras.

Adela sonrió agradecida.

-Nos da tiempo a tomar otro té si te apetece.

-Claro. Y otro plato de pastas. Pero que nos traigan alguna más de chocolate y mermelada.

-Antes no eras tan golosa.

-Habrá sido la radioterapia – se rió Claudia.

-¡Camarero! – Adela levantó la mano para llamar su atención – Dos tés, por favor.

-Y pastas – añadió Claudia. – De chocolate.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 103.

Capítulo 103.-

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Olga dejó la bolsa de viaje al lado de la puerta de la habitación del hotel. Había sido una jornada agotadora. Había adelantado algunas clases en el curso de Quantico para tener esos días libres y poder dedicarse sin distracciones a Arlen y su reunión de los viernes. Al acabar sus asignaturas y tras un rato de charla con los alumnos, Ventura lo esperaba con un coche para iniciar viaje. Habían decidido quedarse en un hotel cercano a la finca y así poder dedicarse a dar una vuelta tranquilos por los alrededores desde muy temprano.

Tenía la intención de meterse en la ducha antes de salir a cenar algo. Pero la visión de la cama la hizo cambiar de idea y pensó mejor en acostarse aunque fueran unos minutos. Se quitó las botas y cuando iba a tumbarse recibió un mensaje de Carmen.

“¿Videoconferencia?”

A la vez sintió que tocaban muy suave en la puerta. Se levantó resoplando y fue a abrir. Al ver que era Ventura, dejó la puerta abierta como muda invitación a entrar y fue a sacar su tablet y conectarla al televisor de la habitación.

-Carmen quiere hablar – dijo con apenas un hilo de voz.

-Deja, ya lo preparo yo. Túmbate un rato. Me tenías que haber hecho caso y dormir durante el viaje. Eso de dedicar las noches a videoconferencias con tus amigos para ponerte al día de todo, te va a pasar factura.

-Tú también estás cansado. No podía dejarte conducir sin darte apoyo. Yo tengo conferencias telemáticas y tú investigas para mí.

Olga le hizo caso y se tiró sobre la cama. Tal como cayó, así se quedó.

-¿Y si la dices que mejor mañana?

-Creo que es importante. Solo espero que no sea largo. – Olga arrastraba las palabras dejando claro que estaba muy cerca del reino de los sueños.

-Te lo preparo y os dejo solas.

-No. Te quedas. Eres parte del caso, Ventura. No hay secretos.

-Me halagas. Pero eso … soy del FBI.

-Por poco tiempo – dijo Olga arrastrando las palabras y sin moverse de la posición en la que estaba tumbada.

-Ni agotada cejas en tu campaña – Ventura la miraba con gesto divertido.

-Solo tú no sabes que te vas a venir con nosotros. Lo estás deseando. Y cállate un rato, anda, cinco minutos para una cabezada …

Ventura negó con la cabeza, pero no añadió ningún comentario. Sonrió al escuchar que la respiración de Olga se había convertido en la de una persona dormida. Preparó el sistema de comunicaciones e hizo la llamada.

-Olga, debes levantarte.

La comisaria se incorporó de un salto. Justo se puso delante de la cámara cuando Carmen apareció en la pantalla. Ventura se fue a quitar pero Olga lo retuvo.

-Encantado de conocerte, Ventura. Siento decirte que te pareces a mucho a tu madre.

-No lo sientas. Es la verdad y me siento orgulloso de ello. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo. Espero tenerte con nosotros en breve.

-No empieces por favor. Ya tengo bastante con la campaña de Olga al respecto. Quisiera escuchar otras opiniones.

-Llamo a Patricia si quieres. Patricia Martín.

-La recuerdo sí. ¿Veis? Por eso no quiero volver. Esa seguro que no está contenta con la posibilidad de que me una a vosotros.

-Patricia ya no está con Termas. Hace mucho de eso. Ahora está soltera.

-¿A no? Pues ya le costó recuperar la cordura que siempre había exhibido hasta que se juntó con ese.

-Pero te sigue odiando – se rió Carmen.

-Dinos Carmen. Íbamos a ir a cenar algo y a dormir. Llevamos unos días agotadores. Acabamos de llegar a Carolina del Norte para ver mañana a Arlen de nuevo. Y me temo, que si las intuiciones de Ventura se hacen realidad, va a ser un día intenso.

-¿Tienes intuiciones Ventura? ¿Ves como tienes que venirte con nosotros? Somos la Unidad de las intuiciones. Algunos nos insultan así.

El agente del FBI levantó las cejas resignado. Pero no contestó a Carmen.

-Su reunión de los viernes. Su velada musical. – explicó Ventura, con la intención clara de apartar la conversación de él.

-Son unos kilómetros. – Carmen se había vuelto a poner seria.

-Por eso necesitamos dormir. Acabamos de llegar de viaje.

-Al grano entonces. Han intentado de nuevo atentar contra Jorge y Carmelo. En Concejo. Una sicaria.

Olga se despejó en un momento.

-¿No será de nuevo nuestra amiga del MI5? – Carmen negó con la cabeza como muda respuesta a la pregunta de su amiga – Cuenta. Has dicho Jorge y Carmelo. No has incluido a Cape que estaba también, si no se ha dado a la fuga antes de tiempo.

-Ha sido poco después de incorporarse a la reunión Laín y Paula. Una mujer con un ciento de comentarios en nuestros informes, ninguno probado, que la nombran asesina a sueldo mejor pagada en España. Con ciertas relaciones con Nando. Y con otros muchos, incluido Valbuena. Para ser exactos, algunos de sus clientes. No he incluido a Cape no. Pienso que de verdad, los objetivos eran ellos dos. Cape si te soy sincera, o ha hecho un pacto con los malos, que no sería descartable, conociéndolo, o no les interesa ya, por irrelevante y cobarde.

Carmen empezó un relato pormenorizado de como se sucedieron los acontecimientos. Olga y Ventura escuchaban con atención sus explicaciones. Carmen incluyó en ellas el sucedido que había protagonizado Máximo, el conductor ocasional de Carmelo para llevar a las visitas y ocasional colaborador como informador de la Policía.

-¿Y por qué Máximo no nos ha informado antes? Ese hombre nunca me ha gustado. No confío en él.

-Buena pregunta. Quizás porque hubiera tenido que depositar como prueba el dinero que pagó esa tipa por su información.

-¿Y a quién se lo ha contado al final? Me imagino que a ti no. Y a Flor menos todavía.

-A Alberto.

-¿A Alberto? – Olga tenía los ojos muy abiertos. – ¿Nuestro Alberto?

-Ha vuelto a Concejo. Anoche. Fue la estrella de la “fiesta” de recibimiento oficial de Jorge en Concejo. Le robó el protagonismo. La reunión estaba concebida como la presentación de Jorge en la sociedad de Concejo. Aunque se la pasó de charla en charla. Y como colofón cuando ya parecía que sus escapadas se habían terminado, apareció Alberto que centró todas las atenciones a partir de que entró en el bar. Y Gerardo el pobre, a lágrima viva.

-Eso casi le alegraría al escritor. Así le quitó las miradas de la gente. ¿Se puede saber con quién charló Jorge?

-Con Javier y con Cape. Charlas largas e intensas. Me dicen que al final de la velada, tenía la boca como un estropajo de tanto darle a la hebra. Éste le anunció oficialmente su intención de echar patas y no dejar de correr hasta que llegue al fin del mundo.

-¿Javier no se cruzó con Alberto?

-No. Debió ser por minutos. Aritz se lo llevó justo antes.

-Jorge estará que fuma en pipa con lo de el “otro” Daniel.

-Lleva tiempo enfadado con Cape. Lo ha disimulado, pero hace unas semanas, un día que Dani le insistió para que fuera con él a la casa de Cape a dormir en una de sus vueltas a casa, porque le pareció a Jorge que no le apetecía estar a solas con él, Dani se levantó por la noche y fue a buscarlo medio zombi. Fíjate como lo vería de perdido y desesperado que llamó a los escoltas y se lo llevó de allí al instante. No le dejó ni vestirse. Le puso un anorak viejo por encima y se lo llevó de allí. Y Dani se dejó hacer.

-Cape nunca ha sido una buena influencia en Dani. Lo ha querido siempre acaparar. Apartarlo de todos. Cuando Dani ya se había trasladado casi permanentemente a la casa de Jorge, esa insistencia en llamarlo para que fuera a casa cuando él volvía … era para marcar territorio. Un intento de volver a controlarlo y apartarlo de Jorge.

-Pero con Jorge ha pillado en hueso.

-Jorge es mucho Jorge. Desde la reaparición estelar de Cape hace tres años, fue poco a poco rompiendo los amarres con los que Cape tenía sujeto a Dani. Cape llegó y lo apartó de todo. Hasta se inventó eso de que estaban casados. ¿Están bien por cierto? Después de la aparición de esa tipa.

-He hablado con él hace un rato. Yo creo que está inmunizado. No le gusta salir así de los sitios, pero es más por un tema de orgullo. Y ha descubierto la terraza de la Hermida 2.

-¿Y?

-Una pequeña lucecita se ha encendido en su cabeza. Va a ir a buscar a Sergio Romeva a su escondite de retiro. Me lo acaban de anunciar los escoltas. Para dentro de unos días. Está en Santander.

-Espero que no insista con Dani respecto a … – Olga movió la cabeza mostrando el fastidio que le producía ese pueblo. – Ir a vivir a Concejo no fue la mejor decisión que ha tomado Dani. Por eso Jorge ha tardado tres años en pisar ese pueblo.

-Tú tampoco eres de acercarte allí. Siempre me lo has dejado a mí.

-No siempre.

-Lo evitas.

-No hace falta que te haga un mapa de por qué. ¿Jorge ha preguntado a Dani sobre la terraza y su lucecita?

-Le ha preguntado, sí. A él y a Cape, que siempre va detrás de Dani marcando territorio. Pero tanto Cape como Dani no han dicho nada.

-Dani porque no recuerda. El otro porque es un cabrón.

-Jorge no ha visto siquiera a la asesina. Si no, a lo mejor se le hubiera encendido otra lucecita. Si tenía algo que ver con Nando …

-Mejor para la sicaria. Si llega a toparse con él, a lo mejor estarías ahora en Concejo esperando al Juez para el levantamiento del cadáver de la tipa esa.

-Iba bien armada. Contra eso …

-Jorge dispara mejor que yo. Y está rodeado de compañeros que llevan al menos una pistola.

-Eso no me has contado nunca.

-No entremos en detalles. Hazme caso.

Carmen se quedó mirando la cámara, callada. Parecía estar esperando alguna aclaración.

-Tú un día, tiéntale, a él y a Dani, para ir a la sala de tiro. Apostad. Y si quieres ponerle más aliciente a la apuesta, incluye una competición sobre desmontar y volver a montar la pistola. Dani sabes que es bueno, tanto disparando como con las armas. Lo has comprobado sobre el terreno y le has escuchado a Eloy. Jorge es infinitamente mejor.

-Esto no va a quedar así, y tú lo sabes.

-¿Los tipos que atentaron contra Jorge en aquella Notaría? – preguntó Ventura para cambiar de tema.

-Se van a quedar el marrón. No parecen propensos a hablar.

-¿Dices entonces que los de la Notaría …? – preguntó Olga.

-Hay que buscar el dinero. Ponérselo difícil para que disfruten lo que han cobrado. – opinó Ventura. – Es una forma de que tengan más ganas de hablar. Murió uno de ellos ¿No?

-Sí. Lo abatieron los del equipo del capitán Melgosa que estaban de apoyo camuflado en la zona. Es uno de los que estaban en esa fiesta privada con Galder. El que se enfrentó a Jorge. – Carmen hizo una pausa para que Olga asimilara la información; decidió entonces hacer una propuesta a Ventura para cambiar de tema – Podías echar una mano con el tema del dinero.

-Si me das acceso al sistema, y puedo ver los detalles, lo intentaré.

-Antes de eso, si no tienes inconveniente, un amigo hacker se ocupará de hacerte seguro tus dispositivos.

-¿Qué hacker?

-El mejor.

-Si no es “Black3491” o “Blue456” os ha engañado: no es el mejor.

-Tranquilo, es “Blue456” – le dijo Olga sonriendo.

Ventura se la quedó mirando con extrañeza. Hubiera apostado a que era el otro hacker el que conocían Carmen y Olga.

-Javier y Jorge. Sus dos amigos del alma. Es largo de explicar. Blue moriría por ellos. Literal.

-Como no, Jorge por medio siendo el amigo del alma de alguien y salvándole la vida, apostaría. – lo dijo casi como un pensamiento que se le había escapado. Olga pudo escucharlo, aunque prefirió no hacer ninguna observación.

-Cuando “el guarda” dé el visto bueno, te mando el acceso. – Carmen era ajena al comentario de Ventura.

-Ok.

-¿Y la tipa aquella? La del parque. Se me ha olvidado preguntarte. – Olga a pesar de que hacía ya un rato tenía ganas de acabar la conversación e irse a cenar algo antes de meterse en la cama, no pudo evitar interesarse por ese tema que hacía días que la preocupaba.

-Nada. No hemos encontrado ni rastro. Sigue su curso la investigación. Se encarga Quiñones. También se encargó de los de la Notaría.

-¿Eduardo Quiñones?

-Sí.

-¿Trabaja con vosotros? – el tono de extrañeza con unas ciertas notas de asco, no pasó desapercibido para las dos comisarias.

Carmen y Olga se miraron a través de la pantalla. Luego ésta, se giró para observar directamente a Ventura.

-¿Lo conoces?

-Mejor me callo. – Ventura se echó atrás.

-Por favor.

-No, porque solo sé cosas de oídas. Y no quiero que … no me gusta hablar sin pruebas.

-Oídas que lo destrozan.

-Pues sí, claro. Lo ponen a los pies de los caballos. Pero si ha pasado vuestros filtros, no hay nada más que decir.

La cara de Carmen se convirtió en un poema. Aunque una vez más, como siempre que aparecía el tema de Quiñones, decidió aparcarlo.

-¿Por qué de repente todo el mundo piensa que puede matar a Jorge? Ha estado años sin que nadie atentara contra él. – preguntó Ventura.

-Puede ser por lo de Tirso, la serie.

-Todo parece que se ha empezado a animar cuando le habéis puesto escolta. ¿Os habéis fijado?

-Desarrolla esa idea. – le pidió Carmen.

-Todo el que quiera saber, conocía que Jorge estaba protegido.

Olga le hizo un gesto para que continuara.

-Lo estaba por tipos duros, llamémosles mercenarios. Tipos muy eficaces. Sin escrúpulos, pero con unas fidelidades muy arraigadas. Van a muerte. Y todo el mundo sabía que puede que el que intente algo contra Jorge, salga con bien en un primer momento, pero luego tendrán que mirar a su espalda el resto de su vida. Ellos no van al juzgado. No necesitan seguir protocolos ni atenerse a los procedimientos judiciales. No buscan pruebas. Solo necesitan saber. Van a los callejones a dejar los cuerpos de los que han osado desafiarlos. Y chocar con Jorge, aunque sea fortuitamente, para ellos, es desafiarlos. Jorge es una de sus fidelidades inquebrantables. Y os diría más: va más allá del sueldo que cobran por sus servicios.

-Tu argumento va en el sentido que esos que quieren mal a Jorge, piensan que ahora, Jorge es más vulnerable – acabó Carmen el razonamiento.

-La policía, al menos vosotros, no vais a ir a buscarlos para matarlos. Seguiréis los cauces de la ley. Aunque los detuvierais, mientras entran y salen de la cárcel, se prueba o no se prueba, se pierden evidencias, testigos que desaparecen … pueden ocurrir muchas cosas. Y siempre tendrán su pago en sus cuentas corrientes en las Caimán. Sus familias podrán vivir sin problemas. Los otros, no. Los otros sí van a ir a buscarlos. Antes o después, pero irán. Tienen dos opciones: mirar continuamente a sus espaldas, con miedo, a la espera de una bala certera, o directamente cortarse las venas en una bañera llena de agua tibia. Y respecto al dinero, un día la mujer, la madre o quien sea, irá a sacar dinero, y en lugar de encontrarse un saldo de seis cifras, comprobarán estupefactos que no tienen ni un euro.

Olga suspiró. Miró a Carmen antes de hablar. Ésta asintió con la cabeza.

-Jorge nunca ha dejado de tener esa otra protección.

Ahora era Ventura al que le llegó la hora de mostrar sorpresa.

-¿Lo tenéis comprobado?

-Digamos, que … es intuición. No es fácil detectarlos, tú lo has expresado muy bien. Pero están. El día del parque lo tenemos casi comprobado. Hubo un tipo que disparó a Hugo para que protegiera a Jorge tirándolo al suelo. Su línea de disparo hacia la asesina, la tenía ocupada por nuestros compañeros que la abordaron. No podía alcanzarla a ella sin herir a Kevin o Yeray. Al disparar a Hugo, éste actuó y se tiró encima de Jorge, protegiéndolo con su cuerpo. La tipa disparó unas cuentas veces en ese momento a Jorge. E hirió a Yeray. Cuando éste y Kevin cayeron por los disparos, el “protector” hirió a la sicaria. No hace falta decir que la mujer desapareció sin dejar rastro. Y por supuesto, el tirador hizo lo mismo.

-Sus protectores son los mismos que le asistían en sus excursiones.

Ninguna de las dos comisarias dijeron nada sobre lo que acababa de decir Ventura.

-Al menos esos de la Notaría, han tenido suerte, no se ha ocupado Quiñones. – sentenció Ventura.

Carmen se echó a reír.

-Sí, se ha ocupado. En un principio lo iban a hacer el capitán Melgosa y Romanes, de la Guardia Civil. Pero al final, lo dejaron en manos de la Unidad.

-A petición de Quiñones, seguro. – Ventura no pudo ocultar un tono de hastío – Romanes es un buen tipo. Al otro no lo conozco.

