Necesito leer tus libros: Capítulo 110.

Capítulo 110.- 

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Todo era nuevo para Nico. Nunca había montado en avión. Nunca había estado en un aeropuerto.

En el aeropuerto de Madrid le sorprendió que todos los guardias con los que se cruzaron, parecían conocer a Garrido. Y todos lo saludaban con respeto, pero también con cariño. Con alguno se paraba a hablar y se sabía sus nombres. Eso le parecía asombroso.

Un coche oficial les esperaba en la salida restringida de autoridades.

-No le esperábamos tan pronto – le saludó la guardia Iria.

-Cambio de planes. Ya sabes.

-Han avisado a Vigo para que no le esperen hoy.

-Bien.

-¿Dónde vamos?

-A la Unidad. Nos espera Carmen y Melgosa.

-Perfecto.

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Jorge se levantó e hizo un gesto a Nano.

-Tenemos que irnos. Es la hora.

-¿Qué vas a hacer? – le preguntó Carmen.

-No lo tengo decidido. Esto funciona así. Por pálpitos del momento. No sé por qué, pero es así. Es una de las pocas cosas que tengo claras de esa parte de mi vida.

-Hay unidades preparadas para actuar.

-Esperamos que la suerte nos ayude y haga que todo se coordine de la mejor manera posible.

Carmen sonrió.

-Quieres darles antes de.

-Partirles la crisma, sí. Ten en cuenta que en el otro tema que tenemos entre manos, me estoy conteniendo. Y no sabes lo que eso me cuesta.

-¿Estáis hablando en clave o solo me lo parece a mí?

-No cariño. Solo que a veces, ya se lo dije a Carmen el otro día, me apetecería ser como uno de los personajes de Bruce Willis o del Ex-Gobernador de California. Manda cojones, ese tipo, Gobernador.

-Tiene un hijo que está bueno.

-Todos sus hijos son guapos.

-Dejemos al amigo Arnorld con sus cosas.

-Debes irte sí. Me vas contando.

Jorge asintió con la cabeza. Dio un beso a Carmelo y Nano y él salieron de la sala.

Jorge Rios.

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En el trayecto, Nico y Garrido apenas hablaron. Los dos estaban pendientes de sus teléfonos y de toda la información que les iban pasando. El caso de Líam era más complejo de lo que suponían.

-¿Por qué tengo la impresión de que aquí hay personas que no están interesadas en que esto se investigue?

Garrido sonrió con pesar.

-Porque es lo que es. Alguien ha dado la orden de que este caso, duerma el sueño de los justos. – respondió Garrido guardándose el móvil. Ya habían llegado a la sede de la Unidad. Iria dio al mando que le abriría el garaje. Una vez en el sótano, dejó a Garrido y a Nico a la puerta de los ascensores.

-Tengo que coger la bolsa con mis cosas. – avisó Nico a su jefe.

-Tranquilo. He llamado a mi mujer para que te prepare la habitación de invitados. Así conoces a Líam, del que me has oído hablar antes.

-Pero tiene cuatro hijos. Yo solo sería una molestia.

-Tamara, la melliza de Líam, Kike de once años, que es el jefe de todos. Y Miguel, el callado, el peque. Creo que con él vas a conectar enseguida. Es tímido hasta decir basta. Pero a la vez, es el más sensible.

-Por eso es tímido – dijo Nico sin dudar. – Lo que siente, le asusta. Y piensa. Siente cosas que nadie percibe.

-¿Ves? Ya has conectado con él antes siquiera de conocerlo.

Se abrieron las puertas del ascensor en la Unidad. La policía que estaba en la recepción saludó con cercanía a Garrido.

-María, te presento a Nico. Es un nuevo miembro del equipo.

María y Nico se dieron dos besos.

-La madre del cordero, eres más alto y más guapo que en la pantalla – Tere se había acercado a saludarlos.

-Es Tere, una de las mujeres fundamentales del equipo de Javier.

-Encantado.

-No me jodas, no me traigas a chicos tan altos que me tengo que poner de puntillas para darles un beso. Joder, es tan largo como Carmelo.

Patricia también se había acercado a darles la bienvenida.

-Bienvenido Nico. Has estado muy bien en Somo.

-Patricia, la jefa de gabinete de Javier.

-Ya estamos con lo de jefa de gabinete. La de los marrones. Esa soy yo. Están esperándoos en la sala de reuniones.

-¿Está Javier? Pensaba que solo estaba Carmen.

-Ha llegado hace un rato. Pero ha venido de tranqui. Creo que sigue necesitando unas horas de dormir.

-¿No vas Pati?

-Ahora. Tengo que pegar un par de voces. Hoy me van a dar las mil de nuevo. Todo se ha juntado, joder. Por cierto, Rui, los chicos parecen revivir poco a poco. Los que encontraste tú y los de Jorge y Carmen. JL ha llamado hace un rato. Se viene también. Creo que quiere echarte la bronca por meterle en este lío.

-Va, pero si le gusta.

-Eso le he dicho yo. Pero me ha colgado – Patricia se echó a reír después de encogerse de hombros – Creo que Carmen se lo va a tener que llevar al karaoke para que mejore su humor.

Nico miraba sorprendido a todos en la sala. Era un hervidero de actividad. Pero el ambiente era tan distinto al que había vivido hasta ese momento … empezó a sentirse a gusto, sin apenas darse cuenta.

