Necesito leer tus libros: Capítulo 114.

Capítulo 114.-

De aquella reunión “improvisada” en una mesa del restaurante de Biel Casal con Gustave Meyer de protagonista, éste no salió detenido. Se fue por su propio pie y fue recogido por su chófer y guardaespaldas privado. Pero a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

Al día siguiente, a la puerta de su hotel de Madrid, le esperaban una maraña de periodistas franceses que le preguntaban por su reunión con altos cargos de la policía francesa y española. Durante la noche, se habían filtrado unos vídeos en las que se veía claramente como el empresario se mostraba muy enfadado ante las preguntas de los policías. Enfadado y esgrimiendo su gran ego y su creencia de que era alguien intocable para esos pobres mortales. El sonido de los vídeos no era muy bueno, pero para eso estaban las especialistas en leer los labios. No ahorraron las palabras mal sonantes y las duras amenazas que profirió el empresario.

Su mujer hizo un comunicado a los pocos días en los que anunciaba que ponía fin a su relación con Gustave Meyer y que empezaban un proceso de divorcio. Aunque todo parecía acordado, manteniendo las buenas formas y la armonía familiar, aunque fuera por los hijos en común, en otro restaurante, esta vez en París, le grabaron al empresario asegurando a sus compañeros de mesa de que su mujer se iba a arrepentir de esa decisión. De nuevo, fue protagonista de los programas de las televisiones francesas. Algunos de sus socios en varios negocios, le retiraron su apoyo. Se comentaba en los círculos empresariales, que ya que el dinero de esos negocios provenía del patrimonio de su mujer, ésta se iba a hacer cargo de los mismos. Parecía que su idea era auditarlos todos y comprobar que sus prácticas eran las adecuadas y que no tenían relación con ningún asunto turbio. No se citaba a Anfiles, pero para el que estaba en el caso, la lectura era clara. Marie no le había ahorrado a Sofie en su conversación telefónica, ningún detalle, por escabroso que fuera.

Era curioso que no se filtraran vídeos del Sr. Meyer jugando a los médicos con algunos jóvenes. Posiblemente fuera porque los que disponían de esos vídeos querían proteger a los adolescentes que salían en ellos, algunos de los cuales dejaban claro en sus gestos la incomodidad, por decirlo suavemente, que les producía la situación. Pero en algunos círculos sí que fueron compartidos. Así como la historia de Eloy, el joven muerto tras un encuentro desafortunado en la calle con Gustave Meyer. Esas historias consiguieron que el equipo de los ex-partidarios ganara miembros, los mismos que abandonaron el bando contrario

Ya se sabe que los animales acorralados son más peligrosos. Algunos de los que le dieron la espalda, sufrieron curiosos accidentes. Intentos de robos en la calle con violencia. Accidentes de coche inexplicables.

Una de las víctimas a las que intentaron agredir en Madrid, fue Marie Bellerose. Pero rápidamente algunos viandantes que por casualidad se dieron cuenta, acudieron en su ayuda. Los agresores tuvieron suerte, porque la policía llegó a tiempo para evitar que acabaran muertos a causa de los golpes de esa gente anónima. Fueron detenidos y puestos a disposición judicial, después de ser curados de sus heridas en el hospital más cercano. La policía fue incapaz de identificar a ninguno de esos buenos samaritanos, porque desaparecieron con la misma rapidez que se prestaron a ayudar a Marie Bellerose. Fue imposible identificarlos ni visionando con atención y con los últimos adelantos en identificación facial las imágenes del suceso. En esas imágenes en cambio, si fue posible identificar a los agresores. La jueza determinó prisión incondicional sin fianza e incomunicada. De sus declaraciones no se pudo avanzar peldaños y acercarse a quién había dado la orden. Aunque uno de ellos, al ver que el dinero acordado no llegaba a sus familiares, cambió la declaración a los pocos días, con la presencia de dos gendarmes que había enviado el comandante Thomá para tomar buena nota de todo lo que declaraban. Hay que decir que Marie Bellerose no sufrió daño alguno.

Gustave Meyer fue llamado a declarar en la comisaría que dirigía el comandante Thomá en París. El revuelo mediático fue considerable, porque además coincidió con la presentación de una denuncia por parte de su mujer en trámites de divorcio, por amenazas y vejaciones. Parecía que no había tomado de buen grado que su mujer le echara de casa. Fue el siguiente paso al inicio del proceso de divorcio y una consecuencia directa de las grabaciones en el restaurante en las que amenazaba a Sofie y que fueron pábulo durante días de los programas de las televisiones francesas. Meyer no podía hacer nada, porque esa casa era de ella. Y en las capitulaciones matrimoniales que firmaron antes de casarse, se dejaba meridianamente claro que lo de ella, seguiría siendo de ella siempre. Y que los hijos, de haberlos, su custodia sería para la madre.

Algunos de esos detalles del contrato que firmaron al principio de su relación, no parecía tenerlos en mente el empresario. Posiblemente porque nunca pensó que ella sería capaz de enfrentarse a él.

Pero si él, al principio de que sus problemas crecieran de nivel, había exhibido un despliegue de abogados impresionante, ella no le fue a la zaga. Él, con el paso de las semanas, empezó a tener que prescindir de algunos de ellos por no poder hacer frente a su minuta. Y porque en algunos casos, a parte del sueldo, no lo veían nada claro. O tenían algunos problemas de conciencia. El equipo legal de Sofie, en cambio, era un equipo compacto y eficiente. Bufetes de abogados acreditados y sin ningún contacto con empresas o personas que fueran dudosas o que hubiera el más mínimo indicio de que participaban en las tramas y “negocios” a los que se había dedicado Gustave Meyer durante su vida a partir de su matrimonio.

Ya se sabe que cuando se ve el árbol caído, todos quieren hacer leña. Y leñadores aparecieron de repente en todas las esquinas. En algunos programas de televisión se lo pasaban muy bien comparando las imágenes del empresario de antes del estallido del escándalo con el después. De los comentarios de sus amigos antes, y de sus ex-amigos después.

La policía tanto española como francesa, no hicieron ningún comentario al respecto. Las coletillas habituales diciendo que estaban investigando y que cuando tuvieran novedades las comunicarían a los medios. La familia de Eloy, su abuela o sus padres, o el entorno de la familia, declinaron en todo momento hacer declaraciones. Elodie, la abuela de Eloy, solo hizo un comentario ante la insistencia de la prensa cuando salía de un evento en el museo del Louvre, en la que comentó que tanto ella como los padres de Eloy, querían privacidad para llorar a su nieto – hijo tan querido para ellos.

La mañana en que los asistentes al curso de Jorge llegaban a España, Jorge desayunaba en la cocina de su casa de Madrid. Carmelo acabó de ducharse y se puso a preparar el desayuno.

-¿Estás bien? – El actor miraba preocupado a su marido. Desde que se había levantado de la cama apenas había pronunciado un par de palabras.

-Hoy llegan.

-No les va a pasar nada. Ya verás. Y tú vas a estar sembrado en el curso.

Jorge no contestó. Volvió al libro que estaba leyendo sobre la isla de la cocina. Fue entonces cuando recibió un mensaje en el móvil. Lo cogió y enarcó las cejas al leerlo.

-Es Carmen. Que pongamos la tele.

Carmelo se acercó a coger el mando y la encendió. Estaba sin sonido, pero era claro lo que anunciaba.

Conocido empresario francés, brutalmente asesinado a orillas del Sena”.

Carmelo subió el sonido.

Fueron desgranando lo que se sabía del caso. En las imágenes que las cámaras tomaban del escenario, Carmelo y Jorge reconocieron a Roberto y a Álvar.

-Se han ahorrado detenerlo. – comentó Carmelo.

-Cierto. Ya habían conseguido las pruebas para ello. Y se han ahorrado meses o años de juicios.

-¿Fuego amigo o enemigo?

Jorge resopló antes de mirar brevemente a Carmelo y volver a poner su vista en el libro.

-La pregunta es más amplia. ¿Fuego amigo o … de cual de sus ahora innumerables enemigos? Ten en cuenta que sus amigos … el amigo Meyer había dado muestras últimamente de que no le temblaría la voz de poner en aprietos a los que le habían dado la espalda. No le temblaría ni la voz ni la mano. Ya sabes el refrán: el que a hierro mata …

Jorge pasó la página del libro. Carmelo puso gesto de resignación. Estaba claro que al escritor, ese tema no le interesaba tratarlo en absoluto.

Jorge Rios.”

-Flor, salimos ya.

-Estamos listos. Una pregunta – se dirigió a Carmelo – ¿Te vas a quedar aquí definitivamente? Por organizarnos. Si es así, levantamos la vigilancia permanente que tenemos en la casa de Cape.

Carmelo miró a Jorge. No estaba seguro de que hacer. Decir en voz alta que esa era su casa, significaba romper con todo lo relacionado con Cape. De alguna manera, aunque últimamente estaba un poco enfadado con sus actitudes, era una forma de traicionarlo. Su ascendente sobre él pesaba todavía en su ánimo.

-Sí – contestó rotundo Jorge. – Se queda aquí. Como lo está haciendo desde hace meses.

Jorge se giró hacia Carmelo, que tenía la mirada perdida y la boca igual de perdida, sin saber que decir. Habló ahora con voz suave, dulce como si acunara a un bebé; se había dado cuenta que se había expresado en tono casi de ordeno y mando. Le fastidiaba a la vez que le asustaba esa indecisión que exhibía en los últimos tiempos Carmelo para tomar decisiones.

-En realidad llevas viviendo aquí desde que vendiste tu casa de Madrid. Alternaremos entre Concejo y esta casa. Serán nuestras casas. Nuestras casas, tuyas y mías. De los dos. No lo hemos dicho con palabras, pero lo hemos dejado claro con nuestra forma de actuar últimamente. Desde París. Luego en el confinamiento. Y después, lo mismo. Tus zapas y tus calzoncillos han colonizado esta casa – Jorge lo miró con gesto travieso. Flor consiguió a duras penas no echarse a reír.

-¿Quieres que luego pasemos a recoger ropa o algo? – insistió Jorge. – La última vez apenas dejamos nada en los armarios. No creo que queden muchas cosas. Siempre es posible que queden más calzoncillos.

-¡Bobo! – Carmelo no tuvo más remedio que sonreír. “Este jodido escritor no me deja disfrutar de la melancolía, será cabrón el tío. Siempre me hace lo mismo.”

-Debería pasarme sí. En realidad casi no queda nada, tienes razón. Calzoncillos puede que algunos. – Carmelo guiñó el ojo a Jorge a la vez que sonreía pícaro – Y zapas. Pero esas se las guardo para Martín cuando se recupere. Se las pondré en su habitación. Y lo mismo los calzoncillos que haya allí.

-¿Todos? Habrá que avisarle que no son de usar y tirar. Si de repente se encuentra con cien …

-¡Para ya, joder! – Carmelo lo miraba sonriendo pero a la vez mostrando que la broma … olía a cansina. Aunque de nuevo, había conseguido su objetivo.

-Pero ahora soy yo el que … no soy capaz de tomar una decisión. – Carmelo volvió a mostrar sus dudas. Necesitaba expresarlas. – Definitiva, quiero decir. Una decisión definitiva. Me da la sensación de traicionar a Cape. De cerrar esa etapa de mi vida. Es como si de alguna manera pusiera en venta esa casa. ¡Adiós Cape, que bueno fue mientras … ¡Qué se yo!! Parezco un bobo perdido y sin ser capaz de poder decidir nada por mí mismo.

-Eso es una bobada y lo sabes, Dani. Es una casa, nada más. Un mausoleo, diría. Fría e impersonal. Cape decidió irse. Fue una decisión suya que ni siquiera consultó contigo. Te acompaño y echamos un vistazo y recogemos lo que quieras. Si quieres quedarte allí, es tuya, recuerda. Cape te la ha cedido. Pero aquí estás siempre y también es tu casa. Nuestra casa. Y creo que aquí estás más a gusto, arropado y abrazado permanentemente por mí. Y lo más importante: te encuentras a gusto. Eres feliz. Te sientes en casa.

El escritor hizo una pausa en su discurso de convencimiento. Le miró con dulzura y le acarició la mejilla.

-Me gustaría que te quedaras. No quiero volver a separarme de ti, salvo por trabajo. Y ésta es nuestra casa, – insistió Jorge – nuestra, y la otra … no es ni la mía en ningún concepto posible, ni la tuya en el sentido emocional.

-Pero es como si apartara a Cape … no sé. Apenas se ha ido y ya … Aquella casa, tienes razón, no es nada mío. Y es… fría. Todo esto está abriendo cosas. Me hace volver a ser un chico inseguro…

-Creo que confundes el tema de la casa con tu aprecio o consideración por Cape. A mi entender, son dos cosas distintas. Que decidas no vivir en esa casa … no tiene nada que ver con tu aprecio por Daniel Gutiérrez Capellán. Nunca has vivido allí en realidad. No has llevado siquiera nada demasiado personal. Las cosas que has ido sacando del almacén son … las has traído aquí o a Concejo. Esa casa no ha dejado de ser un hotel que has utilizado cuando tenías que trabajar en Madrid y te facilitaba la labor.

-Y no te creas, estoy dándole vueltas al comentario ese de la abuela aquella.

Jorge arrugó la frente y miró a Flor. No acababa de entender la relación de esa abuela con … Flor levantó las cejas para indicarle que estaba igual de despistada. Jorge decidió entrar al trapo directamente. Para atajar ese otro conato de preocupaciones en la mente del actor.

-La buscamos si quieres. A lo mejor Javier y Carmen nos pueden ayudar. ¿Quieres que les llame? ¿Nos vamos luego al hospital con la excusa de saber de Eduardo y miramos a ver si está? Pero esa mujer, por mucho que sepa del pasado … no debe influir en tu decisión en este tema. No la pongas como excusa.

-Pero me inquieta …

Jorge se dio cuenta que iba a dar igual lo que le dijera. Era la excusa que se había buscado para intentar sortear esa decisión. De repente Carmelo había perdido uno de sus asideros emocionales. Eso le hacía sentirse vulnerable. Es otra de las cosas que le debía agradecer a Cape.

-A lo mejor estaría bien ir a verla. He escrito el relato. Y creo que voy a escribir otro desde el punto de vista del chico. Puede ser la excusa.

-No sé. Le paré a Cape cuando la fue a preguntar. A lo mejor debería haberle dejado. De todas formas cambió la expresión. Se dio cuenta que había hablado demasiado.

-¿Y dices que se acercó así de repente? ¿Y nos conocía a todos?

-Por concretar el tema de las casas, que os vais por las ramas – insistió Flor. Se quedó mirando a Carmelo para que le diera una respuesta firme.

-Sí, sí. Tiene razón Jorge. En realidad es lo que estoy haciendo casi desde que volvimos de Francia. Antes incluso. Esta es mi verdadera casa en Madrid. Desde que vendí la mía. Nuestras casas serán ésta y la de Concejo. Posiblemente la de Cape la acabe vendiendo. Mientras eso sucede, la nueva empresa de seguridad se encargará de vigilarla. No… no la siento como mía, tienes razón. Lo que pasa es que me cuesta. Siempre he estado más a gusto aquí.

-Gracias. Eso nos facilita mucho la labor. Libera a muchos compañeros que pueden ocuparse de otras labores. ¿Nos vamos? – sentenció Flor. – Podéis seguir hablando en el coche.

-Tienes razón.

Salieron de casa. El silencio se apropió del grupo. Solo lo rompieron para ir saludando a los miembros del equipo de escolta que se fueron encontrando. Flor y Fernando iban pegados a ellos.

-¿Sabemos algo de Hugo? – preguntó en el ascensor Jorge.

-Lo están buscando. – respondió Flor de forma seca.

.

Javier Marcos llegó al bosque una hora después. La noticia del atentado les había pillado en una reunión por un caso nuevo. Carmen Polana se había adelantado y había acudido nada más llegarles la noticia. Ante la magnitud de la operación, no había tenido más remedio que llamarlo. Un helicóptero le dejó allí junto a un equipo de los GEO que se unió a la búsqueda del o los sicarios que habían atentado contra la vida de los jóvenes. Hugo había desaparecido y casualmente había tenido un altercado con uno de los chicos. Algo del pasado. Algo que a alguien se le había escapado.

-Quiero saber quien investigó la vida de Hugo. Lo quiero saber todo. De la vida de él y de quien se encargó de la investigación. Quiero saber si fue un error o fue premeditado. Empiezo a dudar si alguien cercano juega en el equipo contrario. Lo de Alberto ya me dejó mosca cuando sucedió. Y lo de Ghillermo. Y esto engorda la mosca de mi oreja.

-Pongo a Juanma con ello. Pero en lo de Ghillermo, creo que te obsesionas. No es más de lo que es, una enfermedad congénita que no descubrieron sus médicos.

-No sé que decirte. La enfermedad no la puedo negar, está en el informe de la autopsia. Lo que nadie me acierta a explicar es qué hacía allí Ghillermo. Yo nunca hablé en casa de esa operación, entre otras cosas porque fuimos de apoyo, no era nuestra. Esa es la duda. Y yo juraría que él sabía que se iba a encontrar con Alberto. No se extrañó, se alegró.

-Deja de machacarte. Te echas la culpa. En realidad es lo que haces.

Javier decidió dejar de lado el tema de su marido muerto. No era ni el momento ni estaba entre las personas con las que le apeteciera compartirlo.

-Dejo de pensar en ello, porque sé que lo haces tú por mí. – Javier se quedó mirando a Carmen que afirmó ligeramente con la cabeza.

-Hablo con Pati para que ponga en marcha la investigación de Hugo.

-Que le ayude Leyre. Deben investigar a todos los recientes. Si lo que se nos ha escapado con Hugo lo hemos hecho con otros, quiero saberlo.

-Pero Javier, no te …

-No me acelero. No sé si ha disparado él. Quiero pensar que no. Quiero pensar que habrá una razón entendible para su ausencia de su puesto de trabajo. Es más, aunque algunos del pueblo describan a un tipo corriendo por la orilla del río que se parece a él y que viste como vestía esta tarde él y que parecía llevar en la mano lo que a todas luces, por la descripción, parece un rifle y que se alejaba del lugar de la agresión, de verdad, pienso que no ha sido él. Eso es un tema. Yo lo que estoy enfadado es porque alguien con ese bagaje y con esa implicación en el caso, nunca le debería haber designado para el puesto de ocuparse de la seguridad de Jorge. Joder, si se tiraba a su marido. Tenía relación con ellos y no sabemos de que tipo. Y anda que el marido de Jorge a poco que hemos escarbado, menuda joya. Nadie que estuvo relacionado con él es de fiar. Nadie. El día que le tenga que contar a Jorge un 10 % de lo que hemos descubierto, pediré una UVI móvil por si le da un síncope. Y a más, tuvo una terrible discusión con Martín, un casi sobrino del escritor. Fue tal la bronca que el chico no quiso seguir trabajando en el cine. Y el padre, justo en ese momento, deja también su carrera y la cambia por ser figurante. Esos sucesos tienen muchas más implicaciones de las que hasta ahora conocemos. Son decisiones radicales. Todas estas cosas son públicas. Y … joder, que ponemos a vigilar a Jorge a un tipo que está en medio de todo esto… No. No es normal.

-Pues hay un algo que urgía pedirle. – comentó Carmen.

-Sí, el lunes. Volverán a Madrid. El lunes lo vamos a ver a casa. Todos. Nos repartiremos las noticias. Y Kevin al que le tiene cariño por lo del parque, le pedirá la exhumación. O Yeray. Kevin le contará lo de sus “vitaminas”. Y Quiñones que haga de poli malo. Total, ya lo hace de por sí. Otro que me empieza a mosquear. Parece que le tiene verdadero odio a Jorge. Y éste no es tonto. Se da cuenta. Quedan diez minutos para que nos pida no tener que volver a verlo.

-Luis – Javier saludó al guardia civil que acababa de llegar.

-Javier – le hizo un amago de saludo militar. – Acabo de volver del Comarcal.

-¿Novedades?

-Hasta que me fui, bueno, le operaban. Manzano se ocupa. Ya lo conoces, así que no te digo nada de él. Es el mejor. Tengo la impresión de que salvo sorpresa va a salir de la operación. Dicho todo con cautela. Su padre estaba ido. Y su madre tomó las riendas. Ana es fuerte. Dani y Cape fueron, me acaban de contar unos compañeros que los han echado del hospital. La enfermera jefe.

-Por protocolo Covid. Contra eso no podemos hacer nada. De todas formas, esa mujer es de una falta de humanidad difícil de superar. Con lo que llevamos de pandemia, hay mil formas de intentar entender y ayudar a todo el mundo sin comprometer la seguridad de nadie.

-Dani, me han dicho que se subía por las paredes. Ha debido montar un número como en sus buenos tiempos.

-Entonces habrá ya decenas de vídeos al respecto.

-Ni uno. Todos parecían apoyarlo. Todos los que andaban por allí. Ni uno ha grabado la escena.

-Eso le debería decir algo a esa enfermera jefa. – dijo Javier en tono enfadado.

-Carmelo se siente culpable. Lo del chico de Ana es para atacarlos a ellos. Eso parece al menos. Y encima no poder estar apoyándolos, frustra. Los entiendo perfectamente. – Carmen no había evitado mostrar el malestar que le producía la situación que contaba en guardia.

-Lo único es que a lo mejor no está dentro de la trama general. Lo del tema de Martín y de Hugo, puede que sea una venganza o un tema colateral – opinó Luis.

-¿Quieres que sigamos con el plan B? – preguntó Carmen.

-Sí. Orden de búsqueda. No nos centremos solo en lo evidente ni en las corazonadas. Y también de Hugo. Peligroso y armado. No descartamos nada. También orden de búsqueda de Dimas, de su mujer y de su hija Clara. Y del jefe de la editorial, no recuerdo el nombre. Vamos a dejarnos de pamplinas y a buscar respuestas. Quiero una orden de registro de la casa de Dimas y de la editorial. No vamos a ejecutarlas de momento. Buscaremos la coyuntura que más nos convenga. Pero… sin olvidarnos que aunque Hugo se ha puesto en una situación que debe explicar, no centremos todo en que es él. Cualquiera que esté por ahí perdido, o perdida…

-Las huellas nos llevan a que es hombre …

-No descartemos nada. Esta mañana era una mujer. ¿Quién nos dice que no haya venido …?

-Con ella en el coche, no. Tenemos las cámaras de tráfico. Iba sola.

-Que alguien compruebe todos los coches que hay en el pueblo y alrededores. Dile al Capitán Melgosa que utilice uno de sus drones y lo ponga a sacar fotos de matrículas.

-Comisario – el comandante Garrido de la Guardia civil se acercó a Javier y le hizo un saludo militar al que respondió el comisario – De momento no hemos encontrado nada que nos haga pensar que esa mujer tuviera apoyo. Me encargo yo de llamar a Melgosa.

-¿Sabemos quién es?

-Su DNI dice que se llama Beatriz Camarero. 40 años. De Cuenca. Trabaja de comercial de una empresa de perfumería. Fue una suerte que estuviera el agente Luis González en el bar. Aunque todo me huele a tapadera. Estamos comprobándolo todo. Para que dos hechos de esta gravedad sucedan en el mismo pueblo y con solo un día de diferencia … no descartemos que haya relación entre ellos.

-Por cierto, – Javier lo miró de soslayo sonriendo con picardía – quisiera que me prestara al guardia González durante un tiempo.

-No me sobran los guardias. Ya sabe como andamos. – Garrido fingió no estar de acuerdo con su petición.

-Lo sé. Lo sé. Pero confío en él. Y necesito alguien que me de un punto de vista distinto y que conozca esta zona y a la gente. Y se lleva bien con Daniel Morán y con Daniel Gutiérrez. Y por extensión con Jorge Rios.

-A lo mejor me puede hacer usted un favor a cambio.

-Le escucho.

El asistente del comandante le pasó a éste una tablet con una foto en la pantalla.

-Este hombre.

Javier Marcos miró al comandante después de ver a la persona cuya fotografía ocupaba la pantalla de la tablet.

-Está haciendo indagaciones en los pueblos de alrededor. No de continuo. Se aloja a veces en casas rurales.

-Es Otilio Valbuena. Tiene uno de los mejores bufetes de abogados de Madrid. Pero eso seguro que ya lo sabe. Me extraña que se dedique él en persona a…

-Pero lo que me escama es que pregunta sobre Óliver Sanquirián, que trabajó para él. Y tengo entendido que se vio de una forma discreta con él y con Jorge Rios en el bar de Concejo del Prado. Y que ahora el tal Óliver representa a Jorge Rios y lleva también algunos temas de Daniel Gutiérrez. Es todo muy raro. Parecen muy amigos, pero va preguntando por ahí. Y ha empezado a venir de vez en cuando una tal Helena Martínez. Es según me cuentan, la mano derecha de D. Otilio en el bufete. Pero viene a ayudar a Óliver. Y no, no son amantes, Óliver es homosexual.

-Me encargo de eso. No se preocupe Comandante.

-Bien. González es suyo. Aunque ya sabe lo del papeleo.

-Mañana lo tiene resuelto. De todas formas, si se entera de algo más relacionado con alguno de los implicados, si me lo cuenta, se lo agradeceré. Aunque sean…

-Minucias. Seguimos peinando buscando colaboradores de esa mujer a parte de buscar a su hombre. U hombres.

-Se lo agradezco. El equipo de los GEO les echarán una mano. He pedido a sus superiores que mañana envíen algunas de sus unidades de intervención. Mi hombre se le supone peligroso, si es que es el tirador. Y ya de paso, si sus hombres preguntan como quien no quiere la cosa, donde estaban los lugareños, a ver si conseguimos hacer un mapa para saber si falta alguien en él y para poder tener una idea de quién ha podido ver qué.

-Eso va a ser labor de chinos.

-Sí, por eso necesito que su gente, que conoce a los de la zona lo hagan sin levantar demasiado la liebre.

-Daré mañana las instrucciones.

-Así sus guardias se dedican más a eso, y los de intervención a peinar los campos y los bosques. Aunque sin dejar de indagar con la gente que se encuentren sobre lo que hemos comentado.

-Vale. Se lo ha tomado en serio, comisario.

-Mira Rui. Este caso de Jorge Rios se ha complicado mucho. Desde el principio creímos que las respuestas había que buscarlas despacio y lejos, en el pasado. Pero tenemos que acelerar. Hay que buscar atajos. Son muchos tiroteos. Y lo de estos chicos me duele en el alma. A Eduardo lo he tratado un poco y me parece tan buen chaval, que me duele en el alma, repito. Lo mismo puedo decir de Martín al que conocí el otro día en casa de Jorge. Y encima que el principal sospechoso sea alguien al que he designado yo para un puesto al que nunca debería haberse postulado. Hugo nos la ha metido doblada. Sea o no el atacante.

-No está claro, estudiando el terreno – expuso el Comandante. – Kevin y Yeray te dirán cuando acaben. Mira, por ahí viene Yeray.

-El terreno es una patraña, con perdón. Las huellas están amañadas – era Yeray el que hablaba con contundencia mientras se acercaba a ellos. – Hugo se ha cambiado de ropa – levantó la mano en la que traía unos zapatos y una americana que parecían de él. – Los zapatos están limpios. No hay barro. En la escena, el atacante dejó huellas de unos zapatos como estos. Anduvo un rato por una zona embarrada, cerca de la orilla. Debió ser cuando los chicos estaban escondidos en el agua y el tirador estuvo buscándolos. Hay que estudiarlo todo con calma y detalle. Hugo ha andado mucho tiempo descalzo. Enseguida viene Kevin, que ha seguido algunas de las huellas.

-Mandamos a la científica – dijo Javier – Comandante, ¿La suya o la nuestra?

-El agente González le va a costar que sea la suya. Los nuestros están desbordados. Siguen en Vecinilla. Y lo que les queda.

El comisario Marcos se echó a reír.

-Menudo negocio he hecho. ¿Es cierto que Fermín se ha incorporado de su permiso para ayudar? – Javier se puso serio.

-Después de estudiar el escenario del “accidente” de Líam Romero y comprobar la patraña que era, y tener noticia de lo de Vecinilla, no se lo ha pensado.

-Pobre hombre. ¿Y su hijo?

-Luchando. Pero acaba de terminar con una tanda de quimio. Te puedes imaginar.

-A ver si hay suerte. Si podemos hacer algo, nos dices, Rui.

-Mis chicos mayores van algún día a visitarlo. Todos lo agradecen. No debe tener muchas visitas.

-Volviendo a lo nuestro. Llamo a nuestros CSI entonces ¿no? – dijo Carmen.

-Ya le digo – El Comandante se echó a reír. Porque sabía desde el primer momento que el Comisario Marcos quería que fueran los suyos quienes se encargaran de la escena. Siempre le había caído bien el Comisario Marcos. Y le parecía un policía muy competente. Si le podía ayudar en algo, lo haría. Aunque intentaría luego sacar algo a cambio. Le estaba costando mantener la pantomima del tratamiento formal. Pero su colaboración todavía no era pública ni tenía todos los parabienes de la superioridad. Y había mucha gente alrededor que no era de su círculo de confianza. No querían dar pistas a sus enemigos y se frustrara su colaboración. Tácitamente, tampoco habían hablado del tema de Vecinilla más que de pasada. Ese tema habían conseguido mantenerlo en secreto. Se había hecho un comunicado de prensa de que se había descubierto en la zona una gran plantación de cannabis. Por eso el movimiento de unidades del SEPRONA y del GAR. También se había hablado de un grave accidente de coche, pero sin resultados mortales. Tres heridos que habían sido trasladados por helicóptero al hospital Comarcal.

Carmen Polana se puso a ello dando las instrucciones pertinentes. Kevin se acercó desde el otro extremo.

-Hay otro par de huellas. No sabría decir si son de ese momento o de otro. Incluso de un tercero que anda descalzo, o en calcetines al menos. Ese creo que es Hugo. Pero si es Hugo, no ha podido disparar a los chicos, al menos cuando les han alcanzado. Desde dónde estaba, no les tenía a tiro. Y sí al otro individuo.

-Yeray, tenías razón – le reconoció Javier.

-Las de los chicos están claras: llegan andando, uno de ellos corre los últimos metros mientras parece empieza a desnudarse. Ese parece Eduardo. El otro sigue andando despacio. Se para y también se desnuda. Salen por el otro extremo. Están un rato tirados pegados al suelo. Luego parece que uno se levanta y da la impresión de que anda erguido. De nuevo, ese parece Edu. Parece que piensa que el peligro ha pasado, o eso interpreto. Pero el otro no, y lo sigue encorvado, incluso en algún trecho andando a gatas. Cuando llega a la ropa, el segundo salta y parece que lo empuja al suelo. Ahí es cuando uno recibe un impacto de bala, Eduardo. Y seguido Martín recibe dos. Pienso que vio que Eduardo estaba herido e intentó ayudarlo o se quedó paralizado, completamente expuesto.

-Descartaremos. Luis, tu jefe te ha puesto en mis manos durante un tiempo. Mañana empiezas a hablar con todo el mundo de nuevo. Quiero que intentes saber exactamente cuanta gente ha venido por aquí en los últimos días. Y que hicieron. Y más o menos lo que han hecho durante todo el día de hoy. Sus movimientos exactos. Vendrá Mario a ayudarte. Ya lo conoces. Tengo que pensar quién va a coordinar a todos y a recopilar los datos.

-Si me lo permite mi comandante – hablaba el sargento Frutos al mando del puesto de Concejo – me gustaría encargarme de eso.

-Ya me ha quitado otro efectivo, Comisario. – bromeó el comandante.

-Pero yo le he quitado el engorro a sus CSI de procesar toda esta escena. Mira Garrido, vamos a dejarnos de tonterías. Lo arreglamos trabajando juntos. Al alimón. Así no me tienes que prestar nada. Hablamos con tu General.

El Comisario y el Comandante se miraron sonriendo.

-Me parece bien. Eso me pasa por no hacerte caso y no haber aceptado el puesto que me ofrecieron en la UCO. Al albur de los acontecimientos, ese destino hubiera sido más tranquilo que el que tengo. Y con menos … visiones truculentas. ¿Dónde montamos el centro de coordinación? – preguntó el Comandante a su Sargento.

-En el puesto mismo. El agente Ortiz, me ayudará. La mitad del puesto está vacío. Necesitaremos algún ordenador más. Mañana volvemos a sacar las mesas y las sillas apartadas en el almacén. A lo mejor necesitamos alguna más. Y más velocidad de Internet. Y un programa específico. Y seguridad informática.

-Hecho. Ahora mismo lo pido. A ver si sacamos algo en claro de eso.

-Del programa y de la seguridad informática se encarga mi gente – comentó Javier.

-Llamo a José Arnáiz – se ofreció Kevin.

-No, no. Para este tema … Arnáiz ya está liado con otras cosas. Voy a llamar a uno de fuera. Tranquilos, es un fuera de serie y un fuera del sistema.

-Pues será mejor que no se entere Arnáiz. – bromeó Garrido.

-Si no se lo contamos, no se va a enterar. Ya tiene sus negocios a parte.

Garrido enarcó las cejas. Parecía que Arnáiz había crecido demasiado y Javier pensaba que no podía atenderlos con la dedicación que precisaba el caso.

-Carmen, pide al juez cuando venga ahora, una orden para situar a todos los teléfonos de la zona. Diez kilómetros a la redonda con epicentro aquí. Y la localización durante todo el día.