-¿Por qué has dicho que han tenido suerte de que no se ocupara Quiñones? – Carmen estaba intrigada por ese comentario.

-Dejemos el tema en que sin Quiñones por medio, llegarían todas las evidencias al juez y no habrá ningún error de protocolo que deje libres a los malhechores. Y eso, aunque a esos sicarios ahora no se lo parezca, es una suerte para ellos. Porque el que ha atentado contra Jorge y haya quedado libre, acabará muerto. Al tiempo.

-Perdonad, Ventura, Carmen, pero necesito cenar algo y meterme en la cama. Lo siento de verdad.

-Ya me contaréis. Y Ventura, me apetece escuchar esas “oídas”.

-Tú nos tienes que contar mañana la excursión del hacker. Al fin lo vas a conocer en persona. – recordó Olga a Carmen.

-Me apetece sí. No he visto ni una foto de él. No tengo ni idea de como es.

-No te la hagas, seguro que te sorprende.

-Vete a comer una hamburguesa. Que descanséis.

Ventura apagó el equipo y los inhibidores.

-¿Lo desmonto?

-Déjalo. Pienso llamarla mañana por la tarde.

-Será de madrugada en …

-Que se fastidie. Pon ese cacharro que tienes para evitar visitas y vamos a cenar. Tengo un hambre …

-Habrá que pedir triple entonces.

-Que exagerado eres. ¿No tendrás ascendientes andaluces? ¿Abuelos? ¿Tatarabuelos?

-Que yo sepa no. Por cierto, ¿De qué conoce Carmen a mi madre?

-Ni idea. Pregúntala cuando vuelvas conmigo a España.

-Que pesada, no pierdes ocasión … que no insistas que no voy a volver …

-Claro que lo vas a hacer. Y lo sabes.

-No sé como … te aguanto, la verdad.

.

Olga y Ventura se quedaron sorprendidos del cambio que había experimentado la finca de Arlen desde el día de su primera visita. No eran cambios de aspecto, sino de vida. Había muchas personas de un lugar para otro. Les llegaba además desde la casa, un aroma inconfundible a barbacoa. Ese hangar que Olga pensó que albergaba un taller de cerámica era un bullicio de personas entrando y saliendo y se podían escuchar muchos sonidos que alimentaban esa idea de la comisaria. Se podía percibir el ruido de los tornos al girar, de martillos golpeando metales, otros martillos golpeando cinceles para moldear la piedra y crear esculturas …

La comisaria, nada más bajarse del coche, fue caminando decidida hacia allí. Visto por dentro parecía todavía más amplio que la impresión que daba desde fuera. No solo era cerámica, sino escultura, pintura, había dos hornos funcionando, uno para la cerámica y otro para el hierro. Un montón de personas trabajaban dentro en sus manifestaciones artísticas. Todos concentrados y parecían felices.

-¿Y todo esto solo pasa los viernes?

Ventura miraba con asombro el interior del hangar. Se decidió y entró en él. Olga, tras dudar unos segundos, le siguió un par de pasos por detrás. Todas las personas con las que se cruzaban, los saludaban como si fueran participes de toda esa actividad.

-Debéis ser Olga y Ventura. Soy Ethan. Tirso nos ha hablado de vosotros. Bienvenidos a los Viernes de Tirso.

El que les había abordado era poco más que un adolescente. Pelirrojo, con la cara llena de pecas. Dos hoyuelos en las mejillas realzaban su sonrisa enmarcada en unos labios carnosos y jugosos. Toda su cara irradiaba alegría. Los policías le saludaron chocando sus puños.

-Enseguida vuelvo con vosotros y os enseño todo esto. Tengo que encargarme de unos pequeños detalles de la comida. Estáis en vuestra casa.

Ventura lo siguió con la mirada. Parecía gratamente sorprendido por el chico.

-Vamos a ver como trabajan el barro esos. Te has quedado hipnotizado con ese joven.

-Me gustaría tener su alegría – fue solo un murmullo. Pero Olga lo pudo escuchar perfectamente. Le dio un ligero golpe en el brazo para que volviera a prestar atención al resto de personas que pululaban por el granero y dejara de pensar en lo que fuera que le llevaba siempre a volver a su gesto adusto y serio, aunque añorara la alegría que desbordaba el joven Ethan.

-Me llamo Isabel – una mujer que parecía ser la abuela de la mayor parte de las personas que veían, se acercó a saludarles. Era con diferencia la de más edad.

-Olga y Ventura – dijo éste a modo de innecesaria presentación. Parecía que todos sabían sus nombres y su profesión.

-Ethan me ha pedido que os haga de guía.

-Parece que el benjamín de todos tiene galones – comentó Ventura. – Y le pasa el testigo a la que parece tener más edad de todos los reunidos aquí hoy.

-Es imposible seguir su ritmo. Es hiperactivo. Él es el benjamín y yo la más vieja. Tienes buen ojo, Ventura.

-¿Y qué es todo esto? Nos esperábamos algo más … íntimo.

-Tirso quiere ayudar a todos los que de alguna forma hemos sido víctimas. Los viernes es el día que nos junta a todos para que nos sintamos acompañados y organiza una comida campestre con música y a veces hasta malabares circenses. Hoy es un día especial, de todas formas. Lo es por vosotros. Quería mostraros parte de lo que hace con su tiempo y su dinero. Y presentaros a algunos de los que están por aquí trabajando en sus hobbys.

-Esto es una vuelta de tuerca entonces a las reuniones de alcohólicos anónimos, por ejemplo.

-Es una forma de verlo.

-Perdona por la pregunta, no te ofendas por favor – Ventura no solo la pedía perdón de palabra, sino también con su gesto contrito – ¿Eres también una víctima o eres digamos una voluntaria? ¿Y ese joven Ethan?

-Por Ethan no puedo hablar. Mejor que os lo diga él si quiere. Yo soy víctima, sí. Y voluntaria. Soy un ejemplo más de mujer maltratada por su marido. Tengo mis días malos, pero en general, lo tengo superado. Veinte años lo aguanté. Pero a los cuarenta y cinco, una amiga me dio una torta y me despertó. Ahora tengo sesenta y tres. Los primeros meses … – Isabel hizo un gesto como indicando que había sido muy optimista al contar el tiempo – años, mejor dicho, los viví con un vacío … es la contradicción de la vida. Una de ellas. Esa persona que me anuló, que me maltrataba física y mentalmente, a esa persona la echaba de menos. Y a la vez, vivía con miedo de encontrármela. No aceptó de buen grado mi despertar y mi decisión de apartarme de él.

-¿Tienes hijos Isabel?

-Sí. Un chico y una chica. Ya son mayores, los tuve muy joven. Hace muchos años que casi no tengo contacto con ellos. Se fueron de casa en cuanto pudieron, sin mirar atrás. Y cuando me separé de mi marido, no consideraron que era una razón para acercarse a mí o para preocuparse por mi situación. Ahora tengo a todos estos que suplen un poco esa falta en mi vida. Intento no cometer los mismos errores que tuve al criar a mis hijos. Preocuparme por ellos, servirles de paño de lágrimas, respetarlos en sus decisiones, aunque no las comparta y apoyarlos a pesar de esa discrepancia.

-Es una pena que estas instalaciones solo se usen un día a la semana.

-En realidad se usan cuatro días y los viernes de fiesta, que se usan medio día. Los otros dos, Tirso los dedica a meditar en soledad. Los viernes, como os he dicho antes, nos juntamos todos. El resto de los días de actividad, puede que unos vengan y otros no. Depende de sus otras ocupaciones.

-Nosotros entonces, le vinimos a ver uno de esos días.

-Sí. Pero le sentó bien vuestra visita. Me llamó para contarme en cuanto os fuisteis. Os debe la vida, y os está muy agradecido. No os lo dijo, pero es así. Al principio tuvo miedo. Miedo de recordar, miedo de defraudaros, de que pensarais que vuestros desvelos no merecieron la pena.

Ventura fue a protestar, pero un gesto de Olga lo evitó.

-Comprobó que seguís siendo dos personas entregadas a cuidar de personas como nosotros. No todos los policías lo son. Ni los médicos. Ni los sanitarios en general. Muchos al ir a la policía en su momento, no encontramos el apoyo que necesitábamos.

-¿Toda esta gente es de aquí?

-Muchos son españoles. Yo no, soy de Minesotta. Ethan también es estadounidense, aunque habla muy bien el español. Se lo ha enseñado Tirso.

Ethan entró en el granero medio corriendo. Se subió a un pequeño púlpito que había cerca de la puerta.

-Amigos, el almuerzo está servido. – gritó a la concurrencia.

Todos empezaron a aplaudirle y a vitorearle. Él les hizo un además con la mano como indicándoles que no le tomaran el pelo. Cuando se bajó de la tarima fue al encuentro de Olga y Ventura.

-Tirso os espera. Me ha pedido que os pidiera perdón en su nombre, por no haberos atendido antes. Estaba ocupado con el almuerzo. Isabel, ya me encargo yo. Creo que tienes que ocuparte de unas cosas.

La mujer miró al joven. Olga creyó distinguir un cierto rictus de contrariedad, que dominó rápidamente. Volvió el gesto sereno y una ligera sonrisa.

Me ha encantado conoceros. Luego espero veros.

De nuevo, Ventura se quedó prendado de la actitud de Ethan. Y esta vez no pudo contenerse y se lo comentó.

-Me da envidia esa alegría que tienes siempre. De verdad.

-Gracias. Me sirve para superar los días o momentos de abatimiento. Intento ir siempre con la sonrisa por delante. Por mí y por los demás. Es una forma de conseguir que mi ánimo interior se contagie.

Olga les miraba fijamente. Ethan se dio cuenta y le enfrentó la mirada. Olga no pudo contenerse y alargó la mano para acariciarle la cara. Él tuvo un impulso y abrazó a la comisaria.

-Tirso tiene razón. Eres buena, Olga.

-Si un día vienes a España, te presentaré a unos amigos con los que seguro haces buenas migas.

-Tengo pensado ir. Cuando tenga dinero. Me gusta España. Tirso habla mucho de allí. Por eso estoy aprendiendo español.

-Ya os he dicho antes que lo habla muy bien. Hasta lee libros en español. – era Isabel que se había decidido a participar en ese momento íntimo que había protagonizado el benjamín.

Aunque había amagado con irse, la mujer parecía haber vuelto sobre sus pasos.

-Como si lo viera, de Jorge Rios.

-¿Cómo lo sabes? – el gesto alegre y sonriente de Ethan se convirtió de repente en uno de sorpresa.

-Todos lo leemos. Ya es una broma entre nosotros.

-Me encantaría conocerlo

-Esto también está en la mano de Olga – dijo Ventura – Así que si vas a España, uno de los amigos que te puede presentar es Jorge Rios.

-¿De verdad?

-Sí, de verdad. Vamos, que veo a Tirso que nos mira preocupado.

-Estará pensando que te estamos aplicando el tercer grado.

Esta vez sí, Isabel se fue en sentido contrario al que seguían Ethan y los dos policías. Se encaminaron hacia uno de los laterales de la casa. En la galería lateral había una mesa preparada para quince comensales. Tirso los esperaba allí y los abrazó.

-Me alegra que hayáis podido venir.

-Nos tenías que haber avisado de toda esta actividad. Hemos pensado al llegar que nos habíamos equivocado de finca. – había sido Ventura el que había hecho la broma.

-Mira Ethan, este hombre, cuando los dos éramos más jóvenes que tú, tocamos el piano durante todo un verano.

-¿Tocas el piano? – le preguntó Ethan con gesto ilusionado – A mí me gustaría, pero soy un negado.

-Bueno, tocar, si, lo toco, pero vamos, para …

-No le hagáis caso. Hace unos días tocó con otro viejo amigo, en un escenario, y lo hizo de miedo.

-Yo te doy parte de mi alegría y tú me das tu facilidad para hacer música.

-Por mí encantado. Te doy toda mi música por una décima parte de tu contento.

-Ni se te ocurra. Toda no. Yo quiero disfrutarla. Y no me habías dicho que tocaste con Tirso.

-A lo mejor porque no me acordaba.

-Pues no eres tan mayor para eso.

-Ya veo que todos estáis unidos en mi contra. – se quejó Ventura fingiendo resignación.

-Yo te defiendo – se apresuró a decir Ethan.

-Venga, sentémonos. Y comamos.

.

Jorge se quedó mirando a su sobrino Kevin fijamente.

-Te doy el doble de lo que necesitas. Pero si me cuentas de verdad para que lo quieres. No tiene un pase que me digas que lo quieres para unas zapas nuevas, porque las va a ver tu madre. Y te va a preguntar de donde has sacado el dinero. Y cualquier excusa que te inventes, va a ser peor que decir que te he dado el dinero yo.

Kevin bajó la vista y miró enfurruñado a su tío.

-Pero tío, no le tienes que contar nada a mis padres. No pueden saber que me has dado dinero a parte de la propina.

-¿Por qué? Tranquilo, que no se lo voy a decir. Pero ¿Por qué es una tragedia que se enteren que le regalo algo a uno de mis sobrinos?

-No les gusta que te pidamos dinero. Dicen que nos tenemos que acostumbrar a vivir con lo que tenemos.

Jorge levantó las cejas sorprendido.

-Tampoco te doy tanto. Con eso te da para una hamburguesa con tu novieta y unas pipas.

De repente a Jorge se le ocurrió una pregunta.

-Dime la verdad anda. ¿Os siguen dando propina?

Jorge solo con ver la cara de Kevin supo la respuesta.

-¿Tienen problemas? Les podría ayudar …

-Mamá me mata si se entera …

-Pues sí que se te ha contagiado mi dramatismo – bromeó Jorge.

-No te burles, tío.

-¿Quieres otra hamburguesa?

-Pues no te diría que no.

-Vete a pedir anda. Y pídeme a mí otra también. Pero ahora esa que tiene salsa barbacoa.

-Vale.

-Mientras te hago una transferencia …

-No, tío. Prefiero que me lo des en dinero. La transferencia se pueden enterar los papás.

-¿En tu cuenta secreta?

-Nunca ha sido tan secreta.

Jorge no le gustó enterarse de eso. Fue a preguntar, pero no le apetecía entrar en esas investigaciones. Quería disfrutar de Kevin hablando de otras cosas.

-¿Para que es?

-La cuota del curso de teatro. – Kevin bajó la vista.

-Pero eso …

-Devolvieron el recibo. Tres meses seguidos.

-Vamos a hacer una cosa. Vete a secretaría del cole …

-Mejor me vas dando el dinero y voy y lo pago en secretaría. Si no ven los recibos devueltos puede que se mosqueen.

Jorge se rindió. Sonrió y puso su mejor cara de cariño hacia su sobrino. Le abrió los brazos y éste, sin dudarlo, aceptó en abrazo de su tío. Aprovechó para besarlo en la mejilla varias veces.

-Rascas, tío.

Jorge lo apartó fingiendo enfado.

-¡Oye! Que no me ha dado tiempo a afeitarme … por venir a verte a todo correr. Llegué de viaje a las siete de la mañana, que lo sepas.

-¿La hamburguesa de beicon y salsa barbacoa?

-Y patatas fritas.

Kevin se levantó pero no había dado dos pasos cuando volvió.

-Ahora no le des al coco ni te preocupes.

-Que no. Vete anda, y pide.

Decidió hacerle caso a su sobrino y no darle al coco. Además, ya tenía bastantes cosas de las que preocuparse. Y con todos los gastos de la nueva tienda, era normal que su hermano y su cuñada estuvieran un poco apretados. Y lo de pedir ayuda, no era el fuerte de Gaby. Al menos a partir de un punto.

Jorge Rios”.

.

Las once personas que Tirso buscó para acompañar a Olga y Ventura en la comida, eran todos compañeros de viaje de Tirso en Anfiles. Habían tenido suerte y habían podido salir de Anfiles sin demasiados problemas. De todos ellos se encargó el Tirso auténtico de encontrarles una salida cuando dejaron de ser interesantes para la organización. Todos tenía cientos de historias que contar de sus experiencias en esa organización. En un momento determinado, Olga les pidió permiso para grabar sus testimonios.

-Pueden ayudarnos luego a comprender y apoyar a otros compañeros vuestros. Y quizás a detener y llevar a la cárcel a algunos de vuestros verdugos.

Se miraron todos. Y al final de común acuerdo, Tirso asintió con la cabeza.

Los relatos de esas diez personas no diferían en lo sustancial de otros tantos que Olga había escuchado. Todos tenían sus matices y a cada uno de esos hombres, les había repercutido de una forma distinta. Ventura no estaba tan acostumbrado como Olga a escuchar esas vivencias. Se le notaba compungido en muchos momentos, y en otros directamente sobrepasado. Ethan que se había sentado a su lado, estaba pendiente y procuraba romper ese sentimiento de congoja con alguna broma.

-Olga conoce a Jorge Rios – exclamó de repente Ethan. – Me lo ha dicho antes.

Ese comentario originó en la mesa una algarabía inusitada. Todos querían comentar a la vez alguna novela de Jorge, o sus experiencias al leerlas. Sobre todo, querían que Olga les contara cosas del escritor.

-Olga por favor, consigue un saludo de Jorge para los proscritos de Carolina del Norte.

-De haberlo sabido …

-Llámalo, anda. Dos minutos y que nos mande un saludo. Preparo en un momento la pantalla ¿Te parece Tirso?

La ilusión que transmitía Ethan hacía muy difícil para Olga quitarse ese marrón de encima. Tenía que llamar a Jorge y que éste estuviera en disposición y en un sitio adecuado para hablar con ellos. Y era además, ponerle en un compromiso. Todo lo que estaba viviendo en esas horas, eran situaciones que dejaban a uno con pocas ganas de ser agradable con nadie. Y según las noticias que le iban transmitiendo, solo con asumir el estado en que quedaron los coches de la comitiva señuelo después de deflagrar la bomba, tenía motivos para hundirse en la melancolía para semanas.