-Tú debes ser Nico. Bienvenido. Soy Bruno, el de la oficina. Hay otro Bruno, el de la escolta.

-Bruno es un as con las telecomunicaciones y muy paciente y concienzudo para demostrar que quien jura que no estaba, si estaba. Es además un buceador consumado y experto en los archivos. Tú pide que él encuentra.

Cuando se separaron de Bruno, Nico le mostró su extrañeza por lo que veía.

-Y usted se conoce a todos. Y lo que hacen. Y no son guardias. Y en el aeropuerto, muchos guardias … los conocía. Y sus nombres.

-Javier y yo nos conocemos hace tiempo. Hemos colaborado muchas veces. Él conoce a mi gente y yo conozco a la suya. No podemos conocer a todos, pero lo intentamos. Y de los que tenemos más cerca, intentamos saber todo de ellos: sus problemas, sus alegrías, si necesitan una mano en una mudanza, por ejemplo. Vamos todos. Siempre hemos pensado que hacer piña con nuestro equipo es la mejor forma de que todos estén a gusto y que las cosas funcionen. Aquí, Javier es Javier. Carmen es Carmen. No son comisarios y menos jefes. Yo soy Garrido o Rui para los más cercanos. Y no me trata nadie de usted. Nos juntamos todos a comer, a merendar, hacemos competiciones de tiro entre todos …

-¿Y quién gana?

-Suele andar entre Javier, Olga y Carmen. Menudas tres. Alguna vez les ha hecho sombra Alberto, un poli que está ahora camuflado. Y es alto, ahora que pienso – Nico se sonrió por la broma. – Olga es la que más veces gana.

Llegaron a la sala de reuniones que tenía las persianas bajadas. Javier levantó la cabeza de los informes que estaba leyendo en su tablet. Sonrió y se puso de pie para saludar a los recién llegados.

-Nico. Bienvenido. Y enhorabuena. Has estado muy bien en Somo. Soy Javier.

El guardia fue a tenderle la mano, pero Javier lo cambió por un abrazo. Nico no ocultó la sorpresa y el gusto que le daba ese recibimiento. También le sorprendió que Javier fuera casi tan alto como él. Se lo había imaginado algo más bajo. Pero en realidad, por lo que veía, salvo Patricia y Tere, todos eran bastante más altos que la media. Por eso en las fotos que había visto de él junto con otras personas, no parecía tan alto.

-De verdad, estoy abrumado. No me esperaba esto.

-Somos así. Ahora te saludará Olga, desde Estados Unidos. Estamos esperando que nos llame. Se acuerda de ti cuando fuiste a su charla.

-No me lo puedo creer. Si había mucha gente.

-Pero todos no se acercaron a ella al final. Tú lo hiciste y no dejaste de preguntar. Y fuiste con ella a tomar unas cañas después.

-Pero eso le pasará siempre. No se puede acordar de todos.

-Y no lo hace – le dijo Carmen que había acabado de hablar por teléfono y se había acercado a ellos – pero de ti si se acuerda. De hecho, nos habló a todos de ti. Bienvenido. Soy Carmen.

Carmen también lo abrazó y le dio dos besos. De nuevo le sorprendió la altura de la comisaria.

-Gracias antes por la ayuda.

-Todo lo has hecho tú. Ese Jose María hoy ha tenido mucha suerte encontrándoos a los dos. Rui, tu también has estado bien. No te me pongas celoso.

-Pues no te creas. Con el dolor de piernas que he sacado sentándome en el suelo … Ya pensaba que nadie se había dado cuenta de mi esfuerzo.

-Ahí llegan Kevin y Yeray.

-Aritz sube en el ascensor. – anunció Patricia desde su mesa.

-Hola Nico. Éste es Kevin y yo Yeray. Encantado de conocerte. Nos alegra que te hayas unido al equipo.

-Son la pareja de moda en la Unidad. Pareja laboral solo. Aunque en algunos momentos pueda parecer que también lo son en su ámbito privado.

-Pues sí, lo único que me hacía falta, aguantarlo en casa también. – comentó Yeray dando un puñetazo a su amigo en el brazo.

-Y luego dirás que soy yo el que te maltrata.

-Pero yo estoy convaleciente.

-Mucho te dura el cuento, por un par de tiros de nada que te dieron.

-Que poco valorado es mi …

-Deja ya de llorar, pesado.

Aritz acababa de llegar. Kevin y Yeray se acercaron a saludarlo. Nico se dio cuenta que Aritz cojeaba ligeramente.

-Soy el herido más reciente. Así que los mimos para mí. Lo siento Yeray, pero yo soy el herido más reciente.

-Que no te repitas, coño. Que te cedo el trono encantado. Y ojala lo tengas por siempre. Te juro que te doy un beso cada día.

-Yeray dando besos. Cosa más rara – dijo Teresa entrando en la sala.

-Pues a ti bien que te doy.

-Pero soy mujer.

-Como si no diera besos a hombres.

-Yo soy testigo y destinatario de alguno – dijo Javier.

-¿Veis? El jefe ha hablado.

-Ya tenemos a Olga – dijo Patricia – toca sentarse y ponerse serios. Está en la sede del FBI.

-Buenas tardes a todos.

-Qué maravilla. Parece que has descansado y todo.

-Pues sí.

-Se nota que Mark está por ahí.

-Que va. Si se ha ido a Chicago por negocios. Y entre medias estuvo en Londres.

-¿Y no te has ido con él?

