Necesito leer tus libros: Capítulo 86.

Capítulo 86.-

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¿Seguro que no te apetece venir?

Mark estaba abrazado a Olga al lado de la puerta de la suite que ocupaba en su estancia en Washington DC. Habían coordinado el viaje para pasar unos días juntos, haciéndolo coincidir con un descanso en el curso que estaba dando en Quantico a agentes del FBI.

-Vas a estar siempre reunido. Así aprovecho estos dos días para hacer unas gestiones que tengo pendientes.

-¿Vas sola?

-No. Tengo mi agente especial de enlace que me acompaña.

-¿El jefe Peter Holland? – Mark enarcó las cejas al nombrarlo y empleó su mejor tono irónico.

Olga se echó a reír.

-No creo que el Jefe de Operaciones del FBI se rebaje a hacer de agente de enlace con una policía española.

-Según me cuentan mis informantes, ha puesto mucho interés en que vinieras. Y te ha hecho de cicerone.

-Una cosa es que se muestre educado fuera del trabajo y otra que oficialmente me acompañe en mis pesquisas. – Olga le pasó la mano por la cara con cariño – O sea que tienes tu propio cuerpo de investigación.

-Siempre lo he tenido.

Esa última expresión, no pretendía que pareciera una broma, porque no lo era. Mark Lemon era un hombre muy poderoso. Cualquiera en un puesto parecido, valoraría mucho la información. Él lo hacía. Tenía su propia empresa de seguridad que se encargaba de su protección y de la de sus personas importantes. Y una parte de ella se dedicaba a recopilar información, no solo en internet sino a pie de calle de las personas con las que entablaba negociaciones o en su entorno tanto particular como empresarial.

-No te pongas tan serio, cariño.

-Lo que tenéis entre manos es serio, Olga. Lo sabes.

Olga fue la que se puso seria ahora.

-¿Eres consciente que un día, Carmen o Javier o Matías o yo misma vamos a tener contigo una conversación muy seria al respecto? Me repites mucho esa cantinela, pero tengo la impresión que eres tú el que no acaba de asimilar todas las implicaciones que este caso comporta.

-No estoy preparado para ello. Puede que tengas algo de razón.

-Nosotros tampoco estamos preparados para abordarte. Pero llegará un día en que sí lo estaremos. O a lo mejor no lo estaremos, pero tengamos que hacerlo de todas formas. Porque alguien cercano a ti, saldrá por ahí. Creo que deberías valorar adelantarte tú y poner en común con nosotros lo que seguro que has oído comentar a tu alrededor. Dudo además muy seriamente que ninguno de tus colegas no haya intentado invitarte a una de esas fiestas. Por agasajarte o por buscar tener algo en contra tuya. Y toda esa información ha tenido que aparecer en los informes de tu “equipo de información”.

-Te he dejado en la mesa una novela que me han hecho llegar. – Mark había escuchado atentamente a Olga, pero no hizo ninguna intención de aportar nada al tema. – Es de Jorge. Aunque no viene su nombre en la portada. A lo mejor le interesa. Es una aportación de mi equipo de información – Mark sonrió ligeramente a la vez que miraba de medio lado a Olga.

-¡Qué niño eres a veces! – Olga besó a Mark en los labios antes de ponerse seria de nuevo – ¿Novela robada?

-No está publicada por él, no. Está vendiendo mucho ahora en Estados Unidos. Si lees las tres primeras páginas, no tendrás ninguna duda de que es de él. Eso sí, está sin pulir. El que la ha publicado, no se ha atrevido a corregirla por si metía la pata. El mundo que ha creado Jorge es muy complicado. Solo él lo tiene completo en su cabeza.

-El que te la ha proporcionado entonces, conoce bien la forma de escribir de Jorge.

-Si no tuviera cerca de setenta años, podría ser uno de “sus” chicos – Mark imprimió a sus palabras un ligero tono de ironía. – Sabe que somos amigos de él. Suelo presumir de ello entre mis colegas.

-¿Somos amigos de él? Tendré que hacer algo para que esa afirmación sea cierta al cien. Te lo tendré que presentar cuando vuelva a España.

-O a lo mejor tiene que venir él a Estados Unidos.

Olga se sonrió pero no dijo nada.

-Ahora llamo a Carmen. Se lo cuento.

-Me voy. Si no, perderé el avión.

-¿Dos días?

-Sí. Cuando vuelva, tendremos cinco para nosotros solos. Piensa dónde quieres que vayamos.

-¿Y si me apetece no salir de esta magnífica suite?

-Es una propuesta interesante – a Mark le había salido un cierto tono insinuante.

Olga y Mark se besaron antes de que él saliera de la habitación con su maleta. En la puerta, le esperaban dos miembros de su empresa de seguridad. Olga salió al pasillo y le siguió con la mirada hasta que se metió en el ascensor. Le hizo entonces un gesto con la mano de despedida. Mark sonrió y le lanzó un beso.

Olga cerró la puerta y volvió al salón de la suite. Cogió la novela que le había dicho Mark. Cuando se lo había comentado, pensó que era “La vida que olvidé”. Pero no era esa novela, sino “Una boda sin novios”.

En un momento organizó su sistema de comunicación para llamar a Carmen y tener una videoconferencia. Quería saber las últimas novedades de todo antes de ir a ver al hermano de Carlota Campero, y por supuesto, comentar el tema del libro con ella. Su amigo del FBI, ese del que su pareja se sentía un poco celoso, había puesto a su personal a buscar al tal Tirso por todo Estados Unidos. Y lo había conseguido.

-¿Ha pasado algo? Tienes mala cara – dijo Olga a modo de saludo. No eran muy frecuentes las ocasiones que se podía ver a Carmen tan agotada.

-Creo que me voy a ir a la cama. Hoy he llegado al límite.

-Que tú digas eso, me preocupa. ¿Y Javier?

-Le voy a dejar que tire él un rato del carro. Le he dicho a Pati que se quede al tanto, por si acaso. Y que me avise si me necesitan.

-¿Me vas a contar las novedades? Voy a ver en unas horas al hermano de Carlota Campero. El FBI lo ha localizado.

Carmen le hizo un resumen de lo que había pasado alrededor del Jorge y Carmelo respecto a su comida con el embajador y sus amigos.

-A Javier le ha dado por hacer un poco de teatro. Y ha habido que organizar a todo correr un despliegue para mandar mensajes. Copiando a Jorge en la discoteca la otra noche.

-¿Quienes estaban en el Intercontinental?

-Pues se habían juntado varios amigos de Jorge y Carmelo. Otilio Valbuena tenía una comida de trabajo con varias personas interesantes.

-¿Políticos?

-Algunos. Y algunos jueces. Fiscales.

-¿Conocidos?

-El juez Roberto, por ejemplo. Y el Juez Tomares. El Fiscal Jefe de Cáceres y el de Toledo. El Consejero de seguridad de Castilla la Mancha y el jefe de gabinete de la vicepresidenta de la Junta de Extremadura. Yolanda Vázquez, Consejera de economía de Castilla La Mancha. Había más gente en esa mesa, pero menos relevante, en un principio. Estamos investigando. Si estaban ahí, algo de poder tienen que detentar. Poder, o influencia en el que lo tiene. En otra mesa comían Carlota Campero y algunos de sus amigos poderosos. Carlota se ha saludado con Otilio. Con mucha cercanía. Creo que estamos en lo cierto al pensar que están buscando la forma de quitarle la herencia a Rubén. O puede que estén buscando la forma de librarse de los problemas que tienen.

-¿Sabemos lo que ha heredado ese chico?

-No. La herencia está sin repartir. Es un misterio. Pero en su cuenta aparecen todos los meses quince mil euros de nada de un fondo fiduciario. Da para vivir sin problemas.

-¿Se los gasta?

-Unos mil. Dos mil como mucho. Y desde la agresión, ni eso. El piso es suyo y está pagado. Y a parte, cuando trabaja, cobra bien. Y tiene prestigio. Así que sus cuentas tienen un envidiable saldo positivo de seis cifras antes de los céntimos. Y la primera de ellas no es un “uno” precisamente.