-Llama a alguno de los que estén con él de guardia. – le susurró Ventura – para tantear en que situación está.

Olga se disculpó y se levantó de la mesa. Se alejó e hizo algunas llamadas. Cuando volvió le tendió su teléfono a Ventura.

-¿Lo preparas? Esperemos que todo vaya bien.

Ventura sonrió.

-Claro.

-Vamos a intentarlo, pero no es seguro que lo consigamos. Está en un sitio con mala cobertura.

Mientras Ventura y Tirso preparaban el equipo para que todos pudieran ver y escuchar a Jorge, el resto de las personas que habían compartido mesa con algunos otros compañeros que habían comido en otras, asaetaron a Olga a preguntas sobre Jorge. Todos estaban deseosos de conocer detalles del escritor y también saber si algunos de esos personajes que salían en sus novelas eran reales. El frutero y el niño de quince años, parecían los preferidos. Y la barrendera con pintas de Paulina Rubio.

Olga respondió a todo como pudo. Tuvo que hacer memoria sobre algunas de sus conversaciones con Carmen sobre comentarios que le hacían los escoltas sobre los encuentros con las personas cercanas del barrio, con los que tuvieron ocasión de hablar ellos mismos. Cada uno de los que estaban allí, tenían una novela preferida. “Tirso” era citada por muchos, pero “la angustia del olvido” y “deLuis” también eran citadas a menudo.

-Diles por favor que yo no soy el “Tirso” de la novela. No me creen – dijo Arlen fingiendo desesperación.

-¿No lo eres? Pero bueno, me has tenido engañada – bromeó Olga. Se puso seria y les aseguró poniendo toda su capacidad de persuasión, que el Tirso de la novela, no era el Tirso que era su anfitrión ese día y que se dedicaba a apoyarles.

-Algunos ya lo sabéis – les dijo mirando fijamente a tres de ellos.

Esos tres bajaron la cabeza, pero no abrieron la boca. No querían indicar al resto que ellos si habían conocido al “Tirso” de la novela. Olga fue a citar a Germán, pero se lo pensó mejor y ya que ninguno lo había sacado en la conversación, pensó que habría alguna razón que se le escapaba para que eso hubiera sucedido así. Intuía que de los más jóvenes, se había encargado ese último y no Tirso.

Tuvo un flash y se le puso un velo de preocupación en la cara. Todos parecían muy partidarios de la causa. Pero … de repente le apareció en su mente la idea de que alguno de ellos fuera un infiltrado. Quizás entre todos los que estaban ese día allí, casi treinta personas calculaba, uno de ellos o varios, eran de esos que al salir de Anfiles se habían convertido en sus mercenarios. Uno de esos que se pasaron al lado de los verdugos.

Del equipo de vídeo salieron unos ruidos que anunciaban que estaban haciendo pruebas de conexión. Vio fugazmente en la pantalla a Iker y a Fernando. Como una sombra, vio también a Aitor, con la cara tapada con un pasamontañas como los que utilizaba los beltzas de la Ertzantza. Aitor miraba a la cámara y debía tener una pantalla en la que la vio, porque le lanzó un beso con la mano. Ella se lo devolvió rápidamente. Le pareció que Aitor lo había visto, porque vio su sonrisa asomando por el hueco de la boca del pasamontañas. Carmen andaba por allí con JL. Hablaban muy serios. Vislumbró en la ropa de Carmen restos de vómito. Eso la hizo saber que los descubrimientos que habían hecho eran de los que eran difíciles de soportar. Eso colocaba a Jorge en el centro de toda la operación, a parte de ocuparse de Aitor, que también notó Olga, que estaba sufriendo multitud de dolores, como siempre. Estuvo segura de que no iban a disfrutar al mejor Jorge. O a lo mejor sí. A lo mejor eso le espoleaba a acercarse más a sus oyentes.

-Ya estamos. – gritó Ethan eufórico.

Olga atendió a un gesto de Ventura para que se acercara.

-Es mejor que hagas tú las presentaciones. Parece que Jorge estaba a punto de irse. Dani está con el resto de invitados haciendo una visita a unos amigos. No sé si he entendido que en Milagros, un pueblo …

– … de Burgos. Una casa que tienen Dídac y Néstor en ese pueblo. La conozco.

-Debe de estar agotado. Tus chicos parecen sobrepasados por lo que han vivido.

-Ya he visto la cara de Carmen. Los demás estarán parecido. Me hago cargo.

De repente Jorge apareció por un lateral y se puso frente a la cámara.

-Olga, cariño. – saludó a la comisaria a la vez que la sonrió.

-Jorge, perdona que te asaltemos de esta forma, pero estoy aquí en Carolina del Norte con unos amigos que nos han invitado a comer a Ventura y a mí. Y …

-Me tienes que presentar a ese Ventura. No me has hablado de él. ¿Es el que está a tu lado?

-Es guapo ¿Verdad? – la cara de Olga reflejaba el tono alegre que quería darle a la videoconferencia.

Jorge se echó a reír.

-Lo es sí. Y todos …

Pero Jorge no apartó la mirada de Ventura. Esto incomodó al agente del FBI que pensó que lo estaba radiografiando físicamente.

-Estoy aquí, y os estoy oyendo – bromeó también Ventura, sobreponiéndose a esa idea que había aparecido en su mente.

-Iba a decir que como todos los que te acompañan. Hoy me das envidia Olga. Buenas tardes a todos.

Olga se apartó un poco del primer plano y así la cámara tenía una visión del grupo al completo. Ahora alrededor de la mesa estaban casi todos los que ese día estaban en la reunión de los viernes en casa de Tirso.

Se pusieron a aplaudir con ganas. Muchos se levantaron de las sillas emocionados.

A Olga le extrañó que como fondo tras la imagen de Jorge, ahora se venían a tres miembros de los GAR con la cara cubierta y pertrechados con todo su equipamiento. JL parecía no tenerlas todas consigo y quería asegurarse de que a Jorge no le pasara nada. Y seguramente también quería conseguir que no saliera en la transmisión nada de lo que había pasado allí. Había notado a los escoltas habituales de Jorge bastante cansados. Fernando y Raúl por ejemplo. Y a Nano y Carola también. Debía haber sido una experiencia agotadora. Quizás JL había querido dejarles respirar un poco para que se recuperaran. Si tenían que emprender viaje a Milagros, deberían descansar un rato.

-Oye, Olga, antes de que se me olvide, por favor, saca una foto de todos así en grupo. Me gustaría incluirlos en alguna de las ediciones especiales que estoy preparando de mis libros.

-Claro, ahora la saco y te la mando.

-A ver contadme. ¿Habéis leído ya “La Casa Monforte”?

-Yo me la leí en dos días. Te lo juro. No podía dejar el libro. Es acojonante.

Aunque Ethan había hablado en inglés “acojonante” lo había dicho en perfecto castellano. Eso hizo reír a Jorge.

-¿Cómo te llamas? Pareces el peque de todos.

-Soy Ethan. Y que sepas que soy el mayor fan.

-¿Nos conocemos Ethan?

-Qué mas quisiera. Te juro que estoy ahorrando para tener dinero e ir a España, más ahora que Olga me ha dicho que me va a llevar a verte.

-Entonces eres de allí.

-Sí.

-Pues lamento haberme equivocado y no conocerte. Me hubiera gustado que hubiera sido así. Esperaré ansioso a que vengas a España entonces.

-Voy a quitarme hasta de comer para ahorrar más deprisa.

-Eso no. Tú tranquilo que tenemos toda la vida para charlar y abrazarnos. Porque espero que cuando nos veamos me abraces.

-¡¡Claro!! Joder, que ilusión.

-Venga, por turnos, decidme quién … pero a ti sí que te conozco.

El gesto de Jorge se había vuelto serio. Olga negaba con la cabeza. No era de sorpresa, porque esas cosas ya no le sorprendían del escritor. Estaba señalando a Arlen.

-¿Cómo te acuerdas si era un crío?

A Jorge se le iluminó la vista. De repente unas cuantas piezas encajaron en su cabeza.

-Tirso. – dijo lentamente. Tuvo el impulso de decir su nombre verdadero pero se contuvo a tiempo. Quizás una pequeña mueca que vio en Ventura le hizo tener cuidado. Se apuntó mentalmente en llamar a Javier para recriminarle que le hubiera ocultado que Olga había encontrado al hermano, al menos sobre el papel, de Carlota Campero.

Jorge empezó a mirar a todos. Solo podía ver bien a los que habían compartido mesa con Olga y Ventura, que eran los que estaban en primera fila. Según les miraba les sonreía.

-No me lo puedo creer. Lo habéis logrado. Me hace muy feliz veros reunidos, aunque sea a miles de kilómetros.

-Sácanos de dudas, escritor – Ethan de nuevo había tomado la palabra – Algunos pensamos que Tirso, nuestro Tirso, es el de tu libro. Él dice que no.

-Pero bueno. ¿No me creéis cuando os digo que no tengo nada que ver con el Tirso de la novela? ¡Que decepción! – Tirso no perdió la ocasión de bromear con sus amigos. – Y vais y le preguntáis a una persona que acabáis de conocer. Y a más, después de que Olga os lo haya asegurado hace un rato. No os vuelvo a invitar a comer. Nada. El próximo viernes pagas tú, Ethan.

-Pues comeremos alfalfa recién segada – el benjamín soltó una carcajada.

Jorge relajó su mirada y sonrió.

-Pues os ha dicho la verdad. Tirso, el de la novela, solo es un personaje.

-Eso no me lo creo.

-Pues créetelo. El Tirso de la novela reúne a muchas personas. Y ninguna de ellas es vuestro amigo.

-Mi novela preferida es “La angustia del olvido” – dijo uno de los que estaban en primera fila.

-La mía es “deLuis”.

-La mía también. Y ahora “La casa Monforte”. Es un chute de esperanza y alegría.

-Y el malo de “deLuis” ¿Va a tener una novela? – preguntó otro.

-¿Cómo te llamas? Decidme por favor vuestros nombres de pila. Para saber quienes sois.

-Enrique – dijo el último que había hablado.

-Pues Enrique, te anuncio que aunque tendrás que esperar un poco, esa novela llegará.

-Hazle pasarlas putas – dijo otro. – Perdón, me llamo Julio.

-Yo creo que a Sergio el de “deLuis” le tienes que dar pal-pelo.

-¡Olga! No me has dicho nunca cual es tu novela preferida de las mías.

La comisaria masculló a la vez que negaba con la cabeza.

-Nunca me decido por ninguna. Me gustan todas.

-Alguna te gustará más. Aunque sea por un detalle pequeño.

-Pues te voy a empezar diciendo la novela preferida de mi hijo, que esa la tengo clara: “deRosario”. Creo que la habrá leído cinco o seis veces. Y habla con pasión de ella. Se sabe de memoria párrafos enteros.

-Pues es larga – dijo alguien al fondo en tono jocoso.

-¿Cuál no? – Julio siguió con la broma. – Pero a mí me resultan cortas, porque no quiero que acaben. Me gustaría que todas tus novelas no tuvieran final. Que cada vez que cierro el libro, cuando lo abra de nuevo, aparezcan doscientas páginas más. Y así siempre.

-Si lo miras bien, todas sus novelas en realidad son una. – apuntó Enrique.

-Pues también tienes razón. El mundo de Jorge que va de novela en novela, sus protagonistas, son en realidad los de su novela única, que tiene capítulos que son en realidad cada una de las novelas en sí.

-Me gusta esa forma de verlo, Ventura. – le dijo Jorge.

-Es que es cierto – dijo Ethan chocando el puño con Ventura. – No me había dado cuenta.

-Olga no me has dicho al final cual es tu preferida.

-Si me tuviera que decantar por una, sería “Todo ocurrió en Madrid”. Y “Las Gildas”, tu novela olvidada.

-Yo también me apunto a “Las Gildas”, dijo Ventura.

-Me gusta que la citéis. Casi nadie la cita cuando pregunto.

En ese momento Fernando se puso a su lado.

-Olga te veo bien – saludó a la comisaria. – Siento ser aguafiestas, pero os tengo que interrumpir. Nos tenemos que ir.

-Nada no te preocupes. Y gracias por el piropo. No te lo devuelvo, porque te noto hecho una piltrafa.

-Lo está – se rio Jorge. – Que a ver, a todos vosotros, que nos vemos cualquier otro día. ¿Cuándo os juntáis?

-Los viernes. Hacemos comida.

-Pues un viernes, volvemos a montar este tinglado y comentamos cosas. ¿Os parece?

-Ok, escritor – dijo Ethan emocionado.

-Muchas gracias por leerme y por vuestro apoyo – les dijo Jorge.

Fue el momento en que todos volvieron a aplaudir y a levantarse. Olga se unió con su famoso chiflido, que casi deja sordo a Ventura que estaba a su lado. Jorge les saludó con la mano a modo de despedida y la comunicación se cortó.

Jorge cambió el gesto radicalmente cuando supo con certeza que ya no le podían ver.

-Escribe a Olga, Fernando, y pregúntala por la mujer que estaba en un lado, apartada de todos. La que no ha participado.

-¿Por?

-No sé. Algo me ronda la cabeza. Si puede preguntar e indagar, mejor que mejor.

-¿Y al chavalín? ¿Lo conocías o te has equivocado de verdad?

-Ya hablaremos de ello, Fer. Vámonos que tengo ganas de dormir. Y tú a mi lado.

Fernando fue a protestar pero Nano le hizo un gesto rotundo para hacerle ver que se ocupaba él de todo.

-Vamos.

.

Éste segundo día, Olga de nuevo volvía a estar agotada. Ventura no estaba mucho mejor. Eso consolaba a Olga de alguna forma. En cuanto se bajaron del coche, Olga le cogió del brazo y apoyó la cabeza en el hombro del agente del FBI.

-¿Cenamos donde ayer?

-Sí, no nos compliquemos. Se comía bien y está casi puerta con puerta con el hotel. Pero pide más patatas, que son raciones pequeñas.

-¿Pequeñas? – Ventura no pudo evitar el tono de chufla. Se hubiera echado a reír si hubiera tenido fuerzas.

-Creo que mañana nos lo debemos tomar con calma. Y ni se te ocurra mirar el móvil. No sé si confiscártelo …

-Te va a dar igual. Si quieren decirme algo, ya buscarán el tuyo.

-Ya lo he apagado. ¿Tienes hambre?

-Mucha – contestó Olga – Y tú debes tenerla. Si entre escuchar a unos y a otros, luego tú preparando la videoconferencia con Jorge, no hemos comido nada. Y eso que todo estaba muy rico. No he podido comer ni una de esas mazorcas de maíz.

-Tienen en el restaurante. ¿Te pido una?

-O dos.

-¡¡Olga!!

-Si no ceno, no puedo dormir.

-A veces pareces una niña pequeña.

-Cuando estoy cansada, lo soy. Siento mostrarte mis debilidades. A lo mejor mis enemigos tienen razón y soy débil.

-No digas bobadas anda. Te lo perdono porque no sabes a estas alturas dónde tienes la mano derecha.

De nuevo, Ventura pidió comida como para cinco personas. Y aún así, estaba seguro que Olga acabaría por comerse parte de su última hamburguesa. Y sus patatas. Había una cosa en la que Olga tenía razón: apenas habían probado bocado. Y luego, con la euforia que había provocado la videoconferencia con Jorge, la merienda la vieron pasar por delante de ellos.

Apenas comentaron nada en la comida. Solo vaguedades sobre lo que habían vivido ese día. Después de que Jorge cortara la comunicación, la charla se había animado. Tirso hizo una especie de queimada con un toque especial que Olga no acabó de pillar. Le preguntó a Arlen, pero éste sonrió y no contestó. Eso animó a todos a sincerarse todavía un poco más.

Los dos se dedicaron prácticamente a escuchar. Ethan hizo de moderador de la charla. Era un joven increíble. Y como siendo el más joven con diferencia, el resto le mostraban respeto y sobre todo, un cariño inmenso. A Olga le hizo gracia que pese a ello, el joven siempre parecía buscar la compañía de Ventura. De alguna forma esos dos habían conectado.

-¿Te ha contado Ethan algún secreto de su vida?

Ventura masticaba despacio la primera de las hamburguesas que se había pedido.

-No. He pensado en preguntarle, pero al final me he arrepentido. Parecía tan feliz … te lo juro, me da una envidia … Ojalá fuera como él.

-Puede que sea el que más sufra de todos. No te engañes. Y mira, tú sientes fascinación por él, por la alegría que transmite, pero él parecía estar muy a gusto a tu lado. Será que le atraen las personas enfurruñadas.

-¡Hoy no he estado enfurruñado! – el tono de queja era manifiesto en sus palabras.

-Has estado menos, pero lo has estado. Y te repito: ten presente que Ethan …

-Estoy seguro de que es así, Olga. Sufre mucho. Pero se mantiene a flote con esa actitud que …

De repente a Olga se le ocurrió una cosa, que la desanimó. Intentó apartarla de su cabeza y sobre todo de su cara. Pero Ventura había visto esa nube que opacaba los ojos de la policía.

-Ya. Piensas en Humberto, el personaje de “Calla y corre, amor”. Siempre alegre hasta que un día sus compañeros de piso se lo encuentran muerto en la bañera con las venas rebanadas.

-Jorge lo ha conocido.

-Si es estadounidense, es improbable que lo haya … solo ha venido aquí de promoción.

-No sabemos nada de él. Ni de Isabel. Ya te he enseñado el mensaje de Fernando. Jorge le ha pedido que lo mandara antes de quedarse dormido nada más sentarse en el coche.

-Creo que los que estamos en este caso, el día menos pensado vamos a morir, no por los disparos de los malos, sino porque nos vamos a quedar dormidos al volante. Creo que no podemos … podéis seguir con este ritmo. Lo mío al fin y al cabo es temporal.