-No sé si le va a hacer gracia.

-Confío en tu capacidad de persuasión.

-Conozco al juez – dijo el comandante – yo le echo una mano con él.

-Gracias Comandante. Yeray y Kevin, iros al hospital a hablar con los padres de Martín. Hablad con ellos por separado. Si está Jorge le invitáis a unirse. Carmen si te vas con Eduardo al comarcal, cuando se vaya el juez, te lo agradeceré. Comandante, he pedido a sus jefes que me dejen unidades para tener vigilados a los chicos. Están bajo su mando.

-Y tú te vuelves en el helicóptero a Madrid y te metes en la cama. No te tienes en pie. – le recriminó Carmen.

-Eso es lo que voy a hacer. Tengo que pensar. Y para ello debo dormir. Mañana llegaré tarde.

Jorge Rios.”

-¿En qué piensas?

-Pienso en lo que no nos contaron el otro día los polis. Lo que nos perdimos al irnos tú con Eduardo y yo con Martín. Estaba imaginándome la escena de Javier llegando a Concejo en un helicóptero.

-Dijo Carmen que lo había mandado a descansar.

-Se metió por medio el caso ese que se ha traído Garrido desde Somo. Estaban reunidos todos en la Unidad, guardias y policías, incluido ese chico nuevo, Nico. Allí se enteraron todos a la vez. Carmen se vino, Garrido y los suyos también. Javier se quedó en la Unidad leyendo el caso nuevo de Somo y algunas averiguaciones que habían hecho en la reunión. Pero Carmen al ver la gravedad del asunto lo llamó. Y fue. En coche. Pero a mí me ha gustado lo del helicóptero. Como me echas en cara lo de mi dramatismo galopante … ¡Toma dramatismo!

-Va a ser divertido leer tu investigación paralela. Sabes que a Javier no le gustan esas exhibiciones. Lo de los helicópteros para trasladarse y esas cosas.

-Ya verás cuando te pase el asesinato de Elías García, el de la editorial.

-¿Pero lo has matado? Joder, no pensaba que le tenías tanta manía.

Carmelo volvió al gesto serio.

-No me has contado con detalle lo que os dijo Laín en el hospital.

-Lo que oíste el otro día. Poco más. Me sacó de quicio. Me defraudó. Me quedé con la sensación de que nos tomó una vez más el pelo. Todos sacamos esa impresión. Sabes más tú sobre Martín y ese asunto que lo que contó Laín. Yo mismo sabía más. Pensaba que se iba a abrir. Quizás hubiera sido mejor si no llego a estar yo. Me repatea su actitud. Y me repatea estar diciendo lo mismo todos los días. No hay más. Paula y Laín no juegan en nuestro equipo. Al menos a tiempo completo. Paula es una completa decepción. Me jode haberme dejado tomar el pelo por ella todos estos años.

Estuvo a punto de contarle que le había reconocido que se había acercado a él con el fin de tenerle controlado. Pero se lo guardó. No le apetecía… quizás… le costaba reconocer una nueva traición entre sus amigos. Ni lo que había visto junto a Yeray y Kevin en los jardines del hospital.

-Tiene miedo de hacerte daño. ¿Eso crees?

-Tiene miedo de otra cosa. A parte de un poco lo hace por mí, o eso quiero pensar. Pero cada vez ese pensamiento se diluye más. No. Ni él ni Paula, te repito, juegan en nuestro campo. Paula me ha engañado. – al final volvió a cambiar de opinión y empezó a contarle; no tenía un argumento contundente para no hacerlo. – Paula se acercó a mí para tenerme vigilado. Salí de la sala en la que Yeray y Kevin hablaban con Laín. Creí que podría convencerla de que me contara. Pero no. En cambio, me lo reconoció. Se lo solté a bocajarro y no supo negarlo. La pillé desprevenida. Se hizo mi amiga para saber cosas de mí y poder utilizarlas en mi contra luego, con sus amigos. O con los que sea. Fíjate lo que te digo: me da que Laín y ella no tienen… no sirven a los mismos dueños.

Carmelo de repente estaba desbordado. No acababa de asimilar lo que Jorge le estaba contando. No le entraba en la cabeza esa posibilidad. De todas las personas que habían traicionado a Jorge, estos eran los que conocía él más. Los consideraba sus amigos también. No eran personas que le hubiera presentado Jorge. Y Laín, en su momento parecía haberle defendido y ayudado. O esa idea tenía él. Pero Carmelo no tenía sus propios “Episodios Nacionales” como los tenía el escritor, para comprobar en una fuente fiable si su percepción era la correcta o no. Y su mente, era claro, que no era fiable. Solo eran verosímiles las sensaciones y recuerdos de la época que vino después de presentarse delante de Jorge y que esa relación de amistad que nació ahí, le apartara de su deriva autodestructiva.

-Me cabreé tanto que fui a buscar a Yeray y Kevin para que dejaran de hacer el tonto escuchando las vaguedades de ese gilipollas. Los pobres me hicieron caso. A lo mejor me pasé, pero después de escuchar a Paula reconocerme … me puse … otra vez haciendo el bobo. Toda mi vida haciendo el gilipollas, entre gente que me la ha dado con queso. Cuatro putos amigos, cuatro me quedaban. Cuatro personas con las que me relacionaba. Y todos, todos me han salido rana. Martín y Quirce los únicos.

-Y porque les hiciste a tu semejanza.

-No creo que haya tenido tanta influencia con ellos.

-¿No te estarás dejando llevar por tu espíritu novelesco? Últimamente te noto muy novelero. Puede que todo sea por ese tema de Hugo y Martín. – Carmelo se resistía a creer lo que le contaba Jorge.

-Tiene que haber otra razón. A lo mejor deberías acercarte a hablar con él. De todas formas, esta tarde he quedado con Quirce. Me lo pidió el otro día. Aunque ya lo va posponiendo varias veces.

Sonó el teléfono del escritor.

-Lo ha vuelto a posponer. No he dicho nada de Quirce esta tarde.

-¿Pues sabes lo que te digo? Nos quedamos en casa y nos ponemos una película.

Jorge levantó las cejas.

-¿No quieres mejor que nos acerquemos al Comarcal para ver como anda Eduardo?

-Mañana. Hoy me apetece agarrarme a tu brazo y apoyar mi cabeza en tu hombro tirados en la alfombra. Se va a estropear la pantalla de no usarla.

-Pues nada. Elige la película. Yo me encargo del whisky y de los cojines.

-Nada de whisky. Te voy a preparar unos gin-tonics alucinantes. El otro día compré unas copazas … ya verás. De cristal de pitiminí, como te gustan a ti.

-Pues hala. Me voy a cambiar de ropa y ponerme cómodo.

-Que leches cambiarte de ropa. Te desnudas y listo. Es lo que voy a hacer yo.

-¿No íbamos a ver una peli?

Carmelo sonrió picarón.

-Y eso es lo que vamos a hacer, ver una peli. O echar una siesta, como prefieras.

Jorge soltó una carcajada.

-Rubio de los cojones … no hago vida contigo ¿eh?

-Pero si estás encantado …

-¡Ay, Señor, Señor! ¡Qué hice en otra vida para merecer semejante castigo en ésta? Por favor, aparta este cáliz …

-¿No quieres el gin-tonic?

Carmelo que traía las copas con la bebida, hizo un gesto para apartar una de ellas.

-Oye, oye. Con el gin-tonic no se juega. Esa copa a mi vera.

-Todavía estás vestido – Carmelo empleó su mejor tonito provocativo.

Jorge en un momento, se quitó la ropa.

-¿Contento? No te preocupes, ya te quito yo los calzoncillos que tienes las manos ocupadas. ¡Y ni se te ocurra derramar una gota del gin! ¡Huy! ¿Qué es esto que ha saltado con vida propia al quitarte los calzoncillos? ¿Has visto como me mira? Creo que lo voy a saludar. Y ojito con derramar una sola gota de las copas.

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Necesito leer tus libros: Capítulo 113.

Capítulo 113.-

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Nico acabó yendo a dormir a casa del comandante Garrido. No era algo que le hiciera feliz en un principio. No le gustaba molestar. El cambio de pasar de ser un apestado en el cuartel de Somo a estar sentado con los jefes de la comandancia Madrid-Norte de la Guardia Civil y con los de la Unidad Especial de Investigación de la Policía Nacional, era un hecho que le estaba costando procesar. Y más que todo un comandante se preocupara por su bienestar. Y más que ese comandante fuera Rui Garrido.

El comandante no cedió ni atendió las protestas de Nico. Cuando éste intentaba excusarse y propuso irse a un hostal, fue inflexible:

-Mi mujer cuenta contigo para la cena. No querrás defraudarla. – y se lo quedó mirando fijamente.

Cuando llegaron a la casa, el pequeño de la familia salió a recibirlo. Primero se abrazó a su padre que le besó profusamente en la cabeza.

-Mira, quiero que conozcas a Nico. Va a trabajar conmigo.

-Hola Nico – saludó con voz tímida y sin mirarlo directamente, casi escondido entre las piernas de su padre.

-Hola Miguel.

Nico le tendió el puño para saludarse. Miguel entonces sí le miró. No se esperaba ese gesto de Nico. Sonrió tímido y chocó el puño con él.

-Sabes mi nombre – sonreía volviendo a esconder la cara.

-Me ha hablado tu padre de ti. Y desde que lo ha hecho, tenía ganas de conocerte.

-Te enseño tu habitación si quieres. – le dijo con apenas un hilo de voz.

-Te lo agradecería en el alma. Tengo ganas de sentarme un rato. Ha sido un día muy cansado. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día? ¿Has jugado con tus amigos? ¿Y el cole?

-No tengo muchos amigos. Mi hermano Kike está conmigo en el cole.

-Vaya. Eres como yo entonces. Yo tampoco tengo muchos amigos. Pero sabes, me gustaría que fueras mi amigo. Lo voy a necesitar ahora que he venido a un sitio nuevo a vivir.

-Soy muy aburrido. No creo que te lo pases bien conmigo de amigo.

-Eso también dicen de mi. Aunque yo creo que no soy tan aburrido. Estoy seguro que lo mismo pasa contigo.

-Ven, sígueme. Te llevo yo esta bolsa. Te acompaño a la habitación.

-¡Ah! Muchas gracias.

Abril, la mujer de Garrido, salió de la cocina.

-Hombre, tú debes ser Nico.

Se acercó sonriendo y le dio dos besos para saludarlo.

-Bienvenido. Me había dicho Rui que eras alto, pero no pensé que tanto. No sé si vas a caber en la cama. Es tan alto como Carmelo. – dijo mirando a su marido.

-Por ahí andarán sí. – respondió su marido.

-No se preocupe, estoy acostumbrado. En casi ninguna quepo. Me sobran los pies siempre.

-Pero no te los cortes ¿eh? – le dijo el niño poniendo cara de pillo.

-No tranquilo. No pienso. ¡Que haría yo sin mis pies! Tendrías que llevarme un vaso de agua a la cama. Tendría que regalar mis botas. Y no podría regalártelas a ti, porque no te valdrían. Y no tengo más amigos.

-No son muy grandes. Aunque los míos son más pequeños. Me falta mucho para alcanzarte.

-¿A ver? Comparemos.

Nico puso su pie derecho al lado del del niño.

-Nada, en unos años me alcanzas.

-No me gustaría tener los pies muy grandes. Mi hermano Líam los tiene más grandes que los tuyos.

-¿A sí?

-¿Qué dices de mi renacuajo?

Líam bajaba las escaleras corriendo.

-Tami, baja, ha llegado papá con Nico. Kike, deja de chatear con tu novia.

-No es mi novia. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? – se oyó desde el piso de arriba. – A ver si cambias de bromita, que ya te vale.

-Si necesitas algo, nos lo pides. Voy a acabar de preparar la cena. Y no dejes que todos estos te avasallen.

-No creo que … son muy amables. Si puedo ayudarla …

-Si quieres llevarte bien con mi madre, mejor que la trates de tú. – le recomendó Líam tendiéndole el puño para saludarlo. – Y tranquilo, mi madre es un torbellino en la cocina. Es mejor no ponerse en medio.

-Líam, tengamos la fiesta en paz. Si tienes quejas, el resto de la semana preparas la cena.

-No problem, mama.

-Ya veremos si “no problem” mañana.

Abril se volvió a la cocina sonriendo. Había conseguido que su hijo Líam se ocupara de la cena el resto de la semana. Y sabía que, al estar Nico, no se echaría atrás. Tenía que quedar bien con la visita.

-Nico tiene los pies más pequeños que tú. Y es más alto.

-Y eso que llevas botas. Sin ellas todavía serán más pequeños. Ya he superado mi complejo de pies grandes enano.

-No son tan grandes – dijo Nico – Te lo aseguro. ¿Un 44?

-Sí.

-Algunos compañeros en Somo tenían un 45 y más.

-Vamos, Líam, que Nico está cansado y quiere sentarse un momento. – dijo el pequeño.

-¿Qué has hecho con mi hermano pequeño? – dijo Tamara, bajando las escaleras. – ¿Lo has abducido? Si habla con un desconocido. Y le va a acompañar a su habitación. – dijo mirando a su hermano mellizo que se encogió de hombros.

Miguel le dio una palmada a su hermana en el brazo a modo de queja. Su hermana respondió revolviéndole el pelo.

Nico enseguida se sintió como en casa. Era una sensación nueva también. Todo lo ocurrido en ese día había ido acompañado de sensaciones desconocidas. Cuando estuvo en la habitación, se desnudó para ducharse. Se demoró un rato en el baño, por el gusto que le daba el agua caliente sobre su cuerpo. Luego, mientras se vestía, entró Miguel y le vio las marcas en la espalda. Sin decir nada se acercó y le empezó a pasar sus dedos por algunas de ellas.

-Espera que mamá tiene una crema muy buena. Te la doy. Tienes la piel muy seca. Yo la suelo tener y me la da mi hermano Kike.

Nico intentó que no fuera, pero el niño estaba decidido. Al poco apareció con un bote de crema hidratante que el niño le extendió con cuidado por la espalda. La verdad es que Miguel se la daba muy bien. Y estaba notando como su piel se relajaba un poco. No es que le doliera, pero a veces le molestaba. Abril subió intrigada por la petición de su hijo. Al ver la espalda de Nico no pudo evitar un gesto de indignación. Fue a decir algo, pero Miguel parecía cuidar bien de su invitado. Y Nico parecía estar a gusto con la atención. Se dio media vuelta y se fue a la cocina a acabar de preparar la cena. Aunque al cruzarse con su marido, se lo comentó. Garrido le explicó por encima.

-Tiene que estar machacado. Alguien le debería mirar esa espalda. Le tiene que molestar esa piel tan dañada y seca.

-Deja que coja confianza. Ya iremos buscando soluciones poco a poco. Y con un poco de suerte, nuestros hijos serán los que se ocupen. Le ha caído bien a Miguel. Él meterá en danza a los otros tres.

La cena fue agradable. Todos hicieron lo posible porque Nico se sintiera cómodo. Y por la sonrisa que tuvo la mayor parte de la velada, parecían haberlo conseguido. Luego, se pusieron a jugar a la consola. Hicieron tres equipos. Garrido con Tamara, Líam con Kike y Nico con Miguel. Al final jugaron tres partidas y cada equipo ganó una. Era la primea vez que Miguel ganaba a sus hermanos. Estaba feliz. Se abrazó a Nico para agradecerle.

.

Raúl había sido el elegido para, a media mañana, ir a recoger a Nico. Todo había cambiado mucho desde la noche del atentado de _Concejo y aunque Aritz se iba a encargar, ahora debía ocuparse de otras gestiones. Fue una decisión de Garrido y Carmen. Garrido de momento, prefería que Nico no fuera con otros compañeros guardias. Había escuchado algunos comentarios a raíz de su aparición de la mano del comandante. Fernando volvía a tener razón.

Iban a empezar yendo a ver la casa de ese chico fallecido hacía ya casi un mes. Los guardias civiles de tráfico que habían acudido al aviso, habían llevado todos los efectos personales de Líam a la Comandancia de Garrido. Carmen, Kevin, Yeray y Raúl se habían acercado.

-Le he dejado durmiendo – explicó Garrido a Carmen – Estaba agotado anoche.

-Menudo giro dio ayer su vida. Era como para estarlo. ¿Te fijaste que en la reunión mientras nos escuchaba, él no paró de hacer indagaciones?

-Iker me ha dicho que no se le da mal la informática. Que entrar en ese blog no era sencillo. Ahora está él echando un vistazo. Está intentando recuperar lo que alguien ha borrado. Parece que ha sido después del accidente. Así que no fue Líam.

-¿Era aficionado a escribir?

-Le gustaba. Eso parece, pero dicho con cautela. Parece que era su hobby. Lo que si tenemos confirmado es que era biólogo de formación y había encontrado trabajo nada más acabar la carrera en unos laboratorios de una farmacéutica importante, T.R.O.P. International. Era investigador. Y debía ser bueno, según las primeras impresiones. Tuvo bastantes ofertas al acabar la carrera. Parece que había hecho un proyecto de grado que había llamado la atención.

-Ahora habrá que comprobar si lo que aparenta es.

-Vamos a acercarnos al lugar donde apareció, si os parece. Hemos vuelto a quedar con Fermín. – hablaba Yeray, por él y por Kevin. – Hemos estado cambiando impresiones con los de tráfico. Lo tienen todo bien estudiado y argumentado. Y los informes de los CSI que fueron a petición suya, corroboran su visión.

-Pues no entiendo entonces que vuestro hombre estuviera de acuerdo con la tesis de nuestro amigo el comisario Antúnez. – apuntó Carmen.

-Melgosa ha quedado con él esta tarde. – anunció Garrido. – Me extraña porque es buen investigador. A media mañana está prevista la autopsia. Melgosa va a estar en ella. No queremos sorpresas ni que alguien diga que hay que aplazarla de nuevo.

-Si os parece, me voy a buscar a Nico. Nos hemos mensajeado y quiere que luego le ayude a buscar casa por la zona.

-Te paso unas direcciones en Concejo. Hay un edificio cerca del bar de Gerardo que tiene dos pisos vacíos que le pueden convenir. – le dijo Garrido. – Conozco al dueño.

-Pero el presupuesto que maneja …

-Si le gusta el piso, me escribes sin que se entere. Veré de que se lo pongan barato.

-Nosotros nos vamos también. Fermín va camino del sitio del accidente. – Kevin se levantó y ayudó a Yeray a hacerlo.

-¿Estás cojo? – le preguntó Carmen – ¿Te ha entrado envidia de Aritz?

-En lo de los chicos, en el estanque ese. En la segunda visita, pisé mal una rama y me retorcí el tobillo.

-Eres el pupas de la pareja. Está claro – se burló Garrido.

-Quita, que lo siga siendo. Él es buen enfermo. Si me toca a mí, volvería loco a todo el mundo.

-Tu madre te aguanta lo que sea. Salvo que estés sin pareja. ¿Ya ha dejado de emparejarte con todos los hombres del vecindario? – Carmen no quería dejar pasar la oportunidad de tomar el pelo a Kevin.

-Si está tonteando con uno al que fuisteis a visitar, Carmen, en una investigación.

-¿De verdad? ¿Lo has vuelto a ver? ¡Pablo! Se llamaba así ¿Verdad?

-Nos encontramos hace unos días. Por casualidad. A ver que sale de ello. Y sí, se llama Pablo.

-Ya que no me hiciste caso y no lo llamaste, al menos el destino os ha vuelto a juntar.

-No sé.

-Ya está el agonías. Yeray, lo siento, prefiero que seas tú el pupas. No quiero ni pensar en aguantarlo siquiera si se le rompe una uña. Todo lo ve negro el tío.

-Te estás ensañando conmigo hoy, Carmen. Y yo te quiero mucho.

-Ya lo sé. Por eso te tomo el pelo.

-Ya sabes lo de la confianza …

-Iros ya de una vez, que Fermín el pobre se va a aburrir de esperaros – Garrido levantó la mano como gesto para echarlos. – Y tú Raúl, vete a buscar a Nico, que ya me dicen que se está duchando.

-Día de cama.

-Imagina lo que no ha dormido en los últimos meses.

.

Cuando Raúl llegó a casa del comandante y Nico le abrió la puerta se sonrió. Nico se había vestido con el uniforme.

-Vete a cambiarte, anda.

-Estoy atontado. No creo que tenga mucho que ponerme. Es que vas muy guay. Voy a desentonar.

-Tranquilo. Tengo una americana en el coche. Te va a quedar un poco corta, pero he visto a algunos famosos que la llevan así. Y con unos vaqueros y unas zapas … y una camiseta, ya está.

Al final no quedó tan mal. Las deportivas se notaban ya muy usadas, pero como eran Converse, Raúl estaba seguro que Carmelo le iba a regalar unas si le contaba el caso.

-No has cogido el arma.

-Solo bajaba para que me dieras la aprobación.

Raúl mientras volvía, llamó a Carmelo. Le contó.

-Vete a casa en Concejo. En el armario hay cinco pares en sus cajas. Coge el que quieras. Y dentro de unos días me recuerdas y le damos otro par. Y si quieres, coge algo de ropa. Si dices que es de mi misma constitución… le valdrá todo.

A Raúl le costó que Nico aceptara las deportivas. Tenía su orgullo. Lo de la ropa ni lo intentó. Aunque se guardó la bolsa con lo que había cogido en el maletero.

-Tiene seis como esas. Se las regalan. Y dentro de tres meses le darán otros diez pares.

Raúl no se había arriesgado al escoger las Converse que le había bajado. Eran como las que llevaba puestas, unas clásicas azules. Nico se las puso sentado en uno de los cenadores de las Hermidas.

-¿Y de quién dices que es la casa?

-De Carmelo del Rio y de Jorge Rios. ¿Sabes quienes son?

-De oídas.

-Ya te los presentaré un día.

-No hace falta. No creo que tengamos nada en común.

Raúl no dijo nada aunque se sonrió. Había notado un ligero tono de ansiedad en Nico cuando había escuchado esos nombres. Seguro que había leído a Jorge.

-Vamos a ver la casa de Líam – propuso Raúl cuando Nico estuvo listo.

No había un tráfico agobiante, así que no tardaron mucho. Durante el trayecto, Nico aprovechó y le puso al día a Raúl de algunos detalles de Líam que el policía no sabía.

-¿Es ese edificio? Tiene pinta de ser uno de esos con pisos enanos para estudiantes o para empleados de las universidades. – apuntó Nico mientras miraba por el parabrisas. Raúl iba atento a buscar un sitio para aparcar.

-Mira, ahí sale uno.

Raúl frenó en seco y echó marcha atrás en un momento. Un coche se detuvo en el otro carril y empezó a pitarles con insistencia desde el otro lado de la calle. El hombre empezó a insultarlos y sus gestos eran amenazadores.

-Frena un momento que me bajo. A ese parece haberle dado un siroco.

Nico se fue hacia el hombre. Éste salió del coche y se fue enfurecido hacia él.

-Niñato de mierda, te vas a enterar. No hay respeto a los mayores. Te voy a dar las tortas que te perdonó el marica de tu padre.

Raúl aparcó corriendo y llamó para pedir apoyo mientras caminaba para ayudar a su compañero.

El hombre sin más le tiró un puñetazo al guardia. Parecía de la opinión que lo que las palabras podían expresar sobraba cuando el puño podía hablar sin gastar saliva. Éste lo paró con su mano izquierda. A la vez, con la derecha le puso su documentación en las narices. El hombre entonces hizo intención de echar a correr, pero Nico no le había soltado el puño y le retenía. Fue a darle una patada, pero en un gesto rápido, Nico le dobló el brazo y se lo puso a la espalda. Sacó sus esposas y se la enganchó a la muñeca mientras con la otra mano le agarraba el otro brazo y lo llevaba también a la espalda. Le dio una patada en las piernas y le hizo caer al suelo, sujetándolo por los brazos para que no se estampara contra el asfalto. Ahí acabó de esposarlo.

-Espero que tenga permiso para la pipa que lleva en la cintura – le dijo a la vez que se la sacaba y le quitaba el cargador y expulsaba la bala de la recámara. – Queda detenido por agredir a dos agentes de las fuerzas de seguridad.

-Eso se llama atentado ¿Lo sabía? – dijo Raúl.

Una patrulla de la Policía Local llegó en apoyo. Raúl estaba registrando al hombre. Le sacó la cartera y un puñal que llevaba en la pierna derecha. Nico le dio la vuelta cuando Raúl acabó la inspección. Empezó a palparle los bolsillos de su chupa y de su camisa. De ahí sacó una bolsa llena de bolsitas más pequeñas llenas de un polvo blanco.

-¿Raúl? – le dijo uno de los policías locales cuando llegó a su altura.

-¡Anto! Pero bueno. El otro día os topáis con Aritz y hoy con nosotros.

Su compañera llegaba después de haber apartado el coche para dejar paso.

-Menudo compañero te has echado – dijo Susana señalando a Nico.

-Nico, son Susana y Antonio.

Nico les tendió el puño para saludarlos.

-Salvador, que no eres bueno.

Susana se había inclinado sobre el hombre que estaba en el suelo esposado y le dio un pequeño sopapo en la cara. Parecían viejos conocidos. La mujer no recordaba todas las veces que se lo había encontrado en el desempeño de su trabajo.

-Os voy a denunciar, hijos de puta. Por maltrato. Se os va a caer el pelo. Y tú niñato, eres hombre muerto.

Nico echó su rodilla izquierda al suelo. Le agarró la cara con su mano derecha por la quijada. Se la giró para mirarle a los ojos.

-Salvador, ¿Tienes algo que contarnos?

El hombre fue a insultarlo de nuevo, pero fue incapaz de articular palabra. De repente parecía asustado, desconcertado. Nico no movía ni un músculo de su rostro. Simplemente lo miraba a los ojos.

-Miremos en el maletero de su coche. Con precaución. – Nico a la vez que habló, soltó la cara del detenido y se puso de pie. Se echó la mano a su pistola y la empuñó.

Raúl no se lo pensó. Sacó su arma también y fue hacia el coche. Dos coches patrulla de la Policía Nacional llegaron en ese momento. Raúl y Nico volvieron sobre sus pasos para informar a los compañeros.

-¿Os hacéis cargo del detenido? Tened cuidado. Le hemos registrado pero por si acaso, volverlo a hacer con detenimiento. Le hemos encontrado una automática y un puñal. Y un poco de polvo blanco.

-¿Estáis bien Raúl? – le preguntó una de las agentes. – Éste se las gasta …

-Sí Ainhoa. Nico se ha encargado de él. Se ha incorporado al equipo. – la policía y el guardia se saludaron con un gesto de la cara.

-¿Es su coche?

Nico había dejado al hombre en manos de dos de los policías que acababan de llegar. Fue detrás de Raúl y de Susana y Antonio que también se acercaban al coche de ese individuo. Anto echó un vistazo al habitáculo. Se puso unos guantes y se cubrió también los zapatos. Se coló por la puerta que el conductor había dejado abierta cuando había salido a pegar a Nico. Abrió la guantera y ahí encontró varias jeringuillas autoinyectables llenas de un líquido transparente. Las enseñó a sus compañeros. Susana dio la vuelta al coche y abrió una de las puertas de atrás.

-¿Y si llamamos a los Tedax? – propuso uno de los policías de la segunda dotación que había acudido a la llamada de apoyo de Raúl.

-Espera Tinet.

El aludido se había acercado. Susana se señaló la nariz.

-¿Orina? – dijo sorprendido.

-¿Me cubrís Nico, Tinet? – Raúl al escucharlo, tomó la iniciativa.

Nico asintió con la cabeza. Apuntaba el arma hacia el maletero. Tinet se puso en el otro lado. Ainhoa, la compañera de Tinet estaba dos pasos detrás a la expectativa.

Raúl empezó a contar con la mano hacia atrás empezando desde cinco. Cuando se quedó sin dedos abrió el maletero y se apartó de un salto. Nico y Tinet se acercaron con las pistolas apuntando. Pero los dos volvieron a poner el seguro de sus armas y las guardaron, a la vez que Raúl volvía y se agachaba y acariciaba la cara de la joven que estaba maniatada en el maletero.

-Tranquila, todo ha pasado. Somos policías. Ainhoa, acércate.

Raúl le enseñó su documentación a la vez que Tinet se hacía más visible para que viera el uniforme. Su compañera le sustituyó y le cortó las bridas que sujetaban sus manos. La chica pareció suspirar de alivio, aunque era palpable que la habían drogado. Posiblemente su percepción de la realidad fuera muy pobre. Apenas podía mantener los ojos abiertos más de unos pocos segundos. Hacía esfuerzos por abrirlos de nuevo, pero siempre acababa perdiendo la batalla. Entre Tinet y Raúl sacaron a la chica del maletero. Sacaron unas mantas de los coches patrulla y la tumbaron en el suelo con cuidado. Antonio ya había pedido una ambulancia. Otra patrulla de la local llegó para controlar el tráfico de la zona.

El detenido estaba custodiado en uno de los coches patrulla de la Nacional. Se acercó Raúl a preguntarle. Pero el hombre no quiso ni mirarlo.

-Raúl, llega tu jefa – Susana fue la que le avisó desde el otro lado de la calle.

Carmen había dejado el coche justo después del cordón policial. Nico y Anto seguían revisando el coche casi palmo a palmo.

Varias furgonetas de la UIP acababan de hacer su aparición. De una de ellas se bajó su jefe, Pablo Lubo. Sus efectivos tomaron el control de la zona, haciendo un cordón más estricto. El comisario Lubo fue al encuentro de Carmen, que ya estaba al lado de Antonio y de Nico. Nada más llegar se dio cuenta del olor a orina.

-La pobre. Está aterrorizada. ¿Sabemos quién es?

Nico y Antonio se encogieron de hombros mostrando su impotencia.

-No encontramos nada que nos diga algo. No queremos levantar la moqueta para no entorpecer la labor de la científica. Aunque no esperamos que haya nada. Al menos algo que nos aclare la identidad de la chica.

Nico parecía querer decir algo, pero no se decidía. Carmen le hizo un gesto para que hablara.

-Convenía a lo mejor revisar las papeleras de los alrededores. Yo de él, la hubiera tirado a una. La cartera, su documentación, su móvil. Papeleras, alcantarillas, los setos de los jardines …

Pablo Lubo que lo escuchó dio instrucciones a sus equipos para que se encargaran.

-Nico, te presento a Pablo Lubo, el jefe de la UIP.

-Encantado comisario.

-Veo que no te gusta perder el tiempo – le dijo sonriendo mientras le estrechaba la mano. – Acabas de llegar y ya te metes en fregaos de importancia.

-No sé que decir, la verdad. Veníamos a echar un vistazo a una casa. Algo sencillo y tranquilo, en apariencia. Sobre todo después de un mes de su fallecimiento.

-¿Crees que tiene relación?

-No sabemos nada de Líam en Madrid, salvo donde trabaja. Puede ser una amiga o su novia. ¿No? O nadie y que no tenga relación. Pero es mucha casualidad. Nos empezamos a mover en relación a este caso y resulta que nos topamos con este tipo que nos ha visto jovencitos y ha querido achantarnos a gritos y puñetazos. Parecía muy importante para él aparcar donde íbamos a hacerlo nosotros. Y estamos frente a la casa de Líam Romero. No soy partidario de las casualidades. En principio en mi opinión, yo lo tomaría como algo relacionado con nuestra víctima. Ya habrá tiempo de descartarlo si no es así.

-Ha sido porque quería aparcar dónde nosotros lo hemos hecho. – Raúl se había acercado y no había escuchado a Nico. Señalaba el coche en el que habían llegado.

-El de Salvador, es un coche robado – aportó Susana mirando su tablet. – Lo denunciaron anoche en Vicálvaro.

-Lo iría a abandonar aquí.

-No cuadra. Si partimos de la suposición que tiene que ver con lo de Líam, no lo va a dejar a las puertas de su casa. Me cuadraría más que viniera a buscar algo a la vivienda y que necesitara ayuda.

-Iba a dejar el coche y a irse en otro. Pero puede que alguien viniera a recogerlo luego para ocuparse de la joven. Salvador no es de “ocuparse” de esa forma – opinó Tinet que también se había topado varias veces con el detenido.

-A lo mejor pensó que esta chica le podía ayudar con algo que tenía que buscar en el piso. Comparto la opinión de Nico.

-¿Iría a dejar a la chica en el coche o se la llevaba él? Es otra posibilidad. Que ya hayan estado en la casa.

-En todo caso, pasarían días hasta que el coche llamara la atención. Las matrículas están dobladas. – Antonio era el que había hablado.

-Es que partimos de la idea de que la ha cogido aquí o cerca. Pero no tiene por qué – apuntó Raúl.

-Esto es un barrio universitario. Casi todos los edificios tienen alguna relación con la Universidad. Pisos para estudiantes, para empleados, Residencias… becados…

-Puede que la haya cogido en uno de esos a un par de manzanas de aquí. – apuntó Nico.

-Les digo a mis hombres que amplíen el radio de búsqueda en las papeleras y alcantarillas.

-¿Tenéis las llaves? – preguntó Carmen a Raúl. Éste las sacó de su bolsillo y se las enseñó. – Que alguien mire entre los efectos personales de ese Salvador por ver si tiene un juego de llaves o de “llaves maestras”.

-Vamos a echar un vistazo.

-Comisaria, yo…

Carmen cogió del brazo a Nico y lo apartó unos metros.

