Necesito leer tus libros: Capítulo 115.

Capítulo 115.-

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No había discutido con Sergio Romeva pero casi. Jorge había acabado cediendo y aceptando acercarse a la editorial Campero para hablar del tema de su viaje promocional a París, Edimburgo y Londres. El tema principal, a parte de hacer la presentación en esas ciudades de “La Casa Monforte”, era la gran campaña publicitaria que estaba preparando Movistar en París sobre la primera serie que se iba a hacer de las novelas de Jorge Rios. “Tirso” se iba a convertir en una serie importante en el catálogo de Movistar. Ya había llegado a un acuerdo con Netflix para que unos meses después de su estreno en la plataforma española, se viera en todo el mundo. Tenían mucha confianza en que iba a funcionar bien.

Jorge quería desligarse completamente de esos problemas, sobre todo después de la encerrona que le preparó su editora en “El Cortejo”. Una vez asumido que Sergio Romeva y Óliver Sanquirián se ocupaban de todo lo que hacía referencia a la defensa de sus derechos y lo que atañía a sus relaciones con la editorial que le publicaba, quería centrarse en otros temas que le parecían más importantes: Los “chicos de Jorge”, por ejemplo; o empezar a desenredar la madeja de todo ese caso que les rodeaba; sin olvidarse de poner coto a esos intentos de atentar contra Carmelo y contra él buscando a los culpables y a los instigadores. Y sobre todo, quería dejar claro a la Editorial Campero que sus tejemanejes hasta ese momento se habían acabado.

Cada vez estaba más convencido de que sus escoltas habían evitado algunos intentos más de atentar contra ellos de los que él era consciente. De algunos había sido testigo directo aunque no lo habían comentado. Lo tuvo claro el día en que se encontró con Adela, la mujer de Mendés y Claudia, la del programador José Ignacio Represa, en aquel concierto que Dídac organizó delante del Teatro Real. Sergio y él, con otros amigos músicos víctimas de Mendés, fueron los protagonistas. Al final, cuando todos se juntaron para cambiar impresiones, observó los movimientos que hizo la policía en los alrededores. Nacho, el de Roger, también estaba pendiente y marcó a uno de los agresores. Nacho no se hubiera implicado si él no hubiera sido el objetivo. Quizás las palabras que tuvo con Mendés durante el concierto fuera el desencadenante. O hubiera sucedido de todas formas.

Esa reunión, definitivamente, no le apetecía. Pero iban a ir los representantes de Movistar. Y sería un feo que tanto él como Carmelo no acudieran. Esa fue la única razón por lo que tras un largo cambio de impresiones con Sergio Romeva, había aceptado ir.

-¿Por qué no te apetece?

Carmelo lo miraba preocupado mientras tomaban un café en la cocina.

-No quiero verle la jeta a esa Esther.

-Yo pensaba que era Elías el que te preocupaba.

-Ese también – aunque a Carmelo el tono en que Jorge lo dijo le resultó … distinto a otras veces a las que habían hablado de él.

-Me parece que hay algo que se te ha olvidado contarme.

Jorge le contó su entrevista con Esther en “El Cortejo”. Aunque obvió el tema del tal Elías.

-Fue a buscarme.

-Si llevabas días sin ir allí a escribir. Semanas incluso.

-Alguien le avisaría.

-¿De verdad te han ofrecido alguna vez cuatro millones de adelanto? Es mucho dinero.

-No. Me ofrecieron varias veces un contrato por cuatro novelas o cinco, vaya. Con adelantos de cien mil euros por cada una. La última vez que me lo ofrecieron creo que aumentaron a trescientos mil. Pero pagaderos al publicar la novela anterior. No todo a la vez. Y eso fue antes de morir Nando.

-Ya eras un súper ventas.

-Sí.

-Nunca firmaste nada.

-No. Y para mi sorpresa, en la última propuesta, Nando no insistió demasiado. De hecho, no insistió en absoluto.

-¿Estaría ya enfermo?

Jorge casi se echa a reír. Pudo contenerse a tiempo.

-A mí al menos no me lo dijo.

Cada vez le era más difícil ceñirse a la versión oficial de los asuntos del pasado que le atañían. Aunque cualquier otra versión solo estaba en su mente, en su imaginación. Y dado el éxito que había tenido con otras intuiciones o percepciones, sobre todo con mucha de la gente que le había rodeado esos años, no era algo que pudiera asegurar que fuera una verdad comprobable, aunque en su cabeza iba ganando terreno a marchas forzadas.

-O sea que esa Esther es otra de las personas que … no nos quiere bien.

-Ve peligrar su estatus. No creo que sea otra cosa. Cree que … eres una mala influencia sobre mí.

-¿Porque te dejo pensar?

Jorge sonrió.

-Más bien porque me llevas por el camino del mal. Y ahora, Sergio Romeva y Óliver me van a arruinar con sus minutas.

-Si supieran lo que te cobra Sergio … – Carmelo no pudo evitar soltar una carcajada que Jorge acompañó poniendo un gesto de socarronería suprema.

-Pero eso es secreto. Que no se te escape.

-Tampoco … siempre he comentado que Sergio … cualquier otro representante me cobraría mucho más que él. En su agencia posiblemente seamos casos únicos.

-En su agencia y en el resto.

-¿Pero estáis así todavía? ¿Qué os pasa últimamente? Tenemos que entrar a buscaros todos los días.

Flor los miraba como si fuera su institutriz y ellos unos niños rebeldes que intentan hacer novillos a cada momento.

-¿Y si finjo ponerme enfermo? – insinuó Jorge.

Flor lo miró con gesto hosco.

-Me acaba de llamar Sergio Romeva – Flor amenazaba a Jorge con el dedo.

-¿Pero en qué equipo juegas? Creía que en el nuestro. ¿Y te llama hasta nuestro representante?

-Juego en el vuestro, eso no lo dudéis. Por eso, ya es hora de que os pongáis en marcha. ¡¡Vamos!!

Al decir eso, miró fijamente a Carmelo que aunque a regañadientes, se puso en marcha.

-Como se nota a quién de los dos tienes cogida la medida.

-Son ya unos años – se explicó Flor sonriendo.

-No puedo negarla nada – se justificó Carmelo.

-Resignación cristiana – Jorge miró al cielo.

-Jorge dramático 1 – resto del mundo 0.

-Lo que hay que aguantar – Jorge se levantó sonriendo y fue a coger su chaqueta. – Ni dios todo poderoso y todos los dioses del Olimpo pueden contra mis amigos. Espero que con mis enemigos tengan más suerte.

-¿Le has entendido? – Carmelo miraba a Flor con gesto socarrón.

-No. Seguro que ha dicho algo muy sesudo.

-Y dramático.

Flor y Carmelo se echaron a reír a la vez que Jorge salía de casa con gesto de fingida ofensa. Aunque él, de haber hablado, hubiera citado la resignación cristiana de nuevo. Y a lo mejor, habría vuelto a mencionar a los Dioses del Olimpo.

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La reunión fue un poco tensa desde el principio. Elías García se sentó al lado de Esther, la editora de Jorge. Éste no disimuló desde el principio que la presencia de ese hombre no le gustaba. Era lo que se esperaba de él, por sus encuentros anteriores. Esther estaba claro que quería marcar territorio. Su intento de encerrona a Jorge en “El Cortejo” no le había salido como esperaba. Creía que empleando un tono duro con el escritor, y luego ofreciendo un contrato suculento y desde su punto de vista, irrechazable, éste se plegaría a escucharla y hacerla caso. Y por supuesto, apartándolo de sus nuevas influencias.

En esa reunión iba a tener no solo que aguantar la presencia de Carmelo, sino la de Sergio Romeva y dos miembros del equipo que llevaban el día a día de los asuntos de Jorge y Carmelo, además de la de Óliver Sanquirián. Los últimos días se habían intensificado las peticiones de información sobre el estado de cuentas de la ventas de Jorge y el pago de sus derechos de autor. Y la editorial no parecía estar por la labor de poner eso en claro. Tampoco el asunto de los cobros de las colaboraciones de Jorge con “El País” y algunas conferencias que habían comprobado que los organizadores pagaron un caché a la editorial. Extrapolando esos datos a todas las que había hecho, y eso que Jorge no tenía apuntadas todas, era una cantidad importante de dinero. Así como lo de “El País”. Por otra parte, en las negociaciones de nuevas ediciones de sus novelas, la editorial había intentado bajarle las comisiones a Jorge. Parecía que para ellos era importante compensar esos ingresos que ahora no tenían.

-Piensa una cosa Esther. Vuestros gastos también han bajado. Ya no os tenéis que ocupar de la agenda de Jorge. Ni os tenéis que preocupar de acompañarlo. Eso eran unos gastos enormes según nos habéis indicado en alguna de vuestras comunicaciones. Solo debéis de comprobar que las librerías tienen ejemplares de sus novelas. Pero eso se supone que va en vuestro interés. ¿Queréis pagar menos a Jorge? Sin problema. No hay más reimpresiones. No hay más ediciones. Y las futuras novelas, hay muchas editoriales esperando a publicarlas.

-Las ventas de “Tirso” con el anuncio oficial de la serie se pueden multiplicar por tres. – apuntó Óliver.

-Ediciones especiales con fotos de la serie. – propuso uno de los representantes de Movistar.

-Y otras ediciones que estamos pensando con ilustraciones y con fotos de algunos lectores entregados que se acercan a Jorge y se sacan fotos con él y le cuentan sus historias. – Acabó diciendo Sergio.

-Y os lo daremos mascadito. Solo lo tenéis que maquetar. Para que no tengáis gastos extra.

Al final Elías empezó a explicar los planes para el viaje. Sería tres días en París, con el acto central de la firma y presentación de la serie “Tirso”. La organización de ese acto central se iba a encargar Movistar directamente. Sus representantes pasaron a explicar los planes. Ellos querían que el director de la editorial asistiera a la firma, pero ni Narcís Terragó ni Esther parecían querer asistir.

-Irá Elías en nuestra representación. – dijo en tono firme la editora.

-No. – respondió Jorge en tono rotundo.

-Eso no es de tu incumbencia. – Esther no ocultó el odio que empezaba a amasar en contra del escritor.

-No va a ir con nosotros en ese viaje. – Jorge volvió a ser rotundo.

-Te vas a arrepentir, Jorge. Eres un mierda que no tiene ni puta idea de nada. Te han sacado las castañas del fuego hasta ahora. No vales ni para atarte los cordones de tus zapatos solo. Me voy a reír cuando te caigas con todo el equipo. Y yo voy a colaborar en ello. Te lo juro. Cuando acabe contigo no vas a tener dónde caerte muerto.

-Por eso uso zapatos sin cordones, Elías. – le contestó en tono reposado, lo cual provocó en éste un ataque de ira, tirando una pila de libros que había en una mesa auxiliar y el servicio de café que estaba en otra mesa. Esther se puso colorada. Era un ridículo espantoso, además delante de los miembros de la agencia de representantes de Carmelo y de los directivos de Movistar+.

-Perdonen ustedes. Están siendo unos días un poco difíciles en la editorial.

Esther ya no sabía que cara poner. Cada encuentro con Jorge acababa en desastre. Y cada vez era más consciente de que el estatus que tenían con él era irrecuperable. Aunque se negaba a asumirlo.

A la editora eso sí, se le escapó una mirada de odio hacia el escritor. Fue solo un segundo, pero Tanto Carmelo como Óliver lo captaron. Jorge no se enteró porque estaba escuchando a los representantes de Movistar+. Estaban dejándole claro que la serie sobre “Tirso” querían que fuera la primera. Pero que estaban interesados en llevar a la pequeña pantalla toda su obra. Una novela detrás de otra. Jorge les estaba comentando la idea que tenía él de cómo debían llevarse a la pantalla. Y les dejó sorprendidos cuando para varias de ellas, tenía hasta elegido el reparto.

Después de la reunión, Jorge se iba a una firma de libros que tenía en una librería pequeña de unos amigos, la “Aladino”. Aprovecharía para preparar con ellos la performance que iban a ejecutar con Mendés. Y Carmelo se iba a grabar una escena de la película que estaba rodando. Era algo que no estaba previsto en un inicio y de lo que le avisaron la noche anterior. Su plan de rodaje no se reanudaba hasta el lunes siguiente. Pero Biel Casal, con el que debía hacer la escena, debía partir a otro rodaje en Argentina esa misma noche. Al final su viaje no se había retrasado ni anulado, como se rumoreaba, sino que al revés, se había adelantado.

-Martín tenía razón el otro día cuando decía que lo de esta película era un sin sentido. – le comentó a Jorge. – Hoy esto, que no valdrá para nada. Ninguno sabemos ya de que va la historia.

-Si te dejas llevar, corres el riesgo de que luego tu interpretación sea un desastre – le avisó Jorge. – Intenta que te den el guion completo de nuevo. No esas separatas parciales.

-Ni me apetece leerlo.

-De eso ya me encargo yo, no te preocupes – propuso Jorge. – Dile a Sergio que se encargue de pedirlo. ¿Y qué va a pasar con lo que le quedaba de grabar a Martín?

-Pero si en realidad estaba repitiendo escenas. No creo que a estas alturas le sustituyan. Si además no tienen dinero.

-El otro día oí un rumor cuando invitamos a los de Pasapalabra. Se me olvidó comentarte. Paco Remedios estaba negociando comprar la película.

Carmelo resopló.

-¿A quién se lo oíste?

-Por la pinta era el representante o algo parecido de uno de los que fue ese día al concurso. No me sonaba de nada.

-Sería el colmo. No sé si postularme para comprarla…

-Yo no lo haría. Guarda tus energías para “Tirso”. Es un rodaje complicado y tu primera aventura como productor. Has buscado a los mejores actores. Eso es un dinero. Y al mejor director. Eso es más dinero. Y vestuario, y producción … efectos especiales … no va a ser una serie barata.

-Y tengo que pagarte a ti.

Jorge se echó a reír.

-Y yo soy la partida más cara de todas – siguió bromeando. – No puedo vender ahora por dos perras gordas si me he negado a ello durante años.

-Pero parte te puedo pagar en carne – dijo Carmelo en tono sugerente al oído del escritor. – Y siempre puedes ser productor de la serie.

-Porque estamos aquí en medio. Y porque Esther nos mira con ese gesto adusto y de odio supino y eso me enfría la libido. Si no, te empezaba a decir guarradas al oído… y me cobraba ahora mismo el primer recibo.

-Que cabrón eres. A mi es al revés. Esta situación me pone. Me alegra que te hayas dado cuenta de la cara con la que te mira esa.

-El vídeo que me enseñó Roger de la reunión en la discoteca, me dejó claro que no era de fiar. No sé hasta que punto no lo es. Ya iremos viendo. Puede que juegue a varias bandas y tenga que nadar y guardar la ropa. Si está donde está, es que sabe fajarse bien en la lucha en el barro del día a día.

-Va a perder mucho dinero al no llevar tu agenda y hacer chanchullos con tus charlas. Eso es algo que les quedaba a ellos limpio. Ella pensaba que solo iba a perder lo que hicieras en la librería de tu amiga Esme. Y en esas librería pequeñas como la de hoy, que te acercas a firmar a esos cuatro clientes fijos con los que quedan. Y estoy seguro de que hay más cosas que se han aprovechado de ejercer también como tus agentes. Deberías revisar todos los contratos con editoriales extranjeras.

-Óliver se está ocupando ya de ello.

-Lo único bueno que tiene esa Esme, es que por las charlas esas, los únicos que ganan son los lectores y tus fieles seguidores.

-Mira que te cae mal Esme. Cada vez que dices su nombre te sale un tono… – Jorge intentaba provocarlo. Nunca había querido confesar las razones.

-No es el momento – dijo en voz baja. – Me tengo que ir. Sergio ya me está haciendo gestos. ¿Qué vas a hacer al final?

-Antes he mandado mensajes a Saúl y a Carletto. Están liados esta tarde. Helena y Pol, se les ha puesto malito uno de los niños. Así que he quedado con Álvaro después de ese rato de firma de libros. Creo que me ha citado cerca de su casa. La vieja que es la nueva. A lo mejor hasta me la enseña.

-A ver que te cuenta.

-Espero que al menos lo que le contó a Javier. Venga, despídete. Ya que Esther piensa que tienes la culpa de mi nueva forma de comportarme, haz de incitador. Me voy contigo.

-Señores, nos vamos. Tenemos unos compromisos – dijo en voz alta a la vez que se ponía de pie y empezaba a estrechar las manos de los asistentes.

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Jorge se sorprendió de que Álvaro le invitara a su casa. La antigua. La que al parecer le avergonzaba y que cambió por la que ahora le ahogaba la vida. Le había enviado un mensaje para cambiar el lugar.

Jorge al bajarse del coche, miró los portales.

-Es esa – le dijo Alan, su jefe de escoltas ese día. Flor se había ido con Carmelo.

-Pues no está tan mal. Al revés, me parece un buen barrio.

-Tiene encanto, al menos a mí me lo parece. Hemos investigado y además es suya. Y pagada. Han estado viviendo unos amigos de Toledo que estaban estudiando hasta hace un par de meses. Es un vecindario tranquilo y que además le tiene aprecio. Se han pasado antes un par de compañeros para echar un vistazo. Han preguntado. Todos le aprecian.

-Será pequeña la casa.

-Son cien metros. No la llamaría pequeña.

-Pues no lo entiendo. Para un chico joven sin familia es una casa potente. Y está en una zona cómoda y agradable. No entiendo por qué tuvo que meterse en esos … líos.

-Jorge, parece mentira que lleves toda la vida casi relacionándote con los egos del arte. Los músicos, los cineastas, los actores … aparentar es parte del éxito. Eso lo enseñan en algunas academias de arte dramático. Si vieras algunos de los amigos de Carmelo … esos que tú no quieres ni ver … menudas divas.

-Por eso no quiero ni verlos. Él … es su mundo, no le queda más remedio. A mí dame la gente guay, que le gusta lo que hace y no se da aires. Las divas, que las aguante el sereno. Y esas academias de las que hablas, son las que van buscando el éxito por el éxito. Y les da igual un reality que un dramón vendido en Sálvame.

-Como la mayor parte de la gente cuando se mete a artista. Ahora al menos. Si les escuchas … muchos, hasta los que van a esos concursos como “La Voz” dicen cuando les preguntan: Famoso, quiero ser famoso.

-Vamos anda. Hasta el arte está perdiendo su esencia.

-Eso ha sonado a viejuno. Y no me vengas con tonterías que no eres tan viejo. Y menos de espíritu.

-Pues hay días que no te creas, me siento como un anciano. – dijo sonriendo y guiñando un ojo.

-Anda, que no harías felices a unos cuantos si pusieras tus ojos libidinosos sobre ellos.

-Eso me lo vas a tener que explicar con detalle … – Jorge lo miraba con gesto libidinoso.

-Ya han subido Merche y Fonso a echar un vistazo. – explicó Alan sonriendo y cambiando de tema.

Jorge también se sonrió y aceptó el giro en la conversación propuesto por el policía. Su compañera Naira abrió la puerta del portal y entró la primera. Alan y Jorge entraron a la vez. Cogieron el ascensor para subir al piso de Álvaro. Merche avisó de que estaba todo controlado. Al llegar a la planta, Álvaro le estaba esperando en la puerta. Le extrañó el vestuario. Calcetines de deporte, una camiseta larga de tirantes y se imaginaba que llevaría calzoncillos debajo de la camiseta.

-Si me recibes así, me haces sentir en casa.

-Es tu casa a partir de ahora. Me pasé medio confinamiento en la vuestra. Y no haces más que echarme una mano. No te he correspondido como te mereces. No te había invitado nunca a mi otra casa en estos años. Debo corregirme.

Jorge lo abrazó y lo besó en las mejillas. Le agarró la cara con las manos y se lo quedó mirando a los ojos.

-Sabes que te quiero. Te queremos. Y actuamos en consecuencia. Y tampoco tenemos tanto mérito. Lo único que hemos hecho es acompañarte.

-Y pagar mi deuda.

-Una parte. La otra no nos has dejado. Pero ese dinero, no nos lo hemos quitado de comer. Gracias a Dios nos ganamos bien la vida hasta ahora. Y sabes que además, ese mérito lo tienes que repartir entre doce amigos. No hemos sido solo nosotros.

-Vosotros tuvisteis la iniciativa. Si no os lanzáis, ahora estaría igual. Ya verás ahora que Carmelo se mete a productor. A lo mejor tiene que pedir un crédito – bromeó Álvaro.

-Na. Ya le he puesto restricciones en el gasto. He rebajado a la mitad el número de calzoncillos que se compra. Eso es un buen ahorro.

Álvaro se rió con ganas.

-¿Te apetece algo? He estado preparando un pastel de pescado y unas tostas. Y tengo cerveza o limonada. Y luego si te apetece comer conmigo en casa, tengo un solomillo para hacer en la plancha y unas verduras.

-Vale. Yo venía con intención de invitarte a comer en algún sitio después que me enseñaras la casa. Pero este plan me parece estupendo.

-No me apetece dejarme ver mucho.

-Enséñame la casa anda.

-Te advierto que no está a mi gusto. Tengo que traer algo de lo del otro piso. A lo mejor podías dejarme un hueco en tu almacén. Para guardar lo que no consiga vender de la otra casa.

-Claro. Lo que quieras. Hay bastante sitio. Luego te mando la dirección y te doy una copia de la llave. Si necesitas ayuda, nos dices. Pero esta casa está muy bien. Y los muebles. Me gustan.

-¿Te gusta?

-Pues sí. Y parece muy cómoda. Tienes una cocina hermosa …

-Ahí cambiaré los electrodomésticos por los de la otra casa. Tengo que tomar medidas. A lo mejor tengo que hacer una pequeña reforma para adaptarlo.

-Te ayudo si quieres.

-Na, hoy no. Otro día quedamos y lo hacemos. Hoy me apetece estar de tranqui contigo. Y contarte algunas cosas que me corroen.

Jorge estuvo tentado de abrazar de nuevo a Álvaro. Pero tuvo la impresión que en ese momento, no sería bienvenido. O que iba a cortar la idea que se había hecho Álvaro de la reunión.

-¿Éste es tu dormitorio? – dijo asomándose a una habitación que era evidente que la había utilizado esa noche.

-Que vergüenza. No la mires, que no la he recogido.

-Que bobo. Es bueno no hacer la cama por la mañana. Así se orean las sábanas o el edredón. Me lo has visto hacer en casa. Y mira que no has entrado incluso a despertarme alguna vez y estaba todo por medio.

-En realidad es la habitación de invitados. La otra tiene la cama rota. Tengo que cambiarla por la de mi otra casa. Mis amigos no me avisaron. ¡Bah! Tampoco me avisaron de que se había estropeado la lavadora y el horno. Y eso que no debían de hacer mucho uso de él.

Jorge puso cara de no entender. No quería que Álvaro supiera que sus escoltas habían preguntado por el vecindario por él y sus amigos.

-Han vivido aquí unos amigos de Toledo.

-Que guay ¿No?

-Bueno, no han pagado nada. Y ni siquiera han cambiado las cosas que han roto.

-¿Se lo has dicho?

-¿Para qué? Encima se pondrán chulitos. O me dirán que bien me puedo hacer cargo de eso.

-¿Chulitos?

-Es culpa mía. Se me ha ido la boca diciendo que nadaba en la abundancia. Y como tenía pasta …

supuestamente …

Álvaro hizo un gesto de resignación con la cabeza.

-Pues todo a las espaldas del amigo pudiente y famoso. – acabó la frase en tono compungido.

-Al menos te habrán invitado a algo de vez en cuando. – sugirió Jorge.

-Les he llamado varias veces para salir juntos y siempre me han dicho que no podían. Salvo una vez, que aprovecharon para pedir que les cambiara la tele. Habían visto una de cinco mil euros, lo último de lo último.

-Creo que no se la has comprado. La tele que he visto antes no es de las últimas.

-No. Les dije que si querían cambiar la tele que la pagaran ellos. Encima que no pagaban alquiler. Ni la comunidad de vecinos.

-El salón no está mal.

-Los sofás están destrozados. Y parece que se les ha caído un guisado o algo con mucha grasa y ni lo limpiaron. Dieron la vuelta a los cojines.

-¿De qué los conocías?

-De Toledo. Eran amigos del barrio. De toda la vida. Eso es lo que me pudre.

-¿Y no te pidieron que les sacaras de fiesta con tus amigos famosos? Eso suele ser un clásico.

-Y lo hice al principio. Pero todo era para conocer a famosos y para que les pagara yo las copas. Al cuarto día les dije: vamos a hacer bote. Y se enfadaron. Puede que no supiera hacerlo, o proponerlo. Es que me sentía incómodo. Pero por eso no me gusta que me paguéis las cosas. No quiero para los demás lo que no quiero para mí.

-Pero es distinto. Siempre nos has invitado. Otras veces yo a ti. O Carmelo. Es lo que hacen los amigos.

Álvaro se sentó en el salón. Jorge lo hizo a su lado. Le dio la sensación de que estaba triste.

-No sé estar con los amigos. Me he equivocado en todo.

Jorge se recostó en el sofá. Aunque quería decirle algo para contradecir su afirmación, no se le ocurría la forma de hacerlo. Al final optó por esperar a que siguiera hablando.

-Me di cuenta el otro día, en el hall de la Unidad de Investigación. La mirada de asco que me lanzó Willy. Me dio hasta miedo. El comisario ese me dijo si quería que me acompañara alguien. Pero no. Me merezco lo que me pase por bobo. No tengo el nivel para llevar escolta.

-¿Yo sí tengo ese nivel?

-Tú eres una súper estrella de la literatura.

-Pero no la llevo por eso. La llevo por ser un bobo que se ha dejado manipular durante años. Por ser ciego y sordo y que haya alguien que tenga miedo de que no haya sido tan ciego o tan sordo.

-Yo tengo amigos que me mandan a matones para que me rajen la cara para impedirme trabajar.

-Y que vuelvas al negocio de las citas de acompañante o para que te acuestes a quien pague lo que pidan.

-¿Es tan evidente?

Jorge le intentó convencer durante más de una hora, de que no era una cuestión de ser evidente.

-Era su plan desde el principio. ¿Es eso lo que me quieres decir? – Álvaro estaba compungido. Le dolía escuchar las verdades aunque fueran dichas con mucha delicadeza y dulzura.

-No eras el único – le contestó Jorge. – Todo esto lo descubrió Javier por la declaración de Rodrigo Encinar.

-Ya. Y Gonzalo Semtí. No le conoces. También ha ido a hablar con la policía. Me llamó y lo convencí. Aunque Willy y su representante piensan que he sido yo el que les ha contado a la policía.

-¿Lo has hecho?

Álvaro se sonrió.

-Claro. Pero después. El Javier ese me aguantó más de dos horas medio lloriqueando. Menuda paciencia tuvo conmigo.

En esa entrevista en el bar “La Esquina”, Javier no había querido contarle a Álvaro todos los detalles. Lo dejó al criterio de Jorge. Ahora, éste le fue contando de otros actores quizás menos conocidos y que no eran de su círculo que cayeron también en sus redes. Y no tenían cerrado ese capítulo. Se hablaba de otros dos actores con cierta repercusión mediática. Pero hasta el momento, no habían descubierto sus identidades. O si era un bulo.