Ventura esperaba que Olga volviera al ataque para convencerlo de que se uniera a ellos. Pero no lo hizo. Siguió comiendo su segunda hamburguesa y picando patatas de vez en cuando. Un camarero les acercó una ensalada como invitación de la casa.

-Les ha debido parecer que nos íbamos a quedar con hambre. – bromeó Olga.

-O que necesitábamos algo libre de grasa. – Ventura se echó a reír.

Comieron durante un rato en silencio.

-Ha debido ser algo terrible la operación de hoy. Todos parecían abrumados y superados.

-Pues imagina las fotos del otro día. Habrá sido más de lo mismo. Pero con tres días de diferencia. Tres días en los que nadie les habrá dado de comer, ni de nada.

-¿Te han contado algo?

-He visto algún mensaje. No he querido leerlos en profundidad. Ya he tenido bastante con las historias de los chicos de hoy.

-Alguno tiene secuelas importantes.

-Los que he visto hasta ahora, en general tiene problemas para dormir. Casi todos. Problemas de ansiedad, la mayoría. Depresión. Odio por su cuerpo, algunos. Indiferencia al sexo, bastantes.

-Entonces como los que hemos visto hoy.

-Y como Arlen.

-Y Ethan. Me he fijado que tiene ojeras.

-¿Ves? Candidato a ser un Humberto cualquiera.

-No jodas. Me rompería los esquemas que acabara así.

-Bueno. Procuraremos darle apoyo.

-Tengo su teléfono.

-No te impliques demasiado con él. Te ha caído bien, vale. Pero … no quiero que lo pases mal si a él le ocurre algo.

-A lo mejor si le presionamos para que nos cuente … es contraproducente.

Olga movía la cabeza.

-Si no se libera, si no confía en alguien y cuenta lo que le ha pasado, nunca volverá a estar bien. Cualquier detalle puede volverlo a llevar a esa pesadilla que intenta olvidar. Y eso puede llevarle, por la desesperación, a tomar algunas malas decisiones.

-¿Ves por que no quiero volver?

-Solo te diré una cosa, Ventura: te quiero a mi lado. Te necesito. Creo que nos puedes ayudar mucho. Eres como nosotros.

-No soy tan fuerte como vosotros.

-Si siendo un crio has ayudado a Arlen y a Guillermo, que sepa, siendo adulto, aunque joven todavía, y guapo …

-¡Vete a la mierda! – Ventura se echó a reír. – Lo de guapo te lo podías haber ahorrado.

-Te lo ha dicho Jorge.

-No creo que Jorge tenga la acreditación de tener la opinión definitiva sobre la belleza de los hombres.

-No la tiene, pero su opinión es como otra cualquiera, igual de válida al menos.

-Te recuerdo que tiene pareja.

-Y, como has demostrado antes con Carmen saber tanto sobre él, sabrás que tienen una relación abierta.

-Remedio le queda. Dani es … muy sexual.

-¿Por qué sabes tanto de ellos? ¿Los conoces?

-Si la opinión de Jorge es tan … acreditada, si te has dado cuenta no me ha reconocido.

-Jorge tiene un máster en disimular sapiencias.

Olga mordisqueaba despacio una patata frita mientras miraba expectante a Ventura.

-Sé lo que se dice por ahí.

-Mentira. Prueba otra vez.

El gesto de Olga mostraba expectativa y un poco de socarronería.

-¿No estabas cansada?

Ventura habló dedicando solo una mirada fugaz a su compañera. No se atrevió a fijar sus ojos en los de ella.

-Investigué.

Casi fue como si se le escapara. No lo pudo evitar.

-Desarrolla por favor.

-Todos hablaban mal de él. En realidad de ellos, de Jorge y Dani. En la comisaría de Termas. Éste acababa de ser nombrado comisario entonces sustituyendo a Castro. Castro era un gran hijo de puta. Un tipo que denigró todo lo que pudo el uniforme de la Policía Nacional. Y aún así, cuando se jubiló, le dieron honores, condecoraciones y una cena de despedida multitudinaria que no se sabe como la pagó, por cierto. Antes de jubilarse, se ocupó de designar a su sucesor, de su misma cuerda.

-Después ha tenido algunos problemas judiciales. Fueron saliendo a la luz algunos casos en los que su actuación no fue … la mejor.

-Eso será porque os habéis ocupado vosotros.

-No solo nosotros. Están a punto de quitarle algunos honores.

-Es mal enemigo.

-Ya lo sabemos. Procuraremos que no pueda consumar sus deseos de matarnos. Se están acelerando ahora. Sobre todo con Javier.

-Pensarán que así podrán poner en su lugar a alguien de su cuerda.

-¿Quién crees que se postula?

-¿Úbeda?

Olga se quedó pensativa.

-No se me había ocurrido.

-Es uno de sus tapados.

Ventura fue a coger su última hamburguesa. Cometió un error al mirar a Olga justo en el momento en que le iba a pegar el primer mordisco.

-No me lo puedo creer. ¿Todavía tienes hambre?

El agente del FBI volvió a dejar la hamburguesa en el plato y llamó al camarero para que les trajera más patatas y dos hamburguesas.

-¡Qué exagerado! – dijo Olga con la boca llena de la hamburguesa que le había cedido Ventura. Éste solo la miró sin decir nada. Empezó a picotear de la ensalada. Eso era lo único que no le iba a quitar la comisaria.

-¿Por qué no me cuentas lo que descubriste en tus investigaciones?

Olga le sonrió de nuevo con la boca llena.

-Ya sabes la mayor parte de las cosas.

-Me gustaría oírtelo contar a ti. Tu forma de verlo.

-Tú sabrás. Puede ser largo.

-Te escucho.

.

Tardaron casi una hora en salir del restaurante. Como no podía ser de otra forma, a Olga se le antojó probar el surtido de postres para acompañar a lo que Ventura estaba contando.

-Me he dejado antes la tablet en tu habitación – comentó Ventura.

-Pasa y la coges. Espero que no se te ocurra ponerte a mirar nada.

-Así te recojo …

-Ni se te ocurra. Mañana lo hacemos. Y mañana sin prisas.

Entraron en la habitación. Olga fue casi directamente al baño mientras Ventura buscaba su tablet. Cuando la comisaria salió del aseo, se encontró a Ventura tumbado de medio lado en la cama. Se acercó asustada. Pero enseguida se dio cuenta de que se había quedado dormido. Le quitó los zapatos y abrió la cama. Lo acomodó en ella y lo tapó. Sintió el impulso de besarlo en la mejilla.

-Que bobo eres. Aguantar hasta este extremo. Vas a tener razón, corremos más peligro en la carretera volviendo a casa a descansar que por acción de nuestros enemigos.

Le acarició suavemente la cara para quitarle la señal del pintalabios que le había dejado al besarlo. Luego volvió a entrar al baño para desmaquillarse.

.

Una mañana como otra cualquiera. conducía su coche camino de su trabajo. Acababa de tomar café en uno de sus bares preferidos. Bromas con las camareras, risas, un chute de energía para afrontar un nuevo día.

Hacía ya meses que cada día constituía un suplicio para él. El ánimo brillaba por su ausencia. La vida pasaba sin alicientes. Los recuerdos tristes, anidados en su corazón parecían dominar su vida. Su recuerdo … la separación … “es por vuestro bien, juntos corréis peligro”. “Os pueden matar”.

-¿Qué más me da que me maten, si ya estoy muerto?

Lo murmuró entre dientes, con la mandíbula apretada. Muchos días acababa con dolor en ellas. Siempre estaba apretando los dientes, los labios.

Esperaba para cruzar una intersección. De frente venía un camión de reparto. Tenía prisa. Le hubiera dado tiempo a pasar, pero … no confiaba en su capacidad de reacción. Y el camión venía verdaderamente deprisa. Cuando lo tenía a unos pocos metros, se fijó que venía contra él. Miró la cabina y vio al hombre que conducía hablando por su móvil. No miraba la calle aunque cada vez parecía acelerar más. Iba contra él. Otro coche estaba parado detrás de él y empezó a tocar el claxon. Parecía asustado. No hizo amago de moverse. Pensó por un momento en la posibilidad de que ese camión se estampara contra él. Morir aplastado y rodeado de botellas de Coca-Cola. Poner fin a ese deambular por la vida arrastrando los pies, que muchos días apenas podían mantenerlo erguido. Alguna vez pensó que las personas con las que se cruzaba, pensarían que estaría borracho. Sí, era un buen final. Su amor no se enteraría de la desgracia. “Por vuestra seguridad, no podéis mantener el contacto”. Y así lo hicieron. Pero la vida, sin la persona que amas ¿Tiene algún sentido? “Podréis rehacer vuestra vida”. ¿Qué vida?

El coche de atrás, y el de más atrás arreciaban en tocar el claxon. Miró un segundo por el espejo y vio la cara aterrada de la mujer al volante. El camión apenas estaba a unos metros. Casi podía sentir ya el choque. Soltó el embrague lentamente y pisó el acelerador. Giró el volante a la derecha para apartarse. Lo mismo hicieron los dos coches que esperaban detrás de él. El conductor del camión de reparto debió ver algo o escuchar algo que no fuera lo que le decían por el teléfono. Lo vio abrir mucho los ojos y pegar un frenazo. Eladio aceleró: ya que había decidido no morir en ese momento, no le apetecía tener que asistir al accidente del camión, ni que las cajas de Coca-cola le estropearan el coche. Siguió calle adelante, aunque no era por la que debía ir. Escuchó un estruendo detrás de él al volcar el vehículo de reparto. Luego leyó en un periódico digital que se había estrellado contra unos coches aparcados. Miró por el espejo y vio como le seguían los mismos dos coches, que también habían decidido seguir un camino que no querían. La conductora del primero suspiraba aliviada adornando el suspiro con una ligera sonrisa. Seguramente había pensado que había salvado el pellejo de Eladio y el suyo propio por su persistencia en el claxon.

-Si tu supieras amiga …

Pero ella no tenía la culpa. Porque a ella también le hubiera tocado. Y no era justo que esa desconocida, pagara por que él, Eladio Pérez, un día, tuviera que separarse de su amor. Pero otro día, quizás, un día sin que nadie sufriera las consecuencias, se quedaría parado esperando la colisión. Y el sinsentido de su vida, llegaría a su fin.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 102.

Capítulo 102.-

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Mario acaba de ver el último programa del talent de turno en la tele. Le gustaban mucho esos programas. Le gustaban aunque a la vez le angustiaban. Él hubiera querido estar en la piel de uno de esos chicos o chicas. Haber tenido la valentía de cantar o de pintar, o de… pero no la tuvo. Todo lo probó, en todo destacó, pero luego… “Eso no da de comer” “No te voy a pagar una escuela de interpretación” “Ni sueñes con meterte cantante. Te vas de casa” “A mí con esas bobadas ni se te ocurra.” “Te parto el espinazo”. “Esos son una panda de bujarras y de vagos”.

Nunca fue valiente. Ni para luchar por sus sueños ni para enfrentarse a la gente. Cuando lo hacía, siempre se equivocaba. Era la vez que no tenía razón.

La vida se le fue escapando entre los dedos de las manos. Sin saber como, llegó a los treinta. Y luego a los cuarenta. Y luego a los cincuenta. A los sesenta.

Había escuchado uno de los consejos de los profesores a los participantes. “Enfréntate a tus miedos” “Cada uno tenemos nuestras mochilas. Pero hay que aprender a descargarlas de porquería”. Él, como niño aplicado, pensaba ponerlo en práctica a la mañana siguiente, en el trabajo. Luego con los amigos.

Se levantó del sofá y se fue al dormitorio. Recorriendo el corto pasillo que le llevaba a la cama, supo que a la mañana siguiente, su mochila seguiría intacta, llena de piedras y de mierda. Y que seguiría siendo un fracasado un día más. Eso es lo que es el que deja escapar su vida sin disfrutarla.

Jorge Rios.

-Lo siento. Tengo el aforo cubierto. No puedo atenderla.

-Me han dicho que tiene una casa rural cerca. Me apetece pasar unos días – explicó la recién llegada al pueblo. – Es un pueblo bucólico. – Miró a Gerardo mostrando claramente un aire de superioridad. “Seguro que no sabe lo que es “bucólico”, paleto de mierda”.

-Está ocupada todo el mes.

-Pero es grande me han dicho. Nos podremos acoplar.

-Lo siento. Solo se alquila entera. Y ya está alquilada.

-Pero a lo mejor a su inquilina o inquilino …

-Por normas COVID, no pueden estar no convivientes. Aunque quisiera el inquilino, no podría ser.

-No se iba a enterar nadie. Esto es un pueblo de mierda. ¿Quién iba a venir a quejarse?

-Yo – dijo Luis, que estaba al quite. – ¿Me permite su documentación?

-¿Y usted quién es? – preguntó en tono cortante la señora.

-Guardia Civil – Luis le enseñó su acreditación. A la señora de repente se le bajaron los humos. Era evidente que no quería llamar la atención.

-Bueno, no es para ponerse así. Es que es un sitio muy bucólico, ideal para pasar unos días de relax. Y entre usted y yo, lo de las normas esas ¿No son un poco exageradas?

-¿Me enseña la documentación, por favor?

La mujer se palpó los bolsillos. Puso su mejor gesto de fastidio.

-Parece que se me ha olvidado en el coche. Lo tengo a la entrada del pueblo.

Entonces, entró en el bar el conductor que a veces había trabajado para Carmelo. Solía encargarse de acercar a los invitados del actor. Era un hombre que se movía bien entre los bajos fondos. A veces había trabajado para la policía como informante y también había ayudado a Carmelo a preparar algún papel. Sus miradas se encontraron de inmediato. El hombre sonrió.

-Vaya. El mundo es un pañuelo.

La mujer se llevó la mano a la espalda. El conductor reaccionó de inmediato.

-¡¡Arma!! – gritó.

Gerardo se tiró al suelo de inmediato. Luis se agachó mientras se llevaba la mano a la sobaquera en busca de su pistola. El resto de parroquianos que a esa hora tomaban su café o su almuerzo, se quedaron paralizados. Miraban a todos sitios sin saber que hacer.

-¡Todos al suelo! – gritó Luis mientras apuntaba a la mujer que había aprovechado esos instantes de desconcierto para salir del bar. Pensó en disparar al guardia civil, pero no vio viable salir de allí indemne. Así que optó por huir.

Gerardo cogió su móvil e hizo una llamada. Luis, cuando consiguió apartar a parte de los vecinos que de repente habían reaccionado y se agolpaban en la puerta intentando abandonar el bar, salió corriendo detrás de la mujer, seguido por el conductor y Alberto, que había entrado al oír el barullo.

Les llevaba bastante distancia. Le hubiera sido fácil escapar de no ser porque Fabiola, la ayudante en la granja de Felipe, había sacado a pasear a sus vacas y rodeaban su coche. La mujer hizo unos disparos al aire para asustar a los animales y que se apartaran, pero éstos no se movieron. El perro de Fabiola y ésta tenían dominados a los animales.

Todos empezaron a oír el ruido de un helicóptero que aterrizaba en un prado cercano. De él se bajaron 6 GEOS al mando del jefe de la unidad, José Oliver, que rodearon de inmediato a la mujer. Por la carretera de acceso al pueblo se oían la sirenas de las Unidades de la Guardia Civil que venían en apoyo.

La mujer no tuvo más remedio que tirar el arma y arrodillarse poniendo las manos detrás de la nuca, según las instrucciones que le estaba gritando la policía.

Luis fue el primero que llegó a ella y comprobó que no tenía más armas que la que había tirado. La hizo tumbarse en la carretera y la registró. Llegó una mujer de los GEOS que hizo un nuevo registro más minucioso. Le quitó el calzado y ahí descubrieron unos sobres de plástico, como los que algunos traficantes usan para las dosis de droga, con unas pastillas de color rojo. La policía le obligó a abrir la boca y ahí encontró un diente falso que guardó en una bolsa de pruebas especial, aislante de cualquier señal de radio o telefónica.

Las unidades de apoyo de la Guardia Civil ya estaban allí. El jefe de la unidad se reunió con José Oliver.

-Hemos puesto controles en treinta kilómetros a la redonda.

-Javier cree que puede que tenga apoyos cerca.

-Depende de cuando se enterara de que aquí viven los Danis.

-Estamos seguros que fue hace un par de días. Un confidente nos lo ha confirmado hace un momento.

-O sea que no será alguien de la zona.

-Es lo más probable. A no ser que hayan reclutado a alguien ahora.

-En Concejo no. Son todos muy de los Danis. Miraremos en Tubilla o en Heredad. O en Vecinilla.

Se giró hacia Luis.

-Le digo al sargento y echamos las redes con la gente.

-Nosotros nos encargamos de peinar los alrededores. Y también del coche, cuando las vacas nos dejen. – bromeó el guardia civil.

-Venga. Nosotros nos llevamos a la mujer.

Alberto Canónigo, el hijo de Gerardo, se acercó a José Oliver.

-Mira que no tenga nada oculto. Tened cuidado. No os fiéis de ella.

-¿La conoces?

-No, Máximo ha tratado con ella. Tuvo un intercambio de pareceres hace un par de noches. Es ladina y peligrosa. Parece profesional. La única duda es de si es solo una asesina a sueldo o además trabaja para alguna agencia.

-No ha perdido reflejos. Si es quién pensamos, si ha salido vivo ha tenido suerte.

-Quien tuvo, retuvo – contestó enigmático Alberto.

El conductor había hecho muchas veces el viaje al pueblo. Trabajaba a menudo con Carmelo del Rio. Había llevado allí a multitud de compromisos tanto de él como de su marido, Cape el chulo, como lo llamaban algunos.