-Como me vuelvas a llamar comisaria, te aliño. Carmen y punto. Que muchos no saben que soy comisaria y prefiero que lo sigan pensando.

Carmen le guiñó el ojo. Nico la miraba asombrado. Levantó las cejas como gesto para transmitirla que había recibido el mensaje.

-¿Estás bien? He visto que ha ido a pegarte directamente.

-¿Lo ha visto?

-Raúl lleva una cámara encima. Luego me recuerdas y te doy tu equipo. Es algo nuevo que estamos implantando. Todos vamos a llevar cámaras y micrófonos para que todo quede reflejado y así podamos actuar desde la central con toda la información, en caso de situaciones complicadas.

-Carmen, estábamos hablando – Raúl se había acercado a ellos – creemos que conviene investigar todos los coches alrededor del nuestro. Toda esta manzana.

-Si lo crees conveniente, nos encargamos nosotros – propuso Susana a Carmen.

-Me parece bien. Dame un abrazo, anda, que hace siglos que no te veo. Y gracias por cuidar de Aritz el otro día.

-Nos cuidamos unos a otros. Yo ya sabes que estoy con vuestra filosofía de trabajo en común. Y Antonio igual. Y más si sois amigos.

-Carmen, si te parece, os llevamos al detenido a la Unidad – Tinet se había acercado también a ellos.

Nico hizo un gesto de que quería decir algo.

-Yo lo dejaría aquí un rato más. A lo mejor me siento luego con él para cambiar impresiones.

-Quieres que lo vean detenido. – Lubo lo tuvo claro y sonreía.

-No sé si hay alguna posibilidad de poner cámaras que enfoquen hacia fuera del perímetro para estudiar a los que se acerquen.

Carmen y Lubo se miraron.

-Si te parece pongo las furgonetas de tal forma que las cámaras que llevamos enfoquen como dice Nico. Me parece buena idea.

-Manda la señal a la Unidad. Le digo a Patricia que monte una sala de visionado.

-Y esas cámaras de tráfico podíamos dirigirlas hacia esa zona. Con su altura puede ayudarnos a seguir a quien sea que nos de el cante – propuso Raúl.

-Le llamo a Pati y que lo ponga en marcha. ¿Cuál es el portal?

-Ese de ahí – señaló Raúl.

-Pablo …

-Mando a mi gente que os abra camino. ¿Piso y letra?

-Apartamento 348. – dijo Nico.

-Hago una llamada y vamos. Nico, no me has contestado a si estás bien.

-Sí, no me ha tocado. Iba tan seguro de si mismo que era fácil dominarlo.

-Eres como Javier. Todos le ven como un crío al que pueden pisar, y al final, acabáis pisándolos vosotros.

-Literalmente. Lo ha pisado. – dijo Raúl. – Has estado bien, compañero.

-Gracias – ese halago de Raúl parecía haberle dado más fuerzas a Nico. Carmen sonrió triste. Para ella estaba claro que una de las cosas de las que Nico estaba falto, era de amigos, de compañeros con los que poder tomar algo de vez en cuando. Que le respetaran.

-¿No es ese Garrido? – preguntó el comisario Lubo.

-Buenos días a todos – saludó el comandante. – Susan, Anto tiempo sin veros.

-Porque tú no quieres. No te acercas a tomar unas cañas donde sabes.

-Es cierto. Prometo enmendarme.

-Raúl, transmite a Fernando ese mismo reproche, que sabemos que le ves casi todos los días.

El aludido se echó a reír a la vez que lo hacía Garrido.

-Me da que en los últimos días, le han llovido esos reproches. Si se lo digo otra vez, a lo mejor me pega, que como dices, a mí me ve todos los días y tiene más confianza.

-Venga, vamos. ¿Vienes Pablo? – Carmen quería ponerse en marcha.

-Te dejo con mi gente. Voy a mirar lo de las furgonetas, para que no haya ángulos muertos.

-Vienen dos compañeros más para ayudarnos con los coches de la zona – anunció Anto. – Hemos pensando ampliar un poco el perímetro.

Carmen hizo un gesto a Tinet y a su compañera Beca para que se unieran a la excursión. Los hombres de Pablo Lubo ya habían revisado la escalera y custodiaban la puerta del apartamento. Raúl sacó las llaves y abrió la puerta. Lo hizo despacio y con todos bien protegidos para evitar sustos. Según iba abriéndola, era evidente que nadie parecía haber entrado en ese piso en varias semanas. Cuando la puerta estaba abierta completamente, todos se relajaron y entraron. Antes, se pusieron guantes y unos protectores para los pies.

El piso estaba bastante ordenado. Su ocupante parecía organizado y cuidadoso. Desentonaba en esa impresión una mesa al lado de la cocina en donde estaban los restos de un desayuno de hacía ya muchos días. Carmen les hizo un gesto para que no tocaran nada.

-Se fue corriendo – dijo Carmen. – Está todo a medio comer.

-Se fueron – puntualizó Nico señalando las dos tazas y los dos vasos de zumo.

-¿Veis fotos por algún lado? – preguntó Garrido.

-No.

-¿Ese no es un marco digital? – Tinet señalaba una pantalla que estaba sobre un soporte en una de las baldas de lo que parecía el cuarto de estar. Era apenas una esquina de la cocina, con un sofá de dos plazas frente a una mesa baja y con una televisión en la pared de enfrente. Había algunas baldas con libros. Un par de ellas estaban dedicadas a libros profesionales. Otra parte, eran novelas.

-Mira a ver si puedes encender el marco.

-Creo que se ha quedado sin batería. Mira, está ahí el cargador. Lo enchufo.

-El amigo Líam también lee a Jorge – apuntó Raúl señalando cuatro novelas que parecían de reciente adquisición.

-Mira en ellas Raúl. Por si hay algo.

Nico a la vez que hacía esa sugerencia a su compañero, hacía lo mismo con los libros profesionales.

-En este cajón parece que hay nóminas y papeles del banco. – Beca mientras comentaba su hallazgo iba vaciando el cajón y estudiando su contenido.

-Ponlos en una caja. Nos los llevamos – dijo Garrido. – Habrá que estudiar sus cuentas. Y sus llamadas, y su localización… todo el pack.

-¿Habéis visto su portátil por algún lado?

-No. Nico ¿Que has visto?

El guardia estaba con el último libro que había abierto y un papel que había encontrado entre sus páginas. Lo giró para que el comandante y Carmen lo vieran. Raúl se adelantó a la comisaria y le cogió el papel.

-Es la dirección de Jorge en Madrid.

-¿El teléfono? No es el de Jorge. – aseguró Carmen.

-Es el de Martín. – contestó Raúl compungido.

El tono de voz indicaba lo incomprensible para él del descubrimiento.

-Martín tenía llaves de la casa de Jorge ¿Verdad?

-Sí. Desde hace tiempo. Creo que desde que cumplió los dieciocho. Jorge le regaló la esclava que lleva en el tobillo y las llaves de su casa.

-¿Lo sabía alguien?

-No. Lo sabemos algunos de los escoltas que vamos con Jorge. Los que le hemos visto usarlas. Últimamente le ha registrado algunos de sus relatos y le dejaba su copia en papel en su despacho para que los guardara en la caja fuerte. Aprovechaba y se solía duchar. Y el día en que intentaron matarlo, Carmelo le dio un juego de llaves de la Hermida. Por la tarde le iba a instalar la APP que controla la domótica de todo el complejo. Es donde hemos estado antes, en Concejo del Prado – le explicó a Nico, que no sabía de qué hablaban – Eso no le dio tiempo. Pero Martín esas cosas, no las cuenta. Es hermético con las cosas de su tío y de Carmelo. Yo intenté muchas veces sacarle anécdotas o … no quiso contarme nada. Alguna cosa de cuando era niño, pero tontadas y de él. Alguna cosa de cuando le mandaba sus padres a los campamentos y llamaba a Jorge asustado y éste iba a consolarlo. Jorge era casi anecdótico en ellas.

-Carmen, aquí está el portátil. Estaba escondido en el dormitorio – Tinet salía del mismo con el ordenador en la mano y dos tablets.

-Embólsalo para revisarlo.

-Mira ésto Nico. Parece un post de su blog impreso en papel.

Nico se acercó a Raúl y le cogió la hoja.

-Es el primer post que había ayer. Ves, comandante, te lo enseñé ayer mientras íbamos camino de tu casa.

Garrido se lo cogió y empezó a leer.

-Sí. Romanes ha logrado recuperar gran parte de lo que se ha borrado. Tenías razón ayer en la reunión cuando lo sugeriste. Pero es un post inocente.

-Vecinilla y Jorge Rios en el mismo escrito. – Carmen movía la cabeza negando. – Tenemos que saber todo de este chico. Con quien hablaba, con quien se encontró … tenemos que buscar la última vez que salió de esta casa y a partir de ahí, buscar hacia delante y hacia atrás. A alguien le preguntó la dirección de Jorge y el teléfono de Martín, a no ser que conociera a éste. Llamadas, localización del móvil antes del supuesto accidente …

-No creo. – dijo Raúl en voz baja.

-¿Te lo hubiera contado?

Raúl asintió con la cabeza. Se acababa de poner triste.

Carmen se acercó a él y lo apartó del resto de compañeros.

-Llama a quien tú sabes y dile que es urgente que de el cambiazo a todos los objetos personales que llevaba Martín en el momento de los disparos.

-Ya lo estaba pensando. A lo mejor ya lo ha pedido Jorge.

-No. Solo ha pedido que lo cuidaran. Y sacarle sangre para unos análisis en condiciones. Pero esto es secreto.

-Llamo desde la calle. Nico, te espero abajo. – le dijo a su compañero.

-Ahora bajo.

Beca conectó de nuevo el marco digital.

-Carmen, ya funciona.

-A ver que fotos hay. Raúl, espera, no te vayas. Mira estas fotos antes. – le pidió Garrido. – Puede haber personas habituales del entorno de Jorge que no conozcamos nosotros. La aparición de Martín abre las posibilidades.

Raúl volvió a entrar. Y empezó a mirar las fotos que iban saliendo en el marco.

-Esos son sus padres. Y esos sus hermanos. – dijo Nico.

-¿Los conocías?

-De la playa. Les gustaba pasear por ella.

-Los dos pequeños son mucho más pequeños. Quiero decir, hay mucha diferencia de edad entre ellos y los mayores.

-Y los pequeños parece gemelos. Se parecen a la madre. Los otros en cambio …

-Mi hijo Miguel no se parece a ninguno de sus hermanos. Mis mellizos, salvo en los ojos …

-Pero Kike tiene un aire a Líam. – comentó Nico. – Pero sí, los cuatro son muy distintos. Podrían fingir que no son hermanos.

-Esto parece del trabajo.

Beca había avanzado a otra foto.

-Y esa chica que está detrás…

-Si es la del coche…

-¡Para! – dijo Raúl. – Éste es el chico que estaba con Esteban el otro día. Esteban el chico de la barandilla del encuentro de Jorge con los lectores jóvenes. No me acuerdo ahora como se llama. Ese que estaba enfadado… cuando Carmelo quedó con ellos para charlar con el padre.

-Pues en esa foto, desde luego, no parece estarlo. Sonríe feliz.

-¿Y con quién está? ¿Y qué relación tienen todos estos con Líam? Tanta como para tener una foto de ese grupo en su marco digital.

-Otra vez aumentamos las preguntas y no encontramos respuestas. Esto es… desesperante – dijo Carmen en tono cansado.

-Este caso no va a ser fácil. Ya me perdonarás haberos metido en ese berenjenal – Garrido la sonreía con pena.

-Antes o después, nos hubiéramos topado con él. Hala, a organizarnos y a preguntar a todos los que pudieran cruzarse con él por amigos, conocidos, aficiones… novios o novias, no me queda muy claro… puerta a puerta.

.

A Fernando al final le contaron al llegar al hostal dónde vivía Martín. Tanto él como Jorge se quedaron dormidos en el coche. Nano decidió dar un rodeo para que tuvieran más tiempo para descansar. Él mismo se notaba fatigado, no quería ni pensar cómo estarían ellos dos.

De nuevo, Jorge, al bajarse del coche y mirar el edificio y el letrero cutre que anunciaba el establecimiento, se le vino el ánimo al suelo. Ganas le daban de recoger todos los enseres de Martín y dejarla vacía.

El edificio no tenía ascensor. En realidad lo tenía, pero según le comentó Nano, debía estar estropeado desde hacía años. Se cruzaron con una pareja que bajaba. Los saludaron pero la pareja ni siquiera les miró. Era un matrimonio mayor. Jorge pensó en escribir un relato sobre como una pareja que había vivido toda su vida en un edificio, se dan cuenta que poco a poco, la gente que era como ellos se va yendo. Y les sustituyen personas con las que no tienen nada en común. Y que algunos de ellos les dan miedo. Ellos se irían, pero sus circunstancias económicas se lo impiden, porque no pueden pagar otra casa en la misma zona. Y a su edad, cambiar e irse a vivir a uno de esos barrios de las afueras, les daba pereza. Ya eran muy mayores. Y eso les abocaría a la soledad.

Nano abrió la puerta del hostal. Fernando les guió por el pasillo hasta la habitación 7, que era la de Martín. Jorge miraba todo con los ojos muy abiertos. Su impresión del lugar no hacía más que empeorar. Un cartel en la puerta del baño, anunciando a los huéspedes que si querían agua caliente, debían pagar un suplemento de cinco euros por día, le hizo indignarse.

Nano se encargó de abrir la puerta de la habitación. Jorge se esperaba lo peor. Pero al menos la habitación era amplia. Había sitio hasta para una mesa de buen tamaño en la que estaba el portátil de Martín y su tablet. También estaban los guiones de las últimas películas que había rodado. En eso, pensó, al menos había habido suerte. Ya había acabado dos de ellas. La tercera que iba a empezar en unos días, no la podría hacer, era claro. Mandó un mensaje a Sergio Romeva para que mirara de ofrecer a Álvaro, si es que le interesaba. Sus perfiles eran parecidos. A lo mejor les podía encajar a los encargados del reparto.

-¿Y ustedes quienes son?

Una mujer les miraba con gesto enfadado.

-Ya le dije a ese actor de tres al cuarto, que no me gustaban las reuniones en las habitaciones. Que estaban prohibidas.

Nano y Fernando le enseñaron sus acreditaciones.

-Jorge Rios. – se presentó Jorge tendiéndole el puño a modo de saludo.

La mujer pareció relajarse un poco.

-Me dijo el chico que usted era la única persona que estaba autorizado a entrar. Es el escritor ese ¿no?

-Sí señora – dijo Jorge poniendo su mejor sonrisa.

-El chico tiene todas sus novelas en aquella estantería de allí. – la mujer señaló una esquina – la compró él, como la mesa y la silla. Solo tiene sus novelas y un par de esos guiones o como se llamen. ¿Y a qué han venido?

-A recoger algunas de sus cosas. Ha tenido un accidente. Necesita algunos papeles y sus ordenadores.

-¿Y qué va a pasar con la habitación?

Era claro que a la mujer, el estado de salud de su inquilino le daba igual. Solo le importaban sus ingresos.

-Tranquila. Yo le pago los tres próximos meses.

La mujer pareció relajarse.

-Si me da un número de cuenta, le hago una transferencia ahora mismo.

-Nada de eso. En cash. Ya se lo dije al chico.

Si Martín no hubiera estado en el hospital inconsciente, y la situación fuera la que era, se hubiera echado a reír por la forma que había tenido de decir “cash”.

-Dígame lo que le debo. Me imagino que este mes ya lo había pagado.

-Son mil doscientos euros.

Jorge levantó las cejas.

-¿Cuatrocientos euros por mes?

-Es la habitación más grande. Y solo para él.

-¿En los cuatrocientos se incluye el agua caliente?

-No. Eso es un extra. Pero me imagino que no lo va a utilizar. Solo está incluida la limpieza de la habitación una vez a la semana.

Jorge sacó su cartera. No llevaba esa cantidad ni por asomo. Sacó una de sus tarjetas y se la tendió a Nano.

-Sácame dos mil. ¿Me harías el favor?

-Claro. No tardo. Hay un cajero a cincuenta metros. Por aquí viven mis padres y los tengo estudiados.

-Me pega una voz, que tengo otras cosas que hacer que estar mirándolos a ustedes.

Jorge se asomó al pasillo. Luisete y Carla estaban en el hall del hostal. Cuando Nano partió camino del cajero, de la habitación de al lado, salió un hombre que era la perfecta encarnación de lo que en los libros y periódicos llamaban quinqui. Su mirada se quedó clavada en Fernando y luego en Luisete y Carla. Jorge se sonrió. El hombre no sabía que hacer. Era claro que su relación con la policía no era la mejor. Y también era claro que había distinguido perfectamente la profesión de sus escoltas.

-Me llamo Jorge. – le tendió el puño al decirlo.

-¿Es el escritor?

Su forma de hablar era gangosa. Arrastraba mucho las palabras. A ratos parecía perder el contacto con la realidad y viajaba a algún sitio perdido de su cabeza.

-Sí.

-Su sobrino habla mucho de usted.

-¿Es amigo de él?

-A veces charlamos. Es buen chaval. Siempre me dice que tengo que dejar de ponerme. Que a usted le drogaban y que cambió radical cuando lo dejó.

-Es cierto. Y eso que tengo la impresión de que lo que yo tomaba no era tan dañino como lo que toma usted. ¿Heroína?

-Es una mierda. Te crees que lo controlas. Te das cuenta de la mierda que es cuando te despiertas en un basurero tirado, no te acuerdas de nada de los últimos días y en lo único que piensas es en conseguir guita para volverte a poner.

-¿Lo conocías de antes? A mi sobrino.

-No creo. Aunque él pensaba que sí. ¿Le habló de mí?

-No. No quiero mentirte. Es muy … no le gustaba hablar de esta parte de su vida. Apenas me ha contado nada desde que se fue de casa de sus padres.

-Decía que no quería defraudarlo.

Jorge se quedó mirando al hombre. Era raro que Martín hubiera confiado en un tipo así. Un desconocido. Parecía saber más de Martín que él mismo. Jorge estaba seguro que ni con Raúl, con el que había tenido una relación de ida y vuelta y que no obstante, se había convertido en un amigo, se había confiado tanto como con ese hombre.

-No me he quedado con su nombre.

-Orlando.

-No pareces de aquí.

-Soy portugués. Aunque llevo muchos años en España. Me trajeron de pequeño.

El hombre hizo un ruido con la garganta que al principio despistó a Jorge. Enseguida se dio cuenta que era su forma de reír. No quería enseñar sus dientes, seguramente los tendría podridos y le daba vergüenza.

-Él enseguida se dio cuenta. Y me hablaba en portugués. Era alucinante lo bien que lo habla.

-¿Qué años tiene?

-Veintiséis. No los aparento ¿verdad? Mira la cara de flipao que ha puesto el madero. – señaló a Fernando. – Me tengo que ir. No vaya a ser que a estos les de por …

-Tranquilo, es tu día de suerte. – le dijo Fernando con una sonrisa triste.

-¿Cómo te ganas la vida Orlando?

-En lo que se puede. No le voy a engañar, pequeños robos y tal. Y alguna mamada. Las hago muy bien.

De nuevo ese ruido gutural a modo de risa.

-Aprendí de peque.

-¿Follas con mi sobrino?

-Qué más quisiera. Es un diosito. Le hubiera hecho ver las estrellas. O él a mí. Los diositos saben mucho de sexo. Les preparaban para eso.

Orlando de repente se puso serio. Parecía que se había arrepentido de esas últimas palabras.

-Si quiere llevarse los libros de Martín, tengo dos que me dejó. Dos de sus novelas.

Cada vez arrastraba más las palabras. Necesitaba su dosis. La charla le había interrumpido. Jorge sacó la cartera y le tendió cien euros.

-¿Te vale? Así te ahorras hoy un par de chapas o no robas a nadie.

-No me gusta …

-Imagina que me has hecho tres chapas.

-Quién pudiera. La chapa más deseada, la de Jorge Rios.

El aludido sonrió. Sacó otros cien euros y se los dio.

-Me tienes que prometer que no los vas a malgastar.

-No puedo prometer eso. A usted no. Puedo decirle que lo intentaré. Usted ha sido sincero conmigo antes, yo debo serlo con usted.

Al final el hombre había cogido el dinero.

-A cambio te pido que cuides del cuarto de mi sobrino. Si ves a alguien que viene por aquí y pregunta, sea quien sea, me llamas. ¿Tienes móvil?

-Claro. Así aviso a mi camello.

-Apunta mi teléfono. Y mándame una perdida. Así sé quien eres.

-Guayyyy. Yo cuido de él.

-¿Quieres que te deje más libros?

-Ya los leí todos de joven. Pero me gusta releerlos.

Jorge se fue hasta la estantería al fondo de la habitación y cogió tres libros.

-Ten, para cuando acabes los que estás leyendo.

-¿No va a venir Martín?

-Está enfermo. Tardará un tiempo en volver. – Orlando se puso serio y triste al escuchar a Jorge – Pero yo cuidaré de él, no te preocupes.

-¿Le han matao?

Jorge se quedó sorprendido por la pregunta.

-Lo han intentado.

-Putos hijos de puta.

Cogió los libros que le tendía Jorge. Los echó un vistazo. “deSergio”, “deDaniel”, “deRosario”. Abrió de nuevo su cuarto y los dejó allí.

-¿Por qué has pensado que lo habían matao? – preguntó Fernando.

-Él decía que lo iban a intentar. Que sabía demasiado y eso había puesto nerviosos a algunos.

-Me tienes que explicar eso, Orlando.

-Me tengo que abrir, de verdad. Mola haberle conocido. Y si quiere una chapa, sería un honor.

Jorge sonrió pero no contestó. El hombre sin decir nada se fue hacia la puerta y salió sin entretenerse más.

-No ha sido buena idea lo de darle dinero.

Jorge se encogió de hombros.

-Puede que no. Pero al menos no necesitará robar en un par de días. Se ha asustado, por eso se ha ido con tanta prisa. No ha cerrado ni la habitación. Piensa que ha hablado demasiado.

Nano volvía ya con el dinero. La mujer del hostal parecía tener ojos en todos lados, porque enseguida estaba junto a ellos.

-Tenga, dos mil euros. Este cuarto es sagrado. Y nada de como está vacío, se lo dejo a alguien de paso.

-No, no se me ocurriría.

-Señora, no se lo digo en broma. Conmigo a buenas, perfecto. A malas, no digo nada.

-Confíe en mí, señor escritor.

-Si necesita contactar conmigo, Orlando tiene mi teléfono.

-¿Ese?

-Sí. Ese. ¿Le debe algo él?

-Paga tarde, pero paga.

-Échele un ojo.

La mujer parecía querer más dinero por ese pedido último.

-Ochocientos euros dan para echar muchos ojos. Incluso para pagarle el agua caliente – le dijo Jorge muy serio. – No tiente la suerte, señora Horacia.

-¿Y como sabe mi nombre?

-Esto a buenas. Imagine lo que sabré y lo que puedo hacer a malas.

La mujer decidió dejar el tema e irse a guardar el dinero.

-Vamos a mirar las cosas de Martín – les dijo a Fernando y Nano.

-No he acabado de pillarte, Jorge – le dijo Fernando mostrando su estupefacción con todo lo que acababa de pasar.

-Luego hablamos. No es el sitio.

Jorge Rios.”

Necesito leer tus libros: Capítulo 110.

Capítulo 110.- 

.

Todo era nuevo para Nico. Nunca había montado en avión. Nunca había estado en un aeropuerto.

En el aeropuerto de Madrid le sorprendió que todos los guardias con los que se cruzaron, parecían conocer a Garrido. Y todos lo saludaban con respeto, pero también con cariño. Con alguno se paraba a hablar y se sabía sus nombres. Eso le parecía asombroso.

Un coche oficial les esperaba en la salida restringida de autoridades.

-No le esperábamos tan pronto – le saludó la guardia Iria.

-Cambio de planes. Ya sabes.

-Han avisado a Vigo para que no le esperen hoy.

-Bien.

-¿Dónde vamos?

-A la Unidad. Nos espera Carmen y Melgosa.

-Perfecto.

.

Jorge se levantó e hizo un gesto a Nano.

-Tenemos que irnos. Es la hora.

-¿Qué vas a hacer? – le preguntó Carmen.

-No lo tengo decidido. Esto funciona así. Por pálpitos del momento. No sé por qué, pero es así. Es una de las pocas cosas que tengo claras de esa parte de mi vida.

-Hay unidades preparadas para actuar.

-Esperamos que la suerte nos ayude y haga que todo se coordine de la mejor manera posible.

Carmen sonrió.

-Quieres darles antes de.

-Partirles la crisma, sí. Ten en cuenta que en el otro tema que tenemos entre manos, me estoy conteniendo. Y no sabes lo que eso me cuesta.

-¿Estáis hablando en clave o solo me lo parece a mí?

-No cariño. Solo que a veces, ya se lo dije a Carmen el otro día, me apetecería ser como uno de los personajes de Bruce Willis o del Ex-Gobernador de California. Manda cojones, ese tipo, Gobernador.

-Tiene un hijo que está bueno.

-Todos sus hijos son guapos.

-Dejemos al amigo Arnorld con sus cosas.

-Debes irte sí. Me vas contando.

Jorge asintió con la cabeza. Dio un beso a Carmelo y Nano y él salieron de la sala.

Jorge Rios.

.

En el trayecto, Nico y Garrido apenas hablaron. Los dos estaban pendientes de sus teléfonos y de toda la información que les iban pasando. El caso de Líam era más complejo de lo que suponían.

-¿Por qué tengo la impresión de que aquí hay personas que no están interesadas en que esto se investigue?

Garrido sonrió con pesar.

-Porque es lo que es. Alguien ha dado la orden de que este caso, duerma el sueño de los justos. – respondió Garrido guardándose el móvil. Ya habían llegado a la sede de la Unidad. Iria dio al mando que le abriría el garaje. Una vez en el sótano, dejó a Garrido y a Nico a la puerta de los ascensores.

-Tengo que coger la bolsa con mis cosas. – avisó Nico a su jefe.

-Tranquilo. He llamado a mi mujer para que te prepare la habitación de invitados. Así conoces a Líam, del que me has oído hablar antes.

-Pero tiene cuatro hijos. Yo solo sería una molestia.

-Tamara, la melliza de Líam, Kike de once años, que es el jefe de todos. Y Miguel, el callado, el peque. Creo que con él vas a conectar enseguida. Es tímido hasta decir basta. Pero a la vez, es el más sensible.

-Por eso es tímido – dijo Nico sin dudar. – Lo que siente, le asusta. Y piensa. Siente cosas que nadie percibe.

-¿Ves? Ya has conectado con él antes siquiera de conocerlo.

Se abrieron las puertas del ascensor en la Unidad. La policía que estaba en la recepción saludó con cercanía a Garrido.

-María, te presento a Nico. Es un nuevo miembro del equipo.

María y Nico se dieron dos besos.

-La madre del cordero, eres más alto y más guapo que en la pantalla – Tere se había acercado a saludarlos.

-Es Tere, una de las mujeres fundamentales del equipo de Javier.

-Encantado.

-No me jodas, no me traigas a chicos tan altos que me tengo que poner de puntillas para darles un beso. Joder, es tan largo como Carmelo.

Patricia también se había acercado a darles la bienvenida.

-Bienvenido Nico. Has estado muy bien en Somo.

-Patricia, la jefa de gabinete de Javier.

-Ya estamos con lo de jefa de gabinete. La de los marrones. Esa soy yo. Están esperándoos en la sala de reuniones.

-¿Está Javier? Pensaba que solo estaba Carmen.

-Ha llegado hace un rato. Pero ha venido de tranqui. Creo que sigue necesitando unas horas de dormir.

-¿No vas Pati?

-Ahora. Tengo que pegar un par de voces. Hoy me van a dar las mil de nuevo. Todo se ha juntado, joder. Por cierto, Rui, los chicos parecen revivir poco a poco. Los que encontraste tú y los de Jorge y Carmen. JL ha llamado hace un rato. Se viene también. Creo que quiere echarte la bronca por meterle en este lío.

-Va, pero si le gusta.

-Eso le he dicho yo. Pero me ha colgado – Patricia se echó a reír después de encogerse de hombros – Creo que Carmen se lo va a tener que llevar al karaoke para que mejore su humor.

Nico miraba sorprendido a todos en la sala. Era un hervidero de actividad. Pero el ambiente era tan distinto al que había vivido hasta ese momento … empezó a sentirse a gusto, sin apenas darse cuenta.

-Tú debes ser Nico. Bienvenido. Soy Bruno, el de la oficina. Hay otro Bruno, el de la escolta.

-Bruno es un as con las telecomunicaciones y muy paciente y concienzudo para demostrar que quien jura que no estaba, si estaba. Es además un buceador consumado y experto en los archivos. Tú pide que él encuentra.

Cuando se separaron de Bruno, Nico le mostró su extrañeza por lo que veía.

-Y usted se conoce a todos. Y lo que hacen. Y no son guardias. Y en el aeropuerto, muchos guardias … los conocía. Y sus nombres.

-Javier y yo nos conocemos hace tiempo. Hemos colaborado muchas veces. Él conoce a mi gente y yo conozco a la suya. No podemos conocer a todos, pero lo intentamos. Y de los que tenemos más cerca, intentamos saber todo de ellos: sus problemas, sus alegrías, si necesitan una mano en una mudanza, por ejemplo. Vamos todos. Siempre hemos pensado que hacer piña con nuestro equipo es la mejor forma de que todos estén a gusto y que las cosas funcionen. Aquí, Javier es Javier. Carmen es Carmen. No son comisarios y menos jefes. Yo soy Garrido o Rui para los más cercanos. Y no me trata nadie de usted. Nos juntamos todos a comer, a merendar, hacemos competiciones de tiro entre todos …

-¿Y quién gana?

-Suele andar entre Javier, Olga y Carmen. Menudas tres. Alguna vez les ha hecho sombra Alberto, un poli que está ahora camuflado. Y es alto, ahora que pienso – Nico se sonrió por la broma. – Olga es la que más veces gana.

Llegaron a la sala de reuniones que tenía las persianas bajadas. Javier levantó la cabeza de los informes que estaba leyendo en su tablet. Sonrió y se puso de pie para saludar a los recién llegados.

-Nico. Bienvenido. Y enhorabuena. Has estado muy bien en Somo. Soy Javier.

El guardia fue a tenderle la mano, pero Javier lo cambió por un abrazo. Nico no ocultó la sorpresa y el gusto que le daba ese recibimiento. También le sorprendió que Javier fuera casi tan alto como él. Se lo había imaginado algo más bajo. Pero en realidad, por lo que veía, salvo Patricia y Tere, todos eran bastante más altos que la media. Por eso en las fotos que había visto de él junto con otras personas, no parecía tan alto.

-De verdad, estoy abrumado. No me esperaba esto.

-Somos así. Ahora te saludará Olga, desde Estados Unidos. Estamos esperando que nos llame. Se acuerda de ti cuando fuiste a su charla.

-No me lo puedo creer. Si había mucha gente.

-Pero todos no se acercaron a ella al final. Tú lo hiciste y no dejaste de preguntar. Y fuiste con ella a tomar unas cañas después.

-Pero eso le pasará siempre. No se puede acordar de todos.

-Y no lo hace – le dijo Carmen que había acabado de hablar por teléfono y se había acercado a ellos – pero de ti si se acuerda. De hecho, nos habló a todos de ti. Bienvenido. Soy Carmen.

Carmen también lo abrazó y le dio dos besos. De nuevo le sorprendió la altura de la comisaria.

-Gracias antes por la ayuda.

-Todo lo has hecho tú. Ese Jose María hoy ha tenido mucha suerte encontrándoos a los dos. Rui, tu también has estado bien. No te me pongas celoso.

-Pues no te creas. Con el dolor de piernas que he sacado sentándome en el suelo … Ya pensaba que nadie se había dado cuenta de mi esfuerzo.

-Ahí llegan Kevin y Yeray.

-Aritz sube en el ascensor. – anunció Patricia desde su mesa.

-Hola Nico. Éste es Kevin y yo Yeray. Encantado de conocerte. Nos alegra que te hayas unido al equipo.

-Son la pareja de moda en la Unidad. Pareja laboral solo. Aunque en algunos momentos pueda parecer que también lo son en su ámbito privado.

-Pues sí, lo único que me hacía falta, aguantarlo en casa también. – comentó Yeray dando un puñetazo a su amigo en el brazo.

-Y luego dirás que soy yo el que te maltrata.

-Pero yo estoy convaleciente.

-Mucho te dura el cuento, por un par de tiros de nada que te dieron.

-Que poco valorado es mi …

-Deja ya de llorar, pesado.

Aritz acababa de llegar. Kevin y Yeray se acercaron a saludarlo. Nico se dio cuenta que Aritz cojeaba ligeramente.

-Soy el herido más reciente. Así que los mimos para mí. Lo siento Yeray, pero yo soy el herido más reciente.

-Que no te repitas, coño. Que te cedo el trono encantado. Y ojala lo tengas por siempre. Te juro que te doy un beso cada día.

-Yeray dando besos. Cosa más rara – dijo Teresa entrando en la sala.

-Pues a ti bien que te doy.

-Pero soy mujer.

-Como si no diera besos a hombres.

-Yo soy testigo y destinatario de alguno – dijo Javier.