-Sigue la misma estrategia con todos. Está pensada y es a largo plazo. En cuanto hay una serie nueva o una película en la que despuntan nuevos talentos se acerca a ellos. Se hace su amigo. Les saca por ahí, les presenta a gente a la que luego no vuelven a ver, claro, porque Willy no tiene tantas relaciones cercanas. Yo lo conozco y si me encontraba por ahí, le saludaba. Pero no lo invitaba a mis reuniones en casa en el confinamiento. Y él me presentaba a sus acompañantes, ante los que fingía ser cercano a mí. Acompañantes que no recuerdo y con los que posiblemente me he cruzado en algún acto y ni he reconocido. Lo mismo les pasa a los demás.

-Esos acompañantes dirán que eres un chulo que no les saludas.

-O el mismo Willy cuando le comenten.

-Joder, y a mí me invitaste hasta a quedarme en tu casa en el confinamiento.

-Y no te quedaste todo el tiempo porque no quisiste.

-Era un abuso por mi parte.

Jorge le dio un golpe en el brazo. Intuía que se iba de casa para atender a sus citas. Tanto Carmelo como él pensaban que estaba en eso antes de la pandemia. No dijo nada al respecto. Álvaro se echó a reír.

Al final, Jorge decidió explicarle con detalle cual era la forma que tenían de actuar en esa trama. Le fue contando como primero se hacía colega de ellos. Luego le iba metiendo en su grupo de amigos, con los que quedaba con otros actores menos allegados pero muy conocidos. Les invitaba a todo. Le enseñaba las fiestas más guays … luego de repente les hacía pagar.

Álvaro se había quedado callado y con la mirada perdida. Estaba repasando su vida e identificando cada fase que desgranaba Jorge del plan de ese Willy.

-Llegaba el momento de una conversación muy seria. En esa charla, les plantea que si quieren triunfar deben poner un poco de su parte. Arriesgar. Deben dar el pego de estrellas. Buena casa, ropa cara, de diseño. De marca. “Yo te acompaño y te indico lo que debes comprar”. “Te van a hacer precio especial por venir conmigo”. Ir a los mejores sitios a comer, “Conozco al jefe de sala”. dejarse ver en las fiestas más importantes, aunque deban pagar para ir. “Es una inversión”. Y él cobraba a parte comisión por todo esto. Luego las tiendas, los restaurantes, le pagaban por ello.

-Los pobres bobos nos lo creemos.

-Porque os recuerda además a todo lo que os ha invitado. Todos los amigos a los que os ha presentado. Amigos que ya no se acuerdan de vosotros. Directores de casting que no os prestaron la más mínima atención. A algunos les hace cambiar de representante para poner a otro más … propicio.

-A ser posible el que tiene el mismo, Goyo Badía. – dijo Álvaro.

-Su socio en el negocio.

-Eso también lo intentó conmigo. Pero ahí no entré al trapo. Total, mira, ahora me ha dicho mi representante que es mejor que me busque otro. Me echa. ¿Tú te crees?

Esa confesión le pilló a Jorge desprevenido. No se lo esperaba. Se quedó pensativo unos segundos.

-No le habrá gustado tus movimientos. Tu agencia no es de la cuerda de ellos.

-¿Y dónde voy? Se ha corrido la voz. Nadie me va a querer. Eso me ha dicho ella, al menos.

Jorge le dio un beso.

-Voy a hacer una llamada a la cocina. Ahora vuelvo.

Álvaro se recostó en el sofá. Parecía a punto de romperse. Jorge le miraba mientras hablaba por teléfono. Sus peores presagios se iban haciendo realidad. Estuvo casi un cuarto de hora hablando. Cuando colgó se quedó mirando a Álvaro. Iban a tener que apoyarle todos mucho. Se estaba derrumbando.

-Ya está arreglado – dijo volviendo al salón y sentándose al lado de Álvaro. – Ya tienes nuevo representante, si aceptas claro.

Álvaro se incorporó. Tenía los ojos hinchados. Mientras Jorge había estado hablando, él había aprovechado su soledad momentánea para echarse a llorar.

-Debo ser sincero con él o ella. Y contigo. No … quiero que …

Jorge se lo quedó mirando expectante.

-A parte de trabajar como acompañante … también me he prostituido. Me … he acostado con algunos. Por dinero. Mi agente se ha enterado y por eso me ha echado. No … yo le he dicho que no … iba a volver a pasar. Que eso era una etapa de mi vida … que tengo trabajo en Tirso … y … me ha dicho que ni Carmelo del Rio iba a mantener su oferta para ese papel en la serie cuando se enterara de … ni tú me ibas a seguir apoyando. Que mancho vuestra imagen pública. Me ha contado que en solo dos días, le ha llegado la noticia por varios sitios. Que se va corriendo la voz. Los amigos de Willy van haciendo su venganza.

Jorge le acarició la cara con dulzura.

-Tu antigua representante se equivoca. Tanto Carmelo como yo vamos a seguir a tu lado. Siempre. Y la mayor parte de tus amigos de verdad. Esta es una oportunidad para que veas quien lo es, y quién te quería por el interés o la fama o los millones de seguidores de tus redes.

-Mariola me llama todos los días. Luego voy a quedar con ella. Vamos a ir de compras.

-¿Ves? Y Ester estará a tu lado. Y Miguel, Biel, Arón partiría piernas por defenderte, de hecho lo hizo el otro día.

-Jo, ya me he enterado. Fui corriendo a acompañarle a urgencias.

-No quiero ni pensar por lo que has pasado acostándote con esos hombres. – le susurró Jorge sin dejar de acariciar su rostro.

-Si al menos hubiera sido contigo …

Se echó a llorar. Jorge lo atrajo a su hombro y le dejó ahí, llorando. De vez en cuando le daba un beso. No dejaba de acariciar su cabeza.

-¿Qué voy a hacer? – dijo entre sollozos.

-Levantar la cabeza. Y tirar hacia delante. Te han puesto en una situación límite y … has hecho lo que has podido. No valoraste bien tus opciones por la vergüenza o porque estabas sobrepasado. Pero ya has recuperado el control. Ya sabes quienes son tus amigos de verdad y te apoyas en ellos y ellos te apoyan a ti. Eso es lo que debes decir aunque yo tampoco daría muchas explicaciones. Pero todo en esa línea. Luego lo repasamos para que lo tengas interiorizado.

-Me gustaría hacer el amor contigo.

Álvaro levantó la cabeza y miró con sus ojos todavía acuosos a Jorge.

-Quiero probar de verdad como se ama a un hombre al que quiero.

Jorge sonrió. Le besó en los labios. Se lo quedó mirando.

-Y a mí … estaría encantado de amarte, Álvaro. De acariciarte ese cuerpo tan maravilloso. Me encantaría pasar una tarde entera jugando con nuestras lenguas en un beso eterno. Y tenerte dentro de mi y luego si acaso, entrar en ti y amarte. Pero sabes, me quedaría con la sensación de haberme aprovechado de ti. No te gustan los hombres. A mí sí. Sería un acto … no creo que luego te sintieras bien. Ni yo, aunque fuera un momento maravilloso de amor y placer para mí. De verdad que podría escribir una escena en la que fuéramos amantes.

Álvaro acercó su boca a la de Jorge y le besó apasionadamente. Jorge le dejó hacer unos segundos, pero luego le apartó con dulzura.

-No te gusto de esa forma Álvaro. Ahora estás … confuso. Estás agradecido. Pero no son razones para acostarte conmigo. Te gustan las mujeres.

-Eso no es cierto del todo.

-Principalmente al menos. No te has acostado con ningún hombre antes de todo esto. Y podías haberlo hecho. Con cientos.

-A lo mejor es que no ha surgido … puede que me haya sentido … que no me haya atrevido.

-Puede. Pero yo voy a estar aquí siempre. Junto a ti. Disfrutando de tu compañía. Y por qué no, disfrutando de verte pasear en calzoncillos. O desnudo. Me gusta la belleza y tú eres bello.

-No me rechaces, por favor.

-No, no, mi amor. No. No te rechazo. De verdad que te quiero y de verdad que estaría encantado de hacer el amor contigo. Pero si lo hiciera hoy, sería aprovecharme de ti.

-¿No confías en mí?

Jorge sonrió.

-Cariño, claro que confío. Para que lo compruebes, déjame tu teléfono. O tu tablet.

Álvaro se levantó de un salto y fue a la mesa del salón. Cogió los dos dispositivos que le había pedido Jorge. Éste cogió su teléfono y escribió unos códigos y los mandó por mensaje. El teléfono sonó. Número oculto.

-Dime escritor.

-Haz seguro este móvil. Crea una cuenta y dale acceso a la nube.

-Tu amigo está cañón.

Jorge se echó a reír.

-Para ti todos lo están.

-Éste lo está – dijo rotundo Aitor. – Dame diez minutos. Que no utilice ningún dispositivo de la casa.

No se despidió.

Álvaro le miraba sin entender.

-Voy a blindar tus dispositivos. A partir de ahora, no va a ser posible que te los pirateen. Y te voy a dar acceso a mi nube. En ella encontrarás todas mis novelas inéditas. Y todos mis relatos.

Álvaro lo miró con sorpresa.

-Pero … eso …

-Primero, para que compruebes que eres alguien al que tengo mucho cariño. Segundo, para que compruebes que sigo confiando en ti. Tercero, para que seas consciente de que eres parte de mi familia. Aunque hoy no te voy a hacer el amor. Dentro de unos días te encontrarás un relato en el que tú y yo hacemos el amor. Puede que un día ese relato se haga realidad. Si de verdad lo sigues deseando y si de verdad, te gustan un poco los hombres. No te quedes con la sensación de que te rechazo. Al revés. Hacer el amor contigo ahora, hoy, sería el camino fácil. Pero esto es una promesa. Si dentro de un tiempo sigues pensando igual, estaré encantado de hacer el amor contigo. De estar amándote toda una semana entera, sin levantarnos de la cama. Y no pienses que sería una traición a Carmelo. Sabes como somos y nuestros acuerdos al respecto.

-Con alguno de esos hombres me excité de verdad.

-Eso … puede ser por muchas cosas. Hay partes del cuerpo que reaccionan ante determinados estímulos. Solo hay que encontrar tus puntos débiles. Tus puntos sensibles.

-¿El punto G?

-Hay muchos puntos G. Puede que tengas los pezones sensibles. O la cara interna de los muslos. Puede que te ponga a cien que te muerdan el cuello, o hacerlo tú a tus parejas. El perineo puede ser un punto … G. O los pies. O que te acaricien el culo.

-O que me lo coman.

Jorge se encogió de hombros.

Aitor volvió a llamar.

-Ya está. Tenía un intruso en el móvil. Está eliminado. Te he mandado un mensaje con el camino a la nube. Te dejo que se lo instales tú.

Aitor volvió a colgar.

Jorge pulsó el enlace contenido en el mensaje. Y se instaló una APP nueva. Su símbolo era una J y una R entrecruzadas. Le pasó el teléfono a Álvaro.

-Pincha en esa APP.

Álvaro le miró con curiosidad.

-Pincha ahí. – le reiteró. Parecía que Álvaro era remiso. Al final lo hizo.

-Ese es tu nombre de usuario. Pon la contraseña que quieras. Que no sea la misma que tienes en los demás sitios.

-Dímela tú.

“RecuerdaqueJorgetequiere77” – le dijo Jorge sin pensar. – la primera “R” y la “J” de Jorge con mayúsculas.

Cuando Álvaro acabó de configurar su cuenta, y entró en la nube, abrió mucho los ojos. Empezó a pinchar las carpetas. La primera la que se llamaba “Novelas inéditas”.

-Joder. Son un montón de ellas.

Salió de ahí y fue a la que ponía “cuentos infantiles”.

-¡¡¡Seis volúmenes de cuentos!!! Yo pensaba que solo era uno.

Jorge no dijo nada. Solo sonreía. Le gustaba lo que veía. La cara de Álvaro había cambiado radical. Ya no había sombra de lágrimas. Y sus ojos habían recuperado el brillo.

-Gracias, gracias.

Álvaro se lanzó a abrazar a Jorge. Le dio un beso en los labios. Un suave pico que gustó a Jorge.

-Voy a leerlo todo.

-Con calma. Hay mucho que leer.

-Joder. Si tienes una carpeta con versiones desechadas de tus novelas.

-Ahí puedes leer por ejemplo la versión de “La Casa Monforte” antes de la definitiva. Y lo mismo en otras novelas.

-¿De “Tirso” también?

-No. De Tirso no. Pero puedes ver otras historias colaterales. Por ejemplo, si acabas por hacer el papel de Juan, o el de Hernando, tienes muchas más historias que no están en los libros. Para que puedas conocer mejor a esos personajes. ¿Cual de los dos personajes te gustaría más?

-¿Cual me recomendarías?

-Siempre pensé que serías un buen Juan.

-Pues entonces seré Juan, si al final me lo ofrecéis formalmente.

-Yo no tengo que ofrecértelo. Pero quien lo debe hacer, lo hará. A través de tu nuevo representante: Sergio.

-¿Sergio? Pero si todos dicen que hace tiempo que no coge a nadie más.

-Pero a ti te acepta encantado. Y no te preocupes, sabe todo lo que tiene que saber. Te defenderá de esos ataques y te guiará en lo que debes hacer. Mañana tienes una entrevista con él. A las diez.

-Ahí estaré. Pero no sé si tengo ropa …

-No tienes que vestirte especial. Olvídate de los consejos de Willy.

Jorge se levantó y fue a la habitación de su amigo. Álvaro le seguía. Abrió los armarios y le señaló toda la ropa que había en ellos. Le señaló las dos maletas abiertas y llenas de ropa a la espera de ser colgada.

-Debes tener un puñado de ropa adecuada para actos sociales, para presentaciones. Sergio te irá diciendo. Te buscará marcas que te dejen su ropa para determinados actos. Puedes convertirte en su imagen. No necesitas empeñarte para comprar lo último de Cibeles o de la pasarela de Londres o NY.

Álvaro recibió un mensaje. Lo leyó.

-Es mi antigua representante. Me dice que quiere hablar conmigo que a lo mejor se ha precipitado.

-Sergio la ha llamado para pedirle tu documentación. Y para que liquide con él. Mañana de todas formas te acompañará Óliver, mi abogado. Sergio y él ya se conocen. Te ayudará en la transición y se encargará de finiquitar tu relación con tu antigua agencia. En tus manos está si quieres ir con él o delegas. Si vas con él darás la impresión de que no te vas enfadado y no te cerrarás puertas. Tampoco hay que olvidar que ellos te han cuidado bien.

Álvaro hizo un movimiento con la cabeza que a Jorge le pareció de duda.

-Ya me lo contarás cuando estés preparado. Te recuerdo que no debes tener reparo en contarnos. Somos tus amigos. Y ten presente que tu representante, cuando te ha echado, se imaginaba que nadie querría coger tu cuenta. Al llamarla Sergio, se ha dado cuenta de varias cosas: que alguien ha querido cogerte en su agencia; al ser Sergio, sabe que tanto Dani como yo vamos a seguir apoyándote y que tu papel de Tirso, sea cual sea, Juan o Hernando, va a salir adelante. Y la siguiente novela mía que posiblemente se lleve a la pantalla, vas a ser el protagonista.

-Dime que te refieres a Juan, el de “deJuan”.

Jorge sonrió.

-¡La hostia! Alucino con ese personaje. Sería la hostia si me lo dejas hacer.

-Falta mucho para eso. Tienes un par de pelis, me han dicho, otra obra de teatro …

-Otra campaña de publicidad, ésta para Noruega y Suecia. De las buenas.

-No entiendo a tu representante. Nada de eso se ha caído a pesar de los rumores.

Álvaro se encogió de hombros. No quiso ahondar en el asunto, pero casi, Felisa su representante, le había venido a decir que aunque no le echaran de esos proyectos, ella no quería a nadie como él entre sus representados. Álvaro tenía marcado en la cabeza el gesto de asco que había puesto al decir esas palabras. Daba asco a Felisa. Tampoco le había contado a Jorge que le había dicho que todo era culpa de Jorge. Y ahí había empezado a calificarlo con los peores insultos que se puedan decir de alguien.

-No merezco esa confianza. No he sabido estar a la altura. No he sabido hacer las cosas, ni siquiera he sabido relacionarme con mis amigos. Ni distinguir los amigos de los aprovechados. Soy un paria.

-Todos nos sentimos sobrepasado a veces. El mundo éste en el que vivimos no es fácil. Todos parece que lo desean. Llegar a ser famoso. Ir a fiestas guays, como la de la Dinamo del otro día. Pero … la gente no sabe lo que hay detrás de todo. Las zancadillas. Las trampas. Tú has pecado de ingenuidad y de orgullo por no dejarte ayudar. Por meterte en cosas a las que no alcanzabas y que tampoco necesitabas.

-Me he dejado engañar.

-¿Estás bien?

-Ahora sí. O al menos mejor.

-¿Me quieres contar lo de esos hombres con los que te acostaste?

-Mejor otro día. Ya te he aburrido bastante. Es tarde. ¿Te apetece que comamos?

-Venga.

-Se me ha olvidado comprar el pan.

-Me ocupo. Bajo ahora mismo.

-Hay una panadería a la vuelta de la esquina, a la derecha según sales del portal.

-¿Tiene dulces? Así subo el postre también.

-No se me había ocurrido. Mira a ver si queda algo. Si no, puedo preparar esa macedonia que te suele gustar. Tengo fruta. Me enseñó Carmelo a hacerla.

Jorge fue hacia la puerta. De repente se acordó de algo y volvió. Sin más besó a Álvaro en los labios y volvió a enfilar la puerta de salida. Álvaro se lo quedó mirando sorprendido. Y contento. Era un hombre completamente distinto del que había recibido a Jorge esa misma mañana.

.

-¡Evarista! ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás cariño?

Jorge se había levantado de la mesa en la que estaba comiendo en “El Puerto del Norte” y había salido a la calle para no molestar a las mesas de alrededor.

-¿Y tú cariño? Hace días que no te pasas por aquí.

-Luego me acerco un rato.

-Pues te cuento entonces. ¿Quieres algo especial para picar?

-El bizcocho mágico. No lo he comido hace siglos.

-Nada. Pepa y yo nos ponemos a ello. Te esperamos en mi casa.

-Dame un par de horas.

Jorge se quedó pensativo. Parecía que lo que quería contarle sus nanas era importante. Suspiró desesperado. Ahora pasaría el tiempo que tardara en ir a verla, pensando en si había pasado algo grave a su familia. Echó un vistazo a los mensajes, por si se le había pasado algo.

Carmelo le sorprendió rodeándolo por detrás con sus brazos y apretándolo contra su cuerpo. Jorge sonrió y giró el cuello para dejar libre el camino al beso de su rubito.

-¿Qué haces en la calle?

-Me han llamado las nanas, y como hablan alto, he salido para no molestar.

-Y para que no se enterara todo el restaurante de lo que hablabas.

-También por eso – se sonrió el escritor – El caso es que, no directamente, me han invitado a que vaya a verlas. Parece que tienen algo que contarme.

-Y le estás dando vueltas a lo que pueda ser.

Jorge asintió con la cabeza.

-Entremos. Tengo hambre. Y tengo que volver al trabajo en un rato.

-Pero luego hemos quedado a las ocho. Esa fiesta en el Ateneo con photocall.

-Y ahí estaré. Date un toque de maquillaje para las fotos, no te olvides.

Carmelo consiguió con su cháchara que se olvidara del misterio que le asolaba ahora: el motivo de la urgencia en verlo de sus nanas. Nada más acabar de comer, Carmelo se fue. Jorge se quedó saboreando su segundo café. Aunque en realidad lo que saboreaba, era unos trocitos de tarta de queso que le habían traído para “pasar” el café.

Le hizo un gesto a Alan para ponerse en marcha. Llamó a Evarista para anunciar que iba de camino.

-Ya está frío tu pedido. Listo para que lo disfrutes.

-Pero cuanto os quiero, madre mía.

El recibimiento fue como siempre, lleno de abrazos y de besos. Jorge presentó a Alan a sus nanas. Evarista rápidamente le tiró fichas. Alan aceptó el juego con simpatía y cercanía. Otro que fue conquistado por esas mujeres.

Jorge y Alan se encargaron de llevar las cosas para que las nanas no se cansaran. Ya era bastante con que se hubieran puesto a cocinar. Alan descubrió ese pastel de tres texturas que no había comido nunca.

-Voy a tener que salir a correr cuando acabe de trabajar – suspiró mientras se servía otro trozo de pastel.

-Está hecho con amor, esto no engorda – explicó Jorge feliz imitando a su acompañante. – ¿Y qué queríais contarme?

Las dos mujeres se miraron. Parecía que se habían arrepentido de su impulso de llamar al escritor. Evarista hizo un gesto a Pepa que fue la que se acabó decidiendo.

-Creemos que tus padres se huelen algo de lo de la nueva tienda.

-Poco pueden hacer al respecto, aunque eso fuera así.

-Están muy enfadados por ese burofax o como se diga que les mandó ese abogado. Habían hablado con los niños, del tema de la subida del alquiler tan desorbitada, como castigo a su postura cuando se encontraron contigo. Les intentaban convencer de que eso era mejor que echarles del local.

-Ellos jugaron sus cartas, nosotros las nuestras. Pueden volver a alquilar el local. Y que cobren lo que quieran al nuevo inquilino.

-Lo han empezado a mover con la inmobiliaria esa de Ponce. Ya sabes ese que es amigo de tus padres de toda la vida. Pero se ha corrido el rumor de esa gran carnicería que se va a abrir en el barrio. Y nadie quiere arriesgarse hasta que se vea de que va.

-Les queda apenas unos días para que todos se enteren.

-¿Y qué crees que va a pasar entonces?

-Pueden alquilar el local para otro tipo de negocio, no para carnicería.

Jorge se las quedó mirando. Había algo que no se atrevían a decir.

-Decidme. No os cortéis.

-Nos han contado que esa Nadia de los cojones, les ha puesto en contacto con alguien para … boicotear la inauguración. Y para convencer a Gaby de aceptar las nuevas condiciones.

Jorge se quedó callado. Intuía que había más. Pero no se decidían a contar.

-Os escucho.

-Unos supuestos representantes de un matadero de Ávila quieren introducirse en Madrid y han quedado en unos días para hablar del tema, al cerrar la carnicería. En la misma tienda. A las ocho y media. Y le van a “convencer” de la conveniencia de que se avenga a razones.

-Pepa, por favor, no andes con eufemismos. Dilo claramente.

-Van a destrozar la tienda con Gaby delante. Y le van a dejar malherido. Como aviso.

-Quieren además que les de su usuario y contraseña para acceder a tu nube y poder robarte tus novelas. Y que no lo diga. Le amenazarán con pegar a los niños.

-Creemos que van a agredir a Kevin en el momento de la reunión para que llame a su padre y le cuente.

-Kevin sabrá defenderse.

-Depende de quién le ataque y cuantos.

-¿Y esto decís que lo han organizado mis padres y Nadia?

-Nadia ha estado estos días por aquí. Se ha visto con tus padres en casa.

-Varias veces.

-¿Y sabe dónde encontrar matones de esa clase?

-Su amiga parece que sí.

-¿Carlota Campero?

Evarista asintió con la cabeza.

-Porque Trini, la vecina de tus padres les escuchó hablar.

-Pero Trini es muy amiga de mis padres.

-Todo tiene un límite, hasta para los más acérrimos seguidores. Ha venido esta mañana a contarnos. Se ha ido unos días al pueblo. Luego, nosotras hemos indagado. Preguntando aquí y allí.

-Ya sabes, dos viejas cotillas.

-Esos matones parece que también te quieren pillar a ti.

Jorge se recostó en su silla. Se sonrió. Alan también sonreía.

-Me vais a perdonar, pero voy a tomar un poco más de este pastel mágico – dijo Alan rompiendo el momento de silencio.

-Sírveme un poco Alan. Evarista, Pepa, voy a llamar a un coche para que os lleve de vacaciones.

-Pero…

-Tranquilas. Una maleta con un poco de ropa. Evarista, tu prima Herminia, os ha invitado a hacerla una visita a Francia.

-¿Y qué pintamos …?

-No vais a ir a Francia. Es lo que vais a decir a esa amiga vuestra que sabéis que se va a encargar de que en un par de horas, lo sepa todo el barrio.

-¿Y cuando nos vamos?

-¿Ahora mismo?

La cara de susto que pusieron las nanas era para haberla grabado.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 81.

Capítulo 81.-

.

No sabía que esperar de esa reunión que iba a tener con el padre de Esteban, el chico de la barandilla, como lo conocían todos los que estuvieron en la charla para jóvenes de Jorge. Por un lado, le parecía que podía ser de ayuda para ese hombre que al parecer, lo había pasado mal con su hijo. Por otro lado, estaba seguro que muchas de las cosas que iban a salir en esa reunión no le iban a gustar.

Había notado a Jorge un poco desnortado antes de irse de casa a sus quehaceres. Para Carmelo era claro que Jorge estaba forzando demasiado sus fuerzas. No le decía nada, pero se daba cuenta muchas noches que, cuando él pensaba que estaba dormido, se levantaba y se iba al despacho o a la terraza a escribir o para hablar con alguien, en general con Aitor si era de madrugada. Por eso no había incidido mucho en que tenía esa entrevista después de acabar sus asuntos laborales. Dependiendo de como fuera, a lo mejor le ahorraba contarle los detalles a su escritor. O a lo mejor tenía que llamarlo para que lo salvara de una nueva caída a los infiernos.

Carmelo había llamado a Sergio su representante para que le pidiera a Esme una de sus dos salas pequeñas para esa reunión. Le parecía un sitio más discreto para ello y cómodo. No quería quedar en un bar a la vista del resto de los clientes. Tampoco le apetecía quedar en casa. Intuía que no iba a ser una reunión solo con el padre de Esteban. Posiblemente, pensó, se acercaría también el chico y algunos otros de los que fueron ese día a la charla de Jorge.

-¿Estás bien Carmelo?

Flor lo miraba preocupado. Iba en el asiento del copiloto del coche. No hacía más que girarse y observarlo.

-No es obligatorio que te reúnas con ese hombre. – opinó ante la falta de respuesta a su pregunta.

-Se lo he prometido a Jorge.

-Él es el primero que si no estás seguro de ello, te diría que lo dejaras.

Carmelo suspiró resignado.

-Le he dicho que tengo que aprender a sobrellevar este tipo de situaciones. Él… quiere… protegerme, pero no soy un niño, Flor. Tengo ya treinta tacos.

-No se trata de una cuestión de edad. Si te afecta anímicamente… tú pasado no es como el del resto de nosotros.

-Ya, ya sé. Me vas a decir que muchos que pasaron por lo mío no están ya entre los vivos y por decisión propia.

-Por ejemplo.

-Pero si Jorge se mete en esos fregaos, yo no debo dejarle solo. Es una guerra que nos atañe a los dos. Y si se lo dejo todo a él, tú lo sabes, porque conoces lo que Jorge no me cuenta, se va a acabar volviendo loco. O le va a dar cualquier día un ataque. ¿No te has fijado como estaba ahora que apenas sabía que día era o le ha costado reconocer a Fer?