No había intimado con sus pasajeros, no le interesaba. Eran solo negocios. Su trabajo, cumplía, cobraba y fin de la historia. No le atraían los oropeles de la fama y el dinero. Ya había pasado por ello. Lo había tenido todo y de la misma forma que le llegó, lo perdió. Pero no lo echaba de menos. Tampoco echaba de menos estar rodeado de gente. Aquella experiencia con la fama le dio la certeza de que la gente, las personas, no merecían la pena. En todos aquellos años no había sacado a un amigo de verdad que le reconociera en la calle cuando dejó de ser un personaje, cuando dejó de tener dinero. Eso lo amargó completamente.

Ahora vivía al día. Tenía un apartamento pequeño que podía limpiar en pocos minutos o no limpiarlo si no le apetecía, porque no recibía a nadie. No tenía amigos. No hablaba con nadie, si acaso con el camarero del bar al que solía ir a ver el fútbol. Tenía a veces algunos negocios a parte de ser conductor de coches de empresa. Chanchulletes. Tampoco le obsesionaba el dinero. Era frugal en su vida. Pero siempre venía bien tener un pequeño colchón por si un día venían mal dadas. Un encargo especial de llevar un paquete por el que cobraba cuatro veces lo que ganaba en una semana de trabajo. O un poco de información sobre algún pasajero.

Eso había ocurrido el día anterior.

Una mujer con acento de algún país raro, se acercó a él en el bar. Acento que le pareció fingido. Al principio intentó seducirle. Él la paró los pies de inmediato.

-Si quieres algo, pasta por en medio.

-Lo quiero todo de Jorge Rios y su amigo Carmelo del Rio.

Carmelo del Rio le caía bien. Al tal Jorge no lo había tratado demasiado. Había seguido con él el mismo proceder que con el resto de encargos de Carmelo o su marido. Nada de intimar. Nada de preguntas ni respuestas. El escritor parecía ser de la misma opinión que él, así que ningún problema.

-50.000 €.

La mujer puso cara de susto. El conductor se levantó y salió del local. La mujer corrió detrás de él.

-Tiene que ser una información muy jugosa.

El conductor la miró fijamente.

-No. En realidad no se nada de él. Me cae bien. Por eso cobro tanto.

-¿Cual es su retiro secreto? – preguntó la mujer.

El hombre le puso la mano con la palma hacia arriba señalando la necesidad de recibir antes el precio acordado. La mujer suspiró y le tendió un sobre.

-Ahí hay 10000. El resto mañana.

El hombre le devolvió el sobre.

-Entonces mañana.

Se giró nuevamente para retomar su camino. La mujer volvió a interceptarlo.

-Tenga.

Esta vez eran dos sobres.

El conductor abrió los sobres. Billetes de 100 euros. Los contó por encima. Parecía que estaba todo.

-Concejo del Prado. Tiene una finca apartada, la Hermida 3. Jorge Rios se queda con ellos en su casa.

-¿Escoltas?

-Pocos. 5 ó 6.

-¿Otras medidas de seguridad?

-Es un pueblo – dijo a modo de explicación.

La mujer se llevó la mano de nuevo a la chaqueta. El conductor levantó la mano para saludar a un joven que pasaba por detrás de la mujer.

-Hola Pepe – dijo en voz demasiado alta.

La mujer giró la cabeza para mirar al tal Pepe. El tal Pepe era un joven que caminaba por la acera despreocupado y que los miró sorprendido por el saludo dirigido a él. La mujer volvió a encarar al conductor. Pero éste había desaparecido. Se movió rápido buscándolo con la mirada, pero no logró localizarlo. Sacó el arma que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Pensó en acercarse al joven y preguntarle. Pero ese también había desaparecido. Se maldijo en voz baja. Sacó el móvil e hizo una llamada.

-Concejo del Prado. Parece que no tienen mucha seguridad.

Escuchó unos segundos.

-Mañana voy a primera hora.

Colgó. Miró a su alrededor buscando. Pensó en recorrer los alrededores buscando al conductor y a ese joven testigo. Pero paró un autobús urbano y bajaron un montón de personas. Así que guardó el arma en el bolsillo y se subió los cuellos de la chaqueta. Ya volvería a ajustar cuentas con ese hombre.

El conductor estaba en medio de un seto circular que tenía un hueco en el centro. Retenía al joven a la fuerza tapándole la boca con la mano. El chico se revolvió al principio, pero una mirada conminatoria del conductor le hizo quedarse quieto. Cuando comprobó que la mujer se alejaba sin mirar atrás, le quitó la mano.

-Le voy a denunciar, cabrón de mierda.

-Te acabo de salvar la vida.

-Alucinas.

-Has tenido mala suerte: lugar equivocado a la hora equivocada. Es como la lotería, pero en malo.

-Estás loco.

Sacó una tarjeta del bolsillo de su camisa y se la tendió:

-Si quieres denunciarme, ahí tienes mi nombre. Y mi teléfono por si quieres hablar del tema.

Sacó uno de los sobres y sin mirar ni contar, le tendió un montón de billetes.

-Por las molestias. Cómprate unas zapas nuevas que esas se han estropeado.

El joven se quedó estupefacto mirando el dinero que le tendía el hombre. Como dudaba de cogerlo, él se lo metió en el primer bolsillo que vio. Se levantó y emprendió su camino.

Jorge Rios.

-¿Estás bien, Alber? – preguntó solícito José mientras le agarraba del brazo.

-No. No te voy a mentir.

-Dinos si podemos hacer algo. Me llamas sin dudar o a Javier. Vete a verle un día. Os hará bien a los dos.

-¿Y cómo está él? ¿Cómo lleva lo de Ghillermo?

-Ya sabes como es. Un poco como tú. Lo lleva mal. Muy mal. Ha pasado una temporada que se perdía varios días en los que ninguno sabíamos de él. Parece que hay un chico que le ha … enamorado y eso le ha hecho recuperarse. Al menos centrarse. Es una víctima, así que tiene la cabeza pendiente de ayudarlo a superarlo y a recuperar su vida.

-Por eso no le llamo. No sé que decirle. Y no soportaría verlo así. Pero si todo se basa en ese chico … mira lo de Galder y lo de Aritz.

-No tiene por qué salir mal. Antes de ellos, hubo muchos. Y Javier solo necesita romper con esa deriva de pensamientos negativos que le fue invadiendo después de lo de Ghille. Ahora tiene alguien de quien preocuparse y eso le hace bien.

-Me lo esperaba aquí.

-Está con un … caso. Varios de hecho. Están siendo días intensos. Algo relacionado con un amigo de Carmelo y de Jorge. Y ha habido también un asunto feo en una finca de Vecinilla. Aritz fue a registrar el piso de una víctima y acabó tiroteado. Está bien, no te preocupes. Solo se lesionó ligeramente la rodilla. Acudimos nosotros en su ayuda. Lo de Vecinilla es lo más aparatoso. Están allí muchos efectivos de la Guardia Civil. Por eso hemos venido nosotros aquí.

-Lamento oír eso. Pero eso acrecienta mi idea de que este caso es imposible. Nos va a llevar a todos cuando menos al hospital. Nos va a cambiar la vida. Nos la va a destrozar.

-Estás muy negativo, Alberto. Pero eso es porque no duermes. Estás agotado. Esas pesadillas te …

-Sabes mucho de lo que me pasa.

-Hablo con tu padre todos los días. Y algún otro también me cuenta. Me gusta saber de la gente que aprecio. Me gusta cuidarlos.

-Al final todos en el pueblo trabajamos para vosotros.

-Esta operación es importante. Y los protagonistas resulta que han decidido pasar tiempo aquí. Tejemos nuestras redes para saber y para protegerlos. Ellos no lo saben pero nos pueden dar muchas respuestas. Mostrarnos el camino.

-Demasiadas bajas llevamos. No sé si merece la pena. Te lo repito. Y ellos no sé si están por la labor.

-Los Danis aguantan.

-Cape se va. ¿Lo sabes?

-Sí.

-Y Dani no sé si aguantará sin él.

-Lo hará por Jorge. Cape hace mucho tiempo que perdió su ascendiente sobre Dani. En su reencuentro, mientras duró la novedad … la nostalgia … luego Jorge volvió a hacer su magia y tomó otra vez el control en la vida de Dani. Lo ha salvado por enésima vez. Cape no es buena … influencia, no es buena gente.

-Pero Jorge no es tan fuerte. Si es un alma en pena. En todos los años que Dani lleva aquí, hasta ahora …

-Es un error que comete la mayoría, minusvalorar la fortaleza del escritor. Y aunque fuera el débil que todos pensáis , sacaría fuerzas de flaqueza por Dani. El amor es así. Pero no hagas lo mismo que hacen algunos con él. No es ese debilucho. Y si un día percibes que va a dar hostias, apártate. Ni se te ocurra meterte por medio. Te puede partir la jeta antes de que te enteres. No, no me mires así. No exagero. Si pudieras hablar con sus escoltas de confianza sin que peligrara tu tapadera, te lo dirían. Ya lo han visto.

-Jorge de alguna forma me salvó la vida. ¿Lo sabes? Le debo mucho.

-Sí. Sus libros te mantuvieron cuerdo. Me lo han contado.

-Y ellos, Jorge, Dani, son muñecos de esa gente. ¿Podrán sobrevivir con la verdad? Sería mejor que hicieran lo que hace Cape, huir de todo. No merece la pena luchar, Jose.

-No te vuelvas a engañar. No son tan muñecos. Ya lo irás viendo. Y respecto a esa banda de malhechores, no te puedes hacer una idea de todo lo que esta gente está haciendo. La de niños, mujeres, ancianos, hombres de bien que han muerto. Muchos de ellos por bobadas. Otros por demostrar al mundo el poder que tienen. Algunos por estar en el sitio equivocado. Se creen poderosos e intocables. Si supieras todos los detalles, no dudarías. Lo de Vecinilla que te he comentado antes, es bajo todos los puntos de vista, una barbaridad inaceptable. Y no hemos rascado apenas. No sabemos nada. Y ese nada, ya es una atrocidad.

-No tengo fuerzas Jose.

-Ponte bien. Preocúpate de eso. Del resto, ya nos encargamos.

-Jefe, nos tenemos que ir – le dijo Miri, una agente de su equipo.

Le apretó el brazo y salió corriendo camino del helicóptero.

La partida de la aeronave fue el pistoletazo para que el resto de policías iniciaran sus misiones. Luis cogió su coche para reunirse con su sargento y sus compañeros para iniciar su recorrido y hablar con los lugareños. Las unidades especiales de la Guardia Civil, iniciaron un peinado de los campos buscando indicios de otras personas que pudieran haber ido en apoyo de la mujer detenida.

Alberto empezó a caminar de vuelta al bar de su padre.

-Parecía que conocías a ese policía mucho – Eduardo le miraba fijamente. – Si no te conociera hubiera pensado que eras uno de ellos.

Alberto se detuvo y lo miró fijamente. Le debía tantas explicaciones que el día que pudiera dárselas no sabría por dónde empezar. Y le dolía en especial, porque apreciaba a ese chico. Quizás no lo amaba como él se hubiera merecido. Pero no tenía más remedio que distanciarse de él. Y de momento, no podía hacer otra cosas que seguir con el papel marcado por Javier y Carmen.

-Pero como me conoces, sabes que no es así. Solo me preguntaban por lo que pudiera saber. Ya te tocará a ti.

Alberto continuó su camino con la cabeza gacha. Deseó con todas sus fuerzas que Eduardo pudiera encontrar a alguien que lo quisiera y lo mereciera.

Eduardo lo miró alejarse. Aunque intentaba no quererlo, apartarlo de su cabeza, no lo conseguía del todo. No había tenido suerte con sus amoríos. Desde Alberto no había vuelto a juntarse con ningún chico. Si ese Mártins que estaba en la Hermida 1, no fuera tan cerrado … aunque a decir verdad, él tampoco era la persona más abierta del mundo. ¿Cómo hacían dos personas cerradas y tímidas para juntarse? No sabía la respuesta. Y tampoco conocía a quién poder preguntar.

.

Al final el plan de recreo de la madre de Álvar con los invitados del embajador de Francia, solo había concernido a Lys, una de las “madres”.

-Es mejor así. Con Camile no tengo apenas trato. Con Lys puedo hablar claro.

Álvar se había decantado por reservar mesa para ellos en “El puerto del Norte”. Lo había organizado todo con Rico, el encargado, para que tuvieran una mesa discreta y con todas las medidas de seguridad. Rico además conocía a su madre, porque ella organizaba allí algunas de sus comidas de negocios. Dani la invitó un día a comer, y le gustó. Le presentó a Biel y Marie quedó prendada del actor y a la vez dueño del restaurante.

-Madame, c’est un plaisir de vous revoir.

-Gracias Rico. Siempre tan amable. Tú eres una de las razones porque siempre vuelvo.

-Me va a poner colorado, Madame. Biel le manda saludos. No ha podido acercarse a saludarla, está rodando.

-Se los agradeces y le recuerdas que me debe una comida. – Rico asintió sonriendo – Te presento a mi amiga Lys. Está de viaje de placer. Hoy le he enseñado algunos de los secretos de Madrid.

-Enchanté, Madame – Rico le cogió la mano e hizo el gesto de besársela. – Acompáñenme por favor. Les he buscado una mesa tranquila.

-¿Ya ha venido mi hijo?

-No. Todavía no ha llegado. Pero me ha llamado y ya está en camino. Creo que no tardará nada en llegar. Miren, ahí entra.

Álvar abría la puerta de la calle. Se paró buscando a Rico. Éste le hizo una seña con la mano para llamar su atención y Álvar sonrió. Se encaminó hacia ellos.

-Mamá – madre e hijo se dieron un suave beso en los labios. – Mme. Lys, me alegra verla de nuevo. – se estrecharon la mano.

-Sentémonos y comamos, que hoy nos lo hemos ganado – la madre de Álvar habló con un tono festivo.

-Ha sido una mañana maravillosa, Marie. Casi agradezco que la policía tuviera que intervenir el otro día e interrumpir la comida y así reencontrar a tu hijo y que eso haya propiciado este día estupendo.

-Me tenías que haber avisado de tu visita.

-Pero me dijeron que estabas en Lyon.

-Y lo estaba. Dos días. Pero no me he quedado a vivir allí. Y podía haber cambiado mi planning. La próxima vez me llamas y nos organizamos.

-El caso, Álvar, es que hemos aprovechado para dar el mejor paseo por los jardines de Madrid. Menos mal que tu madre me avisó de sus intenciones y me he puesto zapatos cómodos.

-No tanto como los míos – Marie enseñó a su hijo las deportivas que llevaba.

-Ya le diré a Dani que le copias, mamá.

-Me las mandó él, son un regalo.

-Mira que bien. Yo hago el trabajo, y tú sacas los beneficios. – bromeó Álvar – A mí no me ha regalado unas Converse, serie limitada.

-Pues yo cuando vuelva a París, me las pienso comprar.

Un camarero se acercó con dos platos de entrantes.

-El cocinero lo ha preparado especial para ustedes – les dijo.

-Mira, un surtido de pinchos. ¡Oh! Me encantan los pinchos de España. – Lys miraba con ansia los platos que el camarero estaba colocando en el centro de la mesa.

La conversación giró durante la comida sobre temas sin compromisos. Los jardines, que era una de las pasiones de Lys, ocuparon mucho espacio. Y el arte, la pintura, la arquitectura. Hasta que llegó la hora del postre, ninguno hizo intención de abordar los temas que en verdad, habían provocado la reunión. Fue entonces cuando Rico, el encargado, trajo un inhibidor que puso en el centro de la mesa. Esa parecía la señal para entrar en temas serios.

-Así tienen asegurada la confidencialidad de su conversación.

Ese gesto, que a otros incomodaría, pareció hacer sentir a Lys más segura. Álvar llevaba preparada una excusa y una justificación, pero no hizo falta que la esgrimiera.

-Compruebo Álvar que sabéis el terreno que pisáis.

-Intentamos que nada entorpezca nuestro trabajo. En mi Unidad, todo gira sobre proteger a las víctimas y a los testigos. Por nada del mundo queremos ponerlas en peligro.

-Hemos oído algo sobre escuchas en el Intercontinental – preguntó Lys. Era un tema que al conocerlo, le había preocupado de inmediato.

-Sobre eso no puedo dar detalles. Lo siento.

-¿Nos grabaron?

Álvar miró a Lys fijamente.

-El equipo de seguridad que acompaña a Jorge y a Dani, siempre llevan inhibidores como el que nos ha traído Rico. Se acercaron antes de que el restaurante abriera las puertas y los instalaron. Fueron discretos y nadie se dio cuenta. No queríamos incomodarles a ustedes. Podían interpretarlo como una falta de respeto.

-No es por lo que hablamos con Jorge y Carmelo, o Dani, como lo llamas tú. Es la conversación con mi marido de antes. Tuvimos un cambio de opiniones bastante intenso. No sobre el fondo, sino la forma. Y no quisiera que esa conversación la escuchara Damien.

-Pues esté usted tranquila, Lys, no la va a escuchar. Ni va a poder volver a escuchar su conversación durante la comida, hasta que la interrumpimos nosotros. Entiendo que tienen la duda de si el embajador tiene esas iniciativas.

-Digamos que en algún momento, ha habido algunos detalles que me ha hecho pensar eso. Desde que Simon llegó a nuestras vidas, nos damos cuenta de muchas cosas que antes desdeñábamos por parecer un guion cinematográfico.

-Lamento escucharlo.

-Me aterra la posibilidad de que alguien intente hacernos daño. No nos ha pasado nunca. Siempre hemos llevado una vida discreta. Hemos evitado los focos y tampoco hemos hecho ostentación de nuestra posición. No tenemos grandes vicios y nuestras aficiones no son de las que llaman la atención. Ni coleccionamos coches de lujo o barcos o mansiones. Ahora parece que nos hemos convertido en el objeto de atención de alguien.

-Mientras estén en Madrid, tendrán protección. Puede que no la vean, pero la tienen. Esta misma mañana, tres de mis compañeros la han seguido en todo momento. Y había un equipo de respuesta en las cercanías por si fuera necesario. Ahora mismo, por ejemplo, está en la calle de al lado. Y mis compañeros han comido en una mesa cercana.