-Quita, quita. Para que se pase todo el día de reuniones. Con suerte una copa por la noche. Nico, encantada de verte de nuevo. Me han dicho que tu despedida de Somo ha sido a lo grande.

-Hola Olga. Encantado de saludarte. No esperaba verte tan pronto.

-¿Que te dije cuando nos despedimos después de las cañas?

-Que nos veríamos de nuevo antes de lo que creía.

-Tu pensante que era una de esas cosas que se dicen, pero que no se cumplen. Pues ahí estás, al lado del comandante Garrido. No creas que va a buscar a cualquiera.

-Ha sido un viaje muy instructivo y fructífero. – reconoció el comandante.

-Y a ver, cuéntame como es que tienes mi móvil y no me has llamado – le recriminó Javier en broma.

-Joder, es que …

-También tenía el mío.

-Pero tú llevas un huevo frito en la galleta. Eso impone a los guardias. No te quiero ni contar si llevas dos o tres. Pero yo soy un puto poli.

-Joder, un puto poli. Comisario jefe a los treinta y pocos.

Nico abrió los brazos y recorrió con ellos toda la sala.

-Mandas a todos estos …

-Y muchos más que no están aquí – se rió Patricia.

-No hagas ni caso – dijo Javier – en realidad las que mandan aquí son Carmen y Patricia.

-¿Le das tú o le doy yo? – dijo Patricia mirando a Carmen.

-Déjalo. Está cansado. Y no hay forma de mandarlo a dormir.

-Pero si cuando me voy, me llamas al rato.

-Que no dejan de pasar cosas importantes. Que luego te ofendes si no te informamos. Pero bien me ocultaste lo de Vecinilla. Esa no te la perdono.

-Necesitabas dormir. Y en la segunda visita recuperaste el terreno perdido.

-Venga, que menuda impresión le estamos dando a Nico. Líam Romero. Pongámonos al tema.

-Perdón por el retraso.

El capitán Melgosa y el teniente Romanes acababan de aparecer en la sala de reuniones. Nico se fue a levantar pero Garrido se lo impidió.

-No hace falta. Aquí no.

-¿Nico? Felicidades – le dijo Romanes estrechándole la mano. – Y bienvenido.

-Lo mismo digo – Melgosa se acercó a saludarlo. – Has estado muy bien antes.

-Al final me lo voy a creer.

Todos se echaron a reír.

-Tere, te escuchamos.

-Huy, hola Olga. No te había visto. – Melgosa no se había dado cuenta de que en la pantalla estaba la comisaria.

-Desde luego Roberto … que desilusión contigo. Desde que te casaste, dejaste de mirarnos a las demás.

-Por un fallo que he tenido, por favor. Teniéndote enfrente es imposible no mirarte.

-Esas cosas no nos las dices a las demás. – se quejó Tere.

-Por respeto. Olga y yo nos conocemos hace más tiempo. La confianza ya sabes.

-¿Soy el último?

JL estaba en la puerta.

-Pues sí. – le dijo Garrido sonriendo.

-Ésta te la guardo, Rui.

-Para que sepas lo que es mi vida.

-No me das nada de pena. Tú debes de ser Nico.

JL le tendió la mano para saludarlo.

-A la orden …

-Déjate de órdenes aquí. Y como te lleves la mano a la frente y no sea para rascarte, te aliño. ¿Tú eres del que habla tanto Juan?

-Lo es. – dijo Javier riéndose.

-Para impresionar al comandante Gutiérrez, tela.

-Y a Eloy. El terror de media plantilla de los cuerpos de seguridad españoles. Y algunos extranjeros. Y a éste le llama todas las semanas.

-El comisario Cantero. Otro que bien baila.

-¿Y qué se siente al pasar esta mañana de vigilar que los perros no caguen en la playa a estar en la misma sala con tantos estrellados? – fue Aritz el que le preguntó a Nico.

-Ahora mismo no sé lo que siento. Estoy pellizcándome por si es un sueño.

-Venga, dejad al chico. No le vamos a asustar el primer día.

-¿Asustarlo? Pero si ha buscado vuestros móviles – se rió Tere.

-Y tiene los de Eloy y Juan. Habla con ellos regularmente. Os lo recuerdo.

-Centremos el tema, que quiero irme a casa a dormir – dijo Patricia. Aunque su cara era de estar disfrutando de la reunión.

-Tienes razón. A ver si nos vamos a casa todos esta noche. ¿Tere?

-A ver. Con este chico, Líam Romero, pasa lo que hemos oído tantas veces. El otro día en el bar de polis, por ejemplo, así de pasada oímos de otros dos casos que duermen el sueño de los justos.

-De los olvidados, diría mejor – apuntó Olga.

-En todo caso, olvidados a posta, por una orden que ha dado alguien. Uno de esos asuntos ocurrió en pleno centro de Madrid. Es de hace ya un tiempo. Un chico apaleado y que nunca más se supo. Ahí sigue sin resolver. Y los que acudieron al aviso, parece, según nos cuentan, que los apartaron de sus puestos al día siguiente. Según nos pareció entender, habían casi descubierto al culpable.

-Los culpables – apuntó Tere. – Parece que eran dos.

-Alguien lo contó a vuestro lado para que os dierais por enteradas.