-Todos estamos pendientes de que eso no ocurra. Fernando, Helga, Hugo, Raúl, lo vigilan de cerca. Lo cuidan no solo en el aspecto de su seguridad. Fernando se ocupará ahora de que con calma, duerma un rato en la cocina y luego recupere poco a poco la consciencia total. Y si tiene que llamar a alguien para atrasar o cambiar un compromiso en su nombre, lo hará. Ya lo hemos hecho todos más veces. Bruno está pendiente en la oficina de sus cosas. Buscando siempre información que le ayude. Y creo que si un día lo ven mal, cualquiera de ellos tiene ascendiente con él para decirle: déjalo. Vamos a descansar.

-Ya me dirás que os ha dado a todos para que le tengáis tanto cariño.

Flor se sonrió.

-Lo mismo que nos das tú. Cercanía, autenticidad, respeto. Los dos nos habéis dejado vuestras casas para que podamos estar más cómodos. Los dos nos invitáis a comer o cenar, si vais a un restaurante. Os preocupáis por nosotros.

-Pero conmigo lleváis más de dos años. Con el dos meses.

-Es tu marido, Dani querido. ¿Estás celoso?

Carmelo soltó una carcajada.

-Lo mismo me dice Jorge. No se trata de eso. Pero me intriga… tú has venido conmigo desde el principio. Pero Fernando, Helga, Raúl, son nuevos.

-No te das cuenta de que lo mismo que ves en él, podemos ver los demás. Te cuento un secreto: cuando empecé a ir en tu escolta, la información que me pasaron era que tú y Cape erais pareja, que Jorge era un amigo, de los muchos que tienes, Biel, Álvaro, Arón, Martín, Mariola, Ester, Coronado, Mario, Óscar… el primer día que os vi juntos, tardé cinco minutos en darme cuenta que la verdadera pareja erais vosotros. Y entonces vuestros besos eran distintos, vuestros abrazos también, vuestra forma de mostraros al público. Eran gestos más comedidos que los de ahora. Pero vuestras miradas estaban ahí. Y esas no engañan. Jorge además, es un gran escritor que ha escrito grandes libros. Grandes personajes que han llegado a muchos de nosotros. Todos somos lectores suyos. Y en cuanto vas tres días junto a él, te pregunta, se interesa, te cuenta, te escucha. Y lo hace como si te conociera de toda la vida, con la mayor normalidad del mundo. Acepta la ropa que le deja Raúl, como el día de la notaría, y no se siente inferior o superior. Se la pone y luego, la lava y se la vuelve a poner. Y bromea con Raúl porque lleva su camisa o su americana. ¿Y sabes la vida que le da a Raúl ese detalle? ¿Sabes que un día que Raúl venía conmigo en su escolta me dijo: Deja que entre en esa tienda conmigo? Y le hizo probarse un ciento de cosas con la disculpa de que eran de la misma talla y a él le daba pereza. Y le compró un armario entero. Eso sí, con la condición de que si necesitaba un día que le dejara algo, lo hiciera. Hizo que la tienda le mandara todo a casa. Sin que se enterara él.

-¿Y esas excursiones que hace que no me cuenta?

-Eso querido, debes preguntarle a él. Lo mismo pasa al revés. Él no se entera por nosotros de las que tú haces.

Carmelo se echó a reír.

-Pero es que tengo la impresión de que se entera.

-No se entera, porque no quiere enterarse. No toma drogas ya, pero da igual. No quiere enterarse porque le da igual. Te ama. Y te amará sobre todas las cosas. Y le da igual tu vida… sexual. Aunque si sigues mostrándote tan celoso con él…

Carmelo se echó a reír.

-Pero es distinto. Yo siempre he sido así. Pero él… ha sido de un hombre solo. Y ahora, comprobar que existen posibilidades de que eso cambie…

-No te enteras de lo que no quieres ¿eh? Estabas en el bar de Ramona, el día de la visita a su barrio. ¿Qué decían los que lo conocían entonces? Que Jorge era un ligón. Antes de Nando, claro. Y después de Nando, no ha sido una ursulina tampoco. Y conoces a Aiden, le has visto más en los últimos tiempos que Jorge. Por cierto, eso tampoco se lo has dicho. Pero Aiden te ha contado cientos de veces que Jorge era un cazador en aquella época. Que era como tú, pero sin ser famoso. Que huía del compromiso. Y también te ha asegurado un par de veces, con y sin dos copas de más, que él mismo sigue amando a Jorge con toda su alma.

-Eres una cabrona. Solo me recuerdas lo que he vivido yo. No se te escapa nada de lo que has vivido con Jorge.

Ahora fue Flor la que se echó a reír.

-Tú piensa que lo mismo pasa al revés. ¿O quieres que le vaya a contar a Jorge…?

-No, no, deja.

-Ya estamos, chicos – anunció Silvia, que iba al volante.

-Venga, al loro.

-Anda, mira. Pólux y Gaspar. Dos viejos amigos. Si ya te decía yo que esta reunión al final va a ser casi pública. Eso ha sido Jorge que les ha llamado para que me apoyaran.

-Hace tiempo que no los ves. Te caen bien. Y si ha sido Jorge, es que piensa que te va a venir bien. Jorge te cuida. A pesar de que intuya tus aventuras sexuales. ¿Vamos?

-Sí, sí, salgamos. Será mejor. Porque veo que eres del equipo de Jorge. Mira, si está Alan.

-Él se queda contigo ahora. Yo te abandono de momento. Y no te olvides de comer. Y no, no voy a entrar a discutirte esa afirmación que has hecho. Sé que no la sientes.

-Que sepas que por tu marido, que me cae bien y por tus niños. Que si no, serías una de esas aventuras para que no se enterara Jorge.

-Haría falta que yo quisiera, no te jode – Flor había puesto un gesto de “¡Qué te piensas tú!”

-Y respecto a lo de comer, eso es a Jorge al que debéis recordarle.

-¿Quieres que te recuerde…?

-¡Calla anda! ¿No tenías que irte?

Carmelo salió del coche y dio un beso de despedida a Flor.

-¿Vamos? – Alan le hizo un gesto con la cabeza en dirección a la librería.

-¿Te has teñido? – preguntó Carmelo.

-Para parecerme más a ti – bromeó el policía.

-Tú lo que pasa es que te has enterado que Jorge es amante de los rubios y te has dicho: ésta es la mía. A por el escritor. Te recuerdo que es mío.

Flor se echó a reír a carcajadas.

-Me has pillado, joder. Pero tranquilo, ya me ha visto así, y ni me ha mirado.

-Eso tampoco me lo creo – dijo Flor. – Os dejo.

-Vamos Carmelo, no nos quedemos más aquí parados – Alan se puso serio.

Carmelo sonrió al acercarse a los chicos. Pólux corrió hacia él para abrazarlo.

-Cuanto me alegra verte bien. Nos asustamos cada vez que vemos esos bulos por internet de que os ha pasado algo. Nos da palo llamaros por no molestaros.

-Pues ya ves que no nos ha pasado nada. Y Jorge también está bien. Y podéis llamarnos cuando queráis. O si te da palo, manda un mensaje. Para eso os dimos los teléfonos.

-Eso ha dicho cuando ha llamado a Gaspar.

-Gaspar, ¿que te pasa? Parece que estás enfadado conmigo. No me has abrazado.

-No estoy enfadado contigo. Lo estoy en general. Ayer me torcí el tobillo y me molesta. Parezco un puto inválido.

-No quiere usar muletas.

-Ya te tengo a ti. No me apaño con las muletas. Mira, Dani, tengo el tobillo como una bota.

-Pero eso es cosas de un par de días si no haces el tonto.

-Si éste y Chacho no me dejan moverme en casa. Me atan al sillón.

-Que exagerado. Encima que le tenemos a cuerpo de rey. ¿Qué quieres rey de la casa? ¿Quieres una chocolatina? ¿Quieres un vasito de agua? Y no cito otras cosas que a lo mejor te escandalizas.

-Lo que hay que oír. Encima de jodido, se burlan. No sabes lo que duele, joder.

-El tío se desmayó. Menudo susto me dio el jodido.

-Tú di que sí. Que te mimen. Aprovéchate. – le recomendó Carmelo.

-Venga. Ahora vas a ir del brazo de los dos. ¿Qué te parece?

-¿Ya sabéis que cada vez os parecéis más? De espaldas no os reconoce nadie. Cuando estabais abrazados os lo juro, parecíais gemelos.

Pólux fue a negarlo, pero Alan y Silvia asintieron sonriendo.

-No lo niegues, Pólux. Es así. – le dijo Alan.

-¿Os conocéis?

-He ido con Jorge las últimas veces que han quedado – explicó Alan.

-Ya te digo que no me entero de nada – se quejó Carmelo sonriendo. – ¿Y como vosotros por aquí?

-Te estábamos esperando. Jorge nos llamó para pedirnos que te acompañáramos.

-No vinisteis a la charla. Jorge os echó de menos.

-No nos dejaron pasar. Llegamos tarde y nos dijeron que estaba lleno. Vimos a un compi que también iba a asistir. Nos dijo que dentro había un par más de colegas. Nos fuimos, sabíamos que la charla se iba a alargar.

-¿Conocemos a vuestro amigo?

-No. Creo que no. Es tímido. Si hubiera podido entrar se hubiera sentado en la última fila y no hubiera abierto la boca. Luego nos enteramos que también estuvo Martín y que todos salieron encantados de la reunión. Una pena porque todavía no lo conocemos. No coincidimos nunca.

-Un día si os parece, podéis invitarlo y tomamos algo con él. Y le digo a Martín que se una. Vamos dentro. Me imagino que ya estarán las personas con las que hemos quedado.

Entraron en el local que albergaba las salas de reuniones de la librería. Solo había una abierta. Se encaminaron hacia ella. Carmelo enseguida se dio cuenta que había alguien. Esteban y su padre ya habían llegado. Junto a Esteban estaba sentado un joven que a Carmelo le pareció que no estaba muy bien.

-Mira Ciro, mira como es verdad. Es Carmelo del Rio. – era Esteban el que le hablaba muy despacio y en voz baja.

Gaspar se quedó parado de repente mirando al joven desconocido. Se soltó de los brazos de Carmelo y Pólux y fue hacia él. El tal Ciro se levantó y se acercó y lo abrazó. Lo hizo tan fuerte que para el resto fue evidente que le hizo daño. Gaspar no se quejó. Seguía abrazando a Ciro que no hacía más que llorar convulsivamente.

-Pensaba que habías muerto – le dijo Ciro a Gaspar. – Decían que eras un héroe porque tu corazón seguía latiendo en el cuerpo de un gran científico.

-Me libré.

-¿Germán?

Gaspar asintió.

-Me sacó por los pelos.

-Alguien daría su corazón en tu lugar.

-O lo encontraron por los cauces normales, eso no se puede saber – dijo el padre de Esteban.

-¿Y tú? ¿Cómo estás?

Ciro se encogió de hombros.

-Tengo trabajo. Vivo en una pensión. No me quejo. No salgo mucho, me asusta la gente. No me gusta que me toquen, salvo pocas personas. Tú, por ejemplo. Estoy vivo, no me quejo.

-Hola Ciro. Soy Pólux.

-El dios Pólux. Hoy parece que dos de los mejores dioses han venido a vernos.

El tono de Ciro era claramente ofensivo. Agresivo. Parecía enfadado permanentemente. Era evidente que odiaba a los dioses de esa organización. A Carmelo no se le escapó ese detalle y no dudó en contestar.

-Te prometo que tanto Pólux como yo te hubiéramos cambiado el puesto. – había sonado a reproche, pero Carmelo le dio a su voz un matiz amigable para que el joven no se sintiera ofendido.

Ciro puso un gesto que indicaba que no se lo creía en absoluto.

-¡Eh! Tío. Ninguno tenemos la culpa – le dijo Esteban – lo hemos discutido muchas veces. Solo la tiene esa gente.

-Pero ellos les cuidaban, eran adorados. Pagaban millones por estar con ellos. Los demás éramos putos perros.

-No te dejes engañar, Ciro – le reconvino Gaspar. – Pólux es la mejor persona del mundo. Y te puede enseñar su cuerpo, a ver si eres capaz de encontrar un centímetro que no tenga una cicatriz o una quemadura mal curada. Cada hueso de sus piernas y sus brazos se ha roto al menos dos veces. Los dedos. Mira su dedo meñique. Apenas puede moverlo. Mira el índice de la otra mano. No lo puede poner a la misma altura que el resto. Y tiene las mismas pesadillas que tú o yo. Yo le he visto “trabajando”. Tú no coincidiste con él. Y sé las cosas que le hacían. Alguno se jactaba de que le estaban probando a ver si aguantaba lo mismo que el dios Dani. Las hostias que le dieron… – Gaspar no pudo seguir porque se le había roto la voz de la emoción que le producían esos recuerdos. – Y luego, cuando nos quedamos los dos solos, mientras le curaba el agujero y le limpiaba algunas heridas, solo se preocupaba de lo que me habían hecho a mí. Eso que te voy a contar, a lo mejor ni se acuerda Pólux. Nunca lo he contado. No sé si ese día o al siguiente, estuvimos una semana encerrados con esos bestias, y eran lo más de la judicatura y de no se qué monsergas más, les apeteció usarme para follarme el culo mientras me metían la cabeza en el agua y comprobaban cuando aguantaba. Os ahorro como lo querían comprobar. Me aterra el agua, ahogarme y esas cosas. De hecho, no me baño en un río o en el mar ni por todo el oro del mundo. Pólux lo sabía y me apartó tirándome al suelo y les dijo: eso es un juego para un rey hecho dios. Diréis: pues que chulo. Pero sin esa tontería no les hubiera convencido. Y me apartaron y él asumió mi rol en el juego. No fue la única vez que se ofreció para sustituirme o para hacerlo con otro compañero.

-Eso es imposible.

-Ya te digo que lo es. Y pagarían decenas de miles de euros por “jugar”, con ellos. Pero el resultado era el mismo que con el resto: Palizas, sexo no agradable, humillaciones… y sus cuentas corrientes, como las nuestras, inexistentes. Carmelo porque era actor, y aún así, tuvo que pleitear con sus padres para recuperar parte del dinero que él había ganado.

-Y lo de las pesadillas, eso no las tenéis. Dormís bien… yo no puedo…

-Porque nosotros hemos aprendido a controlarlas – le dijo Carmelo. Esteban asentía con la cabeza.

-Ciro, sentémonos. Vamos a hablar todos. Mira, nos han traído algo para comer.

Gaspar se sentó al lado de Ciro, cogiéndole la mano. Se la acariciaba continuamente. Eso parecía que lo estaba apaciguando. Carmelo tuvo claro que los dos habían compartido muchas cosas. Ese Ciro estaba lleno de odio. Los únicos que parecían que no eran objeto de él, eran Gaspar y Esteban.

-¿Se puede?

Carmelo sonrió al mirar hacia la puerta. Había reconocido la voz al instante: Era Martín.

-Claro. Pasa.

-Vale. Esteban, te veo guay.

Martín fue decidido a saludarle.

-Ciro, mira, éste es Martín. Te he hablado de él. Es el sobrino de Jorge Rios. Martín, éste es mi amigo Ciro.

El aludido le tendió el puño para saludarlo. Pero Martín se agachó y lo abrazó. Se separó de él y le miró a los ojos. Carmelo observaba la manera de actuar de Martín. En esas circunstancias, no podía negarse que Martín había observado a Jorge desde que lo conocía. Era la misma forma de mirar, de abrazar, de sonreír. A su estilo. Pero la esencia estaba. Ciro no pudo evitar abrir la boca de la sorpresa. Y tampoco pudo dejar de mirar a los ojos de Martín. Al cabo de unos segundos, soltó un suspiro, como si se hubiera relajado. Martín sonrió.

-Eres guay, no te olvides de ello. Y aquí, en esta sala, todos somos tus amigos y todos te entendemos. A mi tío Jorge, le gustará conocerte cuando te parezca bien.

-No soy nadie para que quiera conocerme.

-Eres uno de sus chicos – le dijo Pólux. – Martín, encantado de conocerte. Dani y Jorge nos hablan continuamente de ti. Una lástima que no hayamos coincidido hasta ahora.

-Guay.

Martín abrazó a Pólux. Luego lo hizo con Gaspar.

-Tú debes ser Gaspar.

Luego le tendió la mano al padre de Esteban.

-Creo que nos vimos de lejos el día de la charla. Pero no sé tu nombre.

-Amador. Quería darte las gracias. Esteban me ha contado que le ayudaste mucho en esa charla cuando tuvo un pequeño bajón.

-Na. Fue solo un abrazo. A veces es la mejor medicina. Lo aprendí de Dani y Jorge. Sus abrazos son los mejores.

Carmelo le sonrió agradecido.

-Creo que no solo fue eso. Fue tu capacidad de meterte dentro de su alma. Como has hecho ahora con Ciro.

-No tengo mérito. Se lo he visto hacer a mi tío desde que era un niño. Él lo hacía conmigo, cuando me ponía nervioso. De peque me ponía nervioso por mil cosas a cada segundo.

-Y de no tan peque – bromeó Carmelo.

-No hace falta entrar en detalles, que ahora tengo un prestigio que proteger, soy un personaje público – le dijo en tono de “pero de que vas tío”. Luego guiñó el ojo y Carmelo se echó a reír.

-El otro día Esteban nos dejó de una pieza cuando nos contó como te pusiste malo aquel día. – Martín tomó la iniciativa en la conversación.

-Sigo teniendo vértigo. No me lo curé con esa experiencia. Me dio un micro-infarto. Me lo dijo el médico al día siguiente. Esteban se puso muy serio y me obligó a ir.

-Le dije que ahora que había encontrado alguien que me cuidara, que se preocupaba por mí, no quería perderlo. Si yo estoy aquí, vivo, es por dos cosas: por los libros de Jorge y por ti, papá.

-Yo he tenido suerte también – dijo Gaspar. – Pólux y su tío me vinieron a buscar al refugio dónde me había dejado Germán. Y me pidieron que me fuera con ellos.

-Una pena que Germán no nos salve a todos.

-¿Tú un día saliste por la puerta y ya está?

Ciro se encogió de hombros.

-A todos nos ha ayudado alguien – Esteban le miraba con dulzura.

-Debes dejar de tener miedo a confiar en la gente que te quiere – le dijo Martín poniéndose en cuclillas frente a él. – Esteban te quiere. Gaspar yo creo que es un buen amigo que ha compartido muchas cosas contigo en ese sitio. Solo tienes que dejarte llevar y dejarte querer por Esteban.

-Me repele el contacto físico.

-Gaspar te está acariciando la mano y no te sientes mal. Porque no has pensado en que te iba a repeler. Haz lo mismo con Esteban. Yo creo que él te quiere. Por eso te ha pedido que le acompañaras a él y su padre al encuentro con Carmelo.

El aludido se encogió de hombros. Gaspar levantó la mano de Ciro y la besó.

-Amador, me gustaría que nos contaras como fue lo tuyo con Esteban.

El aludido miró a Esteban y éste le sonrió y asintió con la cabeza.

-No creo que sea tan distinta mi historia con él como otras que hayáis escuchado. No la he contado a nadie. Son cosas que no se pueden ir diciendo, claro. A lo mejor me viene bien – Amador cogió el vaso de limonada que se había servido y le pegó un gran trago. – Mi marido murió hace cinco años tras una enfermedad larga, dolorosa, agotadora. Cuando esa lucha de años acabó, me quedé vacío. Estuve unos meses en que no era capaz ni de ocuparme de las cosas más sencillas de la vida. Mis hermanos se ocupaban de todo, hasta de comprarme el pan. Fijaros a lo que llegué.

-Yo si perdiera a Jorge, me quedaría así. No sería capaz de hacer nada. Te entiendo.

-Un amigo, sabes, me propuso al cabo de mucho tiempo ir a una fiesta que daban en … en la casa de unos amigos suyos. No quería pero al final, no tuve fuerzas para negarme. Me dijo eso de “Ya verás que chicos”. No le di importancia. Pensé que era una de esas fiestas a las que iban actores y cantantes e influencers. No he sido nunca de chicos llamativos. Quiero decir, me han gustado hombres normales, que me conquistaran por otras cosas que no por su belleza.

-Tu marido era muy guapo – dijo Esteban sonriendo.

Amador sonrió emocionado. Asintió con la cabeza. Fue a explicarse, pero no pudo. Respiró hondo un par de veces y siguió con su historia.

-Llegar a esa fiesta y encontrarme con los músicos que tocaban en una esquina, desnudos. Los camareros, desnudos. Algunos otros chicos atados a una especie de potros, bien abiertos y lubricados por si alguien quería “descargar”, como decía mi amigo. Otros, siendo los juguetes de un grupo de gays reprimidos dispuestos a castigar a los gays que no tienen problemas con su sexualidad.

Amador miró a Esteban. Éste le sonrió y afirmó con la cabeza. Parecía que le estaba dando permiso para contarlo.

-La verdad es que no me sentía cómodo. Por no decir que me daba vergüenza estar en esa finca con todos esos chicos a disposición de la gente. Había unas normas que no sé si todos habían escuchado al entrar, porque a uno de los músicos uno de los invitados le estaba dando con una fusta. Y eso no se podía hacer. Esos juegos, en el caso de los músicos y los camareros eran de pago. Y cuando hubieran acabado su trabajo, por así decir. El resto de los juguetes, eran gratis. “Gratis” entre comillas. Pero ya se sabe, parece que queremos lo que no tenemos. El caso es que estaba pensando como irme de allí sin recurrir a mi amigo, ya que había venido en su coche. Luego supe que había taxis para los que deseaban volver a su casa. Eso no lo sabía en ese momento.

Amador sonrió a Carmelo que le había acercado otro vaso de limonada. Le pegó un trago y pareció gustarle.

-El caso es que mi amigo apareció de repente llevando en una correa a un joven que iba a cuatro patas, con un bozal y un plug en el culo a modo de rabo. El chico movió el culo para indicar que estaba contento de verme. Todo eso lo vi, pero en lo que me fijé fue en sus ojos. Me parecieron maravillosos. Brillantes. Seguía moviendo el rabo como hacen los perros, pero sus ojos estaba acuosos. Luego me fijé que alguien le había dado bien con algún látigo.

-Este perro es solo para ti. – me dijo mi amigo.

-Me indignó. Pero el perro empezó a ladrar y se me puso las manos en el pecho. Parecía que quería sacar la lengua por entre el bozal. Se lo quité y me empezó a lamer por donde podía. Se comportaba como un perfecto perro. Aunque yo seguía mirando sus ojos suplicantes.

-Puedes hacer lo que quieras con él. Hasta mañana es tu perro. Te he invitado yo.

Todos estaban pendientes del relato de Amador. Carmelo de vez en cuando miraba a Esteban que también escuchaba a su padre. Carmelo pensó en que encontraría a un joven avergonzado, porque para todos era evidente quien era el perro. Pero no. La mirada era de amor y de agradecimiento. Y de orgullo.

-Lo de que me había invitado, luego me enteré que se refería a que había pagado él por disponer de un perro para mí toda la velada. Me tendió la correa y ahí me quedé, mirando como se alejaba. Pero el perro tiró de mí y me llevó a una parte de la casa llena de reservados. Algunos tenían una señal roja en la manilla. El fue a la primera verde que había, se volvió a erguir, la cogió con la boca, le dio la vuelta para poner el color rojo, luego abrió la puerta de nuevo con la boca y tiró de mí hacia el interior. Se giró para cerrarla y ahí, se echó a llorar.

Pólux movía la cabeza negando. Esas situaciones, el tener que contar o escuchar sus experiencias en esas fiestas, eran las que pretendía evitar la capacidad de sentir en la mirada de los compañeros que a muchos de ellos les había inculcado Germán o Tirso. Martín tenía un gesto serio, pero impasible. Podía parecer que pasaba de lo que estaba escuchando, pero Carmelo sabía que estaba utilizando sus dotes actorales para no derrumbarse. Ciro miraba con dulzura a Esteban. Era la primera vez en todo el tiempo que lo conocían que su gesto se había relajado. Ahora sí, era evidente su amor por Esteban, amor que reprimía porque pensaba que no iba a ser capaz de llevarlo a buen término, tal y como se merecía.

-Me agaché y le quité los arneses que llevaba y el collar con la correa. Fui a sacarle el plug, pero vi que le iba a hacer daño. Busqué con la mirada y vi un bote de lubricante. Me agaché de nuevo, y le masajeé el agujero con los dedos bien impregnados del gel. Al final se lo conseguí sacar sin hacerle demasiado daño. Volví a masajear el agujero para que no se irritara. Era de un tamaño considerable. Le debía haber hecho mucho daño mientras lo llevó puesto.

Levanta, y nos tumbamos en la cama”.

Él pensó que quería tener sexo con él. Y pareció conforme. Hasta pareció que le apetecía. Nos tumbamos los dos y me besó. La verdad es que ese beso me hizo sentir bien. Era el primer beso desde que faltaba mi marido. Pero no era eso lo que quería de él. Le separé y le acaricié la cara.

-No quiero eso. No sé como te llamas.

-Esteban.

-Yo me llamo Amador. Quiero que seamos amigos. Quiero que me cuentes. Quiero saber como has llegado hasta aquí.

-Estuvimos toda la noche hablando – Esteban retomó el relato porque Amador se había vuelto a emocionar. – Él vestido sobre la cama y yo desnudo rodeando con mis piernas su cuerpo. Él me acariciaba y me escuchaba. De vez en cuando bromeaba conmigo, haciéndome reír. Le dije varias veces que si quería tener sexo conmigo, yo encantado. Por alguien que me trataba bien, me apetecía de verdad. Y estaba a veces hasta excitado de verdad, no era una respuesta a las enseñanzas que nos habían inculcado. Me preguntó si quería comer algo. Le dije que lo pidiera por un interfono que había. “pero cuando vengan a traerlo, mejor es que me vean atado a la columna y con el culo rojo”. Hizo lo que le pedí y me ató a la columna. Me dio unos azotes para que mi culo tomara color. Me pellizcó los pezones y me mordisqueó los labios. Cuando el camarero trajo el pedido, pareció satisfecho de lo que vio y dejó la bandeja con el pedido en la mesa que había para ello. Cuando se fue, me soltó y comimos. Luego estuvimos toda la noche tumbados en la cama, hablando. Amador puso un vídeo de sado, para que si alguien estaba pendiente, escuchara que nos poníamos a tono. Y al final, nos quedamos dormidos.

-Cuando me fui, me dolió dejarlo allí. Pero no sabía que hacer. Me imaginaba que no era cuestión de decir: Esteban, vístete y vente conmigo. La gracia de esas fiestas era que se trataba de menores. Aunque Esteban ya no lo era.

-Mi aspecto seguía siendo aniñado. Germán me indicó que debía aprenderme una nueva fecha de mi nacimiento. A los mayores de dieciocho, les echaban o los vendían como ganado a algunas granjas o vendían sus órganos para trasplantes.

-A mí me iban a quitar el corazón – dijo Gaspar.

-Ese cambio de la fecha de mi nacimiento, le daba tiempo a prepararme una salida.

-Empecé a ir a esas fiestas siempre que podía. La entrada era cara, cinco mil euros más gastos. Si entraba en un cuarto, mil euros más. Si pedía comida, pues otros mil euros. Si pedía un chico en especial, dos mil más. Yo iba siempre con la condición de que estuviera el perro 2599 y que lo quería para mí.