-Pues ni me he dado cuenta.

-Ya te he dicho que no tenías que preocuparte, Lys – le dijo Marie – Confía en la gente que trabaja con Álvar. Son los mejores. Y lo sabes, porque te lo ha dicho Thomá.

-Pero esta gente es …

-¿Qué gente, Lys? ¿Crees que de verdad corres peligro? Lo que me contaron ustedes el otro día no …

-No me engañas, Álvar. Estás siendo muy educado. Conozco a tu madre desde la infancia y tienes sus mismos gestos. No te creíste ni media palabra de lo que te contamos. Al menos, tenías la certeza de que no te contamos nada interesante.

-Quizás es buen momento para que lo haga.

Lys suspiró. Y empezó a resumir la comida con Jorge y Carmelo. Todo lo que le habían ocultado a Álvar en su reunión posterior en la embajada. Álvar la escuchó con atención. Había sacado una libreta y de vez en cuando, tomaba algunas notas. Era más una pose, porque todo lo que estaba contando Lys, ya lo sabía por la entrevista que tuvieron Carmen y Javier con Jorge y Dani. Ahora sí, estaba relatando lo que de verdad hablaron. Aún así, era interesante porque lo hacía desde su punto de vista, y aportaba matices o ponía el foco en algunos detalles que Carmelo y Jorge no habían percibido, o de hacerlo, no le habían dado la importancia que ella les daba.

-¿Qué hay en la organización de ese curso al que van a venir sus hijos que no les convence?

-Nosotros queríamos contactar con Jorge. Por Simon, nuestro hijo. Se lo pedimos al embajador: siempre anda presumiendo de su amistad con el escritor. Damien a los pocos días se sacó de la manga ese curso con la idea de que así disimularíamos. Que Jorge si no, no iba a querer hablar con nosotros y menos con Simon. Nos dijo que Jorge odiaba a los jóvenes. Que él lo conocía bien, que era su mejor amigo.

Álvar levantó las cejas sorprendido.

-Nosotros sabemos que no es así. Nos lo han asegurado muchas personas. Es más, nos han dicho que Jorge es el que mejor puede entenderlos y ayudarlos. Y que es capaz de mirar dentro de ellos. De saber sin que le tengan que contar. Y que sus abrazos consiguen que los chicos como Simon se liberen.

-¿Y entonces ese curso?

-Todos son chicos que quieren la ayuda de Jorge. Eso pensamos al menos. Todos somos padres desesperados que queríamos tener hijos y esos desalmados nos “vendieron” a esos pobres. Digo vender, porque todo sí, lo disfrazaron de adopción, pero era una venta. Un dineral. Y no es por el dinero, por suerte nos lo podemos permitir. Es por el respeto, es por la dignidad humana. Y ahora, volvemos a pagar y pagar por el curso. Solo con ver la cara de susto y la indignación de Jorge y Carmelo al saber lo que cuesta el curso, me dejó claro que él no va a sacar ni por asomo, una décima parte de ese montante. Mas luego, esos apartamentos que se ha sacado de la manga Damien para alojarlos. Y esas tasas por la gestión.

-¿Tasas por la gestión?

-Para la embajada.

-¿He entendido bien?

-Perfectamente. No disimules, entiendes el francés a la perfección. Lo hablas desde los dos años. Y no has dejado de hacerlo nunca.

-Y eso ¿Cuánto supone?

-Cuatro mil euros más.

-¿Y esos apartamentos que has dicho?

-Eso me da vergüenza decirlo. Quinientos euros la noche. Pero son discretos. Eso es lo que nos ha dicho Damien. – era palpable la ironía. Hasta una persona con Asperger la hubiera pillado.

-Yo pensaba que cada uno se iba a ir a …

-Pero mejor estar todos juntos, por seguridad. – volvió a aparecer la ironía.

-Hombre, es más sencillo su protección. – opinó Marie.

-Y más sencillo también matarlos a todos de una tacada. Si el curso va a suponer unos traslados en autobús de esos apartamentos a la Universidad y vuelta, eso más bien parece propio de un estado de guerra. Si mi marido no me hace caso y se va a ver a su amigo Thomá, no tendrían protección. Ahora parece que los planes cambian por ese detalle. Y no sabemos todavía dónde se van a quedar.

-¿Y se encarga el embajador de organizar todo eso?

-Y su agregado cultural. Es el que da la cara. Pero a nosotras no nos engaña.

-Si con que Thomá me hubiera dicho, hubiera preparado una visita de su hijo a Jorge.

-Hombre, pasar un mes casi, escuchándolo y compartiendo aula, creo que les sentará bien. Pueda que sea esa la intención. Me gustaría que fuera así.

Esa apreciación la había hecho Marie mirando a su hijo.

-Quiero decir – más hablaba para su hijo que para Lys – Por mucho que tú tengas acceso a Dani y éste pueda concertar una cita del escritor con Simon, sería un día. Con el curso son un montón de días.

Álvar fue a explicar a ambas la costumbre que tenía Jorge de convocar encuentros con lectores cuya asistencia era gratis. Pero prefirió no hacer sangre y avanzar. Tampoco quiso incidir en el tema de que no era lo mismo que Jorge se entrevistara con uno de esos chicos a solas, que tuviera que atender a veinticinco a la vez.

-Si no he entendido mal, las gestiones que ha hecho el embajador para crear ese curso de Jorge Rios, han sido bien remuneradas.

-Muy bien remuneradas.

-¿Y su marido está de acuerdo?

-François lo que quiere es que Simon pueda dormir por la noche. Y se ha plegado a las peticiones de su amigo del lycée. Pero es como yo le digo: bien, por Simon, bien. Pero eso no significa que no sea una sinvergonzonería. Mucho presumir de ser amigos, pero vamos a sablearlos. Al menos hemos conseguido que su seguridad, no la coordinen desde la embajada.

-¿Debemos suponer que todos los asistentes al curso, son jóvenes que tienen el mismo pasado que Simon? Me ha parecido entender eso en un comentario que ha hecho.

-No lo podemos asegurar. No ha querido compartir sus datos. Pensamos que es así. No lo podemos asegurar, es cierto, pero siempre que hablamos, lo damos por sobreentendido.

Álvar se la quedó mirando a la espera de más detalles. Sabía que algo se guardaba Lys.

-Tenemos la seguridad de que otros dos chicos asistentes, fueron casos iguales a los nuestros. Nos conocimos cuando esos desalmados nos chantajearon unos meses después de finalizados los trámites de la “adopción”. Un abogado amigo, nos ha comentado de otra persona igual. Sin dar nombres, es su cliente. Si conocemos cuatro casos, o cinco, y los cinco coinciden, es seguro pensar que todos son parecidos. Puede que haya algunos que se salgan de la norma, para rellenar.

-Entonces digamos que sus padres tienen un poder económico notable.

Lys hizo un gesto con la cabeza de asentimiento.

-Y si por ejemplo, uno de los chicos fuera secuestrado y pidieran rescate, digamos que puede que todos, a pesar de que no fuera su hijo el secuestrado, se pudieran ver impelidos a pagar. Porque ese hecho en realidad, constituiría una amenaza hacia todos.

-¿Crees que es eso lo que va a pasar?

-No. No tenemos ningún indicio de que eso puede ser lo que pase. Pero es una posibilidad. Se me ha ocurrido ahora de repente. Espero que este comentario no lo traslade a nadie. No quiero que sus familias o el resto de asistentes piensen que es algo de lo que tengamos indicios.

-Cuéntale a Álvar la razón por la que Simon necesita estar con Jorge. – Marie se incorporó y cogió la mano de su amiga. La miró y la sonrió para animarla a confiar su secreto.

Lys sacó su móvil y empezó a buscar en su carpeta de fotos. Al final encontró la que buscaba. Se la pasó a Álvar.

Su gesto cambió nada más ver la foto. Era la de un joven que besaba a Lys en la mejilla. Un joven que estaba inclinado besando a su madre. Un joven alto y atractivo. Un joven que si Álvar no supiera que fuera imposible, hubiera pensado que era Dani, Carmelo del Rio.

-Cuando lo vi en persona, cuando llegó al restaurante, tuve la certeza. Se mueven igual, se ríen igual. Tienen gestos clavados. Hasta que llegó Jorge, no pude apartar la vista de él. A François y a mí nos costó disimular. A los cuatro, porque el primo de mi marido, conoce de sobra a Simon. Los dos chicos se aprecian, son colegas, son hermanos más que primos. Y Ernest es el tío de Simon, como François es el tío de Ferdinand. Quiero decir que ejercen de tíos en un papel que se asemeja al de unos segundos padres.

Álvar le devolvió el teléfono después de ver algunas otras fotos que estaban seguidas a la que le había mostrado Lys. Si tuviera que comparar, Simon era más parecido todavía a Pólux que a Carmelo. Sus rasgos faciales tenían más semejanzas. Y quizás ayudaba a esa semejanza que por edad, Pólux y ese Simon estaban más próximos.

-Para Simon es importante Jorge, porque lo fue a buscar y lo sacó de una situación … delicada. – preguntó Álvar con apenas un hilo de voz.

La cara de sorpresa que puso Lys fue la mejor respuesta. Los hombros de Álvar se derrumbaron. Porque entonces, sobre todo después de las últimas apreciaciones que le hizo Jorge a Javier, el hijo de la amiga de su madre, estaba vivo de milagro. A Jorge solo le requerían cuando la situación era casi irreversible. Era fácil imaginar el estado en que se llevó a Simon. Olga le había contado en multitud de ocasiones como Jorge le llevó a Dani. Y esas imágenes que había creado en su mente a través del relato de su jefa, le producían siempre un estado de abatimiento que le costaba días superar.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 101.

Capítulo 101.-

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-¿Carmen?

Jorge no pudo evitar un cierto tono de susto o de angustia al contestar al teléfono.

-Tranquilo. No ha pasado nada. Y lo vuestro está controlado. Solo quería comentar algunas cosas contigo. ¿Puedes hablar?

-Me he escabullido y estoy en la terraza de la Hermida. Solo. Carmelo está enseñando a Martín y sus padres la Hermida 1. Se van a quedar un par de días. Pero te advierto que esto de salir corriendo rodeado de escoltas porque alguien nos quiera mal, no es uno de las cosas con las que más disfrute en la vida. Y en pocos días me ha pasado dos veces. ¿Qué querías?

-Charlar un rato contigo. Me estoy aficionando.

Jorge decidió sentarse en una de esas butacas de exteriores que en cuestión de unas horas, amueblaban la terraza. Carmelo no había perdido el tiempo.

-Tú me dirás. Me he puesto cómodo así que soy todo tuyo.

-Álvaro.

-¿Qué le pasa? Quiero decir ¿Le ha pasado algo?

-Tranquilo.

-Tú me dirás entonces. Le hacía trabajando todavía en esa publicidad.

Le contó lo que había pasado en el hall de la sede de la Unidad. Y que a Álvaro le habían amenazado.

-Joder. O sea que el amigo Willy es el captador de inocentes a los que timar. No es simplemente que lo haya hecho con sus amigos, sino que se dedicaba a ello. Es al revés: son sus amigos porque ha ido a buscarlos para captarlos para la causa de los préstamos.

-Captador, tú lo has dicho. Es lo que era. Cobra por ello. Parece que va a porcentaje.

-Timador, lo llamaría yo.

-Te lo compro. Su modo de actuar es sencillo. Actor-actriz recién llegada a la profesión, se hace el encontradizo. Se hace amigo de ellos y se ofrece para ayudarles a instalarse. Para presentarles a gente y para llevarles de fiesta en fiesta, y enseñarles como se debe comportar una gran estrella de la actuación para asentarse en el star-system.

-Ya me sé la película. Hace tiempo que pensaba que ya nadie hacía eso.

-Ahora hay muchas plataformas de televisión rodando una tras otra serie. Muchos programas donde van a trabajar los actores. Concursos, programas de entretenimiento … en esas series muchas veces, en lugar de buscar a actores ya conocidos, dan oportunidades a nuevos talentos. Y estos se encuentran de repente, si la serie lo peta, con una fama que …

… les puede hacer pensar que eso es lo que les espera de ahí en adelante. Se te ha olvidado decir que muchos de esos actores a los que buscan para interpretar personajes en esas series, son guapos y tienen un cuerpo muy interesante que mostrar en pantalla. Claro, y después en la intimidad. Muchos actores nuevos que de repente se ven en el ojo del huracán y que una vez conocido el huracán, por nada del mundo lo quieren perder. Carne propicia para ese tipo de timos.

-Es lo que siempre han buscado. La fama.

-En eso discrepo. Muchos sí, buscan la fama per se. Otros … les gusta la actuación. Pero entienden que la fama precisamente es lo que les puede mantener activos.

-En realidad, lo hagan por una u otra razón, el resultado es el mismo. Es complicado todo esto ¿Verdad?

-No es un mundo fácil, no. Sigue contándome.

-El Willy éste y sus amigos, provocan en estos nuevos actores, nuevas necesidades. Les convencen que para seguir trabajando, deben dar el pego de gente guay: vestir a la última, tener una casa estupenda, asistir a todas las fiestas del mundo y ser generoso con la gente … invitar a todo el mundo, que se vea que …

-Que bobadas. Así entiendo lo de la casa de Álvaro. A poco que vi es más grande que la mía.

-El doble casi.

-Que bobo. ¿Cuatrocientos metros? Eso es una barbaridad. Y la zona en la que está. Y como la tiene decorada. Decorador profesional con muebles de diseño. Le ha tenido que costar un pastizal. Hubiera tenido problemas aún sin el confinamiento, que todos los proyectos se pararon. ¿Conoces la casa de Cape?

-Eso me pareció lo poco que me dio tiempo a ver. No llega al extremo de la de Cape. Pero me la recordó, sí. Estoy contigo.

-Como le engañaron. ¡Qué necesidad!

-Esas urgencias por adoptar ese nuevo estatus, provoca necesidad de dinero. Dinero inmediato.

-Y ahí está el amigo Willy para prestárselo a módico interés del 18 %. O el 15%. Da igual. Y sin prosa ni prisa, hasta que … nos entran las prisas. Las prisas va con el negocio, para no dar tiempo a que los … las víctimas lo piensen, echen cuentas o lo hablen con sus amigos. ¡Tiene que ser ya!

-Las primeras veces es con una pequeña comisión. Nada, por los gastos de la transferencia. Eso dicen. No es tan pequeña la comisión, pero bueno. Además estamos casi seguros que esas primeras veces cobran poco, porque ya se han informado y saben que tienen un trabajo inminente y que con su sueldo, lo van a poder pagar. La segunda vez, pues esos gastos van creciendo. Y luego, si va haciendo más pedidos, que ellos ya se ocupan de ir creando más necesidades a esos pobres, ya les dan el hachazo. La mayoría además, luego del primer papel de relevancia, no tienen una carrera consolidada. O sea, no tiene trabajo continuo. Pero se han acostumbrado a un nivel de vida … y ahí llega la forma de pago. Además, este Willy y alguno de sus amigos, se encargan de acompañarlos a las mejores tiendas de moda, a los mejores restaurantes, y de todos cobran comisión. Hasta de las inmobiliarias. Y estamos investigando, creemos que en estos casos, así como en el de los concesionarios de coches de lujo, inflan los precios para estas personas especiales.

-El círculo perfecto. Te meto en una vorágine de gastos, te llevo a gastar la pasta, cobro por ello, luego te presto el dinero para seguir comprando y seguir cobrando comisión … a parte te cobro intereses y cuando no puedes pagar … acompañante y prostitución. Y vuelvo a cobrar comisiones.

-Exacto.

-Dime que Álvaro se ha prostituido. Que lo habéis confirmado. Yo lo tengo claro.

-Yo no te he dicho nada.

Jorge resopló.

-Él no lo ha reconocido. Tiene miedo a enfrentarse a ti. A lo que pienses. Es curioso, porque parece más preocupado de lo que pienses tú que de lo que hagan el resto de sus amigos.

-¿Dónde está ahora?

-Con Javier. En el bar de la esquina. Es nuestra segunda sala de reuniones – bromeó Carmen.

-¿Y Javier? Sergio está fuera.

-Me ha dado un susto. No le encontraba y era porque se ha subido al tejado de la Unidad. Allí tenemos una especie de terraza gigantesca que casi nadie utiliza. De todas formas, eres un capullo: estuviste anoche con él. Y sabías de sus intenciones … podías haberme avisado. Y luego, todo lo que ha pasado.

-¿Y lo bien que has dormido? Yo en cambio, no he pegado ojo.

-Que bobo eres. No te voy a negar que me ha sentado cojonudo dormir como he dormido hoy. Lo necesitaba. Pero podías aprovechar a contarme tus impresiones.

-¿Ves? Me debes dar las gracias por no haberte avisado de las intenciones de Javier. Ni llamarte para que vinieras a apoyarme con las noticias que llegaban de la finca esa. Has dormido dos noches. ¡Dos noches! Respecto a lo de hablar de mis impresiones, creo que debo dejar reposar el tema. Mi cabeza echa humo pero no acabo de … asentar … a parte, entre tú y yo, ese tema no ha acabado. Eso lo tengo claro.

-Y veo que Javier se sube a la terraza de la Unidad, y tú estás en la terraza de la Hermida. Y los dos dándole al coco. Os empezáis a parecer mucho. ¿Lo sabías?

-Hoy es el día de las terrazas. A lo mejor es el día internacional de las ídem. He descubierto la de la Hermida 2.

-No he subido nunca. ¿O sea que la hay de verdad? Me parecía desde abajo, pero nunca me he acordado de preguntarle a Cape o a Carmelo. Y ninguna de las veces que he estado, me han invitado a subir a verla.

