En Navidad, por la convivencia: Sólo le pido a Dios (español, hebreo y árabe) – Alma Sufi Ensamble ft. León Gieco y Gastón Saied

Representantes de tres culturas, la cristiana, la hebrea y la musulmana, cantan una canción por la paz.

Soy muy escéptico con que tenga alguna repercusión. La misma impresión tienen los protagonistas de este vídeo. Que los que tienen en su mano parar este desastre, sean sensibles a estos gestos. Pero es bonito comprobar que es posible cantar juntos, vivir juntos, sentir juntos. Cada uno con sus creencias y su cultura. Pero juntos. En paz. Conviviendo.

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La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.): Una canción para no decir te quiero.

Hoy tocan en Burgos. Siempre impresionantes.

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La noche es tu amiga
Te abraza las manos vacías
Del frío del ferrocarril
Me miras y pienso en que somos libres
Como el aire comprado de un ventilador
Hace demasiado que dormimos en el suelo
Y sé que sientes la aguja de la angustia
Sé que estás en la búsqueda, a tientas
Lucha interna por saber qué pasa ahí
¿Quién es suficientemente joven y valiente
Para soportar el peso de empezar?
Si llueve nos emborrachamos
Y así no lloramos al pasar Madrid
Gritándole al manto de estrellas
Que no quieres ser como ellas
Ni yo (No los detendrán)
Puedo soportar que todo cambie (todo cambia)
No entender a casi nadie
Y el sabor, salado del sudor
Los fogonazos de azufre
Si vamos los dos en el vagón
¿Quién es suficientemente joven y valiente
Para soportar el peso de empezar?
¿Quien será, quien quiera que sea
El que sea capaz de soportar
El peso de lo que vendrá?
No hables de milagros
No hables de milagros
No hables de milagros
Si no estás aquí
No hables de milagros
No hables de milagros

Semana de las Artes: El Museo Romano de Mérida por Dídac.

Rafael Moneo y la fascinación romana

Ciertamente la primera vez que lo contemplé hubo una cierta complicidad sin saber precisar cual ni un por qué definitorio, pero lo cierto es que percibí un claro vinculo de armonía con la obra. Por aquel entonces creo contaba con 14 años y era el típico viaje familiar, lo que sabía de Roma y su arquitectura no pasaba de las formas genéricas de la construcción a caballo entre la imagen de televisión y las películas de romanos.

Ya sería cuando empecé a estudiar Arquitectura cuando Moneo y yo tuvimos nuestros encuentros y desencuentros, nuestras reflexiones y las maneras de ver las cosas con el prisma que cada cual miraba el Ebro desde su Tudela natal o desde mi Zaragoza tan metropolitana y rural como sello característico. En todo este recorrido sería yo conmigo mismo quien reflexionaba, puesto a Rafael Moneo lo conocí personalmente hace más bien poco y no era momento de marearlo con aquellos delirios universitarios. Vaya por delante que dentro de las Artes la arquitectura es la que solo en teoría acoge a todas, pero esto dejó de ser cierto hace mucho tiempo, afortunadamente la vida y la calle son un arte mucho mayor que la propia arquitectura, que deambula a su aire incluso ahogada en su propia soberbia, dice el arquitecto canadiense Dino Bambaru en sus diez mandamientos sobre la creación de un Museo, que después de muchas torpezas sobre conducciones, espacios y estrafalarios materiales, al final el edificio se hace a mayor gloria del Arquitecto, y en la mayoría de las ocasiones tiene razón Bambaru.

Aunque no es el caso del Museo Romano de Mérida, sin entrar a valorar el concepto museográfico en el que se desarrollan las colecciones y si todo lo referente a depósitos y espacios es correcto, si diré que el concepto de amplitud y sobre todo el homenaje de Moneo hace a la arquitectura civil romana me resulta emocionante. Una obra que canaliza detalles de las formas civiles, que armoniza un exterior enardecido, la estructura propia de muros, arcos y espacios conduce al visitante a una cierta entidad casi rayando lo psicológico que condensa lo visual de la estructura con la colección, y todo en un sistema de escalas del que a veces la arquitectura actual parece haberse olvidado de facto.

Tengo la impresión de que Rafael Moneo verso todo el proyecto de construcción del Museo, para sumergirse en maneras y modos constructivos muy próximos a los romanos -sin duda- en su dinámica más civil. Esa apuesta de introspección creadora, optó por la dirección encaminada hacia la veracidad de su creación donde el edificio encontró su trabazón con la Mérida romana, su ligazón con la arquitectura pretérita. No se trata en este caso de la aplaudida y venerada imaginería, estamos ante un edificio que a través de su construcción dispuesta en muros paralelos de ladrillo que contienen rellenos de hormigón, claramente evoca o replica la grandeza de la obra pública romana.

Las grandezas arquitectónicas cuando de arte se habla, parece que tengan que tener una alta dotación de valores decorativos o estéticos según se mire, entendamos la grandeza de las artes como un todo, por eso me gusta este museo, me gusta la utilización del ladrillo, me gusta el estudio de la luz, tanto la natural como la iluminación nocturna sin olvidar la de las colecciones, aunque esto es otro tema donde el arquitecto poco dice y mejor que no diga nada porque la vanidad de querer dejar la firma en todo suele ser mucha y copiosa.

Se dice en los estudios sobre Rafael Moneo que la de Mérida es una obra de juventud, contaba 43 años y corría el año 1980 cuando la inició y 1985 cuando estuvo concluida. Creo que en las artes la edad es un mero acompañante en los umbrales del inicio se pueden hacer genialidades en los epílogos de la vida creativa a pesar de la experiencia adquirida se pueden hacer auténticos horrores, por tanto las artes son artes por una necesidad humana, de la misma manera que se necesita amar y ser amado, la creatividad es una necesidad, hacerla para unos disfrutarla para otros. Por eso cuando la transformación de ladrillo es un pentagrama casi perfecto con la sencillez del material como clave de inicio, sumergirse en otra variante de las artes como el Museo romano de la que fue Augusta Emérita es un placer entre lo sensitivo y lo delirante.