-¿Veis? El jefe ha hablado.

-Ya tenemos a Olga – dijo Patricia – toca sentarse y ponerse serios. Está en la sede del FBI.

-Buenas tardes a todos.

-Qué maravilla. Parece que has descansado y todo.

-Pues sí.

-Se nota que Mark está por ahí.

-Que va. Si se ha ido a Chicago por negocios. Y entre medias estuvo en Londres.

-¿Y no te has ido con él?

-Quita, quita. Para que se pase todo el día de reuniones. Con suerte una copa por la noche. Nico, encantada de verte de nuevo. Me han dicho que tu despedida de Somo ha sido a lo grande.

-Hola Olga. Encantado de saludarte. No esperaba verte tan pronto.

-¿Que te dije cuando nos despedimos después de las cañas?

-Que nos veríamos de nuevo antes de lo que creía.

-Tu pensante que era una de esas cosas que se dicen, pero que no se cumplen. Pues ahí estás, al lado del comandante Garrido. No creas que va a buscar a cualquiera.

-Ha sido un viaje muy instructivo y fructífero. – reconoció el comandante.

-Y a ver, cuéntame como es que tienes mi móvil y no me has llamado – le recriminó Javier en broma.

-Joder, es que …

-También tenía el mío.

-Pero tú llevas un huevo frito en la galleta. Eso impone a los guardias. No te quiero ni contar si llevas dos o tres. Pero yo soy un puto poli.

-Joder, un puto poli. Comisario jefe a los treinta y pocos.

Nico abrió los brazos y recorrió con ellos toda la sala.

-Mandas a todos estos …

-Y muchos más que no están aquí – se rió Patricia.

-No hagas ni caso – dijo Javier – en realidad las que mandan aquí son Carmen y Patricia.

-¿Le das tú o le doy yo? – dijo Patricia mirando a Carmen.

-Déjalo. Está cansado. Y no hay forma de mandarlo a dormir.

-Pero si cuando me voy, me llamas al rato.

-Que no dejan de pasar cosas importantes. Que luego te ofendes si no te informamos. Pero bien me ocultaste lo de Vecinilla. Esa no te la perdono.

-Necesitabas dormir. Y en la segunda visita recuperaste el terreno perdido.

-Venga, que menuda impresión le estamos dando a Nico. Líam Romero. Pongámonos al tema.

-Perdón por el retraso.

El capitán Melgosa y el teniente Romanes acababan de aparecer en la sala de reuniones. Nico se fue a levantar pero Garrido se lo impidió.

-No hace falta. Aquí no.

-¿Nico? Felicidades – le dijo Romanes estrechándole la mano. – Y bienvenido.

-Lo mismo digo – Melgosa se acercó a saludarlo. – Has estado muy bien antes.

-Al final me lo voy a creer.

Todos se echaron a reír.

-Tere, te escuchamos.

-Huy, hola Olga. No te había visto. – Melgosa no se había dado cuenta de que en la pantalla estaba la comisaria.

-Desde luego Roberto … que desilusión contigo. Desde que te casaste, dejaste de mirarnos a las demás.

-Por un fallo que he tenido, por favor. Teniéndote enfrente es imposible no mirarte.

-Esas cosas no nos las dices a las demás. – se quejó Tere.

-Por respeto. Olga y yo nos conocemos hace más tiempo. La confianza ya sabes.

-¿Soy el último?

JL estaba en la puerta.

-Pues sí. – le dijo Garrido sonriendo.

-Ésta te la guardo, Rui.

-Para que sepas lo que es mi vida.

-No me das nada de pena. Tú debes de ser Nico.

JL le tendió la mano para saludarlo.

-A la orden …

-Déjate de órdenes aquí. Y como te lleves la mano a la frente y no sea para rascarte, te aliño. ¿Tú eres del que habla tanto Juan?

-Lo es. – dijo Javier riéndose.

-Para impresionar al comandante Gutiérrez, tela.

-Y a Eloy. El terror de media plantilla de los cuerpos de seguridad españoles. Y algunos extranjeros. Y a éste le llama todas las semanas.

-El comisario Cantero. Otro que bien baila.

-¿Y qué se siente al pasar esta mañana de vigilar que los perros no caguen en la playa a estar en la misma sala con tantos estrellados? – fue Aritz el que le preguntó a Nico.

-Ahora mismo no sé lo que siento. Estoy pellizcándome por si es un sueño.

-Venga, dejad al chico. No le vamos a asustar el primer día.

-¿Asustarlo? Pero si ha buscado vuestros móviles – se rió Tere.

-Y tiene los de Eloy y Juan. Habla con ellos regularmente. Os lo recuerdo.

-Centremos el tema, que quiero irme a casa a dormir – dijo Patricia. Aunque su cara era de estar disfrutando de la reunión.

-Tienes razón. A ver si nos vamos a casa todos esta noche. ¿Tere?

-A ver. Con este chico, Líam Romero, pasa lo que hemos oído tantas veces. El otro día en el bar de polis, por ejemplo, así de pasada oímos de otros dos casos que duermen el sueño de los justos.

-De los olvidados, diría mejor – apuntó Olga.

-En todo caso, olvidados a posta, por una orden que ha dado alguien. Uno de esos asuntos ocurrió en pleno centro de Madrid. Es de hace ya un tiempo. Un chico apaleado y que nunca más se supo. Ahí sigue sin resolver. Y los que acudieron al aviso, parece, según nos cuentan, que los apartaron de sus puestos al día siguiente. Según nos pareció entender, habían casi descubierto al culpable.

-Los culpables – apuntó Tere. – Parece que eran dos.

-Alguien lo contó a vuestro lado para que os dierais por enteradas.

-Es posible. Pero con los datos que escuchamos, no encontramos nada. Porque hemos buscado, que conste. Cuando estemos un poco más tranquilos, iremos a tomar unas cañas e intentaremos acercarnos a los que hablaban con discreción. Vamos a nuestro nuevo caso: Líam Romero, apareció muerto en un terraplén dentro de su coche. Lo aparente es que se salió de la carretera y murió en el choque. Al parecer acudió en un primero momento los de Tráfico. Accidente de coche, ya sabes. Pero al estudiar el tema, no lo vieron, y llamaron a los científicos.

-El caso es que la jurisdicción, en ese punto no está clara. Es Madrid en realidad, así que sería de la Policía. El comisario Antúnez reclamó el caso para su comisaría.

-Pero no lo hizo hasta que entró la científica en escena. En cuanto los de Tráfico dijeron que eso les parecía un escenario falso. Y el equipo de la científica parecía de acuerdo con los de Tráfico.

-Si los de tráfico hubieran tragado con el accidente, pues ya está.

-¿Y?

-Ahí se quedó todo.

-¿Y el juez?

-Parece que estaba sobrecargado de trabajo. Y tampoco puso empeño.

-Así que al pedir que le liberaran, corrió a hacerlo.

-Sí. El Juez Roberto se ocupa ahora.

-No es mal juez el que lo llevaba. Lo conocemos de hace tiempo – explicó Melgosa. – Pero … este caso además le venía grande. Ni siquiera entró a determinar claramente de quién era la competencia. No está acostumbrado a las presiones. He de decir que los de Tráfico insistían. Parece que les intentaron convencer amablemente de que no había nada. No está cerrado por ellos. No quisieron cambiar su informe.

-Y la fiscalía la verdad tampoco se empeñó mucho en el tema. – siguió explicando Patricia – Antúnez insistía en que era suyo y que no había nada. La Guardia Civil de Tráfico insistió en sus conclusiones en su primer estudio de la situación, como bien ha explicado Roberto. Pero nuestro amigo el subteniente Cazorla, les contradijo. Él estaba de acuerdo con la Policía.

Melgosa y Garrido se miraron.

-¿Es nuestro territorio?

Javier hizo una mueca.

-Sí. Por metros. A ver, por metros sí, o por metros no.

-¿Y por qué no he visto nada de este caso? ¿Se me ha pasado? ¿Y por qué si los de nuestra científica estaban de acuerdo con los de tráfico, Cazorla se quería desentender del tema?

-Yo tampoco sé de él. Luego le pido a Cazorla que vaya a verme. – al capitán Melgosa se le había agriado el gesto.

-Deciros que nuestros compañeros el comisario Antúnez y su gente no están felices por el movimiento que hemos hecho.

-Antúnez no pertenece precisamente a nuestro club de fans. – dijo Olga.

-Éste en especial tiene cierta predisposición en contra tuya, querida – dijo Carmen en tono picajoso.

-Sería porque intentó ligar conmigo y le di calabazas.

-Eso no sabía yo – dijo Javier mirando a Olga con gesto ofendido. – Me lo tenías que haber dicho. Conozco la forma de ligar que tiene ese tipejo.

-Por eso no te lo he contado hasta ahora. Y no lo hubiera hecho si Carmen no hubiera sido una bocazas.

-Le hemos pedido lo hecho hasta el momento, – Tere retomó el tema – y poco menos que nos ha mandado a paseo. El juez ya le ha pedido todas las diligencias. A él imagino que no se las negará.

-No contemos con nada de eso. Con suerte estarán ahora haciendo unos informes para salir del paso. ¿Los de trafico?

-Sí. Esos nos han mandado todo lo que vieron. Y los guardias que acudieron están a nuestra disposición. Y el estudio del escenario de los de la científica. Nos mandan las fotos, vídeos y las mediciones que tomaron.

-¿Qué vieron que no les cuadró para llamar a los de la científica?

-El estado del coche, el sitio del accidente, la falta de frenadas … los golpes del chico que no se corresponden con los que se esperaría de un accidente así … el tiempo de la muerte … parecía haber muerto muchas horas antes. Y también les dio la impresión, por el cuerpo, que lo habían sentado a la fuerza y en pleno rigor mortis. Llevaba el cinturón puesto cuando lo encontraron, pero …

-No tenía marcas del cinturón en el cuerpo. ¿El airbag?

-¡No saltó!

-¿Investigaron la vida del chico?

-No consta.

-¿Sus últimos movimientos? ¿Su actividad telefónica?

-No consta.

-¿La autopsia?

-Pendiente.

-¿Me tomas el pelo?

-No. Nadie la pidió. De hecho, que no les dieran el cadáver a la familia fue un “error” burocrático.

-Define error, Pati.

-Alguien en la comisaría de Antúnez, no estaba de acuerdo y lo dejó estar. Para que la familia se moviera.

-Intuyo Patricia que sabes quién es.

-Si. Pero …

-Le ponemos en un compromiso. – Carmen acabó la frase.

-Aún así, me consta que la han apartado del servicio y Antúnez le ha montado un número de campeonato. Ella ha pedido el traslado. Y está pensando en presentar una queja contra el comisario.

-Si nos metemos, la ponemos en el disparadero.

-Ya veremos como lo solucionamos. Espero que no haya pedido el traslado aquí.

-No. No es tan insensata. Les ha oído todos los días hablar de nosotros. Sabe lo que hay.

-La idea aquella de la APP habrá que resucitarla – opinó Carmen.

-A ver si nos dejan las circunstancias y lo hacemos – dijo Javier. – Empieza a ser urgente.

-Creo que es necesario – opinó Garrido.

-Luego te explico JL – le dijo Carmen que había percibido su desconocimiento del tema.

-Entonces, parece que los únicos que tienen un informe coherente, son los de Tráfico.

-Kevin y yo hemos estudiado el resumen que nos han enviado y la verdad sin otros indicios, nos parece coherente. Mañana llegará la documentación completa. Sus dudas. Puede que luego todo tenga una explicación y haya sido un accidente. Pero en una primera lectura, da que pensar. Cuando terminemos si te parece Javier, nos vamos a acercar al sitio. Le hemos llamado a Fermín que nos hace el favor de ir con nosotros y echar un vistazo. Va a llevar las notas que tomó su equipo cuando fue requerido por los de Tráfico.

-¿Nuestro Fermín? – Garrido estaba sorprendido. Si era el Fermín que él pensaba, se trataba de un capitán que estaba a cargo de una de las unidades de policía científica de la Guardia Civil.

-Sí. Hemos coincidido varias veces y nos llevamos bien. Ya sé que está de permiso, por lo de su hijo, pero se acercará de todas formas. Yo creo que es una excusa para salir unas horas.

-De todas formas ya se ha pasado por Vecinilla varios días, para echar una mano. – apuntó el capitán Melgosa.

-Me alegra. ¿Ves Javier? No hace falta darle oficialidad. Nuestros equipos ya se integran ellos solos.

-Ya sabes que el problema vendrá por la parte de vuestro equipo y del nuestro que no es muy proclive a la confraternización de cuerpos policiales.

-El problema lo tendréis fuera de vuestras unidades. Pienso – dijo JL.

Nico carraspeó ligeramente. Garrido lo miró sonriendo.

-Puedes hablar cuando quieras.

-No sé si sabemos por qué vino ese Líam a Madrid. ¿Vino a estudiar? ¿Vino a trabajar? ¿Cuánto tiempo llevaba? He buscado su Facebook y su Instagram. No publica demasiado. Solo hace como llamadas o publicidad a un blog que tiene para invitados. Necesito un rato para entrar.

-¿Sabes como hacerlo? – le preguntó Romanes.

-A lo mejor tengo suerte – dijo con evasivas y sin mirar a nadie.

Javier y Carmen se miraron y sonrieron.

-El caso es que en realidad no sabemos nada.

-¿Sabemos al menos dónde vivía? – preguntó de nuevo Nico sin levantar la vista de su ordenador.

-Sí, eso sí.

-Y entre los objetos personales estarían sus llaves. Podríamos acercarnos a echar un vistazo.

-Acabas de llegar. ¿No sería mejor que descansaras …?

-Este caso ya ha descansado veinticinco días. Ese hombre esta mañana estaba al límite. Apostaría a que su mujer no es capaz ni de levantarse casi de la cama. Menos ocuparse del resto de sus hijos. Y ellos, estarán perdidos. Sin su hermano mayor, y con sus padres desbordados. Sin respuestas. Un hijo suele buscar las respuestas en sus padres. Eso debe de ser desesperante para el matrimonio. No tenerlas.

-Recuerda Nico lo que seguro te ha dicho Eloy y Juan. La distancia con el caso.

-La distancia cuando lo resolvamos. He visto la desesperación en ese hombre. Hoy ha habido suerte, y lo hemos controlado. ¿Y la mujer? ¿Y esos hijos-hermanos? ¿Y si toman decisiones irreparables? Para tomar esas decisiones solo se necesita un par de minutos de desesperación. Y esos dos minutos, o uno, no hay marcha atrás. Y no sé, os acabo de conocer, pero … a Olga la fui a escuchar en Santander … sé que os acercáis a las víctimas como nadie. Que si hay que abrazar … me da que a esos chicos que habéis encontrado los habréis besado, abrazado, arropado … y si ese escritor Jorge Rios estaba cerca, si su fama es la mitad de la realidad, los habrá hasta acunado. Yo creo que a las víctimas, a los familiares hay que … darles un poco de cariño. Eso además, de forma egoísta, nos beneficia, porque estarán más proclives a contestar a las decenas de preguntas que les haremos, muchas repetitivas. Luego, es cierto, cuando todo acaba, a lo mejor hay que dejarlos ir y resetear. Para coger fuerzas para los siguientes.

-Nico, creo que para mis futuras conferencias y cursos te voy a llevar conmigo. – dijo Olga desde la pantalla. – Lo has expresado muy bien.

-Lo mismo dijiste tú en tu conferencia. Te lo he copiado. – Nico sonreía ligeramente.

-Llamo a los de Tráfico y que se acerquen los guardias que fueron al escenario y traigan sus efectos personales. Tienes toda la razón Nico.

-Yo me acerco con Nico a su casa, si no os parece mal – propuso Aritz. – Echamos un vistazo.

-Le digo a Bruno que se encargue de bucear en la vida de ese chico. – propuso Tere.

-Acabo de entrar en su blog. Esto parece una novela. Hay que leerla despacio. Lo sorprendente es que la leen, o pueden acceder a leerla doscientas cincuenta personas.

-Para un blog privado me parece mucho. ¿Sabes el tiempo que tiene?

-Poco más de un año, por las publicaciones que veo. Aunque las fechas de los post se pueden cambiar. Pero con paciencia puedo ver hasta lo que ha borrado. Que es bastante.

-Me da que esto no va a ser tan fácil – dijo Javier.

-Y no quisiera estar en la piel de Nico cuando le diga a su padre que a lo mejor su hijo estaba metido en algún lío.

-Lo de los chicos esos que encontrasteis y que habéis comentado antes ¿Era en Vecinilla?

-Sí.

-Sale ese pueblo en el blog. En la historia que cuenta, vaya. Y sale el nombre de Jorge Rios.

-Nico, mándame ese blog a mi tablet – le dijo el teniente Romanes. – Saco todo los datos de él en un momento.

-Mándamelo a mí también. Me interesa leerlo. Y convenía a lo mejor mandárselo a Jorge. – Era Carmen la que había hablado ahora.

-Puede que sea casualidad. Que de Jorge Rios se habla en muchos sitios.

-Pero si combinamos a Jorge con Vecinilla, sobre todo después de lo de estos días, me chirría.

-¿Donde puedo enterarme de los detalles de esa operación?

-Te he creado acceso a nuestro sistema – le anunció Patricia. – Ahí puedes verlo todo. Ahora te doy tus acreditaciones.

Candice llegaba corriendo con un teléfono en la mano. A la vez, el móvil de Javier, el de Carmen y el de Garrido empezaron a sonar. Poco después el de Melgosa y el de Romanes.

-En Concejo – Candice acababa de abrir la puerta de la sala. – Han disparado a dos chicos. En un estanque al que suelen ir Carmelo y Jorge.

-¿Y?

-Están muy mal.

-¿Sabemos quienes son?

-Edu, el de Ana, la enfermera y Martín, el sobrino de Jorge.

.

Olga jugueteaba con la aceituna que le habían puesto a su vermuth. No dejaba de darle vueltas alrededor de la copa. No dejaba de ser más que un reflejo de las vueltas que le daba en la cabeza a todos los descubrimientos que iban haciendo en el caso. De vez en cuando miraba a Ventura que en la calle, no dejaba de hacer llamadas telefónicas.

No estaba en su mejor momento de ánimos. Cada vez que hablaba con Javier o con Carmen, y también con Tere o Patricia, su nerviosismo aumentaba. Y esas conversaciones se alargaban en su madrugada casi todas las noches. Ventura tenía razón al echarla la bronca por mantener su ritmo de vida diario a la vez que por la noche, se embarcaba en interminables conversaciones con su gente en España, seguidas de inmersiones en toda la documentación que estaba en la base de datos de la Unidad sobre lo que estaba sucediendo. Y apenas podía investigar una parte mínima de todo ello. Eso la frustraba.

Intuía que todo iba a ir a más. Que el caso, en algunas de sus vertientes, se estaba acelerando. La novedad de la aparición del caso de Líam, le quitaba el sueño. Algo le decía que estaba más relacionado con todo lo que tenían entre manos de lo que en un principio parecía. Además, la sorprendente aparición de Nico como actor principal en la investigación, dándola la razón cuando les expuso a sus compañeros las sensaciones que tuvo al conocerlo en aquella charla, le hacía estar segura de que iba a provocar un terremoto en el caso. Nico iba a entrar como un elefante en una cacharrería.

Pero este terremoto les pillaba a todos muy cansados. Y por qué no decirlo, bajos de ánimos. Carmen había tenido que suplir a Javier mientras éste estaba medio deprimido paseándose por Madrid en busca de las razones que habían hecho que perdiera a todas sus parejas. Javier, que una vez recuperado de su período depresivo, se había embarcado en una vorágine de actividad alternadas con períodos reflexivos, sin dejar olvidado a Sergio. Todo el resto del personal de la Unidad, intentado ayudar a sus jefes y amigos, sin mirar el reloj para irse y yendo a la mañana siguiente corriendo para no llegar tarde.

Jorge, que se debatía entre quitarse del todo la máscara que se había colocado en la cara desde hacía muchos años, pero que ya no le servía, porque le impedía ayudar a esos chicos. Ayudarlos o seguir escribiendo a todas horas, que era su pasión. Ese había sido su dilema. Y lo más peliagudo: afrontar la montaña de mentiras y traiciones que le rodeaban desde siempre. Mentiras que él conocía, al menos muchas de ellas, y que había aparcado por decisión propia. Pero su amor por Carmelo cada vez era más irrefrenable. Para Olga era claro que esos dos estaba predestinados desde que nacieron. Las casualidades que pusieron a Dani en el camino de Jorge en varios momentos distintos de su vida, así lo demostraba. Y ese amor, era uno de los motivos que a Jorge le empujaban a dejar de ser un fantasma y recuperar a tiempo completo esa “vida oculta”, llena de fuerza y decisión. En realidad, todas esas acciones protegían a Dani de su pasado y de las consecuencias de lo que tuvo que vivir. Lo único que esperaba Olga es que si Jorge decidía seguir ese camino, no cometiera errores que pudieran destruirlo. Esperaba que midiera sus fuerzas.

Vio por la luna del bar en el que estaba, que Ventura había colgado su última llamada. Su gesto indicaba a las claras que sus gestiones habían sido infructuosas. El agente del FBI abrió la puerta del bar con gesto rotundo, mostrando una vez más su enfado y su desánimo. Éste lo acentuó al abrir los brazos para mostrar su frustración mientras se acercaba a la comisaria.

-Se ha largado. Arlen. Y todos los demás.

-¿No te dio Ethan su teléfono?

-Lo ha apagado. Y le ha quitado la batería. Es ilocalizable. Lo he intentado.

Olga asintió con la cabeza despacio. Una vez más se había pasado de lista. Creía que tenían controlado a ese grupo, que podrían acercarse a ellos cuando les viniera bien, y de repente, resulta que se habían largado. No quiso presionarlos buscando respuestas, cuando les tuvo a mano, y ahora … no podía hacerlo. Debería gastar tiempo y energía en buscarlos de nuevo. Sobre todo a Arlen.

-¿Y ahora que hacemos? – preguntó Ventura. No era una pregunta, era más que nada una muestra de su contrariedad.

-¿Ir a comer?

Ventura, que al decir eso Olga no la estaba mirando, giró la cabeza para observarla. No acertaba a interpretar el sentido de esa pregunta. ¿Era una broma? No. Vio que Olga hablaba en serio.

-Llegamos tarde a tu reserva en el restaurante. – explicó Olga ante la incredulidad que mostraba el rostro de Ventura.

Olga se levantó de la silla alta en la que estaba sentada, le pegó el último trago a su vermuth, y se quedó esperando a que Ventura hiciera lo mismo. Éste se había quedado momentáneamente paralizado.

Al final se rindió y se sonrió. Muy a su pesar, debía reconocer que esa comisaria cada vez le caía mejor. No dijo nada, le hizo un gesto con el brazo para que saliera ella primero y la siguió.

El restaurante en el que habían reservado, estaba apenas a dos calles del bar en el que estaban. Caminaron con paso tranquilo. Las urgencias habían desaparecido. Ya no tenían que irse de viaje nada más comer. ¿O sí?

Ya en el restaurante, Olga de nuevo se perdió en sus pensamientos. Dejó una vez más la iniciativa a Ventura a la hora de pedir la comida. Como casi siempre que comían juntos, elegían un restaurante típico americano. Olga se estaba desquitando de todos las comidas más formales que había hecho en su vida. En realidad, le gustaba eso, las hamburguesas, las carnes. No solía comer pescado y pocas veces verduras, y en todo caso como acompañamiento de las carnes. Como ahora no tenía a nadie que le reconviniera, se estaba aprovechando. Desde Mark, hasta su hijo Galder, pasando por Carmen, solían meterse con sus gustos a la hora de comer.

-Te va a gustar, ya verás.

-¿Es mejor que al que me sueles llevar?

-Al mismo nivel.

-Este tiene pinta de ser más elegante.

-Pero la comida es parecida al otro. Cambia la presentación. Te va a gustar, ya verás.

-¿A cual vas a llevar a tu padre?

-Al de siempre. Es más mío. Al final viene en dos días. Ya hemos quedado. Se ha plegado a dejarse invitar por mí y a dejarme organizar esa tarde. Luego le llevaré a la heladería.

-Vaya. Menos mal que no os lleváis.

Ventura se encogió de hombros. No parecía dispuesto a darle explicaciones sobre su familia. Aunque Olga notó que quería pedirle algo.

-Si no me lo dices, no vas a saber que pienso.

-¿Te importaría venir a comer con nosotros?

Olga se lo quedó mirando. Le había sorprendido la pregunta. En un principio, no quería aceptar. Sabía que Javier se había entrevistado con Rodolfo Carceler. No quería que ese hecho, estropeara la reunión familiar. Aunque había oído hablar lo suficiente de Rodolfo para saber que mantendría la discreción. A la vez, quería dar a Ventura la respuesta que estuviera buscando, pero no lograba interpretar sus intenciones.

-Si es lo que tú quieres, estaré encantada. Pero solo si es lo que tú quieres.

Ventura sonrió ligeramente y asintió con la cabeza.

Empezaron a llegar los platos. Los dos parecían estar centrados en sus cavilaciones. Apenas comentaron nada. Olga seguía su costumbre de irle quitando patatas a Ventura de sus guarniciones. O algunos de los espárragos verdes a la plancha que llevaban de acompañamiento.

-¿No has encontrado nada del suicidio de Dilan?

La pregunta fue hecha por Olga en el mismo tono que podría haber preguntado si le gustaban las zanahorias caramelizadas. Le costaba retomar de nuevo los temas de trabajo.

Ventura negó con la cabeza. Tenía la boca llena.

-Era una de las cosas que quería que nos aclarara Arlen.

-¿Entraron en Estados Unidos? La familia Lazona.

-Fausto Lazona, sí. Más o menos por las fechas que insinuó Arlen.

-¿Y si los hijos entraron con otra documentación?

-He pedido el listado de pasajeros de ese avión. Hace ya mucho tiempo. No es tan fácil ya.

-Pero no se repatrió ningún cuerpo a España. Con esas características. Tere y Patricia lo han comprobado.

Ventura asintió con la cabeza. Él también había hecho esas mismas gestiones en Estados Unidos.

-Creo que Arlen nos ha mentido.

-Y Nabar, el primo de los gemelos también. – abundó Olga en el tema.

-Se me escapa la razón de todos estos embrollos.

-Primero que si era hermana y melliza, Eva. Después que si se suicidó. Nos abrió las puertas a pensar incluso en un cambio de sexo. ¿Ocurriría esa violación en una de esas fiestas? ¿O eso es también mentira? Si no hubo esa violación, lo del suicidio de Dilan pierde su razón evidente. No es que tenga que haber una razón para ello, pero es lo que nos han hecho pensar. Todos nosotros presumimos que sabemos detectar mentiras. Que esos chicos de “Anfiles” saben ver en el fondo de los que son como ellos. Jorge tiene un sexto sentido. Javier igual. – Olga hizo un gesto de incomprensión por todo lo que iba diciendo. – Y aún así, nos han mentido y nos lo hemos creído. En esto, porque en otras cosas que dijo el primo, las hemos podido verificar. Entre ellas los nombres de pila verdaderos. Los apellidos ya es otro cantar. Por otro lado, Fausto Lazona no aparece y no encontramos su rastro desde que vendió todas sus propiedades. Aunque lo hizo con prisas, no parece que perdiera dinero en la venta.

-En lo de detectar mentiras, hay otra explicación: que no os mintieran. Que ellos tuvieran esa versión como la verdadera. Que fue otro el que se encargó de hacer circular esa versión.

-Es una posibilidad.

-Después de desaparecer, no he encontrado nada de Fausto Lazona. Ni en la dark web.

-Ni Tere tampoco.

-¿Y ese caso nuevo que os ha aparecido de repente? ¿Y ese guardia que habéis acogido en la Unidad?

Olga se sonrió.

-Otro que siente y ve.

-Pero lo que se siente hay que interpretarlo.

-Eso a veces lleva a errores. Por eso, si el que interpreta, aunque se decida por una de las posibilidades, insiste subrepticiamente en que hay que investigar todos los detalles y con una cierta urgencia …

-Hace pensar que en su cabeza bullen un ciento de posibilidades distintas, aunque se haya decidido por una de las interpretaciones posibles. Y que el resto, no las ha descartado por completo. – Ventura había acabado el razonamiento de Olga.

-Te diría más: creo que la que ha dado por buena, lo ha hecho porque sabía que era la que todos queríamos que fuera la real. Pero él, en el fondo, cree que todo es mucho más complejo y siniestro. Y creo que en su cabeza, tiene un esquema detallado de cual es la verdad.

-Lo único, es que hay que probarlo.

Olga asintió en silencio.

-¿Y qué piensas que ha pasado?

Olga se encogió de hombros.

-A Nico le tenían por tonto en su destino. Por un inútil, débil mental. Es una víctima de maltrato de su padre. Y no puede disimularlo, porque tiene el cuerpo marcado con cicatrices de diversa índole. Un cromo, de verdad. Ese tipo era un perfecto bestia que mató a golpes a su otro hijo. Y a más, en un mundo de machos … es homosexual.

-Una nenaza entonces. Un blandengue sensible al que engañar. Eso es lo que pensaban de él en ese cuartel. ¿Y entonces?

-Te diría que le preguntes a Nico. Pero … creo que sería infructuoso. No te va a responder.

-Me da que ese chico es un solitario.

Olga asintió.

-Me creo que no sepa que es tener amigos. Fíjate, sus conversaciones frecuentes las tiene con un comandante de los GAR y con Eloy Cantero.

-¿Qué comandante?

-Gutiérrez.

-¡Joder! Ese me dio alguna clase en la Academia de Policía. Era tan hueso como Cantero.

-Él lo llama Juan. Por cierto ¿Te vas a comer esa hamburguesa?

Ventura puso gesto de incomprensión.

-Es imposible contigo. No puedo reposar la comida antes de darle el último bocado. En cuanto paro un segundo de comer … si supieras la frustración que me produce eso …

-Si estás lleno, no me engañas.

-Come anda, cógela. Que sé que te gusta encima cogerme el plato, no que te lo de yo. – Ventura refunfuñó un poco antes de volver a la conversación seria – Y a Cantero le llamará Eloy.

-Gracias. Eres un amor. Y sí, le llama Eloy. Lo que creo que no hace ninguno que haya pasado por sus manos en la Academia. Comisario Cantero y de usted, y bajando la cabeza al dirigirse a él.

-Como con Gutiérrez.

-Es que esta hamburguesa sabe mejor. – Olga le guiñó el ojo mientras le pegaba un mordisco.

Ventura negaba ostentosamente con la cabeza a la vez que sonreía resignado. Disfrutó de ver como Olga comía esa media hamburguesa que le había cogido. Es que además, era cierto que esos bocados que le birlaba, eran los que mejor le sabían. Estaba claro que a ella también.

-¿Y qué hacemos?

-Lo que teníamos previsto. Ir a Carolina del Norte y pasearnos por esas fincas. Vamos a disfrutar del campo, vamos a preguntar como dos turistas españoles perdidos … vamos a buscar a esa Isabel que no quiso darnos su teléfono y que … si Jorge preguntó por ella, se puso en ese momento en el ojo del huracán. Busquemos la razón de que a Jorge se le despertara una célula de su memoria.

-Si no es trigo limpio, no le habrán incluido en sus planes. El resto, me refiero.

Olga asintió.

-Quizás no sea trigo limpio, pero a lo mejor, encontramos respuestas. O una candidata a pasar por los calabozos del FBI.

-O más preguntas.

-Es una de las características de este caso. Respuestas, pocas. Pero preguntas … a mogollón.

-Vamos, anda. Demos un paseo antes de coger el coche.

-¡Ah no! Primero el postre.

-¡No me fastidies! ¿Te cabe el postre?

-El postre no va al mismo sitio del estómago. Ese le tengo libre por completo.

-Me rindo. ¡Camarero! Surtido de postres. Para dos, por favor. Aunque se los va a comer ella – y señaló con el dedo a Olga.

Jorge Rios”.

Necesito leer tus libros: Capítulo 105.

Capítulo 105.- 

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Parecía que iba a ser una de esas noches en las que Jorge podría dormir bien, pero no fue así. A las cinco de la mañana se despertó sobresaltado. Su suegra Juana se le había aparecido en sus sueños.

Miró a su lado y comprobó que Carmelo seguía durmiendo. Hasta hacía un rato, lo había sentido abrazado a él. Pero su rubito, parecía tener un sueño inquieto desde hacía un rato y se había ido al otro lado de la cama que compartían. Ahora parecía un niño pequeño, con toda las sábanas revueltas y con medio cuerpo destapado.

Se levantó y dio la vuelta a la cama. Lo tapó y le acarició suavemente la cara. Carmelo sonrió en sueños. Empezaron a salir unos sonidos guturales de su garganta. Parecía que le estaba diciendo algo. Jorge se arrodilló a su lado y le dio muchos besos en la mejilla. Luego, le empezó a susurrar al oído que lo amaba con toda su alma. Y que a partir de ese momento, iba a tener dulces sueños. Que pensara en que los dos iban a pasear hasta el estanque de los encuentros y se iban a tirar a tomar el sol con los pies acariciando el agua.

-Y te besaré hasta que tus morros estén irritados.