-Me trae sensaciones raras. No te extrañe que no te la enseñaran. Yo la he descubierto por casualidad. Como le he echado la bronca a Carmelo, porque lo único que tenían en ella eran tres sillas desvencijadas y cochambrosas, es que ahora haya algunos tresillos y butacas de exteriores que al menos la hacen más acogedora. Y que no te juegues la vida al sentarte.

-¿Algo más a investigar?

-Sí. Me temo que sí. Algo del pasado, de Dani siendo niño. Y Cape un adolescente insufrible, chulo y prepotente. Como ahora, vamos. Pero en plena adolescencia chulesca.

-Por si no tienes presente aquella época, entonces si que era insufrible. No lo traté, pero lo sufrí. Olga lo sufrió sobre todo. Cape no se acuerda, pero un par de veces, Olga le tuvo que dar un par de galletas.

-¿Y se las quedó?

-No. Pero eso le costó otras dos galletas bien dadas. Olga parece una mujer … elegante y ya sabes … pero si tiene que soltar la mano, es como tú, mejor apartarse.

-¿Protegiendo a Dani?

-Prefiero no entrar en detalles. – Carmen se había arrepentido de su arranque de confiarle ese detalle. Cambio de tema rápidamente – Por cierto, gracias por darnos de nuevo tus “vitaminas”.

-O sea que os las di. Cape me lo negaba anoche. Y Carmelo dudaba. Yo estaba casi seguro que os las di.

-Nos las diste, pero se han extraviado. No las encuentran en el laboratorio.

-Porque alguien se las ha quedado. No les interesa que las analicéis.

-¿Dices?

-Las cogió tu compañero. Ese Quiñones.

-No te cae bien.

-Solo respondo a su “cariño”. Ese es muy falso. Ese estuvo en el otro lado a vosotras. Ya se lo avisé a Javier. Su padre os mantendría apartadas de él. Para protegeros.

Carmen no quiso entrar en el tema. Pero cada vez estaba más de acuerdo con esa apreciación que acababa de hacer Jorge. Lo que se apuntó para otro momento, es comentar más detenidamente la afirmación de que JoseMari le apartó de ellas. Tenía que llamar a Olga para decírselo.

-¿Entonces Javier no echa de menos a Sergio? – preguntó Jorge.

-Ha hablado antes con él. Al menos no parece haber caído de nuevo en el abismo. Y eso que todavía no se ha ido a dormir. Cuando acabe con Álvaro, lo voy a mandar a casa. Si no, se nos va a romper de nuevo. ¿Qué tal va el tema de que vuelva a la música?

-Bueno. Vamos avanzando. He llamado a varios conocidos. Me están dando otros contactos. Y me escaparé en algún momento a hablar con Nuño de nuevo. Me dio la impresión de que puede abrir algunas puertas. Sergio Romeva se está empezando a mover. Nos vamos dando novedades cada poco. Ya tiene apalabrado alguna pequeña actuación. Y pondremos en marcha algún embrollo con Dídac. Te necesitaré para eso. Y para hablar con la mujer de Mendés. Ya he tomado un breve contacto con ella y con dos de sus hijos. En una entrega de premios de su colegio.

-¿Casualidad?

-Fue casualidad que fuera el colegio de Martín y que conocí a uno de sus profesores en la cena en “Las puertas del cielo”, el día que también cenaba allí Javier y el Ministro.

-O sea que de casualidad, nada.

-Me invitó a la entrega de premios. Ester Portillos se ofreció a acompañarme.

-Todo muy inocente.

-Sí, la verdad – esa afirmación le quedó a Jorge de lo más natural. Lástima que Carmen no se la creyera. Iba conociendo a Jorge.

-Luego te paso el contacto de uno de esos programadores que estuvo a punto de contratar a Sergio y se echó atrás de repente. Para que hables con él.

-Me interesa, sí. Tenemos que ir recabando toda la información posible alrededor de ese tipo. Cada vez tengo más la sensación de que es un verdadero mafioso.

-Lo has definido muy bien. Ten en cuenta que no creo que sea casualidad que los chicos que se han encontrado allí, son esos músicos que tocaban en sus fiestas. Desnudos, pero … sin participar de otros juegos más intensos y menos voluntarios. Y que a toda costa, el que lo organizó quería que fuera … y quería que … muriera en el empeño. Y que lo hicieran los policías que se han significado intentando contactar con esos músicos.

-Un aviso a navegantes. Para llegar a él, no creo que nos lo ponga fácil.

-Eso lo daba por descontado.

-Me ha contado Javier que Nuño te ha puesto entre sus allegados cercanos. O sea, entre los que pueden ir a cualquier hora.

-Eso me dijo el primer día. Y por la forma en que se desarrolló mi llegada la segunda vez, me creo que lo ha hecho. Me alegra. Me pareció desde el primer día un hombre muy agradable. Y atractivo. Esa impresión se vio acrecentada en la segunda cita.

-Es una copia de Javier. Lo que me fascina es la facilidad con que te has hecho con su cariño. No es un hombre fácil en ese aspecto. Y menos desde que está como está.

-Él dice que es al revés. Que Javier es una copia de él.

-Porque él es unos meses mayor que Javier. En el fondo tiene razón – se rió Carmen.

-¿Te puedo preguntar qué pasó? Para que cayera en esa depresión…

-Ya sabes que casi nunca hay un detonante claro. Y si lo hay, se lo ha guardado para él. Te advierto que Nuño tiene dos caras. Tres, si contamos la depresiva. Es un cazador y un …

-Como ese deporte no lo va a practicar conmigo, más que nada porque no le intereso. Juguetea, pero solo eso.

-No sé que decirte.

-Entonces dices que no hay un detonante …

-Al menos que sepamos. Javier tiene una relación muy cercana con él. Hablan muchas veces sin necesitar palabras. Y está igual que el resto, sin saber que pensar.

-No sé por qué me había hecho a la idea que en su caso sí había sucedido de esa forma. A lo mejor un concierto que saliera mal, o un problema de salud que le apartara de la música …

-No. No marees la perdiz que tú eres de la idea de que ha tenido relación con algún trauma vivido en su infancia. Algo de Anfiles o algo parecido a lo de Sergio. Nos lo dijiste en el restaurante, que nos quedamos cariacontecidos.

-Es cierto. Todo … su historial, por así decirlo, lo acerca a cualquiera de los chicos que me he encontrado de esa trama. Ese mismo Nabar, el primo de Rubén. O puede que sea ¿Mal de amores? A lo mejor ha sido un desengaño amoroso y nos estamos montando aquí la película del siglo.

-No. Ya te digo que Nuño y desengaño amoroso … no son compatibles. En todo caso, sus parejas abandonadas. No es un tipo de enamorarse de esa forma. Es un picaflor. Y chulo. Se de algunos de sus amantes luego rechazados y humillados. Me lo llega a hacer a mí, y le parto la crisma. Y lo quiero mucho. Pero esa forma de humillar …

-¿Qué dice Olga?

-Perdida, como todos los médicos que ha visitado. Ninguno acierta con la tecla. Ahora al menos no parece que quiera suicidarse. Para serte sincero, hasta Javier se quedó con la mosca detrás de la oreja cuando se lo comentaste. Está empezando a buscar la oportunidad de ir a París a ver a sus hermanos y preguntarles.

-Me imagino que luego, cuando volvió a la Residencia esa, caería otra vez de bajón.

-No te puedo decir nada al respecto. Sé que no ha vuelto a salir. A lo mejor necesita un estímulo … a lo mejor necesita que vayas a sacarlo a pasear.

-Tengo la impresión de que si vas tú, o Javier, o algún amigo o persona que él sienta que le aprecia de verdad, saldría igual. No creo que vaya a salir a vivir fuera de allí de momento. Se siente protegido. Es como un refugio, como sienten el sitio ese de ese pueblo de los chicos que fuimos a ver el otro día.

-Me ha comentado Javier que os vais a acercar de nuevo a ver a Nabar y a ese Jordi.

-Sí. Creo que los dos merecen una tarde en las que les escuchemos sin prisas. Y por lo que me ha comentado Javier, el director del centro, también merece una charla.

-De todas formas, te repito, creo que si puedes, no estaría mal que fueras a verlo de nuevo. – insistió Carmen.

-Lo tengo pensado. Tengo que poner en marcha el tema de grabar a Sergio tocando en la calle. También tengo que ir a ver a Álvaro. Y a Carletto.

-Tu apuesta con Olga …

Jorge se echó a reír.

-Es cierto. Tengo que mirar de ganar. ¿Qué restaurante me recomiendas para que pague Olga?

-Ella te puede decir mejor. Pero ya indagaré, ya. No vaya a ser que te lleve a un Burger King. Que en eso también engaña mucho. Parece de ir a restaurante muy elegantes y demás, pero donde de verdad es feliz es frente a una buena hamburguesa. De todas formas, según me ha dicho el otro día, ya te ha dado por ganada la apuesta. No sabes lo que se ha emocionado al ver tocar a Sergio y a Nuño en el restaurante. Me reconoció que hasta había llorado.

-Creo que ese día, acabamos llorando todos en algún momento.

-¿Alguna novedad de Carletto?

-No. Salvo que es tonto. Vuelve a escaparse a ver a Danilo. Bueno, si me lo confirmaste tú el otro día.

-Se querrán.

-No son novios como tales. Son … hermanos de sufrimiento. Por eso no le digo nada. Aunque eso le ponga en riesgo. A los dos. Creo que si les impidiéramos verse del todo … al menos ese Danilo … está jodido ese chico. Ese afán que tiene en meterse de nuevo en las fauces del monstruo …

-Al menos siguen los dos con sus canales. Y oye, sus intenciones son buenas. Deberías …

-Ya, lo de defenderme. Pero si le pasa algo … me van a entrar los siete males.

-¿Y sus canales? Van bien ¿no?

-Si, eso sí. Y parece que sobre todo a Carletto le va bien.

-Ha tenido a una súper estrella de la literatura. Y anuncia para dentro de unos días a Ernesto y Arturo.

-Iré a estar con ellos. Para que Carletto no se ponga nervioso.

-¿Vas a poder con todo?

-Lo intentaremos. Tengo claro una cosa, Carmen: esos chicos son una prioridad. Si puedo ayudarlos en algo, lo haré. Sobre todo si encima parece que se arriesgan por defenderme. Y sabes que Carmelo ha creado hace un tiempo una fundación para ayudar a esos chicos con personal cualificado. Está creada pero la tiene parada. Creo que habrá que acelerar el proceso. Es ponerla en marcha. Y nos urge, porque puede ser una solución que acepte Sergio para continuar sus estudios, ya que no quiere que Javier o yo se las paguemos.

-Me parece una idea genial. Si podemos ayudaros en algo, nos decís.

-No te he dicho nada, pero hace un rato me ha parecido escuchar disparos y ruido de helicópteros.

-Esa mujer. Se ha puesto intensa. Hemos mandado a la caballería. Por cierto, antes de que se me olvide, Javier me ha dicho que te avise de que va a reclutar a Aitor para que trabaje para nosotros. De hecho, creo que ya lo ha hecho.

-Me parece acertado. Es buen chaval. Y muy bueno en lo suyo.

-Ya. No digas que te lo he contado, pero Javier lo conoce de sobra.

-Ya me imaginaba. Ninguno me ha dicho nada claro. Pero suelen dejar caer, sobre todo Aitor, que hablo más con él, que es importante en su vida. Y creo que el otro día, Javier, cuando me preguntó desde cuando conocía a Aitor, me vino a dar pinceladas. Algo de que se lo encontró en Urgencias y le llamó la atención.

-Le salvó de sus padres. Y fue su tutor mientras el juez aceptaba su emancipación. Que tendría Aitor, ¿trece años?

-Entonces tengo que darle las gracias. Nunca me ha querido contar los detalles de ese proceso. Pero eso le salvó. Ahora solo tenemos que hacer fuerza común para llevarle al médico y que le cure de una vez todas esas heridas y le quite esos dolores que no le permiten vivir y que estuvo a punto de meterle en un problema serio de drogas.

-Pero llegaste tú.

-Él llego a mi para ligarme.

-No lo conozco físicamente. ¿Es mono?

-Sí. Es muy guapo. Está encogido permanentemente por el dolor, anda raro, suele tener el gesto crispado, otra vez debido al dolor, pero le quitas todos esos inconvenientes, y … es atractivo. Muy atractivo. Eso me anima a deciros que cuanto antes os quitéis a la empresa esa de Arnáiz, mejor. Si va a trabajar Aitor con vosotros …

-Lo de Arnáiz de momento no podemos quitarlo. Es amigo de Javier. De todos en realidad. Daría el cante si de repente prescindimos de sus servicios. Pero cada vez confiamos menos en él y su gente. Precisamente queríamos poner en marcha un nuevo sistema de comunicación interna con todos los datos de la investigación al alcance de los participantes, y no queremos que lo haga Arnáiz. Ahí es dónde entra Aitor. Ya sé que lleva tu seguridad informática. Y todos los que van entrando en tu ámbito cercano. De hecho, fue lo primero que hiciste por Carmelo cuando aquello de la Hermida, cuando los GEOS de Jose Oliver abatieron a aquel sicario en la Hermida 2.

-Sí, ya. Hablando de todo un poco, ya que sacas a colación ese día … por cierto, ahora que lo pienso, el pobre Yeray siempre se lleva la peor parte. En la pareja de hecho que forman él y Kevin.

Carmen se echó a reír.

-Sí. Aquel día le tocó a él también. Aquella fue peor que la tuya del parque. Si no llega a ser por Dani … estuvo resolutivo y contundente. Le salvó la vida.

-Todo ese problema lo tenía que haber detectado Arnáiz antes de ocurrir. Cuando me lo contó Carmelo, por eso le metí a Aitor. Me daba igual que Cape tuviera esa empresa … no recuerdo si ya era de Arnáiz. Y ahora que va a salir huyendo el amigo Cape, en cuanto Carmelo sea el amo y señor de su cortijo, convenceré a Carmelo que se los quite de encima. Ya le he ido convencido para que los teléfonos y el resto de dispositivos los controle Aitor. Me queda la casa de Cape.

-Algo me han dicho los escoltas de lo de Cape. Creo que el domingo se va y ha dejado claro que no los va a volver a necesitar. Eso quiere decir que no va a volver.

-Es lo mejor que puede hacer. No hace más que mentir a Carmelo. Y mentirse a él. Se ha creado una película …

-Hoy estás destructivo. Te has cargado a Arnáiz, a Quiñones, ahora a Cape … con Cape ya llevas un tiempo soltando bombas de acción retardada. Incluso lo has llamado chulo dos veces en diez palabras.

Jorge se echó a reír.

-¿No tuvisteis un rollo? Cape y tú. ¿No habéis mantenido relación cercana?

-Tuvimos un rollo, sí. Pero fue eso, un rollo. A Cape no le gustan las personas … con personalidad. Es un macho alfa. Si nos encontramos pues finge como que … somos muy colegas, como si habláramos todos los días. Pero no es así. Para nada. No me ha llamado para decirme que se va. Se lo ha dicho al primero que pilló, a Nano creo que fue. No, fue a Bruno. Se lo podía haber dicho a Flor, a Fernando, a Hugo, a Helga … si no quería rebajarse y llamarme a mí. Javier estaba descartado, porque no sé por qué, no le traga. Aunque diga lo contrario.

-Me estás dando la razón, Carmen.

-¿A sí? No me había dado cuenta.

Jorge le empezó a contar por encima la conversación que tuvo con él después de la de Javier. Carmen resoplaba de vez en cuando casi ofendida por algunos de los comentarios que le hizo de su historia con Carmelo.

-¿Y tú no lo recuerdas de aquella época?

Ahora le tocó el turno a Jorge de farfullar.

-Anoche en la cama. Como está Cape, pues Dani sigue durmiendo con él. Y solo en la cama … estaba agotado, te lo juro … pero … mi cabeza era ingobernable …

-Y te acordaste. Y no te gustó lo que recordaste.

-No.

-Es como uno de esos personajes que tanto te gusta meter en tus novelas. ¿Un malo que a veces se comporta como persona, o un buenazo que a veces mete la pata?

Jorge se echó a reír.

-¿Y quieres que te conteste?

-Yo sé la respuesta. Olga y yo la sabemos desde el principio. Pero me apetece saber la tuya. Tu respuesta, tu opinión.

-Tengo la seguridad que será igual a la vuestra. La primera opción de las que has citado, sería la más cercana a mi opinión.

-¡Pero para ya de hablar!

Carmelo había subido. Y se acercaba a él con los brazos abiertos.

-Carmen te tengo que dejar. Mi rubito me viene a buscar para que haga de anfitrión. Y trae cara de enfadado, molesto … o ambas cosas.

-Voy a dar un par de voces, como suele decir Patricia, y a comprobar las últimas novedades de la tipa esa que ha ido a buscaros con malas intenciones.

-Pues eso. Nos cuentas.

-Chao.

Carmelo le quitó el teléfono de la mano y lo tiró al otro lado del sofá.

-Ahora te quiero para mí un rato.

-¿Otro masaje en los pies?

-¿Qué tal un masaje en los labios? Labios contra labios.

Jorge sonrió acariciando el culo de Carmelo.

-No me parece mal. – dijo con voz insinuante. – Aunque ahora mismo, se me ocurre otro masaje … más estimulante.

-Si quieres me quito los pantalones.

-No hace falta. Prefiero meterte mano. Así parece como que te he robado el … placer … te has resistido, has dicho ¡No, no, por favor! ¡No me apetece correrme de gusto, que una descarga eléctrica erice todos los vellos de mi cuerpo y tenga la necesidad de gritar de éxtasis místico y físico …

Jorge le señaló el dedo índice, lo que provocó la risa de Carmelo y que a la vez se acercara más al escritor para dejarle el camino expedito.

-Procede, escritor. Estoy preparado para aullar en un arrebato de placer máximo …

-Y luego dices que yo soy dramático.

