Necesito leer tus libros: Capítulo 100.

Capítulo 100.-

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-Sabes lo que te espera ¿No?

Paula preguntó a su marido casi cuando estaban llegando a Concejo del Prado.

-A ver lo que dices – le advirtió Paula.

Laín le hizo un gesto señalando a Martín.

-Está con esa puta música que escucha a todas horas. Con los cascos no se entera. Es un maleducado y un consentido. Y la culpa la tienes tú.

Laín hizo un gesto de hartazgo referido al comentario de su mujer sobre su hijo. Era la misma cantinela desde que Martín tuvo esa discusión con ella. Decidió hacer como que no lo había escuchado.

-En algún momento debía llegar el momento en que preguntaran. Desde que Dani se refugió en este pueblo… estaba claro que este día tenía que llegar.

-Jorge ha cambiado mucho. No lo desprecies. El otro día en el bar de la Uni me costó controlarlo.

Laín la miró de reojo sin apartar la vista de la carretera. Quería comprobar que su mujer hablaba en serio. Y lo hacía.

-Es cojonudo el arte que tienes querida, para caer de pie. Para hacer a todos culpables y quitarte la mierda de tus hombros. Para cambiar la versión de las cosas y que te favorezca a ti. Nunca lo he hecho. Nunca he despreciado a Jorge. Recuerda que hemos discutido de ello muchas veces. ¿Cuántas veces te he avisado de que tuvieras cuidado con él? Tú pensabas que era un tipo desnortado, con sus historias y punto. Nunca le has leído con atención. Y sobre todo, nunca le has escuchado pensando en lo que decía. Si no, hubieras percibido hasta que punto estamos todos en sus historias y hasta que punto siempre ha fingido ser un idiota que no se enteraba de nada. En sus libros hay detalles, conversaciones copiadas de su entorno, algunas casi transcritas literalmente. Se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado a su alrededor estos años. Y siempre. Y si piensas que el otro día controlaste algo, Paula querida, es que no has aprendido nada. Estoy porque nos demos la vuelta. Cada vez me apetece menos este encuentro. Puedo decir que me han vuelto las jaquecas.

-Eso sería… no, eso no es una opción. Hemos venido con todas las consecuencias. Por mucho que digas, con ese podemos nosotros. Somos mucho más listos. Y todas esas cosas que dices de sus novelas, no las sitúa. Han formado parte de su mundo imaginario. Las drogas le han hecho mezclar realidad con su delirio imaginario.

-Creo que es mejor que nos volvamos. No me encuentro con ganas de afrontar dos días estando todo el tiempo con ellos. Y creo que vuelves a estar equivocada. Muy equivocada. Y si esa es tu estrategia para afrontar el fin de semana de preguntas, no estoy preparado. Vamos a perderlos como amigos. Se van a poner enfrente nuestro y eso no te conviene ahora, querida. No nos conviene a ninguno. Jorge ha estado mucho menos drogado de lo que ha querido hacer ver. Escúchame por una vez en tu vida. Volvamos.

Laín hizo amago de parar en el arcén de la carretera.

-No, Laín. Vamos a ir. Es lo planeado. No tengo ganas de cambiar… no. Me niego a que esos dos mendrugos nos dicten nuestro planning. Son bobos. Se creen muy listos pero no lo son. Estás completamente equivocado.

La cara de Paula no admitía réplica. Laín no parecía dispuesto a contrariarla, así que volvió a la calzada y continuó el viaje hacia Concejo.

-Parece mentira que seas su amiga y compañera y no lo conozcas apenas. Ese es mejor actor que Carmelo, Martín y yo juntos. Llevo años diciéndotelo y no me haces caso. Ahora… se ha quitado un poco la máscara. Me recuerda a los actores en la antigua Grecia, actuando siempre con máscaras. Ese ha sido siempre Jorge.

-¿Les vas a contar todo? – Paula no quiso contestar a su marido.

-No. Eso … no nos conviene. Y mirando por ellos, sobre todo por Dani, no sería conveniente para su salud mental. Esas verdades deben ser dosificadas para que puedan ser asumidas. Y una parte quizás sea mejor que no se enteren nunca. Además, todo, todo no puedo contar, porque no lo sé todo. Sé una mínima parte. Intentaré contarles una mínima parte de la mínima que conozco. Para dejarles contentos por un tiempo y que nos dejen de preguntar. Ganar tiempo. Es lo que nos hace falta. Con suerte, otros se ocuparán. A ver como va el tema. De todas formas, tampoco nos interesa que sepan demasiado. Y menos con ese plan que has puesto en marcha. Por cierto, espero que algún día te dignes contarme para que nadie me lo cuente antes de saber. Guardemos un poco las apariencias de matrimonio cercano y bien avenido.

-Te lo he dicho muchas veces: no cuentes nada. Me jodes mis planes. Y éstos, es mejor que no sepas nada. Tienes la lengua muy suelta.

– Si quieres echar a Jorge de la Universidad lo vas a hacer sepa o no sepa del pasado. Tampoco entiendo en que te estorba para tus aspiraciones en convertirte en Rectora. A ellos es a los que les puede joder conocer. A tus amigos. Bueno, y a nosotros. No estamos libres de culpa, recuerda. Y ahora, hay policías que no miran a otro lado, no es como antes.

-Ya la tienen jodida. Me han llegado rumores de que Cape se larga definitivamente. Lo mismo harán los otros dos cuando conozcan más detalles. Son broncos pero no tienen carácter. Mira Jorge, siempre ha querido ser ciego y sordo. Y los otros, porque les hicieron olvidar. Cape de algo se ha enterado y huye con el rabo entre las piernas. Lo nuestro, sabemos lo que hay desde que tomamos la decisión. No lo hemos llevado mal. Y de todo lo que nos podían acusar, ya ha prescrito. No te pongas dramático.

-Tú has hecho mucho el tonto últimamente, por creerte más lista que Jorge y que el resto del mundo. Al menos espero que sepas lo que haces. Me parece que vas de sobrada y eso es peligroso en el juego que estás empezando a jugar. Y espero que eso no aleje más a nuestros hijos de nosotros. No has captado del todo la querencia, la necesidad que tiene Martín de Jorge.

-¿Y entonces? Yo al menos intento hacer algo. Tú en cambio, con ponerte digno y callar, ya está todo solucionado. Y mira, por mí, Martín, como si quiere ennoviarse con ese. Que haga lo que quiera. No me mires de esa forma. A ti no te ha dicho lo que me dijo a mí. A partir de ahora, no voy a mover un dedo por él. Seguiré manteniendo las apariencias. Pero nada más. De hecho, ya no le ingreso nada de dinero. Que se lo pague el hijo de puta ese. Y hoy, no le doy una torta y le quito esos putos cascos… es un maleducado. La culpa la tienes tú por … lo has malcriado. En realidad lo ha hecho el puto escritor ese. Ahora se cree algo, el puto crío. Estaría nadando en la mierda si no fuera por nosotros. O muerto. Nos debe la vida el puto crío desagradecido. Tendrías que recordárselo.

-Depende de cómo vaya la conversación, veremos. No hables así de Martín. Y creo que estás siendo injusta. Sabes que no tiene dinero. Todo te lo quedas tú. Creo que no te estás escuchando cuando hablas de Martín. Recuerda que también discutiste con Quirce por lo mismo. Y quien se puso más fuerte, fue él. Pero ante ti, tus dos hijos no son iguales.

-Al menos yo los he criado. Renunciaste a tu carrera por ello. De eso no te olvides. Y nos privaste a todos de un estatus que nos merecíamos. Y aún así, no has estado con tus hijos. Has pasado de ellos, salvo para cuatro tonterías. Mucho presumir de ser un padrazo, pero en realidad, has pasado de ellos.

-Tú me lo recuerdas a cada momento. Cada vez estoy más convencido de que no llevas bien que no haya sido un actor que gane millones por sus trabajos. O que la gente me reconozca por la calle y a ti, como mi mujer. Te mueres por protagonizar un reportaje en el Hola. Porque la gente te agasaje por la calle. Posar en la alfombra roja.

-Fue una tontería. Podías haber sido una estrella. Carmelo no te llega ni a la suela del zapato como actor.

-He tenido mi carrera. Distinta. Sin fama ni papeles grandes. Era mejor no llamar la atención. Ahora la he recuperado aunque a una escala menor a lo que podía haber sido. No niego que se me da bien. Pero cuidado: Carmelo es un animal cinematográfico. No le conozco un papel que no lo haya resuelto a la perfección. Y cada vez está dando más matices a sus trabajos. Es una estrella que a parte, es un gran profesional de la actuación. Lo de esa serie francesa… está perfecto desde la primera escena a la última. Tú misma lo has reconocido en tus redes sociales. Es natural, pero sin que esa naturalidad resulte cargante. Es sutil, actúa con cada músculo de su cuerpo, con su mirada, con la forma de hablar… dota a cada personaje de una forma de andar, de mover la mano, de mirar el reloj… no es nunca él. Salvo en las películas que hace de estrella. Entonces es la estrella Carmelo del Rio. Que a ti te caiga mal, lo odies, no significa que no sea un gran actor. El mejor de su generación.

-No comparto tu opinión sobre Carmelo. Es un actor del montón que ha enseñado los genitales un par de veces y medio mundo sueña con comérsela. Nada más. En esa serie está bien, cierto. Pero lo que dije lo exageré un poco para darle un poco de coba. Y lo de volver a trabajar, al final lo has hecho por Martín, otra vez el puto Martín. Lo de aceptar papeles de mayor enjundia. – dijo la mujer señalando a su hijo que iba en el asiento de atrás sumido en algún juego en la tablet con los cascos puestos. – El puto crío no deja de condicionarnos la vida. Maldita la hora en que lo tuvimos.

-¡¡No hables así de él, hostias!! Sabes, puede que tengas razón en lo de las razones para volver a trabajar de actor. Pero estábamos de acuerdo que era una tontería que Martín renunciara a una carrera cuando tiene las condiciones para triunfar en ella y que además le gusta. Y eso nos hace ganar dinero, no lo olvides. De qué ibas a poder financiar si no tu escalada a la cima de la Universidad. Y todo porque su padre solo era un figurante. Para no hacerme de menos. Para que la gente no dijera nada de mí. Y recuerda, querida, que si Martín vuelve a trabajar, tú serás la madre del actor de éxito Martín Carceler. Y sales ganando. ¿No es lo que querías? Alfombras rojas, reportajes en el Hola, tema de conversación en la sala de profesores de la Universidad, y parte de tu campaña a la rectoría hecha.

-Un figurante con la agenda completa. No eras solo un figurante, Laín. Todo el mundo te consideraba y te apreciaba. Solo hace falta ver nuestra casa los fines de semana. Todos esperaban el momento en que volvieras a dar el paso y acceder a los grandes papeles. Ahora, Jose Coronado ya no tendrá asegurados esos papeles que hace. Ni Javier Gutiérrez. Ni…

-Deja ya el tema, mujer. Que sí, que no soy malo en mi trabajo. Eso no quiere decir que me vaya a postular porque sí desde ya a competir con esos grandes actores, y grandes amigos, por cierto. Ahora me vas a decir que le voy a quitar los papeles a Carmelo o a Biel.

-Pues no sé por qué no. Y ganar dinero como es debido.

-Y dale. Ese es el problema, el dinero. La posición.

-Si no llega a ser por el Jorge ese de los cojones, que siempre ha metido el hocico en todo, sin tener ni puta idea, ahora nosotros seríamos millonarios. Maldita la hora en que me hice amiga de él. Maldita la hora en que le dejé cerca de Martín y Quirce. Por qué tuvo que ir a sacar al crío ese de esa fiesta justo cuando lo hizo.

-No te flageles. Ahora eso ya no es… es lo que hay. Jorge actuó así entonces y es como es. Y si te quejas de que metió el hocico en temas que no le incumbían, átate los machos querida, que eso no ha hecho más que empezar.

-Al menos ya no serás el figurante más solicitado y mejor pagado, sino el actor principal más respetado. Y todo por tu visita a una clase de Martín. Y pensar que fuiste casi arrastrado, porque yo no podía ir.

-Aquella visita a su clase me hizo pensar. Por eso acepté la propuesta de Rodrigo de sustituir a aquel actor que se accidentó en el último momento y no pudo incorporarse al rodaje de “La Serpiente de la Muerte”. A parte, a Rodrigo le debemos tantas cosas… no podía decirle que no tan fácilmente como a otros. Y de ahí, lo de Martín salió solo. No habían buscado al actor para ese personaje, vete tú a saber por qué. Rodrigo llevaba tiempo detrás de él. Yo creo que de todas formas, lo hubiera hecho. Ya casi lo tenía convencido. A lo mejor… creo, fíjate, que Rodrigo ya lo tenía en mente desde el principio. Cuando yo acepté la sustitución, fue el detalle que hizo que todo encajara. Que mejor que mi hijo interpretara a mi hijo en la película. Planificamos la trampa en diez minutos.

-Pero no entiendo para qué renunciaste. Nunca acabaste de ser claro al respecto.

-Era mejor no estar en el candelero. No llamar la atención. Aquellas fiestas… esa mafia… toda esa gente del mundo del cine metida… como decías antes, Jorge sacando a ese crío de esa fiesta … por la fuerza … mejor lo dejamos. No quiero hablar de ello. Es mejor. Y no te hagas la tonta, que tú sabes mucho del tema. Eres como Jorge, que finges no saber nada. Como si tus amigos … mejor me callo.

-¿Ya estamos llegando? – Martín se había quitado un casco para poder escuchar la respuesta de sus padres. – Tengo ganas de mear.

-Es ese pueblo. Ya estamos – contestó Laín señalando hacia delante.

-Pues para en cuanto puedas. Un bar o algo.

-Pareces un crío de 5 años – el tono de Paula fue cortante.

-Ya lo siento. Me llevo aguantando medio viaje. He bebido mucho agua esta mañana. Es sano, ¿Sabéis?

-Ahí hay un bar.

Paró delante y Martín se bajó disparado.

-Ya aparcamos y tomamos algo. Y preguntamos dónde esta esa casa ¿Cómo dijo Carmelo que se llamaba?

Su mujer miró en el móvil.

-Hermida 3. Así se llama la finca. O el edificio o lo que sea.

-Son tres edificios. La Hermida 3 es uno de ellos. – explicó su marido. – Dani vive en la Hermida 2.

-¿Y como sabes tanto? A mí…

-Mira, aquí hay un hueco. Voy al servicio yo también. ¿Cierras tú el coche?

Paula miró a su marido sonriendo. Tal para cual, padre e hijo. Menos mal que Quirce, su otro hijo había salido a ella. Aunque en ese apresuramiento había también un deseo de no seguir con la conversación.

Salió del coche y cogió su chaqueta que había dejado en el asiento de atrás. Pensó en coger el neceser para arreglarse un poco en el servicio, pero pensó que no era necesario. Eran todos amigos, así que no había necesidad de arreglarse en demasía. Aunque en las fiestas que organizaban en su casa, sí solía arreglarse y normalmente eran todos amigos.

-Pero estos son inmunes al encanto femenino. Sobre todo eso. Eso indudablemente tiene sus ventajas. No hay que ponerse guapa para ellos. – murmuró para sí misma sonriendo.

Tenía ganas de pasar un rato charlando con Jorge, a pesar de que habían hablado hacía poco y a pesar de la conversación que había mantenido con su marido durante el viaje. No estaba contenta por como había resuelto no responder a sus preguntas. No estaba contenta con nada de lo que había pasado en ese encuentro. Tenía que reconducir la relación y se consideraba capaz de hacerlo. No quería que Jorge estuviera prevenido contra ella. Le pilló por sorpresa la forma de comportarse de su amigo. Jorge había cambiado mucho en poco tiempo. Jorge solo daba clases un semestre al año. Era la única actividad que no había abandonado al morir Nando y que implicara relacionarse con gente. El Director de la facultad apoyado por el Decano, habían intentado en varias ocasiones convencerlo para que diera otra asignatura. O que hiciera un curso en el semestre que no daba su materia . Pero fue en vano. Los escuchó atentamente y cuando se hizo el silencio, movió la cabeza de lado a lado, negando. Y luego, sentenció:

-Lo siento.

Pero con una sonrisa y pidiendo perdón con la mirada. A ambos les fue imposible enfadarse con él.

Habían tenido suerte, porque ella que conocía bien a Jorge, sabía que si se sentía presionado, sacaba su carácter. Se ponía nervioso y perdía los papeles. No era así normalmente y luego, cuando tenía esos estallidos de carácter, se sentía mal durante días. Se obsesionaba con el tema y escribía relato tras relato para intentar olvidarse del tema. Alguna vez lo habían comentado en un aparte en las fiestas en el jardín de la casa de Paula. El Decano tuvo suerte, pensó Paula sonriendo. Aunque ahora parecía que eso había cambiado. Ese “nuevo” curso de “Escritura creativa” puesto en marcha con el Decano directamente que le había ofrecido a Jorge, y éste no había dicho que no. Ya salía en la programación oficial. Aunque tampoco había dicho que sí. Pero el Decano tenía esperanzas. Y Paula en su reunión con él en la cafetería del campus había sacado la impresión de que Jorge iba a dar esos cursos. Así se lo había dicho al Decano cuando lo llamó al llegar a casa. Y así se lo había dicho también a sus compañeros profesores.

-Pero mira quién está aquí.

Paula sacó la cabeza del coche con la chaqueta y se encontró con Jorge, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. Ella sonrió e hizo lo mismo, volviendo a dejar la chaqueta sobre el asiento.

-Jorge, cariño – se abrazaron sin reparos y se apartaron las mascarillas para darse un par de besos.

-¿Bien el viaje?

-Sí, sí. Tranquilo. Ya sabes que Laín además conduce con parsimonia. Parece que a la vez que conduce, va mirando el paisaje. A veces me desespera.

-¿Dónde están tus hombres?

-En el baño. Estaban apurados.

-Iba a desayunar al bar. ¿Os apuntáis? Hay chocolate y ¡¡Nata!! De la de cocer la leche. De la de verdad.

-Madre mía. Ya he desayunado, pero no creo que me pueda resistir a esa tentación. No lo he comido desde que era niña. ¿Estás bien?

No quiso ser tan brusca, pero no pudo evitarlo.

-A ratos – Jorge se puso serio. – Es todo muy complicado. Ya sabes como soy. No me gustan demasiado las verdades que no me gustan. Redundante, ya lo sé. Pero para mi sorpresa no lo llevo mal del todo. Aunque me gustaría, ya sé que es contradictorio con lo que he sido hasta ahora, conocer todo, que todas esas cosas que no me contabais porque no estaba receptivo, me las digáis ahora.

-Me ha encantado la edición de “La Casa Monforte”. Creo que al final el otro día en el campus, no te lo comenté. Sigues fiel al estilo de todas tus novelas. – Paula decidió no entrar al trapo. Quería dejar a su marido torear esa cuestión.

-Es como una marca diferenciadora. Creo que Dimas estuvo acertado en eso.

-¿Sabes algo?

-Y tú ¿Sabes algo? Erais amigos.

Jorge no pudo evitar imprimir a esas palabras un cierto deje de ironía. Paula decidió no darse por enterada.

-Nada. De todas formas, perdimos el contacto hace un tiempo. Ya sabes, el ritmo de vida a veces… ¿Tú sabes algo?

Paula mientras hablaba miraba a su alrededor, como si estuviera estudiando el pueblo. O a la gente que pasaba cerca de ellos.

-Desaparecidos todos. Ponte la chaqueta que hace un poco de fresco y entremos al bar. Creo que Dani está dentro.

-¿Dani? Siempre lo llamas Carmelo.

-¡Ay maja! En este pueblo es Dani. Si preguntas por Carmelo del Rio te dirán todos que no lo conocen. Que no vive aquí.

En el bar estaba Carmelo hablando con Laín y Martín. Les estaba proponiendo formalmente lo que les habían dicho alguna vez antes: que participaran en la serie de “Tirso”, sobre la novela de Jorge. Carmelo planteó la conversación como si Martín y él no hubieran hablado nunca del tema. Martín ejerció de su profesión mostrándose sorprendido y alegre por esa posibilidad. Los dos dijeron que si sin pensarlo. Primero, porque a ambos les encantaba la novela, dijeron con mucho entusiasmo. Porque les gustaban los personajes que les había adjudicado Carmelo. Así se lo dijeron nada más que se lo anunciara. Martín estaba haciendo la mejor actuación de su vida. No dejó traslucir en ningún momento que todas esas cuestiones, ya las había hablado tanto con Carmelo como con Jorge.

-Sea lo que sea, ni mi hijo ni yo seríamos capaces de negarnos a participar en tu proyecto. ¿A que no, Martín?

-Han dicho que sí Jorge. – comentó en voz alta nada más verlos entrar en el bar. – ¡Paula! Cuanto tiempo sin verte. Dame un abrazo. Muchas gracias por tus comentarios tan elogiosos sobre “Puis, l’enfer”.

Todos se saludaron con efusividad. Se sentaron en una mesa y pidieron los chocolates de rigor.

-Es un poco tarde para desayunar. Luego no vamos a comer – advirtió Paula

-Que te crees tú eso. Verás cuando Gerardo nos saque a la mesa lo que nos ha preparado para comer, sea lo que sea. Verás como tienes hambre. Y si no te la inventas.

En el momento que llegaba el chocolate a la mesa en jarras para que se sirviera cada uno lo que quisiera. Paula, a pesar de sus comentarios sobre que luego no iban a tener hambre, fue la primera que cogió algo de nata y lo extendió por una rebanada de pan de pueblo y lo mojó en el chocolate, aún humeante. Puso cara de entrar en éxtasis ya con el primer bocado.

Fue entonces cuando entró en el bar el que a veces hacía de conductor de Carmelo.

-Gerardo, creo que sería conveniente que llamaras a un médico. Alberto no parece encontrarse bien.

-Voy a por mi madre – Se ofreció Eduardo que estaba sentado en una mesa del fondo. Y sin esperar que le dijeran si o no, salió corriendo. Mientras, Gerardo salió a la terraza y fue en busca de su hijo. Estaba blanco como la cera. Y con la mirada perdida en ningún sitio. Casi parecía un fantasma o un cadáver. Lo sujetaron entre Gerardo y Carmelo y lo levantaron para meterlo en el bar.

Ana la enfermera y el Dr. Manzano, el médico del pueblo, aparecieron corriendo en un par de minutos, justo cuando lo estaban sentando. Eduardo los seguía pero no se atrevió a acercarse demasiado. Le impresionaba verlo así.

El médico le auscultó. Le miró la pupila de los ojos con una linterna. Ana le tomó la temperatura y la tensión.

-Está desbocada. Pero si está como un muerto. – comentó en voz baja al médico.

-Gerardo, prepara una tila doble. – dijo en voz alta. – Acércate al consultorio y tráete algo de Tranquimacín, por si acaso – comentó con Ana en voz baja. – Está aterrorizado. Se habrá dormido un minuto y habrá tenido una pesadilla. O algo le habrá venido a la cabeza.

De repente Alberto parecía perder la verticalidad. Se estaba mareando. El médico le dio una torta, fuerte. El joven recuperó el tono muscular y lo miró hasta enfadado. Le había hecho daño.

-No hace falta ser tan brusco – le dijo indignado.

-Dame las gracias, si no estaríamos ahora curándote la nariz porque te hubieras estampado contra el suelo. A mi me da igual pero por aquí hay algún chico al que tengo aprecio y al que le sigues gustando. Es por él, para que no tenga que cargar con un nariz torcida.

Ana estaba de vuelta. El médico seguía auscultando. Le hizo una seña a Ana para que volviera a tomarle la tensión.

-Ya está más normal. – le mostró los resultados en la pantalla.

-Tiene ya buen color. Hala venga, todos a lo suyo. El episodio de “The Resident” ha acabado.

-A mí me mola más “New Amsterdam” – dijo una voz entre la clientela del bar.

Poco a poco todos volvieron a sus mesas. Algunos se fueron y otros entraron. El bar otra vez abierto con normalidad. Gerardo le trajo a su hijo la tila que le había pedido el médico.

-Bébete esto. Te hará bien.

-Odio la tila.

-Prefiero eso a las pastillas. Bébetelo o te suelto otro guantazo. – le amenazó el Dr. Manzano. Y Alberto lo conocía lo suficiente para saber como se las gastaba el doctor y que era capaz de cumplir con su amenaza.

-Os acompañamos para que os instaléis – propuso Carmelo a Laín y su familia. – Voy con vosotros en el coche.

-La comida a las tres y media – le recordó Gerardo, que aunque intentaba aparentar normalidad, seguía mirando de reojo a su vástago.

-Si prefieres…

-A las tres y media.

El tono del posadero no admitía réplica.

Eduardo se acercó a Carmelo con gesto preocupado.

-Me ha dicho Encarna, la pastora, que una mujer ha preguntado por Carmelo del Rio. Me ha mandado esta foto. – le mostró el teléfono.

-Mándamela y te la envío – le dijo a Carles , el escolta que estaba más cercano a ellos.

-José María me dice que viene hacia aquí, andando.

-Pues hala, nos vamos. – determinó Carles.

-Salid por detrás. – sugirió Gerardo.

-Pero nosotros tenemos…

-Yo les llevo – se ofreció Eduardo.

Jorge y Carmelo salieron por detrás con su escolta. Y Eduardo salió con Laín, su mujer y su hijo a buscar el coche e ir a la Hermida 1, su casa para el fin de semana.

-Soy Eduardo – le dijo de repente a Martín al sentarse los dos en el asiento de atrás.

El actor se lo quedó mirando, como si hasta entonces no hubiera reparado en él. Era todo una actuación porque desde que entró en el bar corriendo para ir al servicio y lo vio sentado en una mesa apartada, no había podido dejar de pensar en él.

-Martín, aunque mis amigos me llaman Mártins.

-Pues a mí me gusta más Martín – dijo Eduardo sin atreverse a mirarlo.

-Pues llámame Martín – accedió éste. – Así me llama Jorge también. Y Dani.

-A la derecha – indicó Eduardo a Laín – Y luego a la derecha otra vez. Por la siguiente.

Volvió a mirar a Martín. Y sus miradas se encontraron, porque éste no le quitaba ojo.

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-¿No será mucho curro para que a lo mejor no saquemos nada?

Fernando no acababa de ver la propuesta que había hecho Raúl. Estaban ellos dos con Helga, sentados en una terraza de la Plaza de Chueca, tomando un refresco.

-Pues yo que quieres que te diga. Creo que lo que no vamos a sacar nada es yendo al hospital de Rubén. Lo que te contaron a ti el primer día que fuiste, es lo que hay. No hemos sacado nada más.

-Y de las cámaras del colegio de Jorgito, tampoco hemos sacado nada – abundó Raúl – Estuve hablando ayer con Bruno y me lo confirmó.

-¿Y cómo nos organizamos? Nosotros tres solos…

-Nano se apunta. Y Flip y Ross. Y nuestro Bruno.

-Carmen lo sabe y está de acuerdo. No es algo que vayamos a hacer a espaldas de todos. Se lo comenté el otro día. Solo dijo que tuviéramos cuidado y que le fuéramos contando. Para mí que pensaban ponerlo en marcha, pero con todo lo que está pasando… incluso va a participar.

-Tenemos las fotos del día que estuvimos con Jorge. Podemos enseñarlas.

-Entonces, resumiendo. La idea es ir a los alrededores de la casa de Rubén y empezar a preguntar.

-Tenemos que averiguar con la gente que trataba Rubén. No me creo que sea un outsider.

-Le he pedido a Patricia que nos pida las imágenes de las cámaras de la zona. Mientras vamos con Jorge, las noches o cuando estén tranquis en casa, podemos ir mirando.

-Claro, en la Hermida 3 y en el piso de al lado de Núñez de Balboa. Montamos ahí nuestra pequeña oficina.

Fernando suspiró.

-Es cierto que en el hospital poco vamos a sacar. Se lo dije el otro día a Jorge. Creo que en parte, lo que quiere de verdad es que le informemos de las variaciones. El hospital no le quiere decir cómo está.

-Pero eso tú puedes llamar a tu amiga y que te cuente. Y eso no quita para que de vez en cuando uno de nosotros se pase por allí. – apuntó Helga.

-Carmen se apunta a echarnos una mano, ya os he dicho. De hecho mañana vamos a ir ella y yo a curiosear por los alrededores de la casa de Rubén. Y esos dos polis locales, Susana y Antonio también se han apuntado.

-No los conozco. – dijo Helga.

-Yo tampoco les conocía. Me los presentaron el otro día. Pero Carmen y Javier sí, desde hace tiempo. Y Tere. Han coincidido muchas veces.- apuntó Raúl.

-¿Tenéis alguno alguna teoría? – preguntó de repente Fernando.

Helga y Raúl se miraron.

-Todo parece muy raro. Todo alrededor de ese chico. Que a estas alturas no sepamos siquiera quién es en realidad… sabemos lo de Lazona, sabemos que lo adoptaron los RoPérez, pero eso es no saber nada.

-¿Por qué lo adoptan? ¿Qué buscaba el “abuelo” al obligar a su hija y a su marido a hacerlo? ¿Era su esclavo sexual? ¿Lo utilizaba como hace ese Ovidio con sus acompañantes pagados, para ganar voluntades?

-Creo que este caso es distinto a todos – opinó Fernando. – No es como el de Esteban o el de Pólux y Gaspar.

-¿Y los chicos franceses?

-Tampoco. Eso fue una venta pura y dura.

-Ese Bonifacio debía ser un tipo de cuidado.

-¿Y con un hijo que se llamaba Tirso? ¿Casualidad?