-A partir de la segunda vez le tuve que decir que me pegara más fuerte que esa pantomima que hicimos la primera noche. Y que debería follarme de verdad. Dependiendo de que guardeses estaba a nuestro cargo, nos hacían reconocimientos físicos. Si no tenía marcas o semen en el culo o irritado el ano de la fricción, no les gustaba.

-Empezamos a hacer uso de dildos.

Carmelo supo que en eso, Amador mentía. Seguramente habría acabado por hacer el amor con Esteban. Aunque de eso, seguramente no se sentía orgulloso y en todo caso, habría consentido por ayudar al joven.

Una noche, antes de que me trajeran al perro 2599, se acercó Germán. Me dio un papel a escondidas. Quería que nos viéramos al día siguiente en el parque del Oeste. Ahí me propuso que si de verdad quería al chico, lo sacara de allí. Me explicó que la única forma no peligrosa para nadie es que lo comprara. Como ya estaba a punto, según la fecha de nacimiento que figuraba en los archivos de la red esa, de cumplir dieciocho, para evitar problemas, era mejor proponer una salida antes de que a alguno se le ocurriera otras, como pegarle un tiro o vender sus ojos y sus pulmones, o llevarlo a una granja para que tirara de los arados como si fuera una mula.

Carmelo no pudo dejar de pensar como había sido posible que le dejaran en paz a él. Que él supiera, después de que Jorge le sacara de allí a tortas, no había vuelto a ir a esas fiestas. Después vino el olvido. Otro misterio.

-No me lo pensé demasiado. En la siguiente fiesta lo hablé con Esteban. Le dejé claro que iba a ser su padre. Que lo iba a cuidar como un padre de verdad, un padre de los buenos.

-No os voy a mentir a vosotros. Esto no lo digo a nadie, claro. Si me hubiera dicho que quería casarse, hubiera aceptado. Quiero a este hombre. Siendo su marido, o su amante, hubiéramos tenido sexo. Ahora no lo tenemos. Pero lo quiero igual. Es un amor profundo. Y él ha sido el mejor padre que se puede ser. Y lo quiero con locura. No me cansaré de decirlo. Por eso, el día de la barandilla, cuando le dio el siroco, creí morir. Si le hubiera pasado algo, me hubiera tirado al vacío.

-No digas eso, Esteban. No me gusta. Un día moriré. Es ley de vida. Y tú tienes toda una vida por delante. Ciro aprenderá a amarte y dejará que tú le ames como él se merece, como los dos os merecéis. Ahora tienes a dos nuevos amigos, Pólux y Gaspar. Conoces a Martín, a Carmelo, a Jorge. Ellos te ayudarán si lo necesitas. Se lo noto en la cara.

-Pero morirás a los noventa. Antes no es negociable.

-Lo bueno que tuvo lo del siroco, es que avanzamos en muchos temas. Por el que dirán, no me atrevía a abrazarlo, a darle besos. A acunarlo si era preciso en las noches de pesadillas. Le di muchas vueltas antes de darle los libros de Jorge. Él ya los conocía, porque Germán se los daba a todos, pero no los quiso leer, porque no le gustaba. O por un gesto de rebelión. Volvimos a hablar de todo aquello que había vivido. Con calma.

-Nunca me ha juzgado. Es lo bueno. Y debo agradecer que se gastara una millonada en sacarme con vida de ese sitio.

-¿Cuanto pagaste?

-Medio millón. Más gastos. Tuve suerte, porque me buscaron un abogado fuera de sus… acólitos. Sé de otros que de abogados, pagaron más casi que por la compra en sí. Y aquí no ha habido, como en otros casos, que al año vinieran haciendo chantaje y queriendo cobrar otro tanto por no abrir la boca.

-¿Puedo preguntarte quién fue el abogado?

-Si es amigo tuyo. Y de Jorge, según he leído. Óliver Sanquirián. Lo reclutó Tirso. Por eso le echaron de ese bufete. Porque no quiso darles nuestros expedientes para que nos extorsionaran.

Martín miró a Carmelo. Le había cambiado la cara. Se levantó de un impulso y fue a abrazarlo.

-Ese Oli parece buena gente. Guarda bien los secretos. Y le da igual arruinarse por proteger a sus clientes. Parece buen tío.

-Ya, pero podía haberme contado algo…

-Debe guardar el secreto. Ya sabes el dicho:… – pero Martín no pudo acabar.

-Lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta, no lo apuntes en ningún sitio. – acabó Carmelo la frase.

Martín le dio un beso.

-Hermano. ¿Sabes que te quiero?

Todos se echaron a reír. La cara que había puesto Martín invitaba a ello.

-¿Y tú quieres dejar de copiar a tu tío Jorge? – se burló Carmelo.

-Yo solo le copio las cosas que dan buen resultado. – respondió Martín todo digno.

-Eres un cabrón, ¿Lo sabes?

-El insulto es el recurso de los necios.

-Hay días en que me pregunto por qué te tengo tanto cariño. No lo entiendo. Ahora mismo te estrangularía y eso me haría feliz.

-Os lo juro que parecéis hermanos en una riña familiar. – les dijo Amador con gesto de asombro. – Y encima como os paceréis tanto… tenéis gestos iguales…

El teléfono de Carmelo empezó a sonar.

-Contesta, contesta. Mi tío te llama para defenderme, seguro. Habrá percibido tu intento de maltrato – Martín le sacó la lengua. A duras penas se estaba aguantando la risa.

-Está claro Jorge que hoy te vas a quedar sin sobrino. Te anuncio que me voy a cargar a Martín de un momento a otro y lo congelaré.

-Si lo haces por recuperar los calzoncillos que le has regalado, ya te compraré yo algunos. No merece la pena que te manches las manos.

Todos habían escuchado la respuesta y la carcajada general no tardó en llegar.

-Que bobo eres. ¿Tan transparente soy? – Carmelo decidió seguir con la broma – Dime, anda.

-Antes de nada, saluda a todos de mi parte.

Jorge le había llamado para que acudiera a la cena con Nuño. Le explicó a grandes rasgos lo que había pasado.

-¿Y dices que va a tocar el violín con Sergio? Entonces…

-Escribe a Christian para que lo grabe. A lo mejor lo podemos utilizar para nuestros fines.

-Me pongo a ello. Luego te veo. Si llego tarde me disculpas con los demás.

Carmelo hizo un gesto al resto para disculparse por la interrupción.

-No he podido evitar… ese Nuño… con el que vais a ir a cenar… dices que toca el violín.

-Sí. Es una especie de diva de la música clásica. Lleva meses sin tocar. Tiene depresión.

-No será Nuño Bueno…

Carmelo se quedó sin saber que responder. Estaba seguro que Jorge le había dicho el nombre completo pero no lograba acordarse del apellido. Martín fue en su auxilio y le pasó su teléfono con una foto en la pantalla.

-Joder, sí que es clavado a Javier. Es Nuño Bueno, sí, Pólux. No lograba acordarme. Martín ha buscado la foto… Jorge nos contó que ese Nuño era el doble de Javier, el comisario de policía que se ocupa de nuestro caso. Y es claro que son dos gotas de agua.

Pólux hizo un gesto con la cabeza. Parecía que ese nombre le había traído recuerdos no muy agradables.

-¿Y si nos lo cuentas? – Martín se lo quedó mirando.

-No creo que sea el momento, ni el lugar.

-Puedo contar yo cosas de ese músico. Mi marido trabajaba en el mundo de la música clásica. Le oí comentar muchas cosas. Es hijo además de un juez importante.

Todos se giraron hacia Amador. Pero éste solo miraba a Pólux. El gesto de éste era serio. Imperceptiblemente señaló a Ciro y Gaspar con la mirada.

-Aunque quizás Pólux tenga razón y no sea el momento. Además seguramente son tonterías.

Carmelo fue a decir algo, seguramente en un tono de bastante enfado. Pero una mirada de Martín, consiguió sosegarle.

-¿Y como fueron vuestros primeros meses de convivencia? Esteban ¿Te costó acostumbrarte a esa nueva vida? Le he oído a mi tío que algunos chicos que salen de esa organización, siguen durante meses creyendo que el sexo es la solución para todo.

Esteban se sonrió.

-Pues algo de eso me pasó. Y me metió en algún que otro problemilla.

-Te escuchamos – le invitó Carmelo.

-Pues…

Necesito leer tus libros: Capítulo 78.

Capítulo 78.-

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Al final fue Martín el que acompañó a Jorge. Cuando se despertó cerca de las seis de la tarde, lo anunció a su tío como si hubieran quedado así la noche anterior.

-Tío ¿Me dejas algo de ropa? No tengo nada para acompañarte a la firma de libros.

-Claro. Coge lo que quieras. – le contestó Jorge desde la ducha. Justo había llegado cuando sus chicos empezaban a despertar. Se desnudó rápidamente en la habitación en la que dormía Carmelo y se fue a la ducha.

-Me mola que hayas cogido mi ropa – murmuró Martín al oído de su tío. – Tranquilo te guardo el secreto.

Jorge le miró con gesto divertido. Le estaba empezando a parecer que había minusvalorado siempre las aptitudes de Martín. Se acercó a él y le besó en la cabeza.

-Carmelo ¿Me dejas esas Converse…? – dijo Martín para desviar la atención de Carmelo.

-Llévatelas. Te las regalo. Mañana me envían una nueva remesa. Si quieres te llevas algún par más que te mole.

-¿Las verdes?

-Y mira esas de la balda de arriba. Te gustaban. Me dijiste un día que me las viste puestas. Y tienes en ese otro armario, esas camisetas que te molaban. Puede que te combinen bien con esas americanas de tu tío que has cogido. Y mira esa chaqueta de Jorge. No se la pone nunca. Te va a sentar genial.

-¡Guay! ¿De verdad que…?

-Ya te he dicho que me mandan mañana quince pares. Tengo acuerdo publicitario con ellos. Si te quedas esta noche, si te mola alguno de los nuevos modelos, te lo puedes llevar. – le insistió Carmelo.

-Guay. Prefiero llevarme los tuyos viejos.

-¿Eres fetichista?

-A lo mejor un poco – contestó Martín con gesto divertido.

-Luego me paso por la librería y nos vamos a cenar. ¿Os parece? – propuso Carmelo.

-Me parece buena idea. ¿Martín?

-Tengo un hambre… por mi cenaba ahora mismo.

-Aguanta. – le pidió su tío. – Tenemos el tiempo justo para llegar. ¿Nos vamos?

-Esperad un segundo. Os preparo un bocata para matar el gusanillo. – se ofreció Carmelo. – No tardo nada, Jorge, no me mires con cara de asesino. No vas a llegar tarde.

De nuevo en el ascensor. Martín se apoyó en Jorge.

-Te sienta bien mi ropa. – le dijo mientras le sacudía la americana que vestía en la que habían quedado algunas migas del bocadillo que se acababa de comer.

-A ti también te sienta bien la mía. Molabas. Te he visto desde la terraza. He salido a tomar un rato el aire. Me he dado cuenta de que no estabas. Pero te guardo el secreto. Se me ha ocurrido que un día podíamos ir de compras y te ayudaba a cambiar de estilo.

-Bueno. Esa idea me gusta. Me dices y nos vamos.

-Vale.

-No ha sido nada… lo de irme …  – Jorge intentaba que Martín no le diera más vueltas a su excursión mañanera.

-Habrás ido a ayudar a uno de esos chicos. Un rato que estuve mirando en la disco, vi a Carletto. Y a otro influencer amigo suyo que no sigo. Y a tu amigo Finn.

-¿A sí? No vi a Finn.

-Entonces a Carletto y al otro…

-La madre que te parió. Sí, a los otros los vi. Pero no lo vayas contando. No se lo he dicho a Dani. Y recuerda, para todo el mundo, sigo siendo idiota del culo. ¿De verdad viste a Finn?

-Sí. Estaba con ese que antes trabajaba con el representante de Dani. Ese tío, cuando era yo pequeño, me daba canguelis. Te lo juro. Y mi viejo es íntimo amigo suyo.

-¿A sí? No recuerdo yo eso.

-Pues sí.

-¿Toni?

-Ese. A mi padre no le molaba nada ese tío, eso decía. . Era la excusa que daba a algunos para no estar en la agencia de Sergio. Pero na, era por Sergio. Mi viejo no le traga. Luego con Toni, sin que nadie se enterara, quedaban y cenaba y eso.

-¿Sabes por qué de esa comedia? Fingir llevarse mal para luego ser íntimos.

-Ni zorra, como diría mi viejo.

-Tengo que buscar a alguien que me hable de ese Toni antes de preguntarle a Sergio. ¿Le viste con alguien más?

-No me fijé. Quiero decir, estaba con más peña. Pero no …  él era el que estaba de frente. Los demás me daban la espalda o estaban de medio lado. No había mucha luz. A parte, el tío ese … destaca. Es un chulo con pintas.

-¿Un chulo con pintas?

-Que va de guay. Bien vestido, de marca, y con la cabeza así levantada. Ya me entiendes. Mirando a todos por encima del hombro. Una diva, vamos.

-¿Y estaban en la misma zona que Carletto y su colega?

Martín se encogió de hombros.

-No me mola que juegues a polis, tío. Esa gente, su forma de debatir es dos hostias en la nariz y luego un tiro en el entrecejo. Para eso está la poli, siempre lo has dicho.

-Vale, te haré caso – le dijo sonriendo.

-No te creo nada, tío. Te conozco. Si tu te metes en líos, yo te voy a ayudar y a acompañar. Aunque no te lo creas, te debo casi la vida. No es Dani el único. U otros, que no fue solo a él por el que partiste jetas. Mis viejos lo comentaron alguna vez. Estaban alucinados y te hubieran dado de hostias por meterte en esas movidas. Estaban acojonados porque lo jodieras todo.

-Ya, lo de insensato y no recuerdo los epítetos que me dijiste que me dedicaron. No sé que jodí con eso que les pudiera perjudicar a ellos. O me cuentas toda la historia o estoy más perdido que los de la serie esa del avión en la isla.

-No quiero que te pase nada, tío. Te lo juro. – Martín escondió la mirada – Te necesito. Te lo debo todo.

-No me lo creo. Me debes ratos bonitos, me debes mucho cariño, algunas hamburguesas… muchos abrazos.

-Y muchos besos. Los mejores besos de mi vida me los has dado tú. Ni los del sexo han sido mejores. Y suelo practicarlos a menudo cuando follo. Si el tipo no le gusta besar, lo largo en nada.

-Ya me había dado cuenta de eso. ¿Raúl besa bien?

-Jorge. No insistas. No te voy a contar. Joder, que va a tu lado todo el puto día. Que flash.

-Y mira, yo te dejo ropa a ti, y él me la deja a mí.

-Es guay Ra. Es buen tío. Y te admira mucho. Intenté que me contara de cosas que pasan cuando va contigo. Y na. Ni lo de la notaría me ha contao. Y eso debió ser “hevy”. Por cierto, me tienes que decir dónde puedo ir a aprender idiomas. Franchute, por ejemplo.

-¡Vaya! Nunca has querido hacerlo. El inglés y porque no te quedó más remedio en el cole.

-Pero hablo guay el inglés. Me molaba cuando a veces hablábamos en inglés para que practicara. Por eso me solté, te lo juro.

-Ya pensaré dónde puedes ir. Javier tiene un acuerdo con alguna escuela de idiomas para que su gente vaya. Me encargo si quieres. Y te invito al curso.

-¿De verdad que me lo vas a pagar?

-¡Claro! Te lo ofrecí cuando tenías catorce. Pero no quisiste. Sigue mi oferta en la mesa.

-Vale. Pero tío, no te metas en líos, por fa. Ya sabes lo que te he dicho antes. Iba en serio.

-Tú tranquilo. Que tendrás que aguantarme mucho tiempo. Me tendrás que cuidar cuando sea un ancianito.

-Vale. Yo te cuido cuando se te vaya el pensamiento de verdad, no como finges ahora.

-¡Oye! Pero bueno…

-Na, no disimules, tío. – Martín lo miraba con cara de mofa. – Tus vitaminas son historia hace un siglo. A Dani le engañarás como el resto de la peña, a mí no. Salvo en la pandemia, al principio. Ahí volviste a tomar.

-¡Habrase visto!

-Tío, te lo digo en serio. No tengo ganas de ir a verte al hospital. Que sepas que me quedaría toda la noche a hacerte compañía. Como hacía Ernesto con Arturo.

-No te dejarían tus padres.

-Mis padres sobre mi vida, ya han dicho lo que tenían que decir. Haré lo que me venga en gana. Soy mayor de edad ya hace un rato.

-¡Por Dios! ¡Jorge! ¡Martín! No os quedéis parados en medio de la calle hablando. Tenéis el coche a diez metros.

-Joder, perdona. – se disculpó Martín.

-Vale, vale – Jorge levantó las manos a modo de disculpa mientras se metía en el coche.

-Ahora hablad lo que os de la gana. – les dijo Flor.

-¿De verdad que no te importa lo de la ropa? Acuérdate de las camisetas de “La Casa Monforte”. No me guardaste ninguna.

Jorge sonrió y le besó en la mejilla.

-Me gusta que me mangues la ropa. Y mañana tendrás un montón de camisetas. Se las he pedido anoche a Bernabé cuando me comentaste de pasada. Manda de todos los modelos de tu talla. Y un jersey que se le ocurrió luego a Iván, el dibujante. Y para dentro de unos días, las chaquetas de punto. Las estaban acabando de diseñar. Si quedan como en los bocetos, van a ser la leche. Eso lo vas a estrenar en exclusiva. En realidad lo vas a estrenar todo, porque todavía faltan al menos veinte días para que salgan al aire los programas de Pasapalabra.

Cuando llegaban a la librería, Flor le hizo ver a Jorge que había mucha gente esperando.

-Menos mal que decías que a lo mejor no iba nadie – se burló ella con mucha guasa. – Tenemos curro, chicos. El escritor ha vuelto a fallar en sus pesimistas predicciones – bromeó por su línea interna de comunicación.

-Pues el día que diga que espera mogollón, llamamos directamente a la OTAN para pedir apoyo. – dijo alguien desde otro de los coches.

-Que graciosos – les contestó Jorge en tono ñoño mientras Martín se reía a carcajadas. – Y tú ¿de que te ríes? – le reprendió Jorge a la vez que le sacaba la lengua y le daba un manotazo en el brazo.

Jorge al bajarse del coche, se quedó asombrado. Había al menos treinta jóvenes esperando fuera. Y llegaban caminando cuatro jóvenes más y un grupo de cinco. Por las señas que hacían con las manos, era evidente su destino. Los guardas de seguridad de la librería no les dejaban entrar. Esme, la librera, lo esperaba fuera. Fue a su encuentro gesticulando mucho.

-Voy a abrir la sala grande. La están preparando. Hay dentro como cuarenta o así. Y aún así, es que no caben más. Con la separación… y mira, por ahí vienen más. No me esperaba esto. Pensaba que iban a venir cuatro. He vendido más libros en el antes que nunca. Mira, esos que llegan van directos a la librería. Joder. En cuanto empieces a hablar, voy a hacer un nuevo pedido. Me temo que me voy a quedar seca hoy.

-A lo mejor algunos vienen juntos – propuso Jorge. – Agrupándolos por afinidad, puede que quepan todos.

-Yo me encargo – dijo Martín acercándose decidido a los que esperaban.

En un momento, Martín los organizó en grupos. Los que ya venían juntos, su destino era permanecer unidos. Para que complicarse la vida.

-Pero eso…

Jorge se encogió de hombros.

-Si ellos quieren, ¿Cómo vas a comprobar si son amigos o no? Y esos grupos que han venido juntos, yo les veo cara de pertenecer a la misma burbuja de convivencia. Si están todo el día juntos y intercambian hasta fluidos …

-¡¡Jorge!! – Esme parecía asustada por lo que insinuaba el escritor.

-No me refería a esos fluidos, sino a saliva, comida… morder el mismo perrito…

-¡¡¡Jorge!!!

Flor que estaba cerca y a punto de volverle a echar la bronca por quedarse parado en medio de la calle, no pudo por menos que soltar una carcajada.

-¡¡¡Esme!!! Perrito, una salchicha larga y gorda entre pan.

Todos a su alrededor soltaron una carcajada, al ver la cara de Esme. Ésta también se sonrió.

-Sois tal para cual. El escritor ha debido pedir un casting de polis para que seáis todos de su cuerda.

-Na, nos ha llevado a la senda del mal en cuatro días. – expuso Carla todavía riéndose.

-¿Y Martín? No entiendo por qué ha venido. – Esme volvió a poner su cara de medio enfado.

-Va a participar en la charla a mi lado. Un punto de vista joven. Que mejor que él para exponerlo. Y además ¿A ti que más te da? ¿O es que te molesta que venga? Es de mi burbuja de convivencia. Ha dormido en casa. Y antes de ayer también. Y el otro día pasamos todo el día juntos. Y durante el confinamiento vivió conmigo.

-Cada día me sorprendes. ¿Y no convenía que me comentaras estas cosas antes? Podíamos haberlo anunciado…

-Si no hay más sitio. Y no tienes más libros que vender… si sale bien, organizamos otra dentro de unos días. Ya te avisaré si viene Martín. O Carmelo. Para que lo anuncies debidamente. Ten en cuenta que al publicarlo también en las redes de la agencia de Sergio y en la de Carmelo, la repercusión es mayor.

Esme no parecía muy convencida con nada, pero… al final, entre Martín y los guardas de seguridad acomodaron a todos los que pretendían asistir a la lectura. Oficialmente estaban controlando escrupulosamente que las normas de covid vigentes se cumplieran. Y así lo dejarían constancia en sus informes.

La sala estaba llena. Había sitios libres pero se debían a la separación indicada para separar distintos grupos de convivencia. Jorge se paseó por la sala saludando a los asistentes. Esme también puso mala cara a eso. Siempre le insistía a Jorge en que no se acercara a la gente. No quería que se contagiara. Pero Jorge y una charla, eran dos cosas que al ir juntas, llevaban siempre aparejado, cercanía. El escritor era la expresión máxima de lo contradictorio. Su fama decía una cosa, y su comportamiento en esas reuniones, era la demostración clara de lo contrario.

Jorge se extrañó de que hubiera muchos jóvenes en el rango inferior de edad a los que habían hecho el llamamiento. Para su asombro, descubrió ya sentados en la sala a Fernando, su escolta, y a Ely y Anxo. A ellos se unió Joe, el encargado de la Dinamo, la discoteca en la que habían estado esa noche, que entró a última hora y porque Jorge le ordenó al guarda que lo dejara pasar. Él ya le había anunciado su intención de ir a escucharlo. Fue Martín el que les pidió a Fernando y Ely que le hicieran un hueco.

-Que alegría me da veros – les saludó Jorge abrazándolos por turnos.

-Menos mal que no iba a venir nadie. – se burló Fernando. – Eres un agonías. Y lo sabes, no lo niegues. Nos has dado la chapa a todos varios días con que no iba a venir nadie e ibas a hacer el ridículo y no sé cuantas cosas más. Y resulta que lleno. – eso último se lo decía a Ely y a Joe.

-Y hay más gente que no ha entrado. Detrás de mí había varios.

-Pero no tenían el teléfono de Jorge – se rió Ely.

Joe levantó las cejas sonriendo.

Esme se subió al estrado y empezó con la presentación de Jorge, que estaba acabando de saludar a los acomodados al final de la sala. Glosó brevemente la trayectoria del escritor. Hizo un pequeño resumen de sus novelas y de sus relatos cortos.

-Y ya os dejo con él. Viene bien acompañado por un joven actor que ha estado mucho tiempo sin trabajar y que para suerte del público, hace unos meses decidió volver a ponerse en frente de las cámaras. Un joven que es lector empedernido de todo lo que escribe Jorge Rios, al que considera su tío y además ejerce como tal. Martín Carnicer.

Los asistentes aplaudieron. Anxo se levantó y hizo un chiflido de admiración. Le gustaba Martín y al verlo entrar para colocar a los asistentes que esperaban fuera, se había quedado como hipnotizado.

-Te lo presento si quieres – le dijeron casi al alimón Fernando y Joe cuando se sentó después de aplaudir al actor.

-Es un tío guay – añadió Fernando.

Jorge se fue a sentar en la mesa, pero Martín le indicó el suelo, al borde de la tarima. Jorge le sonrió y le hizo caso. Se sentaron los dos ahí.

-¿Nos veis bien todos? – preguntó Jorge.

-¿Se nos oye? – añadió Martín.

Los asistentes asintieron.

-Muchas gracias ante todo por acercaros a pasar este rato con nosotros. No me esperaba que llenarais la sala grande.

-No hay muchos escritores que hagan lecturas para los jóvenes. Parece que pensáis que no leemos. Y si vamos a las generales, resulta que el moderador suele ignorarnos. “Ese niñato, que no sabrá ni leer ¿Qué cojones va a aportar?”

Se escuchó una risa nerviosa en la sala. La verdad es que el joven que había hablado había tenido gracia al imitar la voz de uno de esos moderadores con voz engolada que suelen ser habituales presentando eventos culturales.

-Yo no puedo ser de esa opinión, porque gracias a Dios tengo amigos jóvenes que sé que me leen. Martín es un ejemplo. Fernando que está por ahí, Ely, Anxo, Joe, son otros amigos que compartimos a veces conversaciones sobre mis libros.

-Na ¿Sabes lo que pasa, Jorge? – intervino Martín. – Que a veces los escritores os subís al púlpito y echáis una filípica como para decir: aquí estoy yo que os voy a enseñar un par de palabrejas de esas que ni los romanos usaban en sus tiempos. Porque sabéis, soy lo más, sé más palabras que vosotros, que sois un poco chonis, y soy un millón de veces más inteligente y culto. Muchos toman esa actitud y hablan a su público levantando ligeramente el mentón. Unos quince grados. Creo que es la inclinación de mentón que indica a un ser que se cree superior a sus coetáneos.

-¿Yo soy así? – Jorge le miraba con cara de asombro y un poco de sorna.

-Na. Algunos de tus colegas sí lo son. Te puedo decir unos cuantos. – Jorge no pudo evitar hacer un gesto de susto – Relax, tío, que no te voy a poner en un compromiso con tus colegas. Pero la peña sabe de quién hablo – Hubo algunos gestos afirmativos con la cabeza acompañado de sonrisas cómplices. – Pero tú… a ver, tienes una fama; la peña solo ve lo que dice la gente. Los virales que ven en las redes. Son famosos tus desplantes y tus caras de sorpresa cuando se acercan a saludarte. Mucha peña es lo que sabe de ti. Les preguntas ¿Jorge Rios? Y te contestan: ese creído y chulo. Pero es que no te conocen. Yo a todos mis colegas les digo que eres guay. Y lo eres. Mirad, lo conocí cuando tendría yo ¿Nueve años?

-Por ahí sería, sí. Más bien diez, creo yo. – Jorge lo miraba sorprendido. No se esperaba para nada que Martín tuviera la iniciativa de hablar o de contar algo en público. Y lo que más le sorprendía era que le notaba a gusto.

-Tíos, desde ese primer momento, esperaba con nervios el siguiente día que viniera de visita. Es que era guay hablar con él. Le empecé a contar de todo, y él me escuchaba y luego me contaba cosas de él, pero sin dar la brasa de “debes ser así” “Debes hacer no sé que paridas”… No se cree un Dios que levita por encima de los pobres mortales. Y es que, eso mi madre si me oye me mata, cuando empecé a pillar sus libros a escondidas, al poco de conocerlo, que mis viejos no querían que leyera cosas tan intensas, es que veía en sus personajes a mis viejos, a profes, a la panadera a la que compramos el pan todos los días. O compis de clase, aunque tuvieran veinte años menos que los personajes. Pero eran ellos. Y tío, eso mola. Y lo mejor, es que luego le contaba y me escuchaba y yo era un puto crío de once años. Éramos dos adultos hablando.