-¿Más personas de interés?

-Pues amigos de Carmelo. Willy Camino, Gregorio Badía, su representante. Elfo Jiménez y Guillem no sé qué. Nos pasó Jorge el otro día unos comentarios aparecidos en vídeos de Carletto. Son calcados a sus aportaciones en aquella conversación de wasap de Álvaro con ellos. Nos pasó las capturas de pantalla que había hecho Álvaro Cernés antes de que los borraran. Son calcados. Parece que ya tenemos a quién mueve esa campaña de acoso a Jorge y Carmelo en las redes. Y ahora además, con ese intento de agresión a Álvaro, todo tiene un color diferente.

-¿Qué le han hecho? ¿Está bien? Me lo presentaron en algún evento y era un tipo muy agradable y educado. Y no es mal actor.

-Eso … creo que hay mucha tela que cortar ahí. Ahora Jorge está con él. Estaba hundido. Menos mal que el bajón le ha dado después. Se ha defendido bien. Aunque su casa es siniestro total. Le querían marcar la cara. Rajársela, literalmente.

-Eso es por algún trabajo.

-Eso piensa Jorge. Aunque parece que hay muchas otras posibilidades. Parece que el Álvaro ese no ha elegido bien sus compañías últimamente.

-Alguna vez me han hablado de una trama de timar a los recién llegados al estrellato. ¿Te refieres a eso?

-Algo de eso hay. El resultado último es … la prostitución para pagar la deuda contraída por el ritmo de vida al que empujan a esos jóvenes. Es lo que buscan en realidad. A parte de ir cobrando comisiones de todas las tiendas, restaurantes concesionarios de coches, inmobiliarias donde les llevan a hacer gasto.

-Vaya. Es un tema serio. No pensaba que llegaba a esos extremos.

-Veremos lo que vamos encontrando. Va a ser difícil probarlo. De todas formas, en los dos caminos que puede seguir el tema de la agresión, hasta donde sabemos, parte de los implicados se solapan.

-Mira que bien. Mismos sospechosos para dos líneas de investigación. Más personas de interés que estuvieran en el mismo restaurante.

-No le digas nada a Jorge, pero también estaban Paula Freire con su grupo de adeptos. Y se reunían con, nos imaginamos que era el objetivo a agasajar, Justo Riu.

-No creo que la entidad que dirige se quiera meter en esas guerras.

-¿Dices?

-Mark tiene contactos con muchos miembros de su Consejo de Administración. Desde ahora te digo que si emprende alguna acción, es por su cuenta.

-¿Qué interés puede tener él?

-Como no sea convertir a su entidad en el banco de referencia de la Universidad Jordán … pero … quizás hay cosas que se nos escapan. Él ha tenido digamos una cartera de clientes en el banco muy selecta. Personas de mucha enjundia y con mucho parné. Ese siempre ha sido su activo para ascender. Una cartera que además, nunca ha querido soltar, ni ascendiendo. A día de hoy, sigue manejándola él. Directamente.

-¿Conoces a todos estos elementos?

-A Justo sí. Y a Néstor, Dídac y sus hijos, también.

-Éste hombre es amigo de Jorge ¿No?

-Más bien de Manzano. No creo que tenga relación con Jorge ni Carmelo. Directamente al menos. Manzano pertenecía al mismo círculo social que Justo Riu, antes de dejar su puesto de Jefe de Cirugía y coger el de médico de Concejo. Manzano se relacionaba con lo mejor de la jet set de Madrid. Néstor Edelweis, el Jefe de Operaciones de la entidad, sí es amigo de Jorge. Néstor es el marido de Dídac. Ahora con el tema de Sergio, seguro que Jorge le ha llamado para que nos ayude. Dídac conoce tanto a Carmelo como a Jorge. Los conoció a cada uno por separado.

-Voy a marcar a ese Justo por si acaso. A ver que otras coincidencias encontramos con el tiempo. Por su bien esperemos que esa cartera de clientes tan suculenta, que le ha hecho ascender, no le haga ahora acabar en la cárcel. Tienes razón con Dídac. Lo ha llamado Jorge. He hablado varias veces con él. No sabía que su “Néstor” era ese Néstor.

-Es ese sí. Y ya te digo, tanto Néstor como Dídac son amigos de Jorge y Carmelo. Entonces los mensajes hoy han llegado altos y claros a mucha gente.

-Sí. A sus destinatarios y a algunos que pasaban por allí y que tampoco está mal que se den por enterados. ¿Y tú?

-Me vienen a buscar en un rato. Un poli que lleva trabajando un tiempo con el FBI, pero que es español: Ventura Carceler. Me lo ha asignado Peter para que me acompañe estos días que voy a mover árboles.

-¿Es majo?

-Sí. Si puedo convencerlo, me lo llevo de vuelta a España.

-¿Tiene pareja? ¿Casado?

-No y no.

-¿Qué hace en el FBI?

-¿Huir?

-Pues si huye al FBI, al menos padrino tiene.

-Lo tiene. Ya te contaré.

-Oye, una cosa. Me acabo de dar cuenta que ese nombre me suena. Ventura …

-Lo tiene Javier en su carpeta de posibles fichajes.

-¡A joder!

-¿Ya te has acordado de él?

-Tienes razón, sería un buen fichaje. Tiene muchos aires para mi gusto, pero bueno. ¿Y hoy toca?

-El Tirso hermano de Carlota Campero.

-¿Lo habéis encontrado? – Carmen chascó la lengua para mostrar su enfado con ella misma – Perdona, si lo has comentado antes. ¿Ves como sí estoy para el arrastre?

-Vive cerca de Winston-Salem, en Carolina del Norte. En una finca que en apariencia se dedica al cultivo de gamusinos.

-O sea que no se dedica a nada.

-Exacto.

-¿Y que hace?

-Eso es una de las cosas que vamos a averiguar.

-Ya me contarás. Yo me voy a la cama. Te lo juro, no he probado el orujo y parece que estoy borracha.

-Apaga el móvil.

-Lo pondré bajito. No vaya a ser que Javier se encuentre mal y me llame.

-Si no descansas un poco, no podrás ocuparte de él. Te dejo, creo que Ventura ya ha llegado.

-¿Con éste no se va a sentir celoso Mark?

Olga se echó a reír.

-Creo que no. Cero posibilidades.

-Que ojo tenemos. Parece que el radar ese que reconocer a los gays, lo tenemos nosotras. Al menos tu novio, dormirá tranquilo.

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-La madre que me parió. Llamo a Carmen para decirle lo del libro de Jorge, y se me olvida.

Olga acababa de abrir la puerta a su agente de apoyo. Al coger sus cosas de la mesa, se había encontrado con el libro que le había dejado Mark.

-Mándala un mensaje. Cuando se despierte lo verá.

-Le mando un mensaje directo a Jorge también. Recuérdame luego que le mande el libro.

-Me lo das y lo envío yo, no te preocupes.

-¿Seguro? No quiero acapararte.

-Ya me acaparas. – Ventura sonrió con ironía.

Salieron de la habitación y bajaron al garaje a coger el coche. Ventura había aparcado delante de los ascensores. Olga se sonrió porque utilizaba la misma táctica que Carmen y ella cuando no encontraban sitio para aparcar: dejarlo en medio con la sirena bien visible y en este caso el cartel de FBI a la vista. Esta vez había dejado hasta la sirena girando iluminada.

-He estado antes hablando con Carmen.

-Ya me has dicho.

-Hemos hablado de ti.

Ventura se sonrió mientras conducía.

-No pienso volver.

-¿Cómo sabes …?

-Vuestra fama de reclutadoras traspasa fronteras.

-Nos vendrías bien. Tienes mundo, hablas idiomas, eres inteligente, perspicaz … tienes contactos en Estados Unidos, en el FBI …

-Tú también los tienes. Y se te ha olvidado decir que me doy muchos aires, soy chulo, demasiado seguro de mí mismo, rebato todo lo que dicen mis jefes … soy insufrible, mal compañero, algunos dicen que soy vago y me aprovecho del trabajo de mis compañeros mi único fin en la vida es destacar sin dar un palo al agua. No tengo buena puntuación en tiro y tampoco destaco en defensa personal. Y salgo a correr como los domingueros, porque el gimnasio es demasiado esfuerzo. Recuerda que soy un vago.