Carmelo suspiró en sueños y puso una sonrisa en sus labios. Y volvió a un sueño tranquilo. Jorge aprovechó y se puso una chaqueta gorda de punto que solía utilizar a veces en casa. Se puso las deportivas que le había cedido Carmelo para estar en casa y después de coger su portátil se fue a la terraza. Buscó su silla y su mesa preferidas y se sentó a leer algunos de sus episodios nacionales.

Buscó a Juana. Quizás que su suegra se hubiera aparecido en sus sueños, quería decir algo. O no. Intentaría de todas formas buscar en su memoria escrita algún episodio que le pudiera ayudar.

Al final encontró algunos relatos que hablaban de ella. Y se quedó con uno en el que contaba el día en que Juana conoció a Carmelo. Posiblemente no le ayudaran a discernir el por qué de su aparición estelar en su ensoñación, pero ese recuerdo le resultó grato.

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Episodio 2179: Donde Jorge no tiene más remedio que presentar a Carmelo a su suegra:

A Juana le gustaba mucho Carmelo. Desde que se lo presentó su yerno.

Carmelo era un hombre joven, atractivo, actor. Actor de los buenos y de los famosos. No le gustó por eso. Su sonrisa fue lo que la conquistó.

Todo empezó con una broma. Jorge había ido a casa a merendar y ver una película con ella. La mujer había escogido “El amanecer del compromiso”. Era una película inglesa pero su protagonista era un actor español, joven.

Jorge cuando vio la elección de su suegra se resignó. Conocía a Carmelo desde hacía ya un tiempo y había ido con él al estreno de esa película. Antes de eso, la había visto en un pase privado. Incluso había participado en algún coloquio sobre ella. Sería la cuarta o quinta vez que la veía. Pero lo importante era que su suegra estuviera feliz. Intentaría no dejar traslucir en sus gestos que sabía quién era el malo.

La gente suele hacer bromas sobre los suegros. Son lo peor. Sobre todo las suegras. Meticonas, mandonas, y otros epítetos parecidos pero todos negativos. Juana había sido todo lo contrario para Jorge. Él no tenía padres, al menos que ejercieran como tales, su relación se había roto hacía muchos años, así que ella ocupó el lugar de su madre. Lo protegió, lo defendió incluso cuando su hijo no se portó bien con Jorge, se puso del lado de su yerno criticando a su hijo. Y cuando Nando murió, se convirtió en el apoyo de su viudo.

Esa tarde vieron la película. Al final, con los comentarios de Juana, la película le ofreció una serie de matices que no había captado viéndola con otras personas. Y luego, cuando acabó, no dejó de hablar bien de Carmelo.

-Es un actorazo. Qué papel hace en esta película. Y tiene pinta de ser buena gente.

-Pero si el personaje es malo de narices.

-Sí, lo que quieras. Pero no sé por qué, a mí me da que es un chico muy bueno.

-Todos hablan pestes de él. ¿No lees la prensa rosa?

-Claro que la leo. Pero no me creo nada. Ese chico es un ángel.

-Ya se lo diré cuando lo vea.

A Jorge se le había escapado. No solía presumir de sus amistades públicas. Ni con su suegra.

-¿Lo conoces y no me has dicho nada en toda la tarde?

-Bueno, conocer… pues lo he saludado algún día – intentó tirar balones fuera. – Como a otros muchos. Una fiesta, una recepción… ya sabes.

-Mientes muy mal, Jorge Rios. A parte, esos saraos no te gustan nada.

-No me gustan, pero a veces tengo que ir.

-Llámalo e invítalo a un trozo de bizcocho.

-Estará ocupado. A lo mejor está fuera, grabando en Méjico. O en Australia.

-Llámalo. – Juana se puso de pie con los brazos en jarras y mirándolo muy seria. Así que sacó el teléfono y llamó.

-Hombre, escritor. No me esperaba que llamaras. ¿No tenías sesión de cine con tu suegra?

-Estoy en su casa precisamente. Y quiere conocerte. Acabamos de ver “El amanecer del compromiso”. Y le ha encantado.

-¿Quiere conocerme ahora?

-Claro. Hay bizcocho. Le ha encantado tu papel. Dice que eres un chico muy majo y agradable.

-¿Es la conclusión que ha sacado después de verme en esa película? Tendré que darle las gracias. Que después de verme en ese personaje piense que soy guay … Y te he entendido algo de que hay uno de los famosos bizcochos de tu suegra. Me muero por probar alguno. Dame un cuarto de hora. ¿Quieres que lleve algo?

-Pues si paras en el “Trastero” y coges unos chocolates para acompañar, estaría bien.

-Hecho.

-¿Así que le has hablado de mis bizcochos a Carmelo del Rio? ¿Y le habías dicho que venías a ver una peli conmigo? ¿Y a mí no me has hablado de él? ¿Y no erais amigos, solo os saludabais en algún sarao? Jorge, me has defraudado. Porque tengo que cambiarme y arreglarme, que si no te ponía las pilas.

-Pero si así estás bien.

-Parece mentira que seas gay y no entiendas estas cosas. Ya veo que son solo clichés. Tu marido era igual de zarrapastroso. Y él tenía doble delito, porque era hijo mío.

Juana se fue corriendo a su habitación para cambiarse de blusa y de falda, y para darse un ligero maquillaje. Y para peinarse. Y ponerse unos zapatos. Y unas medias. Y abrió el joyero para escoger un collar y unos pendientes.

-Recoge un poco el salón, por favor – le gritó desde el baño.

No fue un cuarto de hora, pero no fueron más de treinta minutos lo que tardó en llegar. Carmelo llamó a la puerta. Y ella salió escopetada adelantándose a Jorge que iba a abrir. Pero era evidente que ese privilegio, no se lo había ganado. Ella recibiría al actor.

Y abrió la puerta. Y ahí estaba Carmelo con la bolsa con los chocolates. En cuanto vio a Juana sonrió. No era una sonrisa de photocall, ni de sesión fotográfica para ICON. Era la sonrisa de un chico de veintitantos años, con unos ojos muy expresivos, que mostraban todo el cariño que su amigo Jorge le había transmitido de la mujer que tenía delante. Y ahí ella cayó rendida. Y ahí ella, empezó una campaña incansable para que Carmelo y Jorge acabaran juntos. Ni siquiera la aparición de Cape un tiempo después, la desanimó.

Carmelo lo pasaba bien con ella. Así que, con o sin Jorge, a veces iba a verla. Y alguna vez incluso la había invitado a alguna cafetería a merendar. “Me han dicho que hacen un bizcocho de manzana estupendo. O a su vieja casa, antes de que se retirara al pueblo durante un par de años y la vendiera. Ahí era él el que hacía algún postre para agasajarla.

Y Juana seguía con su campaña. No cejaría hasta que Jorge se juntara con Carmelo.

-Acabaréis juntos – le decía incansable a su yerno.

Jorge Rios.

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La excursión a la finca de Dídac y Néstor en Milagros, a unos kilómetros de Aranda de Duero en la provincia de Burgos, fue muy agradable. Paula y Laín no conocían a la pareja anfitriona, en todo caso de referencia, pero enseguida se sintieron cómodos en la reunión. Carmelo y Dídac se fundieron en un abrazo muy cariñoso al verse. Habían compartido algunos trabajos juntos y su química y cercanía crecía cada vez que se veían. Y con Néstor, el marido de Dídac, lo mismo. Los chicos de la pareja, Oriol y Pol enseguida se hicieron amigos de Martín.

Jorge se hizo esperar. Carmelo iba siguiendo por mensajes tanto de Jorge como de Carmen y Javier el asunto de Vecinilla. Si hubiera sabido que la cosa se iba a complicar tanto, hubiera acompañado a Jorge. Al menos, pensaba, Fernando, Raúl y Nano lo conocían lo suficiente y tenían confianza con él para mandarlo al coche a desconectar. Ver y consolar a todos esos chicos le tenía que haber afectado seguro.

Mientras le esperaban, Néstor había organizado una visita a una bodega de la Ribera del Duero, “La Milagrosa”. Estefanía, la mujer que les guió en la visita, les hizo pasar un rato muy agradable. A parte de las catas de vino que hicieron y las botellas con las que les obsequió.

-Vamos a acabar piripis – exclamó una divertida Paula.

-Pues no hace falta que te bebas el vino – le dijo su marido. – Los catadores profesionales no lo hacen.

-Seguro lo voy a escupir. Con lo bueno que está.

Jorge llegó tarde, pero en plena forma. Nano le hizo un gesto a Carmelo para decirle que había venido durmiendo. Y por la cara de Fernando, la siesta había sido de los dos. Néstor salió a recibirlo a la puerta, cuando vio que la caravana de coches llegaba. Se abrazaron cariñosamente. Hacía tiempo que no se veían ni hablaban. Los chicos se acercaron corriendo a saludarlo. Carmelo se sonrió al ver la cercanía que tenían los dos con él. No se extrañaba, pero no le dejaba de sorprender. Carmen, en el último mensaje que le había mandado sobre Vecinilla, le había dicho que podía sentirse orgulloso de Jorge. “No sé lo que hubiéramos hecho sin él. Ha estado soberbio.”

Pasearon todos hasta el pueblo. Tomaron unos vinos alternando entre los bares. Eran buenos bares, estaban a pie de autovía y tenían mucha clientela de paso.

-No comáis mucho, que Pol y Oriol nos han hecho la cena. – Dijo Néstor con tono de orgullo, al ver que Jorge se proponía pedir cosas de picar. Casi no había comido, y tenía hambre.

-Especial por vuestra visita. – apuntó Pol.

-No sabes como cocinan – añadió Dídac.

-Yo sí lo sé – apuntó Jorge sonriendo satisfecho.

-Te estás acostumbrando muy mal, escritor. Ya no coges una sartén ni aunque te estén amenazando con hacer estallar una bomba nuclear. Hasta Oriol y Pol cocinan para ti.

-Habiendo maestros como vosotros, no hay necesidad.

-Pero si cocinas bien – le dijo Dídac.

-Querido, tu amigo el actor, cocina mucho mejor. Y que narices, así se siente importante que tiene la excusa de cuidar de mi salud y de mi bienestar. Y tus hijos, lo sabes mejor que yo. Néstor también cocina bien. ¿A que hace meses que no te haces ni siquiera una tortilla?

Néstor no dijo nada, pero se echó a reír.

-No me engañas, querido. Te has vuelto un vago. – Carmelo obvió que Néstor de alguna forma, le daba la razón a Jorge.

-¡Qué gran pareja hacéis! – exclamó Paula con cara de sorpresa. Ese descubrimiento parecía hacerle gracia. Martín se desesperó y se giró para poner su mejor gesto de incomprensión.

-Pues no sé por qué lo dices – dijo Cape en tono inocente. Aunque diera la impresión de que lo había dicho para seguir la broma, Dídac y Néstor tuvieron que contenerse para no soltar una carcajada: se habían dado cuenta que de verdad, lo decía extrañado. Carmelo intercambió una breve mirada con Jorge que puso cara de circunstancias. Martín no pudo más y se levantó en dirección al baño para poder rezongar a gusto sin estar a la vista del resto.

En el camino de vuelta a la finca, Dídac y Jorge se retrasaron para hablar de Sergio en privado.

-¿Qué plan tenéis? – preguntó Dídac, sin dar opción a Jorge a empezar con temas ligeros.

-Mi idea es grabar un concierto callejero de Sergio. Puede que Romeva, conozca a alguien que tenga acceso a ese Ludwin. ¿Escuchaste ese concierto que te mandé?

-Sí, a Sergio ya lo conocía de antes. No me lo habían presentado, pero me habían hablado de él. Con Nuño estuvo bien, pero le he escuchado muchas interpretaciones mejores. Una de esas que grabó alguien, unos días antes, en la calle, sin ir más lejos.

-Lo de Nuño más que nada porque es un intérprete reconocido.

-Eso a Ludwin le da igual, te lo aseguro. Es más, puede que sea contraproducente. No es muy amigo de las estrellonas. Hasta ahora has conocido al Nuño dulce. Cuando conozcas al divino Nuño, no te creas. Y entenderás mi afirmación anterior de que al maestro Ludwin no le gusten las divas.

-¿Tanto cambia?

-Solo te diré, que en el vídeo del restaurante que me enviaste, su actitud, casi nadie ha visto esa faceta de él. Amable, sonriente, complaciente. Es más, si lo contara en algunos círculos, pensarían que me había dado un aire o que les estaba tomando el pelo directamente. No me refiero a que lo estuviera contigo o con Javier. O Carmelo y Biel. Vosotros sois sus iguales. Sois estrellas. Pero ese Fernando y ¡Sergio! No son de su clase. Y si no, al tiempo. ¿A qué no se han visto de nuevo? Al menos en el mundo de la música, todos le consideran el mejor violinista de su generación, pero un tipo inaguantable. Te diré que nos supera a Dani y a mí juntos, en nuestros peores momentos. En chulería, me refiero. Y añade a Biel. Los tres juntos, en nuestros mejores momentos, no le llegamos a la altura de su alpargata.

-Me cuesta creerlo.

-Pues vete creyendo. Y por mucho que pienses que la magia de Jorge Rios es capaz de mitigar esa chulería, desde ahora te digo que no. Contigo será educado siempre, porque eres una estrella. Y porque para que negarlo, tus historias le han ayudado en su vida. Eso tampoco es fácil que lo reconozca. Pero conmigo sabe, que si se pone en plan diva, se queda solo a la voz de ya. Y sabe que soy capaz de sacarle las mierdas sin dudar.

-¿Y como hacemos con Sergio? Esto que me cuentas me deja … trastoca mis planes, ya de por si complicados de cumplir.

-Si su tocayo dice que se encarga de su carrera, a lo mejor no hace falta más. Sergio Romeva es un tipo muy eficiente y muy bien relacionado. En todos los ámbitos de la cultura. Es inteligente y sabe que el mundo del cine, no es nada sin los escritores, sin los músicos, sin los pintores … Tiene contactos en todos esos ámbitos y en alguno más, aunque no presuma de ello. De todas formas, estoy esperando que Ludwin me diga que puede recibirme, y voy a ir a verlo.

-¿Vas a hacer eso?

-Primero, me lo has pedido tú. Eso me basta. Solo con escuchar como Oriol cuenta a Néstor todo feliz, que le has llamado para hablar, me siento en deuda y agradecido. O cuando al cabo de unos días, Pol viene contando una historia parecida. Y segundo, ese Sergio Plaza es muy bueno. De los mejores intérpretes que he escuchado en años. Merece tener la oportunidad de intentar consolidar una carrera. Y es un crío de puta madre. Las veces que nos hemos visto, me ha causado buena impresión. Y en tercer lugar, ese hijo de puta de Mendés, hay que acabar con él. Lo que estoy sabiendo estos días, supera con creces la peor de las ideas que tenía respecto a él. Antes me parecía un cabrón. Ahora, no sé ya ni como calificarlo. Mis padres le apoyan aportando fondos para alguna Fundación con la que tiene relación. Ya les he dicho lo que hay y que mejor harán en desligarse de él.

-¿Te harán caso?

-Se han mostrado remisos. Tengo que investigar.

-Tendrán algún secreto y él lo ha descubierto.

-Me imagino que el secreto que les puede echar en cara sea mío.

-Si lo descubres y es así, ten paciencia. No te lances.

-Ya me conoces. Depende de lo que sea … y como me pille.

-Puede que sea de alguno de tus hermanos.

Dídac se quedó pensativo.

-No diría que no. Pero me inclino a pensar que es mío.

-Pues no te lances. Me cuentas y me lo dejas a mí. Ya me he enfangado muchas veces, una más no importa. No quiero que te salpique. Ya estoy acostumbrado a que hablen mal de mí.

-Que soy Dídac Fabrat, el niño malote de la farándula. Anda que …

-Pero te has reformado. Tienes marido, un directivo de banca reputado y considerado, y tienes dos hijos.

-Legalmente no lo son. Soy muy joven para ser su padre.

-¿Como te llaman?

Dídac se sonrió. Levantó las manos a modo de rendición.

Jorge entrelazó su brazo con el de Dídac. Éste apoyó su cabeza en la del escritor. Así siguieron caminando despacio, cada vez a más distancia del resto.

-Javier necesita más testimonios …

-Estoy convenciendo a unos cuantos. Les he tratado alguna vez. Ahora, sabiendo lo que sé, les he abordado de otra forma. Carmen ya sabe de un par de ellos. Sergio me ayuda en eso. Conoce a alguno. Yo había entendido cuando me contaban, que eran tocamientos, sobeteos … me parece mal, pero bueno. Por eso no le tragaba. Yo me he tirado a todo lo que tenía polla. Pero no he tocado nada, sin que me dijeran “sí”. Y no he hecho valer ni mi posición ni mi fama. Lo de este tipo es aberrante. No se trata de un tipo que le guste el sexo. Le gusta humillar, controlar. De gustarte el sexo, a lo que ese tipo es en realidad, va un abismo. Ese tipo debe acabar en la cárcel. Y debería vivir cien años más para que su castigo fuera suficiente. Merecería que organizáramos una lapidación pública en las que sus víctimas le apedrearan hasta que fuera una masa informe llena de sangre y vísceras. ¿Y eso de Vecinilla? Dani no ha dejado de mirar el móvil hasta que le han dicho que venías hacia aquí.

-Si no te importa, déjame un par de días para que asiente lo que he vivido hace unas horas.

-Me temo lo peor solo con verte la niebla que se te ha puesto en la mirada.

-Pues de lo peor que te imagines, sube cien peldaños más. A lo mejor un día que estés en Madrid … te pido un concierto privado. No es para mí, te advierto. Aunque espero disfrutarlo también.

-¿Con Sergio?

-Sí. Pero no es para eso de …

-Ya me dirás. Y si quieres que toque con él en la calle, lo hago. Soy menos mediático que Nuño, pero puedo servir.

-¿Lo harías?

-No te repito mis razones, te las acabo de decir.

Jorge se paró y le agarró la cara y le dio un pico. Dídac sonrió y se lo devolvió.

-Cuando tenga convencidos a esas víctimas de Mendés y del otro hijo de puta del conservatorio, se lo paso a Javier o a Carmen. Cambiando de tema. ¿Cuándo se va ese? – Dídac señaló con un gesto a Cape, que acababa de rodear la cintura de Carmelo con el brazo. Estaba marcando territorio. – Me parece tan patético como lleva todo el rato intentando parecer una pareja …

-En un par de días, creo.

-¿Se lo ha dicho a Dani?

-Creo que no. Si no han hablado mientras estaba en Vecinilla, no. Dani se lo huele, porque lo conoce. A parte, se lo han dicho los escoltas. Cape les ha comunicado que dentro de unos días no necesitará sus servicios. Así que lo sabe, pero decir, creo que no. Y si le va a decir lo mismo que a mí cuando hablamos antes de ayer, mejor que se abstenga.

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge.

-Es que se ha montado una película que no tiene nada que ver con lo que ha pasado. La repite y la repite, creo que con la intención de que se haga realidad. Me dijo, que ahora puedo lanzarme a los brazos de Dani. Y que él nunca había follado con Dani cuando eran pequeños.

-¿En serio? ¿Te dio permiso? Una cosa te digo, de eso tienes la culpa. Siempre has fingido que no te habías enterado de que solo eran “hermanos”. Y lo de que no follaron, que me lo diga a mí. No te jode.

-¿Y qué iba a hacer si él iba diciendo que era su pareja? Y Carmelo no afirmaba, pero tampoco lo negaba. Y se ha plegado a sus “cosas” estos años. E insistía cuando volvía a Madrid en que Dani fuera a su casa a estar. Dani no se iba de nuestra casa por deferencia a él. Se iba porque el otro le llamaba. No me decía nada. Pero lo vi en su teléfono.

-¿Le miras el teléfono?

-Si sabes que desde hace muchos años compartimos todo. Él tiene llaves de mi casa, de mi almacén, yo tengo llaves de las suyas … hasta guardo todavía un juego de su casa de Madrid, la que vendió. Y de sus coches. Sé sus contraseñas de sus bancos, él sabe de las mías … tiene poder en todos mis asuntos, yo lo tengo en los suyos, incluso para decidir sobre nuestra salud. No es de ahora, es de hace cinco o seis años. Y todo salió de él. Hace unos días, Carmelo insistió en que le acompañara a casa de Cape. La verdad es que no me apetecía. Insistió tanto que al final le hice caso. Eso es un mausoleo … es lo más alejado a un hogar que he visto. Mucho dinero se gastó, pero no tiene alma, no … no le ha dado su impronta, si es que tiene de eso. He visto hoteles más acogedores que esa mansión. Ellos se fueron a su habitación y yo a una de las muchas que hay. Dani se levantó en mitad de la noche a buscarme. Yo estaba por ahí, investigando, no conseguía dormir. Cada vez que me metía en la cama me entraban como escalofríos, te lo juro. El caso es que cuando me asomé a otra de esas habitaciones de invitados, me topé con Dani. Lo vi tan mal, tan perdido, tan … zombi, yo creo que ni llegó a despertarse del todo. Parecía un pelele … llamé a los escoltas y les dije que nos íbamos. No le dejé ni vestirse. Luego me llamó el otro cuando se dio cuenta de que no estábamos. Que si le disculpara, que las cosas son complicadas … vete a cagar, joder.

-Veo que tomas las riendas. Menos mal que ya no intentas parecer un fantasma.

-Creo que me he pasado también con eso. Por cierto, tienes que enterarte si hay alguna forma de analizar todas las pastillas que me daban sin destruirlas. Martín me dijo el otro día que a lo mejor todas no son lo mismo. Se refería a que algunas pudieran ser algo más … expeditivo. Y si lo dice Martín, existe la posibilidad que lo haya escuchado a alguien.

-¿Cuántos botes tienes?

-Unos veinte en casa. En el almacén otros tantos o alguno más.

-Si añadimos los que has perdido y los que te ha tirado Dani … has pasado más tiempo sin pastillas que con ellas.

-Tomé mientras estudiaba el efecto que me producían. Cuando lo tenía controlado, las dejé. De vez en cuando tomaba, para que en los análisis saliera. Pero me daba excusas para no atender a nadie salvo los que quería. Y para enterarme de lo que se decía de mí.

-Como se enteren … Tranquilo que no se lo voy a contar a nadie. Lo investigo. Por cierto, el otro día comimos los cuatro en casa de Gaby. Fuimos a ver la tienda nueva. En nada inauguramos ¿No?

-¿Te gustó? Me escribió Gaby para decirme que habíais estado. Luego no he podido hablar con él. No coincidimos.

-Me encanta. Y la decoración que ha hecho tu hermano Miguel, maravillosa. Ultimamos algunos detalles para el día D. Le he pedido a Sergio que venga a tocar conmigo. Esta semana quedaremos para ensayar.

-Que buena idea has tenido. No se me había ocurrido. Fíjate que le dije que tocara en la presentación de los cuentos que algún día publicaré. Si me decido al final en que editorial hacerlo.

-Me apunto yo también.

-Bien. Que en la de “La Casa Monforte” estabas fuera. Mira Cape, besando a Dani.

-Mejor que se vaya. No le ha hecho bien a Dani. Menos mal que tú poco a poco le has ido comiendo el terreno. Sí, no me mires así. A los demás les puedes engañar, a mí no. Tus drogas son historia hace muchos meses. Muchos. Me lo has reconocido antes, pero para mí estaba claro hace siglos. Y desde que Cape apareció y apartó a Dani de todos sus amigos, tú te has dedicado poco a poco a volver a integrarlo. Y a romper el yugo que había puesto en el cuello de Dani. Y a hacer que se disipara ese aire melancólico permanente en el que se hundió.

-Le estaba anulando completamente. – la mirada de Jorge se hizo triste.

-Pero ya tenemos al Dani de siempre de vuelta.

-Todavía no.

-Papá, nos adelantamos para ir preparando la comida. Martín nos va a ayudar.

-Vale. ¿Lleváis llaves?

-Sí. ¿Las llevas tú?

Dídac se palpó los bolsillos y se echó a reír.

-Capullo, llevas las mías. De todas formas Néstor lleva. Ha cerrado él. No me has pillado.

Dídac se paró de repente, para dar tiempo a que los chicos se alejaran.

-Claro que es el de antes. Solo que ahora muestra todo lo que te ama sin tapujos. Y si es por alguna reacción a todo lo que estáis viviendo, ni el más valiente no se sentiría vulnerable.

-Se está volviendo muy celoso. Como si tuviera miedo de perderme. Como si … no quiero que dependa de mí. No quiero que esté pendiente de si alguien me mira temiendo que me vaya con él para siempre. No sé como hacerle entender que es mi vida. No el amor de mi vida. Mi vida.

-Has estado ocho años manteniendo la distancia. Ahora has acelerado el proceso de acercamiento … hasta acabar siendo una pareja de hecho, aunque ni Cape ni vuestros amigos parecen haberse dado cuenta. ¿Y de verdad son los padres de Martín? ¿El chaval os conoce perfectamente y sus padres no?

Jorge se quedó pensativo.

-Ya veremos como acabamos con sus padres. Pensaré en lo que me has dicho sobre la forma que he tenido de marcar los tiempos con Dani.

-Os queréis con locura desde el día que se te presentó en la Dinamo.

-¿Estabas?

-¡Sí!

Dídac se paró y se quedó mirando a Jorge con cara de sorpresa.

-Joder. No me acuerdo.

-No te jode, porque desde que ese rubito, como le llamas, se plantó delante de ti, no nos hiciste caso a ninguno. Me tuve que enfadar para que me lo presentaras.

-¿Te lo presenté yo? ¿Ese día?

-Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo … – Dídac estaba a punto de echarse a reír.

-¡Qué! ¿Ya habéis arreglado el mundo? – dijo Paula en tono simpático. Se había parado para esperarlos.

-No. Pero hemos hecho planes para hacer algo juntos. Un poema sinfónico a medias. Jorge el texto, yo la música.

-Pero si no sabes escribir poesía – Paula se echó a reír.

-Querida ¿No has tenido la suerte de que te enseñe sus poesías? – Dídac había puesto su mejor cara de sorpresa. – Lo siento por ti. Te has perdido algo maravilloso. Es uno de los secretos de Jorge. Le insisto para que publique un recopilatorio de poesía, pero no hay forma de convencerlo.

Dani se quedó mirando a Jorge con cara de guasa. Los dos se echaron a reír.

-No, Paula, no le mires así. Ahora tendrás que esperar a que la obra de Dídac y Jorge esté acabada – se burló Carmelo.

-Me estáis tomando el pelo.

-Pues sí. Pero te va a quedar la duda de si te lo toman en que no han acabado la obra, o que en realidad, van a empezar los ensayos con orquesta y coro. La ONE ¿No?

-La orquesta de la BBC – se apresuró a corregir Dídac. – Estrenaremos en el Royal Albert Hall.

-¿Pero es … no es una tomadura de pelo?

-¡Claro! – dijo Jorge en tono circunspecto.

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A la mañana siguiente, Jorge y Carmelo desayunaron solos en la Hermida 2. Se acercó Martín también, que se había despistado de sus padres, que habían ido a dar un paseo mañanero y después fueron a la cantina de Gerardo a tomar su famoso chocolate.

-Lo de ayer estuvo guay. Molan Néstor y Dídac. Y Oriol y Pol. Vamos a quedar algún día para salir los tres.

-Me gusta eso – dijo Carmelo.

-Suelo hablar de vez en cuando con los dos. Antes quedábamos de vez en cuando. La pandemia lo ha trastocado todo. – explicó Jorge.

-Se les nota que les caes bien.

-Pero que madrugadores.

Cape bajaba por las escaleras estirándose.

-Yo me hubiera quedado un par de horas más en la cama. – añadió ante la falta de respuestas.

-Pues querido, me he levantado precisamente para dejarte dormir tranquilo. Anoche estabas cansado. – le dijo Carmelo mientras Cape le besaba en los labios. Jorge los miraba sonriendo. Martín fingió una tos para aguantarse la risa.

-¿Planes para esta mañana?

-Sobre las doce creo, hemos quedado todos aquí para hablar. Hasta entonces, fiesta.

-Si me pones un café, querido, y un par de tostadas, me voy a dormir de nuevo. ¿Y tú Jorge? ¿No escribes hoy?

-Sí. Me voy a acercar al bar a ocupar la mesa de Dani para escribir.

-Están mis viejos allí. – Carmelo se rió al ver la cara de pillo que había puesto Martín.

-Vale. Pues dejaré lo de escribir para otro momento y me iré al estanque de los encuentros para leer.

-Me apunto. – dijo Martín.

-Y yo – dijo Dani.

-¡Bah! ¡Quédate conmigo, Dani! – Cape era claro que quería aprovechar sus últimas horas antes de esfumarse.

-Querido, te va a tocar dormir solo. Me apetece el plan de Jorge y Martín. ¿Dos tostadas has dicho?

La reunión se retrasó. Los planes de todas las partes se alargaron más de lo previsto. Laín y Paula se encontraron con Luis, el guardia civil, que les invitó a un café. Gerardo se encargó además de presentarles a algunas de las personas que andaban por allí y que eran muy amigos de los Danis. Paula alucinaba con que toda esa gente tratara con Dani. Su marido la miraba como si fuera extraterrestre. No entendía como podía haber sacado esas conclusiones de Dani. Poco menos pensaba que era un asocial.

Al cabo de un rato se acercó al bar el capitán Melgosa. Se iba a acercar a la Hermida para contarles las novedades sobre el intento de atentar contra la vida de Carmelo y Jorge.

-Con todos los cadáveres que va dejando Jorge por el camino, era de esperar.

La sentencia una vez más de Paula dejó a todos sin palabras. Melgosa levantó las cejas y bajó la mirada. Se relamía solo de pensar en contar a Javier y al comandante lo que estaba viviendo junto a los amigos de Jorge.

-Paula cariño. ¿Te has dado cuenta de que acabas de decir que en tu mundo, es natural arreglar las diferencias contratando a un matón para matar al vecino?

-No, no, no he querido decir eso … estos señores me han entendido.

-Eso espero. Son oficiales de la Guardia Civil, por si no has caído en la cuenta. Que vistan de paisano, no les quita su condición.

Carmelo estuvo cabizbajo en su excursión al estanque de los encuentros. Esta vez les llevó a otro rincón un poco más alejado y entremetido en el bosque que ese sí, nadie visitaba. También había un remanso, pero apenas te podías mojar los pies en él de lo poco profundo que era. Esa zona en invierno a veces estaba inundada.

-Esto mola – dijo Martín. – Joder, si hay cobertura, te juro que me vengo aquí a clasificarte los relatos, tío.

-No me habías traído a esta parte nunca.

Jorge, por la cara que tenía, estaba completamente de acuerdo con las apreciaciones dichas por su sobrino.

-Hasta aquí, no he traído nunca a nadie. Y espero que sepáis guardar el secreto. Este rincón es para estar solos. En paz con el mundo.

Cuando volvieron, Jorge se subió a la terraza. Al poco se le unió Carmelo. No les apetecía de momento enfrentarse al resto.

Eduardo y Felipe llegaron después y entraron en la casa. Se sentaron en el salón de la Hermida. Hugo les había dejado pasar para que no esperaran en la calle.

Cape bajó al poco. Había escuchado entrar a sus amigos y se había ido a duchar.

Martín, cuando habían vuelto del estanque, se había escabullido para que sus padres no se enteraran de que había estado con ellos.

-Ni habrás desayunado – le reprochó su madre al verlo bajar secándose. – Y mira de ponerte algo. ¿Crees que es normal pasearte en calzoncillos por casa ajena?

-No veo a nadie aquí a parte de vosotros.

-Vístete anda, que llegamos tarde.

-Sí, papá.

Melgosa y Luis estaban charlando con Hugo y Fernando.

-Deberías descansar un poco, Fer – le dijo el capitán.

-No te preocupes. Luego Nano me cubre un par de horas y me echo a dormir.

-No os quedéis ahí, hombre. Pasad. – Cape fue a buscarlos a la calle. – Mira, por ahí viene Óliver.

-Seré el último, como si lo viera – Óliver venía corriendo.

Cuando todos estuvieron asentados, Melgosa y Luis tomaron la palabra.

-Quisiéramos contaros un poco las novedades de lo que pasó ayer.

-Esperad a que bajen Jorge y Carmelo. – dijo Cape.

-Ellos ya lo saben. La comisaria Polana está hablando con ellos por teléfono – les explicó Melgosa.

Contaron a grandes rasgos las novedades respecto a la mujer que había aparecido el día anterior y de cómo fue su detención. Todos respiraron en la Hermida 2 al saber que todo había ido bien.

-Martín, por favor, sube a la terraza a buscar a estos. – le pidió Cape un poco molesto.

Carmelo, Jorge y Martín aún tardaron un rato en bajar de la terraza. Llegaron justo para escuchar las novedades que les estaba contando Óliver. Melgosa y Luis se despidieron entonces de ellos y les dejaron con sus asuntos. Estaban en la reunión Laín, Paula y Martín. Cape, Carmelo y Jorge. Felipe y Eduardo. Óliver. Hugo y Fernando, los escoltas.

-Creo que tenemos que comentar algunos temas importantes – propuso Carmelo, que miraba de reojo a Jorge mientras hablaba. Jorge se había inmerso en sus cavilaciones. Viajando al pasado nuevamente e intentando recordar de nuevo a Hugo en aquellos tiempos, cuando era actor y había trabajado con Carmelo. Las palabras que le había dedicado Martín en la terraza el día anterior, le habían llamado la atención. Y también la contestación de Carmelo. Era claro que él si se acordaba de eso. ¿Qué le pasaría a Martín con Hugo? No habían tenido ocasión de comentarlo ni cuando volvieron de casa de Dídac y Néstor.