-Es posible. Pero con los datos que escuchamos, no encontramos nada. Porque hemos buscado, que conste. Cuando estemos un poco más tranquilos, iremos a tomar unas cañas e intentaremos acercarnos a los que hablaban con discreción. Vamos a nuestro nuevo caso: Líam Romero, apareció muerto en un terraplén dentro de su coche. Lo aparente es que se salió de la carretera y murió en el choque. Al parecer acudió en un primero momento los de Tráfico. Accidente de coche, ya sabes. Pero al estudiar el tema, no lo vieron, y llamaron a los científicos.

-El caso es que la jurisdicción, en ese punto no está clara. Es Madrid en realidad, así que sería de la Policía. El comisario Antúnez reclamó el caso para su comisaría.

-Pero no lo hizo hasta que entró la científica en escena. En cuanto los de Tráfico dijeron que eso les parecía un escenario falso. Y el equipo de la científica parecía de acuerdo con los de Tráfico.

-Si los de tráfico hubieran tragado con el accidente, pues ya está.

-¿Y?

-Ahí se quedó todo.

-¿Y el juez?

-Parece que estaba sobrecargado de trabajo. Y tampoco puso empeño.

-Así que al pedir que le liberaran, corrió a hacerlo.

-Sí. El Juez Roberto se ocupa ahora.

-No es mal juez el que lo llevaba. Lo conocemos de hace tiempo – explicó Melgosa. – Pero … este caso además le venía grande. Ni siquiera entró a determinar claramente de quién era la competencia. No está acostumbrado a las presiones. He de decir que los de Tráfico insistían. Parece que les intentaron convencer amablemente de que no había nada. No está cerrado por ellos. No quisieron cambiar su informe.

-Y la fiscalía la verdad tampoco se empeñó mucho en el tema. – siguió explicando Patricia – Antúnez insistía en que era suyo y que no había nada. La Guardia Civil de Tráfico insistió en sus conclusiones en su primer estudio de la situación, como bien ha explicado Roberto. Pero nuestro amigo el subteniente Cazorla, les contradijo. Él estaba de acuerdo con la Policía.

Melgosa y Garrido se miraron.

-¿Es nuestro territorio?

Javier hizo una mueca.

-Sí. Por metros. A ver, por metros sí, o por metros no.

-¿Y por qué no he visto nada de este caso? ¿Se me ha pasado? ¿Y por qué si los de nuestra científica estaban de acuerdo con los de tráfico, Cazorla se quería desentender del tema?

-Yo tampoco sé de él. Luego le pido a Cazorla que vaya a verme. – al capitán Melgosa se le había agriado el gesto.

-Deciros que nuestros compañeros el comisario Antúnez y su gente no están felices por el movimiento que hemos hecho.

-Antúnez no pertenece precisamente a nuestro club de fans. – dijo Olga.

-Éste en especial tiene cierta predisposición en contra tuya, querida – dijo Carmen en tono picajoso.

-Sería porque intentó ligar conmigo y le di calabazas.

-Eso no sabía yo – dijo Javier mirando a Olga con gesto ofendido. – Me lo tenías que haber dicho. Conozco la forma de ligar que tiene ese tipejo.

-Por eso no te lo he contado hasta ahora. Y no lo hubiera hecho si Carmen no hubiera sido una bocazas.

-Le hemos pedido lo hecho hasta el momento, – Tere retomó el tema – y poco menos que nos ha mandado a paseo. El juez ya le ha pedido todas las diligencias. A él imagino que no se las negará.

-No contemos con nada de eso. Con suerte estarán ahora haciendo unos informes para salir del paso. ¿Los de trafico?

-Sí. Esos nos han mandado todo lo que vieron. Y los guardias que acudieron están a nuestra disposición. Y el estudio del escenario de los de la científica. Nos mandan las fotos, vídeos y las mediciones que tomaron.

-¿Qué vieron que no les cuadró para llamar a los de la científica?

-El estado del coche, el sitio del accidente, la falta de frenadas … los golpes del chico que no se corresponden con los que se esperaría de un accidente así … el tiempo de la muerte … parecía haber muerto muchas horas antes. Y también les dio la impresión, por el cuerpo, que lo habían sentado a la fuerza y en pleno rigor mortis. Llevaba el cinturón puesto cuando lo encontraron, pero …

-No tenía marcas del cinturón en el cuerpo. ¿El airbag?

-¡No saltó!

-¿Investigaron la vida del chico?

-No consta.

-¿Sus últimos movimientos? ¿Su actividad telefónica?

-No consta.

-¿La autopsia?

-Pendiente.

-¿Me tomas el pelo?

-No. Nadie la pidió. De hecho, que no les dieran el cadáver a la familia fue un “error” burocrático.

-Define error, Pati.

-Alguien en la comisaría de Antúnez, no estaba de acuerdo y lo dejó estar. Para que la familia se moviera.

-Intuyo Patricia que sabes quién es.

-Si. Pero …

-Le ponemos en un compromiso. – Carmen acabó la frase.

-Aún así, me consta que la han apartado del servicio y Antúnez le ha montado un número de campeonato. Ella ha pedido el traslado. Y está pensando en presentar una queja contra el comisario.

-Si nos metemos, la ponemos en el disparadero.

-Ya veremos como lo solucionamos. Espero que no haya pedido el traslado aquí.

-No. No es tan insensata. Les ha oído todos los días hablar de nosotros. Sabe lo que hay.

-La idea aquella de la APP habrá que resucitarla – opinó Carmen.

-A ver si nos dejan las circunstancias y lo hacemos – dijo Javier. – Empieza a ser urgente.