-Pero a veces no es bueno que … sea yo … la que pida favores. Y que rebatieras a tus jefes de entonces, para nosotros es un punto a favor. No puedo creer que alguien dijera que eras un aprovechado y un vago. En tiro, tus puntuaciones no son buenas. Las cosas como son.

-Al lado de las tuyas, de las de Carmen y Javier, todas son malas, no te jode. Y algunas cosas que ahora no me salen. No exagero. Eso lo hace el estar dispuesto a todo por contentar al jefe de turno que te ha marcado con una cruz. Lo que verdad piensas es que soy carne de ser uno más de los que ocupen el diván de Jorge Rios. En vuestra Unidad, todos habláis idiomas y tenéis muchos hombres y mujeres de mundo. Tenéis un medio inglés, un medio francés, Javier habla hasta ruso, como Jorge … todos hablan al menos dos idiomas, tenéis especialistas en informática, en delitos económicos … Tú misma, hablas cuatro idiomas a la perfección. Tu amiga Carmen lo mismo. Tenéis contactos con gente poderosa. Tu novio, sin ir más lejos. No creo que creo que si os rebato a vosotros desde el primer momento, que lo haría, soy así, os sintierais cómodos y pusierais mi retrato en la pared de los compañeros modélicos.

-No he dicho eso. Lo del diván de Jorge … y sabes que en el tema que nos traemos entre manos, todos los apoyos son pocos. Y respecto a lo de la pared de los compañeros modelos, me llevas la contraria cada dos por tres, y todavía no te he soltado un tortazo.

-Lo piensas. Lo de Jorge y lo de soltarme un tortazo – lo dijo con visaje serio, aunque le guiñó el ojo y se le marcaron los hoyuelos en las mejillas, a modo de señal de broma.

-Si conocieras a Jorge no dirías “uno más en su diván”. – Olga le dio un manotazo en el brazo en respuesta a la segunda cuestión.

-¡Ahú! Haces daño – Olga puso gesto de indignación ante semejante afirmación. Ventura retomó la conversación ya en tono serio – Es una forma de hablar en el tema del escritor. Aunque hasta hace poco, ni siquiera daba oportunidad a que nadie le saludara. Era un fantasma levitando por las calles de Madrid a veinte centímetros del suelo y con la mirada perdida. Ignoraba hasta al que se chocaba con él.

-Eso quiere decir que lo conoces. Sabes de él. No me mires así, Ventura, no te enfades. ¿O es que intentaste hablar con él cuando estaba en modo asocial? Ahora es completamente distinto en ese aspecto.

-Perdona. No me malinterpretes. Me caéis de puta madre. Pienso que sois la hostia. De verdad. Lo pensaba ya antes, pero en los días que te he conocido, he corroborado mi impresión de que eres una mujer de bandera y una profesional todavía mejor. Estoy bien aquí, Olga. No tengo que encontrarme con nadie que me haga vomitar. Allí, estaría siempre pendiente de que esa posibilidad se hiciera real. Me dolía todo el cuerpo de las arcadas que me producían algunos. Y esa ansiedad de levantarme cada día de trabajo y no saber por dónde me iban a llover las hostias. Que sapos me iba a tener que tragar. Vosotros me caéis genial. Pero va a ser que no.

-Aquí no todos te caen bien.

-No tiene nada que ver. Te aseguro que por mucho que odie a algunos compañeros aquí, nada que se le parezca a lo de allí. Y tú sabes de lo que hablo. Antes me has dado a entender que tenéis un informe sobre mí.

-Precisamente queremos que nos ayudes a cambiar eso. A que no necesites desayunarte medio bote de Primperan. Ni tú ni nadie. Mi propuesta es en serio y no tiene caducidad. Es para trabajar con Javier, con Carmen, con Matías y conmigo. No dudo que sepas de todos nosotros. Y sabes que esos mismos que te producen arcadas a ti, nos las producen a nosotros. Tienes mi número de teléfono. Aunque ahora no te apetezca, puede que dentro de un tiempo sí. Que sepas que tienes un sitio en nuestra Unidad.

-No me gusta luchar contra molinos de viento. Es lo que hacéis. Y para una vez que le di el placer a mi padre para que tirara de influencias, no quiero defraudarlo.

-Le costaría mucho encontrarte acomodo aquí.

-Mi padre es poderoso. No sale en los papeles, pero … lo es. No creo que gastara más de media hora de su tiempo para conseguirme el puesto.

-¿Te llevas bien?

-No. Pero no quiso desaprovechar la ocasión para tener algo por lo que le debiera gratitud. Mira, esa es la finca.

-Veamos quien es ese Tirso.

-¿Será el del libro de Jorge Rios?

Olga se sonrió antes de contestar.

-No.

-¡Sabes quien es! – Ventura miró con admiración a Olga.

-Sí. Hablo con frecuencia con él.

-¿Y esta visita entonces?

-Que un tipo, hermano de una de las implicadas en el caso y que … acuérdate lo que te digo, todavía nos tiene que dar muchas sorpresas desagradables, esté medio escondido a miles de kilómetros de su hábitat, cuando menos merece una charla.

-¿Qué esperas? Sus razones pueden ser parecidas a las mías: romper con su entorno que no le era agradable.

-Otra víctima de esa organización. Y es cierto, la causa más probable es que su “familia” le repatee. Quiero conocer los detalles. Y espero que nos cuente cosas que nos ayuden.

-O uno de los verdugos que se arrepintió. O no se arrepintió pero se cansó y huyó.

-O un compañero de Tirso.

-Tirso puede que fueran varios. – propuso Ventura. – Alguna vez lo he pensado.

-Ahora veremos. Sí te adelanto que parte de lo que se le achaca en los mentideros a Tirso, no lo hizo él.

-Entonces de alguna forma me das la razón: Tirso son varias personas.

-Mirado de esa forma, se podría afirmar, sí.

La verja de la finca estaba abierta. Pasaron con el coche y llegaron hasta lo que parecía la casa principal. Era una casa de piedra y ladrillo, con una galería cubierta que ocupaba toda la parte delantera y por lo que parecía desde dónde estaban, un lateral. Había como varios ambientes: un rincón con sillones, para reuniones de amigos, otro espacio con mesas altas y sillas, como para fiestas más informales, un rincón de leer con una mecedora …

-Parece al menos que tiene cierta actividad social. Todo parece preparado para ello.

-No te fíes, puede ser todo diseñado y preparado por un profesional.

-Le falta un poco de alma, es cierto. Me recuerda un poco a la casa de Cape – eso último lo dijo más para ella.

A Olga le dio la impresión de que solo estaba en uso una parte de la mansión. Si sus informaciones eran correctas, no le extrañaba. Si ese hombre vivía solo allí, la casa era enorme para un solo inquilino. Uno de los edificios anexos sí parecía tener uso. Si hubiera tenido que apostar, era el taller del dueño de la finca. Y parecía dedicarse a la escultura. O a la alfarería. Aunque dudaba de que esa actividad fuera profesional.

Se bajaron del coche. Ventura se puso la americana y comprobó su arma antes de caminar hacia la casa. La indumentaria de los dos era incongruente. Ventura llevaba el uniforme oficial del FBI, traje oscuro y corbata, camisa color azul claro, con zapatos negros. Olga en cambio, vestía informal, con pantalones vaqueros ajustados, una blusa color beige y un chaleco largo de color rojo bermellón. Calzaba unas botas de caña media con medio tacón. Llevaba su arma, con permiso de las autoridades americanas, colgada de la cintura. El chaleco la disimulaba un poco, aunque no pretendía ocultarla del todo.

Ventura fue a llamar al timbre, pero un hombre de unos treinta y pocos, les salió al paso y se le adelantó. Se los quedó mirando impasible. Su gesto no era agradable. No parecía contento con la visita.

-¿Señor Campero? – preguntó Ventura.