-Pero tú en un cuerpo de niño peque – sonrió Jorge orgulloso.

-Joder, a mi me pasa igual. – intervino un chico que estaba sentado hacia la mitad de la sala – Yo soy gay además. Y tío, para mí era guay ver a personajes que lo eran como yo y que tenían una vida normal. Fue todo un descubrimiento. Otros escritores siempre muestran a los gays como rotos de dolor y con un dramón encima del copón. O lo contrario, los payasos del grupo. Joder, pensaba yo, resulta que soy el raro entre los raros. Hasta que llegué a tus libros. En ellos me vi reflejado.

-A mí me pasó con “deLuis”. – Ahora era una joven que estaba sentada casi enfrente de ellos – Te lo juro Jorge, me salvaste la vida. Mis padres lo saben. Les he dicho en la comida que me iba a acercar a escucharte, y casi se vienen. Les he tenido que convencer de que lo hagan otro día. Que hoy era para jóvenes. Quieren darte las gracias. Ellos me entendieron a través de tus personajes. Yo misma me sentí… quiero decir, a ver si me sé explicar. Ni yo era capaz de entenderme. Pero al leer lo que sentía Luis… ¡Era yo!

-Y a mí. – Un joven que estaba hacia la mitad de la sala, tomó el relevo – Yo estaba loco. Me daban flipadas de ponerme en el borde de la terraza, subido a la barandilla. De pie. Vivimos en un séptimo. Imagina la papilla si me caigo. Mi viejo un día que me vio, casi le da un cortocircuito. El además tiene vértigo, y no podía ni acercarse. Yo estaba con los cascos puestos, no le oía. Hasta que sentí algo, no sé, me giré y le vi arrodillado, chillando. Desesperado. Te lo juro. Su cara de desesperación e impotencia me golpeó el estómago, como si fuera una mano con un puño americano. Me bajé y lo abracé. En la puta vida lo había hecho. Mi viejo no es de abrazos y eso. Quería evitar que la peña pensara – pareció arrepentirse nada más decir ese último comentario, pero decidió seguir contando – Luego ya, pues hablamos. Y me dio tu libro. Me dijo que lo leyera. No era de leer. Mi viejo al revés, lee todo lo que puede. Y le vi tan angustiado, lo había pasado tan mal… hasta echó la pota el pobre, debió intentar acercarse pero el puto vértigo… con “deLuis”, entendí muchas cosas. Me entendí a mi mismo. Mi viejo cambió radical. Ya me daba algún beso, y me abrazaba. Hasta entonces, parecía que eso le repugnara. No es… a ver, lo que sentía yo es que no quería que yo pensara que… que los vecinos se creyeran…

-Que no pensaran que quería follarte – aportó un joven de unos veintitantos años, sentado justo detrás de Fernando y Ely. – Porque no es tu padre de verdad sino que te adoptó ya de mayor.

El joven de la barandilla afirmó con la cabeza antes de continuar.

-Y yo me hice adicto a leerte. Busqué todo lo que has publicado. Algunas por cierto, están descatalogadas. Estaría guay que hicieras alguna reimpresión.

-Luego me dices cuales no se pueden encontrar. Es la primera vez que me lo comenta alguien – Jorge le sonreía agradecido. A la vez buscó con la mirada a Esme, pero no estaba en la sala. El chico afirmó con la cabeza todo serio.

-A mí ese personaje en cambio, no me gusta – dijo otra joven que estaba en el fondo. – Dejarse manejar así por sus amigos…

-Pero tía, eso yo lo veo en el Insti todo el rato – le contestó un chico que no aparentaba más de dieciséis años. – Los molones, los machos alfa, dando órdenes al resto. Y en machos alfa, incluyo a machos y hembras. Que no es una cuestión de género. Es un tema de actitud ante los que te rodean. Y el resto, por eso de ser guays, de estar besando el culo del cherif oficial del Insti, se arrastran por el barro si se lo piden. O les dan la pasta que les dan en casa para la comida.

-O les limpian la mierda de sus zapas – añadió el chico de la barandilla.

-A mí lo que me molan de tus libros es que a pesar de que tienes personajes que son unos hijos de puta, siempre aparece un contrapunto. – apuntó Fernando, el policía. – A mí eso me encanta. Y sobre todo me encantan los personajes grises. Los que son buenos, pero a veces se comportan mal. Los que son malos, pero a veces tienen gestos de gente guay. Y por cierto, relacionado con lo de antes de por qué Luis hace caso a Sergio. Yo conozco a uno que se enamoró de un puto cabrón que se entretenía jodiendo a sus subordinados. Pero pensad en el peor concepto que os podáis imaginar sobre “Joder a los subordinados”. Humillarlos de forma bestial. Se enamoró hasta las trancas. Y aunque no están juntos, mi amigo sigue enamorado de él. Y el tío, luego lo he comprobado, es un puto cabrón.

-Como García, en “La angustia del olvido” – opinó Martín.

-O Sergio en “deLuis”.

-Sergio es un cabrón – dijo el chico de la barandilla.

-A veces. Otras… tiene sus cosas.

-Pero eso a lo mejor es blanquear a un personaje que es lo peor. Joder, que lleva a su amigo a querer matarse.

-¿Pero por qué lo hace? – intervino Jorge. – Es importante la aportación de Fernando sobre los personajes grises. Muchos de los que llamamos cabrones ¿Lo son? ¿O es que no saben ser de otra forma? O porque les han educado así, o porque es lo que han visto, o porque se sienten solos…

-¡¡Porque no saben ser de otra forma!! – afirmó Anxo.

-A mi me la suda que lo pase mal. Y que … a todos nos follan constantemente. Joder. Y por eso, no lo pagamos con…

-Por eso decía antes lo de intentar justificar a los malos.

-No lo veo así – apuntó Ely. – Creo que Sergio es un cabrón con pintas. Pero sufre también. Lo que no quita para que me den ganas de cruzarle la cara. Yo creo que entender al malo, no significa justificarlo.

-Na, a mí me sigue pareciendo como justificar al malo.

-Pero todos no tenemos … a ver…

Ely no sabía como decir lo que quería expresar.

-Todos no sabemos actuar adecuadamente ante los golpes que nos dan. O ante las circunstancias de la vida. ¿Quieres decir eso?

-Gracias Jorge. Me has leído a la perfección, como siempre.

-Cada uno somos reos de nuestra educación, de lo que hemos visto en casa, en la calle. Muchos piensan que una mujer es como un mueble, que debe cuidar al marido y bla, bla, bla. O muchos mayores, vemos como cuando no tienen respuestas, sueltan un exabrupto, sobre todo si están ante jovenzuelos como nosotros. – expuso Martín.

-Yo conozco a tu vieja y no creo que ella…

-Mi vieja no es perfecta. Ni mi viejo – le respondió Martín. – Y…

-No se refería a los suyos, sino a los míos. – Jorge interrumpió a Martín. Intuía que iba a decir algo más de sus padres, pero prefería que no les diera protagonismo, sobre todo si había alguien ellí que los conocía, aunque fuera por haber sido alumno de Pula – El otro día tuvo la oportunidad de conocerlos. No le despreciaron más, porque no se les ocurrió como.

Fernando se echó a reír.

-Pero has de reconocer  Jorge que se defendió muy bien.

-Eso también. Menudo repaso les dio a mis padres.

-No son muy de ti. ¿por lo de gay? – le preguntó el joven de la esquina, el que no había intervenido casi.

-Si solo fuera eso… por lo de gay, por lo de escritor, por no despreciar a las mismas personas que lo hacían ellos, por tener opinión propia respecto a casi todo, por querer a dos mujeres, mis nanas, dos mujeres que a parte de ser mis profesoras en el cole, eran amigas de mi madre, que desde pequeño me dieron el amor, los besos que no me daban mis padres. Y me animaban a seguir con mi pasión. Me animaban activamente. Mis nanas y Manolo, un hombre que dedicó un rincón en su casa para que pudiera escribir. Y hasta me dio las llaves de su casa, y yo tenía doce años. Todo eso, pues y cuando pudieron, mis padres me echaron de casa. Gesto tonto, porque desde los dieciséis casi no pisaba. Pero querían dejarme en ridículo delante del barrio.

Martín se pegó a Jorge y le dio un beso en la mejilla.

-Hostias. – comentó la chica de delante.

-¿Entonces tus viejos Martín?

Jorge le miró a los ojos. Martín entendió lo que le quería decir Jorge.

-Cuidado, que son geniales. Pero tienen sus cosas que no suelen mostrar en público, como la mayor parte de la gente. Y hay más personas que influyen en nosotros. Profesores, amigos de los padres… amigos propios, hasta películas o series o libros.

-O videojuegos – apuntó el joven que estaba detrás de Fernando.

-Antes has dicho que Jorge…

-Pero Jorge no es el único que va a mi casa. Y Jorge puede ser maravilloso, pero si yo tengo una época mala, de estar depre, todo lo voy a ver con ese cristal. A través de ese cristal, quiero decir. Y me alejaré de los que me puedan dar otra perspectiva. Porque las depres son así.

-Ese es un debate interesante – dijo un joven vestido con traje y corbata y que hablaba por primera vez. – Y eso está también en “deLuis”. Y en “Todo ocurrió en Madrid”. Por cierto, abundo en lo que han dicho otros antes: a mí me ayudaste mogollón. Leer ese libro, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y descubrir el resto de tus novelas. Tu universo. Tengo dos universos de referencia: el tuyo y el de Ernesto y Arturo Ducas.

-Es que son complementarios – apuntó Martín sonriendo – El otro día tuve la suerte de conocerlos. Aunque son muy amigos de Jorge, nunca habíamos coincidido. Y hablando con ellos, me di cuenta que beben del Universo de Jorge y éste lo hace del suyo.

-Eso es consecuencia de leernos con cariño y de las muchas horas de charlas locas.

-Lo que daría por escuchar una de esas “charlas”.

-Volviendo a lo de las influencias en la peña. Son famosas las fiestas de tus viejos. – dijo la que había comentado que conocía a su madre.

-Exacto. Y ahí va mucho tipo de gente. Mucho tipo de influencia distinta.

-Y a veces también están los sueños. – ahora era Joe el que había tomado la palabra – Esas vivencias que soñamos todas las noches, que pensamos que no han ocurrido, pero… ¿Y si de verdad pasaron? ¿Y si esas pesadillas en realidad son recuerdos?

El chico de la barandilla pareció estremecerse. Y el que vestía traje y corbata. Ely bajó la mirada.

-Eso me suena a “Tirso” – apuntó Martín.

-“Tirso” es una puta pasada – apuntó el de la barandilla. – Una puta pasada – repitió por si acaso no le habían oído.

-Algo de lo que ocurre en esa novela ¿Tiene algo que ver con tu gusto por subirte a la barandilla de la terraza de tu casa? – le preguntó con voz suave Jorge.

El joven bajó la cabeza y no respondió.

-Muchos soñamos con Tirso a veces – apuntó Ely para ayudar al joven de la barandilla.

Martín se levantó y se acercó al joven de la barandilla.

-Me gustaría que nos dijeras tu nombre – le dijo poniéndose en cuclillas a su lado.

-Esteban.

-Hola Esteban, encantado de conocerte – Martín le tendió el puño para saludarle.

-¿De dónde sacaste esa historia Jorge? – le preguntó Anxo.

Jorge hizo una mueca. No sabía que responder a esa pregunta.

-Es la puta realidad – contestó Esteban con brusquedad.

Martín le puso la mano sobre la rodilla para que se relajara.

-Na, no puede ser – dijo la chica que estaba sentada delante del estrado.

-Yo apostaría a que es verdad. Y te diría más – era Ely el que hablaba – Muchos aquí sabemos que es así.

Martín se levantó y miró a su tío. Se cruzaron sus miradas. Jorge le pidió ayuda para sacarle de ese marrón. No quería decirles la verdad, pero tampoco quería mentirles.

-Eso no es lo importante hoy – empezó a decir Martín – Sea o no sea realidad, quiero decir, esté basada en hechos reales…

-Siempre hay algo de realidad en lo que escriben los autores – opinó un joven que se había incorporado de los últimos.

-¿También en Juego de Tronos?

-Lee la historia de España. O la de Inglaterra, Francia… anda que no te encontrarás cosas parecidas. – opinó Fernando.

-O la historia de China. La de los países árabes. – opinó un joven que seguía la discusión con atención, pero que se había mantenido en segundo plano.

-Lo que quiere decir Martín – Jorge se decidió a tomar la palabra – es… son las vivencias de cada uno, por las que una novela le llega o no. A ver, si me explico. Puede que para ti – señaló a un joven que escuchaba con atención pero que no se había atrevido a intervenir y que estaba sentado en una esquina de la primera fila – lo que se cuenta en Tirso sea… una historia de novela negra, con sus mafiosos y sus personajes deleznables. Y los buenos maniatados por el poder que acumulan esas mafias. O puede que para ti, Esteban, o para ti Ely, o para ti Martín, sea una historia verdadera porque en algún momento, cuando erais niños, por ejemplo, escuchasteis una historia parecida.

-O la vivimos – afirmó Esteban.

-No jodas – dijo un chico que estaba sentado a su lado.

Esteban se encogió de hombros. Fue a decir algo más pero Martín le puso de nuevo la mano en la rodilla y se contuvo.

-A veces las historias que se leen cobran una vida nueva en cada persona que lo hace. Por eso, cuando una novela se lleva al cine o la televisión, sus versiones suelen no dejar contento a casi nadie. Yo describo a Dani, en “Tirso” de una forma general. Pero cada uno le habéis puesto una jeta distinta. Si os digo que lo va a interpretar Carmelo del Rio en la serie que se va a rodar de la novela, algunos me dirán que ellos lo ven como Biel Casal y otros que lo verán como Álex Monner. O como Martín.

-Dani es Dani – afirmó Esteban. – Ese Dani.

El joven se quedó mirando a Jorge. Suspiró.

-Efectivamente, Esteban, tienes razón. Dani es Dani. Ese Dani.

-Y Candela es una poli que se llama Olga.

Fernando miró asustado a Jorge. Éste le hizo un gesto para que se relajara.

-O podría llamarse Carmen. O incluso podría llamarse Candela. – afirmó Jorge en tono firme y seguro.

Martín, que seguía en cuclillas delante de Esteban se incorporó y le cogió la cara. Le miró a los ojos unos segundos. Esteban se puso tenso. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Jorge saltó de la tarima y se acercó a ellos y los abrazó.

-Tranquilo Esteban. No pasa nada. Estás entre amigos. Todos lo somos. Lo malo ya ha pasado. Estamos todos contigo. ¿Verdad Martín?

-Fijo que sí. Haz caso a Jorge, Esteban. Jorge Rios. Es Jorge Rios. Él nos cuida a todos.

El joven se abrazó a Jorge mientras se echaba a llorar. Jorge le acariciaba la cabeza y le besaba de vez en cuando en la frente.

-Ven, salgamos un momento. Te invito a un cigarrillo y a una limonada – le propuso Ely que se había acercado e ellos.

Esteban y Ely se miraron. El primero asintió con la cabeza. Jorge le agradeció a Ely su gesto con una palmada en el hombro.

-A veces cuando hablamos – intervino Fernando que estaba de pie atento a lo que pasaba con Ely y Esteban – tengo la impresión de que no eres consciente Jorge de la forma en que pueden llegar tus historias a muchos lectores.

-Estoy de acuerdo contigo, Fernando – apuntó Martín.

-Les cambias la vida.

-A mi me la has cambiado – dijo la chica de la primera fila.

-Yo te debo todo – dijo un chico que no había hablado todavía. El trajeado afirmaba decidido con la cabeza. Y algunos más en la sala.

-Haya paz. – dijo Jorge levantando las manos. – Ese reproche me lo hace a menudo Carmelo. Se suele enfadar mucho por ello.

-Y no es el único. Yo te estrangularía a veces. Antes mismo, mientras veníamos. Flor es testigo –  Martín señaló a la policía que estaba de pie a escasos dos metros de ellos. – Te he dicho que te debo todo, mi vida. Y me has dicho que te debo hamburguesas y besos y cosas así. Pero es cierto, Jorge. Si estoy hoy aquí, es por ti. Si no, hace mucho que no estaría. Te lo juro. Y tú has empezado a decir que si hamburguesas, que si abrazos …  quitándole importancia.

-Doy fe – dijo Flor con una sonrisa.

-Menos mal que no está Carmelo. Porque de Fernando  en esto tampoco puedo esperar ayuda.

-Va a ser que no – dijo el aludido.

-Es cierto, Martín.

Jorge le sonrió. Le abrazó amagando estrangularlo. Luego le dio un beso en la cabeza.

-Eso es uno de los elogios más grandes que se puede hacer a un escritor, a mi modo de ver. Que los personajes que creas sean identificados por el público como una imagen de ellos mismos, o como reflejos de amigos o familiares… el otro día una mujer me pidió que le firmara un libro. Y me habló de un personaje secundario de ahora no recuerdo que novela. Y me dijo ”Es mi hermana Fulanita”. Me dijo que solía leer ese pasaje en donde salía porque era una forma de tenerla presente. Su hermana había fallecido hacía unos meses.

-Que palo. – exclamó el joven que no parecía tener más de dieciséis años.

-Pero a la vez es bonito – añadió Martín.

-Pero a la vez, si me lo creyera al cien, y fuera consciente en todo momento de la repercusión que pueden tener mis personajes, perdería la libertad de crearlos. Porque estaría pensando a cada momento en el alcance que tendrá cuando los lectores lo conozcan y lean su historia. Y podría tener la tentación de creerme como un semidios. Y eso tampoco sería algo que me ayudaría a seguir escribiendo.

-Tío, yo te conozco desde que tengo uso de razón. Te lo juro, eres alguien muy importante en mi vida. Contigo he hablado de todo. Te he contado mis secretos.

-Pero luego llamas a tu padrino para que te saque de algunos marrones.

-Es para distribuir el juego – bromeó Martín. Luego, siguió con lo que quería decir.

-No hay persona en el mundo que me conozca como tú lo haces. Sabes cuando me tienes que coger la mano porque estoy aterrado. Sabes cuando tienes que dejarme a mi aire. Sabes decir la palabra justa que necesito escuchar. Sabes apoyarme sin parecer plasta. Y te puedo asegurar, os lo aseguro a todos, que Jorge Rios sería incapaz de creerse un semi dios, ni nada parecido. Tu pasión es escribir. Te dedicas a ello cada día. Lo haces en bares, en cafetería, en medio de fiestas con la música a todo volumen.

-Espero que esté tu próxima novela ya ahí, calentita. – dijo Anxo.

-Claro que lo está – afirmó Martín, molesto por la duda que había imprimido a su afirmación el novio de Ely. – Pero antes llegará otra cosa.

-Joder, no nos dejes con los dientes largos. – dijo el chico esquinado de la primera fila.

-Aquí mi amigo le pierde el cariño que siente por mí. Y se le ha calentado un poco la boca.

-No es ningún secreto. – le dijo Martín en tono resuelto.

-También es cierto. Os anuncio, pero os agradecería que me guardarais el secreto, que voy a publicar una serie de cuentos infantiles que escribí en su momento para los hijos de unos amigos. Voy a publicar la primera parte de ellos.

-¿Los has leído Martín? – preguntó Fernando.

-Sí. Y aunque Jorge los llama cuentos infantiles, os prometo que si los leéis, los vais a disfrutar. Os cuento un secreto: sale el niño de quince años.

-Joder. Alucino con ese personaje – dijo el joven de dieciséis.

-¿Cómo te llamas? Creo que eres el benjamín de hoy. – preguntó Jorge.

-Patrick.

-Gracias por venir Patrick. Me alegra que te guste ese personaje. Pero sobre todo me alegra que me leas.

-Por cierto, guay la entrevista con Carletto. Fue genial. Le puse un comment y un Like.

-Vaya. Gracias. Creo que hablaremos de vez en cuando.

-A mí me mola sobre todo la barrendera. – opinó la chica de delante.

-¿Tu nombre?

-Adela.

-Gracias Adela.

-Pues yo de ese Universo, me quedo con el médico ese, el listillo.

-El chulo quieres decir – le acotó Anxo.

-Pero suele tener razón.

-¿Está basado en tu médico?

-No. – Jorge se echó a reír – De hecho hasta hace poco ni he tenido médico.

-Pues el que tienes ahora, no te creas. Un poco chulo si que es – apuntó Martín. – Aunque es bueno el cabrón. Solo con mirarte ya sabe lo que tienes.

-Entonces a lo mejor es chulo porque lo vale.

Martín hizo un gesto con la cara para darle la razón.

Esme, la librera le hizo un gesto señalando la muñeca.

-Chicas, chicos, creo que deberíamos ir pensando en irnos.

-Yo no me voy sin que me firmes un libro – comentó Esteban que entraba en ese momento, completamente recuperado.

-Te firmo uno y los que quieras. Como a todos vosotros.

-Se me ocurre una cosa tío. – dijo Martín.

-Dispara sobrino.

-Estaría guay que los que estamos aquí y que seguro que se nos han quedado cosas que comentar, lo pudiéramos hacer y enviártelo al correo electrónico.

-¡Ah! Pues estaría bien.

-Así a lo mejor, cosas que nos han dado palo comentar delante de la gente, pues lo podemos hacer en privado. – dijo el chico esquinado. – O que no ha dado tiempo.

-No nos has dicho tu nombre – le pidió Martín.

-David.

-Y luego, podías hacer una edición especial de una de tus novelas con esos comentarios. – le propuso Fernando.

-Pongamos por ejemplo de “deLuis” que ha sido de las más comentadas hoy. – acotó Ely.

-Guay. Yo si me dejas, te escribo sobre Sergio. – propuso Martín.

-Ely, estaba pensando que podías encargarte de recoger todas esas aportaciones.

-¡Ah! ¡Guay! Si te parece creo un correo especial para ello. Un segundo y os lo digo en un momento.

-¿Pueden ser reflexiones o también pueden ser como Spin – Off? – preguntó Patrick.

-¿Te gusta escribir Patrick?

-Mola sí. Pero no soy bueno.

-Eso dice mi tío de el también – se quejó Martín haciéndole un gesto de burla a Jorge.

-¿Qué papel vas a hacer en la adaptación de Tirso? – preguntó un joven de la última fila que no había intervenido.

Martín miró a Jorge que le tomó el testigo que le cedía el actor y contestó él.

-No está claro. Carmelo y yo discrepamos. De todas formas, la idea inicial es que Martín haga de Hernando.

-Joder, menudo papelón. Es malo de cojones. – apuntó Esteban.

Carmelo entró en ese momento a hurtadillas. Esa era su intención, pero la reunión ya estaba dando sus últimos coletazos y todos estaban de pie hablando entre ellos.

-¡Mira! ¡Carmelo del Rio! – exclamó Anxo.

Algunos aplausos sonaron en la sala. Jorge le invitó a acercarse a él. Carmelo le hizo caso. Le besó en los labios para saludarlo. Martín se acercó para darle un beso también.

-¿Os han dicho ya que os parecéis un huevo? – comentó Adela.

-Pero yo en guapo – bromeó Martín.

Jorge se sentó en la mesa de la tarima para empezar a firmar libros. No tenía prisa y así lo dejó claro para que nadie se pusiera nervioso. Cuando Esteban se acercó para que le firmara le hizo un gesto a Carmelo. Éste entendió y se acercó al joven. Empezaron a comentar algunas cosas de los libros de Jorge. Al cabo de un rato, y mientra Jorge seguía firmando y Martín charlaba con algunos de los participantes, Carmelo y Esteban se sentaron un poco apartados para seguir hablando.

-Te dejo mi teléfono. Si un día te apetece charlar, me llamas y quedamos.

-Pero estarás muy ocupado.

-Ya buscaremos el momento. ¿Te parece? Y escribe eso que me has dicho. A Jorge le gustará.

-Martín me mola. Joder, cuando me ha mirado a los ojos… joder. Me… te lo juro, me he sentido guay. Parece que se me han quitado la angustia y todo. Pero a la vez eso me ha asustado. Te lo juro, a veces pienso que si un día consiguiera olvidarme de todo, me moriría.

-Es un buen tío. Por eso Jorge lo quiere tanto. Ya verás como eso no va a pasar. Lo vas a dominar y vas a poder disfrutar de una nueva vida. Mira hacia delante.

-Joder, es que Jorge lo cuida. Lo he visto.

-Nos cuida a todos.

-La peña es tonta. Dicen que es un mierda. No lo conocen.

-En eso tienes razón. No te olvides. Llámame. Y si tu padre necesita algo, que nos lo diga.

-No le gusta hablar de eso.

-Y lo entiendo. No hay nadie en el mundo que lo entienda como nosotros. Por eso sabemos que a veces, encontrar gente en la que poder confiar es importante.

-Yo con no darle más problemas, me conformo. Te lo juro, cuando le vi ahí tirado, desesperado… me sentí fatal. Solo pensar que se podía haber muerto por mi culpa…

Le repitió la historia de la barandilla. Y de como a su padre estuvo a punto de darle un infarto del miedo que pasó.

-¿Puedes dormir bien?

El chico suspiró.

-No creas.

-Hoy cuando te vayas a la cama acuérdate de Jorge. Y de Martín cuando te ha mirado. Y te acuerdas del abrazo que te voy a dar ahora. Siempre positivo. No pienses en el pasado ni en lo pasado. Hacia delante. Mira hacia delante.

-Joder, pero tú tienes suerte. Le tienes a él.

-Y tú también lo tienes. En sus libros y ahora lo vas a tener a golpe de teléfono. Y me vas a tener a mí también.

-Tú eres dios ¿Lo sabes Dani?

Carmelo no dijo nada. Solo se sonrió.

-Vamos a conseguirlo. ¿Te parece?

-Guay.

Esteban se levantó para irse. Su padre le esperaba en la puerta. Debía estar preocupado por la tardanza y había entrado. Cruzó su mirada con la de Carmelo. Éste le sonrió. El padre de Esteban hizo una mueca para darle las gracias. Miró hacia el estrado para indicarle que se las transmitiera al escritor. El joven se abrazó a su padre. Éste le acaricio con sus manos la cara y le puso el brazo rodeando su hombro. Y salieron los dos.

Ya solo quedaban en la sala Fernando, Ely y Anxo, a parte de Martín, Jorge y Carmelo. El personal de la librería apagó todas las luces de la sala salvo las que estaban encima del pasillo hacia la salida.

-Os presento. Carmelo, este es Ely el secretario del decano. Te he hablado de él.

-Hombre. Tenía ganas de conocerte. Tu debes ser Anxo entonces.

-Sí.

Carmelo se abrazó a Fernando sin decirse nada.

-Como nos quieres, que vienes a vernos en tu día libre.

-Después de la semana tan intensa que hemos tenido… esto es como una adicción.

-Sin separarnos en ningún momento… – se burló Carmelo.

-Me lo paso bien, te lo juro. El trabajo es el trabajo pero nos lo hacéis agradable. Y no sois unos chulos altaneros.