-Creo que es necesario – opinó Garrido.

-Luego te explico JL – le dijo Carmen que había percibido su desconocimiento del tema.

-Entonces, parece que los únicos que tienen un informe coherente, son los de Tráfico.

-Kevin y yo hemos estudiado el resumen que nos han enviado y la verdad sin otros indicios, nos parece coherente. Mañana llegará la documentación completa. Sus dudas. Puede que luego todo tenga una explicación y haya sido un accidente. Pero en una primera lectura, da que pensar. Cuando terminemos si te parece Javier, nos vamos a acercar al sitio. Le hemos llamado a Fermín que nos hace el favor de ir con nosotros y echar un vistazo. Va a llevar las notas que tomó su equipo cuando fue requerido por los de Tráfico.

-¿Nuestro Fermín? – Garrido estaba sorprendido. Si era el Fermín que él pensaba, se trataba de un capitán que estaba a cargo de una de las unidades de policía científica de la Guardia Civil.

-Sí. Hemos coincidido varias veces y nos llevamos bien. Ya sé que está de permiso, por lo de su hijo, pero se acercará de todas formas. Yo creo que es una excusa para salir unas horas.

-De todas formas ya se ha pasado por Vecinilla varios días, para echar una mano. – apuntó el capitán Melgosa.

-Me alegra. ¿Ves Javier? No hace falta darle oficialidad. Nuestros equipos ya se integran ellos solos.

-Ya sabes que el problema vendrá por la parte de vuestro equipo y del nuestro que no es muy proclive a la confraternización de cuerpos policiales.

-El problema lo tendréis fuera de vuestras unidades. Pienso – dijo JL.

Nico carraspeó ligeramente. Garrido lo miró sonriendo.

-Puedes hablar cuando quieras.

-No sé si sabemos por qué vino ese Líam a Madrid. ¿Vino a estudiar? ¿Vino a trabajar? ¿Cuánto tiempo llevaba? He buscado su Facebook y su Instagram. No publica demasiado. Solo hace como llamadas o publicidad a un blog que tiene para invitados. Necesito un rato para entrar.

-¿Sabes como hacerlo? – le preguntó Romanes.

-A lo mejor tengo suerte – dijo con evasivas y sin mirar a nadie.

Javier y Carmen se miraron y sonrieron.

-El caso es que en realidad no sabemos nada.

-¿Sabemos al menos dónde vivía? – preguntó de nuevo Nico sin levantar la vista de su ordenador.

-Sí, eso sí.

-Y entre los objetos personales estarían sus llaves. Podríamos acercarnos a echar un vistazo.

-Acabas de llegar. ¿No sería mejor que descansaras …?

-Este caso ya ha descansado veinticinco días. Ese hombre esta mañana estaba al límite. Apostaría a que su mujer no es capaz ni de levantarse casi de la cama. Menos ocuparse del resto de sus hijos. Y ellos, estarán perdidos. Sin su hermano mayor, y con sus padres desbordados. Sin respuestas. Un hijo suele buscar las respuestas en sus padres. Eso debe de ser desesperante para el matrimonio. No tenerlas.

-Recuerda Nico lo que seguro te ha dicho Eloy y Juan. La distancia con el caso.

-La distancia cuando lo resolvamos. He visto la desesperación en ese hombre. Hoy ha habido suerte, y lo hemos controlado. ¿Y la mujer? ¿Y esos hijos-hermanos? ¿Y si toman decisiones irreparables? Para tomar esas decisiones solo se necesita un par de minutos de desesperación. Y esos dos minutos, o uno, no hay marcha atrás. Y no sé, os acabo de conocer, pero … a Olga la fui a escuchar en Santander … sé que os acercáis a las víctimas como nadie. Que si hay que abrazar … me da que a esos chicos que habéis encontrado los habréis besado, abrazado, arropado … y si ese escritor Jorge Rios estaba cerca, si su fama es la mitad de la realidad, los habrá hasta acunado. Yo creo que a las víctimas, a los familiares hay que … darles un poco de cariño. Eso además, de forma egoísta, nos beneficia, porque estarán más proclives a contestar a las decenas de preguntas que les haremos, muchas repetitivas. Luego, es cierto, cuando todo acaba, a lo mejor hay que dejarlos ir y resetear. Para coger fuerzas para los siguientes.

-Nico, creo que para mis futuras conferencias y cursos te voy a llevar conmigo. – dijo Olga desde la pantalla. – Lo has expresado muy bien.

-Lo mismo dijiste tú en tu conferencia. Te lo he copiado. – Nico sonreía ligeramente.

-Llamo a los de Tráfico y que se acerquen los guardias que fueron al escenario y traigan sus efectos personales. Tienes toda la razón Nico.

-Yo me acerco con Nico a su casa, si no os parece mal – propuso Aritz. – Echamos un vistazo.

-Le digo a Bruno que se encargue de bucear en la vida de ese chico. – propuso Tere.

-Acabo de entrar en su blog. Esto parece una novela. Hay que leerla despacio. Lo sorprendente es que la leen, o pueden acceder a leerla doscientas cincuenta personas.

-Para un blog privado me parece mucho. ¿Sabes el tiempo que tiene?

-Poco más de un año, por las publicaciones que veo. Aunque las fechas de los post se pueden cambiar. Pero con paciencia puedo ver hasta lo que ha borrado. Que es bastante.

-Me da que esto no va a ser tan fácil – dijo Javier.