-Hace tiempo que nadie me llama así.

La voz sorprendió a los dos policías. Era muy grave. Parecía salida de ultratumba. Aunque lo que más les llamó la atención era su falta de musicalidad. Olga suspiró con tristeza. Esa era una de las características que parecían tener muchos de los “chicos de Jorge”, como habían empezado a llamar a las víctimas de esa organización.

-Permítame que nos presentemos. – Olga le tendió la mano sonriendo.

-Olga Rodilla y ¿Usted? – Tirso cortó el intento de Olga mientras miraba a Ventura, aunque aceptó el saludo que le ofrecía una sorprendida comisaria.

-Ventura Carceler. – ahora fue éste el que tendió la mano a Tirso y se la estrechó.

El hombre levantó las cejas sorprendido.

-Jugamos entonces en nuestra juventud algunas veces que tu padre nos invitó a pasar algún fin de semana en vuestra finca de Extremadura. Sigues teniendo un aire a él, aunque no te haya reconocido al verte.

-Siento no recordarte. – Ventura lo miraba intentando buscar algún rasgo o gesto que le diera pistas. Le había sorprendido su afirmación de que se conocían. Tendría que hablar con su madre a ver si se acordaba ella. Ese hombre, de todas formas, parecía unos años mayor que él. En todo caso, se juntaría más con sus hermanos mayores. Quizás fuera mejor hablar con ellos.

-No me extraña. Yo procuro no recordar nada de lo de antes de llegar a Estados Unidos. Por eso vuestra visita no me agrada. Se me ha alterado el ánimo solo de verte Olga.

-¿Nosotros nos conocemos? – Olga lo miraba fijamente desde que el hombre hubiera demostrado que la conocía. No acababa de recordar. Prefirió reconocerlo en voz alta que andar a ciegas.

-Sí. Pero yo era poco más que un niño. Y tú mucho más joven. Aunque ya eras madre. He de decir en tu honor, que no parece haber pasado el tiempo por ti.

Olga se lo quedó mirando de nuevo. De repente su mente encontró el recuerdo. Se quedó anonadada. Se olvidó hasta de devolver o agradecer el cumplico que le acababa de hacer.

-Joder. Te llevó Jorge a la casa de acogida. Te sacó de una de esas fiestas. Nacho, Cosme y Jorge. Pero no te llamabas Tirso.

-Eres buena fisonomista. Deja aquel nombre en el olvido por favor. Aunque te acuerdes, o lo haga Jorge, no lo mientes ni lo pongas en ningún informe.

Olga dio un paso para abrazarlo. No lo pensó, simplemente le salió. Y el Tirso que había salido a recibirlos con gesto agrió aceptó con gusto el abrazo y cambió el visaje agrio por otro de sentirse bien. Olga recordaba perfectamente como Jorge lo llevaba aúpas y se lo pasó a ella y el joven se abrazó como una lapa. Aunque antes de que Jorge se fuera, volvió a sus brazos para besarlo profusamente. Luego, estuvo lloriqueando más de una hora en brazos de Olga.

-Solo tengo un par de recuerdos buenos de aquella época. Las caricias de Jorge en mi espalda para que me relajara, mientras me llevaba sobre su hombro hasta que me dejó en esa casa contigo, y tu abrazo eterno. Y las palabras que primero Jorge y luego tú, me susurrasteis al oído para que supiera que ya no me iba a pasar nada. No os niego que pese a que te debo mucho, Olga, tu visita me fastidia bastante. Hubiera preferido que no se hubiera producido nunca. Pasad. Al menos os ofreceré un café.

La casa por dentro era acogedora. No había fotos de personas, pero las había de animales. En la sala principal había un piano vertical en una esquina. Había bastantes figuras de barro como adornos. Eran bonitas. Le recordaban las de un artesano burgalés que había visto en algunas ferias y del cual tenía varias de ellas en su casa. Félix Yáñez. Al final se había acordado de su nombre.

-Es cierto, tocabas el piano – dijo de repente Olga.

-Lo sigo tocando. Algunos vecinos se acercan los viernes y hacemos una pequeña velada. Me sirve como excusa para tocar el resto de la semana preparando esa “actuación”.

-¿Cual es tu pieza imprescindible?

-El Canon de Pachelbel. Y una amiga siempre me pide el “Claro de Luna” de Debussy.

-El Canon me lo tocaste una vez.

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Tirso se quedó mirando a Olga y sonrió.

-Es cierto. No lo recordaba. Viniste a verme y quisiste escucharme. Nadie me ha escuchado con tanta atención. Si no recuerdo mal te gusta la música clásica. Espera, me acabo de acordar, luego te toqué un minueto de Handel.

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-Y algo de Chopin.

Durante un rato hablaron de cosas intrascendentes. Pasaron a la amplia cocina del anfitrión y se sentaron mientras esperaban a que el café estuviera preparado. Una vez que estuvo listo y Tirso se sentara con ellos en la mesa, parecía que era el momento para hablar de la razón que había llevado a los policías hasta esa casa.

Olga tomó la palabra y contó a grandes rasgos lo que había pasado con Rubén y la actitud de su hermana. Tirso escuchaba atentamente sin hacer prácticamente ningún gesto. Para Olga, fue claro que le interesaba lo que contaba, aunque no fuera posible hacerse una idea de lo que pensaba o cual de los protagonistas se alineaba más con su forma de ser y pensar.

-Es cierto. Bonifacio nos dio un dinero, mucho dinero, y nos dijo que no esperáramos más cuando muriera. Dijo que prefería que lo disfrutáramos mientras éramos jóvenes, para que pudiéramos crearnos un futuro.

-Pero tu hermana no parece que sea de la misma idea.

-Vamos a llevarnos bien. A Carlota te agradecería que no la mentaras de nuevo por nuestra relación familiar. Eso fue solo un papel. Así además le damos gusto, porque siempre me mostró su asco y su oposición a que me llevara parte de las atenciones de Bonifacio. Y claro, parte de su dinero. A estas alturas ya te habrás imaginado que si soy hijo de Bonifacio, es porque me acogió y me adoptó. Carlota nunca estuvo de acuerdo, reitero, y no ha dejado de demostrármelo continuamente. No tenemos ninguna relación ni la tendremos. Si no me ha quitado el dinero, es porque no ha podido. Estoy seguro que ha puesto mucho empeño en que sus abogados estudiaran algún tipo de acción para dejarme pelado. Si no lo ha hecho, es porque no ha encontrado la forma legal de hacerlo. Y por si acaso tiene ganas de matarme para heredar ella, hice un testamento al que di toda la publicidad que pude, en el que legaba todo a Jorge Rios. A él le debo la vida, es justo que si la pierdo, reciba lo que es mío.

-Eso quiere decir que crees posible que Carlota sea capaz de organizar algún tipo de plan o encargarle a alguien matarte.

Tirso se mantuvo en silencio con su mirada clavada en Ventura. Éste asintió despacio con la cabeza. Había entendido la respuesta a la perfección.

-Pensaba que en todo caso se lo habrías dejado todo a Rubén. Es tu sobrino. – Olga tomó el relevo a la hora de preguntar.

-De nuevo volvemos a lo mismo. Lo es por un papel. Ni es mi sobrino ni nada. Y en este caso, apenas lo he tratado. Y ser, aunque sea sobre el papel, hijo de Carlota y del fantoche de su marido, no es un punto a favor de él.

-¿No te llevas bien?

-Apenas lo conozco. No me interesa. No te puedo decir que tipo de persona es. Solo que no lo ha pasado nada bien en la vida. Pero eso no te da un certificado de buena conducta o de santidad. Sé de algunos “compañeros” que después se convirtieron en unos perfectos hijos de puta. Sencillamente no lo conozco y no me interesa lo más mínimo.

-¿No te apena que se quede con la herencia?