-Habrá que invitarles a cenar a estos amigos – propuso Martín.

-Tienes razón. Nos habéis ayudado mucho hoy.

-Ha sido intenso – dijo Ely. – Todos se han llevado el correo apuntado. Podrías convocar otra reunión como esta para dentro de unos días.

-Sí. Ya lo he hablado con Esme. Tenemos una conversación pendiente – le dijo Jorge muy serio a Ely.

-Creo que todavía no estoy preparado.

Ely miró a Martín, que apartó la mirada. Anxo agarró la mano de su novio y entrelazó sus dedos. Éste le miró con dulzura.

-¿Vamos a cenar a “La bella”? Es un italiano que está cerca de aquí. Suele ir mucho Javier Marcos. Tiene una mesa reservada siempre. Pero nos deja utilizarla. Y Tino, el dueño, basta que sepa que somos amigos de Javier para que nos trate como dioses.

-Me han hablado de ese sitio. Venga. Vamos – dijo Carmelo.

-Es donde fuimos el otro día … – empezó a decir Jorge  a Fernando.

-Exacto. No me acordaba. Es el local donde llevaste el violín a Sergio, el chico de Javier.

-Oye sobrino. – Jorge se acercó a Martín y le rodeó la cintura con su brazo – has estado genial esta tarde.

-¿Sí? ¿Te ha gustado? Pensaba que a lo mejor me había pasado.

-El tío, como ha organizado a la gente. Y como luego ha ordenado el debate. – le explicaba a Carmelo que lo miraba sonriendo.

-Vaya. El que no quería venir.

-Ha estado muy bien, corroboramos. – apuntó Fernando.

Jorge le dio un beso en la mejilla. Martín no dijo nada, pero era evidente que estaba feliz. Estaba con su tío, con Carmelo y con esos dos que acababa de conocer esa tarde pero que le habían caído bien. Fernando ya le caía bien desde que se lo presentó Jorge. Y tenía la sensación de haber ayudado a algunos de los que habían ido a la charla. Y eso le hacía sentirse dichoso. Una sensación que no había tenido en la vida. Salvo quizás, el día que conoció a Jorge.

Necesito leer tus libros: Capítulo 64.

Capítulo 64.- 

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Javier entró en el “Pianola’s” . Se quedó un rato mirando desde la puerta. De repente se había dado cuenta que en su cita con Jorge para hablar sobre Sergio, no se había dado cuenta de nada. Había cambiado mucho desde la época en la que iba casi todos los días.

En esta nueva visita, Javier parecía predispuesto a volver a sentir las cosas que había vivido allí. Se notaba cansado y melancólico. Era el estado perfecto para sumirse en los recuerdos que le llevaran a amores pasados.

Empezó a remorar como era el local en esos años. Recuerdos ligados a copas, conversaciones hasta las tantas, a las que siguió una noche de sexo y amor. Javier se sonrió pensando que en realidad, Jorge y sus libros habían sido los protagonistas de algunas de ellas. Galder era un fanático de Jorge. Cada poco sacaba a colación sus lecturas. Galder tenía la costumbre de buscar de vez en cuando capítulos de alguna de sus novelas, que le habían gustado especialmente. Los releía con atención. Lloraba y reía sin vergüenza cuando tocaba, dependiendo de la escena. Y luego, era capaz de explicar durante horas lo que le había supuesto leer esos capítulos sueltos.

Luego de las evocaciones, llegaba el momento de las comparaciones del local en el pasado, con el local ahora. Habían pintado, cosa que no estaba mal, ya lo iba necesitando. Aunque se habían perdido los mensajes que algunos clientes habían escrito en las paredes. Habían cambiado las mesas y las sillas. Incluso en algún rincón, habían puesto pequeños sillones, haciendo como rincones semejando la casa de cualquiera en la que encontrarse con los amigos y pasar un rato de charla amigable. También habían cambiado las luces. Creía recordar que el ambiente el día de Jorge era distinto y era por las luces. Parecía que dependiendo de la hora, le daban un ambiente más íntimo o más fiestero. El día de Jorge era un ambiente como más alegre. Pero era más tarde. Ahora era más tranquilo. Las luces y la música invitaban a una charla tranquila y amigable.

No estaba Jimena. Eso le fastidiaba porque había ido con la esperanza de encontrarla y poder hablar con ella. Tampoco estaba el camarero antipático, lo cual era una suerte. No conocía al chico que estaba atendiendo la barra. Se daba maña. El local estaba bastante concurrido y no se le acumulaban los clientes. Al menos, pensó, iba a disfrutar de la copa.

Justo antes que Javier, había entrado un grupo numeroso de clientes. Parecían estar de celebración. El comisario se puso en una esquina de la barra y se dispuso a esperar y a observar. Era otra de las cosas que tenía en común con Jorge. Y tenía la impresión de que cuando se trataran más, iban a descubrir más coincidencias.

Hasta ahora ninguno de los dos había puesto mucho interés en que ese contacto se intensificara. Javier no había tenido ningún reparo en llamarlo para pedirle ayuda, y Jorge no había dudado en dársela. Más allá de lo pedido además. Cogiendo él mismo la iniciativa. Pero eso no había supuesto que sus charlas se alargaran ni que hubieran quedado a tomar algo. Si Jorge tenía que tratar algo del caso, prefería llamar a Carmen, con la que parecía haber congeniado. Sabía que en cuanto Olga volviera de Estados Unidos, se uniría al club. De hecho ya lo estaba. Se había enterado por casualidad de la ayuda que le había prestado con Galder. Indudablemente, y más en el estado en que estaba Javier en ese momento, nadie se lo había ido a contar. Poner por medio a Galder, haciendo una de esas tonterías en las que estaba últimamente, no era lo mejor para la salud anímica del comisario. A veces pensaba que Galder estaba pidiendo ayuda a gritos. Estaba pidiendo que Javier y su madre le atendieran. Pero los dos lo conocían lo suficiente y sabían que si aparecían delante de él y le decían, se enfadaría. Y eso supondría con toda probabilidad que ocultara mucho mejor sus pasos. De esa forma, sin dar demasiado la cara, más que cuando la situación fuera peligrosa, podían seguir enterándose de los líos en los que se metía. Para Javier era claro que había perdido la cabeza. Las razones se le escapaban. Y el noventa por ciento del tiempo, no le apetecía preocuparse por ello.

Javier solo había hecho una gestión al respecto de la intervención de Jorge para sacar a Galder de la embajada, y era llamar a Aitor. Sabía que si Jorge había recuperado esas habilidades que había dejado aparcadas desde que murió Nando y que Javier conocía por su costumbre de escuchar a escondidas a su padre, habría contado con la ayuda de Aitor. También sabía que Aitor guardaba secretos. Los compartidos con Javier, no se los había contado a Jorge. Y los de Jorge, no se los había contado a Javier. Y los dos, eran personas importantes en su vida. Pero si una cosa tenía Aitor, era la fidelidad. Y Javier sabía que por él o por Jorge, Aitor mataría. Éste, siguiendo sus normas de fidelidad, no le había querido dar ningún detalle. Solo le dejó claro que mejor se apartara del camino del escritor, en caso de pelea. Para Aitor, era claro que esa nueva faceta de su amigo el escritor era novedosa. Y que le había impresionado.

Cuando Aitor le habló por primera vez de Jorge, supo que podía relajarse en lo referente al estado de salud, y sobre todo, salud mental de Aitor. En esa época empezaba a estar preocupado por la cantidad y frecuencia con las que Aitor consumía algunas drogas para mitigar los enormes dolores que tenía por las múltiples fracturas mal curadas a causa de los golpes que le propinaban sus padres desde muy pequeño. Aitor había perdido muy joven el respeto por la profesión médica. La connivencia de los médicos de Urgencias con sus padres y su persistencia en aceptar las escusas que ponían para justificar las numerosas lesiones de un Aitor niño, le hicieron odiar a los médicos. El dolor estaba ahí, precisamente porque esos doctores no lo atendieron como debían en sus visitas a diferentes hospitales y centros de salud. Esas experiencias habían conseguido que el joven hacker hubiera prescindido completamente de los galenos. Y sin ir al médico, solo quedaban las drogas para poder soportar el dolor. Pero ese intento de ligar de Aitor con el escritor, éste supo encarrilarlo hacia otro terreno. Y consiguió una nueva adhesión inquebrantable. Y para suerte de todos, consiguió que Aitor dejara las drogas.

Recientemente además, llegaron a un acuerdo: si Aitor volvía a consumir, aunque fuera marihuana para el dolor, Jorge volvía a las vitaminas. Y ese Jorge que se vislumbraba ya entonces con las drogas aparcadas, era tan… interesante, tan… enérgico, que Aitor por nada del mundo quería que volviera a ser ese fantasma paseando sin rumbo por las calles de Madrid.

Ahí Javier estaba seguro que Jorge había jugado sus cartas. Había abandonado hacía más tiempo esas vitaminas, aunque no lo había reconocido. También había descubierto que había estado algunos períodos sin tomarlas, pero que luego había vuelto. La excusa, era que tenía adicción y no podía. La verdadera razón era volver a esconderse en ese estado medio letárgico pero que había aprendido a controlar. Ya sabía que dosis necesitaba para aparentar su estado, pero estar más activo y sobre todo, enterándose de todo lo que pasaba a su alrededor. Además, él había cogido la costumbre de escribirlo todo. Era su forma de hacer memoria. Aunque él aparentaba ante todo el mundo, incluido Carmelo, que seguía igual.

Todo eso no lo había compartido con nadie. Pero Flor, había descubierto por error el almacén de Jorge. Tenía en un armarito pequeño, a la vista de todos, con unas cremas raras dando la cara, una pequeña reserva de más de veinte botes de pastillas. Cada bote era de unas treinta pastillas, aunque no todos parecían estar completos. Eso suponía al menos que Jorge había estado sin tomarlas veinte meses. Sabía por habérselo oído contar a Carmelo, que alguna vez que le había insistido, había tirado alguno a la papelera del sitio donde estaban cenando o alternando. Eso aumentaba los períodos que había estado fingiendo. Tenía la esperanza de que Jorge no pensara en tomarlas en algún momento de bajón. Ahora estaba con una actividad frenética y por lo que intuía, sin que ni Carmelo se enterara. Eso era también un riesgo. No sabía como iba a reaccionar el actor si acababa sabiendo. Podría ser que se enfadara con el escritor como lo había hecho con Cape por ocultarle sus descubrimientos. Aunque en este caso, el amor de Carmelo hacia Jorge era tal, que Javier estaba seguro de que le podía perdonar casi cualquier cosa.

Parte de esos descubrimientos que había hecho Cape y que se había guardado, los conocían. Olga se había mantenido alerta respecto a su Dani, como lo llamaba, aunque dejara de cuidarlo. Y antes de que desaparecieran, fue a hablar con el padre de Cape. No pudo negarse a comentar con ella lo que le había comentado a su hijo. Y su reacción. Y Olga, sabía muchas más cosas, porque después de esa entrevista, se había preocupado por citarse con todos los implicados. Todas esas averiguaciones las puso en común con sus amigos. Y los cuatro decidieron guardar el secreto y no contar ni a Carmelo, ni luego a Jorge cuando su caso estalló, nada de lo que sabían. Esos secretos servían para hacerse una composición de lugar del terreno que pisaban, pero no valían para llevar a nadie ante el juez. De momento, al menos.

-Buenas tardes comisario. ¿Qué va a tomar?

Javier salió de sus pensamientos para atender al camarero que le miraba sonriendo al otro lado de la barra.

-¿Nos conocemos?

-Estudio también en la Jordán y fui a su charla. Pero no fui de los que se metió con usted, que fue a los que prestó más atención.

Javier se rió con el comentario. Había sonado como una queja en toda regla. Aunque en realidad lo que le había querido decir es que él no se iba a meter con el policía. Al revés. Su tono al final había sido toda una declaración de intenciones, que iban mucho más allá de la mera adhesión ética.

-Lástima. No me hubiera importado tomar un café luego contigo.

-Ya lo ha tomado con Sergio Plaza. Y me alegro que lo suyo vaya guay. Sergio es un buen colega. Ha conseguido levantarle el ánimo.

-Dime que os habéis liado antes de llegar yo.

-¿Y no puede haber sido después? – dijo en tono irónico.

-Vale. Aunque fuera después.

-Fue antes. Y no salió bien. Sergio le estaba esperando a usted.

-Por una parte, me alegro, porque si hubiera estado contigo, yo no hubiera tenido ninguna posibilidad. Por otra parte, me entristece. Por ti y por él. Creo que hubierais hecho una buena pareja.

-Yo me alegro de que ahora esté mejor y que esté con usted. ¿Va a tomar algo o solo quiere charlar? – dijo bromeando.

-Ponme lo que quieras. Te dejo que me sorprendas. Y por favor, trátame de tú.

-Marchando una de sorpresa. Tiraré del archivo secreto de Jimena con las preferencias de los clientes.

-Entonces ya no será una sorpresa.

-Todo porque el policía opresor se sienta a gusto.

Javier comprobó que en el rato que habían estado hablando, se le habían acumulado dos grupos. Pero el chico no parecía agobiado. Se recriminó no haberle preguntado su nombre. “Le pega llamarse Mario”, pensó para sí. Le encantaba hacer esas apuestas contra sí mismo y que siempre perdía. Su famosa intuición no le funcionaba en ese tema.

-Aquí tiene. Espero que le guste.

-Por cierto, tú sabes quién soy, pero yo no sé tu nombre

-Levy. – contestó inclinándose para darle dos besos.

-Gracias Levy.

Se quedó un momento delante esperando que Javier probara la bebida, un gin-tonic bien puesto. Javier lo probó y no pudo engañar al camarero. Su cara mostraba a las claras que estaba a su gusto.

-Magnífico – contestó a la muda pregunta del camarero, sin poder evitarlo. Levy sonrió y fue a atender al primer grupo que le reprochaba su tardanza. Levy les sonrió y les dijo que Javier era un buen amigo que por la pandemia hacía mucho que no veía.

-Yo diría que mucho más que amigos – comentó una de las mujeres del grupo con sonrisa picarona. Levy hizo una caidita de ojos que parecía afirmar pero sin decirlo con palabras. Javier contribuyó a la pantomima poniendo su mejor mirada de “qué bueno estás”.

Javier se retiró a una de las mesas que estaban libres. Dudaba de como actuar ahora. Esperaba encontrarse con Jimena y preguntarle en confianza. Aunque quizás Levy podía comentarle cosas de la Universidad, no podría seguir la misma estrategia con él. Vio a Levy que entre consumición y consumición cogía su móvil y mandaba algunos mensajes. Incluso mandaba algunos de voz. No paraba en ningún momento. La verdad es que era un placer verlo trabajar. A parte que también era un placer mirar su cuerpo.

Sintió de repente que alguien se sentaba a su lado. Era Aritz que le saludó con un beso.

-No tienes bastante con el violinista que ya estás tirándole los tejos al camarero – bromeó.

Había sonado como una broma, pero sabía que Aritz… ¡estaba celoso otra vez! Conocía de sobra sus miradas, su forma de… ligar. Se había dado cuenta nada más verlo mirar al camarero, que éste le gustaba. Todavía recordaba como le había molestado que se liara con Sergio. Luego, al conocerlo más, se le pasó, porque comprobó de primera mano las experiencias por las que había pasado el músico. Tuvo que ir comprobando algunas de las cosas que le iba contando. Nadie en la Unidad quería arriesgarse a que Javier, estando en el estado en el que estaba, cayera en una trampa amorosa. Y fueron comprobando todo lo que se les ocurrió alrededor del músico. Salvo quién era su madre, hasta que Jorge le dio por investigar y se encontró con la foto de su vieja amiga en un concierto de Sergio y como pie de foto: Sergio Plaza escoltado por su madre, la actriz retirada Nati Plaza. Y nadie encontró referencias de una actriz que se llamara así, y pensaron que esa mujer se las había dado de actriz, cuando a lo mejor solo había hecho de sirvienta en alguna obra de teatro de barrio. Pero Jorge no necesitaba buscar, solo con ver la cara de esa desconocida Nati Plaza supo quién era.

-Cariño, si tú hubieras querido, estaríamos casados ahora mismo. Y sabes que no hubiera mirado a nadie más. Así que deja de ponerte celoso. Y no me cuentes que te has convertido en defensor de Sergio, que no me lo trago.

Aritz hizo una mueca de fastidio. No pudo replicarle, porque tenía razón. No solo la forma de dejar a Javier hacía ya unos años. Sino el sin fin de oportunidades que Javier le había puesto en bandeja para que reculara y le pidiera que volvieran a ser pareja.

-Cuéntame – le pidió Javier.

-Nada. Tenemos que buscar otra forma. En el campus, no nos van a contar nada. Se me estaba ocurriendo que podíamos montar una charla como la que diste, pero en otro sitio.

-El problema es como hacemos para convocar a los alumnos y profesores sin que los que no nos interesa de momento, asistan.

-Es difícil. Ayer, el decano en cuanto se enteró que estaba por allí, mandó a su servicio de seguridad a seguirme. Me pidieron la documentación y como les saqué la placa, no me echaron. Pero no dejaron de seguirme ostentosamente. Claro, nadie se acercó a mí. Y si saludaba a alguno que me sonaba de aquella vez o de cuando el decano se enfadó con nosotros, ni siquiera me dedicaron un gesto. Y hoy lo he vuelto a intentar, y lo mismo. Ya de primeras los seguratas se han pegado a mí. He estado a punto de ir donde uno a bromear un rato por si le molaba y nos lo montábamos. Pero…

-Menos mal que no lo has hecho.

-Ha sido un pensamiento fugaz producido por la desesperación y la incomprensión de la situación. El decano ese prefiere tener problemas con los alumnos franceses que… dejarnos indagar. No acaba de comprender el marrón que le iba a caer si les pasa algo a esos chicos en sus instalaciones.

-A ver si viene Jimena. Con Levy no me atrevo a hacerle propuestas deshonestas y con Sergio, no me parece bien meterle en eso, después de lo que ha pasado.

-Él te va a querer ayudar. Y a ver, si yo fuera él, me enfadaría si no me pidieras ayuda.

Javier se quedó pensativo. Luchaba contra su deseo de proteger a toda costa a Sergio, y la promesa que le había hecho de respetarlo y considerarlo como un igual a él. Si lo mantenía al margen, el mensaje era claro: eres un endeble que no puede con su vida. Y además eres joven. Estás por debajo de mí.

Javier sacó su móvil y empezó a juguetear con él. Buscó el teléfono de Sergio y luego dejó el teléfono en la mesa. Estaba valorando si llamarlo, mandarle mensajes escritos, uno de voz… o guardar de nuevo el teléfono. Su deseo de protegerlo, tiraba mucho de su ánimo.

Aritz lo miraba expectante. Hubiera querido decirle que marcara de una vez, pero sabía que eso, viniendo de él y teniendo además a su pareja actual como protagonista, podía ser contraproducente y conseguir que Javier no lo llamara para pedirle ayuda. Tenía que haber tenido más cuidado con su reacción cuando Javier llamó por primera vez a ese chico. Tenía que asumir sus decisiones. No podía ser el puto y el cliente. No podía meterse por medio cuando él había tomado la decisión de dejar a Javier y no volver nunca más con él.

Al final Javier volvió a coger el móvil, y sin pensar, marcó la llamada.

-Mi poli opresor preferido – le saludó feliz por la llamada.

-Veo que las cosas van bien.

-Pues tus dotes detectivescas, no van acertadas. Lo único que demuestra mi saludo es que estoy feliz de que me hayas llamado. Lo de mis contactos, ni fu ni fa. La mayoría me ha hecho luz de gas. He intentado que mi padre reconsidere su decisión de no soltar la guita, pero… nada. Pensaba que mi hermana me apoyaría, pero otra decepción. También está con la cantinela de que no sé lo que quiero. Mi hermana se está volviendo como mi viejo. Y mi madre, que para mi sorpresa me apoya, pero no quiere discutir con mi padre. Eso sí, me ha dicho que confíe en Jorge. ¿Sabes a que se debe esa sintonía de mi madre con Jorge?

-Ni idea – mintió Javier – No me parece mal consejo, de todas formas Sabes que si quieres…

-La opción de que me pagues tú los profesores, ya te he dicho que ni por asomo. Lo que hacía falta. Que me aprovechara de tus ahorros de toda la vida.

-Pero…

-Y Jorge tampoco entra en esa ecuación. Bastante que os dejo que intriguéis a mis espaldas. Que me he enterado que tanto tú como él vais llamado a muchos… del mundillo.

-No te enfades por ello.

-No lo he hecho. Si hubiera sido así, te hubiera montado un pollo. Y a Jorge igual, por mucho que sea mi ídolo. Y tú ¿Como estás? ¿Qué haces? ¿Has ido a dormir ya?

-Todavía no.

-Me prometiste que lo harías. Llevas sin dormir un huevo.

-Tengo que hacer unas cosas.

-¿Dónde estás?

-En el Pianola. Con Aritz. Te manda besos.

-No me lo creo. Pero tú le das un beso de mi parte en todos los morros. Para que recuerde lo que perdió y luego yo he aprovechado.

Javier se echó a reír. Aritz había oído a Sergio y había puesto su mejor cara de enfado. Se había levantado para pedir algo de beber. Javier pensó que al menos, Levy se llevaría una buena pareja esa noche a la cama. Aritz iba a iniciar su caza de esa noche para darle en los morros a todos.

-Por cierto ¿Quién está trabajando el el Pianola? ¿Jimena? – preguntó Sergio.

-No, Levy.

-No te lo tires ¿eh?

-A ver, no me lo tiro si me dices que no lo has hecho tú.

-Eso no vale. Yo lo hice antes de conocerte.

-Se siente.

-Vale. Pues yo me tiro a mi amigo Jota. Me encontré ayer con él y está como un tren. Me tiró los tejos. Alguna vez nos lo hemos montado.

-Joder. Así no se puede.

-Tú verás.

-Dime como es Jota.

-De tu edad. Es profesor en el Conservatorio. Tiene unos labios… y tiene unos pezones que me encanta morder. Y sus huevos…

-Vale. No me tiraré a Levy.

-¿Tenemos un acuerdo?

-Tenemos un acuerdo – dijo Javier en tono de rendición.

-Ahora dime de verdad por qué me has llamado. Mira, me está mandando Levy un mensaje. Es en un grupo de la uni.

-Quería que me ayudaras. Deja a Levy, anda. A ver si me voy a poner celoso yo.

Sergio se rió con ganas.

-Estoy lejos.

-No lo suficiente – bromeó Javier. – Quería que me ayudaras a hablar con tus compañeros y profes de la Uni. Parece que el decano nos pone todas las trabas para poder chuminear por allí y hacer que la gente nos cuente cosas. Puede que no nos sirvan para nada, pero al menos nos hacemos una composición de lugar de ese sitio. Nos interesa por muchos motivos.

-Un segundo. – le pidió Sergio. Javier intuyó que estaba leyendo mensajes – Vale. Tranquilo. Levy y Jimena se han encargado. No te muevas de ahí. Va un montón de gente a veros.

-¿Ah sí? – dijo un sorprendido Javier.

-Parece que estos días muchos han comentado que querían contaros algunas cosas. Pero es cierto, el decano ha dejado caer a todos que si hablaban con la policía, les abrirían expediente de expulsión.

-Andá. Eso no mola nada.

-Levy cuando te ha visto ha iniciado conversación. Ha entendido que era una oportunidad.

-Pues si vienen muchos… el local está a tope.

-Tranqui. Va Jimena con las llaves de otro local que tienen cerca. Está cerrado por vacaciones. Pero allí estaréis todavía en forma más discreta.

-Joder. Me has dejado…

-Les acabo de decir a todos que confíen en Aritz y en ti. Que sois buena gente. Y de confianza. Y que me habéis ayudado la hostia. Y que te amo con locura.

-¿También les has dicho eso?

-Sí. Pero eso ya se lo dije hace días.

-Que bobo eres. Mira, Jimena acaba de llegar. Me ha hecho un gesto para que la siga con la copa.

-Ya me contarás.

-¡Oye! No me cuelgues todavía.

-Dime poli opresor.

-Sabes que te quiero ¿no?

-Hummmmmmmmm. No me lo has dicho hoy. – le dijo con voz melosa y de querer mimos.

-Te echo de menos. Cuento los minutos para que vuelvas.

-Tengo ganas de morderte el culo.

-¿Solo eso? – se quejó Javier.

-En realidad lo que más echo de menos, es simplemente estar contigo.

-Te quiero bobo. En cuanto vengas, te voy a abrazar y no te voy a soltar en todo el día.

-¡¡Promételo!!

-Serás … bobo…

Pero lo único que pudo escuchar es la carcajada que soltó Sergio antes de colgar.

Jorge Rios en la feria del libro de 2019. (3)

-Hola. Me llamo Jorge.

Les tendió la mano para saludarlos. Ninguno de los dos atinó a responder al saludo con naturalidad.

-A lo mejor preferís un abrazo. – propuso Jorge.

El más alto de los dos fue el que primero abrió los brazos para abrazar al escritor. El joven pretendía que fuera un gesto de compromiso, pero Jorge lo retuvo pegado a su cuerpo. En los primeros momentos del abrazo, parecía querer mantener las distancias. Pero al notar la decisión de Jorge, acabó abandonándose completamente y pegando su cuerpo al de él. Apoyó la cabeza en su hombro, echándose a llorar.

El segundo joven siguió el camino marcado por el primero, aunque ya desde el principio, su abrazo fue cercano y entregado.

-Me alegra que hayáis venido. ¿Tú eres Pólux? – preguntó Jorge al más alto.

-Sí. ¿Cómo lo sabes?

Jorge miró a Carmelo que seguía en la caseta de las firmas y que lo miraba con la boca abierta. No había seguido sus instrucciones y los miraba descaradamente.

-¿Queréis que os presente a Carmelo?

Los dos chicos siguieron la dirección del gesto de Jorge. Volvieron a ponerse nerviosos. Su gesto se convirtió en un calco del que tenía el actor.

Unas voces provenientes de la otra caseta despistaron a Jorge. Sergio estaba discutiendo con la librera a voz en grito. Un grupo de personas parecían estar esperando a que Jorge les firmara. Sergio estaba indignado con la librera. Carmelo se levantó y fue a apoyar a su representante mientras le hizo un gesto al escritor para que se sentara en la mesa.

-Si molestamos… – empezó a disculparse Pólux.

-No, al revés. Si he venido esta tarde es por vosotros. No hay otra razón. O a lo mejor os apetece que salgamos de aquí y nos vayamos a otro sitio.

-¿Vendrá Carmelo?

-Si queréis sí. Él estará encantado de conoceros y abrazaros.

No dijeron nada, pero Jorge supo que ahora que lo habían visto de cerca, no querían perder esa oportunidad de conocerlo.

Jorge caminó decidido hasta el sitio dónde discutían Sergio, Carmelo y Esme. Debía zanjar el asunto y dejar las cosas claras a esa Esme. Se dirigió al grupo de lectores que estaban esperando a que les firmara. Iban a ser los damnificados por la mala cabeza de esa mujer.

-Siento que la librera haya tenido un lapsus mental y se haya olvidado que le he dicho esta mañana que no iba a firmar hoy, porque estaba pendiente de un tema familiar importante. Mi amigo Sergio les tomará su correo electrónico y un día les citamos para tener la oportunidad de charlar todos un rato y firmarles los libros que quieran. ¿Me haces el favor Sergio? Necesito al rubito.