Además, mientras bajaban de la terraza, ahora estaba en el salón de la planta baja, Carmen le había mandado una foto de esa mujer. Nada más verla, supo que la conocía del pasado. Y la primera relación que se le apareció, fue la de Nando. Estaba relacionada con él. No la recordaba junto a Nando, no era una de sus socias en sus negocios, ni una de sus amigas. Algún hecho presenció en la que estaba ella implicada. No recordaba que se la hubiera presentado. La recordaba de otra cosa. Una bombilla se iluminó de pronto en su cabeza. Esa mujer se presentó en una lectura organizada por la librería Espolón de Burgos. Era sobre “Tirso”, precisamente. Pero él ya la conocía cuando sucedió eso. Ahora debía recordar lo que pasó en ese encuentro con lectores. Y ver de forzar la memoria para recordar cuando la vio por primera vez.

-“Tirso” es el epicentro – dijo en voz alta sin ser consciente de ello.

-Creo que deberíamos dejaros hablar de todo esto – comentó Felipe – Edu ¿Nos vamos?

Carmelo miró a Jorge. Éste entendió.

-Quedaros si queréis. Sois como de la familia de Dani y Cape. Y si sois familia de ellos, sois mi familia.

Eduardo volvió a sentarse. Estaba intrigado. Y además, no quería dejar pasar la oportunidad de estar cerca de Martín. Felipe se resignó y también se sentó. Carmelo volvió a mirar a Jorge y le hizo un pequeño gesto señalando a los escoltas. Éste hizo un pequeño gesto afirmando con la cabeza.

-Hugo, si no te importa… – dijo Carmelo.

Pero Hugo no hizo ningún movimiento.

-Hugo, por favor, sal al balcón a fumar y mirar la calle. – fue esta vez Jorge el que insistió.

-No hay balcón.

-Lo hay en el piso de arriba. Una terraza enorme, con unas vistas a gran parte de la comarca – contestó cortante Carmelo.

Jorge bajó la cabeza. En el tema de Hugo, se le escapaba casi todo. Ni a Carmelo ni a Martín le caía bien. Tenían cuentas pendientes del pasado. Cuentas que por su relación con ambos, él debería conocer. Pero no recordaba nada. Le empezaba a parecer que el comentario de Martín era más serio de lo que le había parecido. Por mucho que intentaba recordar, no conseguía centrar a Hugo en su pasado. Había dejado entrever que sí, que lo había reconocido, pero eso no era verdad. Y menos lo que pudiera suceder entre Hugo y Martín. Tenía que recuperar todos los trabajos que había hecho su sobrino postizo cuando era niño, antes de decidir dejar de actuar. Tenía que centrar también ese hecho con la decisión de su padre de dar un paso atrás y dedicarse a papeles pequeños, casi sin texto, de figurante de lujo, pero figurante al fin y al cabo. O quizás tuviera que ver con esas miradas que había captado entre Alberto, Gerardo y Hugo. O eran cosas separadas, y lo de Alberto y Gerardo tenía que ver con el comentario de Óliver cuando hablaron en profundidad. No se había acordado de comentarlo con Carmelo. Y el Alberto ese era del que le había hablado Helga cuando le explicaba como murió Ghillermo, el marido de Javier. Óliver, al menos en lo que hacía referencia a Alberto, estaba acertado. Y si Hugo y Gerardo parecían haberse reconocido…

Al final Hugo hizo un gesto a su compañero y salieron de la habitación. Pero no lo hizo de buen grado. Laín pareció suspirar de alivio. Y Martín no dejó de seguirlo con la mirada mientras salía.

A Jorge le fastidió un poco que Fernando tuviera que salir también de la habitación. Confiaba en ese hombre. Muchas veces, luego, comentando lo que Jorge había hablado con otras personas, le había hecho ver algún detalle que a él se le había escapado. O había interpretado de otra forma esas palabras o hechos. Tenía muy presentes los comentarios que le hicieron Helga y él de su encuentro con la gente de su barrio.

Cuando Hugo cerró la puerta, Martín preguntó a su padre:

-¿Es ese Hugo? Ha cambiado mucho. Aunque sigue siendo igual de chulo el cabrón.

Su padre asintió despacio con la cabeza.

-No me jodas Jorge – se giró para mirar al escritor. Ese exabrupto había despistado al escritor. Hubo un momento en que Martín se puso de tal forma que no le viera nadie más que él y Carmelo y les guiñó el ojo.

Jorge levantó las cejas completamente despistado.

-No sé a que te refieres – contestó de forma anodina.

-¿No lo sabes? ¡¡No te acuerdas de verdad!!

-Martín, cierra la boca. – le ordenó su padre con un tono muy duro.

-Papá. No. No cierro la boca. Es un hijo de puta. Yo era un niño pero sé lo que vi y sé lo que escuché. Y Jorge siempre fue bueno conmigo. Lo sabes. Papá, hay cosas que están bien y hay cosas que no lo están, se mire como se mire. Siempre me lo has dicho.

Todos los que conocían a Martín estaban asombrados. Nunca le habían visto así. Sus padres lo miraban como si fuera un extraño. Paula pensó en que algo se le escapaba. A ver si su hijo sabía muchas más cosas de las que pensaba. Incluso a lo mejor sabía más que ella misma. Y esas salidas de tono, ese no temer enfrentarse con ellos… empezaba a convertirse en una costumbre. Miró a su marido que miraba a su hijo fijamente. Pero no lo hacía sorprendido o alterado. Lo miraba asombrado. Pero no porque supiera. Sino porque hubiera saltado así. Para Paula era claro que padre e hijo compartían secretos.

-Y Jorge es nuestro amigo. Y Carmelo – sentenció Martín. – Para mí, Jorge es mi tío, aunque no sea familia carnal. Lo he sentido así desde que lo conocí. Aunque eso les joda a algunos.

Jorge enarcó las cejas y miró a Carmelo. Esa pulla la había lanzado a sus padres, no había otra posibilidad. Y se contradecía con lo que le había dicho al respecto hacía unos días. Quizás estaba rompiendo las últimas barreras para sincerarse del todo con ellos.

Todos miraban a Laín. Parecía que era claro que le tocaba hablar. Pero éste no se decidía. No se había imaginado la reunión así. Quería algo mas tranquilo y que las cosas fueran surgiendo. Pero Hugo volvía a ser arrogante. Como siempre. Y esa reticencia a salir había alterado a Martín. Una vez tuvo que pararle los pies cuando Martín tenía diez años y fue a darle un sopapo porque decía que le había robado una escena en la película que participaban ambos. Martín era un actor innato como su padre, como Carmelo. Su papel era nada, poco más que un ejercicio de figuración. Pero solo aparecer en pantalla, el chico opacaba al resto de los actores. Y eso Hugo, en plena ola de su éxito, no lo soportó. Vio la escena en el combo y le dio un ataque. Además el director, a cuenta de eso, le dio más protagonismo al personaje de Martín. Les dijo a los guionistas que le incluyeran en más escenas, y que le escribieran una pequeña subtrama. Estos lo hicieron con gusto, porque habían visto el resultado del niño en pantalla. Reunieron en él otros personajes intrascendentes de la trama. Pero con esos pocos le dio más peso en la historia. Que no hubiera sido nada relevante si no hubiera sido por la impronta que le daba el joven actor. Y por nada del mundo Hugo quería que ese niñato volviera a aparecer en una escena con él. Intentó por todos los medios que el director eliminara esa secuencia o la rodaran de nuevo. Pero eso no sucedió y Hugo se encontró con Martín y levantó la mano para soltarle un sopapo. La mano de Laín interceptó la trayectoria del brazo de Hugo y evitó el tortazo. Aunque siempre creyó que había tenido algo que ver que el niño le pillara teniendo sexo con Nando, el marido de su amigo Jorge Rios.

-Pues lo cuento yo. Mira, Jorge. Hace…

-Ya lo cuento yo, Martín. Estás alterado. No vas a ser ecuánime.

-¿Ecuánime con ese tío? Papá. No pensé escuchar eso de ti. Pero ¿De qué hostias de ecuanimidad me hablas?

-Déjale a tu padre – le reconvino Paula, haciendo esfuerzos por no saltar y ponerle en su sitio. No soportaba esa costumbre que había cogido en los últimos tiempos de faltarles al respeto. – Sabes que tu padre no le tiene ninguna simpatía. No te puedes hacer una idea del asco que le tiene. Déjale que lo cuente él.

-Como lo cuente como contáis los dos muchas cosas, aviados vamos.

-¡¡Martín!! Estás empezando a acabar con mi paciencia. – el tono de Paula no auguraba nada bueno.

Fue a contestar, pero una mirada de Jorge contuvo a su sobrino.

Paula se había enfadado. No pensó nunca que Martín tomara partido por alguien en contra de sus padres con extraños. Y lo había hecho por Jorge. Otra vez. Y ahora lo había hecho en público. Porque se refería a él. Paula no se atrevía a mirar a su amigo el escritor porque sentía su mirada fría fija en ella. Era una mirada que ella no conocía. Su marido tenía razón. No había valorado a Jorge como debía. No era el idiota sumido en sus mundos de Yupi. Ahora empezaba a creerse la historia que le contó su amigo Mendés respecto a una charla que había tenido con el escritor. Tendría que pensar una estrategia para volver a acercarse a Jorge que no fuera a base de denigrar la actuación de su hijo. Era claro que los dos hacían un tándem indestructible. Lo de Martín, a estas alturas, le daba igual. Ya tenía edad de volar solo. Que volara. Y si se estrellaba que le acogieran sus nuevos amigos. Él los había elegido. Ella no tenía un sentido maternal muy desarrollado. Ya era mayor de edad. Ya había vencido el acuerdo que al respecto, firmaron Laín y ella cuando tuvieron a sus hijos.

Carmelo se había puesto rígido. Y Cape también. Ahí había algo que a ellos también se les había escapado hasta ese momento. Que Nando traicionaba a Jorge desde antes de casarse, era algo sabido por todos los que los frecuentaban a ambos o a uno de ellos. Y el afán de Jorge por no enterarse. Pero ese affaire al que se refería Martín no lo conocían, salvo por escuchar algún rumor, al que no hicieron mucho caso. Y les extrañaba, por la edad de Hugo en aquel tiempo. No estaba en el target que le solían gustar los hombres al marido de Jorge.

-Martín, hay cosas que un niño entiende de una forma que luego, cuando eres adulto, las ves de otra distinta. O al menos matizadas. Un niño no sabe interpretar algunas cosas.

Su padre intentaba contemporizar con su hijo y tranquilizarlo para que le dejara hablar a su manera. Se lo quedó mirando fijamente.

-Vale, lo entiendo. Sobro aquí. Pues a lo mejor sobro en el resto de tu vida. En la de mamá ya me dejó claro el otro día que era así. Tranquilos. A partir de ahora, a todos los efectos, dejo de existir para vosotros. O mejor dicho, vosotros dejáis de existir para mí. Creo que yo ya era un fantasma en vuestra vida, aunque no me había dado cuenta hasta hace poco.

Martín se levantó muy alterado y salió de la habitación por otra puerta distinta a la que había utilizado Hugo y su compañero. Carmelo hizo un gesto a Eduardo y éste lo entendió a la primera, sobre todo porque hubiera salido detrás de Martín de todas formas. Pero así era mejor, tenía una excusa. Jorge también se había levantado con intención de seguir al chico, pero al ver que Eduardo salía tras él se volvió a sentar esperando las explicaciones de Laín.

-Perdonad a Martín. La verdad ha sido un shock encontrar a Hugo aquí y encima como el jefe de tus escoltas. Sabía que se había metido policía después de que el acuerdo con Ordoño terminara. Pero no sabía que era tu escolta.

-¿El acuerdo con Ordoño? – preguntó extrañado Carmelo.

-Creía que lo sabíais todos. No fue una historia de amor. Lo vendieron así, pero no. Fue un acuerdo. El carácter de Hugo se convirtió en algo desbocado. Era ya un problema. Tú también eras inaguantable por aquel entonces. Todos te lo permitían porque luego sacabas tus escenas a la primera y levantabas tú solo las películas en las que trabajabas. Te implicabas en las promociones como nadie. Y además, en general cuando montabas un número, solías tener razón. Tenías carácter pero solo decías lo que pensabas y sobre todo cuando creías que era una situación injusta o a alguien no se le reconocía su trabajo. Y si un actor era patético y había quitado el papel a otro actor que lo hacía mejor, lo decías. Eso te ha granjeado muchos odios, pero claro, también adhesiones. Tienes un grupo de colegas que se parten la cara si escuchan hablar mal de ti.

-Y otros que jalean los bulos en los que últimamente nos matan a Jorge y a mí y que proclaman a los cuatro vientos sus deseos de que me maten y mi cadáver esté durante horas al sol, a la vista de todos.

-Eres una estrella con carácter, querido – le dijo Cape. – Eso tiene sus peajes.

-Pero Hugo solo tenía la parte de insoportable. – retomó la exposición Laín – Y se quedó solo.

-Hicimos buen tándem en “El ocaso de la inocencia”. Al principio fue bien. Era muy buen actor. Pero no sé que pasó, no recuerdo muy bien. Es aquella época en la que tengo tantas lagunas. El caso es que de repente se hizo insoportable. Yo también lo era. Pero a él se le empezó a olvidar el papel, había que repetir mucho. Ni con tele-pronter o leyéndole sus diálogos por un pinganillo se conseguía que Hugo dijera bien sus frases. Las jornadas de rodaje se alargaban hasta horas escandalosas. Esperando a que Hugo encontrara la inspiración o se le pasara la borrachera o los efectos de lo que se metiera en vena. Al final me impuse y le dije al productor que si él quería repetir, estupendo. Yo hacía mis escenas pero los contraplanos debía hacerlos un doble. No estaba dispuesto a pasarme el día contemplando como se equivocaba una y otra vez o como debía volver a su caravana a vomitar o a meterse lo que fuera. Los planes de rodaje se alargaban. La última temporada rodé una película entre medias. Me dio tiempo. Hacía mis escenas, y me iba a rodar la película. No nos dirigíamos la palabra y casi nunca coincidimos en el set. Aún así, la tercera temporada fue la de más share. Quizás por el morbo de nuestra relación, que empezó a ser vox populi, empujara a todos a ver con detalle cada escena, para determinar el grado del odio que decían nos teníamos. Me dieron muchos premios, lo cual enfureció a Hugo. También me creó una fama de insufrible que me dura hasta hoy. Muchos no me perdonaron que no apoyara a Hugo. Se pensaron que se me había subido el ego a la cabeza. Y más habiendo sido amigos y amantes. Aún hoy, hay personas que me lo recuerdan. Para ellos debería haber apoyado a mi compañero y ayudarle con sus problemas. Es gracioso que yo debiera hacer eso, siendo todavía un niño casi, y ni sus padres, ni su representante, ni los productores de la serie, dieran un paso en ese sentido. Ellos eran adultos y eran responsables de él. Y de ellos, nadie ha hablado. Y habría mucho que decir de sus padres. Que los míos eran lo peor, lo tengo asumido. Y gran parte de la profesión. Pero de los padres de Hugo no se dice nada, y le han dejado sin un duro, y ganó una millonada en aquella época. En esa serie teníamos el mismo caché. Por no hablar de su representante. Mucho tuvo que ver con sus adicciones. Hasta le compraba la droga. En mi época mala, ni se me hubiera ocurrido pedirle a Sergio que me fuera a buscar un poco de costo o una dosis de lo que fuera; de la primera torta me habría quitado el mono.

-Luego hizo esa película a la que nos referíamos antes, “Olvido”. – explico Laín – Fue un pelotazo. Y Martín acaparó algunas nominaciones a mejor joven promesa o actor secundario. Eso, claro, provocó que Hugo estallara en cólera. Como ya la situación de Hugo era casi insostenible y era claro que corría el riesgo de acabar siendo el más guapo de los juguetes rotos, a alguien se le ocurrió ese “noviazgo” con Ordoño. Se casaron y se inventaron eso de que Ordoño le había pedido que se retirara de la actuación, al estilo de las mujeres artistas que se casaban en los años cincuenta y sesenta. Aprovecharon para meterlo en una clínica en Suiza para recuperarse de sus adicciones y de lo que fuera que le había llevado a esa situación. De todas formas fue un proceso muy oscuro. Pocos saben que lo de su matrimonio fue todo un ardid. Creo que con suerte, ese Ordoño y Hugo ni se conocen. Nadie sabe quién pagó el tratamiento ni quién lo salvó en realidad. Desde luego, como bien has dicho, sus padres no lo hicieron. De hecho, siguen sacando tajada de Hugo y de los millones de fans que tiene por el mundo que no le olvidan. Me extraña que si Hugo lo sabe, lo deje estar. Hacen hasta tournés por su casa. Cobrando. Su página web, todo falso… mejor me callo. ¡¡Hasta venden calzoncillos usados de Hugo!! ¡¡Los subastan!!

-Esa parte es una absoluta novedad. Nunca pensé que eso del matrimonio fuera todo fingido. No me extrañaba su diferencia de edad, porque a Hugo no le importaba la edad que tuvieran sus amantes – reconoció Carmelo. – Lo que estaba claro es que estaba a punto de romperse. Yo estuve cerca también. Tuve mucha suerte. Hasta que encontré una razón para apartarme de toda esa vida de drogas y fiestas.

Carmelo se quedó mirando a Jorge que le sonrió aunque no sabía por qué lo miraba con esa intensidad.

-Y después de toda esta experiencia, Martín decidió no hacer más cine. Alguna vez me acompañaba a algún rodaje y lo convencí para salir conmigo de figurante. Y Rodrigo alguna vez lo convenció para hacer un par de frases. Hasta “La Serpiente de la muerte” en la que Rodrigo y yo le preparamos una trampa y no supo decir que no.

-¿Pero que pasó para que Martín lo dejara de repente? – Jorge hizo la pregunta con toda la candidez del mundo. Carmelo se sonrió. No había escuchado lo que no le había interesado de lo que había dicho Martín. Aunque se dio cuenta a tiempo, que esa “candidez” era fingida. Algo le había sonado a mentira flagrante. Era su forma de decirlo, sin que lo pareciera.

-Mira, tienes algo con los niños que hace que te adoren. Pasó con Jorgito. Y pasó también con Martín. – Era Carmelo el que hablaba. – Por entonces todavía no nos conocíamos. Yo conocía a Laín y a Martín, y tú lo mismo, porque empezaste a dar clases en la Universidad y Paula y tú os hicisteis amigos. Y Martín como Quirce, su hermano, te adoran. Les ganaste para tu causa a los cinco minutos, como hiciste conmigo. Como hiciste hace dos noches con el niño de Felipe. Y te prometo que o te conoce de hace tiempo, o no te da un beso ni aunque se lo pida de rodillas Eduardo, que es el que más ascendiente tiene sobre él. Y te dio besos, se abrazó a ti y se durmió sobre tu hombro.

Jorge lo miró con cara de sorna.

-Serás tú el que me ganaste. Fuiste tú el que te acercaste. Malditas las ganas que tenía de ponerme a hablar con un crio petulante y actor, que volvía locos a todos y a todas. Un tonto rubio, que entonces ibas de rubio. Entonces y ahora, que digo. Y no hay comparación porque de niño cuando te conocí, tenías lo que yo de monje tibetano.

-Te compro lo de que no era un niño. El resto, no. Porque en aquella fiesta de año nuevo, estabas desesperado y más perdido que una aguja en un pajar.

-Bueno, porque mi marido, que me llevó obligado a la fiesta, me volvió a dejar solo para irse a follar con su ligue de la semana.

-O sea que lo sabías – dijo Paula.

-Saber, saber, pues no. Quiero decir que no sabía nombres, detalles. Estaba cómodo con sus faltas de fidelidad. Que follara todo lo que quisiera. Así no tenía que hacerlo yo. El sexo con él, al poco de casarnos, dejó de interesarme. Era un suplicio. Fue la única vez que me ha pasado. Antes de él mi vida sexual fue muy activa. A lo mejor, ahora que lo pienso, si tengo algo de monje tibetano – bromeó Jorge. – En realidad perdí todo el interés por el sexo cuando me casé con él.

-El caso es que te hice pasar una gran noche. Y eso que no quisiste ir a mi casa a follar.

-Porque eras un ligón impenitente. ¡Si salías a dos amantes al día! Pensé: voy a su casa, nos enrollamos, y mañana ni se acuerda de mi nombre. Yo me pillo por él, porque sabía que me iba a pillar, y luego las paso canutas. Por un lado, cornudo público, y por otro, desdichado en amor. Porque luego no me hubieras dicho ni buenos días. Como hacías con todos los que follabas.

-Por ti lo hubiera dejado todo.

-Eso se lo dices a todos para engatusarlos.

-Que bonito es el amor – exclamó Cape riéndose con ganas.

-¿Os han dicho alguna vez que haríais una buena pareja? – dijo Felipe muy serio.

-Sí, nos lo han dicho – dijeron a coro Jorge y Carmelo con gesto de hartazgo y mirando a Felipe con enfado.

Y ahí fue cuando todos se echaron a reír con ganas.

-Una pena que Martín no esté. Él lo dice siempre – reconoció Paula.

Estuvieron todos hablando y riendo un rato. Después de tanta tensión, pasar un rato distendido y bromeando unos con otros les sentó bien. Pero el tiempo pasaba. Y había cosas que arreglar.

Jorge sacó el teléfono. No dejaba de vibrar. Fernando entró de nuevo en la estancia y se lo quedó mirando. Jorge asintió con la cabeza. Se levantó y se acercó a Carmelo. Le dijo algo al oído. Éste asintió y le hizo un gesto de que no se preocupara. Jorge sin decir nada a nadie se encaminó hacia donde estaba Fernando. Los dos salieron de la sala.

-Tenemos el tiempo justo de llegar al aeropuerto.

-Vamos a toda leche. No quiero que se vaya sin despedirme.

-Siento ser aguafiestas – Óliver tomó la palabra por primera vez en esa reunión. – Hay que seguir con los asuntos que nos han traído aquí. Creo que algunos de vosotros tenéis cosas que contar. Ahí fuera ocurren cosas graves que ponen en peligro la vida de nuestros amigos, por no decir las nuestras propias. Creo que ninguno estamos a salvo. Así que mejor será que conozcamos todos algunos detalles que algunos sabéis. Así quizás podamos conocer que terreno pisamos y evitar resbalar y desnucarnos.

Pararon las bromas. Carmelo miró al matrimonio amigo. También miró a Felipe. Algo en el gesto que puso el granjero le llamó la atención. Pero no supo interpretarlo. Porque además, rápidamente se fijó en los padres de Martín. Paula estaba mandando mensajes que parecían importantes. Y lo que más llamó la atención, es que el teléfono que utilizaba no era el que hasta ese momento le había visto. También le llamó la atención que se había sentado donde nadie pudiera ver la pantalla de su móvil. Laín había puesto su mejor gesto de fastidio. Y no era por la actitud de su mujer. Era porque no le gustaba el planteamiento que había hecho el abogado. Lo miraba con asco. Eso no fue capaz de entenderlo porque lo acababa de conocer. Era claro que Laín y Paula, no estaban por la labor. Una vez más, Martín tenía razón.

.

De nuevo Marie, la madre de Álvar, había hecho de cicerone de las abuelas, como lo hizo de Lys. Ésta también se había unido a la visita que les había organizado Marie al Museo del Romanticismo. Carolina Miguel, la nueva directora del museo, había salido a saludarlas. Era amiga de Marie desde hacía muchos años. Ella les presentó a una voluntaria, Visitación, que iba a hacerles de guía.

-Ella es la que mejor conoce el Museo – les advirtió. – Y habla francés. No tendrás que hacer de traductora – le tocó cómplice en brazo.

-Viví muchos años en Montpellier. – les explicó Visitación con una sonrisa.

No solo explicaba los objetos que estaban expuestos en las distintas salas, sino que contaba historias que los ponían en contexto. Historias entretenidas, algunas incluso divertidas. Era claro que esa mujer disfrutaba con la época que recrea el Museo, con su pintura, con sus muebles… y se había interesado en profundizar. Además, se conocía la historia del Museo y todas sus vicisitudes. Muchas de ellas no se podían encontrar en las páginas oficiales. Su labor de guía para grupos escogidos por la Directora no le proporcionaban ingresos económicos. Pero sí, una satisfacción personal si al final de la visita, notaba que esas personas que se habían acercado al Museo, habían disfrutado con la visita.

En el recorrido estaba incluido un paseo por los jardines. Estuvieron sentadas en un rincón disfrutando de la mañana. A esa pequeña reunión se les unió la Directora. Fue el momento en que la guía hizo una propuesta.

-Si volvéis en otra ocasión, preparándolo con tiempo, os puedo preparar una visita especial en las que podréis ver algunos objetos que por causas diversas, no están expuestos.

Visitación parecía haber quedado contenta con la respuesta de Marie y sus invitadas. No solía hacer esa propuesta muy a menudo. Carolina, la directora pareció conforme con ella.

A la salida, en la c/ San Mateo, les recogió Álvar, que en un monovolumen sin distintivos de la Guardia Civil, con un coche de escolta, las trasladó a todas a “Las cortinas del Cielo”, un restaurante en las cercanías de Concejo y que tenía las mejores vistas de la provincia de Madrid. Álvar había reservado su terraza, de la que iban a poder disfrutar en exclusividad. Era un honor de los que pocos podían presumir.

-Pero esto es maravilloso – dijo Elodie llevándose la mano a la boca. – ¿Y vamos a comer aquí? Gracias Marie.

Candice, la Jefa de sala, se encargó personalmente de acomodarlas. Álvar al entrar, le dio el libro que en su anterior visita le había dado para que Jorge se lo firmara.

-No ha podido ser, lo siento.

Candice lo miró con pena. Pero vio un marcapáginas que no debía estar y abrió el libro por esa página. Allí encontró la dedicatoria que le había escrito Jorge.

-Pero que mal hombre eres. Te odio – aunque su cara mostraba otros sentimientos.

-Se lo tienes que agradecer a mi compañero Raúl. Se lo di a él, porque no lograba coincidir con Jorge. Él se encargó.

-Pues dile a Raúl que se venga un día a comer. Le trataré como a un VIP.

-Y si viene con Jorge, todavía mejor ¿no?

Se echaron a reír los dos.

En “Las cortinas del cielo” no solo podían presumir de sus vistas incomparables, sino que también tenían una de las mejores cocinas de Madrid. No tenían estrellas Michelín pero no le hacían falta. Era raro el día que no ponían el cartel de completo. Álvar había pedido un menú largo, para que sus invitadas pudieran probar muchas de las especialidades de la casa.

Parecía que todo lo que les llevaron a la mesa, fue del gusto de las “abuelas”, como ellas mismas se denominaban.

-¿Y este restaurante también es de algún amigo vuestro? Si es así, menudos amigos tenéis – comentó Lys cuando el camarero les anunció que los platos que les llevaba eran los últimos. – El otro día llevé a mi marido y mis cuñados a “El Puerto del Norte” y quedaron encantados. Rico el encargado se acordaba de mí y nos trató como si fuéramos ministros.

-Lástima que no te pudimos presentar a Biel – comentó Marie – Es muy amigo de Carmelo del Rio. Un gran actor también.

La comida siguió ocupando la conversación mientras tomaban la selección de postres que les llevaron. Elodie se levantó y se fue hasta la barandilla para disfrutar en soledad del paisaje maravilloso, con la sierra de Madrid de fondo. Al cabo de unos minutos volvió a la mesa y ocupó de nuevo su sitio. Fue el momento que eligió Marie para poner sobre la mesa los temas que interesaban a Álvar.

-Cariño – dijo a su hijo – creo que ya es hora de tratar las cuestiones que os preocupan en la policía.

Léa cogió la mano de su amiga Elodie. Sabía que todo ese tema le dolía en el alma.

-No se si seré capaz.

Álvar levantó las cejas. Era una de las posibilidades que había barajado, que de ese encuentro no saliera nada. Marguerite, la madre del embajador, no había querido unirse a la excursión para que no se sintieran coartadas. Se lo había confesado Lys.

-Es madre de su hijo, pero no acaba de comulgar con muchas de sus actuaciones. – había explicado a Marie. – Más bien no entiende lo que le mueve a hacer según que cosas. Parece que está muy centrado en triunfar.

Álvar vio a dos de sus compañeros que entraban en la terraza. Respiró profundo a modo de expresión de alivio. Jorge apareció poco después caminando con tranquilidad. Su rostro transmitía paz y sonreía ligeramente. Fue Lys la que lo vio la primera y sonrió. Le hizo un gesto a Elodie para que mirara a la puerta. Ésta de nuevo, volvió a tapar su boca con la mano, para mostrar su sorpresa. Fue a levantarse pero Jorge se lo impidió con un gesto. Se puso a su lado y se inclinó para darla un beso en la mejilla a la vez que la cogía las manos con las suyas.

-Te está sentando estupendo el viaje a España. Creo que debes valorar el venir más a menudo o incluso trasladarte permanentemente a Madrid. Así tendría más oportunidades de pasar ratos contigo.

-Que zalamero eres. Si no hablo ni palabra de español.

-Seguro que te apañarías en un par de días. Álvar te da un par de clases aceleradas y lo demás, tú y tu intuición.

Entre Maríe y Lys le explicaron que Elodie se sentía mal al volver a tratar el tema de su nieto Eloy.

-Hoy puedes decirnos todo lo que piensas. No hay nadie aquí que te cuarte. El otro día en la comida del Intercontinental, te noté … que no fuiste sincera del todo. Como el resto de tus amigos – Jorge miró a Lys que se encogió ligeramente de hombros. – No está Damien ni está Marguerite.

-Pero sería traicionar a mi amiga.

-No creo que Marguerite esté de acuerdo con muchas cosas. – le dijo Léa.

-Hemos oído que vas a hacer otro curso dentro de unos meses. – Marie había tomado la palabra. Intentaba romper el hielo.

-Sí. Así que si conocéis a algunos jóvenes de confianza y que necesiten de una mano a la hora de contar sobre un papel o de viva voz sus experiencias, seguro que encontráis la manera de que Damien se salte la lista que dice tener.

-La tiene – Lys sonrió con amargura.

-¿Ya les ha sacado sus comisiones?

-Me han contado que las ha doblado. Por el éxito de la primera convocatoria.

-Un éxito que todavía no se ha producido. Todavía no he dicho el primer “Bonjour” a la primera tanda.

-Es un éxito desde el momento que todos esos chicos tienen un motivo para ilusionarse. Para seguir adelante.

-En la comida nos contaste – Jorge decidió afrontar el tema sin más dilación – que Eloy murió en un accidente poco claro. Le he estado dando vueltas, y para que esa organización de repente se ponga en movimiento para organizar la muerte del chico, debió pasar algo.

Elodie miró a su amiga Léa que de repente había puesto cara de sorprendida. Álvar miró resignado a Jorge. Ya tenían la primera respuesta.

-Creo que de verdad cogiste cariño a ese joven, Elodie. Estamos todos en el empeño de buscar a esas personas que le hicieron mal. – esta vez fue Álvar quien tomó el relevo del escritor.

-Fue en la calle. Llegó a casa muy nervioso. Sudaba a mares y su mirada era … no sé ni definirla. Estaba perdida, no le era posible enfocarla en algo de lo que tenía alrededor. Parecía perdida en algún recuerdo o en ese encuentro, en esa persona que había visto por casualidad.

-¿Entonces fue una persona?

-No sacamos nada de él. Así que mi hijo, al cabo de unos días de intentarlo, y viendo que seguía aterrado, que no era capaz casi ni de salir de casa, contrató a un detective que fue preguntando por la zona dónde sabíamos que había estado. Viendo cámaras como la policía. Acababa de dejar a sus primos, como él les llamaba, al hijo de Lys y al de Camile. Volvía a casa. Y al cruzar por un paso de cebra, un tipo le llamó desde un coche. Dejó el coche en medio, en realidad llevaba chófer, y fue en su busca. Eloy echó a correr. El tipo tuvo la intención de seguirlo, pero se dio cuenta de que estaba llamando demasiado la atención. Volvió al coche y sin más desapareció.

-¿Se le ve la cara en las imágenes de esa cámara?

Elodie asintió con la cabeza, despacio.

-¿Lo conoces?

Elodie se echó a llorar. Era incapaz de decir palabra, aunque Jorge la había recostado sobre su hombro, para apoyarla en su desazón. Léa entonces tomó la palabra.

-Todo esto, llevó mucho tiempo. Cuando el detective que contrató Jacques, encontró esas imágenes, Eloy ya había muerto. El hombre que salió del coche y asustó a Eloy era Gustave Meyer. Es socio de Jacques en algunos negocios. No se tratan con familiaridad, pero …

-Los negocios son los negocios – Marie fue la que intervino. Su rostro se había vuelto hierático. Álvar miró a su madre. Su visaje también cambió.

-¿No será socio tuyo, mamá?

Marie negó con la cabeza. Ante la persistencia de la mirada de su hijo, no le quedó más remedio que explicarse.

-Estamos negociando. Hace unos meses me propuso un negocio y …

-¿Cuándo fue esa propuesta?

La pregunta la había hecho Jorge.

-Dos meses. Una cosa así. Algo más, tres o cuatro. ¿En febrero?