-No creo que haya mucho que heredar, comparado con lo que había. La casa familiar. Perdón, la casa de Bonifacio. La otra casa, la buena, ya se la quedó Carlota cuando murió su madre. Y el dinero de ella, que era bastante y de eso, yo no vi nada. La editorial. Pero ésta ha sido mal gestionada en los últimos tiempos y el único activo que tiene es Jorge Rios. Sin él, la editorial es humo. Y si es verdad lo que me cuenta algún amigo que me llama de vez en cuando, y Jorge se ha despertado y ha empezado a poner orden, esa editorial no tiene futuro. En cuanto Jorge les quite los ingresos extra que tenían gestionándole algunas cosas, como su agenda y algunas colaboraciones con algunas publicaciones, será un desastre.

-¿Por qué crees que Rubén no ha dado pasos para ejecutar la herencia? – Fue Ventura el que preguntó.

-No lo necesita. Y así pone nerviosa a Carlota. Es su madre, sí, pero porque Bonifacio era muy mayor para figurar como su padre. Si a mí me puso todas las zancadillas que pudo, me imagino que la vida de Rubén  ha sido penosa. Además, ya tiene una asignación mensual de un fondo fiduciario. Esa asignación es de por vida. Es intocable. De todas formas, nunca he tenido claro a que juega Rubén.

-¿De dónde salió? ¿Otro niño como tú?

-No, no. Para nada. – Tirso se calló de repente. Se dio cuenta que su tono podía llevar a malas interpretaciones – Eso no quiere decir que su vida haya sido agradable. Pero es distinta. Quiero decir, su caso es distinto.

-Necesito que nos ilumines. No acabamos de entenderlo. Y Jorge está igual de perdido que nosotros, y eso que algo ha recordado de ese pasado que tiene olvidado. Si no llega a ser por eso, estaríamos en un punto muerto. Al menos recordó a Lazona y alguna circunstancia de él y de Rubén.

-Aún así, estamos cerca de estarlo – apuntó Ventura sonriendo con tristeza. – Perdidos, me refiero.

-No sé su historia con detalle. Lazona el padre, tenía negocios con Bonifacio. Algo pasó en alguna de esas fiestas.

Olga espero que Tirso siguiera hablando. Estaba convencida de que estaba poniendo excusas para no contar lo que sabía. El silencio persistía. Estaba claro que tendrían que trabajárselo un poco más para conseguir más respuestas.

-¿Rubén y su hermano eran hijos de Lazona? – preguntó Ventura después de que Olga le hiciera un ligero gesto con la cabeza.

Tirso empezó a mover la cabeza en círculos. Bebió un trago de su taza de café. No parecía decidirse a contar, o al menos, no acababa de escoger la forma de hacerlo.

-La vida de la familia Lazona es complicada. No sé por qué os cuento todo esto, no me va a hacer bien a la paz que tanto me ha costado encontrar. – miró resignado a Olga – Os advierto que solo sé algunos detalles. De hecho, nunca he acabado de entender todas las ramificaciones, por falta de información seguramente. Advertiros que todo lo que os voy a contar, y no estoy todavía convencido de hacerlo, no lo sé por vivirlo, sino por escucharlo. – Se aclaró la garganta antes de seguir hablando – Brenan y Dilan eran gemelos idénticos. Veo Olga que ya sabes que Brenan es el nombre real de Rubén. Eso sí lo vi, su parecido era mágico. De hecho, nunca tenías la seguridad de con quién estabas hablando. Si los conocías mucho, había alguna pequeña sutileza que los diferenciaba. Son hijos de una hermana de Fausto Lazona. O sea, biológicamente los gemelos son sus sobrinos. La hermana hippie. No recuerdo su nombre, porque además se cambió el nombre y luego, para más inri, se hacía llamar de otra forma …  cada mes cambiaba de nombre …  estaba siempre puesta, en una especie de iglesia rara o comuna o lo que fuera, allí en Galicia. Esa iglesia luego, entre sus preceptos, estaban el de dar a los hijos a la comunidad. Esos hijos eran criados entre todos y en su caso, vendidos. Eso es lo que pasó con ellos con nueve años. Y con algunos otros. Os imagináis en manos de qué depravados cayeron. Todo esto, se lo oí contar una vez a Lazona hablando con Bonifacio. Yo ya no era un niño, así que creo que entendí todas las connotaciones de la historia. Todas … es mucho decir por mi parte, es una historia tan rara la mayor parte al menos.

De repente Tirso se calló. Pareció dudar de seguir contando. Movía la cabeza negando. Debía estar pensando que esa no era su guerra. No parecía conforme con ir pregonando los secretos de los demás.

-¿Has recordado algo especial? – se atrevió a preguntar Ventura.

-No sé por qué os estoy contando ésto. No creo que sea bueno para mí. No lo he hecho nunca hasta ahora. Esta historia nunca ha salido de mi boca. Ni casi he pensado en ella. Y según hablaba me he dado cuenta que no no creo que sea bueno para mi salud mental. No le encuentro una razón para ello. No es mi guerra.

Olga dejó un tiempo de reflexión en silencio. Luego, con cadencia tranquila y sosegada y un volumen y ritmo reposados, empezó a hablar de nuevo.

Rubén se está drogando para no ser consciente de su vida. Para no hablar con Jorge. Ha sido el desencadenante de todo lo que ha ocurrido después, del intento de asesinar tres veces al menos al escritor y a Carmelo. A Dani – aclaró Olga. – Una trama complicada en la que está implicado uno de los hijos del ex-marido de tu hermana perdón, de Carlota Campero: Dimas Nadiel. Su hijo mayor, Jorgito. Él fue en apariencia la mano ejecutora de la paliza que le dieron a Rubén, aunque todo parece amañado. A parte, hemos descubierto una trama lateral de esa organización … con músicos.

-Pues ya habéis tardado. No me puedo creer que no hayáis oído hablar de ella hasta ahora. No es algo nuevo, es de hace muchos años. Tantos como Anfiles, casi.

-¿Tú la conocías? – preguntó Ventura. Ventura empezaba a coger el papel de contrapunto de Olga. De romper la cadencia sosegada que intentaba dar ella. Su tono era más cortante, más brusco, sin llegar a ser violento o inquisidor.

-No llegué a esa organización por ese camino. De hecho, fue allí donde empecé a aprender música. Nada que ver con esa organización de músicos. Esos van por libre. Van de masones. Les gusta las túnicas y la parafernalia. Son muy clasistas. El maestro, el profesor, el músico, los actuantes, los felpudos, los señores …

-¿Tirso? ¿Fue él el que ?

-No. Si. Es largo de explicar. Tirso y yo éramos colegas. Posiblemente fuera yo el primero al que luego salvó. El buscó a alguien que me diera clases. Desde que tenía once años, Tirso era un tipo resolutivo. Parecía que tenía treinta. Ver a un niño actuar como un adulto, movía a muchos a plegarse a sus peticiones. Eso pasó con mi profesor de música.

¿Quién es? – inquirió Ventura.

-Ese es un dato que prefiero guardarme.

El hombre se levantó y se fue a mirar por la ventana. Tuvo un arranque y salió a la galería descubierta que ocupaba un lateral de la casa. Ventura interpretó que se iba a dar a la fuga y salió detrás de él. Pero se detuvo en seco al comprobar que se había parado en una de las columnas que sujetaban el piso superior de la casa y que miraba hacia el horizonte. Varios minutos. Olga se unió a él. Hizo un gesto a su compañero y se acomodaron en unas sillas altas que había al lado de dos mesas. La comisaria fue a decir algo, pero un gesto de su compañero la disuadió. Dejaron que el hombre pensara y decidiera.

-¿Te has acordado de mi nombre ya Olga?

Tirso se giró y sonrió a la comisaria. Ésta asintió con la cabeza.

-Arlen. – dijo en un susurro perlado de una sonrisa cariñosa. – Siempre me gustó ese nombre.

-Fui el primero al que salvó Jorge. Ahora me he dado cuenta de que fui el primero en muchas cosas.

La comisaria asintió despacio con la cabeza.

-Luego llegó Dani. Y Lucas. Y Fidel. Y otros varios.