-Claro que me ocupo.

-¿Podemos venir mañana? – dijo uno de los lectores que había citado Esme.

-No se lo recomendaría. Van a perder toda la mañana. Calculamos que habrá mañana cuatrocientas personas.

La librera se echó a reír. No le gustó ese gesto de desprecio. Carmelo fue a decirla algo, pero Sergio le paró en seco y le recordó que Jorge le estaba esperando.

-Yo me encargo. Es mi trabajo.

-Pero tu no representas…

-Jorge es mi amigo. Mi trabajo es ocuparme de las cosas de mis amigos. Largaos.

Carmelo miraba con odio a la librera. Jorge lo empujó hacia los chicos que miraban la escena embobados. En cuanto dejó de mirar a la librera y se enfrentó a los chicos, su gesto cambió como por ensalmo. De enfadado y alterado, pasó a ser la viva imagen de la tranquilidad y la dulzura. Abrió los brazos y los dos se acurrucaron en ellos. El más bajo apoyó la cabeza en su pecho, y Pólux, que casi era de la misma altura de Carmelo, apoyó la cabeza en su hombro.

Carmelo se encargó de la conversación intrascendente en el camino a su casa. Mientras se dirigían hacia la salida del Retiro disfrutando del paseo, Carmelo llamó a un coche de alquiler que los esperaba en la puerta de O’Donnell. De allí enfilaron a la casa de Jorge. Al llegar allí, salieron a la terraza. Carmelo se encargó de preparar algo de merendar mientras Jorge iniciaba la conversación con los jóvenes.

-Perdona, pero no te he preguntado tu nombre.

-Gaspar – contestó el aludido.

-Tenéis los dos nombres importantes.

-Eso nos decían en esas fiestas. En eso tenían razón.

-Muchas gracias por la dedicatoria. Me lo ha dado mi tío Chacho esta mañana. Me ha dicho que has sido muy amable con él.

-Me ha parecido un hombre muy agradable. Y me ha parecido que te quiere mucho.

-Es mi persona súper importante. La que me anima y se preocupa cuando tengo días malos. A parte de Gaspar.

-Y tú Gaspar, ¿Quién es tu persona súper importante?

-Yo no tengo familia. Pólux. Es mi persona importante.

Jorge se lo quedó mirando sin contestar. Le pareció que quería contar algo, pero necesitaba tiempo para prepararse.

-Mis padres murieron hace muchos años. No me acuerdo de ellos. Allí te hacen olvidar tu pasado y aprenderte nuevos nombres, fechas de nacimiento, padres, tíos… el caso es que estoy solo. Cuando Germán me sacó, me llevó con unos amigos suyos. Allí estuve unos días.

-Lo estaba pasando mal y Germán tuvo que actuar – explicó Pólux. – Le iban a matar. Querían su corazón. Lo habían vendido.

-Pero ya estaba mal. Casi… me mato. Germán me iba a sacar de todas formas. Eso lo aceleró. Tuvo que improvisar. No me apetecía vivir, ¿Sabes? Como Luis en tu novela. Mi Sergio era el Alguacil, o las hijas de puta de las Marquesas. Y todos esos hijos de puta que gozaban dándome hostias y más hostias. Y apagando los cigarrillos en mi piel. Y los puros. Hijos de puta.

Gaspar se abrió la camisa y le mostró a Jorge su pecho y estómago, lleno de marcas de cigarrillos apagados sobre la piel y de las agujas con las que mas Marquesas atravesaban los pezones de los juguetes elegidos.

-Les gustaba como gritaba. Les hacía reír, por eso se ensañaban conmigo.

Carmelo había escuchado esa última parte. Acababa de llegar de la cocina con una bandeja con algunas cosas de picar. Había hecho unos tacos de verduras y otros de carne y verduras. Traía también unas tortillas de pimientos y cebolla, de bacalao y de jamón serrano y queso. Traía San Francisco para beber y limonada.

-La pizza está en el horno. – dijo mientras avanzaba hacia la mesa. Dejó la bandeja y se agachó para besar en la frente al joven. Luego, despacio, pasó sus dedos por esas marcas que le estaba enseñando a Jorge. Gaspar lo miraba con devoción.

-A muchos estas marcas les causa repulsión.

-A mi me producen ternura y amor. ¿A ti Pólux?

-Lo mismo. Me gusta acariciarlas y besarlas.

Y mientras decía esto, alargó el brazo para que Gaspar le cogiera la mano.

¿Quieres San Francisco, Pólux? Carmelo lo hace muy rico.

Jorge se levantó y cogió la jarra para servirles. Le hizo un gesto para preguntarle si quería hielo.

-Sí, por favor. A cualquiera que le diga que estoy merendando con Jorge Rios y con Carmelo, el escritor y el primer Dios, se morirá de envidia.

-Seguro que no habéis comido hoy.

-Nos hemos puesto nerviosos cuando Chacho nos ha dicho de ir a verte.

-Se me ha secado la boca a full. Estropajo era.

-Y sigue siendo, Gaspar.

-Es que es alucinante. Limonada, por favor – contestó al gesto de Carmelo, para servirle una u otra bebida.

-¿Y cómo has acabado en Madrid, Gaspar?

-Chacho y Pólux me fueron a buscar. Pólux era mi amigo. Germán les contó. Se han ocupado de mí. A parte Pólux y yo somos novios. Queremos casarnos.

-¿Y tú, Pólux?

-Mi tío me compró. Así de sencillo.

-¿Comprar a un Dios? – dijo Jorge sorprendido. – Eso debe ser inusual.

-¿Cómo lo sabes, que era Dios?

-Está claro que buscan replicar al primer Dios que hubo. Te pareces a Carmelo. No en el rostro, pero sí en el cuerpo. Incluso en la forma de estar.

-Ya había otro Dios más joven.

-¿Quién?

-Ni lo sé ni me importa.

-¿Y por qué Chacho te compró? ¿Qué quería de ti?

-No pienses eso. No es el caso. Sé de otros chicos a los que les han comprado y son felices con sus nuevos padres. La gente que compra a chicos ya mayores que no sirven, es porque quieren cuidar de ellos. La mayor parte, al menos. Sé de dos que en realidad se enamoraron y decidieron comprarlos para que fueran sus parejas. Chacho es mi tío de verdad. Me buscó durante muchos años. Alguien le habló de mí, alguno de los que… ya sabes. Y empezó a investigar. Se introdujo en esas fiestas y al final me encontró.

-¿Y tus padres?

-Ni lo sé ni me importa. Mi única familia es Chacho y Gaspar.

-¿De verdad es tu tío? – Carmelo no acababa de creérselo.

-Nos hicimos la prueba de ADN. Yo de todas formas, lo recordaba. Por un colgante que lleva siempre con el que me gustaba juguetear de pequeño. Se lo quitaba y me lo dejaba.

-¿Y como estás?

-Tengo mis días. Gaspar me ayuda si tengo uno malo.

-Y él a mí en mis días negros.

-Y Chacho cuida de los dos.

-¿Vivís con él?

-No exactamente. Vivimos en un piso los dos. El vive dos pisos más arriba. Pero tenemos nuestra intimidad.

Les empezaron a contar que Pólux trabajaba desde casa como corrector de manuscritos de una editorial importante. Y Gaspar trabajaba en un Mercadona cercano a su casa.

-Me gusta. Y veo gente. A veces me cuesta, pero me sienta bien. Y estudio por las noches. Estoy acabando 2º de bachiller. Germán insistía en que estudiara. Nos daba libros y buscaba la forma de que alguien nos diera clases a escondidas. Pero yo entonces no estaba por la labor. Solo leí tus novelas. Una y otra vez.

Estuvieron hablando hasta bien entrada la noche. Los dos jóvenes querían saberlo todo del trabajo de actor de Carmelo y por el origen de las historias de Jorge.

-Muchos de nuestros amigos te leen Jorge. ¿Podemos decir que hemos estado con vosotros?

Jorge y Carmelo se miraron.

-Si queréis sí. Por nosotros no hay problema. Solo si estáis seguros que

-Claro que sí. Sois un orgullo para todos.

-¿Y si alguno de nuestros amigos quieren conoceros?

-Nos decís y quedamos.

Pasadas las doce de la noche, Chacho llamó a su sobrino. Estaba un poco preocupado porque el joven había quedado en llamarlo para contarle, y no lo había hecho.

-Perdóname. Es que estamos en casa de Jorge. ¿A que es alucinante? Sí, Gaspar está bien.

Al cabo de un rato, Chacho fue a buscarlos. Jorge le pidió que subiera. Todavía estuvieron hablando más de media hora. Carmelo sacó algo más de cenar.

Antes de irse, Carmelo les regaló una camiseta firmada de su última película. También les dio tres invitaciones para ir al estreno. Y Jorge les regaló una edición privada de “El bar de las gildas”, que hizo para regalar con ilustraciones de Iván Sierra. Quedaron en volver a verse y se intercambiaron los teléfonos. Era algo que Jorge siempre hacía con todos los chicos de esa trama que encontraba. Luego, casi ninguno se había atrevido a volver a llamarle. Pero él, cada cierto tiempo, les iba telefoneando para saber de ellos.

Cuando se fueron, Carmelo y Jorge se sentaron en el sofá del salón.

-Te quedarás a dormir – dijo más que preguntó Jorge.

-Claro. Una cosa ¿Cómo has sabido quién era Pólux?

-Porque es como tú. No se parece de cara, pero el cuerpo, la altura… la constitución… es la tuya. Esos hijos de puta buscan una réplica tuya. Por eso al verlos, te has quedado con la boca abierta. Y lo mismo les ha pasado a Pólux y a Gaspar al verte a ti. Gaspar se ha dado cuenta que el cuerpo de Pólux es similar al tuyo.

A la mañana siguiente, mientras desayunaban los dos en la cocina, Sergio llamó a Jorge.

-Vente haciendo ejercicio con la muñeca. Bolis ya tengo yo. Y no hagas planes para el resto del día.

-¿Y eso?

-Tienes ya más de ciento cincuenta personas esperando. Esme está dando explicaciones a la Organización de la Feria. La han llamado a primera hora, cuando el primero de la cola se ha presentado a las siete de la mañana.

-Has tenido razón en tus previsiones.

-Y tú cuando la dijiste que no lo publicara en las redes. Al menos espero que te pida perdón por reírse en tu cara cuando les dijiste a esos que no vinieran esta mañana.

-Si no le pide perdón, le parto la cara. – apuntó Carmelo.

-Voy yendo entonces.

-Te acompaño.

Varios policías de la Unidad de Intervención les esperaban en la Puerta O’Donnell. Les escoltaron hasta la puerta trasera de la caseta dónde iban a firmar. Querían prevenir posibles altercados. Sergio les estaba esperando dentro. La caseta todavía estaba cerrada a la vista del público.

-Ya son cerca de trescientas personas. Y eso que algunos se han dado la vuelta. Hemos puesto carteles anunciando que solo vas a firmar un libro por persona. La policía controla que no haya problemas. Hemos puesto unas vallas para organizar la cola.

-¿No te quejabas de que no tenías firmas? – se burló Carmelo.

Jorge resopló.

-¿Y esa cabrona va a venir a pedir perdón?

-Dani, cariño, déjalo estar. Es inexperta. – le reconvino Jorge.

-Es idiota. – sentenció.

-¿Te sientas a mi lado? ¿Te vas a quedar a hacerme compañía?

-¡Claro! La duda ofende.

Jorge le dio un beso en los labios mientras le acariciaba la cara.

-Pues venga. ¿Empezamos? – preguntó Sergio.

-Dame diez minutos para que me acomode, y abres la puerta y las persianas.

-Falta media hora para la apertura oficial de la Feria. – comentó Quique que se había colado en la caseta.

-Cuanto más tardemos en empezar, más se van a enfadar por la espera. ¿No te enteras de la que se podría haber montado aquí si Sergio no se ocupa de todo? No tenéis ni idea. Esa tipa y vosotros os creéis…

-Dani, déjalo anda – le pidió Sergio. – Haz caso a Jorge y ayúdale.

Cada cien firmas Jorge se tomaba cinco minutos de descanso para estirar las piernas y beber algo. Salían Carmelo y él por la parte de atrás y Jorge fumaba un cigarrillo. En uno de esos descansos, vio a Pólux y a Gaspar que le observaban en la distancia. Les saludaron con la mano. A su lado, estaba otro joven que los miraba fijamente. Jorge se lo quedó mirando, porque tenía la idea de que lo conocía. Pero no pudo encontrar en su memoria razón de ese recuerdo. El joven tenía el gesto serio, pero se llevó la mano al corazón y le dio las gracias marcando la palabra con los labios. Jorge hizo el amago de ir hacia él, pero cuando un grupo de personas que iban a incorporare a la cola de firma se quitó de en medio, el joven ya no estaba. Pudo ver a Pólux y Gaspar alejándose los dos solos, agarrados de la mano.

-¿Te has fijado en ese joven? – preguntó a Carmelo.

-Sí.

-¿Te suena de algo?

-¿Debería?

-Me suena sí.

-Será un fan que va a tus firmas.

Jorge se encogió de hombros.

-Era mayor que Pólux y Gaspar ¿No?

-Como yo, pienso. O un par de años más joven.

A media mañana, Sergio decidió impedir que más personas se incorporaran a la cola. Aún así, Jorge acabó cerca de las cinco de firmar. Jorge y Carmelo se sacaron fotos con los policías que habían estado vigilando que todo saliera bien. Algunos comentaron con Carmelo alguno de los papeles de policía que había hecho.

Esme, la librera, se acercó a saludarlos. Pero Carmelo le hizo un gesto con la mano.

-Llevo todo el puto día conteniéndome para no darte una hostia. Así que mejor ni te pongas a tiro. Te he respetado porque Jorge me lo ha pedido, y es la persona que más quiero en este mundo. No tientes a la suerte.

Jorge esta vez no le contradijo. Sergio llegó por detrás y les anunció que había reservado una mesa en un restaurante cercano y que a pesar de la hora les darían de comer.

-Ten, ponte estas compresas frías en la muñeca. – Sergio le tendió un par de ellas. – Si no, no vas a poder partir la carne.

-Espero que mi rubito me la parta.

-Ni lo sueñes. Te pides unas papillitas o algo que no…

-¿Serás capaz?

-Hombre, claro. Te voy a partir la carne. No te jode.

-¿Tampoco me vas a limpiar el pescado?

-Que no, pesao. Ponte esas compresas que te van a bajar el hinchazón de la muñeca ya verás que bien lo partes tú todo.

Sergio les fue empujando hacia la salida. De nuevo, la policía les escoltó hasta la puerta del Retiro.

-Pues si que tengo yo ayuda contigo. – Jorge puso su mejor gesto de resignación – si ya decía yo que esto de que fueras rubio…

-Te quejarás. Todo el puto día sonriendo a tus fans.

-Que muchos eran tuyos. Bien que te han pedido fotos.

-No te jode, contigo al lado.

-¡Ah! O sea que no quieres salir a mi lado en las fotos… está bien saberlo.

-Porque eran tus fans, no los míos.

-Ya, y todos y todas esas que babeaban al mirarte, lo hacían porque estabas a mi lado y en realidad babeaban por mí.

-Pues claro.

-Ya. Pues el charco de baba estaba en tu lado. Y todas se ponían a tu lado en las fotos.

-Este momento impagable… lo bien que me lo hacéis pasar cuando os ponéis así.

-¿Así como? – Carmelo puso mejor mirada obtusa a su representante.

-Como los hermanos Marx.

-¿Pero de que vas tío?

Los dos hablaron a la vez y miraban con cara de pocos amigos a Sergio. Pero éste, no se dejó amilanar y soltó una sonora carcajada que fue seguida por los policías que les acompañaban.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 63.

Capítulo 63.-

.

-De todas formas, vamos a empezar a prepararlo todo.

Carmelo y Jorge estaban en la cama. Había sido una noche de descanso, pero también de amor y pasión. Al despertar ambos, a ninguno le había apetecido dejar de tocar la piel del otro. Jorge había recostado su cabeza sobre el pecho de Carmelo. Éste le acariciaba suavemente con la yema de sus dedos. Jorge levantó un momento la cabeza y buscó los labios de Carmelo. Le besó suavemente.

-Escucho a tus neuronas rular, escritor. Y me temo que no es que estés maquinando tu próxima novela. Y tampoco estás pensando en lo que te he anunciado sobre la merienda como agasajo al equipo de Pasapalabra. Estoy seguro que ni me has escuchado.

-A lo mejor te necesito. – Jorge salió de su abstracción de repente. Carmelo se reafirmó en su convencimiento de que el escritor no le estaba prestando demasiada atención.

-Dime. – se ofreció poniendo una sonrisa tierna.

-¿Te vienes conmigo de viaje?

-¿Cuando?

-Ahora.

Jorge le contó por encima las novedades del caso de Sergio. Y la preocupación que les había entrado a Carmen y Javier sobre su estado. Sobre la posibilidad de que sus padres le intentaran anular mental y emocionalmente.

-Eso no hacen los padres normales. Son cuatro casos los que son así de manipuladores y castrantes. Ya superamos esa media ampliamente en nuestro entorno. Un caso más sería… sería como si tuviéramos imanes que atrajeran a padres de ese tipo. Y además, si solo lleva un par de días allí.

-Ya. Pero ayer en la misma mesa, Javier y Carmen estuvieron con dos cuyos padres tomaron la misma decisión al ver los vídeos que les enviaron de sus retoños teniendo sexo con hombres. Ni quisieron escuchar sus explicaciones. En el caso de Yura, ni siquiera le preguntaron si era homosexual. Lo dieron por hecho. En el caso de Jun, no lo es. Pero les dio igual. Según ellos, había humillado a su familia. Encima que todo lo había hecho buscando el triunfo que le reclamaban sus progenitores. Tenemos a tus padres. Tenemos los míos. Está claro que para que Mendés u otros parecidos decidan elegir a ciertos chicos, quiere decir, con toda probabilidad, que los ha investigado antes, a parte de que sean de su gusto físicamente. A parte de otras consideraciones en el caso de Sergio que no podemos demostrar, pero que Carmen y Javier parecían dispuestos a tomar en consideración. La decisión del padre de preferir a Mendés en lugar del profesor austriaco… es cuando menos sorprendente.

-No entiendo como ese Mendés puede echar por tierra a músicos prometedores. Lo entendería si cogiera a músicos sin futuro, mediocres y que los convenciera de que no tiene nada que hacer en la música, salvo agasajar a los maestros y que estén felices para satisfacer el ansia de arte que tiene el mundo.

-¿El mundo tiene hambre de arte? – Jorge imprimió a sus palabras toda la ironía de la que fue capaz.

-Es una forma de hablar. Si somos estrictos a lo mejor no entraríamos ni tu ni yo.

-Tus películas no son del estilo de Bergman, ni Truffault, ni mis novelas van firmadas por Victor Hugo o por Lope de Vega. Pero creo que no desmerecemos mucho. Al menos tú que eres multipremiado. Goyas, Césares, Mejor actor europeo, mejor actor en Cannes, en Venecia, en Valladolid… y tus interpretaciones siempre son apabullantes. Y un puñado de ellas, magistrales. Y puñado grande a fuer de ser sincero.

-Eso para los puristas no tiene importancia.

-También has hecho teatro.

-Pero no a Valle Inclán o a Lope.

-Has hecho dos Shakespeare.

Carmelo se encogió de hombros. Era su forma de decir que para algunos, no había dado la talla en sus interpretaciones. Aunque siendo sinceros, él tampoco estaba satisfecho con su trabajo en esas obras.

-Entonces yo que no he ganado nada…

-Tienes el favor del público. Te parecerá poco. No es que seas un vendedor de best sellers. Solo al menos. La repercusión que tienen tus personajes en tus lectores es… no te lo digo porque seas el amor de mi vida, pero, no creo que nadie pueda presumir de llegar a ese nivel de… identificación. Quizás Arturo y Ernesto. Y a parte, tienes la admiración de esos jóvenes. “Los chicos de Jorge”. Eso vale más que cualquier reconocimiento. Tus libros los ondean como sus banderas de vida y redención. Banderas de esperanza.

-Ahí has estado bien – Jorge volvió a besar a Carmelo. – Y si el Mendés ese lo hiciera con malos músicos ¿Estaría justificado?

-Nunca está justificado. Quiero decir, que para su prestigio como profesor, sacar a un Sergio adelante y que en su biografía diga que ha estudiado con él, le daría más crédito. Y podría plantearse hasta cobrar más. Pero en cambio, para un gran músico que cae en sus manos, lo destroza.

-Es una forma de verlo, sí. Pero en este mundo de… orgullos desmedidos, de poder… la razón del común de los mortales no parece a veces… razón. Y la sin razón, se convierte en razón. Para ellos, quiero decir.

-¿Serías capaz de repetir eso que has dicho? – Carmelo imprimió a su pregunta todo el sarcasmo del que fue capaz.

-Ni por asomo. Confío en ti para que me lo recuerdes luego y lo escriba.

-No estaba atento. – siguió con la broma. – No me pellizques, cabrón.

-¿No me haces ni caso?

-Como tú antes. Has pasado de mi culo. No te has enterado de nada de mis planes para la merienda de Pasapalabra. Y eso que yo no fui. Que lo hago para que tú y tus “amiguitos” quedéis bien.

-No vas a Pasapalabra porque no quieres. Y de todas formas, todos saben que la merienda la vas a preparar tú. Y perdona, mis “amiguitos” que me presentaste tú, porque antes de ser míos, fueron tuyos. Y lo siguen siendo. Ya veríamos en caso de que nos separáramos, de todos ellos, los que seguirían en contacto conmigo.

-Ya vas con tu “amiguito” Álvaro a Pasapalabra. Álvaro ha pasado de ser mi amigo a ser conocido por ser el amigo del escritor.

-Celoso. ¡Estás celoso!

-A mucha honra. Y ahora dime por qué quieres que te acompañe en ese viaje.

Jorge alargó el brazo y cogió su teléfono de la mesilla. Buscó algo y le tendió el móvil a Carmelo. Éste lo cogió y nada más ver la pantalla, levantó las cejas sorprendido al ver quién era la persona de la foto.

-Nati Guevara. Ni sé la de tiempo que no sé de ella. Ni falta que hace, por otra parte. ¡¡Joderrr!! Y yo que pensaba que me había librado de ella para siempre.

-Es la madre de Sergio.

-No me lo puedo creer. Hay que reconsiderar lo de que seamos imanes para … indeseables como esa. No me lo puedo creer. Esto no puede ser cierto. No nos puede estar pasando. ¿Esta cabrona la madre de Sergio el de Javier? Increíble.

Carmelo le devolvió el móvil a Jorge. Se tumbó de nuevo en la cama mirando al techo. De vez en cuando resoplaba. Jorge estaba de medio lado, observando a su novio. Ver la foto de esa mujer, le había afectado. No era para menos. Esa mujer era… dejaba huella en todos los que habían tenido la desgracia de tratar con ella.

-A lo mejor no te apetece enfrentarte a ella.

-No la tenía miedo cuando era un adolescente. Menos ahora. Eso no quiere decir que me esté muriendo de ganas de echármela a la cara.

-Te negaste a trabajar con ella una vez.

-Cierto. Si puedo elegir, prefiero trabajar con buena gente. Ella no lo es.

-¿Y?

Carmelo apartó la ropa de cama y se levantó de un salto.

-Vamos. ¿No decías que nos íbamos de viaje?

Carmelo salió enfadado de la habitación camino del baño. Jorge empezaba a arrepentirse de habérselo pedido. Descubrir esa noche quién era la madre, le había roto los esquemas a él también. Carmelo se había negado a trabajar con ella, justo antes de que Nati decidiera retirarse del cine para cuidar de su familia. Pero él también había tenido con ella sus más y sus menos. Habían llegado a discutir de forma muy intensa. Alguna vez el tema de la discusión, si no recordaba mal, había sido Carmelo. Mucho antes incluso de que ellos se conocieran. Ella le demostró todo lo que lo despreciaba y él, a cambio le enseñó lo ruin y despreciable que era, a parte de ser una inculta supina, aunque se las daba de ser una entendida en cualquier materia de la que se hablara delante de ella.

Carmelo volvió sobre sus pasos. Se apoyó en el marco de la puerta.

-Creo que te equivocas en que vayamos lo dos. Si conseguimos que Sergio venga, va a perder a sus padres para siempre. Su marido era un calzonazos. No podemos ponerlo en esa tesitura. Esa mujer nos odia a los dos. Nos desprecia, más bien.

Jorge asintió con la cabeza. Estaba de acuerdo con la última parte de las aseveraciones de Carmelo. No lo estaba tanto con que su marido fuera un calzonazos.

-Debemos jugar la baza de que la conocemos. Y que no nos puede engañar.

-Eso lo dudo. Era una refinada manipuladora y mentirosa recalcitrante. De muchas de sus mentiras y manipulaciones me di cuenta mucho después.

-Y buena actriz.

-Eso es cierto. De hecho, estaba actuando permanentemente. Enlazaba un papel con otro. Y hay que reconocerla que era trabajadora. Y también hay que poner en valor que conseguía que todos los rodajes en los que estaba, se convirtieran en un sitio insufrible del que todos salían despavoridos en cuanto tenían ocasión.

-Pero era buena actriz.

-Sí, joder, lo era. – Carmelo no podía disimular su enfado – Lo uno no quita lo otro. Es más, estaría por asegurar que estaba entre las tres mejores actrices de su época. Y … reconozco que en pantalla, con pocas actrices o actores he tenido la complicidad y facilidad para entendernos como con ella. Daba igual que hubiéramos discutido a lo grande antes de la claqueta. Una vez la escena en marcha, todo funcionaba como un engranaje perfecto. Hablaban nuestros personajes. Sentían ellos. Pero… no hay quien la aguante.

-Nadie quería enfrentarse a ella, pero tú la rechazaste. Con dieciséis años. Y ganaste el pulso. Los productores se decantaron por ti.

Carmelo se encogió de hombros.

-Fue la primera cosa de la que se ocupó Sergio en lugar de Toni. ¿No?

-Otra vez Toni. Que manía te ha entrado con él. Si me lo cruzo por la calle, ni lo reconocería.

-No te enfades. Era un comentario.

-Creo que es mejor que no vaya.

-¿Y si te lo pido de rodillas?

Carmelo hizo un gesto con la mano de desesperación.

-Es imposible discutir contigo. Te la suda lo que opine. ¿Quieres que vaya? Pues voy. Luego no te quejes del resultado. Va a ser un puto desastre. Y tú lo sabes. Pero nada, insistes. Pues me voy a duchar. No se puede razonar contigo. Te importa una mierda lo que piense.

Jorge suspiró. Se levantó de la cama con intención de seguir a Carmelo al baño y decirle que no hacía falta que fuera. Pero se lo pensó mejor, volvió sobre sus pasos para coger el móvil que se había quedado sobre la cama y se fue a la cocina. Marcó un teléfono.

-Eres la primera persona que me llama hoy con la que me apetece charlar un rato.

-Madre mía. Y te puedo asegurar que es la mejor respuesta a mis llamadas en muchos días. ¿Cómo estás?