-No sé que decirte – Raúl acababa de decidirse por una opinión al respecto – Las nanas de Jorge no parecía que pensaran nada raro de él.

-Te iba a decir que a la hermana, la supuesta tía hasta hace unas semanas, la calaron al cien.

-Y a Nadia.

-Nadia sigue siendo una incógnita. Tengo la impresión de que nadie la conoce en realidad. Mostró a cada uno la cara que quiso.

-Lo que no entiendo, es por qué Javier y Carmen no se han lanzado contra Dimas.

-En realidad no tenemos nada contra él.

-No me creo nada. Ese tipo ha accedido a las novelas de Jorge con la tablet de su hijo. Se las ha podido bajar él.

-Aitor dice que no se las ha bajado. Ha sido Nadia. Tiene las fechas exactas. – Fernando lo había hablado con Aitor alguna vez.

-Menos mal que Jorge no dio acceso a Jorgito a todo.

-Pues me da que eso fue un error de Jorge. Su intención era darle acceso a todo.

-Aitor se lo impediría. Algo vio.

-¿Dices?

-Pero Aitor, si no quiere contar, no cuenta. Es fiel hasta lo indecible. – Fernando lo decía por experiencia propia. Alguna vez había intentado que le contara siquiera como había conocido a Javier o a Jorge, y no le había sacado nada.

-Entonces es como tú, que no nos cuentas tus amistades con el comandante Garrido y con Romanes y el capitán, no recuerdo su nombre ahora.

-Melgosa.

-¿Ves? Te damos pie y no nos cuentas – le picó Raúl.

-No viene al caso.

-¿Ves Raúl? Todo son secretos a nuestro alrededor.

-Helga, no me piques, que no voy a decir nada. – le advirtió Fernando sonriendo.

-Volvamos a lo nuestro. Lo de Dimas debe esperar a que Óliver haga las cuentas de lo que le han robado a Jorge de sus ventas oficiales. De eso es de lo único que parece que es culpable.

-Y las cosas que ha cobrado en su nombre. Los artículos de “el País”, las conferencias de Jorge por las que ha cobrado … y lo que imagino que todavía no sabemos.

-Pero Jorge… podía ser multimillonario. Si tuviera en su bolsillo todo lo que le han chorizado …

-Jorge todavía nos tiene que dar muchas sorpresas.

-Helga por cierto. ¿Ese Carletto? – Fernando se acababa de acordar. Llevaba muchos días para preguntarle, pero nunca encontraba el momento.

-De momento bien. Sigue con su canal que funciona como un tiro. Hace un par de días grabó la entrevista con los amigos de Jorge, Ernesto Ducas y su hijo Arturo. Al final no fue Jorge. Pero según le dijo el escritor, había ido bien. La entrevista que le hizo a Jorge tiene millones de reproducciones. Y sigue sumando cada día.

-¿Y Danilo?

Helga hizo una mueca.

-Ese chico va a acabar mal. Nacho me dijo el otro día que… salvo cuando hace los vídeos de su canal, está fatal. Sale por ahí, se emborracha… ya le han tenido que sacar de algún embrollo chungo. Carletto es en lo único que no sigue los consejos de Jorge. Sigue juntándose con él. Y eso le pone en peligro.

-Les pone a los dos – opinó Raúl.

-Danilo me recuerda a un libro o una serie antigua, española, que no tuvo mucha repercusión. Iba de un chico que murió asesinado. Y al final, se acaba descubriendo que él buscaba la muerte y como no se atrevía a suicidarse, buscó a alguien que le matara, provocándole.

-Jorge debería ir a verlo.

-Pero Jorge… son muchos chicos a cuidar. No puede estar con todos. Es imposible. Todos esos chicos necesitan… cercanía. Tú fíjate: Martín, Jorgito, Carletto, Danilo, Carmelo, no nos olvidemos de él, Aitor… Álvaro Cernés… Galder… menos mal que de este se ocupa Carmen… pero para sacarle del marrón, ahí estaba Jorge.

-Y los que van a ir apareciendo. Esos músicos de los vídeos de Sergio…

-Sergio mismo. Mira el tiempo que le dedica. Y los chicos del refugio, Nabar y el pianista, no recuerdo su nombre. Bueno, y Saúl, no nos olvidemos de él.

-Sí. Están haciendo planes Javier y él para ir a ver a los del refugio. A parte de Nabar, ese Jordi parece que los impresionó a los dos. Y no hemos logrado saber nada de él.

-No olvidemos a Pólux, a Gaspar, a Esteban y su amigo…

-Y tu amigo Ely – apuntó Raúl mirando a Fernando.

-Ely… no logro que confíe en mí. Sé que hay algo… que tiene un pasado…

-Mira. No nos cuentes a nosotros. Pero a lo mejor, si te confías con él, logras que te cuente. Tú notas algo en él, él lo hará en ti.

-A lo mejor tenéis razón. Pero a ver que excusa busco. No voy a decirle: Humm, oye que he pensado que te cuento mis miserias para que me cuentes las tuyas.

-Bueno. Llevas buen tute. Estás cansado. Cuando te pasa eso, estás más triste, sensible…

-He quedado en llamarlo la semana que viene. A ver si le digo de comer el sábado que Anxo trabaja. Así quedamos los dos solos.

-A ver si se piensa que quieres ligar con él.

-No creo.

-Os tengo que dejar. Entro con Jorge.

-¿Dónde está?

-En Núñez de Balboa.

-Pues nosotros nos vamos a ir a pasear por la casa de Rubén.

-Guay – aceptó Raúl la propuesta de Helga.

-Me contáis.

-No creo que haya nada que contar hoy. Toca curiosear.

-De camino a casa de Jorge, llamo a mi amiga. Creo que ha estado esta mañana de turno en el hospital.

-Y nosotros de camino, le pedimos a Patricia los vídeos de Rubén.

-Nos los repartimos.

-Esperemos tener suerte y empezar a conocer a ese Rubén.

-Creo que el juez empieza a mover el árbol de los padres. A lo mejor ellos también nos dan pistas.

-¿Y eso?

-Les ha citado para declarar en unos días.

-Veremos. No tengo muchas esperanzas en sacar nada de ellos.

-Pues al trullo. ¡Qué se jodan!

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 89.

Capítulo 89.-

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-Ya se han dado cuenta de que faltas, escritor – le reprochó Carmelo.

-Luego aparecemos con los labios irritados de tanto besarnos.

-Vais a dar la impresión de ser unos quinceañeros ávidos de …

-Es lo que somos – dijo Carmelo sonriendo.

-Dani, querido, – Jorge decidió entrar en materia sin más circunloquios – me dijiste una vez, creo que fue el día que me anunciaste lo de la serie de Tirso, que en Londres te habían llegado rumores de que estaba liado con Rubén.

-Sí. Me lo dijeron varias personas además. No le hice mucho caso, la verdad. Sabía que eso no podía ser verdad.

Carmelo puso su mejor gesto socarrón. Jorge y Javier se echaron a reír.

-¿Podías decirnos cuando fue exactamente?

-Me fui a Londres el día … siete de enero. Me tenía que haber ido antes, pero me quedé para pasar el día de Reyes con tus sobrinos. – Jorge asintió con la cabeza. Habían hecho una gran fiesta para ellos en casa, con Martín, con Álvaro, con Ester, Biel, y algunos amigos más. – Dos días estuve en el hotel, hasta que me dieron el OK para poder hacer vida “normal”. Con test de antígenos cada ocho horas. Calculo que el diez, me lo dijo el primero. Fue el segundo día de rodaje. Pero espera … poco después me lo mandó Jonny por wasap.

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“I’ve been told that your friend the writer has found a new love while writing in a bar. They seem very much in love.”

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“Well believe me. They told me his name is Rubén.”

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Carmelo les tendió el móvil.

-Es unos días más tarde de lo que os he dicho. Pero tened en cuenta que antes ya me lo habían dicho de palabra. Varias personas además.

-No me comentaste nada.

-Tú tampoco me has preguntado por mi affaire con Lana Turner. Y sé que te llegaron wasaps al respecto. Te los he visto en el móvil. Y de un lío que tuve con Dennis Country. Los dos tenemos de esos wasaps un ciento.

-Lo de Lana Turner me parece bastante evidente que era falso – se rió Javier. – Lleva muerta desde los noventa.

-Y de vivir, tendría más de cien años.

-Pero Dennis no, por ejemplo. Y está cañón. En el caso de Rubén te lo comenté cuando me contaste que lo habías conocido y que te había pedido imperiosamente que publicaras de nuevo. Solo con verte la cara cuando te lo dije, ya tenía la confirmación de que todo era una patraña.

-Pero lo conocí a finales de enero. El veinticinco o así. Lo conocí digamos oficialmente. Antes lo había visto en esas fiestas donde perdía la verticalidad con mucha frecuencia.

Jorge se acordó de los mensajes que le había mandado. Sacó el móvil.

-El veinte. Sí, claro. Hablé con Nadia y Dimas en “El Puerto del Norte” el veinticinco. Tardé varios días en reescribirla. Y apenas seis ó siete días después de considerar que estaba como yo quería, salió la novela a la venta.

-No entiendo como lo hicieron lo de preparar esa novela en tan poco tiempo. No es corta precisamente. – dijo Javier.

-En realidad hicieron un poco de trampa. Eran pocas las librerías que ese día tenían ejemplares. La tenían las tiendas que estaban en sitios estratégicos. Las grandes cadenas, La Casa del Libro, La Central, El Corte Inglés, la FNAC. Luego en cada ciudad, la librería más vistosa y con escaparate más grande. Me escribieron algunos libreros conocidos que ellos no la tenían. En eso también me mintieron. A Esme, como saben que voy a firmar libros y a dar charlas a su salón de actos, tampoco se lo mandaron. Como castigo. Tardaron casi tres días. Y a esos otros amigos que me suelen preparar pequeñas reuniones con sus clientes especiales, tampoco.

-Porque cobraban por esos servicios a las demás librerías. – explicó Carmelo con gesto adusto. – Y esa gente parece que no perdonaba un duro a nadie.

-La imprenta trabajó una semana solo para mí. Aún así, debieron hacer una reimpresión en cinco días. Y la web se colapsaba para descargar los ebook. El equipo de corrección y maquetación trabajó día y noche. El ilustrador, Iván, tuvo la portada en ese intervalo. Luego fue mandar a la imprenta, porque ya estaba reservada. Y pueden imprimirla por partes. De hecho, así lo hicieron. Mandaban de diez en diez capítulos, según iban estando acabados. La editorial pagaba por tener esa disponibilidad. Esta vez, usaron sus servicios. Era mucho el dinero que se jugaban. Para la editorial llegó justo a tiempo para salvarla de una situación económica delicada.

-Pero trabajando tan deprisa se pasarían muchos errores.

-Jésica, la responsable de ese departamento es buena. Lleva muchos años en la editorial y casi todas mis novelas las ha preparado ella. Me conoce porque además es lectora convencida. A pesar de trabajar en la edición de mis obras, luego va a la librería y compra un ejemplar y se lo lee en casa con tranquilidad. Un día me llama, cuando la ha acabado de leer y me pide que se la firme y dedique. Ella en su trabajo, va apuntando los errores que va descubriendo y luego lo hablamos. Muchas de esas cosas que apunta, luego las elimina porque se da cuenta que tienen un por qué en la trama. Otras no. Y las comentamos.

-De todas formas – siguió explicando Jorge – en esta novela ha habido un cambio sustancial y es Aitor. Aitor, mientras yo escribía la nueva versión, él la iba corrigiendo. Si me duermo, él aprovecha para revisar lo que he escrito. Ha preparado el programa para que mientras él trabaja en una parte de la novela, yo no pueda tocarla. Pero en unas horas él ha corregido todo mi trabajo. Así, cuando terminé la nueva versión de “La Casa Monforte”, a las tres horas, ya estaba corregida por Aitor. No había errores tipográficos ni ortográficos. Y gran parte de la sintaxis estaba corregida. Y algunas incongruencias, como errores al nombrar un personaje. Eso Jésica me lo reconoció. Su trabajo había sido muy sencillo en esta novela.

-Aitor es bueno haciendo ese trabajo – apuntó Carmelo.

-Mucho mejor que Nadia. De hecho, con ella, tenía que repasar las novelas una vez pasaban por sus manos. Últimamente no era muy de fiar. En realidad nunca lo fue. Mira, Nando para eso, era bueno y concienzudo. O puede que se la diera a otra persona para que la corrigiera. Tal y como va mi puesta al día sobre mi pasado, no lo descarto. “La Casa Monforte” la había corregido ella. Y a pesar de mis revisiones, a la hora de reescribirla, descubrí muchos errores más. Incluso ortográficos. Con Aitor no hace falta repasar nada. Es muy perspicaz, además, enseguida sabe lo que pretendo. Y no solo corrige faltas de escritura, corrige hasta estilo y reescribe alguna frase o incluso párrafos. Y nunca he podido ponerle ni una pega. Lo ha hecho con las últimas, las que no tenía acceso Nadia.

-Nadia estaría a otras cosas – dijo Javier. – Y Aitor, es evidente que te idolatra y que te ha leído con mucha atención. Quizás tu amiga, no lo había hecho en absoluto. Volvamos a Rubén. Entonces Nadia ¿Cuándo te habló de él?

-Antes del puente de la Constitución. Vino a casa y hablamos de esas fiestas a las que iba para observar a esos … animales de la noche. Fue ahí cuando me contó.

-¿Sacó ella el tema?

-Desde el principio, sí. Creo que vino a casa con esa idea. Lo tenía todo pensado. Me dijo con voz compungida que estaba muy preocupada por si cogía el Covid yendo a esas fiestas prohibidas. O en el mejor de los casos, me detenía la Guardia Civil. Además me extrañó que dijera la Guardia Civil. Eso suponía que salía de la ciudad, según ella. Que a veces era así, pero no siempre. Fue un detalle llamativo.

-No conduces ¿No?

-No. Nunca lo he hecho. En mi vida privada tiro mucho de taxi. O Carmelo me llevaba, hasta que dejó de conducir con lo de la escolta. Mis contactos festeros me mandaban un coche o monovolumen para llevarme y traerme. O usaba los coches con conductor de algunos de los amigos de Carmelo.

-¿Los mismos que los coches de la Dinamo?

-Por ejemplo. No era mi único proveedor de transporte, pero sí uno de ellos.

-Normalmente ¿Notabas si esos conductores te conocían?

-Salvo los de la empresa de Elías, los demás no sabían quién era. Era un paquete a recoger. Y ninguno hizo gesto de reconocerme.

-¿Qué te dijo sobre Rubén? ¿Cómo te lo propuso?

-A colación de esas fiestas, me habló de una amiga suya muy cercana que tenía un problema con un sobrino. Que parecía haberse metido en cosas de drogas y que frecuentaba las fiestas a las que iba yo.

-¿Sabía a que fiestas ibas tú?

-No. A menos que me siguiera. Yo no se lo conté, desde luego. Tampoco hubiera sabido explicarle las fiestas en concreto a las que iba a ir. Ni a las que había ido. Ni donde eran. Ni ahora podría. No sé dónde eran. Sé que algunas de las casas se repetían con frecuencia. Pero no sé dónde están. Tampoco me presentaron a los dueños. En realidad … a ver, cuanta menos gente me conociera mejor. Era mi objetivo. Observar sin que nadie se fijara en mí.

-Alguien le podía contar.

-Sí, es otra posibilidad. Al principio le dije que no. Que yo iba a lo que iba y que no me apetecía convertirme en el niñero de nadie. Insistió … me dijo que era un gran diseñador gráfico, que había dejado casi de lado su trabajo como freelance, y que su tía estaba en un sin vivir. La pregunté si era alguien muy cercano a ella, y me aseguró que sí. Utilizó el argumento de que era un chico guapo que me gustaría disfrutar con él.

-¿Dijo eso? – la cara de Carmelo mostraba la sorpresa que le había causado esa afirmación de Nadia.

-Sí, algo parecido. Y que en todo caso, podía servirme para un personaje. Ese argumento lo utilizó varias veces. Aunque lo de disfrutar con él, también lo dijo varias veces.

-Sabía dónde tocar – apuntó Carmelo a punto de echarse a reír.

-Visto ahora, parece que quería incitarme a acostarme con él. Entonces no lo interpreté así. No lo interpreté de ninguna forma, salvo como un intento de convencerme. A lo mejor Nadia es la que iba diciendo por ahí que yo en realidad no escribía en los bares, sino que me escondía para mirar el paquete a los chicos guapos. Me imagino que pensaba que después de deleitarme con la vista, seguiría con el tacto y a lo mejor con el gusto.

-¡Jorge! – Carmelo fingió escandalizare. Jorge le sacó la lengua a modo de burla.

-Luego todo eso era una patraña. En el hospital cambió la versión y me reconoció que era una que conocía de Pilates que le había hablado de lo mucho que le gustaban mis libros y que ella entonces había presumido de conocerme. Por cierto, debería haberme puesto intenso y comentarla mi preocupación porque la detuviera la Policía Local por usar las instalaciones de un gimnasio, que debería estar cerrado. Una lástima que se me pasara. Entonces esa mujer aprovechó y le pidió el favor. Sería mientras jugaban con la pelota esa grande o saltaban a la comba. Y ella se lanzó a la labor, para darse importancia. Todo mentira, ahora lo sabemos. Versión una, versión dos, mentira. Amigas de toda la vida, y sin haber perdido nunca el contacto.

-En realidad la mentira es la última versión. La primera versión, aunque parcial, es más aproximada a la realidad.

-Joder, perdona. No he cambiado el chip. Es que tanta mentira sobre mentira … todo esto me lo tengo que apuntar para una novela. Pero si lo miras bien, todo era mentira. La primera versión, la segunda … la tercera … todas. Amigas de toda la vida, lo que he dicho antes. A lo mejor desde el parvulario. Sería en todo caso su reencuentro.

-Pero para que lo hicieras te dijo que era alguien muy cercana a ella – argumentó Javier. – Y cuando algo se torció, quiso quitar el foco de la tía o de ella.

-De ella. Quiso quitarse de en medio. Algo la asustó. Puede que no contara con que todo ese juego podía acabar con Rubén en el hospital. El aspecto del pobre al principio era … penoso. Ya te habrá contado Carmen. Aunque su desaparición, sin que hasta que sucedió le hubiera echado en cara nada, es revelador. No la reproché nada, no la acusé de nada. Carmen y su amigo Quiñones, hasta donde yo sé y pude comprobar, solo le preguntaron cosas normales, sin atosigarla ni en ningún momento insinuar que tenía algo de que preocuparse. De hecho, Quiñones, para como se comporta conmigo, incluso ese mismo día en el hospital, fue hasta dulce. La mala hostia se la guardó para mí. Así que no tenía nada de qué quejarse. Y Nadia, no solo desaparece, sino que se presenta en casa de mis padres para contarles una sarta de mentiras. Que la he acusado de mentirosa, de ladrona … no me dejó tiempo. Si no, hubiera acabado haciéndolo. Pero se fue antes.

-Y de todas formas, una versión y la de después, pueden ser las dos mentira – opinó Carmelo. – Y no descartemos que lo de las fotos … sea un montaje.

-Sí. Y no, no detecté que me mintiera. Lo de las fotos un montaje, sería rizar el rizo. Ya me parecería muy rebuscado. De todas formas, con ella no … a ver, era mi amiga. No tenía puesto mi detector de mentiras. Estaba encantado, era una mujer, antaño vecina mía … que según ella seguía viviendo en el piso de sus padres, y ahora sé que también es, era mentira, que en su día se enamoró de mí y a la que frustré al decirle que era homosexual. Pero tras un tiempo de recapacitar, decidió ser mi amiga. No voy a fingir que su compañía me era desagradable. Al revés, me sentaba bien. Hablábamos de todo, no solo de mis novelas. Me sirvió de apoyo.

-Tu mariliendres.

-Algo de eso. Pero sin demasiadas confidencias por mi parte. Ni por la suya. Y las pocas, todas mentira. Juraba que estaba conmigo siempre, que me apoyaba, y luego iba a ver a mis padres a ponerme a parir y a decirles lo que les entendía y que era un cabrón que me había dejado engañar primero por Nando y después por ese degenerado de Carmelo. Que me había cogido de los testículos y no me soltaba. Y que mis libros no valían nada. Que no sabía como me publicaban.

-¿Y la gente que los compra? – comentó Javier sorprendido.

-Eso es todo publicidad. ¿No escuchas a mi amigo Poveda y los wasaps que te enviamos de los amigos de Álvaro? La Casa Monforte la regalan en El Corte Inglés por la compra de un paquete de azúcar.

-Pues de algún sitio sale tu dinero – bromeó Javier.

-Será de la droga o de los negocios de mi ex-marido que han florecido en su ausencia y me dan pingües beneficios.

-¿Y de donde sacó ese casoplón que tiene? Otro de los misterios de este asunto.

-¿Ya habéis llegado a él?

-Con las miguitas que nos vas dejando en el camino … – bromeó Javier. Volvió a ponerse serio. – No somos capaces de encontrar sus ingresos. Una cuenta de Suiza que es imposible de identificar al dueño.

-Orden judicial.

-Deberías acercarte un día y poner una denuncia. Así podemos actuar.

-Ya me lo has insinuado varias veces. Me cuesta, no te voy a engañar. Como me ha costado reconocer que la que se ha bajado las novelas es ella. Me lo aseguró Aitor hace tiempo. Lo tiene perfectamente certificado. Y sigo hablando de todos los que tienen acceso … que si este a todo, que si aquel solo a la carpeta de marras … parece que deseo que sea Aiden o incluso Carmelo, antes que Nadia. Pero no, es ella. También he puesto la mano sobre el fuego por Jorgito, porque me había guardado el secreto de la nube. En esa conversación me ha reconocido que no … es así. Que se lo dijo a sus padres.

Jorge parecía que iba a seguir hablando, pero se calló de repente. Se quedó mirando a la nada durante unos breves instantes. Javier rompió el silencio y el silencioso lamido de heridas de Jorge

-¿Qué cambió en la comida con Nadia y Dimas? ¿Por qué ahí te diste cuenta de que … Nadia te mentía?

-Es que ahí … fue tan evidente … su cara cambió radical cuando le dije que había decidido publicar de nuevo. Me recordó a la cara que puso cuando se me declaró y le dije que era homosexual. Me acabo de dar cuenta. Estuve un buen rato pensando en el significado. Fue una comida agotadora, os lo juro. Por un lado, había que seguir como si todo fuera normal. Seguir con la conversación … por otro lado, darle vueltas al significado de las reacciones de Nadia. Pensé al principio que era sorpresa. Pero luego me di cuenta que era miedo, enfado contenido, frustración, una mezcla de todo eso. Y empezó la campaña para no publicar la que tocaba, por orden de escritura, y que lo hiciera con “La Casa Monforte”, que es la tercera. Era evidente que por nada del mundo, quería que “La vida que olvidé” fuera la elegida para publicar. Imagina cuando mi editor alemán la recibiera y … publicara una novela igual a otra que lleva semanas en las librerías y publicada por él mismo. Se hubiera descubierto todo el pastel. Si a pesar de ello lo descubrimos, fue porque encontraste ese libro y se lo mandaste a Hugo para que lo leyera. No me has contado como llegaste a él.

-Manu, uno de los acólitos de Patricia, mi jefa de gabinete, está estudiando alemán. En la academia le dijeron que leyera una especie de briefing de la novela, adaptada a su nivel de alemán. Y se dio cuenta que se parecía mucho a tus novelas. Buscó la original, se compró el ebook, y nos lo pasó. Por cierto, la trama tiene algunas incongruencias y detecté lo que decías antes, algunos errores al nombrar a algún personaje.

-No me he fijado si aparece la persona que ha hecho la traducción.

-Sí. Pero es una empresa. Y para tu información, hay una nota de la traductora que asegura que ha transcrito fielmente el original, aunque algunas partes no las encuentre sentido.

-Donde se demuestra que Nadia era una alcornoque redomada. Me pregunto como se ganaría la vida de verdad. – Carmelo estaba enfadado.

-De momento no hemos llegado a determinar nada al respecto. Su sueldo del Ayuntamiento y nada más. Pero eso no cifra para explicar su nivel de vida.

-Aitor tampoco ha llegado a ninguna conclusión. – apuntó Jorge.

– Las joyas que le regalabas no … ¿O sí? ¿Eran buenas?

-Pues sí rubito eran buenas. Bastante buenas. Pero aunque las hubiera vendido, no dan para ese casoplón y para su nivel de vida.

-¿En que se supone que trabajaba?

-Funcionaria del Ayuntamiento de Madrid. Y daba clases particulares a chicos de instituto de Ciencias Sociales y Biología. De formación es Veterinaria.

-Habrá que darle las gracias al profesor de alemán de Manu – exclamó Carmelo. – Por él descubrimos el robo de la novela.

-O sea, que el hecho de Rubén de presentarse delante de ti, no era parte de su plan. De convencerte de publicar. Era en todo caso parte de otro plan. Un plan con otros actores que fueron haciendo su papel, antes incluso de que Rubén se presentara delante de ti en aquel bar. – resumió Javier.

-Os dejo – dijo de repente Carmelo – Si no la gente se va a empezar a hacer preguntas. Diré que necesitabas tus minutos de soledad.

-Vale.

-Joder, cada vez Martín y tú os copiáis más las expresiones – se burló Carmelo dándole un beso de despedida.

-Una cosa antes de volver a dónde estábamos. El estado de Rubén después de esa agresión, has dicho que era deplorable. ¿Y comparado con Dani cuando le sacaste de aquella fiesta?

Jorge se quedó pensativo. Empezó a hacer diversos movimientos con la cabeza, como si siguiera con ella su línea de pensamiento, como si estuviera ensayando su respuesta. Al final suspiró resignado.

-Rubén estaba mal. No tenía nada que ver con el estado de Dani. Rubén llegó al bar donde habíamos quedado por su propio pie. Se derrumbó nada más llegar. Dani era poco más que un cadáver. No hubiera podido andar ni dos pasos por sí solo. Me dijo alguien que sabía del tema, que Dani debía haber muerto ese día. Que si resistió fue debido a que era un superviviente. Creo que esa es una buena descripción sobre su estado.

-Alguien debió curarlo.

Jorge se encogió de hombros.

-Eso Olga sabrá. Tu padre se encargó. A Dani lo llevé directo a su comisaría. A escondidas, eso sí. No nos vio nadie, salvo tu padre y Olga. Ellos se encargaron. Tengo la impresión de que fue Manzano quien le curó. Le he oído comentar a Dani que ya conocía a Manzano antes de que al llegar a Concejo, se convirtiera en su médico oficial. Los dos son muy crípticos respecto a las circunstancias en que se conocieron. Me imagino que una vez salió de ese primer problema, Manzano se siguió ocupando de los siguientes sustos que tuvo respecto a su salud.

-¿Y el resto de los chicos que sacaste?

Jorge resopló incómodo.

-Los que tengo conciencia, parecidos a Dani. Muchos no recuerdo. Al menos todavía.

-O sea que el que te avisaba, solo lo hacía a la desesperada, cuando la muerte …

-Todos los que recuerdo estaban muy mal. Según me contó Carletto, Lucas por ejemplo estaba al borde de la muerte, cosa que en realidad, era su deseo. Una forma de suicidarse bastante … no sé ni como calificarlo. Debía estar absolutamente desesperado.

-Escuchar estas cosas, te lo juro, me dejan … si no tuviera tan asumido el camino que hay que seguir, quizás me replantearía dejar a los jueces de lado y tomarme la justicia por mi mano.

-No te dejes llevar. Uno no se siente bien después. Por mucho asco o rabia que te produzca ese satanás con el que te has cruzado en sitio adecuado y le has dado unos mamporros.

-¿Y si ese ataque a Rubén era para provocarte que recordaras o que ese sentimiento de protección que te inspiraban esos chicos, se despertara con Rubén?

-No consiguió los resultados que esperaban, si esa fue la razón. Ni siquiera me acordé de Dani. Eso, hasta la reunión con Sergio Romeva, Carmen y Olga, antes de ir a ver a Nati Guevara, no fui consciente. Luego Carletto me comentó algo y algunas imágenes más se aparecieron en mi mente. Y ahora mismo, mis sentimientos respecto a Rubén, son más de hacerme preguntas sobre su vida y sus acciones, que la de protegerlo a toda costa.

-¿Y si Rubén … ? – Jorge le interrumpió y no le dejó acabar.

-No todos los chicos que salieron de esa organización, ahora están del lado de las víctimas. Muchos se han unido y se han convertido en el mismo tipo de personas que los matones que trabajan ahí.

-¿Conoces a alguno? ¿Cómo sabes …?

-Lo sé, Javier. – Jorge se llevó la mano derecha al pecho. – Lo sé.

Javier se quedó callado mirando a Jorge. Suspiró resignado. Era claro que no era una de las cosas que Jorge pudiera decir: “si pudiera recordar”.

-Me decías … cuando se ha ido Carmelo.

Javier le repitió la última pregunta que versaba sobre si la actuación de Rubén se debía a algún plan preconcebido. También le recordó algo de lo anterior, por si necesitaba centrar el tema.