Tirso se puso a llorar. Olga fue a levantarse, pero de nuevo, Ventura le indicó que lo dejara llorar a gusto. Olga, aprovechando que en la mesa había un cenicero usado, sacó un paquete de tabaco y cogió un cigarrillo. Ofreció a Ventura que rechazó el ofrecimiento. Se lo encendió y aspiró profundo el humo. Empezaba a ponerse nerviosa. No se acababa de acostumbrar a escuchar las historias de esos niños. Los recuerdos de Tirso que ahora asolaban en silencio su mente, también llegaban por oleadas a la cabeza de Olga, saliendo de estampida del baúl al que los confinó hacía muchos años. No era agradable recordar el estado en que llegaban la mayoría de los chavales salvados cuando Jorge o los colegas de Roger los dejaban a su cargo. Y eso, que al menos, llegaban tranquilos. Jorge se había encargado de que se serenaran. Escuchar a Arlen retomar su relato, la sacó de su ensoñación.

-Éramos inseparables. Tirso, Odón y yo. Luego se unió David. Los cuatro mosqueteros, con D’Artagnan. Hermanos, amigos, amantes los mejores de esa banda. Lo único que recuerdo de mi abuela es que me repetía: “hagas lo que hagas, sé el mejor”. Pues éramos los mejores. Hasta ese día en que de repente nos hicimos mayores: a Odón y a David los mataron a golpes, Tirso pasó dos meses en un hospital, quince días en que parecía que se moría … y yo … velando. Todo por diversión. Porque a esos tipos les apetecía comprobar cuantas hostias podíamos resistir. Y el resto mirando divertidos. Haciendo apuestas. El tipo que se encargaba de nosotros no sabía que decirme. Eran un buen hombre dentro de lo que cabe. Armando se llamaba. Creo, ahora no estoy seguro. Da igual. Lo mataron al cabo de unos años. Cuando Tirso se recuperó, tomó la decisión de que eso que nos había pasado, no volvería a ocurrir. Y empezó a encargarse él de los chicos. Un chico como nosotros, encargado del resto. Tirso se hizo respetar. Fue imponiendo algunas normas. Tiene una gran personalidad. Se creó su personaje, con los tatuajes. Marcó su ley. Aunque le costó. Ahí nació su fama. Parte verdad, parte mito. Supo apropiarse de alguna cosa que hizo Jorge, además así de alguna forma lo protegía, y de lo que hicieron algunos de los cuidadores cuyo nivel de aguante se sobrepasó y actuaron contra algunos de esos “señores”.

Se volvió a Olga y le pidió un cigarrillo. Ventura se apresuró a coger el paquete y acercárselo a Arlen. Olga estaba también afectada. Arlen cogió un pitillo del paquete y aceptó el fuego que le ofrecía el policía.

-Hubo otra fiesta en que la cosa se desmandó. Y volví a salir malparado. Tirso estaba lejos y no podía ir a ocuparse. Fue algo parecido a lo de Dani: un tipo que tenían vetado, se coló en la fiesta por ser amigo del anfitrión. Pero Tirso se las arregló para que Jorge fuera a sacarme. De hecho, ahora que pienso, mi caso fue casi idéntico al de Dani. Jorge y sus dos colegas. Tuvo que aplicarse esos tipos no parecían propensos a dejarme escapar con vida. Pero lo hizo. Se aplicó. En mi vida he visto luchar como lo hizo Jorge. Hubo momentos en que pensé que lo iban a dominar. Nacho llegó a tiempo de echarle una mano. Y luego Cosme. Éste sí salió un poco magullado del combate. Y aunque ellos eran muchos, ellos fueron los que acabaron mal. Alguno incluso, mal de verdad. Ni Nacho ni Jorge tienen piedad en esas circunstancias. Al escritor, ahora que lo pienso, creo que no le dieron ni un puñetazo. Salió sin un rasguño. Con las manos eso sí, un poco enrojecidas y calientes. Sentí luego ese calor en mi piel. Ese calor me reconfortó. Jorge me aupó y me colocó en su hombro. Seguía desnudo. Sentir sus manos en mi cuerpo, me dio paz. Sus manos calientes por la acción. Por defenderme. Nadie nunca lo había hecho. Luego Nacho me tapó con su cazadora. Jorge me acariciaba suavemente la espalda, las piernas …  luego en el coche, me abrigó bien con la cazadora de Nacho, me abrazó y me habló al oído. Eso ya os lo he contado antes. Recuerdo cada palabra, pero eso, como me dijo él, era solo para mí. Y así será por siempre. Y recuerdo el perfume que tenía la cazadora de Nacho. Me costó, pero lo encontré. Es el perfume que utilizo ahora. Me da seguridad.

Sus ojos se habían vuelto a humedecer. Se pasó unas cuantas veces su mano derecha por la nariz. Miró al techo de la galería y se aprestó a seguir con su relato.

-Tirso esta vez me veló a mí en el hospital. Cuando me recuperé no sé que tenía con Bonifacio pero éste me adoptó. Me apartó de todo ese mundo. Y me dio una cama, una seguridad, una educación. Cariño no demasiado, no era hombre de afectos. Pero a mí me valió. Me dijo que pasara de Carlota y del resto de la familia y amigos. Perdona, me he ido …

Suspiró de nuevo mientras se secaba las lágrimas que habían aparecido en sus ojos.

-Tirso procuró que alguien me enseñara música. Eso ya lo he contado. Fue ahí además cuando empezó a recomendarnos a todos que le leyéramos. A Jorge. Dijo que ese escritor, nos entendía. Que sabía lo que sentíamos. Que estábamos todos reflejados en sus personajes. Una vez me llegó a decir: “Ese Jorge las ha pasado canutas, es de los nuestros”. No sé si las pasó canutas o no, sé que a parte que es verdad, sus historias me llegaron al alma cuando las leí, él me salvó de una muerte segura. Y esos pocos minutos que estuve en sus brazos, y los que luego estuve abrazado a ti, Olga, han sido mis mejores momentos en la vida.

Olga levantó las cejas y se llevó la mano a la boca para taparla. Negaba con la cabeza. No se esperaba que la visita a ese “Tirso” se desarrollara de esa forma. No se había preparado adecuadamente. Al menos Ventura parecía menos impresionado por la historia de Arlen. Se levantó y llegó hasta el anfitrión. Le puso la mano en la espalda.

-Ven a sentarte con nosotros. Volvamos dentro. Hace un poco de aire. Y si no te molesta, preparo más café. Yo me ocupo de todo.

Arlen asintió con la cabeza. Sonrió a Ventura.

-No has cambiado mucho.

-Mi madre no dice lo mismo. Piensa que me he vuelto un arisco y que siempre voy enfurruñado.

-Eso ya eras cuando te conocí. Parecías enfadado con el mundo.

-Y lo estaba. Sigo estándolo.

-Te tiré fichas y no me hiciste ni caso.

-No estoy receptivo. Lo siento. Ni entonces, ni ahora.

Ventura preparó los cafés y llevó las tazas a la mesa. En la despensa había visto un plato con pastas de té. Las llevó también. Olga se extrañó de que cogiera esas confianzas. Pero Arlen no pareció molesto, al revés, fue el primero que cogió una pasta. Olga pensó que definitivamente debía convencer a Ventura de que se uniera a ellos. Sabía leer en la gente. Y mantenía la cabeza fría, cosa que ella en ese momento, no había conseguido.

-¿Has seguido en contacto con Tirso?

-Sí. A veces me llama. Desde teléfonos distintos. Seguimos teniendo un teléfono de SOS.

-¿Piensas que lo vas a necesitar?

-Si vosotros me habéis encontrado …  puede que otros lo hagan. Carlota misma.

-Ella no gana nada matándote.

-Salirse con la suya. Venganza. Son buenos argumentos. Al menos, suficientes. Dinero no lo va a tener. Si a Jorge le pasara algo, serían Dani y Pólux los que heredarían. Según tengo entendido, hay muchas maniobras para hacerse con la obra y el dinero del escritor. Aunque si Jorge ha “despertado”, será difícil que alguien le gane una mano. Y más si tiene vuestra ayuda, Olga. Según me he enterado, el tío de Pólux hizo que éste conociera a Jorge. Y Dani claro. Yo creo que estaban predestinados. Jorge y Dani, me refiero. No hay que despreciar los poderes de ellos. Eran Dioses. Y si tienen la suerte de encontrar a los que le siguieron en el olimpo de “Anfiles”, y que Tirso o Germán pusieron a salvo, serán un grupo muy poderoso.