-No me quejo. Hoy no hay grandes problemas entre mis clientes, la cosa empieza a moverse para todos, no solo para unos pocos agraciados… ya hemos acabado de poner al día tu agenda, y todo el mundo sabe ya que salvo para cuestiones meramente promocionales en los que se sigue encargando tu editorial, todo lo tuyo depende de nosotros. Por cierto, y esto es lo último, ya hemos convocado tu charla para lectores jóvenes. Tu amiga la librera ha puesto todas sus redes a tope. Y nosotros las nuestras, incluidas las de Carmelo. ¡Ah! Y antes de que se me olvide: ayer hablé con Fidel y te manda recuerdos. Me dice que te diga que cualquier día de estos te llama para charlar. Te echa de menos.

-¡Joder! Que alegría me das. Fíjate, el otro día pensé en él. Pero no he encontrado el momento de llamarlo.

-Si un día te pilla bien, te pediría que lo hicieras. A lo mejor él no se atreve. Sigue tus novedades. Estaba un poco preocupado.

-Tranquilo. Le llamo. No te preocupes. ¿Está bien?

-Sí. Está todavía aclimatándose. Ya sabes que ha cambiado de casa y ha acabado los cursos a los que se apuntó. Ahora le toca hacer contactos. Ya ha abierto nuestra sucursal el Los Ángeles. Estoy orgulloso de él. Ya tiene propuestas para alguno de mis clientes.

-Aquella película que hizo Carmelo antes del confinamiento…

-Sí. Se encargó él. Pero bueno, Carmelo ya sabes que se vende solo.

-¡Oye! Porque sea tu hermano, no le quites mérito.

-Tienes razón. Lo hizo bien, y eso sin tener oficina abierta todavía como tal.

-Me gusta eso de que te encargues de mis cosas. Siempre lo has hecho, aunque ahora sea un poco más oficial. Al menos ahora sé que estaréis pendientes de todo. No sabes la tranquilidad que me da eso.

-Por cierto, tu abogado, bien. Me gusta. Está al loro, es trabajador, y es competente. Has hecho buen fichaje. Y es otro lector fiel. Creo que entre los dos, poco a poco vamos a desentrañar esa maraña de asuntos que tienes enquistados. Esto lo tenías que haber hecho hace ocho años, cuando te lo dije.

-Tienes razón. Pero en aquella época todavía vivía Nando y no me apetecía… enfrentarme.

-Ahora dime, que me imagino que tendrás algo que contarme.

-Pues sí. Y me temo que no te va a gustar.

-¿Ha pasado algo? ¿Carmelo…?

-Carmelo está bien. Está jurando en hebreo mientras se ducha, pero es por mi culpa. Le he pedido que me acompañe a ver a una vieja amiga. Y no me ha sabido decir que no. Y está echando pestes.

-Me temo que esa vieja amiga, también lo es mía. Te conozco escritor. Y no te refieres a tu amiga la librera, que no se ha mostrado muy ilusionada porque ahora tenga que tratar conmigo de vez en cuando.

-Aquella firma de libros, seguro que la tiene grabada a fuego y sangre.

-Sobre todo porque al año siguiente la Organización la vetó en la Feria. Y porque calculó tan mal que no vendió ni la mitad de lo que pensaba vender con la encerrona que te hizo.

-Se le nubló la vista. Pensó que lo que había vendido el día anterior, sin estar previsto… pensó que si lo anunciaba iba a vender libros a cientos.

-Pero al anunciarlo, la gente estaba prevenida y se llevó el libro de casa.

-Exacto. Aún así vendió muchos libros.

-Y si no es tu librera, ¿Quién es nuestra vieja amiga?

-Nati Guevara.

Jorge pudo escuchar claramente un suspiro de contrariedad y un par de imprecaciones. Sergio Romeva parecía dudar sobre lo que decir o hacer.

-Un segundo, Jorge. Dame un segundo.

Éste pudo escuchar como Sergio se levantaba de la silla de su despacho y avisaba a su secretario de que no estaba para nadie en la siguiente media hora. Y recalcó que nadie era nadie. Aun tardó un rato en volver a coger el teléfono. Jorge estuvo seguro que se estaba tomando unos segundos para pensar en como afrontar el tema.

-¿Estás en Madrid? – preguntó Sergio al volver a coger el teléfono.

-Sí.

-En “El Trastero” en media hora. Aunque esté mojado, tráete a Carmelo. Es hora de que se entere de algunas cosas. Prefiero que lo sepa por nosotros, que no por cualquiera que se acerque un buen día y le susurre al oído. Si esa mujer está rondando, cualquier cosa es posible. Llamo para que nos pongan una mesa discreta.

Jorge no perdió tiempo. Fue al baño. Carmelo estaba todavía en la ducha.

-Vístete, anda.

Jorge abrió la mampara de la ducha y cerró el grifo. Como esperaba, Carmelo estaba solo dejando correr el agua por su cuerpo.

-¿Me puedes explicar que pasa ahora? – Carmelo seguía enfadado. Su tono no engañaba a nadie.

-Dani, por favor. Hazme caso.

Jorge se acercó a él y le dio un beso en los labios.

-Te quiero, ¿Lo sabes? Eres mi vida, Dani: vístete y nos vamos. He quedado con Sergio Romeva en “El Trastero”. Quiere que vayas tú.

Carmelo salió de la ducha y empezó a secarse. Tenía ganas de discutir y negarse a plegarse a las peticiones de su novio, pero no le salía. Y quería despotricar y enfadarse por todo, pero… ese “Te quiero ¿Lo sabes? Eres mi vida Dani”, lo había desactivado todo. Nadie le llamaba Dani como Jorge. A lo mejor era por las pocas veces que utilizaba su nombre real. O el tono con que le decía esas cosas y todo en general.

Cuando Carmelo entró de nuevo en la habitación, Jorge ya estaba completamente vestido. Volvió a besarlo en los labios y a darle una palmada en su culo desnudo. Mientras el actor se vestía, Jorge avisó a sus escoltas de su inminente excursión.

-Luego a lo mejor nos vamos a Salamanca.

-¿Los dos? – preguntó Flor.

Jorge hizo una mueca para mostrar sus dudas.

-Está todo en el aire.

-¿Qué ha pasado desde anoche? Ibas a ir tú solo. Carmen viene para unirse a ti.

Por la cara que puso Jorge, Flor supo que no le había avisado.

-Llámala, si me haces el favor, y la dices que se una a nosotros en “El Trastero”. Y no estaría mal que llamaras a Olga y tantearas la posibilidad que se una a nosotros en videoconferencia. Es una hora intempestiva allí, pero…

Carmelo apareció detrás de Jorge ya preparado. No tenía gesto amigable. Jorge volvió a besarlo y a acariciarle la cara con sus manos.

-Gracias Dani.

El aludido no pudo decir nada. Jorge sabía las armas que utilizaba contra su enfado. Jorge cogió sus cosas, sus llaves, su teléfono y agarró de la mano a Carmelo. Entrelazó sus dedos y le sonrió.

-Eres un cabrón – dijo medio sonriendo el actor. – No puedo contigo.

-Porque me quieres. Y no sabes la vida que me da eso.

El viaje en coche apenas duró diez minutos. Sergio ya estaba en el bar. Los camareros les indicaron con un gesto la mesa en la que estaba esperándolos. Estaba apartada y un biombo les ocultaba de la vista del resto de clientes.

-Me he tomado la libertad de pedir unos chocolates y unas porras.

-Como nos conoces – dijo Carmelo abrazando a su representante. – Ya nos dirás a qué viene tanto misterio.

Jorge sacó un dispositivo de anti-escuchas y lo puso en medio de la mesa. Todavía recordaba los consejos de Javier la noche anterior.

-Vienes preparado.

-Si no quieres hablar por teléfono, a mi modo de ver quiere decir algo.

-Esas cosas del pasado, sabéis que son complicadas. No me apetece que nadie conozca esos detalles. ¿Me dices como ha aparecido la Guevara en vuestras vidas? ¿Ahora precisamente?

-Esa que viene por ahí es Carmen Polana ¿No? No será casualidad me imagino. – dijo Carmelo mirando resignado a Jorge.

-Culpa mía. – Jorge levantó el dedo, como si estuviera en una clase de primaria.

Carmen saludó a Sergio con dos besos. Ya habían tenido la ocasión de conocerse hacía unos años y habían coincidido en numerosas ocasiones. Lo mismo hizo con Carmelo y con Jorge.

-Tal y como has pedido a Flor, Olga nos llama en un rato. Está buscando sitio adecuado. Mira, ya lo ha encontrado.

Carmen puso la tablet sobre un soporte y la colocó en un lado de la mesa.

-Buenos días a todos. – saludó.

-Que bien te sienta madrugar, querida – le saludó su amiga.

-Trasnochar, querrás decir. ¿Qué ha pasado?

Sergio y Carmen miraron a Jorge. Carmelo se había cruzado de brazos y miraba a ninguna parte.

-Muy sencillo: Nati Guevara ha entrado por la puerta grande en nuestras vidas. Y no nos habíamos enterado. – resumió Jorge.

Carmen y Olga intercambiaron miradas a través de las cámaras.

-¿Y de qué forma ha aparecido?

-Es la madre de Sergio, el novio de Javier.

Carmen resopló y se recostó en la silla. Olga parecía enfadada.

-No me puedo creer que esa tipa … ¿La madre de Sergio? Joder. Iros a sacarlo de allí, joder. Si sabe que está con Javier… le estará lavando la cabeza. Se las tuvo tiesas con JoseMari, su padre.

-Y contigo – le recordó Carmen a Olga.

-Eso íbamos a hacer. Pero… no me decido por una estrategia. – empezó a explicarse Jorge – La idea era ir y convencer a Sergio de dar una sorpresa a Javier por su aniversario en la consecución de su ascenso a comisario. Pero… yo tuve un encontronazo fuerte con su madre. Y…

-Yo la veté en un rodaje. – Carmelo habló en tono rotundo.

Sergio afirmó con la cabeza.

-Pero hoy todos en esta mesa, conocemos una parte de Nati. Conocemos una parte de esos encontronazos. Pero ninguno sabe… toda la historia.

-Por cierto Sergio. Antes de que se me olvide. ¿No conocerás a algún representante que se dedique a llevar a músicos de clásica? Tu tocayo es… un gran violinista que ha caído en las garras de Mendés… un tipo despreciable que…

Ahora fue Sergio Romeva el que resopló y se recostó sobre el respaldo de la silla. Jorge se calló porque era evidente que su amigo no necesitaba más explicaciones.

-Esto no puede estar pasando. No me fastidies. ¿Su propio hijo? Tenía tres hijos ¿No? ¿Con Mendés? ¿Lo ha enviado a estudiar con ese? La historia se repite de nuevo. Con distintos actores. No puede ser. Mendés es lo peor. Ese pobre chaval… si es el que ha elegido de su hornada para…

Lo es – Jorge le interrumpió en tono rotundo. No quería que de primeras, dijera más de lo necesario. El representante volvió a maldecir entre murmullos.

-Una chica, la mayor, que trabaja en los negocios de su padre, y dos chicos. Sergio es el pequeño. Su hermano creo que está en Estados Unidos estudiando. – explicó Carmen. – La zorra de ella usa el apellido de su marido. Por eso no me ha dado el cante. Es que Sergio se parece a su madre, ahora lo veo. Tiene gestos de ella. No se me ocurrió pedir fotos de los padres. Y ni Patricia ni Teresa saben nada de la Guevara. No les llamó la atención. Para ellas es Nati Plaza, de profesión, sus labores.

-Me encargo de que el FBI le eche un vistazo al chico que está aquí, no vaya a ser que haya sorpresas. – dijo Olga. – ¿Su nombre?

-Espera que lo miro… no lo recuerdo – dijo Carmen repasando el informe que le habían hecho Teresa y Patricia – Guillermo. Guillermo Plaza.

-Pero todo esto… ¿No se os está yendo el argumento? – le dijo Carmelo mirándolos uno por uno. – ¿De que va todo esto? Era una tipa que le gustaba joder a sus compañeros en los rodajes. No es para tanto. Como si fuera la última o la única. No creo que ponga a su hijo abierto de piernas para que unos cerdos babosos le metan la picha en el culo mientras él ladra como un perro y rasga las cuerdas de su instrumento con el arco tocando una sonata de Vivaldi.

-Va de poder. Es lo que siempre ha querido Nati Guevara. Lo podía haber tenido todo en el mundo de la actuación, porque era buena. Pero eso no le bastaba. Quería que todos bailaran a su alrededor. Quería ser la reina en todos los saraos. Y todo lo que hacía era… para conseguir eso. Los rodajes en los que participaba, eran un infierno. Desde el primer día hasta el último. Hubo muchos técnicos, actores, guionistas… que si sabían que estaba ella en el reparto, se negaban a trabajar, no aceptaban el trabajo. Y aquellos años no es como ahora, que con las plataformas hay trabajo para casi todos. Suponía para muchos técnicos estar unos meses parados. Daba igual. A muchos no les compensaba tener que ir a terapia después de salir del rodaje cada día o medicarse para poder conciliar el sueño o acabar teniendo problemas familiares por su humor al salir del rodaje. Tú trabajaste con ella en una película antes de tu “olvido”. En la última parte Olga te cuidó. No lo recuerdas pero como me has contado, sentiste a Olga cuando te reencontraste con ella. Olga tuvo que emplearse a fondo para protegerte de esa alimaña. Se alió con tus padres. Ella quería que te despidieran. Tus padres no perdían nada, porque cobrarías igual. Y el dinero se lo quedaban ellos, por aquel entonces. Fue… digamos… que la versión oficial para el mundo de fuera del rodaje, era que te metiste en una pelea que no podías ganar y saliste… con el cuerpo muy, muy magullado. Nos inventamos algo de que habías acudido en defensa de unos jóvenes extranjeros que estaban siendo acosados por unos nazis. Aunque esa versión pasó desapercibida y lo que todos los ajenos a la situación pensaban es que en uno de tus arranques de mal genio, la habías pagado con gente que peleaba mejor que tú. En realidad, todos los del mundillo, sabían lo que te había pasado. Pero a nadie interesaba darse por enterado. Como no había nada en la trama de la película que rodabas que justificara ese estado de tu personaje, tuvieron que cambiar todo el argumento para… que pudieras salir en tu estado en pantalla. Eso convirtió la película en otra completamente distinta. Pero tanto los guionistas como el director, acertaron en los cambios. Hicieron un nuevo argumento creíble e interesante. Y lo más importante para los productores: sin tener que desestimar lo rodado hasta ese momento. O al menos, gran parte de ello. Consiguieron, repito, un argumento estupendo. Casi más interesante que el original. Algo tuviste tú que ver Jorge, aunque no quisiste salir en los créditos. Ni siquiera cobraste. De ahí viene en parte tu fama de que cuidarías a esos chicos hasta las últimas circunstancias. No eras guionista, no habías querido trabajar al alimón con nadie hasta ese momento, pero por defender a Dani, te implicaste.

-Y no solo echándote a la espalda cambiar el guion, sino discutiendo con quien pudiera poner en duda que Dani podía seguir con la película. – apuntó Olga.

-Es que no había forma de disimularlo. Las heridas con maquillaje… pero tenías la cara que parecía un globo de lo hinchada que estaba – Sergio había retomado el relato. – Y el pecho. Estabas morado completamente. Hinchado. Tu aspecto era verdaderamente deplorable. De resultas de ese cambio en el argumento, el papel de Nati se vio reducido. De eso te encargaste tú – le dijo a Jorge. – E inició un acoso y derribo de Carmelo del Rio. El resto de actores se plegaron a los cambios, porque no querían que encima que te habían molido a palos, perdieras el papel. Y claro, si eso implicaba joder a la Guevara, pues miel sobre hojuelas. Ellos sabían además que tu personaje era tres cuartas partes de la película. Y como siempre, habías estado muy acertado en tu interpretación. Y luego, a pesar de tu estado lamentable, fue apoteósico. Uno de los pocos actores nominados a mejor interpretación masculina en los César, que no trabajaban en una película en francés. Pero el productor de tus primeras películas en Francia siempre ha querido participar en las siguientes tuyas. Y lo sigue haciendo, de hecho.

-Quisiera hacer una precisión: el que la Guevara perdiera parte de su protagonismo, no fue algo hecho a posta. Pero Cabrales y yo no vimos otra manera. Otros personajes también lo perdieron. Uno, hasta desapareció por completo. Había que explicar muchas cosas y el productor no quería irse a una película de dos horas y mucho. Aún así, por mucho que no me cayera bien esa mujer, tenía su público. Y tampoco podemos negar que con Carmelo, aunque no se soportaran, tenía química en pantalla. Es raro, pero era así.

-¿Cabrales? ¿Fernando Cabrales trabajó contigo en ese guion? Yo creía que no lo conocías hasta que os presenté el otro día.

-No lo recordaba – Jorge intentó mitigar la mentira que hasta ahora había mantenido en ese tema. Fue algo que acordaron los dos para no tener que hablar de ese tema en su momento. Para proteger a Carmelo.

-Había un rumor en el set – Olga decidió tomar el relevo para desviar al atención – Que en realidad la fiesta en la que te jodieron vivo en todos los sentidos, había sido provocada por Nati. Quería que tu papel se lo dieran a otro actor. Se aprovechó de que Tirso estaba en Portugal, para meter en esa fiesta a un tipo que aquel tenía vetado por ser una bestia parda y que además tenía una querencia desmedida por ti. Y acabaste con esa bestia que …

-¿Qué actor? – preguntó Carmelo.

-Da igual…

-Quiero saberlo, Sergio.

-Biel Casal – contestó Olga – Nati y la madre de Biel eran… colegas.

-Aliadas, joder. Aliadas para joder a todo el mundo. La madre de Biel por estar frustrada por no haber sido la gran actriz que hubiera querido, y la tal Nati, que nada era suficiente para satisfacer su ego. – atajó Carmen verdaderamente enfadada. Seguía dándole vueltas a como se le podía haber escapado ese detalle tan importante: que Nati Guevara fuera la madre de Sergio.

-Biel tardó años en lograr desligarse de su madre. – empezó a explicar Sergio – Es como Nati, una gran manipuladora. Controlaba de Biel todo lo que comía, lo que bebía, le obligaba a hormonarse para tener más músculo, para lucir bien en pantalla; obligaba a los productores a sacarlo desnudo o al menos enseñar el pecho en cada capítulo de serie o en cada película… actuaba como su representante. Pero es el tipo de representante que metería en la cárcel por maltratar y vender el cuerpo de su cliente. Y más siendo menor de edad. Lo que le ha llegado a obligar a hacer… ni se te ocurra decirle nada a Biel. Le saca de quicio recordar esas cosas.

-Pues dirás lo que quieras. Yo a los dieciocho, no es que le hubiera mandado un burofax. Hubiera pedido orden de alejamiento. Y Biel, sigue hablando con ella. Y no sé ahora, que Jaime le… sirve de parapeto. Pero por no llevarla la contraria, a veces se pliega a sus… idioteces.

-Lo que se dice, una madre que mira por la salud de su hijo por encima de todo – se jactó Jorge. – Pero es su madre. Y… para él… si lo miras de otra forma, solo tiene esa familia. Su hermano es…

-Un aprovechado que vive de Biel. ¡Que vive de él, Jorge! No pongas esa cara. Ahora empieza a tener un poco de … carácter y le corta en algunos temas. Pero… por cada uno que le corta… anda que no le cuesta pasta todos los meses.

-A los 18, el mismo día que los cumplió, – Sergio empezó a explicar parte de lo que había dicho Carmelo, porque el resto no sabían de que hablaba – Biel le envió a su madre un burofax anunciándola la ruptura de su relación contractual. Lo estuvo preparando con un colega, con Andrés, su actual representante. En un principio vino a mí, pero siendo tu representante, no quise hacerlo. No quería que si algo salía mal, acabaras pagando tú de alguna forma.

-Aún así, sigue metiendo mano en la carrera de Biel, cuando tiene ocasión. Discutieron la última vez hace dos meses a lo grande. Biel le ha prohibido hablar de él en ninguna circunstancia. – precisó Carmelo.

-Esa es la amiga del alma de Nati Guevara. – resumió Sergio. – A ver. Contadme lo del hijo de la ínclita Nati.

Jorge se encargó de hacerle un resumen de lo que sabían hasta el momento. Sergio parecía conocer al menos de oídas a parte de los actores de esa trama.

-Ahora que pienso, a lo mejor nos podías ayudar a que Sergio recupere su carrera. A parte de ayudarnos a buscar representante.

Fue Carmen la encargada de contarle lo que le habían dicho los antecesores de Sergio en las clases especiales de Mendés al pedirles Javier algún consejo.

-Bueno. A ver. Lo del representante, si queréis nos encargamos nosotros. Bastian, uno de mis colaboradores, trabajó antes en ese campo. No ha perdido contactos. Llevamos a un par de músicos que son amigos suyos de aquella época. Ludwin, el profesor ese… puede que conozca a alguien que tiene acceso a él. Si lo consideró para darle clases es que ese joven es un gran músico. Sería interesante grabarlo con una cierta calidad. Aunque sea en la calle. Si sabemos cuando va a tocar, se puede preparar. Para que el maestro Ludwin pueda comprobar que sus habilidades siguen intactas. Una vez que eso suceda, intentaré que alguien que tiene una cierta influencia sobre él, le comente. Es orgulloso, pero… al menos se puede intentar.

-Chistian se puede encargar de grabarlo. Va a hacer Tirso. Es el mejor técnico de sonido. Y trabajó un tiempo haciendo las transmisiones de Radio Clásica desde el Monumental y el Auditorio Nacional. Me encargo de llamarlo, si queréis.

-Habría que convencerlo para que lleve el violín de Nuño. – dijo Olga – Su sonoridad es incomparable a otros violines.

-De eso me encargo yo. Y si es necesario, me comprometo a convencer a Nuño a que se acerque al Real y lo escuche. – afirmó Jorge en tono seguro.

-Si consigues que vaya, te invito a cenar dónde quieras – le dijo Olga. – Y si consigues que se una y toquen los dos juntos, me comprometo a que recuperes tu abono de la temporada de ópera.

-¿Os referís a Nuño Bueno? – preguntó Sergio; Jorge y Carmen asintieron con la cabeza. – Pues sería un puntazo. Pero me han dicho que está enfermo. No sé como lo vas a conseguir, Jorge.

-Si ha conseguido que yo esté hoy aquí sentado, y todavía no he mordido a nadie, puede conseguir cualquier cosa de cualquiera – Carmelo tenía una mueca de reproche, revestida de un halo de amor.

-Pero hay una diferencia, Dani: tú amas a Jorge con todo tu ser. Y Nuño… es un desconocido.

-Le lee, Olga. Vas a perder la apuesta. Tú no le has visto con “sus chicos”. Esos sí son difíciles.

-Si puede contigo, los demás son pan comido – bromeó Sergio. Carmelo le sacó la lengua.

-Ya te diré dónde cenamos. ¿Cuando se acaba tu curso en Estados Unidos? – dijo Jorge muy seguro de si mismo. – Me iré a comprar ropa adecuada para ir de nuevo a la ópera.

-Parad un momento. Que es guay lo de Nuño, lo de Jorge que nos tiene cogida la medida a todos… vale, al menos a mí, no me mires con esa cara, Carmen. Te diré que crees que no es así en tu caso, no quiero sacarte de tu error. Ya te darás cuenta cualquier día. Mira Sergio como asiente con la cabeza. Se os olvida algo. Hay que conseguir que Sergio vuelva a Madrid. Y para eso, tenemos que ir a Salamanca a convencer a sus padres. – dijo Carmelo.

-Yo evitaría el enfrentamiento directo con esa mujer. – opinó Sergio. – Es una mala víbora. Y Sergio es mayor de edad.

-Jorge, nos vamos a Salamanca – dijo Carmen resuelta. – Ya te digo un bar en el que puedes quedar con él. Escríbele. Dile que lo necesitas. Que es urgente. Javier ha vuelto a caer en…

-Su pasear perdido por las calles de Madrid. – añadió Jorge sacando el teléfono.

-A ver quién es más manipulador – se rió Olga.

-Yo, por supuesto. – respondió Jorge resuelto. – Y ella lo sabe.

-Sabes que se va a enterar de que Sergio queda con vosotros – avisó Olga.

-Con eso cuento. Yo me encargo de ella, tranquilos. Carmelo, te libero de venir conmigo a Salamanca.

Comment ça va, mon ami?

Era el embajador.

-Très bien. E vous?

-Todavía un poco impresionado por lo del otro día.

-Eso es…

-No me refiero a lo de… a lo que le hicieron a ese chico. Me refería a ti. Como te enfrentaste a esos delincuentes. Y como te pusiste al chico sobre el hombro y te lo llevaste. Alucinante. El tipo era algo pesado. No es que estuviera gordo, pero tampoco era un saco de huesos.

-La adrenalina hace milagros. Todavía tengo agujetas, – mintió Jorge – es señal de que fue algo del momento.

-¿Tienes novedades? – preguntó Damien.

-No. Esperaba que las tuvieras tú. Te recuerdo que me has llamado.

-Es que ya me pongo nervioso solo de recordarte en esa… misión.

-Anda, anda. Me voy a creer 007 – bromeó Jorge

-El joven al que encargué esas pesquisas, me dice que esas personas en realidad están entre los invitados fijos desde mucho antes que yo llegara a este destino. No se trataba de una cosa del agregado cultural ni del comercial, que también dudé de él. Se les manda invitaciones para casi todos los eventos. Y también se envía invitación a la policía. Por eso entró el joven como tal.

Jorge levantó las cejas.

-O sea que esos tipos van siempre invitados.

-No siempre. Depende del número y de otros compromisos. No siempre se invita a toda la lista.

-¿Me podrías conseguir en cuales otras circunstancias…? Perdón, estoy de viaje y … a veces se me van las ideas… ¿Cuáles son las últimas fiestas que se les ha invitado? Y que hayan asistido.

-Me creo que hace años que no venían.

-¿Te crees o estás seguro?

-Le preguntaré de nuevo a mi encargado de las pesquisas.

-Bueno. No te olvides. Es importante para mí. Y si ese joven que fue como policía, también ha ido más veces.

-Necesitaré tiempo.

-Una cosa, Damien. Antes de que se me olvide. Perdona que sea tan brusco. ¿Conoces a un tal profesor Mendés? Es un maestro de violín. Tú que te mueves mucho por esos ambientes.

-Pues ahora no recuerdo. ¿Es profesor dices?

-Sí, una especie de maestro que da clases a violinistas que destaquen. Cobra una pasta por clase.

-¿Medés, dices que se llama?

-Mendés. Con “n”.

-Que yo recuerde no, la verdad.

-¿No ha trabajado nunca para vosotros? En algún evento o algo. A lo mejor os ha llevado algún cuarteto de cuerda para amenizar alguna velada…

-Que yo sepa no. Si necesitamos música clásica, cursamos una petición a Radio Francia. Ellos se ocupan. Y normalmente si hay actuaciones, suelen ir en consonancia con alguna promoción de la cultura francesa. Ya sabes. Para mi desgracia, se suele promocionar más la música joven. Grupos de rock y cosas así.

-De todas formas si te enteras de algo, te agradecería que me dijeras.

-Recuerda que tenemos la comida con mi madre y unos amigos dentro de nada.

-No te preocupes. Mi agencia lo tiene bien apuntado. Te dejo, que vamos a entrar en un túnel.

Jorge Rios.”