-Y no quisiera estar en la piel de Nico cuando le diga a su padre que a lo mejor su hijo estaba metido en algún lío.

-Lo de los chicos esos que encontrasteis y que habéis comentado antes ¿Era en Vecinilla?

-Sí.

-Sale ese pueblo en el blog. En la historia que cuenta, vaya. Y sale el nombre de Jorge Rios.

-Nico, mándame ese blog a mi tablet – le dijo el teniente Romanes. – Saco todo los datos de él en un momento.

-Mándamelo a mí también. Me interesa leerlo. Y convenía a lo mejor mandárselo a Jorge. – Era Carmen la que había hablado ahora.

-Puede que sea casualidad. Que de Jorge Rios se habla en muchos sitios.

-Pero si combinamos a Jorge con Vecinilla, sobre todo después de lo de estos días, me chirría.

-¿Donde puedo enterarme de los detalles de esa operación?

-Te he creado acceso a nuestro sistema – le anunció Patricia. – Ahí puedes verlo todo. Ahora te doy tus acreditaciones.

Candice llegaba corriendo con un teléfono en la mano. A la vez, el móvil de Javier, el de Carmen y el de Garrido empezaron a sonar. Poco después el de Melgosa y el de Romanes.

-En Concejo – Candice acababa de abrir la puerta de la sala. – Han disparado a dos chicos. En un estanque al que suelen ir Carmelo y Jorge.

-¿Y?

-Están muy mal.

-¿Sabemos quienes son?

-Edu, el de Ana, la enfermera y Martín, el sobrino de Jorge.

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Olga jugueteaba con la aceituna que le habían puesto a su vermuth. No dejaba de darle vueltas alrededor de la copa. No dejaba de ser más que un reflejo de las vueltas que le daba en la cabeza a todos los descubrimientos que iban haciendo en el caso. De vez en cuando miraba a Ventura que en la calle, no dejaba de hacer llamadas telefónicas.

No estaba en su mejor momento de ánimos. Cada vez que hablaba con Javier o con Carmen, y también con Tere o Patricia, su nerviosismo aumentaba. Y esas conversaciones se alargaban en su madrugada casi todas las noches. Ventura tenía razón al echarla la bronca por mantener su ritmo de vida diario a la vez que por la noche, se embarcaba en interminables conversaciones con su gente en España, seguidas de inmersiones en toda la documentación que estaba en la base de datos de la Unidad sobre lo que estaba sucediendo. Y apenas podía investigar una parte mínima de todo ello. Eso la frustraba.

Intuía que todo iba a ir a más. Que el caso, en algunas de sus vertientes, se estaba acelerando. La novedad de la aparición del caso de Líam, le quitaba el sueño. Algo le decía que estaba más relacionado con todo lo que tenían entre manos de lo que en un principio parecía. Además, la sorprendente aparición de Nico como actor principal en la investigación, dándola la razón cuando les expuso a sus compañeros las sensaciones que tuvo al conocerlo en aquella charla, le hacía estar segura de que iba a provocar un terremoto en el caso. Nico iba a entrar como un elefante en una cacharrería.

Pero este terremoto les pillaba a todos muy cansados. Y por qué no decirlo, bajos de ánimos. Carmen había tenido que suplir a Javier mientras éste estaba medio deprimido paseándose por Madrid en busca de las razones que habían hecho que perdiera a todas sus parejas. Javier, que una vez recuperado de su período depresivo, se había embarcado en una vorágine de actividad alternadas con períodos reflexivos, sin dejar olvidado a Sergio. Todo el resto del personal de la Unidad, intentado ayudar a sus jefes y amigos, sin mirar el reloj para irse y yendo a la mañana siguiente corriendo para no llegar tarde.

Jorge, que se debatía entre quitarse del todo la máscara que se había colocado en la cara desde hacía muchos años, pero que ya no le servía, porque le impedía ayudar a esos chicos. Ayudarlos o seguir escribiendo a todas horas, que era su pasión. Ese había sido su dilema. Y lo más peliagudo: afrontar la montaña de mentiras y traiciones que le rodeaban desde siempre. Mentiras que él conocía, al menos muchas de ellas, y que había aparcado por decisión propia. Pero su amor por Carmelo cada vez era más irrefrenable. Para Olga era claro que esos dos estaba predestinados desde que nacieron. Las casualidades que pusieron a Dani en el camino de Jorge en varios momentos distintos de su vida, así lo demostraba. Y ese amor, era uno de los motivos que a Jorge le empujaban a dejar de ser un fantasma y recuperar a tiempo completo esa “vida oculta”, llena de fuerza y decisión. En realidad, todas esas acciones protegían a Dani de su pasado y de las consecuencias de lo que tuvo que vivir. Lo único que esperaba Olga es que si Jorge decidía seguir ese camino, no cometiera errores que pudieran destruirlo. Esperaba que midiera sus fuerzas.

Vio por la luna del bar en el que estaba, que Ventura había colgado su última llamada. Su gesto indicaba a las claras que sus gestiones habían sido infructuosas. El agente del FBI abrió la puerta del bar con gesto rotundo, mostrando una vez más su enfado y su desánimo. Éste lo acentuó al abrir los brazos para mostrar su frustración mientras se acercaba a la comisaria.

-Se ha largado. Arlen. Y todos los demás.

-¿No te dio Ethan su teléfono?

-Lo ha apagado. Y le ha quitado la batería. Es ilocalizable. Lo he intentado.

