Recordando los dibujos de Areko: unos besos.

El otro día, Jacob me preguntó por Areko. Y lamentablemente le tuve que decir que había perdido el contacto con él hace ya unos años.

Eso me hizo recordar sus dibujos. y la correspondencia que mantuvimos.

Hoy os traigo unos besos dibujados por él.

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Cualquier momento es bueno para demostrar el amor por tu chico.

Por ejemplo, frente a tu monumento preferido. En tu ciudad, o en una visita para descubrir sitios nuevos. Recreando fotos famosas. O recreando escenas de cine. O haciendo campaña a favor de los derechos de la comunidad LGTBI.

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Allen King y Ángel Cruz

Navidad 2023: Besos por Navidad.

Que mejor, para empezar el año, que un poco de amor: Besos de hombres.

Los hombres también besan por Navidad. También aman por Navidad. Y por Año nuevo. Hoy la verdad, creo que la mayoría se dedicará a dormir.

Pero tenemos todos el resto de 2024 para amar con dedicación y para compartir esas muestras de cariño con nuestras parejas, que nos dan la vida.

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Que 2024 sea un año lleno de amor, de felicidad, de salud, no es baladí esta petición y de un poquito de dinero.

Esperando los resultados.

Buscó a Juan con la vista en el pasillo del consultorio. No lo vio. Le extrañó porque era pronto para que hubiera entrado en la consulta. Y era tarde para la costumbre que tenía su marido de llegar pronto a los sitios. Así que debería estar sentado mirando hacia la entrada, esperándolo impaciente.

Nino al revés que a Juan le gustaba llegar con el tiempo justo. De tener que esperar, que lo hicieran los demás. No era por ser altanero o por creerse más que el resto. No le gustaba perder el tiempo. Nada más. Pero ese día, en contra de sus costumbres más arraigadas, había ido pronto. Y lo había hecho además, mentalizado a pasar mucho tiempo en el consultorio. Y a lo peor, mucho tiempo en casa con Juan, hablando con él y buscando el lado positivo de las cosas.

Miró en todos los pasillo y no lo vio. Se puso un poco nervioso. “A ver si he entendido mal la hora y es tarde”. O al revés. Ojalá sea al revés. Si me he olvidado y ha tenido que entrar solo e irse a casa con la tristeza, no me lo va a perdonar.

Insistió tanto en que lo acompañara… nunca lo había hecho. Pero eso le asustaba.

-Perdone ¿Es usted Nino Huela?

Un enfermero se había acercado por detrás.

-Sí, estoy buscando a mi marido Juan Gonzaga.

-Me ha pedido que estuviera atento. Es que ha llegado la doctora Huidobro antes de lo previsto y al verlo lo ha recibido sin esperar a la hora. Está en la consulta 459.

-Y ¿Llevan mucho tiempo?

-Sí, ya estarán para salir.

-Vaya.

Se le hundieron los hombros un poco. Por H o por B, nunca lograba darle gusto a Juan. Pero esta ocasión… llevaba tanto miedo… Desde que empezó a tener esos dolores de cabeza. Y luego, el médico sustituto le dijo un poco bruscamente que lo más seguro es que fuera un tumor en el cerebro. Habría que tratarlo rápidamente, aunque si era lo que pensaba, el pronóstico no era muy bueno. “Hay un 80% de posibilidades de que sea fatal”.

Salió totalmente noqueado de la consulta. Balbuceaba cuando se lo contaba a Nino. Tuvo que salir del trabajo a toda prisa e ir a casa. Lo encontró en el suelo tirado, llorando a moco tendido. Solo gritaba “me voy a morir, Nino”.

Se sentó a su lado y lo abrazó.

-No seas bobo. No te vas a morir. ¿Qué haría yo sin ti?

-Buscarte a uno más joven. Estás buenísimo.

El tío bobo encima le hacía reír. Se lo pensó antes de soltar la carcajada. El se quedó perplejo al principio. No había sido una broma, lo había dicho en serio. Pero Nino decidió seguir con la risa. No le iba a tomar en serio porque si no, el que acabaría desesperado y llorando a moco tendido sería él. Y no se lo podía permitir.

Al cabo de unas horas le llamaron con urgencia del hospital para hacerle un TAC y sacarle sangre para unos análisis completos. Solo unas horas tardaron en darle cita para un par de días más tarde. Eso parecía grave de verdad.

-Iré contigo a las pruebas.

Juan intentó disuadirlo. Con poca insistencia, todo sea dicho. Porque en el fondo necesitaba a Nino. El temor a la muerte lo había atenazado.

Esa noche se la pasaron abrazados en el sofá con la tele de fondo con el volumen muy bajo. Y a los dos días, allí estaban los dos, en el hospital para hacerle un TAC.

Era curioso como la mente juega con nosotros. A Nino, le pareció que en esos dos días desde la visita del médico suplente, su marido había envejecido 15 años. Y ese día del TAC, todavía lo vio más viejo. Y torpe. No atinaba ni a ponerse los calcetines. No era extraño, porque no había dormido nada en esos días. Apenas un duermevela de media hora, o una cabezada antes de comer.

Después del TAC, fueron a dar un paseo por la orilla del río. Ahora les hubiera venido bien tener todavía a Maya, su perra. Pero la pobre murió unos meses antes. Era ya muy mayor.

-¿Y si buscamos un sustituto a Maya?