-Ha sido un burdo intento de imitarte, lo siento. Pero los aullidos de placer místico, van a ser difícilmente superables… ¡Agggggggg! ¡Joder escritor! No pares … ¡¡¡Aggggggggrrr!

.

La familia Represa, con Juan Ignacio a la cabeza, se fue a una de las terrazas de escoltaban la fachada del Teatro Real en la Plaza de Oriente. Claudia, su mujer, estaba más animada que nunca. Le había sentado bien la excursión que le había preparado su familia. Había disfrutado mucho del concierto de esos cinco músicos.

A Dídac Fabrat ya lo conocía. De hecho, seguía su trayectoria con atención. Le parecía un hombre muy renacentista. Era buen intérprete, aunque ella le había escuchado sobre todo en conciertos en los que tocaba el piano, le parecía un gran compositor, y esperaba que su carrera en ese aspecto fuera grandiosa, y le fascinaba también su faceta como actor. No era muy prolífico en ese campo, pero sus apariciones escogidas le habían gustado mucho.

Del joven que en principio tocaba solo, Sergio, había sabido de él cuando ganó el concurso de violín de Moscú. Luego no supo más. Juan Ignacio le había contado por encima que tuvo un “encontronazo” con Graciano y éste le puso a todos en contra.

-Dime que tú has sido uno de los que le ha dado la espalda.

Su marido se encogió de hombros. Claudia respiró hondo. Era una más de las barbaridades de las que se estaba enterando en los últimos días, y que tenían como protagonista a su amigo Graciano.

-Mira mamá. Viene Adela – Ramiro su hijo, la señaló con la mano.

-Saludad y dejadnos solas. Iros a hablar con esos colegas tuyos. O con los músicos. Tengo que hablar con ella seriamente.

El tono de Claudia era inapelable. Su marido no parecía estar de acuerdo con esa decisión.

-Cariño, yo no me metería en sus …

-Claro que me voy a meter. Se lo debo. Nos ayudó con lo de Ramiro – la mujer cogió la mano de su hijo y se la besó.

-¿Estarás bien? – se interesó su hijo besándola a su vez. – No me gusta dejarte sola.

-Claro, hijo. Tranquilo. Adela es mi mejor amiga.

Su marido negó con la cabeza. No acababa de parecerle bien que su mujer se metiera en ese tema. Aunque en los últimos días parecía haber remontado, y esa excursión le había sentado bien, temía que esa entrevista con su amiga llevara al traste la mejoría, al menos en su ánimo, que había supuesto esa excursión. Iba a hablar mal del marido de Adela. Le iba a contar cosas muy escabrosas. Adela podría no tomárselo bien. En ese tipo de revelaciones, el mensajero solía salir trasquilado. Y eso ahora … Adela era uno de los apoyos fundamentales de su mujer en la lucha contra la enfermedad.

Adela abrazó a Ramiro el primero. Le dio dos besos muy cariñosos. Justo después, le pasó la mano por la mejilla para acariciársela con la excusa de quitarle los restos del pintalabios que le había dejado los besos.

-Gracias por estar pendiente de Ignacio.

-Es mi amigo Adela. ¿Cómo no voy a estar pendiente? Es como un hermano más. Y Gastón seguro que te dice lo mismo. Lo mismo que Adonei o Edric o Mayo. Son nuestros hermanos.

Adela fue a contarle que muchos de sus otros amigos, le habían dado de lado por su enfermedad. La ansiedad y la depresión les había puesto nerviosos a los chicos y a sus padres. Y con algunos habría ayudado la revelación de que era homosexual. Pero no lo hizo. Se giró para saludar a Juan Ignacio. Le dio dos besos.

-Espero ver en tu programación un concierto en el que ese joven sea el protagonista.

Juan Ignacio miró asustado a su mujer. Pensaba que le había contado. Pero la cara de estupor que tenía Claudia, le dejó claro que no había sido así.

-Buscaré un hueco. Dentro de poco, será reconocido como el mejor de su generación.

-Preséntame una propuesta, una causa benéfica, y la empresa de mi familia patrocinará el evento. Dídac puede dirigir la orquesta.

Juan Ignacio asintió con la cabeza. Le hizo un gesto a su hijo y murmuraron una disculpa para apartarse. Adela se sentó al lado de su amiga y la cogió la mano.

-Pensaba que la salida te iba a agotar. Pero te veo bien.

-Estoy un poco cansada, no te lo niego, pero es otro tipo de cansancio. Creo que Juanito ha tenido una buena idea. Esos músicos me han parecido maravillosos. Están tocados por el ángel de la vida. Y me ha explicado Juan que no han ensayado nunca todos juntos.

-Son buenos sí.

Adela tenía los labios apretados. Claudia se dio cuenta que daba la impresión de estar a punto de explotar. Se incorporó un poco en la silla y la cogió la mano.

-¿Van a tomar algo?

Se había acercado una camarera a atenderlas.

-Me apetece un sándwich. Tengo hambre – dijo en tono festivo Claudia.

-Pues que sean dos. Yo vegetal.

-Yo mixto. Hace siglos que no lo como. Me apetece.

-¿De beber?

-Un te rojo con canela – pidió Adela. La camarera se quedó mirando entonces a Claudia.

-Un zumo de naranja, si pudiera ser. Fresquito.

-¿Le echamos un hielo?

-Sí. Sí, un par de hielos.

La camarera se retiró después de marcar el pedido en su terminal.

-¿Y entonces te encuentras bien?

Claudia le contó las novedades de los últimos días respecto a su salud. Los últimos análisis habían sido prometedores. Y poco a poco se iba recuperando del cansancio y de la apatía en la que le habían sumido los últimos tratamientos.

-La oncóloga hasta sonrió. Y mira que la tía es seria.

La conversación se centró en esas cuestiones hasta que la camarera les llevó el pedido. Adela se adelantó y pagó con su tarjeta de crédito. Empezaron a comer sus sándwiches. Ese fue el pistoletazo de salida para los temas que de verdad, ambas querían tratar.

-Tengo algo que contarte que no te va a gustar – dijo Claudia mirando a su amiga.

Ésta hizo un gesto con la mano para detenerla.

-Acabo de discutir con Graciano. Como nunca.

-¿Y eso?

-Llegaba al concierto. Me he entretenido más de lo que esperaba con mi hermana. Por eso no he llegado al principio, como habíamos quedado. Y he visto a ese escritor ir al encuentro de mi marido. Un tipo enorme que lo acompañaba ha intentado agredirlo. Pero Jorge se ha enfrentado y lo ha reducido. Un tipo salido de la nada, se lo ha llevado. El escritor se ha puesto a hablar con Graciano en tono serio. Y éste le ha intentado pegar. Te lo juro, me he quedado de piedra. Pero de nuevo, ese Jorge le ha golpeado y le ha reducido. Ha sido todo muy rápido. Ese hombre parece ducho en técnicas de defensa. Nadie a su alrededor se ha percatado de nada. Pero es que Graciano entonces ha sacado una navaja. Y ha intentado clavársela. Te lo juro, no he gritado de pura sorpresa.

-¿Le ha dado? No le he visto herido.

-No, no. Ya te digo que es un maestro en lucha. Pero te lo juro, sabes que se me da bien leer los labios. Graciano no ha dejado de amenazarlo de muerte. ¡De muerte! Y a esos chicos que tocaban igual. Sobre todo al tal Sergio Plaza.

-De eso te quería contar. Juanito se confesó el otro día conmigo …

Adela le volvió a hacer un gesto para que la dejara terminar.

-Pero es que Fabrat, ha bajado del escenario y se ha acercado corriendo. Y a él también le ha amenazado. Ha ido en ayuda del escritor, porque se había dado cuenta mientras tocaba de lo que pasaba. ¿Pero quién se ha creído? La familia de Fabrat son socios de la mía en multitud de negocios. Él es un hombre directo, pero encantador. Y sus padres y hermanos, son rectos y buenas personas. Apoyan muchas de las iniciativas de Graciano. Dídac le ha dicho que no cuente con eso a partir de ahora.

-¿Y qué ha dicho tu marido?

-Se ha reído de él. Ha dicho que sus padres harán lo que él diga. ¡Valiente chulo!

-¿Y Fabrat?

-Le ha avisado. Pero es que ese aviso quiere decir que piensa que mi marido es capaz de organizar o contratar a alguien para agredir al escritor o al mismo Dídac. O a esos chicos. ¿Por qué pensará que …?

-Adela … no creo que haga falta que … ¿Y la discusión con Graciano?

-Me he acercado a él. Y el gilipollas … primero me ha intentado engañar diciendo que me había equivocado. Como siempre, Adelita, eres tonta. Y cuando se ha dado cuenta que lo de “Adelita, la pobre” ya no cuela, me ha dicho que me meta en mis asuntos. Y veladamente, pero me ha amenazado. Y me ha dicho que si me vuelvo a acercar a Jorge Rios … íbamos a tener problemas. Problemas ya los tenemos, le he dicho. Iba a amenazarme de nuevo, pero le he parado los pies. Le he dicho que a lo mejor, el que está en peligro es él. Y que sería mejor que no vuelva a pisar mi casa. Ni por supuesto, ver a mis hijos. Por su bien.

-Me ha parecido que hablas con mucha familiaridad de Jorge Rios.

-Lo conocí en una entrega de premios en el colegio de los niños. Los entregaba él y Ester Portillos, la actriz. Mayo ya sabes como es, y subió al escenario para saludarlo. Se abrazó a su pierna y el escritor le cogió en brazos. Ha leído algunos de sus libros. A escondidas claro. Ni tiene edad para leerlos y bueno, si se llega a enterar su padre … pero les veía a sus hermanos leerlos y hablar de ellos … Adonai al final los leyó con él para explicarle. El caso es que ese día en ese festival de primavera, Adonai estaba en el escenario porque participaba en un concurso de relatos y fue a buscar a su hermano. Jorge y Ester fueron muy cariñosos con Mayo y Adonai. Y luego, nos invitaron a todos a merendar. Los dos fueron encantadores. Mis hijos le contaron toda su vida. Y te lo juro, ese escritor les escuchaba como si … así que salieron los dos en una nube.

-¿Esa actriz es la que les gusta tanto a Adonai y a Ramiro?

-La misma. Pero al final, casi el que más le impresionó, fue Jorge. ¿Y por qué Fabrat pensará que mi marido puede ser capaz de …?

-Porque lo ha hecho en multitud de ocasiones en estos años. El otro día una comisaria de policía fue a hablar con Juanito. Una que dirige una Unidad Especial. Me ha dicho Juan que es muy buena y considerada. Por cierto, está por ahí, ha venido al concierto. Le contó muchas cosas. Y le preguntó. Pero ya sabes, hizo preguntas de las que sabía las respuestas. Juanito se dio cuenta enseguida. Así que no le quedó más remedio que decir la verdad de lo que sabía. Algo se habrá guardado, seguro.

-¿Lo de Ramiro?

-Eso lo sabían. No los detalles.

-Pues cuéntame tú ahora, Claudia.

Adela dejó los cubiertos sobre el plato y se recostó en la silla. Esperó a que su amiga le empezara a contar.

-Y lo peor, Adela, es que todo eso de Graciano, ya lo sabía Juan. Lo saben él y todos esos otros programadores y músicos con los que está hablando ahora. Todos le han dejado hacer y se han plegado a sus deseos. Seguro que de todos tendrá algo sucio …

-No me lo puedo creer.

Claudia le empezó a contar. No fue muy exhaustiva. Por la cara que estaba poniendo las noticias que le estaba dando le estaban hundiendo poco a poco el ánimo. De repente, Claudia se paró. Mayo, el pequeño de Adela, venía a su encuentro corriendo. Adonai, el segundo de sus hijos le seguía a unos pasos de distancia. Su gesto era de resignación porque no había conseguido retener a su hermano, que en cuanto había visto a su madre, había salido disparado para saludarla.

-¡Mamá!

El niño se lanzó en brazos de su madre. Ésta lo abrazó y le giró la cara para darle un beso.

-Mamá, estás llorando. Perdona que hayamos llegado tarde. Ha sido mi culpa.

Adonai llegó al lado de su madre y se agachó para darla un beso. Luego fue a saludar a Claudia a la que también besó. Mayo aprovechó y también fue a besarla.

-Te veo bien, tía. – saludó Adonai.

-Me ha sentado bien la salida.

-¿Estás bien mamá? – preguntó ahora a su madre.

-No tengo buen día, nada más. Mira, ahí viene un amigo vuestro.

Tanto Adonai como Mayo se giraron para mirar hacia donde le indicaba su madre. Al ver a Jorge, Mayo volvió a escaparse e ir corriendo a su encuentro. Adonai negó con la cabeza resignado y fue tras él.

-Te lo juro mamá, es agotador. Cien ojos con él. Ve algo que le mola, y zas, sale corriendo. Pero ni avisa. Y ya no es tan pequeño.

Mayo para variar ya estaba en brazos de Jorge. Adonai llegó a su lado y se abrazó a ambos.

-Renacuajo, deja a Jorge y ven conmigo. Mira saluda a Dídac.

Dídac se había acercado a ellos. El niño cambió los brazos de Jorge por los del músico.

-Ya pesas mucho para cogerte.

-¿Estás flojo Dic?

-Oye, no te metas conmigo.

-Adonai, mira quien está detrás de ti – le indicó Jorge.

El aludido se giró y se encontró con Ester que le abría los brazos para abrazarlo.

-Pero que sorpresa. Mira mamá, está Ester también.

Adela estaba intentando recomponer su figura. Estaba secándose las lágrimas y limpiándose las marcas del lápiz de ojos al correrse. Ester fue la primera que llegó donde ella.

-Adela, que alegría volver a verte.

La aludida se levantó para saludar a todos. Presentó a Claudia a Ester. Luego saludó a Jorge y a Dídac. Éste la abrazó fuerte a la vez que le acariciaba la espalda.

-Lamento que hayas visto lo de antes. – le susurró al oído.

-Deberías haberme contado. – le contestó también en voz baja, sin dejar de abrazarlo.

-No tenía ni idea de todo lo que pasaba. Te lo juro. Oía cosas pero me hice una idea equivocada. Me estoy enterando estos días que estoy preguntando directamente. Estoy ayudando a Jorge con lo de Sergio.

-Estás en plena forma – dijo Adela levantando la voz y separándose y mirando orgullosa a Dídac.

-He tenido buenos compañeros en el escenario. Mira, te quiero presentar a Sergio. ¡¡Sergio!!

Dídac le hizo un gesto con la mano para que se acercara. Estaba hablando con Carmen y con Yura y Jun.

-Mira, esta es Adela. Es una buena amiga y también de mis padres.

-Encantado de conocerla.

-¿Conoces a Ester?

-De verla en la tele y de oír hablar a Jorge.

-También me habla mucho de ti. Eres un maestro con el violín. En cuanto me ha avisado de que ibas a tocar hoy en la calle, no lo he dudado y me he venido a escucharte.

Sergio se puso colorado. Era claro que también era fan de la actriz.

Jorge comprobó que de repente, casi todos sus escoltas le estaban rodeando. Nano y Claudia estaban justo pegados a él. El resto, había rodeado al grupo que formaban la familia Mendés y la familia Represa, salvo dos, Luisete y Lucía que se movían entre la gente buscando a alguien. Carmen se unió a ellos. Se había puesto el arma a mano. Dos coches patrullas aparcaron en los laterales. Sus ocupantes se bajaron corriendo y fueron hacia la zona que peinaban los escoltas de Jorge. Éste inició una cháchara divertida para que ninguno de sus amigos se diera cuenta.

Una sombra se movió con rapidez entre la gente. Un hombre que tenía el aspecto de un turista, pareció fallarle de repente una pierna y tuvo que arrodillarse. Nano lo vio y avisó a sus compañeros. Lucía fue la primera que llegó al lado de ese hombre y lo hizo tumbarse en el suelo. Dos de los uniformados llegaron a su altura y lo registraron. Carmen les ordenó que lo sacaran esposado y lo condujeran a su coche. La mujer que estaba con él, intentó irse, pero Carmen le cortó el paso.

-Querida, podemos hacer esto de muchas formas. En la mayoría de ellas sales malparada.

En nada, cuatro policías uniformados la rodeaban. Todos tenían la mano en sus armas. La mujer levantó las manos. La registraron. La policía que lo hizo, mostró a Carmen la pistola y la navaja que le encontraron. Luego, descubrirían también una jeringuilla autoinyectable con una droga que paralizaba a quien se la hubieran inoculado. Y varias fotos de Jorge.

-Unos carteristas, tranquilos – dijo uno de los policías a la gente que se había dado cuenta de su acción.

Jorge sonrió atendiendo a Adela. Se había acercado a él. Le habló en voz baja.

-Quiero pedirte perdón por lo de antes de mi marido. Lo he visto.

Dídac se había acercado y alcanzó a escuchar la última parte.

-No seas tonta, Adela. Ni Jorge ni ninguno pensamos que tengas la culpa de nada. No eres responsable de lo que haga tu marido.

Jorge asintió con la cabeza.

Pero a la mujer no le tranquilizaron las palabras de su amigo.

Claudia se movió con su silla de ruedas para acercarse a su amiga. La cogió de la mano.

-Invitemos a estos amigos a un tentempié.

Adela asintió con la cabeza.

-Adonai, Ramiro. ¿Acercáis otra mesa y sillas para todos? – les pidió Claudia.

-Claro mamá – contestó Ramiro a la vez que le daba un codazo a su amigo.

Claudia le hizo un gesto a Adela. Ésta seguía en shock. Miró a Claudia y sonrió.

-Sentaros todos. Claudia y yo estamos de ronda. Aprovecharos.

-Yo un whisky – bromeó Adonai.

-Venga, sí, un Nestea.

-¡¡Mamá!!

Jorge fue el primero en dar ejemplo y se sentó. Aprovechó para sacar el móvil y mandar un mensaje.

Jorge:

Gracias”.

Al poco recibió respuesta.

Nacho:

un placer”

Jorge Rios”.