Jorge entonces miró a Léa. Elodie había intensificado su llanto. Léa de repente había abierto mucho los ojos. Su mente parecía estar en ebullición.

-Este encuentro de Eloy con ese tipo, fue a mediados de enero.

-El 21. – atinó a decir Elodie arreciando en su llanto.

-Eloy murió el 17 de marzo.

Álvar se recostó en la silla sin apartar la mirada de su madre. Su gesto se había endurecido.

-¿Has firmado algo mamá? No puede ser casualidad. ¿Habías tratado antes con él?

-No. No y no. No he firmado nada, no lo conocía y no puede ser casualidad. Es un tipo que no me ha gustado nunca. Pero esta propuesta que me hizo venía a arreglar un desastre en uno de mis negocios, por la pandemia, ya sabes. Y le escuché.

-Pensabas asociarte con él, mamá. Te lo veo en la cara.

Álvar se arrepintió enseguida del tono que había empleado. Era más propio de un inquisidor que de un hijo que adoraba a su madre y con la que tenía grandes dosis de complicidad, como con su padre. Se levantó a besarla y a abrazarla. Sabía que debajo de esa capa de mujer de negocios, había una persona mucho más sensible. Y que no hacía falta explicarla lo que había pretendido ese tipo al proponerle un negocio.

-Así el amigo Gustave, a parte de tener atado a su socio Jacques, el padre adoptivo del chico, también tenía atado a la madre de un policía que está en la unidad que investiga esa trama.

Léa había puesto en voz alta el resumen de la situación en la que todos estaban pendientes. Las miradas volvieron a Marie.

-Tenía que haber firmado en Lyon, en el último viaje. Pero no sé por qué, puse una excusa y no lo hice. Es el negocio del siglo, pero algo me …

-¿Qué le dijiste? ¿Qué excusa le pusiste?

-Que tu padre estaba enfermo y que debía ir a acompañarlo. No mentía, en parte.

-Por eso volviste y lo acompañaste al médico. Iba a ir yo con él. Pensaste que te había puesto alguien a seguirte. Quisiste asegurarte que en los informes que recibiera, constara que habías acompañado de verdad a papá al hospital.

-Es su forma de hacer negocios – Lys intervino por primera vez en varios minutos – He de decir que mi marido y mi cuñado también tienen negocios con ese tipo. François y Ernest tienen una entrevista con él cuando volvamos a Francia.

-¿El amigo Gustave Meyer está casado? ¿Familia?

-Por supuesto. – Lys volvió a tomar las riendas de la conversación. – Su mujer es la del dinero. Sin ella sus negocios no existirían. Fue un pelotazo. No, perdón, braguetazo. Mantuvo cercanía con Sofie hasta que tuvo a sus dos hijos. Luego, la aparcó. Ahora, hacen casi vidas separadas. Ya tiene lo que quería: una mujer rica y dos hijos para atarla a él.

Se hizo un silencio casi opresivo en la mesa. Todos parecían estar dándole vueltas a lo que había escuchado. Elodie había cambiado hacía un rato el hombro de Jorge por el de su amiga. Jorge se había cruzado de brazos apoyándolos en la mesa. Recorría con la vista a todos los asistentes a la reunión.

-Me imagino que la propuesta de Damien del curso, sería sobre las mismas fechas. Y que Eloy se habría apuntado.

Lys buscó con la mirada a Elodie. Ésta arreció en su llanto a la vez que afirmaba con la cabeza.

Álvar suspiró con pesar antes de hablar. Abrió las manos, a modo de disculpa. Pero lanzó la pregunta:

-¿Cuál es la relación del embajador con ese Gustave Meyer?

Las tres mujeres francesas se miraron. En esa conversación silenciosa, fue a Lys a la que le tocó hablar.

-Sofie, la mujer de Meyer es la tía carnal de Damien.

-Eh voilà! – exclamó Jorge mostrando su enfado. – Acabamos de cerrar el círculo.

Jorge Rios.

Necesito leer tus libros: Capítulo 103.

Capítulo 103.-

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Olga dejó la bolsa de viaje al lado de la puerta de la habitación del hotel. Había sido una jornada agotadora. Había adelantado algunas clases en el curso de Quantico para tener esos días libres y poder dedicarse sin distracciones a Arlen y su reunión de los viernes. Al acabar sus asignaturas y tras un rato de charla con los alumnos, Ventura lo esperaba con un coche para iniciar viaje. Habían decidido quedarse en un hotel cercano a la finca y así poder dedicarse a dar una vuelta tranquilos por los alrededores desde muy temprano.

Tenía la intención de meterse en la ducha antes de salir a cenar algo. Pero la visión de la cama la hizo cambiar de idea y pensó mejor en acostarse aunque fueran unos minutos. Se quitó las botas y cuando iba a tumbarse recibió un mensaje de Carmen.

“¿Videoconferencia?”

A la vez sintió que tocaban muy suave en la puerta. Se levantó resoplando y fue a abrir. Al ver que era Ventura, dejó la puerta abierta como muda invitación a entrar y fue a sacar su tablet y conectarla al televisor de la habitación.

-Carmen quiere hablar – dijo con apenas un hilo de voz.

-Deja, ya lo preparo yo. Túmbate un rato. Me tenías que haber hecho caso y dormir durante el viaje. Eso de dedicar las noches a videoconferencias con tus amigos para ponerte al día de todo, te va a pasar factura.

-Tú también estás cansado. No podía dejarte conducir sin darte apoyo. Yo tengo conferencias telemáticas y tú investigas para mí.

Olga le hizo caso y se tiró sobre la cama. Tal como cayó, así se quedó.

-¿Y si la dices que mejor mañana?

-Creo que es importante. Solo espero que no sea largo. – Olga arrastraba las palabras dejando claro que estaba muy cerca del reino de los sueños.

-Te lo preparo y os dejo solas.

-No. Te quedas. Eres parte del caso, Ventura. No hay secretos.

-Me halagas. Pero eso … soy del FBI.

-Por poco tiempo – dijo Olga arrastrando las palabras y sin moverse de la posición en la que estaba tumbada.

-Ni agotada cejas en tu campaña – Ventura la miraba con gesto divertido.

-Solo tú no sabes que te vas a venir con nosotros. Lo estás deseando. Y cállate un rato, anda, cinco minutos para una cabezada …

Ventura negó con la cabeza, pero no añadió ningún comentario. Sonrió al escuchar que la respiración de Olga se había convertido en la de una persona dormida. Preparó el sistema de comunicaciones e hizo la llamada.

-Olga, debes levantarte.

La comisaria se incorporó de un salto. Justo se puso delante de la cámara cuando Carmen apareció en la pantalla. Ventura se fue a quitar pero Olga lo retuvo.

-Encantado de conocerte, Ventura. Siento decirte que te pareces a mucho a tu madre.

-No lo sientas. Es la verdad y me siento orgulloso de ello. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo. Espero tenerte con nosotros en breve.

-No empieces por favor. Ya tengo bastante con la campaña de Olga al respecto. Quisiera escuchar otras opiniones.

-Llamo a Patricia si quieres. Patricia Martín.

-La recuerdo sí. ¿Veis? Por eso no quiero volver. Esa seguro que no está contenta con la posibilidad de que me una a vosotros.

-Patricia ya no está con Termas. Hace mucho de eso. Ahora está soltera.

-¿A no? Pues ya le costó recuperar la cordura que siempre había exhibido hasta que se juntó con ese.

-Pero te sigue odiando – se rió Carmen.

-Dinos Carmen. Íbamos a ir a cenar algo y a dormir. Llevamos unos días agotadores. Acabamos de llegar a Carolina del Norte para ver mañana a Arlen de nuevo. Y me temo, que si las intuiciones de Ventura se hacen realidad, va a ser un día intenso.

-¿Tienes intuiciones Ventura? ¿Ves como tienes que venirte con nosotros? Somos la Unidad de las intuiciones. Algunos nos insultan así.

El agente del FBI levantó las cejas resignado. Pero no contestó a Carmen.

-Su reunión de los viernes. Su velada musical. – explicó Ventura, con la intención clara de apartar la conversación de él.

-Son unos kilómetros. – Carmen se había vuelto a poner seria.

-Por eso necesitamos dormir. Acabamos de llegar de viaje.

-Al grano entonces. Han intentado de nuevo atentar contra Jorge y Carmelo. En Concejo. Una sicaria.

Olga se despejó en un momento.

-¿No será de nuevo nuestra amiga del MI5? – Carmen negó con la cabeza como muda respuesta a la pregunta de su amiga – Cuenta. Has dicho Jorge y Carmelo. No has incluido a Cape que estaba también, si no se ha dado a la fuga antes de tiempo.

-Ha sido poco después de incorporarse a la reunión Laín y Paula. Una mujer con un ciento de comentarios en nuestros informes, ninguno probado, que la nombran asesina a sueldo mejor pagada en España. Con ciertas relaciones con Nando. Y con otros muchos, incluido Valbuena. Para ser exactos, algunos de sus clientes. No he incluido a Cape no. Pienso que de verdad, los objetivos eran ellos dos. Cape si te soy sincera, o ha hecho un pacto con los malos, que no sería descartable, conociéndolo, o no les interesa ya, por irrelevante y cobarde.

Carmen empezó un relato pormenorizado de como se sucedieron los acontecimientos. Olga y Ventura escuchaban con atención sus explicaciones. Carmen incluyó en ellas el sucedido que había protagonizado Máximo, el conductor ocasional de Carmelo para llevar a las visitas y ocasional colaborador como informador de la Policía.

-¿Y por qué Máximo no nos ha informado antes? Ese hombre nunca me ha gustado. No confío en él.

-Buena pregunta. Quizás porque hubiera tenido que depositar como prueba el dinero que pagó esa tipa por su información.

-¿Y a quién se lo ha contado al final? Me imagino que a ti no. Y a Flor menos todavía.

-A Alberto.

-¿A Alberto? – Olga tenía los ojos muy abiertos. – ¿Nuestro Alberto?

-Ha vuelto a Concejo. Anoche. Fue la estrella de la “fiesta” de recibimiento oficial de Jorge en Concejo. Le robó el protagonismo. La reunión estaba concebida como la presentación de Jorge en la sociedad de Concejo. Aunque se la pasó de charla en charla. Y como colofón cuando ya parecía que sus escapadas se habían terminado, apareció Alberto que centró todas las atenciones a partir de que entró en el bar. Y Gerardo el pobre, a lágrima viva.

-Eso casi le alegraría al escritor. Así le quitó las miradas de la gente. ¿Se puede saber con quién charló Jorge?

-Con Javier y con Cape. Charlas largas e intensas. Me dicen que al final de la velada, tenía la boca como un estropajo de tanto darle a la hebra. Éste le anunció oficialmente su intención de echar patas y no dejar de correr hasta que llegue al fin del mundo.

-¿Javier no se cruzó con Alberto?

-No. Debió ser por minutos. Aritz se lo llevó justo antes.

-Jorge estará que fuma en pipa con lo de el “otro” Daniel.

-Lleva tiempo enfadado con Cape. Lo ha disimulado, pero hace unas semanas, un día que Dani le insistió para que fuera con él a la casa de Cape a dormir en una de sus vueltas a casa, porque le pareció a Jorge que no le apetecía estar a solas con él, Dani se levantó por la noche y fue a buscarlo medio zombi. Fíjate como lo vería de perdido y desesperado que llamó a los escoltas y se lo llevó de allí al instante. No le dejó ni vestirse. Le puso un anorak viejo por encima y se lo llevó de allí. Y Dani se dejó hacer.

-Cape nunca ha sido una buena influencia en Dani. Lo ha querido siempre acaparar. Apartarlo de todos. Cuando Dani ya se había trasladado casi permanentemente a la casa de Jorge, esa insistencia en llamarlo para que fuera a casa cuando él volvía … era para marcar territorio. Un intento de volver a controlarlo y apartarlo de Jorge.

-Pero con Jorge ha pillado en hueso.

-Jorge es mucho Jorge. Desde la reaparición estelar de Cape hace tres años, fue poco a poco rompiendo los amarres con los que Cape tenía sujeto a Dani. Cape llegó y lo apartó de todo. Hasta se inventó eso de que estaban casados. ¿Están bien por cierto? Después de la aparición de esa tipa.

-He hablado con él hace un rato. Yo creo que está inmunizado. No le gusta salir así de los sitios, pero es más por un tema de orgullo. Y ha descubierto la terraza de la Hermida 2.

-¿Y?

-Una pequeña lucecita se ha encendido en su cabeza. Va a ir a buscar a Sergio Romeva a su escondite de retiro. Me lo acaban de anunciar los escoltas. Para dentro de unos días. Está en Santander.

-Espero que no insista con Dani respecto a … – Olga movió la cabeza mostrando el fastidio que le producía ese pueblo. – Ir a vivir a Concejo no fue la mejor decisión que ha tomado Dani. Por eso Jorge ha tardado tres años en pisar ese pueblo.

-Tú tampoco eres de acercarte allí. Siempre me lo has dejado a mí.

-No siempre.

-Lo evitas.

-No hace falta que te haga un mapa de por qué. ¿Jorge ha preguntado a Dani sobre la terraza y su lucecita?

-Le ha preguntado, sí. A él y a Cape, que siempre va detrás de Dani marcando territorio. Pero tanto Cape como Dani no han dicho nada.

-Dani porque no recuerda. El otro porque es un cabrón.

-Jorge no ha visto siquiera a la asesina. Si no, a lo mejor se le hubiera encendido otra lucecita. Si tenía algo que ver con Nando …

-Mejor para la sicaria. Si llega a toparse con él, a lo mejor estarías ahora en Concejo esperando al Juez para el levantamiento del cadáver de la tipa esa.

-Iba bien armada. Contra eso …

-Jorge dispara mejor que yo. Y está rodeado de compañeros que llevan al menos una pistola.

-Eso no me has contado nunca.

-No entremos en detalles. Hazme caso.

Carmen se quedó mirando la cámara, callada. Parecía estar esperando alguna aclaración.

-Tú un día, tiéntale, a él y a Dani, para ir a la sala de tiro. Apostad. Y si quieres ponerle más aliciente a la apuesta, incluye una competición sobre desmontar y volver a montar la pistola. Dani sabes que es bueno, tanto disparando como con las armas. Lo has comprobado sobre el terreno y le has escuchado a Eloy. Jorge es infinitamente mejor.

-Esto no va a quedar así, y tú lo sabes.

-¿Los tipos que atentaron contra Jorge en aquella Notaría? – preguntó Ventura para cambiar de tema.

-Se van a quedar el marrón. No parecen propensos a hablar.

-¿Dices entonces que los de la Notaría …? – preguntó Olga.

-Hay que buscar el dinero. Ponérselo difícil para que disfruten lo que han cobrado. – opinó Ventura. – Es una forma de que tengan más ganas de hablar. Murió uno de ellos ¿No?

-Sí. Lo abatieron los del equipo del capitán Melgosa que estaban de apoyo camuflado en la zona. Es uno de los que estaban en esa fiesta privada con Galder. El que se enfrentó a Jorge. – Carmen hizo una pausa para que Olga asimilara la información; decidió entonces hacer una propuesta a Ventura para cambiar de tema – Podías echar una mano con el tema del dinero.

-Si me das acceso al sistema, y puedo ver los detalles, lo intentaré.

-Antes de eso, si no tienes inconveniente, un amigo hacker se ocupará de hacerte seguro tus dispositivos.

-¿Qué hacker?

-El mejor.

-Si no es “Black3491” o “Blue456” os ha engañado: no es el mejor.

-Tranquilo, es “Blue456” – le dijo Olga sonriendo.

Ventura se la quedó mirando con extrañeza. Hubiera apostado a que era el otro hacker el que conocían Carmen y Olga.

-Javier y Jorge. Sus dos amigos del alma. Es largo de explicar. Blue moriría por ellos. Literal.

-Como no, Jorge por medio siendo el amigo del alma de alguien y salvándole la vida, apostaría. – lo dijo casi como un pensamiento que se le había escapado. Olga pudo escucharlo, aunque prefirió no hacer ninguna observación.

-Cuando “el guarda” dé el visto bueno, te mando el acceso. – Carmen era ajena al comentario de Ventura.

-Ok.

-¿Y la tipa aquella? La del parque. Se me ha olvidado preguntarte. – Olga a pesar de que hacía ya un rato tenía ganas de acabar la conversación e irse a cenar algo antes de meterse en la cama, no pudo evitar interesarse por ese tema que hacía días que la preocupaba.

-Nada. No hemos encontrado ni rastro. Sigue su curso la investigación. Se encarga Quiñones. También se encargó de los de la Notaría.

-¿Eduardo Quiñones?

-Sí.

-¿Trabaja con vosotros? – el tono de extrañeza con unas ciertas notas de asco, no pasó desapercibido para las dos comisarias.

Carmen y Olga se miraron a través de la pantalla. Luego ésta, se giró para observar directamente a Ventura.

-¿Lo conoces?

-Mejor me callo. – Ventura se echó atrás.

-Por favor.

-No, porque solo sé cosas de oídas. Y no quiero que … no me gusta hablar sin pruebas.

-Oídas que lo destrozan.

-Pues sí, claro. Lo ponen a los pies de los caballos. Pero si ha pasado vuestros filtros, no hay nada más que decir.

La cara de Carmen se convirtió en un poema. Aunque una vez más, como siempre que aparecía el tema de Quiñones, decidió aparcarlo.

-¿Por qué de repente todo el mundo piensa que puede matar a Jorge? Ha estado años sin que nadie atentara contra él. – preguntó Ventura.

-Puede ser por lo de Tirso, la serie.

-Todo parece que se ha empezado a animar cuando le habéis puesto escolta. ¿Os habéis fijado?

-Desarrolla esa idea. – le pidió Carmen.

-Todo el que quiera saber, conocía que Jorge estaba protegido.

Olga le hizo un gesto para que continuara.

-Lo estaba por tipos duros, llamémosles mercenarios. Tipos muy eficaces. Sin escrúpulos, pero con unas fidelidades muy arraigadas. Van a muerte. Y todo el mundo sabía que puede que el que intente algo contra Jorge, salga con bien en un primer momento, pero luego tendrán que mirar a su espalda el resto de su vida. Ellos no van al juzgado. No necesitan seguir protocolos ni atenerse a los procedimientos judiciales. No buscan pruebas. Solo necesitan saber. Van a los callejones a dejar los cuerpos de los que han osado desafiarlos. Y chocar con Jorge, aunque sea fortuitamente, para ellos, es desafiarlos. Jorge es una de sus fidelidades inquebrantables. Y os diría más: va más allá del sueldo que cobran por sus servicios.

-Tu argumento va en el sentido que esos que quieren mal a Jorge, piensan que ahora, Jorge es más vulnerable – acabó Carmen el razonamiento.

-La policía, al menos vosotros, no vais a ir a buscarlos para matarlos. Seguiréis los cauces de la ley. Aunque los detuvierais, mientras entran y salen de la cárcel, se prueba o no se prueba, se pierden evidencias, testigos que desaparecen … pueden ocurrir muchas cosas. Y siempre tendrán su pago en sus cuentas corrientes en las Caimán. Sus familias podrán vivir sin problemas. Los otros, no. Los otros sí van a ir a buscarlos. Antes o después, pero irán. Tienen dos opciones: mirar continuamente a sus espaldas, con miedo, a la espera de una bala certera, o directamente cortarse las venas en una bañera llena de agua tibia. Y respecto al dinero, un día la mujer, la madre o quien sea, irá a sacar dinero, y en lugar de encontrarse un saldo de seis cifras, comprobarán estupefactos que no tienen ni un euro.

Olga suspiró. Miró a Carmen antes de hablar. Ésta asintió con la cabeza.

-Jorge nunca ha dejado de tener esa otra protección.

Ahora era Ventura al que le llegó la hora de mostrar sorpresa.

-¿Lo tenéis comprobado?

-Digamos, que … es intuición. No es fácil detectarlos, tú lo has expresado muy bien. Pero están. El día del parque lo tenemos casi comprobado. Hubo un tipo que disparó a Hugo para que protegiera a Jorge tirándolo al suelo. Su línea de disparo hacia la asesina, la tenía ocupada por nuestros compañeros que la abordaron. No podía alcanzarla a ella sin herir a Kevin o Yeray. Al disparar a Hugo, éste actuó y se tiró encima de Jorge, protegiéndolo con su cuerpo. La tipa disparó unas cuentas veces en ese momento a Jorge. E hirió a Yeray. Cuando éste y Kevin cayeron por los disparos, el “protector” hirió a la sicaria. No hace falta decir que la mujer desapareció sin dejar rastro. Y por supuesto, el tirador hizo lo mismo.

-Sus protectores son los mismos que le asistían en sus excursiones.

Ninguna de las dos comisarias dijeron nada sobre lo que acababa de decir Ventura.

-Al menos esos de la Notaría, han tenido suerte, no se ha ocupado Quiñones. – sentenció Ventura.

Carmen se echó a reír.

-Sí, se ha ocupado. En un principio lo iban a hacer el capitán Melgosa y Romanes, de la Guardia Civil. Pero al final, lo dejaron en manos de la Unidad.

-A petición de Quiñones, seguro. – Ventura no pudo ocultar un tono de hastío – Romanes es un buen tipo. Al otro no lo conozco.

-¿Por qué has dicho que han tenido suerte de que no se ocupara Quiñones? – Carmen estaba intrigada por ese comentario.

-Dejemos el tema en que sin Quiñones por medio, llegarían todas las evidencias al juez y no habrá ningún error de protocolo que deje libres a los malhechores. Y eso, aunque a esos sicarios ahora no se lo parezca, es una suerte para ellos. Porque el que ha atentado contra Jorge y haya quedado libre, acabará muerto. Al tiempo.

-Perdonad, Ventura, Carmen, pero necesito cenar algo y meterme en la cama. Lo siento de verdad.

-Ya me contaréis. Y Ventura, me apetece escuchar esas “oídas”.

-Tú nos tienes que contar mañana la excursión del hacker. Al fin lo vas a conocer en persona. – recordó Olga a Carmen.

-Me apetece sí. No he visto ni una foto de él. No tengo ni idea de como es.

-No te la hagas, seguro que te sorprende.

-Vete a comer una hamburguesa. Que descanséis.

Ventura apagó el equipo y los inhibidores.

-¿Lo desmonto?

-Déjalo. Pienso llamarla mañana por la tarde.

-Será de madrugada en …

-Que se fastidie. Pon ese cacharro que tienes para evitar visitas y vamos a cenar. Tengo un hambre …

-Habrá que pedir triple entonces.

-Que exagerado eres. ¿No tendrás ascendientes andaluces? ¿Abuelos? ¿Tatarabuelos?

-Que yo sepa no. Por cierto, ¿De qué conoce Carmen a mi madre?

-Ni idea. Pregúntala cuando vuelvas conmigo a España.

-Que pesada, no pierdes ocasión … que no insistas que no voy a volver …

-Claro que lo vas a hacer. Y lo sabes.

-No sé como … te aguanto, la verdad.

.

Olga y Ventura se quedaron sorprendidos del cambio que había experimentado la finca de Arlen desde el día de su primera visita. No eran cambios de aspecto, sino de vida. Había muchas personas de un lugar para otro. Les llegaba además desde la casa, un aroma inconfundible a barbacoa. Ese hangar que Olga pensó que albergaba un taller de cerámica era un bullicio de personas entrando y saliendo y se podían escuchar muchos sonidos que alimentaban esa idea de la comisaria. Se podía percibir el ruido de los tornos al girar, de martillos golpeando metales, otros martillos golpeando cinceles para moldear la piedra y crear esculturas …

La comisaria, nada más bajarse del coche, fue caminando decidida hacia allí. Visto por dentro parecía todavía más amplio que la impresión que daba desde fuera. No solo era cerámica, sino escultura, pintura, había dos hornos funcionando, uno para la cerámica y otro para el hierro. Un montón de personas trabajaban dentro en sus manifestaciones artísticas. Todos concentrados y parecían felices.

-¿Y todo esto solo pasa los viernes?

Ventura miraba con asombro el interior del hangar. Se decidió y entró en él. Olga, tras dudar unos segundos, le siguió un par de pasos por detrás. Todas las personas con las que se cruzaban, los saludaban como si fueran participes de toda esa actividad.

-Debéis ser Olga y Ventura. Soy Ethan. Tirso nos ha hablado de vosotros. Bienvenidos a los Viernes de Tirso.

El que les había abordado era poco más que un adolescente. Pelirrojo, con la cara llena de pecas. Dos hoyuelos en las mejillas realzaban su sonrisa enmarcada en unos labios carnosos y jugosos. Toda su cara irradiaba alegría. Los policías le saludaron chocando sus puños.

-Enseguida vuelvo con vosotros y os enseño todo esto. Tengo que encargarme de unos pequeños detalles de la comida. Estáis en vuestra casa.

Ventura lo siguió con la mirada. Parecía gratamente sorprendido por el chico.

-Vamos a ver como trabajan el barro esos. Te has quedado hipnotizado con ese joven.

-Me gustaría tener su alegría – fue solo un murmullo. Pero Olga lo pudo escuchar perfectamente. Le dio un ligero golpe en el brazo para que volviera a prestar atención al resto de personas que pululaban por el granero y dejara de pensar en lo que fuera que le llevaba siempre a volver a su gesto adusto y serio, aunque añorara la alegría que desbordaba el joven Ethan.

-Me llamo Isabel – una mujer que parecía ser la abuela de la mayor parte de las personas que veían, se acercó a saludarles. Era con diferencia la de más edad.

-Olga y Ventura – dijo éste a modo de innecesaria presentación. Parecía que todos sabían sus nombres y su profesión.

-Ethan me ha pedido que os haga de guía.

-Parece que el benjamín de todos tiene galones – comentó Ventura. – Y le pasa el testigo a la que parece tener más edad de todos los reunidos aquí hoy.

-Es imposible seguir su ritmo. Es hiperactivo. Él es el benjamín y yo la más vieja. Tienes buen ojo, Ventura.

-¿Y qué es todo esto? Nos esperábamos algo más … íntimo.

-Tirso quiere ayudar a todos los que de alguna forma hemos sido víctimas. Los viernes es el día que nos junta a todos para que nos sintamos acompañados y organiza una comida campestre con música y a veces hasta malabares circenses. Hoy es un día especial, de todas formas. Lo es por vosotros. Quería mostraros parte de lo que hace con su tiempo y su dinero. Y presentaros a algunos de los que están por aquí trabajando en sus hobbys.

-Esto es una vuelta de tuerca entonces a las reuniones de alcohólicos anónimos, por ejemplo.

-Es una forma de verlo.

-Perdona por la pregunta, no te ofendas por favor – Ventura no solo la pedía perdón de palabra, sino también con su gesto contrito – ¿Eres también una víctima o eres digamos una voluntaria? ¿Y ese joven Ethan?

-Por Ethan no puedo hablar. Mejor que os lo diga él si quiere. Yo soy víctima, sí. Y voluntaria. Soy un ejemplo más de mujer maltratada por su marido. Tengo mis días malos, pero en general, lo tengo superado. Veinte años lo aguanté. Pero a los cuarenta y cinco, una amiga me dio una torta y me despertó. Ahora tengo sesenta y tres. Los primeros meses … – Isabel hizo un gesto como indicando que había sido muy optimista al contar el tiempo – años, mejor dicho, los viví con un vacío … es la contradicción de la vida. Una de ellas. Esa persona que me anuló, que me maltrataba física y mentalmente, a esa persona la echaba de menos. Y a la vez, vivía con miedo de encontrármela. No aceptó de buen grado mi despertar y mi decisión de apartarme de él.

-¿Tienes hijos Isabel?

-Sí. Un chico y una chica. Ya son mayores, los tuve muy joven. Hace muchos años que casi no tengo contacto con ellos. Se fueron de casa en cuanto pudieron, sin mirar atrás. Y cuando me separé de mi marido, no consideraron que era una razón para acercarse a mí o para preocuparse por mi situación. Ahora tengo a todos estos que suplen un poco esa falta en mi vida. Intento no cometer los mismos errores que tuve al criar a mis hijos. Preocuparme por ellos, servirles de paño de lágrimas, respetarlos en sus decisiones, aunque no las comparta y apoyarlos a pesar de esa discrepancia.

-Es una pena que estas instalaciones solo se usen un día a la semana.

-En realidad se usan cuatro días y los viernes de fiesta, que se usan medio día. Los otros dos, Tirso los dedica a meditar en soledad. Los viernes, como os he dicho antes, nos juntamos todos. El resto de los días de actividad, puede que unos vengan y otros no. Depende de sus otras ocupaciones.

-Nosotros entonces, le vinimos a ver uno de esos días.

-Sí. Pero le sentó bien vuestra visita. Me llamó para contarme en cuanto os fuisteis. Os debe la vida, y os está muy agradecido. No os lo dijo, pero es así. Al principio tuvo miedo. Miedo de recordar, miedo de defraudaros, de que pensarais que vuestros desvelos no merecieron la pena.

Ventura fue a protestar, pero un gesto de Olga lo evitó.

-Comprobó que seguís siendo dos personas entregadas a cuidar de personas como nosotros. No todos los policías lo son. Ni los médicos. Ni los sanitarios en general. Muchos al ir a la policía en su momento, no encontramos el apoyo que necesitábamos.

-¿Toda esta gente es de aquí?

-Muchos son españoles. Yo no, soy de Minesotta. Ethan también es estadounidense, aunque habla muy bien el español. Se lo ha enseñado Tirso.

Ethan entró en el granero medio corriendo. Se subió a un pequeño púlpito que había cerca de la puerta.

-Amigos, el almuerzo está servido. – gritó a la concurrencia.

Todos empezaron a aplaudirle y a vitorearle. Él les hizo un además con la mano como indicándoles que no le tomaran el pelo. Cuando se bajó de la tarima fue al encuentro de Olga y Ventura.

-Tirso os espera. Me ha pedido que os pidiera perdón en su nombre, por no haberos atendido antes. Estaba ocupado con el almuerzo. Isabel, ya me encargo yo. Creo que tienes que ocuparte de unas cosas.

La mujer miró al joven. Olga creyó distinguir un cierto rictus de contrariedad, que dominó rápidamente. Volvió el gesto sereno y una ligera sonrisa.

Me ha encantado conoceros. Luego espero veros.

De nuevo, Ventura se quedó prendado de la actitud de Ethan. Y esta vez no pudo contenerse y se lo comentó.

-Me da envidia esa alegría que tienes siempre. De verdad.

-Gracias. Me sirve para superar los días o momentos de abatimiento. Intento ir siempre con la sonrisa por delante. Por mí y por los demás. Es una forma de conseguir que mi ánimo interior se contagie.

Olga les miraba fijamente. Ethan se dio cuenta y le enfrentó la mirada. Olga no pudo contenerse y alargó la mano para acariciarle la cara. Él tuvo un impulso y abrazó a la comisaria.

-Tirso tiene razón. Eres buena, Olga.

-Si un día vienes a España, te presentaré a unos amigos con los que seguro haces buenas migas.

-Tengo pensado ir. Cuando tenga dinero. Me gusta España. Tirso habla mucho de allí. Por eso estoy aprendiendo español.

-Ya os he dicho antes que lo habla muy bien. Hasta lee libros en español. – era Isabel que se había decidido a participar en ese momento íntimo que había protagonizado el benjamín.

Aunque había amagado con irse, la mujer parecía haber vuelto sobre sus pasos.

-Como si lo viera, de Jorge Rios.

-¿Cómo lo sabes? – el gesto alegre y sonriente de Ethan se convirtió de repente en uno de sorpresa.

-Todos lo leemos. Ya es una broma entre nosotros.

-Me encantaría conocerlo

-Esto también está en la mano de Olga – dijo Ventura – Así que si vas a España, uno de los amigos que te puede presentar es Jorge Rios.

-¿De verdad?

-Sí, de verdad. Vamos, que veo a Tirso que nos mira preocupado.

-Estará pensando que te estamos aplicando el tercer grado.

Esta vez sí, Isabel se fue en sentido contrario al que seguían Ethan y los dos policías. Se encaminaron hacia uno de los laterales de la casa. En la galería lateral había una mesa preparada para quince comensales. Tirso los esperaba allí y los abrazó.

-Me alegra que hayáis podido venir.

-Nos tenías que haber avisado de toda esta actividad. Hemos pensado al llegar que nos habíamos equivocado de finca. – había sido Ventura el que había hecho la broma.

-Mira Ethan, este hombre, cuando los dos éramos más jóvenes que tú, tocamos el piano durante todo un verano.

-¿Tocas el piano? – le preguntó Ethan con gesto ilusionado – A mí me gustaría, pero soy un negado.

-Bueno, tocar, si, lo toco, pero vamos, para …

-No le hagáis caso. Hace unos días tocó con otro viejo amigo, en un escenario, y lo hizo de miedo.

-Yo te doy parte de mi alegría y tú me das tu facilidad para hacer música.

-Por mí encantado. Te doy toda mi música por una décima parte de tu contento.

-Ni se te ocurra. Toda no. Yo quiero disfrutarla. Y no me habías dicho que tocaste con Tirso.

-A lo mejor porque no me acordaba.

-Pues no eres tan mayor para eso.

-Ya veo que todos estáis unidos en mi contra. – se quejó Ventura fingiendo resignación.

-Yo te defiendo – se apresuró a decir Ethan.

-Venga, sentémonos. Y comamos.

.

Jorge se quedó mirando a su sobrino Kevin fijamente.