Se lo propuso al ver que Juan, como hacía siempre cuando paseaban con Maya, se agachaba y cogía una rama y la tiraba hacia delante.

-No es mala idea, Así no te quedarás tan solo cuando me muera.

Se hizo el sordo. Le propuso ir a comer al “Marianelo”.

-Pero si he preparado comida – se quejó.

-Lo tomamos para cenar.

-Pero es muy fuerte para la cena.

-Pues para comer mañana. Y deja de sacar pegas. Vamos a comer.

-A lo mejor…

-Mira a ver lo que vas a decir, cariño.

Nino temía que iba a decir algo como “A lo mejor es la última vez que vamos a ir a ese restaurante”. Y algo así iba a decir, porque notó como buscaba otra cosa que decir.

-… Vemos a Angelines – le propuso Nino para poner fin a su búsqueda.

-Pues sí. Eso quería decir.

Tardaron unos días en llamar del centro de salud para darle cita para los resultados. Le dijo la enfermera que habían esperado a que estuviera de vuelta la doctora Huidobro. Ahí casi le dio una taquicardia. Los tres días que hubo que esperar desde la llamada fueron un suplicio absoluto. Juan no vivía. Y Nino, empezaba a estar muy preocupado. No acertaba con la tecla para que su pareja se sintiera mínimamente mejor. Y él mismo empezaba a naufragar en el mar tormentoso del pesimismo.

-Gracias, enfermero Sánchez – dijo leyendo el letrero que llevaba colgado del bolsillo de la bata.

-Es ese pasillo, la última puerta a la izquierda.

El enfermero se había dado cuenta de que Nino estaba perdido.

-Gracias de nuevo. Una pregunta ¿Cómo sabía que era yo?

-Su marido me ha dicho: “Lo distinguirás enseguida, es el hombre más guapo que hayas visto”.

El enfermero Sánchez sonrió un poco azorado. Y a Nino le entraron ganas de reír. “Será capullo”.

Se encaminó hacía donde le había dicho el enfermero. Iba pensando en como haría después. Se había pedido libre el resto de la semana en el trabajo. Quizás le propusiera ir al pueblo a pasar esos días. Allí solían estar a gusto. O a lo mejor cogía un vuelo de esos de última hora para algún sitio interesante. Siempre le decía que quería ir a Escocia, por lo de las faldas o a Berlín, a ver si quedaba algo de esos garitos de los años 20 que recrea la película “Cabaret”. O a lo mejor no podrían hacer nada porque empezaría el tratamiento ya mismo. Algo agresivo que le dejaría noqueado todo el día. Tendría que pensar como organizarse para estar todo el tiempo posible con él. Quizás su hermana Ester le podía ayudar, o Ignacio, el hermano de Juan. O sus sobrinas Sara y Mencía. El caso es que estuviera acompañado.

Según se acercaba por el pasillo, vio que la puerta se abría. El corazón le dio un vuelco. Se lo había perdido. Vislumbró el cuerpo de Juan que todavía hablaba con la doctora. Salió del todo y vio como la médica le daba una palmada en la espalda, como dándole ánimos. Nino respiró hondo y fue al encuentro de Juan. Éste levantó la cabeza y lo vio. Abrió los brazos como pidiendo perdón.

-Perdóname cariño. La médica no ha querido que te esperara. Yo le he insistido.

-No te preocupes. ¿Qué te ha dicho?

Resopló antes de hablar y volvió a abrir los brazos.

-Nada. Que no tengo nada. Que tengo el hombro agarrotado o aquí el cuello y que eso me produce los dolores de cabeza. Que vaya al masajista.

Se lo quedó mirando incrédulo.

-Pero el otro médico …

-Pues que se ha equivocado.

-Pero te lo dijo tajante.

-Ya se lo he dicho. Me dice que mejor así. Que si es al revés el palo hubiera sido tremendo.

-¿Y los días que has pasado? ¿Y la zozobra? ¿Y la angustia?

-Me ha recomendado un masajista que es muy bueno. Que tiene lista de espera pero que ella ha conseguido un hueco. 50 euros la sesión. Muy barato, me ha dicho. Le he comentado que tengo en casa al mejor masajista, tú. Voy a presentar…

No le dejó acabar. Sencillamente lo abrazó y le dio mil besos en toda la cara. Se le había quitado un peso de encima. Porque esos días se había hecho el fuerte. Pero solo pensar que lo podría perder en pocas semanas, como aventuró ese médico, le asustaba y de que manera. Le había causado una zozobra indescriptible. No se podía comparar con el sufrimiento de Juan, ni se lo podía decir, pero habían sido los peores días de su vida. No pudo evitarlo y se puso a llorar convulsivamente. Esta vez fue Juan el que le cogió con las manos la cara de Nino y le dio un beso en los labios.

-Te quiero mi amor.

Se abrazaron y caminaron por el pasillo hacia la salida.

-¿Y si buscamos unos billetes a Berlín y vamos a ver esos cabarets que tanto te gustan?

-¿Y si nos quedamos en casa abrazados y me das esos masajes en los hombros?

-¿Solo en los hombros? – preguntó con voz sensual.

-Yo es que los hombros, ya lo sabes, los tengo muy caídos. Me llegan a los pies.

Nino movió la cabeza de lado a lado sonriendo.

-Me parece buen plan. ¿Y me vas a pagar como al masajista ese?

-Sí, pero te pagaré en carne.

-Me parece justo.

Y se fueron a casa a ponerlo en práctica.