-Eso de ser dioses no lo acabo de entender. – Ventura expresó con sus gestos además de con sus palabras la ignorancia que tenía del tema. Olga le hizo un ademán para indicarle que ya le contaría ella después. Pero Arlen atendió el requerimiento de Ventura.

-Los mejores. Eso es lo que son. Siguen la estela de Dani. Él fue el primero. Los dioses deben parecerse a él.

-¿Los mejores en qué? A parte, no entiendo eso de “parecerse a él”.

-En todo. En el sexo, en resistencia, en percibir al resto de la gente. En traspasarte con la mirada y conocer tus secretos, tus apetencias, tus más íntimos deseos. Resistencia a los golpes, a los maltratos, saber encajarlos un dios con solo mirarte, puede provocarte un orgasmo. Respecto a parecerse a Dani, no hay nada más: un Dios, debe ser, debe parecerse a él. Si no, solo llegará a Rey.

-Eso no me lo creo.

Olga asintió con la cabeza.

-Créetelo. – sonreía a Ventura, – buscan a chicos que puedan ser una réplica de Dani.

-¿Y les dejaron irse así, por las buenas? – Ventura cambió de tema. Aunque luego incidiría con Olga en ello, cuando se quedaran solos.

-No. Tirso se ocupó de sacar a algunos. Luego, fue Germán. Salvo Dani que es personaje público, el resto de Dioses que han sobrevivido, para la organización, están muertos. Porque ellos saben todo. Tú piensa que algunos de esos “señores” llegaron a pagar un millón de euros por estar con un Dios y sus pajes. Los que pueden pagar ese dinero por un par de días de polvos, no estarían contentos de que se supiera.

-¿Hay un dios ahora?

-Sí. Doce años. Según me dice Tirso, de los mejores. Se llama Javier.

-Vaya, como el jefe – bromeó Ventura mirando a Olga.

-¿Qué tal es Javier? ¿Es como su padre? – Arlen decidió llevar la conversación por otros derroteros. Tenía la impresión de que había hablado demasiado. No es que no confiara en Olga, es que pensaba que cuanto más hablara de todo eso, peores días iba a pasar después. Su angustia permanente volvería a instalarse en su ánimo.

-Distinto. Muy perspicaz. Se fija en detalles que a nadie le llaman la atención. Muy inteligente. Pelea bien. Dispara muy bien. Pero son distintos. Su padre era a la antigua. Javier … es más sutil. Aunque si tiene que ponerse duro, no le tiembla el pulso. Y tiene un don de gentes insuperable. Y se entrega a su gente y a las víctimas hasta el final.

-¿Trataste con Dani y Pólux? – Ventura llevó de nuevo la conversación a la senda en la que transitaban.

-Con Dani sí. Coincidimos en alguna fiesta. Un par de veces hice de paje suyo. A Pólux le ayudé a Tirso a ponerlo a salvo una vez. Antes de que su tío se hiciera cargo de él. Antes de venirme a Estados Unidos.

-¿Con Jorge?

-Después de que me salvara, no. Tirso me dijo que era mejor que no me acercara a él. Por mi seguridad y la suya. Había que protegerlo.

-Siempre has hecho caso a Tirso.

-Ya os lo he dicho. Era mi hermano, mi amante. Es mi persona importante en la vida.

-¿Lo amas? – preguntó Ventura.

-El amor es algo que los que hemos salido de esa organización, no controlamos. No lo entendemos. Al menos a mí me pasa. Amor en el concepto en el que lo citas. Querer con toda el alma, sí. Lo otro sinceramente no sé lo que es.

-Te has puesto su nombre.

-Un homenaje. Y para confundir. Guardadme el secreto.

-¿Y el sexo? – preguntó Olga.

-No lo practico. Sencillamente.

-Podrías hacer feliz a cualquier hombre.

Arlen se encogió de hombros antes de contestar a la afirmación de Olga.

-Ha dejado de tener sentido para mí. Tuve más sexo antes de los dieciséis que la mayor parte de la gente en toda su vida.

-Volvamos si te parece a Rubén. O a la organización de músicos.

-Lo de los músicos poca ayuda os puedo dar. Sé que existe. Se que tienen ciertos contactos con la otra organización. Mueven mucho dinero y sus dirigentes son despiadados. No dudan en matar, en apalear. No conozco a nadie que haya salido de allí. Ni he oído nombres.

-¿Rubén? ¿Qué fue de su hermano?

-Todo lo que os puedo decir es de oídas. Lo único que sé es que Lazona, después de conseguir quedarse con sus sobrinos, eso fue un proceso largo y que le costó mucho dinero, pecó de chulería. Se creía poderoso. Y llevó a sus “hijos” a una de esas fiestas. No con la intención de que se convirtieran en juguetes, sino como “señores”. Se despistó y Dilan acabó en manos de un viejo conocido suyo. Le molió a palos y le humilló. Él y sus amigos le vistieron de mujer, cuando estaba inconsciente y le violaron repetidamente. Cuando Lazona y Brenan acabaron de tratar sus asuntos de negocios con otros “señores”, ya era tarde. Y Lazona que se creía muy poderoso, se topó con la horma de su zapato. Tuvo que guardarse su chulería y llevarse a Dilan envuelto en mantas. Su agresor y sus amigos, eran socios en negocios. Y alguno de ellos era famoso y poderoso en el mundo de la música. Todo su dinero y sus influencias no consiguieron curar al joven ni castigar a los culpables. La mente de Dilan hizo aguas. Ni el apoyo incondicional de su gemelo pudo contrarrestar esa experiencia. Al revés, casi le lleva al abismo. Tardó un año o más, pero acabó estampado en la acera al tirarse de un edificio de Nueva York. La mitad de Brenan también murió en esa acera. La relación de Lazona con el chico se rompió. Lazona vendió todo su patrimonio y desapareció. Bonifacio le hizo el favor de adoptar a Brenan que cambió su nombre por el de Rubén.

-No he entendido eso de que Brenan y su padre estaban tratando cosas de negocios.

-Brenan es atractivo. Tiene una mirada embriagadora. Y dura. Esa era una de las diferencias con Dilan. Éste no era capaz de jugar a seducir de esa forma. Seducir sin parecer que lo hace. Brenan era un maestro. Le gustaba además.

-Lo utilizaba para atraer voluntades. Para allanar una negociación. – apuntó Ventura.

-Sí. Que yo sepa nunca le pidió que consumara esa seducción. Aunque no descarto que lo hiciera por su cuenta. Al fin y al cabo, le habían educado para ello.

-¿Por qué Bonifacio se quedó con el chico? – preguntó Ventura.

-Por amistad con Lazona. Y porque uno de los agresores de Dilan era un íntimo amigo suyo. Un poderoso abogado, si no entendí mal. Un intocable. Todo ese grupo era intocable. Se sentía de alguna forma responsable.

-Nos está siendo difícil encontrar el rastro de todas estas historias.

-En el despacho de Otilio Valbuena seguro que hay pruebas. Ese hombre y sus abogados son lo peor. Muchos de esos depravados son clientes suyos. Y amigos.

-¿Quién es el abogado de Rubén?

-Posiblemente el de Bonifacio. No sé el nombre. Es un pariente lejano de Otilio con el que está enemistado. Perdón rectifico: me acabo de acordar. Me he equivocado. El abogado de Bonifacio era Noé Freire. Es cuñado de Laín Carnicer. Y trabajó un tiempo en el bufete de Otilio Valbuena. Pero acabaron mal. Se lo montó por su cuenta.

-¿Hermano de Paula Freire?

-Sí, pero tranquila Olga, has puesto cara de susto. No se habla con su hermana y su cuñado. No es de la misma calaña.

-No te cae bien Paula.