-Te doy el doble de lo que necesitas. Pero si me cuentas de verdad para que lo quieres. No tiene un pase que me digas que lo quieres para unas zapas nuevas, porque las va a ver tu madre. Y te va a preguntar de donde has sacado el dinero. Y cualquier excusa que te inventes, va a ser peor que decir que te he dado el dinero yo.

Kevin bajó la vista y miró enfurruñado a su tío.

-Pero tío, no le tienes que contar nada a mis padres. No pueden saber que me has dado dinero a parte de la propina.

-¿Por qué? Tranquilo, que no se lo voy a decir. Pero ¿Por qué es una tragedia que se enteren que le regalo algo a uno de mis sobrinos?

-No les gusta que te pidamos dinero. Dicen que nos tenemos que acostumbrar a vivir con lo que tenemos.

Jorge levantó las cejas sorprendido.

-Tampoco te doy tanto. Con eso te da para una hamburguesa con tu novieta y unas pipas.

De repente a Jorge se le ocurrió una pregunta.

-Dime la verdad anda. ¿Os siguen dando propina?

Jorge solo con ver la cara de Kevin supo la respuesta.

-¿Tienen problemas? Les podría ayudar …

-Mamá me mata si se entera …

-Pues sí que se te ha contagiado mi dramatismo – bromeó Jorge.

-No te burles, tío.

-¿Quieres otra hamburguesa?

-Pues no te diría que no.

-Vete a pedir anda. Y pídeme a mí otra también. Pero ahora esa que tiene salsa barbacoa.

-Vale.

-Mientras te hago una transferencia …

-No, tío. Prefiero que me lo des en dinero. La transferencia se pueden enterar los papás.

-¿En tu cuenta secreta?

-Nunca ha sido tan secreta.

Jorge no le gustó enterarse de eso. Fue a preguntar, pero no le apetecía entrar en esas investigaciones. Quería disfrutar de Kevin hablando de otras cosas.

-¿Para que es?

-La cuota del curso de teatro. – Kevin bajó la vista.

-Pero eso …

-Devolvieron el recibo. Tres meses seguidos.

-Vamos a hacer una cosa. Vete a secretaría del cole …

-Mejor me vas dando el dinero y voy y lo pago en secretaría. Si no ven los recibos devueltos puede que se mosqueen.

Jorge se rindió. Sonrió y puso su mejor cara de cariño hacia su sobrino. Le abrió los brazos y éste, sin dudarlo, aceptó en abrazo de su tío. Aprovechó para besarlo en la mejilla varias veces.

-Rascas, tío.

Jorge lo apartó fingiendo enfado.

-¡Oye! Que no me ha dado tiempo a afeitarme … por venir a verte a todo correr. Llegué de viaje a las siete de la mañana, que lo sepas.

-¿La hamburguesa de beicon y salsa barbacoa?

-Y patatas fritas.

Kevin se levantó pero no había dado dos pasos cuando volvió.

-Ahora no le des al coco ni te preocupes.

-Que no. Vete anda, y pide.

Decidió hacerle caso a su sobrino y no darle al coco. Además, ya tenía bastantes cosas de las que preocuparse. Y con todos los gastos de la nueva tienda, era normal que su hermano y su cuñada estuvieran un poco apretados. Y lo de pedir ayuda, no era el fuerte de Gaby. Al menos a partir de un punto.

Jorge Rios”.

.

Las once personas que Tirso buscó para acompañar a Olga y Ventura en la comida, eran todos compañeros de viaje de Tirso en Anfiles. Habían tenido suerte y habían podido salir de Anfiles sin demasiados problemas. De todos ellos se encargó el Tirso auténtico de encontrarles una salida cuando dejaron de ser interesantes para la organización. Todos tenía cientos de historias que contar de sus experiencias en esa organización. En un momento determinado, Olga les pidió permiso para grabar sus testimonios.

-Pueden ayudarnos luego a comprender y apoyar a otros compañeros vuestros. Y quizás a detener y llevar a la cárcel a algunos de vuestros verdugos.

Se miraron todos. Y al final de común acuerdo, Tirso asintió con la cabeza.

Los relatos de esas diez personas no diferían en lo sustancial de otros tantos que Olga había escuchado. Todos tenían sus matices y a cada uno de esos hombres, les había repercutido de una forma distinta. Ventura no estaba tan acostumbrado como Olga a escuchar esas vivencias. Se le notaba compungido en muchos momentos, y en otros directamente sobrepasado. Ethan que se había sentado a su lado, estaba pendiente y procuraba romper ese sentimiento de congoja con alguna broma.

-Olga conoce a Jorge Rios – exclamó de repente Ethan. – Me lo ha dicho antes.

Ese comentario originó en la mesa una algarabía inusitada. Todos querían comentar a la vez alguna novela de Jorge, o sus experiencias al leerlas. Sobre todo, querían que Olga les contara cosas del escritor.

-Olga por favor, consigue un saludo de Jorge para los proscritos de Carolina del Norte.

-De haberlo sabido …

-Llámalo, anda. Dos minutos y que nos mande un saludo. Preparo en un momento la pantalla ¿Te parece Tirso?

La ilusión que transmitía Ethan hacía muy difícil para Olga quitarse ese marrón de encima. Tenía que llamar a Jorge y que éste estuviera en disposición y en un sitio adecuado para hablar con ellos. Y era además, ponerle en un compromiso. Todo lo que estaba viviendo en esas horas, eran situaciones que dejaban a uno con pocas ganas de ser agradable con nadie. Y según las noticias que le iban transmitiendo, solo con asumir el estado en que quedaron los coches de la comitiva señuelo después de deflagrar la bomba, tenía motivos para hundirse en la melancolía para semanas.

-Llama a alguno de los que estén con él de guardia. – le susurró Ventura – para tantear en que situación está.

Olga se disculpó y se levantó de la mesa. Se alejó e hizo algunas llamadas. Cuando volvió le tendió su teléfono a Ventura.

-¿Lo preparas? Esperemos que todo vaya bien.

Ventura sonrió.

-Claro.

-Vamos a intentarlo, pero no es seguro que lo consigamos. Está en un sitio con mala cobertura.

Mientras Ventura y Tirso preparaban el equipo para que todos pudieran ver y escuchar a Jorge, el resto de las personas que habían compartido mesa con algunos otros compañeros que habían comido en otras, asaetaron a Olga a preguntas sobre Jorge. Todos estaban deseosos de conocer detalles del escritor y también saber si algunos de esos personajes que salían en sus novelas eran reales. El frutero y el niño de quince años, parecían los preferidos. Y la barrendera con pintas de Paulina Rubio.

Olga respondió a todo como pudo. Tuvo que hacer memoria sobre algunas de sus conversaciones con Carmen sobre comentarios que le hacían los escoltas sobre los encuentros con las personas cercanas del barrio, con los que tuvieron ocasión de hablar ellos mismos. Cada uno de los que estaban allí, tenían una novela preferida. “Tirso” era citada por muchos, pero “la angustia del olvido” y “deLuis” también eran citadas a menudo.

-Diles por favor que yo no soy el “Tirso” de la novela. No me creen – dijo Arlen fingiendo desesperación.

-¿No lo eres? Pero bueno, me has tenido engañada – bromeó Olga. Se puso seria y les aseguró poniendo toda su capacidad de persuasión, que el Tirso de la novela, no era el Tirso que era su anfitrión ese día y que se dedicaba a apoyarles.

-Algunos ya lo sabéis – les dijo mirando fijamente a tres de ellos.

Esos tres bajaron la cabeza, pero no abrieron la boca. No querían indicar al resto que ellos si habían conocido al “Tirso” de la novela. Olga fue a citar a Germán, pero se lo pensó mejor y ya que ninguno lo había sacado en la conversación, pensó que habría alguna razón que se le escapaba para que eso hubiera sucedido así. Intuía que de los más jóvenes, se había encargado ese último y no Tirso.

Tuvo un flash y se le puso un velo de preocupación en la cara. Todos parecían muy partidarios de la causa. Pero … de repente le apareció en su mente la idea de que alguno de ellos fuera un infiltrado. Quizás entre todos los que estaban ese día allí, casi treinta personas calculaba, uno de ellos o varios, eran de esos que al salir de Anfiles se habían convertido en sus mercenarios. Uno de esos que se pasaron al lado de los verdugos.

Del equipo de vídeo salieron unos ruidos que anunciaban que estaban haciendo pruebas de conexión. Vio fugazmente en la pantalla a Iker y a Fernando. Como una sombra, vio también a Aitor, con la cara tapada con un pasamontañas como los que utilizaba los beltzas de la Ertzantza. Aitor miraba a la cámara y debía tener una pantalla en la que la vio, porque le lanzó un beso con la mano. Ella se lo devolvió rápidamente. Le pareció que Aitor lo había visto, porque vio su sonrisa asomando por el hueco de la boca del pasamontañas. Carmen andaba por allí con JL. Hablaban muy serios. Vislumbró en la ropa de Carmen restos de vómito. Eso la hizo saber que los descubrimientos que habían hecho eran de los que eran difíciles de soportar. Eso colocaba a Jorge en el centro de toda la operación, a parte de ocuparse de Aitor, que también notó Olga, que estaba sufriendo multitud de dolores, como siempre. Estuvo segura de que no iban a disfrutar al mejor Jorge. O a lo mejor sí. A lo mejor eso le espoleaba a acercarse más a sus oyentes.

-Ya estamos. – gritó Ethan eufórico.

Olga atendió a un gesto de Ventura para que se acercara.

-Es mejor que hagas tú las presentaciones. Parece que Jorge estaba a punto de irse. Dani está con el resto de invitados haciendo una visita a unos amigos. No sé si he entendido que en Milagros, un pueblo …

– … de Burgos. Una casa que tienen Dídac y Néstor en ese pueblo. La conozco.

-Debe de estar agotado. Tus chicos parecen sobrepasados por lo que han vivido.

-Ya he visto la cara de Carmen. Los demás estarán parecido. Me hago cargo.

De repente Jorge apareció por un lateral y se puso frente a la cámara.

-Olga, cariño. – saludó a la comisaria a la vez que la sonrió.

-Jorge, perdona que te asaltemos de esta forma, pero estoy aquí en Carolina del Norte con unos amigos que nos han invitado a comer a Ventura y a mí. Y …

-Me tienes que presentar a ese Ventura. No me has hablado de él. ¿Es el que está a tu lado?

-Es guapo ¿Verdad? – la cara de Olga reflejaba el tono alegre que quería darle a la videoconferencia.

Jorge se echó a reír.

-Lo es sí. Y todos …

Pero Jorge no apartó la mirada de Ventura. Esto incomodó al agente del FBI que pensó que lo estaba radiografiando físicamente.

-Estoy aquí, y os estoy oyendo – bromeó también Ventura, sobreponiéndose a esa idea que había aparecido en su mente.

-Iba a decir que como todos los que te acompañan. Hoy me das envidia Olga. Buenas tardes a todos.

Olga se apartó un poco del primer plano y así la cámara tenía una visión del grupo al completo. Ahora alrededor de la mesa estaban casi todos los que ese día estaban en la reunión de los viernes en casa de Tirso.

Se pusieron a aplaudir con ganas. Muchos se levantaron de las sillas emocionados.

A Olga le extrañó que como fondo tras la imagen de Jorge, ahora se venían a tres miembros de los GAR con la cara cubierta y pertrechados con todo su equipamiento. JL parecía no tenerlas todas consigo y quería asegurarse de que a Jorge no le pasara nada. Y seguramente también quería conseguir que no saliera en la transmisión nada de lo que había pasado allí. Había notado a los escoltas habituales de Jorge bastante cansados. Fernando y Raúl por ejemplo. Y a Nano y Carola también. Debía haber sido una experiencia agotadora. Quizás JL había querido dejarles respirar un poco para que se recuperaran. Si tenían que emprender viaje a Milagros, deberían descansar un rato.

-Oye, Olga, antes de que se me olvide, por favor, saca una foto de todos así en grupo. Me gustaría incluirlos en alguna de las ediciones especiales que estoy preparando de mis libros.

-Claro, ahora la saco y te la mando.

-A ver contadme. ¿Habéis leído ya “La Casa Monforte”?

-Yo me la leí en dos días. Te lo juro. No podía dejar el libro. Es acojonante.

Aunque Ethan había hablado en inglés “acojonante” lo había dicho en perfecto castellano. Eso hizo reír a Jorge.

-¿Cómo te llamas? Pareces el peque de todos.

-Soy Ethan. Y que sepas que soy el mayor fan.

-¿Nos conocemos Ethan?

-Qué mas quisiera. Te juro que estoy ahorrando para tener dinero e ir a España, más ahora que Olga me ha dicho que me va a llevar a verte.

-Entonces eres de allí.

-Sí.

-Pues lamento haberme equivocado y no conocerte. Me hubiera gustado que hubiera sido así. Esperaré ansioso a que vengas a España entonces.

-Voy a quitarme hasta de comer para ahorrar más deprisa.

-Eso no. Tú tranquilo que tenemos toda la vida para charlar y abrazarnos. Porque espero que cuando nos veamos me abraces.

-¡¡Claro!! Joder, que ilusión.

-Venga, por turnos, decidme quién … pero a ti sí que te conozco.

El gesto de Jorge se había vuelto serio. Olga negaba con la cabeza. No era de sorpresa, porque esas cosas ya no le sorprendían del escritor. Estaba señalando a Arlen.

-¿Cómo te acuerdas si era un crío?

A Jorge se le iluminó la vista. De repente unas cuantas piezas encajaron en su cabeza.

-Tirso. – dijo lentamente. Tuvo el impulso de decir su nombre verdadero pero se contuvo a tiempo. Quizás una pequeña mueca que vio en Ventura le hizo tener cuidado. Se apuntó mentalmente en llamar a Javier para recriminarle que le hubiera ocultado que Olga había encontrado al hermano, al menos sobre el papel, de Carlota Campero.

Jorge empezó a mirar a todos. Solo podía ver bien a los que habían compartido mesa con Olga y Ventura, que eran los que estaban en primera fila. Según les miraba les sonreía.

-No me lo puedo creer. Lo habéis logrado. Me hace muy feliz veros reunidos, aunque sea a miles de kilómetros.

-Sácanos de dudas, escritor – Ethan de nuevo había tomado la palabra – Algunos pensamos que Tirso, nuestro Tirso, es el de tu libro. Él dice que no.

-Pero bueno. ¿No me creéis cuando os digo que no tengo nada que ver con el Tirso de la novela? ¡Que decepción! – Tirso no perdió la ocasión de bromear con sus amigos. – Y vais y le preguntáis a una persona que acabáis de conocer. Y a más, después de que Olga os lo haya asegurado hace un rato. No os vuelvo a invitar a comer. Nada. El próximo viernes pagas tú, Ethan.

-Pues comeremos alfalfa recién segada – el benjamín soltó una carcajada.

Jorge relajó su mirada y sonrió.

-Pues os ha dicho la verdad. Tirso, el de la novela, solo es un personaje.

-Eso no me lo creo.

-Pues créetelo. El Tirso de la novela reúne a muchas personas. Y ninguna de ellas es vuestro amigo.

-Mi novela preferida es “La angustia del olvido” – dijo uno de los que estaban en primera fila.

-La mía es “deLuis”.

-La mía también. Y ahora “La casa Monforte”. Es un chute de esperanza y alegría.

-Y el malo de “deLuis” ¿Va a tener una novela? – preguntó otro.

-¿Cómo te llamas? Decidme por favor vuestros nombres de pila. Para saber quienes sois.

-Enrique – dijo el último que había hablado.

-Pues Enrique, te anuncio que aunque tendrás que esperar un poco, esa novela llegará.

-Hazle pasarlas putas – dijo otro. – Perdón, me llamo Julio.

-Yo creo que a Sergio el de “deLuis” le tienes que dar pal-pelo.

-¡Olga! No me has dicho nunca cual es tu novela preferida de las mías.

La comisaria masculló a la vez que negaba con la cabeza.

-Nunca me decido por ninguna. Me gustan todas.

-Alguna te gustará más. Aunque sea por un detalle pequeño.

-Pues te voy a empezar diciendo la novela preferida de mi hijo, que esa la tengo clara: “deRosario”. Creo que la habrá leído cinco o seis veces. Y habla con pasión de ella. Se sabe de memoria párrafos enteros.

-Pues es larga – dijo alguien al fondo en tono jocoso.

-¿Cuál no? – Julio siguió con la broma. – Pero a mí me resultan cortas, porque no quiero que acaben. Me gustaría que todas tus novelas no tuvieran final. Que cada vez que cierro el libro, cuando lo abra de nuevo, aparezcan doscientas páginas más. Y así siempre.

-Si lo miras bien, todas sus novelas en realidad son una. – apuntó Enrique.

-Pues también tienes razón. El mundo de Jorge que va de novela en novela, sus protagonistas, son en realidad los de su novela única, que tiene capítulos que son en realidad cada una de las novelas en sí.

-Me gusta esa forma de verlo, Ventura. – le dijo Jorge.

-Es que es cierto – dijo Ethan chocando el puño con Ventura. – No me había dado cuenta.

-Olga no me has dicho al final cual es tu preferida.

-Si me tuviera que decantar por una, sería “Todo ocurrió en Madrid”. Y “Las Gildas”, tu novela olvidada.

-Yo también me apunto a “Las Gildas”, dijo Ventura.

-Me gusta que la citéis. Casi nadie la cita cuando pregunto.

En ese momento Fernando se puso a su lado.

-Olga te veo bien – saludó a la comisaria. – Siento ser aguafiestas, pero os tengo que interrumpir. Nos tenemos que ir.

-Nada no te preocupes. Y gracias por el piropo. No te lo devuelvo, porque te noto hecho una piltrafa.

-Lo está – se rio Jorge. – Que a ver, a todos vosotros, que nos vemos cualquier otro día. ¿Cuándo os juntáis?

-Los viernes. Hacemos comida.

-Pues un viernes, volvemos a montar este tinglado y comentamos cosas. ¿Os parece?

-Ok, escritor – dijo Ethan emocionado.

-Muchas gracias por leerme y por vuestro apoyo – les dijo Jorge.

Fue el momento en que todos volvieron a aplaudir y a levantarse. Olga se unió con su famoso chiflido, que casi deja sordo a Ventura que estaba a su lado. Jorge les saludó con la mano a modo de despedida y la comunicación se cortó.

Jorge cambió el gesto radicalmente cuando supo con certeza que ya no le podían ver.

-Escribe a Olga, Fernando, y pregúntala por la mujer que estaba en un lado, apartada de todos. La que no ha participado.

-¿Por?

-No sé. Algo me ronda la cabeza. Si puede preguntar e indagar, mejor que mejor.

-¿Y al chavalín? ¿Lo conocías o te has equivocado de verdad?

-Ya hablaremos de ello, Fer. Vámonos que tengo ganas de dormir. Y tú a mi lado.

Fernando fue a protestar pero Nano le hizo un gesto rotundo para hacerle ver que se ocupaba él de todo.

-Vamos.

.

Éste segundo día, Olga de nuevo volvía a estar agotada. Ventura no estaba mucho mejor. Eso consolaba a Olga de alguna forma. En cuanto se bajaron del coche, Olga le cogió del brazo y apoyó la cabeza en el hombro del agente del FBI.

-¿Cenamos donde ayer?

-Sí, no nos compliquemos. Se comía bien y está casi puerta con puerta con el hotel. Pero pide más patatas, que son raciones pequeñas.

-¿Pequeñas? – Ventura no pudo evitar el tono de chufla. Se hubiera echado a reír si hubiera tenido fuerzas.

-Creo que mañana nos lo debemos tomar con calma. Y ni se te ocurra mirar el móvil. No sé si confiscártelo …

-Te va a dar igual. Si quieren decirme algo, ya buscarán el tuyo.

-Ya lo he apagado. ¿Tienes hambre?

-Mucha – contestó Olga – Y tú debes tenerla. Si entre escuchar a unos y a otros, luego tú preparando la videoconferencia con Jorge, no hemos comido nada. Y eso que todo estaba muy rico. No he podido comer ni una de esas mazorcas de maíz.

-Tienen en el restaurante. ¿Te pido una?

-O dos.

-¡¡Olga!!

-Si no ceno, no puedo dormir.

-A veces pareces una niña pequeña.

-Cuando estoy cansada, lo soy. Siento mostrarte mis debilidades. A lo mejor mis enemigos tienen razón y soy débil.

-No digas bobadas anda. Te lo perdono porque no sabes a estas alturas dónde tienes la mano derecha.

De nuevo, Ventura pidió comida como para cinco personas. Y aún así, estaba seguro que Olga acabaría por comerse parte de su última hamburguesa. Y sus patatas. Había una cosa en la que Olga tenía razón: apenas habían probado bocado. Y luego, con la euforia que había provocado la videoconferencia con Jorge, la merienda la vieron pasar por delante de ellos.

Apenas comentaron nada en la comida. Solo vaguedades sobre lo que habían vivido ese día. Después de que Jorge cortara la comunicación, la charla se había animado. Tirso hizo una especie de queimada con un toque especial que Olga no acabó de pillar. Le preguntó a Arlen, pero éste sonrió y no contestó. Eso animó a todos a sincerarse todavía un poco más.

Los dos se dedicaron prácticamente a escuchar. Ethan hizo de moderador de la charla. Era un joven increíble. Y como siendo el más joven con diferencia, el resto le mostraban respeto y sobre todo, un cariño inmenso. A Olga le hizo gracia que pese a ello, el joven siempre parecía buscar la compañía de Ventura. De alguna forma esos dos habían conectado.

-¿Te ha contado Ethan algún secreto de su vida?

Ventura masticaba despacio la primera de las hamburguesas que se había pedido.

-No. He pensado en preguntarle, pero al final me he arrepentido. Parecía tan feliz … te lo juro, me da una envidia … Ojalá fuera como él.

-Puede que sea el que más sufra de todos. No te engañes. Y mira, tú sientes fascinación por él, por la alegría que transmite, pero él parecía estar muy a gusto a tu lado. Será que le atraen las personas enfurruñadas.

-¡Hoy no he estado enfurruñado! – el tono de queja era manifiesto en sus palabras.

-Has estado menos, pero lo has estado. Y te repito: ten presente que Ethan …

-Estoy seguro de que es así, Olga. Sufre mucho. Pero se mantiene a flote con esa actitud que …

De repente a Olga se le ocurrió una cosa, que la desanimó. Intentó apartarla de su cabeza y sobre todo de su cara. Pero Ventura había visto esa nube que opacaba los ojos de la policía.

-Ya. Piensas en Humberto, el personaje de “Calla y corre, amor”. Siempre alegre hasta que un día sus compañeros de piso se lo encuentran muerto en la bañera con las venas rebanadas.

-Jorge lo ha conocido.

-Si es estadounidense, es improbable que lo haya … solo ha venido aquí de promoción.

-No sabemos nada de él. Ni de Isabel. Ya te he enseñado el mensaje de Fernando. Jorge le ha pedido que lo mandara antes de quedarse dormido nada más sentarse en el coche.

-Creo que los que estamos en este caso, el día menos pensado vamos a morir, no por los disparos de los malos, sino porque nos vamos a quedar dormidos al volante. Creo que no podemos … podéis seguir con este ritmo. Lo mío al fin y al cabo es temporal.

Ventura esperaba que Olga volviera al ataque para convencerlo de que se uniera a ellos. Pero no lo hizo. Siguió comiendo su segunda hamburguesa y picando patatas de vez en cuando. Un camarero les acercó una ensalada como invitación de la casa.

-Les ha debido parecer que nos íbamos a quedar con hambre. – bromeó Olga.

-O que necesitábamos algo libre de grasa. – Ventura se echó a reír.

Comieron durante un rato en silencio.

-Ha debido ser algo terrible la operación de hoy. Todos parecían abrumados y superados.

-Pues imagina las fotos del otro día. Habrá sido más de lo mismo. Pero con tres días de diferencia. Tres días en los que nadie les habrá dado de comer, ni de nada.

-¿Te han contado algo?

-He visto algún mensaje. No he querido leerlos en profundidad. Ya he tenido bastante con las historias de los chicos de hoy.

-Alguno tiene secuelas importantes.

-Los que he visto hasta ahora, en general tiene problemas para dormir. Casi todos. Problemas de ansiedad, la mayoría. Depresión. Odio por su cuerpo, algunos. Indiferencia al sexo, bastantes.

-Entonces como los que hemos visto hoy.

-Y como Arlen.

-Y Ethan. Me he fijado que tiene ojeras.

-¿Ves? Candidato a ser un Humberto cualquiera.

-No jodas. Me rompería los esquemas que acabara así.

-Bueno. Procuraremos darle apoyo.

-Tengo su teléfono.

-No te impliques demasiado con él. Te ha caído bien, vale. Pero … no quiero que lo pases mal si a él le ocurre algo.

-A lo mejor si le presionamos para que nos cuente … es contraproducente.

Olga movía la cabeza.

-Si no se libera, si no confía en alguien y cuenta lo que le ha pasado, nunca volverá a estar bien. Cualquier detalle puede volverlo a llevar a esa pesadilla que intenta olvidar. Y eso puede llevarle, por la desesperación, a tomar algunas malas decisiones.

-¿Ves por que no quiero volver?

-Solo te diré una cosa, Ventura: te quiero a mi lado. Te necesito. Creo que nos puedes ayudar mucho. Eres como nosotros.

-No soy tan fuerte como vosotros.

-Si siendo un crio has ayudado a Arlen y a Guillermo, que sepa, siendo adulto, aunque joven todavía, y guapo …

-¡Vete a la mierda! – Ventura se echó a reír. – Lo de guapo te lo podías haber ahorrado.

-Te lo ha dicho Jorge.

-No creo que Jorge tenga la acreditación de tener la opinión definitiva sobre la belleza de los hombres.

-No la tiene, pero su opinión es como otra cualquiera, igual de válida al menos.

-Te recuerdo que tiene pareja.

-Y, como has demostrado antes con Carmen saber tanto sobre él, sabrás que tienen una relación abierta.

-Remedio le queda. Dani es … muy sexual.

-¿Por qué sabes tanto de ellos? ¿Los conoces?

-Si la opinión de Jorge es tan … acreditada, si te has dado cuenta no me ha reconocido.

-Jorge tiene un máster en disimular sapiencias.

Olga mordisqueaba despacio una patata frita mientras miraba expectante a Ventura.

-Sé lo que se dice por ahí.

-Mentira. Prueba otra vez.

El gesto de Olga mostraba expectativa y un poco de socarronería.

-¿No estabas cansada?

Ventura habló dedicando solo una mirada fugaz a su compañera. No se atrevió a fijar sus ojos en los de ella.

-Investigué.

Casi fue como si se le escapara. No lo pudo evitar.

-Desarrolla por favor.

-Todos hablaban mal de él. En realidad de ellos, de Jorge y Dani. En la comisaría de Termas. Éste acababa de ser nombrado comisario entonces sustituyendo a Castro. Castro era un gran hijo de puta. Un tipo que denigró todo lo que pudo el uniforme de la Policía Nacional. Y aún así, cuando se jubiló, le dieron honores, condecoraciones y una cena de despedida multitudinaria que no se sabe como la pagó, por cierto. Antes de jubilarse, se ocupó de designar a su sucesor, de su misma cuerda.

-Después ha tenido algunos problemas judiciales. Fueron saliendo a la luz algunos casos en los que su actuación no fue … la mejor.

-Eso será porque os habéis ocupado vosotros.

-No solo nosotros. Están a punto de quitarle algunos honores.

-Es mal enemigo.

-Ya lo sabemos. Procuraremos que no pueda consumar sus deseos de matarnos. Se están acelerando ahora. Sobre todo con Javier.

-Pensarán que así podrán poner en su lugar a alguien de su cuerda.

-¿Quién crees que se postula?

-¿Úbeda?

Olga se quedó pensativa.

-No se me había ocurrido.

-Es uno de sus tapados.

Ventura fue a coger su última hamburguesa. Cometió un error al mirar a Olga justo en el momento en que le iba a pegar el primer mordisco.

-No me lo puedo creer. ¿Todavía tienes hambre?

El agente del FBI volvió a dejar la hamburguesa en el plato y llamó al camarero para que les trajera más patatas y dos hamburguesas.

-¡Qué exagerado! – dijo Olga con la boca llena de la hamburguesa que le había cedido Ventura. Éste solo la miró sin decir nada. Empezó a picotear de la ensalada. Eso era lo único que no le iba a quitar la comisaria.

-¿Por qué no me cuentas lo que descubriste en tus investigaciones?

Olga le sonrió de nuevo con la boca llena.

-Ya sabes la mayor parte de las cosas.

-Me gustaría oírtelo contar a ti. Tu forma de verlo.

-Tú sabrás. Puede ser largo.

-Te escucho.

.

Tardaron casi una hora en salir del restaurante. Como no podía ser de otra forma, a Olga se le antojó probar el surtido de postres para acompañar a lo que Ventura estaba contando.

-Me he dejado antes la tablet en tu habitación – comentó Ventura.

-Pasa y la coges. Espero que no se te ocurra ponerte a mirar nada.

-Así te recojo …

-Ni se te ocurra. Mañana lo hacemos. Y mañana sin prisas.

Entraron en la habitación. Olga fue casi directamente al baño mientras Ventura buscaba su tablet. Cuando la comisaria salió del aseo, se encontró a Ventura tumbado de medio lado en la cama. Se acercó asustada. Pero enseguida se dio cuenta de que se había quedado dormido. Le quitó los zapatos y abrió la cama. Lo acomodó en ella y lo tapó. Sintió el impulso de besarlo en la mejilla.

-Que bobo eres. Aguantar hasta este extremo. Vas a tener razón, corremos más peligro en la carretera volviendo a casa a descansar que por acción de nuestros enemigos.

Le acarició suavemente la cara para quitarle la señal del pintalabios que le había dejado al besarlo. Luego volvió a entrar al baño para desmaquillarse.

.

Una mañana como otra cualquiera. conducía su coche camino de su trabajo. Acababa de tomar café en uno de sus bares preferidos. Bromas con las camareras, risas, un chute de energía para afrontar un nuevo día.

Hacía ya meses que cada día constituía un suplicio para él. El ánimo brillaba por su ausencia. La vida pasaba sin alicientes. Los recuerdos tristes, anidados en su corazón parecían dominar su vida. Su recuerdo … la separación … “es por vuestro bien, juntos corréis peligro”. “Os pueden matar”.

-¿Qué más me da que me maten, si ya estoy muerto?

Lo murmuró entre dientes, con la mandíbula apretada. Muchos días acababa con dolor en ellas. Siempre estaba apretando los dientes, los labios.

Esperaba para cruzar una intersección. De frente venía un camión de reparto. Tenía prisa. Le hubiera dado tiempo a pasar, pero … no confiaba en su capacidad de reacción. Y el camión venía verdaderamente deprisa. Cuando lo tenía a unos pocos metros, se fijó que venía contra él. Miró la cabina y vio al hombre que conducía hablando por su móvil. No miraba la calle aunque cada vez parecía acelerar más. Iba contra él. Otro coche estaba parado detrás de él y empezó a tocar el claxon. Parecía asustado. No hizo amago de moverse. Pensó por un momento en la posibilidad de que ese camión se estampara contra él. Morir aplastado y rodeado de botellas de Coca-Cola. Poner fin a ese deambular por la vida arrastrando los pies, que muchos días apenas podían mantenerlo erguido. Alguna vez pensó que las personas con las que se cruzaba, pensarían que estaría borracho. Sí, era un buen final. Su amor no se enteraría de la desgracia. “Por vuestra seguridad, no podéis mantener el contacto”. Y así lo hicieron. Pero la vida, sin la persona que amas ¿Tiene algún sentido? “Podréis rehacer vuestra vida”. ¿Qué vida?

El coche de atrás, y el de más atrás arreciaban en tocar el claxon. Miró un segundo por el espejo y vio la cara aterrada de la mujer al volante. El camión apenas estaba a unos metros. Casi podía sentir ya el choque. Soltó el embrague lentamente y pisó el acelerador. Giró el volante a la derecha para apartarse. Lo mismo hicieron los dos coches que esperaban detrás de él. El conductor del camión de reparto debió ver algo o escuchar algo que no fuera lo que le decían por el teléfono. Lo vio abrir mucho los ojos y pegar un frenazo. Eladio aceleró: ya que había decidido no morir en ese momento, no le apetecía tener que asistir al accidente del camión, ni que las cajas de Coca-cola le estropearan el coche. Siguió calle adelante, aunque no era por la que debía ir. Escuchó un estruendo detrás de él al volcar el vehículo de reparto. Luego leyó en un periódico digital que se había estrellado contra unos coches aparcados. Miró por el espejo y vio como le seguían los mismos dos coches, que también habían decidido seguir un camino que no querían. La conductora del primero suspiraba aliviada adornando el suspiro con una ligera sonrisa. Seguramente había pensado que había salvado el pellejo de Eladio y el suyo propio por su persistencia en el claxon.

-Si tu supieras amiga …

Pero ella no tenía la culpa. Porque a ella también le hubiera tocado. Y no era justo que esa desconocida, pagara por que él, Eladio Pérez, un día, tuviera que separarse de su amor. Pero otro día, quizás, un día sin que nadie sufriera las consecuencias, se quedaría parado esperando la colisión. Y el sinsentido de su vida, llegaría a su fin.

Jorge Rios.”