-No sé muy bien como contestarte. No acabo de llegar a ninguna conclusión. Para mí es claro que Rubén me conocía antes de venir a verme. Y en los días que le ayudé … después de ponerse ciego … no me reconoció. No era capaz de sentir ni ver nada. He pensado que fingiera … que no estuviera tan borracho … no … no me cuadra. De verdad, el vómito olía a eso. A pota de borracho. Es algo … absolutamente asqueroso. Sus ojos estaban en blanco, con las córneas perdidas debajo de los párpados, o giraban en círculos a gran velocidad, como si fuera el protagonista de una película de exorcistas. Esa mirada vidriosa, que llegaba cuando iban pasando los efectos, pero que era incapaz de centrarse en nada. Y en las conversaciones que tuvimos después, a veces se le escapaban detalles de los sitios a los que suelo ir a escribir. O las zonas por las que paseo. Incluso las horas … sabes que con el toque de queda, salía de madrugada a pasear. Alguna vez me hablaba de ese hecho. No le di importancia, la verdad. Ni le dediqué medio pensamiento. Hasta que pasó aquello de la paliza. Y de todas formas, damos por hecho que el plan empezó cuando Rubén se presentó ante mí. Pero puede que empezara cuando Nadia me dijo que lo cuidara por las noches. Y que mis contactos festeros me invitaran a las fiestas donde iba a estar él. O al revés, que él fuera a las fiestas a las que había dicho yo que iba a ir.

-Cronológicamente cuadraría más con eso. O incluso que empezó mucho antes. Puede que te llevara siguiendo meses. Y entonces, dentro de ese escenario, cuadraría la afirmación de Jorgito de que se presentó ante él hace meses. Y si le llevaste a casa, subiste a ella … y le ayudaste si vomitaba o incluso le desnudaste y le bañaste … podían haber gente vigilando los alrededores. Y entonces los interesados en vigilar a Rubén, sabrían de tus movimientos para ayudarlo. Y con tu fama al respecto de las víctimas, puede que llegaran a conclusiones equivocadas. ¿Cómo se las arreglaba Rubén en las fiestas que no coincidía contigo? O que tú tuvieras otros planes, por ejemplo pasar la noche con un atractivo joven.

Jorge se echó a reír. No pudo evitarlo ante la cara que había puesto Javier al proponer esa última posibilidad.

-Raúl me contó una vez que él también se lo encontró en alguna velada de esas. Le llamó la atención precisamente por su forma de beber y perder casi la consciencia. Nos encontró a los dos, tanto en la misma fiesta como en distintas. Me comentó que normalmente o el anfitrión le dejaba tirado donde cayera redondo, o pagaba a alguien para que le llevara a casa.

-¿No se acercó Raúl a saludarte? Es fan tuyo de siempre. Menudas discusiones tiene con Carmen y Patricia sobre tus novelas.

-Todavía no se ha atrevido a darme las novelas que lleva en el coche para que se las firme. Como para acercarse a mí sin conocerme en medio de esas fiestas. Al fin y al cabo, la razón por la que se apuntaba a ir a esas reuniones era la de conocer gente. Me da que se siente solo. Es muy … piensa que es feo. Y que no liga. Que no gusta a los chicos. Es uno de esas personas que deben tener los espejos rotos en casa.

-Pues sí que te admira … De todas formas, creo que Martín y tú, en eso, le habéis hecho mucho bien. Ha cambiado mucho en ese aspecto.

-Creo que ha sido el hecho de dejarme la ropa. Y de que no solo la uso el día que tengo un problema de vestimenta y una americana suya me lo resuelve, sino que me la quedo y la sigo usando.

-Una cosa. Antes de que se me olvide. ¿No te quedarías con un juego de llaves de la casa de Rubén?

Jorge frunció el entrecejo.

-Eso que insinúas es ilegal …

-¿Hablamos de cosas ilegales en un cierto club selecto de Madrid? Y no sería ilegal porque es objeto de investigación como víctima de una agresión.

Jorge se levantó y hurgó en las bolsillos de los pantalones. Sacó un llavero con solo dos llaves.

-¿No has ido a curiosear?

-Si te digo la verdad, no he encontrado el momento. Pensaba hacerlo. Por eso las llevo siempre encima.

-¿No se lo has pedido a tu círculo de protectores?

-¿A los policiales o a los otros? No sé a cuales te refieres.

-Me refería a los policiales. – a Javier le hizo gracia la pregunta. Era claro que Jorge sabía o presentía que la gente que le había protegido siempre, lo seguía haciendo.

-Lo tenía en cartera. Pero me parece más interesante descubrir a los músicos de los vídeos de Sergio. Y de enterarnos de lo que sucede alrededor de Rubén en el hospital. Creo que lo de Sergio es urgente si queremos que recupere su carrera musical. A lo mejor necesito tu ayuda para una cosa que tengo planeada con relación a Mendés.

Jorge le contó por encima su plan para acercarse a la familia al completo de Mendés y que el lo viera. Sobre todo mostrarle su cercanía con Enrique, el hijo repudiado por su condición sexual.

-¿Servirá de algo?

-Eso, o acabar lo que empecé en ese club elitista que citabas antes.

-¿Lo harías?

-Sí. Y lo hubiera hecho ya sino me convence de lo contrario Nati Guevara. Me previno que podía empujar al tipo éste a mandar los vídeos de Sergio a todo el mundo. De Sergio y de otros.

Le estuvo contando a grandes rasgos lo que hablaron. Javier escuchó con atención. De algunas cosas se sorprendió, porque contradecían las impresiones que le habían trasladado Carmen y Olga.

-A mí también. Pero había un detalle en la Guevara que se nos escapó: Gregorio Badía. Eso lo cambia todo. Era su representante. El mismo del tal Willy y de Elfo Jiménez.

-Ese hombre … cuando acabemos la investigación, me da que vamos a poder acusarlo de un ciento de delitos. Ya tenemos a cinco actores como Álvaro. A dos de ellos les hicieron visitas los mismos que a vuestro amigo. Con peor resultado. De momento no hemos podido tomarles declaración; están en el hospital. Y no hemos hecho más que empezar. Dentro de un par de horas me reuniré con otro, un tal Rodrigo Encinar.

-Es amigo de Carmelo. Suele pedir que lo contraten cuando hay un papel que se adapte a él.

-Se ha puesto en contacto con la Unidad. Os ha debido oír hablar de nosotros. Ha sido el primero. Está fuera de Madrid, en A Coruña, con una obra de teatro. Me ha dicho que sabe de más actores en sus mismas circunstancias. Va a intentar que se sinceren. Hay otros que han llamado a la Unidad. A ver si los convencemos para que declaren oficialmente. De momento no han querido dejar su nombre.

-Esos matones vencerían su resistencia a prostituirse. No creo que sea fácil decir en voz alta que …

-Esos dos, los de la paliza, han perdido hasta a su representante. Enseguida les llegó la noticia y no quieren saber nada de ellos.

-Ahí tenemos la confirmación de que lo han hecho. Lo cual les aboca a caer en manos de nuestro amigo Goyo.

-Exacto.

-Que los venderá a peso, como la carne.

-Hemos pedido al juez permiso para investigar a sus clientes. Y sus cuentas.

-Una de las cosas que me dijo Nati es que cualquiera que esté en el portfolio de Goyo Badía, es un delincuente. Sería interesante que hablarais con los que dejaron su representación. Sobre todo, los que abandonaron su idea de ser actores.

-Me lo apunto. Me parece buena idea.

-Pero todo eso os va a llevar mucho tiempo.

-Sí, la verdad. Vuelvo a tener presente el reproche de nuestra compañera Menchu.

-¿Y como se ha enterado Rodrigo? No se ha publicado nada de la agresión a Álvaro.

-Alguien le mandó un wasap desde número oculto con una foto del portal de Álvaro. Venía a decir que éste no podría vivir en su casa varias semanas, después de la visita que le iban a hacer.

-Han tenido el efecto contrario al que esperaban.

-En Rodrigo sí y en esos dos anónimos. Me temo que haya muchos más que si se hayan acoquinado y hayan aceptado abrirse de piernas.

-Me da que vas a pasar la noche en vela.

-Algo de eso me temo. He mandado a Carmen a descansar un rato. Al menos, que ella esté mañana despejada. Si hablas con ella, no le digas nada de mi intención de trabajar toda la noche. Es capaz de volver para vigilarme.

-¿Sergio y Dídac? Se me ha olvidado llamarlos. ¿Sabes algo?

-Solo me ha dicho Sergio que bien. No hemos hablado con detenimiento. Ha tenido que irse a París de nuevo. No sé si por algo que le ha surgido a él o por algo que se le haya ocurrido a Dídac.

-Así que no te importa trabajar toda la noche. No está Sergio …

-Soy como tú, amigo de las noches.

-Vampiros. Claro, siempre que no tengamos un plan mejor – Jorge le guiñó el ojo a Javier.

-Que no esté Sergio ayuda, sí – reconoció Javier entre risas.

Carmelo apareció de nuevo.

-Jorge, creo que debes volver. Siento interrumpiros. Algunos empiezan a preocuparse por tu estado de salud. Les he dicho eso de que buscabas tu momento de soledad … pero alguno ya ha hecho amago de salir a buscarte. No creo que sea adecuado que os pillen hablando.

-Otra más de nuestras conversaciones inacabadas.

-Al menos sabemos que lo de Rubén fue todo orquestado. Que los rumores sobre vuestra relación fueron anteriores a vuestro encuentro oficial. Y que alguien quería que lo vigilaras. ¿Para protegerlo? ¿Para que él tomara contacto contigo? ¿Para que entraras a saco a protegerlo? ¿Para que te enamoraras de él y te casaras y le hicieras heredero de toda tu obra?

-¿Y de la hermana sabes algo?

-Hasta el momento, el paradero de su hermano o si se ha cambiado de sexo, hermana, lo desconocemos. Tampoco hemos encontrado evidencias de un suicidio de alguien que pueda ser él o ella. Estamos comprobando hasta los cadáveres que se repatriaron. Estamos buscando los viajes que pudiera hacer ese “Fausto” a secas como le llamabais todos. Creo que, de existir, sigue siendo “hermano”. Con cambio de sexo en proceso o no. O puede que sea solo un deseo, ser mujer en lugar de hombre.

Jorge se incorporó ligeramente en su asiento. Parecía haber caído en algo.

-O un cambio de sexo obligado, como en aquella película de Almodóvar, “La piel que habito”.

-¿Dices? ¿Es otro de “si pudiera acordarme te diría…”?

-Estoy cansado, Javier. Pero te diría eso sí, si tuviera fuerzas. O puede que fuera simplemente un disfraz. Unas falditas y unos pechos de atrezo y el pene escondido entre las piernas. “El chocho de la zorrita”. Lo vi muchas veces. Algunos de esos cabrones gustaban de ello. Creo que era para creerse que de verdad follaban a una chica en lugar de a un chico. Algunos no tenían muy asumida su condición de amantes de … – iba a emplear otra forma de expresión más brusca pero se contuvo – los hombres.

-Te he notado que hay cosas de las que hemos hablado …

-Por eso necesito esos diez o veinte minutos de soledad. Para centrar y asimilar.

-Pues te repito, de momento, ni hermano ni hermana. Ni muerto ni vivo.

Javier volvió a sentirse mal por la mentira flagrante que le estaba contando a Jorge respecto de Dilan. Pero pensaba que eso estimularía la memoria del escritor. Quería escuchar su visión del tema cuando eso ocurriera. Sin estar mediatizado por lo que le estaba contando el hermano de la Campero a Olga en Estados Unidos.

-¿Y si voy a verlo? A lo mejor puedo conectar con Rubén. – propuso Carmelo.

-Que dices ¿Que sea uno de Anfiles?

-¿Por qué no? Otro niño vendido a ese editor tan pudiente, Bonifacio no se qué. Y antes vendido a Lazona, tan pudiente y poderoso como el otro. Y antes de Lazona … mejor ni pensar lo que … tuvo que pasar.

-Iremos viendo. – Javier se dio cuenta que si no cortaba de raíz la conversación, no acabarían nunca. Y no quería que los del bar salieran y les pillaran hablando – Anda, entrad en el bar. Yo me quedo aquí buscando mi momento de soledad. Te voy a copiar. Siento que tú no puedas hacerlo hoy.

Jorge le dio un puñetazo en el hombro a modo de despedida cómplice.

Javier les siguió con la mirada. Se sonrió cuando se pararon a besarse. Parecía que ahora esa era la excusa que iban a utilizar. Se preguntó si le haría gracia a Cape. Ese hombre si que le intrigaba, sobre todo desde hacía unos meses.

De repente se sintió cansado. Hizo una seña a una de las escoltas de Jorge y Carmelo que le acercó un cigarrillo.

-Gracias Carla.

-¿Te dejo el paquete?

-No. El otro día Nano nos lo dejó y nos lo fumamos.

-Y luego el se fumó los míos … no me importa que te lo fumes. Así le devuelvo a Nano lo del otro día. Está dentro.

Javier se rió. Tenía suerte con la gente que había reclutado. Solo tenía una duda y era cuantos le iban a salir rana. Las estadísticas no engañaban. Era imposible que entre todos ellos, todos fueran buena gente, buenos policías. Y leales.

Sacó el móvil y mandó un mensaje a Aritz. Éste no tardó en aparecer corriendo.

-¿Estás bien? – dijo jadeando.

-Sí. Pero necesitaba compañía. Y como seguramente la patrulla de la Guardia Civil que ha pasado antes, me ha visto, te habrá llamado preocupada por verme sentado en la penumbra de un pueblo de la sierra de Madrid.

-De la sierra, sierra … no es que estemos precisamente en la sierra. De todas formas lo has clavado. Aritz sonreía. Se agachó para darle un beso antes de sentarse a su lado.

-¿Entramos a tomar algo?

-Mejor vamos a otro sitio. No quiero que nos vean, y menos después de estar casi una hora hablando con Jorge y apartándolo de toda la gente que está dentro. Algunos atarían cabos.

-Vamos a Tubilla. Hay un par de bares que están bien.

-Me parece bien. Luego tengo que volver a la Unidad.

-¿Te ayudo allí?

-No. Tranquilo. Me apaño con los que estén de guardia. Tú a descansar para mañana estar pendiente de los avisos de la Guardia Civil y de la Policía Local sobre si me pierdo en algún bar o me siento en un banco.

Javier se quedó pensativo.

-Aunque bien mirado, a lo mejor te digo que vayas a hacer una inspección ocular de un piso.

-No tengo mis ganzúas.

-Tengo llaves – Javier abrió la mano y le enseñó las llaves que la acababa de dar Jorge.

-De acuerdo. Ya me dirás que tengo que buscar. Dame las llaves anda. Esas y las de tu coche. Conduzco yo. Que estás … mejor no digo nada.

-Dormiré hasta Tubilla y luego en el viaje a Madrid. Y el sofá de mi despacho es cómodo. Y no me digas que no, porque lo has usado.

Javier volvió a quedarse callado. Parecía abatido.

-¿Me vas a decir de una vez a qué le estás dando vueltas?

-Me siento mal no contándole a Jorge los últimos descubrimientos sobre Rubén y su hermano gemelo.

Aritz levantó las cejas.

-¿Estás seguro de que no lo sabe?

Javier se sonrió.

-Estoy seguro que lo sabe. Pero no sabe que nosotros también.

-No puedes decir nada hasta que el testimonio de ese otro Tirso se confirme con algo más. Tenemos que encontrar esos rastros.

-Eso es cierto. Pero todos nosotros estamos convencidos de que es como ha dicho ese Tirso. Y una cosa es que Jorge lo sepa, y otra que ahora, sea consciente de ello.

-Eso son matices.

-Matices importantes.

-Venga, vamos. ¿Dónde has aparcado?

-Adivina … – le dijo en tono jocoso.

-Que cabrón eres.

Aritz sonreía mientras negaba ostentosamente con la cabeza.

.

-¿No le vais a contar a Jorge?

Olga se quedó callada.

-De momento no.

-No pareces muy convencida.

-No lo estoy. Te soy sincera. Compartimos muchas cosas del pasado. Cosas que no comparto ni con Javier. Él ha guardado todos los secretos de esa época. Ha sido tan concienzudo con eso que hasta los ha olvidado.

-¿Y entonces?

-Javier piensa que es mejor guardarnos lo que nos contó Arlen el otro día. Piensa que así estimularemos la memoria de Jorge.

-Pero ese hombre … Arlen ¿No se os ha ocurrido que a lo mejor le vendría bien reencontrarse con Jorge? Y eso propiciaría que nos contara más cosas. Sabe mucho más de lo que expresó en voz alta.

-Él tampoco nos ha contado todo. Jorge, me refiero.

-Dentro de ese papel de ausente que se ha creado, no dudó en ir a buscar a tu hijo. Porque estaba en peligro y porque era tu hijo, Olga. No ha dudado en exponerse enfrentándose a ese profesor de violín, por el novio de Javier. Porque era una víctima y porque era el novio de Javier. Os puso tras la pista de Lazona, del que ni siquiera sabíais de su existencia.

-Caminamos a ciegas, Ventura. Las afirmaciones de Arlen, en realidad, son sus afirmaciones. Hasta ahora, no hemos podido confirmar nada.

-Pregúntale a Tirso. ¡Ah! Que Javier no sabe que hablas con él. Eso es un juego que no acabo de entender.

-Todos somos reos de los secretos que nos comprometimos a guardar en algún momento del pasado. Es complicado. Y no creas que Tirso el auténtico es muy de contar sus secretos. Piensa que cada secreto que cuentas, en esta historia al menos, pones en peligro a alguien.

-¿Y no … ?

Ventura se calló. Era una tontería seguir con la discusión. Estaba pensando en amenazar a Olga con llamar directamente a Jorge. Y contarle. Pero … Olga le caía bien. Era la primera policía española con la que le pasaba eso desde su huida. Desde que el jefe Holland se la presentara, desoyendo sus protestas, se había mostrado cercana y respetuosa. Era una mujer poderosa dentro de la Policía Nacional y no sacaba su rango a pasear nunca. Nunca lo esgrimía para ganar una discusión. Podías discrepar de sus opiniones, incluso de su decisión sobre la forma de llevar alguna actuación. Era receptiva a tu forma de verlo. Alguna vez había cambiado su decisión y aceptado sus propuestas. Y cuando te encargaba alguna actuación o investigación, te dejaba que te organizaras a tu manera, sin imponerte un camino.

-Esperemos poder encontrar el rastro de algunos de los hechos que nos ha narrado. La muerte de Dilan, por ejemplo. Algunos compañeros están peinando el barrio de Rubén buscando indicios. Intentar conocerlo mejor. Intentar averiguar que pretende. Que quiere de Jorge. Cual es su juego.

-¿Y Arlen?

-No nos ha contado nada de él. Seguimos sin saber de qué vive. No me creo que viva solo de las rentas.

-Venderá sus figuras de barro. Me he fijado que las observabas con atención. Diría que te han gustado.

-¡Ventura, por favor!

Éste permaneció callado unos segundos. Olga la miraba expectante. Sus miradas se cruzaron un momento. El agente del FBI se cansó de esa batalla de miradas e hizo un gesto de exasperación antes de comentar lo que pensaba.

-Creo que se dedica a cuidar y recoger por temporadas a otras víctimas.

-¿Qué has visto que te haya llevado a pensar eso? ¿Has descubierto algo estos días desde nuestra entrevista con él?

-No, no he podido … he estado ocupado con otros casos. El jefe Holland … me ha encargado otras diligencias.

Olga se lo quedó mirando incrédula. Sabía que por muchas cosas que le hubiera encargado el Jefe Holland, Ventura había sacado tiempo para investigar a Arlen. Se decidió por ser paciente y cercar a su compañero para que se lo contara de motu propio.

-Dime entonces que te ha llevado a pensar eso.

-Sus veladas musicales de los viernes. Esos ambientes creados para reuniones en la casa. Puede que la alfarería sea una terapia, como la música. Deberíamos investigar a sus vecinos. Puede que sean víctimas.

Olga no dijo nada. Solo se lo quedó mirando. Ventura acabó por hartarse.

-Tiene dinero a espuertas. No necesita hacer nada. Pero aún así, asesora a algunas empresas que le pagan bien. Tu Arlen, a todos los efectos, es un hombre “acomodado”. “Muy acomodado”.

-Dime que una de las empresas que le paga es de tu padre.

-¡Joder Olga!

-Dime que el otro día, o al día siguiente llamaste a tus hermanos mayores y éstos te han confirmado que, no solo lo recuerdan, sino que mantienen el contacto. Incluso, que son amigos.

Ventura abrió los brazos a modo de rendición.

-Contigo no se puede. ¿Y quieres que me vaya contigo? Cada vez que me miras, siento como si a tus ojos, estuviera en pelota picada. Tengo la tentación de taparme corriendo los genitales.

-Sí y sí. Y qué más quisiera, a la última afirmación. Me gustan los cuerpos de hombres atractivos, como tú. – Ventura abrió mucho los ojos antes de sonreír y negar con la cabeza – ¿Quieres que te lo diga en francés? ¿En euskera? ¿En alemán? ¿En italiano? Que tu familia tenga relación tangencial con el caso, me da igual. No voy a pensar mal de ti, Ventura. Ni de tu padre. Ni de tu hermano Lope. Ni de Mireia, tu hermana.

Ventura resopló a la vez que volvía a negar con la cabeza y sonreía.

-Eres imposible, Olga.

-Siento que te haya tocado acompañarme. No puedo evitar querer a mi lado a la gente que me parece desaprovechada. Me encantan las personas inteligentes, perspicaces, de las que puedo aprender. Tú eres así. A parte de ser adorable. ¿Por qué nunca has tenido pareja? ¿Por qué presumes de ser asexual? ¿Por qué vas siempre con los labios apretados, como si te aguantaras una furia incontenible que parece que siempre burbujea en tu interior? ¿Por qué ese personaje de hombre altanero y con gesto arisco? Es un personaje, no me mires así. Yo lo sé, tú lo sabes.

-Ya estamos. Es una decisión. Punto. Me gusta estar solo. Del resto, paso. Casi prefiero el diván de Jorge que el tuyo.

-Mentira y mentira. En todo caso puede que prefieras el diván de Jorge, porque éste no te va a hacer preguntas incómodas. Pero él lo verá. No necesita que se lo cuentes. Sabrá todo de ti solo con abrazarte y mientras te da dos besos. No podrás evitarlo. Por mucho que le tiendas el puño o la mano, Jorge lo hará así. Porque sabrá solo con verte acercarte a él. Y una cosa te advierto: después de su abrazo, se te quitará un gran peso de encima. Te sentirás liberado. Sentirás que la vida es de otra forma, mucho más llevadera y bella de lo que te parecía hasta ese momento.

-No pensarás que porque nos conozcamos hace unas pocas semanas me voy a confesar contigo. Y lo de Jorge, perdona que piense que todo eso que dices es una patraña.

-No voy a discutir sobre Jorge. Ya lo comprobarás. Y respecto a lo de confesarte conmigo, otros lo hacen después de una breve charla de cinco minutos.

-Pero están al otro lado de una mesa en una sala de interrogatorios.

-No necesito una sala de espejos para que la gente me cuente.

-Yo no voy a ser uno de ellos.

-Le pido al jefe Holland una sala si quieres.

-Estás loca.

-Te quiero conmigo.

-¡¡N o – me – conoces!!

Olga se quedó en silencio.

-Perdona, no me di cuenta el otro día. Cuando dijiste lo de ser carne de diván con Jorge. Expresaste una necesidad.

-Vete a la mierda, comisaria.

Ventura se levantó enfadado y se fue a la barra. Cogió la carta y pidió un montón de cosas de comer. Al fin y al cabo, era a lo que habían ido a ese bar. La camarera le dijo que se lo acercaban a la mesa, pero aún así, él tardó en volver a sentarse al lado de Olga. Necesitaba un rato de soledad. Quería volver a tomar el control de sus emociones. La comisaria, en su ausencia, se había entretenido en mirar el teléfono. Cuando Ventura, todavía enfurruñado, se sentó enfrente de ella, le tendió su teléfono.

-Mira esas fotos.

La mirada de Olga era inapelable. Ventura cogió el aparato y empezó a mirar. Aunque en las primeras fotos mantuvo su gesto, al poco, empezó a cambiarlo. Primero por uno de asombro. Después por uno de pena. Luego, asco. Incluso Olga percibió un amago de arcada.

-¿Y esos pobres? ¿Cómo se le puede hacer eso a un ser vivo? No lo comprendo ni nunca lo haré.

-Los han descubierto mis compañeros encerrados en jaulas.

-Veo en algunas fotos a Jorge. Y a Carmen. Y la Guardia Civil. Un Comandante y los que lo acompañaban parecían de los GAR. Extraña mezcla.

-¿Quién crees que consiguió que esos chicos confiaran en alguien? Jorge. Quiero que vengas a trabajar con nosotros, Ventura. Quiero que nos ayudes con esos chicos. Trabajamos junto a la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil. Nos da igual el color del uniforme. El comandante Garrido, que es quien la dirige, es un tipo muy válido, un investigador de los mejores, y un tipo todavía mejor. Y a su lado, tiene un gran equipo. Por cierto, Garrido no es el comandante de las fotos. Ese es el Comandante Pastrana, JL, el jefe de las Unidades Especiales de la Guardia Civil.

-¿De la UEI?

-Sí. Vente. Únete a nosotros.

-No puedo. De verdad.

-Sí puedes. Y lo más importante: quieres. Solo tienes miedo.

-Me acabaría suicidando. No soy capaz de enfrentarme a esas … personas. A esos de las fotos. No podría ayudarlas. Me hundiría con ellas.

-Tienes miedo de no poder ayudarlos. Pero puedes. Y Jorge estará cerca. Y Carmen. Y yo. ¿Quién crees que me ayuda cuando estoy mal? Carmen es mi apoyo. O Javier. O Matías. Otras veces soy yo quien sirve de apoyo a los demás. El otro día casi me derrumbo recordando la historia de Arlen. Mientras él pensaba si contarla o no, yo la iba recordando. No te creas que había mucha diferencia entre como me trajo Jorge a Arlen a como están esos chicos. Siempre, después de esos encuentros, de cada uno de los chicos que me llevó Jorge, o Nacho, o Roger, tuve momentos de querer dejarlo todo. Pensaba “no voy a ser capaz de vivir la historia de otro de estos chicos”. Pero al final podía. ¿Sabes lo mal que lo pasé con Dani? Estuve dos meses a su lado. Sin separarme casi de él. Cuando no rodaba, me lo llevaba a mi casa. Era poco más que un cadáver cuando Jorge nos lo llevó a la comisaría a escondidas. Y tenía que acabar la película para que nada saliera a la luz. Para que esos cabrones no ganaran. A parte del sexo y de Anfiles, había una venganza empresarial contra el productor de la película. Algo retorcido y delirante. No sabes lo que fue curarle las heridas todos los días dos veces. Tardaba casi hora y media. Pero sabes, cuando Dani me acariciaba suavemente con su mano, con el dorso de su mano la mejilla, y esa mirada de agradecimiento eterno que tenía en los ojos, me … compensaba por todo. Como, luego de curarle, me cogía la mano y me iba besando cada dedo. Y me miraba con esos ojos … alguna vez le he oído a Jorge ponderar los ojos de Dani. Y tiene toda la razón del mundo. Me dieron la vida. Me hicieron soportar tanta podredumbre, tanta miseria humana. Di mamporros a gusto hasta a sus padres, por defenderlo. Por apartar a toda la escoria que tenía en su entorno.

-Tengo que pensarlo.

Olga tuvo un arranque. Alargó su mano y acarició la cara de Ventura. Pensó que a lo mejor le apartaba la mano con furia. Pero no lo hizo. Le dejó hacer. No había podido entrar en él, ni hacer que se confiara. Si no estuviera a miles de kilómetros, hubiera llamado a Jorge para que se acercara. O a Dani. Estaba segura que ellos podrían hacer que se abriera. Algo le atormentaba que hacía que no fuera feliz, que no desarrollara todas sus habilidades.

-¿Y ese Lucas que nombró Arlen?

Ventura apoyó su mano sobre la de Olga que seguía acariciando su rostro. Le dio un beso y la sonrió. La miró esperando una respuesta a su pregunta. Olga supo que al menos, Ventura seguiría a su lado mientras estuviera en Estados Unidos. Se aprestó a responder, pero llegó en ese momento la camarera con todo el pedido que había hecho Ventura. Olga abrió mucho los ojos. Había comida y bebida para cinco. Y todo tenía un aspecto estupendo.

-¿Hemos invitado a alguien a comer y no me he enterado?

La voz de Olga marcaba la broma, pero también estaba llena de dulzura.

-Siempre dices que es mucho, pero luego acabas por comerme parte de lo mío. Espero que hoy tengas suficiente y me dejes comer mis patatas fritas a gusto. Y no me quites los últimos mordiscos de mi hamburguesa. No sé dónde lo metes. Estás como un tren y comes como un regimiento.

-Tu tampoco estás mal, querido. Y no te quedas atrás manducando.

-¿Quién es ese Lucas del que habló Arlen? – Ventura repitió la pregunta antes de darle el primer mordisco a una de las hamburguesas que se había pedido. El sonido gutural de placer que salió de él, fue claro signo de que era de su gusto.

-Otro de los chicos de Jorge. Ese no me tocó a mí. No lo conozco. Era un poco mayor que el resto. Creo que es uno de los últimos que sacó Jorge. Él no se acuerda, pero Lucas … tiene obsesión con Jorge. Lo persigue, le pide selfies como un fan más … un día, estaban Jorge y Dani revisando sus teléfonos antiguos y se fijaron en él. Tenían de él casi veinte selfies en distintas épocas.

-Si no se acuerda ¿Como sabéis?

-Otros chicos le han contado. Jorge ahora deja a todos que se acerquen a él. Pólux fue el primero. Marcó un cambio en el escritor, al menos en ese aspecto. Fue en la Feria del libro de Madrid del 19. En cuanto vio al joven, supo, porque lo confundió con Dani.

-¿Tan parecido es?