-Es marrullera, manipuladora. Está frustrada porque no pudo reinar al lado de un marido famoso. Y no pudo explotar a Martín. Jorge, sin ser consciente, se lo impidió. Se inventaron mil historias para justificar que tanto el niño como Laín, dejaran el cine. No hagáis caso: Jorge fue el que lo consiguió. De esa forma protegió a Martín. Martín si no, hubiera acabado muy mal.

-Sabes muchas cosas – le dijo Ventura. – Estás a miles de kilómetros de todo.

-Nada que me sirva para vivir mejor y no tener pesadillas por las noches. Aunque he ganado en paz de espíritu desde que me trasladé aquí, no domino mi cabeza completamente. Hay amigos que me llaman y me cuentan. Nos apoyamos. Los que estuvimos en esa mierda, creamos unos lazos indestructibles. Y algunos siguen pendientes, ayudando si pueden. Vigilando. Jorge concita mucha atención. Por eso le tienen todos tanto miedo. Por lo que sabe, por lo que olvidó, por lo que puede hacer. De todas formas, muchas de esas cosas, cuando ocurrieron, estaba en España.

-¿Te aprovechaste en el colegio de las redacciones que vendía Jorge?

Arlen se echó a reír.

-No. Llegué tarde. Jorge ya era el que es ahora. Ya lo era cuando me sacó de esa fiesta. Escritor publicado y súper ventas. Aunque en algunas de mis redacciones imitaba su estilo. Me gustaba tanto me gusta, vaya. “La Casa Monforte” la he leído cuatro veces. Y cada vez, veo cosas que me habían pasado desapercibidas las veces anteriores.

-¿Sabes algo de como Bonifacio supo de Jorge?

-Carlota y Nadia. Les pilló una redacción que supo de inmediato que no la habían escrito ellas. Un trabajo, más bien. A partir de ahí mandó a gente a comprarle trabajos al escritor. Era su hermano … no recuerdo el nombre … ¡¡Mierda!! Bueno el caso es que su hermano era el que hacía de vendedor. Nadie se reunía con Jorge.

-¿Eso lo viviste?

-No. Eso fue anterior a mi llegada a la familia. Muchos años antes. Carlota y yo nos llevamos muchos años. Me lo contó Bonifacio. Se jactaba de haber descubierto a Jorge antes incluso que lo hubiera hecho él mismo. Desde que lo descubrió, solo intentó que no dejara de escribir. Y luego asegurarse de que ganaba dinero con ello. Los relatos que le compró están publicados con otro nombre. En realidad fue el primer libro de Jorge que salió a la luz. Y Bonifacio decía que no hizo falta ni retocar ninguno de los relatos. Alguna falta de mecanografía. Nada más.

-¿Sabes cual es el libro?

Arlen se levantó de la silla y fue a la habitación de al lado. Buscó en la estantería que tenía llena de libros y cogió uno. Lo llevó a la cocina. Se lo tendió a Olga.

-“No podrás olvidar”, por JR. – leyó Olga – Al menos no se inventó un nombre ficticio. Y el concepto de “olvidar” está muy presente en la obra de Jorge.

-Eso no quiere decir que no le robara lo que pudo. Hay dos premios literarios de aquellos años que son en realidad de Jorge.

-El de Nadia …

-Entonces son tres. Ese no lo había contado.

-¿Y Dimas? ¿Sabes algo?

-Mujeriego, vago, inculto, ladrón de baja estofa … resumen aproximado.

-El engaño con las ventas de Jorge que hacían en la editorial ¿Era cosa de Dimas o de Bonifacio?

-De todos. Así actúa la editorial. Lo que pasa es que Dimas perfeccionó el sistema y además robó a Jorge en actos y otras cosas que no le pagaban. Nando, que se ocupaba un poco de sus cosas, cobraba por hacer la vista gorda. Y luego en ciertos países, no dejó que Jorge publicara oficialmente. Lo hizo a nombre de otros autores, para quedarse con todo el dinero. Rusia, China, Corea, son algunos de esos países. Hay más, pero no los recuerdo.

-A ver como le cuento esto a Jorge.

Arlen se echó a reír.

-Jorge sabe. Calla pero sabe. Cuando quiera revertir algo, hará como si lo descubre. Jorge también ha publicado novelas con otro nombre. Y en otra editorial, claro. Una pequeña.

-¡No jodas!

-Pero eso no os lo voy a contar. De momento. Intentad descubrirlo por vuestros medios.

-No nos dejes así.

-Eso no os ayuda en el caso.

-No entiendo como sabes tanto de todo esto.

-Es lo que tiene ser un adolescente callado y poco lustroso. Fue mi papel adquirido por indicación de Tirso y de Jorge. Reconozco que es uno de las cosas que me susurró al oído. Nadie reparaba en mí. Y Bonifacio, como en el fondo me consideraba medio tonto, me contaba muchas cosas pensando que no las entendería. Era humano y aunque daba la imagen de un tipo duro, en realidad a veces necesitaba que alguien le escuchara y pusiera cara de admiración ante sus éxitos. Yo era ese espectador que aplaudía.

-¿Y lo de los otros libros de Jorge? No creo que nadie te contara.

-El destino. Llegar a un mostrador de la librería de “El Corte Inglés” y ver una novela. Abrirla, leer un par de páginas y decir: es de Jorge. Comprarla de inmediato y bastantes horas después, después de acabarla casi de un tirón, decir: es Jorge, definitivamente. Me fui corriendo y compré todas las novelas de ese autor. Jorge. Lo tengo claro.

-Estaba pensando que podíamos ir a comer algo – propuso Ventura.

-Os invito. Vamos a un sitio que está cerca. Un típico bar americano.

-¿De esos en un vagón de tren o una caravana?

-No. Pero si volvéis otro día, os llevo a uno de esos. Pilla un poco lejos el que conozco.

-Vamos sí. La verdad es que tengo hambre – reconoció Olga.

-Antes de irnos ¿No tendrás esos otros libros de Jorge?

-Te he dicho que …

-Por favor. Andamos liados. Y tengo una apuesta con Jorge … que voy perdiendo … pero esto puede hacerme ganar.

-¿Trampas comisaria?

-Si no, le tengo que conseguir un abono para la Ópera. A ver como lo hago. Si me cuentas lo de los libros, le puedo hacer chantaje.

-El padre de Ventura te lo soluciona en un plis plas. Es mecenas del Teatro Real.

-No me metáis en … joder … Olga no me mires así … no pienses que le voy a pedir eso a mi padre. Ya te he dicho que no hablamos. ¡¡Olga!!

-Así le das el placer a tu padre de tener otra cosa que echarte en cara.

-Pues por un momento, me estaba pensando lo de volver. Con este detalle, no cuentes con ello.

-Menos lobos … – Olga le dio una suave torta en la cara a modo de broma.

-Ya, ya. Me reiré el último.

-Vamos anda – Arlen invitó a los policías a salir de casa – No nos van a dar de comer si no … es tardísimo.

Jorge de repente, pegó un salto en la butaca en la que leía la última novela de Eduardo Mendicutti. El susto que le dio el pensamiento que sin buscarlo, se había abierto en su cabeza, había hecho que tirara al suelo el libro que leía, “Para que vuelvas hoy”.

Se levantó y fue a la cocina. Sacó la botella de limonada y se sirvió un vaso.

Solo le he dicho de la carpeta que podía leer Nadia”.

Esa frase le carcomía las entrañas. No había prestado atención. No se dio cuenta al escucharla.

Él solo podía ver esa carpeta. ¿Cómo sabía que había más?

-Qué listo eres Jorge. Te las das de eso, y eres como todos. Te dejas comer la oreja y te derrites por un beso en la mejilla. Valiente gilipollas.

Miró el reloj que colgaba de la pared de la cocina. Tenía que irse. Decidió dejar la llamada a Aitor para más tarde.

Cada vez, su ahijado, le desconcertaba más. No entendía su juego.

A lo mejor no era mala idea acercarse a la cárcel a verlo. Cara a cara. Mirarlo sin prejuicios. Libre del cariño que le condicionaba hasta hacía unos meses. Y descubrir de una vez hasta que punto le había traicionado.

Jorge Rios”.