Olga asintió con la cabeza despacio. Una vez más se había pasado de lista. Creía que tenían controlado a ese grupo, que podrían acercarse a ellos cuando les viniera bien, y de repente, resulta que se habían largado. No quiso presionarlos buscando respuestas, cuando les tuvo a mano, y ahora … no podía hacerlo. Debería gastar tiempo y energía en buscarlos de nuevo. Sobre todo a Arlen.

-¿Y ahora que hacemos? – preguntó Ventura. No era una pregunta, era más que nada una muestra de su contrariedad.

-¿Ir a comer?

Ventura, que al decir eso Olga no la estaba mirando, giró la cabeza para observarla. No acertaba a interpretar el sentido de esa pregunta. ¿Era una broma? No. Vio que Olga hablaba en serio.

-Llegamos tarde a tu reserva en el restaurante. – explicó Olga ante la incredulidad que mostraba el rostro de Ventura.

Olga se levantó de la silla alta en la que estaba sentada, le pegó el último trago a su vermuth, y se quedó esperando a que Ventura hiciera lo mismo. Éste se había quedado momentáneamente paralizado.

Al final se rindió y se sonrió. Muy a su pesar, debía reconocer que esa comisaria cada vez le caía mejor. No dijo nada, le hizo un gesto con el brazo para que saliera ella primero y la siguió.

El restaurante en el que habían reservado, estaba apenas a dos calles del bar en el que estaban. Caminaron con paso tranquilo. Las urgencias habían desaparecido. Ya no tenían que irse de viaje nada más comer. ¿O sí?

Ya en el restaurante, Olga de nuevo se perdió en sus pensamientos. Dejó una vez más la iniciativa a Ventura a la hora de pedir la comida. Como casi siempre que comían juntos, elegían un restaurante típico americano. Olga se estaba desquitando de todos las comidas más formales que había hecho en su vida. En realidad, le gustaba eso, las hamburguesas, las carnes. No solía comer pescado y pocas veces verduras, y en todo caso como acompañamiento de las carnes. Como ahora no tenía a nadie que le reconviniera, se estaba aprovechando. Desde Mark, hasta su hijo Galder, pasando por Carmen, solían meterse con sus gustos a la hora de comer.

-Te va a gustar, ya verás.

-¿Es mejor que al que me sueles llevar?

-Al mismo nivel.

-Este tiene pinta de ser más elegante.

-Pero la comida es parecida al otro. Cambia la presentación. Te va a gustar, ya verás.

-¿A cual vas a llevar a tu padre?

-Al de siempre. Es más mío. Al final viene en dos días. Ya hemos quedado. Se ha plegado a dejarse invitar por mí y a dejarme organizar esa tarde. Luego le llevaré a la heladería.

-Vaya. Menos mal que no os lleváis.

Ventura se encogió de hombros. No parecía dispuesto a darle explicaciones sobre su familia. Aunque Olga notó que quería pedirle algo.

-Si no me lo dices, no vas a saber que pienso.

-¿Te importaría venir a comer con nosotros?

Olga se lo quedó mirando. Le había sorprendido la pregunta. En un principio, no quería aceptar. Sabía que Javier se había entrevistado con Rodolfo Carceler. No quería que ese hecho, estropeara la reunión familiar. Aunque había oído hablar lo suficiente de Rodolfo para saber que mantendría la discreción. A la vez, quería dar a Ventura la respuesta que estuviera buscando, pero no lograba interpretar sus intenciones.

-Si es lo que tú quieres, estaré encantada. Pero solo si es lo que tú quieres.

Ventura sonrió ligeramente y asintió con la cabeza.

Empezaron a llegar los platos. Los dos parecían estar centrados en sus cavilaciones. Apenas comentaron nada. Olga seguía su costumbre de irle quitando patatas a Ventura de sus guarniciones. O algunos de los espárragos verdes a la plancha que llevaban de acompañamiento.

-¿No has encontrado nada del suicidio de Dilan?

La pregunta fue hecha por Olga en el mismo tono que podría haber preguntado si le gustaban las zanahorias caramelizadas. Le costaba retomar de nuevo los temas de trabajo.

Ventura negó con la cabeza. Tenía la boca llena.

-Era una de las cosas que quería que nos aclarara Arlen.

-¿Entraron en Estados Unidos? La familia Lazona.

-Fausto Lazona, sí. Más o menos por las fechas que insinuó Arlen.

-¿Y si los hijos entraron con otra documentación?

-He pedido el listado de pasajeros de ese avión. Hace ya mucho tiempo. No es tan fácil ya.

-Pero no se repatrió ningún cuerpo a España. Con esas características. Tere y Patricia lo han comprobado.

Ventura asintió con la cabeza. Él también había hecho esas mismas gestiones en Estados Unidos.

-Creo que Arlen nos ha mentido.

-Y Nabar, el primo de los gemelos también. – abundó Olga en el tema.

-Se me escapa la razón de todos estos embrollos.