-De cara no tanto. En los gestos, en la forma de “estar”, la constitución física, la altura, sí.

-¿Ha hablado Jorge con ese Lucas?

-No. Lucas desaparece si Jorge hace amago de acercarse a él. Sigue acechándole. Todos sus escoltas llevan la foto de Lucas en el móvil. Si le ven, le avisan y Jorge intenta acercarse. Pero se escabulle siempre. Parece que, según le han contado, tiene … un sentimiento de amor-odio por él. Le salvó, pero él quería morirse. Jorge lo impidió. Esa es la parte del odio. Pero no puede dejar de lado, que fue el único que intentó ayudarle.

-¡Joder! Para qué habré preguntado. ¿Y ese Fidel?

-No sé quien es. Tengo que preguntarle.

-¿Sabes de otros?

-Sí. Jorge entró en acción unas cuantas veces.

-¿Y esa manera de luchar?

-Ese es otro misterio. Parece que uno de sus vecinos, un tal Manolo, una de las personas que suplían las atenciones que no le prodigaban sus padres, le enseñó a pelear. Pero no sabemos por qué ese hombre, era tan diestro en esas artes.

-No entiendo bien eso de suplir a sus padres.

Olga le resumió como era el trato que los padres de Jorge le prodigaban. Y como despreciaban a su hijo por como era.

-No era solo ser gay, era que le gustaba escribir. Según ellos estaba en babia. Y no valía de nada que sacara buenas notas. Siempre tenían un reproche. Sus Nanas y ese Manolo y sus hijas, se convirtieron en su verdadera familia. Claro, y sus hermanos. Los dos mayores, Miguel y Gaby eran sus guardaespaldas. Y Gaby es el hermano del que no se acordaba Arlen y que vendía los trabajos de Jorge. Y la pequeña, Nati creo que se llama, era la Princesa de los tres hermanos. Ahora vive aquí, en Nueva York. Y no se habla hace muchos años con sus padres. En cambio, con sus hermanos, habla casi todos los días.

-¿Y si le preguntáis a ese Manolo?

-Murió en los primeros embates del covid.

-¡Joder! Cada vez que pregunto, bofetada como respuesta.

-He vuelto a quedar con Arlen la semana que viene. Tenemos que hacer una lista de las cosas que nos tiene que aclarar.

-Los premios literarios de Jorge, esos que ganaron otros con sus novelas.

-Detalles de lo de Dilan, que nos permita encontrar su rastro oficial.

-Su profesor de piano. Puede que tenga que ver con esa otra rama de la trama.

-A ver como planteamos el tema de lo que has dicho antes, de la posibilidad de que ayude a algunos viejos compañeros.

-Y que nos hable de esos compañeros que se convirtieron en unos cabrones.

-¿Estamos seguros de que Rubén es Brenan y no Dilan? Si eran tan iguales …

-Las amistades de Carlota. Las de verdad. ¿Habéis hablado con ese abogado que parece se ocupa de los asuntos de Rubén?

-Está de viaje. Tardará. Cuarentenas, ya sabes.

-¿No coge el teléfono? ¿No lee sus correos?

-No sacamos nada de su despacho, mas que está de viaje y no se le puede molestar.

-¿Ha ido de turismo sexual? No me jodas.

-Es una posibilidad. – dijo Olga con gesto resignado.

-¿Y si sus clientes tienen una urgencia?

Olga se encogió de hombros.

-Estas hamburguesas están muy ricas. Me gusta este sitio.

-Suelo venir a menudo. Suele estar lleno. Pero a veces ser del FBI tiene sus ventajas. Siempre acaba apareciendo una mesa libre – Ventura guiñó el ojo a Olga. – Y encima, como pago sin rechistar la cuenta sin pedir un descuento por ser del FBI, me tienen más consideración. Una cosa ¿Eso de que el concepto de olvido es frecuente en los títulos de Jorge? Solo tiene una novela en que aparezca. Te lo oí el otro día …

-De las que tiene escritas y no publicadas, la siguiente también es un olvido: “La vida que olvidé”. Es la que hubiera publicado si no le convencen de que se saltara dos. Por eso publicó “La Casa Monforte”. Es una de las novelas que le han robado y publicado por todo el mundo. La novela que me ha dado Mark, pensé que era esa. Pero era “Una boda sin novios”. Es posterior a la que te he dicho antes.

-Tenemos que preguntarle a Arlen por los otros hermanos de Fausto. Si la madre de los gemelos era la hermana hippie, se supone que hay otros que no eran hippies. Puede que Fausto se haya refugiado con ellos.

-Serán hermanastros. Con Lazona de apellido, no aparece nadie.

-O se cambiarían luego los apellidos.

-Es otra posibilidad. O se quemarían los archivos. En este caso, sucede a menudo.

-Una familia curiosa.

-¿Tu padre no tendría relación con él? Relación comercial me refiero. Con Campero si parecía tenerla, si lo invitaba a vuestra casa.

-Es posible. Ya le preguntaré si tengo ocasión. Creo que viene la semana que viene. Me ha dicho de quedar a comer.

-¿Aquí?

Ventura se echó a reír.

-Me llevará a otro sitio. Suele querer ir al restaurante de José Andrés. Pero éste le gustaría.

-Pues márcate un tanto trayéndolo. Marca tú la agenda por un día.

-A lo mejor te hago caso. Por cierto, ten.

Ventura sacó un libro de la bandolera que llevaba. Se lo tendió a Olga.

-Caín Varta. “En un lugar de la tierra prometida”. – leyó Olga en voz alta. Miró a Ventura que estaba pendiente de su reacción. Olga lo abrió y empezó a leer en silencio. Mientras lo hacía, iba cogiendo alguna patata frita del plato de su compañero, que masticaba despacio. Luego, hacía un gesto con los dedos como para limpiarse los labios. Leyó cinco páginas. Sonrió y miró directamente a Ventura.

-Es de Jorge. ¿Cómo lo has descubierto?

-Luego, cuando me fui a casa, empecé a darle vueltas. Ese libro lo leí hace un par de meses y pensé que su forma de narrar me recordaba a Jorge. Me encantó. De hecho, tengo otro de sus libros. Si quieres, está traducido al inglés. Yo es que suelo ir a una librería que vende mucho libro de España. He pedido los anteriores. Se les habían agotado.

-Ya sabemos al menos el nombre que utiliza. ¿Me lo dejas?

-Claro. Por eso te lo he traído. Si no, te lo hubiera contado y ya.

-Esta noche me pongo a leerlo. Ya verás cuando se lo cuente a Carmen. Devora los libros de Jorge. “La angustia del olvido” la habrá leído cuatro veces.

-Me encanta esa novela. Coincido con Carmen. Pero a mi “Las Gildas” … tiene algo irresistible para mí. No es de las más nombradas pero me fascina. Estas, las de Caín Varta, se venden muy bien, me ha comentado la librera. Y no se hace nada de publicidad de ellos. Es un boca a boca. ¿De verdad que no os había dicho nada de estos libros? ¿O pudiera ser otra de las robadas?

-No. Mira, viene el nombre de la editorial española: “Alma de poeta”. Conozco la editorial. Es pequeña, pero tiene cosas interesantes. El dueño y editor es un engreído, pero tiene gusto. Y odia a Jorge Rios – Olga no pudo evitar reírse. – He coincidido con él en alguna presentación. Si supiera la identidad de su autor estrella …

-¿Será posible que no sepa quién es? Tanto secretismo … ¿Por qué?

-Si lo quiere mantener en secreto, es lo mejor. Las debe tener guardadas en otro sitio. En su nube, parece que no. Ahí parece que solo tiene sus obras oficiales, por llamarlas así.

-Las que tienen su mundo particular.

Olga asintió con la cabeza.

-Está claro que Jorge es un pozo de sorpresas. No acabo de entender por qué publica con otro nombre.

-Para desligarse de la editorial Campero. Me imagino. O para sacar toda esa ingente producción literaria que tiene aparcada. Da igual, porque no tiene compromiso con ellos. Podría publicar la próxima novela en otra editorial. Firma contrato por novela. Nunca quiso atarse a ellos. Y eso, que según tengo entendido, al principio le insistieron mucho. Nando incluso llegó a enfrentarse a él por ello. Fue en lo único que no cedió ante su marido.

Olga se sonrió. Se le había ocurrido una coña y se estaba riendo ella sola.

-Lo que daría por poder contárselo a Dani. Si ya suele mirarlo con desdén cuando se pone a escribir de madrugada, como si tuviera que entregar a su editorial la novela que tiene comprometida al día siguiente, le mira con desdén y le dice:

Sí, escribe, que como no tienes nada acabado que publicar, corre prisa. Son las cuatro de la madrugada. Cuantas son ¿Quince novelas las que tienes acabadas sin publicar? ¿Cinco mil relatos cortos, la mitad de ellos de ochocientas páginas? ¿Me quieres decir cuando coño vas a poder publicar todo lo que tienes pendiente? No te da con una vida, escritor.”

-Si llega a saber que tiene cuatro novelas más publicadas, y seguro que tiene alguna pendiente. Esta que parece la última es de hace un año.

-Justo en pandemia sí.

-¿Quince novelas? ¿Cinco mil relatos? ¿He oído bien?

-O más. Cada vez te dice una cifra. Pero Dani cree que son muchos más. Y cuidado, muchos relatos son novelas.

-Eso es una barbaridad.

-Ten en cuenta que es lo que le gusta, escribir. Le dedica todo el tiempo que puede. Y para que negarlo, tiene una cierta facilidad. Es capaz de estar más de cinco horas sin dejar de teclear, sin siquiera levantarse para ir al servicio.

-Una cosa más – dijo Ventura – antes de que dejemos los temas laborales y hablemos del tiempo. Hemos descubierto a Guillermo, el hermano del violinista de Javier.

-¿Ah sí?

-Tenemos pasado mañana asientos en un vuelo del FBI a Nueva York. Ya lo he arreglado para que te cubran en el curso.

-Bien. Te toca entonces estudiar su informe.

-Ya lo he hecho.

-Entonces te dejo que me invites esta tarde al cine.

-¿Quieres ir al cine?

-Si me invitas, sí.

-Eso está hecho. Nos da tiempo antes a tomar un helado en una heladería que te va a flipar.

-Me vas a tener que acompañar a correr. Todo esto engorda.

-Cuando volvamos de NY, quedamos a correr. Sin problema. O si quieres, mañana mismo.

-Está todo buenísimo. ¿Te vas a acabar esa costilla?

-¡¡Olga!! ya te has comido mis patatas. No te he dicho nada, pero lo has hecho.

-Es por no dejarla. – Olga puso su mejor gesto de niña buena.

-Come anda. Eres un caso. Siempre haces lo mismo. Por mucha comida que pida.

-¿Me la dejas entonces?

Ventura no pudo evitar una carcajada mientras Olga alargaba el brazo para cogerle el plato.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 88.

Capítulo 88.-

.


 Jorge sintió el mensaje de  Javier en el móvil. Le susurró algo a Carmelo  y salió del bar.

Javier lo esperaba en la esquina de las confidencias, como empezó a llamarla Jorge para sus adentros. Era claro que todos sabían que era discreta y que era fácil de vigilar. Jorge se dio cuenta también que era uno de los pocos puntos en los que no estaban a tiro de ninguna ventana o tejado.

-Me has dejado preocupado. – le saludó Javier.

-No es para menos – respondió el escritor al sentarse en frente de él.

Jorge le contó con detalle la conversación con Jorgito.

-Tiene miedo de que lo maten. – resumió cuando acabó su relato.

Javier levantó las cejas. Traslucía las dudas que tenía en como afrontar el tema. Al final se decidió a confiar en Jorge.

-Algunos de los presos que están cerca de él lo protegen. Y un par de funcionarios que no son de la cuerda del Director. Y lo mismo hacen parte de los guardias civiles destinados en esa prisión. No tiene nada que temer. Luego te doy el teléfono de uno de ellos por si quieres hablar con Jorgito o avisarle de algo.

Jorge miró sorprendido a Javier. Era claro que aún estando en baja forma, intentaba prever todas las contingencias.

-Ese Director …

-Un mal tipo que le llegará su turno. Hay que tener calma con él. Dime las sensaciones que te ha producido la llamada de Jorgito, a parte de que tenga miedo. Por cierto, no le digas nada de que está protegido. Es preferible que esté medio asustado. Así estará siempre alerta y no cometerá errores. Y sobre todo, no destapará a nuestros colaboradores. Nos hacen falta para otros temas, incluido hacer que caiga el director de la prisión.

Jorge asintió con la cabeza mientras ordenaba sus ideas.

-No me cuadra que Dimas fuera el que dijera eso de Rubén. Según me he dado cuenta poco a poco, el que manda en esa familia es ella. Es casi una la jefa de una mafia. Por eso el fundador de mi editorial le hizo divorciarse de su propia hija y se casó con Rosa.

-¿Y eso de que fue hace meses?

-Yo creo que se habrá equivocado. Estar en la cárcel, puede que el tiempo le parezca ahora enorme. Que un día es una semana. Es como con la pandemia, que el tiempo tomó otra medida.

-Supones que Rosa entonces, entró en la familia para proteger a “la familia”.

-O para potenciar su línea de trabajo. No se trata de familia, se trata de … negocios. Vale, perdona, te refieres a “familia” como asociación mafiosa. En esa “línea de trabajo” entra el tema de mis libros y el beneficio extra que sacan de ellos. Dimas, según me voy enterando, es un perfecto inútil, vago y que lo de leer no es lo suyo. Alguien me ha dicho que ni siquiera lee las obras de sus autores. Ese trabajo lo hacen los demás. Le pasan un brief y eso es lo que sabe de las obras de sus escritores. Parece ser, y me lo ha contado alguien que sabe del mundo editorial, en mi caso, decidió publicarme Bonifacio Campero … – hizo una parada dramática antes de decir su segundo apellido – Valbuena.

Javier reaccionó de inmediato. Se lo quedó mirando.

-Sí, sí, como diría Gomaespuma, de los Valbuena de toda la vida.

-¿Conociste a ese Bonifacio? La verdad no hemos encontrado ninguna relación entre Bonifacio y el abogado Valbuena. Su yerno RoPérez, sí, porque su abogado es de su bufete, un tal Josua Pino. Es el que tramitó la adopción de Rubén. Pero relación personal o cercana entre ¿Estás seguro de que son familia? No era ni su abogado, si nuestros informes no están equivocados.

-Me resulta curioso cuando menos. No tengo constancia de ese vínculo. Si no lo encuentras … puede que fueran primos lejanos o que no tengan nada que ver, vete tú a saber. Que yo sepa no he tratado con ese Bonifacio. Es más, hasta que me comentó Ovidio su importancia en que yo acabara publicando y luego me lo corroboró Óliver, no era consciente de su existencia. En todo caso, lo saludaría en algún evento. Como si me presentan al director de Antena 3 o al CEO de Iberdrola. Tener una charla a solas o que me hablara de su opinión sobre mis novelas, no, desde luego. Ni que nadie me hablara de él para que tuviera cuidado porque era el amo del cortijo. Dimas no lo citó nunca en todos nuestros años de relación. Pero fue, según me contaron Ovidio y Óliver, el que habló con los libreros para que leyeran mi novela, antes incluso de aceptar publicarla. En aquel entonces, estuve unos días dudando sobre si lanzarme a publicar o no. Me entró el miedo. Y bueno … lo utilicé para acercarme a Nando. Pensaba entonces que lo quería. Quizás solo porque se había preocupado por enviar mi novela a una editorial. O su madre. Puede que fuera ella la que conocía a alguien en la editorial. Eso tengo que hablarlo con Juana. No lo tengo claro. Hay cosas que las tenía como verdades absolutas y que cada vez, según pasan los días, me parecen irreales, como si fuera una historia que me aprendí en su momento porque me venía bien o porque me interesaba para quitarme un poco de ansiedad. Quizás deba tener una conversación de nuevo con mis amigos de entonces. Creo que el principio de mi historia con Nando lo había idealizado un poco. En aquella visita primera que hice al barrio, algo me dejaron caer, pero ciertamente estaba tan … centrado en volver a reencontrarme con algunas personas que me ayudaron mucho cuando era joven …  me perdí un poco en los sentimientos. Me anuló completamente mi ímpetu investigador. Fui un mal detective.

-¿Y los de tu pandilla?

Jorge hizo una mueca de pesar.

-Con los que más me veo es con Helena y Pol. Y no entramos en profundidades. Evitan los temas que me puedan hacer daño. Con Aiden, que sería la otra opción, después de su aparición estelar de la mano de Finn, un crápula de principio a fin, me ha hecho ser precavido de momento respecto a él.

-A lo mejor deberías ir a pasar una tarde con ese matrimonio, Helena y Pol y plantear tú los temas que te interesan. ¿Y el otro día cuando fuiste a ver a tus nanas?

-Tengo que pensar. Yo creo que sobre algunas cosas, mis nanas … ya son mayores. Y me pasó como el primer día que te decía antes, fui mal detective.

-No te flageles por eso, es normal. Ese reencuentro con tus seres queridos te vendrá bien a la larga. Y respecto a tus nanas, yo no pensaría de primeras que son mayores. Por lo que me dicen Fernando y su equipo, ninguno notó nada en ellas que hiciera pensar en esa posibilidad. Flor también es de esa opinión. Estuvo mucho rato hablando con ellas esa tarde. – Javier hizo una pausa antes de volver a lo que le preocupaba. – Ese Bonifacio … actuaba, como un capo. Organizando hasta el matrimonio de su hija. Es algo alucinante. Ella no lo reconoce, claro. Pero cuando llamó florero a su marido, lo dejó patente. Y cada vez tenemos más determinado que hacen vidas separadas, salvo cuatro apariciones públicas y otras cuatro reuniones con amigos. Cada uno vive en una parte de la casa. Hasta tienen entradas independientes. Estos detalles que cuentas hacen que algunas cosas tengan algo de sentido y abre un ciento de interrogantes.

-Las personas que me han hablado de él, me dicen que era todo un carácter. Muy pocos se atrevían a toser delante de él, por si acaso. Mis nanas dicen que tenía a su hija firme. Ellas eso sí, dicen que le cogieron el punto y que a ellas las respetaba. Es que mis nanas son todo un carácter, sobre todo defendiendo a su gente y sus principios. Y entre estos últimos está el no dejarse pisar por nadie, sea ministro o el yonqui del barrio. Y eso de que Nadia y ella fueran compañeras de clase y amigas … me ha descolocado.

-Eso lo comprobaremos con calma. De todas formas, te diría que no minusvalores a Dimas. Puede que sea vago y que no le guste leer aunque trabaje en una editorial. No creo que las trampas en tus ventas, las haga la editorial, al menos todas. Una parte es en su único beneficio. Es él, solo él. Tiene varias cuentas a parte de las comunes con su mujer. Esas cuentas son discretas y en ellas hay ingresos regulares provenientes de todos los países donde publicas oficialmente.

-O sea que con todos tiene acuerdos … con todas las editoriales que publican a lo largo del mundo. Pero no me creo que en España …

-Tendrá el mismo acuerdo con tu editorial matriz. Ahora no te puedo decir con seguridad si en esas cuentas ingresa tu editorial en España. Es difícil de seguir, son ingresos pequeños. Muchos, pero pequeños. Algunos incluso por cajero. Tengo la impresión de que esa parte que te sisan en las ventas donde publicas oficialmente, es un tema de Dimas. Lo de los países en los que no publicas oficialmente, es de la editorial a través de otra sociedad pantalla. Y esos actos o colaboraciones con medios que haces y que tú crees que son sin cobrar, los beneficios que reportan son de la editorial. Las conferencias, los cursos a parte de los de la Universidad, las colaboraciones con “El País”, todo eso se lo quedaba la editorial.

-Eso me pasa por no hacer caso a Sergio Romeva que hace siglos se ofreció a representarme.

-Yo creo que no te interesaba, a parte de que pusieras como excusa a Nando. Tenías a todos contentos. Quitabas el foco de ti. Te dedicabas a escribir, que es lo que te gusta.

-No acabo de entender como has llegado a algunas de esas conclusiones.

Javier levantó las cejas y se encogió de hombros a la vez que sonreía.

-No están basadas en pruebas fehacientes. Es una interpretación con más o menos toques de imaginación de los pocos datos que de momento hemos podido recabar. Esos temas son farragosos. Y muchas de esas investigaciones las deberá practicar tu abogado. Será quien deba encargarse de la reclamación del dinero que no te han ingresado. Y si te refieres a mis afirmaciones sobre ti y tu forma de comportarte esos años, luego si quieres profundizamos. Me temo que volveremos a ellas.

-¿Y qué tanto por ciento me chinga?

Javier se sonrió. Jorge no quería entrar en ese último tema planteado.

-Eso ya te he dicho que se lo dejo a Óliver. Dile que llame a Tere que le dará los datos pertinentes. O mejor dicho, las estimaciones que ha hecho hasta el momento.

-Ya se lo he dicho. Me comentó algo el otro día Fernando. Creo que esperará a tener un esquema aproximado de la situación. Ya me ha dicho que hay días que se siente un inútil redomado.

-Tere consultó unas cosas a Fernando es cierto.

-Así que mi negativa estos años a publicar, ha jodido a Dimas por partida doble: le jodo su comisión como editor mío y le jodo lo que me roba de las ventas oficiales. Me alegra al menos tener ese robo confirmado.

-Ahora solo hay que documentarlo convenientemente. Y que Óliver saque las cuentas. Tendrá que hablar con todos los editores extranjeros. Ten en cuenta que … el dinero que ingresas y que supongo que es lo que la editorial considera tu parte, suma bastante. Creo que me comentó Tere que puede que supere los tres millones de euros en los cinco últimos años. Pero Tere ha echado las cuentas buscando datos de ventas en alguno de esos países y luego extrapolándolos a todos.

-Cinco años de no publicar. Imagina de ser cinco años de ir publicando a un ritmo normal, una novela por año.

-Me han comentado que en muchos países han hecho ediciones especiales. Y que se han vendido bastante bien.

-No me suena haber firmado nada de eso. Puede que yo no haya visto un duro de ellas. Óliver tiene mucho trabajo. Cuando entre de vuelta al bar, le cojo un momento y se lo comento de nuevo. Está con sus padres. Pero entonces no acabo de entender ese movimiento de Bonifacio de obligar a Dimas a divorciarse de su hija y casarse con Rosa. Ya lo tenían todo controlado. Cada uno con su parcela de beneficio a cuenta del tonto del pueblo, yo.

-¿Y si Rosa en realidad su misión era protegerte a ti? Que esos negocios de Nando y tu afán por proteger a los chicos víctimas de Anfiles y tus actuaciones en ese sentido, no te pusieran en peligro. Si lo miras de otra forma, eres una mina de oro para ellos. Mantienes su alto nivel de vida. Y mantienes a la editorial. Y yo, tras tu última entrevista con tus nanas y el tema de los relatos y trabajos que vendías ¿Y si Bonifacio te compró algunos de ellos? Si no entendí mal a mis compañeros, vendiste hasta novelas.

-¿De qué o de quien me tiene que proteger Rosa? – Jorge parecía no haber escuchado nada sobre sus relatos y libros vendidos. A Javier le dio la impresión de que no le interesaba entrar demasiado en ese tema. Estaría procesando esos nuevos recuerdos aflorados por su cambio de actitud ante la vida. Su vida.

-De Dimas. De Nando. Protegerte para que siguieras escribiendo sin que te robaran demasiado. Para hacer a la editorial Campero una editorial potente. – Javier decidió continuar con otros temas y respetar el silencio de Jorge. – Protegerte, ya te he dicho, de Anfiles. Por cierto, hasta ahora no nos hemos dado por enterados del nombre de esa asociación. Procura no citarla cuando hables con terceros. Siempre se me olvida advertirte.

Jorge asintió con la cabeza. Pero él tenía en la cabeza otras cosas. Y retomó la conversación en una de ellas.

-Si al menos pudiera hablar con Narcís Terragó, me sacaría de algunas dudas.

-Pues parece que está de viaje. Eso nos dice su mujer. Y no creo que te sacara de ninguna duda. Lleva relativamente poco en la editorial, pero lo puso Bonifacio. Ese Terragó, está entregado a la causa. Lo único que buscaba Bonifacio era una mejor gestión de los recursos y de los autores. Algún testimonio que hemos recabado, dice que ha querido echar a Dimas de la editorial varias veces, porque pensaba que en él convergían todos los problemas de la editorial. Pero Bonifacio no le dejó. Parece ser que lo consideraba un mal necesario.

-¿Terragó estaba casado? No sabía.

Esa revelación despistó a Javier que lo puso de manifiesto con el gesto de sorpresa que se le instaló en la cara. Y también volvió a tener claro, que Jorge esa noche no estaba receptivo a según que noticias. Seguramente al cabo de unos días las procesaría adecuadamente. Javier tuvo la certeza de que muchas de las preguntas o cuestiones que le sacara se iban a quedar sin respuesta.

-No me mires así. No lo sabía. Efectos secundarios de las drogas. Tampoco es que fuéramos amigos, vaya. Y si me vas a preguntar, no tengo constancia de conocer a su mujer. Y si ahora me dices que la conozco, me caigo de la silla.

-Secundarios y primarios, me parece a mí. Ese era uno de los objetivos de tomarlas – dijo Javier mirando fijamente a Jorge. – No te voy a decir que conoces a la mujer de Narcís Terragó. No tenemos constancia de ese hecho. Pues mira por donde, Rubén, está confirmado que es hijo adoptado de Carlota, la ex-mujer de Dimas, y su nuevo marido. La adopción es cuestionable a todas luces. El proceso de adopción, quiero decir. Los documentos que figuran en la misma son falsificaciones, a eso me refiero. La misma filiación de Rubén es falsa. En el expediente figura una partida de nacimiento falsa. No pongas esa cara, es falsa, sí. Hemos podido encontrar su partida “verdadera”, en papel, porque en el sistema no figura. La de su hermano y también la de Nabar. Hasta ahora, lo que nos contó ese joven, todo se va confirmando. Nos está costando encontrar las evidencias, porque alguien se ha entretenido en borrar, destruir, quemar y demás. Pero parece ser que el tema lo llevó Bonifacio Campero. Vamos, llevar, lo propició y lo organizó. Un proceso raro. Han intentado cargarle el muerto a Óliver Sanquirián, como abogado encargado. Era una lección que tenían bien aprendida Carlota y su marido. Poner siempre el nombre de Óliver. Pero ante las fotos que les mostró Carmen, no pudieron decir quién de ellos era tu abogado. Ellos debían saber que era pelirrojo y ya. Porque, ya te digo, todos los papeles del expediente son falsos. La documentación de Rubén es falsa. Parece que ya hemos acreditado pagos de sobornos a dos funcionarios. Y el abogado que efectivamente lo llevó, Josua Pino, ya está apartado por el colegio de abogados de practicar la abogacía. Y puede que en breve acabe en prisión.

-¡Anda! Rubén sería nieto del dueño de mi editorial. – Jorge se calló de repente – ¡Qué bobada acabo de decir por evidente! Y de alguna forma, sería primo de Jorgito.

-Casi más bien hermanastro. Un poco forzada la relación, pero … es hijo de la ex-mujer de Dimas. Pero la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de adoptarlo? ¿Y Lazona? En esa partida de nacimiento falsa, figura Fausto Lazona como padre biológico. Y como madre, una señora que hacía la limpieza en su casa y que murió hace años.

-No tengo recuerdos de “Fausto” de tan antiguo. No creo que en aquel entonces, veintitantos años … él pudiera pagar una gestación subrogada. Y tampoco creo que pudiera pagar una compra de un niño. O dos, si tenemos en cuenta al hermano de Rubén. Y hasta donde yo sé, su gusto por las mujeres fue … igual o menor a cero. Eso lo amañó de alguna forma. Si figura él como padre en su partida de nacimiento, es falsa. ¿De quién te dijo Nabar que eran hijos los gemelos?

-Ya, pero luego los documentos no dicen eso. Según él, eran primos. Y sus madres, gemelas. Serían hermanas de Fausto Lazona. No hemos encontrado nada de esas hermanas gemelas, hermanas de Lazona. Lo poco que tenemos claro es que la adopción posterior por el matrimonio RoPérez y Campero fue todo un fraude. – Javier había abierto los brazos para mostrar su impotencia – Bonifacio puso a su hija y su marido como los padres, porque él era demasiado mayor para adoptar. Pero ellos no tienen ninguna relación sentimental con él. Ni sentimental ni de ningún tipo. Yo creo que están a la expectativa para quitarle todo lo que fuera que le dio su “abuelo”. Por eso toda esa pantomima de aparecer siendo su tía y muy preocupada por las andanzas de Rubén. Por un lado dicen que no saben nada, pero por otro, parece que o alguien les informa o directamente tienen alguien siguiendo al chico. Todo esto es lo que dice la documentación que presentaron en la adopción por parte de Carlota y su marido. Pero sabemos que Fausto Lazona era tío biológico de Brenan y Dilan. Por alguna causa, cuando los “hizo” sus hijos, lo hizo de esa forma. Amañando los documentos de nacimiento. ¿Para que no apareciera su hermana? ¿Será que está viva? Nadie dice claramente, pero parece que se da por supuesto que falleció. Y de la madre de Nabar, de esa sí que no hay nadie a parte del interesado, que la nombre siquiera.

-A no ser que en realidad Nabar y Brenan y Dilan sean hermanos y las hermanas gemelas sea un caso de trastorno de personalidad disociativo u múltiple. Me ha despistado un tema. Otilio Valbuena como hemos dicho al principio de la conversación, no era el abogado de Bonifacio. ¿Por qué se ocupó de esa adopción?

-¿Porque el abogado oficial no quiso hacerlo? – Por el gesto que puso Javier, su afirmación era solo una conjetura.

-¿Y por qué esa Carlota aceptó ese chanchullo? ¿Necesitan dinero? Habrán heredado la fortuna de Bonifacio.

-Recuerda del carácter que se dice que tenía Bonifacio. Me imagino que su hija se plegaría a sus designios sin rechistar. La herencia. Ese es otro … misterio. No sabemos que ha pasado con la herencia. Hace años, antes de lo de Rubén, Bonifacio Campero hizo una donación a sus hijos. Le dejó claro que era todo lo que iban a ver de su fortuna. Eso al menos declaró la hija ante Carmen y Kevin. Cuidado, que la donación fue de casi treinta millones de euros. Y la tal Carlota, había heredado de su madre todo su patrimonio. Su hermano en el caso de la madre, no heredó nada. Y eso le supuso casi doscientos millones más y la casa. Y sigue cobrando de un fondo fiduciario. Casi un millón al año. Trabaja como relaciones públicas de una Fundación de una entidad financiera, por lo que cobra también casi cien mil al mes. El marido tiene un puesto en una multinacional con sueldo de cerca de los trescientos mil. Nadie lo conoce allí. Pero cobra.

-Todo eso de sus ingresos es muy interesante, pero perdona, me he quedado con lo de que Carlota tiene un hermano. ¿Es cierto eso? El otro día me lo dijeron las nanas, pero no acabo de

Javier se lo quedó mirando. Jorge hizo un gesto con la cabeza negando. Ese tema le desconcertaba. Lo había desechado.

-No puede ser que sea Tirso. Yo creo que mis nanas se equivocan. No encontraron una redacción que dijeron que le habían confiscado a él, como la que quitaron a su hermana. Yo vendía trabajos y redacciones. Gaby era el negociante. Yo las escribía. Yo creo que mis nanas se equivocaron con la novela. Se confundieron, vaya. La redacción de Carlota la encontraron.

-Pero ese “hermano” era mucho más joven, Jorge. Es mucho más joven, que no le ha pasado nada. No le pudiste vender relatos ni trabajos, porque tú ya publicabas. Ya no vivías en el barrio ni apenas tenías relación con tu gente de siempre. Hacía muchos años que eso era así. Ya no vendías trabajos de clase. Lo que pudo haber pasado es que el chico imitara tu forma de escribir porque te leía. La casa de Carlota tenía todas tus novelas. Ella dijo que serían de su padre. Puede que ese Tirso las leyera y le gustaras y te imitara. Eso pudo confundir a las nanas. Y pudieron confundir las fechas. Pero eso lo arreglas yendo a tomar un arroz con leche a su casa. Seguro que ellas están encantadas de hacerte diez o doce litros.

-Que exagerado eres. Doce litros de arroz con leche.

-¿Que no te lo comerías?

-De una sentada, no.

-Pero de dos sentadas

Jorge hizo un gesto con la mano desechando la posibilidad. Aunque Javier detecto que había empezado a salivar, solo pensando en esa posibilidad.

-Perdona – Jorge volvió al tema – El que estoy un poco confundido soy yo. ¿Por qué no heredó de su madre? Y si se llevaba tantos años, ese hombre debe ser adoptado. ¿O no?

Javier se sonrió. La sonrisa era de resignación, porque no quería que Jorge hubiera llegado a esa conclusión. Se arrepintió de haber dicho nada que tuviera relación con el hermano de Carlota.

-¿La conociste entonces? A Carlota me refiero. Por los trabajos que la vendiste. – Javier cambió de tercio para apartar a Jorge del tema del Tirso hermano de Carlota.

-Yo no lo creo. En todo caso sería Gaby, mi hermano, que era el que vendía. Yo solo escribía. Creo que eso ya te lo he dicho antes. Debo pensar en serio en tomarme unos días de relax. Eso del hermano no me acaba de

Javier miró al cielo resignado. No había conseguido su propósito de apartar al hermano de la conversación.

-Un hermano tiene, desaparecido en Estados Unidos. No tienen contacto. Es lo que nos dijo Carlota Campero.

-Define desaparecido.

-Nadie aquí sabe dónde se estableció. No está muerto, ni ingresado en la cárcel o en una casa de reposo.

Jorge arrugó el entrecejo. Su cabeza estaba funcionando a toda máquina, pero no acababa de llegar a ninguna conclusión que le satisficiera.

Javier no estaba cómodo ocultando a Jorge que Olga lo había encontrado. Pero quería saber con detalle lo que ese Tirso falso tenía que contar. Tampoco le confirmó que ese hermano de Carlota, era adoptado. Y que olía a que fuera un chico salido de esa organización. Ya habría tiempo, dependiendo de lo que sacara Olga de la entrevista y de la investigación posterior para ir poniéndolo al día. La tercera razón era que Javier pretendía que Jorge sacara sus recuerdos sin estar condicionado por la realidad que estaban encontrando en esa parte de la investigación.

-¿Hermano de sangre?

Javier suspiró. Decidió soltar otro bombazo, a ver si apartaba a Jorge del tema del hermano de la Campero.

-La que es hija adoptada es Carlota.

-¡La hostia puta! Me voy a tener que hacer un esquema. ¿Y el supuesto hermano es biológico? No me cuadra.

-Parece. – mintió Javier. – Aunque no podría la mano en el fuego. Estamos buscando partida de nacimiento. No tiene libro de familia. Y en todo caso, parece que no se llamaba Tirso. Parece que Bonifacio le cambió el nombre.

Todo eso se lo acababa de inventar Javier. Aunque le había salido una mentira un poco floja.

-¿Y no se trata la amiga Carlota con su hermano?

-Enfadados también. Me imagino que por el dinero. A Carlota me da que no le hizo nada de gracia compartir el dinero y a su padre con Tirso. El Príncipe destronado.

-Lo mismo que con Rubén. Aunque bien mirado, si dices que sacó de la madre doscientos millones para ella, y sigue cobrando de ese fondo y su trabajo le renta una buena cantidad, creo que llegará sin problemas a fin de mes.

-Ese es claro que no es santo de su devoción. Y eso que ya se ha llevado gran parte del patrimonio de la familia.

-¿Con alguien no está enfadada Carlota y su marido? ¿Tiene relación con alguien? Todos los que pueden aportar algo, o de los que puede aportar algo ella, “no tengo relación” “NNNNos importa una mierda lo que haga mi hijo”. “¡Hhhhuy! Pero mira, vamos a buscar al gilipollas de Jorge Rios para que nos cuente lo que hace por la noche, no vaya a ser que se fume un porro o se pula el dinero del abuelo. Y si le pasa algo al chico y no tiene testamento, pues heredamos y todo queda como debería ser, en manos de la hija pródiga.

-La mitad, la otra sería del hermano.

-Si no se entera porque no pueden contactar con él, y con la práctica que tienen en falsificar certificados de todo tipo, no creo que les cueste mucho que alguien les haga un pertinente certificado de defunción. O de renuncia a la herencia.

-Es un buen argumento – bromeó Javier.

-Dime con quién se lleva bien esa Carlota Campero.

-Con sus amigos importantes. Con esos no están enfadados, dicen. Con los que nos van a dejar sin trabajo si vamos a preguntarles.

-¡Que originales! Os amenazaron con que ibais a dirigir en tráfico. O al paro directamente. ¿Vais a ir a hablar con esos amigos?

-Carmen mañana se entrevista con tres. Y yo dentro de unos días, lo haré con un par más de ellos: El jefe de personal de esa multinacional y el presidente del consejo de administración. Si luego nos echan de la policía, espero que al menos nos des un plato de lentejas para comer.

-Contad con ello. Incluso algún día, garbanzos. – Jorge había dicho esa frase con gesto serio. Luego guiñó el ojo al comisario.

-Si tienen solucionada la vida, – siguió exponiendo Jorge su visión de la situación – no entiendo que necesiten más dinero e intriguen sobre el resto de la herencia. Sobre lo que le pudiera dejar a Rubén. Que tiene dinero, bastante, es cierto, solo su casa no es que fuera lujosa ni del tamaño de la de Álvaro, pero valdrá sus buenos centenares de miles de euros. Está en buena zona. Es un buen barrio. Pero al lado de todo eso que dices de sus padres … son minucias.

-Por experiencia, quien tiene, suele querer más, aunque no necesite. Es una cuestión de amor propio. Esa Carlota considera el dinero de sus padres de ella. El matrimonio no tienen gastos excesivos. Viven bien, viajan, pero no son unos manirotos. Según Teresa, no llegan a gastar lo que ingresan cada mes. Ni si se van de vacaciones.

– Al menos, esto de la adopción nos indica que era menor de edad. Si no ¿Para qué meterte en todo ese follón?

-Sí. No, en realidad no lo era. – Javier se corrigió rápidamente; algunos de esos nuevos datos descubiertos a raíz de su entrevista con Nabar, no los tenía interiorizados. – Aunque no pondría la mano en el fuego. No nos cuadran luego esas fotos …  las del álbum familiar de los RoPérez, ni las que te dio Martín  sacadas del de su familia. Si te digo la verdad, he mandado certificar que esas partidas de nacimiento y todas las de ese Concejo gallego, son reales y verdaderas. ¿Por qué fingir que el chico es menor de edad, si siendo mayor, puede decidir él de quién es hijo? Con ir al juez y hacer una declaración los padres y el chico, solucionado. Una precisión: en el expediente de adopción, consta esas declaraciones: por escrito y en vídeo delante del juez. O sea, que en realidad, no sería impugnable el resultado del proceso de adopción. Ahí me da que su abogado estuvo fino. O sea que debería saber que Rubén  era mayor de edad. Pero organizan todo este follón para adoptar como menor a alguien que si esa partida de nacimiento es cierta, tenía los diecinueve años bien sobrepasados cuando se inició el proceso. Porque es una cosa curiosa, en la partida de nacimiento falsificada, no respetaron ni la fecha que supuestamente es la real de Rubén. Ni el día, ni el mes, ni el año, claro.

-En esa red, los menores tienen un caché muy superior. Los de dieciocho son ya viejos. – afirmó Jorge. – Las fincas de esa gente está llena de tumbas de chicos ya “viejos” y que decidieron que estorbaban.

-Esa afirmación es chunga. – afirmó Javier en tono serio. Era la primera vez que oía comentar algo parecido.

Jorge se encogió de hombros pero no la matizó.

-¿Quería a Rubén entonces para ganarse adhesiones? ¿Para protegerlo? ¿Fue un favor a Lazona? ¿Para prostituirlo sin pagar el servicio?

-Pero Lazona …  no lo adoptó.

-No lo necesitaba, si figuraba como hijo biológico. ¿Por qué usa entonces su apellido? Aún ahora. Y si se enfadó con su padre por no defender adecuadamente a su hermano de esa agresión, es incongruente que siga llevando su apellido.

-Es el de su madre también.

Jorge abrió los brazos para exponer su perplejidad y sus dudas.

-Piensas que puede estar cambiando unos datos falsos por otros. – preguntó Jorge.

-En esto, no me fio de nada.

-¿Cómo descubristeis que esa Eva, la tía, era la misma Carlota?

Javier le contó a grandes rasgos como Carmen lo había descubierto al verla y reconocer una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda y un pequeño tatuaje que fue lo único que pudieron recuperar de las imágenes del hospital y de su encuentro fugaz en un pasillo. Javier aprovechó y le enseñó una foto de ella.

-Es cierto. Es ella. Todo mentira. Debo tener en la cara escrita la palabra “bobo”. Y yo haciéndome el sabelotodo y el descubridor de mentirosos. Presume de algo, que luego la vida se encargará de reírse de ti a la puta cara. Y no me suena de mi época de estudiante. Ten en cuenta, de todas formas, que Nadia y yo no fuimos al mismo curso. Y yo entonces ya, para que negarlo, me fijaba en los chicos, no en las chicas. Puede que me cruzara con esa Carlota en el patio. Pero para mi en esa época de descubrimientos, las chicas eran invisibles.

-Esas drogas en las que te escondías …

-Yo no me escondía – se defendió Jorge con vehemencia. – No sé que os ha dado para decir eso a cada momento. Me las daban y no me enteraba. Y desde luego, en el colegio, no tomaba.

-La droga de los chicos – bromeó Javier.

-Una droga visual, en todo caso.

Javier no dijo nada, pero su mirada era clara: “no te creo, Jorge. Sabías lo que tomabas y lo hacías porque te interesaba y cuando querías”.

-Por cierto, Nadia y la tal Carlota han seguido en contacto durante todos estos años. Su relación de amistad y cercanía sobrevivió al colegio y al instituto.

-Lo que me hacía falta saber para mejorar mi humor. Todavía tenía la esperanza de que se habían reencontrado en ese gimnasio.

-Fueron varias veces de vacaciones juntos. Su álbum de fotos es … concluyente.

-¿Quién más? Intuyo que me quieres dar la puntilla anunciándome que son íntimos de algunos de mis “amigos” … de esos que siempre han velado por mi bienestar. Acabas de poner la misma cara de socarronería que pone Nuño.

-Paula y Laín. El agregado cultural de la embajada francesa. Dimas, su mujer y los niños. Toni Fresno …

-Vaya, parece que Dimas se lleva bien con su ex. Todos bien juntitos. Sus dos mujeres, los niños … Ahora dime que Dimas y esa Carlota, divorciados, son amantes.

-De momento no te lo puedo decir. Pero me apunto el argumento.

-Y ese capullo de Toni sale mucho últimamente. – dijo Jorge enfadado sin hacer caso del intento de broma de Javier. – Me jode pensar que estuvo a cargo de los asuntos de Dani. Dani casi lo ha apartado de su memoria. Eso me extraña también. Alguna razón tiene que haber.

-Tiene un gran patrimonio. Parece que es un rentista. Le alquilan sus propiedades …

Jorge se quedó inmóvil. Algo parecía haber aparecido en su cabeza.

-Todo fachada. Id a ver cada una de esas propiedades. Serán alquileres cortos pero caros. Lava dinero. No se adecuan al alquiler. Habrá grandes reformas de esas propiedades. Y todo estará hipotecado. Será el contratista de esas obras a través de testaferros. – se calló un momento – Perdona por el desorden. Lo he soltado según me venía a la cabeza.

-¿Cómo lo sabes?

Jorge hizo un gesto para indicar que no acababa de tenerlo claro.

-Tengo la sensación de haber escuchado una conversación que no debí escuchar. Comentaban esos temas. Si buscáis a los usuarios de esos alquileres, veréis como están muertos la mayoría o son indigentes o pobres empleados del servicio de limpieza de cualquier pedanía perdida en el monte.

-Menchu, una compañera, el otro día se enfadó un poco, porque se quejaba de que cada dato que nos daba, le procuraba otros veinte para descubrir. Hoy la entiendo perfectamente. Cada cosa que te digo, me abres un ciento de interrogantes. Quisiera que me ayudaras a responder preguntas, no a que me haga más.

-Tú lo tienes fácil: le pasas la pelota a Carmen o a Patricia o a Olga … y ellos lo pasan a otros … no me das pena Javier. Me da pena esa Menchu, que será la que reciba el encargo. O Raúl cuando está en la oficina, o ese Bruno que me hablan a veces de él y que es un genio desde su mesa y que muchos días me acompaña a través de los auriculares. O los dóberman de Patricia o los acólitos de Tere.

-Debería darte pena yo – se quejó Javier sonriendo – Pero sigue descubriéndonos tus recuerdos cuando aparezcan. Nos abres mucho la mente y el arco de posibilidades, algunas de las cuales no se nos habían ocurrido.

-Ojala pudiera acordarme de todo lo que …

-A lo mejor lo has escrito.

-Lo malo es que tampoco me acuerdo de todo lo que he escrito. Es tanto … el ochenta de esas historias no las recuerdo. No recuerdo ni por qué las tengo en unas carpetas o en otras. Muchos de mis “episodios nacionales” los tengo en la carpeta de desechados. Hasta Martín descubrió cientos de relatos nuevos que yo no tenía presentes y que él no había visto hasta ese momento. Y los sigo sin tener. Martín el otro día me entresacó unos cuantos, y no he podido leerlos. Tengo reparo. Me da miedo, te lo juro.

-¿El día que se unieron Helga y Raúl en Concejo?

-Sí. No recordaba más que uno de los relatos que me seleccionó Martín. Y hasta descubrió varias carpetas que ni él había visto. Creo que está poniendo etiquetas ahora. Ha empezado por los relatos que tiene presentes. Pero para leer todo eso y etiquetarlo y poder luego encontrar algo …

-A lo mejor le podías decir a Fernando y Raúl que te ayuden. Confías en ellos. Si se lo reparten con Martín, y Helga … me olvidaba de ella … puede que tengamos una visión más … algunos de esos relatos puede que nos iluminen.

-Siempre digo que lo que no quieres que se sepa, no lo digas en voz alta …

-… y no lo escribas o lo subas a tus redes sociales. Pero tú, algunas de esas cosas, sí las escribiste. Mira ese Jordi, del refugio de ese pueblo de Burgos. ¿No te fijaste luego que no tiene ni un solo teléfono apuntado en su móvil?

-Aluciné. Que pedazo de memoria debe tener. Y cuanto miedo. Deberíamos acercarnos a verlo.

-Cierto. Tenemos que buscar un día y vamos los dos. ¿Y eso que te he dicho de que te ayuden …?

-Pero no quiero quitarles más tiempo … ya van a husmear al hospital de Rubén … buscan a esos músicos … me da palo meterles en este asunto también. Pero algo tendré que hacer. Había pensado en Ely pero me lo quitaste de la cabeza el otro día.

-Si no pueden o están cansados, te lo dirán. Tienen confianza contigo. Además, eso lo pueden hacer en cualquier lado. Hasta viendo el fútbol.

-¿A ti no te molesta?

-Mientras no me pidan horas extras … – Javier le guiñó el ojo. – Puede que nos ayude a encontrar respuestas. Si me molestara, no te lo estaría diciendo.

-¿Y Lazona?

-Veremos. Vamos a empezar un cribado entre los vecinos de su última residencia conocida. No figura como fallecido. Y tampoco parece haber salido de España. Aunque puede estar en cualquier país de la Unión Europea. Está también entre las amistades de Carlota. Y en las fotos parecen muy … cercanos. Ella hasta ahora lo niega. Justifica las fotos como … encuentros fortuitos. Dice que le dio otro nombre.

-Casualmente adopta a uno de sus hijos. ¿Del hermano o hermana dice algo?

-Nada. En alguna de las fotos hay dos chicos que no se les ve bien, que podrían ser ellos. O lo mismo pueden ser tus sobrinos. O los hijos del agregado cultural. Las fotos de Martín son más esclarecedoras. Ahí se les ve a los dos. Dos chicos claramente. Y esa pequeña cicatriz de Rubén es la única forma evidente de diferenciarlos. Y como sueles decir tú, la forma de estar. Es distinta también. Esas fotos en casa de sus padres, evidencian de forma palpable su relación. Creo que falta poco para charlar con Paula y Laín oficialmente.

-Puede haber cambiado de identidad. Lazona.

-Pero ¿Por qué?

-Miedo. Vergüenza. O que tiene mucho que ocultar.

-O que callar.

-Entonces volvemos al miedo.

Jorge hizo un gesto con la cabeza dándole la razón a Javier.

-Y nada … todo esto dicho con muchas reservas. La identidad de Rubén es todavía una incógnita. Fíjate que lo que tengo … si te digo que voy a hablar mañana con el comandante Garrido para que vea si su gente de allí, de ese pueblo de Galicia puede preguntar por esa secta que pasó allí un tiempo. Y por esos nacimientos.

-¿A parte de pedir certificación de la autenticidad de los documentos?

-Y a parte de buscar al funcionario que los firmó. Y a todos los que estaban por allí en el registro y en la parroquia. Estoy buscando hasta al cura. Hasta la señora que cuidaba del cura. Y todos esos papeles los va a estudiar un perito caligráfico. Y cotejaremos los resultados con los falsificadores que tenemos documentados.

-El cura es un personaje importante en esos pueblos pequeños. Y más si hablamos de hace veinte años.

-Todavía nos queda ir desentrañando las dos o tres identidades que ha tenido antes de esa. Y el motivo del interés del abuelo Bonifacio en Rubén. Y lo que más me extraña, es que su pariente abogado, no … trabaje para su editorial. Si es que es pariente. Pero se ocupa de la adopción.

-¿Dos o tres identidades? No me jodas. Ahora que pienso, los asuntos de la editorial los suele llevar el bufete de Noé Freire. Si son parientes, no se llevan muy bien.

-Carlota, la hija, si parece que se lleva bien con Otilio. – a Javier casi se le escapa que los dos charlaban en el Intercontinental mientras ellos comían con el embajador y sus amigos.

-Les unirán intereses comunes. No creo que sea una relación tío – sobrina. Además, si dices que el tema de la adopción de Rubén lo llevó uno de sus abogados … Una cosa, ahora que pienso. ¿El Otilio ese no ha hecho movimientos para sacar a su pupilo del atolladero? ¿No ha llamado al Presidente del Tribunal Supremo o al mismísimo Presidente del Gobierno?

-No. Al revés. El abogado que le defiende no es de su bufete y se lo paga él. De hecho, me comentan que están preparando el despido.

-Ya lo contratará algún amigo. Seguro que no pasa como con Óliver que Otilio  fue llamando a todos los bufetes importantes para que no lo contrataran.

-Creo que ahora, al contratarlo tú, le han llamado de alguno.

-No me ha contado. Y he hablado hace un rato con él de algunos temas.

-Ha sido hace un par de días. Se lo comentó a Luis, el Guardia Civil. No les dejó ni exponer sus condiciones. Parece que está contento con la vida que le has proporcionado. Yo creo que según se lo propusieron, lo ha apartado de su cabeza.

-Sería interesante saber que bufetes son los que le han llamado de repente para interesarse por sus servicios. Que bufetes quieren estar al tanto de mis asuntos. O de los de esos otros clientes que ha recuperado en los últimos tiempos.

-Podías preguntarle.

Javier sonrió guasón. Jorge se echó a reír.

-No me perdonas que te insinuara la conveniencia de tener una charla con los RoPérez y con el chico, Nabar.

-No. No te lo perdono. De hecho, no te lo perdona nadie en la Unidad. Les has dado trabajo para semanas enteras.

-Me da que cada paso que demos … como decías antes, nos va a dar un montón de preguntas y pocas respuestas. Estamos todavía lejos de que la dinámica cambie y encontremos más respuestas que nuevas preguntas.

Javier se encogió de hombros resignado.

-Todo alrededor de ese chico es raro. Teresa está perdida en el maremágnum que se ha encontrado en ese tema. En este rato que llevamos hablando hemos encontrado más incongruencias. Cada cosa que descubrimos, cada detalle, cada relación, lo complica todo. Según hablo contigo, me doy cuenta que mi relato es confuso. No lo tengo claro. Voy a tener que dedicar un día a hacerme un esquema en una de mis pizarras.

-Y ese desconocido con mil identidades, el “nieto” supuesto de Bonifacio Campero, va a la puerta del colegio de Jorgito y se presenta. “¡Hola, soy tal, amigo de Jorge! Me ha hablado mucho de ti.” Es muy raro. De forma indirecta pero se podía decir que son familia, como hemos comentado antes.

-Eso es una forma de verlo interesante. Quizás por eso lo buscó. Porque sabía también de su cercanía contigo. ¿Y si había leído tus cuentos? Los que le escribiste

-Rubén ha leído todas mis novelas, eso no hay duda. Y con atención. Los cuentos … no te diría que no. Muchos del círculo cercano de Dimas lo hicieron. Clarita y su padre se dedicaron a presumir de ellos con todo el que se puso a tiro. Y cada vez parece más claro que Dimas y ese Lazona son cercanos. Lo que me jode de verdad es lo de Laín y Paula. Eso me pudre … y mañana voy a verlos … y te juro … no sé como voy a conseguir disimular la mala hostia.

-Si te ves mal, es mejor que pongas un pretexto y te largues. No es conveniente tenerles prevenidos. Carmen quería ir a hablar con ellos después de que me mandara Raúl las fotos que había encontrado Martín en su álbum familiar. Tenemos que tener muchas más cosas …

-Te lo juro … me dan ganas de …

-Te afecta más porque están Martín y Quirce por medio.

-Sí, pero … no sabes el puñetazo que me dio Martín el otro día cuando me dijo que … me ponían a parir desde aquello de Dani, cuando la paliza aquella. Como si les hubiera jodido la vida por salvar al chico. Y ni siquiera les trataba entonces. Es una evidencia más que se acercaron a mí por el interés. ¿Qué buscaban entonces? Ni idea. Pero es que les daba igual el estado de Dani. Y luego van presumiendo de ser amigo suyo. Incluso con alguna gente, presumen de que han apoyado y defendido a Dani cuando ha hecho falta. Y Dani tiene esa idea metida en la cabeza. Si algo lo escuchas cien veces, piensas que es verdad. Me indigna. Según lo que le entendí a Martín, todo era porque les fastidiaba a ellos no sé qué cosas.

-En esa reacción hay temas que desconocemos. Tuvo que haber algo que tu acción … ellos tendrían algún interés que pudo verse afectado porque tú sacaras a hostias a Dani de esa fiesta.

-A lo mejor no es mala cosa que Carmen vaya a hablar con ellos de esa época, pero sin … digamos … que se sientan acusados de nada.

-De momento acusar … solo podemos decirles que son unos cabrones que te han traicionado durante once años o los que sean que dura tu amistad. Pero eso de momento, no es delito.

-¿No lo es? – Jorge lo miró extrañado. Javier empezó a negar con la cabeza y a sonreír – Pues debería serlo – dijo Jorge a la vez que le guiñaba un ojo. Pero enseguida se puso serio – Javier escucha bien lo que te digo: llegará un día en que tú o Carmen o quién determinéis, detendréis a uno o a los dos.

Javier se sonrió. Carmen y él habían llegado a la misma conclusión cuando hablaron de ello.

-El tema de los padres de Martín ya llegará en su momento. No has comentado nada del tema de que Martín conozca a Tirso.

-Otra vez Tirso por medio. Si está en USA, no puede ser el mismo con el que queda Martín. Digo. ¿O sí? ¿Bilocación? Escribí un relato una vez en que yo era capaz de eso. Todavía estoy procesando la noticia. Y esperando a encontrar un momento adecuado para repreguntar. Martín no parece que quiera hablar de nuevo del tema.

-Cuando vuelva Olga de Estados Unidos, le decimos que se haga la encontradiza. Al fin y al cabo, ella conoce a Tirso también.

-¿Y se ven?

-¿Tú lo sabes? Pues yo tampoco. Es uno de los secretos de mis amigas. Y yo los respeto. Tampoco me quedan muchas opciones. Ellas también respetan mis secretos.

-Vaya. Tienes secretos. No me lo esperaba – Jorge volvió a poner su gesto de marcar ironía.

-No como tú, no te jode. Eres el hombre con más secretos que conozco.

-¿Yo? ¿Yo? Pero

-No cuela tu momento drama-queen.

-¿No? – Jorge se echó a reír.

-Volvamos a Rubén. – Javier retomó la seriedad de la conversación – Sobre todo deberíamos determinar la cronología de toda tu historia con él. Hemos revisado las cámaras de los alrededores del colegio de Jorgito las dos semanas anteriores de su altercado con Rubén. No aparece éste. Ni buscando y encontrando a Jorgito, ni explorando el terreno. Lo normal, dicho también entre comillas, es que se acercara antes a echar un vistazo. Está claro que no quería abordarlo en su casa. No solo hemos buscado en los horarios de la clase de gimnasia, sino en las salidas y entradas. Rubén no aparece.

-Pocos días antes se presentó Rubén delante de mí. Espera un segundo, se me acaba de ocurrir … Carmelo me dijo … ¿Te importa que le diga que se una a nosotros?

-No. Pero no podéis estar los dos … perdidos. Sois los protagonistas. Si desaparecéis al final saldrán a buscaros y no quiero que nos vean hablar. Luego los comentarios serían ingobernables. Y eso no nos interesa. Prefiero que nadie sepa que estoy aquí hablando contigo.

-Chico, esa pareja tan buena que hacemos, hemos tenido una necesidad incontenible de morrearnos en intimidad. Y además, está Cape de guardia. Ya que se va a dar el piro, que haga un esfuerzo los días que le queden. Que creo que no van a ser mucho más de dos.

-¿Ya te ha dicho Cape que se va?

-Me ha anunciado una charla para luego o mañana, no sé. Era evidente desde hacía semanas. Por lo menos para mí. Dani no ha dicho nada, pero … él lo conoce mejor. Le va a costar asumir su falta, ya lo verás. Aunque la espere. Pero me jode que lo sepáis vosotros y que a él no le ha dicho ni mú.

-Pareces enfadado con él.

-Lo estoy. He cambiado de parecer respecto a él. Ahora a todo lo que hace o dice, le saco faltas. Casi te diría que es un alivio que se quite de en medio. Creo que acabaríamos discutiendo a lo grande. Creo que en el fondo, le ha hecho mal a Dani.

Javier no pudo reprimir una carcajada. Jorge, sonrió y mandó un mensaje a Carmelo. No tardó nada en presentarse.

Carmen decidió volver caminando a la Unidad. A la entrevista con el programador de la Filarmónica Altamira, le había llevado Lerman, uno de los compañeros que se encargaba de proteger a Javier en la distancia. Sintió su móvil vibrar. Lo sacó y se sorprendió al ver el nombre de Dídac en la pantalla.

-¿Algún problema con Juan Ignacio?

Carmen se sonrió. Era claro que Dídac no perdía el tiempo en saludos o conversaciones intrascendentes.

-No. Ha ido bien. En el fondo es un buen hombre a pesar de que se haya dejado manipular por ese hijo de puta. Le he dicho cuando puede ir a escuchar a Sergio. Creo que piensa llevar a su mujer.

-Pensaba que estaba mal.

-Lo está. Pero le gusta la música. Y le he dicho que escuchar a Sergio puede ser una experiencia maravillosa. Un paseo aunque sea en silla de ruedas, le puede venir bien.

-No sé que decirte. Ellos sabrán mejor.

-Es una mujer luchadora. Que nadie la de por derrotada antes de tiempo. Eso me ha venido a decir luego, con un toque de orgullo en la voz.

-Ojalá tengas razón.

-Escuchando a ese hombre, me ha dado pena.

Dídac resopló al otro lado del teléfono. Era su forma de demostrar que no tenía opinión.

-Quiero contarte lo que Juan Ignacio esconde. Por lo que de verdad acepta el chantaje de Mendés relativo a esa relación que tuvo durante meses. Él dice años, pero solo fueron unos meses.

-Dime.

-Una vez cogió dinero de una Fundación que dirigía. Su hijo Ramiro, el mayor, tuvo un problema médico. Un problema serio. Corría el peligro de quedarse parapléjico. Necesitaba ir a una clínica de Estados Unidos a tratarse.

-Vaya. ¿No lo descubrieron?

-Tapó bien el tema. Luego, además, lo devolvió. La mujer de Mendés tuvo mucho que ver en eso. Ya te habrá contado que tiene un gran patrimonio. Hablando con su amiga Claudia, sacó sus conclusiones. Y se lo dijo a cara de perro. Ella les adelantó el dinero. Todo se cuadró a la perfección.

-Pero mantiene la duda de si Adela lo sabe, no hubiera podido enterarse el marido.

-Algo de eso. Podías ir ese día a escuchar a Sergio tú también.

-No sé si me dará la vida.

-Creo que sería bueno que fueras.

-Voy a decir a Jorge que vaya también. Algo estás tramando.

-Eres una buena tipa, Carmen. Te dejo. Te mando la hora y el día por mensaje.

-Pero …si ya sé cuando …

Carmen se sonrió. Se había quedado hablando sola. No había tenido mucho contacto con Dídac hasta hacía algunos días. Pero lo que le contaban de él, se confirmaba.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 86.

Capítulo 86.-

.

¿Seguro que no te apetece venir?

Mark estaba abrazado a Olga al lado de la puerta de la suite que ocupaba en su estancia en Washington DC. Habían coordinado el viaje para pasar unos días juntos, haciéndolo coincidir con un descanso en el curso que estaba dando en Quantico a agentes del FBI.

-Vas a estar siempre reunido. Así aprovecho estos dos días para hacer unas gestiones que tengo pendientes.

-¿Vas sola?

-No. Tengo mi agente especial de enlace que me acompaña.

-¿El jefe Peter Holland? – Mark enarcó las cejas al nombrarlo y empleó su mejor tono irónico.

Olga se echó a reír.

-No creo que el Jefe de Operaciones del FBI se rebaje a hacer de agente de enlace con una policía española.

-Según me cuentan mis informantes, ha puesto mucho interés en que vinieras. Y te ha hecho de cicerone.

-Una cosa es que se muestre educado fuera del trabajo y otra que oficialmente me acompañe en mis pesquisas. – Olga le pasó la mano por la cara con cariño – O sea que tienes tu propio cuerpo de investigación.

-Siempre lo he tenido.

Esa última expresión, no pretendía que pareciera una broma, porque no lo era. Mark Lemon era un hombre muy poderoso. Cualquiera en un puesto parecido, valoraría mucho la información. Él lo hacía. Tenía su propia empresa de seguridad que se encargaba de su protección y de la de sus personas importantes. Y una parte de ella se dedicaba a recopilar información, no solo en internet sino a pie de calle de las personas con las que entablaba negociaciones o en su entorno tanto particular como empresarial.

-No te pongas tan serio, cariño.

-Lo que tenéis entre manos es serio, Olga. Lo sabes.

Olga fue la que se puso seria ahora.

-¿Eres consciente que un día, Carmen o Javier o Matías o yo misma vamos a tener contigo una conversación muy seria al respecto? Me repites mucho esa cantinela, pero tengo la impresión que eres tú el que no acaba de asimilar todas las implicaciones que este caso comporta.

-No estoy preparado para ello. Puede que tengas algo de razón.

-Nosotros tampoco estamos preparados para abordarte. Pero llegará un día en que sí lo estaremos. O a lo mejor no lo estaremos, pero tengamos que hacerlo de todas formas. Porque alguien cercano a ti, saldrá por ahí. Creo que deberías valorar adelantarte tú y poner en común con nosotros lo que seguro que has oído comentar a tu alrededor. Dudo además muy seriamente que ninguno de tus colegas no haya intentado invitarte a una de esas fiestas. Por agasajarte o por buscar tener algo en contra tuya. Y toda esa información ha tenido que aparecer en los informes de tu “equipo de información”.

-Te he dejado en la mesa una novela que me han hecho llegar. – Mark había escuchado atentamente a Olga, pero no hizo ninguna intención de aportar nada al tema. – Es de Jorge. Aunque no viene su nombre en la portada. A lo mejor le interesa. Es una aportación de mi equipo de información – Mark sonrió ligeramente a la vez que miraba de medio lado a Olga.

-¡Qué niño eres a veces! – Olga besó a Mark en los labios antes de ponerse seria de nuevo – ¿Novela robada?

-No está publicada por él, no. Está vendiendo mucho ahora en Estados Unidos. Si lees las tres primeras páginas, no tendrás ninguna duda de que es de él. Eso sí, está sin pulir. El que la ha publicado, no se ha atrevido a corregirla por si metía la pata. El mundo que ha creado Jorge es muy complicado. Solo él lo tiene completo en su cabeza.

-El que te la ha proporcionado entonces, conoce bien la forma de escribir de Jorge.

-Si no tuviera cerca de setenta años, podría ser uno de “sus” chicos – Mark imprimió a sus palabras un ligero tono de ironía. – Sabe que somos amigos de él. Suelo presumir de ello entre mis colegas.

-¿Somos amigos de él? Tendré que hacer algo para que esa afirmación sea cierta al cien. Te lo tendré que presentar cuando vuelva a España.

-O a lo mejor tiene que venir él a Estados Unidos.

Olga se sonrió pero no dijo nada.

-Ahora llamo a Carmen. Se lo cuento.

-Me voy. Si no, perderé el avión.

-¿Dos días?

-Sí. Cuando vuelva, tendremos cinco para nosotros solos. Piensa dónde quieres que vayamos.

-¿Y si me apetece no salir de esta magnífica suite?

-Es una propuesta interesante – a Mark le había salido un cierto tono insinuante.

Olga y Mark se besaron antes de que él saliera de la habitación con su maleta. En la puerta, le esperaban dos miembros de su empresa de seguridad. Olga salió al pasillo y le siguió con la mirada hasta que se metió en el ascensor. Le hizo entonces un gesto con la mano de despedida. Mark sonrió y le lanzó un beso.

Olga cerró la puerta y volvió al salón de la suite. Cogió la novela que le había dicho Mark. Cuando se lo había comentado, pensó que era “La vida que olvidé”. Pero no era esa novela, sino “Una boda sin novios”.

En un momento organizó su sistema de comunicación para llamar a Carmen y tener una videoconferencia. Quería saber las últimas novedades de todo antes de ir a ver al hermano de Carlota Campero, y por supuesto, comentar el tema del libro con ella. Su amigo del FBI, ese del que su pareja se sentía un poco celoso, había puesto a su personal a buscar al tal Tirso por todo Estados Unidos. Y lo había conseguido.

-¿Ha pasado algo? Tienes mala cara – dijo Olga a modo de saludo. No eran muy frecuentes las ocasiones que se podía ver a Carmen tan agotada.

-Creo que me voy a ir a la cama. Hoy he llegado al límite.

-Que tú digas eso, me preocupa. ¿Y Javier?

-Le voy a dejar que tire él un rato del carro. Le he dicho a Pati que se quede al tanto, por si acaso. Y que me avise si me necesitan.

-¿Me vas a contar las novedades? Voy a ver en unas horas al hermano de Carlota Campero. El FBI lo ha localizado.

Carmen le hizo un resumen de lo que había pasado alrededor del Jorge y Carmelo respecto a su comida con el embajador y sus amigos.

-A Javier le ha dado por hacer un poco de teatro. Y ha habido que organizar a todo correr un despliegue para mandar mensajes. Copiando a Jorge en la discoteca la otra noche.

-¿Quienes estaban en el Intercontinental?

-Pues se habían juntado varios amigos de Jorge y Carmelo. Otilio Valbuena tenía una comida de trabajo con varias personas interesantes.

-¿Políticos?

-Algunos. Y algunos jueces. Fiscales.

-¿Conocidos?

-El juez Roberto, por ejemplo. Y el Juez Tomares. El Fiscal Jefe de Cáceres y el de Toledo. El Consejero de seguridad de Castilla la Mancha y el jefe de gabinete de la vicepresidenta de la Junta de Extremadura. Yolanda Vázquez, Consejera de economía de Castilla La Mancha. Había más gente en esa mesa, pero menos relevante, en un principio. Estamos investigando. Si estaban ahí, algo de poder tienen que detentar. Poder, o influencia en el que lo tiene. En otra mesa comían Carlota Campero y algunos de sus amigos poderosos. Carlota se ha saludado con Otilio. Con mucha cercanía. Creo que estamos en lo cierto al pensar que están buscando la forma de quitarle la herencia a Rubén. O puede que estén buscando la forma de librarse de los problemas que tienen.

-¿Sabemos lo que ha heredado ese chico?

-No. La herencia está sin repartir. Es un misterio. Pero en su cuenta aparecen todos los meses quince mil euros de nada de un fondo fiduciario. Da para vivir sin problemas.

-¿Se los gasta?

-Unos mil. Dos mil como mucho. Y desde la agresión, ni eso. El piso es suyo y está pagado. Y a parte, cuando trabaja, cobra bien. Y tiene prestigio. Así que sus cuentas tienen un envidiable saldo positivo de seis cifras antes de los céntimos. Y la primera de ellas no es un “uno” precisamente.

-¿Más personas de interés?

-Pues amigos de Carmelo. Willy Camino, Gregorio Badía, su representante. Elfo Jiménez y Guillem no sé qué. Nos pasó Jorge el otro día unos comentarios aparecidos en vídeos de Carletto. Son calcados a sus aportaciones en aquella conversación de wasap de Álvaro con ellos. Nos pasó las capturas de pantalla que había hecho Álvaro Cernés antes de que los borraran. Son calcados. Parece que ya tenemos a quién mueve esa campaña de acoso a Jorge y Carmelo en las redes. Y ahora además, con ese intento de agresión a Álvaro, todo tiene un color diferente.

-¿Qué le han hecho? ¿Está bien? Me lo presentaron en algún evento y era un tipo muy agradable y educado. Y no es mal actor.

-Eso … creo que hay mucha tela que cortar ahí. Ahora Jorge está con él. Estaba hundido. Menos mal que el bajón le ha dado después. Se ha defendido bien. Aunque su casa es siniestro total. Le querían marcar la cara. Rajársela, literalmente.

-Eso es por algún trabajo.

-Eso piensa Jorge. Aunque parece que hay muchas otras posibilidades. Parece que el Álvaro ese no ha elegido bien sus compañías últimamente.

-Alguna vez me han hablado de una trama de timar a los recién llegados al estrellato. ¿Te refieres a eso?

-Algo de eso hay. El resultado último es … la prostitución para pagar la deuda contraída por el ritmo de vida al que empujan a esos jóvenes. Es lo que buscan en realidad. A parte de ir cobrando comisiones de todas las tiendas, restaurantes concesionarios de coches, inmobiliarias donde les llevan a hacer gasto.

-Vaya. Es un tema serio. No pensaba que llegaba a esos extremos.

-Veremos lo que vamos encontrando. Va a ser difícil probarlo. De todas formas, en los dos caminos que puede seguir el tema de la agresión, hasta donde sabemos, parte de los implicados se solapan.

-Mira que bien. Mismos sospechosos para dos líneas de investigación. Más personas de interés que estuvieran en el mismo restaurante.

-No le digas nada a Jorge, pero también estaban Paula Freire con su grupo de adeptos. Y se reunían con, nos imaginamos que era el objetivo a agasajar, Justo Riu.

-No creo que la entidad que dirige se quiera meter en esas guerras.

-¿Dices?

-Mark tiene contactos con muchos miembros de su Consejo de Administración. Desde ahora te digo que si emprende alguna acción, es por su cuenta.

-¿Qué interés puede tener él?

-Como no sea convertir a su entidad en el banco de referencia de la Universidad Jordán … pero … quizás hay cosas que se nos escapan. Él ha tenido digamos una cartera de clientes en el banco muy selecta. Personas de mucha enjundia y con mucho parné. Ese siempre ha sido su activo para ascender. Una cartera que además, nunca ha querido soltar, ni ascendiendo. A día de hoy, sigue manejándola él. Directamente.

-¿Conoces a todos estos elementos?

-A Justo sí. Y a Néstor, Dídac y sus hijos, también.

-Éste hombre es amigo de Jorge ¿No?

-Más bien de Manzano. No creo que tenga relación con Jorge ni Carmelo. Directamente al menos. Manzano pertenecía al mismo círculo social que Justo Riu, antes de dejar su puesto de Jefe de Cirugía y coger el de médico de Concejo. Manzano se relacionaba con lo mejor de la jet set de Madrid. Néstor Edelweis, el Jefe de Operaciones de la entidad, sí es amigo de Jorge. Néstor es el marido de Dídac. Ahora con el tema de Sergio, seguro que Jorge le ha llamado para que nos ayude. Dídac conoce tanto a Carmelo como a Jorge. Los conoció a cada uno por separado.

-Voy a marcar a ese Justo por si acaso. A ver que otras coincidencias encontramos con el tiempo. Por su bien esperemos que esa cartera de clientes tan suculenta, que le ha hecho ascender, no le haga ahora acabar en la cárcel. Tienes razón con Dídac. Lo ha llamado Jorge. He hablado varias veces con él. No sabía que su “Néstor” era ese Néstor.

-Es ese sí. Y ya te digo, tanto Néstor como Dídac son amigos de Jorge y Carmelo. Entonces los mensajes hoy han llegado altos y claros a mucha gente.

-Sí. A sus destinatarios y a algunos que pasaban por allí y que tampoco está mal que se den por enterados. ¿Y tú?

-Me vienen a buscar en un rato. Un poli que lleva trabajando un tiempo con el FBI, pero que es español: Ventura Carceler. Me lo ha asignado Peter para que me acompañe estos días que voy a mover árboles.

-¿Es majo?

-Sí. Si puedo convencerlo, me lo llevo de vuelta a España.

-¿Tiene pareja? ¿Casado?

-No y no.

-¿Qué hace en el FBI?

-¿Huir?

-Pues si huye al FBI, al menos padrino tiene.

-Lo tiene. Ya te contaré.

-Oye, una cosa. Me acabo de dar cuenta que ese nombre me suena. Ventura …

-Lo tiene Javier en su carpeta de posibles fichajes.

-¡A joder!

-¿Ya te has acordado de él?

-Tienes razón, sería un buen fichaje. Tiene muchos aires para mi gusto, pero bueno. ¿Y hoy toca?

-El Tirso hermano de Carlota Campero.

-¿Lo habéis encontrado? – Carmen chascó la lengua para mostrar su enfado con ella misma – Perdona, si lo has comentado antes. ¿Ves como sí estoy para el arrastre?

-Vive cerca de Winston-Salem, en Carolina del Norte. En una finca que en apariencia se dedica al cultivo de gamusinos.

-O sea que no se dedica a nada.

-Exacto.

-¿Y que hace?

-Eso es una de las cosas que vamos a averiguar.

-Ya me contarás. Yo me voy a la cama. Te lo juro, no he probado el orujo y parece que estoy borracha.

-Apaga el móvil.

-Lo pondré bajito. No vaya a ser que Javier se encuentre mal y me llame.

-Si no descansas un poco, no podrás ocuparte de él. Te dejo, creo que Ventura ya ha llegado.

-¿Con éste no se va a sentir celoso Mark?

Olga se echó a reír.

-Creo que no. Cero posibilidades.

-Que ojo tenemos. Parece que el radar ese que reconocer a los gays, lo tenemos nosotras. Al menos tu novio, dormirá tranquilo.

.

-La madre que me parió. Llamo a Carmen para decirle lo del libro de Jorge, y se me olvida.

Olga acababa de abrir la puerta a su agente de apoyo. Al coger sus cosas de la mesa, se había encontrado con el libro que le había dejado Mark.

-Mándala un mensaje. Cuando se despierte lo verá.

-Le mando un mensaje directo a Jorge también. Recuérdame luego que le mande el libro.

-Me lo das y lo envío yo, no te preocupes.

-¿Seguro? No quiero acapararte.

-Ya me acaparas. – Ventura sonrió con ironía.

Salieron de la habitación y bajaron al garaje a coger el coche. Ventura había aparcado delante de los ascensores. Olga se sonrió porque utilizaba la misma táctica que Carmen y ella cuando no encontraban sitio para aparcar: dejarlo en medio con la sirena bien visible y en este caso el cartel de FBI a la vista. Esta vez había dejado hasta la sirena girando iluminada.

-He estado antes hablando con Carmen.

-Ya me has dicho.

-Hemos hablado de ti.

Ventura se sonrió mientras conducía.

-No pienso volver.

-¿Cómo sabes …?

-Vuestra fama de reclutadoras traspasa fronteras.

-Nos vendrías bien. Tienes mundo, hablas idiomas, eres inteligente, perspicaz … tienes contactos en Estados Unidos, en el FBI …

-Tú también los tienes. Y se te ha olvidado decir que me doy muchos aires, soy chulo, demasiado seguro de mí mismo, rebato todo lo que dicen mis jefes … soy insufrible, mal compañero, algunos dicen que soy vago y me aprovecho del trabajo de mis compañeros mi único fin en la vida es destacar sin dar un palo al agua. No tengo buena puntuación en tiro y tampoco destaco en defensa personal. Y salgo a correr como los domingueros, porque el gimnasio es demasiado esfuerzo. Recuerda que soy un vago.

-Pero a veces no es bueno que … sea yo … la que pida favores. Y que rebatieras a tus jefes de entonces, para nosotros es un punto a favor. No puedo creer que alguien dijera que eras un aprovechado y un vago. En tiro, tus puntuaciones no son buenas. Las cosas como son.

-Al lado de las tuyas, de las de Carmen y Javier, todas son malas, no te jode. Y algunas cosas que ahora no me salen. No exagero. Eso lo hace el estar dispuesto a todo por contentar al jefe de turno que te ha marcado con una cruz. Lo que verdad piensas es que soy carne de ser uno más de los que ocupen el diván de Jorge Rios. En vuestra Unidad, todos habláis idiomas y tenéis muchos hombres y mujeres de mundo. Tenéis un medio inglés, un medio francés, Javier habla hasta ruso, como Jorge … todos hablan al menos dos idiomas, tenéis especialistas en informática, en delitos económicos … Tú misma, hablas cuatro idiomas a la perfección. Tu amiga Carmen lo mismo. Tenéis contactos con gente poderosa. Tu novio, sin ir más lejos. No creo que creo que si os rebato a vosotros desde el primer momento, que lo haría, soy así, os sintierais cómodos y pusierais mi retrato en la pared de los compañeros modélicos.

-No he dicho eso. Lo del diván de Jorge … y sabes que en el tema que nos traemos entre manos, todos los apoyos son pocos. Y respecto a lo de la pared de los compañeros modelos, me llevas la contraria cada dos por tres, y todavía no te he soltado un tortazo.

-Lo piensas. Lo de Jorge y lo de soltarme un tortazo – lo dijo con visaje serio, aunque le guiñó el ojo y se le marcaron los hoyuelos en las mejillas, a modo de señal de broma.

-Si conocieras a Jorge no dirías “uno más en su diván”. – Olga le dio un manotazo en el brazo en respuesta a la segunda cuestión.

-¡Ahú! Haces daño – Olga puso gesto de indignación ante semejante afirmación. Ventura retomó la conversación ya en tono serio – Es una forma de hablar en el tema del escritor. Aunque hasta hace poco, ni siquiera daba oportunidad a que nadie le saludara. Era un fantasma levitando por las calles de Madrid a veinte centímetros del suelo y con la mirada perdida. Ignoraba hasta al que se chocaba con él.

-Eso quiere decir que lo conoces. Sabes de él. No me mires así, Ventura, no te enfades. ¿O es que intentaste hablar con él cuando estaba en modo asocial? Ahora es completamente distinto en ese aspecto.

-Perdona. No me malinterpretes. Me caéis de puta madre. Pienso que sois la hostia. De verdad. Lo pensaba ya antes, pero en los días que te he conocido, he corroborado mi impresión de que eres una mujer de bandera y una profesional todavía mejor. Estoy bien aquí, Olga. No tengo que encontrarme con nadie que me haga vomitar. Allí, estaría siempre pendiente de que esa posibilidad se hiciera real. Me dolía todo el cuerpo de las arcadas que me producían algunos. Y esa ansiedad de levantarme cada día de trabajo y no saber por dónde me iban a llover las hostias. Que sapos me iba a tener que tragar. Vosotros me caéis genial. Pero va a ser que no.

-Aquí no todos te caen bien.

-No tiene nada que ver. Te aseguro que por mucho que odie a algunos compañeros aquí, nada que se le parezca a lo de allí. Y tú sabes de lo que hablo. Antes me has dado a entender que tenéis un informe sobre mí.

-Precisamente queremos que nos ayudes a cambiar eso. A que no necesites desayunarte medio bote de Primperan. Ni tú ni nadie. Mi propuesta es en serio y no tiene caducidad. Es para trabajar con Javier, con Carmen, con Matías y conmigo. No dudo que sepas de todos nosotros. Y sabes que esos mismos que te producen arcadas a ti, nos las producen a nosotros. Tienes mi número de teléfono. Aunque ahora no te apetezca, puede que dentro de un tiempo sí. Que sepas que tienes un sitio en nuestra Unidad.

-No me gusta luchar contra molinos de viento. Es lo que hacéis. Y para una vez que le di el placer a mi padre para que tirara de influencias, no quiero defraudarlo.

-Le costaría mucho encontrarte acomodo aquí.

-Mi padre es poderoso. No sale en los papeles, pero … lo es. No creo que gastara más de media hora de su tiempo para conseguirme el puesto.

-¿Te llevas bien?

-No. Pero no quiso desaprovechar la ocasión para tener algo por lo que le debiera gratitud. Mira, esa es la finca.

-Veamos quien es ese Tirso.

-¿Será el del libro de Jorge Rios?

Olga se sonrió antes de contestar.

-No.

-¡Sabes quien es! – Ventura miró con admiración a Olga.

-Sí. Hablo con frecuencia con él.

-¿Y esta visita entonces?

-Que un tipo, hermano de una de las implicadas en el caso y que … acuérdate lo que te digo, todavía nos tiene que dar muchas sorpresas desagradables, esté medio escondido a miles de kilómetros de su hábitat, cuando menos merece una charla.

-¿Qué esperas? Sus razones pueden ser parecidas a las mías: romper con su entorno que no le era agradable.

-Otra víctima de esa organización. Y es cierto, la causa más probable es que su “familia” le repatee. Quiero conocer los detalles. Y espero que nos cuente cosas que nos ayuden.

-O uno de los verdugos que se arrepintió. O no se arrepintió pero se cansó y huyó.

-O un compañero de Tirso.

-Tirso puede que fueran varios. – propuso Ventura. – Alguna vez lo he pensado.

-Ahora veremos. Sí te adelanto que parte de lo que se le achaca en los mentideros a Tirso, no lo hizo él.

-Entonces de alguna forma me das la razón: Tirso son varias personas.

-Mirado de esa forma, se podría afirmar, sí.

La verja de la finca estaba abierta. Pasaron con el coche y llegaron hasta lo que parecía la casa principal. Era una casa de piedra y ladrillo, con una galería cubierta que ocupaba toda la parte delantera y por lo que parecía desde dónde estaban, un lateral. Había como varios ambientes: un rincón con sillones, para reuniones de amigos, otro espacio con mesas altas y sillas, como para fiestas más informales, un rincón de leer con una mecedora …

-Parece al menos que tiene cierta actividad social. Todo parece preparado para ello.

-No te fíes, puede ser todo diseñado y preparado por un profesional.

-Le falta un poco de alma, es cierto. Me recuerda un poco a la casa de Cape – eso último lo dijo más para ella.

A Olga le dio la impresión de que solo estaba en uso una parte de la mansión. Si sus informaciones eran correctas, no le extrañaba. Si ese hombre vivía solo allí, la casa era enorme para un solo inquilino. Uno de los edificios anexos sí parecía tener uso. Si hubiera tenido que apostar, era el taller del dueño de la finca. Y parecía dedicarse a la escultura. O a la alfarería. Aunque dudaba de que esa actividad fuera profesional.

Se bajaron del coche. Ventura se puso la americana y comprobó su arma antes de caminar hacia la casa. La indumentaria de los dos era incongruente. Ventura llevaba el uniforme oficial del FBI, traje oscuro y corbata, camisa color azul claro, con zapatos negros. Olga en cambio, vestía informal, con pantalones vaqueros ajustados, una blusa color beige y un chaleco largo de color rojo bermellón. Calzaba unas botas de caña media con medio tacón. Llevaba su arma, con permiso de las autoridades americanas, colgada de la cintura. El chaleco la disimulaba un poco, aunque no pretendía ocultarla del todo.

Ventura fue a llamar al timbre, pero un hombre de unos treinta y pocos, les salió al paso y se le adelantó. Se los quedó mirando impasible. Su gesto no era agradable. No parecía contento con la visita.

-¿Señor Campero? – preguntó Ventura.

-Hace tiempo que nadie me llama así.

La voz sorprendió a los dos policías. Era muy grave. Parecía salida de ultratumba. Aunque lo que más les llamó la atención era su falta de musicalidad. Olga suspiró con tristeza. Esa era una de las características que parecían tener muchos de los “chicos de Jorge”, como habían empezado a llamar a las víctimas de esa organización.

-Permítame que nos presentemos. – Olga le tendió la mano sonriendo.

-Olga Rodilla y ¿Usted? – Tirso cortó el intento de Olga mientras miraba a Ventura, aunque aceptó el saludo que le ofrecía una sorprendida comisaria.

-Ventura Carceler. – ahora fue éste el que tendió la mano a Tirso y se la estrechó.

El hombre levantó las cejas sorprendido.

-Jugamos entonces en nuestra juventud algunas veces que tu padre nos invitó a pasar algún fin de semana en vuestra finca de Extremadura. Sigues teniendo un aire a él, aunque no te haya reconocido al verte.

-Siento no recordarte. – Ventura lo miraba intentando buscar algún rasgo o gesto que le diera pistas. Le había sorprendido su afirmación de que se conocían. Tendría que hablar con su madre a ver si se acordaba ella. Ese hombre, de todas formas, parecía unos años mayor que él. En todo caso, se juntaría más con sus hermanos mayores. Quizás fuera mejor hablar con ellos.

-No me extraña. Yo procuro no recordar nada de lo de antes de llegar a Estados Unidos. Por eso vuestra visita no me agrada. Se me ha alterado el ánimo solo de verte Olga.

-¿Nosotros nos conocemos? – Olga lo miraba fijamente desde que el hombre hubiera demostrado que la conocía. No acababa de recordar. Prefirió reconocerlo en voz alta que andar a ciegas.

-Sí. Pero yo era poco más que un niño. Y tú mucho más joven. Aunque ya eras madre. He de decir en tu honor, que no parece haber pasado el tiempo por ti.

Olga se lo quedó mirando de nuevo. De repente su mente encontró el recuerdo. Se quedó anonadada. Se olvidó hasta de devolver o agradecer el cumplico que le acababa de hacer.

-Joder. Te llevó Jorge a la casa de acogida. Te sacó de una de esas fiestas. Nacho, Cosme y Jorge. Pero no te llamabas Tirso.

-Eres buena fisonomista. Deja aquel nombre en el olvido por favor. Aunque te acuerdes, o lo haga Jorge, no lo mientes ni lo pongas en ningún informe.

Olga dio un paso para abrazarlo. No lo pensó, simplemente le salió. Y el Tirso que había salido a recibirlos con gesto agrió aceptó con gusto el abrazo y cambió el visaje agrio por otro de sentirse bien. Olga recordaba perfectamente como Jorge lo llevaba aúpas y se lo pasó a ella y el joven se abrazó como una lapa. Aunque antes de que Jorge se fuera, volvió a sus brazos para besarlo profusamente. Luego, estuvo lloriqueando más de una hora en brazos de Olga.

-Solo tengo un par de recuerdos buenos de aquella época. Las caricias de Jorge en mi espalda para que me relajara, mientras me llevaba sobre su hombro hasta que me dejó en esa casa contigo, y tu abrazo eterno. Y las palabras que primero Jorge y luego tú, me susurrasteis al oído para que supiera que ya no me iba a pasar nada. No os niego que pese a que te debo mucho, Olga, tu visita me fastidia bastante. Hubiera preferido que no se hubiera producido nunca. Pasad. Al menos os ofreceré un café.

La casa por dentro era acogedora. No había fotos de personas, pero las había de animales. En la sala principal había un piano vertical en una esquina. Había bastantes figuras de barro como adornos. Eran bonitas. Le recordaban las de un artesano burgalés que había visto en algunas ferias y del cual tenía varias de ellas en su casa. Félix Yáñez. Al final se había acordado de su nombre.

-Es cierto, tocabas el piano – dijo de repente Olga.

-Lo sigo tocando. Algunos vecinos se acercan los viernes y hacemos una pequeña velada. Me sirve como excusa para tocar el resto de la semana preparando esa “actuación”.

-¿Cual es tu pieza imprescindible?

-El Canon de Pachelbel. Y una amiga siempre me pide el “Claro de Luna” de Debussy.

-El Canon me lo tocaste una vez.

.

.

Tirso se quedó mirando a Olga y sonrió.

-Es cierto. No lo recordaba. Viniste a verme y quisiste escucharme. Nadie me ha escuchado con tanta atención. Si no recuerdo mal te gusta la música clásica. Espera, me acabo de acordar, luego te toqué un minueto de Handel.

.

.

-Y algo de Chopin.

Durante un rato hablaron de cosas intrascendentes. Pasaron a la amplia cocina del anfitrión y se sentaron mientras esperaban a que el café estuviera preparado. Una vez que estuvo listo y Tirso se sentara con ellos en la mesa, parecía que era el momento para hablar de la razón que había llevado a los policías hasta esa casa.

Olga tomó la palabra y contó a grandes rasgos lo que había pasado con Rubén y la actitud de su hermana. Tirso escuchaba atentamente sin hacer prácticamente ningún gesto. Para Olga, fue claro que le interesaba lo que contaba, aunque no fuera posible hacerse una idea de lo que pensaba o cual de los protagonistas se alineaba más con su forma de ser y pensar.

-Es cierto. Bonifacio nos dio un dinero, mucho dinero, y nos dijo que no esperáramos más cuando muriera. Dijo que prefería que lo disfrutáramos mientras éramos jóvenes, para que pudiéramos crearnos un futuro.

-Pero tu hermana no parece que sea de la misma idea.

-Vamos a llevarnos bien. A Carlota te agradecería que no la mentaras de nuevo por nuestra relación familiar. Eso fue solo un papel. Así además le damos gusto, porque siempre me mostró su asco y su oposición a que me llevara parte de las atenciones de Bonifacio. Y claro, parte de su dinero. A estas alturas ya te habrás imaginado que si soy hijo de Bonifacio, es porque me acogió y me adoptó. Carlota nunca estuvo de acuerdo, reitero, y no ha dejado de demostrármelo continuamente. No tenemos ninguna relación ni la tendremos. Si no me ha quitado el dinero, es porque no ha podido. Estoy seguro que ha puesto mucho empeño en que sus abogados estudiaran algún tipo de acción para dejarme pelado. Si no lo ha hecho, es porque no ha encontrado la forma legal de hacerlo. Y por si acaso tiene ganas de matarme para heredar ella, hice un testamento al que di toda la publicidad que pude, en el que legaba todo a Jorge Rios. A él le debo la vida, es justo que si la pierdo, reciba lo que es mío.

-Eso quiere decir que crees posible que Carlota sea capaz de organizar algún tipo de plan o encargarle a alguien matarte.

Tirso se mantuvo en silencio con su mirada clavada en Ventura. Éste asintió despacio con la cabeza. Había entendido la respuesta a la perfección.

-Pensaba que en todo caso se lo habrías dejado todo a Rubén. Es tu sobrino. – Olga tomó el relevo a la hora de preguntar.

-De nuevo volvemos a lo mismo. Lo es por un papel. Ni es mi sobrino ni nada. Y en este caso, apenas lo he tratado. Y ser, aunque sea sobre el papel, hijo de Carlota y del fantoche de su marido, no es un punto a favor de él.

-¿No te llevas bien?

-Apenas lo conozco. No me interesa. No te puedo decir que tipo de persona es. Solo que no lo ha pasado nada bien en la vida. Pero eso no te da un certificado de buena conducta o de santidad. Sé de algunos “compañeros” que después se convirtieron en unos perfectos hijos de puta. Sencillamente no lo conozco y no me interesa lo más mínimo.

-¿No te apena que se quede con la herencia?

-No creo que haya mucho que heredar, comparado con lo que había. La casa familiar. Perdón, la casa de Bonifacio. La otra casa, la buena, ya se la quedó Carlota cuando murió su madre. Y el dinero de ella, que era bastante y de eso, yo no vi nada. La editorial. Pero ésta ha sido mal gestionada en los últimos tiempos y el único activo que tiene es Jorge Rios. Sin él, la editorial es humo. Y si es verdad lo que me cuenta algún amigo que me llama de vez en cuando, y Jorge se ha despertado y ha empezado a poner orden, esa editorial no tiene futuro. En cuanto Jorge les quite los ingresos extra que tenían gestionándole algunas cosas, como su agenda y algunas colaboraciones con algunas publicaciones, será un desastre.

-¿Por qué crees que Rubén no ha dado pasos para ejecutar la herencia? – Fue Ventura el que preguntó.

-No lo necesita. Y así pone nerviosa a Carlota. Es su madre, sí, pero porque Bonifacio era muy mayor para figurar como su padre. Si a mí me puso todas las zancadillas que pudo, me imagino que la vida de Rubén  ha sido penosa. Además, ya tiene una asignación mensual de un fondo fiduciario. Esa asignación es de por vida. Es intocable. De todas formas, nunca he tenido claro a que juega Rubén.

-¿De dónde salió? ¿Otro niño como tú?

-No, no. Para nada. – Tirso se calló de repente. Se dio cuenta que su tono podía llevar a malas interpretaciones – Eso no quiere decir que su vida haya sido agradable. Pero es distinta. Quiero decir, su caso es distinto.

-Necesito que nos ilumines. No acabamos de entenderlo. Y Jorge está igual de perdido que nosotros, y eso que algo ha recordado de ese pasado que tiene olvidado. Si no llega a ser por eso, estaríamos en un punto muerto. Al menos recordó a Lazona y alguna circunstancia de él y de Rubén.

-Aún así, estamos cerca de estarlo – apuntó Ventura sonriendo con tristeza. – Perdidos, me refiero.

-No sé su historia con detalle. Lazona el padre, tenía negocios con Bonifacio. Algo pasó en alguna de esas fiestas.

Olga espero que Tirso siguiera hablando. Estaba convencida de que estaba poniendo excusas para no contar lo que sabía. El silencio persistía. Estaba claro que tendrían que trabajárselo un poco más para conseguir más respuestas.

-¿Rubén y su hermano eran hijos de Lazona? – preguntó Ventura después de que Olga le hiciera un ligero gesto con la cabeza.

Tirso empezó a mover la cabeza en círculos. Bebió un trago de su taza de café. No parecía decidirse a contar, o al menos, no acababa de escoger la forma de hacerlo.

-La vida de la familia Lazona es complicada. No sé por qué os cuento todo esto, no me va a hacer bien a la paz que tanto me ha costado encontrar. – miró resignado a Olga – Os advierto que solo sé algunos detalles. De hecho, nunca he acabado de entender todas las ramificaciones, por falta de información seguramente. Advertiros que todo lo que os voy a contar, y no estoy todavía convencido de hacerlo, no lo sé por vivirlo, sino por escucharlo. – Se aclaró la garganta antes de seguir hablando – Brenan y Dilan eran gemelos idénticos. Veo Olga que ya sabes que Brenan es el nombre real de Rubén. Eso sí lo vi, su parecido era mágico. De hecho, nunca tenías la seguridad de con quién estabas hablando. Si los conocías mucho, había alguna pequeña sutileza que los diferenciaba. Son hijos de una hermana de Fausto Lazona. O sea, biológicamente los gemelos son sus sobrinos. La hermana hippie. No recuerdo su nombre, porque además se cambió el nombre y luego, para más inri, se hacía llamar de otra forma …  cada mes cambiaba de nombre …  estaba siempre puesta, en una especie de iglesia rara o comuna o lo que fuera, allí en Galicia. Esa iglesia luego, entre sus preceptos, estaban el de dar a los hijos a la comunidad. Esos hijos eran criados entre todos y en su caso, vendidos. Eso es lo que pasó con ellos con nueve años. Y con algunos otros. Os imagináis en manos de qué depravados cayeron. Todo esto, se lo oí contar una vez a Lazona hablando con Bonifacio. Yo ya no era un niño, así que creo que entendí todas las connotaciones de la historia. Todas … es mucho decir por mi parte, es una historia tan rara la mayor parte al menos.

De repente Tirso se calló. Pareció dudar de seguir contando. Movía la cabeza negando. Debía estar pensando que esa no era su guerra. No parecía conforme con ir pregonando los secretos de los demás.

-¿Has recordado algo especial? – se atrevió a preguntar Ventura.

-No sé por qué os estoy contando ésto. No creo que sea bueno para mí. No lo he hecho nunca hasta ahora. Esta historia nunca ha salido de mi boca. Ni casi he pensado en ella. Y según hablaba me he dado cuenta que no no creo que sea bueno para mi salud mental. No le encuentro una razón para ello. No es mi guerra.

Olga dejó un tiempo de reflexión en silencio. Luego, con cadencia tranquila y sosegada y un volumen y ritmo reposados, empezó a hablar de nuevo.

Rubén se está drogando para no ser consciente de su vida. Para no hablar con Jorge. Ha sido el desencadenante de todo lo que ha ocurrido después, del intento de asesinar tres veces al menos al escritor y a Carmelo. A Dani – aclaró Olga. – Una trama complicada en la que está implicado uno de los hijos del ex-marido de tu hermana perdón, de Carlota Campero: Dimas Nadiel. Su hijo mayor, Jorgito. Él fue en apariencia la mano ejecutora de la paliza que le dieron a Rubén, aunque todo parece amañado. A parte, hemos descubierto una trama lateral de esa organización … con músicos.

-Pues ya habéis tardado. No me puedo creer que no hayáis oído hablar de ella hasta ahora. No es algo nuevo, es de hace muchos años. Tantos como Anfiles, casi.

-¿Tú la conocías? – preguntó Ventura. Ventura empezaba a coger el papel de contrapunto de Olga. De romper la cadencia sosegada que intentaba dar ella. Su tono era más cortante, más brusco, sin llegar a ser violento o inquisidor.

-No llegué a esa organización por ese camino. De hecho, fue allí donde empecé a aprender música. Nada que ver con esa organización de músicos. Esos van por libre. Van de masones. Les gusta las túnicas y la parafernalia. Son muy clasistas. El maestro, el profesor, el músico, los actuantes, los felpudos, los señores …

-¿Tirso? ¿Fue él el que ?

-No. Si. Es largo de explicar. Tirso y yo éramos colegas. Posiblemente fuera yo el primero al que luego salvó. El buscó a alguien que me diera clases. Desde que tenía once años, Tirso era un tipo resolutivo. Parecía que tenía treinta. Ver a un niño actuar como un adulto, movía a muchos a plegarse a sus peticiones. Eso pasó con mi profesor de música.

¿Quién es? – inquirió Ventura.

-Ese es un dato que prefiero guardarme.

El hombre se levantó y se fue a mirar por la ventana. Tuvo un arranque y salió a la galería descubierta que ocupaba un lateral de la casa. Ventura interpretó que se iba a dar a la fuga y salió detrás de él. Pero se detuvo en seco al comprobar que se había parado en una de las columnas que sujetaban el piso superior de la casa y que miraba hacia el horizonte. Varios minutos. Olga se unió a él. Hizo un gesto a su compañero y se acomodaron en unas sillas altas que había al lado de dos mesas. La comisaria fue a decir algo, pero un gesto de su compañero la disuadió. Dejaron que el hombre pensara y decidiera.

-¿Te has acordado de mi nombre ya Olga?

Tirso se giró y sonrió a la comisaria. Ésta asintió con la cabeza.

-Arlen. – dijo en un susurro perlado de una sonrisa cariñosa. – Siempre me gustó ese nombre.

-Fui el primero al que salvó Jorge. Ahora me he dado cuenta de que fui el primero en muchas cosas.

La comisaria asintió despacio con la cabeza.

-Luego llegó Dani. Y Lucas. Y Fidel. Y otros varios.

Tirso se puso a llorar. Olga fue a levantarse, pero de nuevo, Ventura le indicó que lo dejara llorar a gusto. Olga, aprovechando que en la mesa había un cenicero usado, sacó un paquete de tabaco y cogió un cigarrillo. Ofreció a Ventura que rechazó el ofrecimiento. Se lo encendió y aspiró profundo el humo. Empezaba a ponerse nerviosa. No se acababa de acostumbrar a escuchar las historias de esos niños. Los recuerdos de Tirso que ahora asolaban en silencio su mente, también llegaban por oleadas a la cabeza de Olga, saliendo de estampida del baúl al que los confinó hacía muchos años. No era agradable recordar el estado en que llegaban la mayoría de los chavales salvados cuando Jorge o los colegas de Roger los dejaban a su cargo. Y eso, que al menos, llegaban tranquilos. Jorge se había encargado de que se serenaran. Escuchar a Arlen retomar su relato, la sacó de su ensoñación.

-Éramos inseparables. Tirso, Odón y yo. Luego se unió David. Los cuatro mosqueteros, con D’Artagnan. Hermanos, amigos, amantes los mejores de esa banda. Lo único que recuerdo de mi abuela es que me repetía: “hagas lo que hagas, sé el mejor”. Pues éramos los mejores. Hasta ese día en que de repente nos hicimos mayores: a Odón y a David los mataron a golpes, Tirso pasó dos meses en un hospital, quince días en que parecía que se moría … y yo … velando. Todo por diversión. Porque a esos tipos les apetecía comprobar cuantas hostias podíamos resistir. Y el resto mirando divertidos. Haciendo apuestas. El tipo que se encargaba de nosotros no sabía que decirme. Eran un buen hombre dentro de lo que cabe. Armando se llamaba. Creo, ahora no estoy seguro. Da igual. Lo mataron al cabo de unos años. Cuando Tirso se recuperó, tomó la decisión de que eso que nos había pasado, no volvería a ocurrir. Y empezó a encargarse él de los chicos. Un chico como nosotros, encargado del resto. Tirso se hizo respetar. Fue imponiendo algunas normas. Tiene una gran personalidad. Se creó su personaje, con los tatuajes. Marcó su ley. Aunque le costó. Ahí nació su fama. Parte verdad, parte mito. Supo apropiarse de alguna cosa que hizo Jorge, además así de alguna forma lo protegía, y de lo que hicieron algunos de los cuidadores cuyo nivel de aguante se sobrepasó y actuaron contra algunos de esos “señores”.

Se volvió a Olga y le pidió un cigarrillo. Ventura se apresuró a coger el paquete y acercárselo a Arlen. Olga estaba también afectada. Arlen cogió un pitillo del paquete y aceptó el fuego que le ofrecía el policía.

-Hubo otra fiesta en que la cosa se desmandó. Y volví a salir malparado. Tirso estaba lejos y no podía ir a ocuparse. Fue algo parecido a lo de Dani: un tipo que tenían vetado, se coló en la fiesta por ser amigo del anfitrión. Pero Tirso se las arregló para que Jorge fuera a sacarme. De hecho, ahora que pienso, mi caso fue casi idéntico al de Dani. Jorge y sus dos colegas. Tuvo que aplicarse esos tipos no parecían propensos a dejarme escapar con vida. Pero lo hizo. Se aplicó. En mi vida he visto luchar como lo hizo Jorge. Hubo momentos en que pensé que lo iban a dominar. Nacho llegó a tiempo de echarle una mano. Y luego Cosme. Éste sí salió un poco magullado del combate. Y aunque ellos eran muchos, ellos fueron los que acabaron mal. Alguno incluso, mal de verdad. Ni Nacho ni Jorge tienen piedad en esas circunstancias. Al escritor, ahora que lo pienso, creo que no le dieron ni un puñetazo. Salió sin un rasguño. Con las manos eso sí, un poco enrojecidas y calientes. Sentí luego ese calor en mi piel. Ese calor me reconfortó. Jorge me aupó y me colocó en su hombro. Seguía desnudo. Sentir sus manos en mi cuerpo, me dio paz. Sus manos calientes por la acción. Por defenderme. Nadie nunca lo había hecho. Luego Nacho me tapó con su cazadora. Jorge me acariciaba suavemente la espalda, las piernas …  luego en el coche, me abrigó bien con la cazadora de Nacho, me abrazó y me habló al oído. Eso ya os lo he contado antes. Recuerdo cada palabra, pero eso, como me dijo él, era solo para mí. Y así será por siempre. Y recuerdo el perfume que tenía la cazadora de Nacho. Me costó, pero lo encontré. Es el perfume que utilizo ahora. Me da seguridad.

Sus ojos se habían vuelto a humedecer. Se pasó unas cuantas veces su mano derecha por la nariz. Miró al techo de la galería y se aprestó a seguir con su relato.

-Tirso esta vez me veló a mí en el hospital. Cuando me recuperé no sé que tenía con Bonifacio pero éste me adoptó. Me apartó de todo ese mundo. Y me dio una cama, una seguridad, una educación. Cariño no demasiado, no era hombre de afectos. Pero a mí me valió. Me dijo que pasara de Carlota y del resto de la familia y amigos. Perdona, me he ido …

Suspiró de nuevo mientras se secaba las lágrimas que habían aparecido en sus ojos.

-Tirso procuró que alguien me enseñara música. Eso ya lo he contado. Fue ahí además cuando empezó a recomendarnos a todos que le leyéramos. A Jorge. Dijo que ese escritor, nos entendía. Que sabía lo que sentíamos. Que estábamos todos reflejados en sus personajes. Una vez me llegó a decir: “Ese Jorge las ha pasado canutas, es de los nuestros”. No sé si las pasó canutas o no, sé que a parte que es verdad, sus historias me llegaron al alma cuando las leí, él me salvó de una muerte segura. Y esos pocos minutos que estuve en sus brazos, y los que luego estuve abrazado a ti, Olga, han sido mis mejores momentos en la vida.

Olga levantó las cejas y se llevó la mano a la boca para taparla. Negaba con la cabeza. No se esperaba que la visita a ese “Tirso” se desarrollara de esa forma. No se había preparado adecuadamente. Al menos Ventura parecía menos impresionado por la historia de Arlen. Se levantó y llegó hasta el anfitrión. Le puso la mano en la espalda.

-Ven a sentarte con nosotros. Volvamos dentro. Hace un poco de aire. Y si no te molesta, preparo más café. Yo me ocupo de todo.

Arlen asintió con la cabeza. Sonrió a Ventura.

-No has cambiado mucho.

-Mi madre no dice lo mismo. Piensa que me he vuelto un arisco y que siempre voy enfurruñado.

-Eso ya eras cuando te conocí. Parecías enfadado con el mundo.

-Y lo estaba. Sigo estándolo.

-Te tiré fichas y no me hiciste ni caso.

-No estoy receptivo. Lo siento. Ni entonces, ni ahora.

Ventura preparó los cafés y llevó las tazas a la mesa. En la despensa había visto un plato con pastas de té. Las llevó también. Olga se extrañó de que cogiera esas confianzas. Pero Arlen no pareció molesto, al revés, fue el primero que cogió una pasta. Olga pensó que definitivamente debía convencer a Ventura de que se uniera a ellos. Sabía leer en la gente. Y mantenía la cabeza fría, cosa que ella en ese momento, no había conseguido.

-¿Has seguido en contacto con Tirso?

-Sí. A veces me llama. Desde teléfonos distintos. Seguimos teniendo un teléfono de SOS.

-¿Piensas que lo vas a necesitar?

-Si vosotros me habéis encontrado …  puede que otros lo hagan. Carlota misma.

-Ella no gana nada matándote.

-Salirse con la suya. Venganza. Son buenos argumentos. Al menos, suficientes. Dinero no lo va a tener. Si a Jorge le pasara algo, serían Dani y Pólux los que heredarían. Según tengo entendido, hay muchas maniobras para hacerse con la obra y el dinero del escritor. Aunque si Jorge ha “despertado”, será difícil que alguien le gane una mano. Y más si tiene vuestra ayuda, Olga. Según me he enterado, el tío de Pólux hizo que éste conociera a Jorge. Y Dani claro. Yo creo que estaban predestinados. Jorge y Dani, me refiero. No hay que despreciar los poderes de ellos. Eran Dioses. Y si tienen la suerte de encontrar a los que le siguieron en el olimpo de “Anfiles”, y que Tirso o Germán pusieron a salvo, serán un grupo muy poderoso.

-Eso de ser dioses no lo acabo de entender. – Ventura expresó con sus gestos además de con sus palabras la ignorancia que tenía del tema. Olga le hizo un ademán para indicarle que ya le contaría ella después. Pero Arlen atendió el requerimiento de Ventura.

-Los mejores. Eso es lo que son. Siguen la estela de Dani. Él fue el primero. Los dioses deben parecerse a él.

-¿Los mejores en qué? A parte, no entiendo eso de “parecerse a él”.

-En todo. En el sexo, en resistencia, en percibir al resto de la gente. En traspasarte con la mirada y conocer tus secretos, tus apetencias, tus más íntimos deseos. Resistencia a los golpes, a los maltratos, saber encajarlos un dios con solo mirarte, puede provocarte un orgasmo. Respecto a parecerse a Dani, no hay nada más: un Dios, debe ser, debe parecerse a él. Si no, solo llegará a Rey.

-Eso no me lo creo.

Olga asintió con la cabeza.

-Créetelo. – sonreía a Ventura, – buscan a chicos que puedan ser una réplica de Dani.

-¿Y les dejaron irse así, por las buenas? – Ventura cambió de tema. Aunque luego incidiría con Olga en ello, cuando se quedaran solos.

-No. Tirso se ocupó de sacar a algunos. Luego, fue Germán. Salvo Dani que es personaje público, el resto de Dioses que han sobrevivido, para la organización, están muertos. Porque ellos saben todo. Tú piensa que algunos de esos “señores” llegaron a pagar un millón de euros por estar con un Dios y sus pajes. Los que pueden pagar ese dinero por un par de días de polvos, no estarían contentos de que se supiera.

-¿Hay un dios ahora?

-Sí. Doce años. Según me dice Tirso, de los mejores. Se llama Javier.

-Vaya, como el jefe – bromeó Ventura mirando a Olga.

-¿Qué tal es Javier? ¿Es como su padre? – Arlen decidió llevar la conversación por otros derroteros. Tenía la impresión de que había hablado demasiado. No es que no confiara en Olga, es que pensaba que cuanto más hablara de todo eso, peores días iba a pasar después. Su angustia permanente volvería a instalarse en su ánimo.

-Distinto. Muy perspicaz. Se fija en detalles que a nadie le llaman la atención. Muy inteligente. Pelea bien. Dispara muy bien. Pero son distintos. Su padre era a la antigua. Javier … es más sutil. Aunque si tiene que ponerse duro, no le tiembla el pulso. Y tiene un don de gentes insuperable. Y se entrega a su gente y a las víctimas hasta el final.

-¿Trataste con Dani y Pólux? – Ventura llevó de nuevo la conversación a la senda en la que transitaban.

-Con Dani sí. Coincidimos en alguna fiesta. Un par de veces hice de paje suyo. A Pólux le ayudé a Tirso a ponerlo a salvo una vez. Antes de que su tío se hiciera cargo de él. Antes de venirme a Estados Unidos.

-¿Con Jorge?

-Después de que me salvara, no. Tirso me dijo que era mejor que no me acercara a él. Por mi seguridad y la suya. Había que protegerlo.

-Siempre has hecho caso a Tirso.

-Ya os lo he dicho. Era mi hermano, mi amante. Es mi persona importante en la vida.

-¿Lo amas? – preguntó Ventura.

-El amor es algo que los que hemos salido de esa organización, no controlamos. No lo entendemos. Al menos a mí me pasa. Amor en el concepto en el que lo citas. Querer con toda el alma, sí. Lo otro sinceramente no sé lo que es.

-Te has puesto su nombre.

-Un homenaje. Y para confundir. Guardadme el secreto.

-¿Y el sexo? – preguntó Olga.

-No lo practico. Sencillamente.

-Podrías hacer feliz a cualquier hombre.

Arlen se encogió de hombros antes de contestar a la afirmación de Olga.

-Ha dejado de tener sentido para mí. Tuve más sexo antes de los dieciséis que la mayor parte de la gente en toda su vida.

-Volvamos si te parece a Rubén. O a la organización de músicos.

-Lo de los músicos poca ayuda os puedo dar. Sé que existe. Se que tienen ciertos contactos con la otra organización. Mueven mucho dinero y sus dirigentes son despiadados. No dudan en matar, en apalear. No conozco a nadie que haya salido de allí. Ni he oído nombres.

-¿Rubén? ¿Qué fue de su hermano?

-Todo lo que os puedo decir es de oídas. Lo único que sé es que Lazona, después de conseguir quedarse con sus sobrinos, eso fue un proceso largo y que le costó mucho dinero, pecó de chulería. Se creía poderoso. Y llevó a sus “hijos” a una de esas fiestas. No con la intención de que se convirtieran en juguetes, sino como “señores”. Se despistó y Dilan acabó en manos de un viejo conocido suyo. Le molió a palos y le humilló. Él y sus amigos le vistieron de mujer, cuando estaba inconsciente y le violaron repetidamente. Cuando Lazona y Brenan acabaron de tratar sus asuntos de negocios con otros “señores”, ya era tarde. Y Lazona que se creía muy poderoso, se topó con la horma de su zapato. Tuvo que guardarse su chulería y llevarse a Dilan envuelto en mantas. Su agresor y sus amigos, eran socios en negocios. Y alguno de ellos era famoso y poderoso en el mundo de la música. Todo su dinero y sus influencias no consiguieron curar al joven ni castigar a los culpables. La mente de Dilan hizo aguas. Ni el apoyo incondicional de su gemelo pudo contrarrestar esa experiencia. Al revés, casi le lleva al abismo. Tardó un año o más, pero acabó estampado en la acera al tirarse de un edificio de Nueva York. La mitad de Brenan también murió en esa acera. La relación de Lazona con el chico se rompió. Lazona vendió todo su patrimonio y desapareció. Bonifacio le hizo el favor de adoptar a Brenan que cambió su nombre por el de Rubén.

-No he entendido eso de que Brenan y su padre estaban tratando cosas de negocios.

-Brenan es atractivo. Tiene una mirada embriagadora. Y dura. Esa era una de las diferencias con Dilan. Éste no era capaz de jugar a seducir de esa forma. Seducir sin parecer que lo hace. Brenan era un maestro. Le gustaba además.

-Lo utilizaba para atraer voluntades. Para allanar una negociación. – apuntó Ventura.

-Sí. Que yo sepa nunca le pidió que consumara esa seducción. Aunque no descarto que lo hiciera por su cuenta. Al fin y al cabo, le habían educado para ello.

-¿Por qué Bonifacio se quedó con el chico? – preguntó Ventura.

-Por amistad con Lazona. Y porque uno de los agresores de Dilan era un íntimo amigo suyo. Un poderoso abogado, si no entendí mal. Un intocable. Todo ese grupo era intocable. Se sentía de alguna forma responsable.

-Nos está siendo difícil encontrar el rastro de todas estas historias.

-En el despacho de Otilio Valbuena seguro que hay pruebas. Ese hombre y sus abogados son lo peor. Muchos de esos depravados son clientes suyos. Y amigos.

-¿Quién es el abogado de Rubén?

-Posiblemente el de Bonifacio. No sé el nombre. Es un pariente lejano de Otilio con el que está enemistado. Perdón rectifico: me acabo de acordar. Me he equivocado. El abogado de Bonifacio era Noé Freire. Es cuñado de Laín Carnicer. Y trabajó un tiempo en el bufete de Otilio Valbuena. Pero acabaron mal. Se lo montó por su cuenta.

-¿Hermano de Paula Freire?

-Sí, pero tranquila Olga, has puesto cara de susto. No se habla con su hermana y su cuñado. No es de la misma calaña.

-No te cae bien Paula.

-Es marrullera, manipuladora. Está frustrada porque no pudo reinar al lado de un marido famoso. Y no pudo explotar a Martín. Jorge, sin ser consciente, se lo impidió. Se inventaron mil historias para justificar que tanto el niño como Laín, dejaran el cine. No hagáis caso: Jorge fue el que lo consiguió. De esa forma protegió a Martín. Martín si no, hubiera acabado muy mal.

-Sabes muchas cosas – le dijo Ventura. – Estás a miles de kilómetros de todo.

-Nada que me sirva para vivir mejor y no tener pesadillas por las noches. Aunque he ganado en paz de espíritu desde que me trasladé aquí, no domino mi cabeza completamente. Hay amigos que me llaman y me cuentan. Nos apoyamos. Los que estuvimos en esa mierda, creamos unos lazos indestructibles. Y algunos siguen pendientes, ayudando si pueden. Vigilando. Jorge concita mucha atención. Por eso le tienen todos tanto miedo. Por lo que sabe, por lo que olvidó, por lo que puede hacer. De todas formas, muchas de esas cosas, cuando ocurrieron, estaba en España.

-¿Te aprovechaste en el colegio de las redacciones que vendía Jorge?

Arlen se echó a reír.

-No. Llegué tarde. Jorge ya era el que es ahora. Ya lo era cuando me sacó de esa fiesta. Escritor publicado y súper ventas. Aunque en algunas de mis redacciones imitaba su estilo. Me gustaba tanto me gusta, vaya. “La Casa Monforte” la he leído cuatro veces. Y cada vez, veo cosas que me habían pasado desapercibidas las veces anteriores.

-¿Sabes algo de como Bonifacio supo de Jorge?

-Carlota y Nadia. Les pilló una redacción que supo de inmediato que no la habían escrito ellas. Un trabajo, más bien. A partir de ahí mandó a gente a comprarle trabajos al escritor. Era su hermano … no recuerdo el nombre … ¡¡Mierda!! Bueno el caso es que su hermano era el que hacía de vendedor. Nadie se reunía con Jorge.

-¿Eso lo viviste?

-No. Eso fue anterior a mi llegada a la familia. Muchos años antes. Carlota y yo nos llevamos muchos años. Me lo contó Bonifacio. Se jactaba de haber descubierto a Jorge antes incluso que lo hubiera hecho él mismo. Desde que lo descubrió, solo intentó que no dejara de escribir. Y luego asegurarse de que ganaba dinero con ello. Los relatos que le compró están publicados con otro nombre. En realidad fue el primer libro de Jorge que salió a la luz. Y Bonifacio decía que no hizo falta ni retocar ninguno de los relatos. Alguna falta de mecanografía. Nada más.

-¿Sabes cual es el libro?

Arlen se levantó de la silla y fue a la habitación de al lado. Buscó en la estantería que tenía llena de libros y cogió uno. Lo llevó a la cocina. Se lo tendió a Olga.

-“No podrás olvidar”, por JR. – leyó Olga – Al menos no se inventó un nombre ficticio. Y el concepto de “olvidar” está muy presente en la obra de Jorge.

-Eso no quiere decir que no le robara lo que pudo. Hay dos premios literarios de aquellos años que son en realidad de Jorge.

-El de Nadia …

-Entonces son tres. Ese no lo había contado.

-¿Y Dimas? ¿Sabes algo?

-Mujeriego, vago, inculto, ladrón de baja estofa … resumen aproximado.

-El engaño con las ventas de Jorge que hacían en la editorial ¿Era cosa de Dimas o de Bonifacio?

-De todos. Así actúa la editorial. Lo que pasa es que Dimas perfeccionó el sistema y además robó a Jorge en actos y otras cosas que no le pagaban. Nando, que se ocupaba un poco de sus cosas, cobraba por hacer la vista gorda. Y luego en ciertos países, no dejó que Jorge publicara oficialmente. Lo hizo a nombre de otros autores, para quedarse con todo el dinero. Rusia, China, Corea, son algunos de esos países. Hay más, pero no los recuerdo.

-A ver como le cuento esto a Jorge.

Arlen se echó a reír.

-Jorge sabe. Calla pero sabe. Cuando quiera revertir algo, hará como si lo descubre. Jorge también ha publicado novelas con otro nombre. Y en otra editorial, claro. Una pequeña.

-¡No jodas!

-Pero eso no os lo voy a contar. De momento. Intentad descubrirlo por vuestros medios.

-No nos dejes así.

-Eso no os ayuda en el caso.

-No entiendo como sabes tanto de todo esto.

-Es lo que tiene ser un adolescente callado y poco lustroso. Fue mi papel adquirido por indicación de Tirso y de Jorge. Reconozco que es uno de las cosas que me susurró al oído. Nadie reparaba en mí. Y Bonifacio, como en el fondo me consideraba medio tonto, me contaba muchas cosas pensando que no las entendería. Era humano y aunque daba la imagen de un tipo duro, en realidad a veces necesitaba que alguien le escuchara y pusiera cara de admiración ante sus éxitos. Yo era ese espectador que aplaudía.

-¿Y lo de los otros libros de Jorge? No creo que nadie te contara.

-El destino. Llegar a un mostrador de la librería de “El Corte Inglés” y ver una novela. Abrirla, leer un par de páginas y decir: es de Jorge. Comprarla de inmediato y bastantes horas después, después de acabarla casi de un tirón, decir: es Jorge, definitivamente. Me fui corriendo y compré todas las novelas de ese autor. Jorge. Lo tengo claro.

-Estaba pensando que podíamos ir a comer algo – propuso Ventura.

-Os invito. Vamos a un sitio que está cerca. Un típico bar americano.

-¿De esos en un vagón de tren o una caravana?

-No. Pero si volvéis otro día, os llevo a uno de esos. Pilla un poco lejos el que conozco.

-Vamos sí. La verdad es que tengo hambre – reconoció Olga.

-Antes de irnos ¿No tendrás esos otros libros de Jorge?

-Te he dicho que …

-Por favor. Andamos liados. Y tengo una apuesta con Jorge … que voy perdiendo … pero esto puede hacerme ganar.

-¿Trampas comisaria?

-Si no, le tengo que conseguir un abono para la Ópera. A ver como lo hago. Si me cuentas lo de los libros, le puedo hacer chantaje.

-El padre de Ventura te lo soluciona en un plis plas. Es mecenas del Teatro Real.

-No me metáis en … joder … Olga no me mires así … no pienses que le voy a pedir eso a mi padre. Ya te he dicho que no hablamos. ¡¡Olga!!

-Así le das el placer a tu padre de tener otra cosa que echarte en cara.

-Pues por un momento, me estaba pensando lo de volver. Con este detalle, no cuentes con ello.

-Menos lobos … – Olga le dio una suave torta en la cara a modo de broma.

-Ya, ya. Me reiré el último.

-Vamos anda – Arlen invitó a los policías a salir de casa – No nos van a dar de comer si no … es tardísimo.

Jorge de repente, pegó un salto en la butaca en la que leía la última novela de Eduardo Mendicutti. El susto que le dio el pensamiento que sin buscarlo, se había abierto en su cabeza, había hecho que tirara al suelo el libro que leía, “Para que vuelvas hoy”.

Se levantó y fue a la cocina. Sacó la botella de limonada y se sirvió un vaso.

Solo le he dicho de la carpeta que podía leer Nadia”.

Esa frase le carcomía las entrañas. No había prestado atención. No se dio cuenta al escucharla.

Él solo podía ver esa carpeta. ¿Cómo sabía que había más?

-Qué listo eres Jorge. Te las das de eso, y eres como todos. Te dejas comer la oreja y te derrites por un beso en la mejilla. Valiente gilipollas.

Miró el reloj que colgaba de la pared de la cocina. Tenía que irse. Decidió dejar la llamada a Aitor para más tarde.

Cada vez, su ahijado, le desconcertaba más. No entendía su juego.

A lo mejor no era mala idea acercarse a la cárcel a verlo. Cara a cara. Mirarlo sin prejuicios. Libre del cariño que le condicionaba hasta hacía unos meses. Y descubrir de una vez hasta que punto le había traicionado.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 85.

Capítulo 85.-

.

Jorge se quedó anonadado a la puerta de la casa de Álvaro. Lo primero que le vino a la cabeza es que cien personas se habían vistos envueltos en una pelea y habían destrozado el lugar por completo. No había ningún mueble que no hubiera sido volcado, todos los espejos o vitrinas estaban rotos, los cuadros o las imágenes rasgadas. Vio las paredes llenas de manchas que con seguridad provenían de alguna botella de vino tinto estampada contra ellas.

Javier y Carmen entraron decididos. Hablaron con la pareja de la patrulla que había ayudado al actor. Luego, Javier se separó de Carmen y fue a hablar con los miembros de la policía científica que estaban procesando el escenario.

-Hemos tenido suerte. Hemos pasado cinco minutos antes de lo previsto. Una vecina nos ha dicho de los ruidos de pelea en casa del actor, como se ha referido a él. Hemos pedido refuerzos y hemos subido a la carrera. – comentaron los agentes a Carmen.

La comisaria se quedó con ellos recabando los detalles. Al parecer eran dos asaltantes. Al darse cuenta de la presencia de la policía, hicieron dos disparos y aprovecharon la confusión creada para salir corriendo.

-Creo que les ha sorprendido nuestra presencia. Acababan de empezar, tenemos esa impresión, por los comentarios de los vecinos que luego hemos recabado.

-Pues menos mal. Si acababan de empezar y han dejado esto así …  y al actor casi le matan …

-Sabe defenderse. Luego es cuando le ha dado el bajón.

Javier fue recorriendo la casa detenidamente acompañado de Charo, la jefa del equipo de la científica que se había desplazado al lugar.

-Debieron empezar nada más entrar. Por las señales en la puerta, cuando Álvaro fue a abrirles, empujaron. El pestillo está forzado. La jamba está astillada ligeramente a la altura de la cerradura.

-La puerta no es de las mejores. – comentó Javier mientras la movía varias veces para verla por fuera y por dentro.

-No pega con el resto de la casa. El que le decoró este piso, no se preocupó lo más mínimo por la seguridad. Es una puerta normal. Me imagino que como las que pusieron de obra. Tienen más de veinte años. Si te fijas, toda la escalera tiene puertas de seguridad.

-Vete tú a saber si ya tenían en mente que tuvieran que ponerse a ello y dejaron preparado el acceso. Me da la impresión de que la pusieron en la reforma.

-Da esa impresión, sí.

-Si ves el nombre del diseñador de esta casa de catálogo, o la procedencia de los muebles, me lo apuntas en el informe.

-De algunos sí he visto, como están volcados – Charo se sonrió. – Algunos van como firmados en la parte de abajo.

Jorge, una vez que había cogido fuerzas, había entrado. No se fijó en el desastre que era el piso que por otra parte solo conocía por las fotos que le había enseñado Carmelo. Tampoco las prestó mucha atención, porque enseguida le recordaron a la casa de Cape. Buscó con la mirada a su amigo, que estaba sentado en el suelo, al fondo de lo que parecía haber sido el salón de la vivienda. Una sanitaria hablaba con él. Al escritor le dio la impresión de que Álvaro no la escuchaba. “Debe estar pensando en qué momento su vida derivó en este desastre”. Jorge se acercó caminando decidido, aunque mirando dónde pisaba. El suelo estaba lleno de cristales rotos. Álvaro cuando lo vio, se levantó de un salto y se abrazó a él. Aprovechó para llorar libremente. La sanitaria se apartó de ellos.

Carmen los miraba desde la puerta. Negó con la cabeza apenada. Parecía que esa historia que les acababa de detallar  Jorge en el coche, mientras iban hacia allí, tomaba una deriva distinta y peligrosa para Álvaro.

-Javier – entró Kevin corriendo, con su teléfono en la mano – les hemos localizado.

-¿Vamos? – preguntó Javier.

Carmen asintió con la cabeza.

La comisaria fue a avisar a Jorge pero al ver que seguía abrazado a Álvaro le dejó estar. Le mandó un mensaje para que lo leyera luego. Flor y dos de sus compañeros entraron en la casa, para que no estuviera desprotegido.

Jorge consiguió que Álvaro se tranquilizara un poco. Fue a sentarse en un sofá que estaba cerca, pero una miembro de la policía científica le paró. Pasó un cepillo por los almohadones. Estaba lleno de pequeños trozos de cristal. Los recogió con cuidado. Luego, pasó su mano enguantada por toda la superficie. Quedó satisfecha y le indicó a Jorge con gesto que podían sentarse.

-Gracias. – le dijo Jorge con una sonrisa.

-Carmelo y Martín te mandan besos. No nos ha parecido bien venir todos.

-Gracias. Joder Jorge. No sabes lo que te agradezco … no he avisado a nadie ¿Sabes? No sé que contarles. Los polis me han dicho que de momento no diga nada, no cuente nada. ¿Pero luego? ¿Qué les digo?

-De eso ya nos preocuparemos. No tienes de que avergonzarte. Yo no entraría en detalles, solo que han asaltado tu casa. Aunque si te ha dicho la policía que de momento no digas nada, aguanta y no llames a nadie.

Volvió a abrazarlo. Jorge le empezó a acariciar la cabeza suavemente. Tenía alguna pequeña herida y no quería que volviera a sangrar. La sanitaria le había hecho un gesto para que tuviera cuidado. En la espalda parecía también tener pequeñas heridas.

-Me han dicho que te defiendes bien.

-Los hijos de puta querían marcarme la cara.

-El anuncio ¿Lo grababas hoy o era mañana?

-Mañana es la segunda sesión. Justo llegaba del rodaje. Pasado es la sesión de fotos y alguna entrevista. ¿Vosotros estáis bien?

-Sí. No ha pasado nada. Parece que los que pretendían atentar contra nosotros se han asustado.

-Joder, al menos una buena noticia. Estaba preocupado, cuando me han contado. Pero no quería molestaros, por si acaso.

-¿Quién era el actor que iba a hacer esta campaña?

-Elfo Jiménez. Pero le dio por pedir el doble un par de días antes de empezarla. Y eso que ya habían cambiado el rodaje para adaptarse a su agenda. Debe creerse algo.

-No lo conozco.

Jorge se quedó pensativo. Algo no le cuadraba en la explicación de Álvaro.

-Había oído algo de que el actor que lo iba a hacer había cogido el covid.

-Primero se lo dieron a un modelo. Ese fue el que cogió el covid. Está chungo además. Sigue ingresado en el hospital. Pensaron entonces en Elfo. Y aceptó. Pero luego, debió pensar: les corre prisa, que paguen el doble.

-No me suena, no sé.

-Sale en esa serie de Amazon. Trabajó con Álex en …

-Ya, ya. Ya caigo. Creo que hasta le he saludado alguna vez.

Jorge no pudo evitar un gesto de cierto desagrado. Era evidente que no le caía bien.

-Conozco esa cara. Es amigo de Willy, sí, pero mío también. Nadie haría esto por un papel. No me jodas. Si me llegan a rajar la cara, no es algo que luego me la joden de por vida.

-Pero esto … – Jorge abrió los brazos abarcando todo el desastre – ¿Qué es lo primero que se te ha venido a la mente?

Álvaro bajó la cabeza.

Jorge entendió. Prefirió no preguntar exactamente la línea de pensamiento que seguía Álvaro. Era claro que tenía que ver con ellos. Primera opción: que se hubieran enterado de quién había pagado la deuda de Álvaro que le había sacado del servicio de acompañamiento de hombres. Dos, que fueran esos amigos de Álvaro que no les tenían a Carmelo y a él ningún cariño. Y se habían cansado de que no les hiciera caso. Además, era más fácil mandarles un mensaje a través de él, que intentar sortear la barrera de los equipos de seguridad que les seguían a todas partes. La tercera opción es que fuera un mix de las dos anteriores. Aunque el detalle de que le quisieran rajar la cara, le hacía no descartar un tema profesional. El problema es que el tema profesional les volvía a llevar a las mismas personas, porque en este caso, el que perdió la campaña de publicidad que estaba haciendo Álvaro, era un allegado a los mismos implicados en los préstamos a Álvaro y los que les odiaban con todas sus ganas. Sacó el móvil y le escribió a Carmen sus reflexiones. A la vez vio los mensajes de ella que le anunciaban que los habían detenido y que se los llevaban a la Unidad y que esperaría al menos veinticuatro horas para interrogarlos.

-Acaban de detener a tus atacantes. Puede que mañana o pasado tengas que ir a reconocerlos.

-Joder, que guay. Pensaba que se iban a escapar.

-Ha habido suerte. La patrulla que estaba pendiente de ti ha llegado un poco antes de lo previsto.

Esa noticia pareció relajar a Álvaro. Jorge estaba seguro que había algo que no le contaba. Pero no quiso insistir. Le agarró del brazo y permanecieron en silencio un rato. Álvaro acabó recostando su cabeza en el hombro del escritor.

Al cabo de un rato, Jorge le preguntó que pensaba hacer.

-Iré a mi antigua casa. Ya he llevado parte de mis cosas. Esto solo lo ha adelantado. Lo que no sé es lo que voy a hacer con todo este desastre …

-Si quieres, te mando a la empresa que se ocupó de mi casa cuando los disparos. Son buenos.

-No tengo dinero …

-¿Me dejas invitarte? Cuando vendas la casa, me invitas a comer en compensación. O nos hacemos una escapada a algún sitio guay y te dejo que pagues tú la excursión.

-Pero luego no te rajes.

-Por supuesto que no.

-Siempre me estás haciendo favores.

-El otro día me lo hiciste tú a mí viniendo a la discoteca conmigo. Tenías otros planes y los descartaste por apoyarme.

-Encima que invitasteis a todo. Y lo vio mogollón de gente. Ha tenido mucha repercusión. Los vídeos que hice los están viendo muchos de mis seguidores. Y me pasan decenas de enlaces de vídeos de la gente que estaba en la disco. Mi cuenta de Instagram echa humo.

-¿Sales favorecido en los vídeos?

Álvaro no pudo por menos que echarse a reír.

-Ya sabes que suelo salir bien. No es por presumir. – Álvaro le guiñó un ojo.

-Tranquilo, nos invitó la discoteca. No nos costó nada.

-Mira, eso me … no te creas que le estaba dando vueltas al coco. Porque un reservado para nosotros solos, uno de los grandes. Y toda la bebida que consumimos, todo de marcas de alta gama, los piscolabis Sé que todo eso no es barato. Una vez nos juntamos un grupo de amigos y alquilamos un reservado, uno menos lujoso, nos costó una pasta. A mí me dejó temblando la cuenta corriente.

-Tranquilo. Además, era una performance de mi cosecha. Si no hubiera sido así, lo normal es que todo hubiera corrido de mi cuenta.

-¿Y por qué no os cobran nada?

-Primero, porque somos amigos de algunos de los socios y del personal. Y, también te diré, que Carmelo tiene algo con ellos que no me quiere decir. Eso entre tú y yo. Pero a la vez, de la forma que lo hicimos, aumentamos su negocio. Los de los reservados que fuimos a visitar, consumieron mucho más, hubo más público al ver en las redes que estábamos allí fue una combinación de todo ello.

-Tranquilo que no le diré nada a Carmelo.

Kevin y Yeray entraron en la casa. Les buscaron con la mirada. Cuando les vieron, fueron a su encuentro. Jorge se levantó para saludar a Yeray, al que todavía no había visto. Éste sonrió y le abrazó decidido. Se guardó la segunda clase de choque de pechos para otro momento.

-Me alegra verte – le dijo Jorge.

-Lo mismo digo. Pero si me permites un consejo, necesitas descansar.

-Creo que Dani y yo nos iremos luego a Concejo a tumbarnos a la bartola.

-¿Qué tal está?

Yeray señaló a Álvaro al que la sanitaria con la que estaba al llegar él, le estaba sacando algunos pequeños cristales que tenía en el cuero cabelludo.

-Parece que se ha animado un poco. Cuando hemos llegado, estaba completamente hundido – Kevin asintió con la cabeza, apoyando la percepción del escritor.

Kevin le dio una palmada a Yeray en la espalda y se acercaron a Álvaro.

-Si nos dejas un sofá, nos quedamos a dormir en tu casa esta noche. – le dijo Kevin a bocajarro a Álvaro. – Y mañana también. Hasta que acabes el trabajo ese.

-No quiero molestar …

-No es molestia. Mi sueño es compartir casa con un famoso guapo y simpático. Así te curamos esas heridas de la espalda y la cabeza. Tranquilo, Yeray antes de ser policía, era enfermero.

-No me has dicho … – se quejó Jorge en tono preocupado.

-No es nada. Unos pequeños cortes. Cristalitos que han llenado todo cuando han roto las figuras y las vitrinas.

-Y por lo que veo alguna que otra botella de vino. O de licor. – añadió Kevin.

-Me gustaría que fueran contigo esta noche. – le pidió Jorge, al ver que  Álvaro no parecía muy conforme con esa posibilidad – . A Yeray y a Kevin les da igual que tu casa esté desordenada ni que la despensa esté vacía. No te van a juzgar ni van a ponerlo en las redes sociales. Yo confío en ellos al cien. Se han jugado varias veces la vida por salvar la mía.

Álvaro sonrió encogiéndose ligeramente de hombros. Parecía haberse rendido.

-Todo sea por dar gusto a un fan. – sonrió Álvaro refiriéndose a Kevin.

-Dos – dijo Yeray. – Yo también soy fan. Aunque no sueñe con verte en calzoncillos.

-Oye, capullo – Kevin le dio un puñetazo en el brazo. – Que yo me refería a su pericia como actor, no a lo bueno que está.

-Ten cuidado, que todavía estoy dolorido. – se quejó Yeray.

-Eres un quejica – se rió Kevin. De repente se puso serio de nuevo poniendo su atención en el actor – Aprovecho para darte otra mala noticia: antes de venir a verte a casa, se han ocupado de tu buga. Hoy me toca a mí ser el mensajero del mal.

-Pues mira. ¿No querías taza? Pues toma taza y media. Ya tampoco tengo coche. Esto mejora por momentos.

-Otro ahorro más. –  Jorge le guiñó el ojo y sonrió.

-Ya sí, al menos ese estaba pagado. Pero por poco. Terminé la financiación hace un par de meses.

-Piensa que podrás acabar la campaña. Dos días te faltan ¿No?

-De eso nos ocupamos nosotros también – dijo Kevin muy serio. – No vas a tener más contratiempos.

Jorge les miró con atención. Jorge tuvo claro que las pesquisas de la policía llevaban al amigo Elfo y sus amigos. No comentó nada en voz alta. Álvaro parecía abrumado y agotado.

Parecía una marioneta. Un juguete que se movía por la acción de unos hilos invisibles. Era un hombre sin voluntad. Jorge lo acompañó hasta la calle. Yeray se adelantó para acercar su coche. Kevin iba con ellos. Para despedirse, Jorge volvió a abrazar a Álvaro.

-Mañana te llamo.

-¿Os vais a Concejo?

-Sí, en un rato, nos vamos Carmelo y yo a descansar. La reunión con amigos es pasado mañana. Por la tarde estaremos en Madrid para luego volver a irnos a Concejo. Mañana te llamo. Y si nos necesitas, nos volvemos antes. O te vienes, como quieras. Te mandamos un coche. Allí tienes una habitación esperándote. Yo también quiero verte pasear en calzoncillos – Jorge puso cara de pilluelo.

-Serás bobo. Ya me has visto en calzoncillos. Y no me miraste con deseo.

-Esas miradas las guardo para cuando creo que tengo posibilidades.

-Pues a lo mejor si me hubieras tirado fichas, te hubiera dado una sorpresa.

Jorge fue el que se sonrió ahora.

-Me cagüen la puta … si lo llego a saber … vente, vente entonces y lo intento … – su tono era de broma, pero lo cambió para lo que fue a decir a continuación – Eres bienvenido, ya lo sabes.

-Na. Aprovecharé a descansar. Mañana y pasado van a ser días duros. Dudo que hoy pueda dormir nada.

Kevin entró con Álvaro en la parte de atrás de su coche oficial. Yeray le hizo un gesto a Jorge con la mano a modo de despedida antes de arrancar. Jorge se quedó un rato mirándolos como se alejaban.

-Te espera Carmelo en casa de Cape. – le dijo Flor. – Ha ido igualmente para acabar de recoger algunas cosas que tiene allí. Me da que su idea es dejar la casa al irse Cape.

-¿Ya lo sabes?

-Nos lo dijo hace semanas. Se va en tres días. Nos avisó que no iba a necesitar la escolta.

-Que cabrón. No le ha dicho nada a Carmelo. Ni a mí. Todos nos lo imaginábamos, pero él callado. Y resulta que vosotros lo sabéis hace semanas.

-No sabrá como decíroslo.

-A mí no me tiene que decir nada. En todo caso a Carmelo. Su alma gemela. Él, que lo protege a toda costa. Se le llena la boca y luego no lo respeta.

-Estás enfadado.

-Sí, es cierto. Me da la impresión de que sale huyendo. Lleva huyendo desde que sus padres desaparecieron. Por fin en tres días, acabará ese proceso. Y a Dani, que le den. Que se las componga solo.

-Te tiene a ti. No puede tener mejor compañero y mejor protector.

-Cuando empezó a idear esta huida, yo no era nada. Un fantasma. Y me sigue considerando así. De hecho, desde que apareció de nuevo en la vida de Dani, intentó por todos los medios, eso sí, sutilmente, apartarlo de mí.

-No seas tan duro, anda. Nunca has sido un fantasma. A mí no me engañas. Y para Carmelo lo has sido todo al menos desde que lo conozco a él. Desde la primera vez que coincidí con él, no ha habido día que no te haya nombrado varias veces.

Jorge se encogió de hombros. Le hizo un gesto para pedirla perdón por su discurso.

-¿Te vienes a Concejo?

-No. Nosotros te dejamos en casa de Cape. Allí esperan Helga y otro equipo. Mañana para vuestra reunión, se encargará Hugo como responsable de la escolta. Estará Fernando también.

-Vaya.

-Pero no te preocupes, nos vemos en unos días.

-Perdona. Debes descansar. Me gusta tenerte cerca, nada más.

-Fernando se acerca mañana también. Sé que también confías en él. Y Raúl y Helga también estarán estos días con vosotros. Y Hugo fue el primero que conociste.

-Bueno. Al menos personas conocidas, tienes razón. Hugo además, hace tiempo que no lo veo.

-Se le han juntado unas vacaciones y un problema con el covid.

-Al menos ya esta bien ¿no?

Flor afirmó con la cabeza.

-¡¡Jorgito!!

Jorge apartó su móvil de la oreja. Volvió a mirar el número que aparecía en la pantalla. Era un móvil desconocido. Debería luego etiquetarlo.

-Tío ¿Estás bien? La peña no hace más que decir un día sí y otro también que te han matado. Y a Carmelo.

-Estamos los dos bien, tranquilo. Alguien parece empeñado en anunciar nuestra muerte prematuramente.

-¿No me engañas?

-Para nada. De verdad. ¿Quién te ha dejado el teléfono?

-Eso es mejor que no lo sepas.

Jorge se puso tenso. Eso le debería haber costado a su ahijado algo …   innombrable.

-¿Cómo estás cariño?

-No lo soporto, tío. Si sigo mucho tiempo aquí te lo juro, me mato.

-No digas esas cosas. Ten paciencia. Pero si quieres acelerar el proceso, sería mejor que nos contaras. Si quieres, voy con el comisario Javier Marcos, o con la comisaria Carmen Polana y nos dices.

-No puedo, Jorge. Te lo dije el otro día. Nos matarían a todos.

-Dime al menos quién nos mataría.

-Puedes tener el teléfono pinchado.

-Por eso no te preocupes. Mis dispositivos son seguros.

-No hay nada seguro.

-Tengo al mejor hacker del mundo protegiéndolos.

-Si es un hacker no es de fiar.

-Este sí. Es mi amigo. Y perdona, los hacker tienen sus códigos. Son de fiar más que algunas agencias gubernamentales. Así que puedes contarme lo que quieras.

-Aquí en la cárcel, no estoy seguro. Creo que me quieren matar.

-¿Quienes?

-Los protegidos del Director.

-Se lo diré a la policía.

-No, por favor …

-Claro que sí. Confía en mí. Javier Marcos es un hombre de toda confianza.

-Te lo dije el otro día, pero quiero que me perdones por todo esto.

-Me debes una explicación. No me he olvidado de ello.

-Y me dijiste que me ibas a venir a visitar …

-Eso es verdad. De eso tengo que pedirte perdón. Pero … es tan … complicado … Javier organizando la reunión. Esa sala especial … y ese Director del que me hablas … un tipo … siniestro.

-¿Ves como tengo razón?

-Una cosa es que me parezca siniestro y otra que mande matarte.

-No me crees.

-Claro que sí. Y en cuanto acabemos de hablar, voy a llamar a la comisaria. Para contarle. Dime una cosa. ¿Cómo conociste a Rubén?

-No puedo decírtelo.

-Mira, Jorgito. Claro que puedes decírmelo. He cambiado mucho en estas semanas. Antes me hacía el tonto y procuraba apartar la oreja cuando hablaba la gente a mi lado. Ahora es al revés. Me estoy convirtiendo en un policía aficionado.

-Me vino a buscar él.

Jorge no se esperaba esa respuesta.

-¿A donde?

-A la salida del colegio. Un día que tenía gimnasia. Ya sabes que estoy exento. Iba yo solo. Me esperaba a la salida.

-¿Qué te dijo?

-Que te conocía. Que erais buenos amigos. La forma de decirlo me pareció … vaya, entendí que era tu amante. Me extrañó, porque sé que Carmelo y tú … bueno … lo de que hacéis una buena pareja y esas cosas.

-Eso que que éramos amantes ¿Te lo dijo alguien o sacaste tú esa conclusión?

Jorge pudo distinguir las dudas de Jorgito antes de contestar a su pregunta.

-Me lo dijo mi padre. Que te habías ennoviado con él. Lo dijo como si fuera algo … que le gustara.

-¿Fue tu padre, no tu madre?

-No. Mi padre nos lo dijo a todos.

-¿Entonces tu padre sabía de Rubén antes de que le hablaras de él? ¿Y eso cuando fue?

-Semanas antes de suceder todo. No se decirte …

-¿Antes de Navidades?

-Bastante antes.

-¿No te extrañó que ese Rubén que hablaba tu padre apareciera en tu colegio?

-Me dijo que le habías hablado mucho de mí. Que se lo habías contado. Que eras mi padrino y que me querías mucho.

Jorge fue a protestar, porque entonces, cuando decía Jorgito que había sucedido, él no lo conocía. Dudaba de que ni siquiera hubiera empezado a seguirlo por las fiestas clandestinas de Madrid en pandemia.

-Todo. Me dijo que se lo habías contado todo.

Jorge suspiró resignado. El mejor truco de todos: hacer sentir importante a la otra persona. Suelen caer las defensas de inmediato.

-¿Se lo contaste a tus padres?

-Sí.

-¿Les has contado lo de mi nube? ¿Las novelas acabadas?

-Bueno …

Jorge suspiró.

-Pero solo las que veía Nadia. Tío, te tengo que dejar. Te vuelvo a llamar.

-¡¡Jorgito!!

Jorge miró la pantalla, pero la llamada se había cortado.

Jorge Rios.”