-Primero que si era hermana y melliza, Eva. Después que si se suicidó. Nos abrió las puertas a pensar incluso en un cambio de sexo. ¿Ocurriría esa violación en una de esas fiestas? ¿O eso es también mentira? Si no hubo esa violación, lo del suicidio de Dilan pierde su razón evidente. No es que tenga que haber una razón para ello, pero es lo que nos han hecho pensar. Todos nosotros presumimos que sabemos detectar mentiras. Que esos chicos de “Anfiles” saben ver en el fondo de los que son como ellos. Jorge tiene un sexto sentido. Javier igual. – Olga hizo un gesto de incomprensión por todo lo que iba diciendo. – Y aún así, nos han mentido y nos lo hemos creído. En esto, porque en otras cosas que dijo el primo, las hemos podido verificar. Entre ellas los nombres de pila verdaderos. Los apellidos ya es otro cantar. Por otro lado, Fausto Lazona no aparece y no encontramos su rastro desde que vendió todas sus propiedades. Aunque lo hizo con prisas, no parece que perdiera dinero en la venta.

-En lo de detectar mentiras, hay otra explicación: que no os mintieran. Que ellos tuvieran esa versión como la verdadera. Que fue otro el que se encargó de hacer circular esa versión.

-Es una posibilidad.

-Después de desaparecer, no he encontrado nada de Fausto Lazona. Ni en la dark web.

-Ni Tere tampoco.

-¿Y ese caso nuevo que os ha aparecido de repente? ¿Y ese guardia que habéis acogido en la Unidad?

Olga se sonrió.

-Otro que siente y ve.

-Pero lo que se siente hay que interpretarlo.

-Eso a veces lleva a errores. Por eso, si el que interpreta, aunque se decida por una de las posibilidades, insiste subrepticiamente en que hay que investigar todos los detalles y con una cierta urgencia …

-Hace pensar que en su cabeza bullen un ciento de posibilidades distintas, aunque se haya decidido por una de las interpretaciones posibles. Y que el resto, no las ha descartado por completo. – Ventura había acabado el razonamiento de Olga.

-Te diría más: creo que la que ha dado por buena, lo ha hecho porque sabía que era la que todos queríamos que fuera la real. Pero él, en el fondo, cree que todo es mucho más complejo y siniestro. Y creo que en su cabeza, tiene un esquema detallado de cual es la verdad.

-Lo único, es que hay que probarlo.

Olga asintió en silencio.

-¿Y qué piensas que ha pasado?

Olga se encogió de hombros.

-A Nico le tenían por tonto en su destino. Por un inútil, débil mental. Es una víctima de maltrato de su padre. Y no puede disimularlo, porque tiene el cuerpo marcado con cicatrices de diversa índole. Un cromo, de verdad. Ese tipo era un perfecto bestia que mató a golpes a su otro hijo. Y a más, en un mundo de machos … es homosexual.

-Una nenaza entonces. Un blandengue sensible al que engañar. Eso es lo que pensaban de él en ese cuartel. ¿Y entonces?

-Te diría que le preguntes a Nico. Pero … creo que sería infructuoso. No te va a responder.

-Me da que ese chico es un solitario.

Olga asintió.

-Me creo que no sepa que es tener amigos. Fíjate, sus conversaciones frecuentes las tiene con un comandante de los GAR y con Eloy Cantero.

-¿Qué comandante?

-Gutiérrez.

-¡Joder! Ese me dio alguna clase en la Academia de Policía. Era tan hueso como Cantero.

-Él lo llama Juan. Por cierto ¿Te vas a comer esa hamburguesa?

Ventura puso gesto de incomprensión.

-Es imposible contigo. No puedo reposar la comida antes de darle el último bocado. En cuanto paro un segundo de comer … si supieras la frustración que me produce eso …

-Si estás lleno, no me engañas.

-Come anda, cógela. Que sé que te gusta encima cogerme el plato, no que te lo de yo. – Ventura refunfuñó un poco antes de volver a la conversación seria – Y a Cantero le llamará Eloy.

-Gracias. Eres un amor. Y sí, le llama Eloy. Lo que creo que no hace ninguno que haya pasado por sus manos en la Academia. Comisario Cantero y de usted, y bajando la cabeza al dirigirse a él.

-Como con Gutiérrez.

-Es que esta hamburguesa sabe mejor. – Olga le guiñó el ojo mientras le pegaba un mordisco.

Ventura negaba ostentosamente con la cabeza a la vez que sonreía resignado. Disfrutó de ver como Olga comía esa media hamburguesa que le había cogido. Es que además, era cierto que esos bocados que le birlaba, eran los que mejor le sabían. Estaba claro que a ella también.

-¿Y qué hacemos?

-Lo que teníamos previsto. Ir a Carolina del Norte y pasearnos por esas fincas. Vamos a disfrutar del campo, vamos a preguntar como dos turistas españoles perdidos … vamos a buscar a esa Isabel que no quiso darnos su teléfono y que … si Jorge preguntó por ella, se puso en ese momento en el ojo del huracán. Busquemos la razón de que a Jorge se le despertara una célula de su memoria.

-Si no es trigo limpio, no le habrán incluido en sus planes. El resto, me refiero.

Olga asintió.

-Quizás no sea trigo limpio, pero a lo mejor, encontramos respuestas. O una candidata a pasar por los calabozos del FBI.

-O más preguntas.

-Es una de las características de este caso. Respuestas, pocas. Pero preguntas … a mogollón.

-Vamos, anda. Demos un paseo antes de coger el coche.

-¡Ah no! Primero el postre.

-¡No me fastidies! ¿Te cabe el postre?

-El postre no va al mismo sitio del estómago. Ese le tengo libre por completo.

-Me rindo. ¡Camarero! Surtido de postres. Para dos, por favor. Aunque se los va a comer ella – y señaló con el dedo a Olga.

Jorge